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ÁNGELA DUQUE MORALES- OE1120181007.

¿Cómo elaborar propuestas de educación en ciencias en las que sea posible un enfoque integral?

Integrar las diferentes disciplinas científicas en el aula requiere, en primer lugar, que quien la
enseñe viva, reproduzca y sobre todo potencie la creación para la transformación en el aula y
también en la experiencia cotidiana. Para ello, la ciencia necesita salir de los laboratorios,
cuadernos, trabajos, para verse en la plenitud de su campo, la vida común y corriente, la vivencia
real, provocadora, vívida, de lo que llamamos el mundo. Necesita ser una actitud, una visión
estimulada por el deseo del descubrimiento, el deseo inacabado e inacabable de encontrar los
horizontes que todavía están por vislumbrar. Historia, epistemología y didáctica tendrán que
servirle a estas aspiraciones. Ahora bien, ¿cómo efectuar el movimiento para hacer converger tales
prácticas discursivas en el proyecto escolar?. La respuesta es la integralidad. Los procesos si bien se
pueden diferenciar no se pueden separar, ya que se orientan hacia una misma finalidad. La historia
representa el quehacer epistemológico sobre el que se ha formado ❨a través del tiempo❩ y de
diversa manera las distintas disciplinas. La epistemología es quien brinda la fundamentación, la
consecución del trabajo efectuado para conseguir lo que se requiere. La didáctica la forma en que
todo lo construido se puede enseñar. El éxito radica en la unidad fundante sobre la que recae el
aprendizaje; la brecha siempre se filtra cuando uno de los elementos se encuentra dispersa de las
demás. Por lo cual la respuesta está en guiar la recreación científica a los planes de aula y a los
contenidos académicos que son impuestos por el ministerio de educación, trasgredir el imaginario
de que la ciencia es algo que se encuentra fuera del alcance de los mortales, e interiorizar el
conocimiento y el sentir de la misma, en términos del quehacer diario.

¿Hasta dónde ir más allá de una mera utilización de la historia de las ciencias y cada teoría o
modelo científico como simple anecdotario?

En general, las anécdotas parecen ser más estimulantes que los datos, a secas, y tal vez a través de
ellas pueda darse un aprendizaje que despierte el deseo del saber, sea cual fuere la disciplina. La
información parece que se ha convertido reproducción automática. Por su naturaleza, la historia
necesita datos y fechas, pero habría que preguntarse ¿es suficiente la información desprovista de
su conexión con los hombres, con la conformación de las culturas, con la incidencia directa o no de
lo que se vive en el presente?. En este sentido, la anécdota rescata el elemento que la mayoría, en
la actualidad, relega: el sentido de lo humano, la calidez del relato. Cuando convergen los
elementos propicios para que un mensaje llegue, sea en un aula o no, tal vez se olvide menos que
una fría historia de cómo hemos llegado hasta aquí. Para ello hay que apalancarse de lo cultural,
del significado y sentimiento que genere un determinado saber, ya que es de esta manera, desde
lo tradicional, lo místico, se han desarrollado disciplinas como la química, encender la llama de la
curiosidad, desde las historias, desde lo emotivo, y lo humano, generará ese aprendizaje
significativo que dejamos relegado en los libros de texto.

¿De qué manera desarrollar en profundidad, con ejemplos específicos, las relaciones que se
proponen?
El deseo que emana del descubrimiento es insaciable. La atención de los ámbitos que se viven
permitirá un aprendizaje mucho más íntimo, y por lo tanto más efectivo. Encender ese deseo en el
estudiante es principalmente la tarea, ¿cómo? vinculando la ciencia con su entorno cotidiano,
mostrando la proximidad del trabajo del aula en relación a ellos, cerrando la brecha de teoría y
práctica, construyendo didácticas donde convergen temas en los que ellos se sientan identificados,
incentivando la voluntad de saber, la imposición de las prácticas educativas tienen que comenzar a
cambiar por el deseo propio del estudiante por construir su aprendizaje para dejar la carga que
significa ir al colegio, y cambiarla por la oportunidad que se despliega de conocer nuevas y
extraordinarias realidades, o solamente de redescubrir la propia.

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