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René Guénon
Por principios lógicos, hay que entender los principios que gobiernan el
entendimiento humano entero, cualesquiera que sean los objetos a los que aplica su
actividad; eso es lo que se llama también los principios directores del conocimiento.
Aunque estos principios no sean en realidad sino una expresión particular, para las
condiciones del entendimiento humano, de los principios propiamente dichos, que son
de orden verdaderamente universal, debemos limitarnos aquí a considerarlos bajo el
aspecto lógico; pero, para estudiarlos de un modo completo, habría evidentemente que
salir de ese punto de vista lógico y situarse en el punto de vista metafísico. Por otra
parte, estos principios lógicos, cuando se los quiere enunciar, son forzosamente
expresados bajo la forma de juicios, y la constitución misma del lenguaje no permite
que sea de otra manera; pero no obstante, si se los considera en sí mismos, fuera de toda
aplicación a la experiencia, hay que estudiarlos antes del juicio, e incluso antes del
concepto, pues un concepto, lo mismo que un juicio o un razonamiento, no puede tener
valor lógico sino en tanto es conforme a estos principios, a los que se puede contemplar
como las condiciones fundamentales del acuerdo del pensamiento consigo mismo,
porque son la traducción lógica de las condiciones mismas de toda posibilidad.
El primero de estos principios lógicos es el principio de identidad, que,
metafísicamente, afirma la identidad esencial que pertenece al ser, y que, lógicamente,
puede formularse así: “lo que es, es”, “una cosa es lo que ella es”, o también “A es A”.
Este principio es de una evidencia inmediata, pero dista mucho de ser tan insignificante
como puede parecer cuando se le contempla superficialmente; los lógicos han cometido
a menudo el error de descuidarlo o de no plantearlo claramente antes de todos los otros
principios, lo que se debe quizás a lo difícil que es darse cuenta de toda su importancia
sin darle la forma bajo la que tiene un alcance propiamente metafísico: “el ser es el ser”.
Para permanecer en el dominio lógico, diremos que este principio está implicado en
cada uno de nuestros juicios, cuya primera condición es en efecto que la cosa de la que
hablamos sea y permanezca idéntica a sí misma, al menos con respecto al atributo que
afirmamos le conviene, sin lo cual no sería posible decir de ella nada que fuese
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RENÉ GUÉNON – LOS PRINCIPIOS LÓGICOS
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RENÉ GUÉNON – LOS PRINCIPIOS LÓGICOS
una particularización del principio de razón suficiente. El papel de éste es, de un modo
general, dirigirnos en la búsqueda de lo que no conocemos, mientras que los otros
principios, de los que hemos hablado en primer lugar, nos permiten únicamente sacar
conclusiones válidas de lo que ya conocemos.
Hay que abstenerse de confundir con los principios lógicos, los cuales, siendo
verdaderamente principios, son esencialmente a priori, las generalizaciones más
elevadas que podamos obtener a posteriori, es decir partiendo de la experiencia; y hay
que abstenerse también de buscar más de la cuenta y de un modo poco justificado, no
decimos vincular, sino reducir los principios propios de las diversas ciencias a
principios comunes a todas las ciencias, o incluso comunes a todo ejercicio de las
facultades intelectuales en cualquier dominio que sea.
II
El principio de identidad domina toda la lógica, pero al mismo tiempo va más allá
del dominio de la lógica, ya que ésta no es y no puede ser sino una aplicación de los
principios universales a las condiciones particulares del entendimiento humano. El
principio de identidad no puede pues reducirse a una fórmula como ésta: “lo que es
verdadero en un tiempo y en un lugar determinados es verdadero eternamente y
universalmente, y lo mismo para lo que es falso”, ya que tal fórmula no puede expresar
sino la aplicación lógica del principio, y en modo alguno el alcance metafísico que tiene
en sí mismo. Por otra parte, en el fondo, el sentido mismo de la fórmula anterior, en lo
que se refiere a lo verdadero, no es otro que éste: “toda verdad de hecho, si se la
transpone a lo universal, es decir si se la considera independientemente de las
condiciones de tiempo y de lugar que le dan el carácter de hecho, es y permanece la
expresión de una posibilidad”, aserción que es evidente y no necesita ser formulada
aparte desde el momento que se ha establecido la noción metafísica de la posibilidad.
El principio de contradicción, que expresa la condición fundamental de la
posibilidad, no debe ser confundido con el principio de identidad, como parece haberlo
hecho Leibniz, ya que es en cierto modo el inverso o el aspecto negativo de éste. Es
pues en realidad un derivado del principio de identidad, e incluso, debido a su carácter
negativo, no sería nada por él mismo y sin éste, al que presupone esencialmente, al
menos en el dominio del ser; pero, establecido el principio de identidad, el principio de
contradicción se deduce necesariamente e inmediatamente de aquel.
Del mismo modo, del conjunto de estos dos primeros principios deriva el principio
del término medio excluido, que completa la enunciación de las condiciones de la
verdad aplicables a todo lo posible, o más exactamente, bajo su forma ordinaria, a todo
lo posible realizable en el ser; pero estos tres principios, en razón de su universalidad,
no pueden tener ninguna relación en ellos mismos, fuera de sus aplicaciones especiales,
con las condiciones particulares y contingentes de las verdades de hecho.