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Resumen
El presente trabajo, busca analizar desde una perspectiva amplia, la medida cautelar de
Prisión preventiva, que a la luz del Nuevo proceso penal, contempla ciertos requisitos,
que han presentado críticas de diversos sectores, ya sea porque algunos la consideran
como una medida represiva y conflictiva, o bien por otro sector, quienes la ven como una
medida necesaria y eficaz, ambos ubicados en extremos que merecen una consideración.
Primero se abordará el origen teleológico de esta medida, y su fundamento legal. Se
continuará con los requisitos exigidos por la norma para que se otorgue. Luego, se
analizará el supuesto de peligrosidad, utilizado como fundamento para otorgar la prisión
preventiva. Por ultimo, se propondrá una solución a la problemática que generan los
tópicos tratados, buscando que resulte armónica a los principios actuales y pertinentes.
Para poder continuar, definiremos la prisión preventiva como “una medida cautelar
personal, de carácter excepcional, que consiste en la privación temporal de la libertad
ambulatoria de una persona, durante la sustanciación de un procedimiento penal y con
el objeto de asegurar los fines del procedimiento, la seguridad del ofendido o de la
sociedad”[3]. Esta definición, ya nos entrega la finalidad con la cual fue creada la
institución de la prisión preventiva. Este claro fin es la seguridad, en primer lugar, de que
el procedimiento penal, ya iniciado, se va a llevar a cabo. En segundo lugar, la seguridad
para la persona victima u ofendido con el delito, y por ultimo, la seguridad de la sociedad
en general, debido al carácter público del derecho penal. Por lo tanto, si la finalidad es la
seguridad, quiere decir que la contraposición a esto, el Peligro, es lo que se pretende
evitar. Todo este pequeño análisis dialéctico nos lleva al punto de que si la finalidad de
las medidas cautelares, especialmente de la prisión preventiva, es la seguridad (ya sea de
asegurar el procedimiento, seguridad del ofendido o de la sociedad), para lograrla debe
existir un medio, el que es conocido como “juicio” de peligrosidad, del cual se vale el
juez para decretar alguna de las medidas cautelares personales, con el fin de evitar que el
sometido a proceso, realice alguna acción que impida se realice el proceso penal de forma
normal y plena, o que exista el peligro de que encontrándose el imputado en libertad
pueda cometer daño en contra la persona del ofendido, o bien, en contra de la sociedad
en general.
Es en el artículo 140 del CPP, en donde encontramos los requisitos exigidos para decretar
la medida de prisión preventiva, que se produce luego de formalizada la investigación, y
que debe ser el solicitante de la medida quien acredite se cumplen tres requisitos:
Hasta el inciso primero del artículo 140 C.P.P, aún no está claro la profundidad de los
requisitos que otorgan la prisión preventiva. Por este motivo el legislador, redactó en el
inciso segundo del mismo articulo, ciertas acciones y circunstancias de hecho que ayudan
a establecer cuando se entiende que concurren los peligros descritos en la letra c) del
inciso primero, de manera tal de entregar al juez, elementos que orienten y respalden su
decisión de forma que esta sea lo más objetiva posible.
Comenzando por el inciso segundo dice que se entenderá que la prisión preventiva es
indispensable para el éxito de la investigación, cuando existiere sospecha grave y fundada
de que el imputado pudiere obstaculizar la investigación, mediante ciertas acciones
vinculadas a la prueba, o inducir a personas vinculadas con la investigación. De esta
manera la finalidad de proteger el proceso penal resulta evidente, y evitar así que el
imputado, por la grave sospecha que pesa en el, pueda cometer un nuevo delito que
constituya una verdadera “obstrucción a la justicia”. Según Rodrigo Cerda, el solo
desarrollo de la investigación no puede autorizar a restringir o privar de libertad al
imputado, sino que se requieren antecedentes específicos y calificados que hagan
sospechar su intención de impedir el normal desenvolvimiento del proceso, y por lo tanto
de la verdad[6].
Luego, en el siguiente inciso, el legislador, estipula que para estimar si la libertad del
imputado resulta o no peligrosa para la seguridad de la sociedad, el tribunal debe
considerar la gravedad de la pena asignada al delito, el numero de delitos que se le
imputare, existencia de procesos pendientes, y el hecho de haber actuado en grupo o
pandilla. Según Alex Carocca, esta es la causal más controvertida, ya que no se relaciona
directamente con circunstancias propias del proceso o del hecho actual, sino que se basa
en consideraciones meramente peligrosistas acerca de su futura conducta, además que el
hace constar que esta causal no está autorizada por la convención americana de derechos
humanos, lo que la hace incompatible con el actual bloque constitucional chileno[7]. Es
en esta causal, en que la prisión preventiva, de ser una medida cautelar personal, se
transforma en una medida de seguridad hacia el imputado, con objetivos de prevención
especial, y generando un conflicto con la presunción de inocencia.
En este mismo punto sobre el peligro para la sociedad respecto a la gravedad de la pena,
un estudio de Baytelman y Duce, entrega como resultado que cuando un delito tiene
asignada una pena de crimen, existen “importantes niveles de automatismo en la decisión
judicial”[8]. Mencionan también, que tratándose de estos delitos, con pena superior a
cinco años, la solicitud de prisión preventiva era concedida casi en la mayoría de los
casos, sin que existiera un debate real acerca de su necesidad y procedencia.
Incluso podemos agregar que la sola referencia a la gravedad de la pena o del delito, por
si mismos y sin ningún otro antecedente no justifican la dictación de la prisión preventiva,
ya que de ser una medida cautelar, se transformaría en un anticipo de pena, “lo que sería
totalmente contrario con el principio de inocencia y demás principios elementales del
estado constitucional y de los derechos humanos”[9].
Respecto al peligro, de que el imputado que se encuentra en libertad, pueda atentar contra
la seguridad del ofendido, también podemos aplicar los cuestionamientos anteriores, pero
se debe señalar que su procedencia se encuentra más restringida, y que respecto a esto y
tal como apunta el Ministro de corte, Don Rodrigo Cerda, se deben preferir otras medidas
cautelares no tan restrictivas, como la prohibición de acercarse al ofendido[10]. Además,
nos resulta poco probable que exista un real motivo que fundamente el decretar la prisión
preventiva en relación a esta causal, más aún si consideramos su parte final, que se refiere
a la protección de los bienes del ofendido, ya que de ser así, elevaríamos a mayor rango
de protección a los bienes, en desmedro de la libertad personal, y con todo, nuestra
legislación cuenta con varias herramientas para proteger efectivamente el derecho de
propiedad, por lo cual se debe tomar esta medida, solo en casos de extrema gravedad y
cuando existan circunstancias altamente calificadas.
Esto nos afirma que ciertos elementos pragmáticos del anterior procedimiento, están aún
vigentes en el sistema judicial en cuanto a la aplicación de la prisión preventiva, y parece
cierta una afirmación, de que algunos requisitos que hacen aplicable esta medida, en
realidad encubren motivos sustantivos para evitar la alarma social[17] y para evitar el
delito, con lo cual le entregamos aún una mayor carga a los jueces, quienes no son los
encargados de evitar el delito, sino de juzgar. Con mayor razón podríamos dudar en
aquellos casos en que hay gran cobertura de la prensa y se afecta el nivel emocional de la
generalidad, como lo es en los delitos de mayor gravedad. No podemos afirmar que estos
hechos condicionan a los jueces, pero si, que ejercen presión sobre ellos, por lo cual
tendrían efecto sobre el juicio de peligrosidad realizado, específicamente en
la “calidad” de este.
Ninguna de estas parece ser la solución a la tensión que se produce entre las necesidades
del Estado de aplicar el derecho penal y por otro lado, el debido respeto a las libertades y
derechos fundamentales de las personas. La cuestión es encontrar el equilibrio, para
fortalecer un sistema que la ley reconoce como lo es el supuesto de peligrosidad. Teniendo
tanto detractores como defensores, tal asunto merece una mayor profundidad de
tratamiento en el eje nacional, por lo tanto lo que se critica no es su inclusión en el Código
Procesal Penal, sino que el descuidado tratamiento que se realiza.
En consideración a esto ultimo, es que la propuesta de este ensayo, es que para discutir la
necesidad de aplicar la prisión preventiva, el Juez además de ocupar criterios normativos
claros, sistematizados y específicos, pueda apoyar su decisión en un examen técnico-
pericial realizado por especialistas de áreas como Psicología o Antropología,
confeccionando un análisis del sujeto, que permita fundamentar la toma de decisión del
Juez y transformarla en un criterio totalmente objetivo/científico, en razón de eliminar en
la mayor medida posible el margen de error, en busca del equilibrio necesario.
Esta no es una solución nueva o única, sino que ya ha sido planteada anteriormente[21],
pero en este trabajo y para diferenciarlo de los anteriores, quienes plantearon tal examen
como alternativo, el objetivo actual del presente, es que sea obligatorio, temprano en el
proceso, solicitado por el Juez, aplicado por un profesional calificado y entrenado para
tal asunto, además de poder agregarse un informe social del individuo y su núcleo
familiar. Todo esto porque las condiciones personales del imputado, sus antecedentes
sicológicos, capacidades sociales, adaptación social y valores morales deben ser
altamente considerados y ponderados de manera temprana por el Juez[22] para fundar su
interpretación de peligrosidad, y desde luego, también es importante conocer estas
condiciones personales y únicas del individuo, tales como su ocupación, vínculos,
adaptabilidad al entorno, todas variables, que de por si solas no se relacionan en un
objetivo especifico, pero que unificadas constituyen un gran fundamento para determinar
la peligrosidad de un sujeto imputado.
Creo que esta medida como primer paso, ayudará a dirimir el asunto, de una manera más
justa, progresiva y racional, de forma actual y pertinente, Menos invasiva pero
equilibrada.
También se podría considerar que debido al alto costo para el Estado que tiene la prisión
preventiva en Chile[23], es conveniente optar por otras medidas cautelares que sirven a
un propósito similar, como las descritas en el articulo 155 del código procesal penal, ya
que estas se deben aplicar en preferencia a la prisión preventiva por mandato
constitucional y legal, y pueden resultar tan eficaces como esta, pero de menor represión
y afectación, nombrando particularmente al arresto domiciliario, y que con la tecnología
actual, puede ser la gran alternativa a la prisión preventiva, aplicando esta solo de ultima
ratio.
La prisión preventiva, sin duda es una medida cautelar eficaz para los objetivos que se
establecieron en el fondo de ella, pero así como altamente eficaz, también es mayormente
restrictiva de Derechos, ya que los requisitos que exige la norma, específicamente en el
articulo 140 letra c), en que dictamina que la libertad del individuo se consideraría
peligrosa para la seguridad del ofendido o de la sociedad, atentan contra la presunción de
inocencia y en palabras del profesor Humberto Nogueira, la prisión preventiva en estos
caso excede el ámbito de ser una medida cautelar “para actuar como una medida de
prevención o defensa social que coinciden con las características propias de las medidas
de seguridad, lo que la hace discutible a la luz de los Pactos de Derechos
Humanos”[24]. Creemos que al actuar como medida de seguridad, y como los mismos
jueces establecieron a través de los datos ya entregados, muchas veces se utiliza como
anticipación de la pena, por lo cual se contrapone a la presunción de inocencia[25].
A la luz de estos antecedentes, es que nace la necesidad de encausar esta medida cautelar,
y el juicio de peligrosidad en general, y atribuirle características tales como la
especialidad que podría otorgarle el agregar un examen pericial, ya sea un informe
Psicológico, estudio Antropológico e informe social, de forma tal que adquiera un
carácter Técnico-Científico, lo que aumentaría la objetividad de este evento, permitiría
reducir la arbitrariedad que pudiese existir, entregaría un apoyo al Juez para dar seguridad
en su decisión, reduciría ampliamente la critica en los distintos niveles que esta se
presenta, y por ultimo, entregaría un carácter profesional a esta etapa temprana del
proceso.
Todo esto aportaría para tener un sistema Procesal Penal mucho más fidedigno, confiable
y estable en el tiempo, en el cual todos los actores puedan intervenir sin temor en las
instancias pertinentes, en la búsqueda del equilibrio, que como ya mencionamos,
equilibrio que el Derecho Procesal Penal puede entregar.
[2] Vease Zavaleta, Arturo “La prisión preventiva y la libertad provisoria: antecedentes
históricos, doctrina, legislación y jurisprudencia”, editorial Arayú, 1954, Buenos Aires.
[3] Cerda San Martín, Rodrigo “Manual del sistema de justicia penal”, Editorial
Librotecnia, año 2009, Santiago, pag. 242.
[4] Por cierto, ya es discusión superada el hecho de que las cautelares personales sean
medidas aplicables, en una etapa anterior a la determinación de la culpabilidad de un
sujeto, y a la luz de la presunción de inocencia, ya que tales cautelares, han pasado a ser
una verdadera medida de seguridad, frente a un “otro” con una alta probabilidad de que
sea peligroso, además, de que la presunción de inocencia sigue vigente, reflejándose esta
en el peso de la prueba (que corresponde al MP.), al trato carcelario distinto de los
condenados, etc.
[5] Cisterna Pino, Adolfo, Juez del tribunal Oral en lo Penal de Concepción. En ensayo
titulado “El juicio de Peligrosidad”. Concepción, Pag. 19.
[7] Carocca Perez, Álex. “Manual el nuevo sistema procesal penal chileno”. Legal
Publishing, 2008. Pag. 113
[8] Andrés Baytelman, Mauricio Duce, citado por Mauricio Duce y Cristian Riego,
“Prisión preventiva y reforma penal en América latina: Evaluación y perspectivas”,
Centro de estudios de justicia de las Américas, 2009, Pag. 184 a 193. Disponible en su
web.
[12] Gunther Jakobs y Manuel Cancio Meliá, “Derecho Penal del Enemigo”. Editorial
Civitas, 2003, Pag. 40
[13] Cabe destacar que para la mayoría de la doctrina a nivel general, asegurar los fines
del procedimiento es el único motivo que autorizaría a restringir las libertades personales
a través de la prisión preventiva.
[19] Sánchez Romero, Cecilia. “La prisión preventiva en un estado de Derecho”. Revista
“Ciencias Penales” de la Asociación de ciencias penales de Costa Rica. Costa Rica, 1997,
Pag. 78-106
[21] En relación a esto don Adolfo Cisterna, en la Ob. Cit. Pag. 12 plantea una solución
similar. También Mauricio Duce y Cristian Riego en su obra “Proceso Penal”. Editorial
Jurídica de Chile. Santiago. 2009. Pag. 262. Plantean que se ayude al Juez a través de un
informe técnico, pero sin desarrollar el tema en extenso y sin atribuirle una importancia
fundamental para determinarla como requisito mediante el cual se otorgue prisión
preventiva.
[22] Matías Pinto, Ricardo, “Los motivos que justifican la prisión preventiva en la
jurisprudencia extranjera”. Revista latinoamericana de Derecho, Numero 7. Año 2007.
Pag. 319.
[23] Según un estudio de la Fundación Paz Ciudadana, el costo promedio por persona,
incluyendo todos los gastos en que se incurre desde el proceso hasta su reclusión en un
centro penitenciario, es de $1.369.297 en el año 2007. Fundación Paz Ciudadana, “Los
costos de la prisión preventiva en Chile”. Santiago, 2008. Pag. 27.