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Y me dije que la respuesta resultaba entonces evidente, que era «hic et nunc»
obvious. ¿No era acaso The State of theory, hoy y en lo sucesivo (now and for now
on) California, e inclusive «Southern California»? Ustedes creerán que se trata de
una broma o una escapatoria, pero es una respuesta más seria, más realista, más
histórica, más historiadora de lo que parece. ¿Por qué creen ustedes que este
encuentro, con este título, con estos participantes llegados de otros Estados
(americanos y no americanos) para reflexionar en conjunto acerca de la situación
de la teoría hoy, tiene lugar en California? ¿Por qué es posible y necesario en el
Sur de California? ¿Piensan que se trata de una casualidad?
teorías y los teoremas como si fueran las piezas de un tablero de ajedrez. New-
criticism, structuralism, post-structuralism, post-modernism, new-post-
marxism, new-historicism, etc.
Hay razones estructurales por las que esta tabulación estática y taxonómica
resulta, en principio, imposible o limitada en su posibilidad. Una primera razón:
el campo abierto y no verificado de este “estado general”, también es un campo de
fuerzas. En sus fenómenos y en sus títulos corrientes se las puede llamar fuerzas
pulsionales, político-institucionales, histórico-socio-económicas. Competencias
de deseo y de poder, estas fuerzas siempre tienen sus representaciones, sus
imágenes especulares, fenómenos de refracción y difracción, de reflexión y de
apropiación de fuerzas distintas u opuestas, de identificación al otro o al
adversario, etc. Tantas estructuras que dividen cada fuerza identificable, la des-
identifican, la desvían en su misma proliferación.
Retomemos: cada parte del cuadro (de ese cuadro ahora sin totalidad y, por lo
tanto, sin borde), cada entrada, cada espigón no es a la vez una parte y el todo,
una parte por el todo, una sinécdoque o una metonimia, o aun una parte más
grande que el todo, sino un espigón cuyo impulso, movimiento y estructura
interna, internalizadora, la lleva más allá del todo y la repliega sobre el todo para
comprenderlo y hablar ante él. Entonces cada espigón pretende desbordar y
reflexionar por medio de un pliegue el conjunto del estado. Hay entonces dos
sentidos de la palabra estado. Estado en el Estado, en el sentido de la
organización política (y estos espigones teóricos son también -nos pagan y
pagamos para saberlo, incluso si no lo sabemos tan claramente- fortificaciones
institucionales [cada vez más flexibles, móviles, y el Estado de California es, una
vez más, ejemplar al respecto]; se tiene la experiencia de temblores de tierra
históricos, y se construyen arquitecturas institucionales adaptadas a los sismos, a
todos los nuevos isms que podrían sacudir las estructuras, las post y las new
estructuras). Y también en el sentido del estado como informe, balance, resumen:
statement. Cada espigón teórico es la institución de un nuevo statement sobre el
conjunto del estado y un nuevo establishment que apunta a la hegemonía
estática. Hay un designio hegemónico en cada espigón, no con vistas a someter o
controlar desde el exterior a los otros espigones, sino para introyectarlos y a la
vez ser introyectados en ellos.
Sería fácil demostrar que lo que desde hace poco se llama o se llama a sí
mismo new historicism, si tenía una identidad estable por fuera de la localización
institucional que promueve el crecimiento de esta nueva especie en el norte de
California, cerca de algún trasplante de viñedos franceses, el new historicism
introyecta denegándola, ,incorpora sin declararla una preocupación por la
historia, sobre la que volveré en seguida para mostrar, hasta qué punto y bajo qué
forma, ya estaba activa, presente y fundamental en el postestructuralismo, al que
los sostenedores y promotores del new historicism creen oponerse como asunto
de vida o muerte. Lo que digo aquí acerca del new historicism valdría también
¿Por qué elegí el ejemplo del new historicism antes que otros, que hubiesen
tenido, hasta cierto punto, la misma pertinencia, a saber: el estructuralismo, el
postestructuralismo, el postmodernismo, el marxismo, el postmarxismo, todos
los new-isms o post-isms? Conllevan la pretensión de una reinterpretación
general del estado y de su propia inscripción del estado y en el estado, la
formalización del pasado y del porvenir del estado, dándose a leer en el presente,
el new y el post, lo que anuncian y lo que caducan, dando la justa medida y la
clara formulación, sincrónica y sistémica, de ese presente.
Tal vez más tarde trate decir en forma más directa y más interior, cómo
percibo hoy esta cuestión de la historia y del historicismo, «old» o «new». Por el
momento, prefiero insistir en lo siguiente: si la totalización tabular y estática no
es posible, no es solamente porque existe un proceso histórico, porque las cosas
cambian rápidamente y porque solamente una visión dinámica o diacrónica
puede dar cuenta de los estados antes que el estado de la teoría, como si la
cinematografía debiera ser más competente que una fotografía para hacer ver este
teorema, es decir, ya las pausas del ver. No, si la totalización tabular es imposible,
lo es a causa de la misma estructura del espigón, de los espigones cuya
multiplicidad interjectiva no responde ni a un orden de sucesión temporal y lineal
ni a una simultaneidad yuxtapositiva.
De los cinco puntos de vista diferentes –y que sólo puedo mencionar aquí (1.
la comparación entre los procedimientos de la tenure y la práctica de las
evaluaciones. 2. la comparación entre el estatus y la estructura de la “graduate
education”. 3. la comparación entre los «undergraduate studies», en lo que se
refiere a su especialización o no especialización respectiva en los dos países. 4. la
compasión entre salarios de escala nacional allá, y sometidos a la ley del free
market aquí. 5. la estructura de la profesionalización)- Culler describe y explica
los desarrollos desiguales de lo que se llama «theory» en los dos sistemas
universitarios y sugiere inclusive, muy justamente según mi opinión, que la
institución o una comunidad de intérpretes, que cada espigón es una parte más
grande que el todo, la proyección violenta de una metonimia sobre el resumen
(account, statement) total de todos los otros, que cada espigón se despliega así
según la doble y simple ley del principio de razón y la voluntad de poder. Todo
esto alcanza para que el orden de la competencia, aunque fuera un orden de
guerra, sea salvado.
Es entonces por eso -me dije- que los organizadores del coloquio de Irvine
han marcado el título que eligieron con una gramática del plural que, dicho sea de
paso, no señala solamente una estrategia del free market y del pluralismo liberal,
ni la tolerancia ecléctica y las buenas maneras de la hospitalidad, sino tal vez una
conmemoración solícita de los «estados generales» (estates general) de la teoría,
como hemos tenido en París diez años atrás la conmemoración de la Revolución,
los Estados generales de la filosofía.
Pero esta vez, cosa jamás vista en la historia, ¡los estados generales de
cualquier cosa que se osara poner entre comillas: the States of «theory»!
Entre los títulos que había pensado dar a mi pequeña exposición, tenía en un
principio:
Aquí encontramos una razón, una solamente, por la que los organizadores del
coloquio pusieron la palabra «theory» entre comillas. We don’t use it seriously,
we only mention it.
Esta reserva, esta ironía general que, y así lo creo, hoy afecta tan ampliamente
nuestros discursos –los afecta, primeramente con «inverted commas»- vuelve
tanto más raros, más insólitos y también más insoportables esos acontecimientos
de escritura cuya fuerza consiste, sin embargo, «in using» again the language,
pero en «usar» nuevamente el lenguaje atravesando los efectos de
deconstrucción, es decir, sin reconstituir los que se ha de-constituido y por lo
tanto, sin renunciar a las comillas. Se trata entonces de otra escritura de las
comillas que, redoblando la vigilancia, redoblando las comillas, redoblando de
manera inventiva las comillas, desestabiliza inclusive la oposición entre discurso
con y discurso sin comillas, mention and use y todo el sistema de valores
asociados, es decir, toda la filosofía, toda la teoría. Entonces, por supuesto, estos
acontecimientos de escritura que usan las comillas, que se sirven de ellas y que
las usan hasta el agotamiento para escribir otra cosa, esos forzamientos son un
juego. Y la inquietud que inspiran –en tanto que no permiten que opere un
criterio para distinguir entre use y mention- explica el discurso defensivo que
dice: “No hay metalenguaje”, una cita literal de Heidegger y de Lacan. No hay hoy
teoría posible que pueda integrar (contar con) su propio lenguaje sin generalizar
la práctica (visible o invisible) de las comillas hasta poner entre comillas la
palabra «theory». Esto es theory.
B) La segunda paradoja hace ver lo que escapa a la vista por ser muy
evidente, como es que la generalización de las comillas, al menos en esas
condiciones, lejos de ser una neutralización de la referencia, una sofisticación
formalista que mantiene todo a distancia, más bien significa el sentido más agudo
de la historia, de la historia de los conceptos, desde luego, y entre otros de los
conceptos atesorados por aquellos que tan fácilmente creen saber de qué hablan
cuando invocan la «historia», la «sociedad», la «realidad» y cosas semejantes.
Pero tampoco la historia del concepto de historia que, como había tratado de
sugerir ya hace mucho tiempo, no puede ser una historia entre otras. No hay
entonces, una actitud –digamos- entre comillas, más «historiadora», más
responsable ante la historia (Geschichte ou Historie) que la que practica un uso
vigilante pero, general por principio, de las comillas. Responsable ante la historia
y ante las «realidades» político-socio-institucionales que forman el espigón duro
de estos conceptos. Volveré más tarde sobre estas palabras.
analizar, por ejemplo, lo que ocurre cuando en un discurso que pasa por o se dice
marxista, se supone o se enuncia un enunciado habitualmente atribuido al
postestrucutralismo o al new criticism; o reconocer también que hay más
preocupación y respecto por la llamada «realidad» sociohistórica en un texto
identificado como postestructuralista que en otro texto «marxista» o «neo-socio-
historicista». Pero volveré sobre ello, desde otro ángulo, en un momento.
¿Qué quiere decir esto para el dominio particular de la «teoría»? Y bien, por
ejemplo: si hay acontecimientos «teóricos» que marcan a una institución –es por
el momento una simple hipótesis- deben tener la forma sin forma de la
monstruosidad, es decir, no poder ser reconocidos ni legitimados en ese
momento, y todavía menos ser programados, anunciados o anticipados de alguna
manera.
Pongo un ejemplo tomado de la doxa que es para nosotros muy común. «Se
dice» cada vez más a menudo que el coloquio de Johns Hopkins (The Languages
of Criticism and the Sciences of Man8) que tuvo lugar en 1966, ya hace más de
veinte años, un acontecimiento a partir del cual muchas cosas cambiaron
(deliberadamente dejo en la vaguedad estas formulaciones) en la escena
americana –que siempre es más que la escena americana. Tal vez también lo que
se llama «theory» tenga en este país una relación esencial con lo que pasó, se
dice, allá, en 1966. Yo no sé qué es lo que pasó ni tengo los instrumentos ni el
tiempo para hablar aquí. Me contento con la observación siguiente, con su
pobreza más desnuda. Lo que es seguro, es que si algo pasó allí que tiene el valor
de un acontecimiento para la teoría, o más probablemente como el advenimiento
de un sentido teórico-institucional nuevo de la «theory» -de lo que se llama
«theory» en este país desde hace cerca de veinte años- eso sólo se reconoció
8 Las actas del coloquio que publicaron la comunicación de Derrida (la traducción
inglesa de “La estructura, el signo y el juego en las ciencias humanas”) aparecieron con el
título The Languages of Criticism and the Sciences of Man: the Structuralist
Controversy, Richard Macksey y Eugenio Donato (ed), Baltimore, Johns Hopkins
University Press, 1970.
Derrida: Some statements…
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después, y más y más claramente hoy. Pero también es seguro que nadie ni entre
los participantes ni su entorno, tenía temáticamente conciencia de ello, nadie
podía medir el acontecimiento, y sobre todo nadie habría podido ni osado
programarlo, anunciarlo o presentarlo como tal acontecimiento. Eso es seguro. Y
también es seguro que si alguien pretendiera hoy programar o presentar un
acontecimiento semejante, se engañaría. Siempre. Es la receta más segura para
equivocarse. Los monstruos no se anuncian. No se dice “aquí están nuestros
monstruos”, sin que de inmediato se conviertan en animales domésticos.
Como ya hablé demasiado tiempo para no decir nada, abordaré ahora el tema.
¿Cuál es el tema? ¿Cuál es la cuestión de «the states of “theory”»? Tendiendo en
cuenta las premisas que acabo de resumir, la cuestión sería:
Más allá de todas las hipótesis a las que me aventuré hasta ahora, creo que la
mejor justificación de las comillas consiste en que el concepto de «theory» que
está comprendida en la expresión «states of theory» es un concepto que
11 [Juego con jetter en las itálicas que Derrida coloca al final de estas palabras:
“avant tout sujet, objet, projet o rejet”. T.]
Derrida: Some statements…
[25]
No. Creo que lo que sucede de más agudo en los estudios literarios evita
esas trampas. Y no es fortuito que se deba a la literatura. Cuando Rodolphe
Gasché, en su último libro y en otros lugares13 reprocha a ciertos
deconstruccionistas literarios de no ser lo suficientemente radicales porque
desdeñan volver sobre las premisas o, en todo caso, sobre la prioridad que tiene la
deconstrucción de la filosofía. Su gesto me parece a la vez necesario y arriesgado.
Necesario porque al reconstituir el espigón deconstructivo como teoría, como una
teoría del espigón deconstruccionista, peligran la fuerza y el exceso esenciales que
consisten en desestabilizar (unsettling) todo el fundamento filosófico del cual ya
he hablado; se corre el peligro de reconstituir un viejo concepto de texto, de
encerrarse en una región, etc. Pero inversamente, el libro de Gasché corre un
riesgo equívoco -no necesariamente con el detalle minucioso y prudente de sus
análisis que lo evitan, sino con el efecto global y masivo al que se reducen, ¡ay! los
libros cuando ya se los ha cerrado y se comienza a hablar de ellos. Este peligro
sería el de la reconstitución del espigón deconstructivo como filosofía de la
deconstrucción –retomo las palabras de Gasché sin conservar los «casi», las
comillas, etc.-, con todas sus «infraestructuras», su sistematicidad. Se tendría
entonces una filosofía o una metafilosofía deconstruccionista, una teoría de las
teorías, una super-teoría deconstruccionista. De nuevo: ni Gasché ni lo que
escribe me parece que corren ese riesgo, sino el efecto global del reclamo, sin
embargo necesario, a la escena filosófica de la deconstrucción. Ese reclamo
debería, por otra parte, dirigirse más a los filósofos que a los literatos.
Todorov- que lo que decimos en nuestro pequeño círculo tan atento a las
pequeñas y sutiles diferencias. Por supuesto, a menudo sucede que todos los tipos
se contaminan.
Pasando por alto esos malentendidos, diré sin embargo algunas palabras
que atañen a la historia, pero que podrían transponerse a lo concerniente a la
«realidad», la sociedad, la política y a otras grandes palabras. Las críticas
lanzadas por los marxistas o los new historicists, en lo referente al tratamiento de
la historia, se basan en un desconocimiento fundamental, que a menudo es
compartido por algunos post-estructuralistas deconstruccionistas. Esto es: que la
deconstrucción comienza, si se puede decir así, por un gesto doble.
18 Alusión al libro del organizador del coloquio, David Carroll, The Subject in
Question. The Languages of Theory and the Strategies of Fiction¸ Chicago, University of
Chicago Press, 1982.
Derrida: Some statements…