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2. L :i él im m o d e r n a
C R ÍT IC A /F IL O S O F ÍA
Directum: V IC T O R IA C A M P S
1listona de la ética
2. La ética moderna
CRÍTICA
Barcelona
Esta obra ha sido editada con la colaboración de la Fundación Juan March.
II
III
IV
V i c t o r i a C am ps
Sant C ugat del V allès
J osé V erica t
EL IUSNATURALISMO
I. NEOESCOLÁSTICOS
tt
2 H IS T O R IA D E LA ÉTIC A
cional como virtuoso. A hora bien, la parte racional del alma abarca
también lo volitivo; y ello, para Aristóteles, significa estar en pose
sión de dos dimensiones, íntimamente unidas, determ inantes de la
virtuosidad, como son deliberación y determinación (b o u le n tik ó n
k á i p ro a ire tik ó n ). Facultades éstas, dirigidas directamente a lo sen
sitivo, a lo que varía y, en suma, y sobre todo, a la acción práctica
(ta p ra k tá ). De ahí que Aristóteles las identifique con el entendi
miento práctico (praktiké d iánoia). Al igual que, paralelamente,
pasa a identificar con el entendimiento teórico ( th eo retiké diánoia)
a la actividad propia del conocimiento científico (ep istém e). Aristó
teles atribuye así a ambas dimensiones de lo racional —conoci
miento y volición— la racionalidad; pero entendida, específica
mente, ahora, como actividad intelectiva (d iá n o ia ). Es decir, ligada,
en ambos casos, en lo teórico y lo práctico, al conocer entendido
como cognizar (g n o rízo ), es decir, referida a los objetos de los senti
dos como tales (tá aisthetá). Siendo este planteamiento de lo racio
nal como actividad intelectiva relativa a lo sensitivo lo que posibilita
hablar de virtudes intelectuales (d ia n o e tik á s aretaí), propias de la
parte racional del alma, paralelamente a las virtudes morales (e th i-
k á s aretaí), que son las que corresponden a la parte irracional; si
bien, esto último, sólo en tanto en cuanto ésta se encuentra some
tida a aquélla, a la racional.
El resultado es un solapamiento entre lo teórico y lo práctico
—basado en la naturaleza común de teorizar ( theoréo ), ligada ínti
mamente al cognizar (gnorízo)— y una fuerte matización de la radi
cal contraposición inicial entre lo racional y lo irracional. Tanto, que
si ejemplos por excelencia de virtudes intelectuales son la sabiduría
(so p h ía ) en lo teórico, y la prudencia (pheénesis) en lo práctico
—por la parte racional del alma—, y la libertalidad (eleutheriótes) y
la templanza (so p h ro sy n e ) —por la parte irracional—, lo que, a la
postre, resulta es que la idea de virtud viene a coincidir con la pru
dencia; que resulta ser, así, a la vez, compendio de virtud intelectual
y moral. La prudencia es, a la vez, virtud teórica y moral, simple
mente porque, en último caso, no hay virtud auténtica (k y r ia arete)
sin prudencia; ya que es ésta la que garantiza, por la deliberación y
determinación, la gobernabilidad —política— de lo apetitivo por la
razón. La razón, ele alguna manera, queda así transformada por
la prudencia en recta raüo ( orthón logan). O, dicho al revés, ésta, la
recta ratio, es la razón dirigida por la prudencia (k a tá ten ph róne -
E L IÜ S N A T U R A L IS M O 7
cipada del fin ( télos) com o principio ( arché). Lo que viene a ser lo
m ism o que decir que en tan to fin en sí mism a es representación
(próthesis) de la felicidad ( eudaim onta), entendida ésta com o arm o
nía m áxim a de lo pasional y lo racional, es decir, de lo que en sen
tido estricto es su fin últim o, lo m oralm ente bello (td halón). E sto es
quizá más explícito en M agna Moraliu que en la Ética a Nicóm aco.
Y quizá p o r ello tenga algo de espúreo. E n la neoescolástica es lo
que vendría a ser la virtuosidad de la felicitas, en tanto im agen de la
beatitudo. El problem a, con todo, en A ristóteles, es el de si el cono
cim iento de lo virtuoso lleva p o r sí mism o a la práctica d e la virtuo
sidad. E n principio, p ara A ristóteles, la ciencia política —cuyo obje
tivo es lo virtuoso, si bien no com o ideal, sino com o lo bueno y bello
actual, es decir, para nosotros— habría de tener la doble virtud de
ser, a la vez, conocim iento de la virtud y virtuosidad; o, lo que es lo
mismo, saber de sí mism a com o disposición ( héxis) y com o activi
dad ( enérgeia). Y a que sólo así la ciencia de la virtud, en tanto cien
cia de lo práctico, cum pliría con el requisito específico —intrínseco a
la virtuosidad— de ser a la vez conocim iento y virtud en acto; o, lo
que es lo mismo, entendim iento práctico y virtud intelectual, y, en
suma, p o r ello m ism o, to d a ella virtuosidad m oral, prudencia (ph ró-
nesis). P ero el hecho es que para A ristóteles una tal doble virtuali
d ad —y virtuosidad— d e la ciencia política —o, lo que es lo mismo,
d e la prudencia— dista d e estar clara. P or lo que tiene que limitarse
a afirm ar que sólo la m ism a práctica —la virtud en acto— y no co n o
cimiento alguno, puede decidir sobre la virtuosidad misma com o rea
lización o no de la felicidad actual. E ste será, en la neoescolástica, el
tem a de la prudentia en tan to encarnación de la virtuosidad —racio
nal y política— o, lo que viene a ser lo mismo, de la recta vatio.
El problem a, en A ristóteles, reside, en buena parte, en m antener
la separación, al parecer insalvable, en tre entendim iento teórico y
práctico, entre sabiduría y prudencia, basada en una diferenciación
últim a, irreductible, d e sus respectivos objetos. El prim ero —que es
la sabiduría— es captación de los principios universales, es decir, de
lo que no varía, constituyéndose así por encim a del práctico, a la vez
q ue com o una sum a de ciencia ( ep istém e ) e inteligencia (noús).
P ara A ristóteles el conocim iento de los principios universales es el
conocim iento consum ado p o r excelencia. El segundo —que es la
prudencia— es, p o r el contrario, m ás bien conocim iento de los p ar
ticulares, y, por ello, d e lo que varia, es decir, conocim iento de los
12 H IS T O R IA D E LA ETICA
A hora bien, esta es también la razón de que co n ven ien tia como
perfección de la cosa exprese, para Suárez, perfectio accidentalis —a
distinguir de perfectio de lo bueno absoluto, que en realidad es p e r
fe c tio sólo analógicamente. Ya que perfectio, estrictamente, hace re
ferencia a la cosa como bien para otro. Lo que, para Suárez, no en
traña relativización alguna de lo bueno, sino sólo que la cosa tiene
como ser suyo substancial o sim p liciíer el ser-buena-relativamente
(se c u n d u m q u id ). La cosa misma (res ipsa) pasa aquí a primer plano
de la c o n ven ien tia . En esto la neoescolástica sigue la idea de santo
Tomás de que en lo apetitivo la relación es ad ipsas res. Al contrario
de en lo cognoscitivo, donde la cosa está secundum intentionem rei.
De ahí que Suárez afírme, que b o n u m —el esencial— no incluye
co n fo rm ita tem ad appetitum ; a diferencia de verum que sí encierra
una cierta co n fo rm ita te m a d intellecíum . Sino que b on ita s se en
cuentra in objecto appetitus, es decir, en la cosa misma, como la ra
zón formal de ser apetecido. La cuestión aquí latente es la natura
leza de la situación resultante del pecado, tal como la hemos visto
expuesta por De Soto. El trastocamiento no está en lo apetitivo
como tal, y, por tanto, en la cosa, sino sólo en relación a la razón. Y
en este contexto hay que entender la afirmación de Suárez, de que
ni todo bien, ni todo ente, es perfecto, aunque sea bueno. Es por
ello que perfectio —que incluye referencia a la razón y a los hábi
tos— se constituye en el nudo gordiano de convenientia en tanto ex
presión del b o n u m y connotación de su propia appetibilitas. Es p e r
fe c tio lo que se connota precisamente de la cosa como capacidad o
conveniencia de ésta a d alterum, o como bonum a líen . Ahora bien,
esto es tanto más claro, dice Suárez, cuanto perfectio sea distinta de
la ipsa res; la que precisamente denominamos buena a partir de la
tal perfección. Suárez, de alguna manera, en este contexto tiene
como trasfondo la distinción entre virtud y naturaleza humana, cuya
relación, a causa de la caída, es lo que se trata precisamente de re
componer. P erfectio propiamente tal es, pues, sólo la accidental. Es
la perfección de la virtud misma, dice Suárez, en cuanto se distingue
claramente de la cosa, a la que por lo demás conviene; a la vez que
connota tal virtuosidad como capacidad de la cosa misma o de la
naturaleza humana. El problema del b o n u m como p a ssio entis se ha
trasladado al de la virtuosidad y su perfectibilidad. Todo el pro-*
blema de la teoría suareciana de la representación no es otro que el
de hacer de la necesidad virtud. A ello apunta la perfectibilidad.
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II, IUSNATURALISTAS
cio. Los com eateniiü pasan a constituirse, así, en una esfera de ape
tencia de la razón misma como recta ratio.
Tras la idea de derecho natural, en G rocío, existe la búsqueda
de un concepto de socialitas como pura normaüvidad actual, que
rida por sí misma. Es a ello a lo que responde la recta ratio, que los
estoicos llamaban oríhos lógos y que constituye la razón social del
ser racional. Si la razón es común, entonces es que lo común es su
razón de ser racional. Para Grocio, como para Cicerón, el primer
principio de derecho es no dañar al otro, el segundo es el de la so-
ciaüdad como fundamento de la utilidad común. Pero éste —poste-
rius— es el que da forma a aquél —prius. lus, para Grocio, no es
más que lo que es iusiurm lo que, según él, hay que entender, sin
embargo, en sentido negativo; es decir, como lo que no es iniustum.
El iniustum es simplemente lo que repugna a la naturae societatis
ratione, ¡as, pues, tiene como ámbito lo sólo societal. Lo societal
abstraído de íoda utilidad o razón de ser empírica, salvo su propia
apetencia intrínseca. La cosa, entonces, no era fácil de entender del
todo. lus venía siendo desde siglos mera reciprocidad —paritas—
bien secundum rem, bien seatndum volnntaiem (Glocenius, L exi
cón). Para G rocío, ni utilidad ni pacto alguno de sociedad, le m a ,
este último, que con Hobbes se convertirá en la problemática obse
siva —y regresiva— del discurso sobre el estado natural. Las utilida
des se derivan, en todo caso, de lo social. En Pufendorf, lo social o
moral se sobreañadirá a las utilidades. En Grocio, lo social es la uti
lidad misma del iu.s\ y este es la manifestación de la utilidad de lo
social como tal. El estoico Marco Aurelio nos lo articula así: la com
prensión (noéros) y, por ello, la razón {lógos) son algo común ( ko i-
nos); lo son, por tanto, también el hacer (poiein) o no hacer; y, en
consecuencia, la lev (nomos), Y esto es lo que nos hace ciudadanos
(polítai) y, por último, ciudadanos del mundo como Estado (kós-
mos osaneipolis). Esto, resumido, es lo que viene a decir Grocio al
afirmar que lo social como ius es ius ratio ni. Pero con una diferen
cia, la de que el ius naturae es social en la medida misma en que
fluye ex principiis hom ini iniernis —y no al revés, como es el caso
del spermatikos lógos de los estoicos. En Grocio, lo contrapuesto al
ius es la normatividad utilitarista que procede ex principio aliquo
extrínseco. De ahí que en su manifestación inmediata el ius no sea
ataraxia, ni tampoco eudaimomü, ni sympatheía —conceptos, todos
ellos, que serán centro de la problemática del derecho natural a par
46 H ISTORIA DE LA ÉTICA
II
i AMI ' S , II
50 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
norma que los regula. No son buenos o malos, en suma, porque hay
una ley —n a tu ra l— que así los determina, sino que Dios ha hecho ta
ley —eterna— así porque, en sí mismos —con rieeesartedad abso
lu ta—, los actos son buenos o malos (eí. Suárez, D e l e g i b m , II,
1612). La doctrina de la p e r s e i d a d moral lleva a la neoescolástica a
la necesidad de desarrollar una disección de la realidad práctica de
la l e x naturalis eontradisdnguiéndola continuamente respecto de la
l e x aeterna de la que aquélla es su representatio. Para Suárez, en
efecto, la relación de la una con la otra es la de aignum a significa-
turn. Y p o r lo mismo, la determinación práctica de la p e r s e i d a d mo
ral, su representación discursiva, da lugar a una casuística de aproxi
mación de la representación a lo representado que' tiene, comí)
contrapartida, una suerte de h ip erd e sarró llo form al de la argumen
tación, con vistas a establecer aq u ello en lo que la representación se
separa en parte o en todo de lo representado. Es una prolongación
del m éto d o de tas sutilidades, tan denostado en aquella época, y que
ta n to P u fe n d o rf como Thomasius identifican con una proliferación
indiscriminada de quicquid , a i q u i d y e r g o . De ahí la distinta inter
pretación que harán dei método demonstrativus. La neoescolástica
luterana, por su parte, representada por Valentín Alberti —uno de
los grandes detractores de Pufendorf— d e fe n d ía una variante de la
p e r s e i d a d —la teoría del s t a t u s i n t e g r u m — pero sin aquellos efectos
argumentativos. Es la doctrina de la caída. Según ésta, el hombre
fue creado originalmente en estado íntegro, perdiendo esta integri
d a d por el pecado. Para Pufendorf, como para T hom asius, lo ab
surdo de esta teoría es pretender la reconstrucción de aquel estado
original como base de identificación de los principios de la moral
natural; ya que ello viene a ser tanto como pretender explicar lo os
curo por lo más oscuro todavía.
Pufendorf, por oposición a una y otra variante de la neoescolás
tica, rehuye, por una parte, toda explicación por los orígenes —tal
como veremos en su comprensión del estado natural—, y, por otra,
toda tendencia a confundir la bondad o maldad naturales con la
bondad o m aldad morales. «Ningún acto —dice— es en sí mismo
debido o ilícito antes de que por ley se determine así.» Mientras que
para Suárez la ley natural es ip s a n a t u r a s e a m d u m s e , para Pufen-
dorf los actos humanos en sí mismos, materialmente, s o n indiferen
tes moralmente hablando. El principio de la indifferentía separa lo
físico de lo moral. Esta línea de separación total entre lo físico y lo
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111
motor sino siempre paciente, y ello en los dos sentidos, bien cuando
es incitado por la voluntad a pensar, bien cuando las cosas le incitan
a sentir. El intelecto es sensio cum cogm iione. Pero la voluntad es
concupiscentia cum cogniíione. Lo q u e es grato a la voluntad no
puede dejar de sentirlo así el intelecto. Y lo mismo respecto de lo
malo y lo bueno. Pero lo peculiar de la voluntad es que su iniciativa
se fundamenta en el binomio visible/invisible de las cosas. La volun
tad capta lo invisible por lo visible o, lo que es lo mismo, las virtudes
o potencias naturales de las cosas a través de su materialidad física.
La naturaleza de la sociedad es radicalmente distinta a la de sus opo
nentes —y tiene mucho que ver con lo fa c íw n de Vico. Mientras el
esquema cartesiano busca explicar lo invisible por reducción a lo vi
sible, Thomasius —en un giro fuertemente barroco— considero lo vi
sible como sólo signa ac indicia de lo invisible. Pero lo invisible no
como un más allá, sino como las virtudes mismas de las cosas. La
prim acía de la voluntad se legitima así en lo que representa de cog
nición de lo moral a través d e lo físico. Y, en este sentido, lo moral,
para Thomasius, no puede entenderse sin lo natural; hasta el punto
de considerar la filosofía moral como parte de la física.
Ahora bien, la voluntad en sí misma no es voluntaria —no hay
voluntad de la voluntad, como ocurre en la neoescolástica de Suá-
rez— sino potencia natural necessaria. Y tampoco hay v o lu n ta rie
d ad alguna de la voluntad en las acciones del intelecto, en las cogita-
íiones. No puede, en este sentido, postularse libertad interna de tipo
alguno. Ello es lo propio, por lo demás, de la situación lapsa del gé
n e ro humano. P ero a diferencia del intelecto, que es pasivo, la vo
luntad es activa. A h o ra bien, la iniciativa está aquí del lado de las
potencias o virtudes de las cosas y no de la voluntariedad de la vo
luntad —de la virtuosidad de un Suárez, por ejemplo. Lo que no
quita que no haya espontaneidad en la acción. La e sp o n ta n e id a d es
lo que, en T h o m asiu s, expresa v o lu n taried ad . Sólo que no hay que
entenderla como precediendo necesariamente a la acción, sino que
basta con que sea subsiguiente. La espontaneidad, y por tanto la vo
luntariedad de la acción, n o es incompatible con el hecho de la co m
pulsión extrínseca de ésta, es decir, con la voluntas c o a c ta . Es más,
dice Thomasius, « no hay acción voluntaria alguna sin esperanza o
miedo»; lo que es tanto como decir, sin compulsión. Ni voluntario
significa libre, ni compulsión (coactum) es coacción (invittim). «La
acción espontánea es acción voluntaria, la constreñida (invita) es no
66 H I S T O R I A D E LA ETICA
B ib lio g ra fía
I, N eoescolásticos
Iï. lusnaturaiìstas
N otas
1. O í, R . E u c k e n , G e s c h íc h te a n d K r itik d er G n m d h e g r íf f e d e r G e g e n w a r t,
L eip zig , 1 878; E . L e w a lte r, S p a n is c h -je s u itis c h e u n d d e u ts c h e lu th e n s c h e M e ta -
p h y s í k des 17. J a h r h u n d e r t, D a rm s ta c h , 1 9 6 7 (1 9 3 5 ) ; M . W u n d t, D ie d e u s c h e S c id -
m e ta p h y s ik d e s ¡7, J a h r h u n d e r ts . T u b in g a . i 9 3 9 .
2. E s tr ic ta m e n ie es el f o rm a lis m o e x a c e r b a d o d e e s to s e p íg o n o s d e l o e k a -
m is m o d e l xiv “ - e n tr e lo s q u e se e n c u e n tr a n u n b u e n n ú m e r o d e e s p a ñ o le s . L ax , C i
ru e lo , C e la y a , D o lz , ios m á s ra d íe n le s q u iz á — lo q u e c o n s titu y e p r o p ia m e n te la d e
n o s ta d a e s c o lá s tic a d e c a d e n te d e las s u tilid a d e s y d is tin c io n e s ló g ic a s, q u e c o n c ita ría
la c rític a u n á n im e d e los p e n s a d o re s d e l xv i; e s d e c ir ta n t o p o r p a r te d e ios iu s n a tu -
ra lista s, c o m o d e los m is m o s n e o e s c o k istíe o s.
3. H is to r ia d e la F ilo s o fía E s p a ñ o la en e l s ig lo .vi /, t. III, R e a l A c a d e m ia d e
C ie n c ia s Exactas, F ísic a s y N a tu r a le s , M a d rid , 1941, p . 2 4 ,
4. E l p o r q u é d e u n a tal re a c c ió n te ó ric a m o ra l e n u n m e d io ta n ra d ic a lm e n te
n o m in a lis ta c o m o el d e la U n iv e rs id a d d e P a rís es u n a c o m p le ja c u e s tió n , q u e e n
c u e n tr a q u iz á su m á s s u c in ta e x p lic a c ió n e n e l c o m e n ta r io d e i e a n M u ir —el p e n s a
d o r n o m in a lis ta m á s p o te n te d e a q u e lla u n iv e rs id a d -”- d e q u e la d ia lé c tic a h a b ía v e
n id o a r e s u lta r a lg o ta n c o m p lic a d o q u e só lo los p o b r e s s e o c u p a b a n d e ella,
m ie n tra s q u e los ric o s y n o b le s se c e n tr a b a n d e las leyes. C ita d o p o r R. G . V ilío s-
la d a , S. J ., La U n iv e r s id a d d e P a rís durante io s e s tu d io s d e F ra n c is c o d e V ito ria O.
P { / 5 0 7 - 1 5 2 2 ) , A n a le e ta G r e g o r ia n a , vo l. X IV , R o m a , 1938, p. 133. C f. ta m b ié n
( ’a rlo s G . N o r e ñ a , S tu d ie s in S p a n is h R e n a is s a n c e l 'h o u g h t , L a M aya, 1975.
5. D e h e c h o , la p ro b le m á tic a —so c ia l y e c o n ó m ic a — d e r iv a d a d e la a p r o p ia
c ió n d e l N u e v o M u n d o v e n d ría a d e c a n ta r la d e x e s ia b iliz a e tó n d e la e ia s íe id a d s im é
tric a e n tr e h o m b r e y n a tu r a le z a —e x p re s ió n d e l s e r g e n é r ic o d e lo h u m a n o , p ro p io
d e la c u ltu r a r e n a c e n tis ta - h a c ia la ra c io n a lid a d re p re s e n ta tiv a , d is im é tric a - - q u i é
ra se o n o , c o p e r n ic a n a — d e lo b a rro c o ,
6« A u n q u e n o s ie m p re e s te e s q u e m a e s ta n c la ro , ya q u e , c o n f re c u e n c ia , D e
S o to s o la p a el s ta tu s in te g r a s ta n to c o n el d e iu stitia o r ig in a lis c o m o c o n el ín p a r ís
n a tu r a lih u s . E s p e c ia lm e n te c u a n d o , a e f e c to s p o lé m ic o s , v ie n e a re c lu ir las p o s ic io
n es r e fo r m a d a s e n u n a s u e r te d e n u d a n a tu r a , d e s d e la c u al só lo se p o d r ía a c tu a r
in o ra im c n te a p a r tir d e la a y u d a e sp e c ia l d iv in a . A u n q u e , o tra s v e c e s, v ie n e a c o in
c id ir c o n su c o m p re n s ió n d e lo p u r a m e n te n a tu r a l c o m o u n e s ta d o ín te g ro sin ju s ti
cia o rig in a l, a e fe c to s d e d e s a rr o lla r tas c a r a c te rís tic a s d e lo n a tu ra l e n c u a n to tal.
7, P a ra un n e o e s c o lá s tic o c o m o D e S o to las p o s ic io n e s r e fo r m a d a s e n c ie r ra n
la p a r a d o ja d e r e c o n o c e r e n el h o m b re c a p a c id a d n a tu ra ! p a r a c u m p lir c ie r to s p r e
c e p to s o d e b e r e s , p e r o o tr o s n o . E s la d o b le lista d e la C o n fe s s io A u g u s ta n a . E n un
la d o ios p r e c e p to s d e l D e c á lo g o , q u e se c o n s id e r a n d e d e r e c h o d iv in o , y, e n el o tr o ,
los q u e p u e d e n c o n s id e r a r s e d e d e r e c h o n a tu ra l. El h o m b re p u e d e re a liz a r - - lib re ,
m e r ito r ia m e n te , é sto s, p e r o n o a q u é llo s . L a ra z ó n d e la A u g u s ta n a e s q u e los p r i
m e ro s s o n d e b e r e s in te rn o s , m ie n tr a s q u e los s e g u n d o s s o n e x te rn o s . L o q u e im
p lica, d e a lg u n a m a n e r a , q u e é sto s, los e x te rn o s , so n p r o d u c to d e la ra z ó n , m ie n tra s
q u e los p rim e ro s , los in te r n o s , n o p u e d e n re a liz a rse sin la a y u d a e sp e c ia l d iv in a d e
la fe. D e S o to n o e n tie n d e p o r q u é las c a p a c id a d e s n a tu r a le s se re c o n o c e n d e a p lic a
c ió n , d e a lg u n a m a n e r a , m e rito ria p a ra u n c a s o , y n o p a ra el o tr o , O p a r a to d o s , o
p a ra n in g u n o , v ie n e a d e c ir. El e r r o r , se g ú n é h re sid e e n d is tin g u ir los a c to s c o m o
HL Í Ü S N A T U R A L ÍS M O 73
e x te r n o s e in te rn o s . P u e s la d ife r e n c ia e n la p ro b le m á tic a m o ra l d e u n o s y o l io s n o
es e n fu n c ió n d e s e r in te r n o s o e x te rn o s , s in o so lo e x p a rte o h ie c ti, se g ú n s e a n d e b i
d o s a D io s, o al p ró jim o . P u e s u n o s y o tr o s s o n d e b id o s e n lo in te r n o y e n lo e x
te r n o , es d e c ir, tarn in a ffe c tu q u a m in e ffe c tu . L a fr o n te r a p a ra D e S o to es, p u e s,
e n tr e lo h u m a n o y k> d iv in o , s ie n d o p o sib le la v ir tu o s id a d , d e a c u e r d o a las p ro p ia s
c a p a c id a d e s h u m a n a s , d e n tr o d e a q u é lla e n su c o n ju n to . D e s d e e s ta p e rsp e c tiv a , los
p re c e p to s d e d e r e c h o n a tu r a ! y los d e! D e e á io g o se sitú a n e n un m is m o c o n tin u o , al
a lc a n c e d e la v irtu o s id a d d e h o m b re .
8. P u b lic a d o a p a r tir d e 1 5 9 1 , p e r o te r m in a d o y a h a c ía 1 5 7 6 , e l C itr su s c o n s ti
tu y e u n a s e rie d e c o m e n ta rio s s is te m á tic o s a las o b ra s d e A r is tó te le s q u e fu e ro n los
a p u n te s d e c ia se d e filo so fía d e Ea U n iv e rs id a d d e C o im h r a , r e s p o n d ie n d o b á s ic a
m e n te ai p e n s a m ie n to d e P e d r o d e F o n s e c a { 1 5 2 8 - í 5 9 9 ), c u y a im p o rta n c ia , p a ra la
é p o c a , a p a r te d e la d e s e r u n c o m e n ta r io a A ris tó te le s , es la d e h a b e r s e rv id o d e
p u n to d e a p o y a tu r a d e la m e ta fís ic a s u a re e ia n a .
9. « E n mi o p in ió n , es el a u to -c o n tr o l lo q u e h a c e p o sib le un c u r s o cu alq u iera
d e l p e n sa m ie n to d is tin to al n o rm a l, al ig u al q u e n a d a m ás q u e e llo h a c e p o sib le un
c u r s o c u a lq u ie ra d e la a c c ió n d is tin to a l norm al; y al igual q u e e s p r e c is a m e n te e s to
lo q u e d a lu g a r a un d e b e r - s e r d e la c o n d u c ta , es d e c ir, a la M o ra lid a d , a sí m ism o
ta m b ié n d a lu g a r a u n d e b e r - s e r d e l p e n s a m ie n to , q u e es la R a z ó n R e c ta ; y a h í
d o n d e n o e s p o s ib le m ás q u e lo n o rm a l n o h a y a u to -c o n tr o l a lg u n o .» ( C P . 4 .5 4 0 ).
10. A lg o q u e ta m b ié n a firm a P e irc e , y q u e e stá im p líc ito e n la b a se d e su s e
m ió tic a .
1 1. W e in re b , N a tu r a ! L a w a n d J u stíc e , C a m b rid g e , M a ss., 1987.
12. O t t o v o n C íie rk e , N a tu r a l L a w a n d th e T h e o r y o f S o c ie ty ; L e o S lra u s s , N a -
tu r a l R ig h t a n d H is to r y , C h ic a g o , 1 950: E rn st B lo c h , N a tu r r e c h t u n d m e n s c h lic h e
W ü rd e , F ra n k fu rt, 1961.
13. D e h e c h o , S u á re z se p la n te a u n a h ip ó te s is fo rm a lm e n te p a r e c id a , d e a l
g u n a m a n e ra , a la d e G r o e io -- u n a s u e rte tic e u a r n s i— ., a u n q u e d e d is tin to s e fe c to s
te ó ric o s , al a f irm a r q u e ia « ra tio n a tu r a lis (q u e m u e s tra lo b u e n o y lo m a lo ) n o n
p lu s vel tn a g is o b lig a t | p o r s e r p a rtic ip a c ió n d e la ra z ó n d iv in a ], q u a m o b lig a r e t se -
c u n d u m .se sp e e ta ta a e s i a se e sse t» ( D e le g ib u s , l í, V U , 2 2 ). F o rm u la c ió n , e s ta , q u e
c o n s titu y e u n a d e las c la v e s a x io m á tic a s d e l p e n s a m ie n to b a r ro c o .
14. R . E u ck eii, G e s c h ic h te u n d K r itik d e r G r u n d b e g r iffe d e r G e g e n w a r t. L e ip
zig , 1878.
15. T h e c o n c e p t o f la w , O x f o rd , 1961.
16. U jí p a r d e sig lo s d e s p u é s V o n C la u s e w ifz se m o v e ría e n la lín e a d e u n a te
m á tic a s e m e ja n te , a u n q u e d is tin ta e n la d in á m ic a d e l p r o b le m a , ya q u e la g u e rra ,
p a ra é ste , al te n e r c o m o o b je tiv o la in d e fe n s ió n d e l e n e m ig o n o e n c u e n tr a lím ite s a
la d e s tru c c ió n . E l p ro b le m a p a ra V o n C la u s e w itz n o e s qu ién c o n tr o la a lo s c o n tr o
la d o re s . sin o m á s b ie n q u ié n c o n tro la las a rm a s. L a p o lític a v e n d ría a e x p r e s a r a q u í
un tai lím ite e n el s e n tid o d e u n a s u e r te d e c o n s tru c c ió n d e la lín e a d e c o n tin u id a d
e n tr e la g u e r ra y la paz. C a rl Schm itt a p lic a ría casi u n sig lo m á s ta r d e la re la c ió n
a m ig o /e n e m ig o c o rn o d e t'in ito rta d e la id e a d e lo p o lític o ; lo q u e es t a n to c o m o no
p o d e r p o n e r fin a ía g u e rra .
17. A , H ä g c rs lr o m , D e r r ö m is c h e O b lig a tio s b e g r iff im U c h t e d e r a llg e m e in e n
r ö m is c h e n R e c h ts a n s c h a u u n g , U p p s a la , 1927.
18. E n m u c h o s p u n to s las p o s ic io n e s d e P u fen d orf p a re c e n p reced er curios;!
74 H IS T O R IA D E L A É T IC A
m e n te a p o sic io n e s c e r c a n a s al so c io lo g is m o m o ra! d e u n D u r k h e im o un D u g u iL
N o d e ja d e lla m a r la a te n c ió n , a e s te re s p e c to , el c o n c e p to d e s o b r e a ñ a d id o c o n el
q u e P u f e n d o r f d e fin e los e n te s m o ra le s , a sí c o m o la n a tu ra le z a e x im p o s itio n e d e ío
m o ra l c o m o social« lo q u e c o in c id e c o n el s u i g e n e r is d e D u rk h e im a la h o r a d e d e fi
n ir lo so c ial e n c o n tra p o s ic ió n a lo n a tu ra l o físico. E l m is m o c o n c e p to d e v id a s e n a
q u e D u rk h e im a p lic a a lo re lig io so c o m o e x p re s ió n m á x im a d e lo so c ial n o d e ja d e
r e c o r d a r ta m b ié n al u so , p o r p a r te d e P u f e n d o r f , d e l té r m in o se ria p a ra c u a lific a r el
g ra d o d e re a lid a d d e lo m o ra l e n c o n tr a p o s ic ió n ta n to a ficc ió n — f ic t a o f i g m e n i a —
c o m o a h ip o té tic o — ex: h y p o th e s e o s . B a rh e y ra c . e n su fa m o s a tra d u c c ió n d e l D e iu re
n a tu r a e e t g e n tiu m , lo tr a d u c e p re c is a m e n te p o r lo m tty re a l —e n el m is m o s e n tid o ,
p u e s , q u e le d a r á D u r k h e im — s ig n ific a n d o a sí la s u p e r io r id a d d e ía re a lid a d d e l á m
b ito d e la n o rm a tiv id a d m o ra l re s p e c to d e la d e lo físico.
J o a q u ín R o d r íg u e z F e o
HOBBES
Los riesgos del prim er grupo podrían cifrarse en una visión ce
rrada de la obra de Hobbes, gnoseológicamente endogàm ica, riesgo
que se pone más de manifiesto en los estudios de carácter analítico
(de análisis del lenguaje) a los que se escaparía gran parte del sentido
de la obra de Hobbes. El segundo grupo podría caer en la limitación
d e considerar a H obbes una simple pieza d e un mecanismo histórico,
dentro del cual se perdería la singularidad de su trabajo.
A p arte de estas dos visiones de la obra de H obbes y cruzándose
con ellas, están las tesis de la dependencia o independencia de lo
que Watkins llama «rom pecabezas hobbesiano»; el rom pecabezas
consistiría en saber si existe una hom ogeneidad de conjunto; si del
universo físico que presenta en el D e carpare se deriva la an tropolo
gía del D e homine, y de ésta la ética y la política del De cive y del
Leviathan . La polém ica ha sido larga, pero personalm ente m e in
clino a la tesis de la independencia. En todo caso no se trataría de
una dependencia lógica sino de una dependencia d e interés. Mi
apoyo es el propio H obbes, com o trataré de explicar, El orden ló
gico o el ardo cognoscendi es claro; De carpare. De hom ine, De
cive ; o sea: física, antropología y política. Sin embargo hay un
hecho que dejo aquí sólo consignado y es el del ordo scribendi.
Hobbes escribió primero el D e cive y el Leviathan, en los que se
centraba su interés primario. El D e carpare, que teóricamente con
tiene los fundamentos de los otros dos, fue publicado trece años
después del De cive, y su supuesta función fundam entadora está
bastante diluida. A quí, creo que el interés fue p o r delante del cono-
cimiento, y en ese sentido trataré de presentar su obra ético-política.
No creo que constituya un obstáculo a esta tesis (Strauss, Ro
bertson) la existencia del Short Traci on First Principies ? publicado
efectivam ente en 1630, antes del De cive , y que W atkins utiliza
como prueba contra la tesis de la independencia. La existencia del
Short Traci en esa fecha es de escasa im portancia cualitativa al lado
del enorme peso de sus grandes obras que apoyan la tesis que ata
can Watkins y Macpherson.1
1. El e th o s d el. m ie d o
triste imagen que nos ofrece Hobbes del aislamiento del hombre y de
su dependencia de sí mismo en estado de naturaleza. Para la in
mensa mayoría de nosotros, pocos castigos pueden ser más atro
ces que el vernos privados de toda compañía humana. Pero, para
Hobbes, una persona nunca coincide realmente con los demás, sino
que se limita a experimentar en su propio cuerpo los efectos que és
tos producen; y si tales efectos son incómodos en la mayor parte de
ios casos, como efectivamente lo serían en estado de naturaleza, pre
fiere estar solo (Watkins, 1972, p, 122).
7 < AN SI’ S , H
82 H IS T O R IA D E L A É T IC A
1.4. Antiutopía
3, P olítica y é t ic a
nifica es que los súbditos ya saben que tienen que aceptar una unifi
cación violenta. En este sentido es necesaria una etapa democrática
constituyente, pero lo constituido es un poder absoluto.
Conceptos más próximos a la ética serían los de obligación y jus
ticia. Al tratar del derecho natural se vio que éste no implicaba nin
guna obligación. Por lo tanto todas las obligaciones son autoimpues-
tas, bien inmediatamente o medíante pactos o leyes. Aquí Hobbes,
consecuente con la ¡limitación del derecho natural a conservar la pro
pia vida, mantiene que para que exista alguna obligación se hace ne
cesaria alguna renuncia total o parcial al derecho natural. Gauthier lo
formaliza así: «A tiene la obligación de no hacer X - A ha renun
ciado al derecho natural de hacer X» (Gauthier, 1979, p. 41).
Los principales mecanismos mediante los cuales se crean obliga
ciones son los pactos o las leyes derivadas de ellos, que siempre han
de ser razonables. Si, por otra parte, Hobbes identifica lo justo con
lo legal ( EW, I, p. 74), tenemos que la justicia no es otra cosa que lo
estipulado en las leyes. Pero sería más exacto definir la justicia nega
tivamente: así, injusticia sería el no cumplimiento de los pactos.
Nuevamente, G authier formaliza: «X es un acto justo - X no im
plica el no cumplimiento de un pacto». Y añade: «Es necesaria la
doble negación; no podemos definir la justicia como cumplimiento
de pactos. Ya que Hobbes supone que son justas aquellas acciones
que no impliquen ruptura de pactos» (Gauthier, 1979, p. 41).
Al margen de lo discutible de esta concepción de justicia, no se
puede pasar por alto el elemento razonable que Hobbes interpone
como necesario y que sugiere un carácter socrático en el sentido de
identificar lo justo y lo razonable (bondad y razón). Existe un texto
del De corpore político que resulta ilustrativo:
4. A o - R C A DHL HOMÜRH
loza que todo lo gobierna. Incluso el gobierno del príncipe era un fe
nómeno natural
Pero en el siglo xvu de Inglaterra la naturaleza está perdiendo
terreno en favor de la industria humana que se revela cada vez más
capaz no sólo de dominarla sino de sustituirla. Sombari describe el
nacimiento de una industria siderúrgica y minera que anuncia la Re
volución industrial que habría de dar origen a una nueva sociedad,
que ya no era la medieval. En este segundo mundo Hobbes vivió, y
era el hombre del xvu inglés el que él describía y que ya cumplía, un
siglo avant la lettre, el famoso decálogo de Franklin que llevaba in
defectiblemente a la riqueza.
¿Cómo se representaba la realidad y cómo se pensaba a sí
mismo este hombre nuevo del tardío Renacimiento inglés? Al me
nos en lo que Hobbes puede significar de prototipo del «mundo
nuevo», la realidad era vista de otro modo. Abandona las categorías
metafísicas como instrumentos incapaces de representar la realidad
material que, por otra parte, es lo único de cuya experiencia somos
capaces. Hobbes señala, con aíre wittgensteíniano, que sólo la mate-
ria es lo «nombrable». De hecho, de aquello que no es materia
guardó un escrupuloso silencio. Incluso al hablar de Dios no nece
sita el eufemismo espinosiuno que consiste en mencionar a Dios
para referirse a la naturaleza sino que simplifica el problema acla
rando que habla de «the first power of all powers» ( £ W, IV, pp. 59-
60) en fórmula que recuerda el primer motor aristotélico. Pero
siempre material.
Dejemos para después la cuestión del teísmo de Hobbes, tan po
lémico en su época como parece que vuelve a serlo hoy (Gauthier,
1979, p. 178), y digamos que esa realidad material encajaba mejor
en un sistema nominalista donde no hay esencias ni accidentes.
Hasta tal punto que, hablando del soberano que representa la perso
nalidad de sus súbditos, Hobbes se apresura a aclarar que no es que
los súbditos hayan dado al soberano sus personas, sino prenda de
m s personas, es decir la posibilidad de actuar en su nombre { E W9
III, p. 148).
Esa realidad no es más que una. No hay más que materia en ma
yor o menor grado de organización. El Folíelo desarrolla su mo
nismo absoluto sobre todo al hablar del hombre, que es el lugar
donde la polémica podría ser más viva. El hombre es una máquina
más perfecta que las que él fabrica. La actividad mental es también
HOBBES 97
trata más bien del juego de la vida, un juego de placer y dolor según
los movimientos corporales se faciliten o se entorpezcan en el conti
nuo canutas por perm anecer en el ser. La inteligencia está al servi
cio de la vida como una función vital más. Su dependencia del
cuerpo es inmediata (por el cerebro) y se rige por las mismas leyes
que el cuerpo. De aquí Hotabes concluye una de sus más polémicas
tesis que consiste en la esencial similitud de lo físico y lo político,
presupuesto de su mecanicismo metodológico (Gauthier, 1979,
pp. 3-4). Lo físico y lo social se regirían por las mismas leyes (las del
movimiento) de forma que entre las ciencias de la naturaleza y las
ciencias humanas no habría ruptura metodológica, tesis que ignora“
ría la cuestión, por supuesto más reciente, de la explicación y la
comprensión. El error de Hobbes, según Gauthier, consistiría «no
en tratar de comprender al Estado por medio de un experimen
to gatileano sino en suponer que esta comprensión sea suficiente
para determinar un plan racional de reconstrucción del Estado»
(Gauthier, 1979, p. 4). Lo que sucede es que Hobbes no cae en el
error que le asigna Gauthier. Nunca pensó que por la mera aplica
ción del método resolutivo-compositivo se pudieran descubrir nue
vas ideas. Era necesario, para ello, proceder por conjeturas, como
hizo él al final del De corpore, que estarían pendientes de ulteriores
confirmaciones o refutaciones (cf. Watkins, 1972, p. 84). El método
de Galileo serviría como método de confirmación o de explicación,
pero no como método de invención. El «popperismo» de Hobbes
parece que se ve apoyado por su consideración de las leyes de la na
turaleza como hipotéticas (cf. Watkins, 1972, pp. 98-99).
ó. C o n c l u s ió n
L a f u n d a m e r u a c i ó n m e d i a n t e e l d e r e c h o n a t u r a l o m e d i a n t e el
c o n tr a to s o c ia l e n c ie r r a voladamente la id e a d e que e l E s ta d o h a sur
HOBBES
gido de los intereses vitales de los hombres. Pero que los hombres
sean dispares, que puedan desunirse y transformarse y que, en virtud
de ello, el Oslado pueda dejar de >er expresión del interés general
para convertirse en expresión de un interés particular, es una consi
deración a la que cierra el paso el ¡nito del contrato (Horkheimer,
1982, p. 64).
B ib l i o g r a f í a
Hobbes, T., The English Works o f Thomas Hobbes, eel. por W. Moles-
worth, Londres, 1839-1845, 1 i vols., y Opera phitosophica quae latine
scripsit, Londres, 1839-1845, 5 vols. Hay 2.a reimpresión en Scientia
Verlag, Aalen, 1966. En este trabajo se remite a esas obras con Jas si
glas E W y O L, respectivamente. Véase también la nota 1. Otras obras
no incluidas en la edición de Molesworth son: Behemoth or ¡he Long
Parliament, O f Liberty and necessity, Tractatus opticus y un tratado de
11sica .
N otas
y. ( A M I ’S , ti
114 H IS T O R IA D E LA ETICA
bien, por ende, .sería la alegría misma). Pero no debe olvidarse que
no ha dejado de añadir que «si los hombres nacieran libres no fo r
marían, en ta n to siguieran siendo libres, concepto alguno del bien y
del m al» ( É t i c a , IV, p ro p . 68), ya q u e, siendo libre quien se guía
sólo por la r a z ó n , no tendría m ás que ideas adecuadas y, por tanto,
no formaría idea alguna del mal, «pero tampoco» —desde luego—
«del bien» (demostración de la prop. 68 cit), Y así estamos como
estáb am o s al principio: para el h o m b re auténticamente libre, que se
guía por la razón, n o hay panto de vista moral, ni puede haberlo si
ha de ser Espinosa fiel a sus principios. La moral es, entonces, posi
ble porque no somos libres, y ello es lo que hace que hablemos de
bondad o maldad. Cierto es que Gilíes D eleuze (1981) ha d istin
guido, en E spinosa, la oposición « b íe n /m a l» , de un lado, y la
«bueno/m alo», de otro, distinción que sería correlativa a una sepa
ración entre moral y é t i c a , estando la moral ausente del pensa
miento de Espinosa, y acogiéndose sólo a la ética en cuanto «tipolo
gía de modos de existencia», frente a una imposible «defensa de
valores». En la medida en que esa interpretación subraya el inm ora-
lism o de Espinosa, nos parece correcta; menos afines nos sentimos a
la versión según la cual la «ética» espinosiana implica la magnifica
ción de la alegría dentro de u n a filosofía de la vida, por lo ya dicho.
Y en todo caso, sí «bien» y «m al» --com o «valores» abstractos—
carecen d e justificación para Espinosa, «bueno» y «malo» n o dejan
de ser hechos de la inclinación humana que Espinosa reconoce
como cualquier otro efecto, y que, cuando pasa a traducirlos en re
comendaciones y rechazos en nombre de una ética «correcta», a c a
ban por identificarse, en definitiva y últim a instancia, con el c o n o ci
m ien to . Por lo demás (y este es otro matiz), si bien la alegría, como
concepto, puede ser co n ceb id a como lo más alto, la tonalidad que
posee como sentimiento, en las escasas ocasiones en que Espinosa
alude a ella así, manifestaría (en nuestra opinión) que aquella «al
tura» puramente conceptual dista bastante de la «exaltación» que
parece implícita en la versión de Deleuze y otros; de ello diremos
algo luego.
Como quiera q u e sea, la filosofía moral espinosiana presenta, a
partir de las características que hemos tratado de ofrecer sumaria
mente, rasgos notables. Quizá merezca la pena fijarse en algunos de
los más llamativos («llamativos» en vista de los estándares morales
más en curso), sin poder aquí ofrecerla, ni mucho menos, en su in te
124 H I S T O R I A DE LA ÉTICA
I I ) , - •< A M l ' S , IJ
130 H I S T O R I A D E LA ÉTICA
sam iento, es decir —cre e m o s— que iodos los modos del pensa-
miento se remiten, en ultimo término, a algo que es intellectus (y no,
por ejemplo, voluntas o cup¡ditas); se trataría de una manera de d e
cir que todo lo real «pensante» es racional; los modos finitos tam
bién están claros, en principio; serían las ideas concretas (ya noè
tica, ya n o e m á tic a m e n te entendidas). Pero en el lugar del modo
infinito mediato, que Espinosa habría de cubrir aunque sólo fuera
por respetar el pendant con el sistema modal de la extensión, no
aparece nada, ni en la carta 64 ni en otra parte. ¿Por q ué?
¿No sucederá eso porque, al intentar hablar de la totalidad ac
tual de los modos del pensamiento (lo que la facies representa en la
extensión) resulta muy difícil, precisamente, totalizar modos que, de
una parte, representan la racionalidad impersonal del pensamiento
«en Dios», y de otra conllevan una dimensión noètica y autocons-
cíente'? Porque la auto co n scien cia no es una característica del sis
tema modal como un todo, supuesto que Dios (incluso como «pen
sante») no es au to co n scien te; cuando hablamos de pensamiento «en
D ios», nos referimos —por así decir— a un pensamiento «en sí»,
pero no «para sí», ya que la naturaleza carece de designios y el or
den de las causas, en realidad, no es pensado —«noèticamente»™
por ningún sujeto sobrehumano. Pero, en cambio, la a u to c o n sc ie n
cia s í es una realidad dada dentro del sistema modal; ya lo vimos
cuando hablábamos del deseo como esencia del hombre; ningún co-
natus es autoconsciente, salvo el humano. Luego en el hombre sise
da el pensamiento «para sí», y esa realidad (aunque no privilegie al
hombre, porque, a su vez, la dimensión autoconsciente también ten
drá sus causas sub specie aeternitatis) tiene que recogerse al exponer
el sistema modal del pensamiento. Ahora bien, recogerla significa
hablar, a la vez, sub specie aeternitatis y desde el punto de vista de la
existencia o duración. Totalizar los modos del pensamiento resulta,
así, muy difícil.
No podemos extendernos aquí en este gran problema espino*
siano (en otros lugares lo hemos tratado algo m ás am pliam ente).1
Sugerimos que hay una noción, dentro del repertorio téc n ieo -o n to -
lógico de la É tica >capaz de llenar aquel lugar vacío del modo infi
nito inmediato; a saber, la de «entendimiento infinito en acto» (in-
lellectus infinitas actu). A ella se refieren las proposiciones 30 y 31
de la parte primera, y señaladamente el escolio de la últim a, como a
un modo (pues la incluyen en la natura naturata) que consta de in-
ESPINOSA 131
, están los ánimos, por una u otra razón, bajo el imperio del sumo
poder, que de muchas maneras puede hacer que la mayor parte de
los hombres crea, ame, odie, etc., lo que él quiere, Y así, aunque no
hagan estas cosas por mandato directo del sumo poder, las hacen ún
embargo a menudo, como la experiencia testimonia abundante
mente, en virtud de la autoridad de su poder y dirección, esto es, de
su derecho; por lo cual podemos concebir, sin repugnancia alguna
del entendimiento, que los hombres, en virtud del soio derecho del
poder público, aman, odian, temen y. en general, son presa de todos
los aféelos.
134 H IS T O R I A D E LA ÉTICA
el ser. Esta manera cié ver las cosas parece indicar que, supuesto el
Estado, el pensamiento de sus individuos componentes, sin quedar
anulado, pues en ningún caso el E sta d o puede mudar de naturaleza
a ios hombres ( T r a t a d o p o l í t i c o , IV, 4), pasa a ser considerado
como factor de equilibrio del Estado mismo y, por tanto, ha de ser
visto d e s d e éste, más que el Estado d e s d e él, con las obligadas con
secuencias para la idea de «verdadera libertad» h u m an a que esa
consideración « o b jetivadora» del p en sam ien to traerá consigo, y que
prevísiblemente serán tan críticas para con la idea de libre «esponta
neidad» como, en su filosofía moral, lo eran las nociones de verda
dera utilidad o de placer,..
E sp in o sa afirm a en muchos lugares que el Estado es veluíi u n a
m ens, o algo muy semejante ( T r a t a d o político, II, 16 y 21; III, 2 y 7;
IV, 1; VI, 1). Esa unión de almas comporta sacrificio de aquella
«espontaneidad» propia de la situación de «derecho natural»
(«Donde los h o m b res _ se guían iodos como por una sola alma, es
cierto que cada uno de ellos tiene un derecho tanto m en o r
cuanto todos los demás juntos son más potentes que él», T r a ta d o
político, II, 16); por lo demás, dicha unión es propia de todo Es-
lado; cuando Espinosa dice « ... para que la multitud se guíe como
por una sola alma, como se requiere en el poder público (impe-
rium)y>, no distingue modalidades de im perium (monárquico, oli
gárquico o democrático); ahora bien, sí es cierto que la personalidad
espiritual será más intensa más potente, más real— si la legislación
del E stad o «se funda en las prescripciones de la razón» ( Tratado
político-, II, 21). Pues bien, ¿q u é significa en este caso «fundarse en
las prescripciones de la razón»?
Ya hemos dicho que el Estado no puede suprimir la naturaleza
h u m an a; las pasiones humanas siguen funcionando en su seno, y el
Estado ha de contar con ello al p ro c u ra r conservar su ser. Precisa
mente por eso, Espinosa establece una gradación de tipos de Estado
que co m p o rta, a la vez, una valoración de los mismos, efectuada
—como venimos anunciando— en vista de la perseverancia en el ser
como criterio valorativo, que tampoco aquí conlleva referencias a la
«bondad» o «m aldad» morales. De lo que se trata, entonces, es de
la menor o mayor cohesión y posibilidades de permanencia de
aquella «personalidad espiritual» estatal, Si esa cohesión es lograda
por el temor, nada hay que «censurar» en abstracto... salvo que ese
temor logre p e o r dicha conexión, en cuyo caso será poco úUL D esde
136 H I S T O R I A D E LA ÉTICA
ch o sobre las mujeres que éstas sobre los hombres. Esta crítica de la
igualdad de sexos parece revelar en su argumentación una fram e o f
m índ filosófica que hace difícil separar a Espinosa de las filas de los
—digamos— «idealistas objetivos» para tratar de aproximarlo
—como hoy se procura a m enudo— a las de los «idealistas de la li
bertad». A c titu d que, por lo demás, no es difícil hacer concordar
con lo que decíamos a propósito del «inm oralism o» del autor, en
cuanto n e g a d o r de la autonomía moral, tan traducible en hechos (en
efectos de causas, sin causas finales) como cualquier otra cosa. Todo
ello —opinamos“" habría de ponerse de relieve al hablar de su filo
sofía política, o b lig á n d o n o s a la cautela ante los aspectos «liberado
res» de la misma, al menos si por «liberadores» entendemos ciertos
valores ligados a lo que podríamos llamar actitudes «democráticas
medias» del presente.
B ibliografía
Obras de Espinosa
Estudios
N otas
LOCKE
1. E l. P R O B L E M A OI.; LA L E G IT IM ID A D P O LÍT IC A , E l. E S T A D O DE
NATURALEZA
15, ! AM I' S . 11
146 H I S T O R I A D E LA ÉTICA
2. L a l ib e r t a d c o m o d e r e c h o d e p r o p ik d a d
3. La l i b h r t a d y l a l l y ; l a s o c i e d a d p o l ít ic a
común, la ayuda mutua —la igualdad, en suma— son, así, los fines
de la vida en sociedad en todos sus niveles, desde la sociedad conyu
gal a la política. En ningún caso, será lícito convertirla en un domi
nio de unos sobre otros, como de hecho, sin embargo, tiende a ocu-
rrir. Esgrimiendo, también aquí, sus razones a favor de los derechos
de las mujeres, Locke observa cómo, en la sociedad conyugal, el po
der del marido no tiene por qué ser el de un monarca absoluto,
siendo la mujer libre de separarse «sí el derecho natural o el con
trato entre ambos se lo permiten» ( 7 7 ’, li, 82). No parece preocu
parle, por otra parte, la existencia de esclavos, sometidos a un domi
nio absoluto, y a quienes les ha sido arrebatado el derecho a la vida
y a la propiedad. La cautividad en una «guerra justa» convierte, a
juicio de Locke, el sometimiento en un «derecho natural».6 Son, sin
embargo, concisas en exceso las reflexiones de Locke sobre este
punto. Si trae a colación la sociedad familiar es sólo para poner de
manifiesto la divergencia de ésta con respecto a la sociedad civil o
política, que es la que se propone explicar. En la familia, el mal lla
mado poder «paternal» '—ya que el padre y la madre deben tener el
mismo poder sobre los hijos-“ es muy limitado. Tiene que ver sólo
con el cuidado de los hijos y el mantenimiento de la estructura fami
liar. Carece de poder legislativo, el cual es, por otra parte, el poder
fundamental de la sociedad política.
En efecto, la sociedad civil o política - -en tiempos de Locke
aun no está marcada la diferencia entre ambas— nace con la obliga
ción de la ley que une, en una misma comunidad, a los ciudadanos
sometidos a ella: «Nadie en la sociedad civil puede ser eximido de
sus leyes» (7 T , II, 94). El imperativo de la ley significa que cada in
dividuo renuncia a parte de su poder natural y lo deja en manos del
Estado quien, a su vez, le ofrece la protección legal. Ahora bien,
para que la sociedad política sea justa debe ser consentida por todos
los que se integran en ella: sólo por consentimiento propio es lícita
la sumisión a las constricciones impuestas por la sociedad civil. Una
vez constituida la comunidad con el consentimiento de todos en un
solo cuerpo político, el acuerdo de la mayoría decide el camino a se
guir. Tal es el procedimiento, pragmático y realista —pero un tanto
incierto como tal procedimiento, todo hay que decirlo—, que da orí-
gen al Gobierno legal y justo. Un Gobierno que, por otra parte, no
puede identificarse con una monarquía absoluta que acumula todos
los poderes en manos de un solo hombre. La división de poderes, en
150 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
4. L a lib e r ta d co m o re siste n c ia
Dios desde el cielo». Cómo llegar a recabar la ayuda del juicio di
vino es ya cuestión menos precisa. En definitiva, y Locke dista asi
mismo de ser original al respecto, el uso de la fuerza, la guerra
—siempre incongruentemente llamada «guerra justa»—, es el re
curso para cargar sobre las espaldas del juez divino las deficiencias,
incapacidades y agresiones humanas,
5. L a s c o n t r a d i c c i o n e s p o l ít ic a s d e L o c k e
lacla la condición previa de que la cosa apropiada sea fruto del pro
pio trabajo. Pero esas reglas limitadoras desaparecen o se olvidan
cuando se considera que la acumulación del dinero permite apro
piarse de más cosas que las necesarias, y el deseo de tener más de lo
necesario tiene que ser lícito porque es racional en la medida en que
vivifica y favorece el comercio. El dinero no sólo facilita el inter
cambio, sino que se convierte en capital. Locke, sin embargo, parece
ciego frente a pareja disftinción. Habría que decir, usando términos
actuales» que, al ponerse a valorar la actividad económica, es la
«maeroeconomía» y no la «micro» —la economía individual“ el
criterio prioritario para Locke. El acuerdo tácito de usar el dinero
equivale —dirá Locke— al acuerdo también tácito de cargar con sus
consecuencias: la distribución desigual del mismo. Los hombres lo
aceptan; luego, queda justificado. Si la primera limitación del dere
cho de propiedad —apropiarse sólo de lo suficiente para cubrir las
propias necesidades— es susceptible de una interpretación tan con
tradictoria, la segunda limitación —dejar para los demás lo mismo
que uno tiene y necesita para sí— no le va a la zaga. Puesto que
Locke piensa, al propósito e ingenuamente, que cuando toda la tie
rra esté trabajada, el nivel de vida del pobre subirá también, huelga
preocuparse, entonces, de mayores desigualdades.
Más allá de las contradicciones teóricas, no son esporádicos los
textos de Locke que abonan su escasa consideración por los trabaja
dores como ciudadanos con plenos derechos. Por ejemplo, cuando
habla de la necesidad de un cristianismo reducido a unos pocos ar
tículos «que los trabajadores y los incultos puedan comprender».
Pues para «los jornaleros y artesanos, las hilanderas y lecheras
darles mandatos claros es el único camino seguro para inducirles a
la obediencia y las buenas costumbres. La mayor parte de ellos no
puede saber y, por tanto, ha de creer».7 A otro propósito, en sus
Pensamientos sobre la educación, habla sin reparo de ios peligros
que encierra el trato de los niños de buena familia con los sirvientes,
gente humilde y propensa, por tanto, a dar ejemplo de poca urbani
dad y conducta viciosa.
Resumiendo: en la formulación de la teoría de la propiedad se
pasa —siempre según la interpretación de Macpherson— de la afir
mación de unos derechos naturales ¡guales a la de unos derechos na
turales diferentes. La confusión se encuentra, pues, en la concepción
lockiana del estado de naturaleza. En él, o bien todos los individuos
154 H I S T O R I A D E LA ÉTICA
6. La d e f e n s a d e l a t o le r a n c ia
7. E l CONOC1MÍKNTO Y L L I.ENGUAJH M O R A L
Í 2. i ' A M l ' S . í!
162 H I S T O R I A D E LA ÉTICA
dad» (HU, III, 19). Pero Locke no se arredra ante tal dificultad.
Pertenece a la época esplendorosa de la filosofía, cuando ésta se
salva de los varios escollos que encuentra a su paso, porque no re
cibe aún el menosprecio de las ciencias ni es vista como inferior a
ellas. No podemos aspirar a construir una ciencia sobre la base del
conocimiento de las ideas simples, observa Locke anticipándose, a
su manera, a la gran pregunta kantiana sobre la posibilidad de la
ciencia. En cambio, el conocimiento moral -“producción nuestra—
es tan susceptible de certidumbre como el matemático. Por la simple
razón de que la verdad de ambos procede del acuerdo. Si es imposi
ble que progresemos en el conocimiento de las substancias, sí que
podemos progresar en la contemplación y aclaración de las ideas
abstractas. En una palabra: «estamos hechos para la ciencia moral y
no sólo para las interpretaciones probables de la ciencia externa»
( // £ /, III, X I, 11).
8. A l g u n a s id k a s s o b r k la e d u c a c i ó n
B ib l io g r a f ía
1. Obras de Locke
N otas
,
o b r a lle v a rá n , e n tr e p a ré n te s is , la r e fe re n c ia al c a p ítu lo , p r e c e d id a d e la s sig la s 7 7 ’.
3. C í, Joh n D u n a , T h e P o litic a l T h o u g h t o f J o h n L o c k e C a m b r id g e U n iv e r
sity P re ss, C a m b rid g e , 1 969.
4. L o c k e , sin e m b a r g o , n o sa b e lu e g o se r c o h e r e n te e o n e sa p r im e r a d e fe n s a
d e la ig u a ld a d d e !a m u je r, c u y a s u e r te —m a la s u e r te , p a ra s e r e x a c to s — c o n s id e ra
a v a la d a p o r la m is m a n a tu r a le z a fe m e n in a .
5. (T . L a s le tt, ed. c i t p. 7 3 .
L O CK E 167
6. C f. e n P o lín , 1 9 6 0 , p p . 2 7 7 - 2 8 1 , la m e jo r e x p o s ic ió n d e la d e fe n s a d e la e s
c la v itu d d e L ock e.
7« C f. H u m a n iJ n d e r s ta n d m g y í, IV , 2 0 , se c . 2 -3 . Y M acp h erson (1 9 7 0 ) ,
p. 194.
8, A p a r tir d e a h o r a , las c ita s d e l E s s a y lle v a rá n , en tre p a ré n te s is , la re fe re n c ia
al c a p ítu lo , p r e c e d id a d e las sig las HU.
J aumf. C asals
LA MORAL DE LA «ENCICLOPEDIA»
II
Sin embargo, este texto conviene también a una idea que, aun
siendo propia de Díderot y de los suyos, enturbia la esencia más
transparente del proyecto moral de la Enciclopedia. Me refiero al
materialismo empirista proverbial e indi sociable de la imagen usual
de los Voltaire —que, a pesar de haber traicionado a la empresa en
ciclopédica, va a merecer un comentario en este capítulo—, DTIol-
bach, o Helveüus, escoltando cada uno a su manera al genial Denis.
En efecto, en la misma obra citada anteriorm ente,2 Díderot pro
pugna la necesidad de redactar una obra que lleve por título Aplica
ción de la experiencia a la geometría o Tratado de la aberración de
170 H IS T O R I A D E LA ÉTICA
III
IV
Tan influyente ha sido Voltaire que sucede con las obras que
aquí hay que traer a colación lo mismo que con los derechos huma
nos; son verdaderos hasta tal punto que la más breve reflexión sobre
ellos ya resulta soporífera. Buena parte del modesto efecto causado
por la lectura contem poránea del Tratado sobre la tolerancia
(1763), del Catecismo del «ho n riète hom m e» (1763) y de ias Cues
tiones sobre la Enciclopedia (comenzadas en 1770 y refundidas so
bre el Diccionario filosófico y otros escritos bajo este último título
[Dictionnaire philosophique] en la edición de Kehl)5 es debido pre
cisamente a la penetración de las ideas defendidas por Voltaire en el
seno de nuestras más arraigadas creencias. El resto de la culpa la
tiene» sin duda también, el propio autor, cuyo desparpajo en la exé-
gesis y el manejo siempre pródigo de la información, junto a la os
tensible falta de profundidad en aquellos temas que desea liquidar
rápidamente, echa a perder en gran medida la inteligencia, la agu
deza y el sentido aleccionador que caracterizan casi todos sus escri
tos, Sin embargo, son éstos, y no otros, los textos que debemos co
mentar en este capítulo, en la medida en que interesan a la defini
ción de la moral de la Enciclopedia.
Se han podido equivocar sobre la física; pero hace falta tan poca
física para conducirse en ta vida que los filósofos han podido pres
cindir de ella. Se han necesitado siglos para conocer parte de las le
yes de la naturaleza, pero a un sabio le bastó un día para conocer los
deberes del hombre.
VI
Todos los seres circulan los unos en los otros, por consiguiente
todas las especies ,., todo es un flujo perpetuo ,.. Todo animal es
más o menos hombre; todo mineral es más o menos planta; toda
planta es más o menos animal. No hay nada preciso en la naturale
za ... Toda cosa es más o menos una cosa cualquiera, más o menos
tierra, más o menos aíre, más o menos fuego; más o menos de un
reino o de otro ... Así pues, nada es la esencia de un ser particu
lar ... No, sin duda, puesto que no hay ninguna cualidad de la que
no participe ningún ser [a-íc]. u
Vil
VIII
IX
C o n je tu r o q u e , e n el c o m ie n z o , c u a n d o la m a te ria e n f e r m e n ta
ció n h a c ía e s ta lla r el u n iv e rs o , m is s e m e ja n te s e ra n m u y c o m u n e s .
P e ro , ¿ p o r q u é n o h a b ría d e a s e g u r a r s o b re io s m u n d o s a q u e llo q u e
c re o s o b r e lo s a n im a le s ? ¡Cuántos m u n d o s e s tro p e a d o s , d e fe c tu o s o s ,
se lia n d is ip a d o , se v u e lv e n a fo rm a r y s e disipan q u iz á s e n c a d a in s
ta n te , e n e s p a c io s a le ja d o s , d o n d e n o p u e d o to c a r ni v o s o tr o s v er;
p e ro d o n d e el movimiento continúa y c o n tin u a r á c o m b in a n d o m o n
to n e s d e m a te r ia , h a s ta q u e se h a y a o b te n id o a lg ú n a r r e g lo e n el cu al
p u e d a n p e rs e v e ra r! ¡O h filó so fo s, tr a n s p o r ta o s c o n m ig o h a c ia lo s
c o n fin e s d e e s te u n iv e rs o , m á s allá d e l p u n to q u e to c o y e n q u e v o
so tro s veis se re s o r g a n iz a d o s ; p a s e a ro s s o b r e e s te n u e v o o c é a n o y
b u sc a d a tra v é s d e su s a g ita c io n e s irre g u la re s a lg u n o s v e stig io s d e
e s te se r inteligente, c u y a s a b id u ría a d m irá is a q u í ! 18
B ib l io g r a f ía
Voltaire
D id ero t
Sobre D id e ro t o la Enciclopedia
N otas
î, D . D id e r o t, D e P in ie r p r é ta ü o n d e la n a tu re , e n D id e r o t, Le rêve de D'Alern-
b e ri e f autres écrits philosophiques, L e L iv re d e P o c h e , P a ris, 1 9 8 4 , p. 3 0 5 .
2. i h i d , p. 304.
3. U n a v e z te r m in a d a , la E n c ic lo p e d ia c o n s is tía e n 17 v o lú m e n e s in -fo lio d e
a p r o x im a d a m e n te 9 0 0 p á g in a s a d o b le c o lu m n a cada u n o . L os p a p e le s d e D id erot
de! F o n d s V a n d e u l d e la B ib lio th è q u e N a tio n a le , e n P a rís , p r o p o r c io n a n u n a co n si
d erab le in fo rm a c ió n s o b r e la id e n tid a d d e lo s c o la b o r a d o r e s . E n a lg u n o s c a s o s, las
s ig n a tu ra s o s ím b o lo s a i final d e lo s a r tíc u lo s p e r m ite n r e c o n o c e r al a u to r : [p o r
e je m p lo , « (O )» c o r re s p o n d e a D ’A le m b e rt, « (S )» a R o u s s e a u , «*» o nad a a D id e
ro t, «(D.JL)» al C h e v a lie r d e J a u c o u r t P o r o t r a p a r te , u n a é p o c a sin c o p y r ig h t per
m itía u tiliz a r fá c ilm e n te te x to s y a p u b lic a d o s d e M o n te s q u ie u , o d e V o lta ire ( c o la
b o r a d o r v o lu n ta r io e n el c a s o d e l artícu lo íd o lo , id o la tría , i d ó l a t r a ) , , . L o s
v o lú m e n e s Í-V II a p a r e c ie ro n en P a rís; lo s d ie z restan tes ( V H I -X V II ) en N e u c h a te i,
e n ía.s fe c h a s c ita d a s e n e l texto.
4 . C f. E . B réh ier, Histoire d e la p h ilo s o p h ie , P U F , P a rís, 1 9 6 8 , t. II, f. 2,
p. 3 8 5 .
5. O e u v r e s c o m p lè te s d e V o lta ire , K e lïl. S o c ié té d e s G e n s d e L e ttr e s , P a ris,
1 7 8 5 -1 7 8 9 (e n d o s f o r m a to s d istin to s: 7 0 y 9 2 v o is., r esp e ctiv a m en te.).
6. L as d o s ú n ic a s o b r a s m á s o m e n o s v o lu m in o sa s d e la m e ta fís ic a d e L e ib n iz
s o n los Noveaux essais sur l'entendement humain ( c ritic a n d o la o b r a d e L o c k e ) y los
Essais d e théodicée (d o n d e e fe c tiv a m e n te se e x p o n e d e u n m o d o m á s e x te n s o la
doctrin a d e l o p tim ism o ).
7. D id e r o t tam b ién había d e d ic a d o a su h erm an o sa c e r d o te , tres a ñ o s an tes
( 1 7 6 0 ) d el T r a ta d o s o b r e la tolerancia, u n a Lettre sur la to lé r a n c e >
8 . S o b r e la p e rs e c u c ió n d e lo s h o m b re s d e le tra s p o r e llo s m ism os, v e r e l a r tí
c u lo « filó s o fo » d e l D ic c io n a r io f i l o s ó f i c o .
9. V é a s e n u e s tr a e d ic ió n a n o ta d a d e e s te te x to y e le m e n to s c rític o s s o b r e V o l
ta ire e n V o lta ir e , T r a c ta i s o b r e la to le ra n c ia i altres escrits, E d ic io n s 6 2 , B a rcelo n a ,
1988.
10. T r a ta d o s o b r e la tolerancia, V L « D e si la in to le r a n c ia es d e d e r e c h o n a tu
ral y d e d e r e c h o h u m a n o » (lac. c it., p . 6 3 ).
1L L e catechisme d e l ’h o n n ê te h o m m e , p u b lica d o e n P a rís y G in e b r a e n 1763
—el m is m o a n o q u e el T r a ta d o — y c o n d e n a d o p o r R o m a d o s a rlo s d e s p u é s .
12. D . D id ero t , P a r a d o x e s u r le c o m é d ie n [p r e ce d e d esj E n tr e tie n s s u r le f i l s
n a tu re l, G a rn ie r -F la m m a río n , París, 1 9 6 7 , p p . 4 5 - 4 6 .
13. D . D i d e r o t, Oeuvres philosophiques, e d , V e r n iè r e , G a r n i e r , P a rís, 1 9 5 6 ,
p p . 311 y ss,
14. V é a s e n u estro t r a b a jo s o b r e los o ríg e n e s h is tó ric o s y la d im e n s ió n filo s ó
fica d e la e x tr a ñ a n o v e la d e D id e r o t « H is to r ia id ea l d e Jacques le f a ta l i s t e », e n E n -
ra h o n a r, D e p a r t a m e n t o d e F ilo so fía d e la U A B , n .° 12 (B e lía te r a , 1 9 8 5 ).
15. E n la últim a frase tlel c u e n to , para p o n er fin a una d e las p eroratas de
P an gloss s o b r e el e n c a d e n a m ie n to d e los s u c e s o s e n el m e jo r d e los m u n d o s p o s i
b les, C a n d id e le re c u e r d a la n e c e s id a d d e c u ltiv a r el p r o p io h u e r to (« C e la e st b ien
dit, m ais il faut cu ltiver n otre jardin»; cf. V o lta ire , C o n te s e t r o m a n s , G a rn ier-F la n i-
m arton, P a rís, 1 9 6 6 , p. 2 5 9 ). K a n t, e n el c u rio s o o p ú s c u lo precrítico t itu la d o S u e -
LA M O RAL DE LA « E N C I C L O P E D I A » 193
MONTESQUIEU*
2« En b u s c a de; l a v i r t u d
3. L as p a ra d o ja s d l la lib i-rta d
ludes del príncipe y de sus ministros que «sólo un ángel podría te
ner» ( E , L V, II), Para la solidaridad con los otros, el hombre ne
cesita ser virtuoso, ser capaz de anteponer el bien general al bien
propio e individual, pero esa virtud no puede proceder de una im
posición dei poder, pues entonces anulará lo más importante del in
dividuo virtuoso; la libertad de elección. Se podría decir, en len
guaje de hoy, que Montesquieu —o cualquier otro analista social
que no parta de unas premisas dogmáticas— se encuentra ante una
paradoja de «doble vínculo», de imposible realización: la orden «se
rás virtuoso» (o su equivalente en el orden político y social, «serás
solidario») se anula a sí misma al querer imponer lo que sólo puede
ser espontáneo o natural. Es una ilusión de alternativas, en donde
éstas conducen siempre a un cid-de-sac, ("orno saben los científicos
sociales de nuestra época, la única posible solución ante esta ilusión
de alternativas en una paradoja real es salir del marco en que ésta se
ha planteado, situarse por así decir en otro plano en donde el di
lema, si no se desvanece, queda al menos suficientemente relativi-
zado como para no paralizar la acción humana.
La obra tic Montesquieu consigue salir de esa «ilusión de alter
nativas»: a través de la historia de los Trogloditas en sus Letíres Per-
sanes, está implícito el rechazo a la utopía de una vida política total
mente construida sobre la virtud (extremo que se hará explícito en
su análisis de las repúblicas antiguas en Esprii des Lois), pero esta
constatación de la imposible virtud como guía de la vida comunita
ria no le lleva a la otra «alternativa» extrema de un pragmatismo cí
nico que se adapta continuamente a la realidad política cambiante
con independencia de sus principios. La naturaleza humana es, para
el autor bórdeles, bastante compleja pero no imposible de ser anali
zada en un marco flexible de inteligibilidad. Ni la paradoja de la
«imposición de la virtud», ni la creencia ingenua en la espontanei
dad bondadosa natural, una y otra vez desmentida por la historia de
las sociedades y de los individuos, son premisas para la construcción
de una comunidad política.
A partir de estas paradojas, Montesquieu parte implícitamente
de la premisa aprendida del método de la nueva ciencia de la natu
raleza: la de la descomposición en sus elementos más simples de un
fenómeno complejo. Descomposición que lleva a cabo no de una
forma apriorístiea y sistemática, sino apegado a un sentido de reali
dad que hace acopio de experiencias y conocimientos para poco a
200 H I S T O R I A D E LA ÉTICA
4. La n a tu ra le z a h u m a n a y la v irtu d
5, L as d o s esfer a s d e la p o lític a y do la m o r a l
,
racterísticas plenam ente insertas en el pensamiento general del si
glo x v i i i tales como
M O NTESQUIEU 2133
1. La i n t e l i g i b i l i d a d d e l c o m p o rta m ie n to h u m an o
2. T ip o l o g ía p o lític o -s o c ia l
ción clara de una sociedad comercia! que no por eso deja de ser
agraria en su estructura económica básica—, se intensifica en Occi
dente la polémica acerca de la virtud y la cohesión social. Del pen
samiento tradicional permanece la idea de que el funcionamiento
del organismo social y la obediencia al Estado dependía de la «am
plia difusión de la virtud por toda la sociedad»;10 en definitiva, ía fi
nalidad principal por la que los hombres son sociables y se organi
zan políticamente radicaba en hacer hombres virtuosos. Pero el
desarrollo de una sociedad comercial y de una vida ciudadana, así
como el proceso creciente de secularización, hace aparecer a los
hombres, en primer lugar, desligados de su grupo, y sobre tocio
egoístas y perseguidores de su propio provecho. Así se liega a la
conclusión de que lo que atenta más a la virtud es el dinero, la acti
vidad económica en suma (mentalidad residual de la época medie
val y del prestigio eclesiástico y noble) y, dado que esa actividad
económica parecía sustentarse en el comercio, el propio comercio es
considerado como el comienzo de la corrupción. Virtud y corrup-
ción son, pues, las dos categorías principales en las que se asienta la
tradición de las repúblicas agrarias o del humanismo cívico, y desde
luego son ampliamente utilizadas en el análisis de Montesquieu.
Ahora bien, Montesquieu —en gran medida, desde luego, apo
yándose en Mandeville, de quien conoce y menciona La fábula de
las abejas--— supera esa tradición para incardinarse claramente en la
muy moderna —que también hunde sus raíces en la tradición clá
sica—, y que él contribuye a fijar, de la libertad bajo la ley. Como
autor que se mueve siempre en el filo de la navaja de dos mundos, y
logra entresacar de cada uno los matices más ricos para su propia
época, hay una complejidad en esta asunción que deja de nuevo a su
pensamiento totalmente abierto a distintas líneas de desarrollo.
En efecto, en su descripción de las repúblicas antiguas —desde
la apología de los Trogloditas en las Lettres Fernanes a la imagen de
la feliz y simple vida bucólica agraria de muchas de sus obras meno
res, hasta llegar al análisis político de la decadencia de los romanos y
al muy pormenorizado que lleva a cabo en Esprit des Lois---, hay sin
duda alguna una fascinación ambigua que ha llevado a muchos es
pecialistas a inclinarse por atribuir a Montesquieu la preferencia
clara por este tipo de sociedad y de gobierno, aun cuando reconozca
su imposible realización en el complejo mundo moderno. Sin em
bargo, de ninguna manera parece que se pueda atribuir a nuestro
I ' l ' A M K S , II
210 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
dos siempre por el egoísmo personal— tienen por qué minar el orden
social o precipitar a los hombres en el caos; incluso ocurre lo contra
rio: la ambición, que es perniciosa en una república, «produce b u e
nos efectos» en una monarquía; los particulares, al enriquecerse, en
riquecen ai conjunto social; el lujo, denigrado por los moralistas, da
trabajo a buen número de personas y favorece la circulación econó-
mica; en una palabra, la búsqueda de la felicidad —que es la finali
dad principal del hombre en este mundo (E X ., XCVI; E X ., XXIV,
3; Pensées, 614)-— produce una mayor felicidad social. Siempre que
coda esta actividad se desarrolle en un determinado ámbito de liber
tades e instituciones que condicionan iodo el conjunto.
Este régimen monárquico posee una naturaleza y un principio
que le singulariza y le proporciona las coordenadas capaces de arti
cular la libertad de los individuos y el orden y bienestar social. La
naturaleza de la monarquía es el gobierno de un poder soberano,
ejercido por el príncipe, según leyes establecidas. Antes de hablar
del principio que mueve la monarquía, Montesquieu insiste en lo
que constituye su sustantividad: se trata de un régimen moderado.
Régimen moderado que implica la existencia de unos «poderes in
termedios, subordinados y dependientes».
des históricas, es decir, de las sociedades tal como son y no tal como
deberían ser —o nos gustaría que fuesen— es indudablemente el in
terés. Ese interés, «el monarca más poderoso de la tierra» (L .P.,
CVI), se desarrolla de forma natural a través del comercio. Frente a
la idea de austeridad y frugalidad, que implica forzosamente aísla-
miento e inmovilismo, en la tradición del humanismo cívico, Mon-
tesquieu se inclina claramente por la modernidad. De la misma ma
nera que el interés ha sustituido al deseo de gloría de las sociedades
tradicionales (y ahora se comprende que el principio del honor de
las monarquías está más penetrado del espíritu de interés que del
deseo de fama heroica), creando unos nuevos lazos sociales entre
los individuos, el comercio no sólo no genera corrupción y decaden
cia, sino que trae aparejadas ventajas sociales como la libertad y la
tolerancia entre los individuos y los pueblos.
sica entre «las leyes que dan origen a ta libertad política con relación
a la constitución, de aquellas que lo hacen con relación al ciuda
dano» ( E ,L .y XI, i).
Esta distinción es crucial, pues ambos tipos de leyes son com
plementarías y solidarias para preservar la libertad de los indi
viduos. En efecto, para que ésta se realice hace fa lta n o sólo que el
ciudadano sea libre , sino q ue viva en una co m u n id a d libre . En la
Constitución de esa comunidad libre la libertad política sólo está ga
rantizada por la existencia de unos mecanismos institucionales me
diante los cuales —según fórmula afortunada— «el poder pare al
poder»; las leyes en relación con los ciudadanos, esto es, las leyes ci
viles, sólo garantizan a su vez la libertad de éstos cuando garantizan
su seguridad. Pues «un hombre es líbre en la medida que puede
creer con justeza que el furor de uno solo o de muchos no le arreba
tarán ni la vida ni la propiedad de sus bienes» ( Penséesy 631), en la
medida en que la presunción de su inocencia no es violentada por
leyes o decisiones arbitrarias de nadie (E .L., XII, 2).
Así pues, a partir del imperativo de que sólo es posible en un or
den .social garantizar la libertad natural de los individuos a través de
la eliminación de la arbitrariedad, son necesarias tanto la libertad ci
vil, que proporciona tal seguridad bajo criterios objetivos de previ si -
bilidad, como la libertad p o lítica que protege al individuo de la po
sibilidad legal del abuso del poder. Pero las leyes sabemos que no
son sino «ías relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza
de las cosas», de manera que su funcionamiento no depende simple
mente de un acto de implantación voluntaria, sino del acomodo y
consentimiento de todos aquellos que las viven. Dicho de otro
modo, la libertad política y la libertad civil, la libertad de la colecti
vidad y la libertad de cada ciudadano no pueden disociarse nunca.
Puede haber si se disocian, señala Montesquieu, constituciones li
bres que no se correspondan con ciudadanos libres (E .L ., XI, 18).
Y viceversa, puede ocurrir «que el ciudadano sea libre y la constitu
ción no» ( E .L ., XII, 1). Incluso «se puede aniquilar por las leyes
como se extermina por la espada» ( Dossier E. L ., 259) o puede lle
gar a existir hasta tiranía y no la hay «más atroz “-señala-™ que la
que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo los colores de la justi
cia» ( Considérations, XIV). En definitiva, que para garantizar la li
bertad de los ciudadanos no basta una buena constitución, sino que
deben combinarse unas determinadas leyes civiles con «costumbres,
224 H I S T O R I A DE LA ÉTICA
por el tono en que se dicen. Suele suceder que al decir las mismas
palabras no se ías dé el mismo sentido ... A veces el silencio es más
expresivo que todos los discursos (K L , XII, 12).
Y algo similar ocurre incluso con los escritos, especialmente los satí
ricos: si el miedo y la ignorancia los hace inexistentes en un Estado
despótico, en las democracias y en las monarquías proliferan, pero
en éstas son —o deben ser-" «materia de policía, pero no de delito»,
y en ambos sistemas «pueden divertir a la malicia general, consolar
a los descontentos, disminuir ia envidia de los altos puestos, dar ai
pueblo paciencia para sufrir y hacerle reír de sus sufrimientos». En
cualquier caso, más se persiguen estos escritos si el gobierno está di
rigido por una aristocracia, «pues los magistrados son pequeños so
beranos, no lo bastante grandes como para despreciar las injurias; si
en la monarquía algún dardo va dirigido contra el monarca, éste
está tan alto que no llega hasta él, pero atraviesa de parte a parte a
un señor aristocrático» ( £ L . , XII, 13).
Y siempre puede medirse el grado de libertad de un régimen por
el grado de la libertad de expresión de ios particulares:
*Que nos dejen ser como som os» (E .L ., XIX, ó). En su refle
xión sobre ese posible «velo a la libertad», y en general en todo su
análisis y comparaciones entre los regímenes republicano y monár
quico, Montesquieu deja traslucir el antagonismo entre dos tipos de
libertades; por un lado, la libertad del mundo antiguo, correspon
diente a sociedades de tipo holístico, en donde el grupo prevalece
sobre el individuo, es decir, la libertad de participación (o libertad
positiva) ideal también del humanismo cívico, y, por otro lado, la li
bertad del mundo m oderno o libertad bajo la ley (libertad negativa),
que da preeminencia a los individuos sobre el conjunto. Mientras
que la primera lleva consigo la idea del deber y dei servicio o parti
cipación en lo público, la segunda parece «liberar» a los individuos
de toda obligación político-social que no sea satisfacer su propio
interés.
Montesquieu percibió esta dicotomía y, aunque su apuesta por
un sistema de libertad le inclina con claridad a la defensa de los in
dividuos frente a las intromisiones del poder («nada hacemos mejor
—escribe— que aquello que hacemos libremente y dejándonos llevar
por nuestro carácter natural» (E .L ., XIX, 5), también le preocupa
el alejamiento de los individuos de los asuntos públicos. Sí, como se
ha visto, nada le causa más pavor que los «decisionarios universa
les» y de forma expresa encabeza uno de los capítulos de su famoso
libro XIX de Esprit des Lois con el lema «No hay que corregir
MO N TESQU IEU 229
2. 2 . 3 . E l despotismo
3, R é g im e n m oderado y p lu ra lid a d s o c ia l .
Los PO D E R E S INTERM EDIARIOS Y LA T E O R Í A D E LA S E P A R A C IÓ N DE
PODERES
Esos tres poderes intermedios, que no hay que confundir con los
[res Órdenes de los Estados Generales del Antiguo Régimen, evitan
la acumulación de poder en un único órgano del Estado, especial
mente evitan que la función legislativa y la judicial se unan al ejecu
tivo. Es lo que le diferencia de los estados despóticos; mientras que
en éstos «el príncipe puede administrar justicia por sí mismo», no
ocurre así en el gobierno m oderado, pues entonces la constitución
quedaría destruida (E .L ., VI, 5).
absolutismo como el que ejerció Luís XIV), tienen una misma base
plural y una misma finalidad: salvaguardar la libertad política de los
ciudadanos.
resultan unos gigantes amables que —como los de las vidrieras cate
dralicias— nos ponen sobre sus hombros para ver más que ellos y, al
mismo tiempo, nos enseñan a caminar con nuestros propios pies.14
B ib l io g r a f ía
2. E d ic io n e s p rin c ip a le s d e o h m s c o m p lé ta s
4. Traducciones al castellano
N otas
ROUSSEAU
1. I n t r o d u c c ió n
2. H om bre mi la n a t u r a l e z a , h o m b r e d e l h o m b r e
¡ K. (AMI'S, i!
258 H IS T O R IA D E L A É T IC A
4. «E t PLIJRIBUS U N U M »
vanda, del que Rousseau dice que es «un principio innato que no es
pera para desarrollarse más que las condiciones a las que se aplica»
(IV, p. 334 nota). En esta voluntad general consistiría la verdadera li
bertad moral, y así podría entenderse el paradójico texto: «El pacto
social encierra tácitamente este compromiso ...: que cualquiera que
rehúse obedecer a la voluntad general, será obligado a ello por todo
el cuerpo: lo que no significa otra cosa sino que se le obligará a ser li
bre» (III, p. 364). En esta última línea, «ser libre» no puede significa!*
otra cosa sino «comportarse como alguien que disfrutara de libertad
moral», es decir, que amara el orden.
Lo que proporciona a la noción de voluntad general su atrac
tivo, y al mismo tiempo constituye su dificultad, es esta confluencia
de un sentido rigurosamente lógíco-procedimental con un espíritu
moral y religioso. Si la voluntad general expresa infaliblemente el
bien común, no es tanto porque sea el resultado de un procedi
miento, equitativo de decisión, sino porque revela, a través de este
procedimiento, la búsqueda del orden de la conciencia. El desgaste,
como por frotamiento, de las voluntades empíricas hace que el
efecto de oscurecimiento del amor propio sobre la conciencia desa
parezca, y que ésta se manifieste como inclinación hacia el orden ge
neral en torno a Dios. P, Riley ha m ostrado notablemente cómo en
el concepto rousseauniano de la voluntad general gravita toda una
tradición teológica que pone justam ente en la generalidad la carac
terística de la voluntad divina (Riley, 1986). Este carácter general
(el no verse a sí mismo sino como parte de un todo referido a Dios
como centro) es también característico de la conciencia y de la vo
luntad general como emanación suya; el procedimiento de decisión
equitativo es el método para que desaparezca el individualismo
anarquizante.
ñas «a menos que haya una gran revolución casi tan temible como el
mal que podría curar, y que es condenable desear e imposible de
prever» (III, p. 56).
Si ello es así, debemos afirmar que el Contrato social no intenta
dibujar el plan para construir una sociedad futura, sino establecer
una medida de acuerdo con la cual juzgar y condenar las institucio
nes existentes (Shklar, 1969). Rousseau sabe con toda claridad que
en las sociedades modernas ni se dan ni pueden darse las condicio
nes para la formación de la voluntad general y que por tanto en ellas
no existen sino «simulacros de leyes» (IV, p. 858). El Contrato pro
pone así una utopía, pero una utopía que no mira al futuro, sino al
pasado. Utopía retrospectiva, semejante en su función a los ensue
ños acerca de la edad de oro, que rezaga su ideal a ios tiempos le
gendarios de Esparta y Roma, y que nos sirve tan sólo para medir la
distancia, insalvable, a la que nos encontramos de la única forma de
vida social que pudo poner fin, por medio de la creación de una se
gunda naturaleza, a nuestra infatigable huida de nosotros mismos.
Así, asentado en esta desesperanza con respecto a la política,
pudo escribir Rousseau las líneas melancólicas que cierran la educa
ción de Emilio:
5. F inal
B ib l io g r a f ía
1. Obras de Rousseau
2. Traducciones al castellano
3. Estudios
N ota
L E l d e b a te é tic o
2. D a v id H um f.
2 0 . - - l AMPS, li
290 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
m orales básicos, dicho m otivo tendría que estar ligado a una pasión.
E n consecuencia, H um e procede a exam inar los candidatos más ve
rosímiles, com enzando por los dos elem entos extrem os de la m ayo
ría de las anteriores teorías éticas: ei interés privado y el interés p ú
blico, egoísm o y benevolencia. Junto a ellos se contem pla tam bién
un cierto «am or a la hum anidad», así com o la benevolencia privada,
esto es, la consideración de los intereses de la parte interesada.
E n cualquier caso, el resultado del análisis es negativo p o r lo
que no cabe sino concluir que hay que buscar un origen artificial,
debido a la educación y a las convenciones sociales. Pero ello no re
duce, en m odo alguno, su carácter de necesidad:
2.4. La simpatía
Ahora bien, como los medios adecuados a un fin sólo pueden re
sultar agradables cuando el fin lo sea también y como el bien de 1n
sociedad —en donde no está comprometido nuestro propio interés
ni el de nuestros amigos— nos place sólo por simpatía, se sigue que
ia simpatía constituye el origen del aprecio que experimentamos ha
cia todas las virtudes artificiales ( 1\ p. 823).
2 I " C .V M I'Ü . II
306 H I S T O R I A D E LA ÉTICA
Parece, por tanto, que los esfuerzos por reducir el egoísmo por
medio exclusivamente de una versión transformada de sí mismo, no
han logrado éxito pleno. Á la poste, lo que la simpatía se ve obli
gada a transmitir, si se ha de tratar de una operación eficaz, a los
efectos morales, es un sentimiento benevolente.
amor propio. Y si esto es así, ¿por qué va a ser difícil concebir que
ocurra lo mismo con los afectos benevolentes? Si aceptamos la hipó
tesis para el caso de la venganza, donde la pasión puede llevarnos a
despreciar conscientemente nuestro interés, ¿qué filosofía se atre
verá a negarle lo mismo a pasiones mucho más nobles que aquélla?
B iblio g ra fía
1. ¡¡miración británica
Para un acceso relativamente fácil a los principales textos:
Raphael, D, LX, ed,, B ritish M oralists, Clarendon Press, Oxford, 1969,
2 vols.
Seiby-Bigge, L. A., ed., British M oralists , Clarendon Press, Oxford, ¡891,
2 vols. Ed. en 1 voi., Bobbs-Merrill Company, Inc., Nueva York, 1964.
Smith, Adam, The T heory o f M oral Sentim ents, ed'. E, G. West, Arlington
House, Nueva York,-1969.
—, The G la sg o w Edition of the Works and Correspondence o f Adam Smith,
Clarendon Press, Oxford, 1976, 6 vols.
Bibliografía secundaria:
Bagolini, L., La simpatia nella morale e. nel diritto, Giapichelli, 'Turin,
1966%
Blackstone, W. T., Francis Hutcheson a n d C on tem porary E th ical Theory,
University of Georgia Press, 1965.
Campbell, IX T,, Adam Smith’s Science o f M oráis, Allen and Unwin, Lon
dres, 1971.
Carlsson, P. A., B utler's Ethics, Mouton, La Maya, 1.964,
Colman, J., «Bernard Mandeville and the Reality of Virtue», Philosophy,
XLVÍI (1972).
Fowler, T., S haftesbury a n d H utcheson, Sampson Low, Londres, 1881.
Mope, H., ed,, Philosophers of the Scottish Enlightenment, Edinburgh Uni
versity Press, Edimburgo, 1984,
Jensen, H., M otivation and the Moral Sense in Francis Hutcheson's ¡Ethical
Theory, Nijhoff, La Haya, 1971.
Mercer, Ph., Sympathy and Ethics, Clarendon Press, Oxford, 1972.
Roberts, T. A., The Concept o f Benevolence. Aspects o f the E ighteenth
Century Moral Philosophy, Macmillan, Londres, 1973.
Taylor, W. L., Francis Hutcheson and Da vid Hume as Predecessors o f
A ¿¡am Smith, Duke University Press, 1965.
2. H um e
N otas
1. E l d e b a te é tic o e n el q u e se c e n t r a e s te c a p itu lo n o e s m á s q u e u n a p a r te d e l
to ta l: la q u e p o d ría c a lific a rs e d e é tic o -p s ic o ló g ic a . E x iste a d e m á s u n a lín e a m ás
é tic o -p o lític a , c u y a p rin c ip a l in fle x ió n p a sa p o r L o c k e . C o m o é s te tie n e un c a p ítu lo
a p a r te e n e s ta h is to ria , y p o r ra z o n e s d e b r e v e d a d , h e c o n s id e r a d o o p o r t u n o lim ita r
el te m a a la p rim e ra .
2. A d a m S m tth d e b e r ía s e r t r a t a d o d e s p u é s d e H u m e , p o r u n a c u e s tió n ló g ica
y c ro n o ló g ic a , P e ro , d a d o q u e H u m e o c u p a la m a y o r p a r te d e l c a p ítu lo , p a re c e m e
j o r s e p a ra r lo te m á tic a m e n te in c lu y e n d o a S m ith j u n t o a lo s a n te rio re s .
3. E n la bib liografía se e n c u e n tr a u n a e s c u e ta in fo rm a c ió n s o b re a m b a s , así
c o m o s o b re las v e rs io n e s c a s te lla n a s u tiliz a d a s a q u í p a ra las c ita s, a v e ce s c o n a lg u n a
m o d ific a c ió n m ía . E n el te x to m e r e fe riré s ie m p r e a e lla s c o m o T rea tíse e Enquiry,
y las re fe re n c ia s e n las n o ta s v e n d r á n d a d a s c o n u n a T o u n a / , se g u id a s p o r el n ú
m e r o d e p á g in a d e la c o r r e s p o n d ie n te tr a d u c c ió n .
4. L a fa m a d e H u m e e s tu v o d u r a n te m u c h o tie m p o a s o c ia d a e n g ra n p a r te a
s u T h e H istory o f G r e a l B r ita in ( 1 7 5 4 - 1 7 6 2 ) , C u rio s o te s tim o n io d e e llo lo d a c\
314 H IS T O R I A D E LA ÉTICA
KANT 1
L a l i b e r l a d c s el p r im er p r i n c i p i o d e lo c o n t i n g e n t e
K ant, R., 6 .8 7 3
I, INTRODUCCIÓN
E n un s u j e t o d e l m u n d o s e n s i b l e e n c o n t r a r í a m o s e n t o n c e s , e n
p r i m e r l ug a r , un c a r á c t e r e m p í r i c o e n v i r t u d d e ! c u a l s u s a c t o s e s t a
rían. en cuanto f e n ó m e n o s , ligados a otros fe n ó m e n o s c o n f o r m e a
leyes c o n sía n le s y p o d ría n derivarse de e s o s o tro s f e n ó m en o s c o m o
c o n d i c i o n e s su y a s, E n la z a d o s c o n e s o s f e n ó m e n o s , ios a c t o s se rían ,
p u e s , m i e m b r o s d e una ú n i c a s e r i e del o r d e n natural. H n s e g u n d o l u
g a r . l u d i r í a q u e c o n c e d e r a d e m á s a d i c h o s u j e t o un c a r á c t e r i n t e l i g i
b l e . e n v i rt u d d e l c u a l f u e r a e f e c t i v a m e n t e c a u s a d e e s o s a c t o s e n
c u a n t o f e n ó m e n o s , pero que no se h a lla ra s o m e t i d o a n i n g u n a c o n
d i c i ó n d e Ía s e n s i b i l i d a d , ni f u e s e por t a n t o f e n ó m e n o { A 5 3 c) / Bf > o 7 j .
324 H I S T O R I A DH !.A l - T K A
110 sólo posibilidad, sino realidad práctica. Ahora Kant dice que
existe esa idea de deber y que además existe una ¡dea de su influen
cia sobre la voluntad. Por lauto, a través de ella debe mostrarse la
realidad práctica de la libertad. En el fondo, el a rg u m e n to está d ise
ñado a la perfección en la primera nota de la KpV: la ley moral es la
razón de que conozcamos de la libertad, pero la libertad es la razón
de que exista la ley moral (KpV, A, 6n.). Para que el argumento fun
cione, Kant debe partir de un hecho: que tenemos realmente la ley
moral. Y para eso debe partir de un supuesto: que podemos hallar
una clara fórmula de la ley moral. Para ello analiza, en la Funda-
mentación, el conocimiento racional-moral común.
En realidad, Kant acepta los ideales prácticos cristianos como
forma de vida moral común. En ningún momento nos parece que el
conocimiento práctico racional común fuese para Kant el propío de
los ideales griegos. En la perspectiva de esta obra, estos valores clá
sicos no serían racionales. Así ya vemos que todo el argumento de
Kant resulta sesgado culluralm enle. Para él, como perteneciente a la
tradición cristiana, el bien absoluto es una voluntad santa. Kant no
quiere d e c ir q ue Cristo sea el ideal del hombre, sino que Cristo es tal
porque se aproxima al ideal del Padre, De hecho, la voluntad buena
o sania es el concepto mismo del Dios c o m o bien absoluto y como
ser m o ra lm e n te perfecto (F., A29). Así q ue el conocimiento popu
la!* de la moral es el que se representa a Dios como ser moral per
fecto. La cuestión es saber qué queremos decir con esto.
Ante todo, la voluntad buena es buena de manera absoluta. Esta
sería la voluntad que siempre quiere el bien. Imitando esta voluntad,
los cristianos se han visto a sí mismos como buenos. Por eso. no han
considerado como bien absoluto el que se les haga favores, se les
rinda beneficio, se les ayude, o se les respete. El hombre cristiano
no desprecia iodos estos bienes. Pero no considera que alguien sea
bueno porque produzca esos efectos sobre él, sino porque tiene la
voluntad de entregárselos, porque esos bienes no brotan desde el in
terés, desde los juegos y cálculos sociales, sino desde la benevolen
cia del hombre que nos los entrega. De esta m anera, el hombre cris
tiano, sin despreciar los beneficios de las acciones, valora como
bien superior la voluntad de hacer el bien. El valor moral de la ac
ción no reside en sus consecuencias {/■’., A 15). sino en su intención
buena. Por eso, Kant dice que la voluntad buena no es iodo el bien,
ni el único bien, pero ha de ser el bien superior, porque es la condi»
KAN'T 333
üngeníe (/■'., A37). Querer esta ley universal no sucede por nuestra
n a turaleza — por naturaleza q u e re m o s objetos de nuestros deseos o
inclinaciones-—, sino que debe suceder contra la naturaleza. Para
que nuestra voluntad elija un bien que es una ley universal, frente a
un bien que es objeto de nuestro deseo, leñemos que establecer una
constricción, lo que K am llama una Ndtignng ( /\ , A37),
Pues bien, aquella idea de una voluntad buena racional, con su
ley universal como objeto de su querer, es un principio objetivo que
choca con la naturaleza y la inclinación propia de las condiciones
subjetivas de nuestra voluntad. Kant dice; «L a representación de un
principio objetivo, en tanto que es c o nstrictivo para una voluntad,
llámase mandato de la razón y a la fórmula de ese m andato se la lla
ma imperativo» {/•"., A 37). Así que la frase «Quiere la ley universal
como bien» es un imperativo. La idea de la voluntad santa y racio
nal es para nosotros un imperativo, no una naturaleza. Es un deber
ser. no la idea de un ser. Con ello llegamos a la idea de deber. Ac
tuar de una forma racional para la voluntad santa de Dios no es un
deber. El querer santo quiere ya siempre así y coincide con la ley
universal. Pero el hombre es un ser imperfecto, y la imperfección
subjetiva moral de su voluntad determina que querer el bien univer
sal sea un deber. La idea de Dios como ser moral lleva consigo la
idea de un imperativo moral como deber ser moral del hombre,
Kant inmediatamente plantea dos cuestiones: ¿qué contiene
para el hombre el imperativo que dice «eleva una voluntad racional
a deber»? ¿ C ó m o es posible este imperativo? Pero esta pregunta
también puede significar esta otra: ¿Cómo puede pensarse la cons
tricción de la voluntad humana que el imperativo expresa? (F., A44).
La primera cuestión se resuelve por una investigación analítica de
lo que antes hemos dicho de la voluntad racional, y a ella se entre
ga Kant en este capítulo ü de la Fundumentüción. Las dos cuestio
nes siguientes nos permiten dar el paso al asunto que tenemos en el
horizonte. Pues esas dos preguntas se resuelven diciendo que los
imperativos son posibles sencillam ente por la libertad. Este es el
objetivo del tercer capítulo de la Fiuidíunentación.
En relación con el primer problema, ¿qué contiene en sí el im
perativo moral?, tan pronto aplicamos la idea de una voluntad ra
cional buena ya sabemos que tiene que ser una ley universal queri
da por sí misma. Así que el imperativo reproduce, en su primera
formulación, lo que habíamos encontrado en la idea de una voluntad
336 h is t o r ia o r , i ,a h i i c a
racional. Dice sim plem ente: actúa de tal manera que quieras que la
regla que sigues sea u n a ley universal del querer (F,, A52). Repare
mos en que este imperativo categórico no tiene nada que ver con un
imperativo hipotético. No dice «actúa de tal manera que (u regia sea
universal». Esto sucede también con un imperativo condicional; por
ejemplo, la regla que dice: ¿quieres llegar lo antes posible? Ve en
avión. Esta es una regla que cualquiera seguiría. Pero este imperati
vo hipotético no implica que quieras que cualquiera quiera llegar lo
antes posible. Por ejemplo: yo puedo querer ha cer un negocio y qu e
rer adelantarme a la com p e ten c ia . El imperativo categórico dice, por
el contrario, que actúes de tal manera que quieras que la regla que
sigues se convierta en l e y u n i v e r s a l d e l querer hum ano.
Es evidente que este criterio tiene más sentido negativo que po
sitivo. Si en una negociación concreta con alguien sigo la máxima
de mentir, resulta evidente que no puedo qu e re r que mentir sea una
ley universal del querer. No puedo querer ser el engañado, lo que
sería inevitable si el otro aplica realmente mi máxima convertida en
ley universal de su querer. Lo mismo sucede si en un trato actúo de
jándome llevar por la idea de que debo lograre! máximo beneficio
posible. Esta es una idea que no puedo querer que sea también la
máxima del querer de a / t e r . Si esas máximas se convierten en má
ximas de todos, tienen consigo efectos que no se pueden querer. Por
lanío, no puedo querer que esas máximas sean universales.
Por el contrario, si encontrásemos una ley universal que todos
pueden querer como bien absoluto, se produciría una situación muy
peculiar y extraña. Las voluntades de los hombres serían casi como
los cuerpos que caen libremente: cada uno recorrería un camino,
pero todos ellos se dejarían atraer por la misma gravedad y se regu
larían por la misma ley. Esta situación altamente improbable impli
caría que la voluntad de los hombres alcanzaría una especie de na
turaleza: se unificaría no tanto según los objetos del querer, sino
según la regla con que cada uno lo persigue y lo quiere. M i querer
sería privativo mío, pero la ley que lo rige sería universal y así al
quererla querría lo mismo que toda otra voluntad. Sería un querer
que en mí interioridad podría compartir y desear que se extendiera,
una especie de querer común, por mucho que fuera mío. La forma
en que cada uno querría la ley sería perfectamente compatible con
que todos la quisieran. Por eso. el imperativo de hecho establece el
deber de fundar una naturaleza mínima en la voluntad humana, De
KANT 33 7
quier fin, pero antes tengo que querer que sólo yo decida ios fines
por los que yo me d e te rm in o a obrar. Querer mí a utodeterm inación
es el querer transcendental a todo querer genuino, el querer previo
que necesariamente ha de querer toda voluntad autodeterm inante.
Este rasgo de la autodeterminación deviene así un valor absoluto.
La voluntad racional, que quería siempre un bien universal, ex
presado en una ley universal de la razón, puede tener un significado
para el hombre: mantener mi autodeterminación. Puedo querer al
mismo tiempo que todo hombre la mantenga. Si quiero mi autode
terminación como máxima puedo querer que esta máxima sea uni
versal. La naturaleza que debe constituir la voluntad humana es la
aspiración universal del hombre a autodeterrninarse. El cristianismo
resulta interpretado por Kant como un cristianismo de la individua
lidad que quiere que ésta asuma su soberanía por doquier.
Desde la potencia de autodeterminación que se quiere a sí mis
ma en uno y en todos, se genera la idea de hombre como fin en sí.
Pues la idea encerrada en la palabra autodeterminación es doble:
primero, que yo soy quien se determina, y esta es la dimensión sub
jetiva del término; segundo, que yo me determino a mí mismo. Esta
es la idea objetiva y dice que la finalidad global de mi actuación es
hacerme a mí mismo, construir mi persona y mi existencia plena, a l
red e d o r de un proyecto con el que me reconcilio. Como veremos,
esta idea no es im aginable sin la noción de felicidad, tai y como la
entiende Kant. Mas, sin llegar a estos temas, podemos decir que a
esta determinación de sí a partir de sí mismo, Kant la ha llamado la
condición de ser fin en sí del hombre (F., A64). El hombre es su
propio fin: no sólo define sus fines, sino que se define a sí mismo
— en su existencia global— como fin de su conducta, define la vida
en la que todos los fines se integran c o m o una unidad.
Lo que Kant dice entonces es que, en todas las acciones morales,
yo puedo querer que iodo hom bre siga siendo fin en sí. Dicho estatuto
sería de un valor absoluto. Querer el im perativo sería querer el deber
de mí autodeterminación compatible con la autodeterminación univer
sal del ser humano. Así que yo puedo querer autodeterm inarm e en mi
existencia y puedo querer que cada uno lo quiera. De esta forma, ve
mos que esta estructura es compatible con el imperativo categorici):
actúa de tal m anera que tu máxima — autodeterm inarte — pueda ser ley
universal del querer. Pero entonces, mi deber es ser hombre que se au-
todelerm ina de tal manera que todos los demás puedan hacerlo.
340 H I S T O R I A D E i.A íh ' iC A
en ley universal (forma del querer racional). Esta e.s la idea central.
Lo que se produce en esa idea tic concordancia universal de querer la
autodeterminación de todos lo hombres no es sino la consideración
de toda voluntad humana como si fuera una sola. Así se reúne toda
voluntad humana en única voluntad racional y universal. Es como si
la voluntad reunifícada de todos los hombres en el objetivo de la au
to determ inación de lodo hombre, hubiese propuesto esta ley como
imperativo. La ley nos permitiría representarnos la voluntad humana
como única. Aquí «la voluntad de lodo ser racional» es «una voluntad
um versalm ente legisladora» (/<’.. A70). De la voluntad de un hombre.
Kant ha pasado a la voluntad universalmente legisladora. De hecho,
se trata del único punto en el que la voluntad de todo hombre puede
.ser ia misma. Todas las demás reglas, que no proceden de esta vo
luntad de la humanidad reunida, no pueden elevarse a deber moral.
Con ello, la voluntad unitaria no sólo se propone fines concre
tos. Se da sobre lodo una ley. No sólo se da la autodeterminación
como un fin entre otros, sino que la autodeterminación es ley uni
versal, fin universal. La forma en que se auto d e term in a la voluntad
depende de una ley racional. Esa autodeterminación por la vía de la
ley universal y racional es lo que Kant llama aitíoiiomía. Podemos
imaginar una autodeterminación por el capricho, por los fines con
cretos que tengo al alcance de la mano. Pero por la idea del deber
me aulodetermino desde una ley racional, fisto es: yo me doy una
ley a mí mismo. Esta forma de autodeterminación mediante la ley
universal es la auto n o m ía . La autonomía es esa autodeterminación
con c re ta qu e es autolegislaeión ( / ’.. A72).
Ahora bien, no hay que perder de vista que la ley de la autonomía
ord en a a la voluntad la autodeterminación universal. Naturalmente,
esto no es un hecho, ni es parte de la naturaleza, ni es querer un ser.
Es querer un deber ser. A la representación concreta de lodos los se
res racionales autodeterminados de form a compatible, Kant la llama
reino de ios fines. Mediante este concepto. Kant quiere ofrecer un re
ferente objetivo a la noción de autonomía. Este concepto, eco secu
lar de otras form as de asociación religiosa de los hombres, no hace
sino desp le g a r la idea de autodeterminación de lodo hombre. Lo que
quiere el imperativo, lo que debo querer con el imperativo, el come-
nido de esta voluntad buena en los hombres, es un reino de los fines.
Mediante este concepto pienso ya mi a utodeterm inación en la medi
da en qu e es compatible con la autodeterm inación universal.
342 H IS T O R IA D E LA LTICA
puede querer realizar ese imperativo, darse esa ley a sí mismo de tal
forma que afecte a su con d u c ta . ¿Cómo esa idea de reino de los fi
nes, con todo lo que implica, deja de ser un fantasma sin carne para
habitar el cuerpo del hombre? El momento sintético de esta morali
dad en relación con la vida práctica del hombre es lo que no está es
tudiado. Kant, que nunca parece ver del todo claro, quiere concluir
que para que este imperativo se abra camino en la práctica, para que
se produzca respeto y sentimiento de la dignidad, para que se quie
ra una autodeterminación compatible con la autodeterminación uni
versal. para que el h o m b re actúe como un ser autónomo, se requie
re que el h o m b re sea libre. Sólo porque la voluntad es libre puede ser
autónoma (/■’., Á97). Sin presuponer la libertad, desde luego, no hay
anclaje del ideal moral en el mundo de los hombres.
Esta parte del argumento es complementaría de lo que habíamos
dicho en la KrV sobre la libertad. Pues allí se establecía un modelo
de argumento que decía; la idea de libertad implica actuar por un
deber como imperativo absoluto. Ahora bien, decíamos allí, no sa
bemos si tenemos un tal deber. Por tamo, no sabemos si la idea de
libertad tendrá realidad práctica. Ahora hemos encontrado que te
nemos un tal deber: el de ser autónomos. Por tanto, d e b e ría m o s con
juntar los dos argumentos y reconocer que la idea de libertad tiene
realidad práctica: la de actuar por el deber de ser autónomos. Sin
embargo, Kant quiere invertir el argumento y mostrar que el deber
de ser autónomo sólo tiene realidad por la libertad. Una vez más,
todo esíe argumento de doble vía se resume en la tesis con la que se
iniciará la KpV. A partir del deber llegamos a conocer la idea de li
bertad, pero ahora debemos mostrar que sólo p or la idea de libertad
llega a existir el deber. En realidad la tesis dice que en la idea del
deber la libertad se conoce a sí misma. Por forjarse un imperativo,
el hombre se sabe libre, llega a tener conciencia de su estatuto de
ser libre y así puede obrar librem ente.
¿ N o hemos avanzado entonces nada? En modo alguno. Hemos
reconocido que hay un hecho: que la libertad es la propiedad de la
voluntad de darse una ley racional. Al darse esta ley, la voluntad no
se determina por la naturaleza sensible del hombre. Para que la vo
luntad se dé una ley racional. ley que no descubre en la naturaleza,
ni en sus efectos, ni en sus intereses, ni en sus inclinaciones, que no
es ley de un ser. sino de un deber ser. esa misma voluntad ha de ser
líbre. La libertad causa algo nuevo, independiente de la naturaleza,
KANT 345
que no sucede sino que acontece, que está fuera del tiem po: el d e
ber. Ahora sabemos qué crea ¿uue todo la libertad: una ley, el impe
rativo de la voluntad racional La libertad es voluntad racional. La
voluntad racional es líbre. Si la libertad no fuera voluntad, no entra
ría en el mundo. Sí la voluntad no fuera líbre, no sería racional ni
buena ni m oral La síntesis entre libertad y voluntad es la clave de
este paso. De esto no se nos habló en absoluto en la KrV. La liber
tad es querer la autonomía, dejarse m o v e r por la dignidad y el res
peto, Si existiese una relación abstracta entre libertad y deber, sin
mediación alguna por la voluntad, ¿qué sostendría el deber ser? Si
el deber ser no fuera objeto del querer racional, ¿ d e qué sería o b je
to? Para que ese limbo del deber esté preñado de consecuencias tiene
que conectaren la tierra al menos con la voluntad libre, tiene que ser
querido. Si el deber no es objeto de la voluntad, ¿qué realidad tendría
el deber, sí por sí mismo no es un ser ? El deber ha de ser por lo me
nos objeto de la voluntad. Para que el deber sea objeto de la volun
tad, ésta debe ser libre. A q u í se ha avanzado respecto de la KrV.
Lo que ha hecho Kant es bien fácil: la moral se ha demostrado
voluntad racional La voluntad racional se ha demostrado voluntad
Ubre. Allí donde exista voluntad racional tengo que presuponer mo
ral y libertad. El reino de los fines es un reino de seres libres volun
tarios. Pero Kant no ha mostrado cómo y mediante qué esta liber
tad, como libertad m oral con todas sus consecuencias sobre el
querer racional se abre camino en la práctica hum ana. Mientras no
demos este paso, estamos, confiesa Kant, en el círculo de las ideas,
sin decir nada concreto en relación con la vida del hombre. Si no se
ve cómo el h o m b re puede querer racionalmente seguir el deber, no se
ve cómo su voluntad es racional autónoma, líbre.
Este es el argumento que se abre con ese epígrafe, excepcional
mente significativo, que se pregunta cuál seria el interés del ho m bre
en ser m o r a l El lector de esla parte del libro hará bien en separar de
su pensamiento un camino que Kant ensaya una y otra vez, pero que
no parece llevar a sitio alguno. Se trata de su deus ex machina de la
relación entre cosa en sí y fenómeno. Siempre que quiere hacer via
ble 1a posibilidad de que la moralidad exista en un ser sensible, Kant
reproduce aquí los argumentos de la primera Crítica sobre los dos
mundos. Sin embargo, ahora se trata de establecer una relación po
sitiva, no meramente negativa: no se traía de que el mundo de la na
turaleza y de ía libertad no sean incompatibles, y de que uno pueda
346 H I S T O R I A D E LA ÉTICA
pensarse sin tener que romper la consistencia del otro. Ahora se tra
ta de un punto positivo: que el mundo de la moralidad pueda afec
tar a nuestra voluntad, esto es, que n u e s t r o querer humano pueda ser
líbre. K ant habló en la K rV ele que el carácter notim énico debía de
terminar un carácter empírico. Se trata ahora de eso, de ver qué di
mensión de la voluntad empírica puede positivamente apelar a la li
bertad como fundamento. Esa parte empírica del querer humano
que puede tener como fundamento el deber y que señale en él un
querer del deber es lo que debemos hallar.
Pues no se trata de que naturaleza y libertad sean posibles a la
vez. Se trata de que mientras que ¡a libertad es dudosa (F., Al 14) en
su realidad práctica, la naturaleza tiene realidad objetiva. Por eso,
para que la libertad tenga realidad práctica, no sólo debe mostrar
que es compatible con la naturaleza, sino que en un punto ha de es
tar necesariamente unida a ella, en un punto ha de producir efectos en
ella (F., Al 16). Así que tenemos que pasar de un concepto negativo
de libertad a un concepto positivo de voluntad libre (F,, A l 18-1 19).
Así que después de todo tenemos un problema: la voluntad ra
cional libre debe producir un efecto sobre la realidad sensible del
hom bre, porque de otra manera éste no movería su organismo a la
acción moral. Ese efecto sensible en el hombre de la voluntad ra
cional libre podría mover a la voluntad completa del hombre a que
rer c\ imperativo. Pues bien, el efecto sobre el hombre completo del
imperativo categórico, de la voluntad libre y racional es el senti
miento moral. Kant lo define como el efecto subjetivo que ejerce la
ley sobre la voluntad del hombre. En el fondo, es el mismo efecto
que produce un hombre ante otro, tan pronto piensa en su dignidad.
Naturalmente, aquí se trata de sentimientos. Así que el sentimiento
moral es un elemento qu e puede formar parte del carácter empírico.
Kant no analiza este sentimiento. Simplemente dice que es un sen
timiento de satisfacción por el cumplimiento del deber. Este senti
miento sólo puede entenderse como causado por la acción libre. A
una acción libre le sigue un sentimiento de satisfacción. Pues bien,
ahora dice Kant que este sentimiento moral produce un interés en
las acciones m orales. El sentimiento moral es el fundamento del in
terés (F., A 122) que ponemos en querer el deber. Q u e re m o s el de
ber, y lo realizamos, y esto nos produce una especie de satisfacción
llamada sentimiento moral. Queremos realizar el deber porque esta
mos interesados en vivir con ese y en ese sentimiento de satislac-
KAN I 34 7
que las creencias morales tenían que ver con la representación que
el hombre se hace de la totalidad de la existencia, si el deber se im
pone como ley incondicional de su actuación.
Vamos a tratar entonces estos tópicos de la siguiente manera;
primero, veremos la unidad de la razón legisladora, de la que el im
perativo es la expresión más precisa; segundo, veremos la relación
entre la ley del deber y la felicidad humana, y tercero, expondremos
la debilidad de las creencias que hacen asum ible esta relación entre
el deber y la felicidad, que nos permiten esperar el bien supremo.
2.3.2. El i m p e r a t i v o como ley de la r a z ó n . I-a revolución coperni-
cana es el complejo argum ento para mostrar que en el hombre exis
ten estructuras formales sobre las que fundar la normatividad univer
sal de la razón en su uso teórico y práctico. El análisis transcendental
mira al hombre de tal manera que separe lo dependiente de la indi
vidualidad y muestre lo común a iodo hom bre. Este análisis a rg u
m en ta que, sin esos rasgos comunes, no podría haber ninguna co
operación en la transmisión del conocimiento o en la acción.
De esta forma perseguimos un fin: construir una noción de natu
raleza como forma reglada de ordenar la realidad existente. La na
turaleza que construye normativamente el sujeto desde la razón es
meramente formal. La naturaleza m aterial, la existencia, viene dada.
A esa forma de proceder y ordenar ios fenómenos materialmente
dados, Kant la llama razón teórica, o conducta racional teórica.
Pues bien, este análisis que constituye la razón teórica, desple
gado en la KrV, se rige por un fin y por un mandato: ¡busca lo uni
versal en el hombre para que su conducta teórica, el uso de sus fa
cultades de percibir, imaginar y pensar, pueda ser cooperati vo! Esta
búsqueda encuentra bases necesarias y universales para conocer en
las capacidades teóricas de intuir, imaginar, pensar y razonar. Pero
ese mandato de buscar la universalidad es un im perativo que ya d e
b e m o s suponer al comienzo mismo del análisis transcendental de la
estructura de las capacidades teóricas. La razón-sujeto, que realiza
la Crítica, ya debe suponerse al principio, para impulsar los análisis
que en el libro se registran. Pues bien, esa razón-sujeto, su p uesto de
la Crítica, es una mera exigencia, un mero lelos, que dice: «actúa de
tal manera que sigas una ley universal que forme una naturaleza».
Esta es la forma de la razón que, en el caso de la razón teórica, se
plasma en la exigencia de macula de tal manera que del uso de tus
capacidades teóricas se siga una naturaleza formal que ordene la
KAN I
2,3.4. El objeto ¿le la voluntad pura. Pero aún nos queda por sa
ber qué quiere esta voluntad libre. Ante todo sabemos que quiere la for
ma de la razón, el bien de la racionalidad. Este es el posible efecto de
ia acción de la libertad (KpV* A 1í) I). La razón es el bien para la razón.
La razón se autoafirm a c om o bien, Pero ¿qué pasa con los materiales
y contenidos que están integrados en la máxima que superó la forma
de la ley universal? Aquí Kant distingue claramente entre ¿las Guíe y
das W¿)hL por un lado, y das Böse y das ÜheL La voluntad libre quie
re ¿las Gute y execra das Böse , Sólo quiere el bienestar, das W o h L el
objeto concreto de su m áxim a, y se retira del dolor, das ÜheL en la me
dida en que puede querer el bien racional (Kp\L A 105). Por eso la KpV
no ha perfilado un concepto de bien y de mal con anterioridad a ia de
finición de la forma racional de la actuación: pues esa misma forma, la
forma de la razón, es lo que constituye el bien (KpV, A 110).
¿Qué hacer, sin embargo, con lo agradable que pueda estar con
tenido en la máxima que supera las exigencias de la forma de ia ley?
Kant ha negado que la acción permitida p o r la ley moral tenga como
motivo lo agradable o el contenido relativo a la felicidad que poda
mos obtener. Por mucho que esté permitido, este contenido no es el
motivo de la acción. Hago la acción porque es racional actuar así y
ese es el único bien: el respeto a la ley moral (KpV, A 127). Si fuese
de otra manera, se actuaría según la ley, pero no por la ley. Se obe
decería la letra de la ley, pero no su espíritu. Se obraría de forma
externamente racional, pero no por el bien de la razón.
Las cautelas del texto de Kant no dejan lugar a dudas. Su obse
sión aspira a evitar la hipocresía y las tram pas de los hombres res
pecto de su propia actuación. Así que una vez perm itido el objeto de
la máxima, no actúo porque lo quiera. Es más: desde el principio
del juicio moral estuve decidido a dejarlo de lado en caso de que la
máxima no sobrepasara el criterio de la ley moral. Ahora, recojo lo
agradable con agrado, pero con indiferencia moral. El objeto no
puede dejar de ser agradable para mí, pero ese agrado no tiene valor
moral alguno. De hecho, ya no recupera jamás la plena adhesión
que desde el principio le retiré provisionalmente para hacer viable
el juicio. Lo disfruto, pero no es el motivo de mi acción. Casi lo dis
fruto por añadidura. La ley moral misma debe ser pues el móvil, y
no sólo objeto de la voluntad pura. Que la ley moral permita por
añadidura el agrado dice algo más de su b ondad interna, quizás la
torna humana, pero no aumenta ni disminuye su bondad moral. Cómo
KAN! 357
dejarse determinar por ios motivos sensibles. La lucha por una dig
nidad que lleve consigo felicidad es otra cosa.
Respecto de la volu n ta d santa no tiene sentido aducir el proble
ma de la inmortalidad del alma, porque esta existencia ya inmortal
sólo cabe pensarla sin cuerpo. En este tipo de existencia no cabe la
lucha contra los motivos sensibles de la acción, y por tanto el com
bate por la perfección moral carece de sentido. Así que, desde el
punto de vista de su sentido literal, la inmortalidad del alma no tie
ne sentido ni en relación con el problema de la felicidad y del bien
supremo, ni en relación con el problema de la perfección moral de
la voluntad en lucha contra los motivos de la inclinación.
Ahora bien, sí lo que quiere decir Kant con inmortalidad del alma
es inmortalidad de la especie humana, entonces ese combate moral
sí puede comprenderse como infinito, en la medida en que luche por
hacer de! hombre un ser moralmente transparente. Pero, entonces,
no tendría que ver con la cuestión del bien supremo como síntesis
real de dignidad y felicidad. Pues ese combate por la santidad sólo
dice que el hombre estaría tan apegad») a la ley moral que por su
cumplimiento obtendría su felicidad, con lo que entonces la felici
dad prevista en el bien supremo sería una consecuencia analítica de
la voluntad santa, y 110 el tipo de enlace sintético y real que Kam co
menzó anunciando como propio de los hombres. La conclusión es
bien fácil: sí la inmortalidad es la del alma personal, entonces no se
entiende muy bien qué tiene que ver aquí la felicidad como dimen
sión sensible natural, ni la perfección moral, que es una lucha vale
rosa contra las inclinaciones sensibles. Pero si la inmortalidad es la
de la especie humana, no se comprende cómo mejora nuestro hori
zonte respecto de la c onquista del bien supremo. Podemos imaginar
que eternamente haya hombres, pero si cada uno de ellos no tiene
razones para esperar la felicidad digna, no veo por qué el conjunto
de todos los hombres tendría razones para esperar otra cosa. Así
que, a l a postre, Kant, en la Dialéctica de la KpV se refugia implíci
tamente en el idealismo estoico. Aquí domina su previsión de que la
v o lu n ta d santa por sí misma debe hacer feliz al hombre.
Kant no ha sabido orquestar una relación entre la ley moral y la
felicidad humana al nivel de la KpV. Aquí ha primado la claridad
analítica del filósofo, que busca principios, sobre la lucidez del sa
bio que explica cómo juegan los principios morales en la vida hu
mana real. Ha q u e d a d o claro que la experiencia, la naturaleza. Jas
364 ¡ I k S T ü R lA DT. L A lÍ T l C A
3. La m o ra l k a n tia n a hn su uso
Vemos así que .sólo sobre una noción reformada de felicidad po
demos asistir a una dinámica encaminada a propiciar el bien supre
mo en la tierra. Kant ha exigido esta reforma del concepto de felici
368 H I S T O R I A OH L A HTJCA
duela, pero no la dete rm in a n . Por otra parte, las reglas y sus motivos
no siem pre son m óviles.
Q ue las p e rsonas se m uev an por estím ulos o por reglas es algo
q ue, a su vez, no d e p e n d e de regia alguna. Una inclinación puede
c o n v e n ir s e en móvil ca p az de su p e ra r todo m otivo y producir, así,
un deso rd e n para el e n te n d im ie n to . Un orden de reglas tan variable,
que ad e m á s no puede servir de paula a colectivos h u m a n o s con
otras experiencias, es ig u alm e n te d esorden. Al nivel de la voluntad
del en tendi miento hay, por tanto, un d e so rd e n infrahumano, un d e s
orden iníraculínral , y un deso rd e n inferctdtund, En estos casos
co nt e m p la m o s los límites del orden propiciado por el e n te n d im ie n
to, prim ero c o n sig o m ism o y luego con el entorno social, histórico
o cultural. S urge así la necesidad de o rd e n a r las reglas prácticas que
forja el e n te n d im ie n to de tal m anera qu e se evite estos desórdenes.
Esto obliga a preg u n ta rn o s por la m anera en que la experiencia his
tórica h u m an a puede ser co n v e rg e n te , o por el proyecto ilustrado
c o m o proyecto de universalización de la forma de ser hom bre.
Otro íexto nos perm ite avanzar en esta línea: «Al hom bre, com o
un ser que tiene entendim iento, tiene que disgustarle m ucho que, ante
sus propios ojos, el entendim iento esté som etido a sus inclinaciones y
no esté bajo una regla en relación con sus fines. Esta regla tiene que
ser una regla de la razón , esto es, a p n o ri , y someterle a un fin um
versalmente válido, porque sólo bajo esta condición puede tener in fe
licidad una regla» í/\\, 6.975). El íexto anterior planteaba el m ism o
problem a. El entendimiento ha forjado sus reglas a tendiendo a los d e
seos y a los instintos como fines. Introduciendo la reflexión, éstos no
se convierten en móviles inmediatos. Pero el fin de la regla es el pro
pio deseo. El m otivo de la acción es el cum plim iento y administración
de ese deseo en el tiempo, atisbando sus consecuencias. De esta for
ma, el entendim iento se som ete a las inclinaciones, es afectado por
ellas, y ju sto por eso m uchas veces no es tenido en cuenta. Sus reglas
técnicas poseen así una eireunstaneialidad y una variabilidad casi in
finita. El entendimiento establece una m ediación técnica para la c o n
secución del mism o fin producido por el estímulo, el objeto del deseo.
Esta situación perm ite que m uchas veces el estím ulo m ism o se incor
pore c o m o móvil. En este punto Kant dice que el entendimiento se h u
milla. Para superar tai estado, el entendim iento debe incorporar un se-
gundo nivel de reflexión acerca de la coherencia o incoherencia de sus
propias reglas, y asnníir esta coherencia y unidad como fin propio,
374 m s r o k i A d e -: l a h t i c a
los fines, que los da la naturaleza (/*.. 100). Justo por eso la posibi
lidad de desorden es e n d é m ic a a este nivel. M ientras que la decisión
del fin c orre sp o n d a ai individuo, la habilidad garantizara hasta cier
to punto el éxito del fin puntual, pero nada más. El im perativo es
pro b le m átic o porque lo es el fin q u e de termina los medios. Kan! ha
llam ado hipotéticos a todos los im perativos con estructura de m e
dios-fines. Pero ha llamado p ro b le m átic o s a estos im perativos, pues
sólo or denan bajo la hipótesis pro b le m átic a de qu e se acepte un fin
dado. Esta forma de b o n d a d es la utilidad.
El p ro b lem a de una c o n d u c ía según reglas de la habilidad resul
ta claro. El punto decisivo es que j a m á s se produce una reflexión so
bre el fin qu e ordena todos los d e m á s fines. Ja m á s se busca la c o h e
rencia c o m o fin de s e g u n d o orden. Al no p o se er un orden natural, el
h o m b re vive de m anera natural en el desorden. M as, en algún p u n
to, esta form a de con d u c ta se q u ieb ra da n d o paso a un nivel e v o lu
tivo superior, a una autoconeiencia más precisa de sí.
3 .2 .5 . Láí fe n o m e n o lo g ía de la conducta h u m a n a . H a b ilid a d y
p a s ió n . El ho m b re no podría existir sin una verlebraeión de la c o n
ducta, sin un orden de las regias prácticas de la habilidad. 01 pro
blem a c o m ie n za ju s to aquí. Pues sí el en tendim iento no g enera una
e x ig e n c ia de coh e re n c ia c o n sig o m ism o, m ediante la explícita d e fi
nición de fines en los que co n v erjan todos los im perativos de la h a
bilidad, entonces e ntrega esta función al deseo, a la inclinación. Un
de seo o una inclinación e le v a d a a c entro de conv e rg e n c ia de la c o n
ducta habilidosa es lo que Kant llama pasión.
Para obtener un buen con c ep to de pasión d e b e m o s ir al libro ter
cero de la Ánlrofiología, d e d ic a d o al deseo. El asunto central c o n
siste en distinguir entre afectos y pasión. Los primeros, los afectos,
son a ccidentes del apetito. Perturban la tranquilidad y la estabilidad
del sujeto y vienen p ro v o ca d o s por e stím u lo s m ás o m enos p ro fu n
dos, que van desde la indiferencia hasta la p érdida de la unidad del
ánim o. Esta cond u c ta co n d ic io n ad a es inferior a la que he m o s c a
racterizado desde las reglas de la habilidad. En m o d o a lg u n o se tra
ta de una cond u c ta reglada, pues la intensidad del afecto d e p ende de
m u chas circunstancias c o n cretas y e m píricas. Podem os decir, sin
e m b a rg o , que una regla de la fiabilidad siem pre tiene su fin en un
afe c to mod era do p or la reflexión.
La pasión es algo distinto, y podem os decir, con Kant. que «do n
de hay m ucho afecto hay poca pasión» (A n tro p o lo g ía , /!,, 205 |en
376 H IST O R IA DH LA L T K A
que «todas las pasiones lo son siempre sólo de apetitos dirigidos des
de los hom bres hacía los hom bres, no hacia las cosas» ( A , 230), A n
clados en esa forma de la bondad que es la utilidad, ahora forma de re
lación entre hom bres para el cum plim iento de apetitos, la pasión sólo
puede significar esto: una consideración de los hombres com o útiles.
En los márgen es de una poesía de Lucrecio, Kant propuso esta
o b se rvación: «La pasión apunta al uso de los ho m b re s para nuesiros
propósitos» ( A , 231). La base del asunto reside en qu e sólo d e te r
m inados objetos pueden sa tisfacer inclinaciones. Estos objetos sólo
se alcanzan en una d im e n sió n social de la vida, co n te x to inevitable
en que juegan inclinaciones y reglas q ue las satisfacen. P o dem os
e le v a r el m edio social en que c o n q u is ta m o s las cosas a pro b le m a de
la reflexión. E m erge así una c o n d u c ta que tiende a asegurarse el
do m in io del m edio social c o m o form a segura de c o n se g u ir los o b je
tos de las restantes inclinaciones. Esa cond u c ta es la pasión. C on
ello se ab a n d o n a la pluralidad de las inclinaciones y de los objetos,
y la cond u c ta se co n c en tra en los m edios sociales de d om inio. Pero
en esa con c en tra c ió n se deben olvidar las inclinaciones m ateriales
inm ediatas. Se supone que pueden resolverse m ás fácilm ente m e
diante el uso de los hom bres, pero sólo en un futuro siem pre d e s
plazado, Por eso la pasión es una form a de vida destinada al d o m i
nio de los d e m á s para satisfacer unas inclinaciones y deseos que,
m ientras tanto, ya se han c o n v e rtid o en algo a b s tr a c to ,
La pasión del honor, del d o m in io y de la posesión van d e stin a
das a facilitar la solución de nuestras inclinaciones en el futuro, pero
sin superar la form a inicial de relación con el futuro, c e ntrada en el
m iedo y la inseguridad, Por ello se c o n c entran en la c o n q u ista de e s
tos grandes medios. «P uesto que son inclinaciones q u e apuntan m e
ram ente a la posesión de los m edios para satisfacer todas las incli
naciones que c o n c iernen in m e d ia ta m e n te al fin. ¡las pasiones)
tienen en este sentido un barniz de razón: aspiran a la idea de una
ca pacidad vinculada con la libertad, sólo por la cual pueden ser al
canzados fines en general» ( A , 233). Esto es: ías pasiones son incli
naciones de s e g u n d o grado, pues sup o n e n inclinaciones que a p u n
tan a sus fines. Han brotado desd e la voluntad de asegurarse los
m edios para los fines de las inclinaciones. La clave está en que a c a
ban clausurando las iniciales inclinaciones y, concentrándose sobre
los medios, generan una conducta autosufieieníe, que j a m á s se reen
cuentra con los d eseos ju s to por su voluntad de aseg u ra r los medios
378 H I S T O R I A m - LA l í'K'A
bien, Kan! ha dicho que «no p odem os llenar el tiem po de otra forma
que por el trabajo» í / \ , 214), Ha vinculado claramente el disfrute de
la existencia y de la vida al tiem po pleno que produce el trabajo. El
tiem po vacío produce el horror qu e promueve la pasión. Pues nadie
puede reconciliarse con una existencia desplegada en el tiempo vacío.
Por eso nadie puede reconciliarse con una existencia inactiva. Para
ser feliz se debe a firm ar el arco del tiempo. Y sólo el h o m bre que ha
trabajado y se ha formado tiene pasado, experiencia, tiem po pleno,
disfrute de sí, a m o r a sí. En resum en; «Sólo y únicam ente en el traba
j o es consciente el hom bre de que ha vivido» ( / \ , 214), Por eso sólo
en el trabajo y a través del trabajo puede el hom bre ser prudente y fe
liz. Sólo en el trabajo c om o actividad se da el tiem po pleno de la e x
periencia social que perm ite la prudencia orientada a la felicidad.
C u a n d o Kant defiende la d im e n sió n social y g o z o s a del trabajo,
e stá p e n san d o la e structura m ism a de la sociedad civil. C on ello, el
destino del ho m b re , corno ser natural, c oincide con el d estin o del
h o m bre c o m o ser social. La tesis de K ant es clara; «Al destino c o m
pleto del h o m b re p e rtenece el ejercicio de todas sus c a p acid ad es. El
esta d o civil, en el q ue es posible qu e sean desp le g a d o s todos los
gé rm e n es, es altam ente necesario y c o n sig u ie n te m e n te pertenece al
destino del h o m b re » ( / 5., 234). S e gún todas las e x p ectativas k a ntia
nas, el m o m e n to de la p ru d e n c ia , de la e d u c a c ió n , del trabajo, es
el m om ento del hom bre civíiizado-cultivado (/?., 1.524), T am bién el
m o m e n to del h o m b re d e s a p a s io n a d o y a u to d o m ín a d o . en la m edida
en qu e la ex iste n cia d e s e a a tender todas las d isp osiciones e inclina
ciones ( / \ , 234). Y ju s to por eso el m o m e n to del amor sui, de la a le
gría, de la felicidad, de la afirmación del tiempo pleno de la existencia.
La disciplina que e! hom bre ejerce sobre sí m ism o no puede devenir
meritoria y ejem plar m ás que gracias a la alegría que la acom paña.
3.2JO. Una insociable sociabilidad . Cuando, a la luz. de esta teo
ría de la prudencia , se lee el cuarto principio de la Idea de una histo
ria universal en sentido cosmopolita , ésta adquiere un perfil definido.
Ante todo, pone de m anifiesto la continuidad entre naturaleza y socie
dad civil. L uego reconocem os que este cordón umbilical es el proceso
de educación c om o conocim iento de las disposiciones. Esta educación
se objetiva en el trabajo. Su tiempo pleno ofrece una experiencia pau
latina que permite al hom bre alcanzar el dom inio de lo que no está en
su poder: la naturaleza externa e interna desplegada en el futuro. Este
proceso debe hacerse prudentemente (Idea, Ak., Vi II, 21 T
386 H I S T O R I A ¡>L LA R U C A
sal. M i interpretación d e la r e l a c i ó n s o c i a l , m i e n t r a s s i g a d e p e n d i e n
d o d e mi a m o r a s í c o m o v a l o r i n c o n d i c i o n a l , n o tiene p o r q u e s e r c o m
p a r t i d a ni u n i v e r s a ü z a b l e . P o r e s o e s n e c e s a r i o s u p e r a r el s e n t i d o y la
h e r m e n é u t i c a d e la f e l i c i d a d . E s a s e r á la f u n c i ó n d e la r a z ó n m o r a l .
R e p a r e m o s e n e st o. El ideal d e la felicid a d e s q u e r i d o por mí. C u a l
q u i e r m o r a l q u e n o p a r t a d e e s t e ideal e s f an t ás t i c a . P e r o n o l o d o lo
q u e rid o por mi p r o y e c t o d e f e l i c i d a d p u e d e s e r q u e r i d o p o r una v o lu n
tad u n i v e r s a l . Por e j e m p l o , sí e n la t e n s i ó n s o c ia b le - in s o c ia b le u s o a
los d e m á s h o m b r e s p a r a mi p r o y e c t o d e f el i c i d a d, n o es s e g u r o q u e e s e
u s o p u e d a s e r q uerido por los h o m b r e s c o n los q u e e n t r o e n re la ci ó n .
Las i n t e r p r e t a c i o n e s d e la felicidad no c o n e u e r d a n d e m o d o natur al.
P o r lo t a n to , si ha d e s e r r a c i o n a l , la b ú s q u e d a d e la f e li ci da d d e b e s o
m e t e r s e t o d a v í a a la f o r m a d e la v o l u n t a d u n i v e r s a l . Pero e s t o s i g n i f i
c a q u e e n a q u e l l a i n t e r p r e t a c i ó n d e mi f e li c i d a d n o p u e d o ú n i c a m e n t e
ju z g a r según m i sen tid o , s i n o s e g ú n u n s e n t i d o u n i v e r s a l a c re ar . Lo
q u e h a y q u e s u b r a y a r a q u í e s el ju zg a r. P u e s h a y q u e d e j a r b i en claro
q u e p r o p o n e m o s u n a d e t e r m i n a c i ó n d e la c o n d u c t a q u e b u s c a f e li ci da d
m e d i a n t e la e d u c a c i ó n y el t r a b aj o . Sin e s t a b as e, t o d o el e d i f i c i o u l t e
r i or d e s a p a r e c e . L o q u e n e c e s it a m o s e s u n a ulterior d e t e r m i n a c i ó n d e
la b a s e q u e p e r m i t a l i mi t a r la m e c á n i c a d e la s o c i e d a d b u r g u e s a c o m o
i n s o c i a b l e s o c i a b i l i d a d , d e tal f o r m a q u e i m p i d a la i m p o s i c i ó n d e un
p r o y e c t o d e f e li c i d a d s o b r e o tr o s. E s t a u l t e r i o r d e t e r m i n a c i ó n d e la
p r u d e n c i a e s j u s t a m e n t e lo p r o p i o del terreno d e la m o r a l i d a d .
U n a p ru d e n cia s o m e t i d a a la d e t e r m i n a c i ó n m o r a l e s e í i e i d a d .
C o n e l l o t e n e m o s q u e la m o r a l i d a d d e b e d ete r m in a r la p ru d e n c ia . Sin
e s t a d e te r m in a c ió n no e x i s t e u s o real d e la m ora lid ad . P e r o la etici-
dad el f r u t o i n t e r n o d e e s t a d e t e r m i n a c i ó n q u e la m o r a l i d a d e j e r c e
s o b r e la p ru d en cia . N o a l g o r a d i c a l m e n t e a b s t r a c t o , a u n q u e s í a l g o
r a d i c a l m e n t e n u e v o . E s t e p a s o d e s d e la s o c i e d a d c iv il, d o m i n a d a por
el p r i n c i p i o del a m o r a s/\ c o m o i n s o c i a b l e s o c i a b i l i d a d , a la eíieidad,
c o m o r e a l i d a d d e la m o r a l e n el m u n d o , e s la m e t a d e l p r o g r e s o m o
ral del h o m b r e í / U . , V I H . 2 0 ) . M e d i a n t e e s t e l u g a r p r o p i o d e la m o
r a l i d a d , la s o c i e d a d b u r g u e s a t i e n e p revista su a u t o s u p e r a c i ó n .
3 . 3. D e ¡a p n td e n c ia a ¡a eíieidad: la m e d ia c ió n m ora!
L o q u e d i r i g e la h a b i l i d a d t é c n i c a e s la prudencia. L o q u e fin a lm e n te
d i r i g e y r e s t r i n g e la p r u d e n c i a e s la E t í e i d a d (A\, 7 . 0 5 8 ) . La m o ra l no
es una p ra x is efectiva, e s u n a d ete r m in a c ió n d e la p r u d e n c i a . Al n o p a r
tir d e la p r u d e n c i a , la C rítica de la razón práctica s e q u e d ó b l o q u e a d a
e n el f o r m a l i s m o . P e r o q u e la m o r a l n o s e a u n a p r a x is , n o s i g n i f i c a q u e
n o t e n g a n in g u n a r e l a c i ó n c o n ella, q u e no s e a un e l e m e n t o s u y o .
L a m o r a l d irig e y restringe la p r u d e n c i a (7í„ 7 . 2 0 0 ) . T r a s la d e t e r
m i n a c i ó n q u e le i m p o n e la m o r a l , c i e r t a s a c t u a c i o n e s q u e p o d r í a n s e
g u i r s e d e lo s c o n s e j o s d e la p ru d e n cia s o n r e s t r i n g i d a s o d e s d e ñ a d a s .
L a d e t e r m i n a c i ó n s u p o n e u n c i e r t o c a r á c t e r j e r á r q u i c o . El p r i n c i p i o
q u e d e t e r m i n a e s s u p e r i o r a lo d e t e r m i n a d o . L a c o n d u c t a p r u d e n t e y
s u s f i n e s n o p u e d e n h a c e r s e v a l e r c o n t r a el p r i n c i p i o m o r a l ( P . , 126).
L o q u e d e b e m o s i n v e s t i g a r e s el m e c a n i s m o d e e s t a d e t e r m in a
c ió n . H a s t a a h o r a s ó l o t e n e m o s un p r i n c i p i o : el d el a m a r a sí. L a d e
t e rm in a c ió n d e este prin c ip io sólo p u e d e ve n ir d a d a p o r su s o m e t i
m i e n t o al p r i n c i p i o d e u n a v o l u n t a d r a c i o n a l . A h í j u e g a la m o r a l .
D eterm inación es en castellano calificación o adjetivación. No
c a m b i a el t e r r e n o s u s t a n c i a l al q u e s e a p l i c a , p e r o lo c a l i f i c a . El r e
s u l t a d o d e e s t a d e t e r m i n a c i ó n m o r a l e s u n a c a l i f i c a c i ó n del a m o r a
sí. V e a m o s e s t o s d o s t e x t o s : «El s i s t e m a d e l a m o r a s í n o s e r í a c o m
p l e t a m e n t e d e s p r e c i a b l e sí la m o r a l i d a d s e f u n d a r a s o b re u n a m o r a
s í r a c i o n a l » ( P . , 107). L a c a l i f i c a c i ó n q u e r e c i b e a q u í el a m o r a s í e s
ra c io n a l . P e r o o t r o t e x t o m á s i m p o r t a n t e d i c e : « E l a m o r a s í i n t e l e c
t ual c o n s i s t e e n el u s o c o r r e c t o d e t o d a s n u e s t r a s a c c i o n e s l i b r e s » ( P. ,
131). L a c a l i f i c a c i ó n d e l a m o r a s í e s a q u í intelectual.
3.3.2. ¿ F e lic id a d u n ive rsa l? ¿ Q u é p u e d e q u e r e r d e c i r e s t a d e
t e r m i n a c i ó n in te le c tu a l o r a c i o n a l d e l a m o r a s í ) P u e s t o q u e la m e t a
d e l a m o r a s í e s In fe lic id a d , y p u e s t o q u e el p r i n c i p i o r a c i o n a l e s el
i m p e r a t i v o d e u n i v e r s a l i z a c i ó n , p a r e c e q u e la d e t e r m i n a c i ó n i n t e
l e c t u a l q u e b u s c a m o s d e b e t e n e r c o m o m e t a ¡a f e l i c i d a d u n i v e r s a l .
« A c t ú a d e tal m a n e r a q u e b u s q u e s la f e l i c i d a d u n i v e r s a l » p o d r í a s e r
el p r i n c i p i o m o r a l , q u e restringiría l as a c c i o n e s d e la p r u d e n c i a a
a q u e l l a s q u e p r o d u c e n la f e l i c i d a d u n i v e r s a l n o la m í a p r o p i a .
P e r o K a n t d i c e q u e e s t a no e s la f o r m a e n q u e la v o l u n t a d s e s o
m e t e a la f o r m a d e la r a z ó n . Y m e p a r e c e q u e t ie n e b u e n o s m o t i v o s
p a r a e l l o . A n a l i c e m o s p r i m e r o el t e x t o q u e c o n s i d e r o c h i v e : « L a
m o r a l i d a d n o s e f u n d a s o b r e a q u e l l a s a c c i o n e s q u e s e r e f i e r e n a la f e
l i c i d a d p r i v a d a , p e r o t a m p o c o s o b r e a q u e l l a s q u e s e refieren a la feli
c i d a d u n i v e r s a l » ( P . , 138). L a d e t e r m i n a c i ó n d e la p rudencia c o m o ra
KAN I
c io n a l o m o r a l n o e s s i m p l e m e n t e la u n i v e r s a l i z a c i ó n d e s u fin. N o
e s t a m o s a n t e una g e n e r a l i z a c i ó n d e la c o n d u c t a p r u d e n t e . A q u í e s
t a m o s a n t e un i d e a l p r á c t i c o d i f e r e n t e q u e n o a s u m e d e e n t r a d a la
i n e o n d i e k m a l i d a d d e l fin d e la f e l i c i d a d . P o r l o t a n t o , n o p u e d e a s u
m i r s e n c i l l a y s i m p l e m e n t e su u n i v e r s a l i z a c i ó n .
En efecto, a lgo q u e en a lgú n c a so p u e d e no ser aceptab le, no pasa
a s e r l o s ó l o p o r s e r s i m p l e m e n t e u n iv e r s a iiz a b le . S ó l o u n a fe lic id a d
q u e f u e r a s i e m p r e a c e p t a b l e p o d r í a s e r u n i v e r s a l i z a b l e . La d e t e r m i
n a c i ó n d e la p ru d e n c ia a p u n t a a u n a r e s t r i c c i ó n e n el c o n c e p t o d e fe
lic id a d , j u s t o p o r q u e r e c h a z a u n a u n i v e r s a l i z a c i ó n d e la m i s m a d e
m o d o i n m e d i a t o . S ó l o d e la f e l i c i d a d r e s t r i n g i d a t r a s la d e te r m in a
c ió n m o r a l , f e l i c i d a d s i e m p r e a c e p t a b l e , s e p o d r í a d e s e a r la u n i v e r
s a l i z a c i ó n , A h o r a t e n e m o s q u e la d e t e r m i n a c i ó n m o r a l d e l i d e al d e
p r u d e n c i a e s la d e t e r m i n a c i ó n m o r a l d e la i d e a d e f e l i c i d a d . L o uní-
v e r s a l i z a b l e n o e s ni m i f e l i c i d a d in c o n d ic io n a d a , ni la f e l i c i d a d in-
e o n d i e i o n a d a d e l o t r o , s i n o l os p r o y e c t o s d e f e l i c i d a d q u e r e s p e t e n a,
y c o l a b o r e n c o n , la a c c i ó n d e s t i n a d a a r e a l i z a r o t r o s p r o y e c t o s d e fe
l i c i d a d . L o q u e d e b o p r o m o v e r n o e s c u a l q u i e r f e l i c i d a d , s i n o q u e el
o t r o i n t e r p r e t e l i b r e m e n t e s u p r o p i o p r o y e c t o d e f e l i c i d a d d e tal m a
nera q u e s u h e r m e n é u t i c a p e r m iía la m í a y a m b a s s e a n c o o p e r a t i v a s .
3.3.3, Im p e r a tiv o m o r a l y h o m b r e c o m o f i n en sí. Kant e s t a b l e
c e e s t a t e s i s de m u c h a s m a n e r a s. La m á s s e n c i l l a e s e s t a ; « E n todas
s u s a c c i o n e s , n o s ó l o las d i r i g i d a s , a s í m i s m o , s i n o las d i r i g i d a s a
l o s d e m á s s e r e s r a c i o n a l e s , el h o m b r e d e b e s e r c o n s i d e r a d o s i e m p r e
al m i s m o t i e m p o c o m o fin» i A 65-6). La exigencia de universa
l i z a c i ó n m o r a l d e la p r u d e n c i a r e c l a m a u n p r o y e c t o g l o b a l d e e x i s
tencia, una h e r m e n é u t i c a d e felicidad, c o m p a tib le co n lodo s los d e
m á s . S u r g e a s í un i m p e r a t i v o q u e d i c e : e n el t r á f i c o s o c i a l n o u s e s
m e r a m e n t e al h o m b r e p a r a tu fin, s i n o t r á t a l o s i e m p r e ta m b ié n c o m o
fin o b j e t i v o , r e s p e t a el fin q u e el h o m b r e s e h a t r a z a d o p a r a sí. P e r o la
d e t e r m i n a c i ó n m o r a l f u n c i o n a s o b r e el t r á f i c o s o c i a l i r r e g u l a r , p o t e n
c i a d o p o r el c o n f l i c t o d e las i n t e r p r e t a c i o n e s p r u d e n c i a l e s (F . , A 6 6 - 7 ) ,
L o q u e s e s u p o n e e s q u e la f e l i c i d a d n o s e p u e d e l o g r a r s in el u s o d e
otros h o m b re s y de m í m is m o c o m o medio. La d e te rm in a ció n moral
c o n s i s t e e n q u e e s t e u s o d e b e i m p l i c a r s i e m p r e y al m i s m o t i e m p o el
t r a t a m i e n t o de l o t r o y d e m í m i s m o c o m o fin.
C o n e l l o s e l i m i t a , s e r e s t r i n g e y s e c a l i f i c a el p r i n c i p i o del a m a r
a sí. E s t a d e t e r m i n a c i ó n a v a n z a l a n í o r e s p e c t o d e s í m i s m o c o m o d e
l o s o í r o s . D e a h í su i n t r í n s e c a d i m e n s i ó n u n i v e r s a l . S e r e s t r i n g e la
390 H I S T O R I A DI- i.A líl' K 'A
b i e n : d i j i m o s q u e la s o b r e d e t e r m i n a c i ó n d e la m o r a l e n los e o n í e x i o s
p r a g m á tic o s e s la e lic id a d . P o r t a nt o , e t i c i d a d e s la r e l a c i ó n de l d e b e r
c o n la c o n d u c í a e f e c t i v a del h o m b r e . Su r e s u l t a d o , e n Canto c o n t r o l y
r e s t r i c c i ó n d e l fin n a t u r a l d e la f e l i c i da d , e s el c a r á c t e r {/\/\, l 14), P o r
e s o el carácter s e b a s a e n la m á x i m a «sopo rta y a b s t e n t e » , d e p r o c e
d e n c i a e s t o i c a . Fin t a n t o im p lic a u n a l u c h a c o n t r a el fin n a t u r a l d e la
e x i s t e n c i a , e s a s o b r e d e te r m in a c ió n m o r a l d e la p r u d e n c i a e s jb rtitn d o .
o virm s. E t i c i d a d e s t o d o e s t o . P e r o lo p r i m e r o e s e s a a b s t i n e n c i a d e
a c c i ó n , e s a e x i g e n c i a de j u i c i o e s c r u p u l o s o . El c a r á c t e r é t i c o del h o m
bre se s u s t e n t a a hí . V in a s y jb riiíu d o h a c e n r e f e r e n c i a s o b r e t o d o a la
p u e s t a e n p a r é n t e s i s d e los c o n s e j o s d e la p r u d e n c i a , d e las r e g l a s
p r a g m á t i c a s , h a s t a q u e n o s e c o n v i e r t a n e n m áxim as q u e r i d a s s u b j e t i
v a m e n t e c o m o m o r a l m e n t e b u e n a s . E s t a e s la a s c é t i c a m o r a l : n o la
d e str u c c ió n d e t o d o c o n s e j o p r a g m á t i c o , s i n o su p u e s t a e n p a r é n t e s i s
p a r a q u e s e a b r a el j u i c i o m o r a l sobre e s l a a c c i ó n p r a g m á t i c a .
P e r o la ley m o r a l n o e s u n a letra, s i n o u n espíritu. N o d i c e m e r a
m e n t e : « n o d e b e s a c t u a r s a l v o q u e t r a te s al s e r h u m a n o c o m o fin».
P u e s t o q u e la ley m o r a l h a b l a a la v o l u n t a d , t ie ne s u e s pí r i t u . E x i g e
q u e h a y a s querido la a c c ió n j u s t o p o r n o tr at a r al h o m b r e c o m o m e r o
m e d io . E s t o es: e x i g e q u e quiera s el d e b e r , esta f o r m a y s ó l o e s t a for
m a m o r a l d e a l c a n z a r la f el i c i d a d. E x i g e q u e h a y a s q u e r i d o tu m á x i m a
p o r q u e e s u n a m á x i m a d e la v o l u n t a d h u m a n a b u e n a , e s t o es. n o p o r la
f el ic ida d, s i n o p o r la d i g n i d a d q u e l l e v a c o n s i g o . P o r t a nt o, n o s ó lo
e x i g e el j u i c i o m o r a l , s i n o la c o n c i e n c i a d e q u e la a c c i ó n j u z g a d a n o se
h a r e a l i z a d o p o r la f e li c i d a d q u e p r o m u e v e , s i n o p o r la d i g n i d a d de
m e r e c e r l a . U n a r e fle x ió n m u e s t r a m e j o r q u e n i n g ú n o t r o t e x t o la d o b l e
f u n c i o n a l i d a d d e l i m p e r a t i v o m o r a l , c o m o p r i n c i p i o d e j ui ci o y c o m o
m o t i v o d e a c c i ó n . S e trata d e la A\. 6 . 6 3 4 . N o s ó lo hay Hiera legis. s i n o
anim a legis. S e d e b e ju zg a r , p r i m e r o , si e n n u e s t r o c o m e r c i o m u n d a
n o u s a m o s al h o m b r e s ó l o c o r n o m e d i o , p e r o t a m b i é n y s e g u n d o , si
a d e m á s n o q u e r e m o s h a c e r l o , si e s a n o e s n u e s t r a i n t e n c i ó n (L.E., 86).
P o r t an t o, el s e g u n d o d e b e r d e la ley m o r a l e n l os c o n t e x t o s p r a g
m á t i c o s , m á s al l á del j u i c i o , e s q u e n o s a u t o c o n o z c a m o s e n la d i m e n
s i ó n d e n u e s t r a v o l u n t a d , p a r a d e c i d i r h a s t a q u é p u n t o v i v i m o s e n la in
tención m oraI q u e h a c e del im p er a tivo m o r a l m ó v i l d e la a c c i ó n ,
s u p e r i o r s o b r e el m ó v i l d e la f el ic id a d. P o d e m o s e s p e r a r q u e é s t a s e no s
d é e n el futuro, y a n e u t r a l i z a d o e n s u c a p a c i d a d d e m o v e r n o s a la a c
c i ón . P u e s y a n o s e m i r a al t i e m p o f u t u r o s e g ú n i m p e r a t i v o s t é c n i c o s o
c o n s e j o s p r u d e n t e s , s i n o d e s d e la c o n fia n z a del q u e n o s e a s u s t a a n t e é l
394 U l S T O R i A Dl i f.A É T IC A
oti'os h o m b r e s e s el d e la é t ic a . El i d e a l c r i s t i a n o n o p u e d e v e r i f i c a r s e
ni a u t o n o m i z a r s e e n el i deal d e s a n t i d a d , i n c a p a z d e c e r t e z a y d e re
c o n o c i m i e n t o p o s i t i v o . F u e r a d e la t e n s i ó n c o n el c o n t e x t o p r a g m á t i
c o , la é t i c a e s f a n a t i s m o e x lr a m u n d a n o . P o r e s o n o se h a ce ju s t ic ia a
K a n t c u a n d o s e r e d u c e s u é t i c a a u n a é t i c a d e la i n t e n c i ó n . El ideal d e
la s a n t i d a d a p l i c a d o al c o n t e x t o p r a g m á t i c o c o m o m e r o i n t e n t o , i n
t e n c i ó n , o e n s a y o e s el i d e a l d e la s a b i d u r í a .
L a é t i c a d e s p l i e g a la i n te n c ió n m o r a l e n el c a m p o d e la a c c i ó n
( L E 1 13), Y a d i j i m o s q u e el i m p e r a t i v o d e u n a v o l u n t a d r a c i o n a l se
i n c o r p o r a a la a c c i ó n d e d o s m a n e r a s : j u z g a n d o c o n él y q u e r ié n d o lo .
H e m o s d i c h o q u e la p r i m e r a d i m e n s i ó n e s c l a r a . H e m o s v i s t o q u e la
s e g u n d a e s c o n f u s a . P o r e s o d i j i m o s q u e el ideal d e s a n t i d a d e n su
p e r f e c c i ó n {juicio + in te n c ió n ) e s i n a l c a n z a b l e .
L a s a l i d a d e e s t a p a r a d o j a e s d e s e s p e r a d a . S ó l o el e s f u e r z o c o n t i
n u o del u s o j u d ie a t iv o d e l prin cip io m o r a l , p e r m i t e un p r o g r e s o y una
e s p e ra n z a. La activid ad de j u z g a r es s í n t o m a de una aspir ació n e s
t r i c t a m e n t e h u m a n a , q u e c o n s t i t u y e la s u s t a n c i a r eal d e la m o r a l . Esa
n e g a d v id a d c o n s t a n t e a p l i c a d a a las a c c i o n e s r e a l i z a d a s , e s a i n s a t i s
f a c c i ó n c o n la p e r s o n a e o s i f i e a d a e n la a c c i ó n , e s e e s p í r i t u d i o n is ía c o
v i g e n t e e n K an t , y q u e s e m a n i f i e s t a e n el j u ic i o p e r m a n e n t e q u e
s i e m p r e d i c e n o, e s la ú n i c a p r u e b a d e la p r o g r e s i ó n m o r a l . E s c o m o
si e n a l g ú n m o m e n t o , la s u m a d e t o d o s los j u i c i o s q u e d e s c u b r e n el
m a l y lo n i e g a n , l l e n a n d o la vida del h o m b r e , q u e d a r a t r a n s f o r m a d a
e n b u e n a v o l u n t a d q u e c o n o c e el b i e n y lo q u i e r e d e m a n e r a t r a n s p a
r e nt e . Esa se rí a la r e v o l u c i ó n i n t e r i o r q u e c a b e e s p e r a r al final d e los
t i e m p o s (R e lig ió n dentro d e lo s lím ite s d e la m e r o razón, A , 5 0 - 5 1).
L a t e n s i ó n d e l j u i c i o m o r a l p r o d u c e la i m p u t a c i ó n v e r o s í m i l d e
las c o n s e c u e n c i a s n e g a t i v a s , e x i g e r e s p o n s a b i l i d a d a n t e el m a l , y a s í
lo l im it a . Si s e a s u m e d e e n t r a d a q u e el i deal k a n t i a n o , a s í d e f i n i d o , es
i n a l c a n z a b l e e in h u m a n o , s e p i e r d e t o d a t e n s i ó n l i m i t a d o r a del mal ,
t o d a n o c ió n d e r e s p o n s a b i l i d a d . El h o m b r e e n t o n c e s se s e p a r a del
bien y del mal. pierde toda relación privilegiada con esta diferencia,
d i s u e l v e eJ p a p e l d e c i s i v o d e la v o l u n t a d , y s e e n t r e g a a la n e u t r a l i d a d
m i n e r a l d e u n p r o c e s o n a t u r a l . E s t e f e n ó m e n o lia s i d o l l a m a d o e n los
ú l t i m o s t i e m p o s b a n a liz a e ió n d el m al. C o n s i s t e e n q u e la volu n tad li
b r e d e sa p a r e c e d el i n u n d o . Y c o n e ll a t o d o v a l o r i n t e r n o al m u n d o
161). D e h e c h o c o n s i s t e e n h a c e r del m a l u n s u c e s o n a t u r a l r e s
p e c t o del c u a l el h o m b r e n o d e b e m ostrar s u v o l u n t a d .
La ú n i c a o p c ió n , e n t o d o c a s o , f r e n t e a la falsa s a l id a d e los ilum i-
396 H IS T O R IA DH L A l-T IC A
d e s a n t i d a d , c o m o h e m o s v isto. P e r o se c rea ei c a m p o d e l e n c u e n tr o
g e n e r a d o p o r la propia libertad h u m a n a . S e r c a p a z d e n e g a r s e p r o v i
s i o n a l m e n t e a la f e l i c i d a d , e s t o e s la v i r t u d , la f u e r z a de l h o m b r e .
S in s e r la s a n t i d a d , e s t a c o n d u c t a e n c a r n a o t r o i d e a l d e a n t i g u a
v e n e r a c i ó n ; el d e la s a b i d u r í a . S u o b j e t i v o q u e d a d e f i n i d o p o r K a n í
d e e s t a f o r m a : « la sa b id u r ía h a c e s u y o el fin fi na l d e la e x i s t e n c i a
d e l h o m b r e s o b r e la t i e r r a » . El m o t i v o e s b i e n s e n c i l l o : c u a n d o d e
t e n e m o s n u e s t r a a c c i ó n p r u d e n t e e n p os d e nu e stra feli cid ad, lo h a
c e m o s p o r q u e d e b e m o s i n v e s t i g a r sí r e s p e t a m o s e n el h o m b r e ( y o o
el o t r o ) el sntítix d e fin e n sí. S a b i d u r í a e s . p o r t a n t o , u n a f o r m a d e
v i d a q u e r e s p e t a e n t o d a a c c i ó n p r a g m á t i c a — o r i e n t a d a a la f e l i c i
d a d — el s ía ía s d e fin e n s í d e m í m i s m o y d e t o d o o t r o h o m b r e . S a
b i d u r í a e s la f o r m a d e v i d a é t i c a , la c a p a c i d a d d e a p l i c a r la le y m o
ral e n los c o n t e x t o s d e v i d a p r a g m á tic a .
El h á b i t o n o c o n s i s t e e n p r a c t i c a r b u e n a s a c c i o n e s , s i n o e n la
a g i l i d a d d e l s u j e t o p a r a j u z g a r s u a c c i ó n s e g ú n la l e y m o r a l y d e t e r
m i n a r s e a o b r a r p o r la r e p r e s e n t a c i ó n d e la ley. D e e s t a f o r m a , el
c o n t e x t o d e la v i r t u d in c o r p o r a el i d e a l d e la s a n t i d a d e n t a n t o q u e
j u z g a s e g ú n u n a le y s a n t a y e x i g e ei c u m p l i m i e n t o del j u ic io ; p e r o
l o n e u t r a l i z a en t a n t o d e j a la i n t e n c i ó n c o m o u n p lé r o m a , u n c o m
p l e m e n t o d e la l ey , q u e se d e b e b u s c a r s i n l l e g a r a e s t a r c i e r t o y q u e
s ó l o la c o n s u n c i ó n d e l os t i e m p o s p r e s e n t a r á e n s u r e v o l u c i ó n .
El i de al d e la s a b i d u r í a i n t e g r a u n a c i e r t a a p a t í a . C o n e l l o p o d e
m o s p r e s u m ir que K ant lleva a d e la n te una síntesis del m o d e l o c ris
t i a n o c o n el m o d e l o e s t o i c o , P e r o t a m b i é n u n a t r a n s f o r m a c i ó n d e
a m b o s . P u e s d e e n t r a d a la a p a t í a e s p r o p e d é u tic a . N o e s u n a a s c é t i
c a d e f i n i t i v a , m o n á s t i c a ( M V , § 5 3 ) , s i n o un d o m i n i o d e s í c a p a z d e
r e e n c o n t r a r s e fe liz c o n el h o m b r e t r as la a p e r t u r a d e l e s p a c i o d e la
c o o p e r a c i ó n e n l os f i n e s . El q u e la d e t e r m i n a c i ó n m o r a l se p r o d u z
c a e n el á m b i t o d e la a c c i ó n p r a g m á t i c a , s i g n i f i c a q u e el i d e a l d e la
s a b i d u r í a n o e s u n ideal d el s o l i t a r i o , de l a u t o s u f i e i e n í e . I deal d e la s a
b i d u r í a e s j u s t o lo c o n t r a r í o : u n a c o n s e c u e n t e m e d i a c i ó n s o c i a l d e l
fin i n d i v i d u a l d e la f e l i c i d a d . Ni i m p l i c a a b a n d o n o d e la e s p e r a n z a
d e la f e l i c i d a d , ni i m p l i c a un r e g r e s o al c u i d a d o d e s í i n d i v i d u a l i s t a ,
s i n o la i n c o r p o r a c i ó n d e l r e s p e t o a la v o lu n ta d d e l o t r o c o m o m o t i
v o c o n d i c i o n a n t e d e l fin d e la f e l i c i d a d p r o p i a .
P o r e s o . el s a b i o p u e d e d e s l i g a r s e d e s u f e lic id a d p o r el r e s p e t o
a o t r o . Y sin e m b a r g o , e s t a a s c é t i c a no e s la f e l i c i d a d en s í m i s m a ,
c o m o p a r a el e s t o i c i s m o c l á s i c o . E s m e r a m e n t e « u n a t r a n q u i l i d a d
398 H I S T O R I A DI- LA L T 1 C A
vi) d e v o i u n i a d r a c i o n a l , p u e s n o s e r í a u n i v e r s a l í x a b l e . P e r o u n a d e
f in ic ió n unilateral p o r mi p a r t e d e l p r o y e c t o d e f e l i c i d a d de i o t r o s e
ría un p a le r n a l is m o inaceptable. P o r es o es im p o s ib le se ñ a la r lím i
t es a p r io r i del s a c r i f i c i o , a u n q u e s e a i n e v i t a b l e e n a l g u n a m e d i d a . L a
M e ta fís ic a d e ¡as c o s tu m b r e s e s c l a r a e n e s l e s e n t i d o (M. V., A, 2 6 ) .
E n e s t a o b r a , K a m h a d e s p l e g a d o el d e b e r d e f a v o r e c e r la f e l i c i
d a d a jen a c o m o d e b e r de b e n e v o le n c ia q u e lleva c o n sig o b e n e f i
c e n c i a . C o n e l l o h a q u e r id o i n d i c a r q u e e n la r e a l i z a c i ó n é t i c a d e l
i m p e r a t i v o c a t e g ó r i c o s e j u e g a t a m b i é n el p r o b l e m a d e la f e lic id a d
d e l o t r o . P o r lanío* a l b e r g a r c o m o p r o p io el fin n a t u r a l d e l o t r o , e n
t a n t o f e l i c i d a d , s ó l o p u e d e s i g n i f i c a r t r a s p a s a r el á m b i t o d e las i n
t e n c i o n e s para d i r i g i r s e al á m b i t o d e la p r a x i s r e a l, b e n e f i c i a n d o y
p r o p i c i a n d o la r e a l i z a c i ó n de la f e l i c i d a d h u m a n a . El h o r i z o n t e del
t i e m p o s i e m p r e m u e s t r a a la l e j a n í a el c a r á c t e r ab ierto del f u t u r o . E n
e s t a e s t r a t e g i a c a b e el c o m p r o m i s o d e q u e ni n u e s t r a v o l u n t a d , ni
n u e s t r a i n t e n c i ó n , ni n u e s t r a a c c i ó n m o v i l i z a r á n c o n s e c u e n c i a s h o s
t i l e s p a r a la f e l i c i d a d d e l o t r o . N o s ó l o s e n e u t r a l i z a a s í el p o s i b l e
e f e c t o n e g a t i v o d el f u t u r o s o b r e la f e l i c i d a d , s i n o q u e i m p i d o q u e mí
v o l u n t a d y m í a c c i ó n c o l a b o r e n c o n e s l e m a l h a d o (M. VC A, § 3 4 ) ,
E s t e e s el c o n t e n i d o d e l d e b e r d e a m a r al p r ó j i m o q u e , a h o r a l o c o m
p r e n d e m o s , e s t a b a e n c e r r a d o e n el i m p e r a t i v o . « D e a h í q u e el d e b e r
d e a m a r al p r ó j i m o p u e d a e x p r e s a r s e t a m b ié n d e l s i g u i e n t e m o d o :
e s el d e b e r d e c o n v e r t i r e n m í o s los f i n e s d e o í r o s . » (M. K , A , § 2 5 ) .
D e e s t a d e s p n v a t i z a c i ó n d e la f e lic id a d e m e r g e t o d a u n a e s t r u c
t u r a d e s e n t i m i e n t o s q u e c o n f o r m a n la v i d a d e l s a b i o . A l e g r a r s e c o n
o t r o s y s u f r i r c o n e l l o s e s m e r o r e s u l t a d o a n a l í t i c o d e la v o l u n t a d d e
i n t e g r a r c o m o p r o p i o s l os f i n e s d e l o t r o . P o r e s o el i deal d el sa b io
a p u n t a h a c i a u n a e x i s t e n c i a a n c l a d a e n el r e c o n o c i m i e n t o d e la H u
m a n i d a d c o m o r e a l i d a d r a c i o n a l y a n i m a l (M. V7.. A , § 3 4 ) . C o n a b s o
l u t a a u t o c o n c í e n c i a d e s c u b r e K a n t el i d e a l e s t o i c o t r a s e s t e i m p e r a
t i v o d e a m o r , c u a n d o c o n s i d e r a el s u f r i m i e n t o q u e n o s p r o d u c e la
d e s g r a c i a d e l o t r o n o c o m o c o n t a g i o o c o m p a s i ó n , n o c o m o su fr i
m i e n t o a u té n tic o , p a t o l ó g i c o o s e r v i l — c o m o le l l a m a — •, s i n o c o m o
m e r a d i s p o s i c i ó n a la a y u d a .
En e s t a form a d e v i d a , o r i e n t a d a h a c ia la c o o p e r a c i ó n e n la f e li
c id a d d e t o d o s , s e a c r e d i t a el s a b i o . A q u í K a n t t a m b i é n r e f o r m a el
i d e a l e s t o i c o , p o r q u e e x c l u y e el s u ic id i o , c o m o a t e n t a d o c o n t r a la
m á x i m a p e r f i c e le. El c u a d r o d e d e b e r e s q u e d e s p l i e g a la v i d a del
s a b i o es b a s ta n te tra d ic io n a l. A u lo c o n o c im ie n lo , m o d e r a c i ó n se-
H I S T O R I A DIZ I.A É T IC A
xuaJ, m o d e r a c i ó n e n la b e b i d a y la c o m i d a , p r o h i b i c i ó n a b s o lu ta d e
la m e n tir a — q u e Kant e n t i e n d e a n t e t o d o c o m o un d e b e r p a r a c o n
s i g o m i s m o — {M. V. , A , § 9 ) , s u p e r a c i ó n d e la a v a r i c i a c o m o r e s
t r i c c i ó n d e l p r o p i o d i s f r u t e (M, K . A , § 1 0 ) , r e s p e c t o y b u e n t r a t o a
l os a n i m a l e s p o r r e s p e t o a s í m i s m o , e t c é t e r a . E n l o d o s e s t o s d e b e
res, a n i d a s i e m p r e u n a s e c r e t a a p e l a c i ó n a la n a t u r a l e z a , a l o s f i ne s
n a t u r a l e s d e las c o s a s y d e l h o m b r e .
El s a b i o t a m b i é n s e a l e j a d e la f a l s a h u m i l d a d . A q u í s e m u e s t r a
la c o n c r e t a d i m e n s i ó n e m a n c i p a d o r a d e l i m p e r a t i v o . Y a a n t e s v i
m o s q u e la p u r e z a d e la l e y i m p i d e la a d s c r i p c i ó n d e m é r ito y p e r
fecció n m oral p o r parte d e un hom bre. Se trataba d e una v a c u n a an-
lim e s i á n i c a p u e s d e f e n d í a q u e t o d a c o n c i e n c i a s u b l i m a d a d e v a l o r
m o r a l e s f a l t a d e j u i c i o , a r v o g a n í i a tn o ra lis. E x h i b i r e s t a a u t o v a lo -
r a c i ó n a n t e l o s o t r o s , o c o m p a r a r n o s m o r a l m e n t e c o n e l l o s , c o n la
e s p e r a n z a d e l o g r a r u n f a v o r , u n m é r i t o , u n a virtud m e d í a n t e e s t a
in f r a v a lo r a c ió n , c o n s t i t u y e u n a h u m ild a d c o r r u p t a q u e d e s t r u y e la
su s t a n c ia m i s m a d e la i g u a l d a d y la d i g n i d a d h u m a n a s . E s t a c o r r u p
ción p u e d e te n e r d o s d ire c cio n e s: o bien a u t o c o n v e n c e r s e de q u e en
e s t a h u m i l l a c i ó n a l c a n z a m o s m a y o r g l o r i a a n t e l os o j o s d e D i o s y
d e l os h o m b r e s , m a n i f e s t a n d o a s í u n a s o b e r b i a c i e g a , o b i e n a l c a n
z a r el f a v o r m a t e r i a l d e o t r o s , a l os q u e h a l a g a m o s c o n la c o m p a r a
c ió n . E n l os d o s c a s o s s e t r a t a d e u n c a r á c t e r s e r v i l .
En todas estas sutilezas K a n t se d ista n c ia del ideal cristia n o en
la m i s m a m e d i d a e n q u e s e e n c a m i n a al i d e a l d e l c i u d a d a n o . E n e s t e
h o r i z o n t e p o l í t i c o d e b e m o s c i e r t a m e n t e s i t u a r s u a n á l i s i s . E n la m e
d i d a e n q u e n o s c o m p a r a m o s c o n la le y la r e c o n o c e m o s n u e s t r a . E n
la f u e n t e d e n u e s t r a h u m i l d a d b r o t a t a m b i é n la f u e n t e d e la d i g n i
d a d . P o r q u e e s t a m o s e n c o n d i c i o n e s d e j u z g a r n o s c o n e s a l ey , e s t a
m o s e n c o n d i c i o n e s d e d e f e n d e r q u e se n o s r e c o n o z c a a q u e l l a d i
m e n s i ó n q u e la l e y g u a r d a : la v o l u n t a d , la c a p a c i d a d d e s e r fines.
J u s t o p o r q u e e n e s t a c o m p a r a c i ó n p e r m a n e n t e c o n la l e y h e m o s s i
t u a d o n u e s t r a v o l u n t a d b u e n a y n u e s t r o v a l o r , n u e s t r a h u m ild a d
a n t e e l l a n o s o t o r g a t a m b i é n el o r g u l l o ú lt im o d e n u e s t r a v i d a , la d i
m e n s i ó n m á s v a l i o s a , la m á s i n c o n d ic io n a l. P o r e l l o , el i m p e r a t i v o
no s ó l o g a r a n t i z a q u e n o s f o r j e m o s f i n e s , s i n o t a m b i é n q u e s e a m o s
f in e s e n s í m i s m o s . E s t e t e x t o d e K a n t e s b i e n e x p l í c i t o : « D e n u e s
tra c o m p a r a c i ó n s i n c e r a y p r e c i s a c o n la l e y m o r a l ( c o n su s a n t i d a d
y rigor) tiene q u e s e g u ir se in e v ita b le m e n te u n a v e r d a d e ra h u m i l
d a d : p e r o d e l h e c h o d e q u e s e a m o s c a p a c e s d e tal l e g i s l a c i ó n í n t e r-
KANT
n a, d e l h e c h o d e q u e el h o m b r e f í s i c o s e s i e n t a o b l i g a d o a v e n e r a r al
h o m b r e m o r a l e n su p r o p i a p e r s o n a , tie n e q u e s e g u i r s e la e l e v a c i ó n
y la s u p r e m a a u t o e s t i m a , c o m o s e n t i m i e n t o del p r o p i o v a l o r i n t e r
n o , s e g ú n el c u a l el h o m b r e n o p u e d e v e n d e r s e p o r n i n g ú n p r e c i o y
p o s e e u n a d i g n i d a d q u e n o p u e d e p e r d e r ({¡Ígnitas in te r n a ), q u e le
i n f u n d e r e s p e t o (re v e ren d a ) p o r s í m i s m o » ( t ó . K , A, § I 1).
L a h u m i l d a d a n t e la ley s e t o r n a e l e v a c i ó n , P e r o e s t a e l e v a c i ó n tie
n e u n e s c e n a r i o p ú b l i c o , n o p r i v a d o , ni í n t i m o , ni s e c r e t o . E l e v a c i ó n
h a s t a i g u a l a r s e f re nt e a i o d o o t r o, e s e o r g u l l o q u e A r i s t ó t e l e s r e c o n o c e
a los m i e m b r o s d e la polis, a los i g u a l e s. D e e s t a f o r m a , el ideal d e l s a
b i o a s u m e la p r e m i s a d e la é p o c a b u r g u e s a h e r o i c a , e n la m e d i d a e n
q u e f u n d a la c l a v e a n t i f e u d a l d e l n u e v o eiiios: la i g u a l d a d o b t e n i d a a
p a r t i r d e la c l a r a c o n c i e n c i a d e l i b e r ta d y d e d i g n i d a d CA k , VI, 4 3 5 ) .
B i J H J O G R A I 'Í A
I. fÜítl iones 11 i castellano de las obras de Kant sobre filosa fía práctica
N otas
!. C u a n d o c i t o p o r kt A c a d e m i a , m e n c i o n o !a a b r e v i a t u r a A k , el v o l u m e n y la
p á g i n a ( e j e m p l o : A k , V i l ! . 198), C i t o las d e m á s o b r a s p o r la p r i m e r a e d i c i ó n de
K a n t, d a d o q u e se p u e d e e n c o n t r a r l a n í o e n la A k a d e m i e c o m o e n la e d i c i ó n d e W il -
h e n i W e i s c h e d e i . O t r a s a h r e v i a l u a s d e i n te r é s so n las s i g u i e n t e s :
F u n d a m c n ta c ió n m e ta fís ic a d e la s c o s tu m b r e s (19;
L e c c io n e s d e e ti c a , C r í t i c a . B a r c e l o n a , 1987. ed. d e R o b e r t o R o d r i g u e / A r a i n a -
y o i/../-.'.);
P r a k íts c h c R lu lo s o fth ie P o sv a lsk i {!*.)',
id e tu C a llin s { ( ' a :
C r ític a d e la r a z ó n ¡n tra (K rV );
C r ític a d e la r a z ó n r a d i c a
M e ta fís ic a d e la s c o s tu m b r e s (M . ( ) :
M e ta fís ic a d e la v ir tu d (M . V. }:
S a b r é e l r e fr á n ; « e s to p u e d e s e r correcti> en t e o r ía , p e r o n a s ir v e e n la ftr á c ti-
e a »»{ R e frá n }.
C o m ie n z a v e r o s ím il d e la h is to r ia h u m a n a ( C o m i e n z o ) ’-,
h 's c r iío s d e j u v e n t u d d e l l e g e l { E .J .):
A n tr o p o lo g í a d e s d e un ¡u tu to d e v is ta p r a g m á tic o
R e fle x io n e s í R . ),
H1 l e n t a d e e s t e t r a b a j o se i n c l u y e e n el p r o y e c t o C i C Y T . 9 0 - S 9 0 .
2. L a a p l i c a c i ó n d e l f o r m a l i s m o m o r a l a! á m b i t o d e l d e r e c h o la l le v o a c a l i ó en
el t r a b a j o R e s p u b lic a . L a s b a s e s n o r m a tiv a s d e ía p o l ít i c a , o b r a q u e p r o n t o v e rá la
luz e n la e d i t o r i a l A k a l .
3. S o b r e e s t e t e n i a m e h c e x t e n d i d o e n la I n t r o d u c c i ó n a la C r ític a d e ía ra z ó n
p r á c tic a e n la e d i c i ó n d e l C í r e u l o d e L e c t o r e s . B a r c e l o n a , 1995. A l l í r e f i e r o al l e c
tor p ara p e rse g u ir este arg u m e n to .
A m e l ia V a i x 'á r c e i .
EL IDEALISMO ALEMÁN
1. La f il o s o f ía m o r a l d í - l í d h a l l s m o a l h m á m
tiene más que ver con cómo se instrumenten esas tradiciones hic et
nintc que con la dinámica que efectivamente se dio en la historia
cultural alemana.
unos y otros se deposita el mayor cuidado y celo: vale decir que tie
nen una educación ilustrada bastante mejor que la de sus contem po
ráneos meridionales. Pero por lo mismo se exige de ellos que la pa
guen en beneficios contantes. La probidad del funcionario estatal
hace pendan! con el discurso modesto y profundo del teólogo que
sirve con su prédica a la comunidad. Los sabios e ideólogos de esta
cultura tienen que hacer frente a las exigencias de la integridad, el
estudio y la moderación. Saberlo todo, esto quiere decir poder rein-
terpretarlo todo. Y del mismo modo que se ensaya reinterpretar el
materialismo o el escepticismo ilustrado a la luz de una razón vol
cada hacia la metafísica, nada tiene de extraño que sean al fin los te
mas propiamente religiosos o teológicos los que sean traducidos al
lenguaje especulativo naciente de la filosofía o la política; es decir, a
ios lenguajes nacientes de la sociedad civil.
El pensamiento y la poesía sustituían en esta sociedad demasia
das cosas. Posteriormente uno y otra se convirtieron en herramien
tas para cincelar el destino, un destino para la comunidad y el pue
blo, que permitiera a Alemania huir de las contradicciones comunes
europeas «superándolas». Los primeros elementos que dieron pie a
la formación discurso fueron colocados de buena fe por los
ilustrados alemanes. El proceso de secularización de la cultura pasó
en Alemania por la floración pasmosa del pensamiento histórico,
por la invención de un hístorieismo cargado de la idea de providen
cia y por la concomitante transmutación de «progreso» en progreso
moral de acuerdo con determinadas leyes que sólo podían ser esta
blecidas por la metafísica con ayuda de la teoría del conocimiento.
Evidentemente, la teoría del conocimiento kantiana no permitía
tantas licencias. Por ello ia primera especulación poskantiana y la
base de la posterior especulación idealista consistió en «ensanchar
los márgenes críticos» hasta que todo lo que éstos dejaban fuera pu
diera ser reintroducido por la puerta grande. Para ello fueron utili
zados tanto un Platón particularmente esotérico como un Espinosa
doblemente útil como teólogo y político. Fue cometido de Herder
abonar el terreno realizando una de las inflexiones fuertes que per
mitió utilizar la asombrosa erudición alemana para probar que la ra
zón una e indivisible, la razón sincrónica kantiana, era el referente
explicativo fuerte de las ideas que se manifestaban en la historia.
Más tarde correspondió al idealismo afirmar su sustantividad dando
por sentado que, aunque en efecto las ideas se manifiestan en la his-
E L ID E A L IS M O A L E M Á N 413
¿H , ( ’A H l ' S . J!
418 H IS T O R IA D E L A É T IC A
mundo que se concreta en la ley moral. Pero ¿que ley? La ley que se
solidifica en la historia bajo la forma de libertad. Mediante este
puente queda expedito el tránsito hacia una filosofía política que se
concretará en Los caracteres de la Edad Contemporánea.
Madame de Stacl, cuando considera qué influencia tiene la filo
sofía alemana sobre «el carácter» alemán, escribe:
2<». U M I ' S , II
434 H IS T O R IA D E LA É TIC A
que todavía no es. Por ello, este género de deber ser no puede ser
reconocido como tal y la filosofía debe atenerse a lo que es. Pero ser
y deber ser son dos modos de la misma esencia o espíritu, son en la
Ciencia de la lógica partes necesarias del concepto en el que quedan
identificados puesto que este es la forma superior de ambos.
Afirma:
3 0 . f 'A H í’.'i, 11
450 H IS T O R IA D E L A E T IC A
Hegel, pues, ataca a Kant por haber separado ser y deber ser, y
sin embargo deplora que la Ilustración y el Romanticismo hagan
confiadamente ese tránsito que es imposible. No nos hagamos la
cuenta de estar ante un gazapo dialéctico. Hay una diferencia clave
del problema: Kant ha hablado de y para los individuos y de lo que
éstos pueden hacer. Ha mantenido que no tenemos manera de justi
ficar por el entendimiento lo que hacemos verdaderamente o lo que
nuestras sociedades nos ordenan, pero que puede poner a nuestro
alcance un esquema fácil de aplicar para asegurarnos de la validez
de cualquier regla. Por lo demás, las cosas en sí son inalcanzables
pero como se vive hay que obrar y más vale la universalidad-razón
que el utilitarismo o nada. Si consideramos la antinomia naturaleza-
libertad, ser-deber ser, cualquiera de nosotros «se encontraría en un
estado de incesante perplejidad». A cualquiera
Pues bien, lo único que nos asegura que ese interés práctico es
razón y no interés toui court es la universalidad que el imperativo
conlleva.
La réplica de Hegel es, en su madurez, concesiva. Bien, más vale
esto que el utilitarismo o el hedonismo, pero es insuficiente. ¿Qué
necesidad tiene el individuo de plantearse lo que ya está, la univer
salidad? Ella es el poso histórico del cristianismo. Valores y hechos,
ser y deber ser tienen la misma raíz, la existencia al unísono en un
todo autoexplícativo. Si admitimos que lo que existe es razón, el
hiato kantiano no existe. Y ¿cómo podríamos no hacerlo? Si algu
nos contemporáneos llevan trazas de estar más allá de sus Rodas,
Kant ha puesto al individuo más acá de ellas. Ese individuo que des
deña las aporías a la hora de obrar, que obre y cumpla su deber sa
bido y querido, el que le enuncian sus leyes. No necesita para ello ni
E L ID E A L IS M O A LE M Á N 451
difícil interrumpir la fortuna de ese error puesto que incluso los an
glosajones, tradicionalmente reacios, hace dos décadas que le pres
tan asentimiento, pero hay que dar a cada uno io suyo y ese K aní es
propiedad de los idealistas. En efecto, el texto con mayor capacidad
desencadenante de entre aquellos de que se nutrió el movimiento
fue la Crítica de la razón práctica. Les complacía, pensarse como
descubridores de continentes que el viejo maestro había por error
ignorado o prohibido. Y por este expediente Fichte, Scheiling y H e -
gel trataron o establecieron cuestiones que los comprometían con la
doma y reinterpretación de la Ilustración, pero con una Ilustración
peculiar. No eran las Luces tal como fueron vividas en Francia, ni
ellos desarrollaron los pensamientos que Kant llamara rapsodias,
sino que, siguiéndole, dieron a sus cognaciones y propuestas la
forma de sistemas. L a A ufklárung aceptó con Kant la crítica, pero
esa forma sistemática de crítica que consideraba constructiva. C r í
tica con el significado de investigación, no necesariamente polémica,
que sabe y reconoce sus límites. Los idealistas, productos de una
Ilustración sobrada de teólogos, dieron como salida variopintas se
cularizaciones, teologías laicas, que discurrieron por los cauces que
Kant puso al pensamiento alemán. Ellos, y aún más sus hagiógrafos,
insistieron en que reaccionaban contra las limitaciones que al pensa
miento y la razón imponían esos cauces, pero los problemas verda
deros que trataron exigen una comprensión histórica que sólo se al
canza desde sus filosofías morales, políticas o de la historia. Sólo
entonces aparecen sus propuestas encubiertas bajo la arquitectónica
del sistema. Fueron preferentemente pensadores político-morales o
quizá mejor, pensadores de formas ansiosas de disolver las osadías
ilustradas en argumentaciones estables y organicistas. Hasta ese
punto siguieron a Kant. Pero, pese a lo timorato del maestro, no
quisieron seguirle, y más una vez transformada la Revolución en na-
poleonismo, en su fundamentación autónoma, de forro diecio
chesco, de la moral. Optaron pues por disolverla también en otra
cosa: la historia, la estética, el Estado.
¿Cómo fue posible que retrocedieran ante la herencia kantiana?
Únicamente si Kant no fue el ahuyentador de malos espíritus que
Reine hizo popular, sino el primero de los idealistas en cuya obra
había suficientes elementos con que hacer fácil ese tránsito. El idea
lismo trascendental kantiano fue completado, puede que en exceso,
por la «reconciliación» romántica de su progenie. Pero no sólo Kaní
454 H IS T O R IA D E L A É T IC A
B ib l io g r a f ía
C o m e n ta rio s
EL UTILITARISMO
el lema, los atentados contra las libertades humanas que se han lle
vado, y se llevan, a cabo en nombre de una supuesta «dignidad hu
mana» que nos prohíben elegir nuestro modo de vida y nuestro
m odo de muerte, nuestras paternidades o maternidades, hacen que
pueda recibirse como refrescante la propuesta de Bentham donde lo
que cuenta es única y exclusivamente el monto de felicidad que de
los comportamientos y leyes se derivan para los seres humanos par
ticulares. En segundo lugar, si bien la apelación a algún tipo de de
recho individual prima facie no absoluto, como ha sido propues
to recientemente por Diego Martín Farrell (D. M. Farrell, 1983,
p. 366) puede constituir una sugerente alternativa a la versión res-
tringidamente utilitarista, no cabe duda que resulta esclarecedor es
tablecer que ios derechos son creación social, humana y no poseen
ningún carácter apriorístico, inalienable e inviolable. Como Ben
tham lisa y llanamente estableció: «Los derechos son el fruto de la
ley y sólo de la ley-no existen derechos sin ley-no existen derechos
contrarios a la ley-no existen derechos anteriores a la ley» (Ben
tham, 1 8 3 8 * 1 8 4 3 , III, p. 221). O, para ser más exactos, no existen
«derechos» anteriores a la vida en sociedad humana. La libertad, la
igualdad y otros supuestos derechos «naturales» o son ingredientes
de la felicidad individual o colectiva o de lo contrario se convierten
en una mordaza a nuestras reclamaciones más perentorias. Cuando
a Bentham se le objetó que de acuerdo con sus directrices, especial
mente para la educación de la juventud, los hombres eran conside
rados más bien como cosas que como personas la respuesta de Ben
tham fue bruta!, aun cuando no deje de ser en cierta medida
defendible: «Llamadles soldados, llamadles monjes, llamadles má
quinas; en la medida en que sean felices no me preocupa» (Ben
tham, 1 8 3 8 - 1 843, IV, p. 64).
El problema, por supuesto, estribaría en que la felicidad es una
expresión compleja y posiblemente, como Mili indicará, precisa
mente en atención a criterios de felicidad, se da la paradoja aparente
de que es «mejor ser un Sócrates insatisfecho que un necio satisfe
cho» (Mili, 1984, p. 51). Sin embargo, la complejidad y vaguedad
del término «felicidad» no es tanta que se convierta en un criterio
totalm ente inútil, o que no posea su propia lógica interna que con
lleva las oportunas connotaciones y restricciones, por lo cual, con las
reservas que se desee, la afirmación de Bentham pudiera resultar
acertada y liberadora.
EL U T IL IT A R IS M O 465
. t 'A M C S , II
466 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
que ios que ostentaban el poder estaban contra las reformas» afir
mará Bentham, para agregar: «Yo suponía que sólo deseaban hacer
lo que era bueno para ejecutarlas» (Bentham, 1838-1843, X, p. 66),
Ante la evidencia de la desidia de los poderosos respecto a la puesta
en práctica de medidas que tutelasen los intereses de la generalidad,
experimentó la necesidad, reflejada en su Plan o f Parliamentary Re-
form de mirar la naciente democracia norteamericana como modelo
a seguir (si bien no dejará de criticarle, entre otras cosas, su apela
ción a los supuestos derechos «naturales» del hombre como base le-
gitimadora), intentando reformar, al efecto, la constitución británica
de forma que incluyera el sufragio masculino (Mili luchará asimismo
por el femenino), el voto secreto, la duración breve del parlamento
y los distritos electorales iguales (Bentham, 1838-1843, III, pp. 435
y passim).
Con respecto a la Revolución francesa, su postura fluctuó, como
había ocurrido en el caso de Norteamérica, desde un rechazo y des
concierto original hasta su aceptación plena, aunque con relación a
Francia siempre con algunas reservas a causa de la virulencia que
conllevó el establecimiento del nuevo orden. En 1788 no encon
traba Bentham razones suficientes para desear la introducción del
sistema de representación igual en Inglaterra: «Je n’ai pas en core
trouvé», escribió en francés a Mirabeau (Bentham, 1788-1789,
CLXX, pp. 87“ 122), lo cual no impidió que sólo un año después
compusiera un escrito, que no llegó a publicar y destinado al público
francés, con el título de Essay on Representaron en defensa de la
democracia representativa.
Si bien cuando la Revolución francesa entró en su fase violenta
Bentham experimentó temor y desazón, el ejemplo del desarrollo
pacífico de la democracia en Norteamérica le hizo adherirse incon
dicionalmente a la causa. Ya en 1809, cuando escribió el Parlia
mentary Reform Cathecism, estaba totalmente convencido de la ne
cesidad que experimentaba Inglaterra de un programa totalmente
radical de sufragio universal.
Ciertamente, Norteamérica había fascinado a Bentham precisa
mente porque el modelo que presentaba con ausencia de un ejército
influyente, de una iglesia con poderes y una nobleza hereditaria,
ofrecía el frescor de una sociedad desmitificadora, nueva, carente de
la «dignidad ficticia», el «lustre» y el «esplendor» que habían sido
hasta entonces utilizados a este otro lado del océano, para ocultar y
EL U T IL IT A R IS M O 467
que Bentham considera propias del sexo femenino (?), y que indu
dablemente obedecían al tipo de mujer predominante en su época, si
bien en modo alguno puedan ser consustanciales a la condición fe
menina; actitudes que suponían una capacidad restringida para am
pliar el círculo de personas a las que se dedican nuestros afectos y
que, de acuerdo con Bentham, «resultan menos conformes con el
principio de utilidad que las de los varones» (Bentham, 1970,
pp. 64-65) a quienes el autor supone con mayor capacidad para am
pliar su círculo de intereses y afectos.
Con relación a los casos en que la buena voluntad pueda hacer
que nos ocupemos de los intereses de un conjunto de personas con
prejuicio para un conjunto o grupo mayor, Bentham explica que ello
se debe a que en tales circunstancias la «buena voluntad es imper
fecta y limitada» (Bentham, 1970, p. 135), con lo cual condena ex
plícitamente la reducción del interés a grupos limitados y constituye
una incitación a una expansión cada vez mayor de nuestras simpa
tías. Todo lo cual parece avalar el aserto de Dinwiddy de que «pa
rece claro que Bentham consideraba la posición del “filántropo ge
neral” o “ciudadano del m undo5' como en ultima instancia superior
en la escala moral que la del “patriota”» (Dinwiddy, 1982, p. 300).
O, lo que es igual, resulta relativamente palmario que Bentham fue
en sentido estricto un ético utilitarista; esto es, un defensor del he
donismo ilustrado y universal.
Lo dicho anteriormente, sin embargo, no impidió que el utilita
rismo de Bentham presentase un cierto sesgo «primitivo» que fue cri
ticado y matizado con tino por John Stuart Mili en su ensayo «Ben
tham», al que ya he hecho referencia, ensayo que analizaré muy
brevemente y en donde se ponen de relieve, a un tiempo, la cara y la
cruz de la aportación de Bentham a la filosofía moral y política.
In te n s e , ío n g , certain, s p e e d y , fruitful,
Such marks in p lém ur es and in pains endure,
Such pleasures seek? if p r ív a te be thy end:
If ít be puhlic, wide leí íhem extern/.
Such pains avoid, wichever be thy view:
If pains nnist come, leí them extend to few (Bentham, 1970, p. 38 a)
2. M ili. ( 1 8 0 6 “ 1 8 7 3 ): ¡ \ h o m b r e y su d o c t r i n a
3 -2 . - C A M I 'S , If
482 H IS T O R IA D E LA É T IC A
Sentía que la brecha que se había abierto en mi vida tenía que ser
una brecha de la vida misma; que la cuestión era la de sí, aun cuando
los reformadores de la sociedad y del gobierno tuvieran éxito en sus
objetivos y todas las personas de la comunidad alcanzasen la libertad
y un estado de bienestar físico, los placeres de la vida, no impelidos
ya por la lucha y por la privación, dejarían de ser placeres. Y com
prendí que, a menos que se lograra encontrar alguna esperanza me
jor que ésta para la felicidad del género humano en general, seguiría
siendo desdichado ( ihid., pp. 151-152).
À partir de ahí fue cada vez más vivo el sentimiento de las fallas
de la doctrina henthamita de la moral y del gobierno. Por lo demás,
a diferencia de Bentham, Mili no sólo no rechazó toda doctrina con
traría al utilitarismo sino que quiso mantenerse abierto y receptivo,
no desdeñando las lecciones y sugerencias provenientes de pensado
res y escuelas tan diversas como Coleridge, a quien dedicó un elo
gioso ensayo, Comte, Saint-Simon, Tocqueville, etc,, etc., que le hi
cieron sensible a nuevas consideraciones del hombre y la sociedad,
Gracias a los saintsimonianos se le abrieron los ojos «al muy limi
tado y pasajero valor de la vieja economía que acepta como hechos
inevitables la propiedad privada y la herencia y la libertad de pro
ducción y cambio como el dernier m ot de la mejora social» (ibid.,
p. 168), ideas que desarrollará no sin cierta audacia en Principios de
economía política (1848), donde indica que sea o no sea necesario
sustituir el sistema de propiedad privada por el de propiedad en co
mún, cuestión que la experiencia habrá de decidir, ya en el mo
mento actual es preciso mejorar el sistema prevaleciente de modo
que se garantice «la completa participación de todos los miembros
de la sociedad en las ganancias que del mismo se deriven» (Mili,
1978, p. 206). Idea que reaparecerá nuevamente en su obra pos
tuma Capítulos sobre el socialismo (1879), que concluye precisa
mente afirmando que «la sociedad tiene títulos perfectos para abro
gar o alterar cualquier derecho particular de la propiedad que
considerado suficientemente juzgue que se halla en el camino del
bien público», siendo precisa «una consideración completa de todos
los medios gracias a los cuales la institución pueda tener una oportu
nidad de que se le haga trabajar en una forma más beneficiosa para
esa gran porción de sociedad que disfruta actualmente de la menor
parte de sus beneficios directos» (Mili, 1985b, pp. 279-280).
484 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
G radualm ente y pese a sus recelos, o tal vez debido a ellos mis
mos, respecto al valor de la democracia, de cuyos males le alertó La
democracia en Am érica de Tocqueville publicado en 1835, se fue
acercando más y más a los planteamientos del llamado socialismo
«utópico», aproximándose gradualmente a lo que el propio Mili de
nomina como socialismo cualificado.
Como Robson indica al respecto, comparado con su padre y con
Rentham, con los economistas clásicos y con los modernos defenso
res del capitalismo, Mili es un socialista. Com parado con los socia
listas contemporáneos, con sus predecesores prácticos y teóricos,
Mili es un capitalista. Pero también es un precursor de buena parle
del socialismo que cristalizó en movimientos como el fabianismo,
con su rechazo de la lucha de clases, su intento de propagarse me
diante la persuasión y la no violencia, en el procurar un lugar para el
desarrollo individual y moral, etc., etc., todo lo cual le hace parecer,
como él mismo se definió, como un socialista cualificado (las cursi
vas son mías) ( c t Robson, 1968, pp. 270-271).
Mili resume en unas pocas líneas, pero con toda precisión, los
ideales que mantenía conjuntamente, según su apreciación, con
Harriet Taylor, la mujer que influyó tan poderosamente en su vida,
tanto sentimental como intelectualmente, con la que le unió una
profunda e íntima amistad a partir de 1830, y con la que habría de
casarse, tras la muerte del primer marido de aquélla, en 1851;
«Nuestro ideal del definitivo progreso iba mucho más allá de la de
mocracia y nos clasificaba decididamente bajo la denominación ge
neral de socialistas» (Mili, 1986a, p. 221). A ñadiendo Mili easi in
mediatamente: «Considerábamos que el problema social del futuro
sería como unir la mayor libertad de acción con la propiedad común
de todas las materias primas del globo, y una igual participación en
todos los beneficios producidos por el trabajo conjunto» ( ib u i,
p. 222).
La influencia real de Harriet Taylor en la producción filosófica y
política de Mili parece haber sido sin duda desorbitadamente exage
rada por el autor, considerándola inspiradora, cuando no «autora»
de obras tan importantes como Principios de economía política, So
bre la libertad e incluso, en buena medida, E l utilitarismo. Por su
puesto que sin la ayuda, la compañía, el aliento y la inspiración de la
señora Taylor la evolución sentimental e intelectual de Mili habría
sido decididamente otra, si bien la crítica en general tiende a consi
EL U T IL IT A R IS M O 485
Los seres humanos para Mili son seres que poseen un sentido de
la dignidad en mayor o menor grado, que «constituye una parle tan
esencial de la felicidad de aquellos en los que este sentimiento es
fuerte, que nada que se le oponga podría constituir más que un ob
jeto momentáneo de deseo para ellos» (ihid., p. 50),
Para muchos críticos de Mili, este sentido de la dignidad o de
autorrespeto (self-respect), como en otras ocasiones le denominará
Mili (Mili, 1969, p. 95), parecería suponer precisamente la renuncia
a la felicidad. (Ese sería, podríamos agregar nosotros, el sentir de
Immanuel Kant, por poner el ejemplo más destacado.) Mili, por el
contrario, está tan deseoso de afirmar que la felicidad del hombre es
una felicidad peculiar, propia de un ser autodesarrollado, ilustrado,
libre, en pleno ejercicio de sus facultades intelectuales, con sentido
de su dignidad, como de afirmar que esos ingredientes, precisa
mente: autodesarrollo, autorrespeto, sentido de la dignidad propia,
etc., constituyen la parte más valiosa de la felicidad; es decir, no la
acompañan, no la suponen, no se derivan de la felicidad, son la feli
cidad.
Ya desde ahora podríamos adelantar, pues, una réplica a acusa
ciones como las de Rawls y otros que imputan al utilitarismo la «no
distinción entre personas», debido a que en la versión rawisiana
para el utilitarismo sólo existe un enorme montón de deseos cuya
maximización ha de ser conseguida, criando desde el punto de vista
que Mili postula, por el contrario, la exigencia del componente de la
dignidad a fin de ser felices incluye el respeto por los demás y por
uno mismo, tal como lo interpreta Berger (Berger, 1984, p. 210).
Son significativos en este sentido dos aspectos de la doctrina
contenida en E l utilitarismo: a) en primer lugar su distinción entre
felicidad y contento y h) en segundo lugar, su introducción de la
noción de la calidad de los placeres, punto en que se aparta ostensi
blemente de su precursor Benlham.
a) La felicidad supone el goce solidario experimentado por per
sonas autodesarrolladas y autónomas, como insiste Berger en diver
sos pasajes de su obra (Berger, 1984, pp. 253 y 269, esp.) mientras
que el contento no exige sino la mera conformidad, la aceptación de
cualquier estado de cosas, en alguna medida «gratificante», por de
gradante o humillante que resulte para el ser humano en particular
de que se trate, o para sus semejantes.
El contento sería algo semejante al goce experimentado por las
4 88 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
B ib l io g r a fía
SCHOPENHAUER
B ibliografía
KIERKEGAARD
1. El, P R O B LH M A DR SHR K l F R K E G A A R D
2. El, PR O B L E M A DE SHR UN IN D IV ID U O
« ’A M I ’ S . H
530 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
éste: «Yo no soy capaz de com prender a Abraham, sino sólo de ad
mirarlo» (ihkL, p. 127).
Ei héroe trágico tiene su grandeza en la virtud ética. Su tenía“
ción puede decirse que es lo particular, recaer en lo individual frente
a lo universal de su iey y de su destino. El caballero de la fe, quien
ha dejado en suspenso lo ético por un télos más alto, tiene su gran
deza —y su «espanto», para el entendimiento™- en la virtud más in
dividual: ¡la tentación es nada menos que lo ético! (ibid, pp. 63-
64). En la esfera moral hay maestros; en la religiosa sólo hay mudos
testigos de sí mismos ( ibid., p. 86). No son pocos, pues, los embates
o prohlemata, al decir de nuestro autor, lanzados en esta nueva exis
tencia sobre la esfera de la ética. Lo justo o correcto queda «en sus
penso»; el juicio enmudece; sólo a Dios se obedece. Ahora bien, y
lo mismo que la esfera moral recuperaba aspectos de la existencia
estética, la esfera religiosa no elude el deber ético, que pasa, donde
priva el deber absoluto, a ser un deber relativo. Ciertamente, Dios
no hubiera pedido el sacrificio de Isaac a quien no amara a su hijo.
Además, Abraham hubiera podido darle muerte al píe mismo de su
casa. Pero tienen que pasar varios días de caminar juntos antes de
decidirse a hacerlo en el monte Moriah. Así, el creyente da su
prueba en una hora que no es ni demasiado tardía ni demasiado
temprana.
Pero Abraham recupera a su hijo por la fe, y a sí mismo en tanto
que individuo. ¿Qué es la fe? La fe es creer en virtud del absurdo y
es, en fin, «la más alta pasión del hombre», como concluye Temor y
temblor. Ambas son las dos pruebas consustanciales de la «paradoja
de la existencia» en el estadio religioso. Fe es aquel amor, sí, que no
tiene nunca posibilidad de «tener razón». El amor erótico y el ma
trimonial nunca, en cambio, la descartan. No obstante, tanto o más
característico de esta pasión que es la fe es «la miseria y la angustia»
con que el sujeto la vive (¡huí, pp. 83, 129). A diferencia del héroe
trágico, el de la fe está sometido constantemente al duro aguijoneo
del sentimiento tentado a sumergirse de nuevo en las seguridades de
lo ético. El acto moral concluye en un momento. Pero la fe dura lo
que el amor y la angustia duran. La fe es una tarea de toda la vida.
En Pascal se daba también un salto del ordre de Tesprit (razón)
al ordre du coeur —con «razones que la razón no conoce» - , que es
lo que sostiene a la fe. ¿Es eso mismo lo que quiere expresar KJer-
kegaard? Parece que no. En Pascal la razón se deja someter en uso
534 HISTORIA DE LA ÉTICA
3, El p ro b le m a de se r u b re
* ijí *:
B i b u o g r a í -I á
1. Fuentes
a) Obras
Se han realizado tres ediciones de las Obras Completas de Soren Kíerke
gaard en su lengua danesa original Referencia de !a tercera y última
hasta ahora; Soten Kierkegaards Samiede Vaerker, A, B. Drachmann,
J, L. Heiherg, H. O. Lange, eds., Gyldendal, Copenhague, 1962-1964,
20 voLs.
Véase una referencia completa de la publicación de las obras de Kierke-
gaard entre 1835 y 1855 en Himmelsirup, L, S&ren Kíerkegaard, Inter-
natiomd Bibliografía A , Busek, Copenhague, 1962.
h) «Fapirer»
Edición completa de los escritos postumos del autor en Fapirer, N. Thuls-
trup, ed., G yldendal Copenhague, 1968-1978, 26 vals, en 25 tomos.
Los tomos 1 a 19 recogen el Journaten o Diario, que sólo se encuentra
en ediciones parciales en las principales lenguas europeas (no todavía
en castellano).
c) Cartas y actas
Breve og A ktstykker vedrorende Soren Kíerkegaard, ed. N. Thulstrup,
Munksgaard, Copenhague, 1953, 2 vols.
2. Traducciones
a) A l alemán
Gesammelte Werke , ed. E. Hirsch, E. Diederíchs Verlag, Düsseldorf-Colo-
544 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
h) A I inglés
S. Kierkegaard\s Wridngs, ed. H. V. Hong, Princeton University Press,
Princeton, 1978-1988, 26 vols,, inacabada.
c) A i francés
Oeuvres complètes, ed. P.-H. Tisseau, Éditions de POrante, Paris, 1966“
1986, 20 vols. Remiten, al margen, a la segunda edición danesa.
Asimismo, pueden encontrarse, publicadas por la editorial Gallimard, las
obras esenciales de Kierkegaard en versión de E Prior y M. M. Guígnot.
El Journal (extractos) ocupa 5 vols.
d) A i castellano
Obras y papeles, trad. de D. Gutiérrez Rivero, Guadarrama, Madrid,
1961-1975, Il vols., inacabada.
Hay ediciones sueltas de varios de sus títulos. En los años setenta corrieron
a cargo de las editoriales Aguilar y Ediciones Nova, de Buenos Aires. A
continuación se recogen algunas obras hoy disponibles en el mercado
español:
Diario de un seductor, trad. de D. Gutiérrez Rivero, Destino, Barcelona,
1988. Contiene ilustrativo prólogo de José M.:i Valverde.
Temor y temblor, ed. y trad. de V, Simón Merchán, Tecnos, Madrid, 1987.
E l concepto de la angustia, Espasa-Calpe, Madrid, 1967, Con sucesivas
reimpresiones.
Mi punto de vista, trad. de J. M. Velloso, Aguilar, Madrid, i 987.
3. Estudios
3 « l. -C A M P S , H
546 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
4. Kierkegaard en España
N ota
L S e h a c e re fe re n c ia a las fu e n te s ( O W) p o r la e d ic ió n a le m a n a d e ia o b r a
c o m p le ta e n v e rsió n d e H irsch (v é a s e la B ib lio g ra fía ), c o n in d ic a c ió n d e l to m o y d e
las p á g in a s d o n d e se h a lla el te x to .
G e r a r d V il a r
MARX Y EL MARXISMO 1
L L a s p a r a d o ja s y su i n t e r p r e t a c i ó n
cera seguidamente quizás sea de alguna ayuda que fijemos las tesis
básicas que se defenderán. Sumariamente:
a) Marx sostiene que toda moral es relativa a un modo de pro
ducción y que no existe una moral transhistórica, por tanto rechaza vi
gorosamente el m oralpoiní o f view porque en el presente es una ilu
sión ideológica y en la futura sociedad comunista será innecesario;
h) esta posición es, sin embargo, inconsistente con la crítica
marxíana del capitalismo y sus afirmaciones sobre el comunismo o
sociedad de libres productores que presupone necesariamente una
teoría de la justicia distributiva en dos niveles: un principio contri
butivo que el capitalismo viola y que debe regir en el socialismo, y
un principio de satisfacción de las necesidades que debe regir la
etapa superior del comunismo.
c) Si aceptamos la distinción entre moral y etica,0 podemos afir
mar que aunque en Marx hay un rechazo de la moralidad en sentido
kantiano, su obra contiene una ética de la aulorrcalización en la que
la idea clásica de vida buena es mediada con la antropología expre-
sivista de cuño romántico. Esta ética está en gran parte en la base de
la teoría marxíana de la alienación y del principio superior de justi
cia defendido por Marx («a cada cual según sus necesidades»).
Para articular la exposición he escogido tres facetas o polos fun
damentales del pensamiento marxiano que configuran el campo de
fuerzas en el que se desarrolla su obra. Así, hablaré de un Marx ro
mántico, de un Marx científico y de un Marx republicano. Por cierto
que los polos opuestos a estos también están presentes en el pensa
miento de Marx: el clasicismo, la metafísica y el liberalismo. A un
que una interpretación de Marx basada en estas tres últimas facetas
no sería del todo imposible, la interpretación que ofreceremos es
mucho más explicativa y recoge gran parte de las ideas contenidas
en la obra del autor. Con la tesis de los tres Marx pretendo resituar
las viejas polémicas en torno a dicotomías: el joven y el viejo Marx,
el humanista y el antihumanista, el científico y el ideólogo, etc.
2 .1. E l problema
3. El M a r x c i e n t í f i c o y l a c r í t i c a oír, l a s i d e o l o g í a s
en las que la realidad de las cosas aparece invertida como en una cá
mara oscura.17 Los hombres se hacen representaciones acerca de su
autonomía como seres morales, creen actuar libremente y escriben
proclamas sobre los derechos humanos. Sin embargo, para Marx
todo ello son productos de un determinado modo de producción, en
este caso del modo de producción capitalista. Toda idea de libertad
o justicia es, pues, un producto históricamente determinado que
cumple una función social determinada. No existe ningún m o ra l
p o in l o f view desde el que juzgar sobre la justicia, el bien, los dere
chos o los deberes, Marx afirma, así, la relatividad histórica de la
moral, cosa que de flecho desde los tiempos de la Ilustración,
cuando menos, se había convertido en un lugar común a través, por
ejemplo, de los relatos de viajeros a países exóticos. Por otro lado,
como en todo modo de producción, «las ideas de la clase dominante
son las ideas dominantes en cada época; o dicho en otros términos,
la clase que ejerce el poder m a teria l dominante en la sociedad es, al
mismo tiempo, su poder espiritual dominante... por ejemplo, en la
época en que dominó la aristocracia imperaron las ideas del honor,
la lealtad, etc., mientras que la dominación de ia burguesía repre
sentó el imperio de las ideas de la libertad, la igualdad, etc.» (OE, I,
pp. 45 ss.; MEW, 3, pp. 46 ss.). En este sentido Marx afirmaba asi
mismo la relatividad social de la moral, idea esta que se remonta
también, como poco, a la Ilustración.
Esta tesis relativista acerca de la moral fue ampliamente ex
puesta y fijada por Engels en el Anti-D ühring (1877). Y de ahí pasó
a formar parte acríticamente de las doctrinas del marxismo orto
doxo.
El problema del concepto marxiano de ideología se ve en se
guida en su ambivalente contraposición con el de ciencia, puesto
que cuando se tacha una doctrina de «ideológica» se hace desde una
perspectiva que implica una pretensión de verdad. En efecto, Marx
y Engels emplearon el concepto de ideología en un doble sentido:
en el sentido corriente de representaciones que no se corresponden
con la realidad de las cosas, el sentido de «ideas falsas», junto al
sentido de origen hegeliano de ideología como representaciones no
falsas en sí mismas sino como representaciones correspondientes a
un estado de cosas falso. Así, las ideas morales de la burguesía no
eran para Marx representaciones meramente falsas, sino representa
ciones necesarias resultantes de un determinado modo de produc-
MARX Y E l M A RXISM O 561
3.3. La c r ít ic a d e l utilitarismo
ción británica .en la India escribía en el New York Daily Trihime del
25 de junio de 1853;
Para este Marx, al igual que para Hegel, los individuos reales e his
tóricos son sacrificados en el altar de la historia para que ésta pueda
alumbrar un m undo de auténticos individuos libres. Un conocido
pasaje de las Teorías de la plusvalía expone con más detenimiento lo
esencial de lo que en el paso anterior llamara el «punto de vista de
la historia»:
Pocos son los textos de que disponemos en los que Marx nos re
vele el trasfondo de su crítica de la explotación, esto es, los crite
rios que guían su critica. Por ello, la cuestión de si Marx tenía o no
una teoría de la justicia es, como hemos dicho al principio, un lema
abierto y opinable. Pero según mi modo de entender, ninguna crí
tica de la explotación en el sentido de Marx es posible sin una cierta
idea de lo que sería justo. Por supuesto se puede criticar la explota
ción desde el punto de vista de su eficacia evaluando si los capitalis
tas obtienen sus plusvalías con mayor o menor economía. Por cierto
que Marx -—el Marx liberal— entendía que el capitalismo explota
MARX Y E L M A R XISM O 569
Con ello nos revela Marx que, más alia del principio de contribución
existe un principio de justicia superior que apunta al derecho de
cada cual a la satisfacción de sus necesidades y, por ende, a la reali
zación de su personalidad. En efecto, en ese reino de la abundancia
en ei que, por otro lado, las necesidades no serán meramente de
consumo, necesidades alienadas, en el que el trabajo será «el primer
deseo vital», cada cual contribuirá según su capacidad y recibirá se
gún sus necesidades. Esto es, habrán desaparecido los problemas de
distribución. Con ello imperará un igualitarismo de carácter más
profundo que el babeufiano, ya criticado por el joven Marx, o el que
garantiza el principio de contribución. Se trata del principio de
igualdad de autorrealización,25 el principio según el cual dado que la
autorrealización es el bien supremo para el hombre cada cual debe
poder desarrollar su personalidad en la medida que ello sea compa
tible con la realización en la misma medida de cualquier otro indivi
duo* Esta teoría de la justicia está, pues, claramente presente en la
obra de Marx y la dota de cierta coherencia, aunque sea contradic
toria con la crítica marxiana de la moral como ideología. No obs
tante, aparte de su carácter utópico, esta concepción de la justicia
no está exenta de problemas.
B ib l io g r a f ía
Obras
Estudios
N otas
9 . S o b re e ste s e g u n d o p u n to , v é a s e W e llm er ( 1 9 8 6 ) , a sí c o m o B e n h a b ib
(1 9 8 6 ) .
10. « P a ra n o s o tr o s el c o m u n is m o n o es un e s ta d o q u e d e b e im p lan tarse, un
id e a l al q u e h a y a d e s u je ta r s e la r e a lid a d . N o s o tr o s lla m a m o s c o m u n ism o al m o v i
m ie n to r e a l q u e an u la y su p era al e sta d o d e c o sa s actu al. Las c o n d ic io n e s d e este
m o v im ie n to se d e s p r e n d e n d e la p r e m is a a c tu a lm e n te e x is te n te » (M E W , 3 , p . 3 5 ).
E l lugar p o r e x c e le n c ia d o n d e s e e x p o n e e s ta p r e te n s ió n e s el te x to d e E n g e ls D e l
s o c ia lis m o u tó p ic o a l s o c ia lis m o c ie n tífic o (1 8 8 0 ) .
11. C f. e s p e c ia lm e n te O M E , 5 , p p . 3 4 7 - 3 6 1 .
12. E l té r m in o « e x p r esiv ism o » fu e in tr o d u c id o p o r Isaiah B e rlín en su esc rito
« H erd er a n d the E n lig h te n m e n t» e n E . W a s s c rm a n , e d ., A s p e é is o f th e e ig h te e n th
c e n tu r y , B a ltim o re, 1 9 6 5 , para d istin gu ir esta c o n c e p c ió n a n tr o p o ló g ica d e la c a te
g oría e stétic a « e x p re s io n is m o » .
13. C f. a l r e s p e c to Oh. T a y lo r, H e g e l, C am b rid ge U n iv crsity P re ss, C a m
b rid g e , 1 9 7 5 , c a p . I.; d e l m is m o , S o u r c e s o f S e lf, C a m b r id g e U n iv c r sity P re ss.
N u e v a Y o r k , 1 9 8 9 , c a p , 2 1 ; a sí c o m o C h . L a n n o r e , P a tte r m o f M o r a ü ty , C am
b rid ge U n iv crsity P re s s , N u e v a Y ork , 1 9 8 7 , c a p . 5,
14. C f. L. K o la k o w sk i, E l m i t o d e la a m o ld e n tid a d h u n ía n a. T e o r e m a , V a le n
c ia , 1 9 7 6 .
15. E n la c o n c e p c ió n m arxian a d e la c ie n c ia c o n flu ía n , sin e m b a r g o , un m o
m e n to ro m á n tic o y un m o m e n to e sp e c u la tiv o q u e fu e ro n la fu e n te d e to d a s las a b e
r racion es q u e t a n t o e n M a rx c o m o e n s u s e p íg o n o s se c o n o c ie ro n b ajo la e x p re s ió n
«m a teria lism o d ia léc tico » y otras a fin e s. C f. al r e s p e c to M . Sacristán, S o b r e M a r x y
m a r x is m o . P a n fle to s y m a te r ia le s / , B a r c e lo n a , Ic a ria , 1983.
16. C o m o e s c rib e M a rx e n el P r ó lo g o a la C o n tr ib u c ió n a la c rític a d e la e c o
n o m ía p o lític a q u e c o n tie n e el re s u m e n d e su te o r ía d e la h isto ria : « E n la p r o d u c
c ió n so c ia l d e su v id a , lo s h o m b r e s c o n tr a e n d e te rm in a d a s re la c io n e s n ecesarias e
in d e p e n d ie n te s d e su v o lu n ta d , r e la c io n e s d e p r o d u c c ió n , q u e c o r re s p o n d e n a u n a
d eterm in a d a fase d e d e s a rr o llo d e s u s fu e rz a s p r o d u c tiv a s m a te ria le s . El c o n ju n to
d e e s ta s re la c io n e s d e p r o d u c c ió n f o rm a la e s t r u c t u r a e c o n ó m ic a d e la s o c ie d a d , la
b a s e re a l s o b re la q u e se le v a n ta la s u p e r e s t r u c t u r a ju r íd ic a y p o lític a y a la q u e c o
r r e s p o n d e n d e te r m in a d a s fo rm a s d e c o n s c ie n c ia so c ia l. E l m o d o d e p r o d u c c ió n d e
la v id a m a te ria l c o n d ic io n a e! p r o c e s o d e la v id a so c ia l, p o lític a y e s p iritu a l e n g e n e
ra l, N o es la c o n s c ie n c ia d e l h o m b r e la q u e d e te r m in a su se r, s in o , p o r el c o n tr a r io ,
el s e r so c ia l es lo q u e d e te r m in a su c o n s c ie n c ia » (O H , l, p p . 5 1 7 ss.; M E W , 13,
p p . 8 ss.).
17. «L a p r o d u c c ió n d e las id e a s , las r e p re s e n ta c io n e s y la c o n s c ie n c ia a p a r e c e ,
al p r in c ip io , d ir e c ta m e n te e n tr e la z a d a c o n la a c tiv id a d m a te ria l y el t r a t o m a te ria l
d e los h o m b re s , c o m o e! len gu aje d e la v id a re a l. L a fo rm a c ió n d e las id e a s , el p e n
s a m ie n to , e l tra to e s p ir itu a l d e los h o m b r e s se p r e s e n ta n a q u í to d a v ía c o m o e m a n a
c ió n d ir e c ta d e su c o m p o r ta m ie n to m a te ria l. Y lo m is m o o c u r re c o n la p ro d u c c ió n
e s p iritu a l, tal y c o m o se m a n if ie s ta en e l le n g u a je d e la p o lític a , las ley e s, d e la m o
ra l, d e la re lig ió n , d e la m e ta fís ic a , e tc ., d e u n p u e b lo . L o s h o m b re s s o n los p r o d u c
to r e s d e s u s r e p r e s e n ta c io n e s , d e s u s id e a s , e tc ., p e r o se t r a t a d e h o m b r e s re a le s y
a c tiv o s ta l y c o m o s e h a lla n c o n d ic io n a d o s p o r u n d e te r m in a d o d e s a rr o llo d e su s
fu e rz a s p r o d u c tiv a s y p o r el t r a t o q u e a él co r r e sp o n d e , h a sta lle g a r a su s fo rm a s
m á s le ja n a s . La c o n s c ie n c ia ja m á s p u e d e .ser o tr a c o s a q u e e! se r c o n s c ie n te , y el se r
576 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
NIETZSCHE
sino más bien por deseo de que el hombre dé cuanto antes lo mejor
de sí mismo y alcance lo que aún está por llegar, sin dormirse en los
laureles de lo hasta ahora conseguido. No es antihumanismo - ni
mucho menos inhum anidad-- preferir las posibilidades del hombre
a la perpetuación conservadora de sus pasadas conquistas, Muchos
reformadores y revolucionarios han sentido la misma inquietud,
prefiriendo aguijonear al hom bre más bien que adularlo y adorme-
cerlo. Veamos por ejemplo un párrafo característico del a menudo
nietzseheano pero hondam ente humanitario Bernard Shaw:
Los ricos y los pobres son aborrecibles. Odio a los pobres y estoy
anhelando la hora de su exterminio. Siento un poco de lástima por
ios ricos, pero deseo su exterminio también. Las clases obreras, las
clases comerciales, las clases profesionales, las clases adineradas, las
clases gobernantes, son igualmente odiosas: no tienen derecho a vi
vir. Yo desesperaría si no supiera que están condenadas a muerte y
que sus hijos no serán como ellos ( The Intelligent Woman \s Cuíde to
S o a a lis m ) ,
II
594 H IS T O R IA D E LA ÉTICA
Así pues, ¿qué hombres se revelarán como los más fuertes? Los
más mesurados, aquellos que no tienen necesidad de artículos de fe
extremos, aquellos que no solamente admiten una buena dosis de
N IE T Z S C H E 597
azar y tic absurdo sino que la cultivan, los que pueden pensar al
hombre con una considerable reducción de su valor, sin hacerse em
pero más pequeños o más débiles: ios más ricos en salud, los que tie
nen laüa como para afrontar la mayoría de las desdichas y por tanto
no temen tanto las desdichas, hombres que están seguros de su poder
y que representan con un orgullo consciente la fuerza alcanzaría-pov
el hombre.
B ib l io g r a f ía
A a ro n . R ic h a rd . 166 A u b c iu ju c , P .. 4 0 3
A b ra m s , P., 165 A u f k lä ru n g , 4 1 1 , 4 1 3 , 4 4 7 . 4 5 3
A b ril. Y „ 6 9 A u s tin , J o h n . 7 0
A d a m , A n to in e , 2 3 9 , 2 4 2 A v in e ri. S ., 4 5 5
A d o rn o . T , VV\, 5 2 2 , 5 4 4 A /.ü a, Lelix. d c , 1 9 i
A g u ia r , R ., 5 7 2
A gu.siin, sa il, x n i, I 8 5 , 5 12, 5 3 4
('onj'essio A if^nsidiid. 9, 7 2 . 5 3 4 B a c o n , l-ra n c is . 8 4 - 8 6 . 104. 2 8 9
Dc hosio conjti^ali. 5 12 B a e /.k o . B ., 281
A la in , 104 R a g lio n i, L .. 31 1-312
A l h c n i, V a le n tín . 5 K 6 0 B a k u n in , M . A ., 4 7 9
A fo n s o G e iin o , L iu s (>.. 6 9 B a r b e y r a c , 7 0 , 74
A k ju ie . F ., 140 B a r e k h a u s e n . H .. 2 4 2 - 2 4 3
A is le d , i . 11., 3 9 , 7 0 B a r o n e e ili. K> 3 12
EncyciiipaciHa . 3 9 , 7 0 B a rr. M . H ., 191
A llh u s iu s , 87 B a ta ille . G ., 5 9 9
A lle n , IX P, H .. 5 7 6 B a u d e la ir e . C h a r le s . 5 2 0 . 5 2 2
A lle n . W , 24 3 B a u e r. B ru n o , 5 5 0
A in e r ik s , K ,, 4 0 3 B a u m e r. K I ... 2 4 3
A m o ro s , 544 B a y le . P ie rre . 35
A n d e r s e n . 524 B eaU ie. 2 8 8 , 3 14
A n g e b m . H,, 5 7 2 B e c c u n a , C e s a r e . -458
Aplit’itnon dc hi cxpcneucia a In ('cornc- B e ek . L. W .. 4 0 6
iria , 169 B e c k e r. C .. 2 4 3 .
A ra n g u re n . J o s e L u is . x \ B e ia v a l. V ., [ 9 ! . 4 5 5
A r d a l P S .. 3 1 2 B e iira n d e I f e r e d ia . V ic e n te , 69
A ris to te lc s , IX. x u 1, 2-7,. I 0 - I 2, 15-46. B e n lm h ih , S ., 5 7 2 , 5 7 5
2 0 , 2 3 . ?J\ 28 , 3 0 -3 3 . 3 3 . 5 2 . 6 9 , 73. B e n ja m in . W a lte r, 3 8 3
7 9 , 8 3 . 9 0 , 9 5 , 194, 2 0 2 . 25 5 B e n llia m , J e r e m y , 7 L 2 8 8 , 4 5 7 - 4 7 8 ,
iJii'ti Eiulania , 40-1. 47 g , 4 8 0 -4 8 4 .” 4 8 7 , 4 9 0 . 4 9 3 , 4 9 8 ,
Etica a Niconutco . I !. 6 9 , 25 5 576
Mavjm MoniHa, 1 1. 69 The coüccivd svorks 498
M ciafisica , (X. 12 470
A ro n , R a y m o n d , 2 3 8 . 211 Esxuy an lu ’fJiTSi’nlaiiiiiL 4 6 6
A r o n o v iic h , I 1., 5 7 2 liitnuhtciion io ihr f'rincipies ttfM o-
A ia h u a ip a , 2 3 2 raf.s und 4 6 8 -4 7 0 , 498
ÍN D 1C I-: A l l-A Ü I’T K 'O 60!
K m pédoeies, 42 F e l l o w s , Ü . , 191
E n c ic lo p e d ia , 68, 7 0 , 168-173 , 176, 178- F e r r a r i . .L, 2 8 1
179, 181, 18 4 - 1 8 8 . 1 9 1 - 1 9 2 . 2 7 2 , 4 4 6 F e r r a t e r M o n t , J., 4 9 2 , 4 9 8
E n c y c lo p a e d ia o r D ic tto n a r y o f a r t s a n d F e i s c h e r , L, 2 6 2 , 2 6 4 , 281
sc ie n c ie .s, 170 Feuerbach, L udw ig, 497, 507, 550
E n g els, Fried rich , 5 5 6 , 5 6 0 , 568. 5 72 FieSue, J, Ï L 4 0 6 , 4 0 9 , 4 1 3 , 4 1 6 . 4 1 8 -
A n fì'D ìih r m i* , 5 6 0 432. 434-437. 439, 453-454. 5 5 1
C ite s tió n j u d f a , 5 5 5 E l d e s tin o ile i h o n ib r e . 4 2 3 , 4 2 9
D e l s o c ia lis m o u to p ic o a l s o c ia lis m o L o s d i s a t r s o s a Ut n a c ió n a te m a n a ,
c ìe n t ij ì c o , 5 7 5 431
G e s a m ia u s g a h c , 5 6 5 . 5 7 2 , 5 7 7 F u n d a tn e n to s d e l d e re c h o n a tu ra i, 421
M a n i f e s t o c o m u n is ta , 5 5 7 S ä m tlic h e W e rke , h e r e a n s g e g e h e n
M a n u s c r ito s d e P a ris. A n u a n o s F ra ti- v o n J. / /. F ic h te , 4 5 4
c o a le m a n e s . O b n t s d e M a r x v E n S is te m a d e la è tic a , 421
g e l s , 551 - 5 5 3 . 5 5 6 , 5 5 8 , 572^ 5 7 5 . F i l m e r . R o b e r t , 4 8 . 7 0 , 143, 1 4 5 -1 4 6 .
577 154, 165
ì ’.vì 5 5 7 -5 5 8 , 560, 572, O b s e r v a tio n s c o n c e r n in g th e o r i g i
575, 576 n a le o f G o v e r n m e n t, 4 8 , 71
MVrfo\ 5 5 6 - 5 5 8 , 5 6 0 , 5 6 5 - 5 6 6 , 5 6 8 , ¡ U itr ia r c h a , 143, 165
570, 5 7 2 .5 7 5 -5 7 6 F i l o la o , 8 3
E p i c u r o , 3 7 9 , 38 L 4 5 7 . 4 7 8 . 4 8 6 F i n k . E ., 5 9 9
E sc isela d e F r a n k f u r t . 5 5 0 Fin ni s. J o h n , 7 0
F s p i n o s a , B a r u c h d e . ix, 8 1 . 9 8 - 1 0 0 , F ir ia . M L 4 0 3
1 0 8 - 1 3 8 . 146, 165. 185, 3 1 6 . 41 I- F la u b e rt. G u s ta v e . 5 2 2 , 5 3 9
442, 432, 435, 502, 579. 586 F l e w , A ., 3 1 2
B r e v e tr a fa d o s a b r e D io s , e l ¡¡om bre F o g e l i n , R, J,. 3 1 2
r v s u f e l i c i d a d . 109-1 10, H 2 , 1 14 F onseca, Pedro, 73
E tic a (E tilic a o r d in e g e o m e tr ic o d e - F o n t e n e l l e , 174, 1 8 4 -1 8 5
n io n s tr a ta ), ix. 1 0 9 - 1 1 1 , 1 1 2 - 1 2 8 , Ì J ifr e tie n s u r la p l u r a l it é d e s m o n
130, 133, 134, 138, 140 d es,1 8 4 -1 8 5
O p e r a , 138 F o r b e s , D ., 3 1 2
P e r m tm te n to s m e ia fis ic o s , 1 0 9 - 1 1 0 F o s te r , 5 8 3
P r in c ip ia p h ilo s o p lìia e c a r t e s a n ia e , F o u e a u i t , ML, 5 9 9
109 F o w l e r , T ., 3 1 I
T r a c ta in s d e ìn te lle c tu s e n ie n d a tio n e , F r a n c e s , M ., Î 3 9
109-1 IO. U 2 , 140 F r a n c i s c o , A ., 5 7 2
T r a c ta tu s p o litic u s . 1 0 8 - 1 0 9 . 132, F ra n k lin , 96
1 3 4 -1 3 7 F r a s e r , A . C ., 165
T r a c ta tu s th e o io g ic o - p o litic u s , 109- F r e u d , S i g m u n d , 5 1 1 . 54 7
110. 1 16. 126,' 133 F r e u d e n t h a l , J., 139
F s l u a r d o . d i n a s t i a re ai. 145 F r e u n d , J . f 7 7 - 7 9 , 83. 103. 106
F u e k e n , R .t 7 2 -7 3 F r k r d m a n n , G ., 139
E u c h n e r , W a l t e r . 166 F ro m m , Frich, 573
F a h r e n b a c h . H., 5 4 5 G a g n e b i n , B ., 2 8 0
F a r r e l l . D. M ., 4 6 4 , 4 9 8 G a l e n o , (8 3
F e l i p e ile O r l e a n s , 196 A r t e m e d ic a l, 183
H IS T O R IA D I- LA I ' I K ’A
I le s s , M o s e s , 5 5 0 h ìv e s ttg a e ió u s a b r e lo s p r in c ip i o s d e
H c u v o L J. va n d e n , i 9 0 ia m o r u l { E n q td r v ), 2 8 8 . 2 9 5 - 2 9 6 ,
I H n m s e is tr u p , J.. 5 4 3 298, 303, 3 07-308. 310. 312-313,
ü i n s k e , N .. 4 0 3 314
H i p d e r a i e s . 183 P h ilo s tip h ic iiì w o r k s . 31 I
A l b r i s m o s . 183 T r a ta d o d e f a n a t m a l e z a h u t n a m i
H i r s c h , L., 5 4 4 . 5 4 b (Trcatise). 2 8 8 - 3 0 0 , 3 0 2 - 3 0 8 ,
I f o h b e s , T h o m a s . 3 5, 4 5 , 5 4 - 5 6 , 6 0 - 6 1 , 310. 312-314
7 5 , 77-107.. 109, 144. 146. 150, 161, M u s a m i . Z. !.. 5 7 3
205. 269. 283-284, 297. 451, 460, H u s s e r l. H d iiu m d . 2 8 8
5 IS H n t c h e s o n , F r a n c is . 284 -2 K 7 . 4 5 8 , 4 6 0
A u to b lo g r a fia , 86
C r k fo m d r 'm , 8 5
D e a v e . 5 5. 7 6 - 7 7 . 7*). 8 6 - 8 7 . 94 k d e s i a s . M .a C a m u m , 194. 2 4 2 - 2 4 3
D e c o r p o r e . 7 6. 8 3 . -86-87, 94. 9 8 l u m a i o d e L o y o l a , sa n , 3 7 2
D e c o r p o r e p o Ü tic o , 9 1 . 100 fgm uielT, M .. 2 4 3
D e h o m in e , 7 6 - 7 7 . 86 . 92 , 9 4 . ¡ 0 0 L i b a r n e , J, V., 4 0 2
E lenu'H U is d e d e r e e b o u a tu r a f y pob~
fie o . 79, 83. 8 6. 107
l'h e E n g lis h W o r k s o f l 'h o m a s H o h - Jaeohi, 4 0 6
b e s. 77, 8 1. 83 . 8 7 - 8 8 . 9 0 - 9 2 . 95- Jan/., C. P., 5 9 9
9 7 , 100-101 J a s p e r s , K.. 5 2 2 . 5 2 9 . 5 4 5 , 5 9 9
Eofle\o. 9 6 j e n s e n . H., 31 I
L e s'u tfh d ti, 5 5 . 7 5 - 7 6 . 7 9, 8 ! . 8 3 . 8 6 - J o a c h i m , IL II.. 139
9 0 , 9 7 , 100 J o e l . M .. 139
L u x m a th e m a tic a . 8 1 J o l i v e t . R.. 5 4 5
O b r a s c o m p fe ia s . 107 Juan. Don, 528-529
S!u>n l 'n u ts o f b 'irsf P r ia e iid e s . 76,
107
H o h s h a w m , H. .1,. 5 7 3 K a m . V- .L. 5 7 3
H oesler, N „ 4 0 3 K a m e n k a , L., 5 7 3
üo iT d m g . H arald. 527. 545 K a m . I m m a n u e l , ix, x iu , L 9 , 9 2 , I I L
H olle. Ö „ 403 150. 174, 179, 18 L 192, 2 4 8 - 2 4 9 .
H ö ld erlin , 4 3 3 . 597 288, 315-333, 335, 337-350, 353.
E s c o lio s a A fiü g o tu h 5 9 7 355-356, 358-379, 381-382, 384-
H o s m , IT V., 5 4 4 392. 394, 4 0 0 -4 0 4 . 406-410, 413-
I f o i u , f., 2 4 3 4 17, 4 2 0 . 4 2 2 , 4 2 6 , 4 2 8 . 4 3 ! . 4 3 3 .
H o p e . M., 311 4 4 0 , 44-2-443, 4 4 5 . 4 4 7 . 4 5 0 . 4 5 2 -
H o r k h e i m e r , M a x . 75. 82. 85. 9 4 . 104- 454. 487, 5 0 5 -5 0 7 . 514, 516. 523.
106, 5 0 2 , 521 529. 539. 5 4 2-543, 550, 552, 556,
H o m o , T, A .. 24 ! 5 7 9 -5 8 1 . 585. 5 8 7 -5 8 8 , 597
I hm ih o ld l, A le x a n d e r von. 555 A n to lo g ia d e fa s le fle x io a e s , 3 9 3
i l u in e , D a v i d , 2 8 3 - 2 8 4 , 2 8 6 2 9 2 . 2 9 4 - Aiitropol(*\*ia> 3 1 6 , 3 6 4 , 3 7 5 - 3 8 8 , 3 8 3
295, 297-299, 3 0 1 -3 0 4 . 308-314, C o m ie n x.o ve ro si m H d e fa ¡¡istoria ha
3 2 5 . 4 0 6 , 4 0 8 . 4 5 8 . 4 6 0 , *163 m ona, 370
D e la v ir fu d y e l v ic io eti g e n e r a l. C r itic a d e fa ra:.ón p r a c t ic a , 3 1 5 .
290 32 9 . 3 3 2 . 3 4 4 , 34-7-349. 3 5 1 - 3 6 6 ,
T h e H is to r v t> f(ir e tu B r ite in , 3 1 3 3 ó 9 , 381
6 06 ! ! IS T O R IA D li 1..A L T K 'A
C r itic a d e la r a z ó n p u r a , 3 1 6 , 3 2 9 - D i a p s a lm a ía , 5 2 5 . 5 4 0
3 3 0 , 3 3 3 , 3 4 4 - 3 4 6 , 3 4 9 - 3 5 1. 3 6 2 D ia r io d e u n s e d u c to r . 5 2 3 - 5 2 6 , 5 2 8 ,
C r ític a d e f j u i c i o , 3 3 I 543-544
F u n d a n te n ta c ió n d e la m e ta fís ic a d e D is c u r s o s c r is tia n o s , 5 2 6
la s c o s tu m b r e s . 3 i 5, 3 2 9 - 3 4 3 , 3 4 8 , D is c u r s o s e d if i c a n t e s . 5 2 5
389 D o s p e q u e ñ o s tr a ta d o s c tic o -r e lig io -
id e e . 3 8 5 - 3 8 6 sos\ 526
L e c c io n e s C o llin s , 381 E jc r c ita c ió n en e i c r is tia n is m o , 5 2 6
L e c c io n e s d e é ti c a , 3 1 6 , 3 6 4 - 3 6 5 , L a e n fe r m e d a d m o r ta L 5 2 6
3 7 4 , 3 8 1 . 3 8 3 . 391 - 3 9 6 . 3 9 8 E l e q u ilib r io e n tr e lo é tic o y lo e s t é
M e ta fís ic a d e la s c o s t u m b r e s , 3 1 5 - tic o . 5 2 5 , 5 2 9 , 5 3 7 , 5 3 9 ’
3 16, 3 3 0 , 3 4 9 . 3 6 4 . 3 6 8 , 3 9 6 . 3 9 8 - E s ta d io s e n e l c a m in o d e ia v id a .
399 526. 530, 536, 540
M e ta fís ic a d e ia v ir tu d , 3 9 7 - 4 0 1„ 4 0 4 L a s e ta p a s in m e d ia ta s d e lo e r ó tic o
L a p a z p e r p e tu a * 401 m u s ic a i. 5 2 5 , 5 2 7
P o lític a , 3 9 1 . 3 9 5 G e s a m m e lte w e r k e . 5 2 8 - 5 3 1 , 5 3 4 ,
P r a k tis c h e P h ilo s o p h ia e P o w a ls k i, 536-537. 539-541. 543
369-370, 372, 374-375, 381-385. E l h o m b r e m á s in fe liz , 5 2 5
3 8 8 ,3 9 4 In v in o v e n t a s , 5 2 6
P r im e r o s p r in c ip io s m e ta fís ic a s d e E l n w to d o d e r o t a c ió n , 5 2 5
ía c ie n c ia n a tu r a L 3 3 0 M ig a ja s filo s ó fic a s , 5 2 5
R e fle x io n e s , 3 1 6 . 3 6 6 - 3 6 8 . 3H0, 3K4~ M i ¡itu iío d e v is ta c o m o e s c r ito r . 5 2 7 .
385, 388, 3 9 3 ,4 0 4 5 3 4 .5 3 6 -5 3 7 . 544
T e o r ía y p r a c t ic a , 401 E l m o tiv o tr a g ic o d e la A n tig ü e d a d ,
K a n ter-v a n H e u in jia . 23 525
K a u fm a n n , W .. 4 5 5 O b r a s y / tá p e le s , 544
K e a n e , .f., 5 7 3 /.f/.v o b r a s d e i a m o r . 5 2 6
K eals. John, 539 O b s e r v a c io n e s s o b r e e l m a tr im o n io .
K e h l . 173 526
K e lly - ( T A,. 2 7 0 , 2 8 1 O ie b lik k e t. 5 2 6
K e p l e r , J., 84, 86 P a p ir e r . 5 2 7
K ierkegaard, Sören, 2 4 5 , 4 3 5 ,4 3 8 . 522- /;7 ¡> rim er a m a r . 5 2 5
533? 525-527, 530 -5 3 1 , 533-535, /,<y r e p e tic ió n , 5 2 5 , 5 3 7
537. 539-544. 546-547 S ilu e ta s , 5 2 5
L a a l te r n a t i v a , 5 2 5 , 5 2 9 . 5 3 1 . 5 3 6 - T e m o r v tem blor* 5 2 5 , 5 3 1 - 5 3 3 . 5 3 6 -
538 537544
A p o s tilla n o c ie n tífic a c o n c lu s iv a a U ltim á tu m , 5 2 5
l a s « M ig a ja s f il o s ó f i c a s ». 5 2 6 , /.£/ validez, e s té tic a d e l m a t r i m o n i o ,
5 3 6 . 541' 525
B re ve og A k ts ty k k e r v ed rö ren d e S o K l e in , A n s g a r , 401
r e n K ie r k e g a a r d . 5 4 3 K l i h a n s k y , 165
C a rra a l l e c t o r , 5 2 6 K lin e , G . L., I 39
E i c o n c e p to d e ia a n g u s tia , 5 2 5 . 5 4 0 . K l o s s o w s k i , P ie r re , 5 9 7 , 5 9 9
544 Knox, John, 8 I
E l c o n c e p to d e la ir o n í a , 524 K ö h l . I L, 4 0 3
¡ C u l p a b l e ! t N o c u ljta b le ?, 5 2 6 K o h íh e r s i, I ... 488, 4 9 2 , 4 9 8
I>e lo s ¡y á p eles ¡ to s ta m o s d e u n o q u e K o l a k o w s k i , I... 5 7 3 . 5 7 5
to d a v ía v iv e . 524- K önisherg, 442
ÎN D iC F . A i . F A B l ' n O ) 607
P e n e l h u m , S., 3 1 3 R a a h . G eo r g e, 6 9
P e n a . V i d a l , i 0 8 . 138 T h e s a u r u s P h H o so p h o ru m * 6 9 . 71
P c r e ñ a , L., 6 9 R a b a d e , S ., 69
Peters* R., 8 5 . 106 R a b e l a i s , F r a n c o i s , 183
P e l e r s o n , R. M „ 2 4 3 R a c h e l , S a m u e l . 3 9 . 4 6 , 4 8 . 71
P foria, 4 1 4 D e iu r e naturae et gentitun disserta-
P h i l o n e n k o . A ., 4 5 5 - 5 2 ! tiones . 4 6 . 71
P h i l l i p s o n , N ., 3 1 3 R am oneda, 193
P i a g e t , J., 140 R a p h a e l . D . D., 31 1
Pidin, N I. 5 2 ! R a w l s , J o h n , xii. 4 8 7 , 4 9 3 . 4 9 9 , 5 4 8
P i n t a c u d a d e M i e h e l l í s , F i o r e l l a . 166 R a y m o n d , M ., 2 8 0
Pia, J o s e p , 180 R e i e h , !C. 4 0 4
P lam enatz, J„ 282, 45 8 . 47 8 . 490. 499, R e id . 4 6 , 3 1 4
574 R e in h o ld , 4 0 6 , 4 2 9
P l a t ó n , IX, 5 2 , 151, 182, 194. 2 6 9 . 4 0 7 , R e v a h . I. S., 139
409. 412, 479, 4 8 8 -4 8 9 . 519, 579, R erista critica. 4 3 4
597 R ieh a rd so n , 185
F iíe h th 4 8 8 R i e h e l i e u , c a r d e n a l , 198
R e p ú b l i c a , IX, 4 8 9 , 5 1 9 . 5 3 4 , 5 9 7 R ile y , P ., 2 7 5 , 2 8 2
P o e o e k , J. G ., 2 0 8 , 2 4 3 R i m b a u d . A ., 5 0 4
P o l í n , R., 7 9 , 154. 156, 1 6 6 - 1 6 7 , 2 X 2 Ri palei a. -E iVL, 4 5 5
P o m e a u , R ., 190-191 R iuer, i.. 455
P o m p e y o , 21 1 R ob erts. T, A .. 3 1 1
P o p p e r , 451 R ob ert s o » . G . C , 7 5 - 7 6 , 8 5 , 106
P o s ti g l io n i , A .. 2 4 2 R obespierre. M. de. 4 0 9
P r a d i e r - F o d e r é , M. P.. 7 0 R o b in so n . L., 139
Prado, Juan, !09 R o b s o n , J o h n M ., 4 8 1 . 4 8 4 - 4 8 5 , 4 9 8 -
P r a u s s , G ., 4 0 3 499
P r é p o s í e t . .1., 139 R od rigu ez A n im a v o . R oberto. 4 0 1 , 4 0 2 ,
P r i e s t le y . 4 5 8 404
lissav oh Governm ent, 4 5 8 R o d rig u e z F e o , J o a q n Ì n . 75
P r i o r , F., 5 4 4 R od rfgu e/. G a r c i a , R „ 4 0 3
P r o t á g o r a s , 83 R o s e n z w e ig , F., 4 5 5
P r o u s t , i,, 191 R o s e i , G .. 521
P m z a n , E. R ,, 5 7 4 R o s s o . C ., 194. 2 4 2 - 2 4 3
Pufendorí. S am uel. 35-36. 38-40, 45, R u t h , L ., 139
4 9 - 6 1, 6 3 - 6 4 , 6 7 . 7 1 . 7 3 - 7 4 , 2 7 6 R o u s s e a u , j e a n - J a e q u e s , xtii, 5 6 , 141,
B rie je S a m u e l P u fe n d o r f a n C h r is tia n 144, 150, 171, 174. 192. 197 -19 8,
T h o m a s iu s , 1 1 2 0 4 . 2 2 9 . 2 4 5 - 2 5 1, 2 5 3 - 2 5 7 . 2 5 9 -
D e iu r e n a t a n t e e t g e u íiitm , 4 9 . 7 1 , 2 6 6 , 2 6 8 - 2 7 0 . 2 7 2 - 2 8 0 . 2 8 2 . 5 7 9 . 581
7 4, 2 7 6 C o n fe s io n e s , 2 5 0 , 2 7 0
P u i g e e r v e r . A ., 6 9 C o n tr a to s o c ia l, 2 4 8 . 2 5 4 . 2 6 0 , 2 6 9 -
2 7 0 . 2 7 6 , 2 7 8 - 2 8 0 , 4 4 6 , 581
D ts c u r s o s o h r e e ì o r ig e n d e la d e st-
Q i m o u . D,, 521 g u a ld a d . 2 4 8 - 2 5 0 .'2 6 1 - 2 6 2 , 2 7 0 -
Q u e s n a y , F r a n c o i s , 7 1 . 171 27 i . 2 8 0
« L e D r o it N a t u r e » . 71 D ts c u r s o so ffre la s c te n c ta s v ìa s a r
ie s, 2 8 0
ÌN D IC I' A L F A B È T IC O
E m ilio . 2 4 8 . 2 5 9 . 2 6 8 - 2 6 9 S e x t o E m p i i sco, 8 8
E s c r ito s d e c o n tin u e* 2 8 0 S e z n e c . T , 191
E s c n t o s r e fig io s o s , 2 8 0 S h a c k l e i o n , R., 2 4 2
L o n u e v a E lo is a , 2 6 L 2 6 5 . 2 7 9 S h a f t e s b u r y , e o n d e d e , 1 4 1 - 1 4 2 , 163,
( E u v r e s c o m p le te s , 2 8 0 f 7 0 . 179. 2 8 5 - 2 8 7 .
R o y x , L o u i s . 7 8, 8 0 , 85- 8 8 . 9 8 . I 0 L E n s a v o s o h r e e l m è r ito v la v ir tu d .
104, 1 0 6 - 1 0 7 17 0
R u s s e l l , B e r t r a n d . -131 S h a k e s p e a r e , W i l l i a m . 101
R u l h c i f o r t h , T ., 7 1 H a m le t. 125
i n s titu te s o f n a tu r a i la w . 1 1 S h a w , B ernard, 586. 593
R y a n . M a n . 4 8 1-482, 4 9 2 , 4 9 9 T h e i n te llig e n t W o m a n ’s G u id e to
S o c ia l i s m , 5 9 3
S h k lm \ J.-N ., 2 57. 278, 282
S a c r i s t a n , M . , 57 5 Sinicin M e r c h a n , V., 5 4 4
S a tie , m a r q u e s tie, 5 8 3 S m ith , A d a m , 2 8 4 , 287, 3 1 1 , 3 1 3
S a in t-S im o n , 483 S m ith , N o rm a n K e m p , 313
S a n c h e z d e la T o r r e . A ., 6 9 S m i t h , S. G ., 4 0 4
S a n d k i i h l e r , I L .1., 5 7 4 S o lleva n o, G o n z a l o , 5 9 9
S a n t u c c i , A .. 3 13 S o c r a t e s , XIL 169. 3 8 3 , 4 5 1 , 4 6 4 . 4 7 9 .
S ao n e r. A ib e n o , 283 5 0 8 . 5 2 4 . 5 2 9 . 53 5
S a r t r e . J . - P . . 172, 5 2 2 , 5 4 2 . 54 5 S o la tia , M a r c i a i , 1
S a i m d e r s o n , N i c h o l a s . 188 S o n i b a r t , W , , 8 1, 9 6 , 106
S a v a i e r . L 'e rnando , 5 0 0 . 5 2 1 . 5 7 8 , 5 9 9 S o t o . D o m i n g o tie, 4 - 5 . 7 - 1 0 , 12. 21,
S c a n lo n , T .. 572 29-30, 32-33. 69. 72
S c h e l l i n g , P., 4 0 6 - 4 0 7 . 4 1 3 , 4 1 6 , 4 1 8 , D e In stin o e t Iu re iìb rìtn d e c e m , 26. 29
4 31-440. 4 33 454. 524 D e N a tu r a e t G r a tia , 4 , 6 9
S i i t e l i itti* 's W e rk e n a c h d e r O r ig in a l- S p e a r . E. A ., E H
a n s g a h e in n e u e r A n o r d m m g , 4 5 4 Spinoza, rè a se E spinosa, B aruch de
S e h i l p p , P. A .. 4 0 3 S t a c k , C 1.L, 5 4 5
S c h i l l e r , F\ C „ 179. 5 5 5 Staci, G e m u tin e de, 4 0 5 -4 0 9 , 4 3 0 . 435.
S c h m i t t , C u r l , 73. 85. 106 454-455
S c h o p e n h a u e r , A., 5 0 0 - 5 0 3 . 5 0 6 - 5 1 3 . L(>s c a r a c te r e s d e la E d a d i 'o n te m -
5 1 5 - 5 2 ! , 5 4 1 , 5 7 8 - 5 8 I, 5 8 5 , 5 8 7 p orànea. 430
E l ftm d o m e n to d e lo m o r a l , 5 0 5 - 5 0 6 . D e l'A J le m a g n e , 4 0 5 . 4 5 5
521 S t a r o b i n s k i , L . 190, 2 3 0 , 2 4 2 , 2 4 6 . 2 5 0 ,
E l t m m d o c orno v o lu n ta d v r e p r e s e n - 256, 282
ta cto n , 5 0 7 -5 0 9 . 511, 5 1 5 . 518- S t e p h e n , 3 14
5 1 9 , 5 2 L 578 .Sterile, L a w r e n c e . 185
P a r c r g a tm P a r a lip o m e n o , 5 0 1 . 5 19- S t e w a r t . D u g a l d . 3 14
52 i S t e w a r t , J, B ., 3 1 3
S o h r e e l lib r e o lh e d r io . 521 S t r a u s s . L e o . 3 6 . 7 3 , 7 6 . 106, 194
S c h u l z , VV., 4 5 5 S t r o i u L IL, 3 13
S c h u l /. e . 4 0 6 S u i k e . H.. 5 7 4
S c h w a r t z , .1., 1 9 1 S tu r n t a n d D r a n g , 4 13
S e lb y -B ig jie , L. A.. 31 1- 3 12 S u a r e z , F r a n c i s c o , 2, 7. 1 2 -2 4 . 2 7 - 3 0 ,
S e i d e n o , 35 3 3 - 3 5 , 5 1 - 5 2 , 5 6 , 59. 65, 6 9, 73. 109
Seneca, 46 D e l.e g ih n s a c d e i>eo le g i s l a t o r e ,
S e v i l l a S e g u r a , S.. 103 2 7 .5 1 ,6 9 .7 3
612 H IS T O R IA 1)1* I.A F T iC A
Prólogo, por V ic t o r ia C am ps . . . . . . . IX
E l iusnaturalismo (José Vericat) . . . . . . 1
I. N e o e s c o lá stíc o s, 1. — II. Iusn aturalistas, 3 5 . — B ib lio g ra f ía , 6 9 .
N o ta s, 7 2 .
s o c i a l , 2(16, - 2. L El g o b i e r n o r e p u b l i c a n o o la tradición d e l h u
m anism o cív ico . 208, 2 ,2. El r é g i m e n m o n á r q u ic o o la lib e rt a d
b a j o la ley, 2 1 2 . 3. R é g i m e n m o d e r a d o y p l u r a l i d a d so c ia l. L o s
p o d e r e s interm ediarios y la t e o r í a d e la s e p a r a c i ó n d e p o d e r e s ,
2 3 4 . — III. L o s p r in c ip ios d e un r é g im e n de libertad. C o n c l u s i o
n e s. 2 3 7 , B ib lio g r a fía , 2 4 1 . •— N o t a s , 2 4 3 .