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del siglo XX
&mémoires
34
Historia de la Arqueología
en el Perú del siglo XX
actes
Foto de la carátula: Reconstrucción del lado oeste del Ushnu, Huánuco Pampa, agosto de 1965
Foto: Craig Morris, cortesía de la División de Antropología, American Museum of Natural
History
Composición de la carátula: Iván Larco
Cuidado de la edición: Anne-Marie Brougère, Vanessa Ponce de León
Índice
34
&mémoires
Prólogo 11
Thomas C. Patterson
Una introducción a la historia de la arqueología en el
Perú del siglo XX 17
Henry Tantaleán & César W. Astuhuamán Gonzáles
actes
Parte I. Etapas o periodos de la arqueología en el
Perú en el siglo xx 29
Richard E. Daggett
Un panorama de la arqueología peruana: 1896-1930 31
Richard L. Burger
Un panorama de la arqueología peruana (1976-1986) 85
Henry Tantaleán
Una perspectiva sanmarquina de la arqueología en el Perú de
los años 1990 127
Jorge E. Silva S.
Teoría y método en la arqueología del Perú: primera mitad
del siglo XX 209
John W. Rick
El rol de procesualismo en la arqueología peruana en la
segunda mitad del siglo XX 253
Danièle Lavallée
La arqueología francesa en el Perú 303
Yuji Seki
La búsqueda del origen de la civilización por la expedición
japonesa: época dirigida por Seiichi Izumi 361
Giuseppe Orefici
La arqueología italiana en el Perú 395
Peter Kaulicke
Entre el Perú antiguo y el Perú moderno: los trabajos de
Uhle en el Perú y su impacto 471
Monica Barnes
John Victor Murra, arqueólogo accidental: de Cerro
Narrío a Huánuco Pampa 551
Gustavo G. Politis
Desde Huánuco a La Plata: Augusto Cardich y su
contribución a la arqueología del poblamiento de los
Andes peruanos y de la Patagonia argentina 575
Epílogo 601
Margarita Díaz-Andreu
Últimas reflexiones y nuevas propuestas 603
Prólogo
Thomas C. Patterson
15
Una introducción a la historia de la arqueología en el Perú del siglo XX
Al día siguiente, jueves 11 de agosto, las mesas por ejes temáticos comenzaron
en el Salón General del Centro Cultural de la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos. Ese día se desarrollaron dos mesas. La primera se denominó
Teorías, concepciones, representaciones y aproximaciones a la historia de la
arqueología en el Perú y tenía como objetivo principal ofrecer un panorama
de los principales momentos, temas, conceptos e ideas que fueron vividos
y desarrollados por parte de los investigadores y arqueólogos en el siglo XX
en el Perú. En esta mesa expusieron sus temas los investigadores, Richard
Daggett, Ann Peters y Alberto Ayarza, Monica Barnes, Henry Tantaleán y
Luis Jaime Castillo. Al final de la mesa, Gabriel Ramón realizó importantes
comentarios a las ponencias expuestas (fig. 2). Para este libro reunimos
en la primera sección a todas las contribuciones que nos llegaron bajo el
mismo título de la mesa. Así, contamos con los textos de Richard Dagget
(Un panorama de la arqueología peruana: 1896-1930), Ann Peters y Luis
Alberto Ayarza (Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los
Estados Unidos: intercambios e influencias [1915-1950]), Richard Burger
(Un panorama de la arqueología peruana [1976-1986]), Henry Tantaleán
(Una perspectiva sanmarquina de la arqueología en el Perú de los 1990) y Luis
Jaime Castillo (110 años de arqueología mochica: cambios paradigmáticos y
nuevas perspectivas).
22 Figura 2 – Desarrollo del Simposio en Salón General del Centro Cultural de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos
Una introducción a la historia de la arqueología en el Perú del siglo XX
Figura 3 – Mesa final (de izquierda a derecha): César Astuhuamán, Richard Dagget, Gustavo
Politis y Henry Tantaleán
Al final, los editores nos sentimos recompensados con este libro que, si bien
reúne una importante cantidad y calidad de investigadores, todavía dista de
ser la historia total de la arqueología en el Perú que todos esperamos. De
hecho, el Simposio fue mucho más ambicioso y, por tanto, la meta también.
Sin embargo, creemos que, por el momento, es un texto suficiente que en
vez de concluir esta discusión la alimentará y esperamos que en adelante
podamos seguir creciendo como comunidad, reuniéndonos para conversar
acerca de esta historia como siempre hemos hecho, en un diálogo que nos
enriquezca a todos y nos haga sentir parte de una historia mucho más grande
que la propia e individual: una historia de la que formamos parte todos en
este fabuloso país que nos ha cautivado y seguirá cautivando a muchos más
durante las próximas generaciones.
Agradecimientos
Es imposible agradecer a todas las personas e instituciones que nos han
apoyado a lo largo de estos años para la realización del simposio y la
publicación del libro que se desprendió de aquel. Sin embargo, hay algunas a
25
las cuales no queremos dejar de mencionar aquí. Así, queremos agradecer al
Henry Tantaleán, César Astuhuamán
26
Una introducción a la historia de la arqueología en el Perú del siglo XX
Referencias citadas
28
Un panorama de la arqueología peruana: 1896-1930
Parte I
Etapas o periodos de la
arqueología en el Perú
del siglo XX
29
Richard E. Daggett
30
Un panorama de la arqueología peruana: 1896-1930
Un panorama de la arqueología
peruana: 1896-1930
Richard E. Daggett
1«Carta de Alfred Tozzer a Charles Currelly fechada el 2 de marzo de 1916» (Archivo del Royal 33
Ontario Museum).
Richard E. Daggett
Museo Nacional, por las cuales mostraba poco interés2. Means fue nombrado
con poca reacción negativa de Gutiérrez a fines de 1920 (Anónimo, 1920),
pero pocos meses después fue obligado a renunciar debido a los escasos
medios proporcionados (Bard, 1921).
Nuevamente Gutiérrez estaba a cargo de las colecciones antropológicas y
arqueológicas de la nación. Tello continuó batallando contra Gutiérrez en
la Cámara de Diputados (Tello & Mejía, 1967: 108-109). Finalmente,
Gutiérrez en lugar de continuar con la publicación de la historia del Museo
Nacional publicó un libro lleno de acusaciones contra Tello.
Esto ocurrió en 1922 y luego de un tiempo, Tello señaló el uso ilegal del
dinero del gobierno para publicar acusaciones, difamatorias en naturaleza,
contra miembros del congreso (Anónimo, 1922). Durante el debate que se
desarrolló, Tello fue acusado de vender ilegalmente artefactos mientras se
encontraba en los Estados Unidos durante 1915 y 1916. Específicamente
los textiles mencionados anteriormente. Esta acusación se basó en entrevistas
que Corbacho tuvo con individuos que representaban a las instituciones que
los habían comprado (Gutiérrez de Quintanilla, 1922: 131-137).
A comienzos de 1920, Corbacho y otros conspiraron con Gutiérrez para
reunir información en contra de Tello, que a su vez fue relacionado con la
separación, de Gutiérrez, de los artefactos a su cargo como director del Museo
Nacional. Tello estaba en control de la situación y el debate. A pesar que
no era legal lo que Gutiérrez había hecho, retuvo la dirección del museo.
Además, en 1923 Tello empezó a enseñar en la Universidad Nacional Mayor
de San Marcos (Carrión, 1947: 38-39) y recibió apoyo para una revista
antropológica, lo que sugiere que algún tipo de acuerdo fue logrado entre el
gobierno de Leguía y Tello.
En 1923 publicó «Wiracocha» en el primer número de la nueva revista
antropológica que tituló Inca. Tello discutió la data arqueológica y folclórica
que había reunido. Aquí publicó sus interpretaciones sobre la iconografía del
estilo Chavín que decoraba los monolitos de esta cultura. También publicó
sus interpretaciones sobre la iconografía de los estilos Moche, Recuay y
Nazca. Finalmente, combinó estas interpretaciones con las de varias historias
populares que habían sido registradas por los cronistas y etnógrafos a través
36 2«Carta de Philip Means a Alex Hrdlicka fechada el 27 de marzo de 1921» (National Anthropological
Archives, Smithsonian Institution).
Un panorama de la arqueología peruana: 1896-1930
no terminaron bien para Tello, siendo reemplazado como director del Museo
Nacional (Daggett, 1991: 48-49). Aunque la infraestructura arqueológica
que creó ha sobrevivido, Tello enfrentó cinco duros años para recuperarse
antes de dársele la oportunidad de buscar la ayuda de los Estados Unidos y
resucitar la carrera que nosotros celebramos hoy.
Referencias citadas
41
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
Ann H. Peters
Luis Alberto Ayarza
Introducción
La vida, la producción intelectual y las influencias recibidas y extendidas
por el Dr. Julio César Tello Rojas han recibido gran reconocimiento en los
últimos años empezando por los minuciosos estudios de Richard Daggett,
seguido por las investigaciones de César Astuhuamán y Jurgen Gölte, la
colección de ensayos sobre Tello y por el mismo Tello, en un libro producido
por el Institute of Andean Research (Burger, 2009). En este último, John
Murra nota que la gran influencia de Tello fue reconocida al final de su vida a
nivel nacional e internacional, demostrada por las reseñas escritas por Toribio
Mejía Xesspe en la Revista del Museo Nacional (1948) y por Samuel Lothrop
en American Antiquity (1948), a las que podemos añadir la reseña profesional
y ensayos bibliográficos de Mejía Xesspe (1947) y Espejo Núñez (1948), y un
homenaje publicado por William Duncan Strong (1948).
Sin embargo, en la literatura producida en inglés en los EE. UU. en esos
mismos años, son comunes las críticas a Tello y a sus ideas, y hay quienes no 43
Ann H. Peters, Luis Alberto Ayarza
1. Las historias
Tello fue a Harvard con una beca del gobierno peruano de $ 100 por mes
(JCT 98[1].1 Folio 11) y logró ser eximido de pagar la matrícula, utilizando
mucho de su beca para comprar libros y suscribirse a las principales revistas
profesionales existentes en la época. Desde entonces, luchó durante toda su
vida para poder mantener sus suscripciones y mantenerse actualizado en la
literatura profesional.
Mientras estaba en Harvard, ya en 1910, el médico Albert Ashmead le estaba
consultando sobre temas arqueológicos y, especialmente, pidió información
en relación a la venta de unos textiles extraordinarios, provenientes de la
colección de Manuel Montero de Pisco, que fueron comprados por donantes
para el Museo Americano de Historia Natural en la ciudad de Nueva York
(JCT 98[1].1 Folio 95-86). Se trata de la primera colección conocida de los
que más tarde se denominan bordados de estilo Paracas o Nazca Temprano, la
primera que salió del Perú y la primera que se transfirió a un museo público en
Norteamérica. En este momento, Tello conocía relativamente poco sobre el
tema de textiles o de la Costa Sur, y más bien estaba profundamente ocupado
en sus estudios antropológicos en Harvard, los que abarcaron tanto lo que
hoy se llamaría bioantropología, como lingüística, etnohistoria, etnografía
y arqueología. Tello estaba estudiando la práctica arqueológica en otras
áreas del mundo, especialmente en las zonas áridas del suroeste de EE. UU.
(Daggett, 2009); pero ya era visto por otros como un personaje mediador,
un antropólogo peruano que estudiaba un posgrado en la universidad más
prestigiosa de los EE. UU. con una beca de su gobierno.
En EE. UU., Tello investigó una colección de cráneos trepanados para su
tesis de Maestría, la colección particular de un tal Dr. Muñiz que se había
dispersado entre museos universitarios y el Museo Nacional de Historia
Natural (Tello, 1912; Daggett, 2009). Cuando su gran colección de restos
humanos y objetos asociados no fue aceptada para formar parte de un museo
en el Perú, su mentor, Ricardo Palma (padre), y su amigo y colega R. Palma
(hijo), organizaron el traslado de algunos materiales como donación al
Museo Peabody de Harvard (JCT 98[1].1 Folio 191). Al volver al Perú dos
años después, Tello fue nombrado antropólogo asociado al Museo Peabody,
un puesto modestamente pagado, con la expectativa de que Tello siguiera
contribuyendo a las colecciones del Museo. Mandó un grupo de esqueletos y
46 cadáveres en 1914 (JCT 98[1].1 Folio 368).
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
fines de 1915 para las conferencias, Tello iba como representante oficial del
Perú al Segundo Congreso Científico Panamericano, donde reportó sobre
sus investigaciones en la Costa Sur y propuso una secuencia cronológica
de Pre-Nazca, Nazca, Tiahuanaco y lo relacionado a lo Inca (Tello, 1917).
Pudo también asistir al XIX Congreso de Americanistas (ICA), donde su
amigo Means presentó un esquema cronológico general de la historia andina
basado en textos sobre los Incas y en las categorías de Uhle (Means, 1917).
El antropólogo Alfred Kroeber, profesor de la Universidad de California en
Berkeley, presentó una charla acerca de los pueblos indígenas de ese Estado.
En Washington, Tello también presentó una exhibición de textiles bordados
de las colecciones de su socio Carvajal, los que fueron comprados por el
Dr. Ditman Ross para el Museo de Bellas Artes en Boston. Tello había retenido
una parte de la colección Mestanza para la creación de un Museo Nacional
de Antropología y Arqueología en el Perú, y más tarde la donó al Museo de
Arqueología de San Marcos (Tello, 1959). Luego de las reuniones, Tello viajó
a los EE. UU. y Canadá con el apoyo financiero del American Association
for International Conciliation, del Carnegie Endowment (JCT 98[1].3
Folio 459). En sus viajes, Tello dejó una colección de cráneos y otra de
cerámica del Dr. Huidobro en Harvard (JCT 98[1].3 Folios 470, 474, 491) y
se reunió con CT Turrelly, director del Royal Ontario Museum, para planificar
un intercambio de artefactos, en el que un museo del Perú enviaría piezas y
a cambio dicho museo peruano recibiría colecciones provenientes de Egipto,
el Mediterráneo, el Medio Oriente, la India, Europa y Gran Bretaña. Más
tarde, Turrelly escribió que la colección de Graña había llegado a Ontario y
que se iba a quedar, declarando que él sentía mucho las malas circunstancias
del proyecto del museo en el Perú, pero sin perder la esperanza en la idea del
intercambio entre museos que se había planteado (JCT 98[1].3 Folios 464-7,
479). En este periodo, Tello reforzaba sus relaciones profesionales, en parte,
mediante sus esfuerzos para hacer llegar colecciones de terceras personas a
museos en el exterior. ¿Cuáles fueron sus motivos? Aunque a veces parecen
contradictorias, todas las evidencias apuntan a que su meta siempre fue
construir un gran Museo Nacional de Antropología y Arqueología en el Perú.
Al volver al Perú, Tello fue nombrado antropólogo de una expedición de
Harvard a Piura, en 1916. Desafortunadamente, los profesores más antiguos de
medicina y zoología que lideraban esa expedición lo trataron como un simple
coordinador de logística, trato que chocó con sus experiencias anteriores de
48 respeto y colaboración con colegas internacionales. A sus quejas sobre la falta
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
1 You see, Tello, as an old friend I am speaking perfectly frankly with you. You know that is
something which we learn here at Harvard always to do with one another. Everyone in the Peabody
Museum is delighted and excited at hearing of your discovery of the two new cities and of your
great good fortune in getting the Aguaruna text and vocabulary… (traducción del inglés al español 49
realizada por los autores).
Ann H. Peters, Luis Alberto Ayarza
Ainsworth Means, en el que este sería nombrado por el gobierno peruano como
director de un nuevo Museo Nacional, mientras discretamente desarrollaba los
detalles del nuevo museo en conjunto con Tello (JCT 98[1].3 Folios 654, 655,
659, 669). Means también juntó material para un manual de arqueología, con
Tello, que sería publicado en inglés. Cuando Means fue nombrado director
del Museo Nacional de Arqueología, inmediatamente buscó financiar una
«Revista Arqueológica». Otro de los primeros actos de Means fue escribir a
todos los directores de museos en EE. UU. pidiéndoles que desistan de comprar
artefactos saqueados en el Perú que fueran ofrecidos a la venta en Nueva York
por sus diplomáticos y agregados militares (SAS 10 [1]).
En 1920, Means estaba viviendo en Barrios Altos, montando vitrinas y
planificando el guión del nuevo Museo Nacional. Escribió una carta a Tello, en
inglés, en la que resumía con un esquema histórico lo que habían conversado.
Se presentaba en términos de épocas o periodos con una cronología absoluta
bastante teórica, 35 años antes del invento de los fechados «absolutos» por
carbono 14. Lo novedoso del esquema son las tres etapas del «Arcaico» (Archaic)
sin mucho contenido en la carta de Means, que terminan «en el comienzo
de nuestra era» [por el año 1 a. C,/d. C.]. La fase I de la «Época Media»
(Middle Epoch) estaba constituida por el «Proto Chimú» y el «Proto Nazca» de
Uhle, y Mountain I estaba constituida por partes de Tiahuanaco y la cultura
del Callejón de Huaylas. La fase II, de 300 a 600 d. C., estaba constituida
por otros materiales también considerados «Proto Chimú», Proto Nazca y
Tiahuanaco. La fase III se caracterizaba por la gran influencia de la Sierra en
las culturas de la Costa y las manifestaciones de «Tiahuanaco» en esta última.
El «Periodo Final» IV, de 900 a 1400 d. C., incluye las culturas Chimú y
Nazca de Uhle, y el desarrollo de numerosos Estados en la Sierra, entre ellos
los Chankas, Collas e Incas. La fase V representa el dominio del imperio Inka
(JCT 98[1].4 Folios 680-1).
Al observar los cuadros tempranos de cronología andina, muchas veces nos
enfocamos en donde «se equivocan», ya sea por no precisar la cronología
absoluta por no existir todavía la tecnología que la permitiese o por usar
términos que hoy no se emplean de la misma manera. Pero si se sustituye los
términos «Formativo» por Archaic, «Azapa» por «Arica» o «Ica-Chincha» por el
«Nazca» de Uhle, no estamos tan lejos de los esquemas actuales, aunque faltan
todas las categorías creadas por los arqueólogos posteriormente. El concepto de
una temprana «cultura Chavín» era entonces emergente para Tello y el término
50 «Paracas» no existía todavía. Nótese que Tello había planteado el esquema
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
norteamericanos que abastecían a sus mineros en las islas guaneras con agua
fresca proveniente de los manantiales de Paracas. Visitó a los coleccionistas
J. Ramón Montero y Domingo Cánepa, y excavó en La Puntilla.
El 24 de octubre de 1922, Farabee alquiló un velero, cruzó la bahía y subió a
Cerro Colorado. Escribía en su diario:
El bote – envié hombres a San Andrés para conseguir un velero para
cruzar la bahía a Cerro Colorado.
25 de Octubre – Crucé y encontré encima de una colina de 100 pies de
altura, a media milla del mar, un cementerio donde se habían realizado
anteriormente excavaciones – parece ser un basural hasta diez pies de
profundidad pero sin evidencia de casas – con conchas de varias clases,
fragmentos de maíz, camote, yuca, guayaba, ceniza fina, etcetera,
compacto y endurecido pero posible de excavar con una pala.
Muchos esqueletos se encontrabajan esparcidos alrededor por
excavadores previos – todos los craneos con aplanamiento posterior
y amarre – habrían tenido vestimienta fina, como las colecciones de
Montero y Cánepa que vinieron de aquí (¿?).2 (SAS 13a Folder 11 [3]:
6).
Evidentemente Farabee había encontrado sectores de los cementerios de
Cerro Colorado que incluían materiales parecidos a los famosos mantos
bordados ya en colecciones en los EE. UU. Pensaba volver para excavar,
pero siguió enfermo. Aparentemente al volver a Lima le contó a Tello sobre
sus observaciones, pero después de esta expedición se retiró del Museo de la
Universidad de Pennsylvania y falleció luego de dos años (Mason, 1926).
Como eventual director de varios museos y profesor en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, y por sus contactos en los congresos
internacionales, durante la década 1915-1925, Tello recibió un caudal de
cartas pidiendo todo tipo de colaboraciones, algunas desde provincias en
el Perú, otras de los directores de museos en Argentina o en Colombia,
2Boat Sent men to San Andrés to get sail boat to cross bay to Cerro Colorado.
Oct 25th Crossed and found on hill top 100 ft high half miles from sea a burial place where
excavations had previously been made – appears to be refuse heap got to 10 ft deep but no evidence
of houses ---- shells of various classes, fragments of corn, camotes, yucca, guayavas – dust ashes etc.
well cemented together but possible to dig out with shovel.
52 Many skeletons were scattered about by previous diggers —all the skulls were flattened behind and
wrapped— these had fine clothing as Canepa’s + Montero’s collections came from here (?).
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
manejando por más de una década. Entonces, cuando Tello fue al XXIII
Congreso de Americanistas en Nueva York, en 1928, en vez de presentar sus
descubrimientos de las Necrópolis de Wari Kayan en Paracas, presentó y publicó,
en inglés, un ensayo que sintetiza planteamientos geográficos y cronológicos
y que tituló «Andean Civilization: some problems of Peruvian archaeology»
(Tello, 1930b). Sus esquemas gráficos se parecen mucho al cuadro de desarrollo
histórico preparado para la Exposición Iberoamericana de Sevilla (JCT III-
24.4.2), una revisión del esquema de 1920 que incorpora Paracas (fig. 1). Sin
embargo, por las fechas de publicación, el ensayo de Kroeber parece ser el
antecedente. En 1930, Kroeber publicó «Archaeological Explorations in Peru:
the Northern Coast», en el que da poca importancia a las recomendaciones,
explicaciones y visitas guiadas por su amigo y colega Tello (Kroeber, 1930).
Como si esto no fuera suficiente, en este tiempo surgieron tensiones entre Toribio
Mejía y Antonio Hurtado, los dos supervisores que estuvieron trabajando juntos
al descubrir los cementerios «Necrópolis» en Paracas. Al volver con el camión
en 1928, se bajó una llanta y Hurtado hizo un viaje misterioso y aparentemente
innecesario a Lima, desatando una serie de dudas y acusaciones que terminaron
con su despido. Inmediatamente después de traer los materiales de Paracas a
Lima hubo un conflicto violento con Victor Larco Herrera, sobre un terreno al
lado del Museo de Arqueología Peruana que Tello estaba usando para conservar
y restaurar materiales excavados (Daggett, 2009: 28).
Tello había conseguido fondos del gobierno peruano para el masivo rescate
de los entierros intactos de las Necrópolis, ofreciendo aportar con momias y
mantos bordados al pabellón del Perú en la Exposición Iberoamericana de
Sevilla, planificada para 1929. Al inicio, la Comisión de Sevilla pidió todo
el cementerio, pero luego aparece una solicitud del Ministerio de Relaciones
Exteriores el día 10 de enero 1929 con una lista de seis entierros con su código
de excavación, de los anotados como los más importantes o interesantes y da
media hora para subir los fardos al camión (AT 162; AT 171 cuadernillo
2; JCT-III-37-2). Tello llegó a entender que estos fueron estudiados por
Hurtado, dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores, antes de mandarlos
a ser exhibidos en Sevilla (AT 167). Tello acusó a Hurtado de haber robado
un manto bordado del museo y hubo un juicio legal con acusaciones entre
Hurtado y Tello de robar y vender materiales de los entierros de las Necrópolis
(AT 171 cuadernillo 1; TMX 765; JCT 100[3].13).
Tello y su equipo prepararon una exhibición de 1 380 objetos (sin incluir materiales
56
provenientes de los seis entierros Necrópolis) para Sevilla (JCT III-37-2). Dos de
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
Figura 1 – Tríptico del Perú Antiguo preparado por el Museo de Arqueología Peruana para el pabellón del Perú en la Exposición Iberoamericano de
Sevilla, 1929
57
Ann H. Peters, Luis Alberto Ayarza
los fardos fueron a Sevilla, mientras los materiales contenidos en los cuatro
fardos abiertos en el Ministerio de Relaciones Exteriores fueron devueltos
al Museo Nacional en 1932 (Catálogo del Museo Nacional, 1932). El
comisionado de la exposición de Sevilla fue Francisco Graña, y Tello logró
saber algo sobre cómo habían sido exhibidos los fardos parcialmente abiertos.
Tello fue obligado a quedarse en Lima para presentarse en un Congreso de
Turismo y aprovechó para publicar Antiguo Perú: primera época, un libro de
difusión basado mayormente en sus investigaciones en Chavín y Paracas y
diseñado no solamente para demostrar los logros de una arqueología nacional,
sino también definir un periodo histórico anterior a la secuencia planteada
por Uhle (Tello, 1929).
Mientras tanto, en 1929, Tello había gestionado un proyecto de ley que
establece a los sitios arqueológicos como patrimonio del Estado (Astuhuamán
& Daggett, 2005) y se estableció el Patronato de Arqueología para vigilar los
sitios registrados. Pero luego, en 1930, Tello fue destituido de su cargo como
director del Museo luego del golpe de Sánchez Cerro, siendo reemplazado
por el Dr. Luis Valcárcel, y luego atacado extensamente en la prensa por una
alianza de la derecha golpista con políticos coleccionistas, y en los mismos
medios, por Hurtado (Daggett, 2009; Tello, 1930a). Tello logró mantener el
acceso para investigar su colección de Paracas al mantener buenas relaciones
con Valcárcel, pero cuando su socio Eugenio Yacovleff pasó a trabajar con
Valcárcel e inició con el joven Jorge Muelle investigaciones propias y publicó
sobre Paracas, Tello criticó en la prensa a la nueva dirección del Museo
Nacional (Daggett, 2009). Si bien, estos contratiempos y conflictos no tienen
una relación obvia con las relaciones entre Tello y sus colegas norteamericanos,
forman parte de las tendencias a la competencia, la envidia, la desconfianza y
el conflicto abierto desatados a nivel nacional e internacional por las nuevas
prácticas institucionalizadas en el proceso de investigar Paracas.
Ya en 1931, Tello logró establecer un Centro de Investigaciones Arqueológicas
con sede propia bajo la supervisión del Museo Nacional y luego organizó
nuevas aperturas de fardos Paracas como eventos diseñados para reconstruir
sus alianzas a nivel nacional e internacional. Means renovó la buena relación
con Tello y manejó datos generales acerca de Paracas que le sirvieron de mucho
para escribir (Means, 1932) sobre los textiles bordados del Museo de Bellas
Artes en Boston (parte de la colección Mestanza). Participó en la apertura
del fardo mortuorio 12 en 1933 en el nuevo Centro de Investigaciones
58 Arqueológicas (AT 180 cuadernillo 2).
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
63
Ann H. Peters, Luis Alberto Ayarza
3 As regards the Rockefeller mummies: I looked up Dorothy Bennett at the American Museum,
and learned from her that the mummies were there. I do not think she knew how it happened,
and I did not go into the matter much. I also learned from her that W. C. Bennett had been on his
tin ear because Caesar was taking us. Lothrop obviously wrote Dr. Tello as he was told to, without
really knowing what was back of the matter. W. C. B. had evidently been telling the museum
in general just what Lothrop’s letter told Caesar: about the boys who wanted to «serious work»,
and all that. (I can not think why I did not happen to mention their English and Art majors to
Dorothy.) I gather that D. Bennett and F. Leon had been trying to convince him that we were not
just a couple of feminine nincompoops.
Apparently W. Bennett had been letting it be understood that Dr. Tello had not been cooperating
with the Institute. […] I wondered if he could really have gotten some fool notion that Dr. Tello
was out to double-cross him, and was acting accordingly. Otherwise, I found it hard to account
for so much apparent stupidity and lack of real interest in the advancement of archaeology, from
a man in his position. I made it as clear as I possibly could to Dorothy that the Institute meant a
great deal to Dr. Tello, and that he had had no idea of not cooperating with it, and then went up
to see W. C. B.
I learned several things in the course of the interview, and came away fairly sure that W. B.’s
premise that Dr. Tello is out to double-cross him is based on a general tendancy [sic] to judge
others by himself. He wants to be the big bug in the field, and archaeology per se, is secondary.
66 But if he can not even realize what happens when he tries to play a game of indirections with a
clever man who has had to cope with that sort of thing for forty years or more-- well…! (JHM [4]).
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
4 Bennett said that he had suggested to Rockefeller that he help Tello publish.
5 There did not seem to be very much that he did not know about Sechin, Moxeke or Pallca.
There was a set of Blair-Danielson pictures on his desk. They happened not to include the most
Mayanish of the stones, which was with two or three that I let him look at. He jumped as if
he had been pricked with a pin, then asked if I had the negatives. I said Donald took them.
«Donald’s negatives?» I did not contradict him: Donald did take them. Another picture that he
reacted to was one of the stones before it was excavated. He was amazed that so much of it was
showing. Obviously it is a very sore point with him that Dr. Tello can find things where he can not 67
(JHM [5]; JCT 100[3].13 Folios 4376-7).
Ann H. Peters, Luis Alberto Ayarza
los colegas de Nueva York, señalando su acuerdo con las inquietudes que
ellas le habían expresado6.
I. A. R.- Desde mi retorno a Lima, luego de un viaje de seis meses, me
apresuré en enviar vía correo aéreo, al Presidente, Secretario y a dos de
mis mejores amigos en Harvard, un Reporte Preliminar de los resultados
de la expedición. Consideré apropiado enviar solo un informe sintético,
mientras desarrollo y amplío el trabajo o reporte que preparé en Casma,
y que deseo finalizar con las observaciones que hice en Cajamarca y en
el [valle del] Marañón. Esperé ansiosamente recibir respuesta a estas
cartas. Tres meses pasaron sin la menor de las noticias, así que me vi
obligado a escribirle a mi amigo L, pidiéndole muy directamente que
me informe acerca de mi situación en relación al I. A. R.
Mientras tanto, B. ya había arribado a Lima. Con él comprendí que la
Directiva del I. A. R. había cambiado; que L. era el nuevo Presidente
y que B. no solo había renunciado como Secretario, sino que se había
separado del I. para explorar algunos lugares que le interesaban en el
Perú- sin afectar en lo mínimo el trabajo que yo estaba realizando.
Luego recibí, solo una semana después, un breve resumen o reporte
del I. A. R. acerca del trabajo arqueológico realizado en el año 1937-
1938, mimeografiado y no destinado a ser publicado. En este aparece
un informe de D. C.; y otro de I. Guernsey; otro de Alfred Kidder
II, y el muy breve reporte que le envié al Dr. K, junto con unas pocas
imágenes reproducidas a partir de aquellas que publiqué en algunos
periódicos de Lima.
En este reporte del nuevo Presidente, comprendí que yo seguía como
Consejero y Representante Peruano, que el Dr. y la Sra. B. habían
llegado al Perú enviados por el I., y que D. C. reporta, según su estilo,
lo que él ha visto durante nuestro trabajo en Casma y durante su viaje
por Chavín y Huánuco Viejo. La Srta. I.G. comenta brevemente acerca
de sus actividades en Lima. Estos breves reportes informan, excepto el
de D. C. —que posee algunos errores— muy exactamente los hechos»7
(JHM [5]; JCT 100[3].13 Folios 4376-7).
6 En la nota que sigue, I. A. R. o I. se refiere al Institute for Andean Research; L. se refiere a Lothrop;
B. a Bennett; K. a Kroeber; D. C. a Donald Collier e I. G. a Isabel Guernsey.
68 7 I. A. R.- Upon my return to Lima, after the six month trip, I hurried to send via air mail to the
President, Secretary and two of my principal friends at Harvard, a Preliminary Report on the results
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
Tello advierte que Bennett había obtenido un permiso muy amplio para
investigaciones arqueológicas y que luego de pasar cierto tiempo en el
Callejón de Huaylas, su objetivo declarado, había partido a Chavín cuando
disminuyeron las lluvias:
Parece que los arqueólogos también tienen, al igual que otros humanos,
grandes ilusiones. Chavín es ahora el centro de atracción, la meta de
las aspiraciones arqueológicas de algunos, como B. Doering, quien
también sólo espera que B. deje Chavín para establecerse ahí. Como
sospeché desde el comienzo que esta era la intención de B,; le dije,
cuando me preguntó acerca de mis planes, que pensaba trabajar en
Chavín en Mayo o Junio, y para ese tiempo esperaba que él tuviera
unos días libres, para viajar juntos no sólo a Chavín, sino a otros lugares
cerca. Esta sugerencia mía no fue de su agrado, porque el respondió de
un modo muy exagerado, que confirmó mi opinión. Ahí lo tienen,
desde el comienzo de la primavera, en Chavín haciendo trincheras
en el mismo lugar en el que hallé fragmentos de cerámica Chavín8
(JHM [5]; JCT 100[3].13 Folios 4376-7).
of the Expedition. I believed it appropriate to send just a synthetic news piece, while I developed
and expanded the work or report that I prepared in Casma, and that I wished to complete with
the observations made in Cajamarca and in the Marañon [valley]. I waited anxiously to receive a
response to these letters. Three months went by without the least news, so I was obliged to write my
friend L., asking him very laconically that he respond regarding my situation in respect to the I. A. R.
Meanwhile, B. had already arrived in Lima. From him I learned that the Directive of the I. A. R.
had been changed; that L. was the new President and that B. not only had resigned as Secretary
but that he had separated from the I. in order to explore some places in Peru that interested him –
without in the least harming the work that I was carrying out.
I later received, only a week ago, a brief summary or report of the I. A. R. regarding the archaeological
work carried out in the year 1937-1938, mimeographed and not destined to be published. In this
appears a report from D. C.; another from I. Guernsey; another by Alfred Kidder II, and the very
brief report that I sent to Dr. K., together with a few images reproduced from those I published
in some Lima newspapers.
In this report of the new President, I have learned that I continue as Peruvian Counsellor and
Representative, that Dr. and Mrs. B. have come to Peru sent by the I. and that D.C. reports
according to his fashion what he has seen during our work in Casma, and during his trip through
Chavín and Huánuco Viejo. Miss I.G. briefly tells something about her activities in Lima. These
brief reports express except that of D.C. —that contains some errors— the facts quite accurately
(JHM [5]; JCT 100[3].13 Folios 4376-7).
8 It appears that archaeologists also have, like other humans, grand illusions. Chavín is now the
center of attraction, the goal of archaeological aspirations of some, like B. Doering, who likewise
only waits for B. to leave Chavín to establish himself there. As I suspected from the beginning that
this was B.’s intention, I said when he asked me about my future plans, that I thought to work 69
in May or June in Chavín, and at that time I hoped that he might have a few days free, to travel
Ann H. Peters, Luis Alberto Ayarza
Tello se enteró que uno de los cuatro fardos mandados a Nueva York había sido
estudiado por Bennett y otro por Alfred Kidder, Jr., pero no sabía que había
sucedido con los otros dos fardos, aunque había logrado que se comprometieran
en mandarle fotos y detalles de las «disecciones» de los fardos. Efectivamente,
Tello supo exigir a sus colegas estadounidenses sus informes (TMX 607;
JCT III-40-1). En el archivo Tello están las fotografías e inventario de los
materiales asociados a dos fardos abiertos por Bennett en el American Museum
of Natural History, y también el informe detallado desarrollado por Kidder
y sus estudiantes de postgrado en Harvard. La publicación de este informe
fue frustrado por la Segunda Guerra Mundial, y cuando Kidder pidió apoyo
financiero de Rockefeller, recibió una respuesta de que este tenía un esquema
a escala más grande para un apoyo a la arqueología en el Perú (PMAE [2]).
En 1938, Tello se reunía con Lothrop y Strong para hacer planes de
campañas de investigación en la Costa Central, aparentemente parte de un
plan maestro en el que diferentes colegas del Institute of Andean Research
montarían investigaciones abarcando Costa y Sierra en el norte, centro y sur
de los Andes Centrales. Este concepto de investigaciones para trazar historias
regionales sigue los precedentes de Tello en sus trabajos en la costa sur y en
la región Casma-Marañón, y tiene evidente relación al desarrollo de sus ideas
acerca de «nudos de interacción» y sectores geográficos transandinos con una
historia compartida. Sin embargo, con la guerra, la influencia de Rockefeller
se nota en el financiamiento de arqueólogos por el Departamento de Estado
de los EE. UU. para montar expediciones en diferentes países de interés para
recoger información de inteligencia; por ejemplo observar movimiento en los
puertos y las simpatías políticas con el eje italo-alemán. Bennett trabajó en
Colombia, Collier con Murra en el Ecuador y Gordon Willey, W. D. Strong,
J. M. Corbett y J. H. Rowe en el Perú.
Strong, Willey y Corbett dedican la publicación de su informe a Tello:
Al Dr. Julio C. Tello, de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
en Lima, y del Museo de Antropología [MNAAHP], en Magdalena. Esta
monografía es dedicada en reconocimiento al hecho de que la fundación
del Institute of Andean Research fue el resultado de la estimulación y
together not only to Chavín but also to other places nearby. This suggestion of mine was not to
his liking, because he responded in a very exaggerated fashion that confirmed my opinion. There
70 you have him from the beginning of Spring in Chavín, putting a trench in the same place where I
found fragments of Chavín pottery (JHM [5]; JCT 100[3].13 Folios 4376-7).
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
sugerencia del Dr. Tello durante su visita a los Estados Unidos, en 1936;
y también en reconocimiento a la importancia de las décadas de sus
exploraciones en su país natal. Estas exploraciones han servido como base
para las investigaciones arqueológicas que el Institute of Andean Research,
así como otras instituciones norteamericanas para el conocimiento, han
sido capaces de auspiciar en años recientes para una serie de jóvenes
investigadores, para el desarrollo mutuo de los intereses intelectuales y
lazos culturales de Perú y Estados Unidos»9 (Strong et al., 1943: v).
A continuación, agradecen a Tello por sus consejos científicos sagaces y gran
ayuda profesional y personal, y luego también a Luis Valcárcel, [Cirilo]
Huapaya, Rebeca Carrión, Toribio Mejía y [Julio] Espejo (Strong et al., 1943:
vii). Constituye la declaración más abierta publicada acerca de la importancia
de Tello para los investigadores norteamericanos.
Luego de 1942, debido en parte a la Segunda Guerra Mundial, a la alianza
establecida entre los norteamericanos y Rafael Larco Hoyle, y a una
enfermedad terminal, Tello quedó más aislado, trabajando con el personal del
Museo y estudiantes en preparar los libros prometidos para documentar los
datos de campo y gabinete de Chavín y Paracas. Tello organizó con Carrión
y Mejía en 1945 una serie de prácticas en la apertura de fardos Paracas y
preparaciones para su exhibición, para una nueva generación de estudiantes
universitarios peruanos, pero en este proyecto no participaban estudiantes,
colegas u observadores extranjeros.
Kroeber había vuelto al Perú en 1942 y buscaba los datos para un gran
trabajo sobre Chavín y Paracas, lo que fue frustrado en gran parte por la
reticencia de Tello en permitirle el acceso a las colecciones. Al publicar su
estudio años después, Kroeber (1953) notaba con evidente frustración que
las ilustraciones fueron limitadas a los objetos que él pudo fotografiar en las
colecciones del Museo Nacional gracias a Valcárcel y a fotografías que Tello
9 To Dr. Julio C. Tello of the University Mayor de San Marcos in Lima and the Museo de
Antropología in Magdalena, this monograph is dedicated, in recognition of the fact that the
founding of the Institute of Andean Research was the result of stimulation and suggestion by Dr.
Tello during his visit to the United States in 1936; and in appreciation also of the importance of
his decades of archaeological exploration in his native country. These explorations have served as a
basis for the archaeological investigations which the Institute of Andean Research, as well as other
North American institutions of learning, have been able to provide for a series of younger scholars
in recent years, to the mutual enhancement of the intellectual interests and cultural linkage of Peru 71
and the United States (Strong et al., 1943: v).
Ann H. Peters, Luis Alberto Ayarza
Conclusiones
Queda claro que Julio C. Tello tuvo una influencia enorme sobre la visión
general y conocimientos específicos de la arqueología andina en las primeras
generaciones de «andinistas» en Norteamérica. Tello les orientaba a su llegada
al Perú, presentando sus ideas en detalle en encuentros formales e informales,
les proporcionaba consejos y contactos en las regiones donde querían
investigar, y los llevaba a conocer las colecciones y los mismos sitios. Los
descubrimientos de Tello en Chavín, Paracas, Wari, Casma y Nepeña, y todo
el viaje al Marañón planteaban los temas y definían lugares importantes para
los proyectos futuros de sus colegas internacionales. Además, los conceptos
de Tello acerca de la historia autóctona de los Andes y las problemáticas de
su análisis geográfico y temporal canalizaban los planes de investigación
desarrollados en conjunto con los investigadores del Institute of Andean
Research —los que llevaban a sus planteamientos de 1948. Lo que no queda
claro son las razones de la falta de reconocimiento—.
Puede haber sido por las formas en que Tello transmitía sus ideas. Si bien
se quejaron con justicia que él no había publicado los detalles de sus
investigaciones, sus colegas del norte tampoco lo estaban haciendo, sino que
publicaban noticias breves sobre sus descubrimientos y ensayos con grandes
teorías. Para esos años, la publicación detallada de datos existe en el caso de
proyectos con gran financiamiento en el mundo mediterráneo o del Medio 73
Ann H. Peters, Luis Alberto Ayarza
Dedicatoria
Escrito en homenaje a John Victor Murra, cuya clase de Historia de la Antropología
veía el desarrollo de nuestra disciplina a través de las relaciones entre las personas y
sus cambiantes lealtades institucionales.
Agradecimientos
Agradecemos al personal de los archivos del Museo de Antropología y Arqueología
de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, del Instituto Riva-Agüero de
la Pontificia Universidad Católica del Perú, del Museo Nacional de Antropología,
Arqueología e Historia del Perú, del Institute of Andean Research, el departamento
de Antropología del American Museum of Natural History, del Peabody Museum of
Archaeology and Ethnology de Harvard University y del University of Pennsylvania
Museum of Archaeology and Anthropology. Un agradecimiento especial a Felicia
Schaps Tracy, la hija de J. Honour McCreery, que supo reconocer la importancia de
lo que Honour había apreciado en el Dr. Julio C. Tello y que nos ha buscado para
compartirlo, y a Richard Daggett, que nos ha inspirado y aconsejado. Cualquier
error será nuestro: queda mucho por hacer en trazar la historia de Julio C. Tello.
Referencias citadas
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IAR [3] Collier, Don, carta a Dr. Bennett, 7 de agosto de 1937
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de 1937
IAR [5] cartas entre Bennett y Kroeber, agosto y setiembre de 1937
Archivos del Museum of Anthropology and Archaeology, University of
78 Pennsylvania, South America Series (SAS)
Julio C. Tello y el desarrollo de los estudios andinos en los Estados Unidos (1915-1950)
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Andean Research of New York (Project 8b of the 1941-1942 Program),
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Gráfica T. Scheuch S. A. 83
Ann H. Peters, Luis Alberto Ayarza
84
Un panorama de la arqueología peruana (1976-1986)
Richard L. Burger
*Versión revisada y ampliada por el autor de su texto de 1989: An Overview of Peruvian Archaeology,
1976-1986. Traducido por Henry Tantaleán. Este texto fue publicado originalmente en el Annual 85
Review of Anthropology, n.° 18.
Richard L. Burger
1976; 1983; Lavallée et al., 1984 y también ver Lavallée en este volumen)
y Japón (Terada, 1979; Terada & Onuki, 1982; 1985 y también ver Seki
en este volumen) habían apoyado consistentemente a la investigación
arqueológica como parte de su política exterior en el Perú desde la década de
1960 e incluso antes. Otros países, como Cuba (Nuñez, 1986; Tabío, 1977
y ver Fernández en este volumen), Canadá (Topic, 1986; Topic & Topic,
1978; 1983; 1986), España (Alcina, 1976) y Polonia (Krzanowski, 1983;
Zaki, 1983), de forma esporádica, también han patrocinado investigaciones
arqueológicas.
La UNESCO ha tenido más impacto en la arqueología peruana que
muchas naciones individuales. Esto respondía a lo que era percibido como
una amenaza a las ruinas incas en Cuzco y sus alrededores por el turismo
y el desarrollo económico; por lo tanto, se lanzó un proyecto de largo
plazo de varios millones de dólares dirigido por Sylvio Mutal. Estudios de
sitios arqueológicos en la región de Cuzco (PER 71/539) y programas de
capacitación en la excavación y conservación complementaron el trabajo de
la UNESCO sobre la infraestructura turística y la conservación de las ruinas
en Cuzco. A pesar de la participación de toda una generación de arqueólogos
peruanos en los proyectos patrocinados por la UNESCO en Machu Picchu,
Ollantaytambo, Pisac, Coricancha, Tambomachay y otros sitios, pocas
publicaciones académicas resultaron hacia finales de 1980.
Sin embargo, los proyectos de la UNESCO fomentaron una visión pan-andina
de la prehistoria en la que la arqueología del Perú fue solo un componente.
Las fronteras modernas eran tratadas como divisiones arbitrarias recientes que
oscurecían la unidad básica del desarrollo andino prehispánico. Los vínculos
de intercambio entre áreas distantes, tales como el intercambio de spondylus,
y los debates sobre el comercio marítimo en las fuentes etnohistóricas
tomaron una nueva importancia en ese contexto. La expresión más clara de
esa tendencia se hizo evidente en dos síntesis de la arqueología andina (no
solo peruana) de Lumbreras y Ravines (Lumbreras, 1981a; Ravines, 1982b)
y el establecimiento en 1983 de la Gaceta Arqueológica Andina y la Revista
Andina, las cuales publican artículos sobre prehistoria andina. Esta literatura
intentó superar los obstáculos interpretativos creados en la arqueología por
la política, a veces antagónicos, de los modernos estados (Burger, 1984;
Lumbreras, 1981a; Mujica, 1985).
A pesar del ambiente cada vez más internacional en la arqueología peruana
91
producida por la UNESCO y por los numerosos proyectos extranjeros, los
Richard L. Burger
4. Iconografía e ideología
El interés por la iconografía fue renovado en la década de 1980 por una
mayor conciencia de la importancia de la ideología entre los arqueólogos
orientados antropológicamente y por una creciente apreciación del mundo
precolombino por los historiadores del arte (Cordy-Collins, 1982; Grieder,
1978; Paul & Turpin, 1986; Schaffer, 1985). Como se había hecho
previamente, la mayoría de la investigación se centró en el arte de los Moche,
debido a su estilo naturalista, aunque los estilos relacionados con Chavín
(Cane, 1986; Cordy-Collins, 1977; 1979; Kauffmann, 1979; Lathrap,
1977; Morales, 1982; Ravines, 1984; Reinhard, 1985; Roe, 1982; Salazar-
Burger & Burger, 1983), Paracas (Dwyer, 1979a; 1979b; Paul & Turpin,
1986), Recuay (Bankman, 1980; Grieder, 1978; Reichert, 1982), y Chancay
también recibieron atención.
Avances sustanciales fueron realizados en la delimitación de los temas básicos
100 representados en el arte Moche, en parte como resultado de la creación
Un panorama de la arqueología peruana (1976-1986)
Conclusión
Aunque progresos sustanciales fueron realizados hacia una mejor comprensión
de la prehistoria peruana entre 1976 y 1986, la arqueología peruana
estaba todavía en su infancia. La participación de un mayor número de
investigadores que representaban a diversas escuelas de arqueología mundial y
el establecimiento de nuevos canales de comunicación entre los investigadores
fueron señales positivas para el futuro. Por otro lado, la situación política
cada vez más violenta e inestable en el Perú, resultado de la lucha armada
entre Sendero Luminoso, el MRTA y las fuerzas armadas del gobierno
nacional, fue un factor negativo cuyos efectos a largo plazo no podían ser
pronosticados en ese momento. A medida que la violencia se intensificaba a
101
finales la década de 1980, muchos proyectos en el extranjero decidieron que
Richard L. Burger
Agradecimientos
Quiero agradecer a Lucy Salazar-Burger y Jeffrey Quilter por su ayuda con el
manuscrito. También agradezco a Henry Tantaleán por haberme sugerido publicar
este trabajo y haberlo traducido del inglés.
103
Richard L. Burger
Figura 1 – En 1976, dos grandes trincheras fueron excavadas en la aldea del Precerámico
Medio de La Paloma en el Valle de Chilca bajo la dirección de Jeffrey Quilter, Robert Benfer y
Bernadino Ojeda
Figura 2 – En 1976, Richard Burger llevó a cabo excavaciones a pequeña escala en el pueblo
moderno de Chavín de Huántar con el objetivo de determinar la cronología relativa y absoluta
104 del sitio y rastrear los cambios económicos y el patrón urbano asociado con el famoso
complejo de templos del Horizonte Temprano
Un panorama de la arqueología peruana (1976-1986)
Figura 5 – En 1987, Burger y Salazar regresaron a Cardal para conducir excavaciones a gran
escala con la participación de estudiantes de la UNMSM y la PUCP
Entre las estructuras descubiertas existieron una serie de pequeños patios circulares hundidos
como el que muestra esta fotografía
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Un panorama de la arqueología peruana (1976-1986)
125
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
Introducción
Como muchos de los capítulos que componen este libro, tomó como eje
principal de este texto, mi experiencia vital. En mi caso, comienzo este capítulo
en torno a la época de mis estudios en la Escuela Académico Profesional de
Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima entre
1992 y 1996 y termino mi exposición resaltando algunos espacios sociales 127
donde realicé mi práctica arqueológica inicial en el Perú a finales de esa
Henry Tantaleán
1 También ver Rodríguez Pastor (2004) para una egohistoria desde su experiencia como estudiante
de Antropología en la PUCP y San Marcos a finales de los años 1950 y comienzos de los años 1960.
Asimismo, el «testimonio de parte» de Pedro Espinoza (2011) de su experiencia como estudiante
de arqueología en la década de 1990, también me ha servido como un «elemento intersubjetivo»
para contrapesar mis recuerdos sanmarquinos.
2 Para mayores datos objetivos sobre los cambios en la composición social y económica de los
disciplina en el Perú.
Otras historias de la Arqueología desde universidades como la Universidad
Nacional de Trujillo, la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco
y la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga de Ayacucho están
todavía por escribirse y espero que este texto sirva para comenzar a reflexionar
acerca de la construcción, desde dentro y desde abajo, de la Arqueología en
cada uno de esos centros de enseñanza, justamente en una época en que,
como veremos, muchas de estas universidades fueron intervenidas por el
Estado y, consecuentemente, sus autoridades fueron impuestas desde fuera3.
En el caso de Lima, donde tenemos tres universidades que ofrecían la carrera
de Arqueología, podemos encontrar un bosquejo de dicha situación en el
trabajo de Miguel Aguilar (2004). Sin embargo, para el caso de la PUCP, no
hemos podido encontrar algún texto similar.
3Sobre estas realidades particulares se pueden revisar el Informe de la CVR y, en especial, para la 129
Antropología, a Degregori & Sandoval (2009).
Henry Tantaleán
130 4Autonomía relativa porque ya desde 1987 las fuerzas policiales hacían operativos en la Universidad
de San Marcos deteniendo a gran número de estudiantes.
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
5Con respecto a la UNMSM, según el Informe de la CVR (2003: 634): «Entre 1987 y 1988 la
crisis económica y social se profundizará. Este hecho tendrá un impacto sobre la matrícula
universitaria que en el lapso de un año cae a 26,028 estudiantes, luego de esta fecha el número 131
de estudiantes se mantendrá en ese promedio incluso hasta el final de la década de los ‘90.»
Henry Tantaleán
6Un hecho observado durante una viaje que realizamos un grupo de compañeros de la universidad
a la localidad de San Pedro Cusi, en el valle alto de Cañete, provincia de Yauyos, puede ayudar
a ilustrar cómo la población rural se hallaba entre «dos fuegos». Cuando llegamos a ese pueblo a
mediados de 1992, no existían autoridades políticas allí. Los comuneros nos contaron que hubieron
autoridades elegidas democráticamente pero que habían venido los terroristas y los habían matado
en la misma plaza del pueblo después de un «juicio popular». Luego que los subversivos dejaron
el pueblo imponiendo nuevas autoridades, llegó el ejército y se llevó a las autoridades puestas por
132 Sendero Luminoso. De esta forma, nadie quería aceptar ningún cargo pues se arriesgaban a ser
asesinados o encarcelados.
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
7 Una clásica solución para levantar las economías domésticas en esa década fue la proliferación
de actividades solidarias. Entre ellas, una de las más populares, incluso en el ámbito universitario,
fueron las denominadas «polladas», las cuales tenían como propósito la recaudación de dinero
en torno a una fiesta bailable en la que se consumía pollo frito y abundante cerveza. Un estudio
detallado de este fenómeno antropológico puede ser encontrado en Béjar & Álvarez, 2010.
8 Frase dicha por Alberto Fujimori en su conferencia ante la Asociación de Exportadores (ADEX)
133
poco tiempo después de su autogolpe.
Henry Tantaleán
9 En esa lucha frontal las «rondas campesinas» jugaron un rol muy importante (ver por ejemplo,
Fumerton, 2001).
10 Pese a que ambos grupos subversivos aportaron su propia cuota de violencia durante la década
de 1980 e inicios de 1990, sus historias particulares difieren y en el caso del MRTA merecen un
estudio un poco más detallado de los que se dispone en la actualidad. Un esfuerzo en ese sentido
es el desplegado por Mario Meza (2011).
134 11 También se pueden consultar al respecto a Gorriti; 2008, Rénique, 2003; Roncagliolo, 2005;
que yo había imaginado cuando me preparé para ingresar con tanto esfuerzo.
4. La Universidad Nacional Mayor de San Marcos en los años 1990
En paralelo a los cambios en la estructura del estado peruano, la universidad
pública que era, históricamente, un espacio significativo donde reflexionar
sobre la situación política y plantear la respectiva crítica, fue intervenida.
Con las reformas curriculares y las purgas de profesores, a lo que se añadía la
desilusión en la política, se convirtió en un lugar donde solamente se aprendía
a ser profesional y ya no un científico social comprometido con la sociedad
como se había estado dando décadas atrás. Eso generó un alejamiento de sus
estudiantes de los problemas sociales del Perú, salvo contadas excepciones de
algunos grupos de ellos.
Si bien para 1992 el ambiente ya no era el de los años 1980, todavía San
Marcos seguía claramente convulsionada. De hecho, un año antes (mayo
de 1991) el mismo presidente Alberto Fujimori se presentó en la Ciudad
Figura 1 – Vista de Google Earth de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en 2001
Se indica a la Facultad de Ciencias Sociales dentro del ovalo. Destacan la Huaca San Marcos, el
estadio, las diversas facultades y el comedor universitario
12Es importante señalar que, hasta finales de la década de 1980, Fujimori había ejercido como
Decano y Rector en la Universidad Nacional Agraria La Molina y había sido presidente de la
Asamblea Nacional de Rectores. Es decir, que para cuando fue presidente conocía desde dentro 135
cómo funcionaba realmente la universidad peruana.
Henry Tantaleán
Universitaria para ver con sus propios ojos lo que sucedía allí dentro12. Las
medidas del gobierno no se hicieron esperar13: la Universidad fue intervenida
por las fuerzas del orden, llegándose a acuartelarse contingentes del ejercito en
el campus mismo14 (también ver Burt, 2006: 47). En 1992, durante mi primer
ciclo de estudios, pude ser testigo del arresto de estudiantes y profesores que
salían maniatados por las puertas de nuestras facultades15. Nosotros mismos,
éramos obligados a salir de nuestras clases cuando había algún «rastrillaje» en
13 Como nos recuerda Rubén Quiroz (2005: 88): «[…] es el atentado de la calle Tarata, en
un distrito limeño y “alto” como Miraflores, que sirve de pretexto a Fujimori para intervenir las
universidades».
14 El segundo piso del comedor universitario de la ciudad universitaria de la UNMSM fue el
lugar elegido por el ejército para instalar un «cuartel». Uno de los detalles que más me llamaba la
atención de esta situación, era que un soldado uniformado me entregaba la cuchara con la cual
posteriormente tomaría mis alimentos allí.
15 Justamente, el 18 de julio de 1992 el denominado «Grupo Colina» apoyado por la base del
podían ver «camuflados» entre la población estudiantil (también ver Ponce, 2002: 33).
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
17 Mis recuerdos coinciden con la situación señalada por la CVR (2003: 655): «La presencia de
la base militar también implicó que se organizaran operaciones de rastrillaje durante las horas de
clases. En estas operaciones se detenía a diversos estudiantes, y para ello los militares contaban
con listados en los cuales se consignaba los nombres de los estudiantes supuestamente
involucrados en actividades subversivas».
18 Interesantemente, y de igual modo como con otras medidas autoritarias, algunos estudiantes
explotó un cochebomba a unas cuantas cuadras de donde estábamos. Fue el atentado frente al
antiguo cine El Pacifico en el ovalo de Miraflores. Esto es un ejemplo de que tan cercanas teníamos
ya a las acciones terroristas en Lima.
20 Por ejemplo, una noche a inicios de 1992, el bus en el que viajaba hacia la universidad fue
interceptado por un contingente del ejército. En esa época no contaba con libreta electoral, pues
tenía 17 años, y solo tenía mi libreta militar. Como todavía no me habían entregado mi carnet
universitario, no pude acreditar que era estudiante (tampoco creo que eso hubiera servido) así que
me subieron a un camión del ejército y fui detenido durante dos días en la base militar colindante
al Grupo Aéreo número 8, cercano al aeropuerto Jorge Chávez. Afortunadamente, mis padres
pudieron sacarme de ese lugar en el que se nos amenazaba a un grupo de, por lo menos 50 jóvenes
como yo, con enviarnos a la zona de conflicto en Ayacucho como parte del ejército.
21 Sin embargo, como señalan Degregori & Sandoval (2009: 48), a pesar de que se planteó una
«reforma neoliberal» de la universidad pública por parte del Estado, al final lo que se institucionalizó
fueron las pasadas prácticas clientelistas y corporativistas de las autoridades y sus asociados políticos, 137
truncando de esta manera la supuesta reforma y modernización de la universidad.
Henry Tantaleán
22Una narrativa que recoge mucha de esta desilusión en la juventud limeña de finales de los años
138 1980 y comienzos de 1990 se puede encontrar en la novela de Martín Roldán titulada Generación
Cochebomba.
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
23 Según Vargas (2005): «[…] El gobierno y el Congreso de mayoría fujimorista mediante ley
n.° 26457, ordena la “reorganización” de dos importantes universidades nacionales de Lima. La
citada norma establece en su décimo artículo que “El proceso de reorganización a que se refiere
esta Ley se iniciará con la Universidad Enrique Guzmán y Valle y la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos”, y encarga al Poder Ejecutivo mediante Decreto Supremo la designación
de Comisiones Reorganizadoras, cargos que fueron asumidos por docentes que avalaban la
intervención y guardaban simpatía por la política fujimorista. En San Marcos, se nombró una
comisión interventora conformada por cierto grupo de profesores sin ninguna o discutible calidad 139
académica que, sin ser generales o brigadieres, estaban dispuestos a cumplir el mismo rol».
Henry Tantaleán
óptimos para la formación del estudiantado. Lo anterior se puede colegir de los documentos de la
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
28 Con respecto al exiguo financiamiento económico por parte del Estado a la Universidad pública,
sobre todo, en la década de 1990, ver Sandoval (2002a) y Degregori & Sandoval (2009).
142 29 Como vimos, es solamente a finales de esa década cuando el proyecto Caral y el proyecto Huaca
San Marcos comienzan a funcionar. Ambos proyectos fueron dirigidos por la Dra. Ruth Shady.
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
30 En ese año, junto con otros compañeros de mi generación, colaboramos con el inventario
de los materiales arqueológicos depositados en el «museo» e, incluso, con montar una muestra
arqueológica con los escasos recursos aportados por la Universidad. En esa época, el museo era
prácticamente dirigido por Nélida Gamero.
31 Para una base de datos elaborada por la misma UNMSM de la producción científica de los
143
últimos años, también se puede consultar Peña et al., 2011.
Henry Tantaleán
5. 1. El programa contisuyu
Fundado en Moquegua en 1982 por Michael Moseley y Luis Watanabe, el
Programa Contisuyu fue la cobertura institucional bajo la cual diferentes
arqueólogos norteamericanos y algunos peruanos desarrollaron un estudio
sistemático y diacrónico de un valle costero. Claramente, la década de 1980
fue el momento de auge de este programa, sobre todo, porque Moquegua
era una ciudad tranquila y los movimientos subversivos no habían calado
fuertemente allí, como si lo hicieron en la zona serrana y altiplánica vecina.
Los volúmenes denominados Trabajos Arqueológicos en Moquegua, Perú
(Watanabe et al., 1990) y la publicación del reciente homenaje a Michael
Moseley (Marcus & Williams, 2009) son solo dos muestras de la gran
cantidad de investigaciones realizadas en esa década y que se proyectaron aún
en la década siguiente.
Asimismo, muchos colegas de la Universidad Católica de Santa María de
144 Arequipa que hasta esa década poseía la carrera de arqueología pudieron
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
146
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
Sé que después de esas dos temporadas de campo, cuando me tuve que alejar
de Chincha, muchas generaciones de sanmarquinos y colegas de la Pontifica
Universidad Católica del Perú se han seguido formando allí. Creo, sin temor
a equivocarme, que mucho se le debe a este proyecto en la formación de
generaciones de arqueólogos de las universidades de Lima. Para mí, fue un
lugar donde realmente entendí lo que era investigar científicamente y, debo
ser honesto, donde por primera vez entendí cómo hacer arqueología no de
forma teórica sino práctica: una arqueología verdaderamente dialéctica.
6. Comentarios finales
En este capítulo he tratado de revisitar una serie de fenómenos económicos y
políticos que afectaron el desarrollo de la enseñanza de la Arqueología en el
Perú de los años 1990, enfocándolos desde mi experiencia sanmarquina. Si
bien este no es un análisis exhaustivo ni mucho menos estrictamente objetivo,
creo que he podido destacar una serie de puntos necesarios cuando se quiere
abordar esta década, no solo desde la faceta académica sino también desde la
historia del Perú reciente.
La llegada de la democracia en la década de 1980 generó un espacio social en
147
el cual muchas de las reivindicaciones políticas pudieron ser canalizadas de
Henry Tantaleán
148 32Incluso, para 1996, Sendero Luminoso ya había asesinado a 300 prominentes izquierdistas
peruanos (Ron, 2001: 570).
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
33En febrero de 1997 comencé a trabajar para el Instituto Nacional de Cultura, entidad que
dependía del Ministerio de Educación. Primero en el alejado Instituto Regional de Cultura de
Puno y, posteriormente, en 1998 en la Dirección General de Patrimonio Arqueológico en la Sede
Central en Lima. En esos mismos años, también comenzó la contratación de arqueólogos por la
Cofopri. En ambos lugares, la solución de los problemas legales que surgían entre la existencia
de sitios arqueológicos y las ocupaciones humanas modernas sobre estos, generaron una serie
de contradicciones que eran resueltas de diferentes maneras, casi siempre en detrimento del
patrimonio arqueológico. De hecho, para estas épocas el uso de los sitios arqueológicos ya estaba 149
en sintonía con la perspectiva neoliberal del patrimonio cultural.
Henry Tantaleán
Agradecimientos
A Alex Gonzales Panta, Augusto Bazán, a Eberth Serrudo, Julissa Ugarte, Miguel
Cabrera Arana, Carlos Zapata Benítes, Miguel Aguilar y otros tantos colegas y amigos
que se han sentado conmigo para recordar y ayudarme a escribir este «textimonio».
150
Una perspectiva sanmarquina de la Arqueología en el Perú de los años 1990
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110 años de arqueología Mochica: cambios paradigmáticos y nuevas perspectivas
Mochica. Uhle llegó a la costa norte del Perú contratado por la Universidad de
California, bajo el patrocinio de la Sra. Phoebe A. Hearst, aparentemente para
constituir una serie de colecciones comparativas para el recientemente creado
museo de esta universidad. El lugar que escogió para realizar sus primeros
trabajos fue las grandes huacas del Sol y de la Luna, en la campiña de Moche
al sur de la ciudad de Trujillo (Uhle, 1915). A juzgar por las fotografías que
Heinrich Brüning tomó de la Huaca de la Luna pocos años antes de la llegada
de Uhle, el huaqueo no se había ensañado aún con estos monumentos, o al
menos no en la escala que se desencadenó después de que Uhle realizó sus
trabajos (fig. 2). Tal cual había acordado con sus patrocinadores, Uhle realizó
excavaciones en diversos sectores de las Huacas, particularmente al pie de la
Huaca de la Luna, a fin de encontrar tumbas ricas en artefactos que despachó
a San Francisco. Las tumbas del Sector F, como llamó a esta concentración,
aparentemente se encontraban en lo que actualmente se denomina la
Plataforma Uhle, al pie del ángulo suroeste de la Huaca de la Luna (Uceda &
Morales, 2010). Uhle muy posiblemente contrató huaqueros para ubicar y
excavar estas tumbas, de cuyo contenido tenemos esencialmente la lista de los
artefactos y algunos croquis inexactos de las cámaras funerarias. Los escasos
datos acerca de los contextos funerarios, de sus asociaciones y disposición
en las cámaras mortuorias y la carencia de dibujos o fotos, contrastan con la
prolijidad con la que Uhle realizó sus otras excavaciones en el sitio.
Los años que siguieron a los trabajos de Uhle en la costa norte son un tanto
misteriosos. Si bien de vez en cuando se anunciaban algunos hallazgos que
capturaban la imaginación de los lectores de periódicos (ver edición del
4 de diciembre de 1909 en The London Illustrated News), ningún intento
sistemático de continuar con los estudios iniciados por Uhle se llevó a cabo
en el norte. Esto contrastaba con las diversas misiones de investigadores
extranjeros, que en la misma época realizaban increíbles hallazgos en otras
regiones del Perú, con el nacimiento de la arqueología en el Cusco, con los
trabajos pioneros de Tello, etc. Para Uhle los descubrimientos de las Huacas
de Moche fueron sucedidos por otras excavaciones en la costa y por cargos
en la administración pública, por lo que el estudio de sus colecciones recayó
en otros investigadores, particularmente Alfred Kroeber de la Universidad de
California, quien se hizo cargo del Museo de Antropología de esta institución
(1925). Kroeber estudió las colecciones de Uhle desde la perspectiva de las
«Áreas Culturales», núcleos territoriales donde se había desarrollado una
sociedad y en los cuales debíamos encontrar una dispersión de los artefactos
típicos, así como de otros rasgos culturales. Esta noción, que equipara a la
distribución de la cultura material, por ejemplo los estilos cerámicos con
la extensión de una sociedad, esta aún en uso en la arqueología peruana,
por encima de cualquier otro mecanismo que genere la distribución espacial
de un estilo o tipo de artefacto. El comercio, condenado por las fuentes
coloniales, los tributos, el movimiento de poblaciones, o el botín, nunca
fueron considerados como suficientemente importantes como para alterar
patrones de distribución de artefactos.
Rafael Larco Hoyle, hijo de Rafael Larco Herrera y sobrino de Víctor Larco
Herrera, inició sus actividades de investigación en la costa norte a fines de la
década de 1920. Antes que él tanto su padre como su tío habían sido ávidos
coleccionistas de artefactos precolombinos, el primero cediendo su colección
al Museo de América de Madrid y el segundo fundando el Museo con su
nombre en Lima. Sobre Rafael Larco se han escrito numerosos ensayos,
muchos de los cuales están reunidos en un volumen especial de la revista
Arqueológicas del MNAAHP (ver por ejemplo Castillo, 2001; Evans, 1968).
Larco vivió sus primeros años entre el Valle de Chicama, Lima y el extranjero.
Si bien Larco realizó excavaciones en diversos sitios de los valles de Chicama,
Moche y Santa, y seguramente otros, su centro de operaciones fue la hacienda
Chiclín, en la parte sur del valle de Chicama, donde en 1926 fundó el Museo
Rafael Larco Herrera. Larco reunió en su propiedad una de las más grandes
166 colecciones de artefactos de las diversas sociedades que habitaron la costa
norte, producto de sus propias excavaciones, de las que encargó a otros
110 años de arqueología Mochica: cambios paradigmáticos y nuevas perspectivas
las diferentes sociedades que ocuparon Virú (Willey, 1953). Para entender la
relación entre los asentamientos y los recursos, Webster McBride, geógrafo de
la misión, estudió la ecología del valle de Virú, a la vez que Duncan Strong y
Clifford Evans hacían las inspecciones de campo y conducían excavaciones en
sitios selectos (1952). James Ford (1949) y Donald Collier (1955) analizaron
las colecciones cerámicas, usando el método que el primero había establecido
para aprovechar la gran cantidad de materiales en superficie y sus relaciones
porcentuales. Mientras esto ocurría en el valle de Virú, Junius Bird realizaba
excavaciones en la Huaca Prieta, en el valle de Chicama, a fin de complementar
el estudio con los periodos más tempranos (1985) y John Gillin realizaba un
estudio etnográfico del pueblo de Moche (1947).
La comunicación entre los miembros del Proyecto Virú y la familia Larco fue
muy fluida y culminaron con la realización, en 1946, de la Mesa Redonda
de Chiclín donde ambos grupos plantearon sus ideas y coincidieron en que
tenían la misma visión de las cosas (Willey, 1946). Para Larco, la coincidencia
de ideas con los miembros del Proyecto Virú fue muy importante, puesto que
sus nociones cronológicas, en particular se veían refrendadas ahora en mérito
a excavaciones estratigráficas y estudios de secuencias cerámicas. Más aún,
tanto para Larco como para los miembros del Proyecto Virú, el gran motor de
cambio en la historia de las sociedades de la costa norte había sido la guerra,
pues a través de conquistas militares los mochicas habían anexado el valle de
Virú, y una guerra había permitido que los huari penetraran en la costa norte,
derrotando y expulsando a los mochicas. El imperio Chimú se había forjado a
sangre y fuego, y en última instancia, todo este territorio había sido presa de
la expansión militar del Imperio de los incas.
El primer periodo de la arqueología Mochica se puede resumir en los
siguientes cuatro puntos.
• Durante esta fase se dio el reconocimiento del fenómeno Mochica,
caracterizado como distinto de Chimú e inserto en una secuencia cultural
compleja. La caracterización del fenómeno Mochica se logró básicamente
en base a colecciones y muy pocas excavaciones.
• Establecimiento de la cronología Mochica que permitió determinar el origen
y la difusión del fenómeno. La cronología Mochica fue concebida como una
secuencia única y universal en base al estudio de colecciones. La noción de
una secuencia universal permitía hacer extrapolaciones de las características
170 del fenómeno sin que se requirieran confirmaciones de campo.
110 años de arqueología Mochica: cambios paradigmáticos y nuevas perspectivas
Andes centrales aún hoy día y uno de los libros que marcó un estándar en la
publicación de información funeraria. Los estudios de hidráulica emprendidos
por Ortloff fueron también muy reveladores (Ortloff et al., 1986).
Ahora bien, en conjunto, es decir como proyecto de investigación ejecutado
bajo un único permiso otorgado por las autoridades peruanas, los resultados
del Proyecto CCVM no pueden ser juzgados con la misma benevolencia.
Algunos de los métodos empleados, particularmente las excavaciones de la
planicie que existe entre las Huacas del Sol y de la Luna usando maquinaria
pesada son, francamente imperdonables en el presente y también lo fueron
en el pasado, sobre todo a la luz de los recientes hallazgos hechos por el
Proyecto Huaca de la Luna (Uceda & Morales, 2010). Es evidente que estas
excavaciones, de las que no hay ninguna documentación, destruyeron una
densa superposición estratigráfica que increíblemente los investigadores
no vieron. Asimismo, las inferencias que se hicieron sobre estas huacas,
por ejemplo la idea de que una fue un centro ceremonial y la otra un
centro administrativo, son a la luz de la información con la que contamos
actualmente, un tanto estrechas. A nivel general, quizá la mayor limitación de
este mega proyecto, considerando el nivel académico de cuantos estuvieron
involucrados, fue la incapacidad de producir un informe final, o siquiera
un compendio de la investigación. La única publicación conjunta, el libro
Chan Chan, Andean Desert City, editado por Michael Moseley & Kent Day
(1982) al final del proyecto es un resultado muy limitado considerando todo
el trabajo realizado, y ciertamente no es comparable con los resultados y
el impacto que tuvo el Proyecto Virú, veinticinco años antes, con muchos
menos medios y personal. Un éxito que si debe reconocer a este proyecto y
una valiosísima contribución a la arqueología andina es que en él se formó
una generación joven de investigadores que generosamente dedicaron, en
adelante, su vida académica al estudio del pasado prehispánico.
Al final de esta segunda fase y como consecuencia de las investigaciones
emprendidas por el Proyecto CCVM, dos de sus integrantes, Kent Day y Garth
Bawden, continuaron con investigaciones en dos sitios claves para explorar
el misterioso fin de los mochicas. Garth Bawden, realizó sus investigaciones
doctorales en el sitio Mochica V de Galindo, ubicado en el cuello del valle de
Moche (1977; 1982a; 1982b). Bawden realizó en este sitio una excavación
selectiva pero sorprendentemente reveladora para la historia de los últimos
días de los mochicas en el valle de Moche. Lo que su estudio demostró fue que
Galindo había sido ocupado por un periodo de tiempo relativamente breve al 179
Luis Jaime Castillo Butters
183
Luis Jaime Castillo Butters
Figura 5 – Sitios arqueológicos excavados durante las tres fases del desarrollo de la arqueología Mochica
110 años de arqueología Mochica: cambios paradigmáticos y nuevas perspectivas
3. 2. Conferencias y publicaciones
Es imposible que un campo de investigación avance si los resultados de los
programas de trabajo no son publicados a tiempo y de manera sustantiva,
si no existen espacios para que los diferentes investigadores puedan exponer
sus ideas y recibir críticas, recomendaciones o simplemente el apoyo de sus
pares. Las investigaciones que se hacen en la soledad de la biblioteca, para el
beneplácito exclusivo de quien las realiza, o las excavaciones que no producen
resultados públicos, en realidad no contribuyen al avance de la ciencia y
el conocimiento. Lamentablemente, en el Perú ha existido una tradición
muy nociva por la que los resultados de las investigaciones nunca se hacían
públicos, y muchos investigadores nunca compartían los resultados de sus
trabajos. Celo, temor a que sus ideas fueron plagiadas o tergiversadas, falta
de formación o disciplina, o simple holgazanería están entre las razones de
esta agrafia tan común entre los arqueólogos peruanos. Este no es el caso de
la arqueología Mochica, afortunadamente. En años recientes no solo hemos
visto cómo se multiplicaban las publicaciones, sino que se ha comenzado
a utilizar nuevos medios, como las publicaciones electrónicas para difundir
los resultados de las investigaciones de manera eficiente y rápida (ver por
ejemplo: http://www.huacadelaluna.org.pe, http://sanjosedemoro.pucp.
edu.pe). Asimismo, se ha vuelto una práctica común que los proyectos de
investigación compartan sus informes de campo, haciéndolos asequibles no
solo a los funcionarios públicos del Ministerio de Cultura, sino a los colegas y
a los estudiantes que verdaderamente los pueden aprovechar (ver por ejemplo:
http://www.mapageweb.umontreal.ca/chapdelc,http://individual.utoronto.
ca/eswenson/Ed-Webpage-pubs-and-courses.html, http://sanjosedemoro.
pucp.edu.pe/04i_informes.html).
Un conteo rápido de las publicaciones, tanto en libros como artículos, en
la primera fase nos da 157 títulos. Durante la segunda fase se publicaron
478 títulos y en la tercera fase se han publicado ya más de 1700 libros o
artículos. Esto quiere decir que no solo nuestro conocimiento respecto
188 a estas sociedades se ha incrementado, sino que también ha aumentado el
110 años de arqueología Mochica: cambios paradigmáticos y nuevas perspectivas
3. 3. Museos y exhibiciones
En los últimos 10 años, y como consecuencia de un renovado interés del
público a raíz, entre otras cosas, de los hallazgos realizados por los grandes
proyectos que se han mencionado anteriormente, así como de un cambio
de mentalidad de los arqueólogos ahora interesados en acercarse más a la
comunidad, se ha producido una verdadera transformación en los museos que
presentan materiales de la costa norte y en las exhibiciones que se organizan
alrededor de estos temas. El Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera, el
más antiguo de los museos Mochicas, ha sido recientemente renovado y
modernizado, y es hoy uno de los mejores museos de Lima, particularmente
en materia de la arqueología de la costa norte. Afortunadamente su director
ejecutivo, Andrés Álvarez Calderón y la curadora de colecciones y museóloga,
Ulla Holmquist han sabido mantener las peculiaridades de esta muestra, que
como se dijo fue la base de estudio de Rafael Larco. Aún es posible visitar
los depósitos donde se puede ver la inmensa colección de ceramios que le
permitieron a Larco aproximarse a esta sociedad. El Museo de las Tumbas
Reales de Sipán, en Lambayeque alberga los tesoros excavados en las tumbas
de Sipán y presenta los descubrimientos del equipo liderado por Walter Alva,
y se complementa con un nuevo Museo de Sitio en Sipán mismo, a cargo
de Luis Chero. En la misma región el Museo Nacional Brüning, a cargo de
Carlos Wester La Torre, El Museo de Sitio de Túcume, dirigido por Bernarda
Delgado, y el Museo Nacional de Sicán, liderado por Carlos Elera ofrecen la
posibilidad de apreciar el desarrollo de la cultura Lambayeque que sucedió
a los mochicas. Estos museos se han concebido como grandes centros de
investigación y no solo como depósitos de artefactos. En y desde ellos se está
produciendo una verdadera revolución en la arqueología de Lambayeque.
Adicionalmente, estos museos son la principal atracción de Chiclayo, y han
permitido que el turismo se convierta en esta región en uno de lo motores del
desarrollo sostenible. En el sitio de El Brujo se ha construido un museo de
sitio modernísimo, que presenta los hallazgos de 20 años de investigaciones
190
y en particular los restos y tesoros de la Señora de Cao. Finalmente, el
110 años de arqueología Mochica: cambios paradigmáticos y nuevas perspectivas
Conclusiones
En este capítulo he tratado de brindar un recuento resumido del desarrollo de
la arqueología Mochica en sus tres fases. Muchos detalles de esta historia, sin
embargo, requerirían del lector una revisión de las fuentes que se citan para
lograr una comprensión cabal de cómo fueron evolucionando nuestras ideas
con respecto a esta sociedad precolombina. Como se dijo en la introducción,
la evolución de la arqueología Mochica no solo ha significado un avance
cuantitativo de nuestro conocimiento, que en los últimos años ha sido de
carácter exponencial, sino se ha transformado cualitativamente nuestra
comprensión de esta sociedad y las bases paradigmáticas a partir de las cuales
creamos nuestras imágenes sobre esta sociedad. Creo que, en este momento,
el principal aporte de la Arqueología al estudio de la sociedad Mochica, o
para este efecto de cualquier otra sociedad antigua, es el que nos hayamos
percatado que se trata de fenómenos mucho más complejos, menos unitarios
y centralizados de lo que antes habíamos asumido. Así, nuestra percepción
esencial de los mochicas ha cambiado, puesto que donde veíamos un origen
único desde un centro de irradiación cultural hoy vemos múltiples procesos
191
de desarrollo y convergencia que afirman las relaciones de los mochicas con
Luis Jaime Castillo Butters
sus ancestros cupisniques, salinar y virú; donde veíamos una sola sociedad,
hoy vemos a muchas; donde antes pensábamos que existía una única línea de
evolución, hoy vemos una multitud de diferentes caminos que se entrecruzan
y complementan; donde veíamos a una sociedad aislada de los fenómenos
que ocurrían a la vez en otras regiones de los Andes, ahora vemos a una
sociedad que se integró de manera selectiva.
Hoy asumimos, por ejemplo, que los mochicas nunca fueron un estado
centralizado, con una capital o una administración central, y ciertamente no
fueron un imperio. Más bien, recientes investigaciones revelan cómo entre los
años 200 y 850 d. C. muchas entidades políticas Mochicas coexistieron en la
costa norte, de una manera análoga a decenas de ciudades estados Mayas que
se desarrollaron en Mesoamérica en la misma época. Las sociedades Mochicas
parecen haberse organizado en dos grandes grupos regionales, uno al norte y
el otro al sur, y tuvieron diferentes tamaños y configuraciones. Mientras que
en la región Mochica norte (Castillo & Donnan, 1994b) parecen haber sido
pequeños estados locales, en la región Mochica sur parece ser que estos estados
locales tempranos se congregaron para formar un estado regional con sede en
las Huacas de Moche. Desde este centro, alrededor de los años 450 y 650
d. C. se expandieron, conquistando territorios al sur y norte. Por un tiempo,
cuando abandonamos la noción de un solo estado Mochica centralizado,
asumimos que cada valle contuvo una unidad política, pero ahora parece más
plausible que más de una entidad política se desarrolló en los grandes valles de
la costa norte. Económicamente algunos estados Mochicas se especializaron
en la explotación de recursos costeros, otros estaban más dedicados a la
agricultura, otros parecen haber controlado rutas estratégicas de comercio,
y mientras que unos estuvieron aislados de las sociedades y acontecimientos
de su tiempo, otros desarrollaron el comercio de larga distancia e intensas
relaciones internacionales con sociedades de la sierra. En las artes algunas
de las sociedades Mochicas se destacaron en la producción de cerámica,
mientras que otras produjeron artefactos de metal con formas y tecnologías
nunca antes vistas. La mayoría de sociedades Mochicas parecen haber sido
gobernadas por elites que manipularon símbolos religiosos comunes, sobre
todo relacionados con la ceremonia del Sacrificio, para lograr legitimidad y
poder, y entre ellas algunas parecen haber sido regidas por sacerdotisas de un
culto que incluía sacrificios humanos (DeMarrais et al., 1996). Para complicar
las cosas aún mas, es evidente que durante los 550 años de su existencia
192 los estados y sociedades Mochicas tuvieron mucho tiempo para cambiar y
110 años de arqueología Mochica: cambios paradigmáticos y nuevas perspectivas
Agradecimientos
A César Astuhuamán y Henry Tantaleán va mi agradecimiento por su
iniciativa que nos obligó a reflexionar sobre aspectos de nuestro quehacer
que muchas veces pasamos por alto, y a Dumbarton Oaks, el agradecimiento
por crear las condiciones para poder escribir en paz. Este capítulo se basa en
el curso sobre arqueología de la costa norte que dicto desde hace años en
la Universidad Católica. Mis estudiantes, particularmente Gabriel Prieto,
Carlos Rengifo, Ana Cecilia Mauricio, Luis Muro, Solsiré Cusicanqui,
Francesca Fernandini, con sus preguntas y contribuciones han permitido
que el curso se vaya enriqueciendo y que tome el camino hacia una reflexión
ontológica. Pero en esta reflexión en realidad ha sido un diálogo continuo
con mis colegas, quienes han sido fuente inagotable de buenas experiencia
y vivencias compartidas, particularmente Christopher B. Donnan, Donnan
McClelland, Santiago Uceda y Ricardo Morales, Jeffrey Quilter, Claude
Chapdelaine, Joanne Pillsbury, Krszysztof Makowski, Edward Swenson,
Michelle Koons, Greg Lockard, y nuestro nuevo doctor, Henry Gayoso.
Mónica, mi esposa, fue, en el asilamiento de Georgetown, casi la única
lectora de este texto y su correctora más escrupulosa. Va a ella dedicado con
mi agradecimiento y cariño.
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205
Teoría y método en la arqueología del Perú: primera mitad del siglo XX
Parte II
Teorías y métodos
arqueológicos en el Perú
del siglo XX
207
Jorge E. Silva S.
208
Teoría y método en la arqueología del Perú: primera mitad del siglo XX
Introducción
Para muchos, la década de 1850 marca la consolidación de la Arqueología
como ciencia en el mundo en la medida que para esa década existía un claro
entendimiento de los principios fundamentales de la estratificación geológica
y la evolución biológica. Como se recordará, a comienzos de la década de
1830 Charles Lyell (1875) publicó su emblemática contribución Principles of
Geology que, conjuntamente con sus investigaciones en torno al origen de la
tierra, sirvieron para que se le reconozca como «padre de la geología». A este
evento se agrega el opus magnum de Charles Darwin (1859) On the Origin
of Especies by Means of Natural Selection que por primera vez apareció para el
público un 24 de noviembre de 1859 en Londres y cuyos 2 500 ejemplares se
agotaron ese mismo día (Leakey & Lewin, 1977: 30).
Asignar a la arqueología científica una fecha y lugar de nacimiento supone,
sin embargo, más de una complicación; veamos algunos ejemplos. En 1784,
Thomas Jefferson hizo excavaciones arqueológicas en los túmulos funerarios
de Virginia, y de acuerdo a Willey & Sabloff (1974: 36) sus estudios se
basaron en la premisa que
… la arqueología debe llevarse a cabo partiendo de problemas,
realizando excavaciones, presentando los datos, y respondiendo a
209
preguntas…
Jorge E. Silva S.
para unos fue M. Uhle el fundador, para otros fue J. C. Tello. Personalmente
asigno ese mérito a ambos pues partimos de la noción que la ciencia
arqueológica se consolidó como resultado de un continuum. De manera que,
para los efectos de este capítulo, nos avocaremos a trazar aquellos hechos que
se relacionan con las bases teóricas y metodológicas de la ciencia arqueológica,
procurando a la vez insertarla en el surgimiento y desarrollo de la antropología
en términos globales, en particular para ese período entre fines del siglo XIX
y la década de 1950.
Pero Kidder no solo aprendió de esa experiencia (ver por ejemplo Willey &
Sabloff, 1974; Sharer & Ashmore, 1980), luego estuvo en Egipto en donde
participó en excavaciones estratigráficas con George Reisner, un egiptólogo
que utilizaba las técnicas más modernas en las excavaciones; ese conocimiento
fue aplicado después por A. Kidder en América. Sus estudios en el NE de
Arizona en 1914 le sirvieron para plantear la existencia de tradiciones culturales
separadas según la distribución diferenciada de los estilos arquitectónicos
y los tipos de artefactos. Por eso mismo, Kidder es reconocido por ser el
primero aplicando en gran escala el método estratigráfico en las excavaciones.
Su mayor contribución deriva de un largo proyecto, 1915-1929, en Pecos,
New México, en la medida que este lugar seguía habitado al llegar los
españoles a la zona tras el descubrimiento de América por C. Colón. Sus
objetivos consistieron en documentar una secuencia cultural con excavaciones
estratigráficamente controladas, y aplicando el «método histórico directo»
relacionaría los restos más recientes con los de los estratos más profundos.
Aquí nos encontramos ante el empleo de las analogías etnográficas en su
concepción pura o clásica, una cualidad de la arqueología de aquellos
tiempos. Esta estrategia la utilizó también en la floresta lluviosa del Petén en
Guatemala y en Chichen Itza o la árida Yucatán.
La aproximación histórico cultural previamente comentada nos permite
acceder, a pesar que no hemos agotado la bibliografía, a las premisas teóricas y
metodológicas de la arqueología de aquellas primeras cinco décadas del siglo
XX que fueron expuestas a fines de la década de 1950 por G. R. Willey & P.
Phillips (1975), y posteriormente por otros investigadores (ver por ejemplo
Willey & Sabloff, 1974; Sharer & Ashmore, 1980). Tomando en cuenta
dichas publicaciones y nuestra propia percepción ofrecemos seguidamente
los alcances de lo que se consideró fueron los fundamentos más notables del
método, la síntesis y la interpretación de la corriente Histórico Cultural.
En cuanto al método, este se distingue por el uso de la estrategia inductiva que
parte de la idea que luego de recoger los datos del sitio o zona seleccionada,
se optan por aquellos que permitan trazar secuencias temporales. En este
proceso, las tipologías y las seriaciones alfareras son fundamentales. Luego de
establecida la secuencia se prosigue con nuevas excavaciones para corroborar
y refinar la cronología previamente formulada. De esa manera se construyen
subdivisiones cronológicas llamadas complejos para cada categoría de
artefactos (cerámica, líticos, etc.). Después se procedía a la correlación de
216
los complejos con lo cual se proponía la fase cultural correspondiente.
Teoría y método en la arqueología del Perú: primera mitad del siglo XX
Otros temas que Astuhuamán & Daggett (2005: 29, 30, 32) rescatan se
refieren a su interés para que los museos no sean simples repositorios de
objetos antiguos, sino más bien sirvan para educar y «fortalecer la identidad
nacional». Esa tarea fue de la mano con el dictado del curso de Arqueología
Centroamericana y Peruana en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas
de la Universidad de San Marcos, y su concepción sobre la misión de la
universidad cuyo objetivo último debería ser la formación de profesionales
que contribuyan a solucionar los problemas del país. Para ello se necesitaba
impulsar la investigación como uno de los pilares fundamentales del quehacer
universitario.
Recientemente, Burger (2009: 75) remarcó que hoy en día es imposible
imaginar una síntesis sobre el antiguo Perú ignorando su aporte sobre sitios
emblemáticos como Kotosh, Chavín, Sechín, Paracas, Huari, y por eso mismo
lamenta (Burger, 2009: 72) que en el siglo XXI ese aporte sea incomprendido
y quien sabe hasta considerado irrelevante cuanto más nos alejamos del área
andina.
J. C. Tello fundamentó sus interpretaciones en el «monogenismo entendido
como una especie de creación propia, nativa, en interacción con las
condiciones particulares de los Andes —al que llamó región geo-étnica— en
la medida que un solo grupo étnico predominó a lo largo de su territorio y a
través del tiempo. Por consiguiente, advirtió que las diferencias observadas en
los estilos alfareros no deben ser vistas como parte de culturas independientes
o exóticas» (Silva, 2000: 18).
¿Qué alcance teórico tuvo el monogenismo en tiempos de J. C. Tello? Una
somera revisión del término y su uso nos conduce a escenarios ligados al
surgimiento de la Antropología en el siglo XIX y la controversia suscitada entre
esta concepción y el poligenismo. Según Barnard (2006) el monogenismo
u origen único de la humanidad fue defendido por James C. Prichard, T.
Hodgkin, Sir T. F. Buxton. En cambio, R. Knox y luego J. Hunt abogaban
por más de un origen en términos biológicos. Hoy la paleontología humana
ha demostrado fehacientemente que la especie humana tiene un solo origen
en sentido biológico, siendo África cuna de la humanidad. Lo que existen son
culturas distintas y debemos asumir que J. C. Tello así lo entendió.
A comienzos del siglo XIX el monogenismo se asociaba al pensamiento liberal
de ese tiempo; en 1837 se creó la Sociedad de Protección de los Aborígenes o
APS dedicada a la defensa de los derechos humanos, y en 1843 la Sociedad 225
Etnológica de Londres o ESL que surgió de la primera como una vertiente
Jorge E. Silva S.
Conclusiones preliminares
Los primeros 50 años del siglo XX fueron fructíferos en términos de
resultados y de marcos teóricos y su culminación coincide con el deseo de
fomentar los estudios del pasado soportando en sus espaldas el peso de las
posturas interpretativas de M. Uhle y J. C. Tello en torno a los orígenes
de la civilización en el Perú. En esa línea de pensamiento, aunque menos
vehemente, figura R. Larco quien por ejemplo atribuyó a Chavín otro origen
y pensaba que Huari no solamente era diferente a Tiahuanaco, sino también
constituyó una estructura imperial. Por su parte, la «escuela americana»
incursionó menos en ese acápite en la medida que propugnaba recoger datos
y hacer teoría después. Ese legado quedó impregnado hasta nuestros días
particularmente en la secuencia cultural de la cual hoy disponemos y cuyos
primeros pasos fueron marcados por Uhle y luego por Tello.
En este sentido, las periodificaciones de J. Rowe y L. Lumbreras, que hoy
utilizamos, fueron construidas recogiendo los lineamientos primordiales de
los fundadores de la arqueología y de aquellas propuestas que aparecieron en
las décadas de 1940 y 1950. Como se recordará, asociados a ese interés por
la construcción cronológica se desarrollaron también marcos conceptuales
de tratamiento de los datos, entre ellos Cultura, Horizonte, Estilo, aplicados
correctamente por Uhle, Tradición, Co Tradición, Tipo, etc., términos que
no han desaparecido y continuarán utilizándose ante cada aproximación
a nuestro objeto de estudio: las culturas del pasado, sin importar que nos
presentemos como arqueólogos simbólicos, contextuales, modernos,
posmodernos, o cualesquier otra etiqueta que inventemos.
Pero también es remarcable que a mediados de la segunda década del siglo
XX se logró aclarar una concepción en torno al origen y desarrollo de la
civilización en América del Sur. En efecto, el etnocentrismo inicial de la
antropología propició y apoyó en muchos sentidos la idea según la cual
los pueblos del hemisferio sur debían civilizarse pues no habían logrado
progresar de la misma manera que los países industrializados del hemisferio
norte. A esta afirmación casi apodíctica se añadía quizá sutilmente la imagen
que el impulso civilizatorio en tiempos prehispánicos derivó de Mesoamérica.
Como fuera señalado en anteriores oportunidades esa idea e imagen se
trastocaron al demostrarse que los restos de Chavín antecedían a las culturas
protoides, y a la vez sentaron las bases para que, más tarde, con suficientes
elementos de juicio y evidencias contundentes, se sustente el hecho que las
230
antiguas civilizaciones mexicanas y peruanas no solamente fueron distintas,
Teoría y método en la arqueología del Perú: primera mitad del siglo XX
232
Teoría y método en la arqueología del Perú: primera mitad del siglo XX
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236
La Escuela de Berkeley y los Andes precoloniales: génesis del método (1944-1965)
1. Introducción
La teleología es la doctrina de las causas finales. Por extensión, una concepción
teleológica de la historia sería aquella que pretende reconocer las supuestas
causas finales en el proceso. En sus Tesis de filosofía de la historia Walter
Benjamin realizó una crítica radical a este tipo de concepciones (Benjamin,
1978 [1940]). Benjamin mostró que incluso las tendencias más progresistas de
su época recurrían a un equivalente del cielo/paraíso para explicar el proceso
histórico aunque —simultáneamente— pretendían negarlo. En consecuencia,
este epílogo divino acababa modificando la narración histórica del conjunto,
otorgándole una supuesta causa final. Como sabemos, las célebres tesis fueron
redactadas durante el trágico año 1940 y solo póstumamente publicadas,
quedando como un programa de trabajo2.
secularizó la idea del tiempo mesiánico. Y eso fue bueno. Fue sólo cuando los social-demócratas
elevaron esta idea a un ‘ideal’ que comenzaron los problemas». Aunque situados en puntos
distintos del ciclo divino, paraíso y cielo son conceptos interconectados (ver Eliade, 1987, VI:
37-46, XI: 184-189).
3 Sobre Arqueología y teleología ver Mamzer & Ostoja-Zagórski, 1994. Sobre periodificación y
2. Sentido y corpus
En la literatura arqueológica andina podemos observar dos grandes modos
de narrar el pasado precolonial: desde la totalidad y desde el fragmento. El
primero es típico de autores como Julio C. Tello quien aludía a las «épocas
andinas», es decir estadíos (unidades de semejanza cultural), como base de
su discurso. Esta ha sido también la forma más usada en los guiones de
museos y los manuales de divulgación, ambas labores preferidas por Tello.
El segundo modo es frecuente en la obra de autores como Max Uhle y
se vincula a los periodos (unidades de contemporaneidad). Se trata de
extremos de una gama, de tendencias no necesariamente exclusivas, aunque
siempre es posible caracterizar a cada arqueólogo según su relación con ellas.
Rowe (1962g) fue el primero en formalizar estas diferencias de énfasis entre
sus colegas, y, adicionalmente, en percibir que ellas no solo afectan el relato
sobre el pasado precolonial sino también nuestra explicación de la historia
de la arqueología. En ambos casos, Rowe buscó aplicar un programa que
evitara el fórceps teleológico que caracterizaba buena parte de la arqueología
andinista. Por todo ello —me atrevo a sugerir— su obra se ubica al centro
del evento que nos convocó y del cual se desprende esta contribución.
Para sustentar mi argumento comenzaré discutiendo las críticas de Rowe a
las propuestas previas, particularmente el proyecto Virú; su visión madura
artículos (p) reseñas (p) noticias (p) libros (p) Total (p)
1944 2 11 1 70 81
1945 1 20 1 3 23
1946 1 148 148
1947 4 31 31
1948 4 39 1 2 41
1949 5 17 8 15 32
1950 7 52 3 7 1 2 61
1951 5 29 4 11 4 9 49
1952 4 22 5 13 5 75 110
1953 3 46 3 9 5• 8 63
1954 3 28 7 16 4 10 1 134 188
1955 10 89•• 4 5 1 8 102
1956 6 88 3 5 93
1957 2 60 4 7 67
1958 5 48• 1 1 49
1959 4 48 1 3 51
1960 9 97• 5 8 2 5 110
1961 5 80• 2 4 84
1962 5 70• 1 2 1 3 1 40 115
1963 4 41 1 2 43
1964 1 19 2 3 1 384 406
1965 3 32 32
240 Total 94 731 56 116 17 112 4 628 1979
La Escuela de Berkeley y los Andes precoloniales: génesis del método (1944-1965)
otros (1949m; 1950j; 1951b; 1951k; 1951l; 1952ll; 1952m; 1953k; 1953l;
1954i; 1956g; 1957d; 1958g; 1960o; 1961h; 1962i). Sus reseñas le permitían
dar cuenta de la estructura de los manuales: analizar las diversas estrategias de
periodificación del pasado precolonial empleadas por sus colegas7.
Entre las reseñas tempranas a manuales destacan los tres textos dedicados a
la obra más popular surgida del proyecto arqueológico Virú, Andean Culture
History, escrita por Wendell Bennet y Junius Bird en 1949. En diversos sentidos
este proyecto de mediados de los años 1940 fue innovador. Convocó a notables
arqueólogos para escribir la historia cultural de un pequeño valle costero
norperuano usando sus vestigios materiales, principalmente arquitectura y
cerámica. Para el análisis alfarero el renombrado James Ford fue convocado y
comenzó a trabajar con un sistema de clasificación que respetaba las diferencias
entre tiempo y estilo, tratando de distinguir las manifestaciones locales de Virú
y aquellas de otros valles (Rowe, 1959: 5-6). Sin embargo, pronto el rumbo se
modificó: los investigadores del proyecto Virú fueron invitados a participar en
la Mesa Redonda de Chiclín (1946) organizada por Rafael Larco. Este ingeniero
agrícola con abrumadora experiencia en arqueología costera presentó su sistema
de etapas de evolución de la cultura (basado en el valle de Chicama) que impactó
a los participantes norteamericanos, especialmente a Duncan Strong. Como
resultado, los arqueólogos norteamericanos adoptaron la terminología de Larco
para el Virú. Lo más grave fue que estos autores proyectaron luego la secuencia
evolutiva de un valle a todos los Andes, lo cual se materializó en el libro Andean
Culture History.
Por todo ello, Rowe dedicó dos reseñas y un comentario a ese manual.
Combinaba así sus dos intereses principales de entonces, la periodificación del
pasado precolonial y las formas de clasifica alfarera. Cuestionó la proyección de
la secuencia del Virú más allá de ese valle, demostrando que no correspondía a
los datos; y el concepto de co-tradición, ya que carecía de sentido explicativo, y
solo servía para justificar una homogeneización artificial del mundo andino. En
suma, como ya indicamos, Rowe no atacaba el libro, ni el proyecto Virú sino el
intento de imponer el esquema «torta helada» en los Andes (Ramón, 2010: 115).
Como una de las posibles soluciones sugería el uso de secuencias de referencia
según regiones, por ejemplo una para la costa norte, otra para la sierra sur. Las
7En perspectiva, esto formó parte de su interés general por sistematizar la información arqueológica,
242 etnográfica, lingüística e incluso organizar las bibliotecas antropológicas (1947d; 1949b; 1951d;
1954c; 1955i; 1959c; 1963c; 1965a; 1966c).
La Escuela de Berkeley y los Andes precoloniales: génesis del método (1944-1965)
8En 1968 Proulx, alumno de Rowe, publicó un refinado estudio sobre Nazca en la misma dirección, 243
basado en su tesis doctoral.
Gabriel Ramón Joffré
9 Un tercer producto mayor sería el conjunto de tesis doctorales de los estudiantes de Rowe,
especialmente las de Menzel, Lanning, Patterson y Proulx, todas publicadas salvo la de Lanning.
He podido ver uno de los tantos ejercicios de la época: en 1993 Thomas Patterson me envió uno
244 de sus trabajos para el seminario de Rowe sobre la cerámica de Cerro Trinidad (Chancay, Lima),
donde discutía la propuesta de Uhle.
La Escuela de Berkeley y los Andes precoloniales: génesis del método (1944-1965)
nuevas, e.g. horizonte. Los criterios empleados debían ser explícitos, claros y
documentados. Sobre los dos primeros puntos, criticando una obra de Kubler,
Rowe indicaba que este autor «tenía en mente criterios específicos para [definir]
‘edad sistemática’ que pudo comunicar a sus estudiantes. Lamentablemente,
no son presentados en este libro» (Rowe, 1963f: 705). Sobre el tercer punto
(documentación), agregaba: «Basado en la gran información acumulada
[Tello] propuso algunas grandilocuentes teorías de interpretación, pero nunca
publicó un simple reporte que hiciera accesible a otros interesados en el tema,
las observaciones en las que sustentaba sus conclusiones» (Rowe, 1957c:
392)10.
b. comparatividad y pluralismo: «No me parece necesario que todo el mundo
utilice los mismos términos, ni que todo el mundo piense en la misma forma,
pero sí, es muy necesario que nos entendamos» (Rowe, 1959: 1).
c. variabilidad intra-andina: «... se ve cada día más claro [que] el desarrollo de
las culturas en el Perú antiguo, no es una cosa sencilla de etapas uniformes
que se encuentran en todas partes, sino que en cada zona hay una historia
distinta» (Rowe, 1959: 6, énfasis agregado). Por tanto, Rowe estaba en las
antípodas de las «épocas» de Tello y la «co-tradición» de Bennett.
d. el estilo carece de leyes de desarrollo: no hay orden preconcebido en las secuencias
(punto clave para evitar narrativas teleológicas): «El argumento de todos ellos
[secuencias de Uhle, Gayton, Kroeber y Yacovleff ] carece de valor científico,
porque no existe ninguna ley ni lógica del arte que establece el sentido de su
desarrollo» (1960h: 29) o «... no existe ninguna ley del arte que determine
el sentido de su desarrollo, ni del realismo al convencionalismo, ni del
convencionalismo al realismo» (1960h: 37). Por tanto, toda secuencia debe
partir de extremos conocidos.
e. distinguir tiempo y estilo: El análisis estilístico debe comenzar dándonos un
orden cronológico, y posteriormente pasaremos al análisis cultural. Este punto
es crucial, ya que diversos autores han acusado apresuradamente a Rowe y
sus discípulos de centrarse en las cronologías (e.g. Lumbreras, 1969:149). La
secuencia es un requisito de la narración coherente: «Los procesos culturales
deben ser una meta para nuestras investigaciones, no algo que asumimos al
momento de tratar de poner estilos alfareros en orden cronológico» (Rowe,
1960d: 627).
10Un buen modelo de la aplicación de las recomendaciones terminológicas de Rowe, en el manual 245
de Lanning (1967: 19-38).
Gabriel Ramón Joffré
f. rasgos antes que tipos: para obtener mayor resolución cronológica en las
secuencias alfareras es preciso usar rasgos no tipos como unidades de
clasificación en la alfarería. Los tipos suelen cambiar muy lentamente, mientras
que podemos identificar rasgos que se modifican más rápidamente, es decir
son diagnósticos. El arqueólogo debe atender a constelaciones de rasgos y
sistematizarlas (Rowe, 1959c: 319-22) 11.
Esta serie de reglas se articuló alrededor de un concepto mayor, la secuencia
maestra. Ella resume el modo de aproximarse al pasado presentado en las obras
citadas (la secuencia de Paracas y los textos teóricos). Con ellas se cerraba un
ciclo, y se iniciaba otro en la arqueología andina (ver las reseñas de Lathrap, 1966
y Shepard, 1966). Posteriormente aparecerían un par de obras complementarias
de los miembros de esta escuela, incluyendo dos textos de referencia, el manual
universitario compilado por Rowe & Menzel, y Peru before the Incas de Lanning,
ambos en 196712.
La mejor manera de calibrar el avance que significó esta etapa inicial de la
escuela de Berkeley es pensarlo en relación a productos de uso actual. Como
por ejemplo, el «periodo formativo» (sensu Kaulicke, 1994), una ilustrativa
incongruencia teórica (ver Ramón, 2005: 22-23; Silverman, 1997: 104).
Primero, técnicamente el formativo no es un periodo sino un estadío (regla
a, Rowe, 1962g). Segundo, si asumimos la variabilidad interna en los Andes
(regla c) no se deberían asignar fechas fijas a los estadíos ya que podría variar
según las regiones. Tercero, habría que tener un marco de cronologías relativas
muy completo, y luego compararlas (regla e), para solo después caracterizar los
diversos formativos andinos no necesariamente contemporáneos. Como bien ha
anotado Neves (2004: 122, 132-137) en el caso de la selva amazónica brasileña
(es decir, buena parte de Sudamérica) el término formativo carece de sentido
diagnóstico, ya que estaría caracterizando un lapso enorme: desde un milenio
antes de nuestra era hasta la invasión europea. Lo que me interesa destacar aquí
es que la incongruencia del «periodo formativo» no se determina a partir de
análisis recientes, sino simple y llanamente volviendo a las reglas de la escuela
de Berkeley. Ello demuestra su pertinencia actual. Como ya lo enfatizara Rowe
11 Esta lista podría expandirse, aquí me he remitido a los puntos básicos de la propuesta temprana
de Rowe. Sobre este tema ver también Menzel 1969.
12 La propuesta de Rowe rebasa la arqueología andina, ya que sugiere un modo de lidiar con la
246 cultura material en general enfatizando en la cronología relativa. Sobre este último punto ver
Ginzburg, 1982; Gräslund, 1976.
La Escuela de Berkeley y los Andes precoloniales: génesis del método (1944-1965)
(1962g: 12) este tipo de conceptos da una falaz seguridad que permite tener la
respuesta incluso antes de realizar el análisis: si un tipo de evidencia es calificada
de «formativa» solo por su estilo, técnicamente ya le estamos atribuyendo un
valor cultural/social, sin querer queriendo13.
5. La historia de la arqueología
Las observaciones precedentes no se limitan a la arqueología precolonial sino que
también fueron pensados en relación a la historia de la Arqueología, tema que
atraviesa toda la obra de Rowe.
Durante el periodo abordado Rowe produjo, al menos, una docena de textos
sobre el tema: artículos biográficos de arqueólogos (1947c; 1958c; 1960b; 1961a;
1961d; 1962a), reseñas a libros de historia de la disciplina (1954j; 1954l), historia
de la Antropología (1964a; 1965b), un cuadro sobre exploraciones arqueológicas
en el Perú (1959c) y el libro sobre Uhle (1954d). Para nuestro arqueólogo no
se trataba de campos separados (arqueología/historia de la arqueología) sino de
un mismo tema: incluso sus artículos más teóricos están directamente vinculados
a la historiografía de la disciplina. Rowe siempre ponía sus hallazgos teóricos
en perspectiva, y paralelamente buscaba rescatar autores que pese a su enorme
contribución habían sido ignorados, como Worsaae (1962h). Incluso su texto
teórico más renombrado (1962g) está organizado en este sentido: recorrer los
aportes previos sobre periodificación, sistematizarlos y presentar su propuesta,
que a su vez modifica nuestra lectura de todas las anteriores. La historia de la
Arqueología era un requisito analítico.
No hemos tenido acceso al probable texto programático temprano sobre historia
de la disciplina (la conferencia ‘Problems in the history of archaeology’, 1954e)
pero conviene comentar un persuasivo ejemplo más tardío: la reseña de Rowe
(1975d) al libro sobre historia de la arqueología americana de Willey & Sabloff,
1974. Fiel a su método analítico Rowe se centra en la estructura narrativa de la
13Para entender a cabalidad el problema del «periodo formativo» basta compararlo con un par de
conceptos: medioevo y feudalismo. El primero es un periodo (es decir, una unidad temporal). El
segundo, un estadío, o un modo de producción si se quiere. ¿Son equivalentes? No. Puede haber
cierta coincidencia cronológica entre ambos para ciertas zonas europeas, pero los rasgos feudales no
son exclusivos del medioevo. Y no todas las sociedades ubicadas dentro de los límites cronológicos
medioevales fueron feudales (ver la iluminadora discusión de Barceló, 1988). Al convertir el
formativo en periodo justamente se anula la posibilidad de distinguir entre estilo y tiempo, punto 247
básico no solo de la escuela de Berkeley (regla e), sino de la Arqueología en general.
Gabriel Ramón Joffré
Conclusiones
En su relectura del concepto de paradigma, Agamben (2009: 11) recuerda sus
248 dos acepciones. Primero, como «matriz disciplinaria» es decir el conjunto de
técnicas, modelos y valores a los cuales un grupo se adhiere. Segundo, un elemento
La Escuela de Berkeley y los Andes precoloniales: génesis del método (1944-1965)
particular de ese conjunto que sirve de ejemplo común y permite formular una
tradición de investigación. Si el conjunto de escritos de la escuela de Berkeley calza
con la primera acepción, para la segunda el candidato perfecto es la secuencia
maestra. Este concepto sintetiza una visión del pasado comparativa, interactiva,
relacional y posteleológica (o a-teleológica).
A pesar de su relativo éxito (p.e. en los cuadros de los museos) la recepción de los
escritos de la escuela de Berkeley en los Andes ha tropezado con, al menos, un par de
obstáculos. Primero, debemos recordar que las propuestas teleológicas para narrar
la historia siguen siendo exitosas gracias a su fácil endose populista. En los Andes
este importante factor meta-académico explica buena parte del éxito de autores
como Tello. La lectura del pasado de la escuela de Berkeley mina los nacionalismos
fáciles. Segundo, hay ciertas limitaciones en la presentación y transmisión de los
resultados, ya observadas por Lathrap (1966) en sus críticas a The Paracas Pottery of
Ica. Por un lado, indicó que los autores de este libro asumieron erróneamente que
sus lectores estaban familiarizados con los aportes teóricos de Rowe, presentados
en sus artículos previos. Por otro lado, Lathrap observó que para leer la obra en
cuestión era preciso tener un armario de artículos y libros sobre arqueología andina
al lado, ya que se hacían múltiples referencias a imágenes no incluidas en ella o
rápidas alusiones a publicaciones poco accesibles. Las críticas de Lathrap resumían
dos puntos que aún afectan la recepción de la mencionada escuela en los Andes14.
Como han enfatizado quienes profundizaron en su obra, Rowe minaba las
distinciones entre arqueología e historia, leyendo la cultura material como si se
tratase de documentos (Fung, 1965; Hammel, 1969; Menzel, 1969). Y a ello
podemos agregar el procedimiento complementario: buscaba en el testimonio
escrito indicios del mundo material. Para moverse en ambas direcciones además
era preciso conocer los antecedentes de la disciplina por lo cual era imprescindible
ubicarse historiográficamente. Esta interdisciplinariedad constitutiva no solo
le permitió adelantarse a su tiempo, sino generar un modo radicalmente nuevo
de aproximarse al pasado precolonial. Como he tratado de mostrar, esta lectura
también impactó nuestra aproximación a la historia de la Arqueología.
14A esto podría agregarse el factor traducción: con excepción del libro de Menzel sobre el Horizonte
Medio (que es en realidad un artículo) y la reciente compilación de escritos cuzqueños de Rowe,
no hay obras de esta escuela en castellano. La traducción de los artículos teóricos de Rowe se limitó 249
al mimeógrafo sanmarquino.
Gabriel Ramón Joffré
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250 15Para evitar extender está bibliografía innecesariamente remito al lector al listado oficial de las
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La Escuela de Berkeley y los Andes precoloniales: génesis del método (1944-1965)
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252
El rol del procesualismo en la arqueología peruana en la segunda mitad del siglo XX
Introducción
Para quienes pasaron por las décadas de los años 1960 y 1970 pensando y
trabajando en la Arqueología, es fácil reconocer que este fenómeno llamado
Arqueología Procesual estuvo presente no solo en el mundo anglófono,
sino en la mayor parte del mundo, y sin duda, con influencias significativas
en el Perú. Por otro lado, se debe comprender también que la arqueología
procesual no fue una escuela de pensamiento fácilmente identificable con una
sola teoría coherente y una sola metodología asociada. Consistía en una gran
diversidad de perspectivas teóricas y tendencias metodológicas y, más aún,
de diversas actitudes académicas tomadas por sus muchos adherentes. Quien
pretendiera abarcar todos estos aspectos del procesualismo en un trabajo corto
se estaría engañando y, sin duda, ofendería quizás a la mayoría de lectores por
las omisiones o por caracterizaciones cuestionables. El enfocarse solo en el
marco de la arqueología peruana ayuda mucho a evitar este problema dado
que, como presentaré aquí, el Perú no fue el ambiente más propicio para
la entrada de la arqueología procesual, y así, no todas sus tendencias están
bien representadas en los proyectos arqueológicos, personalidades y trabajos 253
escritos. A la vez, propongo que el efecto de la arqueología procesual, si bien
John W. Rick
diferencia clara; es así una definición inadecuada para el fenómeno. Por otro
lado, New Archaeology sugiere a la novedad como su rasgo sobresaliente, a
pesar de haber nuevas escuelas de pensamiento y quizás movimientos nuevos
cronológicamente. Así, New Archaeology es un arcaísmo.
Mi propósito es incorporar aspectos de teoría, metodología y actitud académica
en el análisis presentado aquí. La acogida que tuvo la New Archaeology tenía
mucho que ver con el contexto político de su nacimiento, así como las
diversas formas de metodologías, en términos de estrategias de investigación,
procedimientos científicos, desarrollo o adopción de métodos específicos
de analizar los datos y materiales arqueológicos, y de énfasis en el análisis
cuantitativo. Estos nuevos enfoques metodológicos tuvieron un impacto tan
fuerte como el de la teoría misma. De esta forma, usaré el acrónimo P-NA
para el complejo que sirve como acrónimo para el «Procesualismo y la New
Archaeology»2.
2 La abreviación «PN-A» tiene la forma plural «PN-As», en referencia a los adherentes a este
movimiento. Pronunciado en español, el plural suena peligrosamente cercano a la expresión en
256 inglés pain-in-the-ass, pero no necesariamente es el propósito del autor asociar tal expresión con
miembros del movimiento.
El rol del procesualismo en la arqueología peruana en la segunda mitad del siglo XX
dispuestos a tomar las armas con él. En las décadas de los años 1960 y 1970,
el acercamiento a la ciencia fue un acto radical en la Arqueología, buscando
un sentido de verdad absoluta y comprobable que rechazaba al sentido y a la
realidad de una arqueología antigua, basada en percepciones y métodos no
explícitos. La nueva ola sintió que, en la arqueología tradicional, la reputación
y perfil del arqueólogo era tan importante como la lógica y coherencia de
sus conclusiones. Sin embargo, es obvio que recurrir a la ciencia como la
máxima autoridad implica que la ciencia en sí es uniforme y monolítica en
su configuración, lo que claramente no es cierto. Quizá no sea muy necesario
recordar que en los Estados Unidos, el tiempo en el que se desarrolló el P-NA
estuvo marcado por conflictos sociales antes desconocidos, por lo menos en
el último siglo, y que para los P-NAs las líneas de lucha con la arqueología
tradicional fueron tan reales y personales como un conflicto bélico. Existió
un sentido de alianza con el movimiento ambientalista y hasta una idea de
compartir simpatías con tendencias anti-establecimiento, o sea en contra de
una real o imaginaria colaboración entre la industria, los militares, y quizá el
gobierno. Una versión de materialismo, a veces casi explícitamente marxista,
existía dentro del P-NA, dando un sentido izquierdista a la New Archaeology,
por lo menos en los Estados Unidos. En total, había un sentido de militancia,
de identificación fuerte y personal con el movimiento en forma muy novedosa
para un área de estudios como la arqueología, que caracterizaba fuertemente
a los P-NAs.
En términos teóricos, el P-NA es más coherente en su perspectiva sobre lo que
es cultura en comparación con otros aspectos. La arqueología tradicional o
histórico-cultural vio a la cultura como una serie de rasgos «pasivos» resultados
de ideas, mayormente tradicionales o hereditarias, las que fueron compartidas
por un grupo de gente. En esta perspectiva, la variabilidad es vista como la
desviación de un promedio central, incluso «correcto», lo cual es un artefacto
histórico (porque viene como descendencia de sus antepasados) sin muchas
implicaciones funcionales. En cambio los seguidores del P-NA usaron una
definición de cultura funcional de referencia evolucionista, implicando
que la cultura era el medio extra somático de adaptación humana. Así, más
que un artefacto histórico, de tradiciones y descendencia, la cultura es vista
como una cosa activa, calculada o derivada para ser efectiva frente a desafíos
medioambientales, naturales o sociales, con implicancias obvias en relación a
la supervivencia. Entonces se puede percibir una separación de puntos de vista
históricos y le da un sentido de universalismo; lo que es una buena adaptación 257
en un contexto debe servir en otro ambiente parecido, sin importar en qué
John W. Rick
en el cual podría ser más aceptable nuevos puntos de vista con algo en
común. Compartieron perspectivas generales con énfasis en la explicación de
fenómenos culturales a gran escala, y una sistematización de pensamiento y
análisis que buscaba, a su vez, la confiabilidad ofrecida por la ciencia en sus
diferentes formas.
Conclusión
La introducción explícita del P-NA en los Andes centrales ha sido sentida de
manera muy diferente según el aspecto contemplado, pero en general, muy
pocos proyectos reflejan un amplio rango de las características propias de esta
«escuela». Lo más importante es claramente una atención al medio ambiente
y una perspectiva con atención a la adaptación a las abundancias, escaseces
y características de las zonas andinas. Incluso la idea de verticalidad refleja
esta perspectiva, sin embargo, es muy interesante que el funcionalismo de
varios tipos haya sido de mucha menor importancia. Aún más raros son los
trabajos que siguen los planteamientos de la teoría de sistemas, o que buscan
«leyes culturales»; así los aspectos universalistas del P-NA están presentes de
manera irregular en el Perú. Sin embargo, en términos del análisis de procesos
de gran implicancia, no se puede negar una apertura a consideraciones que
270 incluyen teorías importadas de fuera de la zona, y cierta integración a análisis
El rol del procesualismo en la arqueología peruana en la segunda mitad del siglo XX
Agradecimientos
Estoy muy agradecido a los organizadores del evento original por mi inclusión, y
especialmente por la paciencia mostrada en la preparación del documento. El texto
se ha beneficiado mucho de las atenciones editoriales e ideas prestadas por Rosa
272 M. Rick y Augusto Bazán, y la ilustración genial de Miguel Ortiz. Aprendí mis
primeras lecciones del P-NA de John M. Fritz, a quien puedo culpar por mi interés
El rol del procesualismo en la arqueología peruana en la segunda mitad del siglo XX
a largo plazo en este movimiento. Kent V. Flannery fue mi influencia más fuerte
en mi formación profesional; creo que con él la revolución maduró notablemente,
permitiendo su continuada existencia en varias formas.
Referencias citadas
274 OSBORN, A., 1977 – Strandloopers, mermaids, and other fairy tales:
ecological determinants of marine resources utilization. In: For Theory
El rol del procesualismo en la arqueología peruana en la segunda mitad del siglo XX
1Este texto está basado en la conferencia dictada en la Cátedra Tello y que apareció publicada en
2010. La versión aquí presentada fue revisada en marzo de 2012 por el autor conjuntamente con 277
Henry Tantaleán.
Luis Guillermo Lumbreras
cosas como estas: Primero las culturas del Precerámico, luego de Chavín,
Nasca, hasta los incas, pero el día que llegó Pizarro y sus huestes, se acabaron
las culturas. ¿Qué pasó con ellas? ¿Desaparecieron de pronto las culturas?
¿Ya no hay más cultura en Ayacucho o en Cusco? Ni siquiera hablamos de
una cultura, digámosle, colonial. Como que desapareció la categoría analítica
cultura y desde la llegada de Pizarro comenzamos a hablar de las guerras entre
los españoles, que fue una cosa concreta. Comenzamos a hablar dentro de
nuestra propia historia cómo se fue levantando la ciudad de Lima, Huamanga,
etc. Comenzaron a crearse una serie de obras públicas concretas en todo el
Perú. Se acabaron las culturas. ¿Acaso se acabó esa historia antigua de indios,
individuos abstractos de los cuales teóricamente nos sentimos orgullosos? Yo
no sé si nos sentimos orgullosos, si de pronto tenemos vergüenza de esto.
De niño, a mí me enseñaron a tener vergüenza del color de mi piel, de la
forma de mi cabello, del color de mis ojos, teníamos vergüenza de hablar
el quechua. Más bien nos sentíamos orgullosos de hablar bien el castellano.
Es más, lo perfeccionábamos; con ello íbamos adquiriendo una conciencia
más afín a España, a Europa, que a nosotros mismos. Por eso a España se
le llama la «madre patria». ¿Y estos indios? ¿Y esta larga historia que se ha
ido recuperando con el tiempo en donde descubrimos culturas cada vez más
viejas, cada vez más ricas? Lo más importante es que descubrimos pueblos, y
no culturas, que fueron capaces de darle la vuelta a este país. Este país que es
difícil, con montañas, desiertos y quebradas profundas, donde la gente tuvo
que habituarse a vivir sobre los 4 mil m de altura. Pero somos personas que
nos adaptamos a esas condiciones, que nos adaptamos al desierto, a la altura,
a la puna. Intervenimos sobre los desiertos y los convertimos en jardines,
intervenimos sobre las montañas y allí creamos obras que permitieron
aumentar la producción de plantas de altura y de animales. Nosotros
transformamos y convertimos las rocas en escultura hermosas; y la tierra
en objetos de arte que hoy todos admiramos. Nos admiran en el mundo
porque esos indios, a los que nos enseñaron a despreciar, transformaron este
territorio, lo habilitaron para ser habitado. Esas gentes que cuando nos dicen
que somos sus descendientes sentimos vergüenza, que solo las conocemos
como culturas y no como gentes.
Los españoles cuando llegaron recibieron un país hecho. A mí me da mucha
cólera cuando escucho que el Perú es un país joven, que es un país en
278 transición, que lo estamos construyendo. Es una vergüenza que pensemos de
esa manera. ¿Qué de nuevo tiene un pueblo que desde hace 10 mil años fue
La arqueología marxista en el Perú. Reflexones sobre una teoría social
2Estos estudios también se complementaron con conversaciones con Emilio Choy, Alberto Chen, 283
Víctor Carrera y Héctor Béjar, entre otros,
Luis Guillermo Lumbreras
cerámica con la infinidad de datos que me daban sobre la sociedad, más que
sobre la cultura. Comencé a ver que un vaso tenía un papel importante para
la gente que lo elaboraba, se hacía para algo. Esa función estaba asociada con
el tipo de relaciones sociales que establezco con el grupo.
Estaba rodeado de amigos antropólogos porque mi título es de arqueólogo
y etnólogo, mis maestros eran antropólogos. Pero me di cuenta que hacía
una doble vida. Mi vida profesional y publicaciones eran de arqueología con
base cultural; mi otro campo era la preocupación por construir un proyecto
revolucionario que permitiese transformar las estructuras sociales en formas
donde el socialismo sea la pauta de existencia. Encontré que las dos cosas no
eran compatibles. Tuve que decidir por una, y eso no fue difícil. Encontré
mucha gente que pensaba igual que yo, uno de ellos era el australiano Gordon
Childe, el otro era Carlos Marx. Con estos personajes descubrí que lo que me
parecía obvio ya lo habían ellos sistematizado.
Todo esto me llevó a plantear una tesis para la Arqueología: la Arqueología
debe situarse en un espacio de la realidad en donde trate con individuos,
con grupos sociales, y el concepto cultura que sirva solo para referirse al
comportamiento y las costumbres.
En 1972 me invitaron a dar un curso de Arqueología a sociólogos en la
Universidad de Concepción en Chile, lo que a mí me pareció terrible
porque por el lado político yo estaba en contra de la sociología positivista
y la antropología tradicional. Mi maestro, el antropólogo John Murra era
un enemigo acérrimo de los sociólogos, pero aún así tenía muchos amigos
sociólogos como Aníbal Quijano o Julio Cotler. Fui a dar el curso a Chile
y me inventé un tema: «La arqueología como ciencia social». Le robé el
título y la idea, como siempre hacemos los investigadores, al arqueólogo
australiano Gordon Childe. Hice algunas notas para la clase porque no me
atrevía a publicar estas ideas puesto que en ese momento estaba en la lucha
por hacer la revolución y no quería que se enteraran que andaba usando
estas ideas de Marx, Lenin o Mao. Estas clases que di en Chile las tomaron
y publicaron en mimeógrafo en la Universidad de Concepción. Se divulgó
y llegó hasta la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde los
estudiantes lo reimprimieron, lo mismo que en Cajamarca, en Huamanga,
etc. El tema ya no era tan clandestino, más bien todos comenzaron a tocar
el tema. En 1974, todos estos escritos se publicaron como libro (Lumbreras,
1974). Pensé que nadie iba a leerlo, ni mis amigos, porque uno escribe libros
284
para que generalmente los lean los amigos. Pero el libro fue un éxito, recibí
La arqueología marxista en el Perú. Reflexones sobre una teoría social
286 3 Una colección que fue titulada Formas Históricas del Perú publicada por el IFEA y Lluvia editores.
La arqueología marxista en el Perú. Reflexones sobre una teoría social
Referencias citadas
288
Una aproximación posprocesual en la arqueología del Perú: Garth Bawden y el fenómeno Mochica
Introducción
A diferencia de la arqueología procesual, que se puede definir como una
corriente de pensamiento con un marco teórico y programa medianamente
definidos, lo que suele llamarse arqueología posprocesual no involucra un solo
programa o propuesta, sino que corresponde más bien a un conglomerado
de pensamientos y reflexiones críticas relacionadas con las limitaciones que se
percibían en la propuesta procesual (Kohl, 1993; Preucel, 1991).
Las críticas posprocesuales involucraban diferentes aspectos de la llamada
«Nueva Arqueología». En términos epistemológicos, se cuestionaba la
convicción de un acercamiento objetivo al registro arqueológico, libre
de agendas políticas o de trasfondos del momento histórico que vivían
los investigadores (Shanks & Tilley, 1987). Otra crítica se centraba en la
influencia de la perspectiva antropológica en la arqueología en la academia
norteamericana, así como el llamado «cientificismo» que la arqueología
procesual le daba a sus aproximaciones. A juicio de diferentes autores, la
combinación de ambas perspectivas orientaba a la disciplina en búsqueda
de la definición de procesos y la formulación de leyes de valor nomotético, 289
Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
3. La propuesta de Bawden
Si podemos resumir en una oración la propuesta de Garth Bawden, esta
podría ser, parafraseando al autor: «La Cultura Mochica es la manifestación
simbólica de una ideología política» y, en tal sentido, «La existencia de
la Cultura Mochica nos habla de un fenómeno histórico; a saber, de la
constitución, mantenimiento y eventual ocaso de una ideología de larga
duración» (Bawden, 1994: 390, 410-412).
Para llegar a esta definición, Bawden parte de una crítica a los enfoques
existentes, antes resumidos. En primer lugar, con relación al concepto 293
Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
5. A manera de conclusión
Si tenemos que resumir las implicancias de la propuesta de Bawden, habría
que poner en relieve dos aspectos fundamentales.
En primer lugar, es claro que el paradigma de cultura que ha gobernado la
arqueología del siglo XX y, de forma clara, en los Andes, asumía una correlación
entre cultura, identidad étnica, totalidad social y entidad política, en forma
sugerentemente semejante a cómo se han definido los Estados-Nación
modernos. Así, dicho en forma coloquial, «Un mochica tenía identidad
296 mochica, vivía como mochica y formaba parte del estado o reino mochica».
Una aproximación posprocesual en la arqueología del Perú: Garth Bawden y el fenómeno Mochica
Referencias citadas
BAWDEN, G., 1977 – Galindo and the nature of the Middle Horizon in the
Northern Coastal Peru; Cambridge: Harvard University, Department
of Anthropology. Tesis doctoral.
BAWDEN, G., 1989 –The Andean State as a state of mind. Journal of
Archaeological Research, 45 (3): 327-332.
BAWDEN, G., 1994 – La paradoja estructural: la cultura Moche como
ideología política. In: Moche: Propuestas y Perspectivas (S. Uceda & E.
Mujica, eds.): 389-412; Trujillo: Universidad Nacional de La Libertad.
BAWDEN, G., 1995 – The structural paradox. Moche culture as political
ideology. Latin American Antiquity, 6 (3):255-273.
BLANTON, R. E., 1998 – Beyond Centralization: Steps Toward a Theory
of Egalitarian Behavior in Archaic States. In: Archaic States (G.M.
Feinman & J. Marcus, eds.): 135-172; Santa Fe, New Mexico: School
of American Research. 297
Rafael Vega-Centeno Sara-Lafosse
299
La arqueología francesa en el Perú
Parte III
301
Danièle Lavallée
302
La arqueología francesa en el Perú
Danièle Lavallée
interés sobre las investigaciones científicas, y entre otras las arqueológicas, una
vez atenuados los traumatismos de la Guerra y sus consecutivos problemas
económicos.
En 1933, el general Louis Langlois —nuevamente un militar encargado
de una misión científica—, visitó y estudió el imponente sitio de Kuélap en
la región del Utcubamba (dpto. de Amazonas) (fig. 1). Estas ruinas habían
sido descubiertas desde 1843 por un morador local, cuya descripción no se
publicó antes de 1892 (Boletín de la Sociedad Geográfica de Lima). Luego
recibieron varias visitas, entre otras las de Tschudi, Raimondi, Middendorf,
y el francés Wiener y, finalmente, Adolfo Bandelier quien levantó un primer
plano. Todos señalaban varios conjuntos de ruinas pero Louis Langlois, el
primero, las estudió con precisión, levantó un detallado plano y revisó muchos
de los otros sitios señalados en los alrededores, a veces con condiciones algo
arriesgadas. No excavó, se limitó a examinar los restos arquitectónicos visibles,
y sus observaciones se publicaron en Lima en 1934 y 1939 (Langlois, 1939-
1940). De nuevo empieza un periodo de más de diez años durante el cual los
franceses van a «tener otras cosas en la cabeza».
Durante los años 1940, Francia estará ausente del ámbito científico peruano,
precisamente cuando empieza un decenio durante el cual se producen en la
arqueología peruana cambios teóricos importantes, mayormente inspirados
por los norteamericanos. Es el caso, en especial, del sistema elaborado por John
Rowe de clasificar los tiempos prehispánicos a base de Horizontes y Periodos,
y también el famoso Proyecto Virú (un proyecto ambicioso, holístico, que se
propone estudiar un valle costero en todos sus aspectos y toda su historia, con
la idea implícita que los resultados serán representativos de todos los valles).
En este momento, solo trabajan en el Perú arqueólogos norteamericanos.
Sin embargo, durante estos años oscuros se encuentra en el Perú el francés
Bertrand Flornoy, un joven «explorador» como él mismo se definió, quien
había organizado una expedición con dos compañeros y, en noviembre de
1941, localiza precisamente el origen del río Marañón (Niñococha, en la
cordillera de Huayhuash).Veremos más adelante cómo su expedición tendrá
consecuencias arqueológicas (figs. 2, 3).
(Reichlen & Reichlen, 1950: 219). Las fotos que tenemos de él lo muestran
a menudo montado, vestido y ensombrerado como un campesino. Entre los
objetos personales, recuerdos de sus expediciones en el Perú pero también
en la pampa Argentina o en Tierra del Fuego, hay ponchos, lazos, machetes
y estuches de carabina. De todo esto, tan evocador y dejado en el IFEA, su
esposa Paula me hizo en 1970 el suntuoso y conmovedor regalo.
Era también, aunque siempre a la moda del siglo XIX, un hombre de museo
y de gabinete, con una erudición sin falla, revolviendo los archivos del Museo
del Hombre para descubrir y publicar antiguos documentos y notas inéditas.
Fue mi padrino cuando integré el CNRS en 1963. Con mis compañeros de
estudio, lo llamábamos la «Enciclopedia con patas».
Debo volver atrás pues, durante la estadía de los Reichlen en el Perú, aconteció
algo de importancia, la creación del Instituto Francés de Estudios Andinos
(IFEA). En esta época, el etnólogo Jehan Vellard, el geógrafo Marc Pieyre,
ambos profesores en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y Henry
Reichlen, decidieron crear un centro de investigación sobre el mundo andino.
El IFEA se inauguró oficialmente el 14 de mayo de 1948, su primer director y
único investigador oficialmente nombrado fue Jehan Vellard. Por suerte estuvo
también presente Henry Reichlen, quien se instaló en el local del IFEA en el
Edificio Rímac (Paseo de la República) y llevó algo de vida a esa triste casona,
depositando periódicamente cajas y cajas de materiales de sus excavaciones.
Casi todas las investigaciones francesas en el Perú, especialmente arqueológicas,
se desarrollaron de aquí en adelante bajo los auspicios del IFEA y gozaron
de su acogida y ayuda logística, ambas siempre generosas. Tenemos aquí
un gabinete de trabajo, un vehículo para alquilar y, más importante aún, la
posibilidad de publicar nuestros trabajos. El IFEA constituye también un
incomparable centro de documentación.
Seguimos con la historia. En 1954 llega al Perú Frédéric Engel, nacido en
Suiza de una familia francesa. No era arqueólogo, había seguido estudios
de derecho, economía y algo de antropología. Su instalación en Lima no se
debió en nada a motivos científicos pero rápidamente, muy interesado por la
arqueología y gozando de apreciables recursos financieros, empezó a recorrer
la costa. En la primera de sus publicaciones (Engel, 1955), Engel hace una
descripción de los conchales existentes en la costa entre Ancón y el río Ica.
Determina que estos conchales representan un tipo de instalación basada
310 principalmente en la alimentación marina, la cual es complementada
por un aporte agrícola (Velarde, 2002-2003: 95).
La arqueología francesa en el Perú
tecnológico pretendió reconocer,
al nivel de las asociaciones de
edificios, constantes formales
que testimoniasen principios de
planificación constructiva (figs.
9, 10). Su tesis fue publicada en
Francia (Bouchard, 1983) pues
lo que buscaba Jean-François era
hacer conocer dicha arquitectura
allá. Por esta razón quedó ignorada
en el Perú.
Otro «joven», Jean Guffroy tuvo
también que dictar cursos en la
Alianza pero, muy astuto, consi-
guió transformarlos en cursos de
¡cocina francesa! Él también pre-
paró una tesis, sobre los Petroglifos
de Checta, en el valle del Chillón
(fig. 11). Apoyándose en los estu-
dios etnohistóricos de la Dra. María
Rostworowski, demostró que este
conjunto de más de 400 rocas gra-
badas se relacionaba con áreas de
cultivo y trayectos de intercambio
Figura 11 – Petroglifos de Checta, valle del Chillón y distribución de la coca, durante
Fotos: J. Guffroy (1999, carátula) el Intermedio Tardío. Sus resulta-
dos fueron publicados en Lima en
1977 (Guffroy, 1977; 1999; 2009).
Vuelvo ahora a mi propio trabajo en la sierra de Huancavelica. En 1970, inicié
con la Dra. Michèle Julien un proyecto de investigación sobre las ocupaciones
tardías. Eso por sugerencia de nuestro colega etnólogo Henri Favre, quien
deseaba que vayamos a averiguar en el terreno la existencia de los ayllus
prehispánicos enumerados en un documento español con fecha de 1647, que
él mismo había estudiado. Dichos ayllus hubieran constituido el curacazgo de
los asto. En agosto, llegamos a Huancayo donde nos recibió de manera muy
simpática el Dr. Ramiro Matos Mendieta, y pronto salimos, primero por el
pequeño ferrocarril de vía estrecha, hasta Tellería, en seguida a Moya, y luego 317
Danièle Lavallée
a pie por los senderos pedregosos de la Cordillera, con dos mochilas, dos
pequeños baúles, dos carpas, y algunos burros. Un campesino de Moya nos
acompañó pero no se quedó más que 3 días con nosotras. Seguimos solas, de
sitio en sitio, de cima en cima pues los sitios ocupaban siempre la cumbre de
los cerros (fig. 12). No entro
en el detalle de nuestras
peregrinaciones a pie, a
lomo de acémilas o caballos,
en esta parte de los Andes
de relieve escarpado donde,
durante tres meses logramos
localizar 27 sitios de los
que levantamos el plano
y estudiamos la inserción
en el medio ambiente, la
repartición en el espacio
y la disposición interna,
analizando las viviendas, el
Figura 13 – Conjunto de habitaciones del pueblo asto de Kuniare
318 equipo técnico, etc. (figs. (4100 m, siglo 12)
13, 14, 15) El año siguiente Foto: D. Lavallée
La arqueología francesa en el Perú
Figura 14 – Una mañana algo fría debajo de la Figura 15 – Piso de una habitación en el pueblo asto
nieve, en el sitio asto de Laiwe (3 900 m) en 1970 de Chuntamarca (4 000 m, siglo 12)
Foto: D. Lavallée Foto: D. Lavallée
rentes ambientes del abrigo a través del tiempo. En términos generales, he-
mos concluido que se trataba de ocupaciones estacionales ocurridas durante
los meses de invierno, y que paulatinamente se había desarrollado una caza
especializada, la cual se convirtió, según las observaciones de la Dra. Jane
Wheeler, en una verdadera domesticación de camélidos alrededor de los 5000
años a. P.
En cuanto a los análisis del material cultural, especialmente lítico, el empleo
del método de las cadenas operativas nos permitió una reconstrucción vasta
de las actividades de los ocupantes del abrigo, es decir los patrones de la vida
cotidiana, el uso del espacio vital, el desarrollo de la tecnología en sus diversas
formas y la evolución de estos a través del tiempo.
Los utensilios fueron también analizados mediante análisis de las micro-
huellas de uso (o traceología), lo que hizo posible la identificación de su
función y utilización.
Concluiré con palabras del Dr. Bonavia, quien escribe (2005-2006: 161-162):
(…) utilizando la técnica del decapage de la escuela de Leroi-Gourhan,
el yacimiento fue examinado con una prolijidad poco común y con
resultados verdaderamente sorprendentes. Se logró no solo un análisis
de todos los restos de artefactos encontrados y de diferentes materiales,
sino que se llegó a deducir su función y la técnica de fabricación. Se
pudo hacer una reconstrucción del espacio, sabiendo con certeza en
cada época de ocupación del abrigo cómo vivía el hombre, qué tareas 321
realizó y dónde las llevó a cabo.
Danièle Lavallée
3. Epilogo provisional
Casi llegamos al final del siglo XX. En los últimos diez años, investigadores
franceses iniciaron varios programas de los cuales algunos no están terminados,
así que resulta difícil hacer un balance. Los proyectos terminados a veces
no están todavía publicados, con excepción de las excavaciones del Cerro
Ñañañique, cerca de Chulucanas en el alto valle del río Piura, conducidas por
Jean Guffroy entre 1987 y 1989, en el marco de un programa de cooperación
entre la Universidad Católica y la ORSTOM (hoy IRD) (fig. 23) (Guffroy
et al., 1989; Guffroy (dir.), 1994). Durante largo tiempo esta región había
sido considerada como una verdadera frontera sociocultural, separando dos 325
regiones de evolución contrastada, el Norte del Perú y el Sur de Ecuador.
Danièle Lavallée
Conclusión
Para concluir, habrán visto que varios de nosotros tuvimos trayectorias
disociadas, pasando de un terreno a otro, de una época a otra. Es el caso de
Claude Chauchat, que pasó de Paiján a Moche, de los cazadores-recolectores
a los Señores de Moche, de los análisis de industria lítica a los de las tumbas
sepultadas al pie de la Huaca de la Luna en la plataforma Uhle. Claude
trabaja ahora en el marco del «programa internacional Moche» dirigido por
el Dr. Santiago Uceda, desde 1999, razón por la cual no evoqué el detalle de
327
su trabajo.
Danièle Lavallée
Referencias citadas
331
Un siglo de investigación arqueológica alemana en el Perú: pionera e interdisciplinaria
Introducción
En el marco de las actividades y aportes de arqueólogos e investigadores
foráneos en el Perú, si bien es evidente que los estadounidenses han estado
y vienen estando aún mucho más presentes que cualquier otra nacionalidad,
los alemanes, incluso con presencia numérica relativamente baja, han dejado,
sin lugar a dudas, aportes excepcionales y sustanciales, literalmente cimientos
en algunas áreas clave de nuestra arqueología.
Presentamos aquí una breve síntesis de la actividad germana en el Perú,
básicamente centrada en el siglo XX. La relación de ellos es una especie de
bitácora de trabajo, para que el lector tenga una idea del aporte de ellos en
orden cronológico, por etapas, a modo historiográfico. Se consignan datos
biográficos muy breves y luego lo más importante de la obra de ellos, para luego
hacer un balance del aporte sensu lato. El objetivo de este trabajo es presentar
una síntesis apretada de la historia de estos aportes y de la trascendencia
de ellos en la arqueología peruana, por extensión en Altamerikanistik. En
general, se trata de aportes pioneros de gente, tal vez sin ser arqueólogos, que
333
de una u otra forma han estado ligados al mundo de la Arqueología, empero,
Elmo León
Además, en sus análisis hace uso de otras ciencias, tales como la Etnobotánica,
Zooarqueología, la Lingüística, la Etnohistoria, incluso Arqueoastronomía,
pero sobre todo la Etnología, procedente de la tradición de formación
universitaria germana. Uhle también se percata muy tempranamente de
la importancia del concepto de tumbas y concepto funerario en el Perú
prehispánico, confiriéndole un especial valor en el conjunto de los análisis
arqueológicos.
No cabe duda pues que después de un record de más de 280 publicaciones
científicas, el aporte académico de Uhle es trascendental. Su voracidad
científica le condujo a publicar sobre temas que van desde quipus (Uhle, 1897),
pasando por deformaciones craneanas (Uhle, 1901), hasta conchales (Uhle,
1906). Además, culturas como la mochica, por sus excavaciones en Huacas
de Moche (Uhle, 1913), cerámica Nasca (Uhle, 1914), y varios trabajos de
síntesis sobre la arqueología peruana (e.g. Uhle, 1939). No obstante, uno de
sus más principales aportes es el de haber hecho la colección de arqueología
andina que atrajo una pléyade de estudiantes de arqueología y antropología
que dedicaron sus investigaciones a la arqueología peruana. De esta manera
sirvieron para difundir nuestro patrimonio, nacional e internacionalmente.
Es pues un «punto de quiebre» en la historia de la arqueología andina.
ihrer Verzierung (Seler, 1923). Con esta obra Eduard Seler podría considerarse
como el auténtico «Padre de la arqueología iconográfica peruana».
Otra contribución de Seler, fue su trabajo de campo en el Perú, el cual es poco
difundido. En 1910 hace un reconocimiento de las ruinas de Tiahuanaco,
Cajamarquilla, Pachacamac, Chan Chan, haciendo algunas observaciones.
Además halla restos de una pintura mural en Huaca de la Luna (Seler, 1912).
permanece aún inédita (Kaulicke, 2000: 168) de modo que aquí hay un
campo por explorar.
Trujillo, por medio del cual deviene en docente y a la vez, desarrolla trabajos
de campo. En 1940 publica preliminarmente la excursión llevada a cabo
en Tantarica (Contumazá) y en 1942, explora la región noroccidental de
los departamentos de Cajamarca y La Libertad. En 1944 publica su Vistas
arqueológicas del Noroeste del Perú, un libro resultado de sus primeros trabajos
en esta región.
Sus trabajos de campo son luego ampliados por sus conocimientos
bibliográficos. Es así como publica en 1947 su Breve bibliografía del Perú
prehispánico, fuente importante de investigación para todo arqueólogo
andinista. Este trabajo es complementado por su Guia bibliográfica de los
principales sitios arqueológicos del Perú (1950), vale decir una serie de trabajos
compilados y en balance después de una década de investigación en Perú, lo que
además resulta evidente en su ensayo de manual de arqueología prehispánica
(1950), un esfuerzo impresionante de síntesis donde Horkheimer despliega
recursos etnográficos, geográficos y arqueológicos para caracterizar a las
principales culturas prehispánicas peruanas desde un punto de vista holístico.
Horkheimer en la década de 1950-1960 se dedica a explorar yacimientos en
otras partes del Perú como Huancayo (1951), valle de Utcubamba (1959) e
incluso cerámica Huari (1960a).
Posteriormente (Horkheimer, 1960b) publica La Alimentación en el
Antiguo Perú, obra pionera en esta índole donde hace gala de una serie de
aproximaciones al tema que incluyen no solo vestigios botánicos y zoológicos,
sino también referencias etnohistóricas y etnográficas.
Entre 1961-1962 conduce el proyecto de Chancay definiendo la secuencia
que hasta hoy rige en la zona, por lo cual se demuestra su vigencia en la
investigación moderna (Horkheimer, 1961; 1962), aun cuando no haya
podido publicar debido a que la muerte lo sorprendió (Bonavia, 2007).
Como premonición del final de su vida, nos entrega nuevamente un trabajo
de síntesis sobre sitios arqueológicos peruanos (1965a), incluso una síntesis
de la reciente descubierta Cultura Vicús (1965b).
La obra de este investigador, pues nos demuestra un cierto ritmo de trabajo,
en el cual se observa la acumulación de trabajo de campo, para luego redactar
síntesis, lo que se observa bastante disciplinado. La obra en que se puede ver su
formación Altamerikanistik es la sobre los recursos comestibles prehispánicos,
texto magistral donde se aprecia a Horkheimer como el gran conocedor de
342 fuentes que manejaba a cabalidad. La publicación de sus investigaciones de
Un siglo de investigación arqueológica alemana en el Perú: pionera e interdisciplinaria
(Disselhof, 1969). Tal como nos recuerda Kaulicke (2000: 169) en el trabajo
de Vicús, obtuvo la colaboración del joven Henning Bischof, a quien veremos
más adelante.
arqueología americana. Uno de sus profesores fue Gerdt Kutscher, de modo que
el tema de la iconografía debió de haber jugado un rol importante en el joven
Bischof. Si bien Bischof no ha publicado grandes cantidades de trabajos sobre el
Perú, sí lo ha hecho en el contexto de la arqueología sudamericana que incluye
a Colombia y Ecuador, de modo que merece una mención en nuestro recuento.
En 1958 asumió un contrato para ir al Perú a trabajar con Frédéric Engel y es de
este modo que realiza una serie de investigaciones en Paracas familiarizándose
con tumbas y cerámica de esta cultura. Luego se desplaza a El Palmar, en
Guayas, Ecuador, y tiempo después al norte de Colombia (Kaulicke, 2000:
168). Posteriormente excava en Nepeña, Tingo María (cueva de las Lechuzas),
e inclusive en el Amazonas.
En 1969 viajó a Guayaquil, motivado por su amigo Richard Zeller. De esta
forma excavó sitios de la cultura Guangala, documentando por primera vez
en forma detallada, la estratigrafía desde tiempos Valdivia hasta Machalilla.
Su incesante interés lo llevó luego a Colombia. Tal es así que al año siguiente,
hizo prospecciones en el Magdalena y en la sierra de Santa Marta.
En su carrera universitaria lo hallamos en 1962 en el instituto de Etnología de
la Universidad de Bonn, donde Hermann Trimborn era su profesor. Bischof
se doctoró en 1969, e inmediatamente en 1970 devino en parte del grupo de
investigación de arqueología ecuatoriana de la Universidad de Bonn, donde
frecuentemente clasificaba cerámica.
En 1973 fue director de la sección de antropología del museo de Mannheim,
donde le conocimos en 1996. Bischof se dedicaba por ese entonces no
solo a la investigación para publicaciones científicas, sino también a
coordinaciones para exposiciones, convenios, y una serie de actividades con
gran experiencia y pericia.
En el Perú se le reconoce por sus estudios sobre iconografía Chavín tanto en
cerámica como en esculturas (Bischof, 1984) y su trabajo con el sitio de Cerro
Sechín (Bischof, 1987). Se conoce también su respaldo a jóvenes generaciones
de arqueólogos que incursionan en el medio andino hasta la actualidad.
5. 2. Markus Reindel
Actualmente miembro del Deutsches Archaeologisches Institut, Reindel
llega al Perú en la década de 1980 y desarrolla un trabajo de investigación
sobre el tema de los adobes mochica, sus marcas y reconstrucción de fases
constructivas de las pirámides (Reindel, 1993).
No obstante, probablemente donde más ha aportado este arqueólogo es en
la arqueología de la costa sur, en la región de Palpa, Nazca, donde desde al
menos 15 años viene haciendo un trabajo interdisciplinario. Luego de una
serie de publicaciones en conjunción con Johny Isla, ha logrado editar un
libro New Technologies for Archaeology (Reindel & Wagner, 2008), donde ha
hecho una reconstrucción de la ocupación humana que incluye nuevos aportes
como calibración radiocarbónica, prospección digital, análisis genéticos,
ceramográficos, magnéticos, paleoclimáticos, desde el campo medio ambiental,
pasando por cronologías radiocarbónicas de alta precisión, vale decir un libro
que presenta varias técnicas aplicadas a la arqueología para una sola localidad,
lección que debemos aprender, pues antes de sintetizar es necesario hacer
estudios de yacimientos, un mal endémico de nuestra arqueología.
Consideraciones finales
Si deseáremos hacer un balance del aporte de los arqueólogos e investigadores
germanos que han trabajado en territorio andino, es posible plantear tres
fases separadas en torno a las actividades que ellos han desarrollado:
1. Desde fines del siglo XIX, los investigadores alemanes dieron un énfasis a
350 la documentación y publicación de los materiales arqueológicos peruanos,
Un siglo de investigación arqueológica alemana en el Perú: pionera e interdisciplinaria
Agradecimientos
El autor agradece a Duccio Bonavia (†), Manuel Francisco Merino, Rafael Valdez
por sus comentarios, datos y valiosa ayuda en la preparación de este trabajo. El
Ibero Amerikanisches Institut de Berlin ha tenido la gentileza de proporcionarme
las copias de siete fotografías para este texto. El convenio se dio gracias a Iken Paap,
Gregor Wolf, Gudrun Schumacher y Bernhard Kaczmarec, por lo que les agradezco.
Peter Kaulicke también ha colaborado con comentarios y una fotografía. Richard
Petersen me ha cedido gentilmente una foto de su padre, Georg Petersen. Valga
la oportunidad para agradecer a los organizadores de este evento, a la sazón, César
Astuhuamán y Henry Tantaleán.
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359
La expedición japonesa: la época dirigida por Seiichi Izumi
Yuji Seki
Introducción
La Expedición Científica de la Universidad de Tokyo a los Andes nació en
1958 como una de las primeras misiones de estudio al exterior en el Japón
formadas después de la Segunda Guerra Mundial y continúa su misión
durante más de cincuenta años hasta la fecha, aunque ha sufrido cambios de
denominación. En este capítulo se analizarán los objetivos y metodologías
de investigación en sus primeros tiempos, enfocando el estudio de Seiichi
Izumi, personaje principal en su génesis y relacionando la situación social del
Japón y del Perú en esa época. El giro de Izumi en la investigación se atribuye
a que tuvo la oportunidad de realizar un estudio sobre los inmigrantes
japoneses en Brasil y a que quedó atraído por las civilizaciones de los Andes
del Perú, país por el que pasó en su regreso al Japón. En esos tiempos, la
investigación arqueológica de los Andes se centraba principalmente en la
búsqueda del origen de esas civilizaciones e Izumi mismo, desde el inicio,
desarrolló el estudio general y excavaciones para aclarar esta cuestión. No se
puede ignorar la relación entre esta tendencia académica y el indigenismo en
el Perú. Izumi se sumergía en las excavaciones para comprobar la hipótesis 361
del origen de civilizaciones propuesta por Julio C. Tello. La excavación del
Yuji Seki
del Ministerio de Asuntos Exteriores del Japón, Izumi pisó la tierra peruana
entrando desde Brasil por aire y tierra vía Bolivia. En el Perú conoció a
Yoshitaro Amano (1898-1982) quien posteriormente acompañaría a la
expedición. Los dos se hicieron amigos y Amano llevó a Izumi a numerosas
ruinas enterradas en las dunas costeras. Izumi quedó impresionado no solo
por la naturaleza sino por el gran número de yacimientos que había (Izumi,
1971b: 15).
Kazuo Terada, que ayudaba a Izumi en esos tiempos y que dirigiría
posteriormente la Expedición de la Universidad de Tokyo en el segundo
período, en el epílogo de la colección de obras de Seiichi Izumi «Izumi Seiichi
Chosakushu», manifiesta que el nacimiento de la Expedición es el fruto del
estudio con ambiente libre que había disfrutado Izumi en un año desde
1956 en la Universidad de Harvard (Terada, 1971: 400). Es un elemento
no ignorable. Incluso ahora en muchas universidades estadounidenses la
Arqueología y la Antropología se encuentran en un mismo departamento, o
mejor dicho, la Arqueología forma parte de la Antropología. Cuando visitó
EE UU de regreso de Brasil en 1953, Izumi debería captar esa relevancia,
puesto que conoció varias universidades y museos en aquel país con Eiichiro
Ishida con quien se había reunido allí y profundizó sus conocimientos sobre la
enseñanza universitaria norteamericana en la antropología cultural (Comité
redactor de obras completas de Eiichiro Ishida, 1972: 559).
Lo que hay que fijar aquí es el giro o bien dicho, la ampliación de la orientación
científica de Izumi. Según Terada, fue la experiencia de Harvard la que «le
atrajo rápidamente hacia el área prehistórica como historia de la humanidad y
civilizaciones del Nuevo Mundo, saliendo del marco de la antropología social,
especialidad suya hasta entonces» (Terada, 1971: 400). Es cierto que, como
recuerda Izumi, en la Universidad de Harvard además de Clyde Kluckhohn
(1905-1960), autoridad de la teoría cultural, estaba Gordon Willey (1913-
2002), la máxima autoridad de la arqueología americana, celebrando
seminarios muy interesantes (Izumi, 1971d: 256-257). Cuando terminó el
estudio de 8 meses en Harvard y se dirigía a la Universidad de Chicago,
tres personajes tan relevantes como Clyde Kluckhohn, Gordon Willey y
John Otis Brew (1906-1988), director del Museo Peabody, preocupados por
el futuro de Izumi, le dieron algunas recomendaciones, lo que también le
empujaría a introducirse al mundo arqueológico. De hecho, en esa reunión
364 se decidió que el Museo de Peabody concedería parte de los libros repetidos
La expedición japonesa: la época dirigida por Seiichi Izumi
Participantes peruanos
Toribio Mejía Xesspe, Julio Espejo Núñez, Cirilo Huapaya Manco, Rosa
Fung Pineda, Luis Guillermo Lumbreras, Alberto Cheng Hurtado, Hernán
Amat, Manuel Chávez Ballón
Aparte de estos miembros, le acompañaron Yashuhiko Konno, periodista
enviado por el diario Yomiuri, y el escritor Fusao Hayashi.
La Expedición se financiaba con los fondos otorgados por el Ministerio de
Educación y donaciones de empresas como el diario Yomiuri, junto con cinco
todoterrenos donados por la empresa automovilística Toyota, y por supuesto,
el apoyo de Keizo Shibusawa. Izumi (1959b: 54) resume los objetivos de la
primera expedición de la siguiente forma:
(a) Realizar un estudio preparatorio y observación en un área extensa para la
investigación futura;
(b) Estudiar la relación entre los sitios arqueológicos y sus entornos naturales;
(c) Dedicar la atención también a las zonas marginales de los Andes Centrales;
(d) Hacer reconocimiento de mayor número de sitios arqueológicos en
menor tiempo; y
(e) Trabajar en colaboración con los investigadores locales.
Como se puede observar, el principal enfoque de la expedición era un
estudio general basado en la observación de yacimientos en una mayor
extensión, para lo cual sirvieron enormemente los todoterrenos entregados
por Toyota (fig. 2). Incluir como objetivo el estudio de relación entre los
sitios arqueológicos y sus entornos naturales coincidía con la composición de
la misión que contaba con muchos geógrafos, pero también tendría que ver
con la corriente académica que había conocido Izumi en la Universidad de
Harvard. En EE UU, de la arqueología convencional que daba importancia
a la descripción surgía la nueva arqueología, tendencia nueva que introducía
otras visiones como la ecología, la teoría de sistema de ingeniería, la estadística
matemática y la epistemología de la ciencia natural, por lo que no era nada
extraño en este sentido que Izumi intentara aplicar la visión ecológica. Es
más, el interés personal de Izumi por la relación entre la naturaleza y la
sociedad que tenía desde la época de Keijo contribuiría a la aceptación de esta
corriente. La visión ecológica, influida posteriormente por la investigación
que nacería en Occidente en la etnohistoria, se iría heredando entre otros
investigadores japoneses importantes en este campo como Yoshio Onuki, 369
líder de la Expedición del tercer período. De esto se hablará más tarde.
Yuji Seki
insuficiente trabajar con la visión micro, cuando los Andes era una área tan
extensa en la que todavía quedaba por descubrir gran número de yacimientos
arqueológicos. En cuanto al (3), este se justificaría porque Izumi habría
notado una mayor dependencia a esta metodología, ya que en esos momentos
acababa de introducirse la tipología de cerámica, metodología procedente
de Europa, en la arqueología americana y especialmente se aplicaba mucho
en la costa del norte, donde había concentración de excavaciones. Izumi
recomendaba dar más atención también a los materiales metálicos y textiles.
Esto suena irónico en la arqueología americana actual donde muchos estudios
dan menor importancia al análisis de la cerámica.
Referente al (1), es importante desarrollarlo con mayor detalle. Como ya se
ha visto, antes de que los japoneses comenzaran la investigación en el Perú, los
investigadores occidentales, especialmente los arqueólogos estadounidenses le
concedían gran importancia a la cerámica, especialmente en la costa del 371
norte peruano y habían definido la cronología limitando el área. Se trataba de
Yuji Seki
pared interior del edificio, denominándolo por tanto «Templo de las Manos
Cruzadas». Por primera vez en la historia de la arqueología americana se
confirmó así una arquitectura pública construida en el Período Precerámico
(Izumi & Sono, 1963; Izumi & Terada, 1972).
El edificio no es muy grande, con forma casi cuadrada con cada lado midiendo
9 m aproximadamente (fig. 4). Los muros y el piso tienen una capa superior
fina y en las paredes interiores se encuentran nichos grandes y pequeños. La
parte central del piso tiene un nivel inferior donde se ubica un fogón circular.
Por debajo del piso pasa una chimenea que parte de dicho fogón hasta llegar
al exterior. Justo debajo de dos nichos interiores, descubrieron sendos pares
de brazos humanos cruzados, modelos en barro. Uno tenía el brazo izquierdo
encima del derecho y el otro, viceversa.
que la Expedición tuviera un tema común que atravesara todas las disciplinas
participantes. Como señala Terada, no se juntaron todos los miembros en el
lugar de excavación como lo hacían antes, sino cada uno se movía por separado
(Terada, 1971: 409-410).
Durante la investigación arqueológica de 1966, se continuó por una
parte la excavación del sitio de Kotosh y por otra, se estudiaron otros
asentamientos cercanos como Shillacoto y Wairajirca. Esto sirvió para
reconfirmar la evolución del período anterior a Chavín y el Precerámico
detectados en Kotosh, dando así por concluida la investigación de Kotosh
(Terada, 1971: 410).
Para el estudio de 1969, que iba a ser el último para Izumi, se elegieron los
siguientes miembros:
Líder: Seiichi Izumi: Catedrático de la Universidad de Tokyo
Miembros
• Kazuo Terada: Profesor asistente de la misma (Antropología cultural)
• Tsuguo Matsuzawa: Oficial técnico de la misma (Arqueología)
• Yoshio Onuki: Posgraduado de la misma (Antropología cultural)
• Tatsuhiko Fujii: Posgraduado de la misma (Arqueología)
• Chiaki Kano: Profesor ayudante de la misma (Arqueología)
• Tsuyoshi Ueno: Posgraduado de la misma (Arqueología)
• Tamotsu Ogata: Catedrático de la Universidad de Niigata (Antropología
física)
• Masanao Murai: Investigador de la misma (Antropología física)
Aquí el estudio etnológico también se ha separado. La mayoría de los miembros
eran los que se dedicarían básicamente a la excavación, independientemente
de su procedencia, sea la antropología cultural, sea el Departamento de
Arqueología de la facultad de Letras. Como el estudio de Kotosh se había
dado por terminado con la expedición anterior, en 1969 algunos hicieron un
nuevo estudio general para identificar posibles objetos de estudio futuro. La
mejora en la capacidad de estudio de los miembros permitió realizar varias
excavaciones de menor escala paralelas dividiéndose en grupos: Kano la hizo
en Shillacoto y Onuki y Fujii, en La Pampa, Áncash, mientras Matsuzawa y
Ueno excavaron en Las Haldas, cerca del valle Casma, norte de la costa central.
De todas formas, a partir de la segunda mitad de los años 1960, se promovía 385
mayor especialización científica y la expedición a los Andes se organizaba
Yuji Seki
389
Yuji Seki
Conclusión
Hemos visto que la expedición dirigida por Izumi empezó como un estudio
general con una visión panorámica de la región andina en general; y que
pudo lograr una especie de verificación científica al acertar con un yacimiento
tan decisivo como Kotosh, aun en medio de los debates sobre las teorías
del origen de las civilizaciones entre los investigadores occidentales y los
peruanos, basadas en la situación arqueológica y política del Perú. Izumi 391
Yuji Seki
Referencias citadas
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394
La arqueología italiana en el Perú del siglo XX
Introducción
Los testimonios más lejanos sobre el interés de científicos italianos hacia el
Perú se deben a la contribución de un viajero infatigable, un hombre que
todavía sigue siendo una figura muy querida y estimada, el milanés Antonio
Raimondi. En el siglo XIX todavía no estaban bien delineadas las figuras del
arqueólogo, del botánico o del antropólogo, puesto que el interés por las
antiguas culturas americanas se resumía a exploraciones dirigidas a recuperar
el mayor número posible de datos. Raimondi, después de su llegada en 1850,
recorrió todo el territorio peruano, clasificando plantas, animales, minerales,
levantando mapas y documentando numerosos sitios arqueológicos y
elementos etnográficos; a él se debe el hallazgo de la Estela Raimondi en
Chavín de Huántar.
Tuvo que pasar más de un siglo, durante el cual se dieron las bases de la
moderna investigación arqueológica, antes que, en 1962, la Universidad de
Roma planeara un programa de investigaciones en el sitio de Cajamarquilla.
En el campo histórico cabe mencionar a Antonello Gerbi que, debido a las
leyes raciales de 1938, se transfirió a Lima, trabajando en el Departamento
de Investigaciones del Banco Italiano, donde permaneció diez años. Su exilio
395
fue ocasión para desarrollar estudios detallados de la historia peruana, que se
Giuseppe Orefici
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407
La arqueología británica en el Perú, siglos XIX y XX
Introducción
Luego de la independencia del Perú, durante el transcurso del siglo XIX, un
número cada vez mayor de viajeros británicos arribó al Perú, junto a quienes
se asentaron en búsqueda de intereses agrícolas y de negocios. Algunos se
avocaron a la colección y compra casual de antigüedades peruanas, y esto
continuó durante los inicios del siglo XX, junto con la ocasional excavación
informal a mayor escala. Un creciente interés en la arqueología precolombina
por parte de Gran Bretaña se refleja en los libros pioneros de Clements
Markham (1856; 1910) y Thomas Joyce (1912). Aunque la creciente
exhibición de antigüedades peruanas en Londres a inicios del siglo XX generó
curiosidad especulativa, no fue sino muchas décadas después que historiadores
y arqueólogos profesionalmente preparados comenzaron a estudiar las
culturas precolombinas del Perú y a involucrarse en trabajos de campo
serios y científicos. Un destacado ejemplo de un esfuerzo de investigación
interdisciplinario a gran escala fue el del Proyecto Cusichaca, dirigido por
la Dra. Ann Kendall desde finales de 1970 en adelante. La prospección y
excavación del terreno llevada a cabo por el equipo del proyecto fue unida
al trabajo de la comunidad para restaurar y reactivar antiguos sistemas de 409
irrigación. De esto emergió un fuerte énfasis en paleoecología y en mayores
Colin McEwan, Bill Sillar
411
1 Augustus Wollanston Franks, Curador del área medieval y de etnografía entre 1866 y 1896.
Colin McEwan, Bill Sillar
y examinar sus interpretaciones acerca del uso del espacio por los inka, a
través de prospecciones más detalladas y excavaciones a gran escala. Una
preocupación adicional era el desarrollo a largo plazo de la región Cusichaca,
desde el Formativo en adelante, para entender el contexto social dentro del
que la actividad Inca se ubicó. Un objetivo específico fue el aterrazamiento a
gran escala y la construcción de canales, que incrementaron significativamente
la producción agrícola en la zona, para entender la intensificación agrícola
prehistórica, y para rehabilitar el canal Inca y mejorar la calidad de vida de
los ocupantes actuales. El proyecto unificó un amplio grupo de voluntarios
peruanos y británicos, estudiantes y especialistas para trabajar como un
equipo integrado con un fuerte énfasis en estudios paleoecológicos y
medioambientales, reflejando la influencia de las nuevas tendencias en teoría y
metodología de campo, incluyendo la aplicación de la matriz de Harris para el
registro de contextos particulares dentro de excavaciones en área (Hay, 1999),
hidrología de canales (Farrington, 1979; 1984; 1985), petrología cerámica
(Ixer & Lunt, 1991), arqueobotánica
(Holden), y análisis de suelo (Keeley,
1984); así como reconocimientos
y prospección más tradicionales
(Drew, 1984) y la distribución de
infraestructura de aterrazamiento e
irrigación (Kendall, 1991) (fig. 3).
Un gran número de estudiantes y
voluntarios fue empleado durante los
8 años en que el proyecto demandó
apoyo logístico; desde 1978 a 1981
este apoyo logístico fue provisto por
la armada británica en la Malvinas.
Muchos de los estudiantes que
trabajaron en el proyecto continuaron
en busca de desarrollar sus propios
proyectos de campo en el Perú, entre
ellos están Fernando Astete, Brian
Bauer, Frank Meddens, Bill Sillar y
Julinho Zapata.
Intermedio Tardío e Inca (e.g. Kendall, 1992; Kendall & Sillar, 1995)—.
De especial significancia ha sido el trabajo medioambiental para investigar
acerca de los cambios en las prácticas agrícolas y de los periodos previos de
intensificación agrícola en relación al cambio climático (e.g. Chepstow-Lusty
et al., 1996; 1997; 1998; 2003; Chepstow-Lusty & Winfield, 2000; Branch
et al., 2007). La información obtenida de esta investigación arqueológica y
medioambiental ha sido el eje del Fondo Cusichaca en su compromiso con el
desarrollo sostenible, incluyendo la asesoría para restauraciones de canales y
terrazas (Kendall, 1992; 199; Kendall & Rodríguez, 2001).
Un gran número de proyectos de campo arqueológicos de varias temporadas
tuvieron lugar durante las últimas tres décadas del siglo XX y la primera
década del siglo XXI. Frank Meddens dirigió una prospección y excavación
en la cuenca del Chicha-Soras, concentrándose en una evaluación del
imperialismo Wari. Aunque Chincha-Soras no fue un área central de control
Wari, la ocupación Wari se inicia durante el Horizonte Medio 1 con mayor
cantidad de sitios y una creciente intensificación agrícola durante el periodo
Wari (Meddens, 1985; 1991). Meddens también identificó la ocupación Inka,
incluyendo ofrendas Inca en sitios Wari (1994) y plataformas a gran altura
que fueron posteriormente investigadas por el Proyecto Ushnu (véase abajo).
Otros proyectos incluyen la prospección de Jane Feltham (1983; 1984) de la
ocupación del valle de Lurín durante los periodos Intermedio Tardío e Inca.
David Browne hizo un trabajo de prospección en sitios Nazca en la provincia
de Palpa (Browne & Baraybar, 1988; Browne, 1992; Browne et al., 1993);
Bill Sillar exploró y excavó en Raqchi, investigando la construcción y función
del centro ritual Inka, identificando un importante centro administrativo del
Horizonte Medio en el sitio, así como realizando una prospección regional
junto a Emily Dean y Amelia Perez Trujillo, que se concentró en la ocupación
de mayor alcance durante el Periodo Intermedio Tardío (Sillar, 2002; Sillar
& Dean, 2004). Steve Bourget (quien obtuvo su doctorado en Montreal,
Canadá en 1994) se encontraba en el Sainsbury Centre, de la University
of East Anglia entre 1995 y 2001 combinando sus estudios de iconografía
Moche con el trabajo arqueológico de campo en Huaca de la Luna (1995-
1998), donde identificó y excavó un centro principal de sacrificios asociado
a entierros de élite, brindando nuevos enfoques acerca de la naturaleza de la
religión y sociedad Moche (Bourget, 2001; 2006). El doctorado de César
Astuhuamán (en el Instituto de Arqueología, UCL) empleó una extensa
422 prospección regional iniciada dentro del marco del proyecto Qhapaq Ñan,
para enfocarse en el sistema vial Inka, con excavaciones controladas para
La arqueología británica en el Perú, siglos XIX y XX
manera a través del análisis de los materiales y las técnicas empleadas para
darle forma, y que esto puede proveer enfoques útiles acerca de la organización
social de sociedades pasadas. El continuo desarrollo de habilidades, equipos
y aproximaciones teóricas requeridas para el detallado análisis de artefactos,
combinado con la oportunidad de trabajo integral que relacione las colecciones
de museo con una mayor cantidad de material recientemente excavado y con
un mejor conocimiento de las arqueologías regionales, puede brindar grandes
oportunidades de trabajo a futuro en los Andes.
Conclusiones
Nuestro entendimiento de la arqueología peruana se ha desarrollado
significativamente en años recientes, y los investigadores británicos han
429
sido capaces de contribuir con este desarrollo. Estas contribuciones han
Colin McEwan, Bill Sillar
sido más importantes para los campos de estudios del paisaje, investigación
medioambiental, y análisis de material, antes que para excavaciones a gran
escala o descubrimientos asombrosos.
En la primera parte de este trabajo, posicionamos el papel de Gran Bretaña en
la adquisición de antigüedades peruanas, no solo dentro del amplio contexto
político y económico del periodo, sino también en relación a un grupo de
personajes (Markham, Joyce, Bushnell), quienes sintetizaron el conocimiento
y la literatura que se encontraba disponible para ellos al producir sus propios
e innovadores estudios. Las colecciones de museo conformadas durante
finales del siglo XVIII hasta los inicios del siglo XX poseen un potencial de
investigación que recién ha comenzado a ser asimilado en años recientes.
Existen oportunidades para reconstruir las historias ocultas de estas
colecciones, de rastrear la biografía de artefactos en particular, curadores y
coleccionistas, con la finalidad de identificar dónde y cuándo el material fue
obtenido en el Perú. Estas también pueden ser analizadas junto con el material
recientemente excavado, para tratar temas que abarquen desde iconografía,
tecnología y análisis de material. En tanto se ha marcado un punto de partida,
claramente queda mucho por hacer.
La fase de adquisición de material del Perú llegó a su fin durante el descenso
económico entre las dos guerras mundiales, pero no fue sino hasta fines de la
década de 1960 que arqueólogos profesionales de Gran Bretaña comenzaron
a investigar en el Perú. Estos investigadores se han unido a colegas peruanos
para explorar la aplicación y adaptación de investigaciones medioambientales,
análisis de material, GIS, aproximaciones paisajísticas y teóricas en diferentes
configuraciones ambientales. Es importante enfatizar que este no ha sido
un proceso unilateral, en medida que los descubrimientos e ideas de Tello,
así como la arqueología social de Lumbreras, entre otros han tenido un
significativo impacto en el pensamiento británico. Es de esperarse que dentro
de los próximos 100 años podamos comenzar a reportar la influencia de la
arqueología peruana en Gran Bretaña, y deseamos, recibir una expedición
peruana para realizar investigación arqueológica en el Reino Unido.
Agradecimientos
Los autores deseamos extender un agradecimiento especial a Henry Tantaleán y César
Astuhuamán por su invitación a contribuir al simposio y a este volumen. También
430 estamos agradecidos por los comentarios y sugerencias ofrecidas generosamente por
La arqueología británica en el Perú, siglos XIX y XX
Warwick Bray y George Bankes así como también la información adicional sobre los
proyectos individuales suministrada por Ann Kendall, Frank Meddens, George Lau
y David Beresford-Jones. También queremos agradecer a Cristiana Bertazoni por su
asistencia con las imágenes. Los autores somos los únicos responsables por cualquiera
de los errores involuntarios de omisión o comisión.
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442
La relación de los investigadores cubanos con la arqueología peruana (1953-2008)
Introducción
Poco o nada se conoce sobre los trabajos de especialistas cubanos en tierras
peruanas. Sin embargo, desde la década de 1950, se han ido sucediendo las
incursiones de algunos colegas en campañas e investigaciones arqueológicas en
esas tierras. Sus obras han tenido una repercusión favorable dentro del ámbito
académico de la disciplina no solo en el área suramericana, sino también en
otras regiones del orbe. No caben dudas de que los científicos cubanos más
conocidos en el terreno de la arqueología peruana fueron los Drs. Ernesto E.
Tabío Palma (1911-1984) y Antonio Núñez Jiménez (1923-1998), aunque
no fueron los únicos que brindaron su aporte a estos estudios, pues otros
también lo han hecho como miembros de diversos proyectos internacionales
cooperando con instituciones investigativas y docentes del Perú.
Este breve escrito es un reporte sobre los estudiosos cubanos que, en su afán
por develar a la ciencia los misterios ocultos de la arqueología, traspasaron
las fronteras geográficas de su propio país para contribuir con su esfuerzo y
constancia al conocimiento, también atrayente, de la arqueología peruana.
443
Pero antes, se impone hacer un recuento sucinto de los avatares históricos de
Racso Fernández Ortega, Anderson Calzada Escalona
la región andina, así como del desarrollo de los estudios arqueológicos en esta
zona geográfica.
Cuando en 1526, en la isla del Gallo, situada junto a la actual ciudad
colombiana de Tumaco, Francisco Pizarro, advirtiendo el descontento de la
tropa que comandaba hacia la conquista de «El Birú» —como se conocía
al Perú en esa época—, y las infructuosas tentativas que realizó para que los
soldados siguieran adelante, trazó con su espada sobre el suelo la raya que
garantizaba —según él— fama y riquezas para los que la cruzaran y todo
lo contrario para los que decidieran regresar. Entonces solo trece aguerridos
compatriotas suyos —los Trece de la Fama—, decidieron cruzar la línea. Este
acontecimiento tan baladí en apariencia, selló la suerte del Imperio incaico.
Tras la conquista y ocupación del territorio peruano, la España imperial de
Carlos V estableció en 1548 el Virreinato del Perú que duró hasta 1824
cuando, tras la batalla de Ayacucho —último gran enfrentamiento dentro de
las campañas terrestres de las guerras de independencia hispanoamericanas—,
se sentaron las bases para la consolidación del poder republicano en el Perú,
que ha llegado hasta nuestros días.
Dentro de este marco cronológico el interés, conocimiento y estudio del Perú
antiguo, a través de sus restos materiales, así como de los descubrimientos,
exploraciones e investigaciones arqueológicas, se han ido acrecentando. Los
primeros interesados en transmitirnos datos, a veces no tan fidedignos, sobre
el proceso cultural de los antiguos pueblos del Perú, fueron los cronistas
de Indias, entre los que podemos mencionar a Pedro Cieza de León y al
Inca Garcilaso de la Vega. Aunque nos legaron datos en sus obras de sumo
interés etnográfico, con respecto a los monumentos indígenas de específico
valor arqueológico se limitaron —y esto es comprensible dado el nivel de
conocimientos que poseían sobre los mismos— a detalles circunstanciales o
descriptivos.
Sin embargo, cabe destacar que en este período los primeros registros de
interés arqueológico lo constituyen las «Actas de fundición, quilatación y
reparto del Rescate de Atahualpa y Tesoros del Cusco», de 1533, así como
las noticias e inventarios de las piezas enviadas al rey de España como parte
del quinto real, en 1534. Al ser confeccionadas con fines totalmente ajenos al
interés científico, su valor, aunque real, es testimonial más que arqueológico.
Andando el tiempo, el desconocimiento del tesoro patrimonial peruano se
444 convirtió en curiosidad. El siglo XVIII y la primera mitad del XIX, hicieron
gala de esta cualidad, cuando al volver la vista hacia épocas anteriores, se quiso
La relación de los investigadores cubanos con la arqueología peruana (1953-2008)
1. Se inicia la colaboración
Precisamente, es en los años cincuenta, cuando el arqueólogo cubano
Ernesto E. Tabío Palma, comienza sus trabajos científicos en el Perú. Tabío se
encontraba en este país como funcionario de la Organización Internacional
de Aviación Civil de las Naciones Unidas, en calidad de Subdirector Regional
de la Oficina Sudamericana de ese organismo, con sede en Lima, luego de
que en junio de 1953 renunciara al cargo de Meteorólogo de la Aviación del
Ejército cubano.
Ernesto E. Tabío Palma desde finales de los años 1940 era miembro del
Grupo Arqueológico Guamá integrado por figuras de gran prestigio en el
ámbito arqueológico cubano y caribeño. Es considerado uno los fundadores
de la Comisión de la Academia de Ciencias de Cuba (1962), luego del triunfo
de la Revolución en 1959. Desde su creación en 1964, es nombrado Director
del Departamento de Antropología de la propia academia, función que
desempeñó hasta 1969. Realizó excavaciones arqueológicas durante más de
448 30 años, destacándose por sus aportes teóricos en el diseño y discusión de
La relación de los investigadores cubanos con la arqueología peruana (1953-2008)
Por diversos motivos, los trabajos no pudieron ser llevados a cabo sino
hasta julio de 1956 en cuya oportunidad, con la gentil colaboración de los
señores Edward Lanning, a la sazón joven arqueólogo de la Universidad de
450 California, y Frederic Engel, laborioso investigador francés a quien mucho se
le debe en el conocimiento de las culturas precerámicas del Perú, Tabío inició
La relación de los investigadores cubanos con la arqueología peruana (1953-2008)
1El recientemente fallecido Dr. Eloy Linares Málaga, fue Catedrático y Profesor Emérito de la
Universidad de San Agustín de Arequipa y fue considerado por muchos el «mejor rupestrólogo 453
peruano».
Racso Fernández Ortega, Anderson Calzada Escalona
fue coronado con una obra emblemática sobre el dibujo rupestre peruano
y universal: Petroglifos del Perú. Panorama mundial del arte rupestre (Núñez,
1986a), que no estuvo exenta de serias dificultades en su realización, ya que,
después de varios años de investigaciones, el laboratorio donde se encontraba
mucho de ese material recolectado —fotos, manuscritos, diapositivas, etc.—,
y en el que se llevaba a cabo la realización de aquella obra, quedó sepultado
por las inundaciones acaecidas al este de La Habana a inicio de los años 1980.
Esto obligó a los investigadores a iniciarlo nuevamente para dar culminación
a esta labor, lo que felizmente se logró en 1986.
En sus páginas se recoge parte del universo del registro rupestre peruano,
pero exclusivamente los ejecutados por la técnica del grabado; el estudio
sistemático de los petroglifos condujo a los investigadores hasta los muros de
las fortalezas y templos preincaicos, donde sus constructores tallaron glifos
que constituyen las fronteras finales del dibujo rupestre, representados por
altos y bajos relieves. El Dr. Antonio Núñez Jiménez constató la existencia
de dos tipos de localidades petroglíficas en el Perú: las que aparecen en sitios
donde existen decenas de rocas talladas, como por ejemplo Cochineros, en el
valle de Mala (fig. 7), y aún miles de ellas, como en Toro Muerto; mientras
que en otros sitios solo se halla una sola roca, con una o numerosas figuras. En
este caso constituye un muestrario de muy diversos temas como en Sillustani,
454
en el departamento de Puno y en la Piedra de Challatita, en el de Tacna.
La relación de los investigadores cubanos con la arqueología peruana (1953-2008)
Figura 12 – Ubicación del Qhapaq Ñan en Huancabamba y el área de las estaciones rupestres
460 de San Miguel de El Faique, Piura, Perú
Modificado de Palacios et al., 1998
La relación de los investigadores cubanos con la arqueología peruana (1953-2008)
A B
el «tizado»2 de los petroglifos para realizar los calcos in situ con celofán o
papel mantequilla y marcadores o plumones; también se empleó la toma de
fotografías en negativo de las cuales se obtuvieron las diapositivas para corregir
los calcos (Neyra, 1999b; Nuevo Correo, 13 de marzo de 1999; Fernández et
al., 2005).
464 2Por esa fecha aún se empleaba este método invasivo de documentación que ya se encuentra en
desuso.
La relación de los investigadores cubanos con la arqueología peruana (1953-2008)
Referencias citadas
Fuentes periódicas
468
Los trabajos de Uhle en el Perú y su impacto
Parte IV
Personajes de la
arqueología en el Perú
del siglo XX
469
Peter Kaulicke
470
Los trabajos de Uhle en el Perú y su impacto
Peter Kaulicke
que Tello prefiera a Guamán Poma con sus visiones del pasado lo que incluye
la cronología prehispánica propuesta por el último. De ahí se produce, por
tanto, una controversia longeva en la que el pasado pre-europeo es utilizado
para fomentar politizaciones europeizantes o imperialistas (véase Gänger,
2006, para un caso particular como el de Rivero-Tschudi véase Kaulicke,
2003) e indigenista-nacionalistas que lleva a la que nos ocupa. Dentro de esta
lógica es evidente que el «indio» Tello goza de un reconocimiento mucho más
elevado que el «teutón» Uhle.
Se observa, por tanto, que la definición de la Arqueología en un sentido
amplio de la preocupación o utilización del pasado es difícil debido a sus
complejas interrelaciones entre lo expresamente arqueológico (en el sentido
de la obtención de datos empíricos, su análisis y su interpretación) y las
disciplinas afines, tanto de las ciencias humanas como sociales y las ciencias
naturales. Es esta interrelación, hoy llamada interdisciplinariedad, la que
caracteriza (o debería caracterizar) a la Arqueología, y por ende, al arqueólogo
profesional. Esta interdisciplinariedad es a menudo considerada como un
logro o mejor dicho una meta reciente, ya que sigue siendo un postulado pocas
veces realizado en el Perú, pero esta más bien ha sido, desde los principios,
una actitud casi natural en la mayoría de los arqueólogos pioneros. Uhle
no solamente era un lingüista dotado y bien formado como lo reconocen
muchos lingüistas de la actualidad (véase Cerrón-Palomino, 1998; 2010),
sino que se destacó por aportes significativos en el campo de la (etno)historia
y de la etnografía (véase Kaulicke, 2010; Kaulicke (ed.), 1998). Sus estudios
no solo se dirigieron hacia un ordenamiento cronológico del pasado:
Como en el mundo antiguo en la arqueolojía ejipcia, babilónica,
prehelénica, etc., no solo se buscan i describen nuevos restos no
conocidos, sino se los usa al mismo tiempo para la reconstrucción del
desarrollo de las civilizaciones... de los factores que han contribuido a
formarlas, de su migraciones... de las causas que sirvieron a producirlas
i después de perderlas... (Uhle, 1917: 387-388).
En esta visión histórica, con cierto aire procesualista, la «cultura tradicional»
de las comunidades andinas actuales es vista como una especie de herencia
viva y, por ende, indispensable en un estudio «holístico»:
Todo lo que todavía podemos oir, ver y observar en el Perú... hasta la
antigua organización gentil, existe todavía en la sierra, como también
474 el título y el oficio de los Incas. (Uhle, 1906: 413)
Los trabajos de Uhle en el Perú y su impacto
Conclusiones
Pese a las orientaciones e intereses personales que difieren en las vidas y obras
de Uhle y Tello debe haber quedado claro que, entre ambos, hubo muchos
puntos en común por lo cual las mitificaciones y automitificaciones, positivas
y negativas, crean innecesarias imágenes contraproducentes. Es por ello que
habría que destacar los méritos de ambos en aspectos más directamente ligados
a la Arqueología. De este modo se contesta también las preguntas planteadas
al inicio. La cronología establecida por Uhle es un aporte fundamental, en
palabras de Rowe (1998: 18) «una hazaña intelectual de primer orden». Está
muy lejos de la arbitrariedad que algunos peruanos sospechan en cualquier
intento de «periodificación», sino la columna vertebral si se entiende la
Arqueología como una disciplina histórica, la que evidentemente es —y tanto 477
Peter Kaulicke
De todo lo expuesto debe haber quedado claro que hasta los llamados Padres
de la Arqueología del Perú, en efecto, tienen mucho de vigente y poco de
obsoleto. El caso de Uhle es al menos tan apropiado en este respecto como
el de Tello y los aportes de ambos se complementan en vez de representar
«pilares opuestos de la arqueología peruana» (Morales, 1993: 19).
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UHLE, M., 1917 – Conveniencia de dictar una ley uniforme en los países
americanos, para proteger y estimular el estudio y recolección de
material arqueológico y antropológico. In: Proceedings of the Second
Pan American Scientific Congress, Section I: 386-408; Washington,
D.C. Monday, December 27, 1915, to Saturday, January 8, 1916,
Washington.
481
Tras los pasos perdidos de Julio C. Tello, 1909-1919
Julio C. Tello nos es familiar con los temas de Chavín, Paracas, Moche,
Museos, Orígenes de la Civilización Andina, Chavín la Cultura Matriz,
Etnografía, Arqueología Indígena; pero esta es la imagen del Tello maduro, en
la plenitud de su obra. En este trabajo nos interesa abordar la etapa del joven
Julio C. Tello, y tenemos dos objetivos al hacerlo; primero, aproximarnos a la
biografía, real, de Julio C. Tello; además, entender la formación de posgrado
de Julio C. Tello, sus primeras expediciones científicas, y las implicancias
futuras que ello tuvo en su obra.
Para la realización de esta investigación hemos recurrido a la revisión de
documentos publicados (biografías oficiales) e inéditos (correspondencia
y documentos administrativos); estos últimos han sido consultados en el
Archivo Tello de la UNMSM y en los archivos de la Universidad de Harvard,
del Instituto Iberoamericano (Berlín), y el de la Universidad de Londres.
Asimismo, se ha realizado trabajo de campo (reconocimiento) para identificar
los lugares descritos en los documentos consultados.
Hemos elegido algunos hechos relevantes en la biografía del joven Tello;
empezamos con su tesis acerca de la antigüedad de la sífilis en el Perú (1909);
seguimos con sus años de becario en Estados Unidos y Europa (1909-1911);
483
continuamos con su participación en las primeras expediciones (1913-
César W. Astuhuamán Gonzáles
la sífilis sería autóctona y una de las causas de las trepanaciones (Espejo, 1959:
10, 28-40).
Se dispuso la publicación de su tesis por acuerdo de la Facultad de Medicina;
la misma que también solicitó al gobierno nacional que comprase la colección
de quince mil cráneos en propiedad de Tello, reunida durante varios años,
con el propósito de crear el Museo de Anatomía y Patología. La mayor parte
de esta colección sería adquirida por la Universidad de Harvard en 1911
(Espejo, 1959: 28-29; Mejía, 1964: 77; Miró, 1969: 23, 170; Daggett, 1992:
3, 13). En la dedicatoria de la tesis, Tello le agradece a Don Ricardo Palma
por el ejemplo y los consejos que contribuyeron a la formación de su carácter,
y por la valiosa ayuda brindada (Espejo, 1959: 22). Palma fue la persona que
más influyó en la formación universitaria de Tello, a quien consideraba un
«… hijo de la dicha…» (Miró, 1969: 168). Es precisamente en su tesis de
1908, donde Tello planteó la siguiente disyuntiva «… O la sífilis es exótica,
importada de un lugar americano más ó menos, distante ó de otro continente,
ó es autóctona de nuestro suelo.» (Tello, 1909: 176-177), la cual retomará
en sus trabajos de 1921 y 1929, al plantear el problema de los orígenes de la
Civilización Andina, estableciendo un paralelo entre ambas.
En enero de 1909, Tello asistió a una cena en honor a los recién graduados,
en especial a García Calderón, quien había publicado El Perú Contemporáneo
en 1907 (García Calderón, 2001 [1907]. En la reunión, Don Ricardo Palma
declaró que los homenajeados, Tello y Riva Agüero, eran los mejores de su
generación, posteriormente denominada del Novecientos. Todos ellos seguirían
rumbos distintos y asumirían diferentes posiciones frente a los indígenas y el
pasado prehispánico (Tealdo, 1942: 75; Espejo, 1959: 40; Flores Galindo,
1987: 227, 237-239; Castillo & Moscoso 2002: 166, 181). A fines de abril
de 1909, Tello recibió el grado de Médico y Cirujano, y por un tiempo tuvo
su consultorio y ejerció la profesión, pero vivía en un modesto apartamento
en la calle Chillón n.° 145 (Mejía, 1967: viii; Espejo, 1959: 50).
En el primer semestre de 1909, se publicó su tesis como un libro (Tello,
1909; Mejía, 1967: viii). Convertido en una celebridad por sus méritos,
Tello fue premiado durante las Fiestas Patrias con una medalla de oro por la
Municipalidad de Lima, siendo alcalde Billinghurst, debido a la excelencia
de su grado académico (Miró, 1969: 23). El 21 de agosto, una resolución
suprema del gobierno de Leguía, a solicitud de la Facultad de Medicina, le
otorgó una beca de perfeccionamiento por dos años para estudiar Antropología
485
en la Universidad de Harvard; aunque primero Tello tuvo que decidir entre
César W. Astuhuamán Gonzáles
Francia y Estados Unidos (Lohtrop, 1948: 51; Espejo, 1959: 50; Mejía,
1967: vi). Así, luego de renunciar a sus dos trabajos, en la biblioteca y el
hospital, partió el 14 de setiembre rumbo a Nueva York vía Panamá a bordo
del vapor Loa (Mejía, 1964: 80; Mejía, 1967: viii; Miró, 1969: 39). En 1910,
el Gobierno de Perú lo nombró su representante ad honorem ante la Junta de
la Asociación de Cirujanos del Ejército de los Estados Unidos de América,
con sede en Richmond, Virginia (Mejía, 1948: 30). A fines de ese año fue
elegido miembro de la Asociación de Antropología Americana (Mac Curdy,
1911: 100), y participó en los encuentros anuales de 1910 y 1911.
Figura 2 – Plano del campus de la Universidad de Harvard a comienzos del siglo XX,
observar el Museo Peabody y el Museo Universitario hacia la derecha
(Miró, 1969: 60). Finalmente, él superó sus problemas, así lo comenta Palma
en una carta del 10 de enero de 1911:
Recibí una carta muy interesante de Tello sobre sus adelantos en los
estudios universitarios. (Miró, 1969: 143)
Fueron maestros de Tello mientras estudió en Harvard, William Farabee,
especialista en la Amazonía peruana y metales; Alfred Tozzer, especialista
en Arqueología mesoamericana; y Roland Dixon, quien planteaba que el
movimiento poblacional explicaba el cambio en el registro arqueológico;
además lo ayudó a mejorar su inglés, por lo cual Tello siempre lo recordó con
gratitud (Espejo, 1959: 51; Mejía, 1967: ix; Ravines, 1989: 115; Trigger, 1989).
Mientras estudió en Estados Unidos, el
interés de Tello continuó orientándose
hacia el estudio de restos óseos humanos,
la lingüística y los museos. Viajó por el
país; asistió a certamenes académicos;
visitó museos, en especial los que tenían
colecciones de material óseo provenientes
del Perú. Tello, ya menos nostálgico, tuvo
muy gratos momentos mientras estudió
en Harvard, participaba en las tertulias
semanales organizadas por las familias
de sus profesores, según relata en una
carta, fechada el 5 de diciembre de 1909,
enviada al tradicionalista Ricardo Palma:
Entre más de mil personas que
Figura 3 – Julio C. Tello el día de su graduación como
se reunen, japoneses, chinos, Master of Arts en la Universidad de Harvard
alemanes, latinos, yankees y Foto: Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia
sudamericanos, todos se tratan con
cariño verdaderamente democrático, y las niñas se acercaban a mí con
una naturalidad y llaneza como si me conocieran de mucho tiempo.
He pasado, como muy pocas veces en mi vida, ratos verdaderamente
de expansión. (Miró, 1969: 71)
A fines de junio de 1911, Tello obtuvo el grado de Master of Arts con
especialización en Antropología (Mejía, 1948: 10; Espejo, 1959: 51-52;
Mejía, 1967: ix); en 1911 solo hubo dos graduados en Master of Arts (fig. 3).
488
Tras los pasos perdidos de Julio C. Tello, 1909-1919
293; Espejo, 1959: 52; Mejía, 1964: 81-82). En mayo de 1912, expuso en
dicho congreso su ponencia «Trepanaciones prehistóricas entre los Yauyos
de Perú» (ver fig. 5). Tello informó que parte de su colección de restos óseos
se encontraba depositada en el Museo Warren de la Escuela de Medicina de
la Universidad de Harvard (Tello, 1912: 76). Durante el debate que siguió
a la ponencia, Tello fue felicitado por el Dr. Ales Hrdlicka, del Smithsonian
Institution, quien había estudiado el material de aquel en Harvard (Editor,
1912: xxxix; Espejo, 1959: 66; Daggett, 1992: 3, 13).
tendría tres hijas, Grace, Elena y Rosa. Para ese entonces, Julio Tello Dueñas,
primogénito de Julio César, ya había nacido, de otro compromiso que tuvo
Tello anteriormente. Un mes después de casarse, y gracias a la ayuda del
Profesor Putnam (director emérito del Museo Peabody de la Universidad de
Harvard), Tello y su esposa se embarcaron hacia Lima (Lothrop, 1948: 51;
Mejía, 1964: 83; Mejía, 1967: ix).
La destacada trayectoria universitaria de Tello se debió a diversos factores,
principalmente a su esfuerzo, perseverancia y a una constructiva ambición,
pues venció muchos obstáculos de orden social y económico; estos rasgos de su
personalidad le ayudarían a lograr sus objetivos (Rowe, 1954: 24-25; Espejo,
1959; Mejía, 1967: vi). Pero también a una serie de afortunadas coincidencias,
al tomar las decisiones acertadas y conocer a personas indicadas. La sólida
formación universitaria de Tello en el Perú y en el extranjero, su origen
andino, su fuerte carácter e intuiciones geniales, le permitirían perseverar
en los años futuros, en medio de la adversidad, y ser fiel a su vocación de
investigador (Mejía, 1967: ix, xiv-xv; Jave, 1981: 31).
Estudiar becado en el extranjero le permitió a Tello dominar otros idiomas,
conocer otras realidades y culturas; establecer contactos e insertarse en los
círculos académicos internacionales, y principalmente, aprender Antropología.
Aprendió acerca de las recientes problemáticas teóricas y metodológicas
de su especialidad; los primeros homínidos y su ubicación en la secuencia
evolutiva, el poblamiento de América, las investigaciones acerca de la religión,
la procedencia de las poblaciones a partir de sus diferencias físicas, entre otros
temas (Duckworth, 1913: 147-155; Marett, 1913: 155-162). Todo ello le
permitiría posteriormente situar sus problemas de investigación en contextos
más amplios y debatir con otros científicos. También conoció las instituciones
académicas y sus grandes proyectos de exploración, y valoró la importancia
de la cooperación entre la investigación antropológica, las universidades, el
gobierno y los museos para obtener resultados (Marett, 1913: 159); pero
también observó en el Viejo Mundo, los excesos a los que podía llegar la
exacerbación de los nacionalismos, y que condujeron a sangrientos conflictos
armados (Kohl & Fawcett, 1995; Diaz-Andreu & Champion, 1996).
de Chala, Atico, Sabandia, Yauca, Acarí, Río Grande de Nasca, Ica, Pisco
y Chincha. Principalmente registró tumbas y cementerios Nazca (Tello,
1959: 44-47; Mejía, 1964: 87-91; Mejía, 1967: xvii); estudió la colección de
cerámica Nazca de Enrique Fracchia (conformada por dos mil cuatrocientos
artefactos) y compró una colección de textiles por encargo. Los artefactos
recuperados durante esta expedición integraron posteriormente el Museo de
Arqueología de la Universidad de San Marcos (Carrión, 1947: 5-6; Lothrop,
1948: 51; Mejía, 1967: xviii; Daggett, 1992). Gran parte de los materiales
de Nazca se encuentra actualmente en el Museo Peabody de la Universidad
de Harvard, y se puede consultar online (ver fig. 7). También en 1915, Tello
publicó diversos artículos periodísticos acerca de la Arqueología de Lima
y trepanaciones craneanas en diarios de la capital, como era usual en esos
tiempos, ante la falta de revistas especializadas (Espejo, 1948b: 14; Valcárcel, 495
1966: 87).
César W. Astuhuamán Gonzáles
A fines de diciembre de 1915, asistió como representante del Perú, y con apoyo
de la Fundación Carnegie, al XIX Congreso Internacional de Americanistas
desarrollado en Washington D.C., donde presentó una ponencia y exhibió
los materiales recolectados en su exploración en el sur del Perú (Hodge,
1917: xviii, lii; Palma, 2006 [1916]: 339). En enero de 1916, Tello expuso
su ponencia «Los antiguos cementerios del valle de Nasca» en el II Congreso
Científico Panamericano, que se realizó en Washington D.C., y también
ayudó a realizar algunas transacciones con el Museo de Bellas Artes de Boston
(Tello, 1917; Gutiérrez de Quintanilla, 1922: 134-137; Daggett, 1992: 8).
Hrdlicka asistió al certamen y elogió su trabajo (Tello, 1917: 291).
A inicios de abril de 1916, Tello fue nombrado Socio Correspondiente de la
Academia Nacional de Historia de Colombia (Mejía, 1948: 30); y a mediados
de año, exploró diversos sitios arqueológicos en los valles del Santa, Virú,
Moche, Chicama, Jequetepeque y Lambayeque, en la costa norte (Mejía,
1964: 93).
Referencias citadas
507
La etapa cusqueña de Luis E. Valcárcel y la arqueología del Altiplano andino
«Está, pues, esclarecido que de la civilización inkaica, más que lo que ha muerto
nos preocupa lo que ha quedado. El problema de nuestro tiempo no está en saber
cómo ha sido el Perú. Está, más bien, en saber cómo es el Perú. El pasado nos
interesa en la medida en que puede servirnos para explicarnos el presente. Las
generaciones constructivas sienten el pasado como una raíz, como una causa. Jamás
lo sienten como un programa.»
José Carlos Mariátegui 2007 [1928]: 283
Introducción
Tal y como escribió el arqueólogo Mario Sanoja, el Perú fue asiento del
conjunto más desarrollado de la civilización suramericana, y una de las
más avanzadas civilizaciones originarias del mundo (Sanoja, 2007: 72). Un
pasado glorioso para una nación frustrada, heredera del colonialismo hispano
y el endocolonialismo criollo, un territorio separado por fronteras culturales
y económicas intransitables, incomunicadas por esos «abismos sociales» a
los que se refería Jorge Basadre. Sin embargo, tal pasado contrastaba con
la realidad del indígena andino, a pesar del mantenimiento de algunas de
las estructuras políticas del imperio inca durante la época de la Conquista
y la Colonia. No obstante aquel contraste, el imaginario del Tawantinsuyu
509
Henry Tantaleán, Miguel Aguilar Díaz
1 Fundada en 1909 tenía entre sus dirigentes a Pedro Zulén, Dora Mayer y Joaquín Capelo.
Valcárcel se integraría poco después a esta asociación.
2 Como el mismo Valcárcel (1981: 185) deslinda: «El punto central de nuestro programa de acción
era rescatar el regionalismo del arte en el Perú, como norma única de actividad intelectual, a partir
de la cual la literatura nacional ganaría cohesión y personalidad propia. Esa posición regionalista
radical era una reacción contra el «snobismo» tan arraigado en la intelectualidad limeña, muchos
de cuyos exponentes llegaban a afirmar que en el Perú adolecíamos de temas locales, cometiendo el
clamoroso error de olvidar que la belleza artística es ante todo sensación y que de ninguna manera
reside en las cosas mismas. Tal como lo muestra la producción literaria y artística de la época,
hubo una cabal diferencia de motivaciones entre nuestro grupo cusqueño y sus contemporáneos
limeños. Había entre nosotros un marcado regionalismo y la decisión de exaltar la vida indígena.
Años más tarde los primeros pintores y literatos indigenistas causarían desconcierto y controversia
en el cerrado ambiente intelectual limeño, al mostrar en sus obras un paisaje, un hombre y una
cultura cuya existencia había sido negada sistemáticamente por la mayoría de «hombres cultos» de
la capital. Nuestra desventaja residía en que a nuestro medio provinciano demoraban en llegar las
últimas novedades bibliográficas.»
3 Como el mismo Valcárcel (1981: 42) señala: «A medida que el Cusco fue cambiando y
modernizándose, sobre todo luego de la reforma universitaria, las ideologías de protesta y cambio
fueron tomando fuerza.»
4 Según las propias palabras de Valcárcel (1981: 148): «Al reabrirse la Universidad, la propaganda
511
indigenista se hizo más extensa, primero abarcando a toda la población universitaria y luego
Henry Tantaleán, Miguel Aguilar Díaz
fuera de los claustros. Paulatinamente dejó de ser simplemente la defensa de las comunidades y la
denuncia de los ataques que sufrían por parte de los gamonales o de las autoridades. Sin descuidar
ese aspecto práctico, asumió la forma de una doctrina nueva, de una visión del mundo que partía
de la valorización de la población indígena, vista como representativa de la cultura peruana en su
condición de heredera de la antigua civilización incaica. Así, el indigenismo fue convirtiéndose en
una filosofía que buscaba revalorar los aportes indígenas a la cultura universal en todos los campos:
científico, artístico, literario, socioeconómico.»
5 Por ejemplo, la tesis universitaria de Valcárcel en esa universidad se tituló La cuestión agraria en
ruinas de Macchu Picchu antes de que este último realizará su famosa expedición de 1911(Vilela
& De la Puente, 2011: 35).
512 7 Valcárcel relata algo sobre la colección Caparó en sus Memorias (1981: 133): «Quechuistas
destacados como el médico Leonardo Villar, amigo de Clorinda Matto, o el abogado José Lucas
La etapa cusqueña de Luis E. Valcárcel y la arqueología del Altiplano andino
arqueológica se impulsó desde ese museo. Desde allí se dirigieron los trabajos
para conservar el patrimonio arqueológico del Cusco.
Como el mismo Valcárcel (1981: 215) señala:
La labor de protección de los monumentos arqueológicos cusqueños
fue difícil, ya que éstos eran muchos y los recursos escasos. Por entonces
se comenzaba a tener conciencia de la importancia de esa tarea. Gracias
a la preocupación de algunos parlamentarios como Víctor J. Guevara,
se consiguieron pequeñas asignaciones que permitieron realizar labores
de limpieza en Sacsahuaman, Pucará, Tambomachay, Ollantaytambo
y Machu Picchu. (…). También se logró colocar vigilantes en los
principales monumentos, como una forma de impedir su depredación.
En 1925 propuse un plan de limpieza, control e inventario de los restos
arqueológicos cercanos a la ciudad, así como la construcción de sus
respectivas rutas de acceso. Sin embargo, no fue posible realizarlo, la
causa era siempre la misma: falta de recursos, pero también de interés
y convicción. A pesar de nuestros esfuerzos, ese implacable destructor
que es el tiempo, más aún cuando actúa en complicidad con la mano del
hombre, seguía manifestándose sin que contásemos con los elementos
suficientes para contenerlo.
En esas dos décadas, de 1910 a 1930, encontramos a Valcárcel en una gran
actividad, primero política y luego académica que giraba en torno a la
Caparó Muñiz, quien llegó a ser juez en Paruro, fueron promoviendo el interés por el indígena y
sus manifestaciones culturales. Este último formó una colección de antigüedades incaicas. Dedicó
buena parte de su vida, unos 15 años, a la recolección paciente de piezas prehispánicas en una
época en que dicha afición era vista como excéntrica y no había el menor apoyo para proteger
el patrimonio arqueológico. Guardaba objetos de piedra, armas de guerra, hihuayas, maccanas,
huarakas, vasos y bebederas, huincos, ccochas, ídolos, morteros, silbadores, objetos de oro y plata,
orejeras, objetos de champi, de arcilla, herramientas, cántaros, tejidos, objetos de hueso, etc.,
habiendo obtenido algunas piezas en excavaciones personales. El valor de su colección contrastaba
con las versiones que Caparó había inventado sobre cada una de las piezas, algunas de ellas ridículas.
A fines del siglo XIX esa colección era la más importante en el país, pues reunía un nutrido y
calificado material inca. Tanto Tello como Larco Herrera quisieron comprársela pero Caparó, con
un notable sentido regionalista, prefirió venderla a la Universidad del Cusco, a un precio inferior al
que le ofrecían. Lamentablemente hubo muy pocos gestos como ese en el Cusco de aquellos años.
Las piezas que debían haber existido en el llamado Museo Erudito y en la Biblioteca-Museo habían
desaparecido o se habían deteriorado mucho desde cuando las vi por primera vez. Entre 1840 y
1842 la Universidad había formado un museo, pero solamente llegó a tener una cantidad limitada
de piezas, que se unieron a las de Caparó cuando su colección fue adquirida por la Universidad. 513
Hoy pueden admirarse en el Museo Arqueológico del Cusco.»
Henry Tantaleán, Miguel Aguilar Díaz
revaloración del pasado andino. Ejemplo de esto fueron sus actividades basadas
en la tradición oral andina trasvasada a la literatura española temprana, como
en el drama Ollantay que fue llevada a escenificar por él mismo en ciudades
como Buenos Aires (1923).
con mucho detalle la forma de la vida del indígena de la zona del Cusco8. Es
este texto, quizá la muestra más clara de la estrecha relación de la práctica
política y la práctica académica en el joven Valcárcel. Él era consciente que el
estudio científico de las sociedades prehispánicas andinas se realizaban en el
mismo contexto en el cual se elaboraba el discurso de la revolución indígena,
de los movimientos telúricos y de un nuevo proyecto de sociedad.
8 Como el mismo Valcárcel (1981: 244) señala: «Más allá de presentar una serie de estampas de la
vida indígena, Tempestad en los Andes fue la síntesis de las principales preocupaciones que tuve
durante los años 20; el indio, el indigenismo, el socialismo, la nacionalidad peruana. Sin embargo,
no hay ahí ni la discusión teórica de tales temas ni el programa político de la liberación indígena.
Había una cuestión evidente que era la explotación de los indios, lo que sin requerir mayores
rodeos había que mostrar ante el público costeño, que poco o nada conocía de esa cruel situación.
Nuestra proximidad al indio nos había revelado que en él estaba latente un resurgimiento espiritual
y el anuncio de su renacimiento, por eso dijimos: “La nueva conciencia aquí está en el silencio
anunciador, en las tinieblas predecesoras. La sentimos latir en el viejo cuerpo de la raza, como si
de la cegada fuente volviera a manar el agua viva, el muerto corazón, la oculta entraña. . .” Como
afirmé que la cultura bajaría nuevamente de los Andes, muchos pensaron que proponía retrasar el
reloj de la historia; en realidad tenía la vista puesta en el futuro, por eso Tempestad en los Andes fue
la clarinada de un cambio fundamental en la vida peruana. Como el mismo Mariátegui dijera en
el generoso prólogo que escribió, Tempestad en los Andes fue la “profecía apasionada que anuncia 515
el nuevo Perú”.»
Henry Tantaleán, Miguel Aguilar Díaz
9 Su interés por la historia Inca se puede entender desde la siguiente cita: «Sin embargo, ningún
otro tema de nuestro pasado histórico me atraía más que el incaico. Conforme profundizaba en
dicho estudio, se hacía más evidente la insuficiencia de los textos de consulta con que contábamos,
que se limitaban a repetir a los cronistas aceptando el Imperio como una realidad consumada,
elaborando cronologías de sus gobernantes y relatos épicos sobre sus guerras de conquista
o fantasiosas apreciaciones sobre su organización política y vida religiosa. Por el contrario, me
interesaba conocer la manera como se había formado el Imperio, es decir, los cambios operados
en la vida andina que culminaron en el Tawantinsuyu. Pero no contábamos con los elementos
necesarios para absolver ese interrogante; la arqueología peruana estaba en ciernes, los archivos se
reducían a confusos depósitos de documentos carentes del menor orden. Un estudio serio sobre
los orígenes del Imperio tenía que partir del ayllu, la célula fundamental de la sociedad andina. De
esa manera abordé el tema en mi tesis de bachiller en Jurisprudencia, titulada Del ayllu al imperio, 517
escrita en 1916.»
Henry Tantaleán, Miguel Aguilar Díaz
10 El sitio, sin embargo ya había sido descrito y registrado por viajeros peruanos e ingleses (ver más
ampliamente en Aguilar, 2011).
11 Por ejemplo esto es lo que pensaba sobre la arqueología en 1920: «Cualquier objeto, por
insignificante que sea, contiene siempre una verdad reveladora. Nuestra historia precolombina
carece de documentos; pero posee un copioso conjunto de monumentos que nos proporcionan
518 datos importantísimos para restaurar esa parte considerable de nuestro pasado». (Valcárcel, 1981:
214)
La etapa cusqueña de Luis E. Valcárcel y la arqueología del Altiplano andino
521
12 Conexión que más tarde será examinada por Paul Goldstein (2000).
Henry Tantaleán, Miguel Aguilar Díaz
Figura 5 – Ilustracion del «gato de agua Figura 6 – Ilustración del «degollador o hatun
de pukara» ñakaj» de pukara
Tomado de Valcarcel (1932b) Tomado de Valcárcel (1932a)
4. Comentarios finales
En este capítulo hemos querido dejar patente que, desde su época en el Cusco,
Valcárcel, a pesar de su falta de formación como arqueólogo, contribuyó
como investigador social en la explicación de las sociedades altiplánicas,
especialmente de la sociedad que él denominó Pukara. Para hacer esto, estuvo
principalmente influido por sus perspectivas indigenistas regionales matizadas
con el marxismo. También, en el plano político sus diferentes encargos
institucionales por parte primero del gobierno democrático de Billinghurst
y más tarde con el dictador Sánchez Cerro, tuvieron un impacto importante
en su visibilidad académica y política lo cual tuvo profundas implicancias en
la historia de la arqueología en el Perú. En este sentido, en la relación de la
práctica política con la ciencia no se diferencia con la práctica de Julio C. Tello,
quien en su compromiso con la dictadura de Leguía llegó a defender su causa
indigenista desde una perspectiva paternalista, en un gobierno que motivó el
cambio de estatus de indígena a trabajador asalariado, y a veces refiriéndose al
cuerpo indígena como la nueva clase «proletaria» (Tello, 1973 [1936]).
Valcárcel conoció a Luis Sánchez Cerro en 1922 durante su actividad crítica
contra el gobierno de Leguía. A consecuencia de esta oposición a Leguía,
Valcárcel también fue perseguido y encarcelado por este gobierno (1927).
13 Interesantemente, Jorge C. Muelle y Camilo Blas refieren en su texto de 1936 que «En 1934
el Dr. Valcárcel y después en 1936 él y el Dr. Tello, obtuvieron en basurales de Pucara (Puno)
importantes fragmentos de una cerámica de estilo nuevo para la arqueología». Esto supone que
Valcárcel habría realizado un viaje más a Pukara y que, posteriormente, fue acompañado por el
524 mismo Tello. En su publicación de 1943, Tello refiere una estadía en Pukara en octubre de 1935.
Sin embargo, allí no menciona a Valcárcel.
La etapa cusqueña de Luis E. Valcárcel y la arqueología del Altiplano andino
Referencias citadas
527
Una aproximación a la obra de Rebeca Carrión Cachot entre 1947 y 1960
Introducción
En este capítulo se presenta una revisión de las actividades que desarrolló la
arqueóloga Rebeca Carrión Cachot entre los años 1947 y 1960, lapso en el
cual ocupó la dirección del Museo Nacional de Arqueología y Antropología
y, posteriormente, pasó a radicar en Guatemala, hasta su prematura muerte.
Se examinan sus actividades como investigadora, difusora y defensora del
patrimonio arqueológico nacional.
En primer lugar, se trata de su relación con el legado dejado por Julio C. Tello:
cuáles fueron sus gestiones para con el archivo de los documentos del sabio
y cómo prosiguió con las investigaciones iniciadas por él. A continuación,
se exponen las actividades que desplegó al frente del Museo Nacional de
Arqueología y Antropología, las investigaciones que realizó, la defensa del
patrimonio arqueológico, y la intensa difusión, nacional e internacional, que
hizo de la arqueología peruana.
Finalmente se expone la obra que desarrolló desde Centroamérica, en donde
vivió desde 1956 a raíz de su matrimonio con Rafael Girard. Se mencionan
sus publicaciones sobre Maya y Chavín, así como el libro que dejó inconcluso,
y su archivo de documentos. 529
Pedro Novoa Bellota
Al término del Congreso, acompañada por Junius Bird, durante tres días,
abrió el fardo mencionado frente a la prensa y televisión norteamericanas.
Este hecho causó una fuerte impresión en el público norteamericano, y una
gran publicidad para el Perú (Associated Press, 1949: 4909200208). Durante
meses el fardo y su momia fueron noticia en los medios estadounidenses.
Mientras tanto, Carrión aprovechó su estadía para visitar al médico que años
antes la había operado —ella dijo que a los ojos—. Los papeles del archivo
de Carrión muestran que ella buscaba informarse sobre los avances de la
medicina contra el cáncer.
Carrión retornó en noviembre de los Estados Unidos, mientras los materiales
del fardo y la momia volvieron al Perú en enero de 1950.
Como sustento a su trabajo frente al Museo, el 7 de febrero Carrión publicó
Labor científica que desarrolla el Museo de Antropología y Arqueología en el
diario El Comercio de Lima (Carrión, 1950a). En este punto, cabe mencionar
que, en palabras de Eloy Linares, quien hizo una pasantía en el Museo
Nacional en 1949 —y a quien Carrión no facilitó el trabajo, a pesar que
venía por encargo de la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa— el
personal del Museo tenía pánico a Carrión por su carácter. Por su parte, ella
refería que «la mayoría del [personal] del Museo solo se dedica a cobrar y a
protestar y a leer el periódico» (Echevarría, 2011; 167-168).
El 31 de mayo, diez días después de un terremoto ocurrido en el Cuzco,
publicó en el diario El Comercio de Lima Los monumentos del Cuzco y su
perdurabilidad a través de las edades. En dicho artículo planteó que Chavín
florestal había sido destruido por un cataclismo, y que lo sucedió una
civilización francamente andina. Presentó un esquema de cuatro edades para
el Qosqo: la Chavín (Chanapata), de la piedra rectangular (Tiahuanaco), de
la piedra poligonal (cerámica tipo kero, Sacsayhuaman) y de la piedra celular
(Carrión, 1950b)
Continuando con el tema Inca, en julio publicó en el diario El Comercio
de Lima El Imperio de los Inkas a la llegada de los Españoles. Afirmó que la
arqueología puede contribuir a la imparcial reconstrucción de la historia
peruana. Hizo una serie de afirmaciones, animada por las discusiones de la
época, que pretendían que la causa del atraso peruano se debía a los indígenas.
Magnificó al Imperio Inca, como fin de una construcción social de cuatro
edades, diseñada–adaptada a la medida del territorio y del desarrollo de una
sociedad con complejas instituciones. Señaló los logros en la arquitectura, arte, 535
producción, caminos, sistemas de registro, elites, ayllu, etc. (Carrión, 1950c).
Pedro Novoa Bellota
En agosto visitó Ancón, junto con Pedro Rojas, para constatar que Aquiles
Rally, antiguo trabajador de Tello, estaba extrayendo tumbas por anegamiento.
Antes que pudiera denunciarlo, Rally llamó a la policía, que llevó a Carrión a
la Comisaría de Ancón, a pesar de su protesta y de acreditarse como directora
del Museo Nacional (Senado de la República, 1953: 50).
En enero de 1951 se dieron a conocer los resultados de los análisis
radiocarbónicos practicados a la momia de Paracas que abrió en 1949. Se
anunció que tenía una antigüedad de 2500 años (Editor, 1951).
En marzo Carrión denunció en los medios un saqueo ocurrido en Paracas. En
abril, alertó sobre el abandono de las ruinas de Chavín.
En 1951, en el Primer Congreso Internacional de Peruanistas, promovido
por Raúl Porras Barrenechea, por el cuarto centenario de la Universidad de
San Marcos, Carrión leyó una ponencia titulada Un mito cultural del norte
del Perú. Su argumentación, algo oscura, sugiere que, en épocas tardías, una
ola cultural venida del septentrión influyó en toda la costa peruana, hecho
que se vio expresado en un mismo icono repetido casi obsesivamente sobre
los objetos: una diosa alada con tocado semicircular que ella denomina ser
ornitomorfo, asociado con la luna. Después puntualizó que esa influencia
habría sido consecuencia de una ocupación Chimú sobre toda la costa, a
la par de cataclismos —que ocurrían cada cierto tiempo— en los Andes.
Aparentemente, en medio de un fenómeno del Niño, el ser aludido llegó a la
costa y su culto se difundió a lo largo de ella (Carrión, 1953c).
Como parte de las actividades del mismo congreso, Carrión presentó una
exposición museográfica sobre Ancón, que contó con una publicación
titulada Ancón. Elementos culturales de tres épocas hallados en las necrópolis de
Ancón. En ella, afirmó que en dicho lugar se excavaron 1 356 tumbas de
las culturas Chavín y sub Chavín, Huaura de Ancón y Chancay-Inka. El
método de la exposición consistió en la separación de los objetos por épocas,
su reunión por tipos, y su consideración como muestras del «arte» de cada
época (Carrión, 1951).
Al cumplirse un lustro de la muerte de Tello, en 1952, Carrión escribió La
obra nacionalista del doctor Tello - Homenaje de respeto y gratitud, en el diario
El Comercio de Lima. En este artículo puso de relieve el aspecto nacionalista
de Tello, sumándose a la tendencia política de contemplar su obra desde esta
536 perspectiva, antes que la propiamente arqueológica (Carrión, 1952a).
Una aproximación a la obra de Rebeca Carrión Cachot entre 1947 y 1960
3. Apreciaciones finales
A partir de lo expuesto, sobre las actividades de Rebeca Carrión entre 1947 y
1960, se puede afirmar:
Obra y Archivo de Julio C. Tello
1. Fue biógrafa oficial de Tello y estableció las bases de la evaluación de la obra
del sabio en cuanto a la arqueología peruana, la enseñanza universitaria y la
construcción nacional.
2. Se encargó, junto con Mejía, de la organización, inventario y entrega de los
documentos del Archivo Tello a la Universidad de San Marcos; pero retuvo
parte de ellos en el Museo Nacional.
3. Formó parte de la Comisión creada por la Universidad de San Marcos
para el tratamiento y publicación del Archivo Tello, y desde ella solicitó
la devolución inmediata de ese archivo al Museo Nacional —que no
prosperó—.
4. Asimismo, sostuvo que el Archivo Tello no podía ser abierto a los
investigadores por la cantidad de documentos inéditos que contenía, los
que debían ser publicados antes de ser puestos a disposición.
5. Al no lograr el retorno del Archivo Tello al Museo Nacional, en lo sucesivo
no participó en ninguna actividad relacionada con él. La edición de las
publicaciones póstumas del Archivo Tello correspondió a Mejía: la primera
de ellas, Arqueología del valle de Casma, comenzó en marzo de 1954 y la
segunda, Chavín, en diciembre de 1956. 543
Pedro Novoa Bellota
Museo Nacional
1. Conservó y afinó la estructura organizativa de la institución. Mantuvo la
unidad de la colección arqueológica que albergaba, y conservó la exposición
permanente, establecidas por Tello.
2. Desarrolló investigaciones sobre la base de las colecciones del Museo, con
la participación de algunos trabajadores del mismo, las que se preocupó de
publicar.
3. Mantuvo un estilo autoritario, y desplazó a parte del personal que venía
de haber trabajado con Tello. Sus colaboradores más cercanos fueron
Cirilo Huapaya Manco y Pedro Rojas Ponce, este último casado con Rosa
Carrión, su hermana.
Investigaciones arqueológicas
1. Continuó los trabajos iniciados por Tello en Kuntur Wasi y Ancón, y
publicó los resultados.
2. Puso especial atención al avance de la investigación de Chavín, Paracas e
Inca.
3. Incursionó en el estudio de determinados aspectos culturales andinos, sobre
todo de la religión, la medicina, las vías de comunicación, la producción en
las islas y el calendario.
4. Para sus interpretaciones se basó, sobre todo, en el análisis formal
e iconográfico de los materiales arqueológicos, las informaciones
etnohistóricas, la lingüística y la comparación etnográfica.
5. A partir de su vinculación con Girard, y el conocimiento de este etnógrafo
sobre las tradiciones centroamericanas, Carrión dio un mayor énfasis a sus
investigaciones sobre la religión, especialmente en Chavín.
Difusión arqueológica
1. Tuvo una actitud muy proactiva, y aprovechó cada oportunidad que se le
presentaba para la difusión arqueológica.
2. Durante el tiempo de sus actividades, permanentemente dio conferencias
544 sobre arqueología peruana, en museos, universidades, institutos, colegios,
asociaciones, nacionales y extranjeros.
Una aproximación a la obra de Rebeca Carrión Cachot entre 1947 y 1960
Participación social
1. Fue el referente arqueológico de su tiempo. Sus actividades y opiniones
sobre temas arqueológicos, y otros, fueron seguidas por los medios de
prensa.
2. Aunque se le considera actualmente como una precursora del feminismo
peruano, sobre todo por sus publicaciones sobre la mujer en los años
1920, no hay mayores evidencias que se involucrara activamente en ese
movimiento.
3. Mantuvo una postura abierta a favor de los pueblos originarios, y participó
como representante en los congresos y debates sobre el tema.
545
Pedro Novoa Bellota
Referencias citadas
550
John Victor Murra, arqueólogo accidental: de Cerro Narrío a Huánuco Pampa
Monica Barnes
1. Ecuador
Aunque se le conoce fundamentalmente como antropólogo y etnohistoridor,
John Victor Murra tuvo dos importantes intervenciones en la arqueología 551
sudamericana, primero en el Ecuador y luego en el Perú. Desde agosto
Monica Barnes
arqueólogos viajaran rápidamente por vastas zonas, que visitaran una colección
privada aquí, hicieran una colección de superficie allá y efectuaran unos cuantos
cateos en algún otro lugar (c.f. Bennett, 1936). Este enfoque también servía para
los fines de una recolección de inteligencia superficial.
Aunque la eficacia de Collier y Murra como espías no queda clara, el trabajo
arqueológico que hicieron jamás ha quedado fuera de catálogo y continúa
siendo de fundamental importancia para la prehistoria ecuatoriana1. Collier
y Murra deseaban trabajar primero en el extremo meridional del Ecuador,
lo cual resultaba lógico dada sus instrucciones de vincular las secuencias
culturales del Ecuador con las del norte peruano, las que eran algo mejor
conocidas. También deseaban evitar las zonas donde Saville, Jijón y Camaaño
y Ferdon habían trabajado o venían haciéndolo, para así cubrir vacíos en
la prehistoria ecuatoriana. Sin embargo, el activo conflicto militar entre
Ecuador y Perú les hizo alterar sus planes.
En lugar de ello, operaron en las provincias de Chimborazo, Cañar, Azuay y
Loja (Collier & Murra, 1943: 15). Comenzando en la vasta Hacienda Zula
cerca de Achupallas, donde llevaron a cabo una breve exploración y cateos,
Collier y Murra rápidamente avanzaron hacia el sur, a Riobamba y Punín,
donde se familiarizaron con el terreno y estudiaron colecciones privadas.
En Alusi examinaron otra colección más. A Cuenca viajaron en tren y en
automóvil. Desde allí hicieron una prospección de un mes de duración por
las provincias de Azuay, Cañar y Loja, y continuaron examinando colecciones
privadas. En Loja visitaron un sitio vecino y dos en el valle de Catamayo,
al oeste. En el cantón de Saraguro visitaron cuatro sitios: Carapali, Chilpas
(cerca de la Hacienda Seucer), Guando (accesible desde la Hacienda Uduzhí)
y Sumay Pamba, en el río Jubones. En lo que restaba de su trabajo de campo,
Collier y Murra excavaron Cerro Narrío, un sitio bastante saqueado del
Formativo, excavado ya antes por Uhle (Collier & Murra, 1943: 15-17).
Las excavaciones de Collier y Murra en Cerro Narrío duraron alrededor
de un mes. Hicieron dieciséis trincheras y pozos de prueba con ayuda de
ocho trabajadores (Collier & Murra, 1943: 36). Las excavaciones revelaron
1 Desde su primera publicación en 1943 por el Field Museum (Collier & Murra, 1943), Survey and
Excavations in Southern Ecuador, ha aparecido también en español en 1982 como Reconocimientos
y excavaciones en el sur del Ecuador, publicado por el Centro de Estudios Históricos y Geográficos
de Cuenca, y en 2007 como Reconocimientos y excavaciones en el austro ecuatoriano, publicado por 553
la Casa de la Cultura Ecuatoriana, Núcleo del Azuay.
Monica Barnes
estructuras (Collier & Murra, 1943: 70-72, figuras 6-9, lámina 14 abajo,
lámina 15 arriba) y nueve entierros humanos (Collier & Murra, 1943: 72-73,
figura 5), así como cantidades de tiestos (láminas 16-29, 31-46, 52, 53), unos
cuantos objetos de piedra (Collier & Murra, 1943: 67-68, lámina 47), hueso
(Collier & Murra, 1943: 6-69, lámina 48), concha (Collier & Murra, 1943:
69, lámina 49) y metal (Collier & Murra, 1943: 69-70, lámina 50), así como
un fragmento de una figurilla, alisadores de cerámica, piruros de cerámica
(Collier & Murra, 1943: 70, lámina 51), y asientos de cerámica o tambores
(Collier & Murra, 1943: 56, 70, lámina 30), y una pequeña estratigrafía
no perturbada previamente (Collier & Murra, 1943: figura 5). La mayor
parte del informe de Collier y Murra sobre Cerro Narrío está dedicado a la
tipología alfarera (Collier & Murra, 1943: 44-67).
La secuencia alfarera de Collier y Murra para Cerro Narrío es necesariamente
tosca, dado el estado global del estudio de la prehistoria ecuatoriana en
el momento en que trabajaron en dicho país. Esta consta de un Periodo
temprano, un Periodo tardío y un Horizonte Inca (Collier & Murra, 1943:
80-82, figura 17).
Dada la velocidad con la que se desplazaron de un lugar a otro, no sorprende
que el informe de Collier y Murra sea casi literalmente superficial en el trato
que da a los diversos sitios que estudiaron. Por ejemplo, a las cuatrocientas
millas cuadradas de la Hacienda Zula se le dedican menos de cuatro páginas
completas de texto, dos planos sumamente simples y dos láminas fotográficas
que muestran once vasijas y un metate. Me parece que la experiencia de
Murra de un trabajo de campo rápido en Ecuador moldeó su metodología
posterior en Huánuco Pampa, y le permitió pensar que las grandes preguntas
podían ser respondidas satisfactoriamente a partir de unas cuantas semanas
de excavación.
2. El Perú
Para mediados de la década de 1960, la vida de John Victor Murra había alcanzado
un punto de inflexión. Por primera y única vez en su vida tuvo la dirección
global de un gran proyecto de campo, su esfuerzo interdisciplinario «Un estudio
de la vida provincial incaica», al que se conoce informalmente como su Proyecto
Huánuco. Fue este proyecto el que convirtió a Murra, de un antropólogo general
interesado por el Caribe y el África, así como por las culturas andinas, en uno de
554 los especialistas de los incas más reconocidos del mundo.
John Victor Murra, arqueólogo accidental: de Cerro Narrío a Huánuco Pampa
2Pueden encontrarse copias de esta propuesta en el John Murra Archive del Junius Bird Laboratory
of South American Archaeology, Anthropology Division, American Museum of Natural History
(en adelante Murra Archive, Bird Lab). Actualmente vengo ordenando y estudiando esta colección
de fotografías y notas de campo que Murra entregara al AMNH en 1998. También hay una copia
de los papeles de John Victor Murra en el National Anthropological Archive del Smithsonian 555
Institution (Series I, Box 26).
Monica Barnes
556 3 «A tí te interesará lo sucedido en Huánuco Viejo. Nuestro interés ha hecho que los políticos
asignen 114,000 soles para 1965 para hacer algo en el lugar, nadie sabe qué. Obviamente tiene que
John Victor Murra, arqueólogo accidental: de Cerro Narrío a Huánuco Pampa
ser llamativo, para que así el dinero pueda ser visto como una dispensa del poderoso senador. Un
[político] local pidió permiso para hacer algo desde el patronato y le dijeron NO, [porque éste]
solamente toma personas capacitadas. Pero su equipo no cuenta con ninguna persona capacitada.
De modo que ahora el patronato desea pasarnos el bulto: nosotros debiéramos supervisar mientras
ellos “hacen”… Una forma es lavarnos las manos de todo esto, pero como nosotros, y yo en
particular, tenemos que seguir trabajando en este país, sigo pensando que algo puede hacerse en
esta área – por ejemplo usar algo de dicho dinero para cosas que de todos modos quisiéramos haber
hecho, particularmente en el sector Oriental, que de todos modos es la única parte del yacimiento
que el público ve.» (carta de John Victor Murra a John L. Cotter, 15 de junio de 1965, Murra 557
Archive, Cotter File, Bird Lab).
Monica Barnes
4 Los números de las fotografías aluden a un inventario en el Murra Archive, Bird Lab. En las
referencias que hago a estas fotografías cito los números impresos en los rollos originales de negativo,
puesto que los autores de los inventarios de las fotos solamente listaron las que se podían utilizar
sin tener en cuenta los números impresos, razón por la cual a menudo no hay correspondencia
558 entre estos últimos y los del inventario. Por error humano, las descripciones frecuentemente no
coinciden perfectamente con los negativos reales.
John Victor Murra, arqueólogo accidental: de Cerro Narrío a Huánuco Pampa
5 Éstas fueron llevadas a cabo por Daniel Shea y fueron reportadas en un artículo, en la monografía
de un curso y en su tesis de maestría (Shea, 1966; 1967a; 1967b).
6 Barnes 2009: 30, nota 113; Patronato Nacional de Arqueología, Casa de la Cultura, Perú,
Consolidación, Huánuco Viejo, 1966, julio-octubre de 1966, Murra Archive, Bird Lab; http://
www.explorama.com/ourteam.html, consultado el 22 de marzo de 2010.
8 Tercer y último reporte a Jorge Muelle, Presidente del Patronato Nacional de Arqueología, sobre
la limpieza y consolidación de Huánuco Pampa, por John V. Murra y Gordon Hadden, 23 de 559
noviembre de 1965, Murra Archive, Bird Lab.
Monica Barnes
13 Estas fueron encargadas por Junius Bird en 1958 y también se encuentran en el Bird Lab del
AMNH.
14 Por ejemplo, las portadas monumentales alineadas de Huánuco, tal como fueran ilustradas por
Rivero & Tschudi (1851: lámina LVI, arriba a la izquierda) parecen haber sido influidas por las
imágenes de la Puerta de los Leones de Micenas, que captó la atención internacional por vez
primera en 1841.
15 Esta es la Zona II, Sub-Zona B según Morris y Thompson; véase, por ejemplo Morris &
561
Thompson, 1985: figuras 12, 14.
Monica Barnes
16 Las evidencias que sustentan esta afirmación son sutiles y complejas, y deberán ser materia de
otro artículo.
17 Desafortunadamente, Huánuco Pampa no es el único yacimiento andino importante cuyo
19Durante el periodo colonial, Ingapirca fue arrasada casi por completo hasta el nivel del suelo
debido al reciclaje de las piedras de construcción. También fue sumamente reconstruida por
Gordon Hadden después de su trabajo con Murra en Huánuco (Barnes & Fleming, 1989). No he 567
logrado conseguir información detallada sobre esta reconstrucción.
Monica Barnes
en diversos números de la Revista del Archivo Nacional del Perú entre 1920 y
1925, y entre 1955 y 1962. Murra entonces hizo una serie de preguntas que
formuló sobre la base de las visitas, y sugirió que las evidencias arqueológicas
podrían ayudar a responderlas. Publicaciones como esta desvían la atención
del fracaso de Murra en difundir los resultados de sus trabajos arqueológicos
concretos en Huánuco. E irónicamente, su intervención en Huánuco Pampa
hizo que resultara mucho más difícil responder a las preguntas que él había
planteado.
Agradecimientos
A los organizadores del Simposio «Historia de la Arqueología en el Perú, Siglo
XX», Henry Tantaleán y César Astuhuamán; por las ilustraciones: Sumru Aricanli,
Charles Spencer, la División de Antropología y la Biblioteca del American Museum
of Natural History, British Library, Nina Cummings y el Field Museum, Heather
Lechtman, William Woods; por la traducción: Javier Flores Espinoza; por el apoyo
logístico: David Fleming, Oscar y Anita Weiss; por la bibliografía: Tony Cuello;
por su perspicacia extraordinaria: Thomas F. Lynch, Daniel H. Sandweiss; por la
inspiración: Malon Baresh, †Luis Barreda Murillo, Robert A. Benfer, Jr., †Donald
Collier, †Pablo F. Chalon,†C. Reginald Enock, †Felipe Guaman Poma de Ayala,
†Gordon Hadden, †Emilio Harth-Terré, †Peter S. Jenson, Ramiro Matos Mendieta,
†E. Craig Morris, Juan Ossio, José Luis Pino Matos, †Antonio Raimondi, Vicente
Reville, †Mariano Eduardo Rivero y †Juan Diego von Tschudi, †Pedro Rojas Ponce,
Daniel Shea, †Padre Sobreviela y †Sierra, †E George Squier, Donald E. Thompson,
†Charles Wiener, †John Todd Zimmer, y †John Victor Murra.
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Monica Barnes
574
Augusto Cardich y su contribución a la arqueología del Perú y de la Patagonia argentina
Introducción
A comienzos de 1958 el Ingeniero Agrónomo Augusto Cardich descubrió
y realizó los primeros trabajos arqueológicos en las cuevas de Lauricocha
(Cardich, 1958) y dio a conocer una serie de dataciones tempranas. En la
cueva 2 obtuvo un fechado, el más antiguo del Perú para ese momento: 9520
± 250 años AP. Este fue un punto de inflexión en el tema del «precerámico»
americano por qué un investigador peruano incluía su voz en un debate que,
para los Andes centrales, había estado dominado por arqueólogos extranjeros
(i.e. Mac Bain, Engel, Lanning, Patterson, etc.), siendo los investigadores
locales una excepción (i.e. Larco Hoyle, 1948). Cardich continuó investigando
en el Perú y a principios de los años 1970 comenzó también excavaciones en
la Patagonia Argentina. En base a la información obtenida por él en estas
dos regiones, propuso su propia interpretación del proceso de poblamiento
americano y en los últimos años ha sostenido la vía australiana-antártica 575
Gustavo G. Politis
como una de las potenciales rutas de entrada de los primeros seres humanos
al continente (Cardich, 2001; 2003).
En este capítulo se analizará la contribución de Augusto Cardich en relación
al poblamiento americano, su más importante tema de interés aunque no
el único, y se discutirán sus aportes dentro el contexto de la arqueología
americana en la segunda mitad del siglo XX. También se considerará su
producción desde fines de los años 1950 hasta la actualidad, en articulación
con la evolución de los modelos de poblamiento americano. Por último,
este trabajo pretende entender, desde una perspectiva un tanto iconoclasta,
las circunstancias y la trama académica y sociopolítica que llevaron a este
ingeniero agrónomo peruano a ser un destacado profesor de arqueología en
Argentina y recibir premios y reconocimientos académicos importantes en su
país de origen.
para los Andes peruanos. Con respecto a los niveles precerámicos, también
se correlacionaban con los de Lauricocha (en especial a los horizontes II y
III) «aunque con menor riqueza en artefactos y residuos óseos». Luego de
una somera descripción de los hallazgos y de una rápida discusión, el autor
concluyó que:
... la serie encontrada en Ranracancha habría empezado durante el
Postglacial medio (Optimun climaticum) y correspondería al gran
complejo Lauricochense, el que de acuerdo a los varios hallazgos
recientes, estaría evidenciándose como una de las culturas básicas del
precerámico peruano. (Cardich [1962] 2003: 128)
La adscripción a las categorías y conceptos menghinianos era plena. Como su
maestro, usaba la comparación tipológica como la estrategia analítica principal,
la correlación con eventos paleoclimáticos para inferir una cronología
aproximada, la asimilación de los hallazgos a una unidad arqueológica
mayor previamente definida por él (el «gran complejo Lauricochense») y, por
último, el esencialismo inherente a la postulación de «culturas básicas» tal
como Menghin (1957) lo había propuesto para la Patagonia, la Pampa y el
resto de América.
4. Después de Lauricocha:
el Toldense, la Caverna
de Huargo y el Complejo
Cumbe
A partir de su consolidación
profesional y ya afianzado
académicamente como profesor
universitario en la UNLP (está
a cargo de un curso a partir
de 1961), luego del retiro de
Menghin hacia 1968, Cardich
tomó su legado y se transformó
en uno de sus más fieles y leales
discípulos. De hecho, en 1971
con un subsidio del Consejo
Nacional de Investigaciones Figura 2 – Foto de la excavación de la cueva 3 de Los Toldos
584
Científicas y Técnicas de Tomada de Cardich et al., 1973
Augusto Cardich y su contribución a la arqueología del Perú y de la Patagonia argentina
nivel más profundo de la cueva al que denominó Nivel 11. El material lítico
de este nivel era diferente al nivel supra yacentes (el Toldense, con puntas y
con tecnología bifacial) e implicaba una «industria» supuestamente anterior
sin puntas. Con algunos carbones dispersos de este nivel basal Cardich obtuvo
una datación radiocarbónica que procesó su hermano Lucio (en ese tiempo
estaba haciendo una especialización en el Laboratorio BVA Arsenal de Viena)
y que dio una edad de 12600 ± 600 años AP. La datación tuvo un carácter
experimental, la muestra no era muy adecuada y además no poseía código
de laboratorio: el FRA-98 que se le agregó luego entre paréntesis significa
Fechados Radiocarbónicos Argentinos, un listado de dataciones que se creó
en Argentina en la década de los años 1970 y que tuvo una vida muy corta.
Cuando los resultados llegaron a manos de Cardich, tal como había sucedido
unos años antes con los de Lauricocha, los dio a conocer a la prensa y tomaron
estado público. La foto de Cardich en el fondo de la trinchera junto con dos
jóvenes en la cueva 3 de Los Toldos (fig. 2) y la noticia de que era uno de los
sitios «más antiguos de la Argentina» recorrió el país.
A partir de ese momento, Cardich se aferró a la datación del Nivel 11 y la
presentó una y otra vez como la más antigua de Argentina y una de las más
antiguas de América. Siempre se mostró renuente a hacer nuevas dataciones de
este nivel, e incluso rechazó varios ofrecimientos que le hicieron arqueólogos
norteamericanos (i.e. Alan Bryan, Rob Bonnichsen y Tom Dillehay)
para redatar el sitio. A pesar de las varias críticas que se hicieron sobre la
fiabilidad de esta datación (por ejemplo Politis, 1999), la fecha —con poco
cuestionamientos— estuvo presente en muchos de los modelos y discusiones
sobre el poblamiento de América y de Argentina (ver por ejemplo Anderson
& Gillman, 2000), aunque en los últimos años finalmente ha quedado en
una especie de limbo y su mención ya es mucho menos frecuente.
En estos años, Cardich (1973) continúa sus investigaciones en otro sitio
del Perú: en las cavernas de Huargo en su provincia natal. En 1970 efectúa
excavaciones en la cueva 1, las que tuvieron un carácter preliminar y que
nunca completó más tarde. Los hallazgos eran predominantemente en los
niveles cerámicos en la capas superiores (1 a la 6) y pinturas rupestres; a
ambos registros el autor le dedicó una buena descripción y efectuó una
interpretación inicial. Sin embargo, lo que más atrajo su atención fueron los
restos óseos de fauna extinta (determinados en La Plata por el paleontólogo
Rosendo Pascual) que halló en los niveles más profundos en algunos de
586 los cuales identificó una señal humana. Cardich propuso que la evidencia
Augusto Cardich y su contribución a la arqueología del Perú y de la Patagonia argentina
590 En 1987 Cardich abrió otro «frente precerámico» en el extremo Norte de los
Andes peruanos en Cajamarca y comenzó la excavación de varias cuevas en
Augusto Cardich y su contribución a la arqueología del Perú y de la Patagonia argentina
6. Consideraciones finales
Como fue expresado por muchos investigadores (Lavallée, 1985; Chauchat
1988; Bonavia 2004; León Canales, 2007, etc.), los estudios de Cardich en las
cuevas de Lauricocha marcaron un momentum en el estudio del poblamiento
temprano de los Andes Centrales. Para Chauchat «after Augusto Cardich´s
first publication of the Lauricocha cave sequences had given the antiquity of man
in Peru wide acceptance» (1988: 43). Como comentó Bonavía (2004: 267) al
referirse a la presentación de la datación de Lauricocha muchos años después
«This was a revolutionary announcement for Peruvian archaeology at the time».
Recordemos que la noticia salió inmediatamente en el noticiero «El Reporter
Esso» de Radio América (Deza Rivasplata, 2004: 11).
Sin duda, uno de los méritos de Cardich reside en haberse sustraído al imán del
estudio de las «grandes civilizaciones andinas» (aunque se refirió también varias
veces a este tema, ver por ejemplo Cardich, 1988) y enfocarse en un período
mucho menos atractivo para la época. Para esto contribuyeron dos hechos
decisivos. Uno era que los hallazgos estuvieran en la hacienda de su familia,
en las laderas que él escalaba de joven visitando glaciales; evidentemente había
causas emotivas y de pertenencia que marcaron sus intereses científicos. El
segundo fue la fuerte influencia de Menghin, su mentor, quien rápidamente
vislumbró la importancia de los artefactos líticos hallados por Cardich. En
su batalla contra el evolucionismo ahistórico norteamericano, Menghin
estaba más interesado en los círculos culturales antiguos que en las «grandes
civilizaciones» y esto se lo trasmitió a Cardich. Desde Lauricocha entonces,
él construyó una plataforma para participar en un debate en donde había
pocas voces peruanas. Luego, siguiendo el derrotero de Menghin, continuó
sus investigaciones en Patagonia, comenzando por Los Toldos, el mismo sitio
que había excavado su maestro.
Además, por lo menos desde Cardich en adelante y en parte gracias a él,
los estudios del poblamiento temprano en los Andes estuvieron fuertemente
ligados a la discusión sobre las glaciaciones y la articulación entre los avances
glaciales y los pulsos de ocupación humana temprana (ver León Canales,
2007). Esto se nota claramente en la monografía de Lauricocha (Cardich,
1964-1966) en donde las primeras 40 páginas están dedicadas al tema.
Luego, el tema de las glaciaciones y de las fluctuaciones climáticas para
entender el poblamiento de los Andes Centrales se hizo más frecuente (ver
por ejemplo Matos Mendieta, 1992, para la Puna de Junín) y él mismo lo
594 discutió intensamente para analizar la variación de los límites superiores de la
agricultura andina (Cardich, 1985).
Augusto Cardich y su contribución a la arqueología del Perú y de la Patagonia argentina
Agradecimientos
A Henry Tantaleán y César Astuhuamán por la invitación a participar en el Simposio
Internacional «Historia de la Arqueología del Perú en el Siglo XX» y en la publicación
que derivó del mismo. A Elmo León Canales y a Laura Miotti por la lectura crítica
de este trabajo. Laura y Rafael Paunero cedieron gentilmente algunas de las fotos que
ilustran este capítulo.
Referencias citadas
600
Últimas reflexiones y nuevas propuestas
EPÍLOGO
601
Margarita Díaz Andreu
602
Últimas reflexiones y nuevas propuestas
1. Historias de la Arqueología
Es un síntoma de la madurez de una disciplina la realización de reflexiones
disciplinares sobre su construcción profesional. En Arqueología la primera fue
la del alemán Adolf Michaelis, quien en 1906 escribió Die Archaeologischen
Entdeckungen des Neunzehnten Jahrhunderts, traducida al inglés dos años
más tarde como A Century of Archaeological Discoveries. Entonces comentaba
el catedrático de Oxford John Myres que desentrañar una maraña «tan
complicada como es la de una nueva ciencia, poner en perspectiva adecuada
los logros de los trabajadores que apenas acaban de fallecer o incluso todavía
viven, requiere una rara combinación de conocimiento especializado con
una actitud filosófica e imaginación histórica» (Myres, 1907: 317)1. Pero si
Myres se quejaba de que Michaelis había tendido a enfatizar lo hecho por los
alemanes y no por otros («en todas las actuaciones alemanes poco importantes
parecen invadir el cuadro; desapareciendo de la vista los grandes arqueólogos
ingleses» (Myres, 1907: 319]) —nótese que para Myres «otros» significaba
«ingleses»—), cuando les tocó el turno a ellos de escribir las historias de
la Arqueología supuestamente generales, replicaron lo que antes habían
criticado. Ni Michaelis ni, después de él, el siguiente gran historiador de la
603
1 Todos los textos cuyo original está en inglés han sido traducidos por la autora.
Margarita Díaz Andreu
604 2Aunque Glyn Daniel incluyó un libro sobre la arqueología del Perú en la serie que
organizaba en Ancient Peoples and Places (Bushnell, 1956).
Últimas reflexiones y nuevas propuestas
611
Margarita Díaz Andreu
Referencias citadas
616
Sobre los autores
Miguel AGUILAR
Es arqueólogo de la Universidad Nacional Federico Villarreal, y magíster en
Antropología de la Universidad de los Andes de Colombia en donde cursa
estudios de Doctorado en Historia. Ha sido ayudante de cátedra de Arqueología
en la Universidad Nacional Federico Villarreal, Universidad Nacional Mayor
de San Marcos de Lima; profesor asistente del pregrado de Antropología en
la Universidad de los Andes y la Universidad Nacional de Colombia. Ha
realizado investigaciones sobre formación y desarrollo de las organizaciones
sociales complejas a partir de las residencias de elite en los Andes Centrales, en
los Valles de Huaura, Fortaleza, Pativilca y en el Callejón de Huaylas (Ancash).
Ha publicado una serie de artículos sobre el patrimonio cultural y sus relaciones
con el Estado y las comunidades indígenas en el Perú, y compiló junto a
Henry Tantaleán un libro sobre Arqueología Social Latinoamericana. En la
actualidad es becario e investigador del Instituto Colombiano de Antropología
e Historia y es profesor visitante de la Universidad de Catamarca, Argentina.
Monica BARNES
Es editora de Andean Past y Asociada del American Museum of Natural
History. Ella se formó en el Vassar College, la University of London, y
Cornell University. Barnes está actualmente trabajando con los registros
fotográficos y escritos resultantes del proyecto «A Study of Provincial Inca
Life» de John Víctor Murra (1963-1966) centrado en Huánuco Pampa.
Su trabajo consiste en poner los datos a disposición de los investigadores
a través de su publicación. También está realizando un archivo virtual de
ilustraciones de Huánuco Pampa, que van desde los inicios del siglo XVII
618 hasta el presente, y está escribiendo un extenso libro biográfico sobre Murra.
Como autora, editora, y traductora ha producido cerca de 200 publicaciones,
Sobre los autores
Richard L. BURGER
Es arqueólogo, doctor en Antropología de la Universidad de California,
Berkeley. Está a cargo del Programa de Estudios Arqueológicos en Yale
University y en Presidente del Institute of Andean Research (NY). Fue
Director del Museo Peabody de Historia Natural entre los años 1995-2002
y actualmente es el Charles J. MacCurdy Professor de Antropología en Yale.
También ha dictado cursos en los programas de arqueología de la UNMSM,
PUCP y UNSAAC. Es autor de libros y artículos entre los que se puede citar
Emergencia de la Civilización en los Andes (UNMSM, 1993), Excavaciones en
Chavín de Huántar (PUCP, 1998) y Arqueología del Período Formativo en la
Cuenca Baja de Lurín (PUCP, 2009).
Anderson CALZADA
Historiador graduado de la Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad
de La Habana. Laboró durante tres años en el Departamento de Arqueología
del Instituto Cubano de Antropología y en la actualidad se desempeña como
investigador en el Archivo Nacional de Cuba. Entre los temas estudiados
se encuentran la vida y obra del Dr. Ernesto Tabío Palma, y la compilación
y trascripción de las actas de la Junta Nacional de Arqueología y Etnología
(1937-1962), que se encuentran en proceso editorial.
Luis Jaime CASTILLO BUTTERS
Es arqueólogo, Doctor en Antropología de la Universidad de California,
Los Ángeles y Profesor Principal de Arqueología del Departamento de
Humanidades de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido
fellow en Dumbarton Oaks y profesor visitante en las universidades de
Lund, la EHESS-Paris, la UNAM, la U. Pablo de Olavide y otras. Es
codirector del Boletín de arqueologia de la PUCP, y ha sido coeditor de
Latin American Antiquity, y miembro del Comité de Ética de la Society for
American Archaeology. Ha publicado y editado diversos volúmenes: New
Perspectives on Moche Political Organization; Arqueología Mochica, Nuevas
Aproximaciones; De Cupisnique a los Incas, el Arte del Valle de Jequetepeque, 619
Investigaciones en San José de Moro, etc.
Sobre los autores
Richard E. DAGGETT
Es historiador de la arqueología peruana y biógrafo de Julio C. Tello. Recibió
su Ph.D. en Antropología de la University of Massachusetts Amherst en 1984.
Como investigador independiente, ha publicado, entre otros, «Reconstructing
the Evidence for Cerro Blanco and Punkuri» (1987); «The Pachacamac Studies,
1938-1941» (1988); «Paracas: Discovery and Controversy» (1991); «Tello, the
Press and Peruvian Archaeology» (1992); «The Paracas Mummy Bundles of
the Great Necropolis of Wari Kayan: A History» (1994); «Indroducción a las
investigaciones de Julio C. Tello en la peninsula de Paracas» (2005); «Tello’s
‘Lost Years’: 1931-1935» (2007); «Julio C. Tello: An Account of His Rise to
Prominence in Peruvian Archaeology» (2009).
Margarita DÍAZ-ANDREU
Es Profesora de Investigación de Icrea en la Universidad de Barcelona desde
enero de 2012. Anteriormente fue profesora en la Universidad Complutense
de Madrid (1994-1995) y en la Universidad de Durham (1996-2011). Es
autora o coautora de seis libros y editora de otros siete y ha publicado un
gran número de trabajos sobre Historia de la Arqueología, Arqueología
prehistórica europea, arte rupestre, identidad y patrimonio. Entre sus
publicaciones destacan A World History of Nineteenth Century Archaeology
(Oxford University Press, 2007), Archaeological encounters. Building networks
of Spanish and British archaeologists in the 20th century (Cambridge Scholars,
2012) y la colección de trabajos sobre The ethics of archaeological tourism in
Latin America editada con César Villalobos y publicada en el International
Journal of Historical Archaeology 17 (2013).
Racso FERNÁNDEZ
Graduado de Ingeniería Industrial en el Instituto Superior Politécnico de
Tashkent, en la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, Máster
en Ciencias Antropológicas de la Universidad de La Habana. Ha laborado en
el Consejo Nacional de Patrimonio Cultural, en el Centro de Conservación,
Restauración y Museología, en la Fundación Fernando Ortiz, y desde el año
2006 en el Departamento de Arqueología del Instituto Cubano de Antropología.
Desempeñó la responsabilidad de Jefe de la Disciplina «La Arqueología en el
Patrimonio» de la titulación «Preservación y Gestión del Patrimonio Histórico-
620 cultural» en el Colegio de San Gerónimo de La Habana, facultad extra campus
Sobre los autores
Danièle LAVALLÉE
Es arqueóloga, directora de investigación emérita en el Centro Nacional
de Investigación Científica (CNRS) de Francia. Obtuvo su doctorado en
Prehistoría y Arqueología en la Universidad de Paris-Sorbona en 1963, y fue
docente en las Universidades de Paris-Sorbona y Paris X-Nanterre entre 1978
y 1998. Ha trabajado en el Perú, Chile y Argentina, países donde ha dirigido
varios proyectos de investigación. Autora de más de 180 artículos y libros,
entre los cuales destacan: Asto: curacazgo prehispánico de los Andes centrales
(1983, con M. Julien); Les Andes, de la préhistoire aux Incas (1985, con L.
Lumbreras); Telarmachay, cazadores y pastores de los Andes (1995); The first
South Americans. The peopling of a continent from the earliest evidence to high
culture (2000); Early hunters-gathereres of the Central Andes (2007). 621
Sobre los autores
Colin MCEWAN
Es arqueólogo y curador de museo que obtuvo su Master in Arts y Doctorado
en Antropología en la University of Illinois at Urbana-Champaign.
Actualmente es Director de Pre-Columbian Studies en Dumbarton Oaks
Research Library and Collection, Washington DC. Se especializa en el arte
y arqueología de las Américas Precolombinas y ha llevado a cabo trabajo de
campo en diferentes asentamientos abarcando desde la sierra peruana, Alta
Amazonía, costa del Ecuador y Patagonia. De 1979 a 1991 dirigió el Proyecto
Arqueológico Agua Blanca enfocado en un principal asentamiento Manteño
en el Parque Nacional Machalilla, costa del Ecuador. También fue Jefe de
la Sección de las Americas en el British Museum, Londres, donde publicó
y coeditó publicaciones sobre exhibiciones incluyendo el Antiguo México
en el British Museum (1994); ‘Patagonia: Natural History, Prehistory and
Ethnography at the Uttermost End of the Earth’ (1997), ‘Pre-Columbian
Gold: Technology, Style and Iconography’ (2000), ‘Unknown Amazon:
Culture in Nature in Ancient Brazil’ (2001), ‘Turquoise Mosaics from
Mexico’ (2006), ‘El Caribe Pre-Colombino’ (2008); Ancient American Art
in Detail (2009) y ‘Moctezuma: Aztec Ruler’ (2009). Está particularmente
interesado en reconstruir e interpretar los roles que los objetos desempeñan
en los paisajes prehistóricos culturales.
Pedro NOVOA
Arqueólogo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Como
integrante del Museo de Arqueología y Antropología de la UNMSM,
entre 1997 y 1998 participó en la primera verificación integral del Archivo
Julio C. Tello, entregado en 1947 a esa universidad. A continuación,
editó los tres primeros volúmenes de los Cuadernos de Investigación del
Archivo Tello: Arqueología del Valle de Lima (1999), Arqueología del valle
de Asia (2000) y Arqueología de la cuenca del Río Grande de Nasca (2002).
Entre 2002 y 2007 formó parte del equipo de investigación de la Huaca San
Marcos, dirigido por la doctora Ruth Shady. Desde 2001 forma parte del
equipo de investigación de la Zona Arqueológica Caral, bajo la dirección de
la doctora Shady, y es responsable de la investigación y conservación de los
materiales recuperados en las intervenciones arqueológicas de esa institución.
623
Sobre los autores
Giuseppe OREFICI
Arquitecto y arqueólogo, Director del Centro Italiano Studi e Ricerche
Archeologiche Precolombiane (CISRAP) de Brescia, Italia. Desde 1977
dirige campañas de excavaciones arqueológicas en el Perú y en el continente
americano. En 1982 emprende un programa de excavaciones arqueológicas
en el área de Nasca (Perú), como Director del «Proyecto Nasca», amparado
por un convenio con el Ministerio de Cultura del Perú. Las investigaciones,
todavía en curso, se concentran principalmente en el centro ceremonial
de Cahuachi. Desde 2002, con el patrocinio del Ministerio de Relaciones
Exteriores de Italia, realiza la conservación y puesta en valor del sitio. Ha
dirigido varios proyectos arqueológicos también en México, Isla de Pascua,
Brasil y Bolivia. Es fundador y director del Museo Arqueológico Antonini en
Nasca, donde se exponen los principales hallazgos de las excavaciones por él
realizadas en el territorio.
Thomas C. PATTERSON
Obtuvo su Ph.D. en Antropología en la Universidad de California, Berkelely.
Ha sido profesor en las universidades de Berkeley, Harvard, Yale, Temple, y
New School for Social Research. Es Profesor Distinguido de Antropologia
en la Universidad de California, Riverside (2000). Autor de libros y artículos
entre los que se puede citar Karl Marx, Antropólogo (2013), Marx’s Ghost
(2003), A Social History of Anthropology in the United States (2001), Inventing
Western Civilization (1994), The Inca Empire (1991), Pattern and Process in
the Early Intermediate Period Pottery of the Central Coast of Peru (1966).
Ann H. PETERS
Es antropóloga con especialidad en Arqueología, doctora de la Universidad de
Cornell. Consultora de la sección de las Américas del Museo Antropológico
y Arqueológico de la Universidad de Pennsylvania y miembro ad honorem del
Programa de Estudios Andinos de la PUCP. Bajo el auspicio de las Agencias
Fulbright y Center for Internacional Educational Exchange (CIES) fue docente
de posgrado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (2007) y la
Universidad de Tarapacá (2003-2004). Ha sido docente en las universidades
de Temple y West Chester (2008-2009), Cornell (2002-2006), Le Moyne
(1998-1999) y Hobart and William Smith (1994-1998). Entre sus artículos
624 se puede citar «Funerary regalia and institutions of leadership in Paracas and
Sobre los autores
Gustavo POLITIS
Investigador Superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas (Conicet) de Argentina y Profesor en la Universidad Nacional
del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Director del Instituto de
Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano
(Incuapa). Sus áreas de interés son el poblamiento de América, la arqueología
pampeana y del delta del Paraná, la etnoarqueología y la teoría arqueológica.
Es autor y editor de varios libros sobre arqueología y ha escrito más de 100
artículos científicos. Su libro Nukak. Ethnoarchaeology of an Amazonian
People (Left Coast Press) es una de sus principales contribuciones para la
Etnoarqueologia desde América de Sur.
Gabriel RAMÓN
Arqueólogo de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Lima) e
historiador por la Pontificia Universidad Católica del Perú (Lima). Magister de
la Universidad de São Paulo (Brasil) y doctor de la Universidad de East Anglia
(Norwich). Hizo un postdoctorado en el Museo Británico (Londres) y es ahora
Profesor ordinario en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Se especializa
en historia urbana latinoamericana y etnoarqueología andina. Ha publicado La
Muralla y los Callejones (1999) y Los Alfareros Golondrinos (2013).
John RICK
Obtuvo su Ph.D. en la University of Michigan en 1978. La investigación
de Rick se enfoca en la arqueología y antropología de los cazadores-
recolectores y sociedades jerárquicas iniciales, análisis de instrumentos líticos
y metodologías digitales, estudios sobre Latinoamérica y Suroeste de los
EEUU. Sus principales esfuerzos de investigación han incluido proyectos de 625
largo plazo estudiando sociedades de cazadores tempranos de la alta puna de
Sobre los autores
Yuji SEKI
Es arqueólogo y antropólogo, y ejerce la docencia en el Museo Nacional de
Etnología, Osaka en Japón. Es autor de La arqueología del poder en los Andes
Prehispánicos (Fondo Editorial de la Universidad de Kyoto, 2006), Miradas
al Tahuantinsuyo: Aproximaciones de peruanistas japoneses al Imperio de los
incas (Fondo Editorial de la Pontifica Universidad Católica del Perú, 2009),
La Arqueología de los Andes (Doseisha, 2010). Por sus obras académicas y
contribuciones al desarrollo y a la difusión de la arqueología andina en el
mundo, recibió la condecoración Hamada Seiryou Shyou en 2008, el más
importante premio que se otorga anualmente en el Japón por trabajos de
investigación académica en Arqueología.
Bill SILLAR
Es profesor en el Instituto de Arqueología de la University College London
(UCL, 1999-presente) donde imparte cursos de cerámica, estudios de
artefactos, tecnología y arqueología andina. Associate Fellow del Instituto para
el Estudio de las Américas (2000-presente). Su doctorado en la Universidad
de Cambridge (1990-1995) fue publicado como: Shaping Culture; Making
Pots and Constructing Households: An Ethnoarchaeological Study of Pottery
Production, Trade and Use in the Andes (2000). Bill Sillar ha realizado
prospecciones arqueológicas y excavaciones en varios sitios incluyendo el
Proyecto Cusichaca y Raqchi en el Perú, y West Dean en Inglaterra. El trabajo
de campo en Raqchi debía permitir comprender la construcción del sitio Inka
dentro de un entendimiento a largo plazo de las continuidades y los cambios
en el desarrollo del paisaje y el impacto de los estados expansionistas sucesivos
(Wari, Inca y español) en la sociedad local. Actualmente, viene estudiando
los cambios en la organización de la producción de cerámica, cantería y la
626 arquitectura monumental en la región de Cuzco durante el surgimiento del
Imperio Inka.
Sobre los autores
Jorge SILVA
Es arqueólogo y profesor principal de la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos. Obtuvo su Ph. D. en Antropología en The University of Michigan,
Ann Arbor, USA. Es profesor principal de la Escuela de Arqueología en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Entre sus publicaciones se puede
mencionar el libro El Imperio de los Cuatro Suyos, Orígenes de la Civilización
Andina. Investiga estructuras políticas y económicas prehispánicas.
Actualmente estudia la problemática de la arqueología en el Alto Mayo,
Moyobamba, Oriente peruano.
Henry TANTALEÁN
Se licenció en Arqueología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Obtuvo su maestría (2003) y doctorado (2008) en Arqueología Prehistórica
en la Universidad Autónoma de Barcelona, España. Actualmente es profesor
de pregrado y posgrado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y
profesor de posgrado en la Universidad Nacional de Trujillo. Es investigador
asociado del Instituto Francés de Estudios Andinos en Lima y del Instituto
Cotsen de Arqueología de la University of California en Los Angeles
(USA). Ha publicado Arqueología de la Formación del Estado: El Caso de la
Cuenca Norte del Titicaca (Fondo Editorial San Marcos, 2008), Ideología y
Realidad en las Primeras Sociedades Sedentarias (1400 ANE-350 ANE) de la
Cuenca Norte del Titicaca, Perú (Archaeopress, 2010), La Arqueología Social
Latinoamericana: de la Teoría a la Praxis (con Miguel Aguilar, Universidad de
los Andes, 2012) y Arqueología de la Cuenca del Titicaca, Perú (con Luis Flores
Blanco, IFEA, Cotsen Institute, 2012).
Rafael VEGA-CENTENO
Estudió Arqueología en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Obtuvo su
Ph.D. en Antropología en la Universidad de Arizona-Tucson. Es Director del
Programa de Humanidades de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y es,
a su vez, profesor de las Escuelas de Arqueología de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos y la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha llevado
a cabo investigaciones sobre el Período Arcaico Tardío en el valle de Fortaleza
(Barranca-Lima) y sobre asentamientos tardíos de la cuenca del río Yanamayo
(Asunción-Ancash). Producto de estas investigaciones, ha publicado artículos
627
especializados en diferentes revistas del país y del extranjero.