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Según Freud los celos son universales no porque sean innatos sino porque son inevitables.

Nadie
puede escapar a ellos porque se originan en dolorosas experiencias infantiles que todos
compartimos. Estos traumas infantiles universales vuelven a experimentarse cada vez que se
despiertan nuestros celos en la edad adulta.

Puesto que todo el mundo los experimenta, los celos son, por definición, normales. Freud describe
los celos como "uno de esos estados afectivos, como la tristeza, que hemos de considerar normales.
De este modo, cuando parecen faltar en el carácter y en la conducta de un individuo, deducimos
justificadamente que han sucumbido a una enérgica represión y desempeñan, en consecuencia, en
su vida anímica in consciente un papel tanto más importante."

En la perspectiva de Freud, si uno no experimenta ce los cuando una relación importante está siendo
amenazada, hay algo en uno que no está del todo bien. Es semejante a no sentir tristeza cuando
muere alguien que a uno le interesa mucho. Lo más probable es que una respuesta así signifique que
uno está esforzándose por reprimir sus sentimientos u ocultárselos a los demás, además de a uno
mismo.

Cincuenta y seis años después de la publicación del trabajo de Freud sobre los celos, un psiquiatra
llamado Emil Pinta publicó un artículo titulado Pathological Tolerance (Tolerancia patológica).
Describe un síndrome clínico por el cual una persona que debería responder poniéndose celosa no lo
hace. Pinta cita varios casos en los que un esposo o una esposa aceptaron una relación sexual entre
su compañero y una tercera persona.

Un síndrome clínico similar a la tolerancia patológica es el escotoma psicológico (ceguera), la


incapacidad para advertir o interpretar correctamente situaciones que para virtualmente cualquier
otra persona son desencadenantes obvios de los celos. Un ejemplo de escotoma psicológico que tal
vez usted recuerde del principio uno es el del esposo cuya esposa flirtea con todo hombre que se le
cruce y se va a la cama con cualquiera que se lo proponga, y el esposo es el único que no lo sabe y ni
siquiera lo sospecha. Una mujer que se involucró sexualmente con un hombre cuya esposa parecía
estar sufriendo de escotoma psicológico describe así esta extraña experiencia:

"Estábamos bailando tan provocativamente -prácticamente 'haciéndolo'- que creo que no había
nadie en la fiesta que no se diera cuenta de que algo estaba pasando. Nadie salvo su esposa, que
charlaba con sus amigas y de vez en cuando nos dispensaba una sonrisa. Sé que a ella no le gusta
bailar, y el esposo dice que tampoco le gusta el sexo, de modo que cuando su marido lo está
'haciendo' con otras mujeres, ella simple mente no lo advierte. Y como él insiste en que necesita
tener sexo todos los días y para ella una vez cada tres meses es más que suficiente, es mucho lo que
no ve. Quién sabe, tal vez se sien te aliviada de que alguien esté haciendo el 'trabajo sucio' por ella."

Raices de Celos

Freud creía que es "fácil ver" que los celos están compuestos por:

. Tristeza, el dolor causado por el pensamiento de que se está perdiendo a alguien a quien uno ama.

. La comprensión dolorosa de que no podemos tener todo lo que queremos, aun cuando lo queramos
con la mayor intensidad y merezcamos tenerlo.
. Sentimientos de enemistad contra el rival exitoso.

. Una mayor o menor dosis de autocrítica que nos hace sentir responsables de nuestra pérdida.

"Aunque los calificamos de normales", agregaba, "estos celos no son completamente racionales, esto
es, nacidos de circunstancias actuales, proporcionados a la situación real y dominados sin residuo
alguno por el yo consciente." En otras palabras, aun en los celos normales -los que experimentamos
todos- siempre hay algunos componentes irracionales. La razón es que los celos "demuestran poseer
profundas raíces en lo inconsciente, y continúan impulsos muy tempranos de la vida afectiva
infantil".

Como usted recordará del análisis de los celos y la envidia hecho al principio, Freud creía que los
celos arraigan primordialmente en acontecimientos infantiles asociados con el conflicto edípico. Esto
ocurre durante la etapa fálica, cuando el niño tiene alrededor de tres años. En esta etapa, el órgano
sexual se convierte en el centro de interés y placer para el niño. Como los órganos sexuales de niños
y niñas son diferentes, los conflictos por los que tienen que pasar son diferentes. Según la famosa
fórmula de Freud , " La anatomía es el destino ".

Los niños pasan la mayor parte del tiempo con miembros de su familia. En consecuencia, los
miembros de su familia son los objetos de amor e identificación más accesibles. Es natural que sus
primeros impulsos sexuales se dirijan hacia alguien de la familia. Los impulsos sexuales vienen
acompañados de animadversión contra la persona que el niño percibe como un rival. La rivalidad es
la raíz del complejo de Edipo en los niños y del complejo de Electra en las niñas.

Edipo y Electra son héroes trágicos de la mitología griega. Edipo, sin saberlo, mata a su padre y se
casa con su madre. Electra amaba a su padre y odiaba a su madre, que lo traicionó y provocó su
muerte. Para vengar la muerte de su padre, Electra convenció a su hermano de que matara a la
madre de ambos. Según Freud , todos los niños experimentan de alguna manera el dolor de Edipo y
de Electra . El niño se "enamora" de su madre, la niña se "enamora" de su padre. Pero ambos se
enfrentan a un rival formidable: el niño a su padre, la niña a su madre. El niño teme la ira de su padre
si descubre que su hijo desea a su esposa. El modo de superar esta angustia es identificarse con el
padre y convertirse en un hombre como él. La niña envidia la ventaja de que goza la madre y se
sobrepone identificándose con ella. La tristeza, el dolor de la pérdida, la impotencia, la toma de
conciencia de que no pueden obtener todo lo que quieren, la animadversión contra el rival exitoso
que los niños experimentan cuando "pierden" en este original triángulo, quedan grabados en sus
psiquis y reaparecen en la edad adulta cuando se encuentran inmersos en un triángulo semejante.

Freud diferenció los celos "normales" de los "proyectados" y los "delirantes", y a estos dos últimos
los consideró patológicos.

Los celos proyectados derivan tanto de una verdadera infidelidad como de impulsos hacia la
infidelidad que han sido reprimidos. Si usted ha sido infiel, o ha deseado a alguien pero no ha
actuado en consecuencia, es probable que "proyecte" esa infidelidad sobre su compañero inocente.
Le echará a su compañero la culpa de lo que usted hizo o quiso hacer, y reaccionará ante la amenaza
proyectada poniéndose celoso.

"Sabido es que la fidelidad", escribió Freud , "sobre todo la exigida en el matrimonio, lucha siempre
contra incesantes tentaciones." Incluso una persona que niega estas tentaciones, de todos modos las
experimenta. ¿Cómo puede esa persona aliviar la culpa que le provoca el impulso a la infidelidad o el
hecho de haberla cometido? Una forma es "proyectar sus propios impulsos a la infidelidad sobre la
persona a quien deben guardarla. Este poderoso motivo puede luego servirse de las percepciones
que delatan los impulsos inconscientes análogos de la otra persona y justificarse entonces con la re
flexión de que aquélla no es probablemente mucho mejor."

Los celos que nacen de esa proyección, dice

Freud , tienen un carácter casi delirante. (El delirio es una creencia que persiste aun cuando no tenga
fundamentos en la realidad.) No obstante, los celos proyectados, a diferencia de los delirantes, casi
siempre pueden ser tratados mediante una terapia psico-dinámica.

Cuando la persona celosa comprende que sus celos son producto de sus propios impulsos reprimidos
hacia la infidelidad y que su compañero es una persona fiel, esa percepción suele ser suficiente para
resolver el problema de celos. En el caso de los celos delirantes, la solución no es tan fácil.

Los celos delirantes son una forma de paranoia. También tienen su origen en impulsos hacia la
infidelidad que fueron reprimidos, pero según Freud, en estos casos el objeto es del mismo sexo que
la persona celosa. (Como veremos más adelante, los psicoterapeutas actuales tienden a disentir con
Freud en este punto.) Freud decía que todos somos en alguna medida bisexuales. Los niños, antes de
la etapa edípica, se sienten atraídos por el padre del mismo sexo además de por el padre del sexo
opuesto. Estos sentimientos son reprimidos, pero pueden volver a surgir bajo la forma de atracción
consciente o inconsciente hacia el rival en los celos adultos. Este tipo de atracción homo sexual,
según Freud, es el rasgo primordial de los celos delirantes. En una tentativa por defenderse de
impulsos homosexuales demasiado fuertes, el hombre celoso dice, en efecto, "No soy yo quien lo
ama, es ella". Como el impulso homosexual produce mucha más angustia que el impulso
heterosexual, es más probable que la defensa contra él implique una grave distorsión de la realidad.

Como ejemplo de los celos delirantes Freud

presenta el caso de un joven cuyo objeto de celos era su esposa, una mujer intachablemente fiel. Los
celos de este hombre se manifestaban en ataques que duraban varios días y aparecían regularmente
al día siguiente de que hubiera tenido relaciones sexuales con la esposa.

La conclusión de Freud es que después de haber satisfecho su libido heterosexual, los componentes
homosexuales que también resultaban estimulados por el acto sexual "se manifestaban en el ataque
de celos".

Los ataques de celos se basaban en gestos "imperceptibles para toda otra persona, en los que podía
haberse transparentado la coquetería natural de su mujer, totalmente in consciente". Ella había
rozado distraídamente con la mano al hombre que estaba a su lado, había inclinado demasiado su
rostro hacia él, o había sonreído con gesto más amable que el que solía dedicarle a su esposo en la
intimidad.

El esposo estaba particularmente atento a todas estas manifestaciones del inconsciente de su mujer
y sabía cómo interpretarlas. En esto se parecía a las personas que sufren paranoia, a quienes nada de
lo que hacen los demás les resulta indiferente, e interpretan cada gesto, por mínimo que sea -una
risa contenida, una mirada indiferente, un escupitajo en el suelo- como dirigido personalmente a
ellas.

Nuestro marido celoso percibía la infidelidad de su esposa en lugar de la propia. Por la vía de prestar
la máxima atención a la infidelidad de ella magnificándola al extremo podía mantener inconsciente la
suya. Del mismo modo, el odio que el paranoico perseguido ve en los otros es un reflejo de sus
propios impulsos hostiles hacia ellos.

Como es de suponer, Freud encuentra las razones que explican los celos delirantes del esposo en los
primeros acontecimientos de su infancia. La juventud del marido estuvo dominada por un fuerte
apego a su madre. De los muchos hijos que esta mujer había tenido, él, que era de claradamente el
favorito, desarrolló unos celos marcada mente "normales" hacia ella. Cuando se comprometió para
casarse, su deseo de una madre virginal se expresó en dudas obsesivas acerca de la virginidad de su
novia. Estas dudas desaparecieron después del casamiento. En los primeros años de su matrimonio
los celos brillaron por su ausencia. Luego, se involucró en un prolongado amorío con otra mujer.
Cuando el amorío terminó empezó a sentirse celoso una vez más. Esta vez se trataba de celos
proyecta dos, que le permitían aliviar la culpa que sentía por su propia infidelidad. El hecho de que su
padre tuviera poca in fluencia en la familia combinado con "un trauma homo sexual humillante en la
pubertad" representan para Freud las raíces de una fuerte atracción sexual que este hombre sentía
por su suegro, que con el tiempo se convirtió en una "plena paranoia celosa".

La mayoría de los psicólogos clínicos que se dedican a trabajar con personas que tienen un problema
de celos coinciden con Freud en que los celos pueden variar en su nivel de patología en un arco que
va desde los celos normales a los delirantes. También coinciden con Freud en que los celos delirantes
son una forma de paranoia y en que son los más difíciles de tratar y curar. Muchos no coinciden, en
cambio, en que los celos delirantes sean primordialmente producto de impulsos reprimidos a la
homosexualidad.

Un ejemplo del uso que un psicoanalista actual está haciendo de los conceptos de Freud acerca de
los celos nos lo proporciona el análisis del doctor Pinta a propósito de la dinámica de la tolerancia
patológica.

El enfoque sistémico de los celos

Según el enfoque sistémico, los celos son producto de la dinámica interna de una determinada
relación y la mejor manera de tratarlos es considerándolos como un problema que la pareja
comparte.

En términos psicológicos un sistema es “un complejo de elementos que interactúan y las relaciones
que los organizan”. Los afectos, las acciones y los pensamientos son los elementos que interactúan
en un sistema que llamamos persona. La persona es un subsistema de un sistema más complejo que
involucra una relación íntima que a veces se llama matrimonio. Esta relación es un subsistema de un
sistema más complejo, la familia extensa, que a su vez es un subsistema de una determinada cultura.

A diferencia del enfoque psicodinámico que pone el acento en los acontecimientos de nuestro
pasado, el enfoque sistémico considera que el pasado es prácticamente irrelevante para el
tratamiento de los celos. Tampoco le interesan las raíces inconscientes del problema de celos en
cuestión. Lo que sí le interesan son las fuerzas que provocan el problema y lo mantienen vigente. El
foco ya no está puesto en la mente del individuo celoso, sino en el sistema de orden superior, en el
todo del cual el individuo es una parte. El todo lo constituye en primer lugar y ante todo la pareja,
pero también puede incluir al triángulo ce loso, la familia de origen de la pareja (padres y abuelos), y,
en teoría, hasta la cultura en la que la pareja vive.

Los sistemas de orden superior (como la pareja) influyen y son influidos por sistemas de orden
inferior (como las acciones, pensamientos y afectos de la persona celosa). Esta influencia recíproca
puede rizar rizos de retroalimentación negativa que mantiene vigente el problema de celos, o rizar
rizos de retroalimentación positiva que pro mueven cambios. Desbaratar un rizo de
retroalimentación negativa en un sistema de orden superior (una relación) puede conllevar un
cambio en un sistema de orden inferior (la persona celosa).

Con el transcurso del tiempo, las pautas de conducta se convierten en reglas o hábitos que es difícil
cambiar. Una relación de pareja funciona de acuerdo con estas reglas. (Una de las reglas más
importantes es la que dicta quién hace las reglas en esa relación.) Una vez establecidas las reglas el
sistema, en este caso la pareja, tiende a resistir al cambio. No obstante, un sistema sano puede
exhibir al mismo tiempo estabilidad y cambio.

En lugar de preguntar “¿Por qué?” —es decir, ¿por qué es celoso el individuo?—, los terapeutas
sistémicos preguntan “¿Qué es lo que causa el problema de celos? Y, lo que es más importante, ¿qué
se puede hacer para facilitar el cambio? Los terapeutas psicodinámicos dan a los individuos con
problemas interpretaciones destinadas a ayudarlos a lograr nuevas percepciones de su problema de
celos. Los terapeutas sistémicos, por su parte, dan a las parejas recomendaciones concretas
destinadas a desbaratar las pautas destructivas que provocan el problema de ce los, y a ayudar a
mantener el cambio positivo. Desbaratar esas pautas destructivas, en lugar de desenterrar sus
causas, es el objetivo primordial de la terapia sistémica.

Para lograr que la persona que sufre un problema de celos cambie, debe cambiar el sistema marital
de esa persona. El centro de la intervención terapéutica es la conducta de los dos miembros de la
pareja, que es la que mantiene vigente el problema. Puesto que el objetivo es desbaratar un rizo de
retroalimentación destructiva, el terapeuta trata de encontrar el punto más susceptible al cambio.
Esto puede significar un cambio de conducta que produce un cambio en las reglas del sistema, o un
cambio de reglas que produce un cambio en la conducta. El caso de Dave y Lillian, que presento más
adelante, representa un ejemplo de cambio en el sistema.

Si bien el centro de la intervención específica puede variar, el núcleo básico de la terapia sistémica es
siempre el sistema y los procesos circulares (rizos de retroalimentación) que ocurren en él. Los
terapeutas sistémicos parten del supuesto de que un cambio en una parte del sistema (por ejemplo,
uno de los miembros de la pareja) siempre provoca cambios en las otras partes del sistema (por
ejemplo, el otro miembro de la pareja), y por lo tanto el sistema entero cambia. Cuando el esposo se
retrae, la esposa responde con un intento de acercamiento. Cuando la esposa intenta acercarse el
esposo responde retrayéndose. La respuesta de uno de los compañeros proporciona el estímulo al
otro: ¿él se retrae porque ella se acerca demasiado o ella se acerca porque él se retrae?

En un sistema marital, según el enfoque sistémico, es imposible que uno de los miembros de la
pareja sea total mente pasivo. Aun cuando usted no responda a algo que hizo su compañero, como
por ejemplo culparlo injustamente de ser infiel, su falta de respuesta transmite a su compañero un
mensaje cargado de significado.

Roles como el de víctima y el de victimario se consideran producto de una decisión arbitraria en la


que participan ambos miembros de la pareja. Por ejemplo, si un esposo desempeña el papel del
villano infiel, es probable que el terapeuta considere que la esposa está contribuyendo a ello, u
obteniendo algo del papel de víctima traicionada. Un objetivo de la terapia es cambiar ese tipo de
definiciones arbitrarias. Un cambio en la forma en que una pareja percibe una secuencia de
acontecimientos (por ejemplo, qué precedió al conflicto que pueda ayudar a explicarlo) puede
cambiar la dinámica de la pareja.

Los terapeutas sistémicos consideran que los celos son causados por pautas de interacción
destructivas que se re fuerzan a sí mismas y no por acontecimientos del pasado del individuo.
Cuando una pareja acude a la terapia y describe las “locuras” que hace la esposa debido a sus “celos
patológicos”, lo más probable es que el terapeuta pregunte qué elemento de la conducta del esposo
la hizo comportarse de ese modo. Otra pregunta que el terapeuta podría plantear tiene que ver con
la respuesta del esposo, que podría reforzar la conducta celosa de la esposa. Cuando la esposa
identifica el amorío del esposo como el problema central, es probable que el terapeuta le pregunte
qué podría haber hecho ella para dar lugar a que su esposo tuviera un amorío, y qué hizo en res
puesta a ese amorío.

Aun en los casos en que es una sola de las personas que forman la pareja la que experimenta celos,
los terapeutas sistémicos piensan que los celos cumplen una función en el sistema que constituye la
pareja. Se considera que síntomas como los amoríos o los celos son formas de comunicación. La
historia de Dave y Lillian ilustra cómo un amorío puede ser una forma de comunicación

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