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A MI HIJA

Por cima de la montaña Me gustas cuando callas porque estás como


que nos sirve de frontera, ausente.
te envía un alma sincera Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
un beso y una canción; Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
tómalos; que desde España Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto
han de ir a dar, vida mía,
en tu alma mi poesía, Autor del poema: Pablo Neruda
mi beso en tu corazón.

Tu padre, tras la montaña


que para ambos no es frontera,
lleva la amistad sincera TANTO GENTILE
del autor de esta canción.
Recibe, pues, desde España Tanto es gentil el porte de mi amada,
beso y cantar, vida mía, tanto digna de amor cuando saluda,
en tu alma la poesía que toda lengua permanece muda
y el beso en el corazón. y a todos avasalla su mirada.

Si un día de esa montaña Rauda se aleja oyéndose ensalzada


paso o pasas la frontera, -humildad que la viste y que la escuda-,
verás el alma sincera y es a la tierra cual celeste ayuda
de quien te hace esta canción, en humano prodigio transformada.
que la hidalguía de España
es quien sabe, vida mía, Tanto embeleso el contemplarla inspira,
dar al alma poesía
que al corazón embriaga de ternura:
y besos al corazón.
lo siente y lo comprende quien la mira.
Autor del poema: José Zorrilla
Y en sus labios, cual signo de ventura,
vagar parece un rizo de dulzura
que el alma va diciéndole: ¡Suspira!

Autor del poema: Dante Alighieri


ME GUSTAS CUANDO CALLAS...
Me gustas cuando callas porque estás como
ausente,
POEMA 20
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca. Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Como todas las cosas están llenas de mi alma Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
emerges de las cosas, llena del alma mía. y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía. El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Me gustas cuando callas y estás como distante. Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
Déjame que me calle con el silencio tuyo. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo. Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Eres como la noche, callada y constelada. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Panes que el valle sembró.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
****
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. El lobo escondido que aullaba
Escupió plumas hermosas
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. De su almuerzo de aves:
La noche está estrellada y ella no está conmigo. Como él, yo lo tragaba:

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. La ensalada, la fruta


Mi alma no se contenta con haberla perdido. Aguardando la vendimia.
Pero la araña de la mata
Como para acercarla mi mirada la busca. Sólo comía malvas.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
Quiero dormir, quiero hervir
La misma noche que hace blanquear los mismos En los altares de Salomón.
árboles. El caldo fluye sobre la herrumbre
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Y se mezcla con el Cedrón.
Autor del poema: Arthur Rimbaud
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.


A DULCINEA DEL TOBOSO
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
¡Oh, quién tuviera, hermosa Dulcinea,
por más comodidad y más reposo,
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
a Miraflores puesto en el Toboso,
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
y trocara sus Londres con tu aldea!
Porque en noches como ésta la tuve entre mis
¡Oh, quién de tus deseos y librea
brazos,
alma y cuerpo adornara, y del famoso
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
caballero que hiciste venturoso
mirara alguna desigual pelea!
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
¡Oh, quién tan castamente se escapara
Autor del poema: Pablo Neruda del señor Amadís como tú hiciste
del comedido hidalgo don Quijote!

HAMBRE Que así envidiada fuera, y no envidiara,


Tierra y alguna china y fuera alegre el tiempo que fue triste,
Es todo cuanto deseo. y gozara los gustos sin escotes.
El aire también me lo como:
Autor del poema: Miguel de Cervantes Saavedra
Rocas, carbones, hierro.

Bailad, apetitos míos. Hambres, pasad


Atraed del alegre prado
Venenos de madreselvas
Y toda su sonoridad.

Comed los cantos que se quiebran


En las viejas paredes de Dios.
guijarros de antiguas lluvias, EL SOLILOQUIO DE HAMLET
¡Ser, o no ser, es la cuestión! -¿Qué debe
más dignamente optar el alma noble FLUCTUANDO EN LOS CABELLOS DE
entre sufrir de la fortuna impía LISI
el porfiador rigor, o rebelarse En crespa tempestad del oro undoso
contra un mar de desdichas, y afrontándolo nada golfos de luz ardiente y pura
desaparecer con ellas? mi corazón, sediento de hermosura,
si el cabello deslazas generoso.
Morir, dormir, no despertar más nunca,
poder decir todo acabó; en un sueño Leandro en mar de fuego proceloso,
sepultar para siempre los dolores su amor ostenta, su vivir apura;
del corazón, los mil y mil quebrantos Icaro en senda de oro mal segura
que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara arde sus alas por morir glorioso.
concluir así!
Con pretensión de fénix, encendidas
¡Morir... quedar dormidos... sus esperanzas, que difuntas lloro,
Dormir... tal vez soñar! -¡Ay! allí hay algo intenta que su muerte engendre vidas.
que detiene al mejor. Cuando del mundo
no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños Avaro y rico, y pobre en el tesoro,
vendrán en ese sueño de la muerte! el castigo y la hambre imita a Midas,
Eso es, eso es lo que hace el infortunio Tántalo en fugitiva fuente de oro.
planta de larga vida. ¿Quién querría
sufrir del tiempo el implacable azote, Autor del poema: Francisco de Quevedo
del fuerte la injusticia, del soberbio
el áspero desdén, las amarguras
del amor despreciado, las demoras
de la ley, del empleado la insolencia,
la hostilidad que los mezquinos juran
al mérito pacífico, pudiendo
de tanto mal librarse él mismo, alzando
una punta de acero? ¿quién querría
seguir cargando en la cansada vida
su fardo abrumador?...

Pero hay espanto


¡allá del otro lado de la tumba!
La muerte, aquel país que todavía
está por descubrirse,
país de cuya lóbrega frontera
ningún viajero regresó, perturba
la voluntad, y a todos nos decide
a soportar los males que sabemos
más bien que ir a buscar lo que ignoramos.
Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos
haces unos cobardes, y la ardiente
resolución original decae
al pálido mirar del pensamiento.
Así también enérgicas empresas,
de trascendencia inmensa, a esa mirada
torcieron rumbo, y sin acción murieron.
Autor del poema: William Shakespeare
GACELA DE LA TERRIBLE PRESENCIA
Yo quiero que el agua se quede sin cauce.
Yo quiero que el viento se quede sin valles.

Quiero que la noche se quede sin ojos


y mi corazón sin la flor de oro;

que los bueyes hablen con las grandes hojas


y que la lombriz se muera de sombra;

que brillen los dientes de la calavera


y los amarillos inunden la seda.

Puedo ver el duelo de la noche herida


luchando enroscada con el melodía.

Resisto un ocaso de verde veneno


y los arcos rotos donde sufre el tiempo.

Pero no ilumines tu limpio desnudo


como un negro cactus abierto en los juncos.

Déjame en un ansia de oscuros planetas,


pero no me enseñes tu cintura fresca.
Autor del poema: Federico García Lorca

DULCE DESDÉN...
Dulce desdén, si el daño que me haces
de la suerte que sabes te agradezco,
qué haré si un bien de tu rigor merezco,
pues sólo con el mal me satisfaces.

No son mis esperanzas pertinaces


por quien los males de tu bien padezco
sino la gloria de saber que ofrezco
alma y amor de tu rigor capaces.

Dame algún bien, aunque con él me prives


de padecer por ti, pues por ti muero
si a cuenta dél mis lágrimas recibes.

Mas ¿cómo me darás el bien que espero?,


si en darme males tan escaso vives
que ¡apenas tengo cuantos males quiero!
Autor del poema: Lope de Vega

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