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Elena Poniatowska, retazos breves

Rosario Alonso Martín

Casi un microrrelato:
Para Enrique Vargas, que puso sobre mis rodillas
su máquina de escribir. Y sigue ahí (la máquina).

Estos relatos-retazos que me dispongo a analizar pertenecen al que fue durante mucho

tiempo el único volumen de relatos de la periodista y escritora mexicana Elena

Poniatowska. Publicado originariamente en Ediciones Grijalbo en 1979 y

posteriormente en la Editorial Era en 1985, De noche vienes1 contiene dieciseis relatos

breves ya aparecidos con anterioridad en diferentes revistas literarias y pertenecientes

algunos de ellos a la edición que de la novela corta Lilus Kikus2 hicieron la

Universidad Veracruzana en 1967 y la misma editorial Grijalbo en 1982. Insisto en la

idea de que De noche vienes3 es la única recopilación de cuentos hasta la aparición de

Tlapatería, en 1999, de una autora que aparece en numerosas ocasiones en todo tipo

de antologías y cuyos textos narrativos están dispersos en toda suerte de

publicaciones. El género del cuento se presta a la dispersión, y el libro de cuentos

actúa como un marco significativo superior donde insertar diversos relatos que, en el

caso de De noche vienes, cumplen con las consabidas reglas genéricas con dos

excepciones que podríamos encuadrar dentro de la categoría de microrrelato: son “El

recado” y los seis textos reunidos bajo el título de “Herbolario”.

Breve, denso, conciso y cerrado sobre sí mismo, “El Recado” es un texto

fronterizo entre el relato breve y el microrrelato. ocupa dos páginas de extensión y

constituye el monólogo interior de una muchacha que visita casualmente a su novio y

ante la ausencia, reflexiona sobre la necesidad o no de dejarle un mensaje amoroso.


R. Alonso El Cuento en Red
Elena Poniatowska... Nº2: Otoño, 2000
Al hilo del proceso deliberativo, la protagonista analiza su propia relación con el

ausente en un lúcido esqueje de monólogo interior cuidado y conciso que no abordaré

por su carácter de relato cercano al microrrelato o microrrelato de discutida extensión.

Por el contrario, los seis “retazos” que componen el conjunto titulado “Herbolario”, sí

pueden ser perfectamente definidos como microrrelatos, teniendo como característica

esencial no guardar ninguna, o apenas ninguna relación entre sí, ni en el argumento, ni

en la forma.

Tuve la oportunidad de preguntar a la autora acerca de estos seis textos

escritos a mediados de los años cincuenta, casi como un ejercicio de estilo sin más

propósito definido que emular los relatos breves que Elena Poniatowska leía en la

revista “El cuento”. Fueron las páginas de esta revista y la asistencia en aquellos años

al taller narrativo de Juan José Arreola, cirsutancias que auspiciaron estos breves

textos que Elena Poniatowska reconoce fruto de la mímesis y que fueron publicados a

sugerencia del editor, bajo un título unificador. Es muy significativo el hecho de

buscar artificialmente la unidad de unos textos que nada en común tenían entre sí.

Ante la necesidad editorial de englobarlos en una unidad mayor, más acorde con el

carácter del resto de los relatos del libro, Poniatowska resolvió unirlos bajo el título de

“Herbolario” -siempre siguiendo las directrices editoriales- ya que cada página de un

herbolario describe individualmente a una especie. Ambos recopilatorios unen

elementos dispersos que tienen un rasog común, en el caso de los textos-especies

vegetales de Elena, los elementos unitivos son la exquisita brevedad, el minucioso

cuidado formal y su carácter de “retazos” de un tejido argumental superior: en su

mayor parte, la temática y las preocupaciones expresadas en estos seis textos van a ser

reiteradas a lo largo de la fecunda trayectoria de la periodista y escritora Elena

Poniatowska.

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Nº2: Otoño, 2000 Elena Poniatowska...

En el primer texto “La identidad”, la autora logra crear una atmósfera de

viaje, de tránsito por los caminos polvorientos que unen a un solitario jinete y a un

viajero que no tienen más que compartir entre ellos que un camino y un estado de

gracia, una identificación fantástica y fugaz: “Maloleintes, el uno junto al otro, algo

nos atravesó blanco y dulce, una lengua transparente. Y nos comunicamos cosas

inesperadas”. Los solitarios ecos rulfianos, la metáfora, el lirismo de la frase breve y

la creación de una inquietante atmósfera más cercana al sueño que a la vigilia, al

realismo mágico que al realismo, terminan con un quiebro sorprendente y a la vez

acorde con ese instante de gracia: el campesino le dice al caminante “Ya sé, le voy a

regalar mi nombre”. El relato descrito se acerca al código discursivo del poema y

establece un diálogo pausado que recuerda al ritmo lento de la cabalgadura, la

sugerencia de una historia que no existe porque sólo nos narra el instante sublime de

una comunicación sorprendente, de un estado deletéreo.

El texto siguiente titulado “Las lavanderas” está más cerca de la anécdota -

En Tequisquiapan la campana de la iglesia mata al campanero en una de sus vueltas y

el pueblo entero mete en la cárcel a la esquila asesina- y del talento reconocido de

Elena Poniatowska para reflejar perfectamente el habla coloquial. Entrevistadora,

autora de crónicas esenciales, Elena tiene un oído privilegiado para reflejar el relato

oral, la conversación de las lavanderas es el único contenido del microrrelato tras una

brevísima y sugerente introducción de la actividad de estas mujeres que están en la

ciudad de México y la abandonan. El espacio es atemporal, para un narrador apenas

entrevisto, las mujeres que lavan sólo se concentran en su actividad y en su

conversación morosamente reflejada. Se trata de un microrrelato dondela acción es el

acto locurivo, es el retazo de ese gran tapiz oral que Elena Poniatowska ha ido

tejiendo en sus Crónicas, en sus Testimonios donde la voz de todos tiene un espacio.

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Elena Poniatowska... Nº2: Otoño, 2000
La fragmentación propia de la crónica -recordemos La noche de Tlatelolco4, Fuerte es

el silencio5, Nada, nadie. Las voces del temblor6- tiene en este relato una esquirla viva

de oralidad, el reflejo perfecto de una conversación a la que se asiste sin participar en

ella, como asistía la escritora en su niñez a la plática de las sirvientas de su casa,

atenta y ajena a una lengua que no era la suya -Elena nació en Francia y fue educada

en el francés y en el inglés- y que aprendió escuchando a las muchachas de servicio,

un tema, una realidad que aparece constantemente en sus novelas, en sus cuentos, en

sus crónicas, en su obra más celebrada Hasta no verte Jesús mío7 y en el prólogo al

libro testimonial de Ana Gutiérrez Se necesita muchacha9.

El mismo tema de la vida de las muchachas de servicio se repite en dos de

los relatos incluidos en De noche vienes, “El Limbo” y “Love Story”, e incluso

aparece en cuarto de los textos breves titulado “Esperanza número equivocado”. Se

trata de un personaje recurrente, la muchacha de servicio que con el pretexto de su

afición a contestar llamadas telefónicas equivocadas y a jugar con el azar de los

dígitos, concentra el relato de su vida vacía y gris en apenas dos páginas. El diálogo

telefónico de la mujer, la voz de su pensamiento y la reflexión de la señorita de la

casa -¿La misma que contempla a las lavanderas que con su conversación se han

trasladado al río de la infancia pueblerina?- que observa el rostro hermoso de la

muchacha ajado por una existencia vicaria. La mujer es apenas un objeto en la casa

donde vegeta y sueña con una llamada telefónica a modo de salvación hasta que ni ese

juego le satisface: “No señor, no, yo no soy Isabel Sánchez, y por favor, se me va a ir

usted mucho a la chingada”.

El espacio doméstico también es el protagonista del tercero de los retazos

breves, pero se trata de un espacio habitado por otro de los personajes afectos a

Poniatowska, la señorita de buan familia aislada en una isla de convencionalismos que

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marcan con su ritmo férreo cada uno de los instantes y pensamientos de la jornada. La

voz del narrador ahora es irónica, a veces despiadada, dirige cada paso de baile de la

muejr melancólica que no conoce más existencia que la de su buena familia y sus

buenas costumbres de solterona enumeradas minuciosa e iróricamente por una

narradora llena de inteligencia, malicia y juego. Capaz de formar gregerías, Elena

Poniatowska despiega esa habilidad ingeniosamente irónica e ingenua que tan buen

resultado le dio en sus primeras entrevistas y en sus artículos lúcidos y mordaces

“Para defenderse, sólo tiene usted, decentísima señora, el blanco escudo de su

almohada”. La señorita de buena familia es la Mariana de la novela La Flor de Lys10

y la protagonista de varios de los relatos contenidos en De noche vienes, ambas se

niegan a aceptar su destino de señoritas de buena familia, ese destino parodiado,

ridiculizado en este microrrelato titulado “Canción de cuna”, la mujer parece relegada

a la infancia idiotizada que tiene el revelador exergo “A una señorita bien educada

para que olvide a quien no le conviene”, más que una advertencia preliminar, esta

dedicatoria parece casi otro microrrelato.

Los dos restantes textos “La jornada” y “Estado de sitio”, tienen un tema

común, la decepción amorosa, una importante carga autobiográfica y un apasionado

lirismo que va a repetirse en otros cuentos del volumen, así como en la magistral

novela corta Querido Diego, te abraza Quiela11. La voz de la mujer apasionada que se

enfrenta desnuda a la pasión amorosa y que resulta cruelmente decepcionada es una

constante en los relatos y novelas de Elena Poniatowska, el discurso es consabido, y

sin embargo, maneja una cualidad rica en sugerencias, plena de metáforas,

comparaciones... “Deseé habitar casas como placentas”, símbolos que convierten a la

mujer en tierra apta para la siembra, elegida como se elige a un animal. “La jornada”

es un poema en prosa con todos los recursos del discurso poético y toda la intensidad

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del relato autobiográfico. La primera persona acentúa la emotividad de una historia

narrada desde la alegría de la tierra, del animal, de la planta, de la sensualidad de un

inacabable planteísmo: “Diciendo musgo, pastito, roca, hortensia, olivos, acacias,

robles, calandrias, ardilla, montaña, muro, valle, castaño, amor, jazmines, hormiga,

alondra, abedul, manzano, viento, hasta que un día amaneció y me miró con ojos

fríos, sin brillo, para concluir fastidiado: “Ya no tengo nada que decirte”.

El caudal enumerativo de “La Jornada” se vuelve en “Estado de sitio” el

rápido transcurrir de una ciudad vertiginosa a la que se asoma otra protagonista

femenina de voz propia que recorre la ciudad en un reiterado imperativo categórica,

en una patética súplica: “Insisto, aménme, ayudénme, sí, todos, ustedes, los veo, trato

de immantarlos, nada los retiene, su mirada resbala encima de mí, me borra, soy

invisible. sus ojos evitan detenerse en algo, en cualquier cosa, yo los miro a todos, tan

intensamente, los estampo en mi alma, en mi frente, sus rostros me horadan, me

acompñana, los imagino, los recreo, los acaricio”. Esta sobredosis de amor, esta

intensidad adolescente termina con el mismo dramatismo, todos los días van a ser

iguales y frustrantes, pero la protagonista no puede evitar la decepción de contemplar

el desierto citadino: “Necesito tocarlo, ver lo que he perdido, necesito mirar esta negra

extensión de chapopote, necesito ver mi muerte”.

Desde el lirismo, la ironía, el diálogo, el sorprendente misterio de la

identidad, Elena Poniatowska teje en “Herbolario” seis retazos de lo que serán

después sus constantes formales -la talentosa utilización del relato oral, el lirismo, la

ironía ingenua y sagaz....- y sus constantes temáticas -la vida citadina, la complejidad

psicológica de sus mujeres “quedadas” de sus adolescentes apasionadas, de sus

muchachas de servicio...-. Concebidos apenas como el ejercicio discursivo de una

aprendiz de escritora, iniciada por la lectura de los relatos de la revista “El cuento” y

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por la actividad de los talleres literarios, los seis textos reunidos artificiosamente bajo

el título de “Herbolario” no pierden su carácter inicial de microrrelatos cargados de

valores estéticos propios, pero a tenor de la trayectoria posterior de Elena

Poniatowska, se convierte en textos iniciáticos. Se trata de una persistencia que

rebasa, una temática y una forma que rebasan el microrrelato para convertirse en

Cuento, Novela, Crónica, Testimonio, son fractales, capaces de ser leídos de forma

individual o como semillas de un texto de envergadura más amplia. El retazo se

convertirá en tejido, y la urdimbre del arte de la sugerencia, de la depuración extrema,

del talento singular de crear atmósferas, recrear anécdotas, construir artefactos

irónicos y hacer de la escucha una actividad creativa ampliará el tejido discursivo de

estas bellísimas miniaturas llenas de matices para cristalizarlas en una trayectoria

luminosa y plena: la de la escritura, prolífica escritura de Elena Poniatowska, la

escritora que desliza flores y plantas entre las páginas de su Herbolario.

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Notas

1
De noche vienes, Elena Poniatowska, Ediciones Grijalbo, 1979, México.

2
De noche vienes, Elena Poniatowska, Ediciones Era, 1985, México.

3
Lilus Kilus, Elena Poniatowska, Universidad Veracruzana, 1967, México.

4
Lilus Kilus, Elena Poniatowska, Editorial Grijalbo, 1982, México.

5
La noche de Tlatelolco, Elena Poniatowska, Ediciones Era, 1971, México.

6
Fuerte es el silencio, Elena Poniatowska, Ediciones Era, 1980, México.

7
Nada, nadie. Las voces del temblor, Elena Poniatowska, Ediciones Era, 1988, México.

8
Hasta no verte Jesús mío, Elena Poniatowska, Ediciones Era, 1967, México.

9
Se necesita muchacha, Ana Gutiérrez, Fondo de Cultura Económica, 1983, México.

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Elena Poniatowska... Nº2: Otoño, 2000
10
La flor de Lys, Elena Poniatowska, Ediciones Era, 1987.

11
Querido Diego te abraza Quiela, Elena Poniatowska, Ediciones Era, 1985, México.

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