Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
En este artículo Ángel Liceras analiza la importancia que cobran los medios masivos de comunicación, en particular la
televisión como medio de educación informal. Y es que la programación que suele verse en este medio puede resultar contraria
a lo que se imparte en la escuela o educación formal, sin embargo su impacto en los niños puede ser mucho mayor, al grado
que con poco tiempo de exposición a ella, se puede dar al traste con los esfuerzos educativos de los docentes y padres. Tal
vez suene exagerado, pero la televisión suele mostrar modelos demasiado idealizados o situaciones que por su crudeza
pueden confundir a los niños.
Ante esto, se plantean dos posturas, la contraria a los medios masivos de comunicación y la que considera que no
pueden dejarse de lado en la educación institucionalizada. Es un hecho que la televisión se encuentra en nuestra sociedad,
por lo que no podemos desconocer su influencia. Por ello es que no podemos cerrarnos a ella y en la medida de lo posible
aprovecharla en beneficio de la educación. Tal vez lo primero que haya que hacer es enfatizar en los niños que la mayor parte
de lo que en ella se expone es una ficción realizada con fines comerciales, si bien puede estar basada en situaciones reales,
la necesidad de ajustarla a los tiempos de transmisión o mensaje que se pretende difundir hace que se tomen ciertas libertades
que no necesariamente representan la realidad en que se vive.
Un aspecto que señala el autor y que retomamos como fundamental es la prolongada exposición de los niños a la
televisión, en su mayor parte sin la supervisión de sus padres. La dinámica actual no siempre posibilita el que al menos uno
de ellos vea la televisión con sus hijos, por lo que son ellos los únicos que deciden lo que ven y durante cuanto tiempo. La
programación en televisión abierta suele estar subordinada a la línea que maneja la compañía televisora. Aun cuando, al
menos en el caso mexicano se ha impulsado una revisión de los contenidos, esto no siempre ha brindado resultados positivos,
ya que suele verse como un atropello a la libertad de expresión. Los llamados códigos éticos suelen subordinarse a los
intereses comerciales de las televisoras, las cuales se escudan en el derecho constitucional de expresarse libremente.
Si además de ello consideramos los propios horarios infantiles, marcados por la escuela, caemos en la cuenta de que
la programación a la que tienen acceso está más dirigida a un público de adolecente a adulto que a los niños. Y es
precisamente en esos horarios en lo que tienen mayor contacto con ese medio. 990 hora anuales frente a las 960 que se
dedican a la escuela, eso para el caso español, aunque es poco probable que el caso mexicano sea muy distinto.
La diversidad de escenarios que presenta la televisión enriquece la vivencia de las personas, ya que posibilita
realidades que difícilmente viviríamos. Algo similar pasa con la lectura, un buen elaborado diario de viaje nos otorga elementos
culturales de países a los cuales no necesariamente hemos viajado. El problema radica precisamente en la discriminación en
cuanto a lo que vemos o leemos. Por paradójico que resulte necesitamos una cierta educación para poder acercarnos de
forma que resulte en un beneficio y no en un perjuicio.
La televisión por cable o de pago no resulta mucho mejor, pensemos en la cantidad de programas que se dedican a
analizar el fenómeno OVNI, y esto en canales que tradicionalmente se consideran serios, como History o Discovery Chanel.
Es pues necesario plantearnos seriamente la supervisión de los contenidos y como ya se han señalado los intereses en juego,
parece no ser posible en lo macro. Debemos pues actuar en lo micro, el espacio del aula y en lo familiar. Sugiriendo programas
que realmente enriquezcan la cultura de los niños, y como padres interesándonos en los programas que ven nuestros hijos,
señalándoles las diferencias que se expresan en cuanto a la realidad, y si bien, aceptar que algunas o muchas cosas que en
los programas se exponen son ciertas no implica que sean modelos para imitar o situaciones deseables en nuestra vida.
LICERAS, A.: “Los medios de comunicación de masas, educación informal y aprendizajes sociales”. IBER. Didáctica de las
Ciencias Sociales, Geografía e Historia, n. 46, 2005, pp. 109124.