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Son muchas las emociones que podemos experimentar los seres humanos.

Algunas han sido llamadas


‘emociones ‘primarias’, como son el miedo, la ira, la alegría, la tristeza, el disgusto y la sorpresa, Distinguimos
también otras muchas emociones, como la envidia, la vergüenza, la culpa, la calma, la depresión y muchas
mas, que se denominan ‘emociones secundarias’, con un componente cognitivo mas alto y que van además
siempre asociadas a las relaciones interpersonales
A lo largo de la historia de la cultura, cognición y emoción han sido considerados procesos independientes y
en cierta medida contrapuestos. Cada uno de ellos, en realidad engloba a muchos otros. Dentro de lo que
llamamos de modo genérico ‘la cognición’ se incluyen la percepción, la memoria, la atención o la acción. El
concepto de ‘emoción’ abarca también desde la experiencia subjetiva (el sentimiento) hasta las reacciones
que llamamos vegetativas (sudoración, temblor, palidez) y motoras (gestos, posturas..).
Ya los griegos distinguían entre ‘Pasión’ y ‘Razón’, separando así el pensamiento de los sentimientos. En la
concepción de la mente (el alma) para el mundo griego y la posterior cultura judeocristiana, Razón y Pasión
mantienen un cierto antagonismo. El intelecto superior debe controlar las pasiones, al ser éstas emociones
desbocadas, que enturbian la capacidad de pensar con claridad y asociadas casi siempre al pecado y la culpa.
No es sorprendente que, aún hoy, tienda a estudiarse científicamente la racionalidad o cognición, como un
proceso separado e independiente de ‘la emoción’.
Solo en tiempos mas recientes y gracias a las influyentes aportaciones de científicos y neurólogos como Joseph
LeDoux y Antonio Damasio, se ha aceptado considerar que la consciencia no es el único elemento que ocupa
la mente o, dicho de otro modo, que el cerebro, cuya operación produce lo que llamamos el pensamiento
consciente, es igualmente el origen de las emociones.
El primero es que lo que llamamos coloquialmente ‘emoción’ no se corresponde con un proceso cerebral
separado e independiente, sino el resultado de múltiples mecanismos cerebrales que pueden ser distintos en
emociones diferentes. Algo análogo a lo que ocurre con ‘la memoria’ o ‘la inteligencia’. En tal sentido debe
tenerse en cuenta también que los componentes conscientes de las emociones, que denominamos
‘sentimientos’, como la alegría, el miedo o el amor, no son cualitativamente diferentes de las percepciones
cognitivas como podrían ser la resolución de un problema matemático o la percepción de que el objeto en el
que viajamos es un automóvil. Los mecanismos de procesamiento inconsciente que subyacen en ambos casos
son diferentes, pero en los dos, la consciencia se produce cuando el mecanismo cerebral general del
conocimiento consciente los capta e incluye en su función.
Un segundo principio importante es que los mecanismos cerebrales de conducta emocional, tales como los
que se ponen en marcha durante el miedo, la búsqueda de alimento o el deseo sexual, aparecieron ya en
estadíos muy primitivos de la evolución animal y se han conservado en gran medida durante la evolución de
los vertebrados, entre los que se cuenta el hombre. Las emociones conscientes se darían en aquellas especies
animales que poseen consciencia. No es posible inferir si la emoción consciente que provoca una situación de
miedo es percibida de modo igual por el hombre y un animal. No obstante, si los patrones de conducta que
se evocan en tal situación, en el hombre y en la otra especie animal son iguales o muy semejantes, podemos
asumir que una parte importante de los procesos cerebrales que determinan tal conducta son iguales en
ambas especies. La mayoría de los componentes de las respuestas emocionales se ponen en marcha de
manera no consciente. Como especuló acertadamente Freud, la consciencia es solo la parte final de un
sistema de operaciones cerebrales mucho más amplio. Hay que señalar, además, que, al ser los mecanismos
neurales de las emociones evolutivamente más primitivos que los de los procesos cognitivos, se ponen en
marcha de manera inconsciente de un modo más inmediato que éstos. De ahí que los procesos cognitivos
estén más sometidos a las emociones que a la inversa y que puedan, en determinadas circunstancias, verse
avasallados por éstas. Las emociones juegan, además, un papel importante en la determinación de conductas
futuras y sus trastornos pueden dar lugar a graves alteraciones del comportamiento, de carácter patológico.
El interés del hombre por la comprensión de los orígenes y causas de las emociones viene de antiguo.
Hipócrates, cinco siglos antes de Cristo, decía que nuestra estabilidad emocional dependía del equilibrio de
cuatro humores: sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra. De ahí que todavía conservemos el término humor
para referirnos a nuestros estados de ánimo. Un exceso de bilis negra, por ejemplo, era para Hipócrates la
causa de la depresión. Por eso se llamó a ésta también ‘Melancolía’, que viene de melanos- negro y kolos,
bilis. Se ha tardado siglos en aceptar que el cerebro es el asiento de nuestras funciones mentales, incluyendo
las emociones, aunque tal concepto empieza a encontrarse ya en San Agustín o Leonardo da Vinci. Un paso
cual- itativo de interés en el largo camino de la asociación entre cerebro y emociones lo represento sin duda
Franz Joseph Gall, un científico que, ante la evidencia clínica de que las diferentes funciones cerebrales se
localizaban en zonas diferentes del cerebro, asumió que tales regiones debían estar mas o menos
desarrolladas en los diferentes individuos según que poseyeran en mayor o menor medida determinados
rasgos de personalidad. Gall avanzó la teoría de que tal desarrollo del cerebro se reflejaba también en la
superficie del cráneo, que se abombaba mas o menos en función de que bajo él se hubiera expandido tal o
cual área cerebral vinculada a una determinada cualidad, lo que permitía su identificación por palpación del
cráneo, consiguiendo con ello establecer el perfil de personalidad del sujeto. A esta peregrina ‘disciplina’ se
la llamó frenología y de la mano de Gall y sus seguidores, adquirió un sorprendente desarrollo a finales del
s.XIX (Figura 1). En paralelo, los neurólogos iban adquiriendo conciencia de que determinadas áreas del
cerebro tenían que ver con las emociones. Un caso famoso, que contribuyó a extender este concepto fue el
de Phineas Gage, un cantero al que el estallido accidental de un barreno disparó una barra que le perforó el
cráneo, penetrando por la órbita del lado izquierdo y saliendo por la parte superior derecha, lo que destruyó
su lóbulo frontal, pese a lo cual sobrevivió. Sin embargo, Gage, que había sido hasta entonces un hombre
responsable, piadoso y considerado, se convirtió en una persona sin control de sus comportamientos sociales
e incapaz de planificar una conducta útil para él o las personas que le rodeaban, poniéndose así en evidencia
el importante papel que juega el cerebro en la determinación de los aspectos mas ‘espirituales’ de la
personalidad. A principios pues del siglo XX, se imponía la evidencia de que las emociones se localizaban en el
cerebro, un órgano que empezaba a revelarse como extraordinariamente complejo, gracias a los trabajos
morfológicos de Santiago Ramón y Cajal. Los estudios de sicólogos y fisiólogos ponían también en evidencia
dos elementos clave en la emoción: por un lado el componente subjetivo, que algunos llaman “sentimiento”
(“feeling” en inglés) y por el otro la respuesta corporal, compuesta de una parte que llamamos vegetativa
(sudoración, vasoconstricción o vasodilatación de los vasos sanguineos de la piel, que producen,
respectivamente, palidez o enrojecimiento, piloerección, temblor, etc) y otra respuesta motora, que da lugar
a la expresión somática, gestual de las emociones
William James, un psicólogo americano, propuso en 1884 que las emociones no ocurrían primero a nivel
cognitivo, para ir seguidas luego por su respuesta vegetativa, como la intuición nos sugiere, sino que el
proceso ocurría en realidad exactamente al revés: la experiencia cognitiva de la emoción sería secundaria a
su expresión fisiológica.
EL SISTEMA LÍMBICO Los argumentos en contra de la teoría de que la emoción es un proceso consciente,
puesto en marcha por una respuesta periférica vegetativa y motora empezaron a surgir tras las observaciones
de Walter Cannon, quien demostró que, en situaciones de emergencia, se produce una respuesta vegetativa
y motora no específica, llamada ‘reacción de alarma’, tan estereotipada que no parecía probable que pudiera
evocar toda la variedad de emociones que el hombre es capaz de experimentar. Philip Bard, en 1928,
trabajando en el laboratorio de Walter Cannon, realizó lesiones controladas que eliminaban los hemisferios
cerebrales y una parte de los núcleos profundos del cerebro y observó que cuando la lesión preservaba la
zona del mismo llamada el hipotálamo, se producía en el animal un cuadro denominado ‘falsa rabia’. Este se
caracterizaba porque, de manera espontánea o como resultado de un estimulo cutáneo inocuo, el animal
desarrollaba todos el cuadro típico de un estado de cólera: Erizamiento del pelo, arqueo del lomo, exhibición
de dientes, extrusión de las uñas, midriasis, taquicardia, subida de presión arterial etc..El nombre de ‘falsa
rabia’ se debió a que pese a lo aparatoso de los gestos, el animal no dirigía su agresión a ningún objeto externo,
y una rata podía estar a su lado sin ser atacada. Cuando la lesión afectaba también al hipotálamo, la respuesta
de falsa rabia no aparecía, aunque se observaban algunos elementos descoordinados de la misma. Todo ello
sugería que el hipotálamo caudal, preservado en el primer caso, era imprescindible para la expresión
coordinada de conductas emocionales y que tal expresión era estereotipada e independiente de los
elementos cognitivos conscientes de la emoción, que serían producidos por estructuras cerebrales mas altas,
incluyendo la corteza. Para P. Bard, el hipotálamo formaría parte de un ‘sistema de supervivencia’ incorporado
al cerebro y dirigido a coordinar las respuestas anticipatorias de la ‘reacción de alarma’ descrita por Cannon,
que se evocaban por las emociones intensas y que estarían dirigidas a movilizar los recursos energéticos, las
actividades motoras y las adaptaciones vegetativas destinadas a aportar oxigeno y nutrientes de manera
prioritaria a los músculos, el cerebro y el corazón, poniendo así en marcha las ‘respuestas de lucha o huida’
requeridas para la supervivencia del individuo en situaciones de emergencia. En resumen, la teoría de Cannon-
Bard sobre las emociones establecía que unas zonas concretas del cerebro, particularmente el hipotálamo y
el tálamo, eran las responsables de las respuestas emocionales integradas, proporcionando a la corteza
cerebral la información requerida para poner en marcha los mecanismos cerebrales de consciencia de la
emoción. En años posteriores, Stephen W. Ranson y Walter Hess desarrollaron técnicas para la implantación
de electrodos intracerebrales y el estímulo del hipotálamo en animales despiertos, con las que pudo probarse
que diferentes partes del hipotálamo ponían en marcha patrones diferentes de conducta emocional,
confirmando que en esta estructura se organizaban los circuitos neuronales básicos que integraban las
conductas típicas de las emociones, a través de sus conexiones con otras áreas del tronco del encéfalo (como
la formación reticular), que serían responsables de controlar separadamente los componentes aislados de las
respuestas motoras y vegetativas, a través de los sistemas motor y autónomo, respectivamente. La expresión
motora de la emoción es, como veíamos antes, bastante estereotipada en los animales, 62 Carlos Belmonte
Rev.R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat. (Esp), 2007; 101 pero también en el hombre, en el que la contracción
coordinada de determinados músculos forma parte de la respuesta a la emoción. Esto había sido ya puesto
en evidencia por un fisiólogo francés del siglo XIX, G-D. Duchenne de Boulogne, quien combinó la estimulación
eléctrica de los músculos de la cara con la entonces incipiente fotografía, para mostrar como la contracción
de determinados músculos faciales determina las expresiones de alegría, terror, asombro, etc (Figura 2). Así,
la sonrisa de alegría, también llamada de Duchenne, combina la contracción de una serie de músculos de la
cara que no pueden ser activados de manera voluntaria y que dependen de una vía nerviosa motora a cargo
de la corteza motora accesoria en la corteza prefrontal, los ganglios de la base y las vías llamadas
extrapiramidales, mientras que la sonrisa voluntaria se regula por otra vía separada, que desciende desde la
corteza motora por la vía piramidal. Como resultado de esta dicotomía, puede ocurrir que la lesión de una u
otra vía elimine la sonrisa involuntaria pero no la voluntaria o viceversa (paresia facial emocional y voluntaria,
respectivamente). Los experimentos que implicaban al hipotálamo en la coordinación de las respuestas
emocionales se vieron pronto completados por datos experimentales mas refinados, que evidenciaban la
participación en la expresión emocional, de otras áreas cerebrales mas altas. Basándose en las conexiones
que observó entre el hipotálamo y otras áreas del cerebro, James Papez, en 1937, especuló que existían áreas
del cerebro específicamente dedicadas a la emoción, que se correspondían fundamentalmente con lo que
Broca había llamado el cerebro límbico, y que incluía las zonas de aquel que rodeaban el cuerpo calloso,
formadas por el gyrus cinguli, el gyrus parahyppocampicus y la formación hipocámpica dentro de éste, todas
ellas caracterizadas por su origen filogenético mas antiguo, dentro de la evolución de la corteza cerebral
(Figura 3). Papez propuso que era el el hipotálamo el que mandaba y recibía información del cerebro límbico
y que el hipocampo actuaba como coordinador entre el hipotálamo y las cortezas cingular y parahipocampica.
A favor de la interpretación de que existía un cerebro emocional se adujeron en 1939 las observaciones de
dos científicos, Heinrich Klüver y Paul Bucy, quienes, para tratar de localizar en qué zona del cerebro del mono
actuaba la droga alucinógena mescalina, hicieron extirpaciones de zonas cerebrales concretas y
LA AMÍGDALA CEREBRAL Los intentos de teorización integradora, tendían sin duda a simplificar la realidad,
pretendiendo dar unidad a funciones y mecanismos cerebrales que podrían ser diferentes en las diferentes
emociones. Mientras tanto, la experimentación y la clínica iban acumulando información que permitía
precisar, de modo mas objetivo, qué estructuras cerebrales participaban en algunos procesos emocionales y
cómo lo hacían. Así, los análisis mas refinados de los experimentos de Klüver y Bucy pusieron en evidencia
que una parte de los síntomas que sus lesiones producían, se debían a daño de áreas cerebrales implicadas
en la visión y que estructuras como los cuerpos mamilares, el hipocampo y los núcleos talámicos anteriores,
no intervenían en realidad en las respuestas emocionales, mientras que una zona situada en la porción
anteromedial del lobulo temporal, delante del hipocampo, la amigdala cerebral, tenía un papel muy
importante en la regulación de tales conductas emocionales. En ese sentido, resultaron fundamentales los
trabajos de John Downer, que extirpó en maccacus Rhesus la amígdala de un lado, 64 Carlos Belmonte
Rev.R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat. (Esp), 2007; 101 Figura 4. Teoría del “cerebro ternario” de McLean.
desconectando al tiempo los dos hemisferios cerebrales, de modo que la información visual se podía hacer
llegar separadamente a uno u otro, careciendo de amígdala uno de los lados. Cuando el animal veía el mundo
a través del hemisferio sin amígdala, por tener el ojo que proyectaba al otro hemisferio tapado, se comportaba
de manera plácida, similar a los animales con el síndrome de Klüver-Bucy. Si veía, sin embargo, con el ojo del
lado conectado al hemisferio con amígdala, el animal actuaba agresivamente. Eso solo ocurría con estímulos
visuales, pues si se tocaba al mono sin que éste viera al mismo tiempo, respondía de modo agresivo,
independientemente del lado estimulado, indicando que las proyecciones nerviosas táctiles a la amígdala son
bilaterales. Estos experimentos pusieron en evidencia que la amígdala, una estructura que contiene unos
núcleos basolaterales que conectan con la corteza cerebral, especialmente con la corteza prefrontal orbital y
medial, unos núcleos centrales y anteriores, conectados con el hipotálamo y el tronco del encéfalo y unos
núcleos mediales, conectados con el bulbo y la corteza olfatorios, sirve de conexión entre corteza e
hipotálamo y es un gran centro de convergencia de información sensorial, cortical y visceral, cuya actividad
varia acusadamente durante la conducta emocional. La evidencia experimental de que la amígdala juega un
importante papel en la integración de las respuestas emocionales agresivas, ha llevado a los
experimentadores mas modernos a utilizar el miedo como paradigma experimental. En sujetos normales en
los que se registra la actividad de la amígdala utilizando técnicas de imagen cerebral, puede verse que esta
estructura se activa cuando se enseñan a los sujetos caras con expresiones agresivas o de terror. Por otro
lado, los pacientes con una rara enfermedad que calcifica la amígdala muy selectivamente, sin afectar a Carlos
Belmonte Rev.R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat. (Esp), 2007; 101 65 Figura 5. Carencia de respuesta emocional de
miedo (linea naranja) de la paciente S.M., con una lesión bilateral de la amigdala, a la exhibición de caras con
gestos que evocan en sujetos normales o con otras lesiones cerebrales, una reacción emocional de miedo.
otras estructuras cerebrales, llamada la enfermedad de Urbach-Wiethe, no experimentan emociones de
miedo al serles presentadas las mismas caras y son incapaces de hacer un esquema que muestre una
expresión de terror, aunque si pueden representar otras emociones (Figura 5). Por otro lado, cuando se ha
podido estimular eléctricamente la amígdala en pacientes despiertos durante operaciones de cirugía cerebral,
éstos han descrito sensaciones de aprensión y miedo. En el terreno experimental, quizás ha sido Joseph
LeDoux quien más ha contribuido experimentalmente en los últimos años, a la comprensión del papel de la
amígdala en las reacciones de miedo. Para ello ha utilizado ratas, en las que creaba miedo condicionado a
base de asociar un sonido con choque eléctrico, y en las que se medía la presión arterial así como la
‘paralización’ motora como síntomas de miedo. Cuando, tras varias sesiones de condicionamiento, la rata oía
el tono, sin estimulo eléctrico, se paralizaba y su presión arterial subía (Figura 6). En estos animales, LeDoux y
colaboradores han ido trazando, mediante registros de la actividad eléctrica en distintas zonas del cerebro,
las áreas de éste que se activan con el estímulo de miedo, demostrando que, como era lógico, las primeras
excitadas eran las vías auditivas desde el cuerpo geniculado medial hasta la corteza, existiendo conexiones
directas entre aquel y los núcleos basolaterales de la amígdala e indirectas a éstos a través de la corteza
cerebral. La información del shock eléctrico también llega a los núcleos amigdalinos. En la amígdala,
finalmente, se elaboran las respuestas endocrinas, conduc66 Carlos Belmonte Rev.R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat.
(Esp), 2007; 101 Figura 6. Dispositivo experimental empleado para generar una respuesta condicionada de
miedo en la rata. Cuando un sonido (figura de la izquierda) que por sí solo no causa una respuesta de miedo
se repite acompañado de un choque electrico que si que evoca tal respuesta (subida de presión arterial e
inmovilidad, figura central), su aplicación aislada (figura de la derecha) provoca tal respuesta de miedo
(Ledoux, 1994) tuales y motoras que caracterizan la respuesta emocional integrada. La amígdala juega
tambien un papel muy importante en el aprendizaje de las conductas emocionales. Una conducta emocional
de gran trascendencia, es el llamado ‘condicionamiento de contexto’, que se refiere al aprendizaje de las
conductas que empujan al animal a ponerse mas frecuentemente en contacto con aquellos estímulos que son
importantes para el mantenimiento de la especie (comida, sexo), aprendiendo a aumentar los contactos con
los entornos que le proporcionan una recompensa (nutritiva, sexual o de drogas de abuso). Para lograr este
objetivo, la constelación de estímulos que identifican a un entorno en el que se obtiene la recompensa, se
asocia a ésta. Tal asociación tiene lugar en los nucleos basolaterales de la amígdala. Ello ocurre a través de un
mecanismo sináptico, posiblemente dependiente del neurotransmisor glutamato y sus receptores NMDA, que
hace que cuando se da una coincidencia en el tiempo de la llegada a unas neuronas determinadas de la
amígdala, a través de sus conexiones sinápticas, de la información del estimulo neutro (el sonido) con la
información nociceptiva del estimulo eléctrico, produce un reforzamiento sináptico de modo que después
basta una activación de cualquiera de ellos para activar esas neuronas. Estas, a través de sus conexiones con
la corteza y el hipotálamo, darán lugar a los sentimientos conscientes por un lado y las respuestas vegetativas
y motoras por otro. Este proceso tiene seguramente un carácter general, de modo que en la amígdala, los
estímulos sensoriales neutros, que pueden ser externos o internos y agradables o desagradables pueden dar
lugar al proceso de aprendizaje asociativo.
NEOCORTEX Y EMOCIONES La participación del lóbulo frontal y concretamente de la corteza frontomedial en
el desarrollo de las conductas emocionales, se conocía desde el famoso caso de Phineas Gage y los
experimentos de Klüver y Bucy a los que antes aludíamos. Precisamente basándose en esta observación, el
neuropsicólogo portugués Egas Moniz, con la ayuda de un neurocirujano, el Dr. Almeida Lima, planteó destruir
zonas localizadas de la corteza orbitofrontal en pacientes psiquiátricos agitados y agresivos, obteniendo
resultados que parecieron espectaculares en unos tiempos donde los manicomios y la camisa de fuerza eran
las únicas alternativas terapéuticas. Sin embargo, la aparición en estos pacientes de cambios profundos en su
personalidad, tales como falta de iniciativa, de planificación de las consecuencias de la conducta y
desaparición de inhibiciones, además de déficits intelectuales cuando la cirugía se extendió inaceptablemente
al lóbulo frontal, junto a la aparición de psicofármacos, hizo que se abandonara esta practica, que le valió, sin
embargo, un posiblemente prematuro e injustificado premio Nobel a su promotor. Los estudios en pacientes
con lesiones de zonas discretas de las áreas orbital y medial de la corteza prefrontal han permitido establecer
que existen conexiones recíprocas de estas áreas con la amígdala y el hipocampo, de modo que los estímulos
con contexto emocional de acuerdo con circuitos innatos o adquiridos por aprendizaje, actúan sobre la
amígdala, pero las conexiones con la corteza prefrontal, el lóbulo temporal anterior y el hipocampo permiten
que estas puedan activar esos mismos circuitos sin estímulos externos, por ejemplo, a través de la imaginación
y la memoria explicita de aquellos. También sirve para reducir o eliminar las respuestas emocionales reflejas.
Si una sombra que nos ha parecido algo amenazador provoca taquicardia y sensación de miedo, la
identificación consciente de que tal imagen es inocua, detiene la respuesta automática emocional. En general,
estas conexiones son fundamentales para la elaboración de conductas emocionales complejas, que conllevan
un juicio de valor de la situación y una medida de las consecuencias de nuestras acciones para, poder realizar
decisiones racionales que nos resultan ventajosas. Pero además, constituyen la base de los sentimientos, que
como antes decíamos son el componente consciente de la emoción. La distribución de los diferentes
elementos de la emoción entre ambos hemisferios cerebrales no es simétrica. Por ejemplo, el hemisferio
cerebral derecho está implicado en la comprensión y expresión de los aspectos afectivos del lenguaje y los
elementos corporales de la expresión emocional, de modo que la mitad izquierda del cuerpo, que es la que
controla este hemisferio, expresa las emociones en mayor medida y esto se pone en evidencia porque los
músculos de ese Carlos Belmonte Rev.R.Acad.Cienc.Exact.Fís.Nat. (Esp), 2007; 101 67 lado de la cara, reflejan
en grado mas acusado la emoción que la mitad derecha de ésta. Por otra parte, los pacientes con lesiones en
el hemisferio izquierdo pierden en cierto grado la capacidad de experimentar sentimientos positivos y en ellos
los cuadros depresivos son mucho mas graves. La experiencia emocional tiene profundas interacciones con
los aspectos racionales de la conducta. Sus alteraciones, como consecuencia de lesiones de la corteza cerebral
prefrontal medial y orbitaria implicada en la emoción o de lesiones de la amígdala, se manifiestan por la
incapacidad de los sujetos que las padecen para hacer juicios y valoraciones adecuadas de situaciones sociales
complejas. Como señala Damasio, la toma de decisiones implica, a nivel cerebral, una rápida representación
mental de la serie de posibles situaciones y de las consecuencias vinculadas a tal decisión y en ese proceso se
activarían los componentes emocionales de las alternativas evaluadas, jugando éstas así un papel importante
en la elección de la decisión más ventajosa. Las enfermedades cerebrales del afecto, es decir, aquellas
alteraciones psiquiátricas en las que están implicados de manera preeminente los sentimientos de tristeza o
felicidad, afectan, en periodos distintos de la vida, a más de un 10% del conjunto de la población. La depresión
o la enfermedad bipolar (alternancia de depresión y manía) son cuadros clínicos que reflejan una afectación
de los circuitos cerebrales de la emoción. Aunque estos circuitos están originalmente dirigidos a regular la
conducta motivacional de los animales, a fin de recompensar aquellas conductas que favorecen la
supervivencia y la reproducción, sus alteraciones se exteriorizan en forma de enfermedades del afecto, uno
de los problemas de salud mas graves que afrontan los hombres y mujeres de los países desarrollados en el
mundo de hoy.
Introducción En el amplio espectro de la conducta del humano, las emociones han representado un tema
interesante para el análisis, en primer lugar debido a que controlan conductas complejas en el humano como
la motivación y el aprendizaje (Purves, 2004), y en segundo lugar porque la mayoría de las enfermedades
psiquiátricas más devastadoras (por ejemplo: depresión, esquizofrenia y trastornos afectivos) involucran
desordenes emocionales (Kandel, 2000). Las respuestas emocionales que conocemos en los humanos son una
variedad de felicidad, sorpresa, enojo, miedo y tristeza. Todas ellas presentan dos características comunes: la
primera se refiere a una respuesta motora visceral y la segunda a una respuesta motora estereotipada
somática. Con base en los objetivos de este artículo, nos enfocaremos a describir la segunda característica. La
respuesta somática involucra principalmente movimiento de los músculos faciales, acompañada de
elementos subjetivos difíciles de describir, pero que se encuentran preservados universalmente en las
diferentes culturas, y que por lo tanto nos permiten identificar las emociones de los demás. La sensibilidad
que presenta una persona hacia las emociones de otra y la sensibilidad para entender la dinámica de
interacción con esa segunda persona es llamada empatía. La empatía es la capacidad cognitiva que tiene una
persona para sentir lo que siente otra; ello puede llevar a una mejor comprensión de su comportamiento o
forma de tomar decisiones. Se trata de la habilidad para entender las necesidades, sentimientos y problemas
de los demás, para ponerse en su lugar y responder correctamente ante sus reacciones emocionales. La
empatía incluye el conocimiento y el uso de las emociones para comprender a las personas, el mundo que
nos rodea e incluso la naturaleza (Lovecky, 2004). El conjunto de núcleos cerebrales que regulan las
emociones forman el Sistema Límbico (área ventral tegmental, núcleo accumbens, hipocampo, núcleos
septales laterales, corteza frontal). Recientemente, otras estructuras han sido adicionadas al sistema límbico
tradicional (Gelder, Morris & Dolan, 2005). Éstas son la amígdala y la corteza orbito-frontal. El sistema límbico
junto con las estructuras de la corteza frontal, procesan los estímulos emocionales y los integran a funciones
cerebrales complejas, las cuales incluyen: decisiones racionales, expresión e interpretación de conductas
sociales e incluso la generación de juicios morales, entendiéndose estos últimos como los actos mentales que
afirman o niegan el valor moral frente a una situación o comportamiento (Kandel, 2000). El desarrollo
antropológico del sistema límbico, la amígdala y las áreas corticales orbito-frontales está estrechamente
relacionado con el desarrollo general del cerebro a los largo de la escala filogenética del ser humano. Incluso
este patrón se conserva con ciertas consideraciones en otros animales, como los primates (Barton, Aggleton
& Grenyer, 2003; Randall, 1984). En específico, los primates podrían generar empatía debido principalmente
a las coincidencias neuroanatómicas que presentan con el ser humano. En los animales, el desarrollo del
lóbulo frontal está limitado por un proceso de neurogénesis regulado por factores intraneuronales (Heltne &
Marquardt, 1989). Lo anterior representa un hecho fundamental para los procesos de cognición y raciocinio,
los cuales representan los pasos esenciales en la generación de empatía (Figura 1). Figura 1 Nota: Dibujo que
muestra las diferencias filogenéticas en el tamaño del cerebro de cinco especies de mamíferos, incluyendo al
hombre (Homo sapiens). En amarillo se señala el área de la corteza que ocupa en cada especie la corteza
frontal. Se ha sugerido que esta diferencia está relacionada con las variaciones en las conductas que presentan
cada especie. 62 | Psicología Iberoamericana | David Iñaki López Mejía • Azucena Valdovinos de Yahya •
Mónica Méndez-Díaz • Víctor Mendoza-Fernández Además, se ha descrito también la existencia de grupos
neuronales denominados Generadores de Patrones Centrales (CPG, por sus siglas en inglés para Central
Patterns Generator) localizados en el mescencéfalo, puente y medula espinal, tanto en humanos como en
animales, los cuales permiten la preservación inter-especie de respuestas motoras, entre las que se
encuentran las generadas por las emociones (al mover los músculos faciales) y por ende la posibilidad de
compartir la conducta de empatía (Briggman & Kristan, 2006; Korb, Grandjean & Scherer, 2008). Los CPG’s
son cadenas neuronales capaces de generar patrones rítmicos de actividad motora, activados principalmente
por la estimulación de los receptores sensoriales periféricos y por señales generadas por otros núcleos del
sistema nervioso central. La existencia de rasgos de empatía en los animales y para la conservación de éstos
en diferentes razas y culturas en los humanos, puede ser la existencia de CPG’s conservados en las escala
filogenética de los mamíferos. De esta forma, el sistema límbico formaría parte de uno o varios CPG’s que
controlan la respuesta emocional y la empatía en los humanos. Probablemente esta misma relación está
conservada en los primates. Hay que tomar en cuenta que, por una parte el sistema límbico regula la expresión
de las respuestas emocionales y, por otra, los CPG’s asociados a este sistema inician y controlan la actividad
de los músculos faciales, generando una respuesta estereotipada y conservadora ante un estímulo específico
(por ejemplo cuando se emite una emoción). Esta información nos permitiría comprender desde un punto de
vista neurofisiológico y neuroanatómico las descripciones realizadas por Charles Darwin hace ya más de 125
años en su libro La expresión de las emociones en los humanos y en los animales (Darwin, 1998). El sistema
límbico humano y de los animales El placer, la tristeza, la depresión, el miedo, el enojo, la hostilidad, la
ansiedad, son emociones que dan ciertas tonalidades a nuestra vida cotidiana, que enriquecen cada una de
nuestras experiencias y nos permiten aplicar el conocimiento obtenido con pasión y carácter. Cuando la
intensidad y características de estas emociones salen de los valores “normales” o fisiológicos, se presentan
desórdenes emocionales, los cuales constituyen un gran número de enfermedades mentales, por ejemplo la
depresión, las psicosis y los trastornos de afectividad. Según E. Kandel (2000), el estado emocional de los
humanos está compuesto por un elemento evidente caracterizado principalmente por las sensaciones físicas
y otro caracterizado por un sentimiento concreto (por ejemplo, cuando se tiene la sensación de “pesadez” en
el corazón, concretamente se siente miedo: es decir, se interpreta una sensación). En resumen, para
mantener una distinción semántica entre ambos términos, el término emoción a menudo es usado para
referirse sólo al estado corporal (estado emocional, como por ejemplo una alteración en la frecuencia cardíaca
y respiratoria, la contracción y relajación involuntaria de los músculos faciales y la emisión de sonidos),
mientras que el término sentimiento se refiere únicamente a una sensación concreta (como pueden ser el
miedo, la alegría, la ira, la tristeza, el placer o la ansiedad). El estado emocional y los sentimientos son
regulados por estructuras anatómicas diferentes. De esta forma, los sentimientos concretos están regulados
por la corteza cerebral, en parte por la corteza cingulada y la corteza orbitofrontal. Los estados emocionales
están regulados por un conjunto de respuestas periféricas, autónomas, endocrinas y esquelético-motoras.
Estas respuestas involucran estructuras subcorticales, tales como la amígdala, el hipotálamo y el tallo cerebral.
Ante la sensación de terror, no sólo se siente miedo sino que también se experimenta un aumento en la
frecuencia cardiaca y respiratoria, la boca se seca, se tensan los músculos, sudan las palmas de las manos
(Carey, Ariniello, & McComb, 2002). Para entender una emoción como el miedo, es necesario entender
primero la relación entre el sentimiento cognitivo representado en la corteza cerebral y los signos fisiológicos
asociados regulados por las áreas subcorticales (Kandel, 2000). Siguiendo este orden de ideas, un estímulo
emocional con una intensidad significativa activa sistemas sensoriales que envían la información hacia el
hipotálamo, el cual genera una respuesta capaz de modular la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y la
frecuencia respiratoria. Al mismo tiempo, la información de este estímulo es llevada hasta la corteza cerebral,
de modo Psicología Iberoamericana | El Sistema Límbico y las Emociones: Empatía en Humanos y Primates |
63 que el estímulo y la información son llevados indirectamente desde los órganos periféricos (los cuales
perdieron su estado homeostático debido al estímulo) y directamente desde el hipotálamo, la amígdala y las
estructuras relacionadas. De manera simultanea, la información del estímulo se lleva a la corteza cerebral,
indirectamente desde los órganos periféricos (los cuales, perdieron su estado homeostático debido al
estímulo) y directamente desde el hipotálamo, la amígdala y estructuras relacionadas (Purves, 2004). En 1883,
James Papez (1929) propuso que la estructura de origen cortical que se encarga de representar y determinar
los sentimientos es el lóbulo límbico. Esta estructura fue identificada previamente por Paul Broca. El término
de sistema límbico fue acuñado por Paul McLean, quien lo consideró así debido a que se incluían partes del
hipotálamo, el área septal, el nú- cleo accumbens, las áreas neocorticales y la amígdala (Figura 2A). El lóbulo
límbico es un anillo filogenéticamente proveniente de corteza primitiva que se encuentra sobre el tallo
cerebral e incluye el giro cingulado, el giro parahipocampal y la formación hipocampal, que se localiza en la
parte profunda del giro parahipocampal. Su estructura morfológica es tan simple como una corteza enrollada.
La formación hipocampal incluye al hipocampo, al giro dentado y al subínculo (Roffman, Marci, Glick,
Dougherty & Rauch, 2005). Papez (1929) señala que la comunicación entre el hipocampo y la corteza cerebral
(neocorteza) se lleva a cabo de manera recíproca. De esta forma, la neocorteza y el hipotálamo están en
comunicación constante y una estructura influye en la otra por medio del giro cingulado. Así, la comunicación
se llevaría en el siguiente orden: la formación hipocampal procesa la información que proviene del giro
cingulado y la lleva hasta los cuerpos mamilares del hipotálamo vía fórnix (fibras que en parte sacan
información del hipocampo). Al mismo tiempo, el hipotálamo envía información al giro cingulado por la vía
cuerpos mamilares-núcleo talámico anterior (tracto mamilo-talámico) y de aquí a la corteza frontal (Figura
2B). Históricamente hablando, la primera evidencia que relacionó al sistema límbico con las emociones se
tiene registrada en 1955, cuando Heinrich Klüver y Paul Bucy describieron un síndrome conductual inducido
en el laboratorio, el cual incluía un cambio sustancial en la conducta emocional. En sus experimentos
observaron que los monos, que eran tranquilos en extremo, sufrían cambios emocionales como: agresividad
y pérdida del miedo luego de ser sometidos a una lobotomía bilateral de los lóbulos temporales, la cual
también incluyó la amígdala, la formación parahipocampal y una estructura hasta el momento no considerada
como estructura límbica: la corteza temporal. Estos monos presentaron también otros cambios conductuales
como un incremento en la conducta sexual, que se manifestaba en que montaban objetos y especies
inapropiadas y en una conducta obsesiva para observar y reaccionar ante cada estímulo visual; sin embargo,
no eran capaces de reconocer los objetos familiares (Bucy & Klüver, 1955). Nota: A Disposición anatómica del
sistema límbico en el humano. B Flujo de señales que se establece entre las estructuras del sistema límbico,
lo que determina una cadena neuronal que representa la base fisiológica del sistema que regula las
emociones. Figura 2. Esquema que muestra la relación anatómica de cada una de las estructuras del sistema
límbico en el humano. 64 | Psicología Iberoamericana | David Iñaki López Mejía • Azucena Valdovinos de
Yahya • Mónica Méndez-Díaz • Víctor Mendoza-Fernández Diversos experimentos en humanos y en animales
permitieron posteriormente establecer que la amígdala, que intercomunica al sistema de la expresión
somática de las emociones (hipotálamo y núcleos del tallo cerebral), es el sistema de los sentimientos
concisos, especialmente el miedo (cortezas cingulada, parahipocampal y frontal (Figura 2). Cuando se estimula
eléctricamente la actividad de la amígdala a través de experimentos, en los humanos se produce miedo y
aprehensión (Lanteaume, Khalfa, Régis, Marquis, Chauvel & Bartolomei, 2007). En los animales, quitar la
amígdala genera una conducta de ausencia de miedo. En la práctica neurológica clínica se ha descrito la
enfermedad de Urbach-Wiethe, que es una enfermedad neurodegenerativa asociada con un depósito de
calcio en la amígdala, genera una pérdida de la actividad de la amígdala de manera bilateral, lo que se traduce
en una conducta incapaz de reconocer claves en la expresión de la cara de las personas que denotan miedo.
De la misma forma, estas personas pierden la habilidad para discriminar pequeñas diferencias en la expresión
facial de las personas. Esta enfermedad inhibe el procesamiento de las claves emocionales que se pueden
distinguir al observar la cara de las personas que actúan o realmente experimentan miedo (Siebert,
Markowitsch & Bartel, 2003). Estos pacientes no pierden la habilidad de reconocer caras familiares aun
cuando haya pasado mucho tiempo de haberlas visto. Lo anterior indica que son dos los sistemas necesarios
para, por un lado reconocer la identidad de las personas y por otro las características de su expresión facial.
Estas estructuras indudablemente son la amígdala y la corteza visual (Siebert et al., 2003). Desde el punto de
vista evolutivo y anatómico, el cerebro de los mamíferos relacionados con el del Homo sapiens, como son: los
monos, el gibón, el gorila, el orangután y el chimpancé, presenta estructuras cerebrales similares a las que
forman lo que hoy conocemos como el sistema límbico en el humano. Las principales son una pequeña área
de corteza frontal, el sistema límbico, el hipotálamo, la amígdala y el hipocampo. Mediante un gran número
de paradigmas experimentales básicos y conductuales se ha mostrado la funcionalidad equiparable de estas
estructuras cerebrales de los primates con la conducta y fisiología neuronal del humano. Por ejemplo, en los
monos rhesus infantes y adultos, los estímulos sensoriales que producen una respuesta emocional de miedo
(que puede ser desencadenado por al aislar a los bebés de sus madres) pueden clasificarse en tres tipos de
conductas bien caracterizadas: cooing (emisión de un sonido similar al “coo”), freezing (una conducta de
congelamiento o de falta de movimiento asociado a la exposición temeraria de los dientes) y barking
(conducta agresiva con la emisión de sonidos amenazantes) (Kalin & Shelton, 1989; Kalin, Shelton, Davidson
& Kelley, 2001). Otros animales también comparten algunas características de anatomía y fisiología del
sistema límbico humano en cuanto a la expresión de las emociones. Las ratas, por ejemplo, también generan
conductas especí- ficas ante estímulos sensoriales que evocan respuestas emocionales. La incidencia de haces
de luz en sus sitios predilectos para dormir, o la aplicación de choques eléctricos en sus patas, genera en ellas
conductas emocionales de miedo que han sido bien caracterizadas (por ejemplo: freezing, piloerección e
incremento en la defecación). Estas conductas han sido cuantificadas y analizadas farmacológicamente para
determinar la potencialidad de ciertos fármacos para el tratamiento del estrés y la ansiedad, conductas
involucradas en el proceso de la expresión de las emociones. Empatía La capacidad de generar empatía en los
animales, así como sucede con los humanos, ha sido motivo de una gran cantidad de estudios, en los cuales
se incluyen roedores, primates e incluso humanos. Hay que tomar en cuenta que en la empatía debe existir
primero una conexión emocional seguida de la comprensión y de la respuesta motora que involucre un
compromiso con los sentimientos de la otra persona. En un estudio reciente realizado en la Universidad de
McGill en Canadá, consistió en aplicar choques eléctricos a pares de ratones que habían habitado la misma
caja de almacenaje por lo menos diez días; los resultados permitieron ver cuál de los dos ratones mostró
menos dolor al estímulo (es decir, al choque eléctrico), y al mismo tiempo cuál ratón mostró más dolor a pesar
de presentarle el estímulo (el choque eléctrico) sin cambio en la intensidad del mismo. De igual manera, al
cambiar el estímulo doloroso por una inyección peritoneal de una solución diluida de acido acético (la cual
produce dolor Psicología Iberoamericana | El Sistema Límbico y las Emociones: Empatía en Humanos y
Primates | 65 en el estomago y genera una conducta de estiramiento de los ratones), el segundo ratón
presentó más dolor en vista de que tuvo más movimientos de estiramiento, comparado con el primero. Este
efecto sólo se observó en ratones pareja y en mayor proporción en ratones macho. En ratones macho que no
se conocían, este efecto no se presentó, posiblemente por la conducta innata de rivalidad en estos animales
(Langford et al., 2006). Estos resultados sugieren que para que se inicie el proceso de empatía debe haber
primero una identidad emocional, la cual está generada principalmente por el conocimiento y entendimiento
de las emociones del otro animal, específicamente en este experimento. Cuando esta conexión no existe, la
empatía se traduce en antipatía. Un experimento clave en el proceso de la generación de la empatía fue el
realizado por Giacomo Rizzolatti en 1996, de la Universidad de Parma, en Italia. Consistió en registrar
neuronas premotoras de la corteza prefrontal en monos rhesus y observar qué sucede cuando el mono toma
un cacahuate para comérselo. Cuando el mono realiza esta acción, la neurona motora de la corteza dispara
potenciales de acción con una frecuencia característica. Esta actividad eléctrica de las neuronas de la corteza
prefrontal no aparece cuando el mono sólo toma el cacahuate y lo coloca en un recipiente. A la actividad de
las neuronas premotoras se le conoce como actividad “tomacome”. Cuando el mono observa a un humano
comer un cacahuate, la neurona premotora se activa; pero, cuando éste observa que el humano sólo toma el
cacahuate y lo coloca en un recipiente, la neurona no se activa (Iacoboni, Molnar-Szakacs, Gallese, Buccino,
Mazziotta & Rizzolatti, 2005). Éste es el principio básico para la descripción de las neuronas espejo que
también están involucradas en el proceso de generación de empatía en humanos y animales. Por último, un
estudio realizado por Tania Singer y colegas (Singer, Seymour, O’Doherty, Stephan, Raymond, Dolan, et al.,
(2006) de la Universidad de Zurich realizaron un estudio dónde muestran la importancia del género de las
especies en la manifestación de la empatía. Parejas de hombres y mujeres fueron sometidos a un estudio en
el que uno a la vez aplicaba un estímulo doloroso a su compañero. Mientras, por medio del análisis de la
Imagen de Resonancia Magnética funcional (MRIf), se observaba la actividad del cerebro en uno de ellos
cuando observan el dolor de su pareja. Las áreas cerebrales relacionadas con el dolor se activan de inmediato,
en mayor medida en los hombres que en las mujeres. Sin embargo, cuando se colocan parejas de hombres,
invariablemente ambos sienten que han sido tratados de modo injusto por el otro hombre en la prueba de
dolor previa, lo que induce que sus centros de placer cerebrales se activen cuando observa al hombre
experimentar dolor. Las áreas cerebrales relacionadas con el dolor se activan inmediatamente, en mayor
medida en los hombres comparados con las mujeres. Sin embargo, cuando se colocan parejas de hombres,
que previamente se aplicaban uno al otro estímulos dolorosos y posteriormente se analizaba su actividad
cerebral mientras observaban el dolor de su compañero, éstos muestran una mayor actividad en sus centros
de placer, es decir el núcleo accumbens se activa cuando se observa a otro (hombre o persona) experimentar
dolor. Cuando este observador ha sido también tratado previamente con dolor, en la situación de de ver
“sufrir” al primero, en el segundo, su cerebro produce una sensación de placer. Dicha respuesta no es otra
cosa, como se puede ver, que una muestra o expresión de un sentimiento de antipatía, misma que en el
hombre se interpreta como de rivalidad, respuesta típica en mamíferos según Singer et al. (2006). Otro de los
resultados interesantes de este estudio fue que el núcleo accumbens se activa más cuando existía más
sentimiento de revancha. La activación de esta estructura y el sentimiento de revancha muestran una
correlación estadísticamente significativa, la cual es mayor en los hombres que en las mujeres (Figura 3).
Generadores de Patrones Centrales (CPG’s) y emociones Los CPG’s inicialmente descritos en animales
sencillos como la lamprea han sido estudiados y descritos en algunas de las conductas humanas (Grillner,
Cangiano, Hu, Thompson, Hill & Wallen, 2000; Grillner & Wallen, 2002). Por ejemplo, se ha descrito la
presencia de CPG’s en la expresión facial de las emociones. Cuando un estímulo externo provoca una emoción
en los animales y en el hombre, varios núcleos cerebrales se comunican entre sí, los cuales finalmente activan
la contracción y relajación de ciertos músculos faciales. Desde el punto 66 | Psicología Iberoamericana | David
Iñaki López Mejía • Azucena Valdovinos de Yahya • Mónica Méndez-Díaz • Víctor Mendoza-Fernández de
vista neuroanatómico, el CPG estaría formado por la corteza motora y los músculos motores, si se trata de
una respuesta emocional voluntaria. Sin embargo, este circuito es diferente si se trata de una respuesta
emocional involuntaria, el cual incluye al sistema límbico, la corteza motora y los músculos faciales. Reportes
clínicos de ciertas enfermedades neurológicas (parálisis facial) apoyan la distinción entre expresiones faciales
voluntarias e involuntarias (Danner, 2008). Cada una de estas expresiones faciales depende de rutas
neuronales diferentes e independientes. Por ejemplo, lesiones en el sistema piramidal impiden la ejecución
de movimientos faciales cuando éstos son solicitados, tales como sonreír. Sin embargo, cuando al paciente se
le relata un chiste, éste puede sonreír de manera involuntaria (Michel, Derkinderen, Laplaud, DaumasDuport,
Auffray-Calvier & Lebouvier, 2008). Lesiones en el sistema no piramidal inducen la conducta clínica opuesta:
el paciente sonríe cuando se le solicita, pero no cuando es involuntaria la conducta (cuando se le relata un
chiste). La disección del CPG involucrado en la risa de los humanos fue en primera instancia abordada por
Duchenne de Bologne en 1990, cuando estudió la diferencia entre la risa de las personas asociada o no a la
felicidad. Duchenne comparó la risa de un sujeto inducida por la estimulación eléctrica del músculo mayor
zigomático (respuesta eléctrica “voluntaria”), con la risa provocada por un chiste (respuesta “involuntaria”)
en el mismo sujeto. La respuesta involuntaria no sólo incluye la actividad del músculo mayor zigomático, sino
también la actividad del músculo ocular orbicularis, el cual rodea al ojo y jala las mejillas hacia arriba, produce
arrugas en la esquina externa del ojo y baja ligeramente las cejas. Desde esa época, Duchenne, concluyó que”
[…] la persona que no tuviera este patrón en su cara, no era un amigo verdadero” (Duchenne De Boulogne,
1990). Como se había comentado con anterioridad, estos elementos son claves para el reconocimiento y
entendimiento de las emociones y necesarios para la generación de empatía. Evidentemente, en la sonrisa
involuntaria está involucrado el sistema límbico en el CPG’s, que contiene: a la corteza motora, al músculo
mayor zigomático y al músculo ocular orbicularis. En los primates, que también cuentan con músculos faciales,
estos CPG’s han sido ampliamente estudiados y están involucrados con las conductas sociales importantes
para la participación de los individuos en grupo. El elemento diferente en los CPG’s de los primates es la co-
evolución de la neocorteza, la cual presenta menor desarrollo en su parte frontal y temporal comparada con
el cerebro humano. Estas diferencias anatómicas provocan diferencias conductuales sociales. Sin embargo, la
preservación de los CPG’s (sistema límbico, músculos faciales: mayor zigomático, ocular orbicularis y oris
orbicularis) representa desde el punto de vista evolutivo la importancia de la expresión de las emociones y la
generación de empatía para el desarrollo individual y del grupo social al que pertenecen los animales. En otras
especies animales, estos CPG’s incluyen predominantemente músculos de otras partes del cuerpo para
denotar la expresión de las emociones; por ejemplo, en los roedores, los gatos y los perros, la piloerección,
mostrar los dientes y/o colmillos, y adoptar Nota: Gráficas que muestran la cuantificación del sentimiento de
revancha, el cual se obtuvo por medio de una prueba psicológica. De esta gráfica se concluye que el hombre
tiene un sentimiento de revancha más alto. La conducta observable es la de aplicar un estímulo mas grande
para resarcir el dolor que éste sufrió previamente. En la segunda gráfica se observa que el sentimiento de
revancha en hombres está relacionado con un deseo de revancha que se asocia al aumento en la actividad
del núcleo acumbens, el cual puede observarse en el recuadro. Figura 3. Psicología Iberoamericana | El
Sistema Límbico y las Emociones: Empatía en Humanos y Primates | 67 una posición corporal de supremacía
es vital. La empatía que estos signos generan en los demás animales es la de denotar peligro, compañía, alegría
e incluso repulsión (Figura 4). Figura 4. Nota: Circuito neuronal que representaría un CPG en los primates, el
cual controla el movimiento de los músculos faciales para generar una señal fisiológica conocida como
emoción gestual, la cual alertará a los demás animales de su sociedad. 1 Músculo zigomático mayor, 2 Músculo
ocular orbital y 3 Músculo oral orbital. Conclusión De los experimentos realizados en animales, sobre todo en
ratas y primates, si bien no es posible hablar estrictamente de que se generen sentimientos durante estos
experimentos, es indudable que se demuestra que se genera en ellos un cambio en la intensidad de sus
experiencias. Esta demostración nos permite hablar de la empatía no sólo en términos humanos sino también
en el reino animal, por lo menos en los animales que muestran un cerebro evolucionado. En términos cientí-
ficos, existen dos corrientes que observan el mismo fenómeno desde dos puntos de vista totalmente
diferentes. Por un lado están los psicólogos, que consideran a la empatía como una de las formas más
avanzadas de la conducta humana, algo así como colocarse en los zapatos de otra persona e imaginar su
situación. Este proceso sin duda requiere de ciertas habilidades, como una avanzada capacidad de
razonamiento e incluso el lenguaje. Sin embargo, el simple hecho de imaginar lo que alguien siente, no se
considera empatía. Ésta requiere una conducta cognoscitiva y de relación emocional. Por otro lado, los
biólogos de la conducta y los neurocientíficos observan el mismo fenómeno y consideran que cuando
reaccionamos observando la respuesta emocional de otra persona, y construimos un razonamiento de su
situación, involucramos a otras estructuras anatómicas que forman parte de lo que hoy conocemos como el
sistema límbico. Este proceso, según observaciones en humanos y en animales experimentales, señala que,
como primer paso, es indispensable el involucramiento emocional para después generar el entendimiento de
lo que está sucediendo y de la emoción percibida, y finalmente “imaginarse” esta respuesta en el contexto
que está sucediendo. La respuesta observada en animales experimentales sugiere fuertemente que este
componente emocional (empatía o antipatía) es un proceso viejo y se ha conservado en nosotros desde el
ancestro de los mamíferos hasta hoy, formando una parte crucial de la conducta de los humanos. La presencia
de las estructuras involucradas en las respuestas emocionales a lo largo de la escala filogenética, así como en
la escala evolutiva del sistema nervioso central en los mamíferos, apoya la idea de que el proceso de
neurogénesis y migración neuronal favorece la expresión y formación de redes anatómicamente funcionales,
que están encaminadas a regular ciertas conductas inherentes al proceso evolutivo y preservativo de la
especie. Estas redes neuronales son la que han recibido recientemente el nombre de CPG’s, y son las que
regulan conductas estereotipadas en los mamíferos. Estos centros pueden enriquecerse y generar respuestas
motoras o conductas tan refinadas y específicas en función directa a las experiencias previas y al entorno que
rodea al hombre y a los animales. Estos CPG’s permitirían también la expresión objetiva de las emociones, la
cual involucraría el movimiento de ciertos músculos faciales, entre otras. Tales Sistema Límbico 2 3 11 1 68 |
Psicología Iberoamericana | David Iñaki López Mejía • Azucena Valdovinos de Yahya • Mónica Méndez-Díaz •
Víctor Mendoza-Fernández músculos, dependiendo del estímulo sensorial, tendrían socialmente hablando la
función de alertar a los sujetos que le rodean sobre la naturaleza del estímulo que dio origen a esa conducta.
De esta forma, nuestro cerebro estaría capacitado para discernir entre los diferentes signos que denotan los
movimientos faciales para generar una conducta de empatía, la cual es importantísima para el humano que
vive en sociedad, así como para los animales que viven en una estructura social que les involucra en
actividades de defensa y cooperación.
¿Qué es una emoción? Daniel Goleman utiliza este término para referirse a los sentimientos y pensamientos
característicos, a estados psicológicos y biológicos y a una variedad de tendencias de actuar que lo
caracterizan. Hay multitud de emociones y actualmente no hay una idea clara de cuáles podrían ser las
emociones primarias, aunque sí podemos dar una idea clara de cuáles podrían ser las principales familias de
emociones. Daniel Goleman en su libro “Inteligencia Emocional” propone las siguientes: LAS EMOCIONES: EL
CEREBRO EMOCIONAL Y RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 5  La ira: rabia, enojo, resentimiento, furia,
exasperación, indignación, acritud, animosidad, hostilidad y en el caso más extremo, odio y violencia 
Tristeza: aflicción, pena, desconsuelo, pesimismo, melancolía, autocompasión, soledad, desaliento,
desesperación, y en caso patológico, depresión.  Miedo: ansiedad, aprensión, temor, preocupación,
consternación, inquietud, desasosiego, incertidumbre, nerviosismo, angustia, susto, terror y en el caso que
sea psicopatológico, fobia y pánico  Alegría: felicidad, gozo, tranquilidad, contento, beatitud, deleite,
diversión, dignidad, placer sensual, estremecimiento, rapto, gratificación, satisfacción, euforia, capricho,
éxtasis, y en el caso extremo, manía.  Amor: aceptación, cordialidad, confianza, amabilidad, afinidad,
devoción, adoración, enamoramiento y ágape.  Sorpresa: sobresalto, asombro, desconcierto, admiración. 
Aversión: desprecio, desdén, displicencia, asco, antipatía, disgusto y repugnancia.  Vergüenza: culpa,
perplejidad, desazón, remordimiento, humillación, pesar y aflicción. Figura 1: esquema de las principales
emociones A partir de estas principales familias puede darse también una combinación de varias de ellas como
podría darse por ejemplo con los celos que sería una combinación de emociones como la ira, la tristeza y el
miedo. Cada una de estas familias de emociones se agrupa en torno a un núcleo fundamental a partir del cual
emanan todas las demás emociones derivadas de ellas. En este núcleo estaría por un lado los estados de
ánimo que son variables y perduran más tiempo que las emociones y por otro lado el temperamento o la
tendencia innata de una persona a expresar una u otra emoción 3. La expresión de las emociones Las
emociones producen una reacción en el ser humano que puede ser expresada socialmente mediante
componentes conductuales o componentes fisiológicos. Las diferentes expresiones faciales muestran al
exterior nuestras emociones así como el grado en el que las sentimos. Internacionalmente e
interculturalmente, las expresiones de la cara reflejan de forma innata las emociones que sentimos. Incluso
una persona ciega de nacimiento expresa mediante los mismos gestos que un vidente una u otra emoción.
Estas expresiones faciales afectan también a las personas con las que compartimos nuestros sentimientos de
manera que podemos generar tristeza o alegría entre nuestros interlocutores dependiendo de nuestra forma
de expresarnos, alterando de esta manera su conducta. LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y
RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 6 Además de las expresiones faciales, existen otros componentes
conductuales como son  Acciones y gestos  Distancia entre personas  Componentes no lingüísticos de la
expresión verbal Figura 2: expresión externa de las emociones Otros componentes de las emociones son los
fisiológicos e involuntarios como son:  Temblor  Sonrojarse  Sudoración  Respiración agitada 
Dilatación pupilar  Aumento del ritmo cardíaco Durante muchos años no se ha dado importancia a nuestras
emociones, primando más en el ser humano su parte racional. Sin embargo, actualmente se prima más el
estado emocional de una persona ya que éste indica los estados internos y afectivos del ser humano,
motivaciones, deseos, necesidades e incluso objetivos. 4. Desarrollo de las emociones desde la infancia El
desarrollo emocional en la infancia es un elemento muy importante a la hora de desenvolverse en la sociedad
en las etapas futuras. En la primera infancia la parte emocional tiene mucho más peso que la parte racional y
además no hay separación entre la emoción y su expresión por lo que se podría definir una emoción en la
primera infancia como un estado afectivo agudo que se presenta en forma de descarga y es de corta duración.
LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 7 Figura 3: emociones
en la infancia Es conveniente conocer el desarrollo emocional de un niño según sus etapas en el crecimiento
para poder estimular unas habilidades u otras en cada etapa. Nacemos con un limitado registro de emociones
que va haciéndose más complejo a medida que crecemos. Los recién nacidos son capaces de demostrar
emociones como: sorpresa, placer y malestar. En general emociones elementales. A los 2 meses son capaces
de mostrar una conducta social expresada con la sonrisa. Entre los 6 y 9 meses el bebé puede mostrar timidez
y miedo a estar con personas que no son de su confianza. A los 10 meses ya aparecen las emociones básicas:
alegría, irritación, tristeza, sorpresa, disgusto y miedo. Sin embargo puede haber situaciones excepcionales
que pueden llegar a alterar esta situación. Por ejemplo, un niño maltratado puede expresar sentimiento de
miedo y tristeza ya a los 3 meses de edad cuando en circunstancias normales no se mostraría hasta los 7 u 8
meses. A los 2 años de edad tienen el sentimiento de culpabilidad cuando el niño se ha portado mal y
empiezan a sentir vergüenza ante el fracaso. A esta edad el niño es muy sociable, y siente un cierto apego a
sus padres debido a la cercanía que ha tenido con ellos durante su corta vida. Es decir, a esta edad ya se han
desarrollado emociones positivas y negativas. Entre los 2 y 7 años de edad el niño pasa de tener una rabieta
sin dirigirla hacia nadie a tener enfados con otras personas. El niño se va haciendo cada vez más consciente
de sí mismo como persona lo que le lleva a tener conflictos con los demás. En esta etapa el niño se ve obligado
a obedecer según los principios y reglas de los adultos, padres o profesores. Los valores y obligaciones morales
se vinculan con la obediencia a las reglas y no tanto a las propias intenciones. Un período importante en la
vida emocional del niño, según Kagan, es alrededor de los 5 a 6 años cuando el niño tiene un sentido firme de
sí mismo y se compara con otros niños. Los sentimientos que entonces muestra debido a las comparaciones
son: orgullo, humildad, inseguridad o confianza en sí mismo, celos y envidia. Entre los 7 y 11 años el
pensamiento es más flexible y general y los niños se comportan de acuerdo a las convenciones y expectativas
de los demás. Casi todo tiene un contenido emocional y muy pocos acciones o pensamientos son
intelectuales. LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 8 En la
adolescencia, con el avance cognoscitivo del niño, se completa el sentimiento de emociones adultas siendo
capaz de analizar la lógica de las creencias generadas en él. 5. La importancia del desarrollo emocional infantil
Los factores emocionales, afectivos y relacionales son desde hace unos años aspectos de gran importancia en
la educación infantil. Los educadores debemos enseñar a los niños no solo a conocer el mundo sino también
enseñar a ser y convivir. Debemos educar a personas capaces de vivir en un mundo cambiante y dinámico
donde las relaciones interpersonales deben producirse con un nivel de solidaridad, justicia y coherencia.
Marcando objetivos pertenecientes al ámbito del desarrollo afectivo, tales como: la capacidad de escuchar a
los demás, colocarse en la situación emocional de la otra persona, respetar y considerar opiniones ajenas,
capacidad de compromiso y participación. El desarrollo emocional del niño influye en su evolución intelectual.
Un desarrollo emocional poco satisfactorio puede influir en aspectos como limitaciones en la memoria,
dificultades en la percepción y atención, y disminución de asociaciones mentales, o limitación en la capacidad
de abstracción. Por el contrario un desarrollo emocional adecuado incrementaría en el niño su curiosidad y
motivación y mayor aptitud para la intuición. Humberto Maturana sostiene algo que yo también comparto y
es que en el mundo occidental se han desvalorizado las emociones y los sentimientos. Se ha centrado la
educación en los conocimientos intelectuales y en incrementar el número de materias y conceptos en la
enseñanza de los niños, priorizando el desarrollo intelectual y quitándole la importancia que tiene el mundo
afectivo y de relaciones entre las personas. Dice Maturana que es como si ser humano tuviera una dualidad:
mentecorazón cuando realmente esto no existe. El ser humano funciona como un único cuerpo biológico con
su actividad física, intelectual, afectiva y emocional. Maturana describe el amor como un espacio único de
relación propio del ser humano invitando así a padres y educadores a crear ese ambiente acogedor, amable,
sincero y de mutua aceptación con el fin de ayudar a un adecuado desarrollo intelectual, social, emocional y
afectivo del ser humano. La ciencia está corroborando que la educación de las emociones básicas debería
preceder a la educación de valores y a la académica ya que el niño se juega su vida de adulto con ello. Dice
Richard Davidson que “Las emociones negativas interfieren en el aprendizaje de los niños” Por su parte, Daniel
Goleman en una entrevista comentaba que enseñar habilidades sociales y emocionales a los niños nos vuelve
más cívicos y mejor estudiantes. Hoy en día se están estudiando las prácticas contemplativas y de desarrollo
de la mente para ayudarles a concentrarse ya que los niños y padres en la actualidad son muy dispersos y
necesitan más ayuda con estas habilidades. LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y RACIONAL – Marta
Muro Carbajal Página 9 Figura 4: desarrollo de las emociones desde la infancia 6. Educación de las emociones
Es importante para nuestra salud mental saber manejar nuestras emociones. No significa que tengamos que
reprimirlas sino consiste en transformar emociones negativas en positivas con el fin de que puedan ayudarnos
en nuestra vida. ¿Cómo podemos nosotros manejar nuestras emociones? 1.- Primero tenemos que tomar
conciencia de la emoción que surge. La emoción se origina en nuestro interior a partir de un estímulo externo.
Una de las maneras para observar nuestro interior es la meditación. 2.- Una vez identificada debemos
encontrar el origen de la misma. 3.- Tomar nuestra responsabilidad de la emoción que sentimos. Puede que
otra persona haya sido el detonante, pero nosotros hemos decidido sentir esta emoción. 4.- Puede escribirse
la emoción y el motivo que la ha generado. Escribir las cosas muchas veces nos aclara puntos en los que no
habíamos reparado. De esta forma, podemos ver la situación desde otro punto de vista. Técnicas para manejar
las emociones: Existen algunas técnicas para manejar las emociones como:  La técnica de liberación
emocional: combina elementos de psicología y acupuntura. Se trata de una técnica de golpeteo en la que se
estimula el sistema energético humano para producir un equilibrio emocional. El golpeteo con los dedos en
unos puntos determinados del cuerpo mientras revives una situación, produce una reorganización del flujo
de la energía en el organismo restaurando el equilibrio emocional.  La técnica de las respiraciones profundas:
esta técnica consiste en la realización de 40 respiraciones completas inhalando y exhalando por la nariz. Puede
realizarse cada mañana o en los momentos de crisis o dolor físico o emocional. Esta técnica favorece el
enfoque de atención pudiendo observar los pensamientos y sensaciones, haciendo posible el “darse cuenta”.
Con esta técnica conseguimos muchos beneficios algunos de los cuales indicamos a continuación:  Entrena
la vivencia del presente  Desvía la atención de miedos o dolor en las pérdidas  Calma la ansiedad y el estrés
 Permite la apertura a la percepción de nuestro mundo interno  Puede influir en el inconsciente cambiando
la visión negativa y actitudes pesimistas Es posible que durante el ejercicio algún pensamiento llegue a tu
mente. No importa, deja que aparezca y que se vaya, sólo obsérvalo. Sé consciente de que ese pensamiento
ha entrado en tu mente y mira cómo se va en lugar de enredarte en una espiral de pensamientos encadenados
que distrae nuestra principal atención. El observador que entonces eres se llama “conciencia testigo”. Es un
espectador de lo que está atravesando la mente pero que es capaz de permanecer impasible. Matthieu Ricard,
monje budista y biólogo comenta en una entrevista con Eduardo Punset que la meditación es una práctica
oriental que actualmente la ciencia está descubriendo como apoyo para gestionar las emociones. Habla de la
importancia de cultivar el altruismo en un niño perfeccionando el estado de atención ya que en una mente
distraída no se puede cultivar nada. Habla también de la importancia en concentrarse en las respiraciones ya
que al ser algo que no puedes ver, puedes darte cuenta de forma inmediata si te distraes o no.
7. Inteligencia emocional La inteligencia emocional (en adelante IE) consiste en una serie de actividades que
sirven para apreciar y expresar de manera justa nuestras propias emociones y las de otros y para emplear
nuestra sensibilidad a fin de motivarnos, planificar y realizar de manera cabal nuestra vida. Es una habilidad
de las personas para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada, la capacidad para asimilaros y
comprenderlos adecuadamente y la destreza para cambiar nuestro estado de ánimo y el de los demás. En
1990, el Dr. Peter Salovey y el Dr. John Mayer acuñaron el término “Inteligencia Emocional” aunque tiene un
precursor en el concepto de inteligencia social el psicólogo Edward Thorndike (1920). Fue en 1995 cuando
gracias al trabajo de Daniel Goleman con la edición de su primer libro “Inteligencia Emocional” el concepto se
divulgó a lo largo de todo el mundo. La IE determina la manera en que nos relacionamos y entendemos el
mundo. Tiene en cuenta actitudes, sentimientos, y engloba habilidades como el control de los impulsos, la
autoconciencia, automotivacion, confianza, entusiasmo, empatía y sobre todo el recurso para ofrecer
nuestras mayores prestaciones profesionales. La IE incorpora a nuestras habilidades racionales otras de
carácter emocional, como son: 1) Conciencia de las propias emociones: distinguir un sentimiento mientras
ocurre supone una IE desarrollada. Esta habilidad es la piedra angular de la IE. Requiere una atención plena
en nuestro estado interno y nuestra reacción ante la emoción, así como la relación con los estímulos que lo
han provocado. La forma de reconocer la emoción es mantener una actitud neutra ante ella, sin juzgarla ni
rechazarla. 2) Manejo de las emociones: Capacidad de controlar los impulsos o sentimientos para adecuarlos
a un objetivo. Se trata e tranquilizarse a uno mismo, de deshacerse de la ansiedad, tristeza e irritabilidad
exageradas. No consiste en reprimir las emociones sino de controlar el tiempo que éstas duran en el momento
que puede llegar a esclavizarnos porque nos vemos arrastradas por ellas. Vemos algunas emociones y las
técnicas para manejarlas: El enfado tiene como detonante la sensación de hallarse amenazado. Quizá es la
emoción más persistente y difícil de controlar aunque no es ingobernable. Para su control debemos intervenir
en los pensamientos hostiles que lo alimentan. Entre las técnicas de control eficaces destacan la relajación, la
comprensión y una actitud contraria al enfado. El miedo como reacción ante un peligro real tiene un valor
adaptativo y se relaciona con una conducta de huída o lucha. Cuando se produce sin una causa real y de forma
persistente, la emoción se denomina ansiedad. Las técnicas de manejo de la ansiedad consisten en la
relajación, el cambio del foco de atención, la inducción del pensamiento positivo o la utilización del sentido
del humor. Una buena prevención de la ansiedad es el aumento de ejercicio, dieta baja en calorías y cantidad
apropiada del sueño y descanso. Es decir, hábitos de conducta que incrementan la secreción de serotonina.
En cuanto a la tristeza, las técnicas son la modificación de conducta y la utilización de otra de las habilidades
de la IE, el optimismo. 3) Capacidad de automotivación: es la capacidad de entusiasmarnos con lo que
hacemos para llevarlo a cabo de forma más rentable y eficaz. LAS EMOCIONES: EL CEREBRO EMOCIONAL Y
RACIONAL – Marta Muro Carbajal Página 11 Se relaciona con conceptos psicológicos como son: el control de
los impulsos o capacidad de resistencia a la frustración, el control de pensamientos negativos, el estilo
atributivo de los éxitos y fracasos y la autoestima. La capacidad de automotivarse se pone a prueba cuando
surgen los problemas o dificultades. Entonces hay que pensar que las cosas irán bien ya que es crucial para el
desarrollo de los hechos. 4) Empatía: es la aptitud para reconocer las emociones de los demás. La clave para
la empatía reside en la destreza para interpretar el lenguaje corporal a través de gestos, miradas, tonos de
voz, etc. La empatía se edifica sobre la conciencia de uno mismo ya que mientras más abiertos estemos a
nuestras emociones mejor podremos interpretar nuestros sentimientos y así comprender los sentimientos de
los demás. El tener empatía con otros nos permite estar mejor adaptados emocionalmente, nos hace más
sociables y sensibles. 5) Manejo de las relaciones o habilidades sociales: están relacionadas con la popularidad
liderazgo y eficacia interpersonal. Son útiles cuando queremos dirigir y resolver conflictos. Se utilizan también
para la cooperación y el trabajo en equipo. Daniel Goleman indica que los objetivos a reeducar en un
estudiante, fuera de conceptos puramente intelectuales serían los siguientes: a) Confianza: sensación de
controlar el propio cuerpo y conducta b) Curiosidad: la sensación de que descubrir algo nuevo es positivo c)
Intencionalidad: deseo y capacidad de lograr algo y actuar en consecuencia. Sentirse competente d)
Autocontrol: capacidad de controlar las propias acciones con sensación de control interno de uno mismo. e)
Relación: capacidad de relacionarse con los demás; comprender y ser comprendido. f) Comunicación: deseo
y capacidad de intercambiar ideas y sentimientos con los demás. Esta capacidad exige la confianza en las
personas y el placer de relacionarse con ellas. g) Cooperación: o capacidad de armonizar las propias
necesidades con las de los demás. En resumen, las características de la IE son: la capacidad de motivarnos a
nosotros mismos, de perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los impulsos,
de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados de ánimo, de evitar que la angustia interfiera
con nuestras facultades racionales y la capacidad de empatizar y confiar en los demás. El dominio que alcance
una persona sobre estas habilidades resulta decisivo para determinar el motivo por el cual ciertos individuos
prosperan en la vida mientras que otros, con un nivel intelectual similar, no son capaces de hacerlo.
FUNCIONES DE LAS EMOCIONES Todas las emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y permite
que el sujeto ejecute con eficacia las reacciones conductuales apropiadas y ello con independencia de la
cualidad hedónica que generen. Incluso las emociones más desagradables tienen funciones importantes en la
adaptación social y el ajuste personal. Según Reeve (1994), la emoción tiene tres funciones principales: a.
Funciones adaptativas b. Funciones sociales c. Funciones motivacionales 2.1. Funciones adaptativas. Quizá
una de las funciones más importantes de la emoción sea la de preparar al organismo para que ejecute
eficazmente la conducta exigida por las condiciones ambientales, movilizando la energía necesaria para ello,
así como dirigiendo la conducta (acercando o alejando) hacia un objetivo determinado. Plutchik (1980)
destaca ocho funciones principales de las emociones y aboga por establecer un lenguaje funcional que
identifique cada una de dichas reacciones con la función adaptativa que le corresponde. De esta manera será
más fácil operativizar este proceso y poder aplicar convenientemente el método experimental para la
investigación en la emoción. La correspondencia entre la emoción y su función se refleja en el siguiente
cuadro: Psicología de la Emoción: el proceso emocional ---------------------------------------------------------------------
------------------------------------- 5 5 Tabla 1: Funciones de las emociones (tomado de Plutchik, 1980) Lenguaje
subjetivo Lenguaje funcional Miedo Protección Ira Destrucción Alegría Reproducción Tristeza Reintegración
Confianza Afiliación Asco Rechazo Anticipación Exploración Sorpresa Exploración La relevancia de las
emociones como mecanismo adaptativo ya fue puesta de manifiesto por Darwin (1872/1984), quien
argumentó que la emoción sirve para facilitar la conducta apropiada, lo cual le confiere un papel de
extraordinaria relevancia en la adaptación. No obstante, las emociones son uno de los procesos menos
sometidos al principio de selección natural (Chóliz y Tejero, 1995), estando gobernados por tres principios
exclusivos de las mismas. Los principios fundamentales que rigen la evolución en las emociones son el de
hábitos útiles asociados, antítesis y acción directa del sistema nervioso. Los autores más relevantes de
orientación neo-darwinista son Plutchik (1970), Tomkins (1984), Izard (1984) y Ekman (1984). Como veremos
más adelante, los investigadores que se centran en el análisis de las funciones adaptativas de las emociones
ponen especial interés en el estudio de la expresión de las emociones, análisis diferencial de las emociones
básicas, estudios transculturales de las mismas y funciones específicas que representan. 2.2. Funciones
sociales. Puesto que una de las funciones principales de las emociones es facilitar la aparición de las conductas
apropiadas, la expresión de las emociones permite a los demás predecir el comportamiento asociado con las
mismas, lo cual tiene un indudable valor en los procesos de relación interpersonal. Izard (1989) destaca varias
funciones sociales de las emociones, como son las de facilitar la interacción social, controlar la conducta de
los demás, permitir la comunicación de los estados afectivos, o promover la conducta prosocial. Emociones
como la felicidad favorecen los vínculos sociales y relaciones interpersonales, mientras que la ira pueden
generar repuestas de evitación o de confrontación. De cualquier manera, la expresión de las emociones puede
considerarse como una serie de estímulos discriminativos que facilitan la realización de las conductas
apropiadas por parte de los demás. La propia represión de las emociones también tiene una evidente función
social. En un principio se trata de un proceso claramente adaptativo, por cuanto que es socialmente Mariano
Chóliz Montañés ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- 6 6
necesaria la inhibición de ciertas reacciones emocionales que podrían alterar las relaciones sociales y afectar
incluso a la propia estructura y funcionamiento de grupos y cualquier otro sistema de organización social. No
obstante, en algunos casos, la expresión de las emociones puede inducir el los demás altruismo y conducta
prosocial, mientras que la inhibición de otras puede producir malos entendidos y reacciones indeseables que
no se hubieran producido en el caso de que los demás hubieran conocido el estado emocional en el que se
encontraba (Pennebaker, 1993). Por último, si bien en muchos casos la revelación de las experiencias
emocionales es saludable y beneficiosa, tanto porque reduce el trabajo fisiológico que supone la inhibición
(Pennebaker, Colder y Sharp, 1990) como por el hecho de que favorece la creación de una red de apoyo social
ante la persona afectada (House, Landis y Umberson, 1988), los efectos sobre los demás pueden llegar a ser
perjudiciales, hecho éste que está constatado por la evidencia de que aquéllos que proveen apoyo social al
afligido sufren con mayor frecuencia trastornos físicos y mentales (Coyne, Kessler, Tal, Turnbull, Wortman y
Greden, 1987). 2.3. Funciones motivacionales La relación entre emoción y motivación es íntima, ya que se
trata de una experiencia presente en cualquier tipo de actividad que posee las dos principales características
de la conducta motivada, dirección e intensidad. La emoción energiza la conducta motivada. Una conducta
"cargada" emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. Como hemos comentado, la emoción tiene la
función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada exigencia. Así, la cólera
facilita las reacciones defensivas, la alegría la atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos
novedosos, etc. Por otro, dirige la conducta, en el sentido que facilita el acercamiento o la evitación del
objetivo de la conducta motivada en función de las características alguedónicas de la emoción. La función
motivacional de la emoción sería congruente con lo que hemos comentado anteriormente, de la existencia
de las dos dimensiones principales de la emoción: dimensión de agrado-desagrado e intensidad de la reacción
afectiva. La relación entre motivación y emoción no se limitan al hecho de que en toda conducta motivada se
producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede determinar la aparición de la propia conducta
motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda
conducta motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de unas
conductas motivadas y no otras. Psicología de la Emoción: el proceso emocional -------------------------------------
--------------------------------------------------------------------- 7 7 3. EMOCIONES BÁSICAS Una de las cuestiones
teóricas actuales más relevantes, al mismo tiempo que más controvertidas, en el estudio de la emoción es la
existencia, o no, de emociones básicas, universales, de las que se derivarían el resto de reacciones afectivas.
La asunción de la existencia de tales emociones básicas deriva directamente de los planteamientos de Darwin
y significaría que se trata de reacciones afectivas innatas, distintas entre ellas, presentes en todos los seres
humanos y que se expresan de forma característica (Tomkins, 1962, 1963; Ekman, 1984; Izard, 1977). La
diferencia entre las mismas no podría establecerse en términos de gradación en una determinada dimensión,
sino que serían cualitativamente diferentes. Según Izard (1991), los requisitos que debe cumplir cualquier
emoción para ser considerada como básica son los siguientes: -Tener un sustrato neural específico y distintivo.
-Tener una expresión o configuración facial específica y distintiva. -Poseer sentimientos específicos y
distintivos. -Derivar de procesos biológicos evolutivos. -Manifestar propiedades motivacionales y
organizativas de funciones adaptativas. Según este mismo autor, las emociones que cumplirían estos
requisitos son: placer, interés, sorpresa, tristeza, ira, asco, miedo y desprecio. Considera como una misma
emoción culpa y vergüenza, dado que no pueden distinguirse entre sí por su expresión facial. Por su parte,
Ekman, otro de los autores relevantes en el estudio de la emoción, considera que son seis las emociones
básicas (ira, alegría, asco, tristeza, sorpresa y miedo), a las que añadiría posteriormente el desprecio (Ekman,
1973; 1989, 1993; Ekman, O'Sullivan y Matsumoto, 1991a y b). En general, quienes defienden la existencia de
emociones básicas asumen que se trata de procesos directamente relacionados con la adaptación y la
evolución, que tienen un sustrato neural innato, universal y un estado afectivo asociado único. Para Izard
(1977), así como para Plutchik (1980), las emociones son fenómenos neuropsicológicos específicos fruto de
la selección natural, que organizan y motivan comportamientos fisiológicos y cognitivos que facilitan la
adaptación. Como hemos comentado, la cuestión de la existencia de emociones básicas es un tema
controvertido, sobre el que no existe todavía el suficiente consenso entre los investigadores. Ortony y Turner
(1990) señalan que no existen tales emociones básicas a partir de las cuales puedan construirse todas las
demás, ya que cada autor propone un número y unas emociones determinadas que no suelen coincidir con
las que proponen otros investigadores. Si realmente existieran emociones basicas claramente distintivas no
debería existir tal desconcierto. Para Ortony y Turner (1990) existen dos corrientes principales que abordan
las emociones básicas. Una biológica, que defiende que las emociones básicas han permitido la adaptación al
medio, se encuentran en diferentes culturas y debe haber un sustrato neurofisiológico común entre las
emociones básicas de los mamíferos, e incluso de los vertebrados. La otra corriente, psicológica, defiende que
todas las emociones se pueden explicar en función de emociones irreducibles. Ambas concepciones están
muy relacionadas y su distinción es fundamentalmente didáctica. Mariano Chóliz Montañés ----------------------
------------------------------------------------------------------------------------ 8 8 Ekman (1992) sale al paso de las críticas
de Ortony y Turner para defender la existencia de emociones básicas a nivel fisiológico corroborado por la
existencia de una serie de universales en la expresión emocional demostrados transculturalmente, así como
por un patrón fisiológico que caracterizaría a cada una de ellas. Las diferentes manifestaciones de actividad
del sistema nervioso autónomo estarían a la base de las conductas motoras apropiadas para las distintas
emociones, tales como miedo, ira o aversión. Tales emociones estarían directamente relacionadas con la
adaptación del organismo, y por lo tanto es consecuente que tengan un patrón de actividad autonómica
específica, no así otras emociones tales como felicidad o desprecio. No obstante, los resultados en este
particular no son concluyentes, y la existencia de patrones fisiológicos de respuesta característicos de cada
reacción afectiva es más un ideal que una realidad. El argumento que se ha esgrimido con mayor vehemencia
para demostrar la existencia de emociones básicas es el hecho de que tanto la expresión como el
reconocimiento sea un proceso innato y universal. Este argumento darwinista fue expuesto inicialmente por
Tomkins (1962) y ha sido desarrollado especialmente por Ekman e Izard (Ekman, 1994; Izard, 1994). No
obstante, tampoco sobre esta cuestión existe consenso, más bien al contrario aparecen estudios
experimentales que no corroboran la hipótesis de la universalidad en la expresión y reconocimiento de la
expresión facial de las emociones y que ponen de manifiesto que se trata de una conclusión producto de
importantes sesgos metodológicos (Russell, 1994; Chóliz, 1995c).
CUADROS
FUNCIONES DE LAS EMOCIONES Todas las emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y permite
que el sujeto ejecute con eficacia las reacciones conductuales apropiadas y ello con independencia de la
cualidad hedónica que generen. Incluso las emociones más desagradables tienen funciones importantes en la
adaptación social y el ajuste personal. Según Reeve (1994), la emoción tiene tres funciones principales: a.
Funciones adaptativas b. Funciones sociales c. Funciones motivacionales 2.1. Funciones adaptativas. Quizá
una de las funciones más importantes de la emoción sea la de preparar al organismo para que ejecute
eficazmente la conducta exigida por las condiciones ambientales, movilizando la energía necesaria para ello,
así como dirigiendo la conducta (acercando o alejando) hacia un objetivo determinado. Plutchik (1980)
destaca ocho funciones principales de las emociones y aboga por establecer un lenguaje funcional que
identifique cada una de dichas reacciones con la función adaptativa que le corresponde. De esta manera será
más fácil operativizar este proceso y poder aplicar convenientemente el método experimental para la
investigación en la emoción. La correspondencia entre la emoción y su función se refleja en el siguiente
cuadro: Psicología de la Emoción: el proceso emocional ---------------------------------------------------------------------
------------------------------------- 5 5 Tabla 1: Funciones de las emociones (tomado de Plutchik, 1980) Lenguaje
subjetivo Lenguaje funcional Miedo Protección Ira Destrucción Alegría Reproducción Tristeza Reintegración
Confianza Afiliación Asco Rechazo Anticipación Exploración Sorpresa Exploración La relevancia de las
emociones como mecanismo adaptativo ya fue puesta de manifiesto por Darwin (1872/1984), quien
argumentó que la emoción sirve para facilitar la conducta apropiada, lo cual le confiere un papel de
extraordinaria relevancia en la adaptación. No obstante, las emociones son uno de los procesos menos
sometidos al principio de selección natural (Chóliz y Tejero, 1995), estando gobernados por tres principios
exclusivos de las mismas. Los principios fundamentales que rigen la evolución en las emociones son el de
hábitos útiles asociados, antítesis y acción directa del sistema nervioso. Los autores más relevantes de
orientación neo-darwinista son Plutchik (1970), Tomkins (1984), Izard (1984) y Ekman (1984). Como veremos
más adelante, los investigadores que se centran en el análisis de las funciones adaptativas de las emociones
ponen especial interés en el estudio de la expresión de las emociones, análisis diferencial de las emociones
básicas, estudios transculturales de las mismas y funciones específicas que representan. 2.2. Funciones
sociales. Puesto que una de las funciones principales de las emociones es facilitar la aparición de las conductas
apropiadas, la expresión de las emociones permite a los demás predecir el comportamiento asociado con las
mismas, lo cual tiene un indudable valor en los procesos de relación interpersonal. Izard (1989) destaca varias
funciones sociales de las emociones, como son las de facilitar la interacción social, controlar la conducta de
los demás, permitir la comunicación de los estados afectivos, o promover la conducta prosocial. Emociones
como la felicidad favorecen los vínculos sociales y relaciones interpersonales, mientras que la ira pueden
generar repuestas de evitación o de confrontación. De cualquier manera, la expresión de las emociones puede
considerarse como una serie de estímulos discriminativos que facilitan la realización de las conductas
apropiadas por parte de los demás. La propia represión de las emociones también tiene una evidente función
social. En un principio se trata de un proceso claramente adaptativo, por cuanto que es socialmente Mariano
Chóliz Montañés ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- 6 6
necesaria la inhibición de ciertas reacciones emocionales que podrían alterar las relaciones sociales y afectar
incluso a la propia estructura y funcionamiento de grupos y cualquier otro sistema de organización social. No
obstante, en algunos casos, la expresión de las emociones puede inducir el los demás altruismo y conducta
prosocial, mientras que la inhibición de otras puede producir malos entendidos y reacciones indeseables que
no se hubieran producido en el caso de que los demás hubieran conocido el estado emocional en el que se
encontraba (Pennebaker, 1993). Por último, si bien en muchos casos la revelación de las experiencias
emocionales es saludable y beneficiosa, tanto porque reduce el trabajo fisiológico que supone la inhibición
(Pennebaker, Colder y Sharp, 1990) como por el hecho de que favorece la creación de una red de apoyo social
ante la persona afectada (House, Landis y Umberson, 1988), los efectos sobre los demás pueden llegar a ser
perjudiciales, hecho éste que está constatado por la evidencia de que aquéllos que proveen apoyo social al
afligido sufren con mayor frecuencia trastornos físicos y mentales (Coyne, Kessler, Tal, Turnbull, Wortman y
Greden, 1987). 2.3. Funciones motivacionales La relación entre emoción y motivación es íntima, ya que se
trata de una experiencia presente en cualquier tipo de actividad que posee las dos principales características
de la conducta motivada, dirección e intensidad. La emoción energiza la conducta motivada. Una conducta
"cargada" emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. Como hemos comentado, la emoción tiene la
función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada exigencia. Así, la cólera
facilita las reacciones defensivas, la alegría la atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos
novedosos, etc. Por otro, dirige la conducta, en el sentido que facilita el acercamiento o la evitación del
objetivo de la conducta motivada en función de las características alguedónicas de la emoción. La función
motivacional de la emoción sería congruente con lo que hemos comentado anteriormente, de la existencia
de las dos dimensiones principales de la emoción: dimensión de agrado-desagrado e intensidad de la reacción
afectiva. La relación entre motivación y emoción no se limitan al hecho de que en toda conducta motivada se
producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede determinar la aparición de la propia conducta
motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda
conducta motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de unas
conductas motivadas y no otras. Psicología de la Emoción: el proceso emocional -------------------------------------
--------------------------------------------------------------------- 7 7 3. EMOCIONES BÁSICAS Una de las cuestiones
teóricas actuales más relevantes, al mismo tiempo que más controvertidas, en el estudio de la emoción es la
existencia, o no, de emociones básicas, universales, de las que se derivarían el resto de reacciones afectivas.
La asunción de la existencia de tales emociones básicas deriva directamente de los planteamientos de Darwin
y significaría que se trata de reacciones afectivas innatas, distintas entre ellas, presentes en todos los seres
humanos y que se expresan de forma característica (Tomkins, 1962, 1963; Ekman, 1984; Izard, 1977). La
diferencia entre las mismas no podría establecerse en términos de gradación en una determinada dimensión,
sino que serían cualitativamente diferentes. Según Izard (1991), los requisitos que debe cumplir cualquier
emoción para ser considerada como básica son los siguientes: -Tener un sustrato neural específico y distintivo.
-Tener una expresión o configuración facial específica y distintiva. -Poseer sentimientos específicos y
distintivos. -Derivar de procesos biológicos evolutivos. -Manifestar propiedades motivacionales y
organizativas de funciones adaptativas. Según este mismo autor, las emociones que cumplirían estos
requisitos son: placer, interés, sorpresa, tristeza, ira, asco, miedo y desprecio. Considera como una misma
emoción culpa y vergüenza, dado que no pueden distinguirse entre sí por su expresión facial. Por su parte,
Ekman, otro de los autores relevantes en el estudio de la emoción, considera que son seis las emociones
básicas (ira, alegría, asco, tristeza, sorpresa y miedo), a las que añadiría posteriormente el desprecio (Ekman,
1973; 1989, 1993; Ekman, O'Sullivan y Matsumoto, 1991a y b). En general, quienes defienden la existencia de
emociones básicas asumen que se trata de procesos directamente relacionados con la adaptación y la
evolución, que tienen un sustrato neural innato, universal y un estado afectivo asociado único. Para Izard
(1977), así como para Plutchik (1980), las emociones son fenómenos neuropsicológicos específicos fruto de
la selección natural, que organizan y motivan comportamientos fisiológicos y cognitivos que facilitan la
adaptación. Como hemos comentado, la cuestión de la existencia de emociones básicas es un tema
controvertido, sobre el que no existe todavía el suficiente consenso entre los investigadores. Ortony y Turner
(1990) señalan que no existen tales emociones básicas a partir de las cuales puedan construirse todas las
demás, ya que cada autor propone un número y unas emociones determinadas que no suelen coincidir con
las que proponen otros investigadores. Si realmente existieran emociones basicas claramente distintivas no
debería existir tal desconcierto. Para Ortony y Turner (1990) existen dos corrientes principales que abordan
las emociones básicas. Una biológica, que defiende que las emociones básicas han permitido la adaptación al
medio, se encuentran en diferentes culturas y debe haber un sustrato neurofisiológico común entre las
emociones básicas de los mamíferos, e incluso de los vertebrados. La otra corriente, psicológica, defiende que
todas las emociones se pueden explicar en función de emociones irreducibles. Ambas concepciones están
muy relacionadas y su distinción es fundamentalmente didáctica. Mariano Chóliz Montañés ----------------------
------------------------------------------------------------------------------------ 8 8 Ekman (1992) sale al paso de las críticas
de Ortony y Turner para defender la existencia de emociones básicas a nivel fisiológico corroborado por la
existencia de una serie de universales en la expresión emocional demostrados transculturalmente, así como
por un patrón fisiológico que caracterizaría a cada una de ellas. Las diferentes manifestaciones de actividad
del sistema nervioso autónomo estarían a la base de las conductas motoras apropiadas para las distintas
emociones, tales como miedo, ira o aversión. Tales emociones estarían directamente relacionadas con la
adaptación del organismo, y por lo tanto es consecuente que tengan un patrón de actividad autonómica
específica, no así otras emociones tales como felicidad o desprecio. No obstante, los resultados en este
particular no son concluyentes, y la existencia de patrones fisiológicos de respuesta característicos de cada
reacción afectiva es más un ideal que una realidad. El argumento que se ha esgrimido con mayor vehemencia
para demostrar la existencia de emociones básicas es el hecho de que tanto la expresión como el
reconocimiento sea un proceso innato y universal. Este argumento darwinista fue expuesto inicialmente por
Tomkins (1962) y ha sido desarrollado especialmente por Ekman e Izard (Ekman, 1994; Izard, 1994). No
obstante, tampoco sobre esta cuestión existe consenso, más bien al contrario aparecen estudios
experimentales que no corroboran la hipótesis de la universalidad en la expresión y reconocimiento de la
expresión facial de las emociones y que ponen de manifiesto que se trata de una conclusión producto de
importantes sesgos metodológicos (Russell, 1994; Chóliz, 1995c).
FUNCIONES DE LAS EMOCIONES Todas las emociones tienen alguna función que les confiere utilidad y permite
que el sujeto ejecute con eficacia las reacciones conductuales apropiadas y ello con independencia de la
cualidad hedónica que generen. Incluso las emociones más desagradables tienen funciones importantes en la
adaptación social y el ajuste personal. Según Reeve (1994), la emoción tiene tres funciones principales: a.
Funciones adaptativas b. Funciones sociales c. Funciones motivacionales 2.1. Funciones adaptativas. Quizá
una de las funciones más importantes de la emoción sea la de preparar al organismo para que ejecute
eficazmente la conducta exigida por las condiciones ambientales, movilizando la energía necesaria para ello,
así como dirigiendo la conducta (acercando o alejando) hacia un objetivo determinado. Plutchik (1980)
destaca ocho funciones principales de las emociones y aboga por establecer un lenguaje funcional que
identifique cada una de dichas reacciones con la función adaptativa que le corresponde. De esta manera será
más fácil operativizar este proceso y poder aplicar convenientemente el método experimental para la
investigación en la emoción. La correspondencia entre la emoción y su función se refleja en el siguiente
cuadro: Psicología de la Emoción: el proceso emocional ---------------------------------------------------------------------
------------------------------------- 5 5 Tabla 1: Funciones de las emociones (tomado de Plutchik, 1980) Lenguaje
subjetivo Lenguaje funcional Miedo Protección Ira Destrucción Alegría Reproducción Tristeza Reintegración
Confianza Afiliación Asco Rechazo Anticipación Exploración Sorpresa Exploración La relevancia de las
emociones como mecanismo adaptativo ya fue puesta de manifiesto por Darwin (1872/1984), quien
argumentó que la emoción sirve para facilitar la conducta apropiada, lo cual le confiere un papel de
extraordinaria relevancia en la adaptación. No obstante, las emociones son uno de los procesos menos
sometidos al principio de selección natural (Chóliz y Tejero, 1995), estando gobernados por tres principios
exclusivos de las mismas. Los principios fundamentales que rigen la evolución en las emociones son el de
hábitos útiles asociados, antítesis y acción directa del sistema nervioso. Los autores más relevantes de
orientación neo-darwinista son Plutchik (1970), Tomkins (1984), Izard (1984) y Ekman (1984). Como veremos
más adelante, los investigadores que se centran en el análisis de las funciones adaptativas de las emociones
ponen especial interés en el estudio de la expresión de las emociones, análisis diferencial de las emociones
básicas, estudios transculturales de las mismas y funciones específicas que representan. 2.2. Funciones
sociales. Puesto que una de las funciones principales de las emociones es facilitar la aparición de las conductas
apropiadas, la expresión de las emociones permite a los demás predecir el comportamiento asociado con las
mismas, lo cual tiene un indudable valor en los procesos de relación interpersonal. Izard (1989) destaca varias
funciones sociales de las emociones, como son las de facilitar la interacción social, controlar la conducta de
los demás, permitir la comunicación de los estados afectivos, o promover la conducta prosocial. Emociones
como la felicidad favorecen los vínculos sociales y relaciones interpersonales, mientras que la ira pueden
generar repuestas de evitación o de confrontación. De cualquier manera, la expresión de las emociones puede
considerarse como una serie de estímulos discriminativos que facilitan la realización de las conductas
apropiadas por parte de los demás. La propia represión de las emociones también tiene una evidente función
social. En un principio se trata de un proceso claramente adaptativo, por cuanto que es socialmente Mariano
Chóliz Montañés ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- 6 6
necesaria la inhibición de ciertas reacciones emocionales que podrían alterar las relaciones sociales y afectar
incluso a la propia estructura y funcionamiento de grupos y cualquier otro sistema de organización social. No
obstante, en algunos casos, la expresión de las emociones puede inducir el los demás altruismo y conducta
prosocial, mientras que la inhibición de otras puede producir malos entendidos y reacciones indeseables que
no se hubieran producido en el caso de que los demás hubieran conocido el estado emocional en el que se
encontraba (Pennebaker, 1993). Por último, si bien en muchos casos la revelación de las experiencias
emocionales es saludable y beneficiosa, tanto porque reduce el trabajo fisiológico que supone la inhibición
(Pennebaker, Colder y Sharp, 1990) como por el hecho de que favorece la creación de una red de apoyo social
ante la persona afectada (House, Landis y Umberson, 1988), los efectos sobre los demás pueden llegar a ser
perjudiciales, hecho éste que está constatado por la evidencia de que aquéllos que proveen apoyo social al
afligido sufren con mayor frecuencia trastornos físicos y mentales (Coyne, Kessler, Tal, Turnbull, Wortman y
Greden, 1987). 2.3. Funciones motivacionales La relación entre emoción y motivación es íntima, ya que se
trata de una experiencia presente en cualquier tipo de actividad que posee las dos principales características
de la conducta motivada, dirección e intensidad. La emoción energiza la conducta motivada. Una conducta
"cargada" emocionalmente se realiza de forma más vigorosa. Como hemos comentado, la emoción tiene la
función adaptativa de facilitar la ejecución eficaz de la conducta necesaria en cada exigencia. Así, la cólera
facilita las reacciones defensivas, la alegría la atracción interpersonal, la sorpresa la atención ante estímulos
novedosos, etc. Por otro, dirige la conducta, en el sentido que facilita el acercamiento o la evitación del
objetivo de la conducta motivada en función de las características alguedónicas de la emoción. La función
motivacional de la emoción sería congruente con lo que hemos comentado anteriormente, de la existencia
de las dos dimensiones principales de la emoción: dimensión de agrado-desagrado e intensidad de la reacción
afectiva. La relación entre motivación y emoción no se limitan al hecho de que en toda conducta motivada se
producen reacciones emocionales, sino que una emoción puede determinar la aparición de la propia conducta
motivada, dirigirla hacia determinado objetivo y hacer que se ejecute con intensidad. Podemos decir que toda
conducta motivada produce una reacción emocional y a su vez la emoción facilita la aparición de unas
conductas motivadas y no otras. Psicología de la Emoción: el proceso emocional -------------------------------------
--------------------------------------------------------------------- 7 7 3. EMOCIONES BÁSICAS Una de las cuestiones
teóricas actuales más relevantes, al mismo tiempo que más controvertidas, en el estudio de la emoción es la
existencia, o no, de emociones básicas, universales, de las que se derivarían el resto de reacciones afectivas.
La asunción de la existencia de tales emociones básicas deriva directamente de los planteamientos de Darwin
y significaría que se trata de reacciones afectivas innatas, distintas entre ellas, presentes en todos los seres
humanos y que se expresan de forma característica (Tomkins, 1962, 1963; Ekman, 1984; Izard, 1977). La
diferencia entre las mismas no podría establecerse en términos de gradación en una determinada dimensión,
sino que serían cualitativamente diferentes. Según Izard (1991), los requisitos que debe cumplir cualquier
emoción para ser considerada como básica son los siguientes: -Tener un sustrato neural específico y distintivo.
-Tener una expresión o configuración facial específica y distintiva. -Poseer sentimientos específicos y
distintivos. -Derivar de procesos biológicos evolutivos. -Manifestar propiedades motivacionales y
organizativas de funciones adaptativas. Según este mismo autor, las emociones que cumplirían estos
requisitos son: placer, interés, sorpresa, tristeza, ira, asco, miedo y desprecio. Considera como una misma
emoción culpa y vergüenza, dado que no pueden distinguirse entre sí por su expresión facial. Por su parte,
Ekman, otro de los autores relevantes en el estudio de la emoción, considera que son seis las emociones
básicas (ira, alegría, asco, tristeza, sorpresa y miedo), a las que añadiría posteriormente el desprecio (Ekman,
1973; 1989, 1993; Ekman, O'Sullivan y Matsumoto, 1991a y b). En general, quienes defienden la existencia de
emociones básicas asumen que se trata de procesos directamente relacionados con la adaptación y la
evolución, que tienen un sustrato neural innato, universal y un estado afectivo asociado único. Para Izard
(1977), así como para Plutchik (1980), las emociones son fenómenos neuropsicológicos específicos fruto de
la selección natural, que organizan y motivan comportamientos fisiológicos y cognitivos que facilitan la
adaptación. Como hemos comentado, la cuestión de la existencia de emociones básicas es un tema
controvertido, sobre el que no existe todavía el suficiente consenso entre los investigadores. Ortony y Turner
(1990) señalan que no existen tales emociones básicas a partir de las cuales puedan construirse todas las
demás, ya que cada autor propone un número y unas emociones determinadas que no suelen coincidir con
las que proponen otros investigadores. Si realmente existieran emociones basicas claramente distintivas no
debería existir tal desconcierto. Para Ortony y Turner (1990) existen dos corrientes principales que abordan
las emociones básicas. Una biológica, que defiende que las emociones básicas han permitido la adaptación al
medio, se encuentran en diferentes culturas y debe haber un sustrato neurofisiológico común entre las
emociones básicas de los mamíferos, e incluso de los vertebrados. La otra corriente, psicológica, defiende que
todas las emociones se pueden explicar en función de emociones irreducibles. Ambas concepciones están
muy relacionadas y su distinción es fundamentalmente didáctica. Mariano Chóliz Montañés ----------------------
------------------------------------------------------------------------------------ 8 8 Ekman (1992) sale al paso de las críticas
de Ortony y Turner para defender la existencia de emociones básicas a nivel fisiológico corroborado por la
existencia de una serie de universales en la expresión emocional demostrados transculturalmente, así como
por un patrón fisiológico que caracterizaría a cada una de ellas. Las diferentes manifestaciones de actividad
del sistema nervioso autónomo estarían a la base de las conductas motoras apropiadas para las distintas
emociones, tales como miedo, ira o aversión. Tales emociones estarían directamente relacionadas con la
adaptación del organismo, y por lo tanto es consecuente que tengan un patrón de actividad autonómica
específica, no así otras emociones tales como felicidad o desprecio. No obstante, los resultados en este
particular no son concluyentes, y la existencia de patrones fisiológicos de respuesta característicos de cada
reacción afectiva es más un ideal que una realidad. El argumento que se ha esgrimido con mayor vehemencia
para demostrar la existencia de emociones básicas es el hecho de que tanto la expresión como el
reconocimiento sea un proceso innato y universal. Este argumento darwinista fue expuesto inicialmente por
Tomkins (1962) y ha sido desarrollado especialmente por Ekman e Izard (Ekman, 1994; Izard, 1994). No
obstante, tampoco sobre esta cuestión existe consenso, más bien al contrario aparecen estudios
experimentales que no corroboran la hipótesis de la universalidad en la expresión y reconocimiento de la
expresión facial de las emociones y que ponen de manifiesto que se trata de una conclusión producto de
importantes sesgos metodológicos (Russell, 1994; Chóliz, 1995c).

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