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Estimados lectores,

esta carta se dirige a ustedes con el fin de aclarar algunos


hechos que me dispuesto con premura a formalizar.
Estamos en una época de grandes diálogos y grandes
discordias. Desde hace mucho tiempo grandes injusticias
se han cometido en defensa y beneficio del varón. Hoy en
día, la sociedad ha cambiado de manera tan drástica que la
mayoría de esas injusticias no caben en ninguna lógica otra
que la repetición de un meme cultural oscuro y obsoleto.
Han habido, a lo largo de la historia, culturas enteras
construidas en base a los valores de dominación y control
que lo masculino ejerce como naturaleza impuesta. Éstas
son, quizás ahora más que nunca, un factor mayor de
discusiones y conflictos, como el que voy a referir, sucedido
en una universidad pública hace menos de una semana.

Dos puntos quiero. No voy a referir detalles de lo sucedido,


pero quedan estos a disposición de cualquiera que se me
acerque. Por otro lado, sí haré un paneo general de la
situación según como fue desplegándose y cómo la fui
percibiendo. En segundo lugar, me reservaré los nombres
de los involucrados, porque consideraré el caso desde lo
paradigmático antes que en lo personal.

La situación involucra a una chica que conocí la noche del


Lunes 10 de septiembre del 2018, en el contexto de la
toma estudiantil de la Universidad de Córdoba. La tarde
siguiente, fui denunciado por la misma de acoso leve, o eso
fue lo que al parecer se interpretó de su relato. Mi relato
difiere en varios puntos, pero antes de hacer mención de
ellos, voy a hacer el paneo general. La situación concreta
fue que, en el pasillo del pabellón de Casa Verde, esa
noche dormí con la chica en cuestión, abrazándola. Al otro
día, por la tarde, ella fumaba un cigarrillo sola, y me
acerqué a convidarle un mate. Empezamos una
conversación, que encontré muy amena y divertida. Varias
personas nos vieron conversar y reír, de ésto no cabe
duda, pero me mantendré firme a no mencionar nombres
por ahora. La escena en total duró aproximadamente
media hora, en los cuales la chica me reveló detalles de su
vida privada y yo igual, con el irrefutable fin de conocernos
mejor. Luego de ésto, comimos por separado, y yo me fui a
dormir la siesta en un aula. Dos horas después, fui
despertado con el anuncio de que era echado del pabellón
tomado por una denuncia de acoso. Este accionar, casi
esquizofrénico, me causó enorme sorpresa y malestar por
contraste al carácter divertido y grácil que me mostró la
chica y que me generó gran atracción, no lo niego. No
logré aún identificar, luego de repasar los hechos
innumerables veces, el motivo de ese cambio tan brusco
de carácter. Las causas que esgrimó la chica se alejan de la
verosimilitud, ya que por una cuestión de comodidad
general (estábamos acostados junto a decenas de
personas) no intenté en ningún momento comenzar un
acercamiento netamente sexual. Es decir, no hubo besos ni
frotaciones en zonas erógenas; había dado la noche por
terminada, y me disponía a intentar dormir, incómodo,
pero abrazado junto a una chica que repito me había
generado deseo/atracción. Cómo aseguraron dos amigxs
de la chica, y de esto asimismo hay testigos, ella en ningún
momento procedió a alejarse, dándome una negativa al
decurso de ese deseo, luego de que yo le ofreciera poner
sus pies dentro de mi bolsa de dormir, puesto que estaba
destapada. Luego, ella cambió su relato, asegurando que
toda la noche había intentado alejarme.

La ausencia de la negación no es necesariamente una


afirmación. Así lo entiendo. El deseo posee diversas formas
de expresión, lo mismo que el rechazo, algunas más
ambiguas que otras. Al encontrarnos en una situación de
ambigüedad, se debe intentar proceder con neutralidad y
paciencia. Fue así mi planteamiento, de modo que no
percibí ni un rechazo explícito ni un rechazo implícito, pero
tampoco una reciprocidad explícita del deseo, aunque sí
implícita en miradas, gestos, roces, etc. Sin una auténtica
comunicación emocional, y un asinceramiento con lo que
uno siente, es imposible construir nada. (…)

Escribo ésta carta como reclamo ante la permisividad de


acciones injustas que dentro de cualquier movimiento
político o ideológico se vuelven tóxicas para todas las
partes, y por apoyo y compromiso con el movimiento
feminista que ciertamente se perjudica con este tipo de
acciones. Todos tenemos el derecho, no importa nuestro
género, etnia o nacionalidad, a defendernos de la injusticia,
por leve que sea, y reivindicar nuestra postura
públicamente, a través del medio adecuado. Elegí este
medio por una cuestión de distancia (actualmente no estoy
en la Ciudad de Córdoba), siendo obviamente el medio
más fácil de entregar estas palabras.

Sin más que decir al respecto, y respetando el tiempo de


los lectores,

Un saludo cordial,

Fauno.

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