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Università di Genova
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Realce especial se les da a los dos patios de la casa caraqueña - el de
naranjos, al que se asoma su habitación, y el otro con su «suave unción de con-
vento y placidez hospitalaria» -, espacios a los que se suele asociar la queridísima
figura de la vieja lavandera negra Gregoria, cronista sin igual, amiga, confidente y
mentor de María Eugenia.
9
A. Caballé, «Tradición y contexto en el memorialismo decimonónico hispa-
noamericano (Argentina y Chile)», en Actas del XXVTII Congreso Internacional del
IILI, El Colegio de Méjico & Brown University, 1994, pp. 505-513.
10
La joven hasta llega a manifestarle su coquetería a su primo Perucho, fiel
acompañador con quien comparte largos paseos vespertinos, ya que - afirma - no
pudiendo amar «al que quisiéramos [...] no nos queda más recurso que amarlo
indirectamente en aquello que podemos» (p. 151).
11
A. Caballé, Narcisos..., cit., p. 116.
12
Ibidem, p. 117.
13
Cfr. Alessandro Martinengo, L'itinerario di Teresa de la Parra verso il
mondo «criollo», Pisa, Giardini, 1967.
14
Cfr. el bonito ensayo de Julieta Fombona, Las voces de la palabra, en T.
de la Parra, Obra, cit, pp. 9-28.
prototipo del marido ideal para ese ambiente donde se le rinde cie-
go tributo de obediencia y vasallaje al hombre, deificado por atavis-
mos heredados de antepasados o por razones económicas de organi-
zación social.15 Aparentemente, pues, María Eugenia repite así el
papel de la cenicienta joven, pobre y virtuosa que se casa con el rico
caballero. Sin embargo, aun entrañando su aprendizaje un profun-
do desengaño - ya que Gabriel acaba defraudando, en lo más hon-
do, las expectativas de la protagonista, por no constituir un modelo
realmente alternativo -, su sacrificio no implica ni claudicación, ni
pérdida de lucidez16. En efecto, la joven declara expresamente que
no se doblega al dios de siete cabezas (sociedad, familia, honor,
religión, moral, deber, convenciones, principios), ni al dios de los
hombres, en el cual no cree y del que no espera nada: al final, Ma-
ría Eugenia se entrega17 como Ifigenia al Espíritu del Sacrificio, pe-
ro a diferencia de la figura mitológica se inmola a la Maternidad
(de acuerdo con el cometido que lleva consigo el mismo nombre
Ifigenia, que curiosamente significa «la que gobierna con fuerza los
nacimientos»18) :
15
«Pero tío Pancho seguía filosofando: [...] a las mujeres sin dote ni fortuna
propia, como son en nuestra organización social casi todas las mujeres, es el hom-
bre quien está obligado siempre a sostenerlas de un todo...» (p. 68).
16
Aunque la joven declare que quiere olvidar, entre otras cosas, que ha
leído a Dante — ya que Leal afirma que la lectura no es cosa para mujeres -, sin
embargo, argumenta conscientemente: «...me di a considerar que al fin de cuentas,
la ignorancia era muchísimo más liberal que la sabiduría, pues que de un igno-
rante se puede hacer un sabio, mientras que de un sabio no puede hacerse jamás
un ignorante» (p. 222).
17
Cfr. Ana García Chichester, «El sacrificio de María Eugenia Alonso en
Ifigenia de Teresa de la Parra», en «Revista de Literatura Hispanoamericana», n.
37 (1998), pp. 123-138.
18
Cfr. Kerény Károly, Gli ereoi della Grecia, Milano, II Saggiatore, 1995, p.
310.
causto, no, no!... ¡Es a otra deidad mucho más alta que siento
vivir en mí; es esta ansiedad inmensa que al agitarse en mi
cuerpo mil veces más poderosa que el amor, me rige, me go-
bierna y me conduce hacia unos altos designios misteriosos
que acato sin llegar a comprender! Sí: Espíritu del Sacrificio,
Padre e Hijo divino de la maternidad, único Amante mío; Es-
poso más cumplido que el amor, eres tú y sólo tú el Dios de mi
holocausto, [...] porque así como el amor engendra en el placer
todos los cuerpos, tú, mil veces más fecundo, engendras con tu
beso de dolor la belleza infinita que nimba y que redime al
mundo de todas sus iniquidades! (p. 310).
19
T. de la Parra, Epistolario, en Obra, cit., p. 595.
20
Ifigenia acepta con resignación el futuro de víctima al que está predes-
tinada, junto con su hermano Oreste, por voluntad divina, para expiar los delitos
cometidos por su familia. Eurípides retoma el mito en Ifigenia en Aulide (a que
remite el título de la penúltima parte de la novela de la escritora venezolana) y,
posteriormente, narra la continuación de la historia de Ifigenia en su tragedia
Ifigenia en Táuride.
21
K. Kerény, Gli eroi..., cit., pp. 310-314.
23
Cabe recordar, en particular, la larga dictadura de Juan Vicente Gómez
(1908-1935), precedida por la de Cipriano Castro (1899-1908).