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Los Lirios del pantano

Hace un par de días que la pequeña Emma ha desaparecido.

Todas las tardes desde que se mudaron hace por lo menos un año los padres de la niña, bueno
supongo que son sus padres, en realidad no los conozco, se pelean y se insultan.

A esa hora suelo descansar de los cargosos clientes que nunca están conformes con la actualización
de los software que ellos mismos pidieron. Apago toda comunicación tecnológica y miro a través
de mi ventana hacia el pantano.

Emma sale corriendo con su muñeca de trapo. Me gusta mirarla y ver como juega y corre entre los
juncos y los lirios amarillos que crecen en la orilla y se extienden aguas adentro a pocos metros. Casi
siempre lleva una especie de pilotín rojo y paraguas floreado de fondo azul en su mano derecha,
con la otra mano aprieta cabeza abajo a la muñeca de trapo sin ropas. Debe tener unos cinco años.
Emma juega a las escondidas entre los pastizales. Hace un mes bajé con la intención de jugar con
Emma, me puse botas y un pilotín negro para cubrirme de la bruma. Caminé silencioso por la orilla
y me adentré un poco como para asustarla cuando detrás de mí apareció un tronco flotando lento,
sigiloso. Descubrí al instante al yacaré ñato que con su piel áspera grisácea se había camuflado con
el ambiente pero sus ojos saltones lo delataron. Agarré a la niña de un brazo y de un tirón la saqué
del agua y al animal le propiné unos cuantos golpes de puño que dieron al aire o al agua. Alertado
por el sonido se sumergió y lo perdí de vista, sin embargo Emma pareció no asustarse, al contrario,
se reía. Nunca pronunció palabra. Me miró con sus grandes ojos celestes y corrió hacia el bosque.
Me sentí intimidado. No la seguí.

Las tardes siguientes, a la misma hora y con los mismos atuendos la niña volvía a jugar al pantano y
miraba hacia mi ventana y yo hacia el pantano. Al ver el peligro que podía correr con el yacaré - a
partir de aquella tarde- busqué y cargué con dardos mi rifle y los puse sobre el escritorio al lado de
la computadora y en ocasiones lo disparaba dando en el lomo del animal. El yacaré se sumergía o
volvía a la costa para comer piedras. Emma nunca reaccionó ante el ruido o el animal. Ella
abofeteaba a su muñeca hasta que su madre, la llamaba a tomar la leche.

Emma volvía del bosque dando pequeños saltos con su cara sonriente, sus cabellos destrenzados
zarandeando de los pelos de lana a su muñeca y arrastrando por el barro una pierna colgante.

Antes que Emma entrara a su casa, el auto de ese hombre que al parecer no vivía con ellas,
emprendía su partida. Todo quedaba en paz hasta la tarde siguiente.

Pero hace un par de días que Emma no aparece. En la búsqueda actuamos los vecinos, defensa
civil, los bomberos y otros voluntarios pero no la hallamos. La policía requisó mi casa y se llevó el
rifle, mi celular y la computadora. Revisaron debajo de nuestras cabañas, que al estar montadas
sobre pilotes siempre se acumula basura. Se llevaron muestras y nos hicieron muchas preguntas.
Me extrañó que nadie, nunca vio a la niña ni al yacaré.

Ya son las cinco y me acerco a mirar hacia el pantano. El hombre que todas las tardes discutía con la
madre de Emma tampoco volvió .En cambio un conjunto de lirios se tiñeron poco a poco de rojo.

+.Lucía

Julio 2018

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