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“CONCAUSA”
AUTORES:
ASESOR:
JOSÉ ARQUÍMEDES FERNÁNDEZ VÁZQUEZ.
LÍNEA DE INVESTIGACIÓN:
DERECHO PRIVADO.
PIURA – PERÚ
(2018)
INDICE
I. CAPÍTULO I ........................................................................................................... 5
CONCLUSIONES ................................................................................................... 23
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INTRODUCCION
Si hablamos de Responsabilidad Civil, pues nos remontamos a los primeros
grupos humanos, en donde la venganza era un mecanismo privado, mediante el
cual se castiga a quien causaba daño al ofensor, es decir la venganza era
personal, puesto que no intervenía la sociedad.
Partiendo del principio romano es deber genérico de causar daño a nadie, si este
no es cumplido, se correlato es la obligación de reparar el perjuicio causado por
su responsable. Considerando que esta constituye la base de la responsabilidad
y de sus distintos regímenes jurídicos que derivan de él, sobre la naturaleza del
hecho ilícito entendido como algo ilícito civil y del daño ocasionado.
Pero para entrar a más fondo al tema de CONCAUSA, se debe tener en cuenta
que la responsabilidad se divide en contractual y extracontractual en donde:
Pues se sabe que este tercer elemento es fundamental puesto que no ha sido
desarrollado a profundidad por muchos doctrinarios nacionales, pero es aquella
teoría que ha sido asumida por nuestra legislación y consideramos que es
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necesaria desarrollarla y entenderla debido a que esta figura ha sido asumida por
nuestro código civil.
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I. CAPÍTULO I
1.3.- OBJETIVOS
1.3.1.- Objetivo General
Analizar La Concausa en la responsabilidad civil.
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II. CAPÍTULO II
2.1.- NOCIONES GENERALES
La relación causal es entendida como el nexo existente entre el hecho
determinando del daño (evento dañoso) y el daño propiamente dicho.
Esta relación causal es importante porque nos permitirá determinar dos aspectos
principales:
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adecuada para producir el daño causado. Si la respuesta a esta interrogante es
negativa, no existirá una relación causal, aun cuando se hubiera cumplido el factor
in concreto.
Si una persona de 25 años de edad, sin ningún problema cardiaco, fallece en forma
inmediata como consecuencia de un susto producto de una broma, no existirá
relación de causalidad adecuado, aun cuando en los hechos la muerte haya sido
consecuencia del susto por la broma, por cuanto de acuerdo a la experiencia
normal y cotidiana un susto por una broma no es capaz de producir la muerte de
una persona joven de edad. Por lo contrario, si se tratara de un susto por una broma
a una persona de 75 años de edad, no habría duda alguna que se trataría de una
causa adecuada, en tanto y en cuanto el susto a una persona de edad avanzada
es causa adecuada, de acuerdo a la experiencia normal y cotidiana, para producir
la muerte.
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En cuanto al tema de la relación de causalidad no se agota en la noción misma de
causa adecuada, sino que es necesario precisar todas las figuras y supuestos que
se presentan en torno a este aspecto fundamental de la responsabilidad civil, para
poder entender la mecánica de la relación de causalidad dentro del sistema de
responsabilidad extracontractual.
1- Causa Inicial
2- Causa Ajena
Pues todo supuesto de fractura causa implica pues un conflicto entre la causa ajena
y la causa inicial, siendo el daño consecuencia de la causa ajena y no existiendo
ninguna relación de causalidad respecto de la causa inicial.
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señala lo siguiente: en los casos del artículo 1970, el autor no está obligado a la
reparación cuando el daño fue consecuencia de caso fortuito o fuerza mayor, de
hecho determinante de tercero o de la imprudencia de quien padece el daño. Si se
trata de caso fortuito la causa ajena será un fenómeno de la naturaleza, como un
terremoto, una inundación consecuencia del fenómeno del Niño, etc.
Del mismo modo, si se trata de fuerza mayor la causa ajena será un acto de la
autoridad como una prohibición repentina decretada por norma jurídica de una
conducta antes permitida, la declaración de guerra de un Estado u otro, etc… Si se
trata del hecho determinante de tercero, la causa ajena será justamente el hecho
del tercero y en el caso del hecho de la víctima la causa ajena será precisamente
el hecho de la propia víctima. De esta manera en estos cuatro supuestos el daño
no será producto del autor de la causa inicial, el mismo que no será responsable
civilmente, por ser la misma consecuencia de caso fortuito, o de fuerza mayor, o
del hecho de un tercero, o del hecho de la misma víctima, es decir, de una causa
ajena.
Pues se puede decir que en los supuestos de causa ajena denominada también
doctrinariamente “FRACTURA CAUSAL”, no existe responsabilidad a cargo del
autor de la causa inicial, por ser el daño consecuencia de otra causa que puede
ser una conducta humana o un evento de la naturaleza.
Así, por ejemplo, si en plena vía expresa en la ciudad de Lima, un sujeto decide
quitarse la vida y se arroja debajo de un vehículo en plena marcha, aun cuando el
daño haya sido causado aparentemente por el conductor del vehículo, no existiría
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duda alguna que el mismo podrá liberarse de responsabilidad invocando como
causa ajena el hecho de la propia víctima, por cuanto en este ejemplo es la propia
víctima como consecuencia de su propia conducta la que se ha causado el daño el
conductor no hubiera producido materialmente el daño. El daño, en este caso lo
muerte del suicida no ha sido consecuencia del hecho del conductor, sino del
propio hecho de la víctima.
Debe señalarse igualmente que para poder tener una exacta visión de las fracturas
causales, no deben confundirse el aspecto de la culpabilidad del sujeto de la
conducta, con el aspecto objetivo de la relación causal, pues no interesara que el
autor de la causa inicial haya actuado con dolo o culpa, es decir, no interesara que
el mismo haya querido producir un daño a sabiendas del mismo, o en forma
negligente, en tanto que lo único importante es que el daño causado a la víctima
no ha sido consecuencia de dicha conducta, sino de un evento extraño y ajeno a
él.
En todos los supuestos de fractura causal debe dejarse de lado el análisis del
aspecto subjetivo del autor de la conducta de la denominada causa inicial, pues lo
único relevante es que el daño ha sido consecuencia de una conducta o evento
ajeno y distinto, bien se trate de caso fortuito, de fuerza mayor, del hecho de tercero
o del hecho de la propia víctima.
Por ello es que decimos y ello debe quedar bastante claro, que las fracturas
causales deber ser invocadas cuando se le impute a un sujeto una responsabilidad
civil por un daño que no ha causado, habiendo sido el mismo la consecuencia de
un evento o conducta ajena y esta noción y mecanismo de la fractura causal como
es evidente no guarda vinculación alguna con la noción de culpabilidad, tratándose
de un asunto meramente objetivo, referido a que la conducta o evento es la que ha
causado el daño.
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Asimismo, debe también señalarse en forma expresa que cuando decimos que la
conducta del sujeto que no ha causado daño debe denominarse “causa inicial”, no
estamos haciendo referencia a que dicha conducta haya causado algún tipo de
daño distinto, sino que la expresión ha causado daño alguno, utilizándose la
expresión “causa” justamente para poder distinguirla de la conducta que si causo
el daño y que se denomina por ello mismo “causa ajena”
2.4.- CONCAUSA
Finalmente, en el caso de que se dé la concurrencia de causas, denominado
también pluralidad de causas o coautores (en los cuales dos o más sujetos,
mediante una conducta común o a través de conductas singulares, causa un mismo
daño). En este caso se trata del supuesto en que el daño no es consecuencia de
la conducta de un solo sujeto, sino de la conducta de varios sujetos, se encuentra
previsto en el artículo 1983º del Código Civil y el efecto es que son solidariamente
responsables. Cuando no sea posible discriminar o distinguir el diferente grado de
participación, la indemnización se distribuirá entre ellos en partes iguales.
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Evidentemente, por lo general esta contribución es producto de un acto de
imprudencia de la víctima, como con el ejemplo de elegir una autopista para
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III. CAPÍTULO III
3.1.- LA CONCAUSA COMO CATEGORIA GENERAL
Desde nuestro particular punto de vista, lo adecuado es partir del análisis de la
concausa como categoría general. Si en determinado supuesto, concurren dos
causas destinadas a producir el efecto dañino, hablamos de concausa. Por ende,
ésta, como categoría general, reúne los siguientes supuestos:
1
ESPINOZA ESPINOZA, Juan. Derecho de la Responsabilidad Civil. 5ª. Edición. Editorial Gaceta Jurídica. Lima. 2007. Pág. 177
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Artículo 1983 CC: “Si varios son responsables del daño, responderán solidariamente. Empero, aquel que pagó la totalidad
de la indemnización puede repetir contra los otros, correspondiendo al juez fijar la proporción según la gravedad de la falta
de cada uno de los participantes. Cuando no sea posible discriminar el grado de responsabilidad de cada uno, la repartición
se hará por partes iguales”
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En este supuesto, corresponde la aplicación del artículo 1973 CC 3; es decir,
corresponde que el Juez reduzca la “indemnización”, toda vez que la imprudencia de
la víctima concurrió en la producción del daño. Cabe señalar que esta participación
de la víctima en la producción del daño, no es de tal magnitud como para que se
configure un supuesto de ruptura del nexo causal, regulado en el artículo 1972 CC 4.
En efecto, no se debe confundir la concausa con la ruptura del nexo causal 5. La
concausa viene a ser una causa concurrente con otra, ambas destinadas a producir
el efecto dañino. En cambio, en el supuesto en el cual es la propia víctima quien
produce o contribuye de forma determinante en la producción del daño (la
denominada ruptura del nexo causal) no es posible hablar de concausa, toda vez
que el único hecho causante del daño fue el de la propia víctima. A pesar de ello, la
conducta de los terceros intervinientes en el evento dañoso, podría ser considerada
como condición u ocasión6, pero bajo ningún supuesto como causa7.
Otra aclaración resulta importante: si la conducta de la propia víctima fuese de tal
magnitud, al punto de ser el factor desencadenante del daño (es decir, al punto de
producirse una ruptura del nexo causal), no podremos hablar, jurídicamente, de un
“autor” del daño, toda vez que éste se habría producido exclusivamente por el hecho
de la propia víctima. Si consideramos a la víctima, como autora de su propio daño,
tendríamos que considerarla responsable del mismo, y al ser responsable, debería
responder por el daño y pagar la “indemnización” a favor de sí misma (en aplicación
del artículo 1983 CC). Esta forma de ver las cosas, naturalmente, resulta absurda,
motivo por el cual somos de la opinión que, en este supuesto, no es posible hablar
de un “autor” del daño. Por ende, en aplicación del artículo 1972, al no existir,
jurídicamente hablando, un autor del daño, nadie estará obligado a el resarcimiento
del mismo. Sin embargo, ello no impide que exista, fácticamente, una conducta
generadora del daño (esta conducta fue precisamente la de la propia víctima) y por
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Artículo 1973 CC: “Si la imprudencia sólo hubiere concurrido en la producción del daño, la indemnización será reducida
por el Juez, según las circunstancias”
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Artículo 1972 CC: “En los casos del artículo 1970, el autor no está obligado a la reparación cuando el daño fue
consecuencia de caso fortuito o fuerza mayor, de hecho determinante de tercero o de la imprudencia de quien padece el
daño”.
5 ALTERINI, Aníbal. Responsabilidad Civil. 3ª. Edición. Editorial Abeledo – Perrot. Buenos Aires. 1987. Pág.140). El error en
que incurre el citado autor, ya ha sido advertido en sede nacional por Juan Espinoza, quien acertadamente señala que, tal
como está definida la concausa según Alterini, “se está haciendo referencia a un supuesto distinto, que es el de ruptura del
nexo causal.
6
CABANELLAS, Guillermo. Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual. Tomo V. 29ª. Edición. Editorial Heliasta. Buenos
Aires. Pág. 646)
7
GOLDENBERG, Isidoro. La relación de causalidad en la responsabilidad civil. Editorial Astrea. Buenos Aires. 1984. Pág.45
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ende, un causante directo del mismo. Es decir, en estos casos, sí es posible realizar
un juicio de causalidad Pongamos como ejemplo el caso del suicida que se arroja a
las llantas de un carro que se encuentra en pleno trayecto. Naturalmente, acá no es
posible señalar que nos encontramos ante una concausa (dos o más hechos
desencadenantes del daño), toda vez que la única causa desencadenante del daño
fue la conducta misma de la víctima, quien se arrojó a las llantas del vehículo. La
conducta de quien manejaba el vehículo deberá ser considerada simplemente como
ocasión, es decir, asumirá una relevancia mínima a efectos de imputar
responsabilidad. En consecuencia, el causante del daño será la propia víctima
mientras que el conductor del carro no podrá ser considerado autor del daño, por lo
que no asumirá ningún tipo de responsabilidad. Distinto sería el caso en el cual dos
automóviles colisionan y ambos conductores se demandan mutuamente. En este
supuesto, en caso ambos conductores hubiesen actuado negligentemente (uno
porque se pasó la luz roja y el otro porque conducía a una velocidad por encima de
lo permitido por las normas de tránsito), podríamos concluir que cada uno de ellos
fue autor del daño producido a su contraparte y contribuyeron (por su imprudencia)
en el daño producido a ellos mismos. Por ende, corresponderá que el Juez fije el
resarcimiento de manera proporcional. Es decir, aquí la concausa sirve para atenuar
el quantum resarcitorio, al haber contribuido la propia víctima a la producción del
daño.
presenta cuando el autor del daño, actuó en complicidad con un determinado sujeto
(ayuda) o se vio incitado por éste a causar un daño (instigación). Ambos supuestos,
incitación y ayuda, se encuentran regulados en el artículo 1978 CC. Como se puede
apreciar, en cada uno de los 3 supuestos de concausa descritos, ésta cumple una
función distinta. En el primer caso, la concausa sirve para distribuir la responsabilidad
de forma solidaria (artículo 1983). En el segundo supuesto, la concausa sirve para
atenuar la responsabilidad del autor del daño (artículo 1973), y en el tercer supuesto,
la concausa sirve para distribuir la responsabilidad entre los autores y partícipes del
evento dañoso. (Artículo 1978). De todos estos supuestos de concausa, el que nos
interesa, a efectos de la elaboración del presente ensayo, es aquél en el cual
conjuntamente con la actuación de un determinado sujeto, pasible de ser calificado
como autor, concurre la actuación de otras personas, pero a título de participación,
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ya sea como instigadores o como cómplices (o ayudantes, para usar la terminología
empleada por nuestro Código Civil.
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IV. CAPÍTULO IV
4.1.- PROPORCION DEL QUANTUM RESARCITORIO ENTRE AUTORES Y
PARTICIPES
Primero corresponde determinar si es posible que los autores y partícipes de
determinado daño, respondan en iguales proporciones El artículo 1978 únicamente
se encarga de señalar que el grado de responsabilidad de los partícipes debe ser
determinado por el Juez de acuerdo a las circunstancias. La norma no señala si el
grado de responsabilidad de los partícipes puede o no ser igual al de los autores. En
este punto el legislador omitió un pronunciamiento expreso. Corresponde entonces
preguntarse si es posible que producido determinado hecho dañoso generador de
una responsabilidad por 100, el autor y el partícipe sean condenados a asumir cada
uno 50. Desde nuestra perspectiva, esto no es posible, ya que desnaturalizaría el
fundamento por el cual se diferencia la autoría y participación. En efecto, la
bifurcación que hace la doctrina y el Código Civil entre autores y partícipes, implica
reconocer distintos grados de responsabilidad en cada uno de ellos, y esto acarrea
a su vez imponerles distintos montos resarcitorios. Si distinguimos entre autores y
partícipes, es porque consideramos que ambos no tienen el mismo grado de
responsabilidad, y como no tienen el mismo grado de responsabilidad, corresponde
que cada uno de ellos asuma distintos montos resarcitorios. Es un contrasentido que
producido determinado daño por 100, hablemos de autores y partícipes que
respondan cada uno en un porcentaje idéntico por 50. Lo correcto será sancionar al
autor en un porcentaje mayor que al partícipe (la distribución del monto resarcitorio
podría ser por ejemplo 60-40 o 70-30, dependiendo del criterio del Juez y de las
pruebas aportadas por las partes).
No olvidemos que hablar de autores y partícipes lleva implícito reconocer distintos
grados de responsabilidad, y esto a su vez conlleva la existencia de distintos montos
resarcitorios. Todo lo contrario, sucede con los coautores. Si en la producción de
determinado daño participan dos (o más) sujetos cuya intervención se da en la misma
magnitud (igual grado de responsabilidad), contribuyendo ambas conductas en igual
porcentaje a la producción de aquél, entonces nos encontraremos frente a un
supuesto de coautoría. Por ende, corresponderá que los coautores asuman su deber
resarcitorio en la misma proporción, tal es así que, si el daño producido fue por 100,
cada uno de ellos asumirá 50 (en caso sean dos los coautores), sin perjuicio de la
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responsabilidad solidaria a favor de la víctima. A diferencia de lo que sucede con los
supuestos de autoría y participación, en los cuales a diferente grado de
responsabilidad corresponde distintos montos resarcitorios, en los casos de
coautoría, al encontrarnos frente al mismo grado de responsabilidad, corresponderá
que los coautores asuman el monto resarcitorio fijado por el Juez en proporciones
iguales.
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son acreedores solidarios de C por un monto de 100, B podrá cobrar la totalidad de
la deuda a C, quien no podrá negarse al pago argumentando que
a B únicamente le corresponde cobrar la mitad de la deuda, es decir 50. Pero una
vez que C haya pagado la totalidad de la deuda a B, la obligación se habrá extinguido
y a A no le quedará más remedio que dirigirse contra su coacreedor B, a efectos de
que éste le entregue la parte que le corresponde, todo ello conforme lo establecido
por el artículo 1203 CC: “En las relaciones internas, la obligación solidaria se divide
entre los diversos deudores o acreedores, salvo que haya sido contraída en interés
exclusivo de alguno de ellos. Las porciones de cada uno de los deudores o, en su
caso, de los acreedores, se presumen iguales, excepto que lo contrario resulte de la
ley, del título de la obligación o de las circunstancias del caso”. Como puede
apreciarse, dentro de las coordenadas diseñadas en el Código Civil vigente, se
entiende que la solidaridad no implica, necesariamente, una pluralidad de porciones
iguales entre sí a pagar, por cuanto, de acuerdo al segundo párrafo del art. 1203
C.C., en las relaciones internas las porciones de cada uno de los deudores o, en su
caso, de los acreedores, se presumen iguales, salvo excepciones. Y es que cuando
se habla de solidaridad (pasiva), no necesariamente se hace alusión al mismo grado
de responsabilidad (culpa) en que incurrieron los sujetos causantes de determinado
daño. La solidaridad únicamente significa que todos los causantes del daño
responden por la totalidad del mismo, independientemente del grado de
responsabilidad que tuvieron y por ende independientemente del monto resarcitorio
que les correspondería asumir a título personal. Si la ley lo dispone, podría establecer
que tanto los autores como los partícipes responden solidariamente por el daño
ocasionado; es decir, la persona afectada podría exigir la totalidad de la deuda al
partícipe, y éste se encontrará obligado a pagar, pudiendo dirigirse luego contra el
autor, a efectos de que éste le restituya el monto que pagó de más y que no le
correspondía asumir. Así por ejemplo, en caso la deuda fuese de 100, y al partícipe
le hubiese correspondido pagar tan sólo 30, a pesar de lo cual pagó la totalidad (ante
la exigencia del dañado), aquél podrá dirigirse contra el autor del daño a efectos de
que éste le restituya los 70 que pagó de más, pero de ninguna manera podría
negarse a pagar la totalidad frente al dañado, ya que al tratarse de un supuesto de
responsabilidad solidaria, éste se encuentra facultado a cobrarle la totalidad de la
deuda a cualquiera de los obligados, ya sea autor o partícipe. Como se puede
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apreciar, la solidaridad termina siendo sumamente útil para los acreedores y
tremendamente perjudicial para los deudores, es por ello que el legislador le otorgó
un tratamiento bastante específico y limitado, al instaurar que sólo la ley o las partes
pueden establecer los supuestos en los cuales la solidaridad opera y que la misma
no se transmite a los herederos.
Ahora bien: ¿Los partícipes y autores responden solidariamente?
El artículo 1978, el cual regula expresamente lo referente a los partícipes
(instigadores y cómplices), no hace alusión alguna a la solidaridad. Se limita a
señalar, en la primera parte, que tanto los instigadores como los cómplices también
son responsables del daño; mientras que, en la segunda parte, establece que el
grado de responsabilidad, en relación con el o los autores, deberá ser determinado
por el Juez en el proceso seguido por la parte afectada contra los causantes del daño.
Por su parte, el artículo 1983 sí hace alusión expresa a la solidaridad de todos los
responsables del daño. De ello se podría concluir que tanto autores como partícipes
son responsables solidarios, toda vez que el 1983 establece la solidaridad de los
responsables el daño, y según el 1978, los partícipes son también responsables del
daño. De ello se derivaría, irremediablemente, que los partícipes, al ser responsables
del daño, responden solidariamente. Pero desde nuestro punto de vista, esta
interpretación literal no es suficiente. Es necesario analizar también la segunda parte
del artículo 1983, según la cual en caso uno de los responsables solidarios asuma la
totalidad del monto resarcitorio, podrá repetir contra los otros responsables, a efectos
de que cada uno de ellos asuma el monto dinerario que le corresponde. El grado de
responsabilidad (o lo que es lo mismo, el monto resarcitorio que le corresponde de
cada uno de los causantes del daño), debe ser fijado por el Juez. Detengámonos un
momento en esta parte: si el grado de responsabilidad debe ser fijado por el Juez,
ello significa que éste, luego de un sesudo análisis, podría determinar que los
distintos sujetos participantes en la producción del daño, incurrieron en distintos
grados de responsabilidad: algunos a nivel de autoría, otros a nivel de instigación y
otros a nivel de complicidad o ayuda. Naturalmente, los autores asumirán un mayor
monto resarcitorio en comparación con los partícipes. En consecuencia, el legislador,
al establecer que el grado de responsabilidad debe ser fijado por el Juez, se está
refiriendo a la posible concurrencia tanto de autores como partícipes. Por ende, tanto
autores como partícipes deberán responder solidariamente.
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El último párrafo del 1983 CC permite confirmar esto: “Cuando no sea posible
discriminar el grado de responsabilidad de cada uno, la repartición se hará por partes
iguales”.
¿Qué quiere decir esto? Significa, que si son varios los responsables del daño, y el
Juez, debido a las circunstancias, se encuentra imposibilitado de determinar los
distintos grados de responsabilidad (es decir, quiénes fueron autores y quiénes
partícipes) deberá atribuir a todos los causantes del daño el mismo nivel de
responsabilidad: todos los causantes del daño deberán ser considerados coautores.
Por ende, nos encontraremos ante una serie de coautores que responderán
solidariamente frente al sujeto dañado, correspondiendo a cada uno de ellos asumir
(en lo que respecta a las relaciones internas entre todos los coautores) el mismo
monto resarcitorio, luego de dividir el monto total en partes iguales (no olvidemos que
si son coautores, es porque incurrieron en el mismo grado de responsabilidad y por
ende les corresponde asumir montos resarcitorios iguales) Como se puede apreciar,
luego de interpretar el artículo 1983, y leerlo conjuntamente con el artículo 1978, es
posible concluir que tanto los autores como partícipes se encuentran sujetos a
responsabilidad solidaria. Sin embargo, ello no significa que para efectos internos
(esto es, en las relaciones internas entre todos los causantes del daño), el monto
resarcitorio deba dividirse entre autores y partícipes en partes iguales: los coautores
asumirán el mismo monto resarcitorio, y lo mismo sucederá con los copartícipes, pero
jamás, coautores y copartícipes responderán en igual magnitud.
Un ejemplo para aclarar esto último: Si A es dañado por la conducta de cuatro
sujetos: B, C, D y E, entonces aquél podrá demandar a los cuatro de forma conjunta.
Supongamos que el Juez, luego del análisis respectivo, determina que B y C fueron
los autores del daño, mientras que D y E fueron los partícipes. Así mismo, fija como
monto resarcitorio a favor de A la suma de 100 y en aplicación de la segunda parte
del artículo 1978, determina que a B y C (como autores) les corresponde asumir 30
a título personal, mientras que a cada uno de los partícipes le corresponde 20. No
obstante ello, debido a que los 4 causantes del daño se encuentran sometidos a
responsabilidad solidaria, D (partícipe al cual le corresponde asumir tan sólo 20) paga
la totalidad de la deuda. En este caso, y teniendo en cuenta lo dispuesto por el
artículo 1983, D podrá dirigirse (en un proceso posterior) contra B, C y E, con la
finalidad de que estos le restituyan los montos que les corresponden, en función a la
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proporción establecida por el Juez. Es decir, B y C deberán restituirle 30 cada uno,
mientras que C tan sólo 20.
Por ende, nos reafirmamos, la lectura conjunta de los artículos 1978 y 1983, permite
concluir que tanto los autores como los partícipes responden de forma solidaria
contra el dañado. En efecto, si el legislador señala que la repartición del quantum
resarcitorio debe hacerse en partes iguales, entre todos los causantes del daño, es
porque atribuye a todos ellos el mismo nivel de responsabilidad, y en consecuencia,
considera a todos los participantes en el evento dañoso, como coautores. Sostener
lo contrario, nos llevaría a la conclusión de que sí es posible diferenciar (en este
caso) entre autores y partícipes, a pesar de lo cual, el Juez debe repartir el quantum
resarcitorio en partes iguales. ¿Cómo es que si el Juez reconoce distintos grados de
responsabilidad (autores y partícipes) sanciona a todos los participantes con el deber
de asumir el monto resarcitorio en partes iguales? ¿No se supone que los autores,
al haber realizado el hecho dañoso de forma directa, asumen un mayor nivel de
responsabilidad, y por ende asumen un mayor monto resarcitorio? No debemos
olvidar, como ya señalamos que, al hablar de autores y partícipes, estamos
reconociendo distintos grados de responsabilidad, y esto a su vez conlleva la
existencia de distintos montos resarcitorios. A contrario sensu, si partimos de la
premisa de establecer el mismo monto resarcitorio para todos los participantes (como
lo hace el último párrafo del artículo 1983 CC), es porque atribuimos a todos ellos el
mismo nivel de responsabilidad (coautoría) sin distinguir entre autores y partícipes.
En este caso, nos encontramos ante lo que la doctrina ha denominado
“responsabilidad solidaria imperfecta”. Así, “analizando aquello que ha sido llamado
“el fundamento de la solidaridad”, parece necesario distinguir dos formas, o dos tipos
en los cuales se presenta el esquema de la solidaridad. Estas formas son
denominadas “obligaciones solidarias con intereses comunes” y “obligaciones
solidarias con intereses unipersonales”.
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CONCLUSIONES
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