Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
[En Roland Barthes, Mitologías, México, Siglo Veintiuno Editores, 1999 (1957). Traducción
de Héctor Schmucler.]
28
Roland Barthes Mitologías
Fundar la arqueología o la novela sobre un "¿Por qué no?" solamente, no hace mal a
nadie. Pero ¿y la justicia? Periódicamente algún proceso, y no forzosamente ficticio
como el de El extranjero, nos recuerda que está siempre dispuesta a prestarnos un
cerebro de repuesto para condenarnos sin remordimiento y que, corneliana, nos
pinta tal como deberíamos ser y no tal como somos.
Esta transferencia de justicia al mundo del acusado resulta posible gracias a un
mito intermediario, muy usado tanto en los tribunales como en los jurados literarios:
la transparencia y la universalidad del lenguaje. El presidente de la corte, que lee Le
Fígaro, aparentemente no tiene ningún escrúpulo en dialogar con el viejo pastor de
cabras "iletrado". ¿Acaso no tienen en común una misma lengua y esa lengua no es el
francés, la más clara de las existentes? ¡Maravillosa confianza de la educación clásica,
donde los pastores conversan despreocupadamente con los jueces! Pero aquí, detrás
de la moral prestigiosa (y grotesca) de las versiones latinas y de las disertaciones
francesas, está en juego la cabeza de un hombre.
Sin embargo, la disparidad de los lenguajes, su clausura impenetrable, fueron
subrayadas por algunos periodistas y Giono dio numerosos ejemplos de disparidad
en los informes presentados en la audiencia. En ellos podemos verificar que en este
caso no hace falta imaginar barreras misteriosas, malentendidos a lo Kafka. No; la
sintaxis, el vocabulario, la mayoría de los materiales elementales, analíticos, del
lenguaje, se buscan ciegamente sin unirse. Pero a nadie le preocupa: ("¿Ha dado
algún paseo hasta el puente usted? —¿Paseo? No hay ningún paseo en el puente, lo
sé, yo estuve allí.")* Naturalmente todo el mundo finge creer que el lenguaje oficial es
el que expresa el sentido común y el de Dominici no es más que una variedad
etnológica, pintoresco por su indigencia. Sin embargo, ese lenguaje presidencial es
también particular, cargado de clisés irreales, lenguaje de redacción escolar, no de
psicología concreta (salvo el hecho de que la mayoría de los hombres sea obligado,
desgraciadamente, a poseer la psicología del lenguaje que se le enseña). Son
simplemente dos particularidades que se enfrentan. Pero una tiene los honores, la fe,
la fuerza, de su parte.
Y ese lenguaje "universal" reafirma puntualmente la psicología de los amos;
psicología que le permite tomar siempre al otro como objeto, describir y condenar al
mismo tiempo. Psicología adjetiva, sólo sabe otorgar atributos a sus víctimas; del acto
ignora todo fuera de la categoría culpable, en la que forzadamente lo incluye. Estas
categorías son las de la comedia clásica o de un tratado de grafología: jactancioso,
colérico, egoísta, artero, impúdico, duro. A sus ojos, el hombre sólo existe por los
"caracteres" que lo señalan a la sociedad como objeto de una asimilación más o
menos fácil, como sujeto de una sumisión más o menos respetuosa. Utilitaria,
poniendo entre paréntesis cualquier estado de conciencia, esta psicología pretende,
sin embargo, fundar el acto en una interioridad previa, postula "el alma"; juzga al
hombre como "conciencia", sin perturbarse por el hecho de que antes lo hubiera
descrito como un objeto.
Ahora bien, esa psicología, en nombre de la cual hoy le pueden cortar a usted
tranquilamente la cabeza, proviene directamente de nuestra literatura tradicional, la
que en estilo burgués se llama literatura de documento humano. En nombre del
documento humano fue condenado el viejo Dominici. Justicia y literatura se han
29
Roland Barthes Mitologías