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¿Pasivo o agresivo?

Una de las discusiones más largas en lo que se refiere al manejo de situaciones


potencialmente violentas es qué actitud tomar frente al posible agresor ¿Emplear
una defensa pasiva o agresiva? Veamos pros y contras de cada una.

La actitud pasiva o reactiva

Es bueno aclarar que esta actitud no significa ser sumiso. La actitud pasiva se refiere a
mantener hasta donde sea posible opciones físicamente no violentas. Esta es la postura
de “la mejor pelea es la que no sucede… Pero si sucede te voy a dar con todo”.

Parte de lo que se emplea en esta actitud es la desactivación verbal de la violencia o lo


que llamamos nosotros Desmontar Violencia (puede saber más de este entrenamiento en
la sección de cursos abiertos al público. Aquí lenguaje verbal y corporal se emplean
para persuadir al potencial agresor mediante distintas alternativas: conciliar, ordenar e
intimidar y básicamente ataca tres de los cuatro factores que generan conductas
violentas: la justificación, las alternativas y las consecuencias percibidas.

Para aquellos que consideran esta actitud demasiado “mansa”, es bueno aclarar que para
usar la defensa pasiva se requiere de sangre fría, inteligencia, un excelente manejo del
Ciclo OODA (Observar, Orientar, Decidir, Actuar) conocimiento de la conducta
humana – sobre todo de la violenta y cuáles son sus señales- capacidad de anticipar el
desenlace, improvisar y además resolver varias cosas a la vez, como un posible plan B
si las cosas salen mal.

Técnicamente hablando la defensa pasiva es quizás una de las más elaboradas ya que
consiste en esperar – y a veces provocar – el ataque del agresor. De hecho, la mayoría
de las tendencias clásicas de la defensa personal basan su arsenal en técnicas reactivas
ante distintos ataques.

El principio táctico de esta opción es simple y se basa en un principio de física: una vez
que inicia el ataque el agresor es incapaz de detener o modificar la acción hasta que
llega a su final. Si la acción se intercepta (bloquea o desvía) y luego se inicia un
contraataque, el defensor puede llevar al atacante al colapso.

Los defensores de esta tesis argumentan varias cosas:

 La actitud pasiva permite manejar varias alternativas antes de llegar a la acción


físicamente violenta
 A mayor cantidad de opciones es menos probable que suceda un enfrentamiento
 Desde el punto de vista legal ampara mejor a quien la ejerce
 Para aquellas personas cuyo trabajo implica aplicación de la fuerza (léase
policías y personal de seguridad), es una habilidad imprescindible
 Desde el momento en que el defensor comienza a desactivar violencia, está
levantando datos necesarios para un plan de acción: agresor, cómplices, armas,
características del terreno, posible ayuda, rutas de escape, cobertura, etc. Lo que
le permite tomar decisiones más acertadas incrementando su probabilidad de
supervivencia.
 Es mucho más útil en escenarios donde saber negociar es una condición de
supervivencia (secuestros exprés, situaciones en las que estamos con
acompañantes, etc.)
 El defensor pasivo pone el tiempo a su favor, algo que por lo general le es
escaso al agresor (por ejemplo en secuestro express y atracos)
 Es una alternativa más viable cuando nuestra capacidad de hacer daño es menor
a la del agresor

Los detractores plantean:

 Dejar en manos del agresor la iniciativa de atacar primero es darle el poder de


que sea él quien decida si vivimos o morimos.
 Biológicamente hablando la acción es más rápida que la reacción. Hasta que no
se desarrolle un método científicamente sustentado y accesible a todos para
desarrollar un “sexto sentido” que permita saber cuándo y cómo es el ataque, es
mucho más probable que el que sobreviva al enfrentamiento sea quien lo inicia
ya que pone de su lado el factor sorpresa.
 Ante la sorpresa reflejos defensivos como cerrar los ojos, escudarse con los
brazos, alejarse, etc. sobrescriben cualquier respuesta condicionada mediante el
entrenamiento. (En próximas entregas explicaremos este fenómeno y cómo se ha
manejado en Close Combat).
 Técnicamente hablando ser reactivo retarda el tiempo de acción ya que el
defensor toma decisiones de split second (hay que esperar el ataque, identificarlo
y elegir la mejor opción para hacerle frente, todo esto mientras el ataque viene
en camino). Y el tiempo en defensa personal vale oro.
 Incrementar el tiempo de permanencia en el escenario le permite al agresor
asentarse en su terreno y comenzar a controlar las distintas variables que pueden
jugar en su contra (ubicar al cómplice en el mejor lugar, arrinconar al defensor,
desplegar armas, etc.).

La actitud agresiva o proactiva

La actitud agresiva se basa en un criterio muy simple: “quien pega primero pega dos
veces”.

Al contrario del pasivo, el agresivo ataca primero con el fin de no permitir al otro
asentarse en su territorio. Pero al igual que no debe confundirse pasivo con sumiso,
tampoco debe pensarse que agresivo es ser “volao”.

El defensor agresivo es alguien con cuatro habilidades fundamentales: una capacidad


especial para aprovechar el factor sorpresa, la difícil preparación mental para ser
contundentemente violento sin que el otro nos haya agredido físicamente, la inteligencia
para hacer que el agresor cometa errores tácticos de los cuales aprovecharse y el ojo
para detectar el momento en que tiene la suficiente ventaja temporal como para voltear
la situación.

Técnicamente hablando el defensor agresivo usa algo que en inglés se llama


“preemptive attacks” y que en español se conoce como Ataques Preventivos,
Preseleccionados o de Preferencia; una serie de acciones de ataque (por ejemplo golpes)
seleccionadas y entrenadas con anterioridad y que cuando son disparadas (frases, gestos
que se dicen previamente) se hacen de forma automática y sin parar hasta que la
amenaza es neutralizada. Un ejemplo de esto son las técnicas de desarme de pistola en
las cuales se ataca al agresor antes de que dispare.

A primera vista pareciera que atacar primero no requiere el mismo grado de destreza
técnica que se necesita para reacciona a un ataque. Esto no necesariamente es cierto ya
que quien la ejecuta debe ser capaz de lograr un ataque con suficiente fuerza como para
dañar al otro. Los factores de éxito: fuerza, velocidad, potencia, una excelente mecánica
corporal y destreza técnica para atacar cómo y donde se debe sin telegrafiar las
intenciones.

Sus defensores dicen:

 Al ejercer una defensa agresiva se aprovecha el factor sorpresa, una de las pocas
ventajas de que dispone el defensor.
 La reacción inesperada crea un colapso momentáneo (llamado “reboot mental”)
que facilita al defensor huir o desenfundar un arma.
 Al retomar la iniciativa existe mayor poder de influencia en el desenlace.
 Atacar primero sorprende y apabulla al agresor, lo que lo hace dudar por unos
instantes. Y la duda hace que la gente se muera.
 Atacar primero abre la posibilidad de resolver la situación más rápido, acortando
el tiempo de permanencia en el escenario de riesgo.
 Técnicamente hablando nos transforma en actores preactivos en la solución
rápida del conflicto, no en seres reactivos.
 La mentalidad de “Atacar al Atacante” crea el instinto necesario para sobrevivir
a una situación de violencia real.
 A pesar de que lo más sensato es evitar la violencia muchas veces no está en
nuestras manos lograrlo. Cuando se está frente a un delincuente con rasgos
sociopáticos graves, una persona drogada o bajo efectos de alcohol o
simplemente alguien suficientemente motivado a dañarnos, la defensa agresiva
puede ser la diferencia. Pensar que “siempre” podemos resolver por las buenas
es ingenuo y peligroso.

Sus detractores:

 Atacar primero sin considerar antes otras opciones es llegar de un jalón a un


punto de no retorno del cual sólo surgen dos tipos de participantes: uno que
sobrevive y otro que no.
 Dificulta la defensa legal.
 Frente a testigos pasamos de ser víctimas a victimarios, lo que puede motivar la
intervención de un tercero que sin tener intención se transforme en cómplice del
agresor. El caso típico del buen samaritano que nos agarra para separarnos,
permitiéndole al otro (o al cómplice) reiniciar el ataque.
 A menos que el entrenamiento técnico se complemente con una buena
formación táctica, el estrés que genera la idea de atacar primero tiende a hacer
que la acción sea precipitada y muchas veces ejecutada sin considerar las
desventajas tácticas, como el segundo agresor que permanece fuera de nuestro
campo visual, armas de fuego ocultas que imposibiliten la huída, etc.
 Para romper la resistencia a atacar primero y ser efectivo se requiere una de dos
cualidades: una agresividad innata o la suficiente preparación mental producto
del entrenamiento sostenido. Algo de lo que la mayoría de las personas normales
carecen. Esa carencia es lo que genera la duda de último momento, un error
letal.
 Atacar primero requiere tener la capacidad de hacer daño y saber cómo
emplearla. La primera prerrogativa está vinculada a qué clase de agresor
enfrentamos, la segunda al entrenamiento.

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