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La

mirada
de un
asesino

Yanelys Fuentes Báez

© del texto: Yanelys Fuentes Báez


© de la portada: Alberto Valdés Otaño
© maquetación: palabrasconalas

Todos los derechos reservados. Queda totalmente prohibida la reproducción parcial o total de esta obra
por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa por escrito de los titulares de copyright.
Agradecimientos:
A todos los que han creído en mí como escritora y me han dado su palabra de sustento exhortándome a
seguir luchando por mis sueños. Pero sobre todo, en este momento de mi vida, quiero darles las gracias a
mis tíos Olga y Evary quienes han sido los principales responsables de apoyarme y archivar mis metas
desde que llegué a Estados Unidos. No me va a alcanzar la vida para agradecerles todo lo que han hecho
por mí. ¡Gracias!


























Índice:
Capítulo 1- 24 años atrás……………………………………………
Capítulo 2- 7 años después…………………………………………
Capítulo 3: Una mañana distinta………………………………
Capítulo 4: La historia oculta dentro del libro viejo…………
Capítulo 5- Todo lo que gira vuelve……………………………
Capítulo 6- Siempre sale el sol……………………………………
Capítulo 7- Una fiera en el vientre……………………………………
Capítulo 8- Hacer el amor entre las llamas…………………………
Capítulo 9- El infierno existe…………..……………………………
Capítulo 10- Rejas…………………………………………………









Capítulo 1- 24 años atrás
Mi nombre es Andrés Martínez y soy lo que el resto de las personas llama: “Un asesino”
Pero en realidad ni yo mismo sé lo que soy. Lo único que tengo claro es el objetivo de mi vida,
asesinar a los culpables de la muerte de mi familia. Después de eso, ya nada más interesa.
24 años atrás
México, Tapachula. Año 1695.
Corría la media noche y el cielo estaba negro, ni una sola estrella alumbraba y el polvo del camino se
levantaba violentamente golpeando el suelo como si estuviese enfurecido. Había un silencio absoluto,
haciendo terrorífico el crujido de las ramas de los árboles al golpearse unas contra otras. Comenzó a
escucharse un fuerte sonido que venía a lo lejos, eran los cascos de los caballos que corrían
desesperados. Detrás de ellos con grandes pisadas venía un enorme fuego que destruía todo a su paso,
como un demonio colérico. Subía hasta la rama más alta de los árboles. Las pocas aves, silenciosas y
misteriosas que aún quedaban posadas en las copas, revoloteaban de un lado a otro como si no supiesen
que hacer. El fuego seguía avanzando por el camino a tanta velocidad que nada lo frenaba. Allá de donde
venían los caballos, de lo que había sido una casa solo quedaban cenizas; y un niño de apenas cinco años
que atemorizado, lloraba dentro de un pozo seco que subsistía en pie, dentro de la nada.
Ese niño era yo, solo tenía cinco años y acababa de ver como asesinaban a mis padres y a mi
hermana, sin piedad de algún tipo. Después quemaron la casa y con ella todo lo que un día fue de mi
familia. ¿Quién o quiénes habían sido los responsables? No tenía ni la menor idea, solo sabía que
dentro de mí, como un volcán en erupción, crecía algo súbitamente, una extraña sensación que me
daba tanta fuerza que parecía que iba a explotar. ¿Qué era?: odio; y solo quien lo ha sentido
intensamente sabe cuan exquisito es.
Después de que la lluvia había acabado con el fuego y arrastrado las cenizas dejando el lugar tan vacío y
seco como tierra infértil; sacando fuerzas de donde ya no las tenía aquel niño logró salir del fondo del
pozo. Se colgó de la cuerda que sujetaba un viejo balde oxidado, lleno de cucarachas que le caminaron
por todo el cuerpo haciéndole estremecerse. Se impulsó con los pies descalzos que se lastimaban con la
aspereza de las paredes hasta sangrar.
Caminó durante horas sin saber a dónde iba, todo a su alrededor era muerte y destrucción, no quedaba ni
un solo rastro de vida. Al llegar al pueblo más cercano las personas que estaban en la calle, aún a esa
hora de la noche eran, estaban ebrias. Nadie notó su presencia ni repararon en ofrecerle ayuda. Era como
si se hubiese vuelto invisible para el resto de la humanidad. Poco a poco todos se fueron marchando y
nuevamente quedaba solo sin tener hacia dónde ir. Encontró una vieja carreta abandonada y se arrinconó
detrás de ella. Sin poder resistirse se dejó arrastrar por el sueño. Parecía que acababa de dormirse
cuando sintió que una voz lejana le hablaba y sentía algo, eran golpes, alguien le estaba golpeando en el
abdomen. Pensó que todo había sido un sueño y que al despertar se encontraría en casa junto a sus padres
y hermana, durmiendo mientras su mamá le contaba el cuento de cada noche.
El otro niño me golpeaba en el estómago por defender un pedazo de suelo que le pertenecía a él, me
miró a los ojos y pude sentir como un escalofrío le recorría todo el cuerpo. ¡Acababa de ver a los ojos
de un asesino! Sabiendo perfectamente lo que hacía lo golpeé tan fuerte en el estómago, justo donde él
me había pegado. Fue entonces donde empecé a sentir el sabor de la venganza. Lo vi sangrar por la
boca pero seguía pegándole hasta que dejó de respirar y al verme las manos manchadas de sangre
comprobé que me gustaba. Ese olor hacía que la adrenalina brotara por todos los poros de mi piel;
por primera vez sentí que mi respiración cortaba el aire que me rodeaba. ¡Era fuerte, invencible!
Tenía las manos y el alma manchadas de sangre y de venganza.
Sin parpadear siquiera, Andrés observó el cuerpo durante algunos segundos. Tomó la bolsa que estaba en
el pantalón de su víctima, sacó las monedas y se limpió las manos. Ya no le temía a la oscuridad ni a la
noche. Se sentía el dueño de todo, del mundo. Ya el miedo no existía para él, él era el miedo. Era como si
hasta los animales se asustaran al verle pasar, las aves levantaban el vuelo horripiladas presintiendo una
tormenta, preferían entregarse a la oscuridad y a los peligros de la noche, que quedarse cerca de aquel
niño.
Durante días y noches enteras caminé por pueblos deprimentes donde el hambre y la miseria se
paseaban por las calles como si fuesen los dueños, las mujeres vendían sus cuerpos por diversión, no
les importaba que fuese un niño o un anciano.
Había llegado a un callejón sin salida que estaba lleno de vagabundos. Una de las cuatro prostitutas que
estaban paradas en la puerta abierta, de lo que parecía ser una casa abandonada, se le acercó y e intentó
seducirlo.
Mientras su lengua se introducía en mi boca como una serpiente en un hormiguero, algo subía por mi
estómago, una horrible y asquerosa nausea, era solo un niño. ¿Cómo podía sentir lo que era besar a
una mujer? Me sentía sucio, quería arrancarme los labios pero aun así mi ego de hombre acababa de
despertar y me hizo tomar las riendas de la situación.
Luego de seguir un beso insípido, mordió los labios de aquella prostituta hasta que la sangre brotó.
Aunque ella intentó alejarse de él, sus manos la apretaron contra su cuerpo y Andrés empezó a sentir el
sabor de aquel beso. Era la sangre que llegaba a su boca y le hacía abrigar un gusto exquisito, lo más
perfecto que había probado. A pesar de la resistencia que ella hacía, el beso duró hasta que él le puso fin.
Sin apenas levantarse del suelo, donde había caído; la mujer se alejó sin dejar de mirarlo ni un solo
instante, como si quisiese grabarse aquel rostro.
¿Qué había sentido con aquel beso?, ni siquiera yo lo sabía, pero la verdadera pregunta era ¿En que
se habían convertido las mujeres para mí? A partir de ese momento solo fueron objetos que podía
tomar y mover a mi antojo. ¿Qué sentía por ellas? Absolutamente nada, solo deseo carnal, pero en el
fondo había algo que me impedía lastimarlas. Sabía que mi vida sin ellas a partir de ese entonces no
sería nada.
Tenía que continuar con mi camino, debía encontrar algo que me diera una pista sobre los asesinos de
mi familia. En ese momento comprendí el significado de una frase que mi padre decía, cada día, y en
aquel entonces para mí estaba hueca, “La solución a los problemas siempre está en su cuna.” Debía
regresar a mi casa, o a lo que quedaba de lo que algún día había sido mi hogar, el único lugar en el
que le vi el rostro a la felicidad.
“El tiempo prepara al hombre para su destino y el hombre juega con el destino para tentar al
tiempo.”

Capítulo 2: Siete años después
En los próximos siete años viví como un ermitaño, la presencia de las personas me molestaba. Solo
me acercaba a alguien cuando me resultaba imprescindible. Trabajaba en las noches con un viejo
anciano que era ciego y mis ojos no le decían nada. Aun así evitaba acercarse demasiado. Pero lo más
importante era que siempre me pagaba justo a tiempo y tenía un lugar donde los caballos. Todo iba
bien hasta que lo sorprendí intentando violar a su hija y sin dudarlo ni un solo segundo, le arrebaté la
vida con mis propias manos. Empecé a asfixiarlo apretándolo por el cuello, disfrutando de cómo su
rostro se iba poniendo morado hasta que dejó de luchar por vivir y se rindió ante mí. Sonreí, después
de siete años, al escuchar su última súplica.
Ya era la segunda persona a la que le quitaba la vida, en ese entonces todavía no sabía que sería uno
de los más buscados y que mi nombre se convertiría en una leyenda. Miré a los ojos de aquella
muchacha, que temblaba de pies a cabeza, tal vez por lo que su padre había intentado hacerle o por
ver como tan fríamente lo había asesinado sin pensarlo. Tenía en la mirada algo que me provocaba.
Un fuego se encendió dentro de mí y cuando vine a darme cuenta ya estaba encima mío y ambos
totalmente desnudos. Sus hermosos y enormes pechos redondos estaban justo en mi cara, sus manos
recorrían mi espalda lentamente. ¡Y yo sin tener la menor idea de que era lo que tenía que hacer! Ella
sonrío, tomando mi mano para colocarla encima de su seno y yo lo tomé como si me perteneciera.
Tuve sexo por primera vez. Mis manos desgarraban su cuerpo bruscamente en cada caricia; mientras
que ella inauguraba el mío sin el menor de los pudores, y sin importar que el cadáver de su padre
estuviese presente. No sé exactamente el tiempo que pasó, ninguno de los dos se detuvo hasta que ya
los cuerpos no pudieron más.
Había llegado el momento de irme, me acerqué y la besé tan fuerte hasta que la sangre brotó de sus
labios y pude sentir su auténtico sabor. Tomé las monedas que estaban en el pantalón del viejo y me
fui.
_ ¡Ya es el segundo!- me susurró una voz dentro de la oscuridad del bosque.
_ ¿El segundo qué?- quería saber de dónde provenía.
_La segunda persona que asesinas,- su tono de voz me pareció gracioso y así lo reconocí. -Pero esta
vez fue mejor, mataste al padre y luego tuviste sexo con la hija, yo nunca pude tener sexo.
_ ¡Así que eres tú!
_ ¿No te da miedo?- preguntó, a pesar de saber la respuesta.
_ ¿Dónde habías estado?
_Todo el tiempo he estado contigo, solo que no podías verme ni escucharme, pero no te preocupes,
nunca más te dejaré solo, a partir de ahora te acompañaré siempre.
_No, no, no, ni lo pienses. No me gustan las personas.
_Ya lo sabía, pero no va a ser un problema, porque yo ya no soy una persona, tú me asesinaste. Te
propongo algo, vamos a empezar desde cero. Me llamo Josué, no me parece justo que yo sepa todo de
ti y tú nada de mí.
_ ¿Por qué te quedaste conmigo Josué? ¡Yo te asesiné!- Josué era el niño al que siete años atrás había
matado por un pedazo de tierra debajo de una carreta. Se conservaba idéntico a como mi memoria lo
creía, no pasaba el metro con quince centímetros. Tenía el pelo castaño chorreado y ese cuerpo
encorvado y sin gracia.- Aunque en realidad debo admitir que te ves mucho mejor ahora.
_La respuesta es fácil, porque me hiciste un favor. Yo no era feliz, tenía una vida miserable.
Ya Andrés había cumplido los doce años y su cuerpo había cambiado mucho, pero ni siquiera él lo
notaba, nunca más se volvió a mirar en un espejo. Sus huesos se estiraron haciendo más largas sus
extremidades que le permitían moverse con mayor rapidez y silenciosamente para pasar desapercibido
cuando lo quisiese. Sus deseos carnales como hombre también habían crecido, así como sus ansias de
encontrar y acabar con los asesinos de su familia. Nuevamente estaba solo y sin tener siquiera un lugar en
el que pasar las noches, pero el sueño era su aliado porque casi nunca dormía. Solo lo hacía durante
minutos sin necesidad de cerrar los ojos.
Utilizó el dinero que había robado para viajar hacia la ciudad de México, Distrito Federal y para su
sorpresa, al llegar a este el primer lugar que encontró fue un orfanato donde lo recibieron con los brazos
abiertos. A pesar de que su cuerpo ya tomaba la estructura de un hombre fuerte y seguro de sus
movimientos, aún continuaba siendo un niño, un niño con una gran inteligencia capaz de aprovechar al
máximo las situaciones.
Era mi oportunidad perfecta, en el orfanato me iban a dar comida y techo mientras siguiese siendo un
niño, tiempo suficiente para terminar de prepararme para enfrentar a los enemigos de mi familia.
_ ¡Chévere! A mí nunca me quisieron recoger en ningún orfanato, y mira a ti lo fácil que se te dio. Pero
bueno, ahora podremos conocer a otros niños. Ya sé que a ti no te interesa,- rectificó Josué ante la mirada
de Andrés, mientras se instalaba en el dormitorio.- La cama es un poco pequeña, pero creo que cabremos
los dos sin problema.
Le enseñaron a leer y a escribir, las tablas de multiplicación y hasta algunas cosas de geografía. Siempre
era el más disciplinado en las clases y a pesar de que nunca participó ni en una sola de las lecciones, en
los exámenes sus notas eran las más sobresalientes. Permanecía inerte ante las conversaciones de los
demás niños del orfanato y nunca jugó con ellos. Sus misterios se los atribuían a la ausencia de sus
padres u otros familiares, decían que no todos tenían la misma capacidad de respuesta y aunque lo
intentaron ayudar, siempre encontraba la forma de escabullirse. Se le veía solo, por los rincones,
devorando los libros que de tan deteriorados que estaban eran echados a la basura. Como a la gran
mayoría le faltaban páginas, cuando estaba solo, buscaba desesperadamente entre las lomas de papel
lleno de polillas. Hasta que un día fue descubierto por la bibliotecaria. Era una señora de ochenta y
tantos años de edad, con el cabello canoso y endurecido por no lavarlo, quien sabe hacía cuantos años.
La joroba en su espalda le daba un aspecto deprimente que compaginaba perfectamente con los zapatos
rotos que siempre llevaba, desde que todos recordaban, aunque nadie sabía con exactitud hacía cuanto
tiempo trabajaba en el orfanato.
En cuanto la vi supe que se trataba de ella, la señora Flores, aunque en realidad no sé porque la
llamaban así, porque su aspecto era patético y a pesar de su edad no era tan débil. Inclusive me
atrevería a asegurar que era mucho más fuerte que la mayoría de los insoportables niños llorones que
estaban en aquella pocilga. Todos se referían a ella con miedo y aseguraban que su aspecto era
tenebroso, hasta que tenía algún tipo de pacto con el demonio o era una especie de bruja porque tenía
como doscientos años.
La señora Flores se acercó silenciosamente, mirándole a los ojos y sin ningún tipo de temor. Pero algo en
aquella sonrisa que dejó al descubierto la ausencia total de dientes, le hizo saber que ella había
reconocido en sus ojos “La mirada de un asesino.”
_Ven conmigo muchacho,- dijo.
_ ¿Vas a ir?- quiso saber Josué, preocupado.- Esa mujer realmente es fea. Ja, ja, ja y yo que me quejaba
de mí. Ella tampoco te da miedo, así que vamos a ver que quiere. ¡No tienes remedio!
_ ¿Puedes callarte por un momento?- le susurró Andrés. La señora Flores volteó hacia atrás y lo miró con
el ceño fruncido. Andrés la siguió cautelosamente, como si intentara memorizar el camino.
En los meses que llevaba en el orfanato se había dedicado a desarrollar la habilidad de grabar los
conocimientos en su memoria. Siguió a la señora Flores hasta una enorme puerta de roble que parecía
estar clausurada, a consecuencia del tiempo que no se abría. Andrés era afortunado de poder entrar por
allí. Solo muy pocos habían logrado hacerlo, a decir verdad, nadie aparte de la señora Flores en los
últimos treinta y cinco años. Al abrirse la puerta quedó al descubierto una biblioteca, única en el mundo,
una gran exquisitez para quienes fueran verdaderos amantes de la lectura.
Aquel lugar era un verdadero paraíso, era como si toda mi vida hubiese estado esperando para llegar
allí. No sabía por dónde empezar, quería leerlos todos, sin excepción, pero estaba seguro de que el
tiempo no me alcanzaría, por lo que tenía que empezar cuanto antes.
_Si en lugar de libros fuese comida, tal vez los ojos me brillaran como a ti. Con tal que no puedo comer,
pero tú sí y eso me hace feliz,- Josué siempre hablaba de más, aunque la mayoría de las ocasiones,
Andrés lo ignoraba.
_Aquí hay libros que son únicos en el mundo muchacho, libros de cuya existencia los hombres
desconocen.- Y como si me estuviese leyendo mi mente, expresó en voz alta y sin miedo.- Los hombres
nunca ven más allá de lo que quieren ver y suelen pasar por delante de aquello que debería
interesarles mucho más, sin haberlo percibido, ese es el castigo que nos puso Dios, por pecadores.
“¡¡¡Dios!!!” Ya ni siquiera recordaba que esa palabra existía, hasta había empezado a dudar de su
existencia, no como ser supremo, sino como una más del montón del diccionario. Guiándome por mis
instintos me acerqué a un estante que se encontraba a mano derecha. Era el más viejo de todos y la
costra de polvo impedía leer el título de los libros, todos de un color empercudido como señal de
haber permanecidos estáticos durante tiempo indefinido.
Andrés cerró los ojos y suavemente comenzó a deslizarse con la yema de sus dedos por el dorso de los
libros, como si a través del tacto intentara descifrar el contenido de los mismos. Después de varios
minutos moviéndose hacia todas las direcciones en el mismo estante, se detuvo en uno de ellos,
sujetándolo fijamente abrió los ojos y miró a la señora Flores. Era como si entre los dos existiera una
gran conexión mucho más allá de las palabras, bastó una sola mirada para que ella entendiera la petición
que él le estaba haciendo.
_Adelante, tienes mucho camino por recorrer,- sin el menor gesto de gratitud, Andrés se sentó en un
rincón en el que estaban los restos de una silla sin espaldar y comenzó a leer.
Por más que intentaron sacarlo de la biblioteca fue en vano; cuando lo hacían permanecía inmóvil y se
negaba a comer o a dormir. Se comportaba de una manera aún más extraña de la usual, hasta que se
dieron por vencidos y lo dejaron quedarse. Solo salía a la hora de la cena y del baño. Era el primero en
llegar y terminar. Al liquidar un libro empezaba con otro, sin tomarse siquiera un descanso. Dormía
solamente cuatro horas en la noche y antes del amanecer se despertaba.
Debido a que el resto de los niños del orfanato comenzaron a quejarse porque él se negaba a trabajar y
todos ellos tenían que cumplir tareas diarias, le asignaron la limpieza de la biblioteca. Para la sorpresa
de todos, excepto para la señora Flores, ya lo había estado haciendo mucho antes de que se lo ordenaran.
_De verdad esto es un abuso, somos muy pequeños. ¡Si ya sé, no me quejo!- Josué conocía el significado
de cada una de las expresiones del rostro y de las miradas de Andrés.
El aspecto de la biblioteca había cambiado por completo. Nadie sabía cómo, pero los más de quinientos
mil ejemplares estaban organizados por temas y Andrés sabía la ubicación de cada uno de ellos. Pero ya
la biblioteca no era visitada. Todos querían permanecer tan alejados de él como fuese posible. Cuando
algún niño necesitaba de un libro para hacer tareas, realizaban un juego y el castigo del perdedor era
entrar a la biblioteca. Era tanto el miedo que le tenían a hacerlo que nunca se percataron de lo acogedor
que podía resultar el lugar. En ocasiones la señora Flores lo observaba desde atrás de un estante, de
manera que él no pudiera verla, veía como repetía textualmente el contenido de la página de algún libro y
luego iba a buscarlo para reafirmarse.
Así transcurrieron los próximos treinta y seis meses, ya había cumplido los quince años y a pesar de su
misterio y la sombra que caminaba delante de él, era un joven elegante. Medía un metro, ochenta y cinco
centímetros. Tenía la piel blanca y suave a la ausencia de sol. Los ojos negros le daban a la tez de su
rostro un aspecto que se hacía irresistible, para todo aquel que nunca había sentido el peso de su mirada.
Su cabello era tan negro y brillante como el ébano más oscuro.





Capítulo 3: Una mañana distinta.
Como de costumbre, se levantó muy temprano y salió hacia la biblioteca, con Josué siguiéndole el ritmo.
_Desde que te levantas caminas apurado, es por eso que en las noches te cansas. Bueno, eso del
cansancio lo agregué yo, que soy el que se cansa. Pero, de verdad, deberías detenerte a observar los
paisajes que te rodean. Mira estas rosas que bonitas están,- para sorpresa de Josué, Andrés se detuvo a
observar las rosas blancas que crecían en el jardín del orfanato.
Andrés quiso tomar una flor y esta se defendió encajándole una espina en la yema del dedo, él solo se
limitó a sonreír.
_Si yo fuera una rosa, quisiera que solo tú fueses mi dueño, como en el principito. ¿Recuerdas? El libro
que me leíste la semana pasada. Ese principito tenía una rosa especial, aunque él mismo decía que era
igual a las demás. ¡No entiendo! ¿Me explica otra vez?- Josué se había quedado hablando solo. Mientras
que Andrés ya se adentraba en la biblioteca, observando la gota de sangre que escurría de su dedo, sin
saltar al vacío.- ¿No escuchaste lo que te pregunté sobre ese tal principito?- repitió la pregunta.
_Tal vez en otro momento,- su respuesta fue sincera.
_Puede ser hoy en la noche, al fin y al cabo no tenemos nada que hacer. ¡Tenemos! ¡Qué bonito suena
hablar en plural! ¡Somos un equipo! Yo diría que el mejor de todos: un asesino y un fantasma. ¡Qué
irónica es la vida! ¿Ves? Creo que me he vuelto inteligente como tú. Ahora reflexiono sobre la vida y
estoy muerto, antes ni siquiera utilizaba esa palabra. Tengo tantas cosas que agradecerte,- nuevamente
Josué se quedó hablando solo porque ya Andrés estaba sumergido en el mundo de un nuevo libro.
_ ¡Ven conmigo, hay algo que necesitas saber!- A pesar del mal aspecto común de la señora Flores, ese
día en particular lucía peor. Unas negras ojeras adornaban su arrugado rostro. Tenía la piel ceniza y los
labios agrietados como síntoma de una profunda deshidratación. Josué se escondió detrás de Andrés y le
susurró al oído:
-Creo que es un fantasma como yo, nunca antes la había visto tan fea. -Andrés le dirigió una mirada
silenciosa y caminó siguiendo los pasos arrastrados de la señora Flores, quien lo adentró en una
habitación secreta.
Era una especie de cuarto, pero no había cama ni algún mueble que pudiera servirle para dormir.
_ ¿Dónde dormirá?- quiso saber Josué. La habitación estaba tan oscura que apenas se lograban ver las
palmas de las manos. Pero la oscuridad era la aliada de Andrés, podía desplazarse a través de ella
mucho mejor que ayudado por la luz. La señora Flores encendió una vela que llevaba en la mano y dejó
al descubierto el pergamino que sostenía en la otra.
_ ¡Sostenla!- le indicó a Andrés. Poco a poco fue doblando las articulaciones de sus piernas hasta que
apoyó la rodilla en el suelo y se dejó caer suavemente. Con sutil gracia y elegancia, Andrés se inclinó
hasta quedar a su altura. La señora Flores fue desdoblando el pergamino, que se convirtió en un metro
cuadrado de piel con un mapa incrustado. Andrés no mostró el más mínimo interés. Observó en silencio,
esperando a que ella diera la explicación que él jamás le pediría.
_ ¡Es un mapa! Pero un mapa puede ser de muchas cosas. Yo nunca vi uno de verdad. Son muy curiosos y
se podría decir que hasta bonitos. Si la vieja no lo quiere más y por eso te lo está dando, por favor
quédate con él. Y cuando salgamos de aquí y tengamos nuestra propia casa, me lo regalas. Y entonces yo
lo pongo de adorno en las paredes de mi cuarto y me quedo con él. Siempre soñé con tener un mapa en la
pared, justo atrás de mi cama. En realidad, esa última parte la acabo de inventar ahora, ya recordé que yo
no tenía sueños. ¡Pero ahora si los tengo!- Josué hablaba sin parar caminando en círculo alrededor de
ellos y deteniéndose por intervalos a observar el mapa.
_ ¡Sé lo que eres!- Soltó directamente la señora Flores. -Pude reconocerlo en tu mirada desde el primer
día que llegaste. Mi padre también era como tú, por eso, sé exactamente como es la mirada de un asesino.
La única de mi familia que logró salvarse fui yo. Siempre fui tan fea e insípida que de seguro le dio
lastima terminar con mi miserable existencia.- El tono de la voz de la señora Flores revelaba que ese era
solo el principio de una larga historia que deseaba contar. A Andrés no le interesaba saber su pasado,
pero había aprendido a ser paciente y cortés; gracias a las largas horas de silencio que la Señora Flores
le proporcionaba en la biblioteca, sin interrupciones.
_Le sucedió lo mismo que a mí, ¡Ahora sí me está empezando a caer bien! ¡Anda, dile que hable y nos
cuente la historia!- insistió Josué, parándose frente a Andrés y mirándole a los ojos. Esos ojos que para
él eran los más hermosos y sinceros, porque reflejaban todo el dolor y la rabia que tenían dentro.
Capítulo 4: La historia oculta dentro del libro viejo.
_Mi madre era Clara, una pobre campesina que no sabía ni leer ni escribir. Su miserable existencia
estaba limitada a servir a su esposo y a tener listos a sus hijos como muñecos de cera, para lo que él
quisiese. En total éramos nueve hermanos, o al menos esa fue la cantidad que yo conocí, tres hombres y
cinco mujeres. A mí no pudieron definirme el sexo hasta después de los quince años. Me asignaban tareas
de cualquier índole y el único privilegio que tenía era pasar las tardes fuera de la casa mientras cuidada a
las ovejas, que pastaban silenciosas sin interrumpir mis pensamientos. Mi padre, Ulises, comenzó a darse
cuenta de mi sentido de responsabilidad y del gran talento que tenía para mantener la boca cerrada.
Recuerdo perfectamente ese día, como si lo estuviera viviendo otra vez. Él se acercó a mí y me preguntó
si quería ayudarle a hacer algo especial, pero de más estaba decirme que debía guardar absoluto
silencio,- las imágenes se dibujaron borrosas en la memoria desgastada de la señora Flores.
_No me gusta el brillo que tienen sus ojos, ahora sí creo que está loca de verdad,- murmuró Josué
frunciendo el ceño mientras examinaba la expresión de la mujer.
_Mi padre era un hombre delgado y de nariz puntiaguda. Lo más hermoso que tenía eran sus manos, eran
tan blancas y suaves como la seda. Lo sé, no por que alguna vez me diera una caricia, sino porque así las
describía mi madre. Siempre he tenido una visión muy aguda; y ese día pude detectar la sombra oculta
detrás de las palabras de mi padre. Yo no le temía, a diferencia del resto de mis hermanos, incluso mi
madre. Era la única razón por la cual permanecía a su lado, aunque en el fondo ella también sabía que no
hubiera sobrevivido mucho tiempo sin él. Era una pobre e inútil campesina que apenas sabía caminar en
línea recta.
_Nunca pensé que hablara tanto, la prefiero cuando está en silencio. Cuando dice a hablar ya no tiene
para cuando callarse. Tanto misterio y no acaba de decir que significa ese mapa, yo no creo que esté
contando toda esa historia porque sienta deseos de desahogarse. ¡Es increíble! ¿Ves todas las cosas que
soy capaz de decir y de pensar después que soy un fantasma? ¡Qué viva Andrés Martínez!- Josué
comenzó a dar brincos.
El brillo de la mirada de Andrés iluminaba la habitación y el reflejo de su rostro inexpresivo le daba un
aire de misterio. El olor a polvo le molestaba por lo que evitaba tocar cualquier objeto que estuviese en
aquella habitación.
La señora Flores se sumergió por un momento en sus recuerdos y se despidió de la realidad en que
estaba. La paciencia de Andrés era inagotable pero no le gustaba perder el tiempo, carraspeó su garganta
haciendo que ella retomara el hilo de la conversación.
_Volver a vivir esos momentos me llena de sentimientos encontrados y me hace recordar que por
desgracia aún sigo viva… Ese día mi padre me llevó a una morada que había construido cerca del río
que quedaba a más de diez kilómetros de la casa. Al llegar me encontré con mi hermano Ramón, el mayor
de todos, atado con cuerdas a una silla. No me inspiró lástima y tampoco piedad. Él siempre había sido
muy cruel conmigo y a la hora de castigarme no se tocaba el corazón. Mi padre sonrío al ver mi
respuesta. A partir de ese momento me convirtió en su ayudante. Uno a uno fue asesinando a todos mis
hermanos. Solo le bastaba que lo desobedecieran en una orden o que le dieran una respuesta que no era la
esperada por él. Disfrutaba el acto como un niño saborea su primera paleta de helado. Su mirada se
iluminaba, así como la tuya, con ese brillo despampanante que es una señal de peligro y que le informa a
todo aquel que la interprete correctamente que debe salir corriendo,- el gesto de la señora Flores al
señalar los ojos de Andrés, indicó el profundo temblor de su mano. Tomó un sorbo de aire y después de
una breve pausa prosiguió con su extensa confesión. -Yo solo le ayudaba a deshacerse de los cadáveres,
no me permitía quitarle su momento de mayor goce. Mi madre, la pobre e ilusa, achacaba las
desapariciones de mis hermanos a los designios de Dios para convertirlos en seres inmortales, que serían
recordados por toda la eternidad. ¿Cómo si Dios existiera de verdad? Todo marchaba perfectamente
hasta que la única de mis hermanas que quedaba viva era Olivia. Por ella mi padre sentía una especie de
atracción especial. Después descubrí que era la fruta más tierna de todo el racimo y él solo estaba
esperando a que estuviese madura. Olivia era mi hermana preferida, la única que no me gritaba fea, o
maltrataba, incluso compartía sus dulces conmigo. Era sabido que la próxima en la lista sería ella y que
ofrecerme en su lugar no tenía sentido. Mis hermanos eran muy buen mozos todos y las mujeres elegantes
y bellas, ¿Y yo? El más feo de todos los sapos, con las piernas largas y el rostro lleno de unas asquerosas
manchas negras. Como buen aprendiz superé al maestro y le apliqué a mi padre su estrategia favorita. Lo
até a una silla y disfruté sacándole los ojos con las uñas, lo dejé libre y él mismo tomó el camino que
dirigía al río lleno de pirañas al que había echado a dos de mis hermanos. Le había robado lo más
valioso que él tenía. Sin sus ojos el gran amo de los asesinos, Ulises Galván, no era nadie. Ya no tenía la
mirada de un asesino y las personas nunca más se doblegarían ante él.- La señora Flores lanzó un suspiro,
por los largos años que guardó esa historia en secreto sin poder desahogarse. -Por eso me resultó tan
fácil reconocerte en cuanto te vi. ¿Sabes? Siempre he pensado que nacer para ser un asesino es un don y
no un castigo como muchos piensan. En realidad la gente no les teme, la gente les envidia y les respeta
por tener el valor de hacer lo que muchos de ellos desean, desde lo más profundo de su ser.
_Yo no nací siendo un asesino. La vida asesinó lo que yo era; y ahora yo asesino a la vida, no a las
personas. A muchas de ellas les he hecho un gran favor.- Lanzó una mirada rápida hacia el lugar donde se
encontraba Josué sonriendo y orgulloso de ser su primera víctima.
_Esa es tu justificación, pero en el fondo sabes que no es así. Tú naciste para matar. La sangre te hierve
cuando planeas un crimen, ese es tu destino Andrés. Podrás escapar de este mundo o incluso a otra vida,
pero no podrás escapar de lo que eres, de la fiera hambrienta que llevas por dentro. Algún día recordarás
esta conversación y verás cuánta razón había en cada una de mis palabras,- una súbita tos la hizo
estremecerse hasta perder el equilibrio. Reposó la espalda contra la pared y tomó de prisa una gran
cantidad de aire. -Ahora sí iré directo al grano y te diré la razón por la cual te conté la historia de mi
vida. Este mapa…- señaló el viejo pergamino de cuero que tenía entre sus manos. Andrés siguió el
movimiento de su dedo con la mirada,- es la dirección exacta de un lugar donde hay mucho dinero
enterrado. Una gran fortuna que podrá ayudarte a abrirte camino en la vida y llevar a cabo tu venganza.
Después de eso podrás decidir si naciste para ser un asesino o fueron las circunstancias las que te
obligaron. No pretendo estar ahí para ese entonces, claro está, ya estoy demasiado vieja y cuando más me
quedan unos días de vida.
_ ¿Qué quiere que haga exactamente?- preguntó Andrés sin rodeos.
_Eres el único capaz de hacerlo sin que le tiemblen las piernas…
_Esto se está poniendo interesante, lo sabía. Sabía que había algún asunto relacionado con dinero dando
vueltas por ahí. ¿Quién lo pensaría? La vieja fea y arrugada resultó ser millonaria, pero ¿Y entonces por
qué vive como una vagabunda? ¡Está peor que yo en mis viejos tiempos!- Josué no dejó de opinar.
_Esta es la estructura de una hacienda, en la cual vive mi hermana Olivia desde que era una niña. Yo la
rescaté de las garras de mi madre, quien era peor que mi propio padre. Nunca se preguntó dónde estaban
sus hijos o al menos que podía haber pasado con ellos. El dinero pertenecía a mi padre aunque nunca
supe de donde lo había obtenido. Por la propia seguridad de Olivia, yo me alejé de ella. No estaba
segura de hasta donde había llegado el veneno donado por él, y no quería lastimarla. Era lo único puro y
hermoso que había en mi vida. A partir de ese entonces solo comencé a visitarla en las noches, cuando
nadie nos viera y no pudieran asociarla con la horrible y vieja bibliotecaria que a todos espantaba con su
aspecto. Siendo tan hermosa a Olivia no le fue difícil conseguirse un esposo viejo, eso sí, pero muy rico,
que le diera una vida de reina aunque no pudiera enseñarle a ser feliz. Hace ya muchos años que no puedo
ir a visitarla y creo que seguirá siendo tan infeliz como tiempo atrás. Ya es momento de liberarla de la
tortura de tener que acostarse con un viejo al que no soporta. El dinero será todo tuyo, estoy segura de
que a ella solo le interesa la libertad. Ya no necesita que nadie la proteja, es toda una mujer y puede
decidir qué hacer con su vida ella sola. ¿Aceptas?- una sonrisa maliciosa se dibujó en los labios de
Andrés, delatando sus ansias de salir a devorar el mundo.
Andrés esperó pacientemente a que llegara el término del tiempo que podía permanecer en el orfanato. A
partir de los dieciocho años tendría que valerse por sí mismo y nunca más sería visto como un niño
extraño sino como lo que era en realidad: un asesino. Las monjas del orfanato y el resto de los niños,
cada día que pasaba, evitaban más, estar cerca de él. Cuando entraba a alguna parte, sin ningún pudor,
todos se alejaban y murmuraban entre sí. Impedían, incluso, su roce. El aspecto de la señora Flores era
cada vez peor, todos estaban asombrados de que aún estuviera viva, pero Andrés se mostraba
empecinado en socorrerla hasta el último segundo en que estuviese respirando. La recámara escondida
detrás de la puerta secreta de la biblioteca se veía mucho más limpia e iluminada, gracias a las velas y a
los cuidados de Andrés.
-Creo que ya que es hora… sabes lo que tienes que hacer.- A la señora Flores le costaba un gran esfuerzo
hablar debido a la tos impertinente y a su falta de aire. Andrés asintió con la cabeza y aunque no tuvo un
gesto de compasión, le apretó la mano en forma de agradecimiento. Fue apagando lentamente, una a una,
todas las velas, con sus propios dedos, dio media vuelta y salió caminando sin voltear atrás. Josué le
seguía los pasos con la cabeza agachada y de haber sido posible, con lágrimas en los ojos. Arrastró los
pies contra la gravilla del suelo, haciendo sonar las piedrecillas como si fueran cascabeles. Abrió la
verja que le daba paso hacia la libertad o hacia su propio funeral. Miró hacia el cielo y sus ojos brillaron
más que el propio sol. Nadie salió a despedirlo. Para esa altura ya era demasiado tarde para la señora
Flores.
_ ¡Al fin estamos de regreso al mundo real!- gritó Josué saltando de un lado al otro.
Sus habilidades obtenidas a través de los libros, le permitían desenvolverse con facilidad entre la gente;
aunque no soportase el roce o los olores fuertes, tanto a sudor como a perfume. Despertaba una atracción
demasiado fuerte hacia las mujeres, solo ellas no veían el brillo en su mirada y no le temían. Más que la
esencia de su ser, observaban su virilidad y esa profunda masculinidad que aún estaba sin desatarse.
Josué disfrutaba de cómo las mujeres lo cortejaban a él en lugar de ser al revés, sonreía cada vez que
escuchaba una insinuación y le hacía sentirse como si anduviese acompañado del mismo Cupido.
_Si estoy segura de que esa es la hacienda de la que usted habla, es una de las más hermosas y próspera
que hay por las alrededores,- le confesó una señorita en medio de su coqueteo inclinándose hacia delante
para dejar al descubierto sus voluptuosos senos.- Pero si gusta yo misma lo puedo acompañar,- insistió
abiertamente en una conversación más íntima. Andrés no rechazaba su ofrecimiento pero tampoco le daba
pie.- Te aseguro que no habrá mejor guía que yo. ¿No eres de por aquí cierto? Siendo tan guapo, dudo
que antes no te hubiera visto, un rostro como el tuyo no se olvida con facilidad.- Pasó de la formalidad a
tutearlo, esperando obtener alguna ganancia por ello.
_Le agradezco su ofrecimiento, no dudo de que no tendré mejor guía que usted pero lo que sucede es que
en este momento tengo mucha prisa. Pero nos volveremos a ver más pronto de lo que usted pueda tener
tiempo de extrañarme.- Andrés enredó su mano en la cintura delgada de la muchacha del cabello rojo y en
un beso furioso unió sus labios con los suyos.- Ha sido todo un placer conocerte.
_Pero ni siquiera le preguntaste el nombre,- señaló Josué sin dejar de mirar la expresión de éxtasis de la
desconocida.
_Será mejor así, de esa manera no pierde el brillo tan fascinante que trae lo desconocido,- apenas
murmuró Andrés, evitando que las personas le vieran hablando solo. No era que le importase mucho la
opinión de los demás, no quería llamar la atención. Pasar desapercibido era su pasatiempo favorito.
La hacienda en la que radicaba Olivia, la hermana menor de la seguramente ya fallecida señora Flores,
quedaba muy apartada de la ciudad de Metepec, a más de diez kilómetros hacia adentro. Había logrado
obtener la información de una prostituta retirada que paseaba por las calles dándose aire de señora, del
brazo de su esposo, un viejo alcalde en el que ya no creía ni él mismo. Al caer el sol, Andrés emprendió
su camino hacia la hacienda, disfrutando del paisaje y del olor a aire libre; sin los barrotes del orfanato
aunque sin las placenteras horas de soledad y silencio en la biblioteca, sin más compañía que un fantasma
insoportable y sus amigos inseparables, los libros.
Se ocultó detrás de un árbol para vislumbrar el panorama desde lejos. El lugar parecía una verdadera
fortaleza. Cuatro hombres custodiaban la entrada principal. Rápidamente calculó que el perímetro total
de la hacienda debía ser de más de cien hectáreas y que todas las entradas que daban a la casa debían
estar igual de protegidas. Era una gran construcción de muchos años de antigüedad. Conservaba la
estructura original, con las columnas talladas y las paredes a juego con las figuras angelicales que se
levantaban a cada lado de la puerta. Predominaban los colores cálidos como el amarillo y el azul celeste.
Los cuatro guardias eran de aspecto rudimentario y cargaban un arma. Andrés, a pesar de su musculatura
muy bien definida y de su agilidad no sería capaz de competir contra ellos y mucho menos armados.
-No puedo ayudarte a pelear contra ellos pero sí puedo proporcionarte la ventaja de ver sus movimientos
antes que tú. Sería como tener cuatro ojos en lugar de dos, solo que contarás con dos manos para
combatir,- Josué interrumpió sus pensamientos proporcionándole una estrategia que le pareció en lo
absoluto fascinante.
-Iré a darle una vuelta al perímetro, debe haber una entrada que sea más fácil,- le indicó a su
acompañante. El tono de su voz era austero y el brillo de su mirada en medio de su aliada: la noche,
parecía inquebrantable e insuperable.- Yo iré por este lado y tú por el otro,- señaló primero al este y
después al oeste. Josué se zarandeó de la alegría de sentirse útil.
Tal y como Andrés lo había previsto, la entrada del ala izquierda de la casa solo era custodiada por dos
hombres, uno mucho más flaco que él y el otro demasiado obeso para competir con su agilidad y
destreza. Hizo sonar una piedra, contra un pedazo oxidado de hierro, y se ocultó tras la falsa pared que
dejaba a entre ver la entrada.
Ante indicaciones del otro, el más delgado de los hombres y cabeza rapada, se dirigió con cautela hacia
el lugar donde se había producido el ruido. Andrés lo sorprendió por la espalda y con un rápido
movimiento lo desnucó. Sostuvo el peso del cadáver sobre su pecho y en silencio lo trasladó hacia detrás
de la pared falsa. Sabía que al no regresar, su compañero también abandonaría el puesto y vendría a su
alcance. Podía sentir su respiración entrecortada y el hedor a miedo que se desprendían de todos sus
instintos. Andrés se dejó a medio ver entre la oscuridad de la noche y el pobre hombre no pudo más que
tragar en seco y cayó de rodillas al suelo. Su corazón no fue capaz de soportar el peso de esa mirada y en
ese instante dejó de latir. Andrés sonrío maliciosamente, se sentía el dueño del mundo. Volver a asesinar
aceleró el fluido de la sangre por sus venas y tuvo que contenerse para no empezar a gritar de tanto
placer. Rápidamente guardó las armas que le quitó a sus dos víctimas y se aventuró hacia el interior de la
parte trasera de la casa, que conducía el ala izquierda. Josué lo esperaba adentro, sentado sobre una
mesa.
_ ¿Qué novedades me tienes?- preguntó en voz baja sin dirigirle la mirada.
_Parece ser que esta es la entrada más fácil. En el ala derecha, justo donde está el árbol bajo el cual está
lo que necesitamos, solo lo protegen dos miserables perros enormes y peludos. Si supieras el terror que
me producían los perros, creo que ahora todavía les tengo miedo y que ellos pueden sentir mi presencia
porque en cuanto me les acerqué comenzaron a ladrar como locos.- Josué hablaba sin parar y tan de prisa
que si alguien más pudiera escucharlo, la única persona que lo seguiría entendiendo, sería Andrés.
El asesino miró en derredor presurosamente y descubrió que se encontraban en una especie de comedor,
muy mal oliente y sin más adornos que los calderos aun con sobras de comida. Supuso que ahí era donde
comían los empleados. Al pasar a la habitación contigua se encontró con dos guardias más, ambos de
constitución robusta y ubicados de espalda a su presencia. Andrés analizó la situación en silencio por un
momento, conteniendo la respiración y observando los gestos de sus adversarios; como si intentara
predecir su futura forma de reaccionar ante la amenaza que él constituía. De improviso uno de los
hombres se volteó hacia él, ante lo cual reaccionó de inmediato ocultándose detrás de la columna que
proseguía a la puerta.
_Hay demasiado silencio allá afuera. Seguro se quedaron dormidos esos dos holgazanes, no sería la
primera vez…- espetó uno de los guardias. Su voz era áspera y su rostro desagradable en la totalidad.
Todo cubierto de una barba enmarañada y el cabello grasiento a la ausencia de un buen lavado.
_Iré a revisar,- indicó al otro. Tenía un bigote puntiagudo y la nariz respingada como si le hubieran
pegado contra una pared. El hombre se acercó a la salida y al estar fuera se encontró con la ausencia de
sus dos compañeros. Miró en derredor y comprobó que no había nada extraño. Se dispuso a regresar a su
puesto de trabajo cuando se encontró de frente con la mirada penetrante de Andrés que lo hizo
estremecerse de pies a cabeza. -¿Quién es usted y qué está haciendo aquí?- titubeó con la mirada
empañada y las manos temblorosas.
_ ¿De verdad quieres saber la respuesta a esa pregunta?- se burló Andrés alzando la mano hasta el grueso
cuello del hombre y apretándolo hasta que el oxígeno que reclutaban sus pulmones resultó ser
insuficiente. El guardia no pudo mover ni un solo dedo, todo su cuerpo estaba entumido ante la mirada de
aquel hombre. Más que miedo, le provocaba una sensación que lo sacaba de sus sentidos y lo dejaba
desprovisto de fuerza para defenderse aunque de eso dependiera su propia vida.
Una vez, totalmente asfixiado, Andrés lo colocó de espalda contra la pared y atacó al otro guardia
pegándole con el mango de la pistola que le había quitado a su última víctima.
_ ¡Me gusta tu estilo, hombre!- alardeó Josué. -Nunca repites una acción más de una sola vez, estoy
convencido que eres de los clásicos. ¡Es un gran honor poder conocerte tan personalmente!- de repente su
semblante dejó de estar alegre y se tornó serio. -Más adelante tendrás que enfrentarte solo con un hombre
más; y estarás justo enfrente de la habitación donde descansa el viejo y la hermana de la bibliotecaria
loca,- refirió Josué, pavoneándose de que su ayuda fuera de utilidad para Andrés.
Tal y como Josué refirió, Andrés solo tuvo que enfrentarse a un hombre flacuchento y jorobado que con
un simple movimiento de su puñal quedó desangrado sin decir palabra alguna. La sala de estar donde
reposaba, ahora el cadáver de lo que había sido un guardia, estaba lujosamente decorada aunque con el
habitual modelo rural de la casa en su totalidad. Una escurridiza puerta daba a la escalera de madera que
conducía hacia la tan ansiada habitación. Andrés subió con mucha cautela, evitando el sonido de sus
zapatos al hacer contacto con la madera, descubriendo una lujosa estancia con tres puertas. Una de ellas
conducía a la sala y la otra a una terraza llena de plantas ornamentales, con las más variadas y exóticas
especies de orquídeas. Quedando reducido, solo al plano de la tercera puerta, tomó las precauciones
pertinentes y abrió el cerrojo sin la menor dificultad.
Una vez dentro, encontró una recámara con una gran repisa llena de armas de distintos tipos, un enorme
espejo frente a la cama cubierta de encaje, en la que descansaba la hermosa hermana de la señora Flores.
Con voluptuosas caderas que se enmarcaban por encima de las sábanas y unos senos redondos que
quedaban al descubierto por estar durmiendo desnuda. Andrés se detuvo a observar esos detalles,
ayudado por la luz de la luna. Vladimiro, el esposo de Olivia, resultó ser mucho más viejo e insípido de
lo que él había supuesto.
Tomó uno de los cojines del suelo y lo presionó contra la arrugada cara de Vladimiro, haciendo el primer
contacto con su larga nariz jorobada. El viejo solo pudo hacer unos débiles intentos de liberarse de esas
manos opresoras tan fuertes y decididas. Después del pataleteo vino la calma y Andrés sonrió. Al mirar
al otro lado de la cama se encontró con los ojos bien abiertos de Olivia, enfocados en dirección suya y
torciendo los labios de una forma provocadora.
_ ¿Por qué lo has hecho?- el tono de su voz fue seductor, dejando al descubierto unos dientes tan blancos
como la propia nieve.
_Pensé que me lo agradecerías,- se burló Andrés sin dejar de mirar su pezón puntiagudo que amenazaba
directamente su rostro.
_No he dicho lo contrario,- Olivia estaba contrariada por el peso de la mirada que le quemaba el pecho.
Una mirada tan inusual pero a la vez incitante e incómoda.
_Tu hermana, la señora Flores, me ha pedido que viniera por ti,- ante tales palabras Olivia sonrío
abiertamente. Descubriendo su cuerpo por completo e incorporándose, se apoyó en el espaldar de la
cama, adoptando una postura que a Andrés le pareció muy excitante.
_ ¿Sabes? Yo nunca he hecho el amor, pensarás que soy una mal agradecida, pero además de darte las
gracias por liberarme de este castigo,- señaló con desprecio al cadáver de Vladimiro. -Tengo una última
petición. ¡Hazme el amor!- lo incitó abiertamente y Andrés se abalanzó sobre ella como un depredador.
Comenzó mordiendo con suavidad sus orejas, fue bajando hasta su cuello y se encontró con una montaña
que le impedía el paso antes de hacer su presentación. Jugó con su lengua endureciendo el pezón de
Olivia y haciéndola arquearse de tanto placer. Continuó bajando hasta su vientre y cuando menos ella lo
esperó, la penetró tan rápido que la hizo gritar de placer. Olivia encajaba sus uñas en la espalda de
Andrés, mientras él la hacía arquearse hacia atrás para besarla en el cuello y rozarla con su lengua
juguetona.
_ ¿Cómo me sacarás de aquí si aún faltan los dos guardias del frente y los perros que vigilan? Y esos son
los peores,- interrogó Olivia mientras disfrutaba de la masculinidad de Andrés en cada gesto que este
hacía para vestirse. Josué irrumpió en la habitación quedándose anonado ante le eminente belleza del
cuerpo de ella, desprovisto de toda pieza de ropa. Con los ojos queriéndose salir de órbita, observó a
Andrés y exclamó:
_ ¡Siempre llego tarde y me pierdo la mejor parte!- se quejó arrepentido de entretenerse vigilando a los
dos guardias del frente. Lo único positivo que había sacado de su falta de suerte, era percatarse de los
puntos débiles de los dos guardias restantes. -Sé como hacerlo,- le comunicó a Andrés sin poder dejar de
deleitarse con la silueta de Olivia. -Deshacernos de los guardias,- rectificó ante la mirada inquisitiva de
Andrés.
Eliminar a los guardias que custodiaban la entrada principal, tomándolos por sorpresa fue tarea fácil,
agregando el estado de embriaguez que los dominaba. Solo quedaban los perros que según Olivia
constituían el peligro más potencial y ante su extraño alarido, podrían venir los más de veinte guardias
que estaban dispersos por todos los alrededores de la hacienda. Bastó con que Andrés les lanzara una de
sus miradas fulminantes y los pobres e indefensos animales se echaron al suelo, ante sus pies, como los
más fieles guardianes ante su amo. Sorprendida por tanta destreza, Olivia sonrío esperando provocarlo
nuevamente pero ella desconocía que una vez tomada a una mujer, Andrés jamás volvía a tocarla.
Fue necesario cavar más de dos metros, a diez pasos de distancia del árbol maderable, que topaba con la
cerca que limitaba el perímetro de la hacienda. Las gotas de sudor corrían por su frente pero el semblante
no le cambió ni se mostró cansado o vencido. El motín era mucho más grande de lo que él esperaba.
_ ¿Ahora que harás?- quiso saber, refiriéndose a Olivia.
_Ser libre, como siempre lo he soñado,- hizo una breve pausa y miró hacia el cielo,- volar tanto como lo
ha hecho mi imaginación todo este tiempo. Supongo que ya es demasiado tarde para compartir mi sueño
con mi hermana.- Buscó en la mirada de Andrés para encontrar la confirmación de sus palabras. Él
permaneció inexpresivo. -A ella le debo todo lo que soy y por ella tengo que ser feliz, estoy segura de
que es lo que hubiese deseado. ¡Voy a por mi propia felicidad! ¿Estás seguro de que no quieres que
vayamos a buscarla juntos?- insistió en su tentativa. Andrés se limitó a sonreírle y se alejó haciéndole
una breve reverencia con la cabeza, perdiéndose entre la oscuridad de la noche, más próximo a
encontrarse con su verdadero destino: la venganza por la muerte de sus padres y la destrucción de su
vida.


Capítulo 5 - Todo lo que gira vuelve
Después de dividir, correctamente la herencia de sus padres, dándole la mayor parte como era
correspondiente a Olivia, multiplicar la parte que me había sido concedida fue tarea fácil. Uniendo
los innumerables conocimientos sobre negocios que había extraído de varias historias y libros, invertí
el dinero en varias de las principales ramas de la economía. Y empecé a saborear los placeres que
suponía tener el capital suficiente como para mover el mundo a mi antojo. Fue fácil hacerme de una
de las mejores casas de las afueras del estado de Zacatecas e instalarme.
Aunque no perdía el brillo de su mirada que doblegaba a todo aquel que se atreviese a desafiarle
mirándole directamente; había aprendido a como someter su rabia interna y mostrar una sonrisa cordial
que le abrió muchas puertas entre varias de las familias más pudientes de México. Aparentemente su vida
transcurría como la de un hombre rico, pero normal. Dándose pequeños gustos exóticos y disfrutando de
la encantadora compañía de las mujeres que parecían derretirse ante su presencia; pero sobre todo las
mujeres casadas. Él era un especie de último reto por el que eran capaces de poner en riesgo sus
matrimonios y estabilidad económica, siendo esto último lo más importante. Rodeándose de buenas
amistades, ganándose un nombre y el respeto de los más grandes ganaderos de la región; se dedicaba
prioritariamente a la crianza de ganado equino, de pura estirpe.
La mansión que ocupaba, tenía la fachada de una casa modesta pero con todas las comodidades
necesarias y algunos que otros lujos. Con dos pisos, en el primero de ellos, una gran sala adornada con
muebles de madera, exactamente dos butacones y un sofá, este último al lado de la chimenea que en los
meses de invierno servía para calentar la casa. Las cortinas de color gris y algo descuidadas, como
evidencia de la ausencia de una mano femenina en la casa. El lugar carecía de algún otro tipo de adornos,
salvo el enorme tapiz de un león que daba la impresión que en cualquier momento saltaría para devorar
la habitación. Seguido a la sala, un pasillo que a mano derecha daba a lo que era el despacho de Andrés.
Un pequeño espacio, a penas iluminado, pero con dos estantes desde el suelo hasta el techo, llenos de
libros. Además de un buró con una silla a cada lado y un montón de papeles encima de este. Una percha
detrás del escritorio y a su lado, a plena luz, una caja fuerte. Seguido por el mismo pasillo, a mano
contraria, quedaba el comedor, con una mesa de roble y sillas para doce personas. Encima de la mesa
colgaba un candelabro de cristal en forma de espiral. Era el favorito de Andrés; podía entretenerse
durante horas, observando el efecto reluciente de cada vuelta que sin fin, volvía a empezar.
Esperar a cumplir los veinte cuatro años y presentar el aspecto apropiado para un hombre rico,
soltero y con una conducta intachable, no fue nada fácil. Aún más lo aburrido que resultaba esa vida
tan sencilla y corriente como cualquier hombre la podía tener. Pero yo no era cualquier hombre y esa
fantasía que me había permitido vivir hasta ese momento era solo una parte importantísima de mi
próxima estrategia. Ya era hora de desenfrenar mis sentidos y darle su terminación a lo que aún me
mantenía vivo, vengarme de los asesinos de mis padres y de mi hermana. Era el momento apropiado
para regresar a mi lugar de origen, porque sin duda alguna: “Todo lo que gira vuelve”.

Bastó conocerla para que supiera que ella significaba un peligro potencial en su vida. Era la primera
persona que no veía temblar ante el peso de su mirada fulminante. Y en lugar de reaccionar como
cualquier mujer en su sano juicio lo haría, se le quedó mirando de manera desafiante, incitándolo a
mostrarse tal cual era en realidad.
Allí estaba ella, sentada a la sombra de un árbol. Disfrutando en silencio del vaivén de las aguas del río
y de la pose de alguna que otra ave que disminuía su vuelo y aterrizaba, para beber agua o para capturar
alguna presa. Andrés observó el movimiento de su pelo caoba y el talle esbelto de su espalda, una
espalda perfectamente tallada en el más fino material. Una sonrisa se dibujó en sus labios y de repente se
volvió hacia él:
_ ¿Vas a salir de ahí o piensas quedarte todo el día escondido, observándome?- su voz era suave pero
con la suficiente convicción para sonar segura e incluso imperativa. La sonrisa que se mantenía en sus
labios se hizo más amplia; y sus ojos de una mezcla entre carmelita y verde, lo reprendieron con un fuego
que lograba quemarle la piel. Andrés permaneció en el mismo sitio, observándola y disfrutándola, no
entendía exactamente su actitud, pero estaba seguro de que podría permanecer allí por el resto de su
vida.- ¿Quién eres?- esta vez su voz sonó más enérgica y con paso firme se dirigió hacia él.
La tarde estaba en su punto final y el sol empezaba a esconderse detrás de los árboles más grandes. El
agua del río iba tomando el color grisáceo del cielo con algunas franjas naranjas. Era un paisaje natural
pero daba la impresión de ser mágico. Las enredaderas crecían desde el suelo y trepaban a sus árboles
predilectos, abriendo pequeñas flores de diversos colores. El césped húmedo bajo sus pies descalzos le
daba la sensación de estar caminando sobre su propio pedazo de cielo. Ava se acercó a él, sin dejar de
mirarle a los ojos y fulminándole con la mirada.
_Mi nombre es Andrés,- se identificó y pudo notar como la voz le temblaba.
_ ¡Estás nervioso!- aseguró ella, burlándose.- A muchos hombres le sucede cuando están cerca de mí.- Al
dar unos dos pasos más, los escasos rayos del sol que se colaban por entre las ramas de los árboles,
influyeron directamente sobre su rostro dejando al descubierto su piel bronceada y su perfecto cutis liso.
Sus labios eran carnosos y se erguían debajo de su nariz fina y puntiaguda. Una extraña sensación
recorrió el estómago de Andrés, como si cientos de hormigas caminaran por el interior de su intestino.
_No veo por qué me tenga que poner nervioso tu presencia,- atreviéndose a tutearla, Andrés se le acercó
más, aun así la voz continuaba sonándole extraña, imprecisa.
_Quizás sea porque te parezco la mujer más hermosa que has visto en toda tu vida.- Ava puso las manos
en forma de jarra y se mostró de perfil para que él pudiera observarla a la perfección.- ¿A caso no te
parece que soy realmente bella?- insistió, llenando su mirada de orgullo y cada fracción de su rostro
emanando seguridad.
Andrés sonrío ligeramente, a modo de duda, pero en su interior concordaba en lo absoluto con que era la
mujer más hermosa que había visto en toda su vida. _No estoy tan seguro,- mintió.
El rostro contraído de Ava le informó que acababa de herirla en lo más profundo de su orgullo.
_Estoy segura de que solo lo dices por llevarme la contraria,- intentó defenderse, aunque su ceño
fruncido evidenciaba su inseguridad.
_Puede ser que seas hermosa, depende de la manera en que se te mire; pero ante mis ojos eres una mujer
común y corriente.- Andrés disfrutó el verla sufrir en su interior. Acto seguido se encontró frente a las
manos de Ava que con un ligero movimiento, se deshicieron del vestido que cubría su cuerpo, dejándolo
totalmente desnudo solo para él.
_ ¡Obsérvame ahora y dime que no soy hermosa!- irguió el pecho y sonrío maliciosamente. Andrés se
había quedado sin palabras. Los hombros alineados en un ángulo perfecto. Los senos duros y firmes, sin
ser grandes ni pequeños, a la medida exacta, en total proporción con ese cuerpo menudo. Su cintura era
más estrecha de lo que él jamás hubiese pensado que podía ser su parte preferida del cuerpo de una
mujer; y sus caderas aunque estaban pronunciadas por unas breves curvas, encajaban deliciosamente con
toda ella. Sus glúteos eran redondos y en demasía, para ese cuerpo tan ligero.
Feliz con la expresión de consternación que se reflejó en el rostro de Andrés, Ava se volvió a vestir y
esbozando una sonrisa le dijo:
_Por cierto, me llamo Ava. Ha sido un placer conocerte, Andrés,- toda ella y el tono de su voz, eran una
total invitación. Dio media vuelta y se alejó, caminando en la punta de los pies, con los zapatos en la
mano.
_ ¿Estás bien?- preguntó Josué que llegó corriendo a su lado. Cambió su semblante de felicidad por la
preocupación.
_Demasiado bien,- señaló y lanzó una mirada hacia el lugar donde había perdido a Ava de vista.
Nunca antes Josué se asustó tanto con la mirada de Andrés como en ese momento, supo que había perdido
el rumbo de su vida. Buscó en sus ojos negros y la única respuesta que encontró fue una turbulencia de
sentimientos, no de odio ni de rencor, sino de emociones que no sería capaz de describir porque le eran
demasiado desconocidas.
Con su sutileza, Andrés, logró que le vendieran la hacienda más cercana a la que un día perteneció a su
familia; el dueño, Damián Ibarra, llevaba años buscando al comprador ideal. La vivienda era cómoda y
amplia, con las características comunes de todos los ranchos alrededor: la sala con muebles de madera y
una rústica chimenea, la cabeza de un ciervo colgaba de la pared que quedaba frente a la puerta principal,
como símbolo de trofeo y parte de la idiosincrasia de la antigua familia que habitaba antes la hacienda.
El perímetro total era muy grande e incluía más de mil cabezas de ganado vacuno. El ex dueño, reunió a
los empleados en el patio.
Todos en una línea recta, miraban expectantes de uno a otro hombre. Andrés no dijo palabra alguna, se
dedicó a observarlos y analizar las asustadizas miradas que intercambiaban entre ellos. Damián Ibarra le
dio la cordial bienvenida y después de darle un paseo para que conociera los límites de sus nuevas
tierras, se marchó rumbo a la ciudad donde lo esperaba su numerosa familia.
El despecho no podía ser más a la medida de Andrés, un lugar oscuro solo adornado con montones de
libros y un escritorio.
Sentado frente al escritorio, Andrés hizo pasar a uno de los empleados que lo esperaba al otro lado de la
puerta. Ramiro era un hombre joven de aproximadamente treinta años, de musculatura robusta y el rostro
cuadrado, cubierto con la sombra de la patilla que le llegaba hasta el cuello. Sus manos estaban llenas de
callos y su mirada era sincera, contaba con todas las características de un hombre discreto, justo lo que
él necesitaba.
_ ¡Siéntate!- le indicó Andrés señalando la silla que le quedaba al frente.
_Gracias,- el temblor de su voz evidenció su nerviosismo.
-Damián me contó que tú eras su hombre de confianza, muy discreto y trabajador…- Andrés hizo una
pausa, interiorizando la reacción de su nuevo empleado,- espero que yo también pueda contar con los
mismo,- prácticamente sentenció. El pobre hombre no se atrevía a levantar la mirada.
_Puede que le abra un hueco al piso si lo sigues mirando así, anda, cambia esa expresión,- se burló Josué
acercándose a Andrés, quien hizo como si no lo hubiera escuchado.
_Por supuesto que sí, - formando una cruz con los dedos, Ramiro los besó en forma de juramento.-
Gracias por esta oportunidad que me está dando a mí y a todos los que aquí trabajamos, yo le garantizo
que todos somos personas honestas y sobre todo muy trabajadores, puede contar con nosotros para lo que
sea…- entendiendo que ya estaba hablando demasiado, Ramiro aguardó un momento y esperó a que
Andrés le mandase a salir.
_Puedes retirarte.- dijo hundido en sus pensamientos.
_ ¿Seguro que te sientes bien? Desde esta tarde has estado muy extraño, quizás viste un unicornio o una
luciérnaga con forma de sirena. Porque a ti los fantasmas no te asustan, conmigo no te asustas; pero claro,
yo soy como tu hermano,- Josué estaba sentado encima del armario que quedaba debajo de la ventana del
despacho, una ventana que le permitía observar la faena de los trabajadores.
_Jamás había visto ojos tan peligrosos como los suyos- confesó Andrés dejando escapar un suspiro.
_ ¿Ojos peligrosos?- preguntó Josué inquieto.- Querrás decir ojos bonitos, alegres, sinceros, profundos,
provocadores; pero peligrosos te aseguro, que más que los tuyos no existen,- colocándose el dedo en la
barbilla, se puso a imaginarse como podían ser unos ojos para que Andrés los considerase peligrosos.
_Peligrosos, es la palabra correcta. No existe otra mejor en ningún diccionario, ni siquiera en el mío
propio… necesito verla,- en un impulso se levantó de la silla, tomó el abrigo que estaba colgado en la
percha de hierro y salió.
_ ¿A dónde vas?- gritó Josué pero ya era demasiado tarde.
_Sabía que volverías. Un día sin verme era demasiado tiempo como para que pudieras seguir
respirando,- Ava lo estaba esperando en el mismo lugar que el día anterior. Torció la comisura de sus
labios hacia el lado, gesto que hacía siempre que salía victoriosa de una batalla.
_Ya es un poco tarde, falta poco para que el sol se esconda, ¿No te da miedo andar sola por aquí?- en
realidad era Andrés quien estaba preocupado, no por ella, si no por lo que sentía cuando la tenía cerca.
_ ¿Crees que alguien se atreva a hacerme daño estando tú presente?- Ava poseía una técnica impecable
para utilizar los propias palabras de Andrés en su contra.
_No me conoces y no sabes de lo que puedo ser capaz,- pretendió asustarla aguzando su mirada. Ella rio
a carcajadas.
_ ¿Hacerme daño? Eso no lo crees ni tú mismo. Te tiembla demasiado la voz y todo el cuerpo, la
atracción que sientes por mí es exorbitante. Recuerda que todos tenemos un talón de Aquiles, y sin duda
alguna, el tuyo, soy yo,- sus palabras eran total y absolutamente arrogantes. Andrés no sabía como
permitía que una simple muchacha le hablase de esa manera, que lo dejara en ridículo sin poder hacer o
decir algo. -¿Con cuántas mujeres te has acostado? Seguro con demasiadas como para poder contarlas,-
ella misma respondió su pregunta.- Pero, ¿Con cuántas has hecho el amor?- buscó la mirada de él y leyó
la respuesta en sus ojos, haciendo que Andrés desviara su atención visual hacia el agua cristalina del río.
_ ¿Quién eres?- quiso saber él, para asegurarse de que no había empezado a enloquecer y que ella no era
más que un producto de su imaginación.
_Ya te dije, me llamo Ava… soy la hija de la cocinera de una hacienda que queda por aquí, muy cerca.-A
pesar de ser tan hermosa, a Andrés no le sorprendió que dijera ser hija de una cocinera. Una niña rica y
malcriada, nunca andaría por esos lugares sola y mucho menos se atrevería a hablar con un desconocido.-
Es extraño ver a alguien nuevo por aquí. Desde que recuerdo solo veo los mismos rostros o algún que
otro forastero que pasa huyendo de la policía o de alguien peor que él.- Por un momento la mente de Ava
se quedó en blanco.- Vivir aquí es tan aburrido y en el pueblo es peor. Solo están las viejas curiosas que
no tienen nada más que hacer, las chicas que no quieren quedarse solteras y los hombres que escogen
entre las vírgenes el mejor partido. Este lugar aún está sumergido en la antigüedad, no hay, siquiera,
libertad de expresión. ¿Te gusta nadar?- soltó de repente invitándolo con un gesto de la mano. Antes de
que Andrés dijera algo, se desnudó y acto seguido, se lanzó de clavado al río. Él sonrío e hizo lo mismo.
_Creo que está un poco fría el agua,- se vio obligado a justificar el temblor de su mandíbula.
_Una noche soñé con tu mirada.- Ava no lo había escuchado.- Supe que conocería a alguien bajo cuya
mirada todos se doblegarían, pero que ese alguien se rendiría a mis pies,- terminando de decir la última
palabra, empezó a nadar desapareciéndose de la vista de Andrés.
_ ¡Ava!- llamó él, preocupado por no poder encontrarla después de buscar en las profundidades del río
varias veces. Tenía la mirada desorbitada y el corazón se le comprimió de pensar que algo malo podía
haberle pasado.- ¡Ava! Ya basta de jugar, por favor.- La frase “por favor” en su boca le supo amarga,
hacía tanto tiempo no la pronunciaba que no estaba seguro de haberla utilizado en el momento adecuado y
con la intención que quería inferirle.
_Conozco este río como la palma de mi mano, no hay un solo rincón de él que me sea desconocido,-
tomando grandes bocanadas de aire para reponerle a sus pulmones el oxígeno perdido por tanto tiempo
sumergida debajo del agua, Ava le habló al oído.- Te estás preocupando demasiado por mí, eso me
demuestra que al fin y al cabo no te soy del todo indiferente. ¿Sabes?...- el tono de su voz fue misterioso.
Continuaba detrás de él, observando como se le marcaban los músculos muy bien definidos de su espalda
ancha y fornida.- No soportaría la indiferencia de ningún hombre, pero mucho menos la tuya,- se quedó
pensando en sus propias palabras- ¿Serías capaz de negarme un beso?
Apagando el instinto animal que se encendía bajo su piel, producido por el aliento de ella azotándolo en
la nuca, Andrés se dio media vuelta y con una mano la tomó por la cintura.
_ ¿Qué te hace pensar que eres irresistible?- fue acercando su boca lentamente a la de ella y de repente la
soltó, empezando a nadar hacia la orilla, disfrutando la frustración y el desconsuelo que se reflejó en su
semblante.- ¡Quizás otro día!- más que para ella, habló para sí mismo.- Quizás algún día pueda
permitirme besarte con toda la intensidad y el deseo que despiertas en mí, ojos peligrosos,- una sonrisa
se dibujó en sus labios, siendo destituida de inmediato por la amargura que lo caracterizaba.
Esa noche Andrés no solo no pudo ingerir bocado alguno sino que la almohada y la cama le parecían la
peor de las torturas. El recuerdo de la boca de Ava susurrándole cerca del oído, con el aliento
chocándole contra la nuca, le invadía la mente sin su autorización hasta convertirse en una idea fija.
_ ¿Cómo es?- preguntó Josué.
_ ¿Tú tampoco me dejarás dormir en paz?- se quejó Andrés incorporándose a la cama y lanzándole la
almohada a Josué. Respiró hondo y cerrando los ojos, dibujó cada detalle del recuerdo de Ava desnuda,
solo para él.- Es una mujer singular, con la mirada más peligrosa que jamás haya visto, ni siquiera el
color de sus ojos se define con claridad. Yo tengo la mirada de un asesino pero ella, ella tiene la mirada
de un ángel dentro del cuerpo de un demonio.
_No necesito que me digas nada más, esa mujer te robó el alma, el aliento, el corazón y todo lo demás
que se pueda perder cuando un hombre se enamora como un idiota. Puede ser peligroso que la quieras
tanto…- Josué empezaba a preocuparse.- Dime que sientes exactamente ahora.
_Cuando fui testigo de cómo asesinaban a mis padres, sentí que solo volvería a estar vivo cuando viera
muerto a sus asesinos. En cambio, cuando la conocí a ella, una parte de mí despertó. Temo por mí, temo
por ella. No es una mujer para un solo día, pero yo no soy un hombre para toda la vida… Lo que me hace
sentir es profundo, más de lo que alguna vez pude imaginar. No tengo derecho siquiera a eso, soy como el
azufre que todo lo que toca lo quema, lo destruye. Por muy peligrosa que pueda ser su mirada, tiene el
alma limpia y pura. Yo no tengo derecho a ensuciarla con mi presencia.- Andrés le había dedicado sus
palabras al viento, parándose frente a la ventana abierta, mirando la noche estrellada que ante sus ojos lo
incitaba a sentir.
Andrés ensilló un caballo y cabalgó sin un rumbo fijo. Al llegar a un camino que le era conocido, se bajó
del alazán y lo ató a un árbol. Se inclinó hasta el suelo para recoger un puñado de tierra y olerla.
Recordar esa fragancia tan pura le hizo revivir el momento, donde con tan solo cinco años, fue testigo de
cómo un voraz fuego se alimentaba de su casa y de su familia. El destruido pozo que le sirvió de refugio,
apareció frente a sus ojos, para acrecentar su dolor. Miró en su interior y comprobó que seguía estando
allí el mismo balde oxidado, reducido al asa con algo más que un aro del metal herrumbroso. Dejándose
caer al suelo, apoyó la espalda contra un costado del pozo y dejó que el dolor que había reprimido
durante tantos años, saliera a la luz. Sus gritos ahogados y el llanto, llenaron el hueco que creció con
tantos años de soledad y de miseria humana. Josué lo observaba a lo lejos, con el corazón hecho pedazos.
Se sentó a su lado, sin decir ni una palabra, si no podía calmar su llanto, al menos esperaría hasta que
este, hubiese cesado.
La mañana estaba gris y apuntaba a ser uno de esos días en el que el sol ni se asoma. Corrigiendo el
sudor de su cuerpo y el dolor de su alma, Andrés se entregó a la suavidad del agua caliente en el baño.
Disfrutó mientras el humo empañaba el espejo y después, limpiándole con su propia mano, observó su
reflejo. Se cubrió con una toalla de la cintura para abajo y caminó descalzo hasta su cama donde
descansaba la camisa negra y el pantalón gris que luciría, representando su duelo; para presentarse ante
sus enemigos, mostrando su mejor rostro y fingiendo amabilidad. Una vez terminado de vestirse, mandó a
avisar con Consuelo, la empleada de servicio que se encargaba de la limpieza de la casa, que preparan
su carreta. Consuelo era una muchacha joven e inexperta, con el acento y la pronunciación de una persona
medianamente analfabeta. Su cuerpo era menudo y aunque no le sobraba belleza, las dos trenzas largas le
inyectaban color a su rostro alargado. No dejaba de sonreír un solo momento.
Matías, otro empleado, quien por lo general hacía función de conductor, lo llevaría hacia su destino. El
único detalle del guía que demandó la atención de Andrés fue la huella indeleble en su brazo de lo que
sin duda alguna había sido una gran quemadura.
_La tengo hace muchos años,- explicó Matías ante la mirada insistente de Andrés, dirigida hacia su brazo
derecho.- Era muy chico cuando ocurrió, a penas lo recuerdo. También tengo otra en la espalda y la peor
de todos es la que tengo en un pie; me tuvieron que amputar dos dedos, esos sí que no tuvieron salvación.
Ocurrió en la hacienda vecina, en esa hacia a la que usted se dirige en este momento,- él no necesitaba
que le aclarase a consecuencia de que era esa herida, solo un fuego tan mortal como del que su vida había
sido víctima, podría dejar tales huellas. Antes de llegar le pidió a Matías que detuviera el carruaje,
quería ver con sus propios ojos cuan cambiada estaba o si al menos quedase algo que él pudiese
reconocer. Cerró los ojos y respirando profundamente, permitió que su mente se llenara con los
recuerdos de él siendo un niño pequeño. Se vio corriendo sin miedo, con la mirada limpia y con una
sonrisa que irradiaba felicidad. Se percató de que algo extraño le sucedía, por más que intentaba
recordar el rostro de sus padres, no tenía lo suficientes elementos como para hacerlo. Pensó que se
debería a la corta edad con que los había visto por última vez y no pudo más que resignarse e indicarle a
Matías que continuara directo hasta “La soberana” así era como se llamaba la hacienda, o al menos ese
era el nombre que él le conocía.
_ ¿Cómo se llama esta hacienda?- la curiosidad le picó demasiado alto. Anclando la vista en la carretera,
Matías le respondió:
_Antes se llamaba “La soberana”, pero ahora se llama “Luz de vida”- una irónica carcajada explotó
desde lo más profundo de su ser. Matías lo miró sorprendido pero se limitó a seguir conduciendo.
_ ¡Luz de vida!... ¡Luz de vida!... ¿Luz de vida?- el odio se reflejó en todo su cuerpo, su mirada y en la
expresión de sus puños cerrados, apretándolos con su mayor fuerza para no explotar de odio o de dolor.
Los ojos de Matías estaban desorbitados y su corazón latía aceleradamente.
Ante mis ojos se levantaba una imponente hacienda próspera y llena de vida, tal y como su nombre lo
indicaba. Aunque para mí fuese un lugar de muerte, desolación y venganzas, no podía negar lo
evidente: esas tierras estaban más fértiles que cuando mi padre era su dueño, era como si el fuego en
lugar de hacerlas inservibles, les hubiese inyectado fertilidad. Para llegar a la hacienda era
necesario atravesar un portón de hierro de más de tres metros de altura y quizás cinco de ancho,
custodiado por dos guardias, permanentemente. La lengua se me hizo un nudo en la garganta y para
cuando uno de los guardias le preguntó al chofer quienes éramos, me limité a observarlo. No supe que
se reflejó en mi rostro, pero el peón bajó la cabeza y repitió su pregunta dándole otro enfoque:
_ ¡Perdone señor! ¿Me puede decir quién es usted? ¡Es que solo así lo puedo dejar pasar!- el cretino
se quiso justificar. A penas se le distinguía el rostro por lo incrustado que tenía el sombrero, pensé que
podía ser tuerto o muengo, al fin y al cabo eso no marcaría la diferencia, era solo un simple hombre
más, que de interponerse en mi camino, se convertiría en cadáver.
_Mi nombre es Andrés M… Morales,- pensé en decirle mi verdadero nombre pero luego recapacité,
hubiera sido demasiado evidente,- “tu patrón”,- dije con ironía,- me está esperando.
Torciendo la comisura de los labios, Andrés miró con desprecio al guardia de turno en el portón de la
entrada a la hacienda “Luz de vida”. Haciendo un gesto a su compañero con la mano, le indicó que
abriera la puerta.
Al abrirse la inmensa puerta de hierro color bronce, quedó a la vista una casa de tres pisos, pintada de
azul y con una fuente delantera. Era un ángel de cuya mano brotaba el agua, como señal de bendición para
la casa. Andrés sonrío para sus adentros y pensó que la bendición de un ángel sería demasiado poco para
luchar contra su odio. Otros dos guardias salieron a recibir su carruaje. Matías hizo un ademán para dar
las explicaciones pertinentes, pero Andrés le indicó que lo haría él.
Se bajó muy despacio, con su calma habitual. Aunque le disgustaba tener que estar dando explicaciones,
no debía perder la cordura. Su papel debía ser interpretado a la perfección.
_Estoy buscando a Norbert Suárez, he quedado de verme con él,- el tono de su voz fue delicado e incluso
en cierto modo amable. Sin embargo, su mirada penetrante traspasó el cuerpo de ambos hombres y los
hizo retroceder unos pasos.
_Siempre les pasa lo mismo a todos. ¡Gallinas!- se burló Josué. Andrés no sonrío pero arqueó una ceja.
Los dos hombres intercambiaron una rápida mirada. Andrés interiorizó que estaban inseguros sobre
dejarlo allí o hacerlo pasar.
_ ¡Por favor pase a la sala de espera! En seguida le mandaré a avisar al patrón que usted desea hablar
con él,- al fin se decidió a hablar uno de ellos. En sus ojos se reflejó que le estaba pidiendo a Dios, para
no haber cometido un error.
_Yo no deseo hablar con su patrón, ha sido él quien reclamó mi presencia,- explicó Andrés, quedándose
callado de pronto. Siguiendo al hombre en silencio y sin perderse un detalle de todo lo que le rodeaba, se
adentró a la casa.
La sala de estar era un lugar lo suficientemente acogedor para sentirse a gusto, si no fuera la casa de su
peor enemigo. Aceptó sentarse en una butaca de madera en forma de una mano que sostenía el cojín. A su
lado quedaba otro asiento idéntico, al frente una mesa que tenía encima una cesta llena de frutas y en la
esquina de la habitación, una estatua de bronce con la forma de una mujer desnuda. Andrés se mantuvo
observándola por un momento; y se enajenó proyectando dentro de su mente el recuerdo del rostro de
Ava sonriendo tan despampanante. Los rayos del sol se colaban por la ventana de cristal, reflejando los
colores de este en la pared que le hacía oposición.
_“Posición estratégica” Él ángulo de incidencia es igual al ángulo de reflexión y sin embargo la vasta
gama de colores da la impresión de ser mucho mayor que el reflejo de la luz,- pensó Andrés. Escuchó los
pasos de dos personas que se acercaban a él.
_ ¡Ya es hora!- insinuó Josué, viviendo la misma intensidad que él. Le miró a los ojos y lo que vio en
ellos le hacía recordar, quien era en realidad.















Capítulo 6- Siempre sale el sol.
Los pasos se fueron escuchando más cerca hasta que llegaron a la sala de estar. Andrés se puso de pie y
con la frente en el alto, esperó el momento de la presentación con el verdadero asesino. El amo de llaves,
era un señor de nariz estirada, alto y delgado como la mayoría de los lacayos de la época antigua. Vestido
elegantemente y con unos modales excelentes. Abrió la puerta abriéndole paso a su jefe. Sus gestos y la
forma de dirigirse a las personas indicaban que había sido testigo de una educación muy refinada.
Norbert no era el tipo de hombre que Andrés esperaba encontrar, sino todo lo contrario. Al hacer acto de
presencia en la sala de estar, llegó sonriendo con gran naturalidad. La sencillez de su pensamiento y alma
se reflejaban en su vestuario. A pesar de la elevada calidad de su ropa, vestía de acuerdo al lugar, pero
con cierto toque de simpatía, dándole a su aspecto un aire juvenil, aún a sus cincuenta y cuatro años.
Medía casi dos metros y su pronunciación era perfecta para ser un hombre que vivía encerrado en su
hacienda, tal y como Andrés había investigado.
_ ¡El señor Norberto Molinar!- el ama de llaves, Serafín, presentó a su jefe, frente al invitado, sin darle
la espalda ni un solo momento.
_Es un placer recibirlo en mi casa, señor Andrés.- Norbert se adelantó unos pasos hacia él. Su tono de
voz fue jovial y sonreía con tranquilidad. Una furia intensa recorrió todo el cuerpo de Andrés,
apoderándose de sus sentidos y sintiendo deseos de arrebatarle la vida con sus propias manos. Los
músculos del rostro se le contrajeron. Josué se colocó a su lado, aterrorizado por la inherencia de
Andrés, creyendo que de un momento a otro se abalanzaría sobre su enemigo para terminar de una vez
por todas con esa triste historia de odio, muerte y rencor. Deseó poder darle un apretón de manos y
hacerle saber que no estaba solo, pero él no existía y eso ya no era posible.
Aludiendo a su raciocinio, Andrés disfrutó el momento del encuentro, relajó el rostro y disimuló una
sonrisa fingida.
_El placer es mío, “señor”- la voz apenas le salía y tuvo que hacer un gran esfuerzo para que la boca no
tomase expresión propia y dijera lo que le quemaba la lengua y asfixiaba su garganta: el odio que tenía
reprimido por tantos años. Estrechó la mano del hombre que le había quitado su vida y la apretó fuerte,
sintiendo el aborrecimiento que reverberaba en su interior.
_Por favor, acompáñeme a mi despacho, allí podemos hablar con más tranquilidad y confort. ¿Desea
tomar algo?- la amabilidad parecía ser uno de sus pasatiempos favoritos. Una máscara y un papel que
sabía interpretar perfectamente, pensó Andrés.
-Lo que usted vaya a tomar…
La decoración de la casa era elegante, con muebles acolchonados y cuadros de pintores reconocidos de
la época. Andrés no fue capaz de observar nada más al ver el retrato que estaba encima de la chimenea.
La mirada penetrante y el aspecto soberbio que aún el lienzo no era capaz de disimular. ¡Ava! Pensó que
debía tratarse de algún error o una broma del destino. Lucía un traje de quinceañera, de color rojo.
Estaba sonriendo feliz, con el pecho erguido y la cabeza inclinada con ligereza hacia un lado.
_ ¡Hermosa! ¿Cierto?- Norbert reafirmó algo que él ya sabía.
_Sí,- respondió él, aturdido por la extraña e inesperada situación.
_Es mi hija, ¡La luz de mi vida!- la boca de Norbert se llenó de orgullo y una profunda devoción
acompañó sus palabras. Andrés noo podía creer lo que acababa de escuchar y tuvo que tomar, de repente,
una gran boconada de aire.- Es hermosa como ninguna otra, pero también es indoblegable. Creo que
nunca ningún hombre se ha resistido a sus encantos y eso es lo que hace que no se sienta atraída por
ninguno, al menos no hasta el momento. Deseo que pronto encuentre a un buen hombre que la haga feliz y
que me den muchos nietos. ¡Le haré una confesión!: “los niños son mi mayor debilidad”. Aunque la peor
de todas es esa niña que ahora es una mujer; y es la razón por la cual sigo respirando,- todo lo que estaba
escuchando era demasiado fuerte como para soportarlo. ¿De qué manera se vengaría del asesino de su
familia sin lastimar a Ava? Hacerle daño a ella era una idea que estaba eliminada antes de formularse.
Lastimarla siquiera con la espina de una rosa, significaba más que si le fuese arrancada una parte de su
propio cuerpo.
Caminó por el pasillo que conducía al despacho de Norbert, sin atreverse a mirar en derredor. No quería
encontrarse un nuevo retrato de Ava, abrazando a su padre, siendo la hija más feliz del mundo. Una
felicidad que muy pronto terminaría, bajo el peso de su propia mano.
El despacho estaba demasiado iluminado por los rayos de sol que incidían sin precaución, y decorado
con exquisita elegancia, combinando los colores pardos de las cortinas con las baldosas del piso. La
mobiliaria era de caoba oscura y tenía tallado imágenes de caballos, lo cual revelaba la profunda pasión
que el dueño sentía hacia esos animales. Norbert rodeó el escritorio y ocupó su silla, indicándole con la
mano a Andrés que hiciera lo mismo. Una vez sentados, abrió una caja de madera y le ofreció un tabaco,
el cual Andrés rechazó. Con la vista recorrió el lugar, concentrándose en varios trofeos que se exhibían
en la parte superior del armario.
_Parece ser que usted es un coleccionista de trofeos,- si algo había aprendido Andrés en los años que
estuvo en el orfanato, fue a analizar a las personas y extraer sus puntos débiles para sacar ventaja.
Necesitaba apretar sus amígdalas para que la boca no cobrase vida propia, el tono de su voz se elevaba
repentinamente; pero luego recuperaba el control y volvía a ser amable, el más educado de todos los
hombres.
_Es un pasatiempo que conservo desde que era niño. Nunca he podido encontrar el origen de semejante
pasión… Pero me siento atraído por los premios. Creo que soy un perfeccionista empedernido, tengo que
admitirlo.- Norbert deleitó su mirada con los tantos trofeos que descansaban sobre el armario.- ¿Y usted,
Andrés, no tiene ningún pasatiempo?
Andrés se vio obligado a ahogar una carcajada para no restregarle en su propia cara, que su pasatiempo
favorito era despojarlo de su miserable vida y vengar la muerte de su familia. Apretó los puños de sus
manos y en lugar de darle rienda suelta a sus impulsos, prefirió decirle:
_No, por desgracia no hay nada que me apasione tanto. Solo me siento un poco atraído por los caballos,
pero no puedo decir que sea mi pasatiempo favorito. Admiro tanto su devoción…- dejó la frase abierta
para no completarla agregando que más que todo admiraba su cinismo. En ese momento los interrumpió
Serafín, el ama de llave y les entregó sus respectivas bebidas. Los dos hombres agradecieron y de
inmediato él se despidió, teniendo cuidado para no hacer ruido. Parecía estar caminando sobre ruedas, el
sonido de sus zapatos sobre el suelo, era apenas perceptible.
_Aunque más que todo en el mundo, tengo una gran pasión,- parecía que las confesiones solo estaban
comenzando, pensó Andrés para su interior; harto de tener que escuchar esa voz que hacía que el odio
dominara sus sentidos y los ponía en contradicción con su raciocinio.- ¡Mi hija Ava! ¡Es el tesoro, el
trofeo, lo más valioso!- tan solo escuchar su nombre la piel se le erizaba. Quería prohibirle volver a
mencionarla. Pero tragó en seco y prefirió cambiar el tema de la conversación.
_He escuchado que sus caballos son los mejores que hay por toda la región. ¿Es eso cierto?- Andrés
estaba entrando directo al tema que le serviría de anzuelo para acercarse a su enemigo y terminar con la
tortura que le impedía respirar tranquilamente.
_No solo son los mejores de la región, estoy seguro que ocupan un lugar privilegiado a nivel mundial.
Ese es el objetivo de esta hacienda: lograr ejemplares cada vez más puros y auténticos. Cuando guste
puedo enseñarles algunos de ellos.
_Sería un honor para mí,- incluso él se sorprendió de cuan hipócrita podía llegar a ser.- Estoy interesado
en quedarme a vivir por estas tierras un buen tiempo, por lo que necesito afianzar mis negocios y de ser
posible, establecer algunas sucursales; aunque este no es mi único oficio…- en su mente se formó la
palabra asesinato, pero de inmediato aclaró,- tengo otros negocios muy fructíferos. Sin embargo los
caballos ocupan un lugar privilegiado.
_Supongo que como eres nuevo por aquí, aún no tienes amigos y debe ser muy aburrido pasar la mayor
parte del tiempo solo,- su comentario fue amistoso y Andrés sospechó que conllevaría a una invitación.
_Tiene usted razón, casi siempre estoy solo, rodeado solo con mis pensamientos y mis recuerdos,- la
imagen de una gran llamarada de fuego se dibujó ante su mirada, haciendo que sus tripas se retorcieran.-
También debo reconocer que no soy una persona que consigue amigos fácilmente, creo que soy
demasiado reservado.
_Sin duda alguna,- afirmó Norbert. Después tomó el último sorbo de su trago y continuó,- pero eso no es
un defecto amigo mío, es una gran virtud,- le miró firmemente a los ojos. Andrés no podía entender la
conexión que se estableció entre ambas miradas, las cuales se sostuvieron sin flaquear una delante de la
otra. Parecía ser un don de familia: no amedrentarse ante el peso de su mirada violenta y fría como un
témpano de hielo. Por más que buscó en sus ojos no encontró más que bondad y firmeza en cada acto, en
cada palabra. Se convenció que sería un maestro en el arte de engañar.- Voy a hacerle una invitación y
espero que no la desprecie… ¿Qué le parece si viene a comer esta noche a mi casa?- la sonrisa en el
rostro de Norbert aseguró la respuesta afirmativa que estaba esperando.
_ ¡Por supuesto que sí!- respondió Andrés casi al instante. Por un momento se sobresaltó, no podía
permitirse la espontaneidad.- Teniendo en cuenta que estoy tan solo en estos lugares, me vendría muy
bien una cena en compañía suya.
_ ¡Oh no! No solo estaré yo, también conocerá a mi hija y a mi esposa,- era la primera vez que Norbert
mencionaba a su esposa. Andrés tuvo un presentimiento extraño, relacionado con esa mujer. Imaginó cuan
hermosa debía ser.
Después de aceptar la invitación a cenar, Andrés se las ingenió para retirarse de la hacienda “Luz de mi
vida” alegando que debía resolver varios pendientes en su hacienda. Aunque en realidad solo le
interesaba hablar con Ava, necesitaba una explicación del porqué de su mentira. ¿Por qué le había dicho
que era la hija de la cocinera? Estaba enojado con ella y no estaría en paz consigo mismo hasta que no
consiguiera esos argumentos. Se creía con derechos sobre ella y sobre todo, sentía la necesidad de
tenerla cerca, darle riendas sueltas a la mezcla de sentimientos que le inundaba la piel cada vez que sus
miradas se cruzaban. Le hizo llegar una nota a Ava con Matías.
Mientras esperaba sentado en su despacho, Andrés sonreía abiertamente imaginando sus manos
acariciando el rostro más frágil y perturbador que conocía. En medio de su enajenación se percató que
desde que entró a la hacienda de su enemigo, no había vuelto a ver a Josué. Pero ni siquiera la ausencia
del fantasma pudo distraer sus pensamientos, mientras el tiempo se hacía eterno esperando la respuesta
de su nota. Fue más que suficiente con ver la nota en blanco que Ava le envío como respuesta y salió
apresurado hacia el río.
Ahí estaba ella, esperándolo. Andrés le dio gracias a la vida por disfrutar de ese panorama tan
espléndido, que se erguía frente a sus ojos.
_Espero que tengas algo muy importante que decirme,- como de costumbre el tono de su voz fue soberbio
y altanero. Se puso de pie, dando unos pasos hacia él. Andrés permaneció inerte, recostado al tronco de
un árbol, apoyando un pie contra este y las manos cruzadas sobre el pecho. Ella puso las manos en jarra y
continuó,- tuve que dejar sola a mi pobre madre, cocinando la comida de todos los empleados de la
hacienda. Además la de los dueños de la casa que son muy glotones y necesitan llenar una mesa de
comida aunque después, por lo general se la echan a los perros. Ahora bien, ¿Cuál es la urgencia?
_ ¿Quieres saber qué es lo que me urge tanto?- Andrés fue sarcástico y dejó a medio ver su molestia.
_Ya te lo he preguntado una vez,- contestó Ava, provocándolo con la mirada y desafiándolo con cada
parte de su cuerpo, gesto y expresión de su rostro.
_Entonces, ¿Me puedes explicar por qué demonios me dijiste que eras la hija de la cocinera cuando en
realidad eres la hija del dueño de la hacienda?- gritó Andrés, perdiendo la calma totalmente. Ella sonrío,
manteniendo la cordura y disfrutando el momento de su enojo.- ¿Qué es lo que te parece chistoso?- quiso
saber él, molesto consigo mismo por la forma en que le estaba hablando.- ¡Por favor! ¿Puedes dejar de
reírte y prestar atención a lo que te estoy diciendo?- intentaba recuperar su habitual serenidad pero ella
parecía tener el don de llevarlo al límite; hacerlo perder el control hasta de sus movimientos y sus
palabras.
_Pensé que sería divertido… quería ver como reaccionaba un millonario cuando le gustase la supuesta
hija de una simple cocinera,- Ava confesó su travesura, como una niña inocente, sin dejar de sonreír.- Lo
que sientes por mí va más allá de quien soy o de que sangre corra por mis venas,- su sonrisa se hizo más
amplia.
_ ¿Quién eres en realidad?- Andrés se sentía vulnerable frente a ella.
_Esa respuesta no la tenía muy clara antes de conocerte… pero ahora si te lo puedo decir. Soy una mujer
que nació solo para amarte y que ha vivido todos estos días, esos meses y estos años, esperando por ti.-
Sin saber lo que hacía, Ava se le fue acercando lentamente hasta estar apoyada en su pecho, quemándolo
con su aliento en el cuello.- No soy nada más que eso y tampoco deseo serlo. He de admitirlo, intenté
jugar contigo, que cayeras rendido a mis pies; pero terminé doblegándome yo y todo lo que significa ser
mujer.
Andrés la tomó por la cintura y con vigor la atrajo hacia él, perdiéndose en su aroma y disfrutando del
contacto de sus labios contra la suave piel. Ella fue buscando el encuentro de ambas bocas y ante la
negativa de él, expresó abiertamente:
_ ¡Bésame!
_Eso es lo que hago,- mintió Andrés reprimiendo sus deseos más profundos. Depositó un beso en su
frente. No quería manchar sus labios vírgenes con la tormenta de pasión y furia que los suyos guardaban.
_No quiero que me beses ahí… sino en la boca.
_ ¿Estás segura?- aludió a su último recurso. Besarla en la boca significaba apretar la dinamita de pasión
que ardía dentro de su cuerpo. Quería que ella desease lo contrario, que negara el beso que sería su
completa redención.
_ ¡Cómo nunca antes!- aseguró Ava, tomando ella misma la iniciativa rozando con sus labios la boca
cerrada y firme de Andrés. Bastó un simple roce para que él perdiera el control y quedara a su merced.-
¡Bésame!- insistió ella, rogándole que tomara el control; y la condujera en un camino, que le era muy
desconocido y que solo estaba dispuesta a explorar con él. Rendido, Andrés la apretó fuerte por la
cintura, contra él, con una mano; mientras que la otra la enredaba con su larga cabellera suelta y sedosa
como el terciopelo de una nube. Fue deslizando los labios desde la barbilla hacia el labio inferior.
Dándole pequeños mordiscos y separándose a llenar su mirada con la carnosidad y la perfección de esa
pequeña boca. Tan débil comparada con la suya, experta y sagaz. Incorporó a su diabólico juego el labio
superior, hasta que la boca de Ava se perdió junto a la suya, quedando unidas en una sola. El beso se
hacía profundo por momentos, pero luego volvía a ser tierno y suave, acompañado de caricias. Ella
dibujaba con sus dedos las líneas de su muy fornida espalda, desplazando las manos en cualquier
dirección. Sin más objetivo que sentirlo suyo, como nunca antes había deseado algo o a alguien. Andrés
humedeció los labios de ella con su lengua, ella hizo lo mismo y ambas lenguas se encontraron en un
zigzagueo de juego seductor. Él quiso probar el sabor de su cuello y lentamente fue descendiendo hasta
alcanzar la parte inferior de su barbilla.
_No soy buena compañía para ti,- se quejó Andrés.
_Deja que sea yo quien decida que es lo bueno y que es malo para mí y mi vida. No intentes tratarme
como a una niña pequeña que no sabe lo que quiere. Ese papel déjaselo a mi padre, nadie más que él
tiene ese derecho.- Ofendida, Ava se soltó de los brazos de Andrés y dio unos pasos atrás, alejándose de
él, quemándolo con la mirada.- No me gusta que me traten como a una niña, ¡No lo soy!- sentenció
firmemente.
_No pensé que lo tomarías de esa forma,- ofreció una disculpa a medias, confundido por no saber que
decir en realidad. Aunque la pasión que Ava despertaba en él, sobrepasaba todos los límites, continuaba
siendo muy joven e indefensa para la clase de amor que podía ofrecerle.- Yo no te veo como a una niña,-
aseguró mirando hacia la bragueta comprimida de su pantalón, a punto de explotar. Ella sonrío.
_Si tuvieras que clasificar los besos, ¿Cuántas clasificaciones darías?- las explicaciones que estaba
pidiendo eran un tanto complicadas y más para un hombre que solo había tenido sexo y utilizado a las
mujeres a su antojo. Andrés se quedó pensativo por un momento, acababa de cometer un error y no podía
permitirse otro. Él era esclavo de sus deseos y de sus pensamientos, hacerla feliz en la medida de sus
posibilidades era su más grande objetivo en la vida.
Se extrañó de escuchar e interpretar sus pensamientos, ni siquiera el odio podía contra la mezcla de
sentimientos que experimenta cada vez que la tenía cerca, cuando escuchaba su voz o la besaba.
_Creo que los besos no tienen clasificación,- fue la respuesta que se le ocurrió dar después de un largo
tiempo de meditación. Ava puso cara de pocos amigos frunciendo el ceño.- ¡Está bien!- Andrés se
convenció de que tendría que improvisar lo mejor posible para que ella quedara persuadida.- Hay besos
apasionados, besos románticos, besos dulces, besos cariñosos, besos sinceros, besos…- se vio
interrumpido por el aplauso de Ava y su sonrisa fingida, a lo cual agregó:
-Ya veo que te sabes muchos adjetivos, también yo conozco el significado de cada uno de ellos; es más,
podría estar durante horas enumerándolos. El tipo de clasificación al que yo me refiero, se evidencia con
la práctica no con la ingrata teoría que es demasiado variable y siempre corre el riesgo de caer en
decadencia con el paso del tiempo. En cambio, la práctica hace que aprendamos nuestras propias formas
y clasificaciones. ¿Ahora si me entendiste o necesitas que te lo explique otra vez?- dijo con ironía
poniendo las manos en jarras y arqueando una ceja.
_Con eso fue más que suficiente,- respondió Andrés, acercándose a ella y besándola en la frente mientras
colocaba ambas manos alrededor de su cabeza.- Esto es un beso de orgullo, de adoración, pero no es
precisamente ese el tipo de amor que siento por ti, aunque no lo excluye.- Le hizo levantar la cabeza y
posó sus labios sobre la mejilla sonrosada de Ava.- Este beso podría llamarse de cariño, pero para mí es
el beso que se da cuando los labios no te encienden lo suficiente.- Se acercó a la comisura de sus labios
y susurrándole cerca, para que sintiera el calor de su aliento le dijo,- besarte aquí sería un beso pícaro,
uno que busca algo más; pero que aún no ha llegado el momento o que se desea hacer la espera más
larga.- Ella tragó en seco mientras sentía un temblor en todo su cuerpo, que fue totalmente perceptible
para Andrés, quien sonrío. Pasó su lengua por el lugar antes mencionado y después la besó. De repente la
tomó por la cintura estrechándola contra su cuerpo, utilizando la diferencia; el suyo grande, fortachón; y
el de ella pequeño y menudo. La cubrió con un brazo, elevándole el rostro con la otra mano. Devoró la
boca de ella con la suya, haciendo que la lengua penetrara una y otra vez, mordisqueándole los labios.
Ava sonrío y él agregó,- este es un beso apasionado, lleno de fuego, amor y peligro de no terminarlo a
tiempo y perder la cabeza por completo.
_ ¿Y qué sucede si yo quiero que enloquezcas de amor por mí?
_Ya es demasiado tarde, hace tiempo que perdí la cabeza por ti.
En esa ocasión fue ella quien le enseñó lo que era un beso apasionado, mientras lo guiaba con su boca
hacia una dimensión que él no conocía.
Horas más tardes, Serafín, el elegante mayordomo de la hacienda “Luz de mi vida” tocaba a la puerta de
la habitación de Ava.
_Adelante- indicó ella, quien estaba sentada frente al espejo alisándose el cabello. Serafín entró a la
recámara sonriendo, él también era un esclavo de los deseos de Ava, esa niña era su adoración desde el
primer día que se perdió en sus ojos marrones.
_Me ha pedido tu padre que te avise que llegó el invitado,- la familiaridad con que Serafín le habló, hizo
que pareciera más natural, una persona real.
_ ¿Cómo me veo?- Ava se puso de pie y dio una vuelta completa para que él pudiera apreciarla desde
todos los ángulos. Lucía un vestido beige sin hombros. Tenía el cabello semirecogido y un maquillaje
discreto pero suficiente para realzar su exuberante belleza natural. Los pendientes en forma de lágrimas
iban a juego con el collar y la pulsera.
_ ¡Hermosa, como siempre! Pero hoy te veo un brillo especial en esos ojos picarones, y más sabe el
diablo por viejo que por diablo. No me digas que ya un galán se robó ese corazoncito,- la sonrisa
nerviosa de Ava y el silencio que le siguió fue suficiente para que Serafín tomase sus propias
conclusiones.
_ ¿Sabes quién es el invitado de hoy?- quiso saber Ava, cambiando de tema.
_Es el nuevo dueño de la hacienda vecina, un hombre muy interesante pero que no tiene la mirada limpia.
Hay algo extraño en sus ojos, y mira que los ojos son el reflejo del alma.- Serafín se quedó absorto en sus
propias palabras mientras que Ava lo observaba con incredulidad.
_Ella es mi hija, ¡La luz de mi vida!- la presentó inútilmente su padre mientras Ava descendía las
escaleras. Ella sonrío, más que sorprendida, satisfecha. Después de la explicación de Serafín había
comprendido que el invitado era el hombre que, hacía apenas unas cuantas horas, le había dado lecciones
de cómo clasificar los besos. Norbert fue a alcanzar a su hija ofreciéndole la mano para que se apoyara
en él. Andrés se acercó para saludarla con familiaridad pero ella se lo impidió diciendo:
_Es un honor conocerlo señor,- el tono de su voz sonó distante.
_El placer es todo mío,- por primera vez en toda su vida, la voz le flaqueó y se le hizo un nudo en la
garganta, aun así, prefirió seguirle el juego. Estrechó su mano entre las suyas y después la besó en la
mejilla, rozándole la piel con los labios, haciendo que se estremeciera bajo el contacto.
_Y ella es mi esposa,- dijo desanimado Norbert, presentando a la mujer que se acercaba a ellos desde la
dirección de la cocina. El mundo le dio vueltas a Andrés y el flujo de la sangre por sus venas se aceleró.
El corazón quería salirse del pecho y se le hizo un hueco en el estómago.
A pesar de los veinticinco años que habían pasado, conservaba el cabello negro y los ojos verde claro.
Su cara era redonda y al sonreír se le hacían los hoyitos en las mejillas. Estaba un poco más obesa de
cómo él la recordaba, pero seguía siendo ella: ¡Su madre! Miles de preguntas llenaron su mente, por un
momento olvidó quien era y todo lo que había vivido. Al menos su madre estaba viva. Debía haber una
explicación del por qué estaba allí, ¿Por qué nunca lo había buscado? Seguro pensaba que estaba muerto
como todos los demás. Pero no era así y estaba frente a ella, esperando que corriera a abrazarlo y a
llamarlo hijo; palabra que le sonó extraña, distante, pero que moría por volver a escuchar. La voz de
Norbert presentado a su madre, regresó a su mente y detuvo el recuerdo cuando mencionó que era su
esposa. Fue como si le clavasen un puñal por la espalda: ¿Cómo podía su madre ser la esposa del
hombre que había asesinado a su familia? Sintió que las piernas le fallaban y se vio obligado a
respaldarse con las manos de una pared. Ava lo miraba extrañada, sin comprender su reacción.
_ ¡Un placer!- saludó Ana Celeste, su madre, caminando hacia él. Sin señales de haberle reconocido y
con un brillo en la mirada no maternal. Llevaba un vestido negro demasiado escotado en el pecho y tenía
el cabello suelto. Le tendió una mano a Andrés mientras que con la otra se tocaba su melena.
Él quería actuar, pero el cuerpo no le respondía, ¡Era ilógico que su propia madre no lo reconociera! Y
encima le estaba coqueteando con la mirada. Logró recuperarse de su exasperación y obligando a su
mano, tomó la que Ana Celeste le ofrecía. La estrechó entre las suyas y un calambre le recorrió todo el
cuerpo. Otra vez las rodillas se le doblaron, aunque pudo mantener el equilibrio. La llevó hasta su boca
temblorosa y le sembró un beso lleno de devoción. Un beso que sin saberlo, llevaba años esperando a ser
depositado. Ana Celeste sonrío, malinterpretando su reacción.
_Es un placer conocerla señora.- Tuvo que mirar hacia el otro extremo de la habitación y pasarse la mano
por la frente, disimulando; mientras que impedía la salida de una lágrima.
_ ¿Desean algo de tomar?- nunca antes la llegada de Serafín, hubiera sido tan oportuna como en ese
momento. El fiel mayordomo se colocó al lado de Ava quien tenía la mirada fría y los puños cerrados.
-Para mí un wiski doble,- se apresuró a decir Andrés, necesitaba algo fuerte. Algo que había pasado por
arto se figuró frente a sus ojos: ¡Existía una gran posibilidad de que Ava también fuese hija de Ana
Celeste! ¡Y entonces, ellos dos serían hermanos!
No podía escuchar lo que los demás decían a su alrededor y sintió como el aire se iba haciendo más
denso, dificultándosele la respiración. Con pocas palabras le indicó a Norbert que necesitaba ir al baño,
buscando una excusa para estar solo; y poder ordenar sus pensamientos, recuperar su raciocinio, el
control de su mente y de su cuerpo. Siguió las indicaciones de Serafín y llegó al baño que estaba en la
planta inferior de la casa. Cerró la puerta al entrar y dejó que el dolor brotara como germina el agua de
un manantial. Se revolcó en sus propios recuerdos y prefirió no haber reconocido a su madre. Empezó a
golpear la pared con los puños cerrados, mientras más fuerte pegaba más grande se hacía su dolor. Hasta
que los puños le sangraron y el dolor físico, disminuido en gran medida por la anestesia mental producida
por la mezcla difusa de sentimientos que lo poseían, le ordenó que se detuviese. Se miró en el espejo,
tenía el rostro empapado en lágrimas y su alma estaba desgarrada en mil pedazos. De una forma más
dolorosa, incluso que cuando se había quedado sin familia y sin un lugar donde vivir. Al lado de su
reflejo apareció el de Josué que lo miraba entristecido. Las piernas se le fueron doblando hasta que
terminó de rodillas en el suelo. El niño se sentó a su lado, esta vez respetando su silencio y su dolor.
_ ¡Puede ser mi hermana!- se desahogó Andrés.
_También puede que no lo sea, esa es la mayor posibilidad. Me lo dice mi corazón de hermano, porque tú
y yo si somos hermanos. Pero ella, estoy casi seguro que no lo es,- Josué quería darle ánimos.- Ahora
debes salir allá afuera, debes demostrarle a todos la clase de hombre que eres. ¡No puedes permitir que
tu peor enemigo te vea destruido!- prácticamente le ordenó el niño. Obedeciendo, Andrés se puso de pie,
enjuagó su rostro y después de recuperar la compostura, salió a hacerle frente a su realidad. Se demoró
más tiempo del que había pensado y al llegar a la sala encontró que todos le esperaban para cenar. Ava
estaba sujetada del brazo de su padre mientras que Ana Celeste permanecía en el extremo contrario de la
habitación. Permitió que su madre fuese la primera en pasar, corriéndose hacia un lado para evitar el
roce.
Fue la peor cena de toda su vida. Recordó el proceso de rumeasión del que tanto había leído. Le daba
vueltas y vueltas a la comida en la boca, siéndole imposible digerirla. Pasaba la mirada de Ava a su
madre, tratando de encontrarles el parecido, o mejor aún, la ausencia de este. Fingía estar interesado en
los temas de conversación que iban surgiendo, ansioso porque terminara esa tortura de una vez.
Finalizada la cena y de regreso, todos en la sala, Ava le señaló con la mirada el pasillo que conducía el
despacho de su padre. Esperando a que ella se adelantara, Andrés la siguió, aprovechando un momento
en que su madre y Norbert sostenían una pequeña discusión los últimos acontecimientos.
_ ¿Te parece hermosa? ¿Cierto?- le reclamó directamente Ava con los celos a flor de piel.
_Siempre lo ha sido,- contestó Andrés sin pensar lo que hacía. Ella se ruborizó del enojo y le lanzó una
mirada aniquiladora.- ¿Es tu madre?- la pregunta salió sola de su boca y el tiempo se detuvo mientras
esperaba la respuesta sin saber si quería escucharla o no.
_ ¡Por supuesto que no!- Ava pareció estar ofendida. Con inigualable rapidez se acercó a ella y la subió a
su cintura, sujetándola con una mano por debajo de los glúteos. Ella sonrío y se dejó arrastrar en un
profundo beso.- Pensé que te había embrujado con su belleza y con su escote demasiado pronunciado
para su edad,- se quejó Ava interrumpiendo el beso, mientras aprovechaba el instante para tomar aire.
_ ¡Solo me gustas tú, solo te amo a ti, solo quiero besar tus labios por el resto de mi vida…!- le fue
imposible terminar la frase porque ella había tapado su boca. Ambas cabezas se movían
desenfrenadamente, Andrés caminó hacia el escritorio, dejando que los glúteos de Ava lo rozasen.- Si no
nos detenemos ahora.- Ella sabía a lo que se estaba refiriendo, su miembro ya empezaba a endurecerse.
Sonrío, accediendo a poner los pies sobre la tierra. Se arregló el vestido y peinó su cabello con las
manos. Sin dejar de mirarlo a los ojos ni un momento le estiró la camisa. Ella salió primero y después lo
hizo él.
Ava se sentó en el brazo de la butaca de su padre y Andrés lo hizo en una silla, frente a ellos. Ana
Celeste no perdió ocasión en todo lo que quedaba de noche para insinuársele. Al despedirse de él, le
besó casi en la comisura de los labios. Andrés le dirigió una mirada misteriosa.
Ava estaba demasiado irritada como para poder dormir. Caminaba de un lado a otro de su habitación,
desesperada, queriendo devorar las paredes, los muebles, todo lo que se atravesase en su camino. Tenía
el cabello suelto y la bata de dormir media abierta. Los celos invadían todo su cuerpo. Una inmensa rabia
le brotaba desde lo más profundo de todo su ser al recordar la manera en que Ana Celeste miraba a
Andrés. De repente ocurrió un cambio en su actitud y respirando profundo, sonrío. Dejó caer su piyama
al suelo, quedándose totalmente desnuda, se observó en el espejo, convencida de que era una mujer
hermosa. La perfección de su cuerpo, en ese momento no le fallaría. Tomó un cobertor gris del closet y
recogiéndose el cabello en un moño alto, bajó las escaleras corriendo. Después de ensillar el caballo,
salió, dirigiéndose a jugar su última carta.
No se detuvo siquiera ante los baches del camino. Una vez estando en la hacienda “La noche”, Ava se
bajó del caballo y esperó a que los peones vinieran a su encuentro.
_Pudo haberla mordido algún perro señorita,- el tono de voz del peón fue austero.- Pudo haber salido
lastimada y eso nadie en esta hacienda se lo perdonaría.
_Deja de tonterías y llévame donde Andrés en este momento. Tengo un asunto urgente que tratar con él, y
no tengo muchos deseos de esperar,- censuró Ava, haciendo caso omiso a la sumisión de la que acababa
de ser testigo.
_ ¡Cómo usted diga señorita!- el peón bajó la cabeza y condujo a Ava hacia el interior de la casa,
tomando las precauciones pertinentes. En un descuido, Ava se torció el tobillo con una piedra que estaba
en el camino y se cayó al suelo haciéndose una pequeña herida en el pie.- ¿Está bien señorita Ava?-
preguntó el peón aterrorizado de que algo grave le hubiese sucedido. Quiso ayudarla a levantarse pero
ella se soltó inmediatamente, poniéndose de pie sola y continuando el camino sin decir palabra alguna.
_ ¿Cuál es su habitación?- preguntó con ademán de señora.
_La primera a mano derecha, justo cuando se termina la escalera.
Sin agradecer ni mirar atrás, Ava subió la escalera y tocó a la puerta de Andrés con gran determinación.
Con gesto severo, él abrió la puerta y se quedó paralizado al ver el rostro más hermoso iluminado frente
a sus ojos. Una sonrisa se disfrazó de indiferencia y no pudo hacer más que quedarse observándola, como
tenía la mirada endurecida y las manos en forma de jarra. Solo estaba cubierto por un pantalón de seda,
dejando su exquisito pecho a la vista.
_ ¿Piensas quedarte toda la noche observándome como un idiota o me vas a invitar a pasar?- quiso saber
Ava con su habitual tono de mandato.
_ ¡Por favor!- la invitó a pasar Andrés señalando el interior de la habitación.- Aunque quizás prefieras
que bajemos a la sala o algún otro lugar,- quiso evitar la tentación.
_Te pregunté si me invitabas a pasar aquí, no a la sala; me conozco el nombre de todas las habitaciones
de una casa- sentenció ella, dejando relucir a su autosuficiencia.
_ ¡Adelante!- volvió a invitarla, haciendo el mismo gesto y tragando en seco para no tomarla en sus
manos y darle rienda suelta a su instinto más primitivo le pedía. Deslizó la vista, suavemente por su
rostro, bajando después al cobertor gris hasta llegar a la herida que tenía en el pie; la cual estaba
sangrando.- ¿Qué te sucedió?- preguntó Andrés alarmado y molesto de pensar que algo o alguien podía
haberla lastimado- ¿Cómo has llegado aquí hasta esta hora? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué viniste?-
normalmente él era una persona pausada, dueño de todo lo que hacía, lo que pensaba y decía; pero
cuando estaba cerca de Ava se volvía esclavo de sus deseos y lo peor de todo era esa terrible necesidad
de protegerla aún al precio de su propia vida.
_Haces demasiadas preguntas juntas- se burló ella al descubrir la preocupación que despertaba en él una
simple herida.- Yo puedo responder una sola de ellas…- lo miró en silencio por un momento,
mordiéndose el labio provocativamente.
_Necesito curarte esa herida, no tiene muy buen aspecto.- Antes de que ella pudiera detenerlo, se dirigió
al baño en busca del botiquín. Se detuvo frente al espejo, sintiendo los latidos acelerados de su corazón y
observando el brillo de su mirada, en esos ojos que ya no eran de él sino esclavos de la belleza de la
mujer que le quitaba el sueño. Se enjuagó la cara dejando que el agua le corriera por el cuello hasta el
pecho. Regresó a su recámara y encontró a Ava desnuda, encima de su cama, posando para él. Sus
miradas se encontraron por un instante y Andrés sintió que explotaría de tanto deseo.- No sé a qué has
venido aquí, pero te advierto que esta vez no seré condescendiente contigo. No conseguirás tu objetivo.-
Obligando a sus ojos a no ver, se sentó en la cama y le curó la herida con total devoción. Cada roce de
sus dedos, debajo del algodón, con la piel de su pierna, lo hacía estremecerse y podía sentir como a ella
le sucedía lo mismo. Después de haber limpiado la sangre y echarle alcohol para evitar una infección, le
colocó un ungüento para que se le aliviara la ardentía y combatir las bacterias. Alargando cada contacto
al máximo, se remordió en sus adentros por no haberlo hecho más largo. Guardó las medicinas en el
botiquín, poniéndose de pie para ir a guardarlo. Ava no se había quejado por el dolor, parecía hechizada
con eso ojos que la devoraban y de los cuales era cautiva. Impidió que se fuera, incorporándose ella
también y haciéndole barrera con su propio cuerpo.
_Ya está limpia y muy bien curada.- Andrés quería evitar la insistencia de sus ojos sobre el cuerpo
desnudo de ella. Cambió la vista hacia la ventana por la cual se colaba la luz de la luna.
_ ¿Por qué obligas a tus ojos a que no me miren?- Andrés había insultado su inteligencia, pensando que
no se daría cuenta de la resistencia que ofrecía.
_Porque eres dañina para ellos, les haces sentir demasiado,- dijo sin pensar.
_Entonces, si tú sientes lo mismo que yo, si te estás quemando por dentro, ¿Por qué insistes en hacerme
creer que te soy indiferente?- Ava tomó su rostro con las mano y lo obligó a mirarla a los ojos.
Disfrutando del contacto, segura de que era un acto de redención, esperó.
_ ¡¿Indiferente?!... ¿De verdad tú crees que hay un hombre al que le puedas ser indiferente? ¿A mí? ¡Qué
me derrito con cada mirada tuya! Que me tiembla la piel, la voz, las manos, todo el cuerpo, nada más de
escuchar tu nombre. Que te llamo en mis sueños aun estando dormido; y que intento buscarte en todas las
mujeres que conozco para encontrar un símil que me haga sentirte común, como una más entre la multitud
¿Tú de verdad crees que me eres indiferente?
Con expresión triunfante, por haber escuchado lo que tanto anhelaba, Ava, acercó su boca con un solo
movimiento a la de él y devoró sus labios en un beso profundo. Aunque no fue capaz de resistirse a ese
beso que lo dejaba sin respiración, Andrés no la tocaba. No hubiera sido capaz de frenar sus deseos de
solo rozarla. Insistiendo, encima de los labios gruesos y duros de Andrés, jugando con la lengua contraria
e inspeccionando cada rincón de su boca; Ava quería llegar a algo más que un beso. Ya era demasiado
poco para ella. Percatándose de la resistencia que ofrecían las manos de Andrés, ella las tomó con las
suyas y las colocó encima de sus glúteos, unas nalgas duras y en desproporción con el menudo cuerpo, tal
y como él las recordaba. Cuando sintió el roce obligado de sus manos sobre la delicada piel, virgen de
cualquier contacto, fue demasiado tarde para ponerle fin o poder controlar sus deseos más profundos.
Andrés subió una mano hacia la espalda, la acercó a él con firmeza e hizo desaparecer la pequeña boca
dentro de la suya. Se apoderó totalmente de su ser, tan solo con ese beso. Ava sonrío, haciendo que él se
detuviera.
_ ¿Qué sucede?- quiso saber Andrés preocupado por haber hecho algo que le molestase.
_ ¡Moría porque hicieras esto!- su sonrisa se hizo más amplia y la pasión le iluminó el rostro. Tomándola
por la parte baja de sus glúteos, Andrés la subió a su cintura. Ava cruzó los pies a su espalda, impidiendo
que pudiera soltarla. Los pequeños pero amenazantes senos le quedaban justo al frente de su boca, como
una fruta jugosa, incitándolo a beber de ellos. Primero le acarició el seno con la mano, sosteniendo todo
el peso de su cuerpo con la otra. Haciéndole círculos alrededor, sin llegar a tocarle en el pezón, donde
sabía que le abriría las puertas a un fuego que ella hasta entonces no conocía. La apoyó contra una de las
columnas de su cama y lentamente la fue deslizando hasta que tuvo los pies en el suelo. Tomándola por la
cintura y con un solo movimiento la colocó de espalda a él. Liberó su cabello del moño que le reprimía y
perdiéndose en su olor lo corrió hacia un hombro, dejando el cuello libre para hacer con él todo cuanto
desease. Comenzó colocando sus labios, para que se fueran acostumbrando al fuego que le hacía sentir la
piel de esa mujer. Muy despacio fue haciendo más profundo sus besos hasta que debutó su sabor con la
lengua. Ava se estremecía y la bragueta de su pantalón estaba resultando demasiado débil para ocultar la
potente erección. Fue bajando por su columna vertebral con la boca, inspeccionando cada centímetro de
su espalda con las manos, hasta encontrarse con esa curva que lo enloquecía. Sentía que el cuerpo se le
explotaría de tanto éxtasis, era capaz de escuchar el crepitar de la sangre en sus venas y como su
respiración cortaba el aire de tanta lujuria. Se desplazó con sus labios desde la oreja hasta la nariz, la
boca, el cuello, hasta llegar al lugar que más ansiaba probar: sus senos. Sin dejar de besarla, la volvió a
subir a su cintura; pero esta vez para dejarla caer encima de la cama y tenerla tendida frente a él para
poder disfrutarla completa. Al fin su boca se llenó con un seno de Ava y ella dejó escapar un gemido de
placer. Le acarició el pezón con la lengua e insistió hacer lo mismo con el otro para evitar discordias. Se
dio gusto satisfaciendo sus deseos, mordiéndolos de imprevisto para hacerla sobresaltarse y no darle
tiempo a imaginarse lo que seguiría.
Ella era una inexperta y él todo un maestro, pero su conexión superaba todos los límites. Eran alumno y
profesor, ambos juntos en una clase en la que aprenderían y enseñarían de toda esa pasión que los estaba
consumiendo. Una vez saciada su ansiedad, fue bajando hasta el vientre, disfrutando el olor a mujer y de
las distintas reacciones de la piel bajo su roce. Observándole el rostro, pleno de satisfacción, de repente
dejó de besarla y se condujo hacia los pies de la cama. Comenzó a besarla de la pantorrilla hacia arriba.
Ava dejaba escapar pequeños gemidos de placer. Con un gesto brusco, Andrés le indicó que abriera las
piernas y ella obedeció, dejando al descubierto su parte más íntima. Conteniendo el aliento, Andrés se le
fue acercando, y de improvisto ya estaba azotándola con el tacto de sus labios y el roce de sus dientes
que decían presente. Ella apretaba la sábana de la cama con los puños cerrados. Soportando el dolor de
la bragueta que le apretaba, Andrés prefirió que sus dedos le dieran un anticipo. Ava soltó un grito más
agudo que los anteriores y arqueó la espalda cerrando los ojos. A Andrés le fue imposible seguir
esperando y de un solo tirón se quitó el pantalón. La fue penetrando suavemente. Al sentir como rompía
su himen, una lágrima se escapó de los ojos de Ava. Andrés se maldijo y deteniéndose, le preguntó:
_ ¿Quieres que lo dejemos hasta aquí?- sabía que un sí por respuesta le arrancaría la piel.
_ ¡Si lo haces, te mato!- sentenció Ava. Andrés sonrío maliciosamente y le dio rienda suelta a su pasión.
Comenzó penetrándola despacio, luego subió la velocidad y terminó embistiéndola con fuertes sacudidas;
que le sacaban los gritos que él ahogaba con sus feroces besos.
El tiempo estaba detenido, solo existían ellos dos y la bendición de la luz de la luna que los respaldaba,
cubriéndole los cuerpos que ahora eran uno solo. Ella le acariciaba la ancha y musculosa espalda.
Dejaba que sus manos se llenaron con los glúteos duros y sensibles a su contacto, jugaba con su cabello;
mientras que él la penetraba con devoción.
Los dos cuerpos pedían la estocada final, por lo que entre gemidos, gritos y mordidas, alcanzaron el
climax. Andrés se quedó encima de ella por un momento, aplastándola con todo el peso de su cuerpo.
Ava sonrío, indicando que se sentía plena, toda una mujer que acababa de descubrir la intensidad del
placer entre sus brazos. Como si hubiese leídos sus pensamientos, él sonrío y le acarició el rostro, ella
respondió besándole la mano.
Tumbándose a su lado, sin dejar de abrazarla, Andrés dejó escapar un suspiro, más que de placer de
dolor. Ava pareció haber interpretado la preocupación que afloró a su mirada y le dijo:
_ ¡Déjame ser yo quien decida mi propia vida!... No intentes hacer las cosas pensando en mi bien o en el
mal que me puedas hacer. Soy dueña de mi vida y hago con ella lo que mejor me plazca. No me alejes de
ti por el temor a que me lastimes, ¡Ese es un riesgo que quiero correr y lo voy a hacer!- Andrés sabía que
discutir con ella sobre ese tema sería en vano, además de ser la mujer más hermosa, también era
testaruda y caprichosa como ninguna otra, pensó.
_ ¡El amor es el peor de todos los demonios! ¡Siempre nos juega sucio!- dijo para sí mismo, pensando en
voz alta. Ella lo miró incrédula.

Capítulo 7- Una fiera en el vientre.
Había estado esperando el momento más oportuno para lanzarle la pregunta y ahí estaba con Ava desnuda
entre sus piernas, rodeándola con sus brazos; sintiendo aún el calor que invadía ambos cuerpos
extasiados de tanto placer y amor. Ella tenía la cabeza apoyada en el hombro de él; ambos miraban hacia
delante. El bello paisaje campestre completaba la escena dándole el último detalle para ser perfecto.
Andrés había descubierto ese lugar, prácticamente secreto hacía varios días y le pareció maravilloso
para compartirlo con la mujer que tanto amaba. Desde allí se podía observar la cerca que separaba las
tierras que ahora le pertenecían a Andrés de las que un día pertenecieron a su padre. Los árboles crecían
empinados y algunos estaban tan pegados que parecían ser uno solo, tal y como ellos en ese abrazo tan
fundido que les impedía moverse. Una hilera de árboles a la redonda creaba una especie de escondite
que servía de refugio para los dos amantes sin más compañía que la naturaleza. La pregunta volvió a
relucir en su mente y pensó que si no se atrevía a hacerlo en ese momento, entonces no lo haría nunca.
_ ¿Y tú mamá, dónde está?- Andrés sintió como el cuerpo de Ava se puso rígido y sus manos dejaron de
acariciarle la nuca.
_ ¡Murió!- el dolor ancló tan profundo que él fue capaz de sentirlo. Dos lágrimas bañaron su rostro.
_ ¿Quieres contármelo?- conocer cada detalle de su vida, sería el mejor arma que tendría para
defenderse cuando ella descubriese su verdadera identidad. Estaba convencido de que ese día llegaría y
temía que ella terminase odiándolo. Ava se aferró a sus brazos.
_Yo era demasiado pequeña cuando sucedió, no pasaba los cinco años,- también era una edad muy
significativa también en la historia de vida de Andrés, precisamente a los cinco años se había convertido
en un asesino, impulsado por el odio y el dolor. Ella tomó una gran boconada de aire y respiró profundo,-
tengo los mejores recuerdos de ella. Era una mujer tan hermosa, dulce, complaciente, pero no la pude
disfrutar por mucho tiempo. Siempre fue muy enfermiza y todo empeoró después de mi nacimiento, ¡Lo
dio todo por mí! Me aseguró mil veces que hubiera dado su vida entera solo por mirar mis ojos al menos
una sola vez. Cuando cumplí los cuatro años, su salud empezó a empeorar y el resto de la historia ya
debes saberlo. De ahí en adelante solo hubo dolor y tristezas,- la voz de Ava se transformó fríamente.-
Para ese entonces ya mi padre era amante de Ana Celeste, su familia había muerto en un incendio del que
la única sobreviviente había sido ella, ¡La única que no tenía derecho a seguir viviendo!- saber que ella
conocía su historia lo hizo estremecerse. Aún cuando Ana Celeste fuese su madre, no tenía derecho a la
vida.
Una chispa de odio se iluminó en su mirada y llegó a la conclusión que estuvo evitando desde su
reencuentro con la mujer que le dio la vida. El hecho de haber salido ilícita de aquel terrible incendio,
seguir viviendo en las mismas tierras y estar con el hombre que había sido el causante de tanto dolor;
solo conducía a un camino: ¡Ella también era culpable! Una cómplice y una pieza fundamental en ese
maquiavélico juego. Su rostro también se llenó de lágrimas y la abrazó más fuerte.
En realidad era él, todo este tiempo había sido él, quien la necesitaba cerca, tan cerca que no pudiera
alejarse nunca. Hundió su cara en la suavidad del cabello de Ava, respirando su aroma para
tranquilizarse y no levantar sospechas. Permaneció en silencio como un niño asustado que no sabe como
contar su travesura.
_ ¡No quiero separarme de ti nunca!- soltó ella de repente y lo hizo sentirse vulnerable como nunca antes
en su vida. Esa mujer tenía el don de hacerle despegar los pies de la tierra y trasladarlo a una dimensión
donde solo existían ellos dos.
_Eso es imposible, aunque queramos ya no podemos, somos uno solo,- entrelazó sus manos con las de
ella y sonrío de satisfacción por el placer que le hacía sentir cuanta certeza había en sus palabras.
_Papá me dijo que te había invitado a la fiesta que se hará esta noche en mi casa, pero no quiero que
vayas,- su negación sorprendió tanto a Andrés que se vio obligado a preguntar:
_ ¿Por qué?
La brisa soplaba fuerte. Ya la tarde empezaba a cederle terreno a la noche y los cuerpos se estaban
enfriando, sin embargo no parecían querer moverse mientras le quedase una mínima gota de calor.
_La respuesta es evidente,- dijo con sarcasmo Ava.- Ahí estará la adorada Ana Celeste, quien por cierto,
parece estar deslumbrada con tus encantos masculinos. De lo cual mi padre es totalmente inconsciente y
estoy segura de que ella no parará hasta convertirse en tu amante.- Los celos acaloraban su rostro y cada
parte de su cuerpo.
_ ¿Crees que yo lo haría?- preguntó Andrés. Ava sonrío, satisfecha y convencida de que sus sentimientos
eran correspondidos.
Después de acompañarla hasta la entrada trasera de su casa, Andrés caminó por el campo, iluminado solo
por le tenue luz de la luna creciente. Quería estar solo e intentar entender su mundo interior y ese manojo
de pensamientos que volvían a su mente una y otra vez.
_ ¡¿Estás triste?!- Josué caminaba su lado, jugando con una rama que había recogido del suelo. Pisoteaba
las hojas secas con los pies para escuchar como crujían.- No es una pregunta,- aclaró de inmediato.- Lo
sé, lo veo en tus ojos y en tu rostro. Cuando estás con ella tienes los ojos alegres, incluso no lucen tan
negros como esta noche; pero cuando Ava se aleja de ti, la sombra vuelve a cubrir tus pasos. Tal vez haya
un error o estés sacando conclusiones demasiado precipitadas y por tanto erróneas,- Josué cambió el
tema de la conversación sin necesidad de aclarar a que se refería, el silencio de Andrés le indicó que
hablaba de más.- ¡Ya hiciste el amor con ella! ¿Cierto?- una sonrisa pícara se asomó a su rostro mientras
observaba expectante a Andrés. Andrés relajó los músculos de su talante y su mirada se endulzó.- ¡Eso no
se vale!- se quejó Josué.- Siempre me pierdo las mejores partes. Tengo que soportarte mal humorado,
cuando discutes hasta con tu sombra, me amenazas que me vas a volver a matar, te bañas y ver todo tu
cuerpo desnudo; pero cuando haces el amor no puedo estar ahí.
_ ¡Qué ni se te ocurra!- amenazó Andrés encolerizado nada más de pensar que alguien que no fuese él,
viera a Ava desnuda, ese era su privilegio particular.
_Lo voy a hacer… lo voy a hacer,- bromeó Josué mientras salía corriendo delante de Andrés quien
sonrío por la ocurrencia.
Negándose a llegar demasiado tarde a la fiesta, pues no quería perderse ni un solo detalle de Ava. Estaba
convencido de que esa noche intentaría impresionarlo con su belleza, aunque a su criterio nunca se veía
más hermosa que cuando estaba desnuda y entre sus brazos; Andrés le pidió a Matías que lo llevase y él
podría esperar por los alrededores, compartiendo con los empleados de la hacienda “Luz de mi vida”.
La fiesta era mucho más importante de lo que había supuesto. Un gran número de carruajes estaban
estacionados en el patio delantero de la hacienda y esa noche la seguridad estaba reforzada al máximo.
Los guardias le abrieron la puerta, permitiéndole la entrada y Andrés caminó muy erguido, con paso
firme hacia el interior de la casa. Sobre la puerta había un cartel dorado que decía: “Bienvenidos a los
cincuenta”. De inmediato comprendió que lo que se estaba celebrando era el cumpleaños de Norbert. Le
pareció extraño que Ava no le hubiese comentado nada, pero sonrío al recordar lo difícil que era
entenderla del todo. Un empleado de servicio le dio la bienvenida y Andrés se vio obligado a buscar en
lo más profundo de su ser fuerzas, una fiesta era más de lo que él podía soportar. Aceptó el trago que le
ofrecieron y de una vez por todas dio paso hacia su tortura.
Fue más que suficiente con entrar a la casa para que sus ojos por sí solos empezaran a buscarla. Dio un
bosquejo rápido en derredor y comprobó que efectivamente había una cantidad tumultuosa de personas.
La fiesta estaba muy bien animada y el servicio era impecable. De inmediato Norbert se acercó a él.
_ ¡Bienvenido a la fiesta, hombre!- lo saludó muy animado, dándole unas palmaditas en la espalda. Con
el contacto Andrés frunció el ceño y su respiración se cortó. -Me agrada que hayas venido, siempre viene
mucha gente a mi cumpleaños, pero este es especial… ¡No todos los días se cumple cincuenta y cinco
años!- Bromeó, saludando a otros invitados con la mano.- Espero que te diviertas.- Serafín se acercó a
ellos, siempre guardando una distancia prudencial para no acercarse demasiado a Andrés.
_ ¿Por qué no ha bajado aún mi princesa, Serafín?- quiso saber Norbert.
_Hace un rato subí a verla y ya casi estaba lista, lo mismo que la señora Ana Celeste. Asumo que no
deben tardar,- informó el mayordomo, evitando la mirada de Andrés.
Se aproximó a felicitar a Norbert un hombre joven y elegante. Iba vestido de gris, color que resaltaba el
verde de sus ojos. Tenía el cabello rubio y sus labios eran carnosos.
_ ¡Buenas noches!- saludó el recién llegado.
_Bienvenido Leonel,- la simpatía y el entusiasmo parecían acompañar siempre a Norbert, quien estrechó
al joven con afectividad.
_ ¡Feliz cumpleaños!
_Oh, casi olvido presentarles. Él es Leonel Arango, hijo de un buen amigo mío y uno de los mejores
partidos que hay en todo el estado. Nada me haría más feliz que Ava de una vez por todas le diera el sí,-
las palabras de Norberto hicieron que la sangre de Andrés hirviera. No pudo evitar lanzar una mirada
aniquiladora a Leonel. -Y él es mi nuevo vecino y un buen amigo, Andrés Mendieta,- Norbert lo señaló
con la mano. Entre ambos hombres fluía una energía negativa, ninguno de los dos era del agrado del otro.
Se dieron un apretón de manos, estrechando la contraria con más fuerza de la necesaria, probando cuan
débil o fuerte era su adversario.
Andrés quería escabullirse entre las personas para ir a buscar a Ava; pero cada vez que lo intentaba,
Norbert comenzaba un nuevo tema de conversación, siempre haciéndolo partícipe a él. Se fingía
interesado y daba algunas opiniones aisladas, tan argumentadas que dejaba sorprendidos a todos sus
oyentes. Era un hombre culto de manera general, le resultaba muy fácil adueñarse del conocimiento
aunque le molestaba en demasía trasmitírselo a personas que no eran de su agrado.
Ana Celeste hizo su entrada triunfal en la fiesta, luciendo un hermoso vestido rojo, causando el efecto
deseado en las personas: deslumbrar. Saludó a algunos invitados, de una forma tan fingida que todos se
quedaban murmurando a sus espaldas. Desde que divisó a Andrés entre la multitud fue abriéndose paso
ininterrumpido hasta llegar a él. Volvió a felicitar a su esposo y después de saludar a Leonel Arango; le
dio un beso pegajoso a Andrés, dejándole el carmín de sus labios en la mejilla.
Esa noche estaba decidido a conocer la verdad. Para ello era capaz de hacer cualquier cosa, incluso
seducir a su propia madre.
_ ¿Me acepta un trago señora?- se refirió a Ana Celeste, endulzando su rostro y mostrando una sonrisa
muy amable.
_Por supuesto, pero, por favor, no me llames señora. Me hace sentir demasiado mayor. Para ti solo soy
Ana Celeste- aceptó de inmediato, agarrándose del brazo de Andrés y caminando por entre los invitados
hacia un lugar más apartado. Él ubicó una mesa de las tantas que habían sido colocadas en la sala de la
casa y le indicó a Ana Celeste que se sentara mientras buscaba los tragos. Giraba la cabeza
constantemente de un lado a otro, tratando de encontrar a Ava. La voz de su madre le sonaba distante y
extraña como si nunca antes la hubiese escuchado.
_ ¿Piensas quedarte mucho tiempo por aquí, Andrés?- Ana Celeste tuvo que repetir la pregunta varias
veces debido a su enajenación.
_No lo sé, tal vez si… tal vez no… Lo que nos depara el futuro es algo tan incierto como conocer quienes
somos en realidad,- buscó en la mirada de su madre; para tratar de encontrar algo que le demostrase que
seguía siendo la misma mujer, esa que cada noche antes de dormir lo abrigaba y después le daba el beso
de buenas noches. Se le hizo un nudo en la garganta y disimuló mirar hacia otro lado para evitar que las
lágrimas salieran de sus ojos.
-Bueno, en realidad lo importante es que estás aquí. ¿Sabes?- Ana Celeste le acarició la pierna por
debajo de la mesa.- Siempre he sido una mujer que piensa en el presente, el mañana para mí no existe. En
un día la vida nos puede cambiar tanto…- Andrés se quedó confundido al divisar la mezcla de
expresiones matizadas por sentimientos que se reflejó en el tono de voz de Ana Celeste. Primero fue de
triunfo, gloria, para después manifestar el sabor de la desilusión y la amargura.
_Creo que hace muy bien, es demasiado joven como para estarse preocupando por el futuro. Mejor vivir
el hoy…- Andrés estaba dispuesto a seguirle el juego aunque se le estuviese quemando el cuerpo por
dentro. Las náuseas en su estómago aceleraron el ritmo de su respiración.
_Pero cuéntame más de ti, Andrés. Me interesa saberlo todo. Eres un hombre muy misterioso, eso es lo
que más me atrae de ti.- fue totalmente.
_ ¿Y su esposo?- le preguntó Andrés acercándose más.
_No sé por qué, pero me inspiras mucha confianza. Parece como si te conociera de toda la vida…- él
pensó en cuan irónica podía llegar a ser la vida.- Norbert es el amor de mi vida. Solo a él le pertenece
mi corazón y todo lo que soy,- la sinceridad fue perceptible en sus palabras.- Pero él no comparte mis
sentimientos, tiene un amor más grande que el mío: ¡Su hija! Ella es lo primero y lo último en que piensa.
Basta con que abra la boca y sus deseos son como órdenes. La quiere tanto que un solo día sin ella hace
que su salud flaquee. La necesita más que al agua, más que al aire para poder respirar. Es un amor tan
fuerte que no deja espacio para ningún otro. ¡Y yo lo quiero solo para mí! No te imaginas cuanto deseo
que Ava por fin se case con el primer idiota que se le aparezca en el camino y se aleje de nosotros para
siempre.- Eso nunca sucedería porque antes, él lo mataba, pensó Andrés.- Con Ava entre nosotros nunca
podremos ser felices. Por eso tengo que buscar refugio en los brazos de otro hombre; y ese hombre
podrías ser tú,- volvió a retomar la actitud provocadora de mujer en celo.
_ ¿No hubo ningún otro hombre importante en tu vida?
_ ¡No!- contestó de inmediato Ana Celeste.- Norbert es el único y gran amor de mi vida. Antes estuve
casada pero no fue nada significativo en mi vida, un error sin importancia…- Anrés no podía creer lo que
estaba escuchando, tantos años de matrimonio con su padre no habían significado nada. Ni siquiera
consideraba el nacimiento de sus hijos como algo importante.
_ ¿Y nunca tuviste hijos?- después de hablar le pareció que la pregunta era contraproducente pero no
había forma de virar el tiempo atrás, su inconsciente urgía de la respuesta a esa interrogante. Necesitaba
convencerse del tipo de mujer que era su madre.
_ ¡No!- volvió a negar, tan segura y convencida que de no haber sido su hijo, le hubiese creído.
_Será mejor que regresemos donde su esposo, debe estarse preguntando donde estamos,- agregó Andrés
creyendo que no sería capaz de resistir ni un segundo más al lado de esa mujer. Se puso de pie
imperiosamente, le brindó la mano a Ana Celeste para ayudarla a hacer lo mismo. Caminaron en silencio
hasta el centro de la sala. Ella se regocijaba al ir de su brazo, ante las miradas indiscretas de las mujeres
más jóvenes y algunas no tanto. Todas parecían caer rendidas ante los encantos de Andrés. Para su
sorpresa ya Ava se había incorporado a la fiesta y conversaba muy a gusto con Leonel Arango.
Tal y como había supuesto, esa noche estaba más hermosa que de costumbre. Un vestido azul oscuro
resaltaba el tono cobrizo de su piel. El cabello a medio recoger, junto al escote en su pecho, le daban el
punto exacto para parecer aún más irresistible. Una sonrisa se dibujó en sus labios al divisarla y solo
permaneció ella en la fiesta, el resto de las personas se esfumaron de su campo visual; pero Ava hizo
como si no lo hubiera visto y lo ignoró.
Unos celos compulsivos subieron desde los talones de Andrés hasta su cabeza, estaba fuera de control y
más enojado de lo que alguna vez pensó que sería el máximo que una persona resistiría.
_ ¡Buenas noches!- saludó Andrés quemándola con la mirada. Ella sonrío irónicamente, sujetándose el
brazo de Leonel y se limitó a asentir con la cabeza.
_Comentaba con Ava, Andrés, la increíble facilidad que tienes para atraer a las mujeres. Hemos
comprobado como más de una no te quitan los ojos de encima. Debe ser maravilloso tener un don natural
para encantar al sexo opuesto,- las palabras de Leonel estaban doblemente intencionadas.
_Ana Celeste, parece que te agrada demasiado la compañía del joven amigo de mi “padre”- Ava hizo
énfasis en la última palabra.- Por cierto,- la ironía volvió a su tono de voz,- hablando de mi padre, creo
que deberías estar con él. Es su cumpleaños y los invitados están preguntando por ti,- arqueó una ceja
mientras miraba desafiante a su madrastra. Por más que Andrés intentaba encontrar su mirada, ella lo
esquivaba lanzando comentarios desagradables que le hacían saber su molestia.
Permanecieron en silencio mientras Ana Celeste decidía separarse de Andrés, lo cual le resultaba muy
molesto; le dirigió una mirada de anhelo y moviendo sus caderas de un lado para otro se fue en busca de
su esposo.
_ ¡Ven, acompáñame!- Ava se dirigió a Leonel, tomándolo por la mano y alejándose de Andrés quien los
siguió con la vista sintiendo como la sangre reverberaba en su garganta.
Los músicos suavizaron el ritmo de su pieza, tocando una melodía romántica. Andrés se sintió incómodo,
varias mujeres le invitaban con la mirada pero él solo deseaba a una, la cual bailaba muy pegada a
Leonel Arango.
_ ¿Aceptas bailar conmigo esta canción?- los celos se apoderaron de él y sintió que debía hacer algo
para liberarlos. La pelirroja a la que se había dirigido era Milagros Dunant, la hija de uno de los
hombres más ricos del pueblo y la más engreída también. Jactándose de haber sido la elegida de Andrés,
por encima del amplio círculo de mujeres del que formaba, aceptó la invitación sonriendo y complacida.
_Hola, Ava,- le saludó Milagros, al cruzarse con ellos mientras bailaban.- ¿Cómo estás?
_Perfecta, creo que es evidente…- respondió con arrogancia.
_Por supuesto,- Milagros se quedó sin palabras.- Hacen una muy linda pareja,- agregó, haciendo que los
músculos del cuerpo de Andrés se contrajeran; de lo cual Ava se percató y sonriendo, se acercó más a
Leonel.
_Yo siempre he dicho lo mismo,- se adentró en la conversación Leonel, quien hasta el momento había
permanecido distante y desinteresado.- Somos tal para cual, jamás han existido dos personas tan iguales.-
Una mirada inconsciente de ella le hizo saber a Andrés que seguía siendo suya en cuerpo y alma, aun
cuando simulase serle indiferente. Le sostuvo la mirada por un momento y el fuego de sus pasiones se
encendió, no soportaban un minuto más sin tocarse, sin besarse. Él le indicó con los ojos que la estaría
esperando afuera, ella negó con la cabeza y señaló el pasillo que daba a su recámara.
_Iré por un trago,- advirtió Andrés.
-Necesito hablar con Serafín quien no ha dejado de buscarme ni un solo momento,- se justificó Ava,
apresurando el paso. Se escabulló entre la multitud y cuando estuvo segura de que nadie la observaba,
subió la escalera sujetándose el vestido. El pasillo que conducía a las habitaciones estaba iluminado a
medias y la puerta de su cuarto abierta, Andrés se las había ingeniado para llegar antes que ella.
_ ¡Bravo!- le soltó con ironía al verlo sentado en la butaca con los pies cruzados. La habitación estaba
decorada con sutil elegancia. El piso y las paredes eran de un verde tierno, las cortinas y doseles de la
cama de un tono más oscuro. -Debo admitir que has hecho una actuación brillante esta noche. Dime, ¿Qué
mujer te falta por conquistar en este pueblo?
_Todo parece indicar que a ti,- dijo él con mucha más ironía. En la oscuridad de la habitación, el negro
intenso de los ojos de Andrés adquiría una fiereza incomparable. Ava se estremeció, pero de inmediato
recordó que era él, quien jamás le haría daño. Ella era su dueña y él, suyo. Sigilosamente se le fue
acercando hasta tomarla por la cintura y estrecharla contra su cuerpo.- ¿Sientes lo mismo cuando ese
monigote de hombre te toca?- quiso saber, deseando provocarla.
_Al menos Leonel es joven y no tiene ningún compromiso. No como mi madrastra que podría ser tu
madre y aun así…- sus palabras llegaron a la mente de Andrés haciendo eco.- ¿Qué te atrae de esa
mujer?- la voz le flaqueó y por primera vez, Andrés sintió, que estaba perdiendo el control de sí misma.
Haberlo visto tan cerca de Ana Celeste le afectaba demasiado como para poder ocultarlo.- ¿Qué le ves?-
insistió, acercando su boca a la de él.
_Créeme cuando te digo que eres la única mujer de mi vida,- en cada palabra había depositado un pedazo
de su corazón. Solo con ella podía dejar a un lado la fiera humana que era y expresar sus sentimientos
libremente. Esa vulnerabilidad era el precio que estaba obligado a pagar si quería amarla, aunque ya no
estaba dentro de sus posibilidades decidir.- ¡Solo tú y yo!- le aseguró antes de unir su boca a la suya en
un beso apasionado, que había reprimido durante toda la noche. La apretó más fuerte contra él y ella
introdujo su mano entre los cabellos que le caían en la nuca, acariciándole el rostro con la otra.
_Si soy la única, entonces hazme el amor como jamás podrías hacérselo a otra mujer.


Capítulo 8- Hacer el amor entre las llamas.
Una semana después de la fiesta de cumpleaños de Norbert, este y Andrés estaban sentados en la terraza
de la hacienda “Luz de mi vida”, disfrutando de un exquisito vino.
_Dime Andrés, como están los caballos que te vendí,- quiso saber Norbert.
_Mejor sería imposible- dijo él sin prestar demasiada atención a sus palabras. Dentro de dos horas
tendría la cita acordada con Ana Celeste, por fin descubriría toda la verdad sobre el asesinato de su
padre y su hermana. Ava llegó hasta ellos sin que la notaran.
_Parece que estás distraído con algo que no sale de tu cabeza, Andrés,- Ava hizo acto de presencia. Sus
palabras tenían doble intención. Él llevaba una semana evitándola y aún ella no lograba encontrar una
explicación.
_No,- mintió,- tan solo pensaba en algunos asuntos que tengo que resolver, pero nada de mayor
importancia. ¿Se puede saber a dónde vas tan hermosa?- no pudo evitar la pregunta.
_Quedé con Leonel en ir a dar un paseo a caballo. He estado un poco aburrida esta última semana y él ha
sido una excelente compañía,- el exceso de halagos de Ava hacia Leonel, le hizo saber a Andrés que
quería que sintiera celos.
_Siendo así, espero que tengas un lindo paseo,- hizo su sonrisa lo más sincera posible y haciéndole una
reverencia con la cabeza, continuó la conversación con Norbert, como si ella no estuviese presente. Sin
siquiera despedirse de su padre, Ava se fue molesta y maldiciendo a Andrés para sus adentros, haría todo
lo que fuese necesario para estar cerca de él.
Andrés esperó un tiempo prudente para anunciar que tenía algo que hacer, calmando los celos que le
quemaban por dentro y hacían que su sangre hirviera. Llegó al lugar acordado con Ana Celeste y para ese
entonces, ya ella estaba ahí.
_Veo que eres muy puntual,- su comentario iba cargado de sarcasmo.
_No puedo esperar ni un solo segundo para estar cera de ti. Parece como si tus deseos fueron órdenes que
no puedo dejar de cumplir,- Ana Celeste avanzó hacia él, moviendo las caderas provocativamente.
_Pensé que sería una buena idea compartir una botella de vino,- alzó la botella que tenía en la mano.- Es
una de mis favoritas y no hay nadie con quien mejor compartirla que contigo,- la comisura de sus labios
se torció con voluntad propia, como símbolo de rechazo.
_ ¡Me sorprendes!- Ana Celeste sonrío. Portándose como todo un caballero, Andrés tendió el mantel
blanco encima del césped, después de ir a buscar la cesta con comida que había hecho que una de sus
cocineras le preparara. Descorchó la botella y vertió su contenido en las copas. Aprovechó la
oportunidad de que Ana Celeste se entretuviera en abanicarse y diluyó el polvo blanco que tenía
escondido dentro de un sobre pequeño. Su madre bebió y de inmediato la droga empezó a surtir el efecto
esperado. Sintiendo como se le revolvían las entrañas, Andrés permitió que ella le acariciara el pecho.
_ ¿Por qué no me hablas de ti? Creo que debes tener un pasado muy interesante y yo estoy deseoso de
conocerlo.- La sonrisa en los labios de Ana Celeste, delató que había mordido el anzuelo.
_ ¿Serías capaz de guardar un secreto?- las mano de Ana Celeste dejaron de acariciar el pecho de Andrés
para recorrer su pómulos y finalmente sus labios. La lujuria en los ojos de ella no le permitía ver la
decepción en los ojos de él.
_ ¿Tú que crees?- dispuesto a todo, Andrés la besó en la comisura de los labios. El beso resultó mucho
más maternal de lo que él hubiese sido capaz de imaginar. Aun así le hizo creer que era cautivo de sus
encantos.
-Hace muchos años hice algo por lo que muchas personas me repudiarían, pero sé que tú no lo harás. Hay
algo en tu mirada que me dice que serías capaz de entenderlo todo. Eres diferente, tan especial…- Ana
Celeste estiró las piernas cruzándolas por los tobillos y se reclinó apoyándose en un codo.- Estaba
casada con un hombre al que no amaba y cada día a su lado era una eterna tortura.- Andrés sintió deseos
de salir corriendo como el niño inocente que una vez fue.- Mi vida, mi juventud y mi belleza se estaban
marchitando a su lado. Fue entonces cuando conocí a Norbert y supe que había mucho más, que merecía
mucho más de lo que tenía hasta ese momento. Y entonces comprendí que si quería ser verdaderamente
feliz, mi único problema no era mi marido, también estaban mis hijos. Mientras ellos existieran entre
Norbert y yo habrían demasiados obstáculos. Y tomé la decisión que muy pocas personas se atreverían a
tomar en la vida. ¡Me deshice de los tres!- la carcajada brotó desde el interior de la garganta de Ana
Celeste- Pero como si el destino estuviese empeñado en no dejarme ser feliz, ¡Ahí estaba Ava! ¡Con su
maldita perfección! Haciendo que su padre se derritiera ante cada una de sus palabras, preocupado por
que pudiera lastimarse con cada movimiento que hiciera. Intenté deshacerme de ella muchas veces pero
tiene más vidas que un maldito gato y lo único que conseguí fue acercarla más a mi esposo,- con las uñas,
Andrés arañó la hierba. Había llegado a una parte de la conversación que no era capaz de soportar. Su
monstruo interno tomó el control de todo lo que era y en su mirada se encendió el deseo de arrancarle la
vida a su madre.
_Creo que estás un poco mareada,- dijo apretando los dientes y tragando en seco. Salió dando grandes
zancadas y se olvidó del caballo, pensó que necesitaba caminar y tomar todo el aire que pudiese.
Escuchó que Ana Celeste lo llamaba pero estaba tan concentrado en sus pensamientos que la voz de ella
sonaba a cientos de kilómetros de distancia.
El caballo amarrado al tronco de un árbol y la marca de sus pasos sobre la hierba húmeda, le indicaron
que Ava estaba allí. Su inmensa necesidad de al menos verla y escuchar su voz, le hicieron caminar hacia
ella.
_ ¡Bravo!- la ironía en el tono de su voz y las explosivas palmadas, fueron el peor recibimiento que
podía tener- ¡Qué escena tan romántica y conmovedora! ¿Me vas a decir a que estás jugando o tengo que
descubrirlo por mí misma? He visto el asco que se refleja en tus ojos cuando la tienes cerca, entonces
¿Por qué haces como si te interesara? ¿Qué estás buscando?- las lágrimas bañaron su rostro. Sin decir
nada, Andrés la atrajo hacia él y la apretó contra su pecho.
_ ¡Por favor, deja de llorar!- le besó la frente y de inmediato sus labios desearon más, toda su piel
reaccionó ante el contacto.- Es algo que no mereces oír. Es tan sucio que no soportaría que lo
descubrieras.- Ava quiso atrapar su boca, pero él la esquivó.
_ ¡No me rechaces!- suplicó ella.
_Nada me sería más imposible en esta vida.
_ ¿Entonces por qué te rehúsas a besarme, a tocarme o estar cerca de mí?- gritó Ava deshaciéndose de
sus brazos y alejándose unos pasos atrás. Su semblante cambió y con el puño de su mano se secó las
lágrimas.- No solo voy a hacer que grites a los cuatro vientos que me amas, sino también haré que te
cases conmigo,- observando como se alejaba de él, recuperando su cordialidad y ese fuerza interna que
la caracterizaba; Andrés se permitió imaginársela siendo su esposa, teniendo una vida normal. Una
lágrima de añoranza por un tiempo que jamás llegaría, rodó por su mejilla.
Aunque había sido él mismo quien insistió en mantenerla alejada, Andrés empezaba a preocuparse por
las semanas que llevaba sin verla. Tampoco había tenido valor de volver a reunirse con Ana Celeste, no
se creía capaz de privarse del privilegio de estrangularla. Aprovechando la cercanía y la intimidad que
proporcionaba el despacho de Norbert, le preguntó:
_ ¿Ha salido Ava de viaje?
_Si,- el brillo de la mirada de Norbert se opacó.- No se ha sentido bien últimamente e insistió en que un
viaje y un cambio de ambiente, le harían mejorar su estado de salud.
_ ¿Crees que sea algo grave?- se apresuró a preguntar Andrés sin esconder su preocupación.
-Aún no lo sé. Pero espero que no lo sea, no sabría como vivir si le sucede algo a mi princesa.- Para
interrumpir sus pensamientos, Serafín llegó con el mensaje de que Ava estaba de regreso en la hacienda.
La sonrisa iluminó el rostro de Norbert y también el suyo. Ambos salieron hacia la habitación de Ava.
Andrés presintió que algo no estaba bien.
Una de las empleadas de servicio estaba ayudando a Ava a meterse en la cama. Su mirada se encontró
con la de Andrés y él palideció ante el aspecto de ella. Tenía unas negras y profundas ojeras que
opacaban el brillo de sus ojos marrones. Había adelgazado unos cuantos kilos y su aspecto en general
estaba decaído.
_Lo siento señor, pero la señorita Ava me pidió que no dejase pasar a nadie a su habitación que no fuese
su papá,- le informó la muchacha de servicio mientras cerraba la puerta a su espalda.
Andrés esperó toda la tarde a que Norbert regresara y le hablara del estado de salud de Ava, pero este se
quedó con su hija hasta la noche y no le vio ningún sentido a quedarse allí. Los días fueron transcurriendo
y la situación se iba poniendo más tensa. En varias ocasiones llegó a la hacienda cuando Ava estaba
siendo atendida por la curandera, y de no ser así, se negaba a verlo. Pensó que estaba dolida con él y
deseó con toda la fuerza de su alma poder regresar el tiempo.
Desesperado, sintiendo que no podía estar un segundo más sin tener noticias de Ava, Andrés salió
decidido a verla. Mientras volaba el empedrado camino que conducía a la hacienda “Luz de mi vida”, el
hermoso y desafiante rostro de ella se le dibujaba en cada rama de los árboles que se movían a su
alrededor. Se vio obligado a detener la marcha y le pegó con el puño de su mano a un tronco seco, que
estaba a la orilla de la carretera. Apoyó la frente con resignación en la misma pieza y suspiró profundo
cerrando los ojos para poder recuperar el control.
Cuando llegó a su destino, aunque no lograba ocultar del todo su preocupación, su semblante había
recuperado su color natural y el control de su mirada dislocada.
_Necesito hablar con Norbert,- le informó imperativamente a Serafín, sin detenerse, dirigiéndose con
gran determinación. El mayordomo solo asintió con la cabeza y le siguió los pasos de cerca sin atreverse
a tomarle la delantera. Sin anunciar su presencia, Andrés irrumpió en el despacho de Norbert y su
excesiva preocupación cobró vida propia- ¿Cómo está?- el tono de su voz reflejaba una mezcla de
desesperación e impotencia. No lograba fijar un objetivo concreto dentro de su campo visual y cada
músculo de su cuerpo le temblaba impertinentemente. Norbert estaba sentado en su silla frente al
escritorio, con ambos codos apoyados encima del mueble y el rostro escondido entre las manos. Andrés
permaneció inmóvil, parado al lado de la puerta, esperando una respuesta.- ¿Cómo está?- volvió a
preguntar agudizando la aspereza de su voz y elevando el volumen. Norbert tragó en seco y al levantar el
rostro, lo tenía empapado de lágrimas. Un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Andrés, ascendiendo
desde sus rodillas hasta su garganta. Se apoyó contra la pared para no caerse. Sin avergonzarse de su
estado, o hacer el menor intento por ocultarlo, Norbert le respondió:
-Ese curandera se ha equivocado, me ha dicho que mi hija… mi hija,- hizo énfasis en esa característica
posesiva,- se está muriendo, que le queda poco tiempo de vida. ¡Está loca!- gritó desesperado mientras
que Andrés estaba aturdido e incrédulo. Buscó en la mirada de su peor enemigo y lo que vio le
atemorizó. Era un dolor tan profundo que quemaba las entrañas, pero por más fuerte que pudiera ser, no
era comparable con la terrible agonía de la que él empezaba a ser víctima. Los ojos se le humedecieron y
en un ataque de furia comenzó a pegarle a la pared con los puños cerrados. Con cada golpe lanzaba un
grito ahogado desde lo más profundo de su ser.- Solo quiere verte a ti o hablar contigo,- le informó
Norberto aprovechando que su rabia había disminuido, al menos en lo que era visible. Andrés le sostuvo
la mirada; por primera vez desde su regreso a esas tierras, no lo miró con odio, sino compartiendo un
sentimiento y un dolor que los uniría a los dos por el resto de sus vidas.- Te pido de favor que hables con
ella, no desea comer y…- le fue imposible seguir hablando ya que sus palabras se asfixiaron entre
lágrimas. En silencio, Andrés se dirigió con el paso entrecortado hacia la habitación de Ava. Quería salir
corriendo de ese lugar, quería cambiar el presente y manejar el futuro a su antojo; mas, nada de eso era
posible, salvo dedicarle cada segundo de su existencia a la mujer que amaba con tanta fuerza que no era
capaz de imaginar una vida sin ella.
_Nunca antes te había visto así,- expresó Josué muy preocupado.- Ava no debe verte así, eso puede
preocuparla, ella te quiere tanto como yo y ver sufrir a las personas que queremos no es bueno. ¡Acabo
de meter la pata!- reconoció, mirando con expresión de lástima a Andrés.
_ ¡Ahora no!- sentenció este último.
_Los amigos están en los momentos buenos y en los malos; y yo que soy como un hermanito para ti, no te
voy a dejar solo ni un solo momento,- no se dejó intimidar por la mirada de Andrés.
_Te lo advierto…
_Advierte todo lo que quieras, yo me quedo y punto,- pasar la línea que delimitaba el límite de la
paciencia de Andrés no era muy buena idea, por lo que Josué salió corriendo, escaleras arriba.
Andrés había tocado a la puerta con delicadeza varias veces pero nadie le respondía. Entró en la
habitación de Ava y se encontró a Josué, sentado a su lado en la cama con una sonrisa maliciosa. Le
pareció la peor broma de todas y la rabia volvió a resurgir. Lo fulminó con la mirada, pareciéndole que
no existía un peor lugar o momento para sonreír que ese. Ella estaba tendida en la cama, abrigada con
varias cobijas y con el semblante muy pálido. Una lágrima rodó por la mejilla de Andrés, mientras que
Josué sonreía alegremente. Se inclinó sobre ella para besarla en la frente y los ojos se le llenaron de
horror al descubrir los moretones que tenía en el brazo. Mientras él le profesaba devoción a la mujer que
enferma, reposaba sobre la cama, Ana Celeste irrumpió en la habitación y se le acercó por la espalda. Al
sentir el roce de la mano de su madre, sobre su hombro, Andrés la miró con desprecio y terminó el
contacto con un gesto brusco.
_ ¡Lárgate de esta habitación!- dictaminó, sin levantar la voz para que Ava no pudiera escucharlo.- ¡No
tienes derecho a estar aquí!- su puso de pie. Su fornido cuerpo se endureció, tensándosele los músculos
de la cara y apretando los puños.
_Tranquilo precioso,- dijo con ironía su madre, quien a su vez no podía negar la impresión que le
causaba la mirada endemoniada de Andrés.- Solo vine a ver como estaba la princesa,- todo en ella era
falso: sus palabras, sus gestos, incluso ella era una mentira, pensó Andrés interiormente, haciendo un gran
esfuerzo para no decirle cuanto la odiaba.- Está bien,- Ana Celeste se sentía intimidada por la precisión
de los movimientos amenazadores de Andrés. Salió de la habitación sin voltearse de espalda y prefirió
no encontrar su mirada con la de él.
_Estás aquí…- la voz de Ava sonó débil y tenía la mirada pérdida. Andrés se hincó rápidamente a su
lado y le besó las manos.
_ ¿Cómo te sientes mi vida?- las palabras le desgarraban la garganta y las manos le temblaban, casi sin
poder sostener la de Ava.
_Me siento muy mal… papá no me quiso decir nada, pero sé que la curandera dijo que voy a morir, lo
puedo sentir cuando respiro. Mi amor…- hizo una pausa y se incorporó, apoyando la espalda sobre las
almohadas,- mi amor, por favor, dime la verdad.- Su súplica dejaba a Andrés sin argumentos y con unos
deseos terribles de ser él quien estuviese muriendo.
_No te esfuerces, corazón,- quiso desviar la atención de Ava, ayudándola a acomodarse. En ese momento
entró Norbert acompañado del médico. Su nombre era Alejandro Cuevas, el mejor que había en todos los
alrededores. Estaba entrado en los cuarenta y debido a la fuerte carga de trabajo, no le quedaba ni un
pelo en la cabeza. No era un hombre atractivo pero su elegancia le hacía ser singular.
_Aquí está el doctor, mi niña. Él te va a decir todo lo que tú quieras saber,- las lágrimas bañaban el
rostro de Norbert, quien besó con ternura la frente de su hija. Andrés estaba a punto de explotar, había
optado por no mirar hacia donde estaba Josué, no podía entender que era lo que le parecía tan chistoso
que no dejaba de reírse.
_Lamento ser yo el portador de tan malas noticias,- la voz del médico le ponía un toque dramático al
momento. Miradas perturbadas cruzaban la habitación de un extremo a otro,- pero es inevitable que lo
diga…- Alejandro se acercó a Norbert y le dio unas palmadas en el hombro.- Lo siento mucho, de
verdad, pero el diagnóstico que les tengo que dar es fatal: Ava, su pequeña hija,- se dirigió
específicamente a su amigo Norbert,- padece de una enfermedad incurable y le queda muy poco tiempo
de vida.
Un puñal frío como el hielo e hirviendo como hierro derretido se clavó en el corazón de Andrés,
haciendo que dejara de respirar. Miles de ideas llenaron su mente. Los recuerdos de los momentos
vividos con Ava, pasaron frente a sus ojos en ráfagas veloces. Se imaginó un mundo sin ella y todo era
mucho más oscuro de lo que él conocía hasta entonces. Simplemente, sin ella, para él no había vida.
_Disfruten cada segundo de vida que le queda, para hacerla feliz y consentirla en todo. Denle todo su
amor y comprensión. En estos momentos ese es el mejor bálsamo,- el doctor se permitió ofrecerles un
consejo.- Ahora los dejaré solos, porque este es un momento muy privado. De verdad, lo siento mucho,-
se despidió de Norbert y se retiró haciendo el menor ruido posible.
_ ¡No me quiero morir!- se desahogó Ava con el rostro empapado en lágrimas.
_Tranquila mi amor,- se acercó su padre para abrazarla, mientras a sus espaldas, ella le suplicaba con la
mirada a Andrés su amor.- ¿Qué quieres hacer? ¿Quieres algo en especial?- No habría existido algo en
todo el mundo que Norbert no hubiese sido capaz de hacer o de buscar con tal de propiciarle, lo que
pudiera ser, una última felicidad a su hija.
_Me dejas un momento a solas con Andrés papá, lo que más quiero en este momento, solo él puedo
dármelo,- le confesó Ava a Norbert, quien obedeció de inmediato, dejándolos solos. -Estaré afuera, por
si me necesitas. Solo tienes que llamarme y aquí estaré mi niña,- tenía que hacer un gran esfuerzo para
coordinar las ideas coherentemente y para que las palabras fluyeran. En un ataque desesperado de pasión,
Andrés se hincó a su lado y unió sus labios a los de ella, alegando:
_Pide lo que quieres. Si deseas una estrella, el sol, la luna, lo que sea del firmamento… yo mismo voy y
te lo traigo.- Las lágrimas saltaban de sus ojos mientras que el dolor le arrugaba el corazón.
_Ninguna de esas cosas que has dicho me hará feliz, en cambio tu amor sí,- le aclaró Ava tomándole el
rostro entre sus manos.
_Pero ese ya lo tienes desde antes de conocerte. La única razón por la cual respiro eres tú, mi artificial
existencia está ligada a tu nombre. Lo más pequeño que hay en mí, que es la parte buena, esa solo te
pertenece a ti… y aunque me gustaría decir lo contrario, la mala también porque yo soy todo tuyo. Ava,
todas las personas tienen algo que agradecerle a Dios, en cambio yo no, yo te agradezco a ti, por
aceptarme en tu vida y por llenar la mía. Tú eres mi alma, yo solo soy el cuerpo y la mirada de un…- se
vio obligado a reprimir sus impulsos y callar la verdad de su existencia.
_Sé que tengo tu amor y tu cuerpo, pero yo quiero más. Quiero tener la satisfacción de morir siendo tu
esposa,- declaró de repente, dejando sin palabras a Andrés. El aire que se colaba por la ventana
empezaba a enfriar demasiado, provocando los temblores de Ava.
_Mi cielo, no sabes quien soy en realidad. Lo único de lo que puedes estar totalmente segura es de mi
amor, ese si es todo tuyo en cuerpo y alma, no tiene nada que ocultar y mucho menos miente. Aun así,
¿Estás segura de que tu último deseo es ser mi esposa?- Andrés tenía los labios entumidos y la mirada tan
triste como nunca antes pensó que podría estar.
_Quiero que todas las que quisieron conquistarte se mueran de la envidia y que vean que solo yo pude
conseguirlo,- bromeó Ava.
_Tus deseos son órdenes. Tú felicidad es la mía.- Andrés la volvió a besar en los labios, pareciéndole el
beso más amargo que había probado. Cada segundo que sus labios experimentaban el placer de saborear
los de ella, significaba que el tiempo corría y que esa podría ser la última vez que la besara.
_ ¡Entonces tendremos boda y todo!- exclamó emocionado Josué, radiante de felicidad, dando brincos
alrededor de la cama donde descansaba Ava.
_Papá,- llamó ella con su voz débil y de inmediato Norbert apareció.
_ ¿Deseas algo? ¿Te sientes mal?- la preocupación de Norbert hizo palidecer a Ava, quien se apresuró en
responder:
_Estoy mejor que nunca papá. Andrés tiene una excelente noticia que darte, espero que nos des tu
bendición. Después de todo quien sabe si esta sea la última vez que puedas hacerlo,- ratificó el estado
fatídico de su enfermedad. Bastó solo con que Andrés le expusiera la situación para que urgentemente,
Norbert aceptara, deseando solo complacer a su hija. Ava había insistido en realizar la boda esa misma
noche, alegando que esperar a mañana era un riesgo innecesario que no estaba dispuesta a correr. En
menos de dos horas lo tuvieron todo listo para realizar la ceremonia eclesiástica esa misma noche.
No habría invitados y mucho menos fiesta, sería una ceremonia familiar, más bien como un funeral, al que
irían vestidos de novios. Lucía, una de las empleadas de servicio fue la encargada de ayudar a Ava a
maquillarse y vestirse. Ella misma le cortó las mangas al vestido de novia que había usado la madre de
Norbert el día de su boda. Arreglaron el jardín delantero, colocando varias mesas y algunas sillas, todas
con manteles blancos. Enredaderas naturales cercaban el estrecho espacio donde se realizaría la
ceremonia y las orquídeas, las flores favoritas de Ava, eran el único adorno.
Andrés estaba parado al lado del pequeño altar recién inventado, sin más compañía que su fiel amigo,
Josué.
_De verdad te ves hermoso,- no dejaba de sonreír, disfrutando todo lo que pasaba a su alrededor. Andrés
no estaba de ánimo para escucharlo; por lo que prefirió concentrarse en todo lo que tenía planeado para
hacer de Ava la mujer más feliz. Cada segundo contaba y el aire cada vez se le hacía más denso
impidiéndole respirar, ya ni siquiera recordaba cuán importante era el oxígeno para seguir viviendo.- Si
yo estuviese vivo y hubiera sido mujer, me estaría muriendo por tu amor,- bromeó Josué.
Andrés escuchó el tintineo de unas campanas y el corazón le latió acelerado, queriéndosele salir del
pecho. Detrás del altar, inspirando confianza y seguridad se encontraba el padre Gerardo, con su túnica y
todos los atuendos necesarios para realizar una boda legítima. Andrés lo miró con admiración por la fe
ciega que le profesaba a un Dios que nunca había visto y que no reconocía, siquiera, su existencia. Ana
Celeste, ocupaba una de las sillas de la primera mesa, luciendo un vestido rojo, como siempre con un
escote demasiado pronunciado y exagerado para su edad. El cosquilleo que sentía en el estómago y los
sudores de sus manos aumentaron al percibir a Ava, acercándose a él del brazo de su padre. La belleza
de un ángel o la de una diosa hubiera sido insignificante en comparación.
Ella caminaba despacio, con el pecho erguido y sujetando fuertemente el ramo de orquídeas azules que
tenía entre sus manos. Su vestido era tan blanco como el terciopelo de una nube, con pequeños diamantes
incrustados en el corcel que se ajustaba al delgado cuerpo y luego se abría en un aro que le permitía
mover las piernas con sutil elegancia. Un fino vuelo de encaje se levantaba alrededor del cuello,
formando también el escote. Tenía el cabello recogido hacia un lado por una orquídea, con el resto
cayéndole sobre el hombro en unos rizos perfectos. El largo velo nacía desde el medio de su cabeza y le
arrastraba más allá del propio vestido. No existía nada más para él, solo ella. El ligero maquillaje
ocultaba la palidez de su rostro y también las ojeras. Bastó una sonrisa de Ava, el mundo dejó de girar
para detenerse en sus labios carnosos y en sus ojos brillantes por la emoción.
_Aquí te entrego lo más valioso y querido que hay en toda mi vida. Te entrego el único pedazo de mi
alma que guardo intacto, dentro de una cajita de cristal, para que no se lastime ni con la brisa fresca y
suave,- junto a las palabras de Norbert, entregándole la mano de su hija a Andrés, salieron las lágrimas
del más profundo dolor pero también de un inmenso orgullo, el cual sería imposible describir.
_Así la tomo yo, como el pedazo de cielo que me fue concedido en vida,- aceptó la mano de Ava,
mirándole fijamente a los ojos mientras que Norbert se despidió de su hija con un beso en la frente.-
Puede comenzar la ceremonia padre,- le indicó al sacerdote, entrelazando su mano con la de Ava. Jamás
había temblado tanto con el roce de alguna persona y mucho menos se había sentido tan vulnerable e
infeliz al mismo tiempo. Emociones tan encontradas, sentimientos tan ambivalentes se adueñaban de él
por fracciones de segundos. Estaba desprovisto de razonamiento. El corazón había tomado las riendas de
su vida, solo deseaba tenerla junto a él hasta que sus latidos se extinguieran. El padre asintió con la
cabeza y comenzó su discurso:
_Estamos aquí reunidos para celebrar el matrimonio de Ava y Andrés, dos almas que han decidido
libremente unir sus vidas en sagrado matrimonio para siempre…- las palabras del sacerdote se fueron
haciendo distantes, mientras él se perdía en el brillo de los ojos marrones que tenía delante y a los cuales
podía quedarse admirando por toda una eternidad. Los encontraba llenos de vida, de pasión y le hacían
despertar sus deseos más profundos de amarla, olvidando incluso quien era él, o su pasado tan triste y
devastador. Dio el sí consciente de que era un gran mentira; él no era merecedor de su amor, era un
asesino y esa verdad, Ava, jamás podría saberla. Sellaron su unión con un beso profundo que le quemaba
los labios de tanto amor.
_ ¿Te sientes bien?- le preguntó preocupado Andrés al notar como le fallaban las piernas a Ava. La
sostuvo por la cintura para evitar que pudiera caerse.
_Creo que llevo mucho rato de pie, he tenido que hacer un gran esfuerzo y ya me estoy quedando sin
fuerzas. ¿Puedes llevarme a mi habitación?- hablaba tan bajito que apenas era audible y su mirada había
perdido el brillo de la emoción.
_De ninguna manera,- se negó Andrés, tomándola por sorpresa.- Eres mi esposa, y como tal, a partir de
hoy dormirás en mi casa, en mi cuarto y en mi cama,- sonrío ligeramente. Norbert consintió de inmediato
que Andrés la llevara a su casa, después de todo ya eran marido y mujer; pero aun así le hizo prometerle
que a la menor recaída de Ava, le avisaría.
Al llegar a la hacienda, ella se había quedado dormida, por lo que Andrés la tomó en sus brazos y la
llevó cargado hasta su habitación. Muy despacio subió la escalera, cuidando de no hacer el menor ruido.
Le dio la vuelta al llavín de su recámara y la apoyó sobre la cama, colocando primero su rodilla para
hacer contrapeso. Corrió deprisa a cerrar las ventanas, la noche estaba muy fresca y la luna llena se
imponía.
_Me quedé dormida,- murmuró Ava, despertándose con el ruido de una ventana que se negaba a ser
cerrada.
_Lo siento, no quería despertarte,- se disculpó más consigo mismo que con ella.
_No te preocupes, de todos modos necesito ir al baño. ¿Puedo?- le consoló ella, justificando su
despertar.
_Por supuesto mi vida, esta es tu casa. No es ni mía ni de nadie más, es solo tuya y se hace lo que tú
digas,- Andrés hablaba con total devoción. Su rostro iluminado por la luz de la luna que aún seguía
colándose por la ventana, parecía perfecto, de porcelana, como si hubiese sido tallado a mano por un
alquimista. Le ayudó a levantarse de la cama y la acompañó hasta la puerta del baño.
_ ¿No piensas regalarme una noche de luna de miel?- preguntó al regresar. La voz de Ava había
recuperado su sensualidad y ese tono agresivo que hacía parecer que era la dueña del mundo. Su mirada
tenía el mismo brillo que Andrés percibió cuando Norbert se la entregó frente al altar y su pecho estaba
otra vez erguido. Había sustituido el vestido de novia por su piel desnuda. Andrés, estupefacto, sintiendo
que le faltaba el aire, notando tan repentino cambio, la examinó de arriba abajo. Embelesado por la
exquisitez del cuerpo, hecho a la medida, para él, respiró profundo y tragó en seco.
_Yo no creo que sea buena idea mi amor, no es que no lo desee con todas mis fuerzas,- se justificó de
inmediato.- Puede hacerte daño, estás enferma,- tener que recordárselo le dolió profundamente pero no
podía arriesgarla y mucho menos arriesgarse él a perderla. Ella explotó en una estrepitosa carcajada que
reflejó la fuerza de sus pulmones y el estado de salud inmejorable de su cuerpo en su totalidad.- ¿No
tienes nada, cierto?- Andrés había captado la señal. Se mordió el labio inferior y esperó ansioso y
descontrolado, la respuesta.
_ ¡Por supuesto que no!- soltó ella, como un niña que revela el lugar donde ha escondido su juguete.- Te
dije que te casarías conmigo, ¡Ya lo ves! Yo consigo todo lo que me propongo y desde el primer día que
te vi dije que si no me casaba contigo no lo haría con nadie. Como entenderás no me iba a dar por
vencida, estar enferma resultó ser muy buen recurso,- se burló Ava, segura y firme en cada palabra que
decía.
_ ¡Estás loca!- gritó Andrés muy enojado- He pasado los peores días de mi vida, lloré como nunca pensé
que un hombre podía hacerlo por una mujer…- tenía los puños cerrados y la mirada encolerizada.
_Nosotros, no somos nada el uno sin el otro.
_Me mentiste, creí que te iba a perder y me sentí vacío,- Andrés apretaba los dientes para evitar gritarle.
_Aprendí del mejor postor. Además, ¿No te da gusto que todo sea una mentira y que ahora sí seamos
marido y mujer para siempre?- las palabras de Ava le hicieron sentirse vivo. Escuchó los latidos de su
corazón y se olvidó de todo lo que acababa de suceder. La tendría junto a él por el resto de la vida,
porque ni siquiera su afán de protegerla la arrancaría de sus brazos. Por otra parte, su instinto masculino,
su parte más primitiva se había despertado para decirle que ansiaba hacerle el amor a esa mujer como
nunca antes en su vida. Ella leyó la emoción en su mirada y se lanzó sobre él, cayendo a horcajadas en su
cintura- ¡Quiero que me hagas el amor sin límites y sin frenos!- le ordenó al oído y después le robó un
beso. Andrés la sujetó por la parte baja de los glúteos con una mano y con la otra le acariciaba la espalda
formando círculos en movimientos eufóricos. Ella le rozó los labios con la punta de su lengua y los dos
perdieron la voluntad, se convirtieron en esclavos de sus instintos sexuales.
_ ¡Eres la peor de todas las mentirosas!- le susurró al oído, dejando que sus labios la tocasen y jugando
con el lóbulo de su oreja.
_Eso es cierto, pero también soy la mujer por la que te mueres de deseo y amor, a la que en estos
momentos están deseando devorar con tus besos y tus acaricias,- cada una de sus palabras reflejaba el
estado de Andrés. Sin poder posponerlo más, la dejó caer encima de la cama, pero ella se movió como
una serpiente misteriosa y quedó a horcajadas encima de él, sintiendo entre sus piernas la erección. Él la
fue acariciando desde los tobillos a las rodillas, después los muslos y finalmente rozó el núcleo de su
feminidad. Ava gimió de placer.
-¡Perfecta!- murmuró Andrés. Atrapó un seno con la boca y bebió de él con devoción. Ava se deslizó un
poco más abajo y de un tirón le quitó los pantalones y los calzoncillos. Al sentir el roce de sus labios,
sobre la parte más sensible de su cuerpo, y los dientes que amenazaban con morder si hacía algún
movimiento brusco, Andrés pensó que no sería capaz de seguir aguantando el clímax que estaba a punto
de explotar. Sentir su calor y su humedad era más de lo que un ser humano podía soportar. Ava río al ver
la reacción de él. Ese hombre temblaba ante sus encantos y sucumbía a sus deseos, como hechizado por
una fuerza mayor. Sus movimientos se hacían veloces para después recuperar la calma, haciendo que
subieran y bajaran de un planeta que solo existía para ellos. Sin dejar de mirarse a los ojos hicieron el
amor sin detenerse a recuperar el aliento. El más ligero de los movimiento provocaba que el fénix del
deseo resurgiera, para atraparlos en una danza sexual que nunca terminaría.



Capítulo 9- El infierno existe.
Amaneció y era su primer día como marido y mujer.
_Siento haber inventado lo de la enfermedad,- su disculpa era sincera.- Pero eso no significa que no lo
volviera a hacer si otra vez corriera el riesgo de perderte,- sentenció besándolo en los labios. Andrés la
tomó por la cintura e hizo que se sentara encima de su regazo, ella le pasó un brazo por encima de los
hombros y metió sus dedos dentro del cabello negro que alcanzaba el cuello.
_A partir de ayer, solo la muerte podrá separarme de ti. Ni siquiera quien soy será un obstáculo para que
te siga al fin del mundo sin importar que tenga que caminar encima de vidrio molido o de carbones
encendidos,- le aseguró Andrés acariciándole la espalda.
_Creo que te estás poniendo demasiado sentimental,- se burló Ava.- Yo prefiero al Andrés salvaje que
tiene la mirada más penetrante y peligrosa que haya visto en mi vida. Al que todos evitan tener cerca,
excepto las mujeres por supuesto,- aclaró.- Te quiero entero y completo sin importar quién eres o que hay
dentro de ti. Estoy condenada a amarte toda mi vida, sin derecho a revocar esa decisión.- Andrés la
abrazó.
_ ¿Ahora si me vas a decir como convenciste al médico para que te ayudara?- Ava leyó el odio en su
mirada y se apresuró a decir:
_Él fue quien ayudó a mi madre a traerme al mundo. Es un hombre muy sentimental y generoso, siempre
ha tenido una especie de debilidad por mí. Le conté que estaba locamente enamorada de un hombre, el
cual estaba segura que sentía lo mismo por mí… y así fue como aceptó ayudarme. Pero si estás pensando
en desquitártela, te advierto que pierdes tu tiempo; porque le di suficiente dinero como para que dejara
este maldito pueblo de una vez por todas y se fuese lo más lejos posible con su familia a hacer realidad
todos sus sueños.- Andrés entendió que Ava era una estratega profesional, no solo había ideado el plan
perfecto para hacerlo sucumbir a sus deseos sino también se anticipó a sus emociones.
_ ¡Eres un demonio!- atrapó su boca con la suya y el deseo dijo presente.
Sentados en la terraza de la hacienda “Luz de mi vida”, junto a Norbert y Ana Celeste, después de
explicarle a su padre todo el plan siniestro que había ideado para convertir a Andrés en su esposo, Ava y
Andrés disfrutaban de su amor a plenitud. La primera reacción de Norbert fue reprocharle por haber
jugado con su salud, pero después le agradeció a la vida.
_Parece que no estás feliz con la noticia. Dime, exactamente qué es lo que más te molesta: ¿Qué no haya
estado enferma de verdad o que Andrés sucumbiera a la tentación de ser mi esposo?- Ava habló con
ironía, dirigiendo su mirada hacia Ana Celeste quien no podía disimular su desagrado.
_ ¡Qué tonterías dices, cariño!- esbozó una sonrisa tan fingida que casi se le quiebra la piel de las
mejillas.- Por supuesto que estoy feliz con ambas,- Norbert miró a Ava en forma de súplica, no quería
que nada estropeara la felicidad de saber que podría disfrutar de su hija por un largo tiempo. Ella aceptó.
Poniéndose de pie, Ava, se sentó en el brazo del sillón que ocupaba Norbert. Andrés estudió la escena, la
mujer que amaba le acariciaba la mejilla al hombre que él tenía pensado asesinar. Por un momento le
pareció que Norbert lo observaba tratando de descifrar su expresión.
_ ¡Te amo, papá!- se despidió Ava, aferrándose al cuello de su padre.- Que esté casada no significa que
deje de ser tu niña pequeña, consentida y la persona que daría la vida por ti.- Andrés sintió una punzada
en el pecho, pensando en la veracidad de dichas palabras. Norbert permaneció de pie en la puerta
mientras ellos se marchaban.- ¡Linda noche!- le aseguró ella apoyando la cabeza sobre su hombro.
_También ha sido un largo día.
Ava y Andrés estaban desayunando juntos en el comedor cuando sintieron un ruido que hizo que él se
molestara.
_No te preocupes, iré a ver de que se trata,- la tranquilizó Andrés. Se puso de pie y la besó en la frente,
pero cuando fue a dar el primer paso se encontró a Matías tratando de detener a Leonel.- ¡Déjalo pasar!-
le ordenó a su empleado y el brillo de su mirada se volvió un fuego que apenas comenzaba a arder.-
¿Quieres sentarte?- se dirigió a Leonel.
_Este hombre sí que es estúpido, mira que venir a meterse a la boca del lobo, hay que ser idiota,- se
burló Josué dando círculos alrededor de Leonel.
_Fui a buscarte a tu casa y me dijeron la absurdez de que te habías casado con este hombre,- Leonel se
dirigía a Ava como si Andrés no estuviese presente.- ¿Te amenazó, cierto? Dime que fue lo que hizo para
convencerte de semejante estupidez, una mujer como tú nunca tendría algo con un tipo como él. ¿Es que
no lo ves? ¡Son como el día y la noche!- él mismo respondió su pregunta mientras la venas de su cuello
se hinchaban. Empezó a caminar hacia Ava.
_Yo que tú no me acercaba más,- le aconsejó Josué. Andrés se interpuso en el medio como una gran roca
volcánica a punto de echar lava por los ojos.
_Creo que sería una estupenda idea que en este mismo momento te largaras de mi casa,- aunque intentó
parecer calmado, los músculos de su cuerpo iban cobrando vida y se tensaban, haciéndolo parecer un
monstruo sin alma.
_Leonel, cuando Andrés entró en mi vida me juré a mí misma que solo la muerte podría separarme de él.
No creo que haya algo más que decir con respecto al tema… y una vez aclarados todos los puntos. Te
pido que te retires de mi casa sin haber dejado huella de que alguna vez estuviste aquí,- Ava se levantó
muy molesta, tomó el vaso de jugo de naranja en una mano y se retiró. Ni siquiera se despidió de Andrés,
en el fondo le daba miedo lo que había visto en sus ojos. Al llegar al pie de la escalera lanzó el vaso al
suelo y corrió hasta su habitación. Al llegar le pasó el pastillo y se recostó de espalda, huyendo de algo
que aún no sabía que era.
_Ava, por favor, abre la puerta. Necesitamos hablar,- escuchar la voz de Andrés hizo que un temblor le
recorriera todo el cuerpo. Sin embargo su corazón no conocía las razones para interponer un pedazo de
madera entre ellos cuando podía tenerlo cerca y acurrucarse a su lado. Se dio la vuelta muy despacio y
quitó el seguro de la puerta. La sintió abrirse pero ella no veía nada. Las manos de Andrés le tomaron sus
muñecas y fueron ascendiendo hasta sus hombros. La atrajo hacia él para abrazarla.- ¿Quién eres?-
preguntó ella arrepintiéndose de inmediato, él era el hombre que amaba y eso era más que suficiente.
_Algo que no tiene derecho a manchar tu existencia,- Andrés la cargó en brazos y se sentó en la cama
para después apoyarla en su regazo.
_Tiene derecho a saber toda la verdad, dísela tú mismo antes de que otra persona lo haga y tergiverse los
hechos a su conveniencia. Este es el momento más apropiado, está vulnerable y ha abierto su corazón
para que tú le cuentes todo lo que hay dentro del tuyo. ¡Será ahora o nunca!- las palabras de Josué le
parecieron sabias, pero la parte de él que aún sabía amar, la que le pertenecía en absoluto a Ava le
amenazaba con suicidarse si por su culpa la perdía. Vio como el niño apoyaba su manecita encima de su
hombro y entendió que había sido él quien le quitó la vida, y aun así permanecía a su lado. Tal vez existía
una posibilidad de que Ava lo comprendiera, no que lo justificase, pero sí que su amor pudiera más que
todo lo demás. Besó a su mujer en la frente, pegando sus labios con devoción a la piel.
_Esta no es la primera vez que vengo a estas tierras, aquí nací. No precisamente en esta hacienda pero si
en la que tú vivías antes,- aunque Ava se sorprendió ante su confesión, pero prefirió escuchar la historia
hasta el final.- Mi padre era el antiguo dueño, allí vivíamos mi hermana, mis padres y yo. Recuerdo que
éramos una familia feliz, o al menos eso es lo que mi mente quiere creer. Cuando tenía cinco años hubo
un incendio que no fue accidental sino absolutamente planeado. El único sobreviviente fui yo,- hizo una
mueca con la boca. Ava entrelazó sus dedos con los de él.- Me quedé solo siendo un niño temeroso de la
oscuridad y del hambre. Durante mucho tiempo viví en la calle y fue justo el primer día cuando asesiné a
la primera persona…- se hizo el silencio y Andrés esperó la reacción de Ava. Su anestesia le pareció un
mal síntoma pero aun así decidió seguir.- Era un niño inocente,- sonrío al pensar en Josué como alguien
puro de alma,- quien no tenía culpa de mi desgracia pero a partir de ese momento yo dejé de creer en
culpables e inocentes. Una fuerza interna que tenía más potencia que yo, empezó a dominar mi vida. El
odio se convirtió en mi alimento y mi agua. Después fui a dar a un orfanato y allí fue donde aprendí todo
lo que sé hoy. Regresé buscando venganza de las personas que le habían destruído a mi familia y encontré
a mi madre viva y casada.- Ava se puso de pie de un salto y lo miró con los ojos desorbitados.
_ ¿Es Ana Celeste? ¡Lo sé! Lo supe desde la primera vez que los vi juntos, había un parecido tan grande
entre ustedes que hasta un ciego sería capaz de verlo,- Andrés no tuvo necesidad de responderle, la
lágrima que rodó por su mejilla era una respuesta rotunda. -¡Dios! ¿Cómo ha sido esa mujer incapaz de
reconocer a su propio hijo?- Ava tomó el rostro de Andrés entre sus manos y lo obligó a mirarle a los
ojos. -¿Tuvo ella algo que ver con el incendio?- soltó la pregunta y Andrés percibió que estaba cargada
de significados más allá de un sí o un no.
_Ella misma me lo confesó. Creo que le estaba ahogando la necesidad de que alguien supiera el mejor
mérito de su vida: deshacerse del marido y los hijos que le impedían ser feliz.- Andrés caminó pegado a
Ava hasta la ventana. Ella tenía el semblante inexpresivo.
_ ¿Exactamente qué fue lo que sentiste?- las preguntas que ella estaba haciendo tomaba un rumbo muy
distinto al que Andrés hubiese esperado.
_Solo soy capaz de sentir cuando estoy cerca de ti. Mis emociones y sentimientos murieron ese día en el
incendio.
_En cambio yo en estos momentos me siento más viva que nunca… ¿Puedes abrazarme?- su suplica
desarmó a Andrés quien la cubrió con sus brazos y le apoyó la cabeza sobre su pecho. Con una mano le
acariciaba la espalda mientras con la otra jugaba con su cabello.
La actitud de Ava lo había desconcertado. Después de dar instrucciones a sus trabajadores sobre los
nuevos caballos que acababan de llegar de La India, Andrés sintió la imperiosa necesidad de buscar a
Ava, se subió a su caballo alazán y pinchando con las espuelas al pobre animal, galopó a toda velocidad.
Matías lo recibió en las caballerizas de la hacienda.
_ ¿Le sucede algo patrón?- se aventuró a preguntar el hombre, cubriéndose el rostro con el sombrero.
_Solo toma a mi caballo y llévalo a su lugar, tengo…- salió corriendo al interior de la casa sin saber por
qué lo hacía. Ni siquiera notó la presencia de la servidumbre haciendo sus quehaceres diarios. Subió los
peldaños de la escalera de dos en dos y al llegar a su habitación se encontró una puerta abierta de par en
par que anunciaba una total desolación. -¡Ava!- gritó Andrés.- ¡Ava!- volvió a llamar.
_ ¿Crees que se ha ido por lo que le dijiste hoy? ¿Piensas que se atemorizó?- Josué apareció detrás de él.
Andrés no supo que responderle y torció la comisura de los labios. Miró expectante al niño y de pronto
una chispa se iluminó en su mirada.
Llegó a la hacienda de su enemigo y le indicó a los guardias con gesto impaciente que lo dejaran pasar.
Después corrió al interior de la casa.
_Buenos días señor Andrés,- lo saludó amablemente Serafín, haciendo una leve inclinación de cabeza.
_ ¿Dónde está Ava?- preguntó desesperado.
_Creo que ha subido a ver a la señora Ana Celeste. A mí también me extrañó,- corroboró Serafín ante la
mirada inquisidora de Andrés quien se quedó paralizado por un momento. Despertó de su enajenación
como si hubiesen transcurrido horas y dejando a Serafín aún más desconcertado caminó hacia la
habitación de Ana Celeste.
El murmullo de la voz de Ava se imponía por encima del silencio que inundaba la casa. Se dejó guiar por
su sentido auditivo hasta dar con una puerta herméticamente cerrada que le impedía el paso.
_Ava, por favor, ábreme la puerta- llamó, suplicándole con todo su ser. Escuchó un grito ahogado que
debió venir de la boca amordazada.- ¡Mi vida!- Andrés golpeaba la puerta débilmente con las manos,
apoyando la frente en esta.
_ ¿Qué sucede?- preguntó agitado Norbert, quien llegó seguido por Serafín.
_ ¡Ava!- volvió a llamar Andrés, ignorando la pregunta de Norbert.- Necesito que abras la puerta ahora
mismo,- le rogaba a su cuerpo que la fuerza de sus palabras le llegase a ella.
_Parece que Ava no es tan mansa como yo creía, es bien fuerte,- comentó Josué.- ¡Vamos Andrés! ¿Qué
estás esperando? -Andrés captó la señal pero antes de hacerlo lanzó una mirada a Norbert, cargada de
todo el odio que había estado reprimiendo.
_ ¿La ha descubierto, cierto?- la pregunta de Norberto era una interrogante a todo lo que él necesitaba
saber. Andrés dio un paso atrás para coger impulso y derribó la puerta concentrando toda la fuerza del
cuerpo en su hombro. Al irrumpir en la habitación encontró a su madre hatada a una silla de manos y pies
y con la boca amordazada con un pañuelo. Ava estaba parada frente a ella, con los ojos saliéndose de
órbita. En sus manos sostenía un puñal con el que ya había herido a su víctima en el cuello y en el
antebrazo derecho. Andrés no se atrevió a dar un paso más, reconoció en la mirada de Ava la misma
convicción que él había sentido cuando cometió su primer asesinato. Sintió la respiración de Norbert
casi en su nuca y sabía que Serafín también estaba muy cerca. A pesar de tener conocimiento de la
presencia de los hombres en la habitación, Ava volvió a hacer la pregunta que martillaba su corazón:
_ ¿Cómo lo hiciste? Fuiste dándole veneno poco a poco para que su corazón dejara de latir y todos
creyéramos que padecía una larga y penosa enfermedad. Conociéndote un poco mejor, creo que tu estilo
fue asfixiarla con la almohada para salir de ella lo más rápido posible,- las palabras de Ava eran
interrumpidas por los sollozos que le provocaba saber que de no haber sido por Ana Celeste, tal vez su
madre estuviera viva. Los ojos suplicantes de la mujer miraban de Andrés a su marido, buscando en ellos
un consuelo que le diera la esperanza de creer que saldría viva de allí. Andrés se fue acerando
lentamente a Ava, quien mantenía la daga en el aire, y la abrazó por la espalda. Sin ejercer fuerza alguna,
fue bajándole la mano.
_Ella mató a mi mamá- sollozó Ava dejando caer todo el peso de su cuerpo sobre el pecho de Andrés.
_Y también a la mía, a mi padre y a mi hermana, porque esa mujer no es mi madre. Esa palabra le queda
demasiado grande,- todos los presentes en la habitación quedaron boquiabiertos y una lágrima rodó por
la mejilla de Ana Celeste. Abrazando a Ava con todas sus fuerzas, Andrés fue dando pasos marcha atrás
para sacarla de allí.
_ ¿Por qué papá?- susurró ella haciendo que Andrés se detuviera frente a él. Ana Celeste aprovechó el
momento para intentar zafarse pero todo lo que consiguió fue caerse de costado y pataletear como una
niña pequeña- ¿Por qué? ¿Por qué encubriste todas las barbaridades que esta mujer hizo? ¡No sé cuál de
los dos es peor asesinó! Si ella por efectuar los crímenes o tú por ocultar semejante barbaridad. Ni
siquiera sería capaz de reprocharle a Andrés el acabar con tu vida tanto como con la de ella.- Norbert se
quedó petrificado sin pestañear mientras las lágrimas salían a borbotones. Ava se negó a creer en ellas.
Andrés entendió que era el momento de soltarla, ella era quien tenía que decidir su propio destino. La
forma en que lo miró le hizo comprender que algo dentro de ella había cambiado y eso lo incluía a él
también. Con paso tembloroso, Ava salió de la habitación y Andrés pensó que aunque con ella se fuera el
último pedazo de su alma que estaba viva, no tenía derecho a retenerla.
_No te preocupes, ella siempre volverá a ti- le aseguró Josué y salió tras ella.
_No le pierdas ni pie ni pisada, en estos momentos necesitará tu ayuda más que nunca. Haz todo lo que te
indique siempre y cuando no ponga en riesgo su vida,- le ordenó Andrés a Serafín. El fiel mayordomo
siguió las instrucciones y se dispuso a acompañar a Ava al fin del mundo si fuese necesario.
Una vez solos en la habitación, Andrés le pasó el seguro a la puerta y colocó la silla a la que estaba
hatada Ana Celeste, en su sitio. Miró de uno a otro y pudo sentir como el aire tenía un filo cortante entre
ellos. No sentía odio ni venganza, estaba tan vacío como nunca pensó que podría estar. Después de
perder a Ava, ya nada tenía sentido. De pronto las imágenes del fuego consumiendo la que había sido su
casa, el calor que le arrugaba la piel y los latidos desesperados de su corazón, le hicieron revivir al
monstruo que vivía en su interior.
_Siempre supe que este momento llegaría,- Norbert rompió el silencio. Andrés pudo ver la veracidad de
sus palabras reflejada en sus ojos.- Durante años tuve la impresión de que uno de ustedes regresaría de su
tumba para hacernos pagar. A ella por el crimen y a mí por cobardía. Pero en cuanto te vi supe que no
eras un fantasma sino un cruel sobreviviente de la peor de las barbaries. Quise alejar a Ava de ti pero lo
que sentía era demasiado fuerte; y otra vez me dejé dominar por el amor que le tengo a las mujeres de mi
vida y permití que se quedara cerca de toda esta miseria humana.- Norbert parecía aliviado de poder
desahogarse. Cerró los ojos y respiró profundamente. Andrés miró la daga ensangrentada que le había
quitado a Ava.
_No sé como pudiste fingir también durante cinco años, porque ni siquiera me reconociste cuando llegué
aquí, solo intentaste meterte entre mis pantalones,- las palabras de Andrés eran cortantes mientras se
dirigía a su madre.
_ ¡No lo hagas, Andrés! No importa lo que ella haya dicho, soy su padre y a pesar de todo me ama. Mi
fantasma vivirá entre ustedes por el resto de sus vidas y terminará por consumir ese amor en una profunda
letanía que los irá matando en vida,- Andrés sabía que lo que estaba diciendo Norbert era cierto.- Deja
que Ana Celeste y yo pongamos fin a esta patética historia, que justificándose con el amor solo fue de
odio, muerte, traiciones y sangre por todos lados.- Andrés ya no alcanzó a escuchar esto último porque
había salido corriendo en busca de Ava. Al llegar al portón de hierro escuchó dos disparos que
provocaban el embrollo entre los empleados que buscaban de donde provenían.
Sin mirar atrás, Andrés caminó arrastrando sus pies, poniéndole fin a la historia de su vida pero también
a su existencia. Josué quien había regresado a su lado, como siempre, le palmeó el hombro y caminó en
silencio.










Capítulo 10- Rejas
_No puedo siquiera pensar en una segunda oportunidad con ella. Sería como soñar con atrapar los
rayos del sol entre mis manos sin que estas se derritieran, pero tampoco puedo pensar en vivir sin
ella; eso sí es un absurdo, es un problema sin solución real o irreal. No sé para qué te sigo hablando si
ya sé que no existes, no eres más que un vil producto de mi imaginación. ¡Y yo que me creía
invulnerable! ¡Ya veo que no es así! Estaba tan necesitado de afecto y de atención que tuve que traerte
de regreso, aunque fuese dentro de mi mente. No logro comprender es por qué te escogí a ti, supongo
que porque tuviste la suerte de ser el primero. Eso también es otra mentira, tampoco sé si tú deseabas
morir. En estos momentos importa poco, ya ha pasado demasiado tiempo, no debe quedar nada de ti.
Algo si debes saber: llegaste a mi vida en el mejor momento, justo cuando más lo necesitaba, un ángel
no eres porque no tienes el aspecto y mucho menos yo soy el tipo de persona que merezca uno; así es
el destino tan ocurrente e impredecible, nos mueve a todos a su voluntad y juega sucio o limpio, según
sus intereses momentáneos. Necesito encontrarla Josué, yo sé que tú me entiendes. Muchas veces he
pensado que lo haces mejor que yo mismo. Mi mente tiene tantas encrucijadas que suelo perderme
dentro de mis pensamientos y mis recuerdos; y lo que encuentro no es más que el negro vacío que
acompaña mi vida y que es mi sello distintivo.- Sucio de tantos días sin bañarme, con la ropa
desaliñada y la mirada vacía, incluso de odio; Andrés, lo ese cuerpo inerte que quedaba de mí,
devoraba las botellas de vino. Una detrás de la otra, apresuradas por dejar de existir. La áspera pared
del viejo pozo, me servía nuevamente de refugio y de sostén para que el dolor no me consumiese más
de lo que ya estaba. Esta vez no quedaba ni fuego, ni cenizas, solo recuerdos que se dibujaban dentro
de su mente hiriéndome las cicatrices.
-Sentado como un idiota lamentándote por tus penas y hablando con un fantasmita, el cual sabes que
ni siquiera es eso; porque es producto de tu imaginación, no vas a resolver nada. Por cierto, ya que
estamos en día de grandes confesiones y de expresar todo lo que llevamos por dentro; siempre me he
preguntado: ¿por qué no pudiste corregir este maldito pelo grasoso y mis horribles pecas que tanto
detesto?- quiso saber Josué, haciendo ademán de disgusto.
-Se te ven bien…lo digo en serio- quise ratificarlo para eliminar las sospechas de Josué.
_ ¡Anda, levántate! Vamos por ella y que importa si quiere verte o no. Tú no eres de los que se detiene
ante una negativa. Ella también te ama, solo está dolida y su dolor es demasiado grande. De tenerlo
todo pasó a quedarse sin nada, el espacio vacío de la casa que antes había aquí, no, no me refiero a
eso, hablo de lo que más duele perder, lo que llevamos dentro del corazón y precisamente ese es el
problema…
-¡No te quedes callado, di todo lo que tengas que decir! Al fin y al cabo ya nada más puede pasar, lo
único en este mundo que no podría soportar es su desprecio, y ese ya lo tengo- me quejé
patéticamente. Las lágrimas bañaban mi rostro y el alcohol el cuerpo. El aire enfurecido levantaba la
ceniza del suelo y la arrojaba contra mí.
-¡También tienes su amor! Ese es el sentimiento más fuerte, puede contra todo y contra todos.
-No pudo contra el desprecio que me tiene. Pero no soporto pensarla lejos. No escuchar su voz hace que
los tímpanos de mis oídos quieran reventarse, aclamando sus gritos y su risa tonta…- en un momento de
rabia se puso de pie y lanzó la botella al fondo del pozo. Al hacer contacto con las paredes, el vidrio se
rompió y Andrés lanzó un grito de dolor, abriendo los brazos y mirando hacia el cielo, en un gesto
dramático para esperar que un rayo perdido terminara con su sufrimiento.- Todos los que quiero,
terminan yéndose de mi lado, tú también lo harás Josué, es inevitable. Puede que Ava no quiera verme
que odie a todo aquel que lleve mi nombre sin importar que no sea yo, aun así iremos por ella y la traeré
a vivir conmigo aunque tenga que dedicar cada segundo que me resta de vida, para encontrar su
paradero.- Los ojos de Andrés se iluminaron y la fuerza volvió a su cuerpo y su mente.- Tiene que haber
algo que me haya dicho para deducir a donde fue a refugiarse. Mejor mañana, con tanto alcohol en el
cerebro lo único que puede ser que encuentre sea un hueco para cavar mi propia tumba. Vamos viejo
amigo, regresemos a esa casa vacía y mañana iremos a buscarla, porque tú irás conmigo, ¡Te necesito!
¡De verdad te necesito! Aunque no existas, tal vez yo tampoco exista y aun así sigo aquí y tú también, lo
que nos hace, por transitividad, ser iguales y necesitarnos el uno al otro.
El sol no ocupaba el cielo aun cuando Andrés empezó a dar vueltas, enroscado en la sábana que le servía
de colchón a los pies de su cama. Sintió que ya no tenía sueño y estiró todo el cuerpo. A pesar de la
oscuridad, en el espejo se reflejó un pordiosero que en lugar de su piel blanca portaba una mezcla de
chocolate y tierra en la piel. Se metió en la bañadera con agua caliente y se dejó atrapar. Tomó la tijera y
la navaja de afeitar que estaban en el tocador. Se cortó el cabello solo mirando algunas veces al espejo y
cuando le pareció que ya estaba listo, se cortó la barba para después rasurarse.
_ ¡Ese es mi chico!- exclamó Josué al verlo salir del baño con su aspecto habitual.
Lo primero que hizo fue vender la haciendo y encontrar una nueva vivienda con todas las características
que él necesitaba.
_Entonces, ¿Ya sabes dónde encontraremos a Ava?- preguntó Josué sentado a su lado en la carreta que él
mismo conducía.
_Siempre lo he sabido, creo que tenía miedo de enfrentarme a su reacción, pero ya no,- respondió Andrés
sin pudor.
Continuó el resto de la trayectoria en silencio, a pesar de los insistentes intentos de Josué por distraerlo
de sus pensamientos. El Estado de Puebla ofrecía muchos atributos que podían ser atractivos a los ojos,
pero él no podía ver ni escuchar nada a su alrededor. Sin detenerse a buscar un lugar donde pasar la
noche, fue directamente a la Capilla posa del convento de Huejotzingo. Se escuchaba el canto de las
novicias antes de irse a dormir y cuando hubo pasado más de media hora, el silencio reinó nuevamente.
Andrés no se detuvo ante la sangre que derramaban sus manos al subir por los empedrados muros que
separaban el convento del resto del mundo. Una vez estando dentro, miró en derredor para asegurarse de
que nadie lo seguía. Caminó a hurtadillas, era necesario que decidiera con rapidez por donde empezaría
a buscarla. Merodear el convento le resultó mucho más fácil de lo que había imaginado, no había ni un
solo guardia. Sintió el ronquido de una persona e intuyó que estaba cerca de los dormitorios. Distinguir
el aroma de Ava le fue mucho más fácil y más aún la suavidad con la que las sábanas se pegaban a su
cuerpo. Sabía que ella por voluntad propia no aceptaría irse con él, pero estaba decidido a hacer lo que
fuese necesario. Extrajo un pañuelo del bolsillo de su pantalón y se acercó a Ava para ponerlo en su
boca. Ella se despertó de inmediato, logrando respirar pero todo se fue haciendo negro hasta que quedó
inconsciente.
Andrés la cargo en sus brazos y salió con ella hacia la salida. Pudo escuchar el sonido de las campanas
de alarma, supuso que alguna de las compañeras de cuarto de Ava, lo había visto. Echó a correr y justo
cuando estaba a punto de alcanzar el muro, una bala atravesó su hombro izquierdo. Haciendo una mueca
de dolor, intentó mantener a Ava en el aire, pero el brazo perdió fuerza y ella cayó al suelo. Podía
escuchar el sonido de su corazón agitado y también los pasos que se acercaban a él. Con gran esfuerzo,
logró levantarla de nuevo y subió el muro después de atarla a su espalda con una cuerda. Para cuando
llegó al otro lado ya se estaba quedando sin energía y a la luz de la luna pudo comprobar que había
perdido mucha sangre. Acomodó a Ava en el asiento de atrás del coche y la llevó al lugar donde pasarían
el resto de su vida juntos. Andrés no se detuvo a comer ni a descansar. Solo le dio dinero a un hombre
para que le comprara una botella de licor, con la cual limpió su herida e hizo más soportable el dolor, al
ingerir el preciado líquido.
La cascada servía de una especie de cortina de invisibilidad, caminar con Ava a cuestas y más aún con la
herida de su brazo, hizo que Andrés sintiera más pesado el trayecto de subir por el camino empinado. La
entrada a la cueva que había habilitado y convertido en una casa con todos los lujos existentes, estaba
entre el matorral. Se abrió camino entre la maleza y cuando divisó la puerta, sonrío para sus adentros. Tal
y como había ordenado, la cueva estaba provista de muebles y todos lo necesario para una larga estancia.
Miró la celda construida en una de las esquinas, separada del resto con una inmensa reja de hierro. Con
pesar dejó a Ava encima de la cama que estaba dentro y cerró la puerta.
Andrés cedió ante el dolor y durmió por más de dos horas, al despertar, Ava lo miraba fríamente desde el
interior de la celda.
_Perdóname, pero no puedo vivir sin ti. No estoy dispuesto a permitir que te vayas de mi vida,- se
disculpó incorporándose para acercarse a ella. Ava retrocedió sin decir ni una palabra.
_Creo que tendrás que darle tiempo, no debe ser fácil dormirse en la habitación de un convento y
despertarse en la celda de una cueva; pero estoy seguro de que tendrás la paciencia para esperar a que
ella esté lista. Adiós viejo amigo, vive como sea, pero vive al fin y al cabo solo ese es mi objetivo,-
había un cierto dejo de tristeza en la voz de Josué pero Andrés no podía concentrarse en nada más que en
el rostro horrorizado de Ava. Sin embargo al mirar a su lado, donde hasta hacía un segundo, estaba Josué,
solo vio un espacio vacío y supo que nunca más lo volvería a ver. Sintió pena por sí mismo.
_Puedes tenerme aquí encerrada por el resto de mi vida, sin embargo nunca seré la misma mujer que un
día te amó,- las palabras de Ava fueron un veneno que se clavaron en su pecho.
Los días fueron pasando y Andrés podía sentir como el odio de Ava hacia él aumentaba. Él había abierto
la puerta de la celda para que ella pudiera sentirse más cómoda, pero aun así, la propia Ava tomó las
llaves del candado y cada noche antes de irse a dormir, se encerraba para estar lejos del alcance de
Andrés. Cuando el sonido del agua de la cascada se hacía más suave y aquella ave solitaria cantaba a la
puerta de la cueva, Andrés se despertaba para hundirse en la soledad al descubrir que nuevamente la
puerta estaba cerrada. Los meses se convirtieron en eternidad hasta que un día Andrés notó que hacía
varios días no escuchaba a esa misteriosa ave. Decidió que iría a buscarla y al abrir la puerta de la
cueva, se encontró a una pequeña ave blanca, descansando sobre la hierba. La tomó entre sus manos y
comprobó que estaba muerta. Al sentirse en deuda con ese animal, la arrojó al río para que sus aguas la
llevaran a donde ella quisiera. Regresó al interior de la cueva y como por instinto empujó la puerta que
chilló al abrirse. Se quedó inmóvil por un momento, esperando el ataque de Ava y decidió que si era su
deseo asesinarlo, entonces su vida habría tenido un objetivo.
_ ¿Le has matado?- volver a escuchar su voz supuso una gran impresión para su corazón que empezó a
latir desesperado.
_No,- contestó fríamente, al ver como ella se acercaba a él sin más ropa que su propia piel.
_Aún sigues teniendo la mirada de un asesino pero también los ojos que se pierden en mí cuando me
haces el amor. Sigues siendo el mismo hombre que jamás será aceptado en sociedad. Vivir junto a ti será
una condena cuando por las noches tenga pesadillas a las que acudan tus víctimas para suplicarme que me
alejé de ti; pero sin embargo quiero estar ahí para sanar tus heridas y que tus ojos no digan, no vean nada
más que no sea el enorme amor que te profeso. Sencillamente te amo, por encima de toda ley natural, por
encima de mi propia alma que se la pueden llevar directo al purgatorio si el precio es una vida contigo.-
Andrés solo se limitó a sonreír y supo que aunque algún día tendría que pagar por toda la sangre que se
había derramado por su venganza, la vida le estaba dando la oportunidad de ser feliz junto a la mujer que
amaba.
Fin
Otros títulos disponibles:


Table of Contents
La mirada
Capítulo 1- 24 años atrás
Capítulo 2: Siete años después
Capítulo 3: Una mañana distinta.
Capítulo 4: La historia oculta dentro del libro viejo.
Capítulo 5 - Todo lo que gira vuelve
Capítulo 6- Siempre sale el sol.
Capítulo 7- Una fiera en el vientre.
Capítulo 8- Hacer el amor entre las llamas.
Capítulo 9- El infierno existe.
Capítulo 10- Rejas

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