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BYUNG-CHUL HAN: TRANSPARENCIA, CANSANCIO Y PSICOPOLÍTICA.

Carlos A. Scolari

Podemos decirlo sin temores: Byung-Chul Han es el filósofo de moda. Nacido en 1959 en
Corea del Sur, este pensador ha desarrollado toda su carrera académica en Alemania en
diálogo permanente con un amplio abanico de intelectuales,
desde Heidegger hasta Marx, Foucault, Baudrillard y Benjamin. Gracias a un estilo
simple -que se expresa en libros más bien breves y de fácil lectura- Byung-Chul Han se
ha convertido en un referente para pensar las transformaciones sociales y políticas que
atraviesan las sociedades contemporáneas. A continuación algunos apuntes que extraje
después de leer sus cinco volúmenes hasta ahora publicados en castellano. Como se podrá
ver, hay mucho “food for thought” en sus páginas y unas cuantas polémicas para seguir
conversando. Todos los textos de Byung-Chul Han dialogan entre sí. A menudo sus
argumentos se repiten, saltan de un volumen a otro y afloran en las páginas a lo largo de
toda su obra. Para ordenar mínimamente este post seguiré los títulos de sus libros pero
esto no significa que cada volumen esté exclusivamente dedicado a tal o cual argumento.

LA SOCIEDAD DEL CANSANCIO (2012 – EDICIÓN ORIGINAL: 2010)


En este volumen Byung-Chul Han sostiene que el modelo “viral” y la metáfora de la invasión
bacterial -que reina en nuestra sociedad desde al menos el siglo XIX- ha ido perdiendo
fuelle para ser reemplazada por otras metáforas y enfermedades. Según el filósofo
surcoreano enfermedades como la depresión, el trastorno por déficit de atención con
hiperactividad (TDAH), el transtorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de
desgaste profesional (SDO o “síndrome de burnout”) “definen el panorama patológico de
comienzos de este siglo” (p. 11). La era inmunológica ha sido abandonada en favor de otro
paradigma donde ha desaparecido “la otredad y la extrañeza” y solo reina la “diferencia” (p-
14). Byung-Chul Han ubica en el fin de la guerra fría el momento inicial de esa transición.
“La diferencia postinmunológica, es más, postmoderna, ya no genera ninguna
enfermedad (…) Lo extraño se sustituye por lo exótico y el turista lo recorre. El turista
o el consumidor ya no es más un sujeto inmunológico” (p. 14).

El viejo paradigma inmunológico -fundado en el concepto de “negatividad” (“lo otro


inmunológico es lo negativo que penetra en lo propio y trata de negarlo”, p. 17)- no es
compatible con la globalización ni con la disolución de las fronteras. En este volumen
Byung-Chul Han también introduce una cuestión que desarrollará en otros libros (como La
sociedad de la transparencia): la superación del modelo foucaultiano del panóptico.
“La sociedad disciplinaria de Foucault, que constaba de hospitales, psiquiátricos, cárceles,
cuarteles y fábricas, ya no se corresponde con la sociedad de hoy en día. En su lugar se
ha establecido desde hace tiempo otra completamente diferente, a saber: una sociedad de
gimnasios, torres de oficinas, bancos, aviones, grandes centros comerciales y laboratorios
genéticos. La sociedad del siglo XXI ya no es disciplinaria, sino una sociedad del
rendimiento” (p. 25).

El sujeto del rendimiento no sufre una explotación externa: es dueño de sí mismo y se auto-
explota. Más adelante volveremos sobre este tema, uno de los leitmotivs de Byung-Chul
Han. El sujeto auto-explotado hace del multitasking una práctica que “modifica radicalmente
la estructura y economía de la atención. Debido a esto la percepción queda fragmentada y
dispersa” (p. 34).

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El multitasking y otras prácticas como los videojuegos nos llevan a un estado
de atención superficial, lo cual según Byung-Chul Han genera una regresión similar al
estado de vigilancia de los animales salvajes: “Los logros culturales de la humanidad, a los
que pertenece la filosofía, se deben a una atención profunda y contemplativa” (p 35). Este
estado de contemplación es imposible de alcanzar en el mundo del multitasking y
la hiperatención.

LA SOCIEDAD DE LA TRANSPARENCIA (2012 – EDICIÓN ORIGINAL: 2012)


La utopía de una sociedad o una persona transparente no es más que eso: una utopía. El
sujeto necesita espacios para estar consigo mismo, lo cual exige una membrana
impermeable que lo aísle del entorno. Según Byung-Chul Han “es imposible establecer una
transparencia interpersonal. Y esto tampoco es deseable. Precisamente la falta de
transparencia del otro mantiene viva la relación” (p. 15).

La sociedad de la transparencia lleva a la información total, “no permite lagunas de


información ni de visión” (p. 17) y se acelera rechazando todo tipo de negatividad. De
frente al avance del Big Data y la avalancha de datos empíricos -que amenaza con arrasar
con toda teoría- Byung-Chul Han reivindica el pensamiento negativo: “la teoría como
negatividad hace que la realidad misma aparezca en cada caso y súbitamente de otra
manera, bajo otra luz” (p. 20). La sociedad de la transparencia también amenaza a la
política, un tipo de acción estratégica que incluye una dimensión o esfera secreta. Si toda
la política se reduce a una escenificación de la transparencia, el “final de los secretos
sería el final de la política” (p. 21).

Pero volvamos al repliegue de la negatividad en la sociedad contemporánea: “el veredicto


general de la sociedad positiva se llama ‘me gusta’. Es significativo que Facebook se
negara consecuentemente a introducir un botón de ‘no me gusta’. La sociedad positiva evita
toda modalidad de juego de la negatividad, pues esta detiene la comunicación. Su valor se
mide tan solo en la cantidad y la velocidad del intercambio de información. La masa de la
comunicación eleva también su valor económico. Veredictos negativos menoscaban la
comunicación. Al ‘me gusta’ le sigue con más rapidez la comunicación conectiva que al
‘no me gusta’. Sobre todo, la negatividad del rechazo no puede valorarse económicamente”
(p. 23). El “Yes, We Can” de Barack Obama también forma parte de esta hegemonía de lo
positivo.

“El mundo no es hoy ningún teatro en el que se representen y lean acciones y


sentimientos, sino un mercado en el que se exponen, venden y consumen
intimidades. El teatro es un lugar de representación, mientras que el mercado es un
lugar de exposición.” (p. 68)

La sociedad de la transparencia valora la exposición. Cada sujeto “es su propio objeto de


publicidad. Todo se mide en su valor de exposición. La sociedad expuesta es una sociedad
pornográfica” (p. 29). Vivimos en un mundo que tiende a la hipervisibilidad, un espacio sin
secretos ni misterios ocultos. A la sociedad de la transparencia “toda distancia le parece
una negatividad que hay que eliminar: constituye un obstáculo para la aceleración de los
ciclos de la comunicación y del capital” (p. 32).

En sintonía con los argumentos de Eli Pariser (autor de The Filter Bubble) Byung-Chul Han
denuncia la construcción de burbujas de información personalizadas por los algoritmos.
Estos sistemas -como el PageRank de Google- “presenta(n) al participante tan solo
aquellas secciones del mundo que le gustan. Así, desintegra la esfera pública, la conciencia

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pública, crítica, y privatiza al mundo” (p. 69). Para terminar este volumen Byung-Chul Han
se interna en territorios foucaultianos y nos habla del nuevo panóptico digital, un
dispositivo que “carece de perspectiva en el sentido de que no es vigilado desde el único
centro por la omnipotencia de la mirada despótica. Desaparece por completo la distinción
entre centro y periferia, que era constitutiva para el panóptico de Bentham (…) los que
habitan el panóptico digital se creen que están en libertad” (p. 88).

LA AGONÍA DEL EROS (2014 – EDICIÓN ORIGINAL: 2012)


En este volumen Byung-Chul Han retoma la desaparición de la negatividad para decir que
“vivimos en una sociedad que se hace cada vez más narcisista. La libido se invierte sobre
todo en la propia subjetividad” (p. 11). El sujeto narcisista del rendimiento “está abocado,
sobre todo, al éxito” y su enfermedad es la depresión (“una enfermedad narcisista”) (p. 11).
El sujeto depresivo del rendimiento “se hunde y ahoga en sí mismo” (p. 12).

Más adelante Byung-Chul Han vuelve a la carga con las transformaciones en las formas de
dominación: la sociedad del rendimiento “está dominada por el verbo modal poder, que
formula prohibiciones y utiliza el verbo deber. A partir de un determinado punto de
productividad, la palabra deber se topa pronto con su límite. Para el incremento de la
producción es sustituida por el vocablo poder. La llamada a la motivación, a la iniciativa,
al proyecto, es más eficaz para la explotación que el látigo y el mandato. El sujeto de
rendimiento, como empresario de sí mismo, sin duda es libre en cuanto no está sometido a
ningún otro que le mande y lo explote, pero no es realmente libre, pues se explota a sí
mismo, por más que lo haga con entera libertad. El explotador es el explotado” (p.
19).

Este nuevo tipo de explotación es mucho más eficiente que la anterior porque “va unida al
sentimiento de libertad. Con ello la explotación es posible sin dominio” (p. 20). El
neoliberalismo entiende al sujeto como proyecto y no como explotado. De esta forma el
fracaso lo asume el sujeto: “no hay nadie a quien pueda hacer responsable de su fracaso”
(p. 21). Esta idea rebate la concepción de Benjamin (“el capitalismo es una religión”): el
capitalismo no es ninguna religión porque “toda religión maneja las categorías de deuda
(culpa) y desendeudamiento (perdón). El capitalismo es solamente endeudador” (p. 22).
El resultado es la depresión y el síndrome del agotamiento.

En la última parte de La agonía del eros Byung-Chul Han arremete contra el Big Data y la
supuesta “muerte de la ciencia” y de la teoría anunciada por la revista Wireden el año 2008.
La correlación de datos habría sustituido a la causalidad. Byung-Chul Han sostiene que
la teoría es “más que un modelo o una hipótesis que pueda verificarse o declararse falsa
en virtud de experimentos (…) No hay un pensamiento llevado por los datos. Sólo el
cálculo es llevado por los datos” (p. 74). La teoría, en otras palabras, es una “donación
previa”, “trasciende la positividad de lo dado y hace que esto, de pronto, aparezca bajo otra
luz” (p. 74). Byung-Chul Han no duda: “la masa de datos e informaciones, que crece sin
límites, aleja hoy la ciencia de la teoría, del pensamiento” (p. 75). La ciencia que proponen
Google y Wired es aditiva, no narrativa o hermenéutica. Le falta “tensión narrativa” (p.
75).

Para terminar, Byung-Chul Han concluye: “la tremenda cantidad de información eleva
masivamente la entropía del mundo, y también el nivel de ruido. El pensamiento tiene
necesidad de silencio. Es una expedición al silencio” (p. 75). Apuntes alrededor
de Byung-Chul Han Si bien este post continuará con una segunda parte dedicada a otros
dos libros de Byung-Chul Han (Psicopolítica y En el enjambre) podemos ir adelantando

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algunos comentarios a su obra. Como suelo decir, en un entorno donde escasea el
pensamiento crítico siempre son bienvenidas las miradas que encarnan una filosofía
“negativa” y apuntan a los aspectos más cuestionables de la sociedad del siglo XXI.
En este contexto los libritos de este filósofo son un soplo de aire fresco… aunque algunos
de esos aires nos recuerdan a cosas ya escritas a lo largo del siglo veinte respecto a
la cultura de masas, desde el apocalipticismo de Adorno y Horkheimer hasta las
“transparencias” de Baudrillard. Me resultó interesante la hipótesis según la cual el modelo
inmunológico estaría en fase de superación -algo muy posible- pero no la termino de
compaginar con el día a día de nuestra sociedad. La reciente crisis del ébola en España
nos demuestra que el miedo al Otro (en este caso un virus que, además, viene de…
África) sigue vivito y coleando. Sin embargo no creo que sea una pérdida de tiempo
seguir con atención la evolución de estos modelos de control en la cultura contemporánea.
Por otra parte, estoy seguro de que el asalto al panóptico tradicional de Foucault que
Byung-Chul Han propone dará lugar a unos cuantos debates.Donde Byung-Chul Han
despliega una mirada muy interesante es en la cuestión del avance de la positividad y la
instalación de un sistema de auto-explotación en el neoliberalismo. Sus reflexiones sobre
el nuevo “sujeto del rendimiento” me parecen más que útiles para comprender los modos
de producción simbólica y las nuevas formas de explotación en un capitalismo post-
industrial donde reina la exposición y la hipervisibilidad.

La crítica de Byung-Chul Han -un ataque en toda regla al corazón de esa ideología nacida
en un garaje de California y alimentada a golpe de start-ups exitosas en Silicon Valley- sirve
para comprender mejor las tensiones entre lo privado y lo público, entre el tiempo del trabajo
y el tiempo del ocio, y otras oposiciones que marcaron a la sociedad industrial y hoy están
en vías de desaparición. Hay que decirlo claramente: no todos pueden ser
emprendedores exitosos. La revolución digital esconde miles de trabajadores
hiperexplotados de la manera más tradicional en las líneas de producción (no solo en
China) y una buena cantidad de especialistas flexibles que se auto-explotan y viven al
borde del síndrome del burnout. Byung-Chul Han se encarga de reflexionar sobre esta
segunda figura.
Tampoco resulta difícil disentir con Byung-Chul Han cuando critica a las burbujas de
información personalizada que los algoritmos nos construyen a medida. Es evidente que
este entorno informacional construido a nuestra imagen y semejanza introduce una cuña
profunda en el concepto de “opinión publica” y las formas de hacer política y construir
hegemonía (ver la entrevista “Los partidos políticos, los sindicatos y la escuela son
interfaces en crisis. Hay que resideñarlas” que me hizo Diana Fernández Irusta para La
Nación).

La lectura crítica que hace Byung-Chul Han del conocimiento nacido al calor del Big
Data, en cambio, me parece superficial y se merecería un análisis más extenso. Si bien
nadie puede creerse “el fin de la teoría” augurado por Chris Anderson en Wired, las
posibilidades que ofrecen las humanidades digitales no pueden liquidarse en un par de
párrafos. Desde mi perspectiva hermenéutica y Big Data pueden entablar un diálogo
fecundo. Para terminar, me queda zumbando en el oído el recurrente reclamo de Byung-
Chul Han a parar la máquina, hacer silencio y desacelerar el pensamiento. Esta idea tan
romántica y decimonónica -que propone volver a un pasado idealizado donde
aparentemente reinaba la tranquilidad, el silencio y el slow time, y por lo tanto se
podía pensar en paz– me recuerda demasiado a las críticas de Theodor Adorno a las
“síncopas perturbadoras” y a los “monótonos estímulos” del jazz… En breve: creo que
necesitamos intelectuales que sean capaces de pensar no sólo sobre sino
también desde las condiciones culturales de la sociedad contemporánea. O sea,

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necesitamos intelectuales -como Alessandro Baricco, Agustín Fernández Mallo, Eloy
Fernández Porta, Vicente Luis Mora, Jorge Carrión o Alejandro Piscitelli- que
piensen desde el multitasking, la hiperatención y la fragmentación entrópica.

EN EL ENJAMBRE (2014 – EDICIÓN ORIGINAL: 2012)


Este es el texto donde Byung-Chul Han se ocupa a fondo del mundo digital. Desde ya se
los digo: es la obra con la que menos sintonizo. En este volumen la mirada crítica del filósofo
surcoreano se convierte en un garrotazo apocalíptico a todo lo que huela a silicio. Según
Byung-Chul Han estamos en presencia de un “enjambre digital” formado por individuos
que “no desarrollan ningún nosotros”, “no se manifiesta en una voz. Por eso es
percibido como un ruido” (p. 27). Los modelos colectivos fundados en las nuevas
tecnologías digitales “son muy fugaces e inestables, como en los rebaños constituidos por
los animales. Los caracteriza la volatilidad” (p. 29). Byung-Chul Han
busca diferenciarse tanto de la visión tradicional de la “masa” como de la “multitud”
de Hardt y Negri.

Para los que estudiamos los procesos de comunicación resulta sorprendente leer a Byung-
Chul Han cuando sostiene que en la comunicación digital “las informaciones se
producen, envían y reciben sin mediación de los intermediarios. No son dirigidas y
filtradas por mediadores. La instancia intermedia es eliminada para siempre (…) Medios
como blogs, Twitter o Facebook liquidan la mediación de la comunicación, la
desmediatizan” (p. 33-34). No estoy para nada de acuerdo con este análisis. Más que un
estado de desintermediación total como sugiere Byung-Chul Han asistimos al desarrollo
de nuevas instancias de (ciber)intermediación (ver el post Producción y distribución del
conocimiento en la Era de la Ciberintermediación, el cual retoma algunas investigaciones
que realizamos con Hugo Pardo Kuklinski y Cristóbal Cobo al respecto). Por otra
parte… ¿Cómo se puede sostener que Twitter o Facebook no mediatizan la
comunicación? ¿Acaso son interfaces neutras que no afectan las formas que asumen
los intercambios entre los usuarios? Las plataformas digitales -desde Facebook hasta
Amazon- generan un “efecto de desintermediación”, cuando en realidad son sus algoritmos
los que modelan el consumo y las interacciones de los usuarios (ver mi post The filter
bubble. Alguien te está mirando sobre los algoritmos de Google).

Más interesantes son las reflexiones de Byung-Chul Han sobre los movimientos políticos
nacidos al calor de los tuits. Lejos de Manuel Castells y otros teóricos de la sociedad-red
movilizada Byung-Chul Han no ve con claridad las movidas indignadas de la última década:
“La indignación digital no … es capaz de acción ni de narración. Más bien, es un estado
afectivo que no desarrolla ninguna fuerza poderosa de acción” (p. 22). La creciente
presión de desmediatización “se apodera también de la política. Pone en apuro a la
democracia representativa. Los representantes políticos no se muestran como
transmisores, sino como barreras. Y así, la presión de desmediatización se presenta como
exigencia de más participación y transparencia. Precisamente a esta evolución medial debe
su éxito inicial el Partido Pirata” (p. 35). Algo parecido podría decirse de Podemos en
España. Ahora bien, que los nuevos movimientos políticos cuestionen a la “casta
política” no significa que estemos de frente a un proceso de desmediatización de la
política: lo que Podemos y otros movimientos similares proponen son nuevas formas
de mediatización.

Una digresión antes de seguir: como habrán visto, Byung-Chul Han comienza hablando de
“mediación” y en un momento determinado pasa a “mediatización”. Ignoro si se trata de un
error en la traducción de alemán o de un uso superficial de ambos conceptos. Es obvio

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que “mediación” no significa lo mismo que “mediatización”. Sobre este tema les
recomiendo la lectura de La Semiosis Social IIde Eliseo Verón, un texto donde desgrana y
define claramente ambos conceptos. Fin digresión.

En esta obra Byung-Chul Han vuelve a los temas tratados en sus otros libros, desde la
excesiva velocidad de la vida social hasta la fragmentación y la positividad que definen a la
sociedad contemporánea. Estas características se expresan en ciertos objetos. El siguiente
párrafo es un buen ejemplo de su visión anti-gadget: “el smartphone es un aparato digital
que trabaja con un input–output pobre en complejidad. Borra toda forma de negatividad.
Con ello se olvida de pensar de una manera compleja. Y deja atrofiar formas de
conducta que exigen una amplitud temporal o una amplitud de mirada. Fomenta la visión a
corto plazo. Fomenta el corto plazo, y ofusca la larga duración y lo lento. El me gusta sin
lagunas engendra un espacio de positividad” (p. 43). Los gadgets de silicio no le caen bien
a Byung-Chul Han: “los aparatos digitales traen una nueva coacción, una nueva
esclavitud. Nos explotan de manera más eficiente por cuanto, en virtud de su movilidad,
transforman todo lugar en un puesto de trabajo y todo tiempo es un tiempo de trabajo. La
libertad de la movilidad se trueca en la coacción fatal de tener que trabajar en todas partes”
(p. 59). El pensamiento negativo de Byung-Chul Han no perdona: “la comunicación digital
hace que se erosione fuertemente la comunidad, el nosotros. Destruye el espacio
público y agudiza el aislamiento del hombre” (p. 75). Y culmina: “el exceso de
información hace que se atrofie el pensamiento” (p. 88-89). Pasemos a otro libro.

PSICOPOLÍTICA (2014 – EDICIÓN ORIGINAL: 2014)


A diferencia del anterior, este es libro de Byung-Chul Han que más me gusta. Si no tienen
ganas de leerse todos los volúmenes (cinco hasta ahora) les recomendaría comenzar por
este. ¿Por qué? Porque en cierta manera retoma y resume sus principales ideas. Byung-
Chul Han comienza hablando de la ilusión de libertad (“el sujeto del rendimiento, que se
pretende libre, es en realidad un esclavo”) y la absolutización del trabajo (“el sujeto
neoliberal como empresario de sí mismo no es capaz de establecer con los otros relaciones
que sean libres de cualquier finalidad” p. 12-13). Después retoma a Marx para darle una
vuelta de tuerca al materialismo dialéctico: “el capitalismo industrial muta en
neoliberalismoo capitalismo financiero con modos de producción posindustriales,
inmateriales, en lugar de trocarse en comunismo” (p. 16). Y remata: “El neoliberalismo,
y no la revolución comunista, elimina la clase trabajadora sometida a la explotación ajena.
Hoy cada uno es un trabajador que se explota a sí mismo en su propia empresa. Cada uno
es amo y esclavo en una persona. También la lucha de clases se transforma en una lucha
interna consigo mismo” (p. 17).

En cierto momento Byung-Chul Han se aleja de Marx para acercarse a Foucault: la libertad
y la comunicación ilimitadas “se convierten en control y vigilancias totales” (p. 21). Además,
el “neoliberalismo convierte al ciudadano en consumidor … sólo reacciona de forma
pasiva a la política, refunfuñando y quejándose, igual que el consumidor antes las
mercancías y servicios que le desagradan” (p. 23). Como síntesis de estos cambios “nos
dirigimos a la época de la psicopolítica digital. Avanza desde una vigilancia pasiva hacia un
control activo” (p 25). La psicopolítica tiene sus instrumentos. El Big Data es uno de ellos,
uno muy importante, ya que “permite adquirir un conocimiento integral de la dinámica
inherente a la sociedad de la comunicación. Se trata de un conocimiento de
dominación que permite intervenir en la psique y condicionarla a un nivel prerreflexivo” (p.
25). Con el Big Data “el futuro se convierte en predecible y controlable” (p. 25).

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Si la dominación tradicional se basaba en la demografía y la estadística, la psicopolítica
se funda en el Big Data. Como ya les dije en este
contexto algunos gadgets (el smartphone en primer lugar) se convierten en “objetos de
devoción”, ocupando el mismo lugar que el rosario en la tradición católica. El “me gusta”
es el “amén digital” y Facebook, “la iglesia, la sinagoga global de lo digital” (p. 26)
…y “el neoliberalismo es el capitalismo del me gusta” (p. 30). La biopolítica de
Foucault -la forma de gobierno de “la sociedad disciplinaria”- es cosa del pasado: es
“inadecuada para el régimen neoliberal que explota principalmente la psique” (p. 38).
Byung-Chul Han lo dice claro: “Foucault no realizó el giro a la psicopolítica” (p. 40).

En otros capítulos Byung-Chul Han no ahorra críticas al cuerpo estetizado, los libros de
autoayuda, el consumismo, la ludificación y la hegemonía de un pensamiento que pone las
emociones por encima de cualquier otro tipo de vivencia, para terminar en un concepto que
atraviesa toda su obra: la emergencia del “panóptico digital” (p. 62). De frente a tanto libro
e investigación sobre lo emocional Byung-Chul Han no duda y clava el cuchillo en lo más
profundo: “las emociones son esencialmente fugaces y más breves que los
sentimientos… En el capitalismo del consumo se venden significados y emociones…
La emoción se convierte en medio de producción”(p. 70). Para terminar Byung-Chul
Han vuelve al Big Data y arremete contra la supuesta “muerte de la ciencia” (y “de la teoría”)
anunciada por Chris Anderson en Wired, un tema que el filósofo surcoreano ya había
tratado en el volumen La agonía del Eros (ver la primera parte de la reseña).

APUNTES FINALES
En un entorno donde el pensamiento negativo tiende a ser tapado por millones de “me
gusta” y discursos cargados de positividad (“Sonríe, te estamos registrando”), las miradas
críticas son más que bienvenidas. También dijimos que los pequeños volúmenes de
Byung-Chul Han son un soplo de aire fresco pero cargado de aromas de la crítica del siglo
XX a la cultura de masas (desde Adorno y Horkheimer hasta Foucault y Baudrillard). En
ese sentido creo que las obras de Byung-Chul Han están escritas más bajo el signo de
la continuidad que de la ruptura.

Pero Byung-Chul Han está más que atento a los cambios de la sociedad digital post-
industrial, desde las nuevas formas que adopta la auto-explotación hasta la emergencia del
llamado “panóptico digital”. En este contexto Byung-Chul Han se presenta como una
especie de Foucault 2.0 y abre líneas de reflexión muy interesantes y útiles en un entorno
donde todavía se consume -a menudo de manera bastante acrítica- la versión original
Foucault 1.0 (ver mi post ¿Bibliografía del oprimido?).

Algunas ideas de Byung-Chul Han me parecen interesantes (por ejemplo su crítica al


“panóptico digital”, la “auto-explotación” y la hegemonía del pensamiento positivo y
emocional); otras no me terminan de convencer, sobre todo cuando entra en cuestiones
digitales, desde el tema del Big Data hasta la vida de los sujetos en las redes sociales. Lo
reconozco: cuando Byung-Chul Han se pone a reflexionar sobre lo digital me
aburre. Su mirada es unidireccional, sólo ilumina una dimensión de las tecnologías digitales
-la negativa- y termina generando una fuerza que se anula con la de los discursos positivos
sobre las “nuevas tecnologías” digitales. Si sumamos Negroponte + Byung-Chul Han el
resultado siempre será cero (“0”). Estoy convencido de una cosa: necesitamos otro tipo
de miradas que escapen a esta “razón dualista” (Jesús Martín Barbero dixit) que bloquea
cualquier comprensión profunda del “enjambre digital”.

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Una cosa me llamó poderosamente la atención: si bien Byung-Chul Han critica la
configuración que está adoptando la sociedad contemporánea, desplegando una mirada
que nos recuerda a la de los pensadores nacidos en el siglo XIX que se confrontaron con
la naciente cultura de masas, su producción está más que en sintonía con los ritmos,
polifonías y fragmentaciones de ese mundo. Me explico: sus libros son breves y de fácil
lectura, hilvanados con frases cortas, casi tuits, que vuelven una y otra vez sobre los
nudos conceptuales de su pensamiento: el panóptico digital, la auto-explotación, la
fragmentación, la positividad, la falta de silencio… Byung-Chul Han critica el caos y la
velocidad acelerada de las sociedades contemporáneas pero compone textos totalmente
adaptados a ese ecosistema. Si bien encarna un espíritu adorniano, a la hora de
escribir Byung-Chul Han se acerca mucho a McLuhan -el gran creador de aforismos/tuis
sobre la cultura de masas- pero aún más a los bárbaros de Baricco. ¿Filosofía
para dummies?

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