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Una postura puramente empirista da por resultado una antropología que dice:
hombre = animal evolucionado. Postura reduccionista que contempla sólo el horizonte material.
Por ser un ser espiritual, el hombre es persona. Toda noción de persona se ancla en el espíritu. Implica
facultades superiores: Inteligencia y voluntad.
Características de la persona:
• Es subsistente: es por derecho propio. Una vez que recibimos el ser, nadie nos lo quita.
• Es trascendente: Mas allá del mundo de la materia, el espíritu no se corrompe. Trascender = salir de.
• Somos únicos e irrepetibles, es decir, ontológicamente incomunicables. Una persona no puede ser otra.
• Somos seres abiertos a la comunicación: Comunicar implica poner algo en común. Somos abiertos a la
comunicación, fundamentalmente con: el que es Fundamento de nuestro ser, el Otro (Dios); con los otros
(los demás); con uno mismo (vida interior), con el mundo (cultura)*. Somos seres de encuentro.
• El ser personal es libre: Los seres no libres están totalmente determinados por las leyes de la naturaleza.
Un “animal evolucionado” no sería libre.
*Por ser seres abiertos es que somos creadores. Comunicamos perfecciones. La creación del hombre es más
bien transformación de lo que ya hay en la naturaleza. Somos co-creadores.
En un sentido muy amplio, cultura es todo aquello que no es naturaleza. Todo el trabajo del hombre con la
naturaleza para crear cosas nuevas.
Cultura: Es todo aquello que el hombre hace, conforma y produce en la naturaleza contribuyendo a su
perfección1.
Todo cuanto existe en el universo, incluyendo al hombre mismo, tiene una naturaleza que, en cada ente, está
ordenada a un fin. Este fin de cada ente está a su vez ordenado al fin último de todo el universo. El hombre es
el único ser del ámbito corpóreo que, por su racionalidad, es capaz de tomar conciencia esto y está por tanto
llamado a contribuir a que cada una de las cosas que conforman su entorno alcance dichos fines2.
1
Ocampo Ponce, Manuel. Filosofía de la Cultura. EDICEP. Valencia, España, 2005, p. 17.
2
Ocampo Ponce, Manuel. Filosofía de la Cultura. EDICEP. Valencia, España, 2005, pp. 17-18.
3
Juan Pablo II. Sobre la Cultura. Discurso ante la UNESCO 1980, en Hombre y Cultura. Antología de textos. María del Carmen
Elizundia Ponce comp. México, UAS-Porrúa, 2003, p 60
Civilización viene de civitas (ciudad en latín). Se refiere a la vida en las ciudades cuando el hombre ha
llegado a un grado de conciencia o progreso espiritual y se organiza en grupos. La civilización es más
objetiva y exterior. Son más los productos exteriores que se heredan.
El término cultura es más amplio, pero se tiende a referirlo más al aspecto subjetivo, al modo como el ser
personal asimila los productos culturales. Un espíritu más cultivado tendrá más capacidad de apreciar y
disfrutar la herencia de la civilización. La civilización camina más rápido que la cultura. Hay un desnivel
entre el desarrollo científico y tecnológico y el desarrollo espiritual del hombre para darle un uso adecuado.
La cultura se expresa, se conserva y comunica para futuras generaciones.
Culturas (en plural): se refiere a todo aquello que identifica a grupos humanos que comparten el mismo
contexto geográfico e histórico, lo cual los influye, y comparten una serie de valores que manifiestan a través
de diversas expresiones culturales.