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“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y
guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”. Apocalipsis 1:3
Todas estas anomalías y fenómenos que se dan en el mundo forman parte del
cumplimiento de la Palabra profética más segura, que nos dice: “De la higuera
aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis
que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas,
conoced que está cerca, a las puertas” (Mt. 24:32-33).
Las Escrituras son de gran bendición para los lectores ávidos del Señor.
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y
guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca” (Ap. 1:3).
Bienaventurado es aquel que recibe el gozo, la alegría y la verdadera felicidad
que viene de parte de Dios. Bienaventurados son los que leen la revelación, los
que escuchan su contenido y también los que la obedecen. El contenido del libro
de Apocalipsis no solo constituye una revelación, sino también una profecía; es
el cumplimiento de las palabras de los profetas del Antiguo Testamento, del
Señor Jesucristo y de sus santos apóstoles, respecto a los tiempos del fin.
Lo que la Escritura declara es serio, real, firme, y se cumplirá sin lugar a duda.
Aunque muchos no lo crean, la Tierra se acabará. No seamos insensatos, hay un
cielo que ganar y un infierno que evitar.
Permítame el Señor que, todos aquellos, en el mundo entero, que lean este
valioso material lo disfruten y tengan siempre presente que nuestro Señor
Jesucristo está a las puertas, y apercibidos debemos estar. Y entre tanto, hago
mías las palabras del gran apóstol Pablo, “… y extendiéndome a lo que está
delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo
Jesús” (Fil. 3:13-14). Porque de que viene, viene. Y de que nos vamos, nos
vamos. “¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de
la profecía de este libro” (Ap. 22:7). ¡Gloria a Dios!
Amados, “el tiempo está cerca” (Ap. 1:3), esto es, está próximo el
arrebatamiento de la iglesia, los juicios del Apocalipsis y el establecimiento del
reino milenial de Cristo. Es un llamado a estar preparados y a vivir en sobriedad
como hijos de luz (1 Ts. 5:4-10).