Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
CÓDIGO URBANO
http://www.poesiaargentina.com
Antología
CÓODIGO URBANO
La primera selección de poesía rosarina se publicó en 1937 y la editó Ecio Rossi, precisamente
con el título Primera antología de poetas rosarinos; la última, hasta el momento, fue La única ciudad,
aparecida en 1994 y compilada por Eduardo D" Anna. Desde entonces, hubo una producción
creciente, visible a través de encuentros, lecturas públicas y publicaciones, que todavía no ha sido
leída en conjunto.
La palabra antología tiene mala prensa. El lector está al acecho de operaciones encubiertas,
devoluciones de favores, discriminaciones largamente preparadas. Ninguna selección, por más
voluminosa que sea, podrá aplacar la falta (o la necesidad) de reconocimiento, que es tan amplia en
la poesía. Siguiendo el criterio de la Muestra de poesía joven en Santa Fe (Edición de María
Angélica Hechim, Universidad Nacional del Litoral, 2010), esta selección propone la palabra
muestra para designar una propuesta de lectura más amplia que una antología y menos relajada que un
panorama.
La selección de Ecio Rossi se remontaba a los primeros años del siglo XX. Poesía se ha escrito
en Rosario incluso desde antes de esa fecha, y con intensidad más o menos comparable que la del
presente. Pero lo particular del momento actual es la coincidencia de una serie de condiciones que
rara vez se dieron en forma simultánea en el pasado (habría que remitirse a mediados de la década
de 1940 para encontrar una situación más o menos similar) y que traman un contexto favorable para
sobrevivir al primer libro y persistir en el oficio.
Grandes poetas de la ciudad apenas publicaron en vida un libro: Felipe Aldana (1922-1970),
Arturo Fruttero (1909-1963). El resto de su obra transcurrió en secreto, conocida por algunos pocos
allegados, sin el menor reconocimiento ni posibilidad de difusión. “En Rosario hay un obstáculo que
produce arte”, declaró Rafael Bielsa en una entrevista de principios de los años 90. Ese diagnóstico
era incontestable, pero remitía a lo que quedaba atrás, a la experiencia de los escritores que habían
sufrido la indiferencia y se habían resignado a guardar sus manuscritos durante décadas hasta
encontrar, fuera de la ciudad, quien pudiera editarlos, como fue el caso de Hugo Padeletti. Pero
desde los 90, precisamente, la estabilidad de espacios de lectura y las sucesivas experiencias
editoriales hicieron posible una más larga permanencia de los autores en el ámbito poético. Esta red
de bares, librerías, festivales y pequeñas editoriales no se configuró de golpe y porrazo sino que
devino de un movimiento iniciado a principios de la década de 1970, que se hizo subterráneo durante
la dictadura y volvió a la superficie con la restauración democrática.
Definir la poesía de Rosario es un problema. Poetas que nacieron en otras ciudades, incluso en
lejanas provincias, se consideran parte del asunto; y a la vez poetas nacidos en la ciudad, pero
radicados en otros lugares, no se reconocen en el lugar. Sentirse ajeno a la ciudad forma parte,
históricamente, del carácter rosarino. Las tendencias y las orientaciones que podrían reconocerse en
la poesía escrita en Rosario, además, son las tendencias y las orientaciones de la poesía escrita en
Argentina. El mismo movimiento de los autores, los libros y las lecturas trasciende los límites de la
ciudad; sería más pertinente, quizá, hablar de una poesía del Litoral, porque la poesía de Rosario se
trama hoy en contacto con la de Santa Fe, Paraná, Santo Tomé, la provincia de Entre Ríos. No
obstante, también se puede ceñir el espectro y hablar de una nueva poesía que es de Rosario porque
tiene sus usinas y sus bases en una serie de espacios y de circuitos locales, sin por eso hacer un culto
de la ciudad. Por eso, esta muestra propone un orden de cinco localizaciones para reunir a los poetas
seleccionados: Puerto, Calle Entre Ríos, Distrito Sur, Casiano Casas y Refinería. Los agrupamientos
no implican la adscripción a una poética determinada, pero sí, en algunos casos con mayor nitidez
que en otros, la circulación o la inscripción de determinados ámbitos en la nueva poesía de Rosario:
los talleres literarios (Puerto), la Facultad de Humanidades y Artes (Calle Entre Ríos), el Club
Editorial Río Paraná (Refinería), para mencionar los más visibles y cohesionados.
A principios de los años 90 surgieron distintos espacios e iniciativas que, veinte años después,
sostienen el espacio de la nueva poesía de Rosario. Hay dos particularmente importantes. En 1992 se
fundó la Editorial Municipal de Rosario. El concurso de poesía Felipe Aldana, que convoca la
editorial, organizado periódicamente, dotado de premios modestos en metálico, pero premios al fin,
y de publicaciones, permitió descubrir y valorar a un conjunto notable de poetas inéditos (Leandro
Llull, Paz Georgiadis, Diego Colomba, entre los más recientes); a la vez, la colección mayor,
dedicada a poetas del pasado, articuló y renovó la lectura de una tradición que incluye nombres
como los de Aldana, Fruttero, Irma Peirano, Francisco Gandolfo, Aldo F. Oliva y Beatriz Vallejos,
entre otros. Casi en forma simultánea, en 1993, tuvo lugar el Festival Latinoamericano de Poesía,
rebautizado más tarde como Festival Internacional de Poesía de Rosario, un evento que en sus veinte
ediciones, además de convocar a importantes poetas nacionales e internacionales, promocionó a
jóvenes poetas de la ciudad.
La proyección del Festival se multiplicó además con otras dos instancias: el ciclo de lectura La
Poesía en los Bares, que después dio lugar a otros eventos similares, y los talleres organizados
dentro del mismo Festival, coordinados sucesivamente por Daniel Durand, Irene Gruss, Damián Ríos
y Osvaldo Bossi. Un espacio de promoción y otro de formación, cuyos efectos pueden apreciarse con
nitidez en lo que se escribe.
Otro factor relevante es el surgimiento de editoriales pequeñas, muy pequeñas, pero de fuerte
impacto en el ambiente. La colección de poesía rosarina dirigida por Gervasio Monchietti en la
editorial Tropofonia y la colección Brillo de Poesía Joven, de Ediciones Ivan Rosado, publicaron
los primeros libros de poetas destacados. Estos proyectos contaron con el apoyo del programa
Espacio Santafesino, del gobierno provincial, pero no se agotaron en el aprovechamiento de un
subsidio sino que lo convirtieron en el punto de partida de editoriales que –al fin- no piden a los
autores que se hagan cargo del costo de sus libros.
Definir lo nuevo es otro problema. Una primera definición puede ser formulada en términos
negativos: en poesía, la novedad no significa exclusivamente la juventud. Otra, a efectos de esta
muestra, establece como referencia la fecha y los autores publicados en la antología de 1994 y en la
publicación grupal Los que siguen (2002), que reúne a veintiún poetas. Los que integran esta muestra
no formaron parte de esos libros, porque eran muy jóvenes, porque estaban alejados de los circuitos
donde surgieron o porque sus obras todavía no habían madurado.
En el apéndice se incluyen dos artículos sobre el conjunto que trata de tema mismo de la muestra:
“Poesía joven de Rosario: algo está cambiando”, de Irina Garbatzky, aporta otros nombres a los aquí
incluidos, además de proponer hipótesis en torno al concepto de poesía joven; y “Sobre la poesía en
el presente”, de Cristian Molina, recapitula y pone en el foco de la crítica una serie de cuestiones
planteadas en los circuitos de lectura.
Es obligatorio que el prólogo a una antología comience con un pedido de disculpas, por las
exclusiones y los olvidos. Una muestra tampoco agota su campo, pero puede aspirar a representar las
distintas variantes que lo constituyen.
PUERTO
Pilar Almagro Paz (Rosario, 1973) publicó Veraneo (Tropofonia, Rosario, 2011).
Poemas suyos fueron incluidos en la antología Poetas del tercer mundo (Ciudad Gótica, Rosario,
2008) y es coautora de la novela colectiva Apucheta, crónicas del barro (Homo Sapiens,
Rosario, 2010 ). Es fotógrafa. Los poemas publicados pertenecen a Veraneo.
y vuelva
y lleve.
2.
felicidad
y también diría:
cama.
3.
y quizás allí
tampoco.
4.
y si no estabas
en casa
llueve
y puedo
pero no pude
y perder fue
una tarde
la última tarde
Lejos y sin órbita el flagelo de una quema, una luz naranja serpentea.
de un cielofresco y abierto.
Suerte y lamento
Pasa desapercibida,
prácticamente no hay.
Lepratti, ahora.
ahora Lepratti.
y vuelan
hondo
pienso
o esta ciudad
huele
a bosque.
Réquiem (para la selva oranense)
desde mi calle.
No lo sé.
tracción a sangre
nos llevaría unas tres horas asomar la nariz
bajo el sol
-se queda
tres
había llovido y esta resequedad este polvo apuraba grietas en la cara, hoy no,
hoy bulle de este lado del vidrio el mugido aletargado sobre
progreso
camino al Cedral
clavadas con ancestral tristeza unas a otras tristemente al suelo triste así lo hacen así
camino al Cedral.
El Cedral es el sitio donde estuvo emplazada la primera ciudad de Orán (Salta),
fundada por los españoles alrededor del 1760 y destruida diez años después por
los wichís. Según la leyenda, en los días nublados se oyen las campanas de la
antigua iglesia.
Postal de verano
En la esquina
de súbito se detienen:
la claridad acobarda.
Haber sabido
Desde la esquina
la madre
ve al hijo alejarse
de espaldas
en un tiempo
la mujer
crece
y el gesto
en la puerta de la escuela
la conciencia
plena
de la separación, de “ser
otro”
ahora en la confirmación
desvergonzada fundante
de la maternidad.
Amanda Poliester (María Laura Martínez, Casilda, 1968) publicó la novela Patas de
rana (premio Manuel Musto, Editorial Municipal de Rosario, Rosario, 2010) y fue incluida en
Nada que ver. Antología de narradoras rosarinas (Recovecos-Caballo Negro, Córdoba, 2012).
Poemas suyos fueron publicados en Diario de Poesía. Los textos que se presentan a continuación
corresponden al libro inédito Malpuemas.
Llueve en la playa.
y ahora de nuevo
Un tiburón, se escucha.
pregunta mi vecina
un hombre
me notifica la lluvia.
a mi lugar
Cuestionario escolar
y ella escribe
Ay
hija mía
cómo es tu secreto
En el remanso
que hay
a tomar agua
Aletean
al compás de la respiración.
el cuerpo desnudo,
sin contarlas
Sólo entonces
quizás
de la propia piel.
II
El eco es un duende
Se deja ver
Se viste de azul.
de tanto sol.
otros pueblos
mientras pedaleás,
desde la mañana
temprano
La lucha de la espuma
del shampoo
en la nuca
mientras braceábamos
al otro lado.
en las muñecas
que conseguí
y servía carne
asada,
ir y volver de la parrilla
llena de cicatrices.
de flores.
las abejas
en la ciudad.
CALLE ENTRE RÍOS
Diego Colomba (San Nicolás, 1972) publicó Fichas Coleccionables de Poesía Argentina
(Secretaría de Cultura de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, noviembre 2010), el
ensayo Letras de rock argentino. Género, estilos y transposiciones 1965-2008 (Editorial
Académica Española, Saarbrücken, 2011) y el libro de poemas Baja tensión (Editorial Municipal
de Rosario, 2012). Edita el sitio web Letracosmos. Los poemas de esta edición pertenecen a El
peso del pasado, libro inédito.
Paz en la chacra
es fácil tirarle
a las palomas.
Pero no vale
matarlas así.
El rifle
de aire comprimido
se dobla
huesuda
Es pesado.
Podríamos jugar
nos ignora
mientras puntea
la quinta...
Igual desistimos.
narcotiza la mañana.
cojeando al gallinero
a la gallina
más desprevenida:
la revolea
como si le diera
cuerda a un reloj
hasta matarla.
Hoy
se come
puchero.
Desifección
de bueyes perdidos.
se deslíe lentamente
(de espaldas)
en el servicio militar
–a quien odiaba–
dinosaurios metálicos,
especies se extinguen
de memoria…
El peso del pasado
El abuelo hurga
clavos y tornillos.
De vez en cuando
se queja
de los pinchazos.
Encuentra monedas
que va depositando
en un estante.
Ahora la mano
venosa y manchada
del abuelo
me da dinero
fuera de circulación,
me dice:
“andate al quiosco
y traeme cigarros”.
Gilda Di Crosta (Rosario,1967) publicó los libros de poesía Hueco reverso (Editorial
Huesos de Jibia, Buenos Aires, 2009) y Umbra y otros poemas de marzo (Alción, Córdoba,
2012). Coeditó El habla de una experiencia. XVIII Festival Internacional de Poesía de Rosario
(ediciones UNL, Santa Fe, 2011) y Setecientosmonos. Antología (Santiago Arcos Editor, Buenos
Aires, 2012). Los poemas que se publican en este volumen son de Umbra y otros poemas de
marzo.
y la inocencia de rendijas
los pasos-catástrofe
de cuánto miedo
nada en mi cielo
decapitada
multiplicada
en el borde de mi palabra
medusa absoluta
de cuánto tiempo
soy noche
estoy noche
entierra el corazón
¿es sueño?
¿es signo?
noche desplegada
pisados de palabras
la noche se digiere lenta
de ir-después
bate a punto noche
luz de fotos
grumos de aire
a punto muerte
grumos de aire
sin tregua
leo la noche en voz alta más alta que el temor
de palabra inadecuada
masa sepultada
La escuela de mi padre terminó en el ’69, después tuve que recorrer a destiempo el trabajo solista de
los cuatro.
Cuando me quise acordar, mi papá creía de nuevo que sólo Lizst hacía música, se quedaba dormido
sobre el río Kwai, escuchando una radio parecida al meridiano.
No sé por qué lloro en los aeropuertos, pero pienso que la felicidad se parece a los recuerdos
sobre su resonancia.
un espacio suficiente.
les batí,
de la novela”.
Ahora pienso
tickets de Metrô,
programas de museos,
mapas de ciudad,
postales,
entre papelito y papelito por ahí agarrábamos uno que decía: diez euros,
el auto atravesando
la periferia de Rosario,
recolectando figuritas
redondeadas
y se ríe.
de la chica peronista
suelta en el tapizado
en la cara
no me faltan carnes
sobras
mirando algo
el padre de mamá
y establezca filiaciones
me veo flaquita,
no soy flaquita
siento muy fuerte que mi cuerpo está a punto de ser usado
viste que sí
en un molde de fiebre
todo de vos
pómulos de mamá
con arruguitas?
en el teléfono a larga distancia
rebota mi voz
es horrible
o sea, no.
por dentro,
hacia fuera,
pero lo único
son modificaciones.
Cristian Molina (Leones, Córdoba, 1981). Desde 2000 vive en Rosario. Administra los
blogs El Niño C y Patológico desde 2007. Publicó Polos? (Espiralnético, Rosario, 2007), Blog
(Tropofonia, Rosario. 2012) y Lu Ciana. Plaga xombi sodomita (Janvs Editores, Rosario. 2013).
Los textos que presentamos se editaron en el volumen Blog.
enfrente
le mataron a él
se lo mataron
y todos sufrimos
ella y él
un beso
sufrimos
pero no
no va a cumplirlo
yo haría lo mismo
yo sería tu Angelina
si alguna vez te hicieren daño
y ni bien pudiere
sacaría mi notebook
no
como Sade
o Vicente Luy
o Pablo de Rokha
o Lamborghini.
12 de septiembre de 2010
X. Porno
Acaba
digo
el americano dominador
en el negro
interracial
y se descubre un gemido
no, también
y no nos pesa.
23 de agosto de 2009
XIII. Peluches
dejaron de reproducirse
en su rol de objetos
Así de golpe
dejaron de ser
terminaban aplastados
y aunque -o porque- insistan con que todos los hijos son iguales
pero no, no y no
porque ya no es lo mismo
y retengo el impulso
la loca de la Terminal
acunando un juguete.
26 de julio de 2010
DISTRITO SUR
Paula Aramburu (Rosario, 1966) publicó el ensayo Homicidio, locura y subjetividad.
Emilce, la costurera. Análisis clínico-juridico de un matricidio (Editorial Rojo, Buenos Aires,
2009) y el libro de poemas Desplazamientos (Editorial Ciudad Gótica, Rosario, 2010).
Psicoanalista y especialista en psicología forense. Los poemas publicados son de Sueños, libro
inédito.
y alimenta la tierra,
lo que no queda?
Balanceo
y se balancea
tela que adquiere consistencia cuando un hilo se abraza al extremo opuesto de su compañero,
qué
hermoso.
Voy a hacer el
velatorio
de las prohibiciones
asumieron el deber de
traspasarme
rojo
senos
bañera
y cuando me siente a
cenar
calzado
por el aire y
mientras coma
que se me incrustan
acodado en la ventana
cuando se movía
no es importante
me viera desnuda
en lugares inadecuados
fumaba largamente
callado
y estaba en la ventana
yo pasé en ombacha
y sin remera
se murió rápido
cáncer de pulmón
sentí alivio
y su hija cuarentona
de la soga en la terraza
y me sostuvo la puerta.
Patio
la cabeza se me despega
se estiran y amontonan
se me arman poemas
mientras barro
me decía mi padre,
con su caca
que da de comer al árbol que da una pera
compramos en el supermercado,
en un lugar chiquito,
dijiste.
no de papel.
pegada a la piel.
y si tiene hambre
y si lo vas a ver.
aria de banco
por la costumbre
pierde su sangre,
Es invierno,
y motos. La cabeza
tranquila, la habitación
civilizada. Y duermo,
sueño, olvido.
El cobarde
El cobarde
en su habitación espera.
No es paciencia, es parálisis.
Y el mundo un pájaro
infinito a desplumar.
El cobarde
mientras leo
a la ronda de la esquina,
acordeones y timbales,
Ni la cítara ni la lira.
como cuerda
no hace mucho,
se hubiera afanado.
Ninjas
En la Biblioteca Popular
es el bueno, y yo
En la mañana de invierno
el sol es un témpano
un carrito enganchado
pero
no me faltan
es
II
te robó el sueño
faltaron cuentos
sobraron camioncitos
III
Mis preguntas
bailan
como
IV
Somos
entre
el agua y la llovizna
quedan
de la junta soplada
el viejo inhala
o algo así
el viejo, en su mundo
les pasó
Un médano cualquiera
o el mismo pueblo
en su afán de crecer
sin embargo
alguna vez
que hubo
y anduve curioseando
toda la tarde
cómodo en la reposera
de la playa
a que vinieras
en su extensión neutral.
o al mar
se fue achicando
en donde yo esperaba
guardándote un sitio
mar y aire
y yo siga sólo
Aldo Oliva
Un ejemplar sostengo
a la tropa.
invocando a su lucero,
hospitales, campamentos,
en retratos y fotografías,
puestos vigías,
de cañoneo.
el homicida. Todos
contendores.
de lectores infortunados.
Pliego 9
Fiscal de Sangre
de nuestra hecatombe.
la arcilla innoble
de Marmoré en la que fueron esculpidos
me condeno a matar.
a verter mi sangre,
en la muerte.
el lugar maldito.
¡Lopiztas!
¡Esquizos!
¡Animales tristes del post coito!
–sarcástico– de la naturaleza.
y vómito-bilis en lanzazo,
de la queresa.
Pliego 11
La ciudad sin héroes
La furia invasora
irrumpió en la ciudad
desfilaron a caballo.
como lupanar
de la soldadesca, utilizado.
de Madame Lynch.
las bolachas,
el cachirulo generoso
A la memoria de mi tatarabuela,
en la tristeza de la vida;
tu agonía captura
el daguerrotipo.
Tus ojos
Quisiera hallar
en él, tu lozanía,
austera, luzcas.
Una escena
de bucólico encanto
en que esconda
sus vestigios
el ímpetu destructivo
de la contienda,
en el limbo de la historia.
Niños masacrados
ignominiosa cruz,
memorial de la jedentina
en Acosta Ñú.
Bernardo Orge (Rosario, 1988) forma parte del proyecto multisoporte Sonará Paraná,
que recopila registros audiovisuales de la música del sur de Santa Fe. Escribió una novela corta,
Censo, de la cual imprime y cose ejemplares a pedido. Los poemas publicados en esta selección
eran inéditos.
De un piletón de sal
Completamente encostrado
Cantamos, tomamos
nos degradamos
y lo más.
de la virginidad
hay un paso
como revelación
para no llorar
para no morir
el gamulán de tu abuelo?
borracha de vergüenza
de desprecio
no es gauchita
no tiene límite
la foto de cumpleaños
de nena gorda
de tristeza
de odio
de mc donalds
olvida primero.
surgieron bastardas,
del pensamiento,
-entregarse a la consideración
1964
2011
doy.
1970
De a poco voy olvidando los motivos por los que vine a esta
estás?
1983
Pienso que solo soy feliz con vos. Sos mi playa, mi sol (ardiente)
o estás en la compu.
no me llames más.
y no puedo dejar
de preguntarme si
O mejor,
Las 9 eternas. —Todos somos “hijos” —nos largó Sole anoche, mientras debatíamos sobre la
noche erótica de cada una de nosotras, que está cada vez más diversa y divertida de contar. Ya
andamos sueltas por la vida. Y sí, dijimos, todos somos hijos, todos podemos sentirnos cómodos por
grupo etario, por ser punks natos junto a “Rock the Casbah”, por haber escuchado Roxette también
contra las voluntades de nuestros padres, por no haber visto novelas por tv, por los hits de los 90 que
oscilaban entre Vilma Palma y los Cadillacs, por no tener muy claro cómo criar a nuestros propios
hijos, por no entender cómo trasladar esa historia rarísima de sentirnos hijos a producirnos padres.
De identificarnos con el grupo, por haber nacido en esos mismos años, en que nacían los hijos, que
derivaban en no hijos. Por no aflojar ante la felicidad, y por sostener el error, por desconocerlo casi
todo. Por no saber si uno es hijo o no. Por querer dudar ante la luna, ante la droga, ante el amor. Por
saber que no se cree en dios. Por festejar el festejo siempre, por tomar alcohol desde temprano.
Porque el farol de whisky funcione como ancla sensible ante el destello de dudas reales.
Barro
Cuando ella tenía 9, 10 y 12 años, también más chica, pasaba sus veranos sobre la costa del río
Uruguay en el Banco Pelay, en un rancho, y todavía se acuerda de todo lo que nadaban con su
hermana. Pero lo que más le gusta pensar, de esos veranos, es lo efectiva que era la pesca de
mojarritas y apretadores con un método infalible: la botella de plástico agujereada por el traste y un
pedazo de pan viejo adentro, y un piolín al pico con un palo que la fijaba a la orilla. Entonces, lo
bueno era tener muchas botellas amarradas y dejarlas un tiempito. Y cuando volvían, el río les daba
un tubo dorado, apurado y revolucionado, donde quedaban prendidos los pescados que a la noche
harían “jrítos”, como les decía el tipo que les prestaba la olla. Y ese regalo, que se repetía cada
tarde, despertaba en ella un dolor feliz de panza, que duraba lo que duraba tomar el té, y esperar
moviendo el pie izquierdo, descalzo, tostado, ágil y arenoso. Para después correr a la orilla y allí el
dolor se hacía más, y más fuerte.
Los patos II
Te espero vestida,
pintada,
Esa falaz suposición de margen, sin embargo, olvida –tal vez intencionadamente, tal vez
inocentemente, ¿quién sabe?– que el anacronismo, o sea, la repetición del pasado que instaura un
tiempo abstraído del tiempo, es la estrategia más masiva de todas. Adorno lo problematizó en
relación a su concepto de la “industria cultural”; pero mucho más acá, Jameson dio cuenta del
posmodernismo como una suerte de pastiche de anacronismos a partir de los cuales el pasado se
empalmaba al presente. Entiéndase bien, el posmodernismo valora el anacronismo. De modo que ahí,
en tanto uno de los valores estilísticos del posmodernismo, el anacronismo, lejos de abstraerse de lo
mediático, de lo popular, de lo masivo, del mercado, está indisolublemente ligado a ello, porque
precisamente fue el posmodernismo el que fetichizó mercantilmente el arte y, además, lo integró
como recurso cultural homologable al lenguaje mediático. Entonces, el anacronismo, insisto, no
necesariamente está desvinculado, al menos en la historia del arte, a esas dos instancias que se
pretenden atacar.
Pero aceptemos con todo que cuando se defendió la poesía anacrónica o el ser anacrónico en
poesía como un valor positivo, se haya referido no a este acercamiento a lo masivo-popular, si no a
la distancia de lo masivo-popular en una suerte de preservación de la distinción respecto de esa idea
de “cultura alta y baja” y, por lo tanto, el anacronismo, a lo mejor, su defensa, estaba referida a
conservar esa suerte de valor moderno de autonomía y de posición de Autor y de Obra culta y
programática. Nada más contradictorio con los propios valores de la modernidad, por otro lado,
dada su necesidad de aferrase al presente, de hacer de lo transitorio, como lo quería Baudelaire, algo
eterno, o de proclamar como lo hizo Rimbaud “es necesario ser absolutamente moderno” en una
fórmula oximorónica donde lo transitorio –la modernidad necesaria como presente– y lo trascendente
–en el absoluto romántico del adverbio– venían a tensionarse. El anacronismo, así entendido, como
valor de una supuesta poesía culta, donde el Autor y su Obra son los dioses absolutos, olvida que el
Autor y la Obra son marcaciones de mercado, que el autor nace como firma vendible en el mercado y
que la idea de Obra es una reificación de una línea de trabajo que vende/aprovecha el mercado para
crear una diferencia identificable y consumible. Por lo tanto, aferrarse a esa práctica poética
tampoco implica separarse del mercado. Sin embargo, esa posición todavía olvida que lo “culto”
tiene, permanentemente elidido, denegado, un componente económico que lo integra, problemática y
específicamente a un mercado y que hace de la necesidad de separación de lo masivo-popular por su
supuesto carácter mercantil un fetiche que no es sino pura ficción sostenida por la ilusa creencia en el
arte como único valor supremo y separado de la vida en su conjunto (inclusive de la economía). El
anacronismo por el anacronismo mismo, entonces, no es sino una reducción y cosificación simplista
del arte y de la poesía.
Por lo tanto, no se trata de defender el anacronismo per se o una poesía anacrónica, sino de
afirmar una poesía del presente; pero de un presente que atraviesa la poesía en una línea de tiempo
donde la cesura, el punto cero, no es sólo pausa y captura de lo transitorio, sino también tránsito
entre el anacronismo y la utopía del futuro, del futuro de la poesía. La poesía del presente está hecha
de lo que habita la cesura, como pasado y como actualización; pero que ya despliega, en una suerte –
solo en una suerte– de lengua profética, lo que viene, lo que ya deja de ser pasado y presente para
volverse mañana. Nada más lejano de esa poesía que la sumisión al anacronismo sin tensionarlo, o
precipitarlo en la cesura que impone el hoy. ¿Moderno? Tal vez; pero en todo caso, un moderno que
busca desesperadamente dejar de ser moderno, porque la propia modernidad así lo exige. Y en esa
búsqueda, se aferra a una lengua del presente que abjura de cualquier tipo de retórica afectada y
patética, pero también del miedo a los cucos culturales del pasado.
Texto escrito como prólogo a una lectura en el ciclo Poetas Corrientes (Rosario,
2007), que no llegó a ser leído en la ocasión.
Poesía joven de Rosario: algo está cambiando *
Por Irina Garbatzky
La dinámica poética de la ciudad tiene fenómenos sorprendentes. Un ejemplo de esto son los
ciclos de lectura que se sostienen sin interrupciones desde hace ya varios años. El más tradicional,
es Tercer Mundo (Rioja 1089). Lo organiza la poeta Alejandra Méndez. Su historia proviene del
conocido La Poesía en los Bares, que lleva a cabo la Secretaría de Cultura municipal. Uno nuevo, se
llama Poetas Corrientes y se sitúa en el bar de Corrientes 1380. Cada cual tiene un encuentro
semanal en el cual leen al menos tres poetas.
El panorama actual que puede hacerse de la nueva poesía rosarina se halla marcado por estos
episodios mencionados, fundadores de experiencia. Para marcar este nuevo período, se debería
decir: son aquellos que nacieron entre 1976 y 1983. Esto es, escritores nacidos durante la dictadura,
que poseen una mirada sin ninguna ilusión ni utopismo. Su condición de inéditos: ninguno ha
publicado un libro por alguna editorial reconocida (descontamos las ediciones artesanales, para este
artículo), a pesar de que en su mayoría escriben desde la adolescencia. Su cualidad de “joven”
radica en circular por fuera de las vías instituidas de la poesía en la ciudad y construir sus propios
proyectos colectivos.
Se trata de una operación asumida y conocida sobre la política de la literatura, sus medios de
consagración y circulación. Explotar la multimedia es una estrategia mercantil, utilizada por todos
los nuevos escritores, cuya obra se sostiene, antes que en el papel, en una red de sitios, imágenes y
archivos sonoros. La escritura que se forma va a la par de dicha militancia, aunque sus mejores
momentos sobrevengan cuando se la abandona. Es entonces cuando, por ejemplo, aparecen sus
paisajes: “QUIRÓFANO/ El Diego se va a caer redondo/ apenas vea la cabecita/ asomar entre las
piernas/ va a rodar con su camarita/ y van/ a tener que agarrarlo” (...).
La lucidez respecto de los circuitos de legitimación de la obra opera en esta nueva poesía como
un mapa de ruta. También el conocimiento de los formatos de publicación digital. Ya no podemos
leerla separadamente de su template (es decir, las plantillas a elegir, disponibles en los blogs), en
tanto los escritores mismos diseñan su espacio. Tal vez sea por ello que la serie Poemas Mudos, de Juan
Manuel Formente (1976), complemente su elocuencia a partir de la pulcritud blanca de la página.
Formente estudia los alcances de una poesía ligada a lo coloquial, lo barrial y lo político. La
neutralidad visual de su sitio se contrapone con lo incisivo y seco de sus versos, que refieren a un
pretérito en donde la política es un fantasma: “En la caja del creyente/ no hay nada./ En el cajón de
mi abuela/ un par de gusanos/ gritando:/ ¡Pe-rón! ¡Pe-rón!”.
Diametralmente opuestas, aunque ligadas con dicha autorreflexividad, se sitúan las narraciones
poéticas de Carolina Rolle (1982), verdaderos trabajos con el surrealismo (CarrollsWonderland). El modelo
es el de los bloques textuales de Marosa Di Giorgio, sólo que con una alta carga de melancolía,
ausente en la uruguaya: “Aquello que los rodea ya no les pertenece, nada de todo lo que creían real,
existe como tal. Quiere vomitar más mariposas, no porque en ellas esté el hálito de vida que busca
sino porque sus muertes le causan el placer visual de las obras de arte” (“Putrefacción”).
Es claro que para esta nueva poesía ser poeta no significa una condición existencial sino una
toma de posición dentro de la conformación del campo. “La obra espiralnética pone en evidencia el
fin de la literatura”, sentencia Juan José Mendoza (1977), quien explora los límites de la poesía en la
era digital, con una Cibereditorial incluida. Espiralnético fue una de las primeras webs de poesía
rosarinas, con fecha en 2003.1
Si uno entra allí se abre un hueco que dice “Cadáver”, e invita a escribir un verso. Se trata de un
“cadáver exquisito”, colectivo y anónimo, propio de la idea de la post-autonomía de lo literario.
Mendoza, que publicó en el sitio la “novela espiralnética” y su poema “Do you Tatland?”, trabaja a
conciencia con la cita reiterada. Su obra se proyecta como un “cortar y pegar” de todas las obras y
lenguajes latinoamericanos. Así, sus poemas reformulan los versos más conocidos de Rubén Darío o
César Vallejo. El autor, incluso, suele cantarlos, como en un loop infinito, con melodía mexicana y
acento a lo Speedy González.
La performativa poética
En verdad, el año 2003 dio a ver dos proyectos locales de poesía joven. Uno era el propio
Espiralnético y el otro era Eveling, un grupo conformado por jóvenes que además de escribir poesía
eran diseñadores visuales, músicos, actores. Se trató de un trabajo colectivo de investigación y de
una serie de performances en el Centro Cultural Parque de España y el Centro de Expresiones
Contemporáneas, al que se sumaron unas ediciones artesanales y un sitio web.
La premisa era justamente la invención de modos escénicos para la poesía, que rompieran con la
solemnidad instituida en las lecturas. La performance se llamaba Litooral y proyectaba videos en
vivo, con un “veejay” (una suerte de “deejay”, pero de videos). Una de las críticas de prensa más
interesantes dijo entonces que por fin el romanticismo tardío abandonaba a los poetas y traía a
Raymond Carver o al rock. Sin embargo, al cabo de tres años la mitad de los integrantes se radicó en
otra ciudad y el grupo terminó por disolverse.
La poesía de Eveling era muy heterogénea, pero mediaba, en general, entre la ironía propia de los
90 y un lirismo post-pop, post-objetivista, post-urbano. De la totalidad del grupo, se podría
mencionar el trabajo de dos integrantes, que aún siguen publicando en internet. De Manuel Carballo
(1976), por ejemplo, quien tuvo un blog llamado Luche y Vuelva. Sus poemas hacen de lo natural un
paisaje cercano al catch y a los muñecos Topi Plaza. Como en “Desagüe”: “Una balsa en medio del
río, ¿te ha pasado?/ ahí viene uno de esos buques iluminados / y aquí es tan marrón que cómo correr/
que cómo sacarse esos acordes para nadarlos/ sos tan setenta que da miedo acercarse”.
Por otra parte, Nahuel Marquet (1976) -artista conocido también por ser el fundador y el cantante
de la banda rosarina Degradé-, participa en el campo literario desde muy joven, cuando editaba la
revista El Cielo Protector (1998, 1999). De manera amplia podría decirse que construyó una poesía
de la reminiscencia, con un tono que trae tanto las lecturas del objetivismo argentino como la
escritura del rock. “Voy a recordar como un cachetazo/ los deseos de la infancia/ y te los voy a
comunicar/sin miedo sin tapas/ y el vértigo será un silencio”, dice en ElAve Ñoño .
Por último, una poesía que vale la pena mencionar, aunque aún no se sepa cuál será su deriva, es
la de Gisela Gobet (1981). “Una delgada capa de hojas/ y debajo el agua liviana/ cuida esos pies”,
comienza uno de sus poemas, como todos, breve y sin título. La tendencia hacia lo mínimo y luminoso
recuerda la herencia de una lírica santafesina vinculada a la naturaleza, que en su obra insiste como
una reelaboración.
Aún cuando no estén agrupados, estos poetas jóvenes tienen un conocimiento importante de la
poesía argentina de los últimos quince años. Crecieron de la mano de un movimiento democratizador
de lo literario que unió la literatura con la masividad de las revistas, los festivales y la música.
La nueva poesía conoce y absorbe lo massmediático, al tiempo en que imagina un pasado como
político e inalcanzable. A su vez, se halla muy atenta a la dinámica del mercado cultural.
Los personajes de la TV, las letras de rock, o los mismos libros entran en ella a condición de
volverse objetos conocidos, intercambiables. La explotación de la web para la escritura y
circulación de los textos da cuenta de sus obsesiones, fundamentalmente de aquellas que preguntan
sobre cómo escribir poesía en la era del no-autor, el no-libro, etc. Se trata de pensar en cómo
sostener la creación en la cultura “del uso de las formas”, de la que, según Nicolás Bourriaud, el DJ
y el sampler son sus fundadores.
Para ser un poeta joven, entonces, vale saber que no se produce sino que “postproduce”, es decir,
estos poetas no apelan a la inspiración inefable de las musas sino que se apoderan del mundo en tanto
ícono y representación. En el camino de dicha apropiación entonces (intercambiable y reincidente),
hacen muchas cosas: escriben, graban, editan y se dan a conocer, sin demasiada esperanza (o
demasiada culpa) por dar “el salto a la fama”. Saben que el movimiento en el campo literario, hoy,
tiene que ser otro.