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Revista de Geografía Norte Grande, 57: 225-227 (2014)


Reseñas

Graciela Silvestri. El lugar común. Una


historia de las figuras de paisaje en el Río
de la Plata.
Buenos Aires: Edhasa, 2011. 409 p.

Andrés Núñez

Los estudios culturales tienen la virtud En este contexto, preguntarse como lo


de alejarse de una comprensión lineal de la hace Silvestri sobre ¿cómo nos formamos la
historia, es decir, de aquel tipo de historia imagen territorial de un país?, es cuestionar-
de sentido evolutivo, de base hegeliana. Por se, como lo hizo Bourdieu (1988), respecto
el contrario, nuevas investigaciones asientan de si es factible trabajar determinadas espa-
sus bases en un aspecto que resulta crucial: cialidades sin preguntarse cómo y bajo qué
comprender que el conocimiento surge en lógicas se van definiendo. Es decir, abordar el
un contexto finito y que, por lo mismo, como problema bajo la siguiente pregunta estructu-
ha expuesto Foucault (1997), ese saber se ral: ¿es posible visualizar una espacialidad-
aferra a formaciones discursivas que poseen país sin intentar comprender la convención
un principio y un fin en sí mismo. Este vital
histórico-cultural que la proyecta o la ha
aspecto, desde nuestro punto de vista, permi-
proyectado?
te visualizar, por ejemplo, que determinada
representación o imagen de un país es un
Silvestri, en ese sentido, desarrolla un
constructo social y cultural que es identifica-
ble temporalmente y que permite ponderar trabajo tan erudito como bello, al enfrentar-
aquella construcción desde un enunciado –ya nos a un proceso –o a una historia– que va
no de un sujeto– que la piensa y practica. El deconstruyendo la producción de la “cultura
libro de la Arquitecta y Dra. en Historia Gra- identitaria” de la nación argentina. Desde
ciela Silvestri se encamina sin duda en ese esta perspectiva, las imágenes, las figuras,
derrotero. Dice ella: “El privilegio que otorgo los relatos, analizados en su obra a través de
en este libro a las imágenes no significa, por mapas, iconografías, itinerarios, lecciones de
cierto, aislarlas de la trama discursiva en la geografía, proyectos arquitectónicos, militares
que adquieren sentido” (p. 18).1 e ingenieriles, postales turísticas, entre otros,
actúan como dispositivos que van forjando
El otro aspecto que parece importante al un modo de comprender el país, que fabrican
momento de analizar el libro El lugar común un imaginario geográfico que termina por
es que a través de él es posible comprender defi nirlo, orientarlo, enmarcarlo, en defi ni-
que el espacio es el resultado de prácticas tiva, racionalizarlo o, como diría Foucault,
que le van configurando sentidos y significa- normalizarlo. Y esos mecanismos, finalmente,
dos. Desde esta posición, la noción de espa- como lo indica el título del libro, lleva a que
cio, como muy bien expone Silvestri, deviene ese espacio-nación se transforme en “un lu-
en paisaje, en tanto saber constituido, en tan- gar común” que termina siendo comunidad
to espacio simbólico fundado desde una esté-
y espacio físico compartido: “El calificativo
tica temporalmente tan finita como dinámica
de común significa que no siendo privativo
(tal vez por lo mismo).
de ninguno pertenece a todos: introduce el
espacio público, el espacio que nos reúne, la
acción conjunta; una idea amplia, multiesca-
1 Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católi- lar, mezclada y transregional de patria (p. 24).
ca de Chile (Chile). E-mail: aanunezg@uc.cl
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En tal sentido, la plataforma investigativa fines del siglo XVIII, por ejemplo, el viajero
del trabajo de Silvestri evita caer en una na- Malaspina en su paso por Buenos Aires, a tra-
turalización del espacio-nación de Argentina, vés de pintores y dibujantes, articulaba belle-
es decir, en la concepción de un territorio za y verdad, buscando reflejar la perfección
objetivo, que le pertenece a la nación “desde de la naturaleza. De ello da cuenta la autora
siempre”, para, por el contrario, resaltar que en un primer capítulo titulado precisamente
aquella espacialidad es el resultado, como “Belleza Natural”. Sin embargo, aquella con-
dice Cosgrove, “de la expresión geográfi ca vención sobre una belleza que define el pai-
de identidades sociales y culturales” (2002), saje de fines del siglo del XVIII y la primera
es decir, como la propia autora subraya, que mitad del XIX da paso a la necesidad de lle-
surge desde “su radical historicidad” (p. 24). var al extremo los cuadros de la nación. Así,
a la armonía, al equilibrio anterior irrumpe
Si bien el abordaje de la investigación es lo sublime, que todo lo exagera y que ahora
válido para proyectar el imaginario a escala nos remite a la “naturaleza en sus manifesta-
nacional, Silvestri concentra su atención en el ciones extraordinarias”, nueva naturaleza que
Río de la Plata, amplia zona donde se instala sustenta un sentimiento patrio que va confi-
Buenos Aires, y no únicamente porque du- gurando el paisaje de la nación. Así como en
rante el siglo XIX aquel lugar fuese el puerto Chile la nación se construyó sobre una cordi-
comercial por excelencia del vasto territorio llera de los Andes excelsa, siempre nevada,
interior sino básicamente, en coherencia con siempre imponente, denotando el margen y
su propuesta en el ámbito de los estudios resguardo de un hogar, así en la Argentina
culturales, porque esa zona actuó como or- trabajada por Silvestri, las elocuencias de las
ganizadora de los discursos-nación, es decir, imágenes –el desierto inconmensurable, los
como el marco contextual desde donde sur- horizontes infinitos, las cataratas furiosas, los
gió el texto de la nación. Expresado de otro imponentes lagos, y una valorización, aunque
modo, funcionó como lugar jerárquico de la tardía, vivaz de la pampa– van cicatrizando y
producción discursiva que liga el paisaje con afianzando un panorama expresivo que dibu-
la patria: “Es en el Río de la Plata donde se ja las huellas de la nueva nación, fijando una
encarnan las posibilidades y los límites de la convención, un lugar común en torno a un
utopía proyectada sobre el espacio “vacío”, paisaje que se afianza en los ojos culturales
edificada a través de las palabras” (p. 27). de la época. De este modo, lo sublime de la
Una República a la que había que inventarle pampa, de las cataratas, de los desiertos, se
un futuro reconstruyendo un pasado desde transforman en “la” naturaleza de la nueva
la fijación de sentido de una, como dice Sil- Argentina. Como titula el segundo capítulo,
vestri de forma aguda, segunda naturaleza. La oscilación de la sensibilidad, el siglo XIX
Claro, la naturaleza estaba allí como bien da paso a la invención de aquel paisaje ma-
disponible, pero había que proyectar otra que jestuoso llamado nación.
reflejase aquel nuevo relato de la nación. Un
paisaje protagonista en el libro de aquella Aquel acuerdo cultural nos dice Silvestri,
segunda naturaleza o “lenguaje nacional” va adquiriendo el rango de “paisajes nacio-
(p. 243) es la pampa, antes vacía y solitaria, nales”. Este lenguaje patriótico termina por
luego sublime y atractiva: “Claro que esta madurar en la primera mitad del siglo XX, en
naturaleza pampeana no es otra cosa que una una suerte de “destino de la patria”, título del
construcción intelectual, un paisaje creado tercer capítulo del libro. De este modo, ima-
por la palabra” (p. 293). Porque, expresa gen y sentido de nación se entrelazan en una
Silvestri la “nueva pampa podrá no ser real, investigación que, como fue expresado, resal-
pero sí verosímil” (p. 246). Pero la pampa ta el proceso de producción de la identidad
no el único ícono patrio. También lo son la nacional. Es decir, estamos frente a un trabajo
Puna; los Andes mendocinos; las cataratas del que va en búsqueda de la sociogénesis de
Iguazú; los lagos del Sur (p. 336-337). aquella identidad.

Aquel relato nacional, trabajado en forma ¿Cómo los paisajes adquieren el rasgo
magistral por Silvestri, tiene su origen en el de nacionales?, ¿en qué momento y de qué
siglo XVIII, cuando los procesos de racionali- modo aquel paisaje deviene en paisaje pa-
zación del espacio inician su curso. Así hacia trio? son cuestiones que Silvestri aborda a lo
GRACIELA SILVESTRI. EL LUGAR COMÚN. UNA HISTORIA DE LAS FIGURAS DE PAISAJE EN EL RÍO DE LA PLATA 227

largo de todo el trabajo. En el fondo, es una Referencias bibliográficas


investigación de desenmascaramiento de dis-
cursos socioculturales que fijaron en la patria, BOURDIEU, P. Cosas dichas. Buenos Ai-
en la nación, un horizonte geográfico que se res: Gedisa, 1988.
transformó en lugar común.
COSGROVE, D. Observando la naturale-
Sin duda, se trata de un libro indispensa- za: el paisaje y el sentido europeo de la vista.
ble para todos los interesados en visualizar Boletín de la A.G.E., 2002, N° 34, p. 63-89.
los procesos de producción del espacio, de
construcción de sus imaginarios geográficos y, FOUCAULT, M. La arqueología del saber.
a su vez, para comprender los íconos a través México: Siglo Veintiuno Editores, 1997.
de los cuales las imágenes, los paisajes se tor-
nan verdaderos para una comunidad, en este
caso para la sociedad argentina.

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