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Hilda Fernández
Arte poética II
Osvaldo Bossi
Ni la noche ni el frío
Ed. Textos intrusos 2012
Tal vez como secuela del lenguaje infantil, tanto analistas como poetas, ponen más
atención en el mensaje que en el código.
Sandro Penna
Una extraña alegría de vivir
Este lugar marginal encuentra relación con lo que propone Diana Bellessi en
La pequeña voz del mundo:
Esa pequeña voz del sueño o de la vigilia más atenta que la idiota de la
familia escucha, los ojos fijos en la gloria de las formas. Intenta traducirla
con las mismas herramientas inocentes del vulgo, pero la engola a veces, la
encierra y no deja a la grácil melodía fluir por donde quiera.
Puedan los lectores de esta página de Cartas para que la alegría, después
de haberla leído, tener acceso al libro todo en su módica extensión de
veintidós poemas y volverlo suyo con sus lecturas y juegos.
Calveyra vislumbra el trabajo de apropiación que se produce en la infancia de todo
material que llega a manos de un niño. Jugar es apropiarse.
Si bien el poeta, al igual que el pintor, se las ve con la página en blanco, la tarea de
construir el poema también requiere de las artes del escultor, tallando los textos
como piedras preciosas, haciendo brillar cada palabra con luz propia.
El poeta sabe vérselas con el silencio, juega con él, lo modela para crear la voz del
poema.
En el trabajo clínico con niños, a partir de Winnicott, el silencio puede leerse como
deseo/derecho de no comunicarse. A diferencia del silencio autista, el deseo de no
comunicarse está en relación a la problemática del ser.
Diana Bellessi
Una voz que teja ese sostén no con un hilo único sino más bien como una urdimbre
de materiales diversos como el pájaro que anida, construyendo así una nueva
meterialidad que brilla en el poema con todos sus matices.
Para los que buscan reducir al lenguaje y el psicoanálisis a las ciencias exactas,
tenemos malas noticias. El psicoanalista no le teme a lo inclasificable, por el
contrario, disfruta ese encuentro con cada perla que encuentra sepultada. El poeta
no le teme al sinsentido porque allí encuentra la voz que le permite decir lo
inasible.
Una niña de tres años pregunta y pregunta: cuántos años tiene su hermana,
cuántos años tiene su mamá, cuántos años tiene su papá y después de un silencio
más o menos prolongado, interroga: ¿cuántos años cumplirán los elefantes.
Los niños y los poetas utilizan el lenguaje para nombrar el mundo con una voz
única y original.