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LI DIOYL

SOCIEDAD
. c: LONIAL
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RTEÑA+
$iglQS XVI --XVIII.
SALVADOR ÁLVAREZ
EL INDIO

Y LA SOCIEDAD

COLONIAL

NORTEÑA.

SIGLOS XVI~XVJII.
El Indio y la sociedad colonial
norteña. Siglos XVI·XVlII.

Primera edición, 2009

D.R. © Salvador Álvarez

D.R. © Instituto de Investigaciones

Históricas de la UJED

Torre de Investigación, zdo. piso

Blvd. del Guadiana 501

Fracc. Ciudad Universitaria

CP 34120

Durango, Durango, México

D.R. e El Colegio de Michoacán, A. C.

Martínez de Navarrete 505

Colonia Las Fuentes

CP 59699

Zamora, Michoacán, México

Cuidado de la edición: Salvador Álvarez

y Guadalupe Rodríguez

Diseño: Mano de Papel

Maquetación: Maiqo Avalancha

ISBN: 978·607-00-2120-6

PROHIBIDA su REPRODUCCIÓNPOR CUALQUIER MEDIO

MECÁNICO o ELECTRÓNICO SIN LA AUTORIZACIÓN

ESCRITA DE LOS EDITORES.

Impreso en México. Printed in Mexico.

I Iu IHo
J E

6)
EL COLEGIO INS~
DE MICHOACÁN, A. c.
El indio y la sociedad
colonial norteña.
Siglos XVI-XVIII.
SALVADOR ÁLVAREZ

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Edición Z D1 D
••••••••••••••••••••••••••••••••
Conmemorativa
AA ••• AAA ••••••••• &A.AAA

INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS jUJED


A.A ••• ~.A.A •• &A ••• AA •••• AA ••••• A•••• A ••• A••• A••••• A •••

EL COLEGIO DE MICHOACÁN
5

Introducción

Recién llegado de su exploración a las Hibueras, en septiembre de 1526, Hernán


Cortés daba parte al rey de noticias frescas llevadas por sus capitanes. Se trataba del
descubrimiento de "ciertas poblaciones" que habitaban los territorios situados entre la
Costa del Norte, esto es, el Golfo de México y "la provincia de Mechuacán":

Entre la costa del Norte y la provincia de Mechuacán, hay cierta gente y población que
llaman chichimecas; son gentes muy bárbaras y no de tanta razón como estas provincias;
también envío ahora sesenta de a caballo y doscientos peones, con muchos de los naturales
nuestros amigos a saber el secreto de aquella provincia y gentes. Llevan mandado por ins-
trucción que si hallaren en ellos alguna aptitud o habilidad para vivir como estos otros viven
y venir en conocimiento de nuestra fe, y reconocer el servicio que a vuestra majestad deben,
que trabajen por todas las vías posibles los apáciguar y traer al yugo de vuestra majestad
y pueblen entre ellos en la parte que mejor les pareciere; y si no los hallaren como arriba
digo, no quisieren ser obedientes, les hagan la guerra y los tomen por esclavos, porque no
haya cosa superflua en toda la tierra, ni que deje de servir ni reconocer vuestra majestad y
trayendo estos bárbaros por esclavos, que son gente salvaje, será vuestra majestad servido y
los españoles aprovechados, porque sacarán oro de las minas, y aún en nuestra conversión
podrá ser que algunos se salvasen ... 1

La localización era clara, el conquistador se refería a la inmensa región alriplánica,


situada al oriente del lago de Cuitzeo y del curso del río Lerrna, habitada desde tiem-
pos remotos por esas gentes muy bárbaras y no de tanta razón como estas provincias, es
decir, los 'chichimecas', en este caso aquellos que más tarde serían también bautizadas
por los propios españoles como Pames? Sin embargo, dedicados como estaban por
entonces a su exploración de las costas de la Mar del Sur, los hombres de Cortés muy
pronto se olvidaron de esos 'chichimecas" y sólo se volvería a hablar de ellos un par de
décadas más tarde. Pero es importante recalcar que éstos no eran los primeros 'chichi-
mecas" con los cuales los conquistadores se habían encontrado. Ya desde 1524, otros
'chichimecas" muy distintos se hallaban también en escena: aquellos que habitaban las

Hernán Cortés. Quinta Carta de Relación 3 de septiembre de 1526. en: Mario Hernández Sánchez-Barba ed., Hemán
Cortés, Cartas y documentos. Introducción de Mario Hernández 5ónchez-Barba. México. Editorial Porrúa, 1963. p. 321_
2 Wigberto jiménez Moreno. La colonización y evangelización de Guanajuato en el siglo XVI. México. Editorial Cultura.
1944. pp. 2-3-
6

regiones costeras situadas al norte del entonces puerto de Colima, como la bahía de límites
Banderas o la provincia llamada desde entonces de Xalisco. Estos "otros" chichimecas, del cae
pertenecían a lo que los arqueólogos han clasificado como la "tradición cultural Occi- ferenci
dente'; formada por poblaciones plenamente agrícolas, practicantes de la de la cría de luegod
pequeños animales, pescadores y recolecto res de moluscos a gran escala (esto último pidame
en las regiones costeras) y conocedores de el cultivo y tejido del algodón y la apicultura. canana,
Además poseían un refinado arte cerámico y una lírica de muy alta calidad." Eran, en
suma, sociedades de alta cultura, que habían establecido, además, intercambios y vín-
culos ancestrales con las civilizaciones Mesoamérica nuclear,"
Sin embargo, la presencia de todos esos rasgos culturales no significa que estas so-
ciedades fueran del todo iguales a las que los conquistadores habían encontrado más al
sur. Si bien, estos 'chichimecas" eran agricultores avanzados, predominaban entre ellos refina
patrones de asentamiento de tipo aldeano disperso, y sus villorrios se hallaban prácti- presen
camente desprovistos de estructuras inmueble s complejas y obviamente de conjuntos tantes d
arquitectónicos, siendo igualmente sociedades carentes de estructuras de poder centra- despob
lizadas." Todo esto puede ayudar a explicarnos porqué los conquistadores considera- que los
ron desde un principio .a. estas poblaciones no sólo como distintas, sino también como zonasc
claramente inferiores a los aztecas, zapotecos, tarascos y demás grupos civilizados del las regi
centro de Mesoamérica, asignándoles por esa causa, el mote y apelativo de 'chichime- Est
cas" En ello no había ambigüedad alguna. Nuño de Guzmán, por ejemplo, siempre se
refirió a la gran región situada al Noroeste de los territorios tarascos, en dirección de la
Mar del Sur, es decir, del Pacífico, como la Provincia de los Tebles Chichimecas.6
Guzrnán sabía que la conquista de aquellos chichimecas no sería fácil. En parte eso
explica porqué, el por entonces Presidente de la flamante Audiencia de México y máxi-
mo gobernante de la Nueva España, dispuso para esa empresa un gran cuerpo expedi- pues Sl
cionario, compuesto por 150 jinetes y 180 infantes españoles, todos bien aprovisionados resto d
y armados, acompañados de cerca de 20,000 indios amigos? Para ese entonces los con- solos.1
quistadores sabían muy bien que desde el momento mismo en el que dejaran atrás los có enti
Tenoel
consun
3 Ver, por ejemplo: Marina Anguiano, Nayarit: costa y altiplanicie en el momento del contacto, México. UNAM. Instituto
de Investigaciones Antropológicas. 1995. cual,la
4 Para mayores referencias ver: Eduardo Williams (ed.) Contribuciones a la arqueología y etnohistoria del Occidente de no dej
México, Zamora. El Colegio de Michoacán. 1994.
cho de
5 Este tema en particular será desarrollado más ampliamente en el capítulo primero de este libro.
6 Es decir. "teú/es" chichimecas. para no innovar en este punto. conservaremos aquí la ortograña empleada por Guzmán:
pudier
"Carta a SM del presidente de la Audiencia de México, Nuño de Guzmán en que refiere la jornada que hizo al Michoacán tos, se
a conquistar la provincia de los Tebles Chichimecas que confina con la Nueva España. Ornitlán, provincia de Michoacán, 8
para d
de julio de 1530". en: José Luis Raza Zaragoza ed., Crónicas de la conquista del reino de la Nueva Ga/icia en territorio de
la Nueva España, Guadalajara. Instituto Jalisciense de Antropología e Historia· Ayuntamiento de la Ciudad de Guadalajara
militai
. INAH. 1963. p. 26. ejemp.
7 Una descripción detallada del ejército de Nuño de Guzmán se encuentra en: "Información de Cristóbal de Barrios de la
do los
Conquista de Nuño de Guzmán", en: Joaquín Pacheco - Francisco de Cárdenas - Luis Torres de Mendoza. Colección de docu-
mentos inéditos relativos al descubrimiento conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y
los cu:
Oceanta, Madrid 1864-1884, la serie. vol. 16. p. 363. Igualmente en: José López Portillo y Weber. La conquista de la Nueva
Galicia, México. Secretaría de Educación Pública, 1935. pp 120'128.
8 VerI
7

límites de las regiones ocupadas por las grandes civilizaciones demográficamente densas
del corazón de la Mesoamérica nuclear, lo que les esperaba era la guerra. Y es que, a di-
ferencia de lo que había sucedido en los altiplanos de la Mesoamérica nuclear, en donde,
luego de la ruina de la capital de los aztecas, la oposición guerrera se extinguió muy rá-
pidamente, en las regiones ocupadas también por sociedades de alta cultura rnesoameri-
canana, pero de menor densidad demográfica, como aquellas que habitaban la alta sierra
zapoteca, la sierra mixteca y sobre todo, las tierras costeras del Pacífico mesa americano,
de inmediato las guerras se habían hecho interminables y sangrientas. Vale la pena insis-
tir sobre el hecho de que aquellos que resistían, allí no eran 'cazadores-recolectores', los
cuales pudieran ser reputados como "bárbaros" y "guerreros" por naturaleza, sino pobla-
ciones de agricultores avanzados, de pura cepa cultural mesoamericana. Sin embargo, el
refinamiento cultural alcanzado por estos grupos, no les impidió responder frente a la
presencia española, de manera muy distinta respecto de sus congéneres y vecinos habi-
tantes de los altiplanos de la Mesoamérica nuclear. En unos pocos tiempo, la guerra y el
despoblamiento fulgurante que sufrió esa región desde esas épocas tempranas, hicieron
que los españoles terminaran siendo literalmente expulsados de una gran parte de las
zonas costeras del Pacífico mesoarnericano, a las cuales terminaron denominando como
las regiones de los "motines": Motines de Zacatula y Motines de Calima.
Esta situación es representativa de una de las grandes paradojas de las conquistas
americanas. Luego de que las huestes españolas doblegaran, con gran facilidad aparen-
te, a sociedades estatales de alta cultura, altamente organizadas, capaces de desplegar
en su contra ejércitos multirudinarios, desde el momento en que se encontraron con
sociedades menos estructuradas, e infinitamente inferiores en número a las primeras,
la conquista se hizo mucho más lenta, sangrienta y difícil. El tema tiene varias facetas,
pues sabemos, por una parte, que la victoria militar española frente a los aztecas y el
resto de las grandes civilizacion~s de la Mesoamérica nuclear, no la consiguieron ellos
solos. Para nadie es un secreto que sin aquella espontánea unión de armas que se verifi-
có entre los españoles, los tlaxcaltecas y demás grupos que participaron en la toma de
Tenochtitlán, la derrota y sumisión de los aztecas a manos de Cortés, jamás se habría
consumado, al menos, no de la forma en que se verificó. La frase muy conocida según la
cual, la conquista no la hicieron los españoles, sino los indios en provecho de aquellos,
no deja de tener mucho de verdad. Sin embargo, vale la pena reflexionar sobre le he-
cho de que esa aparentemente ilógica y extraña "alianza'; no fue algo tan inusual como
pudiera pensarse en el marco de las civilizaciones antiguas. En otros tiempos y ámbi-
tos, se dieron casos también de sociedades agrícolas que movilizaban ejércitos enteros
para destruir a un adversario próximo, aprovechando para ello la fuerza de un aliado
militarmente superior y que era a la vez su adversario y conquistador. Marco Polo, por
ejemplo, fue testigo de un proceso bastante semejante en la China del siglo XIV cuan-
do los mongoles de Kublai Khan, con la ayuda multitudinaria los mismos chinos sobre

r HA ¡
los cuales ellos ejercían su dominio, emprendieron la conquista de la Indochina,"

8 ver por ejemplo: ,,,. Grousset, l/Empire des steppes 'ni"'. ""9·''''". Iamerlon, Paris, "yol. ,,48. ,j6)ó'2L 0

I
1 .
8

Si bien, ciertamente, es válido pensar en la conquista de la Nueva España en térmi- Vista de


nos de un "antes" y de un "después" de la toma de la gran Tenochtitlán, la unión de armas menos,
entre que operó en ese tiempo entre "civilizados" españoles y mesoamericanos, no se sino la f
rompió de ninguna manera una vez consumada la ruina del poder militar de los azte- pedició
cas. Pero más que extrañamos, es necesario pensar que lo que se gestó en ese ámbito al coma
en la Nueva España fue un fenómeno que quizás habría que pensar como propio de las amigos';
altas civilizaciones agrícolas del mundo. Semejante en muchos sentidos, como apun- qUler re
tábamos, a lo que había visto Marco Polo en la China de tres siglos atrás, por ejemplo. diezma
El hecho es que, cuando los españoles comenzaron a aventurarse en plan de conquista siana,
más allá de los límites territoriales de la Mesoamérica nuclear, ya no lo hicieron solos, muy al
sino que a su vera, marcharon contingentes formados por miles de me so americanos colonial
"civilizados'; que ya fuera, mexicanos, tlaxcaltecas, zapotecos, mixtecos y otros más, los metros
cuales fungieron como sus más fieles y eficaces aliados y auxiliares de guerra. Desde ese
punto de vista también, el conjunto de las empresas de exploración y conquista que los
diferentes capitanes españoles emprendieron más allá de los límites de la Mesoarnérica
nuclear durante esos años temprano s, pueden verse como una prolongación directa de
aquél mismo proceso .que dio pie a la destrucción de la gran Tenochtidan y al fulgu-
rante colapso de llamado "imperio azteca" Expediciones como las de Cristóbal de Olid,
Juan Alvarez Chico, Pedro de Alvarado, Francisco de Montejo y sobre todo, las del
propio Cortés en las costas del Pacífico sur novohispano y la de Nuño de Guzmán en
la provincia de los Tebles Chichimecas, beneficiaron todas del sostén y la compañía de
numerosos, en ocasiones, miles, de "indios amigos'; mesoamericanos. unpoc
El de la participación "aliados indios" en las empresas de la conquista española, es español
un tema, ciertamente, bien conocido, pero sobre el cual valdría la pena ahondar más, en Cortés:
general. En todo caso, es claro que el proceso de toda la primera fase de las conquistas tambié
españolas en la Nueva España, hasta, cuando menos, principios de la década de 1530, guient
no podría de ninguna manera entenderse, sin considerar que, más allá de sus propios 110s qu
actos y propósitos, los conquistadores se convirtieron, en esos momentos, en vehículo dichos:
y válvula de escape de fuerzas acumuladas al interior de las grandes civilizaciones agrí- pientes
colas mesoamericanas. Se trata de hechos que ellos no controlaban, ni comprendían políric
(como nosotros tampoco, en realidad) pero que terminaron actuando ampliamente Se
en su favor: algo que ellos asumieron de inmediato, con gran naturalidad y sin dudar chichi
un segundo que todo aquello obedecía a un designio "superior': La prueba es que los mologí
conquistadores se sirvieron sin ambages y con una terrible eficacia de la presencia de habla
aquellos contingentes de "indios amigos" y "auxiliares de guerrá' y es un hecho también trional
que fue únicamente gracias a ese factor, que la presencia española pudo extenderse con
tanta rapidez y tan descarnada violencia, más allá de los límites de los territorios ocu- TOI

pados por las altas civilizaciones de la Mesoamérica nuclear: es de estas continuidades SU 1

que trata justamente el capítulo primero de este libro.


Era importante iniciar este libro con una reflexión acerca de este fenómeno, pues la
9 Rémi
presencia de esos "mesoamericanos civilizados" en aquella primera frontera del Norte,
más outé
fue uno de los rasgos más característicos y determinantes de esa expansión territorial. 1981, p. 9
9

Vista de esa manera, la conquista de la Nueva Galicia habría que dividirla en, cuando
menos, dos fases, de las cuales la expedición de de Nuño de Guzrnán de 1529, no fue
sino la primera. La segunda y definitiva, fue la que se consumó por medio de la ex-
pedición ordenada y encabezada por el virrey Antonio de Mendoza, en 1539, quien
al comando de un ejército español que venía acompañado por cerca de 50,000 "indios
amigos'; mesoamericanos, terminó por aplastar, esta vez de manera durable, casi cual-
quier resistencia armada significativa por parte de los ya para entonces terriblemente
diezmados indios de la Nueva Galicia. A dos décadas de distancia de la conquista corte-
siana, este proceso llevó entonces a los conquistadores a implantarse de manera estable
muy al Norte, sumamente lejos ya de la ciudad de México: Culiacán, el establecimiento
colonial más septentrional fundado hasta entonces, se hallaba a casi mil quinientos kiló-
metros de la acogedora protección de las tierras "de paz" de la Mesoamérica nuclear. Por
su parte, el capítulo segundo intitulado Chiametla, una provincia olvidada del siglo XVI,
narra cómo, cuando después de la apertura de las minas de Zacateca s y la conquista de
la Nueva Vizcaya, los españoles se ven nuevamente confrontados con las sociedades de
la costa del Pacífico norte, en este caso no necesariamente mesoarnericanas, pero com-
puestas por agricultores avanzados, en poco tiempo la violencia renace y cómo ya sin
el concurso masivo de "aliados indios" mesoamericanos, los españoles no logran nunca
imponer realmente una pax duradera y cómo sólo la virtual desaparición física de esas
sociedades, termina por extinguir el fuego de la guerra allí.
Estos dos primeros capítulos, sirven como medio de contraste para encuadrar con
un poco lo que significaría a lo largo de los siglos siguientes, el enfrentamiento entre los
españoles y aquellos "otros" chichimecas de los cuales desde 1524 había sido informado
Cortés: es decir, aquellos que habitaban el gran altiplano septentrional y junto con ellos,
también, los indios bravos de la Sierra Madre Occidental. Ellos son el tema de los si-
guientes cinco capítulos de esta obra. El tema son, ahora sí, gentes muy cercanas a aque-
llos que la historiografía del siglo XX conocería como los "chidnmecas", propiamente
dichos: aquellos grandes y fieros flecheros provenientes de grupos de agricultores inci-
pientes y de cazadores-recolectores, todos con hábitat disperso y carentes de estructuras
políticas centralizadas que facilitaran su control y muy poco dóciles, por añadidura.
Según el diccionario de Rérni-Siméon, la palabra chichimeca provenía del náhuatl
chichimecatl «el que chupa o mama»." Según algunos autores del siglo XVI, esta eti-
mología se hallaba relacionada con la descripción que los refinados mesoamericanos de
habla náhuatl, hacían de las rudas costumbres de los habitantes de las llanuras septen-
trionales, como lo afirmaba, Torquemada, por ejemplo:

Tomaron nombre de chichimecas estas gentes (que así se nombraron) del efecto. Significa
su nombre porque chichimecatl tanto quiere decir como chupador o marnador: porque

9 Rémi Siméon. Diccionario de la lengua náhuatl o mexicano. Redactado según los documentos impresos y manuscritos
más auténticos y precedido de una introducción (Paris 1885). México. Siglo XXI Editores. Colección América Nuestra. v. 1.
1981. p. 96. ad vocem.
10

chichiliztli es e! acto de miamar o la mamadura; y chichinaliztli es e! acto de chupar o la se Vlel

chupadura y así se llama e! pecho y teta de la mujer y la de cualquiera otro animal chichi- difere
hualli; y porque estas gentes en sus principios se comían las carnes de los animales que bautii
mataban crudas y les chupaban la sangre a manera de! que mama, por eso se llamaron licia, j

chichimecas que quiere decir chupadores o mamadores •... 1O fuera!


bían e
Es importante recalcar la mención que hace Torquemada acerca de que el origen eJemF
de la palabra se encuentra en las costumbres antiguas y primigenias de esos pueblos: Sierre
porque estas gentes en sus principios se comían las carnes de los animales que mataban alegu

crudas)' les chupaban la sangre a manera del que mama ••• y es que, en efecto, para los tela, 11
españoles del siglo XVI, la palabra chichimeca designaba al conjunto de los habitantes muyp
de las regiones norteñas y no solamente a los más rudos y pobres de entre ellos, es decir, dedic
al "cazador-recolecror" de la Antropología del siglo XX. La rudeza de costumbres era Xalis(

solamente uno de los atributos del 'chichimeca" y se hallaba íntimamente ligada con turaln
el carácter "antiguo" que se les atribuía también a estas poblaciones: de hecho, desde morru

los primeros años de la conquista, los chichimecas aparecieron a ojos de los españo- bitar¡
les como los "ancestros" de los propios aztecas. Esto es lo que se relataba en textos ya vos YI
existentes en tiempos de la expedición de Nuño de Guzmán, como la Relación de la El

genealogía)' linaje de los señores que han señoreado esta tierra de la Nueva España, de geogr:

1528,11 o bien los Anales Históricos de la Nación Mexicana, obra fechada ese mismo año, nes.A

aparentemente anónima, aunque atribuida con frecuencia a Fray Andrés de Olmos, por ej

por sólo citar un par de ejemplos tempranos.'? donde

Por ello, en los textos tempranos sobre las antigüedades de los indios, se operó muy los pr¡

rápidamente una suerte de amalgama entre los descubrimientos hechos por Nuño de los vie

Guzmán durante su expedición de 1529 y los relatos que se estaban escribiendo por poblar
ese mismo tiempo acerca del origen de los indios de la Nueva España, como es el caso se hal
rebela
de la Historia de los Mexicanos por sus pinturas (1531-1535):
aquell

... estando poblados los mexicanos en un pueblo que se dice Azclá, y es al occidente desra da Co

Nueva España, volviendo algo hacia el Norte, y riniendo este pueblo mucha gente, y en
fiera q

medio de un cerro del cual sale una fuente que hace un río ... y de la otra parte del río está y Jalis[
estos"
otro pueblo muy grande que se dice Culuacán ...
tildare
nízaro
La identificación entre el Culuacán del mito de origen y el Culiacán fundado por
Guzmán es bastante clara en este texto. Es este carácter de poblaciones "antiguas" y no
solamente "rústicas" o "bárbaras': lo que explica también el porqué los españoles nunca
13 "Rel
Luis Raz(
14 Los
10 Juan de Torquemada, Monarquía Indiana ..., Lib 1, cap XV, p. 58.
hizo Nuñ
11 En: Joaquín García Icazbalceta, Nueva Colección de documentos para la Historia de México, México, Imprenta García
en espec
Hayhaoe. 1941. vol. 111, p. 36'38 Y pp. 256-280.
15 "Rel
12 Heinrich Berlin ed., Anales de natelolco. Unos anales históricos de la Nación Mexicana y Códice de Tlatelotco. Versión prepa-
de la NUE
rada y anotada por Heinrich Berlin con un resumen de los Anales y una intetpretación del códice por Robert H. Barlow, México,
Luis Razc
Antigua Libreña Robredo de José Porrúa e hijos, Colección Fuentes para la Historia de México 11, 1948. ver por ejemplo, pp. 15-18.
11

se vieron extrañados por la diversidad de condiciones de vida que encontraron entre los
diferentes chichimecas norteños. Dentro de la propia región que ellos mismos habían
bautizado como la provincia de los Tebles (o Teúles )-Chichimecas, esto es, la Nueva Ga-
licia, encontraron gentes mucho más toscas y montaraces que otras y no era raro que
fueran los más rústicos y menos sumisos de entre ellos, los que con mayor facilidad reci-
bían ese mote de'chichimeca" que nunca dejó de tener un contenido despectivo. Así, por
ejemplo, cuando la expedición de Nuño de Guzrnán descendía desde las montañas de la
Sierra Madre, hacia la provincia de Xalisco, los exploradores de la partida encontraron,
a legua y media tan sólo del que sería luego el emplazamiento de la ciudad de Cornpos-
tela, muchas barrancas y ríos e malos pasos; aunque por ellas se hallaban algunas casas, eran
muy pobres, que eran de chichimecas .•. 13 Sería ocioso presumir la existencia de sociedades
dedicadas exclusivamente a la 'caza-recolecra" en pleno corazón de la antigua provincia
Xalisco en tiempos del contacto. Evidentemente, se trataba en este caso de grupos cul-
turalmente ligados con la tradición "occidente'; agricultores desde luego, pero que en su
momento fueron clasificados por los españoles como "chichimecas" simplemente por ha-
bitar parajes inaccesibles y porque parecían, por eso mismo, todavía más rústicos, esqui-
vos y pobres que sus vecinos habitantes de los grandes centros de población del área.
El Norte lejano novohispano, en efecto, como cualquier otra de las grandes áreas
geográficas americanas, fue cuna de sociedades sumamente diversas en todos sus rinco-
nes. Aún sin contar a las norreñas provincias de Chiametla y Culiacán, la Nueva Galicia,
por ejemplo, llegó a abarcar un territorio de más de 50,000 kilómetros cuadrados, en
donde los españoles encontraron con sociedades que consideradas en un principio por
los propios españoles como sumamente "políticas'; del tipo las que las que habitaban
los viejos y célebres pueblos de Xalisco y Tepique," o los moradores de los populosos
poblados que los encontraron sobre las riveras del lago de Chapala.P Pero igualmente,
se hallaron en esa misma gobernación con otros 'chíchímecas', cuyo género de vida los
rebelaba como bastante menos "políticos'; pero que eran también vecinos inmediatos de
aquellos. Así, por ejemplo, al sur de los muy "civilizados" indios de la provincia de llama-
da Compostela o Xalisco, como se prefiera, se hallaban los texcoquines costeños: gente
fiera que habitaba las montañas y marismas costeras de los actuales estados de Nayarit
y Jalisco. A pesar de su cercanía geográfica y cultural respecto de los indios de Xalisco,
estos "cexcoquines" fueron siempre temidos por los conquistadores, quienes siempre los
rildaron de absolutamente indómitos y salvajes: todavía en la década de 1540 se orga-
nizaron contra ellos varias expediciones punitivas y para la década de 1550 seguían sin

13 "Relación de la conquista de los Teules Chichimecas que dio el capitán de emergencia Juan de Sámano, 1530", en: lose
Luis Razo Zaragoza ed., op. cit., p. 132.
14 Los cuales vestían ropas de algodón y organizaban grandes tionguis, ver, por ejemplo, la: "Relación de la jornada que
hizo Nuño de Guzmán a Nueva Galicia, escrita por el capitán Cristóbal Flores, 1529", en: José Luis Razo Zaragoza, op. tit.,
en especial, p. 129.
15 "Relación del descubrimiento y conquista que hizo por el gobernador Nuño de Guzmán y su ejército en las provincias
de la Nueva Galicia, escrita por Gonzalo López y autorizada por Alfonso de la Mata escribano de SM, año de 1530", en: José
Luis Razo Zaragoza ed., op. cit., p. 66.
12

ser dominados." Lo mismo puede decirse de los vecinos septentrionales de la provincia reconc
de Compostela o Xalisco, es decir, de los habitantes de las montañas que conforman la simple
porción de la Sierra Madre Occidental allende el río Santiago. Entre ellos tenemos a
los indios de la llamada"provincia de Guaynamota', e igualmente a los llamados tecuales
y a los cuanos habitantes de la región serrana de Xora, al norte de la zona de Tequila.
Eran, desde luego, pueblos conocedores de la agricultura, pero al mismo tiempo tan
montaraces, indómitos y fieros, que llegaron a adquirir fama de antropófagos y terribles
guerreros: todos, sin embargo, lo mismo los "civilizados" habitantes de Xalisco que los
"antropófagos" de las costas o las montañas, pertenecieron para los españoles de ese contae
tiempo, a la misma categoría genérica de Teúles-Chichimecas: Esto será tema del capítulo caza-n

tercero del libro, intitulado De reinos lejanos y tributarios infieles... A


Más allá de las provincias conquistadas por Nuño de Guzrnán, en la Sierra Madre come
Occidental y el altiplano septentrional de lo que sería luego la Nueva Vizcaya, los espa- cacio
ñoles encontrarían a "otros" chichimecas, pertenecientes éstos a sociedades que desarro- acerc
llaron, en general, formas de vida más simples que sus congéneres de la Nueva Galicia.
No obstante, también allí la diversidad sería la norma, como se verá en especial en el
capítulo cuarto, en donde se analizará en el caso de dos las más grandes parcialidades
de chichimecas norteños: los zacatecos y los tepehuanos, como reza el título de ese capítulo.
En ellos, como a lo largo de este libro en general, veremos cómo fueron precisamente
estos chichimecas más "pobres" y "rústicos'; habitantes del gran altiplano septentrional
los que el estereotipo historiográfico contemporáneo ha dado en designar preferente-
mente por ese apelativo genérico, "chichimecas'; olvidándose de aquellos que la primera
generación de conquistadores también llamó por ese mismo nombre. Tan es así, que
en los últimos años historiadores, arqueólogos y antropólogos, han insistido en ado-
sarle al gran altiplano septentrional de lo que fue la Nueva España, sonoros apelativos
inspirados en el ya lejano recuerdo de esos bárbaros antiguos: la "región de los antiguos
chichimecas", la "Gran Chichimeca" y hasta el "mar chichimeca".17
19 Mi
Estos evocadores términos, sin embargo, no solamente dejan de lado el hecho de México,

que los del altiplano septentrional no fueron los únicos "c1'¡chimecas" que existieron, 20 Ve
america
sino que tienden también a ocultar la gran diversidad cultural que existió entre las
northw
poblaciones aborígenes que habitaron en un tiempo esas bastas regiones, El problema Mexico.
no es de falta de conocimientos: la diversidad cultural a la que nos referimos, ha sido Kroeber.
21 Ch
o{ Wes/
Molino
16 Para mayores referencias sobre estos grupos ver: Jesús Amaya Topete, Ameca: protofundación mexicana: historio de lo
Univers
propiedad en el valle de Ameca Jalisco et circunvecindod, México, Editorial Lumen, 1951, apéndice, pp. 177'184. Igualmente:
22 Ac
Peter Gerhard, The North Frontier ot New Spoin, Norman and London, University of Oklahoma Press, 1993, pp. 141-43.
queolo]
17 Entre los primeros en definir arqueológicamente a esta región, podemos indicar a: Ales Hrdlicka, "The Region of the
Hers,
Ancient Chichimecs with notes on the Tepecanos and the Ruin of La Quemada Mexico", American Anthropologist, v. S, 1903
Es/é/ic!
pp. 385-44°. Entre los primeros en emplear el término "Grán Chichimeca" se contó: Charles M. DiPeso, Cosas Grandes: a
de Hisl
fallen tranding center of the Gron Chichimeca, Flaggstaff, Arizona, The Amerind Foundation - Northland Press, 1974, 8 v.
la Sierr
Más tarde, Beatriz Braniff y otros arqueólogos mexicanos retornarían también ese concepto: Beatriz Braniff C. coord., La
luarez,
Gran Chichimeca. El lugar de las rocas secas, México, Conaculta - Editorial Jaca Books, 2001. Otros más, hablan del mismo
cazado
altiplano como un "mar chichimeca": Randall H. McGuire, Ripples in the chicbimec seo New considerotions o{ southwestern-
especü
mesoamerican interoctions, Carbondale and Edwardsville, Southern IlIinois University Press, 1986.
13

reconocida por numerosos autores desde hace ya casi un siglo y medio. Recordemos,
simplemente a un autor como Manuel Orozco y Berra, quien en la década de 1880
intentó poner un cierto orden en los datos documentales existentes entonces sobre los
indios de México en general y entre ellos, los del norte, sobre cuya diversidad compiló
elementos sumamente relevantes." Más tarde, durante las décadas de 1920 a 1940,
autores como Miguel Othon de Mendizabal en México,'? y Kroeber, Beals y Sauer, en
los Estados Unidos, intentaron crear varias síntesis etnohistóricas que incluían a los
pueblos del Norte novohispano, en donde enfatizaban el hecho de que al momento del
contacto, en esa región era posible encontrar desde grupos dedicados plenamente la
caza-recolecta de especies silvestres, hasta sociedades de agricultores avanzados."
A reserva de retomar esta discusión en el capítulo cuarto de este libro, simplemente
comentemos que, a pesar de las décadas transcurridas desde aquellas primeras clasifi-
caciones culturales establecidas por antropólogos y geógrafos, los estudios posteriores
acerca de la arqueología y la historia del periodo colonial en el Norte, han optado por
un particularismo a veces bastante estrecho, dejando sin explotar aquellas clasificaciones
y visiones de conjunto. En el caso de la arqueología, por ejemplo, los estudios se han
centrado sobre todo en la delimitación de lo que pudieron ser las manifestaciones del
"área cultural mesoamericaná' más allá de sus fronteras. Esto significó que una parte
muy considerable de los trabajos sobre la arqueología del norte de las últimas cuatro dé-
cadas, se concentrara sobre la estrecha franja temporal que va de los siglos VIII al XIV
de nuestra era, que es, poco más o menos, el periodo durante el cual se desenvolvieron
culturas como las de Chalchihuires, La Quemada y Paquimé." Por lo mismo, se han
dejado casi siempre de lado los periodos y también las regiones carentes de elementos
netamente "mesoamericanos" Cierto, esta es una situación que ha venido cambiando
en los últimos años,22 sin embargo, el 'chichimeca histórico" sigue siendo uno de los

18 Manuel Orozco y Berra. Geografía de las lenguas y carta etnoqráfico de México, México, 1886.
19 Miguel Othon de Mendizabal, Influencia de la sal en la distribución geográfica de 105 grupos indígenas de México,
México, Imprenta del Museo Nacional de Arqueología Historia y Etnografia, 1928, 226 p.
20 Ver por ejemplo, los trabajos de: Ralph Beals, Tbe Comparative Ethnolagy o{ Northern Mexico Be{ore 1150, Berkeley, Ibero-
americana no. 2, University of California Press, 1932, pp, 93-225. Carl Sauer, Tbe distribution o{ aboriginal tribes and languages in
northwestern Mexico, Berkeley, Ibero-Americana no. S, University of California Press, 1932. Abariginal population o{ Northwestern
Mexica. The evidence anrJ its use, Berkeley, Iberoamericana No lO, University of California Press, 1933, pp. 1-83 Y Alfred Louis
Kroeber, Cultural and Natural Areas of Native North America, Berkeley, University of California Press, 1947, entre muchos otros.
21 Charles l. Kelley, "The chronology of the Chalchihuites culture" en: Phil C Weigand - Michael S Faster, The Archaeology
o{ West and Northwest Mesoamerica, Baulder and Landan, Westview Press, ,1985 pp 269-287. "The Mobile Merchants of
Molino" en: lean Mathien - Randall H. McGuire , Ripples in Cbichimec Sea, Carbondale and Edwardsville, Southern IlIinois
University Press, 1986, pp. 81-104.
22 Actualmente Marie-Areti Hers desarrolla un interesante esfuerzo por ligar los puntos de vista tradicionales de la ar-
queología «mesoamericanista» del norte, con el estudio de sociedades no necesariamente mesoamericanas: Marie-Areti
Hers, "¿Existió la cultura Loma de San Gabriel? El caso de Hervideros Durango", Anales del Instituto de Investigociones
Estéticas, v. 60, México, UNAM, 1989, pp. 33-57. "Presencia mesoamericana al sur de Chihuahua", Actas del 11Congreso
de Historio Regionol Comparada, Ciudad luarez, UACI, 1990, pp. 56-70. Marie-Areti Hers - Dolores Soto: "Arqueología de
la Sierra Madre durangueña: Antecedentes del proyecto Hervideros", Actas del IV Congreso de Historio Regional, Ciudad
luarez, UACI, 1995, vol. 1, pp. 69-85. Igualmente tenemos los importantes trabajos de Leticia González acerca de los
cazadores-recolectores del Bolsón de Mapimí y Coahuila desde épocas remotas, hasta el periodo del contacto, ver en
especial su compilación: Ensayos sobre la orqueología en Coahui/a y el Bolsón de Mapimí, Saltillo, Archivo Municipal de
14

grandes ausentes de los estudios arqueológicos. Así, por ejemplo, no ha sido sino en los paradé
últimos cuatro o cinco años, que se ha emprendido el estudio arqueológico de los indios por to:
norteños de tiempos del contacto y muy pocos son también arqueológicos consagrados entera:
al estudio de las sociedades norteñas de épocas posreriores." En
La falta de estudios arqueológicos y el olvido al que fueron relegados los viejos sentan
estudios etnográficos consagrados a ellos, hicieron que los antiguos habitantes del chime
altiplano septentrional de la época del contacto, terminaran siendo colocados todos diversi
dentro de un molde único, el cual borraba todas sus diferencias culturales. Así, por "chichi
ejemplo, en 1971, Charles Kelley, resumiendo una larga serie de trabajos anteriores, denro
argumentaba que después de varios siglos de expansión infructuosa, hacia el año 1,000 teralm
de nuestra era, los grupos mesoamericanos que ocupaban la parte norte de la Sierra toriog
Madre Occidental, habían logrado establecer una "frontera estable" con los "bárbaros" del sig
(sic) 'guerreros chíchimecas" que los asolaban y argumenta que esa suerte de "pacifica- largo e
ción fronteriza" fue la que habría permitido el florecimiento de culturas como las de las poI
La Quemada y Chalchihuites. Según Kelley, igualmente, el ulterior repliegue sufrido alas e
por esas culturas, a partir del siglo XIV y hasta la época del contacto, bien pudo haber tecas,
sido causado por causas climáticas, pero sobre todo, argumentaba, por las renovadas los qUl
e incesantes "invasiones" y hostilidades que aquellos "mesoamericanos" habrían sufrido nal an
de parte de las mismas "hordas chichimecas'r" funda.
Para Kelley, la acometividad permanente e ininterrumpida del "nómada" chichimeca de "rea
norteño, habría actuado entonces como una especie de "factor Iimitanre't'externo" para contra
el desarrollo de las culturas mesoamericanas fuera de sus fronteras. La propuesta resul- "terrin
tó, sin duda, sugerente, dado que fue ampliamente adoptada más tarde por numerosos
especialistas. Su virtud quizás consistía en que permitía ir más allá de interpretaciones Mu
puramente climáticas, al abordar el problema de porqué en el Septentrión nunca Hore- ces

cieron culturas agrícolas del tipo de las mesoamericanas. Pero si por una parte, Kelley te.l

lograba darle un tono menos "de terminista-geográfico'; a la explicación del problema con

que le ocupaba, esto es, el del fracaso de las culturas mesoamericanas en el Norte, reli
sor

Saltillo, 1992. Igualmente: "El discurso de la conquista frente a los cazadores recolectores del norte de México", Actas del rip
I Congreso de Historia Regional Camparada, Ciudad luarez, UACJ, 1989, pp. 77'94; "El patrón de asentamiento en el área
del Bolsón de Mapimí", Actas del IV Cangreso de Historia Regional, Ciudad luarez, UACJ, , 1995, vol. 1 pp. 33'43. Para el
caso de Chihuahua pueden citarse los trabajos de Arturo Guevara, los cuales, por desgracia, se han quedado al nivel de 2S Ver
propuestas de rescate y no han dado pie, hasta la fecha, a proyectos arqueológicos de mayor envergadura, entre ellos: ed., Han

Los athapascanos en Nueva Vizcaya, México, INAH, Dirección de Arqueología, Cuaderno de Trabajo no. 6, 1989; "Algunos Press, 19
tamiento
aspectos de la aculturación de los grupos conchas del centro del estado de Chihuahua", Actas del 11Congresa de Historia
civilizad
Regionol Comparado Ciudad luarez, UACJ, 1990, pp. 71'79; "Un sitio arqueológico aldeano de Namiquipa Chihuahua", Ac-
pp. 103-'
tas del /11Congreso de Historia Regionol Comparada, Ciudad luarez , UACJ, 1991, pp. 41-45. Pueden consultarse también
Beatriz E
los siguientes trabajos de Charles Kelley: Settlement Patterns in North Central Mexico, Viking Foundation Publications in
especial
Anthropology no. 23, 1956. Igualmente: jumano and Patarabuey Relations at La junta de 105 Rios, Anthropological Papers
26 En!
Museum of Anthropology University of Michigan no. 77, Ann Arbor, 1986 ,180 p. (primera edición: 1947).
Century
23 Para el caso de Durango ver: José Luis Punzo Díaz, Los habitontes del valle de Guadiana 1563-1630. Apropiación
si/ver; tI
agrícola y gonadera del valle del Guadiana, Durango, Universidad Juárez del Estado de Durango, Tesis, Maestro en Ciencias
español
Sociales con especialidad en Historia, 2008.
autor: 1\
24 Charles J. Kelley, "Archaeology of the Northern Frontier: Zacatecas and Durango" en: Robert Wauchope ed., Handbook ot
cíón Chil
Middle Americon Indians, vol. 11, Archaeology of Northem Mesoamerica, Part 2, Austin, University of Texas Press, 1971, p. 768.
paradójicamente, ello significaba también reducir el Norte a un todo único, poblado
por todo él por sociedades muy similares: "nómadas'; y "cazadores-recolectores" puros,
enteramente refractarios a la presencia de sedentarios en "sus dominios':
En realidad, más que una tesis propiamente arqueológica, lo que Kelley estaba pre-
sentando era una suerte de ensayo de "retrohisroria" en donde, curiosamente, el "chi-
chimeca' histórico, es decir el de tiempos posteriores al contacto, comenzó a servir en
diversos trabajos posteriores al de Kelley, como modelo para describir y caracterizar al
'chichimeca" arqueológico.f En efecto, aquél 'chichimeca' destructor y enemigo irre-
dento de todo sedentario que se asentara ensus territorios'; sólo se inspiraba muy cola-
teralrnenre de datos arqueológicos y en cambio, intentaba nutrirse de una imagen his-
toriográfica: aquella que Phillip Wayne Powell había delineado acerca del 'chichirneca"
del siglo XVI,26 El tema de los trabajos de este autor, como es bien sabido, era el del
largo conflicto que se había desatado en el altiplano septentrional, entre los españoles y
las poblaciones aborígenes locales, las cuales atacaban y hostigaban permanentemente
a los convoyes que transitaban a lo largo del camino entre México y las minas de Zaca-
tecas, fundadas en 1546. En la visión del Powell, la guerra de largo plazo desatada por
los que él llamó "chichimecas" esto es las poblaciones ocupantes el altiplano septentrio-
nal atravesado por aquél camino (otomíes, pames, guamares guachichiles y zacatecos,
fundamentalmente), en contra de los conquistadores, no habría sido sino una suerte
de "reacción.'; típica de sociedades de de "cazadores-recolecto res" de cultura guerrera, en
contra de cualesquier grupo "sedentario" o intruso, en general, que encontraran en sus
"territorios de caza":

Muchas razones determinaron que la conquista española del Gran Chichimeca fuera un pro-
ceso tan largo ... más importante que ninguno de estos factores fue el propio guerrero del nor-
te. Su modo de vida hacía de él un enemigo evanescenre, sumamente peligroso por su maestría
con el arco y la flecha y por su conocimiento de la tierra en que peleaba. Hasta sus prácticas
religiosas. por primitivas que fueron, influyeron en la tenacidad con que combatió a los inva-
sores blancos e indios de sus territorios de caza. Su preparación desde niño, sus alimentos, su
tipo de refugios, sus relaciones con las tribus vecinas, su concepto de los hombres blancos y

25 Ver por ejemplo: Charles J. Kelley, "Archaeology of the Northern Frontier: Zacatecas and Durango" en: Robert Wauchope
ed., Handbook ot Middle American Indions, vol. 11, Archaeology of Northern Mesoamerica, Part 2, Austin, University of Texas
Press, 1971, p. 768. Para un punto de vista más reciente: Marie-Areti Hers, "Colonización mesoamericana y patrón de asen-
tamiento en la Sierra Madre Occidental", en: Brigitte Boehm de lameiras - Phil C. Weigand eds., Origen y desarrollo de la
civilización en el occidente de México. Homenaje a Pedro Armillas y Angel Palerm, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1992,
pp. 103-135- Igualmente: La sombra de los desconocidos: los no mesoamericanos en las confines totteca-chichimecas, en:
Beatriz Braniff C. coord., La Gran Chichimeco. El país de las rocas secas, México, Conaculta - Jaca Book Spa Milán, 2001, en
especial p. 66.
26 En sus trabajos ya clásicos: Philip Wayne Powell, "The Chichimecs: Scourge of the Silver Frontier in the Sixteenth
Century Mexico", Hispanic American Historical Review, no. XXV,1945, Y principalmente en su libro: Soldiers, Indians, &
si/ver; the northward advance of New Spain, 1550-1600, Berkeley, University of California Press, 1952, rebautizado en
español como: Lo guerro Chichimeca (1550-1600), México, Fondo de Cultura Económica, 1975. Ver igualmente del mismo
autor: War anti Peoce on the North Mexican Frontier: A Documentary Records, Madrid, José Porrúa Turanzas eds., Colec-
ción Chimalistac no. 32, 1971.
16

de los indios sedentarios, sus juegos y otras diversiones, todo esto llegó a ser determinante del N
tipo de guerra (y de resistencia) que opuso a los pueblos sedentarios procedentes del sur .•. T1 pias :1
esos;
Según este autor, entonces, la motivación inicial de la hostilidad de estos grupos adop:
hacia los españoles se habría encontrado en simple hecho de su presencia en aquellos aldea
territorios, ni más, ni menos. Sin embargo, apunta Powell, no todo quedó allí. Con el culnn
tiempo, nos dice, los guerreros chichimecas habrían comprendido las ventajas deriva- ferem
das de robar los bienes transportados por las caravanas y convoyes de carros que los cuale
españoles enviaban hacia el norte, de manera que la guerra habría cobrado para ellos un hallal
cariz cercano a la práctica de la caza y la recolección de bienes. De ese modo, se habría los "n
incrementado aún más la "inclinación" de los 'chichirnecas" a hacerles sistemáticamente habrí
la guerra a los españoles, generándose así un conflicto que se extendería casi indefinida- cual E

mente en el riempo.f Para este autor, el problema para los conquistadores se hizo tanto a lo 1:
mayor cuanto que grupos como los guachichiles, que eran los "más avanzados" en cuanto la die
en el'
a su estructura social y a la vez los más feroces y crueles en la guerra y en sus costumbres,
pronto encontraron la manera de hacerse de nuevos aliados provenientes de las recóndi- tro al

tas inmensidades del Norte para continuar haciéndoles la guerra a los españoles: sobre
El
Los guachichiles estaban más avanzados que la mayoría de las otras naciones en la creación de pequl
cióru
alianzas tribales y esta práctica fue estimulada por el avance español. En el curso de la guerra
los guachichiles llegaron a ser el nexo para confederar el "Gran Chichimeca" contra los invaso- autor

res blancos. Los núcleos político-militares eran más evidentes entre esta nación que entre todas resun

las demás y esto explica algunas de las dificultades de los españoles para combarirlos. Informes de he

de canibalismo entre los guachichiles, así como un célebre refinamiento en la tortura de los so de

cautivos aumentaron su aterradora reputación entre los españoles y los indios sedentarios ... de N

Los guerreros guachichiles encontraron aliados en el norte y en el este, en tierras desconocidas y 15L
para los españoles. En cierto sentido, estas tierras eran como una barrera protectora que podía
Norn
distir
absorber y aún destruir a los españoles si organizaban ofensivas contra los guachichiles ... 29

la pri
fue SI
El conjunto de las tierras áridas del Norte, el llamado "Gran Chichimeca', aparece
aquí entonces como un gran todo indiferenciado, un enorme desierto inhóspito de ladad
con t
cuyo interior se desprendía oleada tras oleada, de belicosos "nómadas'; ansiosos de hos-
sister
tigar, torturar, saquear y matar a los españoles:
allí: L

El modo de vida por todo este Gran Chichimeca variaba poco de una tribu, o de una nación
heclu
alejac
a otra. Las descripciones contemporáneas de las costumbres y características de los chichi-
mecas rara vez muestran diferencias importantes entre los diversos agrupamientos ... 30

31 Un
lage as
Dimblel
27 Phillip Waine Powell. La guerra Chichimeca ...• pp. 47-48.
32 Ad
28 Ibid .• p. 32.
A rnodt
29 Ibid .• p. SO.
(arbon
30 Ibid .• p. 54·
17

No es difícil percibir, tras de este tipo de interpretaciones, ecos de ideas muy pro-
pias al evolucionismo y la ecología cultural de la década de los setenta en adelante. Por
esos años diversos autores insistieron, en efecto, en el hecho de que tránsitos como
adopción de un modo de vida agrícola y el tránsito hacia la sedentarización y la vida
aldeana, eran generadores de diferenciaciones étnicas radicales entre grupos otrora
culturalrnente ligados.31 Para la mayoría de los autores citados anteriormente, esta "di-
ferenciación érnica" habría generado a su vez diferencias y oposiciones culturales, las
cuales habrían dado origen al estado de guerra permanente entre los grupos que se
hallaban de un lado y otro de la barrera, en su caso, los "sedentarios': mesoamericanos y
los "nómadas" norteños. Así, finalmente, los españoles al arribar al norte, simplemente
habrían tomado el relevo en ese conflicto secular entre "nómadas" y sedentarios': con lo
cual e! círculo de la explicación quedaba bien cerrado.F Sin embargo, como lo veremos
a lo largo de este trabajo, esta propuesta basada en la idea de una continuidad lineal de
la dicotomía "nómadas/ sedentarios': entre los periodos anterior y posterior al contacto
en e! Norte novohispano, se adelantaba con mucho a la prueba, no solamente del regis-
tro arqueológico, sino también y sobre todo, a la de la propia documentación histórica
sobre la cual se había fundado y sostenido originalmente.
El problema de fondo es que La guerra chichimeca narra solamente una parte muy
pequeña de la historia del poblamiento español en el Norte y por ende, de la participa-
ción de los pueblos aborígenes de esas regiones en semejante proceso. Al igual que otros
autores posteriores a él, PoweIl parte del supuesto de que e! caso zacatecano es modelo y
resumen a la vez, de toda la colonización del Norte lejano de la Nueva España, cuando
de hecho, fue precisamente e! caso más excepcional de todos en ese contexto. En el Iap-
so de poco más de tres lustro s, esto es, entre 1529, año de inicio de la gran expedición
de Nuño de Guzmán hacia la provincia de los Tebles, en realidad Teúles Chichimecas,
y 1546, cuando se inicia, de hecho la colonización de Zacatecas, los exploradores del
Norte transitaron entre dos formas de conquista y expansión territorial enteramente
distintas. Como apuntábamos antes y se verá en e! capítulo primero de este libro, en
la primitiva Nueva Galicia de tiempos de Nuño de Guzmán y Antonio de Mendoza,
fue solamente e! peso específico de los inmensos contingentes de "indios amigos" tras-
ladados desde la Mesoamérica nuclear, lo que había permitido a los españoles doblegar
con tal rapidez la resistencia de las sociedades aborígenes, y a partir de ello, organizar
sistemas de abasto de mano de obra y bienes agrícolas, e implantarse de manera durable
allí: Zacatecas, es hija y heredera directa de ese proceso. La mina no lo explica todo. De
hecho, la fulgurante apertura de una explotación de gran envergadura en una región tan
alejada de los grandes centros de población de! centro de la Nueva España, como lo fue

31 Uno de los trabajos modélicos de esta corriente de interpretación fue el de Kent V. Flannery, "The Origins of the Vil-
lage as a Settlement Type in Mesoamerica and the Near East: A Comparative Study" en: Peter 1 Ucko - Ruth Tringham - A W
Dimbleby, Man Settlement and Urbanism, London, Duckworth, 1972 pp. 23-53.
32 Además de los autores citados anteriormente, ver por ejemplo también: David R. Wilcox, "The Tepiman Connection:
A model of Mesoamerican-Southwestern Interaction", en: loan Mathien - Randall H. McGuire, Ripples in Chichimec Sea,
Carbondale and Edwardsville, Southern lIIinois University Press, 1986 pp. 134-154.
18

la Zacatecas, jamás habría sido posible, no al menos con tanta fuerza y rapidez, sin la El
llegada de tributos en mano de obra y bastimentos agrícolas, provenientes de la región teños :
central de la Nueva Galicia." para 1
Pero la colonización del Norte lejano novohispano, ni termina ni se resume sola- co tip
mente en Zacatecas. Todavía se hallaba en curso el poblamiento inicial y el apuntala- los ya
miento definitivo de esas célebres minas, cuando la exploración de nuevos territorios, zacat
retorna su paso y en 1554 comienza la conquista de lo que un poco más tarde sería la pitan
Nueva Vizcaya (oficialmente fundada en 1562). Esta nueva provincia se hallaba to- feroce
davía mucho más tierra adentro del gran Septentrión árido y formaba parte, de hecho, de est
de aquellas tierras desconocidas, que según Powell habrían servido como una suerte much
de barrera protectora para los bárbaros chichimecas que se precipitaban en contra de Nort
Zacatecas, y que eran como una barrera capaz de absorber y aún destruir a los españo- A
les, que se aventuraran en ellas para hollar los "terrenos de caza" de aquellos nuevos existe
bárbaros todavía más lejanos de Mesoamérica." Y sin embargo, más tarde y más al hizo r
Norte todavía, en este caso, en 10 que sería después la Nueva Vizcaya, las cosas fueron indios
muy distintas. Así, por ejemplo, mientras que en 1569, del lado de la Nueva Galicia de ell
zacatecana, las autoridades decretaban, una vez más, la guerra a fuego y a sangre, en ra de
contra de los chichimecas (recordemos que la primera había sido decretada en 1541, los co
directamente por el virrey Mendoza), en la Nueva Vizcaya, los conquistadores encon- trabaj
traron la manera de establecer una cierta y muy relativa paz, pero paz al fin, con sus temp
vecinos 'chichimecas"
y es que, a diferencia de los mineros zacatecanos, quienes desde un principio con-
taron con los recursos de los pueblos tributarios de la Nueva Galicia, los pobladores
de la Nueva Vizcaya, debieron atenerse desde un principio solamente a los recursos
que ellos mismos generaran o a lo que las poblaciones aborígenes locales pudieran pro-
porcionarles. De hecho, los únicos recursos espontáneos con los que verdaderamente creta
pudieron contar los españoles durante los primeros años de su presencia en las nuevas
tierras, fueron aquellos derivados del ganado cimarrón que, a su llegada, pululaba ya li- y rep
bremente y en grandes cantidades por aquellas llanuras: cuero, carne, cebo, algo de hue- perdu
so, quizás. Fuera de ello, mientras no fuera posible poner tierras en cultivo y obtener de histori
ellas frutos y constantes, de ellas los recién llegados se vieron necesariamente obligados indio
a seguir recurriendo al ganado cimarrón, o en su caso, al saqueo de los magros bienes densi
de los propios indios comarcanos: una práctica que conducía ineluctab1emente a un para
aumento de la violencia armada. Pero, si bien, al igual que en la vecina Nueva Galicia, estas i
la violencia armada marcó ciertamente en sus primeros años las relaciones entre los tada
colonizadores y los indios de la Nueva Vizcaya, como se verá a lo largo de este libro, la de la s
situación evolucionó muy rápidamente hacia otros cauces.
35 Ver
Juárez,L\
33 Hemos analizado anteriormente este tema en: Salvador Alvarez, "Minería y poblamiento en el norte de la Nueva Espa- 36 La
ña. Los casos de Zacatecas y Parral. Ciudad luárez, Actos del I Congreso de Historio Regional Comparado. UACJ. 1989 pp, mano di
105.139. Ver igualmente el capítulo primero de este trabajo. los indio

34 Phillip Waine Powell. La guerra Chichimeca ...• p. 50. Dolores


19

El hecho de que en su momento los españoles le hubieran creado a los indios nor-
teños una fama terrible de grandes crueles y tenaces guerreros, como lo relatara Powell
para los guachichiles y los zacatecos, no significa que esa fuera la única mirada, ni el úni-
co tipo de relación posible entre los conquistadores yesos grupos. Como se expone en
los ya mencionados capítulos tercero y cuarto, tanto los tepehuanes, como los propios
zacatecos, gozaron también en algún momento, de una reputación terrible entre los ca-
pitanes de la Nueva Vizcaya. Los tepehuanes, incluso, fueron rildados no solamente de
feroces, sino hasta de antropófagos. Y sin embargo, como se verá en el capítulo tercero
de este libro, la "antropofagia" de los tepehuanes serranos, era una calidad que manaba
mucho más de las nociones e ideas que los españoles se hacían acerca de la geografía del
Norte, que de una descripción por así decido 'emográíica" de aquellos grupos.
A despecho de esa fama terrible, muy rápidamente, es decir, tan pronto como la
existencia de la Nueva Vizcaya como gobernación separada de la Nueva Galicia se
hizo realidad, los colonos de esas nuevas tierras optaron por establecer con sus vecinos
indios relaciones que fueron al mismo tiempo de atracción y coerción para servirse
de ellos como mano de obra. Un método expedito para logrado, fue e! de la captu-
ra de esclavos indios, práctica a la que siguieron recurriendo durante mucho tiempo
los colonizadores de la Nueva Vizcaya, Norte lejano y que fue siempre una fuente de
trabajo forzado para los asentamientos de españoles. Sin embargo, desde esas épocas
tempranas también, los españoles intentaron preferentemente introducir esclavos pro-
venientes de zonas lejanas de sus asentamiento s, en especial en dirección de! Norte.P
Mientras tanto, en zonas cercanas, los colonizadores intentaron, desde un principio
también, atraer e incorporar a las poblaciones aborígenes vecinas de sus asentamientos
y quizás lo más extraordinario de todo, es que terminaron consiguiéndolo.
Así, para 1569, esto es, en e! momento mismo en que, en la Nueva Galicia, se de-
cretaba una guerra a fuego y a sangre en contra de todos los chichimecas, en la vecina
Nueva Vizcaya, en cambio, se colocaban ya los cimientos de un sistema de encomienda
y repartimiento con un carácter ciertamente muy coercitivo, pero que, pese a todo,
perduraría por más de dos siglos en aquella provincia. Durante mucho tiempo, en la
historiografía sobre la Nueva España, se pensó en la encomienda y e! repartimiento de
indios como instituciones que solamente pudieron implantarse en las regiones de alta
densidad demográfica de la Mesoamérica nuclear y del mundo andino, Sin embargo,
para e! caso del Norte novohispano, no solamente la existencia, sino la permanencia de
estas instituciones en el largo plazo, ha sido ya reconocida y ampliamente documen-
tada por diferentes autores como una institución vital para la implantación durable
de la sociedad colonial en e! Norte lejano de la Nueva España." Los capítulos tercero,

35 Ver por ejemplo: Chantal Cramaussel, Diego Pérez de Lujón: las desventuras de un cozador de esclavos arrepentido. Oudad
juárez, UACJ- Gobierno del Estado de Chihuahua - Meridiano 107. Serie "Chihuahua: Las épocas y los hombres". no 3. 1991.
36 La pionera en estos estudios es Chantal Cramaussel, entre sus trabajos más importantes al respecto ver: "Haciendas y
mano de obra en Nueva Vizcaya: el curato de Parral". Troce. no 15.1989. pp 22-30; "De cómo los españoles clasificaban a
los indios. Naciones y encomiendas en la Nueva Vizcaya central". en: Marie-Areti Hers - José Luis Mirafuentes - María de los
Dolores Soto - Miguel Vallebueno eds .• Nómadas y sedentarios en el norte de México. Homenaje a Beatriz Braniff. Mexico.
20

cuarto y quinto de este trabajo estarán entonces consagrados a analizar también cuáles fueron
fueron los mecanismos que permitieron a los españoles la progresiva transformación lIamadl
de los otrora muy temidos grupos que habitaban la Sierra Madre Occidental y las La
llanuras del altiplano septentrional, incluyendo ahora a los bárbaros más temidos del lenta,
siglo XVII, esto es los tobosos (capítulo quinto), en tributarios, proveedores regulares region
de mano de obra, e incluso de bienes agrícolas. un cara
Los marcados contrastes que se dieron en las relaciones entre indios y conquista-
dores en dos regiones que eran geográficamente vecinas inmediatas y en un lapso tan
corto de tiempo, deja muy claro lo terriblemente insuficiente que resulta explicar las
respuestas guerreras de esos grupos frente a la presencia de los conquistadores españo-
les, como puras reacciones espontáneas, derivadas solamente de "patrones culturales" de propu
tipo 'guerrero'; que los incitarían a atacar "indiscriminadamenre" a cualquier intruso que la sigui
se aproximara a sus territorios: una argumentación que parece más cercana a la Etología
que a la Historia. En cambio, queda muy claro que el factor clave en la explicación de Los
esas diferencias y contrastes, se encuentra en las formas y ritmos que adquirió la con- bos
quista del territorio y el establecimiento de los españoles en cada uno de esos contex- los I

tos. El crecimiento inicial de Zacateca s fue literalmente explosivo. Fundadas en 1546, eml1
para 1550, había en esas minas ya 34 mineros con explotaciones en forma, con otros tas
100 vecinos españoles allegados a ellos y 235 casas para esclavos indios." mientras que
cuatro años después solamente, se habían contado ya trescientos vecinos españoles en
la jurisdicción." nada semejante volvería a suceder en el Norte novohispano a lo largo
de su historia. Resumiendo el tema en pocas palabras, es claro que la violencia que se
desarrolló entre los grupos aborígenes a lo largo del camino de Zacatecas, durante toda
la segunda mitad del siglo XVI, estuvo en relación con el rápido crecimiento que expe-
rimentaron las minas a lo largo de todo ese periodo. Sede de una inmigración constante
de nuevos vecinos españoles y sostenido el abasto de mano de obra por las llegadas de
indios tributarios de la Nueva Galicia, primero y de la propia Nueva España, más tarde,
los mineros zacatecanos nunca tuvieron necesidad de establecer relaciones estables con
sus vecinos 'chichimecas" Por el contrario, las constantes capturas de esclavos, el saqueo reglOn
sistemático de sus magros recursos de los indios y las recurrentes "entradas" punitivas, de un
mente
UNAM, IIA - IIH - IIE, 2000, pp. 275-304; "Encomiendas repartimientos y conquista en Nueva Vizcaya", Historias, Revista de la
Flores
Dirección de Estudios Históricos dellNAH no. 25 Octubre 1990 - Marzo 1991 pp 73-91; La provincia de Santa Bárbara en Nueva en el n
Vizcaya 1563-1631. Primera página de historia colonial chihuahuense, Ciudad luárez, UACJ, Estudios Regionales 2, 1990; Juan
de po
Rangel de Biesma: un descubridor en problemas, Ciudad luárez, Meridiano 107 - UACJ,Serie Chihuahua: las épocas y los hom-
bres, vol 8, 1992; Poblar la frontera. La provincia de Santa Bárbara en Nueva Vizcaya durante los siglos XVI y XVII, Zamora,
mllyp
El Colegio de Michoacán, Colección Investigaciones, 2006. Otros autores que se han acercado igualmente al tema son: Jose gener
Cuello, "La persistencia de la esclavitud india y de la encomienda en el noreste de México en la época colonial: 1577-1723", tosí, s
en: José Cuello, El norte el noroeste y Salti/lo en la historia colonial de México, Saltillo, Archivo Municipal de Saltillo, 1990, pp.
91-120; Eugenio del Hoyo, Esclavitud y encomiendas en el Nuevo Reino de Leán. Siglos XVI y XVII, Monterrey, Archivo General
del Estado de Nuevo León, 1985, por sólo citar algunos. 39 Pete

37 Según el censo realizado en abril de 1550 por el alguacil mayor de Zacatecas Alonso de Santacruz, a instancias del América

oidor de Nueva Galicia, Juan Martínez de la Marcha, reproducido por Federico Sescosse en: "Zacatecas en 1550", Artes de 40 Enri

México, no. 194-195, 1975, pp. 4-8 Alvaro Ja

38 AGI, Guadalajara 51: Lebrón Quiñonez oidor de la Nueva Galicia al pñncipe, septiembre de 1554. de Méxic
21

fueron la nota dominante en las relaciones entre aborígenes y conquistadores sobre el


llamado "camino de la plata" que muy pronto ligó a Zacatecas con la ciudad de México.
La Nueva Vizcaya, en cambio, luego de su fundación vivió un largo periodo de muy
lenta, o por mejor decir, casi nula inmigración india o española, proveniente de las
regiones bien pobladas del centro de la Nueva España. Esto, ya de entrada, le confería
un carácter cualitativamente distinto al poblamiento de esta región, respecto de lo que
se había vivido dos décadas atrás en Zacatecas. En la historiografía sobre las cuestio-
nes relacionadas con el poblamiento de nuevos territorios y en especial, tratándose del
Norte novohispano, existe una tendencia a atribuirle a la llegada de nuevos pobladores
hacia esas tierras, las características de una suerte de mecanismo automático y auto-
propulsado, especialmente cuando entra en juego el factor minero. Ejemplo de ello, es
la siguiente cita de Peter Backewell:

Los españoles recorrieron de punta a punta las Américas en busca de yacimientos de am-
bos metales. Ello explica en parte la asombrosa rapidez con que exploraron y poblaron
los territorios del continente que les correspondieron ... A medida que los ricos distritos
empezaron a arrojar metales preciosos, surgieron poblaciones en varias regiones inhóspi-
tas -como el litoral neogranadino, las altas tierras de Charcas o el norte del altiplano
mexicano, por ejemplo- habitadas con anterioridad solamente por población dispersa y
primitiva. Las carreteras y el comercio se extendieron rápidamente a medida que los nuevos
circuitos económicos, potenciados por la minería, se fueron desarrollando ... 39

Vistos a la escala de un par de siglos, es claro que a lo largo y ancho de las Américas,
existieron numerosos ejemplos de regiones en donde, habiéndose explotado plata, con
el tiempo la población creció, aparecieron caminos y llegaron a existir activos circuitos
comerciales. Sin embargo, vale la pena insistir en que esto es, entre otras cosas, una cues-
tión de escalas: tanto de magnitud, como temporales. No es casual que la idea de que
solamente al "influjo de la plata'; grandes procesos de poblamiento pudieran darse en
regiones de muy baja densidad demográfica y en temporalidades muy cortas, del orden
de un par décadas, por ejemplo, tuviera como uno de sus modelos iniciales, precisa-
mente a Zacatecas. Este tipo de secuencia, fue presentado por primera vez por Enrique
Florescano, en su ya clásico artículo de 1969: Colonización, ocupacién del suelo y frontera
en el norte de la Nueva España. 40 Sin embargo, el hecho, insistimos, es que la secuencia
de poblamiento que este autor proponía en ese artículo pionero, se hallaba inspirada
muy precisamente en el caso zacatecano y no en otro. Esto dificulta enormemente hacer
generalizaciones a partir de ese único ejemplo, pues, de hecho, ni siquiera el caso del Po-
tosí, se ajusta realmente a este modelo con su extremadamente corta temporalidad: una

39 Peter Backewell, "La minería en la Hispanoamérica colonial". en: Bethell Leslie ed., Historia de América Latina vol. 3.
América latina ealonial: Economía, Barcelona, (ed.) Grijalbo, col. Critica - Cambridge University Press, 1990, p. 51.
40 Enrique Florescano, "Colonización, ocupación del suelo y frontera en el norte de la Nueva España, 1521-1750". en:
Alvaro Jara ed., Tierras Nuevos. Expansión territorial y ocupación del suelo en América (siglos XVI-XIX), México, El Colegio
de México, 1969, pp. 43-76.
22

de las diferencias entre Zacatecas y el Potosí, consistió, por ejemplo, en que, mientras La
que para el caso de la primera, el problema del acopio de mano de obra se resolvió en Norte
mucho menos de una década, en el caso del segundo, el establecimiento definitivo de la entre U
mita sólo fue posible a costa de un enorme esfuerzo de décadas." mento
De hecho, desde entonces a la fecha, ha quedado ya muy claro que habiendo sido nes cre
el primero, el de Zacatecas fue un caso enteramente excepcional en el contexto de la consol!
colonización del Norte novohispano, tanto por las dimensiones de su poblamiento, fundan
como por la extrema rapidez con la que éste se verificó. Después de Zacatecas, en rea- nenci
lidad no volvió a darse en ninguna parte del Norte lejano de la Nueva España, ningún
otro fenómeno de poblamiento rápido, de alguna región, minera o no, comparable con
aquél, ni en tiempos ni en tamaño. Un dato significativo al respecto, es que habría que
esperar 85 años después de la fundación de Zacatecas, esto es, hasta 1631, para que
apareciera un segundo gran real de minas en el gran Septentrión novohispano, que
en algo pudiera compararse con Zacatecas, esto es, Parral. Tan importante llegó a ser
ese nuevo real minero, que hasta el último cuarto del siglo XVII, más del 80% de la unitar
producción platera de la toda la Nueva Vizcaya entera, provino de allí. Es en eso y en el
hecho de haber vivido un periodo de muy rápido crecimiento inicial, en lo que de algu- persa
na manera Parral se asemejó con Zacatecas: pero hasta allí llegaban las coincidencias. para 1
A diferencia de Zacatecas, la cual había aparecido, casi de improviso, en un sitio nuevo Elcam
y sumamente lejano de todo poblamiento español anterior, Parral, en cambio, nació capaz Q

en el corazón de una región, la llamada Provincia de Santa Bárbara, que había vivido el tiem
un lento proceso poblamiento previo, esencialmente agrícola, de más de setenta años Diego
de antigüedad: esto es, entre 1562, año de la fundación de la Nueva Vizcaya y 1631, hasta ~
cuando se funda finalmente Parral. Igualmente, a diferencia de Zacatecas, en donde
vemos cómo, grandes cantidades de mano de obra e insumos fueron trasladados, a base
de inmensos esfuerzos, tanto desde la Nueva Galicia, como incluso del centro de la
Nueva España, en el caso del Parral, en cambio, una gran parte de la mano de obra, así
como la mayor parte de sus insumos fundamentales, desde alimentos, hasta madera,
carbón, cuero, cebo y demás productos de consumo inmediato, provino de los pueblos
de indios pacificados y de las haciendas que poco a poco habían ido creándose en la
región circunvecina a lo largo de las siete décadas mencionadas."

41 leffrey A. Cole, The Potosi mita 1573-1700 Compulsory indian labor in the Andes, Stanford Ca., Stanford University
Press, 1985; especialmente el cap. 1, pp. 1-23.
42 Ver al respecto: Guillermo Porras Muñoz, El nuevo descubrimiento de San José del Parral. México, UNAM, Instituto de
Estéticas.
Investigaciones Históricas, 1988; Chantal Cramaussel, "Haciendas y mano de obra en Nueva Vizcaya: el curato de Parral",
región de
Trace. Travaux et Recherches dans les Amériques du Centre, nO.15, 1989, pp 22-30; "Encomiendas repartimientos y conquis·
1999. El C
ta ...; "Evolución de las formas de dominio del espacio colonial: las haciendas de la región de Parral". en: Actas del Segundo
de hacien
Congreso de Historia Regional Comparada, Ciudad luárez, UACI, 1990, pp. 115-140; "Haciendas agrícolas y abasto de granos
AsentamiE
en el Parral del siglo XVII, en: Cinco siglos de Historia de México, México, Instituto Mora - University of California at lrving,
pp. 38'55.
1992, pp 347-354; "La urbanización primitiva del real de Parral", Trace Travaux et Recherches dans les Amériques du Centre,
43 Guiltf
no. 22, diciembre 1992, pp. 37-53; La provincia de Santa Bárbara 1563-1631, Chihahua, Gobierno del Estado de Chihuahua,
44 Phlip
Secretaría de Educación y Cultura, Biblioteca Chihuahuense. 2004; Salvador Alvarez, Minería y poblamiento en el norte de la
ha sido ea
Nueva España ...•; "El pueblo rural en el norte novohispano: reflexiones en torno a una temática". en: Clara Bargeltini coord .• ximacián
Historia y arte en un pueblo rural: San Bartolamé hoy Valle de Allende Cnttiuanuo, México. UNAM. Instituto de Investigaciones
y Transpo
23

La pregunta consiste entonces en saber qué características tuvo el poblamiento del


Norte lejano, más allá de Zacatecas, durante los más de ochenta años que mediaron
entre la fundación de esos dos grandes centros mineros y de población. Un primer ele-
mento para entender esta dinámica, es recordar que el conjunto de las nuevas fundacio-
nes creadas por los españoles en aquella lejana e inhóspita geografía, debió prosperar y
consolidarse, en un contexto de muy lenta y muy pequeña inmigración. Este es un punto
fundamental, pues mientras que en un caso como el de Zacatecas, el crecimiento expo-
nencial de la población asentada en sus primeros tiempos, se debió enteramente a la lle-
gada constante de grandes contingentes de personas venidas del exterior, los colonos de
la Nueva Vizcaya, en cambio, vivieron, desde un principio, bajo el signo del aislamiento.
Para comprender lo anterior, valdría la pena relativizar en mucho el poder de atracción
que la sola presencia de metales preciosos en regiones lejanas, vacías de españoles y cier-
tamente peligrosas, pudo ejercer, no solamente sobre posibles candidatos a inmigrantes,
sino sobre todo sobre el comercio, en especial, el de bienes de alto peso y bajo valor
unitario, como los granos, por ejemplo. Nuevamente, en este aspecto, Zacateca s hace fi-
gura de excepción. Recordemos simplemente los inmensos esfuerzos que los poderosos
personajes que conformaron la primera oligarquía minera zacatecana, debieron realizar
para la apertura de caminos de larga distancia que ligaran a esas minas con el exterior.
El camino de Zacatecas hacia Guadalajara, por ejemplo, tardó más de diez años en ser
capaz de sostener un tráfico más o menos regular de tamemes y recuas cargadas y con
el tiempo, hasta de carros. Pero para ello fue necesario que personajes poderosos como
Diego de Ibarra, se dieran a la tarea de aplanar de despejar tramos, trazar veredas y
hasta hacer construir puentes sobre los pasajes más escabrosos del trayecto, amén de
organizar partidas de vigilancia que impidieran los ataques de los indios cornarcanos."
No olvidemos tampoco la larga y penosa puesta en estado del camino de Zacatecas a la
ciudad de México, parte medular de más tarde llamado Camino Real de Tierra Adentro
y cómo, en los primeros tiempos, el transporte de bienes fue realizado por tarnernes,
los cuales, organizados en largas filas, penosamente atravesaban los más de quinientos
kilómetros que, a vuelo de pájaro, mediaban entre los dos sitios."
Nada de esto vivieron los colonos de la Nueva Vizcaya. Durante las tres primeras
décadas que siguieron a su fundación, el altiplano neovizcaíno prácticamente no produ-
jo plata alguna, lo cual explica en buena medida el porqué de la no llegada de grandes

Estéticas. Estudios y Fuentes del Arte en México no. 61. 1998. pp. 275'311; "Colonización agrícola y colonización minera: la
región de Chihuahua durante la primera mitad del siglo XVIII". Relaciones Estudios de Historia y Sociedad, no. 79. verano de
1999. El Colegio de Michoacán. pp. 27·82; "Poblamientos y abandonos en la frontera septentrional novohispana. Los pueblos
de hacienda del antiguo Valle de San Bartolomé". Trace. Travaux et Recherches dans les Amériques du Centre. Abandono de
Asentamientos Prehispánicos e Hispánicas. Centro Francés de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. no. 43. junio 2003.
pp. 38'55·
43 Guillermo Porras Muñoz. "Diego de Ibarra y la Nueva España". Estudios de Historia Novobispona, v. 2. 1968. p. 70.
44 Phlip W. Powell, La guerra chichimeca ...• p. 39. El trayecto real por el camino de tierra adentro. de México a Zacatecas.
ha sido calculado en casi 600 kilómetros. Ver Igualmente: Sergia Ortiz Hernán, Caminos y transportes en México: una apro-
ximación socioeconómica: fines de la colonia y principios de la vida independiente. México. Secretaría de Comunicaciones
y Transportes. 1994. pp. 126'127·
24

grupos de inmigrantes hasta esas tierras, como había sucedido antes en Zacatecas. Más habitac
tarde, la situación cambiaría un poco, pero no demasiado. No fue sino hasta la década llegada
de 1580, por ejemplo, que las minas de la provincia de Chiametla, situadas sobre la dades 1
vertiente del Pacífico de la Sierra Madre Occidental, alcanzaron cierta, aunque momen- esas so
tánea fama, como se verá en el capítulo segundo de este trabajo. Más tarde, salvo un par demog
de efímeros auges mineros en Santa Bárbara, Tapia y Guanaceví, hasta la aparición del Entre 1
Parral, la Nueva Vizcaya siguió siendo una provincia muy poco notable por su riqueza mada
minera. A finales del siglo XVI, por ejemplo, la producción reunida de toda la provincia para el
representaba poco más o menos un octavo, respecto de la registrada en las solas minas cómo,
de Zacatecas por ese mismo tiempo.v
No había ninguna, entonces, ninguna fuerza real que atrajera ni inmigrantes ni
comercio hasta la lejana Nueva Vizcaya, más allá de lo que sus propios y escasos ve- atraer
cinos pudieran procurarse. Recordemos, ya de entrada, que los que protagonizaron el fueran
poblamiento inicial del Norte, fueron grupos de dimensiones bastante reducidas. Así, aventu
por ejemplo, en la expedición de Francisco de Ibarra que daría lugar a la fundación de intere
la gobernación, en 1562, participaron cien jinetes armados, acompañado cada uno de
sus respectivos sirvientes de a pie, esto es, unos quinientos españoles a lo sumo yjunto
con todos ellos, menos de un millar de indios amigos mexicanos:" Esto nos da un punto por
de partida, pues mientras que durante los años siguientes, este escaso grupo debió irse lafro
subdividiendo, al ritmo de las diferentes fundaciones creadas por esos años, muy poca incluí
gente llegaba del Sur para reforzados. De esa suerte, para 1572, por ejemplo, Durango, parte
"capital" de la provincia no contaba sino con 26 vecinos, lo cual significa una población Pa
española que pudo no pudo rebasar un par de centenares de almas, haciendo un cálcu- fue n
lo sumamente optimista. Otro ejemplo más sería el de la villa de Santa Bárbara, más
tarde sede de la provincia del mismo nombre, la cual no tenía sino unos 30 vecinos en
esa misma época." Por exiguas que puedan parecer, no encontraremos cifras de veci-
nos más elevadas que éstas, para las fundaciones españolas de la Nueva Vizcaya en el
siglo XVI: en la misma época, Nombre de Dios tenía unos 20 vecinos, San Juan del entoi
Río una decena y el resto de las fundaciones españolas de la provincia, por el estilo.
Esto nos lleva a considerar, como apuntábamos antes, que nos encontramos frente luta
a una forma de poblamiento cualitativamente distinta, respecto de aquella que ha sido los in
descrita para el caso de Zacarecas. En este tipo de casos, el poblamiento no puede crecm
ser explicado por la simple evocación de mecanismos cuasi-automáticos. Se trata de signi'
sociedades nacientes, sin arraigo y por lo tanto, sin infraestructura alguna, agrícola o nuev
nas
45 Esto es. li¡.594 marcos. equivalentes a 118.576 pesos y un real. en 1598 (AGI. Cuentas de la Real Caja de Durango. so an
Cuenta de 1598. Sumario) contra 106.138 marcos. equivalentes a 862.371 pesos y un real. registrados en Zacatecas ese
mismo año: Peter J. Backewell. Minería y sociedad en el México colonial. Zacatecas 1546'1100. México. Fondo de Cultura
Económica. 1976. p. 330. 48 Ch
46 Francisco de lbarra, Relación de los descubrimientos. conquistas y poblaciones hechas por el gobernador Francisco de Miel
de Ibarra en las provincias de Copala, Nueva Vizcaya y Chiametla. 1567. en: Joaquín Pacheco - Francisco de Cárdenas - Luis 49 Ve
Torres de Mendoza. Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento conquista y organización de las antiguas siglo
posesiones españolas de América y Oceanía. Madrid. Imprenta de B de Oulrós, 1864-1884. pp. 463-484. social
47 Chantal Cramaussel. Poblar la frontera ...• pp, 30-35. tudios
2S

habitacionaI, creada en las tierras en donde se pretenden implantar y para las cuales, la
llegada de nuevos inmigrantes y el comercio de larga distancia, no eran sino posibili-
dades lejanas y pocas veces realizadas. En esas condiciones, para explicar cómo es que
esas sociedades perduraron en el tiempo, hacia donde había que voltear era hacia la
demografía, como lo nos lo deja ver Chantal Cramaussel en su libro Poblar lafrontera.48
Entre los múltiples aportes fundamentales de ese trabajo y haciendo un resumen extre-
madamente apretado y sintético de los mismos, dos serían los que más nos interesarían
para el tema que nos ocupa. El primero es que allí se expone de manera muy clara
cómo, para sociedades coloniales del tipo de las que se implantaron en la Nueva Vizca-
ya del siglo XVI, de muy cortas dimensiones y sometidas a condiciones de inmigración
sumamente lenta, la permanencia en el tiempo dependió siempre de su capacidad de
atraer y fijar en su interior nuevos grupos de inmigrantes europeos, por pequeños que
fueran en número. Un gobernador recién llegado con su séquito, algún comerciante
aventurero que se arriesgara con sus arrieros y sirvientes hasta esos lugares, un pariente
interesado en la herencia dejada por algún conquistador difunto, e incluso, cualquier
simple aventurero que llevado por el azar llegara hasta allí, constituían refuerzos pre-
ciosos que este tipo de sociedades intentaban arraigar y fijar en su seno, en ocasiones
por medios tan eficaces como coercitivos.'? El segundo aporte importante de Poblar
lafrontera que nos interesa rescatar aquí, es cómo, esa misma dinámica de atracción,
incluía incorporación y fijación en su seno, de indígenas comarcanos y cómo ello formó
parte también de los mecanismos de refuerzo de su muy débil y precaria demografía.
Para ese tipo de sociedades, crecer demográficamente y de manera autónoma, no
fue nunca un objetivo fácilmente alcanzable. En el caso de la provincia de Santa Bár-
bara, estudiado al detalle en Poblar la frontera, vemos cómo no fue sino hasta un siglo
después de fundada, esto es, a finales del segundo tercio del siglo XVII, que los indi-
cadores demográficos muestran signos de un primer crecimiento autónomo de la po-
blación local, independiente ya de la inmigración. Pero mientras esto sucedía, tenemos
entonces a una sociedad que enfrentó durante casi un siglo entero, un déficit vital que
era sencillamente incapaz de llenar por sí misma: aquél consistente en una falta abso-
luta de brazos. Durante todas esas décadas, se nos dice igualmente en Poblar lafrontera,
los indios norteños incorporados a los establecimientos de españoles, mantuvieron un
crecimiento demográfico interno igual a cero: esto es, morían sin descendencia y esto
significaba, la necesidad de atraer y fijar constantemente por muy diferentes medios,
nuevos grupos de indios hacia los asentamientos de españoles: buena parte de las pági-
nas de este libro, están consagradas a analizar bajo diferentes ángulos, cómo ese proce-
so atracción fijación se dio en la Nueva Vizcaya, en distintas regiones y momentos.

48 Chantal Cramaussel, Poblar la frontera. La provincia de Santa Bárbara durante las siglas XVI y XVII. Zamora, El Colegio
de Michoacán, 2006.
49 Ver, además de lo anteriormente citado: Chantal Cramaussel, "Una oligarquía de la frontera novohispana, Parral en el
siglo XVII", en: Bernd Schriiter - Christian Büschges eds, Beneméritos aristócratas y empresarios. Identidades y estructuras
sociales de las capas altas urbanas en América Hispánica, Madrid, Vervuert Iberoamericana - IHILA - Acta Coloniensa, Es-
tudios Ibéricos y Latinamericanos, 1999 pp. 85-102.
y es que, en efecto, en un contexto geográfico como el del Norte, la mano de obra riempi
era un recurso fundamental, crítico, que los españoles debieron forzosamente llenar de en can
algún modo, ya que era la única manera de asegurar su propia subsistencia. Se trata de citiva
un problema bien podría expresarse en términos puramente energéticos, tal y como lo por
sintetizó Ruggiero Romano: el abai
Es
Situémonos en 1492. Es muy probable (casi seguro) que en aquella época el hombre ame- y las s
ricano dispusiera de una mayor cantidad de energía química contenida en alimentos ve- coloni
getales y animales (de tamaño pequeño y mediano) que su congénere europeo. En otras adela
palabras, es posible que el nivel alimenticio promedio del hombre europeo fuera inferior
(en cantidad y calidad) al del hombre americano .•. 50 entre
terior
Con todo y la fulgurante y catastrófica caída de la población indígena que se verificó indio
a lo largo del siglo XVI, en el centro de la Nueva España, los colonos españoles siempre tanto,
fueron infinitamente inferiores en número respecto de los aborígenes. Arropados por revisti
el inmenso potencial agrícola de aquellas civilizaciones, incluso en los momentos de su ñoles e
decadencia final, los conquistadores del siglo XVI, nunca supieron de verdaderos tiem-
pos de escasez, ni de mano de obra, ni mucho menos alimenticia. Pues bien, algo de lo
mismo encontraron también los colonizadores del Norte, al menos durante el siglo XVI. "pací
No existe, desde luego, medida de comparación posible entre las poblaciones aborígenes de la
habitantes de los territorios de lo que un día fue la Nueva Vizcaya y las altas civilizaciones mient
de la Mesoamérica nuclear. Sin embargo, como veremos en a lo largo de los capítulos ter- siemp
cero, cuarto y quinto de este trabajo, las poblaciones aborígenes de esa parte del Septen- ment
trión, mostraron ser lo suficientemente numerosas como para absorber, en un contexto ya en
de relativa paz, aunque solamente en el corto plazo, las cargas en trabajo que los españoles sino q
les impusieron en sus tempranos establecimientos. Se trataba, en otras palabras, de po- de la o
blaciones que se ganaron, ciertamente y con creces, el calificativo de "indios bravos'; pero la mis
que resultaron no ser ni tan elementales y "bárbaras, ni tan pequeñas y frágiles, como, Po
quizás, la simplicidad de su bagaje cultural lo hizo suponer en algún tiempo." libro,
Desde luego, no todo transcurrió siempre de manera tan pacífica y plácida. A dife- sentid
rencia de lo que sucedió en las regiones de demográficamente densas del centro de la reduc
Nueva España, la débil y cada vez más mermada demografía de las sociedades indígenas torio
fue siempre insuficiente para permitir la consolidación definitiva del poblamiento espa-
ñol. Tenemos entonces la historia de un poblamiento que tuvo dos facetas, en aparien-
cia contradictorias, pero que juntas, formaron parte esencial de su fisonomía. Por una
parte, vemos cómo el repartimiento y la encomienda de indios comarcano s, siguieron
existiendo por siglos, convirtiéndose así en factores básicos para la persistencia en el

SO Ruggiero Romano, Mecanismo y elementos del sistema económico colonial americano. Siglos XVI . XVIII. México. ment
Fondo de Cultura Económica· El Colegio de México· Fideicomiso Historia de las Américas 2004. p. 36. entre
51 Retomaremos ampliamente esta discusión a lo largo de este trabajo. Independientemente de ello. para una discusión
res y
acerca del tamaño de los grupos aborígenes que poblaban la Nueva Vizcaya en tiempos del contacto: Chantal Crarnaussel,
Poblar la frontera ...• pp. 19·83. Igualmente. José Luis Punzo Díaz. Los habitantes del valle de Guadiana .... SiqUl
tiempo de muchos de los asentamientos de españoles de la provincia. Por el otro lado,
en cambio, vemos también la persistencia de mecanismos de atracción puramente coer-
citiva de mano de obra indígena, como las capturas y traslados forzosos de población
por medio de la guerra, generándose un ambiente que propició, en diversos momentos,
el abandono de numerosos sitios de poblamiento español.
Es de la manera como este tipo de vínculos y relaciones entre los colonos españoles
y las sociedades aborígenes nortefias, se fueron estableciendo a 10 largo del periodo
colonial, que tratan entonces los primeros cinco capítulos del presente trabajo. Más
adelante, el capítulo sexto, analiza el papel de una institución que ha aparecido con fre-
cuencia en la historiografía como "el" elemento hegemónico y central de las relaciones
entre españoles e indios: la misión. Sin embargo, siguiendo la lógica de los capítulos an-
teriores, veremos cómo la misión no escapa tampoco a la lógica de la incorporación del
indio norteño como elemento de sostén de la frágil sociedad norteña colonial ni, por 10
tanto, a su reducción a la calidad de "tributario': La "evangelización" de los indios bravos
revistió siempre, tanto para los misioneros, como para propios los colonizadores espa-
ñoles en general, significados muy precisos que incluían y rebasaban a la vez, el hecho
mismo de la supresión de las supersticiones y supercherías con las cuales aquellos habían
vivido desde siempre. Para ser considerado como verdaderamente "cristiano': "político':
"pacífico" y "amigo" fiel de los españoles, el indio norteño debía ser también obediente
de la autoridad de sus tutores eclesiásticos. Discutiremos el significado del estableci-
miento de ese vínculo en el caso de los indios norteños y veremos cómo ello significó
siempre, en la práctica, su incorporación también al estatuto de tributario. Otro ele-
mento importante de ese capítulo es ver cómo la misión, entendida como institución
ya enteramente funcional, en realidad no "antecede" en los hechos a los colonizadores,
sino que por el contrario, sucede tanto geográfica como temporalmente, a los progresos
de la colonización "civil" y se desarrolla, justamente, en función de la consolidación de
la misma.
Por último, el capítulo séptimo, el cual sirve como cierre y epílogo general para el
libro, nos lleva al tema de la incorporación del indio norteño a la vida en policía, en el
sentido más literal del término: esto es, el de la conformación de "pueblos de indios': La
reducción del otrora llamado 'chichímeca" a una vida estable y al interior de un terri-
torio fijo y bien definido, fue un proceso sumamente largo, el cual se desarrolló, como
veremos también, bajo ritmos y formas enteramente distintos de los que primaron en
el centro de la Nueva España. A diferencia de esa región, en donde el "pueblo de indios"
como entidad político-territorial, era ya una realidad prácticamente omnipresente a
finales del siglo XVI, en el Norte, en cambio, siglo y medio después, apenas si comen-
zaba a esbozarse la formación de unidades territoriales que vagamente pudieran portar
ese nombre, esto es, el de "pueblos de indios': Veremos cómo una de las razones funda-
mentales de esa lentitud, había sido la ausencia de estructuras políticas centralizadas
entre la totalidad de los grupos norteños y cómo eso había sido algo que conquistado-
res y misioneros juntos, jamás habían logrado instituir realmente entre esos grupos.
Si quisiéramos identificar alguna forma real de "resistencia" frente a la colonización
28

por parte de las sociedades aborígenes norteñas, habría que decir que ésta fue orden
esencialmente cultural y consistió sobre todo en su capacidad para permanecer como CAPIT

sociedades "contra el estado': como las llamara en su tiempo Pierre Clasrres." la pl


La idea central de todos los trabajos presentados en este libro, consiste entonces en fron
analizar, en diferentes momentos, el papel que los aborígenes de dos de los "Nortes"
novohispanos, la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya llegaron a jugar en el nacimiento y
consolidación de la sociedad colonial en esas tierras. Este libro está compuesto por ver-
siones modificadas de diferentes artículos publicados a lo largo de más de una década,
los cuales, a pesar de la distancia temporal que los separa, intentan todos responden a 1:

esa misma interrogante común: entender las formas de interacción que se dieron a lo
largo del tiempo entre los "bárbaros" norteños grupos y la sociedad colonial. No sola- a)
mente por el origen de los trabajos presentados, sino también por que así fue concebi-
do, este libro no presenta una secuencia temporal única y lineal de los temas tratados. E
Algunos eventos relevantes, como conquistas, expediciones, guerras y fundaciones, son aeere
retornados y reintroducidos en diferentes contextos: se trata precisamente de abordar- de la
los desde ángulos diferentes, en razón de las distintas facetas del tema abordadas en indio
cada uno de los capítulos, esperamos haberlo logrado. No debe extrañar tampoco el
hecho de que algunos eventos importantes de las relaciones entre los indios norteño s y
la sociedad colonial, aparezcan solamente referidos, pero no sean relatados de manera e

puntual en estas páginas, entre ellos algunas guerras, como la célebre rebelión tepehua- los

na de 1616-1618. Más que el relato, de por sí interesante, de ese tipo de eventos, lo que el!
interesaba aquí era mucho más evaluar sus consecuencias
ciones entre españoles e indios en el Norte. En la bibliografía
de largo plazo sobre las rela-
y las notas, el lector inte-
~
VI

resado encontrará materiales y referencias con la información suficiente para despejar


las eventuales dudas del lector acerca de los procesos generales que aquí se narran. D
transl
Su ar
por
que, E
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queds
retóri
los eo

53 Pul
54 Ten
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rial Porr
55 Sol
105 reto:
56 Sol
de Sílvk
Millares
los reye
52 Pierre C1astres, La Société Contre l'Etat, Paris, Les Editions de Minuit, 1974.
29

CAPITULOI Conquista y encomienda en la Nueva Galicia durante


la primera mitad del siglo XVI: "bárbaros" y "civilizados" en las
fronteras americanas

1: ALIADOS INDIOS Y FRONTERAS DE GUERRA"

a) La conquista y las civilizaciones mesoamericanas

En 1520, en su segunda Carta de Relación, Hernán Cortés informaba a Carlos V


acercade los sucesos principales de su empresa. Entre ellos daba cuenta de cómo, a raíz
de la rendición y captura de Moctezuma, él mismo había designando nuevos "señores
indios"para las provincias recién conquistadas:

': .. sacaba conmigo un hijo y dos hijas de Mutezuma y al señor de Tezuico que se decía Ca-
camacin y a dos hermanos suyos y a otros muchos señores que tenía presos y como todos
los habían muerto los enemigos aunque eran de su propia nación y sus señores algunos de
ellos, excepto a dos hermanos del dicho Cucamacin, al cual antes yo, en nombre de vuestra
majestad y con parecer de Mutezuma, había hecho señor de esta ciudad de Tesuico y pro-
vincia de Aculuacán ... "54

Dueño absoluto de la situación sobre el terreno, Cortés se proclamaba vector de la


translatio imperi,55 y se precavía al mismo tiempo de futuras contestaciones a sus actos.
Su argumento consistía en afirmar que la sujeción de los aztecas, incluso si se hacía
por medio de la guerra, no constituiría un acto ni injusto ni tiránico de su parte dado
que, por su interrnediación, el 'emperador" azteca había reconocido el señorío del rey
de España. Por ende, los vasallos de Moctezuma, es decir, los indios en su conjunto,
quedaban obligados a aceptar su nuevo estado. 56 Pero más allá de todo este 'Juego"
retórico-jurídico, el texto de Cortés nos enseña mucho acerca de la percepción que
los conquistadores tenían de su propio papel en esos eventos. No deja de sorprender,

53 Publicado originalmente en: Relaciones, El Colegio de Michoacán, no. 1216, vol. XXIX,Otoño 2008, pp. 135-188.
54 Tercera carta-relación de Hernán Cortés al emperador Carlos V, Coyoacán 15 de mayo de 1522, en: Mario Hernández
Sánchez-Barba ed., Hernán Cortés: Cartas y documentos. Introducción de Mario Hernández Sáncbez-Barba, México, Edito-
rial Porrúa, 1963, p. 127.
55 Sobre el tema de la tronslotio imperi en las crónicas de la conquista: Guy Rozat, Indios imaginarios e indios reales en
los relatos de la conquista de México, México, Tava Editorial, 1993.
56 Sobre la sumisión de los indios al señorío del rey de España véanse, por ejemplo, los estudios anexos a la edición
de Silvio Zavala y Agustín Millares de los textos de Juan de Palacios Rubios y Fray Matías de la Paz: Silvio Zavala - Agustín
Millares Carlo eds., Juan de Palacios Rubios. De las islas de la mar Océano (1512), Fray Matías de la Paz Del dominio de
los reyes de España sobre los indios (1512), México, Fondo de Cultura Económica, 1954.
30

en efecto, esa especie de ilimitada confianza en la sumisión "voluntaria" de los indios orgam
al dominio español y al señorío de la Corona de España. Más notable resulta aún si gobier
apuntamos cómo todo ello se acompañaba también de la idea de que sería posible duda,
confiar pacíficamente a los propios "señores de la tierra" el cuidado y el control de los corta
demás indios.
Si tomáramos todo asunto desde la perspectiva de una "historia de bronce': cargada
de héroes y antihéroes, los "nobles" indios colocados por Cortés a la cabeza de ciudades
enteras, harían figura de de "antihéroes" y sobre todo de "cobardes'; de 'colaboradores" del
conquistador y junto con ellos iría en primer término su 'Jefe" Moctezuma, el peor de "asimil
todos. 57 Por su parte, los nombramientos que les fueron otorgados por e! conquistador, influen
aparecerían como una pura "baladronada" de su parte, toda vez que la toma de la 'gran queoc
Tenochticlán" ni siquiera se había consumado aún. Y sin embargo, el tiempo terminaría pos ve
por darle la razón a Cortés. Por principio de cuentas, la pacificación llegó, efectivamente, rados
muy pronto, al menos en una gran parte de los territorios nuevamente conquistados. latzin
Recordemos cómo, luego de la ruina de la capital de los aztecas, la oposición guerrera se Toluc
extinguió muy rápidamente. Así, en unos pocos años los españoles se enseñorearon, casi los es
sin enfrentar resistencia armada alguna, del conjunto de las poblaciones que habitaban
las ricas tierras de las altas cuencas y valles de la llamada "Mesoamérica nuclear':
Acerca de cuáles fueron las condiciones que hicieron posible tan rápida y fácil pro-
gresión conquistadora, las explicaciones más sensatas pasan, desde luego, por e! tipo meset
de civilizaciones a las que los españoles se enfrentaron en esas áreas. Se trataba, como riame
sabemos, de sociedades agrícolas avanzadas, altamente jerarquizadas y que habían desa- núme

rrollado formas de organización complejas que operaban a muy diversos niveles. Estas Lo
iban, según interpretan la mayoría de los autores, desde altas jerarquías "político-religio- te mil'
sas" encargadas de la concentración del tributo en los principales centros de poder, de los hecho
grandes ejercicios ceremoniales y de la de la organización de la guerra." Por su parte, a la mad
base de las mismas se hallaban estructuras de alcance esencialmente local del tipo del al- porp
tepe tI y el calpulli. 59 Podría decirse que al menos una pequeña parte de la explicación de la pobla
rápida y casi pacífica sumisión de estas poblaciones al poder español, se encuentre preci- los es.
samente en la rápida desaparición de las primeras y en la permanencia de las segundas/" truct
Dicho de otra manera, durante los primeros años y en general, a lo largo de las primeras que 1
décadas de la conquista, muchas cosas transcurrieron como si, una vez diezmados los delca
aztecas y demás grupos asociados a ellos y reducidos, por su parte, los tlaxcaltecas y
demás "aliados" de los españoles al papel de "indios amigos'; la organización guerrera 61 Uno
de aquellas sociedades hubiera colapsado. Tal pareciera que junto con esas formas de la Mesa,
62 Reo
pueblos

57 Guy Rozat, "Lecturas de Motecuzoma. Revisión del proceso de un cobarde", Historias, Octubre 1993 -Marzo 1994, partícula

pp. 31-40. bios ecc

58 Sobre este último aspecto: José Lameiras Olvera, Los déspotas armados, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1985. prímave

59 Ver por ejemplo: James Lockhart, Los nahuas después de la conquista: historia social y cultural de los indios del 63 Par
México central del siglo XVI al XVIII, México, Fondo de Cultura Económica, pp. 29-139. la époa

60 Para un análisis del papel de las alianzas entre indios y españoles Ruggiero Romano, Les mécanismes de la conquéte tarascos
coloniale: les conquistadores, Paris, Flammarion Questions d'histoire no. 24, 1972. canos 6
31

organización guerrera, se hubiera derrumbado también lo esencial de las estructuras de


gobierno supra-local que pudieron existir hasta entonces en esas sociedades." Es, sin
duda, un proceso de este tipo, junto con el brutal choque microbiano que acompañó la
corta pero violentísima fase armada de la conquista cortesiana, el que explica el hecho
de que tan rápidamente los españoles pudieran sentar sus reales en áreas en donde los
aborígenes los superaban al infinito en número. Todo ello, insistimos, sin prácticamente
encontrar ninguna resistencia guerrera frontal ni directa.
Recordemos cómo, en unos cuantos años solamente, a la debacle de los aztecas y la
"asimilación" de los tlaxcaltecas como "indios amigos': siguió la incorporación al área de
influencia de los españoles del conjunto de las poblaciones de habla y cultura náhuatl
que ocupaban el centro del gran altiplano volcánico. Junto con ellos, muchos otros gru-
pos vecinos, culturalmente cercanos, cierto, pero de distintas lenguas, fueron incorpo-
rados también pacíficamente al dominio español. Fue, por ejemplo, el caso de los mar-
latzincas, de los oromíes, de los mazahuas y demás habitantes de las tierras del Valle de
Toluca y la alta cuenca del río Lerrna.f Algo muy semejante sucedió también cuando
los españoles penetraron áreas ocupadas por otras destacadas civilizaciones agrícolas
mesoamericanas, distintas en lengua y tradición cultural respecto de las anteriores, pero
que tenían en común con aquellas el haber desarrollado también muy altos Índices de
densidad de población. Evoquemos los valles zapotecas, las tierras altas mixtecas, o la
meseta tarasca. En todas esas regiones, al cabo de campañas militares tan extraordina-
riamente cortas como exitosas, en muy pocos años los españoles lograron incorporar un
número enorme de núcleos de población indígena a su área de influencia.f
Lo que puede verse, en todo caso, es que en esas regiones la conquista propiamen-
te militar, propiamente dicha, dejó de tener sentido para los conquistadores y en los
hechos se detuvo, justo en el momento en el que lograron establecer un primer siste-
ma de tributación de bienes y mano de obra regular, permanente, estable y pacífico
por parte de los indios. Un hecho tangible es que este tránsito entre la vida que estas
poblaciones habían conocido antes y su nuevo estatuto como "pueblos" tributarios de
los españoles, no fue posible sino gracias a la supervivencia y la permanencia de es-
tructuras organizativas de nivel local capaces de proveer los bienes y fuerza de trabajo
que los españoles les demandaban a los indios. Estructuras socio-territoriales del tipo
del calpulli y sobre todo del altépetl, o sus equivalentes locales, más allá de las regiones

61 Uno de 105 raros estudios que abordan ese tema es el de: José Lameiras Olvera, El encuentro de la piedra y el acero:
la Mesoamérica militarista del siglo XVI que se opuso a la irrupción europea, Zamora Mich., El Colegio de Michoacáll.
62 René García Castro, Indios, territorio y poder en /0 pravincia Matlatzinca: la negociación del espacia político de los
pueblos otomianos, siglos XV-XVII, Zinacantepec, Estado de México, El Colegio Mexiquense - Conaculta - INAH, 1999, en
particular pp. 35-56. Igualmente del mismo autor: "Pueblos y señoríos otomianos frente a la colonización española. Cam-
bios económicos y sociales en la región de Toluca siglos XVI y XVII", Relaciones, Estudios de Historia y Sociedad, no 78,
primavera 1999, v. XX, El Colegio de Michoacán, pp. 113·t54.
63 Para el caso de 105 valles zapotecas: [ohn K. Chance, La conquista de la Sierro: espoiioles e indígenas de Oaxaca en
la época de la colonia, Oaxaca, Oaxaca, Instituto Oaxaqueño de las Culturas, 1998, en especial pp. 19-57. Para el de los
tarascos: Benedict J Warren, La conquista de Michoacán 1521-153°, Morelia, Fimax Publicistas, Colección Estudios Michoa·
canos 6, 1977. en especial pp. 187 Y 55.
32

de cultura náhuatl, fueron las que en la práctica debieron absorber, así fuera al precio g
de profundas transformaciones, algunas de las consecuencias más directas del choque e
de la conquistar"
La manera de logrado fue terriblemente costosa. Consistió no tanto en "pactar';
como en someterse pacíficamente a los diferentes tipos de exacción coercitiva que los
españoles les impusieron bajo la forma de tributos, tanto en gente como en produc-
toS.65 Este proceso derivó luego en desplazamientos masivos de población, del tipo de
los que acompañaron a las primeras reducciones, todo ello en un contexto de profunda
debacle demográfica, hasta que todo ello terminó por minar las energías vitales de
innumerables de estas unidades socio-territoriales. Muchas, en realidad la mayor parte
de ellas, desaparecieron al ritmo vertiginoso de la caída demográfica, mientras que las
que lograron sobrevivir sólo lo hicieron al precio de recomponerse y terminar transfor-
mándose en algo muy distinto de lo que fueron alguna vez.66
La rapidez con la que semejante tránsito se produjo en las regiones densas de alta
civilización agrícola, no deja de sorprender. Incluso mueve a relativizar hechos evoca-
dos en la historiografía como, por ejemplo, el del carácter eminentemente "guerrero"
de la organización política de varias de estas sociedades en tiempos prehispánicos.
Incluso, mueve a repensar la naturaleza misma de los "imperios" y "estados" prehis-
pánicos en esas regiones." Sin embargo, más allá de este tipo de especulaciones, lo
importante es recalcar que esta clase de respue~a pacífica frente a la nueva hegemonía
española, se dio de manera muy semejante-en distintas regiones de alta civilización
y elevada densidad de población del centro de la recién creada Nueva España. Sin
embargo, la geografía de este fenómeno no podría calcarse sobre la de ninguna civili-
zación u horizonte cultural en particular, sino que corresponde, más bien, con aquella
marcada por los límites de las regiones de más alta densidad de población en el mun-
do mesoamericano. Un ejemplo que ilustra bien este fenómeno, sería el de la región de
los zapotecas. Allí, John K. Chance observa las profundas y marcadas diferencias en
cuanto a nivel de organización social que es posible observar entre los asentamientos
densos del Valle de Oaxaca y aquellos mucho más ralos y dispersos de la Sierra Za-
poteca, propiamente dicha:
Civ
.•• a ninguna de las comunidades de las regiones montañosas se podría considerar urbana, e prel
incluso cabría preguntarse si las unidades políticas no se aproximaban, más bien, a un nivel da
de organización de Estado [del tipo de la] 'jefatura" Los asentamientos de la Sierra por lo qu
Ín

64 Ver al respecto : Pedro Carrasca, "La jerarquía cívico - religiosa de las comunidades mesoamericanas: antecedentes M
prehispánicos y desarrollo colonial". Estudios de Cultura Náhuatl. UNAM. v. 12. 1976. pp. 102-107·
65 René García Castro. Indios. territorio y poder ...• especialmente pp. 97-126. Igualmente: Bernardo García Martínez. Los
68
pueblos de la Sierra: el poder y el espacio. México El Colegio de México. 1987. en particular. pp. 75-76.
tuto
66 Para una visión general sobre el tema: Woodrow Borah, "Population Decline and the Social and Institutional Changes of New
inte
Spain in the Middle decades of the Sixteenth Century", Actos XXXV Congreso Internacional de Americanistos. Viena. 1960. pp 172-
178.
67 José Lameiras Olvera, Los déspotas armados ...• Igualmente: José Luis Rojas. Los aztecas: entre el dios de la lluvia y
p.1'
70
el de la guerra. Madrid. Anaya. Biblioteca Iberoamericana no. 30. 1988. especialmente pp. 34-39·
33

general eran más pequeños, mucho más pobres, con una estratificación muy incipiente y
economías menos especializadas que en el Valle... 68

Chance añade que esta región de la montaña zapoteca nunca fue, incluso desde tiem-
pos prehispánicos, propicia para la obtención de tributos. De acuerdo con Barlow, nos
dice, la sierra zapoteca se convirtió en una suerte de "frontera incómoda" que permane-
ció al margen de la penetración de los aztecas en el momento de su máxima expansión/"
Los conquistadores españoles no fueron más afortunados al apersonarse en esa zona, de
hecho y en palabras del propio Chance: .. .la conquista de la Sierra Norte de Oaxaca fue
uno de los episodios más brutales y prolongados del siglo XVI en México ... 70 El juicio de
Chance resulta quizás exagerado, si se piensa en otros todavía más largos y sangrientos
procesos de conquista acaecidos en distintas regiones americanas; sin embargo, acierta
en lo esencial. En efecto, luego de una muy violenta primera pacificación por parte de
capitanes como Francisco de Orozco y Pedro de Alvarado, después de 1522 la región de
la Sierra Zapo teca entró en un proceso prolongado de guerra, de suerte que muy pronto
Cortés y su gente la abandonaron. De hecho, no podría hablarse de una verdadera pa-
cificación de esta zona por parte de los españoles, sino hasta la década de 1530 para las
vertientes orientales de la misma y de hecho hasta muchísimo más tarde en el caso de
las regiones costeras.

b) Conquistadores frente a "bárbaros" mesoamericanos

Partir de un elemento como el de la "densidad demográfica': para avanzar elementos


de explicación sobre procesos tan multifacéticos como el del devenir de la conquista
en distintas regiones americanas, es ciertamente una posición susceptible de provocar
alguna controversia. Tradicionalmente, las explicaciones de corte demográfico han sido
causa de "desconfianza" o de "incomodidad" para algunos historiadores y científicos so-
ciales,los cuales suelen atribuir en ocasiones, tintes un tanto "naturalistas" y "mecánicos"
a ese orden de fenómenos. Sin embargo, para ir más allá de este nivel elemental de
interpretación, valdría más colocar este tema desde la perspectiva de una Historia de las
Civilizaciones como la llamara Braudel en su tiempo. Y es que en el contexto del mundo
preindustrial, esto es, el del conjunto de las civilizaciones anteriores al siglo XIX, inclui-
da la Europea, la aparición de sociedades demográficamente densas fue un fenómeno
que no tuvo nada de mecánico, ni mucho menos de "natural': De hecho, la existencia de
índices de densidad de población semejantes a los que los españoles encontraron en la
Mesoamérica nuclear de tiempos de la conquista, fue una marca distintiva y exclusiva

68 lohn K. Chanceo La conquisto de la Sierra: españoles e indígenas de Ooxoca en la época de lo colonia, Oaxaca, Insti-
tuto Oaxaqueño de las Culturas. 1998. p. 31. Existe un evidente problema de traducción en la edicióri citada. el cual hemos
intentado corregir. para restituir su sentido original al texto. por medio de las palabras colocadas entre corchetes.
69 Robert H. Barlow. The Extent of the Empire ot the Culhua Mexica. Berkeley - Los Angeles. Ibero-Americana no. 28. 1949.
p. 123. john K. Chanceo La conquista de la Sierra .... p. 32.
70 lohn K. Chanceo La conquista de la Sierra ...• p. 37.
34

de las grandes civilizaciones agrícolas del mundo antiguo. Es decir, era la cristalización
de procesos milenarios, ciertamente muy diversos entre sí en sus formas, pero todos
producto, en última instancia, de los múltiples, cientos quizás, de "revoluciones neolíti-
cas" y "nacimientos de la agricultura" que se suscitaron tanto en el mundo euroasiático-
africano, como en el americano, desde tiempos muy remotos."
El hecho, en sí, del enfrentamiento entre una sociedad militarmente poderosa y
expansiva como la española, con una gran civilización agrícola, le imprimió necesa-
riamente a las conquistas cortesianas un sello muy distinto del que habían tenido el
resto de las conquistas europeas ultramarinas hasta entonces. Son pocos los autores
que se han ocupado del tema de las diferencias y especihcidades que necesariamente se
generaron entre los procesos de la conquista y colonización europea en los diferentes
contextos de civilización en el mundo, incluyendo al continente americano. Entre los
que lo han hecho destaca, sin embargo, Woodrow Borah, en un sucinto pero muy inte-
ligente artículo publicado en 1962, intitulado "¿América como modelo?".72 Allí, parte de
un hecho básico, pero fundamental: la constatación de que el mundo mesoamericano
formó parte del cuadro de las grandes civilizaciones agrícolas del mundo preindustrial,
con densidades de población comparables con las que se encontraron en civilizaciones
como la china o la hindú, en sus respectivos momentos de esplendor. Desde luego, este
razonamiento parte de los cálculos y estimaciones de la llamada "escuela demográfica
de Berkeley" de la cual él mismo fue uno de los creadores." Sin embargo, independien-
temente del juicio que las cifras avanzadas por esta escuela pudieran suscitar todavía
hoy, es un hecho que en razón de sus logros culturales, las grandes civilizaciones agrí-
colas americanas, lo mismo las mesoamericanas que las del área andina, tienen mucho
más en común con las grandes civilizaciones del Viejo Mundo, que con civilizaciones
agrícolas de menor talla, sofisticación y complejidad, como las que florecieron en el
centro-occidente de Africa, o en la Polinesia, por solamente citar dos ejemplos. ción
Borah constata entonces cómo uno de los rasgos más singulares y significativos del pecti
choque de la civilización europea en expansión, con otros espacios de alta civilización arma
agrícola en el mundo, como el del Medio Oriente, el chino, el indonesio, el japonés y plazo
especialmente el hindú, fue que los europeos nunca lograron implantarse de manera pro- com
funda en el corazón mismo de esas sociedades y prosperar allí. Es decir, impusieron su
presencia, marcaron con frecuencia su superioridad guerrera, e incluso llegaron a estable-
cer su dominación sobre muy distintas poblaciones, pero nunca hasta el punto de llegar
a generar allí nuevas sociedades, de carácter eminentemente europeo, que desplazaran

71 Fernand Braudel, Grammaire des Civi/isations, Paris, Flammarion, col. Champs, no. 285, 1993. Para un primer desarrollo ma, ~
sintético del tema, ver especialmente la introducción de Maurice Aymard, pp. 5-18, Y la primera parte, pp. 19:67.
con
72 De hecho fue una ponencia al Congreso Internacional de Americanistas de México, de 1962: Woodrow Borah, "America
as Model?: The Demographic Impact of European Expansion Upon the Non-European World", Los Angeles, Center for Latin
y las
American Studies, ~niversity of Califomia, Reprint no. 292, 1962 pp. 379-387. Traducida al español en: Woodrow Borah, por l
"iAmérica como modelo? El impacto demográfico de la expansión europea sobre el mundo no europeo", Cuadernos Ameri-
impo
canos, año XXI, v 125, nov-dic 1962, pp 176-185. Para una edición reciente: Woodrow Borah - Sherburne F. Cook, El pasado
de México: Aspectos socio demográficos, México, Fondo de Cultura Económica, 1989, pp. 280-289.
73 Para un panorama al respecto, remitimos al lector al libro arriba citado. 74 W
35

o incluso reemplazaran en términos absolutos a las poblaciones locales. Esto establece


un contraste evidente entre la formas del contacto europeo con esas viejas civilizaciones
agrícolas y 10 que sucedió en el caso americano. Sin embargo para Borah, esta diferencia
se debe no necesariamente a que las grandes civilizaciones americanas antiguas fueran
intrínsecamente "inferiores" o distintas en 10 esencial respecto de sus contrapartes asiáti-
cas, sino a un factor ausente en el contexto de cualquier otra gran conquista europea: el
del vertiginoso descenso sin retorno de la población aborigen."
Se trata de una argumentación de gran fuerza. En las breves páginas del su artí-
culo Borah deja enteramente abierta la cuestión de que, de no haberse producido una
tan catastrófica caída de la población, con las secuelas de despoblamiento efectivo que
la acompañaron, necesariamente las conquistas americanas en los ámbitos geográfi-
cos de las grandes civilizaciones prehispánicas, habrían cobrado a la larga un carácter
enteramente distinto. La situación de los españoles en esas zonas de alta civilización
bien pudo derivar, entonces, hacia algo semejante a lo que vivieron, por ejemplo, los
ingleses en la India del siglo XIX. Es decir, pudieron convertirse en una suerte de casta
dominante, sostenida sobre un poder militar que pudo quizás permanecer por mucho
tiempo más allá de las capacidades de respuesta directa de las sociedades aborígenes,
e incluso habrían terminado por ser culturalmenre muy influyentes. Pero, en cambio,
la formación de una nueva sociedad, llamémosla mestizo-española, de carácter dorni-
nantemente europeo, no sólo distinta, sino sobre todo capaz de desplazar y hasta de
reemplazar en los hechos a las sociedades locales originarias, quizás no se hubiera dado
nunca, o al menos no con la velocidad ni con las dimensiones con las que se desarrolló
en el mundo americano desde el siglo XVI.
Semejante razonamiento, por extremado que parezca, no tiene nada de descabella-
do: recordemos, simplemente, que eso fue exactamente lo que ocurrió con la coloniza-
ción española en las Filipinas, por ejemplo. Cabe decir entonces que, desde una pers-
pectiva cercana a una Historia de las Civilizaciones, la rápida extinción de la resistencia
armada por parte de los conquistados y la tendencia a absorber y a adaptarse a largo
plazo a la presencia inevitable del conquistador externo, pueden dejar de interpretarse
como expresión de "debilidades" intrínsecas a las sociedades aborígenes americanas.
En cambio es posible ver esos procesos como formas de respuesta, típicas y propias,
de las grandes civilizaciones agrícolas antiguas ante irrupciones conquistadoras de las
cuales eran incapaces de desembarazarse: algo que resulta, a nuestro juicio, mucho más
explicativo y esclarecedor.
Este enfoque nos permite analizar también con mayor claridad un segundo proble-
ma, que es el de las diferencias claras que se dieron en América entre las formas de la
conquista en las regiones de alta civilización agrícola y fuerte densidad de población
y las que esas mismas conquistas adquirieron en regiones cercanas, pero habitadas
por sociedades de menor complejidad cultural y densidad de población. Un punto
importante a tomar en cuenta es que ninguna de las grandes civilizaciones agrícolas

74 Woodrow Borah. "iAmérica como modelo? ..• pp. 281·283.


del mundo preindustriallogró ocupar, dominar, ni controlar enteramente, los espacios
geográficos sobre los cuales se desarrollaron, ni a absorber enteramente tampoco ato'
dos sus vecinos. En todas partes las altas civilizaciones antiguas se vieron confrontadas,
muchas veces de manera violenta, con sociedades que siendo casi siempre cultural e
históricamente muy cercanas a ellas, mostraban, sin embargo grados, menores de corn-
plejidad cultural, intensidad agrícola y densidad demográfica y que permanecían, a la
vez, externas e irreductibles. Se trata de aquellos que podríamos llamar los bárbaros cer-
canos, cuya presencia fue una auténtica regla, o quizás valiera más decir, una constante
en todos los procesos civilízatorios del mundo antiguo.
Así, por ejemplo, en el extremo asiático, la China densa y de alta civilización cuyo
corazón se hallaba en el Yang-Tse, tuvo que soportar durante siglos las acometidas de
los pastores de la Mongolia, del alto Turquestán y del Tíber con los cuales establecie-
ron estrechos lazos culturales milenarios, sin llegar nunca a integrarlos ni controlarlos
totalmente. Lo mismo sucedió con los grupos montañeses de la actual provincia de
Guangxi en el sur de China, caso similar igualmente al de las civilizaciones de la Indo-
china meridional, las cuales se las vieron siempre con los montañeses de la alta Indone-
sia y la alta Birmania: sociedades cuyos restos, incluso hasta la fecha, permanecen fuera
del control de los "civilizados" y librados a su propio destino. En la India, por su parte,
sede de las que fueron, quizás, las más homogéneas civilizaciones agrícolas del mundo
antiguo, los pueblos selváticos de las montañas de la India central, nunca fueron ni do,
minados ni absorbidos realmente, mientras que en el Norte, la confrontación con los
pueblos pastores del Pamir, Afganistán y demás regiones adyacentes, fue una realidad
mulrisecular, Incluso en el Mrica, las escasas pero no por ello menos importantes civi-
lizaciones agrícolas que se desarrollaron allí, como la abisinia o incluso la propia civili-
zación egipcia, resistieron desde mucho antes y hasta mucho después del advenimiento
del Islam, las acometidas de los pastores sudaneses y de Ios grupos del interior saharia-
no. Ni qué hablar, finalmente, de las relaciones cuando menos "problemáticas'; entre la
Europa sedentaria de origen mediterráneo y los "bárbaros" germánicos, escandinavos
o eslavos, sin olvidar, desde luego, el terror causado por las arremetidas de los pastores
montados de las estepas europeas y asiáticas, desde Atila hasta Kublai Kan.75
Las conquistas cortesianas, tal y como las hemos evocado al principio, pusieron
entonces en marcha un doble proceso, el cual luego se repetiría, en diversos grados, en
otras latitudes americanas. Este consistió primero, en que luego de una efímera resis-
tencia armada, las sociedades agrícolas de la Mesoamérica nuclear poco a poco comen'
zaban a "absorber" a los conquistadores en su seno, acomodándose sistemáticamente a
las constricciones que les imponían los vencedores. La segunda parte de este mecanis- pués,
mo derivó del hecho de que se adaptaron de manera tan completa a sus conquistadores,
que antes que guerrear directamente en contra de ellos, prefirieron hacerlo a su lado, 76 He
199. la
Peter G

75 Femand Braudel, Gramaire des Civilisations ...• en especial pp. 73'202. Ver igualmente del mismo autor: Civitisotion ma· . Institu

térielle. économie et capitalisme, XVe . XVI/le siécle. Les slruclures du quotidien: le possible el l'impossib!e, Paris. Armand Woodro

Colin, 1970. t. 1. en especial. pp. 17-97 Y carta. pp. 41'42. Novohis


37

ayudándolos en ese menester. Gracias a ello, cuando los españoles salieron de aquellas
regiones de alta cultura y se hallaron peleando esta vez en contra de "bárbaros" irreduc-
tibles, nunca estuvieron enteramente solos, ni librados a sus propias fuerzas, sino que
siempre contaron con la presencia y auxilio de sus "aliados indios". Ninguna disquisi-
ción sería hoy suficiente para explicar a fondo un fenómeno como el de la participación
de aborígenes provenientes de las propias regiones de altas culturas mesoamericanas,
peleando a la vera de los españoles y en contra de otros indios. La súbita "alianza" de los
tlaxcalrecas con los españoles para destruir a los aztecas, podría interpretarse entonces
no como una "traición': sino como un "acomodo': o si se quiere como una "estrategia"
por parte de un pueblo civilizado y de alta cultura agrícola, para restablecer, o quizás,
para romper un equilibrio desfavorable, aprovechando la presencia de un extraño do-
tado de una fuerza bélica decisiva (ya sabemos con qué consecuencias). Sin embargo,
el fenómeno no paró allí, pues desde el momento en que los españoles se aventuraron
más allá de las regiones de las altas culturas mesoamericanas, los vemos una vez más
acompañados de fuertes contingentes de "aliados indios" guerreando a su vera, esta vez
en contra de los "indios bravos': La diferencia era que ahora no se trataba solamente
de los primigenio s "aliados" tlaxcaltecas, sino que con ellos iban también muchos de
los otrora "vencidos" de alta cultura como aztecas, rnarlarzincas, zapotecas y mixrecos,
arrastrados por los españoles a su paso por todas esas regiones de alta cultura.
Así por ejemplo, durante la década de 1520, luego de que la región de la Sierra
Zapoteca quedara prácticamente abandonada por los españoles, las huestes de Cor-
tés se dirigieron hacia la costa del Pacífico sur de la Nueva España, en donde nleron
íundados asentamiento s como T ututepec y Zacarula. Allí se consagraron a actividades
que necesitaban de grandes números de gente para llevarlos a cabo, entre ellos prin-
cipalmente en ese momento, la construcción de barcos para exploración marítima de
la llamada Mar del Sur (es decir, el Pacífico). Una gran parte de la mano de obra con
la cual se iniciaron esos trabajos fue trasladada hasta esas regiones desde las zonas de
alta cultura controladas por los españoles en el altiplano. La presencia de estos "indios
pacíficos" resultaba tanto más inevitable para los españoles en ese contexto, cuanto que
se trataba de labores que necesitaban de una cierta destreza, como el corte y aserrado
de maderas, trenzado de cordajes y otros más. Por ello que numerosos "indios pacífi-
cos" de los altiplanos centrales, fueron llevados hasta la costa." Sin embargo, una vez
pasado este periodo inicial, Sin embargo, ese fue quizás el aspecto menos violento de
la primera presencia española en estas regiones. Al tiempo que Cortés veía por sus
intereses marítimos, él mismo, al igual que sus capitanes y otros españoles llegados des-
pués, establecieron en las montañas adyacentes a aquella región costera, las primeras

76 Hernán Cortés. Segunda Carta de Relación, 15 de mayo de 1522, en Mario Hernández Sánchez-Barba, ed., op. cit. p.
199. La antigua provincia de Tututepec se encuentra en la actual Costo Chica, de los estados actuales de Oaxaca y Guerrero:
Peter Gerhard, Geografía histórica de la Nueva España 1519-1821, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas
- Instituto de Geografía, 1986, pp. 398-390. Sobre los inicios de la presencia española y la construcción de barcos allí:
Woodrow Borah, "Hernán Cortés y sus intereses marítimos en el Pacífico. El Perú y Baja California". Estudios de Historia
Novohispana,vol. IV, 1971, pp. 7-21.
explotaciones de oro de placer de la Nueva España. Estas fueron abastecidas tanto con para

indios locales, como con "indios pacíficos'; muchos de ellos de encomienda, otros sim- cose

plemente forzados, trasladados también hasta allí desde los grandes altiplanos centra- sien

les.77 Se iniciaba así una práctica que marcaría para siempre las estructuras profundas
de la naciente sociedad novohispana: la de los traslados masivos población indígena
proveniente de las regiones alta cultura y densidad de población, hacia el exterior de
las mismas. Esto significó una y otra vez, el enfrentamiento directo entre los españoles
y sus "aliados" pacíficos, con sociedades que, independientemente de sus filiaciones cul-
sido
turales, resultaron siempre mucho menos sumisas que las anteriormente conquistadas
cual
a la presencia de los españoles.
"bár
Es muy claro que esta insumisión, que contrastaba enormemente con los patrones
ame
de respuesta indígena con los cuales los españoles se habían e enfrentado en los grandes
que
altiplanos centrales, se hallaba, sobre todo, en la incapacidad de sostener y absorber las
pore
enormes exacciones a las que los españoles las sometieron desde un principio. Eran prác-
nal,
ticas terribles, como la del lavado de arenas auríferas, en donde miles de esclavos indios
eran obligados zambullirse, una y otra vez, en las aguas de los ríos y a cargar y tamizar de 10
orige
pesados bultos de arena a lo largo de interminables jornadas. Si a esto se añade el efecto
de P.
mortífero de las epidemias que, como en todas partes en América, pero con especial
que
virulencia en las regiones cesteras, comenzaron a diezmar de inmediato a las poblacio-
peru
nes aborígenes, no es de extrañarse entonces que muy rápidamente se precipitaran a la
las z
guerra los habitantes de una inmensa franja de territorios costeros. Estos iban desde la
zona de Turutepec, en el sur, hasta Zacatula y la desembocadura del Balsas, por el nor-
estas
te, incluyendo la región de Coalcomán." Al final los conquistadores terminaron siendo
güís
expulsados durante mucho tiempo de toda aquella región, devenida inhóspita para ellos
rica,
y a la cual bautizaron como provincia de los "Motines de Zacarula'' Pero la siruación no
gros
paró allí. La fundación de Colima en 1524 y la consecuente expansión hacia el norte de la
pob
búsqueda de arenas auríferas, cacería de esclavos y traslados masivos de población, pro~
pob]
vocó una reacción análoga a la anterior. La guerra se extendió entonces desde las mon-
dens
tañas circundantes al puerto de Colima (siruado en ese momento sobre la costa, al sur
de p
del acrual Tecomán), en dirección del sur hasta la cuenca del Tepalcatepec, lo mismo que
capa
hacia el norte hasta la provincia de Cihuatlán, e incluso hasta la zona de Purificación. Los
se vil
españoles bautizaron a esta nueva región de guerra como "provincia" de los "Motines de
le ea
Colima" o de los "Motines del Oro': Así, para finales de la década de 1520, toda la región
pobl
costera del Pacífico conocida por los españoles hasta ese momento, se había convertido
men

79 D
77 Jean-Pierre Berthe, "Las minas de oro del Marqués del Valle de Tehuantepec, 1540-1547", en:Jean-Pierre Berthe, Es-
Press,
tudios de historio de la Nueva España. De Sevilla a Manila, México, (EMCA - Universidad de Guadalajara, Colección de
Berkel
Estudios para la Historia de Jalisco, vol. 3, 1994, pp. 15-24.
80 VI
78 Para una descripción de la geografía de los lavaderos de oro en Nueva España: Robert ( West, Early silver mining in
Facts (
New Spain 1531-1555, en: Robert ( West ed., In quest of mineral wealth: Aboriginal ond colonial mining and metallurgy
81 a
in Spanish America, Baton Rouge, Louisiana, Geoscience and Man vol 33. Dpt of Geography and Anthropology, Louisiana
Histon
State University. pp 119-135.
39

para ellos en zona de "motines'; es decir, de "indios bravos" de guerra?9 La conquista de la


costa del Pacífico sur se convirtió así, en el reverso de la medalla respecto de lo que estaba
siendo en ese mismo momento la implantación española en la región de los grandes alti-
planos centrales. Mientras en estas últimas regiones, el signo común en la respuesta de las
sociedades locales al choque de la conquista, había sido la adopción de formas pacíficas
(que no pasivas) de adaptación frente a las exacciones que su nuevo estatuto de vasallos
y tributarios les imponía, en las montañas de la Sierra Madre del Sur y de la vertiente
occidental del Eje Neovolcánico y sobre todo en las costas, la respuesta casi unitaria había
sido la guerra. Vale la pena recalcar, una vez más, que en esos conflictos, muchos de los
cuales se hicieron interminables, los españoles no enfrentaban a 'cazadores recolectores',
"bárbaros" y 'guerreros" por naturaleza, sino a agricultores avanzados de pura cepa rneso-
americana. Estos eran vecinos inmediatos y hermanos culturales de muchos de aquellos
que habitaban las regiones de "paz': Para el caso de la región de los "Motines de Zacarula',
por ejemplo, se trataba de poblaciones de habla y cultura maya, ensu parte más meridio-
nal, así como de grupos de habla y cultura mixteca y zapoteca, más al norte. so En la región
de los "Motines del Oro'; o "Motines de Colirna" se trataba nuevamente de agricultores de
origen rnesoamericano, hablantes de una variante del náhuatl y solamente en la provincia
de Purificación se vieron involucrados, probablemente, con grupos de agricultores, sólo
que esta vez, hablantes de lenguas yutoaztecas." Dicho en otras palabras, era gente que
pertenecía, casi toda, a los principales grupos lingüísticos y culturales que conformaron
las zonas de paz, de la "Mesoarnérica nuclear':
Al igual que lo que hemos evocado para el caso de las regiones de paz, la geografía de
estas nuevas fronteras de guerra no correspondía con las de ningún gran conjunto lin-
güístico-cultural en particular. Por el contrario, es claro que en esta parte de Mesoarné-
rica, la bipartición entre zonas de guerra y zonas de paz para los españoles, se colocaba,
grosso modo, a lo largo de las líneas que dividían a las regiones habitadas por núcleos de
población demográficamente densa, de aquellas en donde los españoles encontraron
poblaciones aldeanas con patrones de asentamiento más disperso y sobre todo, menor
densidad de población. Sería, desde luego, prematuro todavía especular acerca de dón-
de pudo encontrarse algún tipo de umbral, que separara a las poblaciones que fueron
capaces de resistir pacíficamente a la presencia de los conquistadores, de aquellas que
se vieron involucradas en guerras casi interminables en contra ellos. Sin embargo, dar-
le cabida a este elemento "demográfico" y en particular, a la variable de la "densidad de
población'; entendida ésta no como un rasgo "mecánico" o "natural'; sino como un ele-
mento diferenciador de tipos distintos de sociedades, permite reconocer un elemento

79 Donald Brand, Coaco/man and Motines de/ Oro. An Ex-Distnto of Michoacan México, The Hague, University of Texas
Press, Institute of Latin American Studies, 1960. Igualmente: Carl Sauer, Calima ot New Spain in tbe sixteentb century,
Berkeley and Los Angeles, 1948, lbero-Americana 29.
80 Ver por ejemplo: Michael Cae· Dean Snow . Elisabeth Benson, Atlas ot Ancient America, New York· Oxford, England
Facts on File Publications, 1986, 92
81 Bárbara Cifuentes • Lucina García, Letras sobre voces. Multilingüismo a través de la historia, México, INI . ClESAS,
Historia de los Pueblos Indígenas de México, 1998, p. 54.
40

constante y activo detrás de este fenómeno. Sería, de hecho, uno de los pocos elementos mexic
susceptibles de comenzar a proporcionamos una explicación menos incidental que las "indio
propuestas hasta ahora, acerca de porqué, poblaciones cu1turalmente tan cercanas entre una "E¡
sí, como las arriba mencionadas, reaccionaron de maneras tan diferentes frente a un que se
mismo fenómeno: su conversión en tributarios de los españoles. y la 14
En revancha, negar este tipo de constantes y pretender explicar semejantes procesos ChiaI1
solamente a partir de la descripción de eventos y situaciones particulares, o evocando na épi
vagos "patrones culturales': como el "carácter guerrero" de algún grupo cultural en es- otra i
pecífico, resulta muy poco útil. La disposición y la capacidad guerreras de poblaciones
como las que ocupaban las que serían luego las regiones de los Motines, por ejemplo,
queda fuera de duda. Pero es precisamente ese carácter insumiso, mostrado desde el facto
inicio mismo de la presencia española en la región, el que da cuenta de que se trata- la pa
ba de poblaciones que difícilmente podrían ser asimiladas con los grupos pacíficos y a lo 1
'cooperativos': con los cuales los españoles se las habían visto en los grandes altiplanos llama
centrales. Pero si esto es aSÍ, la pregunta que regresa de inmediato es la de porqué, si
eran grupos culturalmente tan cercanos a los "pacíficos" de las altas tierras, desarrolla-
ron entonces respuestas tan distintas frente a la intrusión de los españoles. Una de las
pocas respuestas posibles sería entonces que se trataba de grupos que se hallaban en
una situación similar a la de los ya anteriormente evocados "bárbaros cercanos': con los
cuales todas las civilizaciones del mundo compartieron sus geografías.
De hecho, la región costera del Pacífico sur no fue la única región "mesoamerica-
na" en donde los conquistadores se enfrentaron con situaciones de guerra endémica,
frente a grupos culruralrnente avanzados. Prácticamente por todos los rincones de la
geografía americana y en nuestro caso, de la geografía novohispana, fuera de las regio-
nes de alta densidad demográfica, las respuestas indígenas, especialmente en épocas
tempranas de la colonización, fueron casi siempre similares: huída sistemática y guerra
de hostigamiento en contra de los invasores. Así por ejemplo, en la costa del Golfo, el
primitivo puerto de Espíritu Santo (cercano al actual Coatzacoalcos) se vio sometido
a un continuo acoso guerrero de parte de los grupos de nahuas, totonacas, popolucas y
demás habitantes de la región. Más tarde, al momento de la llegada de Nuño de Guz-
mán a la por él llamada "Provincia de Pánuco', la presión ejercida sobre los grupos in-
dígenas locales, compuestos en gran parte por totonacos, huastecos y nahuas, hizo que
aquella región se convirtiera en una nueva "frontera de guerra', tanto o más sangrienta
que la que se había abierto ya en la costa del Pacífico.82 83 Re
pueblo.
Evoquemos también el caso de los otomíes, habitantes de las densamente pobladas
relacio
tierras de la cuenca alta del río Lerma, cercana al valle de Toluca, los cuales fueron historia
rápidamente incorporados como "indios de paz" por los españoles y recordemos cómo, de chie
Powell,
sus primos, otomíes también, pero habitantes del altiplano situado tan sólo a unas
84 V
cuantas decenas de kilómetros al norte de esa zona, en dirección de lo actuales estados negie
Los m
Serie E
82 Donald E. Chipman, Nuño de Guzmon and the province o] Panuco in New Spain 1518-1533, Glendale California, The
85 Al
Arthur H. C1ark Co., 1967
Zamor.
41

mexicanos de Hidalgo y Querétaro, adquirieron muy pronto fama de "indómitos" y de


"indios de guerrá:83 Pero quizás una de las muestras más sugestivas de la aparición de
una "frontera de guerrá' entre españoles y grupos de alta cultura mesoamericana, es la
que se generó al contacto con las diferentes poblaciones mayas. Recordemos la difícil
y la lenta conquista militar de las tierras altas de la por entonces llamada provincia de
Chiapas y sobre todo cómo fue que las tierras bajas selváticas, las mismas que en algu-
na época habían albergado a la civilización clásica maya, terminaron convirtiéndose en
otra inmensa frontera de guerra más para los españoles: todo ello es una muestra de
que la "densidad cultural': no necesariamente produce los mismos efectos que la "densi-
dad demográh.ca".84De hecho, investigaciones recientes han demostrado que uno de los
factores que explican la peculiar concentración que de los asentamientos coloniales en
la parte norte de la península de Yucatán, fue el carácter de tierra hostil y peligrosa que
a lo largo de todo el periodo colonial y hasta el siglo XX, incluso, adquirieron tanto la
llamada "montaña" yucateca como la región selvática situada al sur de la misma."

83 René Garcfa Castro, Indios, territorio y poder en la provincia MatlaUinea: la negociación del espacio político de los
pueblos otomianos, siglos XV-XVII, Zinacantepec, Edo. Méx_, El Colegio Mexiquense - Conaculta - INAH, 1999- Sobre las
relaciones entre los otomíes del norte y los grupos llamados chichimecas: David Charles Wright Carr, "Lengua, cultura e
historia de los otomíes", Arqueología Mexicana, v. XIII, no. 76, mayo - junio 2005, pp. 26-29. Sobre los ataques combinados
de chichimecas pames y de otomíes en la región de Jilotepec - Querétaro, desde épocas muy tempranas: Phillip Waine
Powell, La guerra Chichimeca (1550-1600), México, Fondo de Cultura Económica, 1975, pp. 25-27_
84 Ver por ejemplo: Chamberlain Robert S, The Conquest and Colonization of Yucatan 1517-1550, Washington DC , Car-
negie Institution Publications, no. 582, 1948- Igualmente: Pedro Bracamonte y Sosa, La conquista inconclusa de Yucatón.
Las mayas de la montaña 1560-1680, México CIESAS - Miguel Angel Porrúa - Universidad de Quintana Roo Col Peninsular
Serie Estudios. 2001.
85 Alicia del Carmen Contreras Sánchez, Población, economía y empréstitos en Yucotán a fines de lo época colonial,
Zamora Mich., El Colegio de Michoacán. Tesis (Doctora en Ciencias Sociales) - El Colegio de Michoacán, 2004·
42

2: GUERRA, TRIBUTO Y ENCOMIENDA EN LA NUEVA GALICIA una cr


cionar
a) Las primeras conquistas en el Norte novohispano y el peso de los grandes de pOI

números: la Nueva Galicia vasta J

Chaps
La expedición llamada de los Tebles Chichimecas, encabezada por Nuño de Guzmán y lueg l

en 1529 fue y sigue siendo, sin duda, uno de los episodios más célebres para la hísto- todo e
riografía novohispana del periodo de la conquista. Las razones de esta notoriedad son uno tr
tres: la primera, haber dado nacimiento a la que fue la primera gobernación española Si
sobre el continente, después de la de la Nueva España, la segunda, los extensísimos imped
territorios desconocidos que recorrió y la tercera, la enorme violencia y destrucción ban d,
que generó a su paso. vieron
Ya desde sus tiempos, la figura de Nuño de Guzmán estuvo siempre marcada por march
la violencia de su conquista." e incluso fue juzgado por ello.s7 Sin embargo y más allá indios
de los actos o de la personalidad del conquistador, es un hecho que el factor clave y el mente
que explica en la práctica la terrible destructividad de esa empresa, no fue otro sino la fueror
presencia masiva, multirudinaria, de "indios amigos" en los rangos de esa expedición. como
Recordemos, en efecto, cómo luego de rodearse de 150 jinetes y 180 infantes espa- Guzm
ñoles bien armados, Nuño de Guzrnán, quien a la sazón era todavía presidente de la paz'; e
primera Audiencia gobernadora, hizo reunir cerca de 12 mil indios amigos tomados quem.
de la región alrededor de México, para incorporados a su hueste. La presencia de
estos "pacíficos" mesoamericanos en los rangos de la expedición de Nuño de Guzmán ... e
es un evento enteramente revelador acerca de la evolución de las relaciones entre los dab
conquistadores y los indios sedentarios del centro de la Nueva España. Los meso- ami

americanos no solamente seguían fungiendo como proveedores enteramente pacíficos por


de tributos y mano de obra, sino que también continuaban sirviendo como activos che
aliados de los españoles, para hacerles la guerra a otros nuevos "bárbaros cercanos"
que habitaban más al norte. Se!
Tratándose de la conquista de ese tipo de poblaciones, la presencia de esos más de aquell
diez mil descendientes de guerreros aztecas, transformó a la hueste conquistadora en conqu
una máquina formidable de guerra, absolutamente imparable para aquellos que desti- blos y
nados a sufrir sus embates. Ya para ese momento, la hueste de Guzrnán se había con- actuar
vertido en un ejército de dimensiones tales, como no se había visto en la Nueva España o "teúl

desde los tiempos en que los tlaxcaltecas habían participado con Cortés en sus con-
quistas. Pero, no conforme con eso, al atravesar la provincia de Michoacán, Guzmán 88 Una
Conquist
hizo incorporar a su hueste a varios miles de aborígenes suplementarios, hasta alcanzar
mentes i
Oceanía,
Galicia, ~
86 Ver, por ejemplo, el juicio que sobre él hizo Bartolomé de Las Casas: Brevísima Relación de la Destrucción de las
89 Ade
Indias (1552), Barcelona, Editorial Fontamara, 1981, pp. 71-73. Sobre la personalidad de Nuño de Guzmán: Manuel Carrera
Gonzalo
Stampa, Nuño de Guzmán, México Editorial JUS - Editorial Campeador, serie Figuras y Episodios de la Historia de México,
Crónicas
no. 19, 1955·
90 Cris
87 Silvio Zavala, "Nuño de Guzmán y la esclavitud de los indios", Historia Mexicana, El Colegio de México, v. 1, no. 3
Flores",
enero - marzo 1952, pp. 411-428.
43

una cifra cercana a los 20,000 indios amigos.88 Así, este masivo y enorme cuerpo expedi-
cionario compuesto por de españoles e indios "pacíficos" "auxiliares'; en una proporción
de poco más o menos 60 a 1, en favor de los segundos, recorrió en son de guerra una
vasta porción del noroeste hasta entonces desconocido: desde la cuenca del lago de
Chapala, hasta la región llamada "Xalisco" cercana a la desembocadura del río Santiago
y luego mucho más al norte, hasta las lejanas provincias de Chiameda y Culiacán. Por
todo ese extendido territorio, la implacable hueste marchó destruyendo y quemando
uno tras otro cuanto poblado y caserío de indios encontraron a su paso."?
Si bien que los "auxiliares" indios eran quienes llevaban sobre sus espaldas toda la
impedimenta del ejército (dado que los pocos caballos que llevaba la expedición esta-
ban destinados a la guerra y no al transporte) en realidad estos "indios amigos" estu-
vieron muy lejos de comportarse como simples "portadores': Los protagonistas de esa
marcha dejaron testimonio de escenas auténticamente dantescas protagonizadas por
indios y españoles por igual. Los villorrios de los aborígenes locales fueron sistemática-
mente saqueados y quemados, al tiempo que miles y miles de hombres, mujeres y niños
fueron capturados y reducidos a la esclavitud, tanto por mano de los propios españoles,
como también por la de los auxiliares "mexicanos" y "tarascos" Lo que es más, el propio
Guzmán en algún momento se vio orillado a quejarse y a acusaar a sus auxiliares "de
paz'; en especial de los mexicanos, de ser auténticamente incontrolables a la hora de
quemar y arrasar pueblos y capturar esclavos:

... este quemar se continuó siempre por do íbamos y puesto que Nuño de Guzmán man-
daba poner mucha diligencia en que no se quemasen los pueblos, pesándose de ello, los
amigos que llevábamos tienen gran condición que aunque los quemen vivos no dejarán de
poner fuego por do van, sin se lo poder resistir. De aquí pasamos a Tonalá y siempre mu-
chos de los amigos encadenados porque no huyesen y dejasen las petacas ... 90

Sería muy difícil o quizás imposible saber, qué era exactamente 10 que empujaba a
aquellos "sedentarios" ya no solamente a participar junto con los españoles en aquellas
conquistas, sino a comportarse allí como auténticos "conquistadores'; quemando pue-
blos y capturando esclavos por su cuenta. Entre lo poco que puede decirse, es que el
actuar de estos "auxiliares" indica que estaban muy lejos de considerar a aquellos tebles
o "teúies" chichimecas como gente especialmente cercana a ellos, por muy fuerte que

88 Una descripción detallada del ejército de Nuño de Guzmán se encuentra en: "Información de Cristóbal de Barrios de la
Conquista de Nuño de Guzmán". en: Joaquín Pacheco - Francisco de Cárdenas - Luis Torres de Mendoza. Colección de docu-
mentos inéditos relativos al descubrimiento conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y
Oceania, Madrid 1864-1884. la serie, vol. 16, p. 363. Igualmente en: José López Portillo y Weber, La conquista de la Nueva
Galicia, México, Secretaría de Educación Pública, 1935, pp 120-128.
89 Además de lo citado anteriormente. ver igualmente las crónicas de García del Pilar. Pedro de Guzrnán, Cristóbal Flores.
Gonzalo López, Pedro de Carranza y las tres crónicas anónimas de esa conquista incluidas en: Raza Zaragoza Iose Luis ed .•
Crónicas de la conquista ...
90 Cristóbal Flores, "Relación de la jornada que hizo Nuño de Guzmán a Nueva Galicia, escrita por el capitán Cristóbal
Flores". en: José Luis Razo Zaragoza ed., Crónicas de la conquista del reino de la Nueva Galicia .., p. 191.
44

pudiera ser el parentesco culrural que los ligara en el fondo. En todo caso, el hecho es perro
que si ya por su propio peso numérico, la hueste enorme de Guzmán no podía resultar poco ~
sino enormemente destructiva para los villorrios que encontraba a su paso, el uso de llegad
semejantes métodos hizo que de inmediato la guerra incendiara toda la inmensa región san
atravesada por la hueste conquistadora." Esto significa que, para 1530, la conquista que 1
española había literalmente incendiado con la guerra, una inmensa franja de más de las mi
1500 kilómetros de largo, la cual abarcaba ya lo que sería a la postre casi toda la franja siendo
costera occidental de la Nueva España, desde Tututepec, hasta Culiacán, incluyendo finale!
también allí, a las tierras altas adyacentes a toda esa inmensa franja costera.
Atribuir semejante convulsión a la sola presencia de los conquistadores europeos, no
sería en lo absoluto suficiente. Si bien ellos fueron el motor que puso en marcha todo ese guerr,
engranaje, fue la movilización de millares de "indios de paz" la que convirtió a aquella con- civili
quista en una auténtica marea avasalladora, en donde finalmente se vieron involucrados
otros muchos "mesoarnericanos" de origen zaporeco, mixteco, nahua y otros más, al igual
que numerosísimos chic1Jimecas, sin distingo de las diferencias y orígenes culturales de alta ci
cada lila de ellos. Fue, en otras palabras, el peso demográfico de las regiones de alta civi- llama]
lización agrícola del centro de la Nueva España, el que terminó por inclinar esa balanza. de los¡
Por esa misma razón, sería inútil atribuir la persistencia a partir de entonces del estado dacu
de guerra en la Nueva Galicia, solamente a 'características culturales" de algún tipo, que jerard
fueran supuestamente propias a las sociedades aborígenes que las enfrentaron. Las for- dos cc
mas de respuesta que los 'chichimecas" de la Nueva Galicia desarrollaron en su momento genen¡
frente al embate brutal de esta conquista, no los muestran ni como más, ni como menos estos
'guerreros" que a los miembros de las sociedades de cepa mesoamericana que poblaron propil
algwla vez las costas del Pacífico sur de la Nueva España. Más allá de sus especificidades deinc
culturales, lo que todos estos pueblos ruvieron en común fue el hecho de pertenecer a so- brado
ciedades de agricultores aldeanos, de baja densidad de población y patrón de asentamien- sobre
to relativamente disperso, incapaces de soportar y absorber lo que se les venía encima. Es dopr¡
justamente este factor el que permite comprender, en primera instancia al menos, el por- Si
qué en tierras de chichimecas, lo mismo que en regiones de alta cultura mesa americana, mas 1

podemos encontrar respuestas tan semejantes frente al choque de la conquista española: conql
de inicio, el enfrentamiento armado directo, seguido, a mediano plazo, de una guerra de civilia
acoso y hostigamiento constante, emparejada con la huída y ocultamiento de parte de las efectc
poblaciones directamente sometidas a la presión de los españoles. que a.
En cambio, las diferencias que se presentaron a corto plazo, entre el desarrollo de al de
la conquista a mediano plazo, en las costas del pacífico sur novohispano y lo que acon-
teció un poco más tarde en la Nueva Galicia, dependieron sobre todo del curso que 92 Do

tomaron las actividades de los propios españoles. En las costas del sur, por una parte, al 93 EII
XXI, Col
tiempo que, para principios de la década de 1530, los lavaderos de oro se iban agotando,
señorío
los españoles fueron progresivamente abandonando una gran parte de sus posiciones 1992; R
en esa parte de la Nueva España, para prácticamente no regresar más. Esas comarcas Ilustrad
94 Ver
una edi
91 Ver más adelante el capítulo segundo: Chiametla: una provincia olvidada del siglo XVI.
Institutr
45

permanecerían desde entonces como tierras de guerra, peligrosas y hostiles, pero muy
poco pobladas españoles." En cambio, en la Nueva Galicia, los conquistadores habían
llegado con la intención de instalarse allí de manera más durable y ello redundaría nece-
sariamente, en guerras más largas y más sangrientas todavía. Es decir, en la medida en
que la acometida de los españoles continuó desplegándose con la misma fuerza y bajo
las mismas formas, las reacciones de parte de estas sociedades aldeanas continuaron
siendo las mismas hasta llegar, incluso, hasta un punto de no retorno. En resumen, para
finales de la década de 1530, se habían ya delineado para la Nueva España dos tipos de
conquista profundamente contrastantes, por no decir enteramente opuestos. Mientras
que en las regiones pobladas por sociedades aldeanas de baja densidad de población, la
guerra había sentado sus reales, tal pareciera que para siempre, en las regiones de alta
civilización prehispánica, en este caso, aquellas pertenecientes a lo que ha sido llamado
la "Mesoamérica nuclear'; la pax bispanica se había impuesto casi por sí sola.
Tal y como de alguna manera Cortés lo había anticipado en 1522, en las zonas de
alta civilización, los españoles encontraron muy rápidamente en aquellos a los que ellos
llamaron los "señores de la tierra'; un medio eficaz para mantener pacíficamente al resto
de los indios bajo el yugo del católico emperador. En efecto, la historiografía actual nos
da cuenta plenamente de cómo, ya desde los primeros años de la colonia, infinidad de
jerarcas indígenas fueron "reconocidos" por sus vencedores como "nobles" y designa-
dos como "señores" y "caciques" de indios y de cómo éstos asumieron pacíficamente, en
general, su nuevo papel. Pero no olvidemos que, como lo evocábamos anteriormente,
estos "caciques" y "principales'; no eran sino las cabezas visibles de viejas estructuras
propias a aquellas sociedades del tipo de altépetl. De esa suerte, los incontables pueblos
de indios creados por los españoles, con sus cabildos directamente sancionados y nom-
brados por la autoridad colonial, funcionaron gracias, justamente, a que se apoyaron
sobre los restos de esas formas de organización político-territorial heredadas del pasa-
do prehispánico y enteramente reformuladas por el choque de la conquista."
Sin embargo, es un hecho también que, por muy sólidas que hubieran sido sus for-
mas internas de organización, en un contexto de tan violentas como el que siguió a la
conquista, los viejos núcleos de población indígena que ocupaban las regiones de alta
civilización prehispánica nunca hubieran sido capaces de absorber pacíficamente los
efectos derivados de su nueva situación de "pueblos" tributarios a la española, si no es
que al amparo de su número que siguió, a pesar de todo, siendo infinitamente superior
al de los españoles." Este fue un proceso que no pudo ser emulado por sociedades de

92 Donald Brand, Coacolman and Motines del Oro. An Ex-Distrito of Michoacan ...
93 El pionero del tema fue. desde luego: Charles Gibson, Los aztecos bajo el dominio español (1519-1810), México, Siglo
XXI,Col América Nuestra, 1978 (4a ed.) Algunos trabajos recientes sobre el tema son: Margarita Menegus Bornemann, Del
señoño a la República de Indias. El coso de Toluca 1500-1600, Madrid, Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación,
1992; René García Castro. Los pueblas de indios, México, Editorial Planeta DeAgostini - Conaculta - INAH, en: Gran Historia
Ilustrada de México, no. 8, 2001, p. 143.;
94 Ver el artículo clásico de Sherburne Cook y Woodrow Borah: La despoblación en el México Central en el siglo XVI; para
una edición reciente: Eisa Malvido - Miguel Angel Cuenya, Demografía histórico de México siglos XVI-XIX, México, UAM -
Instituto Mora, 1993, pp. 29-39.
tipo aldeano y baja densidad de población, como las que habitaban la Nueva Galicia. muy
Allí, ante la imposibilidad práctica de poner en marcha un sistema pacífico y en la
medida de lo posible, espontáneo, de absorción de los conquistadores, por la vía del
abastecimiento de bienes y de mano de obra, la incorporación de los diferentes núcleos
de población a la esfera de influencia de los españoles, debió siempre operarse por la
vía de la fuerza.

b) La encomienda y la organización del tributo en la Nueva Galicia

Terminada la mortífera epopeya en la que se convirtió la expedición de 1529; entre En


1531 y 1533, Guzrnán hizo fundar una serie de villas a lo largo del territorio de su enc
nueva gobernación: Guadalajara, Compostela, Purificación, Chiameda y Culiacán. Mé
Para sostenerlas, fiel a la que había sido la práctica más universalmente empleada hasta En
entonces para el gobierno de los indios, Guzrnán no dudó transformar en tributarios a cin
los aborígenes locales, dándolos en encomienda a sus soldados. Así, entre 1529, fecha dir
de inicio de su expedición de conquista y 1536, cuando fue definitivamente expulsado qu
de las Indias, cuando menos 120 "pueblos de indios" habían sido distribuidos como no
encomiendas entre tan sólo en la parte central de la Nueva Galicia. A estos habría que la
añadir los alrededor de 60 "pueblos" de encomienda repartidos igualmente por el pro-
pio Guzmán y sus lugartenientes en la provincia de Culiacári." Todos estos centros de L
poblamiento fueron de inmediato sometidos a exacciones en gente y productos para guerr
el sostenimiento de las huestes españolas y sus aliados indios del centro de la Nueva las vi]
España. Sin embargo, de la misma manera que había sucedido más al sur, todo ello indio
derivó en un estado de guerra generalizado y permanente en el conjunto de la Nueva do ma
Galicia el cual persistió ininterrumpido durante todo el periodo de Nuño de Guzmán
al frente de esta provincia."
La maquinaria de la guerra, con su cohorte de violencias y represalias mutuas, puesta y=s
en marcha por la expedición de 1529, difícilmente se detendría durante los años que si- hasta
guieron y ni siquiera la salida de Nuño de Guzrnán de la provincia sirvió para modificar
este estado de cosas. Ejemplo de ello lo tenemos en la muerte de quien fuera justamente
el encarcelador de Nuño de Guzrnán y nuevo gobernador de la provincia: Diego Pérez
de la Torre. A los pocos meses de asumido su cargo, en enero de 1538, este personaje
murió a manos de los indios de jocotlán, pueblo que él mismo se había atribuido en en-
cornienda.?" Por otro lado, ya desde la expedición de 1529-1531, letales y generalizadas
epidemias acompañaron siempre al avance español, golpeando con toda su fuerza a las
poblaciones locales, en especial a aquellas que ocupaban las zonas cesteras, en donde
Sine!
95 Regresaremos sobre el detalle de estas encomiendas un poco más adelante. V1l1C1,

96 Sobre el estado de guerra permanente en el que se mantuvo la Nueva Galicia durante el periodo de Nuño de Guzmán cultu
ver, por ejemplo: Artur S. Aiton, "Coronado's ñrst report on the government of Nueva Galicia", Hisponic American ntstoricat
Review, v. 19, 1939, pp. 306'313.
97 José María Muríá ed., Historia de Jalisco tomo l. Desde los tiempos prehistóricos hasta fines del siglo XVII, 98 Art
Guadalajara, Gobierno del Estado de Jalisco· INAH, 1980, p. 333. 99 Ibi
47

muy pronto el despoblamiento se hizo patente, provocando con ello que la guerra con-
tinuara con todavía mayor violencia.
Un buen retrato de ese estado de cosas, lo tenemos en el informe enviado al rey a
finalesde 1538 por el nuevo gobernador de la misma, Francisco Vázquez de Corona-
do. En él, se daba cuenta de cómo los pobladores españoles de la villa de Compostela,
flamantecapital de la provincia, la habían ya abandonado a causa de la guerra incesante
que los indios les hacían. Sin embargo, el gobernador no se hacía demasiadas ilusiones
en cuanto a las verdaderas causas de tanta violencia:

En otra manera se aprovechaban los vecinos de esta provincia ... de los indios que tienen
encomendados, que los arrendaban para la ciudad de México ... yo los topé cuando vine de
México de cuarenta en cuarenta y de cincuenta en cincuenta cargados que iban y venían ...
En comarca de esta ciudad de Cornposrela hay treinta repartimientos encomendados a ve-
cinos della y solas diez casas ay en toda esta cibdad porque los vecinos no han querido resi-
dir diziendo los unos que los indios que tienen de repartimienros están de guerra y los otros
que no les dan ningún provecho y su absencia •.. no he visto en toda esta provincia indio que
no tenga señal de cristiano .. ahora han pedido los vecinos desta ciudad de Compostela que
la quieren mudar a donde esté en más comarca de los indios que les sirven ... 98

Las palabras de Coronado eran elocuentes en cuanto al porqué de la persistencia


guerra en la Nueva Galicia. Compelidos a permanecer como pobladores .y vecinos de
las villas recientemente fundadas y ante la imposibilidad práctica de convertir a los
indios en tributarios pacíficos y espontáneos, los conquistadores no habían encontra-
do más que una manera práctica y expedita de premiar sus sacrificios y hazañas. Esta
consistió, como 10 atestiguaba Coronado, en organizar la captura sistemática de cauti-
vos de guerra, incluyendo entre ellos a sus propios encomendados. Atados en colleras
y cargados de bultos, los "chichimecas" de la Nueva Ga1icia eran conducidos entonces
hasta la ciudad de México, donde luego eran vendidos como esclavos.
Pero para entender realmente cuál era la posición de los españoles en esa provincia,
habría que añadir a todo lo anterior un elemento fundamental y es el de la presencia,
todavía entonces, de muchos miles de "indios amigos" de origen rnesoamericano, esto
es, "mexicanos" y "tarascos', fundamentalmente, los cuales no solamente permanecie-
ron, sino que siguieron llegando para reforzar la presencia española en la región, como
el propio Vázquez de Coronado lo consignó en su informe."? Gracias en gran medida
al auxilio de estos "indios amigos'; los españoles continuaron representando una fuerza,
de la cual, los aborígenes de la Nueva Galicía no serían ya capaces de desembarazarse.
Sin embargo, eso no bastó en 10absoluto para garantizar el control verdadero de la pro-
vincia. A diferencia de lo sucedido en las regiones demográficamente densas y de altas
culturas prehispánicas del centro de la Nueva España, en la Nueva Galicía, el paso de

98 Artur S Aiton. Coronado's fírst report ...• pp. 311-312.


99 lbid .• p. 310.
la conquista militar a la transformación del indio en tributario, fue cualquier cosa, ex- calida
cepto, un proceso pacifico y ello, hasta cuando menos el último tercio del siglo XVI. al con
Como lo apuntábamos al principio, uno de los innumerables hechos notables del
proceso de la conquista en los grandes altiplanos del centro de la Nueva España, fue la
celeridad con la que colapsaron los viejos armazones de tipo político-estatal, de origen
prehispánico que allí existían: cualquiera que hubiera sido la verdadera naturaleza del
"imperio" o del "Estado" azteca en tiempos prehispánicos, es claro que para 1522, por
poner una fecha, no quedaba ya gran cosa de él. En cambio, es claro que la capacidad
de adaptación y de absorción que esas sociedades de alta cultura agrícola del mostraron
frente al choque de la conquista, se debió esencialmente a dos factores: el primero, su
gran número y en segundo término, la capacidad de recomposición interna que mos-
traron antiguas estructuras socio-territoriales, de alcance esencialmente local, del tipo
del altépetl. La rapidez y la facilidad con la que este tipo de estructuras, abandonaron
sus viejas formas de funcionamiento, para adaptarse y adoptar, aquellas que les exigía
su nuevo estatuto de tributarios a la española, no puede dejar de asombrarnos.
En la Nueva Galicia, en cambio, los españoles se encontraron con sociedades que
ciertamente eran de agricultores relativamente avanzados y habían alcanzado logros
culturales notables, pero que, nnalmente, eran de una naturaleza muy diferente de las losqu
anteriores. Un parámetro más que significativo acerca de estas disparidades que exis- 1906),
tieron en este proceso en la Nueva Galicia respecto del centro de la Nueva España, es López
el siguiente: hacia 1550, en esta última región, nos dice René García Castro, se calcula "proto
que poco más o menos dos mil pueblos de indios, con sus caciques y cabildos indígenas, gos~
habían sido reconocidos por el gobierno colonial.P" Para esas mismas fechas, en cambio,
en la Nueva Galicia ni un solo pueblo de indios, ni un solo cabildo, ni tampoco ningún
cacique fue reconocido formalmente como tal por las autoridades españolas. Lo que es
más, ni Nuño de Guzmán, ni sus sucesores Diego Pérez de la Torre, Francisco Vázquez
de Coronado y Cristóbal de Oñate, dejaron lista o relación alguna de i'autoridades" in-
dias actuantes y funcionales, no ya para reconocerlos como tales, sino ni siquiera para los
pueblos de indios dados en encomienda durante su gestión. Tampoco se hace mención
alguna de la existencia de ese tipo de instrumentos en la documentación recopilada
por los primeros oidores de la Nueva Galicia, Lorenzo de Lebrón Quiñones, Miguel
de Contreras y Guevara y Hernando Martínez de la Marcha. No olvidemos que to- 101 Rafae

dos ellos, como parte de las instrucciones anexas a sus nombramientos como oidores, de Juan d
Ignacio O
tenían la orden de realizar una serie de visitas de la provincia y de recopilar y compilar
102 Asi,
la totalidad de los títulos, nombramientos y ordenanzas realizados por sus antecesores a su vez
en el gobierno de la provincia. Los flamantes oidores se esmeraron, en efecto, en cum- potlán, p
rango infe
plir las instrucciones de que habían sido dotados: revisaron las ordenanzas anteriores,
al oriente
los nombramientos de autoridades y oficiales y revisaron exhaustivamente los títulos tiempos e
de encomienda distribuidos hasta entonces. Incluso, el propio Juan de Ovando, en su v. 1, pp, 2

sobre 32U
le," lourru
100 René García Castro, "Los pueblos de indios", en Gran Historia Ilustrada de México, México, Editorial Planeta DeAgostini de 105 chi
- Conaculta - INAH, v. 2, 2001, cap, 8_, p_ 144- 103 Luis
49

calidad de presidente del Consejo de Indias, redactó un cuestionario en donde se pedía


al conjunto de las autoridades provinciales informaran detalladamente acerca de todos
esos temas.'?' Las pesquisas de los oidores y las respuestas de los implicados, dejan muy
en claro entonces, la ausencia de cabildos, o cualquier otro tipo de autoridades indias
autónomas, actuantes y formalmente reconocidas, a la cabeza de los pueblos, hecho que
se confirma también por el hecho de que, durante todo este periodo, no se establecieron
siquiera tasaciones de tributos para los mismos. A cambio de ello, en el contexto de
guerra generalizada en el que se hallaba la provincia, los españoles no pudieron más que
poner en marcha formas de tributación incomparablemente más compulsivas que las
que comenzaban a operar por ese tiempo en el centro de la Nueva España.
Llegados a este punto vale la pena mencionar que existe una ya muy vieja, aunque
todavía bastante arraigada tradición historiográfica, que ha intentado postular la exis-
tencia de grandes y complejas estructuras políticas meta-locales de origen prehispánico
en lo que sería luego la Nueva Galicia. Se habla con frecuencia de "señoríos': e incluso
de la existencia de una gran "confederación" llamada generalmente Federación Chimal-
bacana, operando al momento de la llegada de los españoles. Esta visión historiográfica
nació, principalmente, de los trabajos de un grupo de historiadores regionales, entre
los que destacan José López Portillo y Weber (1850-1923), Alberto Santoscoy (1857-
1906), Luis Pérez Verdía (1857 -1914),]osé Ignacio Dávila Garibi (1888-1981) y José
López Portillo y Weber (1889-1974). Esta "Confederación
Chimaihuacana', suerte de
"proro-jalisco" prehispánico, habría estado conformado por varios "reinos" o "tlatoanaz-
gos': cuyo número y nombres, varió de acuerdo con el autor de que se rrarara.l'"
Así, por ejemplo, según Pérez Verdía esta "confederación" habría sido producto de las
mismas migraciones que en el siglo XII, según su cronología, habrían llevado a los aztecas
hasta Mesoamérica desde su nativa 'Aztlán" Según el mismo autor, luego de implantarse
en lo que sería después la Nueva Galicia, estos ascendientes de los aztecas': habrían for-
mado parte del primitivo "imperio rolreca', para ulteriormente, después del colapso de ese
"imperio': permanecer como una "confederación" de señoríos, independiente del "imperio
renochca" 103 Esta curiosa cronología la arranca el autor directamente de la Crónica misce-
lánea de la Santa provincia deJalisco de Fray Antonio Tello (1567-1654), escrita en 1653,

101 Rafael Diego Fernández Sotelo, La primigenia Audiencia de la Nueva Galicia 1548'1512. Respuesta al cuestionorio
de Juan de Ovando por el oidor Miguel de Contreras y Guevara, Guadalajara, El Colegio de Michoacán . Instituto Cultural
Ignacio Dávila Garibi . Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara, 1994, en especial pp. 24 Y 25.
102 Así, por ejemplo, en la versión de Luis Pérez Verdía, estos eran cuatro: Calima, TonaHan, Xalisco y Aztatlán, los cuales,
a su vez tenían bajo su égida diferentes estados {eudotarios, como él los llamaba, entre ellos, Tzcoalco, Cocolan y Iza-
potlán, por citar algunos de los que dependían del "reino" de Calima. Igualmente, existían cacicazgos independientes de
rango inferior como Teoacaltiche, Colotlán, Tlaltenango, el Teúl, Nochistlán y Juchipila, por sólo mencionar aquellos situados
al oriente de la barranca del río Santiago:Luis Pérez Verdía, Historia ponkulor del Estada de Jalisco, desde los primeros
tiempos en que hay noticia, hasta nuestros días, Guadalajara, TIpográfica de la Escuela de Artes y Oficios del Estado, 1910,
v. 1, pp. 2'3. Ver igualmente: Luis Tapete Bordes, Jalisco precortesiano: estudio histórico y etnoqénico, México, Imprenta El
sobre azul, 1944, pp .. 103'104. Igualmente: Lean Diguet, "Le Chimalhuacan et ses Populations avant la Conquéte Espagno-
le," Journal de la Société d'Américanistes de Paris, 1903, no. 1, pp. 1'57; José Ignacio Dávila Garibi, Breves apuntes acerca
de los chimalhuacanos: civilización y costumbres de los mismos, Guadalajara, TIpográfica C.M. Sáinz, 1927.
103 Luis Pérez Verdía, Historia particular del Estado de Jalisco ..., p. 4.
50

fuente de donde arranca también una parte de la toponimia empleada en su texto.'?' Sin en l·
embargo, vale la pena señalar que, ni en este texto, como tampoco en las crónicas primi- Her
tivas de la conquista, ni en ninguna de las grandes historias de la Nueva Galicia escritas
durante posteriormente durante el periodo colonial, aparecen mencionados el Gran Chi- Ell
malhuacán, ni menos aún, la llamada Federación CI,imalhuacana. Nada dicen al respecto, jen. S10

por ejemplo, la Historia del reino de Nueva Galicia en la América Septentrional, de Matías de las
de la Mota Padilla (1688-1766), escrita en 1742,105 ni tampoco se encuentra huella algu- obras I
na del "Chirnalhuacán" en obras del mismo tipo provenientes del periodo independiente refere
temprano, como, por ejemplo, la Memoria histórica •.. de la conquista particular de Jalisco, juicio (
de Fray Francisco Frejes, escrita en 1833, por sólo citar algunas.l(J6 evento
Todo apunta a que la auto ría del supuesto "Chimalhuacárt" prehispánico habría que indiscr
atribuida a Alberto Santoscoy quien, al parecer, habría comenzado a hablar de ello entone
a finales del siglo XIX. Sin embargo, cabe decir que este autor no dejó ningún texto tarde
publicado especííicamente dedicado a este tema.107 El hecho es que, a pesar de su muy delM'
endeble soporte, la teoría 'chimalhuacana" permaneció como un tópico tan aceptado e ese ev
indiscutido entre los historiadores jaliscienses de principios del siglo XX, al punto que de Ca
José López Portillo y Weber, en su conocido libro La Rebelión de Nueva Galicia, escrito Gurié
en 1939, llegó incluso a convertir al "Chimalhuacán" en el centro de una prolija reinter-
pretación histórico-literaria de la conquista española de esa región. lOS Sin embargo, a
diferencia de Pérez Verdía, para López Portillo la estructura del viejo "Chimalhuacán"
habría estado conformada, no por un conjunto de "monarquías" o tlatoanazgos, propia-
mente dichos, sino por "teocracias" gobernadas por "sacerdotes-guerreros'; practicantes
todos ellos de una suerte de religión bélica, ligada con la brujería y el "nahualismo" 109 como
Según López Portillo los jerarcas de esta religión, aglutinados en una sociedad secreta Lo
viejísima y poderosa, llamada la "orden de los nahuales", al ver su poder en retroceso, ha- C.de

brían sido los encargados de organizar directamente y por medio de sus malas artes, la Weig
llamada rebelión del Mixtón:

110 Ibid
... Y los nahuales de los aztecas, de los purépechas, de los cashcanes, de los coras de los te- 111 Luis

pehuanes, de los huarabes ... se reconocieron hermanos en la impostura ... y quizás también México,
112 Mari
Editorial
104 Fray Antonio Tello, Libro segundo de lo Crónica misceláneo ... La edición empleada por López Portillo y Rojas es la de: 113 Láz
"La República Literaria" de el. de Guevara, 1891 (se trata de la edición que fue empleada por López Portillo y Rojas para Científic
la elaboración de sus libros). La edición moderna: Gobierno de Estado de lalisco > Instituto Nacional de Antropología e 114 José
Historia· Instituto Jalisciense de Antropología e Historia, 1973, 2 V., ver en especial v. 1. pp. 9'36. gio de la
lOS Matías de la Mota Padilla, Historia del reino de Nuevo Galicio en la América Septentrional (1742), Guadalajara, Instituto y la guer
Nacional de Antropología e Historia - Instituto Jalisciense de Antropología e Hístoría- Universidad de Guadalajara, Colección Zacatec ,

Histórica de Obras Facsimilares no. 3, 1973. 115 Carl

106 Fray Francisco Frejes, Memoria histórica de los sucesos más notables de la conquisto particular de Jalisco por los gus coor
españoles, Guadalajara, Imprenta del Supremo Gobierno a cargo del C. Juan María Brambila, Guadalajara, 1833, Edición Assodou

facsimilar por Edmundo Aviña Levy, 1966. 116 Ethe

107 Luis Topete Bordes, Jalisco precortesiano ..., p. 102. Williams

108 José López Portillo y Weber, La rebelián de la Nueva Galicia, México, Colección Peña Colorada, 1980, (Edición facsimilar 1994, pp
de la del Instituto Panamericana de Geograña e Historia, México, 1939). 117 Phil

109 Ibid., p. 363· Zamora,


51

en la sinceridad. Pronto surgió la Hermandad de los Nahuales ... Y en mi concepto, fué su


Hermandad la que preparó la Gran Rebelión ... llO

El libro de López Portillo y Weber es un interminable hilván en donde se entrete-


jen, sin transición ni orden alguno, referencias enteramente heterogéneas, entresacadas
de las fuentes más diversas. Aparecen al1i 10 mismo trozos literalmente arrancados de
obras históricas de! periodo colonial, como las de Tello y Mota Padilla, al igual que
referencias sacadas de fuentes publicadas en su tiempo, como las informaciones de!
juicio de residencia de Mendoza y junto con todo eso, irrumpe también una miríada de
eventos enteramente inventados por el propio autor, todo ello de manera enteramente
indiscriminada y sin e! apoyo de un auténtico aparato crítico. No deja de sorprender
entonces, la facilidad con la que una gran parte de los autores que escribieron más
tarde sobre e! tema las rebeliones indígenas novohispanas y en particular, acerca de la
del Mixtón, terminan adoptado lo esencial de la interpretación de López Portillo sobre
ese evento. En efecto, autores como Luis González Obregón, t11Maria Elena Galavíz
de Capdeville,112 o más recientemente Carlos Lázaro Avila, 113José Francisco Román
Gutiérrez,'!" Carlos Sempat Assadourian, 115o Ethelia Ruiz Medrano, 116 por citar sola-
mente algunos de los más importantes, aceptan todos, sin mayor comentario crítico, la
existencia de una suerte de entidad política de orden quasi-estatal, semejante en todo
punto a la "Confederación chimalhuacana" de López Portillo, la cual habría dirigido la
guerra. Sin embargo, ninguno de ellos se ha ocupado de demostrar, ni mucho menos de
explicar, la existencia de una tan peculiar estructura "político-guerrera" en sociedades
como las que ocupaban la Nueva Galicia en tiempos de su conquista.
Los únicos autores que se han dado a una tarea semejante son Phil Weigand y Acelia
C. de Weigand.!'? Abordando el tema de la guerra de! Mixtón desde la arqueología, los
Weigand proponen que los cazcanes, principales actores de ese drama, habrían sido

110 Ibid., p. 364. La ortograña está tomada del original.


111 Luis González Obregón, Rebeliones indígenas y precursoras de la independencia mexicona en los siglos XVI XVII XVIII,
México, Ediciones Fuente Cultural. 195z.
11Z Maria Elena Galaviz de Capdeville, Rebeliones indígenas en el norte de la Nueva España (siglos XVI XVII), México,
Editorial Campesina, 1967.
113 Lázaro Avila Carlos, Las fronteras de América y los "Flunties Indianos ", Madrid, Consejo Superior de Investigaciones
Científicas· Centro de Estudios Históricos Departamento de Historia de América, 1997,
114 José Francisco Román Gutiérrez, Sociedad y evangelización en Nueva Galicia durante el siglo XVI, Guadalajara, El Cole-
gio de Jalisco - Universidad Autónoma de Zacatecas - INAH 1993, igualmente: José Francisco Román Gutiérrez, "Tezcatlipoca
y la guerra del Mixtón. Ponencia Coloquio Mesoamérica y la Guerra del Mixtón", Zacatecas INAH - Universidad Autónoma de
Zacatecas - El Colegio de Jalisco abril 199'1'
115 Carlos Sempat Assadourian, "Esclavos plata y dioses en la conquista de los teúles chichimecas", en: Margarita Mene-
gus coord., Dos décadas de investigación en historia económica comparada en América Latina. Homenaje a Carlos Sempat
Asscdourion, México, El Colegio de México - ClESAS - Instituto Mora - UNAM CEU 1999 pp. 63-96.
116 Ethelia Ruiz Medrano, "Versiones sobre un fenómeno rebelde: la guerra del Mixtón en Nueva Galicia, en: Eduardo
Williams ed., Contribuciones a la arqueologío y etnohistoria del Occidente de México, Zarnora, El Colegio de Michoacán,

1994, pp. 355-378.


117 Phil C. Weigand - Acelia C de Weigand, Tenamaxtli y Guaxicor. Las raíces profundas de la rebelíon de la Nueva Galicin,
Zamora, El Colegio de Michoacán - Secretaría de Cultura de Jalisco, 1996.
descendientes directos de corrientes de inmigración tolreca, llegadas hasta tierras nor- "marca
teñas desde la Mesoamérica nuclear desde los siglos II o III De. Para el siglo XI, estos 110 pos
mesoamericanos habrían terminado por crear entonces en Chalchihuites, un gran "cen- tambié
tro minero'; dedicado a la extracción y a la manufactura de piedras cristalinas de origen
volcánico de alto valor para el mundo mesoamericano, como lo serían en este caso, la
turquesa y la obsidiana.!" De acuerdo siempre con estos autores, en el momento de su
mayor esplendor, habrían florecido en esta región, asentamiento s sumamente impor-
tantes, algunos de ellos con características totalmente "urbanas'; los cuales albergaban
en su seno a muchos miles de habitantes en áreas sumamente reducidas. Es el caso de
Etzarlán, en donde, de acuerdo con sus cálculos, en un área de solamente 600 hectáreas,
se habrían hacinado entre 10,000 y 15,000 habitantes en tiempos de su esplendor. 'coor
Este último es un cálculo a todas luces desmesurado: de ser así, estaríamos hablan- peñol
do de densidades de población del orden de 1600 a 2500 habitantes por kilómetro yWe
cuadrado, es decir, incomparablemente superiores a las de cualquier ciudad preindus- alguna
trial del viejo o del nuevo Mundo, e incluso muy superiores a la que presentaban las Pero
ciudades industriales del siglo XIX europeo o norteamericano.I'" De hecho, seme- postul
jantes rangos de población sólo aparecen históricamente, en las grandes capitales del aboríg
siglo XX. 120 Pero independientemente de estos cálculos, cuya justeza no discutiremos investi
más aquí, el hecho es que para estos, lo que encontraron los españoles en tierras de origin
los cazcanes, no habrían sido sino los restos de esa vieja organización.'?' Explican que Pe
el caer en decadencia el "sistema de comercio a larga distancia" de 1300 años de anti-
güedad al cual habría pertenecido Chalchihuites.V' este viejo núcleo de origen tolteca
habría terminado por transformarse en una"marca" militar fronteriza mesoamericana,
encargada de contener los ataques de los irredentos chichimecas.r" Todo ello le habría
conferido a este enclave mesoamericano un carácter eminentemente militar, el cual, de
acuerdo con esta interpretación, hubo de conservar hasta tiempos de la conquista.!" de lo
En este punto, la interpretación de los Weigand se asemeja en gran medida a la puebl
visión de López Portillo sobre el Mixrón. Según aquellos dos autores, al tiempo de la de la
conquista, la sociedad cazcana habría estado dominada no por una "sociedad secreta" testi
de brujos-sacerdotes y guerreros, como en López Portillo y Weber, sino por "linajes nes e
poderosos'; herederos la vieja "élite conquistadora" de origen rolteca creadora de aquella mism
pia le
118 Ibid .• pp. 86·87.
ASÍ,
119 Ver por ejemplo: Paul Bairoch, De Jéricho a Mexico. Vil/es et économies dans l'hlstoire, París. Editions Gallirnard, col.
Arcades no. 4. 1985. especialmente pp. 318.349.
120 Phil C Weigand • Acelia C de Weigand. Tenamaxtli y Guaxicar ...• p. 65. La cifra citada equivaldría a poco más o menos.
la mitad de la densidad de población que presentaba la ciudad de México al momento del censo del 2000. era de 5.737
habitantes por km'. Dato consultado en http://www.df.gob.mx/secretarias/social/copodf/prog3.html#disyden. Gobierno de la
ciudad de México. Programa de Población 2006·2012.
cionel
121 Beatriz Braniff. "Oscilación de la frontera septentrional mesoamericana". en: Betty Bell. The Archaeology of West Mexi· lugar
co, Ajijic Jalisco. Sociedad de Estudios Avanzados del Occidente de México. 1974. pp. 40.50.
122 Phil C. Weigand . Acelia C de Weigand. Tenamaxtli y Guaxicar. ..• especialmente p. 83.
123 Curiosamente. desde ese punto de vista. los cazcanes son vistos allí como un "antecedente" del sistema español de 125 lb;
presidios. 126 Ibl
124 Phil C. Weigand . Acelia C de Weigand. Tenamaxtli y Guaxicar; especialmente pp. 85·121.
127 Es
53

"marca" fronteriza mesoamericana varios siglos atrás. Al igual que lo que López Porti-
llo postula para sus "sacerdotes-guerreros" de la orden del nabual, los Weigand insisten
también en que los "linajes guerreros" que dominaban la vieja" marca" tolteca del Nor-
te, mantenían lazos estrechos con otros "señores" indios diseminados por lo que ellos
llaman la región transtarasca: un territorio de extensión y límites muy semejantes a los
que López Portillo marcaba para su vieja Chimalhuacán y que por curiosa coinciden-
cia, corresponden también grosso modo, con los de la Nueva Galicia, sin las provincias
de Aztatlán, Chiameda y Culiacán.!" En ambas interpretaciones, igualmente, estos
personajes, "sacerdotes-guerreros'; por un lado, "cabeza de linajes guerreros'; por la otra,
habrían sido los encargados de difundir voluntariamente la semilla de la guerra y de
"coordinar" los ataques a los españoles, teniendo siempre como principal bastión el
peñol del Mixrón.F" La deuda de esta interpretación con las tesis de López Portillo
y Weber, expuestas casi seis décadas atrás, es perfectamente clara y sin embargo, por
alguna razón que desconocemos, los Weigand nunca citan a ese autor en sus trabajos.
Pero más allá de este hecho, resaltemos que una vez más que en esta interpretación, la
postulada existencia de estructuras políticas de orden meta-local entre las sociedades
aborígenes de la Nueva Galicia en tiempos de su conquista, no resulta visible para el
investigador más que en un único y muy específico contexto documental: el que se
origina alrededor de la guerra del Mixtón.
Pero no dejemos de lado que para 1539, es decir, al tiempo en el que las guerras
recrudecían en la Nueva Galicia y se daba inicio a la llamada "rebelión del Mixtón',
grandes y muy profundas transformaciones se habían operado ya en el seno de las
sociedades aborígenes locales, muchas ellas resultado de la irrupción masiva, súbita y
violenta, de varias decenas de miles de mesoamericanos. De entre ellos, los más acti-
VO$ fueron ciertamente los "mexicanos'; de quienes se consigna que, actuando a la vera
de los españoles durante la expedición de Nuño de Guzmán, arrasaron y quemaron
pueblos, capturaron esclavos y terminaron convertidos en la verdadera punta de lanza
.de la expedición. Quizás pudieran ponerse en duda, aunque quizás con poco éxito, los
testimonios que acusan a los "mexicanos" de haber cometido brutalidades y devastacio-
nes en las tierras conquistadas. Pero el hecho es que, mientras todo eso sucedía, estos
mismos "mexicanos" se encargaron también de dar nombre, uno tras otro y en su pro-
pia lengua, a todos los lugares importantes poblados de chichimecas que encontraron.
Así, cuando la expedición de Nuño de Guzrnán tocó a su fin, la Nueva Galicia contaba
ya con una muy extensa toponimia, pero casi toda con consonancias en náhuad. Y sin
embargo, es claro que la lengua originaria de estos grupos, incluyendo a los propios
"cazcanes", no era el náhuatl, como se atestiguaría más tarde, por ejemplo, en las Rela-
ciones Geográficas de la década de 1580.127 Sería imposible saber si estos nombres de
lugares en náhuad correspondían en algo con algún tipo de unidad territorial propia

125 {bid.• pp. 65-83. Sobre 105 límites de las provincias de Aztatlán y Chiametla: Salvador Alvarez, Chiametla ...• pp. 5-9.
126 {bid.• pp. 116-117.
127 Este tema aparecen más ampliamente expuesto en el capítulo cuarto: "De "zacatecos" y "tepehuanes".
54

a las sociedades aborígenes locales, o si al menos esos términos traducían algo de la


toponirnia empleada por los habitantes de la región en sus propias lenguas. Ambas
cosas resultan inciertas y poco probables, pero 10 que sí sabemos es que para los espa-
ñoles, darle nombre a todos esos lugares no era una operación intrascendente, pues fue
justamente de esos topónimos de que se sirvieron desde un primer para diferenciar y
repartirse entre ellos las primeras encomiendas en la Nueva Galicia.
Como lo apuntábamos antes, al momento de distribuir sus primeras encomien-
das, Guzmán se preocupó muy poco de las cuestiones de protocolo. Como en tantos
otros lugares, los indios sometidos al vínculo de la encomienda fueron directamente
repartidos entre los soldados, prácticamente a manera de botín de guerra. No se hizo, pudo
por ejemplo, reconocimiento o conteo alguno de tributarios para marcar la cuantía del el qu
tributo a recibir por el feudatario, ni mucho menos se nombraron caciques, ni cabildos Mich
para los pueblos, a la manera como se había hecho desde un principio en el centro de la deja
Nueva España. La única y más que exigua formalidad que acompañó a estos repartos al qu
de encomienda, fue la expedición de títulos por parte del gobernador a nombre de sus para
soldados y capitanes (cuyos registros son, por cierto, la principal fuente de estudio de
que disponemos sobre ellos)Ys
Los españoles en ese tiempo, jamás reconocieron como tales a eventuales "señores"
o "principales" indios, ni mucho menos les otorgaron funciones de gobierno. De hecho,
si revisamos las crónicas de la campaña de los Tebles Chichimecas, que es el único há-
beas de documentos de origen presencial de que disponemos acerca del periodo de la
conquista de Nuño de Guzmán, nos daremos cuenta de que en ninguna parte se hace
referencia allí a la existencia de "señoríos" precisos (con algún nombre particular, por
ejemplo) ni se hace alusión tampoco a la existencia de ningún otro tipo de estructura
político-territorial de alcance extra-local, al menos que pareciera perceptible para los
españoles. Ciertamente, en diversos pasajes de esas crónicas aparecen referencias a lu- cerca
gares más poblados que otros, señalados como importantes y se habla aquí y allá de másJ
la presencia, en algunos poblados, de "principales" o "señores". Sin embargo, de ningún Opo
lugar específico se habla como "centro" o sede de algún poder o jurisdicción precisa, ni Am
se atribuye a esos personajes poder o importancia especiales. Fue el caso, por ejemplo, ciertJ
del "señor" de Chapala, el cual, imposibilitado de entregar a los expedicionarios los los J
Aten
128 Si bien los títulos originales de encomienda expedidos por Nuño de Guzmán, se hallan perdidos. una buena parte de
taml
ellos fue compilada y reportada por el visitador Miguel de Contreras Guevara en sus informes al oidor Juan de Ovando.
cán.
Estos han sido reproducidos en: Rafael Diego Fernández Sotelo, La primigenia Audiencia de la Nueva Galicia ... Otra parte
de los mismos aparece también mencionada en: Mariano González Leal ed., Relación secreta de conquistadores. Informes capit
del archivo personal de emperador Carlos I que se conserva en la biblioteca del Escarial años de 1539'1542, Guanajuato,
la vil
Taller de Investigaciones Humanísticas de la Universidad de Guanajuato 1979. Otras fuentes complementarias son la Suma
de Visitas y el Epistolario de la Nueva España, recopilados por Francisco del Paso y Trancoso: Francisco del Paso y Trancoso:
aden
Papeles de Nueva España. Geografía y estadística. Suma de visitas de pueblos por orden al{abérico, Madrid, Sucesores de obru
Rivadeneyra, 1905; Episto/aria de la Nueva Espoño, México Antigua Librería Robredo de José Porrúa e Hijos, 1938-1942 16
vols. Estas últimas fuentes y otras más han sido excelentemente compiladas y resumidas sistemáticamente por: Peter Ger-
hard, The North Fronrier o{ New Spain, Norman and London. University of Oklahoma Press, 1993. Otras referencias valiosas
129 G
se encuentran también en: Thomas Hillerkuss comp., Documentolio del sur de Jalisco: siglo XVI, Zapopan, Jalisco, El Colegio
en las
de Jalisco - INAH, 1994.
1530·
55

"tamemes" y comida que le reclamaban, fue simplemente hecho aperrear por el muy
magl1ífico señor Guzrnán.F? Podría incluso contrastarse este caso con el del Calzonzi,
al cual Guzmán le atribuyó el título de "rey" de Michoacán. En lugar de deshacerse
inmediatamente de él, Guzrnán prefirió, como Cortés con Moctezuma, retenerlo en
su poder, pensando que ello le aseguraría la "fidelidad" de los sujetos del mismo y le
permitiría descubrir, eventualmente, el oro y demás riquezas que en su imaginación
debían existir. Pero lo cierto es que, al final, decepcionado del poco impacto que la
prisión del Calzonzi pareció causar entre sus supuestos "sujetos': Guzrnán terminó so-
metiéndolo a una muerte infamante, señal clara de que el pobre "rey tarasco" nunca
pudo cumplir con lo que se le exigió. Queda como consuelo para la imagen de este "rey"
el que el conquistador le hubiera atribuido una cierra influencia sobre los indios del
Michoacán, aunque tal poder pareciera rebelarse luego muy endeble. Por lo mismo, no
deja de ser significativo el que no se encontrara en la Nueva Galicia ningún personaje
al que se le atribuyeran funciones ni lejanamente semejantes a las que se imaginaron
para el Calzonzi.
Ante la ausencia de estructuras sociales preexistentes capaces de generar movimien-
tos estables de triburación en productos y mano de obra para ellos, los conquistadores
recurrieron a métodos coercitivos para obtenerlos, sin reparar para ello en la naturaleza
o características de los asentamientos sometidos: simplemente se conformaron con
distinguidos por tamaños. En efecto, si observamos la manera como Nuño de Guzmán
distribuyó encomiendas entre sus soldados, no es difícil llegar a la conclusión de que
el único criterio que rigió esa repartición fue de orden estrictamente jerárquico: los
lugaresmejor poblados y potencialmente más provechosos, fueron siempre acaparados
por el gobernador y sus principales capitanes, mientras que el resto quedó para los sim-
ples soldados. Nuño de Guzrnán, por ejemplo se reservó en la región de Cornposrela,
cercana a la capital provincial, los pueblos del Río de Tepique, considerados como los
más ricos y mejor poblados de la zona. Más al sur, en Purificación, se quedó con Irán y
Opono, mientras que en las montañas al oeste de Compostela, seleccionó Amajaquc,
Amadán y Aguacadán, Izrnitique, Jaliango, Tepucuacán y Atengo, todos cercanos, por
cierto, a la zona donde más tarde se abrirían las minas de Guachinango. Por su parte, en
los alrededores del lago de Chapala tomó posesión de Calatidán, Cuitzeo, y Ponciclán,
Atemajac, Tetlán, Tlaquepaque, Tonalá, y Zalatitlán. No conforme con ello, se atribuyó
también los poblados de Navito, Colo meto y Díaburo, de la lejana provincia de Culia-
cán. De la misma manera, Juan Fernández de Híjar, quien era uno de los principales
capitanes de Guzmán, obtuvo de su jefe los indios del Valle de Purificación, cercano a
la villadel mismo nombre (de la que también era Alcalde Mayor y Capitan de Guerra)
además de Pampuchín, Acadán, Tepeltlacaltitlan; más al sur, en dirección de Colima
obtuvo Tomatlan y Pascua. En las montañas al este de Purificación, se quedó con

129 Gonzalo López, "Relación del descubrimiento y conquista que se hizo por el gobernador Nuño de Guzmán y su ejército
en las provincias de la Nueva Galicia escrita por Gonzalo López y autorizada por Alonso de Mata escribano de SM año de
1530", en: José Luis Razo Zaragoza (ed.) op. cit.. p. 70.
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• Centro de varias encomiendas


• Encomienda
• Villa de Españoles
igual
~ Villa abandonada cular
Camino Real
parte
lleno
irnpo
una
Figura 1.1 Encomiendas en Nueva Galicia Mezquitlán, Tecomatlán, Tepozpitzaloya y Coyatlán.P'' por t
a finales del periodo de Nuño de Guzmán. Los ejemplos de podrían multiplicarse. Sin embargo, princ
más allá del acaparamiento practicado por los grandes ca- ficaci
pitanes, lo que muestran también los ejemplos citados es la fuerte dispersión geográfica en u
que presentaban las encomiendas en la Nueva Galicia de ese tiempo: (ver fig.1.!)
Como puede verse, en esta frontera la distribución de encomiendas no rebela ningún 131 Te~
1994 (lS
132 Rel
130 Las referencias sobre las encomiendas citadas arriba se hallan en: Rafael Diego Fernández, La primigenia ...,1994 pp.
en: Ant:
LXXII, 291'2; Peter Gerhard, op. cit., pp. 67, 90, 118, 151, 154, Y 155
de Sina
57

patrón geográfico ordenado: lejos de ello, los pueblos de encomienda se hallaban dis-
persos por los cuatro rumbos del enorme territorio que conformaba la Nueva Galicia.
Es claro que uno de los factores que explican esta dispersión erajustamente el carácter
insumiso poblaciones, de manera que, teniendo necesidad de mano de obra y sobre todo
de avituallamiento, los conquistadores se vieron obligados a encomendar no sólo a los
habitantes de los lugares vecinos a sus propios asentamientos, sino extender sus exaccio-
nes sobre una vasta área geográfica. Añadido a la captura sistemática de esclavosindios
(los cuales luego eran vendidos en el centro de Nueva España)131todo ello hizo que, al
igual que las encomiendas, la guerra se diseminara también por los cuatro rumbos de la
provincia, con tanta violencia, que en varios frentes los conquistadores se vieron reduci-
dos a la defensiva, e incluso fueron expulsados de regiones enteras.
Fue en este contexto, por ejemplo, que se dio el desamparo de la primitiva villa de
Chiameda, la cual luego fue completamente destruida por los indios. Esto entrañó
que los españoles se retiraran por varias décadas de la extensa franja costera situada
entre Compostela y Culiacán.l'" Dos años después, fue el turno de la villa de Purifi-
cación la cual llegó a ser asediada por los indios, si bien que fue finalmente salvada.
Pero la que no corrió con la misma suerte, fue la primitiva Guadalajara ubicada en
Nochistlán,la cual tuvo que ser abandonada para ser refundada más al sur en Tlacot-
lán. A partir de ese momento, la mayor parte de la gente de Guzmin se resguardó
en las dos villas principales de la provincia, es decir, Compostela que era la capital y
Purificación, la segunda en importancia, quedando tan sólo Culiacán como un lejano
enclaveen relativa paz.
Si ya desde el momento mismo de la llegada de la expedición de Guzrnán, la guerra
se había asolado cruelmente la región de los Tebles Chichimecas, sus efectos se hicieron
mucho más devastadores por efecto del terrible "choque microbiano" que la acompañó.
Las epidemias, de las cuales ya los propios cronistas de la expedición nos dan lúgubre
testimonio, continuaron abatiéndose sin cesar sobre el conjunto de la provincia y al
igual que en el resto de las tierras nuevas americanas, la pestilencia golpeó con parti-
cular fuerza a los habitantes de las regiones costeras y demás "tierras calientes': Por su
parte y a la par de este cataclismo en marcha, los años 1535-1540 estuvieron también
llenos de turbulencias en el seno de la naciente sociedad española local. Una de los más
importantes fue el encarcelamiento y destierro de Nuño de Guzrnán, a raíz del cual
una buena parte de sus antiguos soldados y capitanes abandonó también la provincia,
por temor de sufrir la misma suerte que su jefe. Quedaron así casi desolados los dos
principales bastiones de los españoles en la provincia: las villas de Compostela y Puri-
ficación,hasta que al final, la región costera de la Nueva Galicia terminó transformada
en una auténtica "tierra de nadie':

131 Tema ampliamente desarrollado por Silvio Zavala, Los esclavos indios en Nueva España, México, El Colegio Nacional

1994 (1967).
132 Relación de la villa de Espíritu Santo que fue fundada por Nuño de Guzmán, gobernador que fue de este reyno,1533,
en: Antonio Nakayama, Documentos inéditos e interesantes para la historia de Culiacán, Culiacán, Universidad Autónoma
de Sinaloa . Instituto de Investigaciones de Ciencias y Humanidades, Colección Rescate no. 13, 1982.
58

Tal era el panorama al momento de la llegada de Diego Pérez de la Torre, sucesor el te


de Nuño de Guzrnán en el gobierno de la provincia. Si bien, en ese momento Corn- clOn
pos tela seguía siendo oficialmente la capital de la provincia, los colonizadores se Iueron al tie
alejando progresivamente de las zonas costeras, asoladas por la guerra y las epidemias, yapl
para refugiarse en las tierras altas del interior y muy particularmente en la región alre- guer.
dedor del gran lago de Chapala. Sin embargo, lo peor fue que, al desplazarse el eje de
la presencia de los recién llegados, españoles e "indios amigos'; hacia aquella parte de la e
provincia, las guerras se trasladaron junto con ellos hacia las altas cuencas del altiplano
volcánico.
Ni el sucesor de Guzrnán, el malogrado Diego Pérez de la Torre, ni su reemplazante
en el gobierno, Francisco Vázquez de Coronado, tendrían finalmente ni el tiempo ni
los recursos necesarios para remediar esta situación. Coronado de hecho, llegó a la
provincia con un cometido claro que tenía que ver con la Nueva Galicia: emprender la
conquista del imaginariamente lejano y riquísimo reino nombrado de Las Siete Ciu-
dades y a ello consagró sus mejores esfuerzos. En enero de 1540 el gobernador alcanzó
finalmente su objetivo y salió de la ciudad de México al mando de su expedición, para
atravesar, un mes después, la Nueva Galicia, en donde terminó arrastrando consigo a
numerosos pobladores de la misma. Así, después de un muy breve periodo durante el
cual el poblamiento español se había visto reforzado por la llegada de gente en el en-
torno de los dos nuevos gobernadores, la desbandada provocada por la expedición de
las Siete Ciudades, dejó a la provincia sumamente des guarnecida y al mismo tiempo
sumergida en el mismo estado de guerra endémica que la había asolado por años.
Mientras Coronado continuaba con su expedición por el norte lejano, el gobierno
local quedó en manos de Cristóbal de Oñate, un antiguo capitán de Guzmán, el cual
eligió como sede, no ya Cornpostela, la virtualmente abandonada capital oficial de la
provincia, sino la villa de Guadalajara, segunda de ese nombre, ubicada por entonces a
la vera del pueblo de Tlacotlán. Pero el recibimiento que le dieron los indios de guerra
al nuevo capitán no fue más afectuoso que el propinado a sus antecesores, de suerte
que la guena continuó con todo su impulso. Queriendo remediar la situación, durante
todo el año de 1540 y parte de 1541, Oñate se empeñó en organizar una serie de en- ddl
tradas, es decir incursiones de guerra, por toda la parte norte de la Nueva Galicia, las
que
cuales resultaron tan sangrientas como infructuosas. Tanto fue así que los españoles anti
nuevamente se encontraron reducidos a la defensiva y compelidos a solicitar el auxilio
men
urgente del virrey Mendoza para mantener sus posiciones. Por órdenes de éste último,
este
el Adelantado Pedro de Alvarado, quien se hallaba preparándose para participar en la
en
expedición de las Siete Ciudades, pasó a la provincia para pacificada, pero con tan mal
sino que murió arrastrado por un caballo, después de una batalla en las cercanías de
Juchipila. Todo ello, lejos de apaciguar los ánimos, empeoró el estado de guerra, al pun- 133 A
DonA
to que, en junio de 1541, la ya para entonces "ciudad" de Guadalajara fue atacada por
de Sa
un nutrido contingente de indios de guerra. La nueva Guadalajara sobrevivió al ataque 134 L

con muy pocas pérdidas entre los colonos, pero los clamores de alerta y auxilio envia- mante
Méxic
dos por éstos, añadidos a la noticia de la muerte de Alvarado, terminaron por sembrar
135 F
59

el temor de una posible debacle española en la Nueva Galicia. El virrey Mendoza reac-
cionó entonces decretando la guerra afuego y a sangre contra los indios de esa frontera,
al tiempo que disponía todo lo necesario para partir él mismo a la cabeza de un ejército
y aplastados de una vez por todas. Fue ese el punto de partida de la tristemente célebre
guerra llamada "del Mixtón", 133

c) Una vez más el peso de los grandes números: la "Guerra del Mixtón" y el
establecimiento definitivo de la encomienda y el tributo en la Nueva Galicia

Tres han sido los textos fundamentales que han nutrido la mayor parte de las inter-
pretaciones historiográficas acerca de esa célebre "rebelión" en el siglo XX. El primero
de ellos, es la serie de informaciones y descargos redactados en 1547, por el virrey Anto-
nio de Mendoza, con motivo de las acusaciones enderezadas contra él durante la visita
de Juan Tello de Sandoval de 1544. Basado en testigos de cargo, este visitador había
acusado al virrey de tolerar todo tipo de exacciones contra los indios, propiciando con
ellola insurrección, añadiendo además que la guerra ordenada contra ellos por el virrey
había sido jurídicamente "injusta" además de innecesariamente cruel. En sus descargos,
Mendoza negaba haberse tales cometido excesos contra los indios" y argüía que, estan-
do en "paz"la provincia, la verdadera causa del conflicto se hallaba en la intervención de
un grupo de hechiceros "demoníaco s'; quienes con sus malas artes habían soliviantado
a los indios contra los españoles. Eso era, de acuerdo con el virrey, lo que lo había lite-
ralmente obligado a intervenir de manera tan "severa" como lo había hecho. 134
El segundo texto fundamental en esta historia es la Crónica Miscelánea de Antonio
Tello, escrita, por cierto, un siglo después de los acontecimientos, esto es, 1653. Allí la
guerra aparece ya revestida de tintes resueltamente épico-salvíhcos, al tiempo que el
relato se ve condimentado con diálogos particulares, batallas, discursos, hazañas gue-
rreras y hasta eventos tan extraordinarios como la intervención del apóstol Santiago
y del arcángel San Miguel en auxilio de los españoles. Sin embargo, la gran y enorme
Iimitante de esta crónica desde el punto de vista de la historiografía moderna, proviene
del hecho de que el autor no sólo no cita sus "fuentes'; como era usual en la época, sino
que mezclaba con toda naturalidad hechos aparentemente tomados de documentos
antiguos y quizás incluso de tradiciones orales, con descripciones y relatos supuesta-
mente "presenciales" de eventos acaecidos un siglo atrás, los cuales sólo son citados por
este autor y por nadie más.!" El tercer texto básico de esta serie, es la crónica escrita
en Madrid en 1552 por Fray Bartolomé de las Casas, a partir de testimonios recogidos

133 Auto en que se mandó a hacer la guerra a los indios de Nueva Galicia, Mexico 1 juin 1541. en: Ciriaco Pérez Bustamante,
Don Antonio de Mendoza primer virrey de la Nueva España (1535-1550), Santiago de Compostela, Anales de la Universidad
de Santiago, v. 3, Tipográfica del Eco Franciscano 1928, doc. X. p. 169.
134 Los descargos de Mendoza y otros documentos anexos han sido reproducidos en gran parte en: Ciriaco Pérez Busta-
mante, op. cit., pp. 77 Y ss.; ver igualmente Joaquín García Icazbalceta. Colección de documentos para la historia de México.
México, Editorial Porrúa 1980 v. 2 pp. 62 Y ss.
135 Fray Antonio Tello, op. cit, p. 226 '398.
60

por el propio dominico en Madrid, del célebre Francisco Tenamaztle, Este era un indio
aparentemente originario de la Nueva Galicia que había sido criado por los francisca-
nos y el cual, en su calidad de cristiano e hispanohablante, había sido colocado por los
españoles como temastián y cacique con vara de justicia, en Nochisdán. Pese sus antece-
dentes, el citado Tenamztle aparentemente participa en la guerra del Mixtón en contra
los españoles, por lo que fue capturado y enviado por el virrey Mendoza a España para
que fuera juzgado en el marco del proceso que se le seguía. Allí lo conoció Las Casas
en 1552, es decir, en la época en que desarrollaba su célebre debate con Sepúlveda.
Inspirado por este caso, Las Casas desarrolla entonces un breve en donde deslegitima
la intervención de los españoles en contra de los indios Mixtón, en nombre del dere-
cho natural y tocante al tema de la capacidad de resistir y huir, por parte de quien es
oprimido por una tirano. Más tarde, este escrito sería incorporado por las Casas a su
Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias de 1558.136
Juntos estos tres textos han servido como base a la mayor parte de las modernas
interpretaciones historiográficas de la llamada guerra del Mixtón, de López Portillo
y Weber a los Weigand. Sin embargo, vale la pena llamar la atención acerca de las
enormes dificultades que subyacen a la empresa de basarse en escritos que más que
"fuentes directas" de los hechos allí relatados, resultan ser, más bien, sujetos de estudio
y de interpretación. Así, por ejemplo, cuando Mendoza en sus descargos, afirmaba que
la provincia se hallaba "en paz" en 1539, mentía flagrante mente y a sabiendas. Al evocar
a esos "misteriosos" y desconocidos "hechiceros': Mendoza desplazaba los orígenes de
la guerra hacia una causa absolutamente externa a su propia actividad y a la vida de los
españoles, exculpándolos a ellos e inocentándose él mismo.
Aún si se aceptara (sin conceder) la existencia de una "conjura" cobijada en un am-
biente "mílenarista" y suponiendo también que "misteriosos hechiceros" hubieran ati-
zado la violencia, de cualquier modo eso no hubiera cambiado un elemento esencial
del problema: esa'guerrá' no se inició, ni mucho menos, en 1539. La violencia venía de
mucho tiempo atrás, de modo que con o sin conjura, con o sin hechiceros, la confla-
gración que desde hacía tantos años ya, había hecho arder el resto de la Nueva Galicia,
tarde o temprano hubiera alcanzado también a la región de los llamados 'cazcanes'. Si
ésta llegó hasta allí justo hacia 1539, ello se debió a un vector muy fácilmente identifi-
cable: los propios colonizadores y sus indios amigos. Al, desplazar hacia el norte el eje
de la guerra y encontrarse en una región que había permanecido hasta entonces rela-
tivamente al margen de la actividad española y probablemente por eso mismo, menos
golpeada por la guerra, las epidemias y el despoblamiento, nada tiene de extraño el que
los conquistadores se encontraran con adversarios más numerosos}' activos. Describir
rido.
esta guerra como fruto de un "levantamiento" indígena "repentino': cuyos orígenes no
quila

136 Reproducido en: Salvador Reinoso ed .• Relación de agravias hechas par Nuña de Guzmón y sus huestes a don Fran-
137 Ve
cisco Tenamaztle. Introducción y notas de Salvador Reinoso, México. Porrúa Hermanos, Colección Siglo XVI. no. 6, 1959;
138 Re
ver igualmente: Miguel de León Portilla, La flecha en blanco. Francisco Tenamaztle y Bartolomé de las [osas en lucha por
Ilalrna
los derechos indígenas 1542-1556, México, El Colegio de Jalisco - Diana, 1995.
de los i
61

iban más atrás de 1539, no hace sino idealizar artihcialmente e estos eventos, al precio
de perder perspectiva de conjunto.P? Lejos de haberse tratado de una "rebelión" puntual,
a lo que se asistía en esa región, a finales de la década de 1530, era a un episodio más
de un proceso de alcance mucho más general. Se trataba del choque entre los conquis-
tadores españoles y sus aliados indios, provenientes de las zonas de altas civilizaciones
demográficamente densas, con poblaciones aldeanas, de baja densidad demográfica. En
el caso de la Nueva Galicia, el proceso se inició en 1529, pero como vimos, el mismo
fenómeno se había verificado ya antes en otras provincias, como las de los Motines, por
ejemplo y se repetiría después infinidad de veces en todas las latitudes americanas.
No puede negarse, de cualquier modo, que la guerra llamada "del Mixtón" marcó un
hito en la historia de la colonización del norte novohispano. Pero lo que verdaderamente
hizo diferente a esta guerra, no fue la "belicosidad" de los indios, pues eso es algo que
se encontró en muchas otras partes con mayor o menor intensidad tanto antes como
después de estos eventos. Fue, una vez más, la intervención masiva de gente proveniente
de las regiones de alta civilización y densidad demográfica de la llamada Mesoamérica
nuclear, la que le imprimió singularidad y llenó de tintes dramáticos a este episodio de
las conquistas americanas. En efecto, en respuesta al llamado de los vecinos de Guada-
lajara y ante la noticia de la muerte del Adelantado Pedro de Alvarado en combate, en
septiembre de 1541, Antonio de Mendoza se puso en marcha a la cabeza de un impre-
sionante ejército, capaz de aplastar literalmente, no sólo a los insumisos de la Nueva Ga-
licia, sino a cualesquiera otros. Este estaba formado por más de 500 soldados españoles
bien armados (algunos cronistas llevan la cifra hasta 1000 soldados), de entre los cuales
había cuando menos 300 hombres de a caballo con impedimenta de guerra completa y
todos ellos acompañados por poco más o menos 50,000 indios amigos provenientes de
Tlaxcala, Cholula, Guaxango, Tepeaca, Texcoco, Chalco, Amecameca, Tenango y Xo-
chimilco.P" Por segunda vez en dos décadas, los españoles echaban mano de esa todavía
inagotable fuente de recursos humanos que era el corazón del viejo mundo náhuatl. Un
. simple llamado de armas y unas pocas semanas de preparativos, le fueron suficientes al
virrey para conformar aquél que aparecía como el mayor ejército jamás visto en la Nueva
España desde la toma de Tenochtitlán. Tanta facilidad da una idea clara de la cuantía
de los recursos humanos de que los españoles seguían disponiendo en ese entonces,
pero al igual que en tiempos de Nuño de Guzmán aquello que en el centro de la Nueva
España seguía pareciendo no solamente posible, sino hasta sencillo, para los aldeanos de
la Nueva Galicia representó el anuncio del desastre final.
El relato de esa expedición es demasiado conocido como para que necesite ser refe-
rido. Recordemos simplemente cómo el primer objetivo de Mendoza consistió en ani-
quilar los indios de la región de los "peñoles', es decir, a aquellos que habían derrotado

137 Ver los trabajos ya citados de Ethelia Ruiz Medrano. Versiones ... y Carlos Sempat Assadourian, Esclavos plata y dioses ...
138 Relación de la jornada que hizo don Francisco de Sandoval Acazitli. cacique y señor natural que fue del pueblo de
Ilalmanalco, provincia de Chalco, con el señor visorrey Don Antonio de Mendoza cuando fue a la conquista y pacificación
de los indios chichimecas de Xuchipila, en: Joaquín García Icazbalceta. Colección de documentos ...• v. 11.pp. 307'332.
y causado la muerte del Comendador Alvarado y puesto bajo sitio Guadalajara. Eso
prueba que, efectivamente, esa gente era considerada como una amenaza y ese miedo
explica también las dantescas matanzas, las tácticas de tierra arrasada, de captura masi-
va de cautivos y de destierro que fueron empleadas contra ellos. Pero un aspecto del que
se habla mucho menos en este caso es que, en realidad, el objetivo del virrey no consistió
solamente en aniquilar a los indios de los peñoles, sino en "pacificar'; de una vez y por
todas, el conjunto de la Nueva Galicia. Es por eso que la hueste no fue disuelta después
de la eliminación de los indios de los peñoles de Nochistlán, ]uchipila y demás pueblos
del norte de la Nueva Galicia. Lejos de ello, Mendoza dispuso que la marcha continuara,
sólo que esta vez en dirección del suroeste, hacia Ixtlán,]alacingo y Aguacatlán, regiones
todas que se hallaban de guerra y en donde Mendoza hizo la guerra a sangre y a fuego
contra los indios, aplastando un asentamiento tras otro, hasta someterlos de paz. Lo
mismo hizo luego en la provincia de Compostela en donde, utilizando métodos análo-
gos, "redujo" de paz a los alzados que llevaban ya más de una década en ese estado.P?
Los años 1542-1550 representaron para la Nueva Galicia el fin de una época y el
inicio de otra. La provincia entera había sido una vez más pasada a fuego y a sangre y con
ello la guerra se alejaría, cuando menos de la parte central de la provincia. Sin embargo
vale la pena reflexionar acerca de cómo esta "paz' era de un tipo muy distinto de la que
se había establecido un par de décadas atrás en el centro de la Nueva España. Aquí la
paz derivaba de dos causas, la primera, el profundo quebranto que las repetidas guerras
y epidemias habían provocado en el seno de aquellas sociedades aldeanas y la segunda,
que los españoles y sus aliados indios, se hicieron más numerosos y por 10 mismo, más
fuertes. Durante la primavera de 1542, regresó por fin el gobernador Francisco Vázquez
de Coronado al frente de su ejército después de su malograda expedición a las Siete Ciu-
dades. Con el refuerzo de esa gente, más los remanentes del nada despreciables ejército
de Mendoza, la situación numérica de los colonizadores mejoró sensiblemente. Gracias
a ello, ese mismo año las autoridades de la provincia desplazaron la destruida "ciudad" de
Guadalajara desde su antiguo asiento en Tlacotlán, para volverla a fundar más al sur, en
el valle de Atemajac. Ya en su asiento definitivo, la nueva ciudad se consolidó rápidamente
hasta alcanzar, dos años después, la cifra de 138 vecinos, convirtiéndose en el principal
bastión colonial en la provincia. En 1544, el poblamiento español de la región recibió
un nuevo impulso con el descubrimiento de ricos filones argentíferos en Guachinango,
considerados durante mucho tiempo entre los más productivos de la Nueva España, los
cuales atrajeron a numerosos colonos nuevos. Sin embargo, el evento que más marcó el
poblamiento de la Nueva Galicia durante este periodo, fue la apertura dos años después, con e
en 1546, de las famosas minas de Zacatecas, en un paraje norteño, no lejano a la región
que había sido literalmente arrasada tan sólo un lustro atrás por el ejército de Mendoza.
El rápido auge tanto minero como poblador que siguió a este descubrimiento, así
como el trajín de carretas, tamemes y mulas por los caminos que unían a esas minas

139 El relato de toda esta parte de la expedición se ha tia en Francisco de Sandoval Acazitti, Relación de la jornada ...,
pp. 325-327.
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r, en • Pueblo de indios tributario de la Corona


O Encomienda no tasada para la Corona
ente .••• Centro minero
cipal • Villa de españoles
ibió 181 Villa abandonada
Camino Real

ués, con el resto de la Nueva España, le transmitieron mayor Figura 1.2 Encomiendas en Nueva Galicia según

dinamismo a la llegada de colonos a la provincia. A par- las tasaciones de 1554 y 1558

tir de esa época, la presencia de los españoles junto con


, así sus aliados indios, ambos en gran número y diseminados por los cuatro rincones de la
mas provincia, se hizo una realidad permanente. En cambio, para las terriblemente dismi-
nuidas y asoladas poblaciones aborígenes locales, especialmente para aquellas ubicadas
en zonas cercanas a los mayores establecimientos coloniales, las posibilidades de huída
ada ...•
y resistencia violenta ante el advenedizo se hicieron cada vez más difíciles y costosas.
En ese contexto de nueva pax hispánica, las autoridades neogallegas emprendieron una
activa política de distribución de encomiendas para los colonos de la provincia y hacia
1544 se establecieron también los primeros repartimiento s por tandas para los vecinos
de la provincia. Todo ese proceso culminó en 1558, con la emisión de las primeras ta-
saciones de tributos reales para los pueblos de indios de la Nueva Galicia. De ello nos
da cuenta la carta no. 2, en donde se muestra la distribución de los pueblos incluidos
en esas tasaciones: (ver fig. 1.2) .140
Hemos incluido en esta carta, bajo forma de círculos blancos, las antiguas encomien-
das del periodo de Nuño de Guzmán y en círculos negros los pueblos que aparecen en
las tasaciones de 1558 y 1559, es decir, las dos primeras. Como puede verse, los pueblos
tributarios se concentraron inicialmente en la que devino desde entonces la región cen-
tral de la Nueva Galicia, es decir la franja de territorio situada inmediatamente al sur del
curso del río Grande o de Santiago, especialmente en la zona situada entre la laguna de
Chapala y Guadalajara. De ese modo, los antiguos rebeldes, de entre los cuales para ese
tiempo ya muchos eran los hijos de los que sobrevivieron a la expedición de Nuño de
Guzmán, se fueron integrando a una nueva geografía humana, colonial, esta vez, como
sujetos de encomienda o repartimiento. Mientras tanto, distribuidos por toda la pro-
vincia, los "mexicanos'; antiguos "auxiliares" de guerra de los españoles, transformados ya
para ese entonces en tributarios ellos también, poco a poco irían fusionándose con las
poblaciones locales, al tiempo que su lengua, el náhuatl, progresivamente se convertía en
una suerte de lengua franca que reemplazaba paso a paso a las lenguas locales.
A través de los años, conforme la población de españoles e "indios amigos" se hizo
más numerosa, el sistema de tasaciones se iría extendiendo también. Con todo, la paz
no se estableció por completo en el conjunto de la provincia. Las costas desoladas, des-
de la Bahía de Banderas hasta Chiametla, lo mismo que la Sierra Madre Occidental
y los llanos de los chichimecas y en general en todas aquellas regiones en donde los
españoles y sus aliados indios estuvieron menos presentes, continuaron siendo duran-
te mucho tiempo "fronteras de guerra'; casi impenetrables para los conquistadores.i"
Pero incluso en las zonas "pacificadas'; la ausencia de mecanismos capaces de asegurar
la auto-regulación del tributo y servicios personales, semejantes a aquellos que funcio-
naban en las regiones de alta densidad de población del centro de la Nueva España,
obligó a los españoles a seguir recurriendo a métodos coercitivos y muy directos para
asegurarse un abasto continuo de tributos y mano de obra. Para ello, las autoridades
obligaron, por una parte, a los propios encornenderos a recaudar los tributos reales y
por la otra recurrieron al remate de los tributos entre los capitanes y vecinos de la pro-
vincia, los cuales a cambio del derecho de recaudados personalmente y en su provecho
propio, pagaban una cuota en plata a la Real Hacienda.r'"

140 El registro de esas tasaciones se encuentra en: AGI Contaduría 861, Almonedas de los tributos de los pueblos de indios
de la Nueva Galicia, 1558-1559.
'4' Este tema aparece más ampliamente tratado en el capítulo tercero: "De reinos lejanos y tributarios infieles ...
143 "R
142 Ver las subastas de tributos de Guadalajara y Zacatecas en AGI, Contaduría 859 y 860.
México
Con todo, el establecimiento de estas primeras tasaciones de tributos simbolizó de
muchas maneras el fin de un milenario capítulo para aquellas sociedades: el de su vida
aldeana al viejo estilo. Al mismo tiempo se daba por terminado también el vertiginoso
y sangriento interludio de la conquista. A cambio de todo ello, se iniciaba para las dis-
minuidas sociedades aborígenes de aquella parte del Nuevo Mundo, una larga, penosa
y errática cuesta arriba tanto social como demográfica. Buena muestra y confirmación
de ello, nos la dan los tétricos y lastimeros recuentos y descripciones que aparecen en
las Relaciones Geográficas de la década de 1580. Pongamos como ejemplo emblemá-
tico, la de Compostela, alguna vez considerada como la más poblada y rica provincia
de indios de aquella parte del Nuevo Mundo y sede igualmente de la primera capital
colonial en la misma:

Estos pueblos, dicen, fue mucha gente antiguamente: son ahora tan pocos por causa de
pestilencias y otras dolencias que ha menoscabado. Los pocos que hay están poblados en
pueblos y partes permanentes, puestos en policía según la tierra. Son gente entendida ansí
por su natural como por el trato que tienen de gente española. Son gente en genera! haraga-
na y mal dada a! trabajo porque aún lo que les es forzoso para su sustentamiento les ha de
compeler a ello la justicia por la fuerza ..• 143

Culpar solamente a los conquistadores españoles de aquél triste estado de cosas, es


siempre posible, pero también insuficiente. En la Nueva Galicia, como en el conjunto
de las regiones americanas, la conquista no se redujo al choque directo entre "europeos"
e "indios'; sino que terminó movilizando fuerzas ciegas e incontrolables que a la larga
terminarían devastando todo un sistema de civilización: el choque microbiano fue so-
lamente una de ellas. En este caso, el peso del número, o dicho de otro modo, la avalan-
cha incontenible en la que terminó convirtiéndose la presencia en pie de guerra, de los
civilizados me soamericanos en tierras de aldeanos, resultó igual y por momentos, sin
duda, más destructiva que las propias epidemias. Por ello, no puede sino concluirse que
sin el concurso de esos "civilizados no españoles'; necesariamente las conquistas habrían
discurrido por cauces muy diferentes en regiones del tipo de la Nueva Galicia. Como
quiera que fuera, el hecho es que, a resultas de todo ello.Ios cambios fueron rápidos, ful-
gurantes. Ya para finales del siglo XVI, muy pero muy poco quedaba ya de lo que alguna
vezfueron las sociedades aborígenes que habitaron los territorios de esa naciente Nueva
Galicia. Tan fue así, que hoy, la memoria de esos grupos, mistificada, se encuentra casi
perdida por completo.

143 "Relación de la ciudad de Compostela". 1584, en: René Acuña, Relaciones geográficas del siglo XVI: Nueva Galicia,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Etnohistoria, Serie Antropológica 65, 1988, 1>. 89·
67

CAPiTULO 11 Chiametla: una provincia olvidada del siglo XVp44

El mundo prehispánico y en especial Mesoamérica, decía Alfred Kroeber, a media-


dos de este siglo, estaba formado por sociedades con muy poca vocación marina. Las
grandes realizaciones culturales, las brillantes civilizaciones antiguas del continente,
nos explica el antropólogo, florecieron casi siempre en los altiplanos, lejos de los con-
tornos océanicos; era allí donde se concentraba la mayor parte de la población, mien-
tras que las franjas cesteras, con su clima húmedo y caliente, no pudieron haber sido
más que refugio de pequeños grupos errantes, únicos en atreverse a habitar aquellas
fragosas y sofocantes inmensidades.
Si tan sólo de climas se tratara, las costas septentrionales de la mar del sur, tal y
como los españoles las encontraron a principios del siglo XVI, muy bien podrían co-
rresponder a semejante descripción. La cuenca del río Santiago, sobre todo en la última
parte de su largo recorrido, más allá de la laguna de Chapala, marca de alguna manera
los límites entre el eje neovolcánico y la sierra madre occidental. Al sur de la gran cuen-
ca fluvial se encontraban, en el siglo XVI, las viejas provincias de Amula y de Aurlán,
así como los valles costeros de Cihuatlán y Purificación, mientras que al noroeste, en
dirección de la costa, se hallaban las provincias de Xalisco o Tepique, Aztarlan y más
hacia e! norte, Chiarnetla.r" Entre los ríos Armería y Acaponeta, y sobre todo, entre la
bahía de Banderas y la desembocadura del Acaponeta, la planicie costera de! pacífico
puede apenas llamarse con ese nombre; no es, en realidad, más que una estrecha franja
de tierra que pende de los contrafuertes de las dos grandes cadenas montañosas que
allíhacen contacto: es esa la región más húmeda de toda la costa occidental. Hacia e!
norte, más allá del Acaponeta, las lluvias disminuyen y la planicie costera se va hacien-
do más amplia; la floresta tropical poco a poco cede el lugar a una larga serie de lagu-
nas costeras rodeadas médano s arenosos, manglares y bosque bajo, formadas por las
desembocaduras de los grandes ríos que descienden de la Sierra Madre Occidental: e!
propio Acaponeta, el San Pedro, el Baluarte, e! Piaxrla, el Elota y e! Presidio. La región
de lagunas que se extendía del Baluarte, al Presidio, era precisamente lo que, a fines de
losaños veinte del siglo XVI, se denominó como Provincia de Chiametla.

1/¡4 Publicada originalmente en: Trace, lravaux el Recherches dans les Amériques, Centro Francés de Estudios Mexicanos
y Centroamericanos, no. 22. 1992, pp. 9'24.
1/¡S Utilizamos aquí los términos "Xalisco", "Tepique" y "Chiametla", en lugar de "Jalisco", "Tepic" y "Chametla" para
evitar distinguirlos de los actuales toponímicos. En el caso de Chiametla, este es el nombre que se utilizó para designar a
esta región a todo lo largo del periodo colonial; el término actual "Chametla", es sin lugar a dudas una simplificación del
toponímico antiguo.
68

1: LA DOS CONQUISTAS DE CHIAMETlA deGu


esclav.
a) La campaña de los Tebles Chichimecas de los
pueble
Era, en efecto, una tierra caliente y de difícil acceso esa provincia de Chiametla y, Sanris
si nos atuviéramos a las ideas de Kroeber, muy poco propicia para las civilizaciones suyos,
prehispánicas. De hecho, durante siglos, los territorios que corresponden al actual funda
estado de Nayarit, y la parte sur de Sinaloa, se contaron entre los menos poblados la, y a:
del hoy territorio mexicano y existe, por lo mismo, la idea de que siempre fue así. No Se,
deja entonces de sorprender el hecho de que, durante el siglo XVI, precisamente esas quien
tierras que van desde la antigua provincia de Purificación, hasta Chiametla, se con- sangre
virtieran en una de las primeras zonas de conquista española después de la caída de provel
la gran capital de los aztecas. No se habían terminado de asentar aún los españoles en en la (
sus nuevos dominios, cuando ya Cortés, decidido a encontrar una vía que lo llevara histor
hasta la China, emprendió sus primeras exploraciones hacia la costa de la mar del sur. algo q
Sus empeños de los años 1526 y 1527, que culminarían con su desafortunada expe~ XVII
dición marítima hacia el oriente, resultaron también en la fundación de Colima, su de eXF
primer gran bastión sobre las costas occidentales. Dos años después, en 1529, el con- númei
quistador logró obtener una capitulación, según la cual, la reina le otorgaba el derecho pnme
exclusivo de explorar y poblar de los nuevos territorios por descubrir en la mar del conqu
sur.146 Ante el fracaso de su anterior expedición marítima, Cortés decidió explorar en en las
dirección del norte por la vía terrestre. Fue así que huestes españolas, encabezadas por últirn.
Francisco Cortés Buenaventura, alcanzaron por primera vez la provincia de "Xalísco" que se
y se fundaron las primeras encomiendas en lugares tan alejados de la villa de la villa de ser so
San Sebastián de Colima, como Tamazula, Zapotlán, Aguacadán, Xalisco y Tepique, prend
reivindicando también, al menos de manera formal, el dominio de todas las tierras auxilió
situadas hacia el norte, así como la llamada isla California. Lo que Cortés ignoraba Los rr
todavía, era que en el ínterin, otro poderoso capitán, Nuño de Guzrnán, amparado en mistei
su posición de presidente de la Audiencia, pretendía adelantársele y conquistar por su C~
cuenta los territorios que se encontraban al norte de sus dominios de Colima. dores
Para lograr su propósito, Guzmán reunió en México un ejército de dimensiones encon
más que considerables, dadas la época y el lugar. La hueste estaba formada por ciento sólo e
cincuenta jinetes españoles, acompañados de otros ciento ochenta españoles más de tan al,
a pié, y de ocho a doce mil indios amigos de Xochimilco, Huejotzingo y Tlaxcala.i" lo Hal
Andando el camino, la de por sí numerosa y, por lo tanto, destructiva comitiva, se en el!
hizo aún más grande, nuevos españoles se fueron uniendo al cortejo conforme lle-
me da
gaban noticias de sus avances por tierras desconocidas. De Michoacán, los soldados
respu
entre
grand
146 Vasco de Puga, ed., Provisiones. cédulas e instrucciones para el gobierno de la Nueva España. Madrid. Cultura Hispá-
nica. (olección de Incunables Americanos, 1945, v. ]. pp. ]6-]8.
147 Para una descripción del ejército de Guzmán: Información de Cristóbal de Barrios. 1529, En Pacheco y Cardenas, Co·
148 les
lección de Documentos Inéditos del Archivo de Indias, v. IV, p. ]6].
149 Lui
de Guzrnán se llevaron consigo a numerosos tarascos en calidad o de auxiliares, o de
esclavos y llegó un momento en que los indios sumaban veinte mil, según versiones
de los propios parricipantes.l'" La horda continuó su marcha aplastando a todos los
pueblos de indios que encontró a su paso a lo largo de la gran cuenca del Lerrna-
Santiago, que les sirvió como guía en su peregrinar. Al poco tiempo, Guzrnán y los
suyos, penetraron por fín en las escarpadas tierras de la provincia de Xalisco, donde
fundaron la villa de Compostela, para continuar enseguida sobre Aztarlan, Chiamer-
la, y alcanzar, finalmente, la lejana provincia de Culiacán.
Semejantes hazañas, no fueron, desde luego, del agrado del Marqués del Valle,
quien consideraba todo aquello como sus dominios, y poco faltó para que corriera la
sangre entre las huestes de ambos personajes. El enfrentamiento estuvo al origen de la
proverbial enemistad que opuso a Cortés y Guzmán, y que culminaría años más tarde
en la caída y destierro del segundo a manos del virrey Mendoza. Pero más allá de la
historia política de la conquista, la disputa entre los dos grandes capitanes, nos señala
algo que marcó un verdadero hito en la historia de la expansión española en el siglo
XVI novohispano. No fue por casualidad, en lo absoluto, si dos de los movimientos
de exploración y conquista más importantes (si no es que los más importantes), por el
número y notoriedad de sus protagonistas, que se dieron en Nueva España durante los
primeros años de la colonia, tuvieron como escenario las costas del Pacífico norte. La
conquista de aquellas tierras significó la movilización de contingentes enormes. Tamo
en las diferentes expediciones de Cortés, como en las de Guzmán, y sobre todo en esta
última, ambos capitanes pudieron contar con grupos de varios cientos de españoles
que se alistaron con sirvientes caballos y allegados para seguirlos, hecho que no deja de
ser sorprendente en épocas tan tempranas de la colonización española. Pero más sor-
prendentes aún, resultan los testimonios donde se atestigua, cómo las tropas de indios
auxiliaressumaban varios miles y en ocasiones, hasta decenas de miles de individuos.
Los métodos empleados por los españoles para mover semejantes multitudes, son un
. misterio que necesitaría en todo caso ser elucidado.
Cabe, por otra parte, preguntarse porqué, después de haber conocido los esplen-
dores de la gran Tenochtidan y demás ciudades y regiones densamente pobladas que
encontraron en el altiplano, los conquistadores desplegaron tan enormes esfuerzos, tan
sóloen el empeño de apropiarse de las tierras calientes de las costas del Pacífico norre,
tanalejadas de los grandes centros de civilización del altiplano. Un país pobre e inhóspito,
lollamaNavarro García, quien, ante el cuadro desolador que esas regiones presentaban
enel sigloXVII, extrañado, se pregunta qué pudo haber habido en lugares como Chía-
merla,Culiacán o Sinaloa, que pudiese atraer a nuevos pobladores.!"? Una parte de la
respuestaestá en la búsqueda del famoso pasaje asiático, y en la certeza que campeaba
entre los conquistadores de que, en alguna parte del norte, debía existir un reino tan
grandey rico como el de México. La otra, nos la proporcionan los propios soldados de

!1¡8 José López Portillo y Weber, Lo Conquisto de lo Nuevo Golicio, México, SEP, 1935, p. 155.
!1¡9 Luis Navarro García, Sonoro y Sinoloo en el siglo XVII, México, Siglo XXI Editores, Serie Los Once Rios, 1992, p. 12

la hueste de Nuño de Guzmán, quienes, con motivo de los interrogatorios que se lleva-
ron a cabo durante el juicio del sangriento capitán, dejaron una serie de testimonios de
lo que vieron y vivieron en aquellas tierras. Uno de ellos era Cristobal Flores quien, en
1529, describió de la manera siguiente a la húmeda y calurosa provincia de Xalisco:

Esta provincia es, de esta mano, la más poblada que se había visto en la mar océano. ~.más
abasrada de mantenimientos de maíz. frijoles. ají y pescado, muy abundosa en algodón. Los
naturales della sobremanera bien dispuestos en especial las mujeres. que en toda la tierra
de la Mar Océano. no se han visto otras tan hermosas ni tan bien dispuestas. Su vestido
es unas camisas hasta los pies como sobrepelliz y unas pampanillas debajo. Los varones se
cobijan con sus mantas, no tapan sus vergüenzas: gente bárbara sin ninguna policía: los más
de los varones muy labrados ... En ningún coto ni vedado de señor de España he visto tanta
caza de liebres. pescado y adives: hay muchas tiangues donde contratan ropa de algodón.
do
pescado y fruta y cosas de comer: hay pocas gallinas. 'Tienen buenas casas con unas rama-
Au
das grandes delante donde tejen las mujeres su ropa, y los cercos de las casas son de esteras ha\)
muy grandes por respeto del mucho calor, porque es toda esta tierra tan caliente y más que am
150
la isla Española ... No hay falta de mosquitos ...
par

Tal Y como se desprende del relato, aquella tierra era, en efecto, muy calurosa y hasta
cierto punto insalubre, pues abundaban los mosquitos. Pero a pesar del calor y los insec-
tos, la zona estaba también poblada por un gran número de gente que, aUfl(luebárbara
e impúdica, se vestía con algodón y vivía en una cierta abundancia: esa era, al menos, la
opinión del soldado. Podría argumentarse, tal vez, que en un exceso de entusiasmo, Crís-
tobal Flores exageró las bondades del lugar que describía, lo cual es posible. Sin embargo,
como podrá corroborarse a lo largo de este trabajo, los escasos testimonios del siglo XVI
que existen para aquellas regiones, confirman, en su conjunto, lo esencial de las afirma-
ciones de Flores; es decir, la existencia de sociedades relativamente densas, agrupadas en
pueblos bien organizados; conocedoras de las artes esenciales de la cerámica y la fabrica-
ción de textiles de algodón, practicantes de la agricultura, la pesca, la caza y la recolección
de diversos frutos. Incluso parece que conocían la orfebrería de oro y plata:

..• y entre otras cosas que ellos decían que traían muchas cintas de oro con espejos, ceñidas
y otras puestas en la cabeza, y muchos penachos de plata. de lo cual trujeron ciertas cintas
de oro. y dígolo porque las tuve en mi poder ... 151

Xalisco, era, de acuerdo con los mismos testimonios, la mayor de todas aquellas
co
provincias de la mar del sur; no por nada Nuño de Guzrnán decidió fundar allí la

152
153
150 [ose Luis Raza Zaragoza ed .• Crónicas de la conquisto ...• Relación de la jornada de Nuño de Guzmán por Cristobal
153
Flores. 1529. p. 210.
Val
151 Relación de la conquista de los Teúles Chichiniecas que dio el capitán de emergencia Juan de Sámano. Octubre de
154
1531, en José Luis Raza Zaragoza comp .• Crónicas de la conquista ...• p. 137.
155
71

villade Compostela la cual, pensaba él, sería la capital de su provincia pomposamente


bautizada como Conquista del Espíritu Santo de la Mayor España. Otra descripción
semejante a la anterior, nos lo proporciona Gonzalo López, quien se expresaba de la
siguiente manera a propósito del conjunto de aquella costa:

Es toda la tierra casi de un ser, es de mucha copia de bastirnentos, tiene frutas ciruelas y
guayabas y guamúchiles, en mucha abundancia y algunos zapotes prietos; es tierra tem-
plada y de muy grandes pesquerías de mucho pescado de diversas maneras; no hay en ella
muchas gallinas ... casi toda la gente es de un arte, excepto los indios de Culuacán tienen
mejor ser y algunos de ellos tienen más telas ceñidos aunque no de por debajo ... 152

Más allá de Xalisco, en dirección del norte, se encontraba Aztatlán, y continuan-


do en la misma dirección, el pueblo y provincia de Chiametla sobre el río Baluarte.
Aunque menos lluvioso, el territorio de la provincia era de difícil acceso por la costa,
había que atravesar numerosas ciénegas y lagunas infestadas de insectos y toda clase de
animales,la ya por entonces maltrecha columna de Nuño de Guzrnán tuvo que sufrir
para llegar hasta allá:

y luego el dicho capitán se partió para la provincia de Chiametla, con los indios que habían
quedado de México, los cuales iban enfermos y maltratados y tardaron en aquellas diez y
siete leguas veinte días con mucho trabajo porque por donde iban todo era ciénegas y mul-
titud de mosquitos insoportables ... 153

Pese a lo cual, la provincia, no parecía tampoco estar del todo despoblada:

•.. el capitán general envió a Verdugo y al capitán Proaño a la provincia de Chiametla, que
está a catorce leguas deste pueblo que atrás queda ... todo el camino hasta llegar a Chiamet-
la que arriba digo, es poblado a una parte y a otra de muchas estancias ... este pueblo es muy
grande y muy poblado, pasa un río grande por enmedio; muy abundante de bastimento y
muchas pesquerías y otras muchas cosas ... 154

... Esta provincia es muy abundosa en bastimento s y gallinas y mucha infinidad de todos
pescados, por tener C01110 tiene muy hermoso río y muy grandes mangles que entran al mar
y tiene muchas frutas y algodón ... 155

Chiametla, nos relata Francisco de Arceo, era un pueblo grande y populoso, formado
con casas de adobe y techo de terrado, situado a cuatro leguas de la mar del sur. Al pare-

152 Relación de la conquisto de los Teúles Chichimecas que dia el capitón de emergencia Juan de Sámano, Octubre de
1531. en: Ibid. p. 110.
153 Relación hecha de viva voz por el alférez Francisco de Arceo al capitán e historiador Gonzalo Fernández de Oviedo y
Valdes. en: Ibid. p. 261.
154 Relación de Juan de Sámano ...• en: Ibid. p. 1i¡3·
155 Relación Anónima primera ...• en: Ibid. p. 300
cer, estaba bien abastecido en alimentos, sus habitantes, como los de Xalisco y Azratlán, por la
sembraban maíz y otros frutos, criaban aves, pescaban y vestían también de algodón: Gu

y con mucha falta de comida llegaron [los españoles con sus auxiliares J a aquella provincia
de Chiametla ... pasaron mucho riesgo, según iban los nuestros porque es mucha la pobla-
ción ... y allí les daban cada día treinta gallinas, de aqueUas que como se ha dicho en otra
parte, cada una es mayor y aún mejor que un pavo de España; y dábanles treinta cargas de
pescado fresco, que es cada carga de indios arroba y media de peso, y maíz les daban cuanto
era menester para todos. AUí andaban los indios vestidos de algodón y gútaras calzados; las
indias traen sus naguas y camisas hasta los pies; no se cargan aquellos indios en las espaldas
como los de la Nueva España, sino con balanzas en un palo, como se dijo que lo acostum-
bran en la provincia de Cueva o en Castilla de Oro ... 156

En los alrededores, había, según la primera relación anónima, otros veintidós pue-
blos que pertenecían a la misma provincia de Chiarnerla.!" Aunque en su conjunto,
los testimonios recabados en estas relaciones nos hablan de poblados bastante nume-
rosos, nunca sabremos, quizás, qué tan populosas pudieron ser estas provincias. En
realidad, las únicas cifras que aparecen en estos relatos son las de los cautivos tomados
por los cristianos para servirles como esclavos o portadores y, ocasionalmente, las de
los muertos que iban quedando al paso de la enorme hueste. De cualquier modo,
se habla siempre de centenas y de millares de indios, como es el caso del pueblo de
Chiametla, donde los españoles demandan mil portadores para transportar la impe-
dimenta del ejército:

Pues como el capitán Verdugo estuvo bien aposentado [en el pueblo de Chiametla), y vio
que la provincia era grande y fértil. .. hizo llamar a los señores y pidióles mil indios para que
fueran a traer al general sus cargas y fardajes del ejército. Y dio aquel pueblo dentro de seis
días los mil indios que le pidieron ... 158

Imágenes efímeras, únicas, detalles más, detalles menos, esta fuente es casi lo úni-
co que tenemos para damos una idea acerca de la sociedad de Chiametla tal y como
pudo haber sido hasta el momento del contacto. El encuentro con los españoles fue
brutal; después de muchos cientos de kilómetros de marcha, y de luchas con los indios,
la enorme hueste se encontraba exhausta. De Xalisco, el ejército cristiano partió en
dirección de Aztatlán, donde probablemente sobre las riveras del río Acaponeta una
gran tempestad (seguramente un ciclón) hizo que las aguas se desbordaran arrastran-
do todo a su paso. Ya antes, sobre el camino, las epidemias se habían hecho presentes
llevándose a indios amigos y enemigos por igual pero, al parecer, los estragos causados p

156 Relación de Francisco de Arceo ...• en: 'bid. p .. 261. 159 R


157 Relación Anónima Primera ...• en: 'bid. p. 298. 160 R
158 Relación de Francisco de Arceo ...• en: 'bid.. p. 263.
73

por la inundación provocaron que la enfermedad hiciera crisis entre los hombres de
Guzmán y se propalara entre los comarcanos a una velocidad asombrosa:

Siguióse que mediado septiembre una día por la mañana sobrevino tan gran tormenta de
agua, digo de viento, que rompía árboles tan gruesos como tres cuerpos ••• Pasados tres días
abajo el agua y su furia tornó el río a su lugar y quedaron los campos en muchas partes lle-
nos de pescados y venados y liebres y otros animales ahogados .•• de los indios amigos que
eran veinte mil o más, las tres partes de ellos murieron en el trabajo que es dicho, y por la
humedad de la tierra y por el hambre y perderse todos los bastimentos .•• 159
Después de vuelto el río a su madre, e ir en su ser como antes, como la tierra quedó mojada,
y con aquél vapor de la lluvia, adoleció la gente de los amigos que Nuño de Guzmán llevaba,
naturales de México, y muriéndose en muy grande cantidad y asímismo muchos cristianos,
y de los naturales de la tierra quedaron pocos, porque como los cristianos les habían qui-
tado los bastimento s y e! río vino tan crecido, acabó de mojárse!os, entró por los más de
los pueblos de ellos, por manera que esta provincia se vino a destruir y despoblar, que no
hay ahora ni casa ni señal de ella; y algunos de los indios que aquí quedaron vivos se fueron
veinte, treinta leguas a la sierra a vivir y juntar con otros que en ella estaban ••• 160

Después de la destrucción de Aztatlán la epidemia cunde por todas partes donde


lahueste se presenta. Los mil portadores que el grupo de Verdugo tomó de Chiametla
estuvieron entre las primeras víctimas. Muchos de ellos huyeron ante la rudeza del
trabajo encomendado, pero muchos otros murieron. Guzrnán envió entonces a Chia-
metlaa sus indios enfermos, y en corto tiempo, el camino entre Aztatlán y Chiametla
se convirtió en un enorme cementerio:

... envió Nuño de Guzmán allá tres capitanes .•. y con ellos envió a todos los indios, así bue-
nos como enfermos, que era cosa de poner grima los enfermos que salían del Real y la ma-
nera que iban y a una legua poco más o menos, había dos ciénegas, donde era mayor lástima
de verlos que dentro de ellas estaban; y de fuera por las orillas, y antes de que a ella llegasen
había muchos muertos por e! camino desde e! Real hasta las ciénegas .•• y así llegué a la la-
guna y visto todo lo que tengo dicho ..• y así otro día mandó que se recogieran los enfermos
y dolientes y los trajeran a la plaza y los daba a quien los quisiera llevar para que los herrasen
y los que no quisieron llevarse, quedaron allí, y los mandó a una casa adonde después los
vi todos muertos .•. que hallamos tantos muertos que en cada sepultura enterramos tres o
cuatro y en los pozos que tenían adonde bebían agua, los hallamos muertos que entraban a
beber, y se quedaban allí, y de! gran hedor no lo pudimos sufrir .•. y eran tantos los muertos
antes que los indios se fueron, que los andaban enterrando en tres o cuatro partes que los
podían enterrar y echábanlos por e! río abajo; y como e! agua era poca, se quedaban en las

159 Relación de Francisco de Arceo ..., en: Ibid. p. 262.


160 Relación de la conquista que hizo Nuño de Guzmán. Anónima segunda del Instituto laliciense de Antropología e Histo-
ria, en: Ibid. p. 318.
74

orillas y allí los comían las cabras y así se quedó allí cuando Nuño de Guzrnán se partió ..• gran ca
(José Luis Razo Zaragoza comp., 1963: 169-170, Relación de Pedro de Carranza]

De este modo, con la pestilencia a cuestas, Guzmán llegó a Chiameda, donde si- un p
guieron cayendo los enfermos: mayo

Murieron en este pueblo de Aztatlán Tapiezuela y otros principales señores de México ...
Esp
porque como la dolencia era general en todos y grave quedaron sin les poder dar remedio nes dant
muchos por el cabo donde murieron hartos de ellos. Llegamos al dicho pueblo de Chia- de ento
merla, el cual hallamos de paz, que fue harto alivio para los dolientes, aunque por otra vía
dañoso que por no los hechar de sus casas contino posar en el campo, adonde con la dolen-
cia y frío dio cámaras a la gente y de aquello murieron muchos ... (José Luis Razo Zaragoza
comp., 1963: 299, Primera Relación Anónima)

Durante algún tiempo fueron alimentados y hospedados en el pueblo, pero al corto


tiempo, nos cuenta el autor de la primera relación anónima, los anfitriones perdieron
la paciencia y decidieron desaparecer de allí y no mantenerlos más.La respuesta fue
inmediata; Guzmán partió en busca de los rebeldes, que se habían escondido en los
esteros y lagunas, donde los españoles difícilmente los pudieron alcanzar; ante el fra-
Leye
caso, el gobernador ordenó entonces reducir a la esclavitud a los capturados, y quemar
dan fe d
el pueblo antes de partir:
que debi
sus dim
[Estuvieron] ..• así dándonos de lo que tenían quince días, y viendo que iba a la larga y
pués de
pensando que habíamos de estar allí como en Aztarlán, determinaron alzar las comidas
en su ma
y alzarse ellos al monte .•• y viendo esto el gobernador y que no están a buena razón, de-
quizás a
terminó irles a buscar y hacerles todo el mal que pudo, y se tomó mucha gente y algunos
Conquist
se mataron y mandó que se les quemasen las casas y así se quemó mucha parte del pueblo
esas SOCl
principal que es la cabecera ..• 161
tado con
... se había partido Nuño de Guzmán a la provincia de Chiarnerla nombrada la cual ha-
de Guz
llamos alzada. y luego hicimos una entrada a unos esteros que estaban en la costa del mar
por sus n
porque en ellos se había retraido la gente de esta provincia, los cuales hallamos y no nos
reducido
pudimos aprovechar de ellos. por la mucha agua que había en aquellos esteras de ellos .. 162
indios. S
... y en Chiameda cuando se partió Nuño de Guzrnán quedaron infinitos indios e indias
haber en
malos ... y se quedó quemado el pueblo de Chiametla ... 163
partió, y
proceso
Así transcurrió el encuentro en Chiameda; una vez partida la hueste, la provincia se
cada des
convirtió en tierra de guerra por largos, muy largos años. Y lo mismo sucedió con una
estaban al
1530, al s
161 Relación Anónima Segunda ...• en: tbid .• p. 300.
fueron p.
162 Relación de Cristóbal Flores ...• en: tbto .• p. 200. la villa de
163 Relación sobre la jornada Que hizo Nuño de Guzmán de la entrada y sucesos de la Nueva Galicia hecha por Pedro de
Carranza 1531. en: tbid .• p. 172.
164 Relación
75

gran cantidad de lugares tanto al sur como al norte de Chiametla:

... y de allí topamos buenos pueblos hasta la provincia de Culiacán donde entramos por
un pueblo que se dice Colomo y todos los que atrás dejábamos quedaban quemados por la
mayor parte ... 164

Es posible que nunca sepamos qué tanto crédito sea preciso atribuirle a estas imáge-
nes dantescas, pero lo que es seguro es que nada volvió a ser igual en Chiametla a partir
de entonces. Después de partir de guerra, una parte de los indios de Chiametla volvie-
ron a asentarse en el lugar, y, en 1531, Nuño de Guzrnán decidió fundar cerca de allí la
Villa del Espíritu Santo. Poco duró esta fundación, en 1535 una gran epidemia, seguida
de una violenta rebelión acabó con la villa, y la región fue abandonada por completo por
los españoles. Tan sólo en 1553, Fray Juan de Tapia volvió a recorrer aquellas regiones
en busca de almas qué convertir, pero sus empeños fueron vanos: no fue sino una década
más tarde que los españoles de nuevo intentarían entrar en la vieja provincia.

b) La segunda conquista de Chiametla

Leyendas negras o rosadas aparte, los testimonios que han llegado hasta nosotros
dan fe de los efectos que esas auténticas avalanchas humanas ejercieron sobre aquellos
que debieron sufrir sus embates. La campaña de 1529 de Nuño de Guzrnán, fue, por
sus dimensiones, uno de los episodios más violentos de que se tenga memoria des-
pués de la conquista de Tenochtitlan: muchos de los pueblos que atravezó la hueste
ensu marcha fueron literalmente arrazados, y las secuelas epidémicas que dejó, fueron
quizás aun más devasradoras. Rápida, masiva, y enormemente destructiva, la llamada
Conquista de los Tebles Chichimecas, marcó el punto del no retorno para muchas de
esassociedades costeras, que nunca alcanzaron a recuperarse por completo. Enemis-
tado con Cortés, con el obispo Zumárraga, y con el flamante virrey Mendoza, Nuño
de Guzmán terminó perdiendo la partida y fue enjuiciado y condenado al destierro
por sus múltiples crímenes. En especial uno de ellos fue causa de gran furor: el haber
reducido a la esclavitud sin causa justa a eso nuevos vasallos de la corona que eran los
indios.Se le acusaba de haber propiciado con ello el despoblamiento de las costas y
haberenemistado para siempre a los chichimecas con los españoles. Nuño el violento
partió,y con él, mucho del recuerdo de los horrores de su conquista. Sin embargo, el
procesode despoblamiento que se había iniciado en 1529 siguió su curso y, una dé-
se
cadadespués, prácticamente todas las posesiones españoles en las costas occidentales
a
estabana punto de desaparecer pues los indios ya no estaban allí. Durante la década de
1530,al sur de la cuenca del Santiago, las viejas provincias de Cihuatlán y Purificación,
fueronprogresivamente abandonadas por sus encomenderos y en 1536, mientras que
lavillade Cornposrela, debió ser reubicada ante la falta de brazos. Estaba en curso un
de

164 Relación de Pedro Carranza •.•• en: Ibid .• pp. 173'174.


76

desplazamiento completo de la población española, que abandonaba las zonas costeras 1540,
para ubicarse en las tierras altas; Compostela desapareció entonces como cabecera de la pasó a
Nueva Galícia, para convertirse en villa minera, y Guadalajara hereda el título de capi- chime
tal provincial, después de haber sido cambiada de lugar varias veces antes de asentarse
en su sitio definitivo en el valle de Atemajac.
La llegada, por otra parte, del gran ejército encabezado por el virrey Mendoza du- de Z
rante la guerra del Mixtón, en 1540, y el regreso, en 1544, del gobernador Vázquez perio
de Coronado de su periplo en busca de las Siete Ciudades, marcaron, en buena me- descu]
dida, la consolidación del poblamiento español de las tierras altas, en detrimento de los m'
las regiones costeras. Se operó entonces una reorganización completa del sistema de funda~
encomiendas en la Nueva Galicia; muchas de las antiguas, habiendo quedado vacantes, cubri
pasaron a la corona, y otras, sobre todo las de los nuevos pueblos del altiplano, fueron el pri ,
distribuidas entre los principales vecinos por el gobernador Vázquez de Coronado, y partid
su sucesor Cristobal de Oñate. La reorganización del sistema de encomiendas se con- unpu
virtió en el soporte del nuevo poblamiento español en el altiplano; ya a mediados de Die
la década de 1540, los principales centros de población española de la Nueva Galicia,
como Guadalajara, las minas de Guauchinango, y la propia Compostela, en su nuevo colmo
emplazamiento, estaban siendo surtidas de mano de obra y alimentos por los pueblos la Nue
de indios comarcanos. Se abría con esto una nueva época de la expansión española en el del fut
norte; las semívacías costas fueron, a partir de entonces, prácticamente abandonadas, y éste, 174
se inició un movimiento de reflujo en dirección de las tierras altas, que culminó, hacia dor del
finales de la década de 1540, con la fundación de las famosas minas de Zacatecas. Fue,
en efecto, de la Nueva Galicia y de sus pueblos de indios, de donde llegaron tanto los
mineros, como los recursos materiales y humanos, que hicieron posible que prosperara
eso era¡
y se consolidara el poblamiento de aquella región rninera.i'"
lado a (
Los primeros yacimientos en tierra de los Zacatecas fueron descubiertos a finales
del rey
de 1546, en el curso de una expedición encabezada por un grupo de cuatro poderosos
la Real
encomenderos y capitanes de la Nueva Galicia: Cristobal de Oñate, Baltasar Temiño
yor con
de Bañuelos,Juanes de Tolosa y Diego de Ibarra.l66 Este último, Diego de Ibarra, que
para Es
estaba destinado a ejercer una influencia definitiva sobre la provincia de Chiamerla unos
Nueva
años más tarde; era hermano de Miguel de Ibarra, un antiguo soldado de Nuño de Guz-
su hija
mán, quien, para su fortuna, y a diferencia del fundador de la Nueva Galicia, mantenía
El virre
buenos contactos con las grandes familias de España, por lo que no tuvo problemas con
llegó a
el virrey Antonio de Mendoza. Después de la caída de Nuño de Guzrnán, tanto Miguel,
como Diego, recién llegado a las Indias, participaron en la guerra del Mixtón contra los
indios caxcanes a las órdenes del virrey. Aunque en uno de los combates, Diego quedó
168 Peter I
lisiado para siempre de una pierna,167 su hermano Miguel no salió tan mal librado, pues 169 AGI. CI
logró ganarse una encomienda en juchipila. Esta merced le fue, al parecer, retirada en 170 Salvad
171 Ibid .• ¡
172 AGI. CI
173 Guille
165 Salvador Alvarez. "Mineña y poblamiento ...• pp. 105'139.
174 Guille
166 Ibid .• p. 106-110.
175 AGI. p¡
167 Guillermo Porras Muñoz. Diego de Ibarra y la Nueva España ...• p. 51
cumento 01
77

1540,168pero de alguna manera los Ibarra salieron beneficiados a la postre, pues Diego
a pasó a ser corregidor de Nochisrlán.P? Aunque ubicados en pleno dominios de los chí-
chimecas caxcanes, que tantos problemas habían provocado pocos años atrás, Juchipila
e y Nochistlán eran, en esa época, dos de los pueblos más grandes de las montañas al
norte de Guadalajara y ambos jugarían un papel importante durante los primeros años
de Zacarecas.F" Es posible que, además de sus corregimientos y encomiendas, en ese
periodo, los Ibarra recibieran algunas otras dignidades, pues ya para 1547, cuando se
descubrieron las minas de Zacatecas, Miguel y Diego se habían convertido en dos de
e los más prominentes personajes de la provincia. Diego, fue, en realidad, el verdadero
e fundador de las minas, pues él fue el único que se quedó en el lugar después del des-
cubrimiento de las vetas, asegurando con sus servidores españoles, indios y recursos,
el primer poblamiento de las minas.'?' Miguel, de su lado, fue uno de los primeros en
participar de la apertura del camino de Guadalajara a Zacatecas, construyendo en 1550
un puente que servía para pasar la barranca del río Santiago."?
e Diego adquirió en Zacatecas aún más poder del que disponía en Guadalajara, se
a, convirtió en alcalde mayor de las minas y en uno de sus principales míneros.F' En
o colmo de parabienes para esta familia guipuzcoana, por esas mismas fechas arribaba a
s la Nueva España una flota donde viajaban dos personajes que resultarían ser la clave
el del futuro del clan; uno era el nuevo virrey, Luis de Velasco, y el otro un joven paje de
Y éste,174Francisco de Ibarra, quien pocos años después portaría el título de conquista-
ia dor del reino de la Nueva Vizcaya y provincia de Chiametla. Velasco, quien pertenecía
e, a una de las grandes familias señoriales de España, la de los Condestables de Casrilla,
os era un hombre que sabía muy bien cómo favorecer a sus servidores y allegados, yjusto
ra eso eran para él los Ibarra. Apenas llegado a la ciudad de México, el virrey llamó a su
lado a otro miembro más de la familia, Ortuño de Ibarra, a quien el flamante alter ego
es del rey tenía catalogado como su amigo y lo colocó en el puesto de factor y veedor de
os la Real Hacienda. Le entregó además una merced de cinco estancias de ganado ma-
o yor con dos y media caballerías de tierra y le encomendó enseguida la tarea de partir
ue para España y encargarse embarcar a su hija doña Ana de Castilla, en dirección de la
os Nueva España.!" Tan cercanos debió sentir el virrey a los Ibarra, que en 1556, caso a
z- su hija recién llegada con Diego de Ibarra, el ya por entonces, magnate de Zacatecas.
ía El virrey prometió a su yerno una dote de diez mil ducados de Castilla. que nunca
on llegó a entregar, pero a cambio de ello, Diego y, por lo tanto, su sobrino Francisco,
el,
los
dó 168 Peter Gerhard, The North Frontier ...• p. 101. . • "O 'l' E'.~r .
HA
a-"¿.J:l ..•1
es 169 AGI, Contaduría 841. Cuentas de la Caja de Zacatecas. 1544-,574.>
...• pp. 119'126.
en 170 Salvador Alvarez, Minería y poblamíento
171 Ibid .• p. 109· l.
172 AGI. Contaduría 841. Cuentas de la Caja de Zacatecas. 1544-1574.
173 Guillermo Porras Muñoz. Diego de Ibarra ...• p. 51.
174 Guillermo Porras Muñoz. Diego de Ibarra ...• p. 14.
175 AGI. Patronato 182. Ramo 13. 1564: Relación de 105 tenientazgos provefdos por el virrey Luis de Velosco. En ese do-
cumento Ortuño de Ibarra aparece catalogado como amigo del virrey.
recibirían en adelante la más devota protección del gobernante. 176Mientras tanto, más eIl
de un cuarto de siglo había transcurrido ya desde la primera vez que Chiameda supo ley
de conquistas. De todas las fundaciones que Nuño de Guzrnán había hecho al norte
de Cornpostela, la única que pudo resistir al embate de los indios fue Culiacán: Chía- ale
me da en cambio, permaneció como tierra de guerra, visitada tan sólo por los cazadores O,
de esclavos. Los acontecimientos de los siguientes años demostrarían, no obstante, que qUl

pese a ello, Chiameda seguía siendo considerada como una de las provincias más ricas era
de la mar océano. Zacatecas había prosperado, su población era numerosa, y entre sus enl
habitantes se contaban algunos de los más poderosos personajes del virreínaro,"? y sin ha!
embargo, durante algunos buenos años la exploración de nuevos territorios se había no
detenido allí, en Zacatecas. Nada se sabía de lo que podía haber más al norte, pero se lb:
decía, que continuando por el altiplano, existía una ruta terrestre que llevaba hasta aquél las
riquísimo reino en cuya persecución había fracasado Coronado. Por esa época, esa tierra táli
maravillosa se llamaba indistintamente Copala, o la Nueva México¡ se decía que era un
riquísimo reino, tan grande como Tenochtitlan,
situado en las tierras del interior, junto a sus
78
una gran laguna de donde salían cuatro ríoS.1 Diego de Ibarra fue uno de los primeros cOI
en tomar la iniciativa y de lanzarse en busca del mítico reino, pero baldado como estaba
de una pierna, decidió que sería su joven sobrino Francisco quien se encargaría de la me
empresa. En 1554, los lbarra armaron una pequeña hueste compuesta por gente de sus de!
confianzas, y durante ese año Francisco se dedicó a explorar los territorios aledaños en ma
busca de una ruta hacia el reino de Copala. lier
No encontró ni Copala ni la laguna, pero a consecuencias de su periplo se descu- un;
brieron las minas de Saín, Aviño, Sombrerete y San Martín, estas últimas, los lbarra les
las abrieron y poblaron a su costa y con la gente que habían podido reunir bajo sus qw
órdenes.'?" En San Martín, Diego de Ibarra, se convirtió, al menos por esos años, en el me
hombre fuerte, alejándose de la sombra de otros capitanes zacatecanos que aspiraban ese
también a descubrir el reino de Copala, Había
entre ellos algunos muy poderosos,
como Juanes de Tolosa, Luis Cortés y Diego de Colio.180 Pero el camino hasta el míti- dOI

co reino de la laguna siguió inalcanzable todavía por algunos años más, hasta que, en gru
1562, lograron armar un nuevo ejército y lanzarse en busca del norte desconocido. La rey
nueva hueste estaba compuesta por cien españoles bien armados y montados, trescien- difi
tos caballos, buena cantidad de bastimento, y grupo de indios auxiliares, cuyo número lán
no excedía unos pocos cientos. A tan sólo treinta años de distancia de la gran conquista ho:
de Nuño de Guzmán, ya los enormes ejércitos de aquellos tiempos eran cosa del pa- cor
sado, algo había pasado, sin lugar a dudas en la Nueva España con los indios. Y pese a nid
Die
cial
176 Guillermo Porras Muñoz, Ciego de Ibarra ..., p. 51.
177 Salvador Alvarez, Minería y poblamiento ...• pp. 109.114.
178 Chantal Crarnaussel, La provincia de Santa Bárbara ...• PP.14·16.
179 lohn tlovd Mecham. Francisco de Ibarra and Nueva Vizcaya. New York. Greenwood Press. 1968. pp. 58·73. 181
180 Juanes de Tolosa era un antiguo encomendero de la Nueva Galicla y prominente minero de Zacatecas que estaba 182
emparentado con la familia Cortés: Luis Cortés. hijo del conquistador. era su cuñado. Ciego de (olio. por su parte. durante 183
los años siguientes se convertiría en el mayor enemigo de Francisco de Ibarra Oohn tloyd Mecham. op. cit .• 87·122). 184
79

ello, esta hueste era bastante más de lo que cualquier otro personaje zacateca no pudo
levantar en ese momento.
El punto de partida de las conquistas septentrionales esta vez no fue la costa, sino el
altiplano. El ejército de Ibarra se internó entonces en las montañas de la Sierra Madre
Occidental y después de varias jornadas infructuosas, encontraron, por fin un lugar
que ellos declararon era el mítico reino de Copala. Pero en realidad lo que habían visto
era Topia, un pueblo grande de indios acaxees situado en un barranco del río que desde
entonces llevaría el mismo nombre que ese pueblo, el cual salvo su tamaño no parece
haber tenido nada de extraordinario. Con todo Diego de Ibarra hizo llegar entonces la
noticia del hallazgo a su suegro el virrey, quien de inmediato le extendió a Francisco de
Ibarra una especie de pequeña capitulación, autorizándolo a conquistar y poblar todas
las tierras situadas al norte de Zacatecas, nombrándolo además Gobernador y Capi-
tán General de todas ellas.P! Ya como gobernador de la recién nacida Nueva Vizcaya,
Ibarra regresa a Durango, y durante todo el año siguiente se empeña en consolidar
sus conquistas en el altiplano. En 1564, después de fundar varios poblados, se apresta
con nuevos efectivos, a partir de nuevo en busca del gran reino septentrional, pero esta
vez, pasando por la costa pues su objetivo era la vieja provincia de Chiameda. Desde el
momento en que Velasco le otorgó su virtual capitulación, Ibarra había manifestado su
deseo de ganar para la corona aquella provincia rebelde. Ya antes que él, otros habían
manifestado ese deseo; en 1550 Pedro Morones, oidor de Guadalajara, y Alonso Va-
liente, capitán y encomendero de la Nueva Galicia, habían solicitado y obtenido del rey
una capitulación para pacificar, y anexar Chiametla a la Nueva Galicia; la autorización
les llegó en 1557, pero nunca pudieron entrar allá.182 Llegó por entonces la noticia de
que Morones había muerto, de modo que el campo estaba libre para Ibarra. Nueva-
mente una hueste cristiana se aprestaba a la conquista de la vieja provincia, sólo que
esta vez, las cosas no sucederían con tanta rapidez.
Unos meses después, la hueste de Ibarra se apersonó en el pueblo de Culiacán, de
donde con ayuda de los vecinos locales partieron para su campaña en Chiametla. El
grupo pasó primero por el pueblo de Piaxrla, del cual tomó posesión en nombre del
rey,y,ya en la región de las lagunas se asentaron en el pueblo de Chiameda, sin grandes
dificultades, por el momento. De allí se dirigieron hacia las montañas y fue en Cacalot-
lán, que por entonces era todavía un pueblo de indios, donde comenzaron por fin las
a hostílidades.!" Ibarra aplastó a los indios y tomo trecientos cautivos a los que repartió
como esclavos.!" En esa ocasión la guerra duraría once meses, e Ibarra tuvo oportu-
a nidad de probar hasta donde los vínculos de su familia, o mejor dicho, los de su tío
Diego, podían ayudado a consolidar sus conquistas, proveyéndole del elemento esen-
cialen esos casos: gente. Para comenzar mandó pedir refuerzos a Topia y San Martín,

181 Guillermo Porras Muñoz. Iglesia y Estado ...• p. 14.


ba 182 Ibid.• p. 13 Y Peter Gerhard. The North Frontier ....• p. 95.
te 183 Atanasio G. Saravia, Apuntes ...vol i, pp. 145.147.
184 lohn Lloyd Mecham. Francisco de Ibarra ...• p. 145.
80

de donde llegó un grupo que más tarde fundaría las minas de Las Charcas. Al año 2: I~
siguiente, en 1565, envió a uno de sus capitanes, Salvador Ponce, a México en busca
de refuerzos. Ponce no sólo regresó acompañado de los soldados e indios prometidos, Qu~
sino que llegó con él, un poderoso personaje de la Nueva Galícia, de nombre Hernando de Cap.
de Trejo, quien a la larga se convertiría en uno de más apreciados capitanes y aliados ta de C
de Ibarra. Trejo era encomendero y hacendado deJocodán, cerca del río Santiago, pero Chiarne
su hacienda había sido quemada, por lo que decidió dejado todo, para trasladarse con más aq\
su gente y recursos a la empresa de Chiametla. Con esos refuerzos, por fin la tierra fUe indios ~
pacificada transcurso de 1565. Ese mismo año Ibarra decidió fundar la villa de San Sin eml
Sebasrián, que se convertiría en cabecera de la provincia. Aquietada, al menos tempo- dejadas
ralmente Chiameda, Ibarra decidió continuar con su búsqueda de la mÍtica Copala. ción a
Más de un año gastó Ibarra en la búsqueda del reino de la gran laguna, pero tan de los
infructuoso resultó su empeño, que a principios de 1567, enfermo y cansado, decidió demos
regresar a su reciente conquista de Chiametla y sentar sus reales en ella, pese a que la deChi
audiencia tapatía continuaba amagando con utilizar la fuerza para sacarle de allí. Pero pañales
las amenazas fueron vanas, el ejército de la audiencia nunca llegó, y, en 1567, Ibarra recién
recibió finalmente una cédula del Marqués de Falces, otorgándole el pleno dominio de fue allí j

la provincia de Chiametla, y declarando caducos los derechos adquiridos por el difunto y Cacal
Morones. Con ello, Chiametla quedaba definitivamente incorporada a la Nueva Viz- anuales
caya y en paz. Al año siguiente Ibarra hizo Iundar las minas de Cap ala, Pánuco y No- peos en
chestán, de las cuales las dos primeras se convertirían en importantes centros mineros. por pri
Instaló entonces él mismo tres haciendas de minas, una en el pueblo de San Sebastián, de gan
otra en el real de Pánuco, y una más en Copala bautizado así en recuerdo de su nunca princip
alcanzado sueño de conquistar aquel reino maravilloso. Allí se refugió el conquistador Casrilla
por el resto de sus días.
Pad
noe
lo ha

Hac
caracte

Es el
timo
Aña
... no

185 Baltas
1938. p.12
186 AGI. G
Sonora y 5
187 Alons
(1601) Gua
81

2: INDIOS. MINAS Y ENCOMIENDAS EN CHIAMETLA

Quince años habían pasado desde que Ibarra dejó Zacatecas para perseguir el reino
de Copala, y casi cuarenta desde que Nuño de Guzmán emprendió la primera conquis-
ta de Chiametla: fueron dos épocas distintas, todo había cambiado en las Indias y en
Chiametla, desde luego, en el término de poco más de una generación. Ya no existía
más aquel populoso vecindario que conoció Nuño de Guzmán, capaz de proveer mil
indios en unos cuantos días a los conquistadores (si hemos de creer a las crónicas).
Sin embargo, todo hace suponer que, en las cuatro décadas transcurridas, las heridas
dejadas por la gran destrucción de 1529, habían comenzado a cicatrizar, y la pobla-
ción autóctona de la provincia se había recuperado hasta cierto punto: la presencia
de los nuevos conquistadores y sus intenciones de quedarse allí para siempre, así lo
demostraban. Pero lo que no había cambiado, o muy poco, era el paisaje, la geografía
de Chiametla. La provincia seguía siendo un territorio difícil y hasta hostil para los es-
pañoles. Como en las tierras bajas estaban aquellas lagunas infestadas de animales, los
recién llegados decidieron instalarse en los fragosos contrafuertes de la sierra madre;
fue allí donde fundaron sus nuevos poblados: San Sebastián, Charcas, Copala, Pánuco
y Cacalotlán. Calurosa, y relativamente seca (allí las lluvias sólo alcanzan los 1000mm
anuales, contra casi el doble en Nayarit), la adaptación de los cultivos y animales euro-
peos en aquella montaña, parece haber sido larga y difícil. Aunque cuando Ibarra llegó
por primera vez a Chiametla, encontró algunas reses cimarronas.l'" al parecer esa clase
de ganado encontraba dificultades para prosperar; todavía a finales del siglo XVI, y
principios del XVII, con frecuencia se señalaba 10 difícil que era hacer crecer frutos de
Casrilla allí:

Padecen [los españoles 1 mucha necesidad de vestidos y vino, porque en aquella provincia si
no es maíz, calabazas y pescado, no tienen otra cosa para el sustento humano ni hay donde
lo hacer ... 186

Hacia 1602, el obispo Mota y Escobar con ese fino sentido de observación que lo
caracterizaba, describía el clima de Chiametla en los siguientes términos:

Es el temple de este sitio marítimo, caliente y muy enfermo •.. y viven los indios como marí-
timos de granjería de pesca. Siembran maíz y tienen todas las frutas de esta tierra .•. 187
Añade más adelante, refiriéndose a la vecina región de Culiacán:
, .• no hay en esta provincia ni se dan ganados mayores ni menores de ovejas por el gran calor

185 Baltasar de Obregón. Historia de los descubrimientos antiguos y modernos de la Nueva España (1599), México, SEP,
1938, p.120.
186 AGI, Guadalajara 28, Durango, 8 Noviembre 1592: Rodrigo de Losa a SM, en: Luis Navarro García, Luis Navarro García,
Sonora y Sinoloa, p. 12.
187 Alonso de la Mota y Escobar, Descripción geográfica de los reinos de lo Nueva Ga/icia Nueva Vizcaya y Nuevo León
(1601) Guadalajara, Instituto Jalisciense de Antropología e Historia Colección de Obras Facsimilares 1, 1966, p. 49.
82

de la tierra ... el pan que comúnmente comen los españoles es tortilla de maíz, porque el
trigo no se da en muchas leguas alrededor por el temple tan cálido ... 188

Además de la muy rica pesca de río, mar y estero, cuya fama se difundiría por
toda la Nueva España, los indios de la costa, como bien nos lo indica Mota y Escobar,
sembraban y recolectaban sobre todo frutos de origen tropical. Además del maíz y las
calabazas, cultivaban también frijol, chayote, amaranto, aguacate, guayaba, chirimo-
ya, e incluso el cacao y el algodón. Existían también plantas de recolección como la
pitahaya o el guamúchil, en suma, una buena variedad de productos agrícolas, pero tar re
pocos cuyo cultivo y aprovechamiento les fuera familiar a los españoles del siglo XVI. Beta
Es muy probable que los recién llegados hayan hecho sementeras de trigo, e intentado prim
criar, incluso con algún éxito, caballares, ovino s y vacunos; con el tiempo también, crib
diferentes comerciantes comenzaron a llegar hasta la provincia transportando ropa,
objetos de metal, harina de trigo, tasajo, y otros productos, pero, con todo y ello, lo El
esencial de la alimentación cotidiana de los españoles, provenía directamente de los o
indios. Y lo que no era menos importante, muy pronto, aquellas montañas mostraron a
ser ricas en minerales de plata, los aborígenes se hicieron aún más necesarios como n·
mano de obra tanto en las minas, como en el transporte de todo tipo de bienes. Quien
tuviese acceso a los indios, es decir, a las encomiendas, tendría a su alcance a todo lo
demás.
En Chiameda, la distribución de encomiendas era competencia exclusiva del gober-
nador, quien, como conquistador que era, detentaba grandes poderes. En 1562 Ibarra qué]
había recibido del rey un título vitalicio y por dos vidas, de Gobernador y Capitan Gene- gast¿
ral del Reyno de la Nueva Vizcaya y Provincias de Chiametla Copaia y Maloya. 189Desde mucl
luego, la Copala aludida allí, era el nunca encontrado reino de la gran laguna; pero, de lo
aunque Ibarra nunca cumplió con lo que había prometido, lo hecho fue suficiente para
que se le concedieran amplias prerrogativas en lo civil y en lo militar. En realidad, el
capítulo de los privilegios anexos al título, no era sino una confirmación de parte del G
soberano, de los amplios poderes que los virreyes Luis Velasco, y Marqués de Falces, le r
habían conferido a Ibarra, y que éste, había ejercido desde el primer momento. Estos
privilegios incluían, además de los gobiernos político y militar, facultades para nor-
mar repartimientos, conceder encomiendas, mercedes de tierra, y proveer cargos civiles
y basta beneficios eclesiásticos: sin todos esos poderes, Ibarra nunca hubiera podido
consolidar su conquista.
En aquellas lejanas tierras, el único medio de conservar la paz era la fuerza; y esto
significaba no sólo contener a los indios, sino mantener quietos a los propios soldados
españoles, cosa no menos importante. Tan pronto como en 1565, es decir, cuando ape-
nas Ibarra había culminado su primera campaña, surgió el primer motín de la solda-
desca que reclamaba el premio a sus esfuerzos. No fue en realidad Ibarra quien debió

190 B
188 Ibid .• p. 49. 191 I~
189 Guillermo Porras Mui'ioz. Iglesia y Estado ...• pp. 14.15. 192 !.
imponer el orden, sino sus lugartenientes, pues todo sucedió cuando se encontraba en
su expedición en busca de Copala y la Nueva México. Prudente antes de partir, Ibarra
había nombrado como teniente de gobernador a Hernando de Trejo, y entregado el
mando de sus propias tropas a Antonio Sotelo de Betanzos, uno de sus más fieles ca-
pitanes. El conflicto se inició debido a que el gobernador había prohibido abrir minas
antes de su regreso, pues los indios no estaban del todo pacificados. Inconforme, uno
de los soldados arrebató la vara de justicia al teniente y arengó al resto a amotinarse.
Sin más tardar, Sotelo de Betanzos derribó a golpes, y puso preso al rebelde; al inten-
tar resistir el resto de los amotinados, fueron de inmediato sometidos por la gente de
Betanzos y de Trejo. Baltasar de Obregón, única fuente de que disponemos para los
primeros años de Chiameda bajo Francisco de Ibarra, en su adornado estilo nos des-
cribe la actitud de Betanzos en ese trance:

El maese de campo andaba recatado y de ordinario armado de día y de noche, y habiéndolo


oído [el motín) se levantó con gran coraje y con un montante en las dos manos, salió dando
a voces: ármense los servidores de su Majestad y adviertan que el que se me desmandare y
no me obedeciere lo ahorcaré o lo azotaré ... 190

Este episodio, en apariencia anecdótico, de alguna manera nos devela el verdadero


rol que jugaba el poder militar en estas tierras de indios, alejadas de todo, y de conquista
reciente. Tal y como sucedía siempre en casos semejantes, la soldesca actuaba según de
qué lado estuvieran sus lealtades. Había allí gente de Ibarra, gente de Trejo (quien se
gastó cinco mil pesos en reclutarlos y sostenerlos) y soldados de ocasión, incorporados
muchas veces tan sólo a cambio de comida y la esperanza de valer más, como en el caso
de los soldados reclutados por Salvador Ponce:

... llegó el capitán Salvador Ponce con la gente que recogió en las ciudades de México y
Guadalajara la cual fue en poca cantidad, porque no se les daba sueldo armas ni más soco-
rro que de comer ... 19l

Fue así que una de las primeras medidas de Ibarra para terminar de pacificar y or-
ganizar la vida de su nueva gobernación, fue distribuir tierras y encomiendas entre sus
capitanes y mejores soldados, y conceder cargos de justicia:

... fundó el gobernador la villa de Chiametla a la cual nombró por abogado a San Sebastián
porque fue fundada en su día. Eligió alcaldes y regidores, repartió los pueblos, tierras, huer-
tas y solares a cada uno conforme a su calidad, servicio y mérito ... 192

190 Baltasar de Obregón, op. cit., p. 126.


191 tbid., p. 114.

192 {bid., p. 119. Se reñere a la villa de San Sebastián.


Durante los siguientes años, y sobre todo, a partir de la década de 1570,193 la pro- Juan
vincia poco a poco se fue apaciguando, las minas se hicieron cada día más productivas, con~
su fama se difundió y la población española comenzó a crecer: Chiameda se convirtió Hen
en el centro de una auténtica bonanza minera. Sin embargo, ello no significaba que el cieru
poder de los hombres de armas se estuviera diluyendo, antes al contrario: cada uno yas
se aseguró de ocupar su propio espacio. Ibarra, el conquistador, se asentó en sus ha- Juan
ciendas de minas de Copala, Pánuco y San Sebastián, donde hizo construir molinos y la de
haciendas de beneficio. Siempre al pendiente de su sobrino, Diego de Ibarra le envió rra, t
60 hombres para abrir el camino de Durango a Chiametla.'?' Mientras tanto, Her- llamo
nando de Trejo el segundo en importancia durante la conquista, tomó en encomienda yme
los pueblos de San Bartolomé y San Pablo Cobasca, y se enseñoreó de las minas de ellos
Charcas. Con el tiempo, algunos de los hombres de confianza de los dos jefes principa- Chia
les se convirtieron ellos mismos en dueños de haciendas, mientras que muchos otros pacif
permanecerían alIado de sus jefes durante largo tiempo. Como solía suceder en aque- final«
llas épocas en los lugares de bonanza minera, pronto se gestó una auténtica corriente en nu
I

de inmigración hacia la provincia, proveniente, sobre todo, de las regiones aledañas: indio
Zacatecas, Nueva Galicia y Culiacán, sin descontar, desde luego a la Nueva Vizcaya corno
propiamente dicha.l'" Pero fue una inmigración adoptó formas muy particulares. La gent€
provincia seguía siendo una tierra áspera y aislada, mitad lagunas y mitad tierras secas rruen
y montaña, poblada de indios proclives a la guerra. No cualquiera podía instalarse prosf
en ella; esta nueva inmigración continuó en realidad, con los moldes de la conquista L:
de la década anterior: estaba compuesta no por individuos aislados, sino por grupos, ese el
asociados casi siempre a gente de armas de la frontera. Muchos de los que llegaron en era el
esos años resultaron ser o viejos colaboradores de los Ibarra de Durango y Zacatecas, vetas
o capitanes de guerra de la Nueva Galicia y de Culiacán. le die
Un caso típico, 10 tenemos en Alonso Rodríguez Parra, un viejo soldado de Coro- metal
nado, quien, acompañado de su hermano Juan Rodríguez Parra, llegó probablemente grano
hacia finales de la década de 1570, para reunirse sus hijos Alonso Rodríguez Calvo y pode
El po
rrunet
193 Las referencias y datos acerca de la vida en Chiametla después de su reconquista son muy escasas. Tras una historia
socio
llena de vicisitudes. la mayor parte de la documentación acerca de esta provincia en el siglo XVI. está hoy perdida. Por for-
tuna. hemos localizado en los microfilmes de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. un conjunto de cuentas de
y relai
cobros de veintenos y azogues para Chiametla. que cubren el periodo 1579-1591. la cual hemos complementado con otras merla
cuentas sueltas tomadas del Archivo del Estado de Durango, cajón 1. Cuentas de la Real Caja de Chiametla .. Abigarrada y
para p
difíciles de procesar. estas fuentes son. sin embargo. sumamente ricas; aparece allí la mayor parte de las haciendas. con
con el
sus dueños y mineros asociados y sus pagos por veinteno y azogue. Hemos hecho un seguimiento en fuentes alternativas
de la época de 117 de los 193 mineros y dueños de minas que son mencionados allí, con lo que hemos podido elaborar
una pequeña prosopografia. basada sobre todo en datos acerca de lugar de proveniencia. tiempo de permanencia y lugar
de destino cuando dejan la provincia de Chiametla estos personajes. La mayor parte de los datos que se presentan a 196 Cha

continuación provienen de este trabajo y de estas fuentes, salvo indicación en contrario. Cabe mencionar, por último, que ington. (

hemos podido localizar datos acerca de la totalidad de los que son mencionados como dueños de haciendas. lo cual ha Juan Roo

facilitado el trabajo de interpretación. 197 Atal

194 AGI Guadalajara 28. 1580: Informaciones de méritos de Diego de Ibarra. 198 José

195 En su sentido restringido. se llamaba Nueva Vizcaya a las tierras del altiplano pertenecientes a la gobernación del 199 Cha

mismo nombre, por oposición a las tierras bajas de Chiametla. 200 Cha
85

Juan Rodríguez Parra, los cuales, a su vez, habían sido soldados de Ibarra durante la
s, conquista.F" Al parecer, el clan de los Rodríguez se instaló primero en la hacienda de
ió Hernando de Trejo, pero ya para principios de la década de 1580, eran dueños de la ha-
cienda de minas más grande de Cacalotlán. En Pánuco, encontramos a Juan de Heredia
o ya su mujer, Beatriz de Angulo/97 encomenderos y hacendados de la Sauceda y San
Juan del Río, Heredia había sido además factor de la Real Hacienda.F" eran dueños de
y la de las hacienda más grande de Pánuco. En San Sebastián, junto a Francisco de Iba-
ó rra, tenemos a otro antiguo expedicionario de Coronado, Esteban Marrín.P? también
llamado Esteban Martínez, y a Francisco Rodríguez, encomendero de Nueva Galicia
y mercader, ambos se asociaron para instalarse allí y fundar su propia hacienda. Todos
e ellos son ejemplos de personajes que llegaron con sus propios hombres y recursos a
Chiametla varios años después de la conquista, y que contribuyeron a terminar de
pacificarla. Este es, en realidad, un fenómeno típico de las sociedades de frontera de
finales del siglo XVpoo Si en la época de Nuño de Guzmán, su aplastante superioridad
e en número hizo a los ejércitos cristianos virtualmente invulnerables a los ataques de los
s: indios, durante las épocas tardías del siglo, las cosas fueron muy diferentes. En lugares
a como Chiametla, la paz dependía por entero de que existiera un número suficiente de
a gente, de hombres de armas, como para garantizar el control de la mano de obra local:
s mientras los indios estuvieran de paz, y asistiendo a sus labores, la provincia podría
e prosperar.
a La variable crítica, la verdadera fuente de riqueza y poder, eran pues, los hombres:
s, ese era el recurso más buscado, mucho más que las minas. El centro de la vida social
n era entonces, la hacienda; de nada le servía al pequeño minero individual encontrar las
s, vetas más ricas, si no tenía ni quien le protegiera de aquellos levantiscos indios, ni quien
le diera de comer, ni mano de obra para trabajar la mina, ni un lugar para beneficiar sus
metales ... Aquel, en cambio, que tenía gente en su derredor, era próspero; entre más
te grande, más rica era una hacienda. Es por ello que todos los hacendados, incluso los más
y poderosos, buscaban a toda costa atraer gente, españoles e indios, hacia sus haciendas.
El poderoso Hernando de Trejo, en Charcas, por ejemplo, recurrió a Luis de los Ríos,
minero de Zacatecas y encomendero de Xalpa, en Nueva Galicia, para convertirlo en su
ria socio en la hacienda. Pero quizás el caso más interesante de concentración de vínculos
ar-
de
y relaciones, sea el del conquistador Francisco de Ibarra. La década de 1570 en Chia-
ras merla, fue la de la consolidación de las grandes haciendas de minas y de beneficio;
para principios de la década siguiente, las cuentas de las haciendas de minas, muestran
on
con claridad, cómo, en cada uno de los cinco pueblos y reales de minas de españoles
as
rar
gar
196 Charles W. Hackett, Historica/ Documents Re/oting to New Mexica Nueva Vizcaya and approacbes there to 1773, Wash-
ington, Carnegie Institution, 1923-1937. v. 1, p. 43. Igualmente: AGI, Indiferente General 416, 1579, Solicitud de merced de
ue
Juan Rodríguez Parra.
ha
197 Atanasio G. Saravia, Apuntes para la historia ..., V. 1, p. 118.
198 José Ignacio Gallegos, Historia de Durango, Durango, Fomento Cultural BANAMEX; 1982, p. 62.
199 Charles Hackett, Historical Documents ..., p. 48.
del
200 Chantal Cramaussel, La Provincia de Santa Bárbara ..., pp. 33-50.
86

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Pueblo de indios prol
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Figura 2.1 Provincia de Chiametla hacia 1575. que conformaban la provincia (San Sebastián, Copala,
Pánuco, Charcas y Cacalotlán), dominan unas pocas ha- fuer
ciendas grandes, a las que concurren la totalidad de los mineros para obtener mercurio ron
o registrar su plata. Una categoría intermedia de mineros, son aquellos que, pertene- qUle
ciendo a una hacienda grande, controlan, a su vez, a su propio grupo de mineros, tienen infh
cuentas con ellos, les distribuyen mercurio y registran su plata. La tercera categoría, dire
la conforman los pequeños mineros que permanecen ligados siempre a algún minero rrun
de las categorías anteriores. Dentro del grupo de los grandes, fuera de los menciona- tení
dos mineros Rodríguez Parra de Cacalotlan, Hernando de T rejo de Charcas, Esteban rrun
Martín y Francisco Rodríguez, de San Sebastián, cuyas haciendas se contaban entre Ron
las más importantes de cada poblado, el resto de los hacendados eran gente ligada al yFr
mayor de todos los hacendados de la provincia: Francisco de Ibarra. Si hacemos un era,
recuento de los principales hacendados de cada localidad, enfatizando los no mencio- haci
nados anteriormente, tendremos lo siguiente: bién

San Sebastián: Tenemos primeramente una de las dos haciendas de Francisco de


Ibarra que se encuentran registradas en nuestra fuente. Otra hacienda importante, es 201 J(
la de Ana Romo, encomendera de Durango, quien está catalogada como primera po- 202 A

bladora de aquella villa, lo cual indica, probablemente que era viuda de algún primer 203 A
204 J(
205 A
87

poblador.'?' El tercer minero importante de San Sebastián es, el ya citado, Esteban


Martín. Fuera de ellos tres, se encuentran otros mineros menores, que trabajan para las
haciendas de los ya citados; entre ellos vale la pena citar a Pedro de Torres Arce, viejo
soldado de Ibarra, fundador de San Sebastián.P? quien trabajaba para Ibarra, peró
tenía sus propias cuentas con mineros menores. Otro caso semejante es el de Pedro de
Montoya.
Copala: La única hacienda de importancia aquí es la de Francisco de Ibarra, fuera
de ella, sólo hay algunos mineros medianos, soldados antiguos del conquistador casi
todos ellos, que trabajaban para la hacienda con su propia gente, como Gonzalo Martí-
nez de Lerma, secretario de Ibarra;203 Sebastián de Quiroz, primer poblador de Chía-
merla y encornendero.i?' y su pariente, Juan Bernardo de Quiroz, persona muy ligada a
los Ibarra, quien además llegó a ser teniente de tesorero.
Charcas: Caso semejante al de Copala, en Charcas, dominan por completo Her-
nando de Trejo y Luis Ríos. Fuera de ellos sólo había mineros que trabajaban con su
propia gente para la hacienda, son Juan Pérez Domica, mayordomo de la hacienda
de Trejo y Juan López Quijada, un capitán de guerra de Sinaloa, que terminó insta-
lándose con Trejo. Cabe mencionar que en Charcas encontramos, además de López
Quijada, algunos otros mineros provenientes de Culiacán, como Agustín de Olivas
y Andrés de Canizares, quienes llegarían a ser mineros y soldados importantes años
más tarde.
Pánuco: Nuevamente un pueblo de una sola hacienda, la ya mencionada de Juan de
Heredia, encomendero de la región de Durango, muy cercano a Diego de Ibarra.
Cacalotlán: Es este quizas el caso más interesante de todos. Las minas de Cacalotlán
fueron las primeras en poblarse, y parecen haber sido, de las más ricas, dado que fue-
ron muy concurridas. AqUÍ tenemos a los ya mencionados hermanos Rodríguez Parra,
quienes llegaron allí por intermedio de Ibarra. De hecho, los Ibarra tenían una gran
influencia en Cacalotlán, casi todos los mineros de estas minas habían tenido vínculos
directos con el conquistador. Un ejemplo es el de Bernardo de Balbuena, un antiguo
minero de Zacatecas, encomendero y alcalde mayor de San Martín, quien al parecer
tenía su propia hacienda en colaboración con los Rodríguez Parra y contaba entre sus
mineros con gente de Ibarra y Ana Romo, como Alonso Portillo ex minero de Ana
Romo, Juan Bernardo Quiroz, ya citado, quien era al mismo tiempo minero en Copala
y Francisco Rodríguez Bayón, ex minero de Ibarra igualmente. Otro minero importante
era Amador López, antiguo soldado de Ibarra durante la conquista/OS quien tenía una
hacienda en Las Vírgenes de Culiacán, y se había establecido en Cacalotlán. Había tam-
bién mineros menores muy cercanos a los Ibarra, como Juan Bautista, antiguo criado de

201 José Ignacio Gallegos. Historia de Durango ...• p. 119.


202 AGI. Patronato 70. Ramo 6. 1570: Informaciones de Meritos de Salvador Ponce, testimonio de Pedro de Torres Arce.
203 AGI. Guadalajara 35. 1575: Testamento de Francisco de Ibarra.
204 John Lloyd Mecham. Francisco de Ibarra ...• p. 145.
205 Atanasio G. Saravia, Apuntes ...• V. 1. p. 134 Y John Lloyd Mecham. Francisco de Ibarra ...• p. 129.
88

Orruño de Ibarra;206 y dos primeros pobladores y encomenderos de la provincia: Gaspar tri


de Figueroa, entre otroS.207

En resumen, a quince años de haber sido conquistada, este nuevo dominio de la El


corona, había logrado un crecimiento importante, y una relativa paz, gestada en el eneor
control de la población española e indígena dentro de las haciendas. Hemos encon- de mi
trado que los propietarios de haciendas, estaban divididos en dos grupos: el primero fue si
y más importante, el de los soldados-encornenderos que habían llegado con Ibarra, y de los
el segundo, el de los advenedizos que se habían asociado con ellos. Era, como hemos las m
visto, una sociedad dominada por los hombres de armas, en la que el grupo de los con- pués
quistadores había sabido afianzar su posición. Pero, más que a la influencia personal crecie
del conquistador, este es un fenómeno que hay que atribuir, más bien, a la necesidad al par
de mantener bajo control armado a los inquietos españoles, y a los nunca por entero a los
sumisos indios; sabiéndose inferiores en número, los españoles siempre vivieron bajo españ
la amenaza de un levantamiento. A Francisco de Ibarra, ya no le tocó ver las mejores Nuev
épocas de su provincia; el conquistador nunca se recuperó de los achaques que le dejó el mo
su aventura con Copala y la Nueva México, y pasó los últimos años de su vida recluido
perio.
en su hacienda de Pánuco, donde en murió el 17 de agosto de 1575.208 Lo interesante y
es constatar que después de la muerte del gobernador, todo en Chiametla parece haber
demo
seguido funcionando como si él estuviera allí; sus haciendas, verdadero corazón de la
plo, ti
provincia, simplemente pasaron a manos de sus herederos, albaceas y mayordomos, y
era, c
continuaron con su vida normal: hasta las cuentas del mercurio seguían apareciendo a
las fa
nombre del conquistador, diez años después de su muerte.i"? Perdida casi toda huella
guard
documental sobre Chiametla, poco sabemos de otros aspectos de la vida cotidiana en
la eor
ella; no hemos encontrado referencia alguna acerca de haciendas o actividades agrícolas
rnos r
de parte de los españoles, y sí en cambio, acerca del abasto de los pueblos de indios ha-
eran;
cia las haciendas mineras; Ibarra en su testamento le recomienda a Pedro de Unzueta
que !(
su heredero en Pánuco que:
de Z<
en 15
•.. envíe a persona que asista [en la hacienda] y que en el tiempo que estuviere en ella gasta
por q
en su beneficio y avío de maíz, el maíz y pescado y otros bastimento s que él tiene de los
y el e;
virrei
206 AGI, Patronato 182, Ramo 13, 1564: Relación de los Tenientasgos proveidos por el virrey Luis de Velasco.
207 AGI, Guadalajara 35, 1575: Testamentaria de Francisco de Ibarra, testimonio de Gaspar de Figueroa y Gaspar de Abo-
maba
mucha. Dos a
208 AGI, Patronato 20 Ramo 16, 1575: Memorial del licenciado Juan de Ibarra.
Chíar
209 Ibarra declaró en su testamento poseer "tres ingenios de agua" en la provincia, sin dar mayores detalles al respecto;
creemos que se refería a las tres haciendas que aparecen como de su propiedad en las cuentas: la de Pánuco, donde murió,
la de San Sebastián y la de Copala. En apariencia, la hacienda de Pánuco era la más importante en la época del deceso,
210 AG
sin embargo, para principios de los años ochenta, cuando comienzan las cuentas que utilizamos para este trabajo, sin duda
211 Are
Pánuco atravezaba por un mal momento, pues había muy pocos mineros allí. La hacienda fue heredada por su primo Pedro
treras p
de Unzueta Ibarra, mientras que el resto de sus bienes pasaron a manos de Martín Ibañez de Ibarra y Juan de Ibarra, sus
212 AG
hermanos. Su tío Diego de Ibarra, Martín López de Ibarra, su primo, y su viejo colaborador, Hernando de Trejo, quedaron
213 Sal
como albaceas de esos bienes; cinco años después, encontramos las haciendas de Ibarra administradas por su mayordomo
214 AG
Domingo de Arrona, en pleno funcionamiento, sin duda bajo la vigilancia de Diego de Ibarra y Martín López de Ibarra.
215 AG
tributos de su pueblo de Chiameda y sus sujetos y se haga pago de el valor de todo ello al
precio común que en el dicho real de minas valiere a el tiempo que los diere ... 210

En efecto, Chiameda, el antiguo pueblo de indios, y sus sujetos, pertenecían en


encomienda a los Ibarra, quienes desde allí enviaban bastimentos para las haciendas
de minas. Durante todo este periodo, este pueblo siguió siendo asiento de indios, y no
fue sino hasta mucho más tarde que los españoles fundaron una villa en ese lugar. Uno
de los principales tributos aportados por este pueblo, era la sal marina que cuajaba en
las marismas: ésta se cosechaba anualmente en el mes de febrero y se distribuía des-
pués por toda la Nueva Vizcaya."! Durante toda la década de 1570, Chiametla siguió
creciendo y muy pronto se desarrolló una tipo de sociedad bastante peculiar, donde,
al parecer, el grupo español se dedicó esencialmente a los trabajos mineros, dejando
a los indios el abasto y el trabajo de las minas. Se sabe, por ejemplo, que al igual que
españoles de diferentes regiones, llegaron hasta la provincia indios de servicio desde la
Nueva España, en particular de Michoacán.i" En cambio, no hemos encontrado, hasta
el momento, referencias de actividades agrícolas desarrolladas por los blancos en este
periodo, lo cual bien puede ser señal de que no debieron de ser muy importantes.
y sin embargo, la sociedad española local no era pequeña: aunque no existen cifras
demográficas, se pueden tomar algunos indicadores al respecto. Para 1582, por ejem-
plo, tenemos registrados 84 mineros en la provincia, y 105 en 1584, es decir, que ese
era, como mínimo, el número de sus vecinos. Este dato no incluye, desde luego, ni a
las familias de éstos, ni a vecinos no mineros: mercaderes, oficiales reales, sirvientes,
guardaminas, capataces, carboneros, etc. Dadas las características de su poblamiento,
la concentración de vecinos mineros debe haber sido muy alta en esta sociedad: he-
mos registrado, 14 mercaderes en Chiameda para el periodo 1582-1585, y todos ellos
eran al mismo tiempo mineros. Pero incluso suponiendo que no había otros vecinos
que los mineros, la cifra de 105 vecinos no es baja, comparada, por ejemplo, con las
de Zacatecas, donde se decía que había 300 vecinos en 1572, y 500 españoles en total
en 1582.213 Aunque todavía exiguas, estas primeras cifras comienzan a explicamos
por qué, entre sus contemporáneos, la provincia alcanzó fama de ser rica y poblada
y el espectacular crecimiento de su producción minera, que obligó a las autoridades
virreinales a tomar cartas en el asunto. Ya en 1574, el oidor Lope de Miranda infor-
mabaJuan de Ovando que Chiameda era la provincia mas rica de la Nueva Vizcaya.I'"
Dos años después, en 1576, se acordó comenzar a enviarles mercurio a los mineros de
Chiametla, por ser una de las provincias más ricas de la Nueva España215 y en 1578, se

210 AGI. Guadalajara 35: 1575. Testamento de Francisco de Ibarra.


211 Archivo Histórico de Durango. Microfilm Biblioteca University of Texas, El Paso. 492-35. 1586: Libranza a Antonio Con-
treras para la cosecha de la sal
212 AGI. Guadalajara 35: 1575. Testamento de Francisco de Ibarra.
213 Salvador Alvarez, Minería y poblamiento ...• p. 113·
214 AGI. México 99. Ramo 6: 1574. Lope de Miranda a Juan de Ovando
215 AGI. México 278. Dic de 1576: Testimonio del acuerdo con Fernando de Balbuena para que proveyese azogue a las
90

compele a los mineros a llevar su plata a quintar a Durango.F" Finalmente, en 1579, PlAT~

ante los informes del doctor Orozco, indicando que la producción de plata en Chia-
merla continúa al alza, y que sus minas son las más ricas de la Nueva Vizcaya, termina
por autorizarse la instalación de una caja real en la villa de San Sebastián."? misma
que inicia operaciones un año después.
En 1580 se acuerda a los mineros de la provincia un privilegio, según el cual sólo
pagarían el diezmo y no el quinto en oro, plata y perlas.2l8 Todo indica que, antes de
1582, este derecho nuevamente se redujo y se les acordó que pagaran únicamente el
veinteno, como aparece en algunas de las cuentas de mineros. Este es el inicio de lo que
podríamos llamar la "época de oro de Chiamerla'. Durante los cinco años siguientes, la
producción minera alcanza volúmenes bastante respetables. Por mala fortuna, no dis-
ponemos de cifras completas de la producción global registrada en la caja de Chiamet- E
la, a partir de su fundación; tanto los libros del ordinario, como los sumarios anuales posil
de esta caja, siguen, hasta la fecha, perdidos. Con lo que si contamos, en cambio, es con gue,
los pagos por venta de mercurio o azogue, en las diferentes haciendas de la provincia, así,ll
para el periodo 1582-1587. Sabemos, por estas mismas cuentas, que el precio oficial ber a
del mercurio para Chiamecla había bajado de 136,219 116 pesos por quintal, en ese año,
momento. Desde el siglo XVI, en la tradición minera novohispana, se consideraba que aqu'
el rendimiento promedio de un quintal de azogue, con minerales de no muy alta ley, regís
era de alrededor de cien marcos por quintal utilizado: sobre esta base se calculaba la céleb
distribución de mercurio.P" Aunque los minerales en Chiametla tenían fama de ser prov¡
muy ricos, a falta de otras referencias, hemos intentado acercamos a la producción alm
minera de Chiarnetla, a partir de la plata de azogue, suponiendo un rendimiento de dem
100 marcos por quintal (cada marco valía ocho pesos y un romín, es decir 8.125 pesos). esos
Aunque se trata de un cálculo necesariamente conservador, los resultados muestran de al
cifras de producción bastante elevadas (números redondos): gran(
pobl:
desdt
10s re
tuna'
tas
es rru
Nue
¡
matn
minas de Chiametla.
216 AGI. Guadalajara 6. 1578: Cartas y expedientes vistos en el Consejo de Indias.
miení
217 AGI. Guadalajara 6. 1578: Cartas y expedientes vistos en el Consejo de Indias y AGI. Indiferente General 416. 1579: una v
Título de contador de la caja real de Chiametla a Alonso Calderón.
Pt
218 AGI. Indiferente General 739. 1580: Merced a los mineros de Chiametla pago del diezmo en vez del quinto en oro plata
y perlas por ocho años.
rente,
219 Antonio Francisco García-Abasolo González. Martín Enríquez y la reforma de 1568 en la Nueva España. Sevilla. Publi- los di
caciones de la Exma Diputación Provincial de Sevilla Sección Historia Serie V Centenario del Descubrimiento de América no.
2 .1983. p. 106.
220 AGI. Guadalajara 841. 1574: Libro común de la caja de Zacatecas AGI. Contaduría 925. 1599-1600: Cuentas de la caja 221 Pet

real de Durango. 222 )osl


91

PLATA DE AMALGAMAEN CHIAMETLA: 1582-1587

AiIo ••••••• ••••


1582 12.969 112 11.200 91•000

1583 925 58 5.800 47.125

1584 25.546 220 22.000 178.750

1585 26.494 228 22.800 185.250

1586 17.417 105 10.500 85.312

1587 170 100 812

Esta es tan sólo la plata de mercurio; en un lugar alejado como Chiameda, es muy
posible que la plata de fundición fuera, cuando menos, tan importante como la de azo-
gue, por lo que estas cifras deberían multiplicarse, como mínimo, por dos. Si esto fuera
aSÍ,la plata extraída en 1585, año en que se alcanza el máximo de producción, pudo ha-
ber alcanzado los 45,000 marcos; recordemos, a título de comparación, que ese mismo
año, que fue también uno de los mejores para Zacatecas, la producción registrada en
aquél real alcanzó los 134,343 marcos.P' Es decir, que en su momento de mayor auge
registrado, Chiameda producía, conservadoramente, un tercio de lo que se extraía en las
célebres minas de Zacatecas: no es de extrañar que tuviera fama de gran riqueza aquella
provincia. Este auge minero, no fue circunstancial, ni se creó de la noche a la mañana;
al momento en que la producción platera alcanza su cenit, en 1585, aquellas haciendas
de minas llevaban ya casi veinte años funcionando: el lapso de una generación. Durante
esos cuatro lustros se desarrolló necesariamente un bien aceitado y eficiente sistema
de abasto de mano de obra e insumos para las minas: trabajadores de planta para las
grandes haciendas, repartimiento para los pequeños trabajos mineros, alimentos para la
población española en general. Si bien se sabe que hubo traslados de población indígena
desde otras regiones, estos fueron ocasionales; Chiameda siempre debió depender de
10srecursos humanos locales, en especial cuando de mano de obra se trataba. Desafor-
tunadamente no es posible reconstruir este sistema de abasto, dado que no hay cuen-
tas de funcionamiento interno de haciendas, y la documentación sobre encomiendas
es muy escasa. Por un privilegio dado a Francisco de Ibarra por el rey, los indios de la
Nueva Vizcaya estaban exentos de tributos reales,222de modo que tampoco existen ni
matrículas, ni tasaciones, ni relaciones de encomenderos ni mandamientos para repartí-
miento. Ningún fraile ni viajero nos dejó relación alguna de sus recuerdos del lugar: es
una vida cotidiana perdida.
Pero no es necesario tampoco imaginar que la vida en Chiameda fuera muy dife-
rente, mientras hubo paz, de la que se llevaba por esa misma época, en reales como
los de Taxco o Sultepec, en pleno centro del virreinato: lugares donde los españoles

221 Peter J. Bakewell. Minería y sociedad ...• p. 330.


222 José Ignacio Gallegos. Historia de Durango ...• p. 117.
92

vivían en medio de una relativa abundancia de mano de obra, aunque alejados de los deot
grandes centros de población del virreínato. Al igual que en aquellos, una característica entre
interesante de Chiamecla, es que con todo y la gran producción minera, y el aumento ros, e
de la población española, nunca se creó en esta provincia una verdadera aglomeración indíg
urbana; la única verdadera villa que existió fUe la de San Sebastián, aunque todo indica do en
que la mayor parte de la población de ella, vivía en las haciendas de los Ibarra, como de Ia~
veremos a continuación. De hecho, puede decirse que la mayor diferencia que existió go, se
entre Chiamecla y sus émulos de la Nueva España o la Nueva Galicia, haya sido su de es:
carácter más militar, más dependiente de la fuerza de las armas, ante la amenaza de 1580
guerra. Por mucho que hubiera crecido la población española, todavía a finales del siglo rasgo

XVI su posición seguía siendo precaria ante la superioridad numérica de los indios. La nos n

violenta crisis, crisis de muerte, que alcanzó a Chiametla justo en su mejor momento, rosos

es una demostración más que elocuente de lo anterior.


Bárb:
El de 1585, fue, como 1529, un año clave en la historia de la provincia. El largo Pt

periodo de auge que se inicia en la década de 1570, llega a su punto culminante en 15801
ese año, pero no sin antes haberse escuchado ominosos timbres de alerta. No todo esta r

fue paz en Chiametla durante esos venturosos años; además de los indios de las en- Dieg<

comiendas, gente relativamente pacífica, habitante de los pueblos de las zonas bajas, vario:

y de los contrafuertes de la sierra madre, había en la jurisdicción de Chiametla otras jada,

fuentes de mano de obra para las haciendas: los indios de guerra de las montañas. Du- la ext

rante la segunda mitad del siglo XVI, en todo el norte, la captura de indios de guerra la can
consu
para someterlos a servicios personales (esclavitud), se había convertido en uno de las
principales fuentes de mano de obra para los poblados españoles.f" En 1573, el oidor comp
en cu
Lope de Miranda acusaba a Francisco de !barra de haber convertido a la provincia de
Chiametla en centro de aprovisionamiento de esclavos para otras regiones:224 es muy para 1

posible que la acusación tuviera fundamento. En 1577, llegó hasta el norte el famoso
cocoliztle que afectó gran parte de la Nueva España y de la Nueva Galicia; se sabe que
el mal se difundió también por toda la Nueva Vizcaya y que fue motivo de mortan-
dades y turbulencias guerreras en las zonas altas de la província.F' Sin embargo, es
interesante constatar que en Chiametla, a diferencia de todas las zonas aledañas, esta
violenta enfermedad no pareció mermar demasiado la vida minera. Mientras violentos
levantamientos se verificaban en la Nueva Vizcaya, y que en la vecina Nueva Galicia, se
hablaba de que la mitad de los indios había desaparecido.r" Chiametla se encaminaba
a su época de oro; Orozco en su informe de 1578, donde mencionaba la riqueza de
Chiametla, no hace mención alguna de la epidemia.
Pero la realidad es que la epidemia sí llegó a afectar a la provincia. Durante el año de
227 AGI.
la pestilencia, los mineros de Zacatecas y otras regiones, solicitaban el envío de indios 228 AGI,
229 (ha
Potosinc
230 J. LI
223 Chantal Crarnaussel, La Provincia ...• pp. 38-42-
231 He
224 AGI. México 70. Ramo 1. 1573: Lope de Miranda a Felipe 11. en: Antonio García Abasolo. La reforma ...• p. 355.
con cuat
225 Chantal Cramaussel. La Provincia ...• pp. 28 Y 41.
cualquie
226 AGI. Guadalajara 6. 1570: Cartas y expedientes vistos en el Consejo de Indias. expediente de 1570.
93

de otras regiones para reemplazar a los muertos; hay indicios de que Chiametla estuvo
entre estas regiones exportadoras de mano de obra.227 Cada día más poblada de mine-
ros, cada día extrayendo más plata, es muy posible que las presiones sobre la sociedad
indígena, se hayan incrementado; sin duda los nuevos mineros, que no habían alcanza-
do encomiendas, subsanaban sus necesidades en mano de obra recurriendo a los indios
o de las montañas, en especial de aquellos que se encontraban sobre el camino a Duran-
go, sobre el curso del río Mezquital. De hecho, ya para 1580 varios pueblos de indios
u de esa región se encontraban en pie de guerra y asediaban a los caminantes.F" Los años
e 1580-1585 fueron de una gran violencia en todo el norte, una violencia descrita en sus

o rasgos más generales, mas no explicada todavía, pero cuyos testimonios documentales

a nos muestran que fue una época de despoblamiento, así fue re temporal, para nume-
o, rosos asentamientos españoles por todo el altiplano central, de Zacatecas hasta Santa
Bárbara.229 Chiametla parecía ser siendo una isla en medio de tanta violencia.

o Pero era sólo una apariencia, pues la violencia ya estaba allí. A los levantamientos de

n 1580, siguieron otros que asolaron la vecina provincia de Culiacán en 1583; de hecho,

o esta nueva asonada afectó también a Chiametla, como lo demuestra el hecho de que
Diego de Ibarra, a la sazón gobernador de la Nueva Vizcaya, haya echado mano de
varios capitanes y mineros de la provincia para aplastar a los rebeldes: Juan López Qui-
jada, Gonzalo Martín y Pedro de Monroya.i" Si en semejante entorno, la población y
la extracción de plata seguían creciendo, era simplemente porque en Chiametla había
la cantidad suficiente de hombres de armas e indios aliados, como para resistir: en eso
consistía su diferencia con el resto de la Nueva Vizcaya y de la Nueva Galicia. Para
comprender lo anterior, un análisis de cómo estaba distribuida la población de mineros
en cuatro de los cinco pueblos de la provincia entre 1582 a 1587 (datos incompletos
e
para 1583), nos ayudará a comprender lo que sucedió.P!
y
o
e

a
e

e
227 AGI. Guadalajara 6. 1570: Cartas y expedientes vistos en el Consejo de Indias. expediente de 1570.
s 228 AGI. Guadalajara 6. 1580: Pineda a Felipe 11.
229 Chantal Cramaussel. La Provincia ...• pp. 43-50. Charles Foin, "Rodriga de Rio de Losa 1536-1606?". Archivos de Historia
Potosina 38. 1978 pp. 128-128.
230 J. lIoyd Mecham. Francisco de Ibarra ...• p. 185.
231 Hemos excluido al pueblo de Pánuco dado que en éste sólo aparece la hacienda. ya citada de Juan de Heredia,
con cuatro mineros asociados únicamente. ignoramos que tan grande pudo ser su población de indios o trabajadores de
cualquier tipo.
94

MINEROS REGISTRADOS EN LA PROVINCIA DE CHIAMETLA: 1582-1587 se ase


lugan
r AAo San sebestI6a CIICIIIaaIn a.as Copela TGtaI
1 tensic
1582 29 16 10 29 84 las h:
últirn
1583 9 5 6 9 29
explo
1584 29 17 23 36 105
indio
1585 32 18 46 103
7
mayo
1586 29 2 5 37 73 sal; la
1587 -- 3 6 4 13 la gw
Trejo
Desafortunadamente estos son los únicos datos cuantitativos de población razona- propi
blemente fiables de que disponemos; el cuadro es muy incompleto, pues sólo nos pre- uno (
senta, en realidad, algo así como la parte final de una película, aquella en que la tragedia rierot
llega cuando todo parece ir mejor: eso es un poco 10 que sucedió en Chiametla. Si ha- poco
cemos una comparación entre este cuadro, y el de la producción minera, nos daremos de eie
cuenta de que el punto máximo de la producción minera, llegó justo después de que la tiem¡
población española hubiera alcanzado también su punto culminante (siempre utilizan- son ij
do como guía a los mineros): de 85 mineros en 1582, se pasa a 104 en 1584; nunca, en peor!
apariencia, la población española había estado mejor que en esos años de 1584 y 1585, Dura
en que los 104 mineros registrados, llegan a producir 22,000 marcos de plata de amal- lapn
gama. y sin embargo, vemos, continuando con el cuadro, cómo, partir de 1586, todo pierd
se precipita al vacío, y en dos años no queda nada. Analizando el cuadro más de cerca, la cap
podemos damos cuenta de que algo ya andaba mal en este momento de auge. Las cifras vala,
de 1582 y 1584, nos dan una imágen de gran equilibrio, todos los pueblos eran de ta- indio
maño semejante, pero a partir de allí, vemos que algo extraño sucede. En 1585, si bien ren
la cifra total se mantiene estable, vemos cómo San Sebastián y Copala crecen a costa de y la v
Cacalotlán y Charcas; en 1586, cuando el total comienza a descender, esta tendencia fue rl
se agudiza también. La razón es muy simple: son los mineros de Cacalotlán y Charcas
que acuden a refugiarse en las haciendas de los Ibarra, las más antiguas y grandes, las
mejor pobladas. O como dijo Ruy Pérez Cabezas, uno de los mineros de la hacienda de
Ibarra en 1586: fui a la villa de San Sebastián para estar más seguro •.. 232
El gran secreto de Ibarra y de todos los grandes capitanes de su género, es el haber
actuado siempre como jefe de hueste, en tiempos de paz, como en tiempos de guerra.
Durante todo el periodo estudiado, encontramos siempre en las haciendas de los Iba-
rra, a soldados y capitanes de la conquista, y a sus herederos, trabajando juntos. Los
vínculos que unían a Ibarra con su gente, nunca se disolvieron a su muerte; muchos
viejos soldados que siguieron trabajando toda su vida en las mismas haciendas, a las 233 Ar
cosech
cuales incorporaban también los indios de sus propias encomiendas. Mientras tanto, 234 AC
como hemos visto, la mayor parte de los mineros que llegaron después de la conquista, 235 M
236 AC
237 lb
232 AGI. Guadalajara 35. 1587: Información de testigos sobre la guerra con los indios de Chiarnetla.
238 AC
95

se asentaron en Charcas y Cacalotlán. Es por eso que San Sebastián y Copala, eran los
lugares más seguros para refugiarse en caso de necesidad; en el momento en que las
tensiones se volvieron más graves, casi todos, antiguos y nuevos, se replegaron hacia
las haciendas más grandes, hasta Hernando de Trejo abandona Charcas y pasa sus
últimos años en San Sebastián peleando contra los indios. Hacia finales de 1585, todo
explota, la provincia entera se ve envuelta en la guerra, y esta involucra por igual a los
indios de paz de la costa, como a los indómitos de la sierra. A principios de 1586, la
mayoría de los indios del pueblo de Chiameda desertaron, y no hubo quien recogiera la
sal; las autoridades decidieron llevar indios de Piaxtla para la cosecha.F" Poco después,
la guerra se generaliza; los indios queman casas en Pánuco y Copala y Hernando de
Trejo muere, en compañía de su hijo Juan López de Quezada, a manos de sus indios
propios encomendados de los pueblos de San Bartolomé y San Pablo Cobasca.P" Era
uno de los últimos de los jefes de la conquista que quedaba: mala señal. Después mu-
rieron también Juan López Quijada, Alonso Sánchez y otros cuarenta pobladores. Al
poco tiempo los indios atacan también San Sebastián y Cacalotlán, donde matan a más
de cien españoles.i" Las hostilidades se generalizan; los españoles, recordando viejos
tiempos, hacen llegar intérpretes nahuatlatos para conferenciar con los rebeldes, pero
son ignorados y el año termina con la provincia devastada.P" En 1587, las cosas van por
peores caminos, se hacen llegar contingentes de soldados de Guadalajara, San Andrés,
Durango y otros lugares de la gobernación, pero, aunque los caminos son pacificados y
la producción minera parece reanudarse, los ataques continúan. Bernardo de Balbuena
o pierde su hacienda con todo y negros e indios en Cacalotlán; al poco tiempo comienza
la captura masiva de esclavos: Alonso Calderón, Barrolomé Hernández, Martín de Za-
s vala, todos vecinos de Chiametla, regresan con indios en collera.i" En septiembre los
indios asaltan de nuevo San Sebastián y matan 30 españoles más, y otros tantos mue-
ren en el resto de la provincia. En 1588 ya sólo quedaban 10 vecinos en San Sebastián,
e y la villa estaba a punto de ser abandonada; la minería estaba paralizada, y la caja real
a fue retirada a Durango.P" Un año más tarde, todo había terminado.
lS

~r
a.
t-

)S

)S
233 Archivo Histórico de Durango, Microfilmes Biblioteca University of Texas, El Paso, 492'35, 1586: Libranzas para la
lS
cosecha de la sal.
o, 234 AGI, Guadalajara 35, 1587: Información de testigos sobre la guerra con los indios de Chiametla
a, 235 AGI, Guadalajara 6, 1588: Cartas y expedientes vistos en el Consejo de Indias.
236 AGI, Guadalajara 35, 1587: Información de testigos sobre la guerra con 105 indios de Chiametla.
237 Ibid.
238 AGI, Guadalajara 6, 1588, Cartas y expedientes vistos en el Consejo de Indias.
3: LAS COSTAS VAcíAS

Por segunda vez en sesenta años, Chiametla se había convertido en un cementerio,


y por segunda vez, los españoles abandonaban la costa para asentarse en la montaña y
el altiplano. Durante cuatro lustras, Chiametla fue el verdadero corazón de la Nueva
Vizcaya: con todo y sus supuestas desventajas climáticas y orográficas, la región costera
había llegado a ser la más poblada y la mayor productora de plata de todo el norte de la
Nueva España, exceptuada Zacatecas: algo casi inverosímil para quien conozca la histo-
ria de aquellos lugares en los siglos posteriores. Visto desde nuestra época, el mundo de
los indios del tiempo de la conquista, está poblado de imágenes de lugares templados,
valles, y frescas lagunas, pirámides y chinampas: cuesta trabajo creer que en lugares
como Jalisco, Nayarit o Sinaloa, que por siglos han figurado como casi despoblados,
hubo algo alguna vez. Casi borradas de la memoria colectiva, casi nunca han llamado la
atención de arqueó lagos o historiadores. Cierto que en ninguno de esos lugares se alcan-
zaron densidades comparables a las del Valle de México o Michoacán, pero hablando
del norte, el hecho es muy probable que las costas húmedas estuvieran más densamente
pobladas que las tierras templadas, yeso aún considerando que las sociedades del alti-
plano norteño no eran tan pequeñas como las irnaginamos.P?
La Chiametla de 1565 a 1585, no se explica si se olvida como era esa misma región
cuando Nuño de Guzmán y los suyos la vieron por primera vez. El infausto final que
tuvo aquella segunda provincia de·Chiametla, no deja de tener paralelos con los even-
tos de 1529, bien podría decirse, incluso, que fue una secuela a largo plazo de lo que
entonces sucedió. En Chiameda se resumen dos grandes ciclos de la expansión españo- muq
la hacia el norte en el siglo XVI. La costa del Pacífico fue la primera gran frontera en el tenn
norte, fue la zona del primer contacto, que fue ciertamente brutal, devastador, pero de si bi«
corta duración. Después del primer colapso en la década de 1530, la población españo- nos,
la se repliega hacia las zonas altas: es la época de Zacatecas. El relativo aislamiento en un si
que vivió Chiameda durante las dos décadas siguientes, permitió que su destino fuera algo
un tanto diferente al de zonas cercanas como Compostela o Purificación, que parecen Chía
haber permanecido casi vacías a partir de entonces. Como puede apreciarse en el mapa antig
anexo, durante la segunda mitad del XVI, el ciclo se repite. Mejor poblada y abastecida vacío
que la mayor parte de las regiones del altiplano, la renacida Chiametla de nuevo se con- mín~
virtió en el principal centro de atracción de la población española en el norte, mientras las de
que el resto de las fundaciones contemporáneas a la segunda conquista de Chiametla, desie
aquellas localizadas sobre el altiplano, sufrieron una larga época de estrecheces y penu- gente
rias por falta del elemento esencial en ese contexto: gente. Más que el haber llegado a tres n
ser la segunda en tamaño después de Zacatecas, lo verdaderamente esencial del fenó- la pro
meno que representó Chiametla, consiste en que fue la más grande y vital de todas las el gru
zonas de poblamiento que se fundaron en el septentrión durante la segunda mitad del hacia
siglo XVI: Zacatecas terminó promoviendo el repoblamiento de la costa del Pacífico, y San
de Cb
239 Chantal Cramaussel. La provincia ...• especialmente. pp. 83-95. (Marr
97

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o Hacienda agrfcol.
~ VHIa do HplIIoIH abondonoda
T Minas en upIotad6n
'tVMinas_
• Pueblo de indios tributarioo do encomienda
• Roducd6n do Indios do
Nuev. elpal\. so km
- Camino I
1:

mucho más que el de nuevas regiones en el altiplano sep~ Figura 2.2 la provincia de Chiametla

tentrional. Durante la segunda conquista de Chiametla, y su vecindad hacia 1590.

si bien la convivencia entre indios y europeos resultó me-


nos devastadora, el final fue muy parecido. La guerra de 1585~1588, fue algo más que
un simple "levantamiento': (un "movimiento de resistencia" dirían algunos), fue más bien
algo semejante a lo que sucedió en 1529, así como los españoles fueron expulsados, la
Chiametla indígena no se recuperó jamás de ese golpe. Después de la guerra, tanto los
antiguos asentamiento s españoles, como los pueblos de indios, quedaron literalmente
vacíos. Muy pocos vecinos españoles se quedaron por allí. Hacia 1590, se fundaron las
minas de Espíritu Santo de Los Papudos, se reabrieron las de Cacalotlán y más tarde
las de Pánuco y Materoy, pero ya nunca fue lo mismo. Los Papudos permanecieron casi
desiertos, y Cacalotlán se convirtió en asiento de tres capitanes de guerra que colocaron
gente allí: Alonso Díaz, Iñigo Ortiz de Ibargüen y Antonio Orriz de Calahorra, los
tres muy cercanos a Ibarra y al entonces gobernador Rodrigo del Río. Sin embargo,
la producción minera en ambos reales fue casi nula durante este periodo. En realidad,
el grueso de la población de la Nueva Vizcaya, se estaba desplazado en ese momento
hacia dos nuevos reales de minas enclavados en las barrancas de la sierra madre: Topia
y San Andrés. En Topia encontramos a un grupo de antiguos mineros y gente de guerra
de Chiametla, transformados en mineros importantes, entre ellos destacan los Olivas
(Martin, Diego, Juan, Agustín y Pedro) y los Canízares (Andrés y Esteban), quienes
se convertirían en influyentes capitanes de guerra. Durante la década de 1590 Topia se Escol
convirtió en el real más importante de la Nueva Vizcaya por su volumen de producción: pract
1597 se registraron 10,311 y 14,594 en 1598, época de su máximo apogeo. San Andrés inrne
también alcanzó alguna notoriedad e importancia, pero en menor grado que Topia. La
historia posterior de ambos reales fue una versión en pequeño de la de Chiametla: des-
pués de un corto auge, ambos fueron literalmente destruidos durante las rebeliones de ea
Acaxees y Xiximes de 1601 y 1604-1605. Es
A principios del siglo XVII, ya la vieja historia de las costas del Pacífico norte to-
caba a su fin y se iniciaba otra. Las costas y las barrancas de los grandes ríos de la A
sierra, habían sido virtualmente abandonadas por los europeos: entre 1600 y 1610, había
se completó el nuevo ciclo de desplazamiento de la población española, de regreso en el hOI
el altiplano, en dirección de tres centros de población: Guanaceví, Cuencamé y To- osten
dos Santos. Curiosamente, el inicio de este desplazamiento coincide justamente con la caso
época de la destrucción final de Chiameda: Todos Santos y Guanaceví se comenzaron lajus
a poblar en 1586 y 1587, respecrívamenre.i" Cuencamé, por su parte, comienza a po- en el
blarse hacia 1600. Durante la primera década del siglo, Guanaceví se convirtió en el de lE
principal centro minero de la Nueva Vizcaya,241mientras que la población de Durango, mien
Cuencamé y la provincia de Santa Bárbara comenzó a incrementarse notablemente: el yabu
nuevo ciclo de desplazamiento hacia el altiplano se había completado (ver mapa). les ad
La antigua Chiametla quedó practicamente vacía y sus días de gloria nunca re- rrusm
gresaron ya. En 1601, Francisco de Urdiñola proponía que se buscara gente en las contr
serranías aledañas, para asentada en San Sebastián y colocarlos bajo la custodia de un nasal
convento franciscano.Pf El proyecto nunca se llevó a cabo, pero en 1603 comenzó a presk
funcionar formalmente un presidio militar en San Sebastián. De alguna manera, con como
la erección del presidio se abrió otra época en el poblamiento colonial de la costa. El indio
nuevo establecimiento se convirtió en poco tiempo en el centro de la vida social en la lo qu
provincia, y su capitán en el personaje local más poderoso e influyente.é'" Durante toda Chial
la primera mitad del siglo XVII, los viejos centros mineros de Charcas y Los Papudos, había
quedaron casi desiertos; tan sólo Copala experimentó un cierto resurgimiento minero señal
a finales de la década de 1630. Los Papudos, rebautizado como San Martín de Los Pa-
pudos comenzaron entonces a ser explotados de nuevo, mientras que Charcas sólo se
reabriría en forma en la segunda mitad del siglo.Al pueblo de Chiametla, por su parte,
Yl
sólo le quedaban, en 1602, cuarenta vecinos indios y diez españoles que se dedicaban sie
a tratar y comerciar pescado, ostras y perlas.i" Durante mucho tiempo, todavía, la gr;
pesca y la recolección de sal, seguirían siendo sus mejores granjerías. En 1602, Mota y

245 Ibi,
240 Ibid .• p. 45 nota 135 y p. 47 nota 144.
2461bil
241 Salvador Alvarez, Mineña y poblamiento ...• p. 130.
247 Lui
242 AGI. Guadalajara 67 no. 13. 1601: Francisco de Urdiñola al rey.
248 AG
243 Ver al respecto: Salvador Alvarez. "La hacienda-presidio en el Camino Real de Tierra Adentro en el siglo XVII". Irantl-
249 Sa
sión 22 • Ago. 1999. Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad [uárez del Estado de üurango, pp. 48'71.
250 Ch
244 Alonso de la Mota y Escobar. Descripción ...• p. 43.
sionnair
99

Escobar decía que se recogían de 12,000 a 15,000 fanegas anuales de sal,245y todavía se
practicaba la prodigiosa pesca de río y estero que la había hecho famosa desde épocas
inmemoriales:

.•. estos lances [de pesca] ..• se hacen dos o tres veces al año en grueso, y préndese en tanta
cantidad que se provee todo este reino de la Galicia y gran paree de Nueva Vizcaya y Nueva
España de pescado cesial ... 246

Ante las secuelas y vacíos de población que las guerras de finales del siglo anterior
habían dejado, el presidio San Sebastián era el principal centro de actividad, y su capitán
el hombre fuerte y la máxima autoridad allí. Por regla general, los capitanes presidiales
ostentaban al mismo tiempo el título de alcalde mayor de sus jurisdicciones (este era el
caso del de San Sebastián), de modo que reunían en sus manos la autoridad militar y
lajusticia civil. El recuerdo de las guerras del pasado, hizo que el presidio permaneciera
en el lugar por muy largo tiempo, si bien las acciones de guerra fueron pocas después
de 1620247 no fue sino hasta 1686 que la Nueva Vizcaya dejó de soscenerlo.t" Pero,
mientras tanto, bien sabían como emplear su poder estos capitanes durante los largos
y aburridos periodos de paz. Eran ellos quienes cobraban los haberes de los soldados,
les adelantaban bienes, introducían mercancías, y pronto se dedicaron a la minería, lo
mismo que sus soldados. En 1632, después de la fundación de las minas de Parral, en-
contramos a varios soldados de San Sebastián, probando suerte en aquel nuevo real,249
no sabemos si enviados por su propio capitán. En realidad, de todo hacían los soldados
presidiales, eran mineros, arrieros, y pescadores al servicio de sus capitanes, quienes,
como justicias civiles que eran, gobernaban también sobre los civiles blancos, castas, e
indios, especialmente. Era más un pequeño señorío, que un verdadero puesto militar
lo que detentaban estos capitanes. Nicolás de Barreda nos relata, en 1645, cómo en
Chiametla, los capitanes se habían hecho a la vida civil, y las grangerías de la mar, no
. había allí ni torreones, ni baluartes, ni cuerpos de guarda o posta, caja ni bandera, ni
señal alguna de milicia:

... si alguna se oye ... es tocar a rebato la campana de la iglesia a que sale el capitán, soldados
y gran multitud de indios a embestir a la costa como si en ella estuviese toda Holanda,
siendo el fin de dicho rebato y movimiento la pesca de camarones de que tiene el capitán
grandes provechos ... 250

245 Ibid .• p. 43.


246 Ibid .• p. 44.
247 Luis Navarro García. Sonora y Sinaloa ...• pp. 236'240.
248 AGI. Contaduría 928: Cuentas de la caja real de Durango1686-1688.
249 Salvador Alvarez, Minería y poblamiento ...• p. 133·
250 Chantal Cramaussel •. "Un projet de réductions indigénes pour la Nouvelle Biscaye. l'avis de Nicolas de Barreda mis-
sionnaire jésuite á San Andres en 1645. en: Allain Musset ed .• Homenaje a lean Pierre Berthe CEMCA México en prensa
100

Así transcurría la vida en Chiamecla pasados sus auges y decadencias. Durante el


siglo XVII, la población de toda esta parte de la costa, experimentó un crecimiento CAP
lento, pero sostenido; no obstante, habría que esperar hasta el último tercio del siglo el
para que surgiera un nuevo auge minero en Rosario (fundada en 1655). Con el trans-
curso de los años, los pueblos de indios vivieron una lenta recuperación, aunque nunca
volvieron a ser muy numerosos, ya a finales del XVII competían por las tierras con los
pueblos, haciendas y ranchos de mestizos y españoles que fueron surgiendo a lo largo
de ese siglo.251 De la vieja Chíamerla, sólo quedó un vago recuerdo de que allí hubo
mucha gente alguna vez.
Iba
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ton
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diti
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251 Salvador Alvarez. "Tendencias regionales de la propiedad territorial en el norte de la Nueva España. Ciudad luárez, 253

Actas del 11Congreso de Historio Regional Comparada UACJ. pp. 1i¡7-153. de la


101

CAPITULO De reinos lejanos y tributarios infieles:


111

el indio de la Nueva Vizcaya en el siglo XVP52

Como hemos visto anteriormente, en 1554 y 1562 respectivamente, Francisco de


Ibarra emprendió sendas expediciones cuyo objetivo era la búsqueda de un rico reino
llamado por entonces Copala o la "nueva México': Al final, la segunda de ellas dio como
resultado la fundación de una nueva provincia septentrional que fue llamada desde en-
tonces la Nueva Vizcaya.m Si bien el rico reino de Copala nunca apareció, el impulso
explorador desatado entonces, llevó por primera vez a los colonizadores a implantarse
en territorios hasta entonces enteramente ignotos del altiplano septentrional situados al
norte de Zacatecas, poblados por igualmente por gente hasta entonces desconocida.
En las figuras 3.1 vemos cómo, en el curso de su expedición de 1554, Ibarra y gente
dirigieron sus pasos hacia el noroeste de Zacatecas, pasando por el sitio "del Fresnillo';
para franquear enseguida el curso del río Aguanaval, llamado por entonces simplemente
"río Grande" y transitar luego por los sitios que bautizaron como El Saín, San Martín y
Chalchihuites. Hasta ese punto, los expedicionarios habían recorrido territorios habi-
tados preponderantemente por zacatecos, un grupo cultural y lingüístico con el que los
españoles habían tenido estrechos contactos tanto bélicos como igualmente pacíficos
de tiempo atrás. Sin embargo, conforme se aproximaron al sotomontano de la Sierra
Madre Occidental, se fueron internando en territorios nuevos, habitados por grupos de
indios con los que no habían sostenido hasta entonces sino escasos contactos, pero que
sabían eran ya un tanto distintos de los zacatecos con los que estaban familiarizados.
Los expedicionarios no dudaron entonces en bautizar a los indios de aquellas regiones
prácticamente nuevas para ellos bajo el nombre de "tepehuanes"
Al igual que en durante su expedición de 1554, en el curso de la de 1562-63 (figura
3.2), la cual daría nacimiento a la Nueva Vizcaya, Ibarra con su gente localizó nume-
rosos sitios habitados por estos indios "tepehuanes', como San Lucas, Avino, San Juan
del Río y Guatimapé, entre otros. La mayoría de ellos eran asentamiento s dispersos
llamados rancherías por los propios conquistadores, pero en algunos sitios como en
Guatimapé, San Juan del Río, o en el valle del río bautizado como Guadiana, estas con-
centraciones de gente resultaron ser de talla relativamente considerable de manera que
los conquistadores no dudaron en clasificadas como "pueblos': Más tarde, los propios

252 Presentado originalmente en Christophe Giudicelli. coord .• Clasificaciones coloniales y dinámicos socio-culturales en
las fronteras de las Américas. Madrid. Casa de Velázquez . CEMCA. en prensa.
253 Para un recuento detallado de estas expediciones y las circunstancias que rodearon la fundación de la nueva provincia
de la Nueva Vizcaya: John L Mecham. Francisca de Ibarra ...
102

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Figura 3.1 Expedicion de ibarra 1554. españoles se darían cuenta que los que ellos llamaron «te-
pehuanes» conformaban una de las "naciones" indias más ge
numerosas y geográficamente extendidas de cuantas habitaban las bastas extensiones
del norte novohispano. Se trataba, en efecto, de un conglomerado de grupos que com-
25
partían una lengua común, el O'dam, perteneciente a la familia Yuto-Azteca, y más His

precisamente a la rama Pimic, es decir, cercana desde el punto de vista lingüístico a la


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• Pueblo de Indios
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• Villa española
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de los pimas, habitantes de la parte norte de los estados Figura 3.2 Expedición del Francisco de Ibarra en

actuales de Sonora, Chihuahua y el sur de Arizona en los busca del reino de Copa la 1562-1563.

Estados Unidos.P"
te~ Sin embargo, el gentilicio O'dame, que en esta lengua significa simplemente «la
gente» y que es usado hoy por estos grupos para autonombrarse.I" no fue quizás

254 Bárbara Cifuentes - Lucina García, Letras sobre voces. Multi/ingüismo a través de la historia, México, INI - ClESAS
Historia de los Pueblos Indígenas de México, 1998, p. 54.

a la 255 Campbell W Pennington, The Tepehuan ot Chihuahua. Their Material Culture, Salt Lake City, University of Utah Press, 1969, p. 3.
104

ni siquiera conocido en ese tiempo por los españoles, quienes prefirieron desde un
principio emplear el término «tepehuanes». No estaría por demás preguntarse si los
españoles estaban actuando razonablemente al asentarse a la vera de un grupo tan ex-
tendido y numeroso, conocido además por su ferocidad y carácter indómito, o bien si h
estas particularidades atribuidas a los llamados "tepehuanes" no resultaban, finalmente, r:
inmerecidas: en el fondo, había un poco de ambas cosas. Pero antes de seguir y para v,
comprender mejor este asunto, remontémonos unos años atrás y veamos cómo fue el
que los O'dam fueron transformados en "tepehuanes" lo cual nos permitirá también e:
analizar de manera más general, las ideas que los conquistadores se hacían en esa época (

acerca de las poblaciones autóctonas del septentrión. p


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105

LOS ANTROPÓFAGOS DE LA MONTARA

A partir de 1529, a raíz de la conquista de la Nueva Galicia por Nuño de Guzrnán y


hasta principios de la década de 1540, los españoles habían privilegiado siempre de mane-
ra absoluta la exploración de la franja costera del Pacífico. Allí crearon una serie de encla-
ves (Purificación, Cornposrela, Culiacán) que les sirvieron como primer punto de anclaje
en esas regiones. Durante todo ese periodo, en cambio, sólo un enclave permanente de
españoles fue creado en las tierras del interior del continente, pertenecientes a la Nueva
Galicia: Guadalajara. Pero la existencia de esta villa se vio amenazada constantemente
por los indios de guerra y ello obligó a los españoles a transferirla sucesivamente de su
emplazamiento primitivo de Nochisrlán, a Tlacorlán y finalmente a su sitio final, el valle
de Atemajac, donde se encuentra actualmente. Durante todo ese periodo los españoles se
aventuraron muy poco por el macizo de la Sierra Madre Occidental, de suerte que el curso
del río Santiago se convirtió en una virtual barrera para la progresión territorial española
hacia las tierras del interior. Esta situación sólo comenzó a modificarse a resultas de la vio-
lentísima campaña punitiva llevada a cabo por el virrey Mendoza contra los habitantes de
los territorios situados al norte del Río Espíritu Santo o Santiago, durante lo que se llamó
"la guerra del Mixtón" A partir de entonces los españoles fueron consolidando su presen-
cia en la región situada al norte de la barranca de ese Santiago y uno de los resultados a
mediano plazo de esta nueva situación fue la fundación en 1546 de Zacatecas.256
Como es bien sabido, además de transformarse rápidamente en un muy poblado y
rico centro minero, esta nueva fundación se convirtió en punta de lanza para la progresiva
exploración de los hasta entonces enteramente ignotos territorios del altiplano septen-
trional y por añadidura los de la Sierra Madre Occidental. Con todo, todavía hacia 1550,
lo que pudiera existir hacia el interior de la Sierra Madre Occidental seguía siendo un
misterio para los españoles. Más allá de una línea que iba de llaltenango hasta el río de
Tepeque (hoy Bolaños) y de allí hasta la llamada provincia de Guaynamota, el resto de
macizo montañoso no sólo permanecía inexplorado, sino que era considerado como una
gran tierra de guerra virtualmente impenetrable y guarida de gente tan feroz como ague-
rrida. Un buen ejemplo de la idea que los españoles se hacían por aquél entonces de la
geografía de la prácticamente recién dominada provincia de la Nueva Galicia y las regio-
nes aledañas, nos lo proporciona la carta intitulada pintura del reino de la Nueva Galicia,
realizada en 1550 por órdenes del oidor Antón Martínez de la Marcha.!"
El objetivo original de esta carta era mostrar a las autoridades en México y Ma-
drid la distribución y situación geográfica de esta provincia y argumentar a través de

256 Para un relato de la llamada del Mixtón: José López Portillo y Weber, La rebelión de la Nueva Galicia, México, Colección
Peña Colorada, 1980 (edic. facsimilar de la de 1939). Ver igualmente al respecto el capítulo primero de este libro. Sobre
los orígenes y fundación de Zacatecas: Peter J. Backewell. Minería y sociedad ...; sobre 105 antecedentes neogallegos de la
fundación de Zacatecas: Alvarez Salvador, "Minería y poblamiento ....
257 Una excelente reproducción de esta carta aparece en: René Acuña, Relaciones geográficos del siglo XVI: Nuevo Galicia,
México, UNAM, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Etnohistoria, Serie Antropológica, 65, 1988, p. 149. El original
se encuentra en: AGI, México, 560.
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Figura 3.3 Pintura de la Nueva Galicia de 1550. ello acerca de la conveniencia de desplazar la capital de ap~
la provincia de Compostela a Guadalajara, convertida ya cor
en ese momento en el principal bastión español en la zona. Igualmente, se intentaba arc
ilustrar a las autoridades acerca de cuáles podrían ser los límites entre 10 que sería el dOI

futuro obispado de la Nueva Galicia, cuya erección y separación del de Michoacán se evc
encontraban ya en curso y el de Michoacán, bajo cuya custodia había permanecido dUI

hasta entonces la provincia: (ver fig. 3.3). del


Al igual que muchas otras expresiones cartográficas de su tiempo, la pintura de la ind
Nueva Galicia presenta elementos visuales poco usuales para el lector moderno y que al r
merecen algunas explicaciones. Un análisis pormenorizado de los mismos rebasaría con par
mucho los objetivos del presente ensayo, sin embargo, es necesario advertir que pese al pOI
hecho de que a primera vista la pintura puede parecemos un tanto caótica y deformada, Ot
es igualmente cierto que se trata de un documento que sintetiza, de manera bastante la,
fiel, una muy elaborada visión del espacio geográfico de la Nueva Galicia tal y como éste los
era vivido en la época por los propios conquistadores. Sin entrar en demasiados deta- cor
lles respecto a su composición, digamos que su apariencia inusual para el observador má
habituado a cartas geográficas construidas a una sola escala y respetando la distribu- COl'
ción espacial de los elementos representados respecto de los puntos cardinales, proviene
justamente del hecho de que el cartógrafo no intentó ajustarse de manera absoluta a a S
ninguno de estos dos requerimientos. Sin embargo, ello no impide a este tipo de mon- ind
taje cartográfico transmitir una visión bastante clara del espacio representado. El pri- OC(
mer elemento a considerar entonces es que la pintura fue expresamente concebida para
sin
circunscribir el territorio perteneciente a la jurisdicción de la Nueva Galicia, dentro de
leje
107

un espacio rectangular y simétrico. Se intentaba crear una composición donde se privi-


legiara y resaltara visualmente la región considerada por los españoles como el"corazón"
de la provincia, la cual abarcaba sobre todo los territorios del altiplano ubicado al sur del
curso del río Espíritu Santo (Santiago). Esta zona, al igual que la llamada Provincia de
Avalos,aparecen entonces en la pintura magnificadas con respecto al resto del territorio,
ocupando toda la parte media de la misma. Ello permitió al cartógrafo, entre otras cosas,
ubicar a Guadalajara, propuesta en ese momento como nueva capital de la provincia,
prácticamente en el centro de esta configuración esquemática del espacio. Al mismo
tiempo se recalcaba su carácter excepcional, por medio de dibujarla bajo la forma de una
suerte de ciudad amurallada, como puede apreciarse en la reproducción.
En cambio, las tierras costeras y las situadas al norte del río Santiago, aparecen allí
comprimidas y desplazadas hacia el noreste. Las distancias norte-sur resultan enton-
ces muy subestimadas, ocupando dentro de la carta un espacio mucho menor del que
les correspondería en una carta moderna construida a una escala bien determinada y
única. Esta reducción de escala, por llamada de alguna manera, está asociada a su vez
con el hecho de que tanto las tierras costeras, como las situadas al noroeste y norte
de la Nueva Galicia, son representadas como zonas poco propicias para la ocupación
española. Así las primeras son descritas en la pintura como tierras enfermas y vacías,
como lo prueban las frecuentes menciones acerca de la existencia de despoblados que
aparecen a todo lo largo de la franja costera. Por su parte, las segundas, son descritas
como tierras de guerra, hecho simbolizado por la serie de pequeñas figuras de indios de
arco y flecha que pueblan las secciones correspondientes a estos territorios. El observa-
dor habituado a la historia de la Nueva Galicia, podrá observar cómo, algunas de ellas
evocan las batallas de los peñoles de Coina, Nochisdán, Juchipila, El Mixtón y El Teúl,
durante la llamada guerra del Mixtón. Sin embargo, la remembranza de las guerras
del pasado reciente no era la única razón de la presencia de estas pequeñas efigies de
indios de arco y flecha: los enemigos del presente también están allí. Así, por ejemplo,
alnoroeste de Zacatecas podemos observar a un grupo de indios de arco y flecha acom-
pañados de la leyenda llanos de los chichimecas, en evidente alusión a los ya famosos y
por entonces cada día más temidos flecheros, habitantes del altiplano septentrional.
Otro ejemplo es el de las efigies de indios de guerra que aparecen al noroeste de Tequi-
la, tanto en la región de Guajacatlán como un poco más al norte, en la confluencia de
los ríos de Tlaltenango y Tepeque con el de Espíritu Santo, identificados en la pintura
como los Tezoles de guerra. Sin embargo, la región que aparece en la pintura como la
más amenazadora y al mismo tiempo como la más rodeada de misterio es aquella que
correspondía a la parte noroccidenral de la Nueva Galicia.
Tal y como nos lo muestra la figura no. 2 en este caso el cartógrafo decidió incorporar
a su representación espacial una serie (en el sentido literal del término) de dibujos de
indios de guerra, situados todos sobre una zona geográfica bien precisa, esto es, la parte
occidental y noroccidental de la Nueva Galicia. Esta iba desde la Punta de los Cuanos
situada sobre el litoral del Pacífico, al sur de la antigua provincia de Compostela, no
lejosdel Cabo Corrientes, hasta la Sierra Madre Occidental, donde podemos observar,
108

en efecto, a un grupo de indios flecheros en actitudes de guerra (no. 1 sobre la Carta).


Luego, al noroeste de Compostela, más allá de la rivera septentrional del Espíritu Santo,
aparece un segundo grupo de imágenes de indios de guerra, identificados allí como los
Tecuales, (círculo no. 2) y un poco más al norte tenemos una tercera mención de indios
de guerra, Los Xuxutecuanes, si bien éstos no vienen acompañados de ningún dibujo
como los anteriores (no. 3 en la carta). Finalmente, más al norte, aparece una cuarta
mención de indios de guerra, esta vez acompañada de una serie de imágenes de chichi-
mecas flecheros. Entre estas últimas destaca un conjunto en el cual podemos ver a indios
aparentemente antropófagos pues se hallan destazando a un prisionero. Junto a ellos
una leyenda reza: los tepeguanes (no. 4 en la carta).
Esta es la primera y más antigua mención conocida hasta el momento acerca de la
existencia de los así llamados tepeguanos o más tarde tepehuanes en la documentación
colonial. Vale la pena entonces llamar la atención sobre el hecho de que este gentilicio,
que identificaría en adelante y durante siglos a éste extendido y numeroso grupo, no
surgió de elementos de carácter lingüístico o cultural derivados del contacto entre los
conquistadores y ellos, sino de una clasificación geográfica. Dada la ausencia de trabajos
especializados al respecto, no nos sería posible establecer una etimología exacta para
cada una de las denominaciones atribuidas a los indios flecheros en la pintura, pero no
es tampoco difícil darse cuenta de las consonancias de origen náhuatl que presentan
todas ellas. La naturaleza de las lenguas habladas por los primigenios habitantes de
la Nueva Galicia ha sido objeto de numerosas interpretaciones y polémicas que no
abordaremos aquí.258 Simplemente recordemos que desde épocas muy tempranas los
españoles hicieron del náhuatl como una suerte de lingua franca en los territorios recién
conquistados de occidente. Esta fue empleada sistemáticamente, entre otras cosas, para
la enseñanza de la doctrina cristiana y sabemos igualmente que numerosos caciques y
"nobles" de los pueblos de indios de la provincia, adoptaron el náhuatI como lengua
disrintiva.P? No es extraño entonces que en un documento de mediados del siglo XVI,

258 Recordemos, como lo hemos ya mencionado en el capítulo primero de esta obra, que autores como José López Portillo
y Luis Pérez Verdiá, postularon al náhuatl como la lengua hablada en general por las poblaciones autóctonas de la Nueva
Galicia, sin embargo, este punto fue analizado después de manera más sistemática por José Ignacio Dávila Garibi, quien
se inclinó a pensar que el náhuatl que se habló en Nueva Galicia durante el periodo colonial, no era sino una derivación
del náhuatl hablado por los aztecas propiamente dichos, y que era distinto de las lenguas de los primitivos habitantes de
la provincia: José Ignacio Dávila Garibl, Los idiomas nativos de Jalisco y el problema de filiación de los ya desaparecidos,
México, Manuel León Sánchez, 1945. La cercanía entre el náhuatl de la Nueva Galicia y el dialecto particular del náhuatl ha·
blado originalmente por los aztecas y otros pueblos del centro de la vieja Nueva España, es un elemento más que muestra
a esta lengua como un elemento introducido eb esta región por los indios amigos llevadas hasta esas provincias por los
españoles, particularmente durante las expediciones de Nuño de Guzmán de 1529 y de Antonio de Mendoza de 1541. De
hecho. la mayor parte de los autores que han estudiado el tema en los últimos años, se inclinan a pensar que los antiguos
habitantes de la Nueva Galicia hablaban no el náhuatl, sino una serie de lenguas pertenecientes a la familia vuto-azteca y
que en particular los habitantes de la zona occidental y noroccidental de la Nueva Galicia, esto es las correspondientes a la
antigua provincia de Compostela y a los territorios situados al noroeste de ésta, hacia la Sierra Madre Occidental, hablaban
lenguas pertenecientes a la grupo cora-chol de esta familia. Para un buen resumen al respecto: : Bárbara Cifuentes . Lucina
García, Letras sobre voces. Multilingüismo a través de la historia, México INI - ClESAS, Historia de los Pueblos Indígenas de
México, 1998, p. 54.
259 Carmen Castañeda, "La enseñanza del castellano a los indios de la Nueva Galicia", en: El Contacto entre los españoles
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25 km SOkm 100 km
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Rgura 3.4 Carta de localización

de los Tepehuanes en la pintura de 1550.


110

como la pintura de la Nueva Galicia, aparezcan términos con claras consonancias ná-
huarl, como Cuanos, Tecuales, Kuxutecuanes y justamente el de Tepeguanes.
La adopción de palabras en una lengua poco o mal conocida y su traslado a otra,
conduce con frecuencia a deformaciones en ocasiones difíciles de desentrañar. Sin em-
bargo, sería difícil no asociar, por ejemplo, la palabra Tecuales con el término náhuad
Tecuani el cual puede traducirse de acuerdo con Rémi Simeon como animal salvaje o
venencso, e igualmente con persona malvada y comedora de hombres.260 De la misma
manera la palabra coanos, podría asociarse con cuani, palabra perteneciente al mismo
campo semántico que tecuani que significa "el que come".26 Por su parte, la palabra
I

Xuxutecuanes podría componerse de xoxa o xoxouia, embrujar a alguien, combinada


con Tecuani, persona malvada, comedora de hornbres.é" Finalmente y siguiendo la
misma línea inrerpretativa, la palabra Tepeguanes, podría venir de Tepetl, montaña, y
de Tecuani o Cuani como sufijo, significando entonces los tecuani de la montaña, esto
es, la gente malvada o comedora de hombres de la montaña. Se trata sin lugar a dudas
de interpretaciones arriesgadas y es verdad también que el tema merecería ser objeto
de un análisis lingüístico pormenorizado, más allá de nuestras competencias. Sin em-
bargo, esta propuesta se ve reforzada por la iconografía que acompaña a los gentilicios
mencionados. En particular en el caso de los tepeguanes de la pintura, la etimología
propuesta de los tecuani, es decir, los "comedores de hombres" de la montaña, no hace
sino confirmar la idea de que los personajes que aparecen junto a la leyenda están, en
efecto, descuartizando a un prisionero para comerlo.
Pero cualquiera que fuera el origen de estos gentilicios, el hecho es también que
ninguno de ellos correspondía a lengua alguna de las habladas por los habitantes pri-
mitivos de las regiones aludidas en la pintura. La Punta de los Cuanos, por ejemplo, al:
corresponde con lo que fue la región de los llamados Texcoquines, de quienes sabemos on
por las Relaciones Geograficas, que hablaban una lengua completamente distinta del de
náhuad.263 Por su parte, sabemos también, por la Relación Geográfica de Jocotlán de
1584, que el coano era una de las lenguas prehispánicas habladas por los indígenas que pá:
habitaban primitivamente la región de la Sierra Madre Occidental situada entre las un
montañas de Xora y Zacarecas.P" Algunos investigadores han identificado a partir de sin
ello al coano con la lengua de los actuales coras, perteneciente ésta junto con el huichol la;
var

Cu
e indígenas en el Norte de lo Nueva España. Ciudad Iuárez, UACJ. 1992. pp. 85-135. Igualmente: Thomas Calvo et. al.,
qw
Xalisco lo voz de un pueblo en el siglo XVI. México. CIESAS - (EMCA. 1993.
260 Rémi Siméon. Diccionario de la lengua nábuotl o mexicana. Redactado según las documentos impresos y manuscritos Ve2
más auténticos y precedido de uno introducción (Paris 1885). México. Siglo XXI Editores. (olección América Nuestra. v. 1. ind
1981. p. 508. od vocem.
que
261 Ibid .• p. 402. ad vocem.
262 ¡bid .. p. 791. od vocem.
263 De acuerdo con las Relación Geoqrático de locottán, 105 llamados Cuanos. fueron habitantes de 105territorios situados
entre las montañas de xora, la antigua provincia de Aguacatlán hasta la rivera norte del río Espíritu Santo: lación geo- 265
gráfica de las Minas de locotlán, 1584. en : René Acuña. Relaciones geográficas ...• p. 320. Y de hecho algunos autores 105 266
identifican con 105 Caras actuales: Bárbara (ifuentes - Lucina García. Letras sobre voces ....• p. 54. Carl

264 Relación geográfica de las Minas de Iocotlán, 1584. en: René Acuña. Relaciones geográficas ...• p. 320. Press
111

al sub-grupo coracbol de la familia uro-azteca,"" mientras Figura 3.5 Tepeguanes destazando a un

otros añaden incluso, que el cora era también la lengua prisionero en la pintura de la Nueva Galicia.

de los indios de la provincia de Guaynamota.P"


Lo anterior nos llevaría a considerar la existencia probable en tiempos prehis-
pánicos de un grupo lenguas emparentadas con el subgrupo cora-chol, de la familia
uto-azteca, cuyos hablantes habrían abarcado entonces una amplia franja geográfica
situada entre el extremo sur de la Sierra Madre Occidental y la costa del Pacífico a
la altura del Cabo Corrientes. A este grupo lingüístico habrían pertenecido entonces
varios de las sociedades de indios llamados "flecheros" representados en la pintura: los
Cuanos, los Tecuales y los Xuxutecuales, 10 cual nos puede hacer pensar en el hecho de
que eran grupos que compartían rasgos culturales visibles y ello podría explicar a su
vez, al menos en parte, el que los españoles los clasificaran juntos en la pintura. Pero,
independientemente de la validez de esta interpretación, el hecho es que nada indica
que los habitantes de la región señalada como de "indios de guerra" en la pintura,

265 Bárbara Cifuentes . Lucina García. Letras sobre voces ...• p. 54.
266 Alfred L Kroeber. Uto-Aztecan Languages ot Mexico. Berkeley. University of California Press, Iberoamericana 8. '934.
Carl Sauer, The Distribution of Aboriginal Tribes and Languages in Northwestern Mexico. Berkeley. University of California
Press. lbero-Amerlcana 5. 1932; Peter Gerhard, The North Frontier ...• p. 94.
112

hablaran el náhuatl o alguna variante del mismo. Es claro entonces que los gentilicios
que allí aparecen les fueron atribuidos a esos pueblos por los propios autores de la
pintura, inspirándose de elementos descriptivos, asociados a una nomenclatura de ori-
gen náhuatl. Esta última, digámoslo también, recalcaba el carácter guerrero y salvaje pr
de estos indios. Lo anterior explicaría el porqué a un grupo tan alejado cultural, geo- tic
gráfica y lingüísticamente de los nahuas, como lo fueron los tepehuanes, se le hubiera fu
atribuido desde épocas tan tempranas un gentilicio acuñado en esa lengua y por lo D
tanto absolutamente ajeno a su propia lengua, cultura y geografía. al
El hecho es, finalmente, que no eran los "tepehuanes', o por decido de otro modo,
los "odam históricos" como tales, quienes constituían el objeto de esta designación.
Cuanos, Tecuales, Xuxutecuales y Tepeguanos fueron todos términos utilizados para
designar no a sociedades 'étnica" o 'culturalmente" bien definidos, sino para agrupar,
genéricamente a los habitantes de una basta región lejana y misteriosa, que por otro
lado era considerada también como peligrosa por los españoles, esto es, el norte ignoto. n
No sería sino años más tarde, con el avance español en dirección de la tierra adentro lt

septentrional, que los" tepeguanes" cobrarían vida realmente para la naciente sociedad ti
fronteriza novohispana.
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LAS NACIONES DE GUERRA DE LA TIERRA ADENTRO

Como es bien sabido, con la apertura de las minas de Zacatecas y la intensificación


progresiva del tránsito de españoles e indios por el altiplano septentrional, y en par-
ticular sobre el camino de Zacatecas, las contiendas con los llamados chichimecas se
fueron multiplicando hasta transformar la froncera en una auténtica zona de guerra.
Desde un principio los esfuerzos por pacificar a los chichimecas tanto por parte de las
autoridades, como de los propios habitantes de la frontera, resultaron infructuosos.
Con el transcurrir de los años, lejos de disminuir en número o amedrentarse, los indios
de guerra norteños parecieron proliferar por todas partes, e incluso llegó a hablarse
de la aparición de bandas de negros cimarrones en las montañas de la Nueva Galicia
que se unían a los chichimecas en sus tropelías. No es extraño entonces que, hacia
principios de la década de 1560, los colonizadores comenzaran a considerar muy se-
riamente la posibilidad de un día terminar aplastados por una marea avasalladora de
indios de guerra, que ellos imaginaban llegar en números crecientes desde la llamada
tierra adentro.
Uno de los documentos que mejor expresan las ideas que se hacían los españoles de
la frontera acerca de la naturaleza y geografía de los chichimecas, es la famosa Relación
de Pedro de Ahumada Sámano, escrita en marzo de 1566. Hombre ilustrado, capitán
de guerra y minero ligado con la familia de Hernán Cortés,267 Ahumada intituló su
escrito Relación de la rebelión de los indios chichimecas y guachichiles ... en especial en las
minas de Zacatecas, San Martín y Avino, de los daños que han hecho y en qué parte habi-
tall ••• 268 El énfasis que desde el título Ahumada pone en averiguar no sólo el origen,
sino en particular la localización de las zonas desde donde los chichimecas incursiona-
ban para ejecutar sus depredaciones, es ya de entrada un buen indicador de los temores
que asaltaban a los españoles de la frontera en aquellas épocas. Según Ahumada, en
efecto, los chichimecas estaban divididos en tres grandes grupos o parcialidades, co-
rrespondiendo cada una de ellos a una región geográfica específica. La primera y más
meridional la conformaban aquellos que Ahumada identificaba como los chichimecas
propiamente dichos, habitantes de una basta franja de territorio que se extendía de oes-
te a este de Ixmiquilpan y Meztirlán hasta la provincia de Pánuco en la costa del Golfo
de México.269 Recordemos que desde tiempos de la conquista, los españoles adoptaron
el término náhuatl chichimeca para referirse a los aborígenes del norte, incluyendo entre
estos a los otorníes de la provincia de Jilotepec, lo mismo que a sus vecinos los pames
y guamares, pueblos que ocupan aún hoy en día los territorios mencionados por este

267 Nora jíménez. investigadora del Colegio de Michoacán. prepara actualmente un artículo sobre este personaje y sus
ligas con la familia del conquistador. agradezco aquí sus indicaciones al respecto.
268 Una edición de este manuscrito se encuentra en: Robert H. Barlow . G. T. Smisor eds .• Nombre de Dios Durango. Two
Documents in Náhuatl conceming its foundotion. Memoriol ot the Indions Conceming Their Setvices, c. 1563, Agreemenc
o{Che Mexicans and the Michoocanos, 1585, Sacramento. The House ofTlaloc. 1943. pp, 53.63.
269 Relación de Pedro de Ahumada ...• pp. 59.60.
capitán como pertenecientes a los chichimecas.270 Al norte de éstos, continuaba expli-
cando Ahumada, se hallaban los guachichiles, cuyo hábitat principal se hallaba a mano
izquierda, esto es, al este, del camino de Zacatecas y estaban divididos según este autor
en tres grupos principales. Los más meridionales ocupaban una franja de territorio
que iba de la "Ciénega Grande" muy probablemente la laguna de Cuirzeo, hasta las
inmediaciones de los poblados de Portezuelo, Pénjamo y Ayo (en los actuales estados
de Michoacán y Guanajuato) y de allí hasta la región llamada del Gran Tunal, cerca de
donde más tarde se alzaría San Luis Potosí. Al norte de éstos se hallaban los guachichi-
les llamados "de las salinas': habitantes de la basta región endorreica llamada también
"El Salado" por los geógrafos, no lejos de donde se habían descubierto poco tiempo
atrás las salinas de Peñol Blanco, principales abastecedoras de ese producto para Zaca-
tecas y que habían dado su nombre a esta parcialidad de los guachichiles. Finalmente los
más septentrionales de los guachichiles, eran aquellos llamados "del Mazapil', en alusión
al sitio de vetas mineras descubierto por esas mismas fechas a unos 230 km. al noreste
de Zacatecas. Estos últimos resultaban ser los más misteriosos y amenazadores a ojos
de Ahumada, pues el capitán pensaba que se trataba de un grupo que tenía ramifica-
ciones y alianzas con otros pueblos habitantes de los bastos territorios situados al norte
de Zacatecas, más allá de Mazapil, aún enteramente desconocidos para los españoles.
Ahumada temía que estos guachichiles, sabedores de las riquezas y flaquezas de los
españoles, no atrajeran a otros indios de guerra de aquellas regiones septentrionales.
Declaraba, incluso, tener informes de que más allá de Mazapil se habían reunido más
de 6000 indios de guerra de los más feroces que existían, pues eran incluso caníbales le
y añadía que estaban lo mismo prestos a atacar a los españoles, que a sus vecinos los le
l. Zacatecos con quienes estaban en guerra.27l n
Según Fray Guillermo de Santa María, hoy identificado como autor del tratado so- 11

bre la Guerra de los Chichimecas, anteriormente atribuido a Gonzalo de las Casas,272el


término guachichil es también de origen náhuat1: d
n
••. este nombre guachichil es puesto por los mexicanos, compónese de cabeza y colorado di- d
cen se lo pusieron porque se enbijan lo mas común con colorado [y se] ten en los cabellos con l¡
ello y porque algunos de ellos usan traer unos bonetillos agudos de cuero colorado [y ansí a (

los] gorriones de las jaulas que tienen las cabezas coloradas los llaman guachichil. .. 273
Como podemos ver, al igual que los tepeguanos, los guachichiles habían sido bautizados por
los españoles a partir de un término de carácter descriptivo tomado en préstamo directa- a
mente del náhuat!. Sin embargo, esta no es la única similitud entre los dos casos, pues del 11

270 Carlos Viramontes Anzures, De chichimecas. pames y jonoces: los recolectores - cazadores delsemidesierto de Queré-
tara, México. INAH.Colección Científica. Serie Arqueología no. 416. 2000.
271 Relación de Pedro de Ahumada ...• pp. 59-60.
272 Sobre la autoría de este tratado: Alberto Carrillo Cázares ed .• Guerra de los chichimecas (México 1575-ZirOSto 1580).
Fray Guillerma de Santa María O_ S. A. Edición crítico estudio introductorio paleografía y notas por Alberto Carrillo Cózares,
Zarnora, El Colegio de Michoacán - Universidad de Guanajuato, 1999.
273 Alberto Carrillo Cázares ed., Guerra de los chichimecas ...• pp. 98'99.
11S

mismo modo que los autores de la pintura de la Nueva Galicia emplearon en su momento
el término tepeguanos para nombrar y clasificar a un tiempo a una serie de grupos pertene-
cientes a un ámbito geográfico bien definido, el capitán Ahumada había hecho lo propio
con los guachichiles. Para Ahumada, en efecto, estos guachichiles no eran solamente un grupo
'cazador-recolecror" y guerrero endémico a una región, como podría clasificarlos la antro-
pología moderna, sino que los veía como una ramificación de un conjunto mucho mayor,
que era el de pueblos habitantes de las inmensidades de la tierra adentro septentrional: este
es el aspecto más interesante del escrito de Pedro Ahumada. Como lo hemos visto para el
caso de los chichimecas y guachichiles, más que un simple informe acerca de las hostilidades
de los indios bárbaros, la Relación era sobre todo una reflexión acerca de la geografía de la
llamada tierra adentro septentrional y de la naruraleza de los pueblos que podrían habitarla.
Así, informaba Ahumada, los vecinos septentrionales de los guachichiles, es decir los famosos
zacatecos, tenían también su origen en los territorios ignotos del norte. El capitán calculaba
entonces que la cuna de los zacatecos podría encontrarse en la región situada más allá de don-
de se encontraban las minas descubiertas por Ibarra de San Martín, Avino y Peñol Blanco:
... traen empero su principal origen de la tierra adentro, San Martín e Avino e Peñol Blanco
y sus comarcas y así en aquellas partes es la mayor cantidad de esta nación y son más lucidos
y valientes de cuerpo y más atrevidos en la guerra que todos los de esta parte de las minas
de Zacacecas ... 274

Es interesante constatar entonces, cómo, desde mucho antes de que los españo-
les tuvieran noticia de la existencia de los apaches o aún menos de los cornanches,
los inmensos territorios desconocidos de la Tierra Adentro, esto es, los de la parte
norte continente, eran vistos por ellos como lugar de residencia de un número tal vez
infinito de pueblos salvajes y guerreros, tan numerosos como basta imaginaban los
europeos la tierra adentro. En efecto, en la cartografía de este periodo, la parte norte
del Nuevo Mundo era imaginada como un inmenso territorio, tan grande, que algu-
nos cósmógrafos hacían de ella una extensión del Asia continental. Un buen ejemplo
de este tipo nos lo proporciona el planisferio intitulado Universali descrittione di tutta
la terra conosciuta fin qui, elaborado en su primera versión en 1546 por de Giacomo
Gastaldi: (ver fig. 3.6).
Otros cartógrafos, como Abraham Ortelius en su America sive Novi Orbis nova
descriptio de 1570, establecían una separación entre el Asia y el Nuevo Mundo .. El
análisisde los elementos constitutivos de esta cartografía y el de su influencia sobre las
ideasgeográficas de los conquistadores y pobladores españoles del norte, rebasaría con
mucho los límites de este ensayo. Sin embargo, es posible decir que estos dos planis-
ferias son representativos de la idea que existente tanto en Europa como en el propio
Nuevo Mundo en esta época, acerca de la configuración de las tierras del septentrión
americano. Esta era imaginada, como hemos visto, bajo la forma de una inmensa masa
continental a la que se atribuía una talla incluso mayor que la que se le calculaba a lo

274 Relación de Pedro de Ahumada ...• pp. 58.


116

cr
sol
es
m

10
bl
JU
~
Figura 3.6 Giacomo Gastaldi, que hoy llamaríamos la América del Sur y conectada, o til
Universali descrittiane, 1546. al menos muy cercana, al Asia continental.F" Desde ese ra
U]
punto de vista, no era descabellada la idea de parte de los
colonizadores del norte, de que fuera posible allí la existencia de numerosos pueblos dI
de indios bárbaros y guerreros. Lo que sería, en cambio, más digno de análisis son las C2

razones que llevaron a estos colonos a imaginar la posibilidad de que un día todos es
esos pueblos "descendieran" de aquellas latitudes desconocidas para arrasarlos comple- el
tamente. Como bien lo ha expresado Guy Rozar, en las concepciones geográficas de los
conquistadores, las inmensidades desconocidas, el "desierto': fue con frecuencia visto
como un lugar infausto, morada posible del demonio.F" Como quiera que fuera, el c;

hecho es que este temor fue conservado por los españoles americanos durante muy lar- tr

go tiempo. Un siglo después, por ejemplo, en 1678, Lope de Sierra Osorio, a la sazón G
gobernador de la Nueva Vizcaya, declaraba que el gran peligro de su guerra contra los rr
n
a
275 Hamos analizado este tema en trabajos anteriores ver: Salvador Alvarez, 'Tierras imaginadas tierras en imágenes: la
geografía asiática del Nuevo Mundo en la cartografía del descubrimiento", Relaciones, El Colegio de Michoacán, verano
1998, vol. XIX, no. 75, pp. 59-110. Igualmente para un análisis mucho más extenso de las relaciones entre la cartografía
del siglo XVI y la exploración y poblamiento del septentrión: Salvador Alvarez, La grande trontlére asiatique du Nord de la
Nouvelle-Espagne. L'expansion espagnole dons le Septentrion au xvtéme siéde, Paris, Ecole des Hautes Etudes en Scien-
ces Sociales, Thése pour le Doctorat, Histoire et Civilisations, 19 Juin 2002.
276 Guy Rozat, "El desierto morada del demonio. Bárbaros viciosos y censores jesuitas", Trace no. 22, 1992, pp. 24-30. 2i
a7

robosos, que se contaban en ese momento entre los más famosos y temidos herederos
de los chichimecas del siglo XVI, venía del hecho de que aquellos recalcitrantes ene-
migas de los cristianos, habitantes de los confines de la tierra adentro, tenían en sus es-
paldas innumerables naciones de indios a las cuales podrían recurrir para desterrar a los
cristianos de allí. De hecho, el gobernador aseguraba incluso que los tobosos habían ya
solicitado la ayuda de todos aquellos imaginarios "vecinos lejanos" para aniquilar a los
españoles y no dudaba en añadir que si un día esa nefasta alianza llegara a cristalizar,
inundarían, incontenibles, no sólo la Nueva Vizcaya, sino la Nueva España entera:

porque a sus espaldas tienen convecinas innumerables naciones de otros Indios a quien
han solicitado traer en su ayuda y si, Dios no lo permita, lograsen robar los carros que
pasan al Parral y Nuevo México con ropa como en todos tiempos y en el poco que yo
goberné la Nueva Vizcaya lo han intentado aunque no conseguido, estaba a riesgo de per-
derse toda la Nueva España porque con el cebo de la ropa que tanto apetecen por andar
todos desnudos, fueran innumerables las naciones del Norte que salieran a inundar éstos
Reinos y Provincias ..• 277

Si todavía en el último tercio del siglo XVII, el septentrión seguía siendo a ojos de
los colonizadores una tierra incógnita de donde podrían irrumpir oleadas inconteni-
bles de guerreros, en el caso de Pedro de Ahumada, semejante temor resulta tanto más
justificado y verosímil. Para este capitán, colaborador cercano del segundo marqués del
Valle, la mejor manera de suprimir esa amenaza consistía en adentrarse en las propias
tierras de los enemigos para atajarlos, escarmentarlos y hacer de manera que desistie-
ran de tan dañino empeño. Tan fue así que en 1564, este capitán decidió organizar
una impetuosa entrada punitiva en lo que él imaginaba eran los reductos principales
de los enemigos zacateca s y guachi chiles que asolaban a la región de Zacatecas y los
caminos hacia el sur desde hacía ya más de una década. Un elemento interesante de
esta campaña, proviene del hecho de que para perseguir a los zacateca s y guachichiles
en su propio tras patio, debió internarse justamente en las regiones poco tiempo atrás
descubiertas y conquistadas por Francisco de Ibarra, esto es, en la entonces reciente-
mente fundada Nueva Vizcaya. Más tarde, Ahumada reportó cómo, en el curso de esta
campaña se había topado con otra numerosa nación de flecheros salvajes y feroces. Se
trataba, en efecto, de los habitantes de la región serrana situada más allá del valle del
Guadiana, donde se encontraba la naciente villa de Durango, y que Ahumada en ese
momento identificó tan sólo como los indios del Mezquital, sin utilizar por el momento
ningún gentilicio para nornbrarlos.F" No obstante el capitán catalogó de inmediato a
aquellos indios como "antropófagos': lo cual no deja dudas acerca de que sabía de quien

277 "El licenciado Lope de Sierra Osorio Oidor de la Audiencia de México. Gobernador y Cptn Gral que fué del Reino de la
Nueva Vizcaya informa a VM del estado de las cosas de aquel Reino. México 26 Septiembre de 1678 .• en: Charles W. Hac-
kett, Historical Documents ...• v. 2. p. 212. Ver igualmente sobre ese mismo tema el capítulo quinto de este libro: Agricultores
de paz. cazadores-recolectores de guerra ....
278 Relación de Pedro de Ahumada ...• p. 57.
118

se trataba en realidad: los temidos tepeguanos. Es necesario aclarar a ese respecto que
para esta época los españoles de Nueva Vizcaya se referían ya de manera corriente a
los habitantes primitivos de la región comprendida entre Durango y la cuenca del río
del Mezquital, bajo la denominación de tepehuanes, retornando así la vieja clasificación
elaborada por los conquistadores de la Nueva Galicia unos años atrás. En 1557, por
ejemplo, Fray Juan de Tapia informó haber descubierto a raíz de las exploraciones de
Ibarra en la región de Guadiana, 2500 familias de tepehuanes y otras 2500 de Guxipa-
ches, en la zona del alto río Mezquiral, esto es, al oeste de Durango.F" Es indudable,
entonces, que los flecheros del Mezquital, citados por Ahumada, no eran otros sino los
tepeguanes tan plásticamente representados en la pintura de la Nueva Galicia de 1550.
Como puede verse, desde mucho antes de que el contacto cotidiano entre los espa-
ñoles y los aborígenes del norte, hiciera posible una cierta familiaridad de los primeros
con las costumbres, lenguas y distinciones grupales que pudieron existir entre los se-
gundos, ya los indios del norte habían sido clasificados y subdivididos en varias ramas.
Sin embargo, es claro también que éstas clasificaciones derivaban no de un catálogode
"rasgos culturales'; por retomar un término propio a la etnografía decimonónica y de!
siglo XX, sino de criterios que eran, en primer término, de naturaleza esencialmente
geográfica. Al igual que la palabra tepeguanes, el término chichimeca, al menos en e!
sentido que le daba Ahumada, servía para identificar no a un grupo específico,sino a
una serie de pueblos cuyas "identidades émicas', como suele decirse hoy, los españoles
hubieran sido incapaces de determinar, incluso si ese hubiera sido su propósito. Se
trata de una clasificación que partía de asociar a determinados grupos de aborígenes
con porciones particulares de la "tierra adentro": un espacio geográfico desconocido
l.,
y misterioso, en donde se pensaba todo era posible, lo mismo la presencia de huestes
innumerables de bárbaros guerreros, que la existencia de una "nueva México" escondida
en alguna parte de esas inmensidades.
Como puede verse, para el momento en que los tepehuanes entraron verdadera-
mente en contacto con los europeos, ya éstos se habían forjado una imagen bastante
precisa y al mismo tiempo terrible de los O'dame. Además de ser tenidos por antropó-
fagos, los tepeguanes causaban aprensión por su belicosidad, y lo que era todavía peor,
por su número. Así lo expresaba el propio Ahumada, quien presumía de haber recau-
dado informes acerca de que se estaba reuniendo una fuerza de más de 2000 flecheros
en la región el alto Mezquital, prestos a irrumpir sobre los españoles, motivo por e!cual
decidió emprender una campaña punitiva, o mejor dicho, preventiva contra ellos.280
Décadas enteras de guerras infructuosas contra los chichimecas, habían demostrado
que los escarmientos militares contra los indios de guerra no hacían a la larga sino
intensificar las hostilidades. Sería difícil entonces imaginar que al cabo de una simple
campaña de unas pocas semanas, el capitán Ahumada hubiera desmantelado por com-
pleto la amenaza de los más de "2000 flecheros" del Mezquital que se aprestaban a caer

279 Peter Gerhard. The North Frontier ...• p. 203.


280 Relación de Pedro de Ahumada ...• pp. 55.
119

sobre los poblados de españoles, por lo que es claro que se trataba de una amenaza más
imaginaria que real. El hecho es que ni los 2000 flecheros del Mezquita], ni los 6000
guachichiles del Mazapil, cayeron nunca ya no sobre Zacatecas, sino ni siquiera sobre
Durango, Nombre de Dios, San Martín y demás poblados menores, infinitamente más
vulnerables que Zacatecas. De toda evidencia, Ahumada dedujo la llegada en fuerza
de esos auténticos ejércitos de flecheros, cuyas dimensiones hacían pensar más en las
fronteras de Flandes que en las del norte novohispano, no tanto a partir de datos tangi-
bles que nunca pudo tener, sino basándose en sus ideas acerca de lo que podría existir
la tierra adentro, como se decía en la época, más allá de los territorios explorados y co-
nocidos por los españoles. Pero independientemente de lo anterior, lo más curioso del
caso es que la campaña "preventiva" de Ahumada en contra de los flecheros de Nueva
Vizcaya, llegaba justo en un momento en que las relaciones entre los nuevos poblado-
res de esa provincia y los tepeguanes comenzaban a desenvolverse por causes bastante
más pacíficos de lo que hubiera sido posible imaginar en un contexto de tantos temores
y de tanta violencia.
120

LOS TEPEGUANES DE LA NUEVA VIZCAYA


Mer.
graVt
Una de las reflexiones que con más comunes en la historiografía sobre las conquistas diar,
americanas, es aquella que evoca el contraste entre la rápida y hasta relativamente fácil del a
conquista española de las zonas ocupadas por las otrora grandes civilizaciones prehispá- nera
nicas y los largos años de esfuerzos que los conquistadores debieron invertir al intentar hues
someter a los "bárbaros" de las fronteras. En efecto, pueblos como los araucanos, cha- eras i
queños y chiriguanos o bien los primitivos habitantes de las pampas y desde luego los indic
chichimecas, así como la inmensa mayoría de los indios norteños, han sido con frecuen- vecm
cia agrupados todos juntos en el basto mosaico de los "indios bravos":
que!
la Ha
... gran parte de (estas sociedades) se estructuraban en bandas y tribus nómadas o semi-
dio a
nómadas que se dedicaban a la caza y recolección de frutos y raíces silvestres, aunque tam- p
bién hubo algunos que practicaban la agricultura itinerante y la horticultura ..• esta serie de
eleffi
pueblos a los que los españoles también quisieron englobar en sus dominios resultaron ser
Vizc
hábiles combatientes, sus ataques fulgurantes asolaban caminos reales, estancias}' grandes
objet
núcleos habitados por hispanocriollos e indígenas ... los españoles y sus aliados indígenas
remo
destacaron siempre a estos «indómitos» pueblos del resto de los indígenas de América por
tos e
su extremada belicosidad, la ausencia de un gobierno bien definido}' el hecho de que sus
recur
prisioneros eran objeto de dolorosas torturas y rituales caníbales ... 281
de 1:
vario
De acuerdo con la imagen que los españoles se habían hecho de ellos hacia mediados
cantit
del siglo XVI, es posible decir que los tepeguanos se ajustaban bastante bien al paradig-
tamb
ma del "nómada" belicoso y cruel, tanto más que ya desde antes de la llegada de Ibarra y
El
huestes a su región, estos indios habían ya dado muestras de su belicosidad.
claros
Como es bien sabido, en efecto, la expedición de Ibarra de 1554 no fue la primera
largo
que puso en contacto a los conquistadores con los aborígenes de la zona del Guadiana.
existí;
Ya en 1552, por ejemplo, Ginés Vázquez del Mercado, a la sazón teniente de capitán
neces:
general en la jurisdicción de las minas de Jocotlán en la Nueva Galicia,282había atra-
gober
vesado esa zona en busca de un rico reino septentrional, siguiendo una ruta similar
funda
a la utilizada un poco más tarde por Ibarra. Como es bien sabido, cerca del valle de
al tien
Guadiana Vázquez del Mercado localizó lo que él supuso era una gran "montaña de
reade
plata'; e intentó permanecer en el lugar para iniciar su prospección minera. Pero la
cuatro
desilusión no tardó en llegar, pues el llamado "Cerro de Mercado'; resultó ser solamente
elegid!
una inmensa mole de mineral de hierro y no de plata. Sin embargo, lo interesante para
N(
nuestro tema es ver cómo la permanencia de los españoles en ese sitio resultó lo sufi-
planea
cientemente larga y molesta para los habitantes del lugar, como provocar una reacción
violenta de parte delos aborígenes. Así, a los pocos meses los hombres de Vázquez del

281 Carlos Lázaro Avila. Las fronteras de América y 105 "Flandes Indianos ••...• p. 13. Las comillas aparecen en el original.
282 Para datos biográficos de Ginés Vázquez del Mercado: Guillermo Porras Muñoz. El gobierno de la ciudad de México en
el siglo XVI. México. UNAM. Instituto de Investigaciones Históricas. Serie Historia Novohispana. no. 31. 1982. p. 459·
121

Mercado fueron orillados por los tepeguanes a retirarse, llevándose con ellos a su jefe
gravemente herido.f" Sin embargo, lejos de lo que este episodio hubiera podido prelu-
diar, el estado de guerra generalizada y total que asolaba ya en ese momento a la región
del altiplano septentrional de Zacatecas hacia el sur, no se difundió de la misma ma-
nera que en el sur en la región de los tepeguanos, ni siquiera después de la llegada de las
huestes de Ibarra y la fundación de la Nueva Vizcaya. Existieron, en realidad, diferen-
cias substanciales entre la manera como evolucionaron las relaciones entre españoles e
indios en la Nueva Vizcaya del siglo XVI, respecto de 10 que estaba sucediendo en su
vecina del sur. Como veremos a continuación, las diferencias fueron tan importantes
que sería incluso necesario separar a la Nueva Vizcaya del ámbito donde se desarrolló
la llamada "guerra de los chichimecas', al menos en el sentido propio y estricto que se le
dio a este término en el siglo XVI.
Para explicar lo anterior, es necesario recordar, en primer término, que uno de los
elementos más característicos de la expedición que dio pie a la conquista de la Nueva
Vizcaya, fue que se trató desde un principio de una empresa que albergó un doble
objetivo: explorar, ciertamente, las inmensidades desconocidas del norte, en busca del
reino perdido de Copala pero también al mismo tiempo, fundar nuevos establecimien-
tos e implantarse de manera durable en aquellos territorios. Un simple repaso de los
recursos humanos y materiales empleados por Francisco de Ibarra para su expedición
de 1562 da cuenta de este hecho: más de cien españoles a caballo, acompañados de
varios centenares de "indios amigos': mexicanos y tarascos, todos ellos llevando consigo
cantidades importantes no sólo de caballos, ganado vacuno, armas y alimentos, sino
también de semillas y aperos agríco1as.284
El hecho de reunir semejante impedimenta obedecía, desde luego, a propósitos bien
claros. Por una parte, sabemos que Ibarra preveía llevar adelante una exploración de
largo alcance y enfrentar en un momento dado la conquista de un rico reino, por lo que
existía el riesgo de tener que afrontar un esfuerzo bélico considerable. Igualmente es
necesario recordar que para ese entonces, Ibarra había ya recibido del virrey el título de
gobernador de los territorios que por él descubiertos en el norte, lo cual lo obligaba a
fundar nuevos establecimientos allí. Y así 10 hicieron; durante los dos siguientes años,
al tiempo que exploraban los nuevos territorios, Ibarra y sus hombres se dieron a la ta-
rea de fundar una serie de nuevas villas de españoles en la nueva gobernación, en total
cuatro: Durango, Nombre de Dios, Indé y la Victoria. De todas ellas, la primera fue
elegida por Ibarra como capital de su nueva provincia.f"
No se trató en ningún momento de fundaciones efímeras: fueron, por el contrario,
planeadas desde un principio para durar. En el caso de la fundación de Durango, por

283 Oakah Jones, Nueva Vizcaya. Heartland of the Spanish Frontler, Albuquerque, University of New Mexico Press, 1988, p. 12.
284 Francisco de Ibarra, "Relación de los descubrimientos, conquistas y poblaciones hechas por el gobernador Francisco
de lbarra en las provincias de Copala, Nueva Vizcaya y Chiametla, 1567", en: Joaquín Pacheco - Francisco de Cárdenas - Luis
Torres de Mendoza, Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento conquista y organización de las antiguas
posesiones españolas de América y Oceanía, Madrid, Imprenta de B de Quirós, 1864-1884. v. 14. pp. 463-484.
285 Sobre la fundación de las dos segundas: Chantal Cramaussel, La provincia de Santa Bárbara ....
122

ejemplo, Ibarra actuó con toda la formalidad que era de rigor tratándose de una futura mejc
capital provincial. Eligió un sitio adecuado a orillas del río que atravesaba el valle, donde que I
procedió a ejecutar una traza regular en forma de damero dentro de la cual previno es- nuev
pacios para la plaza principal, las casas reales, iglesia, etc, De la misma manera, reservó y tod
un espacio a la otra orilla del río para la fundación de un segundo pueblo nombrado para
"Analco" donde serían asentados los indios "amigos'; mexicanos y tarascos que acompa- 11
ñaron la expedición original. De ese modo, tanto los españoles como sus aliados indios abrü
pasaron de expedicionarios a colonos, o mejor dicho, a vecinos de la nueva villa, cada origi
grupo conservando desde luego, su lugar en la nueva sociedad. Sin embargo, el aspec- exp
to quizás más interesante de la fundación de la villa de Durango, al menos en lo que
respecta a las relaciones entre españoles y los indios aborígenes de la zona, provino del
hecho de que, junto con los mexicanos y tarascos de Analco, fue asentado también un
nutrido grupo de tepehuanes originarios de los alrededores de la nueva villa, siendo
muchos de ellos repartidos en encomienda entre los vecinos españoles.
El caso de Durango no fue en lo absoluto único en el contexto de esta nueva pro-
vincia. En la vecina villa de Nombre de Dios, situada a tan sólo un medio centenar de
kilómetros de Durango, Ibarra repitió punto por punto los pasos dados al momento
de la fundación de la capital provincial. Se hizo traza para la villa, se repartieron tanto
solares como encomiendas a los vecinos españoles e igualmente se fundó muy cerca
de la villa española un poblado de indios "amigos'; mexicanos y tarascos, acompaña-
dos de un contingente de tepehuanes originarios de los alrededores.F" También en
la fundación de las villas de Indé y La Victoria, participaron grupos "indios amigos';
mexicanos y tarascos, si bien, éstos fueron menos numerosos, de manera que no se
vislumbró allí la necesidad de fundarles un poblado propio, sino que fueron asentados
dentro de los límites del propio poblado español. 287
Cabe decir, que salvo en el caso
de La Victoria, la cual fue abandonada poco tiempo después de su fundación, las nue- del
vas villas lograron sobrevivir a todo tipo de avatares para terminar convirtiéndose en exp
elementos permanentes del paisaje norteño. Incluso, la desaparición de La Victoria, sun
no fue finalmente sino un revez pasajero para los pobladores de la Nueva Vizcaya, ráp:
pues en 1567 esta villa fue reemplazada por otra, llamada Santa Bárbara, la cual fue San
fundada en un paraje situado a solamente unos 35 km. al oeste del que albergó a la m«
desaparecida.f" Fra
Abocarse a crear enclaves agrícolas no fue tanto una elección, como una necesidad del
para los españoles: sabían que su supervivencia dependería siempre de su capacidad en :
para asegurarse su sustento cotidiano. Como Ibarra mismo lo manifestaría más tarde
en su relación de méritos, gran parte de los aperos, implementos agrícolas, semillas y ani-
males repartidos entre los hombre de su ejercito, habían salido de su propio peculio (o 289
: Iba
Torre

290
286 Ver la relación de la fundación de Nombre de Dios redactada en nahuatl dictada por los pobladores indios de ese
291
origen y traducida en: Robert H. Barlow - G. T. Srnisor, Nombre de Di05 Duranga ....
292
287 Chantal Cramaussel, Poblar la frontera ...• pp. 52-57.
293
288 Chantal Cramaussel. La provincia ...• p. 12.
294
12]

mejor dicho, del de su río Diego de Ibarra).289Igualmente declaró que la primera medida
que tomó como gobernador una vez fundada Durango, fue hacer distribución entre los
nuevos vecinos de mucha cantidad de vacas y carneros y cabras y maíz y harina y pólvora •••
y todo género de herramientas para que construyesen sus casas y para que abriesen acequias
para que llevasen agua a la dicha villa y para que regasen sus tierras e huertas .•• 290
Ibarra tenía razón, para sobrevivir en esos territorios semiáridos deberían no sólo
abrir tierras, sino prever lo necesario para regarlas. Así la presencia de grupos de indios
originarios del centro del virreinato se hizo sumamente valiosa debido a su disciplina y
experiencia en el trabajo agrícola. Este tipo de poblamiento, basado en apertura de sis-
temas agrícolas de riego ha sido estudiado ya en detalle por Chantal Cramaussel para
el caso del valle agrícola de San Barrolomé, cuyas tierras fueron abiertas a finales del
siglo XVI por colonos de la villa de Santa Bárbara en el norte de la Nueva Vizcaya.F"
Como esta autora lo ha recalcado en sus trabajos, se trató de forma de colonización que
resultó sumamente exitosa en el norte, dadas las condiciones del clima y suelos locales,
pero que nunca hubiera sido posible sin la participación de los grupos indígenas tras-
ladados del centro del virreinato.P" En el caso de Durango y Nombre de Dios, incluso,
el concurso de estos indios fue tanto más importante, cuanto que muy poco después
de la fundación de las dos villas, el gobernador partió con el grueso de su hueste en
busca del reino de Copala, recayendo entonces sobre muy pequeño número de vecinos,
la tarea de perpetuarse en el sitio. Gracias a lo anterior, tanto Durango como Nombre
de Dios lograron prosperar, a pesar de su reducida talla, como enclaves fundamental-
mente agrícolas pues en ninguno de esos dos lugares se explotaron minas en esa época.
Su éxito fue tal, sobre todo en el caso de Nombre de Dios, que este último poblado
adquirió muy pronto una gran reputación centro de producción agrícola en todo el
norte. Años después, incluso, Francisco de Ibarra en su relación de méritos, alardearía
del hecho de que fueron los cereales de Nombre de Dios los que hicieron posible la
explotación inicial de las famosas minas de Sombrerete, situadas a unos 60 km. al
sureste de la nueva villa.293El éxito agrícola de la villa de Nombre de Dios fue tal y tan
rápido que en 1569, por ejemplo, Diego García de Colio, a la sazón alcalde mayor de
San Marrín por la audiencia de Guadalajara, intentó segregada de la Nueva Vizcaya e
incorporarla por la fuerza a la de la Nueva Galicia. El intento sólo fracasó gracias a que
Francisco de Ibarra logró detenerlo recurriendo él también a las armas, pero quedaba
de manifiesto la importancia que estos nuevos enclaves agrícolas comenzaban a cobrar
en el contexto de aquella frontera lejana.294

289 Francisco de lbarra, Relación de los descubrimientos. conquistas y poblaciones hechas por el gobernador Francisco de
: Ibarra en las provincias de Copala. Nueva Vizcaya y Chiametla. 1567. en Joaquín Pacheco - Francisco de Cárdenas - Luis
Torres de Mendoza - Joaquín Pacheco. Colección de documentos inéditos .... v. 14. p. 480.
290 Ibid.
291 Ver: Chantal Cramaussel, "Sistema de riego y espacio habitado ..., pp. 17-89.
292 Ibid.
293 José Ignacio Gallegos. op. cit.• p. 30.
294 Guillermo Porras Muñoz. Iglesia y estado ...• p. 31.
124

Un segundo elemento detrás del éxito de este tipo de poblamiento fue la creación
de reducciones y de encomiendas de indios comarcanos. En efecto, con la fundación
de las cuatro primeras villas no sólo se formalizó la creación de la nueva gobernación o
provincia de la "Nueva Vizcayá?95 sino que se inauguraba también un nuevo episodio mi
en las relaciones entre los españoles y sus viejos conocidos los tepeguanes. Es indudable si
que sin una cierta relación de paz con los aborígenes, nunca hubiera sido posible que m
grupos reducidos de españoles lograran consolidarse a largo plazo en esa frontera aisla- ne
da y lejana. A partir de ese momento, los españoles se encontraron de pronto viviendo 3~
entre los otrora feroces tepeguanes de manera que debieron necesariamente dejar de lado co
al menos una parte de sus viejos temores acerca de los tepebuanes, para incorporados a 11.(

un nuevo estatuto. Así, de bárbaros indómitos y antropófagos habitantes de las lejanías, de


los tepeguanes pasaron de golpe a ser vasallos de su Majestad y por lo mismo, sujetos de h~
encomienda, es decir, tributarios. Es indudable, en efecto, que las nuevas reducciones
de tepeguanes no tuvieron solamente como función la de asegurar la 'cristianización" de ql
esos indios, por mucho que éste fuera un propósito indisolublemente ligado a su nuevo te
estatuto como "súbditos" de su Majestad. Otra aún más importante y. urgente fue la tn
creación de un sistema estable de abasto de mano de obra y de productos para los con- bI

r
quistadores por la vía del tributo en productos o en trabajo. Sin embargo, lo que resulta m
verdaderamente notable en este caso, no es el hecho de que los españoles intentaran er
,I arrancar tributos y trabajo a aquellos indios (en eso tenían ya mucha experiencia), sino m
que lo hicieran con éxito. Una buena ilustración de lo anterior, la tenemos en el reporte Sil
de 1574 sobre el estado de la Nueva Vizcaya, del franciscano Juan de Miranda. Allí el lo
por entonces párroco de Santa Bárbara, no sólo reafirmaba lo expresado por Ibarra acer-
ca del éxito del poblamiento agrícola de su provincia, sino que describía una sociedad en
la que las relaciones entre colonizadores y aborígenes hubieran parecido corresponder a
las que privaban en alguna región del centro del virreinato y no en el norte. He aquí, por
ejemplo, cómo veía Juan de Miranda, la situación que prevalecía en Durango:

... hay muchos labradores vecinos que serán hasta treinta, cogen cantidad de trigo e maíz e
hay estancias de ganado mayor y menor, es tierra muy fértil por un río que viene muy cau-
daloso e muchas tierras buenas hay alrededor de esta villa muchos pueblos de indios que
están de paz e asentados e repartidos en encomenderos, vecinos e viven en pulida ..• 296

Sin lugar a dudas, junto con las menciones acerca de las labranzas de trigo y estancias de
ganado de Durango, lo que más sorprende de esta descripción son los "muchos" pueblos de

295 Hecho luego ratificado definitivamente a los sucesores de Francisco de Ibarra por la Corona el 17 septiembre 1567. u:
cuando recibieron oficialmente el título de Gobernador y Capitán General de Nueva Vizcaya. Copela y Chiametla Guillermo
Porras Muñ02. Iglesia y estado ...• p. 16.
296 "Relación hecha por Juan de Miranda. clérigo al doctor Orozco, Presidente de la Audiencia de Guadalajara sobre la
29
tierra y población que hay desde las minas de San Martín hasta las de Santa Bárbara que esto último entonces estaba des-
29
poblado. Año de 1575". en: Joaquín Pacheco - Francisco de Cárdenas· Luis Torres de Mendoza. (olección de documentos
29
inéditos ...• v. 16. p. 563.

125

indios repartidos en encomenderos que existían en los alrededores de Durango, asenta-


dos no sólo de paz sino viviendo en pulicía".297 Efectivamente, aunque la documentación
relativa al fenómeno de la encomienda temprana en Nueva Vizcaya es escasa, dada la
inexistencia de matrículas de tributarios, tasaciones y listas oficiales de encornenderos,
sabemos que los vecinos de las primeras villas de la provincia fueron todos dotados de
manera sistemática por los gobernadores de sus respectivas encomiendas de tepehua-
nes.Para 1572, por ejemplo, es decir a diez años de fundada, la villa de Durango tenía
32 vecinos oficialmente reconocidos como tales, de los cuales 28 eran poseedores de en-
comiendas.F" Entre éstas se contaba toda una serie de rancherías de tepehuanes, cuyos
nombres se han perdido desde entonces, pero figuraban también varios de los pueblos
de tepehuanes más importantes de la provincia por su talla, cuyos nombres han llegado
hasta nosotros como los del Tunal, La Sauceda y Mezquital, entre otros.299
El testimonio de Juan de Miranda nos indica cómo durante las primeras dos décadas
que siguieron a la conquista de la provincia, los españoles lograron crear con éxito un sis-
tema de encomiendas con los aborígenes. Y no era todo, pues el mismo informe nos ilus-
tra acerca de cómo lejos de quedar confinados a sus primitivas villlas de Durango, Nom-
bre de Dios, Indé y Santa Bárbara, los colonos habían ido poco a poco extendiendo su
influencia hasta otras zonas de la provincia, habitadas por tepehuanes. Miranda apuntó,
en efecto, cómo para el tiempo de su informe los españoles habían podido establecerse de
manera pacífica en lugares como San Juan del Río, Avino, Coneto, Los Palmitos y otros
sitios, cuyos habitantes fueron también calificados de políticos, y cómo los colonos habían
logrado incluso crear explotaciones cerealeras y hasta trabajar minas en esos lugares:

[Avino): ... está un real de minas que llaman Avino, donde habrá diez o doce españoles ..•
hay alrededor de este real muchos indios de paz de los naturales que están divididos y po-
blados en seis o siete pueblos que serán por todos quinientos indios que agora empiezan a
vivir en pulida .. [Palmitos): en el Valle de los palmitos donde se pueblan agora tres estancias
de labor de españoles, hay en este valle mucha cantidad de indios que viven ya en pulida y
son todos los más cristianos y siembran y cogen cantidad de maíz y tienen iglesia donde los
clérigos les dicen misa ••• [Coneto]: ..• habrá en ellas cincuenta españoles, a dos leguas de
este real hay tres pueblos de indios que están de paz y empiezan a vivir en pulida, siembran
Ycogen maíz, ... 300

La carta que presentamos a continuación da una idea más completa de las dimensio-
nes que este fenómeno había alcanzado en Nueva Vizcaya hacia 1570: (ver fig. 3.7).
Como podemos ver, para esa época los españoles habían ya logrado expandirse por
una buena parte de la provincia, creando un número importante de haciendas, cuya

297 Ibid.
298 Peter Gerhard. The North Frontier ot New Spain, Norman and tondon, University of Oklahoma Press. 1993. p. 203.
299 Ibid.
300 Relación de luan de Miranda ...• pp. 563. 564 Y 569.
126

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Figura 3.7 La Nueva Vizcaya hacia 1570. característica más sobresaliente era el estar situadas justo de I
en la vecindad inmediata de los pueblos de indios, algu- tarc
nos de ellos bastante alejados de las villas de españoles que existían por entonces. Esto fina
deja muy claro la correlación que existía entre la aparición de estas explotaciones y el adq
uso de mano de obra indígena como sustento de las mismas. Es interesante constatar poc
entonces, cómo tan sólo una década después de la llegada de los españoles a sus terri- imp
torios, los otrora, feroces e irreductibles antropófagos tepeguanes, aparecían totalmente ñok
transformados: ahora eran tributarios y sujetos de encomienda y vivían en relativa paz ame
con los conquistadores. ¿Cuáles fueron las razones detrás de esta aparente transfigu- y Si
ración:' que

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que n
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Utmo:
127

INDIOS BRAVOS Y TRIBUTARIOS PAGANOS

Quizás, para encontrar una primera respuesta, sería interesante comenzar por pre-
guntarse si la imagen clásica construida en la historiografía sobre el norte colonial acerca
del "indio bravo" norteño, más comúnmente conocido como chichimeca, no resulta al
final demasiado estrecha y poco explicativa. Como lo hemos evocado arriba, en nume-
rosos trabajos consagrados al estudio del enfrentamiento entre españoles y sociedades
carentes de estructuras políticas centralizadas, se ha insistido con frecuencia en que el
perfil guerrero de esas sociedades derivaba sobre todo del hecho de que se trataba de
pueblos formados por cazadores-recolecrores, los cuales si bien en ocasiones conocían
formas incipientes de agricultura, se caracterizaban sobre todo por ser "nómadas': Es
verdad que la adopción de un género de vida "nómada" pudo convertirse en una ventaja
para pueblos que llegaron a hacer de la guerra contra los europeos y sus aliados un
auténtico modo de vida. En el norte tal fue el caso, por ejemplo, de los apaches de los
siglos XVII a XIX, si bien hoy sabemos, que éstos ni fueron enteramente nómadas, ni
desconocieron tampoco por entero la agricultura.l'" Sin embargo, es un hecho igual-
mente que los llamados "nómadas" no fueron los únicos que resistieron a la conquista
española por medio de la guerra, ni los únicos tampoco, que terminaron convirtiéndose
en "indios bravos':
Recordemos, por ejemplo, cómo cuando los españoles se dirigieron hacia el litoral
del Pacífico del sur de la Nueva España, los pueblos de pura cepa mesoamericana de
lengua y cultura zapoteca, rnixteca y náhuatl, que ocuparon los territorios costeros
de los actuales estados mexicanos de Oaxaca, Guerrero y la parte sur de Colima, no
tardaron en caer en un estado de guerra generalizada y permanente. De hecho, para
finales de la década de 1520, la situación en la tierra caliente de esa parte de la costa
adquirió un cariz tal, que los españoles la bautizaron como provincia de los motines y
poco después comenzaron a abandonarla al considerarla como una tierra de guerra casi
impenetrable.t'? Más al norte, igualmente, cuando a partir de la década 1530, los espa-
ñoles emprendieron la conquista de los pueblos agrícolas de cultura igualmente meso-
americana que ocupaban las tierras costeras de los estados actuales de Jalisco, Nayarit
y Sinaloa, la situación fue semejante, generándose situaciones de guerra permanente
que en muy poco se diferenciaron en cuanto a su violencia de las que caracterizaron a

)01 La historiografía reciente sobre 105 apaches. ejemplo paradigmático del nómada guerrero, ha sin embargo demostrado
que no todos fueron ni enteramente nómadas, ni carecieron de agricultura. Ver por ejemplo: William B. Griffen, Apaches
at War ano Peace. The Ianos Presidio (1750'1858), Albuquerque University of New Mexico Press, 1988; del mismo autor:
Utmost good faith. Patterns ot opathe-rnexican hostilities in northern Chihuahua border warfare 1821-1848, Albuquerque,
University of New Mexico Press, 1988. Igualmente: Chantal Cramaussel, "Los apaches en la época colonial", Cuadernos del
Norte, no. 20, julio 1992, pp. 25·)6. Salvador Alvarez, [ames Kirker. El aventurero irlandés, Ciudad Iuárez, Meridiano 107
Editores· Universidad Autónoma de Ciudad Juárez . Gobierno del Estado de Chihuahua, Serie Chihuahua, las épocas y los
hombres, 1991.
302 Ver por ejemplo: Donald Brand, Coaeolman and Motines del Oro.... Igualmente: J. Benedict Warren, La conquista de
Michoacan... en especial pp. 163 Y ss. Del mismo autor: Benedict J Warren, "The Carvajal Visitation: First Spanish survey of
Michoacan", The Americas, v. 19, Washington, 1963, pp. 404'412.
128

la llamada guerra chichimeca.303 Se trata en todos esos casos de enfrentamientos entre grup
españoles y pueblos de agricultores en el sentido pleno de la palabra, pero que se dife- una!
renciaban de altas civilizaciones del altiplano central en varios aspectos esenciales. Uno últin
de ellos era ciertamente el hecho de no poseer estructuras políticas centralizadas, pero los e
más importante aún lo era el que se trataba de sociedades mucho menos densas que las nes s
del altiplano central desde el punto de vista demográfico y que por lo tanto mostraron nega
una capacidad de asimilación mucho menor que aquellas frente al choque de la con- sin e
quista: fue de eso ultimo que derivaron las situaciones de guerra permanente. cont
En el caso específico de los tepeguanes, la etiqueta de sociedad "nómada" y por lo Cab
tanto "guerrerá; formada por grupos que practicaban exclusivamente la caza-recolecta mac
para subsistir, resulta igualmente estrecha y poco adecuada. Gracias a trabajos recientes geog
en el campo de la arqueología de las sociedades que ocupaban el noroeste novohispano MOI

al momento del contacto, sabemos que los antecesores de los grupos que conformaron ente
con el tiempo la rama Pimic de la familia yutoazreca, entre los cuales se encontraban de i
como mencionamos anteriormente los tepeguanes, cultivaban plantas desde cuando tení

menos el 4000 a.p. (antes del presente). De acuerdo con estos mismos estudios para abie

r
el 3000 a.p., se habían ya conformado por todo el noroeste sociedades aldeanas de mis
agricultores permanentes, de entre las cuales, algunas dieron lugar al nacimiento de del
centros culturales de gran importancia como Casas Grandes y muy especialmente el de sier
Trincheras, situado justamente en el área ocupada al momento del contacto por socie- legt
,I
1 dades de la rama pimic de la familia yutoazteca, más específicamente los pimas.304 ind
Como lo hemos visto anteriormente, sabemos que durante siglo XIV; muy proba- par
blemente debido a condiciones climáticas semejantes a las que aceleraron, por ejemplo,
la gran crisis europea de ese siglo, desaparecieron por todo el norte los pocos desarro- baj
llos culturales del tipo de Casas Grandes o Trincheras que alguna vez existieron. Se Cla

presentó desde entonces un regreso a patrones de asentamiento más simples, de tipo ter
aldeano esencialmente disperso, semejantes a los que los españoles encontraron en el de
norte y noroeste al momento del contacto. La ausencia de grandes concentraciones co
humanas y de toda estructura de tipo urbano, motivó a numerosos arqueólogos e his- no
toriadores de nuestro tiempo a clasificar a los grupos indígenas de la zona al momento lo!
de contacto como "nómadas" no agricultores. Recordemos la tesis de Marie- Areti Hers mi

para quien, por ejemplo, las culturas arqueológicas de la Sierra Madre Occidental se pr
dividirían en dos grandes grupos: por un lado, los colonizadores de origen mesorneri-
cano, que eran agricultores llegados del sur y los "no mesomericanos', entre los que se
contaron los ancestros de los tepeguanes y que son catalogados por esta autora como

303 Hemos analizado este proceso al detalle en: Salvador Alvarez, La grande frontiére asiatique du Nord de la Nouvelle-
Espagne ...• cap. 3 y cap. 4. Para el caso de las sociedades de la costa norte del Pacífico de la Nueva España ver igualmente
el capítulo segundo de este libro.
no
304 Ver por ejemplo: Elisa Villalpando. "Los pobladores en Sonora". en: Beatriz Braniff C. coord., La Gran Chichimeca ...
pn
pp. 211-236. Igualmente: Elisa Villalpando - Randall H. McGuire, "Cerro de Trincheras: un sitio arqueológico en el noroeste
do
de Sonora", Arqueología Revista de la Coordinación Nacional de Arqueología del INAH, Segunda Epoca, no. 17, Enero
)C
-lunio 1997.
grupos esencialmente cazadores-recolecrores, 305 o que en todo caso sólo conocieron
una muy pequeña agricultura de tipo enteramente marginal. Para Hers, incluso, este
último hecho se vería reafirmado por los testimonios documentales producidos por
los españoles del siglo XVI acerca de estos pueblos, en donde según ella, los tepehua-
nes siguen apareciendo como cazadores-recolectores y agricultores marginales.F" Sin
negar la importancia de los trabajos arqueológicos de esta autora, debemos precisar,
sin embargo, que como hemos visto arriba, esto no fue necesariamente así: una prueba
contundente de lo anterior, la tenemos en el informe de Juan de Miranda de 1574.
Cabría añadir a este respecto, que los datos aportados por esta fuente se ven confir-
mados en su conjunto por otras bastante más tardías, como por ejemplo la Descripción
geográfica de los reinos de la Nueva Galicia Nueva Vizcaya y Nuevo León de Alonso de la
Mota y Escobar, escrita en 1601307 y el censo de la provincia levantado en 1604 por el
entonces gobernador Francisco de Urdiñola.l'" En ambas fuentes los mismos pueblos
de indios que Juan de Miranda describió como ocupados por indios de paz que man-
tenían sementeras, vivían en policía" y en los cuales los colonizadores españoles habían
abierto también sus propias explotaciones agrícolas, mantienen poco más o menos las
mismas características. Así, por ejemplo, Mota y Escobar nos informa de cómo, uno
de los numerosos pueblos de encomienda que rodeaban a Durango, Cacaria, 10 seguía
siendo a principios del siglo XVII y sus indios seguían explotando sus sementeras: dos
leguas adelante está otro poblezuelo de encomendero poblado de hasta treinta o cuarenta
indios chichimecos pasa por él un arroyo de agua perpetuo de que se aprovechan los indios
para sus sementeras ..• 309
Separado de su contexto, el testimonio de Juan de Miranda podría ser ignorado
bajo el argumento de que el franciscano "mintió" o simplemente "exageró"en sus apre-
ciaciones. Sin embargo, analizadas en conjunto y puestas en relación, las fuentes exis-
tentes, aún siendo escasas y muy conocidas, siguen revelándonos aspectos interesantes
de la vida colonial temprana en estas regiones. Así, por ejemplo, el propio Mota y Es-
cobar nos cuenta cómo en San Juan del Río, para 1601, la presencia de los españoles
no solamente había sido tolerada por los indios, sino que las explotaciones creadas por
los primeros habían fructificado. Así, a pesar de seguir siendo un poblado mayoritaria-
meneeindígena, San Juan del Río se estaba convirtiendo ya en esa época en uno de los
principales centros agrícolas de la provincia:

305 Ver par ejemplo: Marie-Areti Hers - Dolores Soto •• Arqueología de la Sierra Madre durangueña __
.• pp. 69-85.
306 Marie-Areti Hers. "La sombra de los desconocidos ...pp. 65-70.
307 Alonso de la Mota y Escobar. Descripción geogrófica ....
308 AGI. Guadalajara 28. "Cuaderno de minutas del censo de la gobernación de Nueva Vizcaya por el gobernador Fran-
cisco de Urdiñola". Durango. 1604. Los resultados del mismo han sido resumidos por diversos autores: Woodrow Borah •
• Francisco de Urdinola's census of the spanish settlements of Nueva Vizcaya». The Hispanic American Historical Review,
no. 35. Ago. 1955. pp 398·402; Oakah lones, Nueva Vizcaya ...• pp. 75-79. Sin embargo. cabe advertir que los resúmenes
presentados por estos autores difieren sensiblemente de los resultados encontrados por nosotros a partir del análisis del
documento original.
309 Alonso de la Mota y Escobar. Descripción geográfica ...• p. 86.
13°

•.• Caminando hacia el oriente a siete leguas está un pueblo de indios que se llama San Juan des
del Río, algo templado de lindas aguas y tierras donde se dan perfectamente muchas frutas cok
de Castilla en particular las uvas blancas y moscateles de que se hace muy buen vino y vi- fon
nagres aunque poca cantidad. Hay en este pueblo hasta treinta indios vecinos y españoles qm
trece o catorce que viven de heredades de trigo de riego que en la comarca tienen y de criar fen
algunos ganados. Los más de ellos tienen huertas de frutales como de algunas legumbres y ciói
hortalizas que se dan muy buenas mayormente espárragos. La justicia de aquí es un alcalde efee
mayor proveído por el gobernador y la doctrina de toda esta gente de frailes franciscos que caÍ!
tienen un monasterio en este pueblo y en él una de las mejores huertas de este reino ... 310 un
tan
Es claro que la aparición de viñas y otros frutales europeos un lugar como San Juan del
del Río a principios del siglo XVII, no había sido producto del azar, sino de la pre- tarr
sencia de colonos españoles en pleno corazón de este antiguo pueblo de indios. Igual- ent
mente sería demasiado artificioso afirmar que si los indios de esa comarca cultivaban
sementeras de maíz en 1574, como lo afirma Juan de Miranda, ello se debió únicamente gua
a la influencia de los españoles. Una transformación tan rápida y completa de gente al tam
origen "pura" y "exclusivamenté"cazador-recolector': a la vida agrícola en el término, ya Ar~
no de una generación, sino de menos de una década, nos haría pensar más que en un "pin
"proceso de aculruración', en una auténtica transfiguración casi milagrosa. Si como se ens:
afirma en el propio trabajo de Marie-Areti Hers, la separación entre los grupos pimas cuy
de Sonora y los tepehuanes de la Sierra Madre Occidental, data solamente del siglo amI
XIV de nuestra era~31l sería necesario entonces explicar cómo y porqué, estos grupos Mal
que en su contexto anterior habían desarrollado la agricultura desde hacía más de dos tan
mil años, perdieron todo recuerdo de la misma al trasladarse, no a tierras secas y des- tenc
érticas, sino al corazón de la Sierra Madre Occidental. Existen, por otro lado, trabajos esas
arqueológicos que hacen referencia a la práctica de la agricultura por parte de los tepe- Ene
huanes prehispánicos. Si bien estos reportes no tocan, desafortunadamente, el periodo ron
del conracto.I'? sus conclusiones resultan mucho más coherentes con los resultados de bras
las investigaciones arqueológicas sobre las antiguas sociedades de lenguas pimic y sobre "pur
todo con los testimonios históricos mencionados arriba. exis
El sólo hecho de la extensión geográfica que ocuparon desde tiempos prehispánicos tepe;
las poblaciones de lengua o'dame, es decir, tepehuana, nos habla de la ineludible exis-
=:
tencia de vínculos y contactos culturales entre ellos y sociedades plenamente agrícolas, (
algunas de origen mesoamericano incluso, hecho que sin duda dio origen a procesos VInC
de transmisión cultural que debieron favorecer la difusión, no sólo del cultivo plantas de F
en sí, sino de técnicas y prácticas agrícolas propiamente dichas entre los tepehuanes: lo deL
contrario sería, en todo caso, motivo de explicación. Todo apunta a señalar entonces, su ji

310 Ibid .• pp. 86·87.


313 e
311 Marie·Aretí Hers, La sombra de los desconocidos ...• p. 70.
centra
312 Carrol L Ríley • Howard O Wínters. «The Prehístoric Tepehuan of Northern Mexico», Soutbwestern }oumal or Anthropol·
seden
ogy 19. no 2. 1963. pp 177'185.
314 V
131

u
desde geografía cultural, hasta las descripciones dejadas sobre ellos por los primeros
colonos españoles de u región, que los tepehuanos del altiplano de la Nueva Vizcaya,
formaron parte de un extenso conjunto cultural variado y complejo. Es muy probable
que existieran al interior del mismo diferencias marcadas entre los estilos de vida de di-
ferentes grupos y que muchas de ellas derivaran, por ejemplo, de estrategias de adapta-
ción a diferentes medios ambientes. Tal y como Chantal Cramaussello ha recalcado, en
efecto, los llamados salineros, habitantes de las llanuras orientales del altiplano neoviz-
caíno, eran grupos de lengua y cultura tepehuana que sin embargo llevaban, al parecer,
un modo de vida más ligado con la caza y recolecta que sus parientes agricultores, no
tan "incipientes': que habitaban más al oeste, en los territorios cercanos al sotomontano
de la Sierra Madre donde se asentaron primitivamente los españoles.I'! En ese aspecto
tampoco es único el caso de los tepehuanos: algo muy semejante sucedió más al norte,
entre los conchos y los llamados tobosos.!"
Un último tema a abordar, sería el de saber porqué entonces, el destino de los tepe-
guanos fue tan distinto del de otros grupos cercanos a ellos, que han sido considerados
también como nómadas de origen 'cazador-recolecror', como por ejemplo, los zacatecos.
Argumentar acerca de saber si el "paradigmá' (por llamado de algún modo) del nómada
"puro" y "guerrero'; se aplica o no al caso de los zacatecos, desbordaría los marcos de este
ensayo. Se trata de un grupo, como sabemos, vecino inmediato de los tepeguanos, pero
cuya geografía cultural no fue menos compleja que la de éstos, pues dominaron una
amplia región que iba desde la zona de Mazapil hasta la zona de Nieves, Avino y San
Martín, donde los territorios de éstos se mezclaban con los de los tepeguanes de manera
tan cercana que sería difícil trazar una línea de demarcación entre ambos. De allí se ex-
tendían también hasta el altiplano en derredor de Zacatecas y también hacia suroeste de
esas minas en dirección de la Sierra Madre Occidental hasta la región de Tlalrenango.
En esa zona colindaban con los caxcanes, agricultores avanzados con quienes mantuvie-
ron siempre vínculos culturales bastante estrechos, hecho que proyecta numerosas som-
bras sobre la caracterización de los zacatecos como cazadores-recolecrores y nómadas
"puros".Pero independientemente de lo anterior, el hecho es que pese a u cercanía que
existió, en lo geográfico y muy probablemente en lo cultural también, entre zacatecos y
tepeguanes, las relaciones de uno y otro con los conquistadores resultaron muy diferen-
tes y sus destinos fueron igualmente diversos a la postre.
Curiosamente, por el sólo hecho de haber quedado circunscritos en una nueva pro-
vincia, distinta de la Nueva Galicia, es decir, la Nueva Vizcaya, los tepehuanes se vieron
de pronto al abrigo de muchas de las prácticas de guerra que los soldados y capitanes
de la Nueva Galicia aplicaban por esos tiempos a los chichimecas que habitaban en
su jurisdicción. En efecto, desde el momento de la fundación de la Nueva Vizcaya, el

313 Chantal Cramaussel. "De cómo los españoles clasificaban a los indios. Naciones y encomiendas en la Nueva Vizcaya
central". en: Marie·Areti Hers - José Luis Mirafuentes - María de los Dolores Soto - Miguel Vallebueno eds .• Nómadas y
sedentarios ...• pp. 275-304.
314 Ver el capítulo quinto de este linbro: Agricultores de paz ...
132

indio de esa provincia adquirió un estatuto jurídico distinto al de la Nueva Galicia de


manera que en vez de ser incluido de oficio en la rúbrica de los "chichimecas de guerra';
pasó a ser un "vasallo pacífico" de la Corona. Ello no fue producto de una concesión
graciosa de parte de los conquistadores de la provincia, sino del interés de los mismos
y más particularmente del de Francisco de Ibarra, quien hizo lo necesario para que su
título de gobernador comportara privilegios semejantes a otros de su tipo, entre ellos
uno muy importante y que era la facultad de distribuir encomiendas de tributarios de
la Corona.l'" Así, cuando a partir de 1569 se discutió y de hecho se puso en práctica
la guerra a fuego y a sangre contra los chichimecas, los indios que quedaron del lado
de la Nueva Vizcaya resultaron mucho menos afectados por esa política en la medida
que beneficiaron, por así decido, de la protección directa del gobernador de la Nueva
Vizcaya. No olvidemos que los gobernadores de esta provincia gozaron desde su fun-
dación del título de capitanes generales, esto significa que eran enteramente autónomos
en el ámbito de la guerra, de suerte que los capitanes subordinados al virrey y a la
Audiencia de Guadalajara nunca tuvieron autorización de operar en Nueva Vizcaya y
de hecho sus incursiones fueron detenidas cada vez que se presentó la ocasión por los

..:
vecinos y capitanes de Nueva Vizcaya.316
Desde ese punto de vista, los indios de Nueva Vizcaya nunca fueron realmente chi-

r·, !~
I '
" chimecas en el sentido jurídico del término, si bien coloquialmente fueron nombrados
en ocasiones como tales. En todo caso, el hecho fundamental es que su situación frente
1);
1, a la sociedad española resultó a la larga muy distinta de la de los aborígenes de Nueva
Galicia. Así, por ejemplo, mientras a éstos se les declaraba sujetos de guerra afuego y a
sangre, a los de Nueva Vizcaya, en cambio, la Corona les otorgaba incluso privilegios.

I~ Tal fue el caso en 1581, cuando a petición de los gobernadores de la Nueva Vizcaya,
Francisco y Diego de Ibarra, los indios de esa provincia fueron eximidos por la Corona
del pago de tributos reales. La razón principal aducida por las autoridades neoviz- f
caínas era la pobreza material de estos indios y la imposibilidad de que afrontaran 1
cargas semejantes a las que debían soportar sus congéneres de más al sur."? A cambio L
de ello, las autoridades reales acordaron a los gobernadores de la provincia la facultad
de seguir otorgando encomiendas y de tasar a los indios sometidos a este régimen,
con tributos en trabajo, que fueron fijados en 3 semanas anuales por tributario. Este y
hecho dio pie más tarde al surgimiento de un auténtico sistema de repartimiento en e
esa provincia.l'" d
El hecho de que no se aplicara la política de guerra a fuego y el sangre en Nueva s
Vizcaya de la misma manera que en Nueva Galicia, sin lugar a dudas coadyuvó a una s
mucho más rápida y fácil implantación de los colonos entre los indios de esa provincia d
que en su vecina del sur y ello a pesar de las semejanzas que pudieron existir entre las p

315 Guillermo Porras Muñoz. Iglesia y estada .. p. 16. 31


316 Ibid., p. 31. 3l
317 José Ignacio Gallegos. Historia de Durango ...• p. 117.
318 Chantal Cramaussel, "Encomiendas repartimientos ...
133

sociedades indígenas de las dos provincias. Ello nos muestra, por otro lado, cómo la
llamada "guerra de los chichimecas" como tantas otras guerras con indios bravos, de-
pendió en su desarrollo, no sólo del carácter "nómada" de las poblaciones aborígenes y
de sus "inclinaciones guerreras'; sino también de la manera como los propios españoles
afrontaron esos conflictos. Como quiera que fuera, es necesario decir también que la
manera exitosa como los colonos de la Nueva Vizcaya lograron incrustarse en tan poco
tiempo entre los indios de esa provincia, no significa tampoco que aquella haya sido
una historia idílica marcada solamente por relaciones pacíficas. Cierto, los tepehuanos
mostraron en un principio una gran capacidad de asimilación frente a la presencia de
españoles entre ellos, pero más allá de un cierto umbral, la tolerancia terminaba y la
aceptación se tornaba en huida y guerra. El propio Juan de Miranda señaló en su repor-
te, por ejemplo, que los indios de la región en derredor de Santa Bárbara se hallaban
en ese momento paz pero añadía igualmente que se negaban simple y llanamente a
servir en las haciendas de minas de los españoles.é'? Este comentario resulta bastante
emblemático de 10 que fueron desde entonces las relaciones entre españoles y los indios
de Nueva Vizcaya. Más tarde, la llegada de epidemias como los mortíferos cocoliztles
de 1577 y 1584 Y la insistencia de parte de los españoles de explotar minas por don-
dequiera que se hallaban y someter a sus nuevos tributarios a toda clase de esfuerzos
en sus haciendas, terminarían por socavar severamente la capacidad de tolerancia de
estos. Aparecerían desde entonces periódicas crisis guerreras algunas sumamente seve-
ras, como la de 1586, por ejemplo, en la provincia de Santa Bárbara, cuando los, poco
tiempo atrás, "pacíficos y políticos" tepehuanos que describió Juan de Miranda, termi-
naron quemando la villa de Santa Bárbara y obligaron a los colonos a refugiarse en el
recientemente fundado mineral de Todos Santos, situado un medio centenar de kiló-
metros al norte de allí.320 Ello provocó, entre otras cosas, que la minería desapareciera
por entero de la provincia de Santa Bárbara durante más de medio siglo y de hecho,
hecho que aunado con la desaparición de la provincia minera de Chiametla, hizo que
la minería de plata en toda la Nueva Vizcaya comenzara a vivir un auténtico periodo
de vacas flacas.321
A mediano plazo y a pesar de esos brotes guerreros, los colonos de la Nueva Vizca-
ya lograron reestablecer una suerte de nuevo equilibrio, precario. pero equilibrio al fin,
en sus relaciones con los indios comarcanos. En 1591, por ejemplo, el gobernador Ro-
drigo de Río de Losa explicaba a la Corona que el estado de decadencia en que se había
sumido la minería neovizcaína, se debía por una parte al hecho de que en las regiones
serranas, otrora grandes productoras de plata, los españoles habían perdido el control
de los indios.?" mientras que sobre el altiplano, los colonos preferían mantenerlos de
paz, no forzándolos al trabajo minero:

319 "Relación hecha por Juan de Miranda ...• p. 565.


320 Chantal Cramaussel. Peupler la frontiére ...• p. 89.
321 Ver el capítulo segundo intitulado: Chiametla ....
322 Ibid.
134

... sácase poca plata por la falta de gente porque en las minas los matan los naturales serra-
p
nos en cualquier descuido: y está de paz la gente de la tierra llana que si aquélla estuviera de y
guerra ya se hubiera despoblado aquella tierra .•. 323

P
En efecto, la amenaza de la guerra estaba presente en el horizonte y lo estaría duran- poc
te mucho tiempo todavía. Sin embargo, lo que queda de todo esto, es que, al igual que soci
lo que sucedió con tantas otras poblaciones aborígenes del Nuevo Mundo, los indios
de Nueva Vizcaya fueron transformados en tributarios con una rapidez asombrosa,
mucho antes que la "conquista espiritual': representada en el caso del norte por la mi-
sión, tuviera tiempo de ofrecer resultado tangible alguno. No sería entonces exagerado
calificados de vasallos infieles, o si se prefiere, completamente paganos, de la Corona de
España. Todo ello nos habla de cuan eficaces pudieron ser estas formas completamente
coercitivas y violentas de "integración" del "otro" a la naciente sociedad colonial. En este
caso el vehículo principal de esa "integración" fue la encomienda, pues es claro que el
primer y más durable vínculo que existió entre los aborígenes y la naciente sociedad
colonial norteña fue el tributo en trabajo.
Desde luego, la incorporación de los indios a esta nueva sociedad colonial no fue
gratuita. Poco a poco, a lo largo de los años, la presión ejercida por la naciente sociedad
colonial sobre las sociedades aborígenes fue minando su capacidad de asimilación así
como su tolerancia. A partir de entonces, la historia de la Nueva Vizcaya y del norte
lejano en general se vio plagada de episodios de guerra,324 de entre los cuales el más
" notable y famoso fue sin lugar a dudas la llamada "gran rebelión" tepehwana de 1616-
1618. Como lo ha demostrado al detalle Christophe Giudicelli, más que una rebelión
puntual, aquella fue una prolongada guerra, cuyas formas fueron tan variadas como
basto fue el ámbito geográfico sobre el cual se desarrolló.I" Sin embargo, sus causas
últimas sería necesario buscadas en el largo proceso de desgaste a que se vieron some-
tidas, desde el siglo XVI, las sociedades indias locales y su antiquísima forma de vida.
Por trágica paradoja, habría que esperar esta gran rebelión para que renaciera una vez
más, en la imaginación de los conquistadores, el feroz tepeguán de guerra y resurgieran
también los temores acerca de una posible invasión de bárbaros que arrasara con la
Nueva Vizcaya entera:

... movieronse éstos Indios Tepehuanes a mudar de religión por instinto y persuasión del
Demonio, y assi levantaron un ídolo, y se gobernaban por hechiceros y para establecer me-
jor su nueva elleccion, no obstante que ellos son de mucha cantidad y corren muchas leguas
de la Nva. España, por mayor seguridad, trataron desde luego de convocar todas las otras
naciones de la Gobernación y fueron astutos y mañosos en hacer este movimiento que a

323 AGI, Guadalajara 63, Rodrigo del Río al Rey, Durango, 7 octubre de 1591.
324 Ver por ejemplo: Guillermo Porras Muñoz, La frontera ....
325 Christophe Giudicelli, Guerre indentités el métissages aux trontiéres de /'Empiree: la guerre des Tepehuán en Nouvel/e
8iscaye (1616), Paris, Université de Paris 111, Sorbonne Nouvelle, U.F.R. d'Etudes Ibériques et Latino·Américaines, Thése pour
obtenir le grade de Docteur de l'Université de Paris 111, décembre 2000.
135

penas a quedado en toda la Gobernación (que tiene distrito de mas de 250 leguas a lo largo,
r casi otras tantas de travesia) quién no halla entrado en el alzamiento ... 326

Para fortuna de los colonizadores, la gran invasión del norte esa vez no llegó tam-
poco, aunque por su parte, para los tepeguanes a resultas de esa guerra el desgaste de su
sociedad y la erosión de sus antiguas formas de vida, no hizo sino acentuarse,

326 Relación breve de los sucesos que ha tenido la Guerra de los Tepehuanes de la Gobernación de la Nueva Vizcaya desde
lS de Noviembre de 1616, hasta 16 de Mayo de 1618", en: Charles W. Hacket, Historical Documents ...• v. 2. p.l00.
137

CAPITULO IV D"e zacatecos""ty


epe h uanes" :
dos dilatadas parcialidades de chichimecas norteñosw

1: LOS "CAZCANES" y SUS VECINOS "ZACATECOS" DE LAS MONTAAAS

Tradicionalmente se ha dicho en la historiografía sobre el norte, que los zacatecos


irrumpieron en la escena histórica solamente a raíz del descubrimiento, en 1546, del
célebre centro minero al cual cuales ellos dieron, por cierto, su nombre: las minas de
los Zacatecas. Sin embargo, esto no fue así. En realidad, la historia de los contactos
tempranos entre zacatecos y colonizadores es bastante anterior a este evento y se halla
íntimamente ligada con la de sus no menos famosos vecinos (y parientes culturales
como veremos a continuación), los llamados "cazcanes" Sería difícil encontrar dos gru-
pos cuyas descripciones historiográficas resulten más contrastantes que las de estos
"zacarecos" y "cazcanes', Mientras los primeros han brillado como uno de los ejemplos
clásicos del chichimeca "nómada" y guerrero, los segundos, en cambio, han sido con-
siderados por diversos arqueólogos y etnohistoriadores, como un grupo plenamente
agrícola de pura cepa mesoamericana, que ha llamado la atención también por dos
circunstancias muy particulares. La primera, su participación en la célebre guerra de!
Mixtón, uno de los episodios guerreros más historiados de la conquista del norte y e!
segundo, la presencia en parajes cercanos a los que ellos habitaron, de una serie estruc-
turas arquitectónicas de piedra de origen prehispánico, de entre las que destaca e! sitio
arqueológico de Chalchihuites, situado a unos 160 km. al noroeste de Zacateca s y que
han hecho que se les atribuya un pasado cultural plenamente mesoamericano.
En 1937, en efecto, el arqueólogo John Alden Mason propuso que estas ruinas (co-
nocidas desde e! siglo XVI por los españoles y despobladas desde hacía tiempo al mo-
mento del contacto), habrían sido vestigios de un foco cultural de tipo mesoamericano
implantado en el área, al que e! autor llamó justamente "cultura chalchihuites':m Un
poco más tarde, autores como e! propio Mason, Carl Sauer, Donald Brand, Carrol L
Riley, entre otros, fueron desarrollando la idea de que entre el año 100 Yel 1000 d.c., se
habría creado una suerte de corredor cultural entre Mesoamérica y el gran norte a través
de la Sierra Madre Occidental, e! cual incluyó en su momento desde la región costera
del Pacífico hasta la zona de Casas Grandes en el hoy estado de Chihuahua y e! llamado

327 Publicado originalmente en: Chantal Cramaussel. coord .• La Sierra Tepehuona. Asentomientos y Movimientos de po-
blación. Zamora. El Colegio de Michoacán. 2006, pp. 97'129.
328 John Alden Mason, "Late Archaeological Sites in Durango from Chalchihuites to El Zape", Philadelphia Anthropological,
Society Iwentv-ñfth Anniversary Studies, v. 1, 1937, pp. 127'146.
"Gran Suroeste" norteamerícano.F? Dentro de ese "corredor': nos apuntaban estos auto-
res, la 'cultura Chalchihuites" habría operado como centro un difusor de elementos cul- c
rurales mesoamericanos en dirección del centro norte y la Sierra Madre Occídental.P" y
Desde el punto de vista de su evolución como centros de poblamiento, autores como el q
propio Mason y Charles J. Kelley, describen entonces a Chalchihuites, así como a otros c
centros monumentales menores situados en zonas relativamente cercanas (La Quema~ a
da, Navacoyan y Loma de San Gabriel, entre otros), como enclaves agrícolas ocupados c
ti
por inmigrantes llegados directamente del centro de Mesoamérica, los cuales se habrían
implantado en esa zona, desplazando a las poblaciones autóctonas de cazadores-rece- le
lectores, entre los que incluyeron a los zacatecos y a los vecinos norteños de éstos, los q
tepehuanes, cuya entrada en escena fue un poco más tardía. 331 z
Charles J. Kelley, por ejemplo, aduce que los habitantes de estos enclaves agrícolas d
que compartían rasgos culturales con las grandes civilizaciones del centro de Meso- v
américa como la arquitectura monumental, la metalurgia y ciertos motivos iconográ- s

ficos, por ejemplo, habrían sido por ello mismo, radicalmente distintos tanto cultural e
como étnicamente respecto de las poblaciones autóctonas de 'cazadores-recolecrores" g
Añade que los sedentarios mesoamericanos seguramente habrían vivido en un estado t

de guerra permanente con sus vecinos "bárbaros': semejante al que describió Phillip h
(
Waine Powell para el siglo XVI.332 Concluye luego diciendo que los ancestros de los
11
'chichimecas" del periodo colonial, fueron los que asolaron durante siglos a los en-
claves mesoamericanos en el área, al punto de que esta supuesta "guerra permanente" d
lo
bien pudo haber sido una de las causas de la ruina final de esta cultura arqueológica
hacia principios del siglo Xly'm En efecto, de acuerdo con los registros arqueológicos r

sacados a la luz en las últimas décadas, todo indica que el conjunto de los sitios monu- e

mentales pertenecientes a esta cultura, habían sido abandonados desde hacía cuando n

menos dos siglos a la llegada de los españoles y que los sitios fueron luego ocupados I
por grupos distintos y mucho menos avanzados culturalmente que los originales, entre d
los que se cita frecuentemente a los llamados "zacatecos', para el caso de sitios como r

Chalchihuites o La Quemada, o por los vecinos septentrionales de éstos, los "tepehua- b


nes', en el caso del sitio Alravista, por ejemplo.!" 1:

a
329 Donald Brand. "Notes on the Archaeology of El Zape Durango" (1939). en: Carrol lo Riley - Charles Kelley eds, The
North Mexican Frontier. Archaeology Etnohistory and Ethnogrophy. Carbondale Southern lllinois University Press, 1971. pp. s
127-1i¡6. e
330 Ver por ejemplo: J. Charles Kelley. "Altavista Chalchihuites: Port of Entry on the Northwestern Frontier. en: Rutas de
e
Intercambia en Mesoamérica y Norte de México. México. Sociedad Mexicana de Antropología. 1980. pp. 53-64.
331 Charles J. Kelley. "Archaeology of the Northern Frontier. ..p. 768. e
332 Ver: Phillip Waine Powell, La guerra Chichimeca .... Como se indicó en la introducción de este trabajo. se trata de un e
caso curioso en la historiograña, en el que la historiografía sobre los patrones de interacción entre dos sociedades tan
distintas como la española del siglo XVI y la de los grupos que habitaban el norte a la llegada de éstos. sirve como modelo
para interpretar e ilustrar un proceso muy anterior y que involucró a sociedades mucho menos distanciadas culturalmente,
entre sí y en circunstancias completamente distintas también. Hemos discutido este tema en el capítulo quinto de este
linbro: Agñcultores de paz ....
333 Charles J. Kelley. "Archaeology of the Northern Frontier ...• p. 768.
334 Mañe-Areti Hers. Los toltecas en tierras chichimecas ...• pp. 47-48.
139

Es interesante constatar cómo diversos arqueólogos e historiadores, como los ya


citados Charles Kelley y Marie-Areti Hers, a los que habría que añadir a Phil Weigand
y otros más han querido ver en los "cazcanes" históricos, a los "descendientes" de 10
que Iue la alguna vez la floreciente cultura arqueológica Chalchihuites.P'' Una expli-
cación bastante clara de esta postura nos la da Marie-Areri Hers, por ejemplo, quien
argumenta que a raíz del colapso de Chalchihuites como centro de poder y núcleo
ceremonial mesoamericano, los descendientes de los inmigrantes asentados en esos au-
ténticos enclaves fronterizos, se habrían replegado hacia el sureste para concentrarse en
los valles intermontanos del extremo sur de la sierra madre, dando origen a los grupos
que después los españoles llamaron 'cazcanes" En contraste, para la misma autora, los
zacatecos, al igual que sus vecinos septentrionales, los tepehuanes, vendrían siendo los
descendientes de los grupos de cazadores-recolectores de origen autóctono, que alguna
vez convivieron con los inmigrantes mesoamericanos.l" Pero este cuadro, al parecer
simple, se complica cuando se aborda el tema de los procesos de interacción cultural
entre los "inmigrantes mesoamericanos" y las poblaciones autóctonas norteñas. Pre-
guntándose, por ejemplo, acerca del origen de la agricultura en la parte norte del con-
tinente, Hers asiente en afirmar que la agricultura del complejo del maíz se difundió
hacia el norte desde Mesoamérica a través de corredores como el de la Sierra Madre
Occidental. Sin embargo, advierte que este proceso fue muy anterior a la llegada de los
inmigrantes mesoamericanos que habrían dado origen a la "cultura Chalchihuites" y
demás desarrollos norteños de su tipo. La autora deduce, entonces, que la difusión de
la agricultura hacia regiones todavía más lejanas en el septentrión, como el actual Su-
roeste norteamericano, habría corrido a cargo de "otros" grupos norteños arqueológi-
camente desconocidos, los cuales habiendo adquirido el complejo mesoamericano del
maíz, habrían desarrollado a lo largo del tiempo una agricultura propiamente norteña.
Pero si por un lado ésta propuesta resulta sugerente, sorprende, en cambio, el hecho
de que, dentro de este mismo esquema, los grupos autóctonos locales o "no mesoarne-
. ricanos" (como los llama Hers), es decir, los mismos que poblaban la zona en tiempos
históricos, al parecer quedaron por completo al margen de las corrientes de difusión de
la agricultura del maíz, durante todo ese larguísimo periodo."?
Las razones para explicar el porqué estos "cazadores-recolectores" norteños, incluso
aquellos que habitaron en zonas propicias para el cultivo de plantas domesticadas, no
sólo al margen, sino completamente refractarios a la adopción de plantas domestica-
das, nos resultan muy poco claras en los textos aludidos. Lo que es posible decir, es que
en la base de este tipo de interpretación se percibe una clara impronta de los trabajos
de la ecología cultural de las décadas de 1970 a 1990 y en particular la de diversos
estudiosos de los procesos de adopción de agricultura, sedentarización y formación

335 Ver. por ejemplo: Charles Kelley J. Speculations .... pp. 19·39. Igualmente: Phil C. Weigand • Acelia García de Weigand.
Los orígenes de los cazcanes ...• pp. 55.56.
336 Marie·Areti Hers, La sombra de los desconocidos ...• p. 66.

337 tbia, p. 67·


de sociedades aldeanas como Kent V. Flannery, por citar uno de los más importantes. arq~
Este autor, por ejemplo, al estudiar el desarrollo primitivo de agricultura en distintos ar~
ámbitos mesoamericanos, exponía cómo la progresiva adopción del cultivo sistemático tale!
y permanente de plantas por parte de sociedades otrora exclusivamente cazadoras y dese
recolectoras de plantas espontáneas, entrañó en su momento fuertes modificaciones rrog
en los patrones sociales y de conducta de esos grupos. De entre estas modificaciones, !
una de las más importantes fueron la aparición de tendencias hacia la "sedenrarización" aquí
hecho que derivaba a su vez a la adopción social de tareas necesarias para asegurar com
el desarrollo de plantas dependientes de la actividad humana: en otras palabras, de Con
la práctica de la agricultura propiamente dicha. Ello, a su vez, habría significado una bato
creciente especialización por parte de estos grupos, tanto en lo concerniente a su or- term
ganización social, como en el uso de ciertos espacios ecológicos, por los cuales habrían nues
primero competido con los grupos que permanecieron como cazadores-recolectores, 'cazc
para finalmente desplazados de allí. Al fina1, los grupos que transitaron hacia un modo tir er
de vida de tipo aldeano, terminaron diferenciándose socialmente y étnicamente de los "sede
grupos nómadas que habían permanecido ligados a la caza-recolecta.r" Por su parte, antes
los grupos no agrícolas, si bien pudieron conocer y practicar el cultivo de algunas plan- "cazc
tas, siguieron dependiendo esencialmente de la caza y la recolecta de plantas espontá- segur
neas, conservando así sus patrones de vida nómada o semi-nórnada.P? L:
Sin querer entrar en una polémica sobre este tema que involucra procesos de muy llama
larga duración y cuyo análisis quedaría por completo fuera del alcance de este ensa-
deGI
yo, simplemente apuntemos cómo, a partir de un esquema cercano al arriba apunta-
puebl
do, arqueólogos como Kelly y Hers, han llegado a una versión de la historia cultural
Jalpa,
del norte prehispánico que resulta, a la postre, bastante peculiar. Esta habría estado
este p
profundamente marcada por un enfrentamiento secular y radical entre dos formas de tales e
sociedad que aparecen como altamente especializadas tanto en lo cultural, como en lo
sores I

eco lógico y lo tecnológico, a un punto tal que aparecen como mutuamente excluyentes.
a muc
De un lado de la barrera estarían grupos de agricultores de pura cepa mesoamericana por en
como los "chalchihuiteños" y sus "descendientes'; los 'cazcanes'' históricos, mientras que
no se r
del otro lado, en un polo prácticamente opuesto, se colocarían los norteños autóctonos
en gen
"no mesoamericanos" y no agricultores. Sin embargo debemos insistir sobre el hecho

de que, finalmente, esta división tajante sigue siendo bastante teórica. Se apoya, desde
princi]
el punto de vista fáctico, en dos argumentos principales. El primero de ellos, la ausen-
dos, 111
cia en el registro arqueológico, de materiales susceptibles de vincular a los grupos "no
la villa
mesoamericanos" con la práctica de la agricultura. Es claro que semejante ausencia
puede deberse simplemente a hechos coyunturales ligados con el estado de las investi-
gaciones o con la interpretación de los materiales recolectados. Conscientes de ello, los 340 Carta
ta ...• p. 7:
341 Done
338 Ver. por ejemplo. Kent V. Flannery. "The Origins of the Village as a Settlement Type in Mesoamerica and the Near East:
Majestad
A Comparative Study" en: Peter J Ucko . Ruth Tringham . A W Dimbleby. Man Settlement and Urbanismo London, Duckworth,
342 Perte
1972 pp. 23'53. Igualmente: Kent V. Flannery ed., Tbe early Mesa american Village. Boston, Academic Press. 1976.
encomien
339 Ver por ejemplo: Barbara Stark, "The Rise of Sedentary life". en: Supplement to tbe Handbook o] Middle American
343 Origil
lndians, Austin, University of Texas Press, Archaeology v. 1. 1981. pp. 345-372.
344 De M
arqueólogos y etnohistoriadores dedicados al tema, han recurrido desde siempre, como
argumento complementario para reforzar sus hipótesis, al uso de fuentes documen-
tales, privilegiando aquellas de origen colonial en donde los grupos estudiados sean
descritos efectivamente en los términos requeridos por los especialistas que las "inte-
rrogan": en el caso de los ejemplos citados, como "nómadas'; "cazadores-recolecto res':
Pero, en realidad, las fuentes escritas en especial las de origen colonial adquieren
aquí un papel que va mucho más allá de su uso, en ocasiones bastante acomodaticio,
como simples "testimonios de época'; destinados a "confirmar" o 'desmenrir'Thipóresis"
Con harta frecuencia, al recurrir a una fuente determinada como "testimonio compro-
batorio', el investigador lejos de confirmar o desmentir uno u otro de sus postulados,
termina desnaturalizando en gran medida su propia investigación. Este ha sido desde
nuestro punto de vista el caso, por ejemplo, de quienes han adoptado términos como
'cazcán', "zacateco" y "cepehuán" para ilustrar la ruptura que teóricamente debió exis-
tir entre mesoamericanos y "no mesoamericanos" o dicho de otro modo, "nómadas" y
"sedentarios" o "agricultores y no agricultores" en la historia cultural del norte. Pero
antes de ello, sería interesante preguntarse si para aquellos que dieron nombre a estos
'cazcanes" y "zacatecos'; semejante esquema hubiera operado realmente: nada es menos
seguro que eso, como veremos a continuación.
La historia temprana de los contactos entre los españoles y los que después fueron
llamados 'cazcanes" y "zacarecos', es bien conocida. Las crónicas del periodo de Nuño
de Guzmán dan cuenta de cómo los españoles encontraron allí, una serie de grandes
pueblos, bien dispuestos, con buenas casas y abastecidos de granos, como Nochisrlán.r"
Jalpa,341 Juchipila o Tlaltenango. Sin embargo, un elemento importante a recalcar de
este periodo es que ni el término "cazcanes', ni tampoco el de "zacatecos" aparecen como
tales en la documentación de esa época. En su momento, tanto Guzrnán, como sus suce-
sores Diego Pérez de la Torre y Francisco Vázquez de Coronado dieron en encomienda
a muchos de esos pueblos, como Tlacodán, Tlaltenango,"? El Teúl,343 y Teocaltiche.r"
por citar solamente algunas. Sin embargo, en los títulos conocidos de esas encomiendas,
no se mencionan todavía los términos "cazcanes" o "zacatecos" sino solamente se hablaba,
en general, de los "indios" de cada uno de los pueblos depositados.
A pesar de la buena primera impresión que los lugareños habían causado en un
principio en los conquistadores, por lo bien dispuesto y lo populoso de sus pobla-
dos, muy pronto aquellos aborígenes mostraron su lado rudo y belicoso, al punto que
la villa de Guadalajara, originalmente fundada en las inmediaciones de Nochistlán,

340 Carta a SM del presidente ... p. 43; ver igualmente el relato de Gonzalo López: Relación del descubrimiento y conquis-
ta...• p. 72-73.
341 Donde afirmaba Guzmán habían incluso tropezado una punta de oro que pesaba tres a cuatro reales ... Carta a Su
Majestad del presidente. ..• p. 43.
342 Pertenecientes a Juan de Oñate y Juan de Barrios: Rafael Diego Fernández. La primigenia ...• Razon de las cedulas de
encomienda ...• pp. 286. 290 Y 294·
343 Originalmente depositado en Juan de Villarreal y Diego Hernández: Ibid.
344 De Miguel de Ibarra: Peter Gerhard. The North Frontier ...• p. 101.
debió de abandonada en 1535 y mudada más al sur, a un sitio cercano al pueblo de
Tlacotlán. Durante los años siguientes, las cosas continuaron por el mismo tenor, hasta
el punto que los colonos se vieron virtualmente expulsados toda la región allende el
Río Grande.r" dándose así inicio a la muy conocida "Guerra del Mixtón" Los hechos
ocurridos en la misma son demasiado conocidos para ser relatados aquí. Simplemen-
te recordemos cómo, ante el temor y la alarma que suscitaron las noticias llegadasa
México acerca de esa guerra, el virrey Mendoza se movilizó hacia la zona a la cabeza
de una ejército formado por varios cientos de jinetes españoles y un contingente de
"indios amigos" mexicanos, cuyo número se ha calculado en más de 50,000 efectivos.l"
Las consecuencias del paso de esta imponente fuerza guerrera por la Nueva Galicia,
fueron absolutamente devastadores para las sociedades indias locales. Luego de librar-
se dantescas batallas, miles de alzados fueron muertos y otros tantos reducidos a la
esclavitud, al tiempo que prácticamente todos los viejos poblados de indios de la zona,
como Tepeaca, Tequisistlán,juchipila, Nochistlán.jalpa, Apozolco, El Teúl y muchos
otros quedaron literalmente arrasados.r"
Fue justamente en medio de los fragores de esta guerra que los españoles comen-
zaron a emplear juntos los términos "cazcanes" y "zacatecos" Una de las referenciasmás
tempranas que nos han llegado al respecto, es la que aparece en la así nombrada "Pri-
mera Relación Anónima" de esa guerra:

... Primeramente es a saber que al principio del alzamiento, fue por no dar los tributos de-
bidos a particulares señores de pueblos que en aquella provincia residen, especialmente los
que viven en la villa de Guadalajara y Compostela que ansí mesmo es pueblo de españoles
en esta dicha provincia: los primeros pueblos que se alzaron fueron Suchipila y Apozol y
Xalpa y otros pueblos comarcanos pero es la cabeza por ser la gente della cazcanes y chi-
chimecas e más poderosos que hay en aquella provincia; y estos pueblos sobre los dichos
dejaron las casas e sementeras que tenían e subieron a lo alto de los montes que en lengua
de indios se llaman peñoles •.. 348

Aquí el autor deja ver claramente por una parte que la guerra se originó por los
tributos que exigían a los indios los particulares señores de pueblos, esto es, los encornen-
deros y por el otro apunta que los enemigos eran, eran cazcanes y chichimecas, gente fiera
que había dejado sus casas y parcelas para empeñolarse y hacer la guerra. Un poco más
adelante en el mismo escrito, el autor dejaba más claro quiénes eran realmente aquellos

345 "Fragmento de la visita hecha a don Antonio de Mendoza. Interrogatorio por el cual han de ser examinados los teso
tigos que presente por su parte don Antonio de Mendoza". en: Joaquín García Icazbalceta. Colección de documentos...• v.
2. p. 106.
346 Carta de Jerónimo López al emperador: México 20 de octubre de 1541.en: tbtd .• v. 11. p. 141. También: Hemán Cortés.
"Petición que dio don Hernando Cortés contra don Antonio de Mendoza pidiendo residencia contra él. en: tota.. p. 63.
347 Pérez Bustamante. Don Antonio de Mendozo ...• p. 83.
348 "Relación de la conquista de Nueva Galicia, alzose año de 1542. Anónima tercera del Instituto Jaliciense de Antropolo-
gía e Historia". en: lose Luis Razo Zaragoza ed .• op. cit., p. 331.
143

'chichimecas" que poblaban la región junto con los 'cazcanes": "... toda la ribera des te río
e barranca es poblada de yndios llamados zacatecos, los quales son grandes flecheros y
en este tiempo que pasó el Adelantado no eran alcados porque estaban sujetos a Tona-
349
lá ... Desde luego, cuando el autor, un antiguo soldado de esa guerra, alirmaba que los
indios de la barranca se hallaban sujetos a Tonalá, no es necesario imaginar o elucubrar
acerca de la existencia allí de ningún supuesto "señorío" de origen prehispánico, ni cosa
por el estilo. Descrito al tiempo de la conquista como uno de los asentamientos más
grandes de esa zona, Tonalá pertenecía por entonces en encomienda a Juan Sánchez
Belmonte, quien había recibido del gobernador Cristóbal de Oñate ese pueblo, junto
con 400 casas de indios de lo primero que se pacificase en esa barranca, según se indica en
el propio título de la encomienda.l'" El relator anónimo se refiere entonces a los indios
de la porción de la barranca del río Santiago inmediata a Guadalajara, sujetos del enco-
mendero de Tonalá y a los cuales, como vimos, les da el nombre de "zacatecos'.
Mucho tiempo más tarde, fray Guillermo de Santa María en su Guerra de los Chi-
chimecas, de 1575, aduciría que el apelativo "zacareco', provendría de "zacare', es decir
hierba, en lengua mexicana, añadiendo que el término habría sido aplicado a ese grupo
por ser gente que vivía y se escondía entre los herbales. En ese momento el franciscano
se refería a los famosos flecheros "zacatecos" del altiplano septentrional, con los cuales
los españoles entraron en contacto solamente después del descubrimiento de las minas
de los Zacatecas. Pero como podemos damos cuenta, este término fue empleado por
los españoles desde mucho antes del descubrimiento de esas minas, para ser aplicado a
gente que habitaba muy lejos de aquellas planicies semidesérticas. No olvidemos que en
el momento de la escritura de ese documento, la región entera se hallaba en estado de
guerra, de suerte que a lo que se refiere el soldado es a la gente de las pequeñas ranche-
rías de indios, algunas quizás dispersas por los parajes inaccesibles y aislados de las ba-
trancas comarcanas. Es decir, es gente que por su género de vida todavía más rústico que
el de los habitantes de los grandes poblados de indios de la zona y ciertamente también
por su naturaleza guerrera, recibían los motes de 'chichirnecas" y de "zacatecos" y no el de
"cazcanes" Nos hallamos, en otras palabras, frente a un fenómeno semejante al relatado
más arriba para los texcoquines, o los tecuales y cuanos, todos vecinos y culturalmente
muy cercanos a los "civilizados" habitantes de los pueblos de Xalisco y Tepique, pero
clasificados aparte en razón de su formas de vida y su fiereza a la hora de hacer la gue-
rra. Se trata, en otras palabras de términos que no designaban, para los españoles, a la
definición de "comunidades érnicas" y ni siquiera a la de grupos bien diferenciados entre
sí, como han querido vedo diversos autores del siglo XX, sino a dos tipos de habitantes
de esa región. Por una parte, los que podríamos llamar "aldeanos'; es decir la gente de
los pueblos importantes, los cuales eran designados o bien sencillamente como "indios"

349 Ibid., p. 333·


350 Rafael Diego Fernández Sotelo, La primigenia Audiencia de la Nueva Galicia 1548-1512. Respuesta al cuestionario
de luan de Ovando por el oidor Miguel de Contreras y Guevara, Guadalajara, El Colegio de Michoacán - Instituto Cultural
Ignacio Dávila Garibi - Cámara Nacional de Comercio de Guadalajara, 1994, p. 287.
144

("indios" de Nochistlán, "indios" de Juchipila, etc.) o bien el tiempo también como "caz- lo
canes': Por el otro lado se hallaba la gente de las pequeñas rancherías dispersas, ya sea en ern
la barranca del Río Grande, o más lejos, en las montañas cercanas a algunos de los gran- m,
des poblados como Nochisdán o Tlaltenango, o bien en las estribaciones de la Sierra tra
Madre y desde luego también, aquéllas situadas en los bordes del altiplano septentrional la j
semi-árido: todos podían, en un momento dado, ser llamados "zacatecos" fue
La documentación relativa a la distribución de encomiendas, nos proporciona cos
ejemplos de ese tipo dignos de análisis. En 1539, por ejemplo, Toribio de Bolaños, vín
n
recibió en encomienda de manos del gobernador Francisco Vázquez de Coronado, el ca:
pueblo de Tlaltenango. En el título se indicaba que, junto con su encomienda princi- As,
pal, Bolaños recibiría en encomienda otros veinte poblados denominados en el mismo 'za

documento como sujetos de Tlaltenango: Arabaltica, Carerique, Hojaloca, Coiberan, qw


Cenepaltán, Catamajaque, Ochijinaque, Comacamotlán, Teteyuca, Haji, Asquestán, sur
Coltitlán, Pocotique, Nochistique, Taste, Yuca, Guajoltidán, Tenaque, Tenango y Bí- siL
colique.P! Igualmente Coronado otorgó a Bolaños, una segunda encomienda, la cual fon
comprendía el pueblo deJalpa,junto con otra serie de pueblos "sujetos": Guanusco.joa- los
cala, Cuaymala, Tabasco, Centicatiche, Tepoista, Tepeuque, Guajaca y Tenanguen.352 con
Ese mismo año, Andrés de Villanueva, Alonso Lorenzo y Juan Ruiz recibieron un y di
título de encomienda que amparaba una serie de pueblos sujetos de Tlaltenango, cuyos can
nombres esta vez no se indicaron en el documento.P! Dado el contexto de guerra en
que se encontraba la región, por el momento los encomenderos no entraron en pose- la g
sión de sus feudos, por lo que poco se volvió a hablar de la identidad de aquellos sujetos mis
de Tlaltenango y Jalpa. Sin embargo, unos años después, en 1550, cuando ya las ceni- cast
zas de la llamadaGuerra del Mixrón" comenzaban a enfriarse y el centro minero de los dist

Zacatecas (descubierto en 1546), comenzaba a poblarse, Toribio de Bolaños demandó deb

a la Audiencia la restitución de sus los derechos que le habían sido otorgados y que a segl
cambio de las encomiendas que había poseído antes de la guerra sin disfrutarlas, se le culd
diesen en custodia varios pueblos suietos de Nochistlán, catalogados esta vez como de Te~
"zacatecos": Gavila, Camachan, Cuacasde y Chola.P" que
El caso de este encomendero, Toribio de Bolaños, resulta particularmente intere- 1
sante en este contexto, ya que fue quizás uno de los capitanes de la Nueva Galicia que "caz¡
estableció relaciones más cercanas con los llamados "zacatecos" y como veremos un poco ces
más adelante, del análisis de algunas de sus actividades pueden desprenderse datos su- "zac:
mamente importante para comprender a qué tipo de gente se referían los conquistado- otro

res de la conquista de la Nueva Galicia, al emplear este término. Pero antes continuar pue\:

comentando acerca de las encomiendas de "zacatecos" de este personaje, recalquemos se e


Sien
era e
351 tbta.. p. 286.
352 Jesús Amaya Topete, Ameca: proto{undación mexicana: historia de la propiedad en el valle de Ameca Jalisco y tirtun-
Bol
vecindad. México. Editorial l.umen, Apéndice. p. 79; Rafael Diego Fernández. la primigenia ...• p. 288 pos e
353 Rafael Diego Fernández. la primigenia ...• p. 289
354 José Francisco Román Gutiérrez. Sociedad y evangelización en Nueva Galicía durante el siglo XVI. Guadalajara. El
355 Jes
Colegio de Jalisco - Universidad Autónoma de Zacatecas - INAH. pp. 93-95.
145

lo que estaba pasando en esos momentos en aquella parte de la Nueva Galicia. Para
entonces, la vieja sociedad aborigen de la región, se había eclipsado para siempre. La
mayor parte de la población que quedaba de los viejos pueblos "cazcanes" habían sido
trasladada hacia el sur de la Nueva Galicia, para luego ser repoblados, sí, pero ya bajo
la forma de "reducciones" controladas por frailes franciscanos y en las que se indujo una
fuerte presencia de indios nahuatlatos, como elemento de control sobre esos levanris-
cos aborígenes. 355 Difícilmente podremos ya hacemos una mediana idea clara de los
vínculos culturales o de las diferencias reales que pudieron existir entre los aldeanos
'cazcanes" y sus vecinos "zacatecos" tal y como los vieron los primeros conquistadores.
Así, por ejemplo, cuando Toribio de Bolaños solicitó y obtuvo sus encomiendas de
"zacarecos', Nochistlán se hallaba en completamente destruido y abandonado y lo que
quedaba de sus antiguos habitantes, se hallaban o bien depositados en reducciones al
sur de la provincia o bien, dispersos por las montañas. De esa suerte, cabe preguntarse
si los pueblos sujetos de Nochisdán que este capitán obtuvo en encomienda, estaban
formados por trasrerrados del antiguo poblado de Nochistlán, o por lo que quedaba de
los habitantes de las pequeñas rancherías de indios de la comarca. Quizás fueran una
combinación de ambos, pero el caso es que aparecen como "zacacecos', gente montaraz
y dispersa de la cual nada nos indica que fuera culturalmente muy distinta de los "caz-
canes" que ocuparon alguna vez el viejo Nochisdán.
Si bien los pueblos sujetos que Bolaños obtuvo en encomienda antes y después de
la guerra del Mixtón, son distintos, es interesante remarcar cómo los nombres de los
mismos presentan consonancias que parecen algunas tomadas del náhuad, como Cua-
castle, Asquestán o Nochistique, por ejemplo, pero otros parecen venir de una lengua
distinta de aquella: Gavila, Arabaltica, Pocotique, Bicolique, etc. Este es un asunto que
debemos dejar a los especialistas, sin embargo, si todos estos nombres, en especial los
segundos, provinieran de una lengua común, ello nos indicaría la existencia de lazos
culturales muy cercanos entre los llamados "cazcanes" de Tlaltenango, Nochisdán y El
Teúl y estos "sujetos zacatecos" que habitaban en sus alrededores, a través de una lengua
que no era muy probablemente el náhuad.
Lo que es claro, en todo caso, es que intentar establecer "territorios" precisos para
"cazcanes" y "zacarecos', a partir de toda esta documentación, resulta sin duda un ex-
ceso interpretativo. Así, tenemos entonces que en una época determinada, aparecen
"zacatecos" en las inmediaciones de Tonalá, en plena barranca del río Grande y en
otro momento, son "zacarecos" también, los habitantes de las rancherías alrededor de
pueblos como Nochistlán, El Teúl y Tlalrenango. De hecho, esta "geografía zacateca"
se extendía también hacia el occidente de esta región, en dirección del macizo de la
Sierra Madre Occidental: en 1550, por ejemplo, el mismo Toribio de Bolaños, quien
era encomendero también de los indios del río de Tepeque (luego llamado "Río de
Bolaños'; precisamente en recuerdo de este hecho) fue señalado por haber sacado gru-
pos de "zacarecos" de su encomienda del Tepeque, para asentados cerca del incipiente

355 Jesús Amaya Tapete. Ameca ...• apéndice. p. 177


DI
o
o
"

Madre
ZACATECAS

\
•••

O
Zona de zacatecos
Pueblo de caxcanes
Pueblo de indios
\\ < -----"'~~.
Provincia
':"."
':"."

~ :./.
• Villa de españoles de Composte/a :\
x.u.coO . T.o<:lltt,,,.
- Camino replq.eO· Ac.l.chln.
COMPOSTELA

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. T.uk.ttititn
2611m so 11m 100km
L- __ -LI ~I ~I
P.eglón ...::':~':'.'::'
de/os

0
texcoquines .

......
.~.

o AMI.leo

Figura l¡.1 Los dominios zacatecos camino que comunicaba a Guadalajara con aquellas mi-
según las fuentes españolas 1530-1550. nas y azuzarlos para que hostilizaran a los viajeros que
transitaban por allí.356
La gran dificultad a la hora de intentar determinar hasta qué punto esta geograRa
"zacateca" correspondía o no a la de un grupo cultural mínimamente homogéneo, pro-
viene del hecho de que todos estos son testimonios de tiempos de guerra. Se trata de
imágenes y referencias efímeras y coyunturales, que nada nos dicen de elementos como
por ejemplo la lengua hablada por este grupo de la cual se sabe realmente poco o casi
nada, más allá de la toponimia que generó.357 No obstante 10 que si es claro es que el
de "zacateco" era un apelativo que reenviaba, en el imaginario de los conquistadores, a
realidades mucho más amplias, tanto en 10 geográfico como en 10 cultural (y ciertamente
más complejas también) que 10 que se había propuesto hasta ahora en la historiograRa.
Agreguemos a 10 anterior que tampoco la dicotomía agricultor-no agricultor no aparece
de ninguna manera reflejada en el uso que le daban los españoles a ese término. Muy por
el contrario, tenemos también rancherías de "zacatecos" que aparecen en las fuentes como
productoras de maíz, tanto así que llegaron a convertirse en proveedoras de ese grano

356 Ibid .• pp. 93-95.


357 Regresaremos sobre este tema un poco más adelante.
----~----------~----------------------~

147

para las minas de Zacatecas. En las cuentas de los tributos reales de la Nueva Galicia
de 1557 a 1560, por ejemplo, se hace mención de la existencia de una serie 'estancias" de
zacarecos, cercanas a Tlaltenango (muy probablemente al norte de ese pueblo), llamadas
Cacantichan, Ycot, Tachicultuicatalocoyahuca, Taltiquinalo y Yecotoyca, las cuales apor-
taron durante esos años tributos en maíz (100 fanegas cada uno), gallinas y guajolotes,
productos que fueron adquiridos por el comprador de tributos de Zacatecas, para dar de
comer a los pobladores de esas minas.358

358 AGI, Contaduría 860, Cuentas de la Real Caja de Zacatecas, 1560, Tasación de los pueblos de Cacantichan, Ycot, Tachi-
cultuicatalocoyahuca, Taltiquinalo y Yecotoyca de zacatecos.
1t¡8

za
lO

2. LOS "ZACATECOS" DEL ALTIPLANO Y SUS VECINOS DEL NORTE .


ra
Tal y como diversos geógrafos lo han definido, una buena parte del altiplano sep- cas
tentrional mexicano está ocupada por Un semidesierto de los llamados "de abrigo". Esto un
significa que uno de los factores causales y determinantes de sus condiciones de seque- ch
dad es la presencia de la gran barrera que conforman los macizos montañosos de las co
Sierras Madre, Occidental y Oriental, los cuales captan, y retienen, una gran parte de pr
la humedad proveniente de los océanos. Es una región que presenta, en consecuencia, a
diversos grados de aridez, siendo ésta tanto más acentuada en las zonas continentales an
endorreicas del centro del altiplano y menos marcada en las cercanías de los grandes tie
macizos rnonrañosos.P" Se trata, en otras palabras, de un medio que ofrece posibilida- su.
des de adaptación variadas a las poblaciones que 10 habitan. Estas van desde la práctica ne
de una agricultura permanente, en regiones cercanas o pertenecientes a los macizos te
montañosos, especialmente en aquéllas regadas por corrientes permanentes, hasta ríe
la adopción prácticas simplemente extractivas como la caza o la recolecta de plantas de
silvestres en las Zonas más áridas. Entre ambos extremos, la integración en diversos la
grados, del cultivo Con la caza y la recolecta de plantas silvestres, fue siempre posible y se
como lo veremos, ello no pasó desapercibido para los diversos grupos de los llamados qt!
"chichimecas" que habitaban ese medio, entre ellos los "zacatecos" y sus vecinos septen- lo
trionales, los "tepehuanes" r

Como sabemos, a raíz de la aparición de las minas de Zacatecas, comenzó a aparecer P.


finalmente en escena, el "zacateco" salteador, habitante de los bordes semidesérticos del Si
altiplano septentrional, que nOS es tan familiar en la historiografía.t'" Sin embargo, an- de
tes de adelantar cualquier juicio acerca de la identidad y vida cultural, de este nuevo tipo (a
de "zacareco', debemos considerar 10 que pudo significar para las sociedades aborígenes se
de esa zona, un evento como la aparición de esas minas. Como sabemos, el de Zacatecas lo
fue un poblamiento sumamente rápido, masivo incluso, tanto así que en 1550, es decir, le
a tan sólo cuatro años del descubrimiento, ya había ya en ese paraje inhóspito y seco, a
más 300 vecinos españoles, COn más de 1500 indios esclavos y de servicio, además de n
CI
un número indeterminado de españoles sueltos. Es obvio que ante la llegada de una
población de esa talla, necesitada de alimentos y mano de obra inmediatos y dispuesta
a obtenerlos donde los encontraran más a la mano, los magros recursos que pudieron
"1
encerrar las rancherías de indios comarcanas no duraron gran cosa. Y no sólo eso, sino
que es sumamente probable que muchos sus habitantes pasaran a poblar algunas de las
numerosas "casas de esclavos" que los vecinos del lugar poseían ya en 1550 y que fueron
C
registradas por el oidor Hernán Martínez de la Marcha durante su visita de las minas
en ese mismo añO.361 Teniendo en cuenta semejante contexto y sumando a todo ello e

el antecedente atroz de la guerra llamada "del Mixtón" pretender que la aparición del

359 lean Demangeot, Les milieux nature/s désertiques, Paris, Editions SEDES, 1981, en especial pp. 27-33.
360 Para referencias de este tipo ver, por ejemplo: Powell, La Guerra Chichimeca .._, en especial cap. 3, pp. 68.
361 El documento ha sido reproducido en: Federico Sescosse, "Zacatecas en 1550· ...
149

"zacateca" de guerra en el altiplano septentrional, no fue sino fruto de una reacción pu-
ramente "espontánea" de parte de grupos "nómadas" que atacaban a "sedentarios" (en este
caso, españoles), sólo por el hecho de que "invadían" sus "territorios de caza', no es sino
una manera simplista y terriblemente empobrecedora de presentar las cosas. El que mu-
chos de los "zacatecos" que aparecen en las fuentes como salteadores en los caminos que
comunicaban a Zacatecas con Guadalajara y México fueran, en efecto, gente que había
practicado (desde tiempos inmemoriales quizás), la caza-recolecta, no debe sorprender
a nadie. De hecho, los españoles que los conocieron, los describieron sin ambages: "...
andan desnudos hechos salvajes. No tienen ni ley ni casas ni contratación ni labran la
tierra ni trabajan más que en la saca, e della e de las frutas silvestres y raíces de la tierra se
sustentan. Su principal mantenimiento son las tunas e mezquite ... "362 Sin embargo, es
necesario decir también que las fuentes no son ni con mucho unánimes en llamarzaca-
teco" solamente a ese tipo de indio salteador, salido de los tunales y mezquitales de las
tierras áridas. Ciertamente los territorios situados de Zacatecas hacia el oriente, tanto
de la parte del norte (digamos en dirección de Mazapil o el Bolsón de Mapimí), como de
la del sur (hacia las salinas del Peñol Blanco, por ejemplo) se caracterizan por su clima
seco, su naturaleza agreste y su ausencia de corrientes fluviales permanentes. Los indios
que habitaron en algún momento esos parajes, que ya fuera de manera permanente, o
los que los tenían como refugio temporal en tiempos de recolecta o para efectos de gue-
rra, debieron ser gente avezada en el arte de buscar agua y comida en ese medio difícil.
Pero no todo el territorio "zacateco" era así: hacia las cercanías del sotomontano de la
Sierra Madre, el clima y el paisaje se hacían muy diferentes. Por ese rumbo el paisaje está
dominado por una sucesión de altas mesetas y valles aluviales, generosamente regados
(al menos los más afortunados de ellos) por cursos fluviales permanentes, entre los que
se pueden citar el muy famoso Valparaíso, situado sobre un afluente del río Colotlán y
los valles que bordean el Aguanaval (llamado en ese entonces, "Grande" o de Medina) de
los cuales uno de los más famosos fue el de Trujillo. Estos dos últimos valles se hallaban
a distancias relativamente cortas de Zacatecas: a Valparaíso no mediaban sino un cente-
nar de kilómetros y a Trujillo, la mitad, poco más o menos. Lo interesante es constatar
cómo, muy poco tiempo después de fundadas las minas, esto es, ya para mediados de
la década de 1550, Diego de Ibarra tenía funcionando en Valparaíso y Trujillo, sendas
estancias agrícolas, las cuales sabemos alimentó originalmente en mano de obra con
"zacatecos" establecidos allí bajo la forma de reducción.r'"
El de las reducciones de indios norteños no "mesoamericanos', es un tema que ha
recibido muy poca atención de parte de los historiadores, pero que sin embargo resulta
crucial para comprender muchos de los aspectos del poblamiento español temprano
en aquellas tierras. En condiciones como las que privaban en la lejana y poco poblada

362 Memorial de los indios de Nombre de Dios acerca de sus servicios al rey, c. 1563, en: Barlow Robert H . Srnisor G T
eds., Nombre de Dios Durango ...• p. 57
363 Relación de la villa de San Martín y Uerena e Minas de Sombrerete 6 de febrero de 1585 por Rodrigo Belcazar Alcalde
Mayor escribano Gutierre de Segura Testigos Miguel de Castro, Hernando de la Fuente Martín Pérez ..., en: René Acuña,
Relaciones geográficas del siglo XVI: Nueva Galicia ..., p. 250.
frontera septentrional novohispana del siglo XVI, el recurso más escaso y el más ne- describía
cesario a la hora de poblar era justamente ese, gente, mano de obra. En el norte lejano zonas irr:
de mediados del siglo XVI, cualquier emplazamiento que no fuera capaz de atraer y frutos ers
sobre todo, sostener, circuitos de abasto lejano que le suplieran las más inmediatas ne-
cesidades de mano de obra y alimentos, estaba condenado a hacerse auto suficiente de _.. Los
inmediato, en cuanto a techo y sustento, so pena de desaparecer. El problema es que, sus rar
al hablar de reducciones, de inmediato se piensa en el contexto de la Nueva España, gozar.
donde el destino de esos establecimientos era convertirse en proveedores permanen- pre cal
tes y estables de tributo en productos y además en fuerza de trabajo, para la sociedad
española.i'" Sin embargo, el Norte lejano, las exigencias eran, por así decido, menores, Este"
más sencillas. Antes que la provisión espontánea de tributos en cantidades constantes regiones
y consistentes en productos bien determinados, el papel de las reducciones norteñas a la ya b;
consistía solamente en asegurar un cierto acopio de mano de obra, en el caso que nos nombre (
ocupa, esencialmente para labores agrícolas. Sabemos que los españoles recurrieron to, es nUE

siempre al uso de métodos absolutamente coercitivos y violentos para primero, para que los 2

fijar a estos indios en sus reducciones y obligados luego a realizar labores simples como en los ea
cavar, abrir zanjas y sembrar, cosechar, etc. Sin embargo, lo hicieron y de manera exitosa Bolaños)
desde épocas muy tempranas.é'? Bastó entonces con que se tratara de gente con un mí- septentri
nimo de familiaridad con las labores de la tierra, para que los indios de las reducciones Guadian
cumplieran, mínimamente al menos, con la función que se les asignaba, lo cual ocurrió, dirección
efectivamente, tanto en el caso de los "zacarecos', como en el de sus vecinos los "tepe- y de allí,
huanes', como lo veremos a continuación. En ambos casos, la función del"chichimecá' conocido
como mano de obra agrícola fue modesta, si se quiere, pero funcional: los españoles bastante
lograron implantarse en aquellas regiones en buena medida gracias a ello, por lo que el del Mixn
papel de esos indios resultó tanto más importante, cuanto que fue insustituible. atribuir,
El'chichimeca" y en este caso, el'zacateco" exclusivamente 'Cazador-recolectar'; debió obviarnei
ciertamente existir, sin embargo, las fuentes son avaras a la hora de distinguir cuáles, Para esb
de entre los diversos indios norteño s, podrían incluirse realmente en esa categoría. Sin mornenn
duda debido al interés de los españoles por la mano de obra agrícola, son mucho más anterior,
claras y frecuentes las referencias que nos muestran cómo, para una parte importante de los Ha
de los indios norteños, la caza y sobre todo la recolecta de frutos espontáneos, parecen
haber sido actividades de carácter estacional, complementarias de una pequeña agri-
cultura. Quizás igualmente se podría invertir la fórmula y decir que, en algunos casos,
fue probablemente la pequeña agricultura la que complementó los frutos de la caza-
recolecta, pero en las fuentes tempranas, insistimos, aparece más claramente el primer
caso. ASÍ, por ejemplo, en el Memorial de los indios de Nombre de Dios de 1563, se

364 Ver, por ejemplo: Howard F. Cline, "Civil Indian Congregations of the Indians of New Spain 1598-1606", Hispanic
American Historical Review XXIX, no. 3 ago., 1949, pp. 34-369. Peter Gerhard, "La evolución del pueblo rural mexicano
1519-1975", Historia Mexicana 24, 1975, pp. 566-578; del mismo autor: "Congregaciones de indios en la Nueva España 366 Memori,
antes de 1570", Historia Mexicana XXVI. 1977. pp 247-295. 367 Relaciól
365 Cramaussel Chantal, "Encomiendas repartimientos ...; igualmente de la misma autora: "Sistema de riego y espacio Durango..• p
habitado ...• pp. 17-89. 368 Ibid .• p.
151

describía cómo, los "zacatecos" que habitaban en la parte occidental del altiplano, en
zonas irrigadas por corrientes permanentes como San Martín y Avino, la recolecta de
frutos era complementaria a la pequeña agricultura:

... Los de la parte de San MartÍn e Avino hacían algunas sementeras aunque pocas y tenían
sus rancherías ciertas e criaban a sus hijos y aunque en tiempos salían a los despoblados a
gozar del tiempo de la fruta, residían el más del tiempo del año en su naturaleza pero siem-
pre caminaban con sus mujeres e hijos, e todos son de una lengua y nación ... 366

Este "zacateco" más recolector que cazador, pero al mismo tiempo agricultor, de las
regiones semidesérticas del altiplano septentrional, es un elemento más que se añade
a la ya bastante amplia y complicada geografía de los aborígenes clasificados bajo ese
nombre durante el siglo XVI. Un testimonio particularmente interesante a ese respec-
to, es nuevamente el que nos aporta Pedro de Ahumada, quien expresaba sin ambages
que los zacarecos ocupaban un territorio inmenso que iba desde la región de Chola,
en los confines montañosos de la provincia de Compostela, al río de Tepeque (hoy
Bolaños) y de allí hasta la zona de Tlalrenango, para prolongarse hasta el altiplano
septentrional, en la zona de Chaichihuites y San Martín, tocando incluso el valle de
Guadiana, ya en territorio de la Nueva Vizcaya.367 Todavía Ahumada añadía que en
dirección del este, los "zacatecos" se extendían hasta Avino y la Sierra del Peñol Blanco
y de allí, especulaba que quizás se extendieran hacia el Norte, hasta los territorios des-
conocidos de la Tierra Adentro.368 Se trata, como vemos, de una geograHa que coincide
bastante con aquella que hemos visto esbozada en las fuentes de la época de la guerra
del Mixtón. El problema consistiría entonces en discutir hasta qué punto sería posible
atribuir, o no, la existencia de lazos culturales y eventualmente lingüístico s, de origen
obviamente prehispánico, entre todos estos "zacarecos" tan geográncamente diversos.
Para esbozar una primera respuesta a esta pregunta, quizás fuera útil dejar por un
momento de lado el caso zacateco, para asomamos al estudio de otro grupo, vecino del
anterior, cuyo análisis nos parece que podría arrojar algo de luz acerca de este tema: el
de los llamados "repehuanes'.

366 Memorial de los indios de Nombre de Dios ...• p. 58.


367 Relación de Pedro de Ahumada. México 20 de marzo de 1566. en: Robert H Barlow - G. T. Smisor eds .• Nombre de Dios
Durango ..• p. 55.
368 Ibid .• p. 58.
OTRA EXTENDIDA PARCIALIDAD DE "CHICHIMECAS" NORTEÑOS: LOS "TEPEHUANES" los actual
conocimn
Ya en e! capítulo anterior hemos descrito cómo el de "tepehuanes" fue originalmente a conocer
un gentilicio acuñado por los conquistadores de la Nueva Galicia a mediados del siglo circunstaJ
XVI, para nombrar a una serie de poblaciones habitantes de las montañas situadas al larga, las I
norte de Cornpostela, allende e! cauce del río Grande o Santiago y más allá de la llamada ferentes, :1
provincia de Guaynamora.l'" En ese mismo escrito, hemos detallado cómo la más anti- Recen
gua aparición documentada de la tepehuanes o tepeguanes, es la que nos proporciona la NuevaG;
carta o pintura de la Nueva Galicia, dibujada en 1550.370 Este documento gráfico, tenía bre de la I
como objetivo transmitir una idea, a su modo precisa, de la configuración territorial de como cap
la provincia en general, si bien, magnificando de manera particular la región que era GobernacL
considerada como e! centro o "corazón" de la Nueva Galicia y detallando igualmente allá de las
los posibles límites entre el obispado de México y e! proyectado de la Nueva Galicia. que para (
Sin embargo, del análisis gráfico de esa carta, se desprende también cómo los españoles parada de
de la Nueva Galicia, veían en la región occidental y noroccidental de la provincia, es bastante c
decir aquella que lindaba con la provincia de Chiametla y el macizo de la Sierra Madre y distinta
Occidental, una tierra ignota, vivero de indios bravos y sumamente feroces, cuya presen- por azares
cia se proyectaba como una amenaza para la Nueva Galicia: los cuanos, los tecuales, los de las más
xuxutecuanes y finalmente los más septentrionales y amenazantes de ese grupo, los te- chimecas 1
peguanes.371 El término tepeguán o tepehuán, para usar una ortografía más moderna, fue muypront
entonces al origen un gentilicio acuñado por los conquistadores de Nueva Galicia, para de Zacate.
designar simplemente a poblaciones que habitaban una zona geográfica, en este caso, en ante la ea
el macizo de la Sierra Madre, que era pensada como refugio de gente guerrera y fieras los enemig
costumbres. Tanto fue así que incluso la palabra misma "tepehuán', de consonancias mente la n
totalmente náhuatl, podría traducirse como los "antropófagos de la montaña':m incitar a lo
Durante la década de 1550, la región montañosa montañosas más allá de Tepeque y cionalizarc
la provincia de Guaynaruota. es decir. aquélla que .apareci:a. en. 12 pÚ2!J1.t"o. de 1550 como de armas F
hogar de los "tepehuanes', fue objeto de varias expediciones de exploración, organiza- distribució
das por gente salida de la Nueva Galicia, como las de Ginés Vázquez de! Mercado,
esas operal
Juanes de Tolosa y más tarde las de Francisco de Ibarra. No es extraño entonces que el de manera
gentilicio "tepehuanes" fuera desde entonces aplicado a los habitantes de esa región y mún por p
un poco más tarde, por extensión, a aquellos que habitaban las zonas del altiplano sep- amigos" COI
tentrional, al este de esa región. Como podemos ver, al igual que "zacateca'; "tepehuán" de los "zaca
también fue un gentilicio de tipo simplemente geográfico-descriptivo, sin embargo, no go, lo peor
deja de resultar interesante y hasta cierto punto sorprendente, el que una buena parte
de los territorios donde habitaban las poblaciones así señaladas, correspondieran justa- 373 El o'dam, ~
mente con 10 que fue la distribución primitiva de los pueblos de lengua o'dam, es decir, pima de Sonora
entre los pueblo
de la historia, M
374 "Provisión ¡
369 Ver el capítulo cuarto de este libro: De reinos lejanos .....
p. 110.
370 tbio ..
375 Powell, La (
371 ibki.
376 Ver por eje"
372 ¡bid.
Guerra Chichirnet
153

los actuales tepehuanes.F" Esto marca de entrada una diferencia respecto de nuestro
conocimiento de los llamados "zacarecos', cuyo idioma los españoles nunca alcanzaron
a conocer antes de que éstos prácticamente desaparecieran. Pero sobre todo, fueron las
circunstancias que rodearon al nacimiento de la nueva provincia, las que hicieron que a la
larga, las respectivas situaciones de uno y otro grupo, evolucionaran de maneras muy di-
ferentes, a pesar de ser vecinos inmediatos y tan "chichimecas"los unos como los otros.
Recordemos que la Nueva Vizcaya, surgió como gobernación separada de la de la
Nueva Galicia cuando el 24 de junio de 1562, el virrey Luis de Velasco redactó a norn-
bre de la Corona una real cédula por medio de la cual nombraba a Francisco de Ibarra
como capitán de la expedición que iría en busca del reino perdido de Copala y como
Gobernador y Capitán General de los pueblos que podáis dominar .•• en el país que está más
allá de las minas de San Martín y Aviño ••• 374 Esto significó, entre otras muchas cosas,
que para que su gobernación pudiera funcionar como entidad jurisdiccionalmente se-
parada de la Nueva Galicia, Ibarra debió señalar desde un principio límites territoriales
bastante claros. Fue así que debido a su situación como parte de una jurisdicción nueva
y distinta de la Nueva Galicia, los indios de Nueva Vizcaya, los cuales resultaron ser,
por azares del destino, predominantemente tepehuanes, quedaron al abrigo de algunas
de las más violentas fases de esa conflagración. Como sabemos, la guerra contra los chi-
chimecas y en especial, en el caso que nos ocupa, el conflicto con los "zacatecos" alcanzó
muy pronto una extremada violencia. Ante la insistencia de los colonos y transportistas
de Zacarecas, desde los primeros años de la guerra, el mismo virrey Velasco enfarizó
ante la Corona española, la necesidad de emprender una "guerra ofensiva" en contra de
los enemigos, lo cual significaba perseguirlos en sus propios territorios y tolerar ohcial-
mente la reducción de los cautivos a la esclavitud: se decía que era la única manera de
incitar a los soldados a castigar a los chichimecas. En Zacatecas, por ejemplo, se instiru-
cionalizaron, bajo control directo del alcalde mayor local, la obligatoriedad del servicio
de armas para todos los vecinos, su intervención en entradas ofensivas, e igualmente la
distribución de cautivos de guerra como premio a todos aquellos que participaran en
esas operaciones.F" Desde luego, fueron los "zacarecos" del altiplano los que primero y
de manera más directa sufrieron las consecuencias de este conflicto. Una práctica co-
mún por parte de los grupos armados de esa provincia fue la de servirse de "zacatecos
amigos" como guías para detectar y destruir sistemáticamente las precarias rancherías
de los "zacatecos enemigos'; y capturar el mayor número posible de ellos 376 Sin ernbar-
go, lo peor vino a finales de los años 1560 y durante la década de 1570 cuando, ante la

373 El o'tiatn, pertenece a la perteneciente a la familia Yuto-Azteca. rama Pimic. lo cual lo vincula estrechamente con el
pima de Sonora. Chihuahua y sur de Arizona; la palabra misma. significa simplemente la gente y es un gentilicio común
entre los pueblos hablantes de esa lengua: Bárbara Cifuentes - Lucina Garda, Letras sobre voces ... Multi/ingüismo a través
de la historia. México. INI - ClESAS Historia de los Pueblos Indígenas de México. 1998• p. 54.
374 "Provisión a Francisco de Ibarra para el descubrimiento del reino de Copala", en: Atanasio G Saravia, Apunte ...• v. 1.
p. 110.

375 Powell. La Guerra Chichimeca ...• p. 78.


376 Ver por ejemplo el Memorial de los indios de Nombre de Dios ...• especialmente pp. 38 Y 42. Igualmente: Powell. La
Guerra Chichimeca ...• p. 175.
154

imposibilidad de contener a los indios, los españoles de la Nueva Galicia emprendieron re


una casi oficial y totalmente tolerada 'guerra a sangre y a fuego" todavía más violenta y ga
destructiva al punto que, para la década de 1580, los "zacatecos" del altiplano se hallaban
ya en vías de desaparecer.V? e
La Nueva Vizcaya, en contraste, no vivió directamente ese tipo de guerra, al menos, ta
en épocas tempranas. Recordemos que uno de los privilegios anexos al título de gober- de
nador con que fue favorecido Ibarra, fue la facultad de repartir indios en encomienda, lo:
de suerte, que todos los aborígenes que habitaban al norte de San Martín y Avino,
se convirtieron en objeto de esta disposición. Es por esa razón que los colonos de la qu
Nueva Vizcaya, se guardaron de permitir la intromisión de los capitanes de guerra de me
Nueva Galicia, en aquellos que consideraban "sus" indios. Dos veces, por ejemplo, en el
el transcurso del siglo XVI, los colonos de la Nueva Vizcaya, con Ibarra a la cabeza,
rechazaron por la vía de las armas, incursiones de capitanes de Nueva Galicia impul- COl

sados por las autoridades de esa provincia, con el propósito de absorber las endebles ter
fundaciones neovizcaínas aunque, como decíamos, sin éxito.F" los
Otro factor que coadyuvó a mantener la violencia ente españoles y aborígenes en Ap
Nueva Vizcaya dentro de límites menos extremos que en su vecina del sur, fue que la r=
minería en gran escala, con todo lo que significa en cuanto a demanda de mano de obra plo
y todo tipo de insumos, no se desarrolló en la Nueva Vizcaya sino hasta épocas mucho qlH
más tardías. La Nueva Vizcaya temprana no tuvo nada comparable ni de lejos con Zaca- cal.
tecas y sus desmedidas exigencias en mano de obra e insumos: a cambio de ello, se vivió elh
allí un primer poblamiento español esencialmente agrícola.379 Ciertamente los españoles tiva
practicaron la captura de esclavos indios desde los primeros años de su presencia allí, Xv
pero dado que durante mucho tiempo tuvieron necesidad inmediata de mano de obra y hab
productos agrícolas, en lugar de perseguir indiscriminadamente a los indios de su propia su r
comarca, organizaron entradas esclavistas en lugares relativamente lejanos,38o al tiempo
que los indios locales fueron incorporados poco a poco a un régimen de encomienda que
resultó en el corto plazo bastante estable.P' Sin entrar en demasiados detalles sobre este nar<
tema que ha sido analizado en otros trabajos, simplemente mencionemos cómo, desde Sll10

la época misma de la fundación de la provincia, los españoles lograron crear en los alre- no e
dedores de las villas de Durango y Nombre de Dios e Indé una red de asentamientos de tern.
"tepehuanes de paz'; cuyos habitantes fueron al régimen de la encomienda y repartidos pert
entre los vecinos de la villa, para consagrados al cultivo del maíz y otros granos.382 Con r
el tiempo los colonos lograron asentarse en las inmediaciones de los principales asenra- prefi
mientas de "tepehuanes" de la región, como San Juan del Río, Avino, Coneto, Valle de núcl
los Palmitos, Cacaria y La Sauceda, por citar algunos de los más tempranas, en donde en re
y 15j
377 Powell. La Guerra Chichimeca ...• en especial pp. 179-185. quist
378 lohn L. Mecham. Francisco de (barra ...• p. 70.
379 Salvador Alvarez. "Minería y poblamiento .
380 Chantal Crarnaussel, Diego Pérez de Luján .
383 Ve
381 Chantal Crarnaussel, Encomiendas .._
384 Se
382 Chantal Cramaussel. La provincia de Santa Bárbara ...• pp. 11-14.
determi
155

repartieron encomiendas y fundaron explotaciones agrícolas, algunas de las cuales lle-


garon a transformarse luego en haciendas importanres.P"
El ejemplo de la Nueva Vizcaya nos muestra, en suma, cómo la llamada "Guerra
Chichimeca" no fue un conflicto tan "ineluctable" como se le ha presentado y da cuenta
también de cómo, el grado de violencia con el que se desarrolló, no dependió tan sólo
del carácter "nómada" 'guerrero" y supuestamente refractario a toda presencia ajena de
los 'chichimecas", Por el contrario, la manera cómo los españoles en cada región y mo-
mento se relacionaron con los indios locales, determinaron en mucho mayor medida
que aquello, el curso y las consecuencias de esa guerra: los "tepehuanes" no eran cierta-
mente menos "chichimecas', ni menos "guerreros" que los "zacatecos" y no obstante ello,
el destino de unos y otros fue simplemente distinto.
En este contexto, resulta interesante inquirir un poco acerca de cómo fue que los
conquistadores de una y otra provincia, determinaron cuáles eran "sus" indios. Los cri-
terios que emplearon los españoles en su momento para distinguir a los "zacarecos" de
los "tepehuanes" no son muy claros que digamos desde el punto de vista documental.
Aparecen de vez en vez, descripciones que hacen alusión a elementos del adorno cor-
poralo a ciertos tipos de vestimenta que los diferenciaban de alguna manera. Un ejem-
plo de ello nos 10 proporciona fray Guillermo de Santa María, quien apuntaba en 1575
que los "zacatecos" (en este caso los del altiplano) unas medias
se distinguían por portar"
calzas de perro de la rodilla al tobillo para defenderse de la aspereza de la hierba ... "384 Pero
el hecho es que este tipo de relatos fueron muy esporádicos: de la indumentaria distin-
tiva de los "tepehuanes" no hemos encontrado nada así de elocuente que date del siglo
XVI. Todo indica que se trataba de grupos (al menos la parte de cada uno de ellos que
habitaba el altiplano septentrional) que no distaban mucho desde el punto de vista de
su nivel de desarrollo tecnológico y cultural: difícilmente se encontrarán relatos de tipo
presencial del siglo XVI, que dibujen como más o menos "políticos" a unos o a otros.
Lo que sí puede decirse es que, los conquistadores de la Nueva Vizcaya muy pronto afi-
naron sus conocimientos acerca de estos indios y aprendieron no sólo a distinguirlos,
sino incluso a dividir en la medida de lo posible sus respectivos territorios. Pero ello
no obedecía a motivos de curiosidad intelectual o 'etnográfica', sino a razones eminen-
temente prácticas, más precisamente de orden político: se trataba de designar quiénes
pertenecían a una gobernación o a otra.
Desde luego, los colonos de Nueva Vizcaya eran los más interesados en el asunto,
prefiriendo anotar como "propios" a los "tepehuanes" antes que a los "zacarecos', cuyo
núcleo principal siempre se consideró que se hallaba en territorio de Nueva Galicia. ASÍ,
en relatos tempranos como los que nos quedaron de las expediciones de Ibarra de 1554
y 1562-63 o en el famoso Memorial de los Indios de Nombre de Dios, de 1563, los con-
quistadores distinguían con cierta precisión las rancherías que eran de "cepehuanes" de

383 Ver el capítulo séptimo: El pueblo de indios ...


384 Se trata del mismo texto que fue durante mucho tiempo atribuido a Gonzalo de las Casas y cuya verdadera autoría
determinó recientemente Alberto Carrillo: Fray Guillermo de Santa María O. S. A.• Guerra de los chichimecas ...• p. 100.
aquellas pertenecientes a "zacatecos" De acuerdo con estos documentos, podría decirse
que los límites entre las "áreas de influencia" (más que territorios) de uno y otro grupos,
se hallaban poco más o menos sobre una línea que iba del Fresnillo al Río Grande Agua-
naval y de allí al Saín, San Martín y Chalchihuites. Más allá de estos puntos, es decir,
de San Martín hacia el norte y hacia el noroeste, las rancherías de indios eran por regla
general de tepehuanes y a partir de Nombre de Dios, del llamado valle del Guadiana
(Durango) y de la región del Mezquital (ya en los bordes de la Sierra Madre Occiden-
tal), éstos predominaban por completo. 385

Todo esto nos indica entonces, que tanto los "tepehuanes" como los "zacatecos" del
altiplano septentrional, eran grupos que si bien contaban con un bagaje tecnológico bas-
tante sencillo, habían logrado desarrollar una pequeña agricultura en regiones propicias
para el efecto, cercanas al sotomontano de la Sierra Madre, regadas por corrientes per-
manentes. Estas características culturales no escaparon a los ojos de los españoles, quie-
nes supieron servirse de esa gente como mano de obra: algo que no sólo facilitó, sino que
incluso resultó determinante para su implantación temprana y estable en aquella faja de
frontera donde lo que más escaseaban eran los efectivos humanos. Este simple hecho
debería bastar para obligamos a reconsiderar seriamente toda una serie de puntos de
1
vista de naturaleza, a nuestro juicio, excesivamente teórica y hasta simplista, acerca de
1
los tipos de sociedad que habían desarrollado los llamados 'chichimecas" del altipla-
no septentrional novohispano. Si los españoles se hubieran enfrentado solamente con
sociedades provenientes exclusivamente de la 'caza-recolecta" y que, como se ha dicho,
hubieran sido además completamente hostiles y refractarias, no sólo al trabajo de tipo
agrícola, sino a la presencia misma de cualquier "sedentario" en sus tierras, la historia de
la colonización del norte hubiera sido ciertamente más lenta, difícil y tardía aún, muy
e
especialmente en casos como el de la Nueva Vizcaya. El ejemplo de Zacatecas no puede
pues generalizarse para el norte. A diferencia de ese "Potosí norteño'; por hacer una ana-
logía, la mayoría de los establecimientos norteños de españoles, sufrieron secularmente
por el estado precario de su demografía y sus necesidades en mano de obra fueron siem-
o
pre apremiantes.t'" De allí la importancia de releer con atención y detenimiento los es-
e
casos y efímeros (pero precisamente por ello, irremplazables) testimonios documentales
SI
que datan de épocas tempranas de la colonización: son los que nos permiten vislumbrar
le
cómo fue que los conquistadores se las arreglaron para arraigar a los indios locales a su
e
lado y de paso arraigarse ellos mismos en el norte. Es también en esas escasas fuentes
e
donde se encuentran los pocos elementos de que podemos disponer, fuera de la arqueo-
ti
logía, para repensar al menos una pequeña parte de la historia cultural de esos pueblos.
n
En el caso de los "zacarecos', como hemos visto, un uso excesivamente selectivo y has-
p
ta discrecional de las fuentes documentales ha hecho que se privilegien las referencias
"t
en donde estos indios aparecen como salteadores habitantes de las regiones más áridas
e.
del altiplano septentrional: el resultado es que el "zacareco" haya sido preferentemente
ál

385 Peter Gerhard. The North Frontier...• p. 203.


386 Chantal Cramaussel, Poblar la frontera ..., pp. 43-93.
157

caracterizado como guerrero irredento y"cazador-recolector" puro, prototipo del "no-


mesoamericano" Con los "tepehuanes" ha sucedido algo análogo, pero un poco en el
sentido opuesto. En la medida en que los primeros "tepehuanes" que aparecieron en la
escena propiamente histórica, fueron los habitantes de los valles aluviales de los bordes
occidentales del altiplano septentrional, el "tepehuán" ha sido caracterizado en la histo-
riografía preferentemente como pequeño agricultor, mientras que la imagen del "tepe-
huán'Tcazador-recolecror" puro, si bien ha sido evocada en la historiografía, lo ha sido de
manera mucho menos frecuente."? Y sin embargo, las fuentes históricas nos dan cuenta
también de la existencia de un tipo particular de "repehuán', que bien hubiera podido
caracterizarse como más propiamente "cazador-recolecror'; tanto por su hábitat, como
por la descripción que se tiene de él: se trata del llamado "repehuán-salinero" Como 10
ha estudiado al detalle Chantal Cramaussel, ya desde épocas tempranas, esto es, desde
los años 1570, poco más o menos, aparecen menciones en las fuentes acerca de diversos
grupos de indios, habitantes de los territorios áridos situados hacia el oriente de la Nue-
va Vizcaya, cercanos a El Caxco y Mapimí. A éstos se les identificaba al mismo tiempo
como gente de arco y flecha, habituada a la vida dura de esos parajes y potencialmente
peligrosa, e inequívocamente también como "tepehuanes', no sólo por su aspecto, sino
por su lengua igualmente. Sin embargo, no fue sino hasta principios del hasta la déca-
da de 1620, nos dice la autora, cuando los hacendados y mineros de la de la provincia
comenzaron a explotar la sal-tierra abundante en esa zona, que los "tepehuanes" de esa
región entraron en escena. Muy pronto, añade, los "tepehuanes" orientales fueron, al
igual que sus congéneres del oeste, sometidos también al régimen de encomienda por un
grupo selecto de capitanes de guerra quienes los emplearon como cargadores de sal, lo
cual les valió ser bautizados por su nombre genérico de "repehuanes-salineros'P'"
Tal y como dicha autora 10 argumenta en su estudio, la aparición de estos "otros tepe-
huanes" habitantes de algunas de los parajes más áridos del altiplano, nos da cuenta de
la enorme extensión geográfica que llegaron a ocupar las poblaciones de lengua odame
o "tepehuana" Esquematizando y simplemente por dar una idea del área ocupada por
ellos, digamos que dominaban un inmenso triángulo que iba por el sur desde la zona
serrana al norte de la vieja provincia de Guaynamota, no lejos de los actuales límites de
los estados mexicanos de Durango, Zacatecas y Nayarit, hasta la región de Baborigame,
en el suroeste actual estado de Chíhuahua, distante unos 500 km. hacia el norte. Hacia
el este, por su parte, los tepehuanes llegaban, cuando menos, hasta la región donde sería
fundado más tarde el real de minas de Mapimí, e incluso hasta la zona de La Lagu-
na, situados a unos 350 km. de distancia: todo el territorio comprendido entre estos
puntos extremos, estuvo ocupado preponderantemente por grupos de origen y lengua
"tepehuanos" Aunque sumario, este recuento nos sirve para recalcar el hecho de que
el antiguo territorio tepehuán abarcaba no sólo una gran extensión (se trataría de un
área no menor a los 60,000 o 70,000 kilómetros cuadrados, es decir, tan grande como

387 Ver por ejemplo: Carol L. Riley - H. D. Winters. The Prehistoric Tepehuán ...• pp. 177-185.
388 Chantal Crarnaussel, "De cómo los españoles clasificaban ....
Bélgica y Holanda juntas), sino también una gran diversidad de regiones topográficas y la
climáticas, a todas las cuales se adaptaron con mayor o menor éxito. fl
De alguna manera, la geografía y en general el caso "repehuán" ilumina el caso "zaca- gJ
teco" y éste a su vez, ayuda también a entender a entender un poco mejor al "tepehuán" ni
En ambos, las fuentes nos indican cómo los españoles de alguna manera fueron iden- d;
tificando a 10 largo del tiempo, a grupos de poblaciones que compartían en alguna h:
medida rasgos comunes y que ocupaban cada uno por su lado, no sólo grandes ex- el
tensiones de territorio, sino climas y topografías muy variados. Recordemos que si 01

el área de influencia o "territorio" de los "tepehuanes" era extenso, el de los "zacatecos',


tal y como nos lo señalaban las fuentes arriba citadas, no era menor: ocupaba una
superficie que podemos calcular, conservadoramente, en cuando menos unos 50,000
o 60,000 kilómetros cuadrados. Esto, dicho sea de paso, no puede considerarse como
un fenómeno extraño en el contexto americano de la época del contacto: por todas es
partes, a lo largo y ancho del continente, es posible encontrar ejemplos de pueblos poco fu
numerosos, que ocupaban inmensas extensiones de territorio. Sin embargo, antes de se
hablar de que estos "zacatecos" al igual que los "repehuanos', formaran parte de sendos tOI

"continuos culturales'; por llamados de alguna manera."? más o menos homogéneos, COI

es necesario decir que en el caso de los segundos, existe un obstáculo de talla que hace C(
difícil caracterizados de ese modo: nuestro desconocimiento de la lengua que hablaron COI

esos grupos. La enorme y precoz destrucción que vivieron tanto mundo 'cazcán" como en!
el "zacateco" impide de hecho no sólo conocer la lengua o lenguas que alguna vez se en
hablaron al interior de ese espacio geográfico, sino también los vínculos que realmente ext

pudieron existir entre los "zacatecos" y los "cazcanes" históricos. Algunos autores como al"
Paul Kirchoff y mucho más tarde Phil Weigand, por ejemplo, han convenido en se- gra
ñalar a los "zacatecos" como una suerte de "parientes pobres" de los 'cazcanes'. Cabe con

advertir, no obstante, que ambos autores se refieren exclusivamente a los "zacatecos" del qm
altiplano septentrional, los cuales, como lo expresaba Weigand, habrían sido un caso bla:
de "no mesoamericanos" caídos bajo la influencia cultural de los 'cazcanes" descendien- yd
tes directos de los "chalchibuires" "mesoamericanos" 390 div
En realidad se conoce tan poco acerca de los "cazcanes" originales, es decir, aquellos
anteriores al repoblamiento de los pueblos así nombrados en épocas posteriores a la
guerra "del Mixtón' que ni siquiera se sabe cuál era la lengua que hablaban. En su Cró-
nica Miscelánea, fray Antonio Tello, afirmaba que los habitantes de los viejos pueblos
"cazcanes" de su tiempo hablaban una suerte de dialecto del náhuarli"?' este apunte
ha sido retornado después por numerosos autores, para afirmar que esto probaría la
ascendencia "mesoamericana" de los "cazcanes'P'" Sin embargo, cabe hacer notar que 393
del c
394 R
389 Hemos adoptado este término en lugar del de "área cultural". para darle un sentido más laxo y lato a estos conjuntos 395
geográfico-culturales, que el que se usó en la Antropología Cultural de principios y mediados del siglo XX: ver. por ejemplo: 396 R
Alfred Louis Kroeber, Cultural and Natural Areas .... 397 Re
390 Phil C. Weigand - Acelia García de Weigand. Los orígenes de los cazcanes ...• p. 48. 398 H¡
391 Fray Antonio Tello, Crónica miscelánea ...• p. 121. truiian:
392 Charles Kelley J. Speculations ...• pp. 55-56. la ctasi
------~------------------------------------------~~~~~---~~~
~

159

las fuentes tempranas desmienten esta conjetura y ponen en evidencia que el náhuarl
fue en realidad introducido en la zona por los españoles, evidentemente después de la
guerra "del Mixtón" y dejan muy claro igualmente que la lengua vernácula de los 'cazca-
nes" era otra. Así, por ejemplo, en la Relación Geográfica de Tlaltenango, por ejemplo, se
da cuenta cómo, al igual que en otras muchas regiones de la Nueva España, el náhuatl
había sido ya introducido como lingua franca por los propios conquistadores y cómo
era usado por los indios de toda esa región para sus tratos con españoles e indios de
otras zonas. 393 Al mismo tiempo, el 'cazcán" es claramente referido como una lengua
por completo distinta del náhuad: "en sus entendimientos y contrataciones hablan len-
gua mexicana y es la suya natural la cazcana ... " 394 Lo mismo se apunta también en la
Relación de Nochisrlán.F" y en la de Teocaltiche, en donde se añade que la mayor parte
de los indios eran bilingües en "cazcán" y "mexicano': 396 En cambio, lo que sí es claro
es que en ninguna de estas fuentes tempranas se indica que el 'cazcán" y el "mexicano"
fueran una sola y misma lengua, o que el 'cazcán" fuera un "dialecto" del náhuarl, como
se pretendió más tarde. Por el contrario, aparecen en esas mismas Relaciones, elemen-
tos que emparentaban al 'cazcán" no con el náhuatl del centro de Mesoamérica, sino
con otras lenguas del occidente: se dice, por ejemplo, en la Relación de Ameca, que en
Cocula se hablaba el 'cazcán';"" Esta versión ha sido analizada y retornada por autores
contemporáneos como H. R. Harvey, quien la acepta como válida y añade que esto
entroncaría al "cazcán" con la lengua coca, otro idioma muy poco conocido, por cierto,
en cuanto a sus parentescos y afinidades con otras lenguas, pero que se sabe, era estaba
extendido en lo que fue el centro de la Nueva Galicia.I" Si esto es aSÍ, bien podría verse
al "cazcán" como una lengua emparentada con otras de las muchas de las habladas en
gran parte de los territorios occidentales de lo que fue entonces la Nueva Galicia y no
con el náhuatl, como decíamos. Ello haría a su vez, perfectamente razonable suponer
que el llamado 'cazcán" estuviera emparentado también con algunas de las lenguas ha-
bladas en las montañas de Tepeque, en la parte oriental de la provincia de Compostela
ydesde luego, al norte y al oriente de la región 'cazcana', es decir, en todos aquellos que
diversas fuentes definieron en su momento, como territorios "zacatecos"
Desde luego, lo anterior empaña la idea de que los 'cazcanes" hubieran sido descen-
dientes de inmigrantes de lengua náhuarl, directamente llegados hasta el norte desde el
centro de Mesoamérica. Si esto es aSÍ, se plantean entonces nuevas interrogantes acerca
de lo que pudo ser la descendencia de los "inmigrantes mesoamericancs', que habrían
creado la llamada "cultura Chalchihuires", Quizás seria más prudente ver en los llamados

393 Sobre la introducción del náhuatl IinguQ franca entre 105 indios de Nueva Galicia: Carmen Castañeda. «La enseñanza
del castellano .... p. 206.
394 Relación de Tlaltenango 21 octubre de 1584. René Acuña. op. cit., p. 144.
395 Relación de Nochistlán. en René Acuña. op. cit .• p. 168.
396 Relación de Teocaltiche, 1584, en René Acuña. op. cit., pp. 300 Y 302.
397 Relación de Tenamaxtlán 1579, en: René Acuña. op. cit., p. 275·
398 Harvey H R. "The Relaciones Geográficas: Native Languages. en: Robert Wauchope ed .• Hondhook of Middle American
tnaions, Austin, University of Texas Press, 1972, v. 12, pp. 279.233. Ver igualmente: l. Ignacio Dávila Garibi, El problema de
la clasificación de lo lengua caca. México, s/f , 34 p.
160

'cazcanes" a un grupo de ascendencia local, con ramificaciones en diferentes regiones


de la vieja Nueva Galicia, que, en todo caso, habría adquirido elementos de esa vieja
cultura de origen mesoamericano y que incluso podría haber asimilado, absorbido lo
quedó de ella después del colapso de aquellos centros ceremoniales. Esto, desde luego,
abona también la idea de que los 'cazcanes" no necesariamente fueron culruralmente
muy distintos de los "zacarecos" El hecho es que, si el argumento lingüístico no opera
como se pensaba, mucho de la estructura demostrativa de la "teoría" del choque y per-
manente estado de guerra entre "inmigrantes mesoamericanos""chalchihuires-cazcanes'
y los aborígenes "nómadas" "zacarecos" comienza a mostrar serias fisuras. Otro de los
argumentos frecuentemente citados al respecto, es, por ejemplo, el carácter "nucleado"
y de apariencia defensiva que presentan muchos de los vestigios mesoamericanos que
existen en el norte.t?? El hecho es que este tipo de emplazamientos se encuentran no
sólo en el norte lejano, sino en el centro mismo de Mesoamérica y ciertamente parecen
ser frecuentes en zonas cercanas al altiplano septentrional.í'" Sin embargo, el carácter
defensivo de un emplazamiento o no es prueba, de ninguna manera, de la inexistencia
de vínculos de parentesco cultural incluso cercano, entre poblaciones diversas que bien
podían, al mismo tiempo, temerse mutuamente. Ejemplo de ello lo encontramos nue-
vamente en el texto de Pedro de Ahumada, donde se indica que los "zacatecos" que ha-
bitaban en los alrededores de los pueblos "cazcanes', nuevamente fundados después del
colapso que siguió a la guerra "del Mixtón', raptaban a niños de esas aldeas para criarlos
con ellos. En contraste, se dice también allí que con frecuencia'cazcanes" de esos pueblos
participaban de las correrías de los "zacatecos" contra los cristianos: todo ello puede ser
un revelador de la ciertamente de la existencia de tensiones, pero al mismo tiempo tam-
bién de fuertes parentescos culturales entre esos dos grupOS.401Otro elemento a añadir
a un posible recuento de afinidades culturales, podría ser la ya citada referencia de fray
Guillermo de Santa María cuando observaba, en 1575, que uno de los elementos más
significativos y que mejor distinguían a los "zacatecos" en cuanto a su adorno corporal,
eran aquellas 'calzas de perro" que portaban todos a la rodilla.f" Curiosamente, yaen
la Relación Anónima primera de la conquista de la Nueva Galicia de 1542, se señalaba
que los españoles distinguían justamente a los 'cazcanes" porque "traen el cabello hasta
la cinta y en el pie derecho una calca de cuero de perro .," 403Sería difícil decir que la
fuente de fray Guillermo de Santa María, hubiera sido la "Relación anónima', pues ésta,
además de ser muy anterior, se refería específicamente a los 'cazcanes" mientras que fray

399 Marie-Areti Hers, Caracterización de la cultura chalchihuites ...• pp. 23-28. Igualmente de la misma autora: 'Colonizaclón
mesoamericana y patrón de asentamiento en la Sierra Madre Occidental". en: Brigitte Boehm de Lameiras . Phil C.Weigand
coords .• Origen y desarrallo de lo civilización en el occidente de México. Homenoje a Pedro Armillos y Angel Palenn.la-
mora El Colegio de Michoacán 1992. pp. 103-136.
400 Ver. por ejemplo: Fernando López Aguilar. "Historia prehispánica del valle del Mezquital". en: Enrique Fernándezcoord,
Simposium sobre la arqueología en el estado de Hidalgo. Trabajos recientes 1989. México. INAH. Colección Científica.no.

282 .1994. pp. 113-124.


401 Relación de Pedro de Ahumada ...• pp. 57-58.
402 Fray Guillermo de Santa María O. S. A.• Guerra de los chichimecas ...• p. 100.
403 Relación anónima primera ...• p. 332
Guillermo aludía directamente a los "zacatecos" del altiplano: incluso añadía que si éstos
usaban esa "calza de perro': era protegerse de la aspereza de los zacatales donde vivían.404
Tomadas de manera aislada, todas estas referencias incidentales podrían no significar
mucho, pero el hecho es que militan en contra de la teórica y excesivamente tajante di-
visión entre los "nómadas'Tzacarecos" y los "sedentarios'i'cazcanes" Si esta dicotomía, en
cambio, comenzara a matizarse, el sentido de muchas de estas referencias quizás podría
irse aclarando también.
Lo anterior nos enseña que no habría que desdeñar la posibilidad de que en el norte,
como en cualquier otra área del mundo, se desarrollaran procesos de interacción y hasta
de integración cultural bastante intensos, incluso, entre grupos que bien pudieron tener
sus orígenes en horizontes culturales y geográficos distantes entre sí. Un ejemplo más
de ello lo tenemos justamente en el caso de nuestra otra parcialidad de "chichimecas":
los "tepehuanes" Como sabemos, desde el punto de vista lingüístico, el o'dame, es decir,
la lengua de los tepehuanes, está directamente vinculado con la lengua pima, el o'dami
hablada en el sur de la actual Arizona y el norte de los actuales estados de Chihuahua y
Durango.t'" Si en algún momento se demostrara, por ejemplo, que los o'dami del norte,
esto es, los ancestros de los "pirnas" históricos, fueran de alguna manera más "antiguos"
que los "repehuanes', éstos, a su vez, podrían ser caracterizados como un grupo de origen
norteño que se haría extendido hacia el sur, en épocas, quizás, relativamente recientes.
Suponiendo, sin conceder, que así fuera y sin querer entrar en polémica sobre un tema
tan definitivamente equívoco, lo que sí es posible decir es que, cualquiera que hubieran
sido sus orígenes lejanos, para cuando los españoles llegaron a la Nueva Vizcaya, los "te-
pehuanes" habían ya entrado en un proceso de interacción cultural sumamente intenso
y estrecho con grupos de agricultores avanzados, de estirpe cultural mesoamericana.
Se trata, obviamente, de los habitantes de la región de las barrancas occidentales de la
Sierra Madre: los llamados "xiximes" y "acaxees',
La región de las barrancas de la Sierra Madre fue, por su topografía y por el carácter
. guerrero de sus pobladores, una de las regiones de más difícil acceso y control para los
conquistadores del norte, desde el inicio mismo de la conquista. Pese a reiterados inten-
tos, Francisco de Ibarra, por ejemplo, nunca logró dominar a los indios de la región de
Topia, habitantes de la barranca del mismo nombre, formada por un afluente del alto
río Humaya (afluente a su vez del Culiacán). Así, cuando, a partir de 1567, fue creada la
provincia española de Chiametla, las barrancas se convirtieron en una suerte de reserva
de mano de obra esclava para las minas de aquella región, sin que por ello, los españoles
lograran nunca asentarse allí.406 Hubo que esperar hasta la década de 1580 y la fiinda-
ción de los reales de San Andrés y Topia para que los españoles lograran finalmente
poner un pie en esa región,407 pero con todo y ello, la vasta franja de barrancas situada al

404 Fray Guillermo de Santa María O. S. A.• Guerra de los chichimecas .... p. 100.
405 Bárbara Cifuentes - Lucina García. Letras sobre voces ...• p. 54. Igualmente: J. G. Sánchez Olmedo. Etnografío de la
Sierra Modre Occidental. Tepehuanes y mexicaneros. México, INAH, Colección Científica no. 92, 1980, p. 24.
406 Ver el capítulo segundo: Chiametla ...
407 Ibid.
sur de esos dos enclaves, permaneció como una zona de nadie, difícilmente penetrable zon
para los españoles durante todo el resto del siglo. Go
De hecho, la penetración en esa parte de la sierra sólo se reactivó a partir de 1600, segJj
cuando Francisco de Urdiñola, gobernador de la Nueva Vizcaya, nombró a un antiguo s=
minero de San Andrés, el capitán Diego de Avila como "Protector y Juez de Guerra" de de ~
los acaxees y tepehuanes de la Sierra Madre.408 Para asegurar el sometimiento de los "rep
indios comarcano s, el gobernador de Nueva Vizcaya autorizó al nuevo "protector" de otro
indios, a adquirir él mismo y distribuir entre sus capitanes y soldados, toda una serie seg\
de pueblos de encomienda en la región y le ordenó al mismo tiempo, que promoviera "m
la fundación de las primeras misiones jesuitas en la zona. El capitán y sus soldados to- grUJ
maron entonces para sí en encomienda numerosos poblados de la región,409 al tiempo aun
que Hernando de Santarén demás jesuitas que llegaron por entonces a la región, inten- s=
taban reducir los primeros pueblos de misión allí: San Diego, San Hipóliro, Otatitlán, van
Canelas."? Atoronilco.t'! Birimoa, Colurla.t" y otras más. Pero las tensiones no tarda- del
ron en hacerse sentir y un año después la región se hallaba ya bajo una amenaza general con
de guerra, lo que obligó a las autoridades provinciales a enviar más gente de armas y mi- Cla
sioneros. Dentro de todo este movimiento de nuevas fundaciones y amenazas de guerra, une
las autoridades de la provincia pronto descubrieron que la región de las barrancas no cua
"xu.
estaba poblada solamente por "acaxees" y "xixirnes" sino que éstos convivían estrecha-
mente con grupos que fueron de inmediato identificados como "tepehuanes" Esta es la
razón por la cual, como mencionábamos arriba, Diego de Avila fue nombrado protector rab
a la vez de los "acaxees" y de los "tepehuanes" Sabemos igualmente que en muchos de 10s Alf
pueblos de misión fundados allí, fueron reducidos "tepehuanes" junto con 'acaxees" o con del
"xixímes" en la parte meridional de esa región. Es por eso, por ejemplo, que las limosnas Al
remitidas por la caja real de Durango a las primeras misiones de esa zona, aparecen Kit
rotuladas en los libros de cuentas de la Real Hacienda como pagos para "las misiones a la
de Sinaloa de acaxees y repehuanes'i''" Es el caso, por ejemplo, de San Miguel, efímero los
pueblo de misión cercano a las minas de San Dimas, en las regiones de los "xixímes'i''!" gru
y de Santa María Otais, en la zona de los "acaxees'; por citar solamente algunos ejern- Krl
plos.4l5 Igualmente, en 1601, cuando las amenazas de guerra se intensificaban en la gió
do
408 Thomas H. Naylor - Charles W. Polzer, The Presidio and Militia on the Northern Frontier o] New Spain. A Dacumentary def
Histcry, Tucson, University of Arizona Press, 1986. p. 266. la (
409 Saicos, San Geronimo. San Juan Naperes. San Martin. San Matias. San Pedro y San Pablo. Rinconada de San Telmo. nc;
Santa Ana: Luis González Rodríguez. Crónicas de la Sierra Tarahumora, México. SEP. Cien de México. 1984. p. 273; además
de Amaculi, Hugucuyapa y Uncupeyaya. Peter Gerhard, The North Frontier ...• p 227
pol
410 Luis González Rodríguez. Crónicas ...• p. 279.
411 Thomas H. Naylor - Charles W. Polzer, The Presidio ...• p. 156
412 lbid.
413 AGI. Contaduría 925. Cuentas de la Real Caja de Durango. 1600-1601: "libranza por 288 pesos por 18 cajas de vino
rematadas para la administración de los santos sacramentos de las misiones de Sinaloa de acaxees y tepehuanes". y ius

414 AGI. Contaduría 925. Cuentas de la Real Caja de üurango, 1613-1614. libranza para el envío de un indio carpintero a 417
la misión de San Miguel de xiximes y tepehuanes". Este pueblo de misión fue abandonado poco después a resultas de la espe
rebelión de los tepehuanes de 1616-1618. podt
415 Thomas H. Naylor - Charles W. Polzer. The Presidio ...• p. 247. lnsti
zona, el gobernador Urdiñola nombró nuevos capitanes y tenientes: el primero, Juan de
Gordejuela, fungió como "protector" de los "tepehuanes" del altiplano septentrional y el
segundo Alonso Maldonado, fue nombrado "teniente de gobernador" y 'justicia" de la
guerra "contra los rebelados acaxees y tepehuanes de Tapia y San Andrés':416El hecho
de que se nombraran justicias de guerra separados para estos dos diferentes tipos de
"cepehuanes', uno para los que podríamos llamar "tepehuanes orientales" del altiplano y
otro para los "tepehuanes occidentales" de la sierra y las barrancas y el hecho de que los
segundos fueran considerados como formando un solo conjunto con los "acaxees"y los
"xiximes', resulta altamente revelador de hasta qué punto los españoles percibían a estos
grupos como culturalmenre cercanos entre sí. De hecho, la práctica demostró que las
autoridades provinciales estuvieron en lo justo al ver las cosas de ese modo. Durante las
grandes rebeliones conocidas como de "xixirnes"y de "acaxees,de 1601 y 1605, respecti-
vamente, las tropas españolas tuvieron que vérselas igualmente con numerosas partidas
de tepehuanes de guerra de esa misma región, las cuales describían como actuando de
concierto con las partidas de "acaxees"y "xixirnes" Incluso podemos añadir que la violen-
cia que se generó durante esos años en la región de la sierra y barrancas, se convirtió en
uno de los gérmenes de la llamada gran rebelión tepehuana de 1616-1618, durante la
cual, nuevamente la situación se repite y aparecen los para entonces ya muy diezmados
"xixirnes"y "acaxees', participando en la guerra al unísono con los "repehuanes'. 417
Esto nos lleva a rememorar la ya añeja, pero en realidad no resuelta discusión, en-
tablada en la década de 1950, entre entre Paul Kirchoff por un lado y Ralph Beals y
Alfred Kroeber, por el otro. El tema era cómo y en qué área cultural colocar a los indios
del Norte de México, en especial, los llamados "chichimecas" de los altiplanos centrales.
A partir de criterios cercanos a la que después sería la llamada "Ecología Cultural';
Kirchoff pensaba en los 'chichimecas" norreños, como grupos esencialmente dedicados
a la caza-recolecta y veía conexiones y continuidades culturales entre estos grupos y
los cazadores-recolecrores del llamado "Gran Suroeste', lo cual lo llevó a colocar a esos
grupos como pertenecientes a un área cultural propia, llamada por él "Aridoamérica"
Kroeber, sin embargo, criticaba, la concepción de Kirchoff según la cual, en una re-
gión predominantemente árida, el medio ambiente determinaba de manera demasia-
do fuerte y directa la vida cultural de sus habitantes. Según Kirchoff, decía Kroeber,
dependiendo del grado de aridez, o se podía cultivar, o no se podía cultivar, de donde
la división de ese "Suroeste" agrandado que postulaba Kirchoff, entre una "Aridoamé-
rica'; poblada solamente por grupos de cazadores-recolectores y una Oasis-América,
poblada solamente por agricultores, culruralrnente distintos de aquellos. Sin embargo,

416 AGI. Contaduría 925. Cuentas de la Real Caja de Durango. 1600·1601: "Nombramiento al capitán Juan de Gordejuela
como protector y pacificador de 105 indios tepehuanes"; "Nombramiento a Alonso Maldonado como teniente de gobemador
y justicia de la guerra de 105 tepehuanes y acaxees de Topia y San Andrés rebelados del real servicio".
417 Para numerosas referencias y un análisis al respecto ver: Christophe Giudicelli. Guetre indentés el métissages ...en
especial pp. 196-234. Igualmente numerosas referencias sobre las relaciones culturales entre tepehuanes. acaxees y xiximes
podrán hallarse en: Luis González Rodríguez. El noroeste novohispano en la época ealonial. México. Miguel Angel Porrúa -
Instituto de Investigaciones Antropológicas. 1993. pp, 135-191.
argumentaba, Kroeber, semejantes dicotomías estáticas, en realidad no podían ser sino ár
construcciones artificiales de los propios antropólogos, difíciles de sostener para cual- dI
quier área del mundo, como él mismo lo había mostrado comentando clasificaciones lo
del mismo tipo realizadas por Elisaberh Bacon, para el caso de Asia. Más cercana- cc
mente al tema del "Gran Suroeste" propuesto por Kirchoff, Kroeber citaba sus propios
pl
trabajos sobre los Walapai y los Havasupai, grupos habitantes de la zona sur del Gran n
Cañón del Colorado. Geográficamenre ambos eran vecinos inmediatos, practicantes SI
unos y otros de la caza-recolecta y poseedores, por eso mismo, de culturas materiales
semejantes entre sí. Sin embargo, se trataba de grupos que mostraban también diferen- gi
cias culturales sumamente fuertes, en cuanto a su lengua y costumbres, hechos de los
st
cuales las cuales la influencia del medio o las prácticas de subsistencia no podían dar
di
cuenta en lo absoluto. Las diferencias eran, de hecho, culturales, e históricas: mientras el
que los Walapai, eran practicantes de una lengua yumana y habían permanecido en ci
contacto con grupos yumanos del Mohave, los segundos, los Havasupai, eran gente de o
habla paiute, conectados con grupos shoshones y utes.418
cc
En el curso de esta discusión, tanto Beals, como Kroeber, destacaban las semejanzas
y continuidades entre las prácticas agrícolas de los grupos agricultores de la Sierra Ma-
as
dre Occidental y las grandes civilizaciones del centro de México y proponían, en lugar
de
de la bipartición Mesoamérica / Aridoamérica, ver a estos grupos y a sus vecinos habi-
la
tantes de los altiplanos áridos, como extensiones o sub-áreas de lo que Kroeber llamó
q\
en su momento la "Mesoamérica subnuclear" Más adelante, en especial, en el ámbito
de la arqueología mexicana y mexicanista, el criterio que prevalecería sería e! de Kir-
choff y la bipartición Mesoamérica / Aridoamérica, tomaría carta de naturalización en
t~
ese medio. Sin embargo, no todos estuvieron siempre de acuerdo. Cercanos al espíritu
de la crítica que Beals y Kroeber enderezan contra Kirchoff Robert C. West y John P.
Augelli, por ejemplo, proponen ir más allá del concepto de "Mesoamérica" y proponen
an
hablar de una Middle America (o "América Media'; por proponer una traducción), mu-
te
cho más extensa que aquella, la cual abarcaría desde e! Istmo de Panamá, el norte de
de
Colombia y la región circuncaribe, hasta e! sur de los Estados Unidos actuales."? Para
h
West y Augelli, los criterios a destacar para definir esta macro-área cultural partirían
ha
de! hecho de que se trata de un ámbito geográfico cruzado por intensas líneas de inter-
di
cambio e interconexión culturales entre las sociedades que la habitan, desde tiempos al
muy remotos, hasta la actualidad. Para estos autores, estas líneas de interconexión,
ej
pudieron ser muy lentas y graduales, lo cual no rompería con la unidad del área. Así,
so
por ejemplo, la influencia de la cultura material y espiritual mesoamericana sobre las
SIl
poblaciones prehispánicas de lo que hoy llamaríamos "Centroamérica" (sin México) y e
e! Circuncaribe, son claras (lenguas, sistemas de cultivo, técnicas y formas constructi-
vas, cerámica, lírica, sistemas religiosos, etc.) a ello habría que añadir que se trata de un

418 Alfred lo Kroeber, "Gatherers and Farmers in the Greater Southwest: A Problem in Classification: Comments, American
Anthropologist, New Series, Vol. 56, No. 4, Southwest lssue, Agosto 1954, pp. 556-560.
419 Robert C West . [ohn P. Augelli, Middle America. tts Lands and Peoples, Englewood Cliffs, Prentice Hall, 1976.
área cuyos habitantes se vieron también entrelazados lo mismo por tierra que por mar,
desde tiempos realmente inmemoriales. De ese modo, si bien los antiguos Muiscas,
los Arawacs, o incluso los llamados "Caribes'; difícilmente podrían ser considerados
como "mesoamericanos" en el sentido estricto del término, se trata de poblaciones que
permanecieron en contacto permanente, así fuera indirecto, con las áreas "mesoame-
ricanas" de "Centroamérica'; con las cuales compartieron rasgos culturales esenciales:
sistemas de cultivo y constructivos, técnicas metalúrgicas, etc.420
Algo semejante sucede con las relaciones entre la "Mesoamérica nuclear" y las re-
giones del antiguo Norte novohispano. A la manera de Beals y Kroeer, a 10 largo de
sus páginas West y Augelli resaltan la existencia de continuidades y ligas culturales en
dirección Sur-Norte, algunas de las cuales podrían ser muy antiguas, e indirectas. Así,
en lugar de criterios como la existencia de campos de juego de pelota, o elementos de.
culto de dioses mesoamericanos, como rasgo diacrítico para determinar la existencia
o no de vínculos mesoamericanos con el Norre.f" West y Augelli, proponen observar
continuidades mucho más básicas entre esas dos regiones. Una sería, por ejemplo, la
persistencia en el Norte del sistema de la milpa mesoamericana, con todas sus plantas
asociadas, otra sería la comunidad de técnicas y formas constructivas y de fabricación
de casas, graneros, morteros, metates, o cerámica, e incluso, la distribución típica de
la casa mesoamericana, con su cocina-fogón interior, serían otros tantos elementos
que hablan de continuidades culturales esenciales entre los grupos "norreños" y los
"mesoamericanos'l+" dicho sea con independencia de lo que se pudiera discutir acerca
del problema, menor a nuestro juicio, de establecer en dónde se encontraban los "lími-
tes" geográficos de la "Mesoamérica" de Kircholf.
Esta discusión y estas propuestas hoy casi olvidadas, nos parece que pueden ayudar
a entender mejor los vínculos que existieron entre los "cazcanes" y "zacatecos', evocados
anteriormente, como los que existieron entre los "repehuanes" y sus vecinos de la vertien-
te occidental de la Sierra Madre. Es claro que, para el momento del contacto, los proceso
de intercambio y convivencia cultural que desde épocas desconocidas para nosotros, se
habían desarrollado, entre los "tepehuanes" de la sierra y sus vecinos "acaxees" y "xiximes"
habían sido tan intensos, que a ojos de los españoles unos y otros se llegaban confun-
dir. Y sin embargo, los de la sierra alta, eran grupos culturalmente bastante refinados,
al menos, para el contexto del Norte. Ralph Beals, en su trabajo sobre los acaxees, por
ejemplo, insistía sobre el hecho de que tanto éstos como los "xiximes" practicaban inclu-
so una agricultura relativamente compleja, la cual incluía el uso de terrazas y pequeños
sistemas de riego adaptados al medio extremadamente agreste y caluroso en donde se
encontraban, lo cual interpretaba como un efecto de los contactos entre estos grupos y

420 Ibid., pp. 53-81. Ver igualmente: Mary W. Helms. "Los indios del Caribe y circuncaribe a finales del siglo XV. en: Mary
W. Helms, "Los indios del Caribe y Circuncaribe a finales del siglo XV", en: Leslie Bethell ed, Historio de America Latino vol
1 América Latina colonial: la América precolombina y la conquista, Barcelona. Critica Grijalbo. 1990. pp. 31-47.
421 Sobre los campos de juego de pelota: Eric Taladoire, Les terrains de jeu de baile (Mésoamérique el Sud-Ouest des
Etats-tlms), México. Misión Arqueológica y Etnológica francesa en México, Serie Estudios Mesoamericanos 11.no. 4. 1981.
422 Robert C West • John P. Augelli, Middle America ...• pp. 219-243.
166

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pl
Figura 4-2 Los tepehuanes y sus vecinos las culturas avanzadas de la costa del Pacífico.423 En ese a¡
a principios del siglo XVII. punto, Beals seguía de cerca las propuestas de Carl Sauer t~
y Donald Brand, quienes en su trabajo de 1932 sobre el al
área cultural Aztatlán, al igual que un poco más tarde Isabel Kelly, en su estudio so- si
bre la arqueología de Chiamecla (1938),424 insistían acerca de las fuertes continuidades el
culturales que existieron en cuanto a los estilos líticos y cerámicos, entre los habitantes le
prehispánicos de las planicies costeras y los grupos de las barrancas occidentales de la el
Sierra Madre, especialmente los de las regiones de los "xiximes" y "acaxees" Incluso, para 11

los dos primeros autores, las barrancas habrían constituido auténticos "corredores" na- C'

turales y culturales entre los pueblos de la planicie costera y los del interior de la Sierra
Madre. 425

Si esto fue así, el hecho de la contigüidad no sólo territorial sino también cultural,
que las fuentes nos permiten vislumbrar entre los "tepehuanes" de la sierra y sus vecinos
"xixirnes" y "acaxees', es un fenómeno más que notable. Esto significaría la existencia
de líneas de transmisión cultural entre grupos que, por cierto, no fueron "inmigrantes
mesoamericanos" directos, sino poblaciones de cepa mesoamericana y de desarrollo lo-
cal "norteño': con "no mesoamericanos" provenientes de la Sierra Madre y del altiplano

423 Ralph Beals. The Acaxee: A Mauntain Tribe ot Durango and Sinaloa, Berkeley. University of California Press. 1933. Ver
también: Carl Sauer, The Distribution af Aborigina/ Tribes • pp. 7-9-
424 Isabel Kelly Truesdell • Excavatians at Chiametla Sina/oa • ver en especial pp, 1-7_
425 Carl Sauer - Donald Brand. Aztatlán: frantera prehispánica mesoamericana en la costa del Pacífico. México. Siglo
XXI Editores - Fundación Ignacio Bojórquez Zazueta, Serie los Once Ríos. 1998. p. 35- Ver igualmente: Marie-Areti Hers,
Zacatecas y Durango. Los confines tolteca-chichimecas. en: Beatriz Braniff C. coord., La Gran Chichimeca • en especial pp.
116 Y 154-
167

septentrional. Una interacción cultural que, por cierto, permanecía plenamente activa
y actuante en tiempos históricos. Desde ese punto de vista, una puesta en paralelo de
los casos "tepehuán" y "zacateco" se impone: se esboza la existencia, en ese caso también,
de líneas de transmisión e interacción cultural, directas y activas en tiempos históricos,
que ligaban a los "feroces zacatecos" del altiplano septentrional, no ya con sus "primos"
y vecinos los 'cazcanes" (si es que existió realmente alguna diferencia substancial entre
ambos, lo cual dudamos), sino en general con los pueblos de cepa mesoamericana de la
tradición cultural "occidente':
Ciertamente, uno de los grandes obstáculos que se han opuesto a un mejor y más
matizado conocimiento histórico de los indios norteños, deriva del hecho de que du-
rante las últimas décadas, una gran parte de la ernohistoria y arqueología dedicadas a
esa región, se hayan visto circunscritas, desafortunadamente, a la sola búsqueda de las
"fronteras de Mesoamérica" Es decir, lo que se ha tratado de precisar, de manera prima-
ria y fundamental, es cómo y hasta qué punto, grupos de migrantes "mesoamericanos',
directamente llegados del mundo azteca o en su defecto del mundo rarasco.f" logra-
ron avanzar y colonizar la hostil y agreste geografía del norte. El otro punto ha sido
averiguar cómo fue que "resistieron" al mismo tiempo, al "amago invasor" y perpetua
presión guerrera de los "bárbaros nómadas" del norte: los "chíchimecas" de todo tipo y
apellido, que se opusieron siempre a su presencia allí. Sin embargo, lo que nos mues-
tran tanto el caso "zacareco" como el caso "tepehuán" son procesos que iban mucho más
allá de la sola "intrusión" de poblaciones culruralrnente "avanzadas" y de la atracción a
su esfera de influencia, de grupos situados en etapas "evolutivas" más "primitivas':427 Por
el contrario, lo que se perciben son procesos de mucho mayor profundidad en donde
los grupos que aparecen teóricamente como más "avanzados'; en el sentido puramente
evolucionista del término, terminan a lo largo del tiempo desdibujándose como tales, e
incluso fundiéndose y confundiéndose con los "bárbaros': De la misma manera, se per-
cibe cómo muchos "bárbaros" de pronto comienzan a despintarse, perdiendo, quizás
también, algo de su romántica ferocidad.

426 Sobre la frontera de colonización mesoamericana en el caso de los tarascos, por ejemplo: Wigberto Jiménez Moreno.
La colonización y evangelización de Guanajuato en el siglo XVI, México, Editorial Cultura, 1944.
427 Ver, por ejemplo: Peter Jiménez Betts, "Una red de interacción del noroeste de Mesoamérica: una interpretación", en:
Brigitte Boehm de Lameiras - Phil C. Weigand coords., Origen y desarrollo de la civilización en el occidente de México.
Homenaje a Pedro Armillos y Angel Palerm, Zamora, El Colegio de Michoacán, 1992, pp. 177-204.
168

"CHICHIMECAS" DE LAS MONTAÑAS Y "CHICHIMECAS" DE LAS LLANURAS Comanjayl


mo,hastaQ
Este conjunto de consideraciones podría parecer demasiado aventurado y puede que MiguelySa
10 sea. Sin embargo, existen ejemplos para el norte novohispano, derivados también de se extendían
fuentes documentales, que nos permiten entrever la existencia de otros grandes 'con- parte del "1
tinuos culturales" semejantes a los aquí esbozados para "zacatecos" y "tepehuanes" En Oriental, de
1575, por ejemplo, fray Guíllermo de Santa María, apuntaba cómo también los llama- más, puesto
dos 'guachichiles'; conformaban un grupo geográficamente muy extendido. Sus domi- los guachich
nios, de acuerdo con el franciscano, comenzaban por el norte desde las inmediaciones Como P'
de la serranía del Peñol Blanco y de allí hacia el oeste hasta la región de Aguascalientes torios parecl
(recordemos que en todas estas zonas los "guachichiles" colindaban con los "zacatecos" Lerma, com
del altiplano), para extenderse desde allí, se extendían hacia el sur, por los hoy llamados sus orígenes
'Altos de Jalisco'; buena parte del actual estado de Guanajuato y llegaban incluso hasta en el caso de
los bordes orientales de la laguna de Cuirzeo, ya en la provincia de Michoacán. A partir se sabe hoy:
de toda esa franja, irradiaban también hacia el norte y al oriente por toda la parte central Con todo, ta
del altiplano, atravesando desde las márgenes del río Lerma en el estado actual de Gua- llegaron a ha
najuato, hasta el de San Luis Potosí, para alcanzar el macizo de la Sierra Madre Oriental los "dominioi
y penetrar finalmente hasta la vieja provincia de Pánuco, situada ya sobre la planicie propio fray (
costera del Golfo de México.f" Como puede verse, se trata de un territorio que incluso de Pánuco ce
pudo ser mayor que el que ocupaban los "zacatecos" o los "tepehuanes" y que atravesa- les": "llegan b
ba también una gran variedad de climas y topografías. Sus dominios comprendían lo todos los chn
mismo algunas de las porciones más áridas y agrestes del altiplano septentrional, como núcleo centrs
las del llamado "Salado" en el centro del altiplano, entre San Luis Potosí, Zacatecas y más precisan
parte de Coahuila, así como otras sumamente propicias para la recolección de frutos había sido ya
silvestres, como el famoso "Tunal Grande" potosino. También había regiones húme- afirmaba que
das, ocupadas por grupos caracterizadamenre agricultores, como las de la Sierra Madre camino come
Oriental y sobre todo la vieja provincia de Pánuco. Dentro de ese dilatado ámbito, fue Nueva Españ
. seguramente posible encontrar diversos "tipos" de "guachichiles'; desde los desnudos sal- por lo que es
teadores del norte seco, aquellos que se confederaban con los "zacarecos', en palabras cual no hace:
de fray Guíllermo de Santa María, hasta los que ocupaban la Sierra Madre Oriental Existe un
y la provincia de Pánuco, los cuales eran sin duda alguna, agricultores, como lo eran anteriores e ig
también la mayor parte de los habitantes prehispánicos de esa región,429 o si por alguna do con las fui
extraña razón no lo fueron, al menos mantuvieron vínculos de muy cercana vecindad y sabemos un p
convivencia cultural con ellos. Algo muy semejante a lo dicho acerca de los "guachichiles'; nuestros días:
podría argumentarse también respecto de sus vecinos del sur, los llamados 'guamares'; mo de Sanra ]
igualmente una parcialidad de "chichimecas" muy extendida en la geografía del norte. De inmediaciones
acuerdo siempre con fray Guillermo de Santa María, estos indios se diseminaban desde allí, los pames

428 Fray Guillermo de Santa María O. 5. A.• Guerra de 105 chichimecas ...• p. 99. 430 Fray Guillermo I

429 Ver. por ejemplo. Lorenzo Ochoa, Historio prehispánica de la nuasteca, México. UNAM. Instituto de Investigaciones 431 lb id. pp. 70 Y 9

Antropológicas Serie antropológica. 1984. 432 Relación de Pe(


Comanja y la rivera oriental del Lerma, entre las actuales ciudades de La Piedad y Pénja-
mo, hasta Querétaro, para difundirse luego hacia el norte hasta los viejos pueblos de San
Miguel y San Felipe, en el centro del hoy estado de Guanajuato. Desde allí los "guamares"
se extendían más hacia norte todavía por todo el altiplano septentrional, abarcando una
parte del "Tunal Grande" y continuaban hacia el este, hasta alcanzar la Sierra Madre
Oriental, desde donde, al decir de fray Guillermo de Santa María, no podían extenderse
más, pues topaban con los 'guachichiles": "no llegan a la raya de Pánuco porque los atajan
los guachichiles.T?
Como puede verse, se trata de grandes parcialidades de 'chichimecas'; cuyos terri-
torios parecen haber estado fuertemente imbricados, tanto en la zona de la cuenca del
Lerma, como más al norte, en la parte del "Gran Tunal" y que parecen tener ambos
sus orígenes en la Sierra Madre Oriental. Pero el gran problema es que al igual que
en el caso de los "zacarecos', son dos de esos grupos de los que muy poco o casi nada
se sabe hoy: incluso la lengua que hablaban unos y otros parece difícil de determinar.
Con todo, tampoco sería razonable desechar, sin más, la percepción que los españoles
llegaron a hacerse, en épocas tempranas de la colonia, acerca de lo extendidos que eran
los "dominios" de estas dos grandes parcialidades de "chichimecas" Así, por ejemplo, el
propio fray Guillermo de Santa María, describía a la Sierra Madre Oriental y la región
de Pánuco como aquellas en donde existían las mayores concentraciones de "guachichi-
les":"llegan hasta los confines de Pánuco, ocupan mucha tierra y ansí es la más gente de
todos los chichimecas y que más daños han hecho.?"! Esta percepción acerca de que el
núcleo central 'guachichil" se habría hallado no en el gran altiplano septentrional, sino
más precisamente en la Sierra Madre Oriental y los confines de la provincia de Pánuco,
había sido ya remarcada casi una década antes, por el capitán Pedro de Ahumada quien
afirmaba que la mayor parte de los 'guachichiles" provenían de "la mano izquierda del
camino como venimos de Zacatecas a la parte del norte ... ", esto es, del noreste de la
Nueva España. Cabe añadir que todavía Ahumada no hace mención de los "guamares':
por lo que es posible que en su época no se les distinguiera todavía muy claramente, lo
cual no hace sino dificultar su identiticación.P!
Existe un tercer ejemplo de parcialidad de 'chichimecas" del altiplano, vecina de las
anteriores e igualmente extendida y cuyo núcleo principal se hallaba también, de acuer-
do con las fuentes del siglo XVI, en la Sierra Madre Oriental. De ésta, por fortuna,
sabemos un poco más, gracias a que algunos de sus descendientes sobrevivieron hasta
nuestros días: se trata, obviamente, de los "pames" De acuerdo siempre con fray Guiller-
mo de Santa María, estos indios se extendían desde la margen oriental del Lerma, en las
inmediaciones de Acámbaro, Yuriria y Ucareo, hacia el oriente hasta Querétaro. Desde
allí, los pames se esparcían también hacia la parte sur de la Sierra Madre Oriental, hasta

430 Fray Guillermo de Santa María. Guerra de los chichimecas ...• p. 99 ..


431 tbid, pp. 70 Y 99.
432 Relación de Pedro de Ahumada ...• p. 59.
17°

la región de Ixmiquilpan (hoy estado de Hidalgo), desde donde continuaban propagán- cul

dose hacia el norte, nos dice el franciscano, hasta los confines de la provincia de Pánuco. elR
Es interesante constatar cómo todo este territorio correspondió, en efecto, con el que pri
los pames históricos ocuparon durante el periodo colonial: desde los bordes del Lerma, pa
hasta Querétaro y el norte del hoy estado de Hidalgo, y abarcando también una impor- los
tante porción de la Sierra Gorda, atravesaban hacia el norte la Sierra Madre Oriental
más allá de Xichú, hasta la región de Río Verde, en el estado actual de San Luis Potosí,
lugares donde todavía viven sus descendiences.f" Esto nos permite ver cómo, grupos
o parcialidades de 'chichimecas" flecheros, habitantes bien caracterizados del altiplano
árido septentrional, podían abarcar amplísimos territorios y estar ligados de manera
muy estrecha con gente de la Sierra Madre Oriental, que compartía con ellos lengua y
tradiciones culturales, al punto de no ser muchas veces posible diferenciarlos. Vl~

fue
Quizás la idea que más habría que matizar es, en el fondo, aquélla que hace del
'chichimeca" histórico, habitante del altiplano septentrional, una suerte de descendien- Si~
te directo de los "paleoindíos": los 'cazadores-recolectores" y "nómadas de siempre', por en

retomar una expresión sumamente empleada en los estudios sobre indios norreáos.f" me
Aunque sugerente, en ocasiones, en cuanto a las imágenes que evoca, no puede negarse en
que ver al "chichirneca" como un "nómada de siempre'; resulta en una visión hisroriográ- att

nca que peca de estática, en donde el altiplano septentrional, al igual que otras regiones ch
áridas de Norteamérica, el Bolsón de Mapirní, los desiertos sonorenses y alto-sono-
renses, los de las Californias, el Llano Estacado texano-neomexicano y muchos más, su
aparecen en ocasiones como una suerte de reservorios, tierras sin tiempo, donde habrían
quedado conservadas, de una vez; y para siempre, muestras de los más "antiguos" Y"pri-
mitivos" pobladores del continente. Quizás valdría la pena invertir un poco la propuesta
y preguntarse, por ejemplo, si los "chichimecas" históricos, aquellos que conocieron los
españoles, más que haber sido descendientes directos de los "paleoindios" y haber vivido
allí por milenios, prácticamente sin cambio alguno, no fueron, en realidad, "colonizado-
res" relativamente recientes de las regiones áridas del altiplano septentrional. Es decir,
descendientes de grupos que, desde las regiones montañosas que rodean esa zona ári-
da, habrían descendido hasta el altiplano seco y desarrollado estrategias de adaptación
propias a ese medio. Allí, inevitablemente también, entraron en contacto e interacción
cultural con viejos ocupantes del altiplano árido, quizás estos sí, auténticos "nómadas de
siempre": tal vez algunos grupos de indios del Bolsón de Mapimí, podrían entrar en esta
clasiíicación.t'" Ello podría ayudar a explicar porqué, por ejemplo, diversos 'chichirne-
cas" insistieron en cultivar plantas en esos medios poco propicios. Igualmente quedaría
más claro porqué los españoles, al interactuar con los 'chichimecas'; percibieron vínculos

433 Heidi Chemin Bassler, Los pames septentrionales de San Luis Potosí, México, Instituto Nacional Indigenista. Colección
INIno. 13, Serie de Investigaciones Sociales, 1984. pp. 15-76.
434 Acuñada por Beatriz Braniff e, "El Norte de México. la Gran Chichimeca", en: AAW, México Antiguo: antología de
Arqueología Mexicana, México, SEP - Editorial Raíces, 1995, pp. 128·133.
435 Ver al respecto los trabajos de leticia González, entre otros: Ensayos sobre la arqueología en Coahuila y el Bolsón de
Mapimí, Saltillo Archivo Municipal de SaltiUo, 1992.
171

culturales estrechos entre gentes que habitaban regiones tan extensas y variadas desde
el punto de vista ecológico y hablaron de parcialidades de 'chichimecas" cuyas geografías
primitivas parecen haberse extendido mucho más allá de los límites de las llanuras secas,
para abarcar amplias regiones montañosas. Los ejemplos evocados de los guachichiles,
los guamares y los pames, nos muestran cómo las respectivas geografías de los "zacate-
cos"y los "tepehuanes', tal y como han sido descritas aquí, no fueron quizás un fenóme-
no inusitado en el norte, sino quizás, incluso, la regla. Un cuarto ejemplo suplementario
que se podría citar, por último, es el de los vecinos septentrionales de los "repehuanos',
los "rarahumaras', los "conchos" y los "tobosos" En el capítulo siguiente, veremos cómo,
tanto desde el punto de vista de sus vínculos culturales como del de su lengua, los lla-
mados "tobosos" eran en realidad 'conchos', habitantes de las márgenes orientales de la
vieja provincia de Santa Bárbara. Igualmente veremos cómo éstos, a su vez, guardaban
fuertes afinidades con los "rarahurnaras', principales habitantes del extremo norte de la
Sierra Madre Occidental. Es un ejemplo más de la existencia de formas de continuidad
e interacción cultural entre grupos caracterizadamente agricultores, habitantes de zonas
montañosas y otros habitantes ~e zonas secas e inhóspitas que también se empeñaban
en cultivar algunas pequeñas plantas allí: procesos a los que difícilmente se les podría
atribuir como origen, la presencia de "migrantes" mesoamericanos o de eventuales "po-
chtecas" circulando por allí con sus muestrarios de mercancías. Quizás también, en el
caso de los "zacarecos" y los "tepehuanes" la explicación de 10 dilatado que llegaron a ser
sus geografías culturales, habría que buscada más allá de Mesoamérica.
173

cAPlrULO Agricultores de paz y cazadores-recolectores de guerra:


v

los tobosos de la cuenca del Río Conchas en la Nueva Vlzcava->

Si por una parte es verdad que dentro de la literatura histórica propiamente dicha
se ha generado una imagen simplificada al extremo del llamado "indio nómada" del
norte novohispano, llámesele chichimeca o no, la irrupción de la arqueología y la teoría
antropológica en este debate, no necesariamente ha desembocado en mayor claridad.
Tomemos corrro ejemplo de ello, los trabajos etnohistóricos de William Griffen acerca
de los llamados indios nómadas de guerra de las planicies orientales de la Nueva Viz-
caya, que son, a pesar del tiempo transcurrido, los más acuciosos y documentados que
existen.P? Los trabajos de este autor se dividen en dos grandes ejes, uno, el análisis de
un amplio fondo de documentación acerca de las guerras con los indios de la Nueva
Vizcaya, y segundo, un esquema general de interpretación acerca de la dinámica social
de los cazadores-recolectores del norte, inspirado en la ecología cultural de Elman R.
Service, Marshall Sahlins y sobre todo en particular Julien H. Steward. Según Griffen,
los indios de las planicies áridas del norte novohispano, en particular los del Bolsón de
Mapimí y el Río Conchos, se hallaban en el nivel de lo que Sreward llamó las "bandas"
u "hordas" patrilineales, Esto es, se trataba de grupos con tecnología precaria, estableci-
dos sobre territorios de escasos recursos alimenticios, y cuya principal actividad era la
caza de pequeñas especies no migratorias junto con la recolecta ocasional de alimentos
salvajes.t'" Según Steward, este tipo de sociedades se caracteriza por su permanencia
sobre un territorio bien delimitado, sobre el cual han desarrollado adaptaciones espe-
cíficas en cuanto a tecnología, conocimiento del medio y patrón de asentamiento; los
recursos de caza son explotados entonces por pequeños grupos que establecen vínculos
de parentesco y alianzas entre sí. El uso consuetudinario de un espacio común por par-
te un grupo de bandas patrilineales da origen, en este tipo de sociedad, a una noción

436 Publicado originalmente en: Marie-Areti Hers - José Luis Mirafuentes - María de los Dolores Soto - Miguel Vallebueno
eds .• Nómadas y sedentarios en el norte de México. Homenaje a Beatriz Braniff, Mexico, UNAM IIA - IIH - IIE. 2000, pp. 305-
354. 437 William B. Griffen, Cuiture Change and Shi{ting Populations in Central Northern Mexico. Anthropological Papers
of the University of Arizona no. 13. Tucson, The University of Arizona Press, 1969. Igualmente: Indian Assimi/ation on (he
Franciscan Area ot Nueva Vizcaya. Anthropological Papers of the University of Arizona no. 33, Tucson, The University of Ari-
zona Press, 1979. Ver también sus trabajos acerca de los apaches en Chihuahua durante el siglo XIX entre los que destacan:
Apaches at War and Peace. The janos Presidio (1750-'858), Albuquerque, University of New Mexico Press 1988. Igualmente:
Utmost good faith. Patterns ot upotbe-mexican bostitities in northern Chihuahua border wartare ,821-1848, Albuquerque,
University of New Mexico Press, 1988.
438 Julien H 5teward, The Theory ot Cu/ture Change. The Metod%gy o] Multi/inear Evolution, Urbana, The University of
IlIynois Press, 1976, pp. 134-137. 5teward emplea el término /andownership que aquí hemos traducido simplemente como
"propiedad territorial".
174

bien discinguible de "propiedad territorial": los recursos de caza y recolecta son enton-
ces protegidos en común por el grupo extenso de parentesco, y cualquier intrusión de
un grupo extraño a este territorio ocasiona tensiones y rivalidades que pueden des-
embocar en una guerra.439 Griffen, en efecto, retoma estas ideas y añade que para los
nómadas norteño s, la guerra servía como un mecanismo más de adaptación al medio,
cuya función consistía en mantener la posesión del "territorio tribal" y además como
vía de adquisición de recursos suplementarios. Desde ese punto de vista, la intrusión
de los españoles en sus dominios, desencadenó una respuesta típica: la guerra.440 Más
adelante argumenta este autor que debido a décadas de hostilidades con los españoles,
así como a la introducción del caballo y el ganado europeos en sus territorios, estas
bandas de cazadores desarrollaron una cultura guerrera, que las transformó en grupos
esencialmente depredadores, dedicados al saqueo de los asentamientos y posesiones
de los españoles e indios sedenrarios'i?" en un proceso muy semejante al que Steward
describe para los grupos shoshoni de California y Utah.442
De acuerdo a este esquema· de interpretación, Griffen afirma en su primer traba-
jo que uno de los principales problemas para el estudio de los grupos indígenas del
norte novohispano, es el su identificación. La región, nos dice (en este caso se refiere
al Bolsón de Mapimí), se hallaba ocupada por varios "grupos tribales" mayores, cada
uno de los cuales se hallaba subdividido en grupos menores "llamados bandas'i"? La
dificultad derivaría del hecho de que los españoles con frecuencia empleaban el "nom-
bre" de alguna "banda" en particular, para designar a un "grupo tribal mayor'; o a un
conjunto o asociación de bandas (cluster ofbands), de manera que la tarea consistiría
entonces en distinguir en la documentación, cuándo los españoles se referían a"bandas
específicas" y cuándo a "grupos tribales mayores'lt" Pero más allá de este problema
analítico y documental, remarquemos cómo todo sucede en el trabajo de Griffen como
si lo esencial de la organización social de los grupos nómadas se reflejara de manera
directa y casi transparente en la documentación colonial. Sistemáticamente elimina
términos españoles de la época tales como "ranchería" o "parcialidad'; y los reemplaza
por "bandas'; sobreentendiendo que se trataba de unidades políticas y de parentesco
que mantenían su cohesión e identidad interna, sea cual fuere la situación histórica en
que se encontraran. Correlativamente, si el "nombre" de una banda deja de "aparecer"
en la documentación, el autor asume que el grupo de parentesco como tal, ha sido
físicamente exterminado. Pero como bien lo señala Chantal Cramaussel en su artí-
culo correspondiente, detrás de la larga lista de 167 nombres de grupos indígenas del
altiplano norteño que Griffen encontró dispersos en la documentación, en realidad es
posible encontrar una gran variedad de criterios de identificación y diferenciación, de

439 tbia. pp. 135-136.


440 William Griffen. Culture Change ...• p. 3.
441 tbid .• p. 119.
442 [ulien Steward, op. cit.• p. 113.
443 William Griffen. Culture change ...• p. V. introducción.
444 Ibid.
175

entre los cuales, los vínculos de parentesco y territorialidad tal y como los entendían
los propios indios, se contaban entre los menos importantes.t" Lo mismo, poco más
o menos, puede decirse del análisis que Griffen propone de la "territorialidad" de estos
grupos. Siguiendo dentro de la misma lógica, el lugar en donde era avistado un grupo,
por principio debía corresponder con su "territorio tribal" pues, recordémoslo, teórica-
mente a cada banda patrilineal correspondía un ámbito geográfico bien delimitado: se
refugiaban para hacer la guerra en sus territorios tradicionales de caza. ASÍ, la geografía
de los encuentros y mutuas persecuciones entre indios rebeldes y españoles, terminó
convirtiéndose en la carta de la distribución de los llamados grupos nómadas del Con-
chos y el Bolsón de Mapimí.

445 Para un análisis pormenorizado del problema de los "nombres" atribuidos a los indios ver: Chantal Cramaussel, "De
cómo los españoles clasificaban ....
LAS "BANDAS" DE TOBOSOS
na
William Griffen basa esencialmente su trabajo en reportes y relatos de capitanes, m~
soldados y gobernadores, así como en gran número informaciones de testigos relacio- CIO

nadas siempre con campañas punitivas y pacificaciones de indios. La idea de privile- de


giar esta documentación de guerra parte del principio de que es en ella donde aparecen en
mencionados de manera más sistemática los grupos indígenas, en lo que supuestamente yI
debieron ser sus territorios tradicionales. En otras palabras, se trata de la búsqueda de ase
una cierta "autenticidad" etnohistórica. Pero incluso si se tomara a la guerra como un pat
elemento, por así decido 'connatural" a la dinámica de estas sociedades, el procedimien- déc
to no deja de ser cuando menos riesgoso. El uso privilegiado de un solo tipo de infor- La
mación, le imprime necesariamente un sesgo particular al análisis: se sabe poco más o Cri
menos cómo trataban y cómo llamaban a los españoles a los indios de guerra, pero se que
olvida y se ignora casi todo de lo que sucedía en situaciones y tiempos de paz, como si r=
esos indios fueran sólo de guerra, lo cual es falso la mayoría de las veces. Se deja pues de que
lado el estudio del tipo de vínculos que indios y españoles establecían entre sí, e igual- otre
mente se pierde de vista su evolución en el tiempo. Esto es precisamente lo que sucede atar
con los célebres tobosos, uno de los grupos más aguerrido s, temidos y perseguidos del Ind
siglo XVII norteño y del que sin embargo, se sabe muy poco, salvo justamente que eran es o
muy aguerridos y temibles.
¿Quiénes eran los tobososf El estudio del caso toboso, bien podría servir de ejemplo
de cómo se han construido en la historiografía, muchas de las imágenes sobre los in- ado
dios "bárbaros" y de guerra .. Retornemos entonces los trabajos de William Griffen para cesa
ello. Este autor califica a los tobosos como una de las grandes "bandas" o "conjuntos de són
bandas" (band cluster), que habitaban el extremo norte del Bolsón de Mapimí, y añade esp.
que eran cultural y territorialmente muy cercanos a los salineros y distintos a su vez de vam
los indios conchos.r" Revisemos un poco la manera como llega a esta definición etno- indi
histórica. Griffen relata que después de algunos breves contactos en el siglo XVI, su igua
aparición la verdadera irrupción de los tobosos en la escena neovizcaína, la fecha hacia el au
1610, cuando se hace mención de ellos como asentados en Arotonilco, cerca del Valle de geog
San Barrolomé.r" y añade que comienzan a aparecer en la documentación como desert patre
raiders, aunque sin mencionar ningún caso concreto. Enseguida menciona que en 1612,
los tobosos huyen de su reducción y permanecen prófugos hasta 1618, cuando en el 451 lb
452 lb
curso de la gran rebelión tepehuana, toman definitivamente el sendero de la guerra, en
453 lb
compañía de los salinerosrr" añade finalmente que si bien en 1624 había tobosos asen- 454 Al

tados en Arotonilco.t" a partir de esas fechas el Bolsón de Mapimí se convertiría en su El Gall(


455 Ibl
ámbito preferido de guerra.450 Luego los tobosos vuelven a desaparecer por dos largas
456 An
28.29.

446 Wiltiam Griffen. Culture change ...• p. 77 Y Indian assimilation ...• p. 5. 4571bi
447 Wiltiam Griffen. Culture change ...• p. 9 Y p. 77. 458 As

448 Ibid. Y Indian Assimilation ...• p. 4. Felipe o

449 Ibid .• p. 9· lán, Río


450 Ibid .• p. 77. Nueva
177

décadas de los registros de Grilfen, quien argumenta que tan sólo en 1640 les mencio-
na nuevamente como gente de guerra, al igual que a los salineros.t" hasta que una vez
más, en 1643, aparecen reducidos en Atotonilco. Afirma que ninguna de estas pacifica-
ciones fUe durable, y para demostrarlo, Griffen hace enseguida un detallado recuento
de los ataques perpetrados por los tobosos y salineros durante los dos años siguientes
en regiones tan alejadas de Atotonilco, como Cuencamé, Las Bocas, e incluso Mapimí
y Parras.452Nos comenta igualmente Grilfen, que en 1645 una "banda" de robosos es
asentada en Atoronilco, bajo el cuidado de su cacique, un indio llamado Cristóbal Za-
pata, el cual, añade, desaparece al poco tiempo de los registros, para sólo reaparecer una
década después como jefe de guerra, sólo que no en Atotonilco, sino en la región de
La Laguna.453 Este evento particular, la súbita desaparición y reencuentro del cacique
Cristóbal Zapata, al parecer resulta muy reveladora para el autor, pues de ella deduce
que el cacique escapó de Atotonilco acompañado de varios miembros de su grupo de
parentesco, es decir, su banda patrilineal, y que eligió como refugio una zona cercana al
que debió ser su territorio de origen, es decir el Bolsón de Mapimí, donde se aliaron con
otros indios comarcanos para atacar a los españoles. Este evento, unido a los continuos
ataques que registra de parte de los tobosos unidos a los salineros en la zona que va de
Indé a Parras,4s41epermite deducir que el ámbito territorial de origen de los tobosos, no
es otro sino la región norte del Bolsón de Mapimí y que se trataba, por lo tanto de un
grupo culturalmente ligado a los "salineros" y cocoyomes de esa misma región.455
Así, mientras por un lado los españoles hacían esfuerzos por asentarlos, ellos
adoptaban un patrón de guerra esencialmente depredador e itinerante, atacando sin
cesar los asentamiento s españoles y desplazándose enseguida a sus refUgios en el Bol-
són de Mapimí. Ello se demuestra una vez más en 1645, según nos dice, cuando los
españoles llegan a perseguirlos en la llamada Sierra del Diablo, al tiempo que nue-
vamente se hablaba de ellos con frecuencia, como compañeros de correrías de los
indios salineros y ejecutando ataques en regiones todo el contorno del Bolsón.t" al
igual que en la Tarahumara, o en lugares tan distantes entre sí como julimes.t'" Finaliza
el autor detallando, cómo los ataques se repiten bajo este mismo patrón de dispersión
geográfica durante el resto de la centuria.t'" Es interesante revisar cómo para Griffen, el
patrón de dispersión geográfica que presentan los ataques de los tobosos, opera como un

451 'bid., p. 10.


452 lbtd., pp. 12, 14 Y 79·
453 tbid., pp. 79 Y 82.
454 Atacan de acuerdo a estos registros en Río del Norte, Indé, Río Angosto, Parras Guapagua, Las Cruces, Los Palmitos,
El Gallo, Las Bocas, Los Charcos, Canatlán, y otros puntos más ../bid, pp. 19, 21, 24, 30, 77 Y 112.
455 'bid., pp. 76-79.
456 Anota ataques en Cuencamé, Mapimí, La Laguna, lndé, Parral, El Gallo, Parras y Las Bocas, lbtd., pp. 12, 14, 22, 24,
28, 29, Y 79·
457 tbia., pp. 22 Y 25·
458 Así por ejemplo, en 1655, se reportan ataques de tobosos en Las Cruces y Los Palmitos, (p. 29), Parral (p. 136), San
Felipe de Tarahumaras, San Juan del Rio y Canatlan (pp. 29 Y 30) En 1656 en Cerro Gordo, Cuencamé, Los Palmitos, Ocot-
lán, Río Nazas, San Juan del Río, San Pablo de Tepehuanes y se les persigue nuevamente en la Sierra del Diablo (p. 30)
Nuevamente el mismo patrón se repite para 1657: pp. 17, 30, 136.
revelador de la dinámica social de los grupos indígenas del norte. Todo sucede como si,
con el paso del tiempo, las guerras lejos de disminuir el vigor demográfico del las bandas
parrilineales tobosas, lo acrecentaran, así como su ámbito de acción. De acuerdo siempre
con los registros de nuestro autor, durante las décadas de 1660 y 1670, por ejemplo, se
ve a los tobosos cada vez con mayor frecuencia en zonas situadas al norte cuenca del Río
Conchos.P? y pronto alcanzan también territorios tan al oriente, como la provincia de
Coahuila, e incluso ya durante el siglo XVIII, en el Nuevo León, que sería, a la postre, el
último lugar donde se sabría de ellos antes de desaparecer.r'"
Sin embargo, para ese punto el análisis del autor se ha vuelto ya dificil de seguir; a su
abigarrado método de presentación de persecuciones y batallas, añade un sistema de identi-
ficación de "tribus'; 'grupos de bandas" y "bandas particulares'; donde datos documentales y
deducciones ligadas a ellos, se encadenan en una secuencia demasiado compleja. Pero lo que
es más importante, no siempre son claros los criterios a los cuales recurre para seleccionar
o eliminar datos. Un ejemplo de lo anterior, lo tenemos en su análisis de los vínculos cul-
turales que pudieron existir entre tobosos y cocoyomes. Al respecto nos dice que en 1748,
un intérprete español intentaba interrogar en lengua cocoyome a un testigo sisimble y este
no logró comprenderlo; de ello concluye, aunque con reservas ciertamente, que la lengua
tobosa y la lengua chisa, y por lo tanto la concha, eran distintas entre sí, pues ya antes había
dejado establecido que, siempre de acuerdo a este tipo de encadenamiento de deducciones,
los sisimbles eran una "banda" perteneciente a la "tribu" de los chisos, los cuales a su vez eran
'conchos" mientras que los cocoyomes eran una'lbanda" de origen roboso.v'' Admitiendo lo
vagas que resultan cualesquier conjeturas sobre las lenguas de este tipo de sociedades, sim-
plemente consignemos que el propio autor presenta muchos otros ejemplos y testimonios
que permitirían emparentar la lengua tobosa con la de los conchos y los chisos, ejemplos que
sin embargo descarta sin demasiadas explicaciones.t= En realidad, lo que le da esa apariencia
caótica y desordenada a estos trabajos, es la ausencia de algún tipo de tratamiento serial, e
incluso cronológico de la información, así como la ausencia de criterios que permitan colocar
rnínimamente en su contexto los materiales empleados. Toda la información es tratada de
la misma manera, venga de donde venga, lo mismo el sesudo y elegante reporte dirigido al
virrey por algún gobernador o visitador, que una información de testigos o la carta annua de
un jesuita: todos son "informantes" al mismo título, siempre y cuando exista algún elemento
"presencial" en sus afirmaciones. Pero sobre todo, el problema es que nunca llega a profun-
dizar en la situación de ninguna región ni de ninguno los grupos indígenas en particular.
Así, los tobosos que tan repentinamente "aparecen" en la escena hacia 1612 en la provincia
de Santa Bárbara, súbitamente se borran de los registros, aparecen de pronto en una u otra
región, sin más explicación que los avatares de la guerra, y finalmente desaparecen en hacia
finales del siglo XVII o principios del XVIII. tan repentinamente como llegaron.

459 Se les ve en Encinillas y Tabalaopa: 'bid.• pp. 11 Y 44 ,y para 1658: p. 86


460 'bid.. pp. 40. 43. 44 Y 72.
461 'bid. p. 135.
462 William Griffen. Culture Change ...• p. 41 Y p. 135.
179

LOS TOBOSOS y LAS REDUCCIONES TEMPRANAS DEL Rfo CONCHOS

Más que el detalle de las identificaciones grupales o lingüísticas, lo que interesa aquí
es acercarnos al tema de si es realmente posible hacer una lectura puramente "etnohistó-
rica" de los datos histórico-documentales, y en especial, los de las guerras con los indios.
Numerosas preguntas surgen a la lectura de estos trabajos ¿Porqué, por ejemplo, los
robosos "aparecen" y "desaparecen" con tanta facilidad de la escena? ¿Porqué, en lo más
álgido de las guerras contra ellos, lejos de disminuir, parecen multiplicarse en número
y extender su territorio? ¿Porqué, finalmente, reaparecen mucho más tarde en escena
en lugares sumamente lejanos de donde fueron identificados originalmente por los es-
pañoles? Simplemente pensemos en los más de 600 km. que separan la cuenca del Río
Florido de Nuevo León. En realidad, un simple análisis más pormenorizado de la infor-
mación, permite despejar muchas de estas dudas. Por principio de cuentas habría que
adelantar que, en realidad, no hubo tales "desapariciones": los tobosos del río Conchos
siempre estuvieron allí. Por otro lado, tampoco crecieron espectacularmente en número,
al punto de colonizar nuevos territorios. Lo que sí se transformó, en cambio, a lo largo
del tiempo, fue su situación dentro del contexto de la sociedad española local, y cambió
también con ello el significado mismo término "reboso": no eran lo mismo, en absoluto,
los "robosos" de principios del siglo XVII, que los de finales de ese siglo y principios del
siguiente, cuando la palabra "reboso" había ya adquirido una connotación muy distinta,
para pasar designar a grupos geográfica y culruralmente distintos y distantes de los "to-
bosos" originales del río Conchos.
Pero comencemos por el principio. La historia de los contactos entre los españoles
y los que después ellos mismos llamaron los "robosos', no se inicia en 1611-1612, e in-
cluso podría decirse que ni siquiera en 1582, sino mucho antes, a principios de la sexta
década del siglo XVI, cuando a partir de 1563, los colonizadores españoles por prime-
ra vez se asientan en el llamado "Valle de los conchos" estableciendo allí tres pequeños
enclaves, la efímera villa nombrada "La Victoria'; y poco después, en 1567, los reales
de San Juan y Santa Bárbara.463 Muy a pesar de que en algunas fuentes posteriores los
conchos adquirirían fama de "pacíficos" y maleables, en realidad no hubo necesidad de
esperar la irrupción de las bandas de "nómadas" indómitos provenientes de recónditos
rincones del desierto, para que la violencia guerrera pasara a formar parte permanente
de esas relaciones: eran los propios vínculos que ligaban a indios y españoles los que la
gestaban por sí mismos y de manera casi automática, inmediata.
Pequeña y todavía frágil demográficameme, para la sociedad española norteña, los
traslados de indios del centro del virreinato habían sido, desde los primeros tiempos,
un auténtico sostén para el poblamiemo en las más importantes fundaciones del norte.
Tal había sido el caso en lugares como Durango, Nombre de Dios, Chiametla 464 y en el
propio Valle de los Conchos. Sin embargo, eso no bastaba; otra práctica legal, corriente

463 Chantal Cramaussel. La provincia ...• pp. 18-20.


464 Ver en este mismo volumen el capítulo segundo: Chiametla ...
180

y perfectamente sistematizada, consistía en reducir en repartimientos y encomiendas, a


los indios de la zonas aledañas a las nuevas fundaciones. Esto fue también lo que suce-
dió en este caso con los conchos de la provincia de Santa Bárbara, pero poco tiempo re-
sistieron bajo semejante yugo. Para 1575,la villa de La Victora había sido ya destruida
y abandonada, y en el mismo trance se hallaban Santa Bárbara e Indé, debido a que los
indios, según rezaba un documento de la época, se rebelaron, huyeron a la sierra y mata-
ron a españoles indios y ganado ••. 465 Pero aún amenazados e incluso hostigados por los
indios de guerra, poco a poco, durante el resto del siglo, estos primitivos asentarnien-
tos se fueron consolidando; aparecieron explotaciones de granos y ganado, e incluso
minas. Durante la década de 1580, por ejemplo, se verificó incluso un efímero auge
minero en Santa Bárbara. Pero la otra cara de la moneda era que con todo ello, zonas
cada vez más amplias, en este caso, toda la cuenca del bajo Río Conchos y su afluente e
el Florido, es decir, la zona donde más tarde se hablaría con mayor frecuencia de los
ataques e incursiones de los "tobosos', se convertían en coto privado para partidas de 11

cazadores de esclavos que se internaban en ellas para trasladar gente de servicio hasta
los establecimientos españoles.466 Más tarde, este caótico método de traslado forzado
de mano de obra, fue reemplazado por otras formas más estables y formalizadas, aun-
que igualmente violentas. En lugar de la venta de cautivos al mejor postor, la cual era b
ilegal en tiempos de paz y fomentaba que fueran extraídos de la provincia, se estableció 01
un sistema de repartimiento s y encomiendas del cual pudieran beneficiarse los vecinos di
de mayor mérito, sin necesidad de depender de terceros.t". Una de las características UI
más interesantes del sistema de encomienda y repartimiento de la Nueva Vizcaya, fue
que para su funcionamiento, siempre dependió del traslado y re ubicación de indios
muchas veces originarios de regiones muy alejadas. En épocas tempranas era común
que los españoles establecieran sus haciendas y estancias cerca de las rancherías de los tei
indios, a los tomaban directamente en encomienda; sin embargo, ante la necesidad de de
incorporar indios de regiones cada vez más lejanas, se estableció un sistema mediante el ex
cual, la gente de servicio, tanto de repartimiento como de encomienda, debía ser sacada a,
anualmente y por tandas de sus reducciones y rancherías, para después ser devuel- po
tos, por medio de caciques nombrados por los propios españoles, hasta sus lugares de las
origen. Si bien este sistema de traslado anual funcionó en muchos casos, también fue ese
usual que se organizaran partidas de cautiverio para sacar indios gentiles de regiones los
circunvecinas, para asentados a todos juntos en reducciones, o bien para depositarlos sos
ap

465 "Relación hecha por Juan de Miranda ...


466 Chantal Cramaussel, La provincia ..., . pp. 32'49. De la misma autora igualmente: Diego Pérez de Luján ...lgualmente:
468
Encomiendas ... vala,
467 Como lo hemos visto antes, ambas instituciones el repartimiento y la encomienda, existieron en realidad en la Nueva - El I
Vizcaya desde su fundación, aunque en un principio los tributos y servicios eran establecidos directamente por los go-
469 I
bernadores; sin embargo, a partir de 1582 quedó establecido que los antiguos tributos que los indios pagaban, o debían Cram
pagar en especie, serían conmutados por tres semanas de servicios personales por año y por tributario, aunque a cambio
1990,
de esa restricción se eximió igualmente a la provincia de pagar tributos a la corona. Ver también: Chantal Cramaussel,
470 (
Encomiendas ..., p. 73.
471 ~
181

directamente en las haciendas de españoles.468 El secreto del éxito o del fracaso de este
sistema, se cifraba entonces en la capacidad de los propios españoles para mantener "de
paz" a los indios capturados. Los españoles crearon para ello, a lo largo del siglo XVI,
varias reducciones de indios conchos en la región del río Florido; la primera, el llamado
pueblo de Santa María,469 y la segunda, con mucho la más durable e importante, apa-
reció hacia 1574 cuando se fundó el convento franciscano de la villa de Santa Bárbara.
La nueva reducción no se asentó directamente en ese lugar, vacío por entonces, sino
sobre el río de San Bartolomé, que se estaba convirtiendo en la zona más poblada de
la región; allí fueron asentados juntos, indios mexicanos e indios conchos. Después de
varios abandonos y desplazamientos, el pueblo de indios o reducción, terminó hacia
1590, por establecerse de manera definitiva a orillas del río San Bartolomé, en el punto
donde más tarde se levantaría el poblado español del mismo nombre/'?"
Cabe insistir a este respecto, en que este tipo de reducciones albergaban no sólo a
indios sin encomendero, sujetos a repartimiento, sino también a los de encomienda. De
acuerdo a los títulos de encomienda que se otorgaban por entonces en la Nueva Vizcaya,
los encomendados eran entregados en depósito a sus encomenderos, quienes adquirían
la obligación no sólo de instruidos y catequizados, sino también de defenderlos, a cam-
bio, desde luego, de sus servicios personales y de guerra. Este último aspecto, el de la
obligación del encomendero de mantener armas y caballos para la guerra, y hacer uso
de sus encomendados y gente de servicio en general, para situaciones de guerra, no era
un mero recurso retórico, o un arcaísmo derivado de la Reconquista, sino un hecho real,
una necesidad de la que no podían eximirse los españoles. Puede decirse incluso que,
vista en perspectiva, la participación de hacendados y encomenderos y el uso constante
de auxiliares indios armados provenientes de reducciones y haciendas en la defensa y del
territorio, la vigilancia de caminos, e incluso en el castigo y persecución de los indios
de guerra, tuvo un peso específico mucho mayor que el de los propios presidios."! No
existía pues ningún impedimento formal, antes al contrario, para que los indios pasaran
a vivir con su encomendero, o de preferencia, en esa época, en las reducciones, donde
podían disponer de lo necesario para vivir cultivando ellos mismos sus parcelas, ya que
las haciendas eran todavía pequeñas, con pocas tierras labrantías y muy dispersas. De
ese modo también, la tarea de vigilados y controlados se compartía entre los vecinos y
los frailes franciscanos. Un excelente ejemplo de lo anterior, esjustamente el de los tobo-
sos, quienes fueron originalmente, uno de los muchos grupos de encomienda asentados
a principios del siglo XVII en San Bartolomé. El primer título de encomienda de indios

468 tbid. Ver igualmente las instrucciones dictadas al respecto por Rodrigo de Vivero el 17 de junio de 1600 en: Silvio Za-
vala, El servicio personal de los indias en la Nueva España 1600-1635 tomo V primera parte, México, El Colegio de México
- El Colegio Nacional, , 1990, pp. 584-585.
469 Este pueblo fue fundado poco antes de 1575 sobre el río de San Bartolomé, y tuvo una existencia efímera: Chantal
Cramaussel, "El pueblo de Santa María y el pleito sobre el agua de 1572 en San Bartolomé", Raíces la, octubre-noviembre
1990, pp. 8-12.
470 Chantal Cramaussel, Sistema de riego .
471 Salvador Alvarez, La hacienda-presidio .
182

tobosos de que tenemos registro fue el extendido a Tomás del Río por Juan de Gorde-
juela Ibargüen, el 26 de julio de 1600.472 Por la fecha en que se expide, el documento nos
aporta informaciones sumamente interesantes acerca de las condiciones bajo las cuales
los llamados indios tobosos fueron incorporados a la vida neovizcaína. Recalquemos,
por principio de cuentas, que se trata del primer texto colonial hasta ahora rescatado,
donde se hace referencia concreta a indios tobosos, en fecha posterior al escueto relato
de Antonio de Espejo. De acuerdo al título de la encomienda, los indios de esta nación
tobosa, habitaban en un conjunto de rancherías que se hallaban delante de donde llaman
Las Salinas, donde confinaban por un lado con gente de nación concha y por la otra con
los de nación tepehuana y añade el documento que los tobosos nunca antes habían sido
encomendados, por lo que no había impedimento en depositados. No era extraño en la
época, que indios que habitaban cerca de una salina, en este caso las llamadas Salinas de
Santa Bárbara, fueran entregados en encomienda a mineros. Tomás del Río se contaba,
en efecto, entre los principales mineros y hacendados de Todos Santos, real de minas
que por esa época había reemplazado a Santa Bárbara como el más importante de la
provincia. Era hijo de Tomás Rodríguez del Río, quien fue primer poblador en Durango,
y él mismo fue primer poblador de la villa y real de Santa Bárbara, donde había sido
minero; poco después se trasladó a Todos Santos donde vivía al momento de recibir
la encomienda. Se sabe también que Tomás del Río además de minero, era estanciero;
trocó su hacienda en Durango, por otra en la provincia de Santa Bárbara, propiedad de
Lorenzo de Vera y la cual se convirtió en una de las más importantes de la zona. Se culti-
vaban allí el trigo y el maíz y se sabe también que abastecía a los reales de Santa Bárbara
y Todos Santos en productos diversos.F'enrre ellos muy seguramente la sal: de allí que
obtuviera indios de la zona de las salinas en encomienda.
Durante esos primeros años del siglo XVII, la región del Valle de San Bartolomé
había experimentado un notable crecimiento; nuevas estancias y haciendas fueron apa-
reciendo a lo largo de las riberas del río y nuevos indios también, como fue el caso de
los robosos, iban siendo asentados allí. Una muestra de ese crecimiento, lo tenemos en
la importancia que fue cobrando también la primitiva reducción de San Bartolomé. En
pocos años el asentamiento se consolidó; además de una pequeña capilla, se construyó
también una acequia y se abrieron parcelas de riego para los indios, los cuales subsistían
de sus propios productos, al tiempo que asistían a trabajar en las haciendas de los espa-
ñoles.V" Como corolario de todo ello, en 1604 la primitiva reducción de San Barrolomé
dejó de ser una simple visita del convento de Santa Bárbara, para reemplazado en ese
cargo. Se le asignaron dos frailes permanentes encargados de administrar directamente

472 Aunque desafortunadamente no ha sido posible localizar aún el original del título. contamos sin embargo. con un
traslado parcial del mismo. reproducido en: Silvio Zavala, El servicio personal de los indios ...• tomo V. primera parte. México.
1990. pp. 590'591. Este traslado se realizó en 1624. con motivo de una reasignación de esta encomienda solicitada ese
mismo año ante el entonces gobernador Mateo de Vesga por parte de Juan de Solis, quien había adquirido una serie de es·
tancias de labor en el Valle de San Bartolomé. con las cuales se incluía el servicio de los indios tobosos de encomienda.
473 Chantal Cramaussel. La Provincia .... p. 62.
474 Chantal Cramaussel, Sistema de riego ...
de- a los indios, e igualmente se abrió una nueva reducción de indios como visita de aquella,
nos nombrada San Buenaventura de Atotonilco.t" Ese mismo año, los encargados del nue-
ales vo convento de San Bartolorné informaban al virrey acerca de la apertura de la citada
reducción, solicitándole un estipendio especial para su sostenimiento. La respuesta del
Marqués de Montesclaros llegó por medio de un mandamiento del 7 de julio de 1604,
donde se ordenaba al gobernador de la provincia se les entregaran bueyes y aperos de
labranza a los indios de Atotonilco, lo cual nos habla de que se trató de una fundación
que albergaba un número considerable de indios. Estos quedaron así bajo la tutela de los
con franciscanos, y del que era por entonces protector de los indios conchas y de los conventos
franciscanos, el capitán Diego de Morales, así como de varios caciques indios los cuales
recibieron incluso cargos de justicia. El principal de ellos era Don Cristóbal, quien reci-
bió el título de gobernador de los indios conchos, con él estaba otro de nombre Francisco
de Alanzuaco, quien fue nombrado alcalde de los indios conchos de Atotonilco, otro de
nombre Esteban recibió e! título de alcalde indio, Bautista, el de alguacil indio, y había
igualmente otros tres caciques indios: e! primero Don Andrés, e! segundo, Maopa y el
tercero, uno llamado Juan Díaz Cape.476
Aunque en diversos documentos posteriores, se indica que Atotonilco fue funda-
da con el propósito expreso de servir como reducción de indios tobosos, como puede
verse claramente por e! documento anterior, San Buenaventura de Atotonilco se fundó
originalmente para albergar a indios conchos, sin que se hiciera ninguna referencia
explícita a los tobosos. De cualquier modo, en efecto, hubo tobosos en Atotonilco prác-
ticamente desde su fundación. En 1604, por ejemplo, Atotonilco aparece como pueblo
de indios en e! censo de la provincia mandado a hacer por e! gobernador Urdiñola y se
consigna también que había ya tres vecinos españoles: Tomás Rodríguez del Río, hijo
de Tomás Rodríguez, primer encomendero de los tobosos y dueño de la única estancia
de labor en los alrededores de Arotonilco, y otros dos que vivían bajo su amparo: Juan
Ruíz de Cabrera y Francisco de Olivia.?" Se sabe que para esas fechas Tomás del Río
s en había muerto flechado por los indios (no se indica cuales), y que su hijo, el citado To-
En más Rodríguez de! Río, había comprado la estancia de Atotonilco en 1602,47S.donde se
uyó instaló con sus encomendados. Este antecedente sirvió, sin duda, para que más tarde
rían los tobosos fueran concentrados en ese lugar.
pa-
rné 475 De acuerdo a fuentes franciscanas, la fundación de este nuevo pueblo de indios remontaría a los años 1601-1603.
bajo el nombre de Santa María de Atotonilco; sin embargo. no hemos encontrado ninguna otra referencia a un poblado
ese
de ese nombre en la región: Información de los conventos, doctrinas y conversiones que se han fundado en la provincia
ente de Zacatecas. año de 1602: Colección de documentos para la historia de Son Luis Potosí, publicada por Primo Fe/iciano
Velázquez. San Luis Potosí. Archivo Histórico del Estado de San Luis Potosí. 1897-1898. t. l. p. '53. Sin embargo. dadas las
discrepancias en el nombre. existe la posibilidad de que se trate de una confusión entre San Buenaventura de Atotonilco.
on un y el ya para entonces desaparecido pueblo de Santa María. o bien de que en un principio se halla pensado en Atotonilco
éxito, para reemplazar a aquél. Ver igualmente, Chantal Cramaussel. Sistema de riego ...•
a ese 476 AGI. Contaduría 925. Cuentas de la Real Caja de Durango 1604-1605.
de es- 477 AGI. Guadalajara 28. Censo de la Provincia de la Nueva Vizcaya por el gobernador Francisco de Urdiñola. minuta de
nda. Santa Bárbara.
478 Guillermo Porras Muñoz, "Datos sobre la fundación de Ciudad Iiménez", Boletín de la Sociedad Chihuahuense de
Estudios Históricos, t. 4 no. i, '946.
De acuerdo a lo visto hasta el momento, los primeros contactos directos entre to- lo
bosos y españoles se desenvolvieron de manera muy semejante a lo que ocurrió con la te
mayor parte de los indios de la Nueva Vizcaya y del norte en general. Cabría pregun- to
tarse ahora, si realmente es posible averiguar, a través de las fuentes, qué tipo de vida
llevaban estos primeros tobosos antes de acercarse al yugo colonial, y si eran distintos
en algo de los llamados "indios sedentarios" del septentrión, como los tepehuanes, los
tarahumaras y los propios conchos. Lo primero que hay que decir, es que ni en éstas,
ni en otras fuentes posteriores, se caracteriza de manera especial a los robosos. Sus
primeros encuentros con los españoles, por ejemplo, no dieron pie a más violencia que
la que era normal en ese momento, por todas partes en el norte. Entre 1600 y 1604,
en realidad toda la cuenca del Conchos, se hallaba convertida en territorio de guerra y
numerosos indios fueron desplazados de sus lugares de origen al cabo de largas e inten-
sas campañas de pacificación.V? Estas culminaron con la fundación de otra reducción
más, dependiente del convento de San Barrolomé, llamada inicialmente San Francisco
de Comayaos y más tarde San Francisco de Conchos. Era la tercera reducción de in- pr
dios conchos que se fundaba en la provincia, esta vez en una zona todavía muy poco te
poblada de españoles, pero donde, de acuerdo a los fundadores de la nueva misión, los la
indios eran numerosos; fray Alonso de la Oliva reportaba en 1604 que había alrededor pr
de 4,000 posibles neófitos allí.480 Es probable que esos cálculos no estuvieran del todo sa
equivocados, en vista de que durante los años subsecuentes las reducciones de los con- Fr
chos siguieron prosperando; así, en 1610 San Francisco fue ascendida a la categoría de
convento independiente, con dos relígiosos.t'" y en 1611 y 1612 nuevamente se repar-
tieron bueyes, ovejas y aperos de labranza para las reducciones de conchos, incluyendo
la de Atoronilco, donados por los labradores de San Barrolorné.f'?
Este periodo de relativa estabilidad, fue roto por el gran levantamiento de los te-
pehuanes de 1616-18. Aunque en un principio los conchos se habían mantenido al
margen del conflicto, participando únicamente como auxiliares de los españoles, en
1617, los tobosos de Atotonilco desertaron de su misión y se lanzaron a la guerra. En
realidad, sería difícil saber si la escapatoria de los tobosos tuvo alguna relación directa
con las guerras tepehuanas de esos años, pero lo que es seguro es que los españoles así
lo temieron, de allí que reaccionaran como si así fuera. Se organizó entonces una expe-
dición punitiva contra ellos al mando del capitán Pedro de Mosquera la cual se dirigió
hacia el oriente del río Conchos, hacia unas salinas denominadas Del Machete, donde
se hallaban refugiados los fugitivos, e hizo gran cantidad de cautivos de guerra, los 483
has
cuales fueron vendidos como esclavos en diferentes puntos de la Nueva Vizcaya. Uno
484
de los pasajes del reporte consecutivo a esta expedición punitiva, encontramos un ele- 105 e

mento sumamente interesante acerca de cómo consideraban, o mejor dicho, de cómo 485
14d
486
479 "Probanza de Miguel de Barraza Residente en las Indias de Nueva España en la Villa de Durango de 105 servicios Mat
hechos a SM en los reynos de Vizcaya y Galicia.' 1618, en: Charles W. Hackett. Historical Documents .., Vol 2 p. 96. yeo
480 Wigberto Jimenez Moreno, Estudios de historia colonial, INAH, México, 1958, PP.146-7. 1622
481 AGI, Contaduría 925, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1610-1611-
487
482 AGI, Contaduría 925, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1612-1613. cisco
185

los españoles clasificaban en ese tiempo a los tobosos; se dice: El capitán Mosquera ha
tenido [entradas] contra los indios que llaman salineros y contra otras dos naciones, conchos
tobosos y ñonoques, ha hecho dos buenas presas en ellos•.• 483
Como puede verse por la cita anterior, tobosos y conchos eran vistos como formando
parte de una misma "nación':484 Los tobosos huidos de Atotonilco fueron reubicados allí,
junto con otros llamados acoclames, nonojes y xipocales, y algo semejante sucedió con los
fugitivos de las reducciones de San Bartolomé y San Francisco de Conchos. A partir de
esa época, la situación interna de las reducciones del río Concho s tendió de alguna ma-
nera a degradarse. Las escapatorias masivas de haciendas y reducciones se hicieron más
frecuentes que antaño, y no fueron pocos los caciques y principales indios que pagaron
con su vida, su colaboración en las sacas de indios para los repartimiento s y encomiendas.
Bien vale la pena seguir un poco más de cerca algunos aspectos de este proceso.
Una buen marco de referencia lo podemos encontrar en las rebeliones de 1621 y
1624. La primera estalló en las reducciones jesuitas (o pueblos de misión, como se
prefiera) de San Pablo de Tepehuanes y San Ignacio, ambas ocupadas por conchos,
tepehuanes y rarahumaras, quienes huyeron juntos y atacaron diversas estancias de
la provincia de Santa Bárbara.t'" La reacción no se hizo esperar y los estancieros de la
provincia, comandados por uno de ellos, el capitán Francisco Montaño de la Cueva,
salieron en busca de los alzados, acompañados por un contingente de auxiliares de San
Francisco de Conchos y en poco tiempo dieron cuenta de los alzados. Más interesante
que la rebelión misma, resulta ser el proceso de pacificación que le siguió. Todavía el
temor de un nuevo alzamiento general, semejante al ocurrido en 1616 se hallaba fresco
en la memoria, y dado que en esta azonada habían participado tepehuanes, quienes
eran considerados la máxima amenaza en ese tiempo, el gobernador Mareo de Vesga
decidió convocar a sus mejores capitanes y distribuirlos por los cuatro rincones de
la provincia y hacer él mismo un recorrido por las las principales reducciones de la
Nueva Vizcaya para confirmar con sus caciques las paces pactadas unos años atrás.486
El gobernador visitó de preferencia las reducciones tepehuanas.t" aunque también se
ocupó de los conchos, y en particular de los tobosos de Aroronilco, quienes por medio
de fray Alonso de la Oliva y en nombre de sus caciques don Jacobo, don Jusepe y don
Cristóbal, dieron la paz, sin gran problema, prometiendo que habían de bajar a la siega

483 "Relación Breve y sucinta de los sucesos que ha tenido la Guerra de los Tepehuanes desde el15 de noviembre de 1616
hasta el 16 de mayo de 1618". en C. W. Hackett, Historical Documents ...• v. 2 p. 110. el énfasis es nuestro.
484 Acerca del uso del término "nación" referido a los indios del septentrión novohispano: Chantal Crarnaussel, De como
los españoles ...
485 La rebelión y el proceso de pacificación que le siguió se hallan consignados en: Papeles del almirante Mateo de Vesga
14 die. de 1620 a 19 mayo 1622. pp. 118'136. en: C. W. Hackett. Historical Documents ...• vol. 2. p. 122.
486 En el documento se asienta que. terminada la campaña contra los indios de San Pablo y San Ignacio. el gobernador
Mateo de Vesga • ...vino visitando ... los pueblos y rancherías de indios tepehuanes que estaban de paz en la gobernación
y con ellos confirmó las paces que tenían asentadas .,", Papeles del almirante Mateo de Vesga 14 die de 1620 a 19 mayo
1622. C. W. Hackett, Historical Documents ...• vol. 2. p. 124.
487 Visitó El Zape. Santa Catalina. Papasquiaro, Capinamaíz. MilpiHas. Guarizarné, San Francisco del Mezquital. San Fran-
cisco de Ocotán, San Simón. Mapimí y otros más: ibid.
186

del Valle de San Bartolomé junto con los nonojes, xipocales y achaclames.488 Pero eso no
fue todo; aprovechando la movilización general que se había provocado ante el temor
a los tepehuanes, el gobernador ordenó asentar de paz, por la fuerza desde luego, a
otros dos grupos de recalcitrantes que, aunque ajenos a la rebelión de San Pablo y San
Ignacio, se hallaban también de guerra y huidos de sus respectivos pueblos; ellos eran,
por un lado una partida de tepehuanes de la villa de Durango y por el otro, los conchos
que habitaban río abajo de la misión de San Francisco de Conchos.
En el caso de los primeros, se trataba de antiguos rebeldes que simplemente habían
permanecido alejados de los españoles desde la rebelión de 1616-1618 y que fueron
reducidos fácilmente; en el de los conchos, en cambio, existían razones mucho más
específicas. Unos meses atrás, al tiempo que estallaba la rebelión en San Pablo y San
Ignacio, la justicia de San Bartolomé había enviado a Don Alonso, un indio que porta-
ba el pomposo título de cacique de la nación concha:

': . .la tierra adentro a llamar a los indios conchos para que fuesen a trabajar las labores y
haciendas del dicho Valle como lo acostumbran cada año y que habiendo llamado y junta-
do algunos indios y queriendo volverse al dicho valle los que así había juntado se alzaron,
rebelaron y flecharon e hirieron al dicho don Alonso cacique ... 489

Los estancieros del Valle de San Bartolomé volvieron a tomar las armas, y coman-
dados por otro de ellos, el capitán Cristóbal Sánchez, se dirigieron en contra de los
conchos alzados, quienes se habían refugiado río abajo. Los rebeldes fueron cercados
y reducidos y varios de los cautivos, enviados a Durango donde el gobernador los con-
denó a ser vendidos como esclavos en pública almoneda. Este castigo ejemplar, sólo
aplicado a los indios apóstatas y considerados enemigos jurados de la corona, nos mues-
tra que los conchos no eran vistos como gente especialmente dócil y poco beligerante.
Los robosos, mientras tanto, permanecían tranquilos en su reducción de Atotonilco,
al parecer ajenos a aquellos acontecimientos. Dos años después, en 1624, la situación
dio un vuelco y tocó esta vez a los tobosos el papel protagónico en un episodio muy
semejante al anterior. Esta vez fue el cacique don Jacobo el encargado de mandar llamar
a un grupo de tobosos de las salinas, para que se asentaran de paz y participaran en
las cosechas del Valle de San Bartolomé.t" Aunque el cacique no murió en el trance,
los convocados se negaron a b~iar de paz y más tarde, en las informaciones de testigos,
confesarían que ellos habían permanecido alzados "desde hacía más de veinte años';
sin tener ni haber dado obediencia a su magestad, retirados en los campos y sin doctrina,
cometiendo robos y ataques a las estancias de los españoles y acompañados de algunos
indios llamados "salineros', probablemente tepehuanes. En vista de la negativa a redu-
cirse, otra vez los estancieros de San Bartolomé se organizaron para salir en busca de

488 tbta, p. 124.


489 ioid, p. 130.
490 "Papeles del Almirante Mateo de Vesga". en C. W. Hackett, Historical Documents ...• v. 2. p. 140.
187

los rebeldes, siempre bajo el mando del capitán Cristóbal Sánchez, y una vez más los
cercaron y los redujeron, hiriendo a algunos y tomando cautivos a orros.t" También en
este caso los derrotados hicieron las paces con el gobernador, quien por tratarse de un
grupo bastante numeroso, los hizo poblar en un puesto nombrado San Felipe de Río
Florido, ubicado a 6 leguas de Aroronilco, y el cual quedaría a cargo de fray Lázaro de
Espinoza, superior del convento de San Bartolomé.r'? Como hemos podido ver, todavía
en esta época, a pesar de las escapatorias y escaramuzas, los tobosos no se distinguen
del resto de sus congéneres, cuando menos en cuanto a algún supuesto carácter espe-
cialmente guerrero o huidizo. Es evidente, por ejemplo, que cuando en el documento
de 1624, los robosos que iban a ser reducidos en San Felipe de Río Florido, afirmaban
haber permanecido desde hacía dos décadas alejados de los españoles y "sin doctrina',
ello se refería a ese grupo en particular y no a que todos los tobosos hubiesen permane-
cido siempre irreductíbles, por completo refractarios a su incorporación a la sociedad
española y en estado de guerra permanente: hemos visto que no fue así. Había, en
cambio, otros grupos en esa época que eran considerados como mucho más peligrosos
y terribles que los tobosos, en particular los "civilizados" y "sedentarios" tepehuanes, o
bien los xíximes y los acaxees, y hasta los casi "mesa americanos" indios de la provincia
de Chiametla, eran más temidos que ellos.?". Notemos simplemente, hasta la década
de 1620, sólo dos grandes grupos aparecen con sus nombres de manera sistemática en
las reducciones del río Conchas: los propios conchas, y los tobosos, o conchos-tobosos,
como se les llamaba también en ocasiones. Fuera de estos dos, sólo de manera ocasio-
nal aparecen indios de otras "naciones" como asentados allí; recordemos, por ejemplo, a
los nonojes, acoclames y xipocales, que aparecen después de las guerras de 1618, de los
cuales lo único que se sabe es que los españoles decían que eran "sujetos" de los tobosos.
Difícilmente, sin embargo, pueden encontrarse en la documentación elementos que
permitan diferenciar claramente entre estos dos grandes grupos: conchas y tobosos.
Desconocemos por desgracia el origen geográfico preciso de las encomiendas de robo-
sos y de los tobosos reducidos en Arotonilco: sólo se consigna en la documentación de
manera incidental, que se trataba de gente "de las salinas'; sin más precisión al respecto.
Fuera de esta vaga alusión a su proveniencia, tema que abordaremos más adelante, y
del hecho de que portaban un apelativo distinto, muy poco distingue a los tobosos de
los conchos de paz en la reducción de Atotonilco. La década de 1620 fue una época
de expansión para el sistema misional en la provincia; por todas partes en las regiones
circunvecinas, se creaban nuevos enclaves españoles y reducciones de indios,494 y en

491 lb id. p. 140.


492 lb id.
493 Para un relato de la rebelión tepehuana de 1616-1618: Guillermo Porras Muñoz. La frontera pp. 141-164. acerca de la
provincia de Chiametla. ver en este volumen el capítulo dos: Chiametla. una provincia olvidada .
494 En 1624. por ejemplo. al mismo tiempo que en la parte oriental de la provincia, se estaba creando la reducción de San
Felipe de Río Florido. más al sur se abría la de Santa Maña de Cerro Gordo, con tepehuanes. y en el occidente surgían las
misiones de San Miguel de las Bocas (en el propio río Florido), San Ignacio de tarahumaras y Santa Cruz de Tepehuanes:
Chantal Cramaussel, La provincia .... pp. 51-60.
188

Atotonilco igualmente, se abrieron varias estancias y haciendas de granos y ganado en


sus inmediaciones, derentadas en particular por antiguos mineros del real de Todos
Santos, el cual había prácticamente desaparecido y todo indica que cuando menos al-
gunos tobosos de Arotonilco pasaron a trabajar en ellas como encomendados.l"
Ignoramos si durante ese periodo en particular, los tobosos estaban siendo utiliza-
dos también para explotar las salinas de las llanuras orientales de la provincia, o si se
estaban practicando nuevas capturas o "pacificaciones': de tobosos y demás indios para
colocarlos en reducciones y haciendas, o si simplemente todo se debió a los rigores del
trabajo en ellas, pero el caso es que en 1627, nuevamente los indios de Atoronilco aban-
F
donaron de su reducción y al igual que tres años atrás, se organizó una entrada contra e
ellos y fueron reducidos. Lo curioso de este episodio, es que esta vez el encargado de t:
llamarlos de paz fue el indio Alonso, quien ostentaba el título de capitán de los indios d
conchos de la parcialidad de Atotonilco,496lo cual muestra que seguía siendo considerada e,
como reducción de conchos y de robosos.i" d
La nueva escapatoria y reducción resultó ser un episodio pasajero y durante los años d
siguientes, los indios de Arotonilco incluso incrementaron su número: en 1630, el po~
blado había alcanzado ya los 200 vecinos indios.t" Incluso en ese periodo se les llegaron
a confiar a los robosos, labores de guerra; en 1632, por ejemplo, salieron bajo el mando
sus principales, Alfonso y Alvaro (de los cuales no se sabe si eran tobosos o conchos),
como auxiliares de guerra en contra de los indios llamados maca mes (o conchos masa-
mes, nombre de una encomienda de conchos del Valle de San Barrolorné), de quienes
se decía eran vecinos de los propios tobosos.t" La apertura de las minas de Parral y
las nuevas presiones que ello trajo aparejado para las sociedades indígenas locales, no
parecieron cambiar demasiado esta situación, al menos en el corro lapso. En 1635, por
ejemplo, nuevamente los tarahumaras y tepehuanes de San Pablo, San Ignacio, Las Bo-
cas y demás misiones se alzaron y fueron derrotados, pero los tobosos permanecieron
tranquilos. Tan tranquilos parecían los tobosos en esa época, que en 1632, el goberna-
dor Gonzalo Górnez de Cervantes, ante la falta de sal que se vivía en el recién fundado y
floreciente real del Parral, informaba que había salinas situadas a nueve días de camino
de Parral, en términos de los territorios de los indios tobosos que han venido de paz, por
lo que hizo llamar a sus principales y caciques, don Jacobo, don Pablo y don Agustín,
así como a Chaome, cacique de los nonojes y Mazare, que lo era de los ococlarnes, para
pactar un asiento sobre la explotación de esas salinas. Los caciques escucharon el auto
del gobernador al respecto, y aceptaron gustosos su contenido, prometiendo:

495 Además de la ya citada encomienda de Tomás del Río, conoce el caso de la de Bartolomé Delgado. quien pasó a ser
encomendero de tobosos: Chantal Cramaussel. Sistema de riego ...•
496 AGI. Contaduría 925. Cuentas de la Real Caja de Durango.
497 Ese mismo año fue nombrado el indio Mateo de Atotonilco. capitán de la nación concha: Ibid.
498 Guillermo Porras Muñoz. El nuevo descubrimiento ...• pp. 33'37. 500
499 AGI. Contaduría 926. Cuentas de la Real Caja de Ourango, 1632'1634.

que gustando su señoría ellos acudirían a su tiempo y con su gente a cogerla y amontonarla
y que podrán entrar con toda seguridad carros y recuas a cargar y al tiempo de la cosecha
se les lleve bastimento para que coman y se les pague su trabajo, porque con puntualidad
acudirán cada año a servir a su magestad en esto .•. y los dichos caciques aceptaron el dicho
asiento y prometieron de cumplir lo que tienen ofrecido con lo cual se despidieron de su
señoría del dicho señor gobernador ... 500

Por el momento, el carácter relativamente pacífico y cooperador de los tobosos, no


parecía despertar demasiadas dudas entre los españoles. Al despedirse, los caciques
entregaron incluso varias cabelleras de indios rebeldes que se hallaban quizás en sus
tierras. De toda evidencia, la situación no era del todo pacífica, pero tampoco puede
decirse que de urgencia extrema. Habría que esperar todavía varias décadas para que
esta situación comenzara a cambiar de rumbo y para que comenzara a aparecer otro tipo
de toboso, que no es necesariamente el mismo que hemos descrito hasta ahora, y que
denominaremos, a falta de otro término mejor, el toboso de guerra.

500 Asiento con los tobosos sobre unas salinas. en: Guillermo Porras Muñoz. El nuevo descubrimiento ...p. 226. apéndice no.


LOS AGRICULTORES DE PAZ todavía
"aztecas
Valdría la pena hacer un alto en el camino para ver si a partir de la documentación indios e
existente acerca de estas primeras décadas de contactos, es posible identificar de qué de los <J
tipo de sociedad provenían estos tobosos. Si nos limitáramos tan sólo a lo que po- indios c
dríamos llamar fuentes de "primera mano'; esto es relatos de época, y de preferencia después
presenciales, lo primero que vemos en ellos es que sólo disponemos unas pocas, breves nal, al e
y escuetas descripciones de la región de los tobosos y que son básicamente las mismas no hace
que tocan a los conchos. Sin embargo, el punto más importante no se encuentra allí, norte, c
sino en cómo esos textos han sido construidos. Sin querer entrar en demasiadas hon- indios e
duras a este respecto.f" citemos simplemente como ejemplo, la célebre descripción de y mucl»
Juan de Miranda de 1575, uno de las primeros textos de primera mano que se refieren de que I
al Río Conchos. En ella se dice: cualquí,
Con
': .. llámanle el río de las conchas y a ésta causa, llaman a los indios que en él hay, de las con- meras e
chas; hay grandísima cantidad de indios a los cuales por no haber habido nahuataros que quien d
les entiendan no se les ha podido hablar y llamar de paz. Hasta ahora pocos días ha que
se tuvo ser de la lengua de los indios del pueblo de San Miguel, y dicen los indios de este ': .. ha
pueblo haber salido y procedido de aquella provincia; entiende se vendrán todos de paz con tidad
facilidad por las lenguas y hay tanta cantidad de gente que según dice el nahuataro, habrá come
tantos como en Tlaxcala, e dan por noticia estar no muy lejos de la mar; es gente inhábil y son F
desabida, porque no tienen sementeras de maíz ni otras semillas y se sustentan con muy
viles y bajos mantenimientos ... "502 Corr
de Mira
Ya tan sólo en esta corta cita encontramos elementos que serían difíciles de integrar particul
a un reporte "ernográfico" o "etnohistórico'. Por ejemplo; la afirmación de que los indios de relac
al norte del Nazas eran "numerosos'; puede resultar aceptable, en la medida en que otros la relaci
muchos documentos y los propios acontecimientos, así lo confirman. Pero si bien, por la quienes
misma razón, la frase de que eran tantos como en Tlaxcala, podría tomarse como un sim- que los
ple recurso de lenguaje, en realidad allí el asunto ya no es tan sencillo. No podemos dejar otras yel
de lado que, unas líneas antes, el franciscano dice haber tenido noticias, supuestamente da una 1

por medio de un nahuatlato, de que estos mismos indios dicen haber venido y procedido mente a
de la provincia de San Miguel, esto es, de San Miguel de Culiacán, añadiendo que su que, qUl
lengua era la misma que se practicaba en aquél lugar. Si realmente le quisiéramos atri- distinta:
buir la categoría de "informante" a Juan de Miranda, lo menos que se podría decir es que cultivos
resulta un testimonio bastante curioso desde el punto vista 'etnográfico" y "filológico':
que dejé
Pero en realidad tampoco éste es el asunto; no olvidemos que hacia la década de 1570
tenía ra:

501 Para una profunda discusión acerca de la construcción de los textos sobre los indios en el periodo colonial: Guy
503 Relaci
Rozat, Indios imaginarios ... Del mismo autor sobre los textos jesuitas norteños: América imperio del demonio .... Cuentos y
documento
recuentos, México, Universidad Iberoamericana Departamento de Historia, Serie Historia y Grafía 3, 1995.
504 Migue
502 Relación hecha por Juan de Miranda ..., vol. 16, p. 569.
gy..., p. 99·
todavía se hablaba con frecuencia de Culiacán como el posible lugar de origen de los
"aztecas';por lo que no es de extrañar que el franciscano identifique la procedencia de los
n indios de lo que era el norte ignoto de ese tiempo, con Culiacán, obviamente no a partir
é de los que los indios "le dijeron'; sino de su propio saber. La alusión a que había tantos
indios como en Tiaxcaia, bien puede colocarse en el mismo registro: tan sólo ocho años
después, Antonio de Espejo saldría en busca de un ignoto y riquísimo reino septentrio-
nal, al cual bautizó justamente como "La Nueva Tlaxcala" Juan de Miranda igualmente,
no hace sino poner su grano de arena en la cuestión del tamaño del continente hacia el
norte, cuando de su propio peculio, o por medio de un "nahuarlaro', hace decir a estos
indios que sus tierras se encontraban no muy lejos de la mar: como sabemos, lo estaban,
y mucho. Ante todo esto, resulta difícil darle su lugar a la afirmación de Miranda acerca
n de que los indios de esa región eran gente tan inhábil y desabida, que ignoraba el uso de
cualquier semilla, en especial sabiendo que Miranda nunca recorrió esos territorios.
Contrastemos entonces el relato de Miranda con otro, proveniente de una de las pri-
meras expediciones que remontaron el río Conchos.Ia de Antonio de Espejo de 1583,
quien describió de la siguiente manera a sus habitantes:

"... hallamos que se sutentan de conejos, liebres y venados, que cazan y hay en mucha can-
tidad y de algunas sementeras de maíz y calabazas y melones de Castilla y sandías, que son
como melones de invierno que siembran labran y cultivan; y de pescado y de mas cales que
son pencas de lechuguilla ... "503

Como puede verse, existe una gran diferencia de la opinión entre Espejo y la de Juan
de Miranda. En realidad ya otros autores anteriormente han comentado este punto en
ar particular, rernarcando el relativo valor que con frecuencia hay que acordar a este tipo
os de relaciones. Miguel Othon de Mendizábal, por ejemplo, recordaba que mientras en
os la relación de Pedro de Bustamante y Hernando Gallegos, soldados de Chamuscado,
la quienes habían recorrido el mismo territorio tan sólo un año antes que Espejo, se decía
que los habitantes del conchos eran chichimecas desnudos, que se mantienen de raíces y
ar otras yerbas del campo ... A un año de diferencia, nos dice Mendizábal, otra expedición
te da una versión por entero distinta de la misma cuestión y argumentaba que probable-
do mente ambas descripciones fueran correctas en 10 fundamental, salvo por el hecho de
su que, quizás, unos y otros hubieran pasado en épocas diferentes del año y presenciado
n- distintas actividades estacionales: recolecta de frutos silvestres por un lado, cuidado de
ue cultivos y pesca, por el otro.504 Anotemos al respecto, que la descripción de los conchos
que dejó Diego Pérez de Luján, acompañante de Espejo, deja pensar que Mendizábal
tenía razón. Según ese experimentado cazador de esclavos, bien acostumbrado a esos

503 Relación de Antonio de Espejo. en: Joaquin Pacheco. Francisco de Cárdenas y Luis Torres de Mendoza. Colección de
documentos ...• vol. 15. p. 124.
504 Miguel Othon de Mendizabal. Influencia de la sal ...• p. 107. Ver igualmente: Ralph L. Beals. The comparative ethnolo-
gy...• p. 99·
parajes, los indios de por allí practicaban la pesca y la caza, al tiempo que cultivaban don
maíz, calabazas y melones, e incluso añade que esto último lo hacían en terrazas alejadas uno
del río, por temor a las inundaciones. Vale la pena destacar también que Pérez de Luján, encc
quien tenía entre sus indios de servicio, esclavos capturados en esa región, comentaba el
que sólo dos lenguas se hablaban a lo largo de la cuenca del río: la concha, desde la pro- de k
vincia de Santa Bárbara hasta cerca de la confluencia del Conchos con Bravo, y la que rniti
él llamó patarabuey, en la junta de esos dos ríos: un testimonio valioso, viniendo de un cuer
buen conocedor del terreno.
No hay mucho más que decir respecto a lo arriba señalado. Los textos del siglo XVI C011J

norteño son especialmente parcos en cuanto a descripciones de indios; de imágenes, cara


ni hablar: simplemente no existen. Lo arriba citado es prácticamente lo único con que veg(
contamos como descripción de los conchos en el XVI. En cuanto a los robosos, la dífe
situación no es mejor; disponemos solamente de una anotación de Espejo, quien men- eno
ciona lo siguiente sobre un punto no muy lejano de la confluencia de los ríos Conchos yen
y Bravo: salimos de esta nación [de los pasaguates J y a la primera jornada hallamos otra elrí
gente que se llaman los jobosos ... , es todo. 50S Durante el siglo XVII, fuera del ámbi- cual
to jesuita, los españoles prácticamente no mostraron interés alguno en describir a los Flor
indios; la época de los grandes relatos de expediciones y conquistas habían quedado les r
atrás, y durante este siglo, lo poco que sabemos acerca de cómo vivían los indios en su Río
propio medio, proviene de cortos y escuetos comentarios, simples anotaciones disper- los:
sas en un mar de documentación diversa. Esta es, en el fondo, la razón por la cual los evoc

etnohistoriadores han preferido o intentado reconstruir los caracteres culturales de los más
grupos indígenas norteño s a través de elementos indirectos, complementados con lo debJ
que podría parecer un adecuado marco teórico de referencia. dem
Después de lo expuesto anteriormente, podemos regresar al tema de cuál fue la si- riod
tuación dentro de la sociedad española, de este grupo que ha sido caracterizado como repr
típicamente cazador-recolector, en este caso, los tobosos, y hasta donde tal caracteriza- rIaa
ción es en efecto sustentable. Un punto de partida que nos parece esencial, es que por Por
año,
desgracia desconocemos el origen geográfico de los primeros tobosos que fueron asen-
tados en la encomienda de Tomás del Río, y en Atotonilco poco después. Si realmente, fact!
como es lógico suponer, ya que era lo normal a principios del siglo XVII, se trataba de Tarr
gente que provenía de las cercanías de la propia misión, entonces lo más probable enton-
ces es que conocieran en algún grado la agricultura, lo cual explicaría su relativamente
506 e
rápida adaptación a la forma de vida que se les impuso allí. En realidad, no existen 507 L
razones documentales para confinar a los robosos a un ámbito geográfico restringido y Testar
cread
sobre todo tan restrictivo como lo es el interior del Bolsón de Mapimí y hacer de ellos,
508 F
por lo tanto, cazadores-recolectores "puros": no es en este ámbito donde se mueven los parte

tobosos históricos. La misión de Arotonilco se encontraba a unos 15 o 20 km del Valle tened


En 17;
de San Barrolorné, casi en la confluencia del río de este nombre, y el Florido, del cual es
Parral,
uno de sus principales afluentes. El Florido nace en la Sierra de Santa Bárbara, desde de los
509 (
510 S
505 Relación de Antonio de Espejo ...• p. 125.
193

donde toma un breve curso hacia el sur, para después torcer en dirección del noreste por
unos 100 km. hasta la confluencia con el río de San Bartolomé, muy cerca de donde se
encontraba la misión de Atotonilco: luego se dirige hacia el noroeste, hasta reunirse con
el Conchos unos 120 km. más adelante. Atotonilco se encontraba, entonces, sobre uno
de los puntos más orientales de la cuenca de este río, que de alguna manera marca un lí-
mite entre las estribaciones del Bolsón de Mapimí, propiamente dicho, hacia el este, y la
cuenca del conchos y e! sotomontano de la Sierra Madre Occidental, hacia e! poniente.
Se trata pues de una zona, por aSÍ, decirlo, de transición entre esos dos grandes
conjuntos geográficos, hecho que debe ser tomado en cuenta a la hora de intentar una
caracterización de los grupos indígenas que la habitaban. Aunque la pluviornerría y la
vegetación son poco más o menos las mismas hacia una u otra banda del Florido, la
diferencia consiste en que quien se dirigiera hacia el Bolsón a, partir de Atotonilco, no
encontraría ninguna corriente de agua permanente en muchos cientos de kilómetros,
y en cambio, a tan sólo una veintena de kilómetros hacia e! poniente, se toparía con
el río de! Parral, o San Gregorio. En contraste con el curso de! río San Bartolomé, el
cual se pobló desde épocas muy rempranas.P'{a ocupación de la franja oriental del río
Florido fue más lenta y tardía. Río abajo de Atotonilco, los dos asentamientos españo-
les más importantes, eran las haciendas de La Concepción y la llamada justamente de
Río Florido. 507
Río arriba, en cambio, entre Atotonilco y San Francisco de Conchos,
los asentamiento s españoles fueron mucho más tardíos.50s Las razones que pueden
evocarse para explicar lo tardío del poblamiento de esta zona son múltiples, pero la
más importante es, sin lugar a dudas, la lentitud con que lograron consolidar sus en-
debles demografías los asentamiento s de españoles de la provincia. Como bien lo ha
demostrado Chanral Cramaussel, en los poblados y haciendas de españoles de ese pe-
riodo, los indios que constituían la mayor parte de la población, presentaban tasas de
reproducción prácticamente nulas, e incluso desaparecían con celeridad y esto necesa-
riamente afectaba de manera negativa la demografía del resto de los grupos sociales.F?
Por otro lado, el fulgurante crecimiento que experimentó Parral durante sus primeros
años, se detuvo en el corto plazo, lo cual limitó las posibilidades de este poblado como
factor de colonización, pese a que era uno de los mayores del norte novohispano.t'"
También podría argumentarse que la ferocidad e insumisión de los indios de esa región,

506 Chantal Cramaussel. La provincia ...• pp. 19-26.


507 Los orígenes de ambas pueden fecharse hacia la década de 1620: Archivo Histórico de Parral, Microfilmes UTEP,1664b:
Testamentaría del capitán Andrés del Hierro. Es incluso probable que surgieran allí como consecuencia justamente de la
creación de la reducción de San Felipe de Río Florido, en 1624: Chantal Cramaussel. la provincia ..., p. 56.
508 Fuera de las haciendas de San Francisco de Conchos, la única hacienda importante de que tenemos noticia en esa
s parte del río, es la de San Antonio de la Enramada (o de la Ramada), la cual existía a principios del siglo XVIII, y que per-

e teneció a 105 dueños de la hacienda de Santa María de Atotonilco; antes de esa fecha aparece únicamente como "puesto".
En 1728 pertenecía a Antonio y Gertrudis Rodela, dueños de la hacienda de Santa María de Atotonilco: Archivo Histórico de
is
Parral, Microfilmes UTEP, Visitas de las haciendas de Valle de San Bartolomé, 1728. Más tarde la Enramada pasó a manos
e de ]oseph de Berroterán, capitán del presidio de Conchos.
509 Chantal Cramaussel, "Haciendas y mano de obra ..., pp. 23-24.
510 Salvador Alvarez, Mineria y poblamiento ..., pp. 133-134.
194

en especial los tobosos, fue la que frenó el establecimiento de los españoles en ella. Pero proc
la falta de pobladores españoles no fue una característica propia del bajo río Florido: la plan
tarahumara tampoco se colonizó durante el siglo XVII, pese a su mayor fertilidad ya bajo
estar poblada por "agricultores incipientes': El hecho, en suma, es que durante todo el cuar
siglo XVII, e incluso mucho más allá en el tiempo, prácticamente toda la parte oriental mod
del río Florido y sus alrededores, permaneció como tierra de indios. No existe ninguna conv
indicación válida para afirmar que los "tobosos" y en especial, los que se asentaron en F
Atoronilco durante la primera mitad del siglo XVII, fueran gente que proviniera o habi- a los
tara exclusivamente en las tierras situadas al oriente del curso del Florido, y que evitara, bose
por alguna razón misteriosa, asentarse sobre sus riberas, o en los territorios situados dich
al oeste de las mismas. Es claro que es allí, sobre el río, donde existían mayores posibi- para
lidades de que la población indígena fuera un tanto más densa, y que allí se dirigirían boso
preferentemente los españoles en busca de gente para sus establecimientos. La historia luga!
temprana de los tobosos nos habla de gente a la que, al igual que a los conchos del curso mod
mayor del río, les eran familiares, tanto las labores agrícolas en pequeña escala, como la 161
caza-recolección en las tierras del interior, tanto del Bolsón, como del sotomontano de rrune
la Sierra Madre, sin que pueda irse mucho más allá en cuanto a precisiones. De hecho,
los propios españoles no establecieron, cuando menos en épocas tempranas, diferencias
que hagan pensar en que existiera una distancia cultural notable entre conchos y tobo-
soso Ambos sirvieron desde épocas muy tempranas en haciendas de españoles y lo que
es más importante, en reducciones con gobernadores y caciques en común; lo más que
se percibe es que la lengua tobosa no era exactamente igual a la de los conchos de otras
regiones, aunque comprensible para aquellos. ciacie
Dos veces durante las primeras dos décadas de su existencia, se entregaron aperos de pudi
labranza para los indios de Atotonilco, y lo normal era que los habitantes de este tipo CIOS

de reducciones vivieran del producto de sus propias tierras, como fue el caso del pueblo catal
de indios de San Bartolomé y salvo demostración en contrario, también de los de Ato- al co
tonilco. No se tienen referencias, por ejemplo, de que los franciscanos solicitaran a las los re
autoridades españolas algún tipo de estipendio para el sostenimiento de la reducción de espa
Atoronilco, tal y como sucedió, por ejemplo, con los guachichiles en el siglo anterior, de inm
modo que, de grado o de fuerza, los tobosos tuvieron que cultivar sus tierras."!'. Por otro como
lado, recordemos igualmente que en los documentos de 1621 y 1624, se afirma explíci- de d
tamente que los tobosos eran asentados en Atotonilco para trabajar en las cosechas del corn
Valle de San Bartolomé. De una u otra forma, todo lo anterior nos indicaría que los ro- estab
bosos no desconocían por completo el trabajo agrícola. Cierto, puede argumentarse que
los tobosos pudieron aprender a servirse de implementos agrícolas a través de un cierto
512 WI
513 Co

511 Según las cuentas de la Caja Real de Durango, el convento de San Bartolomé recibía durante el periodo en cuestión, efecto

un estipendio anual de la Real Hacienda de 500 pesos de oro común, para el sostenimiento de dos frailes; tal y como se el cons

consigna en páginas anteriores, dos veces se entregaron aperos de labranza para las reducciones del Valle de San Bartoto- cuales

rné, esto es en 1604 y 1612: AGI, Contaduría 925, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1604·1612. No se tiene noticia alguna adapta

de que 105 labradores de San Bartolomé hubieran entregado granos, carne o algún otro producto para el sostenimiento de das, las

ninguna de las dos reducciones. tración,


195

ero proceso de "aculturación", Sin embargo, semejante hipótesis, más que ser una explicación
: la plantearía un problema; habría que explicar, por ejemplo, porqué estos habitantes del
bajo río Florido ignoraban por completo el uso de semillas, mientras sus vecinos, a unos
cuantos kilómetros, sí se servían de ellas; igualmente habría que preguntarse de qué
modo individuos que durante milenios sólo habían conocido la caza y la recolecta, se
convierten en agricultores en menos de una generación.
Por otra parte, también es un hecho que los españoles consideraban a los conchos y
a los tobosos como pertenecientes, si no mismo grupo, a grupos afines entre sí. Los to-
bosos siempre compartieron la reducción de Atotonilco con los concho s propiamente
dichos, e incluso tenían autoridades indias en común. En todo caso, todo indicaría que
para los españoles que los congregaban allí, la característica que diferenciaría a los to-
bosos de los conchos era en primer lugar la región que habitaban y quizás en segundo
lugar, su lengua. El aspecto físico, y sobre todo, características culturales tales como el
rso modo de obtener su subsistencia, no parecen haber tenido gran peso en este caso. En
o la 1619, por ejemplo, en el curso de una expedición por el bajo río Conchos, sobre el ca-
de mino real del Nuevo México, el gobernador Mareo de Vesga, anotaba que los concho s
he, de esa región eran difíciles de combatir, pues en tiempos de guerra, abandonaban sus
cias asentamientos para dedicarse a la caza, la recolección y la pesca.S12 Este es probable-
bo- mente uno de los primeros testimonios de su tipo, acerca de los concho s como indios
que de guerra, y es una descripción que perfectamente podía encajar con la de cualquier
que otro grupo de la región y en particular con los tobosos.
tras La propuesta de William Griffen de privilegiar el territorio como criterio de diferen-
ciación de los grupos étnicos norteños, sin dejar de ser interesante, sólo sería válida si se
s de pudiera demostrar que estos grupos de alguna manera permanecieron fijos sobre espa-
cios territoriales bien definidos. El hecho, por ejemplo, de que, en la documentación, se
catalogue a los tobosos como habitantes "de las salinas': no añade, en realidad, gran cosa
al conocimiento que se tiene de ellos. El asiento supuestan1ente acordado en 1632 entre
las los robosos y el gobernador Górnez de Cervantes, ejemplifica perfectamente cómo los
de españoles sistemáticamente intentaban atraer e incluso establecer hacia las salinas o sus
inmediaciones a los indios. Se sabe que tanto las sociedades de agricultores incipientes,
tro como en las de cazadores-recolecto res, de una u otra manera explotaban diferentes clases
líci- de depósitos de sal para proveerse de ella y los tenían en general como territorios de re-
del corrido, más no de residencia: incluso los recolectores más recalcitrantes, se resistirían a
to- establecerse en un medio de halófitas.513 El hecho, entonces, de que los españoles hablen
que
erto
512 WllIiam Griffen, Culture change ...• p. 39.
513 Como es bien sabido. en medios continentales desérticos y semidesérticos. las salinas se forman fundamentalmente por

stión, efecto del rodamiento de las aguas de lluvia. las cuales se depositan en zonas bajas y cerradas. donde la poca pendiente y

o se el consiguiente estancamiento facilitan su evaporación. produciéndose la sedimentación de las sales contenidas en ellas. las
cuales se acumulan en la superficie. si bien en general las plantas de medios desérticos y semidesérticos. han desarrollado
adaptaciones para tolerar aguas más cargadas de minerales Que las de otros medios naturales. sólo plantas muy especializa-
das. las halófitas, pueden soportar vivir en las salinas propiamente dichas. e incluso más allá de un cierto grado de concen-
tración. éstas también mueren por intoxicación.: lean Demangeot. Les milieux nature/s aésettiques.¿ pp. 74-75 Y 129-137.
de los tobosos, o de los salineros, en su caso, como de "habitantes de las salinas'; no debe LOS
desorientamos: lo más que eso significa es que se trataba de gente que habitaba no dema-
siado lejos de esos depósitos, pero nada más. Cabe insistir en que el traslado de indios ha- En
cia las salinas fue una constante en todo el norte novohispano. Aunque es cierto que la sal el gobei
fue un estanco de la corona desde el siglo XVI, de acuerdo a reales ordenanzas de 1609 y nuevan
1633, la explotación de salinas menores fue oficialmente tolerada por la corona española, nera in
siempre y cuando los gobernadores y audiencias no dictaminaran algo en contrario.!'" Santa }¡
El trabajo en las salinas era, sin lugar a dudas, uno de los más pesados y desgas- de tiem
tantes de los que se asignaban a los indios en el periodo colonial, quizás sólo compa- de una
rable al trabajo en los morteros de las haciendas de minas y beneficio, o incluso peor. arriba a
Desde el siglo XVI en todo el septentrión novohispano, el envío de indios en grandes el capit
números a las salinas fue constante y una gran fuente de conflictos y guerras.5l5 Era hallaba
común en la Nueva Vizcaya, la explotación de las salinas por parte de particulares; eso de I
las de Chiametla, por ejemplo, fueron explotadas de ese modo, cuando menos desde llamar
1575,516 y desde 1590 por cuenta de la corona."? Fuera de las citadas arriba, el resto de aboríge
las salinas, grandes y pequeñas, que existían en las gobernaciones de la Nueva Galicia po por
y la Nueva Vizcaya, fueron trabajadas todas, por medio de particulares. Sus costos de los con
transporte, aunados a su relativa rareza, hacían de éste un producto relativamente caro, además
especialmente para los mineros que lo necesitaban en grandes cantidades y de allí el que era
permanente interés por explotar depósitos cercanos y con indios propios. Para la pro- nes del
vincia de Santa Bárbara; se sabe que distintos depósitos de cuencas endorreicas fueron que ha!
localizados y explotados desde el siglo XVI, en la parte norte del altiplano, primero envíadc
con indios tepehuanes, a los cuales debido a ello se bautizó como "salineros'.?" y más el camI
tarde con otros, entre ellos, los tobosos. Galian:
que ad
nos cor
tambiéi
nación
514 Mendizabal, op. cit., p. 116: cita la Ley XIII tit. 33 de la Recopilación de Leyes de Indias, una Orden de Felipe 111en chusma
Madrid a 31 de dic 1609: .;." porque tocan y pertenecen a nuestra regalía, se reconoció, que resultaba daño y se suspendió
esta resolución y dejó libre el uso de la sal como antes estaba ..." Otra de Felipe IV en Madrid a 28 de marzo de 1632: ••...
De acu,
porque después pareció que habrá salinas en que sin perjuicio de los indios y dificultades en su administración se podía tos a se
proseguir y guardar el dicho estanco por la utilidad y aumento lícito que de él resultaría a nuestra Real Hacienda y se puso
y los co
en las que fueron a propósito para ello, mandamos que en estos y todos los que pareciere a los virrey y presidentes, que
puedan ser de utilidad y que no resultaren graves inconvenientes a los indios se ponga y guarde el dicho estanco y que
sal y h~
en las demás no se haga novedad ..." aceptar
515 En la Nueva Galicia, por ejemplo, a raíz de la apertura de las minas de Zacatecas se abrieron las salinas de Peñol Blan- en esta
co, las cuales pertenecían a la corona y fueron trabajadas en un principio con indios zacatecos y guachichiles; sin embargo,
más tarde, debido a las guerras y al colapso demográfico que sufrieron esos grupos, fue necesario llevar indios de regiones
lejanas en números cada vez mayores: en 1574, por ejemplo, tuvieron que trasladarse hasta 400 indios a Peñol Blanco,
519 El doc
provenientes de lugares como Jalpa, juchipila, Nochistlán, Teocaltiche y Tlaltenango para explotarlas: AGI, Contaduría 841,
tra en: "De
Cuentas de la comprensión de Zacatecas, 1574.
Textos de 1
516 AGI, Guadalajara 35, Testamento de Fco de Ibarra, pago al concesionario de las salinas de Chiametla, 1575.
520 Ibid.,
517 Archivo Histórico de Durango, Microfilmes INAH, Rollo 15, Cuentas de la Caja Real de Chiametla, nombramiento a Juan
521 Ibid.,
de Galarza como administrador de las Reales Salinas de Chiametla, 1591.
522 Ibid.,
518 Chantal Cramaussel, De cómo los españoles ...
523 Ibid.,
197

LOS T080S0S DE LAS SALINAS

En 1639, siete años después de aquél primer asiento acordado con los tobosos por
el gobernador Gómez de Cervantes, un capitán de nombre Diego Galiano, se presentó
nuevamente ante esa instancia (Francisco Bravo de la Serna ostentaba el cargo de ma-
nera interina), para informarle del descubrimiento de una nueva salina, que él llamó
Santa María de los Tobosos.519 El que se reseña a continuación es uno de los raros textos
s- de tiempos de paz, en donde, así sea de manera muy somera, se describe la ubicación
a- de una salina en territorio toboso y resume además muchos de los elementos anotados
oro arriba acerca de sus vínculos con el resto de los conchos y con los españoles. Afirmaba
es el capitán Galiano que a cosa de tres días de camino, hacia territorio de los tobosos, se
ra hallaba una gran laguna salobre de una legua de longitud, en la cual todos los años, por
es; eso de semana santa, cuajaban grandes cantidades de sal. Como era costumbre, se hizo
de llamar a indios principales para que cumplieran con la labor de llamar y asentar a los
de aborígenes comarcanos y organizar el acarreo de la sal. Fue convocado para ello un gru-
cia po por demás interesante de caciques conchos-tobosos: don Ambrosio, gobernador de
de los concho s, don Juan Cirlalí, de nación concha y gobernador de Atoronilco, quien era
o, además intérprete en lenguas mexicana y tobosa, don Francisco Bareta, indio toboso
el que era además gobernador de los conchos, e intérprete en las dos lenguas; dos capita-
0-
nes de los tobosos los acompañaban, uno de ellos era Juan Jacobo, hijo de aquél Jacobo
on que había reunido a los tobosos en 1621 yen 1624, y el otro Esteban. Juan Jacobo fue
ro enviado por delante para convocar a los tobosos y demás naciones de por allí, mientras
ás el campo se trasladaba con toda su impedimenta. Ya estando sobre el sitio el capitán
Galiano con los caciques conchos y tobosos, poco a poco fueron llegando (se menciona
que a días de intervalo, aunque no se dice cuantos), varios grupos de indios comarca-
nos con sus capitanes de nombre Don Chamico de quien curiosamente se dice que
también era de nación : don Agustín de nación tobosa, Baguame y don Francisco de
nación ocome, así como otro ocome, pero que capitaneaba a la nación nonoje y toda su
11en chusma; también se presentaron allí otros muchachos tobosos y de otras siete naciones.520•
ndió
De acuerdo con el documento, el encuentro fue pacífico llegaron alrededor de quinien-
odía tos a seiscientos indios, a los cuáles el capitán Galiano agasajó, con ropa y comida,.52l
uso y los conminó a que como leales vasallos de su magcstad han de apldar al beneficio de la
que
sal y han de ayudar a los españoles.522 Como en ocasiones anteriores, los convocados
que
aceptaron de buen grado la propuesta, diciendo que sólo les pesaba que no hubiera sal
tan- en esta ocasión para ayudarles ..• 523Como suele suceder en ese tipo de documentos, las
rgo,
ones
neo,
519 El documento que narra el descubrimiento de esta salina y al que nos refereriremos en los siguientes parágrafos se encuen-
tra en: "Descubrimiento de una salina", introducción y comentario de Chantal Cramaussel, en., Documentos de Parral de 1639,
Textos de la Nueva Vizcaya. Documentos para la historia de Chihuahua y Durango, UACj UER, Chihuahua oct 1993, pp. 5-25.
520 Ibid., p. 12.
luan
521 Ibid., p. 16.
522 Ibid., p. 12.
523 lbid., p. 13.
indicaciones sobre direcciones y distancias resultan bastante ambiguas, 10 cual hace es su 1
difícil la identificación del estanque salobre en cuestión. Según el capitán Galiano y recole
testigos que 10 acompañaban, la salina se hallaba a tres días de camino de Atotonilco conol
y a unas cincuenta leguas de Parral. De acuerdo a 10 anterior, esta debería ubicarse a llama
unos ochenta, o a 10 sumo, cien kilómetros de Atoronilco, que es poco más o menos la Citlal
distancia que podía recorrer en tres días un convoy con carros, impedimenta y ganado. cuanl
La distancia, el tamaño del estanque, y el derrotero hacia el sureste que parecen haber mos t
seguido los expedicionarios, pueden hacer pensar que la salina se hallaba cercana a gran(
la Laguna de la Estacada, en los actuales límites de los estados de Chihuahua y Du- el gol
rango.524 Sin embargo, existen otros elementos en el documento que parecen indicar rio ql
que la salina se hallaba no al este, sino al noreste de Atoronilco. En una sorprendente Ríos,
declaración, el alférez García Ortiz de Saavedra, afirmaba 10 siguiente: por se
pued/
y de oídos sabe este testigo que delante de la dicha salina, como cincuenta leguas poco más hasta
o menos, está la provincia de los caciques, gente política, que viven en pueblos formados y de es
andan vestidos y tienen mucha grana y muchas vetas de metal de plata, semillas y ganado
corno
de Cíbola, según relación que a este testigo le dieron en el Río del Norte unos indios y en
no ha
esta provincia la hay por tradición de personas antiquísimas que habían estado en ella }'
hacer
ofreciéndole a don Gaspar de Alvear y Salazar gobernador y capitán de este reino mucha
cantidad de avío pa.ra esta jornada ... 525

Este misterioso reino de los caciques, situado en el Río del Norte, no podía ser otro
sino la provincia de la Junta de los Ríos, cuyo esplendor se veía magnificado en la ima-
ginación del alférez. Si realmente la laguna se hallaba entonces a medio camino entre
Atoronilco y La Junta de los Ríos, esto significaba que esta parte del territorio toboso se
hallaba no propiamente hacia el interior del Bolsón de Mapimí, sino al norte del mis-
mo, en los territorios que caen sobre la banda sureste del río Conchos. Esto reforzaría
la idea esbozada anteriormente acerca de los vínculos de vecindad geográfica y cultural
que existían entre esos grupos que los españoles catalogaban como tobosos o conchos-
robosos, como los hemos llamado aquí y los que llamaban propiamente conchos. Pero
que ya fuere que la laguna se situara al sureste o al noreste de Atotonilco, el hecho es
que era gente que habitaba a una distancia relativamente corta del Río Florido: unos
ochenta o cien kilómetros, no más. Con todo y que este es uno de los documentos más
directos de que dispongamos acerca de los robosos, pocos elementos se desprenden de
él para caracterizar cuál era el "hábitar" típico de estos indios. Se dice por ejemplo, en el
documento, que algunos españoles habían informado al gobernador, que si los tobosos
se hallaban en esa zona, era porque andaban alzados de guerra sobre lo cual Bravo de la
Serna comentaba no era así, sino que se hallaban allí con achaque de ir a coger la tuna, que

5261bl
524 Esta es la conclusión a la que llega Chantal Cramaussel en la introducción al documento: ibid. p. 8, sin embargo, es
5271bi
necesario anotar que la de La Estacada, es una laguna de agua dulce.
5281bi
525 Ibid.,p. 16.
5291bi
199

ace es su principal mantenimiento ... 526 Si por un lado se indica que en septiembre los tobosos
oy recolectaban tunas allí, por el otro se informaba también que eran gente de las cercanías,
'leo conocedora de la vida española, e incluso de la agricultura. Uno de los caciques locales
ea llamado don Cristóbal, informaba que era bautizado y por su parte, Juan Jacobo y Juan
sla Citlali, ofrecían que los tobosos reunidos allí se establecerían en San Felipe, siempre y
do. cuando les diesen tierras para sembrar y ministros que los doctrinasen ... 527
Como pudi-
ber mos darnos cuenta, todavía en esta época, era posible para los españoles sacar indios en
aa grandes números de zonas relativamente cercanas a sus propios asentamientos. Incluso
u· el gobernador Bravo de la Serna, pensaba que sería posible hacer de todo aquel territo-
icar rio que iba de Atotonilco hasta la Provincia de los Caciques, esto es, hasta la Junta de los
nte Ríos, una nueva provincia, no mucho menor que la tarahumara, si bien algo más dificultosa
por ser la gente más cabilosa e inquieta, pero con trazas y buenos tratamientos parece que se
pueden reducir.528 Esto no quiere decir que aquella zona hubiese permanecido pacífica
hasta entonces, lejos de eso, era un territorio que había sido recorrido por cazadores
de esclavos, o de cautivos, como se prefiera, por casi un siglo ya y continuaba siéndolo,
como lo recordaba el cacique toboso don Agustín, quien relataba cómo él ni toda su gente,
no había salido antes porque los capitanes españoles que habían entrado en esta tierra era a
hacer/es mal ya quitar/es sus hijos y mujeres ... 529.

más
n de
en el
osos
de la
, que

526 lbid., p. 21.


rgo, es 527 ibid., p. 17.
528 tbia. p. 21.
529 tbid. p. 13.
200

EL NACIMIENTO DEL rOBOSO DE GUERRA entre (


que ca
Describir a los tobosos de la primera mitad de ese siglo como relativamente pacíficos, estéril
o cuando menos, no más belicosos que cualesquier otros, puede parecer un tanto forza-
do, una especie de esfuerzo por "reivindicar" el buen nombre de los tobosos, sobre todo Los t(
a la vista de lo que los propios españoles escribieron acerca de ellos segunda mitad del hacerle la
siglo XVII. Sin embargo, es justamente allí, en lo que los españoles escribieron en esa ble, que e
época sobre los indios de guerra, donde se encuentra uno de los problemas más arduos y diez reino
complejos para el estudio de los indios norteños. En efecto, a partir del primer tercio del
donde to
siglo XVII, poco más o menos, comenzaron a aparecer con relativa frecuencia, largos, neral, el D
preocupados y sesudos informes que gobernadores, visitadores, curas y hasta simples vuelo bi
particulares dirigían al rey, o a sus instancias, acerca de los males que aquejaban a los
tobosos,
reales dominios, sus causas, y las maneras de solucionados. Tenemos así los informes de
los apacli
Diego de Medrano, de Cervantes de Casaus, Nicolás de Barreda y muchos más.s30 Des-
entre est
de luego para estos aspirantes a arbitristas, por llamados de algún modo, el tema de las
guerras con los indios, ocupó un lugar primordial en sus disquisiciones. Les asistiera o
no la razón, el hecho es que esta suerte de literatura se ha convertido, para el historiador
del siglo XX, en un inagotable venero de imágenes, que de alguna manera compensan la
ausencia de otros materiales más descriptivos y vivaces, en especial sobre los indios.
Sin tratar de resrarles importancia, ni dudar de su utilidad, vale la pena decir que el
norte; si
uso de este tipo de informes como "fuentes'; por así decírlo, "primarias'; y aún peor, 'et-
de textos,
nohistóricas', debería cuando menos tener en cuenta que tras de ellos subyace un orden
los reinos
discursivo muchos de cuyos matices nos son desconocidos. Sus vericuetos cronológicos y
no es, ni
temáticos, el uso recurrente de imágenes cuasi literarias ligadas al carácter polémico y de-
SIqUIera
mostrativo de los textos, son otros tantos elementos, entre muchos más, que un buen es-
situación
tudio del periodo debería incluir. Por lo pronto, resta el hecho de que muchas de las ideas
objeto pr
que hoy nos hacemos de los indios del norte novohispano, fueron en mucho teñidas, y
hasta forjadas a partir de ese tipo de literatura, o de documentación, como se prefiera, Los
advie
robosos, desde luego, formaban parte de ese escenario, y aún más, se convirtieron en uno
simas
de uno de sus elementos más recurrentemente utilizados, para explicar la supuesta ruina
dos re
que se abatía sobre los reinos septentrionales. Tomemos un ejemplo. En 1660, el licencia-
do Diego de Medrano, cura de Durango, quien escribió uno de los informes más largos
Noe
y detallados sobre las guerras con los indios de la Nueva Vizcaya, fechaba la irrupción de
gundam'
los tobosos en el escenario de las guerras con los españoles, hacia la década de 1620, en
hacia reg
tiempos del gobernador Mateo de Vesga, y narraba el hecho de la manera siguiente:
también
vistos, ni
••...moviéronse muy a los fines des este gobierno [de Mateo de VesgaJ los tobosos, que en
los guach
ninguno [de los gobiernos subsecuentesJ han dejado de dar muestras de su ferocidad y
cómo la
belicosa naturaleza, que compite en valor con la guachichila; siempre esta nación ha sido
en poco número, más ha tenido sujetas y amedrentadas a todas las circunvecinas, que son
531 AGI, Gua
Guillermo Po
530 Respecto de los dos primeros ver más adelante, acerca del tercero: Chantal Cramaussel. Un pro jet de réductions..,
532 Ibid.
201

entre otras, nonojes y acoclames, con quienes están mezclados y emparentados y uno solo
que capitanee basta para revolver diez reinos. La tierra que habita esta nación es fragosa,
s, estéril y sin aguajes y que no se puede trajinar si no es por la fuerza de las aguas ... "531.

Los tobosos son pues, una nación belicosa por naturaleza, que nunca ha dejado de
hacerle la guerra a los españoles desde que surgieron a la escena, y que resulta tan terri-
ble, que domina a sus mismos vecinos y parientes; basta con uno de ellos para revolver
diez reinos, y su fuerza consiste ser dignos habitantes de las tierras más secas y fragosas,
donde toda persecución se hace imposible: ese es, punto por punto, el toboso y en ge-
neral, el nómada que conocemos. Tan sucinta y directa resulta esta cita, que tomada al
es vuelo bien podría llenar el expediente de una descripción "etnohistórica" no sólo de los
os tobosos, sino de casi cualquier indio de guerra norteño, desde los guachichiles hasta
de los apaches y los comanches. Pero, por lo mismo, no deja de sorprender el contraste
entre este tipo de toboso fiero y terrible, yesos casi, diríase, "pacíficos" indios, que en
1632 benévolamente prometían al gobernador salir todos los años a cosechar la sal y
entregarla a los españoles, todo en bien y para el servicio de su majestad: si no fuera por
or que en ambos casos se habla de'robosos" se podría pensar que no se trataba en realidad
la de los mismos indios. De hecho así es.
Desde el siglo XVI, los españoles siempre estuvieron en guerra con los indios del
norte; sin embargo, en esta época de mediados del XVII se hace ya sentir en este tipo
de textos, un muy marcado sentimiento acerca de la ruina inminente que se cernía sobre
los reinos septentrionales, debido a la acción de los indios de guerra. Desde luego, este
no es, ni mucho menos, un sentimiento privativo del norte, pero remarquemos que ni
siquiera la costumbre de tantos años de pelear con ellos, aliviaba lo inquietante de la
es-
situación. El propio Diego de Medrano, argumentaba que su testimonio tenía como
eas
objeto prevenir que un buen día no se vieran los españoles ahogados por los bárbaros:
s, y
os
advierto sobradas razones para nuestro daño en todas estas naciones porque son bastan tí-
no
simas las bárbaras del norte que cada día se convocan para perfeccionar la ruina de aquellos
na
dos reinos ... 532

No era, desde luego, una actitud por completo irracional. En efecto durante la se-
gunda mitad del siglo las guerras con los indios fueron ampliando su ámbito geográfico
, en
hacia regiones antes pacíficas, porque intocadas. Pero de cualquier modo, es un hecho
también que el registro de las guerras alcanzó niveles de grandilocuencia nunca antes
vistos, ni siquiera durante los peores y más sangrientos episodios de las guerras con
los guachichiles o los tepehuanes. Es por ello que quizás valga la pena ver más de cerca
cómo la guerra alcanza de manera más cercana a diferentes grupos indígenas, en este

531 AGI. Guadalajara 68. Informe a Su Magestad por Diego de Medrano. cura de Durango. 1660. Citado igualmente en:
Guillermo Porras Muñoz. La frontera ...• p. 168.
532 Ibid.
202

caso, los tobosos y los conchos durante la segunda mitad del siglo. Tomemos como refe- P
rencia la entusiasta declaración de Bravo de la Serna por hacer de la zona de las salinas de rr

los tobosos, una nueva conversión comparable a la Tarahumara. Por buena que fuera la di
disposición de los tobosos por asistir a "cosechar" la sal, eso no podía durar. Nadie en su el
sano juicio podría esperar que algún grupo de indios (que estos sean cazadores o agricul- t
tores no tiene ninguna importancia en este caso) soportara por mucho tiempo el trabajo c
forzado en las salinas. Apenas un año después ya Bravo de la Serna había mudado de 1
opinión, para catalogados como una de las naciones más aguerridas e indómitas del sep-
tentrión.533 En 1641, en efecto, los tobosos de plano desertaron de Atotonilco, y una vez
más 'obligaron" a los estancieros del Valle de San Bartolomé a idos a buscar y reasencarlos
en su reducción.P''Tros años después los mismos acontecimientos se repitieron.V' sin
embargo, el hecho no afectaba tan sólo a los tobosos. Por todas partes había escaparorias, e
y la tendencia parecía acentuarse: venía al pueblo mucha cantidad de indios serranos con-
chos de paz gentiles, se decía en San Francisco de Conchos en 1643,536 y un año después,
la reducción estaba vacía. Lo mismo sucedió en San Pedro de Conchos, desde luego en
Atotonilco y en todas las haciendas de San Bartolomé.t" Se trataba de una rebelión bien
caracterizada. En la provincia de Santa Bárbara, los indios huían en todas direcciones, en
especial hacia la sierra y las llanuras desérticas orientales, perpetrando ataques en hacien-
das y sobre el camino real de Parral: con esto quedaban involucrados los salineros. Mien-
tras tanto, al norte, fueron muertos los misioneros de San Francisco de Conchos. Ante lo
grave de la situación Juan de Barraza, por entonces todavía capitán del presidio de Sanca
Catalina de Tepehuanes, se trasladó a Atotonilco, para de allí emprender una serie de
entradas, en compañía del capitán Francisco Montaño de la Cueva. Auxiliados por un
contingente de 200 auxiliares tepehuanes y conchos, se enviaron partidas de guerra hacia
la llamada Sierra del Diablo, donde se hallaban reíugiados los fugados de San Bartolo-
mé y Atotonilco, y también hacia San Francisco y San Pedro de Conchos, para recorrer
después toda la parte baja del curso principal del río, así como el camino real del Nuevo
México, alcanzando incluso, la Junta de los Ríos.538 Al final, no sólo los conchos fugitivos
fueron pacificados, sino que curiosamente también, los de regiones circunvecinas por las
cuales, habían pasado las campañas punitivas, en especial los del bajo Río Concho s, en la
zona cercana a laJunta de los Ríos: fue por esta época, por ejemplo, que los conchos-chi-
sos y los conchos-julimes de esa región, comenzaron a aparecer en las reducciones de San

533 William Griffen. Culture Change ...• p. 10.


53/. Archivo Histórico de Parral. Microñlmes UTEP. 476-22. 1641A. Llamamiento de armas en Parral.
535 Archivo Histórico de Parral. Microfilmes UTEP. 476-24. 1643A. Llamamiento de armas en Parral, soldados de labradores
de San Bartolomé para perseguir a los tobosos.
536 AGI. Guadalajara 38. Información de testigos sobre ellevantarniento de los indios conchas. Carta del gobernador Luis
de Valdés. mayo de 1643.
537 "Traslado de los Autos hechos en razón de la paz que se asentó con los Indios Tobosos y Salineros por Don Fco
Montaña de la Cueva, Atotonilco 1645." • en: Thomas H Naylor, Charles Polzer S l.: The presidio and militia on the Northern
frontier ot New Spain. A documentary bistory, Iucson.Universlty of Arizona Press, 1986. pp. 304-335-
538 William Griffen. Indian assimilation ...• p. 80.
:203

Pedro y San Francisco de Conchos.F" Incluso, todavía al año siguiente, después formal-
mente pacificada la conchería, los españoles recorren el área de Casas Grandes, en busca
de más indios qué asentar.t'? La importancia de esta guerra podría sin duda medirse por
el hecho de que fue la primera rebelión generalizada propiamente dicha, que abarcaba a
toda la conchería desde la década de 1620; pero más que esto todavía, vale la pena anotar
cómo una lectura o quizás valdría mejor decir, de una reinterpretación "etnohisrórica" de
los escritos generados por ella, puede llevar a contrasentidos flagrantes. Un ejemplo de
ello, 10 tenemos en el asunto de las "identidades érnicas'' De acuerdo a los autos de pacifi-
cación que los españoles ejecutaron al final de la rebelión, vemos cómo no existía para ellos
demasiada dificultad en calificar los alcances de esta guerra: era claro que se había tratado
de un alzamiento general de la conchería, con la participación de los tobosos; la entrada
en escena de los salineros no dio pie, por ejemplo, a que se les identificara "érnicamente"
con los salineros, ni mucho menos.!" Ciertamente pueden encontrarse aquí y allá, en este
tipo de documentación, elementos que pueden a mover a reflexión, como ese curioso pa-
saje donde los caciques tobosos, don Cristóbal Zapata, y don Cristóbal de Casa Zavala
afirmaban que, para sobrevivir durante las guerras, los tobosos levantaban siembras en
lugares apartados y recogían plantas silvestres. Decían, que después de ser pacificados, los
tobosos bajarían de paz en acabando de comer las calabazas que tienen sembradas y el maíz,
el mezqaite, tuna, dátiles y pitahayas para que se entienda que son ya amigos de los españoles
••• ,542 ello nos da interesantes pistas sobre el género de vida de los tobosos, pero nada más.
Pero regresando al asunto de los vínculos entre 'grupos étnico s': demos un brevísimo
vistazo, a una de las múltiples lecturas que pueden encontrarse en los escritos de la épo-
ca al respecto. Tomemos de esa misma rebelión, el relato del jesuita Nicolás de Cepeda,
misionero de San José del Tízonazo, cuando un grupo de tobosos asalta la hacienda de
Canutillo, donde había tepehuanes a su cargo y el capitán Barraza les aplica allí mismo
un feroz castigo. En realidad esta hacienda, se hallaba apenas a unos ochenta kilómetros
al sur de Atotonilco, sobre el curso alto del Río Florido, es decir, en la vecindad inme-
diata de los lugares donde vivían lo tobosos, pero en ella vivían tepehuanes, salineros
y cabezas, pertenecientes a la misión de San José del Tizonazo. Es interesante ver, sin
embargo, cómo para el jesuita esa vecindad no bastaba para explicar el hecho de que los
tobosos hubieran osado llegar hasta allí; para él, existía una causa más profunda:

539 Ibid .• pp. 319-320. igualmente: Luis González Rodríguez. Crónicas de la Sierra Tarahumara ...• pp. 207-208 Y 236.
540 Ibid .• p. 321.
541 Los mecanismos a los recurrieron para poner de paz a los indios. fueron los tradicionales en estos casos: capturarlos.
emprender un procedimiento formal de "paz". nombrarles caciques nuevos. y recolocarlos en sus reducciones y haciendas al
cuidado de sus amos y misioneros. Enseguida se entablaron procedimientos de paz formales con todos los indios escapados
de las diferentes reducciones y cabe anotar cómo. si bien el título del expediente reza Autos hechos ell raza n de la paz que
se asento con los Indios Tobosos y Snlineros, ello no significa que fueran considerados como pertenecientes a un mismo
"grupo". O nación: se les practicaron diligencias por separado y fueron reducidos en lugares diferentes: Ibid., p. 319-
542 Ibid., p. 325; es interesante anotar cómo se trata de los mismos cultivos y plantas de recolección que consignaban
los expedicionarios de Espejo para los conchos en 1583. con el mismo énfasis en el consumo de calabaza: ver supra, p 20.
Recordemos igualmente que en 1619, el gobernador Mateo de Vesga, apuntaba que los conchas cuando partían de guerra,
abandonaban sus siembras para dedicarse a la caza y a la pesca en el rio.
204

... mataron a los más de los enemigos y les quitaron casi toda la caballada. Y cuando se
entendió que los que quedaban vivos (aunque muchos de ellos mal heridos quedarían co-
rregidos o atemorizados a vista de tantos ahorcados y m'7erros diez a pelorazos y huidos
muchos) creció en ellos el furor diabólico de manera que se fueron a clatolear o concertar
con otra nación que se dice los cabezas.: 543
a

El de los tlatoleros, los instigadores a la rebelión, era ya para entonces un tema muy
viejo en la historia de las guerras entres españoles e indios. Recordemos, como lo he-
mos visto anteriormente, las argumentaciones vertidas por el virrey Mendoza durante
el juicio que se le siguió en 1541 después de la guerra del Mixtón, en donde se atribuía e
la entera responsabilidad del alzamiento a la llegada de una serie de misteriosos brujos
q
llegados del norte ignoto, quienes habrían soliviantado a los indios de la provincia en- d
tera de la Nueva Galicia.544 En el siglo XVII, el de los tlatoleros seguía siendo uno de los ti
elementos discursivos que con más profusión se desarrollan en las grandes y pequeñas e
crónicas de las guerras con los indios. Podría incluso decirse, que para los españoles de!
siglo XVII norteño, el tlatolero es "la" vía por excelencia a través de la cual se difunde
la violencia guerrera entre los bárbaros. Obviamente, los colonizadores no eran ciegos;
y
sabían muy bien que las entradas para cautiverio, los rudos trabajos en minas, hacien-
e
das y salinas, las crueldades de pasadas guerras, todo eso conducía a una violencia que
a
no necesitaba cartas de presentación.
Pero esta era sólo una parte de la cuestión. Incluso si algunos estaban dispuestos a
aceptar que la causa de la guerra estaba en los excesos de los propios españoles, faltaba
era saber cómo y porqué los indios eran capaces de llevar su ira y su venganza hasta
extremos a veces inimaginables, como destruir capillas, iglesias y misiones, e incluso
a dar muerte a los misioneros, prefiriendo el retiro y la vida montaraz en apostasía, a
la seguridad y bendiciones de la misión a la protección del encomendero. La ira po-
dría explicarse, pero no un encono apóstata. Así, regresando a Nicolás de Cepeda, e!
jesuita nos cuenta que después de tlatolear a los cabezas, los mismos tobosos alzados
que atacaron Canutillo, regresaron a su territorio, y como eran gente que 110 perdonaba
y
a los suyos propios,545 cayeron sobre el pueblo de San Pedro de Conchos (nuevamente
los tobosos son considerados como conchos), donde quemaron la iglesia y mataron al
cacique, para enseguida alzar a todos sus moradores, que ya estaban convocados todos para 54
54
alzarse y aún habían trazado una traición muy maligna,546 la cual consistía en tratar de
G
culpar a los tarahumaras de la muerte de los padres de las misiones aledañas, para que 54
viéndose reprimidos, participasen también del alzamiento. Independientemente de ño
pa
tra
en
543 AGN Historia 19 ff 121-140r. "Relación de lo sucedido en este reino de la Nueva Vizcaya". citado en: Luis Gonzalez
del
Rodríguez. Crónicas ...• p. 202.
544 Tomadas por el visitador Tello de Sandoval y Publicadas en parte por: Ciriaco Pérez Bustamante, Don Antonio de
Mendoza primer virrey de la Nueva España (1535'1550). Santiago de Compostela. Tipográfica del Eco Franciscano. 1928.
pp. 74 Y ss
545 Luis González Rodríguez. Crónicas ....• p. 207.
546 Ibid.
205

tratar de saber si realmente los conchos de San Pedro estaban o no "coludidos" con los
tobosos, cosa imposible, 10 importante es que dentro del relato y de la explicación del
jesuita, los tobosos juegan el papel de instigadores, esto es de t/ato/eros en la rebelión,
Al jesuita no le interesa saber si los tobosos que se aparecen en Canutillo, mantienen
algún tipo de vínculo cultural con los cabezas, ni si la comunicación interétnica entre
ellos es posible, o no, por causas de lenguaje, o lo que fuere: lo esencial es que los to-
bosos estuvieron allí para tlatolear, Por todas partes donde pasaban esos tobosos, nos
dice Zepeda, cundía el levantamiento; y es que semejante capacidad de persuasión no
es natural, después de pasar por San Bartolomé, provocando el alzamiento de todos los
conchos de las haciendas, dos de éstos últimos son capturados y al confesar, declaran
que no temían morir porque el demonio les había dicho que habían de resucitar al tercer
día.547 Dentro de esa lógica, ninguna necesidad había entonces de que existieran algún
tipo de vínculo cultural entre tobosos y cabezas, para que· se rebelaran juntos: la incita-
ción del demonio bastaba para explicar el hecho.r"
Ni siquiera es claro tampoco, que el conflicto se hubiese "extendido" hacia la zona "sa-
linera": esta se encontraba de guerra desde mucho antes de la rebelión concha y tobosa,
y sin necesidad alguna de tia toleras. Lo que más contribuyó a crear un clima de violencia
en esa zona precisa, fue la irrupción de un intenso tráfico de carros y muladas, debida
a la apertura, hacia mediados de la década de 1630, de una nueva ramal del camino
real que llevaba de Zacatecas a Parral, pasando ya no por Durango, como se hacía an-
tiguamente, sino por Nazas, Cuencamé, El Caxco, e Indé o Valle de San Barrolomé.l"
La asociación entre salineros y tobosos es una idea frecuentemente expresada también en
los textos del siglo XVII, aunque mucho más en términos de vecindad geográfica, que de
vínculos étnico s o lingüísticos. En 1654, por ejemplo, el visitador' Cervantes de Casaús,
refiriéndose a los salineros y tobosos de guerra, los calificaba como de todas las naciones:
las más perjudiciales e insufribles e indomables ..• que más parecen brutos o fieras de la campa-
ña que racionales,550 Pero guardémonos de llegar a conclusiones "etnográficas" demasiado
apresuradas; como bien lo señala Chantal Cramaussel en un artículo sobre los nombres
y clasificaciones atribuidas a los indios norreños.t" para los españoles era muy claro que

547 tbta, p. 208.


548 Para una amplia exposición del papel del demonio. en particular dentro de los textos jesuitas del siglo XVII norteño:
Guy Rozat, "El desierto morada del demonio ...• pp. 24'30. Igualmente: América Imperio del demonio ...
549 Hasta esa época el Bolsón de Mapimí había permanecido como una zona muy poco transitada y visitada por los espa-
ñoles. y la apertura de ese ramal dio pie al inicio de hostilidades entre españoles e indios locales. Durante varios años. a
partir de la apertura de esa ramal. la hacienda del El Caxco fue el único refugio que existió para los viajeros sobre el largo
tramo que separaba a Cuencamé con lndé y San Bartolomé. de manera que se proyectó la apertura de un nuevo presidio
en un punto intermedio entre ambos: Salvador Alvarez. La hacienda-presidio ... Igualmente: Chantal Crarnaussel, "Historia
del Camino Real de Tierra Adentro y sus ramales de Zacatecas a El Paso". en ese mismo volumen. El sitio elegido fue el
paraje denominado Cerro Gordo. donde originalmente Baltasar de Ontiveros había poseído una hacienda con encomienda
e
de tepehuanes. Chantal Cramaussel. "El poder de los caudillos en el norte de la Nueva España: Parral. siglo XVII". en:
(armen Castañeda coord .• Círculos de poder en la Nueva España. México. ClESAS - Miguel Angel Porrúa, 1998, pp. 39'58.
550 Testimonio de los daños que hacen los indios rebeldes ...t6S4. citado en: Guillermo Porras Muñoz, La frontera .... p. 166.
551 Chantal Crarnasussel, De cómo los españoles clasificaban a los indios. Naciones y encomiendas en la Nueva Vizcaya
central" ,: Hers Marie-Areti - Mirafuentes José Luis - Soto María de los Dolores - Valle bueno Miguel eds .• Nómadas y seden-
206

los llamados salineros de la zona al oriente de Indé, eran gente de habla tepehuana y los Durante la!
consideraban como tales, no así a los tobosos. El propio Cervantes de Casaús, añadía en el yOl" importa
mismo texto que los salineros eran una nación: al norte del
San Bernal
compuesta de diferentes linajes de que toman el apellido, y unos se llaman meresalineros, nuevas corn
otros cabezas, otros mataranses, otros negritos, colorados otros y bausarigames otros, em- Andrés, erc
pero todos se reducen a una especie y hablan una misma lengua ..• 552. funcionand
vento indep
A partir de la década de 1650, cunden las noticias acerca de ataques y asaltos en esa Hacienda.f
zona del Camino Real y el sur de la provincia de Santa Bárbara; se habla de los tobosos llamarles d4
robando ganado en Indé, Las Bocas o Durango, esto es, en territorio supuestamente con la de la:
tepehuán y salinero. Pero hay muchos factores a considerar antes de concluir cualquier tiene tambu
vínculo prehispánico entre tobosos y salineros, o entre cualesquier otros grupos. Uno Audiencia (
de capital importancia, son los traslados de cautivos de guerra o, en general, de indios anteriores:
de servicio de una región a otra, así como las constantes escapatorias de los indios de
las haciendas. En 1657, por citar un ejemplo, un indio capturado en Canatlán, cerca de porque si

Durango, resultó ser, según sus propias palabras, un toboso de nación acoclame y nonoje, jísimos re

y formar parte de un grupo de fugitivos de una hacienda cercana a San Buenaventura esos reses

de Atoeonilco.F" Sabemos pertinentemente que este tipo de traslados era no sólo fre- a los más

cuente, sino una condición para el sostenimiento demográfico de los establecimientos sobre se~

españoles y que semejante práctica incluía no sólo a indios de la propia provincia de estosexce
Santa Bárbara, sino de regiones mucho más alejadas como Sinaloa, Sonora y el Nuevo y políticas
México, los cuáles aparecen en proporciones sorprendenremente altas en la provincia
de Santa Bárbara.F" Este es un tema que sólo estudios pormenorizado s sobre la vida Así es, 11
de las reducciones y la composición de las la mano de obra de haciendas y demás esta- también sin
blecimientos de españoles, puede realmente dilucidar. Mencionemos simplemente que ello no imp
otro tema sin estudiar es el del tamaño y la movilidad de los grupos de indios de guerra; pecto relata
se sabe, por ejemplo, que en 1655 se comenzó a hablar, de la inquietud que causaba un por el gober
contingente de tobosos montados en la región que va de Indé a Las Bocas.555 Por el mo- su enconuer
mento no podemos decir si este fue un rasgo que evolucionó entre los indios del norte, los traicion:
a la manera como sucedió, por ejemplo, en Chile.556 triunfo todoJ
Traslados, escapatorias, ataques aquí y allá, recapturas, como tantos otros grupos quiso el gobei
del norte, los robosos vivieron numerosas guerras,"? pero también periodos de paz. episodios O(
local sobre (
tepehuanes,
tarios en el norte de México. Homenaje a Beatriz Braniff. México. UNAM IIA . IIH . IIE. 2000. pp. 305.354
552 Testimonio de los daños que hacen los indios rebeldes ...• p. 166. también con
553 Wílliam Griffen. Culture Change ...• p. 86.
554 Chantal Crarnaussel, Haciendas ...• pp. 25-27.
nilco, como por e
555 Archivo Histórico de Parral. Microñlmes UTEP.476-30. 1655A, Autos de guerra con motivo de los frecuentes abusos que
558 Acerca del pl
cometen los indios enemigos de la real corona.
559 AGI. Contad;
556 Alvaro Jara. Guerre et societé au Chili. Essai de sociologie coloniale. La transformation de la guerre d'Araucanie et l'es-
560 AGI Guadalaj
clavage des indiens du début de la conquéte espagnole aux débuts de I'esclavage légal (1612). Paris Travaux et Mémoires
Muñoz. La Frontei
de l'lnstitut des Hautes Etudes de l'Amerique Latine no. 9 • 1961. en especial. pp. 63.69.
561 Relación de I
557 Durante la década de 1650. por ejemplo. varios grupos de tobosos de guerra fueron capturados y reducidos en Atoro-
207

Durante las décadas de 1660 y 1670, las reducciones de indios cobrarían incluso ma-
yor importancia que antaño; surgieron nuevos establecimientos españoles en regiones
al norte del Río Conchos, como en el propio San Francisco de Conchos, Babonoyaba,
San Bernabé, Casas Grandes y otros puntos más, al tiempo que se abrían también
nuevas conversiones de indios conchos y tarahumaras: Santa Isabel, Chuvíscar, San
Andrés, etc.558 Mientras tanto, la reducción de tobosos de Atotonilco también siguió
funcionando, e incluso en 1657, San Buenaventura fue elevado a la categoría de con-
vento independiente del de San Barrolorné, con dos frailes propios pagados por la Real
Hacienda.P? Es interesante remarcar aquí, cómo la situación de los tobosos de paz, por
llamarles de alguna manera, no parece haber cambiado demasiado en comparación
con la de las décadas anteriores, y sin embargo, también llega a traslucirse cómo se les
tiene también por gente peligrosa. Así, por ejemplo, en 1646, el presidente de la Real
Audiencia de Guadalajara, interpretaba así las rebeliones de los tobosos en los años
anteriores:

porque si los reparten a las minas sin pagarles sus jornales, si les quitan sus maíces a ba-
jísimos rescates para venderlos en las haciendas de minas a precios exhorbirantes, si para
esos rescates se les pone por gobernador a un mulato facineroso, si les venden los hijos, si
a los más amigos y de mayor resolución y valor, como son los tobosos, llamados de paz y
sobre seguro, los arcabucean vivos ¿cómo no se han de alterar las demás naciones, que ven
estos excesos y ejecutada esta atrocidad en aquellos, en quien por tantas razones naturales
y políticas, tan lejos debían de estar de esperarlo? •.• 560

Así es, los tobosos con frecuencia fueron utilizados como auxiliares de guerra, y
también sirvieron, al decir de Diego de Medrano como verdugos de otros indios, pero
ello no impidió que fueran perseguidos incluso cuando se hallaban pacíficos. Al res-
pecto relata el cura de Durango, que en una ocasión un grupo de tobosos fue incitado
por el gobernador Górnez de Cervantes a castigar a los masames que habían huido de
su encomienda. Los robosos, nos dice Medrano, fingieron unirse con ellos, y finalmente
los traicionaron: los mataron y trujeron sus cabezas a Parral, en cuya plaza entraron de
triunfo todos los tobosos ••• , a su vez, el gobernador los traicionó a ellos: ... ocasión que
quiso el gobernador asir por la melena y consumirlos •.. 561 Difícil sería decir si este tipo de
episodios ocurrieron realmente, y si reflejan de alguna manera las ideas de la sociedad
local sobre este grupo en particular. Pero tampoco en eso los tobosos eran únicos, los
tepehuanes, los tarahumaras y los propios conchos, eran en sus ocasiones, utilizados
también como auxiliares de guerra y los episodios de violencia entre indios no fueron

nilco, como por ejemplo en 1654: William Griffen. Culture Change ...• p. 136. sin embargo la misión nunca fue abandonada.
558 Acerca del proceso de poblamiento al norte del Conchos en ese periodo: Salvador Alvarez. Agricultura!.. .• pp, 175·185.
559 AGI. Contadurfa 927. Cuentas de la Real Caja de Durango, 1657.
560 AGI Guadalajara 10. El oidor Fernández de Baeza al rey. Guadalajara 17 de agosto de 1646. citado en: Guillermo Porras
Muñoz. La Frontera ...• p. 86.
561 Relación de Diego de Medrano. en: Guillermo Porras Muñoz. La frontera ...• p. 169.
208

escasos. Lo que en cambio si parece haber marcado de manera más profunda las ideas
de los españoles sobre los robosos, Iueron los levantamientos que de manera curiosa-
mente cíclica, se sucedían en la conchería. Al igual que en 1621, 1624 Y 1643-45, en
1666 nuevamente la historia se repite.
Como en las ocasiones anteriores, todo se inicia con una serie de escapatorias más
o menos en masa de indios de las reducciones y haciendas de la zona, los cuales tratan
de refugiarse en zonas alejadas. El gobernador Oca Sarmiento, levanta una partida de
guerra de españoles, acompañados de un contingente de conchos chisos, los cuales per-
siguen primero a los fugitivos en las planicies orientales, en particular en la famosa Sie-
rra del Diablo. Como de costumbre, los prófugos, son desde luego, tobosos y conchos,
escapados de haciendas, los cuáles, una vez derrotados y son reasentados en Atotonilco
y luego, en la segunda parte de la campaña, el gobernador recorre la región reasentan-
do a los fugitivos de las misiones.F" El gobernador explica su proceder de la siguiente
manera: ... sabiendo que la Provincia de Conchos se alzaba ..• entré a su pacificación, cas-
tigando a las cabezas de su alzamiento ..• ¿Quiénes eran estas cabezas del alzamiento,
es decir sus tlatolerosi La respuesta es la misma que nos daba Nicolás de Zepeda para
explicar la rebelión de 1643-45: los tobosos. Sin embargo, aquí vale la pena detenerse
un momento en cómo entendía Oca el papel jugado por esos tobosos. En su escrito,
menciona que el origen de la rebelión se hallaba en los malos tratamientos que Va1erio
Cortés del Rey propinaba a sus indios en sus haciendas y que de allí se había extendido
la rebelión.F" Las haciendas a que se refiere el gobernador, son justamente las que tenía
este personaje en la jurisdicción de Atoronilco, desde donde dice Oca Sarmiento, los
indios huyeron hacia la famosa Sierra del Diablo, desde donde tlatoiearon al resto de los
indios de la conchería: y sabiendo que la provincia de conchas se alzaba a imitación de los
enemigos y coaligada con ellos, entré a su pacificación ... :564 En suma, el alzamiento había
sido causado por los tobosos huidos de haciendas y remontados a la Sierra del Diablo.
En su informe al virrey, Oca Sarmiento le comunicaba de un plan para contener a esos
enemigos, el cual consistía en el establecimiento de diez atalayas, o puestos de vigilan-
cia esparcidas por el territorio, e incluso anexaba un mapa explicativo. Supuestamente
estas atalayas servirían para atajar visualmente a los indios en el momento de entrar
a atacar, y en el mapa vemos que siete de esas atalayas las situaba sobre el camino real
entre Cuencamé y Parral, y las otras tres sobre el río Florido: una frente al arroyo de
la Parida, otra frente a Atotonilco, y la tercera, curiosamente más hacia el poniente, en
Todos Santos. En su interesante composición con deformación espacial y el oriente en
la parte de arriba, el mapa nos muestra también cómo para Oca Sarmiento, había dos
zonas principales de indios enemigos, una era la de los salineros, al este de Mapimí, y la
segunda el oriente de Atoronilco, entre la Sierra del Diablo y la parte situada al sur del

562 Informe del Gobernador Antonio de Oca Sarmiento al Sr Virrey. Parral 12 Mano de 1667. en: e W Hackett, Historical
Documents ... v. 2. pp. 188-192.
563 tbid. p. 190.
564 tbia.• p.188.
209

eas curso inferior del Conchos. En esta última, la raya de los indios enemigos, se situaba
sa- apenas al oriente de Arotonílco, y resulta interesante ver cómo bordea de manera muy
en precisa toda la vertiente oriental del Florido y continúa de la misma manera, después
de la confluencia de los dos ríos, bordeando el curso del Conchas en dirección de La
Junta.565 Para Oca Sarmiento, el territorio de origen de los tobosos de guerra se había
extendido ya entonces, a toda la franja oriental de la cuenca de los dos ríos, y no sólo a
la del Florido, como era antaño. Lo contradictorio del asunto, al menos para el observa-
dor moderno, es que ese mismo año, él mismo, ordenaba al gobernador de los conchos,
ir a juntar a los tobosos de Atotonilco, pues su reducción que se hallaba vacía, ya que
os, los que no se habían fugado, se encontraban desparramados por las haciendas. En otras
leo palabras, robosos, los había de los dos lados de la raya, y los del interior aunque habían
an- partido de guerra un año antes, eran lo suficientemente dóciles, como para servir en
nte haciendas y atender al llamado del gobernador indio, como los demás conchos.F"
Más tarde, Oca Sarmiento haría mención de que ese año se verificaron epidemias y
to, hubo sequía en la provincia,567sin embargo, al menos por el momento, no identificaba a
ara esos hechos como causantes de alguna manera de la rebelión, sino que lo atribuía justa-
rse mente al tlatoleo de los tobosos, quienes, después de escapar de las haciendas de Valerio
ito, Cortés del Rey, se convirtieron en ..• los que hoy dan mayor guerra en este reino .•. S68Para
no completar todas estas aparentes contradicciones, después de haber elaborado todo un
ido complejo plan para atajar a los enemigos robosos, pareciera que un año después, el propio
nía Oca Sarmiento quisiera volverles a abrir las puertas del reino a esos enemigos, pues lejos
los de intentar exrerrninarlos o mantenerlos fuera de la provincia, permite que la reducción
los de Atotoni!Co vuelva a funcionar normalmente, sin molestar a los indios allí reducidos.P?
los tanto más que todavía ese año, los tobosos se hallaban de guerra en la Sierra del Diablo, y
bía lo que es peor, aliados con los salineros y los cabezas, quienes habían llevado a ese lugar a
lo. varios cautivos españoles que tenían, entre ellos aljesuita Rodrigo del Casrillo.V" Pero en
sos realidad no había incoherencia alguna en las actitudes del gobernador, él sabía con quién
trataba en todos esos casos, y de qué indios estaba hablando en todos esos casos. El pro~
an-
nte blema, para el observador moderno, es que en esta época, el término toboso, no tenía ya el
mismo significado que unas décadas atrás. Un elemento muy sintomático de lo anterior,
eal
lo tenemos en cómo Oca Sarmiento, ubicaba el territorio de los tobosos enemigos, por
de toda la franja oriental del Conchos. Es por eso también que ese mismo año, el propio go~
en
bernador hizo colocar a un grupo de tobosos pacificados en el puesto llamado San Luis
Mascomalhua, que era una de las reducciones de conchos que habían sido abandonadas
en
durante la rebelión, y que se hallaba muy lejos del territorio toboso "tradicional'; es decir,
dos
y la
del 565 Este mapa aparece reproducido como anexo en: Guillermo Porras Muñoz. La frontera ...
566 AGI. Escribanía de Cámara 397A. Residencia del gobernador Antonio de Oca Sarmiento. no. Z1. Comisión al gobernador
de los conchos para que saque a los indios de Atotonilco. 3 de marzo de 1666.
567 AGI. Escribanía de Cámara 397A. Residencia del gobernador Antonio de Oca Sarmiento. 1666.
rical
568 Informe del Gobernador Antonio de Oca Sarmiento al Sr Virrey ...• p. 190.
569 AGI. Contaduría 927. Cuentas de la Real Caja de Durango, 1667'1668.
570 Luis González Rodríguez, Crónicas ...• pp. 262'264.
210

que se trataba de tobosos provenientes del bajo río Conchos que eran reasentados allí¡
mues
unos años después los encontraríamos asentados en San Francisco de Conchos.f"
signif
Para la década de 1670, la conchería se hallaba dividida en dos grandes porciones,
las de
cada una con su propio gobernador indio. Una, la de la parte alta del río, o de la raya de
más ~
los tarahumares, que tenía por principal a un indio llamado Don Constanrino."? la otra
Franc
se hallaba bajo el cuidado de don Hernando de Obregón, gobernador de la parte de río
abajo de Conchos hacia el norte,573 es decir, ocupaba toda la franja oriental en dirección
sig
de La Junta, la misma zona donde en el mapa de Oca Sarmiento aparecen los tobosos
le~
enemigos. Efectivamente, en esa época, San Francisco de Conchos se estaba convirtien-
ta)
do en receptáculo de diferentes conchos de guerra provenientes del bajo curso del río:
los
la situación no era cómoda, el cacique Juan Constantino se quejaba de que el goberna-
113J
dor le compelía a que fuese a traer de los montes a los indios encomendados, y que lo hacía
con gran riesgo de su vida, porque se resisten en forma de alzamiento .•. 574 Sin embargo, los
Ac
traslados continuaron; en 1673 fue reducidos también en San Francisco, un grupo de
sencia
chisos, pacificados recientemente para ser luego enviados de repartimiento al Valle de
bre de
San Barrolomé.F" y en 1674, otro contingente del mismo tipo es reducido en Acotoni-
amIgo.
leo, esta vez, son nombrados robosos.F"
oidor
En 1678 otro gobernador, Lope de Sierra Osorio, nos proporciona una visión mu-
cho más clara del desplazamiento geográfico-semántico que se operaba, no sólo con el
al:
término toboso, sin quizás también en general con la noción de indio de guerra, en el
yc
norte novohispano:
pri
ese
De la ciudad de Guadiana, cabeza de la Vizcaya, hasta el real de SanJoseph de Parral, habrá
roe
un distancia de cien leguas y todas despobladas, al lado derecho de camino real están las
op
serranías y montañas a donde asisten once naciones de indios enemigos, por ser entre ellas
la de más valor los tobosos, comúnmente todas se llaman con este nombre, si bien después
Se
que yo llegué a aquél reino todos los de esta nación se han reducido de paz y los poblé en
mente
San Francisco de Conchos ... "577
contir
bre 101
El término toboso se ha convertido en un de apelativo genérico del indio de guerra
señor J
que se refugia más allá del bajo río Conchos. En un escrito de 1683, Sierra Osorio nos
enemi
sus es}
571 William Griffen. Inidan Assimilation ...• p. 64. en su I
572 'bid .• p. 45. igualmente: Cédula de la reina gobernadora al Virrey de la Nueva España sobre que se quite la imposición ciéndc
que los gobernadores de la Nueva Vizcaya han hecho a los indios. Madrid. 22 de junio de 1670. en: C. W. Hackett, Historical
Documents ... v. 2. p. 200.
573 Ibid.
574 Ibid.
575 Archivo Histórico de Parral. Microfilmes UTEP. 476-54 .• 1673A. Autos relativos a la guerra con los indios enemigos de 578 Extn

la Real Corona. C. W. Hal

576 Archivo Histórico de Parral. Microfilmes UTEP. 476-56. t674A. Autos de guerra con los indios rebelados. 579 'bid
577 El licenciado Lope de Sierra Osario. oidor de la Real Audiencia de México. gobernador y capitán general que fue del 580 Ver.

reino de la Nueva Vizcaya. informa a vuestra Magestad el estado de cosas de aquél reino. México. 26 de sept. de 1678. en: 581 Ellil
C. W. Hackett. Historical Documents ... v. 2. p. 210. 58z 'bid,
583 Ibid,
:Z11

muestra que detrás de esta declaración se hallaba una idea bastante precisa de lo que
significaba en términos geográficos el territorio de los indios de guerra. La tierra de
las doce naciones que se comprenden debajo del nombre de tobosos •.• 578añade, se hallaba
más allá de una línea imaginaria, que vendría del Real de Parral en dirección de San
Francisco de conchos:

siguiendo esta propia línea [se halla el lugar que] se llama San Francisco de Conchos, 22
leguas a la parte norte del Parral, poco desviado del camino de la Nueva México, que es
raya de las referidas naciones y la de los conchos, donde se ha de poner un presidio como
los antecedentes [el Gallo y Cerro Gordo] que sirva de contener en respecto unas y otras
naciones privarles de la comunicación y obrar la ejecución de daños y robos ... 579

Aquí ya el origen geográfico y los antecedentes son irrelevantes. Poco importa la pre-
sencia que durante casi un siglo, alIado de los españoles de indios que portaban el nom-
bre de tobosos, ni interesa tampoco si en otros tiempos, los tobosos sirvieron como los más
amigos y de mayor resolución y valor entre los auxiliares de guerra, como dijera en 1646, el
oidor Fernández de Baeza:580 los tobosos son invasores, pues son ellos quienes van

a las tierras que están poseyendo los españoles y los indios cristianos y que están de paz
y con bárbara crueldad les roban sus haciendas sin distinción de sexo, sin que para su fin
principal que es robar, conduzca más justificación se les pueda hacer la guerra y hacerles
esclavos que a los turcos, que siendo enemigos declarados de la cristiandad dan cuartel a
todos los que se rinden sin llegar a ensangrentarse en las vidas de los que por su sexo y edad
o profesión, están indefensos ••. 581

Se trata, en otras palabras de una definición política del enemigo, de la cual el ele-
mento geográfico, no es, en realidad, sino una de sus partes. La guerra ofensiva esjusta,
continúa explicando Sierra Osorio, porque los indios de guerra invaden territorios so-
bre los cuales no tienen título legítimo: y estas tierras nunca fueron de la dominación del
señor Moctezuma o de otro cacique de estos reinos,582 y añade, esjusta también porque son
enemigos de la corona y de los españoles, puesto que conspiran contra ellos: tienen a
sus espaldas convecinas innumerables naciones de otros indios a quienes han solicitado traer
en su ayuda ••• 583 Si un día lograran esos conspiradores atraer a aquellos bárbaros ofre-
ciéndoles ropa robada de los carros que van a Parral, fueran innumerables las naciones

578 Extracto del papel que formó el señor Lope de Sierra sobre las cosas tocantes al reino de la Nueva Vizcaya. 1683. en:
C. W. Hackett, Historical Documents ... v. 2. p. 218.
579 Ibid .• p. 220.
580 Ver supra .• p. 36.
581 El licenciado Lope de Sierra Osorio ...• p. 212.
582 Ibid .• p. 213.
583 Ibid.
212

del norte que salieran a inundar estos reinos,584 y la ruina sería total. No era la primera Esl

vez que un proceso semejante se desarrollaba; ya a principios del siglo XVI, los caribes siguiel
habían sido declarados también enemigos de la corona, y más tarde igualmente los quep<
chichimecas de Zacatecas, se verían enfrentados también al fantasma de la guerra de de laJ
exterminio a sangre y fuego, y sus apelativo s se convertirían en algo así como sinónimos sin err
de indios de guerra. Tal fue lo que sucedió con los tobosos, ylo mismo sobrevendría más como
tarde con los famosos apaches.S8S por to
La historia de los robosos no terminaría allí, desde luego. Al final de otro más de esas cendic
especies de ciclos de más o menos veinte años, nuevamente durante los años de 1684, de nat
1685, Y1692 la provincia se vio inflamada por sendas rebeliones generales y los tobosos la, dOI
con ellas. Esta vez las principales zonas de conflicto fueron las de la parte norte de la Aguah
conchería y la tarahumara, que ya experimentaban una sólida colonización española, detern
proveniente sobre todo de la provincia de Santa Bárbara y también, aunque en menor origen
cuantía de Sonora. Aparecieron así nuevos enclaves de gente que se instalaba allí con o si bit
sus armas y gente de servicio y ello dio pie igualmente a la consolidación de nuevas región
conversiones y reducciones de conchos y rarahumaras.t'" Con ello, nuevamente se am- asunto
plió el ámbito de las guerras. Sin embargo, el papel de los tobosos en estos conflictos 1737, .
fue cambiando paulatinamente. Durante la rebelión de 1692, por ejemplo, los tobosos tres la:
todavía fueron perseguidos por la Sierra del Diablo, pero también por todo el e! bajo tanto, I
río Conchos, y toda vertiente norte de la Sierra Madre Occidental, hasta Sonora.587 Sin norte r
embargo, cada vez más el término toboso, se transformaba en un genérico para designar za, dec
a cierto tipo de indio guerra. Ese mismo año, por ejemplo, Gabrie! del Castillo al mismo
tiempo que asentaba a conchos-tobosos en San Francisco de Conchos provenientes del com

curso bajo del río, se decía confundido, pues las partidas de tobosos perseguidos por la ches

Sierra del Diablo, estaban compuestas por los propios tobosos, y diez o doce naciones los i

de hacia el Rio del Norte e por aquellas partes de Coahuila,588 y sin embargo, pronto se Coa

despeja la duda, pues esos tobosos, no eran tales, sino concho s chisos, tomados anterior-
mente de laJunta de los Ríos, y huidos hacia aquella región, lo cual puede perfectamente Cor
explicar la presencia de esas "naciones" del Río de! Norte entre ellos. El gobernador in- rnienda
cluso expresaba sus sospechas de que esos indios estuvieran coludidos con los llamados en el es
cocoyomes, por lo que ordena al capitán Juan Fernández de Retana, pasar a cuchillo a lo cubrían
hombres y asentar a las mujeres y niños en San Francisco de Conchos.r" investig
tesco er
todos e
584 tbid, p. 214.
robosos
585 Acerca del origen y transformaciones del nombre apache: Chantal Cramaussel. "Los apaches en la época colonial".
Cuadernos del Norte 20. julio 1992 pp. 25-26.
es lo qu
586 Podemos citar las de luíimes en 1677. Nuestra Señora de Carretas en 1683. así como San Francisco de Alcántara de
Namiquipa. Bachíniva. lanos y Santa Ana del Torreón. todas en 1685. por citar algunas de las más importantes en la conche-
590 Williar
ña. y las misiones del Papigochi reabiertas durante la década de 1670. para el caso de los tarahumaras: Salvador Alvarez.
591 tbid., I
Agricultural colonization ...• pp. 183'185.
592 José d
587 Testimonio de los Autos de Don Gabriel del Castillo Gobernador del Parral sobre operaciones de guerra y otros puntos.
Cumplido.
31 Mayo de 1691 hasta 9 de Febrero de 1694. en: C. W. Hackett, Historical Documents ...• V.2 pp. 290'360.
593 Isidro
588 tbid., p. 293.
México, 17'
589 Ibid.• p. 348.
2t]

ra Este es un episodio típico de la subsecuente historia tobosa. Durante las décadas


bes siguientes, la reducción de San Buenaventura seguiría funcionando con tobosos, aun-
los que poco a poco llegarían también allí, concho s de otras regiones, y en especial chisos
de de la Junta de los Ríos. En 1697, por ejemplo, había allí 250 tobosos y 350 chisos, y
os sin embargo, en regiones muy lejanas de allí, se oían ecos de ataques de los tobosos,
ás como sucedió ese mismo año en Coahuila.t'? para irse extendiendo paulatinamente
por todo el norte novohispano. Durante el siglo XVIII, ya el apelativo toboso ha tras-
cendido ampliamente las fronteras de la Nueva Vizcaya, y ha tomado incluso carta
de naturalización en lugares tan alejados como el Nuevo Reino de León y Coahui-
la, donde en 1735 se hace mención de una reducción de tobosos, .en San Nicolás de
Agualeguas, Sabinas, y el Marquesado de Aguayo.F" Sin embargo, sería muy difícil
determinar, de qué clase de indios se trataba realmente, sobre todo en cuanto a su
origen geográfico: si se trata de tobosos trasladados hasta allí desde la Nueva Vizcaya,
o si bien, el apelativo toboso simplemente había llegado a extenderse hasta esa alejada
región. Tal parece que los segundo sería, cuando menos en parte la explicación a este
asunto. Simplemente añadiremos dos referencias finales para ilustrar lo anterior. En
1737, José de Arlegui, describiendo el curato de Parral de ese tiempo, decía que eran
tres las naciones que se atendían allí: conchos, tarahumaras y tobosos¡592 mientras
tanto, unos pocos años después, en 1746, pero refiriéndose a un extremo opuesto del
norte novohispano, las provincias de Coahuila y Nuevo León, Felix Isidro de Espino-
za, decía que a sólo dos días de camino de la misión de Dolores:

comienza la lamería que es dilatadísima y confina con los llanos que llaman de los apa-
ches ... al poniente a distancia de 25 leguas, comienzan las lomas y los cerros donde habitan
los indios rebeldes llamados robosos, que infestan rodo Parral, Saltillo y la provincia de
Coahuila ... 593

Con el correr del tiempo, el apelativo toboso pasó de ser el de una modesta enco-

n- mienda de indios del Valle de San Bartolomé que se fue extendiendo en el tiempo y
en el espacio, hasta terminar por darles un nombre a toda una gama de sociedades que
os
cubrían un vastísimo espacio de muchos cientos de kilómetro de diámetro. Sólo una
lo
investigación pormenorizada acerca de los indios de diferentes puntos de ese gigan-
tesco entorno, podría damos una mínima idea acerca del origen geográfico y social de
todos esos grupos a los cuales en algún momento se les llamó tobosos. En cuanto a los
tobosos originales, esto es, a los indios que habitaban la cuenca del Florido, muy poco
ial".
es lo que se podría hacer en el dominio documental, fuera de lo ya realizado, para saber
de
he-
590 William Griffen. Culture Change...• pp. 46 Y 95.
rezo
591 Ibid .• p. 72.
592 José de Arlegui. Crónica de la provincia de Nuestro Seráfico Padre San Francisco de Zacatecas. 1737. México. Imprenta
tos.
Cumplido. 1851. p. 89.
593 Isidro Félix de Espinoza. Crónica apostólica y seráfica de todos los colegios de Propaganda Fide de esta Nueva España.
México. 1746. p. 469.
214

un poco más de ellos en cuanto a sus formas de vida originales. Se pueden sí, afinar la
cronología de sus apariciones en diferentes tipos de documentos, averiguar tal vez un
poco más acerca de las primeras encomiendas de tobosos, algunos elementos acerca
de su vida en haciendas, minas y reducciones ... Sin embargo, en 10 que se refiere al
dominio estrictamente etnohistórico, la naturaleza de la documentación nos obliga a
movemos dentro de límites precisos y en realidad bastante estrechos.

EL

T,
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594 Publi
215

CAPITULO VI El indio de norteño y la misión594

EL INDIO Y SUS TUTORES

Tal Ycomo había quedado establecido desde finales del siglo XV en la doctrina jurí-
dica española y europea, los reyes de España ejercían señorío directo sobre todas las "In-
dias Occidentales e Islas de la Mar Océano" como se decía en la época. En consecuencia,
del mismo modo que todas las tierras nuevamente descubiertas pasaron a formar parte
de su real patrimonio, sus habitantes, desde entonces llamados "indios'; se convirtieron
en sus vasallos. Este estatuto se asemejaba en principio a aquel en que se encontraban los
habitantes de los "pueblos realengos" peninsulares. Esto significaba, entre otras muchas
cosas, que nadie tenía jurisdicción ni ejercía autoridad directa sobre las personas, los bie-
nes y el trabajo de los indios, salvo el rey mismo, o en su caso aquellas personas en quie-
nes la corona delegara su autoridad. Por lo mismo, los indios quedaban en la obligación
de pagar tributos al rey como reconocimiento de su señorío, y éste a su vez podía delegar
el disfrute de los mismos en quien fuera su voluntad. Estos principios nos llevan direc-
tamente al segundo aspecto de esta cuestión: el estatuto particular al que el indio estuvo
sometido en la sociedad colonial. Si bien es verdad que, como lo dictaba la célebre cédula
del 20 de junio de 1500, el indio era jurídicamente un "libre vasallo de la Corona', ello no
quería decir que se hallara en una circunstancia de "igualdad" respecto del estatuto del
que disfrutaban los españoles. En su calidad de "neófito en la fe'; el indio se incorporó a
la sociedad colonial bajo un régimen distinto del que gozaba el vasallo "cristiano viejo":el
indio formaba parte de los llamados "miserables': Este término se usó desde la alta edad
media para designar a todos aquellos individuos que por invalidez, enfermedad, vejez,
minoría de edad, demencia o cualquier otra circunstancia, eran considerados incapaces
de sostenerse o de gobernarse a si mismos, y se haclan, por lo tanto, objeto de tutela. En
el caso de los indios americanos, lo que los Colocaba entre los 'desamparados" era, por
una parte, su calidad de gente nueva en la fe cristina, y por otra, su carácter de personas
"rústicas" y de mucho "menos policía" que los españoles. Su desconocimiento de la ley
cristiana, así como su vida demasiado cercana a lo "natural'; los hacían en extremo vulne-
rables frente al pecado y a los "engaños del demonio'; y por ello proclives a caer en vicios,
en prácticas antinaturales y hasta en herejía. Era necesario, entonces, somete, a este tipo
de personas a un régimen de amparo de tutela y de vigilancia directa por, pacte de los
españoles "cristianos viejos': en quienes recaería la tarea de protegerlos, instruirlos en la
fe y enseñarlos a vivir "en policía', o sea de una manera civilizada al estilo europeo.t"

594 Publicado originalrnante en: Clara Bargellini - Chantal Cramaussel - Salvador Alvarez. Misiones para Cñihuonua, México,
216

No es este el lugar para emitir, un veredicto acerca de la precisión (o de la justicia, MISIOI

en todo caso) de semejantes preceptos e ideas sobre los indios. Baste con mencionar
cómo, durante todo el periodo colonial, los aborígenes americanos en su conjunto per~ El ese
manecieron atados, a este estatuto de "neófitos" y de "rústicos': y por lo tanto de gente aplicó al t
sujeta a tutela. Esta es la razón por la cual los indios formaron una "república" distinta sus congé
de la de los españoles y de las llamadas "castas'; y debieron tener pueblos aparte en los laencomi
que se prohibía la permanencia de españoles y porqué siempre estuvieron (y están la nueva 1

todavía) sujetos a disposiciones especiales de todo tipo. Sin embargo, el hecho esencial de la core
es también que, a. lo largo del tiempo, la corona fue delegando en diferentes sujetos "reconocn-
y bajo distintas modalidades institucionales la tutoría e instrucción de sus neófitos rectores y
vasallos. En un primer momento, la tarea recayó en civiles españoles investidos como Peros
"encomenderos" cuya función era proteger a los indios que la corona les "depositaba', de Laenorm
cualquier amenaza o del abuso de otros españoles, además de instruidos en la religión y median;
yen las practicas propias de la vida "política" y 'civilizada" En contraparte, los indios se de la colo
obligaban a sostener a su encomendero y a entregade una parte de los tributos que le desde sus
debían al rey.596 ción de re
Más tarde se instituyeron los corregidores de indios, cuyas funciones fueron serne- España pi
jantes a las de los encornenderos, aunque por tiempos más limirados."? Junto con estas dificultó,
dos modalidades de tutela, surgió, también en el siglo XVI, una tercera, complemen- cidos, cap
taria de las dos anteriores, que fue la que se otorgo a los misioneros. Aunque el vínculo considera
de tutela entre el misionero y sus doctrinados aborígenes era esencialmente el mismo caso de te
que en los casos ya mencionados, no anulaba los derechos que los encomenderos y los de indios
corregidores tenían sobre ellos. Sin embargo, una diferencia que se estableció desde Nombre I

un principio fue que los religiosos tenían permitido instalar sus residencias entre los tarde San
indios, para desde ahí emprender directamente su tutela y conversión, cosa que, desde Nueva G:

mediados del siglo XVI, se había prohibido a encomenderos y corregidores. Fue así la "repúbli

que hacia finales del siglo XVI en el sur y centro de la Nueva España, frailes francisca- nos, convi

nos, dominicos y agustinos habían fundado un gran número de conventos y doctrinas y Cabe.
obtenido la tutela de cientos de miles de indios. Por su parte en el norte del virreinato, misión sir

en la Nueva Galicia primero y en la Nueva Vizcaya un poco después, fueron los fran- los mision

ciscanos los principales tutores y evangelizadores de los indios. así como I

repehuan.
ron como
necesarias
en aquella
Editorial México Desconocido - Grupo Cementos de Chihuahua, 2004, pp, 20-69_
se materia
595 Ver al respecto: Paulino Castañeda Delgado, "La condición miserable del indio y sus privilegios", Anuario de Estudios capitanes
Americanos v, XXVIII, 1971, pp. 245-335-
596 Para una reflexión actualizada sobre este tema: Romano Ruggiero, "Trabajo compulsivo y trabajo libre en Nueva
España (siglos XVI - XVIII)", en: Ruggiero Romano, Antología de un historiadar: Ruggiero Romano, México, Instituto Mora
598 Nombram
- Universidad Autónoma Metropolitana, Cuademos de Secuencia, 1998, pp. 98-112_
Microfilms Uni
597 Alfonso Garcia Gallo, "Alcaldes mayores y corregidores en Indias", en: Alfonso García Gallo, Estudios de Historia del
Derecho Indiano, Madrid, Instituto Nacional de Estudios Jurídicos, Madrid, 1972, pp 695-741. Robert G Keith, "Encomienda
599 Chantal e
600 Ver el ca¡
Hacienda and Corregimiento in Spanish America: A Structural Analisys", HAHR 51 no. 3 Ago 1971 pp. 431-446
217

MISIONES Y FRONTERAS EN LA NUEVA VIZCAYA

El estatuto para los aborígenes de la Nueva Vizcaya fue básicamente el mismo que se
aplicó al resto de los indígenas en las posesiones americanas de la Corona. Al igual que
sus congéneres de la Nueva España, desde un principio fueron sometidos al régimen de
la encomienda y estuvieron sujetos al pago de tributos reales. Desde el punto de vista de
la nueva sociedad colonial, ellos ocupaban un lugar bien definido: eran "vasallos libres"
de la corona, y al mismo tiempo gente sujeta a tutela. Por 10 tanto, los tributos que en
"reconocimiento" de señorío le debían al rey quedarían en manos de los distintos pro~
s tectores y tutores que la corona les designara.
o Pero si bien los principios eran los mismos, los hechos tomaron formas particulares.
e La enorme dispersión en que vivían los aborígenes norteño s, diseminados en pequeñas
y medianas rancherías por llanuras y montañas, orilló a los españoles, desde los inicios
e de la colonización, a colocados en "reducciones': es decir a transferidos por la fuerza
e desde sus lugares de residencia hasta nuevos asentamientos mas controlables. La crea-
ción de reducciones también había sido una práctica común en el centro de la Nueva
España pero la ausencia entre los indios norteños de estructuras políticas centralizadas
dificultó a los españoles su control. Al no poder contar con jefes y caciques bien recono-
cidos, capaces de asegurar el dominio estable de las diferentes rancherías, los españoles
o consideraron que no tenían otra opción que ubicar sus primeras reducciones, en este
o caso de repehuanes, en lugares contiguos a sus propias villas, y en compañía, además,
s de indios tarascos y mexicanos. Fue el caso, durante las décadas de 1560 y 1570, de
e Nombre de Dios en Durango, el propio Durango, Indé y La Victoria, y un poco más
s tarde San Bartolomé (hoy Valle de Allende). Siguiendo la práctica ya establecida en la
e Nueva Galicia unas décadas antes, estas nuevas reducciones, en tanto pertenecientes a
la "república" de los indios, fueron colocadas bajo la custodia y tutela de los francisca-
nos, convirtiéndose así en las primeras misiones establecidas en la Nueva Vizcaya.598
Cabe aclarar que muchos de estos indios fueron siempre sujetos de encomienda y de
misión simultáneamente: una cosa no anulaba ni impedía la otra.599 Para finales del siglo
los misioneros habían fundado conventos con frailes de planta en los lugares ya citados,
así como en San Juan del Río y Santa Bárbara, al tiempo que otras zonas de población
tepehuana importante, como La Saueceda, Los Palmitos y Cacaria y otras más queda-
ron como "visitas':6ooLa corona española reconoció a estas misiones franciscanas como
necesarias para la estabilidad de la sociedad cristiana y para la difusión del cristianismo
en aquellas dilatadas fronteras, por lo que las hizo objeto de su protección directa. Esto
se materializó, por una parte, en el mandato dado a los gobernadores, que eran también
capitanes generales de la provincia, de proteger militarmente estos establecimientos y

598 Nombramiento a Alonso lópez de Mesa como Síndico de las Misiones de San Francisco. Archivo Histórico de Durango.
Microfilms University of Texas El Paso, Rollo 15, 1596'1597.
599 Chantal Cramaussel, Encomiendas repartimientos ....
600 Ver el capítulo quinto intitulado, "El pueblo de indios en el norte novohlspano".
218

garantizar su permanencia. Igualmente, a partir de 1590 se determinó la entrega de "li_ época,


mosnas" a las misiones franciscanas de parte de la Real Hacienda, consistentes al princi- das po
pio en productos como vino, aceite y cera para el culto, además de maíz para el sustento córno.]
diario de los frailes.601 pueblo
Para cuando los jesuitas emprendieron sus actividades de conversión en Nueva chos dI
Vizcaya en 1591, se encontraron con un sistema misional franciscano ya bien institui- a los jt
do desde hacia varias décadas, situación a la que debieron adaptarse y que les marco "autorii
pautas de acción. Una de las mas relevantes fue que, estando los frailes ya instalados mision
en las are as pobladas por españoles, los jesuitas debieron elegir regiones mas alejadas los cua
para iniciar su labor. Estas regiones fueron tres: Tapia, Sinaloa y Parras, y a partir de lo que
los primeros años del siglo XVII también llegaron a la región montañosa al norte de indios':
Papasquiaro ya la provincia de Santa Bárbara. Para cuando se fundó Parral, en 1631, vo en 11
tanto los franciscanos como los jesuitas habían consolidado sus respectivos ámbitos primen
misionales, al punto de convertirlos en auténticas áreas de influencia. Cada orden por irnpues
su lado y con modalidades distintas, ejerció funciones de gobierno y de hecho controló, de crín
durante más de dos siglos, una gran parte de la vida social de los aborígenes bajo su siernpn
custodia. Esto no tenía nada de extraño en el mundo colonial hispánico. Ya en 1557 import
fray Alonso de la Veracruz, en su tratado sobre Las justas causas de la guerra contra nales el
los indios, había expresado que en la búsqueda de su bien espiritual, a los paganos se va Vizc
les podía obligar a la fe y constreñir legítimamente a escuchar a los predicadores.t" indios]
Para ello, argumentaba, era menester que los religiosos pudieran gozar de "dominio" sernam
sobre los asuntos temporales concernientes a la conversión de los indios, pues sin ese este pn
sometimiento no habría prédica posible. Con el tiempo, este razonamiento termino tandas
convirtiéndose en una suerte de principio de la acción misional universalmente acepta- estanci
do en la sociedad colonial. Por lo tanto, la función del misionero nunca se redujo solo cargab:
a asegurar la instrucción religiosa de los indios o a enseñarles alguna nueva técnica,
práctica o costumbre. Por el contrario, los religiosos siempre ejercieron funciones de
gobierno sobre sus protegidos. Una de ellas fue, precisamente, hacerla s congregar en
reducciones. Estando las misiones bajo la protección directa, tanto política como mili-
tar, de la corona, los misioneros contaron con potestad para solicitar al gobernador y a
sus subalternos el uso de la fuerza militar para que los indios fueran trasladados desde
sus lugares de origen hasta los pueblos de misión.603
Ahí los padres ejercían un poder tanto más absoluto cuanto que sus sujetos eran
considerados gente que carecía por completo de "política" "bárbaros'; que nunca for-
maron realmente "republicá' en el sentido que los españoles daban a ese término en la

601 AGI, Contaduría 924, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1602-1603, luan Laurencio SI, Rector Colegio y las Misio-
nes de la Nueva Vizcaya recibe limosna para 21 religiosos Durango y Provincia de Sinaloa, según cédula dada por SM en

1590-
602 Alonso de la Veracruz, De Justo Bello contra tndos, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Corpus
Hispanorum de Pace, Segunda Serie, v. IV, 1997, PP_59-61. 604 AGI, e
603 Enrique Dussel, "Las reducciones un modelo evangelizatorio y un control hegemónico", Christus Revista de Teología, de 105 indi
no 551, dic 1981, pp 19-23- 605 Chant
219

época. Esto significa que los indios no llegaron a tener autoridades propias reconocí-
das por los españoles, ni mucho menos cabildos realmente funcionales. Recordemos
cómo, por esas mismas épocas, en el centro del virreinato, numerosos cabildos de los
pueblos de indios hablan adquirido un dominio tal de la legislación española, que rnu-
chos de ellos llegaron a defender con éxito sus jurisdicciones e incluso sus tierras frente
a los jueces hispanos. En el norte neovizcaíno no hubo nada parecido. Las llamadas
"autoridades indias': esto es 'gobernadores': "alcaldes': etcétera, eran nombrados por los
misioneros.Y' Un ejemplo de ello fue la gestión de las tierras de los pueblos de misión,
los cuales, en términos de la legislación indiana, eran, de hecho, "pueblos de indios';
lo que significaba que sus tierras eran formalmente patrimonio de la "republica de los
indios': En la práctica, sin embargo, la gestión de estas tierras en el norte siempre estu-
vo en manos de los misioneros. En este contexto, no es de extrañar que la justicia, en
primera instancia, también corriera a cargo de los religiosos, 10 mismo que los castigos
impuestos a los infractores. La autoridad civil solo intervenía en casos de rebelión o
de crímenes cometidos por indios en contra de españoles. De hecho, los misioneros
siempre mediaron entre sus tutelados y las autoridades virreinales. Fue el caso, muy
importante, de la administración de los "repartimienros" que eran los servicios perso~
nales en trabajo que los indios debían dispensar a los pobladores europeos. En la Nue-
va Vizcaya dicha práctica fue fijada desde 1581, cuando la corona acordó eximir a los
indios locales del pago de tributos en productos, y éstos les fueron conmutados por tres
semanas al año de trabajo obligatorio por tributario. Con el objetivo de hacer cumplir
este precepto, los gobernadores emitían ordenanzas para que los indios salieran por
tandas de sus lugares de origen, para después ser "repartidos" entre los hacendados y
estancieros españoles; de ahí el nombre del sistema. Eran los religiosos quienes se en-
cargaban de controlar las entradas y salidas de los indios repartídos.t"

604 AGI. Contaduría 924. Cuentas de la Real Caja de Durango. 1604-605. Nombramiento a Don Cristóbal como gobernador
de los indios conchos de Atotonilco recibe arados del Protector de los indios Diego de Morales.
605 Chantal Crarnaussel, Encomiendas repartimientos y conquista en Nueva Vizcaya ...• pp. 73'75.
220

LOS PRIMEROS MISIONEROS EN LA CONCHERfA y LA TARAHUMARA cazad<l


vante.
Las misiones de la Conchería y la Tarahumara datan de los últimos años del siglo bravos
XVI y los primeros del XVII. Era una época de aumento de la población española, a lo Ían
cuando la región de los indios conchos al norte de la provincia de Santa Bárbara, as! fuera s
como la porción de la Sierra Madre Occidental al norte de Guanaceví y al oeste de la que la
dicha provincia, fueron cada vez mas visitadas por cazadores de esclavos y por los lla- ybene
mados "rescaradores" de granos. Estos eran individuos que se adentraban en las zonas recibía
de indios y, a cambio de cualquier baratija o simplemente por la fuerza, recogían granos sión co
entre los gentiles, para luego venderlos en los poblados de españoles. En estas circuns- la socit
tancias, muy pronto ambas regiones se hallaron en guerra, de suerte que las primeras primin
incursiones de los misioneros en estas comarcas tuvieron lugar en el contexto de las ciscanc
campañas de pacificación emprendidas por el gobierno de la provincia. En el caso de los de San
franciscanos, su llegada a los territorios al norte del valle de San Bartolomé data de 1602 guerra:
cuando el gobernador de la Nueva Vizcaya nombró al capitán Diego de Morales como del pro
"pacificador y protector" de los indios conchos.606 Su labor consista en contener la beli- para re
cosidad de conchos y en asentar a los más posibles de ellos en dos nuevas reducciones frailes
dirigidas por franciscanos. El capitán Morales, como protector de estos nuevos conven- el conv
tos, estaba encargado de darles resguardo militar permanente y de proveerles de aperos tepehu
agrícolas, comida y otros bastimentos. Algo muy semejante sucedió con los jesuitas que a retira
se adentraban en esos mismos momentos en la Sierra Madre. Su presencia ahí se inició Río Fl~
en 1603, cuando el jesuita Juan Font.junto con otros de su orden, se incorporó a la cam- conven
paña de pacificación que desde hacía varios años atrás había llevado en la zona el capitán sos yd
Juan de Gordejuela, alcalde mayor de la provincia de Santa Bárbara. Fue a la vera de este destruí
grupo expedicionario que los jesuitas habían alcanzado por primera vez, ya en 1597, rahum,
la región serrana limítrofe entre el país tepehuán y los territorios dominados por los por los
carahumaras.f" Sin embargo, la labor de conversión de los ignacianos no fue inmediata, el funcL
pues antes debieron esperar a que la pac:'5.cación armada de los naturales comenzara a reducci
rendir frutos para establecer, siete años después, la misión de San Pablo (hoy Balleza), en 162:
que fue la primera en la región. Estas primeras misiones servirían en adelante como restable
puestos de avanzada para la penetración de los misioneros de ambas ordenes en estos bajo el,
dos nuevos territorios: la Conchería y la Tarahumara. Pero, como hemos explicado, no larga ea
podemos decir que se haya tratado de una expansión simplemente misional, como tam- en San
poco sería apropiado hablar de avances de naturaleza puramente militar. Al igual que en menos <

otras regiones norteñas, los misioneros llegaron siempre tan lejos como la gente de gue-
rra pudo abrirles paso. Unos y otros jugaron papeles complementarios en la penetración
608 Ver al
hacia tierras de gentiles, sin olvidar que en el caso de la Conchería y la Tarahumara, los cuments ...•
609 Guiller
610 Luis G,

606 AGI. Contaduría 924. Cuentas de la Real Caja de Durango. 1604-1605. Nombramiento y pago a Diego de Morales vecino 611 lb id .• I

de Santa Bárbara como Protector de los indios y del convento de San Francisco de Conchos. 612 El acta

607 Archivo Histórico de Durango, Microfilmes University of lexas El Paso. Rollo 15. Jornada de Juan de Gordejuela con lo 613 AGI. CI

padres de la Compañía de Jesús. 1597. para bastin


cazadores de esclavos y los rescatadores de granos cumplieron también un papel rele-
vante. En realidad, trasladar desde su lugar de origen a contingentes enteros de indios
bravos y levantiscos, asentarlos todos juntos en nuevos sitios y mantenerlos ahí en paz
a lo largo de sus vidas, nunca fue obra solamente de un par de personas, por grande que
fuera su entusiasmo y su capacidad de persuasión. No sería exagerado hablar aquí de
que la relación entre la misión y la sociedad española fue siempre de interdependencia
y beneficio mutuo, simbiótica, por así decirlo. A cambio del sostén irreemplazable que
recibía del "brazo seglar': como decía el misionero jesuita Andrés Pérez de Rivas, la mi-
sión coadyuvaba a mantener un cierto control y a organizar el gobierno de los indios que
la sociedad española era todavía incapaz de integrar en su seno. Los datos acerca de las
primitivas misiones de conchos y tarahumaras son ilustrativo s a este respecto. Los fran-
ciscanos, habiendo incursionado desde los primeros años del siglo XVII en la región
de San Francisco de Conchos.t'" que había sido sometida después de tres décadas de
guerras y constantes pacificaciones, necesitaron una vez más de ocho años de esfuerzos
del protector de la zona y del guardián franciscano, el célebre fray Alonso de la Oliva,
para reducir a los conchos locales y poder construir un convento, donde colocaron a dos
frailes residentes con limosna de la real hacienda.609 Ello no impidió que en adelante
el convento llevara una vida mis que agitada. Habiéndose salvado de la rebelión de los
tepehuanes de 1616-1618, los franciscanos fueron obligados por los conchos, en 1622,
a retirarse y a reubicarse en su nueva reducción de conchos-tobosos de San Felipe de
Río Florido. A San Francisco no volvieron sino hasta 1633, cuando se reconstruyo el
convento, pero solo para sufrir durante varios años la amenaza constante de los tobo-
sos y de los conchos del norte, al punto que en 1645 el convento resulto nuevamente
destruido.t'? para ser restablecido en 1657. A los jesuitas de las primeras misiones ta-
rahumaras no les fue mejor. La región de San Pablo fue asolada por los tarahumaras y
por los tepehuanes durante el gran alzamiento de 1616-1618. Una de las victimas fue
el fundador, el padre Juan Font.'"! Los ignaciano s restantes se refugiaron en sus nuevas
reducciones de San Miguel de Las Bocas y San Gabriel, sobre el río Florido, fundadas
en 1623 y 1628 respectivamente. Solo en este ultimo año regresaron a San Pablo para
restablecer la misión. Ahí permanecieron durante cinco anos más, hasta que en 1633,
bajo el amparo del capitán Juan de Chavarría, quien se hallaba en medio de una nueva y
larga campaña de pacificación de los tarahumaras, emprendieron una nueva reducción
en San Jerónimo Huejotitán.612 Sin embargo, y a pesar de la cercanía con San Pablo (a
menos de 20 km), no fue sino hasta 1638 que pudieron instalarse ahí forrnalmenre.s'?

608 Ver al respecto. por ejemplo. la Relación de Méritos del Capitán Mateo de Barraza: Charles W. Hackett, Historical Do-
cuments ...• p. 98-
609 Guillermo Porras Muñoz "Fray Alonso de la Oliva". Divulgación Histórica. año 2. no. 12 (1946). pp. 577-579.
610 Luis González Rodríguez. Crónicas de la Sierra Tarobumara, México, SEP, 1984. p. 208.
611 Ibid., P.147.
612 El acta de fundación de Huejotitlán en se encuentra en Guillerrno Porras Muñoz. El nuevo descubrimiento. pp. 226-229.
613 AGI, Contaduría 925. Cuentas de la Real Caja de Durango 1537-1638: Libranza al capitán Juan de Chavarría 1000 pesos
para bastimentos para indios de San Gerónimo Huejotitlán.
222

MISIONES E INDIOS AL NORTE DE LA CUENCA DEL CONCHOS: que)


LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVII tan e
ro [di
Casi cuarenta años habían transcurrido desde las primeras entradas de fray Alonso que,
de la Oliva y de Juan Font en la Conchería y en la Tarahumara. Sin embargo, geográfica- elim
mente, tanto franciscanos como jesuitas se hallaban en el mismo punto que a principios dura;
de siglo. Desde los tiempos de la conquista de la provincia y hasta finales de la primera de s;
mitad del siglo XVII, el río Conchos siempre había operado como una suerte de gran espai
barrera, franqueada solamente por aquellos que se dirigían a Sonora o al Nuevo México, expel
pero en donde, hasta entonces, ningún asentamiento permanente de españoles se había so cel
creado: ni pueblo, ni hacienda ni misión. Uno de los efectos mis inmediatos de la apertu- un dí
ra de las primeras misiones en la Conchería y en la Tarahumara fue el arribo a los pobla- amat
dos españoles de indios de repartimiento provenientes de estas dos regiones. A mediano años
plazo, llegaron incluso a reemplazar a los indios cautivos de guerra (esclavos no oficiales) fin in
y a los indios de encomienda como principal fuente de mano de obra, especialmente en costo
las haciendas agrícolas del valle de San Bartolomé yen las minas de Parra1.614 Un efecto L:
paralelo fue la transformación de la región de San Pablo en la principal proveedora de unpl
maíz para los españoles yen particular para las minas de Parral, por entonces en pleno perm
auge. De acuerdo con los cálculos de Chantal Cramaussel, entre un tercio y la mitad de allá d
todo el maíz que ahí se consumía provenla de esa región.6l5 de la
Sin embargo, la situación seguía siendo bastante precaria. Como vimos, los mi- relatn
sioneros llegaron a la Conchería y a la Tarahumara en un contexto de guerra y como las m:
parte de las campañas de pacificación, las cuales se extendieron por décadas, enteras. un mi
Los efectos sobre las sociedades indígenas locales fueron desastrosos. A la mortandad Satev
producida por las acciones propiamente de guerra y a la dispersión provocada por el uno d
trabajo en encomiendas y repartimiento s, se unieron pronto las epidemias. Algunas dieroi
resultaron sumamente mortíferas, como las de 1608, 1612, 1616, 1619-1620, 1622 ra,en
Y 1623-1625, por mencionar solo las mis señaladas de este periodo. Como en tantas destar
otras regiones americanas, esta combinación de factores trajo consigo una fuerte dis- Todo!
minución de la población autóctona. Es importante destacar como todas estas mortan- sitios
dades con sus diversas causas y la acción constante de españoles en sus territorios, a la ese mi
larga terminarían por menguar la capacidad de estos grupos de resistir los embates del sitios.
colonizador. Sin embargo, no necesariamente se favoreció con esto su concentración en SIn en
pueblos. Una de las principales quejas de los misioneros era que los indios efectivamen- de acc
te asentados en sus establecimientos eran, además de muy escasos, tremendamente muyd
inestables. En 1645, por ejemplo, el rector de las misiones jesuitas de la Tarahumara, rahurn
Nicolás de Cepeda, reportaba cómo en San Pablo, principal pueblo de misión de la
zona, los jesuitas ni siquiera habían podido contar a sus neófitos, ni sabían cuantos 616 "Cal
indios podía haber en total en ninguno de los pueblos que tenían a su cargo. Explicaba 1648", el
617 Luis
618 "Cat
614 Ver al respecto: Salvador Alvarez, Colonización agrícola y colonización minera .... 1648". SI
615 Chantal Cramaussel, Haciendas agrícolas y abasto de granos en el Parral del siglo XVII... o tres le!
223

que los aborígenes formalmente pertenecientes a las misiones continuaban, en realidad,


tan dispersos como en tiempos de su gentilidad: "No se sabe determinadamente el nume-
ro [de indios] por haber estado muchos años sin juntarlos y ser tml inconstantes':616 Añadía
que, si acaso, los más fieles se quedaban rancheados cerca de sus reducciones durante
el invierno, pero sólo para desaparecer por completo en primavera y verano, es decir,
durante todo el ciclo agrícola.617 Tres años después, en 1648, José Pascual, misionero
de San Pablo, se hacia eco de esta queja y describía cómo el maíz que les llegaba a los
españoles era todo del que recogían los rescatadores, quienes "por su mano negochlban y
expendian la ropa que traían, comprando con ella elfrijol, maíz y gallinas': * Pascual inclu-
so celebraba la presencia de estos españoles en las misiones, argumentando que quizás
un día, acostumbrados a los objetos y a la ropa que obtenían, los indios terminarían por
amansarse y acogerse a las misiones. Así, al promediar el siglo XVII, tras casi cincuenta
años de trabajo en la Conchería yen la Tarahumara, los misioneros habían logrado por
fin instalarse en medio de los gentiles tarahumaras y conchos, aunque a un enorme
costo y todavía lejos de alcanzar el ideal de asentados de manera estable en pueblos.
La expansión de las misiones mis al norte del altiplano neo vizcaíno fue nuevamente
un proceso lento y gradual. La apertura de una ruta y el establecimiento de un tráfico
permanente de recuas entre Parral y la provincia de Sonora llevaron a los jesuitas mis
allá de la vieja frontera marcada por la cuenca del Conchos y hasta la parte noroeste
de la Sierra Madre Occidental. Así, hacia 1643, la protección que significaba el paso
relativamente constante de recuas y gente armada, permitió a los jesuitas encargados de
las misiones de San Pablo y San Felipe de Tarahumaras (fundadas en 1639) instalar a
un misionero en uno de los sitios con mayor población tarahumara a la vera de esa ruta:
Satevo, ubicado a unos 70 kilómetros de San Felipe, justo al norte del rio San Pedro,
uno de los principales afluentes del Conchos.v" A partir de este punto los jesuitas pu-
dieron internarse en la región serrana situada hacia el noroeste, sobre la ruta de Sono-
ra, en donde identificaron una serie de centros de población tarahumara, entre los que
destacaban Tereaqui, mis tarde llamado San Lorenzo, Carichi, Temeichi y Papigochi.
Todos estos lugares fueron de inmediato reclamados por los ignacianos como nuevos
sitios de misión, dependientes de Satevó. Pero los religiosos sabían que lo que hacían en
ese momento era solamente plantar una insignia para luego regresar a misionar a estos
sitios. Por el momento ningún religioso pudo que darse en estos pueblos. Con Satevó,
sin embargo, se inició lo que sena un nuevo ciclo de colonización, y al mismo tiempo
de acción misional en las nuevas tierras de gentiles. La secuencia de los hechos no sería
muy distinta de la descrita anteriormente para el caso de las primitivas misiones de la Ta-
rahumara y de la Conchería. Baste decir que el establecimiento de Satevó como avanzada

616 "Catálogo de los pueblos y partidos que pertenecen a la misión de tarahumares por Nicolás de Zepeda su Rector 1645-
1648". en: Luis González Rodríguez. Crónicas.e, p. 97.
617 Luis González Rodríguez. Crónicas ...• pp. 236-40.
618 "Catálogo de los pueblos y partidos que pertenecen a la misión de tarahumares por Nicolás de Zepeda su Rector 1645-
1648". Se informaba allí que era la misión mas reciente del partido de tarahumares con 50 vecinos y muchos otros "a dos
o tres leguas" de allf: Luis González Rodríguez. Crónicas...• p. 197.
rnisional concordaba perfectamente con las intenciones de los minetos y de las autorida- Pacher
des de Parral de pacificar la región alrededor del nuevo camino a Sonora. La fundación de San Bs
la villa de Aguilar en 1648, muy cerca de Papigochi, fue el siguiente paso hacia esa meta. aperos
Al Mallas cosas no salieron como los españoles esperaban. La destrucción de esa villa, la déca
acompañada de la muerte de numerosos españoles, entre ellos varios jesuitas, y la terrible en had
guerra que se dio en la región durante años, terminaron por expulsar a los colonizadores númer
de esa zona. Se inició as!, una vez mis, una larga y cruenta "pacificación" que se extendería nuevas
por más de dos décadas. Entre tanto, los jesuitas no tuvieron más opción que abandonar durade
su misión de Satevó y esperar tiempos mejores.r'? futura
Por su parte, en la zona de las misiones franciscanas la coyuntura no fue muy dis- de la vi
tinta. Luego de la destrucción en 1645 y 1650 de las primitivas y efímeras reducciones Sin
de San Pedro de Conchos y Babonoyaba, y de la devastación del propio convento de hacend
San Francisco de Concho s, la rebelión protagonizada por los conchos y los tobosos mcorp~
fue cubriendo progresivamente las llanuras al oriente de la Sierra Madre, hasta Casas ras de
Grandes y mas allá. No fue sino hasta 1657 cuando el convento de San Francisco pudo
provine
ser reconstruido, pero la calma duró poco. Para 1660 la Conchería entera se hallaba •
miento
nuevamente sumergida en la guerra, lo cual derivó en la interrupción completa del
tirnonk
trafico hacia el Nuevo México yen la destrucción de las incipientes haciendas que los
sus prol
españoles de la región del valle de San Bartolomé intentaban por esos años establecer
en las riberas del río Conchos, al norte del convento de San Francisco, el cual, por cier- •. .10.
to, fue destruido y abandonado una vez mas ese mismo año.
servi
Sin embargo, más al sur las cosas estaban cambiando. El factor que vendría a des-
viene
enclavar la situación para la sociedad colonial fue el demográfico, en este caso el creci-
adqu
miento de la población tanto española, como de gente de servicio, indios y de castas que
comenzó a verificarse en las haciendas agrícolas del Valle de San Bartolomé justamente
Siru
desde principios de la década de 1660. Bajo este impulso se fueron gestando movimien-
tolomé
tos de población y roturación tierras por todo el río Concho s, donde progresivamente
guel de
fueron apareciendo, cada vez más hacia el norte nuevas explotaciones agrícolas. Fue
antiguo
lo que sucedió en los alrededores del propio convento de San Francisco de Conchos
vecina d
y desde ahí, río arriba, hasta Babonoyaba y San Onofre, y más tarde en varios de sus
latifund
afluentes, como el San Pedro y el Santa Isabel. Sin embargo, vale la pena resaltar que
era en el
aquél no fue, de ninguna manera, un poblamiento de tipo "farrner', es decir, protagoni-
zona, ql
zado por pequeños propietarios individuales y aislados. Por el contrario, se trataba de
sonales
fundaciones realizadas por cuenta de gente poderosa de la zona, como Juan Fernández
de Las 1
de Retana, capitán del presidio de Concho s, quien rápidamente formó una "hacienda
familian
gruesá' a la vera de la antigua misión de San Francisco. Otros más que se expandieron
110, que
por la misma zona fueron Valerio Cortés del Rey,620Tomás del Río, Diego Galiano,

621 Merced
Conchas: A(
619 José Pascual: "Reporte sobre las misiones San Felipe 29 junio 1652" en: Vicente García Torres. Documentos para la
622 Hemos
historia de México. 4a serie. vol. 3. México. 1857. pp. 179-209.
Chihuahua (
620 Quien extendió las tierras de sus hacienda de Pilar de Conchas. La Jabonera. sobre una buena parte de esa parte de
la rivera del río Conchas: no. 79. vera
623 Luis Gc
Pacheco Cevallos, Francisco de Escárcega,621todos ellos viejos hacendados del Valle de
San Bartolomé, los cuales marchaban con sus allegados, gente de servicio, ganados y los
aperos necesarios para la apertura de tierras y acequias. De esa manera, para finales de
la década de 1670, muchas de esas explotaciones de frontera, se habían convertido ya
en haciendas 'gruesas': bien pobladas, con obras de riego y cabezas de ganado en gran
número. Para finales de la década de 1680, toda esa zona había quedado salpicada de
nuevas haciendas, las cuales se convirtieron en otros tantos enclaves de poblamiento
duradero. Incluso un poco más tarde aparecieron haciendas tan al norte como en la
futura región de Chihuahua, las cuales servirían como cimiento a la ulterior fundación
de la villa de San Felipe y demás centros de población española en la zona.622
Sin embargo, este avance de la colonización agrícola no fue obra solamente de los
hacendados de San Bartolomé Y'sus peonadas. Nada de ello hubiera sido posible sin la
incorporación como gente de servicio en esas nuevas haciendas, de numerosos tarahuma-
ras de repartimiento los cuales eran enviados por "tandas" desde las viejas misiones de la
provincia, hacia las tierras nuevamente colonizadas. Para esa época, el sistema de reparti-
miento era ya una realidad plenamente consolidada en el Norte de la Nueva Vizcaya. Tes-
timonio de ello es el relato que hacía eljesuita Rodriga del Castillo, acerca de cómo vivían
sus protegidos tarahumaras en San Miguel de las Bocas, que era la misión a su cargo:

.. .los demás gente de trabajo, el tiempo que no se les llama a sus sementeras, las gastan en
servir en las haciendas de labor circunvecinas, por meses, de donde con mucha facilidad
vienen a misa los días de fiesta por tener casi todos caballos en que andan y aun procuran
adquiridos de camino ... 623

Situada a menos de medio centenar de kilómetros al suroeste del Valle de San Bar-
tolomé y una veintena de kilómetros al sur de Parral solamente, la misión de San Mi-
guel de las Bocas se encontraba enclavada, por lo tanto, en una de las regiones de más
antiguo y denso poblamiento español del Norte de la Nueva Vizcaya. La misión era
vecina de viejas haciendas como las de Nievecillas y Canutillo, entre otras, así como del
latifundio de los del Hierro, formado por varias haciendas, de las cuales la principal
era en ese tiempo la de La Concepción. Era hacia esos y otros dominios españoles de la
zona, que Del Castillo enviaban sus "neófitos" por "tandas" a prestar sus servicios per-
sonales por la vía el repartimiento. Fue en esas haciendas también, que los tarahumaras
de Las Bocas y demás pueblos sometidos al repartimiento, poco a poco se habían ido
familiarizando con las costumbres de los españoles, entre ellas la de la monta a caba-
llo, que tan conveniente le resultaba al jesuita para juntarlos a la hora de dar misa. De

621 Merced a Francisco de Escárcega de seis sitios de ganado mayor. seis caballerías de tierra y saca de agua en el Río
Conchos: AGI. Contad uña 926. Cuentas de 1686-1688.
622 Hemos hecho un recuento detallado de ese proceso en: "Colonización agrícola y colonización minera: la región de
Chihuahua durante la primera mitad del siglo XVIII". Relaciones. Estudias de Historio y Sociedad. El Colegio de Michoacán.

no. 79. verano de 1999. pp. 27-82.


623 Luis González Rodríguez, Crónicas ...• p. 251.
:z:z6

hecho, el testimonio del misionero Del Castillo no solamente nos informa acerca del quejug
género de vida que llevaban los tarahumaras de repartimiento en esa región, sino que se halla
ilustra también acerca de lo que sucedía con los indios asentados en las haciendas. Si bien ast
los tarahumaras de repartimiento andaban a caballo, era porque en aquellas hacien- el efecn
das existían también peonadas montadas y porque muy probablemente también ellos daciónc
mismos participaban en faenas a caballo, junto con los peones fijos de las haciendas. jesuitas
A pesar de las viejas prohibiciones erigidas al respecto desde el siglo XVI, ver indios a ellas, pc
caballo no tenía nada de extraordinario en una región como el Norte lejano, en donde sus visit
las distancias eran siempre largas y el ganado cimarrón uno de los recursos principales de Papij
a controlar por parte de las haciendas.F" Lo interesante en todo caso es constatar tam- Temósa
bién cómo, su condición de "indios de misión'; no les impidió a esos tarahumaras de re- Santo T
partimiento, adquirir esa habilidad, de la misma manera que se hicieron ladinos no sólo rante eSI
en español, sino también como en náhuatl, idioma instituido como lingua franca por los nal en el
propios misioneros desde el siglo XVI entre los indios colocados bajo su custodia: de la acc
región ti
... Lo más de los naturales de este pueblo son ladinos a causa de la mucha frecuencia de dores 'ci
españoles con quien comunican. Y fuera de la lengua natural, es común entre ellos la mexi- sacar pn
cana, y es raro el que ha nacido en el pueblo que no entienda y aun hable la española ... 625 para tral
de diez,
Pero aquél era solamente uno de los lados de la moneda. Al mismo tiempo que en gobernar
las viejas haciendas del Valle de San Bartolorné encontramos a tarahumaras de misión seis Iegu,
enteramente "ladinizados" y montando a caballo junto con los peones de los lugares indios, la
donde prestaban sus servicios personales, más al norte, en la Sierra Madre, la adscrip- el cual ta
ción de nuevos "neófitos" a las misiones seguía dependiendo enteramente de las armas. se la venc
A partir de 1656, el gobernador de la Nueva Vizcaya estableció un cuerpo volante de depender
soldados llamado la Compañía de Campaña, con cincuenta soldados activos. Esto lo ha- misional
cía el cuerpo armado más grande de la Nueva Vizcaya de ese tiempo, mucho mayor en otro hito
número que cualquiera de los presidios "fijos"existentes entonces en la provincia, esto es, presidio e
los de Santa Catalina de Tepehuanes, Cerro Gordo, San Hipóliro, San Sebastián y el de dar la pre
Sonora y Sinaloa. Además este nuevo cuerpo tuvo desde un principio a su disposición Nativitas
un nutrido destacamento de "tarahumaras amigos'; los cuales les servían como auxiliares
establecid
en sus correrías.v" Las cuentas y registros de pagos, nos muestran que la mayor parte
en impon
de su actividad de esta nueva compañía se desarrolló precisamente en la Sierra de los del Conch
Tarahumaras y en su vecina inmediata, la región de los conchas, en donde no solamente
ambos cer
llevaron adelante actividades de vigilancia y persecución de los grupos de guerra, sino cubiertos
ración, y se
624 Hemos desarrollado este punto en: Salvador Alvarez, "El latifundio y el poblamiento del Norte de la Nueva Vizcaya, jando min
siglos XVII y XVIII", en, Chantal Cramaussel ed., Demografía y poblamiento, El Colegio de Michoacán, en prensa.
625 Luis González Rodríguez, Crónicas ..., p. 250.
627 Luis Gonzál
626 Aunque los registros no detallan el número preciso de tarahumaras que participaban como auxiliares de la Compañía
Alvarez, Coloniza
de Campaña, nos da cuenta el tamaño de ese cuerpo el hecho de que, en 1657, por ejemplo, el entonces gobernador
628 Archivo Hist
Enrique Dávila Pacheco destinara un fondo 'de 4,000 pesos para su equipamiento y sustento: AGI, Contaduría 926, Cuentas
629 Francisco R.
de la Real Caja de Durango 1657, Cargo por 4,000 pesos para tarahumaras auxiliares de la Compañía de Campaña.
ahua, 1968 (la e
227

que jugó un papel activo en la "pacificación" de los tarahumaras, conchos y tobosos que
se hallaban todavía fuera del yugo colonial. En este contexto, "pacificar'; significaba más
bien asentar, por la vía armada, a grupos de indios en nuevas reducciones creadas para
el efecto. La Compañía de Campaña tuvo de ese modo participación directa en la fun-
dación de la mayor parte de las nuevas "reducciones" de indios, tanto franciscanas como
jesuitas creadas al norte del río Conchos durante las décadas de 1660 y 1670. Entre
a ellas, podemos citar ejemplo a las de Babonoyaba, Casas Grandes y Santa Isabel, con
e sus visitas de Chuvíscar, San Andrés y San Bernabé, todas ellas franciscanas y lajesuita
s de Papigochi, con sus numerosos pueblos de visita: Matachi, Tojorare, Cocomórachi,
Temósachi, Yepómera, Tutuaca, Temeichi, Tomochi, Carichi, Basuchil, Namiquipa y
Santo Tomás, por sólo nombrar algunas de las reducciones más notables, creadas du-
D rante esta época.627 Todo esto nos muestra, en suma, hasta qué punto el avance misio-
s nal en el Norte neovizacaíno, fue siempre de la mano del poblamiento civil, así como
de la acción militar asociada al mismo. De hecho, la presencia de los militares en esa
región tampoco era gratuita. Más allá de sus funciones como "protectores" de pobla-
dores "civiles" y misioneros, algunos de los más importantes de entre ellos, supieron
sacar provecho de sus correrías para hacerse ellos mismos de tierras, ganados y gente
para trabajarlos. Fue el caso, por ejemplo, de Juan del Portillo y Lisalde, quien luego
de diez años de participar en la citada Compañía, en 1671 terminó 'comprándole" al
11 gobernador de los indios de San Pedro de Babonoyaba, una caballería de tierra a unas
11 seis leguas del pueblo indígena, en donde pobló una estancia a seis leguas del pueblo de
~s indios, la cual bautizó con el nombre de San Onofre. Junto con él arribó Juan de Solís,
el cual también le "compró" a los indios otra estancia en un lugar cercano y más tarde
s. se la vendió a Portillo.f" Todo lo anterior muestra el grado de integración, e incluso, la
le dependencia que existió siempre y desde un principio, como decíamos, entre la acción
l- misional y el poblamiento propiamente español propiamente dicho. Así, por ejemplo,
11 otro hito importante en este desarrollo lo marcó la creación, en 1685, de un nuevo
s, presidio en San Francisco de Conchos. Juntos, haciendas y presidio, lograron consoli-
le dar la presencia española en toda la región del rio Conchos, Namiquipa, Santa Maria
Nativitas de Bachíniva y Santa Ana del Torreón. En todos estos lugares se habían
establecido reducciones de conchos, robosos y tarahumaras, las cuales se convirtieron
te en importantes proveedoras de mano de obra para las haciendas de la propia región
)s del Conchos, y un poco más tarde para las de la zona de Chihuahua. El crecimiento de
te ambos centros mineros, especialmente de Cusihuiriachi, fue sumamente rápido. Des-
lO cubiertos los primeros yacimientos en 1683, para 1686 ya se hallaban en plena explo-
tación, y se calcula que un par de años mas tarde había alrededor de cien vecinos traba-
va. jando minas en Cusihuiriachi, y probablemente unos cincuenta en Coyachi.629 Todos

627 Luis González Rodríguez. Crónicas ...• pp. 227 Y ss. Para un análisis más pormenorizado de este proceso ver: Salvador
ñio
Alvarez. Colonización agrícola y colonización minera ...• pp. 45 Y ss.
íor
628 Archivo Histórico de Parral Microfilmes University of Texas El Paso. 1671a. Minas Solares y Terrenos. 365-368.
tas
629 Francisco R. Almada. Diccionario de historia. geografía y biografía chibuahuenses, Chihuahua. Universidad de Chihu-
ahua, 1968 (la ed. 1928). p. 130.
228

los mineros llegaron acompañados no solo de sus allegados, e incluso de sus familias, r==
sino también de un numero importante de gente de servicio, tanto para las minas como dom
para las indispensables haciendas de campo, proveedoras de los insumos básicos de la D
minería: barrereros, tenateros, constructores de ingenios, vaqueros, talabarteros, leña- taciol
dores, carboneros, etcérera.P? Todo ese auge, lo atribuía el entonces gobernador de la
Nueva Vizcaya, Joseph de Neyra Quiroga a la larga "pacificación" que se había operado
durante los años anteriores:

... por haberse convertido a nuestra fe los de la nación Tarahumara ... se descubrió en aque-
lla parte u mineral de los más ricos y que va fructificando ... y mediante la buena correspon-
dencia de los naturales se hallan muy bien sin extrañar el que pueblen en su pronvicia los mIS
españoles •••• con cuya ocasión en el camino de Sonora se han descubierto otros minerales
que se van poblando ... 631

No seria exagerado decir que el número de españoles y de gente de las castas que infor
arribó en esos pocos años fue, cuando menos, diez veces mayor que el de los vecinos de re
propiamente dichos; y no debemos olvidar además que mientras las minas se mantu- Papig
vieron en explotación, el tráfico de gente y de muladas por la zona fue constante. El y sug
flujo de españoles y castas que se precipitó sobre esa parte de la Tarahumara puede fueron
perfectamente cifrarse en varios miles de personas; no es de extrañar que su presencia cando
acarreara cambios definitivos en la vida de toda la región. La pacificación de los ra- varias
rahumaras, después de los acontecimientos de la villa de Aguilar, no habla sido nada parte
fácil, no lo era tampoco por entonces: no por nada, la Compañía de Campaña, conti- dePa
nuaría operando en toda la Tarahumara hasta 1697. Las diferencias que existen entre Es
las fechas de fundación de reducciones y misiones, tal y como eran declaradas por los sucedi
propios franciscanos y jesuitas y el momento en el que estos establecimientos comen- mas so
zaban realmente a funcionar como tales, no deben extrañar demasiado. En 1678, por retirar
ejemplo, el visitador de las misiones de la Tarahumara, Juan Ortiz Zapata, hizo un
largo recorrido por esa región, señalando a muchos de los más importantes "poblado"
de tarahumaras que encontró en la zona como futuros centros de misión. Entre ellos
se encontraron Carichi, Matachi, San Francisco de Borja, Tomochi y Papigochi. Tam-
bién los propios pueblos de Coyachi y Cusihuiriachi, junto con el muy cercano de San
Bernabé, habían sido declarados por los jesuitas, antes de la apertura de las minas,
como centros de misión. Sin embargo, la hostilidad de los indios, en ocasiones velada,
en ocasiones abierta, y la falta de personal habían hecho que los esfuerzos del visitador
jesuita por colocar misioneros de planta en todos esos lugares quedaran sin efecto en y per
la práctica. Eso es lo que explica las entusiastas declaraciones del gobernador Neyra 1703.
y Quiroga, quien se congratulaba de que los tarahumaras no se extrañaran más, de la

630 AGI, Guadalajara 29: Carta del Gobernador de Nueva Vizcaya sobre el estado de la provincia. Parral, noviembre de
1688. 632 Ver el l
631 Ibid. 105 tarahu
229

presencia de españoles, castas y demás recién llegados en lo que otrora habían sido sus
dominios.
Desde luego, esta moneda también tenía su reverso. El hecho mismo de las explo-
taciones mineras y agrícolas de españoles en la región significaba auromáticamence la
incorporación de los aborígenes locales como mano de obra. Efectivamente, desde los
io primeros años de funcionamiento de las minas de Cusihuiriachi las autoridades civi-
les españolas locales, al unísono con los misioneros, organizaron un vasto sistema de
repartimientos para las haciendas de la región. Este abarco no solo los propios pue-
blos tarahumaras de Cusihuiriachi, Coyachi y San Bernabé, aledaños a las minas, sino
también rancherías de la zona de Satevó y del río Papigochi, en especial el poblado del
mismo nombre y el de Basúchil. Como tantas otras veces en el pasado y muy a pesar de
las declaraciones optimistas del gobernador de la provincia, la situación aun no se había
estabilizado, y pronto vino la reacción de los aborígenes. En 1690, el sistema de repartí-
mientos hizo crisis y la guerra abrazó nuevamente la región de los tarahumaras. En los
le informes se dice que los primeros en amotinarse habían sido los "indios de servicio" y
IS de repartimiento de Cusihuiriachi y Coyachi, así como la gente de los poblados del río
1- Papigochi. Igual que para todas estas guerras, los motivos precisos que originaron esta
~l y su geografía resultan difíciles de desbrozar. Lo que si sabemos es que las hostilidades
le fueron muy violentas y que terminaron extendiéndose mucho mas allá de la zona, abar-
la cando desde la vieja misión de San Pablo, por el sur, hastaJanos por el norte. De hecho,
1- varias de las incipientes misiones que los padres habían ido estableciendo en toda esta
parte de la vertiente nororiental de la Sierra Madre resultaron afectadas, entre ellas las
de Papigochi, Matachi, San Francisco de Borja, Temeichi, Tomochi y Carichí.632
.e Esta vez, sin embargo, las cosas evolucionaron de manera distinta de como había
IS sucedido en décadas anteriores. Los españoles estaban asentados en la región de manera
1- mas sólida yen numero mucho mayor que en el pasado y pudieron resistir. Lejos de
retirarse, continuaron en el lugar. De hecho, la producción minera en Cusihuiriachi y
n Coyachi no solo no decayó, sino que se incrementó, lo mismo que la población española.
Se calcula que hacia los primeros años del siglo XVIII ya había alrededor de doscien-
)S tos vecinos, mas todas sus gentes, en las minas, las cuales llegaron a convertirse en las
1- más importantes de la Nueva Vizcaya, desplazando a las de Parral. Desde luego que
.n eso significo que la producción de las haciendas de campo, junto con el comercio y su
s, inseparable trajín de gente y animales, creciera también en esa parte de la Tarahumara.
a, Al mismo tiempo, la actividad de los misioneros fue favorecida y consolidada. Las mi-
ir siones destruidas durante los acontecimientos de 1690 fueron rápidamente reparadas
.n y permanecieron firmes, a pesar de nuevas asonadas de guerra, como las ocurridas en
-a 1703. Esta vez los misioneros hablan llegado para quedarse. y no sólo eso, sino que esta
la región de la vertiente nororiental de la Sierra Madre se convertiría en el corazón de toda
la acción misional jesuita en la Tarahumara.

de

632 Ver el informe de Marcos Fernández de Castañeda al gobernador Juan Isidro Pardiñas sobre la apostasía y rebelión de
los tarahumaras de las misiones del Papigochi en: Luis González Rodríguez. El noroeste novohispano ...• p. 252.
230

Recapitulando, podemos decir que la misión fue un fenómeno que se desarrolló de DE


manera lenta, al ritmo, precisamente, del propio avance del poblamiento español en el UN
norte. Podríamos incluso dividir esquemáticamente su evolución en etapas bastante
distinguibles. La primera fUe la larga y difícil pacificación militar, preludio necesario El
e indispensable para la implantación de los misioneros en tierras de gentiles, 10 que conch:
constituiría la segunda etapa del proceso. Si estas dos resultaban en algún grado exiro- rras h:
sas, se iniciaba la difícil tarea de ir concentrando a los todavía muy belicosos, además nusion
de dispersos, disminuidos y movedizos indios, dentro de los límites o, al menos, en mestiz
los alrededores de alguna reducción. Para el caso de las misiones situadas al norte del poraci
Conchos esta última fase de evolución fue tanto o mas larga que las anteriores. Sólo Tanto
del progresivo éxito de esta tercera fase podría surgir, finalmente, la transformación de do un
aquellas precarias reducciones en pueblos de indios propiamente dichas. francis
de obr
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231

DE MISIONES A PUEBLOS DE INDIOS EN LA CONCHERIA y EN LA TARAHUMARA:

UN TRÁNSITO INCOMPLETO

El elemento que impulsa el avance de las misiones hacia el norte de los territorios de
conchos y tarahumaras y que determina la permanencia misional en todas aquellas tie-
ito- rras había sido el avance del poblamiento español sobre estos mismos territorios. La vida
1ás misional se vería inextricable y permanentemente ligada con la presencia de españoles,
en mestizos, mulatos y gente de todas las castas. Sin embargo, eso no significa que la incor-
del poración del indio norteño a la vida "en policía" se hubiera ya operado, ni mucho menos.
ólo Tanto en el caso de la Conchería como en el de la Tarahumara, el indio continuaba sien-
de do un elemento "externo" a la sociedad. A principios del siglo XVIII tanto las misiones
franciscanas como las jesuitas se habían convertido en importantes proveedoras de mano
de obra para las explotaciones españolas, pero los indios que vivían en las misiones se-
guían siendo una ínfima minoría. Es decir, todo ese largo proceso aun no había dado pie a
la formación de verdaderos pueblos de indios, al menos no en el sentido que este término
tuvo siempre en el centro de la Nueva España, es decir, con tierras y cabildo propios y,
sobre todo, concentrados en pueblos y separados de las "repúblicas" de españoles.
El caso de las misiones franciscanas en la Conchería es muy ilustrativo. El trabajo mi-
sional franciscano en la Conchería siempre recurrió al traslado forzoso de indios como
método para hacerse de catecúmenos. Por 10 general, los indios fueron ubicados a la vera
de los establecimientos franciscanos, en donde se abrían pequeñas obras de riego y cam-
pos de cultivo para ellos. Sin embargo, una característica esencial de este tipo de reduc-
ciones es que por lo común funcionaron como anexos de los asentamiento s españoles
y no como entidades independientes. Fue el caso, ampliamente estudiado por Chantal
Cramaussel, de las reducciones de la vieja provincia de Santa Bárbara, en especial de las
del valle de San Bartolomé. Por un lado, no hay que concluir que por el hecho de que
este tipo de reducciones estuvieran ligadas con obras agrícolas, se hubieran convertido
de inmediato en establecimientos bien arraigados y permanentes. Por el contrario, se
trataba de asentamientos inestables, sujetos a tasas muy altas de mortalidad, lo mismo
que a constantes escapatorias y revueltas. Muy poco es lo 'que se ha estudiado acerca de
los conchos desde el punto de vista arqueológico. Sabemos sin embargo, por numerosos
testimonios documentales, que se trataba de poblaciones que practicaban una pequeña
agricultura en lugares propicios, combinada con la caza y la recolección de plantas. Todo
indica que eran gente que mostraba patrones de asentamiento sumamente dispersos,
más todavía que los que conocemos para los tarahumaras: Queda claro también que
eran gente con muy poca capacidad de tolerancia para la vida en reducción, como lo
prueba la altísima mortalidad que se presentaba en sus asentamientos de misión. De
hecho, este tipo de poblado sólo sobrevivió como tal a lo largo del tiempo, gracias a un
recambio constante de personas, por medio del traslado forzoso de nuevos aborígenes.
Por otro lado, es interesante constatar cómo durante la segunda mitad del siglo
XVII la creación de haciendas agrícolas precedió, en casi todos los casos, a la apertura
de las misiones franciscanas. Para cuando los franciscanos se asentaron definitivamente,
232

durante la década de 1680, en lugares como Babonoyaba y Santa Isabel, ya existían ahí depart
reducciones de indios dependientes de las haciendas, algunas ya con varias décadas de razón <

estar funcionando. De esta suerte, los franciscanos tuvieron como primeras neófitos a era un:
esos indios de hacienda. En muchas ocasiones, incluso, los indios quedaron atados de ciertan
manera definitiva a las haciendas, así que los franciscanos nunca llegaran realmente a día los
administrarlos por su cuenta. Fue el caso de la reducción de Bachimba, sujeta original- esto es
mente a Babonoyaba, la cual mis tarde quedaría integrada a la hacienda del mismo nom- y otras
bre. Otro ejemplo, ya del siglo XVIII, es el de la reducción de Chuvíscar (que lo era de riego, '
tarahumaras y conchos), que fue integrada a la hacienda de Tabalaopa. En otros casos, cristiai
como en el propio San Francisco de Conchos, en Santa Isabel, o más tarde en Nombre suspu
de Dios, en la zona de Chihuahua, poco a poco y por medio de sucesivos traslados de "repub
población las primitivas reducciones asociadas a los conventos llegaron a convertirse en alejadr
establecimientos permanentes de indios, pero siempre con la particularidad de haber tarahu
quedado integrados a pueblos de españoles.s" bargo,
En el caso de la Tarahumara, el problema de la formación de reducciones y su trans- los pUl

formación en "pueblos de indios" tuvo características mucho más heterogéneas. La ver- Dt


tiente oriental de la Sierra Madre, donde se alzó la que sería la provincia jesuita de la el río l
"Tarahumara Nueva" es, en términos generales, un tanto más seca y menos fragosa que cota d
la sección central y occidental de la misma. Terriblemente deforestadas y erosionadas un gr:
hoy en día, muchas zonas de esta parte de la Sierra Madre aparecen secas yen no pocas justo 1

ocasiones con rasgos de vegetación semidesértica, muy distinta de la sierra alta en su zona
parte central; sin lugar a dudas, esto dificulta ahora imaginar cómo pudo ser la vida de de Pa
los tarahumaras de esta región al momento del contacto con los europeos. No obstan- dades
te, los testimonios dejados por los propios colonizadores, y en especial por los misio- en la
neros, como los recopilados por Luis González Rodríguez, nos indican que en aquellos casua
tiempos ésa región estaba cubierta de bosques de encinos y coníferas, y no era ni más Cusil
pobre ni menos poblada que el resto de la sierra, y que los tarahumaras llevaban ahí un puebl
género de vida que no era demasiado diferente del que incluso hoy en día conocemos en un
para ese grupo. Veamos, por ejemplo, la descripción que el jesuita Joseph Neumann, ahí) J
hallándose en Coyachi, hizo de los tarahurnaras: desrn
por a
... Cultivan el maíz, que constituye el sustento principal de toda esta India Americana, vi- neros
ven en valles amenísimos y siembran los campos ribereños por la mayor humedad que XVl
requiere el maíz para que crezca fecundo y dé cosechas centuplicadas. y por lo general una cerca:
fanega produce cien ... 634 cash:
que e
Tal Y como los etnógrafos modernos 10 han demostrado, en un medio como el de la ella t
Sierra Tarahumara, el patrón de asentamiento disperso que los observadores europeos re- ejemj
portaron desde los primeros tiempos no era una particularidad puramente "idiosincrásica' tacio

633 Salvador Alvarez. Colonización agrícola y colonización minera ...• p. 40.


635 Ve
634 Luis González Rodríguez. El Noroeste ...• p. 303. Univers
de parte de los tarahumaras, sino sobre todo una respuesta a las condiciones del medio, en
razón de la demografía en curso y de la tecnología disponíble.t" Dicho de otro modo, no
era una situación que se pudiera modificar de la noche a la mañana, y de ello estuvieron
ciertamente conscientes tanto misioneros como civiles.No obstante, el ideal era que un
día los indios aprendieran a vivir en "policía" y llegaran a residir en verdaderos pueblos,
esto es en establecimientos concentrados, con traza y limites definidos, casas-habitación
y otras estructuras permanentes, principalmente la iglesia, además de tierras propias y de
riego, anexas al pueblo, ya que tendrían que sembrar trigo y comer pan a la buena usanza
cristiana. Una exigencia fundamental mas seria la presencia de catecúmeno s asentados en
sus pueblos de por vida, que trabajaran las tierras y atendieran todas las necesidades de su
"republicá; eso si, bajo la severa y constante tutela de los religiosos. Era un ideal no muy
alejado de los conceptos del obispo Vasco de Quiroga en el siglo XVI. El pueblo de misión
tarahumara que mis se acercaría a esta descripción fue sin duda el de Papigochi. Sin em-
bargo, hay que decir que Papigochi no fue el ejemplo mis representativo de la evolución de
los pueblos tarahumaras; antes bien, desde sus orígenes, fue figura de excepción.
Después de nacer en las cumbres al sur de Pachera y Pichachi, sobre su curso medio,
el río Papigochi forma una muy amplia llanura aluvial, la cual, al cruzar por debajo de la
cota de los 2 000 metros, en un punto entre Mogoreachi y Guadalupe, se convierte en
un gran valle de pendientes suaves y tierras fértiles. El pueblo de Papigochi se hallaba
justo río abajo y al norte de este punto, a la vera de un muy amplio recodo del río que fue
zona de inundaciones (hoy controladas hasta cierto punto por la presa de La Boquilla
de Pahuirachi) con tierras muy ricas y una topografía propicia para el riego. Las bon-
dades de este sitio fueron detectadas por los españoles desde sus primeras incursiones
en la zona: no en balde lo eligieron para erigir la malograda villa de Aguilar y no por
casualidad, en 1688, es decir apenas dos años después de la aperrura de las minas de
Cusihuiriachi, había colonos españoles explotando tierras a la vera del río, muy cerca del
pueblo de indios de Papigochi y se reportaba igualmente que la zona se había convertido
en un gran centro de "rescaté' de maíz, de caballos salvajes (que todavía pululaban por
ahí) y de otros productos. Como ya señalamos, la incipiente misión de Papigochi fue
destruida durante la rebelión de 1690, pero a pesar de que las hostilidades continuaron
por años, al igual que en el resto de la región, los españoles, tanto civiles como misio-
neros, muy pronto se recuperaron y regresaron para quedarse. A principios del siglo
XVIII algunas de las pequeñas explotaciones agrícolas abiertas por los españoles en las
cercanías del pueblo de Papigochi habían prosperado al punto de convertirse en auténti-
cas haciendas. Un ejemplo es la hacienda de San Ignacio de Papigochi, cercana al pueblo,
que en 1706 era propiedad de una cierta Maria de Arteaga, vecina de Cusihuiriachi; en
ella trabajaban tanto tarahumaras como españoles y mestizos. Sabemos también, por
ejemplo, que durante la década de 1720 varios mineros de Cusihuiriachi abrieron explo-
taciones argentíferas en Basúchil. De hecho, a todo lo largo del siglo XVIII la riqueza

635 Ver: Campbell W. Penningtan, The tarahumar of México: their environment and material culture, Salt Lake Citv, Utah,
University of Utah Press. 1963.
234

de las tierras del río Papigochi y los minerales de sus montañas adyacentes siguieron
atrayendo a españoles y mestizos, que establecieron una estrecha y larga interacción con pól
los tarahumaras locales. Lo mismo sucedió en otros pueblos, como en San Andrés y San ase
Bernabé, los cuales se hallaban en 1744 ya rodeados por las tierras de Francisco Duro,636 el
y en Julimes pueblo casi encerrado por las tierras de la hacienda de San Marcos, deJuan ta
Antonio de Trasviña y Retes, otro poderoso hacendado de Chihuahua.v"
En cambio, hacia el interior del macizo de la Sierra Madre, la situación era dife- pa
rente. Hacia el sur, por ejemplo, más allá de Mogoreachi, cerca de donde se fundaron los
durante la primera mitad del siglo XVIII las misiones de Pachera y Temeichi, el valle en
del río se estrecha, las tierras cultivables, ricas todavía, se hacen mas escasas y la topo- ne
grafía más escarpada. Ahí se dificultaba mucho más, si se considera la tecnología de ar~
la época, la apermra de canales de riego. En estos lugares, pero sobre todo en la sierra en
alta, Con su topografía agreste salpicada de pequeños valles aluviales, en donde las SI

superficies irrigables son escasas y reducidas, la pequeña agricultura de humedad y me


temporal de los tarahumaras, con su patrón de asentamiento disperso, resultaba más
eficaz. En varios lugares, españoles y mestizos acabaron adoptándolo y ajustándolo a
sus propias condiciones. Encontramos, por lo tanto, misiones como las de Santa Maria
de Cuevas, Carichi y San Francisco de Borja, que estuvieron quizás rodeadas de peque-
ños campos de riego, pero que dada la topografía de sus valles fueron insuficientes para
sostener por sí solos una población amplia y estable. En sitios todavía más agrestes,
como Saguarichi, Bacaburiachi, Teporachi y Tajirachi, el riego no pudo desarrollarse,
más que en pequeños ancones, abiertos y sostenidos a base de no poco trabajo. En estas
condiciones, las misiones no pudieron sino depender, más que de sus propios cultivos,
de los granos y demás productos de temporal cultivados por los tarahumaras en sus
rancherías dispersas por toda la sierra.
Vale la pena aquí retomar las palabras de Joseph Neumann acerca de lo que era, en
sí, un "pueblo" de tarahumaras:

A cuantos moradores habitan el mismo valle a lo largo de un río o arroyo, por los vínculos
de una estrecha amistad que los une entre si, los consideramos miembros de un mismo
pueblo y tratamos de reunirlos en un mismo lugar, con su iglesia, aunque vivan diseminados
a lo largo de siete u ocho leguas ... y por el numero de valles se puede distinguir el numero
de pueblos, aunque éstos tengan muy pocas familias ..• 638

p
636 Archivo de Instrumentos Públicos del Estado de Jalisco, TIerras y Aguas 28 no. 173, Solicitud de composición por Juan
Francisco Tarín, propietario de la hacienda Nuestra Señora de Guadalupe, jurisdicción de San Felipe el Real, informaciones
sobre vecinos y colindancias, tierras de Francisco Duro. Recordemos Que en el Archivo de Instrumentos Públicos del Estado
de Jalisco, se encuentran depositados los papeles del juzgado de tierras y composiciones de la Audiencia de la Nueva
Galicia, al cual estaba sometida en ese rubro la Nueva Vizcaya.
637 Archivo Histórico de Parral, Microñlmes University of Texas El Paso, 476-175 , 1716, Juan Antonio de Trasviña y Retes,
propietario de la hacienda de San Marcos, jurisdicción de San Francisco de Cuellar, presenta títulos y colindancias con el
pueblo San Antonio de lulimes.
638 Luis González Rodríguez, El Noroeste ..., p. 303.
y por lo mismo preferían alejarse. 641 Por ello, las misiones nunca lograron transformar
realmente el patrón de asentamiento de los indios comarcanos. Analizando de los infor-
mes de los visitadores jesuitas de mediados del siglo XVIII, el mismo autor nos muestra 11i

también cómo, por regla general, los misioneros se limitaban en realidad a reunir perió- rE
dicamente a sus catecúmenos en las sedes de sus misiones, para doctrinarlos y aplicarles vi
los diversos sacramentos, para resignadamente dejados partir nuevamente, una vez cum-
plidos los tituales.642 p
El análisis de Merril, nos permite ver lo erróneo que resulta tratar de medir el éxi-
to de la instrucción doctrinal a la cual estaban realmente sometidos los indios norteño s re
dentro de las misiones, en razón solamente del tamaño de los templos de las misiones o pi
de la calidad del mobiliario o del adorno pictórico que éstos encerraban. Los religiosos gi
sencillamente no esperaron a tener a "sus" indios bien asentados en pueblos, doctrinados
y habituados a la vida "en policía" para levantar en ellas templos notables, tan grandes y la
tan bien ataviados, como el límite de sus fuerzas y las condiciones de esos lugares se los pc
permitieran. Resulta sumamente sugestivo ver cómo, en una época tan temprana para la Il:
vida de estas misiones de la "Tarahumara Nueva" como la década de 1680, encontramos ar
/l.

proyectos, e incluso obras en curso, para la construcción de templos. Buenos ejemplos son 11

las iglesias de Nombre de Jesús Carichi, San Lorenzo y Santa Maria de Cuevas, cuya pla- bil
neación y construcción se inició en momentos en que la región comenzaba apenas a alcan- G
zar una paz duradera. Para crear estas obras los padres debieron llevar hasta estos sitios lal
a todo tipo de artesanos: oficiales de obra, canteros, carpinteros y pintores, entre muchos
más. Pero estos especialistas no eran los únicos no indios que los misioneros debieron ha- aq
cer llegar hasta allí. Ellos siempre tuvieron necesidad de alguien que cumpliera con multi- ra:
tud de trabajos que los neófitos indígenas desconocían, o se negaban a ejecutar: gente que CQ

supiera construir casas, trabajar la madera y el cuero, abrir canales de riego y labrar tierras, de
construir molinos, arrear y matar ganado, criar caballos y mulas, hacer carbón, y también, elI
músicos. En realidad, las misiones, no fueron nunca lugares de aislamiento reservados qu
solamente a los padres y a sus neófitos. No en balde Joseph Neumann intituló su crónica: JUf
Historia de las sublevaciones que contra los misioneros de la Compañía deJesús y sus auxiliares tal
promovieron las naciones indias ante todo la tarahumara:6-H estos "auxiliares" fueron un ele- sU!

mento esencial en la vida de las misiones, aunque casi no han sido estudiados. su
Otra faceta a recalcar es que para sostener las misiones, con todos sus auxiliares, es- la I

tantes y pasantes, era necesario contar con la mano de obra y los recursos de los indios, ap4
los cuales eran, finalmente, el objeto de toda esta empresa. Como en el caso de las viejas del
misiones tarahumaras del sur, en esta nueva provincia la dispersión en la que vivían de
los indios hizo que los padres encontraran en el repartimiento una solución, no ideal, sus

641 William lo Merril, "La indoctrinación religiosa en la tarahumara colonial: 105 informes de 105 visitadores Lizasoain y 644

Aguirre al final de la época jesuítica", Actas del 11Congreso de Historia Regional Comparoda, Ciudad luárez, Universidad Conc
Autónoma de Ciudad luárez, 1990, pp. 293'295. 645

6421bid. Iiem
643 Para una edición reciente: joseph Neumann, Historia de las sublevaciones indias en la Tarohumaro; introducción y edición pueb
Bohumir Roed/; traducción Simona Binková, Praga, Universidad Carolina Iberoamericana Pragensia, Supplementum 6, 1994. sépti
237

pero al menos práctica para hacer congregar, así fuera periódicamente, a sus neófitos, en
especial a los mis dispersos y retobados. No es extraño entonces que durante práctica-
mente todo el siglo XVIII, la misión permaneciera siempre muy estrechamente ligada al
repartimiento: una relación no exenta de contradicciones, cierto, pero duradera, eficaz y
ventajosa tanto para los eclesiásticos-como para los civiles españoles.
Andando el tiempo, algunas de las misiones tarahumaras, en particular las del río
Papigochi, se convertirían en importantes proveedoras de maíz y de trigo para el dis-
trito de Chihuahua. Cabe llamar la atención sobre el hecho de que se trataba de una
región en donde existió desde épocas tempranas, como ya hemos visto, una fuerte y
prolongada interacción entre agricultores españoles y los pueblos de misión. Otras re-
giones de tarahumaras y concho s, como Babonoyaba, Satevó y Nonoava, y la propia
os Cusihuiriachi, también enviaban granos a Chihuahua, al igual que varias misiones de
y la provincia de Sonora, como Basaraca y San Ignacio de Sonora, Ostimuri y Yécora,
os pero en estos casos la mayor parte de los granos era de maíz, y de éste, mucho era del
la llamado "rescaté: Esta era una práctica que consistía en la organización de partidas
os armadas de españoles, las cuales salían a recorrer las rancherías de los indios, para
"intercambiarles" de grado o de fuerza, su maíz y demás mantenimentos, a cambio de
bienes diversos, o incluso de promesas, como la historia relatada por eljesuita Antonio
Gomar de Cerocahui, acerca de un tal Chávez, quien pedía maíz a los tarahumaras de
las barrancas, a cambio de una supuesta exención de rriburos.s"
En cambio, la zona del Papigochi enviaba cantidades importantes de trigo hasta
aquel distrito. La intensa interacción que se dio entre españoles e indios confirió ca-
racterísticas particulares a la colonización de la región del Papigochi. Una muy clara y
contundente confirmación de lo anterior la tenemos en el hecho de que el único "pueblo
de indios" de todo el norte novohispano, incluyendo la Nueva Vizcaya central y con
ella la región de los tepehuanes, la Tarahumara, la Conchería y la provincia de Sonora,
que recibió un titulo primordial de tierras formalmente expedido directamente por el
Juez Privativo y Superintendente General de Ventas y Composiciones de Tierras y por lo
tanto, reconocida oficialmente por la Corona, fue precisamente el de Papigochi. Esto
sucedió en 1770, cuando Joseph Gregorio de Mendoza recibió un título por tierras de
su hacienda, colindantes con las del pueblo de indios. Los franciscanos herederos de
es- la custodia de esa misión después de la expulsión de la Compañía de Jesús en 1767,
'os, apelaron esa decisión y dos años mis tarde lograron que la corona, por intermediación
del Juzgado Privativo de Ventas y Composiciones de Tierras, con sede en la Audiencia
de Guadalajara, le titulara a Papigochi su "legua cuadrada" "por razón de pueblo'; es decir
eal, sus "propios" 321/4 caballerías de tierra que les había usurpado Mendoza.f" Vale la pena

644 AGI Guadalajara 156. Carta de Antonio Gomar SI a Juan Fernández de Retana capitán del presidio de San Francisco de
(anchos. 23 marzo 1696. en: Luis González Rodríguez. Crónicas ...• p. 377.
645 El tftulo se halla en el Archivo de Instrumentos Públicos del Estado de Jalisco. Real Audiencia de la Nueva Galicia.
Tierras y Aguas 41 no. 43: Título de merced de a los naturales del pueblo de Papigochi de una legua cuadrada por razón de
pueblos por vla de adjudicación y restitución de 32 caballerías de tierra. 20 de junio de 1772. Ver al respecto el capítulo
séptimo intitulado El pueblo de Indios en el norte novohispono.
recalcar que quien solicito y obtuvo el titulo de tierras no fue el "cabildo y gobierno" del de
pueblo de indios de Papigochi, el cual, de hecho, no existía, sino los franciscanos bajo p
cuya tutela se encontraba ahora el pueblo. en
Los jesuitas, en cambio, nunca obtuvieron titulo primordial formalmente expedi- de
do por la Audiencia por intermedio del Juez Privativo de Ventas y Composiciones
de Tierras y formalmente reconocido por la Corona, para ninguno de sus pueblos de
misión. Esto no significa que el amparo que brindaban a "sus"indios fuera menos firme
que la protección que les dieron luego los franciscanos. Por el contrario, en más de una
ocasión los jesuitas se opusieron a la irrupción demasiado agresiva de terratenientes qu
españoles en las colindancias de sus "pueblos" de misión. En ese tipo de situaciones, los co
jesuitas ciertamente llegaron a oponerse a las pretensiones de los terratenientes espa-
ñoles, reivindicando la posesión ancestral de las tierras en litigio, por parte de los indios
de las misiones. Fue el caso en 1710, cuando Juan de Dios Carrasca, vecino del Valle
de San Bartolomé,intentó titular tierras realengas en las vecindades de Santa María de
Cuevas, a lo cual se opusieron los misioneros jesuitas del lugar, en razón justamente de
la posesión que los indios de ese lugar, sujetos de la misión, habían detentado ances-
tralmente sobre esas tierras. El conflicto se solucionó mediante la ejecución de medidas
y el otorgamiento al solicitante Carrasca, de un sitio que fue declarado realengo y por
lo tanto, como no perteneciente ni poblado por los indios de la misión vecina.646 De
hecho, este no es sino un ejemplo de múltiples intervenciones de este tipo por parte
de los jesuitas en defensa de las tierras de las misiones: algo que fue común, tanto en
la Nueva Vizcaya, como en la provincia de Sonora. Apoyados sobre el viejo principio
que prohibía a los civiles españoles asentarse a la vera de los indios y fuertes en su posi-
ción de tutores y protectores de los mismos, los jesuitas nunca consideraron realmente
necesario emprender un trámite formal de medición y titulación de tierras a favor de
sus protegidos. Esta es la razón por la que ningún procedimiento de este tipo, aparece
registrado ni en los archivos de la Audiencia, ni en los de la Real Hacienda. En cambio,
unas décadas más tarde, ante la creciente presión de los hacendados españoles sobre
las tierras otrora detentadas por los tarahumaras de la zona del Papigochi, los francis-
canos se vieron precisados a recurrir a este tipo de procedimiento para defender las
tierras de un grupo de misiones que ellos mismos habían heredado del periodo jesuita
en esa zona. Con todo, esto nos muestra también hasta qué punto las condiciones del
resto de los pueblos tarahumaras eran distintas a las de Papigochi.
Pero, nuevamente regresamos al tema de que si estas misiones no habían dado pie al
surgimiento de verdaderos "pueblos de indios" como los que había en Nueva España con
sus cabildos, cofradías y 'cajas de comunidad" (Cómo explicamos la existencia allí, de
templos de buena factura y bien adornadosr La respuesta es que fuera del trabajo de los
propios indios en la construcción de estos templos, mucho del resto llegó del exterior.
Lo que es más, de todo lo que vino del exterior, la mayor parte llegó por obra y peculio (O
Me
174
646 Archivo de Instrumentos Públicos del Estado de Jalisco, Real Audiencia de la Nueva Galicia, TIerras y Aguas 43 no. 28,
64
Título de tierras a Juan Carrasco, vecino del Valle de San Bartolomé, en la jurisdicción de Las Cuevas, 3 de junio de 1710.
de
239

de las órdenes religiosas al unísono con benefactores civiles, y solo una pequeña parte
pudo ser adquirida con los fondos de las propias misiones. Lo anterior queda muy claro
en los trabajos de Harold Bradley Benedict y Susan Deeds acerca de la administración
de los bienes ("temporalidades") jesuitas después de su expulsión de los dominios del
rey de España.r" En el caso de las misiones de la Tarahumara y de la provincia de So-
nora, ante la exigencia de las autoridades reales de "liquidar" todo y entregar el monto
de lo recaudado en moneda o en plata, el fiscal encargado se dio cuenta de que muy
poco resultaba "vendible" No entrando en esa operación los objetos de culto, lo único
que el fiscal pudo rematar y eso a un valor muy disminuido, fueron las haciendas que el
colegio de la Compañía tenía en Chihuahua: Tabalaopa, Dolores, Mápula, La Ciénega
y las estancias de San Marcos y San Diego. De las misiones, prácticamente lo único que
pudo ser vendido fue un poco de ganado, el cual fue transportado con enorme trabajo y
grandes pérdidas, además de algún grano que los jesuitas tenían en sus trojes. De plata
en moneda o labrada u otros bienes vendibles no había casi nada. Esto nos muestra,
por una parte, que las misiones, incluso las más "ricas" y mejor "administradas'; estaban
todavía lejos de ofrecer otra cosa que no fuera el trabajo de sus indios y algunos bienes
de campo, como ganado o granos: en eso consistía su "riqueza',
Todo esto no viene de ninguna manera en desdoro del lugar y de la función que las
misiones tuvieron en la vida norteña durante la Colonia. Por el contrario, nos da pie
para reflexionar acerca de la naturaleza de la empresa que acometieron los misioneros:
se trataba de un objetivo salvífico que iba mucho más allá de crear riquezas materiales
y administrar bienes: expulsar al demonio, "el cual ha querido fijar sus reales en medio
del ejército cristiano'; manteniendo a los indios en la infidelidad a pesar de las décadas
y siglos transcurridos desde la llegada de los religiosos, como lo expresaba José María
Miqueo en 1745.648 Instaurar finalmente un día un orden terreno acorde con los de-
signios divinos, era una obra cuya importancia iba para los misioneros mucho mis allá
de los medios materiales disponibles en los lugares de misión. La labor de darle todo el
esplendor y presencia posible al "ejército cristiano'; levantando templos en medio de las
tierras de aquellos "bárbaros'; no necesitaba justificación ni autorizaba ahorro alguno.
Al mismo tiempo, como toda obra humana duradera, la misión terminó convirtiéndose
en un elemento connatural a la sociedad que la generó, es decir, llegó a formar parte
integrante de su funcionamiento. La conversión de los indios no dejo de ser, finalmente,
una faceta mas de un procesa mayor: el de la expansión de la sociedad española hacia
los territorios ignotos del norte de aquellas Indias Occidentales, para cuya conversión la

647 Ver. por ejemplo: Susan Deeds. Rendering unto Coesar. The Secularization of lesuit Missions in Mid-Eighteenth Century
Durango. PHD. Tucson, University of Arizona, 1981. Bradley Benedict Harold, The Distribution ot Expropiated lesuit Prop-
erties in Mexico With Special Reference to Chihuahua 1767-1790. Washington. University of Washington. PHD Diss Tesis
(Doctor of Philosophy. University of Washington. 1970); "El saqueo de las misiones de Chihuahua, 1767-1777". Historia
Mexicana. V.22. no.i, jul.-sep .• 1972. P.24-33: La administración de temparalidades y haciendas en Chihuahua colonial.
2767-1820. México. Casa Londres. 1998.
648 AGN Jesuitas 1-16. Carta de José María Miqueo al provincial Cristóbal de Escobar y Llamas. Nuestra Señora de Loreto
de Yoquivo. 7 de marzo 1745. en: Luis González Rodríguez. Crónicas ...• p. 347.
Divina Providencia había colocado en manos de los cristianos y la Corona de España.
La misión evoluciono necesariamente al ritmo que le impuso el avance de la presencia de
CAPITl
la nueva sociedad colonial en aquellos territorios, y al mismo tiempo, la propia misión
El in
se convirtió en un catalizador de aquel avance. De hecho, ahí en donde el poblamiento
de ir
falló, la misión no llego a fructificar. Fue el caso de la última gran empresa misional que
se dio en la Nueva Vizcaya al norte de Chihuahua durante el siglo XVIII: la de las mi-
siones de La Junta de los Ríos Concho s y Bravo. Si bien estas misiones llegaron durante
algún tiempo a ser incluso proveedoras de granos para Chihuahua, a la larga, ante la
debilidad del poblamiento civil en la zona, terminaron colapsando, para finalmente ser
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reemplazadas por un presidio ...
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1992, p. 8
652 Ver, p
CAPITULO A manera de epílogo ...
VII

El indio norteño como parte de la sociedad colonial: el pueblo


de indios en la frontera septentrional novohtspana=

te ser Uno de los aspectos más interesantes del periodo posterior a la conquista de la
Nueva España, cuando la presencia de los españoles se vio consolidada y afirmada su
supremacía frente a los indios, es constatar los grandes esfuerzos que los conquistado-
res consagraron a la identificación de vínculos de dependencia y tributación entre los
diferentes centros de población indígena. Confrontados con una sociedad demográfi-
camente densa, fuertemente estructurada y siendo ellos mismos infinitamente mino-
ritarios, los españoles se apercibieron de inmediato que ese era el medio más eficaz, o
mejor dicho, el único capaz de asegurarles una pacífica administración de los tributos
y mano de obra de los indios. Así, los descendientes de los antiguos tlatoani y otros
jerarcas del mundo azteca, no sólo se vieron súbitamente "reconocidos" como "nobles';
"señores" y "caciques" dentro de la sociedad española, sino que muchos de ellos recibie-
ron encomiendas y otros más, incluso, establecieron vínculos matrimoniales con casas
de conquisradores.t'" A cambio de esos privilegios, a una parte de ellos se les asignó la
tarea de asegurar el control directo de las viejas configuraciones socio-territoriales de
origen prehispánico que habían sobrevivido a la conquista, a muchas de las cuales los
conquistadores llamaron simplemente "pueblos de indios':651
Para el caso de los territorios que formaron parte del área de influencia mexica, existe
una abundante historiografía que pone de manifiesto la manera como los conquista-
dores, desde las primeras décadas del régimen colonial, poco a poco dieron forma a
una nueva jerarquía de los núcleos de población indígena, siguiendo en la medida de lo
posible patrones de organización identificados por ellos como de origen prehispánico.
Se fueron distinguiendo y separando así las "cabeceras"o pueblos principales, de las uni-
dades menores dependientes de éstos, como fueron, en el caso del centro de la Nueva
España, los barrios o "calpulli" y los "altépetl':m Así, desde los albores del régimen colo-
nial infinidad de unidades sociales y territoriales fueron agrupadas de ese modo, como

649 Publicado originalmente en: Relaciones Estudios de Historia y Sociedad, El Colegio de Michoacán, no 95. verano 2003.
v. 24, pp. 113'164
650 Para una buena recopilación documental sobre este tema: Emma Pérez Rocha· Rafael Tena eds .• La nobleza indígena
del centro de México después de la conquista. México Instituto Nacional de Antropología e Historia. 2000.
651 En 1533. por ejemplo. el Consejo de Indias determinó que a los caciques por quienes los indios se solían gobernar
no se les debe quitar enteramente la superioridad que sobre ellos han tenido, antes se les debe proveer que puedan pro-
poner que los indios trabajen en sus haciendas y que no vivan ociosamente ... Citado por: Margarita Menegus Bornemann.
Del señorío o la República de Indios. El caso de Toluca 1500'1600. Madrid. Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación.

1992. p. 83·
652 Ver. por ejemplo: Margarita Menegus Bornemann, Del señorío ..• en especial pp. 41'72.
formando parte de esa categoría genérica tan propia al régimen colonial indiano, que fue co
la de "pueblos de indios': Este proceso que se dio de manera similar en todas las antiguas tie
zonas de alta civilización de América, se convirtió a la larga en uno de los elementos de
esenciales para conformación de la estructura social del mundo colonial. Baste rnen- pu
cionar que se calcula que durante la primera mitad del siglo XVI, fueron reconocidos y
puestos en repertorio por el gobierno virreinal, más de 2000 "pueblos de indios" tan sólo ca
en el área mesoamericana de la Nueva España.653 "p
El "pueblo de indios" apareció desde el origen mismo de la sociedad colonial, como de
una entidad territorial, jurídica y políticamente activa. Desde las primeras décadas del pe
periodo colonial, en numerosas regiones del centro de Nueva España, podemos encon- ve
trar a caciques, "nobles" y cabildos indígenas, involucrados en enmarañados y largos pro~ rIC
cesos judiciales y disputas que los oponen a encomenderos, propietarios territoriales, m
justicias, miembros de cabildos españoles, órdenes religiosas y otros sujetos del mundo de
español, a quienes disputaban la atribución de derechos sobre núcleos de población frl
indígena, sus servicios personales y tributos. Sin embargo, es necesario recalcar que el
ello no significó tampoco que todos esos "pueblos" (ni mucho menos) obtuvieran a la til
larga títulos en forma amparando sus tierras, expedidos directamente por la autoridad m
real. Como sabemos, en tanto que señores de las Indias, los reyes de España ejercían ea
jurisdicción privativa sobre todas las tierras en esa parte del mundo. De esa suerte, toda qt
forma de posesión sobre la misma por parte de sus vasallo s, resultaba siempre precaria, el
en la medida en que su continuidad dependía de la voluntad de la Corona. De hecho, hi
incluso en el caso de la posesión de títulos expedidos directamente por la Corona, el la
dominio sobre la tierra era siempre revocable en principio, más sin embargo, los títulos X
expedidos por la autoridad real eran los únicos que podían dar un carácter de cierta la
perpetuidad a la posesión de la misma.654 Siendo los indios sujetos directos de la Coro- d
na, las tierras que usufructuaba se consideraban, de suyo, como formando parte del real d
patrimonio. Por lo mismo, la Corona no consideró necesario, al menos en los inicios d
del régimen colonial, titular expresamente tales tierras a nombre de esos pueblos. No él
fue sino más tarde, cuando la caída fulgurante de la población indígena promovió una n
ocupación cada vez más intensa, por parte de españoles y castas, de tierras antiguamente
ocupadas por aquellos, que la Corona se vio precisada a revisar los derechos que asis- CI
tían a unos y a otros para su posesión. Así, en 1568, el recientemente coronado Felipe te
II expidió una cédula en la que determinaba que las justicias en Indias deberían velar d
por que nadie osara usurpar los derechos que asistían a la Corona sobre todas aquellas te
tierras baldías que no hubieran sido mercedadas o expresamente concedidas a "lugares n
o personas particulares':655 Consecutivamente, con la emisión de las famosas cédulas de p
e
653 René García Castro. Los pueblos de indios .... p. 143. t;
654 Ver por ejemplo: Mario Góngora, El Estado en el derecho indiano. Epoca de fundación ('492.'570). Santiago de Chile. e
Editorial Universitaria. '95'. pp. 140.142.
c
655 Margarita Menegus Bornemann, Los títulos primordiales de los pueblos de indios, en: Margarita Menegus coord .. Dos
décadas de investigación en historia económica comparada en América Latina. Homenaje a Carlos Sempat Assadounan,
México, El Colegio de México· ClESAS . Instituto Mora - UNAM CEU, '999, p. '39. 6
composición de 1591, se dio inicio al largo y gradual proceso de titulación formal de las
tierras para indios y españoles, en especial de los baldíos reales nuevamente ocupados,
de las que se hallaban en disputa o bien, de aquellas cuya posesión legítima podía ser
puesta en duda y debían, por lo tanto, ser restituidas al real patrimonio.656
Vale la pena recordar este conjunto de hechos básicos y bien conocidos, para re-
calcar simplemente cómo, desde los albores del régimen colonial, la conformación de
"pueblos de indios" se operó en primer término a través del establecimiento de vínculos
de tipo jurisdiccional entre núcleos de población autóctona y autoridades sancionadas
por los españoles, como los caciques o los cabildos de indios. Eran estas entidades a su
vez las que establecían vínculos de ese tipo mismo tipo con encomenderos, propieta-
rios españoles, religiosos o en su caso, con villas y ciudades de españoles. Como vere-
mos, fue un principio que se aplicó no solamente en las regiones densamente pobladas
del centro de la Nueva España o del Perú, sino que operó igualmente en las zonas de
frontera y en especial en el norte novohispano. Tanto en unas regiones como en otras,
el establecimiento de vínculos jurisdiccionales del tipo expresado precedió por mucho
tiempo, en ocasiones por siglos enteros, al surgimiento de unidades territoriales bien
medidas, amojonadas y tituladas por la autoridad real. Igualmente, es interesante recal-
car que tanto en uno como en otro caso, de entre los numerosos núcleos de población
que fueron incorporados a la categoría de los "pueblos de indios': sólo un pequeño y
en algunos lugares, Ínfimo porcentaje de entre ellos, alcanzó en algún momento de su
historia, el privilegio de la obtención de un título real amparando sus tierras. Cierto,
las disposiciones sobre tierras emitidas por la Corona desde la segunda mitad del siglo
XVI para la salvaguarda de su jurisdicción privativa sobre las tierras en Indias y la titu-
lación de tierras de indios y particulares, fueron de aplicación general para el conjunto
de las Indias. Más sin embargo, cabe decir que las circunstancias que en las regiones
densamente pobladas de las Indias, como el centro de la Nueva España o el Perú,
dieron origen al fenómeno de la titulación formal de tierras de indios y españoles en
.épocas tempranas, no necesariamente se dieron de la misma manera ni con los mismos
ritmos y tiempos en zonas de frontera: tal fue el caso del norte novohispano.
Este último es, como mencionábamos, un punto de una gran importancia para
comprender lo que sería más tarde el papel del "pueblo de indios" en las fronteras sep~
tentrionales. Ni el hecho de la incorporación de un núcleo dado de población indígena
dentro de la categoría de "pueblo de indios': ni tampoco el reconocimiento de sus au-
toridades como legítimas y actuantes por parte del régimen español, garantizó nunca,
ni mucho menos, la posesión definitiva de sus tierras. Desde ese punto de vista y para
propósitos descriptivos, sería útil dividir entonces el desarrollo de los pueblos de indios
en el mundo colonial americano (y novohispano en particular) en dos fases bien distin-
tasoLa primera correspondería al periodo de la conquista y primera expansión colonial
española en los diversos territorios americanos. Durante ella, una gran cantidad de nú-
cleos de población indígena fueron rápidamente incorporados, en grandes bloques, a la

656 Ibid.
244

categoría de pueblos de indios y por lo tanto a la de tributarios, sin que ello significara ligade
todavía su transformación en entidades territoriales bien delimitadas. Para el centro de en eS
la Nueva España, la importancia e intensidad de esta primera fase queda bien ilustrada que SI
por los grandes recuentos y matrículas de pueblos de indios tributarios realizados por por al
los españoles durante la primera mitad del siglo XVI.657 Como veremos a continua- y poli
ción, en las fronteras septentrionales los españoles intentaron también, desde el inicio pobla
de su conquista, incorporar a una gran cantidad de núcleos de población indígena a la de pa
categoría de pueblos de indios tributarios. Pero en aquel caso, el fenómeno se desarro- plaza
lló bajo ritmos y pautas muy diferentes que en las zonas de altas culturas del centro de españ
la Nueva España o del Perú. Una segunda fase de este fenómeno habría correspondi- existe
do entonces, al proceso de la lenta consolidación de una pequeña parte solamente de dela]
aquellos primigenio s pueblos de indios, como entidades so~io-territoriales dotadas de muy 1
límites bien definidos y, al menos en principio, permanentes. coma
La incorporación de los antiguos núcleos de población y unidades territoriales in-
N
dígenas a la esfera de la sociedad colonial fue larga y compleja: tanto, como vasta y
daal
heterogénea lo fue también la geografía cultural heredada del mundo prehispánico.
ha si,
Como veremos a continuación, al igual que en el mundo mesoamericano, en el norte
de lo:
central y más específicamente en Nueva Vizcaya, los pueblos de indios que lograron
colon
a la larga consolidarse, permanecer como tales y eventualmente adquirir títulos expe-
rrolla
didos por la Corona amparando sus tierras, debieron transitar con éxito por un muy
el fer
largo e intrincado camino: el que los llevó desde su integración a la esfera del mundo
lo ha
colonial como "pueblos de indios" tributarios, hasta su consolidación como entidades
por ~
socio-territoriales estables.
"puel
Como lo hemos evocado arriba, en la "Mesoamérica nuclear" los españoles lograron
pre t
establecer en un tiempo sorprendentemente corto y en un contexto que podríamos ca-
hech
lificar de pax hispánica,658 una muy compleja y extensa red de asentamientos indígenas
sus ti
territ
657 Ver, entre otros: "Memorial de Hernán Cortés sobre las cosas de la Nueva España refiriendo los pueblos que había zand
conquistado año de 1524" en: Joaquín Pacheco - Francisco de Cárdenas - Luis Torres de Mendoza, Colección de documentos
atenc
inéditos relativos al descubrimiento conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanfa,
Madrid 1864-188442 vols., vol. 12. Madrid 1869, pp. 277- 285; Francisco González de Cossío ed., El libra de las tasaciones medi
de los pueblos de la Nueva España, México, Ediciones del AGN, 1952; Tributos de los indios de la Nueva España. Año de fuere
1536, Boletfn del AGN, Primera Serie t. 7 abr-jun 1936 no. 2 pte.1 y t. 7 no. 3 jul-sept 1936 pte 2; Francisco del Paso y
Troncoso, Papeles de Nueva Éspaña. Geografía y estadística. Suma de visitas de pueblos por orden alfabético, Madrid,
659 O,
Sucesores de Rivadeneyra, 1905. Puede hacerse igualmente mención de los estudios realizados sobre fuentes tributarias del
660 Se
siglo XVI, entre ellos: Luz María Mohar Betancourt, El tributo mexica en el siglo XVI: anólisis de dos fuentes pictogróficas,
lndians
México, CIESAS Cuadernos de la Casa Chata 154, 1987; José Luis de Rojas, Información de 1554. Sobre los tributos que los
"La eVI
indios pagaban a Moctezuma, México, C1ESAS,1997. Hagamos mención igualmente de los textos historiales del siglo XVI,
gacioru
acerca de las antiguas formas de tributar de los indios, como por ejemplo el de Alonso de Zorita, Breve y sumaria relación
yaspe
de los señores maneras y diferencias que había de ellas en la Nueva España y en otras provincias comarcanas y de sus
105 PUl
leyes y usos y costumbres ... y de /t¡ forma que tenían en les tributar sus vasallas, México, Imprenta Chavez Ehayoe, 1941.
Las ea
Desde luego, no podríamos dejar de mencionar al pionero de esta temática en la historiografía sobre la Nueva España, en
donde se encontrarán igualmente numerosas referencias del tipo de las citadas arriba: José Miranda, El tributo indígena en
llnlver:
meno
Nueva España en el siglo XVI, México, México El Colegio de México, 1952.
y real,
658 Retornando el concepto empleado por: José Miranda, "La Pax Hispánica y los desplazamientos de pueblos indígenas",
genera
Cuadernos Americanos v. CXXV, nov-dic 1962.
ge/izat
245

ligados al mundo español por vínculos no sólo de gobierno, sino también (hecho capital
en este contexto) de tributación en productos y servicios personales. Es indubitable
que semejante fenómeno sólo fue posible en tan corto tiempo, en regiones dominadas
por altas culturas agrícolas, demográficamente densas y dotadas de estructuras sociales
y políticas complejas y fuertemente jerarquizadas. Es verdad que cualquier grupo de
población, grande o pequeño, puede quedar bajo lajurisdicción y gobierno de un centro
de poder externo y lejano, sin que ello signifique la necesidad de desmembrarlo o des-
plazarlo físicamente. Sin embargo, no debemos olvidar que en el caso de las posesiones
españolas del Nuevo Mundo, factores como las dificultades de control derivadas de la
existencia de patrones de asentamiento disperso, el temor a la guerra y la violenta caída
de la población aborigen, movieron a los conquistadores de Nueva España, desde épocas
muy tempranas, a desplazar a los indios y reunirlos en nuevos centros de población, tal y
como lo habían preconizado desde mucho tiempo antes ya, las "Leyes de Burgos':659
No es por casualidad, en efecto, si una parte substancial de la historiografía consagra-
da a la formación de los pueblos de indios en las regiones centrales de la Nueva España,
ha sido consagrada al fenómeno de las reducciones: se trata, sin lugar a dudas, de uno
de los temas clave para la comprensión de la evolución del pueblo de indios en el mundo
colonial americano.t'" El hecho de que la "reducción" de los indios en pueblos, se desa-
rrollara en Nueva España, por regla en general, en ausencia de guerra, no significa que
el fenómeno no entrañara en sí mismo, un grado importante de violencia. Como bien
lo ha puntualizado Bernardo García Martínez, incluso en el caso de regiones ocupadas
por sociedades avanzadas de cultura plenamente mesoamericana, la conformación de
"pueblos de indios'; a la manera como los conquistadores los entendían, entrañó siem-
pre transformaciones profundas en el seno de las sociedades indígenas locales. El sólo
hecho de imponer vínculos jurisdiccionales fijos entre las nuevas "cabeceras" de pueblo, y
sus respectivos "sujetos'; significó necesariamente la homogenización de unidades socio-
territoriales que habían sido originalmente de muy distintos tamaños y tipos. Así, anali-
zando el caso de la región de la Sierra Norte del actual estado de Puebla, el autor llama la
atención acerca de cómo, el establecimiento de ese tipo de vínculos jurisdiccionales, irre-
mediablemente dio nacimiento a entidades territoriales nuevas, cuyos límites y funciones
fueron por necesidad distintos de los que habían operado tradicionalmente en la zona:

659 Ordenanzas para el buen tratamiento de los indios. 23 enero 1513...• op. at., pp. 38'39.
660 Sobre los inicios de la reflexión historiográfica sobre el tema: Howard F. Cllne, "Civil Indian Congregations of the
Indians of New Spain 1598-1606". Hispanic American Historical Review XXIX. no. 3 ago .• 1949. pp. 34-369. Peter Gerhard.
"La evolución del pueblo rural mexicano 1519-1975". Historia Mexicano 24. 1975. pp. 566-578; del mismo autor: "Congre-
gaciones de indios en la Nueva España antes de 1570". Historia Mexicana XXVI. 1977. pp 247-295. Algunos antecedentes
y aspectos generales de la cuestión son abordados también en: Magnus Mamer. La Corona española y los (aráneos en
los pueblos de indios de América. Estccolmo, Almqvist & Wiksell. Serie A.• Monografías l. 1991; Ernesto de la Torre Villar,
Las congregaciones de indios como una fase de la política de población y colonización en América. Valladolid. Valladolid
Universidad de Valladolid. 1975; más recientemente el mismo autor ha tratado el tema de las transformaciones del fenó-
meno en general hasta finales del periodo colonial: Congregaciones de los pueblos de indios. Fase terminal: aprobaciones
y rectificaciones. México. UNAM Instituto de Investigaciones Históricas. Serie Historia Novohispana 54. 1995. Para algunas
generalidades sobre las reducciones realizadas por órdenes religiosas: Enrique Oussel, "Las reducciones un modelo evan-
gelizatorio y un control hegemónico". Christus Revista de Ieoloqlo, no 551. dic 1981. pp 19-23.
Si bien cada alréperl poseía un centro, indudablemente ligado a la persona y al linaje de su
tlaroani, nada indica que ese centro tuviese una expresión espacial equivalente a la de una pel
cabecera o capital moderna ... cualquiera que fuese el centro del altépetl, cabría encontrar col
en él un sitio asociado a funciones rituales y políticas, pero no necesariamente un centro de COI

intercambio o población, sobre todo si se toma en cuenta el patrón de asentamiento disper- do,
so que prevalecía en Mesoamérica y más aún en áreas abruptas como la sierra ... 661 Ga
y(J

El autor toca aquí uno de los problemas centrales en la historia de la conformación gr~
de los pueblos de indios, no solo en la Nueva España mesoamericana, sino en el mundo poi
americano en general. En cualquier contexto, incluso en zonas de altas culturas.Ia trans- int
formación de antiguas unidades socio-territoriales de origen prehispánico en "pueblos cOI

de indios'; significó, desde un principio, la necesidad de hacer tabla rasa de patrones de con
asentamiento y de dinámicas espaciales y culturales diversas, que habían tomado siglos aún
en cristalizar. La historiografía sobre el tema nos muestra, para el centro de la Nueva ron
España, en efecto, una gran cantidad de ejemplos de cómo el traslado de las pobla-
ciones aborígenes y su asentamiento en "reducciones'; fue un antecedente necesario y
constante para la formación de un gran número de "pueblos de indios':662Pero mientras
en regiones como la Nueva España, los colonizadores lograron poner en marcha la con-
formación de pueblos de indios muy rápidamente, más allá de los límites de los grandes
centros de civilización prehispánica, la cosa fue muy distinta. Un ejemplo de ello es el
de la Nueva Galicia, región ocupada por sociedades de agricultores avanzados, pero en
donde los españoles debieron no obstante llevar a cabo una y difícil pacificación pre-
via, antes de lograr incorporar a las poblaciones autóctonas a un sistema de "pueblos
de indios" tributarios. Ya Moisés González Navarro observaba cómo, por ejemplo, a
principios del siglo XVII, el sistema de repartimientos administrado por la Audiencia
gobernadora de la Nueva Galicia abarcaba solamente algunos pueblos situados en la
región de Guadalajara, en la zona del lago de Chapala y los de una parte de la provincia
de Avalos. En contraste, en territorios alejados, poblados por indios todavía rebeldes
o no totalmente pacificados, como la región serrana del norte de la provincia, o en las
viejas provincias costeras de Purificación y Compostela, el sistema de pueblos de indios
y repartimientos no había podido ser instaurado todavía.663

661 Bernardo García Martínez. Los pueblos de la Sierra: el poder y el espacio, México El Colegio de México 1987, pp.
75-76.
662La bibliograña al respecto es demasiado abundante para intentar mencionarla aquí. Un excelente ejemplo de ello son
los trabajos realizados durante los últimos años para los pueblos de indios del hoy Estado de México y dentro de ello,
las importantes aportaciones de María Teresa Jarquín y René García Castro: Ma. Teresa Jarquín Ortega, Congregaciones de
pueblos en el Estado de México, Zinacantepec Méx., El Colegio Mexiquense, Fuentes para la Historia del Estado de México
4, 1994; de la misma autora: Formación y desarrollo de un pueblo novohispano: Metepec en el valle de Toluca, Zinacan-
tepec, Méx., El Colegio Mexiquense - H Ayuntamiento de Metepec, 1990. René García Castro, Códice Xiquipilco-Teomoaya y
títulos de tierras otomíes: asentamientos, documentos y derechos indígenas en conflicto. Siglas XVI·XVIII, Zinacantepec,
Méx, El Colegio Mexiquense, 1999; del mismo autor: "Pueblos y señoríos otomianos frente a la colonización española.
Cambios económicos y sociales en la regi6n de Toluca siglos XVI y XV,,", Relaciones, Estudios de Historia y Sociedad, no
78, primavera 1999, v. XX, El Colegio de Michoacán, pp. 113-154.
663 Moisés González Navarro, Repartimientos de indias en Nueva Galicia, México, Museo Nacional de Historia, INAH, Serie Cientí
247

su La naturaleza del "pueblo de indios" colonial como entidad tributaría, esto es dis-
na pensadora permanente tanto de bienes como de servicios en trabajo para la sociedad
rar colonial, es un elemento que debe ser siempre tomado en consideración a la hora de
de concluir cuándo un determinado conglomerado indígena puede ser realmente inclui-
er- do, o no, dentro de esa categoría. Las experiencias de la Nueva España y la Nueva
Galicia muestran hasta qué punto, la manera como el fenómeno se desarrolló en una
y otra región, dependió de la rapidez y la facilidad con la que los conquistadores lo-
graron establecer vínculos de dependencia y tributación entre los diferentes centros de
población indígena y la naciente sociedad española local. Desde ese punto de vista, es
interesante analizar entonces qué fue lo que sucedió en ese mismo ámbito, cuando los
conquistadores terminaron enfrentándose con sociedades de tipo no mesoarnericano,
conformadas por sociedades de agricultores incipientes, mucho menos jerarquizadas
aún que las de Nueva Galicía, como lo fueron en el caso que nos ocupa, las que habita-
ueva ron primitivamente el altiplano central de la Nueva Vizcaya.

con-
andes
es el
ro en
pre-
eblos
lo, a
encía
en la
incia
eldes
n las
dios

110son
e ello,
nes de
México
nacan-
aoyo y
tepec,
añoJa.
ad, no

, Serie Científica no. 1, 1953, pp. 13'14.


INDIOS Y ESPA~OLES EN LA NUEVA VIZCAYA CENTRAL

Una de las primeras imágenes que llegan al espíritu cuando se habla de los indios
del norte lejano, es la del llamado 'chichimeca" esto es, la del flechero de origen "nómada"
el cual, incapaz de aceptar la presencia de "sedentarios" en su territorio, se convirtió en
enemigo 'Juramentado" y permanente de los españoles.P" Pero antes, habría que preci-
sar, de entrada, que los indios de la Nueva Vizcaya no fueron en realidad 'chichimecas'; tip
en el sentido propio del término. Los tepehuanos, grupo principal con el que los con- Sir

quistadores entraron en contacto al momento de la conquista de la provincia, formaban tiF


parte de un extenso conjunto cultural variado y complejo, al interior del cual existie- ga
ron diferencias marcadas entre estilos de vida y estrategias de adaptación a diferentes el
medios ambientes. Así, por ejemplo, al igual que sus vecinos occidentales de cultura de
mesoamericana.v" los tepehuanes serranos practicaban una agricultura permanente, en
ligada a pequeñas obras de riego. Por su parte, los habitantes de los territorios del al- co
tiplano septentrional, cercanos al sotomontano de la Sierra Madre, cultivaban el maíz de
y otras plantas en pequeños campos cercanos a los ríos y arroyos de la zona, cuya hu-
medad aprovechaban y complementaban su régimen de vida con prácticas de caza y la
recolecta de plantas diversas. Finalmente, existieron también los llamados salineros, que se]
eran grupos de lengua y cultura tepehuana, habitantes de las llanuras áridas situadas al pe
oriente del altiplano septentrional, que desarrollaron un modo de vida más directamen- pr
cÍt
te ligado con la caza y recolecra.P" En la recién conquistada Nueva Vizcaya, el "pueblo
de indios" apareció primero como un instrumento de colonización, en este caso, por Ju
medio del traslado de indios originarios del centro del virreinato, los cuales fueron en in
asentamientos anexos a las primeras villas de españoles fundadas en la provincia Du- es
rango, Nombre de Dios, Indé, La Víctoria.r" Sin embargo, los indios locales también ce
jugaron un papel importante en la consolidación del primitivo poblamiento español es
de esa provincia. En efecto, en los alrededores de las cuatro villas, los conquistadores
localizaron muy rápidamente toda una serie de asentamientos de tepehuanes, situados
a la vera de las corrientes permanentes que cruzan la región, donde cultivaban pequeños
campos de maíz, calabaza y otras plantas de ese complejo. Algunos de ellos recibieron el po
calificativo de "pueblos" y otros el de "rancherías" más tanto unos como otros, fueron de m

inmediato repartidos en encomienda entre los nuevos vecinos.r" Veamos, por ejemplo, d€
cómo describía en 1575 Juan de Miranda, a la sazón, cura de la villa de Santa Bárbara, pa
el paisaje de Durango, capital de la provincia: L
lo
664 Es la interpretación que está detrás de numerosos trabajos sobre las guerras con los chichimecas. entre ellos el clásico se
del género: Phillip Waine Powell. La guerra Chichimeca .... Igualmente: Carlos Lázaro Avila, Las fronteras de América ... El
665 Las antiguas poblaciones pertenecientes al grupo lingüístico cara-chal. entre las que se contaban los llamados "cuan os" y
los "texcoquines" de la vieja provincia de Compostela así como los los habitantes de las grandes barrancas de la Sierra Madre
Occidental. ligados con la llamada cultura Aztatlán: Car1Sauer - Donald Brand. Aztatlán ...pp, 5"96. Sobre las relaciones culturales
entre los habitantes de las barrancas de la Sierra Madre y los grupos de la costa del Pacífico: Ralph Beals. The Acaxee ....
666 Chantal Crarnaussel, De cómo los españoles clasificaban ...
667 Chantal Cramaussel, La provincia de Santa Bárbara ...pp. 11-14.
668 Ver: Robert H. Barlow - G. T. Smisor, Nombre de Dios ...en especial. pp. 2-44.
21¡9

•.• hay muchos labradores vecinos que serán hasta treinta, cogen cantidad de trigo e maíz e
hay estancias de ganado mayor y menor, es tierra muy fértil por un río que viene muy cau-
daloso e muchas tierras buenas hay alrededor de esta villa muchos pueblos de indios que
están de paz e asentados e repartidos en encomenderos, vecinos e viven en pulida ... 669

Los tepehuanos, como se ha dicho anteriormente, conformaban poblaciones de


tipo aldeano, las cuales presentaban patrones de asentamiento sumamente dispersos,
sin que se llegaran a generar en esas regiones auténticos centros de poblamiento de
tipo nuclear, es decir, poblados concentrados, comportando algún tipo de traza u or-
ganización espacial ordenada. Más que de auténticos "poblados'; en el sentido propio
el término, habría que hablar de esos lugares como de zonas de mayor concentración
demográfica. Sin embargo, lo que resulta notable es que dentro de ese patrón disperso,
en algunos de esos lugares la población indígena resultó lo suficientemente numerosa
como para impulsar a los españoles no sólo a incorporar a los indios locales al régimen
de la encomienda, sino incluso a establecerse a la vera de esos sitios.
Es así que, para mediados de la década de 1570, encontramos ya a los españoles
asentados en varios de los principales centros de población tepehuana del altiplano
septentrional. Entre ellos destaca, por ejemplo, San Juan del Río, sitio sumamente im-
portante que había sido incluso escogido por Francisco de Ibarra al tiempo de sus
primeras expediciones en la provincia, como base de operaciones y centro de abaste-
cimienro.v'" Unos años más tarde, en 1575, el párroco de Santa Bárbara describía San
Juan del Río como un extendido "pueblo de indios'; donde había hasta 300 vecinos
indios que "vivían en policía" y sembraban maíz. Para esa época, añadía Miranda, los
españoles habían ya construido una iglesia en el lugar y habían abierto varias estancias
cerealeras y de ganado.67l En esa misma relación, Juan de Miranda describía cómo los
españoles se habían asentado en otros "pueblos" tepehuanes como los de Valle de la
Poana y Avino, donde había ya una docena de estancias de labor en cada uno de ellos,
.y en el caso del segundo, de 6 a 7 "pueblos de indios'; los cuales albergaban en conjunto
un medio millar indios. En Conero, por su parte, había tres "pueblos" de "indios de
paz" y unos 50 españoles que habían abierto varios ingenios de beneficiar metales y lo
mismo relataba para el Valle de los Palmitos, donde contabilizaba 3 estancias de labor
de españoles, situadas en medio de 'cantidad de indios'; de los cuales "algunos" eran de
paz, sembraban maíz y vivían "en policía" Por su parte en otros pueblos como Cacaria,
La Sauceda o San Lucas, los españoles no se habían asentado todavía, pero Miranda
los describía como lugares habitados por indios "sosegados que viven en sus pueblos"
sembrando y recogiendo "mucho maíz':672Dos hechos son a destacar de esta situación.
El primero, la rapidez con que los colonos lograron incorporar a los indios locales a la

669 Relación hecha por Juan de Miranda ...• p. 564.


670 John L Mecham. Francisco de tbarra ...• pp. 67-69.
671 Relación hecha por Juan de Miranda ...• p. 564.

672 Ibid .• pp. 563. 564 Y 569.


250

vida de la naciente sociedad colonial de esa provincia y segundo, que a diferencia de


lo acontecido en el caso de la vecina Nueva Galicia, en la Nueva Vizcaya el proceso se
hubiera dado de manera relativamente pacífica. En realidad, la guerra sí estuvo presente
en el altiplano neovizcaíno durante la segunda mitad del siglo XVI, si bien merced a
la estricta separación que los capitanes de Nueva Vizcaya establecieron desde los ini-
cios mismos de la conquista con respecto de la gobernación vecina, la llamada "guerra
a fuego y a sangre" que los españoles de Nueva Galicia emprendieron en contra de los
'chichimecas" no llegó a extenderse propiamente a la Nueva Vizcaya y nunca llegarona
generarse durante ese periodo conflagraciones comparables a las que se vivieron allí.67l
En la provincia de Santa Bárbara los indios llegaron a quemar, por ejemplo, en 1586 el
real de minas de Todos Santos y la villa del mismo nombre. A partir de ese momento,
la situación para los españoles se hizo tan precaria que la explotación de minas cesópor
completo en la zona durante varias décadas/?" Sin embargo, la reacción de los colonos
no consistió en ese caso, ni en intensificar la guerra, ni en huir de esos lugares, sino en
refugiarse en un modo de vida eminentemente agrícola, intentando al mismo tiempo
restablecer un cierto equilibrio con los indios cornarcanos.f" Podría decirse que ésta
fue en gran medida la estrategia seguida por la mayor parte de los colonos del altiplano
neovizcaíno, los cuales conscientes de su debilidad en cuanto a número y de los peligros
que derivarían de sumergirse en un estado de guerra generalizada con los indios, se
guardaron llevar la presión sobre ellos al punto del rompimiento. ASÍ, por ejemplo,en
1591, el gobernador Rodrigo de Río de Losa, informaba a la Corona que si en esa época E
la explotación de minas era pobre en Nueva Vizcaya, era porque los españoles preferían
mantener a los indios de paz no forzándolos al trabajo minero, y aprovechando tan sólo
su trabajo para labores agrícolas.676
Este testimonio es bastante emblemático del curso que llevaron desde entonces y
durante mucho tiempo, las relaciones entre los españoles y los así llamados "pueblos
de indios" de Nueva Vizcaya. Como lo muestra la carta no. 1, para principios del siglo
XVII, los colonizadores habían ya logrado extenderse sobre un área considerable del
altiplano neovizcaíno y como puede verse igualmente en esa figura, numerosas hacien- e
das habían sido fundadas ya para esa época justo en las inmediaciones de pueblos de e
indios: (ver fig. 7.1). No en balde, en su descripción de la Nueva Vizcaya hecha en 1601, e
el obispo Antonio de la Mota y Escobar anotaba, como formando parte integrante de la
provincia, junto a los asentamientos de españoles propiamente dichos, una buena canti-
dad de pueblos de indios. Entre éstos se encontraban no solo pueblos como La Sauceda,
Los Palmitos, San Juan del Río, Papasquiaro y otros más, en donde los españoles ha-
bían fundado para ese entonces haciendas y explotaciones agrícolas, sino también otros
varios en donde no existían todavía entonces asentamientos permanentes de españoles:

673 Hemos analizado este tema de manera mucho más detallada en el capítulo tercero: De reinos lejanos y tributarios inñe-
les...
674 Este tema ha sido analizado ampliamente por: Chantal Cramaussel, Poblar la frontera ..., ver en especial pp. 89.80.
675 tbid. 6
676 AGI, Guadalajara 63, Rodrigo del Río al Rey, Durango, 7 octubre de 1591. 6
251

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• PuoOIo do indios _ o do oncomlonda
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El Tunal, Capinamaíz Texamen, Las Cruces o Santa Ca- Figura 7.1 Pueblos indios en la Nueva Vizcaya

talina de Tepehuanes (ver la carta no. 1).677 hacia principios del siglo XVII.

En algunos de esos "pueblos de indios': como en San


Juan del Río, por ejemplo, Mota y Escobar hacía mención de la existencia ya para esa
época de grandes heredades de trigo y huertas pobladas de frutas de Castilla, como la
perteneciente al monasterio franciscano establecido allí, descrita como una de las mejores
huertas de este reino.678 Sin embargo, no por ello hay que imaginar que la relación entre
estos "pueblos de indios" y la sociedad española, era ya comparable a la que prevalecía en
el centro de la Nueva España. En realidad, el control que los españoles ejercían sobre
esos "pueblos': era todavía bastante precario. Uno de los grandes problemas a los que se
enfrentaron desde esa época los españoles fue, por ejemplo, la imposición de "autoridades
indias" sometidas realmente al control de la autoridad provincial. Enfrentados a socíe-
dades indígenas totalmente desprovistas en este caso, de estructuras políticas auténti-
camente jerarquizadas, el ascendiente real que los 'caciques" y 'gobernadores" indígenas
nombrados por los españoles, ejercían sobre sus supuestos "sujetos': resultaba casi siern-
s pre precario y completamente efímero.
Tal fue el caso, por ejemplo, en 1600, en la zona de Papasquiaro, en donde los es-
pañoles intentaron establecer una "reducción" de indios tepehuanes al estilo de las rnu-
chas que existían ya por ese tiempo en Nueva España. Para ello, reunieron un número

677 Alonso de la Mota y Escobar, Descripción geográfic. .., ver en especial pp. 73 Y 86·87.
678 Ibid., pp. 86·87.
relativamente importante de tepehuanes, trasladados de diferentes puntos de la región,
a los cuales se entregaron semillas, animales y aperos agrícolas, con la intención de po-
nerlos bajo la autoridad de caciques tepehuanes y contando con la custodia y buenos
oficios de los jesuitas, incitarlos a poblar definitivamente el sitio y vivir "en policía':679
Sin embargo, el proyecto fracasó estrepitosamente. Incapaces de someter a los indios a est
su controlo al de sus 'caciques'; los jesuitas se retiraron del lugar y el "pueblo de indios" rell
de Papasquiaro regresó a su estado original. Nuevamente se convirtió en una gran ye
"ranchería'; rodeada de haciendas de españoles, únicas beneficiarias de los tributos en al
trabajo de sus habitantes. Por su parte, los indios de la zona, sin que dejaran de ser "pu
considerados como de "misión" por los jesuitas, fueron puestos en los hechos bajo la to
supervisión y control de los capitanes del presidio de Santa Catalina de Tepehuanes, lleg
fundado en 1622 a unos 45km. al noroeste de allí.680
jer.
en

que
"pu

681

679 AGI.Contaduría 925, Cuentas de la Real Caja de Durango, 1599-1600, libranza por 500 pesos al capitán Juan de Gor- la Un
dejuela. aperos entregados a los tepehuanes de Durango; libranza por 2020 pesos al capitán Juan de Gordejuela. aperos 682 G
entregados a los tepehuanes de paz de Papasquiaro. 683 O
680 Salvador Alvarez, "la hacienda-presidio ..., p. 64. 684 I
253

INDIOS BOZALES, INDIOS DE ENCOMIENDA, INDIOS DE REPARTIMIENTO E INDIOS

DE PUEBLO EN NUEVA VIZCAYA CENTRAL

Puede decirse que, para el primer tercio del siglo XVII, habían quedado ya bien
establecidos los elementos básicos de lo que sería a partir de entonces el patrón de las
relaciones entre los españoles y los "pueblos de indios" en la Nueva Vizcaya central. Tal
y como se presenta en el ejemplo citado de Papasquiaro, una de las grandes dificultades
a las que siempre se enfrentarían los españoles en el norte, fue el establecimiento en esos
"pueblos" de "autoridades indias' realmente actuantes y ligadas de manera estable y sobre
todo efectiva con la autoridad provincial: algo que, como veremos a continuación, nunca
llegó a desarrollarse realmente en el norte.681
La ausencia de "caciques" o cualesquier otro tipo de "autoridades" o formas de poder
jerárquico entre los indios norteños, derivó en una situación en la cual resultó imposible
en la práctica para los colonos, imponerles disciplinas de trabajo complejas, ni mucho
menos la entrega puntual y constante de tributos en producto. No es extraño entonces
que durante muy largo tiempo en Nueva Vizcaya, el vínculo más importante entre los
"pueblos de indios" y la sociedad española, se estableciera a través de la encomienda, tal
y como ésta se configuró en el norte. Como se mencionó arriba, una de las principales
facultades delegadas originalmente por la Corona en los gobernadores de la Nueva Viz-
caya, fue justamente el derecho de distribuir ese tipo de privilegios.682 Como el resto de
los aborígenes del Nuevo Mundo,los indios neovizcaínos, eran considerados de entrada
como vasallos directos de la Corona y sus tributos, por lo tanto, patrimonio de la misma.
Sin embargo, a petición expresa del entonces gobernador Diego de Ibarra, en 1581, la
Corona conmutó a los indios neovizcaínos la obligación de pagar tributos reales, por la
de otorgar servicios personales a los españoles, los cuales fueron tasados en 3 semanas
anuales por tributario.683
Al igual que en otras provincias, los gobernadores de Nueva Vizcaya distribuyeron
desde épocas tempranas una gran cantidad de encomiendas, basándose para ello en el
principio de asignar a cada beneficiario los indios pertenecientes a un "pueblo de indios';
en particular o a una parte del mismo. Sin embargo, como lo ha remarcado Chantal Cra-
maussel en varios de sus escritos, ante la inexistencia de mecanismos capaces de asegu-
rarle al encomendero, no ya una provisión de tributos constante, sino siquiera la presen-
cia de sus indios en los tiempos requeridos para prestar sus servicios personales, fueron
siempre los propios encomenderos quienes se encargaron de apersonarse en los pueblos
de indios y trasladar a sus "protegidos" hasta las haciendas y poblados españoles.s" No

681 Valdría la pena comparar el estatuto y actuación de estos "caciques" norteños, con el papel que jugó este tipo de
personaje en zonas ocupadas por sociedades surgidas de altas culturas prehispánicas. Ver. por ejemplo. para el caso pe-
ruano: Carlos J. Díaz Rementerfa. El cacique en el virreinata del Perú. Estudio histórico - iundtco, Sevilla. Publicaciones de
la Universidad de Sevilla. Departamento de Antropología y Etnología Americana, 1977.
682 Guillermo Porras Muñoz. Iglesia y estado ...• p. 31.
683 Chantal Cramaussel, Encomiendas ...
684 Ibid. pp. 73-75.
254

fueron raros, desde luego, los casos en que los indios se negaron a acompañar "voluntaria- "puebl
menté' a sus encomenderos, ni aquellos en los que éstos, a su vez, recurrieran a las armas cuenn
y a la comisión de todo tipo de abusos para abastecerse de tributarios. Esto confirió a la secuni
encomienda norteña un carácter marcadamente militar e hizo que las relaciones entre es- reduce
pañoles y"pueblos de indios'; permanecieran siempre precarias y cargadas de tensiones. muyp
Las formas de control que los colonos norteños lograron establecer sobre los pue~ el ya c
blos de indios de esa región se caracterizaron, en efecto, por su carácter coercitivo y torida
militar, si bien que al mismo tiempo por su naturaleza un tanto laxa. Durante mucho a los (
tiempo, encomenderos y capitanes de guerra se encargaron de extraer indios de sus Cristó
"pueblos" y rancherías para implantarlos por la fuerza en los asentamiento s de espa~ Maop
fieles, so pretexto del cumplimiento de sus obligaciones con sus protectores. Pero cabe Franci
decir al mismo tiempo que el número de gente que los colonos pudieron trasladar des- este ti)
de los asentamientos de indios hasta sus dominios, fue siempre limitado. La razón, no como
fue tan sólo la talla de esos conglomerados, los cuales nunca fueron muy grandes, sino queslI
también el peligro de guerra siempre latente. Para complementar entonces sus necesi- refreru
dades en granos y mano de obra, los colonos norteño s organizaron, desde épocas muy alo lai
tempranas, expediciones dirigidas hacia la tierra adentro, en el curso de las cuales "res- La
cataban" granos y otros productos de los indios y organizaban también a un tiempo, desarr
capturas masivas de cautivos que eran empleados en los asentamientos de españoles, o rambu
inclusos vendidos como esclavos en provincias meridionales del virreinato.r'" de los
En diferentes momentos, como era de esperarse, las relaciones entre indios y espa~ humat
ñoles derivaron en situaciones de guerra, algunas de ellas sumamente violentas, como dos gn
la gran rebelión tepehuana de 1616~1618, o bien los sucesos de guerra acaecidos en esa "puebl
misma región prácticamente a todo lo largo del siglo XVII: 1622, 1635~38, 1644, 1646~ de sigl
48, 1650~52, 1654~56, 1657, 1665, 1667, 1671 Y1689, por citar sólo los más importan- San 8;
tes.686 Pero con todo y la guerra y a pesar de las exigencias y exacciones perpetradas por to del
los conquistadores, el "pueblo de indios" no desapareció de la Nueva Vizcaya. De todos este ai
aquellos poblados de tepehuanes que fueron registrados en su momento por Mota y enma;
Escobar a principios del siglo XVII y que aparecen en la carta número 1, la mayoría, en ese
si no todos, subsistieron a todo lo largo del periodo colonial, e incluso más allá. Puede vincia,
decirse entonces que a lo largo de los años, los colonos norteños aprendieron, a rnante- poco n
ner un cierto statu quo en sus relaciones con los indios, sometiéndolos al vínculo de la Indé.6!
encomienda y con ello a la provisión de servicios en trabajo, o bien obteniendo de ellos opera!:
productos diversos, pero todo ello siempre dentro de ciertos límites. Estos eran fijados Tizon:
sobre todo por la capacidad de esas sociedades de absorber y tolerar semejantes exaccio- La
nes. Sin embargo, es un hecho que la institucionalización de la encomienda en Nueva vo lmF
Vizcaya, plantaría el germen para la incorporación del indio norteño al régimen del

687 AGI,
685 Ver por ejemplo: Chantal Cramaussel. Diego Pérez de Luján ...
de arados
686 Hemos citado aquí únicamente, a manera de muestra, los periodos durante los cuales se registraron pagos por parte
688 Sobr
de la Real Hacienda a capitanes y soldados involucrados en acciones de guerra con tepehuanes: AGI. Contaduría 925,
Agricultor
Cuentas de la Real Caja de Durango, Gastos de guerra, 1622; AGI, Contaduría 926, Cuentas de la Real Caja de Durango,
689 Chan
Gastos de guerra. 1635'1671; AGI, Contaduría 928, Cuentas de la Real Caja de Durango, Gastos de guerra, 1689.
690 ¡bid..
255

"pueblo de indios" propiamente colonial. Dentro de ese escenario, el"cacique"o más fre-
cuentemente en el norte, el 'gobernador" de indios, permaneció siempre como una figura
secundaria, útil sobre todo en momentos en que los españoles intentaban crear nuevas
reducciones de indios o "asentarlos de paz" luego de alguna asonada guerrera, pero con
muy poca autonomía y participación real en la vida de sus "sujetos".Ejemplos de ello son
el ya citado intento de reducción de Papasquiaro, o el realizado en 1604, cuando las au-
toridades provinciales pretendieron crear una reducción en Atotonilco para asentar allí
a los conchos-robosos, poniéndolos bajo la custodia de un "gobernador" llamado Don
Cristóbal, acompañado de un grupo de "caciques': "alcaldes" y "alguaciles" indios: Julio
Maopa, Don Andrés, Don Melchor y Díaz Cape (caciques), Esteban, (alcalde) y Don
Francisco Alanzuaco y Bautista (alguaciles).687Sin embargo, la historia nos indica que
este tipo de dignidades fueron siempre efímeras y poco eficaces. Ello en especial en casos
como el aquí citado, en que se pretendía que estos 'gobernadores" y "caciques" no sólo
que sirvieran como "intermediarios" entre españoles e indios, sino que mantuvieran bien
refrenados a sus "sujetos': Desde luego, en Atotonilco, como en muchísimos otros casos
y a lo largo del periodo colonial norteño, el ensayo resultó completamente inúti1.688
La mayor parte de lo anteriormente expuesto acerca de las formas de relación que se
),
desarrollaron desde épocas tempranas entre tepehuanes y colonos españoles, es válido
D también en lo que toca a los vínculos que establecieron los colonizadores con el resto
de los indios del centro de la Nueva Vizcaya, principalmente, los conchos y los tara-
humaras. A partir de la década de 1620, en efecto, la progresiva incorporación de esos
D dos grandes grupos etno-lingüísticos a la órbita colonial, provocó que el número de los
a "pueblos de indios" se incrementar a notablemente en Nueva Vizcaya. Para principios
de siglo XVII, la provincia de Santa Bárbara y más particularmente, el valle agrícola de
.- San Barrolomé, se estaba convirtiendo en una de las principales zonas de poblamien-
to de la Nueva Vizcaya y en el más importante granero de la provincia. Muy pronto,
IS
este auge agrícola y poblador derivó en la necesidad de atraer mano de obra indígena
y en mayores cantidades que en el pasado. No fue por casualidad entonces, si justo por
1, en ese contexto y por esos mismos años, se fundaron dentro de los límites de esa pro-
.e vincia, varias nuevas reducciones de indios, entre ellas la ya citada de Arotonilco y un
poco más al sur la de SanJosé del Tizonazo, no lejos de la villa de San Juan Bautista de
Indé.689Ambas fueron colocadas bajo la custodia directa de las órdenes misionales que
)S
operaban en Nueva Vizcaya, Arotonilco tocó a los franciscanos, mientras que la del
)S Tizonazo pasó a manos de los jesuitas, a la sazón recién llegados a la provincia.690
)-
La entrada de los ignacianos a la escena del norte, inyectó, sin lugar a dudas, un nue-
vo impulso a la labor misional y con ello a la atracción de nuevos núcleos de población
el

687 AGI, Contaduría 925. Cuentas de la Caja Real de Durango. 1604-1605, Libranza al protector de los tarahumaras. entrega
de arados a los caciques de Atotonilco.
te 688 Sobre el papel de 105 "caciques" y "gobernadores" indios entre 105 indios de guerra del norte ver el capítulo quinto:
'S, Agricultores de paz.,
:0, 689 Chantal Cramaussel, Poblar la frontera ...• p. 94.
690 ibid..
indígena a la órbita colonial. Ellos se encargaron, por un lado, de una parte de los viejos único lugar
pueblos tepehuanes de la provincia como El Tízonazo, San Juan del Río, Santa Catalina considerado
de Tepehuanes y algunos de la parte serrana como San Andrés, al tiempo que participa- Pero, en real
ron también en la fundación de las nuevas doctrinas de tarahumaras, al oeste y al norte las partidas
de la provincia de Santa Bárbara. Así, por ejemplo, en 1610, se fundó a unos 90 km. al granos que I
oeste del Valle de San Bartolomé, la misión de San Pablo, situada ya al interior del macizo simplementl
de la Sierra Madre Occidental, establecimiento que fue el primero en donde convivíe- cia, igualme
ron tepehuanes y tarahumaras.v" El auge agrícola y demográfico que se experimentaba conducían CI
por esos años en la provincia de Santa Bárbara, sirvió como acicate para la penetración Como bi
española sobre la parte de la Sierra Madre ocupada por los tarahumaras. Se trataba de granos llega¡
una región poco explorada hasta entonces, pero que representaba, sobre todo, para los Parral: se ea
españoles una fuente importante de un recurso siempre tan escaso como esencial en el en esa épocs
contexto norteño: gente. Fue así que durante el primer tercio del siglo XVII, al tiempo allí.699 No el
que intentaban normalizar la situación de la provincia luego de la la gran rebelión tepe~ conversión (
huana de 1616~1618, los españoles se aventuraron cada vez más en el macizo de la Sierra mejor segun
Madre, así como, poco a poco también, en los territorios no menos inexplorados situados
al norte del río Conchas. En 1624, fue fundada entonces en la provincia de Santa Bárbara Elprincip
las misiones de Santa María del Cerro Gordo y de San Miguel de las Bocas, situada ésta obedienci
a la vera del río Florido.692 El caso de esta última misión, resulta particularmente intere- para el so
sante ya que fue formada desde un principio con gente trasladada desde la zona de No- experimer
noava, región situada a unos ciento cincuenta kilómetros al noroeste de la provincia de reino ... 70
Santa Bárbara, al interior de la Sierra Madre Occidental.t" De la misma manera fueron
fundadas las misiones de San Felipe, sobre el río Florido, para lo cual fueron trasladados Algo sen
hasta allí indios Nonojes, Ococlames y Chizos, provenientes de las llanuras orientales de to, además I
la provincia, lo mismo que tarahumaras y repehuanes.F" En 1633, fueron fundadas en de la sierra,
la misma zona San Jerónimo Huejotitlán con indios tepehuanes,695 mientras que Santa partimiento
Cruz de Tarahumares y San Nicolas de la Joya fueron establecidas como visitas de esta misiones cei
misión.696 además de o
Durante las dos décadas siguientes, una cantidad importante de "pueblos" de tara- Francisco di
humaras y de conchas, fueron puestos así bajo custodia de jesuitas y franciscanos. Se Al tiernp
incorporaron primero aquellos situados sobre la parte alta de la cuenca del río Con- se fue incren
chas (Carichí, Satevó, Tutuaca, San Lorenzo.y Santa María de Cuevas) y un poco más hasta entoru
tarde, más hacia el noroeste, los de la cuenca del río Papigochi: Temeichi, Tomochi y
Pachera y otros más. Si bien todos estos "pueblos': así como numerosos asentamientos
697 "Catalogo di
cercanos de menor talla, fueron en ese entonces registrados como "de misión': el hecho
en: Luis Gonzále:
es que todos ellos eran "administrados" a larga distancia, en este caso, desde Satevó, 698 Chantal trar
699 ¡bid.• p. 25·
700 "Noticias de
691 ¡bid .• p. 95.
Naylor • Charles I
692 lbid.
701 Muchos erar
693 tbid.
de Chínipas y Tul
694 ¡bid. p. 98.
quien explicaba I
695 Guillermo Porras Muñoz. El nuevo descubrimiento ...• p. 98.
mara 390·A. Autc
696 Chantal Cramaussel. Peupler la frontiére ...• p. 97.
de Guadalupe Pa
257

único lugar en la época en donde habitaban jesuitas en permanencia. Los demás eran
considerados como "pueblos" de "visita'; cuya conversión quedaba todavía pendienre.f"
Pero, en realidad, la presencia española más importante en esta zona, corrió a cargo de
las partidas armadas de civiles españoles que se introducían en la sierra en busca de
granos que luego "rescataban': es decir, intercambiaban por productos diversos o bien
simplemente tomaban por la fuerza en las rancherías de los tarahumaras. Con frecuen-
cia, igualmente, estas mismas partidas se libraban a la captura de cautivos, que luego
conducían como mano de obra a los asentamientos de españoles.F"
Como bien 10 ha demostrado Chantal Cramaussel en varios de sus trabajos, estos
granos llegaron a convertirse en una fuente de enorme importancia para las minas del
Parral: se calcula que el maíz de rescate obtenido en la Tarahumara, llegó a representar
en esa época hasta un tercio del consumo diario de trabajadores indios que habitaban
allí.699 No en balde, el jesuita José Pascualllamaba la atención sobre el hecho de que la
conversión de los rarahurnaras, era vista por los propios españoles de Parral, como su
mejor seguro contra el hambre:

El principio y ansias del Gobernador de Nueva Vizcaya era atraer a los Tarahumares a la
obediencia de nuestro Rey, y en esto no dejara piedra por mover viendo la importancia
para el socorro de toda la comarca del Parral de su amistad, pues mediante ella apenas
experimenta necesidad aunque los años sean estériles como lo son de ordinario en este
. 700
remo ...

Algo semejante puede decirse también por el lado de la fuerza de trabajo. En efec-
to, además de los tarahumaras y conchos cautivos que llegaban desde zonas alejadas
de la sierra,"?' poco a poco también se fue organizando un incipiente sistema de re-
partimiento de indios para Parral y otros asentamiento s españoles, provenientes de
misiones cercanas de la Tarahumara Baja como San Pablo o San Miguel de las Bocas,
además de otros que venían de las nuevas misiones franciscanas de concho s, como San
Francisco de Conchos, Babonoyaba, San Felipe, San Pedro de Conchos y otras más.
Al tiempo que el sistema misional se expandía sobre la Tarahumara y la Conchería,
se fue incrementando también la presencia de colonos civiles aquellas regiones norteñas,
hasta entonces prácticamente impenetrables para ellos. El principal motor de este nuevo

697 "Catalogo de los pueblos y partidos Que pertenecen a la misión de tarahumares Nicolás de Zepeda Rector 1645'1648",
en: Luis González Rodríguez, Crónicas de la Sierra Torohumor. ..• p. 197.
698 Chantal Crarnaussel, Haciendas ...• pp 22'30.
699 Ibid .• p. 25·
700 "Noticias de las Misiones sacada de la Annua del Padre José Pascua\. San Felipe. Junio 29 de 1652.". en: Thomas H.
Naylor . Charles W. Polzer. The Presidio and Militio ...• v.i, p. 398.
701 Muchos eran capturados en la zona de las barrancas occidentales de la sierra. alrededor de la zona de Cerocahui a la
de Chínipas y Tubares: Ver por ejemplo. los autos del Gra\. Domingo de Terán sobre la guerra con los tarahumaras en 1689.
Quien explicaba Que esa región había entrado en guerra por la acción de los cazadores de cautivos: AGI. Escribanía de Cá-
mara 390·A. Autos de la residencia del general Domingo Terán de los Ríos. Gobernador y Capitán de Sinaloa, Declaraciones
de Guadalupe Paredes. 1689.
258

impulso poblador, se encontraba en el auge tanto agrícola y minero como demográfico,


que vivieron a lo largo del siglo XVII las grandes haciendas de la provincia de San-
ta Bárbara, y especial Parral y sobre todo, el Valle de San Bartolomé.Y Sin embargo,
implantarse en medio de los tarahumaras no resultó del todo fácil para los españoles. ra
En 1648, por ejemplo, un grupo de expedicionarios armados intentó fundar, en cola- CI

boración con los jesuitas, una nueva villa de españoles en un sitio cercano al pueblo de SIl

indios de Papigochi, zona rica en suelos fértiles y bien poblada de indios, en pleno cora- pl
zón de la Tarahumara. Pero muy rápidamente los indios comarcano s destruyeron por T
completo el sitio, poniendo en fuga a los españoles.I'" Poco a poco, sin embargo, fueron "p
apareciendo nuevas haciendas en esos territorios norteños, como fue el caso de las que 1\
se implantaron en los alrededores de Santa María de Cuevas y poco después en Coyachi (v
yel sitio denominado Cusíhuiriachi, donde se llegó a fundar, en 1687, un centro minero
devenido muy rápidamente célebre por su enorme productividad. C(

En el caso de Cusihuiriachi, es interesante constatar cómo los españoles no dudaron te


en abrir un real minero de grandes dimensiones, en una región lejana y completamente di
aislada, situada a más de 200 km. al norte de la última zona poblada de españoles de la z;
Nueva Vizcaya, que era la de Parral y el Valle de San Bartolomé. Es muy probable que
una parte, incluso considerable, del abasto en granos y otros productos para ese real,
proviniera de la región de San Bartolomé, de donde sabemos provenía una parte consi- el
derable de los primitivos habitantes de la misrna.i'" Sin embargo, en una zona lejana y gc
de poblarniento absolutamente reciente, el comercio de larga distancia no podía resolver di
la totalidad de los problemas de abasto. Es indudable que al igual que en Parral, una la
muy buena parte de los granos que se consumían en ese real, especialmente en épocas
tempranas, saliera de los "pueblos" tarahumaras. Lo mismo puede decirse de la mano
de obra, de la cual una estaba formada indios cautivos, tarahumaras, conchos y otros r~

más, cuya captura sistemática continuaba en ese entonces.i'" Igualmente interesante es


constatar cómo, ya para finales del siglo XVII, los españoles de Cusihuiriachi habían
puesto ya en marcha un sistema de repartimiento, que tocaba una buena cantidad de CI

"pueblos" de tarahumaras de zonas vecinas.I'" El mismo papel jugaron exactamente las C(

misiones-reducciones de conchos, abiertas durante ese mismo periodo por los francis-
canos, en el poblamiento primitivo de la región minera de Chihuahua, donde se alzaría
luego también, la villa de San Felipe el Real. Entre las más importantes podemos citar
San Pedro de Babonoyaba, San Onofre, Santa Isabel, San Bernardino, San Andrés,
Chuvíscar y Bachimba.I'"

702 Hemos analizado este tema en: Salvador Alvarez. "Colonizacién agrícola y colonización minera ....
703 Existen varios relatos publicados de la destrucción de la villa de Aguilar. entre los mejor documentados: Luis González
Rodñguez. El noroeste novohispano ...• p. 252; Thomas E Sheridan - Thomas H. Naylor. Rarámuri. A tarahumara colonial
chronic/e 1607-1791. Ragstaff Arizona, Northland Press, 1979. p. 22.
704 Cuando menos un tercio. Para mayores detalles al respecto ver: Salvador Alvarez. "Colonlzadén agrícola ...• pp. 54-
56.
705 Guillermo Porras Muñoz. La frontera ...• p. 193.
706 Luis González Rodríguez. El noroeste novohispano ...• p. 238.
707 Salvador Alvarez. Colonización agrícola ...• pp. 40-42.
259

LOS "PUEBLOS" DE LA TARAHUMARA y DE LA CONCHERfA

No sin sobresaltos, algunos sumamente serios como las grandes rebeliones de ta-
rahumares, tepehuanes y conchos de los años 1684, 1690, 1694, 1696-98 Y 1703, por
citar algunas,708durante el último tercio del siglo XVII y durante la primera mitad del
siglo XVIII, el sistema misional no cesó de expandirse. Más y más "pueblos" fueron
progresivamente incorporados a la órbita colonial en la Concheríay sobre todo en la
Tarahumara, como lo muestra la carta no. 2, donde hemos localizado los principales
"pueblos" de misión tanto incorporados por jesuitas y franciscanos en el norte de la
Nueva Vizcaya durante el último tercio del siglo XVII y la primera mitad del XVIII:
(ver fig. 7.2).
Pero a pesar de la expansión, durante todo ese periodo, las prácticas y métodos de
control empleados por los españoles frente a los indios norteños, no fueron muy distin-
tos de los empleados desde la segunda mitad del siglo XVI con los tepehuanes. La gran
diferencia provino si acaso del hecho de que, herederos finalmente de un largo aprendi-
zaje, los colonizadores refinaron a lo largo del siglo XVII sus métodos para la captación
de productos y de fuerza de trabajo de parte de los indios. Sin embargo, el predominio de
los españoles sobre los aborígenes norteños nunca fue completo; allí donde su presencia
era más firme, las relaciones permanecían relativamente pacíficas y se obtenían granos y
gente por la vía de la encomienda, o por la del repartimiento, siempre, por cierto, dentro
de ciertos límites. En contraste, en zonas más alejadas, donde su influencia era menor,
la actividad de los españoles continuó manteniendo durante mucho tiempo todavía, un
carácter mucho más predatorio y el peligro de la guerra siguió predominando.
Como puede verse en la carta no. 2, entre el último tercio del siglo XVII y la prime-
ra mitad del XVIII, el número de "pueblos de indios" se había incrementado más que
considerablemente en el norte de la Nueva Vizcaya. Más sin embargo, el simple hecho
de llamar "pueblos" a la inmensa mayoría de estos núcleos de población, casi podría de-
cirse que era un abuso de lenguaje. Por lo menos, debería aclararse a qué, exactamente,
correspondía esta denominación en el ámbito norteño. Un testimonio del jesuitaJoseph
Newmann escrito en 1688, podría aclaramos bastante esta cuestión:

Como los tarahumares cultivan el maíz, que constituye el sustento principal de toda esta
India Americana, viven en valles amenísimos y siembran los campos ribereños por la mayor
humedad que requiere el maíz para que crezca fecundo y de cosechas centuplicadas. Y por
lo general una fanega produce cien. A cuantos moradores habitan el mismo valle a lo largo
de un río o arroyo, por los vínculos de una estrecha amistad que los unen entre sí, los con-
sideramos miembros de un mismo pueblo y tratamos de reunirlos en un mismo lugar, con
su iglesia aunque vivan diseminados a lo largo de siete u ocho leguas ... y por el número de

708 Ver, por ejemplo: Susan M. Deeds, "Las rebeliones de los tepehuanos y los tarahumaras durante el siglo XVII en la Nueva
Vizcaya", en: El contacto entre los españoles e indígenas en el Norte de la Nueva España, Ciudad Juárez, UACJ, 1992. pp.
9-40.
260

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Tamarón,
• representa
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••• Real de minas incluso al
• Tepehuanes
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• Tarahumaras
• Conchas dios" comp
O Indios de Nueva España
de español

o 50km lOOkm
de SanJua
I I I tamaño Yl
realidad,h
Figura 7.2 Nueva Vizcaya central, principales valles se puede distinguir el número de pueblos, aunque éstos del térrniru
pueblos indios, 1640-175. tengan muy pocas familías •• .709
Río, como
to disperse
En efecto, tal y como sigue sucediendo hoy en día, una gran parte de los tarahumaras
algunas ea:
de aquella época vivían dispersos a lo largo de los valles aluviales que se encuentran en
también p~
fondo de los valles serranos, donde aprovechaban la fertilidad de la tierra y la humedad
Señora del
de ríos y arroyos para cultivar el maíz, la calabaza y otras plantas afines."? Si bien, siem-
Joseph Ne1
pre fueron estupendos cazadores y expertos recolectores."! la forma de vida de la mayor
Para mi
humaraha
709 Joseph Neumann, Carta latina al provincial de Bohemia contando su experiencia de un año en la Tarahumara, Sisogui-
chi, febrero de 1682, en: Luis González Rodríguez, El noroeste ..., p. 303.
local, en P'
710 Los trabajos más importantes y completos acerca de la etnografía y vida material de los tarahumaras siguen siendo:
Wendell C. Bennett - Robert M. Zing., Los tarahumaras: una tribu india del norte de México, México, Instituto Nacional
712 Hemosutili
Indigenista, col. Clásicos de la Antropología Mexicana, no. 6, 1978; Campbell W. Pennington, The tarahumar of Mexico: their
environment and material culture, Salt Lake Ci!y, Utah, University of Utah Press, 1963.
Nueva Vizcaya t
y viajeros. ViajE
711 Ver, por ejemplo, la crónica de la entrada del jesuita Gaspar Contreras al valle de San pablo en 1638: Thomas E
713 Ibid., p. 98
Sheridan - Thomas H. Naylor, Rarámuri ..., p. 11, o bien la descripción del jesuita Petrus Thomas Van Hamme, acerca de los
714 Acerca del
tarahumares del Papigochi en: Luis González, Crónicas ..., p. 302.
Salvador Alvare
261

'"oo parte de ellos se hallaba estrechamente ligada con el consumo de plantas cultivadas, de
N

manera que las zonas en donde eran más numerosos, eran aquellas que disponían de
mejores y más abundantes tierras agrícolas.
En 1765, el obispo Pedro Tamarón y Romeral realizó su visita de la Nueva Vizca-
ya y en ella informaba que el "pueblo de indios" mejor poblado de la Tarahumara, de
acuerdo con sus cálculos, era el de Nuestra Señora del Pilar de Norogachi el cual con-
taba por ese tiempo con 310 vecinos y era, por lo tanto, uno de los mayores de la toda la
provincia. De hecho, dentro de esta categoría el más importante seguía siendo, el viejo
pueblo de tepehuanes de San Juan del Río, el cual si bien para entonces estaba prácti-
camente transformado en asentamiento mestizo, seguía siendo considerado como "de
indios" y contaba con 440 vecinos en toda su jurisdicción. El que le seguía, entre los
viejos pueblos de tepehuanes, era el de Santiago Papasquiaro con 347 vecinos y lejos
detrás venía El Zape, con 109 vecinos. Como podemos ver, a pesar de ser mucho más
joven, Nuestra Señora del Pilar de Norogachi, figuraba entre los establecimientos más
importantes de su categoría.712
Cabe decir que por ese tiempo, la villa de San Felipe el Real de Chihuahua, que era
sin lugar a dudas el asentamiento más pujante de la provincia, contaba, según el propio
Tamarón, con 692 vecinos, de suerte que San Juan del Río, siendo "pueblo de indios"
representaba dos tercios de la población de vecinos de la villa de San Felipe y aventajaba
incluso al famoso real del Parral el cual albergaba en ese tiempo, siempre de acuerdo
con los cálculos del obispo, 428 vecinos en roral."! Pero si bien, estos "pueblos de in-
dios" competían, en cuanto a número de vecinos, incluso con los mayores asentamientos
de españoles de la provincia, de ninguna manera ello significaba que la "planta urbana"
de San Juan del Río, o la de cualquiera de ellos, pudiera compararse ni con mucho en
tamaño y ya no se diga en monumentalidad, con las de San Felipe el Real o Parral. En
realidad, las ciudades que ostentaron auténticas "plantas urbanas'; en el sentido pleno
os
del término, se contaban con los dedos de una mano en el norte colonial y San Juan del
Río, como la inmensa mayoría de los poblados norteños, seguía siendo un asentamien-
to disperso de tipo esencialmente rural, cuya "planta" no iba más allá de una iglesia y
algunas casas diseminadas alrededor de la misma.?" Esta misma reflexión es aplicable
también para el caso de Cuencamé y en un grado todavía mayor al "pueblo" de Nuestra
Señora del Pilar de Norogachi, cuya descripción respondía totalmente a la que hacía
Joseph Newmann en 1686, citada un poco más arriba.
Para mediados del siglo XVIII, después de varias décadas de relativa paz, la Tara-
humara había ido cobrando una importancia cada vez mayor para la sociedad española
Sisogui-
local, en primer término, por su potencial demográfico. Nuestra Señora del Pilar de
siendo:
acional
712 Hemos utilizado para este trabajo la edición de: Pedro Tamarón y Romeral. "Demostración del vastísimo obispado de la
Nueva Vizcaya (1765) Durango y porciones de Texas Coahuila y Zacatecas" en: Mario Hernández y Sánchez Barba ed .• Viajes
y viajeros. Viajes por Norteamérica, Madrid. Aguilar Bibliotheca Indiana. 1958. pp. 945'1062. Ver pp. 973.974 Y 982.
713 Ibid .• p. 980.
de los
714 Acerca del problema de los asentamientos rurales y la naturaleza de las "plantas urbanas" en el norte novohispano:
Salvador Alvarez. "El pueblo rural.. ..
Norogachi era, como mencionábamos, más que un "pueblo" propiamente dicho, un con- Chane
glomerado de "rancherías" dispersas a lo largo de las tierras aluviales de ese valle, uno de un vas
los más extensos de esa parte de la Sierra Madre. En contraste, este "pueblo" no tenía asentar
más 'centro': ni planta inmueble, que una iglesia de muy modestas dimensiones, la cual blos dI
se hallaba en ese tiempo, por cierto, prácticamente en ruinas.?" Y sin embargo, ello no de Can
impidió que el de El Pilar de Norogachi fuera siempre considerado como uno de los Río y 1
principales "pueblos de indios" de la provincia, simple y sencillamente en razón de la misma
cantidad de gente que había allí.7l6 Y es que además del de Nuestra Señora del Pilar, llabanl
se hallaban en la misma jurisdicción otros "pueblos" casi igual de grandes: San Ignacio Santa E
de Papahichic, donde Tamarón registró 224 vecinos, San Javier de Tetaguichic con 207 lospue
vecinos y San Jose de Paguichic, donde había otros 69.717 Todos ellos, sumados a los 310 comod
vecinos de El Pilar, dan un total de 810 vecinos en la jurisdicción misional de Noroga- San M:
chi, la cual podía competir entonces, incluso con ventaja, con casi cualquier asentamien- Joya,Sa
to de españoles o de indios en la provincia. Lo mismo podría decirse de los "pueblos" de noyaba,
la misión de Papigochi, donde se encontraban la cabecera, Nuestra Señora de la Limpia igualme
Concepción de Papigochi, en la cual había, de acuerdo siempre con Tamarón, 184 veci- Napave
nos, además de San Javier de Muguriachi, con 251 vecinos, Basuchil con 200 vecinos y Este
San Ignacio de Pugiburachi, con 92 vecinos. El total era entonces de 727 vecinos, lo que
Vizcaya
hacía de la de Papigochi,la segunda jurisdicción misional de la Tarahumara.I'" Detrás de civiles,1
Norogachi y Papigochi, se encontraban las misiones de Santo Tomas, con 543 vecinos,
de influ:
Carichi con 402, Gueiguachic, con 359, San Francisco de Borja, con 366, Tomochic,
de la a«
con 349, Nonoava, con 200, Sisoguichi, c,?n 388, San Andres, con 318 y Temeichi, con
mientos
384, por citar únicamente aquellas con más de 300 vecinos registrados."? Continuando
frecuent
por este tenor, veríamos entonces que en el conjunto de las misiones de la Tarahumara
trario, el
alta, el obispo Tamarón llegó a registrar un total de 6597 "vecinos" indios, los cuales,
y conch,
añadidos a los 651 vecinos registrados en los 14 "pueblos" de la Tarahumara Baja,no nos
fue siem
dan una idea de lo que esta dilatada región podía significar para una sociedad como la
territorir
norteña colonial, aquejada desde siempre de una fuerte precariedad demográfica.72I
con gran
Sin embargo, como hemos visto, la relación entre los tarahumaras y los vecinos
los tarah
españoles de la provincia, estuvo siempre muy lejos de ser puramente "misional" De
misión, !
mucho tiempo atrás, la Tarahumara había operado como una gran "reserva" de gra-
Figueroa
nos y de mano de obra para la sociedad española local y la expansión misional en la
ministraí
zona no había hecho sino acentuar el fenómeno. Como lo ha mostrado ampliamente
XVII,ap
misiones
715 La iglesia actual de Norogachi fue. en realidad. obra de 105 franciscanos. quienes luego de la expulsión de 105 jesuitas.
yachi yel
reconstruyeron y remodelaron totalmente el modesto edificio que existía en el lugar: Paul M. Roca. Spanish Iesuit churches
in Mexico's tarabumaro, Tucson, University of Arizona Press. 1979. pp. 70-71.
716 Ver por ejemplo 105 testimonios recopilados en: Thomas E Sheridan - Thomas H. Naylor. Rarámuri ...• p. 117.
722 Chantal
717 Pedro Tamarón y Romeral. Demostración ...• p. 982.
723 Ibid .• p.
718 Ibid .• p. 983.
724 Ver por I
719 Ibid. pp. 982-984.
estado libre,
720 lbid, pp. 980-981.
Mirafuentes G
721 Ver al respecto: Luis Aboites, Norte precario: poblamiento y colonización en México (1760-1940). México. El Colegio de
la Dirección d
México - CIESAS. 1995.
725 Chantal (
on- Chantal Cramaussel, para la década de 1720, los españoles habían ya puesto en marcha
de un vasto sistema de repartimientos en trabajo, del cual beneficiaban los principales
asentamiento s de españoles de la provincia y que tocaba a una gran cantidad de "pue-
blos de indios". En el sur, Durango beneficiaba de indios de repartimiento llegados
no de Canatlán y El Tunal; Cuencamé de los del Río Nazas, mientras que San Juan del
los Río y Papasquiaro, recibían indios de su propia región. Sin embargo como explica la
e la misma autora, la mayor actividad de ese tipo se encontraba en el norte, donde se ha-
ilar, llaban las misiones, mucho más jóvenes, de la Tarahumara y la Conchería. Así, Parral,
CIO
Santa Bárbara y el Valle de San Bartolomé, beneficiaban de repartimiento s llegados de
los "pueblos" de conchas de Atotonilco, San Francisco de Conchas y Babonoyaba, así
como de "pueblos" de la Tarahumara Baja como San Pablo, San Gerónimo Huejotitán,
San Mateo, San Ignacio, Santa Cruz, San Felipe de Tarahumares, San Nicolás de la
Joya, San Javier y San Francisco de Borja. A Chihuahua llegaban los conchas de Baba-
noyaba, Julimes, San Gerónimo, Chuviscar y Santa Isabel (en estos dos últimos vivían
pía igualmente tarahumaras), así como tarahumaras de Satevó, Temeichi, San Lorenzo,
eCI-
Napavechi, Sainápuchi, Matachi y YepÓmera.722
os y Este sistema, al cual llegó incluso a dársele el nombre de "mita" en la propia Nueva
que Vizcaya.?" es una muestra de cómo, poco a poco, los españoles, tanto misioneros como
sde civiles, habían logrado atraer un número cada vez más grande de indios hasta su área
de influencia: una transformación que, por cierto, no fue ni con mucho fruto solamente
de la acción misional. De hecho, nunca existió una separación tajante entre estableci-
mientos civiles y misionales en la Nueva Vizcaya central, semejante a la que se evoca
frecuentemente en la historiografía para el caso de Sonora, por ejemplo.P' Por el con-
trario, en el caso de los "pueblos" de misión tanto de tepehuanes, como de tarahumaras
y conchas, la presencia de haciendas de españoles cercanas a los "pueblos de indios"
nos
fue siempre muy importante. Esta práctica, que había sido, como vimos, la regla en
o la
territorios tepehuanes desde tiempos de la conquista, se reprodujo más tarde también
con gran fuerza en las regiones de tarahumaras y conchas. Sabemos, por ejemplo, que
nos
los tarahumaras de San Felipe y San Gerónimo Huejotitán, no radicaban en la propia
De
misión, sino en la hacienda cercana perteneciente a sus encomenderos (Salvador de
Figueroa y sus sucesores) y que los padres en ese caso se limitaban únicamente a ad-
ministrar los sacramentos a los indios.72s Más tarde, durante el último tercio del siglo
XVII, aparecieron también numerosas haciendas, por ejemplo, entre los pueblos de las
misiones de la Tarahumara Baja del norte (San Lorenzo, Santa María de Cuevas, Co-
uitas,
yachi y el pueblo de indios de Cusihuiriachi, entre otros) lo mismo que entre diferentes
rches

722 Chantal Cramaussel. Encomiendas. repartimientos ...• pp. 81-85. ver en especial la carta de la p. 83.
723 Ibid .• p. 81.
724 Ver por ejemplo: Sergio Ortega Noriega - Ignacio del Río coords .• Historia general de Sonora 11. De la conquista al
estado libre y soberana de Sanara. Hermosillo, Gobierno del Estado de Sonora. 1985. pp. 37-70. Igualmente: José Luis
Mirafuentes Galván. "El poder misionero frente al desafío de la colonización civil (Sonora siglo XVIII)". Historias Revista de
io de
la Dirección de Estudios Históricos dellNAH no. 25 octubre 1990·marzo 1991 pp. 91-103.
725 Chantal Cramaussel. Poblar la frontera ...• p. 404.
"pueblos" conchos como San Francisco de Conchos, Babonoyaba, Nombre de Dios y LC
otros más.726
La constante interacción entre españoles e indios, surtió, a la larga sus efectos. Para A
la década de 1730, la alhóndiga de la villa de San Felipe el Real de Chihuahua, en pleno va Es
poblamiento en esa época, recibía granos, maíz y trigo, en proveniencia de una amplia impla
región. Entre sus principales abastecedores, se hallaban, no solo la región agrícola de calcul
San Barrolomé, con sus grandes haciendas, sino también "pueblos" de indios conchos, mesa;
como Julimes, Chuvíscar, Bachimba, Nombre de Dios, Babonoyaba, Santa Isabel y partic
San Francisco de Conchos, así como los "pueblos" tarahumaras de Papigochi, Yepórne- de sig
ra, Namiquipa, Temeichi, Basuchil, Santo Tomás, Satevó y Nonoava. Incluso, algunos todaví
"pueblos" de pimas de la lejana provincia de Sonora, como Basaraca y San Ignacio de coloni
Sonora, enviaban también sus granos a la alhóndiga de Chihuahua.?" De
Desde luego, sería ingenuo imaginar que la llegada sistemática de granos provenien- se hab
tes de "pueblos de indios" norteños, hasta un lugar como la alhóndiga de Chihuahua, autént
era producto de un puro mecanismo de "mercado'; en el sentido propio del térrníno.?" siglo 11

Cierto, los granos una vez puestos en la alhóndiga, eran pagados al precio corriente blos pl
en ese momento, al "padre" del "pueblo de indios'; a nombre de quien se expedían las extend
libranzas correspondienres.?" Pero, en cambio, los granos enviados a la alhóndiga o sus net
vendidos a españoles en general, no eran a su vez comprados, ni mucho menos, por el que ést
misionero a "sus" indios, sino que los tomaba de los que le eran entregados por ellos de en que
manera obligatoria para su "manutención" o como contraparte de su protección y servi- tributo
cios espirituales: es decir, formaban ya parte del tributo. En efecto, después de casi dos como s
siglos de presencia española en Nueva Vizcaya y a un siglo de distancia de la instau- un cort
ración de las primeras misiones en tierras de tarahumaras y de conchos, finalmente se transita
esbozaba en Nueva Vizcaya la aparición de un fenómeno hasta entonces desconocido logrado
en el norte: la transformación de una serie de núcleos de población indígena norreña, rrusione
en "pueblos de indios" propiamente tributarios. tributo!
to que,
jesuitas,
ras, no f
existían
proporcl
rnaras, c
726 Salvador Alvarez. Colonización agrícola ...• p. 42. debemos
727 lbid, p. 57. reduccio
728 Respecto de la pertinencia del uso del término "mercado" en este tipo de contexto ver. por ejemplo: Ruggiero Romano.
actividad
American Feudalism. Hispanic American Historical Review 64. no. 1. feb 1984. Duke University Press. pp. 121-133.Traducido
en: "El feudalismo americano". en: Antología de un historiador: Ruggiero Romano. México. Instituto Mora - Universidad
administ
Autónoma Metropolitana. Cuadernos de Secuencia. 1998. pp. 28-42.
729 En las cuentas de la Alhóndiga de Chihuahua, las transacciones con granos provenientes de los "pueblos de indios"
730 Ver. por
aparecen rotuladas a nombre del misionero responsable del envío. En el caso de los granos llegados de Papigochr, por
co, Escuela t
ejemplo. las transacciones aparecen a nombre del padre Navarrete. mientras que las de Santa Isabel a nombre del padre
Social. die. 1\
luan Varro. misionero allí. En cambio las de Guazaraca, o Bazaraca. en Sonora. aparecen sólo a nombre "del padre" de ese
731 Ver por
lugar: Salvador Alvarez. Colonización agrícola ...• p. 59-
México. Fond
sy LOS TRIBUTARIOS NORTEÑOS

ara Al principio de este ensayo hacíamos mención de cómo, en el centro de la Nue-


eno va España, en el lapso de tan sólo unos cuantos años, los españoles habían logrado
implantarse en tierra de indios e incorporar a la categoría de pueblos tributarios, se
calcula que, más de 2000 núcleos de población aborigen yeso únicamente en el área
mesoamericana. En contraste, como hemos podido darnos cuenta, en el norte y más
particularmente en la Nueva Vizcaya central, este mismo fenómeno había tomado más
de siglo y medio tan sólo en despuntar. Sin embargo, como veremos a continuación
todavía entonces, es decir, a mediados del siglo XVIII, e incluso a finales del periodo
de colonial, la mutación estaba muy lejos de haberse completado.
Desde principios del siglo XVII, las misiones, tanto jesuitas como franciscanas,
en- se habían convertido en un elemento insustituible para la puesta en marcha de un
ua, auténtico sistema de repartimientos en el norte y es interesante constatar cómo, un
728
siglo más tarde, era también en el ámbito misional donde aparecían los primeros pue-
nte blos propiamente tributarios en el norte. Poco a poco, en efecto, los misioneros habían
las extendido su papel como "evangelízadores" al de protectores y gobernantes efectivos de
ao sus neófitos indios y en tanto que tales, al de supervisores de los tributos en trabajo
rel que éstos dispensaban a la sociedad española. El paso siguiente, consistiría entonces
de en que los misioneros pasaran de ser "protectores" de los indios y supervisores de sus
tributos, a auronombrarse donatario s de los mismos y colocar por lo tanto a los indios
como sujetos de una suerte de jurisdicción privativa depositada en ellos. Se trataba de
un corto trecho que los jesuitas, más que los franciscanos, por cierto, se aprestaron a
transitar. El primer paso estaba dado y consistía justamente en la manera como habían
logrado convertirse, por un lado, en gestores directos de los bienes que generaban las
misiones, especialmente el ganado y al mismo tiempo en beneficiarios ya no sólo de
tributos en trabajo, sino ahora también, en productos. Cabe decir llegados a este pun-
to que, contrario a una idea muy difundida en la historiografía sobre las actividades
jesuitas, los productos y en especial, los granos que salían de las misiones tarahuma-
ras, no fueron necesariamente producto de la explotación de las "tierras comunales" que
existían en ellas por parte de los propios indios, sino quizás solamente en una pequeña
proporción. En ocasiones se ha comparado la gestión de las misiones jesuitas tarahu-
rnaras, con la organización de las famosas misiones del Paraguay.no Sin embargo, no
debemos dejar de lado que en aquella región los jesuitas llegaron a constituir verdaderas
reducciones, esto es establecimientos nucleares con población concentrada, dedicada a
no,
actividades productivas múltiples, algunos de ellos de talla importante y sujetos a una
ido
dad
administración, al menos en principio, centralizada."! Sin embargo, este no fue el caso

os" 730 Ver, por ejemplo: Ricardo León García, Las misiones jesuitas en Cnihuabuo: la cuenca del Papigochic 1700-'767, Méxi-
por
co, Escuela Nacional de Antropología e Historia, Tesis Profesional para optar por el título de Licenciado en Antropología
dre
Social, die. 1982.
ese
73' Ver por ejemplo: Alberto Armani, Ciudad de Dios y Ciudad del Sol: el Estado jesuita de los guoraníes 1609'1768,
México, Fondo de Cultura Económica, Sección obras de historia, 1987, en especial, pp. 96 Y ss.
266

de la Tarahumara, donde nunca llegaron a organizarse centros de poblamiento indígena prino


semejantes. Por el contrario, si algo se opuso siempre a la labor de los misioneros, fue el norte
patrón de residencia disperso de los tarahumaras y las múltiples maneras que emplea- Poro
ron, tanto violentas como pacíficas, para evitar ser justamente reducidos. Tradicional- en el
mente el abasto de las misiones de tarahumaras y conchos, dependió principalmente de la teras)
colecta de granos que se hacía no sólo entre los propios misionados, sino de manera muy que 1;
intensa también entre los gentiles. Esta nunca fue una tarea fácil sobre todo en regiones
nazar
alejadas de la vida española, como las de las nuevas misiones tarahumaras, donde los je- la prc
suitas, en ausencia de civiles armados, sufrían toda clase de penalidades para abastecerse.
prime
Un ejemplo de ello nos lo proporciona el misionero Joseph Pallares, quien habiendo sido
que s
enviado a Cerocahui en 1689, se quejaba amargamente de la burla que hacían de él los
H
"indios bozales'; esto es, gentiles no sujetos a los españoles, cuando intentaba obtener
para;
bastimentos de ellos por medio de sus inrérpreres.I" Para los misioneros la solución ante
la enc
de ese tipo situaciones, consistió casi siempre en recurrir simplemente a la justicia secular India,
y solicitar a los gobernadores y alcaldes mayores, el envío de fuerzas armadas encargadas
palrru
de "rescatar" bastimentos y obligar a su vez a los reacios a asistir tanto a la doctrina como a
serían
los repartirnientos.P! Tan fue así que todavía, en 1740, el entonces misionero de Tomochi,
propu
Juan Antonio de Oviedo, escribía sin ambages que sin soldados difícilmente las misiones
más n
se sostendrían, en especial en tiempos de malas cosechas, pues en ese tipo de circuns-
mente
tancias los tarahumaras se dispersaban con facilidad.I" Lo que es más, el mismo jesuita
prove
advertía que la presencia de cuerpos armados en las zonas de misión, no sería únicamente
torios
para forzar a los indios a no abandonar los recintos misionales, sino sobre todo para pro-
des p(
tegerlos de la llegada y asechanzas de los innumerables españoles, mulatos y gente foránea
Casta
de todo tipo, que circulaba sin cesar entre las misiones, incitando a los neófitos a adoptar
imp~1
conductas pecaminosas, e incluso mezclándose y quedándose a vivir con ellos:
tán dr
se hab
•.. toda esta tierra está llena de españoles, mestizos, negros, mulatos, coyotes e indios de
embaí
fuera. Todos ellos hacen uso de los tarahumaras y lo que es peor, usan de las mujeres tara-
Ríos,
humaras. Los indios se van aclarando y perdiendo su color natural .•. 735
delO!
Sa
El misionero tocaba allí un punto nodal en la evolución de las relaciones entre indios
tierra¡
y colonizadores. Al tiempo en que Oviedo escribía su informe, en efecto, la Nueva Viz-
deest:
caya central se hallaba al final de un largo periodo de expansión demográfica que había
tierra!
arrancado desde el último tercio de siglo XVII,736 y que había tenido como una de sus
1743:

732 Carta del padre Joseph Pallares al padre provincial Bemabé de Soto. Batopilas 24 de abril 1689. en: Luis González 737Sah
738 Sob
Rodñguez. Crónicas ...• p. 139.
sus prov
733 Numerosas referencias al respecto se encuentran en: AGI Patronato 236. Testimonios sobre la destrucción de las mi-
siones tarahumaras y pimas. 1690. 739 Esta
740 Sal\
734 Carta de Javier de Estrada al provincial Juan Antonio de Oviedo. Tomochi nov 23 1730. AGN Archivo Histórico de Ha-
741 AGI
cienda 278-7. en: Thomas E Sheridan - Thomas H. Naylor. Rarámuri. p. 74.
7 Sitios
735 Ibid ..
736 Esta coyuntura larga ha sido estudiada por: Chantal Cramaussel, Poblar la frontera ...• en especial pp. 361-434. 742 AGI
118sitio!
a principales consecuencias, justamente la expansión de la población española hacia el
el
norte y en consecuencia la del sistema misional hacia la Tarahumara y la Conchería.P"
Por otro lado, a la par de esta larga expansión demográfica y territorial, se vivía también
en el conjunto de la gobernación de la Nueva Vizcaya (incluyendo las provincias cos-
teras) a un periodo de crecimiento explosivo de la gran propiedad territorial, que hacía
que la esa invasión de foráneos en los poblados de indios, resultara cada día más ame-
nazante para los misioneros. Una idea clara de la intensidad con la que estaba creciendo
e- la propiedad territorial en Nueva Vizcaya, entre el último tercio del siglo XVII y la
e. primera mitad del XVIII, nos la dan los numerosos procesos de composición de tierras
o que se entablaron durante ese periodo.
Hemos hecho para trabajos anteriores, un análisis de 256 composiciones de tierras
para altiplano central de la Nueva Vízcaya?" Esta documentación muestra claramente
la enorme predominancia que estaba alcanzando la gran propiedad en esa parte de las
Indias, merced a una muy activa adquisición de tierras de todo tipo, por parte, princi-
palmente, de los grandes hacendados locales: un fenómeno que no tardó en inquietar
seriamente a las misioneros, en especial a los jesuitas. Si bien la expansión de la gran
propiedad por la vía de la composición y titulación de tierras en el norte fue, en general,
es
más temprana y activa en las zonas de más antiguo poblamiento que en aquellas nueva-
s-
mente colonizadas."? para el primer tercio del siglo XVIII, varios poderosos hacendados,
ta
provenientes sobre todo del Valle de San Bartolomé, se habían ya aventurado en los terri-
te
torios de reciente conquista al norte del río Conchos, donde estaban adquiriendo gran-
des porciones de territorio. Personajes como Juan Cortes del Rey, Marcos Fernández de
ea
Castañeda y Alonso de Leyva Isasi, poseían ya para principios del siglo XVIII haciendas
ar
importantes en la zona de Cusihuiriachi y el río Papigochi,"" mientras que el viejo capi-
tán del presidio de Conchos y protector de los tarahumaras, Juan Fernández de Retana,
se había convertido en gran hacendado y propietario en San Francisco de Conchos.?" Sin
embargo, a quienes más temían los misioneros era a personajes como Bias Cano de los
Ríos, quien tan sólo en 1706, había registrado y compuesto, de un solo golpe, la friolera
de 106 sitios de ganado mayor al norte de la provincia de Santa Bárbara.742
Sabiendo que al igual que los anteriores, muchos otros españoles estaban registrando
os
tierras en zonas cercanas a las misiones, los jesuitas, en particular, intentaron protegerse
z-
de esta avanzada, solicitando a las autoridades provinciales que se les midieran y titularan
ía
tierras a las misiones, como lo explicaba largamente Lorenzo de Gera a su provincial en
us
1743:

737 Salvador Alvarez, Colonización agrfcola ...• p. 34.


tez
738 Sobre un total de 1024 registradas hasta el momento para el conjunto de la gobernación de la Nueva Vizcaya. incluyendo
sus provincias coste ras. Para un primer análisis de conjunto de todos estos datos: Salvador Alvarez, Tendencias regionales ....
mi-
739 Esta es una de las conclusiones a las que llegamos en: Ibid .• p. 150.
740 Salvador Alvarez, Colonización agrícola ...• p. 67.
Ha-
741 AGI Contaduría 873. Cuentas de la Real Caja de Ourango, 1706. Cobros por composiciones. Cobro por composición de
7 Sitios de ganado mayor registrados y poblados por Juan Fernández de Retana. capitán del presidio de Conchos.
742 AGI Contaduría 873. Cuentas de la Real Caja de Durango, 1706. Cobros por composiciones. Cobro por composición de
118 sitios de ganado mayor medidos con Bias Cano de los Ríos. vecino del Valle de San Bartolomé.
p

:z68

...Y este es un punto que v.r. debe hacer mucho caso, porque no suceda algún alboroto y y«
alzamiento de estos indios. Vr, ha de representar al sr. virrey las vejaciones que les hace el cerc
juez medidor que pretende registrarles todas las tierras y restriñirlos al corto término de una con
media legua para su manutención; cosa totalmente contraria a las Ordenanzas y Cédulas ex- indi
pedidas en favor de los indios, en las cuales los reyes prohíben no se registren sus tierras con I
que los indios han hecho algún beneficio y las han poseído ad immemorabili. Y todas estas dici
leyes se atropellan con harto sentimiento de los indios lo que me han exhortado algunos en- ciór
tendidos en esa materia que de relación a v.r. y saque un despacho apretado del señor virrey: bas:
que ningún juez se meta en tierras de indios y sus comunidades, en que entran también los nin]
misioneros cabezas de ellos, cuyas tierras, estancias, etcétera son irregistrables, como cosas y ti1
poseídas por los indios an inmmemorabili y las han cedido a los padres para manutención 168
suya propia, de ellos y sus iglesias. Lo cual no se ha guardado pues se vieron muchos padres la B
obligados a pagadas por quedarse con ellas y tener lejos los españoles de las misiones, pues fici.
era harto perjuicio y molestia para los indios, pues fueron causa del último alzamiento .•• 743 An1
por
La respuesta no tardó en llegar. En octubre de 1746 el virrey Horcasitas dirigió una por
cédula al entonces gobernador de la Nueva Vizcaya, José de Cosío y Campa, contenien- dier
do una serie de ordenanzas concernientes al trato con los indios. En ellas se disponía par;
que los indios "vaganres', deberían ser reducidos a pueblos donde estarían bajo la cus- arel
todia de misioneros y caciques, los cuales, además levantarían padrones de sus sujetos. ciuc
Para los repartimientos se ordenaba la organización de "cuadrillas" fijas por cada pueblo, nin
las cuales saldrían a laborar por lapsos máximos de un mes, quedando cada "capitán de prol
cuadrilla" al cargo de la vigilancia de sus indios, con cargo de velar por que regresaran 1
todos a sus pueblos y cobraran sus salarios. Prohibía igualmente a los capitanes de pre- IY,I
sidio, justicias ordinarios y alcaldes mayores, organizar repartimiento s de "mita" en sus 14;
jurisdicciones, ni sacarlos por su cuenta para hacerlos trabajar para ellos?" case
Como lo hemos evocado ya, el uso del término "mira" para referirse a los repartí- pud
mientos de indios, no era casual, ni infrecuente en Nueva Vizcaya: la expedición de es- rras
tas ordenanzas es una buena muestra de la importancia que el sistema seguía teniendo real
en Nueva Vizcaya por esos riempos+" Para las autoridades, en efecto, era muy claro que legu
la mejor manera de proteger a los indios seguía siendo confiados a la custodia de los aled
padres y reglamentar sus servicios personales. Sin embargo, además de todo lo anterior, la m
las ordenanzas contenían un capítulo más en el cual se asentaba que, en adelante, se loca
adjudicarían 600 varas medidas por cada viento, de tierras buenas a cada pueblo de in- mec
dios, sin menoscabo de las éstos tuvieran ya en posesión y uso,146 Desde luego, el obje- rad
tivo era que estos pueblos dispusieran de tierras medidas y tituladas que aseguraran su Ch~
propio mantenimiento. Esto, por otro lado, para los misioneros resultaba muy práctico tenc

743 Lorenzo de Gera visitador de la Tarahumara al provincial Cristóbal de Escobar y Llamas. San Felipe el Real 19 de enero
de 1743. en: LGlez 1984 337 747 I
744 Ricardo León García. Las misiones jesuitas ...• pp. 35-36. anata
745 Chantal Cramaussel, Encomienda. repartimientos ...• p. 80. 748 E
746 Ricardo León García. Las misiones jesuitas ...• pp. 35. El Pal
y conveniente a la hora de rechazar intrusos que pretendieran asentarse demasiado
cerca de "sus" indios. Sin embargo, 10 más interesante de estas ordenanzas, es que, en el
contexto de la Nueva Vizcaya, disponer que se midieran y titularan tierras a pueblos de
indios, por parte de la autoridad virreinal, constituía en sí una enorme novedad.
En razón de su naturaleza de provincia de frontera, en la Nueva Vizcaya la expe-
dición de títulos de tierras por parte de la autoridad reales, lo mismo que la introduc-
ción del procedimiento institucional de la composición de tierras, fueron fenómenos
bastante tardíos ambos. Las llamadas "cédulas de composiciones" de 1591, no tuvieron
ningún efecto en la Nueva Vizcaya y de hecho los primeros trámites de composición
y titulación de tierras de que se tenga registro para esta provincia, datan solamente de
1685. Fue en ese momento que, por disposición de la autoridad real, los oficiales de
la Real Hacienda de Durango se encargaron de los cobros medias anatas a los bene-
ficiarios de composiciones y títulos expedidos por la autoridad real en la provincia.I"
Antes de eso, los vecinos de la provincia ampararon siempre la posesión de sus tierras
por medio de títulos de merced, expedidos por los gobernadores, o por delegación suya
por los alcaldes mayores.748 Como lo hemos mencionado aquí, los gobernadores expi-
dieron numerosos títulos de encomienda, lo mismo que mandamientos y ordenanzas
para repartimientos, más sin embargo, no hemos encontrado hasta la fecha, ni en el
archivo de Durango, sede de la gobernación, ni en el de Parral o en el de Chihuahua,
ciudades donde los gobernadores de la provincia habitaron por largos periodos, ni en
ningún otro, título alguno de merced de tierras expedido por los gobernadores de la
provincia, para pueblos de indios.
Recordemos, sin embargo, que según las ordenanzas de tierras emitidas por Felipe
IV, incorporadas a la Recopilación de las leyes de los reinos de Indias en su libro IV, títulos
14,15,17,18 Y 19, indicaban que los pueblos situados en regiones de frontera, en este
caso los de la Nueva Vizcaya, debían ser dotados con una legua cuadrada por "razón de
pueblos': Estas disposiciones se convirtieron en un principio rector de la política de tie-
rras en la Nueva Vizcaya a partir de entonces. Así, por ejemplo, en 1747 cuando se
realizaron las medidas de los ejidos de la villa de San Felipe el Real de Chihuahua, la
legua cuadrada de la cual habían disfrutado por casi medio siglo los pueblos de indios
aledaños a la jurisdicción de la villa, en este caso, Nombre de Dios y San Gerónimo con
la misión de Santa Ana de Chinarras, fue rigurosamente respetada por las autoridades
locales. Incluso, en el caso del primero, dado que la traza original de los ejidos les afectó
media legua de tierra por el lado de Oriente, se dispuso que la misma extensión les fue-
ra restituida por la banda contraria. De ese modo, el contorno de los ejidos de la villa de
Chihuahua, debió de amoldarse a la presencia de esos pueblos, lo mismo que a la exis-
tencia de haciendas como las de Tabalaopa, Dolores, Mápula, La Laborcira, Los Fresnos

747 AGI, Contadurfa 928, 1685, Cuentas del tesorero Nicolás de Medina y del Contador Pedro de Iriarte, Cobros de medias
anatas por composiciones de tierras.
748 Existen numerosos ejemplos de ello en el Archivo Municipal de Parral, reproducido en: Microfilms University of Texas
El Paso, serie 476.
270

y Sacramento, cuya existencia precedió también en varias décadas el trazado de los eji- PO!

dos. Sin embargo, cabe decir que si bien en el caso de Nombre de Dios, por ejemplo, yo
vemos al gobernador de los naturales del mismo, abogar por que sus tierras no se vieran has
afectadas, sin la intervención de los franciscanos que administraban esa misión. Igual- def
mente, en el caso de San Gerónimo y Santa Ana de Chínarras, la negociación con las suit
autoridades de la villa corrió directamente a cargo del visitador jesuita Gregorio Her- hac
nández, quien incluso solicitó se suspendieran medidas y se le restituyeran a la hacienda bar,
de Tabalaopa, las tierras que, de acuerdo con este personaje, le habían sido usurpadas rah
por el pueblo de indios de Nombre de Dios, administrado por los franciscanos los cua- situ
les, desde luego, se opusieron a lo dicho por el visitador jesuita,749 Es claro que la dispu- dad
ta larvada que existía desde hacía tiempo entre jesuitas y franciscanos por las tierras Iria
aledañas al pueblo de Nombre de Dios y la hacienda de Tabalaopa, coadyuvó de mane- det
ra fundamental para que las tierras de ese pueblo de indios fueran respetadas durante ten,
esa medida de ejidos. Sin embargo, la gran debilidad de Nombre de Dios y Chinarras, los j
provenía del hecho de que ninguno de los dos dispuso de títulos directamente expedi- ro e
dos y debidamente confirmados por la Corona, amparando sus tierras, lo cual los ponía leo,
enteramente en manos de sus tutores misionales en lo tocante a la defensa de sus tierras coln
y otros derechos anexos. Esta situación de dependencia de parte de los pueblos de indios hua
respecto de sus tutores misionales, en cuanto a la defensa de sus derechos fue, de hecho, 175
la norma para el conjunto de la Nueva Vizcaya y la expedición de las ya citadas ordenan- hao
zas de 1746, no cambió mucho las cosas. Es posible que a partir de ese momento hayan pr01
sido expedidos títulos de merced de tierras para pueblos de indios por parte de las auto- caso
ridades provinciales. Sin embargo, si así fue, éstos fueron muy poco numerosos y los habí
procesos así emprendidos fueron en todo caso de alcance estrictamente local como lo tom
prueba el hecho de que no fueran debidamente formalizados por elJuzgado Privativo de tierr
Tierras de la Nueva Vizcaya. Esto es algo sobre lo cual, nos darán seguramente más luz en e
futuras investigaciones en archivos locales norteños. Lo que sí sabemos, en cambio, es por
que a lo largo del siglo XVIII, debido a la muy fuerte expansión que se dio en ese tiem- los f
po de la gran propiedad territorial norteña,750 numerosos pueblos de indios se vieron tierr

afectados en sus tierras por la presión de los latifundistas y que en ese tipo de situacio- rulo
nes.las ordenanzas de tierras de 1685 y subsecuentes, fueron evocadas por aborígenes y
misioneros, aunque con resultados variables y en general poco favorables para los pue- 751 AJ
firmad
blos de indios. Hemos citado ya el caso de los indios de San Francisco de Conchos,
1736.
quienes vieron absorbidas las tierras alrededor de su pueblo por la hacienda de Joseph 752 Al

de Berroterán, capitán vitalicio del presidio de ese lugar, quien tituló allí mismo en 1736, Solkitt
753 A'
23Yz sitios de ganado mayor, incluyendo un molino de pan y sacas de agua del río, sin
de Seb
que ello se viera reflejado en protestas o procesos judiciales ante la autoridad real alguna 754Ar
tud de
755Ar
Solidn
749 Linde y remate de cinco leguas a la redonda para ejidos de la villa de San Felipe el Real de Chihuahua, 1747, Archivo
756 Ar
Histórico de la Cd. de Chihuahua, Microfilms UTEP, 476-65, 1747.
Título I
750 "El latifundio y el poblamiento del Norte de la Nueva Vizcaya. siglos XVII y XVIII", en, Chantal Cramaussel ed., Demo-
en el p
grafía y poblamiento, El Colegio de Michoacán, en prensa.
por parte de los Indios."! Tampoco los tarahumaras de Coyachi, Santa María de Cuevas
y otros muchos lugares donde sabemos existieron haciendas de españoles, entablaron,
hasta donde sabemos, querella alguna contra sus vecinos. Los únicos que, en cambio,
defendieron tierras en la zona como pertenecientes la misión, fueron los misioneros je-
suitas de San Lorenzo y Satevó, quienes se quejaron ante la Audiencia de la invasión que
hacía de sus terrenos Cristóbal Márquez, demandante de tierras en ese lugar. Sin em-
bargo, el proceso terminó sin que se titularan tierras a nombre de ningún pueblo de ta-
rahumaras de la zona. En el sur de la provincia, en los viejos pueblos de tepehuanes, la
situación era un poco diferente. Algunos pueblos vieron absorber sus tierras por hacen-
dados sin protestar, como los de Cacaria, cuyas tierras fueron ocupadas por Manuel de
Iriarte, quien ocupó las tierras inmediatas al pueblo/52 En cambio, otros viejos pueblos
de tepehuanes llegaron a elevar querellas ante la Audiencia contra hacendados que pre-
tendían componer tierras inmediatas a sus pueblos. Fueron los casos, por ejemplo, de
los indios de San Juan del Río en 1709 contra Sebastián Quiñónez,7S310s de Papasquia-
ro contra Juan Gutiérrez dueño de la hacienda de San Nicolás en 1710, los de Atotoni-
leo de Indé contra Joseph García de Larrea poderoso dueño de agostadero de Ramos,
colindante con las tierras del pueblo en 1738754 Ylos de El Zape y Santa Cruz de Tepe-
huanes contra Joseph de Aguirre dueño de la hacienda de Nuestra Señora de Cortés en
1754-1760.755 Sin embargo, en todos estos procesos los ganadores fueron siempre los
hacendados, como lo demuestra el hecho de que el Juzgado Privativo de Tierras de la
provincia no tituló tierras a ninguno de los pueblos de indios mencionados. Un solo
caso escapa a esta regla en Nueva Vizcaya y en él participaron no ya los jesuitas, que
habían dejado poco tiempo atrás las Indias españolas, sino los franciscanos, quienes
tomaron el relevo de aquellos en muchas de las misiones tarahumaras: se trata de las
tierras del pueblo de Nuestra Señora de la Limpia Concepción de Papigochi. En 1770,
en efecto, Joseph Gregorio de Mendoza recibió un título "con reserva de confirmación';
por 321,4 caballerías de tierras, colindantes con ese pueblo de indios.756 De inmediato,
los franciscanos apelaron a la Audiencia y a la Corona y lograron que se midieran las
tierras del pueblo, lo cual sirvió para que recibieran finalmente, dos años después, el tí-
tulo que amparaba la legua cuadrada que se les otorgaba "por vía de adjudicación" y"por

751 Archivo de Instrumentos Públicos del Estado de Jalisco. Real Audiencia de la Nueva Galicia. Libro de Gobierno no. 53. Con-
firmación de título al capitán Don Joseph Berroterán por 23 sitios de ganado mayor y un sitio de molino. Guadalajara 9 nov.
1736.
752 Archivo de Instrumentos Públicos del Estado de Jalisco. Real Audiencia de la Nueva Galicia, TIerras y Aguas no. 50.
Solicitud de confirmación de títulos por Manuel de Iriarte, 15 dic. 1733.
753 AGI Contaduría 873. Cuentas de la Real Caja de Durango. 1733. Medias anatas, Composiciones de tierras. Composición
de Sebastián Quiñónez en el pueblo de San Juan del Río.
754 Archivo de Instrumentos Públicos del Estado de Jalisco. Real Audiencia de la Nueva Galicia, Tierras y Aguas 33. no. 1. Solici-
tud de adjudicación de 34 sitios de ganado mayor colindantes con el pueblo de Santa Cruz de Tepehuanes. 5 junio de 1760.
755 Archivo de Instrumentos Públicos del Estado de Jalisco. Real Audiencia de la Nueva Galicia. Tierras y Aguas 45 no. 16.
Solicitud de composición por loseph de Aguirre, 68 sitios en agostadero San Salvador. 4 mayo 1760.
756 Archivo de Instrumentos Públicos del Estado de Jalisco. Real Audiencia de la Nueva Galicia. TIerras y Aguas 40. no. 9.
Título de merced con reserva de confirmación de 32 caballerías de tierra a Gregario Joseph de Mendoza. vecino de Basuchil,
en el pueblo de Papigochi. 20 julio 1770.
razón de pueblo" además de las 32~ caballerías de tierras que le habían sido otorgadas
íeligres
a Mendoza poco ances."? Cabe subrayar que el de Papigochi es el único "título primor-
para se:
dial" expedido directamente por la Corona amparando las tierras de un pueblo de indios
consult
en la Nueva Vizcaya, existente a nuestro conocimiento en los archivos de la Audiencia.
parecer
Al fin, un conglomerado de indios norteños, había sido capaz de recorrer el largo cami-
1842,c
no que iba desde su aparición como pueblo de conquista, fuente de mano y de productos
pueblos
por la vía de la fuerza y el saqueo, hasta su lenta transformación en pueblo tributario y
Lejos d
finalmente su incipiente consolidación como una entidad socio-territorial estable, con
ro no p
límites espaciales bien definidos y sobre todo reconocidos y titulados por la Corona:
cuales i
esto es, como "pueblo de indios" en el sentido pleno del término. Dentro de su singulari-
únicos \
dad, el de Papigochi resulta ser un caso altamente emblemático de la larga y lenta serie
la Coro
de transformaciones que debieron sufrir las sociedades indias norteñas, antes de que el
Temósa
fenómeno del "pueblo de indios'; apareciera finalmente en ese ámbito. Y sin embargo,
exhibiei
aún después de dos siglos de lenta "integración" a la vida colonial, Papigochi no era toda-
hechos
vía un "pueblo de indios" del tipo de los muchos que habían existido desde largo tiempo
acuerdo
atrás en el centro de la Nueva España, o el Perú. Aquí, por ejemplo, los 'caciques" o "go-
otros m
bernadores indios" no habían jugado sino un papel muy secundario en la defensa de las
esratale:
tierras del pueblo y en la solicitud de la adjudicación de su título, todo ello había corrido
sido pr~
por cuenta de los propios misioneros franciscanos. Su estatuto y su papel dentro de la
parar la¡
sociedad, eran enteramente distintos del que asumían con frecuencia los "caciques" en el
conocen
centro de la Nueva España o los 'curacas" en el ámbito peruano/58 Todo esto confirma
si se qUi
el hecho de que, para cuando periodo colonial tocaba su fin, la conversión de los "boza-
ejemplo
les" norteños en indios verdaderamentepolíticos" habitantes de pueblos, era un proceso
en pueb
que estaba muy lejos culminar. Más sin embargo, vale también la pena recalcar que todo
duso en
indica que durante el periodo independiente, los "pueblos de indios" norteños continua- es, el de'
ron con esta lenta evolución. A falta de investigaciones puntuales sobre el tema, la situa-
Todo in
ción durante el siglo XIX en este aspecto nos es todavía bastante poco conocida. Sin
conchos
embargo, es interesante constatar cómo, a pesar del choque de la independencia y de la
terminó
irrupción del liberalismo y de las diversas leyes de desamortización emitidas a lo largo
ras, en e
del siglo, los pueblos de indios norteño s no solo continuaron existiendo, sino que poco
aislamie
a poco muchos de ellos se fueron afirmando cada vez más como tales. Así, por ejemplo,
toria qUl
la ley de colonización emitida por el congreso del estado de Chihuahua, el 26 de mayo
proceso I
de 1825, dictaba que los terrenos de los indios se redujeran a propiedades individuales
anterior
vendibles, otorgando igualmente a los ayuntamientos y juntas municipales el derecho de
1885, cu
intervenir en la administración de los terrenos de los indios y en el manejo de los fondos
espeeiale
de comunidad. Dos años después, en 1827, el congreso decidió también suspender el
ces en eo
pago de sínodos a los misioneros, cuyo sostenimiento quedaría entonces a cargo de sus
las tierra

757 Archivo de Instrumentos Públicos del Estado de Jalisco, Real Audiencia de la Nueva Galicia, Tierras y Aguas 41 no.
43: Título de merced de a los naturales del pueblo de Papigochi de una legua cuadrada por razón de pueblos por vía de
759 Francisc
adjudicación y restitución de 32 caballerías de tierra, 20 de junio de 1772.
760 Estosal
758 Ver por ejemplo, para el caso del Perú: Manuel Burga, De la encomienda a la hacienda capitalista. El Valle de leque-
especial: pp.
tepeque del siglo XVI al XX, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1976, pp. 124 Y ss.
761 Francisc
273

feligreses indios.P? Sin embargo, todo este conjunto de disposiciones no bastó todavía
para sentenciar a muerte a los pueblos de indios norteños. A partir de documentación
consultada, muy probablemente en el archivo del Gobierno de Chihuahua (la cual, al
parecer se halla hoy desaparecida), el historiador Francisco R. Almada relata cómo, en
1842, cuando diversos particulares intentaban registrar a su nombre tierras de distintos
pueblos de indios, la reacción de éstos había sido ya muy distinta que un siglo atrás.
Lejos de admitir pasivamente la adjudicación de sus tierras, los habitantes de un núme-
ro no pequeño de pueblos de rarahumaras, presentaron diversos documentos con los
cuales intentaban acreditar la propiedad de tierras por parte de ellos. Sin embargo, los
únicos que pudieron presentar un título propiamente dicho, emitido directamente por
la Corona, fueron, desde luego, los de Papigochi. A falta de ello, en cambio, los indios de
Temósachi, Santo Tomás, Temeichi, Carichí, Matachi, Yepómera, Coyachi y Nonoava,
exhibieron una serie de traslados de avalúo s sobre tierras agrícolas y bienes diversos,
hechos por la autoridad provincial al momento de la expulsión de los jesuitas."? De
acuerdo con el mismo autor, otros pueblos, como Guachochi, Témoris, Santa Ana y
otros más, exhibieron registros de denuncios de tierras expedidos por las autoridades
estatales, esto es, posteriores a la independencia, de entre los cuales algunos que habían
sido promovidos por los misioneros y curas seculares a nombre de los indios para am-
parar las tierras y ejidos de los pueblos."? Todo este es, insistimos, un proceso del que
conocemos todavía bastante poco, pero sobre el que será necesario profundizar bastante
si se quieren entender fenómenos, hasta hoy completamente inexplorados, como por
ejemplo el de la transformación de diversos pueblos otrora de conchos y tarahumaras,
en pueblos de mestizos, proceso que se verificó largo del siglo XIX y que continuó in-
cluso en el XX. Igualmente, el estudio de este periodo podría aclaramos el inverso, esto
es, el de la supervivencia del rarahumara'serrano" y"bozal" de las partes altas de la sierra.
Todo indicaría que más que haberse extinguido, en el sentido propio del término, los
conchos sufrieron a 10 largo de ese siglo un fuerte proceso de mestizaje cultural, que
terminó fundiéndolos con la población no india de la zona. En el caso de los tarahurna-
ras, en cambio, no es difícil imaginar que la conservación de identidad, fue producto del
aislamiento y del rechazo del conciente del mestizaje. Sin embargo, se trata de una his-
toria que presenta matices que aún hoy nos quedan poco claros. Por ejemplo, el último
proceso de titulación de tierras para los pueblos tarahumaras del que tengamos noticias,
anterior al advenimiento de la reforma agraria pos revolucionaria, se dio al parecer en
1885, cuando el gobierno del estado de Chihuahua envió a una serie de "comisionados
especiales" para titular tierras a los pueblos de indios. El procedimiento consistió enton-
ces en convocar a los "vecinos indios" de cada uno de los pueblos para proceder a medir
las tierras y repartir a cada uno de ellos una serie de "hijuelas" amparando sus derechos

759 Francisco R. Almada, Geografía del estado de Chihuchuo, Chlhuahua, Impresora Ruiz Sandoval. 1945. p. 109.
760 Estos avalúos fueron efectivamente realizados al tiempo de la expulsión: Susan Deeds. Rendering unto Caesar...• en
especial: pp. 205-243.
761 Francisco R. Almada, Geografía ...• p. 115.
274

como propietarios legítimos" de sus lotes. Si bien la documentación que hemos encon-
trado a este respecto es todavía fragmentaria, sabemos que este procedimiento se aplicó Bib
en distintos pueblos tarahumaras, como Santa María de Cuevas, San Lorenzo y otros
más.762 Esto nos indica que en distintos pueblos tarahumaras de esta región, en donde
sabemos se estaba operando un intenso proceso de mestizaje, los vecinos conservaron a
pesar de ello su condición de "indios" hasta épocas muy tardías. Estos "rarahumaras" que
firmaban por su nombre, calculaban superficies y recibían títulos de tierras eran, por
supuesto, muy distintos de los habitantes de las cavernas de lo alto de la Sierra Madre,
que conoció y describió, por ejemplo, entre 1890 y 1892 Carl Lumholtz en su célebre
libro "El México Desconocído'F'" Esto nos da una idea de cómo, a lo largo del siglo XIX AA""

el carácter "indio" de estos pueblos pudo conservarse a pesar de las nuevas condiciones AA""

legales e institucionales en que vivían y no obstante también, el proceso de mestizaje


cultural a que estaban sometidos. También sería necesario saber si en otros "pueblos" de
tarahumaras de zonas más aisladas, es posible detectar una evolución semejante a la ABO

aquí descrita para la región de Santa María de Cuevas, la cual está siendo estudiada ac-
tualmente por Chantal Cramaussel.P" Todo ello aclararía también cómo fue que se es-
tableció, o no, una separación entre este tipo de "indio tarahurnar" y el rarámuri serrano
de hoy en día, en muchos aspectos tan semejante al "bozal" de la época colonial. Igual-
mente interesante sería saber qué sucedió, en ese mismo aspecto, con otros indios nor-
teños, como los conchos o los antiguos tepehuanes de las llanuras y cuando y cómo fue
realmente que desaparecieron o se fusionaron con la sociedad no india. Se trató de una
incorporación no voluntaria, sino forzosa, la cual pasó siempre, por su sometimiento
progresivo a formas de tributación en trabajo. Acu
Puede decirse, en suma, que para cuando periodo colonial tocó a su fin y llegó el
tiempo de las desamortizaciones decimonónicas, la conversión del indio bravo bozal
norteño en un sujeto verdaderamente "político'; "cristiano" y habitante fijo de pueblos,
era un proceso que estaba muy lejos culminar. Incluso puede decirse que, en el caso de AOA.

algunas de las últimas sociedades vivas que conservan algo de lo que aquellas fueron, ese
tránsito se ha dado aún hoy en el siglo XXI, por entero y de hecho no se dará, sino al AGu.
precio de su completa desaparición física y cultural. AITC

762 "Registro correspondiente al pueblo de Santa María de Cuevas por el comisionado especial por el supremo gobierno
del estado para que dicho pueblo fuera hijueleado a los indígenas", Santa María de Cuevas, Chihuahua, 22 de septiembre
1885. Archivo particular del Sr. Rogelio laquez, Santa María de Cuevas, Chihuahua. Agradezco al Sr. Rogelio jaquez haberme
mostrado y permitirme citar este documento.
763 Cart Lumholtz, El México desconocido. Cinco años de exploración entre las tribus de la Sierra Madre Occidental, en la
tierra caliente de Tepic y Jalisco y entre los Tarascos de Michoac6n, Nueva York, Charles Scribner's Sons, 1904,. v.i, Edición ALAl
Facsimilar, México, Instituto Nacional Indigenista, Clásicos de la Antropología no. 1, 1983.
764 "Tendencias demográñcas y nueva distribución espacial. El curato de Santa María de Cuevas - San Lorenzo (municipio
de Belisario Domínguez, Chihuahua) 1753-1887-, en: América Molina del Villar - David Navarrete coords., Problemas de- ALES

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XVI·XIX, Zamora, ClESAS - El Colegio de Michoacán, 2006, 325-261. Igualmente: "De Savarachi a Santa María de Cuevas,
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índice toponímico

Acaponeta 67, 72 Balsas 38 152,161,166,169,187,196, Coneto 125, 154,249


Acatlán 55 Baluarte Río 67, 71 276,293 Copala 24, 78, 79, 80. 81,
Aculuacán 29 Banderas Bahía de 6, 64, 67 Chiapas41 82,83,84,87,88,94,95,98.
Afganistán 36 Basaraca 237, 264 Chihuahua 13, 14,19,20,22, 101,103,121,123.124,153
Africa 34, 36 Basúchil 229,233 23,103,127, 137,153,157, Copala Reino de 78. 79, 80,
Aguacatlán 55,62,68,110 Bélgica 158 161,173,197,198,215,216, 81,101,103,123.153
Aguanaval Río 101, 149, 156 Birimoa 162 225,227,232,234,237,239, Corrientes Cabo 107, 111
Aguilar Villa de 224, 233 Birmania36 240,258,261,263,264,265, Costa del Norte 5
Alravista 138 Bolaños Río de 105, 144, 269,270,272,273,274,275, Coyachi 227, 228, 229, 232.
Arnajaque 55, 144 145,151 276,277,278,279,281,283, 258,263,271,273
Amatlán 55 Cacalotlán 79, 81, 85, 86, 284,286, 290, 291, 294, 295, Coyatlán 56
Amecameca 61 87, 94, 95, 97 296,298,299,301,303 Cuencamé 98,177,205,208,
América del Sur 116 Cacaria 129, 154, 217, 249, China 7, 8, 34, 36 261,263
Amula 67, 292 271 Cholula61 Cuitzeo 5, 55, 114, 168
Analco 122 Calatitlán 55 Chuviscar 263 Culiacán 9, io. 11,43,44,
Arizona 12, 103, 153, 161, Californias 170 Chuvíscar 207, 227, 232, 46,53,55,57,69,75,78,79,
162, 173,202,239,258,262, Calzonzi 55, 258,264 81, 8487,93,105,161,190,
285,286,290,297,300,302 Canatlán 177,206,263 Cihuatlán 38,67, 75 191,293,297,304
Armería Río 67 Canutillo 203, 204, 205, 225 Coalcomán 38 Culuacán o Culiacán 10,
Asia 115,116,164 Capinamaíz 185, 251, Coatzacoalcos 40 29,71
Atemajac 55, 62, 76,105 Carichí 229, 256, 273 Cocomórachi 227 Cusihuiriachi 228,229,233,
Atengo 55 Casas Grandes 12, 128, 137, Cocoyomes 177, ] 78, 212, 237,258,263,267,287
Atila 36 203,207,224,227,286,287 Coina 107 Diabuto 55
Aroronilco 162,176, 177, Castilla 72, 77, 81,130, Colima 6, 7, 38, 39, 49, 55, Durango 13,14,15,24,79,
183, 184, 185, 186, 187, 188, 191,251 68,120300,301,302 81,84,85,86,87,89,90,91,
192,193,194,195,198,199, Castilla de Oro 72 Colometo 55 93,95.98,99,113,117,118,
202,203,206,207,208,209, Cerocahui237,257,266 Colorado Gran Cañón del 119,121,122,123,124,125,
219,255,263,271 Cerro Gordo 177, 187,205, 164 129,132, 134, 137,138, 139,
Autlán 67, 292 211, 226, 256, Colotlán Río 149 151, 154, 156, 157, 161, 162,
AvalosProvincia de 107, Chalchihuites 13,14,52, Coluda 162 153,166,169,182,183,184,
246,292 101,137,138,139,151,156, Compostela 11, 12,46,47, 186,188,194,196,197,198,
Avino 101, 113, lIS, 125, 158,159,160,291,293,295 55,57,58,59,62,65,69,71, 200,201,2005,20~207,
131, 151, 154,249 Chalco 61 75,76,78,96,105,106, 107, 209,217,218,219,220,221,
Ayo 114 Chapala 11,43, 54, 55, 58, 108,142,151,152,159,204, 226,239,248,250,252,254,
Azclá o Aztlán lO, 49 64,67,246, 246,248,298 255, 261, 263, 267, 269, 271,
Azratlán 49, 53,71,72,73, Charcas 21, 80, 81, 84, 85, Conchería 201, 203, 208, 277,278,279,281,283,285,
74,166,248,301,305 86,86,87,94,95,98 210,212,220,222,223,224, 287,290,291,293,295,299,
Aztlán 49 Chiameda 9, 11,24,43,44, 231,237,257,259,263,267 300,301,302,303
Babonoyaba 207, 224, 227, 46,53,57,64,67,68,69,71, Conchos Río 173,178,179, Eje Neovolcánico 39,67
232,237,257,258,263,264 72,73,74.75,76,77,78, 180,184,185,187,190,191, El Caxco 157, 205
Baborigame 157 79,80,81,82,83,84,85,86, 195,198,202,207,210,212, El Mixtón 50, 51, 52, 53. 59,
Bacaburiachi 234 87,88,89,90,91,92,93, 222,224,225,227,256,267, 60,61,76,105,107,137,
Bachimba 232, 258, 264 95,96,97,98,99.124,133, 276,285 142,144,145,148,151,158,
306

159,160,161,204,301 177, 180,205,206,217, 248, Llano Estacado 170 294,295,296,301,303,304 238,241


El Pilar 262 255,271 Loma de San Gabriel13, 138 Mixtón 50, 51, 52, 53, 59, 60, 246,247
El Saín 101 India 10, 14, 15,20,21,22, Los Fresnos 269 61,76,105,107, 137, 142, 275,27E
El Salado 114 35,36,42,46,48,49,51,60, Los Palmitos 125, 154, 177, 144,145,148,151,158,159, 285,28E
EITeúI49,107,141,142, 68,72,74,76,81,90,92,93, 217,249,250 160,204,301 292,295
145 95,102,113,120,134,140, Los Papudos San Martín Mogoreachi 233, 234 300,301
El Tunal 125, 251, 263 142,150,159,173,176,184, de 98 Mongolia36 Nueva G
El Zape 137, 138, 185,261, 195,196,202,215,216,219, Machete Salinas de1184 Motines de Colima 7, 38, 39 17,18,1
271,295 232, 235, 236, 239, 241, 242, Madrid 6, 15,24,25,32,43, Motines de Zacarula 7, 38, 44,45,4
ElotaRío 67 243,245,251,253,259,260, 45,51,54,59,60,68,101, 39 53,54,5
Espíritu Santo 40, 57, 71, 75, 261,267,269, 27l, 272, 273, 105,121,196,210,216,218, Motines del Oro 38, 39,45, 62,64,6
97,105, 107 108, 110 274,278,279,280,281,282, 241,244,261,275,279, 127,281 80,81, a
Espíritu Santo Villa del 75 283,284,285,287,288,289, 284,286,288,289,291,292, Namiquipa 14,212,227, 106,101
Estados Unidos 13, 103, 290,291,292,293,294,295, 294,295,296,298,299,300, 264,290 118, 12~
164,301 296,297,298,302,304 302,303 Napavechi 263 142,14:
Europa 13, 115, 300 Indonesia 36 Mapimí 13, 14, 149, 157, Navacoyan 138 152,15:
Filipinas 35 Ixtlán 62, 288 170,173,174,175,176,177, Navito 55 196,20'
Florido Río 179, 180, 181, Izmitique 55 185,192,193,198,205, Nayarit 6, 11,68,81,96, 127, 238,24{
187,192,193,194,195,198, Jalacingo 62 208,289 157,277,293,302,303,306 Nueva h
203,208,209,213,221,256 Jaliango 55 Mapimí Bolsón de 13, 14, Nazas 190 101, 111
Fresnillo 101, 156,293 Jalisco 11, 12, 38, 46, 49, 50, 149,170,173,174,175,176, Nicolás de Agualeguas 213 Nueva\
Golfo de México 5, 113, 168 51,52,54,60,67,96,108, 177,192,193,198,205 Nievecillas 225 19,20,2
Gran Tunal 114, 169 127,144,168,234,237,238, Mápula 239, 269 Nieves 131 28,77, ?
Guachochi 273 271,272,274,277,278,279, Mar del Sur 5',6, 37, 67, 68, Nochestán 80 85,89,5
Guadalajara 6, 20, 23, 38, 46, 280,281,285,287; 289,292, 70,71,290,295 Nochistlán 49, 59, 60, 62, 77, 98,99,1
49,50,51,57,58,61,62,64, 293,295,297,298,300,301, Matachi 227, 228, 229, 263, 105,107,141,142,144,145, 119,12l
76,77,81,83,84,87,88,89, 302,303 273 159,196 125, 12~

I
90,92,93,94,95,98,105, Jalpa 141, 142, 144, 196 Marlarzincas 31, 37 Nombre de Dios 24, 113, 135,15J
106,107,123,124,129,132, Jilotepec 41, 113 Mazapil114, 119, 131,149 119,121,122,123,125,149, 157,16:
134,141,142,143,144,146, Jocotlán 46, 80,110,120 Mechuacán 5 150, 151, 153, 154, 155, 156, 184, 18~
149,183,196,201,202,207, . Juchipila 49, 58, 62, 76, 77, Medina Río de 149 179,217,232,248,264,269, 205,2H

I
228,246,250,271 1'107,141,142,144,196,300 Medio Oriente 34 270,278 219,22(
Guadiana 14,26,101,117, Julimes 177, 202, 212, 234, Mercado Cerro de 120 Nombre de Jesús Carichi 236 229,231
118,120,151,156,210,299 263,264 Mesoamérica 6, 7, 8, 9,17, Nonoava 256, 262, 264, 273 247,241
Guajacatlán 107 I Junta de los Ríos 198, 199, 18,19,26,30,31,33,36,39, Nonojes 185,186,187,188, 257,258
Guanaceví 24, 98, 220 202,212,213,240,277,293 45,49,51,52,61,67, 137, 201,256 265,26{
Guanajuaro 5, 54, 114, 167, La Ciénega 239 138,139,159,160,164,165, Norteamérica 170, 261, 271,27:
168,169,282,289,293 La Concepción 163,193,225 167,171,244,246,277,278, 294,302 NuevoI
Guangxi 36 La Laborcita 269 292,293,294 Nuestra Señora de Cortés 179,21:
Guatimapé 101 La Laguna 157, 177 México Ciudad de 9, 21, 23, 271 Ostimu:
Guauchinango 76 La Piedad 169 47,52,58,77,120,198 Nuestra Señora del Pilar Otaritlá
Guaxango 61 La Quemada 12, 13, 14, 138, Mezquital 93, 117, 118, 119, de Norogachi 261, 262 Pachera
Guaynamota 12, 105, 111, 292 125,149,156,160,185 Nueva España 6, 8,10,12, Pahuira
152,157 La Sauceda 85, 125, 154, Mezquitlán 56 17,18,19,20,21,22,23,26, de 233
Gueiguachic 262 249,250 Michoacán 2,6, 15,20, 23, 27,32,37,38,42,44,45,46, Pamir St
Guxipaches 118 Las Bocas 177, 187, 188, 25,29,30,31,41,42,49,51, 47,48,49,51,54,57,59,61, Pampuc
Hibueras 5 206,221,225,256,257 55,68,89,96,106,113,114, 62,63,64,68,69,72,76,77, Pánuco'
Holanda 99, 158 Las Charcas minas 80 116,137,143,160,167,168, 78,81,82,89,90,92,96,99, 87,88,9
Huejotzingo 68 Las Cruces 177,251 225,226,241,246,270,274, 100,108,110,117,127,128, 169,17C
Humaya Río 161 Las Vírgenes de Culiacán 87 275,276,277,282,283,284, 150,159,169,181,184,204, PánucoJ
Indé 121, 122, 125, 154, Lerma Río 5, 31, 40,168 285,286,287,289,291,292, 205,210,213,216,217,231, 168,165
307

238.241.242.243.244.245. Papasquiaro 185.218.250. Saln 78. 101. 156 San]avier 262. 263.
246.247.251.259.265.272. 251.252.253.255.261. Sainápuchi 263 San Javier de Muguríachí
275.276.279.280.282.284. 263.271 San Andres 99. 262 262
285.286.287.288.289.291. Papigochi 212. 223. 224. San Barrolomé 22. 23. 84. 95. San José del Tizonazo 203.
292.295.296.297.298.299. 227.228.229.233.234.237. 123.176.181.182.183.184. 255.283
300. 301. 302. 304 237.256.258.260.262.264. 185.186.187.187.192.193. San Juan del Río 24. 85. 101.
Nueva Galicia 6. 9. 11. 12. 265.267.271.272.273 194.202.205.207.210.213. 125.129.130.154.1771.
17.18.19.20.22.28.42.43. Papigochi Nuestra Señora 217.220.222.224.225.226. 217.249.250.251.256.261.
44.45.46.47.48.49.50.51. de la Limpia Concepción de 231.238.255.256.258.263. 263.271
53.54.55.57.58.59.60.61. 262.271 264.267 San Lorenzo 223. 236. 256.
62.64.65.69.74.7678.79. Paquimé 13 San Bernabé 207. 227. 228. 263.271.274.284
80.81.84.85.92.93. 105. Parral 18.19. 22. 24. 25. 99. 229.234 San Lucas 101.249
106.107.108.110.113.115. 117.177.188.193.197.198. San Buenavenrura de San Luis Mascomalhua 209
118.120.123.129.131.132. 202. 205. 206. 207. 208. 210. Atotonilco 183.206 San Luis Potosí 114.168.
142.143.144.145.147.149. 211.212.213.218.222.223. San Diego 162.239 170.183.282
152.153.154.155.159.160. 224.225.227.228.229.234. San Dimas 162 San Marcos estancia de 234.
196.204.216.217.234.237. 257.258.261.263.269.275. San Felipe 169.177.187. 239
238.246.247.250.271.272 276.283.284.285.295.298. 193.199.221.223.224.225, San Martín 79.162
Nueva México 78. 83. 88, 299.303 234.256.257,258,261.263, San Martín 78. 87. 98, 101.
101.118.211.291 Parral Río del 193 264.265.269.270.283 113.115.119.123.124.131.
Nueva Vizcaya 9.12.14. 18. Parras 177.218 San Felipe de Río Florido 149.151.153.154.156
19.20.21,22.23.24.25.26. Pascua 55. 223, 224. 257 187.193.221 San Maceo 263
28.77,78,79.80.81.82.84. Pénjamo 1114,169 San Felipe de Tarahurnares San Miguel de Culiacán 190
85.89.90.91,92,93,96.97. Peñol Blanco 114.115,149, 263 San Miguel de las Bocas 187.
98.99.101.116.117,118. 151,168,196 San Felipe el Real de 221,225.256.257
119.120.121.122,123.124. PerÍl37. 243, 244. 253, 272, Chihuahua 261. 264. 269. San Miguel de Las Bocas
125. 129. 131,132,133. 134, 280,288.301 270,283 221
135,151.153.154.155.156. Piaxtla Río 67. 79. 95 San Felipe villa de 225. 258. San Miguel de Tubares 235
157.162.173.180.181.183, Pimas 103. 128, 130. 161, 261.264,269.270.279 San Nicolás de laJoya 263
184.185.196.197.200.204, 264,266.290 San Francisco de Borja 228. San Nicolás Hacienda
205.210.211.213.217.218. Pirnic 102. 128, 130. 153 229.234.262.263 de 271
219.220,225.226,228. Polinesia 34 San Francisco de Comayaos San Onofre 224. 227. 258
229.234,237.238,240.244, Poncitlán 55 184 San Pablo 162. 185, 186.
247.248.250,253.254,255, Portezuelo 114 San Francisco de Conchos 188,220.221.222.223.256.
257.258. 259. 261, 263, 264. Potosí 21. 22,114.156.168. 184,185,186,193,202.203, 257.263
265.266.267.268.269,270. 170,183.282 207,210,211,212,220,221, San Pablo Cobasca 84. 95
271.272 Presidio Río 67 224,227,232.237,257.263. San Pablo de Tarahumares
Nuevo León 20, 81, 129.178, Puebla 245 264,267.270 185
179.213.275.292,296 Pugíburachi 262 San Gabriel13, 138, 221. San Pablo de Tepehuanes177
Ostimuri 237 Purificación 38. 39, 46. 55. 287.291 San Pedro de Babonoyaba
Otariclán 162 57.67.68.75,96.105,246. San Gerónimo 221. 263. 270 227.258
Pachera 233, 234, 256 292 San Gerónimo Huejotitán San Pedro de Conchas 202.
Pahuirachi La Boquilla Querétaro 41,114.169,170, 221,263 204.224,257
de 233 291,303 San Gregorio Río 193 San Pedro Río 67. 203
Pamir36 Ramos 271 San Hipólito 162.226 San Sebastián 80, 81. 83. 84.
Pampuchín 55 Río del Norte 177, 198,212 San Ignacio 185, 186, 187, 85.86.87,88,90,92.94.95,
Pánuco 40, 80, 81, 84, 85, 86, Rosario 100 188,233,237.262,263.264 98.99.226
87,88.93.95,97, us. 168, Sahinas213 San Ignaciode Papahichic 262 San Sebastián de Colima 68
169.170 Sacramento 113. 162, 236. San Ignacio de Papigochi 233 Santa Ana 62. 270
Pánuco Provinciade 40. 113. 263,270,278 San Ignacio de Sonora 237, Santa Ana de Chinarras
168,169.170 Saguarichi234 264 269.273
308

Santa Ana del Torreón 212, Sierra Madre Occidental 9, Tepique 11, 55, 67, 68,143 Valle de Oaxaca 32
227 12,14,15,20,24,64,67,79, Tepique Río de 55, 67 Valle de San Bartolomé 23, índic
Santa Bárbara 20, 24, 121, 101,105, 107,108,110,11, Teporachi 234 176,182,186,188,192,193,
12~123,124,125,133,182, 128,130,131,137,138,139, Tepozpirzaloya 56 194,202,205,210,213,220,
192,217,248,249,263 145,152,156,160,161,164, Tepucuacán 55 222,224,225,226,231,238,
Santa Bárbara Provincia de 171,193,212,220,223,248, Tequila 12, 107 256,258,263,267,277,283
22,25,78,85,93,98,133, 256,274,291,295 Teteaqui 223 Valle de Toluca 31,40,246,
154,171,178,179,180,185, Sierra Norte de Oaxaca 33 Tetlán 55 292
196,202,206,212,218,220, Sierra Zapoteca 7,32,33,37 Texamen 251 Valles zapotecas 31
5
231,250,255,256,258,267, Siete Ciudades Reino de las Texcoco lé Valparaiso 149
283,284 57, 58,62,76 Texcoquines 11, 110, 143,248 Verde Río 170
Santa Bárbara Salinas Sinaloa 57, 68, 69, 81, 87, 96, Tezuico 29 Victoría Villa de la 122 29 ...
de 182 99,127,162,166,206,218, Tíbet 36 Xalisco 6, 11, 12,43,49,67,
Santa Bárbara Villa de 181 226,257,279,290,293,297, TlacorIán 57, 58, 62, 105, 68,69,70,71,72,110,143
Santa Catalina de 298,300,304 141,142 Xichú 170
Tepehuanes 202, 226, 251, Sisoguichi 260, 262 Tlaltenango 49, 105, 107, Xiximes 98,161, 162, 163,
252,256 Sombrerete 78, 123, 149 131,141,144,145,147,151, 165,166,187 29
Santa Cruz 263 Sonora 69, 81, 99, 103, 128, 159,196 Xochimilco 61, 68 29
Santa Cruz de Tarahumares 130, 153, 206, 212, 222, 223, Tlaquepaque 55 Xora 12, 110
33
256 224,226,228,237,238,239, Tlaxcala 61, 68, 190, 191 Yang-Tse 36
Santa Cruz de Tepehuanes 263,264 42
Tlaxcaltecas 7, 8, 30, 31, 37, Yécora273
187,271 Tabalaopa 178, 232, 239, 42,275,295 Yepómera 227, 263, 264, 273 42
Santa Isabel 207, 224, 227, 269,270 Tobosos 20,117,131,171, Yucatán 41, 281, 283, 286
232,258,263,264 Tajirachi 234 173,176,177,178,179,180, Zacatecas 9,14,15,17,18,
46
Santa María de Cuevas 234, Tamazula 68 181,182,183,184,185,186, 20,21,22,23,24,51,62,64,
236 Tarahumara 162,171,194, 187,188,189,192,194,195, 76, 77, 78, 79, 84, 85, 87, 89, 59
Santa María de Cuevas 238, 220,222,223,228,233,235, 196,197,198,199,200,201, 90,91,92.93,96.101.10~
256,258,263,271,274.284 236,239,257,258,259,261, 202.203,204,205,206,207, 107,110,113,114,115,117,
Santa María de los Tobosos 263,267,268,273,290,294, 208,209,210,213,214,224, 119,121,131,137,143,144,
197 296,302 227,255 147,148,149,153,154,156,
Santa María del Cerro 67 .....
Tarahumara Nueva 232, 236 Todos Santos 98,133, 182, 157,166,168,169,183,196,
Gordo 256 Tarahumara Sierra 162,203, 188, 208, 250 205, 212, 213, 261
Santa María Nativitas de 221,232,289 Tojorare 227 Zacarula 7, 37, 38, 39 68
Bachíniva227 Tarasca meseta 31 Tomatlan 55 Zalatitlán 55
68
Santa María Otais 162 Tebles Chichimecas Tomochic 262 Zapotlán 49, 68
Santa María Pueblo de 181, Provincia de los 6, 8, 42, 54, Tonalá 43, 55, 143, 145 75
183,274,283 57,68,75 Topia 24, 79, 97, 98, 161, 81
Santiago Río 12,43,49,67, Tecomán 38 163,218,303 96
77,80,105,107,143 Tecomatlán 56 Trincheras 128,303
Santiago Río Grande de 64, Temeichi 223, 227, 229, 234, Trujillo Valle de 149
101 ....
71,101,142,144,145,152, 256,262,263,264,273 Tunal 114, 125, 149, 168,
156 Témoris 273 169,251,263
Santo Tomás 227, 264, 273 Temósachi 227, 273 Turquestán 36
Satevó223, 224, 229, 237, Tenango 61, 144 Tutuaca 227, 256 105 ....
256,263,264,271 TenochtirIán 7, 8, 30, 61 Tututepec 37, 38,44
113 ...
Sebastián San 177, 202, 208, Teocaltiche 141, 159, 196 Valle de Allende (San
209,212 Tepalcatepec 38 Bartolomé) 22, 217, 278, 284 120 ....•
Sierra del Diablo 177,202, Tepeaca 61,142 Valle de la Poana 249 127 .....
208,209,212 Tepeltlacalritlan 55 Vallede los Conchos 179
Sierra Gorda 170 Tepeque 105, 107,145, 151, Valle de los Palmitos 125,
Sierra Madre del Sur 39 152,159,272,281 154,249
índice

5 Introducción

29 ..... Capítulo I
Conquista y encomienda en la Nueva Galicia durante
la primera mitad del siglo XVI: "bárbaros" y "civilizados"
en las fronteras americanas
29 1: Aliados indios y fronteras de guerra
29 a) La conquista y las civilizaciones mesoamericanas
33 b) Conquistadores frente a "bárbaros" mesoamericanos
42 2: Guerra, tributo y encomienda en la Nueva Galicia
42 a) Las primeras conquistas en el Norte novohispano y el peso
de los grandes números: la Nueva Galicia
46 b) La encomienda y la organización del tributo en la Nueva Galicia
59 e) Una vez más el peso de los gralldes números: la "Guerra del Mixtón"
y el establecimiento definitivo de la encomienda y el tributo
en la Nueva Galicia

67 ..... Capítulo 11
Chiametla: una provincia olvidada del siglo XVI
68 1: La dos conquistas de Chiametla
68 a) La campaña de los Tebles Chichimecas
75 b) La segunda conquista de Chiametla
81 2: Indios, minas y encomiendas en Chiametla
96 3: Las costas vacías

101 ..... Capítulo 111


De reinos lejanos y tributarios infieles:
el indio de la Nueva Vizcaya en el siglo XVI
105 Los antropófagos de la montaña
113 Las naciones de guerra de la tierra adentro
12 o Los tepeguanes de la Nueva Vizcaya
127 Indios bravos y tributarios paganos
310

137 ..... Capítulo IV


De "zacatecos" y "tepehuanes":
dos dilatadas parcialidades de chichimecas norteños
137 1: Los "cazcanes" y sus vecinos "zacatecos" de las montañas
148 2. Los "zacatecos" del altiplano y sus vecinos del norte
152 Otra extendida parcialidad de "chichimecas" norteños: los "tepehuanes"
168 "Chichimecas" de las montañas y'chichimecas" de las llanuras

173 ..... Capítulo V


Agricultores de paz y cazadores-recolectores de guerra:
los tobosos de la cuenca del Río Conchas en la Nueva Vizcaya
176 Las "bandas" de tobosos
179 Los tobosos y las reducciones tempranas del Río Conchos
190 Los agricultores de paz
197 Los tobosos de las salinas
200 El nacimiento del toboso de guerra

215 ..... Capítulo VI


El indio de norteño y la misión
215 El indio y sus tutores:
217 Misiones y fronteras en la Nueva Vizcaya
220..... Los Primeros Misioneros en la Conchería y la Tarahumara
222 ..... Misiones e indios al norte de la cuenca del Conchos:
la segunda mitad del siglo XVII
231 ..... De misiones a Pueblos de Indios en la Conchería y en la Tarahumara:
un tránsito incompleto

241 ..... Capítulo VII


A manera de epílogo ...
El indio norteño como parte de la sociedad colonial:
el pueblo de indios en la frontera septentrional novohispana
248 ..... Indios y españoles en la Nueva Vizcaya central
253····· Indios bozales. indios de encomienda. indios de repartimiento
e indios de pueblo en Nueva Vizcaya central
259 Los "pueblos" de la Tarahumara y de la Conchería
265 Los tributarios norteño s

275..... Bibliografía

305 . .... fndice toponimico


El indio y la sociedad colonial

norfeña. Siglos XVI-XVIII.

Terminó de imprimirse en el

mes de diciembre de 2009 en

los talleres de Mgmimpresos,

Costa 531, Zona Centro,

Durango, Durango, México.

El tiraje fue de 500 ejemplares.

Para la formación tipográfica

se utilizó: Adobe Ienson Pro

de Nicolas Jenson (original)

y Robert Slimbach (versión

para Adobe) y Meto de Erik

Spierkermann.
La ocupación de tierras y la creación de nuevos establecimientos coloniales en erriro-
nos de frontera, fue un proceso que no se redujo solamente al acto e la apertura, rotu-
ración y puesta en producción de tierras vírgenes. La extrema dispersión y lejanía de los
establecimientos coloniales norteños, su reducido t maño, su debilidad demogf.ífica y
el carácter insumiso de las poblaciones aborígenes de las que se hallaban rodeados, los
condenó desde un principio a la búsqueda de la autosuficiencia en todos los órdene •Sin
embargo, su consolidación nunca hubiera sido posible, de no haber sido por los r cursos
agrícolas y de mano de obra, provenientes de las sociedades indígenas locales. stos
grupos de 'chíchimecas" a pesar de su aparente "simplicidad" y con todo y la proverbial
'"ferocidad" que siempre se les atribuyó, terminaron convirtiéndose, no en un obstác o~
sino por el contrario, en un sostén insustituible para la nueva so 'edad coloní •~ ello
mismo, las que e generaFon entre los conquistadores del Norte y los aberígenes loca-
les, fueron siempre relaciones tan cercanas y durables, como violentas y eoercitivas, Los
contextos geográficos y temporales sobre los cuales trata esta obra son muy diversos:
6)
EL COLEGIO
desde la vieja Nueva Galicia del siglo XVI al extremo norte de la Nueva Vizcaya central DE MICHOACÁN, A. c.

en el siglo XIX temprano y se aborda extensamente también el problema de la lenta y


ya por siempre inacabada incorporación de los grupos aborígenes norteños a la s 'edad
española y mestiza.

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