Sunteți pe pagina 1din 3

Señoras y señores,

Muy distinguidos miembros de este Foro:

El mundo está cambiando.


México está cambiando.
México está trascendiendo y se está trasformando de un sistema energético centralizado y
dependiente de combustibles fósiles, en un sistema descentralizado, ambientalmente más
sustentable, bajo en carbono y socialmente más incluyente.

En cada país, la transición energética tiene distintos alcances y límites; puede ser
conducida de forma distinta a través de diferentes tecnologías, escalas y modelos socio-
técnicos, los cuales tienen diversos efectos políticos, sociales, económicos y ambientales.

Les pregunto: ¿qué tipo de transición energética se necesita en México?

Yendo un poco al pasado para entender mejor ésta transformación, La Ley de Transición
Energética (LTE) entró en vigor el día de Navidad del año 2015, después de dos años de
intenso debate en el Poder Legislativo federal. Esta Ley, como su nombre lo indica, inscribe
en la política pública aquellos elementos necesarios para garantizar una penetración más
acelerada de las energías limpias en la matriz eléctrica mexicana y para avanzar en las
acciones de eficiencia energética.

Es, sin duda, el instrumento principal para el desarrollo de la transición energética.

Es importante resaltar que la Ley de Transición Energética es un proyecto que tiene origen
en las propuestas de diversas organizaciones no gubernamentales que buscaron garantizar
que en la discusión sobre la reforma del marco legal en materia energética en 2013 y 2014,
la sustentabilidad ambiental en el sector estuviera considerada. En este sentido, este
instrumento debe considerarse un logro más de la sociedad civil en México.

Entre sus principales elementos se encuentran, el establecimiento de metas de generación


de energía limpia, la explicitación de definiciones para el sector, la formulación de una
estrategia de transición y distintos elementos relevantes de política energética.

Si bien la aprobación de la Ley de Transición Energética es un acierto, el verdadero riesgo


de esta ley (como el resto de la Reforma Energética) estará en su implementación. En
primer lugar, la discrecionalidad de la definición de energías limpias, representa uno de los
principales obstáculos de ésta Ley.

Uno de los cambios más preocupantes que se hicieron y que fue resultado de la presión de
la industria acerera es que se sustituyó el término “energías renovables” por “energías
limpias”. Esto con el fin de que pudieran entrar empresas que utilizan el gas natural a pesar
de que éste es una fuente fósil. No obstante, en última instancia, la SEMARNAT es la que
decide si cierta fuente energética puede ser considerada como limpia, y por ende, exentarla
de las multas y costos adicionales que plantea la ley.
La ambigüedad de la ley y la discrecionalidad que se le otorga a la SEMARNAT no son
menores ya que esto definirá el alcance de la transición.

En segundo lugar, uno de los retos más importantes será la correcta implementación de
figuras como los Certificados de Energía Limpia (CELs), que son un instrumento de
mercado para diversificar de manera más rápida la oferta de energía eléctrica a partir de
fuentes renovables o limpias. De manera que el Estado establezca un porcentaje mínimo
de generación de energía a partir de fuentes limpias cada año y el cual debe ser cubierto
por generadores o distribuidores. De este modo, si los generadores o distribuidores no lo
cubren, deben comprar el número de Certificados que les permita cumplir con tal obligación.

De no hacerlo, el productor o el distribuidor deberá pagar la multa que impondrá la


autoridad, la cual representará el precio máximo de los certificados.

Para que el mercado de CELs funcione de forma óptima, es necesario contar con un
mercado transparente, que sea capaz de evitar la doble venta de un mismo CEL. Además
se debe blindar al mercado de la corrupción y se debe de contar con prácticas de
transparencia lo suficientemente sólidas para dar seguimiento a los contratos.

Por último, la Ley contempla la creación de los “Fondos para la Transición Energética y el
Aprovechamiento Sustentable de Energía”, los cuales se constituirán con fondos públicos
y privados, nacionales e internacionales, cuya función será financiar proyectos que
contribuyan a alcanzar las metas de energías limpias.

La discrecionalidad en la asignación de los fondos y la falta de claridad de los proyectos


que serán prioritarios para acceder a esta fuente de financiamiento, quedará sujeta a la
voluntad del gobierno y puede resultar en una inversión poco acertada.

Es para mí un orgullo comunicarles y que lo sepa el mundo, que México es el único país
que legalmente utiliza el concepto de energías limpias para referirse a aquellas fuentes de
energía no-fósil.

Por su impacto y trascendencia, cabe destacar los registrados por la Reforma Energética,
particularmente en materia de generación de energías limpias, un aspecto medular para la
transición energética y el desarrollo de México, el cuidado al medio ambiente y el
cumplimiento de nuestros compromisos en materia de reducción de emisiones
contaminantes.

Basta mencionar que esta reforma ha sido el detonante de inversiones históricas para el
país en materia de energías limpias, con un monto aproximado de seis mil 600 millones de
dólares y la participación de 25 empresas en el mercado eléctrico.

Gracias al principio de generación distribuida, se ha facilitado el establecimiento de paneles


solares en las casas para que miles de familias mexicanas puedan generar su propia
energía y vender sus excedentes, reduciendo los costos de la misma y favoreciendo el
desarrollo de la industria de generación de energía eléctrica en pequeña escala.
De acuerdo con estudios internacionales, los beneficios de la generación distribuida
superan los costos de su implementación, ya que los precios de la instalación de paneles
solares han reducido considerablemente en todo el mundo, además de los beneficios
medioambientales que representa derivado de la reducción del uso de combustibles fósiles.

Estos logros son fundamentales para el cumplimiento de nuestros compromisos globales


de reducción de emisiones contaminantes y sientan las bases para la construcción de un
México de energías amigables con el medio ambiente, que coadyuven en el desarrollo
sostenible de nuestro país.

Estamos ante un hito histórico sobre cómo debemos usar y apropiarnos de los recursos
naturales, así como trabajar en disminuir la pobreza y desigualdad social.

En conclusión, no es la primera vez que México se plantea transitar a una matriz energética
diversificada y con un menor contenido de combustibles fósiles. A pesar de que la
aprobación de la LTE en el Senado es un paso importante hacia el desarrollo sustentable
del país, su alcance y efectividad se pueden ver mermados. La falta de compromiso del
gobierno por consolidar la agenda de energías renovables del país, y el deseo por mantener
control y discrecionalidad sobre los procesos para complacer a ciertos grupos de interés,
son grandes obstáculos hacia la transición energética.

México tiene metas claras respecto al uso y aprovechamiento de las energías renovables.
Conforme a lo establecido por la Ley para el Aprovechamiento de Energías Renovables y
el Financiamiento de la Transición Energética, la meta de nuestro país para el año 2024 es
generar 35% de la energía a partir de fuentes no fósiles. Y habrá que cumplirlo, pues
organismos internacionales especializados en el cuidado y protección del medio ambiente
como Greenpeace han puesto sus ojos en tal compromiso.

México se ha fijado metas claras para transitar a la sustentabilidad. La generación de


conciencia respecto a los beneficios que producen las energías renovables es fundamental
para lograr dicha transición, así como la firme voluntad de los sectores público, privado y
social al respecto. Diversos motores nos mueven a ese cambio, siendo el principal: la
responsabilidad que poseemos sobre el mundo que heredaremos.

Por su atención muchas gracias.

S-ar putea să vă placă și