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Micropolíticas de la corrupción. Redes de poder y corrupción en el Palacio


de Justicia.

Book · February 2011

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1 author:

Jaris Mujica
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Micropolíticas de la corrupción

Redes de poder y corrupción


en el Palacio de Justicia

Jaris Mujica
Micropolíticas de la corrupción
Redes de poder y corrupción en el Palacio de Justicia

Edición a cargo de : Asamblea Nacional de Rectores


Fondo Editorial
Calle Aldabas 337 - Surco
Teléf.: 275-4608
Web: www.anr.edu.pe

Presidente : Dr. Iván Rodríguez Chávez

Autor : © Jaris Mujica


Instituto de Estudios Universitarios
"José Antonio Encinas"

Primera Edición : Marzo 2011

Impreso en Perú

Tiraje : 1000 ejemplares


Año 2011

Registro de Proyecto Editorial : 11501401101192


ISBN : 978-612-4011-53-5
Hecho Depósito Legal en la
Biblioteca Nacional del Perú N° : 2011-03908

Diseño de carátula
Julissa Soriano

Imagen de carátula
© iStockphoto.com/aristotoo

Impresión a cargo de : Instituto Pacífico S.A.C.


Jr. Castrovirreyna 224 - Breña
Teléf.: 332-5766
E-mail: escuela@aempresarial.com
Web: www.aempresarial.com

Queda terminantemente prohibida por la ley del Perú la reproducción total o parcial de esta obra por
cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, químico, óptico, incluyendo sistema de fotocopiado, sin
autorización escrita de la Asamblea Nacional de Rectores y Autor.
Presentación

D esde que se estableció el curso de tesis de posgrado en el 2006, la


Asamblea Nacional de Rectores siente la satisfacción de descubrir y
revelar muy interesantes e importantes investigaciones que con el fin de optar
su grado académico de maestría y doctorado llevan a cabo los estudiantes
de diferentes universidades nacionales o privadas, de Lima o de provincias.

Reconforta comprobar el talento, la perseverancia, el desafío a las dificultades,


el acierto en el tema y el dominio metodológico de hombres y mujeres, en
el campo de las ciencias, la tecnología y las humanidades.

Las tesis son la oportunidad y el medio para estudiar asuntos desde médicos,
veterinarios, de ingeniería, políticos, jurídicos y administrativos. Son, desde
su ángulo, parte y contribución de la realidad peruana.

El concurso completa y compensa el trabajo esforzado de cada uno de los


ganadores y lo considera como el aporte de la universidad al conocimiento.

Además de premiarlos, los publica y cada una de las tesis se convierten en


libros.

Damos la más cálida bienvenida a cada una de las nuevas publicaciones


provenientes del tercer concurso de tesis de posgrado, añadiéndole las feli-
citaciones que cada uno se merece por sus estudios y su trabajo académico
volcado a la investigación.

Cada libro en nuestras manos renueva nuestra confianza en la universidad,


en los alumnos y en su capacidad de concretar sus estudios en una tesis de
calidad.

Hasta el nuevo concurso y hasta las nuevas publicaciones.

Dr. IVÁN RODRÍGUEZ CHÁVEZ


Presidente de la Asamblea Nacional de Rectores y
Rector de la Universidad Ricardo Palma
Para levantar con los libros los árboles caídos por el rayo de la violencia
A Rocío,
a nuestra aventura compartida.
Ser negligente, ser atraído, es una manera de manifestar
y de disimular la ley, de manifestar el repliegue en
que se disimula, de atraerla por consiguiente, a la luz
del día que la oculta. ¿Cómo se podría conocer la ley
y experimentarla realmente, cómo se podría obligarla
a hacerse visible, a ejercer abiertamente sus poderes,
a hablar, si no se le provocara,si no se le acosara en
sus atrincheramientos, si no se fuera resueltamente
siempre más allá, en dirección al afuera donde ella se
encuentra cada vez más retirada?

Michel Foucault
Agradecimientos

Esta investigación se ha realizado gracias al apoyo del Consejo Nacional de


Ciencia y Tecnología (Concytec) y a la Beca del Instituto Francés de Estudios
Andinos (IFEA). Asimismo, el desarrollo de la tesis que ha dado origen a este
libro ha sido posible gracias a la ayuda de los profesores de la Escuela de
Gobierno de la Universidad Católica: Fernando Tuesta (quien fue mi asesor
de tesis), Aldo Panfichi (quien fue coordinador de la Maestría) y Henry Pease
(director de la Escuela), quienes de diversos modos han acompañado este
proceso, y cuyos valiosos comentarios han permitido repensar varias de las
ideas. Agradezco también a María Cangalaya, a Vanessa Rojas, a Julio Arbizu,
a Cecilia Rivera, a Oscar Ugarteche, a Nelson Manrique y a los miembros
de Casa Sur, quienes han sido importantes interlocutores a lo largo de los
diversos periodos de la investigación, y cuya amistad ha sido fundamental
para terminarla.
Índice

Introducción.................................................................................................. 19

I. El poder en el Poder Judicial (y los estudios sobre corrupción)


1. Estudiar el poder en los aparatos del Estado (una
aproximación metodológica)................................................................... 23
2. Algunas perspectivas de estudio sobre la corrupción.......................... 28
3. Las ciencias sociales y los estudios sobre la corrupción .................... 33
4. Una fenomenología del poder................................................................. 36
5. Micropolítica del Estado / Etnografías del Estado............................. 41

II. Las estructuras formales del Poder Judicial


1. La historia del Poder Judicial y su composición actual ...................... 45
2. Sistemas judiciales y sistemas de gobierno............................................ 49
3. La organización formal del Poder Judicial ........................................... 54
4. La corrupción como problema del Poder Judicial............................... 60
5. En los pasillos del Palacio de Justicia .................................................... 64

III..Redes de corrupción en los alrededores del Palacio de Justicia


1. Exteriores del Palacio: tramitadores, falsificadores y otros actores .... 69
2. La articulación de las prácticas de corrupción y la falsificación......... 76
3. Técnicas de corrupción en los alrededores del Palacio de Justicia.... 82
4. Las redes de contactos de los abogados y las estructuras de las
redes de corrupción.................................................................................. 87
5. La corrupción como forma de acceso a la burocracia judicial ......... 93

IV. La burocracia formal y el poder de la corrupción


1. La burocracia en el Palacio de Justicia .................................................. 97
2. Casos y funciones de las oficinas en el Palacio de Justicia.................. 103
3. Las redes de corrupción en las Mesas de Partes................................... 107
4. Tráfico de influencias: corrupción en las Secretarías y Relatorías .... 114
5. Los padrinazgos como ejes de articulación de la burocracia.............. 121
V. Las formas de corrupción y el poder de los jueces
1. Las tensiones de poder y la conformación de redes ........................... 125
2. Los modos de corrupción en las altas esferas del Palacio................... 133
3. Las oficinas de control y el problema de la corrupción...................... 140
4. La estructura de las redes segmentarias en el Palacio.......................... 145
5. Poder, autoridad y corrupción ............................................................... 148

VI. La corrupción y las grietas de las estructuras Políticas


1. La función política de la corrupción...................................................... 151
2. La corrupción como vehículo de inserción en el sistema................... 153
3. Autoridades subversivas, ciudadanos transgresores............................. 155
4. Los sistemas políticos y los sistemas sociales........................................ 156
5. La corrupción como performance de la política.................................. 157

Bibliografía..................................................................................................... 161
Jaris Mujica

Introducción

La política tiene siempre leyes, y a todas las leyes se le disponen formas


de transgresión. La corrupción es uno de esos modos, y funciona como una
práctica recurrente en las instituciones políticas y en diversos campos de la
estructura social. Pero hay que reconocer que la corrupción no constituye
solamente una ruptura del sistema, sino también una manera de relacionarse
con la política. Es más, se puede pensar la corrupción como una forma de
relacionarse que en la vida cotidiana vincula a las normas, a los funcionarios
públicos, a los ciudadanos, en redes de poder no formales que, muchas
veces, articulan la práctica concreta de la vida de las instituciones.
El Estado no es una unidad, sino que se aparece a los ciudadanos como
un conjunto de fragmentos en tensión constante, no siempre coherentes,
y en donde sus dispositivos formales no resultan asépticos a la luz de las
prácticas cotidianas. La ingeniería política delinea el armazón de la estruc-
tura de las instituciones, pero no determina su funcionamiento concreto.
Las personas, en su relación cotidiana, en las maneras de relacionarse, de
aceptar y de transgredir las normas, le dan una forma particular a las institu-
ciones. ¿Cómo acercarse a estas prácticas y comprenderlas en su disposición
concreta? Pues a través de la comprensión de lo micropolítico, a través del
estudio de la vida cotidiana que permite pensar en hacer Etnografías del
Estado.
Entonces, ¿cómo pensar la corrupción en la práctica concreta de las
instituciones? Pues a través de la comprensión de sus estructuras en la vida
cotidiana: ¿cuáles son las prácticas de corrupción que atraviesan el Estado?,
¿cómo se disponen las redes y las estructuras de poder que permiten su práctica

19
Micropolíticas de la corrupción

y funcionamiento? Uno de los espacios en donde estas prácticas se disponen es el


Palacio de Justicia. Centro simbólico de la administración de justicia en el país,
el Palacio, ubicado en el centro de Lima, es un terreno en el que ciudadanos
y funcionarios públicos se vinculan constantemente para la realización de los
trámites necesarios para dar marcha a los procesos que llevan.
Para introducirnos en el campo hemos desplegado un conjunto amplio
de herramientas que han hecho posible recoger información de primera
mano. A través de un periodo de observación directa no participante, y la
aplicación de diversos instrumentos cualitativos, el abanico de herramientas
de campo nos ha permitido acceder a espacios de difícil acceso en más de
un año de recojo de información.
Desde el exterior del Palacio de Justicia, hasta las dinámicas inter-
nas de la burocracia, la investigación se dirige a describir y comprender
el funcionamiento de las lógicas de corrupción, las redes de poder y los
actores que configuran estos sistemas. Para ello, hemos organizado el
trabajo en seis partes. El primer capítulo, titulado “El poder en el Poder
Judicial (y los estudios sobre corrupción)”, nos permite construir una
aproximación teórica y metodológica al problema de investigación. Se
plantea la pregunta central, la temática y el espacio de campo en el que se
ha recogido la información. Asimismo, se presenta de manera resumida
la estrategia utilizada para recoger dichos datos y las herramientas. Este
capítulo muestra, además, el estado de la cuestión respecto a la investi-
gación en temas de corrupción, resumiendo las principales perspectivas
de análisis desde la economía, la política y las ciencias sociales. Sobre este
panorama hemos encaramado nuestra pregunta de investigación: ¿cómo
se pone en práctica el poder y la corrupción en el Palacio de Justicia?
El segundo capítulo, al que hemos llamado “Las estructuras formales
del Poder Judicial”, se concentra en la descripción de la estructura insti-
tucional, la organización y las funciones de sus oficinas, organismos y la
interrelación entre estos. Se hace una breve incursión por el sistema judicial
peruano y su relación con el sistema de gobierno. Se señalan los principales
problemas del Poder Judicial, indicando la importancia de la corrupción en
este campo. Después de esto, hacemos una breve descripción de la unidad
de observación que ha sido el centro de esta investigación: describimos el
espacio físico del Palacio de Justicia del centro de Lima, que nos ha servido
como terreno para el análisis de las prácticas de corrupción.
El capítulo tercero ha sido titulado “Redes de corrupción en los alre-
dedores del Palacio de Justicia”. En este capítulo estudiamos las dinámicas
de corrupción que se practican en los exteriores del Palacio, entreviendo

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Jaris Mujica

las lógicas de los falsificadores, tramitadores y de otros actores que se ubi-


can en este espacio. Estos permiten entender una serie de dinámicas que
se conectan con la acción política del interior del recinto del Palacio y sus
dispositivos formales. En este terreno, la falsificación es un elemento cen-
tral. Igualmente, permite entender cómo es que la corrupción constituye
un modo de acercarse y penetrar la burocracia judicial.
El cuarto capítulo “La burocracia formal y el poder de la corrupción”,
se dirige a estudiar las formas de la burocracia dentro del propio Palacio,
de modo que se puedan ligar las lógicas exteriores con las interiores. Se
trata de entender el poder que ejerce la burocracia intermedia del Palacio,
pero también de las otras instituciones del Estado. Para entender con más
precisión la articulación de estas lógicas estudiaremos las redes de corrup-
ción en las Mesas de Partes, y el tráfico de influencias en las Secretarías y
Relatorías. Todo ello nos permitirá entender la estructura de las redes de
corrupción en los espacios intermedios y la importancia de los padrinazgos
como ejes de articulación de la burocracia.
El capítulo quinto, titulado “Las formas de corrupción entre Jueces y
Vocales” se concentra en el escalafón más alto de la estructura del Palacio
(sin contar al Consejo Ejecutivo, a donde no entraremos en el análisis). El
trabajo se concentra en la descripción de las tensiones de poder y de las
redes en las altas esferas judiciales. Esto lleva a estudiar el papel de la ofici-
na de control que opera en el Palacio (Ocma) y a entender su disposición
formal, pero también los problemas que afronta en su situación práctica.
Por otro lado, la estructura de las redes nos muestra un campo de acción
complejo, que estudiamos bajo la mirada de los sistemas segmentarios:
conglomerados de segmentos de red que se unen y separan de acuerdo a
las coyunturas locales del Palacio y de la política local.
Finalmente, el sexto y último capítulo llamado “La corrupción y las
grietas de las estructuras Políticas” sirve como un cierre que sintetiza las ideas
centrales. Aquí las ideas se concentran en entender la relación entre la corrup-
ción y las estructuras formales de la política. Para ello estudiamos la función
que cumple la corrupción en este aparato, tanto mecanismos de construcción
de redes, como para la articulación de poderes informales. En este mismo
terreno vemos cómo las autoridades y los ciudadanos se relacionan a través de
la corrupción, que no resulta ser marginal al sistema, sino parte del mismo.
No ha sido fácil penetrar estos espacios. La corrupción no es siempre una
lógica abierta al estudio, menos aún en espacios tan complejos como el
sistema de justicia. El reto propuesto ha implicado una movilización lenta
y profunda de herramientas de campo que nos han permitido introducirnos

21
Micropolíticas de la corrupción

a la estructura de acción local. La política, finalmente, no se reduce a los


compartimentos de las leyes o a las estructuras formales y su estudio no se
refiere solamente a la normativa o a la ingeniería del Estado. Hemos tratado
de pensar desde los márgenes de la política: en los límites de su ejercicio y
de sus normas, en la corrupción y la transgresión que los propios actores
del sistema ponen en práctica.

22

Jaris Mujica

I. El poder en el Poder Judicial (y los estudios sobre


corrupción)

1. Estudiar el poder en los aparatos del Estado (una aproximación


metodológica)
El Estado es un escenario en el que se construyen diversas maneras de
ejercer el poder. Desde la burocracia formal, las leyes o la normatividad,
hasta el tejido de las múltiples redes informales y sistemas de corrupción,
este espacio político es un terreno en tensión constante. De manera que
para estudiar estas formas de ejercicio del poder, sobre todo las de la vida
cotidiana, es necesario comprender que no se trata de residuos de la formali-
dad, sino de sistemas que tienen una lógica entretejida con dicha estructura.
Las instituciones políticas no se reducen a las disposiciones normativas.
El Estado no es solamente un conjunto de instituciones. La normatividad
siempre produce grietas en su estructura. Una de las instituciones del Es-
tado en la cual se producen estas grietas es el Poder Judicial, y las diversas
formas de corrupción que en este se llevan a cabo, constituyen prácticas
que retan la disposición formal de dicha estructura.
Lo que tenemos es una disposición de prácticas que en la vida coti-
diana demarcan también la estructura política, y permiten entender que
esta no deviene solamente de un mandato exterior, sino que se construye
en la disposición activa de las personas concretas que en este espacio se
desenvuelven e interactúan. Las instituciones lo son en tanto las personas
las construyen y en tanto las personas las movilizan. Estas instituciones
políticas, que las ciencias sociales y la ciencia política han estudiado muchas
veces desde el exterior normativo, requieren también ser penetradas en su

23
Micropolíticas de la corrupción

disposición práctica, y es ahí a donde nos dirigimos. Se trata de pensar en


la manera en que estas se estructuran desde la vida cotidiana.
Estudiaremos uno de los campos más importantes del Poder Judicial
peruano (el Palacio de Justicia), tanto desde el exterior, desde su estructura
formal, como desde su interior, desde su disposición informal en la vida
cotidiana. Por lo tanto, el fenómeno que nos interesa en este campo no es
directamente el ejercicio o puesta en práctica de la justicia, sino más bien
los sistemas y redes de poder, y los sistemas de corrupción que se generan
en dicho escenario. El Poder Judicial –el Palacio de Justicia- es el terreno
de estudio, la corrupción y el poder, es el fenómeno que nos interesa de
esta arena política.
De ahí que es importante entender las preguntas que delinean la in-
vestigación: ¿Cómo se construyen las estructuras de poder en el Palacio de
Justicia del centro de Lima? ¿Cómo se desenvuelven y ponen en práctica
los sistemas de corrupción en la burocracia del Palacio? Esto exige dos
elementos centrales: primero, estudiar la normativa, la estructura formal
del Poder Judicial, la manera en que en este conjunto de reglas delinean
una manera de acción para los sujetos, así como sus límites y posibilidades.
Segundo, estudiar cómo es que en la vida cotidiana se sobrepasa o se nego-
cian dichos límites, cómo a través de diferentes redes de poder y sistemas
de corrupción se reinventa la normatividad.
Hay que considerar en este escenario que esta investigación parte de la
escasez de estudios sobre el Poder Judicial desde las ciencias sociales o la
ciencia política en el Perú. Asimismo, es importante reconocer que existen
pocos trabajos de investigación desde estas perspectivas, acerca del tema de
la corrupción en el espacio mencionado. La investigación existente en torno
al Poder Judicial se ha concentrado en las miradas jurídicas: debates sobre
reformas legales, burocracia, estudios desde el derecho que se concentran
en las leyes y en los códigos. Empero, no hay investigación sistemática sobre
el fenómeno de la corrupción con data empírica o trabajo de campo desde
las disciplinas sociales.
Del mismo modo, la ciencia política en el Perú ha mostrado una gran
preocupación por los otros Poderes del Estado. El Ejecutivo y el Legislativo
han llamado el interés de los investigadores, además de una gran concentra-
ción en temas ligados al sistema de partidos políticos, el sistema electoral, y
los procesos políticos de formación del Estado, etcétera. Lo mismo sucede
con la mirada de las otras disciplinas sociales. La antropología y la sociología
poco han aportado en el trabajo de investigación en relación a los Poderes
Judiciales formales. Si bien existen estudios sobre sistemas de justicia en

24
Jaris Mujica

sociedades tradicionales, no hay trabajo sobre la institución formal de la


democracia moderna o sobre los fenómenos que se producen en este campo.
De ahí que nuestro interés haya sido introducirnos en el escenario
concreto de las relaciones cotidianas para poder estudiar el fenómeno de la
corrupción y el poder en el Poder Judicial. Ello implica hacer una etnografía
del Estado, implica estudiar las instituciones que la Ciencia Política aborda,
con herramientas de la antropología política. A su vez, esto requiere una
premisa de investigación: el poder es pensado como un fenómeno social,
un ejercicio práctico y no solamente una disposición exterior de la norma-
tividad o del gobierno formal. El poder no es entonces un monopolio del
Estado ni de la política. Del mismo modo, la política no es monopolio del
Estado (como la antropología lo ha demostrado en el estudio de sociedades
sin Estado).
El poder que nos interesa es, justamente, el ejercicio de “acciones sobre
otras acciones” (Foucault, 1996b) que funcionan cotidianamente en una
estructura de Poder (formas de gobierno por ejemplo). Son acciones que
constriñen o permiten otras, acciones que regulan, impiden o determinan
otras. Es el poder en el Poder Judicial el que nos interesa, es decir, las ma-
neras prácticas de construir acciones, negociaciones, jerarquías, estrategias;
que movilizan, modifican, manipulan, obedecen o reinventan las estructuras
del Poder exterior (las estructuras del mandato formal).
Al dirigir la investigación sobre ¿cómo están dispuestas y cuáles son las
estrategias de corrupción? y ¿cómo se relacionan éstas con las estructuras
políticas formales? ha sido necesario construir un aparato metodológico que
permita el acceso a campo para registrar datos de primera mano. Como se
trata de un fenómeno complejo, de difícil acceso y además ilegal (incluso
con implicancias penales) se trata de un trabajo más difícil aún. Por esta
razón hemos trabajado en dos líneas: por un lado, una reflexión desde las
estructuras formales del aparato judicial, una suerte de descripción breve
y general de la ingeniería judicial. Al mismo tiempo, hemos diseñado un
abanico de herramientas que nos permitieron el ingreso a campo durante
un periodo de tiempo prolongado para recoger la información empírica
sobre las prácticas concretas.
El trabajo de campo se ha sostenido en dos periodos. El primero
implicó el trabajo directo con informantes clave dentro de las oficinas
seleccionadas y se llevó a cabo desde septiembre del año 2006, hasta junio
del año 2007. Un primer informante nos permitió el acceso a los datos de
este campo; este informante tenía vínculos directos con importantes acto-
res dentro de la estructura judicial, y también trabajaba en dicho espacio.

25
Micropolíticas de la corrupción

Además, este actor permitió conseguir otros informantes clave (se man-
tendrá el nombre de los informantes y de las oficinas a las que se accedió
en el anonimato y se utilizarán pseudónimos cuando se haga referencia a
estos). Aquí se trata de un mecanismo de arrastre de informantes; ellos
permitieron acceder a un conjunto de diferentes actores dentro del sistema
que, a su vez, posibilitaron perspectivas diferentes y posiciones diversas que
complementaron la información esperada. Dos de estos informantes clave
fueron entrenados para el recojo de información, uso de guías de obser-
vación y guías de entrevistas informales en campo. Este periodo permitió
un acceso a dicho espacio y un sistema amplio para el recojo de técnicas
de corrupción, estructura de relaciones, redes internas, sistemas de poder,
conflictos, tensiones y desplazamientos de las redes políticas dentro del
aparato formal.
En el segundo periodo de campo los datos que proveyeron los infor-
mantes clave debían ser corroborados. Para ello se utilizaron entrevistas en
profundidad semi-estructuradas, las cuales se desarrollaron con diferentes
miembros de las oficinas estudiadas y con diferentes actores alrededor de
este sistema. Se complementó la información con entrevistas a personas
que habían pasado por procesos judiciales, abogados, fiscales, estudiantes
de derecho. Asimismo, se logró conversaciones con diferentes secretarias,
asistentes, practicantes, personal de seguridad, que dieron importantes
datos para la investigación. Dicho periodo duró desde abril del 2007 hasta
el último día de junio del mismo año.
Dentro de este periodo se recogió información por medio de entrevistas
informales, observación directa no-participante y no-intrusiva, a través de di-
versas visitas a las oficinas del Palacio. Igualmente, se utilizaron informantes
internos que se convirtieron en una fuente central de información y corro-
boración de datos. En la misma línea se utilizaron mapas de poder, mapas
de redes y diagramas de interacción, lo que permitió ordenar gran parte de
la información recogida. Hay, entonces, un abanico de herramientas de la
investigación antropológica que nos han sido de utilidad para el tema que
proponemos y que dan flexibilidad al estudio de lo político en este campo.
Por esta razón, la idea de Política que aparece en esta investigación no
se refiere solamente a las estructuras del Estado, sino al complejo entramado
de relaciones de poder que se tejen en la vida cotidiana y que tienen que
ver con maneras de gobernar. Por ello, nos interesa la política ahí donde
la estructura formal no puede estudiar o actuar con eficiencia, en sus pro-
pias grietas. Se intenta estudiar la Política desde los sistemas de poder de
la vida cotidiana. Esto quiere decir que se trata de sistemas que son parte
de la Política institucional pero que no están determinados totalmente por
26
Jaris Mujica

la estructura formal, sino por una serie de factores históricos, sociales y


culturales. Es la vida cultural la que se integra a través del fenómeno del
poder y la corrupción, que es parte de la estructura de los poderes institu-
cionalizados del Estado y de su burocracia. Esto es fundamental, entender
que la política es parte de la vida cultural, y que las instituciones políticas
están dispuestas en esa vida cultural.
De ahí que el interés esté puesto en las maneras cotidianas de estruc-
turar el poder, las redes de corrupción y poder, las estrategias que redirec-
cionan la política formal, las normas, pero desde adentro de la institución.
Así, estudiamos las formas de poder dentro de la institución; dentro del
funcionamiento de la política del Estado.
En este caso, el Poder Judicial no es solamente el entramado de dispo-
siciones legales o jurídicas formales determinadas por la ingeniería política,
sino un espacio social dentro del cual se producen una serie de fenómenos.
Es decir, está atravesado por las formas y fenómenos culturales, sociales y
políticos. El Poder Judicial se convierte en un terreno de disposiciones y
estructuras sociales, un campo en el que funcionan otros campos de poder
(Bourdieu, 1997) y se ponen en escena diversos sistemas de interacción
(Goffman, 1970). Asimismo, son estos sistemas de interacción los que
constituyen un aparato complejo de relaciones sociales, intereses y nego-
ciaciones que movilizan y son parte de la producción de leyes, sentencias
y administración de justicia.
De modo que, si bien la justicia no es un tema de interés directo en
esta investigación, lo es la formación de redes y sistemas de poder. Es im-
portante entender que la ingeniería política y la ingeniería judicial funcionan
en un terreno social en el cual las redes de poder y los sistemas de corrup-
ción demarcan las posibilidades de ejercicio de la justicia en nuestro país.
Y ahí reside justamente el problema central, pues muchos de los intentos
de reforma del sistema judicial que se dirigen a la estructura normativa, es
decir, a la ingeniería judicial, no necesariamente implican la existencia de
los fenómenos que estructuran el ejercicio práctico de la justicia. De modo
que estos fenómenos de la vida cotidiana, estas maneras prácticas del poder,
permiten o al menos colaboran en la comprensión del espacio político.
Vamos a hacer entonces una micropolítica del Estado, vamos a dirigir-
nos al campo de lo político desde sus dos vértices, desde la descripción de
su ingeniería, pero sustancialmente desde su disposición práctica; donde la
ingeniería, donde la estructura formal de la normatividad exterior, muestran
sus grietas más profundas. Es por eso que la institución (y su estructura) no
puede ser abordada solamente sobre sí misma, sino desde los fenómenos

27
Micropolíticas de la corrupción

que la atraviesan, la constituyen, la ponen en práctica. Y como el fenómeno


que nos atañe para esta labor en el escenario del Poder Judicial (El Palacio
de Justicia) es el del poder y la corrupción, es necesario hacer un excurso
por este campo, para entender que la corrupción no es siempre una ruptura
de lo político, sino más bien una manera diferente de ponerlo en práctica,
una manera de relacionarse.

2. Algunas perspectivas de estudio sobre la corrupción


La investigación acerca de la corrupción ha girado fundamentalmente
alrededor de dos grandes ejes: el estudio de las implicancias económicas de
la corrupción y la mirada jurídica sobre esta. Vamos a hacer un breve esbozo
de ambas perspectivas y luego entrever aquello que se ha hecho desde las
ciencias sociales para poder situar nuestro propio trabajo.
Los textos sobre corrupción en el espacio económico han venido de
dos escuelas importantes: un área que se ha movilizado en una dirección
sustancialmente cuantitativa y que tiene como tema central medir las con-
secuencias de la corrupción y diseñar sistemas para el control de ésta; y
algunos estudios ligados más bien a una mirada desde la economía política
con trabajos menos normativos, en donde se ha estudiado el fenómeno
económico en relación a las estructuras del Estado. Empero, el punto común
es que la mayor parte de las investigaciones se han dirigido a los mismos
objetivos: “controlar” y “medir” la corrupción.
Hay una división interesante entre los estudios macroeconómicos y
los de corte microeconómico, en el que un enfoque más relacionado a las
ciencias sociales ha intentado implementarse, a veces sin mucho éxito debido
a la naturaleza de las investigaciones pues en éstas se busca fundamental-
mente dar pautas para “eliminar el problema”. En este sentido los autores
abundan, pero las temáticas y perspectivas son eminentemente las mismas.
En estas se muestra un interés específico por la corrupción del Estado, es
decir, por el movimiento económico político de grandes sumas de dinero
que benefician directamente a los funcionarios del Estado de alto rango,
movidos por incentivos de empresas o entidades financieras privadas que
“corrompen” a dicho grupo (Rose Ackerman, 2001; Tanzi, 1998; Charap,
1999). El interés está dirigido, entonces, a implementar el diseño de una
serie de herramientas de medición de los movimientos económicos que
permitan determinar la cantidad de dinero que se mueve con la corrupción,
y a un intento de diseñar sistemas económicos que tengan la corrupción
como una variable a tomar en cuenta.

28
Jaris Mujica

En este sentido, gran parte de las investigaciones se han centrado en


el estudio macroeconómico de la corrupción en dos vértices importantes:
el diseño de políticas económicas anticorrupción en el Estado mayor y el
control de la variable corrupción respecto de las inversiones de grandes
fuentes de dinero; esto no indica el control del problema efectivo, sino de
una variable económica que permita dar cuenta de la corrupción como un
factor de riesgo predecible y cuantificable.
Estos intentos van de la mano con las definiciones acerca de la corrup-
ción que se proponen en el espacio de investigación. Entre las definiciones
más recurrentes se encuentra aquella que indica que la corrupción es “la
mala utilización de un bien público en beneficio privado” (Zegarra, 1999:
20), definición que da énfasis al uso y movimiento de bienes. Otros, indican,
a su vez, que la corrupción es “el abuso de un cargo público en beneficio
de un interés privado” (Tanzi, 1998: 4), movilizando el eje de la definición
al ámbito del poder del cargo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que
la estructura de funcionamiento de ciertos cargos públicos parece estar
penetrada por formas de corrupción, es decir que no necesariamente son
antinomias prácticas (mas sí una contradicción normativa). En este sentido
el cargo público y la corrupción no están necesariamente disociados, sino
que parecen compenetrarse en el funcionamiento práctico.
Lo que sucede es que estamos ante un fenómeno de intereses asi-
métricos. Es decir, la corrupción funciona en tanto un actor tiene interés
en conseguir determinado bien (simbólico o material) que otro detenta o
administra; la relación corruptor-corrompido se da en tanto se construya
esta relación en la performance, no hay una entidad estática, sino que cada
caso constituye un mapa particular de relaciones y estrategias. Así, tanto la
definición como la intervención de los actores tienen que entenderse no solo
en sus componentes económicos ni en los bienes que están en discusión,
sino en la lógica estratégica de los actores en la relación. Así, para los fines
de esta investigación, no se trata de encontrar culpables de ciertos delitos,
sino de entrever cómo es que se toma posición en esta relación de acuerdo
a los intereses y cómo es que estos se manifiestan.
De ahí que la dicotomía público-privado, que la literatura ha esbozado,
sea probablemente útil en tanto el fenómeno se reduce al espacio de mo-
vimiento de dinero o cifras o una referencia a si se trata de una institución
del Estado o una de corte no estatal, pero presenta problemas cuando esta
idea se quiere trasplantar al plano de la acción. Es decir que, en primer lugar,
la dicotomía público-privado no es respectiva siempre a la de corruptor-
corrompido, ésta cambia en la práctica. Esto sugiere que en muchos de estos

29
Micropolíticas de la corrupción

trabajos los actores no han sido tomados en cuenta y la corrupción se ha


pensado como la movilización de bienes y dinero, en donde los actores se
convierten en agentes de elección racional. Esto va ligado al modo en que
se han abordado estas investigaciones: la pregunta central ha sido “cómo
afecta este a la economía, a la democracia, al Estado o a la gobernabilidad”,
no necesariamente “cómo es que el fenómeno funciona”.
En segundo lugar, las definiciones muestran la perspectiva desde la que
se ha partido, pensando la corrupción en espacios políticos gubernamentales
o de movimientos de cifras en el mercado internacional. Ello ha implicado
que las prácticas locales sean menos estimadas en los estudios. Asimismo,
esta concentración en lo monetario racional tiende a llevar a explicaciones
del fenómeno por la necesidad y ambición de dinero y poder (lo que se ha
pretendido solucionar con el aumento de salario de los funcionarios) o a
las rendijas que el sistema deja (ante lo que se pretende cerrar los canales
de fuga, lavado y movimiento de dinero).
Esto lleva a considerar el aporte en una entrada microeconómica. En
estas miradas, se ha intentado entender el fenómeno en un esquema que da
importancia a la estructura económica y a su relación con el espacio político,
sobre todo al orden de las instituciones. Se entiende la corrupción como un
contrapeso del sistema político, pero ello ha implicado que se le entiende
como una consecuencia del mal funcionamiento de la estructura de gobierno
y a la ausencia de vigilancia (Médard, 2000). La corrupción es tratada como
un epifenómeno de la democracia o de ciertos sistemas políticos, es decir,
como el vacío que deja la ley para poder actuar (Charap, 1999).
Otro punto común entre las perspectivas de estudio es que la dinámica
de investigación que asume la idea de la teoría del “principal agente” ha
sido recurrentemente tomada como centro (James, 1969). El problema
central de esta postura es que el “principal agente” es un recurso hipotético,
sustentable en las variables analíticas, pero en el campo es casi imposible
determinar la existencia de un agente principal (Ugarteche, 2004). Es decir,
en el terreno social, el agente principal cambia, se modifica. En realidad
lo que hay no es un agente principal, sino más bien una red de actores e
instituciones funcionando al mismo tiempo.
Por otro lado, en estas miradas, la corrupción ha sido asociada a un
actor central y subordinados (la figura del corruptor-corrompidos) y a tra-
vés de esa idea a la figura del clientelismo. Así, en esta línea, la corrupción
funcionaría bajo la lógica de clientelas (Sajo, 1998), en donde un patrón
determina las posibilidades y servicios frente a un cliente (o un conjunto
de clientes), esto en lógicas estables de manutención de dicho vínculo asi-

30
Jaris Mujica

métrico y de subordinación. Así, se asume que la corrupción funcionaría


como un conglomerado de redes políticas paralelas a la institución oficial y
el patrón de la clientela (el principal agente) sería el articulador del sistema.
Esta idea, sin embargo, refleja solamente un modo de corrupción y tiene
diversos problemas prácticos.
Por un lado, estas estructuras requieren de estabilidad del sistema de
relaciones, pues ello permite la existencia de jerarquías, vínculos asimétricos
que permanecen en el tiempo (como en las sociedades agrícolas en donde
dicha lógica funciona) (Diez, 2003). Por otro lado, la clientela implica la
existencia de clientes estables, cuando la tendencia es que, en las sociedades
del capitalismo tardío, aquellos que eran clientes se disponen como arti-
culaciones móviles a patrones diferentes según la coyuntura de intereses.
Lo que es importante de reconocer es que muchas de estas lecturas pien-
san el asunto de la corrupción como un epifenómeno político-económico
sostenido en los incentivos y en las ambiciones económicas personales. No
siempre permiten espacio para estudiar la corrupción como un fenómeno,
sino que la reducen a un mal de la democracia. Lo mismo sucede en el
encierro conceptual de la corrupción en las lógicas de clientela y de mafias
organizadas. Se piensa la corrupción como una estructura similar al crimen
organizado, como una lógica mafiosa (en analogía a las lógicas familiares,
por lo que uno de los fenómenos más criticados, pero no el más estudiado,
sea el nepotismo).
Lo importante de todo esto, sin embargo, es que a pesar de la modifi-
cación de temáticas, definiciones y espacios de estudio, la concentración de
los estudios ha implicado la misma pregunta de base: cómo es que se puede
eliminar rápida y efectivamente la corrupción. Estos estudios se dirigen, en
suma, a entrever modos en que la corrupción pueda ser medida, y a través
de esta las maneras en que la corrupción se puede controlar como una va-
riable económica, para regular o planificar las inversiones y los mecanismos
de control de riesgos, y como una variable en el sentido de la regulación de
los mecanismos económicos para combatirla.
Aquellas miradas no han implicado un estudio de prácticas concretas en
campo, sino que se ha procedido desde las pautas y premisas del derecho y
sus tipificaciones, sobre las cuales se ha trazado los estudios, las definiciones,
los objetivos y los ejes de trabajo. Los códigos, las leyes y las tipificaciones
sobre la corrupción, delimitan entonces aquello que es considerado como
acto de corrupción y la forma en que se aborda el fenómeno. La normativa
ha sido el punto de partida.
De ahí que los estudios de corte económico vayan de la mano con los
estudios realizados en el terreno del derecho y de las disciplinas jurídicas

31
Micropolíticas de la corrupción

en general. En este espacio, el estudio se ha realizado fundamentalmente


en el intento de construir políticas anticorrupción. Así como en el terreno
económico se parte de un modo deductivo, las premisas se encuentran en
los códigos penales y es desde estos que se estudia lo corrupto, sin entrar
al terreno práctico, y agrupándose en entrever las falencias del sistema legal
para condenar, procesar o permitir que se lleven a cabo actos corruptos.
Pero las leyes no siempre son un reflejo de las prácticas, y en la vida
concreta existen muchas formas de corrupción que no están tipificadas.
Estas zonas grises (Atienza y Ruiz Manero, 2006) recuerdan que el derecho
no tiene el monopolio sobre lo que se puede considerar un acto corrupto.
El estudio de casos y legislaciones comparadas evidencia que la ley no es
necesariamente un referente de las prácticas y que estas no consideran
todas las formas posibles de corrupción (las cuales, además, se transfor-
man constantemente). Los estudios de caso permiten, además de partir de
las particularidades contextuales, entender que este fenómeno excede las
premisas normativas.
De este modo, las miradas jurídicas han girado sustancialmente en torno
a tres ejes: el estudio de la corrupción desde las premisas legales para entre-
ver las falencias del sistema penal; el modo en que se deben plantear leyes
para poder subsanar esos espacios; y el intento de explicar la corrupción
desde las ambiciones personales de determinados sujetos, reduciendo el
fenómeno a un juego de intereses de individuos, a los que se debe controlar
con mecanismos punitivos. La consecuencia es que la corrupción tiende a
ser reducida a un epifenómeno del sistema político, “posible en tanto la ley
mantenga agujeros franqueables”, explicándola desde tramas individuales
en donde es el sistema penal el encargado de poner en ejercicio formas de
“vigilar y castigar” estas acciones. Entonces, las preguntas de investigación
muestran una vez más una estructura similar: “¿cómo solucionar el proble-
ma de la corrupción?”
La corrupción, lejos de ser únicamente un fenómeno jurídico, econó-
mico o policial, es también un fenómeno cultural. Es importante, de este
modo, entender que el fenómeno no se da en tanto es solo un epifenóme-
no del aparato legal, tampoco como un remanente de los problemas que
este lleva consigo, de igual modo, es importante entender que no se puede
establecer una mirada comprensiva de la corrupción asumiendo esta de un
modo negativo, es decir, reduciéndola al marco de la no-legalidad ni al de un
fenómeno de ruptura. Hay que intentar entender la corrupción como si se
tratara de un modo de relacionarse, como un vínculo, como la formación de
sistemas de relaciones sociales, con un sentido y con una lógica de acción.

32
Jaris Mujica

3. Las ciencias sociales y los estudios sobre la corrupción


Aunque no en abundancia, es posible encontrar ciertos trabajos que,
desde las ciencias sociales, han abierto vías para el estudio del fenómeno de
la corrupción. Los estudios sobre clientelismo (Gellner, 1997) y los estudios
etnohistóricos e históricos sobre la mafia (Hobsbawn, 2000; Gambetta,
1993) han sido algunos de los aportes. En ellos se ha dado importancia a
la idea del orden jerárquico intrafamiliar y a las redes de parentesco como
ejes del fenómeno. Pero es claro que la corrupción no se limita al orden
regular de la mafia ni a la aparente estabilidad de una clientela, por lo que
las herramientas usadas y las analogías, no son suficientes (Abed y Gupta,
2002; Médard, 2000).
La idea de mafia, no necesariamente funciona en el espacio político local
del Perú. Aquí, estas redes no se sostienen siempre en códigos de conducta
demarcados casi formalmente, ni hay una suerte de reglas de acción dadas
en una manutención del equilibrio económico y en la convivencia entre
familias clanes o grupos de poder (Gambetta, 1993). Lo que tenemos en
nuestros espacios locales y en nuestras instituciones, como veremos después,
es una lógica menos sólida, menos ordenada y más compleja y difusa que
el orden de una mafia o de la regularidad estable de la clientela. De esto se
desprende que hay que entrever los modos particulares en que se ejercen
los actos de corrupción en diversos contextos y las formas en que aparece
en la práctica social.
Haciendo una mirada panorámica sobre el estudio del fenómeno de la
corrupción desde las ciencias sociales, es sencillo ver los vacíos que ha de-
jado. La escasez de trabajos etnográficos sobre la corrupción y de enfoques
metodológicos que recojan información de primera mano es una evidencia
a pesar de algunas excepciones (Hibou y Tozy, 2000; Médard, 2000; Gup-
ta, 2000; 2001). Aunque hay un intento de pensar la corrupción como un
fenómeno de la vida cotidiana y su relación con el Estado (Médard, 2000),
no hay desarrollos sistemáticos desde dicha perspectiva.
En algunos estudios se mira el fenómeno como el intento de los actores
de reinventar un Estado que difícilmente se acomoda a las actividades e
intereses de los sujetos concretos (Abed y Gupta, 2002). Los argumentos
centrales marcan la disposición del Estado occidental implantado en la
vida local, que no permite que todos los ciudadanos vean satisfechos sus
derechos y necesidades. Un desencuentro entre la práctica tradicional de
redes y clanes, y las dinámicas formales del Estado, serían el centro de los
desencuentros y de la corrupción.

33
Micropolíticas de la corrupción

Algunos de aquellos trabajos se han realizado a través de la investi-


gación sobre los discursos acerca de la corrupción, los imaginarios y las
percepciones de los actores (siguiendo la línea de los informes de Transpa-
rencia Internacional). Las conclusiones de estos trabajos van en la línea de
una corrupción sostenida en el desequilibrio que el Estado genera y en su
desconexión con las prácticas de los ciudadanos. Un Estado reinventado
por las lógicas posteriores a las colonias y que ha obligado a los sujetos a
desarrollar modos para constituir sus instituciones, formas en las que la
“dominación hegemónica” de la colonia ha impregnado sus mecanismos
que generan vacíos sociales (Médard, 2000; Gupta, 2000); democracias más
imaginarias que reales, que se ven reflejadas en las percepciones sobre la
burocracia pública y el Estado.
Si bien se intenta ver el fenómeno en el terreno práctico de la vida social,
son los discursos sobre la corrupción o, más bien, las percepciones sobre la
corrupción, las que han recibido la atención principal. Pero las percepciones
no reflejan necesariamente el fenómeno concreto ni sus lógicas de acción.
Del mismo modo, lo que tenemos es un intento de estudiar cómo es que
los sujetos toleran la corrupción (Transparencia Internacional, 2010), pero
no se pregunta cómo es que esta funciona.
En América Latina el estudio de prácticas concretas de corrupción
desde las ciencias sociales también resulta escaso. Abundan los ensayos
de carácter ético, los ensayos jurídicos y las propuestas de “solución del
problema”, pero no hay preguntas concentradas en el funcionamiento de
la práctica. Trabajos en las líneas económicas y políticas en varios países de
la región complementan el panorama (en la línea de los estudios de Rose
Ackerman, 2001 y Tanzi, 1998).
Por otro lado, en las perspectivas más etnográficas, tampoco se ha
tenido mayores desarrollos en América Latina en general y en el Perú en
particular. A pesar de algunas excepciones (Poole, 2005; Mujica, 2005a;
Huber, 2008), la concentración ha estado también en el estudio de per-
cepciones. En el Perú también hay interesantes aportes producidos en la
última década del siglo XX y en la primera del siglo XXI, pero que no han
implicado una línea de trabajo sistemática. Los desarrollos de la investigación
en temas de corrupción desde la macroeconomía (Zegarra, 1999; 2002) han
continuado el planteamiento de las líneas de medición de la corrupción y
sus componentes económicos, que tratan de proponer herramientas de
control (Ugarteche, 2005). Estos intentos de medición apelan a mecanis-
mos de accountability vertical y horizontal, y a la reducción del margen de
maniobra para los desvíos de fondos del Estado.

34
Jaris Mujica

Otros estudios siguen la lógica de entender la corrupción como un


epifenómeno fruto de ambiciones personales, frente a la cual hay que dis-
poner de leyes más severas. Se trata de miradas que se enfocan en pensar
la corrupción como un elemento resultante del encuentro entre las leyes
y “las grandes diferencias culturales, económicas y étnicas del Perú”. Del
mismo modo, hay trabajos que buscan informar sobre casos de corrupción
durante los últimos gobiernos (Congreso de la República, 2004; Comisión
Andina de Juristas, 1998). En estos se exponen casos judicializados y do-
cumentos jurídicos para combatir la corrupción, las vulneraciones a la ley,
las tipificaciones, etcétera. Se trata de inventarios de casos que implican
documentación valiosa para la judicialización. El objetivo en estos proce-
sos sigue siendo identificar a los culpables y “erradicar” el problema de la
corrupción.
Por otro lado, para completar el panorama de esta síntesis, están los
aportes de la “historia de la corrupción en el Perú”. Concentrados en
rastrear ciertas prácticas y sus raíces en la Colonia (Quiroz, 2000; Klaiber,
1988) y el inicio de la República (Vargas Haya, 2005), las “historias” sobre
la corrupción se encargan de mostrar el punto de quiebre que explicaría
la corrupción en el desfase entre el Estado y la ciudadanía, entre las difi-
cultades de acceso a los derechos y a los bienes. Las grandes sumas que la
Corona perdía mediante la corrupción, las herencias de los cargos, formas
preliminares de nepotismo en la organización de la administración virreinal
(Aldana, 1999), así como estudios sobre la encomienda, la inquisición y
el fraude comercial en la sierra sur del Perú y la crisis colonial (O´Phelan,
2004) son los aportes de estas investigaciones.
Los trabajos en ciencias sociales se concentran en algunos ensayos
históricos y comentarios de coyuntura, algunos ensayos funcionalistas (Oli-
vera, 2002), pero el común denominador es la ausencia de la investigación
de campo e información de primera mano. Así, aparecen también temas
aledaños al asunto de la corrupción que construyen modos de interpretarla,
ideas como la “cultura de la viveza” (Olivera, 2002), y las “lógicas de lo
pendejo” y de “lo criollo” (Portocarrero, 2004) mostrarían formas culturales
que explicarían el origen de la corrupción. Mecanismos de transgresión que
se fundan en una suerte de pulsión última.
A su vez, algunas de estas miradas, han estado dispuestas desde ciertas
perspectivas psicoanalíticas (Peña, 2005), que si bien resultan interesantes,
tampoco aportan material etnográfico. La idea de un modo “criollo” de
comportamiento o modos de transgresión, más allá de si están sostenidos
en estructuras psíquicas o no, aportan puntos importantes a la reflexión.

35
Micropolíticas de la corrupción

La corrupción se explica, en estos casos, como un acto producto de la am-


bición personal, de una patología individual (Peña, 2005). En nuestro caso,
sin embargo, de lo que se trata es de entender cómo es que las prácticas
funcionan, cómo se ponen en escena, no de dónde surgen o qué relación
tienen con la vida psíquica de los individuos.
En síntesis, la historia de los estudios sobre la corrupción es relativa-
mente reciente y escasa en las ciencias sociales, pero con una producción
importante en otras disciplinas. Los trabajos empiezan a publicarse a fines
de los setenta y es recién en los últimos veinte años que empiezan a cobrar
importancia. De ahí que la problemática haya estado concentrada en encon-
trar mecanismos para solucionar este problema, más que en trazar estrate-
gias comprensivas del fenómeno. Así, los enfoques que hemos reseñado,
se sostienen en dos líneas, la del diseño de políticas anticorrupción desde
el derecho y la de la regulación y estandarización de la variable corrupción
para poder regular los mercados. Un tercer punto se empieza a inscribir
en ese campo: el estudio acerca de las percepciones sobre la corrupción.
Se ha estudiado muchas veces la corrupción como un problema del
diseño del Estado, lo que ha generado el olvido de observar la cotidianidad
del fenómeno (y dar cuenta de que incluso las grandes instituciones se com-
ponen de relaciones sociales entre sujetos). Por otro lado, esto ha generado
el olvido de la comprensión de la corrupción como un fenómeno. Se le ha
reducido a la categoría de “ruptura de la ley” o “fruto de la anomia”, cuando
es, en primer lugar, una práctica social compleja, un fenómeno. Lo que se
mantiene ausente en la mayor parte de estos trabajos es que no hay énfasis
en pensar cómo es que la corrupción se manifiesta en la actividad social
cotidiana, en la práctica misma, en las estrategias que los actores disponen
para poder trazar relaciones sociales, ni cómo es que esta se constituye o
se relaciona con las estructuras de poder.

4. Una fenomenología del poder


Las preguntas que guían esta investigación se dirigen al modo en que
los actores construyen sistemas, tecnologías para establecer redes, formas
de corrupción y técnicas de poder, y la manera en que estos se relacionan
con las estructuras formales de la política local. Es decir: ¿cómo están dis-
puestas las estrategias de poder? y ¿cómo se relacionan estas con la política?
Ahora, estas preguntas se sostienen en dos premisas fundamentales: primero,
que este juego de poder y los mecanismos de interacción constituyen un
fenómeno activo, que no se trata solo de un epifenómeno del derecho, de la
economía o el remanente de los mecanismos punitivos, sino un fenómeno
36
Jaris Mujica

que puede ser abordado desde su propia disposición práctica. Segundo, que
al disponerse como un fenómeno, se implica una relación puesta en escena,
un sistema de estrategias y, por ende, ciertas técnicas de interacción que
pueden ser estudiadas en las prácticas. Ahí donde se ve la negación de la
ley, la ruptura de las relaciones o la anulación de la política, hay que rastrear
un modo de plantearla, un sistema de relaciones complejas.
El primer paso ha sido fenomenalizar teórica y metodológicamente
la práctica (el poder y la corrupción). Al estar dispuestas como fenómeno
social no pueden reducirse a la interioridad psíquica de los individuos, sino
disponerse y estudiarse en la disposición práctica de su estructura exterior
(Mujica, 2006). Es en el terreno social en donde dichas relaciones se trazan
y donde se construyen diferentes juegos para ponerlas en escena: se trata
de un espacio intersubjetivo. El carácter intersubjetivo no es una conse-
cuencia a posteriori de los fenómenos, sino una disposición sine qua non de
su propia situación (Husserl, 1999; San Martin, 1992). Se plantea entonces
un a priori de correlación que permite establecer una posición analítica
sobre los fenómenos del mundo de la vida. La condición y la muestra de
la correlación es la intersubjetividad; a su vez, el elemento “social” de lo
intersubjetivo es el lenguaje.
Ahora, hay que comprender esto en dos sentidos. Primero, se trata de
una disposición teórica; es decir, el lenguaje es el modo en que se plantea
la intersubjetividad en el mundo de la vida concreta, y es el medio de la
interrelación entre los sujetos. Nótese la movilización hacia el sujeto del
lenguaje, suspendiendo la idea de un individuo total (este nuevo sujeto es un
actor social). Este descentramiento permite que la subjetividad sea entendida
como relación activa (intersubjetividad) en el mundo de la vida, es decir, en
el mundo social, y no como una unión de mónadas totales (individuos). Así,
el sujeto se convierte por lo menos en una díada, en una relación: el sujeto
es una relación social, siempre planteándose estratégicamente hacia el otro.
Segundo, el lenguaje es la interrelación y, por ende, la intersubjetividad
en el mundo de la vida. La vida social, entonces, está dispuesta como un
complejo sistema de lenguajes sociales que constituyen su propio entramado
(Wittgenstein, 2000). La tarea consiste en comprender el funcionamiento
de estos juegos, los cuales se interceptan, se interpenetran, se mezclan. Esto
quiere decir que podemos estudiar las relaciones sociales como sistemas de
lenguajes: los fenómenos se pueden, de ese modo, analogar a dichas estruc-
turas, a estos juegos del lenguaje y se puede trazar un análisis comprensivo
de su disposición.

37
Micropolíticas de la corrupción

Ahora se puede dar el segundo paso. La corrupción, el establecimiento de


redes y el juego de poder no solo han sido fenomenalizados, sino que ahora
se pueden analogar a juegos del lenguaje. Es decir, se pueden entender estos
mecanismos como un fenómeno social con características propias, pero sobre
todo como un modo de relacionarse. Esto permite romper la última barrera
analítica de esta etapa. Lejos de constituirse como una ruptura, negación o
quiebre, al ser un fenómeno, la corrupción, las redes familiares, el nepotismo,
etcétera, resultan ser más bien un modo de relación (incluso el conflicto o la
lucha, como ha indicado Simmel, 1984). Dicha relación, como hemos dicho,
tendría características peculiares y se dispone de un modo sistemático.
Ahora que hemos caracterizado el “núcleo” (el fenómeno) del análisis,
es necesario indicar el modo en que nos vamos a dirigir a este. Esto nos
lleva a dar cuenta de un aparato teórico que liga el análisis de la fenomeno-
logía en las ciencias sociales con una mirada postestructural. La idea inicial
es que hay un giro en la pregunta analítica; no preguntamos por qué sino
cómo se dispone el fenómeno: no se pregunta en primer lugar por qué hay
corrupción o por qué hay redes al interior de la institución; sino cómo se
practica, cómo funcionan estas redes y como se ejerce el poder.
Regresemos al modo en que nos vamos a dirigir a la comprensión de
este fenómeno. Este implica un movimiento descriptivo. Este proceso se
asemeja a lo que Geertz llama descripción densa (Geertz, 1994). Se trata de
establecer una descripción de las estructuras de un fenómeno, reconocer los
elementos que se interrelacionan y describir los modos en que se produce
esta interrelación. Se trata, pues, de una labor gramática, una gramática de
las relaciones sociales, una gramática de la acción y una gramática del poder.
Un sistema para deconstruir estructuras.
La descripción densa del fenómeno implica la movilización de un sis-
tema de rastreo de técnicas (entendidas como prácticas sociales, un modo
de relación entre sujetos o entre sujetos y estructuras sociales), que refie-
ren a tecnologías (sistemas de técnicas), que a su vez refieren a estrategias
(disposiciones ordenadas de tecnologías mediante las que se plantean las
interacciones entre los actores y se establece un panorama más o menos
recurrente de relaciones). Todo este conglomerado de técnicas, tecnologías
y estrategias permite dar cuenta de la disposición de lo que Foucault ha
llamado una episteme (Foucault, 1972). Dicha disposición refiere al modo
en que se ordenan las relaciones y se ponen en juego en un determinado
tiempo y espacio (crono-topo). La episteme implica entonces un sistema de
estrategias, éstas un sistema de tecnologías y éstas, a su vez, ciertas técnicas.
El rastreo se efectúa sobre dichas técnicas, que son prácticas observables:

38
Jaris Mujica

el proceso analítico se hace sobre el dato de campo (la técnica efectiva de


interacción) (Mujica, 2006).
Después de este proceso, hay que plantear una interpretación del sen-
tido de un fenómeno en relación al mundo social (el mundo de la vida).
Esto permite salir de las constricciones habituales y dirigirlo al modo en
que sus estructuras se ordenan activamente para relacionarse con el mundo,
pensando sus funciones en el sistema y su estructura de movilización, pero
también las formas de relación internas.
Ahora es posible regresar a nuestras preguntas iniciales: ¿cómo están
dispuestas las redes y estrategias de poder y corrupción en el Palacio de Jus-
ticia? y ¿cómo se relacionan éstas con la estructura de la institución política?
Ambas preguntas refieren a una parte del proceso analítico, y su respuesta
va a indicar que hemos seguido la pauta planteada. La primera pregunta se
dirige a la descripción de las estrategias de poder y de las redes, el modo
en que estas se ponen en juego y las maneras en que los actores sociales
plantean el juego a través de técnicas cotidianas. La segunda pregunta per-
mite dotar de sentido al fenómeno, se dirige al modo en que este conjunto
de prácticas se relaciona con la estructura institucional, mostrando así el
conjunto de las relaciones que se trazan en el terreno social.
Esto nos permite un asunto final. Los fenómenos que estudiamos
tienen características peculiares: se trata de prácticas sociales que tienden
a reducirse y considerarse marginales, dependientes de otros elementos.
Lo relevante del análisis es que permite mostrar que, justamente, aquello
que parece ser la antinomia de un fenómeno, va a constituir su núcleo de
acción. Es la aparente contradicción, la negación de su misma condición,
lo que va a permitir penetrar el fondo de su disposición.
El establecimiento de redes de poder y formas de corrupción tiende a
ser visto como un práctica marginal de las instituciones sociales, elemento
escondido de su accionar cotidiano, la antinomia del funcionamiento orde-
nado, la negación de su propia acción. Cuando vemos estos asuntos en su
fenomenalidad, cuando se convierten en la afirmación del sentido, empezamos
a comprender que las instituciones funcionan de otra manera, que aquello
que parece ser la antinomia radical, la otredad fenoménica, puede incluso
llegar a constituir el núcleo interno de aquello que aparentemente contradice.
La idea de la que partimos, por tanto, es que el poder (y sus formas
de ordenamiento práctico como la corrupción, las redes y el nepotismo)
funciona como si fuera un lenguaje como si fuera una gramática, una prag-
mática, un lenguaje en amplio sentido, una performance que se proyecta y se
pone en acción constantemente. La corrupción, por ejemplo, se constituye
como una relación social, como una manera de comunicarse.
39
Micropolíticas de la corrupción

La idea de entender la corrupción y el juego de redes como si fueran un


lenguaje nos permite incorporar una serie de nociones que ayudan a com-
prender su multiplicidad, sus dialectos variados y sus estrategias enunciativas.
Estas ideas, se relacionan con una mirada sobre la institucionalidad que se
refiere a la estructura sistematizada pero no formal de las relaciones sociales
(Giddens, 1984), que, a diferencia de otras posiciones que consideran la
institucionalidad como dispositivos formalizados (Weber, 1974), permite
darle flexibilidad analítica, y estudiar formas de prácticas institucionalizadas,
incluso dentro de Instituciones formales. Así, la institucionalidad es pensada
como la recurrencia ordenada (de diferentes maneras) de una práctica social.
Ello, a su vez, permite dar un marco para estudiar aquello que Foucault
llama técnicas (prácticas rastreables a través de una búsqueda empírica). De
ahí que se trata de dar cuenta de que dichas prácticas obedecen más a la
estrategia consciente del sujeto social, que a una inconsciencia habitual. El
caso de la corrupción, quizás en la mayor parte de sus variantes, se sostiene
en la reflexión estratégica y consciente sobre la acción, en una medición y
un tanteo, en un juego conjunto de indexicalidades y de señales más que en
un habitus (Bourdieu, 1990), una inconsciencia psicoanalítica o una pulsión.
Esto permite llevar el aparato compresivo a otro margen, en donde el
poder va a ser pieza fundamental. Es sobre el poder, entendido como “una
acción sobre otra acción” (Foucault, 1996b), es decir, como un sistema de
relaciones dispuestas a través de técnicas, que empezamos a trabajar estos
fenómenos. Al ser entendido como acción, el poder no puede entonces
asirse, poseerse o detentarse, sino solamente ejercerse: el poder se vuelve a la
performance. Al mismo tiempo, el poder se torna distinto de la dominación,
que será solo una manera de plantear dichas técnicas. El poder se pone en
juego mediante técnicas observables, y va a constituir modos tecnológicos
y estratégicos de plantearse en el espacio social.
El sistema de técnicas permite ubicar modos y sistemas de poder,
esto en relación con lo que Bourdieu (1990) llama campos. Estos se re-
miten a espacios cruzados en donde técnicas y estrategias van a ordenarse
construyendo sistemas de interacción y, por ende, un modo de plantear
la institución, de reinventarla desde las prácticas cotidianas. El campo de
poder permite el estudio de un conglomerado de estrategias y delimita un
espacio de acción. Uno de los objetivos de esta investigación es estudiar
las técnicas, tecnologías y estrategias, y delimitar los campos de acción y de
poder en el terreno local (en este caso, en el aparato judicial). Esto permitirá
comprender un modo de ordenar y plantear la institucionalidad práctica.
Dicho modo de entender la institucionalidad requiere entonces de una
correlación con una forma de plantear la autoridad. El poder hecho acción
40
Jaris Mujica

(performance) obliga a entender la autoridad desde la disposición de las ac-


ciones, en el ordenamiento estratégico de los campos, y salir del concepto de
la “autoridad formal” como forma unívoca, dispuesta por la legalidad exterior
del sistema oficial. La autoridad entonces se torna a la actividad cotidiana, esta
debe su posibilidad también al modo de ordenar las acciones y no solamente
a la imposición exterior, (Arendt, 1970).
Tenemos así que, si bien existe un dispositivo oficial de la autoridad (lo
que llamamos autoridad exterior), provisto por el sistema político formal,
existe también una manera de recrear dicha autoridad desde las prácticas
sociales, construyendo canales particulares para sostenerla y posibilitar su
existencia. Hay un modo de “autoridad práctica”, puesta en juego no por
una imposición exterior, sino por el modo en que se disponen las relacio-
nes de poder y el modo en que se organizan los campos en las prácticas
cotidianas. La autoridad depende también del modo en que se plantean las
relaciones de poder, de las estrategias de los actores, y de las tecnologías
que utilizan para relacionarse entre sí y con el sistema oficial.
El poder, al “ser acción” es eminentemente performativo, lo mismo
sucede con la autoridad. Ambas categorías se disponen a través de la per-
formance de los actores sociales: su desenvolvimiento, su participación
activa en las relaciones. Entendemos performance en dos sentidos. Por un
lado, se trata de la constante actividad de los actores, el modo de poner en
práctica el poder, de plantear las técnicas y sus características peculiares,
de reinventar en cada acción, de re-crear las disposiciones sociales. Por
otro lado, la performance se refiere a la actualidad del sistema, el cual se
transforma con el movimiento de los actores. La Performance refiere tanto
al movimiento de los actores (a la puesta en escena, a la actuación), sus
decisiones estratégicas, como a la consecuente movilización de la estructura
(Balandier, 1999).
En esta línea, las redes informales y la corrupción, se ponen constan-
temente en escena, se practican, activándose para poder permanecer en la
estructura política. Se trata de un dispositivo estratégico para relacionarse
con la ley y para reinventarla en la acción.

5. Micropolítica del Estado / Etnografías del Estado


Las redes informales y las formas de corrupción que existen en las
instituciones judiciales constituyen un mecanismo de relación que permite
conectar a los actores con la ley exterior. Se trata de entender que en muchos
casos, los grupos sociales se constituyen en tanto construyen formas de
sobrepasar la ley, de transgredir. La transgresión resulta una manera práctica,

41
Micropolíticas de la corrupción

una tecnología, un sistema de acción, es una forma de plantear las relaciones


de poder y de interactuar. Así como la corrupción resulta ser un lenguaje,
es también un modo de transgredir, de ahí que la transgresión pueda ser
entendida como un lenguaje, como un acto con sentido. Vale la pena insistir:
es la relación con la ley y viceversa (la relación de la ley con lo que ella ha
llamado su delito o su transgresión) la que interesa, no su oposición.
La idea es que se puede sugerir que las redes funcionan como un sistema
de intercambio de bienes simbólicos y fácticos, estos bienes no obedecen
solamente a una lógica económica, sino a un modo de estructurar las re-
laciones de poder: la disposición de los intercambios, desvíos y modos de
enrumbar los bienes plantean una manera diferente de ordenar el campo
económico y consecuentemente el terreno político. El don, entonces, obliga
a mirar el modo en que, a través de estas prácticas, intercambios y modos
de reciprocidad se crean redes, vínculos y alianzas (Mauss, 1985). El inter-
cambio no es entendido solamente como un juego de bienes fácticos, sino
también, como como un intercambio de bienes simbólicos (Bourdieu, 1997:
45). Dichos bienes, no solamente poseen una carga económica, sino una
disposición en la construcción de valores sociales. Por ende, son parte del
juego de construcciones de alianzas, redes y complicidades, creando formas
locales de reciprocidad o negociaciones determinadas.
Dichas alianzas, redes o negociaciones pueden ser estudiadas a partir
del modo en que se ordena y plantea su forma exterior: hemos tomado
la idea de los mecanismos de fusión y fisión de Evans-Pritchard (1977)
para dar cuenta de los mecanismos y prácticas que utilizan los actores para
plantear sus estructuras grupales. El poder de los mecanismos de fusión y
fisión, así como de los intercambios, implica una escenificación de dicha
acción, un modo estratégico de mostrar a los demás la posición relativa en
la estructura de sistema.
Estas múltiples alianzas son parte de las formas de ejercicio de poder
que nos hacen entender lo político de otra forma. Se trata de descentrar
éste de las estructuras del Estado, de llevarlo al terreno de la cultura, de
nuestras actividades cotidianas y, por ende, empezar a estudiarla en el terreno
de la performance de los actores. Esto flexibiliza su posición, remueve sus
cimientos y muestra sus partes móviles: aquellas que se transforman con el
movimiento de los sujetos. Reflexionar sobre este descentramiento del poder
es fundamental para volver a estudiar el Estado, para reestudiarlo desde
adentro. Vamos a investigar sobre las estructuras del Estado a partir de su
micropolítica, desde la vida cotidiana en donde la norma no es suficiente,
donde la ley se reinventa. Y para ello elaboramos una etnografía del Estado.

42
Jaris Mujica

En este sentido la política se vuelve a lo cotidiano y permite abarcar los


conceptos que hemos ido marcando: los conflictos, las disputas, la negocia-
ción, el movimiento del poder, la autoridad práctica y las técnicas mediante las
que éstas se ponen en juego, mediante las que se construyen las estrategias de
acción; este conglomerado de prácticas sistemáticas van a mostrar la estructura,
el conjunto de campos que demarcan la política. Todas estas actividades, por
más pequeñas que sean, van a convertirse a la actividad política recreando,
reinventando el poder y sus estructuras de acción.
Esto permite comprender las microrelaciones, las prácticas sociales
cotidianas, no como anécdotas de la actividad política, sino como entidades
constituyentes de su estructura. El Estado deja entonces de ser el único
núcleo de lo político y permite redirigir la mirada a aquello que lo constituye,
a las prácticas vivas de los actores; y a su vez, genera campos para estudiar
aquello que justamente se construye para relacionarse con el Estado, con
sus instituciones y reglas.
Queda entonces una pregunta fundamental: ¿cómo se practica la política
en nuestro espacio de estudio, en “nuestras” instituciones? Las preguntas
que hemos hecho se dirigen indefectiblemente a aquella: el modo en que las
redes se ponen en marcha, y la relación que estas tienen con las estructuras
de la política formal, van a mostrarnos el modo de ésta estructura política
en su disposición activa. Se trata de complementar la medición de flujos
económicos y los estudios jurídicos sobre el sistema judicial e imbuirse en
el terreno práctico de las redes como un conjunto inseparable, al tiempo
de entender esta acción como un lenguaje activo. Se trata de comprender
una gramática de flujos, una gramática en movimiento, diversos juegos del
lenguaje que no solo están cargados de un sentido que hay que interpretar,
sino que ofrecen un modo de entender el poder en la vida cotidiana, como
una actividad significativa en constante movimiento. La política, entonces,
es la parte del proceso y del modo de ordenamiento de estas estructuras, es
una actividad práctica.
Esta micropolítica, esta fenomenología del poder, nos lleva a introdu-
cirnos al Estado, a sus oficinas, a su burocracia, y a estudiar ahí, no tanto
cómo es que debería ser, sino cómo es que funciona. Nos dirigimos ahora
a estudiar el lugar en el que se ha planteado el análisis. Vamos a entender la
estructura formal del Poder Judicial, para poder luego estudiar la manera
en que se ejerce el poder y la corrupción en la vida cotidiana.

43

Jaris Mujica

II. Las estructuras formales del Poder Judicial

1. La historia del Poder Judicial y su composición actual


En los primeros años de la República, las leyes heredadas del período
colonial todavía tenían vigencia y demarcaban el funcionamiento de las
estructuras jurídicas. Sin embargo, aparentemente, San Martín no pretendía
asumir atribuciones judiciales. Como algunos sugieren “estaba convencido
de que todo aquel que administrara justicia debería ser independiente”, es
decir, que la responsabilidad de dicha función debía ser ejercida por autori-
dades autónomas (Eguiguren, 1945). Esto se vio reflejado en la Constitución
de 1823, a través de la cual se creó la Corte Suprema, Cortes Superiores y
Jueces de Derecho para la primera instancia. Mientras que la Constitución
de 1828 ratificó la independencia del Poder Judicial, que se ejercía por los
jueces, que en ese entonces eran perpetuos en su cargo. En efecto, “la
Constitución de 1823 se contempla bajo la denominación de derecho ju-
diciario, contemplado en el capítulo VIII, existiendo la posibilidad de que
los jueces fueran de por vida (Art. 97)” (Gálvez, 1999: 32). Posteriormente,
en la Constitución de 1856, se suprimiría el Artículo 125 que establecía el
carácter inamovible de los cargos judiciales. La mayoría de los constituyen-
tes se pronunció por la inamovilidad, que consideraron indispensable para
asegurar la independencia del Poder Judicial y para que los magistrados no
quedaran sujetos a las eventualidades de la política (Gálvez, 1999).
En la Constitución de 1920, se consideró que el Poder Judicial no debía
participar en los asuntos electorales y “se mantuvo la prohibición de que los
Vocales, Fiscales, Jueces y Agentes Fiscales pudiesen ser elegidos Senadores.

45
Micropolíticas de la corrupción

Además, se reconocía a la Corte Suprema en asuntos judiciales, y el derecho de


iniciativa en la formación de las leyes” (Gálvez, 1999). La Constitución de
1920 se refiere, por primera vez en la historia de la República, a la carrera judicial, la
que sería determinada por una ley que fijaría las condiciones de los ascensos.
Es hasta la Constitución de 1933 que se establece la “absoluta in-
compatibilidad entre la actividad judicial y cualquier cargo dependiente
del Poder Ejecutivo o el Poder Legislativo”. Sin embargo, en 1939, se dio
inicio a una reforma judicial cuya medida “no solo fue nominal” sino que,
a partir de ese momento se produjo la ruptura de la Institución con la in-
tención representativa proveniente desde 1828. “En su lugar, se impuso la
modalidad de designación; el presidente de la República fue autorizado a
nombrar, trasladar y remover de su cargo a todo aquel personal del Poder
Judicial, cuando lo exigiese la conveniencia pública, criterio relativo que
daba nuevamente protagonismo al Ejecutivo” (Gálvez, 1999: 45). Este es
un tema importante, pues la intervención del Ejecutivo en la estructura y
funcionamiento del Poder Judicial ha sido una característica en el periodo
Republicano que tiene cierta relación con la forma presidencialista en el Perú.
A todas luces, la injerencia gubernamental en diferentes regímenes
suspendió el principio de institucionalidad en la administración de justicia.
La institución burocrática, y entre ella la judicial, no escapó a lo largo del
siglo XIX de los vínculos directos con los diferentes gobiernos. Los que se
extendieron durante el siglo XX, en donde la manipulación del Poder Judicial
ha sido un tema de gran importancia durante varios gobiernos, y elemento
fundamental de control de diversas dictaduras. Actualmente, las acusaciones
por intento de manipulación sobre el Poder Judicial siguen existiendo, sin
embargo, ya no se trata solamente de un asunto del Ejecutivo, sino también
de diversos actores de la escena pública y de las esferas económicas.
Es hasta la Constitución del año 1979 que el Poder Judicial adquiere la
dimensión de Poder del Estado y adquiere también las facultades que hasta
la fecha mantiene (pues la Constitución de 1993 señala que el Poder Judicial
se mantiene como había estado funcionando anteriormente, aunque hay
algunas excepciones1 ). Asimismo, en el año 1995 comienza a elaborarse un
plan de reforma (la “Reforma Dellepiani”), según el cual debían generarse
cambios a nivel normativo (“procedimientos relacionados a la elección de
jueces y sus prerrogativas, como el caso de los Jueces sin rostro”); admi-
nistrativo (se inició el sistema de mesa de partes única); y judicial (el nom-
bramiento de los jueces se realizó inicialmente por el Consejo de Honor)2 .

1 El modelo judicial, que permite el libre juego del fuero militar para juzgar a los civiles, en caso de traición a la
patria y terrorismo, además de las sentencias en el fuero militar, salvo las de muerte, no son revisables por el
Poder Judicial, lo cual constituye, sin lugar a dudas, una sensible limitación al aparato jurisdiccional del país.
2 En ese proceso se promulgó La Ley Orgánica Del Poder Judicial. Promulgada por el Decreto Legislativo Nº

46
Jaris Mujica

La Constitución Política de 1993 (que actualmente rige) establece que


la “República del Perú es una e indivisible y que el Estado es democrático,
independiente y soberano. El Gobierno Peruano es unitario, representativo
y descentralizado, se organiza según el principio de la división de poderes
y los representantes de los poderes son elegidos por el pueblo en comicios
democráticos. Respecto a la potestad de administrar justicia, señala que esta
emana del pueblo y, de acuerdo a la Constitución, es ejercida por el Poder
Judicial” (Congreso de la República, 2006: 5). En efecto, la Constitución
Política del Perú en su artículo 138º, señala: "La potestad de administrar
justicia emana del pueblo y se ejerce por el Poder Judicial a través de sus
órganos jerárquicos" y sus diversas instancias, que son los “Juzgados de
Paz no Letrados, los Juzgados de Paz Letrados, las Cortes Superiores y la
Corte Suprema de Justicia de la República”, (sin embargo, pese a la idea de
que la “potestad de administrar justicia emana del pueblo”, la elección de
los Jueces no se hace a través de elecciones populares).
Se indica que el Poder Judicial en su ejercicio funcional es autónomo
en lo político, administrativo, económico, disciplinario, e independiente en
lo jurisdiccional, con sujeción a la Constitución. No existe, ni puede ins-
tituirse, ninguna jurisdicción (Monroy, 1996: 213) que pueda cumplir esta
misma tarea, con excepción de los organismos de justicia militar y arbitral.
El Poder Judicial es parte de los tres Poderes del Estado conformados
por el Poder Ejecutivo (representado por el Presidente de la República), el
Poder Legislativo (representado por el Presidente del Congreso) y el Poder
Judicial (representado por el Presidente de la Corte Suprema de Justicia).
Constitucionalmente, estos tres poderes se complementan y establecen,
en base a sus competencias, limitaciones para equilibrar la estructura del
Estado, de forma tal que el poder no dependa solamente de un órgano o de
una persona. Sin embargo, existen otros organismos autónomos, es decir,
que no dependen de ninguno de los poderes mencionados, por ejemplo:
el Tribunal Constitucional o la Contraloría de la República.

767, posteriormente modificada por el Decreto Ley Nº 25869 y complementada por el Decreto Supremo 017-
93 JUS. Esta Ley supone una nueva concepción estructural del Poder Judicial y la ratificación de principios
democráticos como que el pueblo es fuente del poder de administrar justicia. Hay, en este documento, un
propósito de descentralizar la administración de justicia. Después de su emisión, se nombró en noviembre
de 1995, la Comisión Ejecutiva del Poder Judicial, con el encargo de realizar "la Reforma del Poder Judicial".
Como consecuencia de esta medida, fue suspendida la vigencia de diversos artículos del Texto Único de la
Ley Orgánica del Poder Judicial, lo que atentó contra la labor de los magistrados. Al concluir, en diciembre
de 1998, el plazo otorgado a la Comisión Ejecutiva para realizar el trabajo que le fue encomendado, la Ley Nº
27009, publicada en el diario "El Peruano", el 5 de diciembre de ese año, amplió su vigencia hasta el 31 de
Diciembre del 2000. Sin embargo, se aceleró la desactivación de la Comisión Ejecutiva del Poder Judicial, y el
6 de noviembre del 2000, un Consejo Transitorio se hizo cargo de la Administración del Poder Judicial y fue
el encargado de preparar la recuperación institucional de ese organismo. (Ministerio Público, 2008)

47
Micropolíticas de la corrupción

De conformidad con el artículo 201 de la Constitución, “el Tribunal


Constitucional está integrado por siete magistrados elegidos por el Congreso
de la República, con el voto favorable de los dos tercios del número legal
de sus miembros”. La Constitución de 1993 establece que “no son revisables
en sede judicial las decisiones del Jurado Nacional de Elecciones en materia
electoral, así como las del Consejo Nacional de la Magistratura en asuntos como
la ratificación o la imposición de la sanción de destitución de magistrados”
(Consejo Nacional de la Magistratura, 2008: 3). Sin embargo, existe la posibilidad
de recurrir a la revisión por el Tribunal Constitucional (supremo intérprete
de la Constitución) en caso de falta de motivación o de vulneraciones al
debido proceso que produzcan la violación de derechos fundamentales.
Por otro lado, es importante mencionar al Consejo Nacional de la
Magistratura, que es el órgano encargado de la selección y nombramiento
de jueces y fiscales (previo concurso público)3 . Cada siete años, el Consejo
debe ratificar a jueces y fiscales, o separarlos de la institución. Corresponde
al Consejo Nacional de la Magistratura aplicar la sanción de destitución a
vocales de la Corte Suprema y fiscales supremos, y a solicitud de la Corte
Suprema o de la Junta de Fiscales Supremos, a los jueces y fiscales de todas
las instancias. El Presidente del Consejo Nacional de la Magistratura tiene
como principales labores “dirigir y supervisar la política institucional, con-
vocar y presidir las reuniones del Pleno y ejecutar sus acuerdos, designar a
los integrantes de comisiones permanentes, convocar a concurso público
para la selección de magistrados y extenderles el título oficial, solicitar al
Poder Judicial y al Ministerio Público información sobre los jueces y fis-
cales a ser ratificados, y coordinar con los titulares de otros organismos
públicos” (Consejo Nacional de la Magistratura, 2008: 5) . Las resoluciones
del Consejo de la Magistratura en materia de nombramiento, evaluación
o sanción de jueces y fiscales no son revisables por el Poder Judicial4. A
su vez, la Academia de la Magistratura, encargada de “la formación y ca-
pacitación de los jueces y fiscales forma parte del Consejo Nacional de la
Magistratura”, a pesar de lo cual se le reconoce autonomía administrativa,
económica y académica.

3 Los integrantes del CNM son siete y se les denomina consejeros. Son elegidos en votaciones secretas por los
miembros titulares de la Corte Suprema de la República, la Junta de Fiscales Supremos, rectores de las univer-
sidades nacionales, entre otras autoridades. En todos los casos, los candidatos a consejeros que obtengan la
segunda mayoría de votos, son escogidos consejeros suplentes.
4 Existe una propuesta de reforma que en el ámbito disciplinario es una novedad respecto a lo regulado en la
Constitución vigente, que prescribe en el inciso 3 de su artículo 154° que “el Consejo Nacional de la Magis-
tratura es competente para destituir a los jueces de la Corte Suprema y a los Fiscales Supremos, así como a los
jueces y fiscales de primera y segunda instancia, siempre que medie el pedido de la Corte Suprema de Justicia
o de la Junta de Fiscales Supremos, según sea el caso” (Justicia Viva, 2010).

48
Jaris Mujica

Por su parte, El Ministerio Público, al que también se conoce como


Fiscalía, “tiene los mismos derechos y prerrogativas y está sujeto a las
mismas obligaciones que los del Poder Judicial en la categoría respectiva.
Asimismo, le afectan las mismas incompatibilidades”. Su nombramiento
está sujeto a requisitos y procedimientos idénticos al de los integrantes del
Poder Judicial en su categoría respectiva.
El Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Consejo Nacional
de la Magistratura y el Ministerio Público, “sin perjuicio de la autonomía
constitucionalmente reconocida a cada uno de ellos, mantendrán, según lo
estipulado, relaciones de coordinación a efectos de asegurar el cumplimien-
to adecuado y oportuno de la función estatal de impartir justicia. De este
modo, los tres Poderes, y los organismos autónomos, son órganos cons-
tituidos del Estado, porque su actuación está supeditada a lo establecido
por la Constitución, la cual establece el equilibrio” (Ceriajus, 2004: 450)5.
De manera que, según la normativa, la misión6 que cumple el Poder
Judicial es “administrar Justicia a través de sus órganos jurisdiccionales, con
arreglo a la Constitución y a las leyes, garantizando la seguridad jurídica y la
tutela jurisdiccional, para contribuir al Estado de Derecho, al mantenimiento
de la paz social y al desarrollo nacional” (Poder Judicial, 2008).
Ahora, es importante entender que esta disposición del Poder Judicial
no es aséptica, y tiene diversas implicancias en su estructura y en su práctica
cotidiana. Asimismo, hay que entender que el Poder Judicial tiene ciertas
características peculiares dentro de los sistemas de justicia y una disposición
dentro del sistema de gobierno del país.

2. Sistemas judiciales y sistemas de gobierno


El sistema jurídico reúne las estructuras y las modalidades de funcio-
namiento de las instancias encargadas de la aplicación de reglas del Dere-
cho, así como los servicios que provienen de éstas. Los cuatro principales
sistemas jurídicos en el mundo son el sistema del Derecho Continental (o
Civil Law); el sistema de Derecho Anglosajón (o Common Law); el sistema

5 Si bien el Poder Legislativo es el encargado de emitir las normas, este no es todopoderoso respecto de esta
competencia. Y es que antes de promulgar una ley esta debe ir al Ejecutivo para que dicho Poder, después de
estudiarla, la promulgue o la devuelva con observaciones. Sin embargo, si a pesar de este doble filtro previsto
por la Constitución, resultara que la ley vulnera algún principio constitucional, esta puede ser inaplicada en un
caso concreto por el Poder Judicial (mediante el control difuso) sin perjuicio de la expulsión que puede realizar
el Tribunal Constitucional de manera general (mediante una acción de inconstitucionalidad).
6 En estrecha dependencia con la misión del Poder Judicial encontramos sus principales objetivos: consolidar
la autonomía del Poder Judicial y la independencia de los magistrados, mejorar y ampliar el acceso a la justicia,
modernizar la administración de justicia, alcanzar una alta calidad de justicia y optimizar el servicio al ciudadano.
Ver: www.pj.gob.pe.

49
Micropolíticas de la corrupción

de Derecho Consuetudinario; y el sistema de Derecho Religioso (Gascón,


1995). No obstante, el sistema jurídico de cada país tiene diferencias o
integra ciertas instituciones de otros sistemas. Estos sistemas dan caracte-
rísticas peculiares a los procesos judiciales y a la estructura interior de los
diferentes Poderes Judiciales.
El Derecho Anglosajón (o Common Law) es el “sistema jurídico
derivado del sistema aplicado en la Inglaterra medieval y que es utilizado
en gran parte de los territorios que tienen influencia o tradición británica
(la mayor parte de las que fueron sus colonias). Se caracteriza por basarse
más en la jurisprudencia que en las leyes (códigos). El sistema de Derecho
Anglosajón se basa, sobre todo, en el análisis de las sentencias judiciales dic-
tadas por el mismo tribunal o alguno de sus tribunales superiores (aquellos
a los que se pueden apelar las decisiones tomadas por dicho tribunal) y en
las interpretaciones que en estas sentencias se dan de las leyes” (Torres y
García Martínez, 2004: 3); por esto las leyes pueden ser ambiguas en muchos
aspectos, ya que se espera que los tribunales las clarifiquen para juzgar los
casos (o aquellos ya lo han hecho sobre leyes anteriores, pero similares).
Por otro lado, existen interpretaciones judiciales que crean figuras
jurídicas nuevas. En la actualidad, “es mucho más común que las leyes
creen figuras nuevas o que estandaricen y fijen las reglas anteriormente
establecidas por las sentencias judiciales”. Un asunto importante es que,
en casos posteriores, “la capacidad de decisión a partir de las sentencias
previamente dictadas obligan a un tribunal (y todos los tribunales inferiores
a éste) a fallar de la misma manera o de forma similar” (Torres y García
Martínez, 2004: 10). Por esto, el estudio de este sistema se sostiene en el
análisis minucioso de las sentencias de las cuales se induce la norma, estudio
que termina en la elaboración de un “caso típico”, el cual se compara con
la situación en estudio para ver si es similar o no. “En muchas ocasiones se
analizan diversas sentencias que contienen el mismo principio, analizado
desde diversos casos, para extraer finalmente la norma que se aplicará al
caso en estudio. De este modo, en el sistema de Derecho Anglosajón se le
da mucha importancia a las sentencias, por lo que es muy difícil cambiar un
precedente establecido” (Torres y García Martínez, 2004: 22).
A diferencia del Derecho Anglosajón, el Derecho Continental “es el
sistema jurídico derivado del sistema aplicado en Europa y que es utilizado
en gran parte de los territorios europeos y en aquellos colonizados por és-
tos a lo largo de su historia. Se caracteriza por basarse más en la ley que en
la jurisprudencia. En el área anglosajona se denomina a este sistema Civil
Law. Al contrario del sistema Common Law, las sentencias en el sistema
continental (Civil Law) solo sientan precedente si son varias, y más por
50
Jaris Mujica

razones administrativas que legales, ya que cualquier juez puede resolver


de otra manera. En ese caso, mediante la apelación, el tribunal superior
podría volver a la interpretación anterior, o decidir cambiarla” (Taruffo,
2006: 75). Otro aspecto que caracteriza a este sistema, que es el que fun-
ciona en el Perú, es la influencia de la ley: en el sistema continental la ley es
muy importante, pues es lo que se interpreta, en el sistema anglosajón se
interpretan las sentencias anteriores y, en menor medida, la ley. Por lo tanto,
“en el sistema continental, la ley contiene en gran medida la norma, y su
estudio puede ayudar a comprender fácilmente cómo funciona el sistema de
un estado determinado; mientras que en el sistema anglosajón, las normas
están dispersas en varias sentencias, y se deben analizar todas y en conjunto
para lograr entender el sistema de la jurisdicción” (Taruffo, 2006: 80).
El sistema de derecho continental se basa, sobre todo, “en la normativa
emanada por los Poderes Legislativo y Ejecutivo. De estos órganos provie-
nen normas dotadas de una legitimidad democrática que son interpretadas
y aplicadas por el Poder Judicial. La norma jurídica, que es genérica, surge
de la Ley y es aplicada caso por caso por los tribunales” (Taruffo, 2006: 84).
La jurisprudencia se limita al ámbito de interpretación de la normativa
vigente. Las sentencias sólo obligan a los tribunales inferiores a aplicar la
norma según esa interpretación. De todos modos, “el precedente jurispru-
dencial ha ido adquiriendo especial importancia en el derecho continental,
en especial ante la necesidad de otorgar predictibilidad a los procesos ju-
diciales. De hecho, en ciertos ámbitos del derecho continental, como los
procesos constitucionales o contenciosos-administrativos, el precedente
puede resultar obligatorio” (Taruffo, 2006: 90).
Estos sistemas judiciales se enmarcan en espacios políticos más
amplios. Es decir, en un sistema político que ordena normativamente la
estructura de la política de un Estado (la figura del presidencialismo, la del
parlamentarismo o la del semi-presidencialismo). El Perú tiene un sistema
presidencialista, como la mayor parte de los países del continente, en el
que el Ejecutivo tiene una gran importancia tanto en la construcción de la
ingeniera política, pero también desde los imaginarios populares. Se deno-
mina presidencialismo o sistema presidencial a aquella forma de gobierno
en el que la Constitución establece una división de poderes entre el Poder
Legislativo y el Poder Ejecutivo. “El Jefe de Estado, además de ostentar la
representación formal del país, es también parte activa del Poder Ejecutivo,
como Presidente del Gobierno. Es al mismo tiempo jefe de Estado y Jefe
de Gobierno” (Sartori, 1996: 97).
Los organismos del Estado conviven en el sistema pero de manera
separada. Por ello, “dichos regímenes políticos han desarrollado mecanis-

51
Micropolíticas de la corrupción

mos que se traducen en las instituciones contraloras y en las autoridades


fiscalizadoras que regulan el poder distribuido en las esferas del Estado.
Con esto buscan evitar que uno de ellos adquiera preponderancia sobre los
otros” (Sartori, 1996: 78), riesgo particularmente frecuente, sustancialmente
con el Poder Ejecutivo. Entonces el régimen presidencial se caracteriza en
particular por: “un Jefe de Estado que es al mismo tiempo Jefe de Gobierno,
pues promulga las leyes, dirige la política interna o externa de la Nación y
nombra a sus asesores prácticamente sin interferencia alguna de otro poder
del Estado” (Sartori, 1996: 97). Asimismo, existe “independencia entre los
órganos que desempeñan las funciones ejecutivas y legislativas, que pro-
viene inclusive de la propia elección de los mismos por el pueblo, a través
del sufragio directo”. Asimismo, tienen “un Órgano Legislativo, llamado
Congreso, que aprueba las leyes, pero que no tiene injerencia directa en el
Gobierno de la Nación. La cooperación con el Ejecutivo es puntual y sin
mediar dependencia” (Sartori, 1996).
En este sentido, en los gobiernos presidencialistas de América Latina,
simétricamente al crecimiento del Poder Ejecutivo ha correspondido un
debilitamiento del Legislativo y del Judicial, lo que históricamente ha desem-
bocado en autoritarismos, caudillismos y en muchas ocasiones en gobiernos
dictatoriales. Esto es importante, pues la ingeniería política considera como
parte del sistema de gobierno la relación entre Ejecutivo y Legislativo, pero
el Judicial no tiene mayor relevancia para esta discusión. Sin embargo, si bien
en términos del diseño normativo de las ingenierías constitucionales el Poder
Judicial resulta marginal a esta estructura, en realidad, es importante tener
en cuenta que el sistema de gobierno permite intervenciones dentro de los
poderes del Estado con criterios diferentes. De modo que en los presiden-
cialismos latinoamericanos la gran importancia y el poder del Ejecutivo ha
tenido un énfasis en la intervención del Poder Judicial, que si bien parece estar
protegido por la formalidad de la ingeniería, es intervenido por los espacios
informales y a través de sistemas de corrupción, clientelas, etcétera.
Lo que queda claro es que en el Presidencialismo la interrelación entre
los poderes tiende a dar un peso especial al Ejecutivo. Aunque en las cons-
tituciones, la separación de poderes esté escrita, en la práctica suele haber
un predominio del Ejecutivo. Así, se ha, dado ciertas características de los
sistemas presidenciales latinoamericanos que permiten que el Ejecutivo
tenga cierta influencia sobre la estructura política: “posibilidad de reelec-
ción en varios países; inamovilidad política del Presidente; imposibilidad de
formar bancadas decisorias y una larga tradición de indisciplina partidista”.
Esto se suma a partidos débiles, fragmentados e indisciplinados, muchas

52
Jaris Mujica

veces dependientes del Ejecutivo, sin jerarquización clara o formalizada ni


estructura interna. Asimismo, “la iniciativa presidencial tiene gran impor-
tancia en la presentación de proyectos de ley y en ciertas materias como
presupuesto e impuestos” (Sartori, 1996) (aunque también puede darse el
caso de que el Legislativo bloquee las posibilidades de acción del presidente,
lo que ha llevado a una polaridad entre inmovilismo o autoritarismo del
Ejecutivo). Hay entonces una dependencia del Estado hacia el presidente,
lo que, aunado al clientelismo político, produce gobiernos y burocracias
ineficientes, corrupción y desajuste fiscal (Mc Clintock, 1994).
Así, si bien en la normativa se entiende que “el Poder Judicial en cual-
quier sistema democrático, es un poder autónomo y goza de la independen-
cia y la liberalidad en su actuar; es decir que en ningún caso, los otros dos
poderes plenamente reconocidos en la Constitución pueden interferir en sus
decisiones por ser estas soberanas y constituir un bastión que servirá como
pilar de garantía de todos los ciudadanos que conforman un país” (Sartori,
1996), es claro que en la estructura práctica de estos sistemas, se generan
maneras de influencia e interferencia respecto a lo estipulado en las normas
formales. Es por ello que en principio, entre los sistemas de gobierno, no
debería encontrarse alguna diferencia sustancial en su relación con el Poder
Judicial, puesto que éste actúa de manera independiente. Pero en las prác-
ticas existen severos problemas, pues el Poder Judicial, tiende en ocasiones
a ser intervenido por intereses del Ejecutivo, ciertos actores del Legislativo
o por actores de la esfera pública o de los sectores empresariales privados.
Una vez más: “teniendo en cuenta además que las diferencias teóricas
de la ingeniería política entre los sistemas de gobierno se vienen a constituir
principalmente entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo, es importante
entender que ninguna de las formas de gobierno es mala o buena en su
totalidad” (Sartori, 1996), está claro que algunas son más fuertes en deter-
minados puntos y son más débiles en otros. Y, por ende, normativamente el
sistema de gobierno no condiciona el sistema judicial, y en las democracias
formales del mundo moderno no hay una intervención del Poder Judicial
desde las estructuras formales del Ejecutivo y del Legislativo.
Por ejemplo, en los Estados Unidos tienen el sistema Presidencialista
y está regido en su estructura judicial por el sistema del Common Law
(sistema de jurados), su Poder Judicial es uno de los más sólidos y se pue-
de observar independencia con los demás poderes. En el caso del Reino
Unido, a diferencia de Estados Unidos, se practica un sistema Parlamenta-
rista, y al igual que Estados Unidos, su estructura judicial está basada por
el Common Law. Muchos de los países europeos parlamentaristas utilizan
el sistema Civil Law, mientras que en el Perú, de sistema presidencialista,

53
Micropolíticas de la corrupción

la estructura Judicial está basada también en el modelo Civil Law, que es


propio de España y los países que fueron sus colonias.
En suma, es posible indicar que formalmente, desde la normativa
dispuesta por la ingeniería política, no hay una relación directa entre la
estructura del sistema de gobierno con la de los sistemas judiciales; sin
embargo, en el plano no-normativo, en la informalidad y en las relaciones
culturales y socialmente establecidas, hay una marcada relación entre “la
independencia” del Poder Judicial y la estructura presidencialista. Es claro
que este sistema de gobierno da gran importancia al Ejecutivo y al partido
que en ese momento está en el gobierno, de ahí que muchas veces, a través
de mecanismos no formales, se construyen sistemas que gestan redes de
poder que escapan a la norma.
Por otro lado, el sistema judicial, en este caso el Derecho Continen-
tal, no tiene tampoco una relación directa formal con los problemas del
Poder Judicial en un sistema presidencialista, pues es evidente que existen
sistemas que utilizan este sistema del derecho que no acarrean los mismos
problemas que en nuestro país. Sin embargo, también aquí se puede ver la
importancia de la adecuación del sistema formal en el terreno social y en sus
habitualidades estructurales. La problemática judicial y la construcción de
sus redes informales de poder y corrupción, no son fruto de la inmanencia
de una estructura política aséptica, sino más bien de un sistema adecuado
a los fenómenos sociales. De ahí que la ingeniería política vea sus límites
justamente en donde los actores sociales construyen sus propias maneras
de ejercer el poder. Por supuesto, la normatividad y la formalidad resultan
importantes, pues constituyen los marcos de acción, dentro de los cuales
se construyen estos sistemas locales. Por eso es fundamental entender cuál
es la estructura formal del Poder Judicial, pues a partir de esto, y a partir
de la lectura de los fenómenos de poder en la vida cotidiana, podremos
abordar nuevamente la relación entre la estructura de la ingeniería política
y judicial, y su adecuación a la problemática local.

3. La organización formal del Poder Judicial


El funcionamiento del Poder Judicial se rige por la Ley Orgánica del
Poder Judicial7 que establece su estructura orgánica y sus funciones. Esta
ley “define los derechos y deberes de los magistrados (encargados de admi-
nistrar justicia); de los justiciables (que están siendo juzgados o están solici-

7 La Ley Orgánica del Poder Judicial vigente, tiene su origen en el Decreto Supremo N° 017-93-JUS promul-
gado el 28 de Mayo de 1993 y publicado el 2 de Junio del mismo año. Consta de 304 Artículos, 1 Disposición
Complementaria Única y 33 Disposiciones Finales y Transitorias.

54
Jaris Mujica

tando justicia); y de los auxiliares jurisdiccionales (las personas encargadas


de brindar apoyo a la labor de los integrantes de la magistratura)” (Poder
Judicial, 1993). Se han creado “distritos judiciales” para descentralizar el
Poder Judicial. En la actualidad, existen veintisiete distritos judiciales y cada
uno de los cuales requiere diferentes recursos (Hernández Breña, 2003:
9). En la mayoría de casos, estas jurisdicciones toman el nombre de los
departamentos del Perú, pero no necesariamente coinciden con su misma
área geográfica, por lo que no es raro encontrar que un distrito judicial
comprenda provincias de más de un departamento.
En el Perú, la administración judicial empieza a nivel de los Juzgados
de Paz, Letrados o no Letrados, que solucionan casos de faltas a la ley;
no obstante, en la estructura jurisdiccional se diferencian cinco niveles
(Poder Judicial, 1993), pero a nivel administrativo, se cuenta con diferentes
órganos, como El Consejo Ejecutivo, la Gerencia, entre otros. Veamos el
organigrama:

55
56
Organigrama Estructural del Poder Judicial
Gerencia General
Gerencia de Planificación Presidencia de la Corte r.adm. 055-2002-ce-pj
Sub-Gerencia de Racionalización Suprema Presidencia del Consejo
Ejecutivo r.adm. 133-2005-ce-pj
Poder Judicial
Micropolíticas

r.adm. 011-2007-ce-pj
Sala Plena

R.ADM. 010-2007-P-PJ
Secretaria Oficina de Oficina de Oficina de Gabinete Oficina de Organización de Inspectoria Centro de Oficina de
Secretaria Oficina de Asesoría
General Imagen y Protocolo Administración Técnico Cuadros de Méritos General Procuradoria Procuradoria Investigaciones Coop. Técnica
General Información Legal
Prensa y de Antigüedad Judiciales Internacional

Fuente: Poder Judicial, 2006.


Ofic. de Control r.adm. 101-2001-ce-pj
de la corrupción

Salas Supremas Salas Supremas


de la r.adm. 087-2005-ce-pj
Permanentes Transitorias Comité
Magistratura r.adm. 133-2005-ce-pj Gerencia
Directivo del ONAJUP
General
Proyecto
Presidencia de R.ADM. 150-2004-CE-PJ
R.ADM. 070-2002-CE-PJ Corte Superior (*) UCPMSJ
Secretaria Oficina De Oficina de Seguridad Oficina de
Sala Plena General Infraestructura integral Asesoría
Legal
Consejo Tramite
Ejecutivo Distrital Documentario Oficina de Atención
y Archivo de Propuestas
Cuidadanas
Cuadro 1

Odicma

Gerencia de Gerencia de Gerencia de Gerencia de Gerencia de


Gerencia de
Oficina de Personal y Administración Informatica Servicios Centros
Planificación
Administración Escalafón y Finanzas Judiciales y Juveniles
Distrital Sub. Gerencia de Recaudación
Sub. Gerencia Sub. Gerencia de
Sub. Gerencia Desarrollo de
Sub. Gerencia de Estudios y Coordinación
Salas Superiores de Logistica Sistemas Sub. Gerencia
Organigrama del Poder Judicial

de Escalafón Proyectos Administrativa


Especializadas Y Informaticos de Servicios
Salas Superiores Judiciales
Sub. Gerencia Sub. Gerencia de Sub. Gerencia Sub. Gerencia de
Mixtas Sub. Gerencia de
de Procesos de Redes y de Planes y Técnica
de Contabilidad Sub. Gerencia
Técnicos de Comunicaciones Presupuestos Informativa
de Recaudación
Juzgados Personal Judicial
Especializados Y Sub. Gerencia de Sub. Gerencia Centros
Juzgados Mixtos Sub. Gerencia de Sub. Gerencia de Racionalización
Soporte Técnico Registro Juveniles
Remuneraciones Tesorería
Nacional de
y Beneficios
Condenas Sub. Gerencia
Juzgados De Paz
Letrados de Estadistica

DS 017/93/JUS Juzgados De Paz


Jaris Mujica

De acuerdo a este organigrama, hay cinco niveles en donde se ejerce


jurisdicción (órganos jurisdiccionales), los cuales dependen de la presidencia
de la Corte Suprema: Juzgados de Paz No Letrados, Juzgado de Paz Letra-
dos, Juzgados Especializados o Mixtos, Cortes Superiores y Corte Suprema.
Los Juzgados de Paz No Letrados “investigan y sentencian en casos de
faltas menores, manteniendo una función ligada a la conciliación. Suelen
estar dispuestos donde la presencia del Poder Judicial es escasa” (caseríos,
comunidades o poblados menores). Estos juzgados operan con jueces (ac-
tores prestigiosos de la localidad), estos no son remunerados, y son elegidos
mediante voto popular (no necesariamente son abogados).
Los Juzgados de Paz Letrados resuelven las apelaciones realizadas sobre
las sentencias de los juzgados de Paz No Letrados. Investigan y sentencian
en casos de faltas, “de acuerdo con su competencia”. Su sede se determina
por el Consejo Ejecutivo Distrital; “extiende su competencia generalmente
al nivel del distrito. Los Juzgados de Paz Letrados son creados para admi-
nistrar justicia en ciertas zonas rurales y urbanas y su ámbito de acción,
generalmente, son uno, dos o más distritos” (Ceriajus, 2004).
Los Juzgados Especializados o Mixtos “investigan o realizan instrucción
de los casos que les son presentados como los procesos ordinarios. Asimis-
mo, investigan y sentencian en los procesos sumarios y especiales”. Y por
su jerarquía, “resuelven las apelaciones realizadas sobre las sentencias de los
Juzgados de Paz Letrados”. Tienen como sede las capitales de provincias
y extienden su área de competencias a ese ámbito. Estos “dependen de la
Corte Superior. Los Juzgados Mixtos despachan sobre dos o tres de estos
temas y se establecen en zonas donde no hay Juzgados Especializados”.
Las Cortes Superiores “realizan el juicio oral en los procesos ordinarios
donde hay delito”. Su “competencia se circunscribe al nivel de los distritos
judiciales” (existe una Corte Superior por cada distrito judicial) siendo sus
órganos operativos las Salas Especializadas y Mixtas. “Las Salas especiali-
zadas ven especialmente casos de tipo penal, civil, laboral o familiar siendo
facultad de la Corte Suprema, sobre la base de las necesidades del servicio
judicial y la carga procesal crear otras Salas de distinta especialidad”.
La Corte Suprema es la última instancia ante la cual se pueden apelar
todos los procesos judiciales que provienen de cualquier Corte Superior de
justicia. “Tiene competencia a nivel nacional, lo que significa que bajo su
jurisdicción se encuentra todo el territorio de la República y es el órgano de
máxima jerarquía del Poder Judicial”, con sede en Lima. Esta instancia “resuel-
ve fundamentalmente los recursos de casación sobre la correcta aplicación de
la ley en un caso concreto y la unificación de jurisprudencia. Asimismo, tiene
competencias para resolver sobre el fondo cuando se trata de controversias

57
Micropolíticas de la corrupción

iniciadas ante las Cortes Superiores, las referidas a materia constitucional y


las originadas en la propia Corte Suprema” (Justicia Viva, 2003).
La Corte Suprema está conformada por “Vocales Supremos, quienes
integran las Salas Supremas Especializadas y el actual Presidente de la Corte
Suprema de Justicia de la República es el Vocal Supremo. La Corte Supre-
ma no solo ejerce jurisdicción, sino que también vela por el resguardo del
Estado de Derecho y se preocupa por el fortalecimiento del Poder Judicial”
(Poder Judicial, 2007b). Para ello, “una de las medidas dictadas por la Corte
Suprema para reestructurar la administración de justicia” (25 de setiembre
del 2006) fue que los jefes de la Odicma (Oficinas distritales de control
de la Magistratura) efectúen visitas diarias a los órganos jurisdiccionales,
para verificar la permanencia de los magistrados y personal auxiliar y ad-
ministrativo en sus respectivos despachos; así como integrar los sistemas
de información judicial a la Oficina de Control de la Magistratura, Ocma
y Odicma (Hernández Breña, 2006).
La Ocma, Oficina de Control de la Magistratura, tiene a su cargo “la
función disciplinaria al interior del aparato de administración de justicia, y
ejerce atribuciones tanto sobre los jueces y los auxiliares de justicia” (Justicia
Viva, 2003: 50-51). Las principales funciones de la Ocma son: verificar que
los magistrados cumplan las normas; realizar inspecciones a los órganos
jurisdiccional y administrativo; procesar las quejas contra los Magistrados;
etcétera (Justicia Viva, 2003: 51).
Por otro lado, la Academia de la Magistratura es la institución encargada
de formación y capacitación de jueces y fiscales. “Es una persona jurídica de
derecho público interno que forma parte del Poder Judicial y goza de auto-
nomía administrativa, académica y económica” (Congreso de la República,
2005). El Consejo Directivo es el “más alto órgano de la Academia. integrado
por siete Consejeros designados del siguiente modo: tres por el Consejo Eje-
cutivo del Poder Judicial, dos por la Junta de Fiscales Supremos del Ministerio
Público, uno por el Consejo Nacional de la Magistratura y uno por la Junta
de Decanos de los Colegios de Abogados de la República”, como se indica
el artículo 5 de la Ley Número 26335 (Congreso de la República, 2005).
Empero, existen otros órganos, además de los señalados, que son pieza
determinante del Poder Judicial y de sus funciones internas. Un ejemplo
claro es el Consejo Ejecutivo, el cual de conformidad con el artículo 72 de
la Ley Orgánica del Poder Judicial, “es el órgano de Gestión y Dirección
del Poder Judicial juntamente con la Sala Plena y el Presidente de la Corte
Suprema, contando para ello con una Gerencia General para el ejercicio
de las funciones que le son propias”. Dichos órganos son órganos de
Gobierno y Gerencia (los órganos de gobierno o de dirección del Poder

58
Jaris Mujica

Judicial peruano son el Presidente del Poder Judicial, la Sala Plena de la


Corte Suprema de Justicia y el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial) (Ley
Orgánica del Poder Judicial, artículo 72).
Conforme a la Constitución vigente “el Presidente de la Corte Suprema
lo es también del Poder Judicial” (Constitución Política del Perú, artículo
144) y como tal, le corresponde la categoría de titular de uno de los poderes
del Estado (Ley Orgánica del Poder Judicial, artículo 73). El Presidente de
la Corte Suprema de Justicia y del Poder Judicial es entonces la primera
autoridad ejecutiva de la institución (Justicia Viva, 2003: 41). Es elegido
entre los vocales supremos titulares reunidos en Sala Plena por mayoría
absoluta, por un periodo de dos años, mediante votación secreta, hallándose
prohibida la reelección (según lo indicado en el Texto Único Ordenado de
la Ley Orgánica del Poder Judicial, Decreto Supremo número 017-93-JUS,
artículo 74, párrafo 1).8
“La Sala Plena de la Corte Suprema es el órgano máximo de delibe-
ración del Poder Judicial” (Constitución Política del Perú, artículo 144).
En tal sentido, “decide sobre la marcha institucional de dicho Poder y en
relación con los asuntos que no sean de competencia exclusiva de otros
órganos”9 La Sala Plena del máximo tribunal es presidida por el Presidente
de la Corte Suprema e integrada por los vocales titulares de la misma. Entre
las atribuciones de esta Sala se encuentran: aprobar la política general del
Poder Judicial a propuesta del Consejo Ejecutivo; elegir al representante
de la Corte Suprema ante el Jurado Nacional de Elecciones; elegir al repre-
sentante ante el Consejo Nacional de la Magistratura; designar a los vocales
supremos integrantes del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial; designar al
Vocal Jefe de la Oficina de Control de la Magistratura; etcétera.
Finalmente, el Consejo Ejecutivo es el tercer órgano de gobierno del
Poder Judicial. Está compuesto por el Presidente del Poder Judicial, quien
lo preside; dos vocales supremos; un vocal superior titular, un juez titular
especializado o mixto y, a partir de 2001, un representante escogido por
la Junta de Decanos de los Colegios de Abogados del Perú (artículo mo-
dificado por el artículo 2 de la Ley Nro. 27.465, publicada el 30 de mayo
de 2001). Entre sus atribuciones destacan: “proponer a la Sala Plena de la
8 Entre las atribuciones del Presidente del Poder Judicial se encuentran: representar a la institución judicial; con-
vocar y presidir la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia; disponer la ejecución de los acuerdos adoptados
por la Sala Plena de su Corte; ejercer la titularidad del Pliego del Presupuesto del Poder Judicial, designar a los
vocales integrantes de las salas especializadas de la Corte Suprema y designar a los vocales supremos. De igual
modo, solicitar al Consejo Nacional de la Magistratura, en nombre y representación de la Corte Suprema, la
aplicación de las medidas de separación o destitución propuestas por la Oficina de Control de la Magistratura
del Poder Judicial. Texto Único Ordenado de la Ley Orgánica del Poder Judicial (Decreto Supremo Nro. 017-
93-JUS), artículo 76. (Congreso de la República, 2006)
9 Ley Orgánica del Poder Judicial, artículo 79, conforme a la modificación introducida por el artículo 4 de la
Ley Nro. 27.362, publicada el 31 de octubre de 2000.

59
Micropolíticas de la corrupción

Corte Suprema la política general del Poder Judicial y aprobar su Plan de


Desarrollo; determinar el número de salas especializadas; aprobar el pro-
yecto de presupuesto institucional. De acuerdo al organigrama del Poder
Judicial, dependen del Consejo Ejecutivo la Gerencia General, Inspectoría
General, Procuraduría, Secretaría General, Centro de Investigaciones Judi-
ciales, Oficina de Información, y Asesoría Legal” (Poder Judicial, 2007b).
Esta estructura y estas oficinas, demarcan la formalidad de un sistema
político que está determinado por la ley, sin embargo, esta formalidad no
escapa a los problemas prácticos. Por el contrario, en nuestros países la
formalidad ha sido estructurada sobre una serie de elementos de la vida
política y cultural que en lugar de solucionar los problemas, han creado
canales de solidificación y sedimentación de ciertas prácticas. Una de las
más importantes es la corrupción. Queda entonces revisar los principales
problemas que se han detectado en el Poder Judicial para entender la fun-
ción de la corrupción y el lugar que ocupa en este aparato.

4. La corrupción como problema del Poder Judicial


Los problemas que presenta el sistema judicial no son nuevos. Las
presiones exteriores, las que vienen del Ejecutivo o de otros márgenes, las
presiones interiores y de diversos actores, constituyen un flujo constante
que es parte de la construcción de redes de poder. éstas están inmersas en
una serie de problemas de las que son parte activa.
Uno de los problemas que se ha identificado en el Poder Judicial es
que las necesidades y expectativas de los sectores de menores recursos
económicos (la gran mayoría del país), no siempre son cubiertas. Es más,
muchas personas temen entrar en un proceso judicial pues resulta costoso
y lento, implica una serie de gastos formales (papeleos) y no formales (coi-
mas, sobornos, etcétera). En suma, muchas personas no solo no pueden
acceder a la justicia, sino que en algunos casos “son víctimas de ella”. Esto
se debe, en gran medida, a la existencia de sistemas de corrupción dentro
del aparato de justicia, que demarcan muchas veces su estructura de acción.
Esto se ve reflejado en la sensación de la ciudadanía, que percibe al Poder
Judicial como una institución poco confiable y corrupta (Instituto de Opi-
nión Pública de la Universidad Católica, 2010: 4).
Para resolver el asunto de la corrupción se han intentado llevar a cabo
diversos programas. Por ejemplo, el Programa “Administración de Justicia”,
ejecutado en 1991, en consorcio con la Escuela de Administración de Ne-
gocios para Graduados (ESAN), para la evaluación de tres componentes del
sistema judicial considerados de importancia estratégica: el proceso penal,

60
Jaris Mujica

la administración interna del Poder Judicial y los problemas de información


en la administración de justicia. Otro ejemplo es el Programa de “Apoyo
al Fortalecimiento de la Institucionalidad e Independencia del Sistema
Judicial en el Perú”, ejecutado en el período 2000-2002, con incidencia en
tres aspectos definidos como de primera importancia: sistema de gobierno
y administración judicial, carrera judicial, y competencias jurisdiccionales
de la Corte Suprema de Justicia. La estrategia de intervención ha incluido
diagnósticos e investigaciones, propuestas, talleres y seminarios de valida-
ción e intercambio, así como actividades de capacitación para miembros
del sistema judicial, tanto en Lima como en provincias. Estos programas10
evidencian las falencias de la administración de justicia en el Perú y también
la manera en que han sido abordados, es decir, desde la mirada normativa.
Otros proyectos de reforma fueron planteados de manera más integral.
Es el caso de la Comisión Especial para la Reforma Integral de la Admi-
nistración de Justicia11 (Ceriajus), que para el tema anticorrupción tuvo
una misión mucho más amplia y encaminada hacia el control externo, al
punto que la participación de la sociedad civil en los órganos de control de
la judicatura no fue un proyecto en sí mismo, sino una de las acciones que
formaron parte de un proyecto del área de “políticas anticorrupción, eticidad
y transparencia en la administración de justicia”, que propuso como parte
de un plan de prevención y sanción de actos de corrupción en el sistema
de justicia y mejora de los órganos de control disciplinario en tránsito a un
único órgano de control de carácter externo (Ceriajus, 2004. 155).
El importante documento elaborado por la Ceriajus contiene una serie
de propuestas de carácter normativo, que van desde la reforma parcial de
la Constitución hasta la reforma a las leyes orgánicas, códigos y normas
conexas, así como temas de recursos humanos, políticas anticorrupción,
acceso a la justicia, entre otros que son considerados fundamentales para
la sociedad (Ceriajus, 2004). Por falta de presupuesto y la burocracia es que
este plan, que cuenta con 170 propuestas de reforma de carácter sistémico,
no se ha concretado. De los 52 proyectos de reformas legales planteadas,
se avanzaron apenas 15 (hasta el año 2008).

10 Otro intento que buscó que la justicia sea más eficiente y cercana a las poblaciones más pobres del país fue la
Corporativización de la Justicia, a través de los Módulos básicos de justicia y Módulos Corporativos. Este es
un proyecto que se plantea como una solución a la creciente carga judicial, pero que en la mayoría de los casos
no tuvo los resultados esperados.
11 La Ceriajus fue creada por el Congreso de la República mediante Ley N° 28083 del 4 de octubre de 2003, con
la finalidad de elaborar el Plan Nacional de Reforma Integral de la Administración de Justicia. El 24 de abril
del 2004, la Ceriajus, cumpliendo el encargo encomendado por su Ley de creación, concluyó con el mandato
conferido e hizo entrega al Presidente de la República el Plan Nacional de Reforma Integral de la Adminis-
tración de Justicia, como propuesta concertada de un acuerdo político institucional, logrado entre todas las
entidades que conforman el sistema de justicia.

61
Micropolíticas de la corrupción

Estos intentos de reforma se han enfrentado a diversos problemas que


resultan ser parte del propio proceso. Las redes y sistemas de poder dentro
del Poder Judicial, y en los otros poderes del Estado, han interferido en la
reforma y han puesto diversas trabas en el proceso. Esto está unido a diver-
sos factores que resultan importantes en este asunto. Algunos indican que el
tema del personal y el del presupuesto resultan fundamentales en este campo.
Por esa razón algunos plantean que “es vital revalorar la figura del juez”,
ya que en la actualidad tiene un gran protagonismo en el ejercicio del poder
político (Monroy, 2003: 50). Uno de los problemas que condicionó el desem-
peño judicial en los últimos años fue el restar independencia a los jueces, lo
que en la década pasada estuvo ligado a manipulaciones políticas. Se expresan
una serie de objeciones a la idoneidad de criterios empleados por el Consejo
Nacional de la Magistratura. Ya que se indica que los concursos cuentan con
un escaso nivel (Monroy, 2003: 50-51). Otro de los temas que resulta constante
sobre la reforma del accionar judicial está en el factor remunerativo, muchos
indican “que los trabajadores se sentirán más dispuestos o incentivados a
tener un mejor desempeño si sus necesidades económicas están cubiertas”.
El asunto es que para la Ceriajus el tema de corrupción resulta transversal
a los problemas del Poder Judicial. No es solamente una cuestión de logísti-
ca, personal o remuneraciones, pues estas no funcionan de manera aislada.
El problema central es justamente que hay una estructura de prácticas que
hacen que los bajos salarios, los problemas logísticos y el gran volumen de
casos existentes se maximicen; este problema central es el de la corrupción.
Así, el propio Poder Judicial ha generado intentos de producir polí-
ticas internas anticorrupción. Bajo este título el Poder Judicial incluyó el
financiamiento de 16,8 millones de nuevos soles para hacer efectiva la par-
ticipación de la Sociedad Civil en la Ocma y en la Odicma, pues se arguye
que la falta de presupuesto ha impedido hasta la fecha el cumplimiento de
esta medida (Hernández Breña, 2006). La propuesta tiene raíces en el Plan
de la Ceriajus (Portocarrero, 2005: 14-15).
Más allá de todo eso, la organización política que mantiene el Poder
Judicial ha mostrado poca eficacia para solucionar el problema de la co-
rrupción. Como lo mencionamos, una de las causas principales de este
problema es la debilidad política que tiene este Poder del Estado (Binder,
2002: 4). Además, como se ha señalado, hay que añadir la falta de eficien-
cia del sistema judicial, pues la lentitud y la falta de recursos favorecen el
alargamiento de los procesos judiciales.
Como respuesta institucional a este problema, el ex presidente del
Poder Judicial (Sivina, 2006), planteó tres acciones en materia de política
anticorrupción. La primera se refiere a la prevención, para la cual propone

62
Jaris Mujica

la creación de un Consejo Nacional y Consejos Distritales de Promoción


de la Ética Judicial. La segunda acción es que exista un control concurrente
para que todos los organismos controlen la corrupción. Finalmente, se pro-
pone un control posterior con la generación de una unidad de investigación
patrimonial, para saber si existe una correcta relación entre el sueldo de los
jueces y su patrimonio (Ministerio de Justicia, 2001: 54).
Una de las consecuencias más sobresalientes en el tema es lo relacionado
a las consecuencias sociales. La desconfianza de las personas hacia el Poder
Judicial “se debe a que los jueces han perdido sus valores (comentan que el
sueldo que reciben no es suficiente para el trabajo que realizan) y los guía ha-
cia la corrupción” (Vega, 2002: 1), indican algunos. “Los jueces se enriquecen
ilícitamente favoreciendo a cierto grupo con economía estable o fija (entre los
cuales se encuentran empresarios, políticos, congresistas y, también, se cubren
las espaldas)” (García, 2008) opinan otros. La corrupción afecta también las
formas de acceso a la justicia en este caso, pues genera diferencias entre quie-
nes tienen posibilidades económicas y son favorecidos por una estructura de
corrupción, y quienes no la tienen y no pueden pasar por un proceso justo. La
corrupción, como veremos después, se convierte en una inversión que ciertas
personas pueden hacer para poder atravesar un proceso justo (por paradójico
que parezca) o para torcer los fallos y sentencias a su favor.
Ahora, no todos los problemas del sistema de justicia se deben a la
corrupción, pero es importante entender que ésta no es un tema aislado y
no es un fenómeno que funciona en los remanentes o márgenes del siste-
ma, sino en su propio centro, en el núcleo de acción política y social que
lo articula en la vida práctica.
De este modo, el problema de la corrupción no resulta ser una excepción,
sino más bien una recurrente reconocida por la propia institución. El asunto
es que la corrupción, como hemos señalado en el capítulo primero, ha sido
estudiada desde la mirada económica, y en efecto puede llegar a ser una de
sus causas; resulta también claro que ver el tema solo desde esta perspectiva
es reduccionista: los salarios de los jueces y de los fiscales no determinan
necesariamente la existencia de la corrupción. Por ende, no es suficiente úni-
camente una reforma cuantitativa presupuestaria (Hernández Breña, 2003).
A pesar del incremento del presupuesto nacional en los últimos años,
el espacio del sistema de justicia ha sido cada vez menor frente a los demás
sectores.12 Del mismo modo, el personal dentro del sistema de justicia ha
12 Si analizamos el presupuesto de cada institución del sistema de justicia, se puede observar las diferencias existentes,
dispuestas por el tamaño de las mismas. El Poder Judicial es el que concentra más de la mitad del total de los
recursos del sistema de justicia (66%). Le sigue el Ministerio Público (31%), mientras que el restante 3% se
reparte entre el Consejo Nacional de la Magistratura y el Tribunal Constitucional. (Hernández Breña, 2003).

63
Micropolíticas de la corrupción

estado concentrado por el Poder Judicial, mientras que las otras instituciones
dentro del sistema de justicia cuentan con pocos trabajadores.13 El aumen-
to de presupuesto o de personal no es tampoco una explicación única del
fenómeno de la corrupción o para evitar su existencia.
Para estudiar el funcionamiento de las lógicas de corrupción en el Poder
Judicial es necesario entonces estudiar los sistemas que la integran, la relación
entre la burocracia formal del Estado y la estructura de las relaciones sociales.
A este punto tenemos que dirigirnos entonces. Estudiar este problema en
relación directa con la formación de la burocracia y los poderes locales en el
aparato de justicia. Para ello necesitamos centrar una unidad de observación:
el Palacio de Justicia. Allí estudiaremos, in situ, las formas de ejercicio de la
corrupción desde el terreno mismo, en contraste con la estructura del poder
formal de la burocracia, la forma de disponer el orden del Estado y aquellas
grietas que la ley y la norma dejan para las prácticas que las transgreden.

5. En los pasillos del Palacio de Justicia


Desde su inauguración el 5 de diciembre del 1939 hasta el día de hoy,
el Palacio de Justicia constituye la sede principal del Poder Judicial. Es el
lugar en donde la Corte Suprema del Perú ejerce su función jurisdiccional
y funcional, pero además es la sede del más importante de los distritos
judiciales del país. Además de ser sede del máximo órgano jurisdiccional
del Poder Judicial; en este local encontramos la Oficina de Control de Ma-
gistrados y Auxiliares de Justicia y del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
Igualmente, es sede de la Corte Superior de Justicia del Distrito Judicial de
Lima (el más grande y complejo de los distritos judiciales del país).
La Real Audiencia, máximo órgano de justicia de su época, fue instituida
por la Real Cédula de Carlos V en marzo de 1543, se instaló en sus inicios en los
ambientes en los que hoy se encuentra el Palacio de Gobierno (Vicens Vives,
1985). Luego de sucesivos traslados, en 1925 el Presidente Leguía decidió la
construcción de un local definitivo; tres años después se aprobaron los planos
así como la propuesta técnica de la firma The H.G. Gildred Company. Sin
embargo, después de una serie de problemas, el Palacio se inauguraría recién
en 1937 por el Presidente Benavides, siendo Presidente de la Corte Suprema
Manuel Benigno Valdivia y Ministro de Justicia José Félix Aramburú.

13 El Poder Judicial y el Ministerio Público poseen el personal más numeroso (18,729 en total, en comparación
con los 68 y 47 trabajadores del Consejo Nacional de la Magistratura y del Tribunal Constitucional). Estas
características hacen que haya una mayor exigencia presupuestal tanto en el Poder Judicial como en el Mi-
nisterio Público. Por otro lado, el Perú es uno de los países que menos densidad de defensores de oficio tiene.
Con lo cual se resta la posibilidad de que la gente pobre pueda acceder al derecho de defensa gratuita conforme
lo estipula la Constitución del Perú.

64
Jaris Mujica

La sede de Palacio de Justicia, ubicada en la primera cuadra de la Ave-


nida Paseo de la República (hoy Paseo de los Héroes Navales), constituye
unos de los principales monumentos arquitectónicos del Centro Histórico
de Lima, está delimitado por las calles Manuel Cuadros, Miguel Aljovín y el
pasaje Buenaventura. Entre sus columnas grecorromanas, una larga escali-
nata custodiada por dos leones de mármol, conduce hacia grandes puertas
de bronce macizo, que revela su estilo neoclásico. Las puertas ubicadas
en los laterales en el primer nivel del edificio permiten ingresos auxiliares.
Los vitrales interiores, que representan la justicia, se imponen en el
Salón Principal denominado Salón Vidaurre, donde las escalinatas y sus
balaustres de mármol de Carrara, los mosaicos, las lámparas, los faroles y
la cerrajería de bronce integran el ya mencionado estilo neoclásico. En lo
alto, una cúpula gesta la iluminación que se imprime en las oficinas colin-
dantes. Los Salones de Embajadores, Bolívar, Acuerdos y la Biblioteca de
la Corte Suprema, son amplios ambientes decorados con pinturas, muebles
de madera y grandes arañas de cristal.
En cada uno de sus cuatro pisos podemos encontrar largos corredores
de pisos de mármol por donde litigantes y abogados caminan esperando
llegar a sus diligencias judiciales y las oficinas quedan pequeñas por la can-
tidad de expedientes apilados. Pero las cosas han cambiado en el Palacio.
Los sucesivos intentos de reformar el sistema de justicia han tenido avan-
ces poco satisfactorios. Sin embargo, se puede reconocer que la tarea de
descongestionar el Palacio de Justicia ha sido tal vez uno de los objetivos
medianamente alcanzados. De ahí que los juzgados penales y civiles han
sido traslado a otros locales, como al edificio de la Fiscalía de la Nación (ex
local del Ministerio de Economía) o en el Edificio Alzamora (ex Ministerio
de Educación). De esta manera, se inició un proceso de reubicación, no
solo en cuanto a los espacios físicos, sino para concentrar los juzgados por
especialidad, de modo que en el Palacio de Justicia solo queden la Corte
Suprema, la Corte Superior del Distrito Judicial de Lima y las oficinas ad-
ministrativas del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial.
¿Qué hay dentro del Palacio? ¿Dónde están físicamente las oficinas que
quedan en Palacio? Pues se trata por un lado de Oficinas Administrativas y
por otro, de oficinas jurisdiccionales. Sin embargo, no hay un Reglamento
de Organización y Funciones (ROF) que articule formalmente la estructura
jerárquica en él. Por ello, con el fin de proporcionar una idea más clara so-
bre las labores que se desarrollan dentro de las instalaciones del Palacio de
Justicia, se hará una breve descripción de los ambientes y dependencias que
funcionan dentro de dicho local.
El primer piso. El Palacio de Justicia cuenta con siete puertas laterales
de acceso, dos de ellas con frente a la calle Miguel Aljovín, una a la calle
65
Micropolíticas de la corrupción

Manuel Cuadros, una hacia la calle Buenaventura y tres puertas principales


de bronce frente la Avenida Paseo de la República. La puerta de acero gris
de la calle Aljovín, que sirve de ingreso al público en general, nos introduce
a un primer pasadizo donde encontramos la oficina de Consultoría Gratuita
del litigante encargada de orientar a este en relación a sus procesos; colin-
dante a ella, están aquellas denominadas dependencias externas, es decir,
aquellas oficinas que no perteneciendo al aparato institucional prestan algún
servicio vinculado a ella. Así encontramos la oficina de Servicios Postales
del Perú y a continuación una del Banco de la Nación.
El pasadizo continúa distribuyendo los Juzgados Penales de Instrucción
que finalmente llegan a desembocar a la Carceleta Judicial, a las oficinas
del Instituto Penitenciario destacados en la sede y la oficina de Seguridad
Interna; todas estas dependencias con frente al pasaje Buenaventura. A la
altura de la segunda puerta de la calle Aljovín, por la cual solo ingresa y
sale el personal que labora dentro de la entidad, encontramos un pasaje de
distribución que se corta por tres patios. En el primero de ellos hallamos
seis grandes ventanas acondicionadas como Mesas de Partes de la Sala Cons-
titucional y Social Transitoria, de la Sala Constitucional y Social Permanente,
de las Salas Civiles y de las Salas Penales de la Corte Suprema de Justicia.
Hay un segundo patio con ocho columnas, que casi ocultan al fondo
la puerta de la Biblioteca Central del Poder Judicial, y una pequeña puerta
enrejada que sirve de acceso al personal que labora en las Mesas de Partes.
Finalmente, se encuentra el tercer patio frente a la cual se ubican dos oficinas:
una ocupada por la Asociación de Damas del Poder Judicial y la otra por los
encargados de la Protección Interna de Magistrados. Regresando a nuestro
punto de referencia, la puerta de acceso de Manuel Aljovín, encontramos al
lado izquierdo, una oficina ocupada por la Defensoría de Oficio, encargada
de orientar a los litigantes solo para los casos penales de reos libres que se
encuentren en Juzgados de Instrucción. Hacia el lado derecho del pasadizo,
podemos ver un pequeño patio de distribución donde encontramos un
Oratorio, el Centro Médico del Poder Judicial, adicionalmente una oficina
del Convenio con Essalud, una oficina ocupada por la Asociación de Ma-
gistrados y, por último, algunas oficinas administrativas como la Gerencia
de la Corte Superior y su departamento de logística y de personal.
El segundo piso sigue la siguiente lógica: las oficinas se distribuyen a partir
y alrededor del Salón Vidaurre (denominado así en honor a Manuel Lorenzo
Vidaurre, primer Presidente de la Corte Suprema). Hacia el lado derecho, en-
contramos la Sala de Audiencia de la Sala Constitucional y Social Permanente,
la Sala de Audiencia de las Salas Civil Permanente y la Sala de Audiencias de

66
Jaris Mujica

la Sala Penal Permanente, todas de la Corte Suprema. Entre estas dos últimas
se hallan las oficinas privadas de la Presidencia de la Corte Suprema.
Vale anotar que la Relatoría, Secretaria y Mesa de Partes de las Salas Su-
prema de Derecho Constitucional y Social, se ubican justamente en las oficinas
posteriores a la Sala de Audiencias, en las que aproximadamente laboran más
de cuarenta personas. Hacia el lado izquierdo del Salón Vidaurre hallamos las
Oficinas del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial. En esa misma dirección, y
al final del largo corredor, encontramos la Oficina de Información, el Centro
de Investigaciones Judiciales, la Secretaria General y la Asesoría Legal, que
son parte de las dependencias administrativas. Un pequeño pasadizo que
gira a la derecha nos conduce hacia las Mesas de Partes de la Ocma (Oficina
de Control de la Magistratura) y a sus oficinas administrativas propiamente
dichas. Más adelante encontramos las Oficinas de la Secretaria General de la
Corte Suprema distribuidas en varios ambientes.
En el tercer piso encontramos que las oficinas están ubicadas igual-
mente, en torno al Salón Vidaurre. Si tomamos como referencia la puerta
principal del Palacio encontraremos, al lado derecho, las Salas de Audiencias
de la Primera y Segunda Sala Penal de procesos ordinarios, reos libres de la
Corte Superior de Lima. Más adelante, un pasadizo que se dirige a las Ofici-
nas de la Presidencia de la Corte Superior. Siguiendo esa dirección ubicamos
la Sala de Audiencias de la Segunda Sala Penal Transitoria e igualmente la
Sala de Audiencias de la Sala Constitucional y Social Transitoria de la Corte
Suprema. Hacia el lado izquierdo del Salón hallamos la Sala de Audiencias
de la Sala Civil Transitoria, enseguida la Segunda Sala Penal Transitoria de
la Corte Suprema, esta última con dos oficinas adicionales donde funciona
la Relatoría y la Secretaria. Más adelante, y cruzando un pequeño pasaje
que desemboca a otro corredor de distribución aun más grande, ubicamos
el Despacho Privado de la Vocalía Suprema, a continuación la Secretaria,
la Relatoría y la Oficina de Atención y Debate de la Sala Civil Transitoria.
En el cuarto piso, subiendo por las escaleras de la Calle Manuel Aljovín,
encontramos un ancho y largo pasaje ocupado casi en su totalidad por las
oficinas de la Ocma, las últimas oficinas son ocupadas por la Unidad de
Supervisión y Proyecto y la Unidad Operativa Móvil adscritas a la Ocma.
Siguiendo esta dirección encontramos los únicos dos Juzgados de Ins-
trucción (42° y 43°) frente a los cuales se ubican los Despachos Privados
de los Vocales de la Corte Suprema. En cada Despacho Privado laboran
dos secretarias de confianza propuestas por el propio Vocal Supremo.
Más adelante hallamos las oficinas de los proyectos de Jusper-Proyecto de
Apoyo a la Reforma del Sistema de Justicia Penal (Acuerdo con la Unión
Europea) y la del Proyecto de Mejoramiento de los Servicios de Justicia,

67
Micropolíticas de la corrupción

auspiciados por el Banco Mundial, adscritas a la Oficina de Cooperación


Técnica Internacional del Consejo Ejecutivo del Poder Judicial. La oficina
administrativa de la Gerencia de Administración de la Corte Suprema se
ubica en un segundo pasadizo de este cuarto nivel, pasadizo que finalmente
nos conduce hacia las instalaciones del Colegio de Abogados de Lima.
No es extraño ver a Magistrados, abogados, auxiliares jurisdiccionales,
operadores judiciales y al personal administrativo transitar por los pasillos o en
las oficinas de Palacio. Pero cuando ingresamos por la calle Manuel Aljovin, y
luego de pasar la zona de seguridad, nos encontramos con abogados “al paso”
que ofrecen sus servicios de asesoramiento legal en pleno pasillo. Estos abo-
gados o presuntos abogados independientes (que en muchos casos tienen sus
oficinas alrededor del Palacio o simplemente no tienen oficina) interceptan al
público con el objetivo de captar clientes, conseguir un caso judicial o brindar
una orientación legal que finalmente les signifique un ingreso económico.
Es importante destacar que las labores de los magistrados y trabajadores
de la administración de justicia son apoyadas por un gran número de “se-
cigristas” (estudiantes de último año de las facultades de derecho que han
optado por el Servicio Civil de Graduandos, Secigra Derecho) distribuidos
en todas las instancias y a quienes se les asigna actividades puntuales: se
trata de practicantes de derecho. Como ya lo hemos indicado, el Palacio de
Justicia también es el centro de labores del personal de otras dependencias
públicas: por ejemplo los trabajadores del Instituto Nacional Penitenciario,
responsables de la tarea de la ubicación y traslado de los detenidos en la
Carceleta Judicial. Así como de los empleados del Banco de Nación, los
miembros de la Policía Nacional y del servicio de vigilancia. Como resulta
obvio, son los litigantes los mayores usuarios y visitantes del Palacio, se les
ven transitando por los pasillos, muchas veces desorientados y en busca de
alguna oficina para asistir a su diligencia judicial o para solicitar información
sobre el estado de sus procesos.
Este campo micropolítico tiene, sin embargo, diversas aristas. No se
trata de un terreno uniforme de acciones predecibles, pero tampoco de un
espacio anárquico. Se trata más bien de un espacio en el que las estrategias
de transgresión y corrupción se construyen en referencia a las normas, con-
siderando los campos legales, la formalidad y la estructura de dispositivos
legales que existen el Palacio. De este modo, los sistemas de corrupción
en el Palacio de Justicia del Centro de Lima no constituyen un entramado
unidireccional, sino una estructura compleja de segmentos que iremos
describiendo en los siguientes capítulos: desde el exterior del Palacio de
Justicia, la burocracia de los mandos medios, y los intereses y formas de
corrupción en las altas esferas de Poder Político.

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Jaris Mujica

III. Redes de corrupción en los alrededores del


Palacio de Justicia

1. Exteriores del Palacio: tramitadores, falsificadores y otros actores


Los sistemas de corrupción no son estructuras que funcionen fuera del
campo político, sino que se integran de diversas maneras a él. Del mismo
modo, la política no se limita a los campos formales del Estado, sino que
se articula con diversos elementos y prácticas de la vida cotidiana de las
personas. Los sistemas de corrupción en las instituciones públicas tampoco
se limitan a sus fronteras físicas, es decir, no están encerradas en los recintos
públicos solamente, sino que se extienden fuera de estos, a través de redes
complejas y sistemas de técnicas de corrupción.
Así vamos a estudiar la conformación de redes de corrupción desde
los espacios exteriores del Palacio de Justicia. Ello nos ha permitido desde
la interacción directa en campo, recoger información sobre técnicas, redes,
estrategias y formas de corrupción que vinculan actores del exterior del
Palacio con diversos sujetos dentro del aparato burocrático. En este sentido,
el estudio de las redes exteriores nos permite una primera aproximación a las
redes interiores de corrupción de la burocracia formal; se trata de un índice
de acción que nos muestra una trama compleja de prácticas que exceden
considerablemente las normas y las leyes formales. Y es que la corrupción
no está limitada a la burocracia o a los funcionarios o servidores públicos,
implica un entramado más complejo que implica a diversos sujetos, a los
ciudadanos, negocios, actividades y funciones diversas en la vida de la ciudad.
El Palacio de Justicia se erige frente la gran Estación Central de auto-
buses del centro de Lima. La puerta principal, que mira a dicho espacio,

69
Micropolíticas de la corrupción

es también puerta de un lugar reinventado y que ha sido asignado para


ciertas labores formales, pero que al mismo tiempo ha sido apropiado por
un conjunto de actores con diversas ocupaciones (legales e ilegales) que
constituyen un elemento importante de la estructura de relaciones sociales
que ahí se teje. La ciudad, como escenario complejo, se ha rearticulado y su
administración ha cambiado. Sin embargo, se ha mantenido, en lo que fue
su casco central, una serie de edificios públicos que simbolizan la estruc-
tura del gobierno, y que permanecen dentro de los límites de lo que fue la
antigua ciudad cercada. El Palacio de Gobierno, el Congreso y el Palacio
de Justicia están todos en el centro de Lima.
Pero así como aquellos elementos se han constituido como núcleo de
lo político formal, la propia vida social de las personas ha reestructurado
su interior y su exterior. Afuera del Palacio de Justicia se erige un hotel,
que fue antaño uno de los más importantes de la ciudad, y que si bien aún
mantiene cierta categoría, no se trata ya de los más prestigiosos. Símbolo
del poder económico, ya no está solo en esas calles que bordean el Palacio
de Justicia. A pocas cuadras está el jirón Lampa, lo que es hoy un centro
de comercialización de artefactos eléctricos, muchos de ellos robados, así
como elementos para la gasfitería. Varias calles disponen la mercadería en
las vitrinas, que hasta hace unos diez años fuera una zona de comercio de
objetos robados, y una de las zonas de reventa de diversos productos del
contrabando. Un mercado negro enorme se extendía en esas calles. Cono-
cido como Tacora o La Cachina, este mercado flanqueaba por el norte al
Palacio de Justicia.
Pero hay calles cercanas al Palacio que se mantienen y que siguen
siendo campos de trabajos que vinculan a la población local, a los antiguos
ladrones, asaltantes, carteristas y falsificadores, con las dinámicas de “la
justicia” y de diferentes oficinas y burocracia local. El jirón Azángaro por
ejemplo –que une a través de una decena de cuadras el Paseo de los Héroes
Navales, frente a la cual se encuentra el Palacio de Justicia, y la Iglesia de
San Francisco– es una calle muy conocida, debido a los falsificadores de
documentos y las imprentas que llenan sus calles finales, por cierto, las más
cercanas al Palacio.
Tabernas, restaurantes, hostales y algunas casas de citas conocidas de
la zona se ubican también alrededor del Palacio de Justicia del Centro de
la ciudad. Asimismo, a pocas calles de sus laterales este y oeste se ubican
dos centros de comercio importantes: por un lado, el complejo de galerías
y tiendas que se ubican entre la avenida Wilson y la avenida Bolivia, a es-
casas cuadras del Palacio, en donde el comercio de “piratería” informática,

70
Jaris Mujica

tráfico de información, falsificación de documentos y software es muy


conocido (además de ser un centro de reventa de equipos de computadoras
y contrabando). Por el otro lado, el Campo Ferial Polvos Azules, cruzando
la avenida Grau, muestra un centro de venta de objetos de contrabando,
“piratería”, objetos robados, etcétera. En suma, el Palacio de Justicia está
bordeado por un nuevo cerco. No es más la muralla que protegía Lima a
finales del siglo XVI, sino más bien una muralla simbólica de comercio,
falsificación, “piratería” y contrabando, que lo dispone como un articulador
simbólico de estas actividades.
Ahora, estos espacios reinventados en los alrededores del Palacio de
Justicia no son un mero accesorio de las redes que ahí se tejen, sino más bien
elementos que se articulan a la vida de las personas que trabajan y acuden
al Palacio. Resultan entonces, lo más exterior topográfico de la estructura
interna de acción y de las redes y recursos que se demandan para acceder
a la justicia. La pregunta es ¿cuál es la relación entre estos elementos que
constituyen el cerco exterior del Palacio y el funcionamiento de las lógicas
de corrupción?
La respuesta gira en torno a los actores que se disponen en el escena-
rio exterior y que gestan canales de conexión con las redes interiores del
Palacio de Justicia. Estos actores y las lógicas de interacción, así como los
servicios que ofrecen no resultan marginales al sistema político, sino más
bien, se integran (inicialmente) de manera aparentemente tangencial a este.
Es decir, la estructura formal del Poder Judicial, y en este caso, del Palacio
de Justicia, no funcionan de manera aislada del acontecer de la ciudad ni de
sus alrededores físicos, no resulta una mónada separada de la estructura de
relaciones sociales que existen en los exteriores de sus muros.
En este sentido, los actores formales del Palacio de Justicia, los abo-
gados, los fiscales, los jueces y secretarias se vinculan de diversas maneras
con las lógicas exteriores del propio Palacio gestando redes informales: lo
informal es parte de este sistema formal. ¿Quiénes son entonces estos acto-
res y cuáles son los servicios que ofrecen al exterior del Palacio de Justicia?
Los actores que desempeñan funciones vinculadas con la administra-
ción de justicia de manera informal, y en muchos casos de manera ilegal,
son sustancialmente los tramitadores (y “tipeadores”), los falsificadores
y los abogados que ofrecen servicios de asesoría legal (y los estudios de
abogados informales o “al paso”) que circundan el Palacio.
Los tramitadores y “tipeadores” desempeñan sus labores en los al-
rededores del Palacio, en las calles aledañas a la parte trasera del edificio
central, y en los jirones Azángaro y las bocacalles que se conectan con él.

71
Micropolíticas de la corrupción

Asimismo, algunos de ellos incluso ofrecen sus servicios en el interior del


Palacio de manera discreta, para no ser detectados por los vigilantes o a
través de ciertos contactos que logran hacer con estos (por amistad, a través
del cobro de cupos o por intercambio monetario).
Los tramitadores y “tipeadores” se encargan de transcribir manuscritos
(con una máquina de escribir o con una computadora) de las personas que
atraviesan un proceso legal. Asimismo, estos integran redes informales
sostenidas en la amistad o en el tiempo en que se conocen entre sí, de
modo que no solamente conocen a los actores que se ubican en las calles,
sino también a aquellos que trabajan en los límites o dentro del Palacio de
Justicia: los vigilantes, algunos policías, abogados, etcétera.
Los tramitadores constituyen un grupo de actores que no tienen acre-
ditación formal de abogados, pero que conocen los procedimientos que las
personas deben seguir para llevar sus casos. Indican cuáles son los pasos, en
términos de la burocracia, pero además conocen cuáles son las maneras de
sobrepasar las propias trabas burocráticas y llevar a cabo un proceso “más
ágil”. En este sentido, no solamente conocen las lógicas formales, sino las
trabas que estas tienen y las maneras informales de evitarlas, “destrabarlas”
o sobrepasarlas. Para ello es necesario entender que estas lógicas informales
funcionan, incluso, desde afuera del Palacio de Justicia. Las personas que ne-
cesitan, por alguna razón, acudir a esta instancia, y que no tienen maneras para
informarse o ser asesoradas formalmente, acuden a los tramitadores que les
darán no solamente consejos prácticos o indicaciones sobre el procedimiento,
sino también contactos puntuales, nombres de trabajadores del Palacio que
puedan ayudar a “agilizar” los procesos, siempre a cambio de una determinada
cantidad de dinero. La información y el conocimiento de los procedimientos
formales y de los informales (las redes de funcionarios, por ejemplo) tienen
precio. Los tramitadores y los “tipeadores” conocen dicha información y son
la última parte de una compleja red informal de interconexión de actores.
Claro, cuando yo me fui para hacer mi juicio, nadie me quería atender. Recién
con el señor Roldán [un conocido tramitador] me ayudó, porque él conoce cómo
funcionan las cosas allá. Si no conoces no te hacen caso, él me asesoró para que
yo supiera donde ir. (Diana, 50 años)

Estos actores no son los únicos en el campo exterior del Palacio de


Justicia. Los tramitadores constituyen uno de los elementos importantes
de información y de conexión con redes internas en el espacio local; sin
embargo, funcionan junto a las redes de otros actores que tienen una labor
paralela y complementaria, pero que, además, ofrecen un servicio más,
sumamente importante: se trata de redes de falsificadores de documentos.

72
Jaris Mujica

La mayor parte de estos falsificadores realizan sus labores en dos cen-


tros: las últimas cuadras del jirón Azángaro, a doscientos metros del Palacio
de Justicia; y en la parte trasera del Palacio, en donde ofrecen sus servicios
“al paso” o a través de “jaladores” (agentes contratados por las casas de
falsificación de documentos para ofrecer públicamente los servicios, y
cuando alguien se muestra interesado, llevarlo al centro o tienda en el que
se hacen las transacciones y se determinan los costos de los documentos
que se fraguarán). Los falsificadores de documentos llaman a su servicio
“trámite”. Incluso se encuentra en los alrededores del Palacio a diversas
personas gritando a modo de pregón: “¡Trámites, trámites, documentos!”.
Siempre los encuentras ahí a sus jaladores, diciendo “trámite, trámite, trámite”,
pero lo que ofrecen es pues falsificado, bamba. Pero lo hacen igualito eso sí.
(Carlos, 35 años)

Los espacios en los cuales los documentos son falsificados se encuen-


tran sustancialmente en el Jirón Azángaro y están la mayor parte de veces
dentro de una imprenta o un “estudio de abogados informal o al paso”.
Se pueden falsificar partidas de nacimiento, DNI, partidas matrimoniales,
registros de vivienda, documentos de propiedad, cartas notariales, firmas,
sellos, etcétera. Cualquier documento puede ser, literalmente, falsificado
ahí. Existen, además, diversos tipos y calidades de falsificación. Desde las
“sencillas”, que implican el escaneado de algún documento original y el
retoque electrónico de éste, a través de una computadora y un programa
de diseño, hasta las falsificaciones complejas, que implican la sustracción
de documentos originales en blanco, que pueden ser llenados directamen-
te por el personal de estas “imprentas” o redes de falsificadores. En este
caso, no se trata de documentos falsos en sentido estricto, sino más bien
de documentos ilegalmente obtenidos.
Hay distintas calidades [de falsificación de una partida de nacimiento]. Si quieres
te consigo una igualita, pero de computadora nomás. Si quieres, pero ya es más
inversión […] unos 100 puntos [100 dólares], te puedo conseguir una legal legal,
pero ya la arreglamos aquí. (Freddy, trabajador del jirón Azángaro)

El asunto es que los falsificadores son actores que también brindan


asesoría en los trámites que las personas deben seguir para continuar o
iniciar sus proceso judiciales (es importante indicar que en muchos casos
los falsificadores de documentos y los abogados informales resultan ser
estafadores que prefieren aletargar los procesos para ganar más dinero a
costa de las personas que pagan sus servicios). Los falsificadores tramitan
también documentos, organizan la información, indican cuáles son los

73
Micropolíticas de la corrupción

procesos formales, cuáles son los informales, e indican también qué tipos
de redes pueden utilizar las personas para conseguir “agilizar”, “demorar”,
“suspender” un proceso, o “extraviar”, “fabricar” o conseguir algún docu-
mento. Los falsificadores, la mayor parte de veces, son también tramitadores,
pero no todos los tramitadores son falsificadores.
Estos actores no pueden realizar sus funciones solos, en el espacio
exterior del Palacio, sino que requieren de redes de otros actores que les
permitan construir dinámicas de imbricación con dicho interior formal.
Estos espacios de intermediación están dados, principalmente, por los abo-
gados que trabajan en los alrededores del Palacio y que brindan “asesoría
jurídica” a las personas que lo requieren. Cabe acotar que muchas de las
personas que trabajan como tramitadores han tenido un vínculo directo
con abogados o con el interior del sistema judicial. Muchos han trabajado
como asistentes, como conserjes, vigilantes, secretarios, etcétera. Del mis-
mo modo, muchos de los falsificadores han tenido estudios de derecho en
diversas universidades, muchos no han terminado las carreras y las dejaron
ya hace varios años; otros, conocen las dinámicas internas del sistema por-
que han trabajado en él como asistentes, practicantes o vienen de familias
en las que hay abogados.
Antes trabajaba con el doctor Castillo en su despacho. Era como… le ayudaba a
las labores del despacho, los oficios, las cartas, diversas funciones […] pero luego
ya no, y como ya sabía cuáles eran los trámites, me vine aquí con mi máquina de
escribir. (Ignacio, 56 años, tramitador)
Yo era trabajador del Palacio, era asistente del despacho […], y aprendí, como
conocía ya todo desde adentro, y a las personas que trabajan años, entonces con
todo eso uno ya sabe cómo moverse. (Fernando, 52 años, tramitador)
Abogado de carrera. Estudié en la Villarreal, pero no terminé porque me faltaba
un curso y ya lo dejé, pero ya conozco cómo es pues, ya no me ganan en eso y
puedo trabajar acá […] y me va bien. (Daniel, 38 años, “abogado”)

Lo importante, sin embargo, es que las lógicas de acción de los trami-


tadores y falsificadores no funcionan sino en el lenguaje, en la codificación
y en la estructura de acción de los abogados. Y al mismo tiempo, los abo-
gados, resultan ser el canal de conexión inmediata entre los tramitadores y
los falsificadores, y el interior del Palacio de Justicia. Pero sucede también
a la inversa, pues los tramitadores y falsificadores resultan ser un canal
importante de conexión entre las dinámicas informales de los abogados y
los usuarios del sistema de justicia y del Palacio.
Los estudios de abogados de los alrededores de Palacio funcionan en la
mayor parte de los casos como espacios informales, sin licencia. Muchos de
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Jaris Mujica

los abogados que ahí trabajan no tienen títulos reales, sino que son falsifica-
dos. No pueden entablar una demanda formal porque no están colegiados,
sin embargo, utilizan la figura del “asesor legal”. Es decir, brindan servicios
de asesoría a las personas que ahí deciden acudir. Indican de manera más
precisa los procedimientos legales, pues los conocen bien; asimismo, indican
cuál es la estructura del proceso, el tiempo, los costos, etcétera. Otros, que
sí están colegiados, brindan además el servicio jurídico de abogados forma-
les, no solo asesoran a las personas, sino que además siguen los procesos
formales y oficialmente. Además de constituir un espacio de apoyo legal,
constituyen también un canal de acceso a redes informales de información
y de movilización de datos, intereses y actos de corrupción.
Muchas personas indican, que lo más importante de uno de estos abo-
gados, no es tanto los conocimientos que tengan del proceso o del propio
sistema, sino más bien las redes que pueden llegar a movilizar para que
este proceso sea ganado y llegue a buen curso. Lo que las personas valoran
de estos abogados, entonces, no refiere únicamente a sus habilidades en el
plano jurídico formal, al conocimiento académico, sino a la extensión de
sus redes y de las técnicas de corrupción que puedan ejercer para lograr los
resultados esperados. Esto es fundamental, pues en el campo exterior de
Palacio estos abogados constituyen la formalidad jurídica, pero también la
conexión con lo informal y lo ilegal.
Lo que quiero es que el doctor me solucione mi problema rápido. Eso es lo que
me interesa más, porque si lo hago por la vía legal eso demora años; años de
verdad a la legal. Con el doctor es más rápido, porque él tiene sus contactos, ellos
ayudan porque saben cómo es la cosa adentro. (Fernando, 35 años)

Es claro además que estos actores tienen redes inmediatas y conocidos


y amigos entre los grupos y redes de tramitadores y falsificadores. Estas
redes que conectan abogados (formales e informales), tramitadores y falsifi-
cadores se manifiestan, por ejemplo, cuando una persona solicita el servicio
de “tipeo” a algún tramitador. Este le recomienda a algún falsificador para
conseguir un determinado documento faltante o que pueda ayudar en su
proceso y a algún abogado que lo pueda asesorar formalmente. Es interesan-
te que los abogados y falsificadores tengan redes similares. Es decir, cuando
alguna persona se acerca a estos para solicitar sus servicios recomiendan
a algún falsificador “amigo” o a algún tramitador que pueda ayudarle con
los papeleos menos complejos. Se construyen, en dicho campo, sistemas
de reciprocidad local y redes delictivas que funcionan en un microcosmos,
que en sumatoria, resulta ser enorme.

75
Micropolíticas de la corrupción

Sí, para hacer ese servicio, mejor con el doctor Soto, él es el mejor y yo siempre
le recomiendo a él. […] Bueno, sí, es como que yo le recomiendo a él porque
lo conozco, de ahí el también como que me da sus clientes, o por ahí podemos
hacer algo pues. (Ricardo, 34 años, trabajador del Jirón Azángaro)

2. La articulación de las prácticas de corrupción y la falsificación


El espacio exterior del Palacio está articulado por un grupo de acto-
res que conocen el funcionamiento interno de la estructura judicial y que
manejan un complejo entramado de contactos. Por ahora, estos aparecen
como un conglomerado de agentes que se conocen entre sí, pero que no
parecen integrar un conjunto de imbricaciones sistemáticas con lo formal.
Muchos de aquellos espacios, como se ha indicado antes, están delimitados
por los tramitadores, los falsificadores de documentos, y por los abogados
informales que habitan los alrededores del Palacio.
Las prácticas de falsificación de documentos, la asesoría legal, o el tra-
bajo de asistencia en los trámites documentarios a los usuarios del Poder
Judicial constituyen entonces no solamente prácticas delictivas o ilegales
en algunos casos, sino también elementos de imbricación del sistema de
las redes informales que funcionan al exterior del sistema de justicia, en
este caso, simbolizados, por el Palacio de Justicia. El punto reside en que
estas dinámicas ilegales manifiestan los poderes exteriores, los sistemas
de transgresiones sistemáticas muestran una estructura de relaciones, y al
mismo tiempo, gestan canales para el encuentro constante de los actores
que muestran de manera más evidente y exterior esta lógica.
Sin embargo, como hemos indicado también, el asunto muestra que
las personas acceden al espacio de la justicia no solamente a través de la
vía legal y formal, sino también a través de canales informales y en muchos
casos ilegales. Esto resulta un tema importante, puesto que muestra que
para acceder a la justicia, para acceder a lo legal, en muchos casos hay que
hacerlo de manera ilegal.
¿Quiénes son las personas que acuden o demandan los servicios de los
tramitadores, falsificadores o abogados informales? ¿Qué objetivo tienen
estas personas? ¿Cuál es la eficiencia de los servicios que ofrecen dichos
actores? ¿Qué mecanismos utilizan para lograr estos objetivos? Las perso-
nas que acuden a este servicio parecen ser inicialmente aquellas que vienen
de espacios de bajos recursos económicos, sin embargo, una observación
más precisa muestra que son diversos los ciudadanos que requieren estos
servicios. Por un lado, se puede encontrar personas de bajos recursos; por
otro lado, sujetos que cuentan con posibilidades económicas pero que ne-
76
Jaris Mujica

cesitan “agilizar” los procesos en los que se encuentran, (y para eso la vía
legal resulta lenta y engorrosa).
Asimismo, se pueden encontrar personas que indican que demandan
justicia para sus casos (y aparentemente tienen la certeza de que son ellos
quienes deberían ganar los casos, pues tienen la razón y las pruebas), pero
que han tenido dificultades para recibir un trato justo. En este sentido, dicen
acudir a los espacios informales, pues a pesar de que sean en muchos casos
ilegales, les permite acceder a una red de contactos y a otras redes que faci-
litan y aceleran los procesos. Del mismo modo, indican que en este terreno
pueden tener un panorama más amplio de lo que ocurre en los procesos
judiciales y que “sin ello” no podrían tener un juicio justo. Por otro lado,
se encuentran sujetos que saben que no tienen “la razón” en sus juicios o
casos, y que deberían perderlos. Y es justamente por eso que acceden a estos
espacios (falsificación de documentos, abogados informales o formales que
les permitan tener ventajas en los procesos a través de coimas, sobornos
o tráfico de influencias).
Con mi proceso estoy como diez meses. Toditas las pruebas he entregado y no
me hacen caso. Porque ya la primera instancia no me ha dado razón, tengo que
volver al juicio, porque es injusto. Entonces mejor me asesoro con el doctor
porque con él que conoce cómo es adentro me ayuda mejor. Sabe, tiene sus
contactos. (Leandro, 55 años, usuario del Palacio de Justicia)
Así es la cosa pues, si no tienes contacto, si no pones plata, así tengas la razón,
igualito te cae. Con más razón, si tú quieres justicia y tienes todo para demostrarlo,
mejor de frente te vas con los tigres [falsificadores, abogados al paso, etcétera],
los que saben mover las fichas y rápido sale tu juicio. Si no te friegas y el otro te
gana el vivo, se te adelanta, mete plata y te gana. (Roberto, 30 años, tramitador)
No sé hermanito, yo sé que tengo que hacer lo que sea para que no me den duro
en el juicio. Mi compadre [un abogado de la zona] ya sabe de qué se trata, así que
va a mover a su gente adentro para que podamos ganarle. […] Todo se vale. Yo
sé que tengo las de perder, pero con contactos uno puede llevársela. (Fernando,
32 años, usuario del Palacio de Justicia)

No hay, entonces, uniformidad en las personas que solicitan los servi-


cios de estos actores informales en los exteriores del Palacio de Justicia. Se
trata de un conglomerado disímil de personas que acceden a estos servicios
informales e ilegales en busca de ayuda, asesoría o ventajas para sus juicios
y procesos. No se trata de un recurso solo de los criminales o de las per-
sonas que han cometido un delito, sino también de aquellas que requieren
un proceso justo (por paradójico que parezca).
De este modo, tampoco se trata de un conocimiento marginal, es de-
cir, estos sujetos no desconocen las lógicas internas de funcionamiento de

77
Micropolíticas de la corrupción

la justicia, ni de los procesos judiciales. Como hemos dicho antes, se trata


de actores que han estado vinculados a dichos proceso de manera formal
e incluso han trabajado en el Palacio de Justicia, de modo que se trata no
solamente de un conocimiento de los procedimientos, sino también de las
maneras en que estos pueden ser transgredidos, quebrantados, manipu-
lados. Asimismo, se trata de un conocimiento directo de los actores que
trabajan en el interior del Palacio, a quienes conocen de antemano, con
quienes mantienen relaciones de trabajo o redes de tráfico de influencias,
corrupción y sobornos.
Pero estos vínculos, entre los actores exteriores y los que trabajan dentro
del Palacio de Justicia, no son elementos tangenciales del sistema. Como
hemos indicado, queda claro para la mayor parte de ciudadanos, que las
lógicas de acción del Palacio de Justicia no terminan en sus límites físicos.
Son conscientes de que el sistema no termina en la formalidad interior
de los reglamentos, sino que integra las lógicas informales e ilegales y las
vincula como parte de su propio funcionamiento. No se trata, entonces, de
una casualidad que las personas accedan y demanden servicios de trami-
tadores y falsificadores de documentos, o que demanden la venta y tráfico
de influencias de los abogados que ofrecen sus servicios en los alrededores
del Palacio. Saben que el sistema está compuesto también por estas formas
de corrupción y que no conocer su funcionamiento, en muchas ocasiones,
no demandar su ejercicio, implica perder un juicio, entorpecer un proceso
o simplemente no recibir justicia.
En este mismo sentido, queda claro que ninguno de estos actores re-
sulta un margen intrascendente del propio sistema de funcionamiento de
la justicia formal. Asimismo, queda claro que se trata de un conocimiento
común, incluso de los propios usuarios del sistema. A esta lógica se integran
una serie de actores informales que son también parte de este conglome-
rado de redes aún difusas. Por ejemplo, los vendedores ambulantes, los
vendedores de diarios, de kioscos, aquellos que alquilan líneas de teléfono
o venden minutos de sus teléfonos móviles, etcétera, parecen ser actores
que no tienen relación alguna con este sistema. No queda claro a simple
vista si es que existe una relación entre estos y las redes informales que se
integran de manera informal al sistema de justicia del Palacio. Sin embargo,
un seguimiento profundo y denso (en el sentido de Geertz) de sus prácticas
y redes sociales, muestra que hay un canal directo de relación entre estos
actores y aquellos que se desenvuelven en el plano informal-ilegal directo
(tramitadores, falsificadores, abogados informales).
Las relaciones entre estos y los vendedores ambulantes y aquellos ac-
tores que transitan constantemente los alrededores del Palacio, se demarca

78
Jaris Mujica

por tres ejes: primero, hay una relación que se sostiene en la información y la
publicidad que estos vendedores hacen sobre los tramitadores, falsificadores
y abogados. Muchas veces, los vendedores ambulantes y aquellos que alquilan
línea de telefonía móvil son también los “jaladores” o quienes reparten publi-
cidad de los estudios de abogados informales o “al paso”, de los alrededores
del Palacio de Justicia. Asimismo, muchos de estos venden elementos que se
relacionan de algún modo con los procesos judiciales: carpetas, lápices y lapice-
ros, archivadores para documentos, etcétera. Cuando las personas se acercan a
comprarles alguno de los productos, reparten publicidad o recomiendan alguno
de los servicios. Asimismo, pueden llevarlos hasta la puerta de alguno de los
locales de falsificación de documentos o de las oficinas de los abogados (luego
recibirán una comisión por llevar a un cliente, dicha comisión no pasa nunca
de los S/. 5.00). Se trata entonces de un canal de información y publicidad que
permite generar nexos entre la población que demanda o accede al Palacio de
Justicia y las redes informales de abogados y falsificadores.
Segundo, existe una relación entre los vendedores ambulantes y los
de los kioscos (venta de golosinas, diarios, etcétera) con los falsificadores
y abogados informales, puesto que muchas veces aquellos (sobre todo los
vendedores que están en kioscos) guardan documentación a cambio de di-
nero. Es decir, pueden almacenar ciertos documentos, o tener formularios y
al mismo tiempo funcionar como actores que brindan información para los
usuarios del Palacio. En esta lógica, actúan no solamente como agentes de
información o direccionamiento de las demandas de los usuarios (aconsejan
a qué abogado acudir, dándole la tarjeta previamente sellada, para que este
reconozca desde dónde fue enviado y pueda hacer el pago correspondiente
de la comisión), sino también como vendedores de formularios y otro tipo
de documentos (incluso pueden actuar y funcionar como tramitadores).
Tercero, muchos de los vendedores, sobre todo los vendedores am-
bulantes, resultan actuar como mensajeros de diferentes actores. Llevan
documentos que los falsificadores envían a sus contactos dentro de Pa-
lacio, asimismo, cartas, mensajes, documentos para ser firmados por los
abogados informales. Esto no quiere decir que haya una especialización del
trabajo, sino que muchos de estos vendedores ambulantes se imbrican en
la lógica a través del conocimiento directo o amistad, y el tráfico constante
de documentos. Se convierten en actores de confianza para los abogados y
falsificadores y pueden incluso llevar documentación (justamente porque no
pueden ser identificados formalmente como parte de una red de falsifica-
ción). En este sentido, la dinámica de mensajería requiere de un campo*1en

* Complejo campo de interacciones

79
Micropolíticas de la corrupción

donde, en muchas ocasiones, se tiene que sobrepasar las fronteras exteriores


del Palacio y entrar en él.
En este conglomerado, cada vez más complejo, los actores empiezan
a cimentar sistemas de interacción de redes que implican diversas capas
de prácticas. Como hemos indicado, en el campo más exterior del Palacio
se ubican los tramitadores, falsificadores y abogados. En un campo de in-
termediación se ubican vendedores ambulantes, vendedores de kioscos y
vendedores de línea móvil, que se articulan a través de diversas funciones
con las lógicas de los falsificadores y abogados. En este campo se requiere
establecer estrategias de ingreso al Palacio, pues el campo exterior no fun-
ciona sin el interior del sistema. Asimismo, en dicho campo se requiere de
la existencia y contacto con actores que movilizan información y que estén
en relación directa con el sistema formal de justicia.
En el intermedio, en el campo que constituye un tránsito liminar entre
el exterior informal y el interior formal, se ubican un tipo de actores funda-
mentales en esta lógica: los vigilantes (o guachimanes). Estos, contratados
la mayor parte de veces a través de services, permanecen por varios meses,
incluso años, como vigilantes de las puertas de acceso, de las oficinas, de los
propios pasillos del Palacio de Justicia. Luego veremos que estos son algunos
de los actores más estables del sistema de justicia, pues hay una dinámica de
rotación y movilización de oficinas que ha sido desplegada en los últimos
años. Incluso diversos juzgados están en el Palacio de Justicia del Centro de
Lima solo de manera provisional, esperando ser reubicados.
Los vigilantes determinan el acceso a diferentes espacios del Palacio,
gestan un tipo de autoridad ambigua, pues si bien no pertenecen a la for-
malidad normativa institucional del aparato de justicia, resultan ser actores
que se relacionan de modo directo con esta estructura y que determinan
en muchas ocasiones el desempeño de su funcionamiento micropolítico.
Si bien las funciones de los vigilantes resultan más o menos claras en la
formalidad, en el terreno práctico son muchas más las funciones y mucho
más flexibles. Por ejemplo, pueden determinar si es que una persona entra
o no en una sala, pueden incluso recibir dinero para dejar entrar a alguien
a una sala determinada o a un piso determinado. Del mismo modo, los vi-
gilantes son los que conocen la rutina del Palacio (quiénes entran, quiénes
salen, a qué hora llegan); pero también conocen los sistemas de redes que
funcionan en el interior de este campo.
Quiere decir que conocen los conflictos que existen, los horarios en
que se puede ingresar con más facilidad a ciertos espacios, las personas
que están dispuesta a agilizar trámites, “encontrar o perder expedientes” a

80
Jaris Mujica

cambio de una cantidad de dinero, aquellos que se niegan a los actos de co-
rrupción, etcétera. Conocen por su nombre a las secretarias, a los abogados,
a los jueces que tienen amistades con abogados en el exterior de Palacio,
del mismo modo que las redes que existen entre los actores exteriores y las
lógicas interiores del Palacio de Justicia. Asimismo, son estos los actores
que tienen acceso a diferentes oficinas del Palacio cuando nadie más está,
y pueden movilizar documentación de manera informal. Los vigilantes, en
este sentido, no son solamente actores que funcionan como un vínculo
intermedio entre el exterior informal y el interior normativo formal, sino
también informantes centrales en esta dinámica de acción y actores que,
en su aparente marginalidad respecto del sistema formal, articulan una
compleja red de información sobre las dinámicas sociales del Palacio de
Justicia, y forman parte importante de diversas redes de microcorrupción.
Acá nosotros sabemos a qué hora entra o a qué hora sale. […] También me he
ganado con hartos pases de gente que mete plata para arreglar sus juicios. Si
yo quisiera hago caer a cualquiera, por eso me tratan bien aquí. (Abel, 29 años,
vigilante)
Los jueces de acá me los conozco a toditos. Los saludo, me saludan; doctor, cómo
está les he dicho siempre. Les ayudo con sus cosas y de ahí me cae mi propina.
Hay gente buena, hay gente mala, como en todo lugar. (Carlos, 36 años, vigilante)
Cuando se puede se ayuda a la gente. Uno le dice donde tiene que ir, ya conoce
uno pues, les indicas quién es quién aquí, con quién tiene que hablar. Les pongo
todo como en bandeja, delante de las colas para que vaya más rápido, y me cae
mi propina. (Ramón, 40 años, vigilante)

Los vigilantes constituyen un campo central en la construcción de redes


y un campo de vínculos con los actores exteriores. Son quienes dan infor-
mación sobre los acontecimientos de Palacio a los abogados informales o
a los falsificadores. Muchos de ellos se conocen, en el plano más personal,
o buscan conocerse entre sí, construyendo dinámicas de complicidad. Es
común ver que algún vigilante es amigo o conocido de algún agente en el
espacio exterior cercano a Palacio. Asimismo, esto se gesta no necesaria-
mente por un preconocimiento, sino por una lógica de demanda de redes
y de contactos desde la parte exterior del Palacio, pero también como un
sistema de maximizar redes y ganancias fruto de los actos de corrupción
desde el interior. Los vigilantes reciben ofertas de sobornos para ayudar en
ciertos trámites y uno de los modos que utilizan es redirigir estos sobornos
hacia los falsificadores y abogados del jirón Azángaro. En otras ocasiones,
redirigirán las ofertas de sobornos a alguna secretaria, practicante o asistente
de los juzgados que se encuentran dentro de Palacio.

81
Micropolíticas de la corrupción

Los vigilantes son entonces un vínculo entre el campo exterior y las


dinámicas interiores de corrupción en el Palacio de Justicia. Pero, como
todo en este sistema, no pueden funcionar solos, requieren de un entra-
mado mayor que los soporte. Por un lado, se trata de mantener vínculos
con los falsificadores y abogados, vínculos que permiten un ingreso extra;
por otro lado se trata de vincularse también con las secretarias, practican-
tes y asistentes de los juzgados del interior para lubricar sus redes y tener
ganancias de los sobornos y otros actos de corrupción que ahí se ponen
en práctica. Este campo es el que permite entrar con más profundidad a
las lógicas de corrupción al interior de la institución. Pero aún queda por
estudiar las lógicas de corrupción que imbrican a los sistemas exteriores
con las dinámicas formales de Palacio, estas técnicas de corrupción, resultan
de sistemas complejos de interacción y nos dan una pauta importante para
rastrear las rutas que siguen estos procesos desde el exterior.

3. Técnicas de corrupción en los alrededores del Palacio de Justicia


El sistema de justicia, en este caso las dinámicas del Palacio de Justicia,
están atravesadas por sistemas de corrupción. Estos sistemas están constitui-
dos por conglomerados de actividades de una serie de actores que se repiten
constantemente. Estas actividades gestan técnicas muy puntuales de acción
con objetivos comunes. Una técnica muestra un modo de corrupción en el
escenario práctico, de ahí que podamos hablar de técnicas de corrupción
(Mujica, 2005a). Entonces, estas técnicas resultan parte de las actividades
de los sujetos y son, además, las que constituyen en su repetición constante
un sistema. Asimismo, en el ejercicio, la puesta en escena de dichas acciones
es en donde las redes de actores y los sistemas de interacción sostenidos en
actos de corrupción cobran consistencia práctica.
De manera que lo que nos interesa en esta sección es describir de modo
sintético las técnicas de corrupción más importantes, que son alentadas, pro-
movidas y practicadas por los agentes externos a las dinámicas del Palacio de
Justicia que hemos visto en los acápites anteriores (sustancialmente por las
redes de falsificadores y abogados informales o “al paso”). El asunto es que
la descripción de estas prácticas desde el exterior permite una aproximación
profunda a lo que sucede en el interior, puesto que muestra un primer eje de
conexión de las dinámicas que (como se ha indicado desde el comienzo) no
corresponden solamente al campo de lo formal. La mirada analítica cobra
aquí mayor orden y permite fundamentar no solamente la conexión entre
los actores de la descripción, sino también fundamentar la metodología, en
donde lo exterior informal, es una canal de acceso a lo interior formal (tanto
para los usuarios del sistema, como para el recojo de datos y la investigación).
82
Jaris Mujica

Vamos a ver brevemente los mecanismos centrales de corrupción


(técnicas) que son puestos en práctica constantemente por los actores ex-
ternos (falsificadores y abogados) en referencia a las dinámicas del Palacio
de Justicia. Se trata primero de dos tipos de actores a los cuales se dirigen
estas técnicas: por un lado, los vigilantes; por otro lado, las secretarias, prac-
ticantes, asistentes y personal administrativo. El objetivo de estas técnicas
reside en sobornar a estos actores para “extraviar documentación” (expe-
dientes en la mayor parte de casos), de modo que los casos que se siguen
se aletarguen, se bloqueen o se consigan fallos, anulaciones o reinicio de
ciertos procesos. En otros casos, estas técnicas implican dirigirse a estos
actores para que logren aceptar documentación que ha sido falsificada,
como si fuera verdadera y válida para los casos que se siguen. Es decir,
en muchas ocasiones los documentos falsificados por los tramitadores
o falsificadores de la parte exterior del Palacio no son aceptados por las
instancias judiciales, sin embargo, pueden, a través de un pago de dinero,
ser aceptados e incluidos en los archivos o expedientes judiciales, lo mismo
que en los archivos personales de los procesados.
El centro de estas técnicas entonces es el soborno. Los sujetos so-
bornados son los vigilantes o las secretarias y asistentes. El objetivo del
soborno, en el primer caso, es ayudar a “robar” un expediente o hacer que
este se “extravíe”. En el segundo caso, se trata de hacer que los archivos o
documentos se “extravíen”, o que se logre hacer pasar documentos falsos
como verdaderos. Para esto es necesario que los actores externos cuenten
con una red informal de contactos con los vigilantes o secretarias y asis-
tentes, de modo que puedan lograrse estos objetivos. Sin embargo, también
es importante entender que se trata de redes que buscan cierta estabilidad,
puesto que no se trata de un universo infinito de posibilidades de acceso a
los documentos, y puesto a que el riesgo que implica ofrecer un soborno,
que podría eventualmente ser rechazado, es considerablemente alto. El
temor, como indican los actores del espacio ilegal-informal exterior (falsi-
ficadores y abogados), es que algún vigilante o alguna secretaria o asistente
los denuncien o revelen sus intenciones ante las autoridades encargadas del
control y vigilancia de los procesos.
No pues, es difícil, no es como que con cualquiera uno puede ir. Ya uno conoce
con quién ir, ya sé yo quién recibe, a quién le gusta recibir para agilizar o para
que se pierda algo. (Raúl, 29 años, trabajador del jirón Azángaro)
Es bastante riesgo, porque si te agarran te friegas. Por eso ya tengo contactos,
con los que siempre trabajamos, con ellos hay confianza y ya las cosas están
claras. No hay que andar buscando con quién hacer, o que se hagan de rogar,
si ya tengo ya. La señora Julia por ejemplo […] ella es contacto ya sabes, es con

83
Micropolíticas de la corrupción

ella para hablar de frente y te hace la ayuda, con el documento o para que pase
rápido nomás sin fedatario. (Federico, 39 años, trabajador del jirón Azángaro)

La idea, entonces, es que los sobornos no se efectúan con cualquier


persona. Los vigilantes y las secretarias y asistentes son muchos y diversos.
No todos aceptan sobornos con rapidez, o no todos aceptan sobornos
de cualquier persona. Hay una suerte de organización y servicios directos
con ciertos actores. Esto quiere decir que ciertos falsificadores o ciertos
abogados pedirán servicios y ofrecerán sobornos a determinados vigilantes
y secretarias o asistentes, previamente identificados. La selección de estos
actores no tiene una lógica homogénea, pero la mayor parte de veces se debe
a una recomendación, a un contacto vía un tercero (amigo o compañero)
o a través de la prueba y error (aunque este mecanismo sea poco preferido
puesto que implica delatar las redes de corrupción abiertamente).
En este sentido, tenemos que los objetivos (extraviar un documento o
archivo, o permitir el ingreso de un documento falso) dependen de lógicas
y actores que permanecen en la escena o que al menos tienen cierta estabi-
lidad. No se puede ir con cualquier persona debido al riesgo señalado, sino
conformar una suerte de red informal que integre, a través de determinados
actos, los sistemas de corrupción.
En el caso del robo o “extravío” de documentos, archivos o expedientes,
el objetivo suele ser demandado por algún cliente que tenga temor de perder
un juicio o demanda y ve en esta acción una salida rápida para retrasar o
aletargar el proceso. En este sentido, quienes ofrecen los sobornos son los
abogados formales de los procesos judiciales. Éstos contactan normalmente
a un segundo abogado de las cercanías de Palacio de Justicia, que genera el
contacto con alguno de los actores dentro del Palacio (pues un abogado de
renombre o que esté simplemente fuera del circuito inmediato al Palacio
no siempre tiene acceso a las redes preconstruidas), en este caso vigilantes,
secretarias, asistentes o personal administrativo que esté cerca al documento
que se quiera sustraer. Una vez hecho el contacto el pago es realizado. La
mayor parte de las veces se ofrece un adelanto y se termina de pagar contra
entrega de la documentación.
En estas lógicas los precios pueden variar considerablemente depen-
diendo del tipo de documento que se busque o de la cercanía del actor a un
cargo de importancia. A un vigilante que puede funcionar como contacto
interno o como actor para sustraer la documentación se le pueden pagar
entre S/. 100.00 y S/. 300.00 (si se hace un pago directo al sujeto que sustrae
los documentos), pues a pesar de que se trate de un trabajo ilegal y punible,
no se trata de un riesgo demasiado alto como para subir los precios, pues

84
Jaris Mujica

los espacios ya están dispuestos para hacer estas tareas. Es decir, las redes
ya existen y los canales de acción previamente determinados, de modo que
el pago se hace en realidad para movilizar a dicha red y no para crearla.
El pago puede variar también dependiendo de la cercanía que se tiene
al documento que se sustraerá: un contacto cercano a la documentación
solo hará un cobro, pues será este directamente quien se encargue de sus-
traer la documentación. En el caso de un robo de documentos con una
mayor intermediación, las ganancias para el primer contacto disminuyen
pues deberá hacer pagos a las personas más cercanas a dicho documento,
de modo que la ganancia termina siendo considerablemente menor (son
varios cobros). En ese caso, muchos de los intermediarios optan por cobrar
por el contacto y dejar el cobro final directamente a este contacto, es decir,
cobran por dar a conocer a un personaje que está cerca de la información
requerida y que además está dispuesto a recibir un soborno (“cobran por
el dato”).
El asunto entonces indica que en muchos casos el primer pago a un
vigilante, por ejemplo, no es necesariamente para que él mismo sustraiga
la información o la extravíe, sino más bien para que utilice sus redes inter-
nas y consiga a alguien que esté dispuesto a recibir el soborno. Se trabaja
con varias capas de contactos, los cuales se maximizan en la medida de lo
posible para tener redes articuladas y minimizar el riesgo frente a actores
nuevos que podrían delatar los actos corruptos.
Mira, si quieres eso [robo de documentación de un expediente] te va a costar,
como 500 puntos [S/. 500.00] porque eso está más difícil. No tengo gente ahí y
tengo que hacer un depósito [soborno] con Félix [vigilante], tú lo conoces, para
que me haga un rastrillo [selección de actor dispuesto a ser sobornado] de quién
puede ser el dato de adentro. (Darío, 42 años, abogado)

Del mismo modo, en los casos en que el objetivo es introducir un


documento falso dentro de un expediente, o que esta documentación fra-
guada sea admitida, los actos de corrupción mantienen una lógica similar
(lo que abona a la idea de que se trata de un sistema regular). En estos ca-
sos, los falsificadores de documentos o los abogados que han contratado
un falsificador de documentos deben acudir a las redes preexistentes para
lograr que documentos como estos sean introducidos en un expediente.
Sucede muchas veces que los documentos falsos son detectados por las
personas encargadas de aceptarlos y sellarlos, y demandan un soborno para
que puedan “pasar”. En otras ocasiones, las propias personas que están
interesadas en que el documento entre en el expediente deben buscar los
canales para que dicho documento sea aceptado, para ello deben sobornar

85
Micropolíticas de la corrupción

a algún vigilante que indique cuál es la secretaria o asistente que se puede


sobornar para que selle el documento y sea admitido en los legajos. Se trata
de sobornos que, en la misma lógica anterior, pueden variar entre los
S/. 100.00 y S/. 300.00 si se hace un pago directo, o hasta S/. 600.00 si se
trata de pagar intermediarios también.
Para que te acepten el documento renovado [falsificado] tampoco es tan fácil.
Tú puedes ir por tu cuenta si quieres, pero ahí te pueden detener y te pueden
decir que no es original, no por la calidad del trabajo, sino porque ya saben re-
conocer o se hacen los vivos. A veces te pueden pedir una propina para dejarlo
pasar pero si no otras veces te pueden acusar de frente. Para eso mejor no hacer
peligrar tu juicio, mejor ya vas preparado para que te sellen. (Renato, 30 años,
trabajador del jirón Azángaro)

En este sentido, los documentos fraguados o falsificados, más allá de


la calidad de la falsificación, requieren de un soporte para ser admitidos.
Se corre el riesgo de ser detectados o acusados formalmente si es que no
se tiene previamente un contacto interno que pueda aceptar los documen-
tos. Dichos contactos implican también un precio determinado para este
intercambio. Para acudir a entregar los documentos falsos como si fueran
verdaderos, no se puede apelar a una coincidencia o casualidad, en la que
la secretaria, el asistente o trabajador de mesa de partes estén dispuestos a
aceptar un soborno o demande una coima para aceptar dicho documento.
Como ya hemos dicho, se trata de un riesgo demasiado grande, tanto para
la persona que entrega el documento como para la red de falsificadores que
está tras de este. Es por eso que se debe pagar a un contacto preestablecido
o a un informante que pueda conseguir un contacto determinado y aceptar el
documento y aceptar el soborno. En estos casos, los sobornos para ingresar
documentación falsa con conciencia de ello marchan entre los S/. 50.00 y
los S/. 150.00 cuando se trata de documentos de poca importancia, y en
casos de mayor importancia o relevancia puede llegar a costar sumas que
superan los S/. 1000.00 (la importancia depende de su pertinencia para el
caso juzgado, aunque los documentos que se suelen introducir son certi-
ficados de salud, partes médicos, certificados de trabajo, boletas de pago,
etcétera). Los sobornos dependerán de la cantidad de documentación, la
calidad de la falsificación y la importancia o avance del juicio.
En suma, en este primer campo, las técnicas de corrupción resultan
complejos sistemas de integración de prácticas. Asimismo, esta integración y
coordinación de prácticas delictivas, complicidades y técnicas de corrupción
gestan una lógica de intercambio sostenida en redes informales que se im-
brican constantemente. La reactivación rutinaria de dichos canales –las redes

86
Jaris Mujica

informales–, se gesta justamente en la puesta en práctica de los actos que


permiten la corrupción. Este intercambio no resulta casual, no se da entre
sujetos que se encuentran por casualidad, el sistema no es consecuencia de
una yuxtaposición arbitraria de prácticas, sino más bien de una conjunción
sistemática y claramente consciente de éstas.
Estas técnicas de corrupción, alentadas o practicadas por los agentes
externos, gestan también una suerte de división del trabajo en el sistema,
cada actor tiene funciones y “responsabilidades”, de modo que también estas
tienen diferentes remuneraciones (dependiendo también de la complejidad
de la tarea dispuesta y de la cantidad de intermediarios que se deben utilizar
para llevarla a cabo). Esto no quiere decir que estas técnicas de corrupción
sean exclusivas de los actores del campo exterior del Palacio, pero sí es
importante señalar que son actividades cotidianas y regulares.
El asunto es que para lograr estos objetivos, para que estas prácticas
complejas y sistemáticamente efectuadas tengan consistencia y puedan
llevarse a cabo; y, del mismo modo, para que otras prácticas de corrupción
sean posibles, es necesario que el sistema funcione de un modo más amplio
que desde las redes exteriores informales-ilegales. Esto quiere decir que
estas redes son parte importante del sistema, que además están integradas
a él de manera consistente; asimismo, indica que es un canal de acceso,
pero también muestra que no se trata de la única parte, ni el único terreno
de transgresión. Hay un campo fundamental de actores sin los cuales el
sistema legal no marcharía tal y como está estructurado, y sin los cuales las
lógicas informales y los sistemas de corrupción no podrían funcionar. Se
trata del campo de acción de los abogados, que integran lógicas formales
e informales dentro y fuera del Palacio de Justicia.

4. Las redes de contactos de los abogados y las estructuras de


las redes de corrupción
El campo de acción de los abogados, formales e informales, los que
ofrecen sus servicios “al paso” y aquellos que tienen cierto renombre, se
construye a través de la formación de redes sociales. Éstas se construyen en
diversos espacios: las familias, las universidades, a través de los amigos. Y
es justamente el camino de formación de esas redes, el que gesta un campo
de poder simbólico, un tipo de “capital” particular dentro del sistema formal.
Esto se puede ver incluso en las formas de corrupción con las que los abogados
informales o “al paso” del exterior del Palacio de Justicia intentan penetrar
el sistema formal. Es decir, las técnicas de corrupción constituyen un canal
de análisis para deconstruir las redes de contactos que los abogados tejen.
87
Micropolíticas de la corrupción

¿Qué tipo de redes de corrupción integran los abogados? En el campo


exterior de Palacio de Justicia, los abogados informales y aquellos que ha-
cen labores “al paso” ejercen diferentes tipos de prácticas para integrarse
al campo formal del Palacio de Justicia. Las estrategias que requieren para
integrarse a esas dinámicas dependen en gran medida de aquellas redes
que han tejido en otro tiempo, sustancialmente en el período universitario,
con actores que conocen o que trabajan en el propio Poder Judicial. Es
el período universitario el que se recuerda con más efervescencia y el que
determina en gran medida los contactos que pueden tener y, por ende, las
vías que se pueden seguir para introducirse con mecanismos de corrupción
en el sistema. Como hemos dicho, los sistemas de corrupción y las propias
redes de corrupción no se sostienen en un simple intercambio de dinero,
sino que esto debe soportarse en una relación previamente constituida
que garantice en cierta medida que la transacción (soborno, coima, cupo,
etcétera) será directa, clara y “sin interferencias del campo legal”.
Es, entonces, el espacio de la universidad el punto de encuentro central
en este campo. Sin embargo, este resulta un escenario en el que las relaciones
se construyen o reacomodan, pero es solamente eso, un escenario. Depende
de ciertos modos de interacción entre los actores. De manera que, en el
campo universitario, se logran reafirmar las relaciones familiares (primos,
hermanos, padres e hijos, etcétera) o ciertas relaciones amicales, o también
ciertas complicidades. Muchos de los falsificadores, que estudiaron algún
tiempo Derecho en alguna universidad local, manifiestan tener relaciones
de amistad o familiares con algunos funcionarios del Palacio de Justicia. Lo
mismo sucede con la mayor parte de los abogados que trabajan alrededor
de Palacio de Justicia, esos indican que trabajan ahí justamente porque tie-
nen algún amigo, familiar, pariente o cómplice, que conocían de antemano.
Como hemos señalado, se trata la mayor parte de veces de familiares o de
amigos que se conocieron en la vida universitaria.
De la universidad, son amigos de juerga, de jarana, de estudios. [Mantengo rela-
ciones] con varios que son pues contactos. Cuando uno necesita un favorcito a
ellos se les solicita, […] claro, también hay que darles su parte [del dinero de los
actos de corrupción]. Un porcentaje para que todos tengan su ganancia, eso es
básico, porque hay que mantener las amistades. (Francisco, 42 años, abogado)
Aquí llegué justo porque mi hermano está trabajando adentro, y me dijo para
que yo tomara los casos que él me pasa. Él sabe cómo es adentro y me dice
qué es lo que tengo que hacer. Ya uno de ahí ejerce desde ahí […] por él vine y
alquilamos la oficina que conoces [ubicada a dos cuadras del Palacio de Justicia]
y con sus amigos también estamos acá, […] se conocen desde la universidad.
(Rafael, 34 años, abogado)

88
Jaris Mujica

En esta lógica, las redes de los abogados que ocupan las oficinas y los
edificios aledaños al Palacio de Justicia movilizan un patrón de asentamiento
constituido por un conocimiento previo de los actores que se ubican dentro
del propio Palacio. La idea, entonces, no es que estos abogados informales o
“al paso” lleguen arbitrariamente buscando suerte en este terreno, sino que
muchos de ellos, sobre todo los que tienen una presencia más solidificada,
han llegado a estos espacios justamente porque ya contaban con un primer
contacto o eran parte de una red familiar, de amistades o de complicidades
respecto a algún actor del Palacio de Justicia. Estas primeras redes les per-
miten a los actores disponer de un pivote de contactos, que le permitirán
a su vez generar otros contactos para ampliar la red. En este sentido hay
que entender que las redes que se forman en estos campos (tanto en el
exterior informal como en el interior) no tienen un centro articulador es-
table: no se trata de mafias organizadas con una estructura monocéfala, ni
de estructuras de una jerarquía estable (no se trata de crimen organizado),
sino más bien redes compuestas por la integración de segmentos a través
de prácticas rutinarias, los que constituyen un sistema en ejercicio. Es decir,
no hay conciencia de pertenencia a un grupo (ni comunidad imaginada),
sino complicidades sistemáticas y sostenidas en el ejercicio de la corrupción
que renueva y solidifica las interacciones de segmentos.
Entonces, las redes de corrupción que articulan estos abogados del cam-
po exterior se sostienen (están demarcadas) por este conocimiento previo
y por la existencia de vínculos con otros abogados del Poder Judicial. La
utilización de ambos en el juego político local resulta clara: a los abogados
informales del campo exterior les sirven los contactos internos pues son
los que les permiten la información, la manipulación de fallos, las redes de
sobornos para cumplir sus objetivos o los de sus clientes; y a la inversa, a
los trabajadores del Palacio les sirven estos vínculos pues obtienen ganan-
cias económicas (a través de los sobornos y cupos), pero también gestan la
posibilidad de tener una red de contactos informales que puedan interferir
en otros casos sin verse involucrados directamente (es decir, utilizar la red
exterior de corrupción para solicitar movilización de información con redes
a las que no tienen contacto desde adentro, pero sus redes exteriores sí).
Para dejar las cosas claras. A mí me conviene que esté allá [un primo que trabaja
en el Palacio] y por eso me vine a trabajar a esta oficina. Me conviene porque
con él puedo confiar y hacer negocios de frente. Pero a él también le conviene
porque yo le ayudo en cosas que él no puede hacer desde adentro porque es
mucho peligro que lo chapen […] [por ejemplo] pedirle a un asistente del juzgado
que pierda un expediente, él no lo puede hacer, porque le pueden coger. Pero
me dice a mí, él ya saca su negocio y me da mi parte y ahí hacemos trato. […] yo

89
Micropolíticas de la corrupción

voy y le digo al asistente o me busco a alguien que lo conozca para tantear y si


atraca hay negocio y yo me llevo mi parte y [el primo] no se mete en problemas.
(Ricardo, 38 años, abogado)

De manera que el modo en que se construyen estas redes está dispuesto


por la repetición sistemática de las acciones de corrupción, que funcionan
no como un quiebre del sistema, sino más bien como la argamasa que se-
dimenta las relaciones y los vínculos entre los actores. En este escenario,
los abogados del campo exterior al Palacio performan utilizando las redes
preexistentes y las solidifican utilizándolas cada vez que pueden, no sola-
mente por el beneficio económico que esto implica, sino porque si la red
no se lubrica, deja de funcionar. Si es que no se está al tanto de las acciones,
movimientos y transformaciones de los vínculos de poder, las posiciones y
cargos dentro del Palacio de Justicia será muy difícil mantener un sistema
y una red de acceso.
¿Cuál es el mecanismo a través del cual las redes son reactivadas cada
vez? Pues las técnicas de corrupción, que vinculan de diversas maneras a
los actores en el sistema. La corrupción obliga a movilizar los contactos
conocidos de antemano, asimismo, obliga a regenerar las amistades o
complicidades en este terreno, gesta contratos tácitos de confidencia y de
secreto de las acciones. Asimismo, permite discriminar a los actores que no
están involucrados en las redes de corrupción y estar al tanto de quienes sí
lo están, pues funcionan como espacios tangenciales de la red.
¿Qué mecanismos de corrupción se ponen en práctica en estas redes?
Las formas son diversas, pero se concentran en el tráfico de documenta-
ción y en el tráfico de influencias. De modo que las técnicas de corrupción
adquieren cierta función dentro del sistema y no son solamente remanentes
de la estructura. En este sentido, el conglomerado político del Palacio de
Justicia debe entender, en su exterioridad, no las fronteras de su propia
constitución, sino más bien una continuidad de su estructura. Y del mismo
modo, en los actos de corrupción que se practican en su interior, es posible
leer un campo que constituye no su ruptura sino más bien un componente
de su funcionamiento práctico.
De este modo, las redes que los abogados del campo exterior del Palacio
tejen, no se deben a simples intercambios monetarios, sino a la consoli-
dación de redes y elementos de poder. La relación que estos tejen con el
campo interior del propio Palacio no resulta ser una coincidencia, sino una
necesidad en sus funciones y para el desarrollo de sus actividades ilegales.
Es paradójico también que, para estos actores, las actividades ilegales re-
quieran de un contacto directo con la legalidad para hacerlas funcionar. La

90
Jaris Mujica

corrupción, por ahora, ha sido vista desde el margen externo del Palacio;
sin embargo, queda claro que éste no funciona sino junto al marco interno
de las acciones y a la legalidad. De tal manera, es imposible pensar un lado
sin el otro. Pero no hay que entender que la corrupción nace de fuera del
sistema, sino que es un ejercicio constante que desde adentro y desde afuera
parecen ser un continuum de prácticas que lubrican las relaciones de poder
y que muestran las articulaciones y vínculos entre los sujetos.
Ahora, estas redes no funcionan como un todo complejo, sino más bien
como fragmentos que se unen y separan de acuerdo con las coyunturas. Se
trata de fragmentos móviles, que se fusionan y fisionan de acuerdo con los
intereses de los actores o de quienes disponen del objetivo que moviliza la
estructura. Por lo tanto, no tienen la forma de una mafia, puesto que no
están soportadas sobre codificaciones estables sedimentadas jerárquica-
mente y que implican la pertenencia a un grupo de referencia. En efecto, la
mafia es un modo de organización que implica ciertos códigos comunes y
el respeto a estos (algunos se refieren a estos como códigos de conducta);
las mafias requieren además de la verticalidad de una estructura de mando
que determine las acciones, los modos de movilización en el escalafón y
la pertenencia práctica o simbólica a una familia. Este elemento es impor-
tante, pues más allá de la figura consanguínea imaginada, la mafia implica
conciencia-de-ser-parte, implica la identificación con el grupo. En cambio,
en las redes de corrupción que se tejen en el Palacio de Justicia, es difícil
encontrar una codificación común, o un orden jerárquico o la identificación
con un grupo de pertenencia (no son una comunidad).
Estas redes tampoco tienen la forma de un cártel, que es una organiza-
ción criminal que funciona de manera análoga a una empresa. Es decir, se
sostienen en la disposición de una estructura del mercado, un negocio que
se soporta sobre la oferta y la demanda de un producto. El cártel tiene la
forma de un directorio de empresa, con accionistas, miembros del directorio,
asesores, economistas, contadores, banqueros, abogados: es una empresa,
dedicada al crimen. Justamente por ello, requiere de niveles de organización
complejos, planificación, estrategias de acción, inversión y toma de decisión
conjunta (implica la capacidad de reunión y toma de decisiones estratégicas).
Las redes de corrupción del Palacio de Justicia tampoco funcionan bajo esta
lógica, pues no tienen un nivel de planificación central, no operan en una
mediación planificada de toda la estructura y no hay “reunión” para la toma
de decisiones. Se trata de redes menos organizadas, menos estructuradas y
sin planificación conjunta.

91
Micropolíticas de la corrupción

Por otro lado, si bien existen clientelas, tampoco son la estructura más
importante al interior del Palacio (y probablemente no es la forma más
común en las estructuras del Estado). Las clientelas implican una relación
asimétrica entre un patrón y un cliente que se mantiene en el tiempo. Es
esta manutención de la relación la que permite justamente la asimetría y la
forma de dominación que engancha al cliente. Estas lógicas son posibles en
espacios en donde los actores permanecen en el mismo escenario y donde
hay cierta estabilidad del sistema. En el Palacio de Justicia, los cambios de
personal son ciertamente constantes, las ofertas de actos de corrupción
vienen de diversos frentes y, al no existir una relación de jerarquías que
se correlacione efectivamente con las capacidades de ejercicio del poder
dentro de la institución, las posibilidades de mantener una relación estable
con un cliente son escasas.
Lo que existe son flujos constantes de ofertas y demandas que provie-
nen de diferentes campos y que apelan al mejor postor. Al mismo tiempo
se trata de jerarquías que cambian con rapidez. En un contexto como este,
las formas de corrupción y las redes que las ponen en práctica están mo-
vilizándose con gran versatilidad y buscando contactos para poder operar,
no se trata de un patrón que posee todas las redes, puesto que estas son
móviles, y quien es hoy el patrón puede ser después subordinado; del mismo
modo, quien es cliente de uno, puede serlo fácilmente de otro, dependiendo
de sus requerimientos y posibilidades.
En el Palacio de Justicia se trata entonces de un sistema de organización
de segmentos sin una cabeza estable (acéfala) y sin una organización vertical.
No hay sentido de pertenencia, ni comunidad de respaldo. No hay estabilidad
en la estructura de redes, la salida de un sujeto de un cargo puede modificar
toda la estructura, lo mismo el ingreso de un nuevo miembro, el rechazo
de uno a participar de los actos de corrupción, etcétera. Sin embargo, que
estas redes no sean estables y funcionen como segmentos que se acomo-
dan entre sí de acuerdo con las coyunturas, no quiere decir que funcionen
abiertamente o que “cualquiera puede contactarse con cualquiera”. Como
hemos visto, se requiere de la existencia de canales latentes para ejercer
actos de corrupción. Por lo tanto, la construcción de estas redes, contactos,
complicidades y alianzas resultan ser uno de los elementos fundamentales
de los actores en el terreno social, pues se trata del “capital” sobre el cual
articularán sus movimientos futuros. En el Palacio de Justicia no se ofrece
una coima a cualquiera, se necesita un cierto nivel de conocimiento del otro
para poder iniciar dicha negociación.

92
Jaris Mujica

Esto quiere decir que en ciertas ocasiones hay una suerte de organi-
zación para delinquir, organización que puede funcionar para elaborar do-
cumentos falsos, para emitir fallos, para traficar documentos, etcétera. Sin
embargo, se trata de objetivos concretos y no objetivos de organizaciones
que funcionen establemente bajo esa lógica. En algunos casos, los mismos
actores se reunifican para volver a realizar un mismo acto de corrupción,
pero no quiere decir que lo hagan todo el tiempo. La movilidad del personal,
de los jueces, asistentes, secretarias y demás, aunque no sean despedidos
sino solo movilizados dentro de la institución resulta un elemento funda-
mental para comprender esta estructura; donde no solamente es muy difícil
mantenerse en el mismo puesto, sino también ejercer siempre los mismos
actos de corrupción.
Pensar la corrupción como una sustancia que pervierte a los sujetos
desde su interior, puede resultar radical en este contexto. Decir que un
individuo es corrupto per se, o que siempre comete actos de corrupción
puede también resultar exagerado (lo que no quiere decir que sea inexis-
tente). La idea es que en el seno del sistema de justicia la corrupción resulta
una herramienta fundamental, un instrumento que puede ser utilizado con
diversos fines y que se mantiene latente.
Las redes de corrupción en el exterior y en el interior del Palacio de
Justicia no operan con la lógica de una mafia, ni de un cártel ni de clientelas
estables, sino más bien a través de la reunificación de segmentos que operan
fusionándose y fisionándose de acuerdo con los objetivos y coyunturas.

5. La corrupción como forma de acceso a la burocracia judicial


La corrupción no es una ruptura de las relaciones de poder, sino una
manera de ejercer el poder. La corrupción no se limita al campo de lo formal,
sino que teje relaciones entre lo formal y lo informal, lo legal y lo ilegal.
“Justamente”, la corrupción es un sistema de prácticas que transgreden lo
formal desde adentro de su propia estructura, utilizando sus propias herra-
mientas, sus propios bienes y sus propios funcionarios. En este sentido, lo
que hemos hecho es un acercamiento desde afuera hacia adentro, desde lo
más ilegal-exterior del sistema. El asunto, sin embargo, no ha residido en
mostrar las fallas de la estructura, ni los orígenes exteriores de la corrupción,
sino, más bien, en mostrar los elementos de la corrupción que se conectan
con las dinámicas exteriores prácticas del Palacio de Justicia. Esto porque
es importante entender que no se trata de un fenómeno que se circunscribe
a la burocracia (a los servidores y funcionarios públicos), sino que se trata
de una práctica que se extiende de manera amplia y compleja por una gran
parte del entramado social (y del que son partícipes los ciudadanos).
93
Micropolíticas de la corrupción

La corrupción, como hemos visto en los ejemplos, no funciona tam-


poco al margen de las relaciones sociales de las personas, sino que requiere
de éstas. Las relaciones sociales, las amistades, las relaciones familiares,
las complicidades son un campo de acción sobre el cual la corrupción se
moviliza, y no un remanente marginal de estas. La corrupción no funcio-
na escondiéndose de estas relaciones, sino que depende de las redes que
se tejen. Esto no quiere decir que no existan formas de corrupción que
funcionen fuera del sistema de redes, que sucedan como un acontecer
eventual en las lógicas de acción política. Lo que sí quiere decir es que la
corrupción se integra en las prácticas sociales de la vida de las personas y
gran parte de ella, depende de unas redes sociales. Esto es fundamental,
pues no se trata solamente de una práctica coyuntural, que obedece a
pulsiones internas, a ambiciones momentáneas, a respuestas patológicas
(como algunos aseguran); sino que también se trata de un fenómeno social
de integración de redes.
En muchas ocasiones la política ha sido pensada sustancialmente en
su forma normativa institucional, a través de las leyes que sedimentan la
formalidad. Mediante la revisión de las prácticas de corrupción y las redes
informales e ilegales que funcionan al exterior inmediato del Palacio de
Justicia, mostramos que es necesario estudiar las dinámicas políticas en
conjunto, y que la vida de las personas no está fuera del funcionamiento
práctico de la política, sino que se integra de manera directa, a través del
uso de las instituciones, de la demanda de servicios y de derechos, de la
búsqueda de la justicia; pero también en su campo radical, en el ejercicio
constante de las prácticas de corrupción, en formas de transgresión que
rearticulan y reordenan el funcionamiento de las estructuras formales.
La formalidad interior del Palacio se ve reinventada por las reglas de lo
exterior informal, por un sistema de redes que no lo acorrala, sino más
bien lo atraviesa y lo penetra de modo transversal. Esto, que funciona al
exterior del sistema, es una muestra de aquello que funciona en el interior
del propio Palacio.
Entonces, la corrupción se convierte en un modo de acceso a la buro-
cracia judicial. Por un lado, porque muestra las maneras en que se articulan
las estructuras de poder dentro del sistema formal del Palacio de Justicia.
Por otro lado, porque permite un acceso metodológico profundo, puesto
que el exterior ilegal nos ha permitido detectar con precisión una serie de
redes que funcionan al interior y que es preciso seguir. En la misma línea
de análisis, esas redes interiores permiten comprender el funcionamiento
de otras redes que no son visibles desde el exterior informal.

94
Jaris Mujica

En otras palabras, los sistemas de corrupción que hemos podido


entrever desde las lógicas exteriores requieren actores desde adentro. En
ese campo, los abogados que se desempeñan como funcionarios públicos
son los actores centrales, pero no los únicos. Es necesario comprender
cuál es la dinámica de conformación de la estructura de relaciones de los
funcionarios del Palacio de Justicia, para luego ver con más detenimiento
las redes de actores que se integran a éstos (secretarias, asistentes, practi-
cantes, etcétera). Se trata de un “mundo” complejo que no empieza en las
salas del Palacio de Justicia, sino mucho antes, incluso en la vida familiar
y universitaria de estas personas: en el campo exterior del propio Palacio,
en las formas delictivas que se ponen en práctica en la ciudad.
Pero hemos aprendido a ver estas redes. No son redes que se inven-
tan a cada momento, sino sistemas y actores (Crozier, 1977) que buscan
mantener cierta estabilidad dentro del aparato formal. Son canales que
se mantienen en el tiempo y que pueden modificarse en sus extremos o
marcos tangentes, integrar a nuevos actores (con mucha cautela), pero
no se modifican totalmente en su sistema de acción, pues eso implicaría
una transformación radical de la estructura y la obligación de rearmar la
relación de contactos con los que se cuenta. Es decir, se estructuran en la
continuidad de las prácticas de corrupción por parte de actores estables:
algunos de estos actores se reemplazan, se cambian o renuncian, pero
nunca todos al mismo tiempo. La modificación de un actor no modifica
el sistema, sino que obliga a buscar un nuevo engranaje cautelosamente.
La dinámica no se sostiene en la selección al azar y constante de nuevos
contactos e intermediarios, sino en el intento de mantener cierta estabili-
dad con los que se tienen para maximizar sus funciones, sus posibilidades
de acción y las complicidades tejidas. Esto último es lo que “garantiza la
seguridad” de las relaciones de corrupción, pues protegen la construc-
ción de redes que se transforman, pero que mantienen en sus conductos
interiores cierta recurrencia.
¿Cómo se construyen las relaciones entre los abogados del margen
exterior y los funcionarios públicos del Palacio de Justicia? Es necesario
ahora penetrar el sistema. Estudiar los pivotes que comunican los intereses
de ciertos actores, las demandas de actos de corrupción y las dinámicas
internas del propio Palacio de Justicia. Falsificadores, abogados informales,
tramitadores, dan paso ahora al estudio de campos de intermediación entre
los actos de corrupción ligados a la burocracia del Estado. Las secretarias,
los asistentes y los practicantes, son un encadenamiento de actores que
funcionan como pivotes de las redes de corrupción, así como otros

95
Micropolíticas de la corrupción

funcionarios. Vamos a entrar desde ahí para poder estudiar las dinámicas
más complejas e ir subiendo en el escalafón de la burocracia del Palacio
de Justicia.

96

Jaris Mujica

IV. La burocracia formal y el poder de la corrupción

1. La burocracia en el Palacio de Justicia


Los sistemas políticos formales funcionan en las sociedades de la mo-
dernidad tardía como conglomerados orgánicos, los cuales integran una
organización sistematizada de actores con funciones determinadas por
estatutos, normas, reglamentos. Estos sistemas políticos han visto en la
formación burocrática, la manera de establecer modos de relacionarse con
los actores de la ciudadanía, demarcando procedimientos formales para
acceder a los servicios del Estado.
Así, el campo de poder que se forma al interior del Palacio de Justicia
está dispuesto por una serie de relaciones mediadas por ciertos elementos
de la formalidad de la estructura política. El Palacio de Justicia no es un
campo social abierto al albedrío, como otros en la vida social de las per-
sonas. Es más bien una estructura que debe articularse sobre dispositivos
puntuales y reconocidos por sus integrantes: leyes, normas, reglamentos
formalizados y escritos. Asimismo, códigos de comportamiento, códigos
de ética y, además, la estructura de las relaciones sociales construida sobre
un margen de jerarquías formales, en donde está delimitada con claridad
la figura de la autoridad legal. Es decir, no se trata de un terreno informal,
sino una estructura construida por la formalidad, demarcada claramente
por niveles, escalafones, jurídicamente dispuestos. En este sentido, la forma
política determina el campo social: la política institucional ha inventado este
campo y lo mantiene tanto como forma de acción, como en su estructura
jerárquica y su orden de funcionamiento. La política en este sentido no es

97
Micropolíticas de la corrupción

solamente la consecuencia de un sistema de relaciones, sino más bien un


articulador formal de estas relaciones sociales.
Ahora, aquello que ordena la estructura de poder en el sistema político,
sustancialmente en la construcción de la democracia formal, es justamente
su campo procedimental. Este sistema de pasos y procedimientos es el que
organiza la formación de la justicia, pero también de gran parte de los trá-
mites del sistema. Las demandas de la población son organizadas a través
de filtros formalizados que las tipifican, las organizan, las clasifican y les
dan curso. Las acciones que los funcionarios y servidores públicos deben
tomar, están determinadas también por esas codificaciones, organización
de pasos, fórmulas estables que gestan una ruta de trámites. Este camino
estandarizado, implica, además, la formalización sistematizada de la delibe-
ración: las personas que están ubicadas en esta cadena de procedimientos
deben decidir, sosteniendo sus decisiones en los códigos formales. Y a su
vez, estas codificaciones estandarizan los procedimientos.
Teóricamente, la formación de este sistema, los procedimientos sistema-
tizados, los códigos de acción, demarcan la acción del Estado. Sin embargo,
este sistema no puede “sostenerse en el aire”, requiere de una infraestructura
práctica, su escenificación concreta, y de una serie de actores que ejerzan
el poder de estos procedimientos. De ahí que la regulación de este sistema
se llame burocracia. Esto quiere decir que la sucesión de pasos, el propio
procedimiento, debe ponerse en acción con los sujetos concretos: queda
claro que el sistema no funciona sin los actores. En este caso, la burocracia
es el sistema y los burócratas –lo servidores públicos- los actores.
Así, la burocracia se constituye como una forma de regular, sistema-
tizar, ordenar y demarcar los procedimientos de los sistemas políticos. Se
convierte en el filtro de la deliberación y en el núcleo del acercamiento de
los ciudadanos al sistema. Es decir, las personas no se acercan directamente
al sistema de justicia (que es abstracto), sino a la burocracia del sistema de
justicia (su praxis). Este asunto resulta fundamental en el tema que nos
interesa, puesto que si el poder formal del Estado y, en este caso, el poder
formal del sistema de justicia (y del propio Palacio) no está dispuesto pú-
blicamente en una estructura directamente relacionada con los actores de la
vida cotidiana (los ciudadanos), esta estructura está dispuesta a través de la
burocracia y sus burócratas. En la misma línea, las formas de la corrupción
no están estructuradas directamente sobre la forma de la administración
de la justicia en el campo reflexivo de la deliberación, sino más bien en el
campo de la burocracia. Pero para llegar a este punto hay que recorrer aún
otro trecho de la ruta.

98
Jaris Mujica

La corrupción y la estructura de las redes informales que funcionan


fuera del Palacio de Justicia, no están dirigidas entonces a atacar el centro de
la democracia moderna. Las formas de corrupción no se dirigen únicamente
o de manera central, al campo de la deliberación de los jueces, a hacerlos
reconstruir sus argumentaciones, las formas de sus acciones y sus puntos
de deliberación intelectual. El centro de la acción de estas redes exteriores,
así como de las formas de corrupción que se ponen en práctica (falsifica-
ción y sustracción de documentos), se dirigen al campo de la burocracia
intermedia, que se encarga de organizar el campo de los procedimientos
del mundo judicial.
Esto muestra la fuerza del aparato de la burocracia formal, pero también
su estrecha relación con las estructuras de acción de lo informal. El asunto
es que las estrategias informales y las técnicas de corrupción, al no dirigirse al
campo de la deliberación no representan aparentemente un grave problema
para los actores involucrados en ella, que ven tan solo una movilización de
acciones sobre procedimientos puntuales, sobre elementos fragmentarios
que representan solamente “un paso en un sistema”.
No pues, eso no es así, sería maldad ya. Lo que uno hace para ganarse algo extra
es pues ayudar en que el expediente se demore, en que el papel se extravíe, pero
ya meterse directamente con el juicio no, eso es perjudicar, es maldad. (Julia, 36
años, trabajadora de Mesa de Partes)
Mira, con sinceridad te digo, aquí nadie quiere perjudicar a nadie. Lo que uno
hace es simplemente con los documentos. Finalmente no es nada decisivo. Eso
ya va a depender de la maña de los abogados, si es que pueden arreglar por ahí,
aquí solo colaboramos con los documentos. (Ricardo, 39 años, trabajador de
Mesa de Partes)

La burocracia no es pensada entonces en su relación directa a las


personas, sino más bien en su relación directa a los procedimientos, a los
pasos formales y codificados que se deben seguir. En este mismo sentido, el
asunto de la corrupción es que marcha, incluso en sus técnicas al exterior del
Palacio de Justicia, no directamente sobre las personas, sino más bien sobre
los procedimientos, aletargando los pasos que se deben seguir, extraviando
documentos, insertando documentos falsos, etcétera. Pero es el campo de
la documentación formal el que resulta el centro de este fenómeno, y es la
burocracia del “funcionariado” la que resulta su eje de poder.
Pero si bien formalmente la burocracia debe seguir ciertos pasos y vigilar
los procedimientos del propio sistema, en el mundo de la vida cotidiana,
estos pasos y esta sucesión de procedimientos son constantemente sobre-
pasados, quebrantados, suspendidos o manipulados por la propia burocracia

99
Micropolíticas de la corrupción

del Palacio de Justicia. Y esto se debe justamente a que el sistema está com-
puesto por actores; personas que viven el acontecer cotidiano y que toman
decisiones en ese campo. No se trata de una maquinaria robotizada, el campo
de la burocracia intermedia es también un terreno de decisiones que puede
seguir o no los procedimientos, y que tiene la capacidad de modificarlos
en la práctica. Esto es importante en la dirección a la cual apuntamos: a
entender que la política no es un compartimiento separado de la vida de las
personas, sino que es parte de ésta y viceversa. Aquí el sistema ve grietas
complejas de salvar y permite entender que la burocracia está construida
sobre una serie de redes sociales, amicales, familiares y de reciprocidades
locales, que no le permiten ser aséptica a las tensiones de la vida diaria.
Regresando al análisis de las estructuras formales, es importante en-
tender que el debate más amplio que se ha gestado sobre las formas de
gobierno, no ha tomado en cuenta la estructura sobre las cuales se han tejido
las relaciones que permiten el ejercicio del poder formal. Si bien hemos
indicado, por ejemplo, que en la lógica del presidencialismo latinoamericano,
la estructura de poder del aparato judicial está separada de la relación entre
el Legislativo y el Ejecutivo (como elemento de la ingeniería política), es
claro también que las relaciones informales entre los actores demarcan una
estructura de relaciones de poder que se traducen muchas veces en estilos y
formas de gobernar. Sucede lo mismo en la vida local del aparato de justicia.
Si bien la estructura del organigrama de la estructura de la burocracia y las
jerarquías dispuestas por la norma determina un orden de funcionamiento,
queda claro que las redes sociales y las maneras de relacionarse determinan
un orden diferente de la estructura que no se limita a la norma formal.
En la política institucional la burocracia resulta fundamental. Esto por
dos razones. Primero, porque la burocracia representa la puesta en acción
de la deliberación formalizada. Es decir, la puesta en orden de los procedi-
mientos que resultan ser la praxis reglamentada de las decisiones políticas.
Segundo, porque la burocracia, en términos teóricos, debe ser la estructura
aséptica, sustancialmente procedimental, en donde sean las formas y las
formalidades las que determinen el “debido proceso de las cosas”, y no las
decisiones contingentes de los actores. En términos formales de la teoría,
la burocracia representa el ideal hiper-formalizado de la acción política en
las personas. Asimismo, resulta ser el rostro que se presenta ante los ciu-
dadanos de la vida cotidiana. Ellos no se enfrentan directamente al campo
de deliberación, sino al asentamiento de los procedimientos organizados y
a los actores que resguardan y lubrican dichos engranajes.

100
Jaris Mujica

Este punto permite entender el terreno central del proceso: la figura


procedimental, es decir, la regulación de los procedimientos de la burocracia
y de la vida pública cotidiana de la política. En este sentido, lo interesante
resulta ser que estos procedimientos no son llevados a cabo por las gran-
des estructuras del poder político formal, o por la vida deliberativa de la
democracia, sino más bien por actores que normalmente han sido margi-
nados del trabajo de investigación y reflexión de la ciencia política y de las
ciencias sociales, pero que resultan personajes fundamentales y centrales
de esta estructura: se trata de quienes algunos llaman “los mandos medios
y bajos de la burocracia formal”.
La burocracia, así, es un intermediario constante y permanente no
solamente de las demandas de los ciudadanos en sus “procesos” judiciales,
sino también de las redes de corrupción: estas no pueden funcionar sin los
burócratas. Las redes informales de falsificadores y abogados que funcionan
al exterior del Palacio se relacionan con la burocracia, intermediaria de esos
mecanismos. En este sentido, la burocracia intermedia también es punto
nodal de acción de las redes de corrupción y se integra en estas redes a
través de sus propios procedimientos.
Ahora, esta burocracia intermedia no resulta ser un campo exclusivo y
excluyente de actores, tampoco un núcleo central monocéfalo; sino que se
trata de un terreno con muchas aristas y campos de acción. Y en este campo,
son los profesionales intermedios y los mandos medios los que ejercen el
poder en la vida cotidiana del sistema político localizado. Esto quiere decir
que son estos actores quienes generan la intermediación constante entre
la ciudadanía y la justicia formal, entre la vida de los abogados públicos y
los jueces que toman las decisiones. Así, este es un campo fundamental,
pues para llegar a la deliberación racional de la democracia moderna, deben
sobrepasar el campo de la burocracia procedimental y de las redes de poder
que se fundan y asientan en ella, las cuales muchas veces son mediadas por
decisiones y acciones contingentes y arbitrarias.
Entonces, las formas de corrupción se dirigen en gran medida a este
campo. La micropolítica de la corrupción permite, en esta lógica, una pene-
tración profunda en los campos de acción de este sistema y de estas redes
de poder. En dicho sentido, también resulta interesante que los mandos
medios -estos profesionales que ocupan cargos de la burocracia formal,
pero que no ejercen poderes ejecutivos, sino que más bien son los que se
encargan de los procedimientos, de las operaciones puntuales-, son los
que determinan las maneras de acceso a la justicia, a la estructura de poder
formal y a las jerarquías mayores del propio sistema.

101
Micropolíticas de la corrupción

Si bien estos mandos medios de la burocracia formal no toman las


decisiones políticas -pero tampoco las decisiones ejecutivas de los sectores
políticos o de los Poderes del Estado-, son los que filtran las demandas y
condicionan la toma de decisiones, sobre todo en los casos de la vida coti-
diana y en situaciones que no tienen relevancia mediática (la gran mayoría
de los casos). En otras palabras, son los mandos medios, la burocracia
intermediaria, la que determina la posibilidad de acceso de la ciudadanía al
campo de la deliberación; y ese proceso de discernimiento y de trámite no
solo es largo y complejo, sino que además no está siempre sometido a la
reglamentación hiper-formalizada de la burocracia moderna. Por lo tanto,
lo importante es que ese campo de intermediación, en el que los mandos
medios ejercen el poder, está demarcado por complejas redes de corrupción
y procedimientos informales.
No sé pues señor, yo no sé quién decide las cosas, yo no sé cómo deciden nada,
yo lo único que sé es que aquí, si no pones plata estás perdido. El señor ese que
usted me vio, me pide plata, otra más allá me pide plata… y para qué: para que
agilice el proceso, para que se haga más rápido […] y yo no me voy a quedar
esperando pues, así que les tengo que dar, sino yo pierdo. (Señora Lucía, 54 años,
usuaria del Palacio de Justicia)
Esos que están ahí no tienen voz ni voto, ni son los jueces ni nada, ellos no más
quieren la plata. Pero si tú no les das puedes estar años aquí, ¡uf! Muchos años
así en litigio. Mejor es hacerse amigos de ellos, darles su propina, para la gaseosa
y te ayudan […] así son pues, como un filtro de todo […] por ahí tienes que
pasar si quieres ir a algún lado, por mesa de partes, por la secretaría, por alguno
de ellos. (Emilio, 45 años, usuario del Palacio de Justicia)

En ese campo intermedio, en esa zona gris de relaciones políticas y de


relaciones personales, se tejen entramados complejos de acciones, formas
no estandarizadas de negociaciones políticas informales que abonan en di-
rección de la construcción de técnicas cada vez más complejas y sofisticadas
de corrupción. A su vez, las estrategias de corrupción puestas en escena
por los actores que pueblan el campo exterior del Palacio de Justicia, se
imbrican de manera directa con los actores del campo de la burocracia de
los mandos medios. Pero ¿de quiénes se trata?, ¿quiénes son estos actores?,
¿cuál es la relación entre estos? Pues la burocracia intermedia está compuesta
por dos tipos de actores: aquellos que están ligados a los procedimientos
administrativos, sobre todo los trabajadores de mesas de partes, logística,
trámites internos, archivo, etcétera; y los que están dedicados a los proce-
dimientos judiciales, es decir, las secretarias, los asistentes, los practicantes,
los asesores y los propios jueces (que resultan ser el escalafón más alto de
este micro sistema de poderes intermedios).

102
Jaris Mujica

Lo importante es que en la estructura del Palacio de Justicia, su pro-


pia burocracia resulta un campo fundamental para el desenvolvimiento y
ejercicio de prácticas de corrupción, que requieren de esta zona intermedia
para poder disponer su funcionamiento práctico. Asimismo, dentro de esta
estructura, la burocracia de los procedimientos administrativos y judiciales
se unifica en una serie de relaciones de segmentos de red, que no articulan
un conglomerado consciente, ni una comunidad imaginada (no son ma-
fias, ni cárteles, ni clientelas), sino más bien un sistema sin centro formal,
una red sin cabezas reconocibles y separadas en la acción de la forma y la
estructura de las cúpulas deliberativas del Poder Formal. Pero ¿qué tipo de
casos se tratan en estos campos de intermediación y cómo se componen
en el Palacio de Justicia?

2. Casos y funciones de las oficinas en el Palacio de Justicia


Los problemas de la burocracia del Palacio de Justicia se deben a la
complejidad del sistema de administración de justicia. A su vez, esto se debe
al gran número de procesos que se llevan a cabo. En efecto, el problema
del sistema no solo encuentra razones en la falta de presupuesto, en la
insuficiencia logística, en los bajos salarios de los operadores sino también
en el número excesivo de procesos y expedientes que sobrepasan su capa-
cidad operativa. Pero, además, como hemos indicado ya, en los complejos
sistemas de corrupción que lo atraviesan. De este modo, la burocracia, la
administración y la corrupción, resultan ser sistemas que se interpenetran.
Pero ¿qué casos se tratan en el Palacio de Justicia?, ¿qué tipo de casos deben
atravesar por la burocracia formal?
Los Juzgados Penales resultan ser los más cercanos a la vida de los
ciudadanos. Dentro del Palacio de Justicia encontramos veinte Juzgados
Penales (algunos están en la espera de ser trasladados a otra sede judicial
en el Edificio Alzamora o en el del Ministerio Público); cada uno está com-
puesto por Secretarías donde trabajan cerca de diez personas: el Secretario,
asistentes y auxiliares, además del personal encargado de la Mesa de Partes
y los sesigristas. ¿Qué casos se tramitan en los Juzgados Penales?14 Los
Juzgados Penales tienen entre su competencia la de instruir los procesos
ordinarios15 (que son múltiples y afectan a la ciudadanía y que van desde

14 El Código de Procedimientos Penales (en vigencia desde el año 1940) establece dos tipos de procesos: uno
Ordinario y otro Sumario. El primero se desarrolla en dos etapas: la instrucción y el juicio. En el Proceso
Sumario se otorga al Juez la atribución de investigar y fallar, lo que se justifica en lograr una administración de
justicia más breve.
15 Son tramitados como Proceso Ordinario los delitos contra la libertad, el cuerpo y la salud, asesinato (artículo
108º del Código Penal), delitos contra la libertad (152º) y delitos contra la libertad sexual (173º y 173ºA); los

103
Micropolíticas de la corrupción

robo, tráfico de drogas, violación, hasta corrupción), instruir y sentenciar los


procesos sumarios, los procesos “contra el honor”, los delitos en medios,
y resolver las acciones de Hábeas Corpus.
A diferencia de los Juzgados Penales, en la Corte Superior se tratan
otros casos. Las Salas Penales de las Cortes Superiores son competentes para
juzgar y sentenciar los delitos cometidos por prefectos, jueces de primera
instancia, así como para juzgar en los procesos ordinarios; resolver las ape-
laciones interpuestas contra las sentencias emitidas por los jueces penales en
los procesos sumarios, así como los incidentes promovidos en el curso de
la instrucción en los procesos ordinarios. De otro lado, las Salas Supremas
Penales tienen como atribución la decisión sobre los Recursos de apelación
en procesos sentenciados por las Cortes Superiores en materia penal.
Los casos en materia civil que se tratan en las Salas Civiles Supremas
son diversos. El Código Procesal Civil en su artículo 475º; establece que se
tramitará por el Proceso de Conocimiento aquellos casos cuando su estima-
ción sea mayor de 30 Unidades de Referencia Procesal, los mismos que se
inician en los Juzgados Civiles y a mérito de la doble instancia pueden ser
resueltos finalmente por la Corte Superior16. En el Proceso No Contencioso
se tramitan una gran cantidad de casos que van desde la adopción, hasta
los procesos por testamentos.17
De esta enorme lista, las Salas Supremas Civiles conocen los casos a
través de casación, responsabilidad civil de Jueces, responsabilidad civil
contra los Vocales de la Corte Suprema, de las Cortes Superiores y contra
miembros del Consejo Supremo de Justicia Militar. Las Salas Supremas
Civiles resolverán los Recursos de apelación por impugnación de las re-

delitos contra el Patrimonio en el tipo de Robo agravado (189º), delitos contra la salud pública en el tipo de
Tráfico Ilícito de Drogas tipificados en los artículos 296º, 296ºA, 296ºB, 296ºC y 297º, los delitos contra el
Estado y la Defensa Nacional, por delitos que se cometen por medios de comunicación social y los delitos
contra la Administración Pública (concusión, peculado y corrupción) y aquellos que se han impuesto pena
privativa de libertad mayor de diez años.
16 En el Proceso Abreviado (artículo 446º Código Procesal Civil) tramita los casos de Retracto, Titulo Supletorio,
Prescripción Adquisitiva y Rectificación de áreas, Expropiación, Tercería, Impugnación del acto o Resolución
Administrativa. Igualmente dentro de esta vía procedimental comprende aquellos que tengan una propia,
sean inapreciables, o aquellos procesos cuya estimación patrimonial es mayor de 20 y hasta 300 Unidades de
Referencia Procesal en dinero o hay duda sobre su monto o debido a la urgencia de tutela jurisdiccional, el
Juez considere atendible.
17 Se ven casos de Inventario, administración judicial de bienes, adopción, autorización para disponer derechos
de incapaces, declaración de desaparición, ausencia o muerte presunta. Además, los casos de patrimonio
familiar, ofrecimiento de pago y consignación, comprobación de testamento, inscripción y rectificación de
partida. Finalmente, los casos de sucesión intestada, reconocimiento de resolución judicial y laudos expedidos
en el extranjero y otros. Casos como el de alimentos, separación convencional y divorcio ulterior, interdicción,
desalojo, interdicto y aquellos cuya estimación patrimonial sea mayor de 20 Unidades de Referencia Procesal
o cuando existe duda sobre esta estimación, serán tramitados en el Proceso Sumarísimo. En una segunda ins-
tancia son verificables por la Corte Superior, los Procesos Ejecutivos y los Procesos Cautelares, los Procesos
No Contenciosos que se encuentren dentro de la Ley 26662 Ley de Competencia Notarial en Asuntos No
Contenciosos y los Procesos Sumarísimos.

104
Jaris Mujica

soluciones administrativas (Indecopi, Sunarp, Osinerg, Conasev, Tribunal


Fiscal, Consejo de Minería, Sunass) presentadas ante la Sala Civil Superior.18
Por otro lado, en las instalaciones del Palacio de Justicia funciona la
Corte Suprema, cuya competencia se extiende a todo el país. El Presidente
de la Corte preside el Consejo Ejecutivo y designa los Vocales de las Salas
Especializadas, entre otras funciones (acorde a lo establecido en los artí-
culos 76° al 81° de la Ley Orgánica del Poder Judicial.). La Corte Suprema
está integrada por dieciocho Vocales Supremos, quienes componen siete
Salas de cinco miembros, y su labor se distribuye en varias salas.19 La Corte
Suprema debe actuar básicamente como Corte de Casación y como órga-
no de instancia de fallo superior en los siguientes procesos: los iniciados
en las Cortes Superiores; los de materia constitucional; los originados en
la propia Corte Suprema; entre otros que señala la Ley. Las oficinas de la
Corte Suprema que alberga en el Palacio de Justicia están ordenadas de la
siguiente manera:

Cuadro 2
Organigrama de las cortes supremas

PRESIDENCIA
Vocalía Suprema

Secretaría de
Confianza

Relatoría Secretaría Mesa de Partes

Fuente: (Poder Judicial, 2007)

18 Así como en los casos de responsabilidad civil de los Ministros de Estado, en los de ejecución de sentencias
expedidas en el extranjero y en los que se discuta la competencia de los Jueces y Tribunales Peruanos. En
materia de derecho constitucional y social las Salas Supremas de Derecho Constitucional y Social tienen la
potestad de resolver los Recursos de apelación de las resoluciones dictadas por las Salas Civiles Supremas y
Superiores.
19 Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente; Sala de Derecho Constitucional y Social Transitoria; Sala
Civil Permanente; Sala Civil Transitoria; Sala Penal Permanente; Primera Sala Transitoria; Segunda Sala Penal
Transitoria. Sin embargo, a la fecha, solo hay trece Vocales Supremos Titulares de ahí que para completar
las Salas Supremas permanentes y las creadas con carácter provisional, se han designado cerca de 28 Vocales
Supremos Provisionales, lo que dificulta la función jurisdiccional toda vez que la provisionalidad siempre
constituye una situación de riesgo y de inseguridad laboral y jurisdiccional.

105
Micropolíticas de la corrupción

Cada una de las Salas Supremas está presidida por el Vocal Supremo
Titular, designado por el Presidente de la Corte Suprema. La Presidencia
tiene como responsabilidad la dirección de la Sala, además de la supervisión
de labores administrativas. La Vocalía Suprema es el Despacho de los Magis-
trados Supremos, quienes son los encargados del estudio, análisis jurídico y
de la ponencia de expedientes, así como de la redacción de las resoluciones.
La Secretaría de Confianza brinda apoyo a los Magistrados, sus labores son
la preparación de los resúmenes, informes y la redacción de los proyectos de
resoluciones. La oficina de la Relatoría es la encargada de la programación
de la vista de las causas, de los expedientes y la atención a los usuarios. La
Secretaría de la Sala es la responsable de la revisión y certificación de las
resoluciones, del envío de las notificaciones así como de tramitar el pedido
de copias certificadas y de las resoluciones que emite la Sala. Finalmente,
la Mesa de Partes es la oficina responsable de la recepción de todos los
documentos y expedientes para ser remitidos a la Relatoría, así como de
la atención al público. En todas estas oficinas laboran cerca de cincuenta
personas entre abogados, asistentes, auxiliares jurisdiccionales y secigristas.
Finalmente, el Consejo Ejecutivo de la Corte Suprema tiene algunas
de sus oficinas en el Palacio de Justicia del Centro de Lima. Según la es-
tructura orgánica del Poder Judicial, la dirección institucional y de control
de gestión está a cargo del Consejo Ejecutivo, conjuntamente con la Sala
Plena y el Presidente de la Corte Suprema.20 En la sede de Palacio de Justicia
funcionan las siguientes dependencias del Consejo Ejecutivo: Centro de
Investigaciones Judiciales, la Oficina de Informática, la Secretaría General,
la Oficina de Cooperación Técnica Internacional y la Asesoría Jurídica.
Respecto de la Gerencia General podemos encontrar la Oficina de Proto-
colo (donde trabajan quince personas aproximadamente), la de Bienestar
Social (con seis trabajadores), la de Administración (con veinte personas
aproximadamente), la Biblioteca y Archivo (con cerca de quince personas).
Tenemos entonces que el nivel intermedio de la burocracia está con-
formado por los diversos Juzgados Penales, ubicados en el segundo y tercer
piso del edificio; mientras que la esfera más alta de la institución, ubicada
en los mismos pisos, está centralizado en La Corte Suprema, las Salas de
20 Esto resulta evidente en la diversidad de sus atribuciones que van desde la aprobación del Proyecto de Pre-
supuesto del Poder Judicial propuesto por la Gerencia General o establecer el horario del Despacho Judicial
de la Corte Suprema o aprobar el Reglamento de Organización y Funciones del Poder judicial, pasando por
el desarrollo de actividades de capacitación para los magistrados en concordancia con la Academia de la Ma-
gistratura, hasta determinar el número de Salas Especializadas Permanentes o el número de Salas Transitorias
de la Corte Suprema o la de proponer a la Sala Plena de la Corte Suprema la distribución de causas entre las
Salas Especializadas, pudiendo conformar Salas Transitorias o la de crear y suprimir Distritos Judiciales, Salas
de Cortes Superiores y Juzgados. Como se puede apreciar sus facultades son tan amplias que bien podría
confundirse con el desempeño jurisdiccional propio de los Magistrados.

106
Jaris Mujica

la Corte Suprema y el Consejo Ejecutivo del Poder Judicial. La estructura


de los sistemas de corrupción, en estos dos niveles, es diferente y se debe
al tipo de casos que ven y a la dinámica de la burocracia que ahí se maneja.
En los sistemas intermedios, es decir, en los diversos Juzgados Penales, la
estructura está demarcada por tres ejes: la Mesa de Partes (en donde ocurren
diversas formas de corrupción); las Secretarías y Relatorías (en donde tra-
bajan abogados, secretarias y practicantes); y la función judicial (los jueces).

3. Las redes de corrupción en las Mesas de Partes


La burocracia está conformada por actores que constantemente la
sobrepasan. Estos son funcionarios y servidores públicos que están relacio-
nados de manera directa con estos procedimientos y son quienes se hacen
cargo de ellos. En el Palacio de Justicia del centro de Lima, los funciona-
rios han llegado de diferentes espacios; algunos de ellos abogados, otros
practicantes de derecho, se relacionan constantemente en la vida diaria con
administradores, contadores y secretarias, quienes pueblan la estructura bu-
rocrática intermedia. Este conglomerado de actores, en relaciones diversas
y complejas, permite la construcción y reconstrucción de un sistema de
tramas de negociación y de poder micropolítico.
El primer eje de acción de la forma burocrática está dispuesto en las
Mesas de Partes, que constituyen un primer acceso a la estructura judicial.
Por un lado está la Mesa de Partes de los Juzgados Penales (que recoge y
procesa la documentación y luego la reenvía a los Juzgados correspondien-
tes). Por otro lado, están La Mesa de Partes de las Salas Penales y la Mesa
de Partes de las Salas Civiles. A éstas, se le suman las siete Mesas de Partes
que corresponden cada una a las Salas Supremas. Más allá de hacer una
revisión pormenorizada de cada una de éstas, lo importante es entender
la lógica común que demarca su funcionamiento. En el Palacio de Justicia,
las Mesas de Partes constituyen un núcleo de acción de las prácticas de
corrupción y tienen una lógica común.
En el Palacio, estas Mesas tienen la labor de recibir los documentos de
los procesos judiciales (penales de primera instancia, de las Salas Penales
y Civiles de segunda instancia y de las Salas Supremas). Dicha recepción
implica además, la introducción de la documentación a expedientes y la
derivación a los respectivos Juzgados o Salas correspondientes y respon-
sables (a sus Secretarías o Relatorías). Dichas Mesas están conformadas
normalmente por dos o tres personas que reciben los documentos en las
ventanillas, secretarias, y asistentes. En el caso de la Mesa de Partes de los
Juzgados Penales, estas personas deben recibir la documentación y luego
107
Micropolíticas de la corrupción

de sellarla y visarla, deben clasificarla para que sean derivadas a los juzga-
dos correspondientes. En las otras Mesas de Partes la intermediación es
menor, y las Mesas de Partes tienen solo un nivel importante en el proceso
de entrega de la documentación. Sin embargo, más allá de los procesos
posteriores y los diversos niveles de intermediación, las mesas de partes
son el campo donde se modifican los expedientes, donde los documentos
son introducidos, sacados, robados o se ingresa documentación falsa, fuera
de tiempo, etcétera.
Además del personal de las ventanillas, cuyas profesiones varían –pues
hay contadores, secretarias, administradores, ingenieros o personas que no
tienen un título universitario- las Mesas de Partes tienen una secretaria y al
menos dos personas más que ayudan en el procesamiento y clasificación de
los documentos. Muchos de estos trabajadores tienen varios años trabajando
en el sistema de justicia y otros tantos en el propio Palacio. Son personal de
planilla (es decir, trabajadores estables) y sus puestos están fijos en el sistema
(aunque rotan de función con cierta frecuencia). Asimismo, son sujetos que
tienen redes asentadas y que conocen personalmente a los actores de las
áreas de logística, limpieza, vigilancia y a los miembros de las Secretarías de
los Juzgados y las Relatorías. En este campo, si bien su función se dirige a
la documentación formal, esta no se limita a este punto, y se extiende en
redes de corrupción y de tráfico de documentación.
Es interesante, pues algunas de las personas que trabajan en las Mesas
de Partes manifiestan haber llegado a sus puestos gracias a influencias de
familiares o amigos, conocidos del barrio o de la universidad, que traba-
jaban en el Palacio. Se trata de redes que sobrepasan la localidad de la es-
tructura formal, y que extienden brazos más largos. Esto ha gestado redes
de reciprocidad que funcionan no solamente en las lógicas exteriores, sino
en redes interiores del propio Palacio. Es decir, cadenas de favores, dones
y contra-dones que funcionan como la cadena que lubrica los sistemas
constantes de corrupción.
La recomendación del Doctor, con esa recomendación he ingresado a trabajar
aquí, desde hace muchos años ya, como ocho años. Ahora con el Doctor somos
amigos, él me ayuda y yo también […]. Cuando necesita algo, algún documento
yo le agilizo. (Erik, 43 años, trabajador de Mesa de Partes)
Mi tío me dijo: “ven a trabajar aquí, yo te consigo un puesto con unos amigos
que tengo”. Y así vine un día, me presentó a unas personas. Luego presenté mi
documentación, mi libreta electoral, esas cosas, y de ahí firmé y ya de ahí entré.
Aprendí rápido las cosas y me quedé con un contrato más largo por el año entero,
y de ahí pasé a planilla. […] Mi tío ya no trabaja aquí, pero todos sus amigos
si están y con ellos me hice como que amigo. […] con ellos nos ayudamos en

108
Jaris Mujica

algunas cosas, nos colaboramos en el trabajo […] por ejemplo para agilizar los
trámites, para que salga más rápido, para las firmas, para los fedateados, para
esas cosas. (Román, 40 años, trabajador de Mesa de Partes)

De este modo, las lógicas de trabajo en las Mesas de Partes están im-
bricadas con sistemas de favores que preexisten y que pueden ser activados
según las coyunturas. El asunto es que este espacio es central y constituye
un pivote de acción respecto a las estructuras de corrupción. Por un lado,
constituye un núcleo de acción respecto a las dinámicas de falsificación
que los abogados y falsificadores del campo exterior de Palacio llevan a
cabo. Como hemos indicado, es a través de las Mesas de Partes que aque-
llos pueden actuar. Solo a través de las Mesas de Partes los documentos
falsificados pueden ingresar a los expedientes y es a través de estos actores
que los documentos pueden ser sustraídos o modificados. Por otro lado, la
lógica de pivote de Mesa de Partes permite una conexión directa también
con la burocracia más alta de los Juzgados o de las Salas Penales y Civiles del
Palacio: esto se produce a través del contacto que tienen con las personas
que trabajan en las Secretarías o en las Relatorías.
¿Cuáles son las lógicas de acción de los sistemas de corrupción en las
Mesas de Partes? A diferencia de las Secretarías y de las Relatorías que tie-
nen como centro el tráfico de influencias, en las Mesas de Partes se trafica
con la documentación. De ese modo, las redes quedan estructuradas de la
siguiente forma: los encargados de las ventanillas cumplen la función de
filtro de la información y de los documentos, de ellos depende el primer filtro
de acceso de la documentación (por ejemplo el caso de documentos falsos
que pretenden ser ingresados en los expedientes o en los archivos). Estos
actores deben poner las fechas y visar la documentación. Sin embargo no
pueden funcionar solos, requieren de la acción conjunta de los responsables
del archivo. Estos se encargan de organizar la información y los documentos
e insertarlos en los expedientes, tienen acceso a la documentación y pueden
modificarla. Asimismo, estos no pueden trabajar solos, sino que tienen una
barrera de control: el encargado de la regulación de los trámites, un sujeto
que vigila que estos estén desarrollándose de manera correcta.
Ahora, los dos tipos de actos de corrupción centrales en esta lógica
son la extracción, hurto, o “pérdida” de expedientes o de documentación;
y la introducción de documentación falsa en los expedientes o archivos
(estas dos técnicas se corresponden directamente con las dinámicas que
hemos estudiado en el capítulo anterior). De ahí que la demanda de hurto
de documentación venga sustancialmente desde los usuarios relacionados
con abogados “al paso” o con redes de falsificadores.

109
Micropolíticas de la corrupción

Los modos de demanda de este servicio pueden darse a través de dos


modalidades: por un lado, a través de una red preexistente en donde los
abogados “al paso” o los falsificadores solicitan directamente el servicio (en
persona o por teléfono) a un actor de la ventanilla a quien conocen antes;
por otro lado, a través de intermediarios conocidos dentro del Palacio que
tienen un vínculo con alguno de los trabajadores de Mesa de Partes. En
el primer caso, los abogados “al paso” o los falsificadores utilizan a sus
contactos dentro de Mesa de Partes para lograr acceder a un documento,
de modo que el juicio se dilate. Para ello es usual pagar a uno de esos ser-
vidores públicos para que hurte el expediente o los documentos y los haga
desaparecer, esto genera, en muchos casos, que el juicio se aletargue hasta
que se pueda reconstruir el expediente.
Noventa soles y te hago que le saquen un documento. Si quieres que lo extravíen,
tú sabes. Si quieres que lo pierdan para siempre es un precio distinto. Para ti,
que te conozco, lo dejamos en S/. 120.00 […]. Fácil, llamo ahora mismo a mi
contacto y hacemos trato, ya depende de ti. […] un compadre, es de confianza,
labora en la Mesa de Partes, acceso a la información de primera. Es al toque.
(Isidro, 48 años, abogado)
Arreglamos ahora, si quieres son S/. 150.00. Son S/. 100.00 para él, y 50.00 S/.
para aquí. Yo arreglo el asunto ahorita. […] esa es la tarifa, ya está fijada pues. No
se puede negociar, porque ya sabemos cómo es […]. Ellos [los trabajadores de
Mesa de Partes] piden fijo S/. 100.00 mínimo. Bueno, dependiendo del trabajo.
(Rafael, 52 años, abogado)

La existencia de tarifas predeterminadas muestra el asentamiento de


un sistema de corrupción y de técnicas usuales y específicas por sector. Es
decir, los actores de las Mesas de Partes pueden efectuar ciertos actos de
corrupción, pero no todos. La tarifa estándar para el hurto de documenta-
ción varía entre S/. 150.00 y S/. 200.00 (si se trata de extraer documentos
de fácil acceso para los trabajadores vinculados a la red de corrupción).
En estos casos, los documentos solicitados no tienen gran relevancia en el
proceso y representan elementos de fácil acceso, del mismo modo, el juicio
y las personas involucradas no tienen ni “relevancia mediática” ni el caso
representa un tema de potencial “escándalo”. Eso quiere decir que se trata
de los precios más bajos del tarifario, y que éstos se movilizan hacia arriba
dependiendo de los casos y de la dificultad de acceso a la documentación.
Estas tarifas implican la distribución del dinero entre diferentes acto-
res dentro del sistema. Por un lado, el primer contacto se queda con un
porcentaje de alrededor del 30% del pago total. El cobro es por generar
el contacto o el acceso a la red. El resto del dinero se entrega como un

110
Jaris Mujica

soborno o coima a los funcionarios de la Mesa de Partes. Una vez que éste
recibe el dinero, tendrá que estudiar la documentación requerida y deter-
minar si es que este dinero debe ser repartido en más partes de acuerdo a
los intermediarios que tenga que pagar para acceder a algún documento.
Es decir que, si es que el documento que se requiere no está a la mano o
no corresponde al acceso directo de dicho funcionario, éste deberá buscar
en su red de compañeros a alguien que esté dispuesto a recibir un soborno
para acceder a la documentación (y por lo tanto el precio será más alto).
Esto genera cadenas de favores, de dones y pagos, que gestan complicidades
y organizan esta lógica. Cada soborno implica un ejercicio de lubricación
del sistema y de gestación de ramificaciones de contactos que luego podrán
ser reutilizados.
Las transacciones y pagos se hacen normalmente en el horario de
almuerzo, en los restaurantes de los alrededores del Palacio, en encuentros
rápidos en las calles cercanas. Para esto es necesaria una coordinación pre-
via. Las redes preexistentes permiten que los contactos sean más veloces:
utilizan el teléfono móvil como canal de comunicación y pactan tarifas,
tareas y puntos de encuentro (durante el trabajo de campo hemos sido
parte de diversos intercambios monetarios entre abogados o falsificadores
y funcionarios y los hemos registrado en la observación directa).
Contra lo que podría parecer inicialmente, los abogados o falsificadores
no tienen demasiados reparos para que los clientes los acompañen a las citas
o reuniones que pactan con los trabajadores de las Mesas de Partes. Es más,
suele ser que los clientes demandan acompañarlos, pues no quieren ceder el
dinero directamente al intermediario porque temen ser estafados. De este
modo, los clientes no dan el dinero sino hasta que, en el momento de la
reunión, se demanda éste: se entrega la suma al contacto inicial (abogado
o falsificador) y luego éste toma su parte y entrega el resto de la suma al
funcionario. Desde ese punto, el dinero del soborno no tiene retorno al
usuario (se logre o no el hurto del documento).
Esta condición, implica que las redes de corrupción estén sedimentadas,
y que se trata de un asunto y procedimiento regular. Sin embargo, si bien es
claro que los funcionarios no se dedican todo el tiempo a estos actos de co-
rrupción, queda claro también que se trata de un acto regular y que depende
de la demanda de sus contactos. Por otro lado, es evidente que los abogados
“al paso” y las redes de falsificadores tienen diversos contactos dentro del
Palacio, los cuales son requeridos según la demanda del cliente. No se trata
en este caso de una organización criminal dedicada a tiempo completo a estas
tareas, sino más bien de un sistema de engranajes y segmentos que se activan

111
Micropolíticas de la corrupción

según las demandas, y que tienen canales asentados de acción. Asimismo, es


importante recalcar la idea de que, si es que no se reactiva la red con actos de
corrupción cada cierto tiempo, estas pueden diluirse. Por ende, los actores
externos utilizan cada vez que pueden estos canales.
El otro modo de contacto, cuando no hay un conocimiento directo de
alguno de los trabajadores de las mesas de partes, es la recurrencia a otros
actores que permitan dicho contacto. Esto se da sustancialmente, como
hemos esbozado en el capítulo anterior, a través de los vigilantes del Palacio.
Estos conocen directamente a los trabajadores de las Mesas de Partes y,
además, tienen un conocimiento de los actos de corrupción que se suelen
cometer. De esta manera, la transacción se efectúa, en estos casos, a través
de los vigilantes, a quienes se les da un pago para establecer el contacto.
Es importante indicar que los trabajadores de las Mesas de Partes tienen
muchos reparos y celo en efectuar actos de corrupción o aceptar sobornos
de actores desconocidos. El temor a una infiltración o a la policía, genera
que no acepten estos sobornos de cualquier persona. La corrupción en
estos casos requiere de un conocimiento previo del actor intermediario, por
ende, es sumamente importante acceder a través de un conocido y gestar
redes de complicidad (formas de reciprocidad negativa, es decir, a través
del conocimiento de actos ilícitos).
Ahora, una vez efectuado el contacto y el pago del soborno para con-
seguir la documentación, el funcionario deberá llevar a cabo el trabajo. Si
es que no lo hace, no solamente perderá la “confianza” o la “complicidad”
con el demandante (abogado o falsificador), sino que corre el riesgo de
represalias por parte de estos, las cuales van desde las denuncias anónimas,
hasta las amenazas verbales, cobro de cupos, chantajes, etcétera. El acto de
corrupción debe ser efectuado a través del diseño estratégico que permita el
acceso a la documentación requerida. Si el funcionario es un trabajador de
la ventanilla deberá utilizar sus redes con aquellos encargados del archivo.
Si el trabajador es un responsable del archivo interno o de la derivación de
documentos dentro de la Mesa de Partes, deberá utilizar sus contactos y
redes entre los trabajadores del archivo de los Juzgados o de las Salas. Los
responsables del Archivo cobrarán una comisión de cerca del 30% de la
suma total para llegar a la información requerida.
Es interesante notar que, si bien los contactos exteriores se “muestran”
al usuario, la red de contactos interiores nunca se exhibe ni a los usuarios ni
a los abogados o falsificadores, que sirven como contactos externos. Esta
lógica obedece al cuidado y maximización de los recursos humanos y de las
redes, que constituyen el capital de estos actores en relación a los actos de

112
Jaris Mujica

corrupción. En otras palabras, la idea es que la existencia de redes implica


un capital que no puede ser mostrado, pues se corre el riesgo de que en el
futuro los contactos exteriores ya no utilicen a estos pivotes, sino que se di-
rijan directamente a los sujetos que tienen el acceso directo a la información
o documentación buscada (es decir, que se elimine la función del intermedia-
rio). Esto haría que, quienes no tienen este acceso directo, sean rechazados o
sobrepasados en la cadena de sobornos y sus ganancias disminuyan.
Así, aquello brega una vez más en la idea de la existencia de segmentos
que no necesariamente se conocen entre sí, y que se rearman y conectan a
través de nodos de acción, pivotes que se conectan y utilizan para llevar a
cabo estos sobornos. Hay una lógica de cuidado, que no solamente refiere
a la atención y temor respecto de la ley y del posible castigo, sino también
al cuidado de las ganancias y de los ingresos que se pueden obtener.
No le puedo decir quiénes son mis contactos, porque sino ya no me va tocar
mi parte [del soborno]. Yo pierdo. La cosa es no revelar tu fuente pues, como
los periodistas, porque si no te pasan por encima y ellos reciben su ganancia y
a uno ya no le toca nada. […] Hay que ver la manera de que todos ganen pues.
(Francisco, 32 años, trabajador de Mesa de Partes)

Ahora, si la dinámica de acción del hurto de documentación funciona del


modo descrito, las técnicas relativas al ingreso de documentación falsa requie-
ren un canal más sencillo. Esto se hace a través de contactos sustancialmente
en las ventanillas y no a través de redes tan complejas como las anteriores. En
este caso, los contactos se hacen también a través de los abogados o de los
falsificadores, quienes cuentan con conocidos o amigos en estos espacios. Los
pagos son menores. No se requiere ingresar la documentación directamente
al expediente, sino más bien hacer que esta siga el canal formal de visado,
y para ello es suficiente, la mayor parte de las veces, que sea el sujeto de las
ventanillas el que selle y vise el documento. Luego este seguirá su curso y se
insertará en los expedientes o archivos respectivos. Es importante el contacto
con los actores de la ventanilla, pues estos son los que ponen las fechas y la
primera firma. En cambio, en el resto del proceso del documento, este suele
no ser revisado antes de ser sellado por las otras oficinas, incluso por los
archiveros, quienes tienen una enorme cantidad de documentos que archivar
y difícilmente revisan detalladamente cada uno de estos.
Si lo paso con la fecha de ayer no hay problema. Porque ya tienen sello de aquí y
la firma. Después ya sigue su curso no más. Ya no se preocupe. [¿Pero si alguien
lo revisa y se da cuenta que es falso?] No hay problema, porque nunca lo miran,
no se dan cuenta, si tiene el sello pasa no más. (Rafael, 34 años, trabajador de
ventanilla de Mesa de Partes)

113
Micropolíticas de la corrupción

De este modo, las Mesas de Partes del Palacio constituyen un campo


central de actos de corrupción, y los actores de este terreno permiten el
encadenamiento de las redes de segmentos. Ahora, debe quedar claro que
no todos los funcionarios son corruptos, y no todos acceden a llevar a cabo
estos actos de corrupción; eso hace que las redes de contactos sean “bienes
escasos” o “limitados” que deben re-conocerse, lubricarse y maximizarse.
Las personas conocen más o menos quiénes son los actores que pertenecen
a alguna de estas redes o que suelen efectuar estos actos corruptos, pero
no interfieren en estos. ¿Por qué es que no se denuncia internamente esto?
Pues, porque la mayor parte de los sujetos que pertenecen a alguna de
estas redes o que efectúan dichos actos, utilizan sus redes de corrupción y
las complicidades tejidas para proteger sus propios puestos: se trata de un
canal de seguridad interna y de reconocimiento de la posición de poder.
Sí, aquí se conoce quién es quién, pero por eso mismo no hacen nada por eso.
Porqué si decimos lo que hacen entonces como que recurren a sus contactos
que tienen y nos ganamos problemas. Así que mejor no nos metemos, cada uno
con su tema. (Gerardo, 39 años, trabajador de Mesa de Partes)

Los trabajadores de las Mesas de Partes de los Juzgados Penales, los


de las Salas Civiles o Penales y los de la Corte Suprema no trabajan solos.
Las redes de corrupción no son endogrupales, ni se pueden limitar al cam-
po exterior. Si estos funcionarios son pivotes de las demandas exteriores,
también lo son de campos interiores que constituyen un siguiente nivel de
la burocracia intermediaria, de los procesos administrativos y los judiciales.
Estos campos están constituidos por las Secretarías y por las Relatorías de
los Juzgados, de las Salas y de la Corte.

4. Tráfico de influencias: corrupción en las Secretarías y Relatorías


Las Secretarías y las Relatorías constituyen dos ejes de acción de las
técnicas de corrupción en el Palacio de Justicia. Las diferentes oficinas del
Palacio deben tener no solo una Mesa de Partes para recibir y redirigir la
documentación necesaria para los procesos judiciales, además deben contar
con una Secretaría, que se encarga de las funciones administrativas (la buro-
cracia interna de la oficina, los trámites, pedidos, logística, personal, control,
movimiento de los documentos, etcétera) y una Relatoría (encargada de la
investigación de los casos, del seguimiento de los procesos y directamente de
las cuestiones judiciales). Si las Secretarías están conformadas normalmente
por un Secretario, un practicante, una secretaria, un asistente de logística o
administrativo y auxiliares; las Relatorías están conformadas por dos o tres

114
Jaris Mujica

abogados, un practicante de derecho y una secretaria. Existe una Secretaría


y una Relatoría en cada Juzgado Penal del Palacio, en cada Sala Penal o Civil,
y en la Corte Suprema, de modo que, de la misma manera que las Mesas de
Partes, constituyen estructuras formales que se adscriben de modo regular
a cada una de las oficinas judiciales del Palacio. Y si bien tienen diferentes
maneras de acción y actores propios, tienen una estructura común respecto
a los actos de corrupción y a las redes que las integran.
Del mismo modo, las redes que se construyen en estas oficinas no
funcionan separadas del sistema de segmentos que tienen técnicas de acción
en la parte exterior del Palacio y en las Mesas de Partes (o a través de las
redes de vigilantes), sino que son una parte integrada a ellas. Las estructuras
de poder funcionan aquí como un encadenamiento informal de acciones
y de jerarquías. Lo interesante es que hay un cruce entre las disposiciones
formales de la jerarquía, que determina la posición de los sujetos en una
pirámide de funciones, y las redes que funcionan construyendo autoridades
informales y sistemas de contactos entre actores que reorganizan de esa
manera sus posiciones de poder en el Sistema. Para los actores de las Mesas
de Partes, el contacto y el conocimiento de ciertos actores dentro de las
Secretarías y, sobre todo, de las Relatorías, ofrecen un nexo con posiciones
de poder más altas en el escalafón formal. El asunto, sin embargo, es que
esos nexos se tejen a través de redes informales y redes de corrupción.
En la misma lógica de lo que hemos venido argumentando, las redes
informales y las redes de corrupción constituyen un engranaje del sistema.
Contra lo que parece inicialmente, estas formas de corrupción gestan un
sistema de poder que funciona dentro del sistema y no fuera de él, utiliza
sus reglas, sus funcionarios, sus mecanismos de acción y sus procedimientos:
pretenden insertarse en la lógica del sistema. Constituye un mecanismo de
acción que organiza un modo de articulación de los poderes, de las autori-
dades, de la propia justicia dentro del Palacio.
Las redes de corrupción que funcionan en este campo muestran un
sistema de poder complejo que tiene una estabilidad particular: no se
solidifica en la recurrencia de una misma vía y unos actores definitivos e
inamovibles, sino en la reunificación y movilización de segmentos que se
distribuyen en diversos espacios dentro del Palacio. Cada uno de ellos se
separa y se reúne con otros segmentos para gestar actos de corrupción y
generan así un sistema regular pero no estable en sí mismo, pues se reinventa
en cada acto de corrupción. Redes de segmentos que, además, permiten la
existencia de diferentes núcleos sin una cabeza central. Sistemas acéfalos
que se fusionan y fisionan cada cierto tiempo y de acuerdo a las coyunturas
políticas, económicas y a la estructura de poderes internos.
115
Micropolíticas de la corrupción

Las formas de corrupción en las Secretarías y en las Relatorías tienen


que ver también con el tráfico de documentación (sobornos, coimas, chan-
tajes, ligados al hurto de documentos o a la inclusión de documentación
falsificada), pero tienen, además, un centro en las lógicas de tráfico de
influencias y formas de nepotismo. A diferencia de las Mesas de Partes, en
las que los trabajadores no tienen un Poder formal superior, en las Secre-
tarías y Relatorías, la jerarquía oficial ubica a estos funcionarios en una de
las cúpulas más altas de los mandos medios, que tienen como punto mayor
a los jueces de los Juzgados y a los Vocales de las Salas y Cortes. Esto es
importante, pues en las Mesas de Partes el tráfico de influencias es difícil
en la medida de que estos funcionarios no tienen mayor relevancia formal
en la estructura del Poder formal (del organigrama). Sin embargo, en las
Secretarías y Relatorías no solo se cuenta con cierto nivel jerárquico, sino
que además se tiene un vínculo cercano con las oficinas que se encargan
de los mecanismos de administración (en el caso de las Secretarías); y un
contacto directo con los encargados formales de la justicia, es decir con
los Jueces y Vocales (en el caso de las Relatorías). Ahí se tejen relaciones de
confianza, amistades, favores y reciprocidad que permiten redes complejas
y segmentos que se integran en las cadenas de actos de corrupción que
hemos ido describiendo.
Las Secretarías articulan sistemas complejos de redes que se vinculan,
por un lado, con las Mesas de Partes, pues deben coordinar los trámites, la
búsqueda de archivos y documentos y la codificación de la información.
Por otro lado, tienen una relación directa con las oficinas administrativas
del Palacio de Justicia (control de personal, logística, etcétera). Además,
tienen un nexo directo con las labores de la Relatoría y de los propios
Jueces y Vocales. Por lo tanto, tienen un puesto importante porque se co-
nectan estratégicamente con diversos campos de poder y de acción dentro
del Palacio. Sin embargo, este eje de conexión que aparentaría un nodo de
actos de corrupción abierto a todos los flancos tiene diversas restricciones.
Las Secretarías, contra lo que podría parecer en una mirada superfi-
cial, no son partícipes de actos de corrupción sin restricción, sino que en
realidad efectúan estos actos de acuerdo a las demandas de los actores de
la jerarquía superior, es decir, de acuerdo a las demandas de los jefes de
las Relatorías y en algunos casos de los propios Jueces y Vocales (aunque
esto es difícil de probar y parece ser un tipo de demanda muy sutil). El
punto es que, si bien las Secretarías de los Juzgados o de las Salas tienen
un nivel jerárquico mayor que las Mesas de Partes, su ubicación física y su
relación de dependencia con las Relatorías no les permite independencia

116
Jaris Mujica

para dirigirse a los campos anteriores y fundar sus propias redes de co-
rrupción. Estas redes están pre-determinadas por los contactos que los
actores de las Relatorías gestan y sostienen. Por supuesto, esto no quiere
decir que no existan actos de corrupción en las Secretarías, sino, más
bien, que la mayor parte de estos están mediados por la demanda de sus
superiores y por las redes que éstos construyen. Son, en todo sentido,
una secretaría de servicios.
Las Relatorías, en cambio, tienen un sistema diferente, pues su arti-
culación con el sistema tiene dos ejes centrales: a través de sus Secretarías
se conectan con la estructura inferior de la burocracia formal del Palacio
(Mesas de Partes, logística, Administración), y en su propia constitución
formal se relacionan con las cúpulas más altas de la administración de
justicia (Jueces y Vocales). Estas relaciones informales, pero dispuestas
también en su jerarquía formal, permiten un escenario para estructurar los
actos de corrupción. En esta lógica, las demandas de actos de corrupción
que las Relatorías hacen a las Secretarías, se sostienen sustancialmente en el
tráfico de documentos que ya hemos estudiado y en formas de corrupción
administrativa. El fenómeno suele soportarse en la relación entre alguno
de los abogados de la Relatoría y la secretaria responsable de la Secretaría
o el encargado de la asistencia administrativa.
Los abogados que trabajan en las Relatorías suelen tener vínculos de
amistad entre sí. Conforman grupos endógenos de relaciones sociales con
codificaciones y ritos propios (almuerzan juntos, salen juntos a divertirse,
establecen vínculos de empatía). Estos llegan a esos puestos, supuestamente,
a través de los concursos públicos, pero la mayoría manifiesta haber llegado
gracias a una recomendación de un Juez (amigo, familiar o profesor) a quien
le deben solidaridad y reciprocidad. Construyen dentro de la Relatoría un
espacio de seguridad y de protección sostenido en la complicidad.
Por recomendación del Doctor […]. En realidad todos llegamos por recomen-
dación. Es raro que veas alguien que vino solo por concurso. O sea, claro, todos
pasan por el concurso, pero también sabes quién es quién y quién te recomienda.
(Roberto, 38 años, abogado de Relatoría)
Todos tienen su padrino. Si no tienen padrino no llegas al puesto. […] Por eso
es que depende de quién sea tu padrino puedes subir o bajar. Te da tu seguridad,
tu protección porque acá es como una selva […]. Pero también el problema es
que tienes deudas y tienes que pagarlas […]. Todos saben cómo se pagan esas
cosas: un silencio, una firma, un cargo, un puesto para un familiar, para un amigo.
(Rafael, 39 años, abogado de Relatoría)

117
Micropolíticas de la corrupción

Dos elementos se producen en este campo. Por un lado, un sistema


de reciprocidad adquirido en el propio ingreso. Este “padrinazgo” implica,
además, la filiación a una red y a un tipo de acciones políticas, y también
actos de corrupción. Incluso la propia llegada al cargo de los abogados
que pertenecen a las Relatorías está mediada por un acto de corrupción: la
preferencia en el concurso público o la omisión de méritos de alguno para
el beneficio de un particular. Este punto de partida simboliza, además de la
filiación a una red de poder micropolítico, la relación directa con un tipo de
actos de corrupción que se empiezan a aprender antes del ingreso al puesto
de trabajo. Asimismo, este mismo acto manifiesta uno de los núcleos de
acción de la corrupción en este nivel: el tráfico de influencias resulta ser la
manera de construir estos nexos y de demarcar la filiación y relación que
inscribe a los actores en las redes. Por otro lado, así como los abogados
de las Relatorías llegan a sus puestos por demandas internas, padrinazgos,
“varas”, influencias (pues estos sujetos serán funcionarios de confianza
de los Jueces y Vocales), los funcionarios de las Secretarías llegan por un
canal similar, llamados la mayor parte de veces no por los propios Jueces
o Vocales, sino más bien por los abogados de las Relatorías. Ahí se funda
otro encadenamiento organizado de redes.
Tenemos entonces una estructura que tiene varias aristas y redes que
interpenetran a las diferentes oficinas. Las Relatorías se deben a los padri-
nazgos de los niveles superiores de los Juzgados y Salas, las Secretarías se
deben a su vez a las influencias de los abogados de las Relatorías. Hay una
suerte de conglomerado orgánico de funciones políticas y de ejercicio del
poder, incluso en la conformación de la estructura. De ahí que las funciones
en las prácticas de corrupción de las Secretarías y de las Relatorías estén
fuertemente imbricadas.
Aquí todos trabajamos unidos, hay mucho trabajo, muchas responsabilidades. Por
eso necesitamos ser compañeros, para apoyarnos en lo que necesitan. Cuando
los doctores necesitan un trámite, una documentación, una asistencia, entonces
estamos dispuestos […]. (Señorita Cecilia, 45 años, secretaria de Juzgado)
Para eso también están unidos. Si las secretarias se las saben todas. Ellas son las
cutreras, que el jefe por aquí, por allá. Ellas son las que se conocen todo lo que
hacen. Las coimas, las trafas, la cochinada. No hay secretaria o los secigristas que
no estén enterados de la coima. ¿Quién contrata por ejemplo? A sus amigos, a
sus familiares. (Gabriel, 26 años, practicante de Relatoría)

En el caso de las Secretarías los actos de corrupción se fundan de


manera central en dos técnicas puntuales: la asistencia en el tráfico de do-
cumentación y la dilación de los casos; y la ayuda a los abogados en modos

118
Jaris Mujica

de corrupción administrativa (mal uso de fondos de caja chica, utilización


de influencias inter-secretarías para trámites fuera de tiempo, ayuda en
contrataciones o tráfico de influencias). Ahora, en lugar de formas especí-
ficas de acción según el puesto, el trabajo en las formas de corrupción de
los funcionarios de las Secretarías está relacionado directamente con sus
funciones formales: deben cumplir estas formalidades, pero con objetivos
corruptos (cohecho pasivo). En este sentido, obedecen a las demandas y a
los pedidos que hacen las Relatorías y los propios Jueces o Vocales. Enton-
ces, como hemos indicado antes, las Secretarías funcionan como centros
articuladores formales, pero en el campo de los actos de corrupción, en
realidad, cumplen también la función secretarial. En estas ocasiones se
produce una relación asimétrica que proviene de la jerarquía formal; pero
a la inversa, se gesta un poder de información por parte de las secretarias y
asistentes que obliga a los jefes a mantenerlas en sus redes y a proteger sus
cargos. Una vez más, se trata de cadenas de reciprocidad bi-direccionales
en las que la corrupción es un lubricante fundamental.
En el caso de las Relatorías las formas de corrupción son más complejas,
puesto que no están totalmente determinadas por la estructura jerárquica.
Si bien tienen la labor de atender a los requerimientos de los Jueces o Vo-
cales respectivos, asistirlos en la investigación judicial; no son una oficina
de asistencia secretarial, sino más bien de asesoría formal. En este punto
es donde las formas de corrupción adquieren dinámicas más complejas,
pues los abogados de las relatorías están directamente relacionados con los
casos que se están juzgando y con las opiniones, intereses y demandas de
los Jueces y Vocales. Entonces, si bien tienen una posición de subordina-
ción formal en la jerarquía, tienen también cargos que se sostienen en la
confianza con esa autoridad vertical.
Los abogados de las Relatorías son parte también de redes de co-
rrupción que llevan a cabo prácticas dirigidas al tráfico de influencias:
sobornos para presionar por fallos, contacto con los jueces para beneficiar
a terceros a cambio de dinero, ocultamiento o venta de información sobre
los procesos, etcétera. Estos tres tipos de prácticas permiten entender la
relación que tienen los abogados de las Relatorías con los campos exte-
riores, con las Secretarías y sustancialmente con los Jueces y Vocales que
constituyen el nexo fundamental con la deliberación judicial y la decisión
de sentencia.
Nosotros somos los que vemos las cosas. Hay de todo aquí, pero somos los que
ordenamos los casos, los que hacemos los procesos, el juez a veces se la lleva fácil,
pero porque también estás pagando tu derecho de piso. […] Pero también hay

119
Micropolíticas de la corrupción

los que pagan su derecho con otras cosas […] como que ayudan en los trámites,
¿entiendes?. De ahí sacan su parte, y reparten también, de esos hay un montón.
(Rodrigo, 34 años, abogado de Relatoría)

El tráfico de influencias en este campo puede darse a través del contacto


con uno de los abogados de las Relatorías, quien, gracias a sus relaciones con
el Juez o Vocal puede sugerir modificaciones en los fallos, preferencias en
las sentencias, o aminorar las mismas. Para ello, las redes se conforman en
relación directa con los abogados, que son contactados por otros abogados,
gestando sistemas de conocidos dentro del Palacio. En este caso, la idea es
que más allá de los endogrupos que se forman en el Palacio, los abogados de
las relatorías tienen también cadenas de conocidos con abogados litigantes
de diversas esferas: campos relativos a los abogados “al paso” en algunos
casos o de Estudios conocidos en el otro polo. El escenario se reordena en
esta dinámica en donde una red paralela funciona en este nivel: el tráfico
de influencias no obedece a una red de pasos que debe atravesarse desde
la estructura inferior, sino más bien a una red de contactos entre abogados
que constituyen una lógica entrecruzada con el propio sistema. Los costos
de estos servicios son considerablemente más altos que los que se pueden
pagar por el tráfico de documentación. El pago por la contratación de una
persona puede fluctuar entre los S/. 400.00 y S/. 1000.00 soles (como un
costo referencial mínimo señalado por los propios informantes); el pago
para aconsejar a un juez o para hacer llegar un pedido puede rondar las
mismas cifras mínimas, dependiendo del caso.
En este sentido, para lograr pagar a uno de los abogados para que in-
fluencie en una decisión, para que asesore con tendencias pre-fijadas o para
que condicione los fallos, no resulta de un ascenso en la estructura jerárquica
formal, sino más bien en una red que los abogados integran dentro del
Palacio y a través de las estructuras de redes de abogados, que se han ido
construyendo incluso en la vida universitaria y familiar. El asunto es que,
para muchos Estudios de Abogados, la eficiencia es requerida no solo en
tanto las capacidades académicas de los abogados, sino también de manera
precisa en las redes que estos abogados tienen dentro del sistema de justicia.
Para algunos de los abogados de las Relatorías, recibir sobornos a
cambio de “hablar con el juez” para ayudar en un determinado caso resulta
un punto importante. Esto dependerá de la relación que mantenga con su
jefe, la autoridad judicial del Juzgado, Sala o Corte y si es que existen prác-
ticas que se han realizado antes, tejiendo complicidades. Si es así entonces
la solicitud vendrá por el mismo canal antecedente, si no, deberá construir
una estrategia para solicitar el favor a cambio de otros servicios, compli-

120
Jaris Mujica

cidades o el mantenimiento de una deuda simbólica. El punto está en que


estas relaciones están determinadas por lógicas de poder soportadas en la
complicidad y en los “padrinazgos” que se tejen dentro de la estructura del
Palacio de Justicia y del sistema judicial en general.

5. Los padrinazgos como ejes de articulación de la burocracia


En las dinámicas de corrupción que se tejen en las Secretarías y en las
Relatorías hay una dinámica diferente a las de las Mesas de Partes. Éstas
están construidas sustancialmente en redes de corrupción dirigidas hacia el
exterior y a las demandas de los actores de fuera del sistema. El soporte de
esta estructura de corrupción está demarcado por prácticas regulares que
son requeridas por los falsificadores, abogados “al paso” o tramitadores. En
algunos casos, por los contactos que tejen dentro del sistema y que permi-
tirán el tráfico de documentación. En cambio, en las lógicas de corrupción
de las Relatorías y las Secretarías, los sistemas están demarcados por unas
redes de padrinazgos que determinan la posición de los actores en el sistema.
La reciprocidad que se genera en las recomendaciones, “varas” e in-
fluencias es fundamental en la conformación de redes informales. En este
campo, los padrinazgos constituyen el mecanismo más común y, al mismo
tiempo, más efectivo para generar sistemas de integración de endogrupos
de poder dentro del Palacio. Estos “padrinos” no constituyen, sin embargo,
cabezas de direccionamiento de redes de crimen organizado. Son referencias
en una red de segmentos y un centro de articulación, pero no actores domi-
nantes y determinantes. Las formas de dominación vertical unidireccional no
son posibles (o al menos son difíciles de mantener debido a la inestabilidad
del sistema y a la alta rotación del personal), por ende, no se puede hablar
de una clientela (como hemos visto en los capítulos anteriores, la clientela
implica una jerarquía vertical unidireccional y asimétrica que está marcada
por la existencia de un patrón que determina las acciones, servicios y de-
mandas, y un cliente que debe obedecerlas). En este sentido, el “padrino”
no funda un segmento uniforme y bajo su dominio total, sino que genera
a través de la técnica de la influencia, del padrinazgo mismo, una cadena
de reciprocidad que debe ser lubricada regularmente. Esto se debe a que
no existe otro modo de garantizar la asociación y la “solidaridad orgánica”
en un terreno de incertidumbre laboral, de competitividad y de tensiones
políticas internas permanentes.
Muchos de los abogados de las Relatorías, los trabajadores de las
secretarias, los asistentes y los practicantes llegan a trabajar al Palacio por
influencias, por recomendaciones y padrinazgos que son reconocidos por
121
Micropolíticas de la corrupción

los trabajadores y que implican un cuidado sistemático. En esta lógica, las


cadenas de favores se tienen que poner en movimiento para que la red y
el sistema puedan funcionar. Los favores no están ligados solamente a una
estructura formal, sino justamente a una dinámica informal. Las formas
de corrupción resultan ser una argamasa muy fuerte, que logra que estos
favores permitan el tejido de complicidades, que integra de manera más
eficiente las redes, y que hace más sólidos los padrinazgos. Sin el acto
mismo, que parece disponerse en este escenario como un ritual de acceso
al sistema, la red no tiene la consistencia ni el conocimiento de los canales
de movimiento de las influencias. En este sentido, la corrupción sirve no
solamente como aprovechamiento del puesto, sino como una manera de
conocer los alcances del ejercicio de poder determinado por una posición
en el sistema, pero también de las redes y canales con los que se cuenta. Se
trata de una manera de conocer el funcionamiento del sistema.
Es para conocer, si no haces no conoces. Hay que saber quién es quién, eso te
va a dar posibilidades de moverte. Hay que ser políticos aquí. Un favorcito que
haces a alguien te dice quién es, te permite conectarte con otros, y te permite
pedir otro favor a cambio. (Rafael, 34 años, abogado de Relatoría)

En este camino, los padrinos resultan entonces articuladores de las


redes, pero no jefes de una organización. En este sentido es posible indicar
nuevamente que las formas de corrupción que funcionan en el Palacio no
tienen la misma estructura de una mafia. No es crimen organizado, no hay
un líder absoluto. Los padrinos, que son muchos, de diversas jerarquías y de
diversas posiciones en la estructura formal, permiten el ingreso de nuevos
actores y tejen segmentos de red que deben ser renovados y afirmados a
través de actos de corrupción. ¿Cómo se articulan estos segmentos entre sí?
¿Qué niveles de articulación tienen en el Palacio? ¿Hay una relación entre
todos los segmentos?
Los segmentos que se construyen desde los padrinazgos no tienen
una articulación sistemática entre sí. No todos se conocen, no todos tienen
un vínculo, sino que se unen y separan de acuerdo a intereses y tensiones
cotidianas, gestando caminos internos de conexión a través de nodos. Los
niveles inferiores del aparato tienen una relación fundada en dinámicas
instrumentales con actores externos al Palacio (fines instrumentales que
determinan los medios). Por ejemplo, los trabajadores de Mesas de Partes,
vinculados con las dinámicas exteriores de los falsificadores y abogados in-
formales, llevan a cabo prácticas de corrupción que se vinculan con intereses
puntuales y demandas de los usuarios. Esto es diferente de los actores de
las Secretarías y de las Relatorías, que determinan en su posición actos de

122
Jaris Mujica

corrupción que obedecen a la estructura de reciprocidad de los padrinazgos


construidos dentro del sistema y como canal de acceso al mismo.
La burocracia del Palacio de Justicia tiene entonces, dentro de su
propia estructura de acción y funcionamiento, una serie de dinámicas de
corrupción que atraviesan su accionar diario. Sin embargo, estos sistemas
de corrupción no implican la existencia de una organización cimentada.
Más bien, obedecen a cadenas de reciprocidad que articulan segmentos de
red. El punto está en que la burocracia intermedia determina una serie de
actos de corrupción que tienen que ver con la parte procedimental, como
hemos indicado al comienzo. Estos procedimientos, los trámites, la docu-
mentación, constituyen el centro de las prácticas de corrupción en estos
niveles. Es recién en la estructura de acción de las Relatorías que los actos de
corrupción tienen que ver menos con el procedimiento, que con el carácter
deliberativo de la justicia. Sin embargo, esto implica una estructura diferente
del sistema. Un canal distinto y con pocos vínculos con aquello que hemos
visto hasta ahora. Las esferas judiciales, el campo deliberativo de los Jueces
o de los Vocales, implican esferas separadas del resto de la estructura; su
conexión está demarcada por las redes fundadas en las Relatorías, que son
los canales que se utilizan para vincularse con la estructura exterior y con
las redes de la burocracia inferior. Vamos entonces a salir de la burocracia
intermedia y a mirar el funcionamiento de las esferas dedicadas con más
precisión al asunto judicial.

123

Jaris Mujica

V. Las formas de corrupción y el poder de los jueces

1. Las tensiones de poder y la conformación de redes


Los Jueces y Vocales son las autoridades formales que encabezan los
Juzgados y las Salas en el Palacio de Justicia. Sin embargo, estos actores no
están fuera del sistema de poder informal que se teje en esta estructura, sino
que son parte integrante de dichas dinámicas. Ahora, esto no implica que
sostengan relaciones con todos los miembros de las redes de corrupción
del sistema, sino que construyen mecanismos propios para ejercer actos de
corrupción de acuerdo al cargo que ejercen.
Por ello, para estudiar las formas de construcción de la autoridad y del
poder en el Palacio, es necesario entender los modos de acción de los Jueces
y Vocales en relación al conjunto de redes; asimismo, esto nos permitirá
estudiar la estructura de segmentos acéfalos que se ubican en el escenario,
gestando modos de fusión y fisión de segmentos, lo que constituye una es-
tructura de poder informal compleja y abierta. Las tensiones que se generan,
la competencia entre redes, y la estructura de sus relaciones nos muestra
un modo particular de pensar y practicar el poder y la autoridad, que lejos
de repeler la figura de la transgresión y la corrupción, parecen vincularse a
ellas de diversas maneras.
El Palacio de Justicia no se limita a la burocracia de los niveles inter-
medios, sino que los sistemas de redes y las lógicas de corrupción penetran
también las esferas más altas de su estructura. Sin embargo, las lógicas de
corrupción de las cúpulas judiciales tienen una lógica diferente y no tienen
siempre una conexión directa con las formas exteriores de corrupción o

125
Micropolíticas de la corrupción

con las lógicas intermedias de las Mesas de Partes. En ese sentido, no se


trata de una red vertical, sino de diversos encadenamientos que no siempre
están relacionados entre sí.
En las oficinas de los Jueces de los Juzgados Penales que funcionan en
Palacio, así como en las oficinas de los Vocales de las Salas Penales y Civiles
o de los Vocales de la Corte Suprema, existen codificaciones para generar
actos de corrupción y para el ordenamiento de las redes que conforman la
estructura informal, que atraviesa la institución desde adentro. Ahora, para
entender la lógica de estas acciones, es necesario estudiar antes el modo en
que las redes se conforman. Es decir, la manera en que llegaron a ese lugar
los Magistrados y cuál es la naturaleza de las relaciones que tejen entre sí.
De igual modo, estas estructuras informales requieren ser comprendidas a
la luz de una serie de tensiones que ocurren en el Palacio de Justicia y que
tienen que ver no solamente con factores políticos formales –que son po-
siblemente los que menos afectan a estas redes- sino más bien por intereses
construidos sobre elementos puntuales, competencias o incompatibilidades
personales, conflictos personales, etcétera. Es interesante que más allá de
la estructura política, los partidos, las “ideologías”, permanezca también
una disposición de relaciones personales que demarca gran parte de los
conflictos y las tensiones dentro de los sistemas institucionales.
¿Quiénes son los Magistrados que pueblan las cúpulas más altas del
Palacio de Justicia? Pues son abogados que han estudiado, una gran parte de
ellos al menos, en universidades del Estado (como la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, y la Universidad Federico Villarreal, aunque ya no en
pocos casos hay actores de la Universidad Privada San Martín de Porres).
Asimismo, algunos de ellos han llegado al Poder Judicial gracias a una serie
de contactos entre abogados, que han logrado tejer a lo largo del paso por
sus vidas universitarias. Del mismo modo, también hay magistrados que
vienen de familias que han estado en el Poder Judicial ocupando diversos
cargos. Hay un imaginario popular dentro del Palacio de Justicia, que indica
que hay cargos que son hereditarios, y que hay familias que se ubican de
generación en generación dentro del sistema de justicia, creando lógicas de
estructuración del aparato y de las redes de poder.
Lo importante es que en los casos en que las dinámicas de inserción al
sistema de justicia están sostenidas en preferencias por provenir de deter-
minada familia o por tener o pertenecer a una determinada red de amigos,
no necesariamente rompe las leyes o las transgrede directamente. La figura
del nepotismo tipificado en el código penal como la contratación en un
cargo público de un familiar hasta el cuarto grado de consanguinidad o

126
Jaris Mujica

de un afín hasta el segundo grado, no implica que estas contrataciones se


puedan dar fuera de las oficinas puntuales. Sucede en ciertos casos que los
hijos, sobrinos u otros parientes de los Jueces o Vocales, entran a trabajar al
Palacio de Justicia (o al sistema de justicia en general) a través de una lógica
de trueque. ¿Qué quiere decir esto? Se trata de trocar la contratación de un
familiar en la oficina de uno de los amigos, mientras que uno contrata a uno
de los familiares de aquel. Así no se transgrede formalmente la ley de nepo-
tismo, pero se mantienen las preferencias por los familiares. Igualmente, se
crean lógicas de intercambios y de contra-dones, constituyendo elementos
de interpenetración que permiten establecer patrones de seguridad entre
las redes que se forman al interior de la estructura.
El Doctor Ricardo ha hecho contratar para su Relatoría del Juzgado al hijo del
Doctor Carmona. Y por eso el Doctor Carmona ha contratado al hijo del Doctor
Ricardo para que trabaje en el despacho de la Sala. Son bien conchudos. Como
que todos saben que son compadres. (Rodrigo, 34 años, trabajador de Relatoría)
No vas a ver como que contratan a sus familiares directamente, porque eso ya está
tipificado y pueden tener graves consecuencias, pero sí hay bastante las lógicas
de la contratación del familiar de un amigo a cambio de que le contrates a su
familiar también. Es una manera de sacarle la vuelta a la ley, pero sin perjudicarte.
(Fernando, 35 años, trabajador de Secretaría)
A veces encuentras que los hijos, los sobrinos, los nietos, las amantes, trabajan
en uno de los Juzgados y nadie sabía. Porque son discretos. Y por eso les hacen
favores también. Si uno contrata a un familiar de un amigo, para evitar que sea
punible, entonces es porque hay un amarrado ahí. De eso puedes encontrar acá,
pero eso abunda en todos lados, en los Gobiernos Regionales, en las Municipa-
lidades. (Daniel, 38 años, trabajador de Relatoría)

De este modo, una de las formas de corrupción que aparecen en la


demarcación de los cargos del Poder Judicial, y en este caso del Palacio de
Justicia, está sostenido en la construcción de formas de reciprocidad que
permiten contrataciones de personal que es familiar algún miembro del
sistema (es al menos lo que indican sistemáticamente los informantes y los
miembros del interior del sistema de justicia). Para ello, se recurre a cade-
nas de amistades construidas en el espacio personal y privado o en la vida
universitaria. Ahora, es importante indicar que algunos de los trueques de
personal en el Palacio de Justicia, no mantienen una lógica dentro del propio
Palacio, sino que se corresponden a cadenas de favores más amplias y que
escapan a la localidad de esta institución. En este sentido, encontramos
actores que son familiares de personas que trabajan en Juzgados de otras
partes de la ciudad o en oficinas del Sistema de Justicia descentralizado y
que mantienen esta lógica de intercambio con actores de dentro del Palacio.

127
Micropolíticas de la corrupción

¿Qué implica está lógica? El sistema de trueque permite una grieta de


las leyes sobre el nepotismo que impiden las contrataciones de familiares, y
les dan una salida más amplia y sin caer en su área de sanción. Del mismo
modo, este sistema es una muestra de cadenas de reciprocidad más grandes
y profundas, y que implica en última instancia una forma endogámica de la
formación de la estructura de poder. Los cargos, como hemos dicho, son en
algunas ocasiones hereditarios y los funcionarios reconocen esa disposición;
pero para que aquello suceda es necesario que exista una serie de redes
que permitan estructurar un soporte para la llegada de nuevos miembros
al sistema de poder. Asimismo, la lógica de trueques demarca el extremo
de un sistema que se sostiene en favores personales y en una dinámica de
complicidades, que busca mantenerse a través de este mecanismo.
Si ves bien vas a encontrar a los amigos, los hijos, a los familiares, son como
dinastías que hay aquí. El jefe de una oficina tiene un hijo que es abogado, que
también trabaja aquí, o que un día será jefe […]. Son familias, y además se co-
nocen, son amigos. (Emilio, 39 años, trabajador de Relatoría)
Es conocido por todo el mundo que hay familias, que el padre le da el puesto al
hijo, que se mueven favores […]. Eso no tienen nada de malo, pero no hay que
ser tan fresco […] o sea que si el hijo es incompetente no lo vas a traer, pero
si es competente pues entonces sí. […] cada uno tiene sus recursos y claro, la
familia es importante para eso, te la vara, que otros no tienen. (Mario, 41 años,
abogado de Estudio privado)

Si bien el sistema de trueques de personal integra una parte relevante


del sistema, no necesariamente lo hace por la cantidad de trueques existente,
sino más bien por la importancia de los actores que se ubican en este in-
tercambio, que pugnan por puestos de gran nivel dentro del sistema (y que
posiblemente logren acceder en algún momento a un alto puesto gracias a
las cadenas de contactos y redes que han logrado tejer). No se trata de redes
que funcionan arbitrariamente y continuamente, no es un mercado abierto,
se trata de intercambios puntuales y estratégicos de actores y funciones.
Del mismo modo, este patrón permite hilvanar la estructura junto a las
lógicas de padrinazgo y compadrazgo que hemos descrito en los capítulos
anteriores. Los actores que se movilizan dentro de los espacios de poder
del sistema de justicia, requieren de una serie de apoyos que les permitan
establecer canales de movilización y ascenso. Estos actores, que funcionan
como protectores, establecen sistemas de padrinazgos que funcionan como
enganches que fijan los engranajes de las redes de confianza y complicidad
en el Palacio de Justicia.

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Jaris Mujica

Los abogados de los cargos más altos han llegado ahí justamente a
través de la lubricación de las redes que conforman la estructura de pode-
res (esto no quiere decir que funcione siempre así o que no haya méritos
profesionales, académicos o personales en las personas que ocupan puestos
de importancia, pero sí que se trata de reconocer que las redes de amigos,
de influencias y de “contactos”, son un modo recurrente y conocido por
casi todos los actores del sistema como mecanismos de inserción y acceso
a los puestos de poder). Esto muestra que existe una correlación coherente
entre el puesto más alto y los padrinazgos que se tejen dentro del aparato
formal. La lógica indica, en estos casos, que para poder movilizarse dentro
de los cargos de poder es necesario mantener contactos con los actores de
las jerarquías superiores, quienes escogen a los jueces, quienes controlan
los procesos y quienes se encargan de los sistemas de control interno y las
formas de accountability.
Dentro de este sistema de competencia, los padrinazgos y los trueques
funcionan como índices de acción: un determinado padrino y la inserción
a un determinado puesto de trabajo por un trueque de personal, por un
contacto o recomendación, determina de antemano la posición del sujeto
dentro de una red de poder y de competencia. Esto constituye una marca,
un símbolo de la posición de poder y la ubicación en la estructura de redes.
Empero, en este sentido, la demarcación de pertenencia no resulta ser un
criterio identitario, no se trata de una comunidad de valores compartidos
ni un sistema de clanes, sino más bien de una referencia a estrategias de
poder y a amistades que permiten mecanismos de solidaridades orgánicas,
intercambio y protección en las tensiones que se generan en la dinámica
cotidiana de la política institucional. Pero, hay que indicar que esto implica
también que los actores asociados o relativos a una red determinada de
influencia y de contactos, se ubique también frente a quienes pertenecen a
otros grupos, otras redes de influencia y otros grupos en constante tensión
y competencia por los cargos de poder.
El punto importante es que en los trueques de personal para evitar el
nepotismo, así como los padrinazgos y compadrazgos que se establecen
dentro del Palacio y en sus campos formales exteriores (los otros brazos del
sistema de justicia), lo que tenemos es un sistema de técnicas que bregan
en la construcción de redes informales dentro de la estructura formal de la
institución. Pero ¿cuál es la relación entre la formación de estas estructuras
y los sistemas de corrupción? Pues hay un vínculo directo entre éstas en las
altas esferas de poder en el Palacio de Justicia (y en las otras instituciones
del Poder Judicial y del Sistema de Justicia en general). Este vínculo está

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Micropolíticas de la corrupción

determinado por dos ejes: primero, porque la construcción de estas redes,


en los niveles superiores, está sostenida no tanto en formas de confianza
total, sino más bien a través de la interpenetración informal de los poderes
(simbolizada y representada en los trueques de familiares para su contrata-
ción). Esto resulta ser un modo de control de las estructuras informales de
poder, una suerte de garantía. Asimismo, dicho vínculo está dispuesto por
las complicidades gestadas justamente a través de las prácticas de corrupción
(incluso desde la llegada de los sujetos al espacio político se pueden estudiar
formas de corrupción y tráfico de influencias en las contrataciones, prefe-
rencias en los concursos, omisión de méritos, etcétera). Segundo, porque
estas formas de corrupción sostienen la reunificación de redes de poder
frente a una dinámica de tensión constante entre los propios actores del
sistema de justicia, en nuestro caso, en el Palacio de Justicia.
Las tensiones que se construyen dentro de las altas esferas del Palacio de
Justicia están marcadas por el interés de ascenso de los cargos y por la ma-
nutención del puesto. Los concursos públicos y los ascensos determinados
por méritos en los Juzgados y, en el caso de los Vocales, si bien dependen
de una elección o nombramiento (en el que interviene tanto el Colegio de
Abogados, como la Academia de la Magistratura y el propio Poder Judicial,
por lo que excede la estructura interna del Palacio de Justicia), no están
necesariamente determinadas solamente por estructuras procedimentales
asépticas, sino que parecen estar atravesadas por una serie de preferencias
y elementos coyunturales que no pueden ser concentradas ni totalmente
eliminadas por la estructura formal o por la burocracia. Es en la informa-
lidad, en la formación de redes y amistades en donde esta movilización es
posible y es manipulada o reordenada por los propios actores del sistema,
que no se mantienen pasivos frente al funcionamiento de la burocracia,
sino que intervienen directamente en su estructuración, sobre todo desde
el espacio informal y a través de las dinámicas de corrupción.
Aquí las cosas se determinan por los contactos que tienes. Si tienes un buen
padrino entonces seguro que llegas alto; si eres bueno y no tienen padrino no
tienen garantizado nada. Tienes que saber combinar un buen padrino y tus ca-
pacidades. (Freddy, 32 años, abogado de Relatoría)
Claro, si es que eres bueno, competente, tienes muchas posibilidades, pero
siempre y cuando tengas alguien que te apoye […]. Es que sí tienes opciones
si es que demuestras capacidad, pero es mejor garantizar que vas a lograr las
cosas si tienes el respaldo de alguien de más arriba, ellos te ayudan, te puedes
hacer conocido, moverte mejor, más rápido […]. Hay gente que es talentosa,
pero que sin su respaldo no puede llegar lejos […] lamentablemente así son las
cosas. (Ignacio, 45 años, abogado de Estudio privado)

130
Jaris Mujica

El ascenso en los cargos determina entonces una de las razones de la


búsqueda de padrinazgos dentro del sistema formal. Sin embargo, esta de-
manda no es solamente de abajo hacia arriba, sino también de arriba hacia
abajo. Es decir, no se trata de una lógica que esté determinada solamente
por el ascenso, sino también por la construcción de redes de información,
seguridad, protección, soporte y eficiencia del trabajo que va de arriba hacia
abajo. Se trata de una dinámica bi-direccional, con intereses creados que se
establecen para ambos lados.
Ahora, si bien hay una dinámica de formación de los compadrazgos,
padrinazgos y trueques para las contrataciones que aparecen en el apren-
dizaje de capacidades informales de los sujetos con más altos rangos, tam-
bién existe, y de manera extendida, formas de participación honesta en los
procesos, y un interés por el aprendizaje del correcto funcionamiento de
las cosas. Sin embargo, lo que es importante reconocer es que es evidente
que existe una dinámica de aprendizaje de los modos de transgresión, de
los sistemas informales, de la construcción de redes de poder y de actos de
corrupción, y que hay un amplio reconocimiento de la importancia de estos
mecanismos. Estos existen siempre en referencia a los sistemas formales,
pues son estos los que se buscan evadir, quebrantar o transgredir. Tenemos
entonces redes y padrinazgos que implican un aprendizaje sistemático de
los dos extremos del sistema: su parte formal legal, y su parte informal.
Aprendemos de todo. Desde que llegas aprendes a que las cosas no son como
en el libro. Ya desde la universidad nos enseñaban que las cosas no son ideales,
o que no vas a ser como los abogados de las películas. Aquí hay que aprender
las mañas, las cosas por lo bajo, los negociados. Si no aprendes también a eso
entonces estás perdido. No digo que lo hagas todo el tiempo, yo mismo trato de
no meterme en esto; pero es inevitable, tienes que hacer algunas cosas para poder
mantenerte […]. Si no conoces a la gente, si no tienes tu contacto, tu padrino,
estás fuera, eso sí de hecho, estás fuera de todo. (Aníbal, 39 años, asistente de
Despacho)

Este aprendizaje se centra en las dinámicas informales que articulan la


disposición de acción del interior del aparato formal. Dentro del Palacio es
conocido por todos los actores que las formas de corrupción están vincula-
das de una manera u otra con las formas de estructuración de las redes. En
este sentido, el propio ingreso al sistema está mediado, en muchos casos,
por las formas de compadrazgo, padrinazgo y trueques. Como veremos
después, es difícil que alguna de las personas que ha logrado subir en el es-
calafón del Sistema de Justicia haya estado libre de alguno de estos procesos
informales (lo que no quiere decir que no existan personas honestas o que
estas formas impliquen actos de corrupción tipificados). El punto excede
131
Micropolíticas de la corrupción

las condiciones éticas personales y tiene que ver más con una estructura
de funcionamiento de las cosas, dispositivos exteriores que demarcan el
funcionamiento del sistema (no se trata entonces de una patología, de una
acción perversa que busca destruir el sistema, se trata paradójicamente de un
modo de relacionarse con los sujetos, con las instituciones, con la política).
Yo sé que hay gente honesta. Yo me consideraría una persona honesta, pero
que hemos tenido que hacer algunas cosas que no son del todo legales para
poder movilizar algunos casos o para lograr algunos puestos, hay que admitirlo,
no creo que ninguno de los que trabajan aquí esté libre de esto. No por malas
personas, sino porque así es el sistema, qué vamos a hacer si el sistema es así
desde arranque. (Eduardo, 40 años, abogado de Despacho)
No se si hay alguien que nunca haya hecho algo por lo bajo […]. La ley es como
un chicle, que se estira, que se estira mucho para poder hacer que las cosas
pasen o no pasen, así que claro, hay quienes no son tan honestos pero no han
roto ninguna ley […] son más vivos […] ¿acaso es ilegal tener padrino?, ¿acaso
es ilegal recomendar a alguien para un puesto? Todos lo hacen, todos lo hemos
hecho, seguramente a ti también te recomendaron para algún puesto alguna vez.
(Ángel, 38 años, abogado de Despacho)

Pero ¿Cuál es la función de estas dinámicas de transgresión y de aquellas


que implican formas de corrupción en particular? ¿Se trata de acciones que
están determinadas solamente por las ambiciones personales, por ambi-
ciones económicas? ¿Cuál es la relación entre estas lógicas y la estructura
de funcionamiento del sistema? Lo interesante es que en estos casos las
dinámicas de corrupción no representan una salida del sistema, sino más
bien una forma de entrar en él. Como hemos indicado antes, lo paradójico
de estas prácticas es que son una manera de ingresar al propio sistema, de
pertenecer a la lógica de la formalidad y no solamente de transgredirla.
Una vez más, parece contradictorio, pero estas formas de corrupción, en
las esferas más altas del aparato de justicia, tienen que ver más con las for-
mas de redes y grupos de poder, que con la satisfacción individual fruto
de sobornos.
Aquellas dinámicas se construyen sobre un terreno que tiene dificulta-
des para mantener la estabilidad. Es decir, si bien existe un aparato soportado
en la formalidad de las normas de la democracia, en las leyes, en los códigos
formalizados; en las prácticas reales, en muchas ocasiones las lógicas infor-
males son las que otorgan posibilidades de ascenso, de mantenimiento de
los puestos y de posibilidades para escalar en la jerarquía formal. Para ello
es necesario pertenecer a una red de contactos que permita esta posibilidad
de escalar, de movilizarse. Ello se consigue a través de la formación de
vínculos de reciprocidad, cuyo centro está demarcado por las prácticas de

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Jaris Mujica

corrupción y formas de transgresión; pero también sirven para proteger a


los actores de los conflictos y tensiones producto del enfrentamiento entre
redes de poder o entre actores con poder formal dentro de la estructura.
En muchos casos, las redes informales de reciprocidad gestan segmen-
tos que evitan que otros actores puedan sacar a un sujeto de un puesto, mo-
verlo de su red o impedir su ascenso. Se trata de tensiones que se sostienen
la mayor parte de las veces en dinámicas personales, en enfrentamientos
y conflictos personales, y no siempre en enfrentamientos soportados por
políticos, ideológicos o de posición partidaria. Se trata de un campo en
constante tensión, en donde la estabilidad del sistema se construye no
tanto en la formalización de las jerarquías o en las codificaciones, sino en
la protección de los actores en las redes informarles.
Si no te proteges no te salvas, es como una selva. Aquí todos están contra ti.
Si no tienes aliados entonces tienes que buscarte alguno, sino estás frito. Si te
ven desprotegido o sin padrino entonces o te unes o te vas. Así nomás no te
das cuenta, pero así son las cosas aquí, es difícil, hay bastante estrés. Uno nunca
sabe quién te puede estar serruchando. (Paul, 39 años, abogado de Relatoría)

Se trata de un campo que está atravesado constantemente por tensiones


internas, por la movilización de puestos, por la inserción de nuevos actores
y la variación de funcionarios, por el alto nivel de rotación de miembros de
sus puestos; por lo tanto, por cambios en el ordenamiento de las jerarquías
formales e informales. En un sistema inestable, las lógicas informales pa-
recen mostrar cierto nivel de integración y mecanismos de protección de
los miembros de sus redes.

2. Los modos de corrupción en las altas esferas del Palacio


Las formas de construcción de las redes en los poderes más altos del
Palacio están integradas a intereses que rebasan los muros de la institución
y se sostienen en contactos y redes amplias dentro del sistema de justicia en
general, y en el propio Estado (y su estructura social de funcionamiento).
Ahora, las formas de corrupción funcionan aquí como un elemento que
vincula a los actores. No es una forma de separación o de ruptura, sino
más bien una dinámica que constituye un lenguaje complejo. Este lenguaje
integra a los actores de un modo diferente al lenguaje burocrático y los
dispone en un escenario de transgresión que gesta complicidades, punto
referencial para la formación de contactos y, por ende, para la formación
de las redes informales que integran a los sujetos en este escenario.

133
Micropolíticas de la corrupción

Ahora, lo interesante es justamente que el propio escenario tiene carac-


terísticas peculiares. Se trata de un sistema político que excede a la propia
política institucional. Una sociedad que funciona dentro del sistema, pero
que la excede al mismo tiempo. El escenario formal, más allá de su estabili-
dad en términos institucionales, es débil internamente. Esta debilidad refiere
a la incertidumbre del propio sistema, que gesta para sus usuarios lógicas que
no son siempre coherentes, y para los trabajadores (funcionarios, servidores,
personal judicial) modos de estructurar los poderes que no son formales.
Frente al primer elemento, el propio sistema ha reconocido debilidad: los
juicios no son siempre coherentes entre sí, “no hay predictibilidad”, lo que
quiere decir que casos con las mismas pruebas y características pueden ser
fallados de manera diferente. Esto se debe a que existen dinámicas, que más
allá de lo formal, generan el desvío de los fallos. Por ejemplo y de manera
central, las prácticas de corrupción. Esto ha sido incluso señalado por las
recomendaciones centrales de la Comisión Integral para la Reforma Integral
de la Administración de Justicia (Ceriajus, 2004).
Por otro lado, la incertidumbre está marcada por las percepciones
sobre la irregularidad en los procesos de contratación, de ascensos, de
nombramientos, en los concursos. Hay un discurso extendido dentro y
fuera del sistema de justicia acerca de que dichos procesos implican redes
informales para lograr el éxito (el puesto o un resultado satisfactorio en
un concurso). Asimismo, existe también una percepción extendida acerca
de la presencia de actores que transgreden las normas y que permanecen
en el escenario formal de manera impune. En este sentido, se trata de un
escenario que no tiene la solidez que debería estar demarcada por la lógi-
ca formal y por los estatutos que lo soportan legalmente. En la práctica
concreta, la alta volatilidad de los cargos, la alta rotación de personal y el
intercambio del personal de confianza, muestra un cierto campo inestable
para los actores que participan cotidianamente en estas lógicas. Es decir,
la incertidumbre existe, para los propios funcionarios, en un sistema en el
que existe la percepción de que los méritos no determinan la movilidad o
los ascensos y en donde la impunidad parece ser menos infrecuente de lo
que se piensa exteriormente.
No garantiza nada cumplir tus obligaciones. Acá es inestable, no tienes planilla,
sino contratos por meses en algunas ocasiones. Si quieres ser personal de planta
hay que entrar por concurso, por selección o por nombramiento, pero para eso
hay que tener vara, hay que tener padrino. Así a la legal no se puede. (Darío, 42
años, abogado de Juzgado)
Acá pocos son estables, te pueden sacar de la noche a la mañana. Algunos son
nombrados, pero no todos, muchos son por recibos, pocos de planilla […]

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Jaris Mujica

pero ellos también [los que están nombrados] rotan mucho, depende del
jefe que tengan, los pueden cambiar de puesto. (Miguel, 38 años, abogado
de Despacho)

En este campo de incertidumbre, es necesario establecer dinámicas que


permitan construir nexos que permitan, a su vez, mantenerse en el sistema
y construir posibilidades para ascender en la jerarquía. Es decir, se trata de
pertenecer a una red informal dentro de la estructura formal: una red de
poder que permita la estabilidad en el terreno endeble del propio sistema
político, en un clima de debilidad institucional. Para ello, como hemos
señalado antes en las otras esferas de la estructura del Palacio de Justicia,
las técnicas de corrupción y las redes informales sobre las que se apoyan,
resultan ser uno de los elementos centrales que forman conglomerados de
actores, fundando formas de fusión entre actores y segmentos.
Pero las lógicas de corrupción son diferentes según las esferas y los
niveles dentro de la estructura. No todos los actores efectúan todos los
tipos de actos de corrupción, puesto que esto sería un riesgo si es que se
está en un puesto alto. Hay más bien, como ya hemos venido esbozando
en los capítulos anteriores, una suerte de especialización o centralización de
las técnicas de corrupción según la posición relativa dentro de la estructura
formal. En otras palabras, la posición dentro de la jerarquía formal deter-
mina en gran medida la posibilidad de ejercicio de actos de corrupción y
de sus técnicas específicas.
Si en los espacios exteriores los abogados litigantes informales y los
falsificadores, establecen dinámicas de falsificación y sustracción de docu-
mentos sobornando a trabajadores de las Mesas de Partes; y en las diná-
micas de las Secretarías y Relatorías se establecen formas de modificación
de documentación y sobornos para ejercer presión para la dilación de un
proceso o tendencia en un fallo; en las esferas más altas las dinámicas de
corrupción son diferentes.
Los Jueces, que efectúan actos de corrupción desde los Juzgados Pe-
nales del Palacio de Justicia, no centran “su trabajo” en la manipulación de
documentación o en el tráfico de expedientes, cuyo centro de articulación
está demarcado por las Mesas de Partes y las Secretarías del Juzgado -lo que
no quiere decir que existan formas de cohecho pasivo o de complicidad
en este modo de tráfico por parte de algunos jueces-, sino más bien en la
venta de fallos, en los sobornos para establecer determinadas sentencias o
en la preferencia en los procesos, alterando de ese modo la objetividad de
los juicios y la demandada predictibilidad de los procesos. Asimismo, se
establecen maneras para agilizar o aletargar los procesos judiciales, benefi-

135
Micropolíticas de la corrupción

ciando a alguna de las partes. El punto es que se trata de una lógica que no
resulta escasa en los procesos judiciales, sobre todo en la primera instancia
(puesto que se puede apelar). Es más, se han conocido diversos casos en
los medios de comunicación en los últimos años en los que jueces han sido
atrapados cobrando sobornos para tener preferencias en los procesos, y
la Oficina de Control de la Magistratura del Poder Judicial ha detectado y
hecho operativos en varios de estos casos.
Eso es normal. Acá hay muchos que hacen eso, cobran coimas, venden los
resultados […]. Sobre todo en los juzgados, los Jueces, los Vocales no tanto. Es
menos común. (Pedro, 45 años, trabajador de Mesa de Partes)
Bueno, si te dijera todos los jueces que cobran por tirarse para un lado, no ter-
minaría nunca. Eso es algo que pasa bastante. Aquí dentro sabemos, pero tiene
que ser discreto para afuera. Sino sale en prensa. En prensa ha salido bastante
de eso, aquí en Palacio, pero también del Poder Judicial. (Manuel, 38 años, tra-
bajador de Relatoría)
Los corruptos están en todas partes, en todo el país, son la lacra que nos
hunde. Entre estas paredes también hay personas que son parte de esas
costumbres, que cobran para dar preferencias en los procesos, que cobran
para cualquier cosa, coimas. Y son sobre todo los que están en las oficinas
de este piso [Juzgados Penales]. No puedo decirte nombres, porque hay que
tener cuidado con esas cosas, pero si averiguas más vas a darte cuenta de
quiénes me refiero. Todos saben y nadie sabe. (Diana, 48 años, trabajadora
de Secretaría)

La venta de fallos o el cobro de sobornos para tener preferencias en


un proceso judicial, resulta entonces una técnica común dentro de las di-
námicas de acción de algunos jueces de los Juzgados Penales del Palacio
(esto no quiere decir que se trate de una dinámica constante extendida en
todos los sujetos del sistema, o cuya cantidad se pueda estimar, sino de una
técnica regular dispuesta por la situación de dichos actores en la estructura).
El modo de contacto tiende a producirse a través de los abogados de con-
fianza de las Relatorías que les corresponden o de las Secretarías, los que
generan una intermediación entre los jueces y los demandantes (que suelen
ser abogados litigantes de estudios que conocen de antemano a alguno de
los trabajadores de las Relatorías o a los asistentes directos del propio Juez).
He ahí una forma de las redes que se tejen en este sistema.
Para contactar al Juez hay quienes lo hacen mediante su asistente, o mediante la
secretaría. Para hacer las ofertas de coima lo hacen mediante los asistentes de
confianza de la Relatoría del Juzgado. No se arriesgan a ir de frente, es a través
de ellos o a través del libro. (Gustavo, 50 años, abogado de Estudio privado)

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Jaris Mujica

La intermediación en esta lógica permite el establecimiento de sistemas


de negociación de los actos de corrupción. Los sobornos no son siempre
entregados directamente (son muy pocas las ocasiones, aparentemente, en
que un Juez corrupto acepta un soborno directamente), sino a través de
un intermediario (asistente de confianza, secretaria) o a través de diversos
mecanismos de ocultamiento de los sobornos. Uno de ellos es el mecanismo
conocido como “el libro”.
Este mecanismo refiere a una oferta de soborno de dinero en efec-
tivo puesto entre las páginas de un libro, suele ser un Código Penal. Este
libro es ofrecido al Juez como un regalo, indicando la página “favorita de
lectura”, en la que se encontrará el dinero del soborno. Este libro puede
ser aceptado o no. Si es aceptado, implica que el soborno también, lo que
significa que el trato está sellado. Si es rechazado, significa que el sujeto
que ofrece el soborno debe retirarse inmediatamente (la oferta es hecha
en esta modalidad sustancialmente por los abogados litigantes). Según lo
indicado por varios informantes, la mayor parte de las veces la tarifa para
un soborno en este campo fluctúa entre los $ 300.00 y $ 800.00 (como
precios mínimos), dependiendo del tipo de acción que se deba tomar o de
la importancia del caso. Sin embargo, más allá de esto, lo interesante de la
técnica de “el libro” es que se ha generado un nivel complejo de sistema-
tización de los códigos, de modo que se ha ritualizado el evento y se le ha
construido índices de interpretación.
Lo del libro es común. Pero es justamente para guardar las apariencias. No pue-
des ir de frente y ofrecer una coima, tienes que hacerlo tranquilo, guardando las
formas, sino te puedes arriesgar mucho […]. Ya todos saben qué significa eso,
así que estate atento si te regalan un libro [risas]. (Daniel, 32 años, abogado de
Secretaría)

Ahora, más allá de la existencia de dinámicas regulares y de sistemas


con codificaciones estables y asentadas en el propio imaginario y en las
prácticas informales, estas no pueden ponerse en práctica todo el tiempo.
Es decir, si un determinado actor (Juez) pone en práctica demasiados actos
de corrupción, o lo hace demasiado seguido, estos actos dejan de ser una
posibilidad de acción estratégica para conseguir la solidificación de redes u
obtener ciertas ganancias coyunturales, y se convierten en un riesgo para
el propio sistema de redes informales. De ese modo, los jueces que utilizan
los actos de corrupción (los sobornos para preferencias en los procesos)
como un elemento excesivo o rutinario, son expulsados simbólicamente
del sistema informal de redes y difícilmente podrán acceder a dinámicas
más altas de relaciones sociales o de poder.

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Micropolíticas de la corrupción

!Uf¡ Si te contara de cada uno. […] El Juez [nombre] es el más corrupto de todos.
No hay caso que pase que no cobre su porcentaje. Pero también por eso se quema,
ya no es de confianza, es demasiado. (Ezequiel, 28 años, asistente de Relatoría)

Esto quiere decir que los actos de corrupción en estas esferas, si bien
constituyen una posibilidad regular, no son elementos que funden en su
constancia un mayor prestigio: más actos corruptos no implican más po-
sibilidades de acción en las esferas informales de poder. La idea es que los
actores puedan realizar ciertos actos de corrupción como demostración
de sus redes y sus poderes, pero no demasiados, no arbitrariamente, no
ante cualquier oferta; porque podrían poner al descubierto los sistemas
informales y poner en peligro a todos los engranajes del sistema. En efec-
to, eso es lo que sucede cuando se captura a alguno de los jueces en actos
in fraganti: todo el sistema se pone en riesgo (incluso hay quienes indican
que las capturas que se hacen de jueces de primera instancia en actos de
corrupción están previamente coordinadas con otros jueces o personas que
están relacionadas con los ejes de poder internos).
En este sentido, la idea es que las prácticas de corrupción, como hemos
esbozado al comienzo de esta sección, no constituyen elementos margi-
nales del sistema, sino una manera de organizar las acciones y de mostrar
el funcionamiento de las redes y de los poderes informales, un modo de
lubricar los contactos existentes que son los engranajes del sistema. Pero
también funcionan para mostrar al conjunto que se trata de actores que
son parte de la dinámica informal común. Sin embargo, esto no puede ser
realizado en exceso, sino que se debe mostrar solo como un sistema de
ejemplificación de pertenencia o posibilidad. Ello, por supuesto, no quiere
decir que la satisfacción individual por las ganancias obtenidas en términos
económicos esté fuera de los intereses. De lo que se trata, es que estas ga-
nancias económicas por los sobornos, tienen también una función dentro
de la formación de las estructuras de poder y de las redes informales.
Ahora, a diferencia de las técnicas de corrupción que ponen en práctica
algunos de los Jueces de los Juzgados Penales, en la siguiente esfera de la
jerarquía formal, las dinámicas de transgresión y corrupción son diferentes.
Los Vocales de las Salas Penales o Civiles (la segunda instancia en este caso)
no pueden vender abiertamente sentencias, pues resultaría sumamente com-
prometedor para estos disponer una dinámica de corrupción sostenida en
un negociado de este tipo, y sumamente riesgoso debido a la posición que
tienen en la jerarquía (aunque esto no quiere decir que no lo hayan hecho
nunca). Es posible que algunos de estos Vocales hayan sido antes Jueces
de algún Juzgado y hayan efectuado o al menos conocido esta lógica de

138
Jaris Mujica

acción. Sin embargo, en la situación de las Salas es difícil encontrar este


tipo de casos con tal facilidad.
Sin embargo, si bien existe dificultad en la Salas Penales o Civiles de
Palacio, para encontrar casos de venta de fallos o de sobornos para obtener
preferencias en los procesos a comparación de los Juzgados, esto no quiere
decir que esta dinámica no exista, sino más bien que los casos son mucho
más herméticos. Esto sucede debido a que en este nivel de la jerarquía se
tiene una mayor posición y las redes ya están formadas: no es necesario
ventilar las posibilidades de acción y las formas de poder puesto que ya se
han consolidado.
Aparece como una lógica menos irregular, aquella que muestra a los
Vocales de segunda instancia relacionados más claramente con casos de
nepotismo o con el tráfico de influencias, para la integración de nuevos
miembros dentro del sistema de justicia. El trueque o los padrinazgos a
los que nos hemos referido antes son una muestra de estas dinámicas que
tienen que ver con un escalafón más alto de la estructura.
No es tan común encontrar o sobornar al Vocal, porque ya saben con quién
tratar. Es diferente con un juez, con ellos es más sencillo. Pero también hay los
Vocales que acceden a un buen depósito. […] lo que sí vas a encontrar es que
ellos están más relacionados a lo que es las influencias, más cerca de los padrinos.
(Elmer, 54 años, abogado de Estudio privado)

La relación de los Vocales con el tráfico de influencias, está relacio-


nada entonces con su propia posición de poder en el sistema. Tenemos
una forma en la que la posición determina, de algún modo, los modos de
ejercicio de la corrupción: en este sentido no es ajena al sistema, sino, una
vez más, parte relacionada e imbricada de modo directo con la estructura
de la función formal.
Queda claro que las formas de soborno están más relacionadas, o más
bien son más comunes en las partes más públicas del sistema, en las que los
funcionarios están más relacionados con la vida cotidiana de los ciudadanos y
sus procesos judiciales. Mientras más alto se esté en el sistema, los sobornos
son menos evidentes y el tráfico de influencias se convierte en una dinámica
más activa, justamente porque tiene que ver con redes de contactos que se
han logrado establecer durante un largo periodo de aprendizaje (y que son
mucho más difíciles de ser rastreadas, procesadas, juzgadas y sentenciadas,
puesto que las pruebas materiales no son fáciles de hallar).
Empero, no hay que pensar estos cargos como desconectados entre
sí en la vida de los actores, sino reconocer que se trata de procesos longi-
tudinales, que atraviesan la vida de los sujetos en un aprendizaje complejo.

139
Micropolíticas de la corrupción

Por ende, es posible sugerir que muchos de los Jueces o Vocales han tenido
que pasar por el aprendizaje de una serie de técnicas de corrupción antes
de llegar a sus posiciones, a vincularse y construir sus propias redes de
poder informal dentro del sistema. Sin embargo, es importante entender
que dentro de esa lógica, hay una disposición formal que trata de regular el
funcionamiento de estas prácticas, que trata de impedir que los modos de
corrupción y la transgresión de las normas sean un elemento tan común en
las prácticas políticas. La Oficina de Control de la Magistratura (Ocma)
es esta organización, pero también tiene una serie de trabas y problemas
dentro de la estructura del sistema formal e informal.

3. Las oficinas de control y el problema de la corrupción


Los sistemas de corrupción que hemos ido describiendo a lo largo
de estas páginas no resultan un problema reciente. Ante esta situación el
sistema de justicia ha creado un aparato formal que se encarga de regular
las lógicas informales y las prácticas de corrupción que se llevan a cabo
en el Poder Judicial, las que hemos estudiado en el campo del Palacio de
Justicia. La Oficina de Control de la Magistratura es el organismo dispuesto
para esta labor.
La Oficina de Control de la Magistratura (OCMA) supervisa la idoneidad, la
conducta, y el desempeño funcional de los magistrados y auxiliares jurisdiccio-
nales con el propósito de alcanzar un eficiente servicio de justicia. Se encuentra
investida de facultades disciplinarias y preventivas. De ahí que pueda recibir y
procesar las quejas sobre inconducta funcional de los magistrados o sobre aque-
llos casos en los que se resuma una violación a sus deberes y obligaciones (con
excepción de los de la Corte Suprema). Se puede decir que la OCMA cuenta
con facultades controladoras tanto preventivas como concurrentes y posteriores
dentro del Poder Judicial. (Defensoría del Pueblo, 2008: 5)

Es decir, la OCMA tiene facultades para establecer procesos disciplina-


rios para los Magistrados de los Juzgados Penales, y las Salas Penales y Civiles
del Palacio de Justicia; así como para prevenir los actos que estén reñidos
con el reglamento y con la ley que ocurran respecto a dichos funcionarios.
En esas situaciones, la OCMA actúa como un sistema de control interno
en el propio Poder Judicial y se encargaría de evitar que la corrupción se
practique y se expanda por las estructuras del sistema formal. Se trata de
un sistema de accountability vertical, que debería penetrar y vigilar la acción
de los servidores y funcionarios públicos.
La existencia de la OCMA resulta ser el centro de los órganos de
control institucional de la corrupción en el Poder Judicial. Sin embargo,

140
Jaris Mujica

resulta ser también una medida en muchas ocasiones insuficiente. En este


sentido es fácil reconocer que las estructuras de vigilancia, control y regu-
lación dentro del Poder Judicial se han restringido a formas verticales del
accountability, pero no necesariamente se ha construido alternativas hori-
zontales (O`Donnell, 2007: 85). De esta manera, los modos de proceder
implican medidas disciplinarias que van desde la emisión de memorandums
que se insertan en los legajos de servicio de los funcionarios, jueces y vo-
cales –magistrados en general- hasta suspensiones o la posible expulsión
del sistema y denuncias penales. De este modo, la presencia de la Ocma
parecería, en primera instancia, disponer de un mecanismo de cuidado para
los funcionarios corruptos y una forma disuasiva de este tipo de prácticas.
Sin embargo, en el Palacio de Justicia, la presencia de la Ocma no
resulta siempre un disuasivo verdadero para la práctica de formas de co-
rrupción, como las que hemos descrito en los diferentes ejes de poder y en
las diferentes esferas del escalafón jerárquico. La Ocma, más bien, genera,
por un lado, un elemento a tener en cuenta para cuando se gestan actos de
corrupción (pues debe evitarse ser interceptado por sus funcionarios). Por
otro lado, genera un espacio que resulta estratégico para la construcción de
redes de poder. Es decir, los funcionarios de esa oficina son actores muy
importantes, cuya rutina, posibilidad de acción, redes sociales y contactos,
resulta fundamental para ejercer el control y el ejercicio de poder. Los fun-
cionarios de la oficina de control son también parte de redes sociales, han
sido educados en las mismas universidades que los jueces y los funcionarios
del sistema de justicia, han pasado por los mismos cursos de la Academia de
la Magistratura, y además, tienen su oficina principal en el mismo edificio.
Esto es importante, pues en el Palacio, la OCMA funciona en el se-
gundo piso, en el mismo piso que varios Juzgados y Salas Penales. En este
sentido, las dinámicas que implican el control de los espacios judiciales,
están dispuestas en un escenario de relaciones personales que sobrepasan
las propias medidas de control. Muchos de los funcionarios que trabajan
en la OCMA en el Palacio, incluso los de las oficinas administrativas, tienen
relaciones de amistad con funcionarios de los Juzgados o de las Salas, así
como con los de las Mesas de Partes. Ello no implica que se ejerzan actos
de corrupción en esta oficina, pero sí implica reconocer que hay espacios
de conexión evidentes. En efecto, estar en el mismo edificio y en relación
constante con los otros funcionarios, hace que exista la posibilidad de que
se teja algún tipo de vínculo.
Claro, los de la OCMA se conocen con los jueces y los vocales de acá. ¿Cómo los
controlan entonces, si son sus amigos? Yo mismo he visto que son amigos, que

141
Micropolíticas de la corrupción

se van a almorzar, que salen para sus reuniones. No hay independencia. (Jorge
45 años, abogado de Relatoría)
No sé si son los de control mismo de la Ocma, porque tienen sus funciones
disciplinarias, pero al menos con los administrativos tienen relaciones con los
funcionarios que se supone que tienen que vigilar. […] Total, igual hay un asunto
de sus intereses, ya no se sabe qué hacer para controlar, porque no hay quien
controle a los controladores. (Walter, 39 años, asistente de Despacho)
Igual se ven acá, pueden ser los que vigilan, pero igualito tienen como amistad.
[…] Pero como no va a ser así si es que están en el mismo lugar, si es que toman
su cafecito en el mismo lugar, si es que almuerzan en el mismo restaurante, ahí
nacen las amistades, ahí se conocen, entonces cómo le vas a decir que fiscalice.
(José, 50 años, abogado de Estudio privado)

Es en el encuentro en espacios informales que los actores de la Ocma


que trabajan en el Palacio, tienen la posibilidad de entrar en contacto con
los trabajadores del sistema judicial a quienes deberían vigilar. Esto no se da
necesariamente por intereses perversos, pero la permanencia en el mismo
espacio, y atravesar campos de formación, universidades, redes de amigos
similares, permite esta disposición de relaciones. Recordemos que algunos
de los actores que trabajan en el Palacio entran en ciertos puestos a través
de la activación de redes informales y, en otros casos, a través de cadenas de
favores, de preferencias que no siempre son mediadas por la normatividad
y ahí también se construyen los nexos y las redes de poder informal.
Ahora, lo importante es que las medidas de control vertical establecidas
por el aparato formal no encuentran siempre repercusión en la estructura
práctica, pues en el Palacio se enfrentan con redes que tienen la capacidad
potencial de penetrar incluso a la propia Ocma y generan espacios de
protección para ciertos actores. Asimismo, se trata de redes que se movili-
zan con facilidad, núcleos que cambian de forma y de actores, que no son
estables, y por lo tanto son más difíciles de combatir. Las dinámicas que
permiten los actos de corrupción están, entonces, incluso en los sistemas de
control, que son penetrados por las dinámicas de las redes informales. No
olvidemos que la Ocma, si bien tiene cierta independencia, no está fuera
del espacio físico en este campo, y es en este terreno en el que las amistades
y las redes extienden sus modos de anclaje de las relaciones sociales que
agrietan las medidas de control.
De esta manera, entrar en contacto con los actores de la Ocma dentro
del Palacio resulta un punto importante para las redes de funcionarios que
ahí trabajan. Tener un amigo, conocido, padrino o “ahijado” en este campo
resulta fundamental; no solamente por las preferencias que se tendrán en
la aplicación de las medidas de control, sino por la información a la que

142
Jaris Mujica

pueden acceder desde ese terreno, lo que puede ayudar, en ocasiones, a


construir estrategias de acción frente a redes en competencia o tensión,
tener acceso a información privilegiada y alertas tempranas de posibles
intervenciones u operativos.
Los casos en los que se aplican las medidas de control resultan dirigirse
sobre actores que han sobrepasado las normas fehacientemente y de modo
evidente para la sanción (aquellos que se “exceden”). Se trata también de
sujetos que no tienen redes de protección de otros actores y un espacio
de soporte.
Los de control [Ocma] están atentos a ver qué pasa, pero no sancionan todo,
sino solo lo que les conviene. Ahí se ve pues eso de a mis amigos todo, a mis
enemigos la ley. […] Hay algunos que tienen sus amistades, sus contactos y que
les convienen que así sea para que no los sancionen. (Eduardo, 43 años, abogado
de Relatoría)

En este campo se vuelve a ver que los ejes de poder se forman también
alrededor de las medidas de control, que son insuficientes ante las lógicas
de redes que se abren e integran en el sistema. Esto no es un elemento
exclusivo del Poder Judicial, sino una lógica que se pone en práctica en
diferentes estructuras del Estado, en la vida política y en la vida cotidiana
de las personas (Mujica, 2005). De esta manera, la corrupción permite la
integración de redes más amplias que organizan sistemas de protección,
no solo ante la incertidumbre, sino también ante la posibilidad del castigo.
La forma disciplinaria que se pretende en las medidas de accountability
vertical, que han funcionado como una estructura de vigilancia y punición en
gran parte de Occidente, no se integran de la misma manera en el modo de
producir relaciones sociales en nuestros países: vigilar y castigar resulta ser
insuficiente desde la estructura vertical y la disciplina, que produce grietas
para transgredir desde adentro la estructura de control y utilizarla a su favor.
Esto funciona así pues las redes no tienen centros verticales de control ni
cabezas que articulen una comunidad transgresora; asimismo, porque las
redes no implican una organización estable con estructuras demarcadas, ni
tienen formas que estén diseñadas para destruir directamente la articulación
del sistema formal. En este sentido, cuando los actores no tienen un líder
central, cuando no se trata de una organización criminal, cuando además
se trata de prácticas al interior del sistema, la vigilancia y el castigo resultan
considerablemente más complejos.
Por otro lado, la Ocma no tiene como centro de acción ni de regu-
lación el trabajo de los funcionarios inferiores a los magistrados, en donde
se construyen y tejen la mayor parte de los actos de la microcorrupción en

143
Micropolíticas de la corrupción

el Palacio de Justicia. Como hemos indicado antes, hay una serie de actos
de corrupción que se producen en las esferas inferiores de la jerarquía y en
la burocracia intermedia, así como en los espacios administrativos que no
tienen un espacio de control formalizado dentro del propio Poder Judicial.
Esto resulta un problema, puesto que la mayor parte de actos proviene de
esos microsistemas que se reproducen en la vida cotidiana, mientras que las
esferas más altas de la burocracia intermedia y de los propios funcionarios
judiciales resultan ser espacios con actos de corrupción más bien centraliza-
dos, posiblemente menos frecuentes y más controlados (la microcorrupción
es un problema macro).
En este sentido, queda claro que el control no tiene balance entre la
horizontalidad del accountability y la verticalidad, lo que gesta diferentes
grietas en la posibilidad de vigilancia del sistema. Por otro lado, queda
claro también que las medidas de control no pueden funcionar de manera
correcta y eficiente si es que no hay independencia en las acciones, lo que
resulta difícil en el Palacio, puesto que los trabajadores se conocen entre sí
y forman redes informales comunes, dispositivos locales, de interacción que
demarcan las formas prácticas del poder político. Debe quedar claro que la
independencia de funciones no se puede limitar solamente a la ingeniería del
Estado, sino que requiere tomar en cuenta la disposición de la vida social
y la estructura de las relaciones.
Es entonces la estructura de poderes informales y las redes tejidas en
la vida cotidiana las que constituyen un margen interno de la política ins-
titucional, que sobrepasa y reinventa la estructura formal, la normativa, la
ley, los códigos y muchas veces los principios “éticos” sobre los que debería
soportarse la política del Estado. En estas instituciones, organizaciones crea-
das para superar el conflicto “de todos contra todos”, el pacto que funda
la institucionalidad debería ser la marca que sostiene todas las relaciones;
pero es evidente ahora, que incluso después de la producción de Estado,
los conflictos y las alianzas de las personas son las que dan contenido a las
leyes y a las instituciones que pretendían ser estructura asépticas.
Resulta también paradójico que los modos de transgresión, las formas
de corrupción, permiten a los actores acercarse a la autoridad, incluso a la
que está encargada de la vigilancia, en lugar de alejarla. Es decir, en lugar de
repelerse, los actores encargados del control formal y aquellos que ponen
en práctica los actos de transgresión y corrupción, se acercan y vinculan en
la vida práctica. La corrupción en este caso, es una manera de acercarse a
las autoridades de control de una manera distinta, es una manera de gestar
redes de protección dentro de esas estructuras.

144
Jaris Mujica

¿Cómo es que están dispuestas entonces las redes de poder en el Palacio?


No se trata de un conjunto sencillo de verticalidades estables que gestan
mafias organizadas. Se trata de un conjunto de redes que están en constante
movimiento (su forma entrópica), y cuya estructura de acción es compleja,
debido a las estrategias que se ponen en práctica frente a la tensión política
y de las redes que se ubican al interior de Palacio.

4. La estructura de las redes segmentarias en el Palacio


Las formas de corrupción que se producen en las esferas superiores
(con los Jueces de los Juzgados o los Vocales de las Salas) del Palacio de
Justicia corresponden a dinámicas diferentes de las que se llevan a cabo en las
esferas inferiores de la estructura jerárquica del recinto. Es así que podemos
reconocer tres ejes de acción: por un lado, las dinámicas de corrupción que
tienen como centro de articulación a los actores de las Mesas de Partes, que
actúan como pivotes de las demandas de agentes externos (abogados “al
paso”, falsificadores) y como articuladores del tráfico de documentación
(junto con las labores que se desempeñan en las oficinas de archivo y en
las Secretarías). Por otro lado, el segundo eje está dispuesto por la relación
que se teje entre las Secretarías y las Relatorías, como dispositivos de acción
de microredes que obedecen a las demandas de los Juzgados; es decir, de
ciertos Jueces de primera instancia que efectúan actos de corrupción. En esa
misma posición, las Secretarías y Relatorías constituyen tanto un escalafón
alto del tráfico de documentación, como un centro de contactos que actúa
como un pivote, una estructura nodal en el tráfico de influencias y en las
formas de acceso para ofrecer sobornos a los jueces.
El tercer eje está compuesto por la doble estructura de los Jueces de los
Juzgados Penales del Palacio y de los Vocales de las Salas. Estos dos tipos
de actores demarcan formas de corrupción ligadas a la toma de decisión –la
figura de la deliberación judicial en la política institucional, el criterio y el
buen juicio para decidir sobre los procesos-. En este caso, los jueces ejercen
formas de corrupción ligadas con más frecuencia a los sobornos para tomar
partido en los procesos que llevan a cabo; y los vocales están más ligados (o
se les identifica más) con la figura del tráfico de influencias y el nepotismo.
Es en este último eje, sobre todo en la figura de los Vocales, que aparecen
con más claridad la figura del los “padrinos” y de los “compadres”, como
formas de gestar sistemas de reciprocidad y encadenamientos de las redes
de poder.
Ahora, el asunto es que estos tres ejes, si bien tienen un modo de rela-
ción en tanto funcionan en el mismo espacio, el propio Palacio de Justicia,
145
Micropolíticas de la corrupción

están divididos por el tipo de técnica utilizada, la movilización de personal


y el tipo de actor que demanda el servicio. Lo que tratamos de señalar es
que si bien son ejes que funcionan en el mismo espacio, no necesariamente
están interconectados entre sí. Esto en dos sentidos: primero, los actos
de corrupción efectuados en los niveles más altos de la jerarquía descrita,
ligados, por ejemplo, a los sobornos, no requieren de la movilización de
las Mesas de Partes, ni de los actores que ahí trabajan. Del mismo modo,
los actos de corrupción en los que se vinculan los falsificadores del campo
externo del Palacio con los trabajadores de archivo o de Mesa de Partes,
no tienen relación directa con las funciones de los Vocales. Los trabajos y
actos de corrupción de las secretarias de los Juzgados, que ayudan a “agilizar
trámites”, no tienen vínculo directo con las acciones de los propios Jueces.
Es decir, se trata, en todos estos ejemplos, de esferas de acción que tienen
lógicas comunes, pero que en cada acto particular no requieren siempre, o
necesariamente, de la presencia de todos los actores ligados a las formas
y prácticas de corrupción en el sistema. No es correcto entonces pensar
el Palacio de Justicia como un terreno de imbricaciones necesarias entre
todos los actores.
Segundo, si bien las redes de corrupción que se construyen en el sistema
han sido pensadas analítica y metodológicamente como una institución total
(Goffman, 1970) el asunto radica en que no todas las redes se necesitan o
se interconectan directamente en este campo. Así, si bien las instituciones
totales implican regulación y control completo de la vida interior del recinto,
organización de las funciones de los actores y reglamentos estandarizados,
es claro que en el Palacio de Justicia dicha pretensión se excede a cada mo-
mento. La existencia de varios niveles no quiere decir que exista un solo
actor por nivel o actores homogéneos entre sí, sino que se trata de conglo-
merados amplios y con diversos sujetos en cada uno de ellos. En algunas
ocasiones los tres niveles que hemos descrito pueden interconectar actores
en redes transversales, pero, en otros casos, los endogrupos que actúan en
cada nivel solo tienen relaciones con un solo lado de la estructura.
Este punto, la formación de grupos que no tienen una correlación di-
recta entre sí, permite mostrar la idea de un espacio que tiene varios ejes de
red, varias cadenas de grupos que funcionan al mismo tiempo y, por ende,
entran en conflicto o al menos en competencia. Como hemos visto antes,
las tensiones se producen de manera regular y parecen ser un telón de fondo
del escenario: hay tensiones permanentes por la posición de poder relativa
que permite a los grupos acercarse a las capacidades de decisión sobre los
puestos, sobre la movilidad de los actores, sobre las contrataciones, etcétera.

146
Jaris Mujica

¿Cómo están estructuradas estas redes? ¿Cuál es la relación entre ellas?


¿Cómo se forman? Estas redes están estructuradas como un sistema seg-
mentario (Evans-Pritchard, 1977), cuestión que habíamos ido esbozando
en los capítulos anteriores. Esto quiere decir que se trata de la articulación
de diversos segmentos que funcionan sin una articulación permanente entre
sí, pero que tienen canales que les permiten establecer nodos de conexión,
de unificación y de separación (mecanismos de fusión y fisión).
Los grupos se segmentos son modos de organización en donde no hay
una sola cabeza o liderazgo, o en donde existen muchas jefaturas locales
sin un centro articulador (lo que es un intento de adecuación a la idea de
sociedades acéfalas descritas por Evans-Pritchard respecto de las sociedad
Nuer). Los conglomerados se disponen como unidades separadas entre
sí, formas de clanes, núcleos familiares o linajes, dentro de cada uno hay
liderazgos verticales hacia los compartimentos inferiores. Así, si bien cada
uno forma parte de un conglomerado más amplio, no necesariamente hay
conexión, asociación o reunión si es que no es para enfrentar un problema
coyuntural (un conflicto, escases, etcétera). De este modo, si es que exis-
ten tensiones entre grupos asimétricos, existe la capacidad de unificación
de segmentos equivalentes para equiparar las fuerzas; una vez terminado
el conflicto los segmentos se separan. Esa dinámica, que funciona como
mecánica de reunificación (fusión) en conflictos y tensiones políticas, no
implica que los segmentos sean estables.
La relación que se teje entre los segmentos de red implica un conjunto
de prácticas ocasionales que le dan lubricación a los canales de conexión:
no olvidemos que se trata de relaciones interpersonales que se fundan en
códigos de empatía, en confianza y complicidad, en amistades personales
y en el cultivo de vínculos sociales. La política no funciona solamente en
el código formalizado, sino que este requiere de una infraestructura social
que lo ponga en práctica. Son las personas las que estructuran la acción
política, incluso en el seno más formal del Estado.
Estas redes se fusionan justamente tanto para establecer posiciones de
poder entre ellas, es decir, para mostrar la unidad frente a un opositor in-
terno: enemigo político, personal, etcétera; pero también y sustancialmente,
para efectuar actos de corrupción. Como hemos indicado, la existencia de
estos segmentos da la imagen de un conglomerado total e hiper-estructu-
rado, pero en realidad se trata de fragmentos en competencia. La imagen
exterior muestra una red vertical estable, la mirada desde adentro muestra
un conjunto inestable de redes en conflicto y unificación, que no tienen
un centro ni una articulación organizada en ejes verticales ni en mandatos

147
Micropolíticas de la corrupción

explícitos. Parecen, más bien, estructuras que funcionan sistemáticamente,


pero sin organización central, prácticas “estructurantes”, que se reconstru-
yen a cada momento (con el ingreso de nuevos actores, con el ejercicio de
nuevas prácticas de corrupción, con la modificación de la normativa, de
los liderazgos relativos, etcétera).
No se trata entonces de una mafia, ni de clientelas estables, ni de una
organización criminal vertical, ni de un cartel, sino de sistemas de unificación
constante de prácticas comunes y de intereses particulares que se comparten
coyunturalmente. Por ende, las lógicas de unificación y separación van a
implicar un aprendizaje constante, y que no siempre sigue el mismo camino.
Como hemos visto desde los capítulos anteriores: la utilización de contactos,
que es un ejemplo pertinente para este tema, depende de la coyuntura y de
las respuestas anteriores que los actores han dado respecto a demandas,
incluyendo los actos de corrupción. La respuesta a la demanda implica la
acumulación de un cierto capital simbólico y político, pero también de un
capital que brega en relación a las prácticas de transgresión y corrupción,
permite saber “quién es quién” en el sistema y ubicarse estratégicamente
en el campo.

5. Poder, autoridad y corrupción


¿Qué es el poder? Pues como hemos dicho en el primer capítulo, el
poder no es una sustancia que se pueda definir por sí misma, sino más bien
un ejercicio, una “acción sobre otra acción” (Foucault 1996b: 40) y, por
ende, tiene que ponerse en práctica. En el Palacio, el poder al que nos he-
mos referido no está solamente dispuesto por las formas del Poder Político
Institucional, que resulta un elemento fundamental, pero no suficiente para
comprender el funcionamiento de la política. Es fundamental porque constituye
el escenario de acción, la arena donde se tejen las formas de interacción, los
límites formales del propio sistema y el esbozo de las reglas de juego. Pero
es insuficiente porque el poder es un ejercicio y, por lo tanto, los actores,
las personas que desarrollan sus vidas en este espacio, siempre son las que
deben decidir y practicar la Política Institucional. El asunto es que no siem-
pre lo hacen siguiendo y respetando al “pie de la letra” todas las normas.
El poder es un ejercicio, requiere ser constantemente llevado a la prácti-
ca, mostrado a los demás para poder mantenerse. Sin embargo, estas formas
no siempre están encadenadas con la legalidad, y muchas veces construyen
formas de trasgresión para poder mostrarse y encaramarse en la autoridad
tejida y reinventada en la localidad. En el Palacio de Justicia, estos modos
de transgresión se centran en las formas de corrupción.
148
Jaris Mujica

¿Qué es entonces la autoridad? ¿Cómo se pone en práctica la autori-


dad? Pues la autoridad implica, en uno de sus sentidos, la disposición de
un puesto formalizado de Poder que permita el gobierno o la dirección de
los actores. En la política formal, la autoridad ha sido estudiada y entendida
sustancialmente desde esta posición, que implica una mirada normativa que
es importante, pero también insuficiente. Del mismo modo que el Poder,
esta manera de pensar la autoridad es importante en la medida que permite
generar dispositivos de ingeniería política, que estructuran las reglas de juego
y funcionamiento del sistema. Pero es insuficiente en la medida en que las
personas construyen autoridades que sobrepasan la estructura formal, y
generan autoridades sostenidas en modos de transgresión: los sujetos son
considerados autoridades no solamente en la medida de sus capacidades
para respetar y hacer cumplir las normas, sino también en la medida en que
logran construir mecanismos para transgredir las normas –ejercer actos de
corrupción- y no ser sancionados.
Pero la autoridad no está determinada por la cantidad de actos de co-
rrupción que se ejerzan. Más corrupción no garantiza mayor autoridad para
un sujeto. Por el contrario, como hemos indicado en las secciones anteriores,
la corrupción es una manera de poner en práctica el poder, de ejercerlo.
Pero si se pone en evidencia, si se practica en exceso, resulta un riesgo
para el sujeto y para las redes que existen dentro de la institución (incluso
aquellas que no tienen una relación directa con el sujeto determinado en
la organización de segmentos). Del mismo modo, las influencias son uno
de esos bienes que no pueden ser utilizados en exceso, pues se pierde la
posibilidad del contra-don o la forma de reciprocidad. “Si pides demasia-
dos favores”, en lugar de quedar encadenado a un sistema de reciprocidad,
se pierde la confianza relativa en el otro y se deja el encadenamiento para
buscar nuevos contactos.
La autoridad, en este espacio, se intenta construir en el balance entre
el conocimiento de la ley y de la norma, el discurso sobre el cumplimiento
de la misma, las prácticas de corrupción y la construcción de cadenas de
influencia y redes informales de poder.
Un funcionario completo, más allá de la moralina, es el que sabe cómo hacer las
cosas eficientemente. Es el que conoce bien el sistema, el procedimiento, conoce
lo legal, pero también el que conoce las mañas, tiene sus contactos, sabe utilizarlos,
es rápido, es pendejo. Sin esa mañosería, sin la pendejada, no funciona. Tienes
que encontrar el punto medio. (Roberto, 42 años, abogado de Estudio privado)

¿Qué nos dice todo esto, la corrupción, respecto a las maneras de pen-
sar y de estructurar el Estado y la Política en nuestro país? ¿Qué es lo que

149
Micropolíticas de la corrupción

significa que la autoridad en el campo local de las instituciones sea pensada


como un balance entre la legalidad y la transgresión? ¿Qué significa que la
política dependa en gran medida de las redes informales que se disponen
dentro de su estructura formal? En este campo, las preguntas que plan-
teamos nos muestran un rumbo para pensar las instituciones y la política,
desde adentro. Es desde su campo más radical, desde sus contradicciones
internas, en donde este modo de hacer política requiere una lectura más
precisa. Las instituciones, lo son en tanto las personas están en ellas, con sus
conflictos y contradicciones, que no resultan un camino fuera de la política,
sino su carga fundamental, la que dirige en gran medida su funcionamiento
y sus características prácticas.

150

Jaris Mujica

VI. La corrupción y las grietas de las estructuras


Políticas

1. La función política de la corrupción


En el Palacio de Justicia los días nunca son tranquilos. Las situaciones
tensas son parte de un juego cotidiano por el que los funcionarios, servidores
y empleados del Estado deben atravesar: la gran demanda de trámites, la
sobrecarga de los procesos, la saturación del personal. Este juego es también
parte de la actividad de los ciudadanos que por diversos motivos se acercan
al sistema judicial, quienes muchas veces no ven satisfechas sus demandas
y para quienes la justicia es un proceso lento. En este campo de tensiones
la corrupción aparece como un mecanismo práctico que funda modos de
relacionarse, maneras de acceder a grupos de poder, redes sociales, redes
políticas y amistades, que se movilizan dentro de una estructura que aparenta
la asepsia que la formalidad de ley sugiere.
En la dinámica de acción de las múltiples redes, en los modos de relacio-
narse de los actores, las formas de corrupción tienen un papel importante.
Este está configurado, por un lado, por las maneras en que constituye el
canal para que los actores quiebren las normas establecidas o jueguen con
los límites de las codificaciones legales. Pero por el otro lado, la corrupción
cumple el papel de reunificador de segmentos de red, en un espacio que está
atravesado por la tensión y la fragmentación. La corrupción en el Palacio
de Justicia, tiene también una función práctica, que excede con mucho las
miradas psicologistas o aquellas que la definen como una patología, “anor-
malidad” intrínseca o la reducen a la “falta de valores”.

151
Micropolíticas de la corrupción

Esta función práctica es la de organizar -en su ejercicio- los canales de


comunicación de las redes informales de poder, redes que se tejen dentro
de la estructura política formal. Es paradójico que en un sistema que debe
determinar la administración de la justicia de la manera más formal posible,
que en el centro del campo sobre la deliberación democrática de la justicia,
el ejercicio del poder no dependa solamente de la forma de la estructura
normativa, sino también de las formas de corrupción y sus redes. Esto nos
permite entender, “como lo ha explicado Zizek, [que] las transgresiones
periódicas del orden establecido son inherentes al propio orden social y
muchas veces funcionan como condiciones para su propia estabilidad. Por
ello, Zizek ha afirmado que lo que mantiene unido a un grupo social, es
decir, lo que le proporciona la cohesión necesaria para su existencia, no
es tanto la identificación con la ley, sino, más bien, la identificación con
formas especificas de transgresión y de evasión de esas normas” (Zizek,
1997 citado por Vich, 2001: 177).
Cada uno de los sujetos que pone en práctica las diversas formas de
corrupción en el Palacio de Justicia está recreando y sosteniendo su perte-
nencia a la red que le da seguridad y que, al mismo tiempo, constituye una
estructura de poder que penetra al sistema formal. Por lo tanto, el trabajo
está en comprender que estas estrategias de corrupción, lejos de romper
las redes estructurales o la organización misma, generan prácticas de unión
(fusión), generan mecanismos para constituir estructuras de poder y, quizás,
sean una de las partes más importantes del funcionamiento de los poderes
políticos en su vida local, cotidiana. La corrupción, por tanto, cobra un
sentido fundamental, pues funciona no solo como una mera actividad eco-
nómica y de interés personal, sino que es un mecanismo de construcción
de redes y, a su vez, uno de los canales que deben ser lubricados para poder
recrear y mantener las uniones entre estas.
El poder y la autoridad se construyen, entonces, sobre estas redes y
deben performar en esa dirección. De ahí que la corrupción sea una estra-
tegia y el poder local sea un campo para el uso de sus tecnologías. Como
hemos dicho, más que una simple ruptura, la corrupción parece ser un
lenguaje complejo que fecunda las prácticas políticas y le da consistencia
a la estructura de relaciones al interior de la política formal (aunque debe
quedar claro que no se trata del único factor).
Como en las sociedades de la guerra perpetua (Clastres, 1981), en
donde la guerra misma, el conflicto siempre puesto en acción, es el que
determina el sentido y la solidez de un sistema que aparenta debilidad e
incoherencia; en el ámbito de nuestros poderes locales, en nuestras institu-
ciones políticas, las diferentes estrategias de transgresión, la corrupción en

152
Jaris Mujica

sus múltiples tecnologías, le otorga al sistema ciertas características, cierta


solidez a las redes informales que lo penetran y, a través de ellas, un cierto
orden (perversamente distinto al que la norma busca). Le dan un carácter
diferente que hay que comprender como una lógica propia y particular de
hacer política.
Lo que tenemos, en suma, es un modo de relacionarnos con lo político
en la vida cotidiana. Esto sugiere que la transgresión y que la corrupción,
no solo forman parte importante de nuestra actividad política sino que,
a veces, la lubrican, la perfilan. La corrupción se convierte, entonces, no
simplemente en una manera de transgredir la política, sino, justamente, en
un modo de ponerla en práctica.

2. La corrupción como vehículo de inserción en el sistema


La corrupción, sin embargo, no es solamente una técnica de la política,
sino también un modo de entrar en ella. En la vida cotidiana de las institu-
ciones, la corrupción no excluye a los actores del sistema que los alberga,
sino más bien les permite, en su ejercicio, introducirse a este sistema formal
de diversas maneras. De un lado, permite a los servidores y funcionarios
públicos introducirse, a través de la práctica de actos de corrupción, en
dinámicas de acción que los integran en el aparato de redes informales
que funcionan en el interior del sistema político. De otro lado, permiten a
los ciudadanos poner en práctica mecanismos políticos a través de dicho
ejercicio y generar demandas al sistema.
Queda claro que se trata de un asunto perverso, en el sentido del uso
de mecanismos ilegales para poner en práctica la política, pero eso muestra
justamente la complejidad del asunto. La corrupción, en lugar de sacar a
los sujetos del sistema, permite que entren en él. En lugar de convertir al
sujeto en un marginal a la lógica formal, constituye una herramienta de
acceso a los mecanismos institucionales. La corrupción entonces, excede
las dinámicas de la transgresión marginalizada o dispuesta en el extremo
radical de la política, la corrupción se muestra en su centro, como uno de
sus dispositivos.
De ahí su importancia en el aprendizaje político de los actores, que
manifiestan que la corrupción es una técnica fundamental para la inserción
de los sujetos en el sistema. De tal manera, no resulta ser un fenómeno
residual, sino un campo central de la política institucional. Al mismo tiempo,
resulta ser un elemento que funciona como núcleo de acción de diversas
agrupaciones y redes de poder.

153
Micropolíticas de la corrupción

Del mismo modo, en algunos casos, la corrupción no funciona sola-


mente para ir en contra de la justicia, sino también como un recurso para
demandar justicia. En este sentido no se trata solamente de una manera
de romper el sistema, sino paradójicamente, de hacerlo funcionar. Esto,
por supuesto, también es perverso, pues condiciona a los sujetos, incluso
a quienes “tienen la razón y las pruebas” en los procesos judiciales, a de-
mandar y solicitar, a pagar y a buscar ser partícipes de actos de corrupción
que les permitan –contra la apariencia- lograr que sus casos sigan el orden
de los procedimientos formales. Esto se debe a que se generan dinámicas
de corrupción que funcionan de los dos lados de los actores del sistema y
para los dos lados de los enfrentados en un juicio: el ofrecimiento de los
actos de corrupción es similar para los acusados, como para los que pro-
ducen la demanda. Ninguno de los dos lados está fuera de la estructura y
deberá hacer lo necesario para que su caso llegue a buen término. Como
hemos indicado, incluso “si se tiene la razón y las pruebas”, es muchas
veces necesario llevar a cabo actos de corrupción para asegurarse de que
los procesos sigan su “correcto funcionamiento”.
De igual modo, es paradójico que la corrupción no siempre funcione
al margen de la ley, sino que gesta maneras de funcionar dentro de la nor-
matividad. En esos casos se muestra las zonas grises de la normativa y de
las codificaciones, que no siempre pueden cubrirlo todo: la ley, finalmente,
es siempre perfectible, nunca está del todo completa (Mujica 2005c). En
este terreno, la investigación de campo muestra la existencia de diversos
atípicos (Atienza y Ruiz Manero, 2006) que la ley no logra cubrir, pero que
pueden implicar actos de corrupción (por ejemplo, los trueques de per-
sonal para la contratación de familiares que hemos descrito en el capítulo
anterior no están codificados como corrupción en el código penal). En
la vida social, los actores que ponen en práctica la corrupción buscan las
maneras de utilizar la ley a su favor, de reinventarla desde adentro y jugar
con sus márgenes. La corrupción excede las tipificaciones y, por ende, las
definiciones del derecho: la corrupción no puede ser pensada solamente
como aquello que indica la norma.
Sin los actos de corrupción no solo los funcionarios se verían en
dificultades para movilizarse dentro de las redes, sino que algunos ciuda-
danos tendrían dificultades para poder movilizarse dentro del sistema de
justicia. En este sentido, algunos pueden argumentar que se trata de una
lógica viciosa, en donde es el mismo sistema corrupto el que genera que la
corrupción sea un mecanismo de inserción. En efecto, la lógica del sistema
está estructurada por prácticas que se han sedimentado, pero más allá de

154
Jaris Mujica

las calificaciones o los juicios que se pueden establecer, lo que intentamos


mostrar es que se trata de un sistema que tiene coherencia incluso dentro
de sus propias contradicciones. La corrupción, en lugar de excluir, incluye
en el sistema. Y esto resulta una paradoja funcional y perversa: la informa-
lidad en este caso, es parte de lo formal. En este sentido, la corrupción le
da una estructura diferente a la política.

3. Autoridades subversivas, ciudadanos transgresores


Las autoridades que pueblan el espacio político no están fuera de las
lógicas de corrupción, sino que son parte activa de ellas: se enfrentan a estas
prácticas tanto si es que las ponen en funcionamiento, como cuando no
denuncian aquellas que ocurren con evidencia a su alrededor. Pero no se
trata de una estructura que funciona sin los propios actores, la corrupción
no es una sustancia inmanente o una estructura fantasma, sino un modo de
práctica concreta y reconocible, un fenómeno reinventado por los sujetos
que la performan. La corrupción es una herramienta que existe en tanto
es utilizada por los sujetos.
Estos sujetos son las autoridades judiciales, los burócratas y los ciuda-
danos. Las autoridades, que son las que ejercen el Poder formal del Palacio
de Justicia (desde los trabajadores de las Mesas de Partes hasta los Jueces
de las cortes), son parte del sistema de poder y corrupción, como hemos
visto en los capítulos anteriores. En este sentido, sin embargo, hay que en-
tender que dicha participación no es tangencial, no se trata de accidentes
recurrentes en una dinámica de trabajo adherida a las reglas o a la normativa
de la codificación, sino más bien de una participación activa, consciente,
sistemática en las prácticas de corrupción, una participación estratégica. Se
trata de autoridades subversivas.
Aquello se debe a que la transgresión sistemática no proviene del
exterior del sistema, sino que se gesta en sus prácticas interiores. Esta sub-
versión, sin embargo, no implica una anulación del sistema, no se pretende
traer abajo el sistema político, ni la democracia, ni el Estado; son prácticas
y autoridades subversivas en la medida que dichas prácticas transgreden
la estructura desde adentro, subvierten “el orden correcto de las cosas”
(incluso cuando las prácticas de corrupción estén dirigidas a mantener los
procedimientos), resquebrajan la ley formal que sustenta la estructura del
Estado, haciendo ingresar a sus columnas elementos que le dan forma al
sistema, pero que lo contradicen. La subversión en este caso es una posición
transgresora sistemática que termina por perfilar perversamente el sistema

155
Micropolíticas de la corrupción

en lugar de destruirlo directamente. Pero en ese mismo camino termina por


minar la estructura que funciona con múltiples contradicciones informales
en su interior.
En ese camino, los ciudadanos no son piezas marginales del sistema,
sino actores fundamentales de las lógicas de transgresión. A las autoridades
subversivas les corresponden unos ciudadanos transgresores. Estos ponen
en práctica diversos mecanismos de corrupción, y tampoco son agentes
tangenciales o pasivos del sistema. Resultan ser sujetos que se vinculan con
el aparto formal a través de los modos de transgresión: esto no quiere decir
que no existan personas honestas o que se acerquen al sistema sin intereses
que se vinculen con formas de corrupción o transgresión; lo que quiere
decir es que es muy común encontrar lo contrario, incluso en la demanda
de derechos formales o en la demanda y búsqueda de justicia.
Las autoridades, en sus funciones subversivas, y los ciudadanos, en sus
acciones transgresoras, construyen un escenario de prácticas que le da una
forma particular a la política institucional del Estado.

4. Los sistemas políticos y los sistemas sociales


La corrupción representa uno de los márgenes internos más radicales
de la política de Estado. Y es justamente en los márgenes de los fenómenos
donde podemos estudiar con más precisión su propio centro, su núcleo
de funcionamiento (Mujica 2006). En ese sentido, tenemos lógicas que
funcionando en el espacio de lo informal, penetran de modo profundo
las estructuras más formales, las estructuras aparentemente más duras del
sistema.
La política, que había sido abordada sobre todo en su disposición
normativa, jurídica, en su ingeniería, requiere también de una mirada desde
sus prácticas cotidianas. La ciencia política es, en ese sentido, una disciplina
que integra a las otras disciplinas que han estudiado la política, y que tiene
en el campo de complementación de aquellas un potencial importante. La
mirada que hemos propuesto intenta dar a esta ciencia una perspectiva mi-
cropolítica, puesto que ahí también se estructuran las relaciones de poder,
se discute y negocia la formalidad.
¿Cuál es la función de la micropolítica en este terreno? Pues permite
entender el encuentro entre los Sistemas Políticos –estructuras formales,
estables y determinadas exteriormente- con los sistemas sociales –modos de
pensar y poner en prácticas las relaciones entre actores-. En esta intersección
es donde encontramos los espacios grises de funcionamiento de la ingeniería

156
Jaris Mujica

política y los diseños institucionales; asimismo, podemos reconocer el rostro


cotidiano de la política, cuyo sistema implica en la práctica un sistema de
relaciones sociales, campos de relaciones entre actores, espacios de tensión
que no terminan, sino que se transforman junto a las Instituciones.
La corrupción aparece aquí como un fenómeno ambiguo. Por un lado,
es parte de las dinámicas de relaciones sociales; por otro lado, es parte que
se integra a la política, aunque de manera informal. Sin embargo, en esa
integración funda un sistema, una disposición de las cosas que indica que la
normativa requiere también de una análisis del presente. Si bien un análisis
aséptico de las estructuras del Estado indica con rapidez que la corrupción
no forma parte de sus dispositivos, sino que los corta o que los atrofia; la
mirada que proponemos permite indicar que se trata de formas políticas
diferentes que se interpenetran: una (el Estado) proviene del acuerdo for-
malizado, la otra (la corrupción) es una práctica social. ¿Cuál es la relación
entre estas?
La Política (como ingeniería) y la política (como práctica social) no
están separadas entre sí, y la corrupción es una manera de entenderlo y
de mostrar su encuentro. Esto nos enseña también que los límites de la
Política y del Estado no están solamente en sus fronteras exteriores, sino
en su propio interior social.

5. La corrupción como performance de la política


Las prácticas de corrupción se muestran como vehículos de encuen-
tro entre los actores, formas locales de uniones de redes informales. Su
práctica es un mecanismo ritualizado que negocia el poder y la autoridad.
Este conjunto de mecanismos de fusión se yuxtapone a una serie de suce-
sos que producen fisiones en las redes, su movilización, desarticulación o
desplazamiento, así como la expulsión o inclusión de un nuevo miembro.
Una falta a la complicidad que imbrica a los actores del acto de corrupción,
implicará la expulsión de un miembro o la integración de este a otra de las
redes internas. La entrada de un nuevo funcionario moviliza las alianzas:
puede suceder que una red se fisione para asociarse a este nuevo actor,
o que dos redes se unifiquen para hacerle frente. Este conjunto de rela-
ciones si bien no son percibidas por los ciudadanos ajenos al sistema, es
rápidamente comprendida por los que lo habitan en la vida cotidiana. Los
actores y funcionarios saben quién tiene capacidad del ejercicio del poder
y la autoridad y en qué momento, y diseñan estrategias para conseguir sus
objetivos de acuerdo a la posición relativa de las redes.

157
Micropolíticas de la corrupción

Por otro lado, el ingreso de miembros nuevos en los rangos más bajos
de la estructura resulta un proceso importante. Aquí es donde se empieza
a aprender la dinámica de la vida cotidiana y la lógica del poder, donde los
actores deciden su modo de integración a una red o su salida del puesto
laboral. Un miembro nuevo es acogido por actores inmediatamente re-
lacionados a su puesto y que pertenecen a una red de corrupción o de
poder interno. Se le presenta al grupo haciéndolo participar de espacios
de integración extralaboral (los almuerzos son espacios fundamentales, así
como las celebraciones y convites para consumo de alcohol). Estos vínculos
iniciales deben ser correspondidos con favores (actos de corrupción) que
son parte de la cadena de prácticas que antes hemos esbozado. El nuevo
actor se da cuenta rápidamente de qué se trata el asunto, reconoce las di-
námicas transgresoras y las prácticas de corrupción de las que es partícipe,
y decide estratégicamente sus acciones. De tal modo que gran parte de los
nuevos miembros o trabajadores deciden participar de una red de prácticas
de corrupción. Aunque no se trate de un grupo de identidad, sí lo es de
referencia y de protección dentro de la estructura del Palacio de Justicia y
de las redes laborales en el Estado.
Contra lo que parece ser evidente, es decir, que los actores practican
la corrupción con el único objetivo de ganar dinero, la vida cotidiana en
el Palacio muestra en los niveles micropolíticos, que aquel no es necesaria-
mente el motivo inmediato. En otras palabras, el dinero o los bienes ma-
teriales son un asunto importante en la lógica de las redes de corrupción,
sin embargo es un objetivo que se traza a un plazo mediano. La interacción
y pertenencia en las redes de corrupción obedece en primera instancia a
la necesidad de un grupo de sustento. Los nuevos miembros se ven en la
necesidad de pertenecer a una lógica de actos corruptos como mecanismos
de pertenencia, inclusión y protección: los meritos de los actos corruptos
otorgan bonos para la posibilidad de movilizarse en la red informal y en
los cargos formales, la capacidad para efectuar ciertos actos y el ingenio
para evadir las normas, reglas o impasses legales. Así, la meritocracia y
las certificaciones formales, los conocimientos y el buen desempeño, son
parte de un conjunto de elementos que marchan junto a la habilidad en el
ejercicio de formas de transgresión y corrupción. Este conjunto marca la
posibilidad de permanencia y movilidad dentro del sistema.
Entonces, el terreno empieza a tomar forma y con esta nueva dispo-
sición nos damos cuenta que la dinámica que genera este juego complejo
rebasa, con mucho, las divisiones políticas o partidarias. Las relaciones de
poder, muchas veces sostenidas en la disposición de las redes informales,

158
Jaris Mujica

van a obedecer más bien a un criterio de asociación más cotidiano, más


personal y en ocasiones menos ideológico. El poder depende tanto de las
amistades personales, enemistades y disputas, como de los partidos polí-
ticos a los que pertenecen sus miembros (debido a que está conformado
también por redes informales). Es más, existen redes en las que miembros,
militantes o no militantes de diversos partidos políticos, interactúan sin
ningún problema. La lógica partidaria se rearma cerca de un periodo de
elecciones en donde los sujetos deben decidir sus movimientos de acuerdo
a las posibilidades de su partido de ganar elecciones. Aunque hay muchos
que no tienen o manifiestan una filiación formal.
Los sistemas de corrupción, estas micropolíticas, no resultan entonces
estructuras estables, no son mafias con una organización vertical, organizada
a través de códigos con mandatos comunes y sentido de pertenencia de los
sujetos. Tampoco son, en la mayor parte de los casos, clientelas, puesto que
requerirían para serlo de lógicas estables entre un patrón y un cliente. Se trata,
como hemos ido viendo, de lógicas segmentarias, grupos de actores que
se fusionan y fisionan; conglomerados sin una cabeza estable o única. Son
sistemas que se desplazan coyunturalmente, sin una organización vertical.
No son tampoco una comunidad, puesto que no hay identificación con el
conjunto. Se trata de sistemas abiertos dispuestos al uso de la corrupción
como una herramienta contextual. Esto hace más complejo el fenómeno
al que nos referimos, le imprime un sentido vinculado con la política desde
su práctica cotidiana, local.
Aquí el poder se vuelve a su rostro más cotidiano, en donde los dis-
cursos, las prácticas y las estrategias se modifican según las circunstancias.
El poder y la autoridad salen de los casilleros estáticos que parece imprimir
la mirada exterior, rebasan la formalidad de la estructura y la replantean
desde adentro en juegos dialógicos que reinventan la ley, rehacen las nor-
mas y vuelven la política a su terreno más cotidiano: al punto inicial de
sus relaciones y conflictos. La corrupción se convierte ahí en un vehículo
fundamental de acción, de asociación, de reciprocidad; vínculo que permite
generar alianzas, construir grupos y hasta estructurar de cierto modo la
política. El poder se vuelve a las técnicas de la corrupción que lo empiezan
a constituir y lo convierten a la performance de los sujetos, pues siempre
es una acción inconclusa, nunca se detiene, nunca descansa. El problema
entonces no es que la corrupción destruya la política, sino que se convierta
en parte de ella.

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