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Antología

CÓDIGO URBANO

Presente edición: Septiembre 2013

Diseño de Tapa: María Fernada Katz.

http://www.poesiaargentina.com
Antología

CÓODIGO URBANO

Una muestra de la nueva poesía Rosarina


CÓDIGO URBANO
Una muestra de la nueva poesía Rosarina

Coordinación, selección y prólogo: Osvaldo Aguirre

Notas críticas: Cristian Molina e Irina Garbatzky


INTRODUCCIÓN
Por Osvaldo Aguirre

La primera selección de poesía rosarina se publicó en 1937 y la editó Ecio Rossi, precisamente
con el título Primera antología de poetas rosarinos; la última, hasta el momento, fue La única ciudad,
aparecida en 1994 y compilada por Eduardo D" Anna. Desde entonces, hubo una producción
creciente, visible a través de encuentros, lecturas públicas y publicaciones, que todavía no ha sido
leída en conjunto.

La palabra antología tiene mala prensa. El lector está al acecho de operaciones encubiertas,
devoluciones de favores, discriminaciones largamente preparadas. Ninguna selección, por más
voluminosa que sea, podrá aplacar la falta (o la necesidad) de reconocimiento, que es tan amplia en
la poesía. Siguiendo el criterio de la Muestra de poesía joven en Santa Fe (Edición de María
Angélica Hechim, Universidad Nacional del Litoral, 2010), esta selección propone la palabra
muestra para designar una propuesta de lectura más amplia que una antología y menos relajada que un
panorama.

La selección de Ecio Rossi se remontaba a los primeros años del siglo XX. Poesía se ha escrito
en Rosario incluso desde antes de esa fecha, y con intensidad más o menos comparable que la del
presente. Pero lo particular del momento actual es la coincidencia de una serie de condiciones que
rara vez se dieron en forma simultánea en el pasado (habría que remitirse a mediados de la década
de 1940 para encontrar una situación más o menos similar) y que traman un contexto favorable para
sobrevivir al primer libro y persistir en el oficio.

Grandes poetas de la ciudad apenas publicaron en vida un libro: Felipe Aldana (1922-1970),
Arturo Fruttero (1909-1963). El resto de su obra transcurrió en secreto, conocida por algunos pocos
allegados, sin el menor reconocimiento ni posibilidad de difusión. “En Rosario hay un obstáculo que
produce arte”, declaró Rafael Bielsa en una entrevista de principios de los años 90. Ese diagnóstico
era incontestable, pero remitía a lo que quedaba atrás, a la experiencia de los escritores que habían
sufrido la indiferencia y se habían resignado a guardar sus manuscritos durante décadas hasta
encontrar, fuera de la ciudad, quien pudiera editarlos, como fue el caso de Hugo Padeletti. Pero
desde los 90, precisamente, la estabilidad de espacios de lectura y las sucesivas experiencias
editoriales hicieron posible una más larga permanencia de los autores en el ámbito poético. Esta red
de bares, librerías, festivales y pequeñas editoriales no se configuró de golpe y porrazo sino que
devino de un movimiento iniciado a principios de la década de 1970, que se hizo subterráneo durante
la dictadura y volvió a la superficie con la restauración democrática.

Definir la poesía de Rosario es un problema. Poetas que nacieron en otras ciudades, incluso en
lejanas provincias, se consideran parte del asunto; y a la vez poetas nacidos en la ciudad, pero
radicados en otros lugares, no se reconocen en el lugar. Sentirse ajeno a la ciudad forma parte,
históricamente, del carácter rosarino. Las tendencias y las orientaciones que podrían reconocerse en
la poesía escrita en Rosario, además, son las tendencias y las orientaciones de la poesía escrita en
Argentina. El mismo movimiento de los autores, los libros y las lecturas trasciende los límites de la
ciudad; sería más pertinente, quizá, hablar de una poesía del Litoral, porque la poesía de Rosario se
trama hoy en contacto con la de Santa Fe, Paraná, Santo Tomé, la provincia de Entre Ríos. No
obstante, también se puede ceñir el espectro y hablar de una nueva poesía que es de Rosario porque
tiene sus usinas y sus bases en una serie de espacios y de circuitos locales, sin por eso hacer un culto
de la ciudad. Por eso, esta muestra propone un orden de cinco localizaciones para reunir a los poetas
seleccionados: Puerto, Calle Entre Ríos, Distrito Sur, Casiano Casas y Refinería. Los agrupamientos
no implican la adscripción a una poética determinada, pero sí, en algunos casos con mayor nitidez
que en otros, la circulación o la inscripción de determinados ámbitos en la nueva poesía de Rosario:
los talleres literarios (Puerto), la Facultad de Humanidades y Artes (Calle Entre Ríos), el Club
Editorial Río Paraná (Refinería), para mencionar los más visibles y cohesionados.

La mejor poesía escrita en la ciudad de Rosario no es justamente la que se encierra en sí misma,


ni proclama alguna cualidad especialmente característica e inhallable en el resto del mundo, sino por
el contrario la que se abre al diálogo y al intercambio con la poesía en general. Si hay algo que
felizmente ha sido olvidado en la actualidad es el mito de “la ciudad de los poetas”, como se solía
decir en los años 80. La mejor tradición local señala otra dirección, como mostró el grupo de poetas
que publicó en las revistas Pausa, El Aarremangado Brazo y Setecientosmonos, entre 1957 y 1967, y
el de los poetas de las revistas El Lagrimal Trifurca y La Cachimba, a partir de 1968.

A principios de los años 90 surgieron distintos espacios e iniciativas que, veinte años después,
sostienen el espacio de la nueva poesía de Rosario. Hay dos particularmente importantes. En 1992 se
fundó la Editorial Municipal de Rosario. El concurso de poesía Felipe Aldana, que convoca la
editorial, organizado periódicamente, dotado de premios modestos en metálico, pero premios al fin,
y de publicaciones, permitió descubrir y valorar a un conjunto notable de poetas inéditos (Leandro
Llull, Paz Georgiadis, Diego Colomba, entre los más recientes); a la vez, la colección mayor,
dedicada a poetas del pasado, articuló y renovó la lectura de una tradición que incluye nombres
como los de Aldana, Fruttero, Irma Peirano, Francisco Gandolfo, Aldo F. Oliva y Beatriz Vallejos,
entre otros. Casi en forma simultánea, en 1993, tuvo lugar el Festival Latinoamericano de Poesía,
rebautizado más tarde como Festival Internacional de Poesía de Rosario, un evento que en sus veinte
ediciones, además de convocar a importantes poetas nacionales e internacionales, promocionó a
jóvenes poetas de la ciudad.

La proyección del Festival se multiplicó además con otras dos instancias: el ciclo de lectura La
Poesía en los Bares, que después dio lugar a otros eventos similares, y los talleres organizados
dentro del mismo Festival, coordinados sucesivamente por Daniel Durand, Irene Gruss, Damián Ríos
y Osvaldo Bossi. Un espacio de promoción y otro de formación, cuyos efectos pueden apreciarse con
nitidez en lo que se escribe.

Otro factor relevante es el surgimiento de editoriales pequeñas, muy pequeñas, pero de fuerte
impacto en el ambiente. La colección de poesía rosarina dirigida por Gervasio Monchietti en la
editorial Tropofonia y la colección Brillo de Poesía Joven, de Ediciones Ivan Rosado, publicaron
los primeros libros de poetas destacados. Estos proyectos contaron con el apoyo del programa
Espacio Santafesino, del gobierno provincial, pero no se agotaron en el aprovechamiento de un
subsidio sino que lo convirtieron en el punto de partida de editoriales que –al fin- no piden a los
autores que se hagan cargo del costo de sus libros.

Definir lo nuevo es otro problema. Una primera definición puede ser formulada en términos
negativos: en poesía, la novedad no significa exclusivamente la juventud. Otra, a efectos de esta
muestra, establece como referencia la fecha y los autores publicados en la antología de 1994 y en la
publicación grupal Los que siguen (2002), que reúne a veintiún poetas. Los que integran esta muestra
no formaron parte de esos libros, porque eran muy jóvenes, porque estaban alejados de los circuitos
donde surgieron o porque sus obras todavía no habían madurado.

En el apéndice se incluyen dos artículos sobre el conjunto que trata de tema mismo de la muestra:
“Poesía joven de Rosario: algo está cambiando”, de Irina Garbatzky, aporta otros nombres a los aquí
incluidos, además de proponer hipótesis en torno al concepto de poesía joven; y “Sobre la poesía en
el presente”, de Cristian Molina, recapitula y pone en el foco de la crítica una serie de cuestiones
planteadas en los circuitos de lectura.

Es obligatorio que el prólogo a una antología comience con un pedido de disculpas, por las
exclusiones y los olvidos. Una muestra tampoco agota su campo, pero puede aspirar a representar las
distintas variantes que lo constituyen.
PUERTO
Pilar Almagro Paz (Rosario, 1973) publicó Veraneo (Tropofonia, Rosario, 2011).
Poemas suyos fueron incluidos en la antología Poetas del tercer mundo (Ciudad Gótica, Rosario,
2008) y es coautora de la novela colectiva Apucheta, crónicas del barro (Homo Sapiens,
Rosario, 2010 ). Es fotógrafa. Los poemas publicados pertenecen a Veraneo.

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1.

el viento devora la pared de musgos

una casa al costado de la ruta

sus muros caen sobre el verde

el verde sobre alguien más

dejo que el aire vaya

y vuelva

dejo que vaya

y lleve.
2.

si tuviera que resumir

este instante, diría:

felicidad

y también diría:

cama.
3.

una piel que no se aleja de otra piel

más que para ir al baño

y quizás allí

tampoco.
4.

quise dormir tanto

que al despertar ya no estuvieras

y si no estabas

que hubieras vuelto.


5.

el servicio meteorológico coincide

es el verano más inestable en años

en casa

llueve

todas las noches.


6.

tenía una idea acerca de perder

esperaba, suponía, que perder

era decir ya no estás

y puedo

pero no pude

y perder fue

lo más parecido a salir del mar

una tarde

la última tarde

del último día de vacaciones.


Tomás Boasso (Rosario, 1984) publicó los libros de poesía El hit del verano (con
Ramiro García, Tropofonia, Rosario, 2010; Ese es otro que bien baila, Paraná, 2011), Fuentes de
radio cuasi estelares (Gigante, Paraná, 2012) y Lejos y sin órbita (Neutrinos, La Paz, Entre Ríos,
2012) y la novela Vergüenza (con Verónica Laurino, Sigmar, Buenos Aires, 2011). De los
poemas seleccionados, “Shiva” pertenece a Lejos y sin órbita; los restantes corresponden a
Mares menores (inédito).

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Shiva

Casi llena, suspendida, en el espacio de noche azul entre edificios

la luna que se inicia. Columna de focos encendidos,

boca de la calle fría: unas pocas estrellas inducidas

hacia el imán de un apagón como astros a la deriva.

Lejos y sin órbita el flagelo de una quema, una luz naranja serpentea.

Pastos altos a favor del viento sobre el agua en la que ondulan

como botes luces amarillas.

En punta de pie mientras vamos y el tiempo no alcanza:

evitando hundir la tierra con la fuerza de la caída.

Sería, acaso, moralista… el deseo

demoníaco devenido en semilla? Las chimeneas

desprenden alientos cálidos y sola desde un living la energía

de una piba que medita… llega húmedo el perfume

de río y celulosa. Dos personas traman algo por delante

de los oscuros contornos del cielo, un árbol ensombrece

la puerta y el timbre, los rayos

de la luna que se filtran en aleatorias piezas beige

conducidas verticales por cilindros finos. Hojas secas


de papel impreso se liberan desde un auto en movimiento:

algunas aún planean y otras caen violentamente.


Terraza con mi perro

Echados al sol del invierno un mediodía le pido

perdón por los años fuera de casa, estos últimos

de ahora en más le aseguro compañía. Y si bien

estamos solos, mi perro y yo, están también

las doscientas baldosas del suelo, las macetas vivas,

una viga sostenida por ladrillos, la carcaza

hueca del motor, su hélice quieta,

una bicicleta de cuando éramos chicos, sin brillo, desgastada

por las lluvias, el viento, los veranos secos, una capa

de polvo sobre la superficie general de las cosas

se levanta en remolinos y va dispersa ya a los balcones

linderos, cúpulas, altillos: plano sobre plano

en mil quinientas dimensiones

el secreto humano, variedad en las opciones

de acción y posibilidad a la luz o no del sol,

separados por antenas pero unidos por el mismo

despliegue de cemento, acá bajo el recorte

de un cielofresco y abierto.
Suerte y lamento

Hoy me acordé de vos

cuando encontré plata en un bolsillo

porque a vos siempre te pasaba

y a mí nunca, y no sabía cómo hacías

y ahora que me pasó entendí

que no hay que hacer nada,

que te la encontrás y listo.


En el parque de los perros, cerca del Vip

Caga el perro en el pasto del parque cerca de un sauce,

es invierno pero está verde, pleno

y no es que quiera hacerme pero

no estoy seguro de haber tenido uno tan al toque,

es una noche clara y luminosa, al borde del río

en el parque de los perros cerca del Vip.

Tuve así, entonces, posta alguna vez, un sauce tan al toque?

Luna detrás del chorro de un avión ya ancho,

nube quieta al ras del suelo

el pasto huele húmedo, fiaca tuerce modo vigor.


La marea del mar negro

Pasa desapercibida,

prácticamente no hay.

Alumbra hoy el agua

la luna como un globo

o bote con sus luces.

Tirás una piedra y flota, no se hunde.


Vas delante mío, no me ves

Nuca rubia cola caballo

por eso te lo cuento a vos, no me escuchás

envuelta en la música que inyectan

en tus oídos los auriculares, y que

se ramifica, se divide como todo: el río,

las plantas y los meses, las partículas que se mueven

hacia el átomo en el que vuelven a montarse,

vuelo fuerte, nado bajo, no es lo mismo

quieto que parado, los ritmos parecidos en los que caminamos.

Vas delante mío, se podría decir que te sigo, no me ves

ya me arrimo, un poco me acerco al martillo de tu oído.


Come gato

Venía de no sé dónde pedaleando la bici

y encaré la bajada de la costanera

que empieza en calle ex Roca

Lepratti, ahora.

Alguno va a decir que empieza

en la curva de Salta y Mitre pero empieza

con viento a favor en ex calle Roca

ahora Lepratti.

Sin pedalear, pleno en la bajada

el lomo ancho y plateado, la curva luminosa

del Paraná que junta aguas

de ríos que vienen de donde yo venía.

Un caballo era mi bici

con un freno, no dos.

El viento me peinaba lindo en la bajada

así con los pelos para todos lados,


que si voy quieto la humedad me lo aplasta

y no logro el peinado que quiero.

Cuando llego a Sarmiento doblo coleando

con el único freno

el delantero con el que coleo: subo

por Catamarca y vuelvo hasta Lepratti, ex Roca

ahora y me tiro de nuevo.

Esta vez se invierte, el vértigo como un león.

Anda el Paraná nublado, un malón

de autos me rodea, motos negras me superan,

ciclistas con bicis livianas, pierdo

el pelo además, y no lo recupero

el viento me deshace los de adelante

me voy quedando pelado con el viento

y eso que soy joven y puedo

volver a tirarme de nuevo

por esta bajada en mi bici

contento por la hora en que la tarde se desploma.


Carolina Musa (Rosario, 1975) publicó el libro de poemas Acústico (Tropofonia,
Rosario, 2011). Fue incluida en la antología de narradoras rosarinas Nada que ver (Caballo
Negro-Recovecos, Córdoba, 2012). Los textos de la presente edición fueron extraídos de
Acústico, salvo “Postal de verano” y “Haber sabido”, inéditos.

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A veces

Cuando deshago el camino de la escuela

y me lame el sol de la mañana

y me saluda la florista y rugen las cortadoras de césped en la plaza

y vuelan

nubes de pasto mojado

y cierro los ojos y respiro

hondo

pienso

que soy pura intemperie

o esta ciudad

huele

a bosque.
Réquiem (para la selva oranense)

Ellos recuerdan el ruido colosal de los pájaros.

Dicen haber visto loros en el camino a Bolivia/ monos

colgándose de los árboles,

y helechos gigantes que cubrían las copas como un colchón,

como un techo elevado.

Ellos insisten: aún

resisten los verdes paraísos como islas /lejos/

en las montañas que asoman

desde mi calle.

No lo sé.

Si tuviese un vehículo adecuado / 4 x 4, doble cabina/

podría llevarte ciento y pico de kilómetros al norte:

cruzaríamos la naciente del Bermejo

antes de llegar a Los Toldos y de allí

tracción a sangre
nos llevaría unas tres horas asomar la nariz

al vértice del territorio que supo temblar

con aullidos de jaguar.

Todo esto con suerte y buen tiempo.


Camino al Cedral *

No oigo las campanas

no adivino el agua ni los pájaros,

una capa espesa de tierra

reposa sobre los árboles, los ranchos

bajo el sol

mismo de la calle asfaltada

una chica chupa una naranja

-se queda

como una postal en la sien-

sobre un tronco atrapado

por otra motosierra, verás

dicen que esta polvareda engaña los ojos,

que los días de lluvia reverdece,

que no logran hacer justicia los verdes de la paleta

tres

niños trepados en tres ruedas de cemento tiradas en la zanja

donde vine también a recoger totoras para trenzar y tampoco

había llovido y esta resequedad este polvo apuraba grietas en la cara, hoy no,
hoy bulle de este lado del vidrio el mugido aletargado sobre

los nuevos propietarios y

los nuevos asentamientos y

los nuevos horizontes simétricos del

progreso

camino al Cedral

quiero empolvarme con qué mística inventada,

cantar a la memoria de don Antonio Olivares -que guardaba

sus poemas en una bolsita-

una alabanza henchida de "oh", mentir

que lo que veo no es

lo que veo no es lo que veo no es lo que veo tablas

clavadas con ancestral tristeza unas a otras tristemente al suelo triste así lo hacen así

entran y clavan cuatro tablas y vigilan el terreno día y noche y la propiedad

desaparece aparece como soplo, dos perros, cuatros perros se escupen

polvo sobre los lomos detrás

del chango que fumiga soja, berenjenas, más soja

ejércitos ordenados de pinos aquí

¿pinos aquí? reforestados foráneos y allá piletas

de agua limpísima, simulacros

de una felicidad artificial impuesta como un yugo

a la tierrita que quema

camino al Cedral.
El Cedral es el sitio donde estuvo emplazada la primera ciudad de Orán (Salta),
fundada por los españoles alrededor del 1760 y destruida diez años después por
los wichís. Según la leyenda, en los días nublados se oyen las campanas de la
antigua iglesia.
Postal de verano

Con las valijas en la vereda

de la casa de la infancia es decir las valijas

en la infancia misma, de algún modo

(los vecinos duermen)

podría robar el cartel de la despensa

la claridad, el cielo, la basura del corso

tirada entre los yuyos

para mi colección de souvenirs

aerosoles sin nieve, botellas de plástico

papeles, bolsas, envoltorios

y hojas de coca masticadas y escupidas

(un sarpullido triste sobre el suelo)

En la esquina

-justo bajo el farol clueco

donde fumó Agustín en los noventa

con un gesto viciado de galán de TV-

estaciona el camión municipal

y se apean dos mamelucos amarillos


cargando una hoja de palmera

y una pala de albañil.

Uno barre, el otro junta.

La sincronía es imperfecta, de hecho

parecen dos robots drogados cada vez

que uno barre la polvareda sube

amontona los papeles y envoltorios

levemente hacia el cordón, el otro

arrastra la pala por la calle duda

antes de acometer contra el apenas montículo

después tira el cargamento de la pala en el camión

con lasitud enervante, ambos

de súbito se detienen:

el de la pala se apoya sobre ella y cruza los pies

como un bailarín en descanso

el otro nada más ve la coupé taunus

que dobla la esquina y me descubre

espiando en plena calle, por si acaso

no levanto la mano, el de la pala

me devuelve indiferencia: bosteza

a tempo con la ruinosa casi escoba

que agita lánguida el polvo, la polvareda sube,

la claridad acobarda.
Haber sabido

Desde la esquina

la madre

ve al hijo alejarse

de espaldas

media cuadra, solo

en un tiempo

quieto, unos minutos

la mujer

tiene una premonición

o una certeza: el hijo

crece

y el gesto

del hijo dando media vuelta

en la puerta de la escuela

antes de entrar, el brazo

que levanta y agita

son la misma cosa

la conciencia
plena

de la separación, de “ser

otro”

el que hasta esta misma mañana

no supo dónde encontrar

las medias, convertido

ahora en la confirmación

desvergonzada fundante

de la maternidad.
Amanda Poliester (María Laura Martínez, Casilda, 1968) publicó la novela Patas de
rana (premio Manuel Musto, Editorial Municipal de Rosario, Rosario, 2010) y fue incluida en
Nada que ver. Antología de narradoras rosarinas (Recovecos-Caballo Negro, Córdoba, 2012).
Poemas suyos fueron publicados en Diario de Poesía. Los textos que se presentan a continuación
corresponden al libro inédito Malpuemas.

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Tenis de playa

Llueve en la playa.

Una mujer loreal 840

habla por el teléfono móvil

sesga el cielo una pregunta

¿Tiene ud. sus impuestos al día?

el ruido de las gotas en el poliéster bicolor de la sombrilla

señores vestidos con remeras de cuello

señoras con sombreros como caracoles

un padre y una hija en el tenis de playa

maybeline ceniza irisado y su eco de los andes

un chico se sienta a dos metros de mí

estornuda para el este

y ahora de nuevo

una delicadeza de su parte

alcanzo a ver el perfil de las pestañas

los vecinos de hotel con sus sillas rayadas

y es ahí cuando advierto que dejó de llover.


Un perro mojado deja en la arena

pequeñas huellas que durarán un día.

Los veraneantes se elevan a posición vertical.

Un tiburón, se escucha.

Un hombre nada ajeno al suspenso balneario

pero es otro pigmento.

Tu marido está nadando

pregunta mi vecina

mientras miro la aleta negra

que se acerca a la playa.


Seis y cuarto

Después del sueño

en la fina línea en que se deslizan

las primeras imágenes del día

un hombre

me notifica la lluvia.

Hoy llovió, doctora.

Eso venía a decirme

a mi lugar

sin ventana al mundo.


Segundo grado
a Emma

Cuestionario escolar

(la seño lee Cosmo)

lo que más me gusta es

y ella escribe

con su letra guirnalda

jugar con mi mamá.

Ay

hija mía

cómo es tu secreto

regalarme ese mundo

justo cuando pensaba

que me estaba secando.


Julieta Tonello (Rosario, 1984) publicó poemas en las revistas Ese y Benteveo. Los
textos de la presente edición eran inéditos.

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I

En el remanso

que hay

justo en el centro del pecho

las cardenillas se detienen

a veces, por la madrugada

a tomar agua

y a descansar de las corrientes de aire

que las llevan como barriletes.

Aletean

al compás de la respiración.

Hay que preparar el lugar.

Tenderse sobre la hierba,

el cuerpo desnudo,

aquietar el golpeteo nervioso del corazón.

Dejar que el césped crecido

se enrede en los pies

aferrándolos fuerte a la tierra.

Cerrar los ojos,


dejar pasar las nubes y las luciérnagas

sin contarlas

ni inventarles rostros distintos cada vez.

Sólo entonces

quizás

las aves se acerquen

a beber del cuenco repleto de rocío,

esa hendidura que hace cosquillas

con el roce de los picos sorbiendo con ansias

de la propia piel.
II

El eco es un duende

que se ríe de los montes, de las casas, del amor.

Se deja ver

muy poco, sólo de día, desde lejos,

encanta a los caballos con su risotada.

Se viste de azul.

Tiene los ojos lavados

de tanto sol.

Claro, te dice él,

estirado en la sombra de sus piernas larguísimas,

claro que hay, pasado el cartel de bienvenida

otros pueblos

otros perros que ladran, furiosos, a las esferas sucias de polvo

los dos círculos perfectos

que hacés rodar

mientras pedaleás,

claro, se ríe de tu expresión,

si vieras cuánto hay del otro lado,


y dibuja sobre el camino

esas tierras que parecen estar, siempre, un poco más allá.


III

Voy borrando el día:

con la primera caricia,

el jabón desvanece de mis rodillas

esa cáscara de tierra que bordeó la caminata

desde la mañana

temprano

igual que las piedras al costado del arroyo.

La lucha de la espuma

del shampoo

por esfumar el aroma de los peces

que me hacían cosquillas

en la nuca

mientras braceábamos

para alcanzar el mejor rincón

al otro lado.

Una pompa se estrella

contra las manchas de carbón

en las muñecas
que conseguí

mientras jugaba a ser el papá

y servía carne

asada,

ir y volver de la parrilla

con la tabla de madera

llena de cicatrices.

La esponja se empeña en desteñir

ese triángulo pegajoso de frutilla.

Hicimos mermelada para el vecino

que nos regaló un tarro entero de miel

de flores.

La imaginé moteada de mil colores,

con el sabor de los pétalos frescos

pero sabe igual a la que hacen

las abejas

en la ciudad.
CALLE ENTRE RÍOS
Diego Colomba (San Nicolás, 1972) publicó Fichas Coleccionables de Poesía Argentina
(Secretaría de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, noviembre 2010), el
ensayo Letras de rock argentino. Género, estilos y transposiciones 1965-2008 (Editorial
Académica Española, Saarbrücken, 2011) y el libro de poemas Baja tensión (Editorial Municipal
de Rosario, 2012). Edita el sitio web Letracosmos. Los poemas de esta edición pertenecen a El
peso del pasado, libro inédito.

Ver más sobre el autor


“Cuando el peso del pasado se apoye en la nada”
Mark Strand

Paz en la chacra

Desde abajo del palomar

es fácil tirarle

a las palomas.

Pero no vale

matarlas así.

El rifle

de aire comprimido

se dobla

como una pierna

huesuda

para cargar los balines.

Es pesado.

Podríamos jugar

a sacarnos los ojos.


Si el abuelo

nos ignora

mientras puntea

la quinta...

Igual desistimos.

Que la tibia luz del sol

siga dorando las chapas,

mientras una fuerte fragancia

de tierra, aserrín y estiércol

narcotiza la mañana.

Pero entra la abuela

cojeando al gallinero

y agarra del pescuezo

a la gallina

más desprevenida:

la revolea

como si le diera

cuerda a un reloj

hasta matarla.

Hoy
se come

puchero.
Desifección

Sangra la mano del abuelo

que se cortó con un alambre

atando las cañas

que sostienen los tomates.

Empapa entonces un trapo

con querosén y se lo frota

mientras conversa conmigo

de bueyes perdidos.

La sangre seca mezclada

con la grasa y el óxido

se deslíe lentamente

con la acción del combustible.

El abuelo sigue hablando

mientras su figura se recorta

sobre el escándalo de la tarde.


Bajo tierra

¿Es fácil tirar con la escopeta

de cerca a las perdices?

Pero, ¿cuántas hay que matar

para que una familia coma?

¿Cuántas liebres y gallaretas?

El abuelo cazaba en el campo.

Donde había trabajado

con su cortitrilla a vapor

y los peones cosían las bolsas a mano…

Se había ido de su casa

a los ocho años

con un hermano de diez.

Había tirado con obús

(de espaldas)

en el servicio militar

y le habían dado un diploma

que decía eso.


Perón

–a quien odiaba–

había preguntado por él

reunido con trabajadores rurales

del sur santafesino…

Mientras el abuelo insiste

con sus habladurías,

dinosaurios metálicos,

especies se extinguen

bajo capas y capas

de memoria…
El peso del pasado

El abuelo hurga

un frasco con tuercas,

clavos y tornillos.

De vez en cuando

se queja

de los pinchazos.

Encuentra monedas

de todos los tamaños

que va depositando

en un estante.

Ahora la mano

venosa y manchada

del abuelo

me da dinero

fuera de circulación,

como sus horas.


Bajito,

para que no escuchen

las mujeres de la casa,

me dice:

“andate al quiosco

y traeme cigarros”.
Gilda Di Crosta (Rosario,1967) publicó los libros de poesía Hueco reverso (Editorial
Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2009) y Umbra y otros poemas de marzo (Alción, Córdoba,
2012). Coeditó El habla de una experiencia. XVIII Festival Internacional de Poesía de Rosario
(ediciones UNL, Santa Fe, 2011) y Setecientosmonos. Antología (Santiago Arcos Editor, Buenos
Aires, 2012). Los poemas que se publican en este volumen son de Umbra y otros poemas de
marzo.

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los cuentos no hacen infancia

le prestaron dolor a las noches

le prestaron sus entrañas

y la inocencia de rendijas

perdida en las noches de mirar

los pasos-catástrofe

la envoltura de tanto ojear

las noches obstinadas

los tantos ojos-noches


medusa oscura y la transparencia

de cuánto miedo

nada en mi cielo

hace espuma-bruma de muerte

decapitada

multiplicada

en el borde de mi palabra

babea tinta-bruma de pasados

medusa absoluta

de cuánto tiempo

soy noche

estoy noche

caí –en mi noche


noche de vasta pizarra

entierra el corazón

embarra la razón anegada

¿es sueño?

¿es signo?

noche desplegada

pisados de palabras
la noche se digiere lenta

en bocados que no pasa de los ahora-luego

de ir-después
bate a punto noche

luz de fotos

grumos de aire

con aire y aire

de fantasma que espesa

bate a punto noche

a punto muerte

grumos de aire

sin tregua
leo la noche en voz alta más alta que el temor

de palabra inadecuada

recito la noche: dialectos, fantasmas

masa sepultada

masa oscura, abovedada

¿para qué los signos?

¿para qué la mañana?


Irina Garbatzky (Rosario, 1980) escribió los libros de poesía Movimientos imposibles
(Eveling, Rosario, 2003), La vida de Varela (Éditions du Cochon, Rosario, 2011) y Huesitos
(Tropofonia, Rosario, 2012). Publicó textos en las antologías La infancia del procedimiento , y Texturas.
Escritores en imagen (Formato CD, 2007), 19 de fondo. Poéticas de la construcción (Gatogrillé,
Rosario, 2008), El management envilece al mundo (Clase Turista, Buenos Aires, 2010) y Nada
que ver. Antología de narradoras rosarinas (Recovecos-Caballo Negro, Córdoba, 2012). Los
textos elegidos pertenecen a Huesitos.

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Quedarse sola

Hoy descubrí una canción de Harrison que no conocía.

Nunca la había escuchado.

La escuela de mi padre terminó en el ’69, después tuve que recorrer a destiempo el trabajo solista de
los cuatro.

Cuando me quise acordar, mi papá creía de nuevo que sólo Lizst hacía música, se quedaba dormido
sobre el río Kwai, escuchando una radio parecida al meridiano.

No soy el cowboy que vuelve al pueblo y encuentra a su esposa.

Ni la dueña de un secreto que transformará al doble agente.

No sé por qué lloro en los aeropuertos, pero pienso que la felicidad se parece a los recuerdos

y que los recuerdos no tienen poder

sobre su resonancia.

Como si no tuviéramos que hablar. Como si estuviéramos bailando,

y nuestra casa fuera el lugar. Un escenario,

un espacio suficiente.

La primera vez que bailé

percibí esa distancia.

Las luces y la gente

estaban en otra parte.


A veces camino callada,

y espero que entiendas.


*
a Juan y Mariana

“Tengo miedo que me deje

por una chica peronista”,

les batí,

y, como en una avanzada sesión de análisis, Juan me interrumpió:

“ahí tenés el título

de la novela”.

Ahora pienso

pero Juan, ¿qué escuchó?

Mariana y yo, sentadas, con una bolsita de recuerdos de París

tickets de Metrô,

programas de museos,

mapas de ciudad,

postales,

entre papelito y papelito por ahí agarrábamos uno que decía: diez euros,

siete con cincuenta.

“mirá, ésta es la cafetera de Balzac…”

“la tetera de Rimbaud…”


Entre uno y otro, les hablé

de un nuevo amor de mi amor.

Fue una risa, pero me imaginé exactamente

el auto atravesando

la periferia de Rosario,

mi amor sentado junto a ella,

con su olor a pucho y varias novedades

de unos pibes que laburan en la municipalidad de no sé dónde,

de los sinsabores de la provincia,

de las cosas que encontraron al finalizar los comicios electorales.

Hay amor en esa escena, estoy segura,

aunque llegue a mi mente como una imagen del cable,

y Villa Gobernador Gálvez se vea como un barrio yanqui residencial,

y Mariana y yo aparezcamos después del corte,

recolectando figuritas

hablando de las ninfas y de ese museo con paredes

redondeadas

que ansío conocer.

Juan arma su pipa, prende el televisor,

y se ríe.

Si redoblo la apuesta mirando el reloj,

contando el tiempo para la pizza,

se ríen los dos, un poco más tiernamente

porque dicen que lo que yo me imagino no puede ser.


Tal vez cuando el amor se va,

se vuelva imaginario. Esa noche fue la peli cursi

de la chica peronista

hablando de una fábrica vaciada.

Él y ella avanzaban entre la oscuridad del suelo.

De fondo sonaba “din don/ din don”.


Huesitos

sentada en la fila del médico

me toco los huesitos

reconozco a mamá en alguno de ellos

en la pelvis, como un triángulo, tirada

suelta en el tapizado

en las muñecas pequeñitas

en la cara

no me faltan carnes

pero aparece mamá

en los huesos de mi cara

en la fila del médico me vi de afuera

y me veo de afuera cada vez

que veo una foto mía

sobras

en mis huesos soy mamá,

y yo soy lo que sobra.

un chico me dice “qué linda”

lo dice por una foto que me sacó otro chico


en la que estoy con los ojos bajos

mirando algo

la forma de mis ojos es de un largo,

más de una vez me hablaron en oriental

pero la forma de mis ojos es de Rusia

de una abuela de mi abuelo

el padre de mamá

yo no tengo error pero tampoco tengo forma.

tal vez bautice cada parte de tu cuerpo,

y establezca filiaciones

por ahora en cada cuerpo veo una sombra

como una apariencia deformada

unas ubres que se estiran

o unas rodillas que dan flores

si mi cuerpo fuera madera lo usarías como carreta para el patio

colocarías en el centro una ruda macho

que difumine tu olor.

me veo flaquita,

no soy yo, es mamá

la veo cómo se me sienta en las caderas

cómo ensancha mis costillas cuando tomo aire o

cuando voy a nadar

en el color del pelo, en la nariz

no soy flaquita
siento muy fuerte que mi cuerpo está a punto de ser usado

como si desear fuera que alguien me pellizque a gran escala

un muslo y otro muslo o mis tetas

y se quede con todas mis partes.

viste que sí

no se cierra la cabeza si no podés mirarte

pero tu imagen de vos sí se cierra

en un molde de fiebre

todo de vos

marosa escribía la fábula de sus tetas y el lobo

yo no soñé con el lobo, soñé con vos, un niño

nos agarrábamos y nos mordíamos delante de nuestros parientes

en una cama en una bolsa de dormir en un campamento

era un reencuentro con un hermano inexistente

los tobillos de papá, la nariz de mamá, los

pómulos de mamá

los ojos de mamá, las tetas de mamá, las orejas de papá

el médico me habló de glándulas

y los ovarios tienen forma de almendras

¿alguna vez agarraste una almendra?

tiene el tamaño de una semilla y tal vez ocupa un centro

¿no cerraste tu mano durante un tiempo?

¿no dejaste a la almendra húmeda,

con arruguitas?
en el teléfono a larga distancia

rebota mi voz

es horrible

es como si escuchara una caricatura

aguda, pitilla, mocosa

debo tener una voz

pero la voz que me imagino no es la que digo

ni la que se escucha si queda grabada

o sea, no.

tampoco tengo una voz.

una compulsión para decir, no es lo mismo que

tener una vibra.

compulsivamente excito mi voz

por dentro,

hacia fuera,

pero lo único

que tengo de mi cuerpo

son modificaciones.
Cristian Molina (Leones, Córdoba, 1981). Desde 2000 vive en Rosario. Administra los
blogs El Niño C y Patológico desde 2007. Publicó Polos? (Espiralnético, Rosario, 2007), Blog
(Tropofonia, Rosario. 2012) y Lu Ciana. Plaga xombi sodomita (Janvs Editores, Rosario. 2013).
Los textos que presentamos se editaron en el volumen Blog.

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VIII. Agente C

La boca carne de Angelina Jolie en la pantalla

enfrente

y sus ojos plásticos cuando se los cambia

le mataron a él

científico aracnólogo en un país comunista

se lo mataron

y todos sufrimos

cuando las mariposas vuelan entre las telarañas de la selva

ella y él

un beso

y los colores pequeños en cada ángulo

sufrimos

porque lo matan para que cumpla su plan

pero no

no va a cumplirlo

porque ella es de las mías

yo haría lo mismo

yo sería tu Angelina
si alguna vez te hicieren daño

no cumpliría nada bajo extorsión

les haría creer que sí

y ni bien pudiere

con la sonrisa maldita y altiva en los ojos y músculos faciales

sacaría mi notebook

y los mataría a golpes o electrocutados

no me pidas que salte

no

como ella en las paredes

a piñas y patadas perfectas y estilizadas

apenas cuento con mi artefacto

y unas pocas ideas perversas

como Sade

o Vicente Luy

o Pablo de Rokha

o Lamborghini.

12 de septiembre de 2010
X. Porno

Acaba

digo

el americano dominador

en el negro

en su cara de fantasía esclavista o colonial

interracial

(según lo clasifica la página

como si Darwin hubiera tenido razón)

le acaba en la cara al negro

que se traga hasta el último mililitro

y sobreviene el gozo en la mano

y se descubre un gemido

o no, más bien

no, también

que todos queremos ser Hitler en algún momento

del día o de la noche

y no nos pesa.

23 de agosto de 2009
XIII. Peluches

Ahora que los heterosexuales

dejaron de reproducirse

nuestros hijos peluches

se quedarán sobre la mesita

en su rol de objetos

Así de golpe

dejaron de ser

los que pedían dormir en nuestra cama

y a pesar de que al otro día

terminaban aplastados

y vos con culpa

sacabas a Pálido y a Cabeza de hongo y a Rojo y a Mar​rón

de las profundidades de los pies

para conformarlos –o conformarte– con caricias

Sin embargo ahora

mientras nos miran de lejos

no nos acostumbramos a unos hijos verdaderos

y como se sabe que no van a ser iguales


a ésos del rincón

que abandonamos apenas nos dieron la posibilidad

y aunque -o porque- insistan con que todos los hijos son iguales

querés traerlos a la cama

pero no, no y no

porque ya no es lo mismo

y retengo el impulso

antes de que rompas con el nuevo límite de realidad

y termines como Teresita

-o terminemos como Teresita-

la loca de la Terminal

acunando un juguete.

26 de julio de 2010
DISTRITO SUR
Paula Aramburu (Rosario, 1966) publicó el ensayo Homicidio, locura y subjetividad.
Emilce, la costurera. Análisis clínico-juridico de un matricidio (Editorial Rojo, Buenos Aires,
2009) y el libro de poemas Desplazamientos (Editorial Ciudad Gótica, Rosario, 2010).
Psicoanalista y especialista en psicología forense. Los poemas publicados son de Sueños, libro
inédito.

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El patio

tarde fría y soleada, los mosaicos anaranjados

del patio brillan a contraluz y en las ventanas

del comedor se refleja su silueta:

corta con delicadeza las puntas

de las hojas secas, remueve

y alimenta la tierra,

riega palmeras y malvones con agua fresca

y con un trapito húmedo lustra hoja

por hoja, tallo por tallo, cada planta y cada raíz

como si intuyera que es la última vez


Alopecia

miran, sus ojos me miran,

parte de mi cabello se ha caído

y una herida, rosada y redonda

del tamaño de una cereza, ha quedado

al alcance de la vista de quienes me rodean;

intento cubrir la desnudez abierta de mi cuero cabelludo

pero la herida se hace cada vez más profunda, supura

la herida, la herida sangra y no es posible

cubrir tanto con tan poco, y todos

se quedan allí, observando en silencio

lo que he perdido, lo que ya no tengo;

cómo cubrir lo que no hay,

lo que no queda?
Balanceo

sentada en el sillón del comedor

donde antes solía consultar

su atlas de geografía del mundo

se abraza con fuerza a sus piernas

haciendo de sí misma un ovillo,

un animal recién nacido herido de muerte

y se balancea

de adelante hacia atrás

de atrás hacia adelante, la mirada

perdida en el punto fijo de un espacio

que sólo ella conoce,

y sólo ella puede habitar


Pañuelos de seda

sobre la mesa pañuelos de seda fina

y algodones rústicos, bordados, a rayas,

con lunares; algunos de colores muy brillantes

otros más opacos: pañuelos azules, verdes, ocres,

colores que se funden en las telas

hasta perderse uno en el otro

es así cómo todo comienza: un hilo

se enlaza a otro hilo, se anudan

y se hacen uno en el vacío, espacio intangible

un punto que se une a otro para dar forma a una trama

tela que adquiere consistencia cuando un hilo se abraza al extremo opuesto de su compañero,

y permanecer así de unidos, así de inmutables


María de la Paz Georgiadis (Buenos Aires, 1973) publicó No sólo los pájaros comen
alpiste (premio de poesía Felipe Aldana, Editorial Municipal de Rosario, Rosario, 2011). Los
poemas “family game”, “Ropa”, “Patio” y “Pelopincho” corresponden al volumen No sólo los
pájaros comen alpiste; los restantes eran inéditos.

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family game

Voy a sentarme y escribir

todas las palabras

que ustedes no quieren oír,

qué

hermoso.

Voy a hacer el

velatorio

de las prohibiciones

que ustedes, entrañables,

asumieron el deber de

traspasarme

me voy a sacar el corpiño

rojo

y seguro voy a ondular mis

senos

cuando corra hacia la

bañera
y cuando me siente a

cenar

sola, voy a tirar mi

calzado

por el aire y

voy a dejar que cada zapato

se quede en el rincón que elija

iré descalza a la mesa

y tendré en alto una rodilla

mientras coma

tal vez juegue

con alguna de las pelotitas negras

que se me incrustan

entre los dedos de los pies

o con el sonido de una de esas palabras

de las que ustedes se solían burlar.


Ropa

el vecino de arriba fumaba

acodado en la ventana

se veía la lucecita roja

que se ponía más intensa

cuando se movía

no es importante

yo fantaseaba con que alguien

me viera desnuda

tenía ganas de sacarme la ropa

en lugares inadecuados

y el viejo de arriba que

fumaba largamente

callado

y estaba en la ventana

justo enfrente de donde

yo pasé en ombacha

y sin remera

se murió rápido
cáncer de pulmón

qué otra cosa

sentí alivio

y su hija cuarentona

al tiempo nos robó ropa

de la soga en la terraza

la vi con mi vestido rosa

un día que salía

le había cortado las mangas

y me sostuvo la puerta.
Patio

Mientras barro el patio,

la cabeza se me despega

los ojos se nieblan

mis ideas oscilan

se estiran y amontonan

el viento las desarma

se separan dos que estaban

–el perro pasa y me las pisa–

tan pegadas que eran una

se me arman poemas

mientras barro

y me visitan asuntos cósmicos.

La muerte es una cuestión de espacio,

me decía mi padre,

que ahora está muerto,

que ahora es algo que da de comer

a los gusanos que dan de comer a la tierra

con su caca
que da de comer al árbol que da una pera

a una vaca que la agarra y que nosotros

compramos en el supermercado,

en cajas apiladas de vaca, como una biblioteca.

Si no te morís, ocupás lugar:

el mundo se asfixia con tanta gente,

tantas vacas, gusanos y peras.

Recién baldeaba y lo entendí.


Pelopincho

Me preguntaste qué es el alma

pero ya sabías la respuesta:

es como una máquina grande

en un lugar chiquito,

dijiste.

O cuatro máquinas medianas

con los nombres de las personas que queremos,

en listas hechas de sangre o pintura,

no de papel.

Y el alma está alrededor,

pegada a la piel.

Me preguntaste si conocemos algún pobre

o si nosotros somos pobres,

si el abuelo está desnudo

o se fue sin los huesos.

Y si hay alguna pelopincho

ahí donde está él

y si tiene hambre
y si lo vas a ver.
aria de banco

abran las compuertas,

las olas llegan a las diez

nunca compartas tu birome

la vida entre tabiques

es una sucesión de extremidades

con el otro lado del mostrador

las uñas carcomidas, limpias

con la línea negra del luto por el gato

con puntitos sobre el esmalte verde

rugosas, inexistentes, pulidas

en las manos que se tienden al final y

por la costumbre

te podés agarrar algo

aunque ayer caminó por el pelo

de una jubilada una araña

que era rubia ceniza igual

y una hoja colgó seca

dos días desde el techo


¿Querés belleza?

Tres mujeres gordas se sacan fotos

de noche en el Parque Alem

Me di cuenta de lejos por los flashes

Se ríen las tres en su cápsula oscura

Una rueda por el pasto

tiene una corona que brilla

y un vestido celeste, corte princesa,

el que nos hace cintura debajo de las tetas

mira la lente como si le preguntara:

¿querés belleza? ¿eh, querés belleza?


Leandro Llull (Rosario, 1983) publicó el libro Disonancia del jardín (premio Felipe
Aldana de Poesía, Editorial Municipal de Rosario, 2009) y el ensayo “La lengua en soledad”
dentro de la obra colectiva Prueba de soledad en el paisaje (Mansalva, Buenos Aires, 2011).
Recibió una mención del Fondo Nacional de las Artes en el año 2008 y las becas de poesía de
Estación Pringles (2010) y del Fondo Nacional de las Artes (2011). “El parrillero” y “La luz”
pertenecen a Disonancia del jardín, “Duermo, sueño, olvido”, “Lo que veo”, “Los pibes
preparan un asado en la esquina” y Ninjas, están incluidos en A los pibes crudos (inédito) y “El
cobarde”, en Horas menores (inédito).

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El parrillero

Con el humo velando los rostros

mi padre y yo preparamos el domingo.

Entre pitada y pitada su voz suma me indica el cómo.

Puedo y lo hago, cumplo el destino

del papel en la pira. Él hizo el fuego,

él hizo el viento y el parrillero.

Puesto el ternero de lado

el domingo come de la carne del hijo. Arde,

pierde su sangre,

gime el vapor en la boca del fuego.

Y el papel ardido vuela ominoso,

no quiere ser testigo.

Tampoco yo lo quise. Volé

como aquellos pájaros negros

que se hicieron del viento

y huyeron tras los muros.


La luz

Nítida como el sonido metálico

del caño que arma la enredadera

la luz entra al jardín y cae.

Toma mi cabeza, la unge muda

sostiene los muros y refracta en el parrillero.

Todo lo que toca, alza

del suelo, lo anima.

Pero en la sombra que traza en la baldosa

algo se espesa y se hunde.

Por ahí va mi dedo.


Duermo, sueño, olvido

Es invierno,

oigo a los perros, los tiros,

bicis que pasan

y motos. La cabeza

tranquila, la habitación

caliente. Los pibes

copan la esquina, encienden

las hojas y papeles dentro

del tacho de doscientos

litros de algo. Encima

de las cuelleras, los ojos

velados, las capuchas, las manos

arropadas en las mangas. Yo pongo

a un costado el teléfono, respiro

el tibio, suave aire

del calefactor, la menta

civilizada. Y duermo,

sueño, olvido.
El cobarde

El cobarde

en su habitación espera.

La esperanza es su única herramienta.

No es paciencia, es parálisis.

Y el mundo un pájaro

infinito a desplumar.

El cobarde

tiene el apetito del monje,

pero no la virtud del claustro.


Lo que veo

Paso en colectivo por calles apartadas

mientras leo

a un poeta griego, y cuando alzo

la cabeza para pensar un verso

yo no veo al loco Pan

ni a las ninfas correteando.

Lo que veo son las putas,

y los pibes y las pibas arrimados

a la ronda de la esquina,

una cumbia agitando la chapa,

acordeones y timbales,

letras crudas, parrilla

de chorizos recién tirados.

Ni la cítara ni la lira.

Sólo el pelo de Camila, teñido y duro

como cuerda

que acaban de puntear.


Los pibes preparan un asado en la esquina

Hacen la ronda para mirar

como si desde siempre existiera

eso retorciéndose en la chapa

junto al cordón de la vereda.

De pronto uno toma un palo,

remueve las brasas, y en la punta

se prende el fuego. Alzándolo,

todos miran la nueva llama igual

que si se tratara de algo que alguno,

no hace mucho,

se hubiera afanado.
Ninjas

En la Biblioteca Popular

para el Desarrollo Social

jugamos con Maxi a los ninjas y él

es el negro, porque el negro

es el bueno, y yo

soy el blanco, el color del malo.

En la mañana de invierno

el sol es un témpano

radiante y tibio que entra

por la puerta vidriada, y tomamos

de la luz la alegría, la respiramos

entre el rechinar del mosaico

y el pasar del colectivo, hasta que vemos

a una mujer pedaleando

una bici que lleva

un carrito enganchado

donde entre cartones

juntados para la venta viajan


dos nenas –sus manitos asomadas

a través del tejido–,

y avanzando se van por Marco Polo

desde el lado del río,

bajo el día espléndido.


Gervasio Monchietti (Rosario, 1979) publicó los libros de poesía Trincheta
(Tropofonia, Rosario, 2010) y 3 cilindros (Diatriba, Santo Tomé, 2011), libro del que se extraen
los poemas seleccionados. Dirigió la colección de poesía rosarina de Tropofonia y actualmente
es coeditor del sello Erizo.

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I

Nunca aprendí tu oficio,

pero

papel libros biromes abrazos

no me faltan

es

trabajo de mecánico el olvido

II

El Scania donde dormías

tres horas por día

te robó el sueño

faltaron cuentos

sobraron camioncitos

III

Mis preguntas
bailan

de noche en las respuestas

como

tercas hembras tuercas

IV

Somos

algo que pasa

entre

el agua y la llovizna

el grano de las voces

las veredas los cuerpos

quedan

pequeños lugares de certeza

ladrillos de una casa inacabada


I

el viejo es bueno desarmando tapas

de cilindros, el viejo saca los restos

de la junta soplada

y limpia los bordes del metal con nafta

el viejo inhala

sobrelleva un asma de años

mugre en las uñas

de tanto poner y sacar tornillos

la imagen del viejo leyendo

Tus zonas erróneas

en los ratos libres del taller

la imagen del dodge mil quinientos gris

modelo setenta y ocho

y el libro que no sirvió de mucho

fue la época en que todos los vecinos

de la cuadra, vieron caer


el matrimonio de sus padres

él, cedió a lo inevitable

lloró, quiso no creer

no puede ser -se dijo- pero

a veces las cosas no funcionan

o algo así

le dijo el viejo, no hay metáfora

no hay mecánica capaz

de encontrar la falla, un ruido

en el árbol de leva, la fuga

un pistón mal puesto, es al pedo,

no hay libro, no hay manual

capaz de explicar el carácter de tu madre

está fuera de punto

el viejo, en su mundo

-las cosas se mueven viejo,

y no sé que pasa que no ves.

A dos de sus amigos de la cuadra

les pasó

“a mí no” –pensó, el muy ingenuo


Mientras tragaba saliva

arriba del dodge mil quinientos gris

una tarde de mil novecientos noventa y cuatro

de un mes que no recuerda, en Rafaela.


EXTRAMUROS
Pablo Bigliardi (San Antonio Oeste, 1968). Vive en Rosario desde 1991. Publicó textos
en los diarios Página 12 y La Capital. Los poemas que se publican en este volumen permanecían
inéditos.

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Traslado

Un médano cualquiera

a vista desde el mar

puede tapar un pueblo

o el mismo pueblo

en su afán de crecer

puede tapar un médano

o un médano puede trasladarse

con viento a favor

hacia otro lado

sin tapar al pueblo

sin embargo

una pala cualquiera

podrá llevarse un médano

y la historia podrá recordarlo

alguna vez

como algún médano

que hubo

en otra época de un pueblo


al que se miraba desde el mar.
Invasión

Por buscarte entre la bandada

de arena que traía el viento

perdí de vista el mar y la costa

y anduve curioseando

por entre la arena blanca

que llevaba el viento

desde donde esperé sentado

toda la tarde

cómodo en la reposera

revolviendo los pies en la arena

de la playa

inquieto de espera molesta

a que vinieras

a ver el mar blanco y verde

variando de turquesa a tornasol al atardecer

en su extensión neutral.

Esperé de la misma forma en que la gente

se sienta en las veredas


a mirar gente que camine

o al mar

o a la casa de otra gente

con mate en mano

como una extensión de armonía solidaria.

Pero la playa fue invadida poco a poco

o el espacio del aire

y el espacio de las horas

se fue achicando

cediendo en sólo minutos

espacio al mar que perdió lugares

en donde yo esperaba

guardándote un sitio

en la tarde del aire cansando

que cedió lugares al mar

sólo por la gente

entre la que sigo esperando

en la reposera de cualquier sitio

a que la gente nos devuelva espacio

mar y aire

o bien que la gente se vaya

y yo siga sólo

esperando lo que quiero.


Juan Ignacio Cabrera es un heterónimo de Mario Castells (Rosario, 1975). Fiscal de
sangre, libro del que se extraen los poemas de la presente selección, publicado por el colectivo
editorial La Pulga Renga (Rosario. 2011), toma el tema de la Guerra de la Triple Alianza. Como
Mario Castells, publicó el ensayo Rafael Barrett, el humanismo libertario en el Paraguay de la
era liberal (en coautoría con Carlos Castells (CEALC-UNR, Rosario, 2010. 2010) y la novela
corta El mosto y la queresa (Editorial Municipal de Rosario, 2012).

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Pliego 8
Biblioteca

Hora es de volver, casi fantasmales

desde la zona de la siembra de convicción y sangre

hacia la metrópolis donde se gesta

el mandato equívoco: para alzar la irradiante

tenacidad, el aura de zonas insurgentes.

Aldo Oliva

Un ejemplar sostengo

en mis manos. Tronantes

símbolos y viñetas, xilograbados.

Se apilan otros libros, anaqueles,

imágenes de archivo, a mis costados.

La batería Londres, en un estante,

las cadenas sobre el río, los soldados

de artillería montada, los brulotes torpedados.

Los siete vapores encallados en el Yhaguy,

el cacique Lambaré vuelto


a la vida, arengando

a la tropa.

La guitarra de “Kangue herrero”,

invocando a su lucero,

el cañón cristiano museado en tierra impía,

hospitales, campamentos,

genocidas imperiales que impostan grandeza

en retratos y fotografías,

puestos vigías,

cerros, bosques, esteros,

albardones, llanos. Noches y días

de cañoneo.

El pintor manco y su doble

el homicida. Todos

los partes nominales de los bandos

contendores.

Efectos ideológicos para el gusto

de lectores infortunados.
Pliego 9
Fiscal de Sangre

Ñe’ẽ ndaha’éi tyapu rei

ñe’ē ko hete, ijuru, hesa,

ñe’ē ikorasõ, hi’ãga, ipyapy.

Upéicha rupi ñe’ē jahecha

ñe’ēre añete japokokuaa

ñe’ē ndaha’éi pararã rei.

Gregorio Gómez Centurión

El mundo se engendra en el delirio,

lo dicen todas las cosmogonías.

Como en una letanía, mis pensamientos

interpelan a la masacre colectiva

que se hospedó en el incendio crepuscular

de nuestra hecatombe.

Un suceso particular de esta guerra

me atrapa: San Fernando,

la arcilla innoble
de Marmoré en la que fueron esculpidos

nuestros cuerpos sucesivos.

Soy, aunque degradado,

fiscal de sangre del Mariscal.

Como Maíz, amarrado bajo la axila

derecha, cargo el breviario de podredumbre,

ciento cuarenta años después.

¿Acaso no es otra vida

lo que nace de las ruinas de la muerte?

Feliz de contemplar en nuestras heridas,

me condeno a matar.

Si errante en la vida, me empujaron

a verter mi sangre,

continuaré siendo un vagabundo

en la muerte.

O.k., esta es la evidente matriz del desprecio,

el lugar maldito.

Colaboracionistas del estratega macaco

y contribuyentes del exterminio imperial.

Esta impronta de beatitud que nos amortaja

devino tras la orgía de los fusilamientos.

¡Lopiztas!

¡Esquizos!
¡Animales tristes del post coito!

Pagamos tributo al cero vital.

Roa, Aveiro, Marcó, Ábalos y Serrano

tutelan nuestro pródigo escarmiento.

Oímos el silencio marcial de las cosas,

el secreto de nuestra cohesión sepultado

en la piedra y redivivo en la planta.

El ritmo oculto o visible

–sarcástico– de la naturaleza.

Soy indulgente con el Gran Hombre, a causa

de un inmemorial reflejo de cobardía.

¡Legionario en la alegría ansío, de ahora en más,

ser sometido a la brutalidad de la cerveza,

la cocaína, los bollos, la fiesta!

A ración de pólvora en cartucho

y vómito-bilis en lanzazo,

me he ganado el magno privilegio

de la queresa.
Pliego 11
La ciudad sin héroes

La furia invasora

irrumpió en la ciudad

abandonada por sus hombres de madrugada.

Previo al saqueo ordenado, los oficiales aliados

arrogándose sus vestidos y prendas

ante la famélica multitud

de mujeres y niños desheredados,

desfilaron a caballo.

El Palacio de los López fue el establo del triunfo.

El oratorio de Ravizza desmochado y en barbecho

–la construcción más alta del casco viejo–

como lupanar

de la soldadesca, utilizado.

También la estación central

del ferrocarril. El teatro de la Ópera; el solar

de Madame Lynch.

Unidas en la angustia, las aceras,

con sus corredores en sombra destejados


y sus pilares llagados de grietas y alaridos.

Comerciaron el sexo las muchachas

en los lindes de la recova

obteniendo ruin moneda,

las bolachas,

el cachirulo generoso

de cachaça que las civilizadas hordas,

esclavas del progreso,

les hicieran entrega.


Pliego 13
Daguerrotipo

A la memoria de mi tatarabuela,

María del Pilar Segovia de Cabrera,

heroica residenta paraguaya

Bella dama conocida, cercana

a la muerte, pero convaleciente

en la tristeza de la vida;

tu agonía captura

el daguerrotipo.

Tus ojos

más que perlas en ofrenda

negras bolachas parecen.

¡Qué velos turbios tejió la luz

para ocultar su acedía!

Quisiera hallar

otro antiguo retrato.


Y, displicente

en él, tu lozanía,

como una prenda

austera, luzcas.

Una escena

de bucólico encanto

en que esconda

sus vestigios

el ímpetu destructivo

de la contienda,

las tropelías invasoras.

Bella dama conocida,

la patria muerta tenía

exactamente tus ojos.

Olvidé ya que decían.


Pliego 15
De niños sobrantes

A Sarmiento, por habernos dado

la gratificación de matarle un hijo

La vida abandona mis miembros

al conjuro del horror.

Mi boca se reseca y un temblor

cava un hoyo en mi estomago.

Camino los campos atiborrados

de niños muertos. Ora

me siento como un alucinado

fuera del espacio de lo real.

El alma de la noche pena

en el limbo de la historia.

Niños masacrados

sin piedad ni vergüenza alguna.

Las barbas postizas cuelgan

como harapos de los cráneos


reventados por la caballería imperial.

Tras la quema del pastizal,

los pérfidos levantan

ignominiosa cruz,

memorial de la jedentina

en Acosta Ñú.
Bernardo Orge (Rosario, 1988) forma parte del proyecto multisoporte Sonará Paraná,
que recopila registros audiovisuales de la música del sur de Santa Fe. Escribió una novela corta,
Censo, de la cual imprime y cose ejemplares a pedido. Los poemas publicados en esta selección
eran inéditos.

Ver más sobre el autor


Casiano Casas

Era que yo te tenía que sostener la cara

de forma firme y agresiva contra el cielo

para enderezarte el gesto y que tus labios

borravinos a esa altura se fruncieran.

La usina termoeléctrica de Sorrento

es la única puntada que desde tu terraza

parece unir al horizonte pero sin más

humo que el que nosotros fumamos.

Empiezan a escucharse al mismo tiempo

los vagones y la música viniéndose,

y los pibitos jugando sobre el terraplén

se desmoronan en diáspora hacia la villa.

Tengo crispada una mano que sigue

en tu mandíbula y tus ojos que me miran.

Los vagos, intentás decir, me enseñaron

a quererte y a alentarte hasta la muerte,

pero a tus palabras las cercenan mis dedos.

Durá todavía un poco más tren que ahora


voy a cantar y no quiero que me escuchen.

Capaz que sí hay un modo de hacer frente a esto:

bailemos la última cumbia innumerada y cruzada,

porque de ahora en más, amor mío, y para siempre,

bajo este cielo azul y junto a estas vías pardas,

todo será un único rock cardinal.


102

No había forma en el colectivo de que supiera,

cuando vimos florecer los lapachos de Alberdi,

si esa primer noche nuestra era el principio de algo.

Estamos cansados, desayunamos jengibre y porro.

En mayor o en menor medida conocemos la calle,

es difícil que vayamos a confundir la parada.

No había forma entonces de que yo

cuando vos preguntabas podría tu hombro

sostener mi cabeza, supiera que esa noche

llamaría la hermana de mi gran amigo

para avisar que él había muerto y al otro día

irían a velarlo temprano en Caramuto.

Envejecí en ese colectivo, observando la avenida,

cuando Alejandro vivía y aún cabía pensar

que quien respeta la pureza de las cosas

busca más bien la desafección que el afecto.

Envejecíamos pero no había forma de saberlo

mientras vos decías cada año cuando florecen


estos árboles me hacen acordar a la primera vez,

no hay más que recuerdos de recuerdos,

estamos bajando hacia el centro en colectivo,

sin saber si abrazarnos o si no, apenas

preocupados por la hora y por las torres

que impávidas remontan el cielo en la ciudad.


Canción folk

A dónde vas a dedo, loco?

Voy al oeste a verlo al Chino.

A dónde vas a dedo, loco?

Voy al oeste a verlo al Chino.

A dónde vas a dedo, loco,

mal comido y durmiendo poco,

a dónde vas a dedo, loco?

Voy al oeste a verlo al Chino.

Y por qué querés verlo, loco?

Porque Alejandro se murió.

Y por qué querés verlo, loco?

Porque Alejandro se murió.

Y por qué querés verlo, loco,

si hace un toco se fue a San Luis,

por qué querés verlo, loco?

Porque Alejandro se murió.

Ya le habrán avisado, loco.


No importa, yo voy lo mismo.

Ya le habrán avisado, loco.

No importa, yo voy lo mismo.

Ya le habrán avisado, loco,

que vos vayas importa poco,

ya le habrán avisado, loco.

No importa, yo voy lo mismo

y le llevo fotos, grabaciones y semillas.


Nogoyá

Vendrá la caminera entrerriana a desgraciarnos.

Vamos a dar toda nuestra guita en una coima

pero aún intentaremos llegar hasta Nogoyá,

dormir en el pecho rutero junto al arroyo

y salvarnos del frío cantando canciones.

Frente al puesto de la caminera habrá

un rancho de adobe, material y zinc.

Sabremos que quienes allí viven

proveen a los policías con quesillos,

les hablan de caza y les prestan yeguas.

Sabremos que el mundo esconde allí

una de sus ecuaciones económicas

más íntimas, balanceadas y primitivas.

Sin embargo nos reconoceremos

como incapaces de discernir por completo

las formas puras de esta fórmula esencial

de las formas puras del campo y de la hacienda.

Los cueros sin curtir secándose al sol,


colgando junto a una ropa tendida,

La casilla sin revocar donde nos encierran,

El animal que se desangra en una ese.

Nos reconoceremos como incapaces

de comprimir en la prensa de la memoria

las impresiones hasta cristales y seguiremos.

Como si un puente aboliera la Mesopotamia,

hacemos un camino incierto y carece,

nuestro auto, de todo papel.

Vendrá la policía a desgraciarnos pero

ahora sigamos, Ale, hacia adelante.

Te das cuenta que la tierra tiene lomas

y nosotros los que así reímos

somos todavía pendejos?


Sesión de espiritismo

En algún momento me acuerdo y busco en internet

que la psicología transpersonal trata del estudio

de los potenciales más elevados de la humanidad

y del reconocimiento, comprensión y actualización

de los estados de conciencia unitivos y espirituales.

Un medio de sobrepujar las experiencias mundanas

y de percibir desasido del límite de identidad.

Me cruzo a Soledad y me cuenta

que va a empezar una terapia transpersonal

y que su abuela participaba en la escuela Basilio,

y yo no actualizo, la verdad, mis reflexiones

acerca del límite entre este mundo y el otro.

Tampoco lo hago cuando más tarde

sueño que estamos con Alejandro

abriendo el portón de una cochera

y que detrás de la chapa plegada

aparece un Fiat 147, bajo, blanco, preparado.

Una voz del sueño dice que se puede


elegir qué olvidar pero no qué recordar.

Una voz de Alejandro me dice tenemos

que poner El sonido original de Los palmeras.

Una mía me dice que Alejandro está muerto

pero que es mejor no decir nada. No le hago caso:

vos Alejandro sabés que te moriste, digo.

Sí, no pasa nada, me responde.


Stendhal

Un grupo de cinco muchachos

en lo que podría ser el centro

y un auto girando en el blanco

Alrededor de las Salinas Grandes.

Se ve, me dice Andrés, que alguien

mientras Alejandro manejaba

filmó a los chicos por la ventanilla.

Este es el video que te quería mostrar.

Debe ser unos dos días antes

de que claváramos el Pedro.

Mirá, ahora frenan y se bajan.

Ese era el palo que vos

Habías encontrado adentro

De un piletón de sal

Completamente encostrado

Por cristalitos deformes.

Ahora se corta, el video.

Se corta justo antes


de lo del escritor realista,

que Alejandro dijo

el palo ya abrevó en esta fuente

y quiso romper todos los cristalitos

y tirar el palo en otra piletita de esas.


REFINERÍA
Alejandra Benz (Esperanza, 1982) publicó el libro de poemas Torta alemana (Ediciones
Ivan Rosado, Rosario, 2012). Poemas suyos fueron editados en el fanzine Danke y en la revista
Unión y Amistad. Los textos que publicamos pertenecen a Torta alemana.

Ver más sobre la autora


Jebús

My sweet Lord!!! ¿Así que no me querés

como soy? ¿Y a mis amigos tampoco?

Para nosotros esto no es un valle de lágrimas.

Todo lo que hacemos es por amor, ¿me escuchás?

Cantamos, tomamos

nos degradamos

nos creemos lo menos

y lo más.

Pero vos no das, creo que no nos entendemos.

A este dios no le dedico nada más! ni la mayúscula!

Al mío, al que quiero, le doy un porrón y alguna paja.


Oración

el primer beso en la boca

con baba fue horrible

después todo se cae

los límites y las morales

¿cómo no vas a probar antes de casarte?

¿y si no funciona? eso decía la Delia

polvo, polvo, polvo

de la virginidad

a la pastilla del día después

hay un paso

una colección de nombres

uno por boca

contra todos los embrujos

un bicho de cuatro cabezas

con un rosario sucio entre las tetas

como alcohólico, sediento, desgarrado

con un whisky sin hielo en una mano

como cojedor, rebajado


metonímico y frígido

como revelación

invoco a la Virgen Negra

la Virgen de las Nieves Negra

que me redima, que me rinda

que me rime, que me... algo

para complicar al amor

que así se hace más largo

para no llorar

por eso rezamos

para no morir

por eso cojemos


Todo choto, todo x $ 2

No creas en mí, ni yo lo hago.

¡Qué frase más estúpida!

Vos sos tu mundo y tus cosas

todo ordenado y pulcro y blanco

tanto pero tanto que me da sueño.

¿Pensás que sos mejor porque

no tomás más? ¿Porque escribís

esas canciones de mierda y te ponés

el gamulán de tu abuelo?

No solo no te creo cómo pedís,

no me gustás nada, me aburrís de acá a la China,

lo que hacés es todo choto, todo x dos pe.

Tus palabras se trasforman en agua

me hundo ¿o no sabés que odio los paraguas?

Estás muy lejos y no te voy a gritar.

No es que no quiera, me olvidé tu nombre.


Cebo, cebi, Sebastián

las gordas no son felices

no eligen la ropa que quieren

ni los novios que quieren

la gorda que vive a dieta

que come a escondidas

borracha de vergüenza

de desprecio

no es gauchita

se entrega porque no vale nada

el peso del cuerpo

el cuerpo sin frontera

no tiene límite

la gorda madre gorda

vecina gorda amiga gorda

la foto de cumpleaños

de nena gorda

de tristeza

de odio
de mc donalds

gorda de todas las veces

que le dijeron gorda


Jugo de piedras

Nunca tomamos posiciones claras.

Nos gusta jugar el juego de quién

olvida primero.

Creí ganar, como todos.

Las palabras me siguieron y se hospedaron

en mi boca, hotel barato,

surgieron bastardas,

las creí oportunas

como la buena música, que rebota

en el cuerpo y se instala en el alma.

Estamos esperando, dijeron,

no las pude sacar, tampoco

me ofrecían nada milagroso.

Uno siempre está a la espera de algo,

según un antiguo convencionalismo.

Me puse a pensar. Lo hacía bastante

a menudo. Nunca nada brillante

o no estaría escribiendo esto.


En realidad pensé como se piensa siempre,

se piensa pensando para no pensar en algo,

en mi caso eran las palabras huésped.

Pensé en todas las oportunidades

en las que había llorado, mirando

fotos viejas que me devolvían uno a

uno los sueños que había dejado a medias,

los de los cinco, diez, quince, veinte años,

lloré mirándome al espejo, lloré por alegrías que

no me pertenecen, como casi todas las cosas,

por muertos que me conmovían,

por los desencuentros que fueron miles,

los falsos cansancios que me agobiaron,

las certezas que tuve, lloré de miedo

a estar muy sola y no tener refugio,

al engaño y la mentira, y usé las dos

hasta el hartazgo, lloré

por calles que pisaba,

en los días de tedio, callejón sin salida

del pensamiento,

las derrotas y el sabor amargo

de ver mis cuadros, mis discos y mis libros.

Lloré acordándome de que lloré, previsible ironía,


qué forma cobarde de secarme la cara,

terminar pensando lo que pensaba no pensar.


Julia Enriquez (Rosario, 1991) publicó los libros de poesía Futuro brutal (Editorial Un
ninja sin capucha es un poeta, La Plata, 2011) y Nuevas pesadillas (Editorial Ivan Rosado,
Rosario, 2012). Entre 2010 y 2013 editó el fanzine de poesía Danke . Los poemas seleccionados
pertenecen al volumen Nuevas pesadillas.

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Una vez en Buenos Aires fui a un casamiento pagano de una pareja que no conocía, amigos de los
amigos con los que estaba quedándome. Totalmente colada, pero los djs de casamiento suelen ser
muy buenos, especialmente con la part ochentosa. Una chica me prestó un vestido corto azul francia
con un dibujo en fibrón indeleble, garabateado por un amigo suyo durante el recital de reunión de
Blur en el Hyde Park. Lo había dibujado mientras sonaba “End of a Century”. También me dijo que
la gente está muy sola y que por eso existen las religiones.
les tengo miedo a todas las ex novias de los chicos que me gustan y más si me tiran buena onda.
hoy en la facu pregunté cuál es el té que te calma porque se me mezclan los nombres, cada vez peor
memoria, me gustaría escribirle mails larguísimos contándole lo mal que se duerme o lo bien que me
va pero creo que no tiene muchas ganas de saber. hay veces en las que mientras no puedo
concentrarme en lo que estoy leyendo pienso: no entiendo a la gente no entiendo a la gente no
entiendo a la gente no entiendo a la gente ¿qué te gustaba de mí?
acabo de escribir alto poema

no lo van a leer acá

lo van a tener que leer en un fanzine

como el chico que hace un rato

canceló dormir conmigo

las cosas están en un lugar o en otro

yo re creo en las abstracciones

-entregarse a la consideración

de lo que se tiene en el pensamiento-

pero también sé lo que es tenerse al lado


Agustín González (Rosario, 1983) publicó Cuatro cuentos ilustrados (edición del autor,
Rosario, 2008), Poesía vs. Poema (Ivan Rosado, Rosario, 2012) y la novela epistolar
Arrivederci amor mio (Ivan Rosado, Rosario, 2012). Los poemas publicados fueron extraídos de
Poesía vs. Poema.

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Al dorso de postales

1964

Estoy comiendo un strudel de manzanas en esta mismísima

plaza. Hace un día hermoso. Manché la postal con los dedos

para hacerte llegar un pedacito.

2011

No te preocupes si vas caminando y te desorientás, o descubrís

una calle nueva, o te encontrás en medio de una plaza

que no conocías. La razón es que te invoco a cada paso que

doy.

1970

De a poco voy olvidando los motivos por los que vine a esta

horrenda ciudad, pero no puedo dejarla todavía. ¿Vos cómo

estás?

1983

Pienso que solo soy feliz con vos. Sos mi playa, mi sol (ardiente)

y mi mar. En todos los idiomas que estoy aprendiendo

quiero decirte que te amo, te amo, te amo.


1958

He descubierto increíbles semejanzas entre usted y esta estatua

que está en unos baños termales aquí en S… La he admirado

por horas, he hablado con ella, ¡hasta la he tocado!


Epitafio para Copo de Nieve

Adiós pez blanco; ya no amanecerás.

Saltaste hacia otro mundo de nubes

donde duermen las sirenas con los náufragos.

Adiós pez, te fuiste junto al canario.

Te esperan las pececitas que atormentaste.


Últimos peces

Ya no tengo ningún pez.

El invierno se llevó a la vieja del agua que

compensó sus años de servicio pudriendo todo.

Después -no sé cuándo- se murió el importado,

que me había salido setenta pesos y era tan

tan hermoso que simplemente desapareció.

El último, hace unos días, sí tuvo un funeral.

Estaba por tirarlo a la basura pero alguien me dijo que

era justo que volviera al agua, y se fue por el inodoro.

Tengo miedo de haber inconscientemente asesinado

a todos mis peces. El estanque está solo.

El estanque es una metáfora de mis relaciones.

Igual la vida sigue: Sacco puede flotar atado a un corcho

y la paloma en la barba de enano

ya se marchó. Te estaba por decir

que soy de piscis,

que ya no quiero tener más peces.

Ergo, que necesito un cambio.


Virginia Negri (Nogoyá, 1980) es licenciada en Artes en la Universidad Nacional de
Rosario. Publicó Desnuda total y escándalo (Ivan Rosado, Rosario, 2012), libro del que se
extraen los poemas del presente volumen.

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Frente a mi casa vive un linyera,

tiene miles de bolsitas donde

guarda vaya uno a saber qué.

¿Puedo mudarrme frente a tu casa

y llevarme todo en bolsitas?

Tenerte cerca, ver cuando

entrás, cuando salís,

cuando te va s a mirar la tele

o estás en la compu.

¿Puedo mudarme cerca de tu vida?

Te prometo que me llevo pocas bolsitas.

Hago un fuego en una lata

y duermo mirando tu ventana.


Perdoname, me cansé

de ser tu inflador del ego.

Esta vez también

voy a decirte la verdad:

cojés muy mal.


Si lo que querés de mí son drogas,

no me llames más.

Te paso el número del dealer.


En mi colección de

borrachos, psicópatas y drogadictos

seguro estás vos.


Por esta cuestión de sentir que nada es mío

o por esto de sentir que nunca alcanza

o por esta sensación

de en cualquier momento perderlo todo.

Viví en muchas casas

y sé de qué se trata irse.

Cuando uno se va y la pasó bien

quiere llevarse objetos y recuerdos,

cuanto más pesan los recuerdos

menos pesan los objetos

y no puedo dejar

de preguntarme si

lo que olvido borracha

pasó, ¿o qué pasó?

O mejor,

si esto que no recuerdo hoy pero pasó

lo recordaré algún día en el futuro.

¿Volverá este recuerdo en forma de canción?


Lila Siegrist (Rosario, 1976) publicó Vikinga Criolla (Yo Soy Gilda Editora, Rosario,
2012) y las plaquetas Archivo de reflexiones (2004) y Acá adentro hay un secreto (2013). De los
poemas seleccionados, “Las 9 eternas…”, “Barro” y “Los patos II” pertenecen a Vikinga criolla;
“Tengo, ya de vuelta, 100 poemas” corresponde a Expansiones. La literatura en el campo del
arte (Yo Soy Gilda, Rosario, 2013) compilación realizada por Irina Garbatzky.

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Las 9 eternas...

Las 9 eternas. —Todos somos “hijos” —nos largó Sole anoche, mientras debatíamos sobre la
noche erótica de cada una de nosotras, que está cada vez más diversa y divertida de contar. Ya
andamos sueltas por la vida. Y sí, dijimos, todos somos hijos, todos podemos sentirnos cómodos por
grupo etario, por ser punks natos junto a “Rock the Casbah”, por haber escuchado Roxette también
contra las voluntades de nuestros padres, por no haber visto novelas por tv, por los hits de los 90 que
oscilaban entre Vilma Palma y los Cadillacs, por no tener muy claro cómo criar a nuestros propios
hijos, por no entender cómo trasladar esa historia rarísima de sentirnos hijos a producirnos padres.
De identificarnos con el grupo, por haber nacido en esos mismos años, en que nacían los hijos, que
derivaban en no hijos. Por no aflojar ante la felicidad, y por sostener el error, por desconocerlo casi
todo. Por no saber si uno es hijo o no. Por querer dudar ante la luna, ante la droga, ante el amor. Por
saber que no se cree en dios. Por festejar el festejo siempre, por tomar alcohol desde temprano.
Porque el farol de whisky funcione como ancla sensible ante el destello de dudas reales.
Barro

Cuando ella tenía 9, 10 y 12 años, también más chica, pasaba sus veranos sobre la costa del río
Uruguay en el Banco Pelay, en un rancho, y todavía se acuerda de todo lo que nadaban con su
hermana. Pero lo que más le gusta pensar, de esos veranos, es lo efectiva que era la pesca de
mojarritas y apretadores con un método infalible: la botella de plástico agujereada por el traste y un
pedazo de pan viejo adentro, y un piolín al pico con un palo que la fijaba a la orilla. Entonces, lo
bueno era tener muchas botellas amarradas y dejarlas un tiempito. Y cuando volvían, el río les daba
un tubo dorado, apurado y revolucionado, donde quedaban prendidos los pescados que a la noche
harían “jrítos”, como les decía el tipo que les prestaba la olla. Y ese regalo, que se repetía cada
tarde, despertaba en ella un dolor feliz de panza, que duraba lo que duraba tomar el té, y esperar
moviendo el pie izquierdo, descalzo, tostado, ágil y arenoso. Para después correr a la orilla y allí el
dolor se hacía más, y más fuerte.
Los patos II

Los patos y la felicidad: hay unos patos que, de cabotaje

entre otras terrazas y la isla de enfrente, pasan silbando

por mi terraza, y se anuncian corriendo duros, exactos y

nocturnos. Hay personas que son tan, pero tan, brutas,

como mi vecino, que no los ven: porque no saben oírlos;

es que no saben que son sirirís que hacen un ruido

amable siempre a la misma hora entre otras terrazas y la

mía, para despedirse de alguna laguna y cruzar el brazo

del Paraná que todos vemos (y volver igual mañana: los

patos a este recorrido y todos, aún los visitantes, a mirar

ese río increíble).


Trataré de ser precisa.

Es tan enorme como la distancia

entre el bajo, el sol y nosotros aislados.

El asado, las maneras integradoras,

siempre han sido las nuestras.

Y nosotros, nos olvidamos de los dos.

Los trenes por Arminda ya no pasan.

Las luces del pueblo anuncian

kioscos con porrones helados

aún en invierno a cualquier hora.

Avisan de ensaimadas, de mojarreros, y de carnadas.

Y nada de todo esto es necesario

para que mis chicos pesquen una anguila

y amansen su fluidez entre sus pequeñas manos.

La cuneta es el universo negro

de la infancia en el medio del paisaje.


Tengo, ya de vuelta, 100 poemas

Tengo, ya de vuelta, 100 poemas.

Tengo un vestido estampado, habado de amor,

con pintas fuxias

y espumas dorsales que me abrigan de tu falta.

Te espero vestida,

pintada,

te espero enramando mis dedos

elegante, frotando mis anillos con paciencia.

Me emperifollo para ser digna en el llano,

que este descampado no se convierta en un baldío.


NOTAS CRÍTICAS
Sobre la poesía en el presente *
Por Cristian Molina

Antes de comenzar la lectura me gustaría detenerme a problematizar algunas cuestiones que he


oído en encuentros anteriores de este ciclo. Puntualmente, me gustaría referirme al anacronismo o a
su valoración hecha la semana pasada. Se dijo que la imposición del mercado o de los medios
llevaba a ciertos poetas a construir un personaje y eso fue visto como peyorativo (tal vez, comprendí
mal y puedo estar equivocado, lo cual es muy probable dada mi relativa sordera –sobre todo
musical). Entonces, se dejó deslizar que el anacronismo era una opción, pero entendido como la no
construcción de un personaje, la vuelta a una poesía en la que el Autor como dios creador y voz
recitativa plena podía salvarse del presente, de los medios y del mercado.

Esa falaz suposición de margen, sin embargo, olvida –tal vez intencionadamente, tal vez
inocentemente, ¿quién sabe?– que el anacronismo, o sea, la repetición del pasado que instaura un
tiempo abstraído del tiempo, es la estrategia más masiva de todas. Adorno lo problematizó en
relación a su concepto de la “industria cultural”; pero mucho más acá, Jameson dio cuenta del
posmodernismo como una suerte de pastiche de anacronismos a partir de los cuales el pasado se
empalmaba al presente. Entiéndase bien, el posmodernismo valora el anacronismo. De modo que ahí,
en tanto uno de los valores estilísticos del posmodernismo, el anacronismo, lejos de abstraerse de lo
mediático, de lo popular, de lo masivo, del mercado, está indisolublemente ligado a ello, porque
precisamente fue el posmodernismo el que fetichizó mercantilmente el arte y, además, lo integró
como recurso cultural homologable al lenguaje mediático. Entonces, el anacronismo, insisto, no
necesariamente está desvinculado, al menos en la historia del arte, a esas dos instancias que se
pretenden atacar.

Pero aceptemos con todo que cuando se defendió la poesía anacrónica o el ser anacrónico en
poesía como un valor positivo, se haya referido no a este acercamiento a lo masivo-popular, si no a
la distancia de lo masivo-popular en una suerte de preservación de la distinción respecto de esa idea
de “cultura alta y baja” y, por lo tanto, el anacronismo, a lo mejor, su defensa, estaba referida a
conservar esa suerte de valor moderno de autonomía y de posición de Autor y de Obra culta y
programática. Nada más contradictorio con los propios valores de la modernidad, por otro lado,
dada su necesidad de aferrase al presente, de hacer de lo transitorio, como lo quería Baudelaire, algo
eterno, o de proclamar como lo hizo Rimbaud “es necesario ser absolutamente moderno” en una
fórmula oximorónica donde lo transitorio –la modernidad necesaria como presente– y lo trascendente
–en el absoluto romántico del adverbio– venían a tensionarse. El anacronismo, así entendido, como
valor de una supuesta poesía culta, donde el Autor y su Obra son los dioses absolutos, olvida que el
Autor y la Obra son marcaciones de mercado, que el autor nace como firma vendible en el mercado y
que la idea de Obra es una reificación de una línea de trabajo que vende/aprovecha el mercado para
crear una diferencia identificable y consumible. Por lo tanto, aferrarse a esa práctica poética
tampoco implica separarse del mercado. Sin embargo, esa posición todavía olvida que lo “culto”
tiene, permanentemente elidido, denegado, un componente económico que lo integra, problemática y
específicamente a un mercado y que hace de la necesidad de separación de lo masivo-popular por su
supuesto carácter mercantil un fetiche que no es sino pura ficción sostenida por la ilusa creencia en el
arte como único valor supremo y separado de la vida en su conjunto (inclusive de la economía). El
anacronismo por el anacronismo mismo, entonces, no es sino una reducción y cosificación simplista
del arte y de la poesía.

Por lo tanto, no se trata de defender el anacronismo per se o una poesía anacrónica, sino de
afirmar una poesía del presente; pero de un presente que atraviesa la poesía en una línea de tiempo
donde la cesura, el punto cero, no es sólo pausa y captura de lo transitorio, sino también tránsito
entre el anacronismo y la utopía del futuro, del futuro de la poesía. La poesía del presente está hecha
de lo que habita la cesura, como pasado y como actualización; pero que ya despliega, en una suerte –
solo en una suerte– de lengua profética, lo que viene, lo que ya deja de ser pasado y presente para
volverse mañana. Nada más lejano de esa poesía que la sumisión al anacronismo sin tensionarlo, o
precipitarlo en la cesura que impone el hoy. ¿Moderno? Tal vez; pero en todo caso, un moderno que
busca desesperadamente dejar de ser moderno, porque la propia modernidad así lo exige. Y en esa
búsqueda, se aferra a una lengua del presente que abjura de cualquier tipo de retórica afectada y
patética, pero también del miedo a los cucos culturales del pasado.

Texto escrito como prólogo a una lectura en el ciclo Poetas Corrientes (Rosario,
2007), que no llegó a ser leído en la ocasión.
Poesía joven de Rosario: algo está cambiando *
Por Irina Garbatzky

La popularidad de la poesía en nuestra ciudad vuelve casi infinita la tarea de un muestreo


exhaustivo de las nuevas tendencias. ¿Cuál es la poesía joven de Rosario? Si hablamos de una
generación no podemos determinarla únicamente por fechas, sino también por datos más endebles,
como prácticas o valores compartidos. En realidad, el concepto de “poesía joven” de la ciudad,
surgió antes, casi con una generación de distancia: la que tomó lugar a fines de los 80 y principios de
los 90. Fueron movimientos que reinstalaron circuitos dispersos, cuando la poesía se pensaba como
ligada a lo periodístico y lo masivo, con revistas como Diario de Poesía. Y también cuando tomaron
fuerza las lecturas en bares (como Los Tiempos Modernos o La Puerta, ahora inexistentes) y
publicaciones pequeñas, aunque locales, como Viajeros de la Underwood, los primeros números de
Ciudad Gótica y luego Los Lanzallamas.

La dinámica poética de la ciudad tiene fenómenos sorprendentes. Un ejemplo de esto son los
ciclos de lectura que se sostienen sin interrupciones desde hace ya varios años. El más tradicional,
es Tercer Mundo (Rioja 1089). Lo organiza la poeta Alejandra Méndez. Su historia proviene del
conocido La Poesía en los Bares, que lleva a cabo la Secretaría de Cultura municipal. Uno nuevo, se
llama Poetas Corrientes y se sitúa en el bar de Corrientes 1380. Cada cual tiene un encuentro
semanal en el cual leen al menos tres poetas.

El panorama actual que puede hacerse de la nueva poesía rosarina se halla marcado por estos
episodios mencionados, fundadores de experiencia. Para marcar este nuevo período, se debería
decir: son aquellos que nacieron entre 1976 y 1983. Esto es, escritores nacidos durante la dictadura,
que poseen una mirada sin ninguna ilusión ni utopismo. Su condición de inéditos: ninguno ha
publicado un libro por alguna editorial reconocida (descontamos las ediciones artesanales, para este
artículo), a pesar de que en su mayoría escriben desde la adolescencia. Su cualidad de “joven”
radica en circular por fuera de las vías instituidas de la poesía en la ciudad y construir sus propios
proyectos colectivos.

El primero de estos espacios no convencionales es la Facultad de Humanidades y Artes. El grupo


más joven -no sólo por su edad, sino por lo reciente de lo publicado- se nuclea alrededor de la
carrera de Letras y se dedica también a la docencia y la crítica. Los poetas que lo integran piensan la
crítica desde una búsqueda ensayística y viceversa, conciben la escritura poética con un alto grado
de conciencia literaria. El grupo más “viejo” puede señalarse como representante de un momento de
búsqueda en la poesía joven de Rosario. Aunque ya disuelto, algunos de sus integrantes continúan
publicando en internet, y sus propuestas fueron inéditas en lo que concernía a las presentaciones de
poesía recientes.

La conciencia del circuito

“Viernes 20 de marzo de 2009. Comienzo. Si no quieren leer, no interesa (aunque interese)”,


manifiesta El Niño C, al inaugurar www.elninoc.blogspot.com. El Niño C es una especie de superhéroe letrado
que en una misma página reúne artículos de crítica, comienzos de una novela y poemas. Cuando se
quita el antifaz y la capa es Cristian Molina (1982), un escritor que ocupa la web con explícita
ferocidad: “Voy a escribir igual y a saturar este lugar, porque es lo único que puedo hacer sin pagar
los costos de publicación que mis bolsillos ni siquiera miran de reojo”.

Se trata de una operación asumida y conocida sobre la política de la literatura, sus medios de
consagración y circulación. Explotar la multimedia es una estrategia mercantil, utilizada por todos
los nuevos escritores, cuya obra se sostiene, antes que en el papel, en una red de sitios, imágenes y
archivos sonoros. La escritura que se forma va a la par de dicha militancia, aunque sus mejores
momentos sobrevengan cuando se la abandona. Es entonces cuando, por ejemplo, aparecen sus
paisajes: “QUIRÓFANO/ El Diego se va a caer redondo/ apenas vea la cabecita/ asomar entre las
piernas/ va a rodar con su camarita/ y van/ a tener que agarrarlo” (...).

La lucidez respecto de los circuitos de legitimación de la obra opera en esta nueva poesía como
un mapa de ruta. También el conocimiento de los formatos de publicación digital. Ya no podemos
leerla separadamente de su template (es decir, las plantillas a elegir, disponibles en los blogs), en
tanto los escritores mismos diseñan su espacio. Tal vez sea por ello que la serie Poemas Mudos, de Juan
Manuel Formente (1976), complemente su elocuencia a partir de la pulcritud blanca de la página.

Formente estudia los alcances de una poesía ligada a lo coloquial, lo barrial y lo político. La
neutralidad visual de su sitio se contrapone con lo incisivo y seco de sus versos, que refieren a un
pretérito en donde la política es un fantasma: “En la caja del creyente/ no hay nada./ En el cajón de
mi abuela/ un par de gusanos/ gritando:/ ¡Pe-rón! ¡Pe-rón!”.

Diametralmente opuestas, aunque ligadas con dicha autorreflexividad, se sitúan las narraciones
poéticas de Carolina Rolle (1982), verdaderos trabajos con el surrealismo (CarrollsWonderland). El modelo
es el de los bloques textuales de Marosa Di Giorgio, sólo que con una alta carga de melancolía,
ausente en la uruguaya: “Aquello que los rodea ya no les pertenece, nada de todo lo que creían real,
existe como tal. Quiere vomitar más mariposas, no porque en ellas esté el hálito de vida que busca
sino porque sus muertes le causan el placer visual de las obras de arte” (“Putrefacción”).

Es claro que para esta nueva poesía ser poeta no significa una condición existencial sino una
toma de posición dentro de la conformación del campo. “La obra espiralnética pone en evidencia el
fin de la literatura”, sentencia Juan José Mendoza (1977), quien explora los límites de la poesía en la
era digital, con una Cibereditorial incluida. Espiralnético fue una de las primeras webs de poesía
rosarinas, con fecha en 2003.1

Si uno entra allí se abre un hueco que dice “Cadáver”, e invita a escribir un verso. Se trata de un
“cadáver exquisito”, colectivo y anónimo, propio de la idea de la post-autonomía de lo literario.
Mendoza, que publicó en el sitio la “novela espiralnética” y su poema “Do you Tatland?”, trabaja a
conciencia con la cita reiterada. Su obra se proyecta como un “cortar y pegar” de todas las obras y
lenguajes latinoamericanos. Así, sus poemas reformulan los versos más conocidos de Rubén Darío o
César Vallejo. El autor, incluso, suele cantarlos, como en un loop infinito, con melodía mexicana y
acento a lo Speedy González.

La performativa poética

En verdad, el año 2003 dio a ver dos proyectos locales de poesía joven. Uno era el propio
Espiralnético y el otro era Eveling, un grupo conformado por jóvenes que además de escribir poesía
eran diseñadores visuales, músicos, actores. Se trató de un trabajo colectivo de investigación y de
una serie de performances en el Centro Cultural Parque de España y el Centro de Expresiones
Contemporáneas, al que se sumaron unas ediciones artesanales y un sitio web.

La premisa era justamente la invención de modos escénicos para la poesía, que rompieran con la
solemnidad instituida en las lecturas. La performance se llamaba Litooral y proyectaba videos en
vivo, con un “veejay” (una suerte de “deejay”, pero de videos). Una de las críticas de prensa más
interesantes dijo entonces que por fin el romanticismo tardío abandonaba a los poetas y traía a
Raymond Carver o al rock. Sin embargo, al cabo de tres años la mitad de los integrantes se radicó en
otra ciudad y el grupo terminó por disolverse.

La poesía de Eveling era muy heterogénea, pero mediaba, en general, entre la ironía propia de los
90 y un lirismo post-pop, post-objetivista, post-urbano. De la totalidad del grupo, se podría
mencionar el trabajo de dos integrantes, que aún siguen publicando en internet. De Manuel Carballo
(1976), por ejemplo, quien tuvo un blog llamado Luche y Vuelva. Sus poemas hacen de lo natural un
paisaje cercano al catch y a los muñecos Topi Plaza. Como en “Desagüe”: “Una balsa en medio del
río, ¿te ha pasado?/ ahí viene uno de esos buques iluminados / y aquí es tan marrón que cómo correr/
que cómo sacarse esos acordes para nadarlos/ sos tan setenta que da miedo acercarse”.
Por otra parte, Nahuel Marquet (1976) -artista conocido también por ser el fundador y el cantante
de la banda rosarina Degradé-, participa en el campo literario desde muy joven, cuando editaba la
revista El Cielo Protector (1998, 1999). De manera amplia podría decirse que construyó una poesía
de la reminiscencia, con un tono que trae tanto las lecturas del objetivismo argentino como la
escritura del rock. “Voy a recordar como un cachetazo/ los deseos de la infancia/ y te los voy a
comunicar/sin miedo sin tapas/ y el vértigo será un silencio”, dice en ElAve Ñoño .

Por último, una poesía que vale la pena mencionar, aunque aún no se sepa cuál será su deriva, es
la de Gisela Gobet (1981). “Una delgada capa de hojas/ y debajo el agua liviana/ cuida esos pies”,
comienza uno de sus poemas, como todos, breve y sin título. La tendencia hacia lo mínimo y luminoso
recuerda la herencia de una lírica santafesina vinculada a la naturaleza, que en su obra insiste como
una reelaboración.

La cultura del uso

Aún cuando no estén agrupados, estos poetas jóvenes tienen un conocimiento importante de la
poesía argentina de los últimos quince años. Crecieron de la mano de un movimiento democratizador
de lo literario que unió la literatura con la masividad de las revistas, los festivales y la música.

La nueva poesía conoce y absorbe lo massmediático, al tiempo en que imagina un pasado como
político e inalcanzable. A su vez, se halla muy atenta a la dinámica del mercado cultural.

Los personajes de la TV, las letras de rock, o los mismos libros entran en ella a condición de
volverse objetos conocidos, intercambiables. La explotación de la web para la escritura y
circulación de los textos da cuenta de sus obsesiones, fundamentalmente de aquellas que preguntan
sobre cómo escribir poesía en la era del no-autor, el no-libro, etc. Se trata de pensar en cómo
sostener la creación en la cultura “del uso de las formas”, de la que, según Nicolás Bourriaud, el DJ
y el sampler son sus fundadores.

Para ser un poeta joven, entonces, vale saber que no se produce sino que “postproduce”, es decir,
estos poetas no apelan a la inspiración inefable de las musas sino que se apoderan del mundo en tanto
ícono y representación. En el camino de dicha apropiación entonces (intercambiable y reincidente),
hacen muchas cosas: escriben, graban, editan y se dan a conocer, sin demasiada esperanza (o
demasiada culpa) por dar “el salto a la fama”. Saben que el movimiento en el campo literario, hoy,
tiene que ser otro.

Artículo publicado en el suplemento Señales (Rosario, 14 de junio de 2009) del


diario La Capital. Se han realizado, para esta edición, algunos ajustes
relacionados con la vigencia de links de la internet.
AGUIRRE, OSVALDO

Buenos Aires, 1964

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