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Resumen del capítulo “El Sábado Rabínico” de autor Robert Johnston. Pag. 75-137.

Después que fuera destruido el templo de Jerusalén por los años 70. d.C. de las muchas
sextas que existían en ese entonces solo llegaron a prevalecer dos de ellas; el fariseísmo y el
cristianismo.
Las leyes orales solían adoptar la forma de una interpretación o una aplicación de algún
texto prueba tomado de las Escrituras veterotestamentarias, dada como la opinión sopesada
de un rabino notorio y apoyada por decisión mayoritaria de los demás rabinos del tribunal o
la academia.

Uno de los rasgos distintivos del farisaísmo había sido su alta consideración hacia la
tradición oral. Se entendía que el acta constitutiva de tales leyes no bíblicas, denominadas
gezirot y takanot, se encontraba en Deuteronomio 17:11. Por ello, el judaísmo rabínico es el
Antiguo Testamento interpretado por la tradición. Sin embargo, dado que los eruditos
realizaban añadidos continuos al cuerpo de la tradición, llegó a adquirir tal volumen que la
memoria se veía demasiado puesta a prueba. Por eso, la tradición oral dio en ponerse por
escrito. La Misná consiste en sesenta y tres libros o «tratados», cada uno de los cuales
aborda un asunto diferente. Los tratados que más abordan las leyes del sábado se titulan
Sabaty Eruvín. Se puede entender tan poco la religión judía sin un conocimiento de la
Misná como se puede entender el cristianismo siendo ignorante del Nuevo Testamento.
No solo era el sábado un rasgo esencial de la identidad judía, sino que se lo consideraba una
forma de dar testimonio del Creador a los hombres; el Sabat es el tratado más largo de la
Misná, y el tema es abordado reiteradamente en los demás tratados. Así da testimonio de
Aquel por cuya palabra el mundo vino a la existencia al crear el mundo en seis días y
descansar en el séptimo.
Se consideraba que el Señor dio el sábado solo a Israel, no a los gentiles, se dijo que Adán
pecó el día en que fue creado, pero, dado que el sábado intercedió por él, no fue expulsado
del huerto hasta la finalización del sábado. Después, según este punto de vista, el sábado
fue olvidado hasta la época de Moisés.
La multiplicación rabínica de las reglas buscaba en gran medida hacer que la ley resultase
más fácil de obedecer, explicar con detalle las excepciones y explicar las contravenciones.
la interpretación rabínica de las prohibiciones sabáticas era la evitación del trabajo
intencional productivo. Sin embargo, se reconocían ciertas circunstancias en las que la ley
del sábado podía ser suspendida para permitir actividades que, si no, se habría considerado
que quebrantaban el sábado. En gran parte, estas actividades que tenían precedencia sobre
el reposo sabático estaban relacionadas con deberes ceremoniales, corí la acción militar y el
salvamento de vidas.
Desde la época macabea también se permitía en sábado la guerra defensiva.57 De hecho,
los rabíes señalaron que las guerras libradas por Josué y David deben de haber invalidado el
sábado.58 Enseñaron: «Las ciudades gentiles no deben ser sitiadas menos de tres días antes
del sábado; no obstante, una vez que [el sitio] comience, no es preciso abandonarlo. Por
otro lado, ciertos deberes adicionales no podían realizarse en sábado. Estaba prohibido
diezmar ese día, y el diezmo solía realizarse en la víspera del sábado.121 Los productos no
diezmados no podían ser consumidos, movidos de sitio ni siquiera tocados en el hogar en
sábado.
Había tres niveles de castigo por el quebrantamiento del sábado: (a) muerte por lapidación,
(b) káret y (c) multa en forma de una ofrenda por el pecado. Si la profanación del sábado no
era intencional y el infractor se daba cuenta de su error, era multado con una ofrenda por el
pecado. «“El que profane el sábado” [Núm. 15:32-36], tras advertencia, es reo de muerte
por lapidación si cometió un acto que lo hace reo de extirpación si actuó a propósito, o de
una ofrenda por el pecado si actuó por error».
Ahora vemos el lado positivo de la observancia rabínica del sábado. Los rabíes se
preocupaban de convertir al sábado en una delicia (Isa. 58: 13), y parecería que, en buena
medida, lo consiguieron. La esposa preparaba un pan especial, se permitía comer hasta tres
comidas, era un honor invitar a comer a los forasteros y nunca se ayunaba en sábado, etc. El
sábado empezaba en la puesta de sol del viernes, y en la antigüedad ese instante se
determinaba mediante la observación: «Cuando hay una estrella visible, es de día; cuando
hay dos, es el crepúsculo; tres, es de noche». La mayoría de los judíos anhelaba la llegada
del sábado con expectación de placer, se fuera rabino o jornalero. Para los judíos el sábado
era un templo en el tiempo, un lugar inamovible de encuentro con Dios, el punto de reunión
inalienable de todos los judíos. Es digno de nota que, en la medida en que han preservado el
sábado, el sábado también los ha preservado a ellos.
El sábado en el nuevo testamento.
En los pasajes neotestamentarios en los que sabbaton significa “sábado”, la palabra aparece
cuarenta veces en singular y diecinueve veces en plural. Pero en la mayoría de los casos de
la palabra el plural, el contexto pone de manifiesto que se habla de un único día.5 De
hecho, en los Evangelios y Hechos, el único caso claro en que sabbata tiene significado
plural se encuentra en Hechos 17: 2, donde el numeral ‘tres que lo acompaña exige que se
entienda más de un sábado.
La iglesia no había de observar el sábado según aquellas reglas, sino más bien como un día
de servicio útil siguiendo el modelo del Maestro. Es lícito hacer el bien ese día. Quien
observa el sábado meramente como un requisito legalista jamás recibirá la bendición que
Dios deseaba que aportara. Así, la iglesia no rechazó la institución como tal, pero sí rechazó
las reglas humanas relativas a su observancia. La naturaleza real del sábado era
malentendida a menudo. La esencia del sábado no estaba en el mero cese del trabajo. Jamás
fue intención de Dios que el sábado se convirtiera en un día de inactividad inútil. El sábado
había de ser un día en que el hombre abandonase sus ocupaciones seculares y dedicase el
día a la adoración y al servicio de Dios. «El sábado fue hecho por causa del hombre,y no el
hombre por causa del sábado». Estaba diseñado para ser una bendición para el hombre, un
día de descanso físico, pero también un día dedicado a ejercicios espirituales.
Los rabíes habrían coincidido en que, en un caso urgente de vida o muerte, en sábado podía
prestarse atención médica, pero si el paciente podía aguardar sin peligro hasta el día
siguiente, entonces la acción de curación debía posponerse. Jesús defendía, al contrario, que
el sábado era un día preeminentemente adecuado para la realización de tales obras de
misericordia, fuese el caso urgente o no, dado que tales obras estaban completamente en
consonancia con el propósito de Dios al dar el día. Los exégetas judíos más dados a la
reflexión encontraban difícil entender el reposo divino al que alude Génesis 2: 2. Cómo
interpretar el reposo de Dios era tema de mucho debate. Generalmente se reconocía que
Dios no podría reposar ni un momento de la gobernanza moral del universo. Llegaron a la
conclusión de que Dios sigue dando vida y juzgando a los hombres incluso en sábado.
Resulta evidente que la “preparación” se había convertido en un término técnico para decir
«preparación para el sábado».61 En el momento en que se dio el maná, los israelitas
recibieron la instrucción de preparar su comida para el sábado el sexto día de la semana. La
ley deuteronómica prohibía que el cadáver de un delincuente que hubiese sido colgado de
un árbol siguiese en él hasta la mañana siguiente (cut. 21: 22,23). De ahí que los judíos
siguiesen la costumbre de retirar de la cruz el cadáver de una víctima crucificada antes del
anochecer de cualquier día de la semana,67 y más cuando el sábado estaba a punto de
comenzar, especialmente cuando el sábado era una «gran solemnidad», cuando caía den de
los días de la Pascua.
Teniendo esto en cuenta, lo que Jesús dijo e hizo con referencia al sábado tiene gran
significación. No habló palabras sobre la abolición del sábado. Aunque realizó milagros de
curación en ese día, estos actos eran obras santas en armonía con el espíritu del sábado. Sin
embargo, se esforzó por liberar al día de las restricciones interpretativas que la ley oral
judía había puesto sobre él. Hizo de él un día de libertad espiritual y de servicio útil. Debe
reconocer, además, que cuando los Evangelios consignaron los dichos y los hechos de
Jesús, también reflejaban la fe y la práctica de la iglesia primitiva. Tal como se evidencia
cuando Pablo llega a Corinto e iba todos los sábados a la sinagoga.

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