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“Cómo hablar de una literatura catalana feminista: el desafío de elegir autores,

armar un corpus y leer los textos”

Eva Jersonsky

Facultad de Filosofía y Letras, UBA.

El presente trabajo toma como punto de partida algunos interrogantes que son parte

fundamental de un proyecto de investigación que ya casi cumple cuatro años de vida. Fue

cambiando de forma de acuerdo con los diferentes contextos en los que se desarrolló

(adscripciones, becas, grupos de trabajo), su corpus y su bibliografía se han ampliado y sus

hipótesis fueron evolucionando, como suele suceder con cualquier trabajo de este tipo,

especialmente en la etapa inicial de formación de un investigador (o investigadora). Sin

embargo, el eje central siempre fue el mismo: encontrar en la conexión de lo catalán y lo

femenino un objeto específico que cuestiona categorías, territorios y lenguajes.

El proyecto gira en torno a tres autoras: Carmen Laforet, Ana María Matute y Merce

Rodoreda. Explicaremos las razones de esta elección más adelante en este trabajo, para lo

que habrá que tener en cuenta que esta es una decisión que se acompaña de ciertas

preguntas, centrales en los planteos mismos del proyecto: ¿estas autoras pertenecen a la

literatura española o a la literatura catalana? ¿Cuál es la razón de encasillarlas en una

corriente u otra? ¿Por qué seguimos pensando en términos literarios nacionales? ¿Qué

podemos aportar de nuevo en el estudio de las obras de un conjunto de escritoras que

parecen resistirse a tales clasificaciones?; estos son algunos de los interrogantes que nos

motivan al acercamiento a un nuevo objeto, producto de una intersección teórica poco

explotada Lo que podemos adelantar, en este comienzo, son los disparadores originales de

este recorte: el género de las escritoras y su lugar de nacimiento, por un lado, y la


heterogeneidad que representan como corpus, por el otro. Ellas son mujeres, han tenido

éxito, han ganado premios y han compartido un mismo territorio de origen; sin embargo, no

se las suele pensar en conjunto, ya sea por el idioma en que sus textos se encuentran

escritos o por la asociación de cada una a diferentes “generaciones” literarias. De estas

líneas comunes nos parece válido proponer una lectura que las atraviese a las tres sin

olvidar sus diferencias, ya que son estas –precisamente- las que tornan a esta investigación

tan interesante.

En este recorrido, un punto de partida que ha resultado productivo fue observar

diferentes historias y genealogías de la literatura en relación con nuestro objeto. En estas,

encontramos diferentes criterios lingüísticos y territoriales que condenan a la literatura a un

único destino: formar una larga cadena de autores, escuelas y generaciones que se heredan

o se rechazan hasta el infinito. Otro punto relevante en este proceso es la presencia o

ausencia de ciertas figuras (como las autoras que nos competen en este caso, por ejemplo);

como sabemos, lo que aparece dice mucho, pero lo que está ausente, también.

En este caso, vamos a recurrir a algunos de estos manuales o historias como

referencia para explicar un poco más de qué estamos hablando. La importancia de esta

elección radica en que son la forma más accesible y clara de distinguir los criterios de

clasificación literaria que se han ido utilizando en las últimas décadas, producto a su vez de

una larga tradición de la disciplina. Las historias de la literatura toman como punto de

partida una lengua o un territorio bien demarcado e, incluso cuando contemplan algunas

excepciones, se incomodan frente a la posibilidad de que aparezca una figura diferente,

difícil de encasillar. Si uno de nuestros objetivos es desafiar ciertas formas de análisis

retomando obras en diferentes lenguas o aparentemente pertenecientes a diferentes grupos


literarios, es un productivo punto de partida la historiografía literaria de la que intentamos

escapar.

En general, como mencionamos, los criterios que se utilizan son territoriales o

lingüísticos. La delimitación más utilizada se basa en el idioma: la literatura española es

aquella escrita en español, como en el caso de la Historia y crítica de la literatura

española, dirigida por Francisco Rico o la Historia de la novela social española (1942-

1975). No obstante, se puede contemplar la inclusión de autores de las diferentes

nacionalidades periféricas e incluso de obras escritas en el exilio, siempre escritas en

español. La aparición de mujeres no es abundante, pero entre ellas suelen mencionarse a

Laforet y Matute como figuras importantes de los años 40 y 50; Rodoreda, por haber escrito

solo en catalán, no aparece. El mundo intelectual catalán no suele tener una gran

importancia pero sí es necesario mencionar su presencia, donde se reconocen

preocupaciones propiamente catalanas y se hace especial hincapié en su conexión con

Europa (Marsal [en Rico], 1980: 93-108); esto último es especialmente importante ya que

indica una motivación propiamente catalana de diferenciación con respecto al resto de

España y una búsqueda de modelos –en diferentes aspectos- en otro lugar. Europa, en

cuanto a lo cultural, lo político y lo social será el nuevo punto de referencia que generará

tensiones con la innegable influencia española. Sin embargo, en la mayoría de las

ocasiones, no aparecen de forma demasiado explícita la presencia de una realidad

fragmentada en diferentes autonomías (aunque aparezcan autores nacidos en Cataluña) o la

figura del exiliado (aunque se mencionen autores que sufrieron el exilio).

Pero no pensemos que estos criterios son exclusivos de la delimitación de la

literatura española. Una lectura interesante es el manual de la Editorial Síntesis Literatura

catalana del siglo XX. Vale la pena mencionarlo por dos razones principalmente. Por un
lado, porque, a diferencia de los dos textos anteriormente mencionados, este no pretende ser

una historia de la literatura; en este caso, nos encontramos frente a una especie de manual

que recorre de forma ordenada y sin ahondar demasiado las diferentes generaciones y

grupos de autores que se sucedieron en territorio catalán. Por otro lado, aquí nos

encontramos con un enfoque mucho más reducido, no se habla de España, ese conjunto de

nacionalidades y autonomías dispares, sino de Cataluña; los autores que integran este

recorrido son originarios de territorios catalanoparlantes y han escrito en catalán. El motor

de este volumen es que hay algo que hace que la literatura catalana sea diferente de la

española (más allá del idioma), y que tiene que ver con las influencias del Mediterráneo y,

como ya aparecía en el tomo a cargo de Rico, la conexión con Europa. Matute y Laforet no

aparecen por razones obvias, y Rodoreda es una de las pocas mujeres que aparece, en un

reducido grupo de alrededor de cuatro (junto con Victor Catala, Montserrat Roig y Carme

Riera).

En línea con lo anterior, nos encontramos con uno de los tomos que más se acercan

a nuestro objeto de estudio, el volumen VI de la Breve historia feminista de la literatura

española de Iris M. Zavala, enteramente dedicado a aquella escrita en lengua catalana,

gallega y vasca. Los tomos anteriores realizan un recorrido crítico de la literatura escrita en

lengua española desde el medioevo hasta la actualidad. Que las tres lenguas restantes del

territorio español deban compartir un tomo para este mismo recorrido cronológico es

síntoma del espacio que ocupan para los historiadores de la península. También es

necesario mencionar que recién en los últimos 20 años encontramos una obra de esta

magnitud que se dedique específicamente a la literatura escrita por mujeres. En este caso, el

criterio con el que se seleccionan autoras sigue manteniendo las ideas clásicas de la

historiografía literaria y se trabaja con la idea de marginación, con la idea de dimensionar


aquello que es considerado pequeño (ya sea lo femenino o lo periférico). Se trabaja,

además, con la idea de genealogía, estas mujeres -según las autoras del volumen- forman

una larga cadena de feminismo y catalanismo. Rodoreda aparece como una figura

importante, central en esta genealogía catalana.

Esta idea de tomar como objeto las diferentes nacionalidades periféricas se

encuentra también en otros textos, haciendo incluso más hincapié en la perspectiva

comparatista, como en A Comparative History of Literatures in the Iberian Peninsula,

editada por Fernando Cabo Aseguinolaza, Anxo Abuín González y César Domínguez, y en

Bases metodolóxicas para unha historia comparada das literaturas na península Ibérica,

de Angel Abuín González, para nombrar algunos. En estos, se intenta romper con ese

patrón clásico de la historiografía literaria nacional, generando una perspectiva de

intercambio y diálogo; los criterios lingüísticos o nacionales se desdibujan para evitar la ya

caduca asimilación de la literatura española con aquella escrita en castellano (reseña, xxxx).

Esta proliferación de manuales, historias y genealogías –de las cuales solo hemos

mencionado unas pocas hoy- reproduce los mismos criterios de clasificación, ya sea

colocándose en el centro o en la periferia. Uno de los pocos intentos de zafarse de estas

categorías y de cuestionar de alguna forma la utilidad de esta compartimentación se

encuentra, por ejemplo, en la figura del escritor exiliado, ya que es aquel que no encuentra

en su territorio la justificación de su lugar en la literatura nacional. Sin embargo, es

significativo que siga siendo necesario categorizarlo aparte en un capítulo o sección

específica para esta “excepción”. Otro punto que debemos remarcar antes de continuar es

esta idea que aparece en más de una ocasión con respecto a la conexión de Cataluña

directamente con Europa. Esto, incluso dentro de una historia de la literatura española,

cuestiona las bases mismas de la construcción de una literatura y una genealogía nacional.
¿Cómo se podría pensar una literatura nacional cuando constantemente se afirman los

esfuerzos constantes de Cataluña, por ejemplo, por adoptar un nuevo modelo cultural no

español? La posibilidad misma de afirmar un rechazo o una aceptación de diferentes

tradiciones literarias cuestiona las bases mismas de la construcción de una genealogía

supuestamente lineal como la que propone la historiografía literaria nacional.

Realizar este breve recorrido no es un intento de ignorar todo aquello que se ha

venido haciendo o de desestimar por completo las historias y las clasificaciones de la

literatura. Es innegable la comodidad que esto representa a la hora de armar un programa o

pararse frente a los estudiantes, en el momento de pedir una beca o definir el lugar propio

en un campo de investigación. El problema se presenta a la hora de realizar un estudio y un

análisis serio de la literatura que represente un avance con respecto a ciertas ideas que

resultan –precisamente- cómodas. Por esta razón es que pensamos en el cruce entre

identidad de género e identidad catalana, y del español con el catalán, como un espacio

productivo desde donde empezar a buscar estos nuevos objetos literarios.

Una idea interesante que se encuentra en la base de este objetivo es la “doble

marginación” que parece recaer sobre la figura de la escritora catalana, presentada en más

de una ocasión por Geraldine Nichols (xxxx, xxxx). En este caso, el desplazamiento se

volvería doble por el hecho de ser mujer y por la identificación con una nación periférica

que intenta ser simplemente asimilada a lo castellano por el franquismo. Este concepto es

productivo para pensar en el cruce real que se desprende de estos dos caminos, pero

también es necesario incorporar este concepto y complejizarlo. No solamente debemos

hablar de centro y periferias, de lugares centrales y marginales, sino que también es

necesario pensar en qué significa esto para los estudios literarios; una encrucijada, en esta

situación, no es solamente un cruce de categorías que se “aplica” a ciertos autores y a otros


no. Es, además, el surgimiento de un nuevo objeto que comienza a tomar forma y que va

más allá del lugar de origen, de la lengua o del género del escritor. El desafío se encuentra –

precisamente- en entender este objeto sin condenarlo nuevamente a un capítulo de la

historia literaria.

En este sentido, no podemos dejar de mencionar ciertos puntos centrales que

enlazan lo “femenino” y lo “catalán” y que sirven como ejemplo de cómo esto puede ser

efectivamente llevado al análisis de las obras literarias. En primer lugar, encontramos la

cuestión del origen, ya sea la cuestión generacional femenina, el rol de madre o hija o el

lugar de la mujer como reproductora física, o la cuestión nacional, la relación del individuo

con su territorio o con su patria, elementos unidos inextricablemente (Los Abel [1948],

Primera memoria [1959], La trampa [1969]). Por otro lado, ejemplarmente podemos hacer

foco en la familia, tanto en un nivel literal, resaltando el papel de la mujer en esta

construcción, como metafórico, donde las historias de estas familias hacen alusión a otros

procesos históricos (Aloma [1936/1968], La plaza del Diamante [1962], Espejo roto

[1974]). Por último, elegimos la idea de tierra, algunas veces relacionada con el territorio

nacional o propio, vinculada al sentido de pertenencia del individuo o a la identificación

con un lugar, y en otros momentos comparada con la idea de madre, uno de los términos

más asociados al de mujer en el contexto en el que nos ubicamos (Nada [1945], La mujer

nueva [1955]).

Desde la idea del cruce y de la doble marginalidad de la figura femenina catalana, la

combinación que proponemos pretende hacer más hincapié en la lectura y análisis de los

textos y no solamente justificar tal concepto desde adscripciones identitarias como el

género del escritor o su lugar de nacimiento. Incluso tomando las obras completas de las

tres autoras seguiríamos teniendo un corpus legible dentro de un período no demasiado


extenso de tiempo. Sin embargo, si nuestra intención es realizar un análisis minucioso y

complejo, no tiene demasiado sentido intentar abordar todas las obras a la vez. Creemos

que un corpus limitado y bien estudiado, sin olvidar la existencia de todo el resto de la obra

de cada autora, podría acercarnos a los objetivos iniciales de este proyecto. Allí también

entra en juego la naturaleza del corpus seleccionado: diferentes lenguas de escritura,

concepciones de la lengua materna, personajes, espacios y relaciones con el territorio

catalán.

Como venimos señalando, este trabajo implica la revisión de ciertas categorías de

los estudios de género y de la historiografía de las literaturas nacionales. Entonces, de

acuerdo con el corpus elegido, nos preguntamos sobre la capacidad de los estudios de

género para desafiar ciertas construcciones relativas a la clasificación de la literatura y

cómo, desde un lugar marginal, la literatura femenina o feminista entra en tensión con

ciertos lugares y criterios canónicos. Asimismo, nos interrogamos conjuntamente sobre la

condición de nación de Cataluña y la posición de la lengua catalana frente al español, en

relación con la posibilidad de un acceso histórico-crítico a estas producciones. Todo esto

con el fin de acercarnos a la gran pregunta que nos acecha sobre el status de la literatura en

el campo de los estudios literarios académicos, las delimitaciones disciplinares que cambian

con el tiempo (especialmente en los últimos años) y los dispositivos institucionalizados de

catalogación historiográfica de estas producciones.

Un punto importante que ya hemos mencionado en relación a estos objetivos, pero

en el que es necesario profundizar, tiene que ver con la elección del corpus y esa

heterogeneidad en la que intentamos hacer hincapié. En principio, las raíces de la elección

de estas tres autoras se encuentran, efectivamente, en su nacimiento en el territorio catalán.

No obstante, de acuerdo con ciertos cuestionamientos que consideramos centrales en


nuestra investigación, este punto no es suficiente para justificar tal selección. La posibilidad

de agruparlas de acuerdo con su lugar de origen solo cobra sentido al considerar la

heterogeneidad de sus trayectorias y producciones literarias. Ellas, mientras conservan

ciertas coincidencias en los tratamientos de los temas, o la construcción de personajes y

espacios, se manifiestan en lenguas distintas y escriben y publican en diferentes territorios.

Más allá de ciertas clasificaciones que proponen algunos autores como Rico o Sanz

Villanueva en relación a las generaciones o escuelas literarias españolas, es cierto que sus

momentos de mayor producción literaria fueron distintos, así también como sus relaciones

con el éxito editorial y sus pares escritores. Tampoco retomaron sus raíces y la lengua

catalana de la misma forma, llegando a diferencias tan importantes como el uso tajante del

español en el caso de Laforet, el uso de un español no exento de influencias catalanas en el

de Matute y el uso exclusivo del catalán en el de Rodoreda. Asimismo, no todas residieron

en los mismos territorios ni sufrieron la censura de la misma forma. Precisamente, el hecho

de que hayan desarrollado su profesión durante la época franquista (e incluso después de

esta en algunos casos) le suma un rasgo importante a sus producciones, complejizando las

operaciones de lectura con elementos relativos a la censura, la represión y el exilio.

En el trabajo que proponemos es muy importante tener en cuenta el contexto

histórico que se recorta a la hora de hacer el análisis. Con este propósito en mente, ciertos

puntos deben ser considerados en su especificidad, como la Guerra Civil Española, el

franquismo (y sus diferentes etapas), la transición y la actualidad. Por otro lado, como

señalamos cuando mencionábamos los criterios de selección que se utilizan en la

construcción de una historia de una literatura nacional española, debemos introducirnos en

una realidad fragmentada, donde conviven diferentes lenguas y nacionalidades, con todos

los conflictos que esto implica para el estudio de la literatura.


Por último, pero no porque este sea un punto poco importante, un corpus bilingüe

implica un trabajo de lectura doble en algunos casos, y la configuración de un sistema que

permita el trabajo comparativo entre las obras. En los casos en los que es posible se leen los

textos en catalán y en español y se presta especial atención a los cruces entre lenguas que se

producen no solo por la traducción sino por la relación misma que la autora posee con cada

una de ellas. El objetivo es no encasillar la investigación, en principio, en una “literatura

española”, “literatura catalana”, “literatura femenina” o “literatura feminista”, sino ver los

juegos de intersección y complementariedad más que la oposición o la distinción de

enfoques y tradiciones de investigación. Cómo trabajar con un corpus que abarca dos

lenguas, el español y el catalán, no solo es uno de los desafíos de este proyecto, es también

una de las bases mismas que sustenta su objeto y su análisis. El hecho de que exista la

posibilidad poco explorada de trabajar en forma comparativa con estos textos motiva la

delimitación de este nuevo objeto, es la razón misma por la que existe el cuestionamiento

de las categorías y las clasificaciones de la historiografía literaria.

No hay un propósito militante en este trabajo y en el proyecto sobre el que habla;

aunque pueda llegar a resultar inevitable pensarlo leyendo algunos de sus objetivos o

hipótesis, no se intenta tomar una postura feminista o catalanista, no se intenta hacer una

defensa de la escritora catalana. Nuestra mejor defensa y nuestra más encarnizada postura

no se encuentra detrás de un género o de una nacionalidad, sino detrás de la literatura; más

bien, detrás de un modo de leer y de trabajar con la literatura. Los estudios transnacionales

son parte de esto o, mejor dicho, este trabajo se propone acompañar a estos estudios –para

algunos nuevos, para otros ya históricos- que buscan nuevos objetos y nuevas formas de

entender el campo literario, e incluso, ir más allá de este.

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