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La crisis que tuvo la disciplina histórica en los años setenta impactó ciertamente en las
universidades norteamericanas, las cuales se vieron en la necesidad de cambiar y
complementar sus planes de estudio con materias derivadas de las diversas corrientes
historiográficas y sus múltiples metodologías que hacían desde mi opinión más confuso
el quehacer histórico. Robert Darnton, un historiador norteamericano quien creció en el
seno de una familia de periodistas y formado en la Universidades de Princeton y Harvard
puede ser considerado como un claro ejemplo de aquellos historiadores formados en la
unión americana, los cuales recibieron las influencias de aquellos intelectuales emigrados
de Europa debido a la Segunda Guerra Mundial.
Cabe señalar, que a lo largo de la segunda década del siglo XX Darnton ha podido
presenciar los diferentes cambios que ha tenido la disciplina histórica y a diferencia de
otros académicos se ha mantenido con una visión crítica y consciente acerca de los
alcances y limitaciones que ofrecen las diferentes corrientes historiográficas en el estudio
de los fenómenos sociales. En el presente artículo el autor hace un análisis de la
trascendencia y la importancia que ha tenido la historia intelectual frente a la historia
social y otras corrientes historiográficas, así como su tangencialidad y la
interdisciplinaridad que la ciencia histórica necesita para seguir generando conocimiento.
Asimismo, el autor señala dos conceptos que me parecen son esenciales en el quehacer
histórico y que son aquellos con los que el historiador trabaja a diario. El primero de ellos
es la definición que propone en su texto con respecto a las fuentes históricas, pues tal
como menciona Darnton, la palabra impresa ofrece un testimonio de la concepción del
mundo de aquellos que sabían leer y escribir y que nos brindan una visión del pasado
enmudecido por el transcurrir del tiempo.1 El segundo término al que el autor alude es
cultura, el cual ha sido retomado a partir de los trabajos de Clifford Geertz y cuyo término
apunta a la generación de “un modelo de significados transmitido históricamente [a través
de su corporización] en símbolos”.2 Ambos términos han sido sujetos de múltiples
interpretaciones y redefiniciones de acuerdo con los paradigmas imperantes de cada una
de las corrientes historiográficas que han existido en la disciplina, por lo que la definición
de ambos términos podría variar dependiendo en la posición teórica en la que nos
encontremos.
Dentro de la historia intelectual, estos dos conceptos reflejan las formas de pensamiento
que se inscriben y reproducen en un contexto determinado. Sin embargo, para llegar a
estudiar las ideas y las formas de pensamiento que se generan en un contexto determinado,
es preciso echar mano de diferentes herramientas y supuestos que se han creado en otras
corrientes como la historia social, historia de las ideas, historia de los Annales, historia
cultural, historia de las mentalidades, entre otras. Uno de los argumentos principales que
Darnton propone en este ensayo es qué tanto la historia intelectual se ha visto afectada y
hasta cierto punto modificada por el posicionamiento dominante de la historia social, pues
tal como lo menciona Dominick LaCapra, tal parece que por momentos la historia social
pretende reducir a la historia intelectual dentro del quehacer de la social, tratando de
elevar los problemas sociales al estatus de únicos problemas históricos verdaderamente
significativos.3
1
Robert Darnton, “Historia intelectual e historia cultural” en El beso de Lamourette. Reflexiones sobre
historia cultural, México, FCE, 2010, p 227.
2
Clifford Geertz citado en Ibid, p. 233.
3
Dominick LaCapra citado en Ibid, p. 204.
momento, obligando a los historiadores estadounidenses a replantearse la forma de hacer
historia en medio de un mundo bipolar.
Es un hecho que la historia intelectual propuso en sus momentos una nueva perspectiva
de generar conocimiento histórico, pero ciertamente esta corriente tiene algunas
ambigüedades, pues quienes la practican corren el riego de no compartir metodologías y
estrategias conceptuales comunes para el estudio de las diferentes significaciones
contenidas en una fuente escrita dentro de un contexto determinado. En este sentido, es
posible ver que la historia intelectual echa mano de los supuestos de la historia de las
ideas, la historia intelectual, la historia social de las ideas y la historia cultural.6
Asimismo, la interdisciplinaridad que la historia intelectual ejerce con otras ciencias ha
hecho que para muchos historiadores la historia intelectual pierda vigencia y efectividad
convirtiéndola en una herramienta más de análisis que una posición teórica. Darnton
muestra a través de sus gráficas que lo anteriormente mencionado está sucediendo y en
donde muestra la preponderancia y protagonismo de la historia social en la investigación
histórica estadounidense. Sin embargo, es posible que la historia intelectual siga teniendo
vigencia, a través de su particular forma de argumentación y análisis de las ideas
4
Idem, p. 206.
5
Carlos Altamirano, “Sobre la Historia Intelectual” en Políticas de la Memoria, núm. 13, 2013, p. 160.
6
Robert Darnton, “Historia intelectual e historia cultural” en El beso de Lamourette. Reflexiones sobre
historia cultural…, op. cit., p. 220.
contenidas en los textos, resultando ser de vital ayuda para quienes pretenden dar una
lectura diferente del pasado socialmente construido.
Bibliografía