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Hacia el año 500 d.C.

la zona que hoy ocupa el distrito de Miraflores era dominada por un imponente
centro ceremonial y administrativo que hoy llamamos Huaca Pucllana (antes, “Juliana”). Pero lo que
vemos hoy es sólo un fragmento (5 hectáreas) de su antiguo esplendor pues se trataba de un sitio que
abarcaba una extensión mayor a las 15 hectáreas, y llegaba a lo que es hoy la Bajada Balta. La Huaca
Pucllana fue uno de los centros más importantes de la Cultura Lima y dependía del complejo principal
de Maranga.

Es importante mencionar que “pucllana” es un vocablo quechua que deriva de pucllay y significa “lugar
de juego” que probablemente tenga relación con los juegos rituales o ceremonias religiosas que
realizaron los antiguos habitantes de Miraflores en este antiguo adoratorio. Por lo tanto, Pucllana no
fue técnicamente una ciudadela sino un centro ceremonial donde residía una elite sacerdotal. Desde
allí, esta elite ejercía poder hacia la zona del valle que le correspondía. El recinto está hoy bien
conservado y puesto en valor por un Patronato y la municipalidad del distrito.

La Independencia y el siglo XIX.

Cuando llegaron los años difíciles de la guerra por la emancipación de España, a la altura de lo que es
hoy el “Óvalo”, se reunieron los representantes del virrey Joaquín de la Pezuela y del libertador José
San Martín para discutir la posibilidad de declarar la independencia del Perú: la “Conferencia de
Miraflores”. Luego de culminada la guerra con los realistas, durante la temprana República, Miraflores
se fue convirtiendo en un pueblo con una iglesia “pequeña pero vistosa” y un vecindario compuesto,
en 1839, por 18 blancos y/o mestizos y 121 indios que se dedicaban a la agricultura.

El 2 de enero de 1857, el presidente Ramón Castilla promulgó la ley aprobada la formación del
Registro Cívico. Es así como, en conformidad con la Ley Orgánica de Noviembre de 1856, Miraflores
nace como distrito, quedando bajo su jurisdicción los fundos de Balconcillo, Barboncito, La Palma,
Conde San Isidro, Lince, Limatambo, Santa Cruz, Chacarilla y Armendáriz, así como las tierras de
Leuro y Ocharán y las chacritas de San Francisco y Mengoa. Sus extensas tierras rurales se
desplegaban en torno a un pueblo todavía pequeño pero cargado de tradición. Eran años tranquilos
que no se alteraron con la construcción del ferrocarril de Lima a Chorrillos, inaugurado un año antes
de la creación del distrito. Otra vía de acceso a Miraflores era el camino antiguo, donde hoy está la
avenida Arequipa. Por aquí se entraba a la villa, un lugar tranquilo de jardines y grandes huertas.
Cuando se ingresaba, se veían los ranchos típicos del XIX, como el del gran mariscal Mariano
Necochea y el de la condesa de Fuentes Rosales, hoy lamentablemente desaparecidos. Miraflores tenía
apenas tres grandes calles; la que más destacaba era la Alameda (hoy avenida Ricardo Palma), con
hermosos jardines y grandes ficus. En 1873 se refaccionó la antigua iglesia. Toda esa quietud se
acabó en 1881, cuando sus escasos pobladores tuvieron que tomar el fusil para defenderse del ataque
chileno.

Miraflores entre el siglo XIX y el XX.- Luego del conflicto, llegan a Miraflores más propietarios como
los italianos Domenico Porta y Francesco Priamo. A finales del siglo XIX, su estrecho territorio urbano
lindaba, por el Norte, con los terrenos del Fundo Surquillo y, por el Poniente, con la calle Bellavista; al
Oriente con los rieles del ferrocarril a Lima y, al Sur, apenas aparecían las dos primeras cuadras de
Larco y Porta. El Municipio, por su lado, se esforzaba en urbanizar las tierras colindantes a la Alameda.
No había aumentado mucho la población, pues según un censo de 1898, era de 636 habitantes. La
playa, por su lado, estaba unida al pueblo por la pintoresca bajada Balta, y para llegar a Barranco
había una gran alameda de ficus.

El gran cambio se anunció a inicios del siglo XX cuando se abrió la avenida Leguía, proyectada por el
arquitecto Augusto Benavides en tiempos de la Presidencia de José Pardo, e inaugurada por el líder de
la Patria Nueva en 1921, con motivo del Centenario de la Independencia. La apertura de este nuevo
camino atrajo a muchos vecinos de Lima a esta ciudad, buscando casa propia y un nuevo estilo de
vida. De otro lado, por la avenida de la Magdalena (hoy Pérez Araníbar), que enlazaba con la avenida
del Ejército a través de las tierras del fundo Santa Cruz, la gente acudía con vehículos motorizados a
Miraflores. El tranvía, por su lado, era otro nexo entre Miraflores y la Capital. Otro factor que impulsó
el urbanismo en Miraflores es que, entre 1903 y 1905, el Municipio emprendió obras de saneamiento
u ornato; por ejemplo,

Miraflores ya contaba con instalación del agua potable y desagüe, alumbrado con gas incandescente,
aceras pavimentadas locetones de cemento, jardines públicos bien arreglados. Pronto vendrían un
nuevo mercado, una comisaría urbana, la prolongación hacia el mar de la Alameda, la plantación
árboles en la avenida Colina (hoy Alfredo Benavides) y la ornamentación del Malecón.

Cuando se instaló el tranvía eléctrico (1908), el distrito alcanzaba una población de 1,258 habitantes;
10 años después, unos 5,400; y 24,500 a mediados de la década de 1920. Cuando llegó 1930, año en
que cayó el presidente Leguía, Miraflores ya era una ciudad que había cobrado gran protagonismo a
raíz de la expansión urbana de Lima y a la modernización del transporte durante los años de la Patria
Nueva. La culminación de la avenida Leguía, hoy Arequipa (1928), y la venta de terrenos inmobiliarios
sobre la base de las antiguas haciendas de la zona, hicieron que la antigua “villa” se transformara en
una ciudad moderna, con casi 50 mil habitantes. A esto también ayudó la apertura de la avenida José
A. Larco en su prolongación hasta los límites urbanos del Sur, en la quebrada de Armendáriz, lo que
significó una nueva etapa en su urbanismo.

Cuando asumió la Presidencia de la República el coronel Luis M. Sánchez Cerro, éste pasaba los fines
de semana en una casa que le habían prestado unos amigos en la avenida “28 de Julio”: Todos los
domingos, el Presidente asistía a la misa dominical en la antigua Iglesia Matriz del Parque de
Miraflores. Fue por ello que Miraflores cobró notoriedad nacional cuando el domingo 6 de marzo de
1932, al mediodía, el presidente Sánchez Cerro sufrió un ataque contra su vida en la puerta Iglesia
Matriz. Herido el Presidente, rápidamente fue conducido a la Clínica Delgado, ubicada en la avenida
Angamos, para recibir atención médica urgente que pudo salvarle la vida.

Cabe destacar que la creación del distrito de La Victoria (1920) redujo sus límites al desagregarse el
fundo Balconcillo. Luego, en 1931, el pujante barrio de San Isidro, restó un nuevo segmento a su
jurisdicción, y, en 1949, el barrio de Surquillo se independizó de su gobierno municipal. Respecto a
los famosos ranchos miraflorinos, que nos quedan muy pocos, Héctor Velarde comentaba hace
algunos años: “Como monumento histórico-artístico Miraflores no presenta sino algunas residencias
de su época romántica, caracterizadas por las finezas de sus líneas y su espíritu campestre; pórticos
centrales y esbeltas columnillas de madera con cuerpos laterales simétricos, cerrados y de ligeras
proporciones”. Otra de las características arquitectónicas de Miraflores son sus históricas y
pintorescas quintas entre las que podemos citar las que se ubican a lo largo de la avenida 28 de Julio,
en la antigua urbanización Leuro: Quinta Bustos (cuadra 5), Quinta Prado (cuadra 6) y, especialmente,
la Quinta Luero (cuadra 8), declarada Patrimonio Cultural de la Nación.

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