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Externalidad

Una externalidad es una situación en la que los costes o beneficios


de producción y/o consumo de algún bien o servicio no se reflejan en su precio de
mercado.

En otras palabras, son externalidades aquellas actividades que afectan a otros sin que
estos paguen por ellas o sean compensados. Existen externalidades cuando los costos o
los beneficios privados no son iguales a los costes o los beneficios sociales. Los dos tipos
más importantes son las economías externas (externalidad positivas) o las deseconomías
externas (externalidades negativas). Una mejor clarificación: una externalidad es el
«Efecto negativo o positivo de la producción o consumo de algunos agentes sobre la
producción o consumo de otros, por los cuales no se realiza ningún pago o cobro».

Jean-Jacques Laffont da una definición de uso común: Las externalidades son efectos
indirectos de las actividades de consumo o producción, es decir, los efectos sobre
agentes distintos al originador de tal actividad (y) que no funcionan a través del sistema
de precios. En una economía competitiva privada, los equilibrios no estarán, en general,
en un óptimo de Pareto, ya que solo reflejará efectos privados (directos) y no los efectos
sociales (directo más indirecto), de la actividad económica. Técnicamente esto se
interpreta como: «cualquier efecto indirecto que ya sea una actividad de producción o
consumo tiene sobre una función de utilidad o sobre un conjunto de consumo o conjunto
de producción».

Las externalidades son generalmente clasificadas en externalidades negativas, cuando


una persona o una empresa realiza actividades, pero no asume todos los costos,
efectivamente traspasando a otros, posiblemente la sociedad en general, algunos de sus
costos; y externalidades positivas, cuando esa persona o empresa no recibe todos los
beneficios de sus actividades, con lo cual otros posiblemente la sociedad en general se
benefician sin pagar. Recientemente se habla de un tercer grupo: externalidades
posicionales.

Economistas partidarios del laissez-faire (liberalismo económico), tales como Friedrich


von Hayek y Milton Friedman, se refieren a veces a las externalidades como «efectos
secundarios» (spillovers).
Más allá del efecto sobre individuos o grupos, se considera, desde el punto de vista de
la economía, que el efecto de las externalidades es distorsionar el mercado y,
consecuentemente, la asignación eficiente de los recursos en un sistema económico.

Origen y evolución del concepto

El estudio de actividades económicas cuyos beneficios y costes se extienden más allá de


quienes las utilizan o implementan directamente puede trazarse a Adam Smith, quien, en
el libro 5 de La Riqueza de las Naciones y con posterioridad a un largo y detallado análisis
en relación a cosas tales como la administración de justicia, defensa nacional, y otras
instituciones (tales como educación) y obras públicas, etc., concluye aduciendo que dado
que esas actividades son establecidas para el beneficio general de toda la sociedad es
razonable, por lo tanto, que deban ser sufragadas por la contribución general de toda la
sociedad, todos los diferentes miembros contribuyendo, en la medida de lo posible, en
proporción a sus respectivas capacidades. Sin embargo, Smith deja claro que, en su
opinión, esos gastos deberían ser idealmente cubiertos por quienes se benefician más
inmediata y directamente. Por ejemplo, los estudiantes pueden pagar por su educación, y
los peajes «liberan los ingresos generales de la sociedad de una carga muy
considerable».

Externalidades y economía

La discusión en esta época (siglos xix y xx) se centró, como era típico en la escuela
clásica, en los efectos generales, que permitían ya sea la obtención de beneficios sin
contribuir o el sufrimiento de consecuencias sin beneficios. El ejemplo clásico es la
construcción de un faro, que beneficiara el comercio en un puerto y, a través de él, en una
región, pero al mismo tiempo tendrá algunos efectos negativos, aumentando el tránsito
vehicular y el coste de las viviendas, etc. Sucede que no necesariamente todos aquellos
que se benefician estarán dispuestos a contribuir al financiamiento de la obra. La solución
obvia seria recurrir a algún impuesto, pero en ese caso es posible que terminen pagando
algunos de los que sufren las consecuencias negativas.

La situación perduró a lo largo de esas líneas de «beneficios generales»; argumentos


centrándose generalmente en materias de extensión e implementación: no siempre es
conveniente o práctico cobrar a los usuarios directos en cada ocasión en, por ejemplo,
las calles de pueblos y ciudades o se puede considerar que los beneficios de una
educación pública generalizada y gratuita a los estudiantes más que justifican el hecho
que son financiados comunalmente. Igualmente, no es necesariamente la mejor opción
que materias de justicia estén abiertas a consideraciones de «pagos», etc.

El estudio de esos fenómenos fue modificado profundamente con la aparición


del neoclasicismo. Alfred Marshall nota, en su obra Principios de economía (1890) que no
solo existen beneficios o costos «generales» sino también «sectoriales» e incluso
individuales. Adicionalmente, Marshall enfatiza que esos efectos son resultados
inesperados: algunas empresas obtienen una reducción en los costes que no son
resultado de las acciones de ellas mismas, sino que se originan externamente debido, por
ejemplo, a la expansión del mercado o a la mejor calidad en la mano de obra,
consecuencia del acceso a mejores niveles de salud, educación y cultura provistos por
otras firmas o por la sociedad como un todo. Para Marshall entonces, el alcance del
concepto se refiere a efectos que son externos a la empresa, pero muchas veces internos
de la industria en general. Mishan expone simplemente el argumento marshalliano en los
siguientes términos:

Suponiendo que todas las empresas son igualmente eficientes, una expansión de la
industria competitiva debida a por ejemplo la incorporación de una nueva empresa reduce
los costos medios de todas las otras empresas, incluyendo la nueva. Dado que la
reducción total de costos experimentada por todas las firmas intramarginales es atribuida
a la entrada de la nueva empresa, el verdadero costo de la producción adicional no es el
costo total calculado por esta empresa, sino que ese costo total menos los ahorros que
experimentan las otras empresas.

Externalidades y nivel de vida

Mark Sommer ha puesto de relieve de manera excelente la relación no siempre clara que
existe en el nivel de vida de los habitantes de un país desarrollado medido en términos de
bienestar y la forma como un nivel de bienestar creciente exige un montón de
externalidades también creciente, las cuales terminan recayendo en personas y países
«invisibles» y ajenos a dichos habitantes. Es demasiado frecuente que los países, clases
y personas que tienen mayor poder económico emplean este poder para elevar su nivel
de vida a costa de los demás, es decir, a costa de las externalidades por medio de las
cuales se trasladan los costes crecientes de dicho bienestar a los demás países, clases y
personas:
 Al construir una economía y una cultura con la premisa escapista de conveniencia
y confort perpetuos, los estadounidenses no han podido darse cuenta de que el
peso de su prometido bienestar está siendo sostenido por multitudes de otros
aparentemente invisibles seres vivientes, cuyo propio bienestar se ve perjudicado
y cuya supervivencia está siendo puesta en peligro precisamente por esa carga
que le es ajena.
 En sí mismo, el anhelo de escapar de las tareas pesadas y de las incomodidades
no es un impulso humano exclusivo de los estadounidenses. El problema está en
la adoración religiosa de la comodidad como el más alto bien de la vida y en la
deliberada despreocupación ante el terrible precio escondido que el confort de
unos exige a muchos otros.
 En definitiva, los estadounidenses también pagan un alto precio, tanto en
insatisfacción personal como a consecuencia de las venganzas elaboradas contra
ellos por otros no tan privilegiados.
 Los economistas tienen un nombre para los desórdenes no reparados por quienes
los crearon: «externalidades». Como ninguna otra civilización en la historia
humana, los estadounidenses generaron una montaña de «externalidades» por las
cuales ellos y otros y generaciones tanto futuras como actuales pagarán
finalmente.

Habría que agregar, en compensación, las enormes externalidades positivas que los
estadounidenses han generado y que van desde innovaciones en medicina hasta aportes
culturales, pasando por todo tipo de ideas, servicios y productos para ver la pintura
completa. Tal vez la externalidad positiva más importante, por lo conspicua y actual,
originada en la tecnología norteamericana se encuentra en la liberación de toda la
información obtenida a través de los satélites artificiales (de comunicaciones y de ciencias
de la Tierra), al desarrollo del software libre y a las consecuencias positivas incalculables
de la tecnología actual en gran parte desarrollada en los Estados Unidos. La misma
Wikipedia es un ejemplo de este desarrollo reciente, cuyo impacto técnico, social y
económico en nuestra sociedad todavía dista mucho de estar agotado. También la
liberación de la información satelital obtenida por la NASA y otras organizaciones
gubernamentales norteamericanas (y de otras partes) están ayudando a comprender y
enriquecer la información y conocimiento científico de nuestro planeta, comprensión que
no tiene fronteras gracias a que los beneficios y avances tecnológicos del gobierno de los
Estados Unidos están puestos, por ley, a disposición de todo el mundo.

Externalidades y medio ambiente

Las externalidades se dan con frecuencia en actividades relacionadas con el medio


ambiente, en casos en los que los derechos de propiedad no están bien definidos. Un
ejemplo clásico es la contaminación del aire o el agua. Las soluciones que se aplican en
la realidad suelen comprender tanto los impuestos y las subvenciones como la regulación.
La asignación de derechos de emisión de gases de efecto invernadero de acuerdo al
Protocolo de Kyoto sería un ejemplo de asignación de los derechos de propiedad.

La explicación más clara sobre las externalidades negativas en materia ecológica en la


construcción de obras de infraestructura está indicada en una cita de Barry Commoner.

Definitivamente, hemos recogido un registro de fallas serias en recientes aplicaciones de


la tecnología al ambiente natural. En cada caso, la nueva tecnología se ha aplicado sin
que se conocieran siquiera los nuevos peligros de esas aplicaciones. Hemos sido muy
rápidos en buscar los beneficios y muy lentos en comprender los costes.

Lo peor de esta idea del famoso ecologista es que, en los últimos tiempos, se ha venido
convirtiendo en una práctica común en muchos países, especialmente en aquellos en los
que el sistema educativo está excesivamente centralizado y carente de bases cualitativas
desde el punto de vista científico y ético.

La imagen de una calle en Cardiff sirve de ejemplo al problema de las externalidades


negativas del crecimiento de la población urbana: puede ser que, en un primer momento,
la calefacción con carbón no causara problemas contaminantes muy serios, pero cuando
este tipo de calefacción se incrementa a miles y hasta millones de viviendas en una gran
ciudad, esos problemas se multiplican de manera exagerada, por lo que los gobiernos de
las mismas tienen que tomar medidas drásticas. El ejemplo de Londres a mediados del
siglo xx, que en una semana murieron más de 5000 personas por la concentración de
humo, cenizas y dióxido de carbono procedentes de la calefacción doméstica constituyó
un hito en la adopción de medidas anticontaminantes. Y las modernas ciudades que
tienen un tipo de calefacción no contaminante tienen ahora un nuevo problema de
contaminación: el procedente de millones de automóviles con motor de combustión
interna. De hecho, en muchas ciudades se restringe el uso del automóvil cuando los
niveles de contaminación llegan a un tope previamente establecido.

Así, el transporte mediante el uso del automóvil genera unos niveles de contaminación
que tienen que soportar tanto los que usan esos automóviles como los simples peatones
en una ciudad. Y con el consumo de tabaco se ven muy claro las externalidades tanto
positivas como negativas que conlleva con ese consumo. Por ejemplo, sabemos que una
persona fumadora tiene mucho más riesgo de contraer cáncer (sobre todo, en las vías
respiratorias) que otra que no fuma. Sin embargo, ambas suelen pagar unas cuotas
similares de seguro médico. En este caso, la persona fumadora es recipiente,
indirectamente, de una externalidad positiva mientras que la persona no fumadora está
pagando por costes que, en justicia no le corresponden, al menos en lo que se refiere al
cáncer de las vías respiratorias. Lo justo sería que los fumadores absorbieran unos costos
superiores del sistema de salud, equivalentes a la diferencia promedio en el tratamiento
de dicha forma de cáncer entre los dos grupos en cuestión. Afortunadamente, la decisión
de muchos países de eliminar por completo el consumo de tabaco en los sitios público ha
venido a solucionar, al menos en gran parte, dicho problema.

Clasificación

Las externalidades actualmente se clasifican en positivas; negativas y posicionales

 Externalidad positiva: se produce cuando las acciones de un agente aumentan el


bienestar de otros agentes de la economía. Por ejemplo, supongamos que existe
un cultivo de árboles frutales en un lugar determinado. Vecino a éste se encuentra
una empresa que extrae miel de abejas. Las abejas, para producir miel, necesitan
del néctar de las flores; a su vez, para que los árboles den frutas, es necesario que
exista una polinización, la cual se facilita por el movimiento de insectos de flor en
flor. Por lo tanto, sin haber pagado por ello, el dueño de los árboles está
beneficiándose de una externalidad positiva por el hecho de que el vecino
produzca miel de abejas y tenga abejas cercanas a su cultivo. De la misma forma,
el vecino está recibiendo una externalidad positiva, producida por el cultivo de
árboles, por el hecho de tener cerca las flores de estos.

 Externalidad negativa: se produce cuando las acciones de un agente reducen el


bienestar de otros agentes de la economía. Supongamos, por ejemplo, que existe
un criadero de truchas en un lugar determinado. Para que las truchas crezcan y se
desarrollen correctamente, deben mantenerse en aguas limpias libres de
contaminación. Sin embargo, en un lugar cercano, existe un cultivo de flores que
utiliza sustancias químicas para controlar las plagas de las flores. Por el viento y
las condiciones climáticas, estos compuestos químicos contaminan las fuentes de
agua cercanas, por lo tanto, el criador de truchas se ve seriamente afectado por
las acciones del cultivo de flores cercano; es decir, está sufriendo un efecto
negativo externo a él (una externalidad negativa).

 Externalidades posicionales: se refieren a un tipo especial de externalidad que


depende de la posición respectiva de los actores y/o bienes, etc, en una situación.
El concepto fue introducido por Fred Hirsh en 1976 y profundizado por Robert H.
Frank.

Un ejemplo de externalidad de posición es el fenómeno de «carrera de sobreeducación»


refiriéndose a la educación superior en el mercado laboral de EE. UU. En la década de
1960, muchos jóvenes norteamericanos de clase media, se consideraban preparados
para su carrera al completar una licenciatura. Sin embargo, en la década de 1990,
muchas personas del mismo grupo social deseaban completar una maestría, con la
esperanza de «parecer mejor que» otros competidores en el mercado de trabajo,
señalando a empleadores potenciales su mejor calidad como empleados «con potencial».
Consecuentemente, en la primera década del 2000, algunos trabajos en los cuales
anteriormente sólo se exigía una licenciatura, tales como puestos de análisis de políticas,
requieren una maestría académica.

Algunos economistas (Frank y otros) sostienen que este aumento de las calificaciones
académicas «necesarias» van más allá de lo que es eficiente, que, esencialmente, se
trata de un mal uso (derroche) de los recursos sociales y personales que se invierten en la
realización de estos grados de maestría.
Otro ejemplo es la compra de joyas como regalo para otra persona, por ejemplo, un
cónyuge. Un marido puede buscar demostrar que valora su esposa más que otros valoran
las de ellos, a través de comprar joyas más caras que esos otros. Similarmente, alguien
puede tratar de demostrar cuan bien está económicamente a través de gastar más que
otros. Al igual que en el primer ejemplo, el ciclo sigue empeorando, ya que cada actor
busca posiciones a sí mismo como mejor en relación con los otros actores. Popularmente
esto se conoce como keeping up with the Joneses.

Las externalidades pueden darse en:

 El consumo: Cuando las decisiones de consumo de un agente afectan a la utilidad


de otro agente. Pueden ser positivas y negativas. Es negativa si, por ejemplo,
nuestro vecino escucha música durante la noche afectando nuestro sueño y
nuestro derecho a dormir. Es positiva en el caso en que disfrutemos la música
porque nos gusta.

 La producción: cuando las decisiones de producción de una empresa afectan a las


posibilidades de producción de otra empresa.

 En el consumo y la producción: Cuando, por ejemplo, las decisiones de producción


de una empresa afecta al nivel de utilidad que alcanza un consumidor.

Posibles soluciones al problema de las externalidades

Hay dos aproximaciones fundamentales a las posibles soluciones al problema de las


externalidades. La primera deriva de la aproximación de Pigou y otros que depende
principalmente de la acción estatal.

La segunda se deriva de la propuesta realizada por Ronald Coase, popularizada


posteriormente por George Stigler con el nombre de Teorema de Coase que establece
que: siempre será posible obtener, a través de la negociación, un equilibrio óptimo entre
las necesidades de la sociedad y las inevitables externalidades que se generan en la
producción necesaria para satisfacer esas necesidades. Esa optimización, que no implica
necesariamente la desaparición total de la externalidad pero lleva a un máximo nivel de
bienestar, depende de que los derechos de propiedad de las distintas partes estén bien
definidos y sean defendibles, que los costos asociados con las negociaciones sean
infimos y que los actores actúen racionalmente, en el marco del equilibrio general, todo lo
cual tenderá a producir soluciones mutuamente satisfactorias por compromiso y
compensación entre las partes.

Lo anterior da origen, a nivel práctico, a tres aproximaciones principales:

Control y/o persuasión gubernamental

Estas tentativas se pueden dividir en dos grandes grupos: A) Tentativas de persuasión o


dirección por parte del gobierno y B) tentativas de control legal directo, que generalmente
se refieren a las externalidades negativas o detrimentales.

 El gobierno puede tratar más o menos indirectamente de promover o restringir


ciertas actividades, por ejemplo a través de impuestos (caso de externalidad
negativa) o subvenciones (caso de externalidad positiva), y más en general,
actividades de promoción o disuasión que reflejen la valoración social de los
efectos externos y que permitan la internalización o realización de ese valor por
parte de los participantes. Esta aproximación se deriva directamente de la
propuesta de Pigou.

El gobierno puede también actuar más directamente, estableciendo normas legales que,
dada la presencia de externalidades, fijan el nivel óptimo de producción o consumo.

 Prohibición o criminalización de ciertas actividades, tales como el descarte de


desperdicios o basuras en lugares de uso público, prohibición de emisión de
niveles excesivos de ruido en áreas residenciales, prohibición de fumar en lugares
públicos, prohibición de venta y/o tráfico indiscriminado de substancias
consideradas dañinas, etc. (ver, por ejemplo: Ley de Sustancias Controladas de
Estados Unidos)

 Regulación de ciertas actividades: tales como la imposición de límites o


condiciones en el uso de ciertos bienes ajenos y/o comunes, por ejemplo,
condiciones de seguridad en lugares de trabajo (ver, por ejemplo: Comité de
Seguridad y Salud); regulaciones en la utilización de agua dulce ya sea para
el riego, para trasformarla en agua potable, uso industrial, etc (ver calidad del
agua); regulaciones relacionadas con el tratamiento de aguas residuales.
Regulación en la producción, almacenamiento y uso de substancias consideradas
peligrosas, etc. (ver, por ejemplo: riesgos para la salud de la radioactividad).
Normas civiles y de contrato

Esta aproximación se caracteriza por la tentativa de definición exacta de lo envuelto en los


derechos de propiedad y contratos, pero dejando en la medida de lo posible a los actores
mismos la implementación y/o defensa de tales contratos y derechos. Por ejemplo, en una
habitación cerrada los fumadores generan una externalidad negativa sobre los no
fumadores al hacerles respirar el humo de los cigarros. Sin embargo, si, por ejemplo, los
derechos de propiedad sobre el aire especificaran la calidad del aire a la que se tiene
derecho legal, fumadores y no fumadores podrían negociar sobre las compensaciones
adecuadas relacionadas con los perjuicios ocasionados por el humo del tabaco.

Sin embargo, como se señaló más arriba, estas soluciones entre fumadores y no
fumadores no son tan sencillas, por lo que recientemente, los distintos Estados han tenido
que tomar cartas en el asunto al tratarse de un problema de salud pública. Como se sabe,
se ha comprobado que la incidencia del cáncer de garganta y de pulmón es varias veces
mayor en los fumadores que en los no fumadores. Como los costes del tratamiento del
cáncer son muy elevados, nos encontramos que el no fumador tiene una externalidad
negativa muy grave porque, además de resultar perjudicado por el humo del tabaco ajeno,
tiene que compensar, con su aporte a la medicina pública o privada, los mayores costes
ocasionados por los contribuyentes fumadores. Como señala el refrán, siempre terminan
pagando justos por pecadores.

Si la información es perfecta y no existen costes de transacción asociados a la


negociación, la asignación de los derechos de propiedad permite internalizar el efecto
externo y alcanzar la solución eficiente en el sentido de Pareto. El ejemplo que Coase
ofrece es ilustrativo: considérese el caso de un granjero cuyas plantaciones son invadidas
por las ovejas de un pastor vecino. Si los derechos de propiedad están bien definidos, los
costos de la negociación son despreciables y los vecinos actúan racionalmente, ambos
tendrán un incentivo para llegar a un acuerdo: ya sea el uno o el otro de los vecinos
puede ofrecer una remuneración a quien corresponda el derecho de propiedad sobre el
terreno en cuestión, compensación que exceda la ganancia potencial por la actividad que
el propietario ejerce, haciendo así más conveniente el uso alternativo y solucionando el
problema.

Posteriormente (1970) Kenneth Arrow propuso tratar las externalidades como debidas a
una fallo de mercado, consecuentemente, la solución es tratarlas como mercaderías,
creando un mercado para el propósito.
Ejemplos de esta aproximación incluyen leyes y acuerdos tanto internacionales como
nacionales relacionadas con las responsabilidades contractuales (ver, por ejemplo:
Requisitos del contrato; Incoterm; etc) y derechos tanto de productores y usuarios como
terceros, representados por cosas tales como las litigaciones de grupo o clases permitidas
bajo la legislación española.

Tentativas de provisión y corrección por parte del Estado

No siempre es posible determinar quién es responsable por el problema, o incluso puede


que no haya un grupo diferente a la sociedad misma. Esto da origen a tentativas tanto de
corrección como de provisión por parte del estado.

Por ejemplo, el aire en las ciudades tendrá menor calidad que la del aire en un bosque
prístino, deterioro que puede alcanzar niveles peligrosos o dañinos para la salud humana.
Pero ese deterioro se debe en gran parte, más allá de la polución debida a actividades
industriales, de transporte, etc, al hecho que en las ciudades hay muchas personas
utilizando el aire.

Adicionalmente, hay aquellas actividades que, en las palabras de Adam Smith, incurren
en tales costes y generan tan pocos beneficios para el proveedor, que pocos o nadie se
interesa en efectuarlas. Y, sin embargo, son de beneficio general. Adicionalmente,
tenemos esas actividades que se considera que no están en el interés público dejarlas a
la actividad privada.

Ejemplos de estas tentativas de provisión y/o corrección estatal incluyen parques


públicos, la administración de justicia; seguridad nacional; programas de promoción de la
salud, de educación pública; construcción y mantenimiento de obras públicas, tales
como faros; etc.

Así por ejemplo, la provisión de un parque o medio de transporte subvencionado por parte
de un gobierno pueden ser considerados tanto una tentativa de corrección de los
problemas causados por la mala calidad del aire como la provisión de un bien
público (disminución de polución causada por transporte privado —número
de automóviles — y provisión de aire puro respectivamente). Nótese que esto no implica
que una empresa privada no pudiera ofrecer ambos servicios, el argumento es que la
provisión al nivel requerido y con la intención mencionada no ofreceria la ganancia
necesaria para motivar la acción privada, lo que requiere un financiamiento común, que
puede tomar la forma de una subvención a una empresa privada o social. En otras
palabras, si se deseara disminuir la polución causada por el gran número de automóviles
en el centro de una ciudad, seria quizás necesario ofrecer un sistema de transporte
público cuya conveniencia — incluyendo coste— compensará a los individuos que de otra
manera usarían sus automóviles.

Determinación del coste de las externalidades y compensación.

Alguna de las sugerencias anteriores se basan en el supuesto que sería posible llegar
efectivamente a un acuerdo general entre los actores a fin de determinar un nivel
apropiado de compensación. Surge así un problema de revelación de preferencias, ya
que los agentes podrían tener incentivos para «comportarse estratégicamente» (por
ejemplo: mentir) acerca de su valoración de los efectos externos. Similarmente, la
asignación de derechos de propiedad y la negociación sobre los mismos pueden dar lugar
a ya sea los mismos comportamientos estratégicos o incluso algunos adicionales, lo que
impediría alcanzar una solución óptima. Adicionalmente, no siempre es el caso que los
actores poseen la necesaria información y/o que los costes de transacción (es decir, los
costos legales) asociados a una posible negociación sean por lo menos ínfimos.

Finalmente, sucede que el tipo más común de solución es un acuerdo «tácito entre las
partes» ya sea a través del proceso político —los Gobiernos son elegidos para lograr
compromisos políticos entre los diversos intereses. Por ejemplo, los gobiernos aprueben
leyes y reglamentos para hacer frente a la contaminación y otros tipos de daños al medio
ambiente— o a través de normas y costumbres sociales, que pueden haber evolucionado
como una manera de hacer frente a los costos y beneficios externos. Cualquiera que sea
el caso, las comunidades de funcionamiento democrático generalmente se ponen de
acuerdo para hacer frente a estos costes y beneficios a través de un consenso. Como
Arrow sugiere en su obra (op. cit) es un error reducir la acción común a la acción estatal.

Sin embargo, no es menos cierto que tales acuerdos pueden concretarse más rápida o
efectivamente debido a la amenaza de la acción gubernamental. En todo caso, es el
deber del estado representar el interés general aun cuando intereses sectoriales lleguen a
acuerdos. Por ejemplo, una fábrica de acero cuyas emisiones contaminantes «traspasan»
en los pulmones de un gran número de individuos en un área geográfica, es difícil si no
imposible, y hay grandes costos de transacción, para un solo miembro de ese público
general negociar con el productor, lo cual no evita que la empresa haya llegado a un
acuerdo con los sindicatos acerca de medidas de prevención, etc, en el lugar de trabajo
mismo.

Todo lo anterior resalta el problema de evaluar tanto los daños y beneficios de una
actividad como las compensaciones adecuadas. Considérese por ejemplo el caso de una
planta nuclear para la generación de energía eléctrica, cuyas
emisiones contaminantes podrían estar asociadas con un incremento porcentual
relativamente pequeño de cánceres en la localidad en la que opera. Cualquiera de esos
cánceres por si mismo podría deberse a causas no relacionadas en absoluto con la
central eléctrica. Pero en su conjunto ese incremento está relacionado con esas
actividades. Adicional, y consecuentemente, el valor de las propiedades en el área
cercana pierden valor. Por otra parte, tanto la empresa y los trabajadores como la
sociedad en general se benefician de la provisión de energía eléctrica en esa región.
¿Cuál es el balance adecuado entre daños y compensaciones?

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