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y el pensamiento decolonial*
The Modern Reason, Critical Thinking and Decolonial Thinking
Aníbal D’Auria
Universidad de Buenos Aires
anibaldauria@gmail.com
Tzvetan Todorov**
Resumen
En primera instancia, este artículo pretende mostrar los estrechos vínculos entre la
Ilustración moderna y el pensamiento crítico; luego, discute el supuesto criticismo
de los llamados estudios post o decoloniales; por último, muestra, con un ejemplo de
la academia jurídica, a qué grado de confusión pueden llevar las tesis decolonialistas
cuando son asumidas acríticamente.
Palabras clave
Ilustración, pensamiento acrítico, postcolonia, decolonia, pensamiento crítico.
Abstract
First, this article aims to show the close links between the modern Enlightenment and
critical thinking. Then, it discusses the supposed criticism of the so-called postcolo-
nialist or decolonialist studies. Finally, an example from the legal academy shows the
degrees of confusion that can be produced by the decolonialist theses when these are
uncritically assumed.
Keywords
Enlightment, uncritical thinking, decolonial thinking, critical thinking.
Sumario
1. Era de la razón. 2. Pensamiento crítico. 3. Crítica jurídica latinoamericana, México.
4. Crítica jurídica, Brasil. 5. Conceptos.
Era de la razón
1
Por ejemplo, ver Moses Mendelssohn, “Acerca de la pregunta ¿a qué se llama ilustrar?”, en Jo-
hann Benjamin Erhard et al., ¿Qué es la Ilustración?, Madrid, Tecnos, 2007, pp. 11-15. En cuanto
a pensadores políticos que a su vez fueron actores revolucionarios, ver Emmanuel-Joseph Sie-
yés, ¿Qué es el Tercer Estado?, Buenos Aires, Editorial Americalee, 1943; Thomas Paine, De-
rechos del hombre, Madrid, Alianza, 2008. He tratado con más detalle estos tres ejemplos en
Aníbal D’Auria, Teoría y crítica del Estado, Buenos Aires, Eudeba, 2012, pp. 257-265.
Pensamiento crítico
2
Para constatar la influencia (confesada) del pensamiento postmoderno y postestructuralista
en las diversas corrientes denominadas postcoloniales, ver Santiago Castro Gómez, “Lati-
noamericanismo, modernidad, globalización. Prolegómenos a una crítica poscolonial de la
razón”, en Globalización y diversidad cultural: Una mirada desde América Latina, Lima, Insti-
tuto de Estudios Peruanos, 2004.
3
La influencia de Foucault y de otros pensadores postestructuralistas franceses es más que
notoria en los autores post y descoloniales, a pesar de los esfuerzos de algunos de estos
últimos por querer autoasignarse una “genealogía” original e independiente del pensamien-
to grecoeuropeo occidental. Cfr. Walter Mignolo, “El pensamiento des-colonial, despren-
dimiento y apertura: un manifiesto”, en Interculturalidad, descolonización del Estado y del
conocimiento, Buenos Aires, Ediciones del Signo, 2006. En el pensamiento llamado post o
descolonial parece haber un intento por traducir a términos espaciales lo que el pensamiento
llamado postmoderno pretendía hacer en términos temporales. Como el prefijo post contra-
decía in terminis esa intención, los mismos cultores del pensamiento postcolonial cambiaron
luego su autodesignación por “descoloniales” (y algunos, como guiño deliberado al decons-
truccionismo derrideano, prefieren el giro “decolonial”).
4
Cfr. Santiago Castro Gómez, “Latinoamericanismo, modernidad, globalización…”, op. cit.; La
poscolonialidad explicada a los niños, Bogotá, Universidad de Cauca, Jigra de Letras, 2005;
Walter Mignolo, “El pensamiento des-colonial, desprendimiento y apertura…” op. cit.; Ed-
gardo Lander, “Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos”, en La colonialidad del
saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, Buenos Aires, Edicio-
nes Ciccus–Clacso, 2011. No está de más recordar que esta misma crítica la hizo ya en el
siglo xix el Romanticismo occidental y moderno (específicamente alemán) a la no menos
occidental y moderna Ilustración del siglo anterior (especialmente francesa).
5
Esta traducción espacializada (geografizada) del pensamiento postmoderno se ve claramen-
te, por ejemplo, en Mignolo, ibid. pp. 38-39, quien invocando una supuesta idea novedosa de
F. Coronil para superar al marxismo, parece no saber que se acerca peligrosamente a ciertas
tesis geo-políticas de Carl Schmitt. Cfr. Carl Schmitt, El nomos de la Tierra. En el derecho de
gentes del “Jus publicum europaeum”, Buenos Aires, Struhart, 2005; Tierra y mar: una reflexión
sobre la historia universal, Madrid, Trotta, 2007.
6
Por mencionar un par: Castro Gómez confunde la Revolución francesa de 1848 (Revolución
de Febrero) con la Comuna de París de 1871. Santiago Castro Gómez, La poscolonialidad
explicada a los niños… op. cit., p. 16. Además, Castro Gómez parece tener una dudosa com-
prensión de Marx. Ibid., pp. 12 y ss. La interpretación que, siguiendo a F. Coronil, hace Ed-
gardo Lander de Marx también es más que dudosa. Ver Lander, “Ciencias sociales: saberes
coloniales y eurocéntricos…”, op. cit., pp. 38-39. Mignolo, por su parte, asimila erróneamente
el postestructuralismo (Foucault, Lacan, Derrida) a la teoría crítica. Ver Mignolo, “El pen-
samiento des-colonial, desprendimiento y apertura…” op. cit., p. 83. Además, sorprendente-
mente se empecina en distinguir lenguas imperiales derivadas del griego y el latín (español,
alemán, inglés, francés, italiano y portugués) y lenguas no imperiales, como si el náhuatl o el
quichua fuesen lenguas libertarias (habría que preguntarle, en todo caso, a los tlaxcaltecas o
incluye todo lo que la modernidad es y todo lo que no es, o apenas es como poten-
cialidad. (…) En estas condiciones, es difícil concebir una alteridad o exterioridad
absoluta a la modernidad occidental, excepto tal vez en términos religiosos.7
a los aymaras). No deja de ser notable que quien expresa esas opiniones acerca de las lenguas
sea un hombre de apellido italiano que escribe en español desde una universidad anglopar-
lante. En esto, y sin ironía, Mignolo es un típico argentino.
7
Boaventura de Sousa Santos, Una epistemología del Sur, Buenos Aires, Clacso-Siglo xxi, 2012,
p. 349. Nótese que esta caracterización de la Modernidad es coincidente con la de Habermas.
Ahora bien, esa idea adecuada (aunque algo vagamente) al sentido técni-
co-filosófico de crítica, Wolkmer la formula, según distintas citas, siguiendo a
Freire, a Miaille o a Correas. Pero cuando pasa a enumerar las variadas expre-
siones que considera “pensamiento jurídico crítico”, Wolkmer incluye escuelas
inesperadas. Por ejemplo, cuando habla de la orientación crítica en los Estados
Unidos, puede estar bien que incluya a los Critical Legal Studies, pero es raro
y sorprendente que amplíe su lista a “renovadores de la cultura jurídica anglo-
norteamericana”, como Rawls o Nozick.9 Los textos de Rawls y de Nozick son
obras de filosofía política normativa, es decir, expresan preferencias ético-nor-
mativas, pero poco o nada tienen que ver con la investigación crítica del dere-
cho positivo en sentido técnico. Es claro que cuando Wolkmer los incluye como
“críticos” está empleando el término crítica en un sentido normativo, no técnico
filosófico. Luego, cuando se refiere a las corrientes de crítica jurídica en Europa,
Wolkmer10 incluye no sólo a autores que podrían considerarse críticos en un
8
Antonio Carlos Wolkmer, Introducción al pensamiento jurídico crítico, México, Facultad de
Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, 2006, p. 38.
9
Ibid., p. 54.
10
Ibid., pp. 58-61.
sentido técnico, sino a todos los que él considera “críticos” sólo por fomentar
un “uso alternativo” del derecho positivo, o bien por representar “tendencias
antidogmáticas y pluralistas”,11 o bien por ser “interdisciplinarios”.12 Aun cuando
algunos de esos ejemplos pudieran constituir casos de crítica en sentido téc-
nico, Wolkmer no parece acertar en las razones específicas por las que lo serían.
Y la misma generosidad semántica con que emplea el término crítica respecto
de autores europeos puede observarse también cuando lo emplea respecto de
los autores y escuelas latinoamericanos.13
En fin, cuando uno lee a Wolkmer, llama la atención la duplicidad con que
emplea los términos crítica o pensamiento crítico. En un plano conceptual general
suele brindar una noción más o menos técnico-filosófica de crítica, pero cuando
pasa a un plano, digamos, casuístico, muchos de los “casos” que incluye no se ade-
cuan al concepto genérico brindado por él mismo. Es como si después de defi-
nir beber como la acción de ingerir líquidos por la boca, se la empleara la misma
palabra para designar cualquier otra acción, menos la de ingerir líquidos por la
boca. De esta manera, coexisten en Wolkmer, de manera confusa, un sentido
técnico de crítica, junto a varios y omnipresentes sentidos vulgares o no técni-
cos. ¿Cómo podría explicarse esta duplicidad o ambigüedad? Se me ocurren dos
posibles explicaciones.
La primera sería muy simple: obsérvese que cuando Wolkmer brinda
alguna caracterización más o menos técnico-filosófica de crítica, por lo general
lo hace siguiendo ideas de otros autores (v. gr. Freire, Correas, Miaille, etc.);
pero cuando hace el censo de escuelas y pensadores jurídicos “críticos” lo hace
solo y por sí mismo. De aquí podríamos pensar que Wolkmer no entiende ade-
cuadamente los propios conceptos que toma de otros autores y por ello falla al
dar cuenta de los “casos” que quedarían propiamente incluidos en su concepto.
Una segunda explicación, que no excluye a la anterior, también es pertinente.
Se trata del interés práctico de Wolkmer en la conformación de un movimiento
político-académico de dimensiones transnacionales que contribuya a la transfor-
mación efectiva del orden jurídico vigente de América Latina. Ya desde el prefacio,
11
Ibid., pp. 64-48.
12
Ibid., pp. 68-69.
13
Ibid., pp. 82-87 y 138-180.
Wolkmer nos advierte que su libro pretende despertar en el lector “la concien-
cia de una postura militante y comprometida con el proyecto del ‘nuevo’ dere-
cho, transformándolo en instancia al servicio de la justicia, de la emancipación y
de la dignificación de los seres humanos”.14 Si esta segunda explicación sobre la
duplicidad de Wolkmer es correcta, hay que concluir que, lamentablemente (no
importan aquí las buenas intenciones de Wolkmer ni que compartamos o no sus
objetivos políticos), sus preferencias políticas cobran un protagonismo tal dentro
de su programa “crítico”, que el ansia de sumar adhesiones hace que el mismo sen-
tido técnico de crítica quede desdibujado o perdido en la confusión de una suerte
de populismo académico.15 Ahora bien, esto nos lleva al aspecto central del pensa-
miento de Wolkmer, aspecto donde se descubre la confusión a que lo ha llevado la
moda post- o decolonial. Veámoslo entonces con algún detalle.
14
Ibid., p. 22.
15
Creo que el propio Wolkmer es consciente en cierta medida de ello. Ver, por ejemplo, ibid.,
pp. 20-21, 42-49 y 178-180.
16
Ibid., pp. 25-26.
17
Jürgen Habermas, Facticidad y validez. Sobre el derecho y el Estado democrático de derecho en
términos de teoría del discurso, Madrid, Trotta, 2002.
18
Wolkmer, op. cit., p. 34.
19
Ibid., pp. 34-35.
20
Por ejemplo, en otros pasajes, y supuestamente siguiendo a Dussel, Wolkmer habla de la
“negatividad material” para referirse a lo que Hegel, Marx o Adorno llamarían “positividad”
o simplemente “positivo”, es decir, lo efectivamente vigente. Cfr. ibid., pp. 125 y 128. Este
error terminológico no es baladí, pues muestra que Wolkmer parece entender “positivo” y
“negativo” en sentido axiológico (valioso/no valioso) y no ontológico (es/no es).
21
Ibid., p. 35.
22
Idem.
trario, todo programa crítico serio debe tomar nota de aquellas enseñanzas que
ponen precisamente la cuestión en su lugar, pues de lo que se trata es de dirigir,
como ya hizo Marx en el siglo xix, el bisturí de la crítica, no sólo a la cara orde-
nada del capitalismo (el formalismo legalista en su versión liberal o socialde-
mócrata), sino también —lo que es más candente para nuestros pueblos— a su
otro rostro desfigurado y más engañoso: la política bonapartista, movilizadora y
manipuladora de masas, tan vigente (positiva) aún hoy en América Latina.23
Pero Wolkmer no parece tan interesado en una crítica radical y general de
nuestras tradiciones políticas, jurídicas, religiosas y sociales, como en forjar una
ideología parcial y sesgada fundada en esas mismas tradiciones, o al menos, a par-
tir de algunos aspectos de ellas:
23
No sólo Marx vio ese doble rostro del capitalismo. Karl Marx,“El dieciocho Brumario de
Luis Bonaparte”, Trabajo asalariado y capital, Barcelona, Planeta-Agostini, 1985, pp. 135 y ss.
También Proudhon advirtió con agudeza el terrible círculo que encerraba políticamente a
las sociedades capitalistas modernas: legalismo liberal oligárquico y cesarismo de masas au-
toritario. Cfr. Pierre-Joseph Proudhon, El principio federativo, Buenos Aires, Anarres, 2008,
pp. 47 y ss. Pero el rostro bonapartista y populista del capitalismo de estado suele ser inter-
pretado por algunos autores postcoloniales como una “experiencia o expresión cultural” de
resistencia al eurocentrismo colonizador. Cfr. Lander, “Ciencias sociales: saberes coloniales
y eurocéntricos…” op. cit., p. 29. Y ello como si el populismo bonapartista no fuera un mo-
delo político fraguado en Europa mucho antes de que apareciera en nuestros países.
24
Wolkmer, op. cit., p. 124.
que sea capaz de revelar, por primera vez, la originalidad y autenticidad del ‘ser’
latinoamericano”.25
Wolkmer es consciente de la vaguedad del término liberación, que emplea
recurrente y generosamente, aunque no hace mucho por precisarlo. Sólo nos
dice que ese concepto debe pensarse desde América Latina y para las mayorías
populares marginadas y oprimidas.26 Y luego agrega que la riqueza (yo diría, la
vaguedad) de ese concepto permitió la aparición de una serie de “teorías críticas
emancipadoras”.27
¿Cuáles serían esas teorías “críticas” latinoamericanas emancipadoras?
Aquí va la lista:28
Como si todo esto aún fuera poco para “un pensamiento crítico a partir de
la liberación latinoamericana”, Wolkmer agrega:29
25
Ibid., p. 105.
26
Ibid., p. 108.
27
Ibid., p. 109.
28
Ibid., pp. 110-122. Confrontar esta lista de Wolkmer con Lander, op. cit., pp. 31-32.
29
Wolkmer, op. cit., p. 124.
12. Una teoría del derecho para la liberación, la cual parece consistir en la sub-
sunción de la crítica jurídica (que el lector de Wolkmer aún no logra saber
bien en qué consiste precisamente) dentro de la política y la ética de la libe-
ración de Enrique Dussel. El argumento de Wolkmer es más o menos el
siguiente: si la ética de la liberación es una ética de la alteridad (del Otro
excluido, marginado y oprimido), entonces, una filosofía jurídica de la libe-
ración ha de ser también una filosofía jurídica de la alteridad, opuesta al for-
malismo positivista y al individualismo sistemático de dominación.30 Pero
Wolkmer también nos dice que “hay que considerar, como afirma Jesús
Antonio de la Torre Rangel, que el derecho tiene su raíz en el hombre”;31
y no parece saber que ese gran descubrimiento no lo ha hecho el “jusnatu-
ralismo-histórico” (y por cierto, de impronta religiosa cristiana)32 de De la
Torre Rangel, sino el propio “formalismo positivista” mucho tiempo antes.
30
Ibid., p. 127
31
Ibid., p. 126.
32
Ver, por ejemplo, Jesús Antonio de la Torre Rangel, El derecho como arma de liberación en
América Latina, México, Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Poto-
sí, 2006.
33
Wolkmer, op. cit., p. 107.
34
Ibid., p. 114.
Conceptos
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