Sunteți pe pagina 1din 2

Jesús A. Mendívil García Historia del Pensamiento Sociológico Mat.

257469

Georg Simmel – Las Grandes ciudades y la vida del espíritu

Georg Simmel atribuye el problema fundamental de la vida moderna al hecho de que el individuo
anhela a cualquier precio preservar la autonomía y la originalidad de su existencia. Para él, todos sus
esfuerzos manifiestan el mismo tema fundamental: “la resistencia de un sujeto que siente la amenaza de
ser nivelado y usado por los mecanismos sociales y técnicos.”

Para ello recurre a los fundamentos psicológicos de la vida mental del hombre, expresando que
este es un ser “diferencial”, esto es, que su conciencia se excita por la diferencia entre la impresión
presente y aquella que ya le precedió.

Las grandes ciudades introducen en los fundamentos sensitivos de nuestra vida moral, una
diferencia profunda respecto de la ciudad pequeña y el campo cuya vida transcurre a un ritmo más lento,
habitual y regular, sensitiva e intelectualmente. Mientras que por otro lado, el “tipo citadino” crea para sí
un órgano de protección contra el desarraigo con que lo amenazan la fluidez y los contrastes del medio
ambiente; reaccionando no con sus sentimientos sino con su razón a la cual le confiere gran importancia.
El carácter racional el escudo de nuestra vida subjetiva contra la violación con que nos amenaza la gran
ciudad, ya que el hombre puramente racional es indiferente a toda realidad individual.

La interacción de la gran ciudad moderna se alimenta casi exclusivamente de la producción


destinada al mercado, esto es, de la lógica de la posibilidad entre productores y clientes desconocidos.
Trayendo consigo una mentalidad de la objetividad implacable que se traduce en una interacción mediada
casi en su totalidad por cálculos racionales, que hace cada vez más difíciles las existencias autónomas
opuestas al “tipo” que la gran ciudad crea. Por lo que Simmel declara que no hay fenómeno más propio
de las grandes que el hombre blasé, el hastiado.

El hombre blasé es aquel que desarrolla una insensibilidad a las diferencias entre las cosas a
consecuencia de que su significación y valor le aparecen como insignificantes o negligibles. Los objetos se
le presentan uniformemente y sin cualidades, todos mediados simplemente por sus relaciones de valor,
cuantitativas.
Jesús A. Mendívil García Historia del Pensamiento Sociológico Mat. 257469

Por otro lado, el instinto de conversación ante la gran cantidad de estímulos provenientes de la
gran ciudad fuerza al individuo a adoptar una actitud de reserva hacia el medio social, incluso hacia sus
semejantes más cercanos. Esta actitud se caracteriza por un sentimiento de extrañeza y de repulsión hacia
los otros, que fácilmente puede convertirse en hostilidad y odio. Esta antipatía por los otros, en su forma
práctica, nos lleva a tomar distancias sin las cuales no podríamos vivir nuestra existencia en las grandes
ciudades. La disociación es en el fondo una de las formas elementales que toma en las ciudades la
socialización. Esta posibilidad de las grandes ciudades se traduce en un grado de libertad, hacia las formas
sociales, para el individuo que por lo general no se da, por ejemplo, en vida rural o en el campo.

La vida en las grandes ciudades transforma el combate por el alimento en un combate por el
hombre. Por su multiplicidad de medios y por su tamaño, las ciudades reciben una gran cantidad de
productos diversos, lo que fuerza a los individuos a especializarse con el fin de adquirir clientela. De esta
manera, la especialización garantiza que sea difícil que un individuo sea eliminado por su competencia.
Mientras que por otro lado, el vendedor no puede más que insistir en crear necesidades nuevas y cada
vez más particulares para sus compradores. Por lo que se especializan constantemente tanto personas,
como productos y servicios.

Toda esta lógica de la división del trabajo en las grandes ciudades, llega al plano individual como
la necesidad de preservarse haciéndose notar. Se trata de elevar constantemente, cualitativa o
cuantitativamente, la estima de sí para ocupar un lugar en la sociedad. Simmel resume lo anterior
declarando que el valor del hombre ya no consiste en “el hombre en general”, sino en esa singularidad
que impide que cada cual se confunda con sus semejantes.

Referencias:

Simmel, G., (1986). Las grandes ciudades y la vida del espíritu. Cuadernos políticos, número 45 (pp. 5-10).
Recuperado de:
http://www.cuadernospoliticos.unam.mx/cuadernos/contenido/CP.45/45.3.GeorgSimmel.pdf

S-ar putea să vă placă și