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“ATILA Y LOS SECRETOS DEL LIDERAZGO”

Al iniciar estas líneas, comencé a pensar que a estas alturas de mi carrera mal
podría estar retomando cualquier inducción en asuntos de liderazgo, pues es
evidente que debiera, sino ejercerlo con suficiencia, por lo menos entenderlo ya
a cabalidad. Sin embargo, al revisar la hoja previa y el volumen de la lectura - a
más de las exigencias que debe contener mi análisis sobre el particular - pensé
en lo mucho que había escuchado sobre el tema y lo poco que sabía de Atila.

Ha sido pues el “Rey de los Hunos” (434 – 453)1, un gran ausente. No solo
durante toda mi formación, especialización y paso por cuanto foro académico –
serio o no – he visitado, en pro de ese cargamento de grados académicos que
el Oficial de hoy está obligado a sumar, sino incluso en cursos de alto nivel, como
el de Estado Mayor Conjunto - en Lima – y mi Diplomatura de Estado Mayor
OTAN, en Madrid. Este último, logrado a ritmo de “premio” por el primero, y en
el que a más de hablar – por instinto de supervivencia - de competencias,
inteligencia emocional y del versus Líder-Jefe, para no desentonar con esa clase
militar, me fue ajeno el mal llamado Azote de Dios.

Por ello este libro - en opinión de muchos, joya del análisis transaccional –
además de haber contribuido a fortalecer la discusión sobre este inagotable
tema, aporta en mucho a esa maraña de conceptos, interpretaciones y ejemplos
que sobre el particular abundan en la Web, Intellectuals Libraries2 y Videos Gurú,
entre otros. De hecho, la tarea de Wess Robert3 no ha sido fácil, pues sobre este
mítico huno abundan biografías escritas - en mayoría – por sus adversarios, lo
que explica de alguna manera el haber sido casi marginado de esa casta de
conquistadores que han escrito con sangre y gloria la génesis del verdadero
liderazgo. Por estas razones, la revisión de la obra y su análisis, han merecido

1
SALVAT EDITORES, “La Enciclopedia”, 2003, pag. 1186.
2
“Librerías intelectuales de prestigio”.
3
Escritor y psicólogo estadounidense, autor del tema que nos ocupa: “Los secretos del Liderazgo”, 1990.

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mi total atención y apasionamiento, pues valoran la reconstrucción hecha de la
personalidad más controversial del Siglo V: ATILA.

En busca del autor

Habría que empezar definiendo si esta valoración se centra en lo que el autor ha


escrito de su personaje, o en lo que Atila representa para quienes estamos en
busca de sus aportes para el Liderazgo. Ciertamente, cualquier valoración sobre
lo escrito de él, debe servirse de la contrastación documentada, en el marco
estrictamente académico, para no terminar mitificándolo más.

En ese sentido, aun cuando la cátedra lo ha elegido, entre las decenas de


publicaciones que han hablado sobre él, en estos 15 Siglos en que su estilo - por
no decir prematuramente su legado - se ha mantenido vigente, es menester de
todo crítico valorar al autor, con el único afán de fortalecer los postulados de
quien él ha descrito como su líder metafórico.

Y sobre Wess Roberts hay, en mi opinión, tres fortalezas que lo posicionan como
uno de los escritores que - por su perfil - bien podrían representar a los críticos
más ácidos que pudiera haber tenido Atila. Nacido en los EEUU, hacia 1946,
Robert alcanzó un Phd. en Psicología en Utah, habiéndose dedicado a la
Psicología Experimental y análisis de factores conductuales implicados en el
aporte de perfiles-prototipo de liderazgo, lo que lo faculta a profundizar
objetivamente en la cuestionada personalidad de Atila. Es también, un licenciado
del Army de los EEUU, que alcanzó el grado de Mayor, lo que le brinda la
capacidad de identificar liderazgos-fuente o desestimarlos. Finalmente, Roberts
es, desde los 90, uno de los escritores del “New York Times”, hecho que
evidencia sus habilidades para la investigación.

Es pues un escritor reconocido, que ha logrado que sus obras – varias sobre
Atila – sean traducidas a 24 idiomas, logrando posicionarlo como personaje de
su metáfora, por haber logrado agrupar y conducir precisamente esas hordas
salvajes, hacia una nación poderosa. Aun, a sangre y espada, en una clara
muestra de conducción. Dejando la invitación para quienes se animen a

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reevaluar si la literatura formal, tal cual describe esas habilidades levantadas
sobre los principios de liderazgo, hubiera alcanzado entonces para lograr que
esos bárbaros los siguieran, sin tener ese innegable arte de dirigir a los demás.

¿Líder o conquistador?: Lo plausible de la apuesta metafórica.

Sobre Atila, como pasa con Genghis Kan, Tamerlán y el mismo Túpac Yupanqui,
entre otros, los autores difícilmente suelen ponerse de acuerdo en varios puntos.
Paradigmáticamente, muchos están en la idea de romper con la imagen de Atila
como un líder con cualidades positivas. Los menos - Roberts entre ellos - eligen
a Atila como un ejemplo, por lo menos de sus metáforas, aunque, para ser justos,
habría que decir que los postulados puestos en boca de Atila, según se evidencia
a lo largo de esta obra, carecen de vigor 4 . Probablemente, porque escasea
bibliografía escrita con mayor imparcialidad, lo que pudiera haber provocado que
el autor - prolijo escritor de Best Sellers - lo mida por sus resultados,
atribuyéndole sentencias - a tono de parábolas – que dan por descontado
debieron haber formado, necesariamente, parte de los valores con los que este
guerrero vivió, creció y conoció el éxito.

En todo caso, el crédito otorgado por el autor de “Atila: Los Secretos del
Liderazgo”, construido a la luz de las 18 cualidades identificadas por él, en estas
15 secciones que contiene su obra, acreditan sobradamente esa guía
estructurada que debe poseer todo líder, aun cuando reconoce en él a un
personaje ambiguo. De hecho, los más críticos evaluadores de Atila, lejos de
cuestionar estas cualidades como tales, (lealtad, valor, deseo, resistencia
emocional, resistencia física, comprensión, decisión, anticipación, oportunidad,
espíritu de victoria, seguridad en sí mismo, tacto, responsabilidad, credibilidad,
tenacidad, fiabilidad y organización), buscan desacreditar al mensajero.

Para ser justos entonces, diremos que probado esta que fue un gran
conquistador, rey irremplazable de los hunos y, sin dudas, gran motivador, pues
a saber ninguno de sus jefes subordinados compartían de inicio los sueños de

4
No presenta bibliografía ni citas referenciales. Menciona además que existe una evaluación previa hecha
por historiadores, cuyos nombres no son mencionados.

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Atila de conquistar el mundo y crear una patria para los hunos, lográndolos
convencer, luego de que sus objeciones fueran escuchadas y superadas, aun
cuando también se ha dicho que el temor por sus vidas aseguraba su lealtad,
conscientes, como eran, de la lógica superior de Atila.

Esto, a pesar de que pudiera resultar método legitimo para la supervivencia en


la época, resulta también cuestionable, no solo porque es sabido que el botín y
no el temor, animaban sus acciones, sino porque también hay evidencias de que
el Jefe de los Hunos solía mostrar el perfil de un estadista y civilizador, actuando
con prudencia, emprendimiento, diplomacia y espíritu de reformador social,
hechos que si bien se reconocen en las crónicas, no se resaltan, como sí se hace
con su dureza, soberbia, ferocidad, crueldad y afán de desolación.

Ahora bien, como recoge el “Lied Nibelungo”5, felizmente hay registros de su


bondad, justicia y sabiduría, y aunque vagos e incontrastables, por lo menos a
su favor puede decirse que quienes escribieron sin reconocerle a Atila estos
principios, “fueron precisamente cronistas, sacerdotes y poetas, por entonces
influenciados por las coronas, y no por cléricos ocupados de consultar los
registros históricos, como San Austin y San Gregorio, en su momento”6.

Y quizás sea este uno de los puntos neurálgicos de la valoración que motiva la
presente, pues Atila - visto en estricto régimen teórico - no debiera pasar a la
categoría de líder si no se ven luces de su “compasión”7, atributo esencial del
carácter de un líder militar8. Veamos, como supera esto el rey de los hunos.

Como diría Martos:

Todas las guerras medievales se llevaron a cabo a sangre y fuego. No se


concebía otra manera de combatir. La fama de exacerbado furor y
crueldad de los hunos, que en realidad fueron terror y sorpresa, debía ser,

5
El Cantar de los Nibelungos, poema épico de la Edad Media, escrito sobre el siglo XIII, anónimo, de origen
germano.
6
MARC Bloch, “La Sociedad Feudal”, 1968, pag. 121.
7
Compasivo, según “The free disctionary by Farlex”, dícese de quienes son misericordiosos, caritativos y
humanitarios.
8
TORRES César, “Educando al Ciberlíder del Futuro”, 2014, diapositiva. 8.

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como seria luego la de los mongoles, el arma silenciosa que utilizaban
para someter a sus enemigos con solo oír su nombre. Pero frente a su
pueblo, Atila fue justo y equitativo9.

Hasta aquí, aun con el empujón de Ana Martos Rubio, Atila la tiene difícil. Sin
embargo, nuevamente habría que decir que en el contexto de la sociedad de
entonces, no pasarían la valla ni Julio Cesar, ni Napoleón o el mismo Carlo
Magno, entre otros, pues ninguno tolero la traición y todos conquistaron a espada
y muerte. Claro está, en el caso de Atila, habría que contextualizar su conducta
en medio de esa difícil forma de subsistencia. Por ahora, Martos revela que
caritativo y humanitario, por lo menos con su pueblo, si fue.

Pero, avancemos un poco más. Visto en el marco del “Core del Líder
Estratégico”10 - para calzar en alguno de los modelos del “Equilibrio Dimensional
Humano”11- Atila sí se alzaría como un líder de dimensiones trascendentes, pues
con su probada posesión de habilidades, capacidades y actitudes, quedaría solo
por definir si aplica en el tema de valores. Y, a saber, se entiende por valores a
aquellos códigos morales que se aplican en cada sociedad; inherentes a las
costumbres, creencias, religión, tradiciones, etc., y que a diferencia de los
principios – a los que todos quedamos sujetos - no son de aplicación universal.

Con esto, bien podría Atila haber actuado honrando sus propios valores, que en
el caso de los hunos, se centraron en el bien común, arrojo, recompensa y
castigo, registrándose en la historia sobradas muestras de la competitividad y
efectividad que alcanzaron siguiendo esa línea de conducta. En atención a todo
esto, Atila encajaría con comodidad en las exigencias del pensamiento
estratégico, integridad y compromiso, citadas en clase12, las que deben calzar
en el perfil de todo líder que se precie de tal. A su favor, también está la forma
como Atila fortaleció ese liderazgo, en base a la renovación y desarrollo de sus

9
MARTOS, Ana, “Breve Historia de los Hunos y Atila”, 2011, pag. 31.
10
Entiéndase, como núcleo del Liderazgo Estratégico, en estricta atención al espíritu de la frase.
11
TORRES César, “Educando al Ciberlíder del Futuro”, 2014, diapositiva. 38.
12
Ibid, diapositiva. 39.

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relaciones de confianza con los jefes tribales, valiéndole la admiración y lealtad
de estos, a los que si bien guió con disciplina y dureza, inculcándoles sacrificio y
responsabilidad, respeto sus arraigos, costumbres y características propias.

A estas alturas, podríamos estar hablando ya de dudas razonables respecto a


los clichés, con los que han rotulado por siglos a este - ahora también nuestro -
líder metafórico. Sin embargo, queda parte de la producción de la obra, rica en
insumos para el liderazgo, de la que preferimos ocuparnos en esta parte final.

En temas de moral y disciplina, el libro trae sentencias fundamentales para la


cohesión de cualquier organización, siendo mortales, cuando estas escasean,
pues su ausencia dará paso a intrigas que terminan minando cualquier
estructura. Aquí Atila pide severidad para erradicar estas últimas. Nuestro líder
metafórico, habla también de lo importante que es dar y recibir muestras de
deferencia, tanto como lograr la empatía, fundamentales para acercarse a los
subordinados y ganar su lealtad, sin ensalzarse con las comodidades, si no por
el contrario, tratando de que estas no sean las que marquen las diferencias.

Resalta también la pericia que ha de tener todo líder al escoger a sus


adversarios. Al estilo de Sun Tzu, sugiere buscar un rival a la medida de las
destrezas propias, conocer al enemigo y evitarlo si nos supera. En ese sentido,
sus postulados sobre la toma de decisiones sugieren se afronten con convicción
– soportadas en esa mezcla de intuición, conocimientos y experiencia - y sin
lamentos, si producto de ellas las cosas no resultan tal como fueron planeadas.
En ese orden de cosas, valora tanto el “empoderamiento13” - a título de “El arte
de la Delegación” – como la lealtad, diplomacia y el arte de la negociación, este
último en términos de acuerdos por lograr, que permiten alcanzar objetivos sin
generar desgastes.

13
“Empoderamiento o apoderamiento, se refiere al proceso por el cual las personas aumentan la
fortaleza espiritual, política, social o económica de los individuos y las comunidades para impulsar
cambios positivos. Generalmente implica el desarrollo en el beneficiario de una confianza en sus propias
capacidades.” Wikipedia (página web). http://es.wikipedia.org/wiki/Empoderamiento

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Finalmente, nos da una muestra de entereza al hablarnos del “arte de perder” en
clara contingencia frente a la derrota. Se pinta de cuerpo entero, al preferir -
siendo un guerrero feroz - la retirada, para evitar pérdidas innecesarias, sabiendo
que también contribuyen a elevar la moral y el ánimo de sus subordinados.
Frente a la adversidad, trabaja en mejorar sus conocimientos sobre esos
escenarios desfavorables y en plantearse nuevas soluciones.

Qué nos deja este análisis…

La obra, si bien se sirve de la participación de un protagonista metafórico, por lo


demás blanco de las plumas occidentales más afiladas en materia de
conquistadores, nos regala una serie de insumos de valor en materia de
liderazgo, que en esencia, lejos de validar las crueldades y salvajismos atribuidos
por quienes perdieron poder, tierras y protagonismo, a merced de su mítico
reinado, fortalecen los valores – trasformados hoy en principios universales – a
los que todo líder que se precie de serlo, debe quedar sujeto.

Roberts, nos presenta un líder con conocimientos suficientes, capaz de


administrar rápida pero considerada justicia, con objetivos estratégicos, paciente
y tenaz. Capaz de infundir a un ejército gigante de bárbaros; disciplina, unidad
y espíritu de cuerpo. Capaz también a la hora de ejercer el mando, replantear su
visión o tomar decisiones. Lejano a la hora de buscar culpables y apurado más
bien por buscar soluciones. Metafórico o no, bien valen sus postulados. ¡El resto,
es menester de los historiadores!

Su talón de Aquiles, para retrasar su limpio acceso al panteón de los líderes,


podría recaer en su ausencia de misericordia, vital para quienes defienden la
integridad en el liderazgo. Sin embargo, acceder a las suplicas del Obispo Loup
en la Galia, para respetar la ciudad de Troyes, tanto como ser reconocido por
Martos y Roberts, como justo y equitativo, lo acercan al perfil de un jefe
compasivo, insumo vital en el “Ser, del Core del Liderazgo”.

Finalmente, en estricta aplicación de sus postulados a la clase militar peruana,


Atila resulta convirtiéndose en una suerte de outsider, frente a todo lo que ya se

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ha dicho sobre liderazgo. Acostumbrados a pensar que esta no es una carrera
de velocidad sino de resistencia, con todo el letargo que esto ha supuesto para
acceder a una verdadera revolución tecnológica y doctrinaria, nuestro líder
metafórico nos enmienda la plana, demostrándonos que es – por excelencia –
un carrera más bien de velocidad, aunque en la FAP – por ahora - sea de dos
velocidades, materia por cierto de otro análisis. Sin embargo, sus aportes
respecto al emprendimiento, anticipación y oportunidad, bien debieran tomarse.

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