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Sentencia T-1072/00

ACCION DE TUTELA CONTRA PROVIDENCIAS


JUDICIALES​-Procedencia excepcional por vía de hecho

PRINCIPIO DE AUTONOMIA FUNCIONAL DEL


JUEZ​-Sometimiento al imperio de la ley

VIA DE HECHO​-Clases de defectos en la actuación

PRUEBA​-Importancia del juez

VIA DE HECHO​-Análisis y valoración de pruebas por los jueces

APLICACION DE LEY POR EL JUEZ​-Requiere interpretación a


partir de las pruebas y de las normas jurídicas

La aplicación de la ley o adjudication es un proceso complejo y, si bien en


sus diversas fases está comprometida la interpretación de la ley, el análisis
que hace el juez no se limita a los textos jurídicos. Antes de interpretar
propiamente las normas, el juez debe seleccionar las disposiciones
aplicables, entre la gama de posibilidades que le da el ordenamiento
jurídico. Para esto necesita tener conocimiento del “estado de cosas” del
caso, el cual, a su vez, está mediado por la interpretación que haga de las
pruebas practicadas dentro del proceso. La aplicación de la ley, entonces,
requiere que el juez interprete tanto la situación de hecho, a partir de las
pruebas y de las máximas de la experiencia, como las normas jurídicas que
pretende aplicar, para poderlas relacionar entre sí, atribuyendo las
disposiciones que mejor se adecuen a la comprensión que tenga de los
hechos.

PRINCIPIO DE IGUALDAD SUSTANCIAL​-Trato especial a


personas en circunstancias de debilidad manifiesta

AUTONOMIA DEL REGIMEN DE TITULOS VALORES​-Alcance

En cuanto a la autonomía del régimen de los títulos valores, es necesario


indagar cuál es su real alcance. Cabe resaltar al respecto, que la regulación
de los títulos valores está contenida en el título III del libro tercero del
Código de Comercio, que se refiere a los bienes mercantiles. Esto significa
que, aunque es indudable que para ciertos efectos se los debe distinguir de
los demás bienes mercantiles, hacen parte de éstos y, como tales, se les
aplican las normas generales relativas a los asuntos de comercio, de
conformidad con lo establecido en el artículo 1º de tal estatuto. La
aplicación de las normas generales sobre obligaciones y contratos
mercantiles no se lleva a cabo por virtud de una interpretación analógica, lo
que sucede es que la suscripción de títulos valores es una actividad mercantil
y, por lo tanto, se le aplican las normas de tal régimen siempre y cuando no
sean contrarias a las normas especiales de los títulos valores. Esto conduce
necesariamente al problema de si la taxatividad de las excepciones a la
acción cambiaria las hace incompatibles con el artículo 828, según lo afirmó
el juzgado accionado.

DERECHOS FUNDAMENTALES​-Núcleo esencial​/DERECHOS


FUNDAMENTALES​-Vulneración del núcleo esencial

DERECHO DE DEFENSA DE PERSONAS


INVIDENTES​-Restricciones en el ejercicio de actividades comerciales

Si se acepta la interpretación según la cual la omisión de surtir el trámite del


artículo 828 del Código de Comercio no es una circunstancia oponible a la
acción cambiaria, se impediría el ejercicio del derecho de defensa de las
personas invidentes en condiciones de igualdad con quienes tienen el sentido
de la vista. En efecto, los ciegos carecerían de la posibilidad de alegar una
circunstancia física personal que los diferencia de las otras personas. Esta
restricción del derecho a la defensa tiene además, el efecto de limitar el
ejercicio de otros derechos, pues se verían limitadas sus posibilidades de
llevar a cabo una actividad comercial con seguridad. Quedarían, de
aceptarse dicha hipótesis, a la merced incierta de otras personas o, en su
defecto, en una situación de incertidumbre cada vez que firman documentos,
ante la posibilidad de estar suscribiendo títulos valores sin saberlo. La
situación de inseguridad y de indefensión a la que conduce la interpretación
que hizo el juez accionado del artículo 784 del estatuto mercantil, hace que
ésta carezca por completo de sustento jurídico razonable y por el contrario,
constituye una vulneración del derecho de defensa del accionante.

INVIDENTE​-Igualdad real y efectiva​/GRUPOS DISCRIMINADOS


O MARGINADOS​-Protección​/INVIDENTE​-Protección

TITULOS VALORES​-Firma de invidente


Referencia: expediente T-288.123

Peticionario: Orlando Hoyos Vásquez


Procedencia: Corte Suprema de Justicia

Magistrado Ponente:
Dr. VLADIMIRO NARANJO MESA

Santafé de Bogotá, D.C., diecisiete (17) de agosto de dos mil (2000)

La Sala Octava de Revisión de la Corte Constitucional, conformada por los


magistrados Vladimiro Naranjo Mesa -Presidente de la Sala-, Alvaro Tafur
Galvis, Antonio Barrera Carbonell, ha pronunciado la siguiente:

SENTENCIA

En el proceso de tutela radicado bajo el número T-288.123, adelantado por


el señor Orlando Hoyos Vásquez, en contra del Juzgado Primero Civil del
Circuito de La Dorada.

I. ANTECEDENTES

De acuerdo con lo dispuesto en los artículos 86 de la Constitución Política


y 33 del Decreto 2591 de 1991, mediante Auto del 3 de abril de 2000, la
Sala de Selección Número Cuatro de la Corte Constitucional decidió
aceptar la insistencia propuesta por el magistrado Carlos Gaviria Díaz y
revisar la Sentencia de segunda instancia, proferida por la Sala Civil y
Agraria de la Corte Suprema de Justicia, contenida en el expediente
T-288.123. Por reparto le correspondió la sustanciación a la Sala que
preside el suscrito magistrado.

1. Solicitud

El accionante solicita la protección de su derecho al debido proceso,


presuntamente vulnerado por el Juzgado Primero Civil del Circuito de La
Dorada, cuyo titular, mediante Sentencia de septiembre 2 de 1999 declaró
no probada la excepción de mérito consagrada en el artículo 828 del
Código de Comercio, opuesta por el accionante a la acción cambiaria
instaurada mediante proceso ejecutivo singular iniciado en su contra por el
Banco Industrial Colombiano -hoy Bancolombia-.
1. Hechos

El accionante dentro del escrito de su demanda de tutela, relata los


siguientes hechos:

1. El Banco Industrial Colombiano le inició proceso ejecutivo singular de


menor cuantía, para obtener el pago de un pagaré firmado por él en
calidad de aval.

2. El mandamiento de pago fue debidamente notificado a las partes, por el


Juzgado Tercero Civil Municipal, ante el cual el accionante opuso la
excepción de mérito consagrada en el artículo 828 del Código de
Comercio, que establece que “​la firma de los ciegos no les obligará, sino
cuando haya sido debidamente autenticada ante juez o notario, previa
lectura del respectivo documento de parte del mismo juez o notario.​”
Una vez finalizados los trámites del proceso, el juez de primera instancia
declaró probada la excepción mediante Sentencia de enero 21 de 1999.

3. La Sentencia fue impugnada por el ejecutante, y el juzgado de segunda


instancia, Primero Civil del Circuito de La Dorada, declaró no probada la
excepción y, en su lugar, decidió continuar con la ejecución en contra de
los señores Hoyos Vásquez –accionante- y Chavarro Jiménez.

1. Pretensiones

El demandante solicita el amparo de los derechos invocados y en


consecuencia, que se ordene revocar la sentencia de segunda instancia
proferida por el Juzgado Primero Civil del Circuito de La Dorada y
confirmar la de primera instancia, proferida por el Juzgado Tercero Civil
Municipal de la misma localidad.

II. ACTUACION JUDICIAL

1. Sentencia de Primera Instancia

Si bien el Tribunal Superior del Distrito de Manizales profirió Sentencia el


13 de octubre de 1999, el Banco Industrial Colombiano -actualmente
Bancolombia-, solicitó que se decretara su nulidad, al no haber sido tenido
en cuenta como tercero afectado con la decisión. Así mismo, la impugnó.
Por lo anterior, mediante providencia de octubre 25 de 1999, el Tribunal
anuló su Sentencia y dispuso la renovación de la totalidad del trámite de la
acción, permitiéndole actuar a dicho banco.

Una vez subsanada la nulidad, dicha Corporación, mediante Sentencia de


noviembre 17 de 1999, concedió el amparo del derecho al acceso a la
administración de justicia del accionante y, en consecuencia ordenó al
Juzgado Primero Civil del Circuito que, dentro de las 48 horas siguientes a
la notificación de su decisión, procediera a dictar sentencia nuevamente,
aplicando tanto lo dispuesto en el artículo 784 del Código de Comercio,
como las normas referentes a la firma de los ciegos, contenidas en los
artículos 826, 827 y 828 del mismo ordenamiento.

Después de un recuento de la actuación procesal llevada a cabo por el


juzgado accionado, el Tribunal llegó a la conclusión de que, habiéndose
llevado ésta en legal forma, no se constataba vulneración alguna del
derecho al debido proceso. Por el contrario, encontró violado el derecho de
acceso a la administración de justicia del accionante, pues consideró que el
juez accionado incumplió su deber de interpretar el ordenamiento jurídico
de una manera integral, al no llevar a cabo una aplicación analógica de las
normas referentes a la firma de los ciegos.

2. Impugnación

La apoderada del banco –tercero interviniente- afirmó que la decisión


impugnada mediante la acción de tutela no constituye una vía de hecho
judicial. Aduce que el Tribunal, al conceder el amparo controvirtiendo una
interpretación de la Ley, está desconociendo la autonomía del juez
ordinario dentro de su jurisdicción.

Adicionalmente, alega que no existe ninguna norma que disponga que los
títulos valores cuando sean firmados por un ciego deban estar autenticados.
Agrega que ello implicaría un detrimento de la seguridad jurídica y de la
circulación de los títulos valores. Por el contrario, continúa, éstos se
presumen auténticos en virtud de los principios de autonomía y
legitimación que les son propios.

Afirma también, que no se produjo vulneración del derecho a acceder a la


administración de justicia mediante la decisión del juez, pues este derecho
se refiere a la posibilidad que tienen los individuos de actuar procesalmente
por sí o mediante representante. En este caso, el accionante actuó por sí
mismo dentro del proceso ejecutivo, sólo que la decisión adoptada por el
juez le fue desfavorable.

3. Sentencia de Segunda Instancia

La Corte Suprema de Justicia, mediante Sentencia de enero 20 de 2000


decidió revocar el fallo de primera instancia, denegar el amparo solicitado
por el accionante y en consecuencia dejar sin efecto todas aquellas
decisiones que se hubieren tomado con base en la Sentencia de primera
instancia.

Estableciendo una diferencia entre una providencia sin fundamento jurídico


y aquella en que, aun cuando errada, se apoye en criterios jurídicos, afirma
que, sólo la primera constituye una vía de hecho susceptible de ser atacada
mediante la acción de tutela. El que la decisión sea o no la más adecuada
es un problema que debe decidirse a través de las facultades que el proceso
mismo brinda a las partes, en particular, la de impugnar.

En el presente caso, afirma, el accionado optó por acudir a una


interpretación sistemática de la legislación mercantil que,
independientemente de que otros jueces la compartan, es una “vía de
Derecho”. Por lo tanto, concluye la h. Corporación, la decisión que se
pretende controvertir no es una vía de hecho y, en esa medida, escapa el
ámbito de protección de la acción de tutela.

III. CONSIDERACIONES DE LA SALA

1. Competencia

Por lo dispuesto en los artículos 86 y 241-9 de la Constitución Política,


concordados con los artículos 33, 34 y 35 del Decreto - ley 2591 de 1991,
la Sala tiene competencia para revisar la Sentencia de la referencia.

2. Consideraciones Generales

2.1 Vía de hecho judicial, procedencia de la acción de tutela por


defectos de interpretación y aplicación de la ley
En el presente caso, el accionante alega una vulneración de su derecho al
debido proceso, porque el juzgado accionado no aceptó que el
incumplimiento del procedimiento requerido para la firma de los ciegos,
consagrado en el artículo 828 del Código de Comercio, fuera una excepción
oponible a la acción cambiaria. Fundamentó su determinación de negar la
excepción en una interpretación de la legislación mercantil según la cual
los títulos valores tienen un régimen propio y las excepciones posibles a la
acción cambiaria están establecidas taxativamente en el artículo 784 del
Código de Comercio. Por tal razón, esta Sala considera pertinente referirse
al tema de la procedencia de la acción de tutela para controvertir las
interpretaciones que hagan los jueces ordinarios en sus providencias.

1. En reiterada jurisprudencia esta Corporación ha dicho que la acción de


tutela procede únicamente contra providencias judiciales que carezcan a tal
punto de fundamento jurídico, que puedan ser consideradas verdaderas vías
de hecho judiciales. Ha determinado que, en principio, esta acción no es
procedente para definir la interpretación jurídica más plausible entre
diversas interpretaciones posibles.

“Así, sólo las actuaciones judiciales que realmente contengan una


decisión arbitraria, con evidente, directa e importante repercusión en
el proceso, en perjuicio de los derechos fundamentales, pueden ser
susceptibles de ataque en sede constitucional. No así las decisiones
que estén sustentadas en un determinado criterio jurídico, que pueda
ser admisible a la luz del ordenamiento, o interpretación de las
normas aplicables, pues de lo contrario se estaría atentando contra el
principio de la autonomía judicial. Debe tenerse en consideración que
el juez, al aplicar la ley, ha de fijar el alcance de la misma, es decir,
darle un sentido frente al caso.”

La Corte estableció que el papel que cumple el juez constitucional al analizar


las interpretaciones de los jueces ordinarios sobre normas jurídicas –en este
caso penales-, se limita a verificar que no sean ilógicas. Al respecto afirmó:

“Podría sostenerse que la interpretación del derecho legislado no es


una cuestión que competa a la Corte Constitucional. Ello es cierto. En
principio, quien debe definir el significado y alcance de las
disposiciones que integran el derecho penal – procesal y sustancial –
es la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia. Sin
embargo, en casos como el presente ​la tarea del juez constitucional
no es la de definir si la interpretación dada por el juez penal a una
disposición del derecho legislado, es la mejor posible, sino la de
estudiar si se trata de una interpretación jurídicamente viable. En
otras palabras, ​dado que el juez de tutela no es un juez de
instancia, su labor se contrae a verificar si la interpretación de la
ley presuntamente aplicada al caso concreto, se produjo de una
manera completamente contra evidente o absolutamente
irracional​. Sólo en este evento, la decisión judicial impugnada
constituiría una verdadera vía de hecho judicial, pues se estaría
produciendo al margen del derecho vigente. (resaltado fuera de texto)
Sentencia T-260 de 1999 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz).

2. La seguridad jurídica y la autonomía del juez ordinario son bienes


indispensables para la subsistencia del ordenamiento jurídico y del sistema
democrático que limitan la competencia del juez constitucional para
controvertir las interpretaciones de la ley que hagan los jueces ordinarios en
sus providencias. Sin embargo, esta Corte ha dicho que la ponderación que
se haga cuando se enfrentan bienes como el interés general o la seguridad
jurídica con derechos fundamentales de las personas, debe llevarse a cabo a
partir de las circunstancias particulares del caso. Por tal razón, una
interpretación irracional o una sobreinterpretación que vaya más allá del
sentido posible del mismo texto legal, tomado dentro de su contexto
jurídico, constituye una interpretación ​contra legem,​ que atenta contra la
seguridad jurídica. Aquí encuentra su límite la protección de la autonomía
judicial, consagrada en el artículo 228 de la Carta Política, pues ella está
supeditada a que las decisiones judiciales estén sometidas al imperio de la
ley, conforme lo establece el artículo 230 de nuestro ordenamiento
constitucional.1 La jurisprudencia ha reconocido este límite en los
siguientes términos:

“Los jueces gozan en Colombia de la autonomía funcional consagrada


en el artículo 230 del Estatuto Superior, la misma que aducen los
Magistrados de la Sala de Decisión que profirió la sentencia frente a la
cual otorgaron la tutela los falladores de instancia. Pero, si bien los
jueces, en sus providencias, sólo están sometidos al imperio de la ley,
ésta es límite ineludible de sus actuaciones válidas en todo Estado de
Derecho y, más aún, en un Estado social de Derecho con soberanía
popular como el colombiano, donde la obediencia de los particulares
al ordenamiento se legitima por la participación de los integrantes del

1
Sobre el texto de la ley como límite de la función judicial, ver Sentencias T-175 de 1994 (M.P. Antonio
Barrera Carbonell), C-486 de 1993 (M.P. Eduardo Cifuenes Muñoz), T-146 de 1995 (M.P. Vladimiro
Naranjo Mesa).
Pueblo en la conformación, ejercicio y control del poder político.”
Sentencia T-126 de 1999 (M.P. Carlos Gaviria Díaz).

Adicionalmente, esta contradicción de los textos legales por parte del juez
ordinario puede llegar a comportar una vulneración de los derechos
fundamentales de las personas y, por ello, ser considerada una auténtica vía
de hecho judicial, susceptible de ser analizada y controvertida por el juez
constitucional, en los términos fijados por la jurisprudencia de esta Corte.2

3. Por otra parte, la jurisprudencia de esta Corporación ha aceptado que


una providencia judicial puede constituir una vía de hecho sustancial o
fáctica cuando en ella se aplique una norma claramente inaplicable, o se
desconozcan hechos que estén probados dentro del proceso, en los
siguientes términos:

“La vía de hecho predicable de una determinada acción u omisión de


un juez, no obstante poder ser impugnada como nulidad absoluta, es
una suerte de vicio más radical aún en cuanto que el titular del órgano
se desliga ​por entero del imperio de la ley. Si la jurisdicción y la
consiguiente atribución de poder a los diferentes jueces, se hace con
miras a la aplicación del derecho a las situaciones concretas y a través
de los cauces que la ley determina, una modalidad de ejercicio de esta
potestad que discurra ostensiblemente al margen de la ley, de los
hechos que resulten probados o con abierta preterición de los trámites
y procedimientos establecidos, no podrá imputarse al órgano ni sus
resultados tomarse como vinculantes, habida cuenta de la
"malversación" de la competencia y de la manifiesta actuación ​ultra o
extra vires​ de su titular.”

“Si este comportamiento - abultadamente deformado respecto del


postulado en la norma - se traduce en la utilización de un poder
concedido al juez por el ordenamiento para un fin no previsto en la
disposición (defecto sustantivo), o en el ejercicio de la atribución por
un órgano que no es su titular (defecto orgánico), o en la aplicación
del derecho sin contar con el apoyo de los hechos determinantes del
supuesto legal (defecto fáctico), o en la actuación por fuera del
procedimiento establecido (defecto procedimental), esta sustancial
2
Sobre la posibilidad de controvertir interpretaciones judiciales que resulten contrarias a la Constitución,
ver Sentencia T-001 de 1999 (M.P. José Gregorio Hernández Galindo). En esta Sentencia se aceptó la
procedencia de la acción de tutela en los casos en que la interpretación que el juez haga de una norma
resulte contraria a un criterio hermenéutico mandado por la Constitución. En este mismo sentido,
Sentencia T-1017 de 1999 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz).
carencia de poder o de desviación del otorgado por la ley, como
reveladores de una manifiesta desconexión entre la voluntad del
ordenamiento y la del funcionario judicial, aparejará su descalificación
como acto judicial.”

“4.2 El acto judicial que en ​grado absoluto exhiba alguno de los


defectos mencionados, atenta contra la ​pax publica y por fuerza se
convierte en socialmente recusable. El juez que lo expidió,
desconociendo los presupuestos objetivos y teleológicos del
ordenamiento, pierde legitimación - en cierto sentido, se "desapodera"
en virtud de su propia voluntad - y no puede pretender que la potestad
judicial brinde amparo a su actuación o le sirva de cobertura. El
principio de independencia judicial no se agota en vedar injerencias
extrañas a la función judicial, de manera que ella se pueda desempeñar
con autonomía, objetividad e imparcialidad; alude, también, a la
necesaria relación de obediencia que en todo momento debe observar
el juez frente al ordenamiento jurídico, el cual constituye, como lo
expresa la Constitución, la fuente de sus poderes y su única
servidumbre.”

“El Juez que incurra en una vía de hecho, no puede esperar que al
socaire de la independencia judicial, sus actos u omisiones,
permanezcan incólumes. En este evento en el que se rompe de manera
incontestable el hilo de la juridicidad, los jueces de tutela están
excepcionalmente llamados a restaurar esa fidelidad a la ley de la que
ningún juez puede liberarse sin abjurar de su misión. Solo en este
caso, que por lo tanto exige la mayor ponderación y la aplicación de
los criterios de procedencia más estrictos, es dable que un juez
examine la acción u omisión de otro.” Sentencia T-231 de 1994 (M.P.
Eduardo Cifuentes Muñoz)

En una oportunidad más reciente, la Corte sostuvo:

“(…) la Corte ha identificado al menos cuatro formas que puede


adoptar la vía de hecho judicial, que son: la vía de hecho por defecto
sustantivo, por defecto fáctico, orgánico o procedimental. ​El defecto
sustantivo se configura cuando la decisión judicial se apoya en una
norma evidentemente inaplicable al caso concreto, bien sea por
que ha sido derogada, porque ella o su aplicación al caso concreto
es inconstitucional o, porque, a pesar de estar vigente y ser
constitucional, no se adecua a la circunstancia fáctica a la cual se
ha aplicado. Se presenta un defecto fáctico cuando el material
probatorio necesario para adoptar la decisión resulta inadecuado,
por ser inepto jurídica o fácticamente o, por ser insuficiente​. Los
defectos orgánicos se derivan de la evidente falta de competencia de
quien profiere la decisión y, los defectos procedimentales, de una
desviación radical de las formas y rituales del proceso que implique
una vulneración de los derechos fundamentales de alguna de las
partes.” Sentencia T-784 de 2000 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa).

A su vez, refiriéndose a la necesidad tener en cuenta los hechos probados


en el proceso, indicó que:

“La prueba, examinada por el juez en todos sus aspectos, escudriñada


en cuanto a su validez e idoneidad, comparada y medida en su valor
frente a las demás que obran en el plenario, sopesada en cuanto a su
relación con los hechos materia de litigio y con las normas generales y
abstractas que corresponde aplicar en el caso, complementada con
aquellas adicionales que el juez estime necesarias para llegar a una
auténtica convicción sobre la verdad y, en fin, evaluada, analizada y
criticada a la luz del Derecho y con miras a la realización de la
justicia, es elemento esencial de la sentencia, supuesto necesario de las
conclusiones en ella consignadas y base imprescindible para reconocer
en el fallo la objetividad y la imparcialidad de quien lo profiere.”

“La práctica de todas las pruebas que sean menester para ilustrar el
criterio del juez y su pleno conocimiento, ponderación y estudio, así
como las posibilidades ciertas de objetarlas, contradecirlas y
completarlas en el curso del trámite procesal, son elementos
inherentes al derecho de defensa y constituyen garantía de la
idoneidad del proceso para cumplir las finalidades que le han sido
señaladas en el Estado Social de Derecho.”

“De allí resulta, sin duda, que los defectos del análisis probatorio, o la
ausencia total del mismo, no menos que la falta de relación entre lo
probado y lo decidido, vulneran de manera ostensible el debido
proceso y constituyen irregularidades de tal magnitud que representan
vías de hecho. Tal expresión encaja en los indicados supuestos como
ninguna otra, ya que el fallador que se aparta del material probatorio,
que no lo evalúa en su integridad, o que lo ignora, plasma en su
sentencia su propia voluntad y no la de la justicia ni la de la ley.
Decide de facto y quebranta, en consecuencia, los fundamentos
esenciales del orden jurídico.” Sentencia T-100 de 1998 (M.P. José
Gregorio Hernández Galindo).
4. La aplicación de la ley o ​adjudication e​ s un proceso complejo y, si bien
en sus diversas fases está comprometida la interpretación de la ley, el
análisis que hace el juez no se limita a los textos jurídicos. Antes de
interpretar propiamente las normas, el juez debe seleccionar las
disposiciones aplicables, entre la gama de posibilidades que le da el
ordenamiento jurídico. Para esto necesita tener conocimiento del “estado
de cosas” del caso, el cual, a su vez, está mediado por la interpretación que
haga de las pruebas practicadas dentro del proceso. La aplicación de la ley,
entonces, requiere que el juez interprete tanto la situación de hecho, a partir
de las pruebas y de las máximas de la experiencia, como las normas
jurídicas que pretende aplicar, para poderlas relacionar entre sí, atribuyendo
las disposiciones que mejor se adecuen a la comprensión que tenga de los
hechos.

5. Lógicamente, el proceso de selección de las normas aplicables requiere


un conocimiento del ordenamiento jurídico y, por lo tanto, es indispensable
que el juez lleve a cabo, previamente, una interpretación del mismo. Sin
embargo, la aplicación de la ley no se agota con el descubrimiento de los
sentidos posibles de las normas. Es un proceso dialéctico mediante el cual
se atribuye un sentido normativo a la comprensión que se tenga de una
determinada situación de hecho. La importancia de que se lleve a cabo
adecuadamente tal procedimiento es evidente en materia penal, en donde la
exclusión de una circunstancia determinada puede resultar en la incorrecta
tipificación de una conducta y, por ello, en una disminución o agravación
de la pena respectiva, e incluso, en casos aun más dramáticos, en la sanción
de una conducta claramente atípica o en la absolución del sindicado, a
pesar de que haya realizado una conducta punible. Como se ve, el
desconocimiento de los hechos o de las diversas premisas fácticas
contenidas en las normas conduce que se desdibuje su sentido y a que
pierdan su eficacia.

1. Si el juez no considera todos los elementos de hecho relevantes para


poderlos relacionar con la comprensión que tiene de las normas, no sólo se
vicia esta última etapa interpretativa, se destruye por completo la
juridicidad de la decisión judicial, como resultado que es de la actividad de
atribuir unas normas a determinados hechos. Adicionalmente, se lesiona el
Derecho, pues se impide que cumpla su función como instrumento de
regulación social.
Si bien las cuestiones sobre la interpretación del texto de la ley deben
ventilarse dentro de las oportunidades procesales propias de la jurisdicción
ordinaria, la aplicación incorrecta de la misma constituye un defecto grave
que abarca en su conjunto todo el proceso de análisis llevado a cabo por el
juez y que, por lo mismo, hace que su decisión, como resultado de dicho
proceso, sea susceptible de ser calificada una vía de hecho judicial. Como
ya se dijo, esta diferencia ha sido reconocida por la jurisprudencia de esta
Corporación que, si bien ha establecido que en principio la acción de tutela
es improcedente para controvertir la interpretación razonable que el juez
haga de las normas jurídicas, ha definido que la vía de hecho judicial puede
resultar de la aplicación de una norma claramente inaplicable a una
situación de hecho –vía de hecho sustancial- o del desconocimiento de
hechos que sean determinantes en la decisión –vía de hecho fáctica-.

2.2 El derecho a la igualdad material y el deber de protección de las


personas en situación de debilidad manifiesta

7. El derecho a la igualdad, consagrado en el artículo 13 de la


Constitución, trasciende la concepción formal tradicional, que parte del
presupuesto de una igualdad de hecho entre las personas, adquiriendo
materialidad, al reconocer sus diferencias y pretendiendo, a partir de esta
hipótesis, situarlas en un plano de igualdad real, mediante acciones
positivas del Estado. Para que la actuación de éste sea efectiva, es
indispensable que los jueces y en general todos los operadores jurídicos
sean conscientes de los deberes que les impone la nueva concepción
constitucional de la igualdad, pues a pesar de estar consagrados en normas
jurídicas, los mecanismos que propugnan por una igualdad real serían
inútiles si los operadores jurídicos les restan eficacia no aplicándolos.
Estos mecanismos, cuya finalidad es lograr una transformación social,
requieren que los jueces asuman un papel más activo que cuando se trata de
preservar un estado de cosas existente, pues a aquel objetivo se enfrentan la
inercia de situaciones predeterminadas, que en ocasiones además han sido
ignoradas y hasta justificadas por costumbres jurídicas pasivas y
formalistas. Por ello, para realizar el principio de igualdad, los operadores
jurídicos no pueden limitarse a hacer un análisis solipsista de las normas,
desconsiderando las circunstancias particulares de las situaciones a las
cuales las van a atribuir. Al contrario, están obligados a incorporar
aquellos criterios legales de diferenciación, que permitan una distribución
más equitativa de los beneficios, cargas y oportunidades entre las personas.
La jurisprudencia, refiriéndose a la igualdad como principio, sintetiza el
problema al afirmar que:
“El principio de la igualdad se traduce en el derecho a que no se
instauren o reconozcan excepciones o privilegios que excluyan a unos
individuos de lo que se concede a otros en idénticas circunstancias; de
donde se sigue necesariamente, que ​la real y efectiva igualdad
consiste en aplicar la ley en cada uno de las hipótesis fácticas,
según las diferencias plasmadas en ellas​.”

“​El principio de la igualdad material exige precisamente el


reconocimiento de la variada gama de desigualdades que
necesariamente se presentan entre los hombres en lo biológico,
económico, social, cultural, etc​., dimensiones todas éstas que, en
justicia, deben ser relevantes para el derecho, el cual al evaluarlas se
encamina a diseñar la normatividad que razonablemente haga realidad
la igualdad, aún cuando situaciones disimiles deben tener un trato
diferenciado.” (resaltado fuera de texto original) Sentencia T-643 de
1998 (M.P. Antonio Barrera Carbonell).

8. El reconocimiento de la desigualdad de hecho como factor de inequidad


en la distribución de cargas y beneficios entre las personas y como
limitante de las oportunidades de desarrollo personal impone a las
autoridades, dentro de un Estado social de derecho, la obligación de ser
particularmente activos para asegurar que la igualdad entre las personas sea
real y para proteger “​especialmente a aquellas personas que por su
condición económica, física o mental, se encuentren en circunstancia de
debilidad manifiesta” (art. 13 C.P.).3 Este fin estatal justifica un trato
diferenciado a las personas, siempre y cuando la diferenciación se dirija de
manera razonable a corregir las desigualdades.

9. El anterior objetivo constitucional comporta dos obligaciones para las


autoridades estatales, por un lado, la de crear los mecanismos legales para
realizar la igualdad, pero además, como se dijo antes, se trata de
mecanismos de transformación social y por lo tanto, lógicamente, debe
dotárselos de eficacia suficiente. Esta no siempre resulta posible, cuando
implica erogaciones sobre recursos limitados del Estado,4 pero, por ello
mismo, en aras de lograr tal objetivo social, la protección de las personas
en estado de indefensión o debilidad se impone con mayor fuerza como
deber de las autoridades, en los casos en que para ello no se requiera una
determinada disponibilidad de recursos.

3
Sobre los deberes del Estado para lograr que la igualdad sea real y efectiva, consultar entre otras,
Sentencias C-021 de 1993, C-410 de 1994, C-530 de 1993, T-530 de 1995, T-518 de 1998.
4
Ver Sentencia T-620 de 1999 (M.P. Alejandro Martínez Caballero).
10. En general, la discriminación de que han sido objeto las personas que
se encuentran en situaciones de debilidad manifiesta debido a su condición
física o mental no ha sido consecuencia del odio o de actos de agresión por
parte de otros grupos. Más bien ha resultado de la falta de comprensión y
consideración que la sociedad y el Estado han tenido respecto de su
situación. Estas no han tomado las medidas adecuadas para corresponder a
las necesidades particulares de tales individuos, lo cual trae como
consecuencia su exclusión del entorno social, impidiéndoles desarrollarse
como seres útiles a la comunidad. Al respecto, esta Corporación ha
anotado:

“6. Tal como ha ocurrido con otros grupos sociales, los discapacitados
han sido objeto constante de marginación social a través de los siglos.
La discriminación contra los discapacitados presenta, sin embargo,
características que le son propias y que no se observan en otros casos.
Por un lado, porque el sector de los discapacitados ha sido durante
largos períodos una minoría oculta o invisible, en la medida en que en
muchas ocasiones las personas afectadas por discapacidades fueron
internadas en instituciones o mantenidas por fuera del ámbito de la
vida pública. De otra parte, porque la minoría de los discapacitados es
tan heterogénea como disímiles son las limitaciones que pueden
causar las múltiples formas en que se manifiestan las discapacidades.
Y finalmente, porque la discriminación contra los discapacitados
frecuentemente es ajena al alto grado de hostilidad, odio e
irracionalidad que acompaña otras formas de discriminación, tal como
la que causa la segregación racial. En efecto, en muchos casos la
discriminación contra los discapacitados no tiene origen en
sentimientos de animadversión, y recibe una justificación con la
limitación física o mental que presenta la persona afectada - claro está,
haciendo caso omiso de las condiciones especiales de cada
discapacidad y de los diferentes grados de limitación que ellas pueden
generar. De esta manera, la marginación de los discapacitados
frecuentemente no está acompañada de hostilidad, sino que es más
bien producto de ignorancia, de prejuicios, de simple negligencia, de
lástima, de vergüenza o de la incomodidad que genera el encuentro
con personas diferentes.” Sentencia T-207 de 1999 (M.P. Eduardo
Cifuentes Muñoz).

El Caso Concreto
En el presente caso, el accionante considera vulnerado su derecho al debido
proceso, por cuanto el juez de segunda instancia en el proceso ejecutivo
seguido contra él como avalista de un título valor, declaró “no probada” la
excepción opuesta, fundada en el incumplimiento de lo dispuesto en el
artículo 828 del Código de Comercio. En sentir del juez accionado, dicho
artículo no es oponible como excepción a la acción cambiaria, por dos
motivos principales: en primer lugar, no está consagrado expresamente
dentro del listado taxativo de excepciones contenidas en el artículo 784 del
Código de Comercio y, en segundo lugar, por cuanto el artículo 828 se
encuentra ubicado dentro de la parte del Código que regula las obligaciones
y contratos mercantiles, normas que, en su sentir, no son aplicables a los
títulos valores.

1. Antes de entrar a resolver la materia objeto de la presente revisión, es


necesario constatar que el accionante no cuente con otros medios de
defensa idóneos.

Como se ve, el presente es un proceso ejecutivo singular de menor cuantía,


lo cual lleva a que sea improcedente el recurso de casación, de conformidad
con lo establecido en el artículo 366 del Código de Procedimiento Civil,
modificado por la Ley 592 de 2000. Tampoco procedería el recurso de
revisión, por cuanto el presente caso no se encuentra dentro de los
presupuestos establecidos en el artículo 380 del estatuto procesal.

Por lo anterior, es necesario concluir que, en principio, no procede ningún


recurso o acción idóneos contra la providencia judicial que se pretende
atacar mediante la acción de tutela.

12. En cuanto a la materia objeto de estudio en la tutela que se revisa, debe


esta Sala determinar si el problema ha de ser analizado como uno de
interpretación de normas, o si abarca todo el proceso de su aplicación. Si
se enfoca como de “mera interpretación” de normas, en particular, del
artículo 784 del Código de Comercio, que consagra las excepciones a la
acción cambiaria, el problema consistiría en saber si a la luz de su
literalidad es posible incluir dentro de tales excepciones, el incumplimiento
a lo dispuesto en el artículo 828 del mismo ordenamiento. Si se enfoca
como de aplicación de normas, en particular del artículo 828 del mismo
ordenamiento, que establece que la firma de los ciegos los obligará
únicamente en tanto se cumpla un procedimiento de lectura del documento
y autenticación, el problema consistirá en saber si la hipótesis contenida en
dicha norma cabe dentro de las situaciones susceptibles de oponerse a la
acción cambiaria. Aunque el problema planteado se relaciona con la
interpretación que hizo el juez del artículo 784, también se refiere a si, por
vía de tal interpretación, cabe aplicar el artículo 828 del estatuto mercantil.
Sin embargo, trasciende las cuestiones de interpretación de normas y está
directamente relacionado con la consideración que se tuvo para con los
hechos del caso, pues la interpretación y la selección de las normas
aplicables están determinadas a su vez, por la cuestión de si el juez de
segunda instancia estaba obligado a tener en cuenta que el ejecutado es
invidente. Ello le agrega un elemento fáctico al problema, que lleva a la
conclusión de que el asunto a resolver versa sobre todo el proceso de
aplicación de la Ley.

13. Teniendo en cuenta las anteriores consideraciones, entra la Sala a


determinar la razonabilidad de la aplicación de la ley mercantil llevada a
cabo por el juez accionado. Para ello, es necesario indagar acerca de las
consecuencias que conlleva la interpretación según la cual el artículo 828
del Código de Comercio no es aplicable a los títulos valores. Dicha norma
establece:

“Artículo 828. Firma de los ciegos. La firma de los ciegos no les


obligará sin cuando haya sido debidamente autenticada ante el juez o
ante notario, previa lectura del respectivo documento de parte del
mismo juez o notario”

En el análisis que se debe llevar a cabo para determinar la razonabilidad de


la aplicación de la ley que efectuó el juez ordinario, es necesario considerar
determinadas características de los títulos valores, a partir de las normas
que los regulan, entendiendo el significado de un determinado texto dentro
del contexto jurídico en el cual se encuentra ubicado. Los artículos 619,
620 y 621 del estatuto mercantil disponen:

“Artículo 619. Los títulos valores son documentos necesarios para


legitimar el ejercicio del d​ erecho literal y autónomo que en ellos se
incorpora​. (…)”

“Artículo 620. Los documentos y los actos a que se refiere este título
sólo producirán los efectos en él previstos cuando contengan las
menciones y llenen los requisitos que la ley señale​, salvo que ella los
presuma.”
“(…)”

“Artículo 621. Además de lo dispuesto para cada título valor en


particular, los títulos valores deberán llenar los requisitos siguientes:
1. La mención del derecho que en el título se incorpora, y
2. La firma de quien lo crea
La firma podrá sustituirse, bajo responsabilidad del creador del
título, por un signo o contraseña que puede ser mecánicamente
impuesto.
(subraya la Sala)

De esta forma se ve cómo la falta de los requisitos de ley, entre ellos la


firma, generará la ineficacia del título, por cuanto, además, este requisito no
es de los que la ley presume, como puede serlo la fecha o el lugar de
creación del título. Adicionalmente, la exigencia de este requisito se da en
virtud del principio de autonomía por pasiva de los títulos valores,
consagrado en el artículo 627 del Código de Comercio, que afirma que
“Todo suscriptor de un título valor se obligará autónomamente” y que, en
el caso del avalista, como lo es el accionante, se extiende hasta el punto de
obligarlo con independencia de la validez de la obligación del avalado (art.
636 del C. de Co.). Por lo tanto, cabe preguntarse, si la firma del título es
un requisito de eficacia y, en el caso de los ciegos ella requiere para
obligarlos ser autenticada ante un juez o notario, previa lectura del
documento, y si, además, la falta de los requisitos del título es una
excepción oponible a la acción cambiaria, ¿es razonable afirmar que la falta
de autenticación y lectura previa en el caso de un ciego no implica la falta
de uno de los requisitos del título, oponible como excepción a la acción
cambiaria?

14. Por otra parte, según el principio de literalidad de los títulos valores,
quienes los firman, quedan obligados por su texto (art. 626 del C. de Co.),
lo cual se debe a que los derechos se incorporan al documento, con un alto
grado de prescindencia de la relación causal que les dio origen. Mientras
que en general las obligaciones son independientes de la manera como se
manifiesten, en los títulos valores la manifestación constituye en sí misma
la obligación.

15. En virtud de los anteriores principios, la firma en un título valor


adquiere una fuerza vinculante autónoma e inmediata. Por lo tanto, debe
esta Sala preguntarse además, ¿es razonable excluir a los ciegos de la
posibilidad de alegar como excepción el incumplimiento del artículo 828
respecto de las obligaciones consagradas en los títulos valores, en las cuales
la firma obliga de manera autónoma e inmediata, cuando tal circunstancia
es oponible a las obligaciones mercantiles en general, en las cuales la firma
no tiene esas características?
Como se mencionó antes, el juez accionado adujo dos razones para excluir
la inaplicación del artículo 828 de las excepciones posibles a la acción
cambiaria. En primer lugar, la autonomía del régimen de los títulos
valores, respecto del resto del ordenamiento mercantil. Afirmó lo
siguiente:

“Para nada, las normas de este capítulo (el que regula las
generalidades de las obligaciones comerciales), tienen que ver con el
régimen sobre títulos valores. La aplicación que la funcionaria de
instancia hizo de la norma carece de explicación alguna. No se sabe
si se aplicó por extensión, remisión, analogía, integración normativa o
qué otro sistema de aplicación material del derecho.”

“La materia a que dicha norma se refiere (art. 828 del C. de Co.) tiene
que ver de manera específica en los contratos y obligaciones
mercantiles.”

“No son aplicables a los contratos y obligaciones mercantiles las


normas atinentes a los títulos valores, como, contrario sensu, no son
aplicables a los títulos valores las normas relativas a los contratos y
obligaciones mercantiles.”

La segunda razón que adujo fue la taxatividad de las excepciones


consagradas en el art. 784 del C. de Co. Su argumento tiene el siguiente
tenor literal:

“Fuera de este contexto valdrá recordar que contra el pagaré No. 1590
del Banco Industrial Colombiano sólo cabían las excepciones del art.
784 del Código de Comercio, claramente definidas como excepciones
contra la acción cambiaria; que dichas excepciones son nominales y
taxativas y que por ninguna parte aparece que el demandado hubiese
propuesto alguna de ellas, causa o excausa, cartular o extracartular.”

16. El análisis del presente asunto debe hacerse a partir de consideraciones


de dos tipos distintos. Como primera medida, la razonabilidad de la
exclusión se debe mirar desde la perspectiva del ordenamiento mercantil
como régimen autónomo, porque si la interpretación que hizo el juez
contradice el sentido posible de sus normas y conduce a que se apliquen de
forma incorrecta, ello desvirtuaría su juridicidad.5 Como segunda medida,

5
Ver Sentencia T-320 de 1993 (M.P. Carlos Gaviria Díaz), en la cual se afirma que el desconocimiento
del texto de la Ley por parte del juez acarrea una vulneración del derecho de las partes al acceso a la
la interpretación y aplicación de la ley comercial por parte del juez debe
analizarse en cuanto a su relación con los valores, derechos, principios y
obligaciones que hacen parte del ordenamiento constitucional, para
determinar si existe una contradicción evidente entre ellos que la haga
susceptible de ser desvirtuada mediante la acción de tutela. Así, un análisis
del significado que deben tener las palabras dentro del contexto jurídico al
cual pertenecen requiere, por supuesto, debe hacerse teniendo en cuenta su
posición jerárquica dentro del ordenamiento jurídico.

17. En torno al argumento del juez accionado en cuanto a la autonomía del


régimen de los títulos valores, es necesario indagar cuál es su real alcance.
Cabe resaltar al respecto, que la regulación de los títulos valores está
contenida en el título III del libro tercero del Código de Comercio, que se
refiere a los bienes mercantiles. Esto significa que, aunque es indudable
que para ciertos efectos se los debe distinguir de los demás bienes
mercantiles, hacen parte de éstos y, como tales, se les aplican las normas
generales relativas a los asuntos de comercio, de conformidad con lo
establecido en el artículo 1º de tal estatuto. La aplicación de las normas
generales sobre obligaciones y contratos mercantiles no se lleva a cabo por
virtud de una interpretación analógica, lo que sucede es que la suscripción
de títulos valores es una actividad mercantil y, por lo tanto, se le aplican las
normas de tal régimen siempre y cuando no sean contrarias a las normas
especiales de los títulos valores. Esto conduce necesariamente al problema
de si la taxatividad de las excepciones a la acción cambiaria las hace
incompatibles con el artículo 828, según lo afirmó el juzgado accionado.

El artículo 784 del Código de Comercio establece:

“Artículo 784. ​Contra la acción cambiaria sólo podrán oponerse las


siguientes excepciones:​
1. Las que se funden en no haber sido el demandado quien suscribió el
título;
2. La incapacidad del demandado al suscribir el título;
3. Las de falta de representación o poder bastante de quien haya suscrito
el título a nombre del demandado;
4. Las fundadas en la omisión de los requisitos que el título deba
contener y que la ley no supla expresamente;
5. La alteración del texto del título, sin perjuicio de lo dispuesto respecto
de los signatarios posteriores a la alteración;
6. Las relativas a la no negociabilidad del título;

administración de justicia, independientemente del derecho litigioso, en los casos en que la ley le ordena
impartir justicia.
7. Las que se funden en quitas o en pago total o parcial, siempre que
consten en el título;
8. Las que se funden en la consignación del importe del título conforme a
la ley o en el depósito del mismo importe hecho en los términos de este
título;
9. Las que se funden en la cancelación judicial del título o en orden
judicial de suspender su pago, proferida como se prevé en este título;
10. Las de prescripción o caducidad, y las que se basen en la falta de
requisitos necesarios para el ejercicio de la acción;
11. Las que se deriven en la falta de entrega del título o de la entrega sin la
intención de hacerlo negociable, contra quien no sea tenedor de buena
fe;
12. Las derivadas del negocio jurídico que dio origen a la creación o
transferencia del título, contra el demandante que haya sido parte en el
respectivo negocio o contra cualquier otro demandante que no sea
tenedor de buena fe exenta de culpa, y
13. Las demás personales que pudiere oponer el demandado contra el
actor.
(resalta la Sala)

Se observa que, si bien la redacción del encabezado del artículo 784 indica
el carácter taxativo de las excepciones, por otra parte, en general, están
enunciadas de manera abierta como categorías, por lo cual, en la mayoría
de ellas se encuadran una multiplicidad de supuestos fácticos. Para el
presente caso es particularmente importante la excepción contenida en el
numeral 4º, en la medida en que, como se dijo anteriormente, la firma es
uno de los requisitos que el título valor debe contener y que la ley no suple
expresamente.

18. Sin duda este problema tiene una relevancia constitucional, que hace
imposible resolverlo desconectándolo de la consagración que la Carta hace
del derecho al debido proceso.6 Particularmente, la decisión del juez de
accionado debe ser vista a partir de la razonabilidad de las limitaciones que
puede éste imponer al ejercicio del derecho de defensa de las personas
invidentes al aplicar la ley. En esa medida, debe el juez de tutela indagar si
se produjo una vulneración del núcleo esencial del derecho fundamental a
la defensa, impidiendo su ejercicio en condiciones de igualdad material con
las personas videntes, mediante la aplicación de “la ley en cada una de las
hipótesis fácticas, según las diferencias plasmadas en ellas”7.

6
Ver Sentencia C-486 de 1993 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz), respecto del papel de la Constitución
dentro de la función de aplicación de la Ley que hace el juez ordinario.
7
Ver Sentencia T-643 de 1998 (M.P. Antonio Barrera Carbonell).
19. La jurisprudencia reiterada de esta Corporación ha establecido que se
vulnera el núcleo esencial de un derecho cuando se impide su ejercicio, se
limita más allá de lo razonable o se lo despoja de la protección necesaria.
El razonamiento ha sido el siguiente:

“22. En el proceso de determinación de lo que constituye el núcleo


esencial de un derecho fundamental, el juzgador dispone de técnicas
jurídicas complementarias. Visto desde la perspectiva de los derechos
subjetivos, el contenido esencial de un derecho fundamental consiste
en aquellas facultades o posibilidades de actuación necesarias para
que el derecho sea reconocible como pertinente al tipo descrito y sin
las cuales dejaría de adscribirse a ese tipo, desnaturalizándose. Por
otra parte, la jurisprudencia de intereses ha diseñado una fórmula
según la cual el núcleo esencial del derecho fundamental es aquella
parte de su contenido que es absolutamente necesaria para que los
intereses jurídicamente protegibles, que dan vida al derecho, resulten
real, concreta y efectivamente protegidos. De este modo, ​se rebasa o
se desconoce el contenido esencial cuando el derecho queda
sometido a limitaciones que lo hacen impracticable, lo dificultan
más allá de lo razonable o lo despojan de la necesaria protección​.”

Más adelante, en la misma Sentencia, la Corte afirmó:

“Combinación de métodos”

“23. Tanto la caracterización de las facultades inherentes a un derecho


particular, como la determinación de los intereses jurídicamente
protegidos, son caminos de indagación que deben converger para
establecer el ámbito medular de un derecho fundamental cuyo respeto
debe así quedar plenamente asegurado y protegido en el Estado social
y democrático de derecho.” (resaltado fuera de texto) Sentencia T-426
de 1992 (M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz).

En jurisprudencia más reciente, se ha pronunciado sobre la oportunidad de


aplicación de cada uno de los dos métodos o teorías sobre el núcleo
esencial:

“De tal modo, en la anterior Sentencia se conjugan las dos


principales tesis sobre el núcleo esencial, que han sido establecidas
jurisprudencial y doctrinariamente. Por una parte, al referirse al
desconocimiento del núcleo esencial como la limitación que ​lo hace
impracticable o lo despoja de su necesaria protección​, la
jurisprudencia acude a la llamada “​teoría absoluta​”, que establece
que ​cada derecho tiene un contenido duro e intangible que no es
susceptible de ponderación y​, por otra parte, al establecer que se
desconoce el núcleo esencial de un derecho ​cuando se lo dificulta
“más allá de lo razonable”​, acoge la “​teoría de la ponderación​”,
que no es más que una aplicación del criterio de proporcionalidad
según la cual ​el núcleo esencial de los derechos fundamentales es la
proporción de su contenido que permanece, una vez hecha la
ponderación frente a los bienes jurídicos ante los cuales está
enfrentado en un caso determinado​.8” (resaltado fuera de texto)
Sentencia T-784 de 2000 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa).

20. Si se acepta la interpretación según la cual la omisión de surtir el


trámite del artículo 828 del Código de Comercio no es una circunstancia
oponible a la acción cambiaria, se impediría el ejercicio del derecho de
defensa de las personas invidentes en condiciones de igualdad con quienes
tienen el sentido de la vista. En efecto, los ciegos carecerían de la
posibilidad de alegar una circunstancia física personal que los diferencia de
las otras personas. Esta restricción del derecho a la defensa tiene además,
el efecto de limitar el ejercicio de otros derechos, pues se verían limitadas
sus posibilidades de llevar a cabo una actividad comercial con seguridad.
Quedarían, de aceptarse dicha hipótesis, a la merced incierta de otras
personas o, en su defecto, en una situación de incertidumbre cada vez que
firman documentos, ante la posibilidad de estar suscribiendo títulos valores
sin saberlo. La situación de inseguridad y de indefensión a la que conduce
la interpretación que hizo el juez accionado del artículo 784 del estatuto
mercantil, hace que ésta carezca por completo de sustento jurídico
razonable y por el contrario, constituye una vulneración del derecho de
defensa del accionante.

21. En virtud de lo anterior, debe esta Sala concluir que se vulneró el


núcleo esencial del derecho a la igualdad material del accionante, pues,
como lo afirma el magistrado Nicolás Bechara Simancas en su salvamento
de voto a la decisión de tutela que se revisa, se desconoció su condición de
invidente, la cual estaba plenamente probada dentro del proceso. Esto
reviste aun mayor gravedad si se tiene en cuenta que ninguna de las
pruebas que obran dentro del proceso ejecutivo indica que el accionante
haya prestado su consentimiento para firmar el título valor No. 1590, con

8
Cf. Alexy, Robert; ​Teoría de los Derechos Fundamentales​, Centro de Estudios Constitucionales,
Madrid, 1993, pp. 288ss.
espacios en blanco, a favor del Banco Industrial Colombiano –hoy
Bancolombia-.

22. Tampoco es atendible el argumento esgrimido por Bancolombia como


tercero interviniente, quien afirma que el cumplimiento del requisito
contenido en el artículo 828 del C. de Co., en materia de títulos valores,
implica un detrimento de la seguridad jurídica, en la medida en que ésta se
debe entender en concordancia con la protección especial que el Estado y
los particulares están obligados a dar a quienes por su condición física, se
encuentren en circunstancias de debilidad manifiesta. Por el contrario,
como ya lo afirmó la Sala, la interpretación según la cual el artículo 828 no
tiene cabida dentro del régimen de los títulos valores constituye un factor
de inseguridad jurídica, tanto para las personas invidentes, como para los
posibles tenedores de títulos firmados por ellos. Lo que eventualmente sí
se puede limitar al dar cumplimiento al artículo 828 en materia de títulos
valores, es el principio de circulación de los títulos firmados por los ciegos,
sin embargo, esta restricción está plenamente justificada precisamente en
virtud de la seguridad jurídica y de la protección especial de los ciegos.
Como lo dijo en reciente oportunidad la Sala Plena de la Corte al decidir
una demanda de inconstitucionalidad fundada en el cargo según el cual el
artículo 828 imponía limitaciones excesivas a la autonomía y a la libertad
para ejercer el comercio, estableció:

“Las normas demandadas -artículos 828 del Decreto 410 de 1971 y 70


del Decreto 960 de 1970- se inscriben y desarrollan dentro del marco
general establecido por el derecho con el propósito de dotar de
validez a los actos celebrados entre particulares, encaminados a crear
derechos y obligaciones que permitan el intercambio de bienes y
servicios, y garanticen la seguridad en el tráfico jurídico9. En dichas
disposiciones se hace alusión a un grupo de personas -los invidentes-
que, a juicio del legislador, amerita un tratamiento particular con la
finalidad de proteger sus derechos ​individuales y lograr la
estabilidad de un sistema normativo que depende de la certeza y
rectitud con que se exprese -y cumpla- la palabra empeñada​.”

“​Si bien en el seno de una comunidad democrática, tributaria de


principios fundamentales como los de la ​libre determinación ​y la
autonomía de la voluntad​, cualquier limitación del individuo, bien
si se expresa tras la sutil máscara del paternalismo o a través de

9
El artículo 828 hace parte del Título I -De las Obligaciones en General- del Libro Cuarto del Código de
Comercio, dedicado a los Contratos y Obligaciones Mercantiles. Por su parte, el Decreto 960 de 1970 -al
que pertenece el artículo 70 demandado- consagra el Estatuto del Notariado.
la simple arbitrariedad, resulta contraria a la naturaleza misma
de una organización política, hay ocasiones en las que la presencia
real de factores de desigualdad exigen -como ha quedado dicho-
la concreción de mecanismos que reduzcan la disparidad y hagan
posible el ejercicio cabal de las prerrogativas concedidas por la
Constitución a todos los ciudadanos​.”

“En el presente caso nos encontramos justamente frente a una de esas


situaciones en las que se busca promover la igualdad real y efectiva
respecto de un sector de la población que por sus condiciones físicas
se encuentra en desventaja respecto del resto de la comunidad; la
medida con que se pretende reducir la disparidad de hecho se
encamina, entonces, antes que a crear un trato discriminatorio, a
compensar las cargas y a proteger los derechos de sujetos a quienes se
les reconoce plena capacidad jurídica. ​El tipo de prácticas que
identifican la tradición jurídica nacional, dentro de las cuales
resulta evidente el apego al formalismo y la preferencia por las
solemnidades escritas a la hora de perfeccionar los negocios
relevantes para el derecho, se convierte en fuente de latente riesgo
respecto de aquellas personas que no cuentan con todas sus
capacidades sensoriales -​v.gr. invidentes, sordomudos, etc.-. Ahora
bien: el hecho de que se trate de prácticas inveteradas sobre las que se
sustenta la corriente jurídica que identifica nuestro derecho, no exime
de responsabilidad a las autoridades públicas para que desarrollen
mecanismos de protección que hagan posible que las personas que
por causas naturales no cuentan con las mismas capacidades que el
común de los ciudadanos, puedan contraer derechos y obligaciones de
manera efectiva y segura10.” (resalta la Sala) Sentencia C-952 de 2000
(M.P. Carlos Gaviria Díaz).

Ello significa que, en estos casos, las personas videntes que negocien con
títulos valores, en cuanto están llevando a cabo asuntos de naturaleza
mercantil, están sometidos a las limitaciones que tengan lugar con ocasión
de la obligación de dar cumplimiento al artículo 828 del Código de
Comercio, particularmente en aras de la seguridad jurídica. No encuentra
esta Sala que haya un enfrentamiento real entre la seguridad jurídica y la

10
​"Nuevamente insiste la Corte Constitucional en señalar que el artículo 13 de la Carta Fundamental,
ordena a las autoridades dar igual tratamiento jurídico a las situaciones de hecho iguales; pero también
les ordena actuar positivamente en la promoción de las condiciones para que la igualdad sea real y
efectiva, en aquellos casos en los que las situaciones de hecho no son iguales y, por ello, el tratamiento
idéntico constituye un desconocimiento de las circunstancias de debilidad manifiesta y una
discriminación en contra de las personas que las viven". Sentencia T- 100 de 1994 (M P. Carlos Gaviria
Díaz).
obligación de que un juez o un notario sean quienes lean y autentiquen los
títulos valores previamente a que los ciegos los firmen. Por el contrario, la
doctrina es unánime sobre la materia, al afirmar que el artículo 828 del
Código de Comercio es un requisito indispensable para que los títulos
valores firmados por los ciegos sean obligatorios.11

23. Finalmente, debe esta Sala reiterar la prevalencia de la parte dogmática


de la Constitución, especialmente la que regula lo referente a los derechos
fundamentales respecto de aquella que determina la organización estatal,
pues son éstos los que orientan y legitiman la actividad del Estado.12 En
virtud de esta jerarquía, y en concordancia con el argumento sobre la
interpretación literal de las normas, habida cuenta de su jerarquía dentro del
ordenamiento, la autonomía judicial y la libertad que tienen los jueces de
interpretar y aplicar la ley no puede llegar al extremo de implicar un
desconocimiento de los derechos fundamentales de las personas, ni un
incumplimiento del deber de proteger especialmente a aquellas que se
encuentren en situaciones de debilidad manifiesta, reduciendo el ámbito de
aplicación y por ende la eficacia de los mecanismos legales que desarrollen
el objetivo constitucional de la igualdad.

Por todo lo anterior, se concederá la protección del derecho al debido


proceso invocado por el accionante, particularmente respecto de su derecho
de defensa, agregando además, la tutela de su derecho a la igualdad
material y a la protección especial de quienes, debido a su condición física,
se encuentren en circunstancias de debilidad manifiesta.

DECISION

En mérito de lo expuesto, la Corte Constitucional, administrando justicia en


nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,

RESUELVE

Primero​: REVOCAR ​la Sentencia de segunda instancia, proferida por la


Sala de Casación Civil y Agraria de la Corte Suprema de Justicia, por las
razones expuestas en la presente Sentencia, y en su lugar ​CONCEDER ​la
11
Ver entre otros: Becerra Toro, Rodrigo; ​Teoría General de los Títulos Valores,​ Temis, Bogotá 1984,
​ omo I, Temis, Santafé de Bogotá, 1996, p.
pp. 44-45; Trujillo Calle, Bernardo; ​De los Títulos Valores T
281, Peña Nossa, Lisandro; ​Curso de Títulos Valores​, Temis, Bogotá, 1992, pp. 28-29.
12
Ver, entre otras, Sentencias T-474 de 1992, SU-327 de 1995 y, refiriéndose en particular a la
prevalencia de los derechos fundamentales respecto de la autonomía judicial, ver T-1017 de 1999.
protección de los derechos al debido proceso, a la defensa y a la igualdad
material del accionante.

Segundo​: ORDENAR ​al Juzgado Primero Civil del Circuito de La Dorada


que, dentro de las cuarenta y ocho horas siguientes, ​ANULE ​el fallo
dictado dentro del proceso ejecutivo singular iniciado por el Banco
Industrial Colombiano –ahora Bancolombia- contra los señores Frans
Eduard Chavarro Jiménez y Orlando Hoyos Vásquez con base en la
decisión de tutela de segunda instancia proferida por la Corte Suprema de
Justicia y proceda a dictar nuevamente tal providencia, de conformidad con
lo establecido en la parte motiva de la presente Sentencia.

Cópiese, notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y


cúmplase.

VLADIMIRO NARANJO MESA


Magistrado

ALVARO TAFUR GALVIS


Magistrado

ANTONIO BARRERA CARBONELL


Magistrado

MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO


Secretaria General

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