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. N56
T6
c. 1
Bfifil ¡f r^TjM
0091831
1080021314
EX LIBRIS
HEMETHERII VALVERDE TELLEZ
Episcopi Leonensis
VIDA DE SAN NICOLAS DE TOLENTINO
V I D A
DE
S i i P i l i s DE T0LEMT1H0
1)E LA ORDEN DE SAN AGUSTIN
E S C R I T A EN F R A N C É S POR E L
P. A N T O N I N O M. TONNA-BARTHET
de la misma Orden,
Y TRADUCID* AL CASTELLANO POS EL
P. PEDRO CORRO
Agustino Recoleto.
—j)c Ig n i t o - .
S 1 .
- M o n o n a
MADRiiBibUoteca Umpentom
L I B R E R Í A D E D . G R E G O R I O DFE'L AMO
Calle de la Paz, núm. 6.
1901
45739
8 IK&¡¡Bg¿KS3 • •
C X X X X X x ,
I N F O R M E
DEL
Doctor en Teología.
He leído la V I D A D E S A N N I C O L Á S D E T O L E N -
TINO, escrita por el P. Tonna -Barthet, que.for-
ma un volumen en octavo de xxiv—¿Q^pciginas
con 2$ grabados, que la imprenta •
Un desea publicar. . • . - • •*•.• * .*.•«
El autor ha recogido documentos esparcí (los •
en diversos lugares, y ha hecho con ello-un todo . w
que pone en muy alto lugar la heroica-figura ,
del monje llamado, por la pkédqd 'cristiana y los *
Papas, Protector de las almas, del Bifrgcñprio y /
de la Santa Iglesia, el más grerndértaumaturgo
de la Iglesia Católica. Los hechos esf(th1ó)iiados
délas mejores fuentes: el-proceso de> canoniza-
ción , los Bolandos, las'historias contemperó.- '
neos ó de época muy cercana. El escritor" aitttt a-
su Santo hasta el entusiasmo, y aduce con com-
placencia los prodigios sin número obrados por
Madrid. —Imp. d e L . Aguado. —Pontejos, 8. el taumaturgo agustíniano. Mas estos prodigios,
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ó están aprobados en el proceso de canonización,
ó están apoyados en testigos fidedignos. Por otra NOS EL DOCTOR DON JOSE MARÍA DE COS,
parte, el P. Tonna-Barthet declara someterse Por la gracia de Dios y de la Santa Sede
en todos sus juicios á las prescripciones de Ur- Apostólica Arzobispo-Obispo de Madrid-Alca-
bano VIII sobre estas materias. lá, Caballero Gran Cruz de la Real Orden
de Isabel la Católica y del Mérito Militar, Se-
Toda la obra respira una seria y bien enten- nador del Reino, Consejero de Instrucción pu-
dida piedad, un celo apostólico. Es muy á pro- blica, etc., etc.; y en su nombre Aos el Doctor
pósito para disipar en ciertos espíritus las ilu- D. Alejo Izquierdo y Sanz, Deán de la Santa
siones funestas y las injustas prevenciones con- Iglesia Catedral, Gobernador Eclesiástico de
esta Diócesis, Sede Plena, etc., etc.
tra la vida religiosa. Todos encontrarán en su
lectura un despertador de su fe y de consolado-
H A C E M O S S A B E R : Que venimos en conceder y
ras esperanzas. Asi, que yo creo que la autori-
concedemos nuestra licencia para que en esta Dió-
dad diocesana puede autorizar la impresión y
cesis pueda imprimirse y publicarse la obra titu-
bendecir la difusión de este buen libro.
lada V I D A D E S A N N I C O L Á S D E T O L E N T I N O , e s -
Dignaos recibir, Sr. Vicario General, el testi-
crita en francés por el P. Antonino María Tonna-
monio de'mis respetuosos y devotos sentimientos.
Barthet, y traducida al castellano por el P. Pedro
H. QUILLIET. Corro, Agustino Recoleto, mediante que de nues-
tra orden ha sido leída y, según la censura, nada
tiene contrario al dogma católico y sana moral.
En testimonio de lo cual expedimos el presen-
te, rubricado de nuestra mano, sellado con el ma-
Visto el informe tan favorable del Dr. M. Quil- yor de nuestras armas y refrendado por nuestro
liet, damos muy gustosos nuestra licencia para Secretario de Cámara y Gobierno en Madrid á 20
que se imprima. — Cambrai 16 de Diciembre de Noviembre de 1900.—José Jtfaría, Arzobis-
de 1896. po-Obispo de Madrid-Alcalá. — T)r. jfílejo iz-
J.~¿J. Carlier,
quierdo— Por mandado de S. S. I. el Arzobispo-
Vic.-Gen.
Obispo mi Señor, Dr. Julián de Diego Alcolea,
Arcediano Secretario.
P R O T E S T A
En vista del favorable informe que los
PP. Fr. Eduardo Melero de Nuestra Se-
ñora del Carmen y Fr. Eleuterio Aranda
llenamente oumiao á tas pzesczi-pciones
de Nuestra Señora de los Dolores nos han
de fytz&ano VIII locantes á tas caucas de
dado de la obra titidada VIDA DE SAN N I -
ios Santo», decíalo epue en esta Viclü de
COLÁS DE TOLENTINO, escrita en francés
San JYico/ds de Joientino, pos ios ca-
por el P. Agustino Calzado Fr. Antoni-
iificativos de santo de mi-Cacj.^ooo, no
no María Tonna- Barthet, y traducida al
ipzetendo en modo alguno •pzeju&cj.az la»
castellano por el P. Agustino Descalzo
decisiones infativtes de nuesfoa ^ííadie la
Fr. Pedro Corro del Rosario, damos por
Santa Silesia.
nuestra parte la aprobación y licencia para
que, servatis de jure servandis, pueda ser Fr. Antonin M. Tonna-Barthet,
impresa. O. S. A.
P e r m i t i d a la i m p r e s i ó n .
En Madrid á 5 de Diciembre de igoo.
Sebastián 3ftaztine$i,
F r . Iñigo Narro de la Concepción, Prior General de Ermitaños de San Agustín.
Comisario General Apostòlico.
aquí aún la memoria de la Hermana de obediencia la acompañaba, como ella declaró, el mismo Je-
Sor Francisca de San Rafael. sús en persona, después de haber anunciado algu-
Esta religiosa, natural de Motril, fué tan aman- nas cosas que el tiempo vino á acreditar de pro-
te de la oración , que la mayor parte de las noches fecías, expiró en el ósculo del Señor el día 11 de
de su vida religiosa las pasó íntegras arrodillada Abril del año 1891.
en el coro ante Jesús Sacramentado, sin poder, Todavía ha sido posterior á esta muerte la de
aunque lo intentara, arrancarse de allí hasta la la Hermana Sor Rosario de la Natividad, de inol-
madrugada, momentos antes de llegar la comuni- vidable recuerdo por sus admirables virtudes, y
dad; fué tan penitente, que, cuantas noches con- que postrada en el lecho de la muerte, decía á la
sagró al necesario descanso de su cuerpo, se acostó M. Priora: «Que no se canse en darme remedios y
en el duro suelo con una piedra por cabecera; tan medicinas, que yo no tengo enfermedad ninguna:
entregada á Dios, que le costaba trabajo apartar muero de amor de Dios» (*). ¡Y pensar que este
el pensamiento do la presencia divina; y, lo que sagrado recinto de la inocencia y de la santidad
más asombra, tan humilde, que, hasta unos dias se haya de ver en estado poco menos que ruinoso
antes de su muerte, nadie supo nada de todas es- por la falta de recursos en que se encuentra!
tas oraciones y penitencias relatadas. Regalada to- (1) Antífona del Magníficat.
dos los dias, durante el último mes do su vida, con
éxtasis y visiones de la más inefable gloria, en que (*) Murió año 1892.
— XXV — — xv —
ravillosa vida; cuánto, en fin, os habéis lamen- San Nicolás, y que confío habrá de ayudaros á sa-
tado de no tener á vuestra disposición una rela- tisfacer vuestra grandísima devoción hacia el
ción extensa y circunstanciada de sus prodigiosos mismo, nada más conveniente que adicionar al li-
hechos; un minucioso inventario, digámoslo asi, bro el piadoso y preciosísimo Septenario que mi
d é l o s inmensos tesoros de virtudes y privilegios querido hermano y compañero de Residencia, Pa-
celestiales que á Dios plugo derramar á manos lle- dre Fr. Juan Aráiz de la Purísima Concepción,
nas sobre el incomparable Taumaturgo de l o l e n - acaba de traducir, para esto objeto, de la lengua
tino. Hov, pues, me cabe la sin igual complacen- italiana.
cia de poner en vuestras manos dicho inventario. Por mi parte, ¿qué os diré yo do nuevo acerca
Inútil como hubiera sido el pretender encontrar- de San Nicolás? Imposible encontrar en la pléyade
lo en nuestra hermosa lengua castellana, pues ni inmensa de sabios y santos que han ilustrado á
creo que exista ejemplar alguno en las librerías nuestra sagrada Orden, durante su ya larguísima
pertenecientes á las ediciones antiguas, ni me existencia, uno siquiera que haya influido tan di-
creo tampoco yo capaz de hacerlo de mi propia co- rectamente en conservar en ella el espíritu que,
secha , parecióme más sencillo ir por él al extran- con su incomparable amor á Dios, supo impri-
jero y, con escasísimo trabajo y mérito de mi par- mirle nuestro glorioso y sapientísimo Patriarca,
te, presentaros un libro completamente nuevo que haya derramado sobre ella tan vivos y esplen-
para vosotras y para mí. dorosos rayos de virtud y de santidad, que haya
La obra original, escrita en francés por el P. An- llamado hacia sí con tan irresistible atractivo los
tonino Tonna Barthet, con la unción evangélica corazones y las miradas de los hijos de Agustín.
de quien, al glorificar y ensalzar á su biografiado, Ni el martillo de arríanos y pelagianos, San Ful-
sólo pretende contribuir con ello á la mayor glo- gencio de Ruspe, la más saliente figura de la Or-
ria de Jesucristo, de quien fué San Nicolás per- den Agustiniana en los primeros siglos, el más
fectísimo imitador, es verdaderamente una valio- grande teólogo y el más eminente santo de su épo-
sísima joya, ora por la fervorosa elocuencia que ca, según frase de Bossuet (1); ni el apóstol infati-
en toda ella resplandece, ya por la especial habi- gable de la Irlanda, San Patricio, que al frente de
lidad y gusto con que, á pesar de tantos prodigios sus intrépidos hermanos de hábito supo conver-
como relata, ha sabido el autor sostener el interés tir de tal modo á sus habitantes gentiles á la fe
y oportuna variedad de estilo que debe campear católica, que mereció desde entonces ser llamada
en toda obra de esta índole; y a , finalmente, por el Irlanda la Isla de los Santos; ni el gran Duque de
mayor número de circunstancias y pormenores Aquitania, San Guillermo, insigne restaurador de
que contiene de la Vida del Santo sobre todas la Orden en la nación francesa; ni Santa Clara de
cuantas de este asunto se han publicado hasta el
presente. Como oportuno suplemento á la Vida de
(1) Yus (Dr. Miguel). Patrología.
hallar algún reflejo santo, algún piadoso recuerdo
Monte Falco, tan distinguida entre los santos,
del asombroso Taumaturgo, Llevado, según ve-
como nos manifiestan asi los tres globulitos con-
réis en la lectura de su Vida, de uno en otro con-
tenidos en la vesícula de su hiél, completamente
vento de las provincias de Italia, tan pronto como
idénticos entre sí en color, peso y tamaño, símbolo
hace su entrada en cualquiera de ellos, al punto
maravilloso de la Santísima Trinidad, como las
sus moradores se sienten inflamados de los más
sagradas insignias de la Pasión de J. C., grabadas
ardientes deseos de perfección religiosa, y brotan
milagrosamente en su corazón, que aun perma-
allí, cada día más hermosas, las flores de la virtud
nece incorrupto después de cerca de seiscientos
y de la sabiduría divina; de cuyo aroma atraídos,
años; ni la popularísima Santa Rita de Casia; ni
corren al claustro numerosos adoradores de Dios
Santa Juliana Corneliguense, instrumento provi-
y desengañados del mundo, ansiosos de vestir el
dencial, elegido por la divina Sabiduría para ins-
hábito agustiniano, logrando muchos de ellos,
tituir en la Iglesia la fiesta del Santísimo Corpus
como el Beato Antonio de Amándula (1), después
Christi; ni Santo Tomás de Villanueva, llamado
de observar en sí, hasta en los más insignificantes
por antonomasia «el Padre de los Pobres»; último
pormenores, la austeridad de vida y la pureza de
Santo Padre de la Iglesia española, como le llama
costumbres de Nicolás, arribar á las cumbres de
un sabio escritor francés, oráculo sapientísimo
la perfección más eminente. A la grandísima de-
y el más autorizado confidente del emperador Car-
voción del pueblo cristiano hacia nuestro Santo,
los V en los días de nuestras mayores glorias: nin-
manifestada sobre todo en la grandiosa y hasta en-
guno de éstos, á pesar de los títulos indiscutible-
tonces nunca vista solemnidad de su canonización,
mente ilustres que acabo de indicar, ha logrado
se debe la creación de la Archicofradia de Nues-
hacerse tan popular ni tan invocado en la Orden
tra Señora de la Correa, tal vez la más enrique-
Agustiniana como el angélico y humildísimo Ni-
cida en gracias y privilegios de los Sumos Pontí-
colás de Tolentino. Si á cualquiera de los religio-
fices , deseosos de satisfacer el gran anhelo de los
sos de San Agustín se le diese la comisión de for-
fieles por verse ceñidos con la misma Sagrada Co-
mar un catálogo de Santos de la Orden, según el
rrea que había vestido el santísimo Ermitaño. Él,
mérito y prestigios que cada uno de ellos tuviese
finalmente, acompañado de su gran Padre San
entre nosotros, desde luego puede asegurarse que,
Agustín y del Bautista San Juan, trajo á la sole-
después de nuestro insigne Patriarca y de nuestra
dad del claustro agustiniano á la piadosa viuda de
Madre queridísima Santa Mónica, iría colocado
Casia, Santa Rita, que, rechazada tres veces pol-
San Nicolás.
las Madres Agustinas de aquella ciudad, cuya
Y en verdad que nada más justo que este cariño
y entusiasmo de la Orden Agustiniana hacia tan
preclaro hijo: por dondequiera que abramos los (1) Breviario do la Orden Agustiniana, 6 de
Febrero.
anales de nuestra historia, nos será cosa fácil el
— XVIII — — xix —
compañía había otras tantas veces solicitado, veces. La primera por la mañana, en que le canta-
vióse" milagrosamente transportada por dichos ban la Gloria; la segunda al medio día, en que re-
tres Santos, á través de fragosas montañas, ó in- petían el Credo con muy dulce melodía, y, en lio -
troducida en aquel venerable convento, donde aún gando al Homo factus est, lo decía uno solo, con voz
permanece su cuerpo incorrupto después de cua- tan sonora y suave que el bienaventurado viejo se
tro siglos y medio, que la han colmado de bendi- quedaba elevado y arrobado; seguíase á la noche
ciones , que la han invocado con la más ilimitada la tercera, etc.»
confianza y la han canonizado por aclamación No puedo substraerme á la tentación de trasla-
unánime bajo el glorioso título do Abogada de im- dar aquí el siguiente relato, que el P. Alonso de Vi-
posibles, tributándole el culto más universal y es- llarino nos ha dejado impreso en su interesantísi-
pontáneo; culto que acaba de ratificar oficial y ma obra Solar esclarecido de Agustinas Recoletas, en
solemnemente Su Santidad León XIII al inscribir, la Vida de la gran sierva de Dios María de la Fe,
á la que hasta ahora no era más que Beata, en el del convento de Eibar, la cual mereció ser regala-
catálogo de los Santos. da por el divino Esposo con las santísimas llagas de
Uno de los más extraordinarios y característi- su Pasión grabadas en sus pies, manos y costado.
cos favores con que el Cielo se dignó distinguir á Oigamos las propias palabras de la Venerable:
San Nicolás, fué el de la celestial música con que, «Vi en el Sagrario un Cáliz, y una Hostia encima
en los seis meses inmediatos á su muerte, regala- de él, y un Niño en la Hostia. El Cáliz era de muy
ron sus oídos y llenaron su corazón de inefable gran valor, y el Sagrario estaba todo alrededor
regocijo los espíritus angélicos; maravilla que al- muy adornado de luces, ángeles y santos, y pare-
gunos siglos más tarde había de reproducirse en cióme que salía de entre aquellos santos uno que
otro miembro insigne de nuestra Sagrada Orden, era nuestro P. San Nicolás de Tolentino, que traía
el P. Nicolás Perea, uno de los cuatro primeros una forma en las manos, y á sus lados ángeles con
misioneros, todos ellos agustinos, que en 1543 luces en las manos. Entendí que me quería comul-
arribaron, en la expedición de Ruy López de Vi- gar. Yo estaba, de ver esto, no menos admirada
llalobos, á las Islas Filipinas. Dice así la crónica que encogida con tan gran merced; deseaba pos
hablando del P . P e r e a (1): «Premiólo Dios nuestro trarme en tierra, si pudiera; mas con el corazón
Señor aun en esta vida, como al glorioso P. San lo hice lo mejor que pude; y, procurando vencer mi
Nicolás de Tolentino, lo bien que en ella le había encogimiento y no ser cobarde en recibir tan gran
servido y agradado: porque, seis meses antes de su merced, recibí la comunión y quedé arrobada ; y
muerte, cada día le daban música los ángeles tres estando así un rato, habiendo desaparecido las di-
chas cosas, vi á nuestro P. Santo Tomás de Villa-
nueva, vestido de Pontifical, y, mostrándoseme
(1) Crónicas de los PP. Agustinos Recoletos, muy alegre, se sentó junto á mí y me dijo que no
Vida del P. Nicolás Perea. Tomo i.
dudase de todo lo que había visto: con que estuve y sostener el Evangelio en nuestro malogrado Ar-
dos días muy consolada». Hasta aquí la Venerable chipiélago de Filipinas; provincia, la nuestra,
Madre. cuyo Titular y Patrón es precisamente el insigne
Piel y poderosísimo abogado de aquellos que in - San Nicolás. Conocedor, por tanto, perfectamente
vocan su santo nombre, innumerables veces se ha del lugar que éste ocupaba entre sus hermanos los
dejado ver de religiosos nuestros, sobre todo en filipinos, como quien ha vivido entre ellos por es-
los momentos de la agonía, ya convidándolos á las pacio de once años, bien puedo aseguraros que asi
mansiones de la Gloria y recreando su ánimo con entre los individuos de mi amada provincia, como
la vista de amenísimos jardines, representación entre los de la del Santísimo Nombre de Jesús de
d é l o s eternos verjeles del Paraíso, como al Her- nuestros Padres Calzados, el nombre de San Ni-
mano Corista Fr. Tomás de la Concepción (1): ya colás de Tolentino había de ser indefectible y
defendiéndolos contra las acometidas del enemigo como necesariamente pronunciado por cuantos
infernal, como al angelical Hermano,. también co- nos honrábamos llamándole hermano nuestro,
rista , Fr. Juan de San Agustín (2); ya derramando siendo tan evidente la protección del Santo que,
en su corazón el bálsamo del consuelo y de la más por lo qúe respecta á nuestra provincia de Agus-
inefable alegría, como al Venerable P. Alonso de tinos Recoletos, de la que yo puedo hablar, á pe-
la Anunciación (3): ora, finalmente, anunciándo- sar de haber tenido la administración espiritual
les de parte de Dios el pronto restablecimiento y más desparramada, difícil y peligrosa entre todas
vuelta á la salud, que ya se daba por desahuciada, las del Archipiélago, y á pesar do ser los naufra-
como al P. Fr. Antonio de San Agustín (4). gios frecuentísimos entre nosotros, en cerca de
trescientos años, hasta la pérdida de nuestro do-
Y ¿quién sería capaz de ponderar aquí debida- minio en Filipinas, tal vez no lleguen á seis los
mente el alto prestigio de Nicolás, como protec- agustinos recoletos que han muerto náufragos.
tor de nuestros religiosos misioneros, y la singu- Unas veces apareciéndose el Santo visiblemente á
lar confianza que siempre éstos tuvieron deposi- nuestros navegantes; otras veces en virtud de su
tada en su milagroso hermano? Bien sabéis, hijas panecillo bendito, hanse visto dominados en las
mías, que, si de algo puedo preciarme en mi vida naves formidables incendios, ó se han calmado las
de agustino, es de pertenecer á una de las provin- más espantosas tempestades, ó se han evadido des-
cias dedicadas, hasta hace muy poco, á propagar conocidos escollos, ó , finalmente, con fuerzas in-
mensamente más pequeñas, se han alcanzado, con-
tra enemigos piratas, las más brillantes victo-
(1) Crónicas de los PP. Agustinos Recoletos,
tomo iv, núm. 821. rias (1): prodigios estupendos que, acrecentando
(2) Idem id., tomo iv, núm. 261.
(3) Idem id., tomo i, página 429.
(4) Idem id., tomo i, página 142. (1) Véanse los números siguientes del tomo iv
— XXII — — XXIII —
cada día en los fieles la confianza y entusiasmo en todo género de virtudes, que venga á suplir mi
hacia el insigne Taumaturgo, mereciéronle el glo- insuficiencia en la dirección de vuestras almas; un
rioso título de Patrón de la Ciudad de Manila, ca- espejo purísimo, en cuyo fondo veréis reproduci-
pital de aquel Archipiélago. He aquí cómo se ex- das y como condensadas todas las aspiraciones ha-
presa sobre este punto nuestro sabio cronista el cia lo alto, toda la abnegación en las amarguras de
P. Fr. Andrés de San Nicolás, hablando de las imá- la vida, todo el celo por la gloria de Dios y de su
genes que se veneran en nuestra iglesia de Recole- Iglesia santa, todo el menosprecio de los bienes
tos de Manila. «La tercera (imagen) que ilust-a perecederos del mundo, toda la sed de penitencias
y engrandece este convento es la de su famoso Ti- y austeridades, toda la humildad y modestia en
tular Nicolás de Tolentino, el cual se ha querido medio de los aplausos, todo el valor y fortaleza de
dar á conocer en aquellas remotas regiones, tanto corazón contra las embestidas de Satanás, todo el
como en Las otras de la Cristiandad, por los con- amor y ternura hacia Jesús y su Madre Santísima,
tinuos prodigios y portentos que allí hace. De los todo el espíritu, en fin, de perfección evangélica
que se han visto en Manila solamente, se pudiera que nuestro gran P. San Agustín nos ha dejado in-
escribir un gran volumen, y mayor de los de fue- culcados, asi en su admirable Regla como en su
ra. Baste decir que, por haberse aparecido á los na- santísima conducta.
vegantes en sus mayores aprietos y congojas, le
Que el Santo benditísimo dirija una mirada de
han tomado por Patrón todos á una; correspon-
compasión hacia la Iglesia atribulada, y, como en
diendo el glorioso Santo á su piadosa devoción con
otro tiempo logró con su valioso patrocinio sal-
excelsas maravillas, no dejando por eso de obrar-
varla del formidable cisma de más de cincuenta
las en la tierra muy frecuentes: por lo cual, así
años, alcance también hoy del Padre de las mise-
españoles como indios de las Islas Filipinas, le
ricordias luzca ya sobre la Cristiandad, puro y es-
veneran como asilo en quien tienen bien seguro su
plendoroso, el astro de la F e , á cuya luz abran los
remedio »(1).
ojos del alma tantos infelices pecadores que, cie-
Ved, pues, hijas rnias, si tengo y o justo motivo gos por las nieblas de la pasión ó de la ignorancia,
para regocijarme en el Señor al poder ofreceros avanzan sin remedio hacia el abismo de la conde-
hoy, en la Vida de San Nicolás de Tolentino, un nación eterna.
ángel tutelar que vele vuestros pasos en este mise- En cuanto á vosotras, amadas hijas mías, sola-
rable destierro del mundo; un maestro consumado mente os deseo que vuestro glorioso Hermano os
conserve en los buenos deseos de que se hallan
animados vuestros corazones, y haga que, coope-
de las Crónicas de P P . Agustinos Recoletos, 431,
438, 730 y siguientes 808 y 911. Del tomo i, la pági- rando cada día con mayor fidelidad á la gracia de
na 529. Del tomo III, la página 280. vuestra vocación, crezca más y más en vuestro pe-
(1) Tomo i de dichas Crónicas, página 442. cho el amor á Jesús y á su bendita Madre, los cua-
— XXIV —
(1) Cum multis diebus setatis suaa proeessisset (1) Giorgi. Vida de San Nicolás de Tolentino.
et velut steril is filios procreare non posset... His- Tolentino, 1837, pág. IB.
toria Beati Nicolai Tholentinatis, quce composita (2) Pancos post dies per quietem ambobus appa-
fuit a Fratre Petro de Monte Itubiano, lector e anno raît angelus, qui dixit ois : Surgite... etc. Breviar,
Domini M.CCCXXV1 tempore Domini Joannis Pa- Proceso de canonización. San Antonino, in vita.
pa vigesimi secundi, cap. i, núm. ! . . (3) Y así que, posponiendo todo otro cuidado
— 10 — — 11 —
traje de peregrinos el camino que los separa- un hijo que se llamará Nicolás, en reconoci-
ba de Bari, sufriendo durante muchos días miento de la gracia obtenida por mi interce-
grandes fatigas y privaciones (1). sión. Él entrará en una Orden religiosa, don-
Llegados al término de su viaje, Compañón de su vida austera, sus prodigiosas mortifica-
y Amada dirigiéronse apresuradamente á la ciones y sus resplandecientes virtudes serán
Basílica, donde se veneran las preciosas reli- para sus hermanos un continuado milagro.
quias del Santo Obispo de Mira. Prosterna- Tened fe en mis palabras, pues todo lo que os
dos sobre las losas del templo, permanecieron anuncio en nombre de Dios se realizará » (1).
en oración hasta la noche, olvidados de su Nueve meses más tarde, en el mes de Sep-
cansancio, cayendo, en fin, ambos, dominados tiembre de 1245, daba al mundo la piadosa
de un profundo sueño, junto á la urna que Amada al hijo de las predicciones divinas,
contenía las reliquias del Santo. Sería la el cual fué bautizado el mismo día, imponién-
media noche, cuando, apareciéndoseles el dosele el nombre de Nicolás. ¡ Ah! Si el sacer-
bienaventurado San Nicolás, conforme á lo dote que lo hizo cristiano hubiera podido des-
anunciado por el ángel de Dios, revestido correr el velo del porvenir y leer en él lo que
de los ornamentos pontificales y en la ma- había de llegar á ser algún día el nuevo bau-
jestad de su gloria: «Yo he bajado á vos- tizado, ¡qué acciones de gracias no hubiera él
otros, les dijo, por orden de aquel mensajtro tributado á la Divina Providencia por haber
celeste que habéis visto en San Angel; y suscitado un tal apóstol! En efecto: si la
vengo á anunciaros que vuestras fervientes muerte de los santos, según la expresión del
súplicas, que han llegado hasta el Trono de Profeta, es preciosa á los ojos de Dios, ¿no
Dios, han sido escuchadas. Tendréis, pues, ha de ser también precioso su nacimiento á
les ojos de los hombres?
terreno, se confesaron primero, y recibida la Sa-
grada Eucaristía inmediatamente... Frigerio La (1) Ipsis in pavimento JEcclesise ante Beati Ni-
gloriosa vita e gli excelsi miracoli dell'Almo Con- colai altare dormientibus. Sanctus Nicolaus in ha-
fessore Santo Nicola de Tolentino da gli antichi bitu pontificali apparuit dicens: Angelus qui vobis
originali raccolta. Camerino, 1578. apparuit, mihi dixit ut ad vos venirem, nuntians
(1) Viatorio habitu accincti, et báculo tornati- et confirmans quia vobis meo obtentu nascetur fi-
' lo U e ! n u s u ™ aqute cucurbita instructi, ala- lius, et vocabitur Nicolaus... Hic erit Deo accep-
eres ndentesque Barium. versus iter susceperunt.
r tisimus religiosam arctamque vitara ducens... etc.
Breviariwm.
Proceso de canonización.
Inspirada por una verdadera ternura y por piedad y sus admirables cualidades. El amor
una esclarecida piedad, Amada consideró co- á los trabajos parecía ya tan innato en su co-
mo un deber sagrado y una dulce obligación razón, que jamás demostró con las lágrimas
el amamantar por sí misma á su hijo. Hubiera los dolores inevitables de sus primeros, años,
creído renunciar á su título de madre propor- notando, además, con extrañeza la misma
cionando á su hijo, por ajeno ministerio, los Amada que el lunes, el miércoles y el vier-
cuidados de la primera edad, cuya influencia nes de cada semana no tomaba la leche ma-
es tan grande sobre el resto de la vida. terna sino una sola vez al día (1). Cuando él
Siguiendo el ejemplo de Ana, madre de ya pudo andar por la casa, no se cansaban
Samuel, ofreció á Dios el fruto de su seno, sus parientes y amigos de venir á verlo; tan
suplicándole se dignara ser su particular pro- modesto se mostraba ya en todas sus actitu-
tector y preservarlo de todo pecado; y Dios¿ des. Aun no podía más que tartamudear, y ya
escuchando esta súplica maternal, derramó manifestaba con demostraciones de infantil
desde entonces sobre Nicolás tal abundancia regocijo los sentimientos de amor que le
de gracias y bendiciones, que el niño se le- atraían hacia Jesús y María; buscaba sus sa-
vantó rápidamente, de grado en grado, á la gradas imágenes con exquisita solicitud, y,-
más encumbrada santidad. tan pronto como su vista lograba descubrir al-
El mostraba ya toda la hermosura de sus guna, manifestaba con sus gestos una afectuo-
progenitores. La historia nos dice que ningún sa ternura hacia ellas (2). ¿No había algo de
otro niño había que pudiera comparársele (1) : tierno y encantador, capaz de arrancar lágri-
la fe robusta y austera de su padre, la tierna mas del corazón, en este culto de la niñez ha-
devoción y graciosa bondad de su madre, pa- cia el Salvador y su divina Madre? Preveni-
saban alternativamente, y sin esfuerzo, del al- do con tan prematuras gracias celestiales,
ma de Nicolás á su pura y dulce fisonomía. Nicolás no aprende á conocer al mundo sino
Desde su más tierna juventud, marcada con para temerle y menospreciarle. Aun no tiene
el sello de la gracia divina, excitaba la admi- más de tres años y todas sus recreaciones
ración de cuantos le rodeaban, por su precoz
(1) Zacconi, cap. n i . Nicolás de la Ascensión.
Pedro Galdo. P a r a v i c i n o , cap. n.
- (1)• Frigerio, cap. IXI,-pág. 21. Giorgi, cap. i, pá- (2) Frigerio. José R e n a l , lib. VII, cap. ni. Gan-
gina 16. • -- dolfo, cap. iv.
IflHYfòS "Í VO \m
SMie'!'- A v a r i e y T s i t e
consisten en la oración y el servicio de Dios. meros ensayos de su espíritu: á ellas se debe
Nada más tierno que verlo, lejos de los niños principalmente las aspiraciones de tales hijos
sus compañeros, dedicarse á la oración con hacia lo sublime y hacia la santidad, que ha-
un fervor angelical, sin cuidarse de tomar cen hoy glorioso y bendecido su adorable
parte en sus diversiones (1). Su madre, que nombre. Nicolás, por su parte, tenía un alma
no solamente lo amaba como una madre se- inclinada á lo bueno por su natural índole,
gún la naturaleza, sino, sobre todo, como una y respondía perfectamente á los cuidados y
madre según la gracia, se ocupaba en la solicitud de su piadosa madre. Era, en ver-
educación de su hijo con un esmero exqui- dad, un conmovedor espectáculo el verle,
sito, con un tacto perfecto y un corazón todavía niño, hacer esfuerzos por tenerse
preparado por Dios mismo para la gran obra arrodillado en tierra, sin el menor apoyo, du-
de su educación moral y religiosa. Esta fué rante el santo sacrificio de la Misa. Inmoble,
la primera gracia otorgada á San Nicolás con los ojos fijos en el altar y juntas sus ma-
de Tolentino por la Divina Providencia. La nos ante el pecho, él parecía, en verdad, un
historia nos demuestra que los grandes ge- ángel del Cielo. Un día que el niño oía Misa
nios, los grandes caracteres y los grandes en compañía de sus padres, quiso Dios ma-
santos han sido doblemente hijos de sus ma- nifestarle, por medio de un prodigio, cuán
dres. La sangre de éstas los ha vivificado agradable le era este prematuro fervor. En el
y animado; pero ellos se han formado más momento de la elevación de la Sagrada Hos-
en el regazo y junto al corazón de cari- tia iluminóse repentinamente el rostro de Ni-
ñosa madre, oyendo sus lecciones y viendo colás y vió á Nuestro Señor en la forma de
sus ejemplos, que escuchando las instruc- un niño que le llamaba y le decía: Ven á Mí,
ciones de los más hábiles maestros. Toda la pues Yo estoy estrechamente unido á aque-
sabiduría de aquéllos, toda su energía, toda llos que tienen el corazón puro é inocente (1).
su santidad refluyen en aquellas cuyo amor ¡Oh visión infantil, cómo nos arrebatas!
tierno y persuasivo ha fecundizado los pri-
(1) Frequens admodum in templis erat... ubi
quadam die, sacerdote Hostiam elevante, Chris-
(1) Mulierum et puerorum consortia vitabat... tum D o m i n u m puerili specie sibi arridentem con-
senilem quamdam gravitatem pree se ferebat. Pro- tueri meruit dicentem sibi: «innocentes et recti
ceso de canonización. adhseserunt mihi». Proceso. Breviario.
Ninguna idea de la Tierra te conturba. En ti Deseaba asimismo acompañar todos los días
todo es casto, dulce y placentero. Feliz y á su piadosa madre en las visitas de ésta á los
bienaventurado el pequeño ángel terrestre enfermos, y esforzábase allí por prodigarles
que mereció repetidas veces disfrutar de un todos los pequeños servicios de que era en-
favor semejante. Favor que explica las lágri- tonces capaz. Tal era Nicolás en sus prime-
mas que inundaban su rostro cada vez que ros años, el cual, á semejanza del Niño Je-
se ponía á orar en la presencia de Dios. Esta sús, crecía en gracia y sabiduría ante Dios y
caridad ardiente hacia el Señor debía, natu- ante los hombres, prometiendo para el por-
ralmente, producir en Nicolás los mismos venir frutos admirables de virtud y de san-
efectos que leemos en los demás santos. El tidad.
amor para con los pobres fué el primero. Com-
prendiendo sus padecimientos y compadecien-
do sus desgracias, este niño de bendición re-
servaba para ellos cuanto recibía de sus ge-
nerosos padres, comenzando desde entonces
á ejercitar en ellos aquella heroica é inagota-
ble caridad que lo ha hecho digno del agra-
decimiento de los hombres.
A la vista de la miseria y privaciones de
sus prójimos, todo en él revelaba una emo-
ción profunda, y, faltándole alguna vez dine-
ro para socorrerles, según deseara, hacía le
siguiesen los indigentes, y, conduciéndolos á
casa de su padre, le suplicaba tiernamente no
los despidiese sin algún alivio y limosna (1).
(1) Pedro de Bretaña, pág. 13. (1) Pedro de Bretaña, pág. 14.
casi divina, en la cual su Dios, llegando á Dios, y que llegaría con el tiempo á ser un
hacerse su alimento, le .descubre, sobre más gran santo (1).
dilatados horizontes, las sublimes y austeras ' Una alma tan bien templada como la de
bellezas de la virtud. Probablemente la igle- Nicolás no podía contentarse con buscar á
sia de San Angel in Pontano debió de ser el Dios solamente en las dulzuras de la oración,
lugar donde este niño bendito se unió á Je- sino que debía también aspirar á buscarle y
sucristo por vez primera; la iglesia misma seguirle por los caminos dolorosos del Preto-
donde había él recibido las aguas del bautis- rio y del Calvario. Uniéndose, pues, á Jesús
mo. Día fué éste señalado con especiales fa- azotado, este joven buscaba en la disciplina
vores de Nuestro Señor, que se complacía en y los cilicios las austeras enseñanzas del do-
corresponder con luces y gracias de predilec- - lor y de la humillación, azotándose tan cruel-
ción á la generosidad de Nicolás. El director mente con correas de cuero, que las paredes
de este ángel de la Tierra, conociendo el va- de los aposentos solitarios adonde se retira-
lor y la hermosura del tesoro confiado á su ba estaban teñidas de sangre (2). Prosternado
cuidado, admirábalo y entreteníase con él su rostro contra la tierra y arrasados de lá-
largas horas, juzgándose dichoso en aspirar grimas sus ojos, no podía él comprender la
el perfume que de sí exhalaba este tan puro bondad infinita de Dios para con los hombres,
y candoroso lirio. Por su parte, el niño se tan ingratos y tan indiferentes. Cierto día,
hallaba altamente satisfecho de hallar en la después de haber pasado cuatro horas arro-
experiencia y consejos de su guía un apoyo y dillado en oración en una gruta cercana á
un manantial de inspiraciones, que le ayuda- San Angel y llamada Fosso Massaccio, como
ban á prepararse para el gran acto de la pri- no le fuese posible levantarse por negarse á
mera comunión. Desde* esta bendita fecha, los sostenerlo sus fatigadas piernas, quedóse allí
deseos, los fervores y los sentimientos de Ni- acostado sobre la tierra y, apoyando su cabe-
colás fueron dignos de un santo consumado za en una dura piedra, pronto se vió domina-
en todas las virtudes; el fuego del amor divi- do del sueño. Despertó, por fin, el Santo, y
no abrasó su corazón é iluminó su inteligen-
cia con tan vivas llamas, que en San Angel
(1) Si párvulo isti Dominus vitam concesserit
se decía de voz pública que el joven de Gua- sanctus erit. Proceso.
ruti era un serafín que no vivía más que para (2) Disciplinabat se vinclis aliquando eorrigiis
et quandoquidem catenis. Proceso.
habiendo quedado grabada en la roca, como nes y sus esfuerzos personales. Así que toda
si hubiera sido de cera, la imagen de su ros- su dicha se cifraba en poder conversar con
tro, de la cavidad formada por éste comenzó los buenos religiosos; y el proceso de su ca-
á brotar una fuente de agua pura. Esta gru- nonización nos refiere que él no frecuentaba
ta, objeto de veneración para todos los habi- más que el convento de los ermitaños de San
tantes del país, atrajo, y todavía hoy atrae, Agustín; no conocía más, como en otro tiem-
una multitud de enfermos que, saciándose de po San Basilio, que el camino de la escuela
esta agua milagrosa, encuentran en ella el vi- y el de la iglesia (1). De cuando en cuando
gor y la salud. ¡Cosa notable! Si se quiere ha- dejaba escapar de su corazón la confesión de
cer uso de esta agua para usos profanos, al sus íntimos deseos. «¡Oh, qué felices sois vos-
momento queda en seco la fuente y no vuelve otros, decía él á los religiosos, viviendo jun-
á manar sino después de haber recibido la tamente en el claustro, unidos con los lazos
bendición de un Padre religioso de San Agus- tan fuertes y tan dulces de la caridad frater-
tín. Esta fuente se llama todavía la fuente de na y de la admirable Regla de vuestro Pa-
San Nicolás (1). triarca San Agustín! ¡Oh, cuánto me alegra-
Era nuestro joven Santo amante de la so- ría de poder, como vosotros, ser su hijo y de-
ledad , y, á fin de conservar su íntima unión dicarme todo entero al servicio de Dios!» (2).
con Dios, evitaba todo comercio con sus con- El convento de San Angel in Pontano era
discípulos. Sin embargo, su alma no era in- digno de atraer hacia sí las miradas y los de-
sensible á los encantos de la amistad. El sa- seos de Nicolás, pues gozaba á la sazón de
bía que la vida moral é intelectual es más una gran renombre de santidad, justamente me-
imitación que una creación, y que el hombre recida. Entregábanse en él los religiosos con
aprende el bien y el mal más por sus relacio- admirable celo y constancia á los ejercicios
nes con sus semejantes que por sus reflexio- de la vida común, practicando la más estric-
ta pobreza, soportando con alegría todas las
(1) Instrumento auténtico que comienza: In Dei
nomine. Amen. Anno Domini 1724, i n d i c t i o n e i i , (1) iEqualium csetus evitans, religiosorum fa-
die vero 12 .Tanuarii. Pedro Esteban Montanaro, miliaritate dumtaxat delectabatur. Breviario.Pro-
depone... Este documento está conservado en la ceso.
biblioteca de los P P . Agustinos de Nápoles en el (2) Adhuc puerulus... dicens se velie effici fra-
convento de la Zecca. ter Eremita. Proceso, Giorgi.
privaciones, y observando, en fin, todas sus revestido de una gravedad mayor, aplicándo-
Reglas con la más perfecta obediencia. Ellos se á cumplir perfectamente todos los deberes
recogían, obrando así, la herencia de fervor de su nuevo estado y estudiando con amor
que les legaran santos religiosos sus antepa- las rúbricas y ceremonias propias del Oficio
sados, los cuales habían sido la gloria y or- divino, á fin de hacerse digno de Dios, á
namento de este monasterio. No era, pues, de quien deseaba complacer aun en las cosas
extrañar que el alma de Nicolás hubiese ele- más pequeñas. Pronto se vió nuestro Santo
gido este piadoso asilo como su refugio y el elevado á un tal grado de perfección, que los
blanco de sus deseos. Sentíase principalmen- más antiguos canónigos encontraban una pia-
te impulsado hacia esta Orden venerable, por dosa satisfacción al verlo cada día llegar de
su antigüedad en la Iglesia y por el gran nú- los primeros al coro, con un perfecto recogi-
mero de Santos que ha producido y con que miento y exacta fidelidad. Contemplábanle
ha poblado el Cielo. Su devoción hacia San con admiración, inmoble en su asiento, los
Agustín, sn glorioso Fundador, se acentua- ojos bajos, las manos juntas ó sosteniendo el
ba de día en día, sintiéndose poderosamente breviario, y se decían entre sí: He ahí el
atraído por el genio y por la piedad de este Angel guardián del coro.
ilustre Doctor. No permitiéndole, sin embar- Si alguna omisión se escapaba á la vigi-
go, su corta edad el ser admitido entre los lancia de Nicolás, él se apresuraba á repa-
ermitaños, recibió la tonsura de las cuatro rarla imponiéndose la penitencia que la cos-
órdenes menores de manos del Obispo en la tumbre señalaba para tales casos (1). De este
iglesia colegial de San Salvador, y aceptó el modo conseguía vivir piadosa y tranquila-
título de canónigo con que le brindó el cole- mente en la presencia de Dios, esperando la
gial de San Angel (1). hora de responder al llamamiento de Aquel
A partir desde este día aparece Nicolás que ha dicho: Si quieres ser perfecto, ven-
de cuanto posees, da su precio á los pobres y
sigúeme. Acrecentándose más y más su vo-
(9) Instrumento autkentico quod anno 1701, ad cación al estado religioso en el santuario
musseum nostrum fuit transmissum dieitur exsta- donde tenía el insigue honor de pasar su vi-
re ibidem (in oppido San Angeli) per vetustum
templum S. Salvatoris ubi S. Nicolaus fuit ini-
tiatus minoribus ordinibus. Bolland., torn, ni, pá-
gina 646, in notis lit. M. (0) In omnibus erat perspicuus. Proceso.
da, resolvióse por fin á abandonarlo todo pa- en la elección de estado dependía la salva-
ra seguir pobre en pos de un Dios pobre y ción, y deseaba cuanto antes abrazarse con
humillado. Aquel hacia el cual se sentía arrastrado con
¡Cuántas almas han obedecido á esta voz tan irresistible violencia. En adelante, amar
del Salvador Jesús, que las llamaba al sacrifi- al Señor con toda su alma y con todas sus
cio y renunciación de sí mismas! ¡Cuántas de fuerzas, juntando á tan perfecto amor el amor
estas almas, abandonando las riquezas y los del prójimo, sería la ley suprema de su ad-
honores, sirvieron de ejemplo y edificación al mirable vida.
mundo, y produjeron maravillosos frutos de Sin embargo, á pesar del atractivo irresisti-
salud y gracia! Así, pues, sucedió con Nico- ble que le llama hacia el claustro de los hijos
lás que no cesaba de suspirar con el ardor de San Agustín, á pesar de su decidida reso-
de un corazón puro y generoso por el feliz lución de dedicarse sola y exclusivamente al
momento de su entrada en la Orden de Er- divino servicio, Nicolás duda por algún tiem-
mitaños de San Agustín, que era la que le po, temiendo todavía engañarse y experimen-
merecía todas sus preferencias. «¿Cuándo tando en su alma las angustias de una terri-
podré yo, decía él, según la sencilla traduc- ble y dolorosa lucha.
ción de los biógrafos, cuando podré yo ocul- La Providencia, empero, que le ha llenado
tarme alejado del mundo? ¿Cuándo se eleva- de tantas gracias, va por fin á ayudarle á
rán mis súplicas sobre las silenciosas bóve- romper sus ligaduras, y, llenando su corazón
das del claustro, donde tan fácil es el reco- de santas inspiraciones, va á abrirle las puer-
gimiento? ¿Cuándo, pues, junto á la lámpara tas del claustro bendito, por el que ha tanto
del santuario podré yo consumirme día y no- tiempo que suspira.
che en ese templo, donde la Hostia silenciosa
se ofrece de continuo al Eterno Padre?» (1).
Tal era la voz é incesante llamamiento de
Dios, que Nicolás sentía resonar en el fondo
de su corazón,y cuya importancia conocía él
mejor que ningún otro. Sabía que del acierto
(1) San Agustín, Confesiones, lib. vi. 2. ibid. (1) San Agustín, Confesiones, lib. xi.
nasterio: «Habiendo sido hecho Presbítero lidos de los monasterios fundados por Agus-
(San Agustín), estableció al momento en su tín, cuando el mismo San Posidio, que los
iglesia un monasterio, y comenzó á vivir en conocía perfectamente, y que nos ha trans-
compañía de servidores de Dios, siguiendo mitido los esclarecidos méritos de aquéllos
las reglas y preceptos establecidos en tiempo en la Iglesia, ha puesto buen cuidado fen
de los Apóstoles. El punto más importante ocultarnos sus nombres.
de esta congregación consistía en no tener «Yo he conocido, dice, diez de estos hom-
nada propio: todo era común á todos, y debía bres santos y venerables, tan insignes por la
darse á cada uno según sus necesidades. El pureza de sus costumbres como por lo vasto
mismo San Agustín había practicado esto de su sabiduría, que el bienaventurado Agus-
antes que ningún otro á su venida de Ultra- tín concedió á diferentes iglesias que se los
mar para su patria». (1) demandaban, algunas de las cuales eran muy
principales. Los obispos procedentes de este
Séanos permitido citar aquí las palabras
plantel de Santos multiplicaron las iglesias
de Benoit al hablar de la institución de este
del Señor y fundaron en rededor de éstas
monasterio. «Agustín hacía las veces de un
otros monasterios, que dieron igualmente á
padre para con sus compañeros, sobre todo
otras iglesias muchos de sus individuos para
para con aquellos que habían abrazado con él
ser elevados al sacerdocio, á medida que se
esta santa esclavitud. El los guardaba como
redoblaba el celo por la palabra de Dios. Así
á hijos, que había engendrado en Jesucristo;
fué cómo la doctrina saludable de la fe, la
él alimentaba sus almas con el más solícito
esperanza y la caridad de la Iglesia Católica
cuidado, los enfervorizaba con las Sagradas
se difundió por muchos y en muchos, no so-
Escrituras, los excitaba á la piedad y los ha-
lamente por todos los puntos del Africa, sino
cía suficientemente fuertes para mantenerse
también más allá de los mares.» (1).
un día por sí mismos en el retiro sin el auxi-
lio de su brazo» (2). Imposible nos sería citar Como los miembros de esta Orden nacien-
los nombres de todos los grandes hombres sa- te vivían en celdas independientes y alejados
de las ciudades, se comenzaron á llamar Er-
mitaños; nombre que, en recuerdo de su pri-
(1) San Posidio, Tita Sancti Patris nostri Au-
g
"¡2)'' Prólogo de la Regla de los Benedictinos, ca- (1) San Posidio, cap. x.
pítulo v.
Agustinos á derogar esta costumbre, tan ge-
mera fundación, han conservado siempre los neral entonces. San Guillermo de Aquitania,
Agustinos. Propagáronse éstos rápidamente San Juan Bueno y muchos otros religiosos,
por el Africa, de tal modo, que hacia el insignes por su ciencia y su piedad, reunie-
año 430, cuando los vándalos invadieron las ron un cierto número de monasterios bajo un
provincias proconsulares, la Orden, que ape- mismo Superior, dando así origen á lo que
nas contaba cuarenta años de existencia, pudo hoy día llamamos una Provincia.
envanecerse, al ver cerca de tres mil de sus El año 1215, el cuarto Concilio Ecuménico
miembros condenados á muerte en odio á la de Letrán reconoció la Orden fundada por
divinidad de Jesucristo (1). Muchos de ellos, San Agustín (1), y treinta años más tarde,
que pudieron evadirse, pasaron á Cerdeña, habiéndose aparecido el gran Doctor de Hi-
Italia y Francia. pona al Papa Alejandro I V , invitóle á reunir,
Como ya fuese célebre por toda la Iglesia bajo la autoridad de un General, los miem-
el nombre de San Agustín, á causa de las bros dispersos de la gran familia agustinia-
grandes controversias sostenidas contra los na (2). Al momento este gran Pontífice hizo
herejes por este Doctor incomparable, nin- reunir en Roma, en la iglesia de Santa María
guna dificultad encontraron sus discípulos del Pópulo, á todos los Superiores de los mo-
para establecerse en Europa y llevar á efec- nasterios, bajo la presidencia del Cardenal
to numerosas fundaciones, de suerte que pu- Ricardo de San Angel, con el fin de proceder
do evitar la Orden el peligro de total extin- á la elección del primer General de la Or-
ción que le amenzaba.
No exigiendo todavía los cánones de la
(1) Hoc unum certuni est, quod ilia sancta pro-
Iglesia el que todos los conventos tuviesen pago Sancti Augustini non omnino extincta fuit;
absoluta dependencia de un Superior sólo, sed in aliquibus bonis fratribus in quadam sancta
bastaba que cada monasterio ó abadía tuvie- simplicitate viventibus perduravit usque ad an-
num 1215, quando celebratum fuit Concilium La-
se un Abad ó un Prior. Modo de gobierno teranense.
que duró muchos siglos, pues que hasta el ... In eodem etiam Concilio, quia ibi de Ordini-
bus singulis tractabatur, Ordo fratrum Eremita-
año de 1050 no comenzaron los Ermitaños rum S. Augustini registratus et adnotatus fuit...
ut habetur ex registro Pontificum romanorum. El
Beato Jordan de Sajonia, lib. i n , cap. n.
(1) Lanteri. Postrema specula sex religionis au- (2) Lanteri. Postrema sascula sex.
gustinianse. In prólogo. Tolentini, 1858.
— 38 —
den, mereciendo entre todos ser elegido el
bienaventurado Lanfranco de Setala, origi-
nario de una de las más nobles familias de
Milán, y Superior de la provincia de Mantua;
elección que fué ratificada por el mismo Su-
mo Pontífice. El empadronamiento que en-
tonces se hizo demostró que había en Euro- CAPÍTULO I V
pa cerca de tres mil conventos y unos treinta
San Nicolás, novicio—Primeras luchas—El Padre
mil religiosos. Desde esta época, los Capítu-
Regnault.—Primeros pasos de San Nicolás para
los generales se han seguido sin interrupción
entrar en la Orden de San Agustín—Recibe el
hasta nuestros días. Los Ermitaños de San hábito religioso en la iglesia de San Salvador.—
Agustín hacen su profesión con votos^ solem- Alcanza la perfección en su nuevo estado.
nes, y forman parte de las cuatro Ordenes
Mendicantes reconocidas y aprobadas por la En todos los estados de la vida humana se
Iglesia. encuentran horas de dolorosa crisis, de la que
sale el hombre, ó subyugado por el amor y
acrisolado en la virtud, ó vencido por el es-
píritu del mal y encadenado al vicio. Aco-
gióse Nicolás á la presencia del Señor, y es-
perando al pie de los altares y en el silencio
y secreto de la oración el término de esta ín-
tima lucha, recibió las luces de que había ne-
cesidad para esclarecer sus caminos y forti-
ficar su corazón tan delicado y sensible. Dios
pretendía de él el sacrificio de todo aquello
que le era más amado en el mundo, siendo
como era el único hijo de una noble familia
destinado, según las reglas humanas, á per-
petuar el nombre y aumentar la gloria de la
misma. El combate podía ser rudo; mas el
Cielo había de reportar la victoria; y esta gra- plaza pública, tronó con suma vehemencia
cia iluminativa, solicitada por Nicolás, co- contra la vanidad de espíritu y contra los
municóse fuerte, dura y persuasiva á su alma. abusos é ilusiones del mundo. Fueron sus pa-
Acostumbrado á confiar á su director sus lu- labras atentamente escuchadas por nuestro
chas íntimas y á tomar en todo su consejo, el Santo, y, cayendo sobre su alma la divina se-
joven aspirante acercóse á someter á aquél su milla, produjo en ella el ciento por uno. Pa-
resolución y su proyecto, con el firme propó- recióle que á sólo él se enderezaba aquel dis-
sito de no hacer otra cosa que seguir su dic- curso, y, no dudando un momento de que
tamen. Después de haber el director reflexio- aquélla era la voz de Dios que hablaba á su
nado seriamente, pidiendo á Dios sus luces: corazón, determinóse á no dilatar un solo ins-
« Apruebo, le dijo, tu resolución, y estoy en la tante más el responder á ella; y sintiendo una
seguridad de que, si perseveras fiel á la gra- alegría inexplicable y una dulcísima paz den-
cia de Dios, llegarás á ser un gran santo» (1). tro de su alma, lleno de un valor todo celes-
Palabras fueron éstas que hicieron estreme- tial, corrió á arrojarse á los pies del P. Prior,
cer de gozo el corazón de Nicolás, el cual vi- suplicándole con lágrimas la gracia de entrar
vió del recuerdo de esta profecía, hasta el como religioso en su monasterio. «¡Ah, padre
momento en que el Señor se dignó dar entero mío! —le dijo; —recibidme entre vuestros
cumplimiento á sus deseos. Este momento di- alumnos; libradme de los engaños del demo-
choso debía llegar muy pronto. nio y del mundo; dignaos darme el hábito de
Cierto día, el Prior del convento de San San Agustín» (1).
Angel, el P. Regnault, sujeto esclarecido por Mucho tiempo hacía que el P. Regnault
su ciencia y su piedad, predicaba acerca de conocía las aspiraciones de Nicolás á la vida
aquellas palabras de San Juan: No améis al del claustro, y bien sabía él que tenía á sus
mundo, porque él pasa, y con él su concupis- pies un alma pura y privilegiada; mas, sien-
cencia (2). El religioso, que hablaba en una do hombre prudente, no quiso darle en modo
alguno respuesta decisiva antes de poner á
prueba su vocación. A pesar de las reitera-
ff(l) Mihi placet, quia eris vir bonus, et bonus
eris.[Bollando, toni, i n , pàg. 646, nota H. Placet
mihi, quia eris homo sanctus. Proceso. Giorgi, pà-
gina 22. <*ì£S&:<"->~ (1) Giorgi, cap. i i , pág. 22. Frigerio, cap. iv,
. (2) San Juan. ;Episfc. x, capali ,&vers. 15. pág. 26.
das instancias del joven aspirante, despidiólo bras de San Nicolás de Mira en el santuario
diciendo: «Vete, hijo mío, y pide á tus pa- de Bari, conmovido Compañón hasta derra-
dres el consentimiento; de lo contrario, no mar lágrimas: «Vete en paz, hijo mío—ex-
puedo recibirte dentro de la Orden» (1). clamó:— dile al P. Regnault que ya te he
Salió Nicolás de allí un poco inquieto, y, dado mi consentimiento» (1).
corriendo hasta la casa paterna, apenas hubo Nicolás, en el colmo de su alegría, abrazó
entrado en ella, arrojóse á los pies de sus pa- tiernamente á estos generosos cristianos y se
dres, suplicándoles le permitiesen entregarse alejó presuroso á llevar al monasterio la feliz
para siempre á Jesucristo. «¡Oh, padre mío!— noticia. Convocó entonces á Capítulo el Prior
le dijo:—yo no necesito más para ser feliz que á los religiosos de San Angel, los cuales to-
vuestro consentimiento á mis deseos. Yo que- dos, con voz unánime, dieron gracias á Dios,
rría ser ermitaño de San Agustín. El P. Re- que se dignaba enriquecer la Orden con un
gnault acaba de decirme que vuestra voluntad tesoro tan precioso (2). Ellos eran, por cierto,
debe aprobar mi resolución, pues no puede muy felices; pero el piadoso aspirante lo era
él recibirme sin vuestro consentimiento » (2). todavía más. Arrodillado éste en presencia
Después de un momento de silencio, añadió de los religiosos, les dió llorando las gracias
Nicolás con más apretadas instancias: «He por el inmenso favor que querían otorgarle,
dado cuenta á mi director de mi proyecto; lo y, vuelto inmediatamente á casa de sus pa-
ha consultado con Dios mejor que yo, y ha dres, pidióles perdón humildemente por los
aprobado por fin mi resolución. Dignaos, pues, disgustos que pudiese haberles causado, ro-
bendeciríne, ¡oh padre mío!; y vos también, gándoles pidiesen á Dios por él.
¡ oh mi buena madre!: no me apartaré de vues- A pesar de sus pocos años, prevenido Ni-
tra presencia hasta haber obtenido lo que pre- colás por la gracia, ajustóse en su nueva vida
tendo». Acordándose, sin duda, de las pala- á un plan muy fijo y constante de conducta.
El sabía que los hombres son los que santifi-
can á los claustros, no los claustros los que
(1) Beato Jordán de Sajonia, lib. i , cap. II. San
Antoni. Brevia.
(2) Con humildes súplicas, interrumpidas por
ardientes suspiros, pide á sus padres le consientan (1) Beato Jordán de Sajonia. Giorgi.
este sacrificio, que había de ser grato al Señor. (2) Bendiciendo al Señor que la enriquecía con
Giorgi, cap. II, pág. 23. un tesoro tan grande. Giorgi, cap. xi, pág. 23,
santifican á los hombres; pues que, para ser
justo á los ojos del Señor, no basta llevar el toma de hábito tuviese efecto en la iglesia
hábito religioso; es necesario también practi- colegial de San Salvador, pues la capilla del
car las virtudes propias de ese estado de per- convento era demasiado pequeña para conte-
fección. Preparóse, pues, con un fervor an- ner á toda la gente. A pesar de las medidas
gelical á la ceremonia de la toma de hábito, adoptadas para impedir la confusión, era tan
redoblando sus oraciones, sus ayunos y peni- compacta la muchedumbre en el sagrado tem-
tencias, y exclamando incesantemente: «¿Qué plo cuando el P. Regnault quiso penetrar en él
he hecho yo, Dios mío, para merecer un tan con su nuevo hijo, que le fué imposible abrir-
gran favor? se paso para llegar al altar. Burlando enton-
No sabemos á punto fijo en qué año fué ces la previsión de la muchedumbre, apiñada
Nicolás admitido en el noviciado, si bien todo en el coro y en todos los ámbitos del santua-
mueve á creer que fué hacia el año 1261 (1). rio, hizo señas el Prior á San Nicolás para
Sea de ello lo que fuere, tan pronto como que se dirigiese hacia el púlpito y trepase por
cundió la noticia de que el joven Guaruti iba su escalera; y allí, sobre el púlpito, á la vista
á tomar el hábito religioso en la iglesia de los de sus compatriotas, vistió este niño de ben-
PP. Agustinos, un tropel inmenso de gente dición el hábito blanco de los ermitaños de
se agolpó en ella, ansiosos de presenciar la San Agustín; este hábito de la Santísima Vir-
piadosa ceremonia, pues ya de antemano el gen, que ellos llevan hace ya tantos siglos, y
postulante era por todos mirado como un que es á la vez tan severo y tan gracioso. Día
santo. fué éste lleno de regocijo para Nicolás,y Dios
se lo colmó de gracias las más preciosas y sin-
Llegó, pues, el día señalado, y accediendo
gulares (1). Hermoso é inocente como un án-
el P. Prior á los deseos de numerosos pere-
gel, reflejábase en su semblante la alegría ce-
grinos venidos á San Angel, decidió que la
lestial que llenaba su alma. Juntas sus ma-
(1) Los Bolandos, Torelli, Pedro de Bretaña,
nos, inclinados sus ojos hacia la tierra, de
Herrera y muchos otros autores creen que San Ni- rodillas delante del P. Regnault, el novicio
colás había ya pasado de la edad de quince años
cuando tomó el hábito religioso en el convento de
San Angel in Pontano. G-iorgi y Mercuri, que Ni-
colás apenas tenía entonces diez años; pero la opi- (1) Hic-fuit-indutus-Sanctus-Nicolaus-de-Sanc-
nión de éstos no es probable, to -Angelo - qui - vocatur- de - Tolentino. Inscriptio,
supra pulpit. in ecclesia Sancti Angeli.
excitaba la admiración de todos los asisten- las cosas más pequeñas (1). Todas las auste-
tes. Recogido y enajenado en solo Dios, él ridades de la Orden vinieron á ser para él
tomaba en aquellos momentos resoluciones como un regalo. Siéndole todas ellas insu-
heroicas que debía guardar fielmente hasta ficientes, demandaba sin cesar permiso al
la muerte. «Tú eres desde ahora un religioso, maestro de novicios para aplicarse peniten-
se decía; tú debes mudar de vida y llegar á cias particulares, evitando, sin embargo, cui-
ser un perfecto imitador de Jesucristo.» ¡Ah! dadosamente aquellas singularidades afecta-
¿Qué mudanzas podía, pues, meditar este jo- das que no tienden las más de las veces más
ven que hubiera podido servir de modelo á que á captarse la estimación de los hombres;
tantos religiosos ancianos en la virtud? ¿No aquellas vanas exterioridades que, no regu-
era el elegido y privilegiado del Señor? Así lando más que lo que se ve con los ojos, no
era en verdad; pero la virtud tiene sus gra- tocan al corazón ni sirven más que para en-
dos, que conoce perfectamente el corazón fiel gañar con una falsa apariencia de santidad.
y amante; y Nicolás quería subirlos todos, á A la vez que era extremadamente limpio
fin de estar más cerca de Dios, cuyas adora- en su vestido, tenía Nicolás una conversa-
bles perfecciones había él comprendido. Con- ción cariñosa y agradable, exenta de toda
cluida la ceremonia, y conducido el novi- afectación como de excesivo abandono, sin
cio á la soledad de la celda que le estaba ser obstáculo su discreción para mostrarse
destinada, hincóse de rodillas, besó la tierra constante como un amigo y como un exce-
é imploró las bendiciones del Cielo sobre lente hermano. Reflejábase en su rostro una
su entrada y. su perseverancia en el monas- paz inalterable, imagen de la pureza de su
terio. alma y de la paz de su espíritu, que nada era
No fueron dificultosos para este santo jo- capaz de conturbar. Fino y cortés por natu-
ven los primeros pasos de la vida religiosa: raleza, él respetaba las reglas de la buena
el Señor parecía caminar á su lado y condu- educación, sin afectar, sin embargo, ser es-
cirlo con toda celeridad. Queriendo proceder clavo de ellas con esa atención escrupulosa
con todo acierto por los caminos de la per- del mundo que tan penosas y difíciles hace
fección, ajustóse desde luego á ciertas reglas con frecuencia nuestras relaciones con los de-
de conducta, que no abandonó jamás, ponien-
do en primer rango á la obediencia, aun en (1) In ómnibus fuit obediens.
más hombres. San Nicolás entendía ya por
entonces la santidad á la manera de San Fran-
cisco de Sales; sabía él que la tristeza som-
bría y escrupulosa, lejos de ser necesaria á
la verdadera piedad, la destruye con frecuen-
cia en el alma, sobre la cual hace pesar un
yugo insoportable á las fuerzas humanas. «Es CAPITULO V
necesario, dice el profeta, servir á Dios con
Primeros años de San Nicolás en el claustro.—Ora-
alegría y santa libertad». Y, á la verdad, ha- ción continua de San Nicolás.—Es admitido á
biendo sido criado el corazón para gozar de hacer la profesión religiosa.—Es enviado á San
los espacios infinitos del Cielo, debe comen- Ginés.—Sus progresos en los estudios.—Se le
zar en la Tierra á dirigir sus aspiraciones ha- encomienda la distribución de-las limosnas.—
cia aquella bienaventurada mansión, de don- « Dad á los pobres cuanto queráis ».
de irradia la luz de la vida y de la eterna fe-
licidad. El religioso, como todo verdadero cristia-
Elegía Nicolás para sí los oficios más ba- no, se conoce en el amor á la oración. Ella es
jos y humildes de la comunidad, y, cuanto más el pan cotidiano del alma y la que, comuni-
penosos eran éstos, con tanta mayor alegría cándole la savia vivificante de la gracia, lo
se aplicaba á desempeñarlos. Jamás se oyó eleva de grado en grado hasta la más perfec-
de sus labios la más pequeña palabra de mur- ta unión con Jesucristo. Un alma de oración,
muración; jamás se vió en él un gesto de im- dice el santo rey David, es como un árbol
paciencia ó de inquietud; jamás se notó en él plantado junto á la corriente de las aguas, el
la más pequeña señal de mal humor. Por el cual dará fruto á su debido tiempo: todas sus
contrario, su gran bondad, su admirable dul- obras son agradables á los ojos de Dios y
zura, su perfecta modestia le hacían amado y atraen sobre él las bendiciones del Altísimo.
querido de todo el mundo; tan cierto es que Acostumbrado, pues, Nicolás desde antes de
la virtud tiene el don de ganar los corazones su noviciado á vivir en continua comunica-
y conducirlos á Dios. ción con Dios, ninguna dificultad ni trabajo
le costó ahora el trepar hasta la cima de la
contemplación más encumbrada; al contrario,
más hombres. San Nicolás entendía ya por
entonces la santidad á la manera de San Fran-
cisco de Sales; sabía él que la tristeza som-
bría y escrupulosa, lejos de ser necesaria á
la verdadera piedad, la destruye con frecuen-
cia en el alma, sobre la cual hace pesar un
yugo insoportable á las fuerzas humanas. «Es CAPITULO V
necesario, dice el profeta, servir á Dios con
Primeros años de San Nicolás en el claustro.—Ora-
alegría y santa libertad». Y, á la verdad, ha- ción continua de San Nicolás.—Es admitido á
biendo sido criado el corazón para gozar de hacer la profesión religiosa.—Es enviado á San
los espacios infinitos del Cielo, debe comen- Ginés.—Sus progresos en los estudios.—Se le
zar en la Tierra á dirigir sus aspiraciones ha- encomienda la distribución de-las limosnas.—
cia aquella bienaventurada mansión, de don- « Dad á los pobres cuanto queráis ».
de irradia la luz de la vida y de la eterna fe-
licidad. El religioso, como todo verdadero cristia-
Elegía Nicolás para sí los oficios más ba- no, se conoce en el amor á la oración. Ella es
jos y humildes de la comunidad, y, cuanto más el pan cotidiano del alma y la que, comuni-
penosos eran éstos, con tanta mayor alegría cándole la savia vivificante de la gracia, lo
se aplicaba á desempeñarlos. Jamás se oyó eleva de grado en grado hasta la más perfec-
de sus labios la más pequeña palabra de mur- ta unión con Jesucristo. Un alma de oración,
muración; jamás se vió en él un gesto de im- dice el santo rey David, es como un árbol
paciencia ó de inquietud; jamás se notó en él plantado junto á la corriente de las aguas, el
la más pequeña señal de mal humor. Por el cual dará fruto á su debido tiempo: todas sus
contrario, su gran bondad, su admirable dul- obras son agradables á los ojos de Dios y
zura, su perfecta modestia le hacían amado y atraen sobre él las bendiciones del Altísimo.
querido de todo el mundo; tan cierto es que Acostumbrado, pues, Nicolás desde antes de
la virtud tiene el don de ganar los corazones su noviciado á vivir en continua comunica-
y conducirlos á Dios. ción con Dios, ninguna dificultad ni trabajo
le costó ahora el trepar hasta la cima de la
contemplación más encumbrada; al contrario,
traerse de las cosas de Dios, que la que nos-
tanto más fáciles se le hicieron estos progre-
otros necesitamos para conseguir un perfecto
sos, cuanto que se hallaba ya favorecido pol-
recogimiento (1). De esta suerte llegó Nico-
la sublime vocación que, colocándolo en el
lás á la unión de la vida contemplativa, lle-
arca santa, lo ponía al abrigo del mundo y
vado de un doble impulso: el de su naturale-
de sus máximas engañosas (1).
za. levantada por las más grandes y nobles
Así de día como de noche, deslizábanse aspiraciones hacia lo bueno y lo verdadero; y
para él las horas demasiado rápidas en el el de la gracia, que, multiplicándose hasta lo
santo ejercicio de la oración. No contentán- infinito, prestaba á su alma suficientes fuer-
dose su fervor con las largas meditaciones im- zas sobrenaturales y amor suficiente, que le
puestas por la regla á los religiosos, dedicaba hacían perderse y abismarse totalmente en la
además en el silencio de la celda á esta pia- divinidad.
dosa práctica todo el tiempo de que podía ¡Cuán entregado, pues, á su Dios y Señor
disponer, caminando así derecho hacia Dios se hallaba Nicolás! Mas ¿qué vale el don que
por las sendas trazadas en las tradiciones de á Dios hacemos de nuestra pobre humanidad
la Iglesia romana y los ejemplos de los san- en comparación de los tesoros infinitos con
tos de su Orden. Sus prácticas más favoritas que Dios, dándose y prodigándose á Sí mis-
eran las que el pueblo italiano había recibido mo, enriquece al alma que sin reserva se ha
de los apóstoles y había siempre conservado entregado á su paternal providencia? Embe-
con filial respeto. Con las cuatro ó cinco ho- bido en este pensamiento, y hablando poco
ras de oración diaria que cada día practica- más ó menos el mismo lenguaje de su bien-
ba, estando todavía en el siglo, San Nicolás aventurado Padre, este joven privilegiado hu-
se habituó de tal suerte á la oración, que lle- biera querido ser mucho más, para más ofre-
gó á ejercer un imperio casi absoluto sobre cer á Dios: hubiera deseado aumentar la in-
sus sentidos y facultades interiores, y á me- tensidad y prolongar la dureza de sus pade-
ditar sin distraerse sobre los puntos á que le cimientos íntimos, que ya le atormentaban, á
movía la gracia; de modo que mayor era la
violencia que tenía que hacerse para dis-
(1) Orationi erat assiduus: post completorium
usque ad galli cantum ; post matutinum usque ma-
(1) Quasi semper orabat. Proceso. Giorgi, capi- ne... et post nonam usque ad vesperam. Pro.ceso.
tulo xi, pág. 98.
fin de ofrecer á la Justicia divina, ultrajada Siendo ésta desde hacía largo tiempo la úni-
por los pecados de los hombres, una víctima ca ambición y ensueño de su alma, preparóse
menos indigna de la adorable víctima del á ella con un fervor y una alegría inexplica-
Calvario. Nicolás experimentaba ya en sí las bles. ¡Qué fuente para él de favores y gra-
torturas de la caridad, verdadero martirio de cias espirituales! ¡Qué felicidad tan colmada!
las almas grandes, y la pasión vehemente de ¡Entregarse por fin al Señor! ¡Poner entre sí
su alma hacia su Criador era tal, que ella hu- y el mundo la barrera infranqueable, aunque
biera sido suficiente á llevarlo al sepulcro si voluntaria, de los tres votos! ¡Ligarse para
el Cielo no lo hubiera sostenido. Su anhelo, siempre al Bien inmutable, rompiendo todos
como el de San Pablo, era el de ver pronto los frágiles lazos que lo alejaban de El!
la disolución de su cuerpo, para unirse para Aguardó con impaciencia la hora bendita de
siempre con Cristo. Su espíritu de oración esta unión con Dios, y, cuando ésta sonó, ha-
lo mantenía en un recogimiento tal, que el llábase ya presto. Vistióse, pues, el hábito
maestro de novicios no se cansaba de^ reco- negro; tendióse sobre las losas del santuario,
mendar á los hermanos de hábito de Nicolás y, temblando de emoción y de alegría, pro-
siguiesen un modelo tan perfecto de la vida nunció la fórmula de sus votos (1). ¡Todo es-
religiosa é imitasen las virtudes de aquel que taba consumado! El mundo no debía desde en-
tenía todo su estudio en seguir los ejemplos tonces tener parte en un corazón que acababa
de los santos de la Orden, sus predecesores de concertar con Dios aquella unión sublime
en el claustro, que habían ilustrado con una que debe perpetuarse en los eternos desposo-
vida toda llena de combates, de méritos y de rios del Cordero con el alma virginal. Fué
victorias (1). tan viva la piedad de San Nicolás durante la
Entre tanto, el tiempo de noviciado había ceremonia, tan profundo su recogimiento, y
ido deslizándose rápidamente; y con unáni- sus lágrimas tan abundantes, que conmovie-
me aprobación y general alegría de todos ron á sus conciudadanos en tropel allí reuni-
fué Nicolás admitido á la profesión solemne.
(1) El día de la profesión religiosa, el novicio
agustino se quita el hábito blanco, símbolo de la
(1) Cseteros quoque sodales in ipso virtutum inocencia, y recibe la cogulla negra de mangas
stadio multo longe anteivit. Breviario. Giorgi, largas, para significar que está definitivamente
cap, n , pàg. 25. muerto al mundo.
dos; y muchos de ellos obtuvieron señalados por el contrario, se servía de las verdades
beneficios, primer destello divino de la santi- del orden natural como de escalones para
dad del nuevo profeso (1). Mas el principal- elevarse á las más sublimes verdades sobre-
mente favorecido fué aquel que acababa de naturales. Sostenida su razón por la luz de la
entregarse á Jesucristo tan generosamente. fe, hacíale encontrar tales bellezas en la me-
El guardó de su profesión religiosa un tan ditación de los principios de las ciencias, que
puro y vivo recuerdo, que ni aun los insignes el estudio venía á ser para su alma una ver-
favores que le fueron dispensados durante el dadera oración (1). Así es como el joven pro-
resto de su existencia fueron bastantes á im- feso, tan distinguido por su rara modestia y
pedir que llamase á este día el más feliz de por su acendrada piedád como por su ta-
su vida. lento, llegó á ser un modelo perfecto de es-
tudiantes. Era tal el resplandor que despe-
San Nicolás había puesto la mano al arado dían sus virtudes, que sus superiores, por un
de una vez para siempre, y jamás ya volvió celo y delicadeza encantadores, resolvieron
sus ojos para mirar atrás. Durante todo el hacer que predicase la santidad por medio
curso de su vida, sembrada de numerosas y del buen ejemplo, á cuyo efecto comenzaron
acerbas pruebas, imposible será sorprender á cambiarlo de residencia, á fin de que su vi-
en él un solo instante de duda ni arrepenti- da edificase á los religiosos y dejase en cada
miento. Puesto bajo el yugo de las reglas im- convento de la Orden el recuerdo de su obser-
puestas por San Agustín á sus religiosos, vol- vancia y sus virtudes. Motivo por el cual,
vió otra vez á reanudar los estudios, que ha- en solos once años, fué San Nicolás envia-
bía interrumpido durante su noviciado, con- do sucesivamente á San Ginés, á Macerata,
firmándolo una y otra vez los sucesos, á los á Osimo, á Cingoli, á Recanati, á Valma-
ojos de sus maestros, como un sujeto de gran- nente, á San Elpidio, á Fermo, y el año 1275
de esperanza para la Iglesia. Cuando muchos á Tolentino (2).
no encuentran en la filosofía más que una
ciencia árida y meramente especulativa, él, En San Ginés, que fué la primera residen-
(1) Giorgi, cap. II, et xxi. Mercuri, cap. iv. iiresenfónlPP 4 ^ g , a r d e s u d e s t i n o > se
(2) Zacconi, pág. 66. Forti, lib. i, cap. x , pági- presento al P. Prior, rogándole con demostracio-
n a 8 8 ; c a p . X I I I , p á g . 121, . nes de verdadera humildad que quisiese recibirlo
por su siervo y súbdito, Forti, cap v m . pág 76°
mildes y sabios. Tan rápidos fueron sus pro- liar y suavizar los espíritus más apasiona-
gresos en los estudios, que no tardó en ocu- dos (1).
par en su clase uno de los más aventajados Muy pronto Nicolás fué conocido, amado
puestos. Sin embargo, si tenemos en cuenta y venerado de toda la población de San Gi-
las muchas horas consagradas cada día por nés. Encargado por el Prior de distribuir á
Nicolás á la oración, á la meditación y á otros los pobres las limosnas de que podía dispo-
ejercicios de piedad, sólo en una gracia par- ner el convento, encontraba en este empleo
ticular del Cielo podremos hallar la razón de numerosas ocasiones de hablar de Dios y de
estos sucesos extraordinarios; sucesos que ja- atraer hacia El las almas. Tan pronto como se
más lograron enorgullecerle, no oyéndosele supo que él era el que tenía el cuidado de
jamás una palabra que pudiese redundar en la limosna, vió cada día aumentar el núme-
alabanza propia ó causar molestia alguna á ro de pobres á la puerta del convento. La
sus hermanos. Que respondiese á alguna pre- afabilidad, generosidad, bondad y afectuoso
gunta, que argumentase en las aulas, jamás cariño del joven religioso hízole muy pronto
salió de sus labios una frase imprudente. En aparecer ante todos como el verdadero pa-
el calor de la discusión, él sabía permanecer dre de los necesitados. Comenzando por dar
tan tranquilo como si ningún interés tuviese á los primeros que se presentaban la parte
en las cuestiones (1). Esta entera posesión de propia de los alimentos que se le habían ser-
su alma, que no se desmintió jamás, hizo mu- vido en el refectorio, él se contentaba con un
chas veces que, á pesar de sus pocos años, poco de pan seco (2). Distribuía á los otros
se le nombrase árbitro de las diferencias, ha- pobres la cantidad de víveres que había el
llando siempre su candad maneras descono- Prior fijado para las limosnas del monaste-
cidas á la prudencia humana para reconci- rio; mas nunca tenía suficientes, ni aun aña-
diendo los fragmentos recogidos en la mesa
(1) Ninguna de aquellas bajas pasiones que con de los religiosos. Desconsolado entonces, al
frecuencia ciegan ei corazón de los jóvenes tuvo verse en la imposibilidad de dar más limos-
entrada jamás en su ánimo.
Estudiaba, porque era su deber, y porque quería
ser lo más provechoso que le fuese posible á su pró-
jimo. Y así, con mucho aplauso y aprovechamiento (1) Giorgi, cap, V I I I , pág. 77.
iba adelantando en el estudio de la literatura sa- (2) Giorgi. Forti. Frigerio. Zacconi. Ghezi, Bo-
grada y de la divinidad. Mercuri, cap. xv, pág. 37, landos.
se á pasear, esperando la llegada de nuestro
ñas, íbase en busca del procurador del con- Santo. Apareció éste por fin, pudiendo ape-
vento y le suplicaba, con más vivas instan- nas moverse, agobiado por el peso de un
cias de las que pudieran emplear los mismos gran delantal lleno de pan y con los ojos ba-
hambrientos, se dignase darle un poco de pan jos, según su costumbre.
y de potaje. —Fray Nicolás, le dijo el Padre: ¿qué lle-
Algunas veces dejábase convencer el pro- va ahí que tanto le cuesta?
curador y cedía á las instancias del Santo; Bajándose entonces la capilla á la presen-
mas otras, por el contrario, reprendíale su de- cia de su Superior, el joven religioso contes-
masiada largueza y le decía que su candad re- tó sonriendo y abriendo el delantal:
sultaba harto comprometida para el conven- —Son rosas, muy reverendo Padre.
to, que no podía hacer tanto; mas no logró Hallábanse entonces en pleno mes de Di-
aquél nunca verse libre de las piadosas im- ciembre, y Nicolás presentaba una buena can-
portunidades de Nicolás, ni corregir en éste tidad de rosas de una belleza y frescura in-
un defecto que tenía su origen en una extre- comparable. Ante semejante prodigio, pro-
mada bondad de corazón. Para ciertas natu- fundamente conmovido el Prior, quedó por
ralezas es la bondad, en efecto, una necesi- un instante sin poder articular palabra, y aña-
dad imperiosa, á que no les es posible resis- dió por fin dulcemente:
tir, siendo como una de las más hermosas —Vaya, pues, hermano mío, coja y dé á
manifestaciones del amor, sin el cual nos es los pobres todo lo que quiera.
imposible la vida. Es de creer que esta esce- Bajando el Santo humildemente la cabeza
na debió reproducirse con frecuencia entre y volviendo á doblar el delantal con sus ro-
Nicolás y el procurador del monasterio; pues sas, encaminóse hacia la portería, seguido
viendo éste que nada conseguía, y que Nico- del Prior. ¡Oh sorpresa divina! Cuando él
lás se hacía sordo á sus reflexiones, quiso em- toma las rosas para entregarlas á los pobres
plear una mayor autoridad que la suya y se que alargan sus manos, éstas se hallan con-
fué en busca del Prior, á quien dió cuenta de vertidas en pedazos de pan, de que tenían
todo lo que pasaba. Al siguiente día, mucho ellos necesidad para nutrirse (1). Concluida
antes de la hora ordinaria de la distribución
de las limosnas, salió el Prior á uno de los
(1) Hilarem datorem Nicolaum sic Deus dilexit
corredores que rodeaban el claustro y púso-
la distribución, Nicolás volvió á tomar el ca-
mino de su celda, sin pararse á reflexionar
que había sido elegido por Dios para realizar
una acción tan extraordinaria. Quería de este
modo huir las alabanzas y admiración de los
hombres y dar las gracias en la soledad de su
fervorosa oración á Aquel que acababa de
colmarlo de las maravillosas y divinas finezas CAPÍTULO V I
de su amor.
San Nicolás modelo de perfección religiosa.—San Ni-
ut illum objurgari non permiserit, quod Conven- colás cura á un niño de doce años de una dolo-
tui necessarias facultates nimium pauperibus lar- rosa enfermedad.—Va á Macerata.—Dos paredes
giendo consumerei. Cum siquidem mappulam pa- lo saludan milagrosamente.—Mándanle los su-
nibus ad egenos plenam deferret, Priori occurren-
ti ac exploranti purpuréis et fragrantibus rosis periores que se prepare á recibir las Ordenes.—
media hyeme eamdem refertam ostendit, data si- San Nicolás es ordenado de presbítero.
bi ob id in posterum liberiate cuneta ad libitum
distribuendo Inscriptio relata concorditer ab His-
toriéis. Che l'avea mutato in rose lo avrebbe can- Fácil es comprender cuánto llamaría este
giato nuovamente in pane... e cosi avvenne di fat- prodigio de las rosas la atención de los pue-
to. Giorgi, cap. ix, pág. 81.
blos hacia el humilde religioso, que caminaba
á pasos agigantados por los caminos de una
eminente perfección. Al reflexionar cuál pu-
diera ser el secreto de una santidad tan ex-
traordinaria, llegábase á dudar si Nicolás era
un ángel revestido de forma humana, ó si
Dios sostenía sus fuerzas por medio de un
milagro continuado (1). Sólo la persuasión de
que el Espíritu Santo era el que lo inspira-
ba, podía decidir á los superiores á permitirle
la distribución, Nicolás volvió á tomar el ca-
mino de su celda, sin pararse á reflexionar
que había sido elegido por Dios para realizar
una acción tan extraordinaria. Quería de este
modo huir las alabanzas y admiración de los
hombres y dar las gracias en la soledad de su
fervorosa oración á Aquel que acababa de
colmarlo de las maravillosas y divinas finezas CAPÍTULO V I
de su amor.
San Nicolás modelo de perfección religiosa.—San Ni-
ut illum objurgari non permiserit, quod Conven- colás cura á un niño de doce años de una dolo-
tui necessarias facultates nimium pauperibus lar- rosa enfermedad.—Va á Macerata.—Dos paredes
giendo consumerei. Cum siquidem mappulam pa- lo saludan milagrosamente.—Mándanle los su-
nibus ad egenos plenam deferret, Priori occurren-
ti ac exploranti purpuréis et fragrantibus rosis periores que se prepare á recibir las Ordenes.—
media hyeme eamdem refertam ostendit, data si- San Nicolás es ordenado de presbítero.
bi ob id in posterum liberiate cuneta ad libitum
distribuendo Inscriptio relata concorditer ab His-
toriéis. Che l'avea mutato in rose lo avrebbe can- Fácil es comprender cuánto llamaría este
giato nuovamente in pane... e cosi avvenne di fat- prodigio de las rosas la atención de los pue-
to. Giorgi, cap. ix, pág. 81.
blos hacia el humilde religioso, que caminaba
á pasos agigantados por los caminos de una
eminente perfección. Al reflexionar cuál pu-
diera ser el secreto de una santidad tan ex-
traordinaria, llegábase á dudar si Nicolás era
un ángel revestido de forma humana, ó si
Dios sostenía sus fuerzas por medio de un
milagro continuado (1). Sólo la persuasión de
que el Espíritu Santo era el que lo inspira-
ba, podía decidir á los superiores á permitirle
tan excesivas mortificaciones. Apenas parecía
comer, beber y dormir, con gran asombro de librado de sus dolores y de la enfermeded
sus hermanos que, observándolo cada vez más que los causaba (1). En cuanto al trato exte-
atentamente, llegaron muy pronto á conside- rior de Nicolás, no era obstáculo ni dificul-
rarlo como un gran santo, como un hombre tad alguna sus continuadas penitencias para
extraordinario, al cual no era posible juzgar que él se mostrase siempre benévolo y afable,
según las reglas de la prudencia humana, y dispuesto á servir á todos. Aunque él huía
cuya conducta hubiera sido temerario el vi- del mundo y amaba la pobreza, no habría ja-
tuperar, siendo en él tan patente la interven- más consentido en llevar un hábito sucio y
ción divina. roto; si bien él siempre deseaba que su tú-
nica de tela vasta y grosera fuera de una ex-
Un hecho, acaecido por el mismo tiempo trema pobreza. Su respeto hacia los superio-
que el prodigio de las rosas, dió un nuevo res, en los cuales sabía él ver la imagen del
realce á la santidad de Nicolás y atrajo igual- mismo Dios, se manifestaba invariable en to-
mente sobre él la atención de los religiosos y das las ocasiones con una delicadeza verda-
de toda la población de San Ginés. Un día deramente afectuosa. El consideraba en ellos,
que él hablaba con uno de sus primos, Gentil dice un autor antiguo (2), la persona, para res-
de Guidiani, ante la puerta del convento, pre- petarla; las órdenes, para cumplirlas; los con-
sentóse ante él un niño de doce años, llama- sejos, para seguirlos; los deseos, para ejecu-
do Monaldo Aldrudi, que padecía dolores in- tarlos. Su deferencia respecto á ellos era tal,
tolerables de cabeza, suplicándole le enco- que, teniendo costumbre de llevar siempre
mendase á Dios. "El Santo, mirándolo bonda- puesta la capucha ó capilla, se la quitaba é
dosamente, impúsole las manos con estas sim- inclinaba respetuosamente su cabeza, no so-
ples palabras: lamente en su presencia, sino también delante
«¡Ea, hijo mío! El buen Dios te ha curado».
En efecto, instantáneamente, y por un sim-
ple contacto, el niño había sido enteramente (1) Después fué el Santo trasladado á la tierra
de San Ginés, donde obró el siguiente milagro. Un
día estaba el Santo discurriendo con Gentil Gui-
diano, etc. Ghezi, cap. v i , pág. 70.
(2) Storia della vita, canonizzazione, sangue,
tándose sólo con pan y agua para extenuar su cuer- panellini, e prodigii di S. Niccola de Tolentino.
po. Inscripción sobre la puerta del antiguo refecto- Autor anònimo. Nápoles, 1768. Stamperio Simo-
rio de Tolentino. niana, cap. x x v n , pág. 117.
de cualquiera que le transmitía sus órdenes (1). alguna. Contentóse con bajar la cabeza en se-
Aunque estuviese postrado en el lecho por la ñal de sumisión, y, poniéndose de rodillas,
e n f e r m e d a d , siendo costumbre de los ermita-
pidió la bendición del Superior, preparándo-
ños de San Agustín acostarse con el hábito, se á partir inmediatamente. Mas, enterados
él practicaba igualmente esto, inclinando su de esta orden los superiores, hacen lo que
frente descubierta en señal de respeto y ve- en otro tiempo los fieles de Mileto cuando el
neración para aquellos que representaban pa- Apóstol San Pablo quiso dejarlos, agolpáron-
ra él la autoridad de Dios (2). se al lado del viajero y le suplicaron aplazase
Su obediencia era tan pronta como respe- su partida y no negase este consuelo á su fra-
tuosa y sobrenatural. Apenas recibía la orden ternal cariño. A tan apremiantes instancias
de quien podía mandarle, cuando la cumplía respóndeles él sonriendo: «Mis susperiores
con admirable prontitud, sin inquietarse por me mandan que os deje: ¿cómo puedo yo es-
el modo más ó menos absoluto con que se le cucharos y permanecer aquí? » Y los exhortó
transmitía: ninguna razón, ningún obstáculo á que se resignasen alegremente á la separa-
era entonces capaz de arredrarle (3). Pode- ción.
mos, en comprobación de esto, citar un he- Nicolás, al obrar de esta suerte, resistien-
cho digno de memoria. Tres años hacía que do á sus hermanos, tenía un doble motivo de
estaba Nicolás en San Ginés (4), cuando el fe y de sentimiento natural, de humildad y
Provincial escribió al Prior de este monaste- de obediencia. Sabía él que el pueblo de San
rio dándole orden de que lo enviase á Mace- Ginés acababa de elevar al P. Provincial una
rata (5). El Santo recibió la noticia sin mani- instancia suplicándole diese una contraorden
festar por ello sorpresa, disgusto ni dificultad á lo dispuesto y le hiciese permanecer (1). A
pesar de su prontitud y de sus precauciones,
no pudo el Santo llevar enteramente secreta
(1) Giorgi, cap. X I I I , pàg. 117.
(2) Giorgi. Panion. (1) En uno de aquellos plazos que se le conce*
(8) Erat obediens priori et fratnbus. Proceso. dieron en San Ginés, se puso en movimiento aque-
(4) Colucci. Antichità Picene, torn, xxiix. lla Universidad por el disgusto común que causa-
(5) Post factam professionell glonosus JNico- ba su partida. Se apercibió el santo joven... y qui-
laus super iorum jussu aliquot Marchina} Anconi- so partir con tanta solicitud. Anónimo, cap. xxvn,
t a n a inonasteria incoluit, ac nominatim monaste- págs. 70, 71. M. SS. San Antonino. Giorgi, capí-
rium S. Ginesi, Maceratense, etc. Torelli. bcecuLa tulo X I I I , pág. 118.
augustiniana ad annum Christi, 1305, num. iy.
la novedad de su partida; y el reconocimiento rezar, como lo hacen todos los habitantes de
de la muchedumbre tuvo tiempo para propor- los alrededores, el Padre Nuestro y el Ave
cionarle uno de esos triunfos populares tan María de San Nicolás de Tolentino (1).
conmovedores por su sencillez. Habiéndose Después de un penoso viaje llegó nuestro
esparcido en breves instantes por todo San perfecto obediente á su nueva residencia exte-
Ginés el rumor de su viaje, tan pronto como nuado de fatiga, pero todo radiante de celes-
salió Nicolás del convento, sin más equipo ni tial modestia y eminentes virtudes, que em-
preparativo que su breviario, viéronse acudir pezaban ya también á derramar por allí sus
en tropel á su encuentro todos los pobres á divinos perfumes. Ningún documento auténti-
quienes había distribuido tan abundantes li- co existe hoy que pueda precisarnos de una
mosnas, todos los desgraciados á quienes ha- manera exacta cuánto tiempo residió San Ni-
bía consolado y socorrido, llorando y dirigién- colás en Macerata. Sin embargo, el P. Juan
dole mil tiernos adiós en esa lengua italia- Forti Oratoriano asegura, después de haber
na en que los términos afectuosos tienen un estudiado todas las Memorias y recogido to-
encanto particular. Clamaban todos ellos y de- das las tradiciones relativas á esta época de
cían que perdían á un padre, á un protector y la vida del bienaventurado, que permaneció
á un amigo; mientras que el humilde religio- aquí dos años y que obró multitud de prodi-
so, apartándolos de sí dulcemente, continuaba gios (2).
su marcha, no comprendiendo aquella ova- Había ya llegado entonces el siervo de
ción espontánea de todo un pueblo en obse- Dios á la edad en que la vida del religioso
quio suyo. Hasta las criaturas mismas in- va tomando un carácter especial y determi-
animadas parecieron participar en aquel mo- nado; en que la virtud y los talentos comien-
mento del sentimiento de aquella muchedum- zan ya á manifestarse más ostensiblemente
bre reconocida: cerca de San Ginés se ven en armonía con la divina misión que ha de
todavía dos paredes en el camino, las cuales recibirse en las sagradas Ordenes y en el sa-
cuentan que se inclinaron al paso de San Ni-
colás, saludándole milagrosamente á su mar- (1) Los pormenores de este hecho milagroso han
cha para Macérate. El piadoso peregrino que sido proporcionados al autor por el R. P. Nicolás
visita en nuestros días estos lugares benditos, Ferranti, sacristán de la Basílica de San Nicolás
en Tolentino.
puede arrodillarse delante de estas ruinas y (2) Forti, lib. i , cap. s , pág. 90,
cerdocio. Para un religioso llamado á tan au- aspiraba y que ambicionaba Nicolás, estimán-
gusto ministerio, el tiempo más precioso y dola sobre todas las ciencias, y tomando por
más fecundo es el de la preparación inme- regla de conducta aquella máxima de su Pa-
diata para el presbiterado. Retirado por mu- dre San Agustín: «Aquellos que han apren-
chos años en una modesta celda, él siembra dido con Jesucristo á ser mansos y humildes
en el trabajo, la meditación, la oración y el de corazón, adelantan más en el conocimien-
silencio lo que ha de recoger más tarde para to de Dios por la oración y la meditación que
sí y para las almas que deberá salvar. Tal es por el estudio y la lectura».
la vida del Dios hecho hombre, pasando trein- El iba á buscar, en primer lugar, en la ora-
ta años de su vida en la obscuridad é inuti- ción el ardor y la luz, que hacen del hombre,
lidad aparente de Nazaret. Largo tiempo se siguiendo la bella expresión del Salvador, una
necesita para que el grano, arrojado y depo- lámpara ardiente y luminosa; aquel divino
sitado en el seno de la tierra, germine allí y ardor que inflama el corazón de que llega á
madure hasta llegar á dar frutos de que se posesionarse; el fuego devorador de la cari-
alimente el hombre. dad que la consume para con Dios y para con
Nada hay, pues, más cierto y verdadero el prójimo; aquella lumbrera celeste que ilu-
que la necesidad de esta formación que la mina, como dice San Juan, á todo hombre
Iglesia, siempre sabia, exige de sus religio- que viene á este mundo, y le muestra el cami-
sos y de sus sacerdotes, al hacerles pasar por no que debe seguir para imitar á Jesucris-
los noviciados ó por los seminarios. ¿Cómo to y conseguir el fin de su inmortal destino.
podría santificar á otros el que primero no se Acercábase el momento en que esta brillante
hubiera santificado á sí mismo? ¿El que no y esplendorosa lámpara iba por fin á dar todo
hubiese de antemano estudiado en el Cruci- su resplandor, brillando á los ojos de todos
fijo los deberes y los peligros de la vida? ¿El aquellos que la rodeaban y cifraban en ella
que no hubiese aprendido por la experiencia tan legítimas esperanzas. Nicolás hallábase
y, sujetándose al freno de una regla, á vencer- ya en perfecta sazón para el sacerdocio. Re-
se, á obedecer y á reportar, á despecho de la solvieron, pues, los superiores trasladarlo de
naturaleza y del mundo, las generosas victo- Macerata, enviándolo á la villa episcopal de
rias que han formado á los santos? Esta era Osimo, á fin de que recibiese el subdiacona-
precisamente la verdadera perfección á que do y el diaconado de manos de San Bienve-
nido, obispo á la sazón de esta ciudad (1). Se
ha dicho, con razón, que los amigos de Dios des y generosas, brillando como faros tran-
se comprenden muy pronto mutuamente; así quilos y luminosos en medio de los mares em-
que, apenas hubo visto San Bienvenido á Ni- bravecidos, anunciando al mundo todo la va-
colás, conoció el gran tesoro que el Cielo le riedad de las empresas y grandezas de la
enviaba, no teniendo dificultad ninguna en Tierra, y la necesidad de fijar la mirada en el
admitirlo inmediatamente á la ordenación. Cielo y en Dios, único Maestro y único Sal-
Como todos los que se acercaban al santo vador de las naciones. Mas el joven religio-
joven, el pontífice de Osimo se sintió lleno so, sin preocuparse de las esperanzas que so-
de admiración por sus virtudes, y fundó so- bre él se fundaban y de los admirables desig-
bre él grandes esperanzas. Difíciles y revuel- nios de la Providencia en obsequio suyo, tan
tos eran los tiempos por que pasaba entonces pronto como hubo llegado á Osimo encerróse
la humanidad, y solamente las Ordenes mo- en el silencio y el apartamiento de su celda,
násticas parecían capaces de reparar los des- á fin de prepararse para el sacerdocio.
órdenes causados por la guerra civil, el cis- Es necesario haber deseado ardientemente
ma y la indiferencia. Nunca más necesarias la unción sacerdotal con el fervor de la ju-
las Ordenes religiosas que en estos momen- ventud, para llegar á comprender lo que de-
tos de trastornos sociales y espantosas crisis. bió ser la preparación de un santo para el
Sólo en el silencio y la soledad de los claus- sacerdocio. Como las almas privilegiadas, á
tros, en la práctica austera del deber y de las que Dios concede desde la infancia la gracia
reglas religiosas, es donde se encuentra la de conocer el fin real y el sentido serio de la
única santidad capaz de curar á los pueblos vida, Nicolás había conocido desde muy tem-
é infundirles, con la palabra y con el ejem- prano que la santa comunión no es la última
plo, el suficiente vigor moral que les inspira palabra en las relaciones del Infinito con su
las nobles y generosas disposiciones para la criatura, y que el cristiano, llamado como
paz y para el bien. Mas para eso son necesa- Aarón á una vocación superior, podía desear
rios en los monasterios naturalezas bien tem- todavía más en la adoración y temor de la fe.
pladas, como la de San Nicolás; almas gran- ¡Consagrar la Hostia con las palabras mismas
de Jesucristo, hacer venir al mismo Dios co-
mo una víctima sobre el altar y á las propias
(1) Anónimo, cap. VII, pág. 22. manos del sacerdote! ¡Qué señales de amor
nos ha dado el Señor! Pero, también, ¡qué san- ro adonde debía refugiarse, le hizo adelantar-
tidad es la que exige de aquellos que deben se hacia él (1). A la voz de aquel á quien mi-
llevar la carga de un tan tremendo minis- raba como el intérprete de la voluntad divi-
terio! na, el hijo de Agustín no pensó más que en
Dominada su alma de estos graves pensa- obedecer y en pedir al Espíritu Santo las gra-
mientos, Nicolás redobló sus oraciones, sus cias pue pudiesen ayudarle á ser menos in-
mortificaciones y sus ayunos, y, encerrándo- digno de su vocación inefable. Volvióse, pues,
se todavía más en la soledad y el silencio, se- á Cingoli y recibió el sacramento del Orden
pultado en el abismo de su nada y en la con- en la iglesia colegial de Santa María de ma-
sideración de los defectos que en sí veía, llo- nos de San Bienvenido. Este acontecimiento,
raba sin cesar y reconocíase indigno de subir memorable para San Nicolás, para la Orden
hasta el altar santo y de recibir el sacerdo- de Ermitaños y para la Iglesia católica, pasó
cio. Emocionado y temblando á medida que desapercibido en medio de los tumultos so
se acercaba el gran día, sentíase asaltado de cíales y de las graves preocupaciones de aquel
amargos temores y vivas aprensiones. Los jus- siglo. Sin embargo, él debía tener una inmen-
tos conocen perfectamente esas horas miste- sa influencia sobre la vida de nuestro Santo,
riosas en que Dios los atrae fuertemente ha- sobre su familia monástica y sobre diversos
cia Sí, haciéndoles conocer al mismo tiempo sucesos que pertenecen á la historia del Cris-
su profunda miseria; horas de terror, es ver- tianismo.
dad, mas también de dulces lágrimas y de con-
solaciones inefables; luchas de pesares, de
confianza y de amor, que el Señor tanto se (1) Mercuri, cap. y, pág. 51. G-iorgi.
complace de ver en sus santos. Tal vez estas
horas y estas luchas nos dejarían del todo in-
capaces y desarmados, si no viniese entonces
la obediencia á empujarnos hacia adelante y
á devolvernos el valor y la paz. Tal era lo que
sucedía por Nicolás en estos días de humilde
sobresalto; una orden de su superior, mos-
trándole el tabernáculo como el puerto segu-
responsabilidad, que obliga al sacerdote á te-
ner los sentimientos de un Dios á quien re-
presenta? Nuestro Santo, esclarecido por sus
largas y fervientes contemplaciones, estaba
tan persuadido de la perfecta pureza y per-
CAPÍTULO V I I fección exigida por el sacrificio del altar, que
no celebraba sino temblando y dominado de
San Nicolás sacerdote.—Fervor de San Nicolás en un humildísimo fervor.
el altar.—Su preparación para celebrar los San- Habiendo sido algunas veces arrebatado
tos Misterios.— «¡Quó gran Santo!»—Obra San en éxtasis y elevado en los aires durante la
Nicolás muchas maravillas. Misa, suplicó no le obligasen á celebrarla pú-
blicamente (l). El hubiera querido decirla
Apenas fué revestido de la dignidad de sa- siempre solo en una capilla retirada, á fin de
cerdote, lanzóse Nicolás con nuevos aumen- poder entregarse por entero á sus amorosos
tos de fervor y generosidad por las sendas é íntimos coloquios con su Salvador; de tal
de la perfección, trepando con mayor firmeza modo, que fué necesaria una orden terminan-
y rapidez por los grados de una consumada te de sus superiores para decidirlo á consa-
santidad. Subiendo cada mañana sobre el Ta- grar en la iglesia de su convento. Era, pues,
bor eucarístico, que es al mismo tiempo el Nicolás un verdadero sacerdote según el or-
Calvario, recibía diariamente sobre su alma den de Melquisedec, y apreciaba este inmen-
la asistencia de su Dios, no viviendo más so favor como un don todo divino, que nunca
que para El, para su gloria y para la salud podría agradecer á Dios suficientemente. Así
de las almas. ¿Qué existencia, en efecto, más lo confesaba con frecuencia, entre inefables
moralizadora y santificante que aquella que transportes de alegría. Si alguna vez se le
se desliza entre la comunión de la mañana y invitaba á hablar sobre la dignidad del sa-
la esperanza de la que habrá de recibirse al cerdote, hubiérase creído, al oirlo, que se ha-
siguiente día? llaba ya gozando su alma de las dulzuras ce-
¿No es esto pasar en breves momentos de
Jesús á Jesús, del infinito al infinito? Mas (1) Al celebrar veíasele con frecuencia elevado
de la tierra. Giorgi. Compendio Tolentino. Guido
;no es esto también contraer una tremenda Guidoni, editor, 1881, pág. 28.
lestiales y de la presencia del Señor; tan abra- Por este medio, Nicolás triunfaba del sue-
sadas eran las palabras que brotaban de sus ño ; mas no paraba en sólo eso. Terminada la
labios, y tan indecible el entusiasmo que se flagelación, rodeábase un cinto de hierro, cu-
retrataba en sus venerables facciones. No co- yas puntas penetraban en las llagas abiertas
nocía Nicolás la distracción ó frialdad en la por las disciplinas, al que acompañaba un
comunión, no acercándose jamás á ella como cilicio, que lo atormentaba con extremos y
á un acto común ó á una cosa ordinaria, que continuados dolores (1). «Es menester, decía
pudiera hacer por costumbre; antes bien, se entonces, que yo expíe mis pecados y los de
preparaba largamente y con extremo cuidado, mis prójimos antes de acercarme al altar, pa-
comenzando la víspera, desde la caída de la ra renovar allí el sacrificio del Calvario» (2).
tarde, después de rezar Completas, á reco- Todavía no era esto bastante. Después de
gerse más profundamente, para pensar en la haber maltratado de tal modo su cuerpo, ex-
comunión del siguiente día. tenuado por sus continuados ayunos y casi
Siguiendo aquella máxima de su glorioso convertido en un cuerpo trasparente, ¡tan
Padre San Agustín, que la oración es la me- flaco y demacrado se encontraba!, comenzaba
dida del amor, dedicaba á su Dios todos los Nicolás una larga oración que duraba hasta
sentimientos de ternura y de piedad de su la media noche. Cuando sus piernas se nega-
alma mucho antes de celebrar los divinos ban á sostenerle, apoyaba sus codos sobre
misterios, esforzándose con el sentido sobre- una piedra de mármol que se hallaba á la
natural propio de los santos por hacerse se- altura de su ventana, siendo éste el único
mejante á la Hostia que él debía inmolar. alivio que quería proporcionarse; de tal mo-
Azotábase á este efecto tan cruelmente, que do, que si alguna vez sus ojos, fatigados por
la sangre brotaba y corría en abundancia por las continuas vigilias, llegaban á cerrársele
sus hábitos, por las paredes y por el suelo
de su celda, dejando allí las huellas que su
sacrificio de la Misa hacia la puesta del sol, dis-
humildad religiosa no tenía á veces tiempo ciplinándose cruelmente hasta derramar abundan-
para borrar, y que se echaban de ver al otro te sangre de sus venas. Giorgi, cap. n i , pág. 31.
día (1). (1) Nudos artus aspero cilicio vestiens, quod
ferreo cingulo adstringebat. Breviario.
(2) Pro multis sibi confitentibus orabat, jejuna-
bat, celebrabat et lacrymas effundebat, ut a tene-
(1) Solía comenzar á prepararse para el santo bris peccatorum liberaren tur. Proceso.
reclamando un poco de sueño, buscaba en la temente, los primeros resplandores del día lo
disciplina la fuerza necesaria para resistir á sorprendían abismado de nuevo en la con-
lo que él llamaba pereza (1). Tenía lugar esto templación (1). Entre las tres y las cuatro de
delante de una imagen que representaba al la mañana hallábase ya siempre levantado,
Salvador depositado muerto en los brazos de comenzando su preparación por una nueva y
su Madre, imagen que se llama en Italia sangrienta flagelación, que convertía el sacri-
Nuestra Señora de la Piedad, y de la cual ficio que iba á ofrecer en una fiel y viva ima-
no se separó él nunca al hacer su prepara- gen del de Jesucristo sobre el Calvario. Nue-
ción para el sacrificio de la Misa. Uniéndose vo Moisés bajando del monte Horeb, Nico-
á Nuestro Señor en el huerto de las Olivas, lás parecía un ángel en el altar. Aparecía allí
lloraba, sollozaba y confesaba sus pecados y tan lleno de majestad, de devoción y de santo
los de todos los hombres, pidiendo perdón á embelesamiento, que los pueblos se agolpa-
Dios con las demostraciones del más acen- ban por asistir á su Misa, y volvíanse de ella
drado amor. esclamando llenos de admiración: «¡Oh qué
gran Santo!» (2). Sus oraciones de acción de
Cuando sonaba á media noche la campana gracias eran tan fervorosas, que, levantado
del convento, volvíase Nicolás al coro para su pecho por profundos y ahogados sollozos,
rezar los Maitines con sus hermanos y conti- varias veces se quedó extasiado y permane-
nuar allí sus fervorosas comunicaciones con ció privado de todo sentimiento durante todo
su Dios; y, volviendo después á la celda, to- el día.
maba un pequeño descanso, acostado sobre
dos tablas, ó sobre el pavimento, apoyando Tanta piedad y fervor debían hacer una
su cabeza sobre una piedra (2). Muy frecuen- dulce violencia en el corazón de Dios, que
desde entonces parece no pudo negar nada á
su fiel servidor, á quien, por el contrario, se
(1) Dúos habebat lapides marmoreos ad quorum complacía en colmar de obsequios y aten-
unum genuflectebat; alterum ad quem lassus ex-
tensa brachia saltem frigore castigaret. Proceso. ciones de su ternura omnipotente. Cierto día,
(2) Dormía algunas veces sobre un jergón de
paja, con frecuencia sobre desnudas tablas, y con
muellísima frecuencia en la dura tierra. Anónimo, (1) Integras ssepe noctes pervigil duccebat.
cap. xxxnx, pág. 90. Parvo palearum saccone pro Proceso
lecto contentus, mantellum pro espertorio et pro ' (2) "Giorgi. Compendio, pág. 28. Anónimo, pá-
capitali lapidem quandoque tenebat. Proceso. gina 26.
el ayudante á la Misa de Nicolás llenó, por la Misa, las oraciones de Nicolás debían ser
equivocación, las dos vinajeras de agua; mas más fácilmente escuchadas, hízose conducir
el Santo, sumido en sus pensamientos y abs- á la iglesia donde él debía celebrar, y asis-
traído en Dios, no se enteró de ello, y por tió con gran fervor al santo sacrificio. Cuando
tanto no puso más que agua en su cáliz. Este el religioso hubo terminado la santa Misa,
sacrificio debía ser nulo faltando en él, como colocóse aquélla en el camino por donde él
faltaba, la materia necesaria para su validez, debía volver á la sacristía, y le suplicó se
lo cual hubiera sido para el celebrante, de detuviese un momento á darle la bendición,
haberlo sabido, causa de profunda amargura haciendo sobre sus ojos la señal de la cruz.
y pesadumbre. Mas el Señor no quiso ver á Movido por la fe y la resignación de la po-
su siervo en tal amargura. Nicolás no cono- bre ciega, Nicolás, aproximándose á ella,
ció el error de su ayudante, ni después de la hizo lo que le suplicaba, diciendo: ¡Que el
consagración; mas, al consumir las sagradas buen Dios, en su misericordia, os cure, hija
especies, encontró en el vino consagrado un mía! En el mismo instante, los ojos apaga-
sabor tan exquisito y delicioso, que preguntó dos y cerrados después de tanto tiempo, se
en seguida de donde habían podido sacarlo. abrieron á la luz del día. La piadosa cristia-
Entonces fué cuando el ayudante se aperci- na, por su parte, vió recompensada su con-
bió de lo que había hecho, por inadverten- fianza y pudo ya contemplar al Santo, de
cia, y conoció el milagro con que el Santo quien Dios se había servido para devolverle
había sido favorecido (1). la deseada vista (1).
Una señora de la villa de Urbisaglia ha-
bía perdido completamente la vista á conse- (1) Proceso. G-hezi, cap. XIII, pág. 42.
cuencia de una gravísima erisipela. Todos los
recursos del arte habían resultado inútiles,
y, hallándose ya completamente abandonada
de los médicos por incurable, resolvió ir á
buscar á Nicolás para pedirle la curación de
su dolencia. Persuadida de que , después de
(1) Videbatur quidam angelus in confessionibus (1) Et confitentes confortabat humiliter et be-
audiendis. Proceso. nigne. Proceso.
hacíanle sentir vivamente las desgracias y do alguna vez le hacían notar sus hermanos
flaquezas de los hombres. Derramaba abun- que su salud pedía mas cuidado: «Mi vida no
dantes lágrimas al oir el relato de ciertos pe- vale nada, respondía él sonriendo; y si yo su-
cados y ver la amargura de los que los con- cumbo por la salud de un alma, yo doy una
fesaban, esforzándose por reanimar su cora- cosa de ningún valor por otra que ha costado
zón abatido, curar las heridas de la culpa y la sangre de Jesucristo».
sondar su gravedad é importancia con una La actividad de nuestro Santo tenía algo
delicadeza y una paciencia admirables (i). de prodigiosa. A fin de poder consagrar más
Ofrecía á Dios en seguida estas almas cura- tiempo á oir confesiones, levantábase entre
das ya y purificadas, y regocijábase de haber dos y media á tres de la mañana, comenzan-
trabajado por sólo la gloria de su Maestro y do el día por una ruda disciplina, seguida de
de haberle conquistado corazones alejados de algunas horas de meditación y de la celebra-
El hasta entonces. Así es como Nicolás enten- ción de la santa Misa, después de la cual se
día la misión del sacerdote sobre la tierra, y dirigía al tribunal de la penitencia. Todos los
nada ni nadie era capaz de hacerle retroceder sábados, todas las vísperas de fiesta y casi to-
en el heroico ejercicio de este sagrado minis- dos los días de la Cuaresma permanecía en
terio. Era el verdadero Samaritano, siempre el confesonario, desde la mañana hasta la no-
dispuesto á derramar el aceite y el vino so- che, sin tomar alimento alguno (1). Grupos de
bre las llagas del pobre pecador y del des- gente se sucedían unos á otros sin interrup-
graciado extranjero que encontraba en su ca- ción ante su confesonario, y Nicolás perma-
necía allí sereno, inmoble y recogido, reci-
mino. . biendo á todo el mundo, sin dejar entrever la
Yiósele algunas veces, aun siendo víctima menor fatiga ni la más pequeña impaciencia,
de ardiente fiebre, abandonar su lecho y acu- pronunciando sobre cada uno las palabras del
dir á la iglesia, tan pronto como él juzgaba perdón, de la resurrección y de la vida.
que lo esperaban en el confesonario (2). Cuan-
Su caridad le hacía ingenioso para alentar
(1) Compatiebatur multum in defectibus et in-
ñrmitatibus eorum et offerendo se velie pceniten- ve venir al santísimo ministro. Giorgi, cap. v, pár
tiani portare pro eis. Proceso. gina 55.
(2) Mas informado de que el buen Padre pade- (1) Giorgi, ibid.
cía una violenta calentura... cuando be aquí que
terio, es decir, á fines del siglo x n i y princi-
y consolar á los desgraciados que venían á pios del XIV, estaban los sacramentos casi to-
confesarle las faltas más graves y los críme- talmente abandonados; ni hombres ni muje-
nes más enormes. No les imponía más que li- res se acercaban al tribunal de la penitencia,
geras penitencias, dice el proceso, reserván- ni recibían la sagrada Eucaristía. Mas con el
dose á veces el rezar él mismo las oraciones siervo de Dios parecieron renacer los días de
que los pecadores perezosos ó poco sinceros la antigua piedad; todas las ruinas morales
encontraban demasiado largas ó penosas. Con- causadas por las guerras y las herejías fue-
siderándose como una víctima encargada de ron gloriosa y sólidamente reparadas. Estas
expiar los pecados de los otros, especialmente ruinas, sin embargo, eran grandes: las gue-
de aquellos que se llamaban sus hermanos y rras, ya lo hemos dicho, habían engendrado
sus hijos en Jesucristo, oraba sin cesar por una profunda corrupción en todas las clases
ellos, ayunaba, celebraba la santa Misa y sociales; las leyes sagradas del matrimonio
mezclaba su sangre con sus lágrimas á fin de eran pisoteadas; la mujer misma daba ejem-
obtener el arrepentimiento y conversión de plos de una licencia desenfrenada y de unas
los mismos, y poder así satisfacer á la Jus- costumbres perversas. Mas, como dice un es-
ticia divina, ultrajada por tantas iniquida- critor, el Santo colocó bajo el yugo del ma-
des (1). ¡Qué imitación tan perfecta del Re- trimonio y volvió á encerrar en el santuario,
dentor divino! ¿Qué tiene, pues, de extraño, santificado de antemano, del hogar doméstico
después de todo esto, el que nadie pudiese á todas las Dalilas de la ignominia. Las más
resistir á Nicolás y el que se juzgasen como perversas almas marchaban á su voz hacia el
una excepción los pecadores que no hubie- camino de la virtud, y aun los más públicos
sen respondido á su llamamiento y exhorta- y escandalosos pecadores, siéndoles imposible
ciones? resistir á su celo, á sus oraciones y á sus ayu-
Insistimos sobre este punto, porque es me- nos, se veían subyugados por la fuerza de su
nester hacer notar que por el tiempo en que alma, por su pureza inviolable y por su in-
nuestro Santo ejercía de este modo el minis- vencible valor (1). Tales eran las victorias al-
canzadas cada día por la eminente santidad
(1) Impon ebat parvas pcenitentias... pro mnltis
sibi confitentibus orabat, celebrabat et lacrymas (1) Giorgi, cap. v, pág. 49.
effundebat ut a tenebris peccatorum liberarentur.
Proceso,
de Nicolás, cuya vida entera estaba consa- martirio, ó ablandar el corazón de su consor-
grada á practicar el bien, á devolver la paz á te, Dios, dejándose vencer por estas súplicas,
las familias, á apaciguar las discordias y á hizo que Nicolás llegase á entenderla disen-
poner en acción todos los medios posibles sión que había entre los dos esposos y e odio
para hacer cesar los odios y atajar todo gé- injusto que emponzoñaba el corazón de Angel
nero de pleitos. De este modo merecía ya en- de Paul. Hizo el Santo que viniesen á su pre-
tonces Nicolás el bello y glorioso título de sencia, y supo dirigir reproches tan elocuentes
Angel de la paz, con que le llama el Brevia- y tan bien merecidos al culpable, que allí mis-
rio, y con que le distinguen también el Beato mo pidió éste perdón á Juana y le prometió,
Jordán de Sajonia y San Antonino, que no llorando, tratarla en adelante con el carino y
dudan de proclamarlo, el uno la paz de los las consideraciones debidas á una mujer dig-
enemistados, y el otro la paz de los desuni- na de respeto. Jamás esta joven tuvo ya nada
dos (1). que sentir con su marido, y en la declaración
El hecho que vamos á referir, escogido en- jurídica que hizo para la canonización anadió
tre otros muchos, lo probará de una manera estas sencillas palabras: «Después de nues-
brillante. Una joven de diez y seis años, lla- tra entrevista con el P. Nicolás, no ha habido
mada Juana, habíase casado con un habitante jamás entre nosotros la menor discordia». Es-
de Tolentino, Angel de Paul, el cual, á poco ta entrevista tuvo lugar en 1303, y Angel no
tiempo de casados, había concebido un odio había muerto hasta 1325 (1).
violento y sin motivo ninguno contra su es- El verdadero espíritu apostólico obliga al
posa. Sin que ella diese el menor fundamento sacerdote á ocuparse en consolar sin excep-
á semejante modo de tratarla, colmábala Juan ción á todos aquellos que sufren y tienen ne-
de injurias y atropellos, de suerte que la po- cesidad de sus socorros. Sabiendo, pues, nues-
bre mujer pasaba sus días llorando sin con- tro Santo cuántos ladrones y criminales pú-
suelo en la mayor tristeza. Como ella rogase blicos se encuentran ordinariamente abando-
humildemente al Señor se dignase concederle nados en sus prisiones, difíciles, por tanto,
la fuerza y valor necesarios para soportar este de convertir, esforzóse siempre con un celo
(1) San Antonino. Invita. Breviario. Beato Jor- (1) Post dictum F. Nioolai inter nos nulla dis-
dán de Sajonia. In Vitas Fratrum. cordia fuit. Proceso.
particular y una caridad extrema por levan-
tar á estas pobres almas del abismo de la Los enfermos y miserables, como ya lo he-
maldad donde se hallaban sepultadas. Reco- mos dicho, eran también para Nicolás objeto
rría uno por uno los calabozos, como un pa- de un especial cuidado, ocupándose, sobre
dre que se desvela por sus hijos y comparte todo, en aquellos que, próximos á la muer-
con ellos las penas y las amarguras; escucha- te, iban pronto á comparecer delante de Dios.
ba sus lamentos con una extrema paciencia, Sabía él mejor que nadie cuán grave, difícil,
y juntando, cuanto le era posible, la limosna solemne y decisivo para la eternidad era este
y los auxilios corporales á los consejos y ex- momento supremo; pues que, según las pala-
hortaciones, y hablaba, en fin, á los carcele- bras del historiador anónimo de Nicolás, el
ros, procurando inspirarles sentimientos de instante de la muerte es el campo de la últi-
humanidad y compasión, de los cuales su co- ma y más importante batalla. Si tan lleno de
razón se hallaba lleno. celo y de piedad se mostraba este apóstol tra-
tándose de los sufrimientos corporales, ¿cuál
Desde entonces, pues, empezaba á reinar sería su abnegación y sacrificio tratándose de
el espíritu de la paz en los lugares donde sólo las almas y de su salvación eterna?
reinaba antes la confusión y el desorden, re-
Siguiendo la piadosa y laudable costumbre
saltando de esta suerte los efectos de la bon-
de Italia, jamás abandonaba al enfermo en
dad y de la virtud sobre las almas perversas,
los momentos de la agonía. Allí, junto al le-
que parecían antes incapaces de dolor ni sen-
cho del dolor, escribe el Beato Jordán de Sa-
timiento alguno santificantes. Nicolás les ha-
jorna, velaba noches enteras, rogando por el
blaba de Dios y los confesaba; y, como vie-
moribundo y confortándolo con palabras lle-
se en ellos una seria conversión, trataba por
nas de esperanza y de dulzura; pareciendo á
todos los medios imaginables de obtener su
los ojos de aquellos á quienes asistía como un
rescate y libertad. Estos cuidados heroicos
habitante de las moradas eternas bajado á
por los pobres cautivos debieron ser muy ad-
su lecho fúnebre para ayudarles en el último
mirados y conocidos de todos; pues el proce-
paso de su vida y conducirlos al Cielo (1).
so de canonización llama á nuestro Santo el
más grande consolador de los afligidos y de
los cautivos (1). tribulatorum et infirmorum máximas consolator.
Proceso.
L(l) Msestis erat leetitia... captivis remedium, (1) Beato Jordán de Sajonia. Viten Fratrum.
Ante su semblante pálido y angelical, ilumi- Otro día en que el Santo se hallaba acos-
nado con los resplandores de la candad divi- tado, víctima de una ardiente calentura, vi-
na, el moribundo sentíase consolado y lleno nieron á decirle que un hombre de Tólentino,
de confianza. La despedida le era menos sen- llamado Ugolino, hijo de Conrado Monaldo,
sible, la separación menos amarga, sabiendo acababa de ser atacado de apoplejía; que de
que exhalaba el último suspiro entre los bra- la cabeza á los pies había quedado paralítico
zos y sobre el corazón de un Santo, de un del lado derecho, y que tenía el ojo comple-
amigo de Dios, de un abogado poderoso an- tamente ciego. Ningún remedio había capaz
te el Soberano Juez. de consolar al paciente, que á cada instante
Nicolás era llamado á todas partes donde reclamaba los auxilios del siervo de Dios, el
había un enfermo en peligro. A él se recu- cual, á pesar de su debilidad y de sus pro-
rría para asegurar la salud eterna de los mo- pios dolores, levantóse al punto y arrastróse
ribundos y con la esperanza de obtener la cu- trabajosamente hasta la casa del enfermo.
ración corporal, como sucedía con frecuen- «Sabe, hijo mío, le dijo al entrar, que esta
cia; siendo así que, aun cuando el Santo se enfermedad es una visita del Señor. Porque
hallase también enfermo, lejos de preocupar- te ama, por eso te ha herido; no para matar-
se por su enfermedad, aun se alegraba de sus te, sino para santificarte. ¡Anímate, pues! El,
dolores. Cuando sus achaques le obligaban á como tan misericordioso, te curará». Tocan-
renunciar á sus ansiadas visitas á los mori- do entonces Nicolás el costado enfermo hizo
bundos, afligíase profundamente pensando en la señal de la cruz, y al momento los miem-
ellos, y como excelente padre los recomenda- bros paralíticos volviéronse flexibles y llenos
ba á'Dios muy especialmente. de vida, los ojos recobraron su primera fuer-
Un día en que se encontraba imposibilita- za, y Ugolino, dice el proceso, anduvo libre-
do de salir del convento á causa de sus en- mente y pudo ir sin dificultad á donde qui-
fermedades, como uno de sus penitentes le so (1).
ofreciese un pollo: «Anda, hijo mío, le dijo, Terminaremos este capítulo añadiendo, pa-
lleva ese pollo á cualquier pobre enfermo que
lo necesite más que yo» (1). trum, noluit accipere, sed dixit ei: Vade filia, por-
ta aliono infirmo pauperi qui indigeat plusquam
ego. Proceso.
(1) Proceso, fol. 108, pág. 2.
(1)' Durn ipsa portavit ipsi Nicolao umua polas-
ra consuelo de las madres, que tanto durante confianza de la piadosa cristiana. Habiendo
su vida, como después de su muerte, el Tau- prolongado por dos horas su oración, otorgó-
maturgo de Tolentino fué especialmente in- le el Señor el milagro pedido, conservando
vocado por las mujeres á quienes Dios pare- felizmente la vida á Fiordalisia. Así Dios se
ce complacerse en negar la alegría de la ma- doblegaba á los deseos de su siervo, parecien-
ternidad, así como por aquellas que se en- do como que se gloriaba en favorecerle con
cuentran en los dolores del alumbramiento, el don de milagros, para compensar de este
escuchando él siempre las oraciones que se modo sus heroicas virtudes y hacer su misión
le dirigen á este fin en tan dolorosas circuns- cada vez más admirable y divina á la vista de
tancias. El proceso de canonización refiere los pueblos.
milagros obrados por el Santo antes de su
glorioso tránsito, y nosotros referiremos en
otro capítulo los que se relacionan con la fa-
milia Apillaterra, con la cual tuvo él estre-
chas relaciones. Contentémonos por ahora con
referir el hecho siguiente, sucedido en vida
de Nicolás, y que es bastante notable para
excitar la devoción de las mujeres verdade-
ramente piadosas.
El día de la Ascensión del año 1805, una
joven llamada Fiordalisia, que hacía ocho
días padecía los dolores del parto y se halla-
ba reducida al último extremo de la vida, pi-
dió ser confesada por la última vez con el
Santo, su padre espiritual, deseando entregar
su alma á los ojos de este poderoso amigo de
Dios. Después de haberla absuelto y anima-
do, Nicolás, alejándose, arrodillóse en fervo-
rosa oración, pidiendo al Señor que, por su
misericordia infinita, se dignase premiar la
abundancia de los otros (1). Conforme con la
regla de su glorioso Padre, él no buscaba ja-
más lo que pudiese redundar en su provecho
propio, sino lo que pudiese dar gloria á Je-
sucristo; no anteponía las cosas propias á las
comunes, sino las comunes á las propias (2).
CAPÍTULO X I I Severo para sí mismo, quería que los otros
estuviesen siempre bien atendidos y provis-
San Nicolás verdadero ermitaño de San Agustín — tos de toda la ropa que se juzgaba necesaria.
Confiéresele el oficio de limosnero—Fuente mi- Cuando era, pues, llamado á servir á sus her-
lagrosa.—Doble maravilla.—Berardo Apillate-
manos, lo hacía con una alegría y una ama-
rra—Humildad del Santo.—Predicción realiza-
da—Ternura de Nicolás para con la familia Api-
bilidad extrema; no buscando jamás el ser
llaterra.—Varios milagros.—¿Por qué viene us- reemplazado en el cargo, sino procurando ha-
ted á mi? ¿No sabe usted que yo soy un gran pe- cer todos los esfuerzos posibles para serles
cador?—«Es necesario que yo v a y a á Vísperas.» agradable y satisfacer sus necesidades, pro-
veyéndoles de ropa y alimentos (3).
Nicolás de Tolentino, tan compasivo y tan Tenía Nicolás horror á la carne, y no la
bueno para todos los que reclamaban su in- probó jamás; pero quería que los religiosos
tercesión cerca de Dios, no estaba menos lle- tomasen todo lo que les proporcionaba la ca-
no de ternura y de caridad para aquellos que ridad de los bienhechores del monasterio,
una misma vocación había hecho sus herma- multiplicando los cuidados y demostraciones
nos, hijos como él del gran Patriarca Agus- de ternura para aquellos á quienes la predi-
tín, mostrándose constante y heroicamente
dulce, generoso y dispuesto á sacrificarse en (1) Beato Jordán de Sajonia. Vitce Fratrum. San
Antonino. In vita.
obsequio de aquellos religiosos que vivían con (2) Charitas enim de qua scriptum est quod non
él en el monasterio. El era, dice el Beato Al- quferit quse sua sunt, sic intelligitur, quia eommu-
nia propriis, non propria communibus anteponit.
berto de Sajonia, un espejo de caridad frater- S. P. Augustinus, in Regula, cap. V I I I , núm. 3.
na. Su amor hacia los otros religiosos, dice (3) Lieet ipse F. Nicolaus esset magnse absti-
San Antonino,le hacía considerar como mucho nentise, gaudebat quando Prior consolabat fra-
tres dando eis... pluries rogavit Priorem.... et re-
lo poco que él tenía, y como una escasez la comméndabat fratres qui tam laborabat. Proceso.
caci<5n, las confesiones <5 cualesquiera otras vado algunos acontecimientos tiernos y mila-
obras de caridad fatigaban demasiado. Ale- grosos de esta caridad del bienaventurado
grábase de servirlos y de verlos estimados hijo de Agustín para con los religiosos de su
de los superiores, no conociendo límite su Orden. He aquí uno, en comprobación de es-
caridad fraterna. Así, cuando el prior del to. Hallábase el convento de Tolentino com-
convento, viendo que la popularidad de Ni- pletamente falto de agua, lo cual era un gra-
colás crecía más y más, le confió el oficio de ve obstáculo y una fuente de dificultades, así
limosnero, aceptólo éste con alegría y miró para el cocinero como para los demás herma-
como una gracia el ir á pedir á los fieles el nos legos encargados de la limpieza de la ca-
pan necesario para sus hermanos. Era esto á sa. Ofrecióse Nicolás á buscar el dinero ne-
fines del siglo XIII, y las Ordenes religiosas, cesario para hacer abrir un pozo, y, lleno de
á consecuencia de las guerras civiles y de los confianza en la Providencia, interesó en su
desórdenes de que ya hicimos mención, se proyecto á generosos cristianos, cuyas abun-
encontraban reducidas á una extrema pobre- dantes limosnas le permitiesen dar principio
za. Cuando nuestro Santo volvía de sus pesa- á la obra. Mandóse buscar un maestro perití-
das y fatigosas demandas, no se quejaba de simo en la materia, llamado Juan Genovés,
su cansancio, sino que, con un semblante ra- que indicase el lugar donde podría hallarse
diante de alegría, íbase á enseñar á los reli- agua. Un sábado del mes de Mayo de 1302
giosos el pan que había recogido y á invitar- vino el dicho maestro con sus obreros; mas,
los á dar gracias á Dios, diciendo: «Tomad, después de haber cavado y practicado reco-
comed y pedid á Dios por los que nos han nocimientos por diversos puntos sin poder
hecho esta caridad. Apenas tenían algunos conseguir agua, acabó por persuadirse de que
pan para sí mismos, y han querido, sin em- era imposible, y que debía, por tanto, renun-
bargo, hacer limosna á los siervos de Cris- ciarse á toda tentativa.
to» (1). Mientras que Juan Genovés deliberaba con
Los historiadores de Nicolás han conser- sus obreros, que también participaban de su
desconfianza, vino á pasar por allí el Santo,
(1) Tomad, comed y rogad por los que nos han dirigiéndose á la iglesia. Al ver la tristeza re-
hecho la limosna, entre los cuales hay algunos tratada en los semblantes de todos, detúvose
que tienen poco pan para si mismos. Anónimo, ca- allí y dirigió á Dios la siguiente oración, lié-
pitulo x y i n , pág. 49. Proceso.
is
na de fe: «Padre mío, que estás en los Cie- nirse á tierra. Los obreros, espantados, hu-
los, ¡oh Criador mío!, concededme la gracia yeron en todas direcciones; mas Nicolás arro-
de una señal por la que sea hallada agua en dillóse llorando, y exclamó con una fe viva y
este lugar elegido para abrir un pozo, á fin confiada: «Señor mío Jesucristo, ayudadme.
de que las limosnas dadas para este objeto no Que no se derrumbe esta iglesia, pues de otro
sean perdidas» (1). modo todos seremos destruidos y vitupera-
Oyó el Señor, como siempre, la súplica de dos» (1). Tuvo todavía esta plegaria uua efi-
su humilde y confiado Siervo, y concedióle cacia tan pronta como maravillosa. La pared
inmediatamente más de lo que él había pedi- inclinada permaneció inmóvil en los aires,y
do; pues, tomando el Santo una caña y cla- dió á los albañiles todo el tiempo necesario
vándola en el lugar en que se deseaba brota- para colocar en ella vigas y puntales, á fin de
se la fuente, vióse saltar un agua clara y lim- preservar la iglesia y el claustro y de poder
pia, que parecía salir de la misma caña. Esta repararlos inmediatamente (2).
fuente milagrosa sigue todavía manando en En memoria de este hecho prodigioso, gra-
Tolentino, después de seis siglos (2). Los al- baron alrededor del pozo la inscripción si-
bañiles, admirados de esta maravilla, pusié- guiente: «Esta fuente sobresale por un doble
ronse en seguida á cavar alrededor del agua, milagro. El agua saludable, que ninguna di-
con objeto de hacer un gran depósito; mas ligencia pudo encontrar, brotó por las ora-
tan imprudente fué su entusiasmo, que levan- ciones y lágrimas de San Nicolás. Por su ora-
taron al mismo tiempo gran cantidad de tie- ción igualmente, la pared del templo, que
rra que sostenía los cimientos de la pared comenzaba á caerse á causa de la excavación
principal de la iglesia. Estando en esta faena del pozo, permaneció inmóvil» (3).
oyóse de repente un crujido, inclinóse la pa-
red, y toda la capilla pareció á punto de ve- (1) Domine Jesucriste, adjuva me ne ista eccle-
sia destruatur, etenim essemus omnes destructi et
vituperati. Proceso.
(1) Pater mi de cselis, Creator mi, fac in gra- (2) Et dicto Nicolao orante... ruina Ecclesise
tiam et signum nt aqua inveniatur in loco isto de- cessavit. Proceso.
signato pro puteo faciendo, ne eleemossyna data (3) Pons hie duplici fulget miraculo:
ad hoc opus perdatur. Proceso. Quse nulla arte inveniri poterai, unda salubris
(2) Statim apparuit in capite arundinis... aqua P i i Nicolai lachrymis ac oratiouibus effluxit;
exurgens sicut vena aquse, et puteus ibi factus est S te tit, eodem orante, templi paries,
et est valde bonus. Proceso, Qui in effodiendo puteo jam ruere cfeporat.
El reconocimiento de los ricos, harto feli-
La gran caridad de nuestro Santo no se ces en conseguir del Santo gracias milagro-
limitó á su monasterio ni á sus hermanos en sas, fué el origen de las relaciones íntimas y
religión; extendióse también á los pobres que todas según Dios, de que vamos á hablar
habitaban en Tolentino, y á quienes su cargo ahora. Así fué cómo, por el doble motivo de
de limosnero le permitía consolar más fácil- la limosna y del agradecimiento, establecióse
mente. Las desgracias de los tiempos habían entre Nicolás de Tolentino y Berardo Apilla-
completamente arruinado á muchas familias terra una de esas amistades santas que el
nobles, y muy profundas miserias se oculta- Cielo bendice y que se conservan hasta la
ban en el silencio, no pudiendo aquéllas de- muerte en toda su fuerza é intimidad. Com-
cidirse á tender la mano y descubrir su in- plácese, en verdad, nuestro corazón al ver á
digencia. Muy pronto conoció Nicolás á es- un hombre de mundo descubriendo á un re-
tos pobres vergonzantes, y respetando este ligioso con la más respetuosa confianza todas
justificado pudor, que con frecuencia es el sus penas domésticas, y á éste consolarlo
del honor y el de un nombre glorioso en otro como á verdadero amigo, poniendo á Dios
tiempo, les hacía llegarse en secreto, según de por medio en sus afecciones recíprocas.
los deseos de los mismos, á recibir los soco- Padre desgraciado Berardo, no conseguía
rros que recogía de la generosidad de los ricos. sacar adelante á uno siquiera de sus niños,
Estos, que conocían la caridad sin límites los cuales todos morían casi inmediatamente
del religioso agustino, no se atrevían á ne- después de haber nacido, causando esto en
garle cosa alguna y depositaban en sus manos él, como es natural, una profunda pena. Cuan-
cuantiosas limosnas. Haciendo éstas tanto do su primogénito vino al mundo, parecía ya
más generosamente, cuanto que Nicolás sa- privado de la vida; mas, habiendo creído per-
bía agradecer con favores señalados los so- cibirse que removía un poco los labios, se le
corros que ellos concedían á sus pobres, como administró inmediatamente el santo bautis-
si él hubiera sido constituido banquero de mo. Después de haber recibido este sacra-
Dios (l). mento de regeneración, el niño quedó sin mo-
vimiento. Visto esto por su madre Margarita,
(1) Ad pauperes et uiiserabiles accedebat etiam entregóse á la más profunda amargura, y ex-
si non vocatus, et monebat divites ad praabendum clamó inconsolable: «¡Oh qué desgraciada
eleemosynas pauperibus, máxime illis qui ostia-
tiin petere verebantur.
soy! Mi hijo no se habrá salvado, pues que no Seas tan audaz que vayas á referirlas ab-
no ha sido seguramente regenerado por el sa- solutamente á nadie, mientras yo viva» (1).
cramento» (1). Dispúsose en seguida que se Sin embargo, la pobre madre no se había
enterrase el cadáver, al cual sus padres pensa- consolado por completo de sus angustias y
ban depositar en una fosa abierta en la casa, dolores. Dios, que sin duda quería probarla,
por creerlo indigno de ser colocado entre los por un secreto de su Providencia, en aquello
cuerpos de los fieles bautizados. Mas, habién- en que más ella temía, no permitió fuese más
dolo oído Nicolás, mandó, sin perder tiempo, feliz en sus otros hijos. Tanta fué su pena en
un mensajero á su madre dictándole que de- la muerte de su primogénito, que cayó en
bía enterrar á su hijo en la iglesia; lo cual una languidez y en una tristeza mortales, que
observó Margarita puntualmente. cada día había ido aumentando, por la cir-
No tardó mucho el Santo en venir á con- cunstancia de que los otros niños que había
solar á estos desgraciados padres, sobre todo tenido en siete años habían también muerto
á la madre, que no cesaba de llorar: «Sabe, antes de nacer, ó no habían vivido más que
le dijo, que esta noche se me ha aparecido lo necesario para recibir el bautismo. Cierto
tu hijo, apretándose contra mí y no queriendo día, transida de amargura, tomó ocasión de
dejarse tocar por el demonio. Consuélate, sus temores para venir á hablar al santo re-
pues, y que jamás te turben los juicios de ligioso, que tan compasivo se mostraba para
Dios. Más vale haber engendrado un niño con ella. «Llevo otro niño en mi seno, le dijo,
para el Cielo, que para este miserable mun- el cual muy pronto deberé dar á luz, y mi
do» (2). Y acto seguido, como si su cariño á aflicción no tiene límites al considerar que
sus amigos le hubiera llevado demasiado le- seré herida con la misma desgracia».
jos, añadió, dirigiéndose siempre á Margari- Nicolás, después de haberla consolado lo
ta: «Todas estas cosas de la gracia divina, mejor que pudo con palabras de esperanza y
que tú ves en mí por la voluntad del Señor, de resignación, prometióle rogar por ella,
como en efecto lo hizo por algunos días; pa-
(1) Beato Jordán de Sajonia, Vitas Fratrnm. sados los cuales, vino á encontrarla, dicien-
(2) Scias, qnod in hac nocte apparnit anima filii
tui in manibus meis et illa anima videbatur se
stringere ad me, non permitiendo se tangi a dia- (1) Mandavit mulieri, ut nemini dioeret visio-
bolo. Proceso. nem doñee vixerit. Proceso.
do: «Ten confianza ¡oh Margarita! en el Se-
garganta, de modo que los médicos quisieron
ñor; no dudes, pues, y calma tu amargura.
hacerle una peligrosa operación. Nicolás, que
Pronto tendrás una hija que vivirá largos
se encontraba enfermo en cama, súpolo por
años, y que me traerá frecuentemente algún
inspiración del Cielo, y, llamando á su celda
alimento de tu parte. Por la confianza que en
á dos religiosos, les dijo: «Os pido que va-
Dios tengo creo que, en lo sucesivo, todos
yáis á hacer una visita á Doña Margarita,
tus hijos y tus hijas nacerán en perfecta sa-
que tantos servicios me ha prestado y presta.
lud» (1). La predicción tuvo el más exacto
La enfermedad de su hija le causa un gran
cumplimiento. Esta madre tan desgraciada
dolor; consoladla, pues, de mi parte». Obe-
tuvo en lo sucesivo varios otros hijos, que
decieron los religiosos y volvieron después á
vivieron todos y la consolaron de las prime-
dar al Santo cuenta de su misión de caridad.
ras amarguras de su corazón maternal. A par-
¡Oh desgracia! La pobre madre les había pa-
tir de esta fecha, Nicolás pareció haber sido
recido inconsolable, y la niña estaba á punto
constituido protector especial y ángel guar-
de sufrir la operación. «Volved, hermanos
dián de los hijos cuyo feliz nacimiento ha-
míos, les replicó Nicolás, volved y decid á
bía anunciado, y en favor de los cuales hizo
Margarita que, si yo pudiese, yo iría sin falta
muchos milagros, que deben moverá las ma-
á visitarla; pero que me es imposible dar un
dres de familia á invocarle en sus afliccio-
paso. Que venga aquí ella misma y que traiga
nes con ilimitada confianza.
á su hija, que no permitiré yo que sea tocada
La primer hija de Berardo y de Margarita por el hierro».
fué llamada Berardesca. En el decurso de Apenas esta desolada madre tuvo noticia
esta historia la veremos llevar frecuentemen- del deseo del Bienaventurado, poniendo á
te al Santo, hallándose enfermo, harina de Francisca sobre los brazos de su criada Es-
maíz desleída en agua. peria, se apresuró á correr al monasterio con
Su hermana Francisca, siendo todavía niña, su preciosa carga. Llegado que hubo á la pre-
fué acometida de un tumor grandísimo en la sencia del protector de su familia, exclamó
Margarita con sencilla confianza: «Yo espero
(1) Non dubites quia tu facies unam filiam qu® que por vuestro valimiento será sana mi hi-
^ vi vet magno tempore et ipsa portabit mihi ad co-
medendum ex parte tua; post h®c... sic factum ja.— Callad, exclamó Nicolás, siempre hu-
1 Q o d pr&dixit dictus Nicolaus. Proceso. milde; no tengáis el atrevimiento de decir
tales cosas de mí*. Pensando después en la Entre los otros hijos que tuvieron todavía
niña enferma, y mirándola bondadosamente, los piadosos Berardo y Margarita, hubo uno
añadió, con cierta mezcla sencilla y graciosa que llamaron Nicoluccio, ó sea Nicolasito, en
de poder sobrenatural y olvido de sí mismo: memoria de su bienhechor. Este hijo, prome-
«No tengáis más enojo: tened confianza en tido por el Santo, cayó gravemente enfermo
Dios y en San Blas. Vuestra hija sanará sin el año 1303. Al cabo de nueve días, minado
médicos y sin instrumentos cortantes. Lle- por ardiente calentura, perdió el habla y que-
vadla con tres ofrendas á la iglesia de este dóse privado del sentido. Tres días permane-
Santo: él es mucho mejor médico que todos ció en este estado, haciéndose general la
los de la tierra». Obedeció Margarita inme- creencia de que no podría tardar á morir. Sú-
diatamente, y llevó su niña á la iglesia de polo el Santo, y partió al momento á visitar
San Blas, con las ofrendas prescritas por al enfermo. «Nicolasito», exclamó varias ve-
nuestro Santo: un cirio, un huevo y un dena- ces, mirándolo con extrema ternura. Y como
rio. A su vuelta al monasterio hizo el Tau- el niño no respondiese, añadió: «Vosotros
maturgo de Tolentino la señal de la cruz so- véis que vuestro hijo está casi sin vida, y to-
bre Francisca, y añadió: «Volveos ahora dos vosotros pensáis que ya está muerto. Yo
mismo á vuestra casa, y no temáis más por quiero, sin embargo, que si él llega á sanar,
vuestra hija; con la ayuda de Dios y de San como lo espero, con la ayuda de Dios y la de
Blas alcanzará la salud». Esto tenía lugar al San Antonio, llevéis cada año á la iglesia de
caer la tarde. Al otro día por la mañana le- este santo Patrón de Tolentino una cantidad
vantóse la niña completamente curada, y sin de grano igual al peso de vuestro niño. Vos-
señal ninguna de haber tenido tumor (1). otros ofreceréis, además, este hijo á San
Agustín y á su Orden, para que vista el há-
(1) Eatis, fratres mei ad visitandam Dominara bito de los ermitaños». Prometieron los pa-
Margaritam, quse tantum mihi servivit et servit dres cumplir las órdenes de Nicolás, y, acer-
et stat in tanto dolore pro infirmitate filise suse, et
confortetis eam... Redite ad eam et dicatis ex par- cándose éste al enfermo, hizo sobre él la se-
te mea, quod si possem venire ad eam, libenter ñal de la cruz. Al punto mismo abrió Nico-
venirem, sed bene scit, quod non possuin ambula-
re", ita sum infirmas ; veniat ipsa ad me et portet lasito los ojos y comenzó á hablar, pidiendo
dictam. Ceccam filiam suam et ne facial eam tan- algo de beber. Había desaparecido la fiebre,
ere cum ferro aliquot... mane sequenti fuit tota- é inmediatamente se levantó curado por com-
f ter libera. Proceso.
pleto. «Ya véis, les dijo entonces el santo
religioso con una modestia encantadora, ya aún recibir varias otras pruebas de este afec-
véis cómo Dios ha escuchado vuestras ora- to tan santo y tan verdadero, que se compla-
ciones. ¡Comprended, por aquí, qué confian- ce en hacer y recibir favores. De suerte que
za tan grande debéis tener en los santos!» (1). éste fué uno de los principales testigos que
Hay que notar que, á fin de que no se le depusieron en el proceso; testigo segurísimo,
atribuyese la gloria de los milagros obrados que había seguido muy de cerca á Nicolás
por su intercesión, el humilde religioso dis- durante la permanencia de éste en Tolentino,
curría mil medios ingeniosos, esforzándose en y que había sido muy particularmente ben-
atribuírselos á cualquiera otro santo. De esta decido por el Santo, ya en su familia, ya en
manera obraba siempre, tanto en público co- su propia persona. Véase á un mismo tiempo
mo con sus más íntimos amigos, el que vivía en el ejemplo siguiente la fidelidad del santo
abismado continuamente en Dios y olvidado religioso en seguir los preceptos de su Regla
de sí mismo. Considerábase á sí mismo como y en colocar la práctica de la obediencia por
un gusano de la tierra, diciendo de lo íntimo encima de todos sus milagros.
de su corazón á los que acudían á él, como á Hallándose atacado Berardo desde hacía
Santiago Salvastri, por ejemplo, que le traía ya unos días por una tenaz calentura, fué vi-
á su joven hija para que la curase: «¿Por sitado por su bienaventurado amigo, que, po-
qué acudís á mí? ¿No sabéis que yo soy un niéndole la mano sobre la cabeza, lo alivió
pecador?» Mas no dejó por eso de hacer el instantáneamente. Mas, apenas Nicolás hubo
prodigio que se le pedía. retirado su brazo, reprodújosele la fiebre con
Berardo Apillaterra no había todavía ago- nueva violencia, lo que hizo que el enfermo
tado los beneficios con que tan pródigo se suplicase á su compasivo amigo volviese á
mostraba para con él su santo amigo; él debía tocarle la frente. Accedió éste con gran sen-
cillez, dirigiéndole al mismo tiempo palabras
de consuelo. Oyéronse en este mismo instan-
(1) Tribus diebus non fuit locutus efc credeba- te las campanas del convento que daban el
fcur ab omnibus, quod deberefc mori... videte quod primer toque para las Vísperas, á cuyo so-
iste puer quasi mortuus. et pro mortuo babetur?
Volo quod si liberabitur... vide, domina, quam nido, retirando dulcemente la mano el obe-
cito filium tuum liberavit B. Antonius, propterea diente religioso, dispúsose á partir. Sintiendo
habeatis M e m in sanctis. Proceso. entonces Berardo que volvía otra vez á re-
producírsele la calentura, rogó á su amigo se bado por las tentaciones y el espíritu malig-
dignase permanecer en su presencia y conti- no. Dios lo permitió así, á fin de glorificar á
nuar aliviándole; pero sólo consiguió una ne- su fiel siervo y dar al mundo, en su persona,
gativa. «Tengo que ir á Vísperas, dijo afec- un tipo acabado y perfecto de la más encum-
tuosamente el Santo: yo no puedo permane- brada santidad.
cer más tiempo contigo. Ten confianza en
Dios y ruégale que te alivie.» Alejóse Nico-
lás para ser, según su costumbre, el primero
en el coro; pues, para él, la gran virtud del
religioso consistía en la regularidad. Mas el
Señor, bendiciendo esta obediencia y exacti-
tud, permitió por el momento se retirase de
Berardo la calentura, para no volver más á
molestarle (7).
De modo que, por todas partes por donde
pasaba el siervo de Dios, dejaba estampadas
las huellas de su caridad y del poder divino,
que por sus manos obraba continuamente los
más admirables milagros: tanto abundan los
prodigios de todo género en su santa vida,
que sería imposible hacer aquí mención de
todos ellos. Tenemos, por otra parte, que re-
ferir minuciosamente cómo trataba á su pro-
pia carne el que era todo compasión y dul-
zura para el prójimo, y de qué suerte fué pro-
' --
vióse á su casa y mandó á Margarita que le Mas sucedió, en cierta ocasión, que su ma-
preparase una perdiz^ la que fué él inmedia- dre , guiada por un sentimiento de piedad fi-
tamente á ofrecer al enfermo, diciéndole: «He lial y de respetuosa compasión, mezcló con
aquí, Padre queridísimo, he aquí la carne que la polenta (1) de Nicolás algún otro condi-
he podido prepararle; ya está lista: comedia mento, aunque con la precaución de no ad-
y mejoraréis inmediatamente, como yo es- vertírselo á su hija. El enfermo, con su dis-
pero». cernimiento profético, conoció al momento lo
Aceptó Nicolás un pequeño bocado, y, ha- que Margarita había hecho. Apenas, pues,
biéndolo llevado á su boca, dijo á su amigo: Berardesca hubo puesto los pies en su celda,
«Ahora que ya he obedecido á la orden del cuando exclamó el Santo: «¿Quiere, por ven-
P. Provincial, vete y lleva lo restante á algu- tura, tu madre que yo pierda mi alma?... Cua-
no de mis enfermos» (1). Así es como él sa- renta y cinco años hace que no he probado
bía encontrar siempre algún ingenioso ardid la carne. ¡Dios me guarde, pues, de comerla
con que desarmar á aquellos que querían ali- hoy!...» Y mandó á la conmovida niña que lle-
viarle, permaneciendo siempre fiel á su vida vase aquel alimento á algún otro enfermo del
de penitencia y de mortificación. La única sa- monasterio (2).
tisfacción que le concedió á Berardo fué per- En otra ocasión, día de Jueves Santo, hu-
mitirle, en los tres últimos años de su vida, bo de ausentarse el P. Prior de Tolentino,
que Margarita le hiciese cocer en agua pura pasando, por tanto, su autoridad al P. Vica-
un poco de harina. Llamóse á este manjar tan rio. Este, pues, viendo áNicolás muy fatiga-
simple la farineta del P. Nicolás (2). Berar- do, aprovechóse de las circunstancias para
desca, como para cumplir la profecía del San- suplicarle que aumentase un poco su ordina-
to, fué, con frecuencia, la encargada de lle- rio alimento. Mas él, después de haberlo es-
varla al convento de Agustinos de Tolentino. cuchado, se puso á la vez á rogar al P. Vica-
rio le dejase hacer sus mortificaciones, y es-
tuvo tan elocuente, que, dándose aquél por
t e n s , quas detulistia P. Provinciali. quod corne- vencido, permitió al siervo de Dios que obra-
dam carnes. Ego volo obedire; invenies mihi de
carnibus. Proceso.
(1) Obedivi litteris, o Berarde... et fecit earn
portare quibusdam fratribus infirmis, Proceso. (1} Sopa hecha de harina de maíz.
(2) La farineta del P. Nicolás. (2) Proceso,
se conforme á las inspiraciones del Cielo (1). das; no vaya á precipitar mi alma en el abis-
El P. General de la Orden, Francisco de mo del pecado para su condenación ».
Monterrubiano, tuvo ocasión de conocer por No atreviéndose el P. Angel á tomar sobre
sí mismo que la conducta de su hijo en San sí el oponerse á la resolución del enfermo, y
Agustín era toda ajustada á la voluntad de conociendo el peligro inminente á que la fie-
Dios, y que la humildad y mortificación de bre le había reducido, fuése á buscar al Pa-
que daba tantas pruebas eran sumamente dre General y, explicándole el estado de Ni-
agradables al Cielo. Yendo con dirección á colás, le suplicó le mandase someterse á las
Bélgica, pasó por Tolentino y detúvose allí prescripciones del médico. Dirigióse al mo-
un momento, en ocasión en que Nicolás, aba- mento el P. Francisco de Monterrubiano á la
tido y debilitado por una enfermedad, lucha- celda del religioso, y después de haberle ci-
ba contra sus hermanos y contra el médico, tado gran número de ejemplos, en los cuales
por no aceptar el comer carne, confiándose los inferiores, mandados por los superiores,
únicamente á Nuestro Señor, y no á los re- les habían obedecido, le mandó, en virtud de
medios humanos (2). El Prior, P. Angel de santa obediencia, que comiese carne y se so-
San Víctor, había unido sus instancias á las metiese á lo que se le prescribiese para su
de los otros religiosos, y no había obtenido curación. El bienaventurado enfermo no se
más que esta respuesta, digna del Santo: negó á ello, y, aunque con gran repugnancia,
«¿Por qué, Padre mío, por qué ese empeño hizo llamar al P. Prior para decirle que con-
de afligirme? ¿No sabéis que, si este misera- sentía en lo que se pretendía de él, y que iba
ble cuerpo gusta una sola vez manjares pro- á obedecer al P. General: «Yo he prometido
hibidos, inmediatamente se le antojarán otros? obediencia á mi Salvador, añadió, á la San-
Os rnego que me dispenséis. Más vale poner tísima Virgen y al bienaventurado P. San
un freno á esta carne, que aflojarle las rien- Agustín, y yo deseo guardar esta resolución
hasta la muerte» (1).
Se le preparó con grande alegría la carne
(1) Anònimo, cap. x x x n , pâg. 86 , 87.
(2) Ut quid, Prior m i , molestus esse cupis? A n (1) H o c est enim quod promissi: boc Salvatori
ignoras quod corpus hoc, quod ad escam, quam meo suseque Sanctissim.Ee Genitrice et Beato An-
semel gustavit delectandam, etc. Proceso. Pedro gustino obtuli : hoc est quod usque ad mortem ser-
de Monte R u b i a n o , cap. i n . Anònimo, cap. x x x n , vare concupivi. Petrus de Monte Rubiano, cap. xxi.
pagina 86.
prescrita por el médico. El siervo de Dios, mencia, compadecida de la debilidad del bien-
colocado en este tiempo entre la gula y la vio- aventurado viejo, varió muchas veces en este
lación de sus votos, hallábase combatido por lugar el agua en vino». Sucedió, en efecto,
dos sentimientos opuestos, sin saber á qué con frecuencia que Nuestro Señor cambió el
resolverse. Tomando por fin decisión, aceptó agua de la pequeña copa, en que se guarda-
un pequeño pedazo de carne, lo gustó y dió ba para bebida de su heroico siervo, en vino
por ello las gracias, diciendo al Prior: «He dulcísimo y celeste.
ahí que yo he obedecido; no me queráis, pues, He aquí lo que refiere, á propósito de es-
atormentar más sobre el vicio de la gula» (1). tos milagros de la delicadeza divina, el histo-
El divino Maestro, que tenía atenciones tan riador Pedro de Bretaña (1): «Habiendo sido
delicadas para este hijo de su corazón, quiso convidado un eclesiástico de Urbisaglia por
demostrar entonces que aprobaba su conduc- el Prior de Tolentino á comer en el monaste-
ta y bendecía su constancia, curándolo pronta rio, pidió como una gracia que lo colocasen
y radicalmente, sin más remedio ni más ali- en la mesa junto á Nicolás, cuyo espíritu de
mento que el ordinario de pan y agua. Este abstinencia y mortificación había oído mu-
celestial y poderoso Médico tenía secretos lle- chas veces alabar y admirar. Durante la co-
nos de amor para sostener milagrosamente las mida, cuando el bienaventurado, que no co-
fuerzas de aquel que de tal modo se sacrifi- mía más que pan, quiso tomar agua, deseó el
caba y privaba de todo por agradarle. Sobre dicho sacerdote tener el honor de servírsela
la puerta del antiguo refectorio de Tolentino en su misma taza; mas notó con sorpresa que
colocaron la siguiente inscripción, que aun se aquella agua se había cambiado en vino, y el
lee en nuestros días: «Por sus ayunos y abs- Santo le dijo dulcemente: «Me habéis enga-
tinencias, el divino P . Nicolás ha alimentado » ñado». Lleno de admiración el eclesiástico,
de tal suerte su alma con virtudes, que jamás supo, sin embargo, guardar silencio, forman-
comió carne, ni cosas alimenticias, ni nada do la resolución de asegurarse con una segun-
que fuese agradable al gusto, contentándose da experiencia de este cambio milagroso. Ha-
solamente con pan y agua. Mas la divina cle- biendo, pues, otro día pedido y obtenido el
favor de venir otra vez á comer al mismo
(1) Ecce parui: me amplius de guise vifcio mo-
lestare nolite. Petrus de Monte Rubiano, ibid. (1) Pedro de Bretaña, pág. 89.
lado, tomó las más minuciosas precauciones Agustín, suplicándoles le ayudasen. Apode-
para enterarse bien de la verdad. Presentó róse entonces de él un suave sueño, y he aquí
de nuevo el agua á Nicolás, y la vió otra vez que se le aparece la Madre de Dios, tenien-
cambiarse en vino. Convencido de la seguri- do á su lado al gran Doctor de Hipona. Le-
dad del hecho, quiso al instante revelar y pu- vantando entonces su vista el enfermo hacia
blicar el milagro; mas el humilde religioso le esta visión, exclamó lleno de ternura: «¿Quién
suplicó tan encarecida y modestamente que sois Vos ¡oh Señora tan hermosa! para venir
guardase silencio, que consintió el sacerdote á mí, que no soy más que polvo y ceniza?—
en ello, y no volvió á hablar del milagro has- Yo soy, respondió Ella, la Virgen María,
ta después de la muerte del Santo. Este sa- Madre de tu Salvador. Acabas de llamarme
cerdote, testigo afortunado del prodigio, lo para que venga en tu socorro con Agustín,
atestiguó después en las informaciones que que está aquí, á mi lado. Aquí, pues, nos
se hicieron por la Sede Apostólica con obje- tienes: hemos venido á darte un consejo para
to de conocer todos los milagros del Tauma- que recobres la salud». Y, señalándole con el
turgo de Tolentino » (1). dedo una casa de la plaza vecina, añadió la
Vamos á referir otro hecho maravilloso, Reina del Cielo: « Envía á alguno á esa mu-
que dió origen á la bendición de los paneci- jer que, en nombre de mi Hijo, le di un pan
llos de San Nicolás, tierna costumbre y pia- fresco para ti. Cuando lo hayas recibido, em-
dosa tradición perpetuada en la Orden de San pápalo en agua y tómatelo: él te devolverá el
Agustín. El Beato Jordán de Sajonia lo refie- beneficio de la salud» (1).
re así: «Un cuarto domingo de Cuaresma, Despertó en seguida el Santo, y, sin hablar
hallándose el siervo de Dios tan gravemente una palabra de la visión, suplicó al que le
enfermo que se desesperaba de su vida, cre- servía fuese á pedir un pan, en el nombre de
yéronse los que le rodeaban en la necesidad Jesucristo, á la mujer designada por la San-
de emplear para con él los remedios huma- tísima Virgen. Luego que lo hubo recibido
nos: Nicolás, por su parte, encomendóse á mandó empaparlo en agua, y, gustando una
Nuestro Señor, á la Virgen María y á San pequeña parte, al instante mismo abandonó
(1) Proceso. Depositio D. Conradi in ordine tes- (1) Beato Jordán de Sajonia. Vitce Fratrum. San
tiurn CLXXUX. A n t o n i n o , cap. XLIX, n ú m . 20.
la cama y se levantó completamente bueno (1). A pesar de estas negativas persistentes, los
«¡Oh Santísima Virgen, añade el Beato Jor- religiosos de Tolentino continuaron atormen-
dán, indicándole Vos este remedio le habéis tando dulcemente á su santo Hermano, y lle-
dado un verdadero consejo!» garon sobre esto á realizarse con frecuencia
Tal fué el origen admirable de los paneci- graciosos prodigios, como el que hemos indi-
llos de San Nicolás. La Madre de Dios mis- cado, y del cual vamos á hacer el relato. La
ma fué su Autora, la Iglesia ha reconocido debilidad de Nicolás, juntándose á su edad,
su autenticidad, y un número casi infinito de le había conducido hasta las puertas del se-
milagros ha demostrado su origen divino. Se- pulcro, causándole cada día las más graves
gún una tradición, conservada en la Orden enfermedades. No sabiendo ya qué hacer el
de San Agustín, San Nicolás mismo comen- Prior para aliviar y salvar al bienaventurado,
zó á bendecir los panecillos, sirviéndose de resolvió tentar de una vez el último recurso,
la fórmula común. Más adelante veremos los mostrándose más firme que nunca para dar y
milagros que Dios ha obrado por su medio. sostener la orden formal de hacer al enfermo
Mas, antes de terminar este capítulo, quere- comer carne; y esto en virtud de santa obe-
mos relatar un último y maravilloso rasgo de diencia. Había entonces en el convento dos
San Nicolás, relativo á su constancia en guar- perdices, regalo de un bienhechor del con-
dar su resolución de ayuno y abstinencia per- vento, las que, cociendo inmediatamente, se
petua. Como ya hemos podido notar, los fa- las presentaron á Nicolás (1).
vores de Dios, lejos de hacer variar al bien-
aventurado su género de vida, no hacían otra Dió éste las gracias á su Superior con todo
cosa que afianzarlo más en él. Los manjares su corazón, y tal vez con esa alegría íntima y
delicados llegaron á causarle tal horror, que secreta de los santos, que saben que Dios ha
respondía al Hermano Agustín, cuando éste de sostenerlos siempre en los momentos difí-
se los presentaba: «Vete y lleva eso á quien ciles.-Bajó la cabeza en señal de sumisión y
esté más enfermo que yo». de reconocimiento, y, tomando un pequeño
bocado de carne, la llevó á sus labios. Mas
entonces, como si una voz divina lo hubiese
(1) Absque intermedio aliquo, sanitatis plems-
simaa recepto beneficio exsurrexit. Petrus de Mon-
te Rubiano. Beato Jordan de Sajonia. San An- (1) Cum duee perdices mor t u « fuissent prsesen-
tonino. tatse divo Nicolao ut comederet. Proceso.
- i 00 -
(1) Dicebat Canticum Gradimm, Crucis et Moi- (1) Crucem argenteam bonarum personarum
tuorum officia, Psalmos P e D i t e n t i a l e s cum L ^ a - hujus Castri eleemosynis factaxn me laborante,
niis et m u l t a s S a l u t a t i o n e s angelicas B. Virgmis ubi Lignum veridicum SS. Crucis me vidente in-
Mari® genuflectendo... q u a s i semper ^ a t - o r a n terpositum est. Beato Jordán de Sajonia. Vitie Fra-
di, vero studium in eo incredibili. Proceso. Ure trurn, lib. u , cap. 13.
viario.
parecían buenos al enemigo del género hu- leza angélica é igualándolo á los hombres per-
mano, y todos los empleaba contra el hijo de versos, que se hacen sus esclavos: «Si mi Dios
Agustín, que no cesaba de despreciarlo y de viene en mi ayuda, yo no temeré todo lo que
tratarlo como él se merecía. Estos combates el hombre pueda hacer contra mí» (1).
dan á la fisonomía de nuestro bienaventurado Sin embargo, el ángel réprobo debía rete-
ermitaño el más extraño carácter, pero no el ner estas palabras y hacer pagar muy caro á
menos digno de nuestra admiración. su enemigo el poco caso que de él hacía. No
Había en cierta ocasión preparado Nicolás le faltarán en adelante ocasiones de moles-
dos pedazos de tela para remendar su hábito. tarle ó atormentarle: él multiplicará de tal
Mientras él rezaba el Oficio de difuntos, el modo sus ataques, y hasta sus golpes, que, sin
ladrón infernal robóle uno, que el Santo bus- una especial protección de la providencia,
có en seguida por todas partes, sin poder en- Nicolás hubiera perdido la vida. El Hermano
contrarlo. Acostumbrado como estaba hacía Juanito, testigo de todas las luchas sosteni-
mucho tiempo á estas audacias diabólicas, das por el heroico fraile de Tolentino, depu-
exclamó, dirigiéndose al Cielo: «Dios mío, so, bajo fe de juramento, en el proceso de ca-
¿quién ha podido jugar así conmigo, sino nonización que eran imposibles de enumerar
aquel que no es digno ni de ser nombrado?» los golpes recibidos por el Santo de mano del
A estas palabras de desprecio contestó Sata- demonio; ni podían asimismo contarse las
nás al punto: «Sí, yo he sido: yo te he enga- atroces persecuciones de este monstruo infer-
ñado, y te engañaré más aún. Yo inventaré nal, á fin de conseguir distraerlo é impedirle
otra manera de atacarte, pues que hasta aho- la oración.
ra, por los medios empleados, no te he podido Una noche del mes de Agosto de 1804
vencer.—¿Quién eres tú, preguntó Nicolás.— oraba Nicolás en su cuarto, en compañía del
Yo soy Belial, enviado para destruir tu san- Hermano Juanito, á la sazón de unos catorce
tidad: no he de concederte un momento de años, cuando, poco antes de Maitines, abrió
reposo, pues que no haces tú otra cosa que
atormentarnos». Empleando entonces, como
(1) Cum gaydam unius suee túnica? alteri^vellet
Nuestro Señor, las palabras mismas de la Es- consuere, quserens et requirens et invenire;non
critura, exclamó el Santo, rebajando por des- valens, dicebat: Sánete Deus... Diabolus respon-
dí t dicens: illusi et illudam... Et dictus Nicolaus
precio á su terrible adversario de su natura- respondit: quis es tu? Ego sum Belial, etc. Proceso,
el demonio de repente la puerta haciendo un bedor de la inutilidad de sus pesquisas; mas
espantoso ruido, y vino á colocarse al lado de ¡oh milagro! ¡Cuál no sería su admiración al
los dos religiosos, en figura de un enorme pá- ver en manos del Santo la lámpara entera por
jaro negro, con el plumaje erizado y mirada completo, llena de aceite y arrojando viva luz
formidable. Habiendo empezado á temblar de á su derredor! (1). Un hecho casi igual se en-
miedo el joven compañero del Bienaventura- cuentra consignado en el proceso, el cual nos
do, éste, por ver de animarlo, díjole con in- refiere como sigue el P. Ambrosio Frigerio:
efable ternura: «Ven aquí, Juanito, ponte Hallándose una noche el siervo de Dios
junto á mí y no temas á esta bestia. Dios, con arrodillado ante el altar, adorando con fervo- _
toda seguridad, vendrá en nuestra ayuda». roso corazón al Santísimo Sacramento, vió a l '
demonio que se le acercaba, y que agarrando
En el mismo instante, irritado el demonio
la lámpara, fija en el muro por una fuerte ca-
con este lenguaje, arrojóse con ímpetu sobre
dena, derramó su contenido sobre los hábitos
la lámpara que colgaba de un rincón del cuar-
del Santo y, arrojándola al punto, la hizo mil
to, suspendida por un gancho de hierro, y,
pedazos. Levantóse Nicolás para ir á cam-
apagándola de un aletazo, arrojóla en tierra y
biarse de hábitos; mas para esto le era nece-
la quebró en mil pedazos. El pobre Hermano
sario pedirlos prestados á sus hermanos. Se
Juanito estaba medio muerto de miedo; mas
puso, pues, á recoger todos los pedazos del
el Santo volvió otra vez á consolarlo, dicien-
vaso que estaban tirados por tierra, y, diri-
do: «Anda... llama al Hermano Buenaventu-
giéndose á Nuestro Señor, le dijo con dulce
ra, que vive en esta celda inmediata: vete con
melancolía: «No consintáis una tal indignidad
él, á ver si encontráis una luz, y traédmela».
en vuestra presencia; no toleréis tan grande
Obedecieron los dos religiosos, y, descendien-
audacia en un enemigo que se atreve á hace-
do al piso bajo del convento, buscaron la luz
ros tan indignos ultrajes». Al momento, por
que se les había encargado; mas, así el fuego
de la cocina como la lámpara de la sacristía,
se hallaban completamente apagados, sin duda (1) Venias ad me, et sedeas hic, et non timeas
por el mismo Satanás. Después de varias dili- de isto, qui vadit per istam cellam, quia Deus ju-
gencias inútiles, los pobres Hermanos, llenos vabit nos. Voca Fratrem Bonaventuram... Invene-
de disgusto y de tristeza, decidieron subir otra runt illam speram in manibus Fratris Nicolai in-
tegrara, plenam oleo, et illuminatam sicut prius.
vez al cuarto de Nicolás, á fin de hacerle sa- Proceso.
un insigne milagro, los pedazos que el Santo el Santo. Un sábado en que se hallaba orando
tenía en su mano se reunieron, y la lámpara delante de este cuadro, hacia la hora de Ter-
volvió á encontrarse toda entera con su aceite cia, vino el demonio á romper delante de él
y su luz resplandeciente, que alumbró nueva- la lámpara colocada sobre la imagen, y de-
mente la iglesia (1). rramó todo el aceite de la misma sobre su há-
¿No manifestaba con esto á su siervo el bito. El Hermano Juanito, que ya probable-
divino Salvador que El se hallaba presente mente se iba acostumbrando á las artimañas
en el divino tabernáculo, y que con su tierna de Satanás, corrió en busca de otro vestido,
y poderosa protección velaba sobre él y lo á fin de que se mudase de ropa el siervo de
preservaba de la rabia y de las asechanzas Dios; mas quedóse profundamente admirado
del Infierno? Cerca del lugar, donde está aún á su vuelta, al ver á éste recoger tranquila-
hoy día colocada la lámpara del Santísimo, mente los fragmentos del vaso roto, que se
se lee la inscripción siguiente destinada á per- reunieron y juntaron otra vez en sus manos.
petuar la memoria de este hecho prodigioso: Pronto la lámpara reconstituida se encontró
« San Nicolás restituyó á su forma primitiva llena de aceite y encendida, de tal modo, que
la lámpara quebrada por el espíritu maligno, pudo volver á colocarla en su lugar y conti-
y, habiendo sido apagada, Nicolás, orando, nuar sus oraciones como si nada hubiera pa-
volvió sin fuego á encenderla» (2). sado. Cuando éstas hubieron terminado, apro-
El Hermano Juanito, que parece haber sido ximóse Juanito, mas fué para presenciar otro
el compañero privilegiado del Taumaturgo de objeto de admiración: la túnica de Nicolás se
Tolentino, á causa sin duda de su inocencia hallaba limpia y sin señal ninguna del aceite
y docilidad, fué todavía testigo de un tercer derramado por el demonio (1).
milagro análogo á los precedentes. Trátase Era, pues, evidente que este enemigo in-
esta vez de una imagen de Jesús crucificado, fernal había perdido su trabajo; sin embargo,
colocada sobre la puerta de la sacristía, y ante no desistió él de sus persecuciones y violen-
la cual hemos dicho que acostumbraba á orar cias al acecho de su víctima, cuya dulzura,
continua oración y poder sobrenatural pare-
(1) Frigerio , cap. xv, pág. 65.
cían exasperar y redoblar su furor. Tan pron-
(2) Lampadam a torvo spiritu extractara in for-
mara restituit iategram atque exstiactam sine igne (1) Frigerio, cap. xv, pág. 65.
pius Nicolaus orans accendit,
to como el siervo de Dios se recogía para ligioso con tal fuerza, que se lo rompió en el
orar, acudía á acometerle con todo género de cuerpo. Este palo, partido en dos, se conser-
tentaciones, ó bien con imaginaciones extra- va todavía en Tolentino en un rico estuche de
vagantes, ó bien agobiándole de una fatiga plata (1). Levantóse entonces el Santo lleno
extraordinaria, pasando por fin á las amena- de cardenales, y llevó por mucho tiempo se-
zas y á los golpes. ñales visibles de los golpes de su verdugo.
Había una noche bajado Nicolás al orato- No fué ésta la sola vez en que Nicolás fué
rio, situado cerca de la iglesia del convento, herido por el demonio, pues asegura San An-
con la intención de pasar allí parte de la no- tonino que el espíritu infernal lo golpeaba fre-
che delante del tabernáculo; y apenas había cuentemente; y el Hermano Juanito ha ates-
comenzado sus amorosos coloquios con su tiguado en el proceso, como ya hemos dicho,
Dios, cuando el demonio, que conocía su pia- que son imposibles de referir todas las vio-
dosa costumbre, se puso á rugir de una ma- lencias, las asechanzas y las luchas que tuvo
nera espantosa, imitando los aullidos de los que sostener nuestro Santo contra el demonio
animales salvajes. El Santo, abismado en la durante los tres últimos años de su vida. An-
contemplación del Santísimo Sacramento, no tes de esto, en casi todos los conventos don-
se preocupó lo más mínimo de este alboroto de había vivido había sido el glorioso agusti-
infernal, y continuó su oración como si el no atormentado por Satanás; pero, sobre todo,
más profundo silencio reinase á su alrededor. al acercarse el fin de su existencia, parece
Una tropa de espíritus malvados apareció en- que el Infierno desplegó todas sus astucias y
tonces á sus ojos, prorrumpiendo en desafo- todas las crueldades por arrancar al Santo un
rados clamores y alaridos y removiendo con alma tan pura y tan magnánima. En este tiem-
tan inaudita violencia las tejas del techo del po fué cuando Belial acudió á los insultos y
oratorio, que parecía á punto de desplomarse. á los golpes.
El valeroso adversario de Satanás, firme y Cierto día, por ejemplo, azotólo el demonio
constante en la misma posición, parecía que,
ó no oía nada, ó pretendía burlarse del In-
fierno. Ante esta actitud impasible del Santo (1) Super oratorii tectus stans. voces diversa-
rum ferarum formabat... tectum revolvere videra-
entró el monstruo infernal en espantosa cóle- tur. A ille ludibria illa et terriculamenta nihili
ra, y, tomando un palo, golpeó al heroico re- pendens, majori animi conten tione precibus xn-
cumbebat. Proceso.
tan cruelmente, que lo dejó cubierto de gra- Entonces el enemigo, en un ímpetu de rabia
vísimas heridas. Su confidente Juanito con- imposible de describir, arrojólo segunda vez
movióse profundamente al verle tendido en contra el suelo y azotólo terriblemente. For-
medio de su celda sin fuerzas y aun casi sin zado por fin á retirarse el siervo de Dios, que-
vida. Preguntóle la causa de su mal, y res- brantado y sin fuerzas, probó de apoyarse en
pondió simplemente el Santo: «El diablo ha un ángulo de la pared; mas los monstruos in-
hecho esto; mas, por los méritos de la Virgen fernales lo persiguieron y maltrataron de tal
María, espero que no me ha de vencer» (1). suerte, que le rompieron un pie. De resultas
de esto tuvo necesidad ya toda su vida el
Otra vez sucedió que, como tuviese Nico- Santo de un palo para poder andar (1).
lás la costumbre de adelantarse á la hora de
Nicolás, en esta ocasión, hallábase ya casi
Maitines, que se decían á media noche, salió
moribundo. Sin embargo, los espíritus infer-
de su celda para el coro. Mas, habiendo en-
nales no se daban todavía por satisfechos, y
contrado cerrada la puerta, decidió entrar en
querían, por esta vez, ir más allá, hasta aca-
el refectorio, con objeto de orar allí ante la
bar con su víctima. Tomaron, pues, al Santo
imagen de Jesús crucificado. Sucedió, pues,
en sus brazos y comenzaron, como por juego,
que, viniendo por detrás el demonio, descargó
á arrojárselo los unos á los otros, á través del
sobre el Santo tan terrible golpe que, pegan-
espacio, por entre las columnas del claustro.
do con la cabeza en el umbral de la puerta,
Tal fué el ruido causado por los demonios, y
cayó en tierra casi sin conocimiento. Cuando
tales los gritos de alegría en que prorrumpie-
ya Nicolás pudo respirar y removerse, pro-
ron, que despertaron llenos de sobresalto los
nunció amorosamente el nombre de Jesucris-
religiosos, acudiendo inmediatamente al lu-
to, y se levantó decidido á entrar, por encima
gar del suceso, donde encontraron al soldado
de todo, á hacer oración en el lugar dicho.
valeroso de Jesucristo tendido en tierra, todo
ensangrentado, acardenalado y medio difun-
(1) Frater Joannutius... inven.it Nicolaum mur- to. Tomáronlo en sus brazos, y lo condujeron
murantem cum patientia et dicentem : Fili mi, ju-
vame quia multum sum verberatus a diabolo ; ta-
rnen non vincet me cum gratia Beat® Mariee et ipse
Joannutius vidit tumefacciones magnas, in facie, (1) In limine ostii refectorii a Bcliali impingi-
spatulis ac brachiis dicti Nicolai... Ipse Nicolaus tur et ad terram prostratus et iterum verberatus
hoc occultabat quantum poterat. Joannutius in a diabolo. Proceso.
Proc. in ordine testium ccxxi.
respetuosamente á su pobre lecho. Mas ¡oh
cosa admirable! Habiendo esta dulce víctima
de Satanás invocado el nombre de Jesucristo,
apareciósele Nuestro Señor al momento y se
entretuvo en conversar con él. ¿Qué pasó allí? CAPÍTULO X V I
El Santo no ha revelado jamás el secreto de
esta divina visita; pero se le vió confortado La estrella de la oración— El oratorio de Tolenti-
é, instantáneamente repuesto, levantarse y no.—La estrella presagio de santidad.—Precede
apoyado en su bastón, á pesar de no estar ésta á Nicolás hasta el altar.—Cree San Nicolás
aún curada la herida del pie, volverse al coro cercano su último dia—«Yo duerno, mas mi co-
para rezar Maitines y dar gracias á Aquel razón vela.»
que por él había hecho un nuevo é inefable
milagro. El amor ardiente de San Nicolás hacia
Para conservar la memoria de este mara- Dios le impelía sin cesar hacia la soledad y
villoso suceso, grabaron los religiosos sobre el silencio, á fin de recogerse y de comunicar
la puerta del refectorio la siguiente inscrip- á solas y sin testigos con su divino Maestro.
ción, que todavía allí se lee: «Esta puerta Su alma tenía hambre y sed de lo infinito y
fué ilustrada por un importante combate de de los bienes eternos, sin que nada en la tie-
Nicolás. Golpeado cruelísimamente durante rra fuese capaz de aplacarlas ni satisfacerlas.
la noche por el enemigo del género humano, Sentía profundamente el vacío y la vanidad
fué arrojado en tierra exánime y con un pie de todo lo de este mundo y la nada de todo
roto. Mas, ayudado por los Padres y habien- lo que no es Dios, siendo Nuestro Señor Je-
do invocado el nombre de Cristo, fué cura- sucristo el solo y único objeto de sus amores.
do» (1). La oración, pues, era una verdadera necesi-
dad para su alma, sin que bastasen á satisfa-
cerle la soledad y el silencio de su celda.
(1) Porta hsec gravissimo Nicolai certamine in-
signita, ubi ab Immani generis hoste nocturnis Apenas llegaba por primera vez á un con-
horis acerrime impulsus, claudo pede humi exa- vento, buscaba inmediatamente un lugar so-
nimis procubuit. At Christi nomine invocato, a litario, que fuese á propósito para el recogi-
Patribus adjutus surrexit.
miento y la contemplación.
Eso es lo que hizo en 1275, cuando sus cuentaba este lugar, gustando en él las ver-
superiores lo enviaron á Tolentino. Tan pron- daderas delicias celestiales, cuando el Señor
to como hubo conocido el monasterio, eli- le concedió un favor extraordinario, en el
gid y adoptó un cuarto contiguo á la igle- cual el Beato Jordán de Sajonia, Pedro de
sia con una pequeña ventana, que se abría Monterubiano, el Breviario, los Bolandistas y
sobre el tabernáculo. Separado, pues, de la todos los historiadores del Santo se detienen
celda del Santo sólo por una grande habita- con una particular complacencia. Así como
ción que servía entonces de sacristía, y que en la antigua ley hizo Dios ver en ensueños
fué después convertida en sala capitular, este á José doce estrellas, que le presagiaban su
cuarto vino á convertirse en oratorio del sier- futura grandeza, de la misma suerte hizo
vo de Dios, que, con sólo dar unos cuantos aparecer á los ojos de nuestro Taumaturgo
Jiasos, podía trasladarse allí. A él se retiraba una estrella maravillosa, como prenda ben-
furtivamente, ocultándose con ciertas precau- dita de nuevas gracias que le preparaba y del
ciones que podríamos llamar de piadosa as- tierno amor que él abrigaba en su tan pura y
tucia, haciéndolo así cuantas veces sus ocu- santa alma.
paciones se lo permitían. A solas entonces He aquí el hecho. Una noche, después de
con su Dios, entregábase Nicolás á las expan- haber orado largo tiempo en su celda ante la
siones de la más fervorosa y ardiente ternu- imagen de la Piedad y ante la reliquia de la
ra. Como ya lo hemos visto, él ansiaba sobre Vera-Cruz, hallándose el siervo de Dios en
todo pasar las noches delante del Santísimo un apacible adormecimiento, vió en sueños
Sacramento en íntimos y amorosos coloquios una estrella brillantísima y de una grandeza
con la Sagrada Hostia, donde se encerraba su extraordinaria, que avanzaba rapidísimamen-
amantísimo Señor y Maestro. Con muchísima te desde el Castillo de San Angel in Ponta-
frecuencia le sorprendían los rayos del sol no, donde Nicolás había nacido, hasta el altar
arrodillado todavía junto á la ventanilla, y situado detrás del oratorio, en donde él te-
abismado en la contemplación de las bellezas nía la costumbre de celebrar cada día el sa-
inefables de su Amado (1). crificio de la Misa y pasar largas horas en
Hacía ya muchos años que Nicolás fre- oración. Este astro maravilloso se sostenía á
poca distancia del suelo, á la altura de un
(1) Integra» ssepe n o c t e s pervigil dueebat.
hombre, y parecía atraer á los pueblos de
íi
significación de esta estrella, que tú no has
todos los países y hablar todas las lenguas: conocido» (1).
por fin, como llegado ya al término de su mi- Pocos días después de sucedido esto, en-
lagrosa carrera, se detenía delante ,del altar; trando Nicolás, según costumbre, en el ora-
renovándose este prodigio muchas noches, torio, vió de nuevo la misteriosa estrella, que
como para dar al Santo una prueba cierta de avanzaba muy lentamente y le precedía hasta
la realidad de la visión. Apoderóse de su el altar, del modo como la había visto en sue-
alma, en medio de esto, un cierto miedo, no ños. Desde este momento siguió apareciéndo-
sabiendo qué pudiese significar aquella es- sele delante de sí cada vez que se dirigía á
trella maravillosa. Al efecto franqueóse con- orar. Bien pronto comprendió entonces el
fidencialmente acerca de todo lo que había Santo que la explicación que le habían dado
visto con uno de los religiosos, persona de acerca del ensueño era realmente la expre-
muy buen juicio y de gran sabiduría, el cual, sión de la verdad y de los intentos del Cie-
después de haber escuchado atentamente esta lo (2). Sin embargo, temiendo todavía ser en-
confidencia, respondió á Nicolás estas pala- gañado , y á fin de asegurarse positivamente
bras, que pueden considerarse como profé- del prodigio, volvió á entrar en el oratorio,
ticas: hizo una profunda salutación, oró breves ins-
«Padre, esa estrella es presagio de vuestra tantes y atravesó la estancia contigua en toda
santidad. No dudo lo más mínimo que vuestro su longitud. Desde que él se fué alejando del
cuerpo ha de ser algún día colocado en el altar, la estrella que le había precedido se
lugar donde este astro parece acabar su ca- le hizo invisible; mas, apenas se acercó de
rrera; y que, entre los numerosos milagros nuevo, se le volvió otra vez á aparecer. La
que allí han de obrarse, uno será el ver acu- misma experiencia fué renovada muchas ve-
dir á vuestro sepulcro y honrar vuestro nom- ces por el humilde religioso, siendo siempre
bre á pueblos que no os habrán antes conoci- idéntico el resultado. En adelante pudo ya
do». Espantado el siervo de Dios al oir este quedar completamente persuadido y cierto
discurso, capaz, en verdad, de conmover su del favor celestial que le había sido conce-
profunda humildad, retiróse de allí, diciendo: dido; tanto más, cuanto que este tan insigne
«No tengas de mí tal opinión, Hermano. Yo
jamás he sido más que un siervo inútil de (1) Pedro de Monterubiano.
(2) Bolandos, tom. n i , pág. 652, nútn. 30.
Cristo. Mas el Señor me dará á conocer la
prodigio duró machos años. He aquí por qué
que su bienaventurado siervo gozaba en el
sin duda San Nicolás, acordándose de las
Cielo de la magnífica y eterna recompensa
palabras del religioso arriba dicho , y no que-
merecida por sus heroicas virtudes, y que él
riendo oponerse á la voluntad de Dios, pidió
gozaba todavía el poder de socorrer á aque-
en su última enfermedad que lo enterrasen
llos que recurrían á su intercesión, como lo
debajo del lugar donde se le mostraba la es-
había tenido durante su vida?
trella, siendo su voluntad el que jamás, por
ninguna razón ni en tiempo alguno, fuese Este astro bendito fué cantado por el gran
alejado de allí su sagrado cadáver. poeta Juan Mantuano. Pedro de Uzeda, pen-
sando en la estrella maravillosa y en las per-
¡Oh verdad de Cristo!, exclama Pedro de dices resucitadas, ha hecho estos graciosos
Monterubiano: Tú que jamás engañas, Tú que versos:
ves lo que ocultan las tinieblas con la luz de
Aves al Cielo yo be dado,
tu admirable claridad, Tú has enviado esta
Y el Cielo me ba vuelto estrellas,
estrella y la has hecho preceder á este hom- Para que, brillando en mí ellas,
bre venerable, como señal insigne de su san- Me hagan de Dios templo amado (1).
tidad, atrayendo hacia él, aun después de
muerto, pueblos numerosos y de diversas ra- El Papa Eugenio I V , movido de este fa-
zas... (1). En efecto, durante muchos años, en vor sobrenatural concedido por el Cielo á
el día del aniversario de la fiesta del Santo, este insigne Taumaturgo, mandó que sus es-
mientras que inmensa muchedumbre de gen- tatuas é imágenes llevasen la estrella mila-
te de todos los países se agolpaba alrededor grosa colocada sobre el pecho. Parece de este
de su tumba para honrar sus restos gloriosos modo que dicha estrella brilla todavía con
y obtener numerosos milagros de curaciones, purísimos resplandores sobre la Orden que
aparecíase la estrella, siempre inmoble y ra- tuvo la dicha de poseer y dar á la Iglesia al
diante, sobre los despojos mortales de Nico- ilustre Nicolás de Tolentino. En cuanto á este
lás (2). ¿No quería Dios manifestar con esto bendito hijo de San Agustín, desde el día en
que estuvo cierto de la verdad de esta visión,
(1) Pedro de Monterubiano, cap. iv.
(1) Juan Bautista Mantuano, lib. ni.
(2) Et multis sane annis continuis ipsa die obi-
tus ejus... stella illa videbatur. Pedro de Monte- Do volueres ccelo: coalum mihi sidera redit,
rubiano, cap. iv. Ut nitidus stellis sim domus apta Dei.
Petrus de Uzeda.
juzgó que esta gracia maravillosa era una ad-
vertencia del Cielo, que le daba prisa á pre-
pararse para la muerte, anunciándole que el
término de su peregrinación no estaba ya le- CAPÍTULO X V H
jos. Creyó, pues, poderse alegrar de dejar ya, Los conciertos angélicos— San Nicolás se prepara á
por fin, este valle de lágrimas, donde todo la muerte.—Melodías celestes—Nina de Tolen-
parecía tan pequeño é imperfecto á su alma, tino.—Síntomas de la muerte.—Aparición divi-
ávida de la belleza infinita, y comenzó á pre- na.—«Tres días después de mi Natividad pasarás
pararse para ver muy pronto cara á cara á de este mundo al Reino de los Cielos.»—«Alégra-
aquel Dios á quien sólo conocía bajo el es- te; tu oración ha sido escuchada.»—La noticia
peso velo y sombra de la fe y de sus inefa- de'la enfermedad de San Nicolás se extiende por
bles misterios. la villa de Tolentino.—Emoción general.—Nue-
vos milagros.
¡ Ay! El amor ardiente de su corazón lo en-
gañaba por esta vez y le hacía tomar sus de- Aproximábase ya, por fin, la hora de la
seos por celestes realidades: el Señor, empe- unión perfecta y definitiva, de la unión sin
ro, había decidido dejarlo todavía embalsa- sombras ni límites, y el heroico hijo de Agus-
mar la tierra con el perfume de sus admira- • tín iba á gustar la alegría y dulzura de la
bles virtudes, y únicamente le había conce- muerte de los santos en el Sagrado Corazón
dido la estrella para excitarlo á crecer más de Jesús, iba á ver á Dios cara á cara y á
y más en el fervor y en la práctica de la per- abismarse en El para siempre. Esta esperanza
petua unión con Cristo. A los dulces ardores lo llenaba de un inefable consuelo; consuelo
de este astro bendito, el alma de Nicolás supremo y misterioso, que el Señor reserva
abrióse toda entera á la acción divina y llegó para aquellos que le han servido con valor so-
á entregarse de tal suerte á la oración y con- bre la Tierra, en el dolor y en la penitencia, á
templación de las cosas celestiales, que nada costa de mil sacrificios y penosas tentaciones.
de aquí abajo podía interrumpir ni perturbar Abandonar la Tierra como se abandona un
su íntima unión con Nuestro Señor; de suerte lugar de destierro; subir rápidamente á una
que se le podían aplicar estas profundas pa- patria tan apetecida; tocar ya al término de
labras de los Cantares: «Yo duermo, pero mi los deseos más ardientes del alma; sentir que
corazón vela».
juzgó que esta gracia maravillosa era una ad-
vertencia del Cielo, que le daba prisa á pre-
pararse para la muerte, anunciándole que el
término de su peregrinación no estaba ya le- CAPÍTULO X V H
jos. Creyó, pues, poderse alegrar de dejar ya, Los conciertos angélicos— San Nicolás se prepara á
por fin, este valle de lágrimas, donde todo la muerte—Melodías celestes—Nina de Tolen-
parecía tan pequeño é imperfecto á su alma, tino.—Síntomas de la muerte—Aparición divi-
ávida de la belleza infinita, y comenzó á pre- na.—«Tres días después de mi Natividad pasarás
pararse para ver muy pronto cara á cara á de este mundo al Reino de los Cielos.»—«Alégra-
aquel Dios á quien sólo conocía bajo el es- te; tu oración ha sido escuchada.»—La noticia
peso velo y sombra de la fe y de sus inefa- de'la enfermedad de San Nicolás se extiende por
bles misterios. la villa de Tolentino.—Emoción general.—Nue-
vos milagros.
¡ Ay! El amor ardiente de su corazón lo en-
gañaba por esta vez y le hacía tomar sus de- Aproximábase ya, por fin, la hora de la
seos por celestes realidades: el Señor, empe- unión perfecta y definitiva, de la unión sin
ro, había decidido dejarlo todavía embalsa- sombras ni límites, y el heroico hijo de Agus-
mar la tierra con el perfume de sus admira- • tín iba á gustar la alegría y dulzura de la
bles virtudes, y únicamente le había conce- muerte de los santos en el Sagrado Corazón
dido la estrella para excitarlo á crecer más de Jesús, iba á ver á Dios cara á cara y á
y más en el fervor y en la práctica de la per- abismarse en El para siempre. Esta esperanza
petua unión con Cristo. A los dulces ardores lo llenaba de un inefable consuelo; consuelo
de este astro bendito, el alma de Nicolás supremo y misterioso, que el Señor reserva
abrióse toda entera á la acción divina y llegó para aquellos que le han servido con valor so-
á entregarse de tal suerte á la oración y con- bre la Tierra, en el dolor y en la penitencia, á
templación de las cosas celestiales, que nada costa de mil sacrificios y penosas tentaciones.
de aquí abajo podía interrumpir ni perturbar Abandonar la Tierra como se abandona un
su íntima unión con Nuestro Señor; de suerte lugar de destierro; subir rápidamente á una
que se le podían aplicar estas profundas pa- patria tan apetecida; tocar ya al término de
labras de los Cantares: «Yo duermo, pero mi los deseos más ardientes del alma; sentir que
corazón vela».
el soplo de que se halla animada va, en fin cuando Nicolás sintió claramente en sus miem-
á romper la barrera que separa el tiempo de bros los primeros síntomas y anuncios de la
la eternidad, ¡qué suprema embriaguez! ¡qué muerte. Una fiebre ardiente consumía conti-
alegría inefable! ¡qué magnífica recompensa nuamente sus fuerzas, causada y sostenida
para el corazón amoroso de un Santo...! Elé- por sus mortificaciones y largas oraciones, á
vase éste dulcemente hacia los espacios infi- las que no quería renunciar, ambicionando
nitos; van poco á poco cayendo las ligaduras tan sólo el ser fiel á su vocación hasta su úl-
que lo aprisionaban; un rayo de luz divina timo suspiro, á fin de que las postrimerías de
comienza á brillar á su vista; déjase oir en- su vida correspondiesen á sus principios. De
tonces la voz del enamorado Esposo, y, mien- modo, que resultaba poco menos que imposi-
tras estremécese el alma al percibir esta voz ble á los religiosos de Tolentino el hacer que
inefable, ábrele Aquél de par en par las man- su santo hermano aceptase el más ligero re-
siones de la paz y de la bienaventuranza. El frigerio, ya en cuanto á la alimentación, ya
Cielo es suyo para siempre. en cuanto á la cama ó á cualquiera otro cui-
dado corporal. Mas como el Señor es infini-
Por la época á que llegamos en la vida tamente bueno, dice el Beato Jordán de Sa-
de Nicolás, nuestro Bienaventurado estaba jorna, recompensó la fidelidad de su siervo,
probando todo esto. El era feliz viendo la no solamente con el don de milagros, sino
muerte aproximarse; y, como nada lo esclavi- también concediéndole, en sus últimos días,
zaba á la Tierra, sentíase fatigado de la vida cierta especie de certeza sobre la gloria de
y redoblaba sus deseos del Cielo, saludando que había de ser coronado. Durante los seis
á la enfermedad como la mensajera celeste meses que precedieron á su bienaventurada
que le abriría las puertas de la Gloria. Desde muerte, Nicolás, cada noche, antes de Maiti-
que fué maltratado y azotado por el demonio, nes, oía melodías angélicas; debiéndose ad-
quedó el heroico soldado de Cristo enfermo y vertir que tales cánticos de los espíritus ce-
cojo. Apenas podía arrastrarse apoyado sobre lestiales los percibía Nicolás > no meramente
un bastón, y, agravándose de día en día sus do- en espíritu, sino con sus propios oídos corpo-
lores, llegó á hacerse el mal tan violento y tan rales (1).
continuo, que, á pesar de su valor é indoma-
ble energía, se vió obligado á guardar cama.
(1) Ipse per sex menses ante obitum omni nocte
Era en los primeros meses del año 1305
Tal es lo que la historia nos refiere también
acerca de otros santos, como San Francisco
de Asís y San Bernardo, á los cuales descen-
dían los espíritus angélicos para alegrarlos y
consolarlos con la armonía de sus himnos.
Tenía esto lugar, siempre á una misma hora,
durante el silencio de la noche, y continuaron
embriagando su alma de inefables melodías
hasta su último suspiro. Como la estrella de
la oración no brillaba más que raramente,
pues el Santo no podía dirigirse con frecuen-
cia al altar del Santísimo Sacramento, parece
que, como por una admirable delicadeza, dig-
na del corazón de Dios, quiso el Cielo reem-
plazarla por estos conciertos angélicos, pre-
sagio de los cánticos de la eterna Patria, y
prenda bendita de las recompensas que aguar-
daban al valiente soldado de Jesucristo.
Oyendo estas suaves armonías, transpor-
tado Nicolás de una dulce embriaguez, excla-
maba con frecuencia: «Deseo verme libre de
este mundo, para estar con Cristo» (1). No
se engañaba en ello: estos himnos del otro
mundo le anunciaban la llegada del Esposo
SAN NICOLÁS
ante matutinalem horam etiam corporalibus auri-
bus canticum, angeloruin suavissimuin audivit. D E L E I T Á N D O S E CON LA MÚSICA DE LOS ÁNGELES
Beato Jordán de Sajonia, lib. I I , cap, X I I I .
(1) Ex^quo (cántico angélico) delectabiliter (Tomado de una labia de Gagliardi que se conserva
provocatus dicebat, cupio, dissolvi et esse cum en la iglesia de San Agustín de Roma.)
Christo. Beato Jordán de Sajonia, ibid.
Una joven de veinticinco años, llamada
Celestial y su próxima unión, por toda la eter- Nina, eáposa de Joncarello de Tolentino, se
nidad, con su Dios y su Criador. Verdadero confesaba habitualmente con Nicolás. Ha-
serafín de la Tierra, él veía crecer sus alas biendo llegado á caer en una falta grave,
con rapidez. Semejante al águila que, incli- completamente secreta, fuese á la iglesia de
nándose sobre el borde de su nido, abarca los Ermitaños el día del Jueves Santo de 1305
con segura mirada los espacios luminosos en con objeto de recibir la absolución, pero fir-
que habrá de cernerse muy en breve, Nico- memente resuelta á no confesar su pecado.
lás contemplaba también el Cielo con ardien- Después de haber aguardado algún tiempo al
tes deseos é inefables emociones, hablando á santo confesor, que ordinariamente se senta-
cuantos le rodeaban con acentos de alegría y ba en el confesonario á aquella misma hora,
de impaciencia, que les arrebataban y les ha- fué á suplicar al Hermano Simón que pregun-
cían pensar que la muerte se hallaba ya cer- tase á Nicolás si podría venir á oiría en con-
cana. Estos acordes maravillosos, que dura- fesión. «Si queréis que llame á otro Padre,
ron hasta el último suspiro de Nicolás, se ha- respondió el portero, lo haré con mucho gus-
bían dejado oir por la primera vez en el mes to; pero llamar al P. Nicolás no hay que pen-
de Marzo de 1305. Cierto número de histo- sar en ello, pues se halla en cama gravemen-
riadores añade que estas melodías del Paraí- te enfermo. Harto sabéis que, cuando él pue-
so arrobaban al Santo, y que estos arroba- de bajar, no hay necesidad de que se le llame
mientos aligeraban el peso de su cuerpo y lo para sentarse en el confesonario».
levantaban repetidas veces sobre su pobre
cama (1). Apenas había el Hermano pronunciado es-
tas palabras,.cuando vió con grandísimo es-
Pero, ¡cosa más maravillosa todavía, y que tupor al P. Nicolás, que con mucho trabajo,
demuestra cuál era la fuerza de alma y de ca- y apoyado en su bastón, se encaminaba hacia
rácter del hijo de Agustín 1 Todavía continua- la penitente. Dios acababa de hacerle cono-
ba ocupándose tranquilamente en las obras y cer espiritualmente el estado en que ésta se
en las personas confiadas á su dirección, á pe- encontraba, y su ardiente caridad había triun-
sar de sus éxtasis, de sus continuos dolores y fado una vez más de la fiebre y de la debili-
de su extrema debilidad. He aquí un ejemplo. dad ocasionada por la dolencia.
Nina permanecía inmoble y atónita delan-
te del Santo, el cual, aproximándose á ella, á hacer cama al tercer día. Tendióse, pues,
le dijo, de manera que no pudiese ser oído de en su pobre lecho, para no levantarse jamás,
otro: «¡Tú tienes vergüenza de confesar el pe- y su debilidad llegó á ser tal en breves ins-
cado cometido! Desecha todo temor: he aquí tantes, que consultados los médicos, contra el
lo que has hecho!....»; y le dijo en pocas pa- parecer del enfermo, declararon que su pulso
labras el pecado que tanto la confundía y apenas latía, hallándose, por tanto, en los úl-
que había estado tentada á callar, sacrilega- timos momentos. Advertido Nicolás sobrena-
mente, en el tribunal de la penitencia. La po- turalmente de la proximidad de su muerte,
bre pecadora, sobrecogida de confusión, de previno inmediatamente sobre ello á los reli-
estupor y de remordimientos, cayó de rodillas giosos, diciéndoles, con grandísima alegría,
y se confesó con abundantes lágrimas y con en el momento en que pensaban ellos anun-
un verdadero dolor de su pecado. Al levan- ciarle la gravedad de su mal: «Alegraos, her-
tarse de los pies de Nicolás, no pudo menos manos míos: ya estoy á las puertas. Yo os su-
de decirle, como ella misma certificó después plico que toméis la imagen de la Piedad, á
en el proceso de canonización: «¡Ah, Padre quien tanto amo, y la pongáis aquí, delante
mío! ¡Nadie, sino Dios, podía conocer mi pe- de mis ojos» (1). Nicolás, al hacer esta peti-
cado!» (1). ción, tenía en ello una intención particular.
A fines de Agosto de este mismo año pa- Desde que la divina Señora fué colocada en
reció que el Santo recobraba nuevas fuerzas, su presencia, comenzó á rogarle, con la santa
dando algunas esperanzas de poder aún pro- y encantadora confianza de los santos y ami-
longar su lánguida vida. Su rostro, blanco co- gos de Dios, que saben han de ser escuchadas
mo la nieve, y semejante á una lámpara de favorablemente sus peticiones. Suplicábale,
alabastro, iluminado por una llama interior, pues, á la Santísima Virgen se sirviese visi-
se había algún tanto reanimado: mas, el 1.° tarlo en el lecho de su agonía y hacérsele vi-
de Septiembre, un acceso de- fiebre, que di- sible, en compañía de Nuestro Señor Jesu-
simuló en sus principios, le obligó otra vez cristo y de San Agustín su Padre (2). Duran-
(1) Tu verecundaris confiteri peccatum tuum (1) Beato Jordán de Sajonia, lib. n , cap. x m .
quod fecisti: noli verecundari quia tu fecisti hoc (2) Et rogavit Yirginem Mariam, et Beatum P.
et hoc... Dixit Nina : hoc peccatum non poterat sei- Augustinum, ut apparitiones Christi, et ipsorum
re nisi solus Deus. Proceso. consolationem reciperet. Proceso.
siguiente respuesta de los labios de María:
te dos días no cesó de rogar á la Reina del «Llénate de alegría, hijo mío: tres días des-
Cielo, con las más apremiantes y amorosas pués de mi Natividad pasarás de este mundo
instancias, esforzándose con grandísimo fer- al Reino de los Cielos. Recibe, pues, los sacra-
vor é ilimitada confianza por apresurar el fe- mentos de la Iglesia y apresúrate á preparar-
liz momento de la gracia que imploraba y te» (1). A estas palabras vióse el alma del San-
contaba ya como segura. Alegrábase ya en to inundada de la más pura alegría, como que
secreto, de antemano, de esta visión consola- tenía la seguridad de morir muy en breve y
dora, sabiendo que una Madre como María de encontrarse cara á cara con Jesucristo. Su
no rehusaría nada, en la hora de la muerte, á misma Madre se lo había asegurado: Ella lo
un hijo tan amante, á un devoto servidor. presentaría ante su Juez. Mas esta consolado-
El día 5 de Septiembre, estando Nicolás ra seguridad no era aún bastante para el bien-
pidiendo este favor en oración fervorosa, he aventurado moribundo, que ante la inefable y
aquí que el divino Salvador, la Santísima Vir- maternal ternura de la Virgen atrevióse á
gen y el Patriarca de su Orden se aparecen pedir á su corazón tan buena obra, gracia to-
cerca de su lecho, haciéndose visibles á sus davía más rara y singular. «Madre querida, le
ojos (1). ¡Qué inmensa é inexplicable alegría dijo con la sencillez de un niño: bien sabéis
para el venerable agonizante! Dulces lágrimas cuánto he tenido que pelear contra los demo-
corren de su demacrado rostro; brotan de su nios durante mi vida: yo os suplico que los
corazón los más tiernos afectos de reconoci- alejéis de mí á la hora de mi muerte» (2).
miento, y queda abismado en un arrobamien- No respondió la Virgen por esta vez, sino
to sobrenatural. Sin embargo, vuelto en sí, y que desapareció con Nuestro Señor y San
á fin de mostrar por qué razón deseaba tanto Agustín. ¿Iba, pues, á encontrarse Nicolás
esta celestial visita, pide candorosamente á la con sus crueles enemigos? ¿Iban otra vez á
Madre de Dios que le dé á conocer si, como
él espera, abandonará esta tierra miserable (1) Tertia die post Nativitatem meam de hoc
dentro de seis días; á lo cual oye Nicolás la muado transibis ad regnum coelorum, sacramen-
tis igitur ecclesise receptis, te preparare festina.
Proceso.
(1) Tertia vero die post devotas orationes appa- (2) E t t u n c dictus Nicolaus ab ea petiit, quod
ruit Christus cum Beata Maria, sicut ipse Prater in hora mortis suse nullus occurrat inimicus, cum
Nicolaus petiit. Proceso. quo sic pugnaverat vivus. Proceso.
renovarse sus terribles y dolorosos combates dar fe á la triste verdad que les amenazaba.
con Satanás? Su filial confianza resistió tran- Los enfermos, sobre todo, hallábanse sumi-
quilamente esta prueba, y en nada se abatió dos en la más grande amargura; pues, al per-
por el silencio de la Virgen. Abandonóse, por der á Nicolás, perdían en él á su médico y
el contrario, enteramente á Ella, y contempló consolador; á aquel que en el nombre de Dios
con mucho mayor amor que antes la imagen les devolvía la esperanza, la salud y la vida.
de la Piedad, que nunca abandonaba. Por fin, «Hallándose el Santo enfermo, escribe el Bea-
el 7 de Septiembre, el heroico siervo de Ma- to Jordán de Sajonia, fué visitado por un gran
ría fué plenamente confortado y recompen- número de personas, y sobre su lecho de do-
sado por la voz de un ángel, que pronunció lores tuvo ocasión de obrar multitud de mila-
distintamente á su oído las siguientes pala- gros, imitando á su Padre San Agustín, que,
bras: «Alégrate, Nicolás: tu petición ha sido estando él mismo enfermo, curó, sin embargo,
escuchada...» (1). Entonces, dice con su sen- á un enfermo» (1). Este mismo escritor cita
cillo lenguaje el autor anónimo ya citado, los muchos de estos prodigios realizados duran-
dragones que se agitaban ya por venir á ro- te las últimas y preciosas horas de la vida
dear á este modelo de santidad, fueron con- del Taumaturgo de Tolentino. Permítasenos
tenidos por la virtud del Altísimo, recibien- citar algunos de ellos.
do la más rigurosa prohibición de poner los Hacía quince días que Blanda de Tolenti-
pies en su celda, que debía ser en adelante el no se sentía atacada de tan violentos dolores
vestíbulo y la antesala del Paraíso para el ve- de cabeza, que á veces la dejaban ciega y sor-
nerable agonizante (2). da. Habiendo venido á buscar al ilustre mo-
Durante este tiempo extendióse por toda la ribundo sobre su lecho de agonía, suplicóle
ciudad la triste noticia de la grave situación se dignase tocar con su bendita mano la par-
de Nicolás, y, presa de la más viva inquietud te dolorosa, asiento de la enfermedad. Ex-
los habitantes de Tolentino, invadieron las cer- tendió Nicolás su mano sobre la frente de la
canías y puertas del monasterio pidiendo no- pobre enferma, y, trazando sobre ella la señal
ticias con gran desolación y llanto, sin poder de la cruz, al momento desaparecieron para
siempre los dolores (2).
(1) Angoli audivit vocera dicentem: Exaudita
est oratio tua. Proceso. (1) Beato Jordán de Sajonia, lib. n , cap. x m .
(2) Anónimo, cap. xxxv, pág. 95. (2) Frigerio, cap. X X I I , pág. 105.
fermedad: estaba completamente ciega, y aho-
Acababa de morir un religioso de la Orden
ra veo». En efecto, los tumores habían des-
de San Agustín, dejando en el mundo una
aparecido por completo, y ella pudo volver á
hermana que lo amaba tiernamente, y que por
su casa, sola y sin el menor vestigio de su en-
su parte quedaba inconsolable. Tanto y tan
fermedad (1).
continuo fué lo que lloró esta hermana, que
se le declaró en los ojos una grave inflama- San Antonino cuenta que una penitente de
ción, formándosele en la cara tres tumores Nicolás, Angela, esposa de Agapito de Tolen-
que la privaron de la vista. En estas condi- tino y mujer de muy santa vida, vióse ataca-
ciones fué presentada al Taumaturgo. Cuan- da de violentos dolores de cabeza á conse-
do éste conoció la causa de aquella ceguera, cuencia de una maligna fluxión, viniendo por
movióse profundamente á compasión; pues él ello á quedarse completamente ciega é inca-
sabía que la muerte del P. Tomás era tam- paz de gobernar su casa. Habiéndose hecho
bién una prueba para los hijos de San Agus- conducir al cuarto donde moría el siervo de
tín, que consideraban una verdadera pérdida Dios, y logrando hacerse camino por entre la
el verse privados de este venerable religioso. muchedumbre de gente que rodeaba su lecho,
postróse ante él sin decir nada. El glorioso
Volviéndose, pues, con ternura hacia esta Taumaturgo, sin esperar ni súplica ni expli-
hermana afligida, y mezclando sus lágrimas á cación, hizo sobre sus ojos la señal de la cruz,
las de ella, le dijo, haciéndole la señal de la y al punto la paciente, como después certificó
cruz: «Que mi Dios y Señor Jesucristo tenga en el proceso, vió, y mejor que jamás antes ha-
piedad de tu tristeza; que El te vuélvala vis- bía visto (2).
ta, á fin de que puedas ver el camino del Cielo
ahora y por todo el resto de tu existencia». Así es cómo Nicolás, con mano ya desfalle-
Grandemente consolada la pobre ciega con cida, prodigaba todavía en nombre de Dios
las palabras del Santo, salióse de la celda lle- los beneficios y milagros á todos aquellos que
na de confianza y entró en la iglesia del mo- recurrían á él; dejándoles entrever por ellos,
nasterio con objeto de dar gracias á Dios. Al desde el pobre lecho en que yacía, los prime-
instante mismo parecióle que una nueva y sú- ros rayos de la gloria de que había de ser
bita claridad abría sus ojos, y exclamó diri- justamente coronado.
giéndose á los que la acompañaban: «Mirad, (1) . F r i g e r i o , cap. XXII, p á g . 105.
mirad si en mis ojos se ve alguna señal de en- (2) Proceso, fol. 219, p. 2. San Antonino, in vita,
premo la energía y presencia de espíritu pro-
pias de la verdadera santidad, que tiende en-
tonces á no dejar perder la más pequeña par-
te de las gracias y de los méritos que puede
CAPÍTULO xvni adquirir y recibir, ordenando sus asuntos y
Muerte de San Nicolás.—Elige San Nicolás el lugar
haciendo sus preparativos de marcha con una
de su sepultura.—Recibe los últimos sacramen- discreción y una calma admirables? Nicolás,
tos de la Iglesia.—La reliquia de la Vera-Cruz.— olvidando la próxima disolución de su cuer-
Aparición celestial.—Pide permiso á sus Herma- po, no pensaba más que en su alma, que iba
nos.—Entrega á Dios su grande alma. á volar hacia su Criador para unirse á El por
toda la eternidad. Nada más edificante ni con-
Cuando el hombre toca á la última hora movedor que los pormenores que nos han
de su corta y frágil existencia, todo su ser se transmitido los historiadores sobre los últi-
halla ordinariamente poseído por espesas ti- mos instantes del Taumaturgo de Tolentino.
nieblas é indecibles angustias, que hacen in- «Hallándose ya cercano al supremo tran-
finitamente doloroso este combate supremo ce, escribe el Beato Jordán de Sajoúia, rogó
entre el alma y el cuerpo, la vida y la muer- á sus Hermanos le hiciesen la caridad de se-
te. Mas Nicolás, llegado al término de su he- pultar su cuerpo cerca del altar del oratorio,
roica vida, parecía, por el contrario, rodeado y de no apartarlo jamás de allí en el porve-
de una aureola luminosa y abismado en una nir. Era conveniente, en verdad, colocar este
atmósfera de paz y bienandanza; la muerte te- santo despojo en aquel lugar, como perpetuo
nía para él encantos y delicias que no tiene recuerdo de los méritos y de los milagros de
para nadie; y si el Santo era dulce para la Nicolás. Allí, en efecto, durante su oración
muerte, según el lenguaje de Bossuet, puede se había elevado el espíritu de este hombre
decirse igualmente que la muerte era para él de Dios á las más sublimes contemplaciones,
dulce y consoladora. Las últimas horas que como lo había testificado la radiante y celes-
pasó en la Tierra ¿no se nos presentan como tial estrella que por tanto tiempo había allí
iluminadas de una claridad verdaderamente resplandecido» (1).
divina, primer destello de su futura gloria?
¿No demostró él acaso en este momento su-
(1) Beato Jordán de Sajonia, lib. ix, cap. xnx,
Después de haber pedido á su P. Prior le te: «Bendito sea el que viene en el nombre
hiciese la caridad de oirle en confesión, el del Señor». Recibido el adorable Sacramento
moribundo manifestó un ardiente y decidido de la Eucaristía, pidió se le administrase la
deseo de recibir el Santo Viático, petición unción del óleo santo de los enfermos, mien-
que hizo en los siguientes términos, que re- tras se hallaba aún en pleno conocimiento; y,
fiere exactamente Pedro de Monterubiano: como valeroso atleta de Cristo, él mismo res-
«Yo os suplico humildemente, P. Prior, que pondió á todas las oraciones del sacerdote
me deis la absolución de todos mis pecados. que le administraba la Extremaunción.
Dignaos administrarme los Santos Sacramen- Sin embargo, la enfermedad se agravaba,
tos de la Iglesia. Concededme, sobre todo, haciendo tan rápidos progresos, que bien
que participe del Cuerpo del Señor. Cuando pronto se vió no dejaba la menor esperanza
yo haya recibido el Santo Viático, ya no sen- de curación. Iban visiblemente faltándole las
tiré desfallecimiento al salir de este mundo fuerzas, y todo hacía prever que esta vida
para la Patria; y, si á causa de mis iniquida- admirable tocaba á su término. Era el 10 de
des, se presentase Belial, mi enemigo, delan- Septiembre, tercer día Infraoctava de la Na-
te de mí, confío tener la suficiente fuerza tividad de la Santísima Virgen, que había
para resistirle » (1). prometido á su fiel servidor abrirle en este
Dióle, pues, el Prior su bendición, con la mismo día las puertas de la Gloria. « Os rue-
viva pena y la tierna emoción de un padre go, dijo el Bienaventurado á su Prior, os rue-
que ve partir para siempre á su más amado go me hagáis la caridad de traerme la reli-
hijo, y acto seguido, bajando á la capilla del quia de la Vera Cruz. Ella será para mí, por
monasterio, seguido de toda la comunidad, su virtud, el báculo de soberano poder me-
con candelas encendidas en las manos, tomó diante el cual podré atravesar libremente el
el Santísimo Sacramento y lo llevó al vene- Jordán de este mundo, y llegar felizmente al
rable moribundo. Cuando éste vió entrar á su Paraíso» (1).
Dios y Señor en su pobre celda, exclamó en Al momento fué satisfecha esta última pe-
un transporte de amor, con el rostro transfi- tición; pues inmediatamente se fueron los re-
gurado y como iluminado por una luz celes- ligiosos en busca de la reliquia, la que lleva-
(1) Pedro de Monterubiano, núm. 42. (1) Pedro de Monterubiano, núm. 43.
confiado desde que vine á este mundo, y Vos
ron en solemne procesión á la celda del en-
habéis sido mi protector desde el seno de mi
fermo. Lágrimas de consuelo y de alegría
madre. Señor, Vos habéis sido mi esperan-
inundaron entonces el rostro purísimo de Ni-
za desde mi juventud. Yo publicaré vuestras
colás, que, sin poder contener los impulsos
grandezas, pues que Vos me habéis reanima-
de su corazón, «Salve, ¡oh Cruz preciosa!,
do y no habéis consentido que mis enemigos
exclamó en los transportes de su amor; sal-
se rían de mi ruina» (1).
ve; yo te adoro ¡oh Cruz! que has sido digna
de llevar sobre ti el precio del mundo. Aquel Cuando estas vivas expansiones de ternura
que ha sido clavado en este madero; Aquel y confianza, superiores á sus fuerzas, lo fati-
que, en medio de los tormentos, ha concedi- gaban demasiado, poníase á orar en voz baja,
do su misericordia al ladrón que se la supli- y luego, de repente, como si le fuese impo-
caba, el cual Señor me defienda en esta hora sible contener las llamas que abrasaban su
por vuestra virtud contra el espíritu malig- corazón, repetía otra vez, y todavía más alto:
no» (1). «Yo seré agradable al Señor en la tierra de
los vivientes. Yo tomaré el cáliz de la salud
Y, tomando la preciosa reliquia, cubrióla de
é invocaré el nombre de Dios. Vos habéis
los más tiernos ósculos, estrechándola contra
roto mis ligaduras. He ahí por qué os sacrifi-
su pecho con mil demostraciones de amor y
caré una hostia de alabanza» (2). Dichas estas
de veneración. Por fin, después de haberla
palabras, Nicolás llamó á su enfermero y le
tenido largo rato en sus manos desfallecien-
dijo: «Hermano Juanito, cuando mi cuerpo
tes, hízola colocar enfrente de su cama, al
debilitado no me permita ya el poder hablar,
lado de la imagen de la Santísima Virgen, á
murmura tú frecuentemente á mis oídos estas
fin de verla constantemente ante sus ojos. Re-
palabras consoladoras: «Vos, ¡oh Señor!, ha-
tiráronse entonces los religiosos, temiendo
béis roto mis cadenas; yo os sacrificaré una
fatigar al augusto moribundo, y dejaron á su
hostia de alabanza» (3).
lado al hermano Juanito. Apenas se vió solo
el siervo de Dios, comenzó su oración con
más fervor y libertad. « En Vos he confiado, (1) Pedro de Monternbiano, núm. 49.
¡oh Dios mío!, decía en voz alta; en Vos he (2) Idem, id.
(3) Et Fratri Joannutio... dixit, quod semper
dixerit ad aures suas: dirupisti, Domine, vincula
mea. Tibi sacrificabo hostiam laudis. Proceso.
(1) Beato Jordán de Sajonia, lib. II, cap. XIII,
Prometióle el buen Hermano ser fiel á esta Advertidos al instante los religiosos del in-
recomendación. Entonces, el rostro del augus- signe y último favor concedido al moribundo,
to agonizante inundóse de una alegría celes- comprendieron que había ya sonado la hora
tial; su voz conmovida pareció tomar su tim- de su partida, y acudieron presurosos á ro-
bre ordinario, y se le vió como entrar en ani- dearle y presenciar sus últimos instantes. Al
mado coloquio con algún personaje invisible verles Nicolás cerca de sí, según San Anto-
y presente. Oyéndole después entonar un cán- uino y Pedro de Monterubiano, les dirigió
tico con voz tan fuerte que fué oído desde las textualmente estas palabras: «Hermanos míos
celdas inmediatas, acercósele Juanito, todo muy queridos: Bien que mi conciencia no me
conmovido, á preguntarle cuál era el motivo reprocha nada, no debo, sin embargo, creer-
de aquella alegría tan súbita y extraordinaria; me justificado. Si he ofendido á alguno de
mas el Santo no le dió contestación alguna. vosotros de una ó de otra manera, perdonad-
Sin embargo, como esta alegría divina pare- me por el amor de Dios; así mereceréis que
cía ir en aumento, el fiel enfermero volvió á el Señor os perdone á vosotros» (1).
preguntar segunda vez cuál era la causa, é in- Este fué el último adiós de este gran san-
sistió más y más sobre lo mismo. «¡Oh Padre to á sus hermanos, que con el corazón partido
mío!, decidme: ¿de qué procede esa vuestra y los ojos llenos de lágrimas comenzaron las
alegría?» Cediendo, en fin, á las importuna- preces de los agonizantes alrededor de su le-
ciones del Hermano, el afortunado moribun- cho. Entonces él, haciendo un esfuerzo supre-
do descubrió su celeste secreto y respondió: mo, levantó hacia el cielo sus debilitadas ma
«Aquí están, junto á mi cama, Nuestro Señor nos, dirigió una larga mirada á la Vera Cruz
Jesucristo, entre su Madre Santísima y nues- y pronunció distintamente estas palabras de
tro P. San Agustín, y me ha dicho: «Ani- Jesucristo moribundo: «En tus manos, Dios
mo, siervo fiel: entra en la gloria de tu Se- mío, encomiendo mi espíritu» (2). E inclinan-
ñor...» (1).
(1) Octava die segritudinis suse (id est decima
(1) In celia dicti Nicolai v o x gaudii audieba- septembris) humiliter veuiam petiit offensarum.
tur... Quid tibi gaudii et hetitise, Pater?... Post Proceso.
multa rogamina respondit: Deus et Dominus meus (2) Et dixit postea: In manus tuas, Domine,
Jesús Christus qui suse Matri et meo Patri Augus- commendo spiritum meum. Junctis manibus, ad
tino inhserens, dixit mihi: B u g e serve bone et fide- ccelum oculis ante Crucem levatis, jucundo vultu
lis, intra iu gaudium Domini tui. Proceso, et hilari spiritum Domino commendavit. Proceso.
do dulcemente la cabeza, voló su alma inma-
culada al seno de Aquel á quien tanto había
amado y tan generosamente servido por es-
pacio de sesenta años. Sucedió esto un sába-
do, 10 de Septiembre de 1305.
El Taumaturgo de Tolentino era de una CAPÍTULO X I X
talla más que regular; su frente larga; sus
Funerales de San Nicolás.— Consternación general
ojos llenos de fuego, pero un fuego templado en Tolentino.—Obsequios.—Los enfermos se ha-
por una extrema dulzura; su aspecto grave y cen conducir á la iglesia de los Agustinos, para
modesto; respirando, en fin, toda su persona recobrar allí la salud.—La poseída de Trapani.
la afabdidad y simplicidad de los santos; vir- Rabia del demonio.—Rescate milagroso.
tudes que él tenía, no tanto por su natural
cuanto por sus combates contra sí mismo, y Apenas el glorioso Taumaturgo de Tolen-
que le rodeaban durante su vida de una au- tino había exhalado su alma en un supremo
reola de paz y de dulzura que no se ve en la y último grado de amor, cuando su rostro se
tierra, sino en la frente de los elegidos y de cubrió de una admirable hermosura. Sus la-
los santos. bios, frescos y bermejos como los de una per-
sona aún viviente, estaban entreabiertos con
una dulce y celestial sonrisa; su carne, tan
blanca como el alabastro, aparecía transpa-
rente, y dejaba percibir, á través de la piel,
los huesos y nervios de su cuerpo, templo del
Espíritu Santo: mientras que por toda su cel-
da se difundía un perfume celestial y desco-
nocido.
Apenas se cercioraron de la muerte de
Nicolás, quisieron los religiosos que se reti-
rasen todas las personas presentes, á fin de
proceder con libertad al enterramiento de su
hermano; pero habiendo suplicado Margarita
do dulcemente la cabeza, voló su alma inma-
culada al seno de Aquel á quien tanto había
amado y tan generosamente servido por es-
pacio de sesenta años. Sucedió esto un sába-
do, 10 de Septiembre de 1305.
El Taumaturgo de Tolentino era de una CAPÍTULO X I X
talla más que regular; su frente larga; sus
Funerales de San Nicolás.— Consternación general
ojos llenos de fuego, pero un fuego templado en Tolentino.—Obsequios.—Los enfermos se ha-
por una extrema dulzura; su aspecto grave y cen conducir á la iglesia de los Agustinos, para
modesto; respirando, en fin, toda su persona recobrar allí la salud.—La poseída de Trapani.
la afabdidad y simplicidad de los santos; vir- Rabia del demonio.—Rescate milagroso.
tudes que él tenía, no tanto por su natural
cuanto por sus combates contra sí mismo, y Apenas el glorioso Taumaturgo de Tolen-
que le rodeaban durante su vida de una au- tino había exhalado su alma en un supremo
reola de paz y de dulzura que no se ve en la y último grado de amor, cuando su rostro se
tierra, sino en la frente de los elegidos y de cubrió de una admirable hermosura. Sus la-
los santos. bios, frescos y bermejos como los de una per-
sona aún viviente, estaban entreabiertos con
una dulce y celestial sonrisa; su carne, tan
blanca como el alabastro, aparecía transpa-
rente, y dejaba percibir, á través de la piel,
los huesos y nervios de su cuerpo, templo del
Espíritu Santo: mientras que por toda su cel-
da se difundía un perfume celestial y desco-
nocido.
Apenas se cercioraron de la muerte de
Nicolás, quisieron los religiosos que se reti-
rasen todas las personas presentes, á fin de
proceder con libertad al enterramiento de su
hermano; pero habiendo suplicado Margarita
Apillaterra (1) el favor de que le permitiesen,
antes de retirarse, lavar los pies y las manos tro Santo, y ver á qué estado tan miserable
de su bienhechor, fuéla concedida esta gracia, lo1 había él reducido por sus excesivas peni-
y tuvo la dicha de rendir este último y pia- tencias y mortificaciones, á las cuales se jun-
doso tributo á Nicolás. Conservó ésta con todo taban frecuentemente las graves heridas he-
esmero el agua que le había servido para di- chas por el demonio. Hallábase aquel cuerpo
cho objeto, y la guardó durante veintiocho enflaquecido y despedazado, habiendo des-
años, siempre tan limpia y tan fresca como á aparecido por completo la piel de sus espal-
la hora en que la había empleado en tan santo das, y llagas más ó menos profundas entre-
objeto. Todos los biógrafos están conformes abrían en varios lugares sus carnes aún cu-
en que se verificaron gran número de mila- biertas de sangre (1). Un piadoso temor se
gros al solo contacto de esta agua bendeci- apoderó de los corazones ante el espectáculo
da (2). de semejantes sufrimientos; y, sin embargo,
las miradas se fijaban, sin poder remediarlo,
Alrededor de la pobre y dura cama sobre
sobre aquel precioso despojo de un santo, so-
la cual el heroico soldado Cristo parecía dor-
bre aquel cuerpo acardenalado, como el del
mir un dulce y tranquilo sueño, reuniéronse
Salvador bajado de la Cruz; sobre aquellas
todos los religiosos del convento con el fiel
heridas, que eran las del soldado que acaba
Juanito, Berardo Apillaterra y el médico San-
de caer en el campo del combate, estrechan-
tiago Salvastri. Ninguno de ellos pudo conte-
do aún en sus manos la bandera de la patria,
ner las lágrimas de piedad y de admiración
defendida por él hasta la efusión de la san-
al ser descubierto el cuerpo angelical de nues-
gre, hasta la muerte misma. Esto es verdade-
ramente heroísmo, en toda su varonil hermo-
(1) La celda de San Nicolás estaba en el piso sura. Cuando quisieron vestir al Santo los há-
bajo del convento, encontrándose fuera del claus-
tro monástico. Esto explica la presencia de Marga- bitos de su Religión, y por tanto fueron á
rita cerca de Nicolás en el momento de su muerte. arrancarle el cilicio, se apercibieron de que
(2) Aqua lavatura manuum et pedum divi Ni-
colai , quae post ipsius obitum reservata continue las puntas aceradas de este instrumento de
duravit et durat ita clara sine aliqua corruptione penitencia habían enteramente penetrado en
sicut bodie tracta fuisset de fonte, et quando ali-
quffi persona patiuntur in aliqua parte corporis,
posita de dieta aqua super locum dolentem statim
liberantur. Proceso. (1) Vidit Berardus spatulas ipsius Nicolai mul-
tum percussas et decoriatas. Proceso.
la carne, siendo imposible arrancarlas (1). Cu- de los asistentes y por las aclamaciones de la
brídsele entonces con su túnica, dejándole muchedumbre, que ya proclamaba en alta voz
aquel vestido de mortificación, y lo deposita- la santidad de su muerte, y su entrada en la
ron en un ataúd descubierto. gloria eterna. Costó muchísimo trabajo el po-
Mientras que los religiosos de Tolentino der contener á las turbas que invadían los al-
estaban ocupados en prestar á su hermano los rededores del convento y se apiñaban en las
últimos servicios, las campanas con lúgubre calles vecinas, presentando éstas, en su con-
sonido anunciaban al pueblo que todo estaba tinuo movimiento, el aspecto de un mar albo-
consumado, y un nuevo santo había entrado rotado. Creyóse prudente rodear el túmulo de
en el cielo. A estos momentos de agitación una balaustrada que pudiese contrarrestar los
siguióse en el pueblo una consternación ge- esfuerzos de los devotos; siendo así que to-
neral, no oyéndose por todas partes más que dos ellos querían besar respetuosamente el
gritos y sollozos. Los habitantes de Tolentino cadáver angelical del Taumaturgo, ó á lo me-
habían perdido á su padre. nos contemplar de cerca aquel rostro venera-
Nadie había en la ciudad que no sintiese ble, sellado con el signo de la eterna bien-
profundamente al que acababa de desapare- aventuranza. Cortáronse sus vestidos y colo-
cer, y que no lo llorase como á un ser queri- cáronse sobre las manos, sobre los pies y so-
do; pero los pobres sobre todo, que habían bre la frente del bienaventurado objetos in-
sido siempre el principal objeto de su desve- numerables de piedad, los cuales se llevaban
lo, mostrábanse inconsolables, derramando los fieles como preciosas reliquias. Imposible
abundantes lágrimas sobre su protector, su sería el poder figurarse el movimiento que se
apoyo y su caritativo abogado. Llevóse des- produjo alrededor de los restos del pobre y
pués en procesión el sagrado cadáver hasta la humilde religioso, sobre todo cuando se vie-
capilla del monasterio, donde le cantaron todo ron enfermos de todas clases, ciegos, cojos,
el Oficio de difuntos, después de lo cual ce- sordos y mudos recobrar la salud con sólo
lebró uno de los religiosos el santo sacrificio tocar aquéllos. Hízose imposible, por enton-
de la Misa; mas estos cantos litúrgicos fueron ces, bajar el cadáver al lugar de su sepultura,
con frecuencia interrumpidos por los sollozos pues los pueblos vecinos se juntaban á los
habitantes de Tolentino, y de todas partes
acudían á venerar los despojos del hombre
de Dios y obtener alguna nueva gracia por Aterrados y confusos nos disponíamos ya
su intercesión. Cosa admirable: este cuerpo á partir, no pensando ya más en la curación
deshecho y acardenalado, expuesto largos pedida, cuando, volviéndose hacia nosotros el
días en la iglesia, no cesó de exhalar y derra- Santo, nos dijo en voz alta, dándonos su ben-
mar en derredor de sí un olor suave y todo dición: «Que Dios misericordioso venga en
celestial. vuestra ayuda...» E inmediatamente la niña
fué curada, cesando el flujo de sangre que la
El doctor Santiago Salvastri, que había
conducía al sepulcro. «Guardaos mucho, aña-
estado presente á la muerte y al entierro de
dió entonces nuestro bienhechor, al despedir-
Nicolás, no cesaba de decir al Prior de los
nos; guardaos mucho de publicar el beneficio
Agustinos: «Reverendo Padre, tributad todos
que acabáis de recibir» (1).
los honores posibles á estos despojos; vues-
tro hermano era un gran santo...» Y alegaba Si el sentimiento fué unánime y profundo, si
en prueba de ello el siguiente milagro obrado todos los corazones se vieron sumidos en el
dos años antes en favor de su hija, á quien el dolor á la muerte del glorioso Taumaturgo, es
arte había ya declarado por desahuciada. «Ha- preciso reconocer que Satanás se alegró de
bíamos venido, decía, los dos á su cuarto. ella, como lo demostró él mismo en el hecho
Yiónos él llegar, y, á pesar de que ya adivina- siguiente, que refieren la mayor parte de los
ba lo que pretendíamos, preguntónos, sin em- historiadores de Nicolás: Habiendo sido po-
bargo, quiénes éramos y cuál era nuestro ob- seída del demonio una joven hija de Trapa -
jeto.—Hemos venido, le dije yo, con objeto ni, ciudad de Sicilia, condújola su padre á un
de que obtuvieseis de Dios la salud para ésta religioso agustino, que gozaba gran reputa-
mi hija, abandonada y desesperada de los mé- ción de santidad, á fin de que éste la exorci-
dicos.» Entonces, á estas palabras, herida su zase. Mas el enemigo de todo bien, no que-
profunda humildad, exclamó Nicolás: «¿Có- riendo abandonar á su víctima, no cedía en
mo? ¿Por qué habéis venido aquí? ¡Hay en lo más mínimo á las oraciones del sacerdote;
casa tantos buenos religiosos cuyas oraciones antes, al contrario, vomitaba mil injurias con-
valen más que las mías, y á los cuales podíais tra él, llegando, por fin, á decirle un día: «No
haber recurrido! Yo soy un pecador que nada te temo en manera alguna. Para hacerme sa-
puede. Id, pues: invocad al Señor y El os li-
brará...»
lir de este cuerpo se necesita el P. Nicolás». sando á un tiempo gran temor y grande ale-
Habiendo preguntado el padre de la enfer- gría en este afligido padre. Favorecido por
ma quién era aquel religioso nombrado por Sa- un don tan precioso otorgado por el mismo
tanás, contestóle el exorcista que este piado- Nicolás, el siciliano, seguro ya de la curación
so ermitaño residía en Tolentino, que gozaba de su hija, volvióse apresuradamente hacia
de una gran reputación de santidad y se le Trapani. A su llegada á ésta, la pobre poseída
tenía por muy favorecido de Dios con el don se hallaba en la iglesia de los Padres Agusti-
de milagros. Deseoso de conseguir á cualquier nos para ser de nuevo exorcizada.
precio la curación de su hija, este hombre de- « He aquí, exclamó el afortunado viajero,
solado dejó inmediatamente su tierra y diri- he aquí el dedo de Nicolás.— ¡Ah, traidor
gióse inmediatamente á la Marca de Ancona; Nicolás!, repuso entonces el demonio; yo no
mas, apenas hubo llegado á Roma, supo que puedo estar aquí más tiempo». Y en el mis-
Nicolás había muerto por aquellos días. No se mo instante, saliendo del cuerpo aquel mons-
acobardó, sin embargo, por esta noticia, sino truo infernal, alejóse de allí, dejando tranqui-
que, guardando en su corazón una ilimitada la y libre á la joven poseída, la cual quedó
confianza, siguió su emprendido viaje hacia tan agradecida al beneficio de su curación,
Tolentino. Apenas hubo entrado en esta ciu- que conservó hasta la muerte la más tierna
dad, corrió á prosternarse ante el sepulcro, devoción hacia su libertador celestial. El pa-
todavía abierto, donde dormía aquel á quien dre de aquélla, en el colmo de su alegría,
él buscaba. Cubriendo de besos y de lágrimas quiso mostrar al pueblo conmovido el dedo
la mano del Taumaturgo, no dejó durante lar- que había traído de Tolentino, y referirle el
gas horas de recomendarle á su hija y de ro- milagro obrado en su favor; después de lo
garle viniese en su ayuda. Tan filial confianza cual envió la preciosa reliquia á los religiosos
fué escuchada y satisfecha de una manera ex- de la Orden que residían en Trapani, los cua-
traordinaria, pues en el momento en que el les la colocaron en su capilla con el profundo
piadoso viajero, tocando por devoción los de- respeto debido á las cosas santas (1).
dos del Santo, iba moviéndolos unos después
de otros, admirado de encontrarlos tan flexi- (1) Frigerio. Rochus Pirrus, tom. II. Sicilia sa-
bles, desprendióse por sí mismo el dedo pul- crai notitia. San Martin, in vita S. Nic. Zacconi,
gar, viniendo á quedársele en la mano, y cau- cap. XCVII. Ceppi, Il sangue miracoloso di S. Ni-
cola. Roma, MDCCXIII, pàg. 13.
Movidos por estos hechos maravillosos y
de muchos otros que se multiplicaron alrede-
dor del cuerpo de Nicolás, y deseando por
otra parte satisfacer la devoción de los pue-
blos que se agolpaban en torno á su piadoso CAPÍTULO X X
sepulcro, los ermitaños agustinos colocaron
en una urna, este mismo año, los restos per- Virtudes de San Nicolás.— Pe, esperanza, caridad.
fectamente conservados de su glorioso Her- Obediencia.—Humildad.
mano y los expusieron sobre el altar en que
había brillado la estrella de la oración, dando No hay un solo hecho en la vida de San
así cumplimiento á la doble profecía del gran Nicolás que no lleve en sí un elogio, que no
Obispo de Mira y de la estrella milagrosa. provoque la admiración, que no aparezca con
Ahora que, á través de las vicisitudes del algún particular encanto en el maravilloso
tiempo, hemos seguido á los mortales despo- panorama de su existencia y de su santidad;
jos del Taumaturgo hasta el altar á cuya som- él fué, á pesar de todo, un simple monje, un
bra reposa, no nos resta más que dirigir una humilde religioso. Alejado siempre de las lu-
mirada atrás y penetrar más profundamente chas tan ardientes y peligrosas de la política
en la naturaleza de las virtudes practicadas acaecidas en su época, permaneció por espa-
por el Santo. De la misma manera que á la cio de treinta años oculto en su convento de
muerte de algún ser querido reúnense los pa- Tolentino, multiplicando en rededor de sí los
rientes y los amigos en su morada y se refie- milagros, con virtiendo á los pecadores, y ante
ren mutuamente las alegrías y los dolores de todo entregado por completo al amor de Dios,
aquel á quien han perdido, así vamos nosotros dando las más inequívocas pruebas del mis-
á repasar la admirable vida y las heroicas mo en la exacta fidelidad á las reglas que ha-
virtudes de nuestro héroe, reanimando nues- bía profesado y en la práctica de todas las
tra fe con el recuerdo de la gloria de que ya virtudes, llevadas por él á un grado heroico.
él se halla coronado y del poder de que goza Su hermosa y venerable figura destácase con
actualmente en el Cielo, semejante al que go- señalados caracteres en la Orden de San
zara sobre la Tierra durante los días de su Agustín, resumiendo en sí cuanto la tradi-
existencia ción nos ha conservado acerca de los antiguos
cenobitas de Francia é Italia, y dando perfec- Por desgracia, los cronistas de estos remo-
to realce á la idea de los pueblos sobre el tos tiempos no se ocupaban más que en re-
verdadero monje, en el cual quieren éstos coger los hechos culminantes, más ó menos
hallar, juntamente con la unción sacerdotal, el maravillosos, sin investigar las causas ni adu-
poder ante Dios que los protege, los conforta cir pruebas, ni clasificar los sucesos con la
y los cura de sus enfermedades. Esta fisono- precisión reclamada por la historia, lo que
mía particular de Nicolás aparece noble y ma- hace que sea hoy muy difícil escribir y re-
jestuosa en el siglo xnr, el más glorioso de la componer la vida de San Nicolás. Todavía es
Edad Media, y su recuerdo se conserva aún posible, sin embargo, llegar á trazar exacta-
con veneración en la memoria de las naciones mente el retrato físico y moral del Taumatur-
agradecidas, mientras que el de tan grandes go de Tolentino. Admirable, en verdad, re-
y famosos personajes ha sido borrado por el sulta á nuestro espíritu un carácter que ni
tiempo y sepultado en eterno olvido. sabe doblegarse cuando se trata de reprender
Sus hermanos, sobre los que ejerciera una y condenar el mal, ni puede permanecer frío
acción tan señalada, y los pueblos á quienes é indiferente ante el espectáculo de los dolo-
colmó de beneficios, han colocado á Nicolás res y sufrimientos de su prójimo. Imposible
al lado de los Luises de Gonzaga, de los Vi- es, en efecto, no sentirse profundamente con-
centes Ferrer, de los Antonios de Padua, del movido á la presencia de Nicolás, verdadero
mismo insigne San Benito, el monje de los monje y perfecto religioso en un principio,
tiempos bárbaros, el monje suscitado por Dios apóstol infatigable después, elocuente predi-
para la época borrascosa en que le tocó vivir, cador y poderoso Taumaturgo, ejemplo ad-
como el Taumaturgo de Tolentino fué el ver- mirable de cuánto puede producir la santísi-
dadero monje del siglo de la Caballería. Todos ma y hermosísima regla del gran Obispo de
mvocan, como á uno de los santos más in- Hipona; pues hase notado que siempre se en-
signes, al glorioso hijo de San Agustín, más tregaba con especial predilección á la prácti-
amado y conocido á medida que se multipli- ca de las virtudes ordinarias y modestas, ta-
can los templos levantados á su memoria, á les como la humildad, la paciencia, la morti-
medida que crecen sus milagros y vienen cada ficación y el amparo de los prójimos; mas en-
día á caer nuevas desgracias sobre el mundo tregóse á estas virtudes de una manera muy
culpable y pervertido. superior á la generalidad de los justos, es
decir, eii un grado heroico y extraordinario. Santo cuya vida relatamos, de quien puede
Estas virtudes debieran, en efecto, ser el decirse que ha esperado con frecuencia con-
glorioso cortejo del alma cristiana que aspi- tra toda esperanza. No imitando en nada á
ra á la santidad, entre las cuales las tres teo- aquellas almas vulgares que, teniendo el Cie-
logales deben, por su excelencia y su impor- lo por objeto de sus aspiraciones, poseen el
tancia, ocupar el primer puesto. El hijo de triste privilegio de hacer esta virtud estre-
Agustín, en efecto, considerando la fe como cha, raquítica y egoísta, Nicolás, á pesar de
la piedra angular sobre la cual debía levantar ser un simple religioso, lograba por su heroi-
el edificio de su perfección, daba gracias á ca confianza calmar las más arraigadas in-
Dios todos los días de su vida por el benefi- quietudes y levantar los ánimos más abati-
cio de haberle hecho nacer en el seno de la dos. Estos resultados los conseguía el Santo
Iglesia católica, no cesando de invitar á cuan- sin confiar ni en sí mismo ni en los hombres,
tos se hallaban á su rededor á unirse á él, sino solamente en Dios infinito y omnipoten-
para dar á Dios acción continua de gracias te. Muchas veces en sus sermones anunció la
por tan singular beneficio (1). protección del Cielo en un tono tan seguro y
La alta idea que Nicolás tenía formada de decisivo, que pudo creerse tenía razones cier-
la fe le llevaba á derramarla con celo, por tas y secretas para contar con ella, con el so-
cuantos medios estaban á su alcance. De ahí corro providencial del Altísimo. Nuestro San-
las instrucciones doctrinales á que se dedica- to, pues, tuvo siempre en Dios una confianza
ba frecuentísimamente; de ahí su viva y pro- ilimitada, la cual jamás le resultó fallida. Mas,
funda alegría cuando llegaba á saber que esta después de Dios, la gloriosa Virgen María
divina fe había hecho algún progreso, había era en quien él tenía depositada toda su es-
alcanzado alguna nueva conquista (2). peranza; sin que debamos extrañarnos de ello,
De esta virtud fundamental nace siempre sabiendo qué razones tan poderosas tenía Ni-
la esperanza; todo el que cree, espera. Esta colás para arrojarse en los brazos de esta om-
esperanza en Dios, larga, firme, constante y nipotente y divina Madre. ¿No hemos ya vis-
sobrenatural, llenó siempre el corazón del to, durante el curso de su vida, que Ella fué
su Abogada, su sostén y su consuelo? Refié-
(1) Porti, lib. n , pág, 205.
rese que en cierta ocasión se le suplicó al
(2) Forti, lib. n , pág. 206. santo religioso que se ocupase en un negocio
difícil, cuya solución favorable parecía mo- tores que se veía constantemente retratada
ralmente imposible de conseguir. «Yo espero en su pálido semblante una serenidad inal-
eso, dijo él simplemente, mediante la protec- terable, habiéndose notado que esta paz y
ción de la Virgen» (1). Habiendo sido otra alegría eran mayores á medida que crecían
vez azotado por Satanás, dijo el Santo al Her- las amarguras.
mano Juanito: «Este es el demonio; mas yo Sin embargo, en los últimos años de su
espero de la protección de María que no me vida, el deseo de unirse á Dios llegó á hacér-
vencerá» (2). sele tan violento, que no le era posible ni el
En fin, si el glorioso hijo de Agustín fué ocultarlo ni el reprimirlo; de suerte que á ca-
tan ardiente y firme en su fe, tan desintere- da paso exclamaba con San Pablo: Cupio
sado é inquebrantable en su esperanza, ¿qué dissolvi et esse cum Christo: «Deseo morir y
debería ser en su amor? La caridad para con estar con Jesucristo» (1). Este amor ardien-
Dios dominó por completo su alma, siéndola te por el divino Maestro manifestóse cada
fuente de sus heroicas virtudes: caridad pura, mañana en la Misa que celebraba Nicolás
activa, generosa y arrojada hasta el sacrificio; con la devoción más edificante, siempre des-
caridad real y verdadera, manifestada en el pués de haber recibido la absolución y haber
trabajo sin reposo, en la mortificación sin sido, por tanto, purificado con la acusación
descanso, en el sacrificio á toda prueba y en de sus más pequeñas imperfecciones; acusa-
todos los instantes. Constantemente resigna- ción hecha con admirables muestras de con-
do con la voluntad de Dios, á quien amaba trición y de caridad sobrenatural.
tan apasionadamente, Nicolás llegó á con- Por lo que hace á la Virgen María, su
seguir una completa indiferencia para todo única esperanza, el amor que el bienaventu-
aquello que le venía de Dios. La enfermedad rado le profesaba era tierno, profundo y sin-
como la salud, la vida como la muerte, todo ceramente filial. Ayunaba á pan y agua todos
le era igual, con tal de que el Señor fuese los sábados del año y todas las vigilias de sus
obedecido y satisfecho. Refieren muchos au- fiestas; rezaba todos los días su Oficio entero
y se arrodillaba, cada vez que entraba ó salía
(1) Espero esto por la gracia de María Santísi-
ma, Giorgi, cap. xix, pág. 109.
(2) Tamen non vincet me cum gratia Beatas Ma- (1) Dicebat: Cupio disolví et esse cum Ckrist
n a s . Proceso, in ordine testium ccxxi, Proceso.
Después de cumplir diligentemente todo lo
de su celda, ante la imagen de Nuestra Se-
que la obediencia le permitía, llamábase con
ñora de los Dolores, imagen á quien se com-
la más profunda convicción siervo inútil, pol-
placía en obsequiar, rezándole repetidas ve-
vo y ceniza, como aconteció en una de las
ces el Avemaria (1). La existencia de Nico-
apariciones de la Santísima Virgen con que
lás en sus últimos días parecía compendiarse
fué favorecido. «¡Ah! ¿Quién soy yo, divina
en este doble amor: Dios y su Santa Madre.
Señora, dijo él á la Reina del Cielo, quién soy
La vejez, al disminuir tal vez algunas de sus
yo para que Vos vengáis á mí? Ya sabéis
facultades, descubrió sensiblemente estos dos
que yo no soy más que polvo y ceniza.» Esta
sentimientos de su alma, que se acrecentaron,
profunda humildad de Nicolás fué con fre-
como se acrecienta la llama cuando todos los
cuencia recompensada con milagros y mara-
combustibles se han consumido á su alre-
villosamente aprobada por el Señor, que fa-
dedor.
vorecía sus designios y parecía obedecer á sus
La caridad, llenando el corazón del Tau- deseos de silencio y obscuridad.
maturgo de Tolentino de la sola pasión de
Un sábado del año 1301, cuatro años, por
Dios, había hecho por lo mismo brotar en él
consiguiente, antes de su muerte, encargósele
la difícil y admirable virtud de la humildad,
al Santo el oficio de pedir de puerta en puerta
que, además de la completa renuncia de las
limosna para la comunidad. Hallándose, pues,
ideas, de los intereses y de las glorias de este
en casa de una señora llamada Alesia, que
mundo, exige todavía, si ha de ser verdadera
vivía cerca del monasterio, ofreció ésta ge-
y sólida, la renuncia absoluta de la propia
nerosamente un pan al Bienaventurado, á pe-
voluntad, el olvido y desprecio de sí mismo;
sar de su pobreza, que era tan grande, que su
en una palabra, la perfección cristiana.
marido Rinalducio no compraba nunca de una
Todavía joven, á pesar de su primera edu- vez más que una pequeñísima cantidad de
cación, el hijo de Agustín amó los oficios más trigo. El santo mendicante recibió el pan con
bajos del convento: barrer, servir á la mesa, agradecimiento, y, besándolo, dijo simplemen-
cuidar á los enfermos, haciendo con ellos los te: «Que Nuestro Señor Jesucristo conceda
oficios más repugnantes para la naturaleza (2). á esta casa la bendición y la gracia. Que Dios
(1) Dicebat multas Salutationes angélicas... ge-
multiplique la harina que posees, pues que
nuflectendo. Proceso. por tu amor, y á pesar de tu pobreza, me has
(2) Mercuri, cap. iv.
\
hecho esta limosna con tan generoso cora- antes, por el contrario, en todas partes publi-
zón». có el prodigio; ligereza que Dios castigó no
Cuando esta señora quiso amasar un nue- continuando el milagro por más tiempo, y
vo pan, encontróse con el arca llena hasta los permitiendo se agotase la provisión. «¡Ah!,
bordes de una harina fresca y abundante. decía después á su mujer este hombre entris-
Apresuróse á dar gracias de tan señalado tecido; si no hubiéramos dado publicidad al
favor al Cielo y al Bienaventurado, á quien hecho, hubiéramos tenido pan para siem-
tanto poder había sido concedido; mas, ha- pre» (1).
biéndole éste mandado que guardase el más
No consintiendo jamás Nicolás referir las
absoluto silencio sobre este beneficio de Dios,
cosas maravillosas que le sucedían, su gran-
creyóse en el deber de no referirlo á nadie.
de humildad habíale hecho mirar como un
Llegado el tiempo de renovar la pequeña
deber el ocultarlas á los ojos de todos: para
provisión, y asustado Rinalduccio, excelente
lograr que hablase, no se necesitaba menos
padre de familia, de tener que hacer otra
que una orden del Superior. Habiendo supli-
nueva compra, extrañóse grandemente cuan-
cado diferentes veces Berardo Apillaterra á
do Aleja le respondió que, no habiendo sido
su santo amigo que le mostrase las heridas y
extraordinario el consumo, todavía quedaba
llagas que el demonio le había hecho, no pu-
una gran cantidad de harina. Mas he aquí
do conseguir más que la siguiente respuesta:
que, renovándose la cuestión en los días si-
«¡Ah, mi amigo Berardo, no hay por qué
guientes, y viendo que su mujer contaba siem-
creer todo eso que os han contado!» (2). Sin
pre con la misma abundancia, quiso él saber
embargo, no conformándose Apillaterra con
lo que aquello significaba. Apremiada, pues,
estas palabras meramente evasivas, suplicó
por su marido, Aleja consintió por fin en ex-
al P. Prior de Tolentino diera sobre ello una
plicárselo, y, contándole el milagro, llevólo
orden terminante al Bienaventurado, el cual,
delante del arca, todavía llena, y le dijo: «Ya
cediendo al fin, mostró á este ferviente cris-
no hay necesidad de comprar más harina; el
tiano la llaga de la pierna, tan grande y tan
P. Nicolás ha bendecido esta casa, y ahí ves
el arca todavía llena completamente». Trans-
portado Rinalduccio de alegría, no fué, des- (1) Proceso, fol. 81, pág. 2.
graciadamente, tan discreto como su mujer; (2) No hay por qué dar crédito, Berardo mío,
á todo lo que os cuenten. Giorgi, cap. x , pág. 95.
dolorosa, con este simple mandato: «Míra-
la, pues, y no cuentes á nadie lo que has vis-
to» (1).
Sería necesario alargar indefinidamente es-
ta vida tan hermosa, si hubiésemos de contar CAPITULO X X I
todos los sucesos culminantes relativos á las
El Taumaturgo (1).—Primeros favores de San Ni-
diferentes virtudes practicadas por el glorio-
colás al pueblo de Tolentino.—Devuelve la salud
so Taumaturgo de Tolentino. Terminaremos, á un hijo de Apillaterra. — Cura á una mujer del
pues, diciendo solamente que su existencia mal de piedra."—Aparécese á Francisco Angeli.—
fué santa, heroica, perfecta y maravillosa, y Curación de Nancio de Camerino. — Castigo de
que Nicolás partió de esta vida cargado de Tomasina.—Primer aniversario de la muerte del
innumerables méritos y enriquecido de todas Santo. —Nuevos milagros. — Aparece sobre su
las virtudes cristianas y religiosas, las cuales tumba la estrella de la oración.—Cuarenta y
solas pueden abrir á los elegidos las puertas cinco milagros en una sola noche.—Varias resu-
de la eternidad bienaventurada y hacerlos dig- rrecciones,
nos de poseer á Dios para siempre.
Los primeros días que siguieron á la muer-
te de Nicolás, fueron días de duelo para la
(1) Giorgi, cap. x , pág. 9o. ciudad de Tolentino. Las lágrimas de este
pueblo agradecido no procedían de una de
esas emociones pasajeras, que el tiempo con
tanta rapidez arrastra consigo: eran lágrimas
llenas de la más íntima sinceridad y de la más
profunda amargura. Estaba en la conciencia
de todos cuán irreparable pérdida acababa de
sobrevenir á la villa, al ver partirse para el
Cielo á aquel que era su sostén, su amparo y
poderoso abogado en la presencia de Dios. En
dolorosa, con este simple mandato: «Míra-
la, pues, y no cuentes á nadie lo que has vis-
to» (1).
Sería necesario alargar indefinidamente es-
ta vida tan hermosa, si hubiésemos de contar CAPITULO X X I
todos los sucesos culminantes relativos á las
El Taumaturgo (1).—Primeros favores de San Ni-
diferentes virtudes practicadas por el glorio-
colás al pueblo de Tolentino.—Devuelve la salud
so Taumaturgo de Tolentino. Terminaremos, á un hijo de Apillaterra. — Cura á una mujer del
pues, diciendo solamente que su existencia mal de piedra."—Aparécese á Francisco Angeli.—
fué santa, heroica, perfecta y maravillosa, y Curación de Nancio de Camerino. — Castigo de
que Nicolás partió de esta vida cargado de Tomasina.—Primer aniversario de la muerte del
innumerables méritos y enriquecido de todas Santo. —Nuevos milagros. — Aparece sobre su
las virtudes cristianas y religiosas, las cuales tumba la estrella de la oración.—Cuarenta y
solas pueden abrir á los elegidos las puertas cinco milagros en una sola noche.—Y arias resu-
de la eternidad bienaventurada y hacerlos dig- rrecciones,
nos de poseer á Dios para siempre.
Los primeros días que siguieron á la muer-
te de Nicolás, fueron días de duelo para la
(1) Giorgi, cap. x , pág. 9o. ciudad de Tolentino. Las lágrimas de este
pueblo agradecido no procedían de una de
esas emociones pasajeras, que el tiempo con
tanta rapidez arrastra consigo: eran lágrimas
llenas de la más íntima sinceridad y de la más
profunda amargura. Estaba en la conciencia
de todos cuán irreparable pérdida acababa de
sobrevenir á la villa, al ver partirse para el
Cielo á aquel que era su sostén, su amparo y
poderoso abogado en la presencia de Dios. En
medio del estupor universal y de la general te del Santo fué atacado de epilepsia el niño
amargura, nadie podía aplicarse al trabajo ni Tucio,hijode Margarita Apillaterra. Como la
dedicarse á sus ocupaciones ordinarias. Agol- gravedad avanzaba de una manera alarman-
pábase la plebe en la iglesia de PP. Agusti- te, la madre desolada, acordándose de su or-
nos, arrodillábanse piadosamente sobre el se- dinario protector, exclamó con admirable con-
pulcro, y suplicaban al Taumaturgo que no fianza: «Yo quiero recurrir á nuestro bien-
los olvidase en la Gloria. «¡El Santo ha muer- hechor, el bienaventurado Nicolás» (1). To-
to! ¡El Santo ha muerto!», era la voz de los mando luego al niño en sus brazos, fué inme-
niños que, llorosos, recorrían las calles de la diatamente á postrarse ante el venerado se-
villa, mientras que, en todas las casas donde pulcro, donde, rogando y gimiendo, ansiosa
gemían enfermos <5 moribundos, se oía este de obtener la curación, hizo colocar sobre el
doloroso lamento: «¡Ah, si Nicolás viviese altar una imagen que había prometido, pren-
todavía, pronto se verían curados!» da anticipada de su reconocimiento. No se
5®Mas el bienaventurado discípulo de Agus- hizo esperar el socorro. Todavía estaba arro-
tín, el heroico y fiel servidor de Cristo, ha- dillada Margarita cuando ya su hijo había re-
biendo ya traspuesto los umbrales de la eter- cobrado la salud tan completamente, que nun-
nidad bienaventurada, aprestábase á mostrar ca jamás volvió á resentirse de tan terrible
á los habitantes de Tolentino cuán agradables enfermedad (2).
le eran sus obsequios y homenajes, derra-
mando á manos llenas sobre aquéllos y sobre Una mujer de Tolentino, llamada Monal-
sus campos las bendiciones y gracias de que desca, padecía de mal de piedra, hacía ya
Dios lo había hecho depositario. Cuando se doce años. Falta de fuerza y de valor para
examina la lista de milagros formada en el pro- resistir, había determinado poner fin á su exis-
ceso de canonización, conmuévese uno de pron- tencia. Su hermana Aldisia buscaba en vano
to al ver al Santo distribuir sus primeros fa- la manera de hacerla desistir de su culpable
vores á los habitantes de esta ciudad, comen- intento y persuadirla de que debía aceptar
zando por una familia que lo había amado sus dolores con actos de fe y de resignación.
tiernamente, ayudándole y sirviéndole en todo Cierto día en que los dolores de la enferme-
el curso de su vida sobre la tierra.
2 En efecto, algunos días después de la muer- (1) Yolo recurrere ad B. Nicolaum. Proceso,
(2) Proceso, fol. 89, pág. 1.
— 2 6 4 —
dad eran casi intolerables, di jóle Aldisia pro- Una mujer de Sanseverino, Francisca An-
fundamente entristecida: «Encomiéndate á gelí, estaba reducida á una completa inmovi-
Nicolás; yo voy á la iglesia de los Agustinos lidad, hacía dos años, á causa de una paráli-
á rogar por tu curación. Une tu intención á sis general que, agravándose poco á poco, la
la mía, y seguramente que el Santo nos escu- había dejado incapaz de hacer el menor mo-
chará». Y, dejando á su hermana presa de te- vimiento. Sobre todo, los últimos nueve me-
rribles padecimientos, se fué á prosternar ante ses, viva imagen de Job en el muladar, no
el sepulcro del Taumaturgo. «Yo te suplico, podía ya descender de su lecho para las ne-
exclamó, ¡oh bienaventurado Nicolás!, que cesidades indispensables de su cuerpo. Su
ruegues á N. S. Jesucristo libre á mi herma- marido, Andrés Angelí, hombre ignorante,
na de la enfermedad que la atormenta hace cruel y supersticioso, no sólo la abandonaba,
tantos años. Escúchame, pues, si esta cura- negándole los necesarios auxilios, sino que la
ción puede contribuir á la salud de su alma». colmaba además de injurias y reproches, atri-
Acabada esta oración, sintióse consolada Al- buyendo la enfermedad de aquella desgracia-
disia y movida á dar gracias á su bienhechor da á sus faltas contra la fidelidad conyugal;
con toda la efusión de su espíritu, como si faltas que, según él, le habían merecido aquel
acabase de entender haber sido ya escuchada terrible castigo de Dios.
su petición. Y, en efecto, volviendo al poco
tiempo á su casa, encontró á la enferma com- A mediados de Octubre de 1305, movi-
pletamente buena, la cual la aguardaba con da á compasión una amiga de esta pobre mu-
impaciencia para enseñarle, como prueba de jer, la aconsejó se encomendase, para obte-
su curación, una piedra más grande que una ner el alivio de su enfermedad, á un religioso
haba (1). u agustino, que acababa de morir en olor de
santidad en Tolentino. Obedeció la enferma
La fama del poder y valimiento del Santo con gran confianza, y prometió al Santo que
extendióse con esto por todos los pueblos ve- iría en peregrinación á su sepulcro y le ofre-
cinos, como lo comprueban numerosos mila- cería cinco varas de tela fina para cubrir el
gros sucedidos por la misma época. He aquí altar bajo el cual reposaba el sagrado cuer-
uno entre otros muchos. po. Hallándose dormida, apareciósele en sue-
ños un personaje vestido de fraile agustino y
la dijo: «¿Cómo te encuentras?—Me hallo
muy dolorida, respondió Francisca. Mas, de- vo los huesos, salían en abundancia por la
cidme: ¿quién sois vos?—Yo soy Nicolás de horrible abertura. El pobre niño quedó como
Tolentino, replicó el aparecido.—¡Oh, mi muerto por espacio de dos días, y la llaga,
buen Santo!, exclamó entonces la enferma: si mal curada, gangrenóse de modo que, llenán-
vos me concedéis la gracia que os pido, yo dose de gusanos, exhalaba de sí un olor in-
llevaré ó enviaré todos los años á vuestro se- fecto. No le era posible ni comer, ni beber,
pulcro, además de lo que ya os tengo prome- ni aun hablar; mucho menos el hacer el mo-
tido, dos piernas de cera, como testigos de vimiento más mínimo. El médico, perdida la
mi reconocimiento». esperanza de poder aliviarle, lo había abando-
Aproximándose entonces el Bienaventura- nado, diciendo que sólo Dios era capaz, por
do á la suplicante, hizo la señal de la cruz medio de un milagro, de curar un mal tan te-
sobre diferentes partes de su cuerpo, y la rrible. No se esperaba, pues, más que el últi-
consoló con estas palabras, después de las cua- mo suspiro de Nancio, cuando sus padres con-
les desapareció: «Ten confianza en Dios, que cibieron el pensamiento de ofrecerlo á Nico-
El te devolverá la salud, escuchando mis ora- lás de Tolentino. Este no quiso retardar su
ciones». Francisca despertó. Sus dolores ha- socorro. No había pasado ni siquiera el tiem-
bían completamente cesado, volviendo á re- po que se necesita para pronunciar el nombre
cobrar sus miembros toda su agilidad y su de Jesús, dice el autor anónimo, cuando ya
primera fuerza. Un mes más tarde andaba á el niño comenzó á hablar y pedir de beber, al
pie el camino que separa á Sanseverino de To- mismo tiempo que los colores de la salud vol-
lentino, cargada con la tela y los exvotos que vían otra vez á aparecer en su semblante mo-
había prometido á su celestial bienhechor (1). ribundo. En breves instantes quedó comple-
En la misma época, y casi el mismo día, tamente curado. Varios médicos testificaron
queriendo el niño Nancio de Camerino saltar con admiración no haber quedado vestigio al-
una tapia, cayóse hacia atrás con tan mala guno de la horrible llaga, y aquel mismo día
suerte, que una piedra que arrastró consigo Nancio, acompañado de sus padres, partió á
en la caída le aplastó completamente la pier- pie desde Camerino á Tolentino, para colgar
na izquierda, la cual quedó tan destrozada en una pierna de cera sobre el sepulcro de su
toda la parte del muslo que, reducidos á pol- poderoso protector (1).
(1) Proceso, fol. 201, pág, 2. (1) Proceso, fol. 133, pág. 1
Multiplicándose los milagros de día en día, pues aun no había transcurrido una hora y ya
los religiosos agustinos depositarios del pre- el niño abría de nuevo los ojos y sonreía á la
cioso cadáver tomaron la costumbre de tocar luz del día. Reconocida la madre, dirigióse
las campanas á.-cada prodigio que se efectua- ella misma á colocar su exvoto cerca de las
ba á su vista, á fin de que el pueblo de To- reliquias del bienhechor de su querido Mu-
lentino pudiese ser testigo, y fuese así cre-
cio (1).
ciendo más y más la devoción y la confianza
Estos insignes milagros, y otros muchos
hacia el glorioso Nicolás. Como los milagros
imposibles de enumerar aquí, vinieron á de-
se sucediesen sin interrupción, no cesaban las
mostrar con qué paternal y poderosa protec-
campanas del monasterio de repetir su alegre
ción acudía Nicolás á aquellos que se le ofre-
llamamiento á todos los habitantes de las cer-
cían y lo invocaban con confianza, á la vez
canías. Sucedió que una mujer, llamada To-
que hicieron su nombre más célebre y vene-
masina, hija de Francisco Adinolfi, tuvo el
rado. No se hablaba de otra cosa que de Ni-
temerario pensamiento, al oir tan constante
colás, ni cesaban de tributar acciones de gra-
campaneo, de que todo aquel ruido no era más
cias al Señor, que tan visiblemente y tan pron-
que un artificio de los religiosos, que preten-
to glorificaba á su amado Siervo: de tal modo,
dían de ese modo atraer ingeniosamente los
que el aniversario primero de su muerte con-
fieles hacia su iglesia. Dios castigó inmedia-
movió todo el país de las Marcas y todas las
tamente este desfavorable juicio, haciendo
provincias circunvecinas. El 10 de Septiem-
quedase ciego su hijo Mucio, que ella enton-
bre de 1806 renováronse en Tolentino las ma-
ces tenía en brazos. La ceguera instantánea
ravillas de los antiguos tiempos, viéndose acu-
del niño abrió los ojos de la madre, que, re-
dir los pueblos en tropel, ora á implorar el
conociendo el justo castigo de su falta, cayó
valimiento del Santo, ora á cumplir sus vo-
de rodillas é imploró de Nicolás el perdón,
tos, ora á dar las más reconocidas gracias pol-
así como la curación de su hijo, prometiendo
las curaciones obtenidas. Sucedió entonces
al mismo tiempo ofrecer en el altar del Santo
que, caminando hacia Tolentino dos mujeres
un cuerpo de cera que tuviese el peso del pe-
de San Ginés, encontraron en el camino á la
queño ciego. No en vano se dirigió Tomasina
hija de un habitante de esta ciudad, llamada
al bienaventurado ermitaño, y bien pronto
conoció la bondad y ternura de su corazón;
Juana, á la cual suplicaron les acompañase á vista.» El P. Leonardo Montefalco y otro re-
visitar la iglesia donde reposaban las reliquias ligioso presentáronle entonces un libro, á fin
del Taumaturgo. «A Tolentino van los enfer- de asegurarse del milagro, y la ciega leyó en
mos, y yo me encuentro buena», respondió él sin dificultad (1).
inconsideradamente aquella mujer. Mas, ape- Otro hecho más prodigioso todavía vino á
nas había pronunciado estas palabras, cuando colmar por completo el piadoso entusiasmo
se sintió acometida de un dolor de costado de los fieles y á acrecentar de una manera in-
tan agudo, que se quedó paralítica. Severa fué decible la popularidad del Santo de Tolenti-
la lección, y, comprendiéndolo así la mujer, no; hecho único, por el que el Cielo pareció
unióse á las piadosas peregrinas, é hizose querer recompensar á la vez la santidad de su
transportar al sepulcro del Santo, á pesar de siervo y la confianza de las muchedumbres.
sus acerbos sufrimientos. Allí, ofreciendo un En medio del profundo silencio que reinaba
cirio de su propia altura, suplicó con lágri- en la iglesia, la estrella brillante y maravillo-
mas al Santo le devolviese la salud, lo que sa, que tantas veces había conducido á Ni-
consiguió, en efecto, dejando á Tolentino colás al lugar donde se hallaba su sepulcro,
completamente curada, y volviendo sola á su aparecióse en todo su resplandor, brillando
casa (1). hermosa y pura sobre las turbas arrodilladas.
Entre la muchedumbre de gente que se Ella parecía decirles que su protector, siem-
agolpaba á la iglesia de P P . Agustinos hallá- pre benéfico y poderoso, oía sus oraciones y
base una mujer ciega de hacía nueve años, estaba presto á satisfacerlas. La profecía he-
cuya enfermedad era conocida en toda la po- cha al Bienaventurado por uno de sus Herma-
blación, Después de haber oído Misa, perma- nos en religión se realizaba enteramente. Un
neció en oración hasta la hora de tercia. En inmenso clamor retumbó á la vista de este
este momento los religiosos, que comenzaban nuevo milagro, y gritos de alegría y de ben-
á cantar el Oficio, la oyeron arrojar un grito dición interrumpieron los cánticos y salmo-
tan fuerte, que, creyéndola enferma, se agol- día de los ermitaños de San Agustín, mien-
paron alrededor suyo. « Ya veo, exclamó ella tras la ciudad entera corría presurosa á ver
simplemente; San Nicolás me ha devuelto la el astro maravilloso. Gente de todos los paí-
(1) Proceso, fol. 148, pág. 1. (1) Proceso, fol. 27, pág. 1.
ses, que jamás había conocido á Nicolás, aflu- tos, en la iglesia de San Nicolás un gran nú-
yó allí en grande número, atraída por una mero de fieles atormentados de diversas do-
fuerza misteriosa. Cada año, por espacio de lencias, fué concedida la salud á los enfer-
más de veinte, según cálculo de los bolandis- mos, siendo además reducida á la fe una mu-
tas, la muchedumbre de fieles tuvo la dicha jer infiel; volteáronse solas las campanas en
de contemplar la radiante estrella, brillando señal de alegría; cuarenta y cinco milagros
con luz esplendorosa sobre el arca sagrada fueron obrados en la misma noche por el di-
donde reposaba el elegido del Señor (1). vino Nicolás » (1).
El año 1310 fué asimismo célebre en la A medida que la piedad popular iba en
historia póstuma del glorioso Taumaturgo de aumento, multiplicábanse también las prue-
Tolentino. La noche de Todos los Santos, bas del poder de San Nicolás, y venían á ser
llena la iglesia de fieles, sobre todo de cie- cada día más brillantes. No eran sólo las en-
gos, de estropeados, de posesos y enfermos fermedades y dolencias el objeto de su bon-
de todas clases, retumbaba con mil exclama- dad: la misma muerte no podía resistirle,y
ciones y cánticos de agradecimiento. Cuaren- numerosos casos de resurrección han sido
ta y cinco milagros habíanse operado en un comprobados en el proceso de canonización.
mismo instante por la virtud del Santo, á los En el mismo año de 1310, un habitante de la
que pocos momentos más tarde siguió el nú- ciudad de Camerino, llamado Ansovino Atti,
mero cuarenta y seis, consistente en otra cu- que se disponía á montar á caballo, espantó
ración maravillosa. En memoria de esta hora al animal por un movimiento de la fusta, el
bendita hase colocado en el campanario de cual salió escapado, arrastrando impetuosa-
la iglesia la inscripción siguiente, que toda- mente las riendas y sembrando el terror por
vía se lee: «Mientras que en la noche de To- dondequiera que pasaba. Un pequeño niño,
dos los Santos velaban, cumpliendo sus vo- llamado igualmente Ansovino, á quien el es-
panto había derribado al suelo, fué atropella-
(1) Et multis sane annis continuis ipso die obi-
tus ejus quo homines innumeri e divers is locis ad
reverendum corpus ejus obtinendse sanitatis con- (1) Illa eadem nocte omnium sanctorum Beatus
fluebant, non autem vel antea vel postea stella Nicolaus fecit quadraginta quinqué miracula in
ILLA videbatur. Pedro de Monterubiano, cap. T. nù- ecclesia S. Augustini de Tolentino... In illa nocte
mero 84. campanee prseditaa Ecclesise pulsaban tur ex se, et
non tangebantur ab aliquo. Proceso, fol. 126, pág. 2.
do por el furioso animal, y de tal modo ho- la abertura que comunica con la rueda del
llado por sus pies, que las señales de las he- molino, cesando éste de dar vueltas, impedi-
rraduras quedaron impresas en su cuerpo. La do por el cuerpo del niño, que tapaba ente-
muerte fué casi instantánea, siendo conduci- ramente aquella abertura, y que, arrollado
do el difunto á su casa con las entrañas des- por el ímpetu de las aguas, expiró antes que
cubiertas y su cuerpo acardenalado con ho- persona alguna pudiera prestarle socorro. Una
rribles heridas. Este espantoso accidente su- hora más tarde del funesto accidente acudía
mió á los desgraciados padres en un horrible la madre, acongojada, al lugar desde donde
dolor. Andrea, su madre, que estaba incon- se veía la víctima; mas, como las aguas se
solable, se puso á rogar á San Nicolás con encontrasen grandemente alborotadas, nadie
suspiros y lágrimas, pidiéndole con entera se atrevía á descender por el pequeño cadá-
confianza la resurrección de su hijo, y pro- ver. Llegó Juana, después de mil esfuerzos,
metiendo en cambio depositar sobre el sepul- á colocar sobre el borde del canal el cadáver
cro del Santo de Tolentino un grueso cirio y de su pobre hijo, muerto hacía largo tiempo
una imagen de cera. Una vez más se mostró y cubierto de horribles cardenales, y, arrodi-
el Taumaturgo generoso á las súplicas que se llada delante de aquel cuerpo inanimado de
le dirigían, sin que el prodigio se dejase es- su Puccio, deshacíase en lágrimas de la más
perar largo tiempo. En efecto, Ansovino vol- inconsolable amargura. De repente, llena de
vió otra vez á la vida, sin que en todo su una admirable confianza, exclamó: «¡Ah, Ni-
cuerpo se viese la menor mancha de carde- colás! ¡Vos, que sois el Santo de los milagros,
nales ni vestigio alguno de enfermedad. Al resucitadme á mi Puccio! ¿Cómo podré yo vi-
día siguiente corría y jugaba, como la víspe- vir sin él? Concededme la gracia que os pido.
ra, con los muchachos de su tiempo (1). Yo os prometo ayunar cada año la víspera
En el año 1317 tuvieron lugar tres famo- de vuestra fiesta, santificar vuestro día abs-
sas resurrecciones. La víspera de San Juan teniéndome de todo trabajo, y llevar los ves-
Bautista cayóse en el canal de un molino un tidos de mi hijo á vuestro altar de Tolentino».
niño llamado Puccio, de edad de cuatro años Todavía no había concluido su oración,
y algunos meses, el cual fué arrastrado hacia cuando, recobrando el niño la vida, abrió sus
ojos y sonrió á su madre; la cual, en presen-
cia de todos cuantos habían acudido llevados
del ruido del accidente, despojó á Puccio de vecino que se alimentaba de una fuente de
sus vestidos, con el fin de ofrecerlos en el al- agua hirviendo, sumergiéndose inmediata-
tar del Taumaturgo. Un doble milagro se ha- mente en el fondo del lago y desapareciendo
bía verificado: el pequeño cuerpo no presen- completamente. Siete días transcurrieron, al
taba la menor señal de sus heridas, ni de los cabo de los cuales aparecióse Nicolás vestido
golpes violentos de las olas que lo habían de ermitaño de San Agustín, y, sacando al
azotado largo tiempo (1). muerto del agua, vuelto á la vida, le hizo ca-
L a tercera resurrección que aquí vamos á minar por la orilla del lago y condújolo él
citar es tan maravillosa, escriben los bolan- mismo hasta Monte Rotondo. Cuando este
distas, que no será fácil encontrar un milagro hombre resucitado, hubo llegado á su morada,
semejante: razón por la cual, añaden, vamos llamó á la puerta, que fué abierta inmediata-
á contarlo, citando las mismas palabras del mente. Su mujer y sus hijos llenáronse de ad-
beato Jordán de Sajonia. miración y de alegría al volver á ver vivo á
«No lejos de Padua, en el monte Rotondo, aquel que ya creían muerto. Todo esto tenía
hoy llamado Monte Ortona, un hombre atra- lugar durante la noche. Desde el momento en
vesaba solo un camino, siendo asaltado por que entró en casa el protegido del Santo de
sus enemigos, que habían jurado su ruina y lo Tolentino, quiso acostarse, y encargó se lla-
aguardaban para quitarle la vida. No pudien- mase á un sacerdote. Sabía él que la vida no
do escapar de sus manos, suplicóles el infe- le había sido devuelta sino á fin de que pu-
liz, por el amor de Dios y de San Nicolás, le diese prepararse, según sus deseos, para los
hiciesen siquiera la gracia de pedir que vinie- juicios de Dios. Corrió, pues, el sacerdote á
ra un sacerdote que lo oyese en confesión y confesarle y administrarle el Viático y la Ex-
lo absolviese antes de morir; mas los enemi- tremaunción, y, haciendo este hombre inme-
gos mostráronse inflexibles, quitándole al pun- diatamente su testamento, puso en orden sus
to la vida, mientras que la víctima continua- negocios, dijo adiós á su esposa, á sus hijos
ba encomendándose á Dios y á San Nicolás y á todos aquellos que estaban presentes, des-
de Tolentino. Tomando después el cadáver, pués de contarles minuciosamente cómo Ni-
arrojáronlo estos hombres crueles en un lago colás lo había protegido, resucitado y condu-
cido á su propio domicilio, y por fin murió
de nuevo á las nueve de la mañana.
DSTOFO.T C&.Y I »
Inmediatamente después de esta muerte ®i®t®í®l©l®l©l®l®l®l©l©l®l®í®l®
(1) Ceppi, cap. xxv, pág. 56. (1) Ceppi, cap. v, pág. 22.
Durante algún tiempo, el hermano Teodoro vió otra vez á recobrar su sangre fría, y, juz-
desempeñó su oficio con alegría y de una gando que este milagro no haría más que au-
manera irreprochable; mas, apenas hubo pa- mentar la fe y la devoción de sus compatrio-
sado el primer fervor, comenzó á aburrirse y tas hacia Nicolás, volvió segunda vez y cor-
acordarse de las sombrías y salvajes florestas tóle el brazo izquierdo, permaneciendo esta
de Alemania. Este recuerdo continuo de la vez impasible ante la nueva sangre que de
patria produjo en su espíritu y en su imagi- allí brotaba.
nación un efecto irresistible, é hizo renaciese Con el fin de hacer desaparecer todas las
en él el deseo de volverse. Combatió en un señales de su crimen, el degraciado Hermano
principio este sentimiento como una tenta- volvió á cubrir el arca, y, cogiendo dos cu-
ción; mas al poco tiempo cedió, acabando fi- betas de agua, frotó con unos copos de algo-
nalmente por sucumbir. No atreviéndose á dón en rama la sangre que se había derrama-
confiar á nadie su proyecto, tomó la resolu- do por el pavimento, y envolviendo en los
ción de huir secretamente y regresar á Ale- manteles del altar los brazos, que continua-
mania , llevando consigo una parte de las re- mente manaban sangre, tomó la huida hacia
liquias de San Nicolás, que él creía poder fá- Alemania, cargado con su tesoro. Creía él
cilmente substraer á la vigilancia de los reli- haber encontrado el camino de su patria, y
giosos. Una noche del mes de Diciembre del caminar en dirección á ella, persuadido de lo
año 1345 bajóse con este fin á la iglesia mu- cual estuvo toda la noche andando sin parar.
cho antes de la hora de Maitines., Habiendo ¡Cuál no sería su admiración cuando, á los
descubierto la preciosa caja, apartó la manga primeros resplandores de la aurora, se aper-
del hábito monástico que cubría al Santo y cibió de que, después de haber andado tanto
cortóle el brazo derecho á la altura del codo, tiempo, encontrábase todavía dentro del claus-
de cuya herida brotó inmediatamente un cho- tro! Dios había castigado aquella maldad, per-
rro de sangre caliente aún y encarnada, que mitiendo que corriese toda la noche alrededor
comenzó á derramarse por el pavimento del del convento, creyendo, por una completa
oratorio. Espantado Teodoro, dejó caer de su ilusión, reconocer en las dependencias cerra-
mano el fino y afilado cuchillo y huyó de allí, das del monasterio los campos de Tolenti-
pensando abandonar su temeraria empresa; no (1). Sobrecogido por el terror y por el re-
mas, apenas pasada la primera impresión, vol-
tí) Magno ae nocturno itinere defatigatus,
mordimiento, Teodoro vid claramente en esto mero en suplicar á Nicolás que perdonase al
un justo y merecido castigo de Dios, y co- culpable. Vuelto después hacia él, le dijo:
menzó á reflexionar con estremecimiento qué «¿Veis este maná? Estas son las lágrimas
podría sobrevenirle hallándose en el lugar con las que Nicolás demanda perdón para
mismo testigo de su crimen, y, viéndose to- vos. También yo os perdono; mas os mando,
davía con aquel envoltorio ensangrentado en en virtud de santa obediencia, que jamás sol-
sus manos. Después de haber llorado amar- téis una palabra sobre lo que acaba de suce-
gamente, dirigióse á la celda del P. Prior, y der. Volved á tomar otra vez el oficio de sub-
refirióle sus intentos de volverse á su patria sacristán, y que nadie llegue á enterarse del
y de enriquecerla con alguna reliquia de Ni- atentado que habéis cometido» (1).
colás; añadiéndole también cómo, habiendo Como los hábitos del Hermano Teodoro es-
sucumbido á la tentación, había sido casti- tuviesen manchados de sangre, dióle el Prior
gado por el Cielo y retenido dentro del claus- unos nuevos, mandándole ocultar los ensan-
tro. Apenas hubo acabado su confesión el po- grentados, á fin de que todo quedase en el
bre Hermano, derramando abundantes lágri- mayor secreto. Temiendo no hubiese alguna
mas, presentó al Padre los brazos causa de lengua indiscreta que descubriese alguna co-
tantas maravillas. sa, bajó inmediatamente á cerrar la puerta del
Profundamente conmovido éste, ordenó al oratorio, anunciando á los fieles que no se
culpable que levantase en su presencia los abriría la capilla durante el día, debiéndose
manteles que envolvían las reliquias; mas, hacer algunas reparaciones necesarias. Esto
¡oh sorpresa!, los brazos allí presentes habían era la pura verdad; pues á pesar de todas las
cesado de manar sangre, dejando brotar de precauciones habidas, á pesar de las diligen-
sus venas, frescas como las de una persona cias practicadas, no pudo hacerse que des-
viva, cierto licor blanco, que los contempo- apareciesen por completo las señales de la
ráneos han llamado maná. Un perfume celes- sangre. Fué necesario lavar todo el oratorio,
tial se esparcía al mismo tiempo por la celda
del Prior, que, cayendo de rodillas, fué el pri- (1) Seipsum accusans multo cum fletu veniam
ab Antistite depreccatur, cui sacrum restituit the-
saurum qui dum apperitur, Brachia ipsa ccelesti
dum procul a Tolentino se esse credit. arte divi- manna rorantia visa sunt. Breviar. in Com. S. Ni-
na deluditur, intra septa monasterii sé cernit de- colai, lee. v, mense Dee. Ceppi, cap. xx, pág. 34.
prehensum. Ex perantiqua lapide.
y, á fin de que no se despertase sospecha al- de se hallaban los sagrados despojos de Nico-
guna mandó el Prior al Hermano culpable lás, hízole prometer que no descubriría á per-
que cambiase la colocación de los exvotos que sona alguna lo que acababa de confiársele, á
colgaban de las paredes, con objeto de apa- menos que no fuese sobre el lecho de la muer-
rentar ante el público haberse obrado verda- te. Quería con esto el Prior que el secreto pa-
deros cambios en este lugar venerable (1). El sase de uno á otro religioso, pero de manera
buen Padre, después de haber pasado todo el que nunca hubiese más que uno solo que lo
día en oración, venida que fué la noche, y conociese (1).
cuando ya todos los religiosos reposaban en Desgraciadamente, el tiempo y los aconte-
sus celdas, bajó á la capilla, abrió el sepulcro cimientos hicieron olvidar el precioso secre-
y depositó en él los brazos del Taumaturgo to, el cual yace completamente ignorado hace
agustino. La vista de este precioso cuerpo mu- algunos siglos. Los hijos de San Agustín, des-
tilado, y del maná, que aun salía de sus abier- pués de inútiles y minuciosas investigaciones,
tas heridas, conmoviéronle de tal manera que, no conservan ya casi esperanza alguna de en-
no pudiendo contener las lágrimas, lloró lar- contrar el cuerpo de su Taumaturgo. Así es
go tiempo sobre las reliquias, y, sellando por cómo se ha cumplido forzosamente, y para
sí mismo la caja, retiróse, no sin inquietud, siempre, el deseo manifestado por Nicolás,
temeroso de algún nuevo robo. Algún tiempo durante su vida, de reposar en el oratorio
después, habiéndose aumentado sus temores, donde se complacía en dedicarse á la ora-
que no le dejaban un momento de tranquili- ción.
dad, aprovechóse de algunas reparaciones ur- El éxito que alcanzan las obras de Dios, y
gentes que había que hacer en el oratorio los fines que vienen á coronarlas, tienen con
para hacer esconder el santo cuerpo en un frecuencia tanto más de sólidos y de grandes
subterráneo, cuyo secreto se reservó, guar- cuanto más humildes y difíciles han sido los
dándolo inviolablemente hasta su última hora. principios y cuanto más contrarios á sus fines
En este momento supremo hizo llamar cerca parecían. Así, cuando el Hermano Teodoro
de sí á uno de los religiosos más discretos del cometía, en la obscuridad de la noche, el
convento, é indicándole el lugar preciso don- atentado sacrilego, él secundaba, sin sospe-
(1) Ceppi, cap. x , pág. 37. (1) Ceppi, cap. xx, pág. 42.
charlo siquiera, los intereses del Cielo, que La primera vez que el glorioso hijo de
debía más tarde obrar numerosos prodigios Agustín profetizó por medio de sus brazos,
y llamar á los pueblos á penitencia por medio encontrados solos en la caja, fué el año 1452,
de los brazos del Taumaturgo de Tolentino, dos años solamente después de haber sido
nuevo profeta de las desgracias de la Iglesia abierto por el P. Julián el sepulcro vacío. La
y de la Cristiandad (1). En efecto, la Divina carne ya seca que los cubría volvióse de re-
Providencia se ha dignado conceder á estos pente fresca como la de una persona viva, el
preciosos miembros de Nicolás la singular y pulso comenzó á palpitar de nuevo, y brotó
admirable prerrogativa de derramar sangre á en abundancia la sangre de las antiguas heri-
la aproximación de las calamidades públicas. das. Preguntábase de nuevo qué significaba
Veintiséis derramamientos de sangre se han este extraño prodigio; mas, algunos meses des-
contado hasta nuestros días, seguidos todos pués, Constantinopla, cayendo bajo la cimita-
ellos de espantosas c a t á s t r o f e s . Benedic- rra de Mahomet I I , dió la oportuna respues-
to X I V , en su libro sobre la canonización de ta y derramó la luz sobre el fin y objeto de
los Santos, llama á la sangre de Nicolás una este suceso maravilloso. Esta catástrofe cayó,
sangre profética (2). Antes que él, Alejan- en efecto, como un rayo sobre la Cristiandad,
dro V I I habíase conmovido de tal modo por . pues los turcos, estableciéndose definitivamen-
el amor de Nicolás á la Iglesia, que lo decla- te en Europa, amenazaban á la Iglesia y á los
ró Protector de la Iglesia universal, añadien- Reyes, impotentes para resistir á aquel to-
do á su declaración las siguientes palabras: rrente devastador y formidable. Los dos he-
Creemos firmemente que la Santa Iglesia Ca- chos, la efusión de la sangre de Nicolás y la
tólica, formada por la sangre de Jesucristo, toma de la gran ciudad, estaban entre sí de-
ha sido protegida por la sangre de San Ni- masiado cercanos, para que pudiese prescin-
colás (3). dirse de ver en el primero un aviso profético
del segundo (1).
(1) Futura plorat sanguinis Los ermitaños de San Agustín no se enga-
Et damna mundi flectibus.
Himno del día de la Canonización. lai narramus esse protectam. Instrumentum fi dei
(2) De Canonizatione Sanctorum, torn, iv, pri- continens emanationes sanguinis Bivi Nicolai Tolen-
mera parte, lib. iv, cap. x i n . núm. 8. tinatis. Alex. VII. ,.,,,,
(3) Verbi Dei s a n g u i n e prœdicamus sanctam (1) Ciaccon. Oldoini in vita Cardinalis Euthem,
esse constructam E c c í e s i a m , et sanguine S. Nico-
fiaron en esto. Así, cuando, en 1510, los bra- nos de Religión. Este monje indigno y ambi-
zos de San Nicolás comenzaron á manar san- cioso iba á encender la guerra religiosa y
gre, el Prior de Tolentino fué inmediatamen- arrastrar á naciones enteras lejos de la auto-
te á prevenir al Cardenal Gil Canisio, Gene- ridad legítima de la Iglesia. La historia de
ral en otro tiempo de la Orden, el cual se di- Lutero, de Cal vino, de Zuinglio y de Enri-
rigió por sí mismo al Soberano Pontífice para que V I I I es demasiado conocida para que
anunciarle esta noticia. La fama de este pro- aquí la recordemos más que para nombrar al
digio, partiendo del Vaticano, esparcióse bien autor de todos estos males y desgracias.
pronto por toda la Europa é hizo prever algu- El Taumaturgo de Tolentino, en su calidad
na grande y próxima calamidad. Así era, en de Protector de la Iglesia universal, debía
efecto. Algunos meses más tarde veíase la proteger de* una manera especialísima los in-
Santa Iglesia de Cristo calumniada y despe- tereses de la gran Roma, capital del mundo
dazada por sus propios hijos, que hacían pe- cristiano y asiento del Vicario de Jesucristo.
netrar en su seno el desorden y la anarquía. Así, cuando el Condestable de Borbón, traidor
El Cardenal-Obispo de Sabina había logrado á su Rey y á su patria, vino á poner sitio á
formar un partido contra la Santa Sede, atra- la Ciudad Eterna, volvió otra vez á brotar en
yendo hacia él á otros siete Cardenales, los abundancia la sangre de sus brazos. Clemen-
cuales, todos reunidos en la villa de Pisa, ci- te V I I , advertido por el General de la Or-
taron al Papa á que, como un criminal, com- den, Gabriel Volta, vió en esto el anuncio
pareciese ante su odioso é injusto tribunal. de los trabajos y persecuciones que iban á
Habiéndolo rehusado el Soberano Pontífice, caer sobre él, y se preparó de antemano al
estos indignos Prelados hicieron un llama- terrible asalto que el Infierno iba á librar
miento al brazo secular, y obligaron al suce- contra la navecilla de Pedro (1). Entró, efec-
sor de Pedro á tomar personalmente las ar- tivamente, en Roma el Condestable, la cual
mas para defender sus derechos (1). entregó á un horroroso saqueo de dos meses,
que no cesó sino porque, habiéndose conver-
Siete años más tarde, en 1537, los brazos
tido aquellos soldados en salteadores de ca-
de Nicolás anunciaron, por una nueva efusión
minos, arrastrados por sus excesos de todo
de sangre, la apostasía de uno de sus herma-
género, perecieron en gran número, víctimas gruesas cadenas que cerraban la caja agitán-
de la peste y de otras enfermedades que por dose y chocando entre sí de tal manera, que
entonces afligieron á la desgraciada ciudad creyeron iban á romperse. Descubrieron, pues,
tan cruelmente probada. Las crueldades y di- las santas reliquias, y vieron que el brazo iz-
soluciones de este impío bando habían sido quierdo de Nicolás sangraba abundantemente.
espantosas, y el Soberano Pontífice, prisio- Desde 1679 el milagro tomó nueva forma,
nero en el castillo de San Angel, tuvo que y las efusiones duraron meses enteros sucesi-
presenciar desde lo alto de sus torreones las vamente. La primera efusión, que comenzó
desgracias y miserias de los pobres, junta- el 3 de Agosto, no acabó hasta el 27 de Sep-
mente con la desesperación de la^s vírgenes y tiembre; la segunda tuvo lugar desde el 14
matronas, que extendían hacia él los brazos de Septiembre de 1698 hasta el 3 de Octu-
suplicantes, y reclamaban en vano su ayuda bre; la tercera, desde el 29 de Mayo de 1699
contra sus perseguidores, sus raptores y sus hasta el 20 de Septiembre siguiente. El Papa
verdugos. Inocencio X I I ordenó entonces ocho días de
En 1610, una nueva efusión de sangre vino rogativas públicas, y concedió indulgencias
á anunciar la muerte de Enrique IV; efusión plenarias á todos aquellos que visitaren la ba-
que se renovó otra vez al poco tiempo, pro- sílica de Tolentino (1). J 1 noA
fetizando las desgracias que por entonces afli- La última efusión de sangre data de lbáU.
gieron á la Europa (1). Ella precedió y anunció la espantosa revolu-
En 1614 reprodújose la misma maravilla. ción que se extendió por toda la Europa, y
Como este año, y durante esta época, no te- que dura todavía á la hora en que escribimos
nían los agustinos motivo alguno para abrir la vida y milagros de San Nicolás (2).
el sepulcro, y por tanto para enterarse del
prodigio, sucedió que su glorioso Hermano (1) Ceppi, Efusión veintidós, pág. 186.
(2) Giorgi, segunda parte, cap. xiv, pag. d4U.
se lo anunció por sí mismo con un nuevo mi-
lagro. Oyéronse, en efecto, una noche rui-
dos extraordinarios en la iglesia, y, acudien-
do presurosos á ella los religiosos, vieron las
* Hoy dia de Madrid. (1) Giorgi, segunda parte, cap. x x n i , pág. 450.
tural hermosura, se presenta delante de ella y
época de gran carestía, quedóse una pobre le dice cariñosamente: «He oído, hija mía,
viuda sin socorros y sin pan, teniendo consi- que estabas en una gran miseria, y he venido
go tres hijos pequeños. Un hombre rico, de á traerte alguna subsistencia». Acto continuo
perversa vida, teniendo conocimiento de su preséntale un saco lleno de panecillos, y le
extrema pobreza, le prometió asegurarle so- dice: «Recibe este saco; alimentaos tú y tus
corros y comodidades, con tal de que consin- hijos con el pan que contiene: no temas, que
tiese en entregársele; propuesta que rechazó Dios no te ha de faltar en nada».
con cristiano valor la desgraciada madre, pre- Desapareció aquél al instante, y la afortu-
firiendo antes la muerte que ofender á Dios. nada madre comprendió entonces que el mis-
Deseando, sin embargo, el Señor probar to- mo San Nicolás había hablado con ella, des-
davía más su virtud y constancia en el bien, pués de haber escuchado sus oraciones. En-
permitió que el hijo más querido de su cora- cerrándose entonces en su cuarto, apagó su
zón cayese muerto de hambre en sus brazos, hambre, así como la de sus dos hijos, y en
mientras que sus hermanos, próximos también, seguida, inspirada por Dios, puso un pedazo
al parecer, á exhalar sus almas, se hallaban de pan milagroso en la boca del que acababa
sumidos en una mortal agonía. A este espec- de morir. Volvió inmediatamente á la vida
táculo desgarrador para su corazón, esta ma- este hijo querido, y pudo saciarse, en compa-
dre generosa, que tenía una gran confianza ñía de sus hermanos, del alimento enviado
en San Nicolás, prosternóse delante de su del Cielo. No se contentó el Taumaturgo con
imagen y le suplicó llorando que salvase á su este doble beneficio, pues bajo la provisión
hijo, pero que no permitiese jamás que el ex- de pan encontró la madre en el saco la suma
ceso de su miseria la condujese al pecado. de dinero que necesitaban hasta que pasase
Todavía estaba orando y gimiendo, cuando aquella general carestía (1).
oye que llaman á la puerta. Creyendo no fue- Diremos, por fin, que un niño de dos años
se su seductor, que viniera de nuevo á solici- y medio fué resucitado en 1711 por el simple
tarla, vacila un instante; mas implorando des- contacto de un panecillo bendito colocado so-
pués el socorro de su celestial Protector, y bre sus fríos labios.
colocando la imagen de éste sobre su pecho,
abre temblando la puerta, ¡Oh sorpresa! Un
(1) Ghezzi,pág. 244.
religioso agustino de encantadora y sobrena-
Todos estos milagros aumentaron prodi-
giosamente la devoción de los pueblos á los
panecillos de San Nicolás, que todavía con-
tinúan en nuestro tiempo ejerciendo el poder
maravilloso que el Cielo les concediera por la
intercesión de aquel que fué el primero en APÉNDICES
hacer uso de ellos por orden de la Santísima
Virgen María. Así, por los milagros y hechos
sobrenaturales, hace Dios que concurran la ARCHICOFRADÍA PRIMARIA
gloria y las virtudes de los elegidos á la feli-
cidad y consuelo de los hombres; y la felici- EN ALIVIO DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO
dad y reconocimiento de los hombres, á la
más grande gloria de los elegidos (1). Esta Archicofradía es una asociación de oracio-
nes y de buenas obras, establecida en la Basílica
de Tolentino para alivio de las almas detenidas
(1) Los Padres Agustinos bendicen el 10 de Sep- en el Purgatorio, la cual fué erigida canónicamen-
tiembre, día de la fiesta de San Nicolás, estos pa-
nes milagrosos, y los distribuyen entre los fieles. te, por Su Ilustrísima Monseñor Sebastián Ga-
leati, y elevada al rango de Archicofradía por Su
Santidad León XIII, el 17 de Mayo de 1884. Esta
Asociación reúne todas las buenas voluntades,
todos los corazones, como la Basílica de Tolenti-
no reúne todas las oraciones, precioso testimonio
de caridad y de afecto para con nuestros amados
difuntos.
Para pertenecer á ella es necesario hacer ins-
cribir su nombre en el registro de la Archicofra-
día, pagar la suma de un franco, rezar cada día
un Gloria Patri en honor de San Nicolás, y guar-
dar en su casa una imagen ó una medalla del gran
Taumaturgo de Tolentino.
Todos estos milagros aumentaron prodi-
giosamente la devoción de los pueblos á los
panecillos de San Nicolás, que todavía con-
tinúan en nuestro tiempo ejerciendo el poder
maravilloso que el Cielo les concediera por la
intercesión de aquel que fué el primero en APÉNDICES
hacer uso de ellos por orden de la Santísima
Virgen María. Así, por los milagros y hechos
sobrenaturales, hace Dios que concurran la ARCHICOFRADÍA PRIMARIA
gloria y las virtudes de los elegidos á la feli-
cidad y consuelo de los hombres; y la felici- EN ALIVIO DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO
dad y reconocimiento de los hombres, á la
más grande gloria de los elegidos (1). Esta Archicofradía es una asociación de oracio-
nes y de buenas obras, establecida en la Basílica
de Tolentino para alivio de las almas detenidas
(1) Los Padres Agustinos bendicen el 10 de Sep- en el Purgatorio, la cual fué erigida canónicamen-
tiembre, día de la fiesta de San Nicolás, estos pa-
nes milagrosos, y los distribuyen entre los fieles. te, por Su Ilustrísima Monseñor Sebastián Ga-
leati, y elevada al rango de Archicofradía por Su
Santidad León XIII, el 17 de Mayo de 1884. Esta
Asociación reúne todas las buenas voluntades,
todos los corazones, como la Basílica de Tolenti-
no reúne todas las oraciones, precioso testimonio
de caridad y de afecto para con nuestros amados
difuntos.
Para pertenecer á ella es necesario hacer ins-
cribir su nombre en el registro de la Archicofra-
día, pagar la suma de un franco, rezar cada día
un Gloria Patri en honor de San Nicolás, y guar-
dar en su casa una imagen ó una medalla del gran
Taumaturgo de Tolentino.
He aquí la lista de las principales indulgencias 5.a Todos los primeros viernes de m e s s e ce-
concedidas por el Soberano Pontífice á la A r c h i - lebrará una Misa en sufragio de las almas de los
cofradía. cofrades difuntos.
Indulgencias plenarias. 6.a Todos los días se rezan ante el sepulcro
a
oraciones especiales para los asociados vivos y
i. El día de la entrada en la dicha A r c h i c o -
difuntos.
fradía.
7.a Los cofrades ganarán por participación to-
2 . a El i o de Septiembre, fiesta de San Nicolás.
das las indulgencias concedidas á la Orden de San
3. a El 5 de Junio, fiesta de la canonización de
San Nicolás. Agustín.
4 . a En el artículo de la muerte, con tal d e que
los asociados invoquen con f e , de palabra, ó á lo
BREVE DE SU SANTIDAD LEÓN XIII
menos con la mente, el Santísimo Nombre de
Jesús. ERIGIENDO EN PRIMARIA LA ARCHICOFRADÍA
6. El arma más poderosa para vencer al 1. ¡Oh virtuosísimo San Nicolás! No obs-
abismo es el fervor de la oración, y ¿quién tante la plenitud de vuestros méritos y la
mejor que vos supo emplearlo ¡oh fervorosí- abundancia de favores celestiales, ¿quién no
simo San Nicolás!? En ella pasabais las ho- admirará vuestra profunda humildad, por la
ras de la noche, en ella ocupabais las horas que os considerabais como el más vil de vues-
del día que os quedaban después de los sa- tros hermanos, y os ofrecíais al servicio de
grados ministerios. ¡Ah! Obtenednos á nos- todos, y sufríais con gusto los más duros ul-
otros, tan perezosos y fríos en la oración, un trajes y persecuciones? Alcanzadnos estos
ejercicio frecuente y un santo fervor. sentimientos de aquel Dios que da la gracia
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
á los humildes y resiste á los soberbios.
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
7. Cuán agradables fueron al Cielo vues-
tras plegarias ¡oh beatísimo San Nicolás!, lo 2. ¡Oh amabilísimo San Nicolás! Cual
demostraron aquellos serafines bienaventura- fuego que, cuanto más encerrado y escondi-
dos que se os aparecían para recogerlas en do, tanto más arde y consume, era el ardor
de vuestra caridad: por eso, si la humildad vuestros pies, humillados y contritos, los más
os hacía ingenioso para ocultaros, la fama de pérfidos pecadores, y vos sanabais sus llagas
vuestra santidad, divulgada por tantos luga- con el sacramento de la reconciliación. Re-
res, os atraía la veneración pública, y un con- novad desde el Cielo vuestras maravillas para
tinuo recurso á vos en las necesidades; y vos la conversión de las almas, y haced por vues-
os prestabais solícito y prodigioso á ayudar tra intercesión que sobreabunde la gracia en
á vuestros prójimos. ¡Oh! Ahora que descu- donde hasta ahora ha abundado el pecado.
brís mejor desde el Cielo nuestras necesida-
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
des, tened compasión de nosotros, que en las
aflicciones y peligros tenemos el consuelo de 5. ¡Oh compasivo San Nicolás! No sólo
poder repetir: «San Nicolás, protégenos». se distinguió vuestra caritativa piedad por la
Padrenuestro, Avemaria y Gloria. salud de las almas para con los vivos, sino
que también se extendió á las almas del Pur-
3. ¡ Oh amabilísimo San Nicolás! Apenas gatorio, pues que se os apareció una de aque-
fuisteis destinado por vuestros Superiores á llas ilustres prisioneras para procurar vues-
la predicación evangélica, ¿quién puede decir tros sufragios. Encended en nuestro corazón
con cuánta diligencia emprendisteis tan fati- tan piadosos sentimientos, y haced que ex-
gosa empresa? Los templos no eran capaces perimenten aquellas hermosas almas vuestra
de contener las apiñadas gentes, hambrientas merced y una ayuda pronta y oportuna.
por recibir de vos el Pan de la vida; así que Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
en las campiñas, en las calles y en las plazas
oíase resonar vuestra voz. Disponed nuestro 6. ¡Oh misericordioso San Nicolás! A la
corazón como un terreno escogido, en el que vista de las acerbísimas penas que sufren
la semilla de la palabra divina produzca sus aquellas desoladas esposas del Cordero en la
frutos multiplicados. cárcel del Purgatorio, y que os fueron mani-
Padrenuestro, Avemaria y Gloria. festadas, se enfervorizó vuestro corazón en
ayudarles con sufragios; así que servísteis de
4. ¡Oh virtuoso San Nicolás! Poderoso un medio eficaz para que saliese una festiva
en la palabra y en las obras, llenaba vuestro multitud á la eternidad de la Gloria. Ayudad
corazón de un gozo inexplicable el ver caer á con vuestra mediación á las almas que espe-
ran de nosotros tan caritativo oficio, y acor- de obrar los más ruidosos prodigios para so-
daos de las nuestras cuando estén sufriendo corro de la humanidad! Si Moisés con la va-
en aquellas llamas. ra, vos con una frágil caña hicisteis manar
Padrenuestro, Avemaria y Gloria. de la árida tierra aguas saludables. Tocad la
7. La tristeza de las granjas, la pobreza aridez de nuestro corazón para que derrame-
de los asilos, el horror de las cárceles, no os mos lágrimas copiosas que borren nuestras
retrajeron de la piedad ¡oh ángel consolador culpas.
San Nicolás! Así que emprendisteis penosos Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
viajes para instruir á los rústicos, anduvisteis 2. ¡Oh beneficentísimo San Nicolás! Pa-
mendigando de puerta en puerta para pro- recía que la Naturaleza estaba pronta á vues-
veer á los miserables, convertisteis en las cár- tras órdenes, ó que el Autor de la Naturale-
celes, con vuestras paternales visitas, á los za jugueteaba con vos, rivalizando con la ter-
malhechores, y á muchos les alcanzasteis la nura de vuestros compasivos afectos, mien-
absolución de la pena que les era debida. Re- tras visteis no pocas veces convertirse en
animad piadoso esta infatigable conmisera- frescas rosas el pan que llevabais para ali-
ción, que ahora puede decirse que está apa- mentar á los mendigos. Sacudid nuestra indi-
gada en nosotros, y haced desde el Cielo que ferencia y cambiadla por una generosa y abun-
se extienda la vuestra, benéfica y generosa, dante misericordia para con los pobres de
sobre todos los mortales. Jesucristo.
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
Ahora pedirá cada uno la gracia que desea
alcanzar en este Septenario por la intercesión 3. Fué tan conspicua la obediencia con
de San Nicolás. que negasteis vuestra voluntad y la sometis-
L o restante como el día primero, pág. 370. teis á la voluntad ajena ¡oh dulcísimo San
Nicolás!, que, obligado por el Superior á mi-
DÍA QUINTO tigar vuestras rigurosas abstinencias, empe-
ñasteis los milagros para no violar la obedien-
1. ¡Oh ínclito Taumaturgo, en cuyas ma- cia, y disteis vida á las aves aderezadas que
nos reposó el Omnipotente, mejor que en las os presentaron para que recobraseis la salud
manos del caudillo hebreo la virtud admirable y reparaseis las fuerzas. ¡Ah! Humillad la so-
berbia de nuestro espíritu, y haeednos dóci- 6. ¡Qué consolación tan dulcísima sintió
les para llevar el suave yugo de Jesucristo vuestra alma sobre el lecho de vuestra enfer-
hasta el fin de nuestra vida. medad ¡oh amantísimo San Nicolás!, cuando
Padrenuestro, Avemaria y Gloria. se os apareció la Reina augusta de las vírge-
nes y, dándoos á gustar un poco de pan mo-
4. Apiadado el Cielo del riguroso trata- jado en agua, os restituyó la primitiva salud!
miento que dabais á vuestro cuerpo ¡oh aus- ¡Ah! Rogad por nosotros á la Inmaculada Ma-
terísimo penitente San Nicolás!, renovó para
ría, y haeednos dignos de su maternal protec-
con vos el prodigio de las bodas de Canaán,
haciéndoos gustar muchas veces cambiada en ción.
vino la insípida agua que bebíais siempre Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
para apagar la sed. Mitigad nuestra sed con
la fuente de las dulzuras celestiales, y haced 7. Eficacísimo remedio, no sólo para las
que tengamos fastidio de toda lisonja de pla- enfermedades del cuerpo, sino también para
cer terreno. las aflicciones del alma, experimentan todavía
los fieles ¡oh portentoso San Nicolás! con el
Padrenuestro, Avemaria y Gloria. pan bendecido en vuestro nombre. Con él se
alejan las pestes, se apagan los incendios, se
5. Las maravillas obradas por Elias y Elí- ahuyentan los espíritus infernales, se calman
seo en grata recompensa de las almas bien- las tempestades, se serenan los espíritus y se
hechoras no fueron extrañas para vos, ¡oh consuelan los corazones. ¡Oh! Si Dios quiso
agradecidísimo San Nicolás!, que librasteis glorificaros de tantos modos por todo el mun-
de los infortunios, sanasteis de las enferme- do católico, recordad que mucho más motivo
dades, proveísteis con la multiplicación de la tiene de ser glorificada por vos aquella Pro-
harina y del pan á los corazones generosos videncia que os dió el ser, y con la que se
que secundaban los deseos de vuestra ternu- perfeccionó la obra de vuestra santificación.
ra en socorro de la indigencia. Excitad en
nuestro corazón una gratitud sincera á los be- Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
neficios divinos, siendo éste el medio seguro Añora pedirá cada uno la gracia que desee
para obtener otros nuevos. c o n s e g u i r en este Septenario por la intercesión
de San Nicolás.
Padrenuestro, Avemaria y Gloria. L o restante como e n el día primero, pág. 370,
3. ¡ Oh excelso San Nicolás, calmad vues-
tras ansias de abrazaros presto con Jesús en
DÍA SEXTO la Gloria; refrenad vuestros deseos, que os
hacen exclamar con San Pablo que queréis
1. Alegraos ya ¡oh ínclito San Nicolás! desataros de las prisiones del cuerpo para vo-
de sentir próximo el término de vuestra pe- lar á la Patria de los Santos,"y volved una
regrinación, que el Cielo mismo, desde que mirada compasiva á nosotros, que nos dejáis
recibisteis el aviso, lo celebró seis meses an- inciertos de nuestra eterna salvación! Encen-
tes, haciéndoos gustar todas las noches las ded en nosotros unos vivos deseos de los go-
más suaves melodías del Paraíso. ¡Ah, sí! La ces celestiales, y haced que no sean estériles,
Tierra no tendrá ya la dicha de poseeros; pre- sino fecundos en buenas obras, para merecer
parad para nosotros una morada allá en la poseerlos.
Gloria, donde reina un gozo perpetuo. Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
4. ¡Oh felicísimo San Nicolás! Como el cier-
2. Si al anunciaros la proximidad de vues- vo busca la fuente, así vuestro espíritu anhe-
tra muerte podía afligiros algún pensamiento, laba el torrente de la eterna dulzura cuando
era solamente el de no poder consagraros más se os aparecieron, para daros un sorbo, nues-
al provecho de las almas y al servicio de Dios. tro Padre San Agustín, la Virgen María y
Por eso ¡oh insaciable San Nicolás!, recogien- Jesús, quien con amable aspecto os dijo: «¡Ea,
do, aun en los últimos momentos de vuestra siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu
vida, vuestras lánguidas fuerzas, os ejercitas- Señor!» ¡Ah! En nuestras agonías acrecién-
teis en acoger á penitencia á los pecadores, tese vuestra ayuda cuanto más crezcan en-
en aconsejar á los dudosos y en confortar con tonces nuestras necesidades.
vuestro celo apostólico á los vacilantes. ¿Qué
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
será de nosotros, que nos hallamos vacíos de
méritos? ¡Oh! Supla vuestra abundancia por 5. ¡ Oh benemérito San Nicolás! Con aque-
nuestra pobreza, y así hacednos solícitos para lla mirada segura con que tantas veces des-
merecer la eterna recompensa. cubristeis á otros su porvenir, visteis vos pró-
ximo el momento de vuestra muerte, y lo pre-
25
dijisteis á vuestros Hermanos los Religiosos, la excesiva caridad del Nazareno, que dejó
diciéndoles que os acercabais á la Gloria, ¡ah!, su vida sobre el duro tronco de la Cruz; y,
redoblad vuestro empeño en prepararnos para así, con un vivo transporte de amor exhalas-
nuestro último tránsito, pues á la hora que teis el último suspiro. Sea este saludable Le-
menos pensemos vendrá la muerte, y haced ño nuestro refugio en esta vida y nuestra for-
que no nos engañemos en un momento del taleza en la hora de nuestra muerte, en la que,
que depende nuestra eternidad. si nos espantan nuestros pecados, nos anime
el pensamiento de que Jesús derramó en la
Padrenuestro, Avemaria y Gloria. Cruz su sangre preciosísima para expiarlos.
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
6. ¡Oh fervorosísimo San Nicolás! Lejos
de sentir las amarguras de vuestra agonía, Ahora pedirá cada uno la gracia que desee
entonasteis con el arpa de David cánticos de alcanzar en e s t e Septenario por la intercesión
alegría y de alabanza á la eterna Bondad, de S a n Nicolás.
que rompía ya los lazos del duro destierro, L o restante como en el día primero, pág. 370.
y renovasteis en la presencia de Dios el sa-
crificio de vos mismo. Avivad en nosotros la
confianza en la benignidad divina, para que DÍA SÉPTIMO
'así le agrade la oferta que le hacemos de to-
dos nosotros, y sea el resto de nuestra vida 1. ¡Oh admirable San Nicolás! Desde
una hostia viva, santa y agradable á sus pu- aquel resplandeciente trono de gloria al que
rísimos ojos. Dios quiso sublimaros, miráis con ojos com-
Padrenuestro, Avemaria y Gloria. placidos el lugar donde reposa vuestro cuer-
po; en el que se ve una fuente de gracias ce-
7. El último suspiro que salió de vues- lestiales para la casa de David; y los ciegos
tros labios ¡oh enamorado San Nicolás!, fué curados, los tullidos enderezados, los obse-
al mismo tiempo de dolor y de amor. Quisis- sos librados, los que evadieron la muerte, y
teis que se os trajese el Leño sacrosanto de la los resucitados á la vida, repiten vuestro
Cruz para meditar en ella las penas que su- nombre entre mil tributos de gratitud y amor.
frió el divino Redentor, y os sentisteis em- ¡Qué afortunados somos con la posesión de
briagado en el cáliz de la mirra recordando
tan inestimable tesoro! Haced Vos que no
desmerezcamos una dicha tan grande. _ 4. Al júbilo universal de la Iglesia Cató-
Padrenuestro, Avemaria y Gloria. lica, cuando fuisteis inscrito solemnemente,
por el Oráculo infalible del Vaticano, en el
2. ¡Oh héroe inmortal San Nicolás! No catálogo de los Santos, ¡oh glorioso San Nico-
debían sentir vuestros sagrados despojos los lás! se agregó la viva gratitud dg los fieles, que
daños de la corrupción mortal, habiendo si- vieron por vuestra merced terminados los cis-
do templo vivo y sagrario del Espíritu San- mas que laceraban la vestidura de la Esposa
to; pues hasta el agua que sirvió para lava- del Nazareno. ¡Ah! Conservadnos á todos en
ros las manos y los pies, después de muerto la unidad de nuestra augusta Religión, y ha-
en el lecho de la pobreza religiosa, se con- ced que unánimes trabajemos por dilatar sus
servó largo tiempo incorrupta, y sirvió para glorias.
obrar las más raras maravillas. Caiga sobre
nuestro corazón una gota que apague entera- Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
mente el fuego de la concupiscencia terrena.
5. Mejor que los huesos del antiguo José,
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
que profetizaron después de su muerte, sir-
8. Si alrededor de la piscina probática se viendo de protección al pueblo hebreo para
agrupaba una multitud innumerable de en- llegar á la tierra prometida, vuestros huesos,
fermos para conseguir la salud, el sonido es- ¡oh milagroso Nicolás!, preconizaron elocuen-
pontáneo de las campanas invitaba con un tes, con un nuevo prodigio, aquella feliz in-
prodigio extraordinario, aun á los pueblos le- mortalidad de que serán revestidos algún día.
janos, á que se acercasen á vuestro sepulcro Y por eso, cuarenta años después de vuestra
para que recibiesen abundantes gracias y fa- muerte, los sagrados brazos que se os corta-
vores. Así Dios, con modos extraordinarios, ron, por una indiscreta devoción, manaron
quiere excitar á los fieles á esperar en vues- sangre viva y un milagroso maná. Confirmad-
tro poderoso patrocinio. Acordaos que sois nos á todos en las verdades de la fe, y haced
nuestro, y que tenemos más razón que otros que estemos prontos á sellarlas con nuestra
para contar con vuestra generosa beneficen- sangre.
cia.
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
Padrenuestro, Avemaria y Gloria.
Ahora pedirá cada uno la gracia que d e s e e
6. No una vez sola manaron sangre vues- alcanzar en este Septenario por la intercesión
tros brazos portentosos, ¡oh poderosísimo San de San N i c o l á s .
Nicolás!, sino muchas veces en la serie de los L o restante como en el día primero, pág. 370.
siglos, y especialmente cuando nos amenazan
los golpes de la divina Justicia, para que co-
Modo <le dar á los enfermos y tomar el pan
rramos solícitos á impedirlos. Os damos in-
bendito de San Nicolás.
finitas gracias por esta paternal solicitud; mas
empeñaos aún con la Divina Majestad para P ó n g a s e el pan bendito en un poco de agua,
que con su gracia venza la dureza de nuestro y , una v e z que esté b l a n d o , se dirán tres Pa-
corazón y nos conceda tiempo para hacer pe- drenuestros y tres Avemarias e n honor de la
nitencia y enmendar nuestra vida. S a n t í s i m a Trinidad, una Salve en honor de la
Padrenuestro, Avemaria y Gloria. Santísima Virgen M a r í a , y en honor de S a n Ni-
colás s e dirá la s i g u i e n t e
7. Así como el Cordero inmaculado y di-
vino fundó y adornó la Iglesia con su sangre, ANTÍFONA
así también el Taumaturgo de Tolentino la
sostiene y protege con la suya: éste es el elogio Nicolaus, v e r a s C H R I S T I pauper, virgo a D E O
que de Vos ¡oh magnífico San Nicolás! hizo electus, obedientiam jugiter s e r v a n s , Eremi-
el Sumo Pontífice Alejandro V I I declarando tarum Ordinem s i g n i s et vivtutibus decoravit.
que, en las calamidades de la Iglesia de Je- f. Ora pro n o b i s , beate Nicolse.
sucristo, vos renováis con vuestra sangre la íí. U t d i g n i efficiamur promissionibus
señal de vuestra poderosa protección. Velad CHRISTI.
sobre el Supremo Jerarca de los fieles, sobre OREMUS
el Prelado de este pueblo, sobre nuestros
hermanos religiosos, sobre vuestros devotos Concede, queesumus, omnipotens DEUS, ut
y sobre toda la grey católica, y haced que E c c l e s i a t u a , qute beati N i c o l a i , confessoris
tranquila y pacíficamente lleguemos todos un t u i , v i r t u t u m et miraculorum gloria coruscat:
día á ser dichosos compañeros vuestros en la ejus intercessione e t m e r i t i s , perpetua pace
Jerusalén celestial. — Amén. atque unitate ketetur. Per C H R I S T U M Dominum
nostrum. A m e n .
M a s , si el enfermo n o supiese ni leer ni la No hubo alma tau pervertida
Salve, diga dos Padrenuestros y dos Avemarias Que á tu palabra inspirada
á la Santísima Virgen, y un Padrenuestro y un N o se sintiese abrasada
Avemaria á San Nicolás. Por la sed de nueva vida.
De nuestro eterno destino
N o 'te olvides, Padre amado:
GOZOS
Sé nuestro fiel abogado,
Prodigio de amor divino, Nicolás de Tolentino.
Serafín inmaculado :
Del Purgatorio las almas
Sé nuestro fiel abogado,
A ti claman noche y día,
Nicolás de Tolentino.
Y de su horrible agonía
Piadoso las penas calmas.
Aun no has nacido á este mundo,
Y ya de tu vida santa A ti el triste peregrino
El Cielo las glorias canta Clama también apenado:
Con elogio sin segundo. Sé nuestro fiel abogado,
Nicolás de Tolentino.
De los hijos de Agustino
El más insigne dechado, Tu panecillo glorioso
Sé nuestro fiel abogado, E s bálsamo celestial,
Nicolás de Tolentino. Donde alivio á todo mal
Halló el cristiano piadoso.
De angelical inocencia Del espíritu dañino
Raro y portentoso ejemplo, - Contra el furor enconado,
Fuiste la gloria del templo Sé nuestro fiel abogado,
Por tu virtud y tu ciencia. Nicolás de Tolentino.
Ante aquel Dios uno y trino,
Que á tanto honor te ha encumbrado, Tú con poderosa mano
Sé n uestro fiel abogado, Ahogaste el cisma diabólico
Nicolás de Tolentino. Que contra el nombre católico
Fraguó el infernal tirano.
En el áspero camino
De este mundo desgraciado,
Í N D I C E
Sé nuestro fiel abogado,
Nicolás de Tolentino. Págs.
Preliminares *
PREFACIO 1
Si con sangre de su pecho
CAPÍTULO I: Infancia de San Nicolás. — Pie-
Jesús la Iglesia fundó,
dad de sus padres. — Viaje á Barí. — Naci-
Tu sangre la conservó miento de San Nicolás. — Siéntese desde
De la impiedad á despecho. niño inclinado al Oficio divino y ceremo-
Satánico torbellino nias de la Iglesia. —Venid á mí. —Su cari-
Ruge fiero á nuestro lado: dad para con los pobres • 5
Sé nuestro fiel abogado, CAP. I I : Juventud de Nicolás— Sus mortifica-
Nicolás de Tolentino. ciones.—Sus primeros estudios. —La fuen-
te de San Nicolás. — El convento de San
Angel in Pontano. — San Nicolás canóni-
La precedente estrofa es traducción, en cuan-
go.—«He ahí el ángel guardián del coro.»
to á la idea, de unas palabras del Papa Alejan-
Aspiraciones al claustro 18
dro VII, las cuales se aducen en el lugar corres-
CAP. III: La Orden de Ermitaños de San
pondiente de la V I D A D E S A N N I C O L Á S . Agustín.—San Agustín en Milán.—Su vuél-
ta á Tagaste.—Fundación del primer mo-
nasterio.—Los Ermitaños de San Agustín
en Italia y Francia. — El P. Lanfraneo de
Setala, Prior general 30
CAP. IV: San Nicolás novicio. — Primeras lu-
chas.—El P. Begnault.—Primeros pasos de
San Nicolás para entrar en la Orden de
San Agustín. —Recibe el hábito religioso
en la iglesia de San Salvador.—Alcanza la
perfección en su nuevo estado 39
CAP. V: Primeros años de San Nicolás en el
claustro. — Oración continua de San Nico-
lás.—Es admitido á hacer la profesión re-
ligiosa. — Es enviado á San Ginés, — Sus
En el áspero camino
De este mundo desgraciado,
Í N D I C E
Sé nuestro fiel abogado,
Nicolás de To¡entino. Págs.
Preliminares *
PREFACIO 1
Si con sangre de su pecho
CAPÍTULO I: Infancia de San Nicolás. — Pie-
Jesús la Iglesia fundó,
dad de sus padres. — Viaje á Bari. — Naci-
Tu sangre la conservó miento de San Nicolás. — Siéntese desde
De la impiedad á despecho. niño inclinado al Oficio divino y ceremo-
Satánico torbellino nias de la Iglesia. —Venid á mí. —Su cari-
Ruge fiero á nuestro lado: dad para con los pobres • 5
Sé nuestro fiel abogado, CAP. I I : Juventud de Nicolás.—Sus mortifica-
Nicolás de Tolentino. ciones.—Sus primeros estudios. —La fuen-
te de San Nicolás. — El convento de San
Angel in Pontano. — San Nicolás canóni-
La precedente estrofa es traducción, en cuan-
go.—«He ahí el ángel guardián del coro.»
to á la idea, de unas palabras del Papa Alejan-
Aspiraciones al claustro 18
dro VII, las cuales se aducen en el lugar corres-
CAP. III: La Orden de Ermitaños de San
pondiente de la V I D A D E S A N N I C O L Á S . Agustín.—San Agustín en Milán.—Su vuél-
ta á Tagaste.—Fundación del primer mo-
nasterio.—Los Ermitaños de San Agustín
en Italia y Francia. — El P. Lanfraneo de
Setala, Prior general 30
CAP. IV: San Nicolás novicio. — Primeras lu-
chas.—El P. Begnault.—Primeros pasos de
San Nicolás para entrar en la Orden de
San Agustín. —Recibe el hábito religioso
en la iglesia de San Salvador.—Alcanza la
perfección en su nuevo estado 39
CAP. V: Primeros años de San Nicolás en el
claustro. — Oración continua de San Nico-
lás.—Es admitido á hacer la profesión re-
ligiosa. — Es enviado á San Ginés, — Sus
INDICE
ÍNDICE PágS.
milagros.—Roma, Pavía, V e n e c i a . - A g r a ~ ~