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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE SINALOA

ESCUELA DE FILOSOFÍA Y LETRAS


LICENCIATURA EN FILOSOFÍA
SEMINARIO SOBRE NIETZSCHE Y EL MÉTODO
GENEALÓGICO.
Prof. Ángel Santiago Zamora Zavala

Ensayo sobre la idea de la culpa, y los ideales ascéticos en


Nietzsche
Julián Enrique López Palafox

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Culiacán Rosales a jueves 12 de Junio de 2014.
Ensayo sobre la idea de la culpa, y los ideales ascéticos en Nietzsche
Índice:
-Introducción (p.3)
-La Culpa (p3.)
Promesas y responsabilidad (p.3)
La crueldad y la deuda (p.4)
Todo tiene un precio y “el poderoso benévolo” (p4.)

La mala conciencia (p5.)

Deuda a los antepasados y a los dioses (p6.)

Advenimiento del ateísmo (p.6)

-Los Ideales ascéticos (p.6)


Los artistas y los filósofos (p.6)

El sacerdote-filósofo (p.7)

Transvaloración de las verdades (p.7)

“El médico sacerdote” (p.8)

La ciencia positiva, los idealistas y la modernidad (p.8)

El ideal ascético como “respuesta” a la nada (p.9)

-Conclusión (p.9)
-Bibliografía (p.10)

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Ensayo sobre la idea de culpa, la mala conciencia, y los ideales ascéticos
en Nietzsche
Despreocupados, irónicos, violentos
..así nos quiere la sabiduría: es una mujer,
ama siempre únicamente a un guerrero...
Así habló Zaratustra67

Introducción
La historia de la moralización de la humanidad, precisamente es lo que intenta hacer
Nietzsche en su obra Genealogía de la moral, comenzando en un principio por desentrañar
los secretos de la procedencia de la idea de Bondad y maldad, y demostrar que este, está
fuera de la “trascendencia divina y sagrada” o de todo valor en si. En los siguientes tratados
abordará los temas de la culpa y el ascetismo, uno fuertemente ligado a la idea de pecado o
transgresión social, según el ámbito en que se le mire; y el otro ligado a la “Santidad” o
“Virtud beata” que han permeado de tal manera en la conciencia del hombre que ese cree
que siempre han estado ahí, así como se cree lo mismo de la bondad y la maldad, tema ya
tratado en el primer tratado del presente libro.
Nietzsche en estos dos tratados seguirá utilizando el método genealógico para lograr
hallar indicios de la procedencia del sentimiento de culpa y de los ideales ascéticos
Nietzsche propone un análisis histórico-psicológico del desarrollo de estas realidades
humanas, por medio de este estudio en cooperación de los conocimientos filológicos acerca
de la evolución del contenido de los conceptos Nietzsche hará un recorrido por hasta la
génesis del valor, e intentara demostrar como la fuente primaria de la mala conciencia y la
“verdadera santidad” que encierra el ascetismo, origen que tienen un principio muy
diferente al que se cree y se defiende.
En el siguiente tratado expondré primeramente el referente a la culpa y la mala
conciencia y posteriormente el que versa sobre los ideales ascéticos, intentando dar una
interpretación personal acerca de la lectura del texto y concluir con aquello que pudiese ser
de importancia e interés.

La Culpa
Para Nietzsche el sentimiento de culpa tendrá su origen más primitivo en las
relaciones comerciales, en los contratos hechos entre deudor y acreedor, siendo el concepto
de culpa equivalente en un primer momento al de deuda.
Promesas y responsabilidad
Siempre al llevar a cabo un contrato se adquiere una responsabilidad de cumplirlo,
pero esta idea de responsabilidad tuvo que madurar, no surge desde siempre, la humanidad
fue “educada”, para cumplir con las obligaciones que ha contraído y esta educación ha sido
cruenta «Para que algo permanezca en la memoria se lo graba a fuego; sólo lo que no cesa

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de doler permanece en la memoria». (Nietzsche, 1996, p. 19) Desde entonces la promesa y
el espanto serán compañeras muy unidas, ejemplo: los votos religiosos con ritos
sangrientos; la crueldad es necesaria, pues para construir una memoria, una especie de
trascendencia a través del sacrificio que hace que una promesa permanezca presente y
venza la capacidad de olvido presente en el hombre, esta educación de la conciencia es lo
que Nietzsche llama: volverse serio. Y pone como ejemplo el tópico de la seriedad propia
del pueblo alemán, y la metamorfosis histórica que fue sufriendo para llegar a ese punto
actual.
La crueldad y la deuda
La conciencia de culpa no está en el que debe, sino es impuesta por la cólera del
acreedor que al verse perdiendo mercancía, descarga su cólera en el deudor, las garantías
que se han dado en el contrato, inicialmente de índole sangrienta y cruel, buscaban mas que
resarcir el daño, el desahogar la cólera del que ha perdido en el negocio, obteniendo con
esto un sentimiento de bienestar, un saciar la necesidad de hacer el mal por el simple placer
de hacerlo, además el deudor al no haber pagado, ha perdido su situación de igual ante el
acreedor, se ha convertido en un mentiroso, por lo que le es licito al acreedor despreciarlo y
ser cruel. En la crueldad siempre habrá elementos festivos, que reflejan el gozo que se tiene
al hacer sufrir, una festividad mas allá del bien y el mal, una especie de manifestación de
Señorío de alguien que se encuentra por encima de toda eticidad y puede darse el lujo de
practicar una crueldad desinteresada.
Según Nietzsche con el abandono de esta crueldad el hombre se volvió pesimista,
todo esto fruto de la moralización del actuar humano:
La cansada mirada pesimista, la desconfianza respecto al enigma de la vida, el
glacial no de la náusea sentida ante la vida .. éstos no son los signos distintivos de las
épocas de mayor maldad del género humano: antes bien, puesto que son plantas
cenagosas, aparecen tan sólo cuando existe la ciénaga a la que pertenecen, ... me refiero
a la moralización y al reblandecimiento enfermizos, gracias a los cuales el animal
«hombre» acaba por aprender a avergonzarse de todos sus instintos. (Nietzsche, 1996, p.
22)

En la antigüedad hacer sufrir era un atractivo de primer rango, tanto que para
justificar tal crueldad los Dioses eran tan crueles o más que los hombres, siendo esta
incluso una especie de justicia, ofrenda, sacrificio, un rito comunitario, pues la crueldad ha
de necesitar siempre de espectadores por el carácter “festivo de la misma”.
Todo tiene un precio y “el poderoso benévolo”

Todo tiene su precio, todo puede ser pagado de una u otra manera, esto lo aprendió
el hombre muy antiguamente, es el acuerdo de “buena voluntad” entre los hombres donde
entre iguales se hacen promesas para ser cumplidas y a los inferiores se les fuerza a aceptar
los términos y así pagar el precio. Los beneficios de vivir en comunidad le son despojados a
quien no paga su deuda, y esta le es cobrada de otra forma, el proscrito es despojado de sus
privilegios en la comunidad y el acreedor puede así descargar su cólera, pero cuando en una
comunidad o ciudad, el poder de una persona se acrecienta deja de tomarle tanta

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importancia a las deudas, ya no se descarga sobre él la ira y hasta se le protege, «¿Qué me
importan a mí propiamente mis parásitos?, podría decir entonces, que vivan y que
prosperen: ¡soy todavía bastante fuerte para ello!...» (Nietzsche 1996, p. 25)

El poderoso no necesita pedir justicia, el hombre de voluntad libre, el hombre


soberano, es eminente reactivo pero cuando algo sucede olvida, es el desprotegido, el
empequeñecido, el no-noble e incapaz de ser reactivo el que clama por justicia, la clama no
con una idea de “bien moral o social” sino por un sentimiento resentido de venganza. Es
precisamente a la ley a quien le toca esta tarea de establecer lo justo y “moralizar”, y esta
moralización al surgir precisamente del resentimiento, de una imposibilidad de olvidar y
recuperar así una vital jovialidad, es un atentado contra la vida. El ser reactivo es un ser
bajo que se ha hecho “señor” y ha dictado una moral, moral que va enfocada a domesticar
al otro a, inutilizarlo, detener su capacidad reactiva, degenerándolo física y mentalmente, la
pena que se le impone al acusado más que a resarcir un daño enfocada a crear una
conciencia de haber hecho el mal, intimidar al individuo castigado, dominarlo es decir
despertar el sentimiento de culpa por haber cometido un crimen. A este sentimiento de
culpa creado desde fuera le llamara Nietzsche “la mala conciencia”:

La «mala conciencia», esta planta, la más siniestra e interesante de nuestra


vegetación terrena, no ha crecido en este suelo, .. de hecho durante larguísimo tiempo no
apareció en la conciencia de los jueces, de los castigadores, nada referente a que aquí se
tratase de un «culpable». Sino de un autor de daños, de un irresponsable fragmento de
fatalidad. Y aquel mismo sobre el que caía luego la pena, como un fragmento también de
fatalidad, no sentía en ello ninguna «aflicción interna» distinta de la que se siente
cuando, de improviso, sobreviene algo no calculado, un espantoso acontecimiento
natural, un bloque de piedra que cae y nos aplasta y contra el que no se puede luchar.
(Nietzsche 1996, p 28)

La mala conciencia

«La mala conciencia es la profunda dolencia a que tenía que sucumbir el hombre bajo
presión de aquella modificación, la más radical de todas las experimentadas por él, de
aquella modificación ocurrida cuando el hombre se encontró definitivamente encerrado en
el sortilegio de la sociedad y de la paz […] De un golpe todos sus instintos quedaron
desvalorizados y en suspenso... » (Nietzsche 1996 p.29) El hombre, según Nietzsche, está,
pues, preso de la sociedad, y al no poder desahogar sus instintos hacia fuera los descarga
hacia dentro: así se forma la interioridad humana, el alma, el origen de la mala conciencia.
Esta es pues la tesis que plantea Nietzsche en el segundo tratado: Todos los instintos que no
se desahogan hacia fuera se vuelven hacia dentro, esto es lo que llamo la interiorización del
hombre: únicamente con esto se desarrolla en él lo que más tarde se denomina su alma; las
penas sobre todo cuentan entre tales bastiones, hicieron que todos aquellos instintos del
hombre salvaje, libre, vagabundo, diesen vuelta atrás, se volvieran contra el hombre mismo.
La enemistad, la crueldad, el placer de la persecución, en la agresión, en el cambio, en la
destrucción, todo esto vuelto contra el poseedor de tales instintos: ése es el origen de la
mala conciencia (Nietzsche 1996 p. 29). «Es una enfermedad la mala conciencia, no hay
duda, pero una enfermedad como lo es el embarazo... » (Nietzsche 1996 p. 31).

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Deuda a los antepasados y a los dioses

Volviendo el autor a los conceptos de deudor y acreedor, considera que los dioses
deben su origen a este sentimiento de deuda-culpa. Los antiguos se sentían deudores de sus
antepasados. Y para pagar su deuda y redimirse, les ofrecían sacrificios; cuanto mayor es la
deuda, más terrible se presentan los dioses, hasta que la “deuda es impagable”, llegan los
dioses a su máxima altura: el Dios único y omnipotente. Aquí Nietzsche dirá que el
ateísmo consiste en no tener deudas con los dioses, no deber nada a un poder supremo que
no existe; es una segunda inocencia, una vuelta a una existencia pre-teológica: «... no hay
que rechazar la perspectiva de que la completa y definitiva victoria del ateísmo pudiera
liberar a la humanidad de todo ese sentimiento de hallarse en deuda con su comienzo, con
su causa primera. El ateísmo y una especie de segunda inocencia se hallan ligados entre sí»
(Nietzsche 1996 p.32). «Esto es lo que provisionalmente hay que decir, con brevedad y a
grandes rasgos, sobre la conexión de los conceptos culpa, deber, con presupuestos
religiosos [...] de propósito he dejado de lado [...] el entrelazamiento de la mala conciencia
con el concepto de Dios» (Nietzsche 1996 p.32).

Advenimiento del ateísmo

Nietzsche en los párrafos últimos de este segundo tratado, se dedica a arremeter


contra el cristianismo. Considera toda religión una "ficción" y vuelve al pueblo griego,
anterior a Sócrates, para justificar su posición dionisíaca de la vida. El espera que el
"salvador" de la humanidad sea su superhombre: «Alguna vez, sin embargo, en una época
más fuerte que este presente corrompido, que duda de sí mismo, tiene que venir a nosotros
el hombre redentor, el hombre del gran amor y del gran desprecio, el espíritu creador, al
que su fuerza impulsiva aleja una y otra vez de todo apartamiento y todo más allí, cuya
soledad es malentendida por el pueblo como si fuera una huida de la realidad [...] Ese
hombre del futuro, que nos liberará del ideal existente hasta ahora y asimismo de los que
tuvo que nacer de él, de la gran náusea, de la voluntad de la nada, del nihilismo, ese toque
de campana del mediodía y de la gran decisión, que de nuevo libera la voluntad, que
devuelve a la tierra su meta y al hombre su esperanza; ese anticristo y antinihilista, [...]
alguna vez tiene que llegar» (Nietzsche 1996 p.34), » Mas ¿qué estoy diciendo? ¡Basta!,
¡Basta!... únicamente le está permitido a uno más joven, a uno más futuro que yo, a uno
más fuerte que yo, —lo que únicamente le está permitido a Zaratustra, a Zaratustra el ateo »
(Nietzsche 1996 p.35).

Ideales ascéticos

Los artistas y los filósofos

En este tratado es el más amplio de todos, comienza con las burlas e ironías
dolorosas sobre los artistas y, más en concreto, contra Wagner y su Parsifal, Las opiniones
de los artistas no tienen ningún valor, dice; ellos han sido siempre los ayudas de cámara de
una moral, de una filosofía, o de una religión. Por tanto, el que unas veces alaben la
sensualidad y otras la castidad, no demuestra más que su inconstancia, su veleidad. Pasa
con sus burlas e ironías a los filósofos y se pregunta ¿por qué los filósofos se han sentido

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atraídos por el ideal ascético? En el ideal ascético se encuentran insinuados ciertos puentes
hacia la independencia que busca el filósofo. Porque pobreza, humildad y castidad son más
propicios al filósofo que la "fama, los príncipes y las mujeres". A un filósofo se le reconoce
en que se aparta de estas tres cosas brillantes y ruidosas. Nietzsche escribe entonces el
asombroso párrafo 8, en que con tremenda ironía comenta los tres votos del filósofo. El
ascetismo duro y sereno, o, en otras palabras, el ideal ascético, fue algo favorable a la
filosofía en sus comienzos. Le ayuda a dar sus primeros pasos en la tierra: «el ideal ascético
ha sido tratado siempre con una cierta parcialidad a su favor precisamente por los filósofos»
(Nietzsche 1996 p. 41).

El sacerdote-filósofo

Los hombres contemplativos fueron al comienzo despreciados —o temidos. Por ello


el sacerdote-filósofo tuvo que hacerse temer, lo cual no podía conseguirse más que con la
crueldad: crueldad consigo mismo (ascetismo), primero, y después, crueldad con los demás.
A la sombra del sacerdote caminaba el filósofo. "Dicho de manera palpable y manifiesta: el
sacerdote ascético ha constituido, hasta la época más reciente, la repugnante y sombría
forma larvaria, única bajo la cual le fue permitido a la filosofía vivir y andar rodando de un
sitio para otro." (Nietzsche 1996 p.43). Pero de ese gusano, de esa larva, ¿se ha liberado ya
el filósofo de nuestro tiempo? Este es el gran problema y, sin duda alguna, el centro de todo
este tratado. La respuesta de Nietzsche es negativa. Pero antes, una pregunta. Vayamos al
fondo de la cuestión, dice Nietzsche: ¿cuál es el sentido del ideal ascético? ¿Cómo valoran
los sacerdotes la vida, la realidad? De una manera negativa: sólo admiten la vida si ésta se
niega a sí misma: « El pensamiento en torno al que aquí se habla es la valoración de nuestra
vida por parte de los sacerdotes ascéticos... esta vida... que se niega a sí misma... de ella se
hace un intento de emplear la fuerza para cegar las fuentes de la fuerza... contra la belleza,
la alegría » (Nietzsche 1996 p.44).

Transvaloración de las verdades

Esta autocontradicción constituye la clave de la psicología sacerdotal, según


Nietzsche. Se da aquí una especie de "transvaloración de las verdades": los sacerdotes
llaman "verdades" a un mundo inexistente, figurado por ellos, fingido por ellos, y en
cambio niegan la verdadera realidad a este mundo, el único existente. Y esta
autocontradicción alcanza su voluptuosidad suprema cuando se llega al autoescarnio
ascético de la razón, cuando se dice: "existe un reino de la verdad y del ser, pero ¡justo la
razón está excluida de él! (Dicho de pasada: incluso en el concepto kantiano de carácter
inteligible de las cosas ha sobrevivido algo de esa lasciva escisión de ascetas, a la que gusta
volver la razón en contra de la razón: « carácter inteligible, significa, en efecto, en Kant un
modo de constitución de las cosas del cual el intelecto comprende precisamente que para él
resulta totalmente y absolutamente incomprensible » (Nietzsche 1996 p. 44). Esta
contradicción, ese sin sentido tiene que ser algo provisional: no es una solución, sino « una
mera palabra, encajada en una vieja brecha del conocimiento humano » (Nietzsche 1996 p.
45). El ideal ascético, continua Nietzsche, nace del instinto de protección y de salud, de una
raza degenerada. El hombre enfermo pide una explicación de su dolor y sólo se encuentra a
uno que se la da: el sacerdote.

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“El médico sacerdote”

La nueva tesis de Nietzsche en este tercer tratado es la siguiente: el sacerdote es un


médico que envenena las heridas de sus enfermos al curarlas: « ¿Pero este sacerdote
ascético es propiamente un médico?... Sólo el sufrimiento mismo, el displacer de quien
sufre, es lo que él combate, pero no su causa, no el auténtico estar enfermo». (Nietzsche
1996 p. 49). Los sacerdotes valen del ardid del sentimiento de culpa, como consecuencia
del pecado, al cristianismo ha fomentado esta culpa con con motivo del ascetismo.

La ciencia positiva, los idealistas y la modernidad

Posteriormente pasará a atacar duramente a la ciencia positiva de su tiempo


diciendo: « ¿Dónde está el antagonista de este compacto sistema de voluntad, meta e
interpretación?... testimonio de ello sería toda nuestra ciencia moderna —esa ciencia
moderna que, por ser una auténtica filosofía de la realidad, evidentemente no cree más que
en sí misma... la ciencia... la forma más reciente y más noble del mismo (aquel ideal
ascético) » (Nietzsche 1996 p. 56).

Nietzsche busca el hombre nuevo, alguien que pudiese ser un antagonista digno del
ideal ascético y no lo encuentra en los últimos idealistas:

« Y ahora examinemos, los últimos idealistas que hoy existen entre filósofos y
doctos: ¿Tenemos en ellos tal vez los buenos adversarios del ideal ascético, los
antiidealistas de éste? [...] todos esos pálidos ateístas, anticristos, inmoralistas, nihilistas,
estos escépticos, efécticos, hécticos de espíritu (esto último lo son todos ellos en algún
sentido) [...] de hecho se creen sumamente desligados del ideal ascético, estos espíritus
libres, muy libres [:..] aquel ideal es precisamente su ideal, ellos mismos, y acaso nadie
más, lo representan hoy [...] Se hallan muy lejos de ser espíritus libres: pues creen
todavía en la verdad » (Nietzsche 1996 p. 57).

Tampoco halla Nietzsche el antagonista del ideal ascético en la ciencia por su fe


metafísica en ella, por parte de los contemporáneos de su tiempo. Y se pregunta: ¿en qué ha
quedado reducido el hombre? « El hombre se ha convertido en un animal, animal sin
metáforas, restricciones ni reservas, él que en su fe anterior era casi Dios ("Hijo de Dios",
"Hombre de Dios") A partir de Copérnico el hombre parece haber caído en un plano
inclinado» (Nietzsche 1996 p. 56). Seguirá haciendo su crítica a la ciencia:

«¿O es que acaso la historiografía moderna, en su totalidad, ha mostrado una


actitud más cierta de vida, más cierta de ideal? Su pretensión más noble se reduce hoy a
ser espejo: rechaza la teleología, [...] ni la afirma, ni la niega, hace constar, describe [...]
todo esto es ascético en alto grado; pero a la vez es en un grado más alto todavía,
nihilista, ¡no nos engañemos sobre este punto! » (Nietzsche 1996 p. 59).

Ante la nulidad del espíritu moderno para liberar al hombre de las cadenas de la
moral cristiana y de su lastre de desprecio nihilista hacia la vida y promete una nueva obra:
«¡Basta! ¡Basta! Dejemos estas curiosidades y complejidades del espíritu más moderno...
esas cosas las abordaré con mayor profundidad y dureza en otro contexto (bajo el título
historia del nihilismo europeo; remito para ello a una obra que estoy preparando: La

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voluntad de poder. Ensayo de una transvaloración de todos los valores...) » (Nietzsche
1996 p. 61).

El ideal ascético como “respuesta” a la nada

Y todo esto ha ocurrido porque en la tierra no ha existido hasta el momento más que
un único ideal: «Pero el hombre prefiere incluso querer la nada a no querer » (Nietzsche
1996 p. 62).

«Si prescindimos del ideal ascético, entonces el hombre, el animal hombre, no


ha tenido hasta ahora ningún sentido. Su existencia sobre la tierra no ha albergado
ninguna meta; ¿para qué en absoluto el hombre? —ha sido una pregunta sin respuesta;
faltaba la voluntad de hombre y de tierra; ¡detrás de todo grande destino humano
resonaba como estribillo un en vano todavía más fuerte! Pues justamente esto es lo que
significa el ideal ascético: que algo faltaba, que un vacío inmenso rodeaba al hombre...
era un animal enfermizo: pero su problema no era el sufrimiento mismo, sino el que
faltase la respuesta al grito de la pregunta: ¿Para qué sufrir?... Y el ideal ascético ofreció
a ésta un sentido! Fue hasta ahora el único sentido; algún sentido es mejor que ningún
sentido; el ideal ascético ha sido, en todos los aspectos, el faute de mieux (mal menor)
par excellence habido hasta el momento» (Nietzsche 1996 p. 62).

Así quedaría preconizado el ideal ascético: un mal menor que ha llenado el hueco de
vacío en la existencia del hombre que no tiene la suficiente fuerza de espíritu, la suficiente
voluntad de poder, un preferir una fantasía antes que imponer la voluntad, una voluntad que
quiere vivir.

Conclusión

Los filósofos hasta Nietzsche buscaban los fundamentos de la moral y se ocupaban


de ella como ciencia. Pero se trataba de "la moral dominante", de las tradiciones de los
pueblos y las iglesias. Nietzsche convierte el problema moral en algo problemático, porque
ve en la moral la fuerza terrible y engañadora que ha comprometido la humanidad entera en
esta fase de corrupción, Por eso declara la guerra a la moral, para subvertir todas las
valoraciones morales recibidas y establecer una nueva tabla de valores. Su actitud
fundamental es crítica.

Moral de los señores y moral de los esclavos, este es el tema dominante de la


doctrina moral de Nietzsche. Para los señores y dominadores, ello el hombre soberano, libre
y por encima de la ética es el hombre libre, que es participe de la vitalidad. Estos hombres
superiores desprecian al cobarde, al temeroso, al mezquino, al adulador, al mentiroso.
Mientras que honran y tienen por bueno, en sí y en los otros, todo lo que es superior y
altivo, fuerte y dominador.

El débil es un ser resentido, que buscara venganza y justicia, buscara ser Señor pero
sin las características de libertad de las que goza el verdadero señor, de este resentimiento,
surgirán la culpa y los ideales ascéticos, las formas en que la voluntad débil se enseñora y
forma la conciencia de los demás esclavos, una manera de seguir viviendo y protegiéndose,
y es precisamente esta moral contra la vida la que ha hecho del hombre un ser pesimista un

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hombre que ha caído en el nihilismo y del cual no podrá salir sin antes atravesar un proceso
de catarsis, de cura en contra del veneno de la tradición y de una cultura que lo ha
prejuiciado. Nietzsche hace un llamado a la libertad, no a los hombres de su tiempo, pero si
a las generaciones futuras, y espera el día, en que el ser sobre humano, pueda librarse de
esas cadenas y pueda auténticamente vivir desencadenado de las ataduras del bien y el mal,
pueda vivir haciendo su voluntad.

Bibliografía:

Nietzsche, F. Genealogía de la Moral. La genealogía de la moral. Un escrito polémico. Alianza. España,


1996. ( Consultado en la web el 8 de junio de 2014 en: http://es.scribd.com/doc/62481616/Nietszche-La-
Genealogia-de-La-Moral-OCR).

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