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¿Qué es un analista?

Miguel De la Rosa G.

A partir que logro cernir y agujerear en mi análisis una posición de goce por la
escucha en exceso, ligada a la caridad con los “desechos humanos”, me apunto a poner a
trabajar en el dispositivo del cartel la pregunta por la función del analista. Revisando la
literatura psicoanalítica me topo con que en El Seminario 8: La transferencia Lacan se
formula la pregunta: “¿Qué es el analista?” Pregunta precedida por el enunciado “el
analista actúa menos por lo que dice y por lo que hace que por lo que es”… en
transferencia. (1961, p. 353) Allí la clave. Haciendo uso del texto de Dirección de la
cura… podemos añadir que con tal de sostener la cura, el analista paga “con lo que hay
de esencial en su juicio más íntimo”. (Lacan, 1958, p. 567)

Podemos conjugar ambos textos para destacar la estrecha relación entre la


posición del analista con el Hades. Dice Lacan que el analista ha de representar1, o más
bien jugar con el papel de muerto; esta es la doble acepción para el término francés jouer.
Las siguientes referencias sobre la función del analista intentan ilustrar que de ninguna
manera se trata del cumplimiento del fantasma de aquel que opera como tal, es decir de
una posición de goce. Encontramos en El Seminario 3 una símil que califica al analista
como un basurero. En aquella mención lo que asombra es el término “aguante”, aguante
comentarios de la procedencia que sea, aguante…

¿De qué se ocupa el analista? Tomando como referencia El Seminario 15, diremos
que Lacan se distancia una vez más de las nociones freudianas sobre la cura y la
interpretación, para destacar que tanto el analista, como su acto se interesa por la conneire
y no la verdad en sí.2 “No es tanto la verdad de la pendejada, sino la pendejada de la
verdad”. Lacan equipara la pendejada con aquello que concierne al campo de lo sexual,
en tanto es aquello que hace obstáculo a la verdad. De otro modo diremos que el analista
se encarga de todo aquello que está dispuesto a ir al tacho de basura del sujeto,
consolidando la represión, allí nuestro lugar: tomamos su relevo.

Advertía ya la dicotomía entre una posición de goce y la del analista. Tal


referencia puede asentarse a la altura de El Seminario 17 al remarcar la distancia del

1
Jouer: representar, hacer de; jugar a.
2
Conneire: tal como está en la versión de Kryptos se encuentra traducida como “pendejada”. Sin
embargo, la traducción textual corresponde a “mierda”.
analista con las pasiones y en particular con aquellas prescritas por Yahvé: amor, odio e
ignorancia. Si seguimos a Miller en Sutilezas analíticas podríamos añadir el hastío y el
entusiasmo. Si regresamos al seminario sobre la transferencia, podríamos decir que si
bien el analista las puede sentir y experimentar lo que debe primar es que “se encuentra
poseído por un deseo más fuerte”. (1961, p. 214) Aquí una noción de lo que constituye el
deseo del analista.

Una mayor referencia a este punto sobre la función y las pasiones ligadas al goce
lo encontramos en Televisión. “No hace caridad, más bien se pone a hacer de desecho:
descarida” (1973, p. 545) Lacan ilustra a través de la figura del santo la posición del
analista con respecto a la transferencia: encarna para el sujeto el objeto a, causa de deseo.
Descarida refiere a que el analista se sabe desecho, es un residuo del inconsciente del
sujeto y se aprovecha de ello para, lejos de comandar su actuar por medio de las instancias
de bienestar que promueven los organismos de salud mental, apuntar a la singularidad del
deseo del analizante.

En cuanto al goce dirá “para él ni pizca”. (1973, p. 546) Si el santo llegase a gozar,
dejase de operar como tal. Es igual para el analista. Gozar implicaría el riesgo de situarse
en una relación especular, en la cual se reaniman todo tipo de pasiones. Es aquí que bien
el analista “ha de tener en cuenta… los sentimientos, no que él inspira, sino que
experimenta en el análisis…” (Lacan, 1961, 217) Nada nos impide pensar que aún en
aquellos analistas con análisis harto largos, esta instancia se deja de cumplir, por el
contrario. Pero bien sabrán estar advertidos de aquello, haciendo libre uso de los
dispositivos al alcance del psicoanálisis: el análisis y la supervisión. Podríamos dar una
vuelta más a la noción del santo y contrastarla con Joyce. De ninguna manera él podría
ser considerado un santo “Joyza demasiado del S.K bello… No hay santo más que no
queriendo serlo, renunciando allí a la santidad.” (2012, p. 593) Aquí otra noción en cuanto
al analista: no hay ideal del ser del analista, ni tampoco ideal en cuanto a su formación.

Miller señala que existe un cierto malestar en cuanto a lo que la formación3


implica. La palabra misma atañe un tinte de corte imaginario, como si lo que precediese
de aquello estuviese de la mano del ideal. Si bien la formación teórica es importante, no
es de aquello que surge una analista. “El analista no resulta del analista, sino del análisis”.
(2001, p. 530) Lejos de ser un proceso identificatorio, a lo que apunta un análisis es a un

3
Formación en alemán se traduce como bildung, cuya raíz bild significa “imagen”.
proceso de caída de las identificaciones y los ideales. Sobre este punto me quedaré con
las primeras líneas de la Proposición del 9 de octubre para decir que no es sino el mismo
analizante quien se autoriza en su labor como analista, pero no sin el Otro que constituye
a la Escuela.

Lo que ahora me interroga consiste en el lugar del analista en la Escuela, más allá
de la literatura psicoanalítica, del lugar que se construye desde el Uno a partir de un saber-
hacer no sin los impases que resultan de la convivencia en el grupo teniendo en cuenta
que esta convivencia es consentida. ¿Hay analista sin Escuela?
Bibliografía
Lacan, J. (1955). El Otro y la psicosis. En El Seminario 3: La psicosis (pág. 47). Buenos
Aires: Paidós.

Lacan, J. (1958). La dirección de la cura y los principios de poder. En Escritos 1 y 2


(pág. 567). México: Siglo Veintinuno.

Lacan, J. (1961). Clínica de la contratransferencia. En El Seminario 8: La transferencia


(pág. 217). Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1961). Descomposición estructural. En El Seminario 8: La transferencia


(pág. 353). Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1967). Clase 2. En El Seminario XV: El acto psicoanalítico (pág. 25).


Kriptos.

Lacan, J. (1967). Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la


escuela. En Otros Escritos. Buenos Airesa: Paidós.

Lacan, J. (1970). La feroz ignorancia de Yahvé. En El Seminario 17: El reverso del


psicoanálisis (pág. 144). Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1973). Televisión. En Otros Escritos (págs. 545-546). Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (2012). Joyce el síntoma. En Otros escritos (pág. 593). Buenos Aires: Paidós.

Miller, J. (2001). El desbroce de la formación analítica. En Introducción a la clínica


lacaniana (pág. 530). Buenos Aires: Paidós.

Miller, J. (2012). Posición del analista. En Sutilezas analíticas. Buenos Aires: Paidós.

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