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EXISTENCIA DE DIOS

La creación del mundo en el tiempo no es racionalmente demostrable por razones


apodícticas «Contingente es lo que puede ser y no ser» Esta definición de la contingencia,
como posibilidad de no ser o de no existir y a la vez la de ser, deriva de la definición clásica
de la contingencia ontológica de Aristóteles de lo no necesario ni imposible

Siempre hay algo necesario en las cosas, pero se trata de una necesidad por otro, De manera
que todos los entes, actualmente existentes, deben su necesidad a algún otro ente.

Las cuatro causas del ente -material, formal, eficiente y final- son necesarias relativas en
estos dos sentidos. Son necesarias para los efectos, porque sin ellas el ente posible no se
singulariza (causa material) dentro de una especie (causa formal), como existente (causa
eficiente) ni se ordenaría (causa final); y, a su vez, son necesarias por otro.

Esta necesidad requiere la de Dios, que no posee el ser recibido, sino que lo es. Dios es su
ser, sólo es ser, el «Ipsum esse subsistens», en quien se identifica la esencia y el ser.

El acto de fe entraña adhesión firme a una sola parte, y en esto convienen el que cree, el que
conoce y el que entiende. Pero su conocimiento no es perfecto, por visión clara del objeto, en
lo que conviene con el que duda, sospecha y opina. Por último, en tercer lugar, estos pocos
hombres maduros poseerían mal esta verdad, con gran incertidumbre. No obstante, aunque el
conocimiento filosófico de la existencia de Dios no sea fácil, sí lo es como término de un
conocimiento prefilósofico, casi espontáneo, de Dios, a través del espectáculo de la
naturaleza y de la experiencia del propio yo. Tal conocimiento resulta sencillo, claro está,
«para un hombre normalmente educado, sin deformaciones intelectuales (prejuicios) o
morales (vicios); en cambio ha de resultar muy difícil para el hombre agnóstico o de vida
moral desordenada, que chocaría instintivamente con una idea de Dios que comprometiese
consecuentemente su vida. Para que todos y cada uno de los hombres puedan conocer desde
el principio, con certeza y seguridad la existencia de Dios y otras verdades naturales
parecidas, ha sido moralmente necesaria la gracia externa de la revelación.

Incluso afirma que ha sido necesario conocer el misterio de la Santísima Trinidad para
comprender rectamente la verdad racional de la creación.

NATURALEZA DE DIOS

Asimismo precisa Santo Tomás que la razón natural también puede, en este sentido
explicado, conocer a Dios no sólo como creador, sino también como persona, aunque no
como tres personas divinas realmente distintas entre sí, identificadas en una sola y misma
esencia.

Desde las criaturas la razón humana puede ascender hasta Dios como Creador, obteniendo
un concepto filosófico de Dios en su naturaleza, porque «el poder creador de Dios es común
a toda la Trinidad, y, por ello, pertenece a la unidad de su esencia» (STh I, 32, 1 in c.).
En este sentido, sostiene Santo Tomás:

Nuestro conocimiento sobre Dios le alcanza por la vía de la causalidad, porque su punto de
partida está en los entes creados; por la vía de la remoción de imperfecciones, que es una vía
negativa, porque se excluyen todas las que se encuentran en los entes creados; y por la vía de
la excelencia, vía positiva, por la que se atribuyen a Dios en grado eminente e infinito las
perfecciones en sentido absoluto y simple, que se encuentren en las criaturas

Así por significar perfección suprema, la persona puede atribuirse a Dios.

Los atributos divinos se predican de Dios, tal como se indica en la Tesis IV, con un
significado analógico. No tienen el mismo sentido que al referirse a las criaturas, sino uno
proporcional. El instrumento metódico de la analogía permite ascender hasta el
conocimiento de Dios, pero quedando salvada la trascendencia de Dios respecto al
conocimiento humano y la sociedad.

La trascendencia divina queda salvaguardada con la analogía y al mismo tiempo se puede


atribuir un cierto poder al conocimiento humano, que, con ella, ve ampliado su campo de
ejercicio. Santo Tomás concibe la analogía como camino de síntesis, porque permite la
sistematización metafísica, sin negar la finitud y la multiplicidad de la realidad, y al mismo
tiempo la afirmación de su fundamento unitario y permanente. Además, con este instrumento
metódico de la metafísica, se supera la antinomia de la unidad y la multiplicidad, se puede
reconocer el devenir y la pluralidad de los entes, y permite que el pensar humano «diga»
adecuadamente toda la realidad.

En cambio, en cuanto a la intención significativa es más propio el nombre de «Dios», que


nombra a toda la naturaleza divina, aunque sin significar nada respecto a cómo es. Añade
seguidamente:

Yavhé es el más propio nombre de Dios porque expresa no algo común, sino lo singular.

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