Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
Una entrevista es un speech event en el que una persona A extrae una información de una
persona B, información que se hallaba contenida en la biografía de B.
El término biografía significa aquí el conjunto de las representaciones asociadas a
los acontecimientos vividos por B. Esta última característica, esencial, significa para
Labov y Fanshel (1977) que la información ha sido experimentada y absorbida por B y,
por tanto, que será proporcionada con una deformación (orientación e interpretación)
significativa de la experiencia de B.
Por el contrario,.si B es testigo de un acontecimiento y comunica al mismo tiempo a A
unas informaciones que desea poseer A sobre
no podrían otorgar validez al dispositivo; al contrario, estas nociones sirven para ocultar el
funcionamiento interlocutoria de la entrevista (Bourdieu, Chamboredon y Passeron 1967; Págés,
1970;
Blanchet, 1982).
3. Correlativamente a los dos problemas precedentes, permanece indefinido el status científico
de los datos producidos (Friedman, 1946).
¿Cómo compensa la entrevista de investigación sus propias debilidades? Esencialmente
por los servicios prestados; éstos son importan | tes para el investigador cuando se
considera la riqueza heurística de | las producciones discursivas obtenidas por la
entrevista, que supera ampliamente a la del arcaico cuestionario.
Numerosas investigaciones que han empleado casi exclusivamente este dispositivo
aportan unos resultados interesantes, a veces inesperados, próximos a unos hechos
vividos por las personas entrevistadas. Así cabe analizar y transmitir numerosos
«saberes sociales» que han sido construidos por la experiencia y la práctica (Lescot,
Menahem y Pharo, 1980). De hecho, la entrevista de investigación es el fruto de una
concepción particular de la investigación, cuya historia hemos descrito (Blanchet, et al.,
1982).
Este modo de aprehensión, a veces elevado al status de una epistemología, proporciona
a las representaciones transmitidas por la palabra una importancia primordial para
comprender los hechos psicológicos y sociales. El empleo de la entrevista presupone
que el objeto temático de la investigación, sea cual fuere, será analizado a través de la
experiencia que de el poseen un cierto número de individuos; perspectíva subjetivista
completamente conforme con el pensamiento de Dilthey (1942), para quien el mundo
sólo existe en la representa
ción de los individuos.
El empleo de la entrevista de investigación traduce a menudo otra realidad más
pragmática: la del interés que los encargados de las investigaciones hallan en el empleo
del dispositivo. Este manifiesto interés es sin duda explicable en términos de la relación
calidadprecio: comparados con los estudios por sondeo, los estudios mediante entre-
vistas son menos caros y proporcionan mucha más información; pero estos encargados
no especialistas se ven quizá también atraídos por el aspecto concreto y matizado de los
resultados expuestos.
Unas conclusiones próximas al sentido común, caracterizadas por la ausencia casi
permanente de certezas, ofrecen al que ha de decidir
93
la ventaja de confirmar sus intuiciones y una gran amplitud en el empleo de esos
resultados.
Así la entrevista ha podido considerarse como «una conversación entre clases»
(Riesman citado por Gotman, 1986), una de las técnicas que la mediatización y el
desarrollo de la era de la comunicación han preparado para dinamizar el funcionamiento
social y neutralizar los conflictos.
En este marco de referencia, la entrevista, excluida de un verdadero procedimiento de
investigación, produce unos resultados que cobran las más de las veces el porte, más o
menos complejo (con clasificación y tipología) de una organización temática de los
pensamientos (comunes) de un grupo de sujetos sobre un tema determinado, y ello por
lo que se refiere a los estudios encargados. En atención a las necesidades de memorias
más eruditas, se añadirán algunas interpretaciones encaminadas a ilustrar una teoría lo
suficientemente general como para ser aplicada sin demasiadas tergiversaciones (la
teoría psicoanalítica tiene éxito en este uso).
El subjetivismo unido al sentido común y la sumisión sin reservas a una demanda social
constituyen los dos principales sesgos a los que puede conducir la entrevista cuando no
se la considera como una técnica al servicio de una metodología científica.
¿Cómo se inscribe la entrevista de investigación en calidad de elemento de una
metodología científica? En la actualidad el instrumento es considerado como una
técnica de recogida de datos, habiéndose desplazado lo esencial del aspecto
metodológico hacia el tratamiento de estos datos, es decir, hacia unos medios de análisis
de contenido cada vez más precisos y rigurosos2.
El análisis riguroso permite determinar, a partir de unas hipótesis iniciales, unas
categorías y estructuras abstractas desconectadas del sentido común, estables, que
conducen a unos resultados refutables (en la medida en que resultan explícitos hipótesis
y procedimientos de codificación y de análisis).
Estas precauciones metodológicas, por laudables que sean, no podrían disimular los
problemas que plantea previamente lo que erróneamente se denomina «la recogida de
los datos». De hecho, los utilizadores llegan a un callejón sin salida en lo que se refiere
al aspecto
2
El análisis preposicional del discurso Ghiglione; Matalón y Bacri, 1985), o el análisis de las relaciones por. oposición
(Léger y Florand, 1985).
ENTREVISTAR
94
3. Intervenciones y discursos
Los discursos producidos por entrevistas están esencialmente compuestos de enunciados
asertivos, es decir de aquellos cuyo propósito estriba en hacer conocer al auditor un
estado de cosas o una concepción estimada como verdadera.
«El objetivo o el propósito de los miembros de la clase asertiva es comprometer la responsabilidad del que
habla (en diversos grados) respecto de la existencia de un estado de cosas, sobre la verdad de la proposición
expresada» (Searle, 1982, p. 52).
Entre estos «asertivos» hemos de distinguir tres categorías de enunciados:
1. Los narrativos cuyo objetivo consiste en dar cuenta de acontecimientos pasados (a los
que cabe asociar las descripciones de objeto). 2. Los informativos, cuyo objetivo es aportar un
comentario nuevo
sobre un determinado tema.
3. Los demostrativos, cuyo objetivo es establecer el proceso lógico de la determinación de los
hechos.
Estas categorías discursivas son detectables semántica y gramaticalmente en el nivel de
los marcadores lingüísticos utilizados preferencialmente, (por ejemplo: tiempo verbal
pasado para los narrativos, verbo de actitud proposicional: elíptico o no para los
informativos, enlaces interfrásticos de causalidad, consecutividad y condicionalidad
para los demostrativos).
Pero los diferentes tipos de intervención que hemos definido ante
4. Interacciones verbales
Cuanto más se multiplica la lectura de las entrevistas retranscritas, más sorprendido se
siente uno ante la complejidad de las interacciones de los protagonistas. Ninguna
variable conocida explica las disparidades observadas en la utilización del lenguaje, ni
los contenidos evocados ni los estilos propios de cada entrevistador; cada entrevista
resulta singular. Las circunstancias, el humor de los protagonistas, el deseo de hablar o
de escucharse, el papel del intermediario a través del cual ha tenido lugar el encuentro,
etc., figuran entre los factores que determinan el fenómeno que se observa.
El texto de una entrevista que tenemos ante los ojos integra tal cantidad de variables que
es casi imposible detectarlas mediante una simple lectura.
Demos por ejemplo a leer una entrevista a cinco o seis psicosociólogos con el objetivo de
analizar las intervenciones y sus efectos, tarea que hemos experimentado varias veces en el
marco de un grupo de investigación sobre la entrevista. El efecto es pasmoso: tras una hora de
discusión, el sentido de las dos o tres primeras intervenciones de la entrevista escogida es objeto
de tantas interpretaciones como lectores haya. Si se pregunta a cada uno cuál es en su opinión la
mejor intervención, habida cuenta del objetivo y del texto de la entrevista, se obtienen tantas
proposiciones diferentes como participantes hay en el debate. De tal modo que si la entrevista
trata a menudo de los asuntos personales del individuo entrevistado, expresa otro tanto de los
del entrevistador y... los del lector.
Esta observación confirma otra constatación: el análisis de conté
nido (por ejemplo, temático) efectuado por personas diferentes proporciona resultados
distintos y quizá contradictorios.
Nos vemos confrontados en la entrevista con lo que se denomina habitualmente la
«polisemia» del discurso: todo discurso nos remite a unas significaciones múltiples.
Pero esta concepción, al igual que la que preside la mayor parte de los análisis temáticos
de contenido, sólo se interesa por el sentido del producto discursivo acabado y no por el
sentido de la construcción discursiva en curso de elaboración. El análisis interpretativo
del discurso acabado equivale de hecho a reemplazar por un contexto interlocutivo
imaginario (el que construye el analista, incluyendo su encasillado de análisis) el
contexto interlócütivo real (definido como interactivo, contractual y situacional), única
referencia susceptible de hacer emerger el verdadero sentido del discurso.
Definamos y aclaremos la lógica de las interacciones verbales y precisemos la noción
del sentido del discurso.
La lógica de las interacciones verbales en la entrevista
Llamamos interacciones verbales en una situación de intercambio oral al conjunto de las
acciones efectuadas por los interlocutores a través: de los enunciados emitidos (Labov,
1976). En una perspectiva sociopsicológica, estas «acciones» no se reducen a lo que
Searle (1979) designa como «actos de lenguaje» (órdenes, aserciones, declaraciones,
etc.), sino que representan el conjunto de lo que se hace por medio de lo que se dice
(Labov, 1976). Por ejemplo, estas acciones son demandas, rechazos, reivindicaciones,
denegaciones, insultos, retos, etc. ErvinTripp (1968) propone una clasificación de estas
acciones interlocutivas a las que denomina «funciones de la palabra». Estas son:
— peticiones de bienes, servicio, información;
— peticiones de respuestas sociales (reconocimiento, dominación, afiliación, desafío, etc.);
— ofertas de información o de interpretación;
— expresiones monológicas (el que habla reacciona ante un estímulo externo o ante un
sentimiento, un problema, etc.);
— rutinas (agradecimientos, cortesías);
— evitaciones (conversación iniciada porque otra actividad resulta desagradable).
Según ErvinTripp (1968), él criterio de clasificación es la respuesta del oyente que
habría podido terminar la interacción para satisfacer plenamente al iniciador de ésta (él
que habla). Apliquemos este criterio al ejemplo precedentemente citado. El entrevistado
dice:
«Las madres portadoras son valientes pero creo que son inconscientes».
Una respuesta encaminada a satisfacer al entrevistado y a terminar la interlocución podría ser
del tipo «tiene usted razón», que es un asentimiento, una confirmación, un reconocimiento. La
función de la expresión del entrevistado podrá entonces ser interpretada como una petición de
respuesta social del tipo «reconocimiento».
Apliquemos este mismo criterio a la respuesta del entrevistador: «Tiene usted razón». Una
respuesta encaminada a satisfacer al entrevistador podría ser del tipo: «estamos de acuerdo». En
cuyo caso la función de la expresión del entrevistador puede ser interpretada como una petición
de respuesta social del tipo acuerdo o incluso afiliación.
Este ejemplo subraya un principio esencial: únicamente la respuesta del interlocutor
permite interpretar la acción realizada por el que habla, y comporta una falta no menos
importante: en una interlocución real, la respuesta del oyente dista de tener como
función satisfacer idealmente al que habla y concluir el diálogo; por el contrario, un
diálogo continuo entre unos interlocutores A y B supone que cada tiempo de expresión
sólo realiza parcialmente la acción proyectada por A y quizá efectúa otras acciones no
proyectadas por A1. Pero como estas realizaciones parciales (respuestas de B)
constituyen proyectos de acción de B, cabe considerar que son más bien las acciones no
llevadas a cabo las que representan la energía misma del diálogo.
Así un discurso asertivo desarrollado por un entrevistado será mantenido por el
entrevistador a condición de que este último no responda directamente a la demanda
social de reconocimiento implicada por la aserción. El buen entrevistador sabrá insuflar
la energía que alimenta la «maquina de hacer hablar»: crear la inconclusión y la falta,
efectuando tan sólo una realización parcial de la función de la expresión del
entrevistado o desviándola quizá.
En un diálogo efectivo, el sentido de cada intervención es proporcionado por la
respuesta del otro que realiza o desvía una parte del proyecto de sentido del uno, en
función de su propio proyecto de sen
Véase el esquema del intercambio de Labov y Fanshel (1977).
tido, que será a su vez realizado o desviado. Pero este modelo de la interacción verbal
continúa siendo mecánico y no conforme a los hechos si no tiene en cuenta la función
psicológica de la enunciación: cada enunciado dirigido al otro lo es también hacia uno
mismo.
Como señala G. H. Mead (1934, 1963), cada gesto significativo alcanza al que emite
con el mismo título que al que lo recibe. Lo que resume la fórmula de Jacques:
«Al menos por una parte, me digo lo que te digo» (p. 211).
Esta es la razón por la cual, antes de ser interlocutores, los sujetos empíricos que
participan en el diálogo son «intralocutores» (Ghiglione, 1986). Fórmula que satisface
la problemática clásica de la dualidad del sujeto.
A partir de estas nociones de interlocución y de intralocución podemos proponer un
modelo que dé cuenta de la especificidad del diálogo en dispositivos interlocutivos
favorecedores de la producción de un discurso lineal por un participante. Estos
dispositivos se hallan caracterizados por una carencia de la respuesta del entrevistador
para satisfacer el proyecto de sentido del entrevistado, carencia hábilmente regulada
para no suscitar la ruptura del contrato.
El eclipse del entrevistador conduce al entrevistado a elaborar un discurso que hace
intervenir más a los mecanismos de la «intralocución»: discurso cuyo destinatario es en
buena parte imaginario.
Este mismo mecanismo es impulsado hasta su conclusión en el dispositivo
psicoanalítico:
«Es la ausencia de respuestas a la información o a la interacción, pero sobre todo a la interpretación, lo
que confiere un sentido al acto de la palabra y lo transforma en acción intencional. Así se establece
progresivamente una alianza de trabajo, gracias a la cual se desarrolla en el que analiza un modo de
funcionamiento mental que se modela conforme al del analista» (Widlócher, 1986, p. 32).
Este desplazamiento observado desde «lo ínterlocutivo» hacia «lo intralocutivo»
constituye el origen del proceso de influencia indirecta que ejerce el entrevistador sobre
el entrevistado.
Se observa en efecto que la actitud del entrevistador tiende a ser interiorizada como si
fuese también la del entrevistado respecto de sí mismo. Cada intervención es así
interpretada por el entrevistado como reveladora de la exigencia que debe tener consigo
mismo en la producción de su discurso. Varios estudios experimentales (Blanchet
y Bromberg, 1987; Blanchet, Bromberg y Casari, 1986) confirman esta hipótesis.
De este modo se observa que unas formas diferentes de reiteración, intervención a
menudo considerada «neutra», influyen de manera significativa en la estructura formal
del discurso del entrevistado de acuerdo con la forma de la reiteración.
Estudios experimentales
Tal proceso de identificación con el entrevistador resulta correlativo con una
manipulación: éste tiende a conservar el dominio del contrato, otorgando al entrevistado
un cierto dominio del discurso.
En razón de ese hecho, el entrevistado se ve desde luego enfrentado con unos problemas
de pertinencia discursiva que le conducen a modificar su proyecto de sentido de
conformidad con el supuesto proyecto de sentido del entrevistador. Cada intervención
del entrevistador entendida según esta hipótesis como indicadora del marco con relación
al cual el entrevistado acomodará su discurso para que quede «a propósito».
Para poner a prueba esta hipótesis general hemos efectuado una serie de estudios
experimentales cuyo paradigma básico era el siguiente:
Un entrevistador hacía producir un discurso a un entrevistado a partir de una consigna
definidora de un tema determinado, en un contrato inicial del tipo «entrevista de investigación».
El entrevistado producía entonces un enunciado de una duración variable. Cuando surgía un
momento de titubeo o de silencio, el entrevistador hacía una reiteración referencial (eco) para un
grupo de sujetos experimentales o una reiteración modal (reflejo) para otro grupo. El
entrevistado proseguía entonces su discurso.
Al analizar el texto producido se medía luego la tasa diferencial de modalización verbal y
adverbial en el discurso tras la intervención del entrevistador. En el caso de que no hubiese
funcionado este mecanismo de establecimiento de una conformidad del proyecto de sentido del
entrevistado con el proyecto de sentido del entrevistador, los componentes internos modales del
discurso posterior a la reiteración habrían sido, bien idénticos a los del discurso precedente, bien
modificados en un sentido no conforme con el proyecto del entrevistador. Pero una reiteración
referencial (eco) tendría que subrayar la importancia del aspecto referencial del discurso
mientras que una reiteración modal debería concentrar el interés sobre el aspecto modal del
discurso.
En las diferentes experiencias realizadas, tanto por escrito (para
neutralizar los fenómenos de entonación) como oralmente (en la situación exacta de la
entrevista de investigación), conseguimos poner de relieve una variación significativa
de la tasa de modalización de los discursos en el sentido de un aumento con
reiteraciones modales y de una disminución con reiteraciones referenciales. En una de
estas experiencias, que consistía en solicitar la opinión de los entrevistados sobre la
práctica de las madres portadoras, el entrevistador tomaba en consideración el tipo de
proposición reiterada (modal o referencial).
Por ejemplo, si el entrevistado decía:
Entrevistado: Las madres portadoras son valientes pero creo que inconscientes.
El entrevistador repetía:
1. Entrevistador: Las madres portadoras son valientes.
2. Entrevistador: Las madres portadoras son inconscientes.
Entonces el discurso del entrevistado se desarrollaba con un descenso significativo de las
modalizaciones, tanto más importante cuanto que la declaración repetida del entrevistado se
hallaba en sí misma desmodalizada por la reiteración (eco 2).
Por el contario, cuando el entrevistador, en dos grupos experimentales diferentes,
efectuaba las siguientes reiteraciones:
3. Entrevistador: Usted piensa que las madres portadoras son valientes.
4. Entrevistador: Usted piensa que las madres portadoras son inconscientes.
Estos reflejos provocaban unos efectos importantes de modalización en el discurso del
entrevistado; con una prima suplementaria para las reiteraciones que modalizaban un enunciado
no modalizado (reflejo 3).
En realidad, las respuestas del entrevistado permiten acreditar la tesis que considera las
reiteraciones como unas justificadas puestas en tela de juicio; y que él modifica su
discurso en consecuencia. El eco deja entender que la aserción del interlocutor no posee
quizá el valor de verdad general pretendida (eco 1) o prudentemente adelanta
da (eco 2). El entrevistado comprende que debe responder de la verdad de lo que dice.
Desarrolla entonces un discurso referencial.
El reflejo deja entender que la asociación del interlocutor no posee forzosamente la
garantía de sinceridad presupuesta (reflejo 3) o. expresada (reflejo 4). El entrevistado
comprende que debe responder de su creencia en la verdad de lo que expresa (Searle,
1979). Desarrolla entonces un discurso modal. ¿No considera, sin embargo, al obrar así,
como más verdadera la expresión del entrevistador que la propia? En efecto, en otro tipo
de diálogo tales intervenciones reiterativas podrían muy bien engendrar unos discursos
subsiguientes no conformes con la reiteración, polemizando quizá sobre su legitimidad.
En la entrevista, el entrevistado muestra a través de su respuesta que acepta que el
entrevistador posea las prerrogativas de la interpretación y de la determinación del
sentido.
El mecanismo que los psicólogos clínicos denominan «pretransferencial» es activado
por un tipo de dispositivo interlocutivo que separa artificialmente comunicación y
discurso. En este dispositivo, el locutor que cree dominar su expresión deja a su oyente
el dominio del marco de la comunicación (definición y gestión del contrato).
El discurso halla su pertinencia y una parte de su sentido con referencia al contrato de
comunicación; como el dominio del sentido es una de las cosas en juego en el diálogo,
el entrevistado establece tanto mejor la coherencia de su discurso cuando se apropia y
hace suyos los proyectos de sentido del entrevistador, dueño del contrato.
La construcción del sentido
El sentido, elemento primoridal de todo diálogo, es definido por Grunig y Grunig
(1985) como la «causa de lo dicho». La actividad mental de elaboración de este sentido
puede ser descrita como una actividad interpretativa que tiene por objetivo responder a
la pregunta: «¿Por qué decir esto?».
Cabe así preguntarse por el contenido de lo dicho por X: «¿Por qué son valientes las madres
portadoras?», o buscar la causa de que lo haya dicho: «¿Por qué dice X que las madres
portadoras son valientes?».
Grunig y Grunig (1985) distinguen dos modalidades del sentido según que se considere
su producción o su interpretación. Distinguen lo que denominan el sentido a la
izquierda y el sentido a la derecha, según la topografía de la escritura (lo que está a la
izquierda precede
en el tiempo a lo que está a la derecha). Para un determinado enunciado, el sentido a la
izquierda es definido como el conjunto de las presiones que lo determinan; estas
presiones son bien externas al individuo (situacionales), bien internas (competencias,
motivos psicológicos). El sentido de la derecha es la resultante de una serie de opera-
ciones cognitivas del interpretador (hablante u oyente) que elabora y construye un
sentido que él cree ser el sentido a la izquierda. Según estos autores, en un diálogo entre
dos interlocutores A y B, la producción y la interpretación de un enunciado de A
pondría en juego tres diferentes construcciones de sentido:
1. El sentido real o (sentido a la izquierdaSI) que puede ser enfocado mediante un análisis
descriptivo distanciado.
2. El sentido que A atribuye a su propio enunciado (sentido a la derecha 1SD,).
3. El sentido que B atribuye al enunciado de A (sentido a la derecha 2SD 2).
Como ninguno de estos sentidos coincide verdaderamente, el conjunto constituye lo que
los autores llaman el «triángulo de las diferencias», subrayando que las diferencias
(SISD,) y (SISD2) no poseen el mismo status que (SDrSD2).
En efecto, la referencia real o imaginaria a un sentido previo (SI) es un dato
fundamental del contrato de comunicación. SI representa, de hecho, el conjunto de los
saberes compartidos (o supuestamente compartidos) sobre la base de los cuales es
posible un diálogo. En cambio, SD, y SD2 representan unas acciones de interpretación
llevadas a cabo por los interlocutores en el procesó de validación de lo dicho por el otro,
proceso que rige la continuidad del intercambio en un diálogo.
Esta diferencia fundamental entre dos sentidos es establecida igualmente por Widlócher
(1986) que distingue entre causalidad mecánica y causalidad teleológica en la
descripción y la explicación de los comportamientos humanos.
1. La causalidad mecánica se halla constituida por el conjunto situacional de los factores
antecedentes que dominan el fenómeno observado, situación determinante de la acción.
2. La causalidad teleológica está constituida por el conjunto de las acciones implicadas en el
fenómeno observado, acciones que interpretan y descifran la situación.
127
INTERACCIONES VERBALES
Wildócher (1986) muestra que la investigación de las causas mecánicas en las ciencias
humanas equivale a razonar con el modelo de un «sistema de pesas y poleas», mientras
que un conjunto de causas mecánicas (ligadas a la situación) no es nunca una condición
necesaria para que sobrevenga una determinada acción.
Por el contrario, el razonamiento teleológico proporciona una descripción más conforme
con los hechos de los comportamientos humanos.
«Esto puede ser descrito en términos psicológicos, diciendo que una situación no es jamás una señal neutra, que
se halla construida por la acción. Esta, descifra la situación, la identifica como una posible clave. No existe
situación desencadenante sin una acción que le proporcione sentido y la interprete. Es la acción la que
determina la situación» (Widlócher, p. 68).
Esta concepción subraya la importancia de los hechos (las acciones) y se aleja de los
reflejos deterministas de construcción mecánica del sentido. Aplicada a la entrevista, la
búsqueda de la causalidad teleológica impone que toda expresión, todo discurso
producido en este dispositivo, sean considerados en primer lugar como una
coconstrucción de los interlocutores. Estos negocian el universo de las creencias
comunes, interpretando las acciones realizadas por medio del discurso y de las
intervenciones. Cada turno de expresión pero también cada mirada, cada gesto, cada
comportamiento, participa en este acontecimiento singular que se lleva a cabo.
En la actualidad numerosos autores coinciden en concebir el sentido de todo diálogo
como una construcción esencialmente dependiente del contexto (situacional, contractual
e interlocutivo). Por lo que a la entrevista se refiere, esto plantea unos problemas de
utilización metodológica que la corriente etnometodológica resuelve con todo rigor de
una manera radical. Dodier (1985) resume el problema y la posición etnometodológica:
«La cuestión central a la que nos conduce el análisis de las entrevistas es pues la siguiente: cómo efectuar el
paso del estudio de las manifestaciones llevadas a cabo en presencia de un observador (el entrevistador)
respecto de ciertas actividades prácticas al estudio de estas actividades, que se desarrollan por consiguiente
fuera de la presencia del observador y que, sin embargo, consideramos como hechos ciertos (...). Reflexionar
sobre este problema es en realidad abordar la cuestión de los nexos entre enunciados y el contexto en el que
estos enunciados son producidos.»
La respuesta de los etnometodólogos carece de ambigüedad (Do
ENTREVISTAR