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La advertencia no es para ponerlo al tanto del riesgo de un ataque con cuchillo en la calle,
sino por lo peligroso que puede ser lo que le hayan enseñado sobre la forma de lidiar con
este tipo de ataques.
Quizás por la presencia de técnicas de “desarmes” de cuchillo que abundan en las artes
marciales, hoy día se tiende a pensar que dominar a alguien con cuchillo es cosa de saber la
técnica adecuada y nada más. Ciertamente la cosa funciona mientras que el agresor sea su
compañero de práctica de toda la vida, tenga en la mano un cuchillo de madera y el entorno sea
el gimnasio donde se paga una mensualidad para aprender a defenderse, no la calle donde le
pueden quitar la vida por un par de zapatos.
Si usted tiene tiempo practicando algún estilo que involucra la defensa contra objetos punzo
cortantes, es asiduo de cursos donde se toca este tópico o simplemente quiere curarse en salud,
entonces esta información es para usted.
La mayoría de los entrenamientos tradicionales asumen que el defensor siempre sabrá que va a
ser atacado con un cuchillo.
Es bastante ingenuo pensar que quien piensa utilizar el cuchillo tenga la amabilidad de
advertírselo antes de atacar. Con excepción de atracos y peleas donde el arma es
mostrada como medio de intimidación, la mayoría de las veces el agresor procura tener
oculta el arma hasta estar al alcance de su víctima para sorprenderla.
Cuando el ataque es lanzado se activa la descarga de adrenalina (Respuesta de
Supervivencia ante el Estrés) que entre otros efectos disminuye la percepción de detalles.
La distancia en ataques de calle es menor a un metro, difícil ver venir algo tan pequeño
como un cuchillo o navaja hacia nosotros.
Al ser atacados de forma sorpresiva la reacción natural es retroceder y voltear la cara, difícil
ver algo si no miramos en la dirección correcta.
En situaciones de alto estrés los apuñalamientos se sienten como golpes. Hay
innumerables casos de personas cortadas en altercados con cuchillos que dicen haber visto
sangre y pensar que era la del agresor, no la suya.
Un brazo se mueve aproximadamente a una velocidad de 6,25 m/seg, es decir, tarda alrededor
de 0.16 segundos en alcanzar un objetivo que esté a menos de un metro de distancia. Bastante
difícil que en ese lapso una persona pueda identificar la agresión, salir de la línea de ataque,
agarrar el brazo que porta el arma y aplicar una contratécnica.
Esta es la razón por la cual una víctima muestra heridas en los antebrazos que algunos llaman
cortes defensivos, que no es más que el intento de protegerse escudándose con los brazos (lo
único posible de hacer en un lapso de tiempo tan corto).
Distintos informes y reportes policiales tanto en Venezuela como en el resto del mundo dejan
muy clara las características de los ataques con objetos punzo cortantes: La víctima no es
apuñalada una vez, sino un promedio de 15 a 30 veces una vez lanzado el primer corte ¿por
qué? Porque la intención del victimario es matar y mientras más corte mejor. De hecho, son los
últimos cinco cortes los que matan a la persona.
Las agresiones con cuchillo son una arremetida sin pausa con ataques dinámicos, caóticos y que
se dirigen a distintos ángulos del cuerpo. Mientras esto sucede el victimario tiende a avanzar
hacia la víctima y agarrarla para evitar que se escape.
El informe Laur corrobora una serie de descubrimientos posteriores sobre la reacción inmediata
de funcionarios policiales y ciudadanos comunes víctimas de esta clase de altercados.
Este mismo patrón de conducta lo hemos visto una y otra vez durante escenarios que
reproducen situaciones de calle en nuestros cursos, con participantes que van desde novatos
hasta expertos en sistemas de combate cuerpo a cuerpo:
La víctima no esquiva, sino retrocede. El problema es que el agresor avanza a mayor
velocidad (caminar hacia delante es más fácil que de espaldas), lo que provoca que la
víctima siempre está al alcance del arma.
La víctima trata de agarrar la mano, lo que se convierte en una serie de intentos erráticos
que terminan en desesperación. Mientras esto sucede tiene lugar una gran cantidad de
cortes.
Algunos intentan bloquear los cortes (hiriéndose en los antebrazos), el problema es que
dada la velocidad del ataque logran bloquear menos del 10% del total de intentos.
Al cerrarse la distancia la víctima tiende a agarrar al agresor (caer en clinch), lo que provoca
su caída al piso y la pérdida de dos factores de seguridad primordiales: distancia y
movilidad.
¿Por qué éste patrón de conducta se reproduce una y otra vez? Porque es la reacción que está
grabada en nuestro sistema de supervivencia.
Una recomendación común dice que ante un cuchillo lo mejor es sacar un arma de fuego. Esto
es cierto pero hay que tener en cuenta algunos problemas:
La distancia entre el agresor y el defensor raras veces permite desenfundar, lograr distancia
y disparar antes de que el cuchillo llegue a su destino.
A menos que el tiro sea certero (cabeza, corazón, área cervical), una persona herida aún es
capaz de continuar atacando hasta caer por la pérdida de sangre.
El cuchillo tiene varias características: no se le acaban las balas, no tiene mal funciones, no
se necesita mayor puntería para hacer daño, causa daño letal con penetrar menos de 2 cm
en el cuerpo y hace una herida mayor con la consiguiente pérdida de sangre a un ritmo más
rápido. Por lo general, en este tipo de altercados el que pierde sangre más rápido es el que
cae primero.
Existen múltiples programas para el uso del cuchillo como medio de defensa personal, pero por
desgracia la mayoría obvia dos hechos importantes; el desenfunde y el tiempo que tardaría el
agresor en caer una vez herido.
Este es un tema frente al que muchos expertos en desarmes de cuchillo se horrorizan. Pero los
hechos demuestran claramente que enfrentar un objeto punzo cortante conlleva a más de un
80% de probabilidad de ser herido.
La mayoría de las técnicas se inician con el agresor mostrando el arma y fuera del alcance del
defensor, algo totalmente opuesto a lo que sucede en la calle.
Cabe preguntarse: ¿si el agresor está fuera de alcance no es más fácil correr? “Mantén las
cosas simples”, dice una máxima de la defensa personal.
Muchas técnicas plantean movimientos complejos que no toma en cuenta tres factores
fundamentales: la reacción natural de una persona que es agredida, el patrón de ataque en la
calle y la dificultad para recordar técnicas complejas en situaciones reales.
Algunos sistemas plantean la necesidad de agarrar la mano que porta el arma. Algo sumamente
complicado dada la velocidad a la que se desplaza y extremadamente difícil si hay sangre, ya
que actúa como lubricante.
Ataques estáticos: muchos estilos plantean defensa contra un ataque simple de un golpe, luego
del cual el agresor conserva la posición congelado. Todo lo contrario a la realidad, donde el
ataque es fluido y dinámico.
No considerar el forcejeo por el arma: la mayoría de los desarmes hablan de quitarle al agresor
el cuchillo. Quitar el arma implica acercarse lo suficiente para poder hacerlo, al cerrar la distancia
la tendencia es a agarrarse (entrar en clinch), algo bastante peligroso con un cuchillo en manos
de alguien que sabe que si lo pierde se muere.
No considerar el antes y después: los desarmes de cuchillo hablan de cómo “quitarle” el arma al
agresor. ¿Qué hay de las precauciones necesarias para saber si el otro tiene un cuchillo? ¿Qué
se debe hacer inmediatamente después del enfrentamiento? ¿Cómo atender heridas?
Preparación psicológica: usar un cuchillo es emplear (y arriesgarse a padecer) fuerza letal. Algo
con lo que no es nada fácil lidiar.
Algunas recomendaciones
Sería extremadamente irresponsable explicar aquí cómo manejar técnicamente este problema,
pero podemos adelantar algunos consejos de sentido común: