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Antes que nada, quiero que estén orgullosas de ser mujeres; quiero que sientan la
realidad de lo que eso significa, que sepan quiénes son en verdad. Son literalmente
“hijas[s] espiritual[es] de padres celestiales [con] una naturaleza y un destino divinos” 1
. Esa incomparable verdad debe estar profundamente arraigada en sus almas y ser algo
básico para toda decisión que tomen al hacerse mujeres maduras. Jamás podría haber
mayor evidencia de su dignidad, de su valía, de sus privilegios y de su promesa. Nuestro
Padre Celestial sabe cómo se llaman ustedes y conoce sus circunstancias; Él oye sus
oraciones; Él conoce sus esperanzas y sueños, incluso sus temores y sus frustraciones. Y
Él sabe lo que ustedes pueden llegar a ser por medio de su fe en Él. Debido a este
patrimonio divino, ustedes, junto con todas sus hermanas y todos sus hermanos
espirituales, tienen plena igualdad ante Su vista, y por medio de la obediencia se les da
poder para llegar a ser herederos legítimos en Su reino eterno, “herederos de Dios y
coherederos con Cristo” 2 . Procuren comprender la importancia de esas doctrinas. Todo
lo que Cristo enseñó lo enseñó tanto a las mujeres como a los hombres. De hecho, a la
luz restaurada de ese Evangelio de Jesucristo la mujer, incluida la mujer joven, ocupa la
dignidad propia de su naturaleza en el divino diseño del Creador. Ustedes son, como lo
parafraseó el élder James E. Talmage, “una investidura santificada que nadie se atreverá
a profanar” 3 .
Sean mujeres de Cristo; atesoren su valioso lugar a la vista de Dios; Él las necesita;
esta Iglesia las necesita; el mundo las necesita. La tenaz confianza que la mujer
tiene en Dios y la inquebrantable devoción a las cosas del Espíritu han sido
siempre un ancla cuando el viento y las olas de la vida han sido de lo más intensos
4 . Les digo a ustedes lo que el profeta José Smith dijo hace más de 150 años: “Si
cumplís con estos privilegios, no se podrá impedir que os relacionéis con los
ángeles” 5 .
Todo lo que he dicho es con la intención de decirles lo que nuestro Padre Celestial
siente por ustedes y lo que Él ha planeado que lleguen a ser. Y si en algún
momento una de ustedes no comprende los designios que Dios tiene para ella o
se empeña en vivir por debajo de sus posibilidades, entonces le expresamos un
amor aún más grande y le suplicamos que haga de sus años de la adolescencia un
triunfo y no una tragedia. Los padres y las madres, los profetas y los apóstoles no
tienen otra intención que no sea la de bendecirlas y evitarles todo posible
sufrimiento que les podamos evitar.
Hago una súplica especial en cuanto a la forma en que las jovencitas podrían
vestirse para los servicios de la Iglesia y las reuniones dominicales. Solíamos decir
“bien vestidos” o “ropa de domingo”, y tal vez debiéramos hacerlo otra vez. De
todas formas, desde los tiempos antiguos hasta los modernos siempre se nos ha
invitado a presentar lo mejor de nosotros mismos, por dentro y por fuera, al
entrar en la casa del Señor, y una capilla dedicada de los Santos de los Últimos
Días es una “casa del Señor”. No es necesario que nuestra ropa y nuestro calzado
sean caros, de hecho, no deben ser caros, pero tampoco deben dar la apariencia
de que estamos en camino a la playa. Cuando vamos a adorar al Dios y Padre de
todos nosotros y a participar de la Santa Cena que simboliza la expiación de
Jesucristo, debemos tener una apariencia tan atractiva y respetuosa, y ser tan
circunspectos y correctos como sea posible. Se nos debe reconocer tanto en
apariencia como en comportamiento que en verdad somos discípulos de Cristo,
que en espíritu de adoración somos mansos y humildes de corazón, que en verdad
siempre deseamos tener con nosotros el Espíritu del Salvador.
Por el mismo estilo, quisiera tratar un asunto aún más delicado. Les suplico,
jovencitas, que por favor se acepten más a ustedes mismas, incluso la forma y la
contextura de su cuerpo, con menos deseos de parecerse a alguna otra persona.
Todos somos diferentes; algunos son altos y otros bajos; algunos son gruesos y
otros delgados, y casi todos, en algún momento, quieren ser lo que no son. Pero
como dijo un asesor de jovencitas: “No pueden vivir preocupándose de que otras
personas se queden mirándolas. Si permiten que la opinión de otras personas las
ponga incómodas, ustedes mismas estarán desechando su propio poder… La
clave para sentirse seguras es escuchar siempre al fuero interno, a su [verdadero]
yo” 8 . Y en el reino de Dios, su verdadero yo “más precio[so] es que las piedras
preciosas” 9 . Toda jovencita es una hija de Dios con un gran potencial, y toda
mujer adulta es una poderosa fuerza para el bien. Menciono a las mujeres adultas
porque ustedes, hermanas, son nuestros más grandes ejemplos y recursos para
estas jovencitas. Y si están obsesionadas por vestir las tallas más pequeñas, no les
deberá sorprender que su hija o la joven Abejita de su clase hagan lo mismo y que
se perjudiquen la salud para tratar de lograrlo. Todos debemos estar en el mejor
estado físico posible: una buena doctrina de la Palabra de Sabiduría. Eso significa
comer debidamente, hacer ejercicio y ayudar a nuestro cuerpo a funcionar a su
capacidad ideal. Tal vez todos podríamos mejorar en ese aspecto, pero aquí me
refiero a la salud ideal y no a la talla universal ideal.
La modestia: Un
principio eterno para
todos
Por Silvia H. Allred
Primera Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro
¿Qué es la modestia?
Me encanta esta Escritura: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que
el Espíritu de Dios mora en vosotros? …el templo de Dios, el cual sois
vosotros, santo es” (1 Corintios 3:17). Nuestro cuerpo es el templo de
nuestro espíritu; invitamos al Espíritu Santo a ese templo corporal para
que sea nuestro compañero constante. Yo creo que cuando elegimos
vestir ropa modesta y comportarnos modestamente, lucimos y vivimos
el testimonio que tenemos de Dios el Eterno Padre y de Su Hijo
Jesucristo. Mediante nuestra apariencia física afirmamos que somos
discípulos de Cristo y que vivimos Su evangelio.
nos damos cuenta de que ésta es la virtud que guía y modera las acciones.
La doctrina en que se funda la modestia comienza con el conocimiento de que somos hijos de
Dios, creados a Su imagen (véase Moisés 2:27). Nuestro cuerpo es un don sagrado de
nuestro Padre Celestial y tiene propósitos particulares que Él ha designado. Como receptores
agradecidos, reconocemos ese don al tratar nuestro cuerpo en la forma en que Él nos ha
pedido que lo hagamos (véase D. y C. 88:33). A fin de llegar a ser como el Padre Celestial,
Desde el principio, el Señor ha mandado a Sus hijos que se cubran el cuerpo. Después de que
Adán y Eva comieron del fruto prohibido, se les abrieron los ojos y percibieron que estaban
desnudos; entonces trataron de cubrirse con unos delantales sencillos hechos de hojas de
higuera. Pero los delantales no eran suficientes, por lo que el Señor les hizo túnicas de pieles
En aquel entonces Dios ya tenía una norma más elevada, tal como la tiene ahora. Sus normas
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos,
dijo Jehová.
“Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros
Un principio eterno
Debido a que la modestia es uno de los “caminos más altos” del Señor y no una tendencia
social pasajera, se ha enseñado a través de todas las épocas. Consideren estos otros ejemplos
orgulloso les destruyera el alma. Una de las demostraciones de ese orgullo excesivo era su
manera de vestir, y Jacob les dijo: “…porque algunos de vosotros habéis adquirido más
y andáis con el cuello erguido y la cabeza en alto por causa de vuestras ropas costosas, y
perseguís a vuestros hermanos porque suponéis que sois mejores que ellos” (Jacob 2:13).
En Doctrina y Convenios 42:40 se desarrolla otra vez la idea de que debemos ser
humildes en nuestro modo de vestir “…no serás altivo de corazón; sean todos tus vestidos
sencillos…” ¿Significa eso que no podemos vestir bien? No, sino que debemos vestir de manera
apropiada para la ocasión pero sin preocuparnos excesivamente por usar marcas famosas o
estar al último grito de la moda. Es mejor emplear los recursos monetarios en objetos más
duraderos e importantes.
claramente de manifiesto que Él consideraba que la ropa diaria no era apropiada para eso.
Como lo hizo Moisés, ¿reflejamos nosotros en nuestra forma de vestir para adorar al Señor
Según lo demuestran estos ejemplos, los “profetas de Dios siempre han aconsejado a Sus hijos
a vestir con modestia”2. En nuestra época se nos ha hecho recordar lo siguiente: “Tu modo de
a los demás la clase de persona que eres e influyen en la forma en que tú y los demás se
comportan. Cuando estás bien arreglado o arreglada y vistes de manera recatada, invitas la
compañía del Espíritu y puedes ejercer una buena influencia en las personas que te rodean”3.
Uno de los desafíos para vestir modestamente es que las modas y los
comportamientos sociales aceptables cambian con frecuencia. Las
normas del Señor nunca cambian. Enseñen a los jóvenes a ser sensibles
al Espíritu al tomar decisiones en cuanto a lo que vestirán, lo que dirán
y lo que harán. Si viven cerca del Espíritu, no tendrán necesidad de ser
como el mundo.
Nuestros hijos han recibido el don del Espíritu Santo y están en el camino
del convenio que los conduce al templo y los llevará de regreso a la
presencia de Dios. Necesitan que les aseguremos y demostremos por
medio del ejemplo que serán guiados, protegidos, consolados y
purificados si viven dignos de tener el Espíritu Santo consigo.
Qué hermosas y qué bendecidas aquellas personas que son guiadas por
el Espíritu Santo, se protegen de lo mundanal y son testigos de Dios al
mundo; y benditos son aquellos que son un ejemplo de la doctrina de
la modestia y la enseñan a todos los hijos e hijas de Sión.