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Seudociencia: una red de familias distribuye en el país un tipo de escarabajo al que

atribuye propiedades curativas

¿"Gorgojos" para curar el cáncer y el sida?


Un analista de sistemas de la ciudad de Oberá, Misiones, redactó un manual y
fomenta su ingesta a través de Internet
Por Fabiola Czubaj | LA NACION

Son chiquitos, oscuros, se reproducen a toda velocidad y tienen alas tan duras que
se confunden con un caparazón. Se trata de los tenebriónidos, un tipo de
escarabajo que el saber popular denomina gorgojos. Créase o no, en nuestro país
más de 100.000 personas los consumen vivos con la esperanza de aliviar dolores
o de curar enfermedades crónicas.

Desde hace cuatro años, un analista de sistemas de la ciudad misionera de Oberá,


Rubén Dieminger, promueve un tratamiento que consiste en la ingesta de unos
4900 tenebriónidos durante 140 días para curar desde artritis hasta mal de
Parkinson, cáncer o sida.

Sin embargo, al ser interrogado sobre los fundamentos de esta terapia, responde
que no tiene "ninguna formación en salud para avalar la investigación científica de
los gorgojos".

No apto para estómagos sensibles, el tratamiento que Dieminger tomó de Arnoldo


Ršsler, colono de la ciudad misionera de Leandro N. Alem, se basa en
los Ulomoides dermestoides, originarios de Asia.

A medida que sus supuestos "beneficios" se difunden de boca en boca y a través


de Internet, aumentan sus consumidores y, a su vez, muchos argentinos los
ingresan desde Paraguay sin autorización para criarlos en sus casas.

Según Dieminger, su objetivo es que el Estado investigue los aportes curativos -si
es que los tuvieran- de los tenebriónidos, que, afirma, aumentarían el nivel de
defensas del sistema inmunológico. Para esto, organizó con su familia y "pocos
amigos" la Fundación Avanzar, en Oberá. Con ella respalda la Cadena del
Gorgojo, que fomenta el consumo de estos bichitos a través de una red de
distribución gratuita formada por 380 familias que los crían en sus hogares. Para
todos ellos, los tenebriónidos son "un antibiótico antitumoral y un antineoplásico
natural".

La hipótesis de Dieminger es simple. Según su manual de bolsillo, al llegar al


estómago los gorgojos se mueren y liberan proteínas, aminoácidos y una sustancia
desconocida que denominacoleotoxina . "Es sólo una forma de trazar un paralelo
entre la crotoxina y la toxina encontrada en este coleóptero", admitió a LA NACION
este investigador autodidacto sui géneris.

Para formular su hipótesis, Dieminger analizó cualitativamente (sic) los resultados


que le comentaron "pocas personas" con distintas enfermedades y que ingirieron
los bichitos sin abandonar el tratamiento tradicional.
"Mi objetivo es que el Estado investigue y arme un supercriadero de gorgojos para
las personas sin recursos -apuntó Dieminger-. El gobierno se involucrará cuando
considere que es un negocio político interesante."

UN REGALO DE DIOS
Pero esto no es todo. Cientos de entrerrianos consumen en Paraná estos bichitos
a partir de los elogios que difunde el padre Antonio Orlando Mattiassi, de la iglesia
Inmaculado Corazón de María, en el barrio Bajada Grande. Allí, a pesar de la
insistencia de Dieminger en que no se lucre con la desesperación, la distribución
no es del todo gratuita.

"Los gorgojos son un regalo de Dios Padre a la humanidad sufriente y


especialmente para los más pobres, que no pueden pagarse medicamentos
costosos, y para darles una lección a los grandes laboratorios que especulan con
la vida de los desposeídos."

Esta frase aparece en los volantes que el padre Mattiassi entrega a la feligresía de
su parroquia.

"Si lo recibiste gratuitamente, dalo gratuitamente", continúa equívocamente el


texto, que pide una colaboración de "al menos" siete pesos por cada recipiente con
gorgojos suficientes para iniciar su reproducción "casera" valiéndose de harina de
salvado o de maíz, cáscaras de banana o maní.

"Deben ingerirse vivos, ya que al llegar al estómago mueren y liberan la crotoxina


(sic)", afirma el volante que atribuye a los tenebriónidos la cura del cáncer, los
tumores, las úlceras externas e internas, la artritis, la artrosis, el mal de Parkinson,
la diabetes, el asma, la soriasis, la osteoporosis o el sida.

Consultado al respecto, el presbítero Fernando Montejano, encargado del Litoral


para la Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Argentina, dijo conocer
que "el padre Mattiassi fomenta esa terapia en Paraná".

"El Arzobispado (de Paraná) no ha tomado aún ninguna posición al respecto -dijo a
LA NACION-. En lo personal, he tenido mis reparos porque no se puede jugar con
la gente. Por el momento no puedo hacer otra cosa que esperar hasta que asuma
el nuevo arzobispo, monseñor (Mario) Maulión."

Mientras tanto, los tenebriónidos orientales -importados sin autorización- están


dispersos en el país y ya son una "plaga potencial para los granos y los cereales
almacenados", según un informe publicado en el último número de la revista de la
Sociedad Argentina de Entomología.

Uno de sus autores es el doctor Gustavo Flores, del Laboratorio de Entomología


del Instituto Argentino de Investigación de las Zonas Aridas (Iadiza) del Conicet, en
Mendoza.

Especialista en tenebriónidos, Flores se lamentó de que esta especie haya


ingresado en la Argentina.

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