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Son chiquitos, oscuros, se reproducen a toda velocidad y tienen alas tan duras que
se confunden con un caparazón. Se trata de los tenebriónidos, un tipo de
escarabajo que el saber popular denomina gorgojos. Créase o no, en nuestro país
más de 100.000 personas los consumen vivos con la esperanza de aliviar dolores
o de curar enfermedades crónicas.
Sin embargo, al ser interrogado sobre los fundamentos de esta terapia, responde
que no tiene "ninguna formación en salud para avalar la investigación científica de
los gorgojos".
Según Dieminger, su objetivo es que el Estado investigue los aportes curativos -si
es que los tuvieran- de los tenebriónidos, que, afirma, aumentarían el nivel de
defensas del sistema inmunológico. Para esto, organizó con su familia y "pocos
amigos" la Fundación Avanzar, en Oberá. Con ella respalda la Cadena del
Gorgojo, que fomenta el consumo de estos bichitos a través de una red de
distribución gratuita formada por 380 familias que los crían en sus hogares. Para
todos ellos, los tenebriónidos son "un antibiótico antitumoral y un antineoplásico
natural".
UN REGALO DE DIOS
Pero esto no es todo. Cientos de entrerrianos consumen en Paraná estos bichitos
a partir de los elogios que difunde el padre Antonio Orlando Mattiassi, de la iglesia
Inmaculado Corazón de María, en el barrio Bajada Grande. Allí, a pesar de la
insistencia de Dieminger en que no se lucre con la desesperación, la distribución
no es del todo gratuita.
Esta frase aparece en los volantes que el padre Mattiassi entrega a la feligresía de
su parroquia.
"El Arzobispado (de Paraná) no ha tomado aún ninguna posición al respecto -dijo a
LA NACION-. En lo personal, he tenido mis reparos porque no se puede jugar con
la gente. Por el momento no puedo hacer otra cosa que esperar hasta que asuma
el nuevo arzobispo, monseñor (Mario) Maulión."