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Es un atributo del servicio público de la educación en general y, en particular, al modo como

ese servicio se presta, según el tipo de institución de que se trate.

La calidad de la educación superior es la razón de ser del Sistema Nacional de Acreditación.


Reconocerla, velar por su incremento y fomentar su desarrollo otorga sentido a la acción del
Consejo Nacional de Acreditación. La calidad, así entendida, supone el esfuerzo continuo de las
instituciones para cumplir en forma responsable con las exigencias propias de cada una de sus
funciones. Estas funciones que, en última instancia pueden reducirse a docencia, investigación
y proyección social, reciben diferentes énfasis en una institución u otra, dando lugar a distintos
estilos de institución.

La dedicación a la institución universitaria es una vocación. Si lo perdemos de vista o lo


olvidamos, las consecuencias afectan con dureza a esta institución que es una da las más
antiguas, creadas por la civilización occidental, para buscar la verdad, hacer crecer a las
personas y extender el conocimiento a las siguientes generaciones. En el Perú, sin embargo,
hemos pasado de tener un número de universidades que se contaban con los dedos de una
mano, a inaugurar cientos de ellas, más por motivos económicos y políticos populistas, antes
que partir de un buen concepto del deber ser de la universidad.

Los resultados están a la vista: Universidades pocas y, en cambio, muchas que -a lo largo y
ancho de todo el país- distan bastante de merecer este nombre. Así han surgido modelos
mercantilistas de universidades que recurren a la captación masiva de estudiantes con
pensiones bajas, en apariencia; porque luego, terminan cobrándoles hasta por el aire que
respiran y, sumados todos los adicionales, la carrera les viene a costar mucho más que mejores
centros universitarios.

La institución universitaria es una comunidad de maestros y discípulos, pero la universidad


peruana, en no pocos casos, por motivos absolutamente monetarios, se parece más a un
mercado donde todo se compra y todo se vende. Si esto es así, los profesores más que
dedicarse a investigar y a enseñar en una institución universitaria, van como saltimbanquis de
una a otra, siempre corriendo y sin tiempo para atender a los alumnos y, por tanto, sin lograr
participar de esa comunidad donde surge el diálogo, brotan las ideas, hay un enriquecimiento
mutuo y se asegura la sucesión de futuros docentes.

Pocos serán quienes se gradúen y titulen, a falta de asesores que realmente se interesen y
profundicen en cada uno de los trabajos de investigación que se requiere realizar para obtener
los grados académicos y títulos profesionales. Pero también, porque los obstáculos
económicos y burocráticos, no prestan facilidades.Peor aún, muchas de nuestras universidades
públicas y privadas son un lugar de pugnas por el poder interno, para alcanzar un cargo dentro
de la misma institución; sino se han vuelto un “mascarón de proa” de naves con apetitos de
poder político externo que, en la práctica, se pueden comparar a locales partidarios, de donde
sale el “clientelaje” para los candidatos a cargos políticos que, son sus propios promotores.

Frente a esta situación, al Estado no se le ha ocurrido más que promulgar la Ley Universitaria
30220, publicada el 9 de julio de 2014 y que trae como novedad, remplazar la Asamblea
Nacional de Rectores, máxima autoridad administrativa universitaria, por la Superintendencia
Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU), adscrita al Ministerio de Educación,
como “la responsable del licenciamiento para el servicio educativo superior universitario,
entendiéndose el licenciamiento como el procedimiento que tiene como objetivo verificar el
cumplimiento de condiciones básicas de calidad para ofrecer el servicio educativo superior
universitario y autorizar su funcionamiento.”, como manda en su artículo 13.
La autonomía universitaria ha muerto, porque las decisiones ya no las toma una
representación de los rectores de

Las universidades, sino el gobierno de turno, a través de un organismo menor, adscrito a uno
de sus ministerios. Es por ello que veo con perplejidad el presente y el futuro de la universidad
peruana. Los académicos, no podemos quedarnos con los brazos cruzados, hemos de seguir
creyendo en la vocación universitaria. Como herederos que somos de Salamanca, Bolonia,
Oxford, París y Cambridge, las primeras universidades, no perdamos de vista que la
universidad es un centro donde avanzan las ciencias y las humanidades, por la dedicación al
estudio y la investigación. Donde se forman los futuros docentes y profesionales que todo país
civilizado necesita.

https://pad.edu/2016/03/22/que-ha-sucedido-con-la-educacion-universitaria-en-el-peru/

https://www.cna.gov.co/1741/article-187264.html

( Morales Castillo, 2016)

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