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ESPIRITUALIDAD CARISMÁTICA
Espiritualidad de la Renovación
Reproducimos aquí este capítulo del excelente libro La
Renovación Carismática, escrito por el padre Chus Villarroel, O.P., y
editado por el Servicio de Publicaciones de la RCC (SERECA) de
España; Madrid, 1995.
Decía en cierta ocasión la M. Teresa de Calcuta a sus monjas: «No
penséis que hemos venido a esta congregación a servir a los
enfermos. No, hemos venido para conocer a Jesucristo. Ése es el fin
principal. Ahora bien, para conocer e identificarnos con Cristo, Dios
ha querido que le sirvamos en los pobres y enfermos. Ésa es
nuestra vocación y ¿se nuestro carisma específico».
El objetivo básico de todo cristiano es conocer a Jesucristo y de
este modo descubrir y vivir la caridad. Cada uno lo hace por el
camino que le señala su vocación. Lo mismo hay que decir de todo
tipo de comunidad cristiana. Las órdenes religiosas, por ejemplo,
las asociaciones o movimientos cristianos tienen como fin
fundamental entrar en comunión con Jesús. Sin embargo, a cada
uno de ellos el Espíritu le da una vocación o carisma particular que
marca su camino para llegar a Cristo. .¿Cuál es el carisma de los
Dominicos? Entrar en comunión con Cristo mediante la predicación
y el estudio de la Palabra de Dios. ¿Cuál es el carisma de los
Salesianos? Conocer a Jesucristo sirviéndole en la educación
cristiana de la juventud. En esa vocación se especializan ellos de
una manera plena y a ella dedican todos sus afanes.
La vocación y el carisma cristiano presuponen la fe en Cristo
Jesús. Cada individuo recibe su llamada específica en un proceso
de fe. El Señor para canalizar y profundizar la entrega de estas
personas, haciéndolas más partícipes de la gracia de Jesucristo, las
llama o, mejor dicho, les regala una determinada vocación y de esa
forma se diversifican las tareas, funciones y ministerios de la
Iglesia.
La llegada de los movimientos
El siglo XX va a ser recordado en la historia como el siglo de los
grandes movimientos cristianos. Otras épocas han conocido
también diversas manifestaciones similares, pero los del siglo XX
parecen señalar la entrada en una nueva era de la Iglesia. Estos
movimientos conservan la Finalidad básica del afán cristiano que
nos lleva a Jesucristo y enfatizan, por consiguiente, la vivencia de
una fe que crece y se desarrolla en comunidad mediante la
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tomado desde otra perspectiva nos haría daño por inhumano. Sus
exigencias serían destructoras, dada la debilidad natural del
hombre. «Occideret» es la palabra que usa Tomás de Aquino. La
letra del evangelio nos mataría.
La espiritualidad de la Renovación enfatiza fuertemente la
vivencia de un Jesús vivo y resucitado. No precisamente como una
frase teórica sino como una experiencia personal y comunitaria. La
fuerte experiencia religiosa pentecostal que se recibe con el
«bautismo en el Espíritu» hace referencia inmediata a Jesús el
resucitado que mediante su Espíritu nos ha tocado. Con ello se
produce la alegría de la Pascua de resurrección. De un solo golpe
se descubren dos cosas fundamentales: la fe y su contenido
básico. Esta alegría impregna todas las manifestaciones de un
grupo carismático.
La gratuidad es total en esta experiencia. En efecto, la adhesión a
Jesús, en este caso, no es un acto natural, sino efecto de la fe.
Ningún hombre lo puede hacer, por más esfuerzos y maña que se
dé. Es de otro orden, es otra dimensión. Sólo el Espíritu Santo lo
puede hacer. Por eso, una experiencia viva y fuerte de esto
significa entrar en una dimensión donde los dones van a dejarse
sentir con profusión. Parece imposible esto, dado que en la
espiritualidad siempre ha habido que recorrer un fatigoso camino
para alcanzar la actuación de los dones. Sin embargo, éste es un
dato cierto en la Renovación y si se minimiza se pone en peligro el
grupo, que pronto deviene una simple reunión de devoción. Los
dones del Espíritu sirven para facilitarnos y hacer sencillo el
descubrimiento de un Jesús vivo, haciéndolo presente en todo el
discurrir de nuestros actos. La Renovación es una prueba de que
los dones del Espíritu generan un cristianismo que debería ser
normal, el de todos los cristianos bautizados. Por desgracia, hoy, el
listón de la normalidad en la vida cristiana está sumamente
rebajado hasta puntos en los que apenas aparece ni la presencia ni
la necesidad del Espíritu Santo.
Jesús es el Señor
En la Renovación hay, pues, una revaluación de lo sobrenatural,
tan domesticado por la razón en estos tiempos. Siempre que el
Espíritu empieza a ser protagonista se abren anchas perspectivas
en la vida cristiana. La fuerza y el poder de lo sobrenatural se
hacen presentes. El Espíritu se hace verdaderamente nuestro
pedagogo para llevarnos a Jesús, en el que se encierran todos los
tesoros con los que el Padre ha querido bendecir a los hombres.
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