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1. ¿Un hecho o una teoría?

La evolución quedó establecida como un hecho, no por haber


triunfado en los debates entre filósofos o lógicos de gabinete, sino porque unificó miles de
observaciones dispares realizadas por anatomistas comparativos, naturalistas de campo,
geólogos, paleontólogos, botánicos y (posteriormente) genetistas y bioquímicos. Sin el
concepto englobante de un mundo en cambio a lo largo de inmensidades de tiempo, no
existiría lo que consideramos la ciencia moderna.
La idea de que las especies están relacionadas por una ascendencia común cuenta con el
apoyo no sólo de argumentos o encadenamientos racionales, sino de muchos campos de
investigación interconectados, cada uno de los cuales nutre a los demás y los apoya. La
evolución está tan bien confirmada como la gravitación. Las especies seguirán cambiando a lo
largo del tiempo mientras nosotros seguimos investigando el cómo y por qué de la evolución.
2. Evolución «general» frente a especialización. Algunos críticos aceptan la creación de
especies nuevas (de moscas del vinagre, por ejemplo) en laboratorio, pero afirman que la
evolución general nunca ha sido demostrada experimentalmente. Sin embargo, no existe una
teoría de la evolución general que mantenga tal cosa; las ideas victorianas de progreso
inevitable no están de moda en biología.
3. Formas transicionales. La afirmación, repetida a menudo, de que no existen formas
transicionales es probadamente falsa. La región del Karroo, en Suráfrica es, por ejemplo, un
vasto cementerio de restos de reptiles mamiferoides, todo un tropel de especies cuya
anatomía fue intermedia entre los reptiles y los mamíferos. El famoso Archaeopteryx, con sus
plumas, dientes, garras y esqueleto reptiloide, es una transición entre reptiles y aves.
Los fósiles transicionales son notablemente raros porque, según las teorías actuales, la
mayoría de las especies se mantuvieron estables durante largos períodos. Cuando se produce
el cambio, ocurre con bastante rapidez (en términos geológicos) y suele darse entre
poblaciones pequeñas y aisladas.
El mismo Darwin se sintió tan impresionado por un conjunto de variaciones geográficas de ese
tipo entre las mariposas del Amazonas a lo largo de una extensa área de bosque tropical, que
se vio impulsado a observar lo siguiente: «Nos parece ser testigos, en la medida en que
podemos esperar llegar a serlo, de la creación de nuevas especies en la Tierra». Entre las
criaturas vivas hay una serie de especies graduales e intermedias entre los lagartos y las
serpientes, los tordos y los chochines, los tiburones y las rayas.
4. Prueba y «demostración». Existe el equívoco generalizado de que Darwin pensaba haber
«demostrado» por lógica la evolución de las especies. En realidad, era un pensador y filósofo
de la ciencia mucho más sutil. «El cambio de especies no se puede demostrar de manera
directa -escribía a un amigo- y… la doctrina se hundirá o saldrá a flote en función de su
capacidad para agrupar y explicar fenómenos [dispares]. Es realmente curioso observar el
escaso número de personas que la juzgan de esta manera, que es claramente la correcta.»
(Unos pocos años después escribía que se sentía «cansado de intentar explicar» este punto,
pues la mayoría era incapaz de captarlo.)
5. «Agujeros» y cuestiones. Es innegable la existencia de «agujeros» y cuestiones en la teoría
evolucionista (como los hay en la física de partículas), lo cual es normal en una ciencia que
goce de buena salud. Thomas Henry Huxley pidió en cierta ocasión a sus estudiantes que se
imaginaran perdidos en el campo en una noche ciega, sin pistas para reconocer el camino. Si
alguien les ofreciera una linterna semiapagada y vacilante, ¿la rechazarían basándose en que
su luz era imperfecta? «Creo que no -dijo Huxley-, creo que no.»
6. Tautología de la «supervivencia de los más aptos». Los críticos mantienen que, sin una
definición unívoca de la aptitud, la afirmación de que «sólo los más aptos sobreviven» es una
proposición incomprobable y, por tanto, carente de sentido en cuanto explicación.
Pero, sea cual fuere el destino de arcaicas frases capciosas como «selección natural» y
«supervivencia de los más aptos», la teoría de Darwin-Wallace sigue teniendo un núcleo sano:
Las nuevas investigaciones se centran cada vez más en comprender con mayor profundidad
estos mecanismos de la variación genética y la selección diferencial a medida que se
producen en los diversos niveles de un mismo organismo.

El VIAJE en el BEAGLE que realizó DARWIN, tuvo mucho que ver en la Teoría de la SELECCIÓN
NATURAL, ya que durante el viaje Darwin estudió las aguas costeras, midió profundidades e indicó
las grandes corrientes oceánicas. Abandonó el barco frecuentemente para realizar largas
expediciones por tierra, durante las cuales pudo reunir gran cantidad de especímenes. Además,
contempló con asombro la diversidad de la fauna y la flora en función de los distintos lugares. Así,
pudo comprender que era la separación geográfica y las distintas condiciones de vida la causa de
que las poblaciones variaran independiente unas de otras.
Para DARWIN, el constante aumento de la población mundial que se estaba dando provocaría el
agotamiento de los recursos naturales y una lucha por la supervivencia, que acabaría con el triunfo
del más fuerte, surgiendo así su teoría: La selección natural, en biología, es un proceso por el cual
los efectos ambientales (falta de recursos, cambios geológicos, llegada de nuevas especies, etc)
conducen a un grado variable de éxito reproductivo entre los individuos de una población de
organismos con características, o rasgos, diferentes y heredables. Esta era la causa de la variación
de las especies en función de los climas y los recursos de cada lugar. Darwin argumenta que todos
los seres vivos tienen una ascendencia común y las diferentes variedades y especies que se
observan en la naturaleza son el resultado de la acción de la selección natural en el tiempo.

CHARLES DARWIN fue el más grande colaborador de la Evolución y cuando visita la Isla
Galápagos, descubre la Nueva Teoría que llamó SELECCIÓN NATURAL, y que la vuelca en su
libro EL ORIGEN DE LAS ESPECIES, en la cual analiza a ciertos animales como los PINZONES
(pájaros) y les llamó la atención que siendo todos de la misma especie tuvieran ciertas diferencias
en cuanto al pico y vuelo: habían pinzones de pico corto y ancho y pinzones de pico largo y
descubrió que este cambio se debió al tipo de alimentación (herbívoros algunos y carnívoros
otros). También estudió a las Tortugas marinas, Lagartijas, Iguanas, etc. llegando a la conclusión
que Todo ser vivo debe ADAPTARSE a un determinado AMBIENTE y de allím se producirían
LUCHAS en las cuales sólo SOBREVIVIRÁ el más APTO y el más FUERTE, es decir por
SELECCIÓN NATURAL.

DARWIN OBSERVÓ en las Islas Galápagos especies animales y vegetales únicas, como grandes
TORTUGAS y PINZONES pertenecientes a diferentes especies en distintas islas, pero que se
parecen lo suficientemente entre sí como para suponer un origen común y su diferenciación
específica debido al aislamiento. Darwin observó la semejanza de la FLORA y FAUNA de éstas y
otras islas con el continente más cercano a ellas y la existencia de especies diferentes en las
distintas islas de un mismo archipiélago. Ambos hechos le hicieron pensar en la realidad de la
EVOLUCIÓN.

En las Isals GALÁPAGOS no había mamíferos nativos, excepto una especie de ratón confinado en
la isla más oriental del Archipiélago. Las 15 especies de PECES que encontró eran todas
desconocidas, lo mismo que casi todos los INSECTOS y gran parte de los VEGETALES. Aunque
las islas están cercanas entre sí, Darwin pensó que las fuertes corrientes oceánicas que las
circundan dificultan el intercambio de especies a través del agua y la falta de vientos huracanados
hace improbable el traslado frecuente de aves, insectos o semillas de una isla a otra. En su
DIARIO de su VIAJE y en sus obras posteriores, Darwin señala que su conversión en teórico de la
evolución se debe ante todo a sus observaciones realizadas en Islas Galápagos. Fue el capitán
FITROY el que opinó que los pinzones eran especies diferentes y quién hizo que los recolectaran
ya que en su opinión las diferencias en sus picos. En marzo de 1837 el ornitólogo JOHN GOULD le
informó a Darwin que los ejemplares de pinzones que había capturado en tres de las islas
Galápagos eran 3 especies diferentes.

El viaje del barco H.M.S. Beagle se inició el 27 de diciembre de 1831 en el puerto de


Devonport, dique naval de Plymouth (Inglaterra) y se terminó el 22 de octubre de 1836 en
el puerto de Falmouth. Un viaje planeado para dos o tres años, empleó cinco. El viaje del
Beagle, al mando del capitán Robert FitzRoy, un miembro de la aristocracia inglesa, tenía
dos misiones: primero, continuar con los trabajos cartográficos de la costa suramericana, y
segundo, conseguir una determinación más precisa de la longitud terrestre mediante una
serie de cálculos cronométricos alrededor del mundo (Nichols, 2003).

Darwin fue aceptado como naturalista del barco, cargo que tomó con entusiasmo, y que le
llevaría a recorrer un mundo por completo des-conocido para él. Sus funciones consistían
en recolectar muestras de plantas y animales, ob-servar y registrar la mayor parte de los
detalles de los pájaros, los paisajes, los nativos, el polvo, las plantas. Dice Darwin:

Consagraba parte del día a escribir mi diario y ponía especial cuidado en describir
minuciosa y vivamente todo lo que había visto; esto fue una buena práctica. Parte de mi
diario sirvió también para mi correspondencia con casa, que enviaba a Inglaterra en cuanto
se prestaba la oportunidad (Darwin, 1993, p.44).

Durante el viaje el barco atracó en cerca de 41 puertos principales; entre ellos, las Islas
Canarias, Cabo Verde y Saint Paul, Sao Paulo y Río de Janeiro, Uruguay, Buenos Aires,
Bahía Blanca, Patagonia, Tierra de Fuego, Estrecho de Magallanes, Chonos, Chiloé,
Concepción, Islas Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda y Australia. En varias partes donde
desembarcaron, Darwin aprovechaba para viajar por la comarca, realizando cerca de once
excursiones, unas cortas a pie y otras de varios días a caballo.

Al inicio del viaje, Darwin experimentó malestares propios de un viaje en barco, pero que
fueron más intensos de lo esperado por él. Sin embargo, poco a poco, dichos malestares
fueron cediendo y le dieron la posibilidad de explorar y cumplir su labor como naturalista
del barco (Moorehead, 1980). Los paisajes tropicales le sorprendieron y maravillaron. Todo
le parecía majestuoso: la selva ecuatorial, el tamaño de los árboles, las mariposas de
colores metálicos, las ballenas, los delfines juguetones, los pingüinos, los insectos, las
hormigas legionarias, las aves de vistosos colores, los nativos y sus costumbres, el paisaje.
Escribió a su familia: "Podía contemplar sin dificultad bosques, flores, pájaros, y la
satisfacción de observarlos era infinita". "Los árboles eran grandiosos y extraordinarios en
comparación con los de Europa debido a la blancura de sus troncos" (Moorehead, 1980, p.
42-43).
El capitán FitzRoy abrigaba muchas esperanzas con respecto a Darwin. Suponía que un
naturalista podía hallar pruebas a favor de las afirmaciones bíblicas, en particular, pruebas
del diluvio universal y de la creación de los seres. Darwin, por su parte, estaba de acuerdo
y esperaba ser muy útil en este sentido (Nichols, 2003). Darwin pudo percatarse durante el
viaje, de que a la par con lo maravilloso del paisaje, de su fauna y flora, existía una
amenaza permanente de parte de los habitantes, animales y humanos. Presenció la lucha
tenaz de la avispa del género Pepsis con la araña del género Lycosa; contempló la marcha
de las hormigas legionarias que formaban una hilera de unos 90 metros de largo, que
arrollaba con cuanto insecto, araña o lagarto se cruzara por su sendero; observó las
técnicas de la araña Epeira para atrapar sus presas. También pudo notar que para predador
y presa la apariencia disfrazada les era necesaria para sobrevivir. Entre los humanos
presenció la brutal esclavitud existente en el Brasil. Esta práctica que también era frecuente
en algunos países europeos, le provocó a Darwin este comentario: "Hace hervir la sangre,
estremecer el corazón, pensar que nosotros los ingleses y nuestros descendientes
americanos, con nuestra hipócrita exaltación de la libertad, hayamos sido y seamos tan
criminales" (Moorehead, 1980, p. 44).

En algunas ocasiones, Darwin planeaba y ejecutaba experimentos o practicaba la disección.


Darwin colectaba toda clase de organismos, animales y vegetales, y se los enviaba a su
amigo Henslow a Inglaterra cada cierto tiempo. Unos en frascos con alcohol y otros
envueltos en papel o estopa dentro de guacales. Mientras el capitán FitzRoy se dedicaba a
realizar sus mediciones cartográficas en las costas, Darwin aprovechaba el tiempo en
planear y ejecutar excursiones a lugares de interés. Así fue como en Punta Alta y en la
Patagonia, Darwin encontró 9 restos fósiles de animales gigantes extinguidos: tres cabezas
y huesos de Megatherium; un Megalonyx; un esqueleto casi completo de Scelidotherium,
que debió ser tan grande como un rinoceronte; un Mylodon Darwinii, un poco menor que el
anterior; un desdentado gigantesco; una caparazón de un animal gigantesco muy parecido
al armadillo; una especie extinta de caballo; un diente de un paquidermo, el Macrauchenia,
notable cuadrúpedo tan grande como un camello; un Toxodon, uno de los ani-males más
extraños que se hayan descubierto jamás, parecido al elefante (Darwin, 1845/1983, ver
capítulos V y VI).

¿Qué circunstancias llevaron a los cambios en la zoología de América? ¿Cuáles pudieron ser
las causas de su extinción? Fueron estas unas de las preguntas que inquietaron a Darwin:
"Eso es lo que nadie ha podido determinar aún", decía; "Nos vemos pues, obligados a
deducir que la abundancia o la escasez de una especie cualquiera, quedan determinadas
por causas que escapan de ordinario a nuestros medios de apreciación". Pero Darwin se dio
perfecta cuenta de que los fósiles gigantescos eran animales que, aunque ya extinguidos,
se parecían extraordinariamente a sus equivalentes actuales. Por ejemplo, las similitudes
entre el macrauchenia y el guanaco; entre el toxodon y el capibara; entre los desdentados
fósiles y los perezosos; entre los hormigueros fósiles y los armadillos actuales.

En cada región que recorría, Darwin buscaba con afán la posibilidad de observar, describir,
y si era posible, recolectar la especie encontrada. Así, describió a los guanacos, al cóndor
de los Andes, al puma, al ganado vacuno de una raza muy conspicua, a zorros, a pingüinos
y a ocas; avestruces, arañas y lagartos (iguanas) de las Galápagos, lo mismo que los
pinzones que llevan su nombre y las tortugas, además de otra cantidad de organismos.

"En lo que puedo juzgar respecto de mi mismo, trabajé al máximo durante la travesía por
el mero placer de investigar y guiado por mi firme deseo de añadir algo más a la gran masa
de datos con que cuenta la ciencia natural" (Darwin, 1993, p. 47).

A largo de la travesía, Darwin fue buen compañero con todos los de la tripulación del
Beagle. El teniente Sullivan decía:
"Puedo afirmar con toda seguridad mi convencimiento de que, durante los cinco años que
pasamos en el Beagle, nunca se supo que Darwin estuviera de mal humor o que dirigiera
una palabra hiriente o impaciente a nadie...esto, junto con la admiración que sentíamos por
su energía y talento, nos llevó a ponerle el apodo de El querido viejo filósofo (Moorehead,
1980, p. 32).

La actividad diaria en el barco tenía una rutina general para todos. El desayuno a las ocho;
luego, las actividades de oficio de cada quien. Darwin clasificaba, diseccionaba o tomaba
notas. El almuerzo, a la una de la tarde: arroz, legumbres, pan y agua. Estaba prohibido
consumir licores. La cena a las cinco de la tarde: carne y alimentos contra el escorbuto
(ciruelas secas, jugo de limón). Una charla entre los oficiales remataba el día. Los
domingos, el capitán FitzRoy oficiaba un acto religioso que consistía en la lectura de
pasajes bíblicos (Moorehead, 1980, p. 30 y 55).

A Darwin le colaboraban algunos amigos de la misma tripulación. Por ejemplo, Sims


Covington le ayudaba a recolectar, desollar y disecar los animales capturados, oficio que
aprendió del mismo Darwin. Augusto Earle, dibujante excepcional, se encargaba de pintar
los paisajes, las ciudades y los especímenes que Darwin recolectaba; congeniaron mucho,
pues compartían el mismo entusiasmo por la naturaleza.

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