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ENTREGA ESPECIAL – SOBRE EL

EXAMEN DE LA ORACIÓN

«Después de acabado el ejercicio, por espacio de un cuarto de hora, sea


sentado, o paseándome, miraré cómo me ha ido en la contemplación o me-
ditación; y si mal, miraré la causa de donde procede, y así me arrepentiré
y enmendaré luego; y si bien daré gracias a Dios nuestro Señor; y haré
así después de cada ejercicio».
San Ignacio de Loyola, EE 77

Las siguientes preguntas pueden ayudarte para revisar cada ejercicio


realizado:

• ¿Preparé suficientemente el ejercicio que acabo de realizar? Si no lo


hice suficientemente, ¿por qué?, ¿qué he de hacer para corregir esta
situación?
• ¿Dispuse todos los medios y ayudas que conozco y que están a mi dis-
posición para realizar un buen ejercicio? (Posición, medios para entrar
en la oración, silencio, tiempo, textos, etc.)
• El tiempo que estuve en oración, ¿fue el que había preparado y decidido?
¿Me levanté antes de tiempo?
• ¿Me sentí acompañado en la oración? ¿Fue un diálogo o un monólogo?
¿Salí de la oración fortalecido en fe, esperanza y amor?
• ¿Tengo alguna inquietud o preocupación especial que haya de comentar
con quien acompaña los Ejercicios? Escribirla.
• ¿Hay algunos puntos en los cuales sentí especial gusto al meditar?
¿Cuáles son?
• ¿Hay algunos puntos en los cuales sentí especial dificultad o repugnancia
al orar? ¿Cuáles? Los pongo por escrito.
• Y la pregunta más importante de ese ejercicio: ¿qué descubro que está
haciendo el Espíritu de Dios hoy en mí? ¿Cómo he colaborado y cómo
he estorbado la acción de Dios?

NOTA:

Es importante que siempre escribas algo a propósito de los cuatro últimos


puntos de este ‘examen’. Será de grande ayuda para los encuentros con
quien te acompaña en este proceso.

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GUÍA No. 1

Con grande ánimo y liberalidad

A. Entrada en la oración: comenzar bien es una condición para terminar


bien. Prepara con cuidado y generosidad tu experiencia, haciendo todo
lo posible contra la tentación de entrar sin cuidado en la oración. Puedes
utilizar un ejercicio de ‘unificación interior’, una oración que te guste, un
ejercicio para calmar tu agitación física y mental, etc.

En las primeras guías se ofrecen algunos Salmos: mientras preparas tu


oración revísalos con detenimiento y elige el que más pueda ayudarte.
En esta oportunidad son los Salmos 1, 8 o 15.

B. Implicación personal: el objetivo de este segundo paso es que tú, con


todo lo que eres y tienes, te hagas parte de la oración, y que no consi-
deres el tema o la materia de la oración como algo extraño y fuera de tu
realidad personal. En esta oportunidad busca en la Biblia el primer libro
de Samuel Cap. 3, 1-19 y lee este pasaje cuidadosamente. A medida que
lo haces, ve entrando en el ambiente que se narra allí como si tú mismo
fueras testigo del hecho que describe el texto; con detalles, lentamente.
Devuélvete después desde esa escena bíblica hasta el lugar en que vi-
ves: tu casa, tu cuarto, tus cosas, tu familia, tus amigos, tu iglesia local,
tu lugar de trabajo, tu barrio; ése será el lugar de tu oración.

C. Petición central: pedirás que el Señor te ayude a ser muy generoso (a)
en esta experiencia de los EE; que te de el regalo de estar experimen-
tándolo, escuchándolo atentamente, con la firme disposición de hacer
lo que sea Su Voluntad (lo que le conviene al hombre). Insiste mucho,
recreando esta petición con tus propias palabras.

D. Texto para considerar: vuelve sobre el texto del primer libro de Samuel
3, 1-19. Déjate tocar por la Palabra de Dios, de la misma manera que la
tierra se deja tocar por el agua cuando llueve, o las flores cuando sale el
sol. Ponte en esa disposición cordial, lee una y otra vez el texto y consi-
dera los siguientes puntos:

• A Dios le gusta manifestarse en lo ordinario y habitual, en lo común


y corriente: mientras Samuel dormía en el sitio de siempre.
• Dios llama por el nombre: «Samuel». Quiere y acepta a las personas
como son, en su singularidad, irrepetibles, con su pasado, sus ideas,

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su trabajo, su familia, su físico, sus amores, etc. A cada uno lo conoce
por su nombre.
• La disponibilidad de Samuel en el servicio a los hermanos es lo que
le permite, a la larga, reconocer la voz de Dios (Samuel se levanta
rápidamente y repetidas veces para servir a Elí).
• Siempre es necesario un tercero, otra persona (Elí, hombre de Dios)
para discernir la presencia del Señor; Samuel es dócil a esas media-
ciones. No pretende hacer las cosas solo.
• Dios se manifiesta siempre a través de mediaciones, quiere necesitar
de ellas. Quien se queda en la ‘mediación’ no consigue encontrar lo
que Dios quiere decir.
• Dios insiste sin forzar; siempre está hablando. Llamó varias veces a
Samuel.
• Dios siempre llama para dar una misión al hombre: en el caso de
Samuel es una misión difícil; el miedo y el temor son normales. Pero
para aquel que es tocado por Dios, Su voluntad se impone sobre
cualquier otra circunstancia: «habla, Señor, que tu siervo escucha».

Repasa una y otra vez este texto, pidiendo insistentemente al Señor que
te de el regalo de ser generoso y responder como Samuel.

E. Despedida: habla con María, pidiéndole que te alcance de Dios la misma


disponibilidad que ella tuvo ante Su Voluntad. Y haz otro tanto con Jesús,
que «fue obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Flp 2, 8).

F. Examina tu oración.

«Cuando me llamas por mi nombre,


ninguna otra criatura
vuelve hacia ti su rostro en todo el universo.

Cuando te llamo por tu nombre,


no confundes mi acento
con ninguna otra criatura en todo el universo»
Benjamín González Buelta, S.J.

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LA VISITA

Esta es una comparación sencilla, pero fecunda. Puede ayudarte a re-


flexionar sobre cómo hacer un rato de oración, y te da elementos metodológicos,
muy simples, pero verdaderos y eficaces, para mejorar tu ejercicio.

En primer lugar, recuerda que lo importante en la oración no es tanto lo


que se logre entender, comprender, explicar, conocer. La oración es la donación
de un tiempo gratuito en el cual el contacto con el Señor termina cambiando a
la persona que ora. Lo mismo ocurre en una visita: es fácil distinguir entre una
visita interesada (en la cual las personas salen iguales o peor que antes – rea-
firmadas en sus posiciones: por ejemplo una visita de negocios), y una visita
de amistad, en la cual las personas salen re-novadas interiormente después de
haber «gastado» el tiempo con los demás.

Pues bien, para realizar una visita cordial, se dan algunos pasos fun-
damentales que nos ilustran sobre el cómo hacer de la oración un encuentro
cara a cara con el Señor.

AVISO Y PREPARACIÓN: toda visita se anuncia, se prepara: «mañana


voy a visitarte, ¿a las 10 esta bien?», preguntamos a los amigos mucho antes
de ir a su casa. ¿Cómo voy a ir vestido, qué vamos a llevar? Son preguntas
que nos hacemos corrientemente. De igual forma, el aviso y la preparación
son importantes en la oración. No es posible pasar de un momento a otro «del
mercado a la oración», de la pura exterioridad a la interioridad, del activismo (o
re-activismo) a la paz y la conciencia interior. Es importante disponernos interior
y exteriormente (símbolos, sitio, tiempo, recursos, etc.), preparar el ejercicio: yo
me preparo y Dios me espera.

TOCAR LA PUERTA Y SALUDAR: al llegar a una casa ajena, aunque


sea de amigos íntimos, tocamos a la puerta y saludamos con afecto. Uno no
entra de inmediato y se sienta en la sala de los otros. Pues, bien, ¡en la oración,
con frecuencia se comienza sin ninguna precaución! Tocar a la puerta es im-
portante; al santuario de la interioridad solo se accede cuando se abre la puerta
del corazón. Aquí es importante hacer algún gesto exterior que nos signifique el
umbral entre el exterior y el interior, entre uno y otro tiempo (ponerse un momento
de rodillas, encender una vela, sentarse en una u otra posición, abrir la Biblia,
respirar lenta y profundamente algunos minutos iniciales, utilizar un ‘mantra’ o
frase que nos ayude a hacer ‘camino interior’; y contar con algún recurso que
signifique la conciencia del nuevo lugar en que estamos (una oración, un canto,
un ejercicio de concentración, una jaculatoria, etc.).

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LIMPIARSE LOS PIES: Aunque sea solo una cuestión simbólica, no
se entra en casa ajena sin ‘limpiarse los pies’, y en el umbral de las puertas hay
un ‘tapete’ para dejar la mugre de la calle. Este paso no es menos importante
que los anteriores. En la oración también es importante hacerlo: reconocer que
él es Dios y nosotros creaturas; que él es Todopoderoso y Santo y nosotros
débiles (¡condición bendita!) y pecadores. Entrar con una conciencia humilde es
importante; ablandar el corazón. ¡No estamos en un diálogo entre dos dioses!

RESPONDER LA PREGUNTA FUNDAMENTAL: ¿CÓMO ESTÁS?


Esta pregunta siempre se hace cuando la visita es de corazón; nunca falta,
aunque el encuentro se repita varias veces al día. «¿Cómo estás? ¿Cómo te
ha ido? ¿Cómo están los tuyos?», Preguntamos al inicio de cualquier encuentro
cordial. Es también la pregunta fundamental en la oración: el Señor pregunta
con el corazón: «fulano o fulana: cómo estás?».

ASUNTO CENTRAL: Se trata de abordar el asunto por el cual se vino, el


tema que se preparó. Y generalmente el tema ha sido preparado no solo en lo
que se refiere al asunto, sino también en cuanto al método: cómo desarrollarlo.

DECLINA LA CONVERSACIÓN Y SE DESPIDE: nadie que esté conver-


sando agradablemente con otras personas, se levanta de un momento a otro y,
sin decir nada, se retira. La conversación va declinando paulatina y naturalmente
y al final el gesto de la despedida muestra el deseo de que se repita el encuen-
tro: un abrazo, un beso, el repetir una y otra vez gestos simples y afectuosos.
Es importante no pasarlo por alto. Lo que se comienza bien, hay que terminarlo
bien. En la oración es importante estar atentos a este momento, porque solemos
ser sumamente ordinarios y descuidados a la hora de terminar, dejando un mal
gusto, si no en nosotros, sí en el Señor con quien nos encontrábamos.

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Hoy no tengo nada que pedirte, ni te traigo ninguna queja.
Yo sólo busco un encuentro desde lo infinito que late en mí.

¡Pobre de mí si atase tu respuesta a mi pregunta tan medida,


o a mi lamento tan herido!
¡Pobre de mi si ya supiese la respuesta!
Tal vez sólo encontraría para mi sed,
mi propia agua reciclada,
el eco de mi monótono decirme,
mi pasado humedecido por el sudor o por el llanto.

Te necesito más allá de lo que se o de lo que digo de mí mis-


mo.
Hoy descubro ya presente, en el amor con que me atrae
¡la pasión con que me buscas!
Benjamín González Buelta, S.J.

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GUÍA No. 2

Más íntimo que mi propia intimidad

A. Entrada en la oración: utiliza el ejercicio que más te convenga, o una


oración que te ayude, o uno de los Salmos sugeridos en la Guía anterior
(1, 8 ó 15).

B. Implicación personal: habrás de utilizar tu imaginación para verte ante
Dios como un niño pequeño que dialoga atento y admirado con su padre o
con su abuelo, cargados de la sabiduría adquirida con los años. Colócate
en esa misma actitud ante el Señor.

C. Petición central: pedirás gracia para estar escuchándolo y experimentán-
dolo en los Ejercicios espirituales, ganando cada momento en disposición
real de buscar y hallar Su voluntad.

D. Texto para considerar: Salmo 139. Léelo y reléelo dejándote penetrar


por la palabra de Dios. Gusta y saborea cada una de las palabras y ex-
presiones que utiliza el salmista. Si hay algún versículo que se impone
o que te llama especialmente la atención, sigue repitiéndolo lentamente,
como rumiándolo durante diversos momentos del día. Para mejor gustar
este Salmo puedes dividirlo de la siguiente manera:

• Presencia íntima del Señor (versos del 1 al 6): en mi cuerpo, en mi


espíritu. En ninguna parte podría esconderme, evadirme, escaparme.
Es más íntimo que lo más íntimo de mí mismo.
• Presencia universal (versos del 6 al 12): ni un solo rincón del universo
escapa a Su presencia.
• Presencia amorosa en la historia (versos del 13 al 18): Amor que
crea, como máxima manifestación de cariño. Amor presente desde
siempre y para siempre.
• Presencia total (versos del 19 al 22): malo, malvado o impío es aquel
que huye sin dejarse tocar y transformar por la presencia y el actuar
de Dios. Por eso en este Salmo se le pide al Señor su ayuda para
“matar al impío” o malvado que hay dentro de cada uno de nosotros.
Que no le cerremos ningún rincón de nuestro ser.

E. Despedida: termina esta oración repitiendo con gusto el Salmo 139.


Déjate acompañar por la Virgen María que debió repetirlo muchas veces,
y que se dispuso para ser totalmente asumida por Dios.

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F. Examina tu oración: utiliza la Guía que se te ofreció anteriormente.
Elementos como éste son fundamentales para el buen desarrollo de los
Ejercicios y serán muy útiles en la conversación con tu acompañante y
el discernimiento de los espíritus que te agitan durante la experiencia. La
disciplina y perseverancia en prácticas que al principio pueden parecer
vanales, es una de las pruebas que deberás superar.

«Al que hace los ejercicios,


mucho aprovecha entrar en ellos
con grande ánimo y liberalidad
con su Criador y Señor,
ofreciéndole todo su querer y libertad,
para que su Divina Majestad,
asi de su persona
como de todo lo que tiene,
se sirva conforme a
Su santísima voluntad»
EE 5

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GUÍA No. 3

Creados por amor, por el Amor, para el Amor


Principio y Fundamento (1)

A. Entrada en la oración: prepara bien este momento de tu oración y utiliza


algún ejercicio que te ayude a calmarte interiormente y a establecer el
clima interior y exterior necesarios para tu encuentro íntimo con Dios. Se
te sugiere revisar y utilizar el Salmo 23 o el 27.

B. Implicación personal: toma conciencia de tu situación actual; responde


con profundidad y desde el fondo de tu corazón la pregunta fundamental
de todo encuentro: «¿cómo estás?» Deja que el Señor se entere de tu
situación actual y colócate – con todo lo que eres, todo lo que tienes y
todo lo que puedes – en las manos de Dios.

C. Petición central: pedirás con intensidad y confianza al Señor que te de


la gracia de encontrar su presencia y su acción en tu vida, de manera
que sepas reconocer las ‘experiencias clave’ que te hablan de manera
indudable de su presencia y de lo que él te propone para ser feliz.

D. Trabajo: LA PELÍCULA DE TU VIDA: Para realizar el siguiente trabajo


habrás de imaginar que eres un director (a) de cine y que estás filmando
una película que lleva por título tu propio nombre; fílmala lo más fielmente
posible.

La idea de este ejercicio no es hacer una biografía o una simple histo-


ria; su razón de ser es más profunda: tu historia, sea la que sea, es historia de
Salvación. Haya pasado en ella lo que haya pasado – bueno o malo, deseable
o indeseable, etc. Por eso, es importante acercarse a ella sin ningún tipo de
juicio: tu historia es lugar de la manifestación de Dios para ti. Lo importante es
que estés atento(a) a los momentos clave (‘experiencias clave’) en los cuales
puedes hoy identificar una clara acción de Dios en tu vida, no importa si en el
momento vivido no hayas tenido conciencia de ello.

Esos momentos, pocos o muchos, no importa, habrás de gustarlos y sabo-


rearlos (como rumiándolos) una y otra vez, reviviéndolos y consignándolos por
escrito. Pregúntate: ¿cuál era mi disposición en tal o cual momento para dejar
actuar a Dios de tal manera? Trata de interpretar en ellos, y en su secuencia,
la intención de Dios para contigo. Esas experiencias van indicando los criterios,
las pistas, las formas, las intenciones del actuar de Dios en tu vida.

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E. Texto para considerar: Eclesiástico 42, 15, hasta el final del capítulo
43. Lee con atención este texto, gústalo; luego considera los tres puntos
siguientes:

Siente que eres una CREATURA como cualquiera otra creatura de esta
maravillosa creación.

• Por ser eso, ‘creaturas’, somos amorosamente dependientes del


Creador, con la misma amorosa y libre relación que se establece
entre un buen padre y su hijo.

• Siente que eres CREADO (A) POR AMOR, porque solo el amor es
creador y fecundo; solo el amor produce vida. No eres ‘creado’ por un
amor cualquiera, sino por El Amor, la fuente misma del amor: ¡Dios!
Somos hijos de EL AMOR.

• Siente, además, que eres CREADO (A) POR AMOR, COMO CO-
CREADOR; es decir, para utilizar todo lo creado –y a nosotros mis-
mos: nuestro cuerpo, nuestras capacidades, etc.–, tanto cuanto lo
necesitemos para realizar la misión de prolongar en nuestra vida la
acción de Dios: el acto permanente de AMAR a

• Todos y a todo, especialmente a los pobres y al que no merece ser


amado.

F. Consideración: una de las meditaciones más originales de San Ignacio


es llamada PRINCIPIO Y FUNDAMENTO. Ella abre los Ejercicios espiri-
tuales y de alguna manera resume todo lo que hacemos y pretendemos
con esta experiencia. Medita con cariño y cuidado estas palabras de San
Ignacio, intentando comprender su significado actual para ti:

«El ser humano es criado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios
nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre
la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la
prosecución del fin para que es criado» [a alcanzar el fin para el cual fue
creado] (EE 23).

G. Despedida: dialoga con nuestro Padre Dios y pídele la gracia de ex-


perimentar su presencia real en tu vida y de acoger con generosidad
lo que él te propone a través de las experiencias que en tu historia son
indudablemente acciones de su mano providente, de su misericordia.

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H. Examina tu oración.

NOTA

Cuando el material que se sugiere en una Guía es demasiado extenso, tú


mismo habrás de dosificarlo. Los tres primeros y los dos últimos puntos,
habrás de realizarlos en cada ejercicio. El resto puedes acomodarlo según
tu tiempo, de forma que tenga unidad y coherencia. Recuerda que «no
el mucho saber harta y satisface el ánima, mas el sentir y gustar de las
cosas internamente» (EE. 2).

Lo más importante no es:


• Que yo te busque,
• sino que tú me buscas en todos los caminos (Gn. 3,9);
• Que yo te llame por tu nombre,
sino que tú tienes tatuado el mío en la palma de tu mano (Is. 49,16);
• Que yo te grite cuando no tengo ni palabra,
sino que tú gimes en mí con tu grito (Rm. 8,26);
• Que yo tenga proyectos para ti,
sino que tú me invitas a caminar contigo hacia el futuro (Mt. 1, 17);
• Que yo te comprenda,
sino que tú me comprendes en mí último secreto (1 Cor. 13, 12);
• Que yo hable de ti con sabiduría,
sino que tú vives en mí y te expresas a tu manera (2 Cor. 4, 10);
• Que yo te guarde en mi caja de seguridad,
sino que yo soy una esponja en el fondo de tu océano (EE. 335);
• Que yo te ame con todo mi corazón y todas mis fuerzas,
sino que tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas (Jr.
13, 1).
Porque, ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte...
si tú no me buscas, me llamas y me amas primero?
El silencio agradecido es mi última palabra
y mi mejor manera de encontrarte.
Benjamín González Buelta, S.J.

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GUÍA No. 4

Confianza y libertad.
Principio y Fundamento (2)

A. Oración preparatoria: de este momento en adelante, al comenzar, siem-


pre habrás de utilizar la siguiente oración compuesta por San Ignacio, y
que resume de manera magistral el fin perseguido en la experiencia de
EE. Ella renueva diariamente la disposición básica que se requiere para
ejercitarse en el Espíritu. Nunca dejes de hacerla y de recrearla con tus
propias palabras:

«QUE TODAS MIS INTENCIONES (deseos, planes, intereses, motivos,


razones, etc.) Y OPERACIONES (examinar, reflexionar, estudiar, sen-
tir; incluso las operaciones que tienen que ver con lo orgánico: comer,
dormir, caminar, oler, etc.), SEAN PURAMENTE ENDEREZADAS Y
ORDENADAS DE TAL MANERA QUE SIEMPRE Y EN TODO ESTÉN
DE ACUERDO CON LA INTENCIÓN DE DIOS EN MI VIDA Y EN LA
VIDA DE LOS DEMÁS» ( ver EE 46).

B. Entrada en la oración: utiliza los Salmos 86 ó 92.

C. Implicación personal: en este momento vas a utilizar nuevamente el


ejercicio de la Guía anterior. Toma conciencia de que es allí, en esa rea-
lidad claro-obscura, en donde el Espíritu de Dios quiere y hace esfuerzos
por realizar su obra.

D. Petición central: pedir la disposición real para solo desear y elegir (fíjate
que son dos verbos diferentes) lo que más te conduce a hacer lo que
Dios quiere.

E. Texto para considerar: Génesis 12, 1-6 y 22, 1-19. Se trata de que
leas y gustes profundamente estos dos relatos, tratando de sentir lo que
Dios propone a Abraham. Sus tierras, sus parientes, su historia, su he-
rencia, su cultura, sus costumbres, etc... todo ha de dejar, porque Dios lo
espera en otro lugar. Y por último, él siente que Dios le está pidiendo que
sacrifique lo más querido (aquello que nunca había podido tener, porque
su esposa era estéril y él ya muy anciano): su propio hijo, el único.

F. Trabajo: considera ahora tu persona: tu vida, tu historia, lo que tienes y


eres; y colócate en el lugar de Abraham, el Padre de la Fe; ¿cuáles son
tus ‘hijos’? ¿qué estás dispuesto a entregar y qué no estás dispuesto a

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entregar? ¿Cuál es la medida de tu libertad en este proceso de «buscar
y hallar» lo que Dios propone para tu vida’? Pide intensamente la gracia
de que en ti se haga realidad la misma disposición de Abraham.

G. Consideración: reflexiona ahora sobre la segunda parte del PRINCIPIO


Y FUNDAMENTO de San Ignacio (EE 23):

«…de donde se sigue que el hombre tanto habrá de ayudarse con las
creaturas, cuanto le sirvan para alcanzar el fin para el cual fue creado,
y tanto habrá de apartarse de ellas cuanto se lo impidan. Para lo cual es
necesario hacernos indiferentes a todas las cosas creadas, en todo lo que
tiene que ver con nuestra libertad y no nos está prohibido. De manera
que no se quiera más salud que enfermedad, riqueza que pobreza, honor
que deshonor, vida larga que corta, y así en todo lo demás; solamente
deseando y eligiendo lo que más conduce a la realización del fin para el
cual fuimos creados».

H. Despedida: conversa con la Virgen María, que vivió una experiencia


parecida a la que se narra en el texto.

I. Examina con cuidado tu oración.

Que no deje tu camino


por miedo a verte.

Que te busque sin descanso,


sin que te encuentre.

En la cima imposible de mis sueños


quiero tenerte.
Siempre lejos de mí,
cercano siempre.
Arvéloa, V.M.

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