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1.

Límites del dispositivo y de su empleo


Situación y definición
La entrevista de investigación se inscribe en el amplio conjunto de los comportamientos
verbales que D. H. Hymes (1968) denomina «speech events»; acontecimientos de la
palabra que este autor define clásicamente a través de sus siete elementos (remitente,
destinatario, mensaje, canal, código, contenido y situación). El término de speech events
se aplica a unas situaciones muy diversas: «conferencia», «conversación en un bar»,
«tratamiento psicoanalítico», etc.; cada una implica unas diferentes características de
sus elementos.
En este conjunto la entrevista de investigación pertenece a un subconjunto que
comprende todo lo que llamaremos «entrevista» y de la que damos la siguiente
definición (Labov y Fanshel, 1977).

Una entrevista es un speech event en el que una persona A extrae una información de una
persona B, información que se hallaba contenida en la biografía de B.
El término biografía significa aquí el conjunto de las representaciones asociadas a
los acontecimientos vividos por B. Esta última característica, esencial, significa para
Labov y Fanshel (1977) que la información ha sido experimentada y absorbida por B y,
por tanto, que será proporcionada con una deformación (orientación e interpretación)
significativa de la experiencia de B.
Por el contrario,.si B es testigo de un acontecimiento y comunica al mismo tiempo a A
unas informaciones que desea poseer A sobre

este acontecimiento, el speech event así definido no pertenece al subconjunto de las


entrevistas. En efecto, según Labov y Fanshel (1977), la información obtenida de ese
modo no está contenida en la biografía de B, es simplemente transmitida sin haber sido
«digerida».
' La «subjetividad» del producto informativo generado es una propiedad de las
entrevistas. Esta propiedad se aplica a todos los géneros de entrevista, ya se trate de un
interrogatorio de la policía, de la confesión o del cuestionario de investigación.
En todos estos casos se observa que la información extraída por A no es idéntica a la
información dada por B. La operación de extracción supone una actividad de análisis y
de interpretación por parte
de A.
Pero todas las entrevistas se diferencian según que sean A o B los iniciadores y
beneficiarios de la situación:
a) Si A tiene la iniciativa del encuentro con B y es el que más se beneficia de ello: se trata de
entrevistas efectuadas por entrevistadores cuyo oficio consiste en extraer una información de
sus interlocutores para explotarla con fines externos a la, situación; éstas son «interviús»:
entrevistas periodísticas, interrogatorios de la policía, cuestionarios que siguen un modelo,
entrevistas de investigación, etc.
b) Si B tiene la iniciativa del encuentro con A y es quien se beneficia principalmente (por esto
B remunera directa o indirectamente a A), se trata de «consultas»: entrevistas médicas, legales,
denuncias a la policía, entrevistas terapéuticas, confesiones, etc.
La entrevista de investigación pertenece, pues, al conjunto de las interviús, pero en este
conjunto constituye con el cuestionario un subconjunto de las interviús empleadas con
fines de investigación, es decir, inscritas como elementos metodológicos en una
trayectoria científica.
Dentro de este último subconjunto, la entrevista de investigación se diferencia del
cuestionario.

1. El cuestionario consiste en una serie de preguntas redactadas deantemano, y estrictamente


formuladas por A; produce una serie de respuestas que forman un discurso fragmentado no
lineal.
2. La entrevista de investigación se orienta hacia la "producción por parte de B de un discurso
continuo acerca de un tema determirinado lo que sólo es posible si A se abstiene de plantear sus
pregun tas. Pero esta función de producción de un discurso lineal caracte
riza igualmente a la entrevista terapéutica que se emparenta con el conjunto de las llamadas
situaciones «de consulta».
Este parentesco próximo (entrevista terapéuticainvestigación) suscita unas tentaciones
de deslizamiento práctico y conceptual que tienen como efecto ocultar la solución real
de continuidad que distingue a las dos situaciones. La confusión se origina, por ejemplo,
frecuentemente so capa de la denominación «entrevista clínica».
Esta denominación califica a una práctica de entrevista que pretende ser mitad
terapéutica, mitad investigación; el objetivo consiste entonces en hacer emerger, gracias
a la coloración «terapéutica» de la actitud del entrevistador, unos contenidos temáticos
que afectan a la intimidad, a «pensamientos privados», «fantasías preconscientes», etc.,
que son utilizados después como datos para sostener una perspectiva de investigación.
Pero la existencia de estas posibilidades de desplazamiento entre la entrevista
terapéutica y la entrevista de investigación resulta discutible no sólo porque, a ejemplo
de Labov y Fanshel (1977), las hemos colocado en distintos subconjuntos de situación,
sino sobre todo porque distinguen a las dos prácticas unos objetivos radicalmente
diferentes uno del otro y excluyentes.
1. La entrevista de investigación pretende llegar al conocimiento objetivante de un problema,
aunque sea subjetivo, a través de la construcción del discurso; se trata de una de las operaciones
de elaboración de un saber socialmente comunicable y discutible.
2. La entrevista terapéutica tiene un propósito casi opuesto; favorece, a través de la
construcción de un discurso, la constitución de un saber privado, poco comunicable, gracias a la
disposición y al juego de relaciones imaginarias respecto del terapeuta. El dispositivo
terapéutico del terapeuta descansa en la ausencia de un proyecto de sentido identificable como
tal por el paciente. Este se ve conducido a buscar el sentido de su discurso en las respuestas que
le supone. Este trabajo de construcción es llevado a cabo en un tipo de contrato específico de
comunicación:
«La comunicación psicoanalítica tiene como efecto describir el móvil del acto de palabra por la intención del
acto de lenguaje» (Widlócher, 1986, p. 32).
Esto sólo es posible si se excluye cualquier tipo de duplicidad del terapeuta (que no
dejaría de tener efectos perversos), con la garantía fundamental para el paciente de que
su discurso no será «objeto» de conocimiento.
Resulta, pues, que la entrevista de investigación y la entrevista terapéutica corresponden
a dos situaciones de intercambio oral que deben ser radicalmente diferenciadas, sin lo
cual la investigación crearía confusión y ausencia de sentido1.
En resumen, definimos empíricamente la entrevista de investigación como una
entrevista entre dos personas, un entrevistador y un_ entrevistado, dirigida y registrada
por el entrevistador; este último tie ne como objetivo favorecer la producción de un
discurso lineal del
entrevistado sobre un tema definido en el, marco de una investigación, La entrevista de
investigación es, pues, utilizada para estudiar los he chos de los que la palábra es el
vector:
— estudios de acciones pasadas (enfoque biográfico, constitución de archivos orales, análisis
retrospectivo de la acción, etc.);
— estudio de las representaciones sociales (sistemas de normas y de valores, saberes sociales,
representación de objeto, etc.);
— estudio del funcionamiento y de la organización psíquicos (diagnóstico, investigación
clínica, etc.).
La entrevista de investigación puede ser también empleada para estudiar el propio hecho
de la palabra (mecanismos de persuasión, argumentación, de modalización, etc.).
Utilización y concepción problemáticas
Es manifiesto que en las ciencias sociales la entrevista constituye una paradoja (A.
Blanchet, et al, 1985): el instrumento resulta insustituible para acceder a unos
conocimientos cuyo interés queda constantemente reafirmado pero sigue siendo una
metodología inadmisible desde el punto de vista del ideal científico.
Numerosos autores señalan tres grandes fallos metodológicos:
1. No existe en materia de entrevista de investigación regla alguna que justifique y defina las
conductas de los entrevistadores (Roethlisberger y Dickson, 1943);
2. Toda referencia a unas nociones forjadas para el campo terapéutico como la de la «no
directividad» o la de la «actitud clínica»
1
Esto no implica que el conjunto de la situación terapéutica no pueda ser considerado como objeto de investigación. Como
lo han mostrado Labov y Fanshel (1977).

no podrían otorgar validez al dispositivo; al contrario, estas nociones sirven para ocultar el
funcionamiento interlocutoria de la entrevista (Bourdieu, Chamboredon y Passeron 1967; Págés,
1970;
Blanchet, 1982).
3. Correlativamente a los dos problemas precedentes, permanece indefinido el status científico
de los datos producidos (Friedman, 1946).
¿Cómo compensa la entrevista de investigación sus propias debilidades? Esencialmente
por los servicios prestados; éstos son importan | tes para el investigador cuando se
considera la riqueza heurística de | las producciones discursivas obtenidas por la
entrevista, que supera ampliamente a la del arcaico cuestionario.
Numerosas investigaciones que han empleado casi exclusivamente este dispositivo
aportan unos resultados interesantes, a veces inesperados, próximos a unos hechos
vividos por las personas entrevistadas. Así cabe analizar y transmitir numerosos
«saberes sociales» que han sido construidos por la experiencia y la práctica (Lescot,
Menahem y Pharo, 1980). De hecho, la entrevista de investigación es el fruto de una
concepción particular de la investigación, cuya historia hemos descrito (Blanchet, et al.,
1982).
Este modo de aprehensión, a veces elevado al status de una epistemología, proporciona
a las representaciones transmitidas por la palabra una importancia primordial para
comprender los hechos psicológicos y sociales. El empleo de la entrevista presupone
que el objeto temático de la investigación, sea cual fuere, será analizado a través de la
experiencia que de el poseen un cierto número de individuos; perspectíva subjetivista
completamente conforme con el pensamiento de Dilthey (1942), para quien el mundo
sólo existe en la representa
ción de los individuos.
El empleo de la entrevista de investigación traduce a menudo otra realidad más
pragmática: la del interés que los encargados de las investigaciones hallan en el empleo
del dispositivo. Este manifiesto interés es sin duda explicable en términos de la relación
calidadprecio: comparados con los estudios por sondeo, los estudios mediante entre-
vistas son menos caros y proporcionan mucha más información; pero estos encargados
no especialistas se ven quizá también atraídos por el aspecto concreto y matizado de los
resultados expuestos.
Unas conclusiones próximas al sentido común, caracterizadas por la ausencia casi
permanente de certezas, ofrecen al que ha de decidir
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la ventaja de confirmar sus intuiciones y una gran amplitud en el empleo de esos
resultados.
Así la entrevista ha podido considerarse como «una conversación entre clases»
(Riesman citado por Gotman, 1986), una de las técnicas que la mediatización y el
desarrollo de la era de la comunicación han preparado para dinamizar el funcionamiento
social y neutralizar los conflictos.
En este marco de referencia, la entrevista, excluida de un verdadero procedimiento de
investigación, produce unos resultados que cobran las más de las veces el porte, más o
menos complejo (con clasificación y tipología) de una organización temática de los
pensamientos (comunes) de un grupo de sujetos sobre un tema determinado, y ello por
lo que se refiere a los estudios encargados. En atención a las necesidades de memorias
más eruditas, se añadirán algunas interpretaciones encaminadas a ilustrar una teoría lo
suficientemente general como para ser aplicada sin demasiadas tergiversaciones (la
teoría psicoanalítica tiene éxito en este uso).
El subjetivismo unido al sentido común y la sumisión sin reservas a una demanda social
constituyen los dos principales sesgos a los que puede conducir la entrevista cuando no
se la considera como una técnica al servicio de una metodología científica.
¿Cómo se inscribe la entrevista de investigación en calidad de elemento de una
metodología científica? En la actualidad el instrumento es considerado como una
técnica de recogida de datos, habiéndose desplazado lo esencial del aspecto
metodológico hacia el tratamiento de estos datos, es decir, hacia unos medios de análisis
de contenido cada vez más precisos y rigurosos2.
El análisis riguroso permite determinar, a partir de unas hipótesis iniciales, unas
categorías y estructuras abstractas desconectadas del sentido común, estables, que
conducen a unos resultados refutables (en la medida en que resultan explícitos hipótesis
y procedimientos de codificación y de análisis).
Estas precauciones metodológicas, por laudables que sean, no podrían disimular los
problemas que plantea previamente lo que erróneamente se denomina «la recogida de
los datos». De hecho, los utilizadores llegan a un callejón sin salida en lo que se refiere
al aspecto
2
El análisis preposicional del discurso Ghiglione; Matalón y Bacri, 1985), o el análisis de las relaciones por. oposición
(Léger y Florand, 1985).
ENTREVISTAR
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«constructo» de estos datos para centrar principalmente la atención sobre su análisis.


En el estado actual de los conocimientos, los discursos recogidos gracias a la entrevista
de investigación son considerados como existentes en sí mismos, datos previos
poseedores de una estructura fija; todo sucede en parte como en el caso de una simple
toma biológica o geológica en donde sólo cuenta el análisis ulterior de los elementos
internos, sabiendo que el propio acto de la toma, efectuado con precaución, no podría
modificar la estructura.
Sin embargo, los discursos no son ciertamente preexistentes a la operación de «toma»
que sería la entrevista; constituyen un constructo de la situación de la entrevista,
respuesta a una interrogación difundida en una situación dual; por su presencia, cada
uno coconstruye en cada instante el discurso. Contrariamente a la repetición de la toma
biológica que permite recoger el mismo producto, la construcción discursiva es siempre
singular, jamás reproducible.
De ahí se deduce que todo análisis de contenido, incluso el más riguroso, que ignore
este aspecto fundamental de todo discurso supone el riesgo de imputar a un individuo o
a un grupo social unas características que han sido introducidas con ocasión de la
entrevista.
Para evitar esta sospecha que pesa sobre la validez de los datos, los utilizadores de la
entrevista de investigación tienden a acreditar una cierta concepción del discurso
producido. Este discurso que fluctúa en función de las situaciones, del interlocutor, del
humor del entrevistado, etc., traduciría, de hecho, una estructura profunda, estable,
susceptible de ser analizada por las técnicas de análisis de contenido. Así, el discurso de
tal individuo permitirá caracterizar un perfil psicológico estable a través de su «sistema
de mecanismos de defensa», o bien será portador de un conjunto de representaciones
sociales que se detectará como «sistema ideológico».
El desconocimiento de los mecanismos de coconstrucción del discurso en la entrevista
por parte del entrevistador y del entrevistado resulta correlativo a una tendencia a
atribuir una causalidad interna a la expresión de los contenidos discursivos analizados.
Esta inclinación interpretativa favorece la ocultación de las condiciones de producción
de los datos por entrevista.
Los fundadores de la entrevista de investigación (Roethlisberger y Dickson, 1943)
incurrían en el mismo sesgo; mostraron la indiscutible superioridad de la entrevista
sobre el cuestionario para captar los pensamientos propios de las personas interrogadas
acerca de un determi
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LIMITES

nado objeto temático. Con un cuestionario, decían, se impone un contexto preconstruido


de preguntas que sugieren las respuestas del interrogado y a menudo no permiten su
formulación. En efecto, cuando estas respuestas buscadas son «los pensamientos que el
interrogado asigna a la realidad», su aparición se halla ligada a la presencia de un
contexto de preguntas, quedando por lo esencial implícito lo que es propio del
interrogado. _
Así, la entrevista de investigación consistía para estos autores en reemplazar el contexto
conocido de las preguntas del interrogador por el contexto desconocido de las preguntas
del interrogado. El discurso emitido se insertaba entonces «de un modo completamente
natural» en sus determinantes contextúales psicológicos y sociales que son objeto del
análisis de contenido.
Todo se desarrollaba, según estos autores, como si el discurso
producido por el entrevistado no tuviese destinatario, como si estuviera solamente
construido con referencia a su contexto sociopsicológico, como si el entrevistado
hablase a los demás y a sí mismo a través de un entrevistador neutro y ausente. A la
pareja (PreguntaRespuesta) del cuestionario reemplazaba la pareja (DiscursoContexto)
de la entrevista, que se convertía en el único referente del sentido. Faltaba la
indispensable consideración de los mecanismos de la interlocución (Jacques, 1985).

2. Concepción interactiva de los


niveles de la comunicación
Para captar con un mejor conocimiento de los fenómenos en juego, la realidad
discursiva engendrada por este dispositivo, conviene corregir y completar esta
problemática insuficiente (discursocontexto) de la siguiente manera: los proyectos de
sentido del entrevistado y del entrevistador coconstruyen un discruso princiaplmente
enunciado E por el entrevistado pero que comprende también intervenciones del
entrevistador I. Este conjunto dinámico se establece en relación con un contrato de
comunicación C. Este último sistema constituido se . halla situado en un contexto social
o situación S.
Veamos el esquema global de la problemética discursiva en la entrevista de
investigación:
(((E n, I) n C) n S)' Tomemos, por ejemplo, la siguiente secuencia interlocutoria:
Entrevistado: Por entonces yo vivía (x) en casa de mis padres. Entrevistador: Eso está en... Creuse, también.
Entrevistado: En HauteVienne.
Se reconoce una narración de un entrevistado, seguida de un complemento del
entrevistador y después de una información rectificadora; pero, ¿cuál es el sentido de
este discurso?
Esta secuencia sólo cobra sentido tanto para el lector exterior como para los
interlocutores si se inscribe en un contrato de comunica
significa en relación con.
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CONCEPCIÓN INTERACTIVA
ción inicial (aquí entrevista libre, centrada en ía segunda residencia), pero también si el
conjunto (interaccióncontrato) es entendido como la realización de una inscripción en
un sistema más vasto denominado situación social.
Aquí un técnico de prefectura se dirige a un técnico del Centro Nacioal de Investigación Científica (los
interlocutores comparten estilos y opciones de vida y manejan el lenguaje con el mismo tipo de facilidad).
En este ejemplo, la narración del entrevistado sólo tiene sentido si se supone que está
respondiendo a la consigna de hablar acerca del tema de la segunda residencia, del
mismo modo que el complemento del entrevistador valida esa conformidad con el
contrato. Pero la relación del conjunto —Enunciado, Intervención— con el Contrato de
comunicación, que se establece entonces, interpreta a su vez una situación social más
general: que traduce la convivencia de buena ley establecida entre dos interlocutores
que comparten un cierto número de valores (tal como muestra el conjunto de la
entrevista).
El modelo global representa una serie de relaciones interactivas jerarquizadas, que
comprenden tres niveles (relaciones que determinan el sentido del discurso.)
Distinguiremos el nivel de la interacción verbal (E I) que representa el conjunto de las
acciones realizadas por los interlocutores a través de sus enunciados e intervenciones
(puestas en tela de juicio, confirmaciones, presentaciones de sí mismo, etc.) y el
contrato de comunicación inicial (C) definido por las puestas en juego, los objetivos, el
lugar, el tiempo y el modo de la entrevista, inscribiéndose todo en una situación social
global (S) definida entre otras por las posiciones sociales de los contratantes, su relación
con el lenguaje y el lugar simbólico que ocupa este tipo de contrato.
Desarrollaremos en las páginas siguientes esos tres niveles de inscripción del discurso.
La situación social
La situación social (o condiciones sociales) de la entrevista de investigación se halla
constituida por el conjunto de las características económicas, sociales, culturales,
profesionales, de edad, de sexo, etc., de los interlocutores. Es posible definir estas
características como «externas» a la entrevista, pero sólo existen de hecho en cuanto que
son tomadas en consideración por los interlocutores.
Con harta frecuencia la situación sociocultural del entrevistado, más o menos adaptada al
modelo cultural que transmite la entrevista de investigación, es evocada para explicar un
cierto número de equívocos o resistencias.
Lerner (1956) atribuye, por ejemplo, al «carácter nacional francés» el origen de las resistencias que
encuentra para aplicar en Francia un protocolo de entrevista concebido en Estados Unidos.
Con objeto de evitar estas dificultades, buen número de autores, en especial
norteamericanos, han creído necesario que se proporcione a los propios entrevistados una
formación sobre la entrevista.
Las investigaciones ahora efectuadas a partir de entrevistas en países no occidentales
muestran que no existe prácticamente obstáculo a la aplicación de la técnica, emanado de
los propios códigos culturales (requiere todo lo más unas adaptaciones relativas al ritual que
preside el diálogo).
Estos estudios muestran que los principales obstáculos hallados se encuentran
esencialmente ligados a las posiciones de poder que implica la propia acción de
investigación. En este sentido, tales dificultades son del mismo orden que las que se
advierten en el interior de una misma sociedad cuando el entrevistador y el entrevistado re -
presentan uno respecto de otro capas sociales de intereses divergentes.
El obstáculo puramente cultural es poco verosímil; presupondría que ciertas culturas
ignorasen este modelo de diálogo asimétrico en el que uno habla y el otro escucha.
En todo caso, al enfrentarse con entrevistados pertenecientes a culturas diferentes, los
investigadores encuentran personas inclinadas a hablar y que se complacen en expresarse.
Grimaud (1982), al realizar en la India una investigación sobre «las prácticas de las
significaciones del habitat» a partir de entrevistas efectuadas en lengua inglesa y en hindú con
los mismos entrevistados, temía una cierta incompatibilidad cultural entre los habitus
conversacionales de los indios y los modos de intervenciones «canónicas» del entrevistador
occidental (reanudaciones, repeticiones, etc.).
«Pero, dice, la respuesta que nos proporcionaron en este punto los comportamientos de los habitantes a
partir de las primeras entrevistas —al precio de adaptaciones relativamente menores (...)— superó
nuestras esperanzas, tan "hecho" para ellos parecía el procedimiento y tanto se acomodaba a sus disposi-
ciones culturales con mayor "naturalidad" aún que la que habíamos apreciado en Francia.»
Del mismo modo Shapiro (1984), en una investigación por entrevista sobre el status de la dote
en Grecia, comenta:
«En general, las personas con las que se estableció contacto no escatimaban en modo alguno las palabras;
no es un mito la bien conocida inclinación de los griegos a la discusión.»
Por el contrario, estos investigadores señalan cuánto facilita el intercambio y el diálogo la
proximidad social, definida como una pertenencia común del entrevistador y del
entrevistado a unas características sociales semejantes.
Grimaud (1982) indica:
«El hecho de tener la misma edad induce a una especie de complicidad inmediata de donde se halla
excluida la familiaridad cuando se trata de mujeres, pero que permanece subyacente y propicia en todas
las reanudaciones.»
Shapiro (1984) advierte:
«Las buenas entrevistas son a menudo, pero no siempre, fruto de un intercambio entre individuos
próximos social y culturalmente: mujeres de unos treinta años, ambiente pequeñoburgués».
Es de señalar que las condiciones sociales óptimas para el buen funcionamiento de la
entrevista se encuentren en el origen mismo de la denominación de este género de práctica.
Según Leclerc (1979), el término francés «entretiene, como «interview», proceden de la palabra
«entrevue», que designaba en la época del Renacimiento un encuentro y un diálogo entre dos
personajes de igual rango (dos monarcas, por ejemplo).
ista, para lograr su objetivo de producción disexcluye, pues, que entren en
De hecho, la ent cursiva lineal ha
el discurso las relaciones de fuerza, de poder, de rechazo, etc., susceptibles de establecerse
entre los interlocutores; el dispositivo resulta, por tanto, inaplicable en el caso en que se
hubiese declarado un conflicto entre los participantes. Es evidente que, partiendo de la idea
de que tienen posiciones comunes y de que pertenecen a capas sociales semejantes,
entrevistador y entrevistado coconstruirán más fácilmente el discurso.
Cuando en la entrevista se establecen unas posiciones conflictivas,
ésta se desarrolla entonces sobre la base falseada de una simulación de igualdad o a
veces acaba bruscamente.
En general, cuando surgen dificultades por parte del entrevistado, como el temor al
magnetófono o la incomprensión del contrato inicial, estas dificultades tienen su origen
en la relación de fuerza que actualiza el entrevistador ante el entrevistado y menos
probablemente en unas características propias del entrevistado.
Esta problemática se da muy especialmente cuando el entrevistado es una mujer y el
entrevistador un hombre en una cultura en donde las relaciones hombremujer se hallan
sometidas a unas reglas de autoridad.
Esto es lo que señala Sharma (1983) a propósito de la India y lo que confirma la experiencia de
Grimaud (1982) cuando describe la actitud particularmente aplicada de las mujeres indias con
las que se entrevistó.
«Esta aparente docilidad refleja, desde luego, el papel y la situación de eclipsamiento tradicionales de la
mujer en la India y su sumisión a la autoridad del marido, pues ni una sola entre las de más edad se habría
reunido con nosotros si expresamente él no se hubiera prestado al juego de la entrevista.»
Del mismo modo, Abdellatif Rekaya (1981) encuentra a mujeres francesas musulmanas que rechazan el
magnetófono en cuanto los temas abordados son personales e íntimos:
«Estas no son cosas para grabar, me avergonzaría que me oyesen.»
Estas mujeres que se niegan a abordar temas personales en el marco de la entrevista
denotan uno de los aspectos paradójicos del dispositivo: éste solicita una expresión
íntima que viola al hacerla pública.
Este elemento fundamental del contrato inicial de comunicación es entonces rechazado
por el entrevistado que trata de imponer un nuevo contrato conforme a sus expectativas.
Cuando pide que se pare el magnetófono, corrige la paradoja del contrato inicial al crear una situación de
intimidad; cuando facilita, por ejemplo, la intrusión de niños o de vecinos, crea una escena pública que
excluye toda expresión íntima.
El contrato de comunicación
Este contrato se halla constituido inicialmente por unos parámetros que representan los
saberes mínimos compartidos de los interlocutores sobre lo que hay en juego y los
objetivos del diálogo; pero el cumplimiento de este contrato supone que algunos de
estos parámetros sean renegociados en el curso de la entrevista. Esta renegociación
permanente es la manifestación de un principio de influencia que caracteriza toda
situación de interlocución; principio destacado por el análisis de las «interacciones
verbales» que desarrollaremos en las páginas siguientes.
El contrato inicial de comunicación (Ghiglione, 1986) puede ser definido en la
entrevista de investigación como el conjunto de los saberes compartidos de, los
interlocutores sobre los retos y los objetovos del dialogo. Estos saberes son de dos
órdenes: implícitos y explícitos.
El conjunto de los saberes implícitos está constituido por lo que se puede llamar una situación
potencialmente comunicativa: es necesario, como paso previo a todo contrato explícito, que los
interlocutores compartan un cierto número de códigos culturales, reglas sociales y modelos de
intercambio oral o interlocución. El conjunto de los saberes explícitos se constituye en el tiempo
que separa la toma de contacto entre entrevistador y entrevistado y el comienzo de la entrevista
propiamente dicha, marcado por el enunciado de una consigna por parte del entrevistador y la
puesta en marcha de su aparato de registro.
Esta fase de toma de contacto elabora el contrato inicial de comunicación al que cada
interlocutor se coreferirá para evaluar la pertinencia del diálogo. Está claro que toda
ambigüedad a nivel de definición del contrato inicial tiene consecuencias muy
importantes sobre el modo de cumplimiento de este contrato, es decir, sobre la interac-
ción verbal entrevistadorentrevistado.
Para que exista una definición mínima del contrato inicial, el entrevistador se ve
obligado a revelar al entrevistado los motivos y el objeto de su petición. El motivo
responde a las dos preguntas:
— ¿Por qué esta investigación?
— ¿Por qué haber elegido a este entrevistado?
El objeto es definido por el tipo de acto solicitado y el tema ex
plorado. Antes de toda entrevista propiamente dicha, el entrevistador debe definir el
contrato inicial de la siguiente manera:
«Se trata de una investigación realizada en el marco de tal organismo y por tales razones, y a través de tal
intermediario, yo tomo contacto con usted para pedirle una entrevista registrada en tal sitio y de tal duración
durante la cual no le haré preguntas concretas a fin de conocer su experiencia y su punto de vista sobre tal
terreno.»
Así queda definido un primer nivel de pertinencia del discurso.
Refiriéndose a los parámetros que definen los motivos y el objeto de la petición, es
posible distinguir un cierto número de contratos iniciales. Por ejemplo:
— la formulación y el status del discurso serán diferentes si el entrevistador es percibido como
el investigador (saber supuesto) o como el encuestador (sabiendo hacer);
— el intermediario para la toma de contacto desempeña un papel importante (Bézille, 1985) en
el tipo de relación imaginaria que el entrevistado mantendrá con el entrevistador: de ahí
dependerá el status del discurso.
La relación del entrevistado con el tema explorado resulta también fundamental: ¿Se
trata de un objeto concreto o de una noción abstracta? ¿Preciso o impreciso?
¿Dominado? (profesional, por ejemplo) ¿O simplemente vivido?
Todos estos parámetros que definen el contrato inicial deben ser perfectamente descritos
por el investigador, pues constituyen la base común del sentido de los primeros
intercambios entrevistadorentrevistado. Se comprenderá también que toda
estandarización de esta definición del contrato inicial constituye una condición previa
indispensable cuando se emplea la entrevista como una herramienta de investigación.
El ejemplo siguiente ha sido analizado por Guespin (1984) como un proceso interactivo
que destaca el papel de los silencios «compartidos» (marcados por una o dos barras
oblicuas o puntos suspensivos según su duración) en la operación de complemento que
el entrevistado hace sobre su propio discurso. Se trata de un extracto del comienzo de
una entrevista de investigación.
Entrevistador: ¿Tratamos entonces de las familias Louviers? Entrevistado: mm.
Entrevistador: Sí, de las familias numerosas. Entrevistado: mm.
Entrevistador: Lo que nos interesa es / conocer la orientación escolar / y profesional de los chicos /.
Entrevistado: Sí.
(...)
Entrevistador: Bueno, lo que voy / lo que voy a preguntarle es cómo marchan las cosas para usted.
Entrevistado: Bueno, trabajo, eh, // trabajo en una oficina // en donde llevo la contabilidad, eh, / en fin, llevo la
contabilidad del servicio de compras/.
Entrevistador: Entonces, si pudiese precisar un poco, eh / (...), etc.
Este ejemplo muestra que en tal entrevista, el entrevistador no ha definido previamente
ningún contrato inicial.
El comienzo del discurso del entrevistado: «Bueno, trabajo, eh» es interpretado por el autor del artículo como
una respuesta «engañosa», es decir, propicia a defraudar las expectativas del entrevistador («soy como todo el
mundo, no tengo gran cosa que decirle», o incluso «sólo hago esto»).
De hecho, la experiencia muestra que este género de entrevista de contrato impreciso y
de consigna indeterminada suscita frecuentemente. la evocación de la temática del
trabajo: el entrevistado escoge uno de los referentes que mejor domina para suplir la
manifiesta ausencia de «objeto de la demanda» del entrevistador, al tiempo que se sitúa
socialmente como su identidad profesional. Una gran parte del dis curso subsiguiente
dependerá de este comienzo de la entrevista en el que la definición de un contrato
inicialmente impreciso tendrá que elaborarse enteramente en la propia interlocución.
,
La entrevista es una forma de diálogo social que, como tal, se ve sometido a la regla de
pertinencia. Cuando las partes desconocen los retos y los objetivos dé" su diálogo, el
discurso que producen carece de sentido o llega a un sinsentido. Por eso, la
renegociación permanente de las reglas iniciales del contrato en el curso mismo del diá-
logo conduce a la producción de un discurso compuesto de status variable e
indeterminado y, por consiguiente, poco utilizable como dato en el marco de una
investigación.
El sistema de las intervenciones del entrevistador constituye la tercera instancia en la
que se inscribe la producción discursiva del entrevistado.
El sistema de las intervenciones
Las intervenciones del entrevistador son sobre todo consignas y comentarios.
1. Las consignas son instrucciones que determinan el tema del discurso del entrevistado.
2. Los comentarios son explicaciones, observaciones, preguntas eindicaciones que subrayan
las palabras del entrevistado.
Si se considera que toda mecánica discursiva se halla fundada en la asociación y en el
ajuste de un tema y de un comentario (Carón, 1983), podemos caracterizar el sistema de
las intervenciones del entrevistador como poseedor del objetivo de:
1. Definir un tema sobre el que el entrevistado construye un comentario.
2. Tomar ese comentario del entrevistado como tema de intervencionescomentarios.
El encaje de las intervenciones del entrevistador y del discurso del entrevistado
reproducen de algún modo con una escena de dos personajes la mecánica propia de la
construcción discursiva...
LAS INTERVENCIONESCONSIGNAS '
Se puede considerar como consigna en la entrevista toda intervención del entrevistador
encaminada a definir el tema del discurso subsiguentedel entrevistado.
Toda entrevista de investigación comienza pues, con una consigna inaugural del
entrevistador; ésta debe ser clara "y no contradictoria con el contrato inicial y más
precisa que éste por lo que se refiere al objeto de la demanda. En el ejemplo anterior la
consigna era:
— «Lo que voy a preguntarle es cómo marchan las cosas para usted».
Esta consigna inaugural es imprecisa y quizá contradictoria con unos elementos del
contrato inicial anteriormente enunciados:
— «Lo que nos interesa es conocer la orientación escolar y profesional de los chicos». 9
Por el contrario, si el elemento temático del contrato inicial es definido como
constituyente del modo de vida de las personas, es posible enunciar la consigna sin
riesgo de contradicción.
— «Me gustaría que me dijese lo que representa para usted la orientación escolar y profesional de los
chicos».
Una consigna así formulada debe ser enunciada literalmente a todos los entrevistados de
un mismo corpus de entrevista.
La formulación de la consigna es determinante para el sentido que hay que atribuir al
discurso. Veamos, por ejemplo, las dos consignas:
y
1. «Me gustaría saber lo que representa para usted...», que es una demanda de discurso asertivo.
2. «Me gustaría saber cómo marchan las cosas...», que es una demanda de discurso narrativo.
Si el entrevistado hace una narración tras la consigna 1, esta narración debe ser
entendida por el entrevistador como una ilustración del aserto demandado2. La misma
narración efectuada después, la consigna 2 no poseerá igual sentido; será entendida
como una respuesta directa a su petición.
El papel de las consignas es importante; estas instrucciones añaden unos elementos de
información al contrato de comunicación cuyo respeto es condición para que quede
asegurada la pertinencia del discurso.
Cada consigna, como toda intervención, modifica el contrato de comunicación; es decir,
el conjunto de los saberes compartidos sobre los motivos y el objeto del intercambio
que se han constituido en la interlocución que precedió a esta intervención.
En efecto, el encaje temporal del discurso del entrevistado y de las intervenciones del
entrevistador instruye a cada interlocutor acerca de nuevos temas del contrato en curso;
el contrato inicial es de algún modo renegociado por los participantes a cada serie de
expresiones.
LAS INTERVENCIONESCOMENTARIOS
La gran mayoría de las intervenciones del entrevistador son comentarios que tienen
como objeto el discurso del entrevistado. Como
Regla de las respuestas narrativas (Labov y Fanshel, 1977).
el objetivo estriba en favorecer la producción de un discurso continuo, el entrevistador
debe abstenerse de todo abuso en el empleo de las consignas temáticas que provoque
una ruptura de la linealidad discursiva.
Las intervencionescomentarios pueden distinguirse según dos criterios3:
1. El acto de lenguaje llevado a cabo por el entrevistador.
2. La instancia discursiva buscada.
El acto de lenguaje llevado a cabo por el entrevistador puede ser:
a)
b) c)
Una declaración: un acto por el cual el que habla hace conocer al interlocutor su punto de vista.
En la entrevista se trata desde luego de un punto de vista referido al discurso del entrevistado.
En efecto, el enunciado del punto de vista del entrevistador sobre el tema mismo de su
investigación sería contradictorio con el contrato inicial.
Una interrogación: un acto por el cual el que habla obliga al interlocutor a responder a una
pregunta.
Una reiteración: un acto por el cual el que habla asume, repitiéndolo, un punto de vista
enunciado por el interlocutor.
La instancia discursiva buscada remite a dos registros discursivos en acción en todo
discurso; estos registros hallan su fundamento en la construcción misma de la
proposición (que representa la unidad de sentido del discurso). Toda comunicación de
un pensamiento implica, por un lado, una representación de la referencia (nivel
referencial), y, por otro, una operación psíquica que el que habla realiza sobre esta
representación (nivel modal).
Bally (1944) llama a esta representación el «dictum» y a la operación psíquica el
«modus».
«La frase explícita contiene, pues, dos partes, una es correlativa del proceso que constituye la representación; la
otra pieza maestra de la frase aquella sin la cual no existe frase, es decir, la expresión de la modalidad, es
correlativa del sujeto pensante» (Bally, p. 36).
Así, en la frase: «Pienso que las madres portadoras son inconscientes», «Pienso» es un modus,
mientras que «las madres portadoras son inconscientes» constituye el dictum.
Seguimos una tipología precedente (Blanchet, et al., 1985), simplificándola.
Más recientemente los filósofos ingleses del lenguaje (Austin, 1970; Searle, 1972, 1979,
1985) han planteado el concepto de «acto de lenguaje» que explota y teoriza este
aspecto dicotómico de todo enunciado. Distinguimos, pues, dos discursos (distinción
cuyas implicaciones psicológicas resultan importantes):
1. El registro referencial definido como la instancia discursiva de identificación y de
definición del objeto del que se habla.
2. El registro modal, definido como la instancia discursiva que traduce la actitud del locutor
respecto de la referencia.
En total, y conforme al siguiente esquema, podrán tenerse en cuenta seis tipos de
intervencionescomentarios:
Para ilustrar estas intervenciones tomamos un ejemplo extraído de una entrevista realizada en el
marco de un estudio sobre las representaciones de los estudiantes de psicología referidas a la
práctica de las madres portadoras. Se halla el siguiente discurso compuesto de dos
proposiciones:
«Las madres portadoras son valientes... pero creo que son inconscientes».
El discurso es compuesto: enuncia literalmente dos proposiciones que se inscriben, la primera
en el registro referencial y la segunda en el registro modal.
Definamos e ilustremos las intervenciones siguientes:
Pregunta sobre
Interpretación Reflejo modal
la actitud
Complementaci Pregunta sobre réferencial
Eco
ón el contenido
Tipo de acto: Declaración Interrogación Reiteración
— Complementación: toda intervención que viene a añadir un elemento de identificación de la
referencia al enunciado precedente del entrevistado. Son, o bien síntesis parciales: «(las madres
portadoras) no se dan cuenta», o bien anticipaciones inseguras: «y también abnegadas»; o bien
inferencias (implicaciones lógicas o pragmáticas): «no son conscientes».
— Interpretación: toda intervención que pretende expresar una actitud del entrevistado no
explicitada: «Usted teme consecuencias nefastas».
— Pregunta sobre el contenido: toda intervención de modo interrogativo que solicita una
identificación suplementaria de la referencia: «¿En qué caso?»
— Pregunta sobre la actitud: toda intervención de modo interrogativo que solicita una
identificación de la actitud proposicional del entrevistado: «¿Qué es lo que piensa usted de
eso?».
— Eco: toda intervención que repite o reformula uno o varios enunciados referenciales del
discurso del entrevistado: «son valientes» o «son inconscientes» o «son valientes e
inconscientes»4.
— Reflejo: toda intervención que repite o reformula con un prefijo modal uno o varios
enunciados del discurso del entrevistado: «usted piensa que son valientes» o «usted piensa que
son inconscientes» o «usted piensa que son valientes e inconscientes».
El discurso enunciado por el entrevistado está construido en interacción con el
entrevistador que solicita su producción lineal con la ayuda de sus
intervencionescomentarios.
Cada entrevistador tiene una tendencia personal, dependiente sobre todo de su
formación, a utilizar un tipo de intervención más que otro. Esto sucede a menudo sin
que se dé cuenta. Pero cada tipo de intervención es a su vez son catalizados por la
interacción. Mas en este campo
como én todo terreno intéractivo, las excepciones constituyen a menudo la regla y las
tendencias que se puede observar, sólo tienen un valor indicativo. Con ayuda de
extractos de entrevistas ilustraremos en las páginas siguientes este entramado de las
intervenciones y del discurso.
4
Cuando la reiteración se encuentra demasiado alejada de la proposición reiterada para que el entrevistado la entienda como
tal reiteración, el entrevistador prefija sus intervenciones con «usated dice» o «usted dijo» o «usted ha dicho que...».

3. Intervenciones y discursos
Los discursos producidos por entrevistas están esencialmente compuestos de enunciados
asertivos, es decir de aquellos cuyo propósito estriba en hacer conocer al auditor un
estado de cosas o una concepción estimada como verdadera.
«El objetivo o el propósito de los miembros de la clase asertiva es comprometer la responsabilidad del que
habla (en diversos grados) respecto de la existencia de un estado de cosas, sobre la verdad de la proposición
expresada» (Searle, 1982, p. 52).
Entre estos «asertivos» hemos de distinguir tres categorías de enunciados:
1. Los narrativos cuyo objetivo consiste en dar cuenta de acontecimientos pasados (a los
que cabe asociar las descripciones de objeto). 2. Los informativos, cuyo objetivo es aportar un
comentario nuevo
sobre un determinado tema.
3. Los demostrativos, cuyo objetivo es establecer el proceso lógico de la determinación de los
hechos.
Estas categorías discursivas son detectables semántica y gramaticalmente en el nivel de
los marcadores lingüísticos utilizados preferencialmente, (por ejemplo: tiempo verbal
pasado para los narrativos, verbo de actitud proposicional: elíptico o no para los
informativos, enlaces interfrásticos de causalidad, consecutividad y condicionalidad
para los demostrativos).
Pero los diferentes tipos de intervención que hemos definido ante

nórmente actúan de modo diverso sobre estos distintos tipos de discurso.


Antes incluso de ser solicitados por las intervenciones, estas modalidades discursivas se
hallan bajo la dependencia del tema evocado por el entrevistado y del tipo de relación
que mantiene con ese tema. Si distinguimos, por ejemplo, los temas concretos y los
temas abstractos (referentes actuales y virtuales, Milner, 1982) resulta que el discurso
sobre un tema concreto («el coche») será más fácilmente descriptivo y narrativo si el
entrevistado posee al respecto una experiencia directa y que el discurso sobre un tema
abstracto («la libertad») será de inmediato informativo. Pero es más frecuente que el
discurso ' asocie unos corpus de enunciados que representen estas diferentes ca
tegorías.
Se constata que las intervenciones declarativas y reiterativas del entrevistador se
adaptan mejor a ciertos tipos de discurso, al mismo tiempo que tienden a constituirlos.
Por ejemplo, las complementaciones estimulan un discurso narrativo y descriptivo, mientras que las
reiteraciones se inscriben con mayor facilidad en un discurso informativo. Las interrogaciones son susceptibles
de iniciar uno u otro de los modos discursivos.
Las declaraciones
Las declaraciones del entrevistador constituyen una tentativa de ayudar al entrevistado a
producir un discurso más completo y más coherente. Las complementaciones apuntan
hacia la exhaustividad, mientras que las interpretaciones se dedican a señalar la
existencia de cadenas causales.
LAS COMPLEMENTACIONES
Al hacer una complementación (síntesis parcial, anticipación insegura, inferencia sobre
el contenido), el entrevistador no proporciona su punto de vista personal aunque deje
suponerlo, no opera ninguna interpretación aunque indique que escucha lo que se le
dice.
El empleo repetido de esta declaración «referencial» suscita una
relación intersubjetiva basada en una especie de cooperación común
para producir el mejor discurso posible, el más coherente, el más completo. El
entrevistador parece emplear toda su energía en comprender
y ayudar a la construcción de la historia que se le cuenta. Para ello, opera, según los
casos, de tres maneras:
1. Propone una especie de reformulación concluyente y generalizadora que muestra que ha
comprendido y que confirma perfectamente al entrevistado respecto del interés de lo que dice.
2. O bien adelanta una deducción insegura y apresurada, en cuyo ca so «se hace el tonto para
engañar mejor» y el entrevistado tiene que efectuar un desarrollo suplementario para colmar la
aparente laguna (en la expresión y en la comprensión).
3. O hace una inferencia lógica o pragmática cierta que revela una atención sensible al
razonamiento en la exposición de los pensamientos y de los hechos.
La complementación procede esencialmente por agregación de elementos
«complementarios» propuestos por el entrevistador para confirmación del entrevistado:
el discurso es así sostenido en su función de exhaustividad.
Tomemos como ejemplo el siguiente pasaje de una entrevista sobre el tema de la segunda
residencia, en el curso de la cual el entrevistado cuenta al entrevistador cómo ya en su
adolescencia le gustaba construir cabanas:
Entrevistado: Por entonces yo vivía... en casa de mis padres.
1. Entrevistador: Eso está en... Creuse, también.
Entrevistado: en HauteVienne. Pero el lago corresponde a CreuseHauteVienne... Bueno, claro, si usted quiere,
en el hecho de que me incline por una segunda residencia en B. (nombre geográfico), hay, quizá, un poco de
atavismo...
2. Entrevistador: Sí... Y además, en todo caso, tiene una noción de... nociones de arquitectura.
Entrevistado: ¡Ah, sí! Claro, eh, porque... construí la primera cabana sobre el armazón de un camión... Cogí...
3. Entrevistador: Los tableros del camión.
Entrevistado: ¡No, no, no! ¡Nada de eso! Los travesanos que sostenían el toldo del camión, mire, unos arcos...
de hierro y cosas así. Los monté en un rincón del aserradero.
4. Entrevistador. O sea, que era una choza de madera. Entrevistado: Sí, pero no le faltaba de nada. Allí
comía. Pues bien a
esa edad, yo tendría doce o trece años... Me costó mucho trabajo porque tuve que sujetar todas las tablas al
armazón (...). Allí pasaba ratos largos, celebrábamos fiestas y cumpleaños. Si no había cumpleaños, se
celebraba la Navidad y la Nochevieja. En fin, allí hacíamos todo.
5. Entrevistador: Y eso con amigos de la misma localidad. Entrevistado: Sí, sí. De la aldea que está...
Las intervenciones primera, tercera y quinta son anticipaciones inseguras; el entrevistador «se hace
el tonto»; la segunda y la cuarta son deducciones sintetizadoras y concluyentes. La descripción del
entrevistado queda así sostenida en la elección y en la precisión de los términos empleados, mediante
intervenciones del entrevistador que manifiestan su interés por esta construcción de la referencia.
El entrevistado, «constructor de cabanas», continúa así su discurso:
Entrevistado: ...HauteVienne. Entonces, fíjese, pienso que los motivos profundos, es preciso ir a
buscarlos verdaderamente muy adentro... eh... (silencio). Pero, además de eso, creo que, si quiere, además
de eso de la cabana, me gustaría hacer algo en donde pudiese vivir...
6. Entrevistador: ...de manera autónoma...
Este último discurso ya no es narrativo sino informativo: expresa un pensamiento referente a los
hechos anteriormente evocados. La complementación (6) ya no tiene el mismo status de intervención
que las complementaciones precedentes (1, 2, 3, 4, 5). Integradas en el discurso narrativo, las
complementaciones eran entendidas como peticiones de confirmación 1 (el narrador posee el saber
sobre los acontecimientos de los que da cuenta).
Integrada en el discurso informativo, la complementación es una intervención «más enérgica» que
impone un sentido en un universo discursivo en donde el entrevistador posee también un cierto
saber. Consideremos a la luz de estas hipótesis la continuación del discurso:

Entrevistado: Autónoma, no exageremos, pero...


7. Entrevistador: Al máximo, sí.
Entrevistado: Ya, pero... conseguirla... una... una autonomía, lo más amplia posible., como reacción a
nuestra extremada especializadón... sin duda... bien, en fin, sigamos... Usted es quien tiene que decirlo, no
yo2.
8. Entrevistador: Ah, yo no digo nada.
Observamos en este ejemplo qué mal se integra la complementación en el discurso
informativo pues cobra entonces el status de una aserción del entrevistador (se supone que
el entrevistador ha de decir lo que piensa), intervención de hecho contradictoria con el
contrato de este tipo de entrevista.
1
Regla de las confirmaciones (Labov y Fanshel, 1977).
2
El subrayado es nuestro.
LAS INTERPRETACIONES
La interpretación es una intervención centrada en la causa de lo dicho por el entrevistado, es
decir, sobre su sentido tal como se halla constituido por la intención del sujeto parlante. Esta
investigación de intencionalidad es casi siempre percibida por el entrevistado como un
poder sobre su discurso: en efecto, todo el que habla pretende ser poseedor del sentido de lo
que dice y aparentemente no cede esta prerrogativa al interlocutor más que en situaciones
especiales (afiliación, transferencia, sumisión, etc.).
La interpretación provoca unos efectos de consentimiento o de resistencia, según que se
suponga que revela unas intenciones congruentes con el contenido proposicional de lo dicho
(interpretación confir mativa) o unas intenciones incongruentes (interpretación infirmativa).
1. Las interpretaciones confirmativas son en general validadas por el entrevistado; tienden a
orientar el discurso hacia el registro modal.
2. Las interpretaciones infirmativas obligan al entrevistado a resta blecer una cierta coherencia y
orientan el discurso hacia la construcción de una versión modificada de la cadena de las causas. Este
discurso demostrativo se halla a menudo acompañado de un proceso de marginación del sujeto y de
generalización. Es frecuente, por ejemplo, que en esta ocasión el entrevistado adopte una jerga de
especialista (psicológica, sociológica, etc.)3.
En el ejemplo siguiente, el entrevistado es un hombre; tiene dos hermanos, (1) y (2); el hermano (2)
se ha ocupado de la división de una herencia. Se sospecha que se ha aprovechado de la distribución:
Entrevistado: Lo que podría hacer, pero no lo deseo, sería ir a casa de mi hermano con una furgoneta.
Pero, la verdad es que no me apetece hacerlo; y tampoco mi hermano mayor siente deseo alguno de dar
ese paso.
1. Entrevistador: Y sin embargo, ustedes se sienten un tanto perjudicados. Entrevistado: Sí, del todo.
2. Entrevistador: Al mismo tiempo que se sienten perjudicados dice usted (discurso precedente) que el
dinero no es muy importante... Entrevistado: Sí, porque en definitiva, de los tres, siempre hay uno que
se aprovecha... y esto no es normal; debería haber hecho las cosas correctamente. Nos sentimos
perjudicados porque a la postre, cuando se deja hacer, uno se siente así. Siempre hay alguien que saca el
máximo partido de la situación.
W. Labov y D. Fanshel (1977) denominan a este tipo de discurso «interview style».
En este ejemplo la interpretación infirmativa 1 del entrevistador rebate el punto de vista sostenido
por el entrevistado y después, en un segundo momento 2, señala una contradicción que deja suponer
que las declaraciones del entrevistado no expresan verdaderamente lo que siente y lo que piensa.
Empleando la expresión de D. Widlócher (1986), «la interpretación confiere un sentido al
acto de palabra y lo transforma en acto intencional>> (p. 32).
Aquí el entrevistador dice de algún modo: «Usted está enmascarando sus propios sentimientos».
El subsiguiente discurso del entrevistador es de tipo demostrativo; justifica ulteriormente unas tomas
de posición contradictorias (sentirse perjudicado y no tener deseo de reparar el daño sufrido);
generaliza el problema, objetiva la situación y neutraliza los sentimientos.
Las reiteraciones del entrevistador suscitan una mecánica completamente distinta.
Las reiteraciones
Estas intervenciones consisten en repetir un contenido ya expresado por el entrevistado.
Contrariamente a las declaraciones que añaden un elemento de contenido al discurso del
entrevistado (incluso si este elemento no es recogido), las reiteraciones son extracciones
de contenido. Estas manifiestan, en el contrato específico de la entrevista de
investigación, a la vez una confirmación de atención y una demanda de aclaración del
enunciado reiterado. Como hemos visto en el caso de las complementaciones, las
reiteraciones no poseen el mismo sentido cuando 'se hallan integradas en un enunciado
narrativo que cuando lo están en un enunciado informativo.
La intervención reimpulsa vigorosamente el discurso informativo, mientras que
dedicándose a una narración o a una descripción, constituye una puntualización a veces
superflua y que en ocasiones incluso cae en el vacío.
Distinguimos entre las reiteraciones eco y las reiteraciones reflejo; las primeras reiteran
el dictum del enunciado y las segundas el modus y el dictum.4
Véase infra.
EL ECO
Repetir a alguien algo que acaba de enunciar manifiesta a este interlocutor que se ha
entendido y comprendido bien, pero además que, sin que él lo pretenda, se opera una
selección en el conjunto de su discurso, del que se subraya de este modo la importancia
en sí o por sí. El eco es una técnica detectable y su empleo sistemático molesta al
interlocutor o, si consiente en ello, somete su discurso al dominio del entrevistador.
Contrariamente a las apariencias, esta intervención resulta ofensiva en relación con el
entrevistado, del que toma y devuelve a placer los enunciados. Su empleo abusivo en la
entrevista conduce a una interlocución profundamente artificial en comparación con los
hábitos de expresión más difundidos en nuestra sociedad (a este respecto, la
complementación parece «más natural»). Su efecto es insistente y problematizante
mientras que la complementación tiene un efecto más bien trivializante; el eco provoca
unas resistencias o unas sumisiones:
— se resiste a la captación por parte del otro de elementos del propio discurso; éste constituye un
conjunto y representa la unidad de una persona, su totalidad;
— se cede al otro una cierta responsabilidad en el acto de enunciación cuando se supone que ese
otro posee o puede conseguir una parte de verdad para sí mismo.
En el ejemplo siguiente, el entrevistado ocupa un puesto profesional importante, habla
de su trabajo y se resiste a los ecos infirmativos del entrevistador:
Entrevistado: No puedo ausentarme durante un mes, aunque sea por razones profesionales imperiosas.
Resultaría muy molesto si estuviese fuera un mes... y lo mismo sucede por lo demás con la mayoría de
quienes trabajan conmigo.
1. Entrevistador: O sea, que usted no puede ausentarse por un mes. Entrevistado: Oh, no, en fin... no es
que diga que no podría hacerlo,
eh... pero en fin... las cosas no están organizadas para eso. Aunque excepcionalmente podría muy bien
ausentarme un mes, si fuese necesario... a condición... de haberlo arreglado antes.
2. Entrevistador: Usted dice que las cosas no están organizadas para eso. Entrevistado: Bien, no, porque
no me he visto obligado a ausentarme
por un mes... en mis funciones... Pero si tuviera... por mis funciones, yo... yo tengo colaboradores que se
ausentan por un mes... si tuviese que salir, eh... por períodos tan largos, pues bien, necesitaría organizar
las cosas en consecuencia... Ese no es el objeto de mis funciones.
3. Entrevistador: O sea que los viajes no son el objeto de sus funciones. Entrevistado: Sí, pero no viajes tan
largos..., me parece que está muy
claro... se trata de viajes frecuentes pero de duración relativamente limitada.
4. Entrevistador: Así que usted hace viajes frecuentes. Entrevistado: Sí... de duración limitada (silencio).
El eco es aquí empleado por el entrevistador con un modo anulador: trata de debilitar la
autoridad y la coherencia del entrevistado, destacando esencialmente los enunciados que
traducen las limitaciones a la que se halla sometido este último en su vida profesional.
Por lo general, el eco presenta una tendencia a hacer que el entrevistado produzca un
discurso «que no asume», es decir, no explícitamente modalizado por unos prefijos de
actitud preposicional como «pienso que», «tengo la impresión de que», etc. En efecto, al
repetir solamente el dictum de una proposición enunciada, el entrevistador solicita una
explicación de la aserción, es decir, de un enunciado considerado como verdadero por el
entrevistado; esta solicitud de explicitación equivale a poner en tela de juicio el valor de
verdad de la proposición reiterada. Por tanto, y en el discurso subsiguiente, el entre-
vistado emplea su energía en la disposición y el establecimiento de este valor de verdad.
La posición de los protagonistas de la entrevista es diferente cuando el entrevistador
efectúa unas reiteraciones modales o «reflejos».
EL REFLEJO
Las reiteraciones que reflejan la actitud del que habla no ponen en tela de juicio el valor
de verdad en sí misma de la proposición reiterada, pero le atribuyen un origen
enunciativo que relativiza el contenido enunciado y reemplaza la problemática de la
veracidad por la de la sinceridad del que está hablando.
En respuesta a una serie de «reflejos», el entrevistado se referirá más a su posición
personal («retroreferencia», Jacques, 1979) y construirá un discurso saturado de
adverbios y verbos modales, pero también a menudo con pausas y silencios, discurso
centrado preferentemente en su propio pensamiento y en su desarrollo. Es entonces el
acto de pensamiento del entrevistado, «acontecimiento interno inobservable por otro»
(Widlócher, 1986) lo que se convierte en el objeto verdadero de la interlocución. El
discurso está orientado hacia la expresión de los pensamientos íntimos y privados5.
Labov y Fanshel hablan de «family style».
En el ejemplo siguiente, y ante la ausencia de un caso concreto que evocar relativo al problema
de la droga, esta mujer que vive en el campo es solicitada intensamente por un «reflejo» para
que exprese (o quizá construya) lo que siente respecto del problema.
Entrevistada: Aquí se reacciona nada más que cuando se ven ciertos casos, entonces se puede formular... no sé,
no se trata de un juicio, pero resulta difícil decirlo. Sería preciso conocer el ambiente, el porqué exactamente.
«Por qué» justamente a partir del aspecto concreto..., en qué marco se ha visto obligado a hacer eso... Es seguro
que, si alguien se droga, será por alguna razón.
1. Entrevistador: Sí, y lo que me parece es que..., en fin, todo se le antoja un poco... un poco confuso.
Entrevistada: Eh... ¿cómo?
2. Entrevistador: Hum... no conociendo un caso concreto... Entrevistada: Claro.
3. Entrevistador: Se le antoja...
Entrevistada: Es cierto, no puedo decir... por mí... siento... es terrible, es aterrador... pero... me gustaría saber el
porqué... creo que podría decir algo si hubiese conocido algunos casos, a partir de... conociendo el ambiente,
porque verdaderamente... si me encontrara en la calle, bien..., eso le marca a una, pero... sin más. No lo sé. Se
trata sobre todo del ambiente... familiar en el que viven, en... que quizá supone una serie de... prejuicios. En fin,
no lo sé, ésta es mi opinión personal. Son seres a los que no es posible juzgar, si es que hay que hacerlo, yo no
juzgo, es terrible, para mí resultaría terrible que me dijesen que tenía que juzgar a alguien.
El «reflejo» o «reanudación especular» o también «reformulación de los sentimientos»
es una intervención característica de las terapias rogerianas. Bergman (1951), a partir
del análisis de las entrevistas terapéuticas de tipo «rogeriano», ha mostrado que esta
intervención era la única que suscitaba significativamente la autoexploración y el
«insight» del paciente.
En la entrevista de investigación, su empleo sistemático suscita un tipo de discurso
sobremodalizado, encaminado, según los casos, a la expresión de titubeos y de
incertidumbres referentes al objeto temático explorado o a la enunciación firme de las
convicciones y de las creencias del entrevistado.
Las interrogaciones
El papel de estas preguntas, tal como aparece en la entrevista mediante cuestionario,
preciso y estandarizado (superficialidad y desmenuzamiento de las respuestas), se
esfuma prácticamente del todo en un contexto de intercambio oral en donde domina la
mecánica discur
siva. En este caso, las preguntas distribuidas en dosis homeopáticas tienen como función
el recurso directo a un registro discursivo dado a propósito de objetos integrados en la
temática tratada por el entrevistado.
Por el contrario, una dosis masiva de interrogaciones perturba el desarrollo de la
entrevista de investigación.
El caso se presenta a veces con ocasión de las entrevistas llevadas a cabo por
entrevistadores inexpertos. Se advierte entonces que una elevada proporción de
intervenciones interrogativas (que traducen un cierto malestar del entrevistador) tienen
como función romper la linealidad del discurso del entrevistado: se constituye un
contrato de comunicación no conforme con el contrato inicial de la entrevista tras
numerosas iniciativas que adopta el entrevistador, sobre todo para solicitar
constantemente precisiones. El entrevistado espera del entrevistador que le interrogue, y
de hecho le delega una parte importante de la responsabilidad de la enunciación. Una
entrevista basada en una conducta demasiado interrogativa es asimilable a un
interrogatorio. No se trata ni de un cuestionario, en el sentido de que ninguna pregunta
previamente preparada viene a justificar y a definir el contenido y la forma de las
intervenciones del entrevistador; ni de una entrevista de investigación, puesto que el
propósito logrado no se halla conforme con el objetivo en principio pretendido:
favorecer la constitución de un discurso lineal.
Todas las intervenciones del entrevistador en la entrevista se inscriben en un discurso
que centran en ciertos objetos y del que solicitan determinados registros, lo que hace
que la construcción discursiva del entrevistado sea al mismo tiempo la del entrevistador.
Ordenado por una situación social, un contrato inicial y unas intervenciones del
entrevistador, el discurso revela ser el producto de una serie de interacciones
permanentes.

4. Interacciones verbales
Cuanto más se multiplica la lectura de las entrevistas retranscritas, más sorprendido se
siente uno ante la complejidad de las interacciones de los protagonistas. Ninguna
variable conocida explica las disparidades observadas en la utilización del lenguaje, ni
los contenidos evocados ni los estilos propios de cada entrevistador; cada entrevista
resulta singular. Las circunstancias, el humor de los protagonistas, el deseo de hablar o
de escucharse, el papel del intermediario a través del cual ha tenido lugar el encuentro,
etc., figuran entre los factores que determinan el fenómeno que se observa.
El texto de una entrevista que tenemos ante los ojos integra tal cantidad de variables que
es casi imposible detectarlas mediante una simple lectura.
Demos por ejemplo a leer una entrevista a cinco o seis psicosociólogos con el objetivo de
analizar las intervenciones y sus efectos, tarea que hemos experimentado varias veces en el
marco de un grupo de investigación sobre la entrevista. El efecto es pasmoso: tras una hora de
discusión, el sentido de las dos o tres primeras intervenciones de la entrevista escogida es objeto
de tantas interpretaciones como lectores haya. Si se pregunta a cada uno cuál es en su opinión la
mejor intervención, habida cuenta del objetivo y del texto de la entrevista, se obtienen tantas
proposiciones diferentes como participantes hay en el debate. De tal modo que si la entrevista
trata a menudo de los asuntos personales del individuo entrevistado, expresa otro tanto de los
del entrevistador y... los del lector.
Esta observación confirma otra constatación: el análisis de conté
nido (por ejemplo, temático) efectuado por personas diferentes proporciona resultados
distintos y quizá contradictorios.
Nos vemos confrontados en la entrevista con lo que se denomina habitualmente la
«polisemia» del discurso: todo discurso nos remite a unas significaciones múltiples.
Pero esta concepción, al igual que la que preside la mayor parte de los análisis temáticos
de contenido, sólo se interesa por el sentido del producto discursivo acabado y no por el
sentido de la construcción discursiva en curso de elaboración. El análisis interpretativo
del discurso acabado equivale de hecho a reemplazar por un contexto interlocutivo
imaginario (el que construye el analista, incluyendo su encasillado de análisis) el
contexto interlócütivo real (definido como interactivo, contractual y situacional), única
referencia susceptible de hacer emerger el verdadero sentido del discurso.
Definamos y aclaremos la lógica de las interacciones verbales y precisemos la noción
del sentido del discurso.
La lógica de las interacciones verbales en la entrevista
Llamamos interacciones verbales en una situación de intercambio oral al conjunto de las
acciones efectuadas por los interlocutores a través: de los enunciados emitidos (Labov,
1976). En una perspectiva sociopsicológica, estas «acciones» no se reducen a lo que
Searle (1979) designa como «actos de lenguaje» (órdenes, aserciones, declaraciones,
etc.), sino que representan el conjunto de lo que se hace por medio de lo que se dice
(Labov, 1976). Por ejemplo, estas acciones son demandas, rechazos, reivindicaciones,
denegaciones, insultos, retos, etc. ErvinTripp (1968) propone una clasificación de estas
acciones interlocutivas a las que denomina «funciones de la palabra». Estas son:
— peticiones de bienes, servicio, información;
— peticiones de respuestas sociales (reconocimiento, dominación, afiliación, desafío, etc.);
— ofertas de información o de interpretación;
— expresiones monológicas (el que habla reacciona ante un estímulo externo o ante un
sentimiento, un problema, etc.);
— rutinas (agradecimientos, cortesías);
— evitaciones (conversación iniciada porque otra actividad resulta desagradable).
Según ErvinTripp (1968), él criterio de clasificación es la respuesta del oyente que
habría podido terminar la interacción para satisfacer plenamente al iniciador de ésta (él
que habla). Apliquemos este criterio al ejemplo precedentemente citado. El entrevistado
dice:
«Las madres portadoras son valientes pero creo que son inconscientes».
Una respuesta encaminada a satisfacer al entrevistado y a terminar la interlocución podría ser
del tipo «tiene usted razón», que es un asentimiento, una confirmación, un reconocimiento. La
función de la expresión del entrevistado podrá entonces ser interpretada como una petición de
respuesta social del tipo «reconocimiento».
Apliquemos este mismo criterio a la respuesta del entrevistador: «Tiene usted razón». Una
respuesta encaminada a satisfacer al entrevistador podría ser del tipo: «estamos de acuerdo». En
cuyo caso la función de la expresión del entrevistador puede ser interpretada como una petición
de respuesta social del tipo acuerdo o incluso afiliación.
Este ejemplo subraya un principio esencial: únicamente la respuesta del interlocutor
permite interpretar la acción realizada por el que habla, y comporta una falta no menos
importante: en una interlocución real, la respuesta del oyente dista de tener como
función satisfacer idealmente al que habla y concluir el diálogo; por el contrario, un
diálogo continuo entre unos interlocutores A y B supone que cada tiempo de expresión
sólo realiza parcialmente la acción proyectada por A y quizá efectúa otras acciones no
proyectadas por A1. Pero como estas realizaciones parciales (respuestas de B)
constituyen proyectos de acción de B, cabe considerar que son más bien las acciones no
llevadas a cabo las que representan la energía misma del diálogo.
Así un discurso asertivo desarrollado por un entrevistado será mantenido por el
entrevistador a condición de que este último no responda directamente a la demanda
social de reconocimiento implicada por la aserción. El buen entrevistador sabrá insuflar
la energía que alimenta la «maquina de hacer hablar»: crear la inconclusión y la falta,
efectuando tan sólo una realización parcial de la función de la expresión del
entrevistado o desviándola quizá.
En un diálogo efectivo, el sentido de cada intervención es proporcionado por la
respuesta del otro que realiza o desvía una parte del proyecto de sentido del uno, en
función de su propio proyecto de sen
Véase el esquema del intercambio de Labov y Fanshel (1977).
tido, que será a su vez realizado o desviado. Pero este modelo de la interacción verbal
continúa siendo mecánico y no conforme a los hechos si no tiene en cuenta la función
psicológica de la enunciación: cada enunciado dirigido al otro lo es también hacia uno
mismo.
Como señala G. H. Mead (1934, 1963), cada gesto significativo alcanza al que emite
con el mismo título que al que lo recibe. Lo que resume la fórmula de Jacques:
«Al menos por una parte, me digo lo que te digo» (p. 211).
Esta es la razón por la cual, antes de ser interlocutores, los sujetos empíricos que
participan en el diálogo son «intralocutores» (Ghiglione, 1986). Fórmula que satisface
la problemática clásica de la dualidad del sujeto.
A partir de estas nociones de interlocución y de intralocución podemos proponer un
modelo que dé cuenta de la especificidad del diálogo en dispositivos interlocutivos
favorecedores de la producción de un discurso lineal por un participante. Estos
dispositivos se hallan caracterizados por una carencia de la respuesta del entrevistador
para satisfacer el proyecto de sentido del entrevistado, carencia hábilmente regulada
para no suscitar la ruptura del contrato.
El eclipse del entrevistador conduce al entrevistado a elaborar un discurso que hace
intervenir más a los mecanismos de la «intralocución»: discurso cuyo destinatario es en
buena parte imaginario.
Este mismo mecanismo es impulsado hasta su conclusión en el dispositivo
psicoanalítico:
«Es la ausencia de respuestas a la información o a la interacción, pero sobre todo a la interpretación, lo
que confiere un sentido al acto de la palabra y lo transforma en acción intencional. Así se establece
progresivamente una alianza de trabajo, gracias a la cual se desarrolla en el que analiza un modo de
funcionamiento mental que se modela conforme al del analista» (Widlócher, 1986, p. 32).
Este desplazamiento observado desde «lo ínterlocutivo» hacia «lo intralocutivo»
constituye el origen del proceso de influencia indirecta que ejerce el entrevistador sobre
el entrevistado.
Se observa en efecto que la actitud del entrevistador tiende a ser interiorizada como si
fuese también la del entrevistado respecto de sí mismo. Cada intervención es así
interpretada por el entrevistado como reveladora de la exigencia que debe tener consigo
mismo en la producción de su discurso. Varios estudios experimentales (Blanchet
y Bromberg, 1987; Blanchet, Bromberg y Casari, 1986) confirman esta hipótesis.
De este modo se observa que unas formas diferentes de reiteración, intervención a
menudo considerada «neutra», influyen de manera significativa en la estructura formal
del discurso del entrevistado de acuerdo con la forma de la reiteración.
Estudios experimentales
Tal proceso de identificación con el entrevistador resulta correlativo con una
manipulación: éste tiende a conservar el dominio del contrato, otorgando al entrevistado
un cierto dominio del discurso.
En razón de ese hecho, el entrevistado se ve desde luego enfrentado con unos problemas
de pertinencia discursiva que le conducen a modificar su proyecto de sentido de
conformidad con el supuesto proyecto de sentido del entrevistador. Cada intervención
del entrevistador entendida según esta hipótesis como indicadora del marco con relación
al cual el entrevistado acomodará su discurso para que quede «a propósito».
Para poner a prueba esta hipótesis general hemos efectuado una serie de estudios
experimentales cuyo paradigma básico era el siguiente:
Un entrevistador hacía producir un discurso a un entrevistado a partir de una consigna
definidora de un tema determinado, en un contrato inicial del tipo «entrevista de investigación».
El entrevistado producía entonces un enunciado de una duración variable. Cuando surgía un
momento de titubeo o de silencio, el entrevistador hacía una reiteración referencial (eco) para un
grupo de sujetos experimentales o una reiteración modal (reflejo) para otro grupo. El
entrevistado proseguía entonces su discurso.
Al analizar el texto producido se medía luego la tasa diferencial de modalización verbal y
adverbial en el discurso tras la intervención del entrevistador. En el caso de que no hubiese
funcionado este mecanismo de establecimiento de una conformidad del proyecto de sentido del
entrevistado con el proyecto de sentido del entrevistador, los componentes internos modales del
discurso posterior a la reiteración habrían sido, bien idénticos a los del discurso precedente, bien
modificados en un sentido no conforme con el proyecto del entrevistador. Pero una reiteración
referencial (eco) tendría que subrayar la importancia del aspecto referencial del discurso
mientras que una reiteración modal debería concentrar el interés sobre el aspecto modal del
discurso.
En las diferentes experiencias realizadas, tanto por escrito (para
neutralizar los fenómenos de entonación) como oralmente (en la situación exacta de la
entrevista de investigación), conseguimos poner de relieve una variación significativa
de la tasa de modalización de los discursos en el sentido de un aumento con
reiteraciones modales y de una disminución con reiteraciones referenciales. En una de
estas experiencias, que consistía en solicitar la opinión de los entrevistados sobre la
práctica de las madres portadoras, el entrevistador tomaba en consideración el tipo de
proposición reiterada (modal o referencial).
Por ejemplo, si el entrevistado decía:
Entrevistado: Las madres portadoras son valientes pero creo que inconscientes.
El entrevistador repetía:
1. Entrevistador: Las madres portadoras son valientes.
2. Entrevistador: Las madres portadoras son inconscientes.
Entonces el discurso del entrevistado se desarrollaba con un descenso significativo de las
modalizaciones, tanto más importante cuanto que la declaración repetida del entrevistado se
hallaba en sí misma desmodalizada por la reiteración (eco 2).
Por el contario, cuando el entrevistador, en dos grupos experimentales diferentes,
efectuaba las siguientes reiteraciones:
3. Entrevistador: Usted piensa que las madres portadoras son valientes.
4. Entrevistador: Usted piensa que las madres portadoras son inconscientes.
Estos reflejos provocaban unos efectos importantes de modalización en el discurso del
entrevistado; con una prima suplementaria para las reiteraciones que modalizaban un enunciado
no modalizado (reflejo 3).
En realidad, las respuestas del entrevistado permiten acreditar la tesis que considera las
reiteraciones como unas justificadas puestas en tela de juicio; y que él modifica su
discurso en consecuencia. El eco deja entender que la aserción del interlocutor no posee
quizá el valor de verdad general pretendida (eco 1) o prudentemente adelanta
da (eco 2). El entrevistado comprende que debe responder de la verdad de lo que dice.
Desarrolla entonces un discurso referencial.
El reflejo deja entender que la asociación del interlocutor no posee forzosamente la
garantía de sinceridad presupuesta (reflejo 3) o. expresada (reflejo 4). El entrevistado
comprende que debe responder de su creencia en la verdad de lo que expresa (Searle,
1979). Desarrolla entonces un discurso modal. ¿No considera, sin embargo, al obrar así,
como más verdadera la expresión del entrevistador que la propia? En efecto, en otro tipo
de diálogo tales intervenciones reiterativas podrían muy bien engendrar unos discursos
subsiguientes no conformes con la reiteración, polemizando quizá sobre su legitimidad.
En la entrevista, el entrevistado muestra a través de su respuesta que acepta que el
entrevistador posea las prerrogativas de la interpretación y de la determinación del
sentido.
El mecanismo que los psicólogos clínicos denominan «pretransferencial» es activado
por un tipo de dispositivo interlocutivo que separa artificialmente comunicación y
discurso. En este dispositivo, el locutor que cree dominar su expresión deja a su oyente
el dominio del marco de la comunicación (definición y gestión del contrato).
El discurso halla su pertinencia y una parte de su sentido con referencia al contrato de
comunicación; como el dominio del sentido es una de las cosas en juego en el diálogo,
el entrevistado establece tanto mejor la coherencia de su discurso cuando se apropia y
hace suyos los proyectos de sentido del entrevistador, dueño del contrato.
La construcción del sentido
El sentido, elemento primoridal de todo diálogo, es definido por Grunig y Grunig
(1985) como la «causa de lo dicho». La actividad mental de elaboración de este sentido
puede ser descrita como una actividad interpretativa que tiene por objetivo responder a
la pregunta: «¿Por qué decir esto?».
Cabe así preguntarse por el contenido de lo dicho por X: «¿Por qué son valientes las madres
portadoras?», o buscar la causa de que lo haya dicho: «¿Por qué dice X que las madres
portadoras son valientes?».
Grunig y Grunig (1985) distinguen dos modalidades del sentido según que se considere
su producción o su interpretación. Distinguen lo que denominan el sentido a la
izquierda y el sentido a la derecha, según la topografía de la escritura (lo que está a la
izquierda precede
en el tiempo a lo que está a la derecha). Para un determinado enunciado, el sentido a la
izquierda es definido como el conjunto de las presiones que lo determinan; estas
presiones son bien externas al individuo (situacionales), bien internas (competencias,
motivos psicológicos). El sentido de la derecha es la resultante de una serie de opera-
ciones cognitivas del interpretador (hablante u oyente) que elabora y construye un
sentido que él cree ser el sentido a la izquierda. Según estos autores, en un diálogo entre
dos interlocutores A y B, la producción y la interpretación de un enunciado de A
pondría en juego tres diferentes construcciones de sentido:
1. El sentido real o (sentido a la izquierdaSI) que puede ser enfocado mediante un análisis
descriptivo distanciado.
2. El sentido que A atribuye a su propio enunciado (sentido a la derecha 1SD,).
3. El sentido que B atribuye al enunciado de A (sentido a la derecha 2SD 2).
Como ninguno de estos sentidos coincide verdaderamente, el conjunto constituye lo que
los autores llaman el «triángulo de las diferencias», subrayando que las diferencias
(SISD,) y (SISD2) no poseen el mismo status que (SDrSD2).
En efecto, la referencia real o imaginaria a un sentido previo (SI) es un dato
fundamental del contrato de comunicación. SI representa, de hecho, el conjunto de los
saberes compartidos (o supuestamente compartidos) sobre la base de los cuales es
posible un diálogo. En cambio, SD, y SD2 representan unas acciones de interpretación
llevadas a cabo por los interlocutores en el procesó de validación de lo dicho por el otro,
proceso que rige la continuidad del intercambio en un diálogo.
Esta diferencia fundamental entre dos sentidos es establecida igualmente por Widlócher
(1986) que distingue entre causalidad mecánica y causalidad teleológica en la
descripción y la explicación de los comportamientos humanos.
1. La causalidad mecánica se halla constituida por el conjunto situacional de los factores
antecedentes que dominan el fenómeno observado, situación determinante de la acción.
2. La causalidad teleológica está constituida por el conjunto de las acciones implicadas en el
fenómeno observado, acciones que interpretan y descifran la situación.
127
INTERACCIONES VERBALES

Wildócher (1986) muestra que la investigación de las causas mecánicas en las ciencias
humanas equivale a razonar con el modelo de un «sistema de pesas y poleas», mientras
que un conjunto de causas mecánicas (ligadas a la situación) no es nunca una condición
necesaria para que sobrevenga una determinada acción.
Por el contrario, el razonamiento teleológico proporciona una descripción más conforme
con los hechos de los comportamientos humanos.
«Esto puede ser descrito en términos psicológicos, diciendo que una situación no es jamás una señal neutra, que
se halla construida por la acción. Esta, descifra la situación, la identifica como una posible clave. No existe
situación desencadenante sin una acción que le proporcione sentido y la interprete. Es la acción la que
determina la situación» (Widlócher, p. 68).
Esta concepción subraya la importancia de los hechos (las acciones) y se aleja de los
reflejos deterministas de construcción mecánica del sentido. Aplicada a la entrevista, la
búsqueda de la causalidad teleológica impone que toda expresión, todo discurso
producido en este dispositivo, sean considerados en primer lugar como una
coconstrucción de los interlocutores. Estos negocian el universo de las creencias
comunes, interpretando las acciones realizadas por medio del discurso y de las
intervenciones. Cada turno de expresión pero también cada mirada, cada gesto, cada
comportamiento, participa en este acontecimiento singular que se lleva a cabo.
En la actualidad numerosos autores coinciden en concebir el sentido de todo diálogo
como una construcción esencialmente dependiente del contexto (situacional, contractual
e interlocutivo). Por lo que a la entrevista se refiere, esto plantea unos problemas de
utilización metodológica que la corriente etnometodológica resuelve con todo rigor de
una manera radical. Dodier (1985) resume el problema y la posición etnometodológica:
«La cuestión central a la que nos conduce el análisis de las entrevistas es pues la siguiente: cómo efectuar el
paso del estudio de las manifestaciones llevadas a cabo en presencia de un observador (el entrevistador)
respecto de ciertas actividades prácticas al estudio de estas actividades, que se desarrollan por consiguiente
fuera de la presencia del observador y que, sin embargo, consideramos como hechos ciertos (...). Reflexionar
sobre este problema es en realidad abordar la cuestión de los nexos entre enunciados y el contexto en el que
estos enunciados son producidos.»
La respuesta de los etnometodólogos carece de ambigüedad (Do
ENTREVISTAR

dier): siendo «indicial» todo discurso, su sentido se ve indisolublemente ligado al


contexto pertinente de su enunciación. Los enunciados de cada participante en un
diálogo sólo se producen con «fines prácticos». Toda investigación que pretendiese
lograr a través de estos discursos singulares la descripción de hechos más generales, la
determinación de leyes y la construcción de modelos se vería afectada de invalidez.
«Según la teoría etnometodológica, es fundamentalmente inadmisible inferir, mediante el empleo de las
entrevistas unos hechos (actividades, interacciones, acontecimientos) a partir de los relatos que hacen las
personas en el curso de las entrevistas. Para llevar a cabo esta operación haría falta en efecto reconstruir,
explícitamente en el mejor de los casos, implícitamente de otro modo, el conjunto de las razones que podrían
impulsar a una persona, en una situación de entrevista, a dar cuenta fiel de ciertos hechos o de ciertos datos
objetivos y a callar, deformar e inventar otros.»
A la luz de estas reflexiones resulta muy claro que la entrevista sólo adquirirá un status
de método en las ciencias sociales al precio de un trabajo previo de descifrado o
decodificación de su funcionamiento interlocutivo; esta búsqueda fundamental que tiene
por objeto la entrevista, puede ser aplicada de dos maneras en la metodología de la
investigación.
1. La primera consistiría en integrar en el análisis del contenido de los discursos un análisis de
las interacciones verbales en la entrevista que permitirá recobrar el sentido original de la
expresión, el sentido coconstruido por los interlocutores.
2. La segunda consistirá en emplear la entrevista como un campo experimental, con un
«terreno». El entrevistador ya no será el sociólogo curioso, el psicólogo dubitativo o el buscador
ingenuo, sino un investigador que de antemano habrá definido un máximo de parámetros de la
comunicación (situacionales, contractuales, interlocutivos) en función de hipótesis precisas
sobre el tipo de discurso pretendido. La conducción de las entrevistas deberá entonces aplicar
estos diferentes parámetros a unas estrategias de intervención que serán tanto más precisas y
eficaces cuanto más se desarrollen los estudios fundamentales sobre el sistema de las
interacciones verbales en la entrevista.
La condena etnometodológica de la entrevista como técnica de investigación es la
traducción de una reflexión insuficiente sobre los procesos de coconstrucción del
discurso en la entrevista.
Si la entrevista de investigación sigue siendo ese «encuentro privi
legiado» entre un entrevistador y un entrevistado «abandonados a ellos mismos», no
existe posibilidad alguna de que progresemos en la elaboración de los datos en ciencias
humanas y sociales.
De hecho, hemos mostrado que existían en la entrevista unos procesos interlocutivos
acabados y reproducibles cuyo estudio permite poner de relieve unas reglas generales de
la producción del sentido.
El utilizador de la entrevista tendrá quizás la impresión de perder «cierta libertad o
espontaneidad» cuando establezca la programación estratégica de sus intervenciones en
función de los objetivos y de las hipótesis de su investigación. En realidad, reemplazará
una construcción de hechos no reproducibles, cuyas estrategias implícitas ignoraba, por
una producción de los datos inscritos en la pertinencia de una investigación 2;
producción que sabrá analizar con referencia a un marco situacional, contractual e
interlocutivo, definido y conocido.
Y esto tendrá quizás la ventaja secundaria de obligar a los responsables de investigaciones a realizar unas hipótesis previas.

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