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I.- INTRODUCCIÓN
ninguna. Ya las veremos despacio” (10 de junio de 1940). “Ya sé que anda usted ordenando
sus palabras extremeñas, según me han escrito de Badajoz; me alegraré infinito que se
publiquen pronto y bien” (19 de septiembre de 1940).
Después, no vuelve a aparecer el tema en las cartas que se cruzan ambos escritores; pero
doña Isabel no lo ha dejado, sino que todavía en 1949, un año antes de morir, sigue pensando
en confeccionar un vocabulario extremeño, no sólo ya de la comarca de la Serena. Así se
desprende del siguiente párrafo que corresponde a una carta fechada el 5 de febrero de 1949 y
dirigida por la autora a su amigo y colaborador Bonifacio Gil: “También puede proceder, con
más conocimiento que yo, a confeccionar el índice sinóptico de los vocablos que guardan
relación simbólica con el folklore y mandérmele, no para satisfacer una curiosidad, sino
porque, en esto del vocabulario extremeño, de tener tiempo y conociéndole tan a fondo,
hubiera yo podido hacer algo mejor y más completo que lo publicado hasta el día. Lo digo sin
jactancia, pues ya sabe usted que entre mis debilidades, no cuento la de la vanidad”.
En la cita parece evidente la crítica hacia el Vocabulario extremeño de Santos Coco,
publicado en entregas entre 1940 y 1952. Más claro es en la crítica el propio Bonifacio Gil.
Así, en una carta dirigida a doña Isabel, con fecha 7 de julio de 1941, señala: “El Sr. Santos
Coco ha salido ya de Badajoz. Si no le dan la plaza que tiene solicitada en Madrid, tendrá que
tomar posesión de la de Barcelona. Creo que está veraneando en Zamora, su tierra natal, de
modo que sólo vendrá aquí para trasladar la casa. Su Vocabulario lo va publicando en la
Revista del Centro. Cuando lo termine hará una separata. No sé por qué me figuro que va a
ser muy incompleto. Una vez le pregunté si había recogido las palabras típicas que figuran en
buen número en mi Cancionero. Me dijo que no. Por lo visto se ha molestado poco en la obra
que ha emprendido”.
Sea de una forma u otra, no deja de ser una lástima que hayamos perdido el encomiable
esfuerzo dedicado por una mujer, fina y sagaz observadora, hacia un tema tan importante para
la cultura extremeña como es el habla popular. Por eso, pese a que nuestros esfuerzos por
hallar materiales sobre el Vocabulario extremeño entre el fondo documental inédito de la
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autora han sido infructuosos, no hemos querido dejar el tema, sino que lo hemos abordado de
la única forma posible: la lectura de la obra, editada e inédita, de Isabel Gallardo.
Es evidente que nos encontramos ante la obra de una escritora regionalista. Isabel
Gallardo, a lo largo de su obra, intenta plasmar la forma de vida del pueblo extremeño,
especialmente en las comarcas de la Siberia y Serena, que ella conoció muy bien a través de
su experiencia personal.
Este hecho es reconocido por la propia autora en varias ocasiones. Por ejemplo, en una
“Introducción”, inédita, a sus Cuentos señala: “Pusimos especial empeño en rodear los casos
contados, del propio ambiente del pueblo (real o imaginario) donde acaecieron o los
suponemos acaecidos, cuando no tienen patria definida, y de su peculiar modo de hablar”.
En esa misma “Introducción” aclara lo que ella pretende reflejar en relación con el
modo de hablar de los pueblos: “Respetar sus modismos al expresarse y hasta las peculiares
interjecciones de cada lugar”.
En consecuencia, en algunas de sus obras acostumbra Isabel Gallardo a indicar, a través
de notas a pie de página, bien algunas definiciones de palabras populares extremeñas, bien
algunas indicaciones sobre los niveles socioculturales de las personas que usan determinadas
palabras.
Así, por ejemplo, en un artículo sobre El culto de la Santa Cruz indica, en relación con
la forma juracán lo siguiente: “¡Juracán, juracán!, pronuncian las gentes del campo en dicha
población” (Villanueva de la Serena).
En la obra inédita sobre Etnografía de Orellanita, habla de “largos ramos de gladiolos
silvestres, llamados por los niños varitas de san José”.
Un ejemplo más: en la novela inédita Torres muy altas, al describir a un personaje,
señala: “Don Luciano seguía expresándose con fácil palabra, mezclando en la conversación
giros de la tierra, a los que no es posible substraerse cuando se nace y vive en contacto con las
gentes aldeanas”.
Y un último ejemplo: en una carta de 1929, al tratar de su novela Cachúmbala, que se
publicará dos años después, señala que el desarrollo de dicha novela lo realiza “escuchando
sus giros netamente extremeños (los de la región siberiana)”; es decir, recogiendo el habla
popular de esa comarca.
Así pues, partiendo de que Isabel Gallardo pretendió reflejar en la mayor parte de sus
obras el habla y las costumbres extremeñas, hemos entresacado de las mismas todo el material
relacionado con el habla extremeña, de modo especial el vocabulario, con el fin de realizar
una aportación a los estudios de dialectología extremeña, y también de satisfacer nuestra
curiosidad y la de nuestro amigo Manuel Vieira da Cruz, biznieto de doña Isabel Gallardo.
Hemos seguido un criterio habitual, y más objetivo, para decidir qué palabras
deberíamos incluir en este Vocabulario, criterio basado principalmente en que dicha palabra
no estuviera registrada con la misma acepción en el Diccionario de la Lengua Española (Real
Academia Española, 21ª edic., 1992).
Después de cada palabra, indicamos, con las mismas abreviaturas utilizadas por dicho
Diccionario, a qué parte de la oración pertenece; y, tras la definición, detallamos entre
paréntesis y de forma abreviada la obra u obras de Isabel Gallardo donde se ha documentado
dicha palabra. En ocasiones, para su mejor comprensión, se anota también la frase o párrafo
donde aparece dicha palabra.
Para nosotros, la obra de Isabel Gallardo tiene una serie de valores añadidos, tal y como
lo refleja un joven Rodríguez-Moñino, en carta de 21 de octubre de 1933, tras la lectura de
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Cachúmbala: “Porque su libro tiene para mí, además del valor literario y estético, otro de
mayor quilatación: el regional. Es usted de las pocas personas en quienes el sentimiento
extremeño (¡no esa fea palabra de extremeñista inventada por periodistas hueros!) se
manifiesta pleno y potente: laborando y huyendo de esa especie de fluidez lírica inconsistente,
capa de vacío intelectual con que algunos de nuestros paisanos han logrado hacer resaltar su
figura... por poco tiempo.
“Ahora más que nunca es necesario que los extremeños destaquemos nuestra propia,
castiza y vigorosa personalidad literaria y hagamos valer los derechos de nuestro glorioso
pasado. La época de las apologías sentimentales pasó; ha pasado ya el apasionamiento
superficial y campanudo. Pero nos queda la obligación, a los que de veras sentimos y amamos
nuestra tierra, a los que a fuerza de vigilias hemos podido alcanzar algo de lo que
Extremadura fue, de laborar sólidamente en pro de una reconstrucción regional. Y esta
reconstrucción ha de ser hecha a base de estudio y de libros: ahondando cada uno en su
especialidad y presentando sin velos ni cendales que enturbien su diafanidad, toda la
maravillosa esencia de nuestro pretérito, casi perdido: estudiemos nuestro pasado porque sólo
este nos dará la medida de lo que podremos ser en un futuro más o menos próximo pero
cierto.
“En fin, señora, que la llegada de su libro ha hecho vibrar en mí ¡cómo no! la cuerda
regional...”
Aunque Isabel Gallardo nació, en 1879, en Orellanita (Badajoz), muy pronto se trasladó
a vivir a Villanueva de la Serena. Allí, la necesidad de ayudar a su padre en la contabilidad de
la empresa familiar, unaa fábrica de jabones, fue un obstáculo para que Isabel pudiese
estudiar.
A los treinta años contrajo matrimonio con el abogado villanovense Arturo Álvarez, y
unos años después, ya nacida su única hija, el matrimonio se trasladó a vivir a la capital
pacense. Allí murió doña Isabel en 1950.
A pesar de que sabemos que Isabel ya en su juventud gustaba de escribir, especialmente
versos, es en su madurez cuando decide lanzarse a la palestra literaria. Aparte de diversos
artículos en periódicos y revistas de la época, entre sus obras más importantes hemos de citar
La Cocina (1922), Cachúmbala (1931), Cuentos de la abuelita (1947) y Nuestra Señora de
Fatima (1948).
Mención especial merecen los diez artículos sobre folklore extremeño publicados en la
Revista de Estudios Extremeños entre 1942 y 1950, así como otro artículo póstumo en la
Revista de Dialectología y Tradiciones Populares (1957).
Señalemos también que no menos importante es la colaboración que prestó a Bonifacio
Gil, especialmente en la obra inédita Juegos y cantos infantiles de Extremadura. Otras obras
inéditas de la autora fueron Representaciones religiosas de Extremadura, Etnografía de la
Serena, Torres muy altas (novela), Cuentos populares, etc.
En 1994, del centenar de cuentos escritos por doña Isabel, y que habían llegado hasta
nosotros inéditos, publicamos una selección con el título de Cuentos de Resolana.
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El 5 de abril de 1930, en una carta dirigida al editor Antonio Arqueros, deja doña Isabel
correr la pluma y se extiende en un interesante comentario sobre el habla extremeña y su
variedad. La cita es extensa, pero la traemos aquí completa por ser, además, la única vez que
la autora trata este tema. En estas fechas, doña Isabel tiene ya más de cincuenta años, pero
apenas ha publicado un libro de cocina; no tiene, además, más estudios de Lingüística ni de
Fonética que los adquiridos de forma autodidacta. Sus impresiones sobre el habla extremeña
hemos de entenderlas, pues, basadas en su propia experiencia:
“Según los lugares del sucedido, he de procurar armonizar la acción con la fonética,
como es natural. El habla extremeña, propiamente dicha, es muy varia: imposible de
concretarse en reglas gramaticales, de un modo absoluto, para formar un ordenado dialecto
regional perfectamente determinado; pues su fonética, sus giros y modismos cambian
notablemente de comarca en comarca y hasta de pueblo en pueblo. No digamos sus tonillos o
acento más o menos musical, que distinguen a cada ciudad, a cada villa y hasta a cada aldea.
“Por ejemplo, aun dentro de la misma Serena tenemos, formando un pintoresco
contrasentido fonético, la reciedumbre de la jota, que en Villanueva se pronuncia con toda su
fuerza, no sólo en su lugar propio sino en el de la hache, que la hacen sonar como jota: El que
no diga jilo, jacha y jiguera, no es de mi tierra -afirman los serenos villlanovenses-, mientras
los de Campanario, que pronuncian las eses con toda la pureza de Castilla, se ríen de los de
Villanueva de la Serena porque dicen ende las jocho a las jonce van tre jora como tre jaño; y,
para remedarlos, aspiran las haches, añadiendo: “en vez de decir desde las ocho a las once van
tres horas como tres años”. Y silban las eses finales para que el contraste de su habla,
perfectamente castellana fuera de algunas insignificancias que no hacen al caso, sea más
pronunciado con el lenguaje de Villanueva.
“También en la Siberia, por no ir más lejos el habla de Orellana la Vieja, donde se
prodigan las erres, sobre todo entre los viejos, diciendo por ejemplo: Brastián, cardero, tela
branca, etc., es completamente distinta su fonética a la de Puebla de Alcocer o Castilblanco.
“Mas, dejemos esto: la fonética y la filología extremeñas son muy difíciles de captar, y
hace falta haber vivido, más que vivir ahora, en los pueblos, para hacerse cargo de sus cosas.
Yo no pretendo conocerlas en total, ni siquiera en una pequeña parte. Hacía falta para ello
conocer universalmente las dos Extremaduras, alta y baja, no menos distintas entre sí que sus
pueblos, los unos con los otros. Pero, aun conociendo tan poquísimo como conozco de estas
cosas, después de haber vivido intensamente varios de sus ambientes, ¿cómo conocerlas
quienes no hayan salido nunca de su aldea, su villa o su capital de provincia?
“Bueno, pasemos a otra cosa; no está en mis propósitos alardear ahora de
extremeñismo; se me fue la imaginación por los cerros de Úbeda y le ruego que me perdone
por hacerle perder el tiempo”.
En otra ocasión, en la novela inédita Torres muy altas, al describir a un personaje, nos
deja su percepción del habla extremeña en la Baja Extremadura, al indicar sobre dicho
protagonista: “Y su cachazuda voz tenía cierta cadencia cantarina, muy distinta del dejo
semiandaluz, semiextremeño y pseudo-portugués de los pacenses”.
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Aparece en numerosas ocasiones la prótesis del fonema vocálico /a/: ajurar (jurar),
alevantar, aluego, allegar, apresentar, asoplar, atirar, atorear, arregolver (revolver),
arregüeltas, arreniegues, arrepará, arretorcer, arreventar.
No faltan ejemplos del fenómeno contrario, la aféresis, en algunos nombres propios
como Polonio (Apolonio) y Tanasia (Atanasia). En la palabra rempujar se produce la aféresis
sobre la forma vulgar arrempujar. Incluso aparece algún caso de síncopa, como en Rimundo
(Raimundo).
Hay asimilación en aspacio (despacio); pero, como es lógico, no aparecen muchos
casos de inestabilidad en este fonema: pirroquia (parroquia), camomile (camomila).
Este fonema vocálico, como los demás, sufre numerosas apócopes y contracciones
debidas a fonética sintáctica: an ca (en casa), pacá, parriba, payá...
Sí presenta una mayor inestabilidad el fonema vocálico /e/. Las vacilaciones son
debidas a diversos fenómenos:
a) Asimilación: asperar (esperar), asperezarse (desperezarse), calandario, catacismo,
aspacito, alifanti, tiricia (ictericia), pitirrojo, icir (decir), indiciones, lición.
b) Disimilación: cimenterio, disprecio, tiniendo, trairé (traeré), dispertar, intierro,
simentera, cualisquier, istierco.
c) Aféresis: Luterio (Eleuterio), Ciquiela (Ecequiela), Guardo (Eduardo).
d) Síncopa: exprimentar, cualisquiá (cualesquiera), vía (veía), quio (quiero), cro (creo),
cri (creí), sa (sea), tenís (tenéis), habís visto (habéis), vis (veis), querís (queréis), etc.
Dentro de la inestabilidad, la solución más habitual es la confusión con el fonema /i/:
siñorita, rial, siñó (señor), tinao (tenada), Grigorio, Lionor, Tiodoro. En una ocasión aparece
el cambio hacia el fonema consonántico /d/: doldrá (dolerá).
El cambio de este fonema vocálico /e/ en situación final por el fonema vocálico /i/ sólo
aparece en dos casos (estati quieta, alifanti), que hemos de considerar simples vulgarismos,
sin relación con este rasgo dialectal conservado en zonas del norte de Extremadura.
La inestabilidad se muestra también, en el caso de las vocales pretónicas, por la
aparición de dobles realizaciones para una misma palabra: chiquenino, chiquinino.
Las soluciones que presenta el fonema vocálico /i/, debido a su inestabilidad, son las
siguientes:
a) Disimilación: melitá, creminá, prencipá, prencipio, chiquenina, ceviles, Cerilo
(Cirilo), contrebución, meniatura, tericia (ictericia), vesitar, eletrecidá, Trenidá (Trinidad).
b) Asimilación: serena (sirena), geraneo (geranio), menutero.
c) Aféresis: Pólito (Hipólito), Sidoro (Isidoro). A veces la aféresis alcanza a toda la
sílaba inicial: tericia (ictericia).
d) Síncopa: acetuna, Catalna (Catalina), Donisia (Dionisia).
e) Apócope: mu (muy). En paralís (parálisis), la pérdida no sólo alcanza también a la
consonante final sino que provoca un cambio acentual.
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Respecto al fonema vocálico /u/, aparte de alguna síncopa como en fistes (fuistes), lo
más frecuente es que la vacilación vocálica produzca su abertura hacia el fonema /o/:
esporriar (espurrear), sepoltura, mocipal (municipal), solimado (sublimado) condío
(cundido).
La inestabilidad vocálica afecta también a los diptongos, que se ven alterados algunas
veces, adoptando diversas soluciones, en la mayoría de los casos vulgarismos.
Así, es habitual la reducción del diptongo, simplificado en uno de sus elementos:
acetuna, ventidós, anque (aunque), atomovi, Ugenio, Ulogia, Usebio, Ufrasia. Esta reducción
a veces se debe a una disimilación: incomenencia, comenencia, pacencia, nacencia,
concencia; o a una metátesis vocálica: cudiao. En el caso de pos, po (pues) nos encontramos
con la falta de diptongación, lo cual apenas si constituye un rasgo dialectal, ya que es muy
utilizado en el español vulgar. También falta la diptongación en mostruario, por un cruce de
palabras entre “muestrario” y “mostrador”.
Por el contrario, también hallamos palabras derivadas que mantienen el diptongo de la
simple: enmielados, mielero. Otras diptongaciones, debidas a analogías, arcaísmos o a
simples vulgarismos son las siguientes: depriesa, priesa, apriesa, entriega, entriegue, dijiera,
niervos, cuasi, cuidiao, cuidio (cuidado).
Aparece con cierta regularidad el diptongo ai en la terminación del imperativo, dentro
de la secuencia imperativo más pronombre enclítico: daile (darle), cayaise (callarse),
esperaime, vaite, mirai, haceilos (hacerlos), sujetaime.
En el caso de nadie (naide) ha sido la metátesis vocálica la que ha producido el nuevo
diptongo.
Arqueros, comenta Isabel Gallardo este rasgo al referirse a “la reciedumbre de la jota, que en
Villanueva se pronuncia con toda su fuerza, no sólo en su lugar propio sino en el de la hache,
que la hacen sonar como jota: El que no diga jilo, jacha y jiguera, no es de mi tierra -afirman
los serenos villanovenses-”.
Los ejemplos de esta aspiración son numerosos en la obra de doña Isabel: jaba, jabado
(habado), jacer -y sus numerosas variantes: jacé, jizo (hizo), jati cuenta (hazte cuenta), jaré
(haré), jiciá (hiciera), jiciera, jagamos, jagas, jacemos, jecha (hecha), jecho (hecho)-, jacia
(hacia), jalda, la jambre, jaragán, jarmientos, jartera, jarto, jartar, jasta (hasta), jato (hato),
jayasgo (hallazgo), jembra, jería (herida), jerramienta, jerraúras, jiede, jiel, jierro, jigo,
jiguera, jilar, jilo, jincar, Ginojal (Hinojal), jocicos, jocino, jonda, Cañajonda (Cañada
honda), jondear, jorca, jormiguina, jorno, juera (fuera), juía (huía), juye, juyendo, juío
(huido), jugueras (hogueras) jumar, jumo, jumero, jundir, juracán, jurraca.
También abundan los ejemplos de aspiración en interior de palabra: ajitar (ahitar), ajito
(ahíto), ajogar, ajogaero, ajogaízos (ahogadizo, tipo de ciruelo), ajogo (ahogo), desajogo,
ajorcar, ajorrar, azajares, cojetes (cohetes), dejesa, jesa (dehesa), sabijondo, zajones.
La aspiración es tan marcada que, en alguna ocasión, provoca el cambio hacia otra
consonante; es el caso de runde, que alterna con junde (hunde). También, como vulgarismo,
hallamos el paso hacia la aspiración de otras consonantes: jate cuenta (date), jiciá (quizá),
jarmientos (sarmientos).
La aspiración alcanza también en extremeño a otras consonantes en situación implosiva,
especialmente a la /s/, /z/ y /d/; pero, la escritura apenas permite desvelar este rasgo, como
veremos más adelante.
El fonema /b/, por ejemplo, desaparece por aféresis en amos (vamos), y por síncopa en
tamién, caeza, Caeza el Güey. Por el contrario aparece protética en borujo (orujo).
Debido a sus equivalencias fónicas surgen a veces vacilaciones de los sonidos
consonánticos. En el caso del fonema /b/ hallamos un par de casos en que se confunde con el
fonema consonántico /m/ (muñuelos, murimundo, Monifacio) y numerosos casos en que se
confunde con el fonema /g/: güen (buen), güeno, Nochegüena, güey, güelve (vuelve), agüelo,
gofetás, golver, golvé, golvió, güeltas, arregüeltas, jugón (jubón).
pa (para), tie (tiene), ca (casa). En alreores hay una doble pérdida de la consonante dental, y
en alantre (adelante) se pierde toda la sílaba.
d) Prótesis: desigencia, desaminar, digiene (higiene), dir.
e) Metátesis: pader (pared), dío (ido).
f) Epéntesis en el futuro imperfecto de indicativo: quedrá (querrá), quedramos.
g) Cambio a /l/: alvierte (advierte), melecina.
h) Cambio a /r/ en la segunda persona del plural del imperativo: venir (venid).
i) Cambio de -di-, por influjo de la yod, a /y/: presiyo (presidio), presiyarios.
El fonema consonántico /f/ presenta algunas confusiones, por equivalencia acústica, con
otros fonemas: cebrero (febrero), pantasma, escrópulas (escrófulas), picia (pifia), peligreses.
La consonante /g/ desaparece por aféresis en loria (gloria) y por síncopa en ilesia
(iglesia).
Se da algún caso de vacilación del sonido consonántico; así, por equivalencia acústica,
pasa a /b/ en abuja, abujero.
El diptongo ue suele desarrollar esta consonante protética: güele, vigüela (vihuela),
güerta, güevos, güelan (huelan). También aparece esta consonante protética en goler (oler),
por analogía verbal con las formas güelo, güeles, etc.
Por metátesis consonántica aparece la forma vulgar estógamo; y por confusión entre
“cigarra” y “chicharra” surge el término chigarra (chicharra), con un curioso paso de la
consonante palatal a la velar, quizá por disimilación.
El fonema consonántico /l/ desaparece en posición final en creminá, prencipá; pero, por
el contrario, aparece en sofal (sofá) y, por confusión, en almoradul (almoradux, almoraduj) .
Por confusión y analogía con el artículo árabe al, conservado en muchos vocablos,
aparece epentética esta consonante en alvellanas, Algarrobiya (Garrovilla), Alcaravaca
(Caravaca).
Es habitual, en la distensión silábica, que esta consonante se neutralice con la vibrante
simple /r/: surfures, suertes (sueltes), insurtos, comurgao. Estas dos consonantes suelen
también presentar algunos cambios de posición en la palabra, por metátesis: bulrescón
(burlescón), bulretas, birlongueo, bilrongueo (birlonga), pelrética (perlética). A veces, la
metátesis consonántica tiene lugar con el fonema /n/: conolia, Petrolina (Petronila).
El fonema consonántico /m/ se confunde, por equivalencia acústica con /b/: buñecos,
bimbre.
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Respecto al fonema /n/ señalemos que algunas palabras terminadas en /i/ tónica,
generan esta consonante de forma paragógica: pirulines (pirulí), asín, asina, jabalín. También
en alguna palabra terminada en /o/: rebujón (rebujo).
También aparece la consonante, por epéntesis, en esnuncar (desnucar), romanzas
(romazas), Santurnina. Por el contrario, desaparece esta consonante en tiés (tienes), temos
(tenemos).
Quizá se deba a metátesis, además de aféresis silábica, el cambio que se produce en el
nombre propio Meregilda (Hermenegilda).
El fonema vibrante /r/ es el más influido por las metátesis: adrento, drento, premítalo,
presonas, probe, probreza, trempano, ofretorio, cabresto (cabestro), pedricar, presinarte,
bulretas, pader (pared).
Es habitual también que desaparezca esta consonante en situación intervocálica, a veces
con la consiguiente contracción de las vocales puestas en contacto: pace, paece (parece), quie,
pa, mia (mira), siquiá (siquiera), fua (fuera).
Suele desaparecer también esta consonante en situación final de palabra: siñó, señó,
(señor), mujé, resollá, ve (ver), jincá, olivá, tené, ará, caló, menesté. En el caso de los
infinitivos, desaparece incluso cuando lleva un pronombre enclítico: jacelo (hacerlo), labrale,
sualo, enterase, morise, velos, barruntalos. En cambio, en la segunda persona del plural del
imperativo, tras la evolución vulgar de la consonante final /d/ a /r/ hay otro cambio de esta
consonante hacia el fonema vocálico /i/, generalmente cuando va acompañado de un
pronombre enclítico: mirai, esperaime (esperadme, esperarme), cayaise, vaite, mirai,
haceilos, sujetaime.
Aparece esta consonante epentética en delantre, prestiños, alantre, faralares (faralaes),
Celestrino, cuantri.
Por el contrario desaparece sincopada en faldiquera (faltriquera), quizá producto de la
etimología popular que lleva a unir esta palabra con “falda”.
Como señalamos anteriormente, es habitual, en la distensión silábica, que esta
consonante se neutralice con la lateral /l/: goldo (gordo), rollal (rollar), cloquetas (croquetas),
reflán, pelegrino. Este hecho es sistemático en la transcripción que Isabel Gallardo hace del
lenguaje infantil: echal, glacioso, abujelito.
La propia autora en carta fechada el 5 de abril de 1930, y dirigida al editor Antonio
Arqueros, nos deja un interesante comentario sobre esta consonante: “También en la Siberia,
por no ir más lejos el habla de Orellana la Vieja, donde se prodigan las erres, sobre todo entre
los viejos, diciendo por ejemplo: Brastián, cardero, tela branca, etc., es completamente
distinta su fonética a la de Puebla de Alcocer o Castilblanco”.
ende las jocho a las jonce van tre jora como tre jaño; y, para remedarlos, aspiran las haches,
añadiendo: “en vez de decir desde las ocho a las once van tres horas como tres años”. Y silban
las eses finales para que el contraste de su habla, perfectamente castellana fuera de algunas
insignificancias que no hacen al caso, sea más pronunciado con el lenguaje de Villanueva”.
Esta anécdota nos aclara no sólo la aspiración de la consonante en situación implosiva,
sino su influjo sobre la palabra siguiente. Así, de “las ocho”, por la aspiración, se pasa,
siguiendo la grafía de la autora, a laj ocho y, por fonética sintáctica, a la jocho. También nos
demuestra la anécdota el especial islote lingüístico que forma esta población pacense de
Campanario.
La aspiración de esta consonante en situación implosiva provoca algunos cambios en la
consonante siguiente, generalmente el ensordecimiento: refaló, (resbaló), esfaratar
(desbaratar).
En un par de ocasiones, la aspiración de esta consonante en posición final llega a
provocar su pérdida absoluta: Dio (Dios), cristale (cristales).
Esta consonante aparece siempre en la segunda persona del singular del pretérito
perfecto simple, del tipo atastes (ataste).
En la palabra zachar (sachar) se produce el paso de esta consonante a /z/, quizá a partir
de una falsa etimología popular que ha mezclado las palabras “sacho” y “azada”.
Son abundantes los casos en que aparece esta vocal al comienzo de palabra, debido al
falso análisis del artículo y nombre en plural, del tipo los sojos (los ojos). En algún caso esta
aféresis aparece ya lexicalizada: senaguas (enaguas).
El fonema interdental /z/ presenta un cambio hacia /s/ en situación final de sílaba y de
palabra, lo que debe ser indicio de su aspiración: crus, ves, dies, perdís, capás, lesna, tontusia
(tontucia), Sújar, Badajós, infelís, almirés, esceomo (eccehomo), gaspacho.
También presenta alguna metátesis como nesecitar, una aféresis en la palabra zobispo
(obispo) y un cambio hacia la vocal /i/ en caraite (carácter).
I.2.2.- MORFOSINTAXIS
(cacharro), mancho (mancha), gamonito (gamonita), liaro (liara), tinao (tenada). En el cuento
¡Angelitos al cielo! aparece una vez quinino (quinina).
Una palabra como “tizne”, que es de género ambiguo, es utilizada por la autora como
femenina: la tizne.
En cuanto al número hemos de señalar algún plural vulgar como cafesis y la pérdida de
la -s final en cristale (cristales).
Hay algún ejemplo en que una preposición se refuerza con otra: dir a por agua.
El cruce de las preposiciones a y en produce la forma an en la expresión an ca (en casa
de), con pérdida de la preposición de.
La pérdida de esta preposición de, a veces su reducción a e, es habitual: la man´un santo
(la mano de un santo), la Plácida el Monique (la Plácida del Monique), un cachino e pan (un
cachino de pan). Pero, a veces, hay un uso innecesario de esta preposición: le mandaban de
llenar.
En los pronombres las diferencias con el español estriban en las formas nusotros,
vusotros y en la fuerte tendencia al leísmo y al laísmo. La forma pronominal más afectada por
los cambios es la forma átona de segunda persona del plural, que presenta las variantes sos,
sus, vos. También la primera persona del plural presenta una variante mos: darmos (darnos),
ensenándomos.
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I.2.3.- APÉNDICE
Por otra parte, su cercanía, sentimental y geográfica, al país vecino, lleva a que nuestra
autora intercale también algunos palabras y frases portuguesas en su obra, principalmente en
la novela inédita Torres muy altas, cuyo protagonista masculino es un portugués de
ascendencia hispana: es meiga a menina, doida, rapariga, vermello, parva, guardiñas de la
frontera, monte de olivas, portuguesiños.
Las mujeres mayores suelen recibir el tratamiento de señá: señá María la Calderona, la
seña maestra, la seña cocinera. Con personas jóvenes, aparecen en pocas ocasiones los
términos señita Carmen (señorita), sito Pepe (señorito). En un par de cuentos aparece el
tratamiento de señora y mi señora para referirse la nuera a la suegra.
Respecto a su propia familia, Isabel Gallardo se refiere generalmente a su marido como
el señor, tratamiento que éste recibiría por parte de sus empleados y servidumbre. A su hija
Vicenta sigue denominándola la niña en 1930, cuando ésta tiene ya veinte años.
Muy utilizados, cuando la autora describe el ambiente rural, son los motes o apodos: un
gitano, el sordo; Natalia, la matancera; Antonia, la colorina; Natalia, la mondonguera;
Cipriano, el sacristán. A veces, a la mujer se le adjudica el mote del marido: Francisca, la de
Perejil.
También son muy utilizadas las abreviaciones y modificaciones hipocorísticas tanto del
nombre como del apodo: Goro (Gregorio), Colasa, Colasona (Nicolasa), Pólito, Polonio,
Sidoro, Tanasia (Atanasia), sacris (sacristán), secre (secretario).
I.3.- ABREVIATURAS
MEDIC-I.- Isabel Gallardo: “De folklore (Medicina popular)”, RCEE, XVII, 3, Badajoz,
1943, págs. 291-296.
MEDIC-II.- Isabel Gallardo: “Del folklore extremeño (Medicina popular y supersticiosa)”,
REE, I, 3, Badajoz, 1945, págs. 359-364.
NAVI-I.- Isabel Gallardo: “La Navidad en Extremadura”, RCEE, XVIII, 1, Badajoz, 1944,
págs. 89-105.
NAVI-II.- Isabel Gallardo: “La Navidad en Extremadura”, RCEE, XVIII, 2, Badajoz, 1944,
págs. 129-138.
OJO.- Isabel Gallardo: “Medicina popular y supersticiosa (Mal de ojo)”, REE, III, 2, Badajoz,
1947, págs. 179-196.
ORELLANITA.- Isabel Gallardo: “Algunas ceremonias religiosas de Orellana la Sierra
(Badajoz)”, inédito (publicado en parte por Antonio Sánchez y Tomás Tello).
RABIA.- Isabel Gallardo: “Medicina popular y supersticiosa (La rabia en nuestra Península)”,
REE, II, 1, Badajoz, 1946, págs. 61-68.
RCEE.- Revista del Centro de Estudios Extremeños, Diputación provincial, Badajoz.
RDTP.- Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, CSIC, Madrid.
REE.- Revista de Estudios Extremeños, Diputación provincial, Badajoz.
SP.- Saber Popular, revista extremeña de folklore, Federación Extremeña de Folklore,
Fregenal de la Sierra (Badajoz)
SAN JUAN.- Isabel Gallardo: “El día de San Juan”, RCEE, XVI, 2, Badajoz, 1942, págs. 81-
110.
TORRES.- Isabel Gallardo: Torres muy altas, novela inédita.
VILLARTA.- Isabel Gallardo: “Archivo: El Milagro de Villarta de los Montes (o hacer los
Reyes)”, RDTP, XIII, Madrid, 1957, págs. 507-525.
I.4.- BIBLIOGRAFÍA
CASO AMADOR, Rafael: “Descripción del Fondo documental Isabel Gallardo, de Talavera
la Real (Badajoz)”, SP, núm. 9, Fregenal de la Sierra, 1993, págs. 92-120.
GALLARDO DE ÁLVAREZ, Isabel: La Cocina, Editorial Saturnino Calleja, Madrid, 1922,
dos tomos (reeditada en un tomo por Editorial Gahe, Madrid, 1965).
GALLARDO DE ÁLVAREZ, Isabel: Cachúmbala, dos tomos, Ediciones Arqueros, Badajoz,
1931 y 1932.
GALLARDO DE ÁLVAREZ, Isabel: “El día de San Juan”, RCEE, XVI, 2, Badajoz, 1942,
págs. 81-110.
GALLARDO DE ÁLVAREZ, Isabel: “De folklore (Danzas rituales)”, REE, XVI, 3, Badajoz,
1942, págs. 309-320.
GALLARDO DE ÁLVAREZ, Isabel: “De folklore (más sobre danzas rituales)”, REE, XVII,
2, Badajoz, 1943, págs. 113-122.
GALLARDO DE ÁLVAREZ, Isabel: “De folklore (Medicina popular)”, RCEE, XVII, 3,
Badajoz, 1943, págs. 291-296.
GALLARDO DE ÁLVAREZ, Isabel: “La Navidad en Extremadura”, RCEE, XVIII, 1,
Badajoz, 1944, págs. 89-105; y XVIII, 2, Badajoz, 1944, págs. 129-138.
GALLARDO DE ÁLVAREZ, Isabel: “Del folklore extremeño (Medicina popular y
supersticiosa)”, REE, I, 3, Badajoz, 1945, págs. 359-364.
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VOCABULARIO EXTREMEÑO
ACAMAR. prnl. Echarse los animales en su cama. “Dando lugar a que desapareciese la
humedad y se acamaran las reses” (Cachu-II). DRAE: Sal.
19
BODITA. f. Especie de dulce casero que hacen los niños metiendo una bellota pelada dentro
de un higo seco (Ara).
BOLLA. f. Tipo de dulce. Ú. m. en pl. (D-35, 38). DRAE: León.
BOLLUELA. f. Tipo de dulce. Ú. m. en pl. (D-30).
BORRACHANGA. adj. Borrachín. “Prefiere al borrachanga de Matías” (Cachu-II).
BORRASCA. f. En Ceclavín (Cáceres), el 24 de diciembre y otros días cercanos, fiesta típica
que se realiza en varias casas, con música y baile en corro (Navi-II).
BORRASCOSO. m. En Ceclavín (Cáceres), mozo que participa en la fiesta de la Borrasca. Ú.
m. en pl. (Navi-II).
BRAGANZA. f. Bragadura, parte de los calzones que da ensanche al juego de los muslos.
“Calzones hondos de braganza” (Cuento inéd.).
BUFETE. m. Silla (Cuentos).
BULLIERO. m. Juego del columpio (Fondo).
BUÑUELO PELEÑO. m. Canelón, dulce típico de la localidad pacense de Navalvillar de
Pela. Ú. m. en pl. (Cuentos).
BURAQUE. m. vulg. Agujero, buraco (Cuentos).
BURRANCO. m. despect. Burro (Fondo).
BURRILLA. f. pl. Soporte de madera para las camas, los baúles, etc. “Encaramado en altas
burrillas de labrada encina hallábase... un gran baúl” (Cachu-I, Cuentos).
BURRO. m. Palo alto, especie de rústica percha (Villarta). // 2. En los juegos infantiles,
jugador que pierde y por lo tanto le toca ponerse (Fondo).
CH
DAMBOS. adj. pl. Ambos, los dos. “Entonces m´hubiá alegrao que s´hubián casao dambo sa
do” (Cachu-II, Torres).
DEDALITA. f. Porción, cantidad. “Una dedalita de celos le aclararía la garganta” (Cachu-II).
DEFUNTO. adj. Difunto (Cachu-II). DRAE: adj. ant.
DELIRIAR. v. Delirar. “Estará deliriando” (Cuentos).
DEMONGO. m. Demonio. “And´allá, pinturera´l demongo” (Cachu-I, Ara, Cuentos).
DENDE. prep. Desde (Navi-II). DRAE: prep. ant. y hoy vulg.
DESCARRILO. m. Descarrilamiento (Cartas, 1909).
DESFARATAR. v. Desbaratar, romper. “Sin perjuicio de desfaratar la noviería” (San Juan).
DESLABÓN. m. Reptil pequeño. “Aquel popular dicho siberiano:
Si la víbora oyera
y el deslabón viera,
no hubiera hombre
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ESCARBADERA. f. Escarbadero, sitio donde escarban los jabalíes y otros animales. “Llena
de covachas, recovecos y escarbaderas, refugio de las reses” (Cachu-II).
ESCARCIA. f. Mal que afecta a las caballerías, y se cura con aguarrás y yodo (D-31).
ESCORZONADA. adj. Se dice del agua envenenada por haberse bañado en ella un escuerzo.
“Apenas corría aquel agua y podía haberse bañado en ella algún escuerzo, podía estar
escorzonada y su veneno podía matarla en pocas horas” Cachu-II).
ESCUPIÑA. f. Escupitina, escupitajo. “¿Es malo escupir pa arriba y que la sescupiñas dé nen
la cara de los sangelitos?” (Cuentos).
ESCUSAO. adj. Entrometido, curioso. “¿Qué se le importará a usté, so... tía escusá..., lo que
hago o dejo de hacer?” (Cuentos).
ESMORECIDO. adj. Aterido, helado de frío o de miedo. “E mieo esmorecía” (Ara). DRAE:
Extr.
ESPALICAZO. m. Golpe con el talón que da el jugador que salta en el trasero del que está
inclinado (Fondo).
ESPANTAPERRO. f. Nombre que recibe una chicas que, en compañía de una abanderada y
varias alabarderas, protagoniza la fiesta de la “Vaca-mozas” en la localidad cacereña de
Montehermoso. Ú. m. en pl. (Danzas-II).
ESPELUCAR. v. Despelucar, desordenar el pelo. “¡Hasta me se espeluca el pelo de
pensarlo!” (Torres). DRAE: Amér.
ESPELUCIAR. v. Espeluzar, descomponer el pelo. “Arrecógete esas greñas, que paece tu
cabeza una rueca espeluciá” (Cuentos).
ESPIGOCHA. adj. Se dice de la hortaliza espigada, que ha crecido demasiado y resulta dura
para comer (D-44).
ESQUILÓN. m. Esquila. “El esquilón de la capilla” (Cachu-II).
ESTELLESA. f. Autobús (D-29, 31).
ESTREBEJIL. m. Jaleo, bullicio. “Ese estrebejil que están armando en la calle los
muchachos” (Cuentos).
ESTRUMPIDO. m. Ruido fuerte provocado, por ej., al estallar los cohetes. “La fiesta del
estrumpido” (Cachu-I). DRAE: Sal.
ESTRUMPIR. v. Estallar. “Celebrando los cojetes y rueas que va na estrumpí ra la noche”
(Cachu-I). DRAE: Sal.
FALDEGAR. v. Blanquear o enjalbegar los bajos o faldas de las paredes. “Estuve a faldegar
an ca la tía Bela” (Cuentos).
FALDÓN DE ACRISTIANAR. m. Faldón que lleva el niño al ser bautizado (D-46).
FORASTERO. adj. Ausente. “Estar forastero” (Cuentos).
FRAILE. m. Muñeco confeccionado a partir de una bellota y denominado así por su forma
(Cachu-II).
FREIJÓN. m. Judía blanca, alubia (D-34, Cocina).
FRIJÓN. m. Judía blanca, alubia (Navi-I). DRAE: And. y Extr.
FURRIOLA. f. Fiesta, juerga, comilona. “Pepe, que no es amigo de furriolas” (Cachu-II).
FUSCA. f. Suciedad (D-31). DRAE: Extr. y Sal.
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JABALÍN. m. Jabalí. “Pero, ¿si el jabalín no tie más jerías que la e mi chuzo?” (Cachu-II).
DRAE: m. ant. Ú. en And. y Sal.
JABEÑO. adj. Natural de La Haba (Badajoz). “Los jabeños viajaban en sus borricos cargados
con estas bagatelas” (Cuentos).
JARAMUGO. m. En Ceclavín (Cáceres), mozo que participa en la fiesta de la Borrasca
(Navi-II).
JARERO. adj. Persona que arranca jaras (Cuentos).
JARREAR. v. Pegar al ganado, arrear. “¡Jarrearle un garrotazo en la cabeza!” (Medic-II,
Ara).
JAYASGO. m. Hallazgo. “Paece mentira lo que estáis armando con el jayasgo” (Cuentos).
JERINGONCIA. m. Ademán, movimiento extraño de una persona, jeringonza (Fondo).
JERRUMBRERA. f. Topónimo derivado de herrumbre (Cachu-I).
JIERRO LA MALENA. m. Hierro de la Magdalena, hierro en forma de cruz que se aplica, al
rojo vivo, sobre la frente de los perros, cuando tienen pocos meses, para preservarles de
la rabia (Medic-II, Rabia).
JILAO. m. Lío, enredo (Cuentos).
JILAR. v. Desvariar. “¡Este está... gilando!” (Cachu-II).
JILIMOJE. m. Ensalada (Cuentos).
JINCHONAZO. m. En Helechosa de los Montes (Badajoz), golpe dado con un objeto
punzante (Danzas-I).
JINCHONEAR. v. En Helechosa de los Montes (Badajoz), hurgar o golpear con un objeto
punzante (Danzas-I).
JIPÍO. m. Especie de grito dado por los mozos. “Daban jipíos al paso de las mozuelas”
(Cachu-I).
JOCIQUERA. f. Hocico. “Y endespués va y se limpia las jociqueras sen mis calzones”
(Cuentos).
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JONDALIZA. f. Hondón, hondonada. “El Callejón de los Lobos, esa jondaliza a la que los
bichos tién tanta querencia” (Cachu-II).
JORMIGA MANTEQUERA. f. Tipo de hormiga (Cuentos).
JUDÍO. adj. Malo, travieso. “¡Qué niña más judía!” (Cachu-I).
JUGÓN. m. Jubón (Fondo, Bonifacio).
JUGUERA. f. Hoguera (San Juan).
JUMIGUERA. f. fam. Incensario (Cuentos).
JUMIGUÍN. m. fam. Humo que desprende el incensario. “En cuantis que te vean con tu
jumiguín y tu jumiguera” (Cuentos).
JURRERA. f. Lugar donde se oculta el lagarto. “Del lagarto que la miraba desde la puerta de
su jurrera” (Cachu-I).
MANDAO. m. Recado, aviso o noticia. “No hacía más que atizar la lumbre, barrer los
corrales o ir a los mandaos” (Torres, Cuentos). DRAE: ant.
MANGA AZUCARADA. f. Variedad de dulce. “Las mangas azucaradas, los pestiños, las
empanadillas...” (Cachu-II).
MARIAPRISILLAS. adj. Mujer que hace todo deprisa (Cachu-I).
MARIGÜELA. f. En Villanueva de la Serena (Badajoz), escarabajo pelotero. Eran cazados
por los niños, quienes les ataban hilos a las patas y les hacían andar, mientras cantaban a
coro:
“Marigüela, güela, güela,
que los moros vienen cerca...,
cerca, cerca del Molar,
que te vienen a matar
con cuchiyos y navajas...
¡Aféitate, aféitate!
Que corcha, que nada,
que no vale nada...
¡Aféitate, aféitate...!” (Cuentos).
MARIPOSA DE BARAJA f. Variedad de mariposas, de velitas que arden sobre aceite en un
recipiente (Cachu-II).
MAROCHO. m. En Barcarrota (Badajoz), muñeco estrambótico, relleno de paja y vestido
grotescamente, que era quemado en las hogueras de la noche de san Juan (San Juan).
MATACULILLO. m. En Helechosa de los Montes (Badajoz), broma que realizan cuatro
personas cogiendo a otra por los brazos y las piernas para darle golpes en el trasero
(Danzas-I).
MATAGAÑANES. m. Lucero de la mañana. “Pintorescamente denominan matagañanes,
porque les anuncia que el sueño y el descanso terminó para ellos” (Cachu-I).
MATANCEAR. v. Andar de matanza (D-43).
MATANCEO. m. Matanza, acción y efecto de matar (D-43).
MEDALLA DEL PERRO. f. Medalla que preserva de la mordedura de los perros rabiosos
(Rabia).
MELECINA. f. Medicina (Cachu-I). DRAE: ant. y hoy vulg.
MELIYA. f. Plaga negruzca que ataca los sandiales, formada por minúsculos insectos,
semejante a la que suele caerles a los habales, que escalda las plantas y seca sus frutos
(Cuentos).
MENUDILLO. m. En Orellanita (Badajoz), tipo de dulce de sartén, con miel, que suele tener
la forma de una rosca. “Iba un chico con una rosca de menudillo sobre una bandeja”
(Orellanita, Cuentos).
MENUDO. m. Guiso que se hace con los callos de los animales (Cocina).
MENUDO CON PATATAS. m. Plato antiguo y clásico en Extremadura. Se limpian las patas
y callos de carnero, vaca, etc., poniéndolos a cocer solamente con agua y laurel. Así que
está medio cocido, se le agrega la morcilla y unas patatas, si se quiere. Se deja cocer otro
poco, añadiéndole luego un machacado de ajo, perejil, sal y comino, dejándolo que siga
cociendo y poniéndole por último un poco de tomate y cebolla, fritos en aceite y
espolvoreados de pimiento molido. Este plato, tan antiguo como clásico en Extremadura,
se compone además de los callos y patas, de una clase de morcilla que se hace para esto
con las gorduras de la riñonada y vientre, cebolla picada en abundancia, hierbabuena,
perejil, sal y la sangre sin cuajar (Cocina).
MERENDILLA. f. Comida ligera que se hace por la tarde antes de la cena (D-40).
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MORILLA. f. Morillo, piedra donde se hace el fuego en las cocinas. “Presididas por la pétrea
morilla y la gruesa cadena de las llares” (Navi-I, Cuentos).
MORUCHA. f. Chica de clase baja.
“Las moruchas del Fresnillo
son rebujones de ropa;
llevan las tripas vacías,
por vestir cual las guilopas” (Cachu-I).
MORRA. f. Morro, cerro. “Dio unos pasos, quedando parada al mismo borde de la morra,
que, bruscamente, terminaba por allí en un precipicio” (Cachu-II).
MOSTRUARIO. m. Mostrador, persona que lleva un muestrario. “¿Sabes si anda por aquí el
amigote de tu marido, aquel maldito mostruario?” (Cuentos).
MOZALINGÓN. adj. Muchacho que ya casi es medio mozo, mozuelo. “Era entonces un
mozalingón” (Torres, Cuentos).
MUDINA. f. Dicho o canción que se utiliza en las reuniones de chicas, y de mayorcitas, para
hacer cesar el alboroto. En algunos pueblos, la chica que “echa la mudina” comienza a
cantar lo siguiente:
“Cu, cu, cantaba la rana;
cu, cu, debajo del agua;
cu, cu, pasó un caballero;
cu, cu, se tiró tres pedos;
cu, cu, uno para Juan;
cu, cu, otro para Pedro;
cu, cu, otro para el que hable primero.
Yo tengo las llaves del cielo
y puedo hablar lo que quiero” (Fondo).
NACENCIA. f. Nacimiento. “Por nacencia te pertenece más que a naide el ser condesa”
(Torres). DRAE: ant. y hoy vulg.
¡NO! interj. En Fuente del Maestre (Badajoz), interjección o muletilla que intercalan en la
conversación. “¡Como lo sabe todo el mundo...! ¡No!” (Artículos).
NOVIAJO. m. Noviazgo. “Habíale prohibido meterse en noviajos” (Cachu-II).
NOVIERÍA. f. Noviazgo. “Sin perjuicio de desfaratar la noviería” (San Juan, Cuentos).
OLIVARÓN. m. aum. de olivar. “Yo tendría que vender también mi dehesa Fuentelunera, el
olivarón y...” (Torres).
OLLA MATANCERA DE COLES. f. Comida propia del día de la matanza, cocido
matancero (D-40).
ORELLANITA. Topón. Nombre popular que recibe la localidad pacense de Orellana la
Sierra, lugar de nacimiento de Isabel Gallardo (Orellanita, Cuentos).
33
R
35
RABEL. m. “Instrumento regional muy raro; especie de tosco violín formado con un largo
tarugo hueco, cubierto de piel, de construcción primitiva y de ingenuos sonidos
pastoriles” (Cachu-I).
RABOS GUISADOS. m. pl. Plato típico de Extremadura. Se asan, para quemarles la lana,
unos rabos de borrego, que luego se lavan y cortan en pedazos. Después se ponen en una
olla con sal, aceite, laurel, cebolla picada, ajos y unas ramas de perejil atadas con sus
mismos tallos. Se dejan rehogar un poco a fuego suave, y se les agrega agua hasta que
estén casi cocidos; entonces se les pone azafrán y pimienta negra machacados con una
miga de pan, deshecho todo con una o dos cucharadas de vinagre. Los rabos guisados no
suelen ser plato frecuente en otras regiones, como lo es en Extremadura, donde en
primavera desraban a los corderos y venden sus colas por docenas (Cocina).
RAMORATA. f. En Villanueva de la Serena (Badajoz), aire fuerte y semihuracanado,
torbellinos de aire (Cuentos).
RASPAJILÓN, DE. loc. adv. De refilón, al sesgo, de paso. “Y eso que el arado no la cogió na
más que de raspajilón” (San Juan, Medic-II).
RASTRO, A. loc. adv. A rastras. “Eché la soga´arrastro” (Cachu-I).
RAYÓN. m. En Orellanita (Badajoz), tipo de higo, blanco y ligeramente rayado (San Juan).
REBIMBA, DE. loc. adv. De estampía, salir de repente (Cuentos).
REBUJÓN. m. Rebujo, envoltorio desordenado de ropas u otras cosas.
“Las moruchas del Fresnillo
son rebujones de ropa” (Cachu-I).
¡RECOILE! interj. que denota sorpresa o enfado, ¡recórcholis! (Cachu-I).
RECOLGUÍN. m. Objeto que cuelga, por ej., del cuello, de la mano, etc. (Ojo).
¡RECÓRCILE! interj. que denota sorpresa o enfado, ¡recórcholis! “¡Que mo s´escapan, re...
córcile!” (Cachu-II).
RECORDERIS, DE. loc. adv. Extraordinario, enorme. “Una zurra de recorderis” (Cachu-I).
REFALAR. v. Resbalar. “Refaló e la banqueta” (Ara).
REFREGAERO. m. Acción y efecto de rozar, refregar. “Eso es del refregaero con las peñas”
(Cachu-II).
REGILAR. v. No atreverse a realizar una acción. “Regila una e jacelo” (Cachu-II).
REJENDIJA. f. Rendija (Cuento inéd.).
REMORATA. f. En Villanueva de la Serena (Badajoz), aire fuerte y semihuracanado,
torbellinos de aire (Cuentos).
REMPUJÓN. m. Empujón. “No le echara a rempujones de la gloria” (Cuentos).
REPÁPALO. m. Comida, a veces realizada con sobras, por ej., de garbanzos (D-32, 35).
DRAE: And.
REPEGAR. v. Marcar con pez el ganado (D-38, 39).
REPELUCO. m. Acto de repelar, tirar del pelo. “¡Les daba así un repeluco a todos los
románticos!” (Cachu-I).
REPEÓN. m. Peonza, peón, trompo (Cuento inéd., Fondo).
REPUNTEAR. v. Empezar a manifestarse un dolor. “El día anterior le repunteaba el dolor de
un colmiyo picado” (Torres).
RETOLLETÚO. adj. Fuerte y sano. “¿No estaba e langelito gordo y retolletúo como un
sapino?” (Cuentos).
¡RÍA, RÍA, BO! interj. Voz que se da a los animales cuando están arando (Cuento inéd.)
RODRIGÓN. m. Escolta, persona que acompañaba a las chicas al baile, a misa, etc. “No se
les permitía salir de casa sin su rodrigón, nada más que a misa” (Torres).
ROMANZA. f. Romaza (D-30).
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YESCA. f. fig. y fam. Castigo, paliza. “Se había quedao co nuna gana d´atizarle yesca”
(Cachu-II, Cuentos).
ZACHAR. v. Cavar con el sacho, sachar. “A zachar a Las Suertes Chicas, que está la siembra
comiíta e yerba (Cuentos, Fondo).
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ZACHO. m. Azadón pequeño. “Siguió retirando las (piedras) pequeñas con ayuda del zacho”
(Cuentos, D-41).
ZAMBEAR. v. Poner las piernas zambas al bailar. “Zambearon sus pies en una especie de
ridícula locura” (Cachu-II).
ZAMBEO. m. Movimiento producido al zambear las piernas (Cachu-II).
ZAMBOMBEAR. v. Cantar coplas navideñas, villancicos, etc., en reuniones de vecinos y
familiares que se organizaban al amor de la lumbre, durante las fechas cercanas a la
Navidad, en las comarcas de la Siberia y la Serena (San Juan).
ZAMBOMBEO. m. Acción y efecto de zambombear. “En sus calles y en sus casas
(Villanueva de la Serena) repetíase, de allí en adelante (7 de diciembre), todas las noches,
el zambombeo y los cánticos, hasta la de Navidad” (Navi-I).
ZANGALOTINO. m. Zangolotino, muchacho que aún no es mozo. “¡Vaya unos niños
zangalotinos!” (Torres).
ZARPERA. f. ¿Brote, chupón? “Entre raíces y zarperas de álamos” (Cachu-I).
ZURRUNERO. m. En Serradilla (Cáceres), individuo que acompaña a la danza del cordón;
lleva un zurrón a la espalda y porta el palo de las cintas para la danza (Danzas-II).