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En otras palabras, son externalidades aquellas actividades que afectan a otros sin que
estos paguen por ellas o sean compensados. Existen externalidades cuando los costos o
los beneficios privados no son iguales a los costes o los beneficios sociales. Los dos tipos
más importantes son las economías externas (externalidad positivas) o las deseconomías
externas (externalidades negativas). Una mejor clarificación: una externalidad es el
«Efecto negativo o positivo de la producción o consumo de algunos agentes sobre la
producción o consumo de otros, por los cuales no se realiza ningún pago o cobro».
Jean-Jacques Laffont da una definición de uso común: Las externalidades son efectos
indirectos de las actividades de consumo o producción, es decir, los efectos sobre
agentes distintos al originador de tal actividad (y) que no funcionan a través del sistema
de precios. En una economía competitiva privada, los equilibrios no estarán, en general,
en un óptimo de Pareto, ya que solo reflejará efectos privados (directos) y no los efectos
sociales (directo más indirecto), de la actividad económica. Técnicamente esto se
interpreta como: «cualquier efecto indirecto que ya sea una actividad de producción o
consumo tiene sobre una función de utilidad o sobre un conjunto de consumo o conjunto
de producción».
Externalidades y economía
La discusión en esta época (siglos xix y xx) se centró, como era típico en la escuela
clásica, en los efectos generales, que permitían ya sea la obtención de beneficios sin
contribuir o el sufrimiento de consecuencias sin beneficios. El ejemplo clásico es la
construcción de un faro, que beneficiara el comercio en un puerto y, a través de él, en una
región, pero al mismo tiempo tendrá algunos efectos negativos, aumentando el tránsito
vehicular y el coste de las viviendas, etc. Sucede que no necesariamente todos aquellos
que se benefician estarán dispuestos a contribuir al financiamiento de la obra. La solución
obvia seria recurrir a algún impuesto, pero en ese caso es posible que terminen pagando
algunos de los que sufren las consecuencias negativas.
Suponiendo que todas las empresas son igualmente eficientes, una expansión de la
industria competitiva debida a por ejemplo la incorporación de una nueva empresa reduce
los costos medios de todas las otras empresas, incluyendo la nueva. Dado que la
reducción total de costos experimentada por todas las firmas intramarginales es atribuida
a la entrada de la nueva empresa, el verdadero costo de la producción adicional no es el
costo total calculado por esta empresa, sino que ese costo total menos los ahorros que
experimentan las otras empresas.
Mark Sommer ha puesto de relieve de manera excelente la relación no siempre clara que
existe en el nivel de vida de los habitantes de un país desarrollado medido en términos de
bienestar y la forma como un nivel de bienestar creciente exige un montón de
externalidades también creciente, las cuales terminan recayendo en personas y países
«invisibles» y ajenos a dichos habitantes. Es demasiado frecuente que los países, clases
y personas que tienen mayor poder económico emplean este poder para elevar su nivel
de vida a costa de los demás, es decir, a costa de las externalidades por medio de las
cuales se trasladan los costes crecientes de dicho bienestar a los demás países, clases y
personas:
Al construir una economía y una cultura con la premisa escapista de conveniencia
y confort perpetuos, los estadounidenses no han podido darse cuenta de que el
peso de su prometido bienestar está siendo sostenido por multitudes de otros
aparentemente invisibles seres vivientes, cuyo propio bienestar se ve perjudicado
y cuya supervivencia está siendo puesta en peligro precisamente por esa carga
que le es ajena.
En sí mismo, el anhelo de escapar de las tareas pesadas y de las incomodidades
no es un impulso humano exclusivo de los estadounidenses. El problema está en
la adoración religiosa de la comodidad como el más alto bien de la vida y en la
deliberada despreocupación ante el terrible precio escondido que el confort de
unos exige a muchos otros.
En definitiva, los estadounidenses también pagan un alto precio, tanto en
insatisfacción personal como a consecuencia de las venganzas elaboradas contra
ellos por otros no tan privilegiados.
Los economistas tienen un nombre para los desórdenes no reparados por quienes
los crearon: «externalidades». Como ninguna otra civilización en la historia
humana, los estadounidenses generaron una montaña de «externalidades» por las
cuales ellos y otros y generaciones tanto futuras como actuales pagarán
finalmente.
Habría que agregar, en compensación, las enormes externalidades positivas que los
estadounidenses han generado y que van desde innovaciones en medicina hasta aportes
culturales, pasando por todo tipo de ideas, servicios y productos para ver la pintura
completa. Tal vez la externalidad positiva más importante, por lo conspicua y actual,
originada en la tecnología norteamericana se encuentra en la liberación de toda la
información obtenida a través de los satélites artificiales (de comunicaciones y de ciencias
de la Tierra), al desarrollo del software libre y a las consecuencias positivas incalculables
de la tecnología actual en gran parte desarrollada en los Estados Unidos. La misma
Wikipedia es un ejemplo de este desarrollo reciente, cuyo impacto técnico, social y
económico en nuestra sociedad todavía dista mucho de estar agotado. También la
liberación de la información satelital obtenida por la NASA y otras organizaciones
gubernamentales norteamericanas (y de otras partes) están ayudando a comprender y
enriquecer la información y conocimiento científico de nuestro planeta, comprensión que
no tiene fronteras gracias a que los beneficios y avances tecnológicos del gobierno de los
Estados Unidos están puestos, por ley, a disposición de todo el mundo.
Lo peor de esta idea del famoso ecologista es que, en los últimos tiempos, se ha venido
convirtiendo en una práctica común en muchos países, especialmente en aquellos en los
que el sistema educativo está excesivamente centralizado y carente de bases cualitativas
desde el punto de vista científico y ético.
Así, el transporte mediante el uso del automóvil genera unos niveles de contaminación
que tienen que soportar tanto los que usan esos automóviles como los simples peatones
en una ciudad. Y con el consumo de tabaco se ven muy claro las externalidades tanto
positivas como negativas que conlleva con ese consumo. Por ejemplo, sabemos que una
persona fumadora tiene mucho más riesgo de contraer cáncer (sobre todo, en las vías
respiratorias) que otra que no fuma. Sin embargo, ambas suelen pagar unas cuotas
similares de seguro médico. En este caso, la persona fumadora es recipiente,
indirectamente, de una externalidad positiva mientras que la persona no fumadora está
pagando por costes que, en justicia no le corresponden, al menos en lo que se refiere al
cáncer de las vías respiratorias. Lo justo sería que los fumadores absorbieran unos costos
superiores del sistema de salud, equivalentes a la diferencia promedio en el tratamiento
de dicha forma de cáncer entre los dos grupos en cuestión. Afortunadamente, la decisión
de muchos países de eliminar por completo el consumo de tabaco en los sitios público ha
venido a solucionar, al menos en gran parte, dicho problema.
Clasificación
Algunos economistas (Frank y otros) sostienen que este aumento de las calificaciones
académicas «necesarias» van más allá de lo que es eficiente, que, esencialmente, se
trata de un mal uso (derroche) de los recursos sociales y personales que se invierten en la
realización de estos grados de maestría.
Otro ejemplo es la compra de joyas como regalo para otra persona, por ejemplo, un
cónyuge. Un marido puede buscar demostrar que valora su esposa más que otros valoran
las de ellos, a través de comprar joyas más caras que esos otros. Similarmente, alguien
puede tratar de demostrar cuan bien está económicamente a través de gastar más que
otros. Al igual que en el primer ejemplo, el ciclo sigue empeorando, ya que cada actor
busca posiciones a sí mismo como mejor en relación con los otros actores. Popularmente
esto se conoce como keeping up with the Joneses.
El gobierno puede también actuar más directamente, estableciendo normas legales que,
dada la presencia de externalidades, fijan el nivel óptimo de producción o consumo.
Sin embargo, como se señaló más arriba, estas soluciones entre fumadores y no
fumadores no son tan sencillas, por lo que recientemente, los distintos Estados han tenido
que tomar cartas en el asunto al tratarse de un problema de salud pública. Como se sabe,
se ha comprobado que la incidencia del cáncer de garganta y de pulmón es varias veces
mayor en los fumadores que en los no fumadores. Como los costes del tratamiento del
cáncer son muy elevados, nos encontramos que el no fumador tiene una externalidad
negativa muy grave porque, además de resultar perjudicado por el humo del tabaco ajeno,
tiene que compensar, con su aporte a la medicina pública o privada, los mayores costes
ocasionados por los contribuyentes fumadores. Como señala el refrán, siempre terminan
pagando justos por pecadores.
Posteriormente (1970) Kenneth Arrow propuso tratar las externalidades como debidas a
una fallo de mercado, consecuentemente, la solución es tratarlas como mercaderías,
creando un mercado para el propósito.
Ejemplos de esta aproximación incluyen leyes y acuerdos tanto internacionales como
nacionales relacionadas con las responsabilidades contractuales (ver, por ejemplo:
Requisitos del contrato; Incoterm; etc) y derechos tanto de productores y usuarios como
terceros, representados por cosas tales como las litigaciones de grupo o clases permitidas
bajo la legislación española.
Por ejemplo, el aire en las ciudades tendrá menor calidad que la del aire en un bosque
prístino, deterioro que puede alcanzar niveles peligrosos o dañinos para la salud humana.
Pero ese deterioro se debe en gran parte, más allá de la polución debida a actividades
industriales, de transporte, etc, al hecho que en las ciudades hay muchas personas
utilizando el aire.
Adicionalmente, hay aquellas actividades que, en las palabras de Adam Smith, incurren
en tales costes y generan tan pocos beneficios para el proveedor, que pocos o nadie se
interesa en efectuarlas. Y, sin embargo, son de beneficio general. Adicionalmente,
tenemos esas actividades que se considera que no están en el interés público dejarlas a
la actividad privada.
Así por ejemplo, la provisión de un parque o medio de transporte subvencionado por parte
de un gobierno pueden ser considerados tanto una tentativa de corrección de los
problemas causados por la mala calidad del aire como la provisión de un bien
público (disminución de polución causada por transporte privado —número
de automóviles — y provisión de aire puro respectivamente). Nótese que esto no implica
que una empresa privada no pudiera ofrecer ambos servicios, el argumento es que la
provisión al nivel requerido y con la intención mencionada no ofreceria la ganancia
necesaria para motivar la acción privada, lo que requiere un financiamiento común, que
puede tomar la forma de una subvención a una empresa privada o social. En otras
palabras, si se deseara disminuir la polución causada por el gran número de automóviles
en el centro de una ciudad, seria quizás necesario ofrecer un sistema de transporte
público cuya conveniencia — incluyendo coste— compensará a los individuos que de otra
manera usarían sus automóviles.
Alguna de las sugerencias anteriores se basan en el supuesto que sería posible llegar
efectivamente a un acuerdo general entre los actores a fin de determinar un nivel
apropiado de compensación. Surge así un problema de revelación de preferencias, ya
que los agentes podrían tener incentivos para «comportarse estratégicamente» (por
ejemplo: mentir) acerca de su valoración de los efectos externos. Similarmente, la
asignación de derechos de propiedad y la negociación sobre los mismos pueden dar lugar
a ya sea los mismos comportamientos estratégicos o incluso algunos adicionales, lo que
impediría alcanzar una solución óptima. Adicionalmente, no siempre es el caso que los
actores poseen la necesaria información y/o que los costes de transacción (es decir, los
costos legales) asociados a una posible negociación sean por lo menos ínfimos.
Finalmente, sucede que el tipo más común de solución es un acuerdo «tácito entre las
partes» ya sea a través del proceso político —los Gobiernos son elegidos para lograr
compromisos políticos entre los diversos intereses. Por ejemplo, los gobiernos aprueben
leyes y reglamentos para hacer frente a la contaminación y otros tipos de daños al medio
ambiente— o a través de normas y costumbres sociales, que pueden haber evolucionado
como una manera de hacer frente a los costos y beneficios externos. Cualquiera que sea
el caso, las comunidades de funcionamiento democrático generalmente se ponen de
acuerdo para hacer frente a estos costes y beneficios a través de un consenso. Como
Arrow sugiere en su obra (op. cit) es un error reducir la acción común a la acción estatal.
Sin embargo, no es menos cierto que tales acuerdos pueden concretarse más rápida o
efectivamente debido a la amenaza de la acción gubernamental. En todo caso, es el
deber del estado representar el interés general aun cuando intereses sectoriales lleguen a
acuerdos. Por ejemplo, una fábrica de acero cuyas emisiones contaminantes «traspasan»
en los pulmones de un gran número de individuos en un área geográfica, es difícil si no
imposible, y hay grandes costos de transacción, para un solo miembro de ese público
general negociar con el productor, lo cual no evita que la empresa haya llegado a un
acuerdo con los sindicatos acerca de medidas de prevención, etc, en el lugar de trabajo
mismo.
Todo lo anterior resalta el problema de evaluar tanto los daños y beneficios de una
actividad como las compensaciones adecuadas. Considérese por ejemplo el caso de una
planta nuclear para la generación de energía eléctrica, cuyas
emisiones contaminantes podrían estar asociadas con un incremento porcentual
relativamente pequeño de cánceres en la localidad en la que opera. Cualquiera de esos
cánceres por si mismo podría deberse a causas no relacionadas en absoluto con la
central eléctrica. Pero en su conjunto ese incremento está relacionado con esas
actividades. Adicional, y consecuentemente, el valor de las propiedades en el área
cercana pierden valor. Por otra parte, tanto la empresa y los trabajadores como la
sociedad en general se benefician de la provisión de energía eléctrica en esa región.
¿Cuál es el balance adecuado entre daños y compensaciones?