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Psicopatología

Infantil-
Parte 2

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Índice.

MODULO V

Winnicot, D. (1963/2009). El valor de la depresión en El hogar, nuestro punto de partida.


Ensayos de un psicoanalista.. …….pág.8

Ajuriaguerra, J. y Marcelli, D. (1982) Psicopatología del niño…….pág.4

MODULO VI

Cohen Imach, S. (2010) Infancia maltratada en la posmodernidad: teoría, clínica y


evaluación. …….pág.12

Save the Children (2012) Violencia sexual contra los niños y las niñas. Abuso y explotación
sexual infantil. …….pág.20

UNICEF Uruguay, Red Uruguaya de Autonomías (2007) Historias en el silencio:


prostitución Infantil y adolescente…….pág.28

MODULO VII

Frágola, A. O. (2009). Vulnerabilidad adolescente y psicopatología de las adicciones.


…….pág.33

Gutierrez Posse, S. (2014) El amanecer de la adolescencia. La adicción en la pubertad.


…….pág.36

Hernanz Ruiz, Manuel. (2015). Adolescentes y nuevas adicciones. …….pág.38

Moral, M. V., & Suárez, C. (2016). Factores de riesgo en el uso problemático de Internet y
del teléfono móvil en adolescentes…….pág.45

Sujoy, O. (2014). Riesgos actuales en las condiciones de producción de subjetividad en


adolescentes. …….pág.47

MODULO VIII

Angel-Valencia, C. (2014). Cortes a flor de piel: una aproximación psicoanalítica a la


conducta de la autoincisión en la…….pág.49

Blos, P. (1991). La transición adolescente.. …….pág.56

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Casullo, M. C. (2004). Ideaciones y comportamientos suicidas en adolescentes: una urgencia
social. XII…….pág.62

Caycedo, A., Arenas, M. L., Benítez, M., Cavanzo, P., Leal, G., Guzman, Y. (2010).
Características psicosociales y …….pág.64

Chávez-Hernández, A. M., Leenaars, A. (2010). Edwin S Shneidman y la Suicidología


moderna. …….pág.74

Flechner, S. (2009). Más allá de los límites: la conflictiva adolescente, …….pág.75

Martínez-Hernáez, A., Muñoz-García, A. (2010). “Un infinito que no acaba”. Modelos


explicativos sobre la depresión y el malestar emocional en adolescentes barceloneses
(España). …….pág.79

Palacios, J., Sánchez, B., Andrade, P. (2010). Intento de suicidio y búsqueda de sensaciones
en adolescentes. …….pág.80

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Módulo v

El valor de la depresión- Winnicott

El término "depresión" tiene un significado popular y otro psiquiátrico; curiosamente, ambos son
muy semejantes. Tal vez, si esto es así, haya una razón que pueda enunciarse. El estado o trastorno
afectivo que llamamos depresión se acompaña de hipocondría e introspección; por lo tanto, la
persona deprimida es consciente de que se siente mal y también está demasiado pendiente de su
corazón, sus pulmones y su hígado, así como de sus dolores reumáticos. En cambio, el término
psiquiátrico, "hipomanía", que quizás equivalga a lo que los psicoanalistas llaman "defensa
maníaca", implica que el humor depresivo está siendo negado, y al parecer no tiene equivalente
alguno en el lenguaje popular. (El término griego hubris podría servir, pero parece referirse más a la
elación que a la hipomanía.)

La opinión que aquí sostengo es que la depresión tiene valor; sin embargo, también es evidente que
quienes están deprimidos sufren, pueden dañarse a sí mismos o poner fin a su vida, y algunos de
ellos son enfermos psiquiátricos. Hay en todo esto una paradoja que me propongo examinar. Los
psicoanalistas y los trabajadores sociales psiquiátricos se ven llevados a hacerse cargo de casos
graves y a administrar psicoterapia pese a que ellos mismos no están a salvo de la depresión. Y
puesto que el trabajo constructivo es uno de los mejores medios para librarse de ese estado, a
menudo ocurre que utilizamos nuestro trabajo con las personas deprimidas (y con otros pacientes)
para hacer frente a nuestra propia depresión.

Cuando estudiaba medicina me enseñaron que la depresión encierra en sí el germen de la


recuperación. Este es el punto luminoso en psicopatología, y vincula la depresión con el sentimiento
de culpa (la capacidad de sentir culpa es señal de un desarrollo saludable) y con el proceso de duelo.
También el duelo tiende a la larga a completar su cometido. La tendencia innata a la recuperación
enlaza asimismo la depresión con el proceso madurativo que se cumple durante la primera infancia
y la niñez del individuo, proceso que (en un ambiente facilitador) lleva a la madurez personal, que
equivale a la salud.

Desarrollo emocional del individuo- En un comienzo el bebé es el ambiente y el ambiente es


el bebé. Mediante un proceso complejo (que comprendemos sólo en parte y sobre el que tanto yo
como otros autores hemos escrito extensamente), el bebé excluye algunos objetos, y luego el
ambiente en su totalidad, de su self. Hay un estado intermedio en el que los objetos con que se
relaciona son objetos subjetivos.

Entonces el bebé se convierte en una unidad, al principio por momentos y más tarde casi todo el
tiempo. Una de las múltiples consecuencias de este nuevo desarrollo es que el bebé llega a tener un
interior. Entre lo que está adentro y lo que está afuera comienza entonces un complejo intercambio
que ha de proseguir durante toda la vida y que constituye la principal relación del individuo con el
mundo. Esta relación es más importante incluso que la relación con objetos y la gratificación de los
instintos. El intercambio en ambas direcciones incluye los mecanismos mentales llamados
"proyección" e "introyección". Posteriormente ocurren muchas cosas, muchísimas en realidad, pero
sería inadecuado tratarlas con mayor detalle en este contexto.

La fuente de estos desarrollos es el proceso madurativo innato del individuo, facilitado por el
ambiente. El ambiente facilitador es necesario, y si no es suficientemente bueno, el proceso
madurativo se debilita o decae. (Me he referido a menudo a estas cuestiones complejas).

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De este modo surgen la estructura y la fortaleza yoicas, y progresivamente la dependencia del nuevo
individuo respecto del ambiente deja de ser absoluta y cede su lugar a la independencia, que nunca
llega a ser absoluta. El desarrollo y consolidación de la fortaleza yoica es el indicio básico de la
salud. Naturalmente, el término "fortaleza yoica" va adquiriendo un significado cada vez más
amplio a medida que madura el niño, y al principio el yo sólo es fuerte porque recibe el apoyo del
yo de la madre, quien durante cierto tiempo es capaz de identificarse estrechamente con su bebé.

Se llega así a una etapa en la que el niño es ya una unidad, puede expresar yo soy, tiene un interior,
es capaz de dominar sus tempestades instintuales y de contener las presiones y tensiones que surgen
en su realidad psíquica interna. El niño ha adquirido la capacidad de sentirse deprimido. Se trata de
un logro del desarrollo emocional.

Mi opinión sobre la depresión, por lo tanto, está estrechamente relacionada con mi concepto de la
fortaleza yoica, el afianzamiento del self y el descubrimiento de la identidad personal, y es por eso
que podemos examinar la idea de que la depresión es valiosa. En psiquiatría clínica la depresión
puede presentar características que la definen claramente como enfermedad, pero siempre, incluso
en los trastornos afectivos graves, la presencia del humor depresivo proporciona cierta base a la
creencia de que el yo no está desorganizado y tal vez pueda mantener sus posiciones, cuando no
hallar algún tipo de solución a la guerra interna.

Psicología de la depresión- No todos admiten que exista una psicología de la depresión.


Muchas personas (entre ellas algunos psiquiatras) alientan una creencia casi religiosa en que la
depresión tiene una base bioquímica, o sea en el equivalente moderno de la teoría de la bilis negra,
que permitió que un genio del Medioevo acuñara el término "melancolía". La idea de que hay una
organización mental positiva inconsciente que confiere un sentido psicológico al humor depresivo
es muy resistida. Pero en mi opinión, tanto el humor depresivo como sus diversas impurezas, que
originan rasgos patológicos, tienen un significado, y trataré de exponer una parte de lo que sé al
respecto. (Lo que sé se basa en lo que he descubierto en mi trabajo aplicando mis propias teorías,
inspiradas en la obra de Freud, Klein y varios otros pioneros.) Naturalmente, detrás de todo esto se
oculta el odio. Tal vez lo difícil sea aceptar ese odio, aunque el humor depresivo implica que el odio
está bajo control. Lo que vemos es el esfuerzo clínico por controlar.

Un caso simple de depresión asociada con psiconeurosis- Una muchacha de catorce años fue
llevada al Hospital de Niños de Paddington Green a causa de una depresión lo bastante intensa
como para perjudicar seriamente su desempeño escolar. En una entrevista psicoterapéutica que se
extendió por espacio de una hora, la muchacha describió e ilustró con dibujos una pesadilla en la
que su madre era atropellada por un auto. El conductor del auto tenía puesta una gorra como la que
usaba su padre.

Como explicación de que se le hubiera ocurrido la idea de la muerte de su madre, le interpreté su


intenso amor por su padre, y también que lo que aparecía representado con características de
violencia era el coito. Ella comprendió que el amor y la tensión sexual habían determinado la
pesadilla. Aceptó entonces el hecho de que odiaba a su madre, a quien estaba muy apegada. Su
estado de ánimo mejoró. Volvió a su casa libre de depresión y pudo disfrutar otra vez de las
actividades escolares. La mejoría se mantuvo.

Este caso pertenece al tipo más simple. Cuando una persona tiene un sueño, lo recuerda y lo relata
en forma adecuada, está demostrando su capacidad de hacer frente a las tensiones internas que se
manifestaron en el sueño. El sueño de esa muchacha, que ella no sólo relató sino también dibujó, da
cuenta de su fortaleza yoica y, a través de su contenido, proporciona una muestra de la dinámica de

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su realidad psíquica interna.

Con referencia a este caso podríamos decir que el odio reprimido y el deseo de muerte en la
posición heterosexual determinaron la inhibición de los impulsos instintuales. Pero al expresarnos
de ese modo omitiríamos lo más característico, es decir la depresión, la renuncia a vivir de la
muchacha. De cobrar ella vida, su madre hubiera resultado dañada. Vemos aquí un sentimiento de
culpa que se anticipa a los hechos.

El self como unidad- Si no se oponen al empleo de diagramas, les diré que es útil representar al
individuo como una esfera o un círculo. Dentro del círculo se produce la interacción de fuerzas y
objetos que constituye la realidad interna del individuo en este momento. Los detalles de ese mundo
interior hacen que se asemeje a un mapa de Berlín, en el que el Muro simboliza un lugar para las
tensiones del mundo.

En el diagrama, la niebla que cubre la ciudad -si es que hay niebla en Berlín- representa la
depresión. Todo se hace más lento y se aproxima a un estado de no-vida. Ese estado de inercia
relativa controla todas las cosas y, en los seres humanos, desdibuja los instintos y debilita la
capacidad de relacionarse con objetos externos. Gradualmente la niebla se hace menos espesa en
algunos lugares, o incluso comienza a desvanecerse. Entonces pueden producirse fenómenos
sorprendentes y provechosos, como el resquicio en el Muro durante la Navidad. La intensidad de la
depresión disminuye y la vida recomienza aquí y allá, donde la tensión es menor. Se producen
nuevos arreglos, un alemán del Este huye a Alemania occidental y quizás un alemán occidental se
traslada al Este. De un modo u otro hay intercambios y llega un momento en que la depresión puede
cesar sin riesgo. En el ejemplo humano, el equivalente del Muro se habrá corrido un tanto hacia el
Oeste o hacia el Este, cosa que no puede suceder en Berlín.

La depresión y su término dependen de la disposición de los elementos internos buenos y malos; es


la estructuración de una guerra. Es como la mesa del comedor en la que un niño ha dispuesto su
fortín y sus soldaditos. Las niñas tienden a preservar el carácter subjetivo -no específico- de esos
elementos porque son capaces de pensar en posibles embarazos y bebés. Los bebés contrarrestan
naturalmente la idea de un interior sin vida. Ese potencial de las niñas provoca la envidia de los
varones.

Lo que aquí tomamos en cuenta no es tanto la angustia y su contenido como la estructura yoica y la
economía interna del individuo. Una depresión que sobreviene, se prolonga por un tiempo y
finalmente cesa indica que la estructura yoica no ha cedido durante una fase crítica. Es un triunfo de
la integración.

Naturaleza de la crisis- Sólo podemos referirnos brevemente al modo como comienzan las
crisis y a lo que puede aliviarlas. La causa principal de la depresión es una experiencia inédita de la
destructividad y de las ideas destructivas que acompañan al amor. Estas experiencias requieren una
reevaluación interna, y lo que percibimos como depresión es esa reevaluación.

En cuanto a las cosas que pueden servir para aliviarla, esforzarse por levantar el ánimo de la
persona deprimida no es una de ellas. No es útil tratar de alegrarla ni hacer saltar sobre las rodillas a
un niño deprimido, ofrecerle dulces o señalar un árbol y decir: "¡Mira qué hermosas se ven esas
trémulas hojas verdes!". La persona deprimida sólo ve un árbol mustio y hojas inmóviles. O no ve
hojas sino apenas un brezal marchito y ennegrecido y un árido paisaje. Nos pondremos en ridículo
si tratamos de alegrarla.

Lo que da resultado es una buena persecución: la amenaza de una guerra, por ejemplo, o una

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enfermera rencorosa en el hospital psiquiátrico, o una traición. En estos casos el fenómeno malo
externo puede utilizarse como lugar para una parte de la maldad interna y producir alivio mediante
la proyección de las tensiones internas; la niebla puede empezar a desvanecerse. Pero sería difícil
prescribir el mal. (Tal vez el electroshock sea el mal deliberadamente prescrito y dé a veces por eso
mismo un buen resultado clínico, sin dejar de ser, no obstante, un engaño si pensamos en función
del dilema humano.)

Pero podemos ayudar a una persona deprimida adoptando el principio de que debe tolerarse la
depresión hasta que ceda espontáneamente y reconociendo el hecho de que sólo la recuperación
espontánea resulta satisfactoria para el individuo. Ciertas condiciones apresuran o retardan el
proceso o influyen en los resultados. La más importante es el estado de la economía interna del
individuo. Ese estado, ¿es precario?, ¿o hay una reserva de elementos benignos en las fuerzas que se
enfrentan en la perpetua neutralidad armada de la economía interna?. Para nuestra sorpresa, puede
ocurrir que al salir de una depresión una persona sea más fuerte, más sabia y más estable de lo que
era anteriormente. En gran parte esto depende de que la depresión haya estado libre de lo que
podríamos denominar "impurezas". Trataré de explicar en qué consisten esas impurezas.

Impurezas de la depresión- 1. En esta categoría incluiré todas las fallas de la organización del
yo que indican una tendencia del paciente a un tipo más primitivo de enfermedad: la esquizofrenia.
En estos casos existe una amenaza de desintegración, y son las defensas psicóticas (escisión, etc.)
las que determinan el cuadro clínico, en el que se observan escisión, despersonalización,
sentimientos de irrealidad y falta de contacto con la realidad interna. La depresión puede
complicarse con un elemento esquizoide difuso, lo que justifica que se hable de "depresión
esquizoide". El término implica que se mantiene cierto grado de organización general del yo
(depresión) a pesar de la amenaza de desintegración (esquizoide).

2. En esta segunda categoría incluiré a los pacientes que, aunque conservan la estructura yoica que
posibilita la existencia de la depresión, tienen ideas delirantes de persecución. La presencia de ideas
delirantes indica que el paciente está utilizando factores externos adversos o bien el recuerdo de
ciertos traumas para obtener alivio ante la intensa actividad de las persecuciones internas, cuya
amortiguación provoca el humor depresivo.

3. En esta tercera categoría me refiero a los paciente que obtienen alivio al permitir que sus
tensiones internas se manifiesten como síntomas hipocondríacos. Pueden aprovechar la existencia
de una enfermedad somática o bien, como en el caso de las ideas delirantes de persecución
(categoría 2), la enfermedad puede ser imaginada o producida por alteración de los procesos
fisiológicos.

4. En esta categoría me refiero a un tipo distinto de impureza, que en psiquiatría se llama hipomanía
y al cual alude el término psicoanalítico defensa maníaca. En este caso la depresión existe pero es
negada o anulada. Todos los aspectos de la depresión (inercia, pesadez, oscuridad, seriedad) se
reemplazan con los opuestos (actividad, liviandad, luminosidad, ligereza). Es una defensa útil, pero
que tiene su precio: el retorno de la inevitable depresión, que deberá soportarse en privado.

5. En esta categoría me refiero a la psicosis maníaco-depresiva, que presenta alguna semejanza con
el paso de la depresión a la defensa maníaca, pero en realidad es muy diferente a causa de un rasgo
particular: la disociación entre ambos estados. En la psicosis maníaco-depresiva el paciente está o
bien deprimido, porque se esfuerza por controlar una tensión interior, o bien maníaco, porque se
encuentra poseído y activado por algún aspecto de la tensa situación interior. En cada uno de estos
estados, no está en contacto con luz condición que corresponde al estado opuesto.

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6. Aquí me refiero a la exageración de las fronteras del yo, producto del temor a caer en
mecanismos esquizoides de escisión. Clínicamente el resultado es una rígida organización de la
personalidad según una pauta depresiva; ésta puede persistir sin cambios durante largo tiempo e
incorporarse a la personalidad del paciente.

7. En el mal humor y la melancolía hay una especie de "retorno de lo reprimido". Aunque el odio y
la destrucción están controlados, el estado clínico que resulta del ejercicio de ese control es en sí
mismo insoportable para quienes están en contacto con el paciente. El estado de ánimo es antisocial
y destructivo, pese a que el odio del paciente es indisponible y estable. No me es posible desarrollar
más extensamente estos temas aquí y ahora. Lo que deseo destacar es que la "pureza" del humor
depresivo pone de manifiesto la fortaleza del yo y la madurez del individuo.

LA DEPRESIÓN EN EL NIÑO- Marcelli y Ajuriaguerra

Enfoque teórico y psicopatológico: La posición depresiva de M. Klein, sitúa alrededor del segundo
semestre, y después en el segundo año, corresponde al estadio de percepción del objeto total.
Hasta entonces el niño está protegido del sufrimiento depresivo gracias a los mecanismos de
escisión, proyección e introyección. Los objetos malos se separan de los objetos buenos y son
proyectados sobre el espacio circundante, mientras que los objetos buenos se incorporan a la
persona del bebé. Las pulsiones agresivas y las libidinales quedan separadas al igual que sus
objetos de catexis. Se trata de la fase esquizoparanoide, diversos mecanismos complementarios
tienen como fin asegurar la eficacia y el mantenimiento de esta escisión (negación, idealización,
etc.). Sin embargo la progresiva maduración impide al niño a percibir la globalidad del objeto. En
realidad el seno malo y el seno bueno, la madre mala y madre buena, son un solo y único objeto; y
de ahí se desprende el sufrimiento y la inquietud y finalmente la depresión del niño, a causa de las
tendencia agresivas de las que da prueba frente a estos objetos buenos y el miedo a perderlos. El
niño puede defenderse del sufrimiento resultante de esta ambivalencia acentuando de forma
patológica la escisión y negando con la ayuda de todos los mecanismos, especialmente los de la
serie maníaca, su dependencia o su temor respecto de los objetos malos. En la eventualidad
positiva, la del desarrollo normal, el niño hace frente a su sufrimiento e intenta, gracias a los
procesos de reparación (cuyas manifestaciones se enlazan con el desplazamiento y la
sublimación), restaurar y preservar más tarde el objeto bueno de sus ataques sádicos.

Winicott, prefiere los términos de inquietud o composición para definir el momento en que el niño
se da cuenta del carácter despiadado de su conducta anterior frente a su madre.
Para Malherla posición depresiva se situaría bastante másallá del segundo semestre, entre el
decimosexto y el vigesimocuarto mes, en el momento en que el mismo es consciente de su
separación, de su individuación y de la pérdida de su omnipotencia. En esta época la madre deja
de ser todopoderosa a los ojos del niño y pierde su capacidad de protección y de omnipotencia. El
momento depresivo corresponde a este doble movimiento de decepción respecto del objeto
materno y de una mejor percepción de su individualidad y a la vez de su debilidad.

Spitz y Bowlbydescriben una reacción una reacción consecutiva del niño a un acontecimiento
externo, y no procede de un desarrollo madurativo en el que domina el conflicto fantasmático.
Spitz relata el comportamiento de bebés de 6 a 18 meses, situados en un medio desfavorable,
después de una separación maternal brutal: primero se observa un período de lloriqueo, más
tarde un estado de retraimiento e indiferencia; aparecen la regresión del desarrollo y/o

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numerosos síntomas somáticos. Todo ello conduce a un estado de miseria próximo al marasmo, a
ésta reacción la denomina depresión anaclítica. Más tarde se describe a esta reacción como
hospitalismo y luego como hospitalismo intrafamiliar.
Bowlby hace hincapié en las reacciones del niño ante una separación materna. Cree que la edad
más sensible oscila entre los 5 meses y los 3 años, en la que puede observarse la siguiente
secuencia conductual:

1- Fase de protesta, en el momento de separación. El niño llora, se agita, intenta seguir a sus
padres, les llama, se muestra inconsolable. Después de 2 o 3 días, las manifestaciones más
viva se atenúan.
2- Fase de desespero: el niño rehúsa a comer, no se deja vestir, se queda callado, inactivo,
sin solicitar nada del entorno. Parece sumido en un estado de gran dolor.
3- Fase de desvinculación: deja de rehusar la presencia de las enfermeras, acepta sus
cuidados, la comida y los juguetes. Si en este momento vuelve a ver a su madre, puede
que no la reconozca o se aparte de ella. Lo más frecuente es que grite o llore.

Según este autor no deben confundirse separación y depresión: la angustia se desencadena por la
separación, los procesos de lucha contra esta angustia y la depresión misma.
Para Sandler y Joffe :La reacción depresiva es, la última reacción a fin de evitar la impotencia ante
el sufrimiento físico y psicológico, testimonio de un estado anterior de bienestarque incluía la
relación con el objeto satisfactorio. La pérdida del objeto provoca una pérdida concomitante del
estado de bienestar y secundariamente un estado de sufrimiento. La reacción depresiva está unida
al desarrollo de la agresividad no descargada. El estado de sufrimiento suscita una cólera intensa;
cuando ésta no puede ser descargada se acrecienta el sentimiento de impotencia y sobreviene la
reacción depresiva.
Hay dos puntos fundamentales en los procesos depresivos:

1- Importancia de las pulsiones agresivas, con la posibilidad de su elaboración y/o expresión


por parte del sujeto.
2- Importancia de la pérdida o de la separación en el pasado del niño depresivo.

Estudio Clínico:
La semiología de la depresión en el niño es variada. Weinberg y Cols destacan 10 conductas como
síntomas más importantes de la depresión infantil:

 Humor disfórico.
 Autodepreciación.
 Comportamiento agresivo (agitación).
 Trastornos del sueño.
 Modificaciones en el rendimiento escolar.
 Retraimiento social.
 Modificación de la actitud hacia la escuela.
 Quejas somáticas.
 Pérdida de la energía habitual.
 Modificación inhabitual del apetito y/o peso.

La variabilidad sintomática se sitúa en registros muy distintos: tímico (disforia), moral


(desvalorización), comportamental (agitación), somático (sueño, apetito), social (escuela, juego),
esto depende del propio niño, cuyas modalidades de expresión evolucionan con la edad.

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Estudio discriminatorio de la semiología depresiva:
Síntomas vinculados directamente a la depresión:Son éstas las manifestaciones más parecidas a
las que configuran el cuadro clínico de la patología adulta.
Algunos niños manifiestan un estado de intensa postración, se retiran y se aíslan en un rincón, se
puede observar inhibición motriz, poca valorización, es frecuente el sentimiento de ser poco
querido.
En el plano intelectual pueden observarse dificultades de concentración y de memorización, cierta
torpeza psíquica de la que el niño se queja.
Los síntomas físicos son frecuentes; anorexia, trastornos del sueño, cefaleas y migrañas.
Síntomas asociados al sufrimiento depresivo: En ocasiones, hay una excesiva buena conducta,
puede llegar hasta una relativa indiferencia, muestra el estado depresivo como la inhibición, se
observa la pasividad o el comportamiento en apariencia sumiso, tanto en relación con los adultos
como con los otros niños.
El fracaso escolar y el desinterés son muy frecuentes, esto sorprende dado un buen nivel de
eficacia o el descenso brusco del rendimiento escolar. Las conductas fóbicas, especialmente la
fobia escolar, puede expresar el temor al alejamiento del hogar familiar o al abandono,
recubriendo un estado depresivo.
En cuanto al cuerpo o apariencia física, se puede percibir una actitud de dejadez, abandono, como
si el niño fuera incapaz de valorar su cuerpo y su apariencia. Se sitúan muy cerca de esto los niños
que pierden sus objetos personales sin cesar.
Algunos comportamientos aparecen como la evidencia directa del sentimiento de culpa o la
necesidad de castigo. También puede darse la aparición o reaparición de conductas autoagresivas.
Síntomas que aparecen como defensa contra la posición depresiva: Ciertos comportamiento
aparecen inscriptos en el registro de lo que M.Klein llama las defensas maníacas, conducentes a
negar la depresión o a triunfar sobre ella. La turbulenta, que puede convertirse en inestabilidad,
motriz o psíquica, con una logorrea que evoca la fuga de ideas de corte maniaco.
Aparecen otras conductas de protesta o reivindicación frente al estado de sufrimiento como:

1- Comportamientos de oposición de protesta, cólera o incluso de rabia.


2- Manifestaciones agresivas y autoagresivas.
3- Trastornos del comportamiento, robos, fugas, conductas delictivas, conductas
toxicómanas.

Equivalentes depresivos: Por analogía con la clínica adulta, ciertos síntomas especialmente los de
naturaleza psicosomáticos son considerados equivalentes depresivos, como ser:

1- Enuresis
2- Eccema, asma.
3- Obesidad, anorexia aislada.

Depresión del bebe y del niño pequeño (hasta 24-30 meses):


Esto se encuentra cuando se dan condiciones graves de carencia familiar o de caos educativo,
bebés o niños postrados, abatidos, de mirada apagada, aislados, en apariencia indeferentes al
entorno, retraidos. Se observa ausencia de las manifestaciones de alerta o de los juegos propios
de cada edad. Las autoestimulaciones son frecuentes y éstas pueden llevar a ser conductas
autoagresivas. Las adquisiciones psicomotoras se retrasan . La expresión fonemática y el habla
están retrasadas y perturbadas, el retraso en el lenguaje va a ser constante. Con el tiempo , la
personalidad se organiza alrededor de la carencia inicial, con perturbaciones profundas en el
establecimiento del narcisismo.

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Depresión del niño pequeño (3 años a 5-6 años):
Lo más frecuente son los comportamientos de lucha contra los sentimientos depresivos.
Hay perturbaciones conductuales como: aislamiento y retraimiento, a veces calma excesiva,
agitación, y la inestabilidad manifiesta, conducta agresivas sobre todo heteroagresivas, y
autoestimulacion prolongada, comportamientos masturbatorios crónicos y compulsivos.
Se observa un aspecto caótico, del estado afectivo: búsqueda afectiva intensa que alterna con
actitudes de arrogancia, negativas a relacionarse, cólera, y violencia al menor rechazo. A veces se
dan oscilaciones del humor, con alternancia de estados de agitación eufórica y luego de llanto
silencioso. Las adquisiciones sociales están por lo general perturbadas: no hay juegos con otros
niños, ni autonomía en los hábitos de la vida cotidiana.
Los trastornos somáticos son habituales: trastornos del sueño, despertar nocturno, pesadillas,
somnolencia diurna, trastornos del apetito, enuresis y en ocasiones también encopresis
intermitente.
En relación con el adulto, la sensibilidad a las separaciones puede ser extrema, la demanda de
atención es muy intensa que imposibilida cualquier actividad autónoma. Busca sin cesar el agradar
o complacer al adulto, la incorporación al grupo infantil no se soporta, y el niño necesita una
relación diádica. Las tonterías son frecuentes, en una búsqueda manifiesta del castigo del adulto
como sanción a una imaginaria culpabilidad. En ausencia del tratamiento adecuado del factor
desencadenante, los trastornos de comportamiento y los fracasos en la socialización pueden
agravarse.
Depresión del niño mayor (5-6 años a 12-13 años): El niño dispone de medios más elaborados para
expresar el sufrimiento depresivo.
La sintomatología parece agruparse en dos ejes:

1- Manifestaciones vinculadas directamente al sufrimiento depresivo, a veces con conducta


de autodepreciacion,autodesvalorizacion y sufrimiento moral expresado directamente.
2- Frecuente emisión de comportamientos vinculados a la protesta y lucha contra los
sentimientos depresivos.

Los trastornos de comportamientos habituales son: cólera, impulsividad, agresividad, hurtos


repetidos, mentiras y fugas. El fracaso escolar es casi constante. Acentúa la desadaptación del niño
a su entorno y confirma su incapacidad y su incompetencia, lo que reafirma su sentimiento de
culpa. Las causas del fracaso escolar son múltiples: persistencia y agravación de los déficit
instrumentales ya existentes, atención lábil y dificultades de concentración con fatigabilidad.
Depresión del adolescente: Vinculada a las modificaciones psicoafectivas propias de esta edad.
Frecuencia- Evolución: La frecuencia de la depresión depende de los criterios diagnosticos
considerados. Cuanto más estrictos son dichos criterios, menor es la frecuencia de depresión y
viceversa. En cuanto a la evolución, los estudios abordan el problema desde diferentes
perspectiva: Estudios catamnésticos de casos clínicos seguidos durante periodos prolongados.

1- Estudios epidemiológicos de poblaciones seleccionadas.


2- Estudios anamnésticos de adolescentes o adultos deprimidos, cuya finalidad consiste en
examinar los antecedentes de determinados aspectos de dichos pacientes.

Contexto etiopatológico: Ciertos contestos y determinadas circunstancias traumáticas se hallan a


menudo en los antecedentes de niños deprimidos.

a) Existencia de pérdida o separación: La pérdida puede ser real y prolongada; separación


brusca y completa, sea por desaparición de un familiar, por alejamiento del propio niño. El

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hecho resulta más traumatizante cuanto máscrítica sea la edad del niño (6 meses a 4-5
años) y cuanto más cambie el ambiente.

La separación puede ser temporal pero suscitar una angustia de abandono que persista. En
ocasiones es puramente imaginativa: sensación de no ser amado, o de haber perdido la posibilidad
de contacto con alguien próximo. Estos factores se deben relacionar con el ambiente familiar.

b) Medio familiar:
1) Frecuencias de antecedentes de depresión en los padres, concretamente en la madre,
esta frecuencia se explica por dos mecanismos.
- Mecanismo de identificación con el padre deprimido.
- Sentimiento de que la madre es a la vez inaccesible y el niño es a su vez incapaz de
satisfacerla. El niño se enfrenta a un doble sentimiento de frustración y de
culpabilidad.
2) Frecuencia de la carencia paterna, sobre todo materna: contacto padres- hijo de tipo
mediocre, poca o ninguna estimulación afectiva, verbal o educativa, a menudo uno de
los padres es rechazante: muestra desvalorización, agresividad, hostilidad o
indiferencia total. Se han descripto más raramente otros componentes paternos,
especialmente excesiva severidad educativa, lo que suscita en el niño la constitución
de un superyó severo y despiadado.

Enfoque terapéutico: La prevención, es un enfoque esencial. Prevención de la relación madre-hijo,


evitando las rupturas mediante el consejo pertinente. Prevención social mediante los equipos
adecuados. Prevención institucional.
Ante un niño depresivo, el enfoque terapéutico puede dirigirse al propio niño o a su medio.

a) Tratamiento farmacológicos: Los antidepresivos tricíclicos pueden mejorar temporalmente


las conductas depresivas más manifiestas, su efecto suele ser transitorio.
El carbonato de litio mediante control semanal y mensual.
b) Terapias relacionales: Iniciar una psicoterapia es fundamental, en la medida en que el niño
y su medio familiar la acepten y sean capaces de mantener la estabilidad para llevar el
tratamiento a término. La técnica psicoterapéutica está a su vez en función de la edad del
niño, del terapeuta y de las condiciones locales, cuanto más pequeño es el niño, es más
importante la ayuda que debe suministrarse a la familia, La terapia conjunta madre-hijo es
dinámica tanto para los pequeños (de 2 a 6 años) como para la madre.
c) Intervenciones sobre el medio:
d) Intervenciones sobre el medio: Dependen de la importancia relativa de los factores
ambientales y de los factores internos, tienen como fin la restauración del vínculo madre-hijo
de forma más satisfactoria, la instauración de una nueva relación si no se ha podido intervenir
sobre el precedente

MÓDULO VI

COHEN IMACH MALTRATO INFANTIL- Capitulo 2: Sobre la infancia y la niñez

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En los últimos 40 años, los historiadores europeos han estudiado el lugar de la infancia de acuerdo
a los hallazgos del análisis de la vida cotidiana. Han permitido la construcción de la niñez como un
sujeto histórico que, en la actualidad, ha adquirido una notoria y creciente visibilidad.

Concepto de infancia- La infancia es definida por el diccionario de la lengua española como “la
edad del niño desde su nacimiento hasta la pubertad” y como “primer estado de una cosa”. Esta
segunda acepción supone que la infancia es el comienzo de un ciclo, el inicio de algo que sugiere
apertura y continuidad de un proceso.

La palabra “niñez”, fue transmitida de generación en generación y se fusionó en el imaginario social


de los últimos siglos a la idea de pureza, ingenuidad e inocencia. Estos valores fueron tiñendo el
sentimiento de los adultos y cristalizaron la niñez en esa imagen. Por su parte, esta naturalización e
idealización permitió ocultar o silenciar los delitos, los desbordes y las injusticias que sufrieron y,
aún sufren, muchos niños.

Haber inventado la niñez como concepto derivó en la dificultad para tomar contacto directo con
algunos de sus protagonistas: niñas prostituidas, niños y niñas discriminados debido a su color de
piel, víctima de toda clase de abusos, etc. Por eso, es importante, a la hora de estudiar cuestiones
ligadas a los niños, redefinir el concepto de niñez para evitar los riesgos que entraña naturalizar y
esencializar su conceptualización.

Surgimiento del “sentimiento de la infancia”


La época en la que surgió la noción de niño como construcción u objeto social, coinciden en situarla
en Europa occidental entre 1220 y 1250. Da cuenta de esto el hecho de que la palabra infancia
apareció recién en el siglo XIII. Es el historiador francés Philippe Ariés quien aporta uno de los
estudios más importantes sobre el tema y quien sostiene que, la infancia tal como se la concibe en la
actualidad es algo inventado en los últimos trescientos años.

El “sentimiento de la infancia”, que comienza a aparecer en el siglo XVIII y sigue vigente en la


actualidad, es el resultado de una profunda transformación en las creencias y las estructuras
mentales, es decir, una particular concepción del mundo, del tiempo y de las cuestiones cotidianas
que se liga a la aparición de la familia nuclear moderna, esto es, la limitada a padres e hijos, que
surgió progresivamente en las ciudades del siglo XV.

Según Ariés, la sociedad medieval no percibía la diferencia entre el mundo de los niños y el de los
adultos; por ende, los niños eran considerados adultos pequeños y, en consecuencia, las prácticas
sociales que los involucraban respondían a esa concepción de la infancia. Según Ariés (1969 y
1987), el surgimiento de la infancia coincide con las prácticas sociales capitalistas y los modelos
hegemónicos de la burguesía.

La infancia en la Edad Media


Para Ariés y Duby (1992), a lo largo de la Edad Media en la Europa occidental predominó una
conciencia naturalista de la vida y del paso del tiempo. Cada uno de los miembros del grupo
familiar dependía de los demás, y cumplir con la función de procrear era una responsabilidad
ineludible, en tanto constituía el vínculo entre el pasado y el futuro. En consecuencia, el lugar de la
mujer era esencial, en ella se depositaba esa continuidad de la familia y de la especie.
El individuo disponía de su cuerpo sólo en la medida en que no contrariase los intereses de la
familia, dado que lo prioritario era el destino colectivo del linaje.

El niño era concebido como un vástago del tronco comunitario y, en tanto tal, pertenecía a sus
padres tanto como al linaje. Era “un niño público” para quien, desde su nacimiento, los ámbitos

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público y privado se hallaban entrelazados con fuerza: el niño era dado a luz en un lugar privado (la
habitación de sus padres) pero con la ayuda de parientes y vecinas que convertían su nacimiento en
un acto público.

Sus primeros pasos y el rito del bautismo eran también momentos fundantes de la socialización del
niño. La primera infancia era la época del aprendizaje: aprendizaje de la casa, del pueblo, del
terruño, del juego, de las relaciones con los otros niños; y también de las reglas de pertenencia a una
comunidad y de las cosas de la vida cotidiana. Tanto el padre como la madre ocupaban un lugar
central en esta etapa de la educación de los hijos. Ya a los siete u ocho años los varones
acompañaban a su padre al trabajo en el campo, y las niñas se quedaban con su madre y otros
personajes femeninos, aprendiendo las tareas correspondientes al rol de la mujer.
En la sociedad medieval, niños y adultos vestían con las mismas ropas, compartían en el trabajo, las
horas de descanso y hasta los juegos.

Tampoco la edad cronológica era un elemento diferenciador, ya que muchos adultos no sabían si
quiera la fecha de su propio nacimiento ni la madre de sus hijos.
La infancia en la modernidad
A raíz de los profundos cambios sociales y económicos que se produjeron hacia fines del siglo XVI
aparecieron indicios de una nueva concepción de la infancia. Surgió como valor la voluntad de
preservar la vida del niño, voluntad que fue creciendo durante el siglo XVII: “librar a un niño de la
enfermedad y de la muerte prematura, repeler la desgracia intentando curarlo: esta es en adelante la
meta de los padres angustiados”. Jhon Locke postulaba la importancia de los cuidados de los padres
para conservar y aumentar la salud de sus hijos, o “cuando menos, para hacer que tengan una
constitución que no sea propensa a enfermedades”.

En la ciudad renacentista se pierde esa íntima relación con la “madre tierra” y, por tanto, se debilita
el vínculo con los antepasados que, hasta ese momento, se consideraba esencial. La aparición de la
familia nuclear implica entonces modificaciones en el espacio doméstico más íntimo, que
repercuten en el sentimiento de la infancia. Estos cambios no se dan en forma lineal ni en todas las
comunidades de una misma manera.
A partir de estas distintas cosmovisiones, comienzan a surgir contradicciones entre la necesidad de
perpetuar el linaje y el deseo creciente del individuo de vivir su vida en forma plena.
En este marco, el hijo pequeño es atendido, cuidado y mimado en tanto ocupa un lugar diferente en
la sociedad: un niño al que se quiere por sí mismo, y no solo por ser sólo un eslabón más en la
cadena de la descendencia.

Rosseau congela las nuevas ideas e imprime un auténtico impulso a la llamada familia moderna.
Estas nuevas prácticas sociales, según Ariés, se articularon con el lugar que fue adquiriendo la
educación en esos tiempos: era necesario preparar al niño para el mundo adulto por medio de la
institución escolar, por lo que la escuela supuso un importante elemento de separación entre el
adulto y el niño. Asimismo, esta nueva concepción de la infancia estuvo acompañada por métodos
de crianza y educación muy severos: les hicieron conocer la vara de castigo y las celdas carcelarias,
en una palabra, los castigos reservados generalmente para los convictos provenientes de los más
bajos estratos de la sociedad.

En estos tiempos se observan dos tendencias: por un lado, algunos padres demasiado apasionados
por sus hijos, que se deslumbran con este “nuevo niño”, a quien consideran más despierto y más
maduro. Y, por el otro, los moralistas, que denuncian la complacencia con la que los padres y
madres educan a sus hijos. El “mimo”, por tanto, sería causa de demasiadas debilidades.
Es posible detectar tres cambios fundamentales que, a partir del siglo XV, contribuyeron al
surgimiento del sentimiento de la infancia característico de las ciudades de Europa Occidental:

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1) Aumenta la preocupación por los aspectos médicos que atañen al niño: una práctica
comienza a circular en esa época es el fajamiento del niño. Mientras que para algunos
denota un signo de cuidado y atención, para otros, en cambio, es el símbolo de las múltiples
imposiciones que padece el niño desde que llega al mundo, puesto que se lo priva de toda
libertad corporal.
2) Las madres entregan a sus hijos a un ama de cría que no pertenece a la familia: este hecho
supone que la mujer comience a elegir qué hacer con su tiempo y a sentir placer en otros
espacios. Esta práctica es criticada por los médicos y letrados moralistas que consideran que
aleja a la mujer de la función productora, en tanto, educadora, y la reduce al simple papel de
reproductora.
3) Aparecen nuevas estructuras educativas: estas instituciones, en especial los colegios, son
rápidamente aceptados por los padres, pues suponen que la educación de los niños podría
“someter los instintos primarios al gobierno de la razón”

Este modelo de infancia estuvo acompañado por una serie de disposiciones jurídicas que respondían
a preocupaciones públicas. Ha constituido la base de la actual política de protección a la infancia y
supone la intervención del Estado en cuestiones sociales y demográficas.

La niñez en la Argentina- Giberti rastrea el concepto de infancia en la Argentina, señala que “pensar
en la niñez desde la perspectiva de un continente con matrices culturales andinas, precolombinas y
coloniales, sugiere buscar una lógica inclusiva que haga lugar a las diferencias entre diversos
continentes.

Carli (1992, 1994, 2006), quien estudia la infancia en distintos momentos históricos, describe cómo
la etapa fundacional de la educación nacional fundada por Domingo Faustino Sarmiento, estuvo
acompañada por una concepción moderna de la infancia, esto es, un niño subordinado a sus padres
y a los docentes, y en general, sin derechos propios; pero también, había otros niños que quedaban
fuera de la retórica sarmientina, que solo se hicieron visibles a partir de esporádicas acciones de
algunas mujeres de inspiración socialista.
Ciafardo (1992) plantea que entre los años 1890 y 1910 los niños de Buenos Aires comienzan a
diferenciarse de los adultos, y entre sí, conformando tres grupos de niños bien diferenciados: los
pobres, los niños de sectores medios y lo de la elite. Estos grupos, corresponden a las
particularidades y las políticas aplicadas para con cada uno de ellos: la persecución, la detención y
la internación, cuando se trataba de niños vagabundos, transgresores o de niñas que ejercían la
prostitución, mientras que, en los otros dos casos, la política en general estaba orientada a la
enseñanza escolar y la normativización moral dentro de las escuelas.
Entre 1919 y 1930, los cambios en el Estado se reflejan también en las prácticas hacia la infancia a
partir de la modernización pedagógica, el surgimiento del discurso de la minoridad y la
institucionalización del menor no escolarizado.

Posteriormente, el peronismo resignificó la infancia como objetivo de Estado y el lema “los niños
son los privilegiados” reflejó una política hegemónica en esos años: todos los niños, sin
distinciones, son privilegiados.
Una característica común a todas las conceptualizaciones de la niñez es su condición de sujetos
pasivos en la historia social. Su participación activa en la sociedad civil en tanto sujetos de derecho
cuya palabra debe ser escuchada y respetada surge recién a partir de la sanción de la Convención de
los Derechos del Niño en 1990.

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Nuevas identidades infantiles- Los paradigmas que definían la niñez vuelven a transformarse,
modificando las representaciones sociales vinculadas a la obediencia de los más pequeños y a la
práctica de la autoridad por parte de los mayores.
La lógica formal y los ideales del imperativo categórico de Kant propios de la modernidad aparecen
hoy fuertemente cuestionados por nuestros pequeños: en la subjetividad repercute mucho más el
deber-tener que el kantiano deber-ser.

El mundo de estos niños está impregnado por una incesante y seductora estimulación visual y
auditiva que dificulta las construcciones simbólicas, a partir de la invasión de la tecnología.
Sin embargo, es el otro adulto que abandona al niño al exceso de la pantalla quien reproduce la
lógica del mercado ofreciendo al niño el goce autoerótico del cual el adulto tampoco puede escapar.
La intrusión de la violencia y el erotismo desde la imagen virtual, que convierte a los niños en
consumidores, constituye un fenómeno nuevo en nuestra cultura, del mismo modo que las
respuestas que los chicos desarrollan frente a estos estímulos, y a veces, llegan a ser incluso
patológicas. En lugar de depender de las pautas que antaño impartían las instituciones de referencia
de los más pequeños (escuela, iglesia, club), ahora se someten a las indicaciones emitidas por la
televisión o por internet: son órdenes que desautorizan el universo simbólico y que evidencian una
clara preponderancia del mundo de la imagen.

Por un lado la globalización genera signos de uniformización de la cultura infantil, mientras que la
creciente desigualdad social genera una mayor distancia entre las distintas formas de vida de niños.
Basta comparar la vida de los niños que viven en barrios privados con la de los chicos de la calle.
Narodowski (1999) plantea que las nuevas estructuras posmodernas provocan la “fuga” de la
infancia y generan nuevas identidades infantiles, todavía no del todo precisadas. Fuga para este
autor, que tiende hacia dos polos: la infancia hiperrealizada y la infancia desrealizada. El primer
tipo corresponde a la infancia procesada al ritmo vertiginoso de la cultura de las nuevas tecnologías
y los nuevos medios masivos de comunicación, esto es, niños que no comprenden y manejan esas
tecnologías y no requieren de adultos para acceder a la información, dado que crecieron con ellas, y
por tanto, se realizan. En el otro polo se encuentra la infancia desrealizada, que construye sus
propios códigos alrededor del “aquí” y del ahora “ahora”, alrededor de las calles que los albergan y
de los “trabajos” que los mantienen vivos. No despiertan en los mayores un sentimiento de ternura y
cuidado. Es una infancia desgajada de la escuela y de la familia, que no logran retenerlos y, cuando
lo hacen, no saben muy bien qué hacer con ellos.

Aun cuando el sentimiento de la infancia que hoy conocemos sea producto de la modernidad, la
actualidad ha ido delineado nuevos estilos de ser niño, nuevos espacios de socialización y nuevos
modos de vincularse con el otro.

Capítulo 5: efectos del maltrato en la subjetividad


El maltrato produce en el sujeto que lo padece serias consecuencias, entendidas como el conjunto de
alteraciones en el funcionamiento individual, familiar y social. Las más comunes son la transmisión
intergeneracional de la violencia y las alteraciones en el rendimiento académico, en el ajuste
psíquico individual y en el tipo de relaciones en las que el sujeto participa.
Sin embargo, resulta difícil encontrar un listado de síntomas ligados puntual y exclusivamente al
maltrato infantil, ya que los efectos de violencia dependerán de una serie de factores que se
articulan en forma cambiante en cada caso, tales como la edad del niño al momento en que revela el
abuso, el tipo de agresión sufrida (abuso físico, psicológico, sexual o negligencia), el grado de
cronicidad del maltrato y las redes de apoyo familiar y social con las que cuenta el niño.

El maltrato y sus consecuencias en el funcionamiento intelectual

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Ya en la década del sesenta, algunas investigaciones indicaban que los niños maltratos presentan
retratos en su desarrollo intelectual. Pino, Herruzo y Moya (2000) señalan que los niños maltratados
tienen un menor desarrollo cognitivo, son menos creativos, más distraídos, presentan una menor
persistencia en las tareas de aprendizaje, son menos habilidosos resolviendo problemas y durante la
edad escolar obtienen peores resultados en las pruebas de CI y en el rendimiento escolar que los
niños no maltratados, es decir, tienen un funcionamiento cognitivo inferior al correspondiente a su
edad.

Aun cuando estos sugieran que los niños maltratados corren serios riesgos de padecer deficiencias
intelectuales y cognitivas, estos estudios no indican si el maltrato es la causa de la deficiencia, o si
los niños maltratos evidenciaban estos retrasos antes de la violencia, y por tanto, estos retrasos
constituyen uno de los factores que determinan la agresión. Si se considera que el maltrato origina
la deficiencia, esto podría deberse a las lesiones en el sistema nervioso central durante el abuso
(golpes, mala nutrición, empobrecimiento ambiental, falta de estimulación cognitiva, o que al
momento de ser examinados, estos niños se encontraran sin los recursos yoicos para enfrentar la
situación de prueba. Se suma a esto, además, que los niños que han sido maltratados muchas veces
se posicionan en el lugar de “no saber” y manifiestan un sentimiento de incapacidad, actitud que,
aunque no sea estrictamente del orden de lo intelectivo, influye en su desarrollo cognitivo.

Afectividad y maltrato
Tanto la práctica clínica como diversas investigaciones señalan que los niños que sufren o sufrieron
maltrato presentan una amplia gama de dificultades emocionales, tanto en lo que se refiere a su
comportamiento como a rasgos de personalidad. Los signos más sobresalientes, al margen del tipo
de maltrato sufrido, son:

 Agresividad: estos niños suelen ser más agresivos que sus compañeros de clases. Su
agresividad es más fácil de provocar, más intensa y más difícil de controlar.
 Autoagresividad: en muchos casos las víctimas del maltrato infantil incorporan una
modalidad autoagresiva para resolver los conflictos, representada mediante intentos de
suicidio. Diversas investigaciones muestran que los niños maltratados con depresión
infantil tienden a atribuir los sucesos positivos a elementos externos, mientras que se
adjudican los negativos a sí mismos.
 Baja autoestima: una de las principales características de estos niños. Casi siempre va unida
a sentimientos de desesperanza, de tristeza y de depresión, dado que han sido objeto
(principalmente en abuso sexual) de un abuso de confianza, de inseguridad y falta de
confianza tanto en sí mismos como en los otros.
 Estigmatización: los niños agredidos sexualmente presentan, lo que se denomina
“estigmatización”, es decir, que sienten en forma constante vergüenza y culpa. En casos
extremos, estos sentimientos los llevan a tener conductas autodestructivas, como el abuso
del alcohol o drogas, prostitución e incluso, el suicidio.

Los efectos del maltrato en las habilidades sociales


Además de los problemas cognitivos, emocionales y de conducta, también se han examinado los
efectos del maltrato físico sobre la adaptación social de los niños y la serie de problemas
interpersonales que conlleva. Los niños maltratados demuestran poca competencia social, puesto
que establecen relaciones interpersonales agresivas o presentan aislamiento social.
Dos grandes cuestiones que caracterizan las relaciones de los maltratados con sus iguales. En
primer lugar, los niños maltratados físicamente tienden a mostrar altos niveles de agresión física y
verbal en sus interacciones e incluso, a responder con ira y en forma agresiva a los compañeros que
se les acercan en forma amigable. En segundo término, presentan un grado mayor de retraimiento y

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evitación de las relaciones interpersonales que los no maltratados y poseen escasas soluciones
alternativas a problemas interpersonales, a diferencia de los no maltratados.

Los estilos de apego se desarrollan tempranamente, permitiendo la formación de un modelo interno


que integra por un lado creencias acerca de si mismo y de los demás, y por el otro una serie de
juicios que influyen en la formación y el mantenimiento de las dinámicas relacionadas con durante
toda la vida del individuo. Por esto resulta importante la figura del primer cuidador, generalmente la
madre, ya que el tipo de relación que se establezca entre esta y el niño será determinante en el estilo
de apego que se desarrollará. No obstante, otras figuras significativas como el padre y los hermanos
pasan a ocupar un lugar complementario, lo que permite establecer una jerarquía en las figuras de
apego. Ainsworth (1980) señala que, como consecuencia del maltrato, se producen graves
alteraciones en el desarrollo del apego en el niño, que podrían explicar las dificultades socio-
emocionales que el maltrato imprime tanto a corto como a largo plazo, incluyendo entre ellas su
transmisión intergeneracional.

Los maltratados no logran comprender correctamente las pautas sociales relevantes, interpretan
hostilmente la conducta de los otros y muestran una falta de competencia a la hora de poner en
juego estrategias comportamentales para resolver problemas interpersonales. Sin embargo, no todas
las investigaciones coinciden en estos resultados. Autores como Walker y Downey (1990) plantean
que el maltrato está asociado con altos niveles de agresión y con el rechazo hacia los pares, pero no
con habilidades sociales y cognitivas más pobres.
También los niños que han sido testigos de violencia en su hogar presentan un patrón de conducta
que, en ocasiones, es muy similar al patrón descrito para los maltratados.
En general, muchos de los pequeños que fueron testigos de violencia en sus hogares suelen
presentar ataques de ira, incapacidad para concentrarse y agresividad; algunos fluctúan entre una
pasividad extrema y explosiones repentinas de furia; otros expresan sentimientos profundos de
ansiedad, impotencia y su incapacidad para evitar las agresiones en la familia y, finalmente, otros
están ya agotados.

Los maltratados son descriptos por su grupo de compañeros como perturbadores, peleadores, poco
cooperativos e indican que es poco probable que sean líderes del grupo,
Los niños que han sufrido abuso sexual suelen presentar una sexualidad traumática en su adultez, y
desarrollar sentimientos y actitudes sexuales disfuncionales (por ejemplo promiscuidad, prostitución
o imposibilidad de tener una relación sexual).

Consecuencias del maltrato infantil a lo largo del ciclo vital


Autores como Aber, Allen, Carlson y Cicchetii (1989) y Fernández (2002) analizan las
consecuencias que el maltrato deja en la persona que lo sufre de acuerdo a los diferentes momentos
del ciclo de vital que atraviesa, describiendo el impacto de la violencia en cuatro etapas:

- Primera infancia: cuando los niños son muy pequeños no pueden verbalizar el trato
negligente o punitivo y son sus lesiones recientes o cicatrizadas las encargadas de delatar
las actitudes coercitivas. En algunos casos, las consecuencias físicas pueden ser
determinantes, e incluso fatales, para la vida del niño, y en otros originan deficiencias
psicomotoras, problemas neurológicos y deterioro neuropsicológico que se acarrean a lo
largo de toda la vida.
Un bebe maltratado puede tener dificultades en su desarrollo afectivo o un apego del adulto
inseguro que le impedirá tener vínculos eficaces con el medio más próximo. Este apego
potencia, además, conductas de evitación cuando un adulto desconocido intenta acercase al
niño.

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Es posible que el niño no logre individualizarse y no adquiera autonomía, ni pueda
controlar sus propias emociones. Esos niños son llores, muy inquietos, demandantes y
molestos. Tampoco consiguen desarrollar una comunicación prelingüística junto con las
combinaciones de palabras, no potencian su autoconfianza, su iniciativa, su integración ni
su compresión de las redes sociales.
En los niños en edad preescolar se detectan dificultades en la resolución de problemas y en
la relación con sus pares.
- Segunda infancia: los niños maltratados presentan mayores deficiencias en las habilidades
lingüísticas y menor rendimiento escolar que sus pares no maltratados. Sin embargo, es
posible que estas deficiencias obedezcan no tanto al maltrato en sí, sino al medioambiente
familiar deficitario, en el que la estimulación, la comunicación y la dinámica familiar están
gravemente deterioradas. Por otro lado, es muy probale que todo el potencial cognitivo del
niño esté encaminado a evita el maltrato en vez de orientarse a sus habilidades exploratorias
o manipulativas.
Respecto de los problemas afectivos y conductuales, estos niños suelen manifestar una
autoestima baja y altos niveles de conductas internalizantes (ansiedad, depresión, miedo) y
conductas autodestructivas y externalizantes, como la hiperactividad, agresividad con
adultos y pares, los problemas de conducta y las conductas antisociales como el robo y la
fuga del hogar o de instituciones donde se hallan internados.
Asimismo, muestran problemas en el desarrollo social, se atribuyen la culpa de los hechos
punitivos y consideran que sus padres son buenas personas. También poseen escasa
habilidad para discriminar las emociones observadas en otras personas (empatía).
Los niños maltratados tienen un bajo rendimiento intelectual y su comportamiento es
disruptivo; se enfrentan no solo con sus iguales, sino también con el propio maestro, lo cual
contribuye al fracaso escolar. Además, son poco receptivos a cualquier estimulación, a las
actividades en clase y a las actividades lúdicas durante el recreo.
- Adolescencia: la conducta antisocial, las fugas del hogar o de las instituciones en las que se
encuentran internados, el robo, el contacto con drogas, entre otras conductas, son muy
frecuentes, entre los adolescentes maltratados. En menor escala suelen presentar cierta
tendencia al delito, y en estos casos, existe una relación entre el grado de maltrato sufrido y
el tipo de delito que se comete.
Otras veces, como ya dijimos, utilizan una modalidad auto agresiva para resolver sus
conflictos, qué puedes llevar a intentos de suicidio suicidios concretados
En cuanto al abuso sexual, como se observa que los efectos que produce en esta etapa son, a
corto plazo, problemas del sueño, sentimientos de culpabilidad, manifestaciones,
psicosomáticas, ansiedad agresividad, hiperactividad, conductas autodestructivas,
masturbación compulsiva, fugas del hogar, fracaso escolar y sensación de impotencia frente
al agresor
- Adultez: uno de los problemas más importantes que el maltrato produce en la adultez es la
transmisión intergeneracional del maltrato físico, qué implica que los niños maltratados,
cuando se convierten en padres, maltraten a sus hijos de la misma manera que sus padres
hicieron con ellos y, por tanto, transmiten el maltrato de generación en generación.
Ciertos autores como Widom (1989) indican que la mayoría de los padres que maltratan no
fueron Víctimas de violencia en su infancia. Es decir, la transmisión intergeneracional del
maltrato no es una consecuencia Inevitable de haberlo padecido y, cuando surge, podría
deberse más a la confluencia de otros factores (problemas familiares alcoholismo
drogadicción) que al maltrato sufrido en la infancia. Belsky (1993) plantea una serie de
procesos mediadores a los que atribuye su aparición: la teoría del aprendizaje social y la
teoría del apego. La primera postula que el niño aprende por modelado, es decir siguiendo
un modelo, que el maltrato físico es una técnica apropiada para corregir conductas

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indeseables en la infancia. Este aprendizaje hace que sea más probable que, en la adultez, lo
aplique con sus propios hijos.
La teoría del apego, por su parte, plantea que la relación afectiva que se establece en la
infancia con los cuidadores proporciona el prototipo de las relaciones afectivas en etapas
posteriores a través de las representaciones mentales que los niños van formando. Una
historia infantil caracterizada por el rechazo, por la falta de atención y por la ausencia de
apoyo afectivo puede generar la trasmisión del maltrato infantil a la siguiente generación, a
través de la influencia que ejercen los modelos internos de apego, cuando estos sujetos se
enfrentan como padres con sus propios hijos.
Por último en los casos de abuso sexual, estas situaciones tienen consecuencias a largo
plazo que interrumpen el normal desarrollo integral de la persona, tales como problemas en
el ajuste sexual (frigidez, promiscuidad, aversión hacia la actividad sexual, insatisfacción en
las relaciones sexuales), y síntomas psicológicos, por ejemplo, ataques de ansiedad,
trastorno del sueño, depresión, conductas suicidas, síntomas somáticos, obesidad y
tendencias masoquistas.

ABUSO Y EXPLOTACIÓN SEXUAL INFANTIL- GUÍA DE MATERIAL BÁSICA ESPAÑA

La protección de los niños y las niñas frente a todas las formas de violencia, como el abuso y
explotación sexual, es un derecho consagrado en el artículo 19 de la Convención sobre los
derechos del niño.

El abuso sexual infantil es una de las formas más graves de violencia contra la infancia y conlleva
efectos devastadores en la vida de los niños y las niñas que lo sufren. Sin embargo, estas prácticas,
que se han presentado siempre en la historia de la humanidad, sólo han empezado a considerarse
como un problema que transgrede las normas sociales cuando -por un lado- se ha reconocido su
impacto y las consecuencias negativas que tienen en la vida y el desarrollo de los niños o niñas
víctimas y -por otro lado- se ha reconocido al niño como sujeto de derechos.

El abuso sexual infantil implica la transgresión de los límites íntimos y personales del niño o la
niña. Supone la imposición de comportamientos de contenido sexual por parte de una persona (un
adulto u otro menor de edad) hacia un niño o una niña, realizado en un contexto de desigualdad o
asimetría de poder, habitualmente a través del engaño, la fuerza, la mentira o la manipulación. El
abuso sexual infantil puede incluir contacto sexual, aunque también actividades sin contacto
directo como el exhibicionismo, la exposición de niños o niñas a material pornográfico, el
grooming o la utilización o manipulación de niños o niñas para la producción de material visual de
contenido sexual.

La explotación sexual infantil y la trata de niños y niñas con fines de explotación sexual es la forma
más extrema en que se manifiesta esta violencia. Supone la utilización de menores de edad en
actos de naturaleza sexual a cambio de una contraprestación, normalmente económica. La
aceptación por parte del niño o la niña de esta transacción resulta irrelevante y así lo establecen
las principales normas internacionales.

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Cualquier forma de violencia sexual contra los niños y las niñas es un problema social que tiene
consecuencias en su vida, en su entorno y en todos y cada uno de los contextos en los que el niño
o la niña víctima se desarrolla. De ahí que los ámbitos para la intervención en la protección de los
niños y las niñas contra este tipo de violencia incluyan, desde la familia y su entorno social, a los
ámbitos educativo, sanitario y policial, así como el legislativo y de políticas públicas.

Cabe diferenciar tres modos fundamentales en los que se manifiesta esta violencia de naturaleza
sexual contra la infancia: 1. Abuso sexual infantil con o sin contacto físico. 2. Imágenes de abuso
sexual a través de las TIC. 3. Explotación sexual infantil y trata.

“Constituye abuso sexual toda actividad sexual impuesta por un adulto a un niño contra la que
este tiene derecho a la protección del derecho penal. También se consideran abuso las actividades
sexuales impuestas por un niño a otro si el primero es considerablemente mayor que la víctima o
utiliza la fuerza, amenazas y otros medios de presión. Las actividades sexuales entre niños no se
consideran abuso sexual cuando los niños superan el límite de edad establecido por el Estado
parte para las relaciones consentidas. A. Incitación o coacción para que un niño se dedique a
cualquier actividad sexual ilegal o psicológicamente perjudicial. B. La utilización de un niño con
fines de explotación sexual comercial. C. La utilización de un niño para la producción de imágenes
o grabaciones sonoras de abusos sexuales a niños. D. La prostitución infantil, la esclavitud sexual,
la explotación sexual en el turismo.”

Desde esta perspectiva, el abuso y la explotación sexual infantil en todas sus formas constituyen
graves violaciones de los derechos fundamentales y de los derechos del niño a la protección y los
cuidados necesarios para su bienestar y el derecho a ser protegido contra toda forma de violencia,
tal como establece la Convención sobre los derechos del niño, de 1989, (art. 19 y art. 34) y la Carta
de los derechos fundamentales de la Unión Europea, de 2000.

El Consejo de Europa, en el Convenio de Lanzarote, señala que abuso sexual infantil es: “Realizar
actividades sexuales con un niño que de conformidad con las disposiciones aplicables del derecho
nacional, no haya alcanzado la edad legal para realizar dichas actividades a) recurriendo a la
coacción, la fuerza o la amenaza; b) abusando de una posición reconocida de confianza, autoridad
o influencia sobre el niño, incluso en el seno de la familia; y/o c) abusando de una situación de
especial vulnerabilidad del niño, en particular debido a una discapacidad psíquica o mental o una
situación de dependencia.”

También prescribe una definición para los delitos relativos a la prostitución infantil: “se entenderá
el hecho de utilizar a un niño para actividades sexuales a cambio de dinero o de la promesa de
dinero, o de cualquier otra forma de remuneración, pago o ventaja, con independencia de que
dicha remuneración, pago, promesa o ventaja se ofrezcan al niño o a una tercera persona: a.
Reclutar un niño para que se dedique a la prostitución o favorecer la participación de un niño en la
prostitución. b. Obligar a un niño a dedicarse a la prostitución o beneficiarse de un niño explotarlo
de otro modo para tales fines. c. Recurrir a la prostitución infantil.”

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El Consejo de Europa señala en los artículos 18 a 23 que cada Estado adoptará las medidas
legislativas necesarias para tipificar como delito las conductas relacionadas con el abuso sexual
infantil y la explotación sexual, como la utilización de niños o niñas en prostitución, y determinará
la edad por debajo de la cual no está permitido realizar actividades sexuales con un niño. Este
documento propone a los Estados signatarios, además, un enfoque de lucha por la erradicación de
estas situaciones a partir de la prevención desde los diferentes ámbitos de intervención pública.

El rápido y amplio desarrollo de Internet ha promovido una nueva manera de vivir lo individual y lo
colectivo debido a la facilidad para las comunicaciones y para el intercambio de información desde
cualquier lugar del mundo. Con ello, las imágenes de abuso sexual de niños, niñas y adolescentes
han aumentado considerablemente. En este texto utilizaremos principalmente la expresión
imágenes de abuso sexual de niños, niñas y adolescentes en Internet, considerando que describe
el fenómeno de esta forma de explotación sexual de una forma más clara que el término
pornografía infantil. Estas imágenes son la evidencia de un abuso sexual infantil.

El término pornografía infantil es definido por el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los
derechos del niño relativo a la venta de niños y niñas, la prostitución infantil y la utilización de
niños y niñas en la pornografía (2000), como: “*...+ toda representación, por cualquier medio, de
un niño -o niña- dedicado a actividades sexuales explícitas, reales o simuladas, o toda
representación de las partes genitales de un niño con fines primordialmente sexuales” (art. 2, c)

La trata de seres humanos es un delito transnacional cuya definición fue consensuada en el


Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente de mujeres y
niños, que complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la delincuencia organizada
transnacional (conocido como Protocolo de Palermo): “Por ‘trata de personas’ se entenderá la
captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la
amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso
de poder o de una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios
para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de
explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena u otras
formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las prácticas
análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos; la captación, el transporte, el
traslado, la acogida o la recepción de un niño con fines de explotación se considerará ‘trata de
personas’ incluso cuando no se recurra a ninguno de los medios enunciados. Por ‘niño’ se
entenderá toda persona menor de 18 años.”
En el ámbito del Consejo de Europa también se adoptó en 2005 un Convenio sobre la lucha contra
la trata de seres humanos (Convenio de Varsovia) donde se establecen, a partir de la misma
definición de Naciones Unidas, una serie de actuaciones que deben llevar a cabo los Estados para
lograr un mejor resultado en la actuación coordinada y homogénea para la eficaz persecución del
delito, así como una adecuada protección de las víctimas.

Las normas internacionales destinadas a la lucha por la erradicación del abuso y la explotación
sexual infantil en sus diferentes manifestaciones prescriben una intervención de los poderes y

22
administraciones públicas basada en la prevención, persecución de los delitos y protección de las
víctimas. El primer y fundamental paso para su efectividad es reconocer su existencia y romper el
silencio en torno a él.

Los acuerdos internacionales relacionados con el abuso y la explotación sexual de la infancia


también señalan que, en el contexto del interés superior del niño, la intervención ante el abuso y
explotación sexual infantil debe incluir entre otras medidas: • Atención a las necesidades de las
víctimas de la trata de personas y la utilización de niños en la pornografía, incluidas su seguridad y
protección, su recuperación física y psicológica, y su plena reintegración en su familia y en la
sociedad, teniendo presente el interés superior del niño. • Lucha contra la demanda que
fomente este tipo de delitos contra los niños y las niñas y los factores que dan lugar a ella. • Las
medidas necesarias para erradicar el abuso y la explotación desde un enfoque integral que tenga
en cuenta todas las causas profundas que subyacen a su aparición.

Prevención- Es imprescindible el conocimiento de la realidad del abuso sexual y las dinámicas


sociales, culturales y familiares que promueven su aparición —los factores de riesgo—.
Igualmente, es necesario establecer medidas y acciones de prevención y atención en todos los
ámbitos responsables de la protección de los niños y las niñas para promover una respuesta
adecuada a sus necesidades como víctimas de estos delitos. Para ello es necesario generar
mecanismos o sistemas estatales, regionales y locales de protección que estén coordinados y sean
efectivos y eficientes.

Persecución- Naciones Unidas establece que los Estados tienen que adoptar las medidas
necesarias para eliminar, tipificar como delito y castigar de manera efectiva todas las formas de
explotación y abuso sexual de niños -también en la familia o con fines comerciales-, la utilización
de niños y niñas en la pornografía y en la prostitución infantil, la trata de niños y niñas, la
explotación de niños y niñas en el turismo sexual, incluyendo los supuestos en que esos actos se
lleven a cabo a través de Internet.

Una de las circunstancias que inciden en la recuperación de los niños y las niñas víctimas de abuso
sexual o de explotación es la respuesta -institucional o del medio social inmediato- que recibe ante
la revelación, el descubrimiento o la denuncia de esta situación de violencia.

Por tanto, en este sentido, es importante promover: • Un fácil acceso a la justicia, con
actuaciones efectivas, rápidas y coordinadas. • La atención de calidad en salud -mental y física-.
•Unos servicios sociales apropiados a las necesidades específicas de estos niños y niñas. • La
formación de profesionales capacitados para la evaluación psicológica y la intervención específica
para víctimas de abuso sexual.

Existen una serie de factores de diversa naturaleza que pueden favorecer que se produzcan
situaciones de abuso y explotación sexual infantil.

Factores sociales- – Falta de concienciación del niño o la niña como sujetos de derechos. Los niños
son particularmente dependientes de los adultos encargados de su protección.

23
– Los estereotipos de género. Los parámetros de belleza y de éxito en los que se hace una
sobrevaloración del cuerpo y de los modelos que promueven los medios masivos de
comunicación. – Validación social de la violencia y el abuso del poder dentro de las relaciones
cercanas. – La tolerancia o validación social de ciertas formas de agresión física, de cierto tipo de
relaciones sexuales con niños o niñas. – El desconocimiento de la trascendencia que tienen las
vivencias en la infancia para el desarrollo y la vida de las personas. – Falsas creencias sobre la
sexualidad infantil y de la sexualidad adulta. – Tolerancia social en la utilización de los niños, niñas
o adolescentes en pornografía o en prostitución infantil. – Costumbres culturales que promueven
el matrimonio temprano. – El consumo de alcohol y de sustancias psicoactivas ha demostrado ser
un factor asociado al abuso sexual infantil.

Factores familiares- – Relaciones familiares en donde se ejerce el poder de manera abusiva y no


equitativa. – Dificultades en la comunicación. – Distancia emocional, incapacidad para responder a
las necesidades del niño o la niña. – Falta de información sobre el desarrollo infantil y sobre el
desarrollo de la sexualidad. – Violencia de género. – Niños o niñas en situación de desprotección o
presencia de otras formas de violencia como negligencia, maltrato físico, etc.

Factores personales- De los niños o las niñas: – Los niños o las niñas que presentan discapacidad
son más vulnerables a ser víctimas de todas las formas de violencia. – Niños y niñas más pequeñas.
– Niños o niñas que no tienen vínculos de apego seguro con sus cuidadores o con carencias
afectivas. – Niños o niñas que crecen en un entorno de violencia de género. – Niños o niñas que no
tienen información sobre situaciones de riesgo o que no tienen información clara sobre
sexualidad. – Las niñas están en mayor riesgo de ser víctimas de abuso sexual o de explotación
sexual que los niños.

De los agresores: – Familias donde se ejerce la violencia de género y donde los estereotipos
machistas influyen notoriamente en sus vidas. – Historias de infancia con presencia de maltrato
físico, psicológico o sexual. – Poca capacidad de empatía. – Distorsiones cognitivas. – Consumo de
pornografía infantil. – Trastornos de la personalidad psicopática. Conocer las consecuencias y
sintomatología originada por el abuso sexual infantil, sin embargo, es muy importante para que los
profesionales tengan elementos para su detección y para una intervención adecuada.

Consecuencias físicas – Hematomas. – Infecciones de transmisión sexual. – Desgarramientos o


sangrados vaginales o anales. – Enuresis, encopresis. – Dificultad para sentarse o para caminar. –
Embarazo temprano.

Consecuencias psicológicas iniciales del abuso sexual infantil - Problemas emocionales: – Miedos.
– Fobias. – Síntomas depresivos. – Ansiedad.– Baja autoestima. – Sentimiento de culpa. –
Estigmatización. – Trastorno por estrés postraumático. – Ideación y conducta suicida. –
Autolesiones.

Problemas cognitivos: – Conductas hiperactivas. – Problemas de atención y concentración. – Bajo


rendimiento académico. – Peor funcionamiento cognitivo general. – Trastorno por déficit de
atención con hiperactividad.

24
Problemas de relación: – Problemas de relación social. – Menor cantidad de amigos. – Menor
tiempo de juego con iguales. – Elevado aislamiento social.

Problemas funcionales: – Problemas de sueño (pesadillas). – Pérdida del control de esfínteres


(enuresis y encopresis). – Trastornos de la conducta alimentaria. – Quejas somáticas.

Problemas de conducta: – Conducta sexualizada: Masturbación compulsiva. Imitación de actos


sexuales. Uso de vocabulario sexual inapropiado. Curiosidad sexual excesiva. Conductas
exhibicionistas. – Conformidad compulsiva.

– Conducta disruptiva y disocial: Hostilidad. Agresividad. Ira y rabia. Trastorno oposicionista


desafiante.

Los estudios de victimología señalan que los niños y las niñas víctimas de abuso sexual infantil
están en mayor riesgo de ser víctimas de otras formas de violencia.

FACTORES QUE INCIDEN EN LAS CONSECUENCIAS DE LA VIOLENCIA SEXUAL PERPRETADA SOBRE


NIÑOS Y NIÑAS- 1. La relación entre el niño o la niña y su agresor o explotador. Si la relación entre
los dos es muy cercana y de confianza, mayores serán los efectos en los sentimientos, los
pensamientos y las relaciones sociales del niño o la niña víctima.

2. La edad del niño cuando ocurre el abuso. Cuanto más pequeñas sean las víctimas, mayor puede
ser el daño en su desarrollo físico y sexual.

3. La duración del abuso. Cuanto más prolongado el abuso en el tiempo, mayores consecuencias
negativas tendrá sobre la vida y el desarrollo del niño o la niña.

4. El tipo de abuso sexual puede haber producido mayor daño físico o daño psicológico (la
vulneración de la dignidad).

5. El sexo de la víctima. El riesgo de embarazos tempranos no deseados genera otro tipo de


consecuencias negativas en la vida de muchas niñas víctimas de abuso sexual infantil. La
estigmatización que pueden sufrir muchos niños varones víctimas de abuso sexual, incide en la
baja denuncia por lo que están más desprotegidos.

6. Las respuestas y reacciones de los entornos familiares, sociales, institucionales y judiciales


frente a la revelación y denuncia del abuso sexual infantil.

7. El uso de violencia física además del abuso sexual puede aumentar el sentimiento de terror y los
efectos pueden estar relacionados con altos niveles de ansiedad.

8. La resiliencia del niño. Cada persona tiene sus propias características de personalidad, sus
historias de vida y sus habilidades personales y sociales individuales, que generan un forma
particular y única de responder a las situaciones traumáticas. Lo que quiere decir que la ausencia
de síntomas evidentes del abuso o la explotación, no implica la ausencia de efectos negativos
generados por tal situación.

25
PAUTAS DE INTERVENCIÓN PARA EL PERSONAL EDUCATIVO, SANITARIO O DE ATENCIÓN
PSICOSOCIAL ANTE LA SOSPECHA DE ABUSO O EXPLOTACIÓN SEXUAL INFANTIL

1. Mantén la calma y evita hacer preguntas que puedan intimidar al niño o la niña.

2. Puedes hacer preguntas más vagas para asegurarte de lo que ha querido decir o para evaluar su
seguridad. Ten en cuenta que no hay que presionarle para que cuente lo que ha ocurrido, ni
pedirle detalles de la situación de abuso sexual: esa es la tarea de los profesionales encargados de
la evaluación, en las condiciones para ello.

3. Creer al niño a la niña lo que te cuenta6. No le culpes con preguntas como: ¿por qué no has
contado antes?, ¿por qué lo permitiste?, etc.

4. Mantener una actitud respetuosa con el niño o la niña víctima. Agradécele la confidencia y
explícale que deberás comunicárselo a alguien más porque temes por su seguridad, de manera
que no podrás mantenerlo en secreto. No es necesario que toda la institución se entere de lo que
le ha ocurrido al niño o la niña.

5. Reportar, a la mayor brevedad posible. Haz un informe escrito describiendo exactamente lo que
el niño o la niña ha contado.

6. Buscar atención especializada. Si crees que es un caso de urgencia y que el niño o la niña corre
un riesgo inminente, contacta con la policía o con los servicios sociales de la zona. En internet,
encontrarás los teléfonos y correos de contacto. En la Guía de recursos de abuso sexual infantil, de
Save the Children, hay información útil7.

7. Explícale el siguiente paso al niño (por ejemplo, decirle que tendrás que informar a quien tengas
que hacerlo). Brinda explicaciones claras a los niños y las niñas y a sus familias. Asume que es una
situación que requiere una respuesta rápida y especializada.

Indicadores de trata / explotación sexual de niños y niñas en países de destino y casos de trata
interna

1. Indicadores que se detectan en las fronteras:

– Entrada con un adulto que declara no tener ningún vínculo familiar con el niño o la niña. –
Entrada con un adulto que declara ser pariente del niño o la niña pero que no tiene la
documentación válida para demostrar la relación parental. – Entrada de un menor no
acompañado.

2. Indicadores del control ejercido por los explotadores:

– Traslado a otras ciudades o países en muy corto espacio de tiempo y sin que el niño o la niña
tenga claro dónde se encuentra ni cómo ha llegado. – Presencia de un adulto que vigila y controla
a un niño o una niña en la calle. – Mediación por parte de un adulto que no tiene vínculos
familiares con el niño o la niña para evitar su contacto con trabajadores sociales, policía o personal

26
sanitario. – Falta de tiempo para que el niño o la niña interactúe sin un adulto que le controle con
trabajadores de los servicios sociales o personal sanitario. – Profunda preocupación por la falta de
ingresos y temor a ser castigado por ello. – Una tercera persona posee los documentos de
identidad del niño o la niña. – Manifestar haber contraído una elevada deuda. – El niño o la niña
realiza actividades físicas o se encuentra en la calle durante espacios de tiempo prolongados en
condiciones físicas o climatológicas muy severas.

3. Indicadores del aislamiento de un niño o una niña debido a la presencia de los explotadores:

– Falta de conocimiento sobre cómo desarrollar solos una vida normal. – Poco conocimiento del
idioma local. – Vida social muy limitada: falta de una red de amigos que no sean “familia”. –
Aislamiento social y marginación.

4. Indicadores de violencia, abuso o abandono:

– Signos físicos de violencia. – Aspectos relacionados con el comportamiento del niño o la niña: •
Abuso habitual de sustancias estupefacientes, particularmente cocaína o similares. •
Tendencia a interactuar con otros como si constantemente necesitara superarles o
demostrarles quién es el jefe. • Cambios de comportamiento y actitud diferente con las distintas
personas con que interactúa. • Rotundo rechazo a dialogar (mutismo, mantener distancias, etc.). •
Comportamiento extremadamente hostil y desafiante, tanto en el lenguaje corporal como
hablado, parecido al que se encuentra en un ambiente adulto de delincuencia.

– Indicadores de abuso sexual infantil: • Marcas en el cuerpo como cortes, heridas,


hematomas o arañazos cerca de partes del cuerpo como boca, nalgas o pechos. •
Enfermedades de transmisión sexual. • Embarazos precoces. • Acciones que muestran un
gran conocimiento sexual: Dibujos explícitamente sexuales inadecuados para la edad del niño o la
niña. Actitud sexual (imitando el comportamiento adulto) ante otras personas, animales o
juguetes. Preocupaciones acerca de temas sexuales. Alteraciones del sueño y autolesiones.
Expresión espontánea de historias de naturaleza sexual. Negación rotunda a asistir a
reconocimiento médicos o a desvestirse o, por el contrario, una excesiva disposición a hacerlo. –
Estado de negación y descuido del cuidado personal o las propias necesidades.

5. Indicadores que se detectan en el procedimiento penal: – Imputación por la comisión de delitos


que ha podido llevarse a cabo a instancias de sus explotadores. – Acciones delictivas que implican
su presencia en una organización. – Reacción automática, inmediata y memorizada de los niños y
las niñas ante la intervención de las autoridades.

Indicadores de trata y explotación de niños y niñas en sus países de origen

1. Indicadores que se detectan en la frontera cuando un niño o una niña sale del país: – Salida del
país con un adulto que declara no tener vínculos familiares con el niño o la niña. – Salida del país
con un adulto que declara ser familiar del niño o la niña pero que no posee la documentación
necesaria para demostrar la relación familiar.

27
2. Indicadores que se detectan en la frontera cuando el niño o la niña entra en el país: – Entrada
de un niño o niña extranjero no acompañado.

Historias de silencio- prostitución infantil

En este trabajo se considera que la prostitución constituye un hecho social, que trasciende la
particularidad del acto de comercio sexual entre personas y los aspectos psicológicos de los
directamente involucrados. En tanto tal, es reveladora de prácticas, ideas, actitudes y
comportamientos que desconocen los derechos humanos y forman parte de una organización
social destinada a perpetuar relaciones de dominación. Carole Pateman (1988) afirma que «la
prostitución es parte del ejercicio de la ley del derecho sexual del varón, una de las maneras por
las cuales a los varones se les asegura el acceso a los cuerpos de las mujeres». Puede afirmarse
que, más que varones, se trata del derecho sexual de quienes sustentan la masculinidad
hegemónica, mientras que los subordinados —es decir, aquellos sobre quienes estos tienen un
acceso asegurado—constituyen un grupo heterogéneo que incluye las múltiples manifestaciones
de lo femenino en cuerpos de mujeres, las masculinidades subalternas manifestadas en distintas
formas de homosexualidad masculina, y aquellos otros: travestis, transexuales, transgénero e
intersex.

Se trata de una relación de mercado, donde «la prostituta posee *…+ como mínimo un estatus de
mercancía, ya que ella es su objeto de comercialización» (Rostagnol, 2000). La persona se reduce a
mercancía. El hecho social prostitución implica distintos grados y tipos de violencias, presentes de
formas más o menos manifiestas, lo cual se agudiza al observar la explotación sexual comercial de
niñas, niños y adolescentes.

A efectos de esta investigación, la Declaración de Estocolmo tiene la doble virtud de la


comprehensividad y la consensualidad:

*…+ la explotación sexual comercial de niños es una violación fundamental de los derechos del
niño. Ésta comprende el abuso sexual por adultos y la remuneración en metálico o en especie al
niño o niña y a una

Se intentará dar cuenta del fenómeno desde la dimensión de los derechos humanos, considerados
en su indivisibilidad, interdependencia e integralidad. Los niños, niñas y adolescentes en situación
de prostitución ven vulnerados esos derechos, y la sociedad en su conjunto tiene el deber de
otorgar su titularidad a todas y cada una de las personas, pero especialmente a los niños y
adolescentes, a fin de que tengan una vida plena.

Siguiendo esta propuesta de análisis, se delinea un mapa de los agentes que intervienen en la
explotación sexual comercial de niños y adolescentes, discriminándolos en cuatro tipos: 1.
Directamente involucrados: niños y adolescentes, clientes, proxenetas, integrantes de redes con
distinto grado de compromiso, dueños de locales, trabajadores de locales donde se explota sexual
comercialmente a niños y adolescentes, amigos de clientes que conocen su práctica, familiares de

28
los niños y adolescentes, consumidores de pornografía por distintas vías. 2. Aquellos que por su
profesión o lugar en la sociedad están llamados a intervenir de alguna manera: legisladores,
implementadores y ejecutores de programas, integrantes de instituciones estatales (del Poder
Judicial, del Ministerio del Interior, del inau, etcétera), integrantes de organismos internacionales
encargados de velar por el cumplimiento de los derechos humanos, periodistas y comunicadores.
3. Aquellos que por su actividad pueden entrar en contacto: personal de salud, integrantes de ong
que trabajan con infancia y adolescencia y con derechos humanos, docentes, trabajadores del
transporte, entre otros. 4. Aquellos que tienen conocimiento indirecto del fenómeno: el resto de
la sociedad. Esto coloca el fenómeno en su lugar real: constitutivo de la sociedad y parte

de la trama social. No es un fenómeno marginal, propio de sectores excluidos, asociado a


comportamientos desviados, como con frecuencia se pretende presentarlo.

El Protocolo de Palermo define la trata de personas como:La captación, el transporte, el traslado,


la acogida o la recepción de personas recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas
de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de vulnerabilidad
o a la concepción o recepción de beneficios para obtener el consentimiento de una persona que
tenga autoridad sobre otra, con fines de explotación. Triangulando esta información con la
relevada en el trabajo de campo, es posible pensar, al menos como hipótesis de trabajo, que un
porcentaje de niños, niñas y adolescentes ausentes forman parte de redes clandestinas; algunos
probablemente sean víctimas de trata, tanto dentro del territorio nacional como fuera de
fronteras.

Hasta el momento, en Uruguay no existen programas de intervención comprehensivos. Tampoco


existe un organismo público o privado especializado, a pesar de que, frente a la demanda, algunas
ong con trayectoria de intervenciones en casos de abuso y maltrato de niños y adolescentes están
fortaleciendo áreas destinadas específicamente para los casos de prostitución. El fenómeno está
presente, por lo que, de modo más o menos frecuente, educadores y profesionales de diversas
instituciones se enfrentan a él.

La existencia de niños y adolescentes en situación de explotación sexual comercial es un


fenómeno complejo y su interpretación conlleva la dificultad de traspasar algunas miradas
heredadas que colocan a la pobreza en un lugar privilegiado para explicarlo. Sin desconocer que la
pobreza influye fuertemente en la configuración de vulnerabilidades, es necesario ir más allá,
romper con los sociocentrismos23 para alcanzar un análisis más comprehensivo del fenómeno. El
sentido común sociocéntrico tiende a pensar que las personas que viven en situación de pobreza
tienen mayor tolerancia hacia la prostitución, que no existen prejuicios al respecto pues constituye
un recurso al que echan mano en caso de necesidad económica, y se las percibe como una
población con mayor permisividad sexual. Sin embargo, del trabajo de campo con adolescentes
mujeres y varones que viven en condiciones socioeconómicas muy vulnerables se desprende que
tienen prejuicios sobre el ejercicio de la prostitución en esos contextos e inclusive sobre quien la
ejerce o la ha ejercido en algún momento. Sin pretender generalizar estas observaciones, interesa
mencionarlas para mostrar que en algunos sectores, aunque se viva la prostitución más de cerca y

29
vinculada a la cotidianidad, los estigmas están presentes, y quienes se encuentran o han pasado
por una situación de prostitución intentan ocultarlo. Es necesario aclarar, también, que en muchos
casos el prejuicio está depositado en aquellas situaciones estereotípicas de la prostitución
(femenina, ejercicio en la calle, en un local, de forma permanente), pero no incluyen otras
situaciones (prostitución encubierta), que se viven con mayor tolerancia o aceptación. Estas
representaciones se vinculan estrechamente a cómo se piensa y se vive la sexualidad. En algunas
entrevistas a adolescentes varones y mujeres de estos contextos, se percibe que la sexualidad es
vivida sin reflexividad. Si bien en algunos relatos se resalta la importancia de saber con quién se va
a tener relaciones y de cuidarse, en pocos casos se utilizan métodos anticonceptivos o
preservativos en las relaciones de pareja u ocasionales. No puede decirse que no exista un cuidado
del cuerpo, ya que existen otros cuidados, pero es verdad que se observa una clara resistencia al
cuidado médico. Por otro lado, las prácticas sexuales sin protección no se perciben como conducta
de riesgo. En los mejores casos, un embarazo no previsto se asume con resignación. En términos
generales, más que un cuidado corporal, lo que está ausente en las prácticas y representaciones
de estos jóvenes es la posibilidad de ser sujetos de derecho y, por tanto, exigirlo a las personas
con quienes se relacionan sexualmente. Hechas estas observaciones, es preciso mencionar que,
aun evitando buscar y ubicar el fenómeno de la prostitución infantil únicamente en contextos de
pobreza, ha sido justamente en estos contextos donde se ha podido estudiar con mayor facilidad.
Cuanto más alto es el estrato socioeconómico, mayor es la dificultad de acceder al estudio del
fenómeno, pues se activan mecanismos de protección que no existen en los estratos bajos.

El término reclutar es utilizado en diversos trabajos e informes sobre la escia, tanto dentro del
campo de la pia como de la trata. Según el Diccionario de la Real Academia Española, reclutar
significa «alistar reclutas», «reunir gente para un propósito determinado», y se usa principalmente
en el terreno militar. Al hablar de reclutar se alude a que hay alguien (red, proxeneta, etcétera)
que reúne gente (adolescentes) para un propósito determinado (la prostitución). En síntesis,
alguien recluta y alguien es reclutado. La información reunida proviene tanto de entrevistas a
adolescentes en situación de prostitución como de informantes calificados pertenecientes a
instituciones estatales y de la sociedad civil, y muestra que, salvo en casos muy específicos, no
existe reclutamiento, sino que se trata de un ingreso o un pasaje con entradas y salidas, donde el
adolescente es en cierto grado el agente de sus actos. Es preciso ser cauto respecto a este punto.
Los diversos procesos que han atravesado los niños, niñas y adolescentes antes de llegar a la
situación de prostitución incluyen violencias de distinto tipo, especialmente abuso sexual,
ausencia de vínculos familiares positivos, muchas veces falta de autoestima, situaciones de
pobreza aguda… En fin, una serie de elementos que permiten afirmar que esos adolescentes no
están en una situación de elección; sin embargo, no es posible desconocer que personas en las
mismas circunstancias toman decisiones diferentes, es decir que tienen cierto margen para optar,
aunque sea muy restringido. Es importante reconocer que en ciertas circunstancias la prostitución
llega a ser una opción. Este reconocimiento ciertamente es interpelante, pero además exige una
reflexión acerca de las características que convierten a la prostitución en una práctica considerada
no deseable para nadie. Existen adolescentes que la consideran una opción. La pregunta que se
impone es con qué están contrastando la prostitución, cuáles son las condiciones de vida que

30
consideran menos deseables. El análisis sobre las modalidades del ingreso y la permanencia en la
situación de prostitución ofrecen pistas para entender algunos comportamientos de estos
adolescentes. La pia, lejos de ser uniforme, presenta una amplia gama de rostros.

La característica más sobresaliente es que los adolescentes con ingreso forzado a una red están
prácticamente incapacitados de abandonarla debido a las amenazas y presiones que incluyen a
miembros de sus familias y a sí mismos. Los adolescentes en esta situación perciben que aquellos
que «gobiernan» la red ejercen poder social, político y económico —lo cual muchas veces coincide
con la realidad—, y esta percepción es uno de los mecanismos más efectivos para evitar que lleven
a cabo acciones tendientes a cambiar su situación, específicamente escapar y realizar la denuncia.

El ingreso paulatino a una red con distinto grado de «aceptación» no significa que no sea forzoso.
Como se ha dicho, se trata de un límite difuso. La mayor parte de los casos relevados de
adolescentes en redes ingresaron de esta forma. Este ingreso engloba tanto a aquellos que
efectivamente ejercen la prostitución habitualmente como a aquellos que entran y salen, alternan
el ejercicio de la prostitución con el robo u otras estrategias de supervivencia. Existe, por lo tanto,
un amplio abanico de modalidades correspondientes a la misma forma de ingreso. En otras
oportunidades, el ingreso va de la mano de un pariente o amigo. En algunos casos relevados, es la
madre u otra familiar cercana quien se dedica a la prostitución e ingresa a su hija al negocio. En
ciertos casos existe una continuación, mientras que en otros la adolescente rompe y sale de la
situación de pia.

Un estudio realizado en cinco países de la región estima que el 47% de las niñas explotadas
sexualmente habían sido víctimas de abuso y violación. Se espera que las instituciones educativas,
además de su rol académico, proporcionen un espacio para el crecimiento emocional, afectivo y
social de los niños y adolescentes. Sin embargo, de manera creciente en los últimos años, estas se
han ido convirtiendo en lugares de violencia entre pares y de desamparo emocional y afectivo
para los alumnos.

Las distintas situaciones de explotación sexual comercial de niños y adolescentes se articulan con
un conjunto de facilitadores. Si bien el dinero resulta en un primer momento uno de los más
fuertes, es necesario considerar otros que también revisten importancia. Lo habitual es que el niño
o adolescente quiera acceder a una serie de bienes materiales o simbólicos que están fuera de su
alcance y cuyo acceso en ocasiones es facilitado a través de la situación de prostitución. Sin
embargo, no es posible afirmar que en una situación de explotación sexual comercial determinada
exista un solo facilitador, sino que son varios los que se ponen en juego, aunque uno o algunos de
ellos tengan más impacto, sobre todo al referirnos a los mecanismos que posibilitan la
permanencia en la situación de prostitución. A partir del análisis de las historias se estudiarán los
facilitadores que aparecen: varios se repiten en las historias, otros son propios de algunas en
particular y en otras historias hay varios facilitadores en juego. La intención no es agotar el análisis
aquí, sino mostrar parte de la variedad de mecanismos que pueden estar determinando una
situación de prostitución.

31
Obtención de dinero- La obtención de dinero es uno de los facilitadores que aparecen
con más frecuencia y claridad, de manera preponderante frente a otros. En algunos casos supone
una estrategia que complementa otras propias de chicos en situación de calle. En otras ocasiones
también se articula con las estrategias ligadas al robo. La situación de intemperie en que viven
muchos adolescentes hace que la relación con el cliente, con el explotador o con la red de
prostitución se convierta en un lugar de continentación. El explotador se aprovecha de la situación
de vulnerabilidad e indefensión en que se encuentran estos adolescentes. Como ya se observó, en
muchos casos la historia de vida del niño o adolescente ha estado marcada por la violencia familiar
y el abandono. Así, la situación de prostitución significa la posibilidad de encontrar a alguien en
quien se tiene confianza, sentirse respetado y querido. Marcos dijo que su cliente fijo lo trataba
«como si estuviera enamorado», lo cual le brindaba una aceptación de sí mismo y un sentimiento
de seguridad que le eran desconocidos.

La búsqueda de mejorar la propia imagen, así como la posibilidad de cuidarse, son especialmente
gravitantes para ingresar o para continuar en una situación de prostitución. Esto necesariamente
se relaciona con experiencias previas de violencia en forma de tratamientos denigrantes u otros
aspectos de la violencia emocional y psicológica.

La explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes en general, y la prostitución en


particular, constituyen un fenómeno difícil de aislar de otros que también se observan en la vida
social. Esto se debe, por una parte, a su asociación con el crimen organizado y a su relación con la
economía, tanto nacional como internacional, pero también es preciso señalar cierta dificultad en
marcar los límites entre el abuso sexual y la explotación sexual comercial.

En Uruguay, el terreno fértil para la existencia de la prostitución infantil lo constituye una


legislación débil; la corrupción (policial y judicial); instituciones no continentadoras; la violencia de
género, especialmente intrafamiliar —que genera violencia social y naturaliza el recurso de la
fuerza y la impunidad—; una relación de generalizada dominación masculina (especialmente en
los mandatos culturales); la vulnerabilidad social (pobreza, exclusión del sistema educativo,
etcétera). Para que el mecanismo de la escia continúe existiendo, el fenómeno debe ser
invisibilizado y silenciado. La prostitución infantil está invisibilizada, lo cual no significa que se trate
de un fenómeno desconocido, sino que se lo oculta.

A lo largo de la presente investigación hemos arribado a algunas conclusiones que deben ser
consideradas primarias, dado el carácter exploratorio del trabajo: 1. La pia es inseparable de la
prostitución adulta. No se evidencian diferencias sustanciales en las modalidades y los lugares de
ejercicio de la prostitución debidos a la edad. Es decir que los niños, niñas y adolescentes en
situación de prostitución comparten espacios y modalidades con los mayores de edad. 2. La
prostitución es la consecuencia de la demanda; sin embargo, el cliente no solo permanece
invisible, sino que no existe una sanción social respecto a su comportamiento. 3. La prostitución
infantil no puede reducirse a un emergente de la pobreza; también existe en sectores sociales
medios y medio-altos; en estos casos existen eficaces mecanismos que encubren el fenómeno. 4.
Las intervenciones policiales y judiciales son ineficaces. En ambas instituciones hay limitaciones de

32
distinto tipo que dificultan o directamente impiden una actuación efectiva. 5. Es preciso
implementar una política integral para las víctimas de la pia, que tome en cuenta las
especificidades de la experiencia que han vivido estos niños y adolescentes. Eso exige considerar
que adaptarse a vivir en situación de prostitución significó, para la mayoría de las víctimas,
desarrollar dispositivos de autodefensa a fin de tolerar la situación, especialmente respecto a la
alienación corporal y al sometimiento a la voluntad ajena. Es preciso desarrollar metodologías de
intervención y ofrecer albergues adecuados, así como programas específicos para los niños, niñas
y adolescentes que han estado en situación de explotación sexual comercial. 6. Si bien la
legislación es muy específica en cuanto a que la explotación sexual comercial de menores de edad
es un delito, parece ser un delito no perseguido. En otras palabras, una ley en desuso. Esto se
verifica en la casi inexistente intervención judicial y policial en este tipo de delitos. 7. La sociedad
en general muestra grandes dificultades para hablar del tema y casi una imposibilidad de hacerse
cargo del problema, que llega incluso a la dificultad de verlo. Es frecuente que niños, niñas y
adolescentes que están en la calle no sean visualizados como que están esperando un cliente,
ejerciendo la prostitución; pasan desapercibidos, como si simplemente estuvieran ahí. 8. Existe un
proceso de naturalización del fenómeno derivado de las con diciones que habilitan su existencia.
La explotación sexual comercial infantil y de adolescentes depende de prácticas sexuales basadas
en relaciones jerárquicas que implican dominación masculina y adulta, trátese tanto de prácticas
heterosexuales como homosexuales. A través de lo expuesto se intentó mostrar que la
prostitución infantil constituye un fenómeno complejo, para cuyo abordaje y comprensión es
necesario des-centrar la mirada: quitar la atención de los niños y adolescentes en situación de
prostitución y colocarla en la sociedad en su conjunto. El fenómeno es constitutivo de la trama
social; existe y se perpetúa por esa razón. Existen niños y adolescentes en situación de
prostitución porque existe una sociedad que tramita parte de su sexualidad por esta vía, y porque
el negocio de la prostitución infantil está plenamente inserto en el sistema económico, no es
marginal.

MÓDULO VII

VULNERABILIDAD ADOLESCENTE Y PSICOPATOLOGÍA DE LAS ADICCIONES- FRÁGOLA

En este trabajo nos referiremos a algunos aspectos de la psicopatología y la clínica de las


adicciones en los adolescentes buscando la confluencia entre los aportes del psicoanálisis y los de
otras disciplinas del campo de la salud mental, como las neurociencias. En ese contexto la
vulnerabilidad es uno de los puntos centrales, y tanto el estado del self como el desequilibrio
narcisista propio de la adolescencia se hallan íntimamente relacionados con dicha vulnerabilidad.
Si bien no existe prácticamente período de la vida en el que el riesgo de adicción esté ausente,
está demostrado que niños y adolescentes son los grupos etarios más proclives.

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El consumo de drogas abarca un amplio espectro de personalidades de base y en consecuencia
pueden generarse diversas variantes transferenciales. Pretender enfocar a todos los casos usando
los mismos parámetros y supuestos básicos conduce necesariamente al desencuentro y a la
dificultad en el contacto intersubjetivo. No es casual que J. Riviere (1936), la autora de uno de los
trabajos clásicos sobre reacción terapéutica negativa, haya advertido lúcidamente que algunos
aspectos de la transferencia de estos pacientes pueden constituir un golpe para el narcisismo del
analista que afecta su instrumento de trabajo.

Veamos entonces algunos puntos a considerar: 1) Aspectos del desarrollo evolutivo que incluyen
la difícil delimitación entre normalidad y patología en la adolescencia. La depresión juvenil y su
relación con el consumo de drogas. 2) La transformación narcisista de la adolescencia, las vivencias
de vacío y el campo intersubjetivo. 3) La neurobiología y los cambios neuroquímicos asociados con
la transición del consumo de sustancias a la adicción. Los sistemas cerebrales de refuerzo y la
motivación. La patología dual. 4) La vulnerabilidad que resulta de las circunstancias anteriores y su
inclusión en un modelo integral de las adicciones. La mirada social. Las drogas y la persona.

Hoy es un lugar común la relación entre adolescencia y uso y abuso de drogas. Algunos aspectos
evolutivos nos pueden ser de utilidad para comprender mejor las adicciones en adolescentes: a) Lo
específico de la psicopatología en niños y adolescentes es su carácter evolutivo: ellos están
inmersos en un desarrollo madurativo continuo que hace que lo que puede parecer patológico a
una edad no sólo no lo es en otra, sino que puede llegar a tener un valor estructurante, de modo
que su ausencia a veces denuncia un trastorno patológico. En cuanto a las drogas, familiares y/o
terapeutas pueden caer en el error de confundir el uso esporádico recreativo de sustancias
psicoactivas con el abuso y la dependencia adictiva. Las fantasías subyacentes y la significación
psicopatológica son muy diferentes y por ende las medidas a implementar.

b) La crisis adolescente implica una profunda transformación de las estructuras del psiquismo y de
la inserción social del sujeto. Wieder y Kaplan (1969), de los primeros psicoanalistas que
estudiaron en forma pormenorizada el tema en adolescentes, subrayaron el rol que las drogas
cumplen para reducir el distress y mantener la homeostasis en adolescentes, como una suerte de
“prótesis estructural”. En todas las áreas suceden transformaciones y disrupciones, se generan
síntomas que son capturados por el entorno social y catalogados por los médicos, los sociólogos,
los periodistas y los psicoanalistas.

c) Vulnerabilidad y afectos depresivos: reasignación de prioridades libidinales, duelo por la pérdida


y duelo anticipatorio, durante la fase adolescente son sumamente frecuentes las manifestaciones
de tipo depresivo, que suelen incluir una clásica nostalgia angustiosa, esa difusa melancolía
existencial que tan bien reflejan los jóvenes creativos o los escritores que han sabido describir las
vivencias interiores de los jóvenes en esos años hipersensibles, a veces vacilantes y opresivos

Además de la negación de los afectos depresivos, en forma compensatoria puede aparecer la


tendencia a la acción, el paso al acto que lleva a reacciones impulsivas y a conductas violentas o
delictivas. La tendencia a la acción se asocia con frecuencia al consumo de sustancias psicoactivas
y a otras formas de búsqueda de estimulación tales como las conductas de riesgo o la

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promiscuidad sexual. Es el mecanismo que McDougall describió en el paciente desafectivizado que
está intentando suplir su hueco en la vida emocional.

Pero la transformación adolescente implica también una reorganización del equilibrio narcisista
alcanzado en etapas anteriores y una conmoción de los mecanismos reguladores de la autoestima.
Las sustanciales modificaciones de la imagen corporal y la activación del desarrollo cognitivo
causan en el joven un impacto de tal magnitud que trae aparejada una completa reestructuración
de su self. El paulatino reemplazo de una representación duradera del self por otra puede poner
en peligro a un self cuyo establecimiento nuclear había sido deficiente. La concomitante
desidealización de las figuras parentales debilita otro soporte narcisista y entraña un aumento de
la vulnerabilidad del self. Entonces nuevos ídolos o ideales, la sumisión a la cultura o la formación
de una contracultura pueden servir por igual para restaurar una autoestima vacilante.

Así una hipótesis para tener en cuenta es que cierto uso de drogas en la adolescencia, y el uso de
otras sustancias psicoactivas como el alcohol o los fármacos autoadministrados en un período
posterior de la vida (la edad de los padres), en especial ansiolíticos, hipnóticos y analgésicos,
pueden cumplir funciones psicológicas y neurobiológicas semejantes.

El desbalance narcisista de los padres sumidos en su propia crisis vital que los deja no disponibles
para sus hijos es moneda corriente en las familias de los jóvenes adictos. Los padres están “fuera
del área de cobertura”, inalcanzables para las silenciosas necesidades filiales de idealización.

A su vez, en los tramos iniciales del tratamiento, la repetición transferencial del adolescente adicto
suele ubicar al analista en un rol paterno vacilante, desconectado de las inquietudes de su hijo y
de su escenario, de la alternancia juvenil entre la omnipotencia y la zozobra. Esto puede coincidir
con el analista en estado de desconcierto ante un panorama –la dramática de la adicción– que no
termina de conocer y comprender, o que malinterpreta desde el otro lado de la brecha
generacional.

ya desde el inicio del vínculo con el paciente adicto es necesario que el analista pueda detectar no
tanto lo que la droga le hace al paciente sino más bien lo que la droga hace por él

Una mirada analítica al sujeto proclive a la adicción va a vislumbrar tarde o temprano algún déficit
significativo en cuatro áreas nucleares del funcionamiento psicológico relacionadas con el terreno
narcisista: 1) registro y regulación de las emociones, 2) mantenimiento de un sentido estable del
self, 3) manejo de los vínculos interpersonales y 4) cuidado de la propia integridad, incluyendo la
habilidad de anticipar las consecuencias de la propia conducta.

La primera cuestión a considerar desde esta perspectiva es que las investigaciones neurobiológicas
en adicciones han mostrado que las drogas que generan dependencia parecen tomar el comando
de zonas filogenéticamentemente antiguas del cerebro que se ocupan de la regulación de
tendencias repetitivas como la alimentación, la sexualidad y la interacción social. (Funciones que
evocan, no por casualidad, los conceptos psicoanalíticos de pulsión o impulso instintivo). Estas
áreas cerebrales comprenden al sistema límbico e incluyen la amígdala, el núcleo accumbens, y el

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área tegmental ventral (Bickel, 2006). Los circuitos vinculados a esta zona proveen sensaciones de
placer, que también son activadas por las drogas de abuso. Además el sistema límbico es
responsable de nuestra percepción de las emociones, lo que explica la propiedad que tienen todas
estas sustancias de alterar el humor. Más aún, evidencias adicionales sugieren que las zonas más
“modernas” del cerebro, como la corteza frontal, parecen quedar “off line” tanto estructural como
funcionalmente durante el proceso de adicción. Pero la corteza frontal o cerebro anterior, que
queda relegada en las adicciones, está relacionada con el pensamiento abstracto, con la capacidad
de planear, de resolver problemas complejos y tomar decisiones. En otras palabras podríamos
decir que el cerebro se torna más primitivo en su modo de funcionar y pierde logros evolutivos
alcanzados previamente.

El amanecer de la adolescencia. La adicción- posse

Cómo ubicar el tema de las adicciones en la pubertad? Desde la clínica nos orientamos con la
pregunta acerca de cuál es el lugar que ocupa la droga en un sujeto, más allá del ciclo de vida que
atraviese y trabajamos en la singularidad del caso a caso. Cuando el tema de la adicción es
abordado desde la prevención, ubicamos como población de mayor riesgo a jóvenes y
adolescentes. Tendremos entonces que incluir también a quienes tienen once, doce años?
Dónde se produjo el cambio para ampliar los márgenes de edades.

La pubertad, adolescencia inicial o adolescencia temprana es la primera fase de la adolescencia y


de la juventud, normalmente se inicia a los 10 años en las niñas y 11 años en los niños y finaliza a
los 14 o 15 años. En la pubertad se lleva a cabo el proceso de cambios físicos en el cual el cuerpo
del niño o niña se convierte en adolescente, capaz de la reproducción sexual. El crecimiento se
acelera en la primera mitad de la pubertad, y alcanza su desarrollo al final. Las diferencias
corporales entre niños y niñas antes de la pubertad son casi únicamente sus genitales. Durante la
pubertad se notan diferencias más grandes en cuanto a tamaño, forma, composición y desarrollo
funcional en muchas estructuras y sistemas del cuerpo. Las más obvias son las características
sexuales secundarias. En sentido estricto, el término «pubertad» se refiere a los cambios
corporales en la maduración sexual más que a los cambios psicosociales y culturales que esto
conlleva. La adolescencia es el período de transición psicológica y social entre la niñez y la vida
adulta. La adolescencia abarca gran parte del período de la pubertad, pero sus límites están
menos definidos, y se refiere más a las características psicosociales y culturales mencionadas
anteriormente.”

Freud dice que la vida sexual de los humanos comienza dos veces. La primera vuelta corresponde
a las experiencias iniciales de la vida, pero el segundo inicio de la vida sexual, en la pubertad,
conlleva una verdadera metamorfosis del sujeto e implica un trastrocamiento de los goces y de los
placeres en juego, así como un renovado florecimiento de fantasías que abren las puertas a la
exogamia.

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Podemos distinguir la pubertad de la adolescencia situando la primera como la irrupción pulsional.
La pulsión se presenta con toda su intensidad destronando lo que hasta ayer fueron los pilares del
niño. En el periodo de latencia, el juego amortiguaba el recorrido del trayecto de la pulsión
proponiendo una relación con el objeto, como dice J. Lacan, situando un fantasma inofensivo. La
llamada transición adolescente implica justamente el pasaje del mundo del niño en la familia hacia
el mundo de los pares y de allí al mundo adulto. J. Lacan ubica la pubertad como un despertar. (5)
Despertar de qué? Se despierta del sueño de la infancia, despierta de esas respuestas que lo
habían estabilizado, que le dieron un sentido de la vida. Durante el periodo de latencia el niño
tiene el camino bien delineado por el Otro. La demanda de saber apacigua porque es ordenadora,
hay un amo a quien servir, a quien alienarse.

La presencia de la realidad virtual a través del ciberespacio, a través del email, el chat, los juegos
en red, los foros, ocupan un gran espacio del terreno en que se desarrollan los vínculos. EL
intercambio grupal no tiene por qué ser durante el recreo, ni en el club, ni en la vereda del barrio.
No es necesario el encuentro personal, y hasta se puede hacer lo que en el mundo real no es
permitido, se puede elegir quien quiere ser, armarse una identidad a su gusto escondido tras su
nickname. Existe un cierto anonimato que permite un “corte y fuera” cuando deja de resultar
atractivo ese intercambio.

El púber que intenta tramitar la angustia por la pérdida de la representación de sí mismo y de su


cuerpo infantil en un cambio brusco por lo acelerado que se le presenta, en ese intercambio con
los otros logra calmar la angustia ligada al vacío de su existencia. No está solo, puede establecer
diálogos múltiples. Y hasta escuchamos decir, “estuve con tal”, “me encontré con…”, refiriéndose
a un encuentro virtual. La desinhibición requerida para abordar el Otro sexo está facilitada sobre
todo en los varones, ya que acercarse a una mujer es de una gran exigencia. Pero a través de la
computadora y el celular todo es posible.

Las compañías diseñadoras de videojuegos al crear algo que contenga un elemento adictivo
aumentan sus ventas considerablemente. En los juegos donde se intenta pasar de nivel, la
interacción suele ser desmesurada, la pérdida del sentido del tiempo es un rasgo a tener en
cuenta, decimos “se quedó pegado”. Esta captura del objeto, esta relación particular de
adherencia que vemos frente a la pantalla, despierta una violenta atracción, una cierta esclavitud
donde se puede vislumbrar el sufrimiento en ese acto compulsivo. En el espacio virtual el Sujeto
queda anónimo, en la adicción, el sujeto queda borrado. Diversos autores opinan que no existe la
adicción a Internet, sino que es un medio para desarrollar otras tipos de vínculos patológicos, tales
como adicción al trabajo, al sexo, al juego etc.

Hay algo que empuja al encuentro con el Otro sexo pero no se sabe cómo. Primer encuentro
imposible de la relación sexual. El acting out, el pasaje al acto, son las respuestas más habituales
como recurso desesperado. La droga, el alcohol, el consumo excesivo, el tomar para desinhibirse,
por un lado brinda la creencia de otorgarle consistencia al semblante, y por otro lado su estado de
embriaguez lo saca del juego de la comedia de los sexos. Conocemos el fenómeno actual que
llamamos “la previa” reunirse para “prepararse a salir”….un modo de calmar la aplastante

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demanda que inhabilita cualquier intento de abordar al otro sexo. Compartir “la previa” va en
detrimento del efectivo encuentro con el objeto de deseo.

En el mundo actual hay un derrumbe de la función paterna como efecto regulador y ordenador.
Hoy contamos con una amplia gama de modos a los que el joven recurre para cancelar el malestar
estructural que lo atraviesa y del que no quiere saber. O se confronta con los conflictos que se le
presentan o los esquiva. Cuando los recursos para hacer frente fallan o no son suficientes,
aparecen modos de vínculos absorbentes. “Se quedó pegado” es la frase que escuchamos frente a
ese último recurso “desesperado”. La relación pasional con el objeto droga, (sea cual sea) que
brinda una cantidad de cualidades inagotables, le posibilita seguir en la ignorancia acerca de su
responsabilidad subjetiva y colmar estas preguntas inquietantes y movilizadoras.

Y fundamentalmente sacarse de encima la presión de la pulsión. En la pubertad lo que empuja y


exige viene del cuerpo. En la adolescencia se suma además la exigencia proveniente de lo social.

En nuestra experiencia en la atención de pacientes adictos no han sido muchas las consultas de
menores de quince años. Pero en el relato de los pacientes ya en tratamiento reconocen haber
iniciado el consumo alrededor de los trece, catorce años. En los casos que tratamos, el abordaje
familiar desde la institución, las entrevistas individuales, el trabajo intensivo con los padres, a
veces también con la institución escolar, permitieron alojar al joven, quien tendría que estar
dispuesto a reestablecer un lazo social que no esté entorpecido por el partener- droga, y donde
finalmente pueda poner en palabras las vicisitudes que atraviesa para armar un fantasma
conveniente. “Delinear un síntoma que eventualmente les proporcione un funcionamiento para
una cotidianeidad más aceptable. Tener un síntoma es un primer paso, el segundo es consentir a
él, dejarlo hablar, lo que suele ser un poco difícil en los púberes.” Con los padres, que suelen
presentarse en estado de alarma y urgencia ante la aparición del consumo del hijo, tratamos en un
primer momento de “orientarlos”. Que queremos decir con orientar, brindarles un espacio en el
que se pueda construir el problema, poniendoen marcha nuevos recursos y aportando
experiencias a lo que se presentaba como un callejón sin salida. Ante la aparición de preguntas
acerca del antes y el después del consumo aparecen efectos sorprendentes y a veces angustiantes,
cuando la familia logra ubicar con mayor precisión como fue produciéndose el alejamiento y a
veces la ruptura casi total del vínculo con su hijo.

La pubertad es un periodo que somete al sujeto al exceso de un stress intensificado, activa un


proceso de estructuración psíquica y su consecuencia deja al descubierto fragilidades y
deficiencias psíquicas que anteriormente no se manifestaban. Se producen estados que por su
intensidad con frecuencia no pueden distinguirse de formaciones patológicas.

MANUEL HERNANZ RUIZ- ADOLESCENTE Y NUEVAS ADICCIONES

La adolescencia-La adolescencia es una época especialmente sensible a experimentar nuevas vivencias.


Busca nuevos retos que le acerquen a una mayor comprensión de si mismo. Quiere ver han dicho una y otra
vez que no le va bien hacerlo o que no le conviene. Un movimiento hacia la búsqueda de nuevos retos, le va a

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llevar a realizar diferentes actividades. Unas podríamos decir que responderán a un deseo autentico por
avanzar, por hacer aquello que piensa que le hará ser o estar mejor, que le acerque a ese ideal con el que ha
soñado. Así aceptará o se propondrá retos de mejora por ejemplo de su estado corporal o de su desarrollo
intelectual o cultural queriendo aprender sobre un área de interés o tratando de resolver ecuaciones o acertijos.

En otras ocasiones ante estos nuevos retos, se puede sentir incapaz de poder afrontarlos de forma adecuada y
su actitud lejos de ser valiente, o progresiva, será más bien una actitud que podríamos calificar de regresiva,
Es decir tendrá comportamientos ya superados que en su día fueron útiles y adaptativos pero que ahora no lo
van a ser de una forma clara, sino que por el contrario le van a enlentecer en su desarrollo.

Es por estas conductas regresivas por las que puede por ejemplo pedir de forma voluntaria y consciente ayuda
o beneficios extras de sus padres porque siente que él solo es incapaz de superar los retos. Puede pedir
acompañamiento, consejo o apoyo para realizar sus tareas mientras él va cogiendo fuerzas o seguridad
suficiente. En la práctica clínica vemos como en alguna ocasión es él el pide un profesor particular para
superar los exámenes o incluso acudir al psicólogo "porque estoy muy liado y o como hacer". Pero puede
también que esa conducta regresiva sea una conducta realizada de forma involuntaria, inconsciente cuando sin
darse cuenta mantiene comportamientos que inevitablemente van a forzar la intervención de los padres para
frenar una conducta indeseada o autoagresiva.

Así podemos ver como la regresión puede ser utilizado como un mecanismo adaptativo, que refuerza al sujeto
en su desarrollo, o como un mecanismo inmaduro cuando su reacción y generalmente su conducta no es vista
por el adolescente como tal, ya que él piensa que ese hacer, esa conducta es fruto de su libertad y capacidad
de decisión y no un reclamo para que intervenga el adulto. Una manera entre comillas sofisticada de conducta
regresiva la podemos ver al observar el consumo de drogas o sustancias que alteran el estado de consciencia
colocando al sujeto en un estado de confusión en el que se diluye la realidad y se desdibujan los límites de la
persona. La búsqueda de esas sustancias podemos entenderla como la búsqueda de una situación o vivencia
psicológica en la que el sujeto no tenga que tolerar el dolor de la falta o la dureza de la frustración.

Hay otras experiencias tienen que ver con el contacto o la búsqueda de objetos que puedan satisfacer las
necesidades desde el "llenar el espacio vacío" hasta adicciones a sustancias, a comportamientos o situaciones.
La adicción comportamental es definida por Didia (1) como, "a una actividad que en principio puede ser
placentera o útil para la vida de una persona, pero luego se convierte en algo dañino para el individuo. Aún
consciente de esta cualidad, no puede abandonarla y pierde de esta manera la capacidad de elegir y controlar
su conducta. Ello da lugar a una obsesión que cobra el lugar de un deseo constante, inevitable que ocupa la
mayoría de los intereses o actividades del sujeto, dejando a las demás de lado".

El sujeto se plantea entonces que sin ese comportamiento no voy a poder ser el mismo. Necesita mantener ese
comportamiento para sentirse, para reconocerse o para ser. A lo largo de la historia, las diferentes épocas han
tenido y tienen objetos o sustitutos que han sido especialmente deseados y por ello buscados, para satisfacer
esa necesidad de complitud o para calmar diferentes angustias. Estos objetos han ido cambiando a lo largo de
la historia de la humanidad. Entre muchos otros en un momento fue el caballo, la espada, la bicicleta, el coche
y ahora la nueva tecnología han sido vistos como objetos que van a calmar o completar aquello que el sujeto
ve que no tiene o que le incomoda en demasía. En estas nuevas épocas, los deseos están enganchados a la red,
a la maquinita o al móvil. No es extraño ver a la nueva tecnología como el diablo, como en su momento la
radio, Todos ellos tienen en común algo, han sido una amenaza, unos instrumentos que iban a romper aquello
que había costado tanto conseguir. O ¿es que no fue la televisión algo que iba a romper la comunicación y el
acercamiento entre las personas.

No quiero entrar en el debate de buenos y malos porque podríamos estar además de horas, dando pie a una
discusión que quizás no sea realmente muy útil. Las nuevas tecnologías o si lo preferimos los "nuevos
cacharros", tienen en común con todos los cacharros la dificultad que ha supuesto para las antiguas
generaciones aceptarlos como algo positivo ya que siempre han sido vistos como algo potencialmente
peligroso que sólo va a acarrear mayores conflictos y dificultades en el hombre. Las nuevas tecnologías no se
libran de ello y traen asociados a ellas problemas relativos a la intimidad, a la comodidad, al cambio en

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nuestra estructura cerebral, etc. Y además de ello traen también la cuestión que nos ha reunido hoy: la fuerza
que tienen para generar adicciones.

¿Cuáles son los factores que influyen y favorecen la adicción a las nuevas tecnologías?- Clásicamente,
como señala Hayez , se habla de tres elementos que interrelacionados favorecen la adicción: el producto, el
entorno y el sujeto:

1 El producto: en este caso es abundante, barato y de fácil acceso. Se considera que es casi imprescindible
para que el sujeto se pueda desarrollar de forma adecuada. Se ha convertido en un instrumento y herramienta
imprescindible en cualquier hogar y centro escolar. Los chicos tienen su blog en la escuela, su ordenador y su
conexión wifi, libre de las ataduras de la mesa del ordenador familiar (que empieza a ser un objeto en
extinción) para poder trabajar, sin ello sienten que no pueden hacer sus trabajos escolares. La importancia del
producto es tan grande que incluso a nivel social, la escuela sin esos medios se ve incapacitada para poder
competir.

Además el diseño de los instrumentos es muy "amable" que se puede transportar para llevarlo a todas partes y
no dejarlo nunca de lado. Ha sido realizado para fomentar una gran dependencia con sus grandes gráficos,
sonidos y con sus retos y reforzadores tan bien estudiados y calibrados y con una gran autonomía para poder
disponer de él durante largas horas en los viajes, desplazamientos o incluso a lo largo de las comidas
familiares en las que el adolescente está más pendiente de las conversaciones con su grupo de amigos o
resultados de su equipo de futbol que de los temas hablados por sus mayores.

2 El entorno: Muy favorecedor a través de las campañas publicitarias hace que se vuelva muy comprensivo y
tolerante ante estos dispositivos y los comportamientos que generan. Lo preocupante puede resultar que no se
pone en duda la necesidad de tolerar estos dispositivos. También manifiestan la tendencia de la sociedad en
aletargar las experiencias de los jóvenes. Favorecedora de vivir sensaciones dentro de la casa, sin romper los
parámetros conocidos, que permiten al adolescente e incluso al adulto entrenarse para la vida sin tener que
soportar los riesgos.

3. El sujeto, el tercer elemento. En él podemos encontrar toda una serie de factores que favorecen la tendencia
y la dependencia hacia el producto con el que va a establecer la adicción. Sin duda hay elementos que tienen
que ver por un lado con aspectos fisiológicos, pero además hay otros aspectos derivados de la personalidad
del sujeto, los aspectos intrapsíquicos de los que hablaremos más tarde con detalle.

Delimitar el concepto de adicción- La primera cuestión que se nos plantea es la de diferenciar entre la
adicción y la patología. Estallo señala cómo la línea entre la adicción a las nuevas tecnologías y la patología
puede llegar a ser muy débil. En términos coloquiales podríamos incluso plantearnos la línea de división entre
una conducta hobby y una conducta expresión de una dependencia. Sin duda somos capaces rápidamente de
establecer la frontera entre el Síndrome de Diógenes y el coleccionista, pero ¿es en todos los casos una
cuestión tan sencilla?.

En relación con los videojuegos por ejemplo, S. Tisseron (5) plantea incluso una línea de pensamiento muy
interesante cunado se refiere a las relaciones que se generan entre los jugadores, que comparten con los
compañeros de juegos los diferentes trucos y estrategias que ayudan a superar pantallas o a resolver enigmas y
los vecinos de la urbanización que comparten trucos de las actividades de bricolaje. Nos señala cómo se
pueden ver en ambas actividades un intento de socialización del sujeto, además de una actitud de compartir
estrategias que le ayudan a resolver los problemas y a rentabilizar los esfuerzos.

Podríamos decir en este sentido como los hobbies han podido ser el refugio y han favorecido la organización
psíquica del sujeto en algunos casos y en otros, han sido la "tapadera" de cuadros psicopatológicos más o
menos definidos. Coleccionar sellos o especializarse en hacer sudokus puede ser un modo de descarga
pulsional del sujeto, que le ayude a relajarse, a reprimir en ocasiones o a suprimir en otras determinados
contenidos psíquicos. En otros casos puede ser la expresión de una conducta patognomónica de un cuadro de
aislamiento por ejemplo.

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Diferentes etiologías- Además del problema que señalamos, el de la delimitación del concepto de
dependencia, nos encontramos también con la cuestión de la etiología y las consecuencias que ello tiene en las
actividades terapéuticas que llevaremos a cabo. Lógicamente la posición teórica elegida, nos marcará
inevitablemente un camino terapéutico. Desde las posiciones más biologicistas se habla de una necesidad o
falta orgánica que requiere de estimulaciones extras del sujeto. Y también del descenso del autocontrol que se
observa entre los 15 y los 19 años.

Desde posiciones más cognitivistas-conductuales, vemos como en su momento Echeburúa planteó la


comprensión de la adicción a Internet considerándola como una adicción específicamente psicológica (como
la adicción al sexo, las compras, el trabajo, los videojuegos, la televisión, etc...), con características comunes a
otro tipo de adicciones: pérdida de control, aparición de síndrome de abstinencia, fuerte dependencia
psicológica, interferencia en la vida cotidiana y pérdida de interés por otras actividades.

Para estas corrientes, el "éxito" en la adicción a las nuevas tecnologías, se logra debido a las conductas
reforzantes ya que son las que tienen la capacidad de producir dependencia. Evidencia de ello son las
conductas como la del escaso tiempo de espera entre la acción propuesta y su ejecución tanto en cuanto a
acciones propuestas (disparar, girar el volante, etc) como en la obtención de un rápido acceso a aquello que
busco (desde una palabra en el diccionario hasta la cartelera del cine). Desde posiciones más psicodinámicas
se habla de las bases o predeterminantes emocionales o de personalidad Para esta corriente las nuevas
tecnologías o la red en la que estás se basan, no es la que provoca la adicción ni la dependencia. Es la unión
entre estos elementos y personalidad del sujeto la que va a marcar o determinar esta adicción.

Independientemente de las posiciones teóricas que mantengamos, lo cierto es que desde la atención clínica,
podemos observar:

1. Cómo hay una psicopatología asociada.


2. Cómo muy frecuentemente observamos una franca patología previa en la que se liga la dependencia a uno u
otro instrumento o actividad a través de la cual expresa su necesidad y su malestar.
3. Cómo hay una tendencia en la elección del objeto en función del temperamento del sujeto lo que nos
permitiría entender porque hay sujetos con tendencia a adicciones más activas (juegos PC, surfeo en internet)
o más pasivas (visualización de TV).
Ello no ha de hacernos olvidar la importancia de la interrelación entre lo psíquico y lo corporal. El
reconocimiento de "las series complementarias" conceptualizadas por S. Freud.

Propuesta de clasificación- Sobre las propuestas de criterios diagnósticos hay que mencionar al psiquiatra
Ivan Goldberg quien en 1995 fue como el primero en hablar de la adicción a internet. Lo que empezó siendo
una "broma", se convirtió en una discusión y debate. Luego ya diferentes autores han hablado sobre la
adicción a las nuevas tecnologías y se ha abierto el debate de cómo y dónde incluirlas. ¿Se deben incluir
dentro del espectro de los trastornos obsesivo-compulsivos (10)?, ¿debemos de considerar como diferencial el
hecho de que se utilice la conexión a internet o también podemos incluir el uso de tecnología no conectada a
internet?

Han sido varios los trabajos que se han propuesto para valorar el nivel de dependencia a internet.
Recientemente se ha publicado en la revista Trastornos Adictivos un texto original titulado "Análisis de las
propiedades psicométricas de la versión en español del Internet Addiction Test" firmado por D.X. Puerta-
Cortes y otros (11) en el que demuestran una alta fiabilidad en el instrumento y donde también señalan que es
necesario continuar la investigación para ver otras dimensiones aún no exploradas. En este artículo muestran
diferentes propuestas de clasificación que en resumidas cuentas vienen a plantear una escala de tres puntos.
1. El primero denominado como uso normal, o mínimo o controlado.
2. El segundo considerado como uso problemático, moderado o con tendencia a la adicción según los
diferentes autores y un
3. Tercer nivel ya referido al uso adictivo, excesivo o severo.
Esta dificultad en encontrar nomenclaturas o señalar con concreción la graduación del nivel de dependencia
refleja finalmente la complejidad del tema. Hayez (3) plantea una escala también basada en tres categorías:

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1. Consumo menor: Hace referencia a ese consumo que suele ser esporádico, en un determinado momento. El
sujeto mantiene con normalidad el resto de actividades de su vida, las placenteras y las que le suponen
esfuerzo y continúa con sus amigos.
El uso de estas tecnologías le va a aportar una satisfacción adicional, no sustitutiva de placeres ni será
ejecutado de forma mecánica repetitiva. Será capaz por ello, de mantener su adecuación a la realidad, su
esfuerzo por el logro de nuevas metas.

2. Consumo preocupante:Se observa cuando empieza a haber un interés excesivo por la actividad en si
misma. El sujeto empieza a estar demasiado interesado y empieza a limitar su círculo de relaciones para estar
con aquellos que comparten su afición. La afición se vuelve única y omnipresente en sus lecturas,
conversaciones y reflexiones.

Se puede detectar también como el sujeto retrasa para poder seguir con el juego, las actividades que
previamente había planificado por ejemplo comer más rápido, dejar de salir con los amigos, etc. Este
consumo expresa también rasgos del carácter del sujeto, al empezar a desinvestir otros temas, también
empieza a ser más despectivo con las personas que no comparten sus interés (o incluso su nivel de juego) y
puede empezar a expresar descontroles en su expresión agresiva.

3. Consumo dependiente: El consumo está presente en todo momento de su vida. Todo lo demás pasa a un
segundo nivel, todo lo que antes le reportaba placer ahora es rechazado. Esta vía de satisfacción se ha vuelto
como la única vía. En relación a la dependencia hay diversos estudios que hablan de los diferentes niveles
adictivos de las distintas plataformas (móvil, "play", pc), de las distintas actividades desarrolladas en ellas
(sms, whatsapp, hablar...) y también de los diferentes niveles adictivos y /o significaciones de las tareas
desarrolladas. Por ejemplo se habla del distinto carácter adictivo de los juegos de acción y los de reflexión.

onductas observadas en el consumo dependiente de las nuevas tecnologias en adolescentes


La valoración de la dependencia se deberá de hacer teniendo en cuenta varios aspectos:
1. Valorar el tiempo que ocupa dentro de las actividades que desarrolla el sujeto.
El adolescente es incapaz de controlar su tiempo y por lo tanto de planificar sus actividades. Exploramos si
esa actividad le resta tiempo para las otras cosas que se ha comprometido a realizar o que debe hacer
inevitablemente esto nos va a permitir pensar como el adolescente no es capaz de adecuarse a la realidad, con
lo que eso supone de fracaso en su organización psíquica.

Veremos también como los padres se indignan cuando observan que sus hijos no son capaces de mantener los
compromisos adquiridos en los diferentes ámbitos de la vida.
En la entrevista que mantengo con Luis, paciente de 13 años, le pregunto si sale con amigos. Me mira como
sorprendido y su respuesta es tajante ¿cómo voy a salir si estoy jugando con la Play?. No es fácil transmitir
el sentimiento que genera su respuesta: pero la sensación fue algo así como si me dijera ¿tú eres tonto no te
das cuenta que eso no es posible? Vemos como no se plantea ni siquiera la posibilidad de interrumpir el
juego para compartir el tiempo con los amigos.
a. quizás al principio se hablaba de las horas recomendadas pero ahora la cantidad de horas no es un valor en
sí mismo que nos indique gran cosa. Internet, el móvil y las pantallas en general son utilizadas para una
amplia gama de actividades que van desde la obtención de documentación, la visualización de películas o
documentales hasta la pérdida de tiempo con el denominado surfeo en la red.

b. Puede ser difícil además acotar las actividades que desarrollan con las Tecnologías de la Información y la
Comunicación (TIC), porque en un mismo momento se puede estar leyendo una noticia en un periódico,
consultar un diccionario, contestar un mail o recibir una invitación para comenzar un juego on-line.

c. A estos dos aspectos hay que añadir los generados por la subjetividad que está implícita en la pregunta de
cuanto es el tiempo adecuado para estar en la red. Sin duda hay tiempos y usos que están claramente
desaconsejados (13) pero en muchas ocasiones nos encontramos como los límites temporales están en función
de las expectativas, tolerancia y comprensión por parte del entorno (tanto padres, como amigos como
profesores). Hay adultos asustados por el uso de las TIC y otros más tolerantes.

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Es frecuente que los padres nos trasladen sus inquietudes y nos pregunten ¿pero es normal que pase tanto
tiempo con el ordenador?. La madre de otro paciente me dice cómo en su casa están todos viendo la
televisión desde que llegan por la tarde hasta que se acuestan. Se sorprende, y ¡más me sorprende a mí!
cuando me cuenta indignada que su hijo no para de mirar todo el rato el móvil. ¡No lo puede entender, ¡todo
el rato mirando su móvil! Otro paciente cuenta como en su casa con su padre está muy bien porque juegan
todo el rato con el móvil o con la play, "¡mis amigos me dicen que tengo mucha suerte!".

2. La actitud hacia su uso Podemos plantearnos la pregunta ¿Cuál es la actitud hacia las TICs? porque
podemos encontrar números estilos de consumidores.
a. Algunos hacen un uso basado en atracones, cuando pueden sentarse delante de cualquier pantalla son
incapaces de regularse, es como si dijeran ¡ahora que ha llegado el momento voy a aprovechar!. Son
insaciables como el niño que no puede parar de comer chucherías o el adolescente que no puede dejar de
bailar en la discoteca, o el comprador compulsivo
b. En otras ocasiones, el sujeto niño o adulto, utiliza las nuevas tecnologías para poder ocultarse de sus
compañeros o iguales o incluso de sí mismo. Aprovechan el contacto con la pantalla para refugiarse de otras
actividades llegan incluso a poner como excusa el no salir con los amigos porque "ahora no puedo estoy
acabando la partida", como el niño que se esconde detrás de una tarea o de la pierna de su mamá para no tener
que saludar, o como el adulto se entretiene con su móvil en la consulta a la espera de ser atendido
"anestesiando" así la ansiedad de la espera.
c. Puede ser también la forma en que se refugia para no realizar otras actividades. Puede repetir
compulsivamente el juego o la actividad con el móvil como el niño que una y otra vez no cesa de dar vueltas a
la rueda o de chutar el balón contra la pared para estar "haciendo algo sin hacer nada" como vacío.
3. Sentido de su uso. d. Conductas repetitivas y persistentes, "de la búsqueda del placer" Juega de manera
compulsiva para sentirse vivo sino lo hace siente que no tiene nada, que no está despierto o incluso que no
está vivo "necesito hacerlo para sentirme vivo!"
e. Búsqueda de los objetos que calman al sujeto (desde los porno hasta el vagabundo en la red) Se vive para
ellos, me relajan
f. En ocasiones nos preguntamos ¿lo utiliza para defenderse de forma poco adaptativa ante las dificultades?
g. Nos podemos preguntar también si ¿es para alcanzar algo? en cuyo caso podríamos hablar de algún
mecanismo más adaptativo. O es quizás utilizado para encontrar un canal de comunicación con sus iguales o
incluso con el terapeuta?
4. Consecuencias de su uso:
a. Limitaciones en la capacidad de simbolización. Sus emociones estarán asociadas a imágenes y restos
mnesicos
b. Abundarán comportamientos primitivos poco específicos propios del proceso primario en lo concreto
c. Funcionamiento a base de la obtención inmediata del placer (mentir, cambiar/confundir la realidad, no
adecuarse a horarios, etc.
d. Ruptura con la dinámica familiar
e. incluso cuando se está inmerso en él, puede hablar de Internet con uno o el otro amigo que ha mantenido va
a comprar un ordenador, obtener información sobre nuevos juegos, etc.

Comprensión psicodinámica de la adicción a las nuevas tecnologías en adolescentes- Hemos visto como
las TIC, resultarán ser un soporte para que el sujeto pueda desarrollar toda una serie de capacidades
saludables. Podrá por ejemplo obtener información sobre cuestiones que investiga a través de buscadores
especializados, también podrá desarrollar tendencias pulsionales como la curiosidad o la competitividad. Lo
que para un sujeto puede ser una fuente de crecimiento y desarrollo, para otro puede ser una fuente de tensión
y una actividad de alto riesgo.

Podrán revivir sensaciones corporales incluso a nivel sensorioperceptivo con esas pantallas de alta
definición, la sonoridad sonround, etc. De nuevo el joven bien integrado podrá disfrutar con el juego de
sentirse tenso o de sentir en su mano la vibración del mando al salir su coche de la pista o el ruido generado
por el gatillo presionado de forma intensa, o podrá sentir la confusión en las actividades realizadas sintiéndose
culpable por haber disparado.

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También va a poder descargar de una forma algo activa pulsiones agresivas y sexuales. Digo algo activa para
diferenciar la forma pasiva de descargar la agresividad viendo películas en el sofá sin más requerimiento que
esperar el desenlace propuesto por el director. Mediante las nuevas tecnologías, se le va a exigir reaccionar de
forma activa incluso hoy con movimientos de piernas, manos y ojos. "Si no me muevo o si no disparo me
matan". Se podrá contrastar la solidez de las normas interiorizadas. En muchos de los juegos por ejemplo, se
le propondrán al adolescente transgredir normas que ha ido recibiendo a lo largo de su educación. Sólo a
través de esa transgresión conseguirá puntos o mejoras en su valoración como jugador. Justo al revés que en
la vida real.

Se podrá constatar también el nivel de solidez en su imagen para así poder afrontar esas tareas. Algunos no
soportarán ser el chico débil que necesita ayuda o ser aconsejado para ir poco a poco resolviendo los retos y
buscarán la manera de ahorrarse esos pasos (pedir a sus amigos que les pasen pantallas para conseguir más
poderes, etc). Podremos verificar cómo despliega sus habilidades sociales ya que en ocasiones le permitirá
aumentar la comunicación con sus amigos y compañeros, podrá hablar con ellos de sus últimos avances y
descubrimientos y en otras ocasiones le facilitará como ya hemos visto el aislamiento.

Veremos el impacto que las nuevas tecnologías tendrán en el adolescente. Todas estas emociones y
autopercepciones únicamente en caso de que el sujeto este equilibrado sarán inocuas, en todos los demás
casos tendrán una repercusión negativa que posiblemente obligue al terapeuta a intervenir. El adolescente está
en una posición más peligrosa que el joven. Su organización psíquica está a la vez cristalizándose y
adaptándose a los nuevos retos. El gran riesgo viene marcado por la incapacidad de su estructuración
psíquica, así puede utilizar el objeto adictivo, como un objeto que va a calmar las tensiones que su psiquismo
no es capaz de tolerar. No es capaz de encontrar el sujeto un soporte mental que le haga tolerable lo
intolerable. No puede soportarlo y recurre a él para mitigar toda la tensión. Podríamos hablar de cierto
paralelismo entre el consumo guloso que plantea Hayez y los mecanismos y fallos estructuras que plantea P.
Puertas al hablar de la Comprensión Psicoanalítica de las Adicciones". Desde el punto de vista psicoanalítico,
se trata de ver la adicción a las nuevas tecnologías, no como el resultado de una conducta, sino como el
resultado de una organización psíquica que expresa en ese comportamiento un modo de ser.

Mecanismos implicados- En el consumo más dependiente, podemos entrever una organización psíquica en
las que destacaríamos como el sujeto se ve alienado en su propia actividad. La conexión, la utilización de la
nueva tecnología no le deja hacer su vida, sino que necesita de ella para sentirse. Cuando se encuentra con
ella, se confunde y se ve tan inmerso que deja de sentirse de ser capaz de ocuparse de si mismo. Por ejemplo
recibir muchos me gustas, aumentar los amigos en Facebook, etc. El paciente necesita oír o sentir vibrar su
móvil para sentirse "vivo" entre sus amigos. No ser aceptado genera un importante nivel de angustia que
desborda al sujeto.

Su temor ante las cosas nuevas, le hacen no atreverse a nuevas experiencias vividas como un riesgo intenso
que puede poner en peligro su propia existencia. Sin duda esa misma protección va a ser la causante de su
empobrecimiento al no permitir conocer nada nuevo. El adolescente que nos cuenta que él no sale de casa
que a él lo que le gusta es jugar al ordenador con esos juegos "ya sabes" de guerras y todo eso, si queda con
sus amigos, en muy contadas ocasiones, es también cuando no únicamente para jugar unas partidas. Por lo
menos sabe de los otros y se permite algún contacto con los otros.

Cuando la angustia es grande puede utilizar la nueva tecnología al igual que un objeto fetiche que le calma los
estados o angustias más primitivas. Juan me dice "estoy deseando llegar a casa me pongo la play y me harto
de disparar y de jugar a peleas, dejo de pensar en todas las cosas que me han hecho en el instituto, se me
olvida todo!, me pongo los cascos y ya está!".

La tensión interna no encuentra una manera adecuada para poder ser evacuada. No puede mentalizar, pensar
sobre lo que le ocurre. Busca imágenes concretas pantallas que resolver, etc. Las relaciones con los demás se
vuelven complejas porque al paciente no le interesa nada más que la resolución del problema planteado en el
juego que no logra superar. La relación con sus iguales estará limitada a la que pueda tener con sus
compañeros de juego o de afición, el resto de iguales no le interesará tanto como para mantener una relación
con ellos.

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Qué se puede hacer ante la adicción?- Desde el trabajo más social y familiar: Cuando nos planteamos el
trabajo con el adolescente, hemos de ser conscientes de que él se sitúa frente a la sociedad y al adulto con un
espíritu observador y crítico. Como buen observador, llamará la atención al adulto y a la sociedad en general
sobre las incoherencias que observa. Nos preguntará por ejemplo, cómo si el alcohol es malo los adultos lo
consumen sin problema. Cuando se trata de las nuevas tecnologías el adolescente observará también como la
adicción a las TIC puede ser una copia de las adicciones a las otras tecnologías más antiguas, como la
televisión, cuyo uso es bien aceptado por los adultos (cosa que a los jóvenes les llama la atención). El adulto
ha utilizado y utiliza ese recurso el de la televisión para "desconectar" de todo lo ocurrido durante el día,
como si no hubiera otra manera de poder elaborar lo ocurrido.

La coherencia del adulto a la hora de dirigirse al adolescente puede ser la primera piedra para poder mostrarle
un camino o forma distinta para poder enfrentarse al malestar. El adulto, modelo que utilizará el niño y el
adolescente, debería de mostrarle las formas adecuadas para hacer frente al malestar. Por ejemplo a través del
diálogo, de la presencia en la casa, del afrontamiento de los problemas. Es decir a través del mensaje claro: El
malestar o la incomodidad puede afrontarse mediante formas saludables que ayuden al sujeto a progresar.

Desde el trabajo más individual:Ayudar el sujeto a que organice de forma sólida su personalidad. Eso le
permitirá hacer frente a las insatisfacciones y frustración que sin duda va a encontrar en a lo largo de su
desarrollo. Fortalecer el Yo es dotarle de las herramientas necesarias para poder responder de manera
adecuada a los retos externos e internos con los que el adolescente se ha de enfrentar. Podemos llamarle
autoconfianza, o seguridad en si mismo o autoestima, al final fortaleza de su Yo.

Sabemos que el recurso al objeto o comportamiento adictivo viene a resultar por la incapacidad de encontrar
satisfacciones en el objeto esperado y adecuado. El adolescente en el mejor de los casos se equivoca al buscar
en el objeto adictivo una satisfacción propia de otro objeto. La búsqueda de fuentes de satisfacción más
sublimadas será sin duda uno de los objetivos del tratamiento. Ajustar la imagen de si mismo a la realidad.
Adecuarla a la realidad. Hacerle ver como alguien con capacidad de destrucción y también destructible.
Sometido por tanto a las leyes de la realidad. Ayudar al adolescente a buscar fuentes de derivación de las
tensiones de forma que estas no vean vividas con una intensidad peligrosa Conseguir que tanto la sexualidad
como la agresividad puedan ser integradas dentro de una forma de actuar y de ser saludable. Ayudarle a
utilizar la palabra como una forma prioritaria de comunicación a través de la cual se pueda expresar e
intercambiar todo tipo de sentimientos con el otro.

Como conclusión- Hay que tener en cuenta que el objetivo final del tratamiento no es la abstinencia, sino la
reorganización de la personalidad en el sentido de que el sujeto se vea capaz de poder dirigir su propia vida y
hacer elecciones saludables. Esto sólo va a ocurrir cuando el adolescente tenga deseo de cambio o cuando una
nueva relación le dé la posibilidad de reestablecerse. Cuando no haya deseo de cambio y la relación no sea
suficientemente estimulante, habrá que programar un trabajo basado en metas realistas y ajustadas que le
facilite una buena reinserción.

Moral, M. V., & Suárez, C. (2016). Factores de riesgo en el uso problemático de


Internet

En la investigación sobre los usos y abusos de estas nue- vas tecnologías todavía no hay consenso
en la comunidad científica sobre los criterios diagnósticos, dado que las calificadas como
adicciones sociales se encuentran en un limbo científico por las dificultades que entraña
discriminar adecuadamente entre comportamientos, en principio normales, y patológicos que
podríamos considerar adictivos. En el DSM-5 (American Psychiatric Association, 2013) se ha
establecido una nueva categoría denominada «trastornos adictivos y relacionados a sustancias»
dentro de la cual se encuentra la subcategoría «trastornos no relacionados a sustancias», en la que se
incluye el trastorno adictivo al juego, pero no se establece que exista ninguna adicción no química
más (Cho et al., 2014). Sin embargo, hace décadas, autores como Marlatt y Gordon (1985)
apuntaban que hay muchos comportamientos habituales, como comprar, trabajar, jugar, etc., que

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tienen efectos altamente reforzantes, si bien ello no implica necesariamente que sean
comportamientos adictivos.

Así, Young (1998) conceptualizó la adicción a Internet como un deterioro centrado en el control de
su uso que tiene manifestaciones sintomáticas a nivel cognitivo, conductual y fisiológico, y en el
que se llega a hacer un uso excesivo de Internet que acarrea como consecuencias la distorsión de
los objetivos personales, familiares y pro- fesionales. De acuerdo con Echeburúa y de Corral
(2010), hay hábitos comportamentales aparentemente inofensivos que, en determinadas
circunstancias, pueden convertirse en adictivos e interferir en la vida cotidiana de las personas
afectadas y que son concomitantes con la pérdida de control y la dependencia. Sin embargo, autores
como Pérez del Río (2014) estiman que el potencial adictivo de las nuevas tec- nologías es
meramente especulativo, ya que no existe una base empírica lo suficientemente fundamentada, y
alude al declive de la adicción a Internet y a la tendencia dominante desde 2010 a encuadrar
semejante problemática como un abuso o uso inadecuado y no como adicción. En este sen- tido, se
abunda en la conveniencia de desarrollar criterios diagnósticos específicos para el abuso de
Internet y otras nuevas tecnologías y avanzar en los perfiles diferenciales entre los sujetos con
usos problemáticos o desadaptativos y aquellos que no los presentan (Carbonell et al., 2012;
García del Castillo, 2013; Echeburúa y de Corral, 2010).

Diversos factores de riesgo o de vulnerabilidad se relacio- nan con los usos desadaptativos o
problemáticos de las TIC. Así, la adolescencia se considera un factor de riesgo porque los
adolescentes representan un grupo que se conecta con más frecuencia a Internet y a la telefonía
móvil, en parte porque están más familiarizados y, además, tienden a bus- car nuevas sensaciones,
siendo más receptivos a un nuevo espectro relacional (Batalla, Muñoz y Ortega, 2012; Sánchez-
Carbonell et al., 2008). En la literatura sobre el tema proliferan diversos etiquetajes, tales como
iuventus digi- talis e iuventus ludens (Moral y Ovejero, 2005) o generación digital (Bringué y
Sádaba, 2008) y se analizan las conexio- nes entre la cultura juvenil digital y las tecnologías de
la comunicación. A consecuencia de la imprecisa frontera diag- nóstica entre lo normal y lo
patológico se ha generado gran alarma social acerca de la adicción a las nuevas tecnologías entre el
colectivo infantojuvenil.

El uso tanto de Internet como del teléfono móvil es más problemático en la adolescencia y se
normaliza con la edad para convertirse en un uso más profesional y con menor carácter lúdico
(Beranuy et al., 2009), si bien cabe destacar que Bianchi y Philips (2005) concluyeron que el uso
proble- mático del móvil era una función de la edad. Se confirma que a medida que aumenta la edad se
incrementa la percepción del problema que supone el tiempo excesivo dedicado al uso de Internet y
del teléfono móvil y sus posibles consecuencias adversas (Labrador y Villadangos, 2010), aunque en
otros estudios con adolescentes no se han encontrado diferencias significativas (Muñoz-Rivas et al.,
2003). Respecto al género, se verifica que los chicos utilizan más tiempo Internet (Estévez, Bayón,
de la Cruz y Fernández-Liria, 2009; Muñoz- Rivas et al., 2003), aunque, según Sabater y Bingen
(2015), las chicas gestionan más sus roles públicos y privados a tra- vés de las nuevas tecnologías, si
bien las TIC representan una herramienta de socialización en ambos géneros. En cuanto al uso
problemático de Internet, el hecho de ser mujer consti- tuye un factor de riesgo, según Rial, Golpe,
Gómez y Barreiro (2015), y se ha confirmado que las adolescentes muestran más consecuencias
emocionales negativas por el uso pro- blemático del teléfono móvil.

De acuerdo con Echeburúa (2013), hay ciertas características de personalidad y estados


emocionales que aumentan la vulnerabilidad psicológica a las adicciones, de modo que los sujetos

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que hacen usos problemáticos de las nuevas tecnologías presentan estados emocionales como
disforia, impulsividad e intolerancia a los estímulos displacenteros y, entre otras, experimentación
de emociones fuertes. Asi- mismo, se han hallado puntuaciones más elevadas en la búsqueda de
novedades (Estévez et al., 2009), así como en pensamientos negativos (García et al., 2008). A su
vez, los problemas psiquiátricos previos (TDAH, fobia social) también suponen un factor de riesgo
(Estévez et al., 2009). Específicamente, el perfil psicosocial que presen- tan los adolescentes con
usos problemáticos de Internet es propio de personas que muestran insatisfacción vital, escasa
cohesividad grupal y apoyo familiar, tendencia a la introversión, pensamientos negativos,
incomodidad con las relaciones sociales reales y conflictos identitarios, como principales
características. En el caso concreto de los usos problemá- ticos del teléfono móvil, en la revisión de
la literatura realizada por Pedrero, Rodríguez y Ruiz (2012), se estima que el rasgo de personalidad
más consistentemente aso- ciado al uso problemático es la baja autoestima, de modo que las chicas
con baja autoestima representan el grupo más vulnerable. Asimismo, el potencial predictivo de la
baja afabilidad sobre el abuso se maximiza cuando coin- cide con mayores niveles de neuroticismo
y se asocia consistentemente al rol de impulsividad

En relación con la existencia de usos problemáticos en la muestra seleccionada para este estudio, se
revela que no existen problemas graves de uso ni de Internet ni del telé- fono móvil (tabla 1). Ello
se afirma en base a la obtención de máximas puntuaciones en las escalas (existencia de uso
desadaptativo) y a la obtención de puntuaciones más bajas (no uso problemático) siguiendo los
criterios de las desvia- ciones típicas que establecían los estudios de los que se extrajeron las
escalas. En el caso de Internet, el uso pro- blemático que presenta mayores diferencias es el de
mentir sobre el uso de Internet. Según estos datos, solo un 1,5% de los participantes de este estudio
presentarían problemas de ese tipo

RIESGOS ACTUALES EN LAS CONDICIONES DE PRODUCCIÓN DE SUBJETIVIDAD EN


ADOLESCENTES. ONA SUJOY

Es de destacar que los cambios que observamos en las modalidades subjetivas y vinculares
denotan intensas variaciones que se produjeron en las condiciones de producción de subjetividad
y que, si bien fueron facilitadas por el soporte tecnológico, abarca una compleja red que
comprende la ideología de mercado, el establecimiento de nuevos paradigmas, representaciones
sociales, mitos, costumbres, configuraciones familiares y patrones de vinculación inéditos en la
historia de la humanidad como lo es la realidad virtual.
Las representaciones sociales que se producen en cada época y cultura, también son generadoras
de prácticas que actualmente incluyen conductas de alto riesgo para los adolescentes, disfrazadas
de actividades recreativas gracias a la banalización de su contenido.

Se han ido construyendo categorías de adolescencias ligadas a las leyes del mercado. Tenemos la
figura del niño-adolescente consumidor, entrenado para desear aquello que no necesita, guiado
por pantallas que ya conforman su hábitat natural.
Otra figura actual de adolescente es una representación ligada a una supuesta sabiduría, una
creatividad espontánea, un talento natural otorgado por su capacidad de operar aparatos que
simulan prolongaciones de la mente: el joven oráculo se asemeja a las funciones que cumplían en
la antigüedad pitonisas y sacerdotes que daban respuestas enviadas por los dioses a las consultas

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que se les planteaban. Hay varias publicidades, historietas y relatos que señalan esta cualidad, solo
que ahora estos sacerdotes reciben las verdades reveladas Google mediante.
No quedan excluidos los terapeutas de adolescentes de esta perplejidad. Muchos luchan contra
ciertos conceptos estancos, viejos paradigmas y modelos epistemológicos difíciles de sostener a la
luz de la complejidad de la demanda.

Los tiempos cambian, nuevas subjetividades se construyen y el Psicoanálisis se transforma


demandando herramientas y prácticas creativas que sean operativas en este mundo plagado de
incertidumbres, cambios acelerados y problemáticas de la carencia.
El Psicoanálisis trata de acceder en este tiempo desde un pensamiento complejo al sufrimiento del
humano contemporáneo signado a construirse en una época de crisis, desapuntalamiento de los
valores e ideales colectivos, el reinado del mercado, la desmaterialización de los intercambios, etc.
Congelar el tiempo, eterna juventud, cuerpo inmortal, inexistencia de cambios, ausencia de
incertidumbre, de desprendimiento…
Estos son algunos de los ingredientes del menú de ilusiones e ideales que conforman la
subjetividad actual, con otros condimentos como los poderes mágicos, omnipotencia, ritmo
acelerado, fuerte excitación o adrenalina, descontrol.

Con frecuencia se entendió el concepto de crisis desde la tensión que existe entre peligro y
oportunidad. Si bien siempre se considero la adolescencia una de las crisis vitales en el devenir
humano, como ya señalé, el aporte de la característica cerril que reviste esta crisis actualmente, se
agudiza por los factores de riesgo a los que están sometidos los adolescentes, tanto en su
seguridad física como en la producción de trastornos emocionales.
Esta clausura social que denominé ermitaños digitales, no responden a características de síntomas
psicóticos o restituciones de quiebre psíquico. Tampoco a víctimas de maltrato o abuso ni
deprivaciones en los vínculos tempranos. El síntoma más visible es la disociación: parecen
afectados por una suerte de anestesia emocional, un desinterés por el mundo externo. Bromberg
(2006) describe estados parecidos producto del intento de encontrar estabilidad y continuidad del
self. Serían adolescentes que no soportan la hiperestimulación y exigencia del medio.
Hay poca bibliografía al respecto pero sí material en videos sobre el tema. Sus características se
encuentran en el otro extremo de otros adolescentes, los más recientes ninis así denominados en
Méjico, (en EE.UU. e Inglaterra los llaman neet) que son adolescentes que “ni estudian ni trabajan”
y, a diferencia de los ermitaños, pasan sus días agrupados en plazas o lugares abiertos donde se
dedican a hacer nada (como ellos mismos refieren). La búsqueda es estar con otros y tener un
sentimiento de pertenencia. Muchos de estos agrupamientos pueden derivar a ser captados por
bandas organizadas o consumo de drogas. Por ahora solo hay publicaciones de tipo estadístico, y
no se ha estudiado si tienen características de personalidad particulares.
Otros adolescentes presentan gran diversidad de problemáticas, entre otras la dificultad de crecer,
de armar su propio proyecto.

Dicho de otro modo: si el narcisismo está apoyado sobre objetos, imágenes, ideales propuestos
por la cultura vigente, que cambian velozmente, el peligro de quiebre se torna crónico, ya que el
mundo interno se vuelve rápidamente obsoleto y falto de coincidencia con la oferta cambiante o
ausente del mundo externo. La subjetividad instituida necesita poder virar con celeridad, si no lo
hace, queda entrampada en contenidos que ya no existen, ya que sucumbe a la tendencia de
defender siempre lo que ya se incorporó más allá de su evidente ineficacia actual.
La perturbación que se esboza aquí en la metabolización e incorporación de contenidos
representacionales, en la fragilidad y sufrimiento en los vínculos, perfilan una característica

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exacerbada en los adolescentes de hoy: los pasos del proceso representacional, las ligaduras que
son necesarias para la formación de objetos sólidos y permanentes, han adquirido una notable
fragilidad.
En este abanico podemos enumerar una serie de riesgos predominantes en los/as adolescentes
actuales: embarazo, aborto, bulling o acoso entre pares, trastornos postraumáticos por iniciación
sexual prematura, enfermedades de transmisión sexual, intento de suicidio, violencia (maltrato
físico o psicológico), consumo de sustancias (como alcohol u otras drogas) y cortes, entre otros.
El grupo de amigos se constituye en la adolescencia actual cumpliendo una serie de funciones que
alojan los procesos de crecimiento de esta etapa. Podríamos pensar en una suerte de probeta que
protege, acompaña, brinda referentes identificatorios y que dependiendo de los nutrientes que
utilizan, también puede organizarse como un ámbito de máximo peligro según las características y
reglas que instituyen.

Cuando los chicos se reúnen a tomar alcohol antes de ir a bailar, en general es muy difícil que
alguien no comparta la práctica: por ser rechazado por el conjunto, o por quedar aislado al no
poder vincularse con los demás en los mismos términos.
Todos deben renunciar a diversos aspectos de su conformación subjetiva; se reprimen, niegan o
desmienten (según las posibilidades defensivas de cada organización psíquica) las prohibiciones,
mandatos familiares, peligros, etc., en un poderoso cóctel de omnipotencia y negación. Todo en
aras de sostener una ilusión homogeneizante que diluye los miedos, inseguridades, diferencias,
incertidumbres…

Se ha destacado como característica de la etapa adolescente, la velocidad y creciente aceleración


de los procesos mentales. Un ritmo de cambio acompañado por el veloz pasaje de un objeto a otro
(desde los intereses lúdicos, intelectuales, las actividades, ideales, compañías) en busca de nuevos
referentes identificatorios que avalen el alejamiento de los vínculos amorosos infantiles.
Actualmente, no solo la carencia de estabilidad y continuidad en el apuntalamiento cultural, sino
el empuje desde un exterior en rápida transformación que impone modelos de cambio constante
parecen potenciar y entrar en resonancia con la particular velocidad de trabajo psíquico propio de
esta etapa.

MÓDULO VIII

CORTES A FLOR DE PIEL: UNA APROXIMACIÓN PSICOANALÍTICA A LA CONDUCTA DE LA


AUTOINCISIÓN EN LA ADOLESCENCIA.

En primer lugar, habría que mencionar que las autolesiones no son un fenómeno reciente. A lo
largo de la historia de la humanidad se han presentado en varias culturas, justificadas siempre por
razones de índole religiosa, ideológica o social. Al principio del siglo xix solo se entendía por
autoagresión (autolesión) la forma más severa en que un ser humano puede atentar contra sí
mismo: el suicidio. En aquella época la autoagresión, aun cuando solo se refiriera a un tipo (el
suicidio), no constituía una prueba de enfermedad mental, dando cabida a otras formas de
comprensión en las que esta conducta se relacionaba con condiciones sociales, emocionales y

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cognitivas. Más adelante, en la década de 1930, se añadió a las tesis psiquiátricas sobre los
trastornos mentales el concepto de neurosis y de trastornos de personalidad, que llevó a
relacionar la autoagresión con condiciones neuróticas, específicamente con los estados de
ansiedad. Sin embargo, en este momento del siglo xx se siguen asociando las conductas
autolesivas con el suicidio, lo que de alguna manera impedía tener un concocimiento más
específico de conductas autolesivas que no derivaban en suicidios. En los años setenta, algunos
autores como Favazza (1996) pensaban en la autolesión como un síndorme, debido a las
particularidades fenomenológicas y clínicas. De esta manera, se enfatizaba en la necesidad de
establecer una categoría diagnóstica independiente, a la cual Favazza (1996) denominó
“Deliberate Self Harm Syndrome”.

En resumen, el suicidio paulatinamente dejó de ser la única conducta reconocida como autolesiva.
Las modalidades se hicieron cada vez más variadas y se llegó a reconocer que en muchos casos el
suicidio no aparece como una finalidad. El autoagredirse entonces comienza a ser considerado,
más que un síntoma asociado a un trastorno en particular, un síndrome cuya determinación es
compleja, puesto que están involucrados factores de índole social, cultural y psicológicos, los que,
a su vez, son tenidos en cuenta para el tratamiento

En el marco de esta dinámica aparece el fenómeno de la autoincisión, la cual es definida como un


tipo de autolesión deliberada (Deliberate Self-Harm -DSH), como una “conducta que origina un
daño o una herida al propio cuerpo o a partes del mismo y se caracteriza por intencionalidad,
reiteración y falta de intención suicida” (Manca, 2011, p. 79). Según Favazza (1996), esta conducta
es más común en adolescentes.

Los estudios referidos a los adolescentes muestran los siguientes aspectos comunes: que los
adolescentes son más propensos a autoinfligirse lesiones en comparación con los niños y adultos;
que las adolescentes mujeres realizan estas conductas en mayor medida que los adolescentes
varones, que los adolescentes que realizan conductas autolesivas tienden a llevar a cabo otras
conductas como las fugas, el consumo de drogas, la violencia sobre los otros y que, finalmente, los
adolescentes consultados admiten hacerse daño deliberadamente. Muchas veces muestran sus
heridas angustiados pero mudos, como si no tuvieran nada que decir pero mucho que mostrar, y
otras veces expresan que, cuando no tienen nada que hacer, se cortan.

Es preciso tener en cuenta que los cortes que llevan a cabo los adolescentes en su cuerpo
presentan determinaciones y formas diferentes que, como en el ámbito clínico, se han de abordar
caso por caso. Pero evidentemente hay algo que aparece como una constante en varios de ellos, y
es el tema del cuerpo, la repetición, afectos como la angustia, el dolor, el sentimiento de culpa y
una sensación de sinsentido frente a la vida. Se podría pensar que lo mencionado son problemas
comunes para los adolescentes, ya que en este momento de la vida ocurre una especie de
“actualización de todo lo constituido en ese sujeto desde la infancia, teniendo en cuenta que esa
construcción psíquica nunca es completa, dejando un espacio al vacío o a lo enigmático”

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Algunos psicólogos se han ocupado del tema refiriendo que “… El cutting o autolesión cumple con
la función de manejar estados emocionales particularmente intensos como la rabia, la frustración,
la vergü enza y el vacío y de autorregular la afectividad”

Recientemente, la autolesión fue incluida en la nueva versión de este mismo manual (DSM-V)
como un síndrome, tal y como lo propuso en un primer momento Favazza (1996). Al ser la
autolesión elevada a la categoría de síndrome, el fenómeno cobra mayor relevancia, puesto que
su tratamiento debe ser específico y adquiere, a nivel descriptivo, particularidades que antes,
como síntoma, no tenía. En este punto, sin embargo, es necesario tener en cuenta que el
concepto de autolesión es un concepto descriptivo, particularmente usado en psiquiatría y
psicología para referir a una conducta realizada por un individuo que se autolesiona con
conciencia. Un concepto así empleado no suele tener en cuenta la idea de que es una conducta en
la que un sujeto expresa a través del cuerpo lo que le ocurre psíquicamente. Debido a lo anterior,
se usó el término autoincisión para señalar tanto las características autolesivas de la conducta
como a la conducta por la cual un sujeto se realiza cortes superficiales en la piel sin propósitos
estéticos, decorativos o como parte de un ritual. Ahora bien, esta conducta es definida como:
“Conducta llevada a cabo deliberada, compulsiva y repetidamente sobre la superficie del cuerpo,
generando una lesión sobre el órgano de la piel, herida que si bien aparentemente no es profunda,
genera dolor físico e implica rompimiento del tejido cutáneo”

Estas conductas son más frecuentes en zonas del cuerpo como los brazos, las piernas, el tórax y
otras zonas de la parte frontal. Se hacen deliberadamente y sin ayuda de otra persona; la herida se
presenta lo bastante severa para dañar los tejidos cutáneos y generar marcas o cicatrices.
También se encontró un rasgo común en los sujetos que deliberadamente deciden autolesionarse:
según los diferentes autores, estos sujetos presentan, en su mayoría, dificultades para manejar
situaciones de tensión, estados de ansiedad, sentimiento de culpa o angustia

Con respecto al actuar y la propensión de la adolescencia a la actuación, se detallaron las dos


maneras particulares en las que se podría presentar: el acting out y el pasaje al acto. El acting out
se definió como un acto que porta un contenido inconsciente, simbólico, que no puede ser
verbalizado y el cual se manifiesta a través de conductas que llevan un mensaje dirigido a Otro.

Es así como se estableció que la autoincisión en la adolescencia solo puede ser entendida de un
modo complejo, en el sentido en que puede cumplir varias funciones, tales como: Pacificación de
estados de angustia: en este caso las autoincisiones operan como una defensa contra la angustia,
que, como se ha dicho, puede provenir de fuentes diversas. Esta defensa no es específica de cada
una de las modalidades de angustia, pero sí intenta evitar su avance por una especie de recorte en
el cuerpo. El alivio al que constantemente refieren los adolescentes cuando se realizan las
autoincisiones da cuenta de una especie de descarga del afecto que encuentra una salida, no por
la vía de ligar un afecto a una representación reprimida, sino por una especie de fijación a una
herida corporal. Dartiguelongue (2012), en el texto El sujeto y los cortes en el cuerpo, refiere que
“la angustia atormenta, en el punto en que lo que atormenta es lo real. No hay engaño de aquello
imposible de soportar” (p. 135). Algunos dichos y frases extraídas de viñetas de este texto pueden

51
evidenciar cómo los adolescentes se refieren a este afecto. Al respecto, la autora sostiene que
“estos sujetos dan cuenta de una angustia que no encadena, de una invasión avasallante que
jaquea los límites del Yo, despedazándolo de toda unidad totalizante, de toda idea de sí mismo”

Para la autora, el corte no impide el desarrollo de la angustia en la conciencia, pero permite frenar
su avance en el cuerpo y así aminorar su efecto. Intento de separación y/o diferenciación: El corte
puede servir para lograr un doble movimiento, con el cual los adolescentes buscan liberarse de la
dependencia que se ha establecido con el objeto de amor desde la infancia, así como también
diferenciarse de los objetos que son en parte la fuente de las identificaciones infantiles. En el
artículo Niños y adolescentes jugando con el filo de la navaja.

Mensaje dirigido al Otro a través de un acting out: En este caso, la autoincisión puede tener
relación con esta modalidad de actuación, en el sentido en que el acto encarna un mensaje
inconsciente, no sabido, dirigido al Otro, que no es cualquiera, pues tiene un valor particular en la
medida en que se inscribe en un problema específico de la adolescencia: la reedición edípica. Así
las cosas, la autoincisión tiene un valor parádojico, debido a que se presenta como un llamado (de
atención), esto es, como una forma de mantener un vínculo infantil con los objetos de amor, al
mismo tiempo que supone una forma de distanciamiento respecto a estos.

Vía de satisfacción de la pulsión de muerte: Esta satisfacción se presenta bajo dos formas: como
repetición de una conducta asociada a un evento traumático y como conducta asociada a una
posición masoquista. Las autoincisiones son realizadas bajo el signo del impulso vinculado con la
pulsión, luego del corte se consigue un alivio a través de la descarga de tensión, dicho alivio se
vuelve cada vez menos efectivo para el sujeto. También se podría pensar otra forma de la
expresión de la pulsión de muerte (satisfacción), y es aquella en la que cortarse implica un alivio
pasajero de un displacer intenso, y en la que este mismo acto compulsivo conlleva un displacer del
cual se desprenden sentimientos de culpa y autoreproches. Algunos jóvenes manifiestan que,
luego de llevar a cabo ciertas conductas, sienten una especie de alivio o pacificación; en la mayoría
de ellos se pone de presente un no poder parar, una necesidad de volverlo hacer; saben que les
hace daño hacerlo pero aun así lo hacen.

Modo de apropiación del cuerpo: En este punto la autoincisión, llevada a cabo por los
adolescentes, se presenta por la necesidad de estos para re-conocerse, para diferenciarse, para re-
apropiarse, para ejercer cierto control sobre eso que aparece incontrolable, ese exceso de cuerpo
que avasalla sin lógica y sentido, como un signo de identidad, una conciencia de estar en el
mundo, un lugar que, a pesar de que desde la infancia pareciera dado, se percibe como extraño:
es una manera de colonizar lo que pareciera ser de otro. El cuerpo surge como una vía posible de
tramitación del malestar que aparece en la adolescencia, dando así cabida a una nueva búsqueda
hacia el propio cuerpo como lo único que está ahí real y que puede ser tocado y gobernado por
ellos mismos.

Tomando como referente este esquema, hay que decir que la autoincisión es un proceso que
resulta más complejo que el del dolor físico. En lugar de tres tiempos se puede pensar en un
proceso de al menos cuatro tiempos: angustia, reacción del Yo, autoincisión, pacificación psíquica.

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El tiempo de la angustia, primero en la serie, es desencadenado por diferentes fuentes o
situaciones angustiantes: pérdida del objeto, exceso de cuerpo, exigencias superyóicas, exigencias
pulsionales, sentimiento de alienación, la relación con el Otro. La angustia, como se pudo notar en
la mayoría de casos, está presente. Frente a estas situaciones de angustia el Yo reacciona para
intentar defenderse, no a través de mecanismos de defensa intelectuales, sino a partir del actuar,
concretamente con la conducta de autoincisión. A la conducta le sobreviene, o de ella se
desprende, según se puede apreciar en algunos de los dichos de los jóvenes, una suerte de alivio o
calma psíquica. En este punto es importante tener en cuenta el circuito que se produce con el
corte en muchos de los casos, pues aun teniendo presentes las particularidades irreductibles que
los caracterizan, es posible percatarse de una condición general a todos ellos: un impulso
irrefrenable que mueve al sujeto a realizar cortes con una aparente finalidad, de forma repetitiva,
rígida y estereotipada. Aunque se puede observar que quien se corta pone de manifiesto un
intento deliberado de resistirse a la realización de la conducta. Es en estos casos un intento fallido,
pues quedan claras las serias limitaciones del Yo para oponerse a los poderes de la pulsión de
muerte.

Aunque con el corte se busque algún placer, la evidencia clínica demuestra que, luego de
conseguir alivio a través de la descarga de tensión que implica el corte, dicho alivio se vuelve cada
vez menos efectivo para el sujeto. En efecto, la descarga, placentera en algún grado, tiende a ser
más corta, menos intensa, por lo tanto su efecto apaciguador es cada vez menos duradero, lo que
impele a la repetición. Así pues, el ciclo de la repetición cada vez se hace más corto y,
simultáneamente, más difícil de ser interrumpido. Lo antes mencionado pone de presente una
relación directa de la conducta del corte con la pulsión de muerte, vía la compulsión a la
repetición. A esta expresión de la satisfacción de la pulsión de muerte se le puede añadir otra que
resulta de una situación contradictoria: aquella en la que cortarse implica un alivio pasajero de un
displacer intenso, y en la que este mismo acto compulsivo conlleva un displacer del cual se
desprenden sentimientos de culpa y autoreproches que pueden resultar aún más dolorosos. De
esta manera, es posible extraer la idea de que existe una relación de estas conductas autolesivas
con el masoquismo, particularmente con el moral, pues el elemento principal de la dinámica del
masoquismo es la satisfacción de la pulsión de muerte, en la medida en que se percibe un
incremento de las exigencias superyóicas, dando lugar a un sentimiento de culpa. Caso distinto al
masoquismo moral sería aquel en el que el corte podría devenir en la modalidad de masoquismo
erógeno en el que la autoincisión se convierte en una forma de placer sexual articulado al dolor
físico. Sin embargo, esta modalidad resulta apenas hipotética, pues ninguna de las viñetas
evidenció esta otra forma de masoquismo.

AGRESIONES AL CUERPO EN LA ADOLESCENCIA: MAURA MANCA- Durante la etapa de la


adolescencia la tendencia a actuar (actingout y acting-in) puede representar una modalidad de la
mente para elaborar una realidad interna rica en continuos cambios, inestable y, en algunos casos,
inquietante (Cerutti & Manca, 2008). Tales conductas pueden constituir, por un lado, la expresión
de una prueba potencial de construcción de identidad y, por el otro, la manifestación de una
profunda vulnerabilidad y conflictividad

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La tendencia al acting, a la confrontación, a la rebeldía, a la posibilidad de experimentar y de
ponerse a prueba mediante una búsqueda de excesos, son todas expresiones funcionales al
desarrollo de la autodefinición (Blos, 1971). La acción puede ayudar a enfrentar los conflictos
internos; sin embargo, el recurso a la acción puede significar al mismo tiempo un impulso hacia la
activación de conductas peligrosas tanto para el sujeto como para su entorno (abuso de alcohol,
drogas, manejo en estado de ebriedad, etc.).

Estas modalidades autodestructivas dejan en la piel marcas y cicatrices indelebles y representan


un lenguaje mediante el cual el adolescente puede expresar su independencia afectiva de las
figuras paterna y materna o concretar un desafío con respecto a las reglas impuestas por los
adultos. Las conductas de ataque al cuerpo pueden también cumplir con funciones relativas al
ámbito personal, interpersonal y social, tales como: la externación de sentimientos de profundo
malestar; la voluntad de reforzar la imagen de uno mismo; la institución del sentido de
pertenencia a un determinado grupo; la manifestación de sentimientos antisociales y la
representación simbólica o el recuerdo de un evento significativo (Aizenman & Jensen, 2007;
Anderson & Sansone, 2003). Otros estudios ponen en evidencia, al contrario, que tales
comportamientos cumplen con la función de mecanismo de defensa y de estrategia de doping,
que adolescentes y jóvenes adultos utilizan como acción para enfrentar una situación de
sufrimiento.

Tales conductas se expresan con modalidades más violentas y reiteradas y los síntomas se hacen
más graves en el transcurso del desarrollo, de tal manera que resulta más larga y compleja
también la intervención terapéutica, especialmente porque la conducta autoagresiva repetida se
presenta frecuentemente en coexistencia con otras patologías tales como: trastornos de la
alimentación, depresión, PTSD y trastornos de personalidad, en particular de cluster B. Por
autolesiones deliberadas (Deliberate Self-Harm -DSH) se entiende una conducta que origina un
daño o una herida al propio cuerpo o a partes del mismo y se caracteriza por intencionalidad,
reiteración y falta de intención suicida. Se caracteriza por falta de control del impulso, por
aumento de la tensión y por una sensación de alivio sucesiva a la puesta en acto de la
autoagresión. Las modalidades autoagresivas utilizadas con mayor frecuencia son la acción de
cortarse (cutting), quemarse (burning), las escarificaciones, la interferencia con el proceso de
cicatrización de heridas, la acción de morderse y de insertar objetos por debajo de la piel y debajo
de las uñas (Pattison & Kahan, 1983; Favazza 1998). En estos últimos casos, el cuerpo puede
representar un lugar de expresión del sufrimiento psíquico o también un instrumento para
comunicar necesidades y conflictos evolutivos.

Según otros autores, estos ataques hacen posible también la agresión de lo que perjudica la
integridad del mismo individuo (Irwin, 2001; Velliquette & Murray, 2002). El acto por lo tanto se
convierte en una expresión de defensa extrema, realizada por un “Sí mismo” quien lucha contra la
angustia de reconocer su propia fragilidad y sus propias necesidades (Pelanda, 2008). Durante la
etapa adolescente el joven debe enfrentar los cambios profundos que las transformaciones psico-
físicas determinan en su propio mundo interno. Al desarrollarse este proceso con regularidad, el
adolescente vive y reconoce su propio cuerpo como parte de un Sí mismo integrado. Cuando, al

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contrario, el proceso no es superado de manera regular o se produce una fijación, el resultado es
una representación del cuerpo no subjetivado, que el adolescente lleva consigo mismo como
resultado de una interacción con el ambiente centrada en la atribución y en su asunción como
entidad separada por la propia identidad psíquica. Este tipo de adolescente, para apropiarse en
términos psíquicos de su propio cuerpo y para tomar el control sobre éste, lo ataca con actos
autodestructivos.

El fracaso de las tareas evolutivas y del equilibrio entre la necesidad de continuidad en defensa de
su propia identidad (narcisismo), por un lado, y el impulso al cambio (fisiológico en la
adolescencia), por el otro, provoca en el adolescente una fuerte sensación de frustración. La
desconfianza que deriva de ello, junto con la rabia, representan el proceso que lleva al
adolescente a hacerse daño. La acción violenta dirigida contra sí mismo representa una modalidad
destructiva y patológica defensiva de la propia identidad narcisista (“Yo decido sobre mi cuerpo y
sobre mi vida”).

El adolescente, quien se caracteriza por sentimientos de poder y tal vez de omnipotencia, se


golpea contra la impotencia, la confusión y la dependencia. La conducta autoagresiva puede
atenuar el conflicto entre la necesidad de alcanzar el objeto y el miedo de experimentar esta
dependencia. Los sentimiento de amor, odio y rabia expresan el vínculo con el objeto. Mediante el
ataque a sí mismo en el cuerpo, el adolescente puede preocupar al objeto y mediante esta
preocupación puede controlarlo y tenerlo atado a él.

El cutting cumple con la función de manejar estados emocionales particularmente intensos como
la rabia, la frustración, la vergüenza y el vacío (Suyemoto & MacDonald, 1995; Connors, 1996) y de
autorregular la afectividad (Figueroa, 1998). En efecto, el acting dirigido hacia el propio cuerpo
anula toda posible insensibilidad y, en términos más generales, el sufrimiento psíquico con ésta
relacionado, mientras, al mismo tiempo, se convierte en un mecanismo de manejo de la tensión,
de la disforia, de la ansiedad y de toda situación de estrés.

Las partes del cuerpo más frecuentemente atacadas son los brazos, las piernas, el tórax y otras
zonas de la parte frontal del cuerpo siendo ésta, por un lado, la más accesible y, por el otro, más
fácil de ocultar, con el fin de poder mantener completamente en secreto tales conductas.

Winnicott sostiene, por lo tanto, que el desarrollo del Sí está basado inicialmente en experiencias
físicas en donde la psiquis y el cuerpo del niño, mediante adecuados cuidados maternos, se
integran en una unidad psiquis-soma. El reflejo empático y la manipulación de la madre con
respecto al recién nacido ayudan a definir los confines del cuerpo y, sucesivamente, a ofrecer la
posibilidad de distinguir el cuerpo propio del cuerpo de la madre. El autor evidencia que la calidad
de los cuidados maternos, concretos y diarios, determina la continuidad o la discontinuidad del
desarrollo emocional del niño; a partir de esta disyuntiva pueden provocarse una inadaptación y
una dependencia absoluta que no favorecen el crecimiento; por consecuencia, los procesos
intelectuales de cada individuo deberán sucesivamente compensar tales carencias. Ogden (1999)
evidencia como, en caso de que el entorno no haya sido facilitador, el niño experimenta la
prematura separación corporal de la madre de la misma forma que la pérdida de una parte de su

55
propio cuerpo. Este tipo de experiencia pre-verbal y pre-conceptual es vivida como un profundo
ataque a la propia integridad; el niño trata de defenderse mediante un uso patológico, rígido de
los objetos “autista”, de los objetos “ sensación” (Tustin, 1980), al fin de poder recuperar las
perdidas sensaciones de consuelo y de poder negar la separación.

También Anzieu (1985) profundiza el estudio de esta transición desde el estado de no integración
al estado de integración a través de las modalidades de la contención maternal. Considera que la
piel es un “envoltorio psíquico (enveloppe)” que le permite a la psiquis desarrollarse en formas
más complejas. Gaddini (1981), por otro lado, insiste en identificar el desarrollo de la mente como
un proceso que se origina desde el cuerpo e implica una gradual adquisición mental del Sí
corporal. El aprendizaje mental es primariamente un aprendizaje del funcionamiento fisiológico. El
concepto de Yo-Somático o Yo-Piel, retomado por Gaddini (1987), representa la primerísima
organización del Sí experimentada a través de las sensaciones corporales, sobre todo las
sensaciones táctiles. El niño, si no recibe los estímulos apropiados a nivel sensitivo, no logrará
percibir la sensación de ser una única entidad, protegida y contenida por la piel. Esto podría
determinar una incapacidad de saber diferenciar el Sí de los demás, adentro y afuera, fantasía y
realidad. El acto de autolastimarse intervendría en la resolución de estos conflictos mediante el
uso primitivo del cuerpo.

Algunos autores elaboraron la hipótesis que la preferencia de los brazos como partes para herir el
propio cuerpo pueda también tener un latente significado de castigo hacia la madre más que a sí
mismo, porque los brazos representarían los brazos de la madre que no acunaron y protegieron
correctamente al niño. Actualmente estudios con orientación psicodinámica analizan como el
contacto cutáneo entre la madre y el hijo recién nacido es un factor determinante en función del
desarrollo psíquico del niño y por lo tanto en función de las dinámicas afectivo-emocionales,
cognitivas y de la construcción del esquema y de la imagen corporal (Orlandelli, Garcovich & Satta,
2002). En esta perspectiva es importante destacar la importancia del rol de la piel. El self-injurer
siente la necesidad de atacar su propio límite, de manera que el dolor callado podría encontrar un
desahogo con el fin de ser regulado y calmado. El dolor y la herida autoinflingida son pensados
como una forma ritualizada que le permite al individuo reconfigurar a su gusto los confines entre
sí mismo y el mundo que lo rodea.

En la perspectiva de quien actúa mediante una conducta autolesiva, la incisión de su propia piel
sería un acto de reivindicación de su propia existencia. El hecho de autoagredirse se convertiría, si
bien a nivel inconsciente, en una forma de autoayuda, en un acto extremo porque extrema es la
condición en donde el cutter se encuentra: una condición de alienación total, no sólo con respecto
al mundo que lo rodea, sino directamente con respecto a su misma corporalidad

BLOS- LA TRANSICIÓN ADOLESCENTE

1) REALIDAD Y FICCIÓN DE LA BRECHA GENERACIONAL- Blos plantea que es necesario


distinguir entre brecha generacional y conflicto generacional

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CONFLICTO GENERACIONAL:

Tarea normativa de la adolescencia.


Sin este conflicto no habría reestructuración psíquica adolescente
Supone un segundo momento de individuación
Es esencial para el crecimiento del self y de la civilización
Este conflicto es tan antiguo como las generaciones mismas, porque la madurez física y emocional del
niño determinan su dependencia de la familia y consecuentemente establece los modelos esenciales de
relaciones de objetos.

Las instituciones psíquicas (yo- syo- ideal del yo) se originan en la interiorización de las relaciones de
objetos. Cuando se instaura la individuación adolescente, los conflictos suscitados por las adaptaciones
regresivas (que lo impulsan a lo infantil) y progresivas (que lo conducen al desarrollo) enfrentan al niño
en proceso de maduración sexual con desafíos y alternativas abrumadoras. Allí radica el CONFLICTO
ENTRE GENERACIONES, el cual es generado por una desvinculación emocional respecto de lo
antiguo y un acercamiento a lo nuevo que solo puede alcanzarse a través de la gradual elaboración de
una solución transaccional o transformación: la estructura psíquica no se modifica, pero en cambio se
alteran radicalmente las interacciones entre las instituciones psíquicas. El syo sigue existiendo y
funcionando pero la influencia crítica del yo y su creciente autonomía alteran el absolutismo superyoico
y modifican su cualidad, así como su influjo en la personalidad.

Estos logros del desarrollo estabilizan la autoestima en consonancia con la condición física del individuo,
su capacidad cognitiva y un sistema de valores que trasciende la ética familiar buscando una base más
amplia para su concreción en la sociedad y en la humanidad. Solo a través del conflicto puede
alcanzarse la madurez. Este conflicto aparece con un correlato en lo afectivo: angustia y depresión. La
tolerancia a estos estados dolorosos no se adquiere en la adolescencia sino en el período de latencia en
donde las perturbaciones adolescentes quedan olvidadas.

BRECHA GENERACIONAL: Blos afirma que en lo subjetivo se utiliza la brecha generacional como
mecanismo de distanciamiento, a través del cual los conflictos internos y el desapego emocional son
reemplazados por separaciones espaciales e ideológicas. El resultado es una detención en el nivel
adolescente a causa de la evitación del conflicto; se pierde así la maduración que da lugar a la
resolución del conflicto. Cuando se establece la brecha generacional como mecanismo prolongado de
distanciamiento, en términos de un desapego total del individuo respecto de su contexto original, el
conflicto generacional resulta débil, carente de estructura y de elaboración.

En cambio, si se afirma este conflicto, que actúa con miras a la individuación y a la diferenciación, la
brecha generacional, en cuanto estilo de vida, no encuentra terreno fértil en el cual crecer y sostenerse,
resultando así transitoria y tendiente a la autoeliminación.

2) REFEXIONES SOBRE LA JUVENTUD MODERNA La agresión reconsiderada- El alarmante


aumento de la agresión adolescente en todos los sectores de la vida, obligó a Blos a reconsiderar
aspectos de la teoría psicoanalítica para poder comprender esta clase de conducta adolescente.
Enlaza la agresión adolescente con los destinos de la pulsión agresiva, la cual aparece con toda su
intensidad en la adolescencia bajo múltiples y cambiantes formas que van :
-De la mentalización a la acción, y
-Del sueño y la fantasía al asesinato y suicidio

La pulsión agresiva persigue sus propias metas independientes como resultado de una mezcla
insuficiente entre libido y agresión. En los puntos extremos se sitúa la agresión, apoyada por toda
suerte de ideologías y razones. La agresión se vuelve contra uno mismo, contra el objeto o contra el
ambiente humano, indicando un desequilibrio o desmezcla fatal entre las dos pulsiones básicas. Afirma
que en la pubertad (o sea, en la maduración sexual) se intensifican de igual manera las pulsiones
agresivas y libidinales

La pulsión agresiva, en su forma primaria, es cualitativamente diferente de la agresión empleada con


fines defensivos. Para asumir una función defensiva la pulsión agresiva primero debe ser modificada y

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adaptada a los intereses del yo. La agresión es un medio que permite al individuo injerirse en el
ambiente a fin de moldearlo de modo de salvaguardar apropiadamente su integridad psíquica, su
autoestima y su integración social

Con su conducta inadaptada el adolescente nos está manifestando el desorden de las funciones
sociedades. El adolescente expresa este estado de cosas, auque es incapaz de dar expresión a la
verdadera naturaleza de sus causas o a las medidas necesarias para la regeneración de la sociedad.
El avance a la genitalidad saca a la luz los antecedentes pulsionales de la niñez y sus relaciones
objetales predominantes. Entre las relaciones objetales infantiles reactivadas por la maduración sexual,
durante mucho tiempo cumplió un papel importante el vínculo edípico positivo; solo más tarde y en
forma gradual, hallaron un lugar de singular importancia en la teoría de la adolescencia el compl.. de
edipo negativo y las relaciones objetales preedípicas.

El desarrollo adolescente progresivo procede siempre por vías regresivas, es decir, la genitalidad sólo
se alcanza por el rodeo de un nexo de investiduras con posturas pulsionales pregenitales, incluyendo
sus respectivas relaciones de objeto preedípicas y edípicas. En esta regresión forzosa, sin la cual es
imposible alcanzar la madurez emocional, radica el mayor peligro de la integridad de la organización
psíquica: la intensificación de la pulsión sexual (pregenital y genital), la cual en la pubertad no
representa por sí misma la fuente exclusiva de los peligros psíquicos conocidos como angustia edípica y
culpa sexual. La singularidad del desarrollo adolescente se destaca en que ese desarrollo progresivo
depende de y está determinado por la regresión, su tolerancia y su empleo en pro de la
reestructuración psíquica.

Normalmente el avance hacia la genitalidad es acorde con el yo, y cuenta con el apoyo social de los
pares y la sanción del modelo parental respecto de la unión sexual y la paternidad o maternidad. En
este camino, los obstáculos están dados por las fijaciones pulsionales y la angustia superyoica.
La regresión constituye una fuente de conflictos, angustia y culpa. Esta regresión a la pregenitalidad y a
sus respectivas relaciones de objeto posee un carácter desacorde con el yo, tiende a disminuir la
autoestima, a no ser que alcance el estado de megalomanía infantil.
La regresión es ilimitada e interminable, en tanto que el proceso solo es asegurado por la creciente
delimitación del self. En su derrotero final, la regresión da paso a la megalomanía y al narcisismo
primario, mientras que el progreso desemboca en una afirmación del principio de realidad y en la
aceptación de la muerte.

La regresión hace operar al yo evolucionado, dotado de las capacidades propias del período posterior a
la latencia, sobre los conflictos, la angustia y la culpa infantiles que el débil y limitado yo de años
anteriores era incapaz de resolver, neutralizar o despojar de su carácter nocivo. Esas tareas han
pasado a ser el mandato del yo adolescente. Un yo capaz de hacer frente a esas tareas tiene las
propiedades de lo que puede denominarse “yo adolescente”.

La regresión adolescente apunta a resolver las dependencias infantiles porque estas son inconciliables
con las relaciones objetales adultas y la autonomía del yo. Sumamente característico de las relaciones
objetales infantiles es su ambivalencia que afirma la dependencia del objeto tanto en términos de
agresión como de libido. El temor a la pérdida de amor y la angustia de castración provocan una tenue
mezcla de ambas. Bajo la influencia de la regresión adolescente, esta fusión se anula parcialmente, y
la ambivalencia primaria ( que incluye el amor incondicional y el odio irreconciliable), invade las
relaciones del adolescente con los objetos, los símbolos, las representaciones y el self.
Los estudios sobre la niñez han permitido averiguar que la mezcla de pulsiones en relación con un
mismo objeto puede ser eludida dividiendo al objeto, o escogiendo un objeto parcial para amar y otro
para odiar, uno para poseerlo y otro para destruirlo. Esta solución arcaica del conflicto de ambivalencia
durante la adolescencia tiene el efecto de primitivizar las relaciones objetales

La regresión, tal como la concibe Blos, no es de índole defensiva sino que cumple una función
adaptativa. Un yo adolescente será capaz de cumplir la tarea regresiva si puede tolerar la angustia
resultante de la regresión pulsional y del yo. Y esto solo es posible si permanece lo suficientemente
ligado a la realidad como para impedir que la regresión alcance la etapa de indiferenciación. Si no está
preparado para dicha tarea, por fuerza evitará la resolución regresiva de los conflictos infantiles, y no
podrá consumar el desapego emocional de los lazos familiares y de las fantasías y símbolos infantiles.
Si al adolescente le es imposible conciliar e integrar las necesidades y deseos del período infantil,

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tenderá a reafirmar su libertad de las dependencias de la niñez por medio de la acción y la imitación. Ya
que no puede entablar contacto regresivamente con su mundo infantil, desplaza el drama interior al
exterior. La consecuente desmezcla de pulsiones aumenta la intensidad de la acción y de la emoción, la
resolución del conflicto queda como tarea externa, sólo consumable mediante cambios exteriores
logrados por medio de un obrar enérgico. Esta lucha con el ambiente demora o impide la restauración
de la mezcla de pulsiones, y perjudica la concertación de una alianza entre las pulsiones libidinales y
agresivas (condición previa para el logro de la genitalidad). En el plano superyoico, las posturas
libidinales irresueltas o inconciliables (infantiles y puberales, dependientes y autónomas) se presentan
bajo la apariencia de elementos absolutos y opuestos: el bien contra el mal, lo nuevo contra lo viejo, lo
hermoso contra lo feo, etc.

Es la función social de la adolescencia abrazar una ideología y trasformarla en las manifestaciones


sociales y caracterológicas del hombre moral. Cuando el adolescente trata de eludir la regresión lo
seducen fácilmente las causas o grupos sociales que definen para él lo bueno y lo malo, y él hace suyos
los agravios cometidos por esta gente. Si uno comete actos de agresión y violencia pero es miembro de
un grupo que aprueba la acción, ello tiende a neutralizar su culpa individual. El aprovechamiento social
de la agresión neutraliza la culpa individual

5) LA IMAGO PARENTAL ESCINDIDA EN LAS RELACIONES SOCIALES DEL ADOLESCENTE

Es común observar que los adolescentes tienen tendencia a ver el mundo y a las personas en términos
de “blanco o negro”. El adolescente se percata que esta división tajante en opuestos es bastante irreal y
no puede ser sostenida. Con esta disposición anímica, atribuye a los objetos cualidades en una forma
primitiva (lo bueno y lo malo). Originariamente en la mente del niño la madre “buena” y la madre “mala”
no son un objeto idéntico; cada una de ellas es diversa y separada de la otra. Sólo con la formación del
objeto y la constancia del self se vuelve factible la síntesis de los objetos parciales, y puede emerger el
objeto total. Sin embargo, a lo largo de la vida nunca se extingue del todo la posibilidad de que, en
situaciones de stress, este proceso se revierta. La elevada posición de la madre es mantenida primero
mediante la escisión y luego mediante la idealización. Las distorsiones de la realidad inherentes a
ambas reaparecen en la adolescencia, con una idealización transitoria del self y el objeto

Dentro de la cosmovisión antitética de la adolescencia, el orden más alto de absolutos y de opuestos


está dado en la polaridad de masculino y femenino, activo y pasivo, interior y exterior. Anna Freud ha
hecho referencia al “ adolescente intransigente”, en cambio Blos ha empleado la expresión “totalismo
adolescente”. Estas expresiones aluden a un proceso defensivo, del mismo modo que la conducta
opositora y el retraimiento, que son características normales de las relaciones de objeto durante el
segundo proceso de individuación de la adolescencia.

Concepto de medio autoplástico


Cuando el proceso adolescente revive la etapa temprana del imago parental escindida, con su
característica tendencia ambivalente, todas las pasiones y angustias edípicas buscan expresión en el
ambiente social. Así, cualquier cosa que haga el adolescente, lo hará en forma extrema, en forma
episódica, sin solución de continuidad. Blos ha llegado a considerar el acting out como una variedad de
comportamiento adolescente específica de la fase. Este fenómeno puede deberse al hecho que el
adolescente ha revivido en forma regresiva la etapa de la motilidad expresiva que corresponde a las
fases pre verbales y a las primeras fases verbales de la vida.
Los adolescentes exteriorizan dentro del grupo de pares los restos de la tendencia ambivalente pre
verbal infantil. Emplean un medio social creado por ellos mismos a fin de moderar y sintetizar las
imagos parentales escindidas, que a menudo están apenas integradas, tratando con ello de separar su
sentimiento de división interior, de desarmonía e incertidumbre. Las relaciones sociales dentro del
grupo de pares adolescente tienen un sello peculiar, que Blos designa con la expresión “ medio
autoplástico”. Con esto se refiere a la capacidad del adolescente para gestar y promover un medio
social con el único propósito de integrar y armonizar los residuos de las dicotomías por escisión de
objeto. Al revivir sustitutivamente los imagos escindidas en el medio autoplástico, el adolescente
instituye de manera autónoma, un sistema social transaccional con la finalidad de modificarse a sí
mismo pero no a su ambiente. Así el adolescente establece cuasi-relaciones en el medio autoplástico
con sus pares, las cuales no son auténticas. Las relaciones de este tipo se desvanecen sin que se
sienta su pérdida ni sobreviva un claro recuerdo de ellas

59
En el ambiente autoplástico se reviven los imagos parentales despreciados e idealizados frente a sus
“dobles” respectivos, creados en el ambiente de los pares, con miras a su unificación.

8) EL SEGUNDO PROCESO DE LA INDIVIDUACIÓN DE LA ADOLESCENCIA- Si el primer proceso de


individuación es el que se consuma hacia el tercer año de vida con el logro de al constancia del self y
del objeto, Blos propone que se considere la adolescencia en su conjunto como segundo proceso de
individuación. Ambos períodos comparten la mayor vulnerabilidad de la organización de la
personalidad. Cualquiera de ellos que se malogre da lugar a una anomalía del desarrollo
(psicopatología). Lo que en la infancia significa salir del cascarón de la membrana simbiótica para
convertirse en un ser individual que camina por sí solo, en la adolescencia implica desprenderse de los
lazos de dependencia familiares para pasar a integrar la sociedad o el mundo de los adultos. En
términos metapsicológicos: hasta el fin de la adolescencia las representaciones del self y del objeto no
adquieren estabilidad y límites firmes, o sea no se tornan resistentes a los desplazamientos de las
investiduras. El superyó edípico pierde en este proceso algo de su rigidez y de su poder, en tanto que la
institución narcisística del ideal del yo cobra mayor influencia. Estos cambios estructurales hacen que la
constancia de autoestima sea cada vez más independiente de las fuentes exteriores.

La desvinculación respecto de los objetos (de amor y de odio) interiorizados abre camino en la
adolescencia al hallazgo de objetos de amor y de odio ajenos a la familia. La individuación implica que la
persona en crecimiento asuma cada vez más responsabilidades por lo que es y por lo que hace, en
lugar de depositarla en los hombros de aquellos bajo cuya influencia y tutela ha crecido. Afirma que la
adolescencia es el único período de la vida humana en que la regresión yoica y pulsional constituye un
componente obligatorio del desarrollo normal. La regresión normativa adolescente opera el servicio del
desarrollo.

Conceptualiza como “individuación adolescente” el proceso de cambio estructural y su logro,


subrayando el prominente papel de la desinvestidura de representaciones objetales infantiles en la
reestructuración psíquica de la adolescencia. La regresión adolescente no cumple una función defensiva
sino que es parte inherente del desarrollo puberal. Esta regresión provoca con suma frecuencia
angustia. Si esta angustia se torna ingobernable, se movilizan secundariamente, medidas defensivas. La
regresión adolescente no es en sí misma una defensa, pero constituye un proceso psíquico esencial,
que pese a la angustia que engendra, debe seguir su curso.

En la reestructuración psíquica adolescente no sólo observamos una regresión pulsional sino también
una regresión yoica. Esta última connota la revivenciación de estados yoicos abandonados total o
parcialmente. La regresión yoica siempre se evidencia en el proceso adolescente, pero únicamente
opera en contra de la segunda individuación cuando actúa de manera puramente defensiva. El
desarrollo progresivo se estanca solo cuando la regresión pulsional y yoica alcanza la inmovilidad de
una fijación adolescente.

Los estados yoicos adolescentes de naturaleza regresiva pueden reconocerse en un retorno al “lenguaje
de la acción” y en un retorno al “lenguaje corporal”, a la somatización de los afectos, conflictos y
pulsiones. Este último fenómeno es el responsable de las numerosas afecciones y dolencias típicas de
la adolescencia (anorexia, bulimia).

17) CUANDO Y COMO SE TERMINA LA ADOLESCENCIA?

La adolescencia parece una etapa de crecimiento que uno simplemente debe pasar. Una opinión
ampliamente difundida afirma que aquella puede extenderse indefinidamente, en cuyo caso se habla de
un “eterno adolescente” . Estamos mejor informados acerca del comienzo de la adolescencia que sobre
su culminación. Pues la iniciación coincide con hitos somáticos mensurables, tales como los caracteres

60
sexuales primarios y secundarios, así como las curvas de crecimiento y los datos psicológicos
confiables.

Existen criterios fenomenológicos para definir el fin de la adolescencia. Blos llama la atención sobre la
disminución gradual de los cambios de humor típicos de la adolescencia. Las emociones ahora se
ocultan de modo selectivo y discriminativo del mundo público y se privilegia la comunicación entre
amigos y amantes. Esta capacidad para compartir ciertos aspectos del self ya sea con el sector público
o con el privado de la vida sin sentirse dividido o desgarrado constituye un signo de que la adolescencia
está pasando o ha pasado. El intento de entenderse a sí mismo hace que la necesidad de ser
entendido siempre sea menos urgente, menos incontrolable y exaltada. Esta nueva característica de la
fase de consolidación, denominada adolescencia tardía, puede describirse también diciendo que la
posibilidad de predecir la conducta y la motivación se vuelve con el tiempo más regular y exacta.

La formación del carácter alcanza una condición de definitiva estabilidad hacia el final de la
adolescencia, cuando la autonomía yoica, en alianza con el ideal del yo, desafía parcialmente pero con
eficacia el predominio del superyó. Esta instancia psíquica que imperaba sin rival alguno durante la
niñez y que daba pie a una lucha interminable entre la rebeldía y la sumisión, acompañada por
sentimientos de omnipotencia, de culpa o de vergüenza, sufre durante la adolescencia una revisión
crítica dentro del sistema motivacional. En consonancia con la consolidación de la personalidad
adolescente tardía, la aparición de un plan de vida, de un estilo de vida, de un esfuerzo orientado hacia
una meta posible de alcanzar, se vuelve factible y hasta obligatorio. A estos signos fenomenológicos de
la conclusión de la adolescencia puede agregarse el cambio gradual en la naturaleza de las relaciones,
personales o comunitarias, hacia determinados compromisos discriminatorios y defensivos dentro de las
esferas privada y pública de las necesidades y aspiraciones individuales.

Blos señala 4 tareas evolutivas que conducen al adolescente hacia la adultez:

1) El segundo proceso de individuación- Adoptando la terminología de Mahler en su investigación


sobre la niñez temprana, Blos ha postulado un segundo proceso de individuación en la adolescencia.
La individuación infantil se produce en relación con la persona que tiene al niño a su cuidado, la madre.
En la fase de separación-individuación, la existencia de la madre como objeto independiente surge
mediante el proceso de interiorización. Los padres interiorizados no son cuestionados hasta la
pubertad. Durante la adolescencia, estas viejas y familiares dependencias, así como los objetos
infantiles de amor y de odio, vuelven a ocupar un lugar en la vida emocional. La desvinculación objetal
mediante la individuación en el adolescente no ocurre en relación con objetos externos, ahora tiene
lugar en relación con los objetos interiorizados de la niñez temprana.
Un desplazamiento característico de investidura que señala esta liberación puede observarse en la
investidura libidinal del self que da como resultado el transitorio egocentrismo y autoengrandecimiento
del adolescente. Esta grandiosidad narcisista no deja de suscitar el sentimiento contrario de nulidad,
impotencia y desesperación. Estos conocidos estados afectivos son semejantes a la manía, la
depresión y el duelo. Es decir, los cambios de humor de la adolescencia son un colorario del segundo
proceso de individuación.
La constelación conflictiva del segundo proceso de individuación puede observarse de modo más
dramático en ciertas formas de actuación. Incapaz de resolver el estado intenso de dependencia, el
adolescente recurre al mecanismo de exteriorización con el fin de crear un mundo nuevo y perfecto, que
gratifique sus necesidades, las imperfecciones del viejo tiene que ser erradicadas por cualquier medio
que sirva para ese propósito. Tales operaciones de recate del narcisismo infantil evitan la desilusión del
self y del objeto mediante la proyección de lo malo sobre las instituciones sociales y los mandatos
concretos y simbólicos de la sociedad.

2) La continuidad yoica- Segunda tarea o desafío que el adolescente tardío debe encarar a fin de
concluir el proceso adolescente. Para que el niño sobreviva en el mundo en que ha nacido, necesita
durante muchos años del apoyo, la guía y la orientación proporcionados por las personas que lo tienen
bajo su cuidado. En este amplio ecosistema psicológico, los padres funcionan como extensiones del yo
del niño; la adolescencia modifica este estado radicalmente. Durante la adolescencia normal, el niño en
crecimiento utiliza su facultad cognitiva y su madurez somática mayores para obtener independencia
emocional, moral y física. Esta es la época en que se forma su propia opinión sobre su pasado,
presente y futuro. En este momento asistimos al advenimiento del hombre conciente de sí que, por

61
primera vez, se percata de su vida originaria y al mismo tiempo única que se extiende entre el
nacimiento y la muerte.
Las perturbaciones en la formación de la continuidad yoica o su patología clínica se reflejan con mayor
claridad en los casos que presentan un tipo especial de distorsión de la realidad. En estos casos se
provocó deliberadamente una representación defectuosa de la realidad en la mente del niño. Como
resultado el niño aceptó como real lo que le dijeron que era real.

3) El trauma residual- La tercera tarea se relaciona con el concepto de trauma. El trauma constituye una
experiencia dañina inevitable en el período infantil. Cualquiera que haya sido la adaptación a estos
choque nocivos en el crecimiento psicológico queda al final de la adolescencia un residuo que desafía
los recursos adaptativos de la adolescencia tardía. El trauma residual es ese aspecto del trauma que
nunca se resuelve y que, de hecho, nunca puede resolverse. Este incentivo persistente empuja al
adolescente tardío hacia un conjunto de compromisos más o menos definitivos de índole personal así
como impersonal. El trauma residual sirve como un organizador que promueve la consolidación de la
personalidad adulta y explica su singularidad. La socialización del trauma residual es anunciada en
terapia cuando el joven paciente asume la responsabilidad de su propia vida, tolerando un mínimo de
tensión y dejando de hacer el duelo por sus fantasías y expectativas infantiles.

4) La identidad sexual

Cuarto y último desafío: la identidad sexual definitiva. Este concepto se distingue de la identidad sexual
original que se establece tempranamente en la vida. La actividad sexual no constituye por sí misma un
indicio de una conclusión normal de la adolescencia y no ofrece ninguna garantía de que se haya
logrado la identidad sexual definitiva específica de cada sexo. La formación de la identidad sexual
depende de la trasmutación del componente de la pulsión sexual inadecuado al sexo en una nueva
estructura psíquica, el ideal del yo. Este es un proceso extraordinariamente difícil y lento que requiere el
abandono de las idealizaciones infantiles del self y del objeto. La típica regresión adolescente, que Blos
llamó “regresión al servicio del desarrollo”, incentiva la dicotomía infantil entre el objeto “todo bueno”y el
objeto “todo malo”. Este estado refleja un vínculo objetal primitivo, preambivalente. Solo habrá una
relación adulta duradera cuando el estado de ambivalencia madura se estabilice estructuralmente en la
adolescencia tardía. Estos cuatro desafíos o tareas representan componentes integrantes de un proceso
total. Las cuatro actúan sinérgicamente y al unísono; sus resoluciones evolutivas son globales, el uno
sin el otro jamás pueden conducir a una conclusión normal de la adolescencia

IDEACIONES Y COMPORTAMIENTOS SUICIDAS EN ADOLESCENTES: UNA URGENCIA SOCIAL-


CASULLO

Al intentar comprender el suicidio se toma conciencia de su enorme complejidad; no es una


entidad psicopatológica, tampoco una mera reacción a situaciones que generan malestar y
angustia. Es un acontecimiento vital en el que están presentes componentes biológicos,
psicológicos, sociológicos, culturales y filosóficos. En numerosos casos la decisión de quitarse la
vida aparece como un comportamiento funcional que se han convertido en insoportables para la
persona que las padece.
La literatura contemporánea aborda el estudio de los comportamientos suicidas desde una triple
categorización:
1.- Ideaciones suicidas: se estudian distintos procesos cognitivos y afectivos que varían desde
sentimientos sobre la falta de sentido del oficio de vivir, la elaboración de planes para quitarse la
vida, hasta la existencia de preocupaciones sistemáticas y delirantes referidas a la
autodestrucción. (Goldney y col. 1989).
2.- Parasuicidios: comprenden conductas variadas que incluyen desde gestos e intentos
manipuladores hasta intentos fallidos de terminar con la vida propia. Se hace referencia a actos

62
deliberados que no tienen un final fatal pero que provocan daños en el propio sujeto que los
ejecuta; dichos actos deben ser poco habituales. Así, por ejemplo, el alcoholismo crónico o las
adicciones graves no se ubican en este rubro.
3.- Suicidios: incluyen todas las muertes que son resultado directo o indirecto de comportamientos
ejecutados por la propia víctima la que es consciente de la meta a lograr. Algunos autores,
consideran que es importante ocuparse de los denominados "suicidios indirectos": accidentes de
tránsito, huelgas de hambre, el rechazo a tomar una medicación necesaria.

Para estudiar los comportamientos e ideaciones suicidas es necesario operar desde un marco
teórico que integre distintos modelos. En nuestro caso lo denominamos cognitivo - mediacional -
psicodinámico, pues complementa modelos teóricos. A) Se entiende al sujeto humano como
integrante de un sistema familiar específico en el cual incorpora creencias, valores y
significaciones determinadas en relación con la vida, la muerte, el objetivo de un proyecto de vida,
que operan tanto a nivel consciente como inconsciente. B) Ese sujeto contextuado (social, cultural
e históricamente) tiene experiencias diversas en el curso de su ciclo de vida, las que se interpretan
y comprenden en relación con lo especificado en A) y con las posibilidades que le ofrece su
subsistema neurobiológico. C) Los comportamientos concretos relacionados con el suicidio se
vinculan con factores concurrentes (historia personal y social, programa neurobiológico, grado de
salud mental) y precipitantes (experiencias vitales percibidas como muy estresantes, falta de
estrategias adecuadas de afrontamiento, incapacidad para resolver problemas).

Un estudio realizado en 1991 en EEUU por la Gallup Organization reveló que entre el 6% y 13% de
los jóvenes entrevistados informaron que intentaron quitarse la vida por lo menos una vez. Sobre
la base de la bibliografía consultada se pueden señalar como principales factores de riesgo: •
desequilibrio en neurotransmisores (neurobiológicos) • trastornos psiquiátricos (psicopatológicos)
• pobres habilidades para resolver problemas (cognitivos) • violaciones sexuales muy agresivas
(experiencias vitales traumáticas) • trastornos en la identidad sexual (desarrollo personal) • acceso
a armas de fuego (ambientales) • adicción a drogas (uso de substancias), Conflicto entre pares
(familiares) • desempleo, problemas laborales (psicosociales) • familias disfuncionales muy
violentas (familiares)

Existen tres tipos básicos de comportamientos vinculados con ideaciones e intenciones suicidas en
la adolescencia. 1) Depresivo perfeccionista: hace referencia a personas con un Superyo muy
rígido que se exigen altos rendimientos y se manejan con altas expectativas de logro. Evidencian
necesitar mucho la aprobación social y tendencias a cumplir con las normas sociales vigentes. Son
altamente vulnerables a situaciones de fracaso y de crítica. Tienden a idealizar a personas amadas
que han fallecido y son altamente propensas a internalizar sentimientos agresivos y hostiles. Se
muestran bastante solitarias. Es factible que se hayan criado en el núcleo de familias simbióticas
muy FRQÀLFWLYDV 2) Impulsivo: caracteriza a personas con baja tolerancia a la frustración,
incapaces de sentir afectos negativos, muy irritables , con marcadas tendencias a la actuación
(acting out) de sus conflictos. Son muy sensibles a las situaciones en las que se sienten rechazadas
por otros, les cuesta resolver situaciones problemáticas de manera eficaz. Generalmente se han
criado en el contexto de familias violentas. 3) Desintegrado: en las personas que pueden incluirse
en esta categoría es factible encontrar estados severos de ansiedad con miedo a la pérdida de la
identidad. Temen perder el auto - control e irritarse en forma desmedida, son poco asertivas y en
general muy sumisas. Suelen padecer ataques de pánico o trastornos de tipo esquizofrénico.

63
Presencia de psicopatología: diferentes trastornos psicopatológicos coexisten con los
comportamientos suicidas; no puede decirse que son causa de ellos sino que su presencia
aumenta la probabilidad de un suicidio.

Estados fenomenológicos: aluden a estados emocionales muy intensos, que no pueden ser
tolerados por los sujetos;al persistir, generan un deseo muy intenso de ponerles fin. Las
emociones intensas se estructuran como reacción a situaciones permanentes de estrés crónico y
traumas, que interactúan con predisposiciones o características de personalidad, estrategias
inadecuadas para afrontar tales situaciones estresantes así como con relaciones interpersonales
insatisfactorias. La desesperanza es uno de los estados fenomenológicos asociados con
comportamientos suicidas.

Procesos autodestructivos: se alude a las denominadas "formas internas de auto-abuso". Uno de


los procesos más estudiados es la vuelta de la agresión hacia el propio sujeto que la experimenta,
de objetos externos a objetos internos, UN HOMICIDIO QUE HA HECHO UN GIRO DE 180 grados.
Desde la perspectiva psicoanalítica las explicaciones clínicas de los comportamientos suicidas han
analizado la transformación de la agresión hacia otros en agresión contra sí mismo en vinculación
con la existencia de imperativos superyoicos muy rigidos, sentimientos intensos de culpa así como
con situaciones de disociación yoica.

En este sentido, la variable personalidad debe ser analizada en su relación con los procesos auto -
destructivos y las situaciones generadoras de estrés psicosocial. Algunas características pueden
convertirse en altamente auto - destructivas, bajo determinadas circunstancias.
La variable sexo es una de las mejores predictoras de intentos de suicidio. Numerosos estudios
indican que las mujeres tienen una probabilidad dos veces mayor que los varones de verse
involucradas en ideaciones suicidas y están más expuestas a concretar parasuicidios que sus pares
masculinos.

Todo suicidio, más que reflejar el no soportar seguir viviendo parece expresar el rechazo del
propio sujeto a desvincularse de las "percepciones preferidas de sí mismo". El suicidio aparece, en
este contexto, como un comportamiento defensivo ante la posibilidad de cambios en las auto-
percepciones: tener que verse a sí mismo/a de otra manera. (Smith, 1990). Generemos en
nuestros adolescentes y jóvenes la capacidad para recuperarse y sobreponerse ante situaciones de
pérdida, dolor, separaciones, crisis. (Henderson y Milstein, 2003). Es una urgencia social.

CARÁCTERÍSTICAS PSICOSOCIALES Y FAMILIARES RELACIONADAS CON IAE- CAYCEDO, ARENAS.

Las conductas suicidas se han constituido en una causa importante de morbi-mortalidad a nivel
mundial, con una incidencia anual entre 10 y 20 por 100 mil habitantes en la población general.
Existen dos modas de incidencia en re lación con la edad, describiéndose el primer pico en la
población que se encuentra entre los 15 y 24 años, y el segundo en aquellas personas que se
encuentran por encima de los 65 años. Dentro del grupo de los adolescentes, aquellos que se
encuentran entre los 16 y 19 años tienen un riesgo mayor de suicidio, a diferencia de quienes son
menores de 15 años para los que el suicidio es poco usual.

64
Podemos encontrar múltiples factores que pondrían a los adolescentes en riesgo de cometer un
acto suicida, entre los cuales encontramos (2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9):

• Efecto de imitación o efecto Werther. • Eventosvitales estresantes


como la pérdida de una persona significante o una mascota. • Problemas
con la autoridad. • Antecedentes médico-psiquiátricos. •
Comportamiento suicida previo. • Antecedentes psiquiátricos en la
familia. • Factores de la dinámica familiar, como
desacuerdo, muerte o separación de los padres, desempleo. • Maltrato del
menor. • Bajo rendimiento escolar. • Rasgos de personalidad
narcisista o antisocial. • Problemas de interrelación. • Trastornos
de alimentación. • Cambios constantes de domicilio. • Vivir
fuera del hogar. • Rompimiento de una relación
sentimental.

• Los trastornos afectivos y, sobre todo, el trastorno


depresivo mayor, es el evento psiquiátrico que más se relaciona con el suicidio; casi el 20%
de los pacientes con un trastorno de crisis de ansiedad y fobia social hacen intentos de suicidio
infructuosos.

Diversos estudios describen que los individuos que experimentan aislamiento en su vida son más
vulnera - bles al suicidio que los que tienen vínculos sociales fuer tes con otras personas. Si
adicionalmente las personas con pocos vínculos sufren una pérdida o algún otro tipo de conflicto,
el riesgo aumenta pues es difícil el acceso a redes sociales de apoyo.

Factores protectores - Dentro de los factores de protección se han destacado: alta autoestima, las
relaciones interpersonales —sobre todo con familiares y amigos—, red social de apoyo, relación
estable de pareja y creencias religiosas o espirituales (10, 11, 12).

Los principales factores que generan protección para el comportamiento suicida son:

Patrones familiares- • Buena relación con los miembros de la


familia. • Apoyo de la familia.

Estilo cognitivo y personalidad • Buenas habilidades sociales. • Confianza en


sí mismo. • Búsqueda de ayuda cuando surgen dificultades. •
Receptividad hacia las experiencias y soluciones de otras
personas.

Factores culturales y sociodemográficos • Integración social. • Buenas relaciones


interpersonales. • Apoyo de personas relevantes.

Signos de alarma - Cualquier cambio repentino o dramático que afecte el desempeño de un niño o
de un adolescente debe ser considerado seriamente como un signo de alarma. Los más descritos
en la literatura actual son (2, 3, 5, 8, 9, 13):

65
• Falta de interés en las actividades cotidianas. • Alteración del
rendimiento académico. • Comportamiento inadecuado. • Ausencias
inexplicadas. • Fumar excesivamente, beber o uso de sustancias
psicoactivas. • Incidentes que conducen a violencia. •
Cambio en las conductas alimentarias. • Descuido en la
higiene y presentación personal. • Aburrimiento constante. • Dificultad
de concentración. • Alteración en el patrón de sueño. •
Frecuentes consultas por síntomas físicos. • Manifestaciones
de emociones contenidas. • Regalar o tirar sus objetos favoritos. •
Situaciones de riesgo innecesarios. • Avisos de planes o
intentos de suicidarse.

• Preocupación acerca de la muerte. • Escribir una o varias


notas de suicidio.

Causas- Se han propuesto múltiples teorías sobre la etiología de este fenómeno, concluyendo que
es el resultado de la interacción de factores biológicos, genéticos, sociales, culturales y
ambientales.

Entre los factores biológicos que se han asociado al suicidio están: insuficientes sitios para unión
de la imipramina en las plaquetas, test de no supresión de dexametasona, eje hipotálamo-
hipófisis-suprarrenal anormal, alteración del sistema serotoninérgico y niveles de colesterol
disminuidos en plasma. Se han hallado niveles bajos de serotonina y sus metabolitos (ácido 5-
hidroxi-indolacético) en el líquido cefalorraquídeo de pacientes con suicidio consumado; además,
se ha establecido una relación directa entre los niveles bajos de serotonina y el escaso control de
impulsos, la violencia y letalidad del acto suicida. Se piensa que aquellos factores que disminuyen
la actividad serotoninérgica pueden ser relevantes para la conducta suicida

Los métodos de suicidio varían entre los diferentes países y según el género. Los varones mueren
mucho más a menudo a causa del suicidio que las mujeres, una de las razones para esto es que
utilizan métodos más letales, como armas de fuego y ahorcamiento, mientras que las mujeres
tienden a adoptar métodos menos letales, especialmente el envenenamiento, el uso de armas
corto punzantes o la sobredosis de medicamentos.

Tratamiento- En cuanto al manejo general del riesgo suicida es primordial diferenciar el tipo de
conducta que se está enfrentando; en el caso del intento de suicidio el tratamiento inicial
corresponde a la estabilización de la condición clínica del paciente, para posteriormente dar un
manejo acorde a su condición psiquiátrica.

En el caso de la ideación suicida se debe clasificar el riesgo para determinar el nivel de atención del
paciente y la conducta específica. Se requiere disponer del tiempo suficiente para garantizar una
comunicación adecuada y así poder obtener la mayor y mejor informa ción. Es necesario
determinar desde cuándo ha aparecido la ideación suicida y comprobar si desea o no vivir. Si la
ideación es activa, hay que valorar el grado de desesperanza y la expectativa de muerte, también

66
se debe valorar la frecuencia, intensidad y persistencia de la ideación, y preguntar por la existencia
de un plan estructurado de suicidio, los métodos que se pretenden utilizar y la accesibilidad a
dichos métodos.

También es necesario saber qué mecanismos de control tiene el


sujeto que pretende cometer el suicidio, cómo logra controlar las ideas suicidas y si otras personas
están implicadas en sus pensamientos de muerte. Finalmente, se debe evaluar si han existido
intentos previos, enfermedad mental, factores desencadenantes proximales y riesgo de imitación,
junto con una historia clínica completa. Cuando el adolescente pueda ser manejado
ambulatoriamente es necesario asegurar que continuará el seguimiento y manejo médico dentro
de los siguientes 7 a 10 días después de la salida hospitalaria, además de brindar recomendaciones
a la familia tendientes a evitar la presencia de armas dentro del hogar, el abuso de sustancias, y
resaltar la necesidad de apoyo que requiere el joven, ya que muchos de ellos tienen poca
adherencia al tratamiento inicial.

Es de vital importancia conformar un equipo interdisciplinario en el cual se integren la familia y el


personal de salud para que se trabaje en el manejo y en el seguimiento de los jóvenes que hayan
cometido intento de suicidio, o en aquellos que se encuentren en riesgo. Los médicos de atención
primaria deben estar entrenados para reconocer a jóvenes con posible riesgo suicida, ya que
muchos de ellos consultan a servicios de salud antes de cometer el acto

Una evaluación oportuna en el niño o adolescente que indague sobre aspectos psicosociales y
mentales, así como la presencia de depresión, pueden brindar una señal de alarma en personas
con posible riesgo suicida, que puede ser detectada en primera instancia por padres, orientadores,
profesores y personal de salud. Con respecto a las características psicosociales y familiares se
observó que la estructura familiar puede incidir en las conductas suicidas

Los adolescentes constituyen un grupo de particular riesgo para conductas suicidas, y estudios
como el presente —aunque tuvo limitaciones por el número de casos estudiados— alcanzan a
mostrar cómo la vinculación familiar es parte fundamental dentro de los factores

protectores, así como el hecho de consumir sustancias psicoactivas eleva el riesgo.

¿cómo evitar el suicidio en los adolescentes?

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la adolescencia es la etapa que transcurre


entre los 10 y 19 años, considerándose dos fases: la adolescencia temprana de 10 a 14 años, y la
adolescencia tardía de 15 a 19 años. La adolescencia, con independencia de las influencias
sociales, culturales y étnicas, se caracteriza por eventos universales entre los que se destacan: –El
crecimiento corporal evidenciable en el aumento de peso, estatura y los cambios en las formas y
dimensiones corporales.

–El aumento de la masa muscular y de la fuerza muscular, más marcada en el varón, acompañado
de un incremento de la capacidad de transportación de oxígeno, de los mecanismos
amortiguadores de la sangre capaces de neutralizar de manera más eficiente los productos

67
químicos derivados de la actividad muscular. –Incremento y maduración de los pulmones y el
corazón, con un mayor rendimiento y recuperación más rápida frente al ejercicio físico. –
Incremento de la velocidad de crecimiento, los cambios en las formas y dimensiones corporales,
los procesos endocrino metabólicos y la correspondiente maduración, no siempre ocurren de
forma armónica, por lo que es común que presenten torpeza motora e incoordinación, fatiga fácil,
trastornos del sueño, los que pueden generar trastornos emocionales y conductuales transitorios.

–Desarrollo y maduración sexual, con la aparición de las características sexuales secundarias y el


inicio de la capacidad reproductiva –Los aspectos psicosociales están integrados en una serie de
características y comportamientos que en mayor o menor grado estarán presentes durante esta

d social reivindicativa, tornándose más analíticos, con


pensamientos simbólicos, en los que formulan sus propias hipótesis y llegan a conclusiones

a la práct
específica.

El comportamiento suicida abarca las siguientes manifestaciones: 1- El deseo de morir. Representa


la inconformidad e insatisfacción del sujeto con su modo de vivir en el momento presente y que
puede manifestar en frases como: “la vida no merece la pena vivirla”, “lo que quisiera es
morirme”, “para vivir de esta manera lo mejor es estar muerto” y otras expresiones similares. 2- La
representación suicida. Constituida por imágenes mentales del suicidio del propio individuo, que
también puede expresarse manifestando que se ha imaginado ahorcado o que se ha pensado
ahorcado. 3- Las ideas suicidas. Consisten en pensamientos de terminar con la propia existencia y
que pueden adoptar las siguientes formas de presentación: –Idea suicida sin un método
específico, pues el sujeto tiene deseos de matarse pero al preguntarle cómo lo va a llevar a efecto,
responde: “no sé cómo, pero lo voy a hacer”. –Idea suicida con un método inespecífico o
indeterminado en la que el individuo expone sus deseos de matarse y al preguntarle cómo ha de
hacerlo, usualmente responde: “De cualquier forma, ahorcándome, quemándome, pegándome un
balazo.” –Idea suicida con un método específico no planificado, en la cual el sujeto desea
suicidarse y ha elegido un método determinado para llevarlo a cabo, pero aún no ha ideado
cuándo lo va a ejecutar, en qué preciso lugar, ni tampoco ha tenido en consideración las debidas
precauciones que ha de tomar para no ser descubierto y cumplir con sus propósitos de
autodestruirse. –El plan suicida o idea suicida planificada, en la que el individuo desea suicidarse,
ha elegido un método habitualmente mortal, un lugar donde lo realizará, el momento oportuno
para no ser descubierto, los motivos que sustentan dicha decisión que ha de realizar con el
propósito de morir.

4- La amenaza suicida. Consiste en la insinuación o afirmación verbal de las intenciones suicidas,


expresada por lo general ante personas estrechamente vinculadas al sujeto y que harán lo posible

68
por impedirlo. Debe considerarse como una petición de ayuda. 5- El gesto suicida. Es el ademán de
realizar un acto suicida. Mientras la amenaza es verbal, el gesto suicida incluye el acto, que por lo
general no conlleva lesiones de relevancia para el sujeto, pero que hay que considerar muy
seriamente. 6- El intento suicida, también denominado parasuicidio, tentativa de suicidio, intento
de autoeliminación o autolesión intencionada. Es aquel acto sin resultado de muerte en el cual un
individuo deliberadamente, se hace daño a sí mismo. 7- El suicidio frustrado. Es aquel acto suicida
que, de no mediar situaciones fortuitas, no esperadas, casuales, hubiera terminado en la muerte.

8- El suicidio accidental. El realizado con un método del cual se desconocía su verdadero efecto o
con un método conocido, pero que no se pensó que el desenlace fuera la muerte, no deseada por
el sujeto al llevar a cabo el acto. También se incluyen los casos en los que no se previeron las
complicaciones posibles, como sucede en la población penal, que se autoagrede sin propósitos de
morir, pero las complicaciones derivadas del acto le privan de la vida (inyección de petróleo en la
pared abdominal, introducción de alambres hasta el estómago o por la uretra, etc.). 9- Suicidio
intencional. Es cualquier lesión autoinfligida deliberadamente realizada por el sujeto con el
propósito de morir y cuyo resultado es la muerte. En la actualidad aún se debate si es necesario
que el individuo desee morir o no, pues en este último caso estaríamos ante un suicidio accidental,
en el que no existen deseos de morir, aunque el resultado haya sido la muerte. De todos los
componentes del comportamiento suicida, los más frecuentes son las ideas suicidas, los intentos
de suicidio y el suicidio consumado, sea accidental o intencional. Las ideas suicidas son muy
frecuentes en la adolescencia sin que ello constituya un peligro inminente para la vida, si no se
planifica o se asocia a otros factores, llamados de riesgo, en cuyo caso adquieren carácter mórbido
y pueden desembocar en la realización de un acto suicida. El intento de suicidio es muy común
entre los adolescentes con predisposición para esta conducta y se considera que por cada
adolescente que comete suicidio, lo intentan cerca de trescientos.

Los adolescentes que intentan el suicidio o se suicidarán se caracterizan por tener diversos
factores de riesgo para esta conducta, entre los que se encuentran: –Provenir de medios familiares
con desventaja social y pobreza educacional –Estar más expuestos a situaciones familiares
adversas que condicionan una niñez infeliz. –Presentar mayor psicopatología, incluyendo
depresión, abuso de sustancias y conducta disocial así como baja autoestima, impulsividad,
desesperanza y rigidez cognitiva. –Mayor exposición a situaciones de riesgo suicida o eventos
vitales suicidógenos como las relaciones humanas tumultuosas, los amores contrariados o
problemas con las autoridades policiales. Intentaré desarrollar cada uno de estos aspectos por
separado para que el lector pueda conocerlos en detalle.

I- Factores culturales y sociodemográficos Los problemas socioeconómicos, los bajos niveles


educacionales y el desempleo son factores de riesgo para el comportamiento suicida pues limitan
la participación social activa del adolescente, impiden la satisfacción de las necesidades más
elementales y coartan la libertad de quienes los padecen. Los factores asociados a la cultura
adquieren una importancia capital en la conducta suicida entre las minorías étnicas, quienes se
ven sometidos a un proceso de coloniaje cultural con pérdida de la identidad y sus costumbres y
también se hace patente entre los inmigrantes. Oberg fue el primero en utilizar el término “shock

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cultural” para referirse al proceso de adaptación del inmigrante, el cual se caracteriza por: –
Esfuerzos constantes por lograr adaptarse a la nueva cultura. –Sentimientos de pérdida y pena,
motivados por los recuerdos de los amigos, familiares, la profesión, las posesiones y cuanto se ha
dejado atrás. –Sentimientos de ser rechazado por los miembros de la nueva cultura. –Confusión en
el rol, las expectativas, los valores y la identidad ante la nueva cultura. –Sorpresa, angustia,
disgusto e indignación ante las diferencias culturales a las que debe adaptarse. –Sentimientos de
no ser capaz de adaptarse a la nueva cultura. Entre las razones que pueden contribuir al suicidio
de los adolescentes de estos grupos poblacionales se encuentran extrañar la tierra natal y sus
costumbres, problemas con la pareja, infelicidad, baja autoestima, carencia de amigos o familiares,
el aislamiento social y la falta de comunicación por las barreras que impone el idioma en caso que
el país receptor difiera del natal.

Un proceso de este tipo, aunque con menos diferencias, puede desencadenarse en el curso de
migraciones internas, cuando se trasladan las familias, en busca de oportunidades, desde las zonas
rurales a las urbanas o de las provincias o departamentos a las capitales. La mudanza o migración
interna, puede ser un factor de riesgo de suicidio de importancia en la adolescencia,
principalmente cuando no se logra la adaptación creativa al nuevo entorno. II- Situación familiar y
eventos vitales adversos. La situación de la familia del adolescente suicida garantiza su infelicidad
e impide su crecimiento emocional, pues son comunes: –Presencia de padres con trastornos
mentales. –Consumo excesivo de alcohol, abuso de sustancias y otras conductas disociales en
algunos de sus miembros. –Antecedentes familiares de suicidio o intentos de suicidio y
permisividad o aceptación de esta conducta como forma de afrontamiento. –Violencia familiar
entre sus miembros, incluyendo el abuso físico y sexual. –Pobre comunicación entre los
integrantes de la familia. –Dificultades para prodigar cuidados a los que los requieren. –Frecuentes
riñas, querellas y otras manifestaciones de agresividad en las que se involucran los miembros de la
familia, convirtiéndose en generadores de tensión y agresividad. –Separación de los progenitores
por muerte, separación o divorcio. –Frecuentes cambios de domicilio a diferentes áreas. –Rigidez
familiar, con dificultades para intercambiar criterios con las generaciones más jóvenes. –Situación
de hacinamiento, lo que en ocasiones se traduce por la convivencia de varias generaciones en un
breve espacio, lo cual impide la intimidad y la soledad creativa de sus miembros. –Dificultades
para demostrar afectos en forma de caricias, besos, abrazos y otras manifestaciones de ternura. –
Autoritarismo o pérdida de la autoridad entre los progenitores. –Inconsistencia de la autoridad,
permitiendo conductas que han sido anteriormente reprobadas. –Incapacidad de los progenitores
para escuchar las inquietudes del adolescente y desconocimiento de las necesidades
biopsicosociales. –Incapacidad de apoyar plena y adecuadamente a sus miembros en situaciones
de estrés. –Exigencias desmedidas o total falta de exigencia con las generaciones más jóvenes. –
Llamadas de atención al adolescente que generalmente adquieren un carácter humillante. –Si los
padres están divorciados pero conviven en el mismo domicilio, el adolescente es utilizado como
punta de lanza de uno de ellos contra el otro y se le trata de crear una imagen desfavorable del
progenitor en contra de quien se ha realizado la alianza. –Incapacidad para abordar los temas
relacionados con la sexualidad del adolescente, la selección vocacional y las necesidades de
independencia.

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Los elementos abordados con anterioridad son muy frecuentes en las familias de los adolescentes
con riesgo suicida, pero no son los únicos. Es muy posible que usted pueda incrementar esta lista
con experiencias conocidas.

III- Psicopatología del adolescente que constituye una predisposición a cometer suicidio. Se
considera que casi la totalidad de las personas que se suicidan son portadores de una enfermedad
mental diagnosticable, lo cual ha sido ampliamente abordado en las investigaciones realizadas
mediante las autopsias psicológicas. En los adolescentes este postulado también se cumple y se
considera que la mayoría de los que se suicidan pudieron haber padecido algunas de las siguientes
enfermedades: –Depresión. –Trastornos de Ansiedad. –Abuso de alcohol. –Abuso de drogas. –
Trastornos incipientes de la personalidad. –Trastorno Esquizofrénico. Pasemos a describir dichos
trastornos, lo cual facilitará el reconocimiento de los mismos por parte de los padres, las madres,
los abuelos y abuelas, maestros y maestras, amigos y cualquier otra persona que esté en contacto
directo con los adolescentes, lo que les permitirá detectar precozmente los sutiles cambios en la
conducta, las relaciones humanas, la afectividad y los hábitos que sugieren la presencia de uno de
estos trastornos.

Depresión. Es una enfermedad del estado de ánimo, muy frecuente, la cual afecta al ser humano
en su totalidad, ya sea física y emocionalmente, con repercusión social debido a la merma de la
voluntad para satisfacer las demandas habituales de la vida de forma óptima. Entre los síntomas
más frecuentes observados en los adolescentes deprimidos se encuentran los siguientes: –
Tristeza, aburrimiento, tedio y fastidio. –Pérdida de los intereses y del placer en las actividades
que anteriormente lo despertaban. –Trastornos del hábito de sueño, con insomnio o hipersomnia.
–Intranquilidad. –Falta de concentración. –Irritabilidad, disforia, malhumor. –Pérdida de la energía
para emprender las tareas cotidianas. –Sentimientos de cansancio y agotamiento. –
Preocupaciones reiteradas con la música, libros, y juegos relacionados con el tema de la muerte o
el suicidio. –Manifestar deseos de morir. –Sentirse físicamente enfermos, sin tener una
enfermedad orgánica alguna. –Incremento del uso del alcohol y las drogas. –Falta de apetito o
apetito exagerado. –Conducta rebelde sin una causa que lo determine. –Expresar ideas suicidas o
elaborar un plan suicida. –Planificar actos en los que no se calculen de forma realista, las
probabilidades de morir. –Llanto sin motivo aparente. –Aislamiento social evitando las compañías
de amigos y familiares. –Pesimismo, desesperanza y culpabilidad.

Ante una crisis suicida en el adolescente es de suma utilidad observar los siguientes principios: 1-
Tratarlo con respeto. 2- Tomarlo en serio. 3- Creer lo que nos manifiesta. 4- Escucharle con
genuino interés. 5- Permitirle expresar sus sentimientos (llanto, ira, disgusto). 6- Preguntar sobre
la idea suicida, para lo cual se sugiere las siguientes posibilidades: Primera variante: ¿Cómo piensa
usted resolver su actual situación? Segunda variante: Usted me ha dicho que apenas duerme y
desearía saber ¿en qué piensa cuando está insomne? Tercera variante: ¿Usted ha tenido
pensamientos malos? ¿Cuáles? Cuarta variante: ¿En su familia alguien se ha suicidado o ha
intentado el suicidio? (Esperar respuesta). Y usted ¿lo ha intentado o lo ha pensado últimamente?
¿Cuándo fue la última vez que lo pensó? Quinta variante: ¿Usted ha pensado suicidarse? Sexta
variante: ¿Usted ha pensado en matarse? Si el adolescente manifiesta que ha pensado suicidarse

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es necesario realizar una secuencia de preguntas para determinar la planificación suicida, lo que
incrementa notablemente el peligro de suicidio. Esta secuencia es la siguiente: ¿Cómo ha pensado
suicidarse? ¿Cuándo ha pensado suicidarse? ¿Dónde ha pensado suicidarse? ¿Por qué ha pensado
suicidarse? ¿Para qué ha pensado suicidarse? Para poder obtener una respuesta que permita
conocer cómo piensa el adolescente se deben evitar las preguntas que puedan ser respondidas
con monosílabos, lo cual lo impediría. 7- Responsabilizar al adolescente con su propia vida,
siempre que ello sea posible. 8- Trabajar juntos en encontrar soluciones no suicidas, por lo que
deben explorarse soluciones alternativas al problema que ha desencadenado la crisis suicida. 9-
Establecer un pacto no suicida siempre que el estado del adolescente lo permita. Para ello se le
compromete a no autolesionarse durante la crisis. 10- Pedir permiso para involucrar a otros
miembros de la familia, amigos y cuantas personas sea necesario para apoyar al adolescente.

11- Garantizar varias opciones para contactar con la persona que presta la ayuda psicológica, sean
los padres y las madres, los maestros, tutores, médicos, suicidólogos, etc. 12- No juzgarlo,
comprometiéndonos a guardar secreto de todas las confesiones que haga el adolescente. 13- Ser
directivo, con el suficiente tacto como para no parecerlo. Una vez considerados estos principios se
debe tener una idea del riesgo de suicidio del adolescente. Si ello no se ha conseguido, le sugiero
realizar la siguiente secuencia de preguntas sobre la idea suicida, que ya enunciamos con
antelación pero que en esta oportunidad ampliamos: Pregunta: ¿Cómo ha pensado suicidarse?
Esta pregunta intenta descubrir el método suicida. Cualquier método puede ser mortal. Se
incrementa el peligro suicida si está disponible y existe experiencia familiar previa de suicidios con
dicho método. Se incrementa el peligro si se trata de repetidores que incrementan la letalidad de
los métodos utilizados para cometer suicidio. Es de vital importancia en la prevención del suicidio
evitar la disponibilidad y el acceso a los métodos mediante los cuales se pueda lesionar el sujeto.
Pregunta: ¿Cuándo ha pensado suicidarse? Esta pregunta no trata de averiguar una fecha
específica para cometer suicidio sino más bien determinar si el adolescente está poniendo las
cosas en orden, haciendo testamento, dejando notas de despedida, regalando posesiones valiosas,
si espera la ocurrencia de un hecho significativo como la ruptura de una relación valiosa, la muerte
de un ser querido, etc. Permanecer a solas es el mejor momento para cometer suicidio, por tanto,
debe estar acompañado hasta que el riesgo desaparezca. Pregunta: ¿Dónde ha pensado
suicidarse? Mediante esta pregunta se intenta descubrir el lugar en que se piensa realizar el acto
suicida. Por lo general los suicidios ocurren en los lugares frecuentados por el suicida,
principalmente el hogar y la escuela o casa de familiares y amigos. Los lugares apartados y de
difícil acceso, con pocas probabilidades de ser descubierto, y los elegidos por otros suicidas,
conllevan un riesgo elevado. Pregunta: ¿Por qué ha pensado suicidarse? Con esta interrogante se
pretende descubrir el motivo por el cual se pretende realizar el acto suicida. Los amores
contrariados, la pérdida de una relación valiosa, las dificultades académicas o las llamadas de
atención de carácter humillante se sitúan entre los más frecuentes. Los motivos nunca deben ser
evaluados a través de la experiencia del entrevistador y siempre considerarlos significativos para el
suicida. Pregunta: ¿Para qué ha pensado suicidarse? Se intenta descubrir el significado del acto
suicida. El deseo de morir es el más peligroso pero no es el único, pues pueden referirse otras
como reclamar atención, expresar rabia, manifestar a otros cuán grande son los problemas, como

72
una petición de ayuda, para expresar frustración, para agredir a otros, etc. Mientras más
planificada está la idea suicida, el riesgo de cometer suicidio se incrementa considerablemente.

Entre los factores protectores del suicidio se encuentran los siguientes: 1- Poseer habilidades
sociales que le permitan integrarse a los grupos propios de la adolescencia en la escuela y la
comunidad de forma positiva 2- Poseer confianza en sí mismo, para lo cual debe ser educado
destacando sus éxitos, sacando experiencias positivas de los fracasos, no humillarlos ni crearles
sentimientos de inseguridad. 3- Tener habilidades para enfrentar situaciones de acuerdo a sus
posibilidades, lo cual les evitará someterse a eventos y contingencias ambientales en las que
probablemente fracasará, reservando las energías para abordar aquellas empresas en las que
salga triunfador. 4- Tener capacidad de autocontrol sobre su propio “des-tino”, como dijera el
poeta chileno Pablo Neruda, cuando expresó: “Tú eres el resultado de ti mismo”.

5- Poseer y desarrollar una buena adaptabilidad, responsabilidad, persistencia, perseverancia,


razonable calidad de ánimo y de los niveles de actividad. 6- Aprender a perseverar cuando la
ocasión lo requiera y a renunciar cuando sea necesario. 7- Tener buena autoestima, autoimagen y
suficiencia. 8- Desarrollar inteligencia y habilidades para resolver problemas. 9- Saber buscar
ayuda en momentos de dificultades, acercándose a la madre, el padre, los abuelos, otros
familiares, un buen amigo, los maestros, el médico, el sacerdote o el pastor. 10- Saber pedir
consejos ante decisiones relevantes y saber elegir la persona más adecuada para brindarlos. 11-
Ser receptivo a las experiencias ajenas y sus soluciones, principalmente aquellas que han tenido
exitoso desenvolvimiento. 12- Ser receptivo ante las nuevas evidencias y conocimientos para
incorporarlos a su repertorio. 13- Estar integrado socialmente y tener criterio de pertenencia. 14-
Mantener buenas relaciones interpersonales con compañeros de estudio o trabajo, amigos,
maestros y otras figuras significativas. 15- Tener apoyo de los familiares y sentir que se le ama, se
le acepta y apoya. 16- Lograr una auténtica identidad cultural. 17- Poseer habilidades para
emplear adecuada y sanamente el tiempo libre. 18- Evitar el consumo de sustancias adictivas
(café, alcohol, drogas, tabaco, fármacos, etc.) 19- Aprender a posponer las gratificaciones
inmediatas por aquellas a largo plazo que arrojen resultados duraderos. 20- Desarrollar una
variedad de intereses extrahogareños que le permitan equilibrar las dificultades en el hogar si las
tuviera. 21- Saber expresar a personas confiables aquellos pensamientos dolorosos, desagradables
y muy molestos, incluyendo las ideas suicidas u otras, por muy descabelladas que pudieran
parecer. A estos factores habría que añadir la capacidad para hacer utilización de las fuentes que
brindan salud mental, como las consultas de consejería, de psicología o psiquiatría, las unidades
de intervención en crisis, los servicios médicos de urgencia, los médicos de la familia, agencias de
voluntarios en la prevención del suicidio, etc. Se debe educar a los adolescentes en el
aprovechamiento de la fuentes de salud mental existentes en la comunidad, cuándo hacer uso de
ellas, qué beneficios se pueden obtener, qué servicios o posibilidades terapéuticas se les puede
brindar y favorecer con ello que se haga un uso racional de las mismas. En esta propia vertiente se
debe comenzar un sistemático esfuerzo para educar a los adolescentes en la tolerancia hacia los
enfermos mentales y la aceptación de la enfermedad mental como un tipo de trastorno similar a
otras afecciones crónicas no transmisibles, evitando la estigmatización y las actitudes de rechazo

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hacia quienes las padecen, lo cual incrementará las probabilidades futuras de aceptarlas en caso
de padecerlas y buscar ayuda para recibir tratamiento especializado, disminuyendo las
posibilidades de cometer suicidio si se tiene en consideración que padecer una enfermedad
mental es un factor de riesgo suicida comprobado, y si no se la trata, peor aún. Se puede
contribuir a modificar las actitudes peyorativas hacia los enfermos mentales evitando utilizar
calificativos tales como “anormales”, “tarados”, “locos”, y modificando las interpretaciones del
sufrimiento emocional al considerarlo como una “cobardía”, “una incapacidad”, “una
blandenguería” y otras calificaciones que inhiben las posibilidades de buscar apoyo en quienes las
padezcan

La suicidiología moderna

En el año 2003 el suicidio se declaró como un problema de salud pública por la World Health
Organization (WHO), y por tanto la Organización de las Naciones Unidas (ONU), junto con la
Asociación Internacional de Prevención de Suicidio (IASP), declararon al 10 de septiembre como el
<<Día Mundial de la Prevención del Suicidio>>. Esto fue posible gracias al trabajo y dedicación del
doctor Edwin S. Shneidman quien logró obtener la atención pública y política sobre el fenómeno
suicida y sus graves consecuencias sociales.

Edwin S. Shneidman (1918–2009), fue pionero en el campo de la Prevención del Suicidio además de
un prolífico pensador y escritor de este tema, manteniéndose a la vanguardia en sus estudios y
reflexiones durante más de 50 años. Su creatividad, sensibilidad y agudeza de conocimiento hicieron
posible crear una nueva disciplina: la Suicidología, término incluso que él mismo acuñó. Pocas
personas tienen la magnífica oportunidad de crear una nueva disciplina, darle nombre, forma y
trabajar para contribuir a ella de la manera en que él lo hizo; y más aún, para sensibilizar a otros
investigadores competentes e incentivarlos a invertir en ella haciéndola crecer y ganarse un lugar
importante en las ciencias de lo humano.

El trabajo central de Shneidman, la Suicidología, está basado teoricamente, y de manera primordial en


las causas psicológicas y sociológicas del suicidio. Creía que la vida se enriquece con la contemplación
de la muerte y el morir; y concibió a la Psicología como la ciencia que debería estar presente en el
estudio de estas formas de expresión de la compleja individualidad de la persona, pues consideraba al
suicidio, básicamente, como una crisis psicológica. El estudio del suicidio y su propuesta acerca de que
éste podría evitarse, se convirtieron en la pasión de su vida.

Las contribuciones principales de Shneidman han sido conceptuales. Acuñó palabras y conceptos como
suicidología, autopsia psicológica, posvención, muerte sub–intencionada, dolor psicológico. Su trabajo
en el campo del suicidio puede ser subdividido así: Evaluación conceptual y teórica del
comportamiento suicida; Notas póstumas (o recados suicidas); Aspectos administrativos y
programáticos; Aspecto clínico y de comunidad; Autopsia psicológica y posvención.l suicidio se
manifiesta como un fenómeno innegable y profundamente significativo para todas las sociedades del
mundo histórico. Es síntoma claro de la pugna entre las pasiones del hombre, su base biológica y las
fuerzas culturales de su entorno. No obstante, aunque el suicidio es un mismo evento en todos los
casos (una persona se quita voluntariamente la propia vida por medio de diversos medios), cada
sociedad ha mantenido hacia éste consideraciones y acercamientos tan variables como sus peculiares
principios culturales, religiosos, morales e ideológicos.

El sociólogo Émile Durkheim1 introdujo el acto suicida dentro del catálogo de los problemas
fundamentales de la cultura occidental: consideraba que el suicidio y sus consecuencias en la
comunidad rebasaban el mero plano de lo moral y se mostraban como una mezcla de condiciones
psicopatológicas y condiciones sociales efectivas, esto es, que el suicidio tenía un trasfondo que se
anclaba en la dinámica comunitaria, y sus efectos en la psique individual.

Sin embargo, nuevas teorías y perspectivas de análisis científico dieron cuenta de que el estudio del
acto suicida debía incorporar muchos factores que hasta ese momento habían pasado inadvertidos, en

74
aras de entenderlo a cabalidad y, además, poderlo prevenir. Dos fueron las grandes aportaciones a
este respecto. En primer lugar, un descreimiento al presupuesto de que únicamente los pacientes
psiquiátricos eran susceptibles de atentar contra su propia vida: la tesis a defender era no todo suicida
es psicótico, así como no todo psicótico es suicida. Por otro lado, la propuesta de que todo estudio del
fenómeno acerca de la auto–aniquilación consciente debía diferenciar, en primera instancia, a los
suicidios consumados de aquellos que se hubieran quedado solamente en tentativas suicidas, o lo que
es lo mismo, comprender que el estudio del suicidio no debía centrarse solamente en la muerte del
sujeto sino también en el momento de su planeación y en los rastros materiales y textuales que éste
dejaba. Esta visión innovadora que nuestra sociedad occidental contemporánea le otorga al suicidio
fue uno de los legados del doctor Shneidman.

Acuñó incluso el término <<suicidología>>2 y forjó esta nueva disciplina donde él mismo apuntaba:
<<la Suicidología pertenece a la Psicología porque el suicidio es una crisis psicológica>>. 3 La
Suicidología es, pues, la ciencia de los comportamientos, los pensamientos y los sentimientos
autodestructivos, del mismo modo en que la Psicología es la ciencia referida a la mente y sus
procesos, sentimientos, deseos, etc.4 Su trabajo en el campo del suicidio puede ser subdividido así:
Evaluación del Comportamiento Suicida, Conceptualización y teoría; Notas Póstumas (o recados
suicidas); Aspectos administrativos y programáticos; Aspectos clínicos y de comunidad, y Autopsia
psicológica y posvención.

Sus profundas intelecciones lo llevaron a proponer sus ya conocidas Diez características comunes a
todo suicidio:

1. El propósito común del suicidio es buscar una solución, 2. El objetivo común es el cese de la
conciencia, 3. El estímulo común es el Dolor Psicológico Insoportable, 4. El estresor común son las
Necesidades Psicológicas Insatisfechas, 5. La emoción común es la desesperanza, la desesperación, 6.
El estado cognoscitivo común es la ambivalencia, 7. El estado perceptual común es la constricción
(visión de túnel), 8. La acción común es escapar, 9. El acto interpersonal común es la comunicación de
la intención suicida, y 10. La consistencia permanente de los estilos de vida.

Flechner- Mas allá de los límites: la conflictiva adolescente, riesgos y desafíos.

El psicoanálisis de adolescentes nos confronta en forma incesante a la vida, la sexualidad y la


muerte. O sea que son los movimientos pulsionales los que se ponen en juego, de una forma
peculiar que, en gran medida se materializa a través del actuar. Actuar que en muchos casos toma
la forma de un acto intrusivo y violento para el propio adolescente o para su entorno.

Desde nuestro lugar de analistas, el trabajo con estos jóvenes nos compromete y jaquea la
mayoría de las veces, llevándonos por caminos peligrosos, donde nuestros propios puntos de
referencia pueden desvanecerse. Es el trabajo con los afectos lo que moviliza al analista, porque el
proceso representativo puede no ser lo suficientemente potente como para ser expresado y
contenido. Por lo tanto, cuando los adolescentes nos hacen pensar en la muerte, no se contentan
siempre con evocar un escenario mortífero, sino que pueden llevarlo a escena

Partiendo del ¿qué me está pasando? tan propio de la pubertad y continuando luego por los
frustrados intentos de control sobre los cambios corporales, las sensaciones y afectos pueden
generar en el joven distintos efectos; al apreciar en sí mismo un cuerpo nuevo y desconocido,

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sexualmente maduro y quizás muy diferente a sus expectativas. El psiquismo adolescente puede
enfrentar esta ebullición hormonal de distintas formas; a veces acompañando dentro de
parámetros esperables dichos cambios. Otras veces hacen eclosión diferentes aspectos
psicopatológicos que, por un lado dan expresión a situaciones nuevas y desconocidas - tanto para
el adolescente como para su familia - mientras que, simultáneamente, pueden reavivar
determinadas huellas o marcas traumáticas ya vividas por el infans y el niño, reactivando procesos
que hasta ese momento habían quedado temporariamente encubiertos, y hacen eclosión en este
tránsito.

Los cambios corporales, la pérdida de los puntos de referencia de la infancia, el cambio de


parámetros espacio-temporales, así como el corporal, incidirán sobre las bases únicas e
irrepetibles sobre las cuales se ha ido formando el psiquismo del infans hasta el arribo a la
adolescencia. Dichas bases atravesarán un nuevo y largo proceso donde estará en juego parte de
la historia del adolescente, entramándose con una nueva historia que estará por inscribirse y que
se hará teniendo en cuenta las circunstancias previas, que comienzan con el nacimiento y
posterior desarrollo del infans, dentro de un determinado marco que puede ser, entre otros, el
familiar.

El camino adictivo es una solución a la intolerancia afectiva (Jeammet, 2004). Cuando el


adolescente se siente afectivamente encadenado y capturado, pueden aparecer objetos de
adicción, ya sea al tabaco, el alcohol, la comida, los narcóticos, los medicamentos, sin embargo, no
es esta la esclavitud en sí. Por el contrario, ese objeto es experimentado como esencialmente
"bueno", como una promesa de placer y atenuación temporaria de la angustia y del dolor psíquico,
incluso como lo que da sentido a la vida. Se trata entonces de un objeto idealizado, pues se le
atribuye el poder de resolver mágicamente las angustias y quitar de alguna manera el sentimiento
de muerte interna. En determinados momentos de nuestra vida, todos recurrimos a
comportamientos adictivos, en especial cuando ciertos acontecimientos nos perturban de manera
inhabitual, al punto de encontrarnos incapaces de manejar nuestros afectos y de reflexionar sobre
ellos de manera constructiva. En tales circunstancias tendemos a comer o beber más, tomar
medicación en exceso o comprometernos en cualquier relación sea sexual o de otro tipo para
escapar al sufrimiento psíquico. Podríamos decir entonces que a veces, la solución que adoptamos
frente a determinados conflictos y dolores mentales que resultan por momentos inmanejables,
pueden convertirse en síntoma adictivo cuando este aparece como el único alivio que contamos
para soportar el sufrimiento y el dolor (Braconnier, 1995). La cualidad de las primeras relaciones
entre la madre y el hijo puede resultar decisiva en la estructuración de fondo de ciertos tipos de
funcionamiento psíquico: una madre más o menos adecuada en el sentido de Winnicott (1979)
tiende a sentirse "fusionada" con su bebé en las primeras semanas, Winnicott lo llama
"preocupación maternal" y subraya que si el deseo materno de fundirse con el lactante continúa
más allá de esta fase normal, la interacción se vuelve persecutoria y patógena para el niño. Parte
de la problemática de Ana también se centró en esta situación, ya que su madre "optó" por la hija
más enferma a un grado de sobreprotección extrema, dejándola sin embargo librada al

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traumatismo sexual generado por su abuelo sin lograr comprender Ana, cómo es que esto
sucedió, si su mamá la cuidaba tanto.

En ese acuerdo de a dos, cada uno es instrumento de gratificación del otro. No obstante, la
movilidad del bebé, así como sus impulsos afectivos, su inteligencia, su sensualidad y su
erogeneidad, solo pueden desarrollarse en la medida en que la madre invista positivamente todos
estos aspectos. Pero ella puede también inhibir la intensificación narcisista de estos elementos
vitales para la estructura somatopsíquica precoz del niño, sobre todo si el bebé tiene que cubrir
faltas en el mundo interno de la madre (Winnicott 1979). De ello se desprende que teniendo en
cuenta las angustias, los miedos y los deseos que la madre experimenta y transmite al niño, ella
corre el riesgo de provocar lo que ha sido conceptualizado por C. Chabert (2000) entre otros, como
una relación "adictiva a su presencia" y a su cuidado, algo que sin dudas sucedió con esta
adolescente. En otras palabras, es la madre la que se encuentra en un estado de "dependencia"
respecto del bebé. Los objetos adictivos solo resuelven momentáneamente la tensión afectiva,
pues son soluciones somáticas y no psíquicas, en reemplazo de la función del quehacer materno
primario faltante

El riesgo solo puede ser controlado en forma segura si las ansiedades de los pacientes, la familia,
del personal y de la institución donde trabajan se encuentran adecuadamente contenidos.La
contención es un término que fue originalmente introducido por Bion (1988) para describir la
función de identificación proyectiva en la situación analítica en paralelo con la forma en que el
bebé proyecta sus insoportables angustias en la madre, quien las "contiene", respondiendo a
través de la modificación de las ansiedades del bebé por su "réverie". Esta es su capacidad para
entender a través de la identificación empática con su bebé la forma de soportar las ansiedades
intolerables, moderarlas y ofrecerlas de vuelta al bebé en una forma tolerable, promoviendo un
desarrollo mental y físico sano.

La función del analista sigue algunos de estos pasos, "contiene" las proyecciones del paciente, en
un estado de "reverie", pero respondiendo con interpretaciones apropiadas, Winnicott (1972) lo
describe en forma similar a través de la función de "holding" del analista y de la situación
analítica, proveyendo una atmósfera en la cual el paciente puede sentirse seguro y contenido aún
cuando haya ocurrido una regresión severa. Proveer de un ambiente contenedor es de suma
importancia, no solo para el paciente sino también para los profesionales que trabajan con el
paciente. Sin embargo, no debemos dejar de tener en cuenta que en estas situaciones violentas y
peligrosas para la vida, nos encontramos trabajando más allá de los límites, al borde de una
situación que puede ser catastrófica para el propio paciente o para su entorno. Si bien en estos
casos el tiempo es un gran aliado, será justamente nuestro mayor enemigo, ya que el actuar del
paciente adolescente en estos estados, no da lugar a generar un espacio psíquico para que los
parámetros témporoespaciales, así como los corporales hayan logrado, aunque sea mínimamente,
dar cabida al pensamiento y así evitar estas situaciones que nos ponen como analistas,
permanentemente al límite de nuestra propia capacidad de pensamiento

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Para intentar comprender la significación del impulso autodestructivo en el adolescente y el
camino interior que lo ha determinado, disponemos de un instrumento privilegiado: la relación
analítica. Si el paciente acepta el tratamiento después de uno o varios intentos destructivos
manifiestos o encubiertos, nos permitirá comenzar a trabajar sobre algunas hipótesis que hemos
de formularnos a partir de la comprensión de las áreas más frágiles que expresará su mundo
interno, alrededor de las cuales gravitan entre otras, las tendencias suicidas. Liberarlo de su
fascinación por la muerte implicará ayudarlo a comprender aquello que ha intentado llevar a cabo,
esto significa integrarlo y para ello será indispensable trabajar el momento traumático, de forma
tal que éste no se constituya en un punto de permanente atención y espanto a la vez, intentando
impedir así que reaparezca en forma repetitiva en otros actos.

El intento es que esa angustia, ese terror, no anule el pensamiento sino que se convierta en
verdadera alarma que permita un primer punto de anclaje que pasará necesariamente por la
figura del analista. La reactivación del dolor psíquico, de la angustia y depresión que determina la
expresión consciente e inconsciente del odio hacia el analista, representante del objeto amado y
odiado en la relación transferencial, constituye una dura prueba para la contratransferencia del
analista. Los sentimientos hostiles, así como la angustia de muerte que los acompaña, pueden ser
proyectados sobre el analista o volverse autodestructivos, requiriendo por parte de este toda la
capacidad para recibir y contener los aspectos negativos a fin de comprenderlos e interpretarlos.
Una de las mayores dificultades para interpretar los conflictos adolescentes que muchas veces
muestran de forma desgarradora los conflictos de amor y de odio, está ligada a nuestras propias
resistencias contratransferenciales para aceptar las proyecciones hostiles del analizando y su
destructividad hacia nosotros, que somos quienes representamos a los culpables y responsables
de despertar el dolor psíquico.

Será el analista con cada paciente quien podrá o no encontrar la manera, a través del vínculo
transferencia-contratransferencia, de establecer un nuevo nexo que le permita transitar al
paciente con menos dolor el camino analítico que decidió emprender. De todas formas, parece
fundamental tener analizados aspectos que tocan directamente la propia adolescencia del
analista, así como también las angustias respecto a nuestra propia muerte. Las dificultades y
riesgos para el analista en el trabajo con estos pacientes estará siempre presente, ellos requerirán
de una atención sostenida debido a la permanencia e intensidad del cuadro, a la relación de la
transferencia y también por el control de la regresión. Más allá de la relación analítica dual, se nos
plantea la mayor parte de las veces la problemática con la familia que puede presentarse como
una situación de complicado abordaje. En casos de adolescentes que han atentado contra su vida,
la familia puede intentar borrar totalmente el hecho o incluso negar el valor de las señales que
puedan expresarse en momentos de riesgo.

En última instancia, no podemos dejar de tener en cuenta que la muerte también produce una
cierta fascinación, por su carácter incognoscible e impensable. El acto suicida por lo tanto, nos
sumerge en el misterio de la vida y de la muerte, del origen y el fin. Lo incomprensible tocará
también al analista y este le dará, de acuerdo a su propia historia, una significación a aquello que
muchas veces decimos sin saber qué decimos: "es que esta muerte no tuvo sentido

78
Un infinito que no acaba. Modelos expllicativos sobre la depresión y el malestar emocional
entre los adolescentes barceloneses- Martínez- Muñoz.

A pesar de la relevancia de la depresión, la tristeza y los denominados «estados de ánimo


negativos» entre los y las adolescentes, existe un claro déficit de investigaciones cualitativas que
analicen estos fenómenos, principalmente si hablamos de investigaciones que permitan conocer
las percepciones y modelos culturales de este grupo de edad con respecto a su propio malestar,
así como sobre sus estrategias profanas para afrontar la adversidad y el papel de su capital social.
Esta ausencia de investigaciones entra en contradicción con la importancia que estas variables
adquieren en la salud mental y la salud pública contemporáneas.

Las causas de la depresión se vinculan con los conflictos en las relaciones interpersonales con
iguales y adultos. No obstante, el proceso de búsqueda de salud o ayuda más común implica a los
iguales, ya que los adultos son percibidos únicamente como un recurso para situaciones de
gravedad inusual. De hecho, los adolescentes constituyen un grupo de edad caracterizado por
considerar vagamente los recursos profesionalizados en sus procesos de búsqueda de ayuda.
Una razón fundamental de la evitación de los servicios profesionales de atención por parte de los
adolescentes barceloneses es la existencia de un modelo explicativo que, a diferencia de los
discursos expertos en el campo «psi», entiende las aflicciones como productos del mundo social. Si
las causas del malestar derivan de las interacciones sociales, la restitución del bienestar debe
conformarse a partir de estas mismas relaciones y también de esta misma independencia con
respecto al mundo adulto.

Si bien los datos sobre la depresión en la adolescencia destacan por su dimensión y su crecimiento
en los últimos años, también es necesario subrayar que esta tendencia no es muy diferente en la
población adulta. En líneas generales, la evitación de la asistencia profesional parece ser una
constante entre los adolescentes y jóvenes, lo que genera un problema de atención y prevención
en salud mental en muchos países. Otra interpretación científico-social sobre el aumento de la
depresión y los malestares asociados a su espectro en la población general es que los procesos de
transformación conocidos como globalización han generado nuevas incertidumbres y potenciado
viejas inseguridades que afectan principalmente a los grupos más vulnerables.
La soledad, la falta de relación con sus progenitores, las incertidumbres ante el futuro, el miedo al
rechazo de los iguales, los obstáculos para adaptarse a los cánones estéticos y de consumo, la
marginación y el peso de las cargas domésticas, que todavía afectan más a las muchachas que a
los adolescentes varones, fueron algunos de los factores aludidos.

De hecho, el sentimiento de infelicidad y depresión parece ir aumentando en las mujeres con el


tránsito de la edad infantil a adulta. Las adolescentes expresarían, según puede inferirse de estos
datos, este punto de inflexión. La cuestión de si la diversificación según clase social y género de la
depresión diagnosticada y de la autopercepción del estado deprimido responde a la existencia real
de una prevalencia desigual en la población o a problemas de infradetección o sobredetección en
algunos colectivos es una incógnita por resolver. Es sabido que en diversos contextos sociales se
produce una mayor tendencia a comportamientos adictivos (consumo de alcohol, tabaco y otras
substancias psicoactivas) entre los varones como modelo de expresión de los diversos estados de

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tipo depresivo (tanto clínicos como subclínicos) frente a la mayor «internalización» y
psicologización de estos estados entre las mujeres. De hecho, algunos estudios destacan el papel
de los modelos tradicionales de femineidad como amplificadores de las pautas de indefensión
aprendida asociadas con la depresión entre las mujeres de las clases subalternas.
Más allá de estas incógnitas, los datos indican la presencia reiterada de un mayor malestar del
espectro depresivo entre las mujeres adolescentes frente a los varones, que se traduce en un
mayor consumo de antidepresivos.

Estar deprimido, por su parte, se relaciona con las sensaciones de decaimiento físico y la apatía.
Puede definirse en sentido extensivo como «un cúmulo de situaciones que te hacen sentir mal»,
incluida la sensación de sentirse incomprendido por los iguales o los adultos, encontrarse inseguro
a la hora de tomar decisiones o con su aspecto físico, solo y aislado o de malhumor. Una persona
deprimida es alguien que «no tiene ganas de hablar ni de nada», que se encuentra mal porque
«las cosas no han salido como esperaba». Esto le lleva a «culparse de las cosas», a tener «la
autoestima súperbaja», a «no salir de casa», a «encerrarse en sí misma», a «hacer un muro» o
«una burbuja», a pensar que «no vale nada» como persona y que «todo el mundo está en su
contra». Uno puede superar ese estado por tratarse de «una mala época», pero también puede
convertirse en «una bola que va a más» o «un infinito que no acaba».

Tanto los adolescentes como las jóvenes coinciden en que cuando están deprimidos se sienten sin
ganas de hacer nada, ni de hablar. No obstante, ellos definen este estado en términos de estar
ofuscado, que los problemas se conviertan en «una bola», pensar que todo está en contra de ellos
o sentir que no valen nada, mientras que ellas enfatizan estar triste, decaída, apagada, susceptible,
de bajón, y con ganas de llorar. Podríamos decir que ellos vinculan sentirse deprimido con el
malhumor, y ellas con sensaciones físicas como el cansancio y psicológicas como la angustia.

Palacio- intento de …

Como puede observarse, en el comportamiento suicida interviene una serie de factores de


naturaleza multicausal, ya sean aislados o bien derivados de los modelos previamente
presentados, los cuales se relacionan con aspectos del intento de suicidio. Cabe señalar que
dentro de estos factores los rasgos de personalidad parecen tener un rol importante cuando se
busca entender el intento suicida. Dentro de las características de personalidad, un rasgo
implicado en múltiples conductas de riesgo es la búsqueda de sensaciones; a pesar de ello, se le ha
dado poco interés en el momento de entender su relación con el intento de suicidio. La búsqueda
de sensaciones es un rasgo de personalidad que se define como la necesidad por experimentar
variadas y complejas sensaciones, así como el deseo de correr riesgos físicos y sociales, por el
simple deseo de disfrutar de tales experiencias; este concepto se considera multifacético y
multidimensional, pues puede englobar componentes como la búsqueda de emoción y aventura,
búsqueda de experiencias, desinhibición y susceptibilidad al aburrimiento (Zuckerman, 1994).

El presente artículo utilizará esta definición en la evaluación de la búsqueda de sensaciones. El


término “búsqueda” se refiere a un rasgo que es expresado de forma activa y el de sensación al
efecto sensorial de la estimulación externa que afecta al individuo. Este último es muy importante
para definir su valor como reforzador primario, es decir, el estímulo externo que se busca para

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maximizar las sensaciones. Aquella persona que busca sensaciones, se caracteriza por realizar
acciones inusuales, que para otros serían peligrosas y arriesgadas, (Zuckerman, 1979; 1994;
Zuckerman y Kuhlman, 2000). Desde nuestra perspectiva, la búsqueda de sensaciones es un rasgo
de personalidad con un fundamento bioconductual (Roberti, 2004; Zuckerman, 1994; 2007),
debido a que, como se ha demostrado, la búsqueda de sensaciones es parte de patrones
conductuales específicos. La evaluación de este rasgo permitirá identificar adolescentes que
pretendan o deseen buscar novedad o estimulación.

Búsqueda de sensaciones e intento de suicidio- Existe evidencia que vincula la búsqueda de


sensaciones con el intento de suicidio; por ejemplo, en los estudios sobre conducta suicida y
búsqueda de novedad (Becerra, Paez, Robles-García y Vela, 2005; Ferguson, Beautrais y Horwood,
2003; Guillem, Pelissolo, Notides y Lépine, 2002) se encontró que ésta es mayor en personas que
han intentado suicidarse en comparación con quienes no lo han intentado. Bolognini, Laget,
Plancherel, Atéphan, Corcos y Halfon (2002) estudiaron la relación entre el intento de suicidio y el
abuso de drogas a partir de rasgos de personalidad. Los autores encontraron que las personas con
intento de suicidio tuvieron un puntaje elevado en la escala de búsqueda de experiencias en
comparación con los que no lo habían intentado; consideran que la búsqueda de sensaciones es
una característica de las personas que presentan abuso de drogas. Asimismo (ambos, consumo de
drogas y búsqueda de sensaciones) son predictores significativos en mujeres con intento de
suicidio. Si bien se encuentra un efecto significativo de la búsqueda de sensaciones sobre el
intento de suicidio, los autores no controlaron el efecto que puede tener al consumo de drogas
sobre él, ya que hay jóvenes que intentan suicidarse sin haber consumido drogas o bien existen
jóvenes que consumen drogas y no intentan suicidarse.

De ahí la importancia de encontrar el efecto único que puede tener la búsqueda de sensaciones
sobre el intento suicida. Por otra parte, Vermeiren, Schwab-Stone, Ruchkin, King y Van Heeringen
(2003) señalan que altos niveles de búsqueda de sensaciones se encuentran en hombres que han
intentado suicidarse en comparación con los que no lo han intentado. Asimismo, se ha
encontrado que las personas que no han intentado suicidarse difieren en su búsqueda de
sensaciones de quienes lo han intentado una o más veces, específicamente en la dimensión de
desinhibición. Para la dimensión de susceptibilidad al aburrimiento se encuentran diferencias
entre quienes lo han intentado una vez y los que lo han intentado varias ocasiones; sin embargo,
no existen diferencias significativas entre quienes lo han intentado y los que no (Laget, Plancherel,
Stéphan, Bolognini, Corcos, Jeammet y Halfon, 2006).

Justificación- Por su prevalencia e incidencia en los jóvenes, el intento de suicidio se ha convertido


en un problema de salud pública. Debido a ello, la investigación ha identificado los factores que
afectan este comportamiento

Como se ha descrito en la investigación sobre adolescentes, la búsqueda de sensaciones influye en


una serie de conductas de riesgo y el intento de suicidio, como se ha mostrado en este estudio, no
es la excepción. Los adolescentes con intento de suicidio registraron un puntaje superior en la
búsqueda de sensaciones, manifestando conductas suicidas 1.1 veces más, a diferencia de quienes

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no lo han intentado quienes cuentan con menos niveles de búsqueda de sensaciones, valoran más
el riesgo (como se observó, la búsqueda de riesgo es la dimensión que mejor estima este
comportamiento) y/o cuentan con más recursos que les permite adaptarse a los problemas de la
vida de forma distinta de los adolescentes altos en búsqueda de sensaciones y que han intentado
suicidarse. Identificar y reconocer a los adolescentes altos en búsqueda de sensaciones es un
elemento importante a considerar en el campo de la prevención, debido a que la búsqueda de
sensaciones ha sido identificada como un importante factor de riesgo en el consumo de sustancias
adictivas y de la conducta antisocial.

Si logra entenderse cómo en la búsqueda de riesgo se encuentra implicada la necesidad de


estimulación sensorial externa podremos entender que quienes buscan sensaciones se
caracterizan por llevar a cabo acciones, que para otros son peligrosas y arriesgadas, características
presentes en el intento de suicidio. Con base en lo encontrado, como medida preventiva debe
promoverse y fortalecerse en los jóvenes recursos o destrezas que les ayuden a controlar
situaciones adversas de su vida cotidiana, generando en ellos la capacidad de controlar y manejar
situaciones problema, valorar los riesgos y no responder ante la adversidad con respuestas
inadecuadas (hacerse un daño a sí mismo). Por último, debe tenerse en cuenta que esos
resultados no pueden generalizarse a toda la población adolescente, sino que reflejan lo que está
pasando con una muestra de jóvenes de educación media superior. Para corroborar tanto la
estructura de la nueva escala de búsqueda de sensaciones, como las diferencias en el intento de
suicidio, podrían hacerse comparaciones con muestras clínicas y confirmar los hallazgos obtenidos
en este estudio.

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